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    El/STOP/A ACJ(AP/A n. 15 1998 !'fi 29-50 SEHA

    Mucha tierra y poca gente: un nuevo balancehistoriogrfico de la historia rural platense(1750-1850)

    Juan Carlos Garavaglia y Jorge Gelman1. INTRODUCCiN

    Hace ya cuatro aos finalizamos un artculo que fue publicado en ingls bajoel ttulo de "Rural History of the Rio de la Plata, 1600-1850: Resul ts of aHistoriographical Renaissance"'; en l intentbamos hacer un primer balance delestado de la produccin histrica sobre estos temas en el ltimo decenio. Acordamos con los editores del Noticiario de Historia Agrar ia publicar una versin castellana de ese trabajo, pero el tiempo transcurrido nos obliga hoya rehacer completamente aquel estudio original a efectos de poder incorporar el cmulo creciente denuevas publicaciones y renovados enfoques sobre el tema.

    Adems, siendo Historia Agraria una publicacin no especializada en Amrica Latina, nos limitaremos a examinar solo algunos aspectos de la produccin delos ltimos aos relacionada con la historia agraria del perodo, sin insistir en variosde los temas y autores que ya hemos tratado en el artculo anterior (a l remitimosal lector particularmente interesado en profundizar su conocimiento del rea), haciendo especial hincapi ahora en los nuevos horizontes abiertos recientemente y,en especial, aquellos referidos a la primera mitad del siglo XIX. Este balance sereferir centralmente a la campaa de Buenos Aires, rea que ha concentrado lamayor cantidad de esfuerzos en los ltimos aos. En la medida que sea posibleampliaremos el marco geogrfico para abarcar otros espacios del rea que pode-Artmlo recibido en redaccin: Febrero de 1997. VerJin definitiva: Noviembre de 1997j - : Carlos GARAVAGLIA eJ profesor de HiJtori tl en cole des Halltes tudes, Pars.Jorge GELMAN es profesor de Historia en el Instituto Rauignani, Universidad de Buenos Aires.Direccin para correspondencia: cole des Hautes tudes en Sciences Sociales, 54, Bouleuard Raspail,75006 PariJ.

    Latin American Research Revew, vol. 30 (3), 1995, pp. 75-105.29

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    Juan Carlos Garavaglicl y Jorge Gelman

    mas considerar latu senso "pampeana": esa regin iberoamericana que constituy,segn la terminologa de Alfred Crosby, una de las "Nuevas Europas" [Crosby1988]. Es decir, un inmenso espacio escasamente poblado y ecolgicamente idealpara la produccin de cereales y oleaginosas y apto para la cra de ganado europeo.

    La historiografa dominante de este vasto espacio nos mostraba una imagenmontona y a su vez curiosa: la cra extensiva de ganado vacuno, controlada pargrandes estancieros cuya preocupacin central era someter a salario a unos escasos varones deambulantes, los gauchos [gachos en portugus]. No haba agricultura, ni familia, ni pequeos productores, como en otros lugares de Amrica. Porotra parte esta visin del mundo agrario regional se complementaba perfectamentecon una historia enfocada hacia los mercados externos (stos se van ampliando, enel siglo XVIII y sobre todo, en la primer mitad del XIX, para los derivados pecuarios)y con la percepcn de un estado, primero el colonial y ms an el independiente,que habra representado fielmente los intereses de los grandes ganaderos.

    Esta visin de la historia regional ha empezado a cambiar bastante radicalmente en los ltimos 10-15 aos. De estos cambios y de las nuevas perspectivasde investigacin intentaremos dar cuenta en estas breves pqinas".

    2. POBLACiN Y ESPACIOEl estudio de la poblacin fue, sin lugar a dudas, uno de los elementos quemayor influencia tuvieron en alterar sensiblemente la visin tradicional de la historia

    regional. Lejos de hallar a los "gauchos" solitarios vagando libres en la pradera, loscensos y registros parroquiales nos mostraron una realidad que, en algunos aspectos, se asemejaba a la del resto del mundo rural iberoamericano y, en otros, diferaclaramente. La cantidad de trabajos sobre este tema es quizs el mejor indicadordel papel central que l ha tenido en esta renovacin historiogrfica [Moreno 1989y 1993; Andr et alli 1990; Garavaglia 1993a y 1993b; Gelman 1992b y 1996b;Canedo 1993a; Mateo 1991 y 1993c; Garca Belsunce 1992; Contente 1993; Osario1995; Ciliberto 1997; Garca, 1997; Dupuy, 1997; Schmit 1996; Mascioli 1997]4

