560

Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 2: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 3: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Primera edición: julio 2011

Título original: Son of perdit ionTraducción: Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté

© Wendy Alec, 2009© Ediciones B, S.A., 2011© Concell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)© www.edicionesb.com

ISBN: 978-84-666-4939-1

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, quedarigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, lareproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como ladistribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público.

Page 4: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 5: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

La suerte de millones de seres pornacer dependerá ahora, con arreglo aDios, del valor de este ejército.Nuestro enemigo cruel e implacablesólo nos deja elegir entre una valienteresistencia o la más abyecta sumisión.

Por eso, hemos decidido conquistaro morir.

GW1, Orden General al EjércitoContinental, 2 de julio de 1776

Page 6: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Contenido

Los personajesDe las crónicas de los hermanosPrólogo

VEINTE AÑOS DESPUÉS1 El carro de Alá2 Las secuelas3 Hermanos4 Saqueadores del Arca5 Monasterio de los Arcángeles6 Lily y Alex7 Mourir de façon horrible

CUARENTA AÑOS ANTES8 Planes diabólicos9 El Vial de la Sagrada Progenie10 El portal de Shinar11 El Consejo de los Trece12 Descubrimiento

SEIS MESES DESPUÉS13 La Semilla de la Serpiente

Page 7: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

UNA DÉCADA DESPUÉS14 Vínculos ancestrales

VEINTISIETE AÑOS DESPUÉS15 Hermanos16 La revelación17 La noche oscura del alma18 Nubes oscuras en el horizonte19 El Sello de Rubíes20 Mont St. Michel21 Cabos sueltos22 Debajo de los trajes están las sotanas23 Onda de choque24 La fría luz del día25 Lilian26 El funeral27 Críptico28 El Padrino29 Apocalipsis30 Sorpresa inesperada31 El Primer Sello

TRES AÑOS Y MEDIO DESPUÉS32 Los jinetes del Apocalipsis

Page 8: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

33 Un huésped inoportuno34 Les dossiers secrets du professeur35 Aveline36 La Sala de las Pesadillas37 Una muerte en la familia38 Secretos vergonzososCitasCopia auténtica del Memorándum de la operación

Northwoods

Page 9: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Los personajes

La dinastía De Vere - Familia

Cuarenta y cinco años,aproximadamente, hermano mayor de la dinastía DeVere. Lugar de nacimiento: Nueva York, EE.UU. Magnatede los medios estadounidenses. Director, propietario ypresidente del consejo de administración delmultimillonario conglomerado de medios VOX. Posee untercio de las televisiones y los grandes periódicos deOccidente. Casado con Julia St Cartier durante veinteaños. Divorciado. Una hija, Lily De Vere. Residenciaactual: un ático frente al Central Park, Nueva York.

Casi cuarenta años, hermanomediano de la dinastía De Vere. Lugar (registrado) denacimiento: Londres, Inglaterra. Ex primer ministro delReino Unido (laborista, dos legislaturas), recientementenombrado presidente de la Unión Europea (por unperiodo de diez años). Candidato al premio Nobel de laPaz. En la actualidad, negocia el «Acuerdo Ishtar», eltratado de Paz de la Tercera Guerra Mundial. Casado conMelissa Vane Templar durante cinco años. Melissa murióal dar a luz un hijo, Gabriel, ya fallecido. Residenciaactual: palacio de Invierno del Presidente Europeo en elMont St. Michel, Normandía, Francia.

Page 10: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Unos treinta años, hermano pequeñode la dinastía De Vere. Lugar de nacimiento: Washington,D.C., EE.UU. Arqueólogo. Playboy y celebridad pública.Enfermo de sida. No tiene hijos. En la actualidad, espareja de Jotapa, princesa de la casa real de Jordania.Pareja anterior: Klaus von Hausen, conservador jefe deldepartamento de Oriente Próximo del Museo Británico.Residencias actuales: áticos en Los Ángeles, Nueva Yorky Londres.

Padre de Jason, Adrian y Nick DeVere. Fallecido.

Setenta y cinco años,aproximadamente. Presidenta de la Fundación De Vere.Madre de Jason, Adrian y Nick De Vere. Residenciasactuales: ático en Nueva York, mansiones en Oxfordshirey Londres.

Gran Maestro de la Hermandad.Hechicero. Presidente de Continuation Holdings AG DeVere (1954-2014). Padre de James De Vere. Abuelo deJason, Adrian y Nick De Vere. Fallecido.

Poco más de cuarenta años. Exeditora de . En la actualidad, fundadora ypresidenta del consejo de administración de LOLA PR.Principales clientes: la selección de fútbol de Inglaterra yla oficina del Presidente de la Unión Europea. Casada conJason De Vere durante veinte años. Madre de Lily DeVere. Divorciada. Sale con Callum Vickers. Residenciasactuales: vivienda urbana frente al mar en Brighton,Inglaterra; Colonia de artistas de New Chelsea, Londres.

Page 11: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Dieciséis años de edad. Hija de Julia yJason De Vere. Confinada en una silla de ruedas despuésde un accidente automovilístico en el que conducía NickDe Vere. Alumna de la escuela femenina Rodean, deBrighton, Inglaterra.

Esposa de Adrian.Muerta al dar a luz.

Hermanastra de James De Vere,compañera de Lilian.

Mayordomo de James y Lilian De Vere. Chofer y ama de llaves de

James y Lilian De Vere. En la actualidad, trabajan paraAdrian De Vere en Mont St. Michel, Normandía.

Algo más de ochenta años.Sacerdote jesuita, agente de la CIA retirado, anticuario,tío de Julia St Cartier. Residencia: El Cairo y Alejandría,en Egipto.

Veinte años. Hijo de Rachel Lane-Fox,fallecida el 11-S. Periodista investigador en prácticas. Enla actualidad trabaja en el de Londres.Empezará a trabajar en el en enero de2022. Amigo íntimo de Julia, Jason y Lily De Vere.

Supermodelo. La mejor amiga deJulia. Muerta en un avión el 11-S.

Padres de Rachel Lane-Fox.Diecisiete años. La mejor amiga de Lily

De Vere y novia de Alex Lane-Fox.

Page 12: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Conservador adjunto deldepartamento de Oriente Próximo del Museo Británico.Ex amante de Nick De Vere.

Unos 85 años. Hechicero,ex director del Chase Manhattan Bank. Presidente delBanco Mundial. Retirado. Padrino de Jason De Vere.

Poco más de 30 años. Principalneurocirujano de Londres. Sale con Julia De Vere.

Genio especialista en tecnología de lainformación contratado por varios bancos globales,instituciones y empresas de software. Amigo de Nick DeVere desde la infancia.

Unos sesenta años. Secretaria ejecutivade Jason De Vere durante diecinueve años.

Secretarios de Jason De Vere. Lleva años con Adrian. Primer jefe de

seguridad de Downing Street y actual director de losServicios Especiales de Operaciones de Seguridad de laUnión Europea. También es especialista en armasexóticas.

Ex jefe de seguridad de las SAS paraAdrian De Vere.

Jefe de protocolo de Adrian De Vere.Sacerdote del Vaticano y científico

del Vaticano.Secretario de Lawrence St Cartier en su

residencia de Alejandría, Egipto.Criada austriaca de la familia

De Vere. Niñera de Jason, Adrian y Nick. También,

Page 13: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

abadesa Helewis Vghtred. Monje de Alejandría, Egipto.

(Illuminati)

Ex superior generalde la Compañía de Jesús. Sumo Sacerdote Supremo de laHermandad, sacerdote jesuita. Lugar de nacimiento:indeterminado. Edad actual: indeterminada. Lugaresactuales de residencia: Londres, Washington D.C., Roma.

Emisario de Lorcan deMolay.

Jefe del MI6, el servicio de espionajebritánico.

Ex director del ChaseManhattan Bank. Presidente del Banco Mundial. Retirado.

Gran Maestro de los HermanosEscoceses.

Ex canciller alemán. Presidente de la dinastía bancaria

japonesa Yoshido.Patriarca de la familia de la

nobleza negra de Venecia. Director del Banco Vaticano. Gran Maestro de la Hermandad.

Hechicero. Presidente de Continuation Holdings AG DeVere. Padre de James De Vere. Abuelo de Jason, Adriany Nick De Vere. Fallecido.

Page 14: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Ex director ejecutivo de la CIA. Comandante

del Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial o,por sus siglas en inglés, NORAD.

jefe del Cuerpo de Protección Presidencialdel Servicio Secreto de EE.UU.

Vicesecretario de Defensa. Asesor especial del presidente en

política de Defensa y Estrategia. Presidente del Banco Mundial.

La casa real de Jordania

Padre de Jotapa, Faisal y Jibril.Fallecido de ataque cardíaco.

Veintidós años. Princesa de Jordania. Tieneuna relación afectiva con Nick De Vere. Llamada así enhonor de la princesa Jotapa, que vivió hace dos mil años.

Dieciséis años. Hijo menor del rey de Jordania.Nombrado príncipe heredero.

Hijo mayor del rey de Jordania. Jefe de seguridad y guardaespaldas personal

de Jotapa.Príncipe heredero de Arabia.

Otros personajes

Page 15: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Genetista escocés yexperto mundial en clonación animal e hibridación.

Nieto de Abdul-Qawi, arqueólogobeduino.

Ayudante de Lawrence St Cartier. Arqueólogo beduino.

Jefe de la corresponsalía de la VOX enTeherán.

Banquero de inversiones,Correduría Neal Black.

Vicepresidente de Tecnología de laInformación de Correduría Neal Black.

Colega de Jordan Maxwell. Secretario de Adrian.

Primer Cielo

Cristo, el Nazareno. Príncipe jefe de la Casa Real de Jehová,

comandante en jefe de los Ejércitos del Primer Cielo.Presidente de los Consejos Litigantes.

Príncipe jefe de la Casa Real de Jehová,Señor Juez Supremo de los Reveladores Angelicales.

Guerrero imperial y Gobernante de losveinticuatro Antiguos Monarcas del Primer Cielo y delConsejo Superior. Cuidador principal de los SagradosMisterios de Jehová.

Conservador de los Días Antiguos, se ocupa

Page 16: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de las ciencias y los universos. Uno de los veinticuatroreyes gobernados por Jether.

Miembro del Consejo Regente de AncianosAngélicos.

Miembro del Consejo Regente de AncianosAngélicos.

Miembro del Consejo Regente de AncianosAngélicos.

Miembro del Consejo Regente de AncianosAngélicos.

Gobernador de las Águilas Reveladoras deGabriel.

, una antigua raza angélicacuyos rasgos característicos son la eterna juventud y unaperspicacia extraordinaria, expresamente diseñados comoaprendices que ayuden a los Ancianos en la custodia delas innumerables nuevas galaxias de Jehová.

General de Gabriel.General de Gabriel.

Custodio del Portal de Shinar.

Los caídos

Satán, rey de la Perdición. El Tentador. ElAdversario. Gobernador Soberano de la Estirpe de losHombres, de la tierra y de las regiones inferiores.

Apóstol Oscuro, Sumo Sacerdote de losCaídos. Gobernador de los Grandes Magos de la Corte

Page 17: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Negra y de los temidos Reyes Hechiceros de Occidente. Jefe de los Consejos Herméticos y Jefe del

Estado Mayor de Lucifer. El Gran Mago de

Phaegos y el Gran Mago de Maelageor. Lossupercientíficos.

Gobernador de los Murmuradores Negros. Comandante en jefe de la Horda Negra. Ex

general de Miguel.Príncipe satánico, «Carnicero» de la Perdición.

Defensor de Gehenna,Gran Príncipe de Babilonia.

Primer secretario de Lucifer. Guardián de la Muerte y de la

Tumba.666

Murmuradores Negros.Gobernador de los Hechiceros del Oeste y

Anciano Líder de los Señores del Tiempo.Un híbrido entre los angélicos y la Estirpe de

los Hombres.

Page 18: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

De las crónicas de los hermanos

Libro 22021

Alejandría, Egipto

En vaqueros y con el torso desnudo, Nickcontemplaba la gran panorámica de la bahía oriental y elpuerto de embarcaciones de recreo desde el balcón delantiguo y majestuoso Cecil Hotel, situado en la plaza deSaad Zaghlou.

Respiró hondo, captando el aire salado del marprocedente del Mediterráneo. Aquella noche se permitióun raro sentimentalismo. Como inglés en Egipto,disfrutaba del hecho de que tanto Somerset Maughamcomo Noel Coward se habían asomado a aquel balcónantes que él y que incluso el servicio secreto británicohabía antaño ocupado una suite en el viejo hotel paradesarrollar sus operaciones. Una razón tan buena comocualquiera para alojarse allí. Además, el Cecil contabacon un interés especial, el de su arquitectura árabe, unrecordatorio constante de la antigua riqueza yprodigalidad de la ciudad.

Nick sonrió distraídamente ante el incesante griterío ylos regateos procedentes de las pastelerías y caféslegendarios de Alejandría, aunque era casi la una de la

Page 19: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

madrugada. Había volado de Roma a El Cairo a últimahora de la noche y se había desplazado directamente encoche a Alejandría por la autopista que unía las dosciudades. Hacía una hora que había llegado al hotel. Porla mañana, visitaría lo que consideraba el únicoyacimiento del lugar donde había antigüedadesauténticas, Kom el-Dikka, donde se había excavado unpequeño teatro romano. Luego, conduciría hasta elmonasterio del desierto, donde lo estaría esperando elprofesor Lawrence St Cartier.

Nick alzó la vista por sexta vez aquella noche, quizás,hasta la luna llena, aquella extraña aparición blanca queresplandecía en el firmamento nocturno de Egipto, yluego se volvió y entró en una habitación de hoteldecepcionantemente corriente. Suspiró, observando elprevisible empapelado de las paredes y la abultada colchade la cama. Se tumbó sobre el duro colchón y cerró losojos. Ahora, su cuerpo decaía deprisa, lo notaba. Se mirólas costillas, parcialmente visibles en el pecho. Habíaperdido otros cuatro kilos en las últimas dos semanas.Los vaqueros descoloridos le caían hasta las caderas y selos sostenía con un costoso cinturón de suave cuero conla hebilla abrochada en el último orificio.

Conocía el día y la hora exactos en que habíasucedido. Había sido en Ámsterdam, un domingo por lanoche. Eran ricos, jóvenes y estaban aburridos. Carne decañón de las celebridades. Siete de ellos habíancompartido la misma aguja, aquella noche. Cuatro chicosy tres chicas, con toda la vida por delante. La heroína los

Page 20: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

había colocado, pero el virus había sobrevivido muchodespués de que el efecto de la droga desapareciera. Erala cepa más perniciosa de sida que se conocía hastaentonces.

La sexta víctima había muerto el lunes anterior y todala prensa británica se había hecho eco de la noticia. Lachica, natural de Manchester, había sido modelo. Tenía elmundo a sus pies. Sus padres estaban destrozados.

Nick buscó el mando a distancia palpando la cama conla mano y puso en marcha el televisor. El primer canalque apareció fue Nilesat, donde daban una desconocidaproducción dramática local, y fue pulsando el botón hastaque encontró Al Jazira.

Allí, en un resumen de noticias, sonriendo desdeDamasco, estaba su hermano mayor, Adrian De Vere.Gracias a Dios que Adrian existía. Nick sabía que, de nohaber sido por él, no habría llegado tan lejos. Observó asu hermano. Adrian debía de haber seguido el consejode Julia y contratado a un estilista de primera. Estababronceado, delgado, el cabello oscuro le resplandecía ytenía el mismo aire de sofisticación que una estrella deHollywood. En cambio, acababan de nombrarlopresidente de la Unión Europea y era la persona másjoven que nunca hubiera iniciado en acuerdo de paz enOriente Próximo.

Nick bostezó, exhausto, y, con el mando a distanciaaún en su mano, cayó enseguida en un agitado sueño enel que aparecían monjes y antigüedades, sus hermanos,Jason y Adrian De Vere... y la princesa jordana.

Page 21: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Desde la azotea del edificio de la Cámara deComercio, Jason De Vere observaba el Marine One, quedespegaba del césped de la Casa Blanca con rumbo aCamp David. El presidente y el ministro de AsuntosExteriores chino habían abandonado la gala hacía mediahora, seguidos de los últimos senadores del Capitolio yun grupo de funcionarios de la embajada china. Sóloquedaban en el lugar los habituales rezagados deWashington y aspirantes a periodistas, de quienes lomantenían a distancia sus siempre eficientes y bienpagados guardaespaldas.

Dejó el vaso de whisky en la improvisada mesa debanquete y cruzó la azotea, dejando atrás las carpas delos medios pertenecientes a la cadena VOX, su imperiomediático personal. Las televisiones chinas y extranjerasya se habían marchado y sólo quedaban la BBC y SKY,recogiendo sus cables.

Jason sonrió. Pocas veces lo hacía. Estaba alborozado.Hacía dos años, había ultimado la VOX. Siendo ya elaccionista mayoritario en plataformas televisivas deEE.UU., Europa, Asia y Oriente Próximo, había compradoDirect TV y, tres meses más tarde, había adquirido laFOX y su equivalente británica, SKY, para cerrarfinalmente la adquisición de la 21st Century Fox. Y, el díaanterior, VOX había firmado con Pekín una de las

Page 22: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

adquisiciones más importantes en el ámbito de latelevisión global, la operación más arriesgada llevada acabo nunca por De Vere, si se tenían en cuenta todos losfactores. Ahora parecía ser imparable, lo cual no estabamal para alguien a la edad madura de cuarenta y cuatroaños.

Miró hacia la Casa Blanca, donde distinguió la familiarsilueta de los francotiradores de la azotea. En aquelmomento, sonó su móvil.

—¿Sí? —respondió lacónicamente—. No, no nosmoveremos. Eso es lo más alto que llegaremos. No hecambiado de postura.

Comprobó los mensajes. No había llamadaspersonales. En realidad, no había recibido ni una solallamada personal desde que había formalizado el divorciocon Julia, hacía trece meses. A excepción de las de sumadre y de las de Adrian.

Julia.Jason se quedó paralizado. Anonadado. Más incluso,

se quedó pasmado ante la cantidad de emociones que sehabían desencadenado en él cuando había visto a Julia enDamasco, la semana anterior. El encuentro lo habíainquietado en grado sumo, lo había desconcertado.Todavía la amaba, eso lo sabía, pero no se atrevía acorrer el riesgo de tener que afrontar de nuevo unasemociones tan intensas. No volvería a ver nunca más aJulia en persona, se prometió, a menos que fuese unacuestión de vida o muerte.

Volvió a guardar el móvil en la funda que llevaba a la

Page 23: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

cadera y contempló por última vez la Casa Blanca, quetransmitía en directo a la calle M, cuya señal transmitíanlos satélites de la Fox a todo el mundo. Entonces volvió amirar la extraña imagen blanca suspendida sobre elhorizonte de Washington y se pasó los dedos por sucorto cabello entrecano. Julia no lo soportaría y aquellole proporcionó una acometida de placer infantil.

Consultó el reloj y frunció el ceño. El día siguiente erael aniversario de Adrian. Cumplía cuarenta años.

Tomó nota de llamar a Francia por la mañana.

Normandía, Francia

Un hombre alto e impecablemente vestido con untraje de Savile Row observaba las enormes puertas demadera de cerezo de la biblioteca del palacio de veranoeuropeo. En la mano sostenía un pergamino escrito enun extraño alfabeto arameo. Miró más allá de los cientosde policías militares que patrullaban el perímetro de laalambrada doble, más allá de los aviones armados conametralladoras que sobrevolaban en círculo, y fijó losojos en la cerúlea aparición, visible ante la luna llena, quese recortaba en los cielos crepusculares del Atlántico.

Un sacerdote jesuita, vestido con el vaporoso hábitode su orden de las «Sotanas Negras», venía caminandohacia él, golpeando el suelo de caoba pulida con un

Page 24: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

bastón de mango de plata.—El Jinete Blanco —dijo, deteniéndose a pocos pasos.El hombre asintió. Llevaba el pelo, negro como el ala

de un cuervo, largo hasta el cuello de la camisa, a lamoda del momento, y bajo el claro de luna adquiría unbrillo azulado.

—Nuestra señal está en los cielos.Se volvió levemente y la luna iluminó el contorno de

sus rasgos cincelados. Su perfil era fascinante,extrañamente hermoso.

—Hemos esperado dos mil años para llevar a cabonuestra venganza.

El hombre contempló la monumental panorámica dela bahía y, avanzando hasta quedar directamenteiluminado por la luna, dirigió la mirada hacia laaparición. Con manos temblorosas de rabia contenida,acercó una candela fina de color negro al pergamino y leprendió fuego.

—Y ahora vengamos nuestro deshonor —murmuróLucifer—. Nuestra humillación a manos del Nazareno.

Lucifer se alisó su hábito de jesuita, acarició laserpiente de plata repujada de la empuñadura de subastón y esbozó una lenta y maliciosa sonrisa.

—Vengamos el Gólgota.Creo que los bancos son más

peligrosos para nuestras libertades quelos ejércitos armados.

Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados

Page 25: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Unidos (1743-1826)En estos momentos, un gobierno

en la sombra ejecuta sus planes parainstaurar un nuevo orden mundial.

Es una camarilla secreta degobernantes más poderosa que ningúngobierno de los que existen hoy día.

Controla el complejo militarindustrial, los bancos del mundo, lasunidades de operaciones secretas delas facciones clandestinas de losservicios de inteligencia, la reservafederal.

Sus planes son tan antiguos comoel tiempo. Sus intenciones sontraicioneras.

Hoy, su existencia permaneceprácticamente secreta.

...Y, sin embargo, su plan esimparable.

Page 26: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Prólogo

No proyectan sombras

Lower Manhattan, Nueva York

Era el diez de septiembre de 2001, un día casi comootro cualquiera, pensó Lorcan de Molay. El día siguiente,a las 8.46 de la mañana, el mundo cambiaría.

Reflexionó sobre aquel hecho mientras observaba elespectacular perfil de Manhattan desde la gran cristaleradel club privado, cuatrocientos metros por encima de laciudad de Nueva York.

Contempló en silencio la amplia vista del muelle deManhattan, con los ojos fijos en el paso incesante de losbrillantes aviones 757 y 747 que llegaban y partían de losaeropuertos de La Guardia, JFK y Newark.

Finalmente, el sacerdote apartó los ojos del horizontey se volvió.

Aunque en su rostro había extrañas cicatrices, susfacciones eran imperiales y bellas. La frente ancha y larecta nariz patricia enmarcaban unos ojos imperiosos decolor zafiro que contenían una hipnotizadora y cautivantehermosura. Su abundante cabellera negra como ala de

Page 27: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

cuervo empezaba a volverse plateada en las puntas.En un día normal, la llevaría cuidadosamente peinada

hacia atrás desde sus altos pómulos, recogida en sutrenza habitual y sujeta con una simple banda negra.

En un día corriente, vestiría la vaporosa Sotana Negrade su orden jesuita.

Sin embargo, aquél no era un día cualquiera y, bajo laluz del atardecer, las brillantes trenzas le caían sueltassobre los hombros, rozando el traje de corte perfecto deDomenico Vacca, hecho a medida, que realzaba aquelcuerpo meticulosamente cuidado que había debajo.

El sacerdote acarició la serpiente de plata labrada delmango de su bastón, observando despacio a los hombressentados frente a él.

El Gran Consejo Druida de los Trece, las órdenes másaltas del Comité de los Trescientos, la Nobleza Negra deVenecia, el Consejo de la Madre Suprema de los Masonesdel trigésimo tercer grado del Rito Escocés.

Estudió las caras de la elite que controlaba la ReservaFederal, el Banco de Pagos Internacionales, el BancoMundial, el Consejo de Relaciones Exteriores, el grupoBilderberg y el Club de Roma, y sus ojos se posaronfinalmente en el Hermano Superior y Gran Tribunal de laOrdo Templi Orienti.

Los Grandes Maestros de los Illuminati.El grupo secreto que controlaba el gobierno de

Estados Unidos.Que controlaba todos los gobiernos del mundo

oriental y occidental.

Page 28: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

En sus labios centelleó una sonrisa.Y él, Lorcan de Molay, a su vez, los controlaba a

todos.Abrió la petaca de plata de los cigarros. Kester von

Slagel, su emisario, se materializó a su lado desde unrincón a oscuras del club con un cortapuros en la mano.De Molay introdujo la punta del cigarro mientras VonSlagel cortaba hábilmente la punta antes de desvanecersede nuevo entre las sombras.

De Molay se acercó el cigarro a los labios y situó elextremo encima de la llama: «La Corona, 1937...»

Lo encendió con satisfacción y luego, quitándoselo dela boca, posó despacio sus ojos en los rostros impasiblesde los directores de los bancos más poderosos delmundo que se hallaban sentados ante él.

Eran unos mentecatos. Unos déspotas hambrientos depoder.

Sin embargo, según la Doctrina de la Ley Eterna, losConsejos del Temor de los angélicos caídos no teníanjurisdicción directa sobre la Estirpe de los Hombres.

Al acordarse del Nazareno, frunció los labios.No tenía otra alternativa. Después de su humillante

derrota en el Gólgota, la presencia de los Caídos en esteorbe salpicado de barro era ilegítima.

Sólo tenía una alternativa: debía utilizar a las masastemerosas. Seducirlas, involucrarlas en su plan maestro.Oscuros Esclavos de los Caídos.

Por lo menos, hasta la Gran Batalla.Hasta la derrota del Nazareno.

Page 29: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Después, podría prescindir de todos. Sólo de pensaren ello experimentó una oleada de puro placer.

Y Jerusalén sería finalmente suya.Pero, ahora, debía encargarse del asunto que tenía

delante.De Molay habló suavemente, con una voz grave y

cultivada. Su acento era inconfundiblemente británico, deLondres W1K, para ser exactos, pero contenía una sutilinflexión exótica que resultaba indefinible.

—Mañana, a las 8.46 exactamente, nuestra operaciónpara desestabilizar y subvertir los Estados Unidos deAmérica habrá comenzado. —Acarició el cigarro despacioentre unos dedos delgados y de cuidadas uñas. Todos losojos estaban fijos en él—. A mediodía, se habráproducido el cierre de las Naciones Unidas, de laComisión de Valores y Bolsas, de las propias Bolsas...Habremos golpeado los cimientos de todo el mundooccidental.

Se volvió hacia Charles Xavier Chessler, el canosodirector del Chase Manhattan.

—Nuestra cuenta de beneficios por informaciónprivilegiada tiene ahora mismo quince mil millones dedólares —explicó Chessler—. Y es imposible seguir surastro hasta relacionarla con la Hermandad.

De Molay dio unas caladas al puro hasta que el bordeempezó a brillar.

—Las torres se desmoronarán como el típico castillode naipes.

—En caída libre —añadió Jaylin Alexander, ex director

Page 30: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ejecutivo de la Agencia Central de Inteligencia—. Laspruebas de una implosión controlada quedaránenterradas para siempre entre las ruinas.

De Molay dirigió un gesto a la figura imponente delcomandante general del NORAD, Omar B. Maddox, unhombre con una mata de áspero pelo blanco y vestido demilitar que estaba sentado a su derecha.

—¿El Guardián Vigilante está en vigor, general?—El NORAD está en alerta, excelencia —respondió el

general tras saludar militarmente a De Molay—. Alamanecer, ejecutaremos el ejercicio de defensa aéreaimaginario más grande de nuestra historia, simulando unataque a Estados Unidos. —El general sonrió pero suspequeños ojos de halcón brillaron con intensidad—. Elsimulacro causará las distracciones y la confusiónnecesarias para que los ataques reales tengan éxito. Lostécnicos de la Administración Federal de Aviación delNORAD estarán medio ciegos.

De Molay se volvió hacia González, jefe del Cuerpo deProtección Presidencial del Servicio Secreto de EE.UU.

—¿Los terroristas están en posesión de los códigos?—Tienen los códigos y señales del Air Force One y los

códigos principales de la Casa Blanca, excelencia.—¿Y acceso a los servicios de vigilancia de la Agencia

Nacional de Seguridad?—Todo en orden, excelencia —asintió González.—No tenemos que proyectar ninguna sombra —dijo

De Molay, volviéndose hacia Alexander.—El coche registrado a nombre de Nawaf al-Hazmi

Page 31: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

será abandonado en el aparcamiento del aeropuertoDulles la mañana del doce —afirmó Alexander—. Dentrohay una copia de la carta de Atta a los secuestradores, uncheque bancario a nombre de una escuela de aviación dePhoenix, cuatro dibujos de la cabina de un 757, un cútery mapas de Washington y Nueva York.

—Los terroristas se han tragado por completo lahistoria. Se hacen con el control de los aviones y creenque su misión consiste en volver a los aeropuertos dondehabrá aviones con combustible para ellos y los rehenes.Una vez activemos el canal de control primario,advertirán que los han engañado. Los secuestrados sonellos, en el cielo. Y será demasiado tarde —Alexanderesbozó una leve sonrisa—. Serán mártires involuntariosde la Hermandad. Chivos expiatorios de una operaciónbajo bandera falsa de los servicios secretos. Es demanual.

—¿Y Bin Laden? —preguntó Julius De Vere, elpresidente de De Vere Continuation Holdings.

—Osama Bin Laden voló de Pakistán a Dubai el 4 dejulio —respondió Lewis, vicesecretario de Defensa—. Loacompañaban su médico personal, cuatro guardaespaldasy un enfermero argelino y fue ingresado en eldepartamento de urología del Hospital Americano. Yanos hemos ocupado de la evacuación de sus familiares.

—Tenemos a punto el Boeing 777 tal comoacordamos —asintió Alexander—. Los Bin Laden seránevacuados el 18 de septiembre mientras los vuelostodavía estén restringidos.

Page 32: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Y luego invadiremos Irak —lo interrumpió DrewJanowski, asesor especial del presidente en política deDefensa y Estrategia— y de ese modo quedarápermanentemente erradicada la resistencia de Saddam anuestro programa de dólares por petróleo. Creamos lacrisis y después la manejamos con destreza. CreamosSeguridad Interior, después la Ley Patriota...

—En otoño de 2008, provocaremos una crisis en losmercados —dijo en voz baja Werner Drechsler,presidente del Banco Mundial—. Hundiremos el dólar.Habrá una contracción deliberada de todo tipo de crédito.Instigaremos la mayor crisis económica desde 1929. Enmenos de dieciocho meses quedará destruida entre elcuarenta y el cuarenta y cinco por ciento de la riqueza delmundo.

—Y hacia 2025 terminaremos el trabajo. —Julius DeVere observó a los reunidos con satisfacción—. Durantela retirada masiva de depósitos debida al pánicobancario, hacemos caer intencionadamente la ReservaFederal y la sustituimos por nuestro Banco CentralMundial. Nos suplicarán que hagamos lo que sea paradetener su sufrimiento.

Un hombre huesudo y de aspecto reconcentrado, depoco más de cincuenta años y que llevaba gafas demontura de pasta, alzó la vista de sus papeles.

—Y entonces, caballeros, daremos nuestro golpe deestado... La soberanía de Estados Unidos será eliminadapermanentemente —dijo Piers Aspinall, jefe de losservicios de espionaje británicos, quitándose las gafas y

Page 33: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

echando el aliento a los cristales.—Será la primera fase de la Unión Norteamericana.

Lanzaremos una moneda nueva, el amero, eintroduciremos el control de armas obligatorio. —Sereclinó pausadamente en el asiento—. A continuación,dividiremos el mundo en diez superbloques. Pondremosen marcha un incidente atribuible a servicios secretosextranjeros, nuclear o de terrorismo biológico, ydecretaremos la ley marcial y la vacunación obligatoria.—Sacó del bolsillo de la chaqueta un pañuelo de algodónperfectamente planchado con sus iniciales bordadas yprocedió a limpiar los cristales de las gafas—.Erradicaremos a los que resistan. Los patriotas. Losconstitucionalistas. —Cruzó una fugaz mirada con Lorcande Molay y añadió—: Los cristianos...

—Durante las próximas décadas —De Molay esbozóuna leve sonrisa mirando al presidente de Petróleos delMar del Norte y de la Corporación Petrolera Neerlandesa,que estaba sentado a su derecha—, los estadounidensesdirán que nuestra conspiración no es más que unaleyenda urbana. Un brindis por el oro negro, señores —dijo, alzando un vaso de oporto añejo—. ¡Por loscuatrocientos mil millones de petróleo de las reservasiraquíes!

Los miembros de la Hermandad levantaron los vasos.De Molay se acercó a la cristalera que ocupaba toda unapared y miró hacia el Atlántico.

—Por Irak... —murmuró.Apartó los ojos de la ventana y se volvió hacia los

Page 34: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

reunidos con una expresión extrañamente distante.—Y luego, Jerusalén.Todos se pusieron en pie al unísono y levantaron la

copa.—Por Jerusalén.—Por nuestro Nuevo Orden Mundial —anunció Lorcan

de Molay—. Novos Ordo Seclorum.—Novos Ordo Seclorum —repitieron a coro todos los

reunidos.Lorcan de Molay levantó la copa por segunda vez y se

volvió a aquel ignorante Manhattan que resplandecía bajola tenue luz otoñal.

—Y por el reinado del único hijo que heengendrado...

7.40 horas

La atractiva morena con unas enormes gafas de sol dePrada sonrió y se volvió hacia el nervioso joven de pielaceitunada que estaba sentado a su lado. Llevaba unacamisa azul y miraba al frente, con expresión insondable.

La mujer se encogió de hombros, pasó sus dedosfinos de perfecta manicura por su melena rubia y volvió aconcentrarse en el avión medio vacío, bostezando.

Desde el nacimiento de Alex, que había tenido lugar

Page 35: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

hacía doce semanas, Rachel Lane-Fox estaba obsesionadacon la dificultad de conciliar el sueño.

Estiró sus piernas largas y esculturales, movió losdedos de los pies y se hundió en su asiento de la clase

en la fila 8 de un Boeing 767.Hurgó en el bolso, sacó el teléfono móvil y pasó

nombres en la agenda hasta que encontró el número deJulia De Vere. Pulsó el botón de marcar y la señal sonódos veces.

—Hola, Jules —sonrió—. Sí, ya estoy de vuelta. En lapista del aeropuerto de Logan... —Miró por la ventanilla—. Llevamos un poco de retraso. Sí, escucha, papá ya hasalido de la unidad de cuidados intensivos. No tengopalabras para agradecerte que hayas cuidado a Alex.

Una sobrecargo se detuvo a su lado. Rachel levantó lamirada.

—Lo siento, señora. El teléfono y... —Señaló elcinturón de seguridad.

Rachel se lo abrochó torpemente, sujetando el móvilcon la barbilla.

La sobrecargo frunció el entrecejo y observó a Rachelcon atención.

—¿No es usted la supermodelo Rachel, Rachel Lane-Fox?

—Sí, me ha pillado —suspiró Rachel—. Culpable.Se quitó las gafas de sol y posó la mano libre en el

brazo de la sobrecargo.—Escuche —le dijo—, se trata de mi bebé. Sólo tiene

doce meses. Mi padre ha sufrido un ataque cardíaco. Mi

Page 36: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

hijo está con una amiga. Es la primera vez que meseparo de él. —Señaló el teléfono—. Por favor... —Esbozó una sonrisa cautivadora, mostrando sus dientesblancos y perfectos.

La sobrecargo consultó el reloj y suspiró.—Está bien —dijo y, señalando las puertas del avión,

añadió—: Puede hablar hasta que las cerremos.—Gracias —respondió Rachel, guiñándole un ojo.El hombre de la camisa azul de la butaca contigua la

miró con gesto de desaprobación.—Jules... —Echó un vistazo al hombre y bajó la voz

—. Escucha, ¿Alex ha dormido toda la noche o ha sacadode sus casillas a Jason? —Contuvo una risilla. El vecinode asiento la miró abiertamente—. De acuerdo, cuandoaterricemos en Los Ángeles tomaré un taxi directamentehasta las oficinas del y os recogeré a los dos parair a almorzar.

La sobrecargo había regresado.—Señora Lane-Fox...—Tengo que colgar, Jules. Dale un beso a Alex de mi

parte.Rachel cerró el teléfono, lo guardó en el bolso y

colocó éste debajo del asiento apresuradamente.«Qué extraño», pensó. El hombre de tez aceitunada

se agarraba a los brazos del asiento como si su vidadependiera de ello y sudaba profusamente.

Debía de tener pánico a volar.—Eh —le dijo, dándole unos leves toques en el brazo

—. Cuando una vuela a menudo, no es tan terrible. Te

Page 37: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

acostumbras a ello. —Le dedicó una cálida sonrisa—. Enmi caso, ha sido así.

Mohamed Atta la miró impertérrito.Rachel se encogió de hombros, cogió una revista de

moda y la hojeó ociosamente mientras el avión sealejaba de la puerta de embarque 32 en dirección a lapista de despegue 4R.

Ocho minutos más tarde, mientras el Boeing ascendíaen unos diáfanos cielos otoñales, Rachel Lane-Foxcontempló desde la ventanilla la espectacular panorámicadel puerto de Boston.

Eran exactamente las 7.59 de la mañana del martes11 de septiembre.

Lorcan de Molay consultó ociosamente la cara delcronógrafo de oro del reloj Grogan Patek Philippe de1925 que llevaba en la muñeca derecha.

«El único reloj de este tipo hecho jamás para unzurdo», pensó.

En la Costa Este americana eran exactamente las 8.14de la mañana.

El secuestro del vuelo número 11 de AmericanAirlines había empezado.

Al cabo de unos minutos, Mohamed Atta y sus chivosexpiatorios de la CIA advertirían que habían sidoengañados.

No habría ningún avión esperándolos.Esbozó una leve sonrisa, se secó la boca con una

servilleta de lino que llevaba sus iniciales bordadas y la

Page 38: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

dejó junto al almuerzo, un plato de milhojas de langostaa la catalana que no había terminado.

El protocolo de control remoto se activaría encualquier momento.

Su mirada se perdió más allá de los leones de bronceque sostenían el obelisco egipcio de granito rojo decuarenta y cinco metros de alto, más allá de la Via dellaConciliazione y la otra orilla de las aguas verdes ylodosas del Tíber, hasta las Siete Colinas de Roma.Entonces, consultó el reloj una vez más.

Al cabo de cuatro minutos, el funcionamiento del 767quedaría bajo control directo del «Puesto de Mando» entierra.

Se alisó la sotana de jesuita y cerró los ojos,volviendo el rostro hacia la suave brisa otoñal de Roma.

El sistema de control de vuelo del Boeing estaba apunto de ser reconfigurado para que se estrellara contrael World Trade Center de Nueva York.

8.40 horas

Jordan Maxwell III, banquero de inversiones, mirópor tercera vez en pocos minutos la pantalla de suordenador.

—¡Eh, jefe! —dijo Damien Cox, un bisoño graduadode Harvard apoyado en la puerta de cristal de la oficina

Page 39: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de Maxwell, con una taza de café Starbucks en la mano—. Sucede algo. Nos han dejado fuera del sistema. Esextraño. —Sonrió.

Maxwell volvió la vista a Powell, el vicepresidente deldepartamento de Tecnología de la Información de NealBlack, que había aparecido en el umbral, detrás de Cox.

—Sí, estamos fuera —murmuró Powell.—¿Todos? —quiso saber Maxwell, enarcando las

cejas.—Todos los ordenadores, en las tres plantas.

Trescientas dieciocho estaciones de trabajo, para serexactos. Hemos sido invadidos. Y alguien... alguien estádescargando todos nuestros archivos. —Powell hizo unapausa—. Desde fuera del edificio.

—¿Hackers?—No —respondió encogiéndose de hombros—. Es un

ataque demasiado sofisticado. Un programa nos hadejado fuera. No había visto nunca una cosa así —Powellsacudió la cabeza—, y he visto de todo.

Maxwell se puso en pie y se encaminó rápidamente ala amplia oficina diáfana de Neal Black, seguido porPowell y Cox.

Mientras caminaba, miraba los monitores de losordenadores. Luego, dirigió la vista a la puerta de cristalde la sala de reuniones, donde el director general y dosimportantes socios de la correduría estaban enfrascadosen una intensa conversación en voz baja.

—¿Ha informado a Morgan?—Tiene una llamada de Europa, de los grandes jefes.

Page 40: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

No quiere distracciones.—Bien, le informaré a través de la línea interna. —

Maxwell se volvió de repente, regresó a su oficina y sesentó en su costoso sillón de cuero sin apartar los ojosde la pantalla. Se dispuso a pulsar la línea interna yentonces dudó.

Alguien estaba descargando todavía los ficheros.Se suponía que él no sabía nada, pero había estado

siguiendo el tráfico anómalo de transacciones desde el 6de septiembre.

Sólo en las últimas cuarenta y ocho horas, por losordenadores de las oficinas de Neal Black, situadas en elWorld Trade Center, habían pasado unos doscientosmillones de dólares en transacciones ilegales.

Y luego, estaba esa transacción única de pagarés delTesoro por valor de cinco mil millones de dólares quehabía mencionado Von Duysen el día anterior, mientrastomaban una copa.

Inquieto, miró al otro lado de las puertas de cristal endirección a la sala de reuniones.

Aquello estaba relacionado con Europa, con lospoderes a los que no había que desobedecer nunca. Deeso estaba seguro.

Maxwell pulsó una tecla del teclado y observó lapantalla con impaciencia.

No había duda de ello. Se estaba produciendo un gran«saqueo» financiero.

