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ISABEL ZÚNICA TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL. 1 FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900) I. NIETZSCHE: EL HOMBRE Y SU OBRA ................................................................................ 1 1. Contexto histórico en que vivió Nietzsche: el siglo XIX. ......................................... 1 a) Contexto científico y cultural ................................................................................. 1 i) El Romanticismo................................................................................................. 1 ii) La época de la fragmentación .......................................................................... 2 b) Contexto político e ideológico del XIX.................................................................. 3 2. Aspectos principales de La filosofía de Nietzsche .................................................. 3 1) La filosofía de Nietzsche como filosofía de la sospecha................................ 3 2) La crítica nietzscheana a la cultura occidental ............................................... 3 3) La propuesta nietzscheana: la instauración de una nueva cultura. .............. 4 4) Voluntad e imaginación .................................................................................... 4 5) Otros aspectos .................................................................................................. 4 3. Vida y obras................................................................................................................ 4 II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD Y RESÚMENES............................................................ 5 a) Texto I: La idiosincrasia de los filósofos: el miedo al devenir. ........................... 5 b) Texto II: La otra idiosincrasia de los filósofos: la filosofía como teología.......... 5 c) Texto III: Cuatro tesis ............................................................................................ 6 III. TEMAS Y NOCIONES DE LA FILOSOFÍA NIETZSCHE .................................................... 6 1. El arte trágico y lo dionisíaco (nociones).................................................................. 6 2. El vitalismo de Nietzsche (tema)............................................................................... 7 a) ¿Qué es el vitalismo nietzscheano? .................................................................... 7 b) La voluntad de poder ............................................................................................. 7 c) La transvaloración y el superhombre ................................................................... 8 d) La muerte de Dios y el nihilismo........................................................................... 8 e) El eterno retorno .................................................................................................... 9 3. La crítica de Nietzsche a los filósofos (tema) .......................................................... 9 a) La idiosincrasia de los filósofos ............................................................................ 9 b) La crítica a las doctrinas filosóficas.................................................................... 10 4. Los sentidos y el cuerpo (pareja) ............................................................................ 10 5. Los “conceptos supremos” y el concepto “Dios” (pareja) ..................................... 11 IV. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO ..........................................................12 TEMARIO DE LAS PRUEBAS DE ACCESO A partir del texto de Friedrich Nietzsche El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La ‘razón’ en la filosofía”, apartados 1, 4, 6 (trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, pp. 51, 53-54 y 55-56), se escribirán dos folios completos (4 carillas), con los siguientes apartados en el orden en que aparecen: 1. Resumir un fragmento del texto. 2. Explicar una pareja de nociones de las siguientes: - Los sentidos y el cuerpo - Los “conceptos supremos” y el concepto “Dios” - El arte trágico y lo dionisíaco 3. Desarrollar uno de los temas siguientes: - El vitalismo de Nietzsche - La crítica de Nietzsche a los filósofos 4. Contextualizar el texto completo El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La ‘razón’ en la filosofía”, apartados 1, 4, 6 (trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, pp. 51, 53-54 y 55-56). I. NIETZSCHE: EL HOMBRE Y SU OBRA 1. CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE VIVIÓ NIETZSCHE: EL SIGLO XIX. Aunque el siglo XIX suele presentarse de modo unitario como el siglo de las revoluciones, en realidad, tanto desde un punto de vista filosófico y cultural, como social y político, podemos hallar en él dos etapas claramente divididas. Filosófica y culturalmente, la primera mitad se caracteriza por el Romanticismo, la segunda mitad es llamada por algunos positivista o cientifista, pero podemos considerar que su característica esencial es la fragmentación del pensamiento y la cultura. Desde el punto de vista social, la primera mitad se caracteriza por la lucha de la nueva burguesía por alcanzar el poder (revoluciones burguesas), mientras que, en la segunda mitad, es el proletariado quien busca un espacio social, económico y de poder (revoluciones proletarias o socialistas). En atención a esta división del XIX, podemos considerar que la Edad Moderna concluye en 1850 y que ahí comienza la Edad Contemporánea. Por eso, los autores románticos (como Hegel) no los vemos como algo de nuestra época, mientras que los de la segunda mitad del XIX (Nietzsche, Frege o Freud) podrían ser escritores del siglo XXI, plenamente contemporáneos a nosotros. Y en cuanto a política, igualmente la confrontación entre liberales y tradicionalistas de la primera mitad del XIX es vista como decimonónica, mientras que la de socialistas y conservado- res (populares, demócratas-cristianos, liberales) dura hasta nuestros días. a) Contexto científico y cultural i) El Romanticismo La primera mitad del XIX está caracterizada por el Romanticismo, que en Alemania comienza en 1780, pues allí los pensadores y escritores de las dos últimas décadas del XVIII son estrictamente románticos, como Herder (1744-1803), Goethe (1749-1832) y Schiller (1759-1805). El Romanticismo domina toda Europa en la primera mitad del XIX y se prolonga varias décadas en algunos países como España (Bécquer, † 1870).

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ISABEL ZÚNICA TEMA 5. NIETZSCHE: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL. 1

FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)

I. NIETZSCHE: EL HOMBRE Y SU OBRA ................................................................................1 1. Contexto histórico en que vivió Nietzsche: el siglo XIX. .........................................1

a) Contexto científico y cultural .................................................................................1 i) El Romanticismo.................................................................................................1 ii) La época de la fragmentación ..........................................................................2

b) Contexto político e ideológico del XIX..................................................................3 2. Aspectos principales de La filosofía de Nietzsche ..................................................3

1) La filosofía de Nietzsche como filosofía de la sospecha................................3 2) La crítica nietzscheana a la cultura occidental ...............................................3 3) La propuesta nietzscheana: la instauración de una nueva cultura. ..............4 4) Voluntad e imaginación ....................................................................................4 5) Otros aspectos ..................................................................................................4

3. Vida y obras................................................................................................................4 II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD Y RESÚMENES............................................................5

a) Texto I: La idiosincrasia de los filósofos: el miedo al devenir. ...........................5 b) Texto II: La otra idiosincrasia de los filósofos: la filosofía como teología..........5 c) Texto III: Cuatro tesis ............................................................................................6

III. TEMAS Y NOCIONES DE LA FILOSOFÍA NIETZSCHE ....................................................6 1. El arte trágico y lo dionisíaco (nociones)..................................................................6 2. El vitalismo de Nietzsche (tema)...............................................................................7

a) ¿Qué es el vitalismo nietzscheano? ....................................................................7 b) La voluntad de poder.............................................................................................7 c) La transvaloración y el superhombre ...................................................................8 d) La muerte de Dios y el nihilismo...........................................................................8 e) El eterno retorno ....................................................................................................9

3. La crítica de Nietzsche a los filósofos (tema) ..........................................................9 a) La idiosincrasia de los filósofos ............................................................................9 b) La crítica a las doctrinas filosóficas....................................................................10

4. Los sentidos y el cuerpo (pareja)............................................................................10 5. Los “conceptos supremos” y el concepto “Dios” (pareja) .....................................11 IV. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO ..........................................................12

TEMARIO DE LAS PRUEBAS DE ACCESO

A partir del texto de Friedrich Nietzsche El crepúsculo de los ídolos, capítulo

“La ‘razón’ en la filosofía”, apartados 1, 4, 6 (trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, pp. 51, 53-54 y 55-56), se escribirán dos folios completos (4 carillas), con los siguientes apartados en el orden en que aparecen:

1. Resumir un fragmento del texto. 2. Explicar una pareja de nociones de las siguientes:

- Los sentidos y el cuerpo - Los “conceptos supremos” y el concepto “Dios” - El arte trágico y lo dionisíaco

3. Desarrollar uno de los temas siguientes: - El vitalismo de Nietzsche - La crítica de Nietzsche a los filósofos

4. Contextualizar el texto completo El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La ‘razón’ en la filosofía”, apartados 1, 4, 6 (trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, pp. 51, 53-54 y 55-56).

I. NIETZSCHE: EL HOMBRE Y SU OBRA 1. CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE VIVIÓ NIETZSCHE: EL SIGLO XIX.

Aunque el siglo XIX suele presentarse de modo unitario como el siglo de las revoluciones, en realidad, tanto desde un punto de vista filosófico y cultural, como social y político, podemos hallar en él dos etapas claramente divididas. Filosófica y culturalmente, la primera mitad se caracteriza por el Romanticismo, la segunda mitad es llamada por algunos positivista o cientifista, pero podemos considerar que su característica esencial es la fragmentación del pensamiento y la cultura. Desde el punto de vista social, la primera mitad se caracteriza por la lucha de la nueva burguesía por alcanzar el poder (revoluciones burguesas), mientras que, en la segunda mitad, es el proletariado quien busca un espacio social, económico y de poder (revoluciones proletarias o socialistas).

En atención a esta división del XIX, podemos considerar que la Edad Moderna concluye en 1850 y que ahí comienza la Edad Contemporánea. Por eso, los autores románticos (como Hegel) no los vemos como algo de nuestra época, mientras que los de la segunda mitad del XIX (Nietzsche, Frege o Freud) podrían ser escritores del siglo XXI, plenamente contemporáneos a nosotros. Y en cuanto a política, igualmente la confrontación entre liberales y tradicionalistas de la primera mitad del XIX es vista como decimonónica, mientras que la de socialistas y conservado-res (populares, demócratas-cristianos, liberales) dura hasta nuestros días.

a) Contexto científico y cultural i) El Romanticismo La primera mitad del XIX está caracterizada por el Romanticismo, que en

Alemania comienza en 1780, pues allí los pensadores y escritores de las dos últimas décadas del XVIII son estrictamente románticos, como Herder (1744-1803), Goethe (1749-1832) y Schiller (1759-1805). El Romanticismo domina toda Europa en la primera mitad del XIX y se prolonga varias décadas en algunos países como España (Bécquer, † 1870).