    Es decir, las planicies que van desde Rio Grande do Sul, en el Brasil, hasta lo que hoyes el sur de la provincia argentina de Crdoba, incluyendo casi toda la de Buenos Aires,gran parte del actual Litoral argentino y el Uruguay.El desarrollo historiogrf ico es bastante diverso en este amplio espacio. Para dar slo unejemplo en el caso del sur del Brasil, recientemente se comienza a reevaluar esta historia[vg. Gutfreind 1995]. No sucede otro tanto con la historia agraria de las regiones centralesde la ex-colonia portuguesa, donde desde hace varios aos ha habido cambios importantes en las perspectivas historiogrficas. Estas perspectivas, antes centradas exclusivamente en los complejos de plantacin y los mercados externos, empezaron a revalorizarla articulacin de estos complejos con la economa y los mercados internos. Se destacaron la multiplicidad de estrategias productivas, de pequeos y medianos productores,v inculadas tanto a mercados locales como al exterior. Ver algunos ejemplos recientes enSchwartz [1992], Teixeira Da Silva [1996], Linhares [1996], y Metcal! [1994].Nuevamente en el caso de Brasil los mejores trabajos demogrficos sobre fronteras serefieren a regiones ms centrales como Sao Paulo [Bacellar 1992, Metcalf 1994], que notrataremos en este balance.

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    111/{('l id I IO ' } 'd PliCt/ gcnte: I I / l nneto bcdcl/lce hiJloriogrficode 1(1 r t t ra] plt/lellJe (l750-} 850)

    MAPA 1. Localizacin de la regin platense

    MAPA 2. Areas de la Regin de Ro de la Plata

    IIICrdoba

    Crdoba

    -SantaFe"EntreRfos

    ,. ,BuenosAires

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    Repblicadel

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    JIJan Carlos Garavaglia y Jorge Gelman

    Se trata de una poblacin joven, con cifras cercanas al 50% en edadesmenores a los 20 aos, conformada en su mayora por familias de tipo nuclear, detamao reducido, como suele ser comn en situaciones con acceso fluido a latierra. Este ltimo factor, permite una independencia temprana de las parejas, quese constituyen como famil ias independientes, al acceder a una parcela. Por supuesto, el hecho de que las familias sean nucleares no debe hacernos olvidar el fenmeno de la "horizontalidad", que las fuentes -yen especial, los censos nominativospermiten descubrir a partir del estudio de los apellidos (dando como resultado,entonces, la existencia de "redes de familias nucleares" que viven en formaespacialmente prxima). Esto, parece obvio decirlo, refuerza, junto a los vnculosde paisanaje -producto de las migraciones- las relaciones de solidar idad campesina[Mateo 1997; Garavaglia 1997a].

    El fenmeno migrator io, es decir el anlisis de los flujos que llegaban desdeel Tucumn- y el Alto Litoral" hacia la regin pampeana y su extensin en la longuedure, fue uno de los aspectos ms novedosos que surgi a partir de los nuevosestudios [Farberman 1991, 1995a y 1995b; Garavaglia y Wentzel 1988, Mateo 1993a;Garavaglia 1997b]. Es asi como comienzan a aparecer fenmenos que no habansido estudiados para los migrantes internos de la poca, como cadenas migratorias, estructuras familiares en las reas de origen, preferencias matrimoniales, etc.Estos migrantes estacionales y permanentes, permiten entender tambin, el importante crecimiento demogrfico rioplatense, que en parte es natural (sobre todo porlas bajas edades al matrimonio de las mujeres), pero tambin, resultado de laincorporacin sostenida de poblacin externa a la regin.

    Este flujo humano constante permite explicarnos tambin muchos elementosculturales apor tados por sociedades campesinas mestizas que hundan sus racesen el ms viejo pasado de las regiones de origen - y e n muchos casos, en lasculturas prehispnicas del rea tucumana y litoralea; algunos de esos elementosculturales pervivieron en la sociedad rural ms all de la irrupcin de la inmigracineuropea desde mediados de l XIX. Tcnicas e instrumentos agrcolas, hbitosalimentarios, formas de reciprocdad campesina, msica, bailes, tradiciones oralesy concepciones religiosas sern algunos de los legados que esta poblacin traeriaen sus alforjas. Por otro lado, la historia de las luchas sociales en las reas deorgen de los migrantes, no puede ser entendida totalmente sin tomar en cuentaesta "vlvula de escape" constituda por las constantes migraciones. De este modo,comienza a tejerse una historia social del mundo rural que va bastante ms all delos lmites estrictos de la regin pampeana.

    Otro hecho de gran inters surge de los primeros estudios serios que tenemos sobre la mortalidad, natalidad y legitimidad en la campaa durante la primera

    Las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumn, Santiago del Estero y Crdoba; en todas ellas y en forma variada, la influencia de las antiguasculturas prehispnicas andinas fue muy grande.Areas de influencia de la cultura mestiza e indgena guarani constitudas por el actualParaguay y las provincias argentinas de Corrientes y Misiones.