Alguien cubría sus huellas. Todos los archivos salíandel edificio descargados a la velocidad de una centella.

Page 41: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Aquello ocurría ante sus propias narices. Los estabansacando del sistema. ¿Adónde los llevarían?

Sacudió la cabeza, cogió la taza de café, que se lehabía enfriado, y se dirigió a la ventana.

Contempló el transparente firmamento de Manhattan,preguntándose por qué.

Entonces oyó un extraño ruido y frunció el entrecejo.Si no fuera ridículo, diría que se trataba del rugido de losmotores de un avión.

Volvió la cabeza hacia la izquierda.La taza de café se le resbaló de la mano y el líquido se

derramó en la hermosa alfombra bereber.El 767 venía directo hacia él.

Page 42: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

VEINTE AÑOS DESPUÉS

Page 43: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

1

El carro de Alá

Monte del Templo, Jerusalén

—¡Abuelo! ¡Abuelo! —Jul Mansur tiraba de la viejatúnica de beduino de su abuelo mientras éste caminabacon paso firme por el laberinto de entradas a las cisternasde superficie en dirección a la puerta de Warren—.¡Abuelo! —repitió—. No deberíamos estar aquí. ¡Esterreno prohibido! La radiación...

Abdul-Qawi se volvió y miró con el entrecejo fruncidoy expresión sombría a su nieto de trece años. Luego, surostro oscuro y apergaminado se quebró en una amplia ydesdentada sonrisa.

—Jul. —El hombre levantó al aire sus manos morenasy deformes en señal de exasperación; después,desenganchó un medidor de radiaciones que llevaba enel cinturón y lo abrió—. ¡Ja! —exclamó—. ¡No hayradiación! Eso son manipulaciones de las NacionesUnidas. La radiación está en Tel Aviv, en Jaffa, no enJerusalén.

—Los soldados nos detendrán, abuelo.

Page 44: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¿Ves a los israelíes? ¿Ves siquiera a los empleadosdel Wakf, que administra el día a día de la Explanada delas Mezquitas? —Abdul-Qawi señaló con gesto dramáticoel Monte vacío y acordonado. Escupió en el suelo y sesecó la boca con el revés de la mano—. Se han marchadotodos, todos... Desde que la guerra terminó.

El viejo siguió caminando los cincuenta metros que loseparaban de la Puerta.

—Los soldados se han marchado pero, de todosmodos, estás allanando una propiedad, Jadd —replicó elchico.

Al oír el sonido de su nombre en árabe, Abdul-Qawise detuvo en seco.

—¡Ah! —exclamó, levantando las manos, esta vez dedesesperación—. Escuelas privadas, profesores europeos,y lo único que te enseñan es a faltarle el respeto a tuabuelo. Ahora, permite que tu Jadd sea tu maestro. —Sevolvió hacia Jul con sus huesudos brazos en jarras yprosiguió—: Este viejo arqueólogo beduino sabe que eneste preciso instante los israelíes y los hombres del Wakfyacen muertos y heridos en hospitales de toda Jerusalénmientras los europeos descansan en sus palaciosopulentos, dividiendo el Monte mientras hablamos. —Levantó una mano en gesto teatral—. Esto para losjudíos, esto para los árabes. Esto para las NacionesUnidas. ¡Bah! Aprovechamos la oportunidad. —Señaló loscascotes que se alzaban delante de ellos y continuó—:Los israelíes y los Wakf sellaron la puerta y el terremotoha vuelto a abrirla. En honor a Alá y por respeto a mis

Page 45: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

excavaciones arqueológicas de estos últimos sesenta ycinco años, debo buscar.

El viejo empezó a encaramarse cuidadosamente a losescombros y entró en una gran sala subterránea de unosveinticinco metros de largo con muchos túneles de salidaque discurrían en direcciones distintas. Sus ojos de averapaz brillaron de emoción.

—Deprisa, deprisa —le dijo a Jul con gestoimpaciente. El chico estaba unos tres metros detrás de ély empezaba a bajar los peldaños de piedra.

El viejo se detuvo, encendió la linterna y se agachópara mirar un mapa arrugado.

Jul suspiró ruidosamente. De repente, su abuelo leagarró la mano libre con tanta fuerza que se encogió dedolor.

—¡El Sancta Sanctorum! —Abdul-Qawi tenía un brilloextático en los ojos. Tembloroso, se puso en pie y siguiócaminando entre los cascotes recientes en dirección a untúnel ya excavado.

De repente, frunció el ceño y clavó la mirada en unreluciente objeto dorado que sobresalía de una pequeñacavidad, a diez pasos de él.

Abdul-Qawi se acercó con cuidado, indicando con ungesto a su nieto que lo siguiera. Sobrecogido, miró elbrillante metal.

—Es el carro de Alá —murmuró.Continuó caminando, murmurando en árabe para sí,

como si sufriera un trance hipnótico, y alargó la manohasta detenerse a pocos centímetros de la ornamentada

Page 46: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

asa de oro que sobresalía del suelo. La mano letemblaba.

Jul observó pasmado cómo Abdul-Qawi tocaba el asa.Al momento, el cofre emitió un intenso relámpago decolor azul.

—¡Alá Akbar! —gritó Abdul, al tiempo que cerraba lamano en torno al asa de oro.

La corriente eléctrica que se había desatado le recorrióel cuerpo y Jul vio horrorizado cómo su abuelo seagitaba violentamente de un lado a otro, en plenoparoxismo.

—¡Jadd! —Jul corrió hacia él.El viejo miró al chico con unos ojos aterrorizados y

excitados y, luego, haciendo acopio de todas sus fuerzas,apartó la mano del cofre y fue arrojado al suelo conviolencia.

Jul tiró de él por entre los escombros para alejarlo deaquel cofre pulsante.

—¡Jadd! ¡Jadd! —Jul tomó la cabeza del abuelo en susmanos temblorosas. Las lágrimas le caían en reguerospor las mejillas manchadas de barro.

Abdul se incorporó, miró fijamente a Jul y emitió ungrito ahogado:

—¡El sello de Daniel! —dijo.Y se desplomó hacia atrás.El rayo del Arca de la Alianza lo había fulminado.

Page 47: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

2

Las secuelas

Puerto de Nueva York

Aquélla era la cuarta campaña de lanzamiento querealizaba el ilustre grupo de comunicación VOX sólo en loque llevaban de semana.

Y la más fastuosa.Pese a las temperaturas bajo cero, en Nueva York

había ganas de fiesta y también las tenía Jason De Vere,presidente y propietario del multimillonarioconglomerado mediático VOX.

La Tercera Guerra Mundial había terminado hacíacatorce meses, después del ataque nuclear a Moscú porparte de Occidente, y las innumerables corporacionesmultinacionales con sede en Manhattan volvían a salir a lasuperficie. La amenaza permanente de un ataque nuclearen el centro de Nueva York era un recuerdo que sedesvanecía deprisa y la cubierta inferior del mayor de loscinco yates corporativos de Jason De Vere estaba arebosar, literalmente.

Page 48: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Financieros de Wall Street de mediana edad,propietarios y gestores de fondos de inversión directa,presentadores de televisión maduros y agentes delmundo del espectáculo abarrotaban la pista de baile,mezclándose con la de losveinteañeros y treintañeros que constituían la elite de latelevisión, la moda y la industria editorial, moviéndosetodos al compás de la música.

Jason De Vere había llegado en helicóptero hacía diezminutos. No era habitual que se presentara en actoscomo aquél y los colaboradores con los que trabajabapersonalmente atribuían su asistencia a la presencia decinco inversores multimillonarios de Pekín queparticipaban en la última aventura comercial de Jason.

Era su triunfo más reciente, el lanzamiento en Chinade las múltiples cadenas de televisión y productoras decine de la VOX.

A los cuarenta y cuatro años, Jason De Vere todavíaera guapo y fornido, pero empezaba a vérseleenvejecido. Su rostro bronceado estaba surcado dearrugas y sus cabellos, que llevaba muy cortos, yaadquirían tonalidades plateadas.

Y su estado de ánimo, en aquel momento, tampocoera jovial.

Se encontraba abrazado a una rubia excesivamentebronceada, atrapado en medio de la pista de baile,moviéndose torpemente al son de la música con un vasode whisky en la mano.

Miró a su alrededor. Qué jóvenes eran todos, pensó.

Page 49: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Estaban más cerca de la edad de su hija Lily que de lasuya. ¿Qué había sido del tiempo? ¿Adónde había ido?La clon rubia, presentadora de los premios musicales dela VOX de aquel año, lo atrajo hacia sí, entrelazando lasmanos detrás de su nuca, con lo cual impedía que Jasonapurara el último trago de su siempre presente vaso dewhisky.

De Vere puso los ojos en blanco en gesto defrustración, después de tratar de encontrar en vano a unade sus secretarias ejecutivas.

—Maldita sea la necesidad de una relaciones públicas—murmuró.

La nueva y más joven de ellas, una elegante bellezaasiática recientemente trasladada a la oficina de la VOXen Nueva York desde la corresponsalía de Singapur,estaba enfrascada en una viva conversación con losclientes de Pekín.

Desesperado, echó un vistazo a la sala buscando a susecretaria personal, una mujer de toda su confianza quellevaba diecinueve años trabajando para él, la señoraJontil Purvis, nacida en Charleston, Carolina del Sur,hacía cincuenta y siete años.

Jontil era la sal de la tierra y una empleadaabsolutamente indispensable para Jason. Habíaempezado a trabajar en la VOX en los mismísimos iniciosy había vivido los primeros años difíciles y caóticos de laempresa.

Durante las dos décadas anteriores, se habíaimplicado en la agotadora tarea de hacer que todos los

Page 50: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

aspectos de la brutal e implacable existencia de Jason DeVere fueran manejables.

Jontil se había ocupado de sus complejas fusiones demiles de millones de dólares, había organizado lahospitalización de Lily De Vere después del accidente y laterapia que realizó a continuación y, recientemente, sehabía implicado en la resolución de los desagradablesdetalles del agrio divorcio de Jason y Julia, ampliamentepublicitado.

Durante la separación, que había durado un año,Jontil Purvis había tratado a Jason con desdén. Adorabaa Julia St Cartier y así había sido desde que conociera ala joven y alegre esposa periodista de Jason hacía yadiecinueve años. Entre las dos mujeres se había forjadouna profunda amistad y Jontil Purvis era muy leal.También era una devota baptista que creía en la santidaddel matrimonio. Y creía en Jason y Julia.

Y, además, estaba Nick, su hermano pequeño. Jasonfrunció el entrecejo. Jontil Purvis no tenía intención defacilitarle las cosas a Jason De Vere, eso lo sabía. Peroera ella la que recibía las llamadas de Nick y se reservabasus opiniones para sí misma. Jason confiaba porcompleto en Jontil Purvis. Y Jason De Vere confiaba enmuy pocas personas.

Finalmente, distinguió su pelo rubio perfectamentecardado y peinado. Estaba en un rincón de la sala con suomnipresente Blackberry y dos en su manoizquierda. El traje de seda lila que vestía realzaba su airede matrona y, como siempre, se la veía serena y

Page 51: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

tranquila.—¡Purvis! —le gritó Jason, volviéndose hacia ella.

Jontil levantó los ojos a la llamada, miró a la rubia y aJason de arriba abajo, asintió y desapareció.

Al cabo de una décima de segundo, una morena altay flaca corrió a liberar a Jason del ardiente abrazo de larubia. Luego, lo guio por el salón y encendió una pantallacon un mando a distancia. En la pantalla apareció la carade un hombre.

—Jason... —Le agarró el brazo con fuerza,desbordada por la emoción—. ¡Jason! —Movió la pantallahacia él—. Matt está en línea, desde Teherán. Se trata detu hermano. Tenemos la exclusiva. Últimas noticias.Finalmente, se ha fijado una fecha para el acuerdo depaz. Será un éxito, Jason.

—Me tomas el pelo, ¿verdad, Maxie? —Jason fruncióel entrecejo—. Éste es el plan de rescate de Purvis.

Ella lo miró con aire inexpresivo y Jason entornó losojos.

—El Acuerdo Ishtar —dijo y la asió por el brazo contanta fuerza que la mujer reculó de dolor.

—Israel, Irak, Irán, Rusia —asintió Maxievigorosamente.

—El tratado de paz de la Tercera Guerra Mundial...¿Estás segura?

Jason se sacó la Blackberry del cinturón y pasó losmensajes hasta que encontró uno con la marca A.D.V.

Abrió el texto que le habían mandado hacía una hora.

Page 52: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

.»—¡Maldita sea! —Jason apartó a Maxie de un

empujón.—¿Qué ocurre, Matt?Clavó los ojos en la imagen de Matt Barton, director

de la corresponsalía de Teherán, que aparecía en lapantalla.

—Aquí no queda prácticamente nada, jefe. Teherán esla única ciudad que sigue en pie. Mashad, Tabriz... hanquedado reducidas a cenizas. Han sido ataques nuclearesdirectos, pero los iraníes han sido más tercos que eldemonio. Hasta que llegó el hermano de usted.Aceptaron la derrota hace aproximadamente una hora. Esuna noticia confirmada —asintió Matt—. Se ha fijado lafecha del acuerdo para que coincida con la inauguraciónde la sede de las Naciones Unidas en Babilonia. Dentrode tres semanas.

—¿En Babilonia? ¿No en Damasco? —Jason arqueólas cejas—. Qué interesante.

Matt frunció el ceño.—¿Y qué hay de Israel?—Inflexible, como siempre. Dejaré que sea Melanie

quien le haga el resumen.Melanie Kelly, la jefe de corresponsales de la VOX en

Oriente Próximo, ocupó la pantalla.—Israel está dispuesto a desnuclearizarse, señor. Lo

sabemos seguro.—¿Hasta qué punto lo sabemos seguro?—Seguro del todo, oh gran magnate, pero dicen los

Page 53: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

rumores que su hermano, que es un genio, haconseguido que Israel firme unos preacuerdos ligados aunas importantes concesiones que, lamento decirlo, sóloél conoce. Ya sabe lo cauteloso que es... A l parecer, loque han firmado es como un acuerdo prenupcial. Encualquier caso, confíe en mí. Irán va a aceptarlo e Israello aceptará la semana próxima. Estaremos en antenadentro de diez minutos.

Jontil Purvis puso la mano en el brazo de Jason congesto tranquilo.

—La central de VOX está en línea, señor. Lo esperanabajo.

Jason apagó el pequeño televisor y luego se abriópaso por la atestada sala de baile y el bar hasta lasescaleras de caracol que llevaban a la cubierta inferior,que era la zona de los ejecutivos. Al llegar ante unapuerta forrada de cuero, se detuvo.

—Lily —le dijo al sistema.—Verificación de la palma de la mano.Jason levantó la mano, la puso ante el lector y, al

cabo de un segundo, la puerta se abrió. Se acercó a lagran hilera de televisores que llenaba una de las paredesde la cubierta.

El controlador de la transmisión pulsó un botón y laemisora de la VOX en Manhattan apareció en el aire.

Jason vio a docenas de jóvenes productores, reciénsalidos de la escuela de periodismo, entrando y saliendode la transmisión con cedés de vídeo en la mano ygritando instrucciones por el teléfono móvil. Un chico de

Page 54: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

veinticinco años, con el bronceado típico de la CostaOeste y el pelo largo y con mechas, apareció en lapantalla.

—Hola, jefe. Vamos a conectar en directo con suhermano en cualquier momento.

—Más volumen. —Jason lanzó la chaqueta al lujososofá de cuero y se subió las mangas de la camisadespacio, sin apartar los ojos de los rótulos que pasabanpor la parte inferior de la pantalla.

Jontil Purvis se quedó en el umbral mirando a su jefeatentamente. Llevaba veinte años en el negocio y todavíase emocionaba cuando conseguía una entrevista enexclusiva y en directo. Jason De Vere se encontraba en suelemento.

Jason miró mientras Nueva York se conectaba.—Diez, conexión, nueve...—Jason, tenemos China...—¿Dónde está Al Jazira? —gritó Jason ante el

micrófono.—Al Jazira acaba de conectar, Jason...Entró un ejecutivo delgado y con aire de haber

estudiado en una universidad elitista. Parecía alborozado.—Todo el mundo está desesperado por divulgar el

vídeo: Reuters, Associated Press, la CNN, la ABC.—Nosotros ganamos dinero —murmuró Jason—.

Bien, que estén desesperados está bien.—¿Y la BBC?—Ahora conectaremos con Londres y enlazaremos

con Mel, en Teherán.

Page 55: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Melanie Kelly, corresponsal en Oriente Próximo,visible en dos de las pantallas de vista previa, se llevó lamano al auricular.

—Clay está terminando de poner el micro alpresidente. Estaremos listos dentro de ocho.

Jason miró alborozado a Melanie en la pantalla deltelevisor.

Junto a ella estaba Adrian De Vere, que acababa dejurar el cargo como presidente de la Unión Europea.

—Decidle hola a mi hermano pequeño —murmuróante el micrófono.

—Lo haremos, jefe.Jason no podía apartar los ojos del televisor. En la

pantalla de la vista previa, Adrian sonrió y levantó lamano en señal de reconocimiento.

—Pregúntale si Israel ya está en el saco.Adrian asintió y levantó el pulgar en señal de triunfo.Jason sacudió la cabeza, sonrió y extendió la mano

hacia Jontil Purvis. Ésta le había preparado un whisky yse lo dio. Jason lo cogió, bebió un trago y se concentróen el presentador de las noticias de Nueva York, queretransmitía desde los estudios de la VOX en Manhattan.

—Tenemos noticias de que, hace una hora, enTeherán, se ha fijado una fecha para la firma del tratadode paz más frágil de la historia del Occidente, el acuerdode paz que pondrá fin a la Tercera Guerra Mundial, elAcuerdo Ishtar para Oriente Próximo.

Jason se sentó en el sofá sin apartar los ojos de lapantalla.

Page 56: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Lo firmarán los principales contendientes de laguerra nuclear más sangrienta de la historia, la guerraruso-panárabe-israelí: Irak, Irán, Siria, Turquía y Egipto,así como Rusia, Israel, Estados Unidos y la UniónEuropea.

»Ahora cedemos la palabra a Melanie Kelly, jefa decorresponsales de la VOX en Oriente Próximo, que noshabla en directo desde Teherán.

La cámara enfocó un primer plano de la rubia ydelgada Melanie Kelly.

—Aquí, conmigo en Teherán, se encuentra el principalnegociador del acuerdo en representación de lasNaciones Unidas y nombrado recientemente presidentedel superestado europeo. Con sólo treinta y nueve añosde edad, muchos lo comparan con John F. Kennedy. Conustedes, Adrian De Vere.

La cámara enfocó a Adrian De Vere y Jason se pusoen pie, alborozado.

—Éste es un día histórico para Oriente Próximo...Adrian esbozó una radiante sonrisa con su

acostumbrada expresión serena y relajada.—... y para el mundo.Jason estudió a su hermano. El rostro de Adrian tenía

unas proporciones perfectas para la cámara. Era unrostro fuerte, cincelado, de pómulos altos. Casi hermoso.Su aspecto era urbano, refinado. Tenía un pelo negroazulado que le rozaba el cuello de un traje de corteperfecto y lucía su habitual bronceado caribeño.

Jason frunció el entrecejo.

Page 57: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Los dientes de su hermano se veían distintos, de unesmalte perfecto y más blanco. Sin lugar a dudas, aquellose debía a la influencia de Julia. La empresa de relacionespúblicas que acababa de crear había conseguido dosclientes famosos en menos de dos semanas, el equiponacional de fútbol de Inglaterra y Adrian De Vere, reciénnombrado presidente de la Unión Europea. Jason arrugóla frente. Después de veinte años de matrimonio, seenorgullecía del hecho de que, hasta el divorcio, se habíaresistido tercamente a los intentos de Julia para quecambiara de estilo. Aun así, tenía que admitir que,gracias a los esfuerzos de Julia De Vere, Adrian era ahorael epítome de un astro cinematográfico.

—Tanto Oriente como Occidente han anhelado quellegue el día en que podamos estar tranquilos sabiendoque nuestras familias y las generaciones futuras notendrán que sufrir más la amenaza de una guerranuclear, de terroristas suicidas, de rehenes que terminanasesinados. —Adrian dudó unos instantes—. Los hijos deOriente y los hijos de Occidente ya no morirán más encombate.

Jason sacudió la cabeza. Había que reconocerlo: entoda la historia de la televisión, ningún político,presentador o estrella de cine había logrado nunca unaconexión personal tan intensa con los telespectadores.

Era instantánea. Era hipnótica. Era claramentecautivadora y le salía sin esfuerzo.

Adrian De Vere era la niña de los ojos del públicotelevidente internacional. Durante las dos legislaturas en

Page 58: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

que había sido primer ministro británico había ocurridolo mismo. Daba lo mismo que los espectadores fueseniraquíes, sirios, alemanes, ingleses, americanos, chinos ofranceses. Todos lo consideraban su padre, su hijo, suhermano, su vecino, su amigo... Jason sacudió la cabezacon incredulidad. Era quien ellos querían que fuese.

Bebió otro largo trago y apuró el whisky. De repente,se fijó en el titular de la sección de negocios del

. Rezaba: «En 2021, el Producto InteriorBruto en Europa doblará el de Estados Unidos.»

—Hermanito... Hermanito mío —murmuró con losojos fijos en la pantalla—. Eres el hombre más poderosode Occidente.

Soho, Londres

Nick De Vere se recostó en el sillón rojo de piel decocodrilo. Era atractivo, casi guapo, con unos inteligentesojos grises, una nariz aguileña y unos pómulos altos. Sushermosos cabellos, aclarados por el sol, le rozaban elcuello de la chaqueta de cuero.

Bebió un trago de su café, disfrutando de la eleganciade la interminable clientela de ejecutivos de A & R,productores de de discos, artistas y los habitualesaspirantes a estrellas del rock que se arremolinabanalrededor de la barra del bar.

Page 59: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

El Soho. Londres de noche.La ciudad había recuperado su ambiente tras el final

de la Tercera Guerra Mundial.Londres había vivido bajo la amenaza de la

aniquilación nuclear por parte de Irán y Rusia duranteocho interminables meses. El almacén de armasnucleares de Aldermaston, a menos de cincuentakilómetros de la ciudad, y la base de submarinosnucleares de Faslane, en Escocia, habían sido arrasadospor el equivalente ruso de una mini bomba nuclear B61-11. En cuanto a Manchester y Glasgow... Nick suspiró.

Todo el mundo estaba muy nervioso esperando laratificación del Acuerdo Ishtar pero, teniéndolo todo encuenta, la semana anterior los teatros habían reabierto alpúblico e innumerables agencias de creación decontenidos, sellos discográficos, estudios deposproducción y de grabación funcionaban ya a plenorendimiento.

En el barrio del Soho, era como si no hubiesesucedido nada.

Nick se apartó un mechón de flequillo rebelde quesiempre le caía sobre sus ojos grises y observó elrestaurante de la planta baja. Su innato sentido dearqueólogo se había puesto en marcha. El hotel boutiquehabía sido construido a partir de dos casas señoriales delbarrio del Soho, antaño ocupadas por el MI5. Tenía cineprivado y azotea ajardinada. Los taburetes de la barraeran de época y combinaban cuero y metal. Las paredesestaban cubiertas de tejido adamascado.

Page 60: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Observó las caras de la entrada en busca de Klaus vonHausen. De momento, no había ni rastro del delgado yelegante experto en antigüedades. Von Hausen, fiel a suherencia germana, era muy quisquilloso con lapuntualidad y el detalle. Era el conservador más jovendel departamento de Oriente Próximo del MuseoBritánico y supervisaba la mayor colección del mundo deantigüedades asirias, babilonias y sumerias. Por teléfono,Klaus se había mostrado desacostumbradamentecauteloso. Cuando tomaran algo juntos, Nick averiguaríaqué le ocurría.

Cerró los ojos. En su expresión había una raratranquilidad.

No había rastro de los entrometidos paparazzibritánicos que lo acosaban permanentemente. Hoy leshabía dado el esquinazo. Cuatro años atrás, cuando teníaveinticuatro, Nick De Vere, brillante arqueólogo, herederode las dinastías financieras y petroleras y también iconode la cultura pop londinense, había sido nombrado

del año, agasajado por todas las revistas de laprensa rosa de Occidente. Observó la hilera detelevisores colgados sobre la barra de cuero granate delbar. Todos mostraban el familiar logo de la VOX en elángulo superior derecho.

La VOX. La monolítica empresa de comunicacionesvalorada en miles de millones de su hermano mayor.

Nick suspiró.Jason, pensó.Jason no le había perdonado nunca el accidente.

Page 61: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Dejó la taza de café y la cambió por el vaso decerveza John Smith que tenía a su izquierda.

En realidad, él tampoco se perdonaría nunca a símismo.

Lily De Vere, la hija de siete años de Jason, habíaquedado inválida para siempre. Julia, como si fuera lahermana mayor que no había tenido nunca, lo perdonóal instante. Pero Jason, no. Jason no había vuelto ahablar con él desde ese día. El joven y rico playboy habíaahogado sus penas y una parte importante de sudesmesurado fondo fiduciario en una serie de exclusivosclubes privados desde Londres a Roma, pasando porMontecarlo.

Sus devaneos habían salido en las portadas del y del , para vergüenza de su padre,

desesperación de su madre y auténtico horror de suhermano mayor.

Su padre, James De Vere, estrictamente aferrado a lastradiciones, había descubierto su aventura con Klaus vonHausen y había congelado el fondo fiduciario de Nickantes de sufrir un ataque cardíaco mortal.

Y ahora Nick tenía el sida. Una noche como muchas:el sexo, la heroína, la adrenalina de salir a ligar.

Nick De Vere agonizaba.—¡Eh! —Alguien con un leve acento alemán se

entrometió en sus ensueños.Klaus hundió su alto y magro cuerpo en el otro sillón

de piel de cocodrilo, enfrente de Nick. Su relación habíasido intensa, pero de breve duración. Sin embargo,

Page 62: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

seguían siendo íntimos.—Hola —murmuró Nick—. Me alegro de verte.—No puedo quedarme mucho rato. —Klaus consultó

su reloj—. Tengo que hacer las maletas. Me hanascendido.

Nick arqueó las cejas.—Una excavación clasificada en Oriente Próximo. —

Klaus acercó el sillón al de Nick—. Han descubierto unantiguo objeto histórico de importancia internacional.Mira, Nick, no sé de qué se trata —añadió bajando la voz—, pero es algo extraordinario, eso seguro. El MI6 y laInterpol están implicados. —Frunció el entrecejo—. Hoyhan venido al museo. Y está involucrado el Vaticano.

—¿Y no sabes dónde? —quiso saber Nick.—En Irak, Siria o Israel. —Klaus sacudió la cabeza—.

Los orígenes de la civilización. Sé cómo trabajan. El lugarserá secreto hasta mi llegada a él.

Los ojos de Klaus brillaron de emoción.—Nada de móviles, ni ordenadores portátiles. No

podré comunicarme con nadie hasta que regrese a suelobritánico.

—Y eso, ¿cuándo será?—Estaré allí el tiempo que sea necesario. —Hizo una

seña a una camarera y le pidió un café—. Y tú, ¿cuándote marchas a Egipto?

—Mañana —respondió Nick—. Haré noche enAlejandría y luego me reuniré con St Cartier en elmonasterio.

—Ah, Lawrence St Cartier. —Klaus arqueó las cejas—.

Page 63: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

El enigma...Se volvió hacia la hilera de televisores que había sobre

la barra.—Parece que tu hermano ha logrado sentar a los

iraníes a la mesa de negociación. Ha salido en todos losnoticiarios.

Nick miró las seis pantallas. En todas aparecían lasatractivas facciones angulares de Adrian De Vere.

—Gracias a Dios. Me alegro mucho por Adrian —murmuró Nick.

Klaus posó la mano con suavidad en el frágilantebrazo de Nick.

—¿Sigue pagándote la medicación?—La medicación, las clínicas, mis apartamentos en

Montecarlo, Londres, Los Ángeles, el Ferrari... Me hasalvado la vida. Literalmente. Esta semana me llegará eldinero jordano y volveré a ser económicamenteindependiente. Dios mío —Nick sacudió la cabeza—, papános odiaba a ti y a mí. Odiaba nuestra relación.

—Son cosas del pasado, Nicholas —dijo Klaus condulzura—. Lo que tenemos que conseguir es que tepongas fuerte. Ya sabes que puedes contar conmigo paratodo lo que necesites.

—Gracias, Klaus. —Nick esbozó una débil sonrisa—.Siempre has sido el mejor.

—¿Cómo está la princesa, la jordana?—Las cosas van bien —respondió en voz baja.—¿En serio?—Completamente en serio —respondió Nick tras

Page 64: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

beber un trago de su cerveza.—¿Y Jason?—Ya conoces a Jason. —Nick se encogió de hombros

—. Yo no existo.—Te han dado seis meses de vida. Ni siquiera una

llamada telefónica... —Klaus se encogió de hombros,visiblemente disgustado—. Es él quien tiene el problema.

Volvió a fijarse en las pantallas de televisión.—En Alemania llaman a Adrian —

añadió—. Incluso mi abuela en Hamburgo. Lo queocurrió en Berlín fue tan horrible... —Se interrumpió ysacudió la cabeza con tristeza.

—¡Eh, suban el volumen! —gritó un ejecutivo de A&Rmal afeitado y con un reluciente traje negro que lequedaba muy ajustado.

Nick lo miró intrigado y en el restaurante se hizo elsilencio.

Todos los ojos estaban clavados en Adrian De Vere,ex primer ministro británico.

—Por primera vez en la historia del mundo desdeHiroshima, grandes ciudades han sufrido la destruccióntotal de un ataque nuclear.

La voz de Adrian era muy tranquila aunque sonabafirme.

—Moscú, San Petersburgo, Novosibirsk, Damasco, TelAviv, Mashad, Tabriz, A lepo, Ankara, Riad, Haifa, LosÁngeles, Chicago, Colorado Springs, Glasgow,Manchester, Berlín... La lista es interminable.

Dudó unos instantes.

Page 65: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Ciudades enteras han quedado borradas de la faz dela tierra. Comunidades, familias, padres, madres, hijos,hijas. Sus cuerpos han quedado reducidos a cenizas.

Adrian miró directamente a la cámara y en elrestaurante se hizo el silencio.

—El mes próximo, se firmará en Babilonia un pactoentre Rusia, los países árabes, las Naciones Unidas, laUnión Europea e Israel. Un pacto de desarme nuclearque tendrá una vigencia de cuarenta años. La primerafase, el Acuerdo Ishtar, que durará siete años, se firmaráen Babilonia. Es mi aspiración personal más ferviente.Con esto quiero decir que estoy decidido... —Hizo unapausa—. Permítanme que lo repita, estoy decidido...

Sus ojos brillaron con gran pasión e intensidad.—... a que bajo la guía y la protección de la recién

fundada Fuerza de Defensa Militar de la Unión Europea, ybajo mi liderazgo como presidente de la Unión Europea,la amenaza de guerra nuclear entre Oriente y Occidentedesaparezca no sólo durante una generación sino parasiempre.

Adrian De Vere hizo una nueva pausa.—No se me ocurre una manera mejor de terminar

este comunicado que citando al trigésimo quintopresidente de Estados Unidos. Del discurso de John F.Kennedy el 10 de junio de 1963 en la UniversidadAmericana:

¿Qué clase de paz queremos? ¿Qué clase de pazbuscamos? No una Pax Americana impuesta al mundo

Page 66: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

por las armas bélicas americanas. No la paz de loscementerios ni la seguridad del esclavo. Hablo de pazauténtica, esa clase de paz gracias a la cual merece lapena vivir la vida en la tierra, la clase de paz que permitea los hombres y a las naciones crecer y tener esperanza yconstruir una vida mejor para sus hijos. No sólo paz paralos americanos, sino paz para todos los hombres ymujeres, no sólo paz en nuestros días...

Adrian miró directamente a la lente de la cámara. Susojos azul zafiro transmitían determinación.

—... sino paz para siempre.Asombrado, Nick vio que todos los presentes miraban

a Adrian con admiración.El público británico, crítico y a menudo escéptico,

seguía todas y cada una de sus palabras.Nick sacudió la cabeza, sorprendido.Su hermano mayor era, en aquel momento, el

personaje público más influyente del mundo civilizado.Nick había prometido a Adrian que iría a visitarlo

cuando regresara de Egipto.A la mañana siguiente, haría la reserva del billete de

avión.

Lorcan de Molay esbozaba una lenta sonrisa ante eltelevisor.

—«Cuando el Acuerdo de los Hombres se hayaformado —murmuró—. Y cuando las Puertas de Sión semantengan firmes... El Primer Sello se romperá... La

Page 67: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Tribulación ocurrirá...»Dio una profunda calada a su cigarro.—Faltan tres semanas para que se firme el acuerdo en

Babilonia. —Pulsó un botón del mando a distancia y lacara de Adrian De Vere desapareció de la pantalla—. Tressemanas hasta que se rompa el Primer Sello de laRevelación —murmuró, volviéndose hacia los presidentesde Irán y Siria.

Kester von Slagel se situó a su lado.—Todo va según el plan trazado, excelencia. Pronto,

este pedazo de tierra cuarteada dejará de ser la espinaque lleva clavada.

De Molay salió a la terraza de la suite presidencial delhotel Rey David y el gélido viento de poniente quesoplaba en Jerusalén le alborotó el cabello negroazabache.

Se envolvió en su chaqueta y dirigió la mirada másallá del Muro Oeste y de Jerusalén Este, más allá de laCiudad Vieja en dirección a una rocosa y anodina lomaque se elevaba en el lado norte. Era el Gólgota.

Vencería al Nazareno en su propio terreno. La últimagran batalla.

En sus labios se dibujó una dura y prieta sonrisa.—En Jerusalén.

Page 68: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

3

Hermanos

Washington DC

Miguel envolvió su cuerpo delgado e imperial en sucapa jade y, por octava vez en menos de una hora, oteóel horizonte con sus facciones imperiales encajadas.

Gabriel estaba unos pasos detrás de él. Una raraintensidad iluminaba sus ojos gris claro. El viento que sehabía levantado agitaba sus rizos de color platino.

El intenso aroma del incienso impregnaba el aire.Miguel frunció el entrecejo. Por allí, subiendo la

escalinata de palacio a grandes zancadas y dejando atráslas monolíticas columnas estriadas que se alzaban sobrelos pórticos, venía un sacerdote. Con los cabellosrecogidos en una única trenza, vestía la sotana negra dela orden de los jesuitas.

Lucifer levantó la mano en un saludo a sus hermanos.—Me he convertido —declaró y dirigió una sonrisa

desquiciada a Miguel—. Soy un soldado de Cristo.Miguel le lanzó una mirada torva.Lucifer se detuvo bajo la inmensa estatua sedente de

Page 69: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Abraham Lincoln. Su metro ochenta de estatura quedabaempequeñecido ante la escultura tallada en mármolblanco de Georgia.

Todo su cuerpo empezó a transformarse en lo queparecían billones de átomos que irradiaban a la velocidadde la luz mientras seis monstruosas alas seráficas surgíande sus hombros y se irguió, imperial, hasta los tresmetros de estatura. Era Lucifer, el serafín, el arcángelcaído.

Miguel observó a su hermano mayor, todavíaespléndido.

Las facciones de Lucifer, talladas en alabastro,resultaban casi irreconocibles a causa de las cicatricessufridas en la caída al tórrido infierno tras su expulsióndel Primer Cielo. Sin embargo, aquella noche, bañadopor la suave luz de la luna de Washington D.C., subelleza hechicera de hacía eones era extrañamente visibleen la frente ancha y marmórea, los pómulos altosimperiales y la nariz patricia. Se había soltado las trenzasdel pelo, de un brillante negro azabache. Desprovista delas cintas de oro que las sujetaban, la melena le llegabaya hasta la cintura.

Lucifer sostuvo la mirada de Miguel con arrogancia.De repente, apartó de su rostro los largos cabellos de alade cuervo, se volvió y levantó la vista hacia eldecimosexto presidente de Estados Unidos, quecontemplaba con aire pensativo la Piscina Reflectante quese extendía al este.

Tras dedicar una teatral reverencia a Lincoln, Lucifer

Page 70: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

batió las alas y se alzó hacia los cielos del amanecer deWashington. Los diamantes de hielo de su capa blanca deterciopelo destellaban fuego y en las comisuras de suslabios llenos y apasionados se dibujaba una sonrisaperversa.

—«Tengo un sueño... —exclamó y su voz cultivadaresonó en el Templo Dórico—. Sueño con que un díatodos los valles serán cumbres y todas las montañas ycolinas serán llanos... —continuó mientras observaba aMiguel con el rabillo del ojo— ...con que los sitios másescarpados serán nivelados y los torcidos seránenderezados.»

Avanzó hasta el borde mismo del monumento ycontempló la Piscina Reflectante mientras las repentinasrachas de viento del Atlántico agitaban las vestiduras deseda añil que llevaba debajo de la capa.

—«¡Que repique la libertad desde la Montaña dePiedra de Georgia!

»¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertasde nieve en Colorado!

»¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina ymontaña de Misisipí! En cada ladera y cada cuesta, querepique la libertad.»

Esbozó de nuevo aquella sonrisa suya desquiciada, sevolvió con un gesto ceremonioso y se dirigió haciaGabriel.

—«Y cuando esto suceda, hermano... —Lucifer agarrópor los hombros a Gabriel con las dos manos y habló convoz suave, pero cargada de intensa emoción—, cuando

Page 71: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea yen cada caserío, en cada estado y en cada ciudad...»

De pronto, soltó a Gabriel bruscamente, cerró losojos, alzó su rostro imperial al cielo y añadió, con lamisma emoción:

—«Podremos acelerar la llegada del día en que todoslos hijos de Dios, negros y blancos, judíos y gentiles,protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantarlas palabras del viejo espiritual negro: “¡Libres al fin!¡Libres al fin!”»

Guardó silencio un minuto, inmóvil, y luego se volvióa Miguel con una mueca burlona e irreverente en elrostro.

—«Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!»A continuación, con una reverencia ceremoniosa,

Lucifer concluyó:—A Martin Luther King, a cuya sombra simbólica me

cobijo.—Una espina que tienes clavada, me parece —dijo

Gabriel con una mirada torva.—Una púa, Gabriel, es cierto. Pero me deshice de ese

agitador demagogo. En cuanto a Lincoln —continuó,dedicando una reverencia a la estatua—, su papelmoneda se convirtió en un verdadero impedimento paracrear un banco central. Se hizo fundamental quitarlo deen medio.

—Como hiciste con John F. Kennedy y tantísimosmás. —Gabriel entrecerró los ojos.

—Recompenso a la elite con poder y ellos me sirven

Page 72: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

sin vacilar. La Estirpe de los Hombres vende su almaindiscriminadamente. —Lucifer se encogió de hombros—.Poder, riquezas, reservas, valores... —Titubeó uninstante y, lanzando una sonrisa depravada a Miguel,añadió—:... sexo.

—Eres despreciable.Lucifer avanzó hacia él.—Ah, Miguel, mi mojigato hermano...—No todos sucumben —replicó Gabriel, dirigiendo

una nueva mirada a Lincoln.Lucifer sonrió con un fuego perverso en los ojos.—Noventa y nueve sucumben. Al centésimo lo

exterminamos.—Te engañas a ti mismo, hermano. —Miguel lo miró

con frialdad—. Tu reino concluyó en el Gólgota. ElNazareno te dio allí un golpe de muerte.

—Pero hoy nadie aprecia lo que sucedió allí, Miguel —replicó Lucifer con aire condescendiente—. Durante losúltimos dos mil años, me he ocupado a conciencia deque el sacrificio del Gólgota se convirtiera en un simplemito para débiles y confusos. Para niños de parvulario.Salvo que, gracias a mis fervientes discípulos, ni siquieralos niños de parvulario rezan ya al Nazareno.

Soltó una risotada de desprecio y dirigió la mirada,más allá del agua y del monumento a Washington, aledificio del Capitolio que se alzaba al fondo.

—Su influencia se desvanece —murmuró—. BorraréSu nombre y Su rostro del recuerdo de la Estirpe de losHombres para siempre. Como he hecho ya con Europa,

Page 73: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pondré de rodillas a América.Miguel alzó una misiva con el sello real de la casa de

Jehová.—Jehová ofrece misericordia.Lucifer contempló con desprecio la misiva que

sostenía su hermano y clavó la vista en su clara miradaesmeralda.

—¿Misericordia? —repitió y torció el gesto, sin saberqué decir, por una vez.

—Si tú y los caídos abandonáis vuestros planes deaniquilar la Estirpe de los Hombres. —Miguel apartó lamirada.

—Su compasión inagotable es infinitamente más de loque mereces, Lucifer —intervino Gabriel con voz severa.

—Bla, bla, bla. —Lucifer recuperó el aplomo almomento y en sus labios apareció una sonrisadespreciativa—. Ya veo que hoy me acompañan losmonaguillos.

Le arrancó la carta de las manos a Miguel y rasgó elsello de lacre. La leyó por encima y luego se volvió,buscando con la vista el rostro de Gabriel. Éste le sostuvola mirada, asintió e inclinó la cabeza.

Lucifer anduvo de nuevo hasta el borde de laescalinata y dirigió la vista al cielo de la ciudad, más alláde la Piscina Reflectante y del monumento a Washington,cuya luz roja en lo alto destellaba bajo la claridad delamanecer.