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El Romanticismo es un movimiento de la modernidad, que, consecuentemente, mantiene al hombre en el centro: el hombre como un ser consciente de sus fuerzas, de su autonomía, de su subjetividad, de su capacidad de transformar al mundo. Pero el Romanticismo tiene su novedad, que, en gran medida, es una reacción contra esa otra concreción de la modernidad que es la Ilustración. Las novedades fundamenta-les del Romanticismo son dos: 1) subrayar los aspectos históricos y genéticos de la realidad, y 2) poner en primer plano los aspectos o elementos volitivos, sentimenta-les, irracionales del hombre.

1) La Ilustración se había caracterizado por su ahistoricismo y por su universalismo: todo estaba medido por una razón unilateral y abstracta, que no atendía a las particularidades de las personas y países; y la ciencia era la máxima expresión de la razón: un conocimiento válido para todos los lugares y tiempos. Frente a eso surge el particularismo: la idea de que las realidades concretas (la naturaleza, los seres humanos, cada lengua, cada país, etc.) debían ser explicadas histórica o genéticamente. Había, pues, que volver al pasado, a las raíces, a los antecedentes, si se quieren conocer las concretas realidades actuales. En consecuencia, tenemos un gran desarrollo de la historia de cada pueblo (la nueva historia nace con Leopold von Ranke (1795-1886), la aparición de los nacionalismos ligados a una lengua, la recuperación de los mitos y folklore de cada pueblo, el cultivo de la propia lengua en detrimento del latín (las Universidades van abandonando el latín como lengua culta y universitaria), enorme incremento de las literaturas de cada pueblo europeo, nueva vivencia del propio paisaje (vuelta a la naturaleza, el árbol como símbolo romántico), en ciencia aparecen las explicaciones genéticas: el darwinismo, el descubrimiento del indoeuropeo, etc.1.

2) En oposición a la razón ilustrada, se ponen en primer plano la voluntad, los sentimientos, la imaginación, lo irracional. Los sentimientos son siempre particula-res y se distinguen de los aspectos racionales del ser humano que son –o deberían ser– universales. La razón es desplazada: deja de ser la dimensión principal del ser humano y pasa a ser un poder infinito, vago, más allá de la racionalidad humana. Ahora están en primer plano la libertad del individuo y del científico, la origina-lidad y creatividad no sólo en el arte, sino en toda actividad humana, incluida la ciencia. El genio (artístico o científico) y el héroe (que encarna el espíritu del pueblo) son los nuevos prototipos de hombre.

La preponderancia de lo volitivo-sentimental dará lugar en la segunda mitad del XIX a que la razón se ponga al servicio de las pasiones, de la parte instintiva del ser humano. Surgirían así las ideologías: pensamiento al servicio de los intereses de los grupos sociales.

1 Nótese que no hay oposición entre individuo y colectividad (o nación): ambas son

realidades particulares, son subjetividades: el sujeto individual o el sujeto colectivo (el Volkgeist, el espíritu del pueblo), y así la realidad particular de cada individuo se configura dentro de su pueblo (uno es primordialmente alemán o vasco o…).

ii) La época de la fragmentación La segunda mitad se caracteriza por la fragmentación: no hay un pensamiento

unitario sino una serie de ideologías o corrientes de pensamiento que no intentan una explicación válida para todos los hombres, sino una defensa de puntos de vista particulares o de intereses de grupos.

Podemos considerar la segunda mitad del XIX como el inicio de la Edad Contemporánea. Los fenómenos culturales, sociales y políticos que se dan en ella duran hasta nuestros días, y son precisamente los que estamos liquidando sin poner algo nuevo (la Posmodernidad o, mejor, Tardamodernidad).

La segunda revolución industrial (a partir de 1840) y las espectaculares aplica-ciones técnicas de la ciencia transformarán la vida y la mentalidad de los europeos durante esta segunda mitad de siglo. La ciencia se populariza y todos se hacen concientes de la importancia de la ciencia y de la tecnología. Se difunde el positivismo de Auguste Comte (1798-1857), con todas sus variantes cientifistas: el único conocimiento válido es la ciencia.

El predomino no ya de la ciencia, sino de la tecnociencia (la ciencias aplicadas con sorprendentes resultados) trajo dos consecuencias inmediatas. Una general: los conocimientos anteriores (de la Antigüedad, de la Edad Media e incluso de los siglos inmediatamente anteriores) parecían como balbuceos de niños o incluso como un montón de falsedades ingenuas; los libros dejaron de ser la memoria de los conocimientos de la humanidad, para ser la información de los últimos descubrimientos científicos. Y otra particular: la filosofía deja de ser el conoci-miento y comprensión por excelencia de la realidad; ya no caben grandes sistemas filosóficos en los que se enmarca todo el conocimiento científico y humano (estética, ética, política…), sino sólo posiciones fragmentarias, puntos de vista, corrientes de pensamiento, que coexisten entre sí y que casi todas están aún presentes en nuestros días: psicoanálisis, fenomenología, existencialismo, herme-néutica, filosofía analítica, etc.

La idea de que sólo la ciencia es conocimiento, deja a la filosofía y sus ramas (ética, política, etc.) en manos de la subjetividad arbitraria: ahí no cabe auténtico conocimiento, sino expresión de intereses subjetivos, o sea, de los aspectos no racionales del hombre, sino de los volitivos, pulsionales, instintivos. etc.

En el periodo ilustrado la burguesía había comenzado a reivindicar sus derechos sociales y políticos, esas reclamaciones se extienden a lo largo del Romanticismo. A partir de la segunda mitad del XIX, esa reivindicación se hace universal: todo colectivo o grupo social, especialmente la clase obrera, exige sus derechos y la participación en la vida pública. Surgen así –a mitad del XIX– los partidos políticos, con sus respectivas ideologías, y nace también la figura del político profesional: arrebatada la soberanía a los monarcas, los ciudadanos corrientes luchan por conseguir el poder, para lo cual organizan los partidos políticos. Libe-rales y tradicionalistas son los dos grandes partidos con peso entre las clases acomodadas (las que tenían derecho al voto), y posteriormente surgen los socialis-tas como expresión de los intereses obreros.

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Efecto de muy diversos factores, tanto románticos (centralidad de la voluntad y del sentimiento, particularismo nacionalista, la idea de creatividad y originalidad), como de la segunda mitad del XIX (la crisis de la filosofía, la aparición de múlti-ples corrientes, el cientifismo ideologizado, los intereses de clase o grupos con sus respectivas ideologías) es la pérdida de la concepción clásica de la verdad, o sea, de que podemos comprender la realidad tal cual es y exponer nuestra comprensión de modo racional. Ahora, frecuentemente, ya no se atiende a la verdad en cuanto tal, sino a crear teorías que propicien los propios intereses. Esta mentalidad permea la filosofía y se expande incluso a la ciencia, al menos a las ciencias no duras (a la psicología, antropología, historia, politología, etc.): los científicos de estas discipli-nas interpretan arbitrariamente la realidad o incluso la falsean, en función de intere-ses particulares (invención de una historia nacional, falseamiento de datos antropo-genéticos, ideologías burguesas, liberales o socialistas, teorías contra la Biblia...).

b) Contexto político e ideológico del XIX Podemos completar el panorama filosófico y cultural con algunos datos sociales

y políticos del XIX. Desde un punto de vista histórico, tenemos que, tras la derrota de Napoleón, el Congreso de Viena (1815) restaura aparentemente el viejo orden, pero, en realidad, no es así. Las nuevas monarquías ven su poder limitado por la burguesía, que tiene iniciativa política y a la que los monarcas hacen continuas concesiones. En la lucha de los burgueses por el poder, tenemos dos importantes revoluciones: la de 1830 y la de 1848.

En la primera mitad del XIX, se configuran las dos ideologías dominantes que son el liberalismo y el tradicionalismo.

El liberalismo es la ideología de la nueva burguesía. Los liberales sostienen que el poder se basa en la riqueza y la propiedad, y aspiran al poder político recortando atribuciones a los monarcas (o incluso eliminándolos). Buscan un sistema político representativo, pero no universal: sólo las nuevas clases pudientes tienen derecho a la participación en la vida pública, por eso se opondrán en la segunda mitad del XIX a la nueva clase emergente, al proletariado, al que niegan derechos sociales y políticos. En general, el liberalismo es individualista, contrario a la tradición, defensor de la separación de poderes y de la no intervención del Estado. Además, son partidarios de la desigualdad, pero ésta basada no en el nacimiento, sino en la instrucción y la riqueza.

La ideología contraria es la tradicionalista, que pretende defender legitimidad del Ancien régime y, en general, los valores que consideran tradicionales. Ahora bien, los tradicionalistas participan del espíritu romántico: no buscan un universalismo (valores universales), sino que miran a la historia, lengua, raíces culturales de su propia nación y, por eso, derivan frecuentemente en nacionalismos.

Terminada hacia 1840 la primera industrialización, que dio escasos frutos en la transformación económica o social, comenzó la auténtica revolución industrial que transformaría los países europeos. Desde un punto de vista social, fruto de esta revolución fue la aparición de una importante clase obrera, que se hacinaba en

barrios proletarios, totalmente separados de los burgueses por los barrios de una incipiente clase media (pequeños comerciantes, funcionarios, maestros…).

En la segunda mitad del XIX aparece con violencia el movimiento obrero: el proletariado ha tomado conciencia de su fuerza y necesidades, y exige también su participación en la riqueza y el poder. Dado que tanto liberales como tradicio-nalistas se oponen al proletariado, que, además, carece de voto (el voto se concedía según la renta), se desencadenaron una serie de revoluciones proletarias. La más importante fue en París en 1871, donde socialistas y anarquistas se hicieron con el poder durante dos meses y medio, hasta que fueron reprimidos por el ejército (algunos estiman que hubo 30.000 muertos en la semana de combates).

