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 GUSTAVO BUENO PRIMER ENSAYO SOBRE LAS CATEGORÍAS DE LAS CIENCIAS POLÍTICAS A Wr-J ^ / y Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas', Logroño 1991 © 2008 fgbueno.es

Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas

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Facsímil del original impreso de Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las 'ciencias políticas', Cultural Rioja, Logroño 1991, 460 páginas

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GUSTAVO BUENO

PRIMER ENSAYO SOBRE LAS CATEGORAS DE LAS "CIENCIAS POLTICAS"

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(iuslavo Bueno (Sto. Domingo de La Calzada, 1924) curs estudios de Filosolia en /arago/.a y Madrid. Catedrtieo y Director de Instituto en Salamanca, desli lMiO ha sido catedrtico ahora lo es emrito de Fundamentos e Historia de los Sisleinas Filosficos en la Universidad de Oviedo. Su obra, extensa y de una densidad y profundidad desacostimibradas en nuestro panorama cultural, constituye un caplulo importante en la historia del pensamiento materialista y es, al mismo tiem]X>, reivindicacin constante de lo que el mismo Bueno ha insistido en defender como sustancialidad de la niosola. Entre los libros ms importantes de Gustavo Bueno se cuentan i'.l fxipcl de l3.^4-1

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o de los proyectos msticos o fanticos o utpicos; y crtico, por medio de la construccin del sistema, de la misma tendencia crtica capaz de conducir al escepticismo poltico. Y qu conclusiones prcticas qu orientaciones, caminos, objetivos polticos ofi"ece (o puede ofi^ecer) un Ensayo como el presente? Desde luego ninguna conclusin inaudita, ningn camino inesperado, nign objetivo capaz de fanatizar a un grupo, grande o pequeo, de individuos. Pues, segn su mtodo, lo que un ensayo como el presente puede ofrecer es, ms que conclusiones nuevas o caminos inesperados, modos de volver a caminos ya conocidos y acaso abandonados, o confirmarse en conclusiones cuyo sonido nos es familiar desde siempre. En efecto, un ensayo filosfico, tal como lo entendemos, no puede proponer conclusiones prcticas o senderos practicables asumiendo la perspectiva de la predicacin moral edificante en nombre de un deber-ser que l tuviera la misin de custodiar y aun administrar; tampoco puede intentar excitar entusiasmos ante su proyecto. Lo que un ensayo filosfico puede proponer y no porque ello deba ser considerado ms modesto o menos ambicioso (pues en cierto modo lo es mucho ms que cualquier otro designio) lo ha de proponer nicamente contando, como hemos dicho, con la complicidad racional del lector y, por tanto, apoyndose en su misma racionalidad, en una continuada argumentacin dialctica ad hominem. Si esta racionalidad no se supone actuando en el lector, toda la argumentacin se perder y se desvirtuar; al no ofrecer el lector resistencia alguna, la polmica es imposible. Por lo dems, las conclusiones prcticas que el presente Ensayo aspira poder ofrecer son del tipo siguiente: unas de ndole negativa, y otras de naturaleza ms bien positiva; unas y otras crticas de las posiciones contrarias respectivas.22

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PRLOGO

Las conclusiones de ndole negativa podrn considerarse principalmente como requerimientos, en principio, contra los fundamentos del fanatismo, apelando a esa complicidad racional de la que venimos hablando. Por ejemplo: no cabe concluir despus de haber repasado todas sus razones que es irracional, ms an, estpido orientar una accin poltica por medio del terror hacia el objetivo de lograr la independencia de un conjunto de hombres capaces de hablar a la vez vasco e ingls? Por qu no tambin otros objetivos orientados a conseguir que el pueblo moldavo independiente hable tambin rumano, o que el lituano hable polaco? Aun cuando estos proyectos no fuesen utpicos, qu se conseguira una vez realizados tales objetivos? Qu significado general para los amigos de los muertos que no sean vascos o lituanos o moldavos pueden tener esos objetivos? No parece haber ninguna justificacin para semejantes proyectos; cabr concluir por tanto que no es filosfico el mantenerlos (y esto aunque se hable de una filosofa de la liberacin). Aunque abriguemos una gran simpata por los telogos de la liberacin que actan en Amrica, no en Europa tendremos que preguntar: qu tiene que ver la liberacin de los pueblos oprimidos con la Segunda Persona de la Santsima Trinidad? Y si acaso hay que responder: nada, habr que desestimar la teologa de la liberacin, como una opcin no racional ajena a la filosofa. Como tampoco es racional el mantener esperanzas escatolgicas en torno a un estado final de la Humanidad en el que la justicia reinar y la felicidad inundar a todos los hombres. Lo filosfico aqu ser abstenerse de tales esperanzas, si es que son vanas desde el punto de vista del razonamiento filosfico. Pero, no nos llevar insensiblemente la crtica filosfica a abstenernos por completo de cualquier proyecto o actividad poltica, a retirarnos de la vida poltica para contemplar, desde la orilla, con un sentimiento de gozo (puesto que no podemos salvarlo) al desgraciado que se hunde en el ocano (Suave mare magnum... de Lucrecio)? No es nada fcil demostrar que el abstencionismo epicreo sea irracional y poco filosfico; pero tampoco ser fcil demostrar que la va epicrea, la va del escepticismo poltico sea la nica va racional o filosfica. Bastara concluir que no es irracional la va de la accin poltica; al fin y al cabo, aunque la medicina no nos pueda ofrecer la vida perdurable, no por ello hay23

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que despreciar sus servicios. Pero esta analoga slo tiene valor cuando damos por supuesto y esto slo desde un sistema adecuado puede darse por supuesto racionalmente que la poltica, aunque no nos puede abrir ningn camino hacia el paraso, sin embargo es indispensable (aunque no sea motivo exclusivo suyo) para seguir mantenindose socialmente de un modo ms bien que de otro o ipcluso para mantenerse en absoluto. Y con esto llegamos a las conclusiones de ndole positiva. Pues no cabe llegar a percibir que alguno de estos modos son ms racionales que otros o, acaso, simplemente que algunos de estos modos son menos racionales que otros? O son todos ellos igualmente racionales y tan filosfica puede considerarse la decisin de optar por uno ms bien que por otro? Consideremos, por va de ejemplo, las dos familias de opciones generalsimas que nos abre la vida social en sus relaciones con la accin poltica, a saber, las opciones aristocrticas y las opciones socialistas las opciones orientadas al beneficio de un grupo (incluso de una nacin, considerada privilegiada) a costa de los dems hombres, y las opciones orientadas al beneficio de todos los hombres. No se trata de apelar, como hemos dicho, para inclinamos por una u otra opcin a motivos morales, edificantes, o al deber ser del que alguien pudiera sentirse mediador o guardin, pues no podemos arrogarnos este ttulo ms que cualquier otro hombre. Slo podemos apelar, no ya a lo que debe ser moralmente, sino a lo que es racional. La pregunta se plantear as: puede demostrarse que es irracional toda opcin aristocrtica, o bien que lo es toda orientacin socialista? Aun cuando por hiptesis la defensa de la opcin aristocrtica pueda utilizar argumentos tan filosficos (tan verdaderamente filosficos) como la defensa de la opcin socialista, no cabr concluir que esta opcin es sin embargo la opcin filosfica verdadera? Aun cuando la inclinacin por estas opciones no pueda tomarse aisladamente sino slo tras haber debilitado a la contraria, no sera suficiente resultado el poder proponer la propia opcin como siendo una opcin tan filosfica, por lo menos, como la opcin opuesta, aun concediendo que slo por el enfirentamiento con ella la propia opcin se configura y cobra sus propias proporciones? Pero para poder llegar a formar juicio racional en torno a estas cuestiones es necesario poder disponer, en sus concatenaciones24

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PRLOGO

mutuas, de los conceptos p o r medio d e los cuales p o d e m o s percibir, de u n m o d o inteligible, los senderos, enlaces y caminos q u e se nos muestran insinuados en la vida cotidiana de nuestra sociedad: estado, sociedad civil, democracia, dictadura, partido poltico. Este Ensayo est dividido en dos partes, u n a gnoseolgica y la otra ontolgica. La Primera Parte est dedicada a esbozar las lneas ms generales por las cuales podra llevarse a cabo u n anlisis crtico-gnoseolgico de los saberes polticos en especial, de los cientficos cuando se toman las coordenadas de la teora del cierre categorial. Esta teora concibe a las ciencias como sistemas cerrados (en el sentido matemtico del trmino), constituidos p o r contenidos que p u e d e n ser dispuestos simultneamente, n o slo en u n eje sintctico (en el que distinguimos trminos, relaciones y operaciones) sino tambin en u n eje semntico (en el cual diferenciamos las referencias fisicalistas, los fenmenos y las estructuras esenciales) y en u n eje pragmtico (autologismos, dialogismos y normas). La Primera Parte del Ensayo n o es otra cosa sino u n sumario anlisis despus de u n a brevsima caracterizacin global (sinttica) de cada u n a de estas nueve clases de componentes que cabe atribuir a los saberes polticos, en la medida en que tengan algo que ver con u n a ciencia. La Segunda Parte del Ensayo se ocupa, n o ya de los saberes que sobre la poltica p o d a m o s alcanzar, sino d e las realidades polticas mismas (que incluyen, desde luego, a los propios saberes), intentando determinar el radio de su esfera en el conjunto del c a m p o antropolgico. Su perspectiva es filosfica, es decir, n o es cientfico-positiva (etnolgica, jurdica, etc.); p e r o e n t e n d i e n d o la filosofa no como u n a actividad que pueda llevarse adelante al margen de las ciencias positivas, pues slo es verdaderamente posible partiendo constantemente de ellas, p e r o crticamente: sta es la razn por la cual la parte gnoseolgica antecede en este Ensayo a la parte ontolgica.

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PARTE I: GNOSEOLGICA.