Permaneció allí largo rato, de espaldas a sushermanos, con la mano cerrada con fuerza en torno a la

Page 74: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

misiva. Finalmente, habló.—Ofrece misericordia... —dijo en un susurro—, pero

Él sabe mejor que nadie que hace mucho tiempo que nohay redención para mí. Está tentándome. —Sus ojosescrutaron el cielo—. Decidle a mi padre que la nuestraes una guerra a muerte. Combatiré. En cualquier lugar.En cualquier oportunidad. Nunca me rendiré.

Miguel se lo quedó mirando largo rato. Sus fieros ojosverdes taladraron la espalda de Lucifer.

—Entonces, es la guerra, hermano —dijo.Lucifer guardó silencio. Por último, se volvió.—¡Y hubo guerra en el cielo! —exclamó. Volvió sus

facciones imperiales cubiertas de cicatrices hacia elfirmamento con gesto extático y continuó—: «Miguel ysus ángeles combatieron al dragón; y el dragón combatiócontra él y sus ángeles.» Es la versión del rey Jacobo. —Abrió un ojo y añadió—: La frase tiene bastante estilo,¿no te parece?

Miró a Miguel con una media sonrisa en los labios.Miguel le sostuvo la mirada, furioso.

—Y no prevaleció —replicó, apretando los dientes.—Una guerra entre dos hermanos. Una cosa así... —

Lucifer se acercó más a Miguel y susurró—: Una cosa asíno debería producirse nunca. —Sujetó a su hermano porel hombro y acercó los labios a su oído—. A nosotros,hermanos, príncipes celestiales... A nosotros, menos quea nadie, no debería exigírsenos nunca que elijamos. —Elrostro de Lucifer se contrajo en una máscara de desdén.Estrujó la misiva entre sus dedos y siseó—: Esa exigencia

Page 75: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

es malévola. Muestra Su debilidad. Su talón de Aquiles.Es, precisamente, la razón por la que debería desocuparel trono... el trono que me propongo alcanzar, Miguel.

Miguel apartó la mano de Lucifer de su hombro.—Eso sucederá el día que el infierno se hiele —

masculló.Lucifer hizo una burlona reverencia en consideración a

su hermano.—Dile a Jehová... —murmuró y el viento llevó su voz

hasta Miguel—... que todavía puede rendirse a mí, siquiere. —Se frotó la barbilla y continuó—: Quizás inclusole ofrezca misericordia.

Entonces, se volvió bruscamente a Gabriel y añadiócon un siseo:

—¡Pero al Nazareno, no!Ladeó la cabeza un instante y miró a sus hermanos

resueltamente.—No, no habrá rendición —respondió, con inopinada

frialdad—. Mi plan para aniquilar la Estirpe de losHombres está mucho más avanzado de lo que Jehová seatreve a reconocer. En este mismo instante, mi hijo sealza entre las filas de los libertinos y caprichosos pasillosdel poder político. —Se envolvió en sus ropajes deterciopelo y añadió—: Ya me informaréis de cuándo seránuestra guerra.

—Recibirás una misiva de la Corte Celestial —respondió Miguel con la misma frialdad.

—En medio de la Tribulación... —La voz de Gabrielsonó apagada—. Cuando el Hijo de la Perdición rompa

Page 76: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

su pacto con Israel, la guerra entre Miguel y el dragónestará cerca. —Taladró a Lucifer con la mirada y añadió—: Perderás, Lucifer, como perdiste en el Gólgota.

Con los ojos entrecerrados, Lucifer observó lasfacciones perfectas de su hermano.

—Eso, mi pueril hermano menor, está por ver... —Seenvolvió en la capa y se volvió—. Decidle a NuestroPadre que, si pierdo, instauraré un reino en su territorio.Una sede de poder en medio de ellos. Babilonia. AunqueWashington —añadió, encogiéndose de hombros— poseecierto atractivo inmaduro... En cualquier caso, Miguel,crearé el caos entre la Estirpe de los Hombres.

Miguel observó a Lucifer mientras éste avanzaba hastael borde mismo del monumento.

—Antes de que se abra el Primer Sello —anunció sinalzar la voz—, serás convocado mediante una Misiva Reala presenciar la lectura de la Doctrina de la Ley Eterna enrelación con los Siete Sellos de la Revelación.

—Espero Su llamada —respondió Lucifer. Un fuegooscuro y malévolo brillaba en sus ojos. Seis monstruosasalas seráficas negras se alzaron en su espalda y, ante lamirada de sus hermanos, se esfumó a la velocidad de laluz en la claridad del cielo sobre la capital.

Page 77: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

4

Saqueadores del Arca

Jerusalén

El entorno del Monte del Templo bullía de actividad.Filas de relucientes vehículos con las siglas de la ONU enazul —todo terrenos, camiones y helicópteros— rodeabanel perímetro del monte. Se había procedido a evacuaruna zona de un kilómetro y medio alrededor de éste y sehabía dividido el terreno en secciones mediante vallasaltas de alambre de espino, y unas fuerzas armadasespeciales con los conocidos cascos azules de la ONUvigilaban el perímetro con sus perros pastores alemanes.Dentro del área ocupada, funcionarios de alto rangoisraelíes, palestinos y de la ONU hablaban sucintamente.Más cerca de la excavación existía una segunda zonaacordonada.

La reliquia sagrada estaba al descubierto bajo untoldo, sobre un estrado levantado en el centro de esasegunda zona. Ahora era plenamente visible.

Era un cofre adornado, de unos cinco palmos de largoy tres de alto, de madera chapada en oro. Un canto deoro decorado recorría toda la tapa y en las cuatro

Page 78: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

esquinas había unos aros por los que se podían pasarunas pértigas para transportarlo. En la tapa había dosfigurillas de ángeles —querubines de oro batido—colocadas de frente, con las alas extendidas hacia el otro.

Ocho arqueólogos tomaban meticulosas medidas y lascomparaban con unos diagramas.

El padre Alessandro, un sacerdote y científico de pelocanoso llegado del Vaticano, observó el enorme sello deoro que cerraba el cofre.

—El sello de Daniel —susurró y movió la cabeza de unlado a otro con asombro y admiración.

Klaus von Hausen observó atentamente al sacerdotedesde el otro lado del cofre y dio un paso hacia él.

—¿Qué dice, padre? —dijo, frunciendo el ceño.—El sello de Daniel —repitió el padre y buscó la

mirada clara de Klaus—. Fíjese, mire con atención.Klaus examinó con fascinación el grabado de los

cuatro jinetes y volvió a mirar al padre Alessandro.—Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis —dijo y movió la

cabeza en gesto de negativa—. Imposible.El padre Alessandro asintió vigorosamente.—Es el sello terrenal, la réplica de los Sellos de la

Revelación. ¿Lo conoce usted?—Sí, el Apocalipsis de san Juan —asintió Klaus—.

Antes de estudiar arte antiguo, pasé por la facultad deTeología de Bethel, en Alemania.

—Ah —el padre Alessandro enarcó las cejas—.Entonces, comprende usted que, según los escritos delprofeta Daniel el templo de Salomón debe ser

Page 79: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

reconstruido en el Final de los Tiempos. «El Hijo de laPerdición confirmará un pacto con muchos por una“semana”. En mitad de esa “semana”, pondrá fin a lossacrificios y ofrendas...»

Klaus volvió la mirada al cofre y terminó la frase delsacerdote en voz baja:

—«Y en un ala del templo establecerá unaabominación que causa desolación, hasta que el final queestá decretado sea derramado sobre él...»

El padre Alessandro le dirigió una sonrisa deaprobación.

—Una antigua leyenda dice que, cuando el PrimerSello de la Revelación, el Primer Sello del Rollo de losSiete Sellos, esté a punto de romperse, se producirá elredescubrimiento del Arca de la Alianza. Éste será elanuncio del Final de los Tiempos.

—Es una simple leyenda, padre —dijo Klaus con unasonrisa, pero se detuvo en seco, interrumpido por elrugido de unos helicópteros artillados en el aire trémulodel horizonte de Jerusalén. El padre Alessandro dejó susinstrumentos y se acercó más, protegiéndose los ojos delsol mientras seis enormes helicópteros Sikorsky CH-53Enegro brillante se cernían sobre la zona acordonada delmonte, levantando una tormenta de polvo.

Las fuerzas de seguridad de la ONU contemplaronperplejas la llegada de las aeronaves y luego, endesorden, apuntaron sus armas hacia ellas. Seis cohetessalieron disparados hacia los soldados en rápida sucesióny alcanzaron con un silbido sus objetivos, destruyéndolo

Page 80: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

todo en la zona de detonación.Sólo el cofre y el pequeño grupo de arqueólogos que

lo rodeaban salieron indemnes. Petrificados, losarqueólogos contemplaron los restos metálicosdespedazados en torno al Templo.

—Están aquí... —susurró el padre Alessandro,observando los cuerpos incinerados de los soldados queyacían en el perímetro exterior.

—¿Quiénes...? ¿Quiénes están aquí? —musitó Klaus yalzó la mirada a la enorme aeronave negra que sesostenía en el aire directamente encima del Arca.

Una sección de comandos mercenarios de fuerzasespeciales descendió al suelo deslizándose por unascuerdas.

—Quédese cerca de mí —dijo el padre Alessandro aKlaus.

Los demás arqueólogos se encogieron de temor.Todos, menos el sacerdote del Vaticano, quien observócon atención cómo los mercenarios ejecutaban unaoperación perfectamente ensayada para apoderarse delArca de la Alianza.

Entre la nube de polvo apareció Kester von Slagel,que hizo un gesto de asentimiento al jefe del comando,Guber, quien dio la espalda al cofre y levantó su subfusilcon gesto indiferente.

Guber esbozó una ligera sonrisa y Klaus presencióhorrorizado cómo ejecutaba a tiros al grupo dearqueólogos, uno a uno, como si de una ejecución setratara. Hasta que llegó al sacer- dote, que hacía de

Page 81: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

escudo humano voluntario de Klaus von Hausen.—Un hombre de iglesia... —masculló Guber con una

sonrisa maliciosa y, desplazándose al costado delsacerdote, le apuntó con su arma directamente a la sien.El padre Alessandro apartó de un empujón a Von Hausenmientras Guber apretaba el gatillo a bocajarro. Las balasatravesaron al sacerdote, que permaneció plantadodelante de él, incólume. Petrificado y presa de untemblor incontrolable, Klaus contempló al sacerdote.

Guber se volvió hacia Von Slagel, confundido. VonSlagel avanzó hasta él y puso la mano en el cañón de suarma.

—Parece que tenemos un visitante que no estabainvitado —dijo. Dio un paso hacia el anciano sacerdote yle dirigió una mirada de odio indisimulado.

El sacerdote le sostuvo la mirada sin temor e hizo ungesto a Von Hausen.

—Déjalo vivir —dijo con voz calmada, hablando enuna antigua forma de siríaco—. Ya ha habido suficientecarnicería por hoy.

—Lamentablemente, no va a ser posible —replicó VonSlagel en la misma lengua. Hizo una pausa, observandoal sacerdote, y añadió mordazmente—: Tú, padreAlessandro, sabes mejor que nadie que yo siempreobedezco las órdenes de mi Amo.

Sacó una pequeña pistola, apuntó directamente a lacabeza a Klaus von Hausen y tiró del gatillo aquemarropa. Von Hausen cayó al suelo, sin vida.

El sacerdote miró a Von Slagel con desprecio,

Page 82: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

echando fuego por los ojos. Luego, se arrodilló junto alcuerpo de Von Hausen, le cerró los párpados y,quitándose la cruz que llevaba al cuello, la depositó sobreel pecho del difunto.

—Siete años hasta que seas arrojado al Lago deFuego —dijo, sin alzar la voz, al tiempo que seincorporaba—. Tu reinado no durará mucho, Charsoc elOscuro —añadió tras una breve pausa.

Durante un fugaz segundo, en el rostro de Kester vonSlagel se dibujó una sonrisa.

—Pero más que el tuyo, me parece... Isacar elEstúpido —replicó en siríaco.

Cruzaron una áspera y prolongada mirada.—¿Y dónde está tu Gran Maestro, Jether? —escupió

finalmente Von Slagel—. He notado su presencia —siseó—. Sé que está aquí, oculto en alguna parte de estepequeño orbe fangoso. Cuando el Primer Sello sea roto,lo encontraré.

El sacerdote cerró los ojos, haciendo caso omiso de lapregunta.

—Siete años hasta el advenimiento del reino de Cristo—musitó.

—Jerusalén es nuestra —replicó Von Slagel con elrostro contraído de rabia—. Nosotros, los Caídos, somoslos reyes de la tierra. El Nazareno no reinará jamás.

Kester von Slagel se metamorfoseó y se irguió hastalos casi tres metros de estatura, con la cabellera negra ysuelta casi rozando el suelo, al tiempo que alzaba lareluciente hoja curva de su espada de nigromante por

Page 83: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

encima de la cabeza de Isacar.—Te has revelado antes de que se rompa el Primer

Sello, Isacar. Qué descuidado eres. Acabas de perder elderecho a caminar como el Angélico entre la Estirpe delos Hombres. —Los ojos de Charsoc despidieron por uninstante un malévolo fulgor amarillo—. En el nombre desu hijo... —añadió.

Y entonces, de un tajo, decapitó a Isacar. La cabezarodó por el suelo y el cuerpo la siguió, desplomándoseen la tierra, donde desapareció.

—El Cuervo está aquí. —Von Slagel se volvió hacia unligero resplandor azulado que se divisaba en el horizontemientras cuatro máquinas voladoras en forma de bóvedase cernían sobre Jerusalén y luego, de la misma forma enque habían aparecido, se esfumaban de repente. Unamáquina grabó a fuego un extraño sello negro en formade ave fénix en el costado del cofre.

Debajo, se leía: «Propiedad del Nuevo OrdenMundial.»

Page 84: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

5

Monasterio de los Arcángeles

Egipto

El jeep descapotable de Nick De Vere corría por laarena del extenso desierto occidental, levantando unaenorme polvareda en su estela.

A cinco kilómetros de distancia, Nick ya divisó losantiguos muros de la fortaleza del monasterio, excavadosen la roca. Puso una marcha más corta y aceleró paracubrir el último tramo de su viaje.

Al cabo de cinco minutos, detuvo el vehículo delantede la imponente torre occidental del monasterio de losArcángeles. Nick, muy delgado y debilitado, hizo sonar elclaxon, se apeó y anduvo hacia la puerta.

Los dos porteros beduinos se pusieron en pie y, consus largas túnicas hinchadas al viento, empezaron a bajarel artilugio que hacía de montacargas moviendo unaspoleas.

Sonaron unos fuertes chirridos y crujidos de madera yel enorme artilugio descendió desde el muro delmonasterio.

Page 85: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Nick montó en la oscilante plataforma.

El profesor Lawrence St Cartier roncaba sonoramenteen una tumbona de teca importada, en los frondososjardines del monasterio. Vestía unos pantalones de safarihasta la rodilla que revelaban unas piernas delgadas,blancas como la nieve. Calzaba las sandalias propias delos británicos y calcetines hasta las rodillas. Al oír elclaxon, apartó de su rostro el sombrero panamá y seincorporó de mala gana sobre un brazo. Enseguida,frunció el ceño y, con un gran matamoscas de telametálica, ahuyentó con gesto irascible las moscas quezumbaban sobre su cabeza.

De mala gana, se levantó del diván y anduvo hasta elextremo del jardín, resguardándose los ojos del solinvernal con la mano mientras miraba hacia la puerta.

Cuando Nick se apeó del montacargas y dio unospasos por el jardín, el profesor Lawrence St Cartier loreconoció y esbozó una amplia sonrisa. Se fundió en unabrazo con él y luego, con el sombrero torcido en lacabeza, se separó un poco para observarlo.

Nick era una sombra de lo que había sido. El guapoplayboy londinense, cuyo rostro había aparecido en todala prensa rosa británica durante años, estaba realmentecambiado.

Tenía las mejillas chupadas y sus inteligentes ojos grisclaro se veían hundidos. Su abundante cabello rubiohabía perdido espesura. Cuando apreció cómo se lemarcaban las costillas debajo de la camiseta, Lawrence

Page 86: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

contuvo una exclamación.—Lawrence. —Nick no había perdido su incontenible

sonrisa juvenil.Lawrence notó que la zona blanca de la lengua de

Nick estaba un poco hinchada y luego, consternado, violas manchas rojo púrpura que se extendían por sucuerpo. El sarcoma de Kaposi ya había hecho acto depresencia. Lawrence agachó la cabeza. A Nicholas DeVere sólo le quedaban unas semanas de vida.

—¡Nicholas! ¡Muchacho querido! Te veo más enfermode lo que me habían contado.

—¿Quiénes? ¿Te refieres a mi madre y a Julia? —preguntó Nick tras un suspiro.

El profesor asintió. Conocía a Nicholas De Vere desdesu nacimiento. Era hijo menor de la dinastía De Vere, decarácter alegre y despreocupado. Lilian le había descritocon todo detalle el deterioro de su queridísimo hijopequeño, pero Lawrence, pese a su pragmatismo, no seesperaba aquello.

—Lo siento, muchacho —dijo St Cartier, incómodo—.Tu madre está sumamente preocupada y Julia me hallamado desde Roma.

—No, tío Lawrence —dijo Nick, quitándoleimportancia a la cuestión con un gesto de la mano—. Lacompasión no ha sido nunca tu punto fuerte. Losantirretrovirales han dejado de funcionar —dijo con todanaturalidad—. Estoy agonizando.

El anciano asintió y luego frunció los labios.—Para las personas como yo, la muerte es una vieja

Page 87: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

amiga —miró con intensidad aquellos ojos gris claro,frunció el entrecejo y añadió en un murmullo—, peropara ti es una enemiga, Nicholas De Vere.

—Déjalo, Lawrence —dijo Nick, poniendo los ojos enblanco—. Hemos pasado por esto desde que yo teníadoce años.

Con expresión ausente, el profesor ahuyentó cuatromoscas que querían posársele en la nariz.

—Su terca insistencia en refutar la existencia de unPoder Superior no niega en modo alguno Su existencia,Nicholas. —Los ojos azules y vidriosos de Lawrencebrillaron de ira—. Tus repudios ignorantes son como losdesvaríos infinitesimales de...

—... un insecto en un parabrisas —dijo Nick con unasonrisa.

Lawrence lo miró enfurecido, pero luego su expresiónse ablandó. Nick sonrió de nuevo. Lawrence St Cartier,agente de la CIA y experto en antigüedades. Pero, en elfondo de su corazón y por encima de todo, el mismosacerdote jesuita de siempre.

—Dijiste que era muy importante que nosreuniéramos aquí, Lawrence. ¿Qué exótica antigüedaddescubriste en Bali?

—¡Ah! —Lawrence llamó con gestos a un monje queacababa de asomar del bosquecillo de cipreses—. Sabíaque podía contar con tu incurable obsesión por elmercado de las antigüedades exóticas. Te lo contarédurante la cena. Una siesta y un paseo bajo el sol tesentarán de maravilla. Hermano Francis, acompañe al

Page 88: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

señor De Vere a su habitación. Es la número nueve, si nome equivoco.

El viejo monje agachó la cabeza en señal de respeto yle indicó a Nick que lo siguiera por el bosquecillo decipreses.

Con el corazón en un puño, Lawrence St Cartiercontempló al menor de los De Vere caminar condificultad y renqueante por el cuidadísimo césped delmonasterio, apoyado en un antiguo bastón con laempuñadura de plata, una antigüedad que le habíaregalado Klaus von Hausen.

Lawrence exhaló un hondo suspiro, se acercó a lapequeña capilla copta al aire libre que se alzaba a unosmetros de distancia y, arrodillándose ante el exquisitocrucifijo de piedra labrada, inclinó la cabeza y elevó unaplegaria por el alma de Nicholas De Vere.

Page 89: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

6

Lily y Alex

Nueva York

Los teléfonos de los despachos privados de Jason DeVere en su sede de Manhattan sonaban sin cesar y eranatendidos por tres eficientes secretarias ejecutivas.

Jontil Purvis respondió a la séptima llamadaconsecutiva por la línea privada de Jason. La mujer no sealteró ni perdió la calma y puso la llamada en espera.

—Señor De Vere...En el monitor que tenía delante, la mujer vio a Jason

cruzar la pista de aterrizaje de su ático camino de suhelicóptero privado mientras se colocaba el auricular enla oreja.

—He dicho que pongas todas las llamadas en espera—dijo Jason a gritos para hacerse oír por encima delruido del motor y de las aspas del helicóptero.

—Pero ésta le interesará, señor —ronroneó JontilPurvis con su imperturbable acento sureño—. Es Lily.

Jason montó en el helicóptero y se acomodó en elelegante asiento de cuero.

—Pásamela —gritó.

Page 90: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason miró la espectacular morena de dieciséis añosque apareció en el monitor del sistema decomunicaciones del helicóptero.

—¡Lily! —exclamó.Julia St Cartier, que vestía unos descoloridos vaqueros

Levi’s y una camiseta de algodón blanca, observó conaire divertido a Lily mientras la muchacha negociaba consu padre, que gritaba por teléfono a diez mil kilómetrosde distancia sobre el Atlántico.

Se hallaba junto a los enormes ventanales de su casade estilo georgiano, que daba al animado paseo deBrighton, en el sur de Inglaterra. Todavía era invierno ylas temperaturas estaban casi bajo cero pero, como erahabitual en los británicos, había gente por todas partes,comprando, trabajando, comiendo.

Julia esbozó una sonrisa.Era curioso que a los estadounidenses se los calificase

de ruidosos. Después de haber vivido en la Costa Este lamitad de su vida, creía que era todo lo contrario. Lastiendas y centros comerciales de Estados Unidos eranmuy refinados en cuanto al nivel de ruido. Cuando, a suregreso, había entrado en la tienda de comestibles de subarrio, le había sorprendido y divertido el volumen desonido con el que discurría la vida de los británicos.

Los estadounidenses también vestían de manera másconservadora, excepto en grandes ciudades como NuevaYork o Los Ángeles, pero en Gran Bretaña unoencontraba Nueva York en las calles de todas laspoblaciones. Era la idiosincrasia británica.

Page 91: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Interrumpió sus pensamientos y se volvió hacia lasala. Lily seguía al teléfono, discutiendo con su padre.

—No, papá, ¡lo supiste hace meses! —Lily torció elgesto—. Alex, Polly y yo vamos a pasar el verano en lacasa de Georgetown. Llevamos planeándolo desdeseptiembre. No estaremos solos, papá. Mamá llegará lasegunda semana. ¡Deja de tratarme como si fuera unaniña de nueve años! —Lily puso los ojos en blanco conimpaciencia.

Julia observó a su hija de dieciséis años con sorpresay no poca admiración. Los largos y relucientes cabellosde Lily enmarcaban los rasgos fuertes y los pómulosprominentes de los De Vere. Sus ojos de color verdeintenso centelleaban. Eran lo único que había sacado delos St Cartier, de la difunta Lola, la querida madre deJulia.

Todo lo demás era un calco de Jason De Vere, desdela frente a la pequeña hendidura que tenía Lily en labarbilla. No tenía que lamentarlo. Con dieciséis años, Lilyera una réplica de Jason De Vere, tanto físicamente comoen temperamento. Y Julia la adoraba.

Habían pasado casi nueve años desde el accidente quehabía dejado impedida a la muchacha.

Julia suspiró. Recordaba incluso la fecha. Celebrabanuna de las grandes fiestas de la familia De Vere. Lily, quesólo contaba siete años, estaba exhausta y Nick se ofrecióa llevarla a casa en coche. Se habían encontrado defrente con un gran camión que había aparecido de lanada. Aunque sufrió una conmoción cerebral, Nick sólo

Page 92: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

tenía golpes y cortes; Lily, en cambio, quedó paralítica decintura para abajo. Inválida y confinada a una silla deruedas para siempre. Nick había tomado dos cervezas,por debajo del límite de alcohol permitido. Julia no habíanecesitado nunca que la convencieran de que Nick nohabía podido hacer nada por impedirlo, pero Jason...Jason era harina de otro costal. Desde aquel día, Jasonno había vuelto a cruzar palabra con su hermanopequeño. Y la vivaz y alegre niña de siete años, cuyomundo giraba en torno al ballet, había pasado seis mesesen el hospital y otros seis haciendo recuperación. Losespecialistas habían llegado a una conclusión unánime:Lily no podría moverse de la cama nunca más. Pero lachica, siendo como era una De Vere, les demostró que seequivocaban.

Al cabo de menos de dos años, iba en silla de ruedasy se matriculó en el internado femenino Roedean, enBrighton, Inglaterra.

Al cabo de tres meses, Lily De Vere se habíaconvertido en el alma de la escuela y Jason y Juliacompraron la casa de Brighton para que Julia pudieseestar cerca de Lily siempre que le apeteciera.

Lily era una auténtica superviviente. Estaba forjada aimagen y semejanza de su padre. Era valiente y tenaz y aveces carecía de tacto. Había heredado la rudeza de supadre, su falta de dulzura.

Julia sabía que su naturaleza más tierna y artísticatemperaba a Lily. Eran las mejores amigas y se sentíantodo lo unidas que pueden sentirse madre e hija.

Page 93: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Lo único que casi había destrozado a Lily había sido eldivorcio de sus padres.

Al recordarlo, Julia se mordió el labio inferior.Después de la separación, había oído a Lily llorar por lasnoches en la cama durante un mes.

—Pregúntale cómo está —dijo Julia, sólomoviendo los labios.

Lily puso los ojos en blanco.—Papá, mamá quiere saber cómo está .Cubrió el micrófono del teléfono con la mano y

transmitió la respuesta a su madre:—Dice que la perra es suya. Que va a quedarse la

ridgeback. Se niega a negociar.Ahora le tocó el turno a Julia de poner los ojos en

blanco.—Dice que está bien. Duerme en su cama cada

noche.—Por algo se empieza —replicó Julia, arqueando las

cejas, al tiempo que Lily colgaba el teléfono, indignada.Maniobró con la silla de ruedas hasta los ventanales,

frunciendo el entrecejo ante el crepúsculo que caía sobreel borrascoso canal de la Mancha.

Julia disimuló una sonrisa y se acercó a ella.—Ya se tranquilizará, cariño —puso una mano en el

hombro de Lily—. Siempre lo hace.Lily se volvió a su madre con la mirada encendida.

Sus ojos felinos centelleaban de indignación.—Espera que renuncie a mis planes de la noche a la

mañana y que pase el verano en Nueva York, aun

Page 94: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

sabiendo que Polly y yo vamos a Georgetown con Alex.—Miró a su madre con expresión implorante—. Hacesiglos que lo estamos planeando, mamá. Polly cumplirádiecisiete. Sus padres están en Tanzania. Alex dependede que yo esté con ella. Sin mí, Polly no irá.

Sonó el timbre de la puerta.—Hablando del rey de Roma...Alex Lane-Fox, alto y delgado, entró en la amplia sala

pintada de blanco, agachando la cabeza al pasar pordebajo de los candelabros de oro y cristal que Julia habíatraído de uno de sus muchos viajes a Suecia en busca deantigüedades.

El joven medía metro noventa. Era moreno y guapocomo su madre, la supermodelo Rachel Lane-Fox, quehabía sido muy hermosa. En su cabello oscurodestacaban unas mechas rubias y vestía unos gastadosLevi’s y una chaqueta ancha y larga. Llevaba en la manoun ordenador portátil Apple.

—Hola, tía Jules. —Besó con cariño a Julia en lamejilla y luego volvió hacia él la silla de ruedas de Lily.

»Hola, Lily. Parece que me han aceptado en el y también en el .

—Oh, Alex, eso es fantástico. —Lily le agarró la mano—. Siempre has querido volver a Estados Unidos. Mamá,Alex sigue tus pasos.

El chico sonrió.—No —dijo con vehemencia—. Voy a ser un

periodista serio...Julia lo interrumpió con un gesto de la mano.

Page 95: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Eh, un respeto, por favor. Te conozco desde quellevabas pañales.

Alex pasó junto a los impolutos sofás blanco y platade estilo francés y se dirigió a la cocina.

—¿Polly está preparada? —gritó.—Está duchándose —respondió Lily—. Aparecerá en

cualquier momento.Polly Mitchell era la amiga del alma de Lily. Se habían

conocido en el internado Roedean a los nueve años.Mientras que Lily era una alumna con capacidad deliderazgo, Polly había sido su complemento perfecto.Polly tenía siete hermanos y era hija de un reverendocomprometido con la acción social y que había fundadoorfanatos en Tanzania y Malawi para niños cuyos padreshabían muerto de sida. También luchaba con vehemenciacontra el tráfico de seres humanos en la China y enEuropa del Este.

Polly había sido aceptada en Roedean con una beca y,al instante, la tranquila, callada y trabajadora hija delreverendo y la alegre y despreocupada hija del magnatese habían hecho inseparables. Julia había sido testigo,asombrada, de la transformación que se había producidoen Polly a los quince años. De la noche a la mañanahabía dejado de ser una niña tímida y solitaria, unaespecie de duende pálido, y se había convertido en unasuerte de supermodelo.

Y Alex Lane-Fox, hijo de Rachel Lane-Fox, la mejoramiga de Julia, se había enamorado por completo deella.

Page 96: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Desde entonces, Polly y él habían sido inseparables.A raíz de la muerte de su madre, Raquel Lane-Fox,

ocurrida en el vuelo 11 de American Airlines el 11-S,Alex se había quedado con Jason y Julia y luego habíavivido en Manhattan con su padre, corredor de bolsa,hasta que había aparecido en esce- na su primeramadrastra. Alex se había peleado violentamente con supadre, había hecho las maletas y había sorprendido atodo el mundo yéndose a vivir con sus abuelos, lospadres de Rachel, Rebekah y David Weiss, en el noroestede Irlanda. A la sazón, tenía sólo catorce años.

Sus abuelos lo habían alentado a seguir la carrera deperiodismo y a los diecisiete años ya tenía un empleo enun diario de Dublín, el . A continuación,había trabajado dos años en el , de Londres.Había enterrado tiempo atrás el hacha de guerra con supadre y había pasado los últimos tres veranos con él y suesposa número tres, pero sus abuelos eran unas almasbondadosas y Alex les era absolutamente leal. Y esalealtad se extendía a Jason y a Julia.

El chico cogió un refresco del frigorífico.—Lamento desilusionaros a las dos —resonó su voz

en la sala—, pero no hace periodismo serio.Alex volvió junto a ellas.—Bien, ¿y cuál has elegido? —quiso saber Julia

frunciendo el entrecejo—. ¿El o el?

—El , por supuesto. Empiezo el ochode enero. Será un momento decisivo en mi carrera.

Page 97: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Quién sabe, quizás el tío Adrian quiera darme unaexclusiva sobre el «Acuerdo Ishtar».

—¡Ni lo sueñes! —Julia le lanzó un llavero y Alex locogió hábilmente con una sola mano—. Un regalo deNick para ti. Son las llaves de su apartamento deLondres.

—¿El de South Bank? —inquirió Alex con una sonrisa.Julia entornó los ojos.—Nada de fiestas locas, Alex. Las chicas y tú os

quedaréis aquí mientras yo esté en Italia. Nick osrecogerá cuando vuelva de Francia y yo me reuniré contodos vosotros en la finca para celebrar la Nochebuena.

—No estoy de humor para fiestas, tía Jules. Ahora enserio, chicas. Hay cosas que van francamente mal, cosasque... —Alex dudó unos instantes—. Cosas que elhombre de la calle ignora —añadió en tono ominoso.

—Oh, Alex, no empecemos —le suplicó Lily.Julia arqueó las cejas.—¡No, no, es que no lo entendéis! —abrió el refresco

y bebió ruidosamente.»Se está mintiendo al público. El público está

manipula- do por una elite global cuyo objetivo es eldominio del mundo. —Miró a Lily y a Julia con gestosombrío—. La despoblación del mundo.

—Oh, vamos, Alex —lo interrumpió Julia, indicándoleque callara con un gesto de la mano—. Hemos habladode esto millones de veces...

—Con todos mis respetos, tía Jules, no se trata del11-S. Estoy a punto de descubrir unas revelaciones

Page 98: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

explosivas. —Dejó el refresco en la mesa de mármol yabrió el portátil—. La gripe aviar como arma bioterroristaproducida por unos laboratorios de Maryland. Basesmilitares subterráneas secretas diseminadas por todoEstados Unidos. Cinco mil millones de dólares de dineroprocedente de un cártel de la droga y que la CIA utilizaanualmente como fondos reservados... Y todos loscaminos llevan a un gobierno en la sombra —concluyó.Sus ojos ardían de convicción.

—Un gobierno en la sombra... —repitieron Julia y Lilyal unísono.

—Tienes que admitir, A lex, que esto es un disparate,incluso viniendo de ti —comentó Lily.

Julia guiñó un ojo a Alex y éste sacudió la cabeza.—Con todo el respeto, señora, ésta es la táctica del

avestruz: meter la cabeza bajo tierra... Sí, un gobierno enla sombra. La elite global. La Reserva Federal. El Bancode Pagos Internacionales...

Hizo volar los dedos sobre el teclado del portátil.«Romperé la CIA en mil pedazos y los esparciré alviento», escribió. Luego, levantó los ojos del teclado.

—¿Quién dijo eso? —preguntó.Lily se encogió de hombros y Julia movió la cabeza en

gesto de negativa.—El trigésimo quinto presidente de Estados Unidos.—¿JFK? —Lily frunció el entrecejo.—Oh, Alex, calla ya —le indicó Julia.—¿Sabías que fue él quien lo dijo? —Alex miró a Julia

con vehemencia.

Page 99: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—No, no lo sabía —respondió ella—, pero no hayninguna prueba. El hecho de que JFK detestara a la CIAno demuestra que existiera una conspiración. Eso losabemos todos. El informe Warren puso fin a todo eso.

—Mentes cerradas. Lo que dices sirve para demostrarmi tesis. Mentes cerradas a todo lo que se aparte de loque les resulta más cómodo. Un cuarenta por ciento delos miembros de la Comisión Warren eran miembros delelitista Consejo de Relaciones Exteriores. JFK despidió aAllen Dulles, director de la CIA, después del fiasco deBahía de Cochinos. Pero Dulles fue nombrado miembrode la Comisión Warren después de la muerte deKennedy. Fíjate en los motivos que había para asesinar aJFK. Mediante los memorándums de Seguridad Nacionalnúmeros 55, 56 y 57, Kennedy había intentado controlarla CIA reduciendo su capacidad de actuar. —Alex señalóla pantalla del ordenador—. Estos documentoseliminaban rotundamente la capacidad de la CIA paralibrar una guerra. Los hermanos Angleton y Dullesfueron presa del pánico. Su poder quedaría limitado a lasarmas de mano. ¿Y a quién iba a beneficiar una dilatadaguerra en Vietnam? Los vietnamitas se habían negado apermitir a la elite la creación de un banco central en supaís. La elite quería un banco central y acceso a lasreservas de petróleo que había frente a las costasvietnamitas.

Alex observó a Julia y a Lily y sacudió la cabeza defrustración.

—¡No lo entendéis! —exclamó—. Vietnam. La guerra

Page 100: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

fría. La banca internacional, la elite, la industria militar,los magnates del petróleo: todos ellos son miembros deun gobierno en la sombra que depende por completo deu n a impuesta al mundo mediante lasarmas bélicas de los americanos. Todos se beneficiaronde su muerte. —Cogió un taburete de la cocina y sesentó—. A los pocos días de la muerte de JFK, LyndonJohnson firmó un memorándum de la Acción deSeguridad Nacional, dando instrucciones al Pentágonopara que mantuviera las tropas en Vietnam. En 1963,Kennedy ya había pedido un desarme completo y generalen la guerra fría. Y también está, por supuesto, elcontrovertido asunto de la orden ejecutiva del 4 de juniode 1963, en la que JFK ordenaba al Tesoro la emisión decertificados de plata del Tesoro.

Alex hizo una pausa y se encogió de hombros.—Bien —prosiguió—. La desinformación que rodea a

este hecho es de dominio público, pero parece queexisten pruebas de que la elite convocó una reunión dealto nivel porque Kennedy había desbaratado los planesde los maestros secretos de Londres y de Washington.Mirad esto. —Sus dedos volaron sobre las teclas delordenador—. Un billete de cinco dólares americanos de1960. Un sello verde. Mirad lo que dice arriba.

Lily acercó la silla de ruedas.—Pone Billete de la Reserva Federal —dijo la chica.—Bien, ahora fijémonos en el billete de cinco dólares

de 1963. Mirad el sello rojo. El año en que Kennedy fueasesinado.

Page 101: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Dice Billete de los Estados Unidos de América.Julia observó la pantalla, perpleja.—¿Estás seguro? No puede ser. Siempre dice Reserva

Federal. —Fijó los ojos en la pantalla del ordenador.—Ahí está, tía Jules. Documentado en blanco y negro.

Un billete auténtico del año de la muerte de Kennedy. Unbillete de los Estados Unidos de América. Ahora, miraeste billete de 1964. El año después de que JFK fueraasesinado.

Julia frunció el entrecejo.—Billete de la Reserva Federal —masculló.—Exacto. Vuelve a ser de la Reserva Federal. La

emisión de billetes por parte de Estados Unidos terminóen enero de 1971. Todo el dinero que circula hoy en díaha sido emitido por la Reserva Federal. No existe dineroemitido por el gobierno de Estados Unidos. Los poderesfácticos recuperaron el control.

A lex cerró el ordenador.—Y, dejando de lado la Reserva Federal —prosiguió

—, JFK firmó con Moscú el Tratado de Prohibición dePruebas Nucleares. Iba a detener la guerra del Vietnam yreducir drásticamente la influencia de la CIA.

Cuando vio entrar a Polly Mitchell en la sala, seinterrumpió. La chica se había alisado el pelo rubio claroy llevaba su rostro exquisito perfectamente maquillado.Alex se acercó a ella y la besó en los labios.

—Kennedy estaba desmontando la base de poder dela Agencia pieza a pieza —continuó Alex, volviéndose aJulia—. Kennedy desafió a los líderes secretos y éstos le

Page 102: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

dieron una lección ejemplar. Lo mandaron ejecutar aplena luz del día ante los ojos de millones de personas —concluyó Alex en tono prosaico—. El gobierno en lasombra logró sus objetivos. Fíjate en el rescate a losbancos del año 2008. Es un ejemplo destacado. Loslíderes en la sombra mueven los hilos. El Congreso, elSenado, todo el mundo está tan aterrorizado que no seatreve a contradecirlos. Han aprendido bien la lección ysaben cuál es el coste de la desobediencia.

—Ya basta, Alex —dijo Polly.—Pero no lo entiendo —replicó Julia—. ¿Qué tiene

que ver el asesinato de JFK con todo lo demás?Alex la miró con aire sombrío.—Si el gobierno ha mentido y ha encubierto el

asesinato de Kennedy, tía Jules, y eso es lo que hahecho, ¿sobre qué otras cosas no habrá mentido? —dijoy miró fijamente a Julia—. ¿Y quién manda realmente enel gobierno?

—Papá se pondría furioso si te oyera —intervino Lily.—El tío Jas. —Alex puso los ojos en blanco—. ¡El gran

patriota americano!—¡Alex! —lo regañó Polly, a modo de aviso.—Si no me equivoco —intervino Julia con aspereza—,

fue ese gran patriota americano quien te consiguió unempleo en el . Y quien te cambiaba lospañales cuando tenías cuatro meses. Si sigues así, serásel azote de Manhattan. —Hizo una pausa, lo mirófijamente y suspiró—: Te pareces tanto a tu madre, AlexLane-Fox.

Page 103: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Soy atractivo, lo sé. Me lo dicen mucho.—Yo pensaba en la terquedad. —Julia le puso la

mano en el hombro y se interrumpió a media frase. Loque veía la dejó paralizada.

Lily contemplaba a Alex con embeleso. Los doshabían crecido prácticamente juntos. Las vacaciones. Lascelebraciones familiares. Eran como hermanos.

Julia respiró hondo. Durante todos aquellos años, nolo había notado. Su hija, de fuerte voluntad y espírituindependiente, confinada a una silla de ruedas, estabaabsolutamente embobada con Alex Lane-Fox.

Con su instinto de madre, Julia supo que no habíanada que hacer. Alex estaba profundamente enamoradode Polly. Lily sería una inválida toda su vida.

¿Cómo no se había dado cuenta antes de lo quesentía su hija?

Aunque no lo hacía a propósito, Alex estabadestrozándole literalmente el corazón.

Julia recobró la compostura.Iba a tener que poner distancia entre ellos.El timbre de la puerta sonó de nuevo. En esta

ocasión, aparecieron en el vestíbulo ocho jóvenes. Eranlas réplicas exactas de Alex, Polly y Lily, y en lo únicoque se diferenciaban era en el color del cabello.

Alex empujó la silla de ruedas de Lily y cruzaron elumbral.

—Adiós, mamá —dijo Lily, saludándola con la mano.Julia esbozó una débil sonrisa.

—Adiós, señora De Vere. —Polly se detuvo—. Es cosa

Page 104: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de la costumbre, supongo. Imagino que ahora ya nodebería llamarla así —dudó, avergonzada—. Ahora que eldivorcio ya es un hecho...