2. ASPECTOS PRINCIPALES DE LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE 1) La filosofía de Nietzsche como filosofía de la sospecha. La primera industrialización ya había tenido lugar en Europa y estaba en marcha

la segunda. El desarrollo económico se había realizado frecuentemente a costa del trabajo y de la vida de mucha gente (la llamada clase obrera). Esto había originado una clase alta, notablemente enriquecida, pero carente de valores morales. Como reacción a la nueva estructura social habían surgido los socialismos, que luchaban contra el elitismo y proponían una nivelación igualitaria. Esta situación propició el auge de las ideologías: el pensamiento al servicio de intereses de clase, económicos, sociales, etc.

Consecuencia de esa situación, es el nacimiento de las filosofías de la sospecha (Marx, Nietzsche, Freud), que denuncian que detrás de las grandes construcciones filosóficas se encierran intereses inconfesables. Dicho de otro modo, acusan a la filosofía de haberse convertido en ideología.

El pensamiento de Nietzsche pertenece a este grupo de filosofías de la sospecha, centrada, en este caso, en una crítica a la cultura occidental en bloque: Nietzsche acusa a la cultura occidental de ser decadente y buscará instaurar una nueva cultura.

2) La crítica nietzscheana a la cultura occidental Nietzsche hace una crítica total a la cultura occidental: todos sus elementos y

dimensiones son criticados y negados. Para poder realizar esa crítica, Nietzsche se centra en los aspectos nucleares de Occidente: la filosofía, la moral y la religión.

Ante todo, Nietzsche critica la filosofía griega, aliada luego con el cristianismo, por considerarla que es el elemento principal de la civilización occidental y el origen de todos sus males. Los conceptos clásicos de bien, verdad, conocimiento, etc. son rechazados por Nietzsche. Precisamente el texto que comentamos se centra en la crítica nietzscheana a la filosofía y a toda la cultura occidental.

El inicio de la decadencia de Occidente comenzó con Sócrates, el gran corruptor, que inventa la racionalidad que aprisiona la vida, y se continúa con Platón: el inventor del otro mundo, del mundo de las Ideas, donde se supone que está la auténtica realidad. Este vaciado, desvalorización, del mundo sensible le parece a Nietzsche intolerable, una auténtica perversión.

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Critica, además, al socialismo, pues lo acusa de vulgar e igualitario. Nietzsche pertenecía a la clase burguesa, había recibido una excelente educación, tenía una posición económica acomodada y, en consecuencia, le parecía inaceptable el igualitarismo que rebaja la cultura, el conocimiento… tachándolos de elitismo.

Eso no impide que Nietzsche también critique a los liberales y cualquier otro grupo ideológico de su época, como también a los anarquistas.

Critica los valores encarnados por los tradicionalistas, especialmente la religión, el cristianismo y, en general, todo lo que sea moralidad y orden. Especialmente combate la idea de que haya otro mundo, un “más allá”, pues eso implica la negación de este mundo. Nietzsche es el profeta de la muerte de Dios.

3) La propuesta nietzscheana: la instauración de una nueva cultura. La idea rectora del pensamiento de Nietzsche es la instauración de una nueva

cultura, que sería la antítesis de la decadente cultura occidental. La nueva cultura sería una cultura de índole aristocrática, que sustituiría a la actual y sería capaz de originar grandes hombres.

Nietzsche encuentra las características concretas de esta cultura en la antigua Grecia, en la Grecia presocrática, antes de ser adulterada por el racionalismo socrático y por la filosofía platónica.

La Grecia presocrática tiene su máxima expresión en la tragedia griega, que aúna, en perfecta fusión, dos elementos: lo dionisíaco y lo apolíneo. Dioniso es el dios de la vida, de las fuerzas vitales que hacen que los seres vivos se regeneren continuamente, nazcan y mueran. Apolo es el dios de la armonía y de la proporción, de las formas bellas. En la tragedia se funde lo dionisíaco que abraza la existencia en todo su horror y oscuridad (tragedia y música) y lo apolíneo, que cubre la realidad mediante un velo estético, creando un mundo ideal de forma y belleza (mitología olímpica, artes plásticas y épicas).

Los hombres de la nueva cultura son los que saben transformar la vida en un fenómeno estético: la realización de la vida humana de modo bello, estético, armonizando las pasiones contrarias (amor-odio, reflexión-espontaneidad, ternura-crueldad…), y rechazando todo lo que sea la ascética (griega o cristiana) y el libertinaje grosero.

Un punto central de la propuesta nietzscheana es, por tanto, que hay que ser fiel a este mundo, al mundo sensible, al único que hay, y negar y rechazar cualquier otro mundo, cualquier otra vida en el “más allá”.

4) Voluntad e imaginación Es importante señalar que el movimiento romántico ya había triunfado total-

mente en Europa. La idea de una superación de la racionalidad a través de los senti-mientos y las dimensiones irracionales del hombre estaba en plena vigencia. La universalidad de la razón era postergada a favor de los nacionalismos, el espíritu del pueblo y la mitología. El rigor conceptual y la exposición demostrativa eran de-sechadas, pues se prefería la exaltación poética, la musicalidad, la retórica efectista.

En Nietzsche esta concepción se manifiesta en dos aspectos importantes: a) Su concepción del hombre. Casi todos los conceptos que utiliza son de raíz

romántica: la voluntad de poder, ya presente en Schopenhauer como voluntad de vivir, el superhombre, la falta de mesura, lo dionisíaco.

b) El estilo y la obra de Nietzsche son fundamentalmente de carácter literario. No forja un sistema de pensamiento, sino que expone pensamientos sueltos median-te brillantes metáforas, aforismos breves, etc. La imaginación el sentimiento, la retórica son sus argumentos.

Las metáforas de Nietzsche han pasado a la historia de la filosofía y de nuestra cultura: Dioniso, Zaratustra, el camello que se transforma en león y éste en niño, el dragón, el egipticismo de los filósofos…

5) Otros aspectos Aunque en Nietzsche tiene menor importancia, también el cientifismo está

presente en una época de su vida, como crítica a la metafísica y una defensa del conocimiento científico.

Las explicaciones genéticas se hacen también presentes en algunas obras de Nietzsche, como, por ejemplo, en La genealogía de la moral.

3. VIDA Y OBRAS La vida de Nietzsche está totalmente vinculada a su proyecto filosófico (crítica a

la cultura occidental), y en función de él podemos establecer etapas y clasificar sus obras. Nietzsche nació en 1844 en Röcken (Sajonia prusiana), en el seno de una familia protestante: su padre era pastor luterano y preceptor privado. Estudió en el reconocido Instituto Pforta donde recibió una formación literaria –con especial estudio de los clásicos griegos y romanos–, poética y musical.

Se graduó en 1864 y comenzó los estudios de teología en la Universidad, pero, tras un semestre, los abandonó para dedicarse a la filología. En 1865 leyó Schopen-hauer y Lange (filósofo materialista), que ejercieron gran influencia sobre él. Antes de terminar la carrera, sorprendentemente recibió la propuesta de ser nombrado Catedrático de Filología en la Universidad de Basilea.

Comenzó así su primer periodo (1869-76) o periodo romántico, caracterizado por obras filológicas y de inspiración romántica (mitología, folklore, espíritu del pueblo). La metáfora dominante es la contraposición entre Dioniso y Apolo: el arte como medio de penetrar en la realidad, en el fondo pasional del ser humano. Perte-necen a este periodo El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872), La filosofía en la época trágica de los griegos (1874) y Consideraciones intempestivas (1873-76).

Esta época tuvo gran importancia su amistad con Richard Wagner, a quien admiraba profundamente, y había presentado en El nacimiento de la tragedia como el salvador de la cultura alemana. Esta obra no tuvo buena acogida entre filósofos y filólogos y fue objeto de una dura crítica que hundió el prestigio de Nietzsche como

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filólogo. El fin de este periodo está marcado por su ruptura con Wagner, que comienza a manifestarse en la cuarta de las consideraciones intempestivas.

Su segundo periodo (1877-82) comienza tras el distanciamiento de Wagner y la publicación de Humano, demasiado humano (1878), donde abandona la idea de que el genio es el músico para defender la genialidad del científico. A diferencia del primer periodo Sócrates es presentado de modo más benévolo. En este periodo aparece un Nietzsche cientifista, ilustrado y antimetafísico, donde defiende un conocimiento lúcido y libre, y explica la génesis de la moral de modo histórico: la imposición de la autoridad humana (profesores, padres) hace que surja la concien-cia. En este periodo Nietzsche está influido por el positivismo inglés y la Ilustra-ción francesa; y abandona a Schopenhauer.

Su endeble salud, debilitada aún más por las enfermedades contraídas en el mes que sirvió de camillero en la guerra franco-prusiana, entró en crisis en 1879, a lo cual se añadió su malestar y dudas sobre su docencia en filología. En consecuencia, renunció a su cátedra en 1879 y se dedicó a viajar. Otras obras de este periodo son Aurora (1881), donde Nietzsche comienza su ataque a la moral y La Gaya ciencia (1882), donde el cristianismo es presentado como el enemigo de la vida y se anuncia la muerte de Dios.

Su tercer periodo (1883-89): crítica a la cultura occidental. Es el más característico y desarrolla sus temas más importantes: Así habló Zaratustra (1883-85), en donde su estilo y pensamiento alcanzan cotas elevadísimas de madurez, no alcanzadas por ninguna de sus obras posteriores. Ahí expone sus ideas sobre el superhombre y la transmutación de los valores. Otras obras de este periodo son Más allá del bien y del mal (1886), Genealogía de la moral (1887) y El crepúsculos de los ídolos (1889). En 1888 redactó Ecce homo, una autobiografía, publicada póstumamente, de gran importancia para la interpretación de su obra.