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    M!lrha tierra y pota gente: un nuevo balance bistoriogrdficode la historia rural platense (1750-1850)

    mitad del siglo XIX basados en los archivos parroquiales y los censos [Alvarez yMiguez 1989; Silvano y Tuis 1989; Mateo 1993b y 1996] La difusin enorme de lasuniones consensuales y los nacimientos ilegtimos confirma lo que ya sabemos paramuchas regiones americanas durante la colonia y el siglo XIX. Por otro lado, elrgimen demogrfico plantea semejanzas con otras grandes areas de frontera cl-sica en tierras nuevas, tal el caso de Amrica del Norte. Esto nos ha llevado arediscutir el carcter de la frontera rioplatense del siglo XIX, alejandnos de esaimagen de ocupacin del espacio realizada casi exclusivamente por vacunos y nopor hombres y mujeres.. En efecto, si recordamos el texto de un estudio clsicosobre la frontera [Corts Conde 1968] y lo confrontamos con nuestros conocimientosactuales sobre el tema, vemos el apreciable camino que hemos recorrido en estesentido, mostrndonos una dinmica fronteriza bastante ms "turneriana" que loque se supona'. Frontera mvil y que va delinendose por reas y perodos diver-sos en el transcurso del siglo que estamos analizando [Banzato y Quintero 1992;Mateo 1993a; Mayo y Latrubesse 1993; Garavaglia 1997c; Canedo 1997]

    En relacin con la frontera indgena en el rea rioplatense, una serie deestudios estn ahora mostrando algunos aspectos que nos eran completamentedesconocidos de la vida econmica y social de las sociedades indgenas pampeanas,de su relacin con la frontera y de los contactos intertnicos en ese mbito, ampliando(y sobre todo, contrastando) considerablemente la visin tradicional sobre el tema.l.a frontera ya no aparece slo como una lnea divisoria y de guerra con gruposindigenas que deambulaban por un "desierto", sino como un espacio permeable,de contacto, de comercio, de migracin, aunque tambin de lucha y peligro [Man-drini 1986, 1987 Y 1993; Palermo 1988; Bustos 1993; Silvia Rallo 1994 y 1996; Ortelli1996].

    3. PRODUCCiN Y RELACIONES PRODUCTIVAS.Hoy se admite la existencia de una produccin agraria bastante diversif icada

    en el conjunto del espacio que consideramos. En donde se vea ayer solo unaexplotacin extensiva de vacunos [Levene 1927/28; Barrn y Nahum 1963; Sala etelli 1967; Giberti 1974], se dibuja ahora la realidad de una economa agraria en lacual la variada explotacin pecuaria (vacunos con destino diverso, equinos, mulares,ovinos...) se acompaa casi siempre de cinturones y manchones agrcolas, basa-dos fundamentalmente, pero no exclusivamente, en el trigo [Garavagl ia 1985 y1989; Gelman 1989b y 1992b; Amaral y Ghio 1995; Garca Belsunce 1988; Canedo1993b; Di Stefano 1988; Fradkin 1992; Gutfreind 1995; Medeiros 1984; Osario 1995].

    Que Corts Conde pensara en 1968 que no haba habido poblacin humana en la fron-tera, era comprensible dado lo que sabamos en aquellos aos de ese problema; pero,en un libro publcado en 1997, el autor, insiste en que "Las nuevas tierras fueron ocupa-das 'pobladas' por vacunos que eran de hecho los personajes de la frontera, porque enlas condiciones de entonces no haba otra explotac in rentable. En la Argentina la pa labra'poblar' se utiliz entonces para poblar con ganado." [CORTS CONDE, 1997].33

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    Acompaando esta creciente complejidad, descubr imos asimismo que lostipos de unidades productivas estaban muy lejos de agotarse en la monoltica"estancia"8 ganadera. Hoy tambin est claramente establecida la variedad de lasunidades de produccin que abarcan desde la pequea explotacin campesina(sea sta de pastores como de agricultores) a la gran propiedad, pasando por unagama muy amplia de tamaos y vocacones productivas [Mayo y Fernndez 1993;Mayo 1995; Gelman 1989a y 1992b; Garavagl ia 1993c, 1993d, 1993e; Fradkin 1996a;Osario 1995]. Esta realidad se prolonga hasta la ruptura del vnculo colonial e,incluso, llega hasta fines del perodo, segn muestran varios estudios microrregionales. Falta, sin embargo, una visin de conjunto sobre la cuestin en los aos 1850[Mateo 1993c; Infesta 1994; Gelman 1996a y 1996b; Schmit 1996; Canedo 1997].

    Por supuesto que las grandes estancias existieron, tanto en el perodo colonial como en el independiente y algunos estudios hacen hincapi en diversos ejemplos [Tarrag 1994; Birocco 1996; Garavaglia 1995a]. De todos modos, hacia finesdel siglo XVIII, como demuestran algunos trabajos realizados a partir de los inventarios [Mayo y Fernndez 1993; Mayo 1991 y 1995; Garavaglia 1993c] la mayora delas estancias, eran apenas modestas explotaciones, con unas pocas excepciones,sobre todo en la Banda Oriental" o en regiones de reciente colonizacin como EntreRos [Mayo y Latrubesse 1996]. Sin duda que la elite colonial hay que buscarla enotro lado, no en la campaa. Hay algunas grandes estancias propiedad de unospocos miembros de la elite portea, pero resulta evidente -analizando las actividades de estos personajes- que su pertenencia a la elite no se fundaba en suactividad agropecuaria, sino en el comercio y en su participacin en el poderpoltico, sendo en todo caso la actividad rural un complemento a la diversificacinde sus actividades principales [Socolow 1978, Fradkin 1993a, Gelman 1996c, Moutoukias 1992].