—Tía Jules...Julia volvió de repente a la realidad.Alex siguió empujando la silla de ruedas y cruzó el

umbral de la puerta, pero volvió la cabeza.—Tendrías que empezar a salir de nuevo con

hombres, tía Jules. El amigo cirujano de mi padre, esetan guapo que vive en Londres, Callum Vickers, dice quenunca le devuelves las llamadas. —Le guiñó un ojo—.Cree que deberías hacerlo.

La puerta se cerró.Julia se acercó a las ventanas y descorrió las gruesas

cortinas color crema.El firmamento estaba ya oscuro. Dudó unos instantes

y, al ver la extraña aparición blanca sobre el canal de laMancha, frunció el entrecejo.

Se preguntó si Jason salía con mujeres. La idea deJason saliendo con mujeres le resultaba extraña. No eracapaz de imaginarlo.

Tuvo que reconocer que, pese a ser un hombremaduro, todavía era muy atractivo. Aquella noche, porsorprendente que le pareciera, lo echaba mucho demenos.

Se acercó a la chimenea y cogió la única foto de Jasony Lily que había en la repisa, y en toda la casa, y volvió ala ventana a contemplar las olas que rompían en la costade Brighton. Miró la fotografía y estudió los rasgos de

Page 105: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason. Estaba como siempre. Serio.Julia pasó suavemente los dedos por su rostro.Luego, volvió la foto del revés, sacó su Blackberry y

buscó el número de Callum Vickers.Respiró hondo.Y marcó.

Page 106: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

7

Mourir de façon horrible

Nick se secó el cabello recién lavado y el torso conuna toalla de baño.

En aquel momento, llamaron con fuerza a la puertade la alcoba del monasterio. Nick frunció el entrecejo, sedirigió a la puerta y abrió. Al otro lado se hallabaLawrence St Cartier, que acababa de mudarse de ropa ylucía una camisa recién planchada y chalina, blandiendoen la mano un periódico inglés con las esquinasdobladas. Al ver las llagas y ronchas que cubrían elpecho de Nick, St Cartier bajó la mirada.

—Lawrence, este lugar está en la Edad Media —dijoNick con frustración—. No hay cobertura de móvil. Heintentado hacer una llamada por línea terrestre aInglaterra seis veces y en todas las ocasiones me handicho que las líneas están cortadas...

—Es el monasterio más antiguo de Egipto y todavíafunciona mediante una centralita local. Las líneas secortan durante días seguidos... —respondió Lawrence,turbado.

—¿No vas a entrar? —preguntó Nick, ceñudo, yobservó el rostro de Lawrence. El profesor parecíaextrañamente conmocionado y pálido. St Cartierpermaneció en el umbral, inquieto e incómodo.

Page 107: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Me temo que soy portador de malas noticias,Nicholas —dijo mientras cruzaba la puerta y dejaba elperiódico en la mesa—. He venido tan pronto porque hancolado esto por debajo de mi puerta. Ni siquiera hetenido tiempo de leer el artículo completo.

Nick leyó el titular del diario: «Matanza en el Montedel Templo.» Su mirada se detuvo en una foto en primerplano, en blanco y negro, de uno de los ochoarqueólogos asesinados.

—Klaus... —murmuró Nick, perplejo. Levantó elperiódico y leyó apresuradamente el párrafo inicial—.Klaus...

—... Von Hausen —le ayudó St Cartier—. Astroascendente del Museo Británico e íntimo amigo deNicholas De Vere. Vuestra relación fue publicitada por el

y el , creo recordar.—Mira, Lawrence —murmuró Nick—, no espero

comprensión. —Se sentó en la cama pesadamente, conun temblor en las manos—. Si esto lo hace más fácil,Klaus y yo cortamos hace mucho.

—No malgastes tu sentimiento, Nicholas, queridomuchacho. —St Cartier habló con una voz insólitamentesuave. Agarró a Nick por el hombro con suavidad yañadió—: No puedes traer de vuelta a Von Hausen.

—Yo... me lo encontré hace un par de días, enLondres —dijo Nick—. Tomamos unas copas. Hacíameses que no lo veía. Lo habían designado para trabajaren una excavación secreta en el Oriente Medio. —Levantóla vista a St Cartier, sintiéndose de pronto vulnerable, y

Page 108: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

continuó con un murmullo—: Lo encontré eufórico. Sumisión estaba clasificada de secreta. Según él, la Interpoly el MI6 pululaban por el Museo Británico y, másexactamente, por su departamento, el de OrientePróximo. Se trataba de algo relacionado con el Vaticano yKlaus conocía su manera de trabajar: el asuntopermanecería secreto para él hasta que llegara alyacimiento.

St Cartier le quitó el periódico de las manos, se pusolas gafas y repasó el artículo de principio a fin.

—¡Hum!, aquí sólo dice que se trataba de una antiguareliquia del Templo —dijo por último—. Tiene todos losindicios de tratarse de una terrible operación deexterminio. Siete arqueólogos liquidados con fuego desubfusil, como una ejecución. Fuerzas especiales.Asesinos entrenados... —Leyó un párrafo más corto enmitad de la página y añadió con un hilo de voz—... Y unsacerdote del Vaticano decapitado.

Nick observó al profesor con los párpadosentrecerrados. De repente, St Cartier había palidecido ysu mano derecha era presa de un temblor incontrolable.

—¡Decapitado, Nicholas! —repitió St Cartiersucintamente, recuperando enseguida la composturamientras doblaba el periódico con tres hábilesmovimientos—. ¡Qué acto tan bárbaro! —añadió, con unamirada de una dureza impropia de él.

—¿Terroristas islámicos? —preguntó Nick.—No. —St Cartier se acercó a la ventana y dirigió la

mirada a la vasta inmensidad de arena que se extendía

Page 109: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

más allá de las hileras de cipreses—. No han sidoterroristas —murmuró—. Alguien quiere que todo elmundo occidental considere que ha sido un actoterrorista, pero lo sucedido tiene los visos de deberse aalgo mucho más siniestro.

St Cartier calló, sumido en hondas reflexiones. Nick sepuso una camisa blanca limpia y contempló sus mejillasenjutas en el espejo con rostro inexpresivo.

—Si no fueron terroristas, ¿quién lo ha hecho y quéquiere? —preguntó.

Las campanas de la iglesia daban las seis en el precisoinstante en que sonó el gong que llamaba a la cena. StCartier dirigió una mirada sombría a Nick y dijo:

—Se acaba el tiempo, Nicholas. Se nos echa encima lasemana de Daniel. Me temo que el Final de los Tiemposha empezado.

2021

La plumilla se deslizaba por el recio papel de cartaestampado con el emblema del Príncipe Regente. Laexquisita caligrafía de Gabriel llenaba la página.

Page 110: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Gabriel suspiró. Apartó sus largos rizos de platino desus facciones perfectas y continuó concentrado en sumisiva.

Page 111: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

CUARENTA AÑOS ANTES

1981

MIL NOVECIENTOS CUARENTA Y OCHOAÑOS DESPUÉS DEL GÓLGOTA

Page 112: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

8

Planes diabólicos

La figura solitaria de Lucifer se recortaba en el Pórticode los Vientos del Norte, bajo los grandes parapetosplateados de la ciudadela de Gehenna.

Con aire sombrío, contempló los siete cometas deThuban, que se alzaban con sus llameantes colas heladasde un añil brillante sobre las yermas llanuras de hielo.Después, levantó la cabeza hacia las ventiscas árticas quese aproximaban desde los blancos Pináculos Enanos delNorte y que desataban su furia contra la monstruosafortaleza inaccesible.

Su Palacio de Invierno.Habían transcurrido casi dos mil años desde el

Gólgota, desde su humillación a manos del Nazareno, ytodavía notaba el sabor amargo de la derrota como si sehubiera producido ayer. Con semblante ceñudo,contempló las planicies requemadas, negras como labrea, que cerraban las monstruosas puertas de hierro delinfierno.

Había jurado por los oscuros Códices de Diabolossoportar el invierno eterno hasta que llegara su momentodesignado, según los Principios de la Ley Eterna. Hasta elJuicio Final, . Se estremeció.

Durante las últimas trece lunas había dormido mal,

Page 113: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

acosado por extrañas y siniestras pesadillas. Charsoc elOscuro lo había atiborrado con una miríada de pocionesde belladona, elixires de mandrágora y pócimasinfernales que le proporcionaban los Reyes Hechiceros deOccidente.

Sin embargo, nada de ello había conseguido eliminarlos espectros amenazadores que atormentaban sussueños.

Se envolvió en su capa de terciopelo y contemplósombríamente los riscos de Vesper, cubiertos de hielo.

Desde el Gólgota, su poder en la tierra de la Estirpede los Hombres se había visto recortado en gran medidapor la Doctrina de la Ley Eterna. Su presencia sobre lafútil masa de barro y vapor que constituía el mundo delHombre era ilegítima. La Raza del Hombre, plagada deenfermedades y atribulada por las vanidades, eradespreciable. Sin embargo, no le quedaba otraalternativa: tenía que utilizar aquellas masas anhelantes.

Se acercaba su momento, lo presentía. El Fin delMundo estaba próximo. Y con él, llegaría el final unmillar de años encarcelado en un pozo insondable antesde su expulsión al Lago de Fuego.

Las uñas se le clavaron cruelmente en la palma de lamano.

En el Gólgota, enfrentados a los guerreros de Miguel ya los hechizos del Nazareno, sus ejércitos habían sidoderrotados con facilidad.

No volvería a suceder. Esta vez no habría error.Durante los años pasados en lo más hondo de las

Page 114: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

bóvedas de Vagen, sus científicos habían estadoconstruyendo superarmas y fabricando enormes ejércitosde híbridos monstruosos en preparación del Fin delMundo.

Alzó el rostro a los cielos.Vencería al Nazareno. Pero había algo más que sumar

a su ambicioso plan.Las ventiscas de hielo le arrancaron la capucha,

dejando a la vista sus facciones imperiales, antañoexquisitas y ahora irreconocibles por efecto del fuego deltórrido infierno al que había sido arrojado desde elPrimer Cielo.

Produciría una superlegión de Caídos.Un ejército de doscientos millones. Para derrotar al

Nazareno en la Gran Batalla.Esbozó una sonrisa malévola.El Fin del Mundo.Sus inicuas reflexiones fueron interrumpidas por el

atronador tañido de las monstruosas campanas delLimbo, que resonaban desde el chapitel por las planiciesgélidas y yermas de Gehenna.

Un millar de gárgolas demoníacas de ojos amarillosse alzó desde las torres a los cielos de Gehenna, chillandoobsesivamente mientras batía el aire con sus alasescamosas como fuelles gigantescos y cortaba el aire consus grandes garras córneas.

Lucifer se acercó a la figura en sombras plantadadelante de una de los cientos de ventanas de cristaltintado que cubrían el Muro Oriental.

Page 115: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¿Quién me invoca a estas horas infernales? —dijocon un siseo.

Balberit, el jefe de los cortesanos angélicos, hizo unaprofunda reverencia.

—Su Excelencia —dijo, tembloroso—. Charsoc elOscuro solicita audiencia con vos.

—Charsoc el Oscuro... —Torció el gesto—. Debe detraer otra pócima ineficaz.

Una silueta alta y huesuda salió de las sombras yapareció en el Pórtico.

Charsoc el Oscuro, Sumo Sacerdote de los Caídos,hizo una profunda reverencia y sus cabellos negrosbarrieron el suelo. La caída de Charsoc del Primer Cielosólo había sido precedida por la de su nefario Amo.Antes uno de los ocho Sumos Ancianos del Primer Cieloy sólo por detrás en rango de Jether el Justo, Charsoc sehabía hundido sin esfuerzo hasta convertirse en el másdepravado de los Reyes Nigromantes de Lucifer ygobernador de los temidos Reyes Hechiceros deOccidente y de los Grandes Magos de la CamarillaHermética.

Inicuo, frío y astuto, gobernaba desde las catacumbasde Gehenna como lugarteniente de Lucifer.

—Mi Señor, Excelencia, no son pociones lo que traigo.—Charsoc alisó su capa de tafetán bermellón—. Sonnoticias. Noticias gratas. —Sus dedos huesudos y pálidos,cubiertos de joyas, se aferraron a la manga de Lucifer—.Amo, ¿y si pusierais fin a vuestra alianza con losmonarcas de la Estirpe de los Hombres? ¿Y si...? —Se

Page 116: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

acercó más—. ¿Y si pudierais movilizar vuestrosejércitos... bajo el liderazgo de un mesías... de vuestropropio mesías?

Lucifer agarró por el brazo a Charsoc con tal fierezaque le arrancó una mueca de dolor.

—Explícate —masculló.—Los Magos de la Camarilla Oscura —exhaló Charsoc

—. Mientras hablamos, cabalgan desde las criptas deNagor. Los Gemelos piden audiencia —añadió tras untitubeo.

—Los Gemelos...A l instante, los ojos de Lucifer escrutaron el rostro de

Charsoc con atención. Después, liberó a su lugartenientede su feroz presa. Charsoc se frotó el brazo dolorido y semordió el labio mientras Lucifer se alejaba de él y pasabaentre las enormes columnas jónicas del Pórtico Oriental.

Entonces, en las manos de Charsoc pareciómaterializarse de la nada una carta negra sellada con unpentágono de plata.

—De los emisarios de los Gemelos, Excelencia.Lucifer le arrancó la misiva de los dedos y la estudió.

La carta llameó intensamente en la palma de su mano yse evaporó.

—Suelta a los chamanes buitres de sus jaulasinfernales para que les den la bienvenida. Manda aviso alGran Mago de Faegos y al Gran Mago de Maelageor deque dispongo concederles la audiencia. Convoca losConsejos Herméticos del inframundo.

Charsoc hizo una profunda reverencia.

Page 117: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Tus palabras son órdenes, señor —dijo y se esfumóen el aire.

Lucifer avanzó hasta el borde mismo del Pórtico,sumido en reflexiones. Lentamente, alzó la palma de lamano al cielo.

La forma de Gabriel se hizo visible, profundamentedormida en su cámara del Primer Cielo.

Lucifer contempló a su hermano menor, cautivado.—Gabriel... —murmuró.El tenue fulgor procedente del Muro Occidental

bañaba las exquisitas facciones de Gabriel, serenas einalteradas.

—Duerme profundamente, Revelador —musitó.La respiración de Gabriel se aceleró. Lucifer lo vio

moverse a un lado y a otro, agitado, y esbozó lentamenteuna sonrisa malévola.

—Que los Jinetes Magos infecten tus sueños,hermano. Mi redención se acerca.

Gabriel alzó la vista al palacio de columnas de oro quese alzaba por encima del Muro Occidental del PrimerCielo. Sus facciones, serenas normalmente, mostrabanuna preocupación que nublaba sus ojos grises.

Las alas oriental y septentrional del palacio de losArcángeles seguían habitadas todavía por él y por Miguel,pero la gran ala oeste, una vez ocupada por el anteriorPríncipe Regente, Lucifer, estaba abandonada. Lasespléndidas cámaras de madreperla estaban desiertas.Sus enormes puertas doradas, repujadas con el emblema

Page 118: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

del Hijo de la Mañana, habían permanecido cerradas concadenas y cerrojos desde el día de su expulsión amundos desaparecidos hacía mucho tiempo.

En todos los milenios transcurridos, sólo una vez sehabían retirado las cadenas del ala oeste, el día en queLucifer había sido convocado a presentarse al PrimerJuicio, hacía casi dos mil años. Se había vestido enaquellas mismas estancias antes de ser enviado a lasGrandes Planicies Blancas.

Gabriel, en cuyas facciones perfectas se dibujaba lainquietud, pasó los dedos por sus rizos dorados y volvióla vista a Zadquiel, que cabalgaba tres trancos detrás deél, con Sandaldor a su lado. Asintió con la cabeza y lapequeña partida cruzó las Puertas Occidentales una millapor encima de los relucientes diamantes quepavimentaban la senda serpenteante. Al pasar junto a losenormes invernaderos de naranjas de Lucifer, Gabrieltitubeó. El lugar, en otro tiempo vibrante de losheliotropos y lupinos que su hermano mayor tantoestimaba, estaba como había quedado en el momento desu expulsión.

Desolado. Yermo. Casi austero.Nada florecía allí y sin embargo, al propio tiempo,

nada se descomponía. Era un vacío.Como si incluso la flora vigorosa y floreciente del

Primer Cielo hubiera percibido la traición ruin de Lucifery se negara a crecer durante los cientos de millones deeones transcurridos desde su exilio.

Tiró con suavidad de las riendas de su yegua, , y

Page 119: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

la partida continuó la marcha, dejando atrás los secospozos de los Siete Saberes, hasta hacer un alto delantemismo de las dos altísimas puertas doradas de lascámaras de Lucifer en el ala oeste.

Gabriel desmontó, y Zadquiel y Sandaldor lo imitaron.Zadquiel se acercó a él y posó la mano con delicadeza ensu brazo.

—¿Estás seguro de que éste es tu deseo, mi príncipe?—inquirió.

Gabriel hundió la cabeza en el pecho. Enseguida,volvió a levantar la vista y buscó la mirada de suacompañante.

—Es mi deseo —musitó. Sus ojos, generalmenteserenos, estaban bañados en una intensa emoción.

Zadquiel miró resueltamente al príncipe e hizo unareverencia. Después, con un gesto, indicó a Sandaldorque se acercara. Los dos alzaron sus enormes martillos-hachas y los descargaron con todas sus fuerza contra lasmonstruosas cadenas de hierro, partiéndolas en doslimpiamente.

Luego, despacio, Zadquiel abrió con esfuerzo lasrecias puertas doradas de los aposentos de Lucifer.Gabriel soltó una exclamación. El ala oeste estaba intacta.

Zadquiel entró en el atrio detrás de Gabriel ycontempló las cámaras de Lucifer. Los dos se detuvieronallí un largo instante, en silencio.

—No puedo enfrentarme a esto, Gabriel. —Zadquielbajó la cabeza, abatido. Le temblaban las manos—. Metrae recuerdos de todo lo que condenó mi alma. —Alzó

Page 120: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de nuevo la vista a Gabriel y, con voz estremecida,cargada de intensidad añadió—: Te lo suplico, Gabriel.Libérame de esta tarea.

Gabriel observó a Zadquiel con profunda compasióny, con un suspiro, respondió finalmente:

—Te libero, viejo amigo. Regresa a mis cámaras conSandaldor y esperadme allí.

Zadquiel hizo una profunda reverencia.—Mi venerado príncipe, que encuentres lo que con

tanto interés buscas —murmuró y se dispuso aemprender la retirada.

—Zadquiel... —le llamó Gabriel antes de que semarchara—. ¿Y Miguel? ¿Seguro que ignora que estoyaquí?

—Absolutamente. —Zadquiel le sostuvo la mirada.Gabriel asintió:—Revelaré lo que hago cuando llegue el momento. ¿Y

Jether?—Tampoco le he dicho nada a Jether. Pero sus

conocimientos procederán de una fuente superior —dijoZadquiel, esbozando una vaga sonrisa. A continuación,con una nueva reverencia, montó otra vez en su corcel y,sin volver la vista atrás, regresó al galope por dondehabía venido seguido de Sandaldor.

Gabriel se quedó contemplando a Zadquiel hasta queel jinete desapareció por completo de la vista; entonces,volvió sobre sus pasos, abrió las puertas de la cámara yentró en el atrio. Cerró las puertas tras él, inspeccionó lavasta estancia y sacudió la cabeza con gesto de asombro.

Page 121: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Estaba casi igual que antes de que su mundo sedesmoronara, hacía eones.

La colección de tamboriles y flautas de Lucifer.Su Espada de Estado, todavía en su magnífica vaina

ornada de piedras preciosas.Gabriel pasó bajo el gran arco de los Arcángeles, con

sus espléndidos frescos, y entró en el sanctasanctórumde Lucifer, donde admiró los magníficos trampantojos,obra del propio Lucifer, pintados en los techosabovedados que se alzaban a treinta metros de altura.Heliotropos, endrinas y amatistas se fundían en magentasy bermellones que cubrían los adornados techosesculpidos.

Su mirada se posó en el escritorio de mármolbellamente tallado. Era la misma mesa en la que suhermano mayor había escrito con su bella caligrafía milesde cartas en palabras desaparecidas hacía mucho.

Gabriel palideció.Junto al escritorio se hallaba un enorme cuadro

cubierto con paño de oro. El objeto no estaba allí hacíados milenios, el día del Primer Juicio.

Gabriel tuvo la certeza de que allí se encontraban lasrespuestas a su agitado sueño de la noche anterior.¡Lucifer y sus irritantes juegos de hechicería!

Anduvo hasta el objeto, se inclinó y desató las cintasdoradas del paño. La muselina dorada resbaló del marcoy cayó al suelo, dejando a la vista un cuadro con figurasde tamaño natural, de tres metros de alto y cuatro deancho.

Page 122: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Gabriel lo estudió minuciosamente.En el centro mismo de la tela había una imagen

exquisita, perfecta, de Cristo. La luz realzaba todas susfacciones. El retrato resultaba asombroso, salvo por lagruesa línea de color rojo carmesí que cortaba la cara deun lado al otro de la tela.

Bajó la mirada hacia la izquierda de la imagen y, talcomo había pensado, allí estaban: los Jinetes Magos de laCamarilla Hermética, montados en sus monstruosascreaciones. Su destino, el mundo helado de Gehenna.

Lucifer había pintado la escena hasta el último detalle.Era exactamente lo que Gabriel había presenciado aquellamisma noche en sus turbados sueños.

Debajo mismo del Cristo había una imagen muyprecisa del propio Lucifer, de pie en el enorme balcón demadreperla bellamente tallada de aquellas mismasestancias. Exactamente como estaba hacía eones, cuandohabía contemplado a sus hermanos corriendo por lasarenas. Sus facciones de alabastro esculpido eranperfectas en su belleza.

Gabriel clavó la mirada, hipnotizado, en los fríos ojosde zafiro del cuadro. Casi carecían de vida. Bajó la vistaal pie del cuadro, donde una serpiente enorme,amenazadora, se retorcía a lo ancho de toda la tela.

Se estremeció.En aquel instante, una voz suave rompió el silencio.—Cabalgan los Vientos del Oeste.Lentamente, Gabriel se volvió.Delante de él, espléndido con sus ropajes a franjas

Page 123: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

escarlatas, estaba Jether el Justo, monarca angélicoimperial y gobernante de los veinticuatro Antiguos Reyesde Jehová.

Jether contempló de hito en hito a su antiguo alumnoy sus facciones surcadas por las arrugas de la vejez sellenaron de compasión.

Gabriel inclinó la cabeza.—Los Magos de la Camarilla Hermética —continuó

Jether sin alzar la voz—. Han dejado las criptas de Nagorantes de que se alzaran las lunas del alba. En este mismoinstante, están viajando.

Gabriel alzó el rostro hacia Jether con una expresiónde angustia.

—Lucifer me habló en sueños —susurró—. Me dijoque lleva muchas lunas sin dormir. Me propuso queacuda a él.

Jether sonrió con dulzura y posó la mano nervuda ensu brazo.

—Pero no lo has hecho —dijo.—No. —Gabriel inclinó la cabeza—. Pero se me

apareció en sueños...«“Gabriel —murmuró Lucifer—. Gabriel, quiero que

sepas que ya no seguiré insomne. Los jinetes seacercan.” Entonces sonrió, esbozó una sonrisa perversa ytorva y dijo: “Dile a Jether que se acerca mi redención.”Y, tras esto, desapareció.»

Miró a su mentor con ojos implorantes y preguntó:—¿Qué malévolo plan se prepara, Jether?—Es la plenitud de los tiempos —murmuró Jether con

Page 124: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

una expresión grave en sus facciones venerables. Seacercó a donde estaba Gabriel, barriendo los suelos dezafiro con sus cabellos y su barba plateados—. Sepreparan para el Fin de los Tiempos. Los Grandes Magoscabalgan por el inframundo desde los lugares muertospara tener una audiencia con él.

Jether se acercó al balcón y abrió las pesadas cortinasde terciopelo.

—¿Cómo has sabido que vendría? —preguntó Gabrielcon otro susurro.

Jether le dirigió una mirada benévola.—El vidente más veterano percibe al más joven. —

Llevó la mano al enorme juego de llaves que colgaba desu cintura y sacó una que llevaba grabada la insignia delHijo de la Mañana—. Podría haberles ahorrado a Zadquiely Sandaldor sus esfuerzos, por espléndidos que fueran —añadió, riendo para sí.

Con dedos ágiles, abrió el pestillo de las enormescristaleras y salió al balcón desde donde contempló unainmensa puerta dorada, tachonada de rubíes y radiantede luz, que estaba encajada en los muros de la torre,cubiertos de topacios. Era la entrada a la sala del trono.

De la Puerta de los Rubíes llegaban enormes rugidosatronadores y azules descargas de rayos.

—La Reunión... —musitó Jether e inclinó la cabeza enuna reverencia.

Gabriel salió al balcón.—Jehová, Cristo y el Espíritu Santo.Jether se volvió con los ojos llorosos, sumido en

Page 125: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

profundos pensamientos.—Lo que Lucifer percibe y conoce hoy, Jehová en su

omnisciencia lo sabe desde hace eones. Jehová me llamóesta misma luna. Mientras estamos aquí, Lucifer reúne enconsejo a las Cortes de la Perdición. En estos mismosinstantes, estará poniendo en marcha sus planes paraconcebir a su propio mesías, el Hijo de la Perdición.

La mirada de Jether se hizo acerada.—No te confundas —continuó—. Los grandes planes

de Lucifer son transparentes para Jehová hasta el últimodetalle. Nada queda oculto a su mirada. Él esomnisciente. Él es omnipotente. Conoce lo que ha desuceder desde el principio, por los siglos de los siglos.Lucifer lo sabe perfectamente y tiembla.

Sus facciones se suavizaron y concluyó el parlamento:—Nosotros descansamos en el fulgor de la multitud

de discernimientos de Jehová y en Su compasióninmensa y Su infinita ternura.

Gabriel permaneció en silencio y Jether posó la manoen su brazo.

—Ya tienes lo que venías buscando, Gabriel. Él haenviado su mensaje. La Semilla de la Serpiente. Lasemilla que pronto será su hijo. Su Hijo de la Perdición.Es eso lo que perturba tus sueños. Ahora, ven. Tenemosasuntos urgentes de que ocuparnos.

Jether entró y cerró las puertas del balcón. Juntos,desanduvieron sus pasos por la cámara y volvieron alatrio. Gabriel dirigió una mirada al cuadro.

—La Semilla de la Serpiente. ¿La suya propia?

Page 126: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

¿Nefilim? —preguntó Gabriel.—No, Gabriel. Nefilim, no. —Jether cerró las puertas

de las cámaras de Lucifer y volvió a echar el cerrojo.Gabriel se volvió a mirarlo, desconcertado.

—Si no es un híbrido entre los angélicos y la Estirpede los Hombres, ¿qué...?

Al ver la expresión sombría de Jether, se le quebró lavoz. Cuando respondió, la de Jether sonó suave, perocortaba el aire como una hoja afilada.

—No habrá mezcla de semillas. Esto es lo que Jehováconoce bien. El mesías de Lucifer no será concebido de lasemilla del hombre ni del huevo de la mujer. Luciferimitará la semilla de Cristo... .

Gabriel sacudió la cabeza, confundido.—Creará un clon, Gabriel. Su clon. No tenemos

mucho tiempo. Mientras hablamos, los Caídos yacabalgan. —Jether estudió su rostro y, con un suspiro, suexpresión se suavizó—. Dile a Miguel que me reuniré conél en las Arenas Perladas. Al atardecer.

Jether abrazó a Gabriel, lo besó en ambas mejillas ymontó en su blanco corcel alado. Sus ojos destellabancon intensidad.

—Tengo que convocar los Altos Consejos de Jehová.

Seiscientos sesenta y seis Magos de la CamarillaHermética de Lucifer ascendieron de los ardientesinfiernos verde ácido de los laberintos que se abrían enlas más profundas Criptas de Nagor. Sus ralos cabellosblancos dejaban al descubierto las frentes hundidas y sus

Page 127: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

monstruosas alas emplumadas de serafín batían el airemientras cruzaban el arco del Viento del Norte a lomosde sus monstruosas criaturas, producto de la hibridacióngenética.

Una hora depravada, conducida por los bicéfalosMagos Gemelos de Malfecium.

Los supercientíficos de entre los condenadosalcanzarían la Ciudadela de Hielo de Gehenna alamanecer.

Page 128: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

9

El Vial de la Sagrada Progenie

Lucifer ocupaba majestuosamente su enorme trono decuerno labrado, cuyo reposacabezas era un inmenso rubí.Se alisó su brillante capa blanca de Estado, bordada condiamantes y oro fundido.

Aparecieron cuatro de sus portadores, que letrenzaron con habilidad su pelo negro ala de cuervo condiamantes de hielo y destellos de amatista y luego seretiraron. Balberit colocó la satánica corona de diamantesen la cabeza de Lucifer y le hizo una reverencia.

Charsoc avanzó hacia el trono, postrándose en señalde respeto hasta que sus cabellos negro azabachetocaron los suelos de cristal.

—Su Majestad, han sido convocados los ConsejosHerméticos del inframundo y en estos momentos seestán reuniendo los Hechiceros de Occidente.

Lucifer acarició la áspera piel blanca del cancerbero deseis cabezas que tenía a sus pies, regalo de los Gemelosde Malfecium. Mordió la pulpa de una gran fruta dorada yluego sostuvo el resto en la palma de la mano delante delcancerbero, que movió su cola de serpiente y procedió adevorarla con ferocidad, dejando a la vista sus colmillosazul oscuro.

Lucifer esbozó una sonrisa de aprobación y estudió aCharsoc con los ojos entornados.

Page 129: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—He esperado mucho tiempo que llegara estemomento —murmuró—. Desde la época en que gobernéa través de Nabucodonosor. —Bebió delicadamente de sucopa y añadió—: Durante mi reinado a través de AntíocoIV de Siria y Mesopotamia. Esperé.

Levantó la mirada, contempló los sesenta y seisserafines dorados y las gorgonas esculpidas que teníaencima de la cabeza y observó los magníficos frescos delos arcos de la bóveda interior, en los que aparecían losreinos de Nemrod, Alejandro y Antíoco.

—Antíoco me falló —susurró—. Alejandro Magno,Carlomagno, Stalin, Hitler... —Frunció el entrecejo—.¡Todos fueron unos parásitos incompetentes y llorones!

Se volvió hacia Charsoc y anunció:—Ya no toleraré más errores.Lucifer levantó su cetro en dirección a las gigantescas

puertas de hielo negro que daban paso a la sala deltrono.

De repente, las puertas se convirtieron en vapor ydejaron a la vista a los trescientos treinta y tres magosencapuchados, encabezados por Marduk, jefe de losConsejos Herméticos.

Marduk abrió la marcha hacia las EscalerasOccidentales, que llevaban al Portal Oeste del JuicioFinal. En lo alto había una magnífica escultura de marfilque representaba a Lucifer triunfante y a la Estirpe de losHombres ardiendo en un lago de fuego. Los miembrosde los Consejos Herméticos ocupaban cada uno su tronode cuerno, dos niveles por debajo del trabajado trono de

Page 130: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Lucifer.El aire se llenó de un zumbido discordante cuando mil

murmuradores negros entraron en la sala del trono conlas negras alas seráficas escondidas bajo sus capas demuselina medio transparente.

Formaron una siniestra línea oscura, subiendo losseiscientos sesenta y seis escalones que llevaban a laGalería de los Suspiros, un pasillo circular situadodirectamente debajo de la bóveda abierta. Las túnicascon capucha se arremolinaban bajo las tormentas dehielo.

Sonaron las campanas del Limbo y la sala del trono sellenó al instante de un desagradable y extraño azufreverde. Los Hechiceros de la Camarilla Oscura bajaron enpicado por la amplia bóveda abierta, montados en susmonstruos biogenéticamente manipulados, hasta que losseiscientos sesenta y seis se congregaron en el pasillo delViento del Norte y se postraron al unísono ante Lucifer.

Lucifer levantó el cetro.—Llamo a los Gemelos de Malfecium, al Gran Mago

de Phaegos, el Gran Mago de Maelageor.Los Gemelos dieron un paso al frente e hicieron una

profunda reverencia hasta que la barbilla les quedó apocos centímetros del suelo. Cada uno de los dos teníaun par de cabezas giratorias, de tamaño reducido.

Sus características físicas eran casi idénticas. Mirabana Lucifer con unos ojos pálidos y bulbosos de color pajaque centelleaban con malevolencia debajo de sus frenteshundidas.

Page 131: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Su piel era de una extraña y cadavérica palidezverdosa y su escaso pelo blanco les llegaba a la cintura.Bajo las túnicas de muselina, tenían las espaldas nudosasy cada una presentaba tres jorobas. De los lados de lasjorobas salían seis inmensas alas seráficas de abundantesplumas.

Los Gemelos eran los supercientíficos de Lucifer, susintelectuales malvados.

Eran los grandes arquitectos de sus depravadosplanes eugenésicos y biogenéticos y pasaban los días y lanoche en unos horripilantes laboratorios situados dos milkilómetros por debajo de los ardientes aros de hielo deMellenzia, en los páramos baldíos del inframundo, en lasCriptas de Nagor.

Era allí donde realizaban los más degenerados de susinicuos experimentos. Ingeniería biogenética,envenenamientos, amputaciones, trasplantes demiembros y de cabezas, lobotomías... Día y nocheresonaban gritos de agonía en los Laberintos de Angormientras las harpías de Gilmagoth, que estaban bajo sututela, transgredían todas las reglas de la decencia ycontravenían todas las normas de la Ley Eterna con suclonación de lo bestial y lo angélico.

Los Gemelos eran puristas. Mutilaban, torturaban ydestripaban a fantasmas, gnomos o vampiros demonio yexperimentaban con todos los seres que vagabandesprevenidos por el submundo. Así habían generado unejército de híbridos deformes, millones de nuevasespecies depravadas, monstruos deformados y grotescos.

Page 132: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Vampiros gigantes alados, Cíclopes de sesenta y seisojos, Brobdingnagianos con escamas, que eran lossoldados de infantería de Gehenna. Los monstruos delEjército de los Caídos, preparados para entrar encombate en la última gran batalla contra el Nazareno, labatalla del Fin del Mundo.

Pero la creación más importante de los Gemelos, suobra maestra, se hallaba al otro lado de las OchoGrandes Bóvedas de Vagen, en el sarcófago de las Furias.

Detrás de los brillantes velos traslúcidos que caían deunas columnas de áspides doradas se encontraba unsolitario vial de oro que emitía unos extraños relámpagosnegros.

Era el vial que contenía un solo genoma.La Semilla de la Serpiente.El ADN angélico de Lucifer que había sido

genéticamente modificado recientemente por losGemelos de Malfecium para que coincidiera exactamentecon el ciclo de crecimiento del ADN humano.

El Vial de la Sagrada Progenie.Había estado escondido durante milenios debajo de

Mellenzia, esperando el día en que la tecnología de laEstirpe de los Hombres estuviera lo suficientementeavanzada como para completar la sagrada tarea.

Aquel día, el viaje de los Gemelos estaba relacionadocon el genoma. Lucifer lo había captado y les hizo unaseña para que se acercaran.

—Maelageor —le dijo en voz baja al Gemelo queestaba a su izquierda—. Has pedido una audiencia.

Page 133: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

El Gran Mago de Maelageor miró a Lucifer con losojos inyectados en sangre y medio entornados.

—Excelencia —dijo, con una lengua fláccida ymanchada—. Se trata del Vial de la Sagrada Progenie.

Maelageor hizo una reverencia y Lucifer lo mirófijamente, esperando.

—Señor, entre la Estirpe de los Hombres hemosencontrado a uno cuyas habilidades son superiores a lasde todos los demás. Sus conocimientos en el campo de laingeniería genética nos llevan a creer que podría ser eladecuado para llevar a cabo la tarea sagrada.

Phaegos dio un paso al frente.—Excelencia, ese hombre es el principal experto en

ingeniería, manipulación y partición genética de la Estirpede los Hombres.

Hizo una profunda reverencia.Lucifer se puso en pie y deambuló nervioso por

delante del trono, sumido en unas hondas reflexiones.De repente, se volvió hacia Maelageor.—¿Estás seguro? —preguntó, mirándolo fijamente—.

No toleraré más errores. Hitler me falló —añadió con unbufido.

Se volvió sobre sí mismo para contemplar el fresco delos juicios de Núremberg situado sobre su cabeza.

—El programa eugenésico de los nazis, sumanipulación del ADN humano... Mengele, Clauberg,Brand... Les dimos todas las instrucciones cruciales paraque realizaran la clonación. ¡Todo llevó al fracaso!

—Excelencia —dijo Maelageor, alzando la cabeza—. El

Page 134: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

progreso tecnológico en el ámbito de la genética se haacelerado muchísimo entre la Estirpe de los Hombres.Los descubrimientos del año 1981 son todavía primitivos,pero éste es un apasionado erudito.

—¿Es un genio?Charsoc se inclinó hacia Lucifer.—Es un genio entre la Estirpe de los Hombres, señor.

—Charsoc sostenía un pliego de documentos en la mano—. Excelencia —inclinó la cabeza—, he estudiado lostextos. Es tal como dicen los Gemelos.

Lucifer le arrebató los documentos y deambuló de unlado a otro de la nave, mirando los papeles. Charsoc losiguió.

—¿Es partidario de nuestra causa? —preguntó Lucifer.—Sí —asintió Charsoc—. Fue el científico responsable

del programa de clonación de Los Álamos, señor.Operaciones secretas. Sirve con devoción a nuestrosesclavos oscuros de la Raza de los Hombres.

—¿Y podemos contar con su silencio?Charsoc se acarició la barba con aire pensativo.—Es un hombre ambicioso, majestad. —Dudó unos

instantes—. Pero no es curioso. No le importa saberquiénes son sus superiores. No tiene dios. Su único dioses el de la ciencia.

Lucifer se volvió en redondo.—¡Marduk! Quiero una familia de la Estirpe de los

Hombres. Busca las Bibliotecas Inferiores de lasIniquidades. Busca cien dinastías de la Estirpe de losHombres. Los Esclavos Oscuros de los Caídos. Esos a los

Page 135: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

que he dotado de riquezas. Esos a los que recompensocon poder. Los sirvientes devotos de los Caídos.

Lucifer siguió deambulando por la nave, sumido enunos hondos pensamientos.

—Creo que tengo que darle hermanos. Un Miguelterco. Un Gabriel más dulce. Tienen que ser tres. Igualque nosotros somos tres hermanos angélicos. Tiene quehaber tres hermanos de la Raza de los Hombres. ¡Y comosu Padre antes que él!

Lucifer alzó los brazos hacia la enorme bóveda. En susojos brillaba un fuego demencial.

—Mi hijo tiene que ser un insurrecto. ¡Un renegado!—gritó.

Maelageor se acercó a él.—Hay una familia, señor... —dijo y le tendió un gran

códice negro que emitía relámpagos plateados.Lucifer lo reconoció al instante. Era uno de los trece

Códices de Diabolos.—Una familia de lo más adecuado. —Miró a Lucifer

con unos ojos que centelleaban de crueldad.Lucifer lo observó atentamente y cogió el códice.—Una de las trece familias del Gran Consejo Druida

—lo engatusó Maelageor—. Los que reinan en el mundode la Raza de los Hombres como Sumos SacerdotesHechiceros.

—Conozco al abuelo —murmuró Lucifer, estudiandoel Códice—. Lleva la «Marca del Hechicero». Es un devotosirviente de los Caídos —añadió con una parsimoniosasonrisa para expresar su aprobación—. Continúa, por

Page 136: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

favor, Maelageor.—La anfitriona está embarazada de su segundo hijo,

señor. Dos semanas de gestación. Es un varón. Cuandonazca, el bebé será cambiado por vuestro clon.

Por las puertas de hielo entraron seis Hechiceros de laCamarilla Oscura. Llevaban un sarcófago al hombro y lodejaron en el altar, delante del trono.

Lucifer asintió. Maelageor abrió el cofre despacio. Enel mismísimo centro había un solitario vial de oro queemitía unos peculiares relámpagos negros. Lucifer seacercó al cofre y miró el frasquito, cautivado.

—No hay tiempo que perder, excelencia —prosiguióMaelageor—. En previsión a vuestra aceptación de lafamilia elegida, hemos vuelto a modificar el ADN devuestro genoma, el genoma del Vial de la SagradaProgenie, para que coincida exactamente con la fecha denacimiento prevista del bebé humano. Ya hemos activadoel reconstructor de ADN. Ahora, alguien de vuestraconfianza ha de transportar el genoma sin más dilación almundo de la Raza de los Hombres.

—Esta vez, te has superado a ti mismo, Maelageor. —Lucifer alzó el cetro en dirección a Charsoc y le instruyó—: Charsoc, tú llevarás el genoma a la tierra. ¡Ordena alos brujos del tiempo oculto que se preparen para lairrupción de los torbellinos del tiempo en el VórticeOriental!

Tembloroso, el Gran Mago de Phaegos dio un paso alfrente.