En 1889 fue internado en un psiquiátrico, tras sufrir un colapso mental, del que nunca se recuperaría. Murió en 1900, en Weimar (Turingia).

II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD Y RESÚMENES Friedrich Nietzsche El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La ‘razón’ en la

filosofía”, apartados 1, 4, 6.

a) Texto I: La idiosincrasia de los filósofos: el miedo al devenir. 1. “¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?... Por ejem-

plo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno] –cuando hacen de ella una momia–. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran –se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran–. La muerte, el cambio, la vejez,

así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones –incluso refutaciones–. Lo que es no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. «Tiene que haber una ilusión, un engaño, en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador?: Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero». Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira –la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira–. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es «pueblo». ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! – ¡Y sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable ideé fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real!...”.

En este texto, en primer lugar, Nietzsche expone cuál es la idiosincrasia de los filósofos: su falta de sentido histórico, su odio al devenir, su egipticismo. Ese odio les ha llevado a deshistorizar la realidad sub specie aeterni, a momificarla. En segundo lugar, dice que, desde hace milenios, los filósofos:

1. Han matado la realidad convirtiéndola en momias conceptuales. Y además, han adorado, idolatrado, a los conceptos.

2. Han creado una oposición excluyente entre el ser y el devenir: lo que es no deviene, lo que deviene no es…

3. Han intentado apoderarse del ser, pero, como no lo consiguen, han culpado a la sensibilidad de ello, diciendo que les engaña. También acusan a la sensibilidad de ser fuente de inmoralidad y llaman pueblo a los que creen en los sentidos.

Finalmente, acusa a los filósofos de ser momias, de parecer sepultureros y a su filosofía de monótono-teísmo y de estar obsesionada por el rechazo de los sentidos.

b) Texto II: La otra idiosincrasia de los filósofos: la filosofía como teología. 4. “La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en con-

fundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final –¡por desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir!– los «conceptos supremos», es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto –ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui–. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual

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una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto «Dios»... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas! – ¡Y lo ha pagado caro!…”.

En el texto que comentamos, Nietzsche explica la otra idiosincrasia de los filósofos que consiste en “confundir lo último con lo primero”.

Según Nietzsche, los filósofos consideran que lo superior no puede ser causado por algo anterior o inferior, es decir, por algo distinto de sí mismo; por eso, lo supe-rior ha de ser causa de sí mismo. En consecuencia, los filósofos ponen los concep-tos supremos (lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero), como lo pri-mero, es decir, como causa de toda la realidad y, por tanto, anteriores a la realidad.

Además, para los filósofos, como todos los conceptos son supremos, son todos iguales y se identifican con el concepto de Dios que, para Nietzsche, es el más vacío de todos los conceptos.

Finalmente afirma que toda la humanidad ha padecido las consecuencias de las dolencias cerebrales, de los errores, de los filósofos.

c) Texto III: Cuatro tesis 6. “Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan

nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción. Primera tesis. Las razones por las que «este» mundo ha sido calificado de

aparente fundamentan, antes bien, su realidad –otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable–.

Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al «ser verdadero» de las cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada; a base de ponerlo en contradicción con el mundo real es como se ha construido el «mundo verdadero»: un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral.

Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de «otro» mundo distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de em-pequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de «otra» vida distinta de esta, «mejor» que ésta.

Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo «verdadero» y en un «mundo aparente», ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la decadence –un síntoma de la vida descendente–... El hecho de que el artista estime más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues a la «apariencia» significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista –dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco–...”.

En este texto, Nietzsche resume la aportación de su filosofía en cuatro tesis. Primera: el mundo que los filósofos llaman aparente es el único real.

Segunda: el mundo que los filósofos llaman verdadero es nihilista, porque se ha construido negando el ser auténticamente real.

Tercera: la causa de haber creado otro mundo distinto del real es el instinto de calumnia, de recelo frente a la vida, constituye una venganza.

Cuarta: la duplicación del mundo hecha por los filósofos es un síntoma de deca-dencia, mientras que el mundo creado por el artista trágico no es “otra” realidad, sino que, asumiendo la única realidad, la presenta seleccionada, reforzada, corre-gida. Es el artista dionisíaco.

III. TEMAS Y NOCIONES DE LA FILOSOFÍA NIETZSCHE 1. EL ARTE TRÁGICO Y LO DIONISÍACO (nociones)

En su primera gran obra, El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, Nietzsche ofrece una interpretación muy original de la cultura griega. Esta interpretación fue muy criticada por los filólogos contemporáneos, pero eso carece de importancia: lo decisivo es que Nietzsche ofrece en esa obra el primer esbozo de las ideas principales de su pensamiento. Esta obra está inspirada en la idea de vida de Schopenhauer y en la concepción musical de Wagner.

La idea central de Nietzsche es que la cultura griega alcanzó su máxima cumbre antes de la aparición de Sócrates y su filosofía. Entonces todavía era una cultura aristocrática, una auténtica cultura creadora y bella en la que conjugaba armónica-mente la vida y la belleza. Ése será el modelo nietzscheano para su futura propuesta de una nueva cultura antitética de la cultura occidental (de Sócrates a nosotros).

Según Nietzsche, la cultura de la Grecia presocrática tiene su máxima expresión en la tragedia. En ésta se da una fusión armónica de dos elementos contrapuestos: lo dionisíaco y lo apolíneo.

Dioniso2 es un dios de origen tracio, cuyo culto se difundió rápidamente en la Hélade hacia el siglo V a.C. Es el dios del vino, de las cosechas, de la vegetación exuberante. Su culto se celebraba en las montañas –donde habitaba el dios– y estaba vinculado a las orgías místicas, en las que se alcanzaba la unión con el dios, superando la propia individualidad; en las fiestas báquicas estaban presentes el exceso, la pasión, la embriaguez, el éxtasis. Nietzsche toma a Dioniso como el símbolo de la vida, del exceso, de la ausencia de mesura, de la ruptura con todas las barreras y limitaciones, incluso del caos, de la noche, de la irracionalidad.

Apolo, por el contrario, es el dios de la juventud, de la belleza, de la poesía y las artes, de la mesura y del límite, de la verdad. Nietzsche lo toma como símbolo de la razón, la luz, la armonía, el equilibrio, la medida, la individualidad.

Hasta Nietzsche se había explicado la cultura griega como pura expresión de lo apolíneo (la belleza, la razón…). Nietzsche, por el contrario, sostiene que la auténtica cultura griega es la que no oculta lo dionisíaco (la vida con todo su horror

2 No se debe confundir el nombre Dioniso (Διόνυσος), que es el nombre del dios, con Dionisio, que es nombre de persona: el adorador o servidor de Dioniso.

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y tragedia), pero sabe vivirla de modo estético. La tragedia sería precisamente eso: la unión de lo dionisíaco y lo apolíneo, del exceso y la mesura; un afirmar la vida presentándola de modo estético. Por eso, los griegos encontraban en la tragedia un consuelo metafísico: “El consuelo metafísico […] de que en el fondo de las cosas, y pese a toda la mudanza de las apariencias, la vida es indestructiblemente poderosa y placentera, ese consuelo aparece con corpórea evidencia como coro de sátiros, como coro de seres naturales que, por así decir, viven inextinguiblemente por detrás de toda civilización y que, a pesar de todo el cambio de las generaciones y de la historia de los pueblos, permanecen eternamente los mismos” (El nacimiento…, 7).

Ese mundo armónico griego se vino abajo con Sócrates, que eliminó lo dionisíaco, quedando sólo lo apolíneo, y además potenció el elemento racional, teórico en detrimento de la vida, de lo dionisíaco, pues la razón aprisiona la vida y su libre expansión. Sócrates, para Nietzsche, simboliza el gran cambio que sufrió la cultura griega: el hombre que teoriza, que busca el conocimiento como valor primordial elimina al hombre trágico, al que ama la vida como primera realidad. A partir de entonces el diálogo platónico sustituye a la tragedia griega. El saber y la verdad son los nuevos valores frente al arte trágico y la vida.

En suma, la propuesta nietzscheana es destruir la actual cultura vigente, fundada en la filosofía, para crear una nueva cultura inspirada en las obras de los griegos anteriores a la filosofía, o sea, en los dos principios de los primigenios griegos: lo dionisiaco, por el que abrazaban la existencia en todo su horror y oscuridad –trage-dia y música– y el apolíneo, por el que cubrían la realidad, la vida, mediante un velo estético creando un mundo ideal de forma y belleza (mitología, artes plásticas y épicas). Así pues, Nietzsche sostiene que “hay una lucha eterna entre la consideración teórica y la consideración trágica del mundo” (El nacimiento, n. 17). Y a la pregunta “¿cuál de los dos es el poder más alto y decisivo? Nadie dudará que la vida es el más alto poder y dominante” (Werke, vol. I, edic. de Karl Schlechta, Munchen 1954, p. 282).

2. EL VITALISMO DE NIETZSCHE (tema) a) ¿Qué es el vitalismo nietzscheano?

El vitalismo es uno de los temas capitales de la filosofía de Nietzsche. En el primer periodo el símbolo es Dioniso y, en el final, lo es Zaratustra.

En el primer periodo, Nietzsche contrapone Dioniso y Apolo. Dioniso es el símbolo de la vida, del exceso, de la ausencia de mesura, de la ruptura con todas las barreras y limitaciones. Apolo, por el contrario, es el dios de la luz, de la mesura y del limite, de la verdad. Nietzsche lo toma como símbolo de la razón, de la individuación, de la palabra. Ambos elementos se sintetizan en la tragedia griega, en la que, sin embargo, el elemento principal es la vida, Dioniso, mientras que lo apolíneo es la forma bella, estética, en que se presenta.

La aparición de Sócrates, el gran corruptor, rompe el equilibrio de la cultura griega: Sócrates, para Nietzsche, es el hombre que teoriza, que busca el conoci-

miento como valor primordial, eliminando al hombre trágico, al que ama la vida como primera realidad. A partir de entonces el diálogo platónico sustituye a la tragedia griega. El saber, la verdad son los nuevos valores frente al arte trágico y la vida. Así pues, en el primer Nietzsche “hay una lucha eterna entre la consideración teórica y la consideración trágica del mundo” (El nacimiento, n. 17). Y a la pregunta “¿cuál de los dos es el poder más alto y decisivo? Nadie dudará que la vida es el más alto poder y dominante” (Werke, vol. I, p. 282).

En la etapa final, especialmente en Así habló Zaratustra, Dioniso es sustituido por Zaratustra, aunque en el fondo no es más que el mismo Dioniso, pero librado del peso de la metafísica de Schopenhauer: Nietzsche ya no necesita el consuelo metafísico, sino que afirma la vida en toda su grandeza, su tragedia, su ilimitación, su irracionalidad, etc.

Zaratustra es un persa que vivió en el siglo VII. Su doctrina se caracteriza por la oposición de dos principios: el Ormuz (el bien) y Arimán (el mal). Sin embargo, Nietzsche lo presenta como un inmoralista, porque reconociendo su error de haber creado la moral, se sitúa más allá del bien y el mal. En realidad, Zaratustra es Nietzsche: “No se me ha preguntado, pero debería habérseme preguntado qué significa cabalmente en mi boca, en boca del primer inmoralista, el nombre Zaratustra; pues lo que constituye la inmensa singularidad de este persa en la historia es justo lo contrario de esto. […] Zaratustra creó ese error, el más fatal de todos, la moral; en consecuencia, también él tiene que ser el primero en reconocerlo. […] ¿Se me entiende? La autosuperación de la moral por veracidad, la autosuperación del moralista en su antítesis –en mí– es lo que significa en mi boca el nombre Zaratustra” (Ecce homo, n. 3).

Así pues, Zaratustra (=Nietzsche) es el símbolo nuevo del vitalismo. Este vitalismo radical se concreta en los conceptos fundamentales de la filosofía de Nietzsche.

b) La voluntad de poder En 1888, poco antes de su colapso mental, Nietzsche trabajó en una obra, que no

pudo concluir, en la que pretendía exponer toda su filosofía y hubiera tenido por título La voluntad de poder (las notas se publicaron póstumamente). Schopenhauer ya había considerado la voluntad de vivir como concepto central para comprender la realidad, Nietzsche concreta esa voluntad de vivir en voluntad de poder.

Para Nietzsche lo único que existe, la realidad, es el devenir. El devenir continuo es el resultado de un conjunto de fuerzas ciegas que pugnan por imponer-se unas sobre otras, de lo que Nietzsche llama voluntad de poder, o sea, de voluntad de dominio. El mundo, el hombre, la vida son voluntad de poder, voluntad de ser más, de superarse, de demostrar una fuerza siempre creciente. Más que una facultad humana, es el conjunto de pulsiones y fuerzas que se dirigen hacia el poder.

Ese concepto está expuesto principalmente en el capítulo “De la superación de sí mismo” de Así habló Zaratustra. La tesis de Nietzsche es que el hombre y toda la realidad no es voluntad de obediencia o de sometimiento, sino voluntad de poder,

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de imposición de autoafirmación. La voluntad no es una facultad, sino toda la parte la fuerza vital, la parte impulsiva de toda la naturaleza y del hombre, esa fuerza terrible y creadora que es la vida. En el hombre, vivir es querer, y querer es querer ser más, es voluntad de crear: “Soy el que es impelido a superarse a sí mismo constantemente” (Así habló Zaratustra, cap. De la superación de sí mismo).

Y no sólo el hombre sino todo el cosmos tiene en la voluntad de poder su núcleo, su realidad última: “¿Queréis saber qué es para mí el mundo? […] Es un monstruo de fuerza sin principio ni fin, […] un juego de fuerzas y ondas de fuerza, […] un mar de fuerzas tempestuosas que se agitan y transforman desde toda la eternidad y vuelven eternamente sobre sí mismas en un enorme retorno de los años. […] Este es mi mundo dionisiaco, que se crea eternamente a sí mismo y se destruye eternamente a sí mismo, este mundo enigmático de la doble voluptuosidad mi "más allá del bien y del mal", sin meta. […] ¿Queréis un nombre para este mundo? Este mundo es la voluntad de poder, y nada más que eso. ¡Sed vosotros también esa voluntad de poder, y nada más que eso! (La voluntad de poder, aforismo 1067).

Notemos, por último, que la idea nietzscheana de hombre es totalmente distinta de la que ha teorizado la filosofía griega. Ya no tenemos un sujeto consciente y libre, cuya principal propiedad es la racionalidad (el viviente racional), que se va perfeccionando en el tiempo a través del conocimiento y la acción recta, sino una fuerza instintiva –la voluntad de poder– una tendencia vital que busca imponerse a todo lo demás.

c) La transvaloración y el superhombre Como hemos visto, frente a Sócrates, al conocimiento, a la filosofía, a la racio-

nalidad, Nietzsche afirma lo dionisíaco, la voluntad, el sentimiento, la vida como pulsión irracional, sin finalidad, sin orden, sin Dios. Esto le lleva inmediatamente a negar todos los valores tradicionales y anunciar una nueva realidad: “Hasta hoy no se ha experimentado la más mínima duda o la más mínima vacilación al establecer que «lo bueno» tenía un valor superior a lo «malo». […] ¿Y si fuere verdad lo con-trario? ¿Y si en el bien se encontrase oculto un síntoma de retroceso, por ejemplo, un peligro, una seducción, un veneno”, (Genealogía de la moral, Prólogo 6).

En Nietzsche, el dragón simboliza los valores: “Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas brillan en mí»” (Así habló Zaratustra, De las tres transformaciones). Y por eso hay que destronarlo: “¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero»” (Ibidem). De esa negación de los valores y la afirmación de otros nuevos surge el superhombre: “Que no le falte al superhombre su dragón, el superdragón, que sea digno de él” (Ibidem).

El superhombre de Nietzsche es fundamentalmente un nuevo hombre que surge de la negación de los viejos valores y afirma su voluntad de poder, su “yo quiero”. No se trata de una cuestión de raza, sino de una posición moral o, mejor dicho, amoral: un hombre que está más allá del bien y del mal, que supera la vieja moral.

¿Cómo surge este superhombre? Nietzsche no lo explica, pero, a través de sus metáforas, se puede ver que el camello (el hombre que carga con toda la moral, el hombre occidental, el que dice “yo debo”) se transforma en león (rompe con la moral, exige su libertad, afirma “yo quiero”), pero éste no es capaz de crear valores. El espíritu debe transformase en niño: “Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo. Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño”, (Así habló Zaratustra, cap. De las tres transformaciones)

El superhombre es inocente como un niño, no lleva carga, es espontaneidad pura, impulso vital, puede ser el protagonista de un nuevo comienzo, donde lo antiguo ya no existe, pues ha sido totalmente olvidado. Condición de poder crear es olvidar nuestra civilización: sólo así seremos capaces de partir de cero, de crear nuevos valores, de vivir fieles a la tierra. Ése es el superhombre que resume el mensaje de Nietzsche.

d) La muerte de Dios y el nihilismo Un punto central de la transvaloración de Nietzsche es la crítica a la religión,

que se concreta en la necesidad de olvidar a Dios, de reconocer que Dios ha muerto. Nietzsche vio con total claridad que toda moral, no solo la cristiana, sino la de cualquier pueblo, e incluso la pura ética filosófica, exigen la existencia de Dios como condición necesaria (tesis de Kant y otros muchos pensadores). Por eso, para destruir la moral, para subvertir totalmente el viejo orden de valores, es necesario destruir a Dios.

Si Dios no existe, si Dios ha muerto, como dice Nietzsche, ya no hay ningún ser superior que nos pueda imponer sus leyes, sus límites, su orden. El hombre ya no tiene que dar cuenta ante nadie, no tiene responsabilidad alguna: dejará de ser el esclavo que es ahora, para pasar a ser su propio dueño, el superhombre. Por eso, los viejos valores se pueden resumir en el concepto de Dios, antítesis de la vida: “¡El concepto «Dios», inventado como concepto antitético de la vida: en ese concepto, concentrado en horrorosa unidad todo lo nocivo, envenenador, difamador, la entera hostilidad de la muerte contra la vida! ¡El concepto «más allá», «mundo verdadero», inventado para desvalorizar el único mundo que existe para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ninguna tarea!” (Ecce homo, cap. Por qué soy yo un destino, 8).

La muerte de Dios provoca el hundimiento de todo el orden objetivo de los valores absolutos, de toda moral y de toda ética universal, válida para todo ser racional. Esto podría parecer a muchos una gran pérdida, pero para Nietzsche es una gran ganancia, pues toda la moral occidental es puro nihilismo. En efecto, tanto

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la moral cristiana como la filosofía han establecido dos mundos: el mundo auténtico (el cielo cristiano, el mundo platónico de las ideas) y el mundo degradado de las realidades terrenas y cambiantes. Pero sucede que ese presunto mundo celes-tial es la negación del mundo terrenal, de la vida, o sea, es puro rechazo de la autén-tica existencia; y precisamente por eso, el nihilismo (la negación de la existencia, de lo real) es la esencia de la tradición platónico-cristiana. Darnos cuenta de ese nihilismo es el punto de partida para una nueva valoración de la realidad: es el comienzo de la transvaloración, es la puerta que permite la llegada del super-hombre, el nacimiento de la nueva cultura que Nietzsche buscaba.

Ahora bien, Nietzsche reconoce que el hundimiento de todos los valores tradicionales acarreará un nihilismo: “¿Que significa nihilismo? Que los valores supremos pierden validez” (Ecce homo). Pero se trata de un nihilismo distinto, llamémoslo positivo, puesto que es el comienzo y condición de la transvaloración, de la nueva cultura. Por eso, según Nietzsche, hay que distinguir entre el nihilismo pasivo de la tradición platónico-cristiana y el nihilismo activo: la lucha por traer ese nihilismo positivo como condición para la llegada del superhombre.

En consecuencia, aunque la filosofía de Nietzsche es presentado como nihilista (negación de todos los valores), se puede decir que lo que tiene de positivo es esto: la afirmación de este mundo, de la vida, como único valor, un mundo que no se dirige a ninguna parte, que carece de fin y sentido, pero que, como es lo único que hay, sólo cabe una actitud ante él: afirmar la vida, afirmar a la voluntad de poder.

e) El eterno retorno Cuando Nietzsche habla de la realidad como voluntad de poder, introduce una

idea que resulta enigmática y que muchos rechazan como una adherencia colateral en el pensamiento de este autor: el eterno retorno. Pero, en realidad, se trata de una de las tesis centrales de Nietzsche, de su afirmación del mundo, de su sí a la vida, de su vitalismo.

Para Nietzsche, la realidad, el mundo, la vida carecen de finalidad: sólo tenemos un mar de fuerzas que vuelven eternamente sobre sí mismas. Si hubiera finalidad, en un mundo infinito temporalmente, tal fin ya se habría alcanzado y las cosas tendrían un sentido último. Por el contrario, en un mundo infinito y sin finalidad, todo lo que ha ocurrido, necesariamente volverá a ocurrir, todas las combinaciones posibles se darán infinitas veces. Dicho de otro modo: todos los acontecimientos ocurren una y otra vez (o sea, volveremos a estar sentados o de pie, leyendo este texto o...).

¿Qué sentido tiene esa afirmación de Nietzsche? Con el eterno retorno nuestro autor quiere afirmar este mundo y sólo éste: no existe el mundo platónico, ni el cielo de los creyentes. No podemos huir a otro mundo inexistente, sino ser fieles a este mundo, decir sí a la vida, a la voluntad de poder: “¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan! En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero

Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra!” (Así habló Zaratustra, prólogo).

3. LA CRÍTICA DE NIETZSCHE A LOS FILÓSOFOS (tema) La crítica de Nietzsche a los filósofos y a la filosofía se enmarca dentro de su

crítica más amplia a la civilización occidental, puesto que la filosofía constituye uno de los fundamentos de nuestra civilización. Nietzsche critica todos los aspectos de la cultura occidental: la filosofía, la ciencia, el arte, la religión, la moral, lo alemán, el socialismo… Quiere criticar dicha cultura para destruirla y sustituirla por otra de índole aristocrática, inspirada en la civilización presocrática que él tanto admiraba especialmente en sus primeros escritos.

Ahora bien, la crítica de Nietzsche a los filósofos es uno de los puntos centrales de su pensamiento, pues es expresión paradigmática de su crítica a general a la civi-lización occidental. Con esto, deja claro que nuestra cultura es una cultura filosó-fica y que, si no se destruye la filosofía, nunca podremos superar nuestra cultura, nuestros valores, para dar paso a unos nuevos supervalores totalmente distintos.

Para criticar a los filósofos, Nietzsche expone cuál es la idiosincrasia de los filósofos: su falta de sentido histórico, su odio al devenir, su egipticismo. Ese odio les ha llevado a deshistorizar la realidad sub specie aeterni, a momificarla: han matado la realidad convirtiéndola en momias conceptuales y han creado una oposición excluyente entre el ser y el devenir: lo que es no deviene, lo que deviene no es.

a) La idiosincrasia de los filósofos En primer lugar, Nietzsche expone cuál es la idiosincrasia de los filósofos; o

sea, su peculiar manera de ser. Piensa que la filosofía deriva del tipo de personas que la han creado, es decir, de su idiosincrasia. Por eso, él quiere desenmascarar a los filósofos occidentales, destapar lo oculto, es decir, los instintos más básicos que les han llevado a crear la decadente filosofía occidental, o sea, la filosofía que nació en Grecia con Sócrates y Platón, y que ha servido de fundamento a toda nuestra cultura occidental.

Sostiene Nietzsche que lo que caracteriza a los filósofos es su falta de sentido histórico, su odio hacia el devenir, su egipticismo. Los filósofos, según Nietzsche, carecen de sentido histórico, es decir, no tienen capacidad de percibir la progresión en el tiempo, los cambios continuos propios de la realidad.

¿Qué es la realidad para Nietzsche? La realidad es, como afirma en diversas obras suyas, voluntad de poder, un conjunto de fuerzas ciegas que pugnan por imponerse unas sobre otras, una voluntad de dominio. El mundo, el hombre, la vida, son voluntad de poder, voluntad de ser más, de superarse, de demostrar una fuerza siempre creciente. Más que una facultad humana, es el conjunto de pulsiones y fuerzas que se dirigen hacia el poder. En su idea de la realidad como un devenir continuo coincide con el presocrático Heráclito de Éfeso († 480 a.C.), uno de los filósofos más apreciados por Nietzsche.

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Según Nietzsche, los filósofos odian el devenir, es decir, sienten un fuerte re-chazo instintivo por las fuerzas cambiantes de la realidad (“la muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento”). La realidad es dura, difícil, y exige energía, capacidad de adaptación ante lo nuevo, lo desconocido. Parece, por tanto, que Nietzsche caracteriza a los filósofos como personas mediocres, débiles, con un instinto de temor y de calumnia. Es precisamente esa debilidad la que les lleva a vengarse, momificando, matando la realidad en sus conceptos, mediante los que eliminan el movimiento, la pluralidad y la continua novedad: de ese modo los filósofos se encuentran más cómodos con una realidad creada a su imagen, más simple y manejable. Por eso, burlándose los acusa de egipticismo, ya que los egipcios acostumbraban a momificar a sus muertos y además las figuras egipcias son estáticas y planas, sin impresión de movimiento ni relieve.

b) La crítica a las doctrinas filosóficas Nietzsche subraya, como característica esencial de la filosofía, la sustitución de

la realidad, del devenir por sus conceptos, que, según él, no son otra cosa que momificaciones de la realidad, momias conceptuales, cadáveres de la realidad. Para entender esto, es necesario considerar que, para Nietzsche, la realidad –el devenir– es incognoscible y lo que llamamos conocimiento no es otra cosa que un instrumento de la voluntad de poder, de la vida: conocer es un impulso que brota en algunos seres para dominar la realidad y ponerla a su servicio. Es un proceso de interpretación (perspectivismo), basado en nuestras necesidades vitales. Es un conjunto de creaciones nuestras: las ficciones útiles se consideran verdaderas; las inútiles o menos útiles, errores; las más útiles han pasado al lenguaje. El peligro está en tomar las ficciones del lenguaje por la realidad. Los conceptos y teorías científicas son ficciones, esquemas lingüísticos impuestos a la realidad para controlarla. Por eso, la verdad es una invención de los filósofos, seres insatisfechos con el mundo del devenir que anhelan el confortable mundo del ser. Las nociones metafísicas (sujeto y objeto, sustancia y accidentes, causa y efecto) no son categorías del entendimiento como decía Kant, sino categorías gramaticales; el problema está en olvidar el origen lingüístico de dichas categorías y confundirlas con la realidad. No obstante, hay una razón que apoya ese olvido: no podemos prescindir de ellas.

Pero los filósofos no sólo han sustituido el devenir por los conceptos, sino que han idolatrado los conceptos, es decir, los han puesto por encima de la realidad considerándolos como algo superior a ella. Con esto, Nietzsche se refiere principalmente al desdoblamiento platónico de la realidad en dos mundos: mundo sensible y mundo inteligible, considerando superior y más real a este último. Según Nietzsche, con Sócrates y Platón comenzó la filosofía del ser, fundamento de nuestra cultura occidental. También con Sócrates comenzó la decadencia de la cultura griega debido a que introdujo la razón que aprisiona la vida y triunfó el hombre teórico sobre el hombre trágico, característico del momento de máximo esplendor de la cultura griega. El instinto de temor llevó a Platón a duplicar la

realidad, a crear “otro mundo” distinto del sensible, con características contrarias al devenir y al gusto de Platón: sin pluralidad, sin tiempo, sin cambios… A partir de Sócrates y de Platón, los filósofos pretendieron conocer la realidad mediante la razón, es decir, mediante conceptos. Los conceptos son fijos, eternos (sub specie aeterni), uno para cada clase de realidad –como pretendía Platón–, pero, según Nietzsche, no existen clases de ser, ni sustancias permanentes.

Así pues, la filosofía, a partir de Platón, creó otro mundo desvalorizando el único existente que es el mundo sensible en continuo devenir. Nietzsche sostiene que las razones aducidas por la filosofía para mostrar que este mundo sensible no es real sino aparente, lo que en verdad hacen es probar que éste es el único mundo real posible. Los filósofos afirman que lo cambiante, lo que está en movimiento no es permanente ni cognoscible y, por tanto, es aparente, apenas posee realidad; para ellos lo auténticamente real son las ideas, los conceptos inmutables y eternos. Nietzsche argumenta que es precisamente lo contrario: lo que deviene es lo único real, lo que constatamos continuamente por los sentidos, otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable.

En resumen, para Nietzsche, la filosofía del ser caracterizada por su negación del devenir, su momificación de la realidad mediante conceptos, su sobrevaloración de dichos conceptos, su rechazo de los sentidos y del cuerpo; es el producto hecho a imagen y semejanza de la idiosincrasia de los filósofos. Por eso, los representa como sepultureros, enterradores de la auténtica realidad y denomina a su filosofía burlonamente como monótono-teísmo, algo radicalmente aburrido y fundamentado en el concepto de Dios. La idiosincrasia de los filósofos les ha llevado a vengarse: la filosofía –al igual que la moral occidental– es el resultado de la venganza de los débiles e inferiores que no aman la vida, que no son capaces de afrontarla, y se inventan “otra” vida “mejor”, una vida a su medida, adecuada a su debilidad. Pien-sa Nietzsche que el resentimiento creó los valores morales de Occidente y es el responsable de la aparición de una civilización enemiga de la vida y de un hombre incurablemente mediocre. Ese resentimiento es, por tanto, el causante del nihilismo occidental. Pero Nietzsche piensa que su crítica va a contribuir a que llegue el día en el que se pueda vivir “más allá del bien y del mal”, recobremos la primitiva inocencia, y aparezca el superhombre anunciado por Zaratustra.

4. LOS SENTIDOS Y EL CUERPO (pareja) Las tesis de Nietzsche sobre los sentidos y el cuerpo está en plena coherencia

con las ideas centrales de su pensamiento, tanto con su crítica a la filosofía occidental, como con su defensa del vitalismo.

En cuanto a la filosofía, Nietzsche acusa a los filósofos de egipticismo (su atemporalidad, su odio a lo vital) y de haber sustituido el devenir (lo auténtico) por el ser, creando el mundo platónico. Señala que esas tesis son refutadas por la vida, por la evidencia de los procesos vitales: la procreación, el crecimiento, el cambio, la vejez, la muerte.

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De ahí que los filósofos, conscientes de su fracaso, se desesperan y buscan un culpable, un engañador. Ese engañador, el origen de todo error es la sensibilidad. Pero además, para los filósofos, los sentidos, según Nietzsche, no son sólo causa de error, sino también fuente de inmoralidad y, por eso, han rechazado siempre su testimonio como algo propio del “pueblo”. Con esto Nietzsche se refiere a toda la tradición filosófica –que comenzó con Platón y que ha perdurado a través del neoplatonismo en la Edad Media y del racionalismo en la Modernidad– de considerar el conocimiento sensible como:

a) Poco fiable. Así por ejemplo, pensaba Platón que los sentidos no nos muestran la auténtica realidad (el mundo inteligible), sino una copia de él (el mundo sensible). También Descartes afirmaba que no debemos fiarnos de los sentidos, puesto que nos engañan con frecuencia.

b) Relacionado con el pueblo, pues esta tradición ha considerado siempre al conocimiento conceptual –accesible sólo a unos pocos– como algo superior al de los sentidos, propio del pueblo, del vulgo.

c) Fuente de inmoralidad, ya que los sentidos están vinculados a la corporalidad y la materia, considerados como algo negativo en la tradición platónica.

En contraposición a las tesis de los filósofos, Nietzsche revaloriza el papel de los sentidos. Los considera instrumentos de la vida, nos dan la auténtica realidad, nos mantienen unidos al mundo. Incluso son la base de la ciencia, que se ciñe a aguzar, pensar el testimonio de ello: “Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos; en que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es un aborto y todavía-no-ciencia” (El crepúsculo de los ídolos, 3).

En consonancia con el desprecio a los sentidos, los filósofos –sostiene

Nietzsche– también han despreciado al cuerpo. Para eso, han inventado, como siempre, una serie de conceptos que pretenden ser reales a costa de la auténtica realidad: “¡El concepto «alma», «espíritu», y por fin incluso «alma inmortal», inventado para despreciar el cuerpo, para hacerlo enfermar –hacerlo «santo»–, para contraponer una ligereza horripilante a todas las cosas que merecen seriedad en la vida, a las cuestiones de alimentación, vivienda, dieta espiritual, tratamiento de los enfermos, limpieza, clima!” (Ecce homo, cap. Por qué soy yo un destino, 8). Y no sólo ese daba una preferencia del alma respecto al cuerpo, sino que éste era maltratado como único medio para el desarrollo del espíritu: “En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese desprecio era entonces lo más alto: el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la tierra” (Así habló Zaratustra, prólogo).

Ese sustituir la realidad por conceptos, la invención de ese falso mundo por parte de los filósofos procede de su instinto de calumnia, de la pequeñez de espíritu o pusilanimidad, del recelo frente a la vida. Todo eso forma parte de la idiosincra-sia de los filósofos. Esa idiosincrasia les ha llevado a vengarse. La filosofía, igual

que la moral occidental, es el resultado de la venganza de los débiles e inferiores que no aman la vida, ni al cuerpo, ni a los sentidos, que no son capaces de afrontar la vida real, y se inventan “otra” vida “mejor”, una vida a su medida, adecuada a su debilidad, con sus presuntas realidades: alma inmortal, espíritu, santidad.

Podemos concluir que la reivindicación nietzscheana de los sentidos y del cuerpo es una parte esencial de su filosofía, vinculada al vitalismo, a la crítica de la cultura occidental y de la filosofía. El culto al cuerpo y a la sensibilidad es parte de esos nuevos valores del superhombre, de la transvaloración que Zaratustra anuncia, que llevaría a una aniquilación de la cultura occidental. De ese modo, nacería una nueva cultura, de índole aristocrática, inspirada en parte en los principios de los griegos primigenios, los que vivieron en el periodo presocrático, antes de que naciera la filosofía: lo dionisíaco, por el que abrazaban la existencia en todo su horror y oscuridad (tragedia y música) y el apolíneo, por el que cubrían la realidad mediante un velo estético creando un mundo ideal de forma y belleza (mitología olímpica, artes plásticas y épicas).

5. LOS “CONCEPTOS SUPREMOS” Y EL CONCEPTO “DIOS” (pareja) La crítica de Nietzsche a los filósofos es uno de los puntos centrales de su

pensamiento, pues es expresión paradigmática de su crítica a general a la civi-lización occidental. Con esto, deja claro que nuestra cultura es una cultura filosó-fica y que, si no se destruye la filosofía, nunca podremos superar nuestra cultura, nuestros valores, para dar paso a unos nuevos supervalores totalmente distintos.

Para criticar a los filósofos, Nietzsche expone cuál es la idiosincrasia de los filósofos. Considera que dos son las características de los filósofos: su falta de sentido histórico, su odio al devenir, su egipticismo, que les ha llevado a crear una oposición excluyente entre el ser y el devenir, y “confundir lo último con lo primero”. Para comprender esta tesis, es preciso conocer la concepción nietzscheana de la realidad y del conocimiento.

¿Qué es la realidad para Nietzsche? La realidad es, como afirma en diversas obras suyas, voluntad de poder, un conjunto de fuerzas ciegas que pugnan por imponerse unas sobre otras, una voluntad de dominio. El mundo, el hombre, la vida, son voluntad de poder, voluntad de ser más, de superarse, de demostrar una fuerza siempre creciente. Más que una facultad humana, es el conjunto de pulsiones y fuerzas que se dirigen hacia el poder. En su idea de la realidad como un devenir continuo coincide con el presocrático Heráclito de Éfeso († 480 a.C.), uno de los filósofos más apreciados por Nietzsche.

¿Y qué es el conocimiento para Nietzsche?: no es más que un impulso humano, un instrumento de la voluntad de poder de un tipo de seres que son los humanos. El conocimiento es un instrumento de la vida, que brota en algunos seres para dominar la realidad y ponerla a su servicio. Es un proceso de interpretación (perspectivismo) basado en nuestras necesidades vitales. Es un conjunto de creaciones (ficciones) nuestras: las ficciones útiles se consideran verdaderas; las inútiles, o menos útiles,

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errores; las más útiles han pasado al lenguaje. El peligro está en tomar las ficciones del lenguaje por la realidad. Los conceptos y las teorías científicas son ficciones, esquemas lingüísticos impuestos a la realidad para controlarla. Por eso, la verdad es una invención de los filósofos, seres insatisfechos con el mundo del devenir que anhelan el confortable mundo del ser. Los conceptos metafísicos (sujeto y objeto, sustancia y accidentes, causa y efecto) no son categorías del entendimiento como decía Kant, sino categorías gramaticales; el problema está en olvidar el origen lingüístico de dichas categorías y confundirlas con la realidad. No obstante, hay una razón que apoya ese olvido y es que no podemos prescindir de ellas.

Nietzsche sostiene que la realidad sensible (el devenir) es lo primero y lo único que existe. Los conceptos son categorías gramaticales creadas arbitrariamente por nosotros para dominar la realidad, pero no debemos olvidar que no tienen nada que ver con la realidad y que son hechuras nuestras, son lo último. El problema está en que los filósofos confunden estas cosas y toman como primero lo último, es decir, consideran los conceptos como algo superior y anterior a la realidad, causa de todas las cosas. Los filósofos, en efecto, parten del prejuicio de que lo inferior es siempre algo derivado, causado. Por tanto, como el mundo fenoménico está cambiando continuamente y cada fenómeno es precedido de otro anterior, los filósofos piensan que el devenir es causado, procede de algo superior. De ahí procede su error, pues sitúan a los conceptos que ellos mismos han creado como anteriores a la realidad, como causantes de toda la realidad.

Cuando los filósofos afirman que los conceptos son lo primero, quieren decir que son realidades de rango superior al devenir. El origen de este error, según Nietzsche, está en Platón. Recordemos que, para Platón, las Ideas constituían la auténtica realidad, mientras que las cosas sensibles eran una copia de las Ideas y en ellas estaba su fundamento. Además, como piensan que lo superior no puede proceder de lo inferior –recordemos el principio recogido por Descartes en una de sus demostraciones de la existencia de Dios: “no puede haber más perfección en el efecto que en la causa”–, sostienen también que los conceptos, las Ideas constituyen el fundamento, la causa del mundo sensible. En consecuencia, el mundo sensible tiene que ser causado, mientras que los conceptos, como son superiores, no pueden proceder de lo inferior (de lo cambiante), ni de algo anterior, tienen que ser incausados o causa sui (causa de sí mismos). Si procedieran de algo anterior, serían dependientes de eso de que proceden y no serían supremos.

Ahora bien, sabemos que el devenir es plural, cambiante, temporal, imprevi-sible. Los conceptos metafísicos poseen las propiedades contrarias a la realidad sensible: universales, eternos, inmutables; es decir, son la no realidad, la negación de la realidad; son completamente vacíos. De ahí que la filosofía occidental sea una filosofía nihilista.

Además, Nietzsche piensa que los metafísicos –como consecuencia de su odio al devenir–, han creado los conceptos supremos (lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto), negando la única realidad existente; por eso,

afirma Nietzsche que los conceptos están vacíos, constituyen el último humo de la realidad que se evapora.

Estos conceptos supremos no pueden ser contradictorios entre sí, ni desiguales, tienen, pues, que ser coincidentes. A partir de la reunión de todos esos conceptos supremos –lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto…–, los filósofos han construido la idea de Dios, que se resume en la idea de ens realis-simum, el ente que contiene todas las perfecciones recogidas en sus conceptos.

La consecuencia general es clara: se pone como primero y fundamento de todo lo más tenue, lo más vacío. ¡Todo esto no son más que absurdas telarañas cerebrales!, fruto de mentes enfermas. Lo peor de todo es que la humanidad los ha creído, nuestra civilización se ha fundado sobre esas creencias. Nietzsche consi-deraba su crítica decisiva, pues, sólo tomando conciencia de la falsedad de los conceptos –los ídolos– que sustentan nuestra cultura, puede llegar el nihilismo positivo, la aniquilación de nuestra cultura para sustituirla por otra de índole aristocrática. Para ello es necesario previamente la muerte de Dios, pues sólo así podrá darse el advenimiento del superhombre.

IV. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO Para entender el texto que hemos comentado, hay que tener en cuenta 4 aspectos

fundamentales. En primer lugar la época en que vivió el autor, pues es el marco general de sus obras, estilo y problemas. En segundo lugar, su vida, obras y evolución de su pensamiento, para poder enmarcar el texto comentado en su obra y momento evolutivo. En tercer lugar, la obra concreta de que se trata, con su problemática particular; en este caso, la crítica a los filósofos y a su idiosincrasia. En cuarto lugar, creo que es conveniente hacer alguna alusión al influjo del autor, pues eso está presente en el modo en que leemos sus textos.

Sólo es posible entender la filosofía de Nietzsche en su CONTEXTO HISTÓRICO (s. XIX): la primera industrialización ya había tenido lugar en Europa y estaba en marcha la segunda. El desarrollo económico se había realizado frecuentemente a costa del trabajo y de la vida de mucha gente (la llamada clase obrera). Esto había originado una clase alta, notablemente enriquecida, pero carente de valores morales. Como reacción a la nueva estructura social habían surgido los socialismos, que luchaban contra el elitismo y proponían una nivelación igualitaria. Esta situación propició el auge de las ideologías: el pensamiento al servicio de intereses de clase, económicos, sociales, etc.

Consecuencia de esa situación, es el nacimiento de las filosofías de la sospecha (Marx, Nietzsche, Freud), que denuncian que detrás de las grandes construcciones filosóficas se encierran intereses inconfesables. Dicho de otro modo, acusan a la filosofía de haberse convertido en ideología.

El pensamiento de Nietzsche pertenece a este grupo de filosofías de la sospecha, centrado, en este caso, en una crítica a la cultura occidental en bloque, al igualita-rismo socialista y, sobre todo, a la filosofía. En efecto, para Nietzsche la filosofía

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griega (aliada luego con el cristianismo) es el elemento principal de la civilización occidental y el origen de todos sus males. Precisamente el texto que comentamos se centra en la crítica nietzscheana a la filosofía.

Por último, es importante señalar que el movimiento romántico ya había triunfado totalmente en Europa. La idea de una superación de la racionalidad a través de los sentimientos y las dimensiones irracionales del hombre estaba en plena vigenia. La universalidad de la razón era postergada a favor de los nacionalismos, el espíritu del pueblo y la mitología. El rigor conceptual y la exposición demostrativa eran desecha-das, pues se prefería la exaltación poética, la musicalidad, la retórica efectista.

Por eso, el estilo y la obra de Nietzsche son fundamentalmente de carácter literario. No forja un sistema de pensamiento, sino que expone pensamientos sueltos mediante brillantes metáforas, aforismos breves, etc.

La VIDA de Nietzsche está totalmente vinculada a su proyecto filosófico (crítica a la cultura occidental), y en función de él podemos establecer etapas y clasificar sus obras. Nietzsche nació en 1844 en Röcken (Sajonia prusiana), en el seno de una familia protestante: su padre era pastor luterano y preceptor privado. Estudió en el reconocido Instituto Pforta donde recibió una formación literaria –con especial estudio de los clásicos griegos y romanos–, poética y musical.

Se graduó en 1864 y comenzó los estudios de teología en la Universidad, pero los abandonó para dedicarse a la filología. En 1865 leyó Schopenhauer y Lange (filósofo materialista), que ejercieron gran influencia sobre él. Antes de terminar la carrera, recibió la propuesta de ser nombrado Catedrático de Filología en la Universidad de Basilea.

Comenzó así su primer periodo (1869-76) o periodo romántico, caracterizado por obras filológicas y de inspiración romántica (mitología, folklore, espíritu del pueblo). La metáfora dominante es la contraposición entre Dioniso y Apolo: el arte como medio de penetrar en la realidad, en el fondo pasional del ser humano. Pertenecen a este periodo El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872), La filosofía en la época trágica de los griegos (1874) y Consideraciones intempestivas (1873-76).

Por dificultades de salud y profesionales, entró en crisis en 1879, hasta el punto que renunciar a la docencia. Comenzó entonces su breve segundo periodo (1877-82), que podríamos llamar cientifista e ilustrado, pues está influido por el positivis-mo inglés y la Ilustración francesa. Rompe con Wagner y abandona Schopenhauer. Presenta un pensamiento antimetafísico y defiende un conocimiento lúcido y libre. Destacan sus obras Aurora (1881) y La Gaya ciencia (1882).

Su tercer periodo (1883-89): crítica a la cultura occidental. Es el más característico y desarrolla sus temas más importantes: Así habló Zaratustra (1883-85), en donde su estilo y pensamiento alcanzan su madurez. Ahí expone sus ideas sobre el superhombre y la transmutación de los valores. Otras obras de este periodo son Más allá del bien y del mal (1886), Genealogía de la moral (1887) y El crepúsculos de los ídolos (1889). En 1888 redactó Ecce homo, una autobiografía,

publicada póstumamente, de gran importancia para la interpretación de su obra. En 1889 fue internado en un psiquiátrico, tras sufrir un colapso mental, del que

nunca se recuperaría. Murió en 1900, en Weimar (Turingia).

Pasamos a situar nuestro texto en el MARCO DE LA OBRA A QUE PERTENECE. Se trata de El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, su última obra, que vio la luz a los pocos días de que sufriera el colapso mental.

Mientras estaba trabajando en La voluntad de poder, de la que pensaba que sería su obra definitiva, decidió entre 1887 y 1888 hacer un compendio de su filosofía aprovechando sus numerosos apuntes. El resultado fue El crepúsculo de los ídolos. Él mismo escribe que es una especie de inicio al conjunto de su filosofía: “Ahí –dice– están mis heterodoxias filosóficas esenciales”. Ídolos quiere decir verdades admitidas habitualmente: Nietzsche se propone fustigar todo lo que se entiende por verdad, ya que la verdad es, para él, la forma más clara de la decadencia, del rechazo de la vida.

El subtítulo, cómo se filosofa con el martillo, responde a la idea de la filosofía de la sospecha: Nietzsche “hace preguntas con el martillo” para escuchar como esos ídolos resuenan con “aquel sonido hueco que habla de las entrañas del aire”.

De este modo, en esta obra, Nietzsche ataca toda religión (cristianismo, hinduismo confucionismo…), a los escritores (incluidos los románticos), los músicos (incluido Wagner), las doctrinas político-sociales (liberalismo, socialismo y anarquismo) y muy especialmente critica e insulta a casi todos los filósofos (Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca, Spinoza, Pascal, Descartes, Kant, Rousseau, Comte, Spencer, Stuart Mill, incluso a Schopenhauer). De ellos, apenas salva a Heráclito, Maquiavelo y Hegel. De la realidad lo único que aprecia son las apariencias, las pasiones y los instintos.

El texto que comentamos recoge la esencia de la crítica de Nietzsche a los filósofos.

Por último, mencionemos la INFLUENCIA DE NIETZSCHE en la historia de la filosofía y de la cultura. El influjo de este pensador ha sido enorme no sólo en filosofía, sino en muchos ámbitos del pensamiento y, sobre todo, en el modo en que muchas personas conciben hoy la vida, la verdad, las relaciones humanas, etc.

Ciertamente su pensamiento no fue bien recibido al inicio y sólo fue consi-derado un filólogo interesante. Sin embargo, Heidegger dio lecciones durante 10 años (1936-46) sobre este pensador y las publicó en 1961 con el título Nietzsche. Esto contribuyó decisivamente a la consideración de Nietzsche como un gran filósofo y desde entonces no ha cesado de ser leído, comentado y estudiado.

Para muchos, es considerado como la figura más representativa de la filosofía contemporánea y como el más importante “maestro de la sospecha”. Gran parte de la filosofía de la segunda mitad del XX depende de Nietzsche o directamente o leído a través de Heidegger. En concreto, ha influido en el existencialismo, el postestructuralismo y, sobre todo, la posmodernidad en todas sus variantes y pensadores (pensamiento débil, Vattimo, Rorty, etc.).