    En el perodo independiente no hay dudas sobre el crecimiento del poder yel prestigio de los grandes hacendados. Los ms grandes de stos, segn lasapti tudes productivas de la poca y el lugar- parecen haber sido un poco ms deun puado, establecindose entre stos y los restantes una brecha bastante marcada [Gelman 1996a, 1996b y 1997a; Schmit 1996]. Adems, la cristalizacin de unaideologa claramente en favor de los hacendados parece haber sido menos rpidaque lo usualmente admitido, como tambin resulta menos evidente la identificacintotal del estado con una clase social todava en proceso de constitucin [Halpern1992, Gelman 1997b]. En este sentido, el lento proceso de conformacin de unanueva clase dirigente en el Rio de la Plata y su relacin con la categora

    Este uso de la palabra estancia es un americanismo. Entrecomillamos aqui, pues sta norecibi su carta de nobleza como "gran propiedad" sino hacia fines del perodo queestamos analizando; hasta ese momento era casi siempre sinnimo de explotacin ganadera, independientemente de su tamao, reservndose para los grandes propietarios elnombre de "hacendados" [fazendeiros en portugus] como ocurra en casi toda Amricaibrica."Banda Oriental" era el nombre que se daba al territorio de la actual Repblica del Uruguay.

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    Mmha tierra y poca gente: un nuevo balance historiogrficode la bistori rural platense (1750-1850)

    socioprofesional de "estanciero" o "hacendado", est comenzando a ser reevaluado[Fradkin 1993b y 1996b]. Estos ltimos estudios nos muestran, una vez ms, quede una agrupacin estadstica a una clase dominante, hay siempre un largo caminoanaltico por recorrer.

    En la primera mitad del siglo XIX, aunque un puado de grandes hacendados empieza a tener un peso importante en el control del stock ganadero, desdeel punto de vista social, seguir predominando el pequeo productor, el campesino. Qu entendemos por campesino, en el contexto peculiar rioplatense? La definicin de lo que engloba este concepto es sin duda muy difcil, ya que, en primerlugar, comprende a distintos tipos sociales y en cierto sentido, vocaciones productivas diferentes. Hay campesinos agricultores y campesinos pastores de vacunos yovinos (en gran parte, estos ltimos tambin son agricultores -en el sentido restringido de la palabra, es decir productores de vegetales- pero, a la inversa, no todoslos agricultores son a la vez pastores). Si los agricultores "puros" se dedican enespecial al trigo, los pastores producen novillos y ovinos para el mercado de lasciudades, cueros para exportar, leche, lana y, cuando la ocasin se presenta, trigo.

    Un rasgo bsico de este productor campesino es que se basa esencialmenteen la utilizacin de mano de obra familiar. En lo esencial, no recurre al mercadopara cubrir sus necesidades de mano de obra. En general, ocupan extensiones detierra modestas, aunque el derecho por el cual la ocupan es muy variado, desdela propiedad legal, hasta diversas formas de arrendamiento, cuando no es la ocupacin mas o menos informal de terrenos baldos. Estos campesinos pueden producir para el autoconsumo o, en buena medida, como ya sealamos, para los mercados, pero en ambos casos actan como productores de valores de uso. Anpasando por el mercado, el objetivo de sus ventas no es (no puede serlo engeneral) la acumulacin, sino la satisfaccin de las necesidades de subsistencia desu grupo familiar. De cualquier manera parece haber sido posible para algunos deellos escapar a esta lgica de autosubsistencia, a travs de un cierto proceso deacumulacin. Creemos, que sin ser un rasgo caracterstico, exista como posibilidad, al menos para una pequea parte de los mismos. Aunque esto es algo quean debe estudiarse con ms detenimiento, ya tenemos ejemplos indudables en loscasos de San Isidro, Matanza y Flores, prximos al mercado cerealero de BuenosAires [Garavaglia 1993b; Contente 1993; Ciliberto 1996].

    Como dijimos, la familia campesina rioplatense de fines de la poca colonialse dedica a muy diversas actividades. Desde la generalizada cra de aves decorral, los cultivos de hortalizas y frutales, la cra de ganado vacuno y ovino y loscereales. Dada la relativa facilidad de acceder a tierras frtiles -segn lugares yperiodos que fueron variando- la constitucin de la explotacin campesina, dependa bsicamente de la posibilidad de formar una familia y que la evolucin del ciclofamiliar permitiera acceder a mano de obra sin tener que recurrir al mercado (porsupuesto tambin el recurso a terceras personas, emparentadas o no que se integraran al grupo domstico). Las peculiares condiciones de los mercados en esteperodo constituyen, de alguna manera, un fuerte al ic iente al mantenimiento y desar-

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    rollo de este modelo social. Como se ve, nuestra posicin terica acerca de lacuestin campesina se acerca a la de un "chayanovismo" relativo, tal como lo hallamado R. Domnguez Martn en esta misma revista [Domnguez Martn 1992] y lasformas de acceso a la tierra ya descriptas, refuerzan algunos de estos aspectos"chayanovianos" en el comportamiento de los campesinos rioplatenses.

    Desaparecen los campesinos en el perodo independiente? Nada es menosseguro y los censos que van desde los aos treinta a los cincuenta lo muestranclaramente. Indudablemente hay un retroceso de la agricultura, por el doble efectode un corrimiento de la frontera (y por lo tanto, de las reas "vacas" aptas para elasentamiento de nuevas familias campesinas, alejndolas de los mercados internosms importantes) y del establecimiento de nexos ms fludos con el mercado mundial,hecho que posibilit la importacin de harina durante ciertos perodos. Sin embargohoy sabemos que en la campaa bonaerense del XIX surgen centros agrcolas muyimportantes (el partido de Lobos primero, luego Chivilcoy) y el proceso de crecimiento de pequeos ncleos urbanos en la propia campaa genera cinturonesagrcolas a su alrededor; adems, ya un clsico como Miran Burgin [Burgin 1960]nos haba mostrado algunos breves picos de exportaciones trigueras en el coraznde este perodo. Por otro lado, hay un crecimiento indudable del sector de campesinos pastores y la creciente importancia del ovino -en su explotacin se desarrollan una serie de mecanismos como la aparcera y la medianera que eran de viejatradicin en el rea- no har sino reforzar ese proceso.

    Las diferencias regionales debieron ser muy marcadas y algunos estudiosnos muestran diversos casos en el nuevo sur [Infesta 1994; Gelman 1996a y 1996b],en el oeste [Mateo 1993c], en el norte de vieja colonizacin [Canedo 1997], todosen Buenos Aires, como tambin, en la nueva frontera abierta en Entre Ros [Schmit1996]. En ellos, observamos la compleja relacin que se establece entre campesinos labradores y campesinos pastores y los medianos y grandes propietarios. Y entodos, con diversos grados de aproximacin (el trabajo de Mariana Canedo sobreSan Nicols es realmente excepcional en cuanto a la gran variedad de fuentes yel detalle con que stas nos permiten conocer la realidad agraria del perodo),vemos que la no homologa de las nociones de propiedad y explotacin es unfenmeno que se arrastra al menos hasta mediados del siglo XIX. Los estudiosrecientes sobre los sistemas de arrendamiento permiten conocer mejor un aspectode este fenmeno [Fradkin 1992, 1995a, 1995b y 1996a; Birocco 1992].

    En cuanto a la mano de obra de las estancias, ahora podemos explicarciertos fenmenos que antes eran ininteligibles, gracias a la comprensin del contexto exterior a la propia estancia. Ante todo, los establecimientos product ivos grandes o medianos cuentan con un regular nmero de esclavos. El carcter de laesclavi tud como elemento de estabil idad y regularidad en la relaciones de produccionagrar ias r ioplatenses es hoy algo mucho ms evidente [Amaral 1987; Gelman 1989a;Garavaglia 1993a y 1993c; Goldberg y Mallo 1993]. En el perodo posterior a 1810(al menos en el rea rioplatense, pues en Rio Grande do Sul la esclavitud siguiexistiendo hasta fines del XIX), el proceso de disolucin de las relaciones esclavis-

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    tas de produccin durante la primera mitad del XIX, fue complejo y tuvo marchasy contramarchas: un trabajo reciente nos muestra la importancia de los "libertos"!Oresultantes de las presas de corso durante la guerra con el Brasil y la cifras secuentan en miles de individuos [Crespi 1994 y 1996].

    En el sur de Brasil, la presencia de poblacin esclava sigui siendo muyimportante al menos hasta mediados del XIX (si, en 1814, representaban el 28.6%de la poblacin riograndense, en 1858 an eran el 25%); pero estas cifras elevadasparecen estar menos vinculadas al crecimiento estancieiro, que al de las charquea-das! 1, los saladeros, en los que constituan la mano de obra principal. Esta actividadconoci un importante retroceso en Ro Grande, paralelo al de la poblac in esclava,durante la segunda mitad del siglo XIX, como consecuencia del encarecimiento delos esclavos por las dificultades del trfico, la cada de la demanda de charqui yla competencia de los saladeros rioplatenses. Para 1887, los esclavos de estaregin no llegaban al 1% de su poblacin [Cardoso 1977; Fragoso 1996; Schwartz1992]

    Pero, qu pasa con la mano de obra asalariada? La constatacin del predominio de una poblacin campesina en la campaa colonial, planteaba un graninterrogante sobre la disponibilidad de mano de obra para la gran estancia, antela existencia de alternativas de subsistencia reales para la poblacin rural Unaprimera respuesta surgi al analizar los ciclos productivos del ganado vacuno y eltrigo, dado que el primero estaba ms concentrado en grandes y medianas unidades de explotacin, mientras el segundo lo estaba sobre todo en pequeas parcelas. Estos ciclos productivos aparecen como mayormente complementar ios, permitiendo de esta manera que integrantes de familias campesinas, ocupadas principalmente en el cultivo del cereal, pudieran contratarse durante una parte del ao enuna estancia ganadera y de esta manera complementar los ingresos familiares, conel salario. Incluso se ha podido constatar empricamente este movimiento estacionalde campesinos que se transforman en peones y viceversa [Gelman 1989b; Garavaglia 1997a].

    Con todo estaba pendiente el problema del acceso de la estancia a mano deobra ms estable, y sobre todo la necesaria para cubrir las tareas en los meses dela cosecha del trigo, cuando practicamente toda la poblacin rural estaba abocadaa esta tarea (como ocurrira ms tarde durante las marcaciones y castraciones deganado en los grandes establecimientos). Solucionar este problema parece habersido posible a fines de la poca colonial, gracias a dos elementos: la importacinde esclavos africanos, como ya dijimos, y la llegada de migrantes libres de otras

    La condicin de liberto surge de la "ley de Libertad de Vientres" de 1813 que establece,para el Rio de la Plata. la libertad -ba]o ciertas condiciones (la consti tuc in de un sistemade patronato sobre los libertos)- de los hijos de mujeres esclavas; idntica ley (Le doVentre Livre) fue promulgada en el imperio del Brasil, pero, casi 60 aos ms tarde, en1871.l.a pa labra or ig inal char'ki es queshwa y se refiere a la carne sa lada y seca que sepreparaba en la poca prehispnica en el rea andina; la palabra pas al castellano y alportugus en gran parte de Amrica del sur para referirse a la cecina.

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    regiones, muchos de ellos varones solos, sin ms alternativa que conchabarse",por lo menos hasta que lograran hacer venir a sus familias o contrajeran matrimonioen el lugar de llegada. Sobre esto nos han aclarado mucho los estudios sobrepoblacin y familia que hemos comentado ms arriba.

    Todos los estudios realizados a partir de cuentas de establecimientosagropecuarios coloniales y postcoloniales muestran, sin lugar a dudas, el predominio de relaciones salariales libres en la contratacin de los peones [Amaral 1987;Salvatore y Brown 1987; Gelman 1989a; Garavaglia 1995a; Perri 1996; Mayo 1995].El "peonaje" por deudas como forma de sujecin del trabajador, tan difundido enotras reas americanas (como en Mxico, por ejemplo), no parece haber existidoaqu con esas caractersticas y esto resulta obvio si volvemos a recordar el papelque tuvo esa frontera mvil y su influencia en la oferta relativa de tierras frtiles.Pese a todas estas evidencias empricas, siguen existiendo autores que niegan estehecho, ms atentos a sus teoras sobre el pasado que a la realidad que aportanlos tozudos datos [Azcuy Ameghino 1996], pero volveremos ms adelante sobreeste aspecto al hablar de la justicia rural. Lo poco que sabemos del perodo rosista,nos muestra que, incluso para el propio Juan Manuel de Rosas 13, a pesar de lafrrea mano con que llevaba los negocios del Estado, las cosas no le resultabansencillas para imponer sistemas coactivos sobre los trabajadores de sus estanciasAunque intent durante un tiempo utilizar indgenas cautivos e incluso importartrabajadores gallegos endeudados en la dcada del 40, stos lograron con relativafacilidad equipararse al resto de los trabajadores rurales y Rosas deba limitarse aotorgar incentivos si quera conseguir peones y cubrir mal que bien sus necesidades laborales [Salvatore 1993; Gelman 1997a].

    4. MERCADOS

    Disponemos de algunos trabajos detallados sobre los mercados pecuarios ydel trigo para la ciudad de Buenos Aires, as como dos estudios sobre el movimiento de los precios [Johnson 1990; Garavaglia 1991, 1994 Y 1995b]. Lo primero adestacar es que el mercado de Buenos Aires, en contra de lo que se podia suponerhace un tiempo, era un gran consumidor de pan y, por tanto, de trigo. Se calculaque los gastos en el primer producto podan significar entre un 40 y un 50% del totalde la alimentacin de la poblacin urbana. En cuanto al mercado de la carnevacuna, la ciudad era, a fines del siglo XVIII, uno de los mercados ms ricosrelativos al consumo de protenas animales de los que tengamos conocimiento, yello en el marco de una dieta compleja de la que comenzamos a tener ahora datosms precisos [Johnson 1990; Perri 1997].

    1? "conchabo" es un americanismo y en este contexto quiere decir "contratarse por un salarioo jornal".Dictador rioplatense. gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1831-1852 y granhacendado l mismo

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    Por supuesto, la aparicin de los saladeros -que consume animales gordos,de igual modo que el abasto de la ciudad- traer algunas tensiones en ese mercado, pero la abundancia en carne vacuna y ovina seguir siendo notable. Acercade los saladeros como unidades productivas, slo tenemos un estudio detalladoque escapa temporalmente al periodo, referido a Entre Ros [Machi 1969] y algunostrabajos referidos al sur de Brasil [Corsetti 1983]. En todo caso la presencia de lossaladeros parece introducir algunos cambios en el trabajo en la campaa, dondese dejar de faenar los animales que sern enviados en pie a esos establecimientos.Tambin los saladeros generarn una fuerte demanda de animales en el verano,que anteriormente era un perodo de baja actividad en la estancia. Esto a su vezpudo haber generado tensiones con la demanda de trabajo de la cosecha de trigoque se realizaba en el verano.

    Con respecto al mercado de los cueros, que fue durante todo el periodo, elprimer producto de exportacin desde el Ro de la Plata, sabemos bastante poco,pero como estaban destinados fundamentalmente al exterior, la fluctuacin de losprecios dependa de la exportacin. No existiendo trabas legales para ello, estabasujeto a la disponibilidad de buques para transportarlos, y sobre todo a la pazatlntica, que era bastante infrecuente en esta poca. Carecemos de series deprecios locales del cuero, y de poco sirven las europeas, ya que es obvio, quecuando all estaban caros, deba suceder lo contrario en Buenos Aires o Montevideo, por la imposibilidad de fletarlos y no por la cada en su oferta. Podemossuponer que cuando las salidas de cueros de los puertos rioplatense eran bajas,tambin lo seran sus precios, porque los cueros se amontonaban en las barracaslocales sin poder salir. Poda haber factores adicionales a la fluctuacin del preciodel cuero, como una sequa prolongada o plagas, que mermaran la oferta enperodos de comercio normal, o al contrario un flujo de cueros persistentementeelevado; pero, estos parecen ser menos relevantes en la poca tardocolonial quela posibilidad concreta de exportar o no segn el ritmo de las recurrentes guerraseuropeas.

    Conocemos bastante bien el movimiento de exportaciones de cueros delpuerto de Buenos Aires hasta 1802, que acompaaba los perodos de paz y guerra[Moutoukias 1995; Prez 1996] y estudios recientes dan cifras bastante segurasacerca del origen de los cueros entrados a Buenos Aires para reexportar, comosobre las cifras de exportaciones totales durante el perodo posterior a 1810 desdeese puerto [Wentzel 1988; Rosal 1992, 1994, 1995 Y 1996]. Asimismo, contamos conalgunos datos cuantitativos para Buenos Aires y Montevideo tomados en conjunto[Rosal y Schmit 1993].

    En el caso de Rio Grande, su desarrollo agrario a fines del XVIII pareceligado a los mercados internos del territorio brasileo: as desde 1750 a 1826 elenvo de mulas a Sao Paulo/Minas Geraes no cesa de crecer: desde 5.000 a 20.000mulas al ao a inicios del XIX. El destino del trigo parece haber sido, sobre todo,el mercado de Rio -en 1787 por ej. 85.000 de las 105.000 arrobas producidas tienenese destino- y el desarrollo de las charqueadas, en la primer mitad del XIX, estabaobviamente ligado a la alimentacin esclava de Brasil [Schwartz 1992; Osario 1995;Medeiros 1984].

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    En lo que hace al tipo de relacin de los diversos productores con los mercados para el periodo colonial, slo tenemos una primera aproximacin, sobre laregin de Colonia en la Banda Oriental [Gelman 1993] y otro sobre el abasto decarne porteo [Garavaglia 1994] Lo que se puede ver en Colonia es que tantograndes como pequeos productores participaban activamente en los mercados,aunque con algunas diferencias apreciables. Los grandes estancieros en generalpodan llegar directamente con su produccin a los mercados ms importantes,mientras que los pequeos deban conformarse con venderla a intermediarios locales, en general pulperos, desvinculados de la produccin directa, y en muchoscasos habil itados por grandes comerciantes de Buenos Aires o Montevideo. Encuanto al mercado porteo de la carne, la presencia de medianos y pequeosganaderos es dominante en el abasto de la ciudad al menos hasta fines de ladcada del diez del siglo XIX y es muy probable que esta estructura de la ofertano sufriese muchos cambios en las dcadas siguientes. Esa estructura dispersa dela oferta es congruente entonces con lo que hemos dicho acerca de la variedad desectores productivos rurales.

    El problema del mercado de la tierra es ahora mejor conocido, al menos enla banda occidental del rea rioplatense. Antes se consideraba que estabmosfrente a una realidad agraria sin un autntico mercado de la tierra [Corts Conde1978], pero, los ltimos estudios nos han dado bastantes elementos para matizaresa afirmacin. Vemos as dibujarse por reas geogrficas y por perodos diversosmomentos de constitucin de un mercado "imperfecto" (en el sentido en que soloparcialmente los mecanismos de mercado dan acceso al uso de la tierra); la etapaposterior a 1810 complica un poco ms las cosas por efecto de la oferta estatal(que se multiplica varias veces en algunas dcadas), pero aqu las diferencias entrelas reas al norte y al oeste de Buenos Aires y el nuevo sur -resultado del movimiento del expansin fronteriza de los aos 1815/1832- deben haber sido notables[Sabato 1989; Infesta 1986 y 1993; Garavaglia 1995b; Canedo 1997].

    5. SOCIABILIDAD, JUSTICIA Y POLTICA EN EL MBITO RURALHasta hace pocos aos, este aspecto de los estudios rurales sobre el rea

    pampeana era practicamente inexistente, pues sobre esto tema se haba escrito yreflexionado muy poco y casi exclusivamente se haba realizado desde el campodel folklore. Y ello era lgico; si la pampa estaba solo recorr ida por "gauchos"dscolos y solteros, solo se poda hablar -y no siempre con la necesaria solidez- desu msica y sus canciones. Hoy, si bien no abundan los estudios especficos,tenemos ya ms elementos para avizorar un horizonte menos pobre. Donde habaun desierto, comenzamos a descubir una sociedad. Por otra parte, es en esteaspecto en el cual la influencia cultural de las migraciones desde el norte tucumanoy el alto litoral de los ros Paran y Uruguay debe haber dejado su huella msduradera.

    En el mbito de la sociabilidad, algunos trabajos muestran la escasa importancia de las redes sociales y los lazos de reciprocidad en el mundo rural [Mateo

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    1997; Garavaglia 1 corno as mismo el rol de las como espaciosde contactos sociales entre los pobladores dispersos en la campaa [Mayo 1995]y el papel creciente que tendrn los poblados, a los que ya hicimosmencin, en relacin al surgimiento de nuevas formas de sociabilidad [Cansanello1994 y 1 Otros estudios permiten acercarnos a las diversas manifestaciones dereligiosidad popular y al papel de la cofradas y las formas de devocin ms difundidas en el medio rural [Barra11995 y 1996],

    En lo que hace a la relacin entre la justicia rural y el control de la fuerza detrabajo. ya tenemos una de estudios bastante considerables que se agregana algunos clsicos sobre este tema; vemos asi como la obligada contrapartida delas alternativas que permitan a los campesinos escapar a la presin econmica delos poderosos, fue la construccin de un tejido judicial extremadamente slido paraevitar que los ms debiles (especia lmente aquellos migrantes recin l legados o queno hablan adquirir todava lazos locales duraderos) pudieran hacerfrente exitosamente a esas presiones [Diz 1959; Slatta 1980; Salvatore 1991a,1991b, 1992, 1993 Y 1993-94; Garavaglia 1997b], Otros trabajos, bajo la influenciarenovadora en este mbito de E,P Thornpson, estn investigando un problema quese nos aparece cada da como ms relevante: el papel de la "costumbre" como unode los elementos constitutivos centrales de la estructura jurdica en esta sociedad-y siendo sta de raigambre campesina, en realidad, no debera resultarnos sorprendente este hecho [Fradkin 1995a y 1997]

    La vida poltica de las reas rurales de la regin est comenzando tambina ser objeto de algunos estudios. Hace un tiempo, un trabajo pionero nos mostrabalas caractersticas de un levantamiento rural de los aos finales de la dcada del20 en la provincia de Buenos Aires [Gonzlez Bernaldo 1988]; otros estudios msrecientes aportan nuevos elementos para una historia de las formas de participa-cin poltica de la poblacin rural en ese mismo rea y comprobamos que stas sonbastante ms comple jas y "modernas" que lo que se supona hasta ahora [Cansanello1995; Ternavassio 1996]. Un tema que requiere una revisin a la luz de las nuevasaproximaciones de la historia agraria es, sin duda, el movimiento que dirije JosGervasio de Artigas en la Banda Oriental, con influencias en buena parte del litoralargentino, y que se apoya en una situacin de conflictividad rural bastante intensa,al menos en el Uruguay.

    Finalmente, comenzamos ahora a conocer mejor a lgunos de los componentesidelogicos del estado y la sociedad que surgen a partir de la ruptura del vnculocolonial en el rea rioplatense, un estado que algn autor no ha dudado en bautizarcomo "Repblica agraria" al analizar el discurso de varios de los fieles intelectualesprximos a la persona de Juan Manuel de Rosas [Myers 1995, Halpern 1997]. Entodo caso lo que parece mas evidente hoyes la dificultad en identificar, sin ms,al estado que se va constituyendo en el XIX con una clase homognea de hacenda-dos [Salvatore 1996] y tambin aparecen fisuras en el supuesto "consenso agroexportador" que se crea prevaleciente en el perodo post-revolucionario [Gelman1997b].

    Pequenas ventas rurales que funcionaban asimismo como lugares de reunin de losvecinos.

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