—Majestad. —Hizo una reverencia y sus dos barbillas

Page 137: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

rozaron el suelo—. Cien crecientes y cien menguantes deluna han de pasar antes de que se desaten lostorbellinos. Y otras tres lunas llenas antes de que lasPuertas del Tiempo del Vórtice Oriental crucen elSegundo Cielo y se abran al Mundo de la Estirpe de losHombres. El tiempo está en nuestra contra. El genomatiene que ser entregado ahora mismo en la dimensión dela materia.

El Gran Mago retrocedió dos pasos.—...Y por uno de los nuestros que haya adquirido

forma humana —añadió entonces.—¡Forma humana! ¡Eso es imposible, Phaegos! —

exclamó Charsoc—. El Gólgota cambió las condiciones denuestro morar en la Estirpe de los Hombres. Sólo suMajestad, como arcángel, conserva la habilidad de moraren forma humana y sólo a través de las Puertas delTiempo. Nosotros, los Caídos, estamos proscritos.

—El genoma está ajustado al ciclo de crecimientohumano, Phaegos. Tiene que ser entregado en ladimensión de la materia por uno de los nuestros en esadimensión material, en forma humana. No hay otromodo de hacerlo.

Lucifer se acercó a Phaegos. Estaba encendido.—Encuentra una manera, Phaegos.—Pero... Las Puertas del Tiempo... Es imposible,

señor.Maelageor agarró el tembloroso brazo de Phaegos con

los seis largos y gomosos dedos de su mano derecha yPhaegos se retorció de dolor.

Page 138: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Lo que quiere decir mi hermano gemelo —alzó sushundidas facciones hacia Phaegos y le dirigió una miradasiniestra— es que hay otra manera, Excelencia. Otramanera para que nosotros, los Caídos, entremos en laRaza de los Hombres. En forma humana. Dentro de unaluna.

—¿Qué significa eso, Maelageor? —siseó Lucifer.En los finos labios negros de Maelageor brilló una

cruel sonrisa.—Entramos por las Escaleras Ascendentes...La sala del trono se hundió en un horrorizado silencio.Lucifer miró a Maelageor con una extraña sorpresa en

su expresión y murmuró:—Los Portales de los Caídos son campos de fuerzas y

cada uno tiene su propio umbral interdimensional.—Los campos de fuerzas son reconstructores del ADN

—asintió Maelageor—. Son nuestra única manera deentrar en la Raza de los Hombres en forma humana.

Marduk avanzó hacia ellos. Sus ojos amarilloscentelleaban bajo la capucha de su casaca marrón y sepostró ante Lucifer.

—Mi señor... —Besó el anillo de ónice negro deLucifer—. La travesía de los Portales por parte de losCaídos para entrar en la tierra de la Estirpe de losHombres no sólo está prohibida, majestad, sino queademás es imposible. Los ocho Portales de los Caídosquedaron permanentemente sellados después de laderrota del Gólgota. Desde el Segundo Cielo no haymanera de entrar en la atmósfera de la tierra.

Page 139: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Existe una —intervino Charsoc, intercambiando unamirada con Maelageor—. Hay un portal más vulnerable,cuyo campo de fuerzas entre la Tierra de los Hombres yel Segundo Cielo está agrietado. Roto.

Lucifer se sentó en su trono y acarició la áspera pielblanca de su cancerbero.

—El Portal Angélico que se resquebrajó en la Torre deBabel, el fracaso de los Nefilim... —murmuró y una levesonrisa cruzó sus labios—. El Portal de Shinar.

—Excelencia, con toda mi veneración y respeto... —gimió Marduk, retorciendo sus dedos de lagarto—. Estáprohibido.

—Está prohibido, Marduk. —Lucifer lo miró con elrabillo del ojo—. Pero es posible.

El cancerbero lamió la palma de Lucifer.—Nemrod y los Nefilim, incitados por nuestras hordas

demoníacas, tenían muy avanzados unos planes paracruzar el campo de fuerzas de Shinar desde la Tierra delos Hombres hasta el Segundo Cielo —dijo Lucifer conexpresión torva—. Gabriel y sus Reveladores mandaronla noticia al Consejo Supremo, pero Jehová confundiósus lenguas.

Tendió la mano al portador de su copa.—Por la noche, Miguel y sus ejércitos vencieron a

nuestros batallones, se apoderaron de Shinar y sellaronel Portal.

El recuerdo de aquella derrota lo enfureció y agarró lacopa de la mano temblorosa de su sirviente.

—El campo de fuerzas interdimensional quedó

Page 140: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

permanentemente agrietado durante la batalla —prosiguió, acariciando el borde de la copa—. Sipudiéramos controlar el Portal, podríamos invertir elproceso de reestructuración y entrar a través de la grietadel campo de fuerzas.

—La grieta fue sellada rápidamente por los guerrerosde Miguel del Segundo Cielo y así ha estado en los veintemilenios transcurridos desde Babel —replicó Charsoc,deambulando de un lado a otro de la nave. En sus ojoscarentes de iris brilló un fuego malvado.

—Pero ¿hasta qué punto está sellado después detranscurridos veinte milenios, Mulabalah?

Mulabalah, jefe de los Murmuradores Negros, queeran los espías de Charsoc, se puso en pie. Su figura secernió siniestra en el centro de la Galería de los Susurros.

—Quiero información sobre las defensas del Portal deShinar.

El incesante murmullo de los Murmuradores seconvirtió en un zumbido apagado.

—Señor, en nuestras travesías de los pasillos deltiempo, los Exploradores del Buitre Chamán hanfrecuentado el conducto temporal que comunica el Portalde Shinar con Gehenna. Desde el tiempo de la rebeliónde los Nefilim y la Estirpe de los Hombres en Babel, hasido defendida por un millar de batallones, los másfuertes del Primer Cielo. —Mulabalah dudó unosinstantes—. Y por los Leones Alados Blancos —añadió entono ominoso.

Una oleada de horror recorrió la Galería de los

Page 141: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Suspiros.—Sin embargo, estos milenios pasados, el Príncipe

Miguel reasignó los ejércitos de Babilonia a Jerusalén,señor... —Dudó de nuevo, tembloroso—. En 1947...

—¡En 1947! —espetó Lucifer con un siseo—.Jerusalén. Ashdod fue vencida por Miguel.

—Pero ahora sólo custodia las puertas Zalialiel, almando de un batallón de doscientos —le informóMulabalah.

—¿Estás seguro de ello, Mulabalah?—Lo han corroborado Darsoc y los exploradores del

Buitre Shaman, señor. Estoy seguro.Nervioso, Marduk se rascó la barbilla con marcas de

viruela.—Majestad, como jefe de la Casa Real y de vuestro

Consejo Legal es mi solemne deber haceros saber que laDoctrina de la Ley Eterna con relación al Portal de Shinaranuncia graves consecuencias para nosotros, los Caídos,si se quebranta.

Marduk se quitó la capucha, revelando sus cetrinasfacciones devastadas por la viruela.

—Graves consecuencias...—Conozco a fondo la Ley Eterna, Marduk. El castigo

no está explícitamente recogido en la Doctrina —intervinoCharsoc, airado—. En el mejor de los casos, la alusión alcastigo es nebulosa.

Marduk miró fríamente a Charsoc con sus amarillentosojos del color de la paja.

—No te engañes, Charsoc, te lo advierto. Mis fuentes

Page 142: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

afirman que se ha añadido una adenda, por decreto deJehová a Jether del Consejo Supremo, con el fin deproteger de los Caídos a la Estirpe de los Hombres. Losrumores dicen que sobre los Caídos que transgredan lasnormas caerán los más severos castigos.

—¡Jether y sus rumores! —exclamó Charsoc,enfurecido.

Maelageor sacudió sus dos cabezas reducidas.—El genoma —balbució—. Se nos acaba el tiempo,

Excelencia.Lucifer se puso en pie.—¡Rumores! ¡Rumores! —exclamó.Subió las escaleras que llevaban a la Galería de los

Suspiros y los Murmuradores Negros se postraron a suspies.

—El Portal de Shinar es el único medio de llevar elgenoma a tiempo a la Estirpe de los Hombres. ¡Hay queactivar el plan sin dilación! ¡Tenemos que hacernos denuevo con el control del Portal el tiempo suficiente paraque Charsoc y el Vial de la Sagrada Progenie crucen alotro lado!

Lucifer miró a Marduk y a Charsoc desde lo alto.—Charsoc, tú partirás de inmediato hacia el Portal de

Shinar. En las eras pasadas, yo he entrado en ese mundocomo sacerdote de alto rango. Tú, Charsoc, llegarás almundo de la Raza de los Hombres como emisario mío.En forma humana. Transmitirás al Consejo de los Trecemi elección de familia. Asegúrate de que las distintaspartes de nuestra estrategia se ejecuten con una precisión

Page 143: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

total. No podemos permitirnos un error humano. Cuandoel plan esté trazado, en el momento fijado para elintercambio de mi hijo, yo mismo entraré en el mundode los Hombres a través de las Puertas del Tiempo.

Lucifer levantó el cetro ante los reunidos.—¡Astarot! ¡Escolta a Charsoc ahora mismo! Ordena a

Sargón el Terrible, el Gran Príncipe de Babilonia, queprepare sus hordas y se reúna contigo en el Portal y quelo mantengan abierto hasta que Charsoc lo haya cruzado.Cuando mi hermano Miguel se entere de nuestraestrategia diabólica, será demasiado tarde. Zalialiel y subatallón habrán sido arrollados.

—Así se hará, mi Señor. —Charsoc le dedicó unahonda reverencia.

Lucifer contempló a Astarot mientras éste cruzaba laspuertas, seguido de Charsoc y los Hechiceros de laCamarilla Negra que portaban el cofre que contenía elVial de la Sagrada Progenie.

—Señor —murmuró Marduk con un centelleodiabólico en sus ictéricos ojos—, cuando Charsoc entreen el mundo de la Estirpe de los Hombres a través delPortal de Shinar, ya no podrá regresar.

Lucifer sostuvo la mirada de Marduck.—No tardará en descubrirlo —replicó.

Miguel estaba en las relucientes Arenas Perladas delas blancas playas celestiales del Primer Cielo,contemplando dos inmensas puertas de madreperla quese alzaban en la distancia. Formaban la entrada del Edén.

Page 144: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Los fértiles Jardines Colgantes de Jehová y las cascadasque caían desde una altura de dos kilómetros apenaseran visibles entre las nieblas azuladas del Edén quedescendían velozmente.

Miguel había cabalgado hasta las Arenas Perladasdespués de pasar revista a sus batallones en las enormesLlanuras del Ónice. Todavía llevaba su armaduraguerrera ceremonial.

Su gruesa melena rubísima sin trenzar le caía sobrelos anchos hombros hasta la armadura de plata y colgadaal costado llevaba la Espada de Estado.

Se quitó los guantes, cerró los ojos e inspiró el dulcearoma de la mirra y del nardo que se elevaban de lasllanuras de los Álamos Blancos del Edén. Sus faccionesmostraban una desacostumbrada tranquilidad.

Jether se hallaba en lo alto de las escaleras de oro,contemplando al guerrero imperial.

Miguel. El Príncipe Supremo de la Casa Real deJehová y comandante de los ejércitos del Primer Cielo.Jether esbozó una leve sonrisa. Lucifer había encontradorival en su valiente y noble hermano pequeño.

Miguel exhibía una gran serenidad en su rostrocincelado. Jether lo había sorprendido en uno de esosextraños momentos en que Miguel bajaba la guardia.

Jether suspiró. Detestaba interrumpir aquel instante,pero debía hacerlo.

—Miguel —lo llamó.Miguel se movió y levantó la mano a modo de saludo.—Respetado Jether —dijo, caminando hacia la figura

Page 145: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de pelo blanco que bajaba los peldaños de oro.—Vaya, parece que han transcurrido muchas lunas

desde nuestra última confraternidad —exclamó. Losincongruentes hoyuelos de sus mejillas suavizaronaquellas cinceladas facciones.

Se fundieron en un abrazo afectuoso y Jether asintió.—He estado muchas lunas en el Consejo Sagrado de

Jehová, Miguel —dijo. Aspiró el perfume de mirra que selevantaba de las brumas del Edén y añadió—: Ven,vayamos a dar un paseo.

Tomó del brazo a Miguel y sus sandalias de colorcoral se hundieron en las arenas perladas.

Miguel miró a Jether.—Has venido por algún asunto grave —le dijo.Jether observó los fieros ojos verde esmeralda de

Miguel y asintió.—¿Lucifer ha elegido familia?—Sí, una dinastía. Una de las trece familias

integrantes del Gran Consejo de los Druidas. Ya existe unhijo. El otro lleva dos meses en gestación.

Jether se detuvo a medio paso y miró con intensidadla inteligente y fiera expresión de Miguel.

—Ése morirá. Será asesinado a sangre fría. Lucifersituará a su propio hijo en su lugar.

Cerró los ojos.—Y luego nacerá otro hijo. Es seguro. Está escrito en

las Instrucciones de Jehová.Miguel entornó los ojos.—Tres hermanos...

Page 146: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jether asintió.—Igual que vosotros... Por su deliberado designio.—¡Es diabólico!—Sin embargo —prosiguió Jether—, hay otra

cuestión. Una cuestión de extrema importancia.Continuaron caminando por las Arenas Perladas y

dejaron atrás las doce inmensas columnas blancas queformaban el gran mirador.

—Nuestros exploradores nos informan de que losCaídos están urdiendo un plan para entrar en el mundode la Raza de los Hombres.

—Eso no es ninguna novedad. Están violandocontinuamente el derecho de entrada.

Jether se detuvo de repente y volvió el rostro haciaMiguel.

—En forma humana.Miguel se quedó paralizado.—Pero eso contraviene la Doctrina de la Ley Eterna

que el Gólgota desencadenó.Jether asintió.—Sólo existe un medio por el que el ADN de los

Caídos pueda ser alterado y convertido en materia —dijo—. Nuestra preocupación inmediata está en los Portalesde los Caídos.

Miguel miró a Jether. Se había quedado pasmado.—Pero los Portales están sellados desde nuestra

victoria en el Gólgota.Jether contempló las olas plateadas del mar de

Zamar. Su expresión era sombría.

Page 147: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Nosotros, el Consejo Superior, tenemos razón paracreer que Lucifer tal vez intentará abrir alguno de losPortales durmientes. Hay uno más vulnerable que losdemás. Uno que puede forzarse con más facilidad... —seinterrumpió.

—El Portal de Shinar —dijo Gabriel en voz baja.Miguel se volvió a tiempo de ver a Gabriel aparecer en

la arena junto a ellos, montado en su semental alado.El recién llegado le tendió una misiva a su hermano.—La ha interceptado hace sólo unos minutos Joctán,

el gobernador de mis Águilas Reveladoras.Miguel cogió la carta que le tendía Gabriel y la leyó.

Pálido como la cera, se la tendió a Jether.—En estos momentos, mientras hablamos, Astarot y

su Mando Supremo rodean las inmediaciones del Portalde Shinar. He movilizado mi Guardia Real. —Miguelfirmó con los dedos y, al momento, un magníficosemental alado de color negro voló sobre las arenas,deteniéndose a un metro de donde él estaba.

Jether levantó los ojos de la misiva. Su rostromarchito había palidecido.

Miguel puso el pie en el estribo de oro y montó elcorcel negro.

—Un millar de mis mejores batallones y los LeonesAlados han protegido Babilonia durante diecinuevemilenios. Pero estos últimos setenta años sólo la hanprotegido doscientos guerreros, como mucho.

—Hermano, esto no es lo peor. —Gabriel puso unamano en el hombro de Miguel—. Sargón el Terrible, el

Page 148: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

gran Príncipe que es el monstruo de Babilonia, viaja consus hordas por el cielo mientras hablamos. Va a reunirsecon Astarot en Shinar.

—Sargón... Zalialiel y sus guardias serán arrollados —susurró Miguel—. Sargón los masacrará a sangre fría.

Nervioso, Jether dio unos pasos por la arena.—No —dijo, sacudiendo la cabeza—. Astarot lidera la

Horda Negra. Es el comandante en jefe. Mantendrá elProtocolo Angélico.

—El tiempo está en contra nuestra, Gabriel —dijoMiguel—. Sígueme inmediatamente con mis ejércitos.Tengo que partir con mi Guardia Real. —Se bajó la visera—. Tengo que partir ahora mismo.

—Que Jehová esté contigo, Miguel —susurró Jethermientras Miguel ascendía en el cielo montado en sunegro caballo alado.

Jether suspiró hondo y cerró los ojos.—Llegará tarde —comentó, conmocionado—. Veo la

batalla mientras hablamos... Zalialiel está rodeado. Serinden. Charsoc entrará en el mundo de la Estirpe de losHombres. Ve, Gabriel. Lidera los ejércitos del PrimerCielo.

Jether estudió a Gabriel.—Es la nueva estrategia de Lucifer. Planea enviar a

Charsoc en forma humana al mundo de la Raza de losHombres. Pero ¿por qué?

Una gélida oleada de malos presagios inundó sualma.

—Iré a consultar con Jehová —susurró.

Page 149: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

10

El portal de Shinar

La gigantesca puerta de entrada a las EscalerasAscendentes había sido arrancada de sus goznes. Zalialiely doscientos guerreros estaban situados ante las paredesde platino de la antesala de las escaleras y tenían lostobillos y las muñecas encadenados con gruesos grilletesde hierro. Las grandes escaleras de plata colgaban de unhilo dorado y se balanceaban adelante y atrás en elfirmamento negro azulado. En lo alto del peldañoplateado número mil, yaciendo en los brazos curvados deuna galaxia en espiral, se alzaban las inmensas Puertasdel Portal de Shinar, selladas en la base por el gran sellodorado de la Casa Real de Jehová.

Astarot, comandante de los ejércitos de Gehenna, sevolvió hacia Charsoc.

—Miguel recibirá noticias de nuestro asalto. No nosqueda mucho tiempo antes de que lleguen sus ejércitos.

Dio un paso al frente, empuñando su ancha espada dedoble filo con las manos enguantadas.

—¡Sargón de Babilonia, defensor de Gehenna!El gran príncipe de Babilonia avanzó unos pasos. Su

áspero pelo rojo sin trenzar le llegaba por los muslos. Desus finos labios azules salía una densa saliva amarilla ysus ojos rojos relucían. Astarot le hizo una seña con lacabeza.

Page 150: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¡Guerreros del infierno! —gritó Sargón.La Horda Negra dio un paso adelante. Las largas

trenzas negras les colgaban espalda abajo.Presentaron sus superarmas, creadas por los Gemelos

de Malfecium.—¡Abrid el sello!Los guerreros dieron otro paso al frente y, con la

unión de su fuerza, alzaron los enormes cañones tácticosde láser. Todos a la vez, como si fueran uno, enfocaronlos ardientes haces de láser y el aire explotó debajo delenorme Sello que sostenía las Puertas del Portal. Sinembargo, el Portal siguió firmemente cerrado.

Charsoc frunció el entrecejo.—¡Otra vez! —gritó Sargón, frustrado, y un segundo

batallón de sus guerreros dio un paso al frente.Apuntaron el Sello de oro con sus sofisticadas armas depulsos electromagnéticos. Del Sello salieron unosviolentos y ardientes relámpagos color rubí quederribaron a todo el batallón.

—¡Ahhh! —gritó Sargón mientras caía de rodillas,agarrándose la cabeza de dolor—. ¡Los sortilegios deJehová!

Charsoc caminó hacia el Portal con los ojosentornados de rabia.

—Deja que lo pruebe a la antigua —dijo, arrancandouna piedra color rubí de su coraza. La sostuvo sobre elmismo centro del Sello, donde encajaba perfectamente.Luego, la hizo girar dos tercios de circunferencia yesperó. Los presentes callaron.

Page 151: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Entonces se produjo una ensordecedora explosión y elmonstruoso campo de fuerzas de cobre del Portal deShinar estalló en una erupción de trescientos metros dealto en dirección al Segundo Cielo.

Charsoc sonrió. Era exactamente lo que él habíaprevisto. Una marca centelleante de color azul eléctricorecorrió la parte intermedia del campo de fuerzas.

El campo de fuerzas interdimensional se habíaresquebrajado.

Contempló extasiado las miles de olaselectromagnéticas de color escarlata que se habíanencendido en la superficie. El conversor de ADN de loscampos de fuerzas se estaba reactivando.

Charsoc se volvió. Sargón y sus batallones corrieronhacia Miguel y su Guardia Real, que libraban un fierocombate con la retaguardia de Astarot, mil escalones másabajo, en la entrada de las Escaleras Ascendentes.

Charsoc vio que los batallones de Sargón llegaban alas Puertas. Con todo su ardor guerrero, entraron en lizaal lado de Astarot y los suyos, que atacaban a las tropasde Miguel con toda brutalidad.

Sargón y dieciocho de los suyos rodearon a Miguel.Éste y su Guardia Real combatían con fiereza, peroCharsoc sabía que estaban en inferioridad numérica.También sabía que Gabriel y sus ejércitos del PrimerCielo correrían en auxilio de Miguel. Dentro de unosminutos estarían allí, Charsoc lo sabía seguro. Tenía queentrar en el mundo de la Raza de los Hombres con elgenoma sin más dilación. Cada vez le quedaba menos

Page 152: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

tiempo.Charsoc hizo una seña a Dracul, gobernador de los

Hechiceros de Occidente y antiguo jefe de los Señores delTiempo. Los trece Señores del Tiempo formaban unamplio círculo y se quitaron las capas negras. Unosabrasadores relámpagos verdes emergieron de las yemasde los dedos de los Hechiceros y atacaron la grieta delcampo de fuerzas. El umbral interdimensional del Portalse estaba abriendo.

—¡Charsoc el Oscuro, tú, el Caído, entra en la Estirpede los Hombres con su misma imagen! —susurró Dracul.

Charsoc se volvió a tiempo de ver que Sargón y susmatones arrastraban brutalmente a Miguel, que todavíase debatía con violencia por las Escaleras Ascendentes.Luego, lo lanzaron perversamente al suelo, en la base delcampo de fuerzas.

Charsoc se elevó ochenta metros en el aire porencima de Miguel y se mantuvo allí suspendido,completamente inmerso en las encendidas olas escarlatasdel campo de fuerzas. Todo su cuerpo vibraba a unafrecuencia ultraelevada.

Desde el suelo, golpeado y herido, Miguel vio que elADN de Charsoc se reestructuraba ante sus mismísimosojos.

Las ardientes olas escarlata atravesaron el cuerpo deCharsoc, que medía tres metros, y lo encogieron hastaun metro noventa centímetros. La barba, que le llegabahasta el suelo, desapareció y el pelo, largo y negro, setornó plateado y apareció cortado a un centímetro del

Page 153: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

cuero cabelludo. En sus ojos ciegos se formaron los iris yempezó a ver como veían los hombres.

Dracul abrió el cofre y, con cuidado, extrajo el Vial dela Sagrada Progenie.

Miguel contempló la escena, consternado. Sabía loque contenía. Charsoc abrió la mano y el vial voló a sumano en el preciso instante en que el UmbralInterdimensional se abría del todo y desde el SegundoCielo se divisaba Babilonia.

Charsoc desapareció.Sargón agarró a Miguel por detrás con sus enormes y

sucias manos y apoyó la espada de doble filo en lagarganta del arcángel. El resto de las hordas de Sargónhabía rodeado a los guerreros encadenados.

Miró de reojo a Astarot, al que le caían unas gruesasgotas de saliva amarilla de entre los restos careados desus dientes.

—Hemos terminado el trabajo —gruñó—. Hemosmatado a su Príncipe y Comandante. Lo mandaremos alAbismo.

Desde el suelo, Miguel miró con furia a Astarot.—Has desobedecido la Doctrina de la Ley Eterna —

gritó Miguel, debatiéndose entre las manos de Sargónque lo inmovilizaban—. ¡Astarot! En este momento,Gabriel cabalga hacia aquí con sus ejércitos del PrimerCielo. ¡Ríndete ahora que todavía puedes...!

Astarot guardó silencio, de espaldas a Miguel y aSargón.

Sargón presionó el extremo de la espada en la

Page 154: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

garganta de Miguel hasta que un líquido azul parecido ala sangre brotó del cuello del arcángel.

—Astarot —dijo Miguel, jadeante—. El Protocolo...Tú, precisamente...

—Deja las armas, Sargón —dijo Astarot en voz baja—. Ya hemos completado nuestra misión. Charsoc y elVial Sagrado han cruzado el Umbral Interdimensional. ElPríncipe Supremo no tiene armas. Se ha rendido. Estotransgrede el Protocolo Angélico —añadió.

Sargón lo miró con odio.—Nosotros, los Caídos, no respetamos ningún

Protocolo Angélico.Astarot avanzó hasta él y agarró su enredado pelo

rojo con una mano. Le hizo saltar la espada de la mano ylo levantó del suelo hasta que los dos guerreros gigantesestuvieron cara a cara. Sargón, con su rostro lleno decicatrices, tenía las espléndidas facciones imperiales deAstarot a apenas un par de dedos de él.

—Nosotros, los Caídos —replicó Astarot con los labiosapretados—, no somos vándalos bárbaros. Somosguerreros. Nos atenemos a la disciplina.

—El sentimentalismo te nubla la razón —le espetóSargón con un gruñido, mirando a Miguel y luego denuevo a Astarot—. ¡Lo pagarás con tu cabeza! —Dio unabrutal patada a Miguel y añadió—: ¡Fuiste su compatriotademasiado tiempo, Astarot!

Tras esto, se volvió hacia sus batallones con unamalvada sonrisa en la cara. Luego, de un violentoempujón, derribó a Astarot y se lamió los labios

Page 155: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

lascivamente.—¡Seguimos a Charsoc al mundo de los Hombres! Allí

tendremos un poco de diversión.—¡No! —gritó Astarot.Horrorizado, Miguel vio que a Sargón le salían de sus

enormes hombros un par de grandes alas negras y quese elevaba sobre las encendidas olas escarlata, seguidopor quinientos de los Caídos.

Tembloroso, Astarot no se movió, contemplandoimpotente cómo sus tropas seguían a Sargón hastadejarlo solo.

Astarot oteó el horizonte. Gabriel y los ejércitos delPrimer Cielo descendían hacia ellos.

—Es demasiado tarde —susurró—. No puedorendirme.

Caminó despacio hacia el Portal.—¡Has desobedecido la Ley Eterna! —le gritó Miguel

—. Eso no te beneficiará. Existe una adenda.Astarot se detuvo ante el Portal y se volvió una vez

más para mirar a Miguel.—Mi camino ya está trazado.—¡Astarot! —Miguel alargó el brazo para agarrarlo,

pero en aquel preciso instante Astarot cruzó el Umbraldel Portal de Shinar.

Y desapareció.Camino del mundo de la Estirpe de los Hombres.

Page 156: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

11

El Consejo de los Trece

Londres, Inglaterra

Charsoc detestaba el color negro. Detestaba lanaturaleza sombría de la tierra. Detestaba la Estirpe delos Hombres, pero, de momento, se hallaba al servicio desu Amo y todas sus opciones estaban severamentelimitadas.

Se preguntó cómo reaccionaría Jether a la noticia deque ahora había entrado en el mundo de la Estirpe de losHombres como uno de ellos. Se clavó las uñas en lapalma de la mano. Pensar en Jether, aunque sólo hubierasido un instante, lo enfureció. Debía de tener la presiónsanguínea por las nubes. ¿Cuánto tiempo más deberíapermanecer en aquel infernal cuerpo humano inferior?,suspiró.

El fin justificaba los medios. Y los medios de su Amoeran, sin duda, diferentes de los fines de los trecehombres que esperaban en silencio en la cámara.

Se retrepó en su trono profusamente tallado e

Page 157: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

inspeccionó a los trece que estaban sentados en torno ala enorme mesa de madera pulida, vestidos con túnicasde color carbón.

El Gran Consejo Druida de los Illuminati.Trece Sumos Sacerdotes Hechiceros.Los magos y brujos más poderosos que existían en el

mundo de la Estirpe de los Hombres, cuyas líneasgenealógicas estaban versadas en las formas másespantosas de prácticas satánicas y ocultistas, que seremontaban al propio Nemrod.

Por la noche, se dedicaban a prácticas ocultas,clandestinas e inicuas, y eran los conspiradores que seescondían detrás de miles de rituales y abusos satánicos,abducciones de niños, sacrificios de sangre, tráfico dedrogas y de seres humanos y asesinatos rituales.

Ellos eran los fríos arquitectos de las incontablesatrocidades terroristas, asesinatos y sangrientos golpesde estado que llenaban las primeras páginas de losperiódicos de los hemisferios oriental y occidental.

De día, reanudaban sus vidas respetables en Londres,Berlín, Washington, Los Ángeles, Roma, Tokio y Zúrich.

Eran financieros globales, expertos en espionaje,barones del petróleo, magnates de la prensa, presidentesde consejos de administración del entramado militar-industrial, banqueros vaticanos.

Los controladores de los Illuminati.Trece familias regentes del Nuevo Orden Mundial que

respondían ante uno solo: su gran amo, Lucifer.Tenían la cabeza inclinada hacia delante y los ojos

Page 158: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

cerrados. El único movimiento era el parpadeo desesenta y seis velas que rodeaban el dorado Sello deBafomet, situado en el centro de la mesa. «La Estirpe delos Hombres y sus hechicerías infantiles», pensó Charsoc.

Piers Aspinall se puso en pie.—Tenemos el privilegio de contar entre nosotros con

el barón Kester von Slagel, emisario de Lorcan de Molay,en este importantísimo momento. —Dedicó unareverencia a Charsoc y añadió—: Barón Von Slagel, sinos concede el privilegio de administrar la Copa...

—Nuestro Amo ha escogido la familia —declaróCharsoc.

—Antes de que se revele la elección de Su Excelencia,participemos de la Copa de Diabolos.

Se quitó los guantes gris claro lentamente, dedo pordedo, y luego alzó su copa.

—Al beber la sangre de los inocentes que fueronsacrificados para que compartiéramos esta mesareafirmamos nuestro compromiso con el CaminoIzquierdo. Juramos vengar el Gólgota. Juramos borrar elsacrificio de sangre del Nazareno.

Tomó un sorbo de la sangre fresca del niño reciénsacrificado.

—El Gólgota.Los trece hechiceros levantaron sus copas.—¡El Gólgota! —brindaron, y todos bebieron al

unísono.Charsoc asintió y dos hombres con librea se acercaron

a las ventanas y corrieron las pesadas cortinas de

Page 159: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

terciopelo carmesí, dejando a la vista el característicoresplandor grisáceo de los cielos cubiertos de Londres,después de lo cual salieron de la sala, dejando sólo a unimponente guardaespaldas de dos metros de altura ymúsculos imponentes apostado en la puerta. Sir PiersAspinall, jefe del Servicio de Inteligencia Británico, elMI6, se puso en pie, dirigió una mirada al guarda y sevolvió a Charsoc, arqueando las cejas.

—Travis es uno de nosotros —dijo Charsoc, mirandoa Astarot—. Fuerzas Especiales.

Aspinall asintió. A continuación, sacó de su maletín,con la divisa de los Illuminati repujada en la tapa, unexpediente negro que llevaba la inscripción «Clasificado»y que entregó a Charsoc.

—Hemos esperado siglo tras siglo. Finalmente, lafamilia ha sido escogida —anunció Kester von Slagel ycontempló a los trece hombres reunidos en torno a lamesa. Todas las miradas estaban fijas en el expedienteque tenía en la mano—. El «Príncipe» será ubicado en lafamilia elegida por Su Reverencia personalmente —añadió con una sonrisa—. En la familia de uno de los queestáis sentados a esta mesa. En la familia de un muydevoto servidor de los Caídos.

Entonces, dirigió la mirada a un hombre alto, deaspecto distinguido y que rondaba los sesenta años, confacciones imperiosas y un bigote plateado, que estabasentado directamente enfrente de él.

Era Julius De Vere, presidente de la dinastía bancariaDe Vere y de la industria de las comunicaciones de

Page 160: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Europa y Nueva York.—En la familia De Vere.Xavier Chessler asintió:—Un inicio ventajoso para la semilla de nuestro Amo,

cuyas decisiones son siempre impecables.Raffaele Lombardi, patriarca de la Familia de la

Nobleza Negra de Venecia y director de la BancaVaticana, arrugó la frente.

—Julius... —intervino. Julius De Vere lo miró desde elotro lado de la mesa, inescrutable—. Tú, como nosconsta a todos, eres un muy estimado parangón delCamino Izquierdo —continuó Lombardi con su marcadoacento italiano.

—Sólo soy eternamente un devoto discípulo denuestro Amo —murmuró De Vere. Se frotó suavementela muñeca con los dedos y, al instante, se encendió unallama azul. Era la «Marca del Hechicero». Julius De Vereera una de las tres únicas personas que llevaba aquellamarca, que significaba un pacto entre Lucifer y algunosde la Estirpe de los Hombres. Miró a Lombardi con lospárpados entornados.

—Por desgracia... —dijo Lombardi, recuperando sumirada fría—. Por desgracia, tu propio hijo, concebido detu sangre, no parece haber respaldado las ambiciones dela Hermandad con el mismo..., el mismo fervor. —Seacarició la insignia masónica de piedras preciosas quellevaba en la solapa—. James De Vere es fundamentalpara nuestro plan... de momento —añadió tras unapausa.

Page 161: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Julius De Vere miró a Lombardi frunciendo las tupidascejas canosas. Sus ojos negros tenían un brillo deinteligencia. Sonrió ligeramente.

—Las ambiciones que albergabas fervientemente paratus cuatro hijos no escapan al conocimiento de estamesa, Raffaele. —Lombardi se revolvió en su silla—. Sémuy bien que mi único hijo, lamentablemente, tomacomo modelo a su madre. Aunque era una de losnuestros, se hizo... digamos que... refractaria a nuestromodo de vida. Pronto tuvo un desgraciado accidente. Mihijo es débil como lo era su madre. Tiene una vena«virtuosa». —A Julius De Vere se le endureció la mirada—. No tiene la menor propensión a ensuciarse las manos.Soy muy consciente de sus defectos y me aseguraré deque saquemos provecho de ellos. Luego, James seráprescindible.

»Yo, como mi padre y el suyo antes que él —continuó—, he esperado largo tiempo este día, con la expectativade que fuese nuestra familia la escogida para la tareasagrada. Con este fin, hemos construido a lo largo decinco generaciones nuestro imperio petrolero, bancario yde comunicaciones en preparación del rápido ascenso denuestro hijo “adoptado” entre las filas de la Estirpe de losHombres. Todos nuestros recursos están por completo adisposición de la Hermandad.

Kester von Slagel sonrió ligeramente.—Eres muy generoso, Julius. Nuestro Amo está muy

agradecido. Entonces, ¿nos aseguras la colaboración totalde tu familia?

Page 162: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Mi hijo hará cuanto sea necesario para proteger a sufamilia. Me aseguraré de su plena colaboración.

—El plan no debe desvelarse a James De Vere —añadió Vincent Carnegie—. No podemos correr riesgos.Debe permanecer en la ignorancia del cambio de niños.

Julius De Vere asintió.—Cierto, no podemos fiarnos de mi hijo. Criará ese

niño como si fuera suyo, sin conocimiento de laclonación. Haremos nuestras demandas y él, aunqueignorante de nuestra estrategia secreta, obedecerá todasnuestras instrucciones. Su pasividad pesará en nuestrofavor.

—¿Será eliminado en el momento señalado? —preguntó Lombardi.

—En caso de que yo mismo muriera, Chessler seasegurará de su silencio.

Xavier Chessler, un hombre rubio y de ojos azules, elprototipo de norteamericano, que acababa de sernombrado vicedirector del Chasse Manhattan Bank,asintió.

—James De Vere compartió habitación conmigo enYale. Sus antepasados fueron fieles adeptos a nuestraspolíticas. James confía en mí, Vincent. Lo vigilaré decerca. Cuidaré de nuestros intereses. No tendrá nunca lamenor sospecha.

—Cuando el clon de Lorcan cumpla cuarenta años, seromperá el Primer Sello. Y ascenderá al poder mundial.—Dieter von Hallstein, ex canciller alemán, se volvió a DeVere—. A partir de entonces, todos serán prescindibles,

Page 163: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Julius. —El tono de su voz era suave, pero intenso—. Tuhijo, tu nuera... Tus nietos. —Hizo una pausa—. Todosserán exterminados. Los primeros serán ejecutados pararealizar el cambio del clon; los demás serán asesinadoscuando el clon cumpla cuarenta años. ¿Esto te resultaaceptable?

—Mis nietos...Julius De Vere dio una profunda calada a su cigarro.—Serán sacrificados por un bien superior —añadió

Von Hallstein—. Un Nuevo Orden Mundial. El gobiernode nuestro Amo.

—Los términos me resultan aceptables —respondióJulius De Vere, asintiendo.

Kester von Slagel hizo un gesto con la cabeza a PiersAspinall, quien sacó un documento y se lo entregó. VonSlagel lo revisó y lo pasó a De Vere.

—Tu firma. Sus condenas a muerte.De Vere leyó por encima el documento, sacó una

estilográfica del bolsillo y puso su rúbrica en cuatro hojascon tinta verde. Von Slagel miró a Aspinall y asintió.

—Gracias. —Aspinall volvió a guardar el documentoen el maletín.

Ethan St Clair alzó la vista.—El chico crecerá en Europa, educado en la escuela

de nuestros padres —dijo—. Nuestros hermanosescoceses harán saber a Gordonstoun que van a recibir aun pupilo «especial».

Aspinall asintió.—Nuestros buenos amigos de Washington —expuso—

Page 164: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

presentarán a James De Vere una oferta que norechazará: el puesto de embajador en el Reino Unido.Nos aseguraremos de que el chico crezca en Europahasta la madurez. Es fundamental para nuestro plan deun Gobierno Mundial Unido.

Naotake Yoshido, presidente de la dinastía bancariajaponesa Yoshido, intervino con un tono de voz culto ymoderado:

—Como bien sabemos, mi estimado colega Julius estáa cargo del Fondo Internacional de Seguridad.

Julius De Vere asintió.—Durante las próximas dos décadas —continuó

Yoshido, dirigiéndose a los reunidos— orquestaremos,bajo la supervisión de Julius De Vere, la mayor y mássecreta operación financiera de la historia del mundo. Miestimado colega, Julius De Vere, y yo nos proponemosser los primeros en dotar el fondo, como prenda denuestra buena fe.

De Vere asintió de nuevo.—Una pequeña aportación de veinte billones de

dólares —añadió Yoshido.Un murmullo de aprobación recorrió la mesa.—Vuestra generosidad será recompensada

grandemente por nuestro Amo —dijo Von Slagelcálidamente—. Los dos sois devotos servidores de losCaídos.

—El fondo estará domiciliado en Zúrich —continuó DeVere— y tendrá conexión con una miríada deinstituciones de la Unión Europea, cuya vinculación con la

Page 165: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Hermandad será imposible rastrear.—En 2021, el año en que nuestro clon estará

preparado para actuar, el fondo contará con más dedoscientos billones de dólares. Con tan ilimitadosrecursos, así como con el fondo privado que he amasadopara él en las cámaras acorazadas de los De Vere, laHermandad contará con suficiente capital para sobornar atodos los presidentes, primeros ministros, legisladores,agencias de espionaje y figuras políticas de todo elmundo durante el resto de este siglo, con el objetivo dealcanzar nuestros propósitos.

Aspinall sacó un segundo expediente y lo entregó aVon Slagel, que estudió los papeles.

—Tu nuera, Lilian De Vere, ha sufrido tresinterrupciones del embarazo. Últimamente, ha estadorecibiendo tratamiento de un destacado especialista, eldoctor Morice, que está a sueldo de la Hermandad. Eldoctor ya ha confirmado que Lilian está embarazada deonce semanas. Siguiendo la estrategia acordadapreviamente, la familia viajará de Nueva York a Londresen otoño, como de costumbre. —Von Slagel levantó lavista de los papeles—. Nuestro Amo considerafundamental que, con el fin de ejecutar la estrategia de laHermandad para el futuro político del clon de Lorcan,éste nazca en Gran Bretaña. Con tal propósito, seaconsejará a Lilian De Vere con la mayor firmeza posibleque acuda al Reino Unido y que, una vez allí, no vuelva aviajar a ninguna parte hasta que el embarazo llegue atérmino.

Page 166: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

De Vere asintió.—Lilian ha sido preparada para ello desde niña —dijo.—El nacimiento —continuó Von Slagel— está

planificado para que coincida con el solsticio de inviernoy se llevará a cabo en la clínica de reposo ultraexclusivaque la madre frecuenta en Londres. Sabemos que Lilianinsistirá en que la asista Rupert Percival, su obstetrabritánico. Percival será reemplazado discretamente por sucorrespondiente de la Hermandad cuando llegue elmomento del intercambio. El genetista que incubará elclon de Lorcan ha sido escogido después de unacompleta investigación para que encaje en nuestro perfil.Se trata de un escocés de cincuenta y seis años, soltero ysin hijos. Un solitario, dedicado a su trabajo, que recibióel premio Nobel en 1978 por su profunda contribución ala investigación genética. Fue el científico responsable delos programas de clonación de Los Álamos entre 1977 y1979.

—Pero ese hombre no pertenece a la Hermandad. —Ethan St Clair frunció el entrecejo.

Von Slagel entornó los párpados antes de responder.—Es el principal experto mundial en clonación e

hibridación animal y resulta fundamental para nuestrotrabajo. No podemos permitirnos errores. Anoche, elgenoma de Su Reverencia fue puesto en manos de dichocientífico en nuestra sede secreta de Marazion,Cornualles. También se le han proporcionado las copiasclonadas y toda la tecnología que requiere paracompletar la tarea. Se ha reconstruido el ADN del

Page 167: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

genoma de forma deliberada para que coincidaexactamente con la fecha calculada de nacimiento delbebé humano.

—Se trata de una operación secreta —intervinoAspinall—. La identidad del genoma no le será revelada.

—¿Sabe que está trabajando con material nohumano? —quiso saber St Clair.

—Sólo sabe que se trata de material «no terrestre» —respondió Aspinall—. Nuestro científico pasó varios añostrabajando en experimentos de hibridación extraterrestre-humano en las bases clandestinas de operacionessecretas. Es un hombre que no hace preguntas ni esperarespuestas. Y es muy brillante. Lamentablemente, tanpronto se haya completado el procedimiento, sufrirá unmalogrado y catastrófico accidente.

Kester von Slagel se puso en pie.—Su Reverencia ha expresado su satisfacción con el

curso de acción. El clon de Lorcan será... —titubeó uninstante—, será concebido. Una réplica exacta de supadre. —Empezó a deambular por la sala y continuó—: Yahora, señores, concentrémonos en nuestro plan deacción. El «Príncipe» será dedicado en las criptas delVaticano por Su Reverencia y los elementos negros de losjesuitas. Después, será trasladado a Londres desdeRoma. El niño De Vere y el «Príncipe» seránintercambiados la noche que se producirá el parto, el 21de diciembre de 1981. El bebé De Vere será asesinado.James y Lilian De Vere no sabrán nunca que se haproducido el cambio y criarán al «Príncipe» como si fuese

Page 168: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

hijo suyo.Von Slagel se volvió a los trece hombres de la sala.—Un gobierno único del mundo, encabezado por

nuestro mesías —dijo e hizo un gesto de asentimiento aPiers Aspinall—. Ahora, te ruego que nos instruyas sobrelas previsiones de la Hermandad para «la City» deLondres durante las cuatro próximas décadas.

Piers Aspinall sacó unas gafas de montura metálicafina de la funda, de cuero repujado. Se las puso y leyófragmentos de un montón de papeles con la inscripción«Clasificado».

—Hacia 2008, calculamos que los beneficios diariosdel comercio extranjero en la Milla Cuadrada de Londressuperarán los 1,7 millardos de dólares; la City acogerá el22 por ciento del mercado bursátil global, el 70 porciento de todos los movimientos de eurobonos, al menos263 millardos de libras de ingresos por primas deseguros mundiales en el Reino Unido y 1,7 billones delibras en valores de fondos de pensiones bajo gestión.Predecimos un 43 por ciento de participación global en elmercado de derivados y un 18 por ciento de participaciónen todos los fondos de bonos basura negociados en elReino Unido. En 2012, la Milla Cuadrada será el principalcentro occidental de finanzas islámicas. Todo ello enmanos de la Hermandad...

Von Slagel se acercó a la ventana y contempló elcentro financiero de Londres que se extendía ante susojos.

—La milla cuadrada más rica de la tierra —murmuró

Page 169: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—. Hemos conseguido los objetivos que se marcónuestro Amo para este pasado siglo. «La City»,caballeros: una corporación privada que no está sometidaa la reina ni al Parlamento. Guardad nuestro secreto... yrecordad que el fin justifica los medios.

Los reunidos siguieron la mirada de Von Slagelmientras éste contemplaba los edificios del Banco deInglaterra, de la Bolsa, de Lloyd’s, de Fleet Street y delMercado de Opciones y Futuros.

—Y los prudentes adoptan todas las medidas...

Page 170: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

12

Descubrimiento

Jether recorrió el pasadizo secreto sin nombre desdeel salón del trono del Primer Cielo, a través de lossinuosos laberintos de la séptima cúspide y por debajode las bóvedas sagradas, hasta la Torre de los Vientos.Se detuvo delante de la pequeña puerta de filigrana deplata del Jardín Amurallado de las Tormentas y colocó suanillo de ónice en el cerrojo. La puerta se abrió yfranqueó el paso a los inmensos jardines de vegetaciónlujuriante de la Torre de los Vientos.

Obadías, su ayudante, un juvenil de una antigua razaangelical que poseía las características de la eternajuventud, una notable curiosidad y unos brillantes rizosanaranjados, permaneció dichosamente ajeno a lallegada de Jether. Colgaba de un árbol con suspiernecillas regordetas enroscadas en torno a una ramagruesa, arrancando con avidez dulces frutos de unaramita cargada de capullos blancos y llevándoselos deseis en seis a la boca, que ya tenía llena a rebosar.

—Hum... —Jether carraspeó. Obadías lo miró con losojos como platos y, al instante, cayó del árbol con unsonoro estrépito sobre un lecho de prímulas,aplastándolas. Las flores exhalaron un sonoro suspiro.Obadías se incorporó de un salto y corrió hacia Jether, se

Page 171: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

agarró al faldón de su túnica y se secó la mano en elsatén, metódicamente.

Jether le lanzó una mirada furibunda y echó a andar atoda prisa entre las fuentes de agua y los bien cuidadossetos.

A Obadías le bailaban en desorden los rizosanaranjados de la cabeza en su desesperado esfuerzo pormantener el paso de su agitado señor. Contempló concodicia un segundo árbol de aquellos dulces frutosmientras pasaban junto a él a la carrera y, alargando lamano, arrancó de él un gran arándano y abrió la boca. Labaya salió volando de entre sus dedos como por voluntadpropia y fue a parar directamente a la palma de la manode Jether.

—Ya te lo dije, Obadías —dijo en un tono de vozdeliberadamente severo—. Tengo ojos en la nuca.

Se volvió, movió la cabeza con la vista fija en sualicaído ayudante y, acto seguido, se llevó el arándano ala boca pausadamente, con un brillo de diversión en losojos.

Obadías lo siguió mansamente con manifiesto temor yveneración, corriendo cuanto le permitían sus piernecillasrechonchas. Mientras lo hacía, contemplaba la espalda deJether con expresión arrebatada.

Jether continuó la marcha hasta el centro mismo delos jardines de la torre, donde el consejo de Jehováocupaba sus veintitrés tronos de oro en torno a la granmesa del mismo metal precioso, con sus largas cabellerasy barbas blancas agitándose bajo el viento de poniente.

Page 172: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Todos los ancianos llevaban sendas coronas de oroexcepto uno, Zachariel, que lucía una brillante capuchaanaranjada.

Jether tiró con fuerza del faldón de la túnica parasoltarla de los dedos pringosos de Obadías y se situó enla cabecera de la mesa.

Miró a Zachariel y torció el gesto visiblemente.Zachariel frunció el entrecejo e hizo un gesto con lacabeza a un segundo juvenil, Dimnas, su ayudante, quese apresuró a llevarle su corona de oro. Una especie deextraña sustancia parecida a mermelada, que a Jether ledio la sospechosa impresión de ser restos del desayunofavorito de Zachariel, embadurnaba el rubí central. Aregañadientes, Zachariel se quitó el impermeable naranjacon capucha y botas que se había puesto para suexperimento científico más chapucero. Con un sonorobufido, cogió la corona de las manos de Dimnas y se lacolocó en la cabeza.

Jether recorrió con la mirada a los ancianos,deteniéndose a saludarlos uno por uno con unainclinación de cabeza, antes de sentarse pesadamente ensu trono de topacio. Levantó la mano y, al instante, elcéfiro amainó y se convirtió en una suave brisa.

—Inclinemos la cabeza en gesto de súplica,compatriotas míos —dijo y, al unísono, el ConsejoSupremo inclinó sus blancas cabezas coronadas.

Dimnas continuaba haciendo reverencias a Zachariel.Por mucho que éste meneara la cabeza enérgicamente

para que dejara de hacerlo, no lo consiguió. Dimnas

Page 173: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

tenía los ojos cerrados y proseguía sus fervorosasinclinaciones como en estado de trance y, a cadareverencia, daba un fuerte golpe con la frente en lahierba, produciendo un extraño sonido rítmico.

Jether abrió un ojo para investigar la causa de aquelgolpeteo incesante.

—¡Dimnas, basta! —exclamó Zachariel por último, contal potencia que el dulce Lamaliel, sentado a la derechade Zachariel, cayó de su trono a la hierba.

Cuando Zachariel alargó la mano para ayudarlo alevantarse, las botas de hule se le enredaron en la ropade Lamaliel, ante lo cual Obadías y Dimnas corrieron enauxilio de Zachariel. Éste se derrumbó a plomo encimadel pobre Lamaliel, mientras que Obadías y Dimnas lohacían encima de él.

Jether disimuló la risa detrás de un pañuelo mientrasIsacar y Matusalén ayudaban gentilmente a un Zacharielque no dejaba de farfullar y, a continuación,incorporaban al dolorido Lamaliel.

—Mil perdones... mil perdones, venerado Lamaliel —decía Zachariel, jadeante.

—Una gran aventura. Una gran aventura, ciertamente,mi muy querido compatriota. —Lamaliel tenía un brillode puro regocijo en la mirada mientras quitaba el polvo asu corona.

—¿Estás recuperado, venerable Lamaliel? —Jetherintentó recobrar la compostura.

—Ha sido una estimulante interrupción de sus súplicassagradas —respondió Lamaliel.

Page 174: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—La diversión ligera siempre tiene su lugar en elParaíso —suspiró Jether—. Pero hoy tenemos asuntosgraves que discutir. Obadías, Dimnas, marchaos.

Siguió con la mirada a los dos juveniles mientrasdescendían con sus piernecillas rechonchas por lospeldaños de oro de la escalinata que conducía al pie de laTorre de los Vientos y suspiró.

—¡Ah, ser un juvenil y llevar una existencia tandespreocupada...! Pero vamos al grano. Abramos elConsejo, venerados compatriotas. Nos hemos reunidohoy aquí para tratar importantes cuestiones.

Hundió el rostro en el inmenso Códice de filigrana deoro que tenía abierto ante él y, al cabo de unosmomentos, levantó la cabeza y miró a los ancianos.

—Han transcurrido casi dos mil años desde la derrotade Lucifer en el Gólgota.

Hizo una pausa para que sus palabras calaran. Majilalzó su cabeza plateada

—La gran batalla del Fin del Mundo se acerca.—Lucifer lo sabe bien —asintió Isacar—. En el

Gólgota, su tercera parte de los Caídos fuecompletamente derrotada por nuestros ejércitos.

—Lucifer juró que tal cosa no volvería a suceder —replicó Jether—. Como bien sabemos, concibió un plan.Un designio diabólico. —Paseó la mirada por la asambleade ancianos y añadió—: Un plan para concebir a supropio mesías. A su propio Hijo de la Perdición.

Todas las miradas estaban fijas en él.—Mi venerado compatriota Isacar. Por favor, relata

Page 175: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

los descubrimientos del Consejo.Isacar el Sabio cruzó las manos con una expresión

grave en sus facciones, normalmente dulces.—Mis venerables compatriotas, nuestros

descubrimientos traen malos presagios para la Estirpe delos Hombres. A través de este mesías, Lucifer se proponecontrolar el mundo de la Raza de los Hombres medianteel establecimiento de un Nuevo Orden Mundial. De unGobierno Mundial Único. Su objetivo es el control de lossistemas bancarios, del complejo industrial militar, de lascamarillas secretas gubernamentales y comunidades deespías, de los cárteles farmacéuticos y de drogas, de lacomunicación de masas. —Isacar suspiró—. Susambiciones son infinitas —añadió e hizo una pausa—. Através de este mesías, Lucifer se propone gobernar élmismo el mundo de los Hombres.

—Gracias, Isacar. —Jether escrutó los rostros entorno a la mesa—. Hasta ahora, la Raza de los Hombresno poseía la capacidad de producir clones. Sin embargo,los progresos tecnológicos producidos en su mundo sehan acelerado en gran medida esta última década. Nosha llegado la noticia de que Lucifer está creando un clonen el mundo de los Hombres. Un clon —continuó— quellevará su propio ADN.

El Consejo Supremo miró a Jether, conmocionado.Lamaliel fue el primero en hablar:—No volverá a depender de los Stalin y Hitler de este

mundo, que le fallaron.—Dices muy bien, venerable Lamaliel. —Jether se

Page 176: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

volvió hacia Zachariel y le dijo—: Zachariel, te ruego que,como venerado conservador de los universos y lasciencias de Jehová, expongas los hechos científicos talcual son.

Zachariel sacó de debajo de la mesa sus grandes piescubiertos con las botas amarillas de hule y se incorporóde su trono. Carraspeó sonoramente y, poniéndose elmonóculo, revolvió entre sus papeles científicos.

—Honorables compatriotas, mi venerado Jether... —La voz le temblaba de emoción—. A diferencia delnacimiento de Cristo, el del mesías de Lucifer no serásobrenatural. Será un logro de la ingeniería biogenética...ejecutado por los inicuos supercientíficos de los Caídosde Lucifer. Los Gemelos de Malfecium, que fueronprotegidos míos durante años aquí, en los portalescientíficos del Primer Cielo... —Zachariel enrojeció deindignación.

—Te ruego que te calmes, viejo amigo —le reconvinoJether con suavidad—. La época en que se produjo taltraición en nuestro mundo hace mucho tiempo que pasó.

Zachariel dirigió una mirada ceñuda por debajo de susenormes y pobladas cejas blancas a los ancianosreunidos en torno a la mesa y dejó caer sus documentoscientíficos con un golpe sordo.

—Los perros falderos de Lucifer. —Frunció el ceño—.Como mucho, se les puede llamar depravados ingenierosbiogenéticos.

Jether le lanzó una mirada de advertencia.Zachariel respiró profundamente.

Page 177: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—En cualquier caso, la cuestión es que... —murmuróZachariel, revolviendo de nuevo entre sus papeles—.Durante más de dos mil años, más allá de las bóvedas deVagen, mil millas por debajo de los Laberintos de Angor,ha reposado un sarcófago protegido por los Gemelos deMalfecium. El sarcófago de las Furias. Allí se encuentra elVial de la Sagrada Progenie. Contiene un único genoma.—Paseó una mirada ominosa por los ancianos reunidosen torno a la mesa—. El genoma de Lucifer.

Zachariel volvió a sentarse pesadamente en su trono yconcluyó:

—Del cual crearía un clon...—Una réplica de sí mismo —continuó Jether—. Es la

más vil de sus estrategias. —Señaló la copa que Zacharieltenía a su derecha y le dijo—: Por favor, viejo amigo,toma un sorbo del elixir para calmarte y continúa.

Zachariel bebió un sonoro sorbo de néctar decampánula. Isacar se llevó la mano al oído mientrasZachariel se relamía con placer los labios rojos ygenerosamente grandes y volvía a colocarse el monóculo.

—Sus supercientíficos han estado preparados desdeque Alejandro gobernaba el mundo. Estaban preparadosdurante las purgas de Stalin... y estuvieron muy cercadurante el reinado del terror de Hitler. —Una vez más,revolvió entre los papeles manchados de restos decomida—. El Instituto Kaiser Guillermo de HerenciaHumana y Eugenesia fue una base para los experimentosgenéticos y eugenésicos más depravados de Hitler.Othman von Verschuer, Grebe, Mengele... ¡monstruos

Page 178: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

depravados, todos ellos!Jether frunció el entrecejo.—Todos tenían un mismo objetivo, dictado por su

amo Oscuro. La clonación. Pero ni siquiera los científicosnazis, tan avanzados, disponían de la tecnologíanecesaria para crear un clon de la semilla de Lucifer.

Zachariel se levantó y, sumido en profundospensamientos, dio unos pasos entre los altramuces enflor, aplastándolos bajo sus enormes botas de agua. Lasflores volvían a crecer al instante, perfectas, tan prontolevantaba el pie.

—En 1943, compatriotas míos, se produjo un fracasotras otro. Resultaba imposible, tecnológicamente, crearun clon en el mundo de los Hombres. Sin embargo, enaños recientes, los Gemelos de Malfecium hanproporcionado programas detallados de acción a loselementos más siniestros de la Raza de los Hombres,para que sus unidades de Espionaje Negro pudieranempezar a realizar experimentos de clonación eninstalaciones secretas de Norteamérica. Los Álamos.Dulce. Un científico en particular... —Zachariel levantó lasmanos en un gesto entre la repulsión y la admiración—.¡Un genio!

Jether suspiró.—Pero el ADN de Lucifer es como el nuestro —

intervino Isacar—. Es angélico. No es material, estimadoZachariel.

—Ahí, venerable Isacar, es donde quedó demanifiesto la maléfica genialidad de los Gemelos.

Page 179: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Maelageor, que fue el mejor de mis protegidos... —Zachariel captó la mirada de Jether y se apresuró acontinuar—, readaptó la secuencia de ADN del genomadel Vial de la Sagrada Progenie para que secorrespondiera exactamente con el patrón de desarrollo ylos ciclos del ADN humano. El clon retendrá la capacidadde espíritu angélica, pero estará confinado en un cuerpomaterial. Se parecerá a Lucifer. Sus atributos humanos, elcolor del pelo, de los ojos, las facciones, serán unaréplica precisa de su padre, pero su desarrollo físico serácomo el de un hombre. Material.

—Venerable Zachariel —habló Majil—, ¿y ese clonconservará la capacidad sobrenatural de los AngélicosCaídos?

Zachariel asintió.—Sus poderes estarán más limitados, venerable Majil,

pues los utilizará en el mundo material, pero sí, su clontendrá acceso a los poderes sobrenaturales de losangélicos.

Jether observó a los ancianos.—Con todo, Lucifer conoce perfectamente el poder

limitador de la presencia de los portadores del Sello delNazareno. Hasta que el último seguidor del Nazareno seaeliminado de la tierra, los poderes sobrenaturales de suclon se verán restringidos en gran medida. Dificultados.

—¿Hasta el último?—Incluso el seguidor más débil del Nazareno plantea

una amenaza cuando ejerce su autoridad sobrenatural enel mundo de los Hombres —añadió Isacar.

Page 180: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—El transporte de los seguidores del Nazareno alPrimer Cielo se producirá en medio de la Tribulación —apuntó Matusalén con su hablar lento y mesurado—. Tresaños y medio después de que se rompa el Primer Sello.

—Sí —dijo Jether—. Hasta entonces, el clon de Luciferejercerá su poder sobrenatural de forma limitada. Eltiempo se acaba. Nos ha llegado noticia de que Lucifer yaha puesto en marcha su plan. Hemos conocido que sugenoma fue proporcionado hace una luna a la elite... poralguien que estuvo sentado a esta mesa hace eones:Charsoc el Oscuro.

De nuevo, paseó la vista por los reunidos. Losancianos lo miraban en silencio, atónitos.

—Charsoc —continuó— ha entrado en el mundo de laEstirpe de los Hombres para entregar el genoma. Haentrado en forma humana, como uno de ellos, cruzandoel Portal de Shinar. Charsoc desconoce la existencia deuna adenda que se incluyó después del incidente de losNefilim en Babel. Ni Lucifer ni Charsoc fueron informadosde ella.

Jether se volvió a Gabriel, quien leyó un fragmento deun Códice.

—La adenda —declaró Gabriel, mirando a losancianos— establece que si el Portal de Shinar vuelve aser violado por los Caídos, la forma humana que adoptenéstos al cruzarlo será irreversible. Al principio, Charsocconservará todavía la capacidad de volver atransformarse en angélico, pero con cada década quepase entre la Estirpe de los Hombres, esta capacidad

Page 181: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

disminuirá. Hacia el final de la Tribulación, habrá perdidodefinitivamente su primer estado. Cuando finalicen lossiete años de tribulación, Charsoc vagará por los lugaresdesiertos, ni angélico caído ni humano... hasta suexpulsión al Lago de Fuego.

—Por desgracia —apuntó Jether—, Charsoc no hasido el único en cruzar el Portal. Miguel, tú lopresenciaste todo de primera mano.

Miguel dirigió la mirada a la Puerta de Rubíes congesto sombrío.

—Sargón, Príncipe de Babilonia, y quinientos de suguardia cruzaron al mundo de los Hombres en formahumana, junto con cientos de la Guardia Real de Lucifer.Y Astarot.

En torno a la mesa se alzó un murmullo colectivo.—Hemos recuperado el control del Portal —continuó

Miguel—, pero los Caídos andan ahora en formahumana, antes de su tiempo.

—Y Lucifer está al tanto de todo —apuntó Matusaléncon un hilo de voz.

—No sólo eso —añadió Jether—. También haescogido ya una familia para incubar a su «hijo». Una delas trece familias dirigentes de la sociedad secretadenominada los Illuminati. La familia que Lucifer haelegido para «incubar» al Hijo de la Perdición es una deéstas. —Bajó la vista al pergamino del Códice y, alinstante, se formaron en las páginas líneas y párrafos deescritura de plata—. Y el nombre por el que se la conoceentre la Estirpe de los Hombres es De Vere.

Page 182: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

»Tres de los que estamos sentados aquí hemos sidoelegidos para una nueva tarea —continuó, poniéndose enpie—. Una tarea peligrosa. Tres de nosotros hemos sidoescogidos como protectores de la familia De Vere.Protectores que ahora se manifestarán en forma humana.Como ángeles de incógnito —añadió con una levesonrisa.

»Ahora nos retiraremos a nuestras cámaras a orar. ElEspíritu Santo de Jehová convocará esta misma luna a lostres elegidos. Los elegidos tendrán paso libre entre elmundo de la Estirpe de los Hombres y el Primer Cielo. Yabandonarán el Primer Cielo la próxima luna.

Jether contempló a los ancianos y continuó:—La Ley Eterna decreta que a ninguno de los tres

elegidos se nos permite revelar nuestra naturalezaangélica salvo en condiciones extremas... y, aun así, sólocon la autorización suprema del propio Jehová. Hastaque se rompa el Primer Sello de la Revelación de sanJuan del Apocalipsis, debemos permanecer invisibles alos Caídos.

»Cruzaremos al mundo de la Estirpe de los Hombrescomo es nuestra práctica habitual, a través de los SantosPortales Angélicos. Actuaremos como vigilantes. Elmonasterio de Alejandría, en Egipto, donde el Niño Diosencontró refugio, será un lugar de protección para todoslos que viajemos entre el Primer Cielo y el mundo de losHombres. —Jether cerró el Códice—. Si nuestra presenciaes descubierta antes de que se abra el Primer Sello,perderemos nuestro derecho a proteger a la familia

Page 183: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

escogida y seremos desterrados del mundo de loshombres hasta que se produzca el Final de los Tiempos.Debemos ser discretos y prudentes. Debemos estarvigilantes.

Sus rasgos se relajaron. Dirigió una comedida sonrisaa los rostros que lo miraban con expresión grave yconcluyó:

—Buena suerte, mis nobles compatriotas. Se levantael Consejo.

Page 184: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

SEIS MESES DESPUÉS

Page 185: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

13

La Semilla de la Serpiente

21 de diciembre de 1981, 05.00 horas

Kester von Slagel deambulaba con impaciencia de unlado a otro de la pista helada. Su hábito de jesuita seagitaba violentamente bajo las gélidas ventiscasinvernales que, procedentes del norte, aquel año habíanllegado a Roma desacostumbradamente tarde. Dudóunos breves momentos delante de la estatua de la Virgeny el Niño y siguió paseando incesantemente por la pista.

—¡Diciembre! —murmuró con amargura—. ¡Frío ymaldito diciembre!

Observó el helicóptero de asalto Black Hawk SikorskyUH-60, apenas visible a través del aguanieve. Estaba enmedio de un círculo iluminado por los focos delhelipuerto del Vaticano, vigilado por seis soldados delSAS británico, vestidos de uniforme y empuñandoametralladoras. La Hermandad había financiado elprototipo de Black Hawk y su primer vuelo, hacía seisaños, y la recompensa recibida por ello había sido buena.Ahora, en manos de la Hermandad, había más de

Page 186: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

novecientas de aquellas naves operativas en todos loscontinentes de la tierra.

Esbozó una débil sonrisa de aprobación y luegofrunció el entrecejo, observando los muros medievales dela Torre de San Giovanni.

Kester von Slagel se frotó enérgicamente los dedospálidos y huesudos, siguió contemplando la torre yfrunció los labios en una mueca de irritación. Sentía unprofundo apego hacia su gran colección de ópalos yrubíes de brillantes colores y el hecho de que aquel díano llevase ninguna de sus llamativas joyas sólo servíapara acentuar la irascibilidad que sentía.

Y su enfado por tener que residir en aquel cuerpoinfernal como uno de los integrantes de la Raza de losHombres.

El único factor que compensaba aquel malestar eraque se trataba, sin lugar a dudas, de la operación másimportante de la historia de los Caídos.

Cuatro cardenales llevaban un cofre de plata cerradohacia Von Slagel y los violentos vientos levantaban susvestimentas de color escarlata. Cuando llegaron ante él,le hicieron una reverencia.

Von Slagel estudió la tapa del cofre, exquisitamentelabrada con una estrella de cinco puntas invertida, yluego observó a los cardenales que tenía delante. Adiferencia de aquellos idiotas, él sabía perfectamente quedentro del cofre, sumida en un sueño profundo entre elterciopelo azul marino, estaba la semilla de su Amo. El«Príncipe». El clon de Lorcan.

Page 187: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

En él residía la única oportunidad de los Caídos dedestruir la pretensión ilegítima del Nazareno como Reyde la Estirpe de los Hombres. Von Slagel entrecerró suspálidos ojos con satisfacción.

—A menos que Jehová se saque de la manga unalínea de ataque nueva —murmuró para sí. Dirigió unsaludo con la cabeza a los cardenales, que le hicieron unanueva reverencia. A continuación, subieron la escalerilladel helicóptero cargando cuidadosamente con el cofrecilloy montaron en la nave de combate.

El único ocupante del Black Hawk era una monjagruesa de aire teutón. Sus fofas facciones quedabanocultas bajo la toca, que sólo dejaba a la vista los ojos, lanariz y la boca.

El hábito le llegaba por debajo de las rodillas ycalzaba unos gruesos calcetines oscuros que le tapabanlas gordas pantorrillas. La monja miró, hipnotizada, laimagen de oro de la cabra que llenaba la estrella de cincopuntas del cofrecillo.

—El sello de Bafomet —murmuró, con los ojos muyabiertos en una expresión mezcla de satisfacción y horror—. El dios de las Brujas —añadió y agarró con sustemblorosas manos rechonchas el crucifijo invertido quecolgaba de su cuello.

El piloto, un sacerdote jesuita, se acercó a Von Slagely se arrodilló en la nieve ante él.

—Hijo mío —dijo Von Slagel—, has sido elegido parala misión más suprema—. ¿Tienes las instrucciones?

—Sí, Santo Padre —respondió el piloto con una

Page 188: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

reverencia.—El sistema de navegación está a punto.

Transportarás el cofre a un destino fijado de antemano.La abadesa Helewis Vghtred realizará el intercambio.

Von Slagel posó sus manos sin anillos en la cabezadel sacerdote.

—En el Nombre del Padre —dijo Von Slagel en tonolacónico. El sacerdote se enjugó una lágrima de lamejilla, saludó y se encaminó hacia la cabina del aparato.

Von Slagel se dirigió al más condecorado de los seissoldados del SAS.

—Capitán Granville, sus instrucciones finales —le dijoen voz baja—. Al recibir al niño cambiado en la clínicaSan Gabriel, extermínelo. Y luego a los pilotos y a latripulación.

El capitán Nicholas Granville saludó militarmente.—Sí, señor.Granville hizo una seña a sus soldados y, al unísono,

levantaron sus ametralladoras MP5A3 y dispararon unaráfaga de balas de nueve milímetros contra el pecho delos cuatro desprevenidos cardenales. A continuación,cargaron sus cadáveres en la bodega y montaron en elhelicóptero.

Von Slagel esbozó una sonrisa de aprobación, saludóy se volvió sobre sus talones bruscamente, abriéndosepaso con dificultad en la tormenta de nieve cada vez másintensa para refugiarse en las viejas fortificaciones delVaticano.

De repente, los cielos de Roma se llenaron con los

Page 189: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

roncos lamentos de cien mil estorninos. Sobre la cabezade Von Slagel, el reluciente firmamento del amanecer sevolvió negro con la inmensa columna giratoria de pájarosque se lanzaron en picado sobre él en una sombría masaarremolinada, retorciéndose y girando como un granciclón de plumas. Era la avanzadilla de su inicuo Amo.

El aroma familiar del incienso invadió el helipuerto.Von Slagel se postró en el suelo al tiempo que una

figura alta se materializaba en el centro del tremendotorbellino que se le cruzaba en el camino.

Tembloroso, alzó la cabeza y vio dos pies junto a él,calzados con un par de zapatos de charol Tanino Crisci.Levantó más la cabeza y distinguió un bastón de platacon una mano enguantada apoyada en la empuñaduralabrada en forma de serpiente.

—Excelencia, va de camino a Londres —dijo con voztemblorosa—. Los bebés serán cambiados. Todo se haejecutado, Señor, según vuestro plan.

Tomó la mano de su Amo, llena de anillos, entre lassuyas, vacías y temblorosas, y besó el sello dorado de uninmenso anillo de ónice.

Lorcan de Molay sonrió pausadamente en señal deaprobación y se arregló el gran crucifijo que llevabacolgando del cuello. Luego, miró a Von Slagel con lasfacciones ocultas bajo el borde circular de su negro

romano.—Te has superado a ti mismo, Charsoc el Oscuro —

murmuró.Alzó la vista bajo la amplia ala de su sombrero de piel

Page 190: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

y clavó los ojos en el brillante helicóptero que ascendíaen los cielos romanos. El aparato dio dos vueltas sobre elVaticano y luego voló hacia el mar Tirreno rumbo aLondres. Sus luces ya no eran más que una mancha en elluminoso horizonte negro azulado.

Lorcan de Molay se acercó a la estatua de la Virgen yel Niño y se plantó ante ella, absolutamente quieto. Lafuriosa ventisca le agitaba la sotana negra de jesuita.

—El Nazareno... —Pasó unos dedos de cuidadísimasuñas por el rostro de hierro exquisitamente tallada delNiño Jesús.

»Una representación espléndida —susurró—. Casiperfecta —añadió, extrañamente cautivado por los rasgosde hierro del Niño Dios, y luego se fijó en la corona deoro, una delicada pieza de orfebrería, que lucía el infanteen la cabeza.

De repente, se agarró la sotana y sus ojos azul zafirodestellaron con un repentino veneno. Luego, levantó elrostro al cielo.

—El reino de Tu Hijo toca a su fin —clamó,amenazante.

El Rey de los Condenados permaneció bajo la ventiscacon el rostro vuelto hacia el reluciente firmamento delamanecer con expresión de profundo abandono mientrassus cabellos se agitaban enloquecidamente entre latormenta de hielo. Progresivamente, se transformó en unserafín. En un arcángel. De su espalda surgieron seismonstruosas alas seráficas de color negro.

—¡Viene mi Reino! —gritó.

Page 191: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

UNA DÉCADA DESPUÉS

Page 192: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

14

Vínculos ancestrales

1994

La brillante limusina negra, escoltada por cuatroLincoln todo terreno, cruzó tres casas de los porteros,unas altas verjas de hierro con el escudo blasonado de lafamilia De Vere y una amplia extensión de jardines,cuidados al detalle, que rodeaba la mansión ancestral delos De Vere. El vehículo pasó a toda velocidad pordelante del quiosco, siguió la serpenteante calzada deacceso, dejó atrás majestuosos miradores y esculturasornamentales y finalmente se detuvo ante una colosalmansión de piedra caliza de Indiana, tejados en gablete ycincuenta habitaciones. La casa gozaba de unaprivilegiada vista del océano Atlántico en la bahía deNarragansett, Nueva Inglaterra.

De la parte trasera de la limusina se apeó un hombrealto y elegante de unos cuarenta y ocho años que llevabaun delgado portafolios. Detrás de él, salieron cuatroguardaespaldas. James De Vere se detuvo un largo

Page 193: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

instante para contemplar el hogar ancestral donde habíatranscurrido su infancia en la Costa Este. Su atractivorostro se veía ojeroso y cansado, al borde delagotamiento.

Mientras James subía los peldaños de piedra caliza,una de las enormes puertas delanteras se abrió yapareció un anciano y larguirucho mayordomo británicocon una mata de pelo blanco, áspero y rebelde.

—Bienvenido a casa, señor James —le dijo con unculto acento británico al tiempo que le hacía unareverencia—. Es magnífico volver a tenerlo por aquí.

—Ha sido un viaje muy largo, Maxim —dijo James,con una sonrisa cansada mientras le tendía el portafolios—. Yo también me alegro de verte. ¿Los chicos se hanportado bien, en mi ausencia?

—Todo está en orden, señor. —Con expresiónsumisa, Maxim se miró las manos, enfundadas en unosguantes blancos.

James vio una quemadura en los pantalones negrosperfectamente planchados de Maxim y entornó los ojos,airado.

—Espero que no haya habido más experimentoscientíficos mientras he estado fuera... —dijo.

El mayordomo se ruborizó de repente.—Maxim, cuando te encargué la enseñanza de las

ciencias a los chicos, me refería a explicaciones ehipótesis teóricas, no a experimentos de bioquímicaavanzada —suspiró James.

—Sólo estudiamos reacciones bioquímicas en la leñera

Page 194: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—dijo Maxim, incómodo.—Veamos. En verano, Nick voló el aviario con

nitroglicerina. En otoño, Adrian hizo estallar una mezclade peróxido de acetona y serrín en el estudio de FrauMeeling y el día de Acción de Gracias, la señora De Veredescubrió a Jason montando una bomba de fabricacióncasera. No habrá quien soporte los nervios de la señoraDe Vere.

James se volvió hacia los guardaespaldas,disimulando una sonrisa.

—Pónganse cómodos en el porche, caballeros —dijo ehizo una indicación a su mayordomo—. Maxim les serviráalgo de comer y beber.

Maxim frunció el ceño ante el grupo de hombres detrajes negros y los miró de arriba abajo condesconfianza.

—Como usted desee, señor.James entró en el espacioso vestíbulo dorado, con el

techo abovedado a seis metros de altura y se detuvo. Alcaptar los aromas familiares de mimosa y bergamotasuspendidos en el aire, se relajó visiblemente. Maxim loayudó a quitarse el abrigo.

—¿Está usted fatigado, señor James? —preguntó,preocupado—. Me he tomado la libertad de dejar su batíny las zapatillas junto a la chimenea, como siempre.

James le puso una mano en el hombro.—Maxim, viejo amigo, ha sido una semana difícil.

¿Dónde está Madame Lilian? —preguntó, arqueando lascejas.

Page 195: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Madame Lilian está en el salón, señor.—Llama a los chicos, Maxim, por favor. Tengo

noticias que son de su interés.James se dirigió a las enormes puertas de caoba del

salón y las abrió despacio.Junto a una chimenea de mármol en la que ardían

grandes troncos se hallaba una mujer esbelta, elegante yde hermosas facciones. Tenía la piel fina como elalabastro y perfectamente maquillada. El pelo, castañobrillante, lo llevaba recogido en un moño y vestía untraje de seda color melocotón que le caía por encima desus bien torneados tobillos y unas manoletinas de saténdel mismo color. Todo estaba en su lugar. Lilian De Verese volvió al instante y, al ver a James, resplandeció.Corrió hacia él y se abrazaron. James cerró los ojoshundiendo su rostro en el cuello de ella. Parecíacontento.

Levantó la cabeza, la soltó despacio y se acercó a laventana. Unas negras nubes de tormenta se cerníansobre el Atlántico.

Lilian lo observó con atención.—¿Te han convocado? —le preguntó acercándose a él

y poniéndole la mano en la espalda—. ¿El Consejo de losTrescientos?

—No —respondió James. Se volvió hacia ella, pálidocomo la cera, y le dijo con una voz apenas audible—: Meha convocado mi padre. En San Francisco. Para queasista al Gran Consejo Druida.

—Julius... —Lilian apartó su mano de la de James

Page 196: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

como si le quemara—. Los Sumos Sacerdotes de laBruja... —susurró aterrorizada, mirándolo—. El Consejovino una vez a nuestra casa. Era la Noche de Difuntos.Ofició una misa negra en la capilla de mi padre.

Lilian se acercó al mueble bar y se sirvió un martini.Las manos le temblaban visiblemente.

—Sacrificaron a un niño en mi nombre —prosiguió—.¿Qué quieren, ahora?

—Dentro de tres semanas, nos marcharemos aLondres —explicó James, tras respirar hondo.

—¿A Londres?James alargó la mano para sujetarla por el brazo,

pero Lilian retrocedió hasta la barra del mueble bar.—Dijiste... dijiste que esta vez harías lo que habíamos

hablado. Que esta vez les dirías que no —continuó ella,en voz amenazadoramente baja. Con el vaso en la mano,se acercó a los ventanales, contempló el hermoso ycuidado césped y luego se volvió hacia él, emotiva perocontrolada—. No podrías hacerlo, ¿verdad?

James asintió, sintiéndose repentinamente exhausto.—Cuando nos casamos, ya sabías que habría... —

titubeó—, que habría exigencias. Cosas que nos veríamosobligados a hacer.

—Dijimos que nos negaríamos, que diríamos que no.—Lilian lo miró con una inquietante rebeldía en los ojos.

—Lo dejaron muy claro. Si nos negamos, Lilian —dijocon dureza—, nos matarán. —Vaciló unos instantes yañadió—: Si nos negamos, matarán a los chicos.

—Los chicos... —susurró Lilian, horrorizada.

Page 197: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Se volvió hacia él. Por su mejilla corría una lágrimasolitaria.

—Los matarán igual que mataron a mi padre.A Lilian le temblaban de rabia los esbeltos hombros.

Levantó la cabeza. Sus ojos gris pálido habían adquiridode repente la frialdad del hielo.

—Toda mi infancia estuvo «manipulada». Sacrificiosinfantiles, control de la mente, el suicidio de mi padre.Ellos lo manipularon todo, del mismo modo que temanipulan a ti. Tenemos que marcharnos —emitió ungemido ahogado—. Por nuestros hijos, tenemos quemarcharnos.

Su pelo, perfectamente peinado, le cayó,desordenado, sobre la cara. James se volvió hacia ella.Había palidecido y las manos le temblaban.

—No hay salida, Lilian. —Su voz sonabadesacostumbradamente dura—. Cuando nos casamos, yasabías que yo había nacido en uno de los trece linajes delos Illuminati. Conocías el alto precio que pagaríamos porello.

Lilian retrocedió.—No quiero que mis hijos tengan nada que ver con

esto —sollozó.—Escúchame —le dijo James con voz firme,

tomándole la cara entre las manos—. Me han dado supalabra. Si cumplimos con lo que nos exigen, con todas ycada una de sus exigencias, no tocarán a nuestros hijos.Si acatamos todas sus órdenes, los chicos podrán existirfuera de su alcance y serán libres para llevar una vida

Page 198: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

normal. Libres de los aquelarres y demás depravadosrituales. Libres de cosas tan inconfesables que no sepueden mencionar.

Lilian miró a James con la respiración acelerada.—Sacrificamos nuestra libertad —prosiguió él,

implacable—, para que nuestros hijos vivan libres delsubterfugio. Para que nuestros hijos vivan libres de susgarras.

A Lilian se le cayó el vaso de martini al suelo. Alguienllamó suavemente a la puerta del salón y entró unamuchacha menuda vestida con el uniforme negro dedoncella y un almidonado delantal blanco. De la manollevaba a un niño de cinco años, rubio y de cara traviesa.

Nicholas De Vere alzó la mirada bajo su abundanteflequillo y, al ver a su madre, esbozó una sonrisa dealegría. Lilian se volvió para secarse las lágrimas.

—Nicholas, querido —dijo abriendo los brazos a suhijo, tras recuperar la compostura.

Nick corrió hacia Lilian pero, al ver a su padre, sedetuvo a media carrera. Sus rasgos se llenaron de unaintensa emoción.

—¡Papá! —gritó, echándose en sus brazos. James locogió y lo levantó por encima de su cabeza y Nick gritódivertido. Luego, James se lo sentó en el regazo.

En aquel instante, en el umbral apareció una mujer deaspecto alemán. Era rubia y llevaba el pelo sujeto en unaapretada coleta. Vestía un traje de cuadros de pata degallo que no le favorecía nada y calzaba unas gruesasmedias oscuras. La seguía un apuesto muchachito, casi

Page 199: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

hermoso, de unos trece años. Llevaba el pelo, castañooscuro, muy corto y tenía unos pómulos prominentes. Sucara era dulce y seria a la vez.

—¿Adrian ha terminado sus deberes, Frau Meeling? —preguntó Lilian con una repentina frialdad en laexpresión.

Frau Meeling asintió con la cabeza.—El señorito Adrian —explicó— ha terminado los

deberes de ciencias sociales, pero todavía le quedan losde álgebra.

Lilian asintió. Adrian se acercó a su padre, que loabrazó, dándole unas palmaditas en la espalda.

—Me alegro de verte, papá —dijo el muchacho,devolviéndole un cariñoso abrazo.

—Yo también me alegro, Adrian, colega. —James lealborotó el pelo.

En aquel preciso momento, entró Maxim con unabandeja de canapés.

James la estudió y eligió una tostada de una pegajosasustancia de color verde con la consistencia de lamermelada.

—Una nueva receta, señor James —dijo Maxim,irradiando satisfacción.

James intercambió una mirada con Lilian.—Hoy es el día libre de Beatrice y de Pierre —le

explicó Lilian, disimulando una sonrisa.James gruñó, probó el canapé y lo escupió de

inmediato en su pañuelo.Adrian le guiñó un ojo a Nick y éste se echó a reír

Page 200: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ruidosamente.—¿Jalapeños, Maxim?—Jalapeños, señor. —Maxim resplandecía de orgullo.James miró a su alrededor y se encogió de hombros.—¿Dónde está Jason? —quiso saber.Maxim enarcó las cejas.—Acabo de saber que, lamentablemente, el señorito

Jason ha tenido una avería mecánica con su Mustang yque tendrá que volver a dedo —Maxim hizo una levemueca—, si me permite decirlo, señor.

James exhaló un resoplido de irritación.De repente, se oyó el fuerte chirrido de unos frenos,

acompañado de ruidosas risas. Lilian se acercó alventanal y vio al flaco muchacho de pelo oscuro dediecisiete años sacar con dificultad su metro ochenta deestatura de un viejo Mustang amarillo limón abarrotadode estudiantes.

Una rubia menuda le pasó el brazo por la cintura conexpresión seductora y Jason le dedicó su habitual sonrisaencantadora. Entonces, levantó la vista y vio a Lilian, quelos observaba desde la ventana del salón.

Rojo de cólera, miró enfurecido hacia la ventana altiempo que cerraba el vehículo de un portazo. Las chicasque estaban sentadas en la parte de atrás le lanzaronbesos mientras los chicos le dirigían insultosininteligibles.

Jason se colgó la mochila al hombro y subió lasescaleras del porche. Al cabo de unos instantes, entró enla sala.

Page 201: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Mamá —le dijo con el entrecejo fruncido y le dio unbeso en la mejilla mecánicamente. Al ver a su padre, sele iluminaron los ojos—. ¡Papá! ¡Has vuelto! —exclamó yse dibujó en sus labios una genuina sonrisa.

»¡Hola, Adrian! ¡Hola, Nick! —agarró al segundo por elhombro y lo atrajo hacia él—. En el porche hay cuatroagentes de seguridad.

Los chicos corrieron hacia la puerta.—¡Pum! ¡Pum! —gritó Nick, disparando a Adrian con

una pistola imaginaria.James levantó la mano.—Sentaos, chicos —dijo, poniéndose serio de repente

—. Vuestra madre y yo tenemos que hablar con vosotros.Jason dejó la mochila en el suelo refunfuñando

mientras los pequeños desandaban sus pasos de malagana.

Jason le arreó un puñetazo en el costado a Adrian yéste, con una mirada airada, le devolvió el golpe.

—¡Chicos! —Lilian lanzó una severa mirada deadvertencia a Jason—. Vuestro padre tiene noticias.

—Que no sea otro ascenso —dijo Jason con elentrecejo fruncido—, y otra mudanza.

—Me han ofrecido y he aceptado el cargo deembajador de Estados Unidos —se sirvió un whisky deuna bandeja que había junto a la de canapés—... en elReino Unido.

Los chicos lo miraron, absolutamente pasmados.—Eso requiere que nos mudemos a Londres. Dentro

de un mes, nos instalaremos en Winfield House, situada

Page 202: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

en Regent’s Park.—Oh, papá... Mis partidos de béisbol —se quejó

Adrian.—La reina, ¡pum, pum, pum! —gritó Nick, corriendo

por toda la sala.Jason se sentó, con la mirada fija en el suelo. Los

hombros le temblaban de rabia contenida. Lilian lo mirócon ansiedad.

—Jason... —le dijo en voz baja.El chico hizo caso omiso de ella y buscó los ojos de su

padre.—Yo no me marcho —dijo, poniéndose en pie con

manos temblorosas—. Tendrás que matarme y sacarme arastras de aquí.

James bebió un sorbo de whisky.—Pues te mataré y te sacaré a rastras —dijo como si

tal cosa.Jason se volvió hacia Lilian, presa de una rabia

incontenible.—No iré, madre.Lilian miró a James con expresión implorante.—Harás lo que nosotros digamos —replicó James,

imperturbable.—¿Lo que tú digas? —se burló Jason—. Tú no eres

ningún ejemplo. Nunca estás aquí. —Se puso adeambular de un lado a otro de la sala—. ¡Mi vida estáaquí y no en un sitio apartado de Inglaterra! —Su vozhabía subido varios decibelios.

—¡Tu vida está donde esté tu familia! —gritó James a

Page 203: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

su vez.—¿Qué familia, papá? ¡Tú no estás aquí nunca! ¡Nos

hemos mudado cinco veces en cinco años! ¡Gracias a Diosque estoy en un internado! —Recogió la mochila y apretólos puños—. ¡Y no voy a ir a Yale! ¡Quiero ir a la escuelade cinematografía de Nueva York y no me lo impedirás!

James se acercó a su hijo y lo agarró con firmeza porel hombro.

—¿Y quién paga el internado y pagará la escuela decine? Harás lo que yo diga, jovencito.

—Adelante, compra mi sumisión con dinero... igualque compras a todo el mundo.

James se volvió hacia Lilian. Estaba encendido.—¡Ya basta, Lilian! —le dijo—. Pasa días seguidos en

su habitación viendo Dios sabe qué películas... EseStanley... Stanley...

—¡Kupik! —gritó Nick, hundiendo la cabeza en loscojines del sofá.

—¡Kubrick! —lo corrigió Jason, levantando las manos.Estaba rojo como la grana—. ¡Kubrick, un director decine que mi analfabeta familia desconoce!

—¡Estás castigado y esta semana no tendrás paga! —murmuró Adrian entre dientes y Lilian le dirigió unamirada admonitoria.

—¡Estás castigado! —rugió James, empujando a Jasoncon furia.

Nick y Adrian soltaron unas sonoras carcajadas. Lilianles indicó con un gesto que callaran, pero no sirvió denada.

Page 204: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¡Y tú, domina ese genio, Jason De Vere!Jason salió del salón dando un portazo.—Ningún De Vere tiene un genio así —comentó

James, acalorado.La puerta se abrió de nuevo.—¡Tú lo tienes! —gritó Jason y se marchó escaleras

arriba corriendo como una centella.Lilian se acercó a la ventana para ocultar que se

estaba divirtiendo.—¡Y sin paga! —bramó James, en dirección a la

escalera.Volvió al salón, dejando el vaso de whisky en la mesa,

y se volvió hacia Lilian. Tenía el rostro encendido.—Vendrá a Inglaterra, Lilian. Es mi última palabra.

Puerto de Nueva York, Nueva York

Toda la familia De Vere estaba congregada en la gransala de embarque del puerto de Nueva York. A suespalda se apilaba una enorme cantidad de baúlesetiquetados con el nombre «De Vere», detrás del grancristal divisorio que los separaba de la inmensa cubiertadel .

Lilian sacó un pañuelo para enjugarse las lágrimasque se acumulaban en sus ojos y atrajo a Jason hacia sí.

—Adiós, Jason querido.El chico la abrazó con fuerza.

Page 205: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Adiós, mamá. Cuídate.James le dio unas palmaditas en la espalda.—Te echaré de menos, Jason —dijo y retrocedió un

paso. Se le habían humedecido los ojos.—En Yale, haznos sentir orgulloso, hijo. —Lo estrechó

en un abrazo—. Cuando apruebes en Yale, podrás ir a laescuela de cinematografía. Te he dado mi palabra.

Jason asintió, repentinamente emocionado.—Gracias, papá —dijo. Alborotó el cabello a Nick y

dio una palmada a Adrian en la espalda. James y Lilianse volvieron, enfilaron hacia el control de pasaportes ysubieron a la pasarela del barco seguidos de Adrian yNick, que se apresuraron a agarrarse con fuerza de lasmanos de su padre.

—¡Eh, Nick! —gritó Jason.Nick se volvió.—Ahora no estaré para protegerte y Adrian irá a

Gordonstoun. ¡Tendrás que vértelas tú solo con losingleses!

Nick se soltó de la mano de su padre, bajó la pasarelacorriendo, pasó por debajo del policía que controlaba lospasaportes y corrió como una centella hasta hundir lacara en los gastados Levi’s de su hermano.

Jason se arrodilló y levantó la cara en forma decorazón y manchada de lágrimas de Nick para acercarla ala suya.

—Eh, colega —le susurró—. Puedes contar siempreconmigo. Pase lo que pase.

—Pase lo que pase —farfulló Nick.

Page 206: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Pase lo que pase —repitió Jason. Extendió la manoizquierda hacia Nick—. Recuerda. Es un pacto dehermanos.

Nick posó su mano regordeta, con las uñas mordidas,en la de Jason mientras Adrian volvía a bajar la pasarelahacia ellos. James estaba enfrascado en una intensaconversación con el policía. Éste hizo una seña a Adrianpara que pasara y el muchacho puso su mano encima dela de Nick.

—Hermanos —dijo Jason.—¡Hermanos! —gritaron Adrian y Nick al unísono.—Para toda la eternidad —añadió Nick con

vehemencia.Jason miró con afecto la cara del niño de cinco años y

le dedicó una sonrisa.—Para siempre, compañero —murmuró Jason—.

Tienes mi palabra.Nick asintió.Un flash se disparó mientras Maxim apretaba el

disparador de su último invento, una gran cámara negradigital con innumerables e impresionantes dispositivos enla parte superior.

Sonó la sirena del barco.—¡Chicos, vamos! —los llamó James. Nick y Adrian

subieron corriendo la plataforma y enseguida sevolvieron para saludar frenéticamente a su hermano.

—¡Os echaré de menos, chicos! —gritó Jason parahacerse oír por encima del rugido de los motores.

El flash se disparó otra vez.

Page 207: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

James y Lilian se quedaron en la entrada y saludaron.Lilian lloraba y lanzó un último beso a Jason.

Jason respiró hondo al ver que su padre desaparecíafinalmente en el interior del barco.

Maxim se acercó a Jason. Llevaba la cámara en lamano.

—Señorito Jason, ahora está bajo mi responsabilidad.—Vayamos a hacer las maletas para ir a Yale.

Page 208: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

VEINTISIETE AÑOS DESPUÉS

Page 209: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

15

Hermanos

Jason De Vere deambulaba por los suelos de mármoldel vestíbulo del hotel Rey David, ladrando instruccionescon el dispositivo manos libres de su teléfono móvil.Consultó el reloj por tercera vez seguida y, a desgana, sehundió en un gran sillón de cuero y hojeó ociosamente lasección de negocios del . Echó unamirada de disgusto al flojo café israelí que tenía en lamesa. Gracias a Dios, la Tercera Guerra Mundial habíaterminado por fin. El Acuerdo Ishtar no podía llegar másoportunamente para su gusto y Jason sabía que en estose hacía eco de los sentimientos de cientos depropietarios de empresas de todo el Oriente Próximo yde Occidente. Por lo menos, la industria de los mediosestaba volviendo a la normalidad rápidamente. Tomó unsorbo del café solo templado e hizo una mueca dedesagrado. Las oficinas de VOX en Jerusalén habíanescapado a lo peor de la guerra, pero todo su personalen Tel Aviv había muerto en el ataque nuclear de Irán,pensó con un suspiro. Y el hotel Rey David seguía en pie,

Page 210: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

intacto. El sonido de unas sirenas que se acercaban alhotel lo sacó de sus reflexiones.

Adrian llegaba por fin.Tres furgonetas negras con la parte trasera abierta,

que transportaban cada una a seis hombres armados delservicio secreto de la Unión Europea, encabezaban lacomitiva, seguidos del reluciente Mercedes negroblindado del presidente europeo. Entre los aullidos de lassirenas, que ahora casi rompían los tímpanos, cuatroMercedes más y otras tres furgonetas aún más enormesdel convoy de protección frenaron bruscamente con unchirrido de neumáticos en el exterior de la discretaentrada del hotel.

Seis guardaespaldas armados con pistolas automáticasMP5 saltaron de la primera furgoneta e irrumpieron en elvestíbulo mientras cuatro helicópteros de la policía israelísobrevolaban el recinto.

De inmediato, seis hombres armados del serviciosecreto rodearon el Mercedes blindado mientras AdrianDe Vere se apeaba. Cruzó la entrada del hotel escudadopor los guardaespaldas, con sus equipos decomunicación manos libres colgados del oído, y atravesóel vestíbulo hasta donde Jason esperaba sentado.

Jason dejó el periódico y estudió a Adrian con unasonrisa mientras el jefe de camareros le hacía gestosnerviosos, invitándolo a sentarse en el lujoso sofá deterciopelo recién tapizado de nuevo en su honor.

Adrian se quitó la chaqueta, la entregó a su personaly se repantingó en el sofá, observando a Jason con

Page 211: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

afecto.Parecía relajado y tenía el aire de fácil sofisticación de

un hombre cómodo con su cargo. Apuesto, bronceado eimpecable, su atractivo aspecto de playboy lo hacía ochoaños más joven. Jason torció el gesto. Mientras que suhermano pasaba por un hombre de treinta y dos cuandotenía cuarenta, él era muy consciente de que aparentabacincuenta a sus cuarenta y tres.

—¡Vaya, has montado un buen revuelo, chico! —Jasonse inclinó hacia delante y posó la mano en el hombro deAdrian—. ¡La última vez que llamaste tanto la atenciónfue cuando quemaste el invernadero de papá y vinieronlos bomberos de Newport! El centro histórico deJerusalén está totalmente cerrado al paso y el espacioaéreo sobre el aeropuerto Ben Gurión también estácerrado. Y toda la ciudad está rebosante de unidades depolicía y tiradores.

Adrian sonrió y se aflojó la corbata. Pidió uncapuchino y sonrió al camarero que esperaba nervioso asu lado. El camarero movió la cabeza en gesto denegativa.

—Capuchino, no, señor presidente. Es sabbat —dijocon un marcado acento israelí.

Jason levantó su taza, suspiró y murmuró:—Incluso el presidente de Europa debe cumplir con el

sabbat. Nada de leche... —Suspiró otra vez.Adrian levantó la vista al camarero y asintió:—Café solo, pues.Jason arqueó las cejas.

Page 212: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Lo traerá tibio —comentó. Volvió a coger el. Una fotografía de Adrian llenaba la

primera página—. Eres la gran noticia en la ciudad, chico.De hecho, eres la gran noticia en todo el mundo. Elacuerdo de paz más histórico en siete décadas en OrientePróximo... El carisma de JFK... El sentido de estado deKissinger... —Dejó el periódico sobre la mesa—. Hasaccedido a la presidencia europea y te lo mereces.

—No está mal para alguien que casi no alcanza aaprobar los estudios. Deberías ver el informe deseguridad. —Volvió la cabeza y pronunció un nombre—:¡Travis!

Un hombre alto, musculoso y bien afeitado, con elpelo rubio cortado al uno y ojos azul claro dio unospasos hacia ellos. Jason lo reconoció. Neil Travis, exmiembro del SAS y jefe de seguridad de Adrian, habíaformado parte del personal de seguridad de su hermanodurante los ocho años en que Adrian había desempeñadoel cargo de primer ministro británico. Travis sacó unexpediente de trescientas páginas y saludó a Jason conun respetuoso gesto de cabeza.

—El mayor despliegue de seguridad que se harealizado nunca en Israel, señor presidente.

—¿Mayor que el de Bush en 2008, Travis? —se burlóJason.

—Con el debido respeto, señor De Vere, muchomayor.

—Gracias, Travis —dijo Adrian.Travis se retiró.

Page 213: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Ser presidente resulta agotador —se rio Adrian.—Parece más agotador para tu personal de seguridad

—replicó Jason.—Es un buen hombre —dijo Adrian y paseó la mirada

por el vestíbulo.—Hace años que no estaba aquí. En el Rey David, me

refiero.—He oído que te han alojado en la suite real —dijo

Jason—. Madre estaría encantada. ¿Sabes que a mí y aotro millar de simples mortales nos han negadohabitación porque venía el presidente?

—Lo siento, chico, deberías haberme dicho queestabas aquí. Tan independiente como siempre... —Adrian meneó la cabeza—. Deberías haber mencionadomi nombre, Jason. Chastenay reservó todas lashabitaciones con cuatro semanas de antelación porqueasí es más fácil asegurar el lugar, ya conoces elprocedimiento.

—Está bien —dijo Jason—. He reservado la cuartaplanta del Colony. Lo prefiero.

—Melissa y yo solíamos alojarnos allí cuando... —Dejó la frase a medias—. No quería volver a...

Tampoco esta vez terminó la frase.Jason observó a su hermano menor mientras llegaba

el camarero con el café. ¿Cuándo había visto a Adrianpor última vez? Hacía cuatro meses, en los funerales deMelissa y el bebé en Londres. Y brevemente en laconferencia de prensa de Aqaba. Por negocios. Pero,como hermanos, no habían tenido un cara a cara

Page 214: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

personal desde la última fiesta de vacaciones de veranode los De Vere en Martha’s Vineyard, cuando James DeVere todavía vivía.

Adrian estaba distinto. Era un cambio sutil, peroinconfundible.

Hacía dos años, después de dos mandatos comoprimer ministro británico, había terminado agotado,abatido por el implacable cinismo británico y los ataquesde rigor a su carácter y a su política. Después de darse debaja del Partido Laborista, se había tomado un año dedescanso y había pasado tres meses en el Caribe conMelissa, que ya estaba embarazada de cinco meses.

Entonces, hacía cuatro meses, había sucedido loimpensable. Melissa Vane Templar De Vere, su esposa,había muerto de parto y el hijo que Adrian esperaba contal ansia había nacido muerto.

Adrian se había lanzado de nuevo a la política,furiosamente, y había sido nombrado enviado de Europaa Oriente Próximo durante la guerra ruso-panárabe-israelí. La conflagración había terminado por fin hacíados meses. Un mes más tarde, había alcanzado el cargode presidente europeo por un periodo de diez años. Erael hombre más poderoso de Occidente.

La Tercera Guerra Mundial —la más sangrienta de lahistoria— había concluido. Y Adrian De Vere había sidocasi el único responsable de plantear la estrategia para elproceso de paz más ambicioso en la historia del mundooccidental y de Oriente Próximo.

Después de cinco interrupciones de las negociaciones

Page 215: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

en el último momento, tres por parte de los iraníes y lasdos más recientes por parte de Israel, la firma delacuerdo final estaba prevista para el 7 de enero, enBabilonia.

—¿De cuánto tiempo dispones, chico?—Me reúno con el rey de Jordania aquí, dentro de

veinte minutos. Luego, con los rusos, cena con elpresidente Levin, un café con el primer ministro turco, ya medianoche vuelo a Teherán. Me alegro de verte aquí,Jason. ¿Qué te ha traído aquí, una fusión de la compañíaVOX?

—Una adquisición —respondió Jason—. Lasplataformas israelíes por cable, YES y HOT, están adisposición del primero que compre. VOX cerrará el tratomañana. Y estoy pensando en adquirir también el mayorproveedor por satélite de Israel. Cuando se firme elacuerdo, las acciones de los medios aquí se pondrán porlas nubes.

—Impresionante. —Adrian frunció el entrecejo—.Esperemos que el acuerdo salga adelante sin mástropiezos.

—¿Los israelíes aún no quieren participar en elproceso de paz?

—La verdad es que, si no consigo sentar a los israelíesa la mesa en esta ocasión, todo el proceso puede darsepor terminado. —Adrian dejó su taza en la mesilla—. Pordestruido —añadió, mirando al infinito con expresiónsombría.

—Pensaba que ya lo tenías todo atado —comentó

Page 216: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason, desconcertado.—Lo tengo. Pero es complicado. —Adrian revolvió el

café lentamente. Volvió a retreparse en su asiento ysuspiró—: El mayor escollo para el proceso de paz es quelos israelíes ganaron. Ellos solos derrotaron a las fuerzasmilitares combinadas de rusos y árabes en veintidósmeses. —Bajó la voz y añadió—: El terremoto fue elsuceso que les facilitó las cosas. Eso lo sabemos todospero, naturalmente... —señaló con un gesto de cabeza alrabino residente que supervisaba el cumplimiento de lasreglas del sábado—, ellos lo atribuyen a la mano delTodopoderoso. ¿Quién puede echárselo en cara? Merefiero a que fue toda una demostración de fuerzas: Irán,Rusia, Turquía y Siria, diezmadas en las montañas deIsrael. Una victoria completa, en comparación con la cualla guerra del 67 palidece literalmente.

Adrian tomó un sorbo de café, se acercó más a suhermano y continuó:

—Ahora tienen suficiente combustible nuclear paraabastecer Israel durante siete años. La verdad es que losisraelíes quieren la capitulación total de los árabes y delos rusos. Ni más, ni menos. Para ellos, el acuerdo depaz ha de ser un reconocimiento de la derrota. Unacapitulación. Los hemos tenido a punto de firmar en tresocasiones.

»Por lo que se refiere a la cuestión de Jerusalén, noestán dispuestos a ceder un milímetro. Según ellos, handerrotado a los árabes y exigen varias concesionesimportantes. Quieren recuperar todo el Monte del

Page 217: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Templo, la devolución de Jerusalén Este y uncompromiso en firme de la Unión Europea, las NacionesUnidas y la OTAN en la protección de Israel y susfronteras durante los próximos siete años. Las antiguasfronteras de 1967 —añadió con un suspiro.

—¡Vaya! ¡Está difícil, hermanito! ¿Y los árabes? ¿Estándispuestos a aceptar eso?

—Ya lo han hecho. Son los israelíes. Han accedido atodas nuestras demandas, pero se niegan adesnuclearizarse. —De pronto, Adrian parecía abatido yavejentado—. He trabajado día y noche para esto, Jason.—Hizo una indicación al camarero y le señaló su taza—.Pero creo que lo tengo atado.

El camarero reapareció con una jarra de aquel cafésolo tibio y le llenó la taza. Adrian le sonrió y lo siguiócon la mirada mientras el hombre volvía a desapareceren dirección al bar.

—Yo... —Bajó la voz—. He tenido acceso a... ¿cómoexponerlo? A algo de extremo valor para los israelíes.Hizo una pausa y prosiguió—: Me propongo cerrar elacuerdo a finales de esta semana. Estoy seguro de quelos convenceré. No estoy dispuesto a permitir que nadase interponga en mi camino.

Jason reparó ociosamente en la rapidez con la que suhermano había pasado de aquel relajado encanto amostrarse un hombre de acero en menos de cincosegundos.

—Me han llegado comentarios del fiasco del Monte delTemplo. —Jason señaló los papeles—. Unas reliquias

Page 218: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

antiguas robadas. Venía en todos los periódicos localesde esta mañana.

Adrian bajó la voz para que no lo oyeran el personalde apoyo, los funcionarios y los agentes secretos que sehabían distribuido por todo el vestíbulo.

—Debería haber permanecido en secreto. Los israelíesculpan a los árabes. Los rusos culpan a los israelíes. Losárabes dicen que ha sido una trampa tendida por elMossad. El asunto es que nadie está actuando con unápice de sensatez.

—¿Crees que han sido terroristas?—No es que lo creamos; estamos seguros de ello. —

Dio otro sorbo al café—. Tiene todas las trazas de seruna acción terrorista.

—¿Y no hay rastro del objeto?—No. —Adrian movió la cabeza—. Se ha evaporado.

La Interpol y todas las agencias del mundo están sobre elasunto. Nada. Nada en absoluto. A todos los efectos, escomo si nunca hubiera existido. Y todos los científicosenviados a verificarlo fueron asesinados por losterroristas.

—¿Sabes de qué se trataba?—Si te lo digo, Travis tendrá que matarte. Es así de

secreto —añadió con una mueca.—Pero ¿tú crees que Israel haría casi cualquier cosa

por... —Jason entrecerró los ojos—... por volver atenerlo en sus manos?

—Sí, eso creo. Yo diría —Adrian sonrió— que estaríandispuestos a vender su alma.

Page 219: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason dirigió una mirada penetrante a su hermanomenor pero, como de costumbre, Adrian resultabainescrutable.

Les llegó el sonido de las agudas sirenas de unanueva comitiva de coches que se detenía frente al hotel.Jason vio apearse de la limusina real al anciano monarcade Jordania. Adrian se puso en pie. De inmediato, diezhombres del servicio secreto se materializaron en elvestíbulo.

—Julia está en la lista de los más vendidos del , esta semana —dijo Jason con un

encogimiento de hombros.Travis apareció de entre las sombras y le puso la

chaqueta sobre los hombros a Adrian, que hizo unamueca.

—Juraría que ese despiadado magnate de los mediosde Nueva York, que es una nulidad en la relación con lagente, está basado en ti.

Jason lo miró con expresión ceñuda un instante y,luego, los dos se echaron a reír.

—Pásate por Normandía en alguno de tus viajes aLondres.

—Lo intentaré, Adrian, de verdad...Adrian sonrió con afecto a su hermano mayor.—Me has ayudado mucho a subir peldaños en la

política y no lo olvidaré nunca. Lo que pueda hacer porVox, no tienes más que decirlo. El trato con la televisiónestatal china todavía está gestándose. Tengo una reuniónen Pekín dentro de dos semanas.

Page 220: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason se levantó del sofá y dio unas palmadas en laespalda a Adrian.

—¡Eh, para qué están los hermanos!Cruzaron juntos el vestíbulo. De pronto, Adrian se

volvió a Jason con aire grave.—Mira, Jason... —Adrian titubeó—. Hay algo que... —

Miró a su hermano directamente a los ojos—. Se trata deNick. Su cuerpo ha dejado de responder a lostratamientos antirretrovirales.

Jason no movió un músculo de la cara.—Se está muriendo, Jason. Le dan seis meses de

vida. Te necesita.Adrian dio unos pasos más, se detuvo y se volvió.—Diablos, eres un terco hijo de...Miró a Jason, movió la cabeza en gesto de

exasperación y luego, dando media vuelta, desapareciópor el pasillo seguido de un revuelo de trajes negros.

Jason presenció el abrazo de Adrian y el rey deJordania, y encajó las mandíbulas al pensar en suhermano menor.

Nicholas De Vere.

Page 221: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

16

La revelación

Nick y St Cartier estaban sentados en una mesarinconera de la terraza del monasterio. Otras dieciséismesas redondas más estaban puestas con inmaculadosmanteles blancos, pero ellos eran los únicos comensales.

En torno al perímetro de la cúpula, cuatro monjesegipcios con capucha permanecían quietos, atentos aellos. Nick dejó los cubiertos y, al instante, dos de losmonjes se acercaron y retiraron discretamente su plato ylos vasos. Nick se echó la chaqueta de piel sobre loshombros.

—Once grados. Un fresco tonificante, queridomuchacho. Bueno para el organismo —declaró elprofesor.

Un tercer monje se acercó con una gran fuente desandía y pasteles de nueces y miel.

—¿Postre, señor? —chapurreó en inglés.Nick dijo que no con la cabeza y tomó un trago de

agua mineral.—¿Lo de siempre, profesor?

Page 222: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

St Cartier clavó la vista en las dulces baklavas y serelamió de anticipado deleite. El monje le puso un buenpedazo en el plato.

—Vi a Jason —comentó St Cartier con voz neutra.Nick se encogió de hombros—. Brevemente, cuando dejéa tu madre en Nueva York. Por cierto, me dijo que vas apasar una semana con ella en la mansión.

Señaló de nuevo la fuente y el monje asintiórespetuosamente y procedió a colocar una segundaporción de baklava junto a la primera.

—Sí —continuó—. Mañana pasaré por la casa deAdrian en Normandía, volveré a Londres y después iré ala mansión a pasar las Navidades.

Nick se retrepó en su asiento y observó cómo suamigo atacaba con entusiasmo el primer pedazo dedulce.

—Deberías vigilar el colesterol, Lawrence.St Cartier le hizo un gesto de que no lo importunara

mientras masticaba vorazmente. Nick levantó la vista a laVía Láctea que refulgía en el cielo negro como la tinta.

—Tú eres aficionado a la astronomía, Lawrence —dijoy señaló, debajo de la luna llena que brillaba en lo altodel firmamento nocturno egipcio, una extraña apariciónblanca que flotaba en los cielos—. ¿Puedes decirme quées eso? Estaba sobre Alejandría anoche. Lo observédesde el balcón del hotel Cecil.

St Cartier se limpió con sumo cuidado el bigote,perfectamente engominado.

—Sí, sí. Sé qué es, muchacho. —El profesor sacó del

Page 223: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

bolsillo una funda de gafas, cogió éstas, las frotó con unpaño suave y se las puso. Observó la aparición y, depronto, se puso muy serio—. Espectacular. Su presenciano tiene precedentes.

Nick siguió su mirada hacia la cúpula giratoria delobservatorio del monasterio. Tres monjes observaban através de un telescopio, mudos de asombro ante aquellaaparición en los cielos nocturnos sobre el monasterio.

—Los astrónomos —dijo St Cartier— han recibidoinformes de avistamientos desde Londres, Washington,Berlín e incluso de lugares tan lejanos como Pekín.Mediante el telescopio solar Coronado, se ha podidodistinguir incluso la figura de un espectro cerúleo alomos de un caballo blanco. —Al oír aquello, Nick torcióel gesto—. En el discurso apocalíptico —continuó elprofesor—, se trata de un heraldo. Un precursor, si loprefieres. Su presencia en los cielos augura eladvenimiento del Jinete Blanco.

—El jinete, ¿qué? —Nick lo miró con extrañeza.—El Primer Sello está a punto de romperse. El Jinete

Blanco se presentará. Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.Tu desdén por los aspectos sobrenaturales de la vida,Nicholas —el profesor suspiró—, no hace sino reforzarmeen mi creencia de que tu ignorancia de los asuntosteológicos y paranormales es aún más profunda de loque parece.

Nick le dirigió una mirada sombría.—Déjalo estar Lawrence.Los ojos azul claro del profesor brillaron de regocijo.

Page 224: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Se quitó las gafas.—El Blanco, el Rojo, el Negro y el Pálido... —Se llevó

el segundo pedazo de baklava a la boca, saboreándolo, ymurmuró—: Sublime. Casi mejor que la crema de queso.

»Como iba diciendo —prosiguió—, los caballos, elblanco, el rojo, el negro y el pálido que representan elHambre, la Guerra, la Conquista y la Muerte. Las fuerzasde la destrucción de los Hombres descritas en el capítulo6 del Libro de la Revelación.

Nick lo miró, inexpresivo. St Cartier bajó la voz, conaire condescendiente, pero sus ojos titilaban de agravio.

—La Biblia... —empezó a decir.—Ya sé qué es el Libro de la Revelación —lo

interrumpió Nick—. Unos fundamentalistas chiflados queblanden carteles anunciando el fin del mundo yvendiendo sus cachivaches del fin de los tiempos portelevisión. Divagaciones de fanáticos. Un tipo para losdébiles y vulnerables.

Un monje se acercó con una gran jarra de plata decafé turco.

—Tus falsos conceptos, Nicholas De Vere... —StCartier hizo un gesto de asentimiento al monje,completamente impertérrito—, sólo sirven para reforzarmi convicción sobre tu absoluta ignorancia de los análisisfilosóficos, etnográficos e históricos.

El monje vertió el líquido espeso y humeante en dostacitas. St Cartier levantó la suya, aspiró el aroma y dioun largo sorbo antes de dejar la taza en la mesa. Luego,volvió a colocarse las gafas y estudió de nuevo la

Page 225: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

aparición blanca.—Yo llevo estudiando latín y griego cuarenta y cinco

años, desde mi doctorado en Teología Sagrada. Pasétreinta y ocho años utilizando argumentos y análisis detoda clase para poner a prueba y criticar el vívido yperturbador imaginario del desastre y el sufrimiento quees... —titubeó un instante— el Apocalipsis de san Juan.

»El Apocalipsis predice la batalla de Armagedón, losCuatro Jinetes del Apocalipsis, la bestia infame cuyonúmero es el 666. Algunos creen que predice la guerranuclear, supertormentas solares, incluso el sida. El Librode la Revelación es un mapa, Nicholas. Un mapa del findel mundo —proclamó ominosamente. Los ojos lerefulgían de fervor. Señaló la aparición blanca suspendidaen lo alto de los cielos egipcios y añadió en un murmullo—: Cuando el Primer Sello de la Revelación se rompa, elJinete Blanco del Apocalipsis, el Hijo de la Perdición,llegará para reinar.

Nick miró a St Cartier, perplejo, y meneó la cabeza.—Me he perdido completamente —dijo.St Cartier exhaló un suspiro de impaciencia.—Los signos del final de los tiempos, del Apocalipsis.

Cuando llegue el final, aparecerá un líder de inmensatalla, de inmenso poder. Un líder que reunirá en torno aél a diez gobernantes para crear un sistema de gobiernoúnico. Un gobierno mundial. Será el Hijo de la Perdición.

—¡Oh, por Dios, Lawrence! —Nick levantó las manos,incrédulo—. Ésta es la clase de lavado de cerebroadolescente que propagó en los años setenta.

Page 226: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

¿Qué va a gobernar, Corea del Norte con el 666 tatuadoen el cuero cabelludo?

—Durante un breve periodo gobernará el mundo —declaró St Cartier y apartó a un lado el plato del postre,haciendo caso omiso del sarcasmo de Nick. Abrió sumaletín y sacó un ordenador de bolsillo, del tamaño de lapalma de la mano, que colocó delante de sí y procedió aponer en marcha.

—¿El término «Nuevo Orden Mundial» tiene algúnsignificado para ti? —Nick jugó ociosamente con lacuchara.

—Ah, por fin se hace la luz —exclamó St Cartier.—El Nuevo Orden Mundial —continuó Nick— se

refiere a una creencia o teoría de la conspiración según lacual un poderoso grupo secreto ha creado un planpermanente para dirigir el mundo por medio de ungobierno mundial único.

St Cartier asintió y enarcó las cejas. Con un suspiro,Nick prosiguió:

—Algunos grupos tienen motivaciones religiosas ycreen... —Nick levantó las cejas deliberadamente hacia StCartier—, creen que los agentes de Satán estáninvolucrados en la conjura. También existen otros sinuna perspectiva religiosa del asunto.

—Impresionante —murmuró St Cartier y asintiólentamente—. Te enseñaron bien en Gordonstoun,Nicholas. Sin duda, habrás oído hablar de los Illuminati,¿no?

Nick se encogió de hombros.

Page 227: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Según la cultura popular de esta última década —dijo—, eran una sociedad de la época renacentistaformada por grandes pensadores que fueron «expulsadosde Roma y perseguidos implacablemente» por elVaticano.

—Paparruchas. Escritores de novelas... —El profesorfrunció los labios con gesto de molestia—. Un flagrantedivague sin pies ni cabeza.

Sus dedos volaron sobre el pequeño teclado.—La orden de los Illuminati —continuó— empezó a

existir siglos después de la muerte de Miguel ángel, el 1de mayo de 1776. Su fundador nominal fue AdamWeishaupt. Su plan era utilizar las logias del Gran Orientede Europa como un mecanismo de filtrado para constituiruna sociedad secreta, una elite que se infiltraría encualquier pasillo del poder con el objetivo de alcanzar elGobierno Mundial Único. Finalmente, Weishaupt y susIlluminati fueron prohibidos y obligados a funcionar en laclandestinidad. Entonces decidieron que el nombre deIlluminati no debería usarse más en público. En lugar deello, emplearían grupos tapadera para alcanzar suobjetivo, el dominio del mundo. —Volvió el ordenadorhacia Nick y añadió—: Observa.

El hermano Francis se acercó a la mesa con una granfuente de plata llena de fruta. St Cartier entrecerró losojos de expectación mientras estudiaba detenidamente lafruta. Su mano se cernió sobre los higos frescos y losdátiles. Finalmente, se decidió por una fruta anaranjadadel tamaño de una manzana.

Page 228: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Un fruto de —exclamó, tendiéndoselo a Nick—. El favorito de tu madre.

Nick dijo que no con la cabeza.—Zumo de naranja.El hermano Francis hizo una seña a un segundo

monje, que se apresuró a servirle a Nick un vaso dezumo de naranjas recién exprimidas, endulzado conazúcar de caña, mientras St Cartier desplegaba unaservilleta blanca y se la ataba al cuello.

Nick miró de soslayo a St Cartier y, de mala gana,observó la pantalla del ordenador.

—Ciertos financieros, que se remontan a losbanqueros de los tiempos de los caballeros templarios,financiaron a los antiguos reyes de Europa y sostuvierona los Illuminati —explicó el profesor—. Todavía hoy,actúan sin atenerse a normas sociales, legales o políticas.Controlan los organismos de la banca internacional, elcomplejo industrial militar, las agencias de espionajemundiales, los medios de comunicación, los cártelesfarmacéuticos, el tráfico de drogas... La lista esinterminable. Sus infiltrados están entre bastidores entodos los niveles del gobierno y de la industria. Losservicios de espionaje norteamericanos y británicos handocumentado pruebas de que han estado financiando alos dos bandos en todas las guerras habidas desde laindependencia de Estados Unidos.

St Cartier dio un buen mordisco al fruto de lapalmera. El jugo le resbaló por la barbilla hasta laservilleta mientras Nick observaba, divertido.

Page 229: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¡Ah, pan de jengibre...! ¡No: caramelo! —St Cartierse relamió los labios y masticó enérgicamente—.Abraham Lincoln puso freno a sus actividades —dijoentre bocados. Luego, se limpió la boca y el bigoteconcienzudamente con la servilleta—. Se negó a pagarsus desorbitantes tasas de interés y emitió billetes deEstados Unidos, autorizados constitucionalmente y libresde intereses. Lo asesinaron a sangre fría.

»El plan de esa sociedad secreta es derribar lospoderes actuales de la aristocracia hereditaria ysustituirlos por una aristocracia intelectual, utilizandopara ello una revuelta de las masas previamentepreparada. La Revolución francesa, la Revolución rusa, elasesinato de John F. Kennedy... JFK no les seguía eljuego. Después de los hechos de la bahía de Cochinos,amenazó con cerrar la CIA, devolver sus poderes a laJunta de Jefes de Estado Mayor y quitar suscompetencias a la Reserva Federal. La elite le mandó unrecado.

St Cartier se quitó la servilleta del cuello y se limpiólas manos meticulosamente. Mientras lo hacía, dirigióuna mirada ceñuda a Nick con disimulo.

—Hay quien dice que el 11-S... —añadió.Nick le lanzó una mirada sombría.—Lo estabas haciendo muy bien, Lawrence. No te

pases —le previno.St Cartier no le hizo caso.—Hoy, esa misma organización existe anónimamente,

clandestina e invisible. En 2021 resulta apenas

Page 230: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

reconocible, pero es más poderosa que nunca. LosIlluminati son los controladores, conjuntamente conorganizaciones como el Comité de los Trescientos.

—¿Comité de qué? —Nick lo miró con incredulidad.—Un gobierno paralelo de nivel superior regido por el

Consejo de los Trece. Ellos dictan la política y determinanlos asuntos; sus órdenes son ejecutadas. Se reúnenregularmente a hablar de finanzas, dirección y política.Dinastías influyentes, adineradas desde antiguo. —StCartier sacó una lata de tabaco del bolsillo. Encendió unacerilla y prendió la pipa—. De hecho, Suiza se creó comocentro bancario neutral para que las familias de Illuminatituvieran un lugar seguro donde guardar sus fondos sintemor a guerras destructoras o a miradas inquisitivas.

St Cartier hizo una pausa y miró directamente a Nick.—Tu familia, Nicholas —añadió entonces—, es una de

estas dinastías. Una de las trece familias regentes de losIlluminati. Forma parte de los controladores.

Nick dirigió una mirada a los monjes que atendían enrespetuoso silencio en la terraza.

—Lawrence —dijo en voz baja—, ¿es que te hasvuelto loco? Papá era un absoluto escéptico. Nunca diocrédito a las teorías conspirativas y mucho menos...

St Cartier no hizo caso del comentario de Nick.—La familia De Vere es una de las trece que

mantienen un poder absoluto sobre la administraciónpolítica, financiera y social de Estados Unidos. Ejercenuna influencia destacada en el comercio global de lasnaciones a través de un consorcio de intermediarios:

Page 231: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

inversores privados, contratistas de Defensa, faccionesrenegadas de la CIA, el Consejo de Relaciones Exteriores,el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial... Lalista es demasiado larga.

—Eso es pasarse, Lawrence —le advirtió Nick—.Incluso para ti.

—Tu familia ha financiado estas operaciones durantesiglos mediante su comercio de oro y bonos, laexplotación de recursos naturales y minería y la banca deinversión. —Miró a Nick con sarcasmo—. Gestión deActivos De Vere. Leopold De Vere e Hijos, Limitada.

—Mira, Lawrence, yo crecí con todo esto en la mesadel desayuno. —Nick empezaba a exasperarse—. Lasteorías conspiratorias en torno a mi familia son unaindustria boyante. Gestión de Activos De Vere en NuevaYork, Empresas De Vere Oriente Próximo, Empresas DeVere Este Asiático, De Vere et Cie Francia, Reserva DeVere... Todo ello es transparente. —Alzó las manos—. Hasido objeto de debate público durante décadas.

—Todas esas firmas son subsidiarias de De VereContinuation Holdings AG, controlado por la familia yestablecido en Suiza a principios del siglo XX paraproteger la propiedad de la familia sobre su imperiobancario. De Vere Continuation Holdings AG, sinembargo, no es «objeto de atención pública», como tú lollamas. Y nunca ha sido transparente.

Nick le dirigió una mirada irritada.—¿Qué es esto, Lawrence? ¿Una forma de obsesión

inquisitiva que te ha quedado de tu formación jesuítica?

Page 232: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Compláceme. —Lawrence le sostuvo la mirada—.Sacia la curiosidad de un viejo.

—Mira, Lawrence, nunca me interesaron los detalles—soltó Nick, perdiendo la paciencia—. A ninguno denosotros le interesaron. Nos traía al pairo la dinastíabancaria familiar. Yo estudié arqueología. Jason sededicó a los medios. Adrian, a la política. Papá se ocupóde las dinastías bancarias hasta su muerte. Entonces,todos los poderes legales pasaron a mamá. Así desimple. ¿Satisfecho?

—Por desgracia, Nicholas, no. —Su tono de voz erainusualmente moderado—. De Vere ContinuationHoldings fue fundada en la década de 1790 por tuantepasado, Leopold De Vere, quien poseía una enormecámara acorazada subterránea llena de oro debajo de sucasa de Hamburgo. En 1885, Ephraim De Vere pasó elmando de la empresa a su hijo, Rupert, tu tatarabuelo.En 1954, tu abuelo paterno, Julius De Vere, tomó lasriendas y la llevó con mano de hierro. Él y susantepasados monopolizaron el suministro mundial deoro. A la muerte de Julius De Vere, en 2014, De VereHoldings guardaba más del cinco por ciento del oro delmundo en sus cámaras acorazadas privadas.

»La elite permitió a tu padre el control superficial dela empresa, pero Julius lo consideró inadecuado paratomar las riendas y, antes de la muerte de Julius, entregóel control total a sus correligionarios. Gente sin rostro ysin nombre, miembros de la Hermandad.

—Eso es manifiestamente incierto. Mi madre...

Page 233: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Tu madre, a pesar de ser una mujer de negociosmuy astuta, es sólo un símbolo. Nada más. Y ella losabe. Tiene plena autonomía en las actividadeshumanitarias y lleva la Fundación Caritativa De Vere consu brillantez y maestría inigualables. Todo lo demás esclandestino, Nick.

Nick miró al profesor con incredulidad.—¿A cuánto asciende la fortuna de tu familia, Nick? —

preguntó St Cartier.—A unos quinientos mil millones de dólares —

respondió Nicholas—. Sé que perdimos el cuarenta porciento de nuestro valor neto en la crisis de 2008 y másde la mitad en el pánico bancario de 2018. ¿Satisfecho?

—La fortuna de la familia De Vere —St Cartier lo miródirectamente a los ojos— asciende a doscientos billonesde dólares, Nick. Y está completamente intacta. No seprodujeron pérdidas reales. Fue un ardid de relacionespúblicas para mantenerse a cubierto de los ojosinquisitivos de los investigadores secretos financieros.Los registros secretos de las finanzas de los De Vere nose auditan nunca, ni aparecen en contabilidad. Y, desdeluego, no están controlados por tu madre.

Nick lo miró con un destello de furia en los ojos.—¿Qué es esto, Lawrence? ¿Una broma desquiciada?—Ojalá lo fuera, querido muchacho —respondió el

viejo con un suspiro—. Tu familia posee más delcuarenta por ciento del mercado mundial de metalespreciosos, ejerce un monopolio agresivo sobre laindustria de los diamantes y posee un paquete de

Page 234: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

acciones de Petróleos Rusos que se calcula que supera elcincuenta por ciento. También opera en el centro delcomercio global ilegal de drogas y armas.

Nick se revolvió en su asiento, incómodo.—¿Quieres que continúe? —Lawrence sacó del

maletín un fajo de papeles que llevaban el sello de laCIA.

Nick echó una ojeada a la primera hoja.—¿El Fondo Internacional de Seguridad? No he oído

nunca hablar de él —dijo Nick.—Entonces, no has prestado atención. —St Cartier le

acer- có los papeles por encima de la mesa—. Seinstituyó en la década de 1980 bajo los auspicios de tuabuelo, Julius De Vere. Lee.

Nick leyó por encima las hojas.—¡Un periodista, Lawrence! —dijo a continuación, en

tono despreciativo.—No —replicó St Cartier—. Un destacado investigador

del fraude del Banco Europeo, Nicholas.Nick suspiró, volvió a coger los papeles y leyó el

artículo palabra por palabra.—«Hacia 2001, los Illuminati habían orquestado la

contribución de doscientos cincuenta billones de dólaresde por lo menos trescientas instituciones internacionales,en la mayor y más secreta operación financiera de ventaprivada realizada en el mundo.» —Nick hizo una pausa.

—Sigue leyendo, Nicholas.—«Por desgracia, los medios de comunicación

establecidos no revelaron nada de esta operación, de

Page 235: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

modo que el público en general la desconoce. El objetivoera proporcionar financiación para el establecimiento delNuevo Orden Mundial a lo largo del siglo XXI —continuóNick—. Dotado de tales recursos ilimitados, el Consejo haamasado ya suficiente financiación para sobornar ochantajear a todos los líderes, políticos y agentes deespionaje del mundo entero durante lo que resta de siglopara la consecución de sus objetivos.»

Lawrence cogió el resto de los papeles y resumió elresto del artículo, leyendo en voz alta algunas frases:

—El fondo tiene la sede en Zúrich. No se dedica alcomercio. No aparece en documentos públicos. Se hautilizado con propósitos de ingeniería geopolítica desdesu concepción. Existen poderosas pruebas de la presuntaparticipación de las propias instituciones de la UniónEuropea y de servicios de espionaje en su gestión. —Lawrence se quitó las gafas—. En pocas palabras, Nick,se trata del fondo secreto de los Illuminati, calculado hoyen más de doscientos billones de dólares, dirigido ennombre de la Hermandad.

»El fondo financia la mayoría de las guerraspreventivas del mundo. Irak, Afganistán... Así controlanel petróleo y las drogas. Después de su liberación delrégimen talibán, la producción de opio de Afganistáncreció de 640 toneladas en 2001 a 8.200 toneladas en2007. Hoy, el país suministra más del 93 por ciento delmercado de opiáceos del mundo. —Bajó la voz hasta queno fue más que un susurro y añadió—: ¿Quién salióganando con la invasión de Afganistán?

Page 236: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Los cárteles de la droga —respondió Nick—. Elcrimen organizado. Es evidente.

—No. —Lawrence movió la cabeza con énfasis—.Quienes más provecho han sacado son las agencias deespionaje, en concurrencia con los poderososconglomerados de empresas de la elite, incluida tufamilia. La Hermandad —añadió, mirando a Nick consarcasmo— deposita miles de millones de dólaresprocedentes del narcotráfico en el sistema bancariointernacional, utilizando sus filiales en los paraísosfiscales para lavar grandes cantidades de dinero. Enconnivencia con facciones encubiertas de las agencias deespionaje, financia también el tráfico de cocaína enNicaragua y en Colombia. Financia círculos pedófilosinternacionales, la planificación y ejecución de asesinatos,los embarques de componentes nucleares por valor demiles de millones de dólares. El asesinato de Ali Buttho.Tal vez el de Benazir. ¿Quién sabe a qué extremosllegan? Un centenar de atentados terroristas reivindicadospor grupos falsos. Financia ejércitos secretos yoperaciones encubiertas. La red Gladio. El DSSA. La listaes interminable. Y todo ello para distraer la atención desu mafia bancaria. Para distraer la atención del Consejo.

Dejó los papeles sobre la mesa, miró a la cara a Nicky añadió, a modo de conclusión:

—Estos planes fueron orquestados antes de su muertepor el gran arquitecto de la Hermandad: tu abuelopaterno, Julius De Vere.

Nick movió la cabeza con incredulidad, en silencio. St

Page 237: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Cartier lo miró con expresión sombría.—Lo que no es de conocimiento común es que tu

abuelo fue uno de los hechiceros más poderosos del sigloxxi.

Nick le devolvió la mirada, sin dar crédito a lo queoía.

—¡Hechicero! Al final te has pasado, Lawrence. Noestás en tus cabales.

St Cartier sacó una fotografía del maletín y se latendió.

—Observa. Es absolutamente genuina.Nick estudió la fotografía de Julius De Vere vestido

con una túnica negra, con la marca de la muñecaperfectamente visible. A su lado aparecía un joven JamesDe Vere de diecinueve años.

—Tu abuelo fue uno de los tres únicos SumosSacerdotes Brujos de la tierra que han llevado la «Marcadel Hechicero», una marca indeleble que, a la vista,parece talmente grabada a fuego. Tu abuelo la llevabaimpresa en la muñeca izquierda. Era un sello quesignificaba su obediencia y devoción a su único amo,Lucifer.

»Un sello —continuó tras una pausa— que revelabaque había vendido su alma en una transacción de la quenunca habría vuelta atrás. Las propiedades de los DeVere pertenecían a la Hermandad. A los Illuminati. Tupadre hizo un pacto con la Hermandad por el cual llevaríaa cabo cualquier petición que le hicieran, por inicua quefuese. Pactó que cumpliría sus deseos hasta el último

Page 238: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

detalle. A cambio, sus hijos debían permanecer intactos.—Sólo vi a Julius en un par de ocasiones —dijo Nick

sin alzar la voz—. Murió cuando yo tenía...—Doce años —apuntó Lawrence con una sonrisa. Nick

asintió.—Papá no hablaba nunca de él. Decía que era un

hombre muy reservado. Difícil, lo llamó. Por eso larelación de mi padre con nosotros siempre fue abierta.Había jurado que no caería nunca en los errores que supadre había cometido con él.

—Tu padre era un buen hombre, Nick. Tu abuelo loconsideraba débil, pero no era una cuestión de debilidad,sino de moralidad. Lo suyo era firmeza de carácter. Tupadre fue un impedimento para sus planes de dominiodel mundo.

St Cartier guardó la foto y sacó del maletín un sobremarrón de gran tamaño.

—El día antes de su muerte, tu padre me mandó esto—dijo. Abrió el sobre y le tendió una carta doblada.

Nick observó el monograma plateado de la familia DeVere y el sello azul claro debajo de la precisa caligrafía desu padre. Lentamente, tomó la carta de la mano de StCartier.

La última vez que había visto a James De Vere convida había sido hacía cuatro veranos, el 4 de agosto paraser exactos. Aquel día, Nick había roto su compromisocon la modelo británica Devon para emprender surelación con el alto, delgado y elegante Klaus vonHausen, astro en ascenso del Museo Británico.

Page 239: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Nick había llevado a Klaus a la fiesta anual al aire libreque organizaba su madre y, mientras Klaus jugaba altenis en otra parte de la finca, él y James De Vere habíantenido una agria discusión en los cuidados céspedes de lamansión campestre de los De Vere en Oxfordshire.

Su padre era un hombre chapado a la antigua,profundamente homófobo. En la discusión, no se habíanmordido la lengua y los dos, llevados delapasionamiento, habían dicho cosas brutales que nuncamás podrían retirar.

Aquella misma tarde, James había congelado el fondofiduciario de Nick. Una semana después, moría derepente, en su estudio, de un ataque cardíaco. Nick habíaquedado desolado. Desde su nacimiento, había sido elfavorito tácito de James, su adorado y dotado hijomenor. Y él, a su vez, siempre había sentido adoraciónpor su padre, aquel hombre franco y emprendedor, decorazón generoso. Sin embargo, la brutalidad de aquelúltimo encuentro no podría corregirse jamás.

Nick miró a St Cartier con ferocidad y, lentamente,desplegó la carta. Volvió a mirar a St Cartier y frunció elentrecejo.

—La fecha... Es del trece, el día que murió.St Cartier asintió.—Adelante —dijo.Nick se apartó de la frente el flequillo, siempre

revuelto, e imaginó a James sentado detrás de suescritorio de caoba, con su tupida cabellera plateadainclinada sobre el papel, escribiendo afanosamente.

Page 240: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Mi querido Lawrence...

Nick alzó la vista al profesor. St Cartier sonrióapaciblemente.

—Sigue leyendo, Nicholas.

... aunque no siempre hemos estado de acuerdo ennuestros puntos de vista, recurro a ti, viejo amigo, paraque, en el caso de que muera en circunstancias nonaturales, reveles el contenido de esta carta para que sehaga justicia. Cuida de mi amada Lilian por mí,Lawrence. Al final, irán por ella. Y cuida de mis hijos.

Lleva el mal ante la justicia.Protege al inocente, te lo imploro.Conoces perfectamente, lo sé, que durante las últimas

cuatro décadas mi padre y yo, y mis antepasados antesque nosotros, han estado profundamente involucrados enel gobierno en las sombras y su plan para dirigir elmundo con un Nuevo Orden Mundial.

He sido un hombre de poca conciencia.Ahora, soy un hombre de muchos

arrepentimientos.

Nick miró de nuevo a St Cartier, anonadado.Lawrence St Cartier le indicó que continuara.

Mañana tengo un encuentro para desvelar estoscontenidos a X. Si se confirma lo que temo, haré cuanto

Page 241: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

esté en mi mano para proteger al inocente.Me ha correspondido descubrir uno de los planes más

viles e inicuos jamás concebidos en la historia de la razahumana.

Ya no puedo seguir callando.He preparado un expediente con pruebas

concluyentes, que guardo en un lugar seguro y secreto.Un expediente que descubre los horrores orquestados enlas salas oscuras de la investigación para la defensa:gripe aviar convertida en arma, planes de despoblación.Tengo pruebas detalladas de seguimientos detransacciones financieras referentes al FondoInternacional de Seguridad. Cuentas bancarias secretasen paraísos fiscales...

Es sólo la punta del iceberg.Tú y yo sabemos que arriesgo mi vida en esto.Me propongo divulgar estos asuntos a la prensa,

Lawrence, y salvar tanto al Reino Unido como a EstadosUnidos de una aniquilación segura.

Hace dos días, llegó a mis manos la prueba. Lacondenada evidencia de lo que le han hecho a sangre fríaa mi adorado hijo.

Adjunto los documentos.Ellos han roto el pacto.Ahora, yo rompo el mío. A riesgo de mi propia

muerte.Me pondré en contacto cuando mis investigaciones

estén completas.Tu amigo siempre,

Page 242: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

JAMES DE VERE

A Nick le cayó la carta de las manos.—Tu padre estaba muerto a la mañana siguiente —

dijo St Cartier en un susurro—. Se decidió que Jason nosupiera nada de lo sucedido. Igual que tú. Él no suponíauna amenaza inmediata. La Hermandad vio consatisfacción que se contentaba con dirigir elconglomerado de comunicaciones. Su consejo deadministración en VOX se compone casi por entero deíntimos colegas de tu padre. La Hermandad, Nick. Tienenacceso a las comunicaciones de VOX al momento,siempre que es necesario.

»Pero tú eras un elemento irritante, Nicholas. Lafijación de los paparazzi británicos por las cuestiones másíntimas de tu vida privada atraía la atención pública sobrela familia De Vere mucho más de lo que resultabaaceptable a la Hermandad.

Con mano temblorosa, St Cartier le tendió undocumento.

—Tenían que deshacerse de ti. Tu padre lo descubrió.Lentamente, Nick cogió el papel y leyó. Luego, con un

temblor de manos incontrolable, levantó la vista aLawrence, conmovido hasta el alma.

El profesor asintió, se inclinó hacia él y lo tomó delbrazo con suavidad.

—La aguja de Ámsterdam, esa noche, fue unatrampa, Nicholas. A ti y a tus conocidos os administrarondeliberadamente el virus del sida. Creado en uno de sus

Page 243: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

laboratorios secretos de bioterrorismo.Nick miró a Lawrence, sin acabar de comprender. De

repente, sintió náuseas.—Cuando tu padre descubrió su acto execrable,

rompió el pacto que había hecho con ellos. Y ellos lemataron.

Temblando, Nick volvió a mirar el documentoincriminador y lo releyó.

—Fue deliberado... —musitó. Se mesó los cabellos yalzó de nuevo la mirada a Lawrence, con los ojosenrojecidos.

—Lo siento muchísimo, muchacho. —St Cartier locontempló con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Pero quién...? ¿Quién quería matarme? —dijo, conla respiración bruscamente acelerada—. ¿Por qué?¿Quién es esa gente, Lawrence? —Estampó los papelesen la mesa enérgicamente y exclamó—: ¡Están jugandocon mi vida, maldita sea...!

Nick se interrumpió. El rugido de la turbina de unhelicóptero sofocó la conversación. Levantaron la miradahacia las luces de aterrizaje del aparato, que descendíarápidamente. Al pasar ante los focos de la torre, Nickreconoció el escudo hachemita de la familia real deJordania.

Lawrence puso cara de extrañeza.—Hoy no estaba prevista la llegada del helicóptero

real.Nick presenció cómo se materializaban ocho monjes,

como surgidos de la nada, y se dispersaban en tres

Page 244: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

direcciones distintas. De inmediato, se encendieron lasluces de todo el monasterio.

Oyó el ruido de unas firmes pisadas y se volvió.Cuatro musculosos soldados habían aparecido de

pronto a su espalda. Llevaban la cabeza rasurada y Nickreconoció al instante su uniforme. Era el comando deelite jordano para operaciones especiales. La guardia realde Jotapa.

El profesor dejó la servilleta en la mesa, se levantó,apartó la silla e hizo una reverencia.

—Su Alteza... —dijo y repitió la reverencia.Nick se volvió. Delante de él se encontraba Jotapa,

princesa de Jordania.—Me alegro mucho de encontrarte, Nicholas.

Profesor... —Jotapa saludó a Lawrence St Cartier—.Profesor, ¿tendría la amabilidad de dejarme a solas conNicholas unos instantes? Tengo un asunto urgente quetratar con él.

Lawrence St Cartier recogió el ordenador y lospapeles, se puso el sombrero panamá y respondió:

—Con sumo gusto, Alteza. Nicholas, me retirarépronto. Te sugiero que tú hagas lo mismo, hijo. Hassufrido un buen golpe —añadió, mirándolo conpreocupación—. Nos veremos mañana, para el desayuno.A las seis en punto.

Con una nueva reverencia a Jotapa, St Cartier se alejócon paso rápido por la terraza y tomó escaleras abajo.

Nick echó la silla hacia atrás, pálido, mientras le dabavueltas en la cabeza a los descubrimientos que acababa

Page 245: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de hacer.—Nick... —Jotapa torció el gesto—. ¿Un golpe?Él la miró con rostro inexpresivo, jugando todavía con

el documento que tenía en las manos.—¿Te encuentras bien? —insistió la princesa—. No

tienes buen aspecto.—Estoy bien —respondió Nick con calma—. He

recibido malas noticias, eso es todo. Por la mañana mehabré recuperado —aseguró, levantando la mirada aJotapa. Dobló el documento en dos con gesto preciso, loguardó en el bolsillo interior de su chaqueta de piel yluego observó el rostro de forma de corazón de laprincesa.

»Tú tampoco pareces muy alegre —le dijo, con unaexpresión preocupada. La princesa que recordaba, terca yferozmente independiente a sus veinticuatro años,parecía distinta en esta ocasión. Irritada, vulnerable... Laespontánea y natural princesa de Jordania que andaba envaqueros y camiseta había desaparecido. Esta noche,Jotapa llevaba un vestido de seda cruda rosa pálido hastala rodilla que ceñía sus esbeltas caderas, las largaspiernas con medias y unos zapatos de tacón del color delvestido. Era el epítome de una joven monarquía jordana.

—Nick... —posó su mano fina y menuda, con lamuñeca cargada de pulseras de oro, sobre la manobronceada de Nicholas—, sabes que no me presentaríaaquí a menos que se tratara de algo realmenteimportante.

Nick asintió. Jotapa indicó a los soldados que se

Page 246: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

marcharan y, al momento, se retiraron al perímetro de laterraza.

—Se trata de mi padre, el rey. Llegó anoche deJerusalén, tarde. Venía de reunirse con tu hermano. Hamuerto a las cuatro de la madrugada. Un ataque decorazón.

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Nick le tomó lamano y notó que le temblaba.

—Tu padre... Lo siento mucho, Jotapa.—Necesitaba verte.—Desde luego.—Mira, Nick, no puedo quedarme mucho rato pero

tenía que decírtelo en persona. Nicholas, no volveremosa vernos.

Él la miró con incredulidad.—Sé que hablamos por teléfono —continuó la

princesa, bajando la mirada—. Yo siento lo mismo por ti,Nicholas, pero tienes que confiar en mí.

—Pero si sólo...—Lo siento, Nick.—Ha sido mi relación con Klaus, ¿verdad? Lo has

descubierto.—Nick, dispongo de informes reservados —dijo ella

suavemente—. Sabía quién eras desde antes de que teviera por primera vez. Sabía dónde me metía.

—¿Hay otro?—No, no hay nadie. Nadie en absoluto, Nick. Estoy

completamente sola.Nick la acercó a sí y la miró intensamente.

Page 247: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¿Tienes problemas de alguna clase?—El curso entero de mi vida va a cambiar. —Jotapa

miró alrededor, visiblemente nerviosa—. Mi padre hasido mi protección... mientras estaba vivo. Mi hermanomayor, el príncipe Faisal, será coronado rey en cuestiónde horas. No era éste el deseo de mi padre. —Dio unospasos arriba y abajo delante de Nick y continuó—: Faisales hijo del primer matrimonio de mi padre, hace más detreinta años. Hace dos, en la intimidad de palacio y enpresencia de testigos, mi padre, el rey, designó comoheredero a Jibril, mi hermano de dieciséis años. Sabíaque Faisal es astuto y despiadado y que sería un mal reypara el pueblo jordano.

Jotapa hizo un alto, sofocada, y luchó por mantener lacompostura.

—Todos los testigos del acto y los leales a mi padrehan sido silenciados mediante sobornos o por otrosmedios. A los que no pudieron comprar o chantajear, loshan ejecutado esta mañana antes del alba... —Los ojosse le llenaron de lágrimas—. El primer ministro, losayudantes personales de mi padre, sus ministros deconfianza. Todos muertos.

Jotapa se acercó al borde de la terraza y contemplólos cielos negros sobre Egipto. Su voz se convirtió en unsusurro:

—Les dije que tenía un asunto arqueológico porconcluir aquí, en el monasterio, y me han permitido unúltimo viaje. Safuat... —Se le quebró la voz. Nick fruncióel entrecejo. Conocía a Safuat, el jefe de seguridad de la

Page 248: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

princesa, un hombre de confianza que había protegido aJotapa desde que había nacido—. Safuat me protegiódesde que era un bebé. —Jotapa alzó las manos condesesperación—. Lo ejecutaron al amanecer. —Se volvióa Nick con las lágrimas corriéndole por las mejillas—:Nicholas, mi padre era un rey grande y noble. Un reyjusto, valiente y lleno de sabiduría. Sin su protección,tanto yo como mi hermano Jibril corremos grave peligro.Faisal me ha entregado en matrimonio al príncipeheredero Mansur de Arabia. Mi hermano, Jibril, seráexiliado y enviado allí también. Volaremos a Arabia porla mañana.

Nick comprendió lentamente la situación y miró aJotapa con espanto.

—Mansur es un criminal —exclamó—. Su propiopadre, el rey saudí, lo ha repudiado públicamente. Losrelatos de sus atrocidades circulan por todos los mediosárabes. ¡No puedes ir! —La agarró del brazo—. No lopermitiré.

—Nicholas, tú no eres uno de nosotros. No puedesentender nuestro mundo. —Jotapa lo miró con fiereza—.Nuestro mundo no es como el occidental. Faisal odia aJibril. Jibril es bueno y justo. Justo y leal como mi padre.Faisal no se atreverá a matarme, Nick, pero a él, sí. Deeso no cabe duda. Tan pronto Jibril desaparezca tras eltelón del oro negro, su vida correrá peligro. Es el únicoque puede disputarle el trono a Faisal.

Jotapa calló, con la respiración acelerada.—¡Tengo que protegerlo! —dijo por último.

Page 249: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¡Tú eres lo único que me queda, Jotapa! —exclamóNick—. No volverás nunca de ese infierno.

—¡Es mi hermano!Un guardaespaldas se acercó discretamente por

detrás.—Alteza...Jotapa asintió y levantó la mano.—Un minuto —dijo.El hombre asintió y se retiró.Jotapa sacó la pequeña cruz de plata que llevaba

oculta bajo el vestido y se apresuró a desprenderla de lacadena.

—En el palacio de Mansur no hay sitio para esto. —Tomó la mano de Nick, le abrió con suavidad el puño ydeslizó la cruz en su interior—. Guárdala siempre —murmuró y le acarició el rostro—. Y recuérdame,Nicholas De Vere.

Se apartó de él.—¡Jotapa! —gritó Nick. Corrió tras ella y la estrechó

contra sí. Ella levantó su rostro bañado en lágrimas haciael suyo.

—No lo comprendes —dijo con la voz quebrada por laemoción.

—Tú eres todo lo que me queda.La princesa cerró los ojos con pesar, se deshizo de su

abrazo y se alejó.—¡Jotapa...! —exclamó él con desesperación.Ella se detuvo al cabo de ocho pasos y se volvió, con

las lágrimas corriéndole por el rostro.

Page 250: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Nicholas —le suplicó—. Tienes que dejarme ir.Y, tras esto, desapareció.Nick cerró el puño en torno a la cruz con tanta fuerza

que se hizo daño. Abrió la mano, con los ojos llenos delágrimas, y la vio deslizarse entre sus dedos y caer alsuelo de piedra.

Jotapa se había marchado. No volvería a verla.Y a él lo habían asesinado. A sangre fría. Con las

primeras luces del día.Todo lo que había tenido por verdadero había

quedado expuesto como falso.La vida entera de Nicholas De Vere se estaba viniendo

abajo.

Page 251: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

17

La noche oscura del alma

Nick daba vueltas en la pequeña cama de hierro,murmurando incoherentemente. Las extremidades y elpecho le sudaban y empapaban las sábanas blancasplanchadas. Se incorporó sobre un brazo, atontado.Sentía dolor. Notó las sábanas mojadas y suspiró deexasperación.

Una brillante luz blanca iluminó la habitación y volvióa apagarse.

Puso los pies en el suelo con dificultad y buscó atientas el reloj. En la penumbra, los números luminososindicaban que eran las tres de la madrugada. Habíadormido unas dos horas.

Buscó el frasco de píldoras en la mesilla de noche, lequitó el tapón y se metió dos en la boca. Entonces, algolo sorprendió.

Oyó voces que susurraban en una lengua desconocidaque no podía distinguir. Escuchó con atención. No eraárabe ni el dialecto local, de eso estaba seguro.

Intrigado, se acercó a la pequeña ventana abierta dellado derecho de la estancia. Como Lawrence habíacomentado, la habitación número nueve tenía unamagnífica vista del desierto desde la parte delantera, perouna vista de pájaro de la terraza de la azotea desde la

Page 252: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ventana trasera. Las voces apagadas procedían de esadirección.

Vio que tres figuras caminaban hacia la torre devigilancia de la cúpula y la misma luz cegadora iluminóde nuevo la habitación.

No había ninguna duda al respecto. La actividadprocedía de la cúpula del telescopio giratorio delmonasterio de los Arcángeles. Como la ventana estabaabierta, oyó la conversación con más claridad.Asombrado, retrocedió un paso. Era el mismo dialectoque el misterioso lenguaje angélico de los AnalesAngélicos Secretos que había descubierto en Petra añosatrás. Estaba seguro de ello.

Dos figuras altas aparecieron en la torre de vigilancia,iluminadas por la extraña luz.

Nick pegó la cara a los viejos cristales de la ventanadel claustro y se restregó los ojos.

Medían unos tres metros de altura.«Vuelve a la realidad», se dijo. Habría jurado sobre la

tumba de su padre que había visto unos salientes enforma de alas que surgían de las dos siluetas.

Tenía que deberse a la medicación nueva. Estabaalucinando. Volvió a mirar por la ventana. Las figuras sehabían esfumado.

Se puso a toda prisa los vaqueros y una camiseta yabrió la puerta para observar los pasillos del claustro.Estaban vacíos.

Corrió por el sinuoso pasillo, salió a la terraza ycontinuó más allá del refectorio de los monjes hasta que

Page 253: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

llegó a la cúpula. Las mesas y los bancos de comerestaban pulcramente apoyados en la pared y la cúpulaestaba vacía. Nick miró hacia la torre de vigilancia. Porextraño que resultase, allí no había nadie.

Entonces distinguió una figura alta, vestida con unatúnica, de pie en el otro extremo de la cúpula,contemplando el firmamento nocturno de Egipto.

La figura habló sin volverse.—Buscas verdades antiguas, Nicholas De Vere.Nick se sobresaltó, sorprendido por las palabras del

monje que tenía delante. Debía de medir casi tresmetros. Permanecieron un largo instante frente a frente,sumidos en el silencio. El monje seguía observando elespectro del Jinete Blanco, ahora visible en lo alto de losnegros cielos egipcios.

Al cabo de un rato, habló otra vez:—Sin embargo, esas verdades tal vez te lleven por un

camino que no quieras tomar.Se levantó una brisa fría. Nick se estremeció. La

temperatura debía de rondar los diez grados. Tendríaque haberse puesto la chaqueta. El monje se acercó alextremo de la cúpula.

—Este monasterio es un Portal, Nick De Vere. —Searrodilló y cogió un puñado de arena en la palma de lamano—. Un Portal que comunica dos mundos. —Eldesconocido se volvió—. El mundo de los Angélicos y elmundo de la Estirpe de los Hombres.

—Lawrence... —Nick contuvo una exclamación.Indudablemente, era Lawrence St Cartier pero,

Page 254: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pensándolo bien, Nick advirtió que aquél no podía ser elLawrence St Cartier que conocía desde niño. Lo miróboquiabierto. Lawrence medía menos de un metroochenta.

La figura que estaba a su lado ahora se cerníaliteralmente sobre él y Nick medía casi un metro noventa.

«Debe de medir... por lo menos dos metros y medio—se dijo, frotándose los ojos con las manos—.Definitivamente, es culpa de la medicación.»

—Estoy alucinando —murmuró—. Ya me habíanavisado de que en las fases terminales podía suceder.

El monje alargó la mano en busca de la de Nick.—Tócame, Nicholas. —Avanzó hacia él y se llevó la

mano de Nick al pecho—. Tócame. Soy de carne y hueso.Nick estudió, asombrado, aquel antiguo rostro

imperial. Los rasgos marchitos recordaban a los deLawrence St Cartier y sus intensos y vidriosos ojos azulpálido brillaban debajo de sus pobladas cejas blancascomo los de un águila. Pero su expresión era más dulce,mucho más dulce, y los ojos destilaban una profundacompasión impropia del viejo profesor.

—No soy una alucinación.Nick miró el blanco y sedoso cabello que casi le

llegaba hasta los pies. La piel del desconocido relucía conuna misteriosa luminosidad.

—¿Quién eres? —quiso saber, con un destello de furiay miedo en los ojos. El desconocido sonrió de nuevo.

—Me llamo Jether —respondió en voz baja—. Soy elgobernante de los Veinticuatro Antiguos Reyes Angélicos,

Page 255: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

en unos mundos que tú todavía no comprendes, NicholasDe Vere.

Jether miró a Nick con profundo afecto y compasión yseñaló la imagen cerúlea suspendida en el cielo sobreellos.

—El Jinete Blanco. Señala la apertura del Primer GranSello de la Revelación. Un tiempo de gran tribulación quese dirige rápidamente hacia tu mundo.

»También es la chispa que activa los PortalesAngélicos que comunican el mundo de la Estirpe de losHombres con los demás mundos. Están a punto de seractivados unos Portales que han permanecido durmientesdesde el inicio de los tiempos... —hizo una pausa—, seapara bien o para mal.

Incrédulo, Nick lo miraba boquiabierto.—Umbrales entre los mundos, si lo prefieres —

prosiguió Jether—. C. S. Lewis con su armario... Élestuvo muy cerca.

—¿Y Lawrence? —farfulló Nick, frustrado.—Nosotros, los Angélicos, nos presentamos en forma

humana cuando es necesario. Tú me has conocido en miforma humana como Lawrence St Cartier.

Jether sonrió a Nick. En su expresión había una granbenevolencia.

Se volvió y cruzó la cúpula, indicándole a Nick con ungesto que lo siguiera. Bajó las escaleras de hierro quellevaban a un jardín de sicomoros y lo cruzó por unpequeño sendero de piedras que serpenteaba alrededorde un gran estanque lleno de exquisitos lotos de color

Page 256: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

rosa que sobresalían de las aguas lodosas. Nick lo mirócon frustración, pero lo siguió. En su mente se agolpabanmuchas preguntas sin respuesta.

Jether se detuvo ante una verja oxidada de hierro quedaba a la parte más antigua del monasterio, que ocupabauna extensa zona.

—Tu viaje de iluminación empezará esta mismanoche, Nicholas De Vere.

Atravesó la verja de hierro sin abrirla,materializándose en el otro lado, y luego alzó la manohacia el complejo sistema de seguridad.

—Será peligroso —dijo, al tiempo que la verja seabría de repente ante Nick—, pero más glorioso de loque nunca hayas podido imaginar.

Jether agachó la cabeza y luego desapareció por elmás pequeño de los numerosos pasillos antiguos delañejo monasterio.

Nick lo miró con exasperación. Alucinaciones,acertijos... Lawrence era el responsable de todo aquello.Alguien jugaba con su mente. Iba a llegar al origen detoda aquella locura. Lawrence... Por cierto, ¿dóndedemonios estaba?

Cruzó la verja abierta y ésta se cerró de inmediato asu espalda.

La cripta subterránea. Sabía, con toda certeza, que allíera donde se dirigía Lawrence, Jether o quienquiera quefuese.

Había estado allí con Jotapa la última vez que habíavisitado el monasterio y recordaba vagamente el camino.

Page 257: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Siguió los pasos de Jether por el más estrecho y sinuosode los antiguos pasillos y captó el inconfundible aromade la tinta y el cuero mezclado con el de la mirra.

Dobló a la derecha y accedió a la inmensa bibliotecadel monasterio, ocupada habitualmente por cientos demonjes que archivaban datos en ordenadores. Aquellanoche estaba vacía.

Portales, armarios, Reyes Angélicos... ¿Lawrence lotomaba por idiota? Nick se apoyó en la pared,repentinamente fatigado. Tenía el pecho empapado ensudor.

Esperó unos instantes hasta que recobró fuerzas paracontinuar y luego se agachó para enfilar un angosto yhúmedo túnel en forma de escalera de caracol.

Bajó los inclinados peldaños hasta que llegó a lascriptas inferiores de la zona más antigua del monasterio yse detuvo ante una puerta de acero maciza de apenas unmetro de altura.

Era la bóveda que albergaba las antigüedades de laGuardia Real Jordana, cuyo precio era incalculable.

Por lo general, la Guardia Real Jordana custodiabaaquella cripta. Miró a un lado y al otro del pasillo. Estabaextrañamente vacía. No había rastro de los soldadosjordanos, ni de Jether, Lawrence o quienquiera quefuese.

Examinó la puerta de acero, de un palmo y medio degrosor. La única forma de abrirla era mediante un códigoelectrónico secreto que se cambiaba cada veinticuatrohoras y al que sólo podían acceder los dos vigilantes de

Page 258: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

las fuerzas especiales que estuviesen de turno y unmonje benedictino. Y Jotapa.

De repente, Nick se dobló de dolor por la cintura y fuepresa de un fuerte ataque de tos. Extendió una manohacia la puerta para apoyarse y ésta se abrió al contacto.Ante sus ojos apareció una antigua cripta de madera, queera la única entrada a la bóveda arqueológica detecnología punta.

Nick recuperó el equilibrio y dio un pequeño empujóna la puerta. La vio de inmediato.

Estaba en el extremo izquierdo de la cámara, en unaurna de cristal, apoyada en un terciopelo azul marino. Lapequeña cruz tallada en acacia no era más grande que unDVD. Era la cruz que, según decía la leyenda, Jesús habíatallado cuando era niño para Aretas, rey de Petra, hacíamás de dos mil años, cuando Aretas había ayudado a laSagrada Familia en la huida de Egipto.

La cruz que, como decía la leyenda, poseía unosextraños poderes mágicos.

La cruz de los hebreos.La puerta se cerró de golpe y Nick se sobresaltó.El arsenal de dispositivos de seguridad que utilizaba la

familia real jordana para proteger sus manuscritosiluminados y sus antigüedades era de tecnología punta,imposible de forzar.

Pero reinaba un silencio absoluto. No sonó ningunaalarma.

Se quedó inmóvil un minuto entero y luego caminódespacio hacia la urna de cristal.

Page 259: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Era ahora o nunca.Olvidándose de toda precaución, agarró la tapa de la

urna de cristal y la levantó con las dos manos.Incrédulo, contuvo el aliento. No se activó nada.Los sensores de infrarrojos y ultrasónicos debían de

estar inmovilizados.Con cuidado, cogió la cruz de madera y la sacó del

recipiente.Jotapa había dicho que, desde hacía siglos, se le

habían atribuido poderes extraños. Poderes curativos.Como Lourdes.

Agarró la cruz de madera con las dos manos yesperó. No sucedió nada.

Le dio la vuelta en la palma de la mano. Un trozo demadera muy vieja que no poseía ningún poder.Exactamente lo que Nick sabía que sería.

Todo era una leyenda, una farsa. Miró con expresiónde asco aquel sencillo objeto de madera y ardió pordentro en un acceso inexplicable de rabia.

Se tambaleó y se dobló por la cintura con violentosaccesos de tos, sintiéndose débil y desesperado.

—Te encuentras en un lugar sagrado, Nicholas DeVere.

Nick se quedó inmóvil. La voz había sonado a suespalda, pero ¿cómo? La puerta de seguridad de acero sehabía cerrado y no había vuelto a abrirse.

Quienquiera que fuese, sabía su nombre.—Según dice la leyenda, Nuestro Señor talló esta cruz

cuando era un niño...

Page 260: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Nick se volvió en redondo.El desconocido levantó la cabeza. Sus rastros

quedaban ocultos bajo la capucha de un hábitomonástico.

—Precisamente aquí, en este lugar, le cantaba a SuPadre... canciones de cuna —prosiguió el desconocidocon dulzura. Extendió la mano lentamente y añadió—: Elpoder no está en la cruz que sostienes en las manos,Nicholas De Vere.

Sin esfuerzo, la misteriosa figura le arrebató de lasmanos la cruz que Nick agarraba con fiereza.

—El poder —añadió entonces— está en quien la talló.Una agitación extraña, inexplicable, recorrió a Nick.—Tú no crees que sea una leyenda, ¿verdad? —

replicó con ardor y avanzó hacia el desconocido,impulsado por una cólera repentina, extraña y creciente.Su tono de voz tenía una insólita aspereza.

—No —dijo la figura, sin alterarse—. En este lugar nohay leyendas, Nicholas De Vere.

El hábito del desconocido se abrió de repente.Nick se quedó boquiabierto, desconcertado ante la

visión de la túnica de seda azul marino bajo el hábito deáspero algodón. Advirtió, con incredulidad, que los piesdel extraño emitían un raro resplandor ultraterrenal. Nicklo observó de pies a cabeza, desde el dobladillo de latúnica de seda y el ceñidor dorado de su pecho hasta lacabeza.

—Sólo hay gracia... Nicholas. —La figura levantó lacabeza, pero sus facciones seguían ocultas bajo la

Page 261: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

capucha—. Y verdad.Y entonces la capucha se deslizó hacia atrás y Nick

contuvo una exclamación. Se protegió los ojos con lamano, cegado de repente por las resplandecientesoleadas de luz que emanaban de las facciones deldesconocido.

Temblando de éxtasis y terror, Nick levantó la cabeza,hipnotizado por aquella luz. Apenas distinguió el pelo yla barba del desconocido, aunque parecían de colorcastaño oscuro, casi negro.

En la cabeza portaba una corona de oro con tresrubíes engarzados.

Sin embargo, era el rostro del desconocido lo que lotenía completamente cautivado. Era como si estuvieraviendo la cara de un amor de antaño o del mejor amigode la niñez, al que hacía muchísimos años que no veíapero al que había amado siempre.

Fascinado, estudió los fuertes rasgos imperiales, lospómulos prominentes y aquellos ardientes ojos oscuros,que destellaban como llamas de un vivo fuego.

Había visto la cara del desconocido mil veces.En el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, en misa,

cuando tenía diez años y era monaguillo.En Miguel Ángel, Rafael, Fra Angelico, Leonardo da

Vinci, Rembrandt, Botticelli.En Navidades y en Pascua. En la capilla privada de

Lilian.En la celda monástica de Lawrence.Era el rostro más familiar del mundo. Y, sin embargo,

Page 262: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

en él no había nada familiar.Tenía delante la cara de un Rey. Imperial. Valiente.El desconocido alargó el brazo hacia Nick y le tocó el

pecho.Nick se sacudió violentamente de pies a cabeza

mientras se debatía por respirar.Era como si unos arcos de fuego ardiente le corrieran

por las venas, como una intensa corriente eléctrica. Seapoyó en la urna de cristal y se agarró a la túnica azulmarino del desconocido.

Y, a pesar de todo, Nick De Vere no apartó ni uninstante los ojos del rostro de la figura.

Las oleadas de luz ardiente que todo lo consumían lorodeaban, lo bañaban, lo recorrían.

Se sintió sumergido en un inconcebible diluvio de luzque se precