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1 Artículo publicado en: Socialis N° 7, Revista Latinoamericana de Política Social Editada por: FCS (UBA)/FCPRI (UNR)/FLACSO/HomoSapiens ISSN 9508083832 Buenos Aires, Julio 2003 Páginas 137142 CONDICIONES DE TRABAJO Y EXCLUSIÓN SOCIAL. MÁS ALLÁ DEL EMPLEO Y LA SOBREVIVIENCIA ESTELA GRASSI El mundo es una gran paradoja que gira en el universo . A primera vista, parece incomprensible, y a segunda vista, también: donde más progresa el progreso, más horas trabaja la gente. La enfermedad por exceso de trabajo conduce a la muerte. En japonés se llama karoshi. Ahora los japoneses están incorporando otra palabra al diccionario de la civilización tecnológica: karojsatsu es el nombre de los suicidios por hiperactividad, cada vez más frecuentes. En mayo de 1998, Francia redujo la semana laboral de 39 a 35 horas. Esa ley no sólo resultó eficaz contra la desocupación, sino que además dio un ejemplo de rara cordura en este mundo que ha perdido un tornillo, o varios, o todos: ¿para qué sirven las máquinas, si no reducen el tiempo humano de trabajo? Pero los socialistas perdieron las elecciones y Francia retornó a la anormal normalidad de nuestro tiempo. Ya se está evaporando la ley que había sido dictada por el sentido común. Eduardo Galeano, Rebelión Presentación El problema de la exclusión social se discute asociado al desempleo en el supuesto de la perdurabilidad de este fenómeno que acompañó la reestructuración capitalista de los últimos 20 años; y, para el caso de América Latina, asociado también al crecimiento de la pobreza que ocurriera como consecuencia de las políticas de ajuste estructural y fiscales aún vigentes. Y, con menos frecuencia, a la precariedad laboral (Lindenboim, 2000). Doctora en Antropología; Profesora Titular Facultad de Ciencias Sociales (UBA); investigadora Instituto Gino Germani (UBA). E-mail: [email protected] Tomadas de: “Paradojas para pensar”, distribuidas vía mail por Ana Domínguez Mon, 02/04/2003

Grassi 2003 Condiciones de Trabajo y Exclusi n Social PROG

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Trabajo y exclusión social

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    Artculo publicado en: Socialis N 7, Revista Latinoamericana de Poltica Social Editada por: FCS (UBA)/FCPRI (UNR)/FLACSO/HomoSapiens ISSN 9508083832 Buenos Aires, Julio 2003 Pginas 137142

    CONDICIONES DE TRABAJO Y EXCLUSIN SOCIAL. MS ALL DEL EMPLEO Y

    LA SOBREVIVIENCIA

    ESTELA GRASSI

    El mundo es una gran paradoja que gira en el universo

    .

    A primera vista, parece incomprensible, y a segunda vista, tambin: donde ms progresa el

    progreso, ms horas trabaja la gente. La enfermedad por exceso de trabajo conduce a la

    muerte. En japons se llama karoshi. Ahora los japoneses estn incorporando otra palabra

    al diccionario de la civilizacin tecnolgica: karojsatsu es el nombre de los suicidios por

    hiperactividad, cada vez ms frecuentes.

    En mayo de 1998, Francia redujo la semana laboral de 39 a 35 horas. Esa ley no slo

    result eficaz contra la desocupacin, sino que adems dio un ejemplo de rara cordura en

    este mundo que ha perdido un tornillo, o varios, o todos: para qu sirven las mquinas, si

    no reducen el tiempo humano de trabajo? Pero los socialistas perdieron las elecciones y

    Francia retorn a la anormal normalidad de nuestro tiempo. Ya se est evaporando la ley

    que haba sido dictada por el sentido comn.

    Eduardo Galeano, Rebelin

    Presentacin

    El problema de la exclusin social se discute asociado al desempleo en el supuesto de la

    perdurabilidad de este fenmeno que acompa la reestructuracin capitalista de los ltimos 20

    aos; y, para el caso de Amrica Latina, asociado tambin al crecimiento de la pobreza que

    ocurriera como consecuencia de las polticas de ajuste estructural y fiscales an vigentes. Y, con

    menos frecuencia, a la precariedad laboral (Lindenboim, 2000).

    Doctora en Antropologa; Profesora Titular Facultad de Ciencias Sociales (UBA); investigadora Instituto Gino

    Germani (UBA). E-mail: [email protected]

    Tomadas de: Paradojas para pensar, distribuidas va mail por Ana Domnguez Mon, 02/04/2003

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    Las "soluciones" imaginadas a estos problemas (asistencia ms o menos focalizada, mltiples

    formas de ocupacin asistida y asistencializada y, an, propuestas ms audaces y creativas, como

    el ingreso bsico por desempleo, no atienden suficientemente, a mi entender, dos cuestiones: a) la

    formacin de una nueva cultura (o ms precisamente, la revitalizacin de ciertas concepciones

    trascendentales) en torno al trabajo que, al transformarlo de actividad socialmente necesaria y

    organizada en el marco de relaciones histricas, en necesidad del sujeto, dio lugar a un estado

    general de disposicin de la vida al trabajo, a pesar (o por eso) de las predicciones del fin del

    trabajo; y b) simultneamente la formacin de estructuras de integracin en los mrgenes,

    como ofertas alternativas a la disposicin para el trabajo sin futuro. La revitalizacin de la

    categora de ciudadana como condicin para los derechos de ingreso y proteccin, requiere ser

    acompaada por la discusin acerca de sus contenidos y alcances y de los principios que dan

    sentido a la pertenencia de los sujetos a una comunidad poltica.

    Dadas estas preocupaciones, que ataen a los presupuestos subyacentes en el anlisis emprico de

    los procesos sociales y en las propuestas de soluciones polticas, en este artculo se reflexiona

    acerca de las cuestiones que son omitidas cuando el discurso poltico apela a una nocin abstracta

    de ciudadana y a un concepto restringido de exclusin social; es decir, como problema

    superable por el trabajo y/o el consumo. Propongo, por el contrario, que es necesario incorporar

    a la reflexin y al anlisis de los procesos sociales que dieron lugar, entre otras cuestiones, a la

    exclusin de amplios sectores de la sociedad del empleo, del empleo de calidad y/o el consumo,

    la consideracin de las condiciones de la vida socio-cultural que se generaron en ese proceso.

    Esta es restrictiva de la participacin de los sujetos en el espacio pblico y es limitante, tambin,

    de la calidad de los vnculos sociales y del desarrollo de las capacidades potenciales de los

    sujetos, en todos los mbitos. Esto resita los problemas de la poca (empleo y pobreza),

    generalmente asociados al funcionamiento de la economa, en el contexto ms bsico y general

    de los problemas de integracin de la sociedad, donde ya no se trata del problema de los

    excluidos, sino de la capacidad de las instituciones polticas para obturar la amenaza de fractura

    social y de los recursos de cohesin que proponen. Visto desde esa perspectiva, se hace urgente

    Lo central de estas reflexiones fue expuesto en las VI Jornadas Argentinas de Estudios de Poblacin, realizadas en

    Neuquen (Argentina), en noviembre de 2001. Es decir, antes de que estallara el modelo poltico-econmico en el que

    se plasm la reestructuracin capitalista neoliberal en la Argentina y cuya realizacin condujo, sin pausa, tal como

    muestran las series estadsticas de la dcada de su vigencia, a lo que hoy se reconoce como el absurdo del hambre en

    un pas capaz de producir alimentos en exceso. En junio de 2002, la Revista Servico Social & Sociedade (Editora

    Cortez, SP), public esa versin comoVariaciones en torno a la exclusin: de qu integracin hablamos?.

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    incluir en la reflexin y el debate poltico y cultural, y en el anlisis y en las propuestas de

    poltica social, la cuestin del sentido de pertenencia a la nacin y de las condiciones de

    participacin en el espacio pblico. Aquellos principios y estas condiciones no son nunca slo

    econmicos, por lo que si la inseguridad result el recurso de disciplinamiento de la poltica

    neoliberal, para dedicar la vida al trabajo (Grassi, 1999) es, por lo menos, dudosa su eficacia en

    trminos del control del desarrollo de redes protoinstitucionales1 capaces de ofrecer a los

    excluidos alternativas de integracin ms atractivas que la asistencia social.

    Las condiciones de vida social que dej instaladas el experimento neoliberal en la Argentina, se

    hicieron evidentes para todos desde el estallido del modelo econmico respectivo, en diciembre

    de 2001. Entonces se aceler el proceso de empobrecimiento y salieron a luz las muertes por

    hambre y desnutricin crnica, que las estadsticas sanitarias no haban logrado evidenciar hasta

    entonces. El agravamiento extremo de la crisis de reproduccin social, hace ms urgente poner

    en el foco del anlisis los contenidos con que se definen y significan las categoras que,

    aparentemente, homogenizan el discurso poltico referido a tales condiciones, como son las

    nociones de exclusin y su contrapartida, la integracin. La poltica social expresa y constituye,

    simultneamente, relaciones sociales; las instituciones respectivas, las materializan. Por lo tanto,

    tan perentorio como tomar medidas contra el hambre, es reflexionar acerca de qu cristalizan las

    acciones polticas, porque la urgencia no puede ser excusa para debatir acerca de cmo

    imaginamos una sociedad deseable y cuales son los caminos y los medios que se proponen para

    avanzar en tal direccin.

    La nueva cuestin social?

    Los problemas de aumento sostenido de los hogares en condiciones de pobreza, de creciente

    desocupacin y, antes que todo esto, de fragilizacin del empleo (registrado en los 80 como el

    problema del empleo en negro o escondido tras el sector informal), comenzaron a englobarse

    en la nocin de nueva cuestin social hace relativamente poco tiempo. La reintroduccin de

    estos trminos en el lenguaje corriente de investigadores, funcionarios y tcnicos sociales, en

    buena medida fue el resultado del impacto que produjo el extraordinario libro de Robert Castel,

    La metamorfosis de la cuestin social, difundido en Buenos Aires en 1997. Este libro tuvo el

    mrito de hacer que se restituyan estos fenmenos al marco de las relaciones en el cual cobran 1 No parece que pueda interpretarse correctamente el aumento de la delincuencia como el resultado directo de la

    pobreza o como anomia.

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    sentido y pueden ser comprendidos e historizados como procesos complejos y

    multidimensionales. Esto porque, como deja claro Castel, la cuestin social no es ms que la

    emergencia y la puesta en escena (en trminos que se definen en la lucha por la hegemona

    cultural) de aquella falla estructural (o, si se quiere, tensin latente) de la modernidad

    capitalista, entre el principio de libertad e igualdad de los individuos y la dependencia del salario.

    Pero la reiteracin de esta nocin en la comunicacin corriente de los especialistas, dio lugar a un

    uso rutinario que, vaciado de esta referencia fundamental a lo social emergido de aquella

    contradiccin, fue aplicado a abarcar la pobreza y el desempleo como problemas de la

    poca, ms an, como nuevos problemas. Pero la novedad era producto del olvido de la

    metamorfosis [como] dialctica de lo igual y lo diferente (Castel, 1997:17) y de la

    desconexin de la cuestin social [de esa] apora fundamental en la cual una sociedad

    experimenta el enigma de su cohesin y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es un desafo

    que interroga, pone de nuevo en cuestin la capacidad de una sociedad (lo que en trminos

    polticos se denomina una nacin) para existir como un conjunto vinculado por relaciones de

    interdependencia (Ibid:20). Tensin constitutiva, de desarrollo discontinuo (no meros

    fenmenos sin historia), que hunde sus races en aquello que los historiadores consignan como

    la emergencia de lo social, en el siglo XIX en el corazn del industrialismo; momento que

    Marx describe como los tiempos orgisticos del capital, cuando se habran superado ... todas

    las barreras opuestas por las costumbres y la naturaleza, la edad y el sexo, el da y la noche...

    (Ibid: 219) y cuando ... cerrado el trato se descubre que el obrero no es ningn agente libre,

    que el momento en que se le deja en libertad para vender su fuerza de trabajo es precisamente el

    momento en que se ve obligado a venderla... [y entonces lucha por] [...] una ley del Estado, un

    obstculo social insuperable que les impida a ellos mismos venderse [...] mediante un contrato

    libre con el capital (Ibid: 241). Desde entonces, la cuestin social es tambin cuestin de

    Estado y ste participa activamente en aquella metamorfosis.

    La problematizacin de la pobreza y el desempleo en los 90

    Claro que la cuestin social no se presenta como contradiccin y virtualidad de fractura de una

    sociedad, sino que se particulariza y metamorfosea en los problemas sociales cuyas definiciones

    son, a la vez, la expresin hegemnica del modo como la sociedad se interroga, interpreta,

    resuelve, ordena y canaliza aquel enigma. El problema es la definicin y son los trminos con

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    que la sociedad nomina, describe y, an, especifica el contexto de su referencia causal

    (econmico, cultural, etc.) y los mbitos de responsabilidad por su solucin o por la intervencin

    en lo social. As, el desempleo y la pobreza son ms (o distinto) que los valores absolutos y los

    ndices relativos que expresan la participacin en el mercado de trabajo o las condiciones de vida

    por debajo de una lnea de ingresos o necesidades insatisfechas. Y el concepto de exclusin

    admite las variaciones que van de los procesos de fractura, a los sujetos que quedan del otro

    lado de la lnea.

    Sin duda, los indicadores socio-econmicos de mayor relevancia e impacto poltico-cultural en

    las ltimas dcadas de la historia argentina, son los de pobreza y de desocupacin. Con toda

    claridad, sus magnitudes dan la imagen de una sociedad que no estaba en las expectativas de los

    argentinos ni en los planes de ninguno de los proyectos de nacin ms o menos delineados a lo

    largo del siglo XX, que orientaron el sentido comn social y las polticas de estado hasta la

    crisis de los 70. Tanto, que en los 80 se propuso reconstruir la legitimidad de la naciente

    democracia poniendo al descubierto el problema de la pobreza en la Argentina como una

    consecuencia de la dictadura, en el supuesto de que el derrame de bienestar era una funcin

    del rgimen poltico2. Los indicadores del final de la dcada dejaron sin sustento esta expectativa

    y, en su lugar, se impuso la idea segn la cual lo social es, apenas, una funcin subordinada al

    funcionamiento libre de la economa de mercado. Por lo tanto, los problemas del trabajo,

    (inicialmente el empleo en negro) fueron entendidos como autoajustes del mercado

    respectivo, cuyo normal funcionamiento se hallaba restringido por una legislacin perimida

    (la ley del Estado que impeda el contrato libre con el capital, puesto en las palabras de Marx,

    citadas precedentemente). Se impona, entonces, la modernizacin de las relaciones laborales,

    que a la sazn result en una poltica laboral meramente adaptativa y desprotectora de los

    trabajadores, en generales. No hace falta recordar que si las normas regulatorias no ponen lmites

    y no rigidizan la disposicin del factor trabajo, el mercado se ajusta al lmite de la indigencia y

    para el sujeto del trabajo se hace ms inflexible la gestin de su propia vida, tal como finalmente

    ocurri. Contra la expectativa que iluminaba las esperanzas de los 80, fueron las instituciones de

    la democracia las que condujeron el trnsito al Estado de desproteccin: la exclusin fue, si no

    un resultado deliberadamente buscado [s] parte necesaria y el nico resultado posible ... de las

    formas de organizacin de la vida social... (Danani, 2001:6) que propuso el pensamiento

    2 Con democracia se come, se cura, se educa... propona entonces Ral Alfonsn.

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    neoliberal que motoriz la transformacin radical de la sociedad argentina, dejando planteada la

    cuestin social en trminos de exitosos y de vulnerables, necesitados de asistencia

    (directamente estatal o de la nueva filantropa). Ese nuevo Estado asistencialista dispuso para

    s otros dispositivos de intervencin en lo social y en la economa, incluyendo la paradjica

    subordinacin de la poltica a los imperativos del capital financiero, al proponer como meta

    deseable de la vida social, la restriccin del espectro de opciones posibles por los ciudadanos a

    aquellas ofrecidas por la lgica del mercado y la racionalidad capitalista; y al desmontar,

    formalmente o de hecho, cada una de las instituciones reguladoras de su poder. No se trata, sin

    embargo, de un Estado dbil, ni de un Estado degenerado y por lo tanto, anmalo, como podra

    derivarse de los comportamientos corruptos a los que da lugar. Por el contrario, el Estado que

    qued de la experiencia neoliberal es su forma poltica y la de una sociedad en la que la

    acumulacin capitalista encuentra lmites muy modestos al desarrollo de su lgica, por lo que

    puede imponerse a las necesidades ms elementales de la reproduccin de la fuerza de trabajo y

    sus agentes y llevar al borde del riesgo la recreacin de los lazos sociales y culturales que dan

    sentido y sostn a la cohesin de una comunidad poltica, antes que la coercin de la fuerza del

    Estado. En los mrgenes de una sociedad de esta naturaleza, es posible la configuracin de

    modos de vida y protoinstituciones que disputan con el Estado legtimo el ejercicio de la

    violencia y la normatizacin de la vida de las poblaciones, a cuya formacin contribuy la propia

    regulacin estatal del espacio urbano y sus intervenciones de poltica social, va el clientlismo

    poltico, el asistencialismo y la marginalizacin de sectores cada vez ms numerosos3.

    Ahora bien, durante los aos 90, a medida que la pobreza y el desempleo se iban instalando como

    problemas sociales e iban siendo tematizados en el debate pblico4, se fueron delineando sus

    definiciones, las preocupaciones asociadas y las soluciones posibles. En realidad, el problema

    social del primer tramo de esta dcada, fue condensado en la pobreza, entre otras cosas, por la

    crisis social en que termin el primer ciclo democrtico y que se extendi por un perodo del

    gobierno peronista, cuando los pobres asomaban en muchedumbre en los llamados saqueos a

    3 Ver, por ejemplo: Martnez, Clarisa: Proyecto de tesis de Maestra: Villas de Emergencia en los 90. Programa de radicacin de villas y barrios carenciados; Secretara de Ciencia y Tcnica de la Universidad de Buenos Aires, 2000.

    4 Con debate pblico comprendo a todos los tipos de discursos que circulan y van conformando saberes y opiniones corrientes: el de tcnicos y especialistas, el de funcionarios y polticos, el que producen los investigadores,

    el de los medios (que se alimenta de aqullos, pero tambin producen su propia versin), etc.

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    supermercados; o, despus, en las ignominiosas colas ante el Ministerio de Bienestar Social, la

    CGT y, al final, bajo el sol de la Costanera de la ciudad de Buenos Aires, para alcanzar un bono

    solidario, que all por enero de 1991, perda valor a cada hora, al ritmo de las remarcaciones de

    precios de los artculos de primera necesidad, que imponan los grupos econmicos formadores

    de los mismos.

    Adems del supuesto ideolgico de la pobre teora del derrame (que en la voces de los polticos

    locales se expresaba en las definiciones de vctimas del ajuste econmico necesario para crecer

    y despus distribuir) paulatinamente, se fue construyendo una definicin de pobreza como un

    fenmeno (es decir, deshistorizado) que poda ser caracterizado por la enumeracin de las

    carencias de un sujeto carenciado o pobre, constituido al margen de cualquier relacin social,

    determinado bsicamente por ser elegible para merecer la asistencia estatal5. Carencia de bienes,

    servicios y recursos en general para la supervivencia, de educacin, de capital cultural, de

    disposiciones o aspiraciones, de poder y, al final, hasta de trabajo y de normas, en una vuelta de

    sentido comn a la anomia durkheniana, completaron las definiciones de la heterognea pobreza

    de los 90. Es decir que, cuando los ndices de desocupacin abierta impusieron el problema por

    el propio peso de su dimensin, la pobreza se asoci al trabajo; ms precisamente a la falta de

    trabajo del sujeto pobre, por causa de sus propias caractersticas (esto es, de sus otras carencias,

    como la educacin, el capital cultural, la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios

    tecnolgicos y organizacionales de la produccin capitalista) que lo hacan inempleable. El

    trabajo fue puesto, entonces, en el centro de la escena social y ya no slo de la economa, que lo

    interpretaba como un factor caro que restaba competitividad a la produccin local y

    desestimulaba la creacin de nuevos puestos de empleo. Pero fue constituido como otra carencia

    del sujeto pobre o empobrecido y en su principal necesidad, revitalizndose una concepcin

    reificada y a-histrica, que lo concibe como condicin de humanizacin por s mismo y sin

    consideracin de las relaciones en cuyo marco se realizan las capacidades humanas de

    produccin del mundo social.

    Como consecuencia, tener trabajo devino el principal requisito para superar el estado de

    carencias varias de tal sujeto, y dar trabajo, en una accin unilateral de buena voluntad para

    5 Eduardo Duhalde, siendo ya gobernador de la Pcia. de Buenos Aires y cuando se propona como candidato a la

    Presidencia, hizo precisa sntesis del Estado neoliberal asistencialista, cuando remarc que el Estado es para los pobres y el mercado para los ricos (julio de 1997).

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    el eventual empleador6. Esto, a pesar de los numerosos estudios que mostraban que entre los

    pobres no slo haba desocupados, sino tambin empleados formales, trabajadores precarios y,

    an, beneficiarios de la seguridad social, como es el caso de la mayor proporcin de jubilados.

    Pero el problema en s de la indignidad de la falta de trabajo del sujeto se hizo prioritario y se

    plante al margen (o en paralelo) con el tratamiento economicista del empleo en el mercado

    respectivo. Y, ms an, sin consideracin de las condiciones de tal empleo, al punto que, cuando

    los desocupados fueron elegidos en primer lugar como sujetos de asistencia, el trabajo

    devino en un recurso de la poltica respectiva, bajo el pretencioso ttulo de promocin del

    empleo 7 y en la principal demanda de la protesta social. Los planes de empleo, consistentes en

    una ayuda temporal por contraprestacin en trabajo (para jvenes, jefes de hogar, etc.),

    adquirieron relevancia poltica, aunque el trabajo consistiera en una tarea socialmente

    irrelevante y aunque en ocasiones se acompaara de signos estigmatizantes, que identificaban a

    los beneficiarios de programas diversos.

    En contraposicin con esta connotacin esencialista y a-histrica, se plante la hiptesis del fin

    de trabajo, desarrollada oportunamente en los pases del occidente europeo, los que atravesaron

    un largo perodo de altas tasas de desocupacin y, tambin, de cuestionamiento a la centralidad y

    a los valores del mundo del trabajo8. La idea es que el desarrollo tecnolgico y la productividad a

    que habra dado lugar tiene dos efectos: habra terminado con el pleno empleo que caracteriz al

    perodo de entreguerras porque la demanda de trabajo en la produccin es menor y este efecto, se

    espera, es estructural; y habra producido la obsolescencia de una parte importante de la mano de

    obra, que ya no encontrara lugar en un mercado altamente automatizado y demandante de

    conocimientos, mucho ms que de destrezas y oficio.

    Desde el punto de vista de la reproduccin, la hiptesis del fin del trabajo conlleva un problema

    prctico; a saber, si para el sujeto, trabajar es una condicin para asegurar la propia subsistencia,

    6 En el extremo de esta interpretacin, el comunicador Bernardo Neustadt deca en una solicitada que dar trabajo debera figurar en el mandato bblico... (Clarn, 31/3/98). 7 An hoy se interpreta que el Plan de asistencia a Jefas y Jefes de hogar desocupados (subsidio mensual equivalente

    a unos 47 dlares), tiene cierta incidencia en las ltimas mediciones de la desocupacin, que en octubre de 2002 fue

    de 17,8%, mientras que en mayo del mismo ao haba alcanzado a 21,5% en el conjunto de aglomerados urbanos del

    pas.

    8 En Estados Unidos se ocup de anunciarlo el asesor del presidente Clinton, J. Riffkin, a pesar de que rpidamente

    este pas fue ejemplo de la estrategia exitosa de combate al desempleo, va una poltica de mnimas protecciones y de mxima flexibilidad del mercado.

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    sta, as como las protecciones y la seguridad social, deben resolverse por otros mbitos o

    canales, si sus capacidades se vuelven intiles. Pero tambin estos debates arraigan en el orden de

    lo cultural, tanto porque replantean la cuestin de estos derechos, como porque (a la inversa del

    discurso esencialista) ponen en cuestin la deseabilidad del trabajo; pero tambin, la idea misma

    de trabajo y de las capacidades socialmente tiles.

    Muy esquemticamente, la hiptesis del fin del trabajo, dio lugar a dos tipos de propuestas:

    aquellas que desenganchan la subsistencia y la proteccin de la obligacin de trabajar; y las que

    proponen la distribucin equitativa de los puestos de trabajo, reduciendo la jornada laboral. Las

    discusiones se orientaron en direccin de asociar los ingresos y la seguridad social, a la condicin

    de ciudadana, proponindose un ingreso ciudadano de alcance universal, independiente de la

    relacin del sujeto con el mercado de trabajo o con cualquier obligacin en ese sentido. A la

    propuesta le subyace la crtica a la idea segn la cual el trabajo es un principio ordenador y de

    cohesin social primordial, y la apuesta a una sociedad de la cual los individuos participen

    liberados de la necesidad de trabajar para su subsistencia. Esta crtica al trabajo dio lugar a una

    importante produccin filosfica y terica, principalmente en Europa. No obstante, result en un

    tema recurrente en el discurso crtico en nuestro pas, y tuvo un importante efecto dinamizador de

    la calidad de los debates referidos al trabajo y a las alternativas de poltica social, aunque

    llevadas en un registro ms realista.9 El Programa de renta mnima que propone la CTA

    encuentra sustento en la nocin de ciudadana social, aunque est lejos de autonomizar el

    ingreso del trabajo10

    .

    En una sntesis simplificadora, podramos decir que (descontada la versin economicista, para la

    que el desempleo cuenta solamente como problema del mercado respectivo, eventualmente como

    indicador de una baja performance de la economa, sin consideracin del sujeto), las dos puntas

    de la problematizacin del trabajo en los aos recientes, van del trabajo a cualquier precio al

    ingreso en cualquier condicin. En cualquier caso, el principal indicador considerado es el de

    9 La Diputada Elisa Carri present un proyecto de Ingreso ciudadano para la infancia durante el anterior perodo de

    gobierno.

    10 Garantizar que todo ciudadano argentino, por el slo hecho de serlo, pueda acceder al mejor nivel posible en trminos sanitarios y educacionales, as como tener garantido un haber mnimo frente a las contingencias de la vejez,

    la invalidez o la muerte. Esto supone independizar el acceso a las distintas coberturas sociales de la posicin que se

    ocupe en el mercado laboral. Dada la crisis del empleo, acceder a la ciudadana social deber depender del slo

    hecho de haber decidido vivir en este pas. (Transforma la crisis en una oportunidad. Shock redistributivo y profundizacin democrtica, Instituto de Estudios y Formacin de la CTA).

  • 10

    la desocupacin, que estara en el origen de la exclusin en un caso- y de la pobreza excluyente,

    en el otro. Empleo o ingreso devienen, as, en el principal dispositivo integrador.

    Desempleo y sobre-ocupacin en la Argentina: fin del trabajo?

    1. Desde mayo de 199511

    , cuando la desocupacin alcanz al 20% de la poblacin activa, hasta la

    crisis de diciembre de 2001, que llev este ndice hasta el 22% para mayo de 2002 (en octubre de

    este ao se retrotrajo al 18.9%), sta se haba estabilizado en valores cercanos al 15% en el

    Aglomerado del Gran Buenos Aires y la situacin nunca fue mejor en el resto del pas, aunque

    con importantes oscilaciones entre regiones y provincias. En cuanto a los ndices de pobreza,

    luego del pico de 1989, cuando casi la mitad de la poblacin de este aglomerado era pobre, la

    situacin mejor hasta 1994, pero desde entonces y con altibajos, volvi a empeorar, hasta la

    actualidad: los datos ms recientes (EPH, octubre 2002) dicen que en el GBA hay un 42.3% de

    hogares por debajo de la lnea de pobreza, en los que viven 6.672.000 personas (el 54.3% de los

    habitantes de este aglomerado). Como los hogares ms pobres son tambin los ms afectados por

    los problemas de trabajo y por la escasez de recursos educativos de calidad y de servicios

    pblicos en general, la pobreza se asocia naturalmente a la falta de empleo y ste, a los niveles

    bajos de educacin formal y de capital cultural, en general. Sin embargo, a mediados de la dcada

    del 90 (y an desde antes), la distribucin del empleo daba lugar a preguntas parcialmente

    consideradas en los debates sintetizados antes, aunque fueron sealadas por algunos

    especialistas12

    .

    El siguiente cuadro presenta las condiciones de la ocupacin en 1997, cuando an no haba

    comenzado el perodo recesivo del final del ciclo y que se extiende hasta la fecha.

    11 Todos los datos que se consignan en adelante corresponden al Aglomerado Gran Buenos Aires. Varias razones lo

    justifican, teniendo en cuenta la perspectiva de anlisis de este artculo y los objetivos: si bien los ndices se acercan

    al total de aglomerados, el GBA no es estrictamente representativo de este total; sin embargo, lo que ocurre en este

    aglomerado es principalmente expresivo de los procesos que se quiere destacar en este trabajo. En segundo lugar,

    trabajar con los datos globales obligara a hacer especificaciones regionales, que no vienen al caso, teniendo en

    cuenta estos objetivos. Por ltimo, los tabulados bsicos disponibles de la ltima medicin de la EPH (octubre 2002),

    son los de GBA. 12 Rosala Corts, 1996.

  • 11

    Cuadro 1: PEA. Intensidad de la ocupacin, segn sexo.

    Gran Buenos Aires. Octubre 1997

    Intensidad de la ocupacin

    Varones % Mujeres % Total %

    Ocupados plenos 996.963 31.2 789.018 38.1 1.785.981 33.9

    Subocupados visibles

    317.969 9.9 367.985 17.8 685.954 13.0

    Desocupados 397.107 12.4 357.062 17.2 754.169 14.3

    Sobreocupados 1.396.296 43.7 495.317 23.9 1.891.613 35.9 No trabaj

    circunstancialmente 58.812 1.8 46.330 2.2 105.142 2.0

    NS/NC 30.538 1.0 17.228 0.8 47.766 0.1

    TOTAL PEA 3.197.685 100.0 2.072.940 100.0 5.270.625 100.0

    Fuente: INDEC-EPH

    Sobresale aqu el peso de la poblacin sobreocupada: tomando en cuenta a quienes entonces

    estaban ocupados, la mitad de los varones y casi el 30% de las mujeres13

    , trabajaban ese ao ms

    de 45 horas semanales. Si se relaciona esta cantidad con las 344.416 personas que por entonces

    declararon tener ms de una ocupacin (7.6% de la poblacin ocupada), se obtiene una idea de la

    intensidad en el uso de la fuerza de trabajo, porque la amplia mayora estaba sobreocupada en un

    nico puesto. Pero adems, entre los ocupados, el 25.7% (1.159.794 personas) buscaba otro

    trabajo o estaba dispuesto a trabajar ms horas: 350.000 porque estaban subocupados; para el

    resto, cabe suponer algn malestar con la ocupacin que tena, como puede ser la situacin de

    precariedad o un ingreso insuficiente14

    .

    A la vez, el momento lgido de la crisis y de la recesin que se inici en 1998, muestra lo

    siguiente:

    13 Correspondera sumarse, adems, el tiempo de trabajo domstico, que an recae mayormente en las mujeres. 14 La situacin no es nueva, pero socialmente fue poco problematizada: en la Encuesta de mayo de 1990 (a solicitud

    del Ministerio de Trabajo y con financiamiento del Banco Mundial -Proyecto BIRF/MTSS 88/005-), el INDEC

    relev especialmente datos sobre precarizacin, con lo que arrib a conclusiones que ya indicaban estas mismas

    tendencias a la sobreocupacin (Pgina 12, 6/10/91). Una mirada desde el sujeto hace Graciela Clivaggio, quien alude al da de 48 horas [que] espera [a] los adictos al multiempleo [por] el miedo [a] ser un desocupado [o por] una simple y urgente necesidad de dinero. (Nota de opinin: Clarn, 15/10/90).

  • 12

    Cuadro 2: Poblacin ocupada. Intensidad de la ocupacin, segn sexo.

    Gran Buenos Aires. Octubre 2002

    Intensidad de la

    ocupacin

    Varones % Mujeres % Total %

    Ocupados plenos 861.630 26.6% 840.248 35..5% 1.701.878 30.4%

    Sobreocupados 1.163..522 35.9% 443.513 18.7% 1.607.035 28.7%

    Subocup. Visibles 540..931 16.7% 591.256 25.0% 1.132.187 20.2%

    Desocupados 615.724 19.0% 445.356 18.8% 1.061.080 18.9%

    No trabaj

    Circunstancialmente

    47.189 1..5% 44.188 1.9% 91.377 1.6%

    NS/NC 8.317 0.3% 2.047 0.1% 10.364 0.2%

    TOTAL 3.237..313 100.0% 2.366.562 100.0% 5.603.875 100.0%

    Fuente: INDEC-EPH

    Como se observa, a pesar del considerable aumento de la desocupacin , se mantuvo la tendencia

    a sobre-ocupar la fuerza de trabajo. En octubre de 2002, la poblacin ocupada en jornadas de 46

    horas o ms disminuy un 15% respecto de 1997, pero se mantena igualmente por encima de la

    subocupada, que su vez aument un 65% respecto de aquel ao; y de la desocupada, que tambin

    se expandi en un 41%. En cuanto al empleo pleno15

    , disminuy apenas y es ahora, levemente

    ms elevado que el sobre empleo. A la vez, del total de sobreocupados, ms de un milln de

    personas trabajaban entre 46 y 61 horas a la semana; y el resto tena una semana de trabajo an

    ms extensa. En ambos casos, la amplia mayora estaba constituida, igual que antes, por

    asalariados. Lo mismo ocurre con la cantidad de personas con ms de una ocupacin, la que no

    vari significativamente respecto de las mediciones anteriores (son poco ms de 330.000), lo que

    indica que la sobreocupacin se da mayormente en un nico empleo.

    Por otra parte, a lo largo de todo el perodo de transformacin del rgimen social de acumulacin,

    se dieron otros dos fenmenos: un crecimiento global de la tasa de actividad de la poblacin, que

    pas de 39 % en 1985 a alrededor de 45 % en 1997, nivel en el que se mantiene en la actualidad.

    Y un engrosamiento del grupo que compone la edad lmite de permanencia como activo en el

    mercado de trabajo: en 1985 la tasa de actividad de la cohorte de 50-64 era de 49,4 %; en 1995,

    15 Al respecto, no est dems recordar que la jornada normal (es decir, establecida por la legislacin en nuestro pas) da una suma de horas anuales comparativamente alta respecto de los topes internacionales. (Beccaria: 2001)

  • 13

    59,5; en 1997, de 63 % ; en 1999, de 65.2 %; y en 2001 alcanz a 67.2%, valor que se reitera

    casi idntico en la ltima medicin de octubre de 2002: el 67,5%.16

    En conjunto, estos datos indican que hay cada vez ms personas, que durante ms tiempo de su

    vida y en jornadas ms extensas, estn en actividad; una parte est efectivamente ocupada, y otra

    est simplemente disponible para los puestos que escasamente se creen.

    2) En cuanto a la calificacin y a los niveles de educacin, antes del inicio de la recesin la

    situacin era la siguiente:

    Cuadro 3: Poblacin ocupada: Calificacin Ocupacional segn Rama de Actividad.

    Gran Buenos Aires. Octubre 1997

    Calificacin

    ocupacional

    Industria Construc-

    cin

    Comercio Transporte

    Almacenaje

    Comunicac.

    Serv.

    Financ

    Seguros

    B.Inmueb.

    S. a empres.

    Servicio

    domstico

    Otros

    Servicios

    Otras ramas Total

    Total

    ocupados

    852.378

    15

    306.123

    6.3

    958.830

    17.2

    399.349 521.596

    37.7

    349.179 1.044.115

    23.5

    4.516.456

    100

    Cientfica,

    profesional

    y tcnica

    Operativa

    No calif.

    19.5%

    67.2%

    13.0%

    9.4%

    72.6%

    18.0%

    17.2%

    38.1%

    44.6%

    16.7%

    71.1%

    11.8%

    53.9%

    33.8%

    11.7%

    9.3%

    90.4%

    52.0%

    31.9%

    15.9%

    14.7%

    27.7%

    8.4%

    28.0%

    44.5%

    26.4%

    Fuente: INDEC-EPH, Octubre 1997

    Como puede observarse en el Cuadro 3, salvo los Servicios, ninguna de las ramas de actividad,

    incluida la Industria, haca un uso intensivo de trabajadores altamente calificados. Antes del

    inicio de la recesin, la proporcin de empleados de nivel cientfico-profesional y tcnico era

    apenas superior a la de empleados no calificados: 28.0 y 26.4 respectivamente. En octubre de

    2002, esta proporcin apenas vari: de la PEA ocupada, el 29% corresponda al nivel cientfico-

    profesional y tcnico; el 41.2% a reas operativas; y el 28.6% no tena ninguna calificacin. La

    industria ocupaba una proporcin similar de profesionales, en tanto redujo los empleados en el

    16 En todos los casos se hace referencia a las mediciones del segundo semestre de cada ao.

  • 14

    rea operativa y aument la proporcin de no calificados, que pas del 13 al 18.6% de los

    ocupados en esta rama de la produccin. A la inversa, los Servicios ocuparon una proporcin

    mayor de profesionales (58.5%) y redujeron la de no calificados al 5.4% de los ocupados por el

    sector.

    En el mismo sentido, la puesta en relacin de los niveles de educacin y la condiciones de

    actividad de la poblacin mostraba que, por lo menos la desocupacin, atravesaba a la poblacin

    activa con intensidad parecida.

    Cuadro 4: Condicin de Actividad de la PEA , segn nivel de Educacin

    Gran Buenos Aires. Octubre 1997

    Primario Secundario Superior y Univers.

    Incompleto Completo Incompleto Completo Incompleto Completo Sin instruccin TOTAL

    Poblacin total

    2.402.757

    20.6%

    2.625.487

    22.5%

    2.287.327

    19.6%

    1.366.545

    11.7%

    902.262

    7.7%

    827.944

    7.1%

    1.277.008

    10.9%

    11.689.330

    100.0%

    PEA p/fila

    445.234

    8.4%

    1.449.093

    27.5%

    1.053.744

    20.0%

    944.006

    17.9%

    655.913

    12.4%

    694.183

    13.2%

    28.452

    0.5%

    5.270.625

    100.0%

    Ocupados

    p/fila s/total de PEA

    363.353

    8.0% 6.9%

    1.208.341

    26.8% 23.0%

    888.362

    19.7% 16.9%

    815.433

    18.1% 15.5%

    560.910

    12.4% 10.6%

    653.536

    14.0% 12.4%

    26.521

    0.6% 0.5%

    4.516.456

    100.0% 85.7%

    Desocupados

    p/fila s/total de PEA

    81.881

    10.9% 1.6%

    240.752

    31.9% 4.6%

    165.382

    21.9% 3.0%

    128.573

    17.0% 2.4%

    95.003

    12.6% 1.8%

    40.647

    5.4% 0.8%

    1.931

    0.3% 0.03%

    754.169

    100.0% 14.3%

    Fuente: Elaboracin propia en base EPH, Octubre 1997

    La PEA con primaria incompleta era, en el ao que registra el Cuadro 4, un tercio inferior a la

    que tena estudios superiores completos; pero entre ellos, estaban desocupados el doble; pero eran

    menos que aquellos que haban alcanzado alguna educacin superior, aunque no la completaran.

    An cuando la economa local creca, el mercado no absorba a una proporcin importante de

    quienes tenan niveles altos de escolarizacin: al 5.9% de los que haban terminado sus estudios

    superiores y al 14.5% de quienes los tenan inconclusos, siendo que el porcentaje de

    universitarios con estudios completos ocupados sobre la PEA total era solamente de 13.2%. Del

    total de desocupados, 11.2% eran personas con primaria incompleta o sin instruccin; 53.8%

    haban completado la primaria y tenan incompleta la escuela secundaria; 29.6% haban

    completado la secundaria y tenan incompletos los estudios superiores o universitarios; y 5.4%

    eran personas con estudios superiores completos. Estos dos ltimos grupos (estudios

  • 15

    universitarios o superiores completos ms incompletos), constituan el 18% de la PEA

    desocupada. A pesar de ello, los aos siguientes muestran una mayor incidencia de la

    desocupacin entre la poblacin con mayores niveles de educacin formal. As, respecto del total

    de desocupados, la medicin de octubre de 2002 indica que aument el peso del grupo con

    estudios universitarios y superiores completos e incompletos (pas a 24.2% ), en tanto se redujo

    el de aquellos que no completaron la escuela primaria o no tenan instruccin (6.7%).

    En general, hay acuerdo en que mejores niveles de capacitacin dan a las personas mejores

    chances para competir por el empleo, pero el volumen del mismo y la demanda de calificacin

    para los puestos, no depende de la calidad de la oferta de trabajo. Las condiciones del mercado

    durante los 90 daban lugar a la ocupacin de personal sobrecalificado en relacin con las

    exigencias de los puestos, permitiendo lo que Gorz (1989: 77) describa como paro de las

    capacidades.17 A la vez, esas mismas condiciones y la falta de perspectivas de futuro asociadas

    al empleo y a la formacin, constituyeron una fuente de desestmulo del inters por la

    escolarizacin para muchos jvenes de hogares pobres; asimismo, es probable que de persistir

    estas condiciones, tiendan a cristalizarse y reproducirse distintas clases de trabajadores, segn el

    tipo de relacin que establecen (desde el principio) con el mbito de la produccin. La insercin

    precaria y en negro perfila la figura de un trabajador golondrina, imposibilitado para lograr

    cierta acumulacin del capital cultural y social que los especialistas ponen en trminos de

    indicadores de empleabilidad y que son la gnesis de una socialidad deteriorada y de una vida

    social ms insegura.

    3) El equilibrio en el mercado de trabajo se asocia a tres grandes factores: las tasas de actividad

    (oferta de trabajo), la productividad; y el volumen de produccin (demanda de trabajo). Cada

    uno de stos depende, a su vez, de mltiples condiciones que afectan a la relacin con los dems.

    17 Ms all del clsico de la mitologa popular (el arquitecto que maneja un taxi), hasta no hace mucho era posible

    detectar algn pequeo negocio de venta de equipos de computacin con el que probaba suerte un ingeniero

    electrnico, por ejemplo. O la proliferacin de servicios delivery que ocupan informalmente y sin ninguna

    proteccin, a jvenes estudiantes. El Jefe de Empleos, Capacitacin y Desarrollo de los supermercados Disco

    sealaba que en los ltimos cinco aos los perfiles [de los ingresantes a la empresa] han variado debido a cambios en las pautas culturales de la organizacin. Simultneamente, reconoca que las personas que buscan empleo suelen tener una educacin que excede los requisitos: Para un puesto de cadete administrativo, hoy casi el 70% de los postulantes estn estudiando en la universidad. Cinco aos atrs, el nivel era slo secundario completo . (Clarn, 18/8/97).

  • 16

    En el Cuadro 5 se observa la evolucin de estos indicadores en el perodo en el que se produjo

    crecimiento de la economa.

    Cuadro 5: Evolucin del producto, la productividad y el empleo en la industria, en relacin con la evolucin de la

    produccin y el empleo en general. 1990-1996 (Indice base 1990: 100)

    AOS

    PBI

    Tasa gral.

    de empleo

    (*)

    Obreros

    ocupados

    en industria

    (1)

    Porcentual

    de ocupados

    en industria

    Producti-

    vidad por

    obrero

    Productivi-

    dad por hora

    Horas

    Trabaja-

    das

    Volumen

    fsico

    producido por

    la industrial

    1990

    1991

    1992

    1993

    1994

    1995

    1996

    100.00

    132.79

    192.54

    183.40

    202.50

    201.77

    214.00

    100.00

    102.49

    103.32

    103.32

    100.55

    96.12

    95.01

    100.0

    95.5

    95.0

    92.9

    90.5

    85.2

    82.0

    24.1

    23.2

    22.2

    21.8

    21.6

    21.1

    19.9

    100.0

    115.0

    129.4

    136.4

    145.9

    143.7

    158.1

    100.0

    111.3

    121.3

    127.8

    134.4

    138.1

    147.9

    100.0

    98.7

    101.4

    99.1

    98.2

    88.7

    87.7

    100.0

    109.9

    123.0

    126.6

    132.0

    122.5

    129.7

    (1) Comprende ocupados en la industria, energa y construcciones.

    FUENTE: Elaboracin propia en base a cuadros del Instituto de Desarrollo Industrial, de la UIA, publicados en Boletn

    Informativo Techint nmeros 287 y 292, con datos de la Secretara de Programacin Econmica, INDEC y FIEL.

    (*) Elaboracin propia con datos de INDEC, Informacin de Prensa: aglomerados urbanos octubre 1997.

    Estos datos corroboran los diagnsticos que indicaban que el crecimiento econmico que se dio

    en los inicios del Plan de Convertibilidad fue simultneo con la cada del empleo. Las restantes

    columnas del Cuadro corresponden al sector de la industria que, se supone, es una de las reas

    bsicas de la generacin de riqueza. Ellas muestran: un pronunciado aumento de la

    productividad; una cada del empleo en el sector, ms marcada que en la economa en general; y

    una evolucin del volumen de produccin que no compensa la productividad.

    Ahora bien, algunos analistas sealan que la reestructuracin en el caso de la industria

    (introduccin de tecnologa y cambios organizacionales en el modelo productivo) ha sido

    despareja. Segn Kosacoff (1996: 31-32), unas 400 empresas representaron, en 1995, el 40% del

    PBI industrial, con un muy alto aumento de la productividad a raz de estas transformaciones.

    Pero otra gran masa de empresas (unas 25.000), que representan el 60% de PBI industrial,

    tambin aumentaron la productividad de manera notable (aunque no estuvieran en condiciones de

    competir en una economa abierta) por motivos diferentes: expulsin de empleo, cambios

    organizacionales e inversiones selectivas que dieron lugar a la coexistencia de tecnologa de

  • 17

    distinta generacin. Esto indicara que hay un importante sector de la industria que sobrevivi

    sostenido ms en una mayor explotacin del trabajo que en mejoras reales en el proceso de

    trabajo.

    Finalmente, las polticas de Estado se orientaron en direccin de profundizar estas tendencias

    (antes que de revertirlas). As, las reformas en la legislacin laboral permitieron la extensin de la

    jornada y una mayor rotacin del empleo, relacionada con la inestabilidad en la relacin laboral.

    An as, el empleo no registrado, que supone las condiciones ms precarias y desprotegidas, no

    fue controlado, como esperaban quienes bregaron por flexibilizar y abaratar el costo del trabajo.

    Asimismo, el quiebre de las condiciones en las que se sostena el rgimen previsional (el viejo

    sistema pblico, como el de las AFJP), fue dando lugar a un nmero creciente de poblacin

    desprotegida, simultneamente a que los pauprrimos haberes jubilatorios favorecieron la

    permanencia de las personas de ms edad en el mercado. Mientras, la insolvencia de la seguridad

    social pblica pretenda controlarse extendiendo la edad jubilatoria.

    En sntesis, para el caso de nuestro pas, todo indica que la sociedad del ocio es an una utopa

    lejana (ms an, una ilusin), a pesar de que probablemente se consoliden sectores no

    empleables en la economa legal (formal o informal), al menos en el plazo de las presentes

    generaciones.18

    La extensin del tiempo de trabajo que se expresa tanto en la duracin de la

    jornada, como en el tiempo que las personas permanecen en el mercado a lo largo de sus vidas

    indica, en su faz ms evidente, que el mercado no realiza una distribucin equitativa de la fuerza

    de trabajo, ni un uso racional de la misma, sin restricciones normativas que lo ordenen. En

    nuestro pas, trabajar a cualquier precio, en cualquier condicin, por todo el tiempo posible...

    devino en un imperativo (realizable o no) pero deseable o necesario, sea para "pertenecer a la

    cultura legtima" o sea para evitar o salir de la pobreza. Y esto plantea un problema lgicamente

    previo a las formas de salida de la exclusin: cules son las condiciones de la integracin de la

    sociedad y la calidad de la vida social que se proponen cuando, por necesidad o por eleccin, se

    impone el modelo de una larga vida ofrecida (y ofrendada) al trabajo. El problema se muestra,

    entonces, en su dimensin cultural.

    18 Aqullos que en algunas escasas estadsticas figuran como los que no estudian ni trabajan.Sin embargo, no est definitivamente claro que estn desocupados desde el punto de vista de la disposicin de su tiempo y de la aplicacin de sus capacidades

  • 18

    Condiciones de la integracin por el trabajo

    Dice Mda que fueron los economistas los que inventan el concepto de trabajo... Ms

    especficamente, Adam Smith cuando busca los fundamentos del intercambio y lo encuentra en la

    posibilidad de comparar la cantidad de trabajo puesto en la produccin, que se hace posible por el

    tiempo de trabajo (Mda, 1995: 53-54). Marx ser, a su turno, quien desentrae el mecanismo

    de la plusvala y la explotacin capitalista del trabajo, al considerar la diferencia entre el valor de

    cambio (salario) y el tiempo de empleo en la produccin. Se trata del proceso de teorizacin que

    acompaa la formacin del mercado de trabajo capitalista, permitiendo la reproduccin ampliada

    del capital.

    Fueron las caractersticas de la produccin industrial capitalista las que impusieron la necesidad

    de pautar y cronometrar el tiempo de trabajo en ritmos regulares y continuos y, en consecuencia,

    tal como reconstruye Thompson (1979) en su clsico libro, impulsaron el largo proceso de

    disciplinamiento social, que es fundamentalmente un proceso cultural. Ese proceso cultural

    supone hbitos de vida especficos, pero supone tambin la constitucin social de una nocin

    restringida de trabajo, a la que queda adscripto el supuesto de autonoma del sujeto, que los

    primeros filsofos iluministas asimilaron al derecho primordial de disponer del propio cuerpo y,

    por lo tanto, de aquello logrado con su esfuerzo y como obra de sus manos. Con el desarrollo del

    mercado de trabajo capitalista la libertad queda restringida, a su vez, a la participacin en el

    mismo con la nica posesin del trabajador (su capacidad de trabajo), no ya para disponer de la

    obra de sus manos, sino necesitado del salario. Como mostr Marx, en la relacin salarial se

    reconstruye la dependencia de un sujeto, no obstante, libre. La tensin constitutiva entre

    dependencia y libertad (que es la posibilidad virtual de la miseria para el sujeto que no puede

    realizar su obra cuando la forma salarial se generaliza como base del intercambio y de acceso

    al consumo, es decir cuando se limita su autonoma) est en la base del desarrollo de las

    instituciones polticas de proteccin del trabajo y de la declaracin del propio trabajo como

    derecho.

    Tal como analizan diversos autores19

    , las corrientes de pensamiento humanistas, marxistas y

    cristianas aportaron recursos y fundamentos para la formacin de una conciencia de valoracin

    del trabajo y por tanto del sujeto del mismo. Dicha conciencia model la identidad (ms

    precisamente, las mltiples identidades) del sujeto colectivo, tanto como la de los individuos y

    19 Puede verse un desarrollo minucioso en Mda: 1995; y en Calvez: 1999.

  • 19

    constituy al trabajo en un vector de integracin a las respectivas sociedades nacionales, cuando

    el sentimiento nacionalista se hizo insuficiente frente a la emergencia de lo social, que dejaba en

    evidencia aquella tensin entre igualdad y libertad. La formacin, entonces, de los estados de

    bienestar, expresa la institucionalizacin de un modo de integracin social que tiene al trabajo

    como un valor fundamental.

    Sin embargo, este modo de integracin no se realiz de manera unvoca, sino que las sociedades

    siguieron caminos diferentes. Esquemticamente, una forma implic la ampliacin de la

    ciudadana hasta contener a los derechos sociales y comprender a la clase trabajadora; y otro

    (como es el caso de nuestro pas), por la constitucin misma de la categora de trabajador como

    una condicin dadora de derechos especficos (los derechos del trabajo). La diferencia tiene

    importancia tanto para comprender los efectos de la crisis (que en aquellos pases se present

    como crisis del trabajo; en tanto que en el nuestro fue la crisis de las instituciones desarrolladas

    a la saga de los derechos del trabajador), como para precisar los diagnsticos y orientar la

    propuestas.

    En trminos muy elementales, la ciudadana es la categora que comprende a los miembros de

    una comunidad nacional representada por el Estado e igualados por dicha pertenencia. Siendo

    que la misma es inclusiva de identidades particulares (comunidades religiosas, tnicas, sociales,

    sexuales) y que estas particularidades no debieran ser bice para preservar la libertad individual

    (un espacio de intimidad y autoconciencia sustrada de la autoridad pblica), la participacin

    poltica y la satisfaccin de las necesidades, la ciudadana moderna se presenta como una

    categora expansible tanto en trminos de los individuos que la conforman (la base social)

    como, consecuentemente, de los derechos que la definen. Pero esta posibilidad depende de

    condiciones que preserven la autonoma para la participacin en el espacio pblico (comn) y

    tiene como requisito la liberacin de los ciudadanos de la lucha por la sobrevivencia, tanto como

    de la dependencia de estructuras de dominacin ancladas en la necesidad. Desde este punto de

    vista, el trabajo en su forma capitalista, libera tanto como constrie (o constrie ms que libera),

    segn sea el rgimen normativo que lo regula.

    En nuestro pas, la institucin de los derechos y de la seguridad social, ha sido parte de un

    proceso de desarrollo en paralelo de estas dos categoras socio-polticas (ciudadano y trabajador),

    ambas, as, limitadas en sus contenidos y/o alcances. Es ms, tambin con peso distinto en la

    valoracin social: no hace falta recordar que los derechos primarios del ciudadano fueron

  • 20

    peridicamente transgredidos y la autoridad pblica (destinada a preservar) invadi los

    espacios de libertad individual y poltica en no pocas ocasiones. De modo que su universalidad

    fue, de hecho, relativa. Por su parte, el carcter no universal de los derechos del trabajo se

    evidenci recin cuando comenz el proceso de crisis y reestructuracin del rgimen social de

    acumulacin y, en consecuencia, del mercado de trabajo: el empleo informal y en negro y, ms

    tarde, el desempleo, mostraron los lmites del modelo de integracin desarrollado en el marco del

    populismo y el desarrollismo. A la inversa, si las libertades civiles y polticas se hicieron ms

    estables en las ltimas dcadas, los ciudadanos en condiciones de ejercerlas quedaron librados a

    una suerte incierta a medida que se desgajaban de las estructuras sociales y de significacin de las

    que dependan las protecciones.

    As, las condiciones en direccin de las cuales evolucion el trabajo organizado por el mercado

    capitalista y las instituciones polticas que lo regulan, pusieron la cuestin en el marco de una

    crisis cultural, en la medida que ms o menos restringido, el trabajo qued cuestionado como

    vector de integracin. An para quienes permanecen en el sistema (el empleo formal), aqul pas

    de ser un mbito de participacin (va las organizaciones respectivas) a una condicin restrictiva

    de la participacin en el espacio pblico.

    Condiciones de la integracin por la ciudadana

    De lo dicho hasta aqu, hay, por lo menos, tres cuestiones implicadas en la llamada crisis del

    trabajo: una cuestin es de orden econmico, es la que se plantea en trminos del empleo y

    tiene que ver con la performance de la economa y su capacidad de demanda de trabajo; y con la

    capacidad del mercado respectivo para realizar una distribucin equitativa de personas y puestos.

    En este orden, la economa argentina fracas menos en la demanda de trabajo que en la

    distribucin equitativa de personas y puestos, lo que es esperable si se tiene en cuenta que las

    instituciones polticas favorecieron el uso indiscriminado de la fuerza de trabajo en general, con

    efectos ms agudos en algunos de aquellos sectores con menores requisitos de capacitacin. La

    otra cuestin es de orden moral y se refiere al problema de la exclusin y de las alternativas de

    reinsercin imaginadas como soluciones, en el lmite en el que se hace socialmente intolerable la

    desigualdad en el acceso a los recursos para la sobrevivencia o en los medios para dicho acceso.

    La tercera es de orden cultural y es a la que refer antes como el problema de la integracin de la

    sociedad y de la capacidad de las instituciones para generar y reproducir los lazos significativos

  • 21

    de pertenencia a una comunidad poltica y las condiciones para la legtima participacin en el

    espacio pblico. En este orden de problemas queda comprendido tambin el problema moral de la

    exclusin porque, a pesar de la apariencia, el lmite tolerable no lo determina la naturaleza

    biolgica de las necesidades humanas. Si no estuviera bajo juicio la razn moderna, la

    sobrevivencia, el abrigo, el cuidado de los necesitados de proteccin, la salud y la educacin

    deberan estar fuera del debate cultural, en la medida que en las actuales condiciones del

    desarrollo de las fuerzas productivas, ellas conforman lo que Agnes Heller denomina un lmite

    existencial para la satisfaccin de necesidades.20 Dado este lmite, son necesidades de todos,

    todas aquellas posibles de ser satisfechas en las actuales condiciones del desarrollo de las

    capacidades humanas (tcnico-materiales y culturales), que las comunidades o grupos sociales

    hacen deseables o reconocen como positivas para su desenvolvimiento y bienestar, en procesos

    comunicativos y reflexivos pblicos, y a las que, consecuentemente, los individuos pueden

    aspirar legtimamente.

    Si en el pensamiento progresista la discusin acerca de dicho lmite puede considerarse saldada,

    no lo est aquel que se plantea en torno a las condiciones o exigencias legtimas que viabilicen o

    den derecho a esos mnimos indiscutibles: se trata del mbito del trabajo o de la ciudadana?, o

    acaso de ambos?. Ya vimos que los debates en torno al trabajo en este tercer orden de cuestiones

    dividen las aguas entre un paradigma que atribuye a ste un carcter esencialista; y aquel que

    propone la posibilidad de liberarse del trabajo y de liberar al individuo para el despliegue de su

    libre albedro y creatividad. Por lo dicho antes, no hace falta insistir que este es un problema

    considerablemente alejado en el horizonte de los argentinos. Pero las cuestiones que justifican ese

    debate deben ser atendidas en general, y en particular cuando se trata de la poltica social, porque

    tienen que ver, precisamente, con la capacidad de las instituciones sociales y polticas para

    generar y reproducir los lazos significativos de pertenencia a la nacin y las condiciones para la

    legtima participacin en el espacio pblico.

    20 Agnes Heller recuerda que es con el desarrollo en sentido capitalista de la productividad, como el mantenimiento de la mera existencia fsica puede dejar de ser para el hombre irrevocablemente un problema y un fin en s mismo en

    funcin del cual configurar la actividad cotidiana; los hombres no trabajan ya solo para llenar su estmago y el de

    sus hijos y para protegerse a s mismos y a su familia de la muerte por aterimiento (Heller, 1986:32). Esto es cierto, aunque cada vez ms hombres y mujeres vivan angustiados por su supervivencia diaria o futura, porque la

    expectativa de la vida humana no es slo la sobrevivencia. Y porque toda sociedad le propone a sus miembros un/os

    sentido/s a sus vidas y le reserva un lugar en el mundo, que podr hallar y recrear con ms autonoma cuanto ms libre se halle de la sobrevivencia, pero nunca en soledad.

  • 22

    Creo advertir en el debate local, un enfoque economicista del problema de la exclusin y de su

    superacin, seguramente connotado por el hecho de que en la prctica est puesto en duda el

    lmite existencial antes dicho y, mucho ms que esto, el lmite en el que la vida humana ya no

    es reproducible como tal (ibid). E incluso, una concepcin economicista y productivista del

    trabajo, cuando queda referido nicamente al mbito del mercado (o al trabajo realmente

    existente). An ante la eventualidad de que ese trabajo perdiera sentido como lazo social (lo que

    an no est dicho), no puede desestimarse el problema como tal y el de las condiciones de

    formacin de la identidad de los sujetos y de la cualidad moral de la misma. El problema de la

    integracin no se plantea ni se resuelve en el espacio social de la sola economa (empleo y/o

    ingreso) y presupone alguna forma de compromiso y co-participacin, que no es posible en las

    actuales condiciones que ofrecen el mercado o la asistencia. A su vez, separar la reproduccin

    bsica de los sujetos (de acuerdo a stndares no debatibles) del trabajo y ligarla a la ciudadana,

    no puede obviar la pregunta por el vector y el sentido de la pertenencia y por la valoracin social

    de tal pertenencia (los contenidos de la ciudadana), a condicin de sustancializar la autonoma y

    reavivar la creencia de que la vida social puede constituirse apenas como un agregado de

    individuos esencialmente libres. Aventar ese riesgo supone ofrecer algo ms que el referente

    abstracto de aquella condicin, lo que implica: a) dar contenido a la categora de ciudadano de la

    Nacin, de modo de salvaguardar un sentido moderno y humanista de la misma, que no colisione

    con el sujeto humano que sostiene cualquier pertenencia; b) incluir en el debate cultural la

    valoracin de espacios de la vida social que contemple la diversidad de pertenencias y la

    posibilidad de realizacin de capacidades, habilidades y talentos socialmente positivos, que

    habiliten verdaderamente la integracin y la participacin socialmente valorada en el espacio

    pblico.

    Si la categora de referencia de las protecciones y la pertenencia es la ciudadana, en tanto

    condicin abarcativa y relativamente universal, definida a partir del principio de igualdad, ella

    debe comprenderse en su justa dimensin histrica, porque como cualquier otra condicin social

    y poltica, la ciudadana misma es una categora disputada en la lucha social por la atribucin de

    sentidos. Es, s, la que ms lejos puede llevar, potencialmente, los lmites de la igualdad, para

    comprender a ms semejantes, a condicin que su universalidad no se d por supuesta. Hay

    demasiadas ofertas peligrosas (desde la criminalidad hasta el resurgir de sentimientos

    nacionalistas retrgrados y excluyentes) que interpelan al sujeto (esto es, a una identidad y a

  • 23

    alguna pertenencia), como para subestimar esta dimensin del problema. Ni el ocupacionismo en

    cualquier condicin, ni el ingreso sin condiciones lo atienden y, claramente, las condiciones

    generales de trabajo y la inseguridad social, obstruyen la integracin de la sociedad porque

    obstruyen la calidad de la participacin y el debate reflexivo en el espacio pblico. De modo que

    la cuestin de la exclusin/integracin, no se limita a los que quedan fuera, ni se limita al

    trabajo o al ingreso. Cabe pensar en el vector de la pertenencia a un mundo comn, que hace de

    los dems un semejante, y en los alcances de tal sentido de pertenencia.

    Por ltimo, la intensidad del trabajo (para los que estn ocupados) y el cmulo de necesidades

    insatisfechas para las que no hay produccin de mercado porque no existe la demanda solvente

    que la justifica, an nos colocan lejos de la preocupacin por el desencantamiento del trabajo

    y, acaso no tanto, de los nuevos servicios personales. Precisamente, hay ah un espacio de

    disputa para el impulso de una poltica social dirigida a la expansin de servicios pblicos que

    den satisfaccin a las necesidades educativas, de salud, de recreacin, de produccin cultural, de

    proteccin y asistencia, que requieren de personal experto. Una poltica de este tipo contribuira a

    mejorar las condiciones de vida de aquellos sectores que tienen restringido el acceso a estos

    servicios o los disponen de mala calidad, a los que hoy apenas se pretende compensar por el

    asistencialismo; ocupara personal capacitado en puestos reconocidos; ampliara los espacios de

    socialidad permitiendo disputar sentido con las redes de delincuencia. Esto supone una accin

    deliberada del Estado (una poltica social que oriente el sentido de la poltica pblica en general),

    no librada a los voluntariados de ningn tipo y una concepcin del servicio como derecho

    universal y no como dispositivo de control. Supone, asimismo, deseconomizar el trabajo, para

    valorar otros trabajos en los cuales las personas puedan sentirse valoradas y a los que tenga

    sentido aspirar.

    Respecto del trabajo realmente existente, 1) debe ponerse en discusin la poltica de

    regulaciones (formal y efectiva), que puso al sujeto en condiciones de disponibilidad; 2) debe

    ponerse en discusin los alcances del trabajo en la vida de los sujetos. Ambas cuestiones tienen

    que ver con la necesidad de liberar tiempo y energa para la participacin en otros espacios de

    socialidad y para el desarrollo de la afectividad de las personas. Se trata, en suma, de impulsar

    una poltica social (una poltica) que contribuya a delinear otro modo de reproduccin y otro

    modo de integracin de la sociedad.

  • 24

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