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1. Cuestiones gnoseolgicas de carcter global. 1. En esta parte primera nos proponemos tratar, si bien de un modo sumario, y ms bien programtico, el conjunto de cuestiones principales que plantean, jio ya las realidades polticas, sino los saberes polticos (en particular: las ciencias polticas) y esto supuesto que realidades polticas y saberes polticos sean indisociables, y que la distincin entre las realidades polticas y los saberes polticos tenga algn sentido, aunque no sea el de su separabilidad. En la determinacin y tratamiento de estas cuestiones gnoseolgicas sobre los saberes polticos nos guiaremos por la teora del cierre categorial (puede verse una exposicin global en Actas del Primer Congreso de Teora y Metodologa de las Ciencias, Oviedo, Pentalfa, 1982, pp. 101-164 y 315-337). Esta teora tiene como referencia directa, desde luego, no ya cualquier tipo de saberes, sino los saberes propios de las ciencias positivas (Termodinmica, Mecnica, Geometra); por consiguiente, los saberes polticos, en la medida en que no sean cientficos (sino tecnolgicos, prcticos, filosficos), quedaran fiera del cono de luz de la Gnoseologa. Sin embargo, como siempre podemos proyectar este cono de luz sobre campos que, aunque no sean estrictamente cientficos, o bien pretenden serlo o mantienen relaciones muy estrechas con las ciencias estrictas, las lagunas, sombras, distorsiones que resulten de tal proyeccin podrn alcanzar tambin, por lo menos, un significado gnoseolgico indirecto o crtico (es decir, clasificatorio y discriminativo) de los saberes polticos cientficos y los saberes polticos que no puedan ser considerados tales. Por lo dems, las cuestiones gnoseolgicas tienen unas veces un carcter eminentemente analtico las que se refieren a las com-

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ponentes de la estructura de cada ciencia y otras, un carcter sinttico por ejemplo, porque consideran a una ciencia como una unidad globalmente dada y la comparan con otras unidades de su clase. Vamos a comenzar nuestra exposicin tocando algunas cuestiones de carcter preferentemente sinttico. Esto nos permitir tomar posiciones iniciales que tienen trascendencia en relacin con las restantes cuestiones analticas. 2. En el momento de iniciar un estudio gnoseolgico de los saberes polticos se nos impone una primera constatacin: los saberes polticos son muy diversos, no solamente atendiendo a la abundancia vegetativa de materias que en ellos se contienen sino, sobre todo, teniendo en cuenta la heterogeneidad de los modos mismos del saber. Por de pronto, es obvio que no todos estos saberes y ello sin detrimento de su dignidad se consideran a s mismos, ni son considerados por los dems, como cientficos. Los tipos presentados en la enumeracin que sigue (sin pretensiones de exahustividad) no deben considerarse como necesariamente disyuntos por referencia a los sujetos que los poseen. I. Ante todo, nos referiremos a los saberes polticos ejercitados, al tipo de saber poltico entendido como experiencia poltica de un individuo o de un grupo de individuos, en tanto han participado activamente en la vida poltica, en la Realpolitik. Originariamente cabe atribuir al grupo el saber poltico y su experiencia; en todo caso sta se refleja en los individuos, en la experiencia poltica individual nadie adquiere la experiencia por otro y su gnero literario de eleccin son las memorias. Esta primera rbrica sigue siendo muy general, y comprende saberes muy heterogneos, ya atendiendo a la diferencia psicolgica de los participantes (segn edades, sexo, educacin, nivel intelectual, etc.) ya atendiendo a la situacin de los individuos o grupos en el conjunto del sistema poltico en el que han participado. Por lo que se refiere a las diferencias psicolgicas, las diferencias sern tan grandes como grandes son las diferencias de los sujetos. El saber poltico que pueda tener un tarado mental, aunque3Q

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haya desempeado oficio de rey (el caso de Carlos II), ha de ser muy distinto del saber poltico que tiene un individuo inteligente pero que es simple aprendiz de un oficio manual. Es evidente que este saber poltico implica la posesin de una terminologa mnima relativa a las operaciones constitutivas de la propia experiencia (que es ms prctica que vivencial): votar, elecciones, alguna diferenciacin, por oscura que sea, con otras categoras operatorias (mecnicas, de parentesco). Por lo que se refiere a las diferencias situacionales, y entre los mltiples criterios que pueden aplicarse, seguramente que no deja de tener importancia el que se atiene a la posicin del sujeto en el entramado mismo de la que llamaremos capa conjuntiva de la sociedad poltica. Segn este criterio, distinguiremos: A) El saber poltico o experiencia poltica de los profesionales de la poltica, de las personas, sobre todo de las ms relevantes, que hayan detentado funciones importantes de gobierno o que hayan asistido como consejeros a gobernantes de alto rango o ambas cosas a la vez: Daniel en la corte de Nabucodonosor; o Maquiavelo como secretario de los diez magistrados de libertad y paz de la Florencia republicana, o Disraeli como primer ministro de la reina Victoria. Los grados de la escala son aqu muy numerosos; las distancias son muy grandes: jefe de gobierno, ministro, prefecto o gobernador de una pequea provincia, parlamentario de cola de lista cerrada y bloqueada o jefe de la oposicin. Hegel valoraba mucho la posicin del funcionario como atalaya que le permite una visin poltica superior a la del subdito particular. Pero la experiencia poltica de quien ha participado en cargos de responsabilidad poltica, aun teniendo en cuenta las diferencias de grado, acaso tenga una coloracin distinta siempre de: B) La experiencia y saber de quienes han participado en la vida poltica de forma activa pero como gobernados o subditos, aun cuando hayan sido electores, sea del partido victorioso, sea de los partidos de la oposicin. Y tambin esta experiencia a su vez es distinta de: C) La experiencia o saber de quienes ni siquiera han intervenido activamente como electores, manifestantes, etc., sino que han permanecido al margen de toda actividad poltica, y no ya

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por motivos psicolgicos (infantilismo, escepticismo, debilidad mental), sino como consecuencia de la situacin o estatus que han asumido (mstico, artista, matemtico puro, al modo de Teeteto). Es evidente que este saber poltico es nulo, por definicin. Sin embargo conviene incluir esta clase en la enumeracin a ttulo de clase lmite inferior, que sirva de referencia para medir otros saberes. Adems esta clase debe ser tenida en cuenta por su importancia en el planteamiento de cuestiones gnoseolgicas de gran alcance terico, como pueda serlo la siguiente: un sujeto de la clase C tiene capacidad para adquirir saberes polticos de tipos diferentes al tipo I? Qu experiencia poltica inmediata tuvo no ya Platn, pero s su discpulo, el meteco Aristteles, cuando escriba los libros de la Poltica} Qu experiencia poltica tuvo santo Toms de Aquino cuando escribi su De regimine principum? Acaso un mdico debe de haber experimentado la enfermedad cuya etiologa, naturaleza y teraputica conoce cientficamente? E inversamente: Qu importancia hay que atribuir al saber profesional, experiencial o vivencial, para llegar a un tipo de saber cientfico o filosfico? El saber profesional, en materia religiosa, de Eutifrn, como especialista religioso es grande. Sabe los ritos debidos a Zeus o a Cronos, sabe lo que agrada a Hefaistos o lo que desagrada a Hera. Sin embargo, segn Scrates, ese saber de oficio de Eutifrn no es sino un conjunto de experiencias intiles para el conocimiento de la naturaleza de la verdadera piedad. El saber que Eutifrn demuestra tener sobre la piedad le produce a Scrates la impresin de que no es otra cosa sino una especie de arte comercial para conducir el imaginario trfico de dones entre hombres y dioses. Qu saberes habra que atribuir al correlativo saber religioso de Eutifrn que corresponde al saber poltico propio de un secretario de parlamento que conoce los partidos polticos, calcula los resultados aplicando la ley D'Hont, conoce los nombres de los candidatos, sus probabilidades de ser derrotados o elegidos? II. En segundo lugar, nos referiremos a los saberes polticos que se consideran a s mismos como ciencias polticas, pero los designaremos con un nombre ms neutro, el de disciplinas polticas. Es caracterstica de estas disciplinas (cientficas o32

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para-cientficas), en la actualidad, su voluntad de-distanciamiento, no solamente del saber poltico como experiencia poltica individual (saber que se considerar ms bien como material a analizar) sino tambin, y sobre todo, de la filosofa como tradicin identificable (Platn, Aristteles, Hobbes, les philosophes, Kant, Hegel...). A la filosofa poltica se la considerar muchas veces como especulacin gratuita que o se escapa del tema, o en todo caso carece de inters positivo; a lo sumo, se la tomar como una referencia histrica que nos remite a un pensamiento pre-cientfico en el que sin embargo quedaron sealados algunos jalones importantes (Hobbes/Rousseau, por ejemplo) que pueden tener cierta utilidad en la exposicin. As, Hobbes le sirve a Sahlins como cantera de citas ornamentales. Pero Service dice, por ejemplo, hablando del concepto de estado de naturaleza en los siglos XVII y XVIII: los filsofos carecan de informacin correcta sobre los pueblos primitivos como si los historiadores, economistas o polticos de la poca la hubieran tenido mayor, y aade: Lo que los filsofos no tuvieron en cuenta fue que una sociedad sin formas gubernamentales no siempre se encuentra realmente en estado de libertad, adicin tan gratuita y necia Platn, Aristteles, Hobbes, Voltaire, Kant, Hegel que slo se explica por esa desbocada voluntad de distanciamiento a la que nos hemos referido. Las disciplinas polticas pueden clasificarse en tres gneros bien diferenciados, de los cuales los dos primeros corresponden a las dos primeras fases que Rothacker atribuye a toda ciencia humana, a saber, la fase emprica, histrico-positiva (por ejemplo teologa bblica, historia del derecho) y la fase dogmtica (teologa dogmtica, dogmtica jurdica); la tercera fase correspondera a la filosofia. A) Unas disciplinas podrn incluirse en el gnero de las ciencias positivas, empricas, antropolgicas, sociolgicas o histricas. Hay, en efecto, una Antropologa (etnologa) poltica, hay una Sociologa poltica y hay desde luego una Historia poltica. B) Otras disciplinas se incluirn en el gnero de las disciplinas doctrinales (en el sentido de la doctrina jurdica o dogmtica jurdica). As, el sistema de derecho poltico o constitucional, la teora del Estado o del Gobierno, etc., etc.

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C) Hay tambin que resear un enfoque peculiar en el tratamiento de las cuestiones polticas que se aproxima ms a las ciencias formales (por ejemplo a la llamada teora de juegos); tambin podra incluirse aqu la aritmtica electoral. Aun cuando tambin es cierto que estos mtodos se aplican a materiales propios de las ciencias reales (citemos la obra de Frederik Barth Political Leadership Among Swat Pathans, London School of Economics, 1959; o bien la de Michael Smith Govemnement in ZazzaiL-1850-1950, Oxford Univ. Press, 1960). La gran dificultad que nos plantea esta variedad de ciencias polticas es la de su misma unidad gnoseolgica. Aun suponiendo que podamos hablar de ciencia en ese terreno, tenemos que decir que no existe la ciencia poltica, aunque no por defecto sino por exceso, porque existen muchas ciencias polticas. Y esto plantea la cuestin de cul pueda ser la ciencia poltica fundamental. Alguna de estas ciencias polticas estn evidentemente subalternadas a otras ciencias ms generales, pues su campo es slo un fragmento de campos ms amplios: tal es el caso de la Antropologa poltica. III. En tercer lugar, nos referiremos a otro tipo de saberes polticos que contienen tambin gneros literarios muy heterogneos pero que, desde nuestro punto de vista, haremos girar en torno a lo que tradicionalmente se llama filosofa poltica: La Repblica de Platn, La Poltica de Aristteles, el Sobre las leyes de Surez, el Leviatn de Hobbes, los Dos tratados sobre el gobierno de Locke, El contrato social de Rousseau, La Filosofa del derecho de Hegel, la Crtica a lafilosofadel Estado de Marx o la Filosofa poltica de Eric Weil. Pero tambin cabe considerar, dentro de este tercer tipo, por analoga de atribucin, al gnero de la Teologa poltica, cuyo paradigma es La Ciudad de Dios agustiniana y cuya actualidad est manifestada por la llamada Teologa de la Liberacin. La Teologa, en efecto, (la cristiana, pero tambin la juda o la islmica) puede considerarse como una forma de uso, para muchos abuso, de la filosofa griega, o luego kantiana o hegeliana o krausista o heideggeriana. Lo ms interesante de la dialctica de las relaciones filosofa/teologa es esto: que la teologa poltica cae bajo la jurisdiccin crtica de la filosofa, a pesar de su resistencia; y que as como la filosofa no puede juzgar a las ciencias matem-

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ticas o a las fsicas s debe juzgar a la teologa. Esta es la razn por la que suponemos que la teologa poltica es reducible a la filosofa. Tambin por atribucin podemos incluir en este tercer tipo a la disciplina llamada Historia del pensamiento poltico o Historia de las ideas polticas aunque no sea ms que por el gran espacio que ellas dedican a la exposicin de las ideas de los filsofos antiguos, medievales o modernos. Tambin la filosofa poltica tiene conciencia de su distancia respecto de las ciencias polticas positivas, una conciencia que ha de considerarse como un momento de la conciencia general de la distincin entre filosofa y ciencia positiva. Lo que ocurre es que los criterios segn los cuales es trazada esta distincin son muy distintos y contrapuestos entre s. Cabra sealar dos grandes direcciones: (1) La que reconoce, sin duda, una distincin entre ciencias positivas y flosofa, pero de tal forma que la distincin se mantiene en el mbito de la idea general de ciencia. La filosofa se distinguir ahora por su pretensin de ser una ciencia ms plena, ciencia en sentido riguroso, definitiva, la cpula de las ciencias, la ciencia primera. As, desde Platn y Aristteles, pasando por Descartes o Surez, hasta Hegel o Husserl. Se comprende que, desde esta perspectiva, la probabilidad de que una obra de filosofa poltica sea al mismo tiempo considerada como una obra de ciencia poltica en sentido pleno sea muy grande. Hegel dice en el prlogo de su Fenomenologa del Espritu: Colaborar a que la filosofa deje de ser amor al saber y se convierta en saber, tal es nuestro propsito. (2) La que reconoce una distincin, desde luego, entre ciencia y filosofa pero no porque vea en las ciencias positivas saberes deficientes que slo podrn completarse con un saber filosfico superior, sino por otras razones muy distintas. La esencial sera sta: reconocer a las ciencias positivas al menos, a las que han encontrado su seguro camino su condicin de ciencias en s mismas plenas y no deficientes, cerradas en su categora y no dependientes de saberes ulteriores o previos; negai" a la filosofa su condicin de ciencia categorial. Aqu, los modos de entender la filosofa se diversifican al mximo: desde quienes la entienden como mera logomaquia (un conjunto de frases sin sentido pero con apariencia de tenerlo y muy profundo), hasta quienes la entienden

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como sntesis provisional de los resultados de las ciencias particulares, o como reflexin gnoseolgica sobre estas mismas ciencias. En cualquiera de los casos, prcticamente n o se alcanza nunca el consensus omnium, pues la exploracin filosfica rara vez p u e d e alcanzar conclusiones capaces, a u n q u e sean razonadas, de convencer, dada la variedad de supuestos que es preciso movilizar. Es muy probable adems que ella se interne en labernticas especulaciones que lleguen a perder de vista el objetivo inicial. El recelo de quien se atrinchera en los reductos positivos del saber categorial tiene muchas veces justificacin. Desde su trinchera el cientfico positivo e n c u e n t r a motivos incluso p a r a sonrer escpticamente ante las amplias trayectorias que los filsofos se ven obligados a describir en el m o m e n t o de sobrevolar los campos categoriales. Dice Julio Caro Baroja refirindose a los polticos-filsofos (o a los filsofos-polticos: algunos fueron Jefes de Estado) que actuaron en Espaa en la poca de la Gloriosa Revolucin de 1868: La cuestin era tener u n "sistema" y unos "principios", pero arrancando de tan lejos, que antes de reorganizar la modesta vida pblica espaola, haba que tomar posiciones ante Dios, la Naturaleza, la Fsica, la Metafsica y la Historia Universal (Introduccin a una historia contempornea del anticlericalismo espaol, cap. 22, Filosofismos, Madrid, Istmo, 1980, p. 202.) La irona de Caro Baroja nos parece, sin embargo, superficial y, sobre todo, anacrnica. Dios est muy lejano de la modesta vida espaola cuando nos situamos en la perspectiva de u n presente agnstico o ateo (propiamente entonces la lejana de Dios es infinita, es decir, no existe), pero El estaba muy cercano en 1863, cuando Po IX haba publicado el Syllabvs, cuando media Espaa consideraba la Desamortizacin como u n latrocinio hecho a Dios a travs de sus mediadores. En 1868, cualquier poltico que, sin ser mero cacique de aldea, n o fuese dbil mental, tena necesariamente que arrancar desde muy lejos, en realidad, de la vecindad del Dios invocado por la poderosa Espaa clerical; tena forzosamente que tomar posiciones ante quienes en el Parlamento invocaban a Dios precisamente para trazar las directrices de su poltica reaccionaria, desde Donoso Corts hasta Aparisi Guijarro. Los anarquistas, los proudhonianos, los marxistas de toda Europa tambin tomaban posiciones ante Dios en el mom e n t o de trazar sus programas polticos; y si muchos partidos po-

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lticos no se crean forzados a manifestar sus posiciones teolgicas no es porque no las tuvieran. Por motivos an ms profundos, los polticos de nuestros das tienen necesidad, an ms de lo que lo hacan los polticos filsofos de 1868, de arrancar de la lejana Naturaleza, puesto que todo el mundo sabe hoy que la modesta vida pblica espaola depende de Gea, de la Naturaleza que hace un siglo se crea infinita e inagotable, y por tanto de la Fsica que la estudia. Y para qu hablar de la Metafsica y de la Historia? Qu poltico de nuestros das no tiene en la cercana de su boca no en ninguna lejana ideas tan metafsicas u ontolgicas como puedan serlo identidad, libertad, igualdad, cultura, o bien ideas tan propias de la filosofa de la historia como puedan serlo era nuclear, tercera ola, el nuevo milenio o el fin de la Historia? De cualquier modo, la cuestin en torno a las relaciones entre ciencias polticas y filosofa poltica no puede tratarse como si fuese un mero caso particular de las relaciones entre las ciencias categoriales y la filosofa. No solamente por la gran variedad de situaciones contenidas en el concepto de las ciencias categoriales, o de acepciones segn las cuales se toma la flosofa, sino, sobre todo, porque hay que tomar posiciones acerca de la misma efectividad de las ciencias polticas, segn hemos dicho: segn que se suponga que las ciencias polticas son ciencias y en un rango dado, as tambin sus relaciones con la filosofa sern diferentes. Sera absurdo meter en el mismo saco, por ejemplo, a la disciplina llamada Antropologa poltica en cuanto ciencia positivaemprica y a la disciplina llamada Teora poltica en cuanto disciplina dogmtica, heredera de la Teora general o ciencia del Estado. A pesar de los episodios de interdisciplinariedad recproca, no es accidental que la Antropologa poltica sea una disciplina incluida en aquello que Kant consideraba una Facultad inferior (la Facultad de Filosofa natural y civil) y que la Ciencia del Estado sea una disciplina incluida en alguna Facultad superior (la Facultad de Derecho o su heredera, la Facultad de Ciencias Polticas o la de Ciencias Econmicas) . La Teora General del Estado, aunque no quiera ser filosofa poltica, tiene una tradicin que a veces retrotrae hasta Aristteles, Maquiavelo o Hegel; Jellinek, Allgemeine Staatslehre, Berln (3.^ edicin, 1922), o Kelsen, Allgemeine Staatslehre, Berln, Springer (1925) son sus clsicos mo37

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demos. La Antropologa poltica se resiste, y no sin razn, a reconocer sus orgenes en la filosofa especulativa (otra cosa es que la Poltica de Aristteles pueda reconocerse como filosofa especulativa). A veces, se le seala un origen muy reciente: la publicacin en 1940 bajo la direccin de Fortes y Evans-Pritchard del colectivo African Political Systems. Se afirma con algn ftindamento la nueva Antropologa poltica, precisamente en oposicin a la tradicin filosfica (aun distorsionndola, sin duda por carencia de una teora de la ciencia adecuada, pero no slo por eso). En general, se adopta el punto de vista de la filosofa poltica madre de la ciencia poltica, de donde la necesidad de la emancipacin y, como consecuencia de sta, la tendencia a considerar a la madre como perro muerto. El punto de vista desde el cual nosotros procedemos es diametralmente opuesto. Las ciencias categoriales (y por tanto la Antropologa poltica en la medida en que es una ciencia) no proceden de la filosofa sino de tecnologas o prcticas precisas; la flosofa, al menos la de tradicin platnica acadmica, no antecede absolutamente a las ciencias, sino que sus verdaderos problemas se abren a partir de aqullas (Nadie entre aqu sin saber Geometra), tanto a partir de sus resultados (flosofa como ontologa) como a partir del modo cientfico mismo segn el cual estos resultados han sido obtenidos (filosofa como gnoseologa). De acuerdo con lo anterior concluiremos que las relaciones entre la Teora General del Estado y la Filosofa poltica han de ser muy distintas de las que puedan mediar entre la Antropologa poltica y Filosofa poltica. La Antropologa poltica se constituye como disciplina cientfica ya sea a ttulo de parte, no bien delimitable, de una disciplina ms amplia, llamada Antropologa social (D. Easton, A framework for political analysis, 1965), ya sea, a veces, como disciplina cientfica autnoma, con la autonoma al menos de un subsistema del sistema global de la Antropologa social o cultural (as, entre otros, Abner Cohn: Antropologa poltica. El anlisis del simbolismo en las relaciones de poder). Autonoma que gnoseolgicamente se justificara sobre todo como autonoma esencial ms que existencial; autonoma findada en la circunstancia (sealada por Fortes y Pritchard) de que muchas veces sistemas polticos de sociedades que manifiestan un alto nivel de semejanza cultural no son siempre del mismo tipo (aunque por regla ge-

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neral tiendan a serlo) y, a contrario, sociedades de cultura totalmente diferente tienen a veces el mismo tipo de estructuras polticas. Sobreentendemos, por tanto que la cuestin de las relaciones entre ciencia poltica y filosofa poltica debe contraerse, de hecho, a la cuestin de las relaciones entre Antropologa poltica y filosofa poltica, pues es la Antropologa poltica la que ms se aproxima en el conjunto de las disciplinas polticas, a la forma de una ciencia categorial. Pondremos en el origen de la Antropologa poltica, en la medida en que sea una disciplina cientfica, alguna tecnologa (de la JTOTjoi^ o alguna praxis (de la q>gvr}aig) de larga tradicin. No es esta la ocasin de tratar de frente este problema. Me limitar por tanto a reiterar, traducindola a este contexto gentico-gnoseolgico, la conocida conexin entre el origen de la Antropologa en general y la prctica del colonialismo, conexin que adquiere un significado especialsimo precisamente a propsito de la Antropologa poltica. En particular, y para referirme a la Antropologa poltica moderna, tal como se proyecta en la citada obra African polical System, dir que en el origen de la moderna Antropologa poltica habra que poner las experiencias prcticas de la poltica colonialista derivada de la metodologa conocida como gobierno indirecto. Pues son estas prcticas aquellas que permitieron, casi experimentalmente, establecer reglas de actuacin basadas en la observacin de concatenaciones diferenciales de consecuencias derivadas de una poltica o de otra o de la misma poltica aplicada una vez a una sociedad tipo A (los zules de Natal o los bemba de Zambia) y otra vez a una sociedad de upo B (los nuer de Sudn o los bant kavirondo de Uganda). Los mismos directores de la obra de referencia, Meyer Fortes y E.E. Evans-Pritchard, reconocan explcitamente, en su Introduccin, el contexto prcticopoltico de la nueva ciencia: En un momento histrico [1940] en que la poltica de gobierno indirecto {indirected rule) es generalmente aceptada, nos atreveramos a sugerir que, a largo plazo, dicha poltica slo puede ser ventajosa si se comprenden los principios de los sistemas polticos africanos de que se ocupa dicho libro. Es cierto que no todas estas precisiones sobre la gnesis pueden transferirse a la estructura. La gnesis colonialista de la Antropologa no invalida a priori la posibilidad de su objetividad39

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cientfica, como tampoco la gnesis militar de la artillera invalida sus consecuencias en la constitucin de la Termodinmica. Precisamente el texto de Fortes-Pritchard sugiere que gracias al conocimiento objetivo de la estructura poltica de las sociedades afi-icanas (determinado por el gobierno indirecto) ser posible perfeccionar el gobierno indirecto, digmoslo claramente, el colonialismo ms refinado. En cualquier caso, nuestra insistencia en mirar hacia los orgenes prcticos (no filosficos) de la Antropologa poltica, tiene sobre todo la intencin de corroborar nuestra oposicin a la tesis corriente sobre los orgenes filosficos de la misma. Pero la Antropologa poltica no procede de la filosofa. Tal es nuestra tesis que, obviamente, tendr que enfirentarse con quienes defienden la tesis contraria. Sin embargo, no me parece que los motivos del enfi"entamiento de la Antropologa poltica con la Filosofa poltica puedan reducirse a estos motivos apaggicos, polmicos. Estos explican una gran parte de la animosidad de los antroplogos contra los filsofos, pero slo una parte que, a fin de cuentas, tiene ms de coyuntural que de estructural, para decirlo de algn modo. Decimos coyuntural porque la actitud antifilosfica la suponemos dirigida contra dos fantasmas (y no contra la filosofa efectiva): (1) contra el fantasma del origen de la ciencia en la filosofa y (2) contra el fantasma que a veces toma cuerpo de una filosofa especulativa que consiste en logomaquias. Ahora bien, la animosidad de la antropologa poltica frente a la filosofa tiene, a nuestro juicio, fundamentos ms profundos y permanentes. Esta tesis sobre la contradiccin dialctica entre Antropologa y Filosofa poltica implica que tengamos que desestimar algunos criterios muy extendidos que presentan la distincin en un sentido armonista, de mera complementariedad de perspectivas. Principalmente disponemos de estos dos modelos: (1) La oposicin emprico (descriptivo)/especulativo {deductivo), y (2) la oposicin juicios de realidad (proposiciones sobre el ser)/ juicios de valor (proposiciones sobre el deber ser). (1) El primer criterio tiene la inequvoca coloracin de la gnoseologa positivista. Lo rechazamos por razones generales por las que rechazamos esta gnoseologa (me remito a las Actas del primer Congreso antes citado). Una ciencia no se reduce a ser una descripcin o constatacin de hechos o de fenmenos. Toda ciencia es constructiva y, por tanto, deductiva, aun cuando los tr40

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minos o modelos que construye quieran ser hechos empricos, reales; toda ciencia establece relaciones reales o de razn, pero objetivas, entre trminos, y estas relaciones no resultan de una observacin emprica o de una descripcin, sino que acaso se desprenden tras largas cadenas de construcciones, comparaciones, clasificaciones, etc., etc. As, por ejemplo^ consideramos como una relacin establecida por la antropologa poltica la correspondencia entre las sociedades polticas del grupo A (autoridad centralizada, mquina administrativa desarrollada...) y la regulacin de los segmentos territoriales por va administrativa; as como la correspondencia entre las sociedades de este tipo A con volmenes de poblacin que rebasan los 45.000 individuos. Y, de otro lado, la correspondencia entre sociedades B (sociedades que carecen de autoridad centralizada, que no tienen una maquinaria administrativa desarrollada) y la regulacin de los segmentos territoriales por relaciones de parentesco (sistema de linajes segmentarios), as como la correspondencia de estas sociedades con volmenes de poblacin inferiores a 45.000 individuos. Y queremos un ejemplo mejor de construccin deductiva pura que el que nos ofi-ece uno de los trabajos considerados mdacionales de la moderna antropologa poltica, el trabajo de Morton H. Fried, Sobre la evolucin de la estratificacin social y del Estado'? Su teora de las cuatro etapas de las sociedades polticas est muy lejos de lo que pudiera ser una descripcin de un proceso real: Sera en extremo gratificador - d i c e el mismo Fried- observar actualmente sociedades en transicin de una etapa A (no debemos confundirla con el tipo A antes citado; se trata de sociedades con organizacin igualitaria en las que existen tantas posiciones de prestigio en cualquier grado-edad-sexo, como personas capaces de ocuparlas) a una etapa B (sociedades jerrquicas, que por contener ms individuos que posiciones de prestigio han de establecer lmites adicionales en el acceso a los estatus) y de sta a una etapa C (sociedad de estratificacin, en la que alguno de sus miembros no tienen dificultades en el acceso a los recursos estratgicos de su existencia, mientras que otros tienen diversos impedimentos) y, por ltimo, a una etapa D (sociedad estatal). Sin duda se han hecho algunas de estas observaciones aun cuando nadie haya sido capaz de observar todava una sociedad particular, ni tampoco modelos seleccionados entre un grupo de sociedades afines genticamente a travs de todos estos estadios.

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(2) El segundo criterio tiene una coloracin weberiana (la Wertfreiheit o libertad de valoracin que Max Weber atribua al cientfico social, tanto en el sentido de libertad-de, en cuanto a cientfico neutral, como en el de libertad-para, en cuanto ciudadano que acta fiera de la ctedra). D.D. Raphael, en su conocido manual Problemas defilosofapoltica, aplica el criterio de este modo: la ciencia poltica (y l tiene tambin como referencia principal la Antropologa) establece hechos causalmente concatenados, mientras que la filosofa poltica procura valorarlos axiolgicamente. Pero este criterio es muy confiso, pues confjsa es esa operacin de valorar y ms an esa redundancia de valorar axiolgicamente. Toda ciencia cultural valora (o avalora, para decirlo con Rickert), es decir, pone los hechos en conexin con valores. Las avaloraciones pueden ser emic o etic y pueden ser inmanentes (a la categora) o trascendentes a ella. Raphael parece sobreentender que las operaciones de valoracin por las que se constituye la filosofa poltica son valoraciones etic de ndole moral (trascendente, por tanto, a la poltica), lo que equivaldra a reducir la filosofa poltica a la condicin de un aspecto o rama de la filosofa moral o de la Etica. Tambin Fortes-Evans Pritchard ofi-ecen mostrando, de paso, que no se acuerdan de la Poltica de Aristteles un criterio similar: La filosofa poltica se ha ocupado ftindamentalmente del deber ser, es decir, del cmo deberan vivir los hombres y de qu tipo de gobierno deberan tener, y no de cules son sus costumbres e instituciones polticas. No afrmo, por mi parte, que los criterios de Raphael o de Fortes Evans-Pritchard sean disparatados; afirmo que ellos no estn gnoseolgicamente formalizados, porque no contienen la conexin interna que ha de existir entre, por ejemplo, el valorar tico y el valorar poltico y entre deber ser y el ser, es decir, la transicin del ser al deber ser que Hume consider imposible. Por ello, estos criterios resultan extrnsecos y nos ofrecen la imagen de la filosofa poltica como una suerte de tribunal moral, una especie de juicio fnal divino, destinado a juzgar los hechos que la antropologa poltica habra ido poniendo al desnudo: una misin que Hegel consider ajena a la verdadera filosofa. Desde nuestras coordenadas gnoseolgicas, el planteamiento de la cuestin de las relaciones entre antropologa poltica y filosofa poltica se lleva a cabo en trminos muy distintos. Ante42

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todo, determinando la naturaleza del campo de la antropologa poltica; un campo que, si la antropologa poltica es una ciencia, ha de contener un momento fisicalista, un momento fenomnico y un momento esencial (ms adelante, en el 3, Cuestiones semnticas, volveremos sobre ese punto). Por lo dems y en funcin del tipo de ciencia de que se trate, el nivel esencial puede reducirse al estructural-fenomnico (que es el nivel de la astronoma ptolemaica y aun copernicana anterior a Galileo y Newton o el nivel de la Espectroscopia de la poca de Balmer; Ptolomeo, como Coprnico regresaban a estructuras para salvar los fenmenos; las relaciones numricas con la estructura de grupo descubiertas por Balmer eran estructuras fenomnicas). En el campo de la antropologa poltica encontramos, desde luego, abundante material fisicalista, arqueolgico o actual (sociedades africanas en la obra antes citada); en cuanto al plano fenomnico, me limitar a sugerir las lneas por donde puede pasar este plano, remitindome al uso que hace Ronald Cohn del concepto biolgico de fenotipo: En mi opinin, la lista de sociedades tratadas por los antroplogos se acerca a una clase de variaciones similar en muchos aspectos a las de la biologa tradicional. Lo mismo que las cualidades del fenotipo y las estructuras (esenciales?fenomnicas?) de los organismos proporcionan una base para simplificar sus diferencias, es decir, clasificarlas, del mismo modo la distribucin de los roles de autoridad en una sociedad proporciona tambin una forma tericamente til de clasificar los sistemas polticos ("El sistema poltico", en la compilacin de J.R. Llobera Antropologa poltica, Barcelona, Anagrama, 1979, p. 33). Lo que queremos retener de esta cita no es slo la distincin entre fenotipo (fenmeno) y estructura (eventualmente, esencia) sino tambin el modo como se apela a la estructura, que es la clasificacin de las sociedades polticas; lo que nos obliga, a su vez, a regresar a los mismos presupuestos de la lgica de la clasificacin. Y esto nos permitir dar a la distincin un alcance ms radical. Los fenmenos, que en los campos naturales pueden reducirse a la condicin de momentos de la aparicin de la esencia al sujeto gnoseolgico, en los campos ^-operatorios ya no sern slo la apariencia (ante nosotros) de la estructura sino un momento de la estructura misma; lo que nos inclinar a poner el fenmeno, y su estructura correspondiente, en otro nivel del

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campo de la antropologa poltica, un nivel en el cual no solamente estableceremos diferencias de clases entre las sociedades que se den en su mbito sino un nivel en el cual es el campo mismo de la antropologa poltica el que resulte diferenciado de otros campos correspondientes a la teora poltica o a la filosofa poltica. Pues la analoga de Ronald Cohn con la biologa sugiere que la distincin entre un momento fenomnico y otro momento esencial podra establecerse en el mbito mismo del campo de la antropologa poltica y ste es un supuesto que por lo menos, en principio, no tiene ins fundamento filosfico que este otro: que la distincin entre un momento fenomnico y un momento esencial desborda el campo mismo de la antropologa poltica. De otro modo, que es el campo de la antropologa poltica aquello que habra que considerar como un campo fenomnico sin dejar de ser real, en relacin con otro nivel ms profundo. Lo que, a su vez, significar gnoseolgicamente que la antropologa poltica no necesita establecer la distincin entre fenmenos y esencias en su campo sino que le basta la distincin entre fenmenos y estructuras fenomnicas. Esto a su vez define su propio nivel gnoseolgico. La clave de toda esta cuestin reside, por tanto, en la determinacin de la estructura lgica del campo de la Antropologa en tanto que, al parecer, las estructuras de este campo tienen que ver con la clasificacin de las sociedades polticas a partir de sus rasgos fenotpicos. El punto decisivo lo ponemos aqu en la lgica misma de la clasificacin, que unas veces puede ser un desarrollo de una clase o totalidad distributiva (que designamos con una .9) en sus partes lgicas y otras veces puede ser un desarrollo de una clase o totalidad atributiva (T) en sus partes integrantes. Pero el modo como utiliza la Antropologa poltica el concepto de sistema poltico sugiere, desde luego, que estamos ante clasificaciones distributivas, porque los sistemas polticos se corresponden con sociedades relativamente autnomas entre s, dotadas de sistemas polticos propios que se trata de clasificar. Y esto nos conduce a reconocer la identidad de estructura lgica que el campo de la Antropologa poltica tiene con la antropologa general, al menos tal como lo hemos determinado en otras ocasiones {Etnologa y utopia, 2^ edicin, Jcar, 1988). Partimos pues del supuesto de que el campo de la Antropologa que no es el hombre es

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un campo organizado lgicamente como una totalidad distributiva, como una clase cuyos elementos son las culturas concretas, territorialmente delimitadas, las sociedades concretas y, en el caso de la Antropologa poltica, las sociedades polticas concretas (por ejemplo las de los kede de Nigeria o los bemba de Zambia). Aurora Gonzlez Echevarra, en su magnfico libro Etnografa y comparacin. La investigacin intercultural en antropologa (Barcelona, Bellaterra, 1990) analiza, con pleno conocimiento de causa, las diversas modalidades de los mtodos comparativos en Antropologa y de su exposicin pueden extraerse confirmaciones abundantes para la tesis que hemos expuesto (el mtodo hologestico de Kbben parece constituirse en la perspectiva de las totalidades distributivas; obviamente, estas totalidades pueden ir referidas a un nivel de partes tipo reas de Murdock vid p. 99, o bien a nivel de partes o unidades tipo cultunik de Naroll vid. p. 79). Por ello, los mtodos comparativistas son los mtodos de eleccin de la Antropologa poltica. Segn esto, las diferencias verdaderamente significativas entre la Antropologa poltica y la filosofia poltica no habra que ponerlas en la tendencia, por ejemplo, de la Antropologa poltica a considerar sociedades pre-estatales (pues tambin considera sociedades con Estado) o bien en la tendencia a estudiar sociedades tnicas (las que antes se llamaban sociedades brbaras) o, tomando como criterio el volumen, sociedades de hasta un milln de subditos o sociedades superiores al milln y que pueden llegar a alcanzar hasta los mil millones. La diferencia gnoseolgica la ponemos entre la misma estructura distributiva del concepto de sociedad poltica utilizada por la Antropologa poltica en tanto se opone a la estructura atributiva que caracterizara al punto de vista propio de la filosofa poltica. Es precisamente este enfoque distributivista el que dara cuenta de la tendencia de la Antropologa en general y de la Antropologa poltica, en particular, hacia la consideracin de las culturas, sociedades o sistemas aislados independientes, muchas veces separados por tierras de nadie y, en todo caso, con soluciones de continuidad poltica. Son estas sociedades o culturas individuales aqullas que la Antropologa poltica clasifica distributivamente en subclases de diferente nivel; lo que no excluye la investigacin de relaciones nter pero sobre la base de una solucin de continuidad de los trminos comparados.

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Se comprende que si la Antropologa poltica estructura su campo de suerte que l contenga precisamente estas sociedades individuales concretas dadas, ella habr de insistir en su condicin de ciencia positiva, que se atiene a las realidades dadas (en frica, en Amrica, en Asia, o para decirlo en general: en el tercer mundo) y que aborrece todo lo que pueda oler a Antropologa especulativa. Al mismo tiempo, y por motivos gnoseolgicos, tender a concebir a esos individuos (los nuer, los bemba) preferentemente desde la perspectiva de la permanencia, antes que desde la del cambio. Si se contempla el cambio, este cambio consistir en emigrar de un cuadro a otro cuadro de la tabla taxonmica de los sistemas. El supuesto bsico del antroplogo poltico dice Michael G. Smith es que los subsistemas polticos constituyen una forma de vida social viable y que se reproduce a s misma. Ahora bien, la positividad plena de un campo distributivo de sociedades polticas as estructurado, slo puede darse en el presente etnolgico o en el pretrito perfecto. Porque lo dado es, en el campo poltico antropolgico, lo que est ya establecido y por ello la Antropologa poltica desiste de cualquier utopa especulativa. Pero desde un punto de vista filosfico, afn al menos al materialismo histrico, los sistemas polticos positivos pueden ser ellos mismos fenomnicos. Porque fenomnica es (abstracta) tanto la solucin de continuidad mutua de estos sistemas como su estabilidad estructural, y ambas apariencias estn estrechamente entrelazadas. La solucin de continuidad no es una mera ficcin o un corte sincrnico pasajero; puede ser objetiva, pero con la objetividad propia de un plano abstracto esencial, no existencial (una banda primitiva de cazadores, por ejemplo de bosquimanos gwi, debe ser pensada como incluida en una clase atributiva de otras bandas con las cuales intercambia anillos a lo largo de los ciclos estacionales). En cuanto a la estabilidad, o reproduccin indefinida del sistema poltico, es evidente que se trata tambin de un efecto de abstraccin esencial. De hecho, todos los sistemas polticos concretos que estudian los antroplogos han ido desapareciendo y, en nuestro siglo, de un modo masivo, precisamente por efecto del colonialismo, es decir, de la presin de sociedades polticas expansionistas, que slo pueden ser pensadas desde la lgica de las totalidades atributivas. Cabra46

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decir que los pioneros de la Antropologa poltica se vean impulsados a mantener su estructuracin distributiva de las sociedades africanas y que la institucin del gobierno indirecto constitua para ellos el modo de compatibilizar su condicin de subditos que trabajaban por cuenta de un imperio colonial (atributivo) y su condicin de antroplogos respetuosos con las realidades tnicas. Por ello, como Fortes y Evans-Pritchard, llegaban ingenuamente a afirmar que el conocimiento objetivo de la estructura de estas sociedades polticas tnicas era la mejor garanta del gobierno indirecto, de la colonizacin cientfica. El desarrollo de los acontecimientos ha desbordado estos horizontes. El gobierno indirecto fiae slo un compromiso transitorio y las guerras mundiales lo desbarataron (aunque slo fiera para sustituirlo por un gobierno econmico). En conclusin, la raz ms profimda del conflicto entre la antropologa poltica y la filosofa poltica no la pondramos en el plano gnoseolgico sino en el ontolgico. Por decirlo as, las crticas mutuas se desarrollan en planos distintos: la antropologa poltica critica a la filosofa poltica, desde su plano gnoseolgico, su carcter especulativo (por referencia a sociedades positivas). Pero lo que critica la filosofia a la antropologa poltica, no es tanto el conocimiento cientifico de la realidad positiva de su campo, cuanto la realidad positiva misma. Para los antroplogos que, como Fortes o Evans-Pritchard, estn vueltos al campo no ya de lo que es sino de lo que fue (ms que en la Historia en el presente etnolgico), criticar ese campo suele parecer algo propio del moralista, que se referira al deber ser, frente al ser (y por ello encuentran en esta distincin el criterio ms profundo que separa la antropologa y la filosofa). Pero la crtica al ser positivo no tiene por qu reducirse a la crtica desde el deber ser. La crtica al ser positivo de la antropologa puede consistir (y tal es la crtica que la Historia ha hecho siempre a la Antropologa) en la determinacin de esa positividad como fenomnica, como un episodio transitorio, es decir, como una aparencia (relativa a la sustancia global humana) que est ella misma des-apareciendo en la evolucin histrica de la Humanidad (idea de formato atributivo) y no precisamente en funcin de un deber ser especulativo sino de un tener-que-ser objetivamente determinado. Desde este punto de vista, cabe establecer la diferencia entre la antropo47

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logia poltica y la filosofa poltica como una diferencia derivada, de escala, que se aprecia bien, por ejemplo, en el momento de tratar el curso evolutivo de las sociedades polticas. Es frecuente definir el pensamiento filosfico como un pensamiento totalizador. Esta caracterstica no creo que sea tanto falsa como confusa y ambigua, pues ambiguo es el concepto de todo. Tambin las ciencias totalizan. Y en este caso concreto cabra ensayar la diferencia en estos trminos: la ciencia poltica (la antropologa) totaliza segn las totalidades distributivas; la totalizacin de la filosofa poltica ser en este caso, atributiva. Mientras que la antropologa poltica mantendr una escala adaptada a la situacin distribuida de las sociedades polticas, la filosofa poltica, utilizara una escala adaptada a situaciones cada vez ms cercanas a una totalidad atributiva de las sociedades polticas. Y esta diferencia de escalas no excluye que, en algunos trechos, los cursos dados en ellas puedan marchar paralelos e intersectarse y que muchas veces la filosofa poltica pueda utilizar modelos o ilustraciones antropolgicas. Pero a medida que nos alejamos del origen, los modelos antropolgicos y las ilustraciones antropolgicas en filosofa poltica son cada vez ms arriesgados y corren el peligro de recaer en la vulgaridad. En resolucin: la oposicin entre la antropologa poltica y la filosofa poltica tiene que ver tambin con la que se da entre el pretrito (o presente etnolgico) y el futuro, y no de sociedades particulares, sino de la sociedad humana en su conjunto. Ms an, ambas son dos actitudes polticamente implantadas, pero de orientacin opuesta. Ambas pueden ser recubiertas por concepciones filosficas diferentes, pero la filosofa que ve como fenmeno el campo distributivo de la Antropologa est, desde luego, ms cerca de la Historia real, es ms verdadera, convierte en utpica del presente precisamente a la positividad antropolgica que, desde luego, es preciso conocer. Se comprende tambin que la filosofa de la poltica, as entendida, est ms cerca de la teora poltica y de la teora del Estado moderno (en tanto implica las relaciones inter-nacionales) que de la antropologa. 3. Las diferentes clases de saberes polticos que hemos considerado, y sus variedades, estn atravesadas por otra clasificacin tradicional que, adems, lejos de cruzarse con ellas de un modo48

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neutral compromete en muchas ocasiones las eventuales pretensiones de cientificidad que alguna de aquellas variedades pudiera tener. Se trata de la clasificacin de los saberes en especulativos (teorticos) y prcticos que, desde Aristteles, ha actuado en toda la tradicin filosfica occidental (incluyendo a Kant: Crtica de la razn pura especulativa/Crtica de la razn pura prctica). La clasificacin aristotlica aparece findamentada de un modo que deja mucho que desear y que por nuestra parte trataremos de reconstruir en el siguiente prrafo 2. Y deja que desear no porque sea gratuita, sino porque est apoyada en la metfora del conocimiento como re-presentacin de la realidad, en la metfora de la mente-espejo {speculum mundi) de donde se deriva que habr dos orientaciones distintas en el conocimiento, la del conocimiento especulativo, que se resuelve en la re-presentacin pura del objeto, y la del conocimiento prctico, que tendera a la transformacin del objeto previamente conocido. Pero si se retira la metfora del espejo, dnde queda la diferencia entre re-presentacin y transformacin? Acaso el conocimiento especulativo no es de por s una transformacin? Muchos escolsticos as lo reconocan cuando hablaban, aun dentro de un mentalismo radical, de las acciones prcticas inmanentes o prctico tericas y de las acciones prcticas transentes o prctico-prcticas. El criterio aristotlico parece adems inspirado en los fines subjetivos (fines operantis) del cientfico; pero atendiendo a los objetos mismos (fines operis) una concepcin constructivista de la ciencia, no tendr que reconocer que el objeto conocido, por ejemplo, la relacin pitagrica entre los lados del tringulo, es a la vez un objeto construido? En cualquier caso habr que constatar que el conocimiento prctico, tecnolgico o prudencial no viene siempre despus del conocimiento terico, puesto que tambin lo antecede (cosa que el propio Aristteles ense). Lo que nos interesa aqu de esta clebre distincin aristotlica son las repercusiones que ella tiene en orden a la cientificidad de sus respectivos contenidos. Aristteles, por otro lado, entendi probablemente que slo las ciencias especulativas (clasificadas, a su vez, segn los tres grados de abstraccin de materia, en fsicas, matemticas y metafsicas) son ciencias genuinas y que las ciencias prcticas slo son ciencias de un modo analgico. Y esto sobre todo referido a las ciencias prcticas- prudenciales (Arist49

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teles distingui dos tipos de prctica: la jtorimg regulada por la virtud de la Txvr), que en latn se tradujo por ars y la jtg^ig regulada por la virtud de la cpgvrjoig, que en latn se tradujo por prudentia). Porque la ciencia slo es posible con lo universal y ello debido a que la ciencia es discursiva y el discurso silogstico slo es posible si el trmino medio se toma por lo menos una vez universalmente. Pero la prudentia se refiere a lo individual e irrepetible (en la terminologa de Windelband-Rickert, habra que poner en correspondencia, no recproca, es cierto, las ciencias especulativas de Aristteles con las ciencias nomotticas, y las ciencias prudenciales con las idiogrficas. He tratado ms ampliamente este asunto en El individuo en ki Historia, Oviedo, 1980). Ahora bien: los saberes polticos (los experienciales, desde luego, pero tambin los filosficos y sobre todo los cientficos) no son eminentemente prcticos, en el sentido aristotlico, es decir, no son, por ejemplo, ciencias que incluyen, segn algunos una tcnica (llamada a veces ingeniera poltica) segn la tradicin aristotlica, una especie de prudencia, a saber, la prudencia poltica? W. Jaeger insisti hace aos en que la intencin de los tratados aristotlicos de poltica segua siendo la misma intencin platnica: la de dibujar el Estado perfecto o ideal. Pero, si es as, qu grado de cientificidad puede atribuirse a las disciplinas polticas? Algunos escolsticos de tradicin tomista (en Espaa el padre Santiago Ramrez) defendieron la posibilidad de una Moral (que incluye a la poltica como ciencia subalternada) especulativa non includens prudentiam. Cabra tambin defender la tesis de que la investigacin del Estado perfecto o ideal sigue teniendo un estatuto terico y no prctico, pues una cosa es conocer lo que es mejor y otra cosa es ponerlo en ejecucin {Video meliora proboqu, deteriora sequor), supuesto que el Estado ideal no se considere utpico. Pero el carcter aparentemente terico de tantos tratados de poltica alcanza el estatuto cientfico o tan slo puede considerarse como una opinin inductiva mejor o peor fundada? Dado el alcance segn el cual utilizamos hoy el trmino teora unas veces aplicado a teoras filosficas, como es el caso de la Teora de las ideas, otras veces a teoras teolgicas, como en el caso de la Teora de la transustanciacin de Santo Toms, otras veces a teoras cientficas, como en el caso de la Teora de la relatividad (y otras veces a conjeturas o hiptesis policiacas como

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cuando se habla de la Teora sobre el asesinato del presidente Kennedy) hay que concluir que el rtulo Teora poltica no garantiza que no nos encontremos ante una explicacin de ndole teolgica o policiaca, o metafsica o filosfica, ms bien que ante una explicacin de naturaleza cientfico positiva. 4. En cualquier caso, la filosofa poltica, sea especulativa, sea prctica, tanto o ms que las disciplinas polticas que resulten ser partes integrantes de otras disciplinas de campos ms amplios, no es nunca un conocimiento exento, que pueda apoyarse en principios autnomos. Las Ideas polticas no flotan en s mismas sino que estn cruzadas, no slo con las categoras polticas, sino con otras ideas ante las cuales es preciso comprometerse para poder avanzar en su anlisis, en la flosofa poltica. Las ideas de todo y parte por ejemplo estn implicadas en las categoras polticas ms habituales, como puedan serlo Estado totalitario, Partido poltico, Voluntad general o Clase universal, y es imposible plantear siquiera, con mnima claridad, algunas cuestiones tericas sin cruzarse con las ideas holticas. Pero tambin la idea de Dios tiene que ser tenida en cuenta por la teora poltica, aunque no sea ms que por motivos dialcticos, en el debate con las teoras teolgicas acerca del origen del poder (del poder por la gracia de Dios, segn el lema de san Pablo: Non est potestas nisi a De). Ideas sobre la historia de la Humanidad, sobre el hombre y su libertad, que trascienden el horizonte de las categoras polticas, envuelven tambin a estas categoras y por ello no es posible ignorarlas. 5. Las coordenadas que utilizamos en el anlisis gnoseolgico de los saberes polticos son las coordenadas de la teora del cierre categorial, segn hemos dicho anteriormente. Estas coordenadas pretenden estar proporcionadas a las ciencias categoriales, es decir, no tendran por qu proporcionarse a saberes no cientficos aunque fuesen racionales, como es el caso de la filosofia. Sin embargo, y dada la indistincin tradicional entre los saberes cientficos y los filosficos sobre todo en materia poltica, as como las pretensiones reiteradas de los saberes polticos a presentarse como saberes cientficos, el anlisis de los mismos desde51

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el modelo de referencia puede seguir teniendo utilidad. Pues no se trata, desde luego, a toda costa, de ajustar los saberes polticos efectivos sean prudenciales, sean tecnolgicos, sean filosficos al modelo gnoseolgico, sino de utilizar este modelo, no como lecho de Procusto sino, por el contrario, como sistema de coordenadas capaz de registrar las diferencias y desajustes y, por tanto, de servir para el anlisis.

2. Cuestiones sintcticas. 1. En la medida en que el campo de la poltica pueda despiezarse en trminos (capaces de componerse operatoriamente entre s, para dar lugar a otros trminos que mantengan con los primeros relaciones de naturaleza poltica) habr que decir que tales trminos han de referirse inicialmente a sujetos humanos o a conjuntos de sujetos, y no a cosas o a conjuntos de cosas (salvo indirectamente); pero tambin, obviamente, a configuraciones constituidas por tales personas y que, paradjicamente, dejan de ser propiamente personales (salvo por ficcin jurdica), tales como instituciones, partidos polticos, Gabinetes, parlamentos y tambin asambleas, comicios o manifestaciones pblicas no autorizadas. Las ciencias o saberes polticos se ocupan de estos trminos en el mismo sentido en que las ciencias qumicas se ocupan de trminos tales como el hidrgeno, el silicio o el cido propanal-2oico (vulgo cido lctico). Y, como ocurre con los trminos de la Qumica, tambin los trminos de la Poltica sern unas veces simples y otras complejos. Los trminos simples, dentro del campo qumico formal (los elementos qumicos), no por ello son52

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simples en un sentido absoluto; por el contrario, en cuanto contenidos de la Qumica-Fsica, los elementos qumicos resultan a su vez ser complejas configuraciones de electrones en torno a ncleos no menos complejos. Asimismo, aquellos que pudieran ser considerados como trminos simples de la Poltica (las personas individuales?), tampoco tendrn por qu ser trminos simples sin partes, espritus personales puros: las personas individuales son a su vez configuraciones muy complejas desde el punto de vista psicolgico o fisiolgico. Estas partes constitutivas de los trminos simples son tambin contenidos o partes del campo poltico, pero a ttulo de partes materiales, en cuanto contradistintas de las partes formales. Por ltimo, tendremos en cuenta la posibilidad de que un trmino primitivo no sea necesariamente un trmino simple. Un trmino simple puede a su vez ser un trmino derivado por anlisis de trminos complejos primitivos. Tocamos aqu una cuestin ideolgica de principal importancia: la de si, con el individualismo liberal o nominalista (llamado a veces Humanismo), es preciso considerar, en una ciencia poltica emprica, positiva y no metafsica, a los individuos y no a las clases de individuos (grupos, familias, sociedades) como los elementos fundamentales de todo el sistema poltico, construible a partir de tales individuos (contrato social, asociacin entre individuos), o bien, si es necesario, con el realismo antinominalista (llamado a veces holismo poltico), partir de los grupos, sociedades, o clases sociales, considerando a los individuos, a las personas individuales, como meras abstracciones o fenmenos. Aristteles dice: El todo {6Xo^) es necesariamente anterior a la parte; el Estado es anterior al individuo {Poltica, 1253a). La tesis de Aristteles escandaliza sin duda a quienes conciben el campo de la Poltica, al modo nominalista, como un campo constituido por trminos individuales, capaces de pactar libremente un contrato social. El enfoque gnoseolgico-sintctico de esta cuestin permite un tratamiento sui generis de materia tan ideolgica. Porque aun en el supuesto de que se parta de una posicin bolista, es decir, de la consideracin de los grupos o conjuntos supraindividuales como trminos primitivos, ello no implica qu haya que entender a la vez estos trminos como trminos simples y efectivos. El trmino simple puede ser un trmino derivado, sin que ello equivalga a dudar de su realidad como trmino. Lo que s es obvio es que cualquier53

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clasificacin de los trminos dados en el campo poltico, segn los tipos que hemos distinguido (primitivos/derivados; simples/ complejos), lejos de ser una tarea trivial, o preliminar, constituye ya toda una interpretacin de la realidad poltica (lo que corrobora las afirmaciones que hemos hecho anteriormente acerca de las implicaciones ideolgicas de las ciencias polticas y de la naturaleza no exenta de las mismas). Los motivos por los cuales nosotros no consideraramos en principio a las personas individuales como trminos primitivos del campo poltico podran presentarse como comentarios a los argumentos que Scrates da a los amigos que le proponen huir de su prisin en el Critn. La trascendencia terica de estos postulados es muy grande. Si las personas individuales no son trminos primitivos, poco sentido tendr el proyecto de construir tericamente un trmino poltico complejo, como pueda serlo el Estado, por medio de operaciones tales como el contrato social a modo de Hobbes o de Rousseau; lo que no significa eliminar al individuo del tablero poltico (como elector, como subdito o como rey) siempre que consideremos viable la construccin, por anlisis, de ese trmino simple. Los trminos O 1 no tienen por qu ser considerados primitivos en toda axiomtica aritmtica; si partimos, como trminos primitivos, de trminos distintos de O y 1, tales como a, b, c..., podremos introducir como derivados una vez definidas las operaciones pertinentes los trminos 1 = a/a; O = a - a. Pero, una vez introducidos, podemos operar con esos trminos como si fiesen trminos dados en el mismo plano que sus precursores ( a l = a; a -f- O = a, etc.)

2. Las relaciones segn las cuales los trminos de un campo son tratados en una ciencia definen propiamente su perspectiva interna y, por tanto, sus diferencias formales con otras perspectivas desde las cuales podran considerarse los trminos. Es obvio que las relaciones entre las tallas o pesos de los ciudadanos, aunque puedan cobrar indudable significado poltico (por ejemplo en estudios comparados sobre desarrollo econmico o militar) no son relaciones formalmente polticas, pues son relaciones genricas, componentes materiales, ndices zoolgicos, que pueden aplicarse a poblaciones no humanas. Pero no es tan obvio, incluso puede54

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resultar paradjico, que los trminos simples del campo poltico las personas individuales, segn nuestro anlisis precedentemantengan entre s relaciones universales y especficas (antropolgicas) que, sin embargo, no sean polticas. Tal es el caso de las relaciones de parentesco. Pues estas relaciones, aunque no sean conexas pues dados dos trminos cualesquiera del campo stos no tienen por qu mantener relaciones de parentesco entre s (y de ah las islas de parentesco que los socilogos registran en las sociedades humanas a partir de un cierto nivel de desarrollo demogrfico) se establecen umversalmente entre los trminos del campo {universalmente, por cuanto cualquier trmino de este campo es hijo o padre o madre o hermano... de algn otro trmino del campo). Adems, las relaciones de parentesco estricto (madre, to materno...) son estrictamente culturales, no son biolgicas (y slo metafricamente tiene sentido decir de un perro que es to materno de otro). Ahora bien, las relaciones de parentesco, aun establecindose universalmente entre todos los trminos simples del campo, no son relaciones formalmente polticas, aunque puedan serlo materialmente (como ocurre con el primer tipo de sociedades polticas descritas por Fortes-Evans Pritchard de las que hablamos ms tarde). En muchas ocasiones se ha considerado como criterio de la especificidad del campo poltico, no ya la mera diversidad sino incluso las relaciones de ruptura de las relaciones polticas con las relaciones de parentesco: Rmulo matando a su hermano Remo en el momento de la fundacin del Estado-ciudad de Roma. Suele atribuirse a Henry J.S. Maine [Ancient Law: Its conection with the Early History ofSodety and its Relation to Modem Ideas, 1861) la formulacin ms precisa del criterio de distincin entre sociedades de la antigedad primitiva organizadas segn relaciones de parentesco, y sociedades organizadas sobre bases territoriales, si bien, como ya subray Radcliffe-Brown, toda sociedad humana tiene alguna forma de estructura territorial (acaso lo que ocurre es que el concepto de relaciones territoriales de Maine slo cobra toda su virtualidad poltica cuando se le pone en conexin con el concepto de propiedad territorial, es decir, de participacin en ese territorio por el pueblo, pero no globalmente sino partitivamente y diferencialmente). El criterio de Maine es en todo caso muy confuso y no ya slo porque el territorio est presente en todas las sociedades antiguas, sino

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porque las relaciones de parentesco desempean muchas veces, si no ya por s mismas, s inextricablemente unidas con ellas, funciones formalmente polticas, como es el caso de las lneas hereditarias de transmisin de individuo a individuo de un estatus poltico (rey, funcionario); ocurre como si la transmisin del poder poltico reutilizase los canales de sucesin parental (lo que no significa que se reduzca a ellos); y por tanto las situaciones de ruptura entre relaciones polticas y parentales habrn de contemplarse como un caso particular, muy importante pero no exclusivo, de la diversidad entre estos rdenes de relaciones. Dicen Fortes y Evans-Pritchard en la obra citada: Nos parece probable que sea posible distinguir tres tipos de sistema poltico: (1) Sociedades muy pequeas en las que la unidad poltica ms amplia engloba personas ligadas por parentesco: relaciones polticas y de parentesco coinciden y la estructura poltica y de parentesco son la misma cosa. (2) Sociedades en las que la estructura del linaje constituye el marco del sistema poltico: hay coordinacin entre ambos sistemas pero no se confunden. (3) Sociedades en las que la organizacin administrativa es el marco de la estructura poltica. En las sociedades pre-estatales, las relaciones parentales son consideradas en efecto, por muchos antroplogos, como la verdadera trama de subsistema de relaciones polticas. Y algunos etnlogos ni siquiera se preocupan de distinguir. Dice, por ejemplo, K.A. Busia en su anlisis sobre los achanti (Costa de Oro) en un pretrito todava no muy lejano: una jefatura (achanti) es realmente una combinacin de linajes matrilineales localizados que habitan en un territorio dado y que forman una comunidad poltica. La organizacin poltica de los achanti est, por tanto, basada en el parentesco. Cada linaje es una unidad poltica que tiene su propio jefe que la representa en lo que llega a ser un cuerpo gobernante; esto es, la representacin est basada en el parentesco y cada cabeza de linaje es un consejero. El cabeza de linaje es elegido por los varones y hembras adultos del linaje (en Mundos africanos de Darrill Forde, Fondo de Cultura Econmica, 1959). Es cierto que de la exposicin de Busia parece desprenderse que la relacin entre linajes, en cuanto parte de una tribu, hubiera ya de ser una relacin de parentesco (aun cuando quiz slo implica relaciones de coordinacin y vecindad entre parientes) o que la circunstancia de que la eleccin se d entre parientes no implica

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que la eleccin sea parental y no ms bien poltica. La organizacin de los achanti tal como se desprende de los anlisis de Busia, podra tomarse como ejemplo de cmo las relaciones polticas, aun implantadas en un marco de relaciones parentales, desbordan estas relaciones, si es que estn concatenadas segn otras estructuras. Los mismos Fortes y Evans-Pritchard, en el libro citado, establecen este criterio general: despus de distinguir dos grupos de sistemas polticos africanos, el grupo A y el grupo B, dicen: En las sociedades del grupo A es la organizacin administrativa la que regula principalmente las relaciones polticas entre los segmentos territoriales, mientras que en las sociedades del grupo B es el sistema de linajes segmentarios. El problema de fondo contenido bajo el rtulo Relaciones polticas problema que implica el de la misma cientificidad de los saberes polticos es el de su naturaleza como tales relaciones. La distincin fundamental que hay que hacer aqu, es la que media entre relaciones n-arias exentas, por respecto de relaciones n -lk-arias, y relaciones n-arias insertas (en relaciones n -I- k-arias). La relacin inserta es un fragmento de un complejo de relaciones ms amplias (x Hijo y supone y Esposo z, etc.) Las relaciones insertas pueden utilizarse como tales en su campo n-ario pero aisladas son fenmenos o partes materiales y slo se especifican insertndolas en su contexto global. En el campo poltico no se advierte, como en el campo aritmtico, un sistema claro y distinto de relaciones exentas que sean especficas y universales a sus trminos (por el estilo de las relaciones >, m introduce cinco ; subconjuntos de equivalencia que son disyuntos entre s 'O, 5, 10, 15...', '1, 6, 11, 16...', '2, 7, 12, 17...', etc. El cociente de la clase N por212

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la relacin = ^ divide a N en cinco clases separadas, disyuntas, sin un slo trmino comn. Puedo dar al lenguaje dialgico la forma de una relacin de igualdad, es decir, la relacin de entenderse lingsticamente en un lenguaje de palabras dado. Si A habla y entiende a B, se supone que B habla y entiende a A; se supone que si A habla y entiende a B y B a C tambin A a C. Puedo postular adems que esta relacin es universal para todos los hombres y aun definir a los hombres por esta relacin, homo loquens. Pero la relacin de entenderse lingsticamente no es conexa cuando nos referimos a lenguajes tales como el latn, el griego o el turco; luego la relacin de entenderse lingsticamente no slo une a los hombres sino que los separa en clases disyuntas de equivalencia. Todos los hombres tiene una caracterstica comn: que hablan; slo que esta caracterstica comn, por s misma, no los une sino que los separa en crculos incomunicables. Algo parecido cabra decir de la definicin del hombre como animal religioso o como animal poltico. Se comprender que, cuando tenemos presentes estas caractersticas de la igualdad, podamos afirmar que la tesis la justicia se define por la igualdad carece, por s misma, de todo significado, salvo que se de por sobreentendida la materia de la igualdad de la que se habla. Pero no siempre estos sobreentendidos estn explcitos y, en general, puede decirse que se dan de un modo confuso, al menos cuando no se excluyen algunos contenidos determinados. Probablemente no se sobreentender siempre la justicia como igualdad aritmtica de salario o de renta, menos an como igualdad (o ad-igualdad) en fuerza fsica, en destrezas corporales, etc., etc., a pesar de que estas relaciones (en cuanto pueden ir adscritas a operaciones correspondientes de sustituibilidad) son decisivas en el momento de construir el concepto de sociedades naturales igualitarias (de las que hemos hablado en el Captulo 1 2 de esta parte del presente Ensayo). Sin embargo, cuando se define a la justicia, propia de la sociedad poltica, por la igualdad, acaso hay siempre un eco de la idea de sociedad natural, una voluntad de recuperacin de la sociedad natural en el seno de unas civilizaciones que habran determinado la desigualdad entre los hombres. As, Juan Jacobo Rousseau: Discours sur l'origine et lesfondements de l'ingalit parmi les hommes, 1758. Pero as tambin John Rawls en A Theory ofjustice, 1971: ...la idea directriz es que los213

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principios de la justicia para la estructura bsica de la sociedad son el objeto del acuerdo original. Son los principios que las personas libres y racionales interesadas en promover sus propios intereses aceptaran en una posicin inicial de igualdad como definitorias de los trminos fundamentales de su asociacin. Desde luego, Rawls nos advierte que la posicin original, el estado de naturaleza, es una hiptesis, como lo era tambin para Rousseau. Lo que objetamos es precisamente el contenido o materia misma de la hiptesis (no su forma proposicional, sea de hiptesis, sea de tesis). No por ser hipottica la materia de la hiptesis deja de ser metafsica, es decir, una substancializacin de una situacin de igualdad confusionaria tomada como original y que ulteriormente habr de irse recortando paso a paso. (La misma idea de imparcialidad, por la que se pretende definir la justicia, sigue siendo negativa: no-parcial.) La posicin inicial que Rawls introduce es metafsica en su propia condicin de hiptesis o, si se prefiere, constituye una hipostatizacin de la igualdad, que unas veces se nos presentar como distribucin igualitaria de la renta nacional, otras veces como igual libertad y otras veces como igualdad de oportunidades. Todo esto es, no slo pura confusin y desconocimiento de los diversos planos en los que gravita la idea de justicia (justicia poltica, justicia social), sino tambin puro postulado metafisico ad hoc (que tiene algo de babeufiano), el postulado de una sociedad de iguales (aunque, en el fondo, va a quedar reducido al postulado de la igualdad de oportunidades). Un postulado contradictorio e incluso siniestro, dado que la igualdad, aunque sea universal, no es conexa, como hemos dicho, a todos los hombres. Por eso, una justicia que busca establecer la igualdad de oportunidades es una justicia que busca la desigualdad. Si quienes estn en una situacin inicial son desiguales, como los pgiles de pesos diferentes, o los corredores de diferente clase, entonces la igualdad de oportunidades no ser otra cosa sino un procedimiento para decantar, exhibir y consagrar la desigualdad intrnseca. Es la igualdad de oportunidades de la lucha darwiniana por la vida. Slo para quienes suponen que hay igualdad en una situacin inicial slo podra suponerse que en esa situacin hay igualdad en trminos metafsicos, es decir, previamente a las discriminaciones que tienen lugar tras la competencia puede tener sentido la214

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igualdad de oportunidades y entonces los crculos de iguales seguirn separados y desiguales de otros crculos de iguales (iguales pero separados) e incluso separados dentro de su clase por los resultados de la meritocracia. Rawls no puede dejar de admitir que la situacin de igualdad es hipottica y que de hecho en la sociedad la gente participa del bienestar total en grados diferentes. Y siguiendo un camino muy trillado por algunos tericos de la economa clsica (Jevons, Pareto) regresa a un planteamiento cuasi psicolgico de la cuestin, para terminar atenindose a las opiniones que cada ciudadano tiene acerca de la igualdad terica y de la participacin desigual en el bienestar total: por ejemplo, si hay una gran satisfaccin total pero distribuida de forma desigual, probablemente pensaramos que era ms urgente aumentar la igualdad que en el caso en que la suma total de bienestar estuviese ya distribuida de una manera bastante equitativa. De este modo, cree poder representar en curvas de indiferencia las distintas combinaciones de mayor deseo de igualdad con participaciones bajas en el bienestar total y de menor deseo de igualdad con participaciones altas. As alcanzar la situacin lmite del consumidor satisfecho cuya alta tasa de participacin en la riqueza (en su consumo) le hace impasible hacia las desigualdades (salvo que introduzcamos el concepto ad hoc de consumo de igualdad). El tratamiento de la idea de justicia por Rawls no parece otra cosa sino una continuada metfora que toma sus modelos de las curvas de indiferencia de los economistas y los aplica tentativamente al campo poltico. Proyectando estas preferencias subjetivas dadas en sociedades diferentes (antes que en fases de una misma sociedad) cabra interpretar las curvas de indiferencia como conteniendo entre sus puntos extremos al modelo americano y al modelo sovitico considerados como estables y viendo aqul como el resultado de una preferencia de la libertad respecto de la igualdad y a ste como un resultado de una preferencia de la igualdad respecto de la libertad (al menos si ligamos la libertad prcticamente, el poder con la propiedad privada, con la capacidad de consumo o con la esperanza de tenerla). Pero en todo caso, el alcance terico de las curvas de Rawls se mantiene en un escenario puramente fenomnico y su valor es el de un juego, una exploracin de un modelo, que sera215

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inofensiva si no condujera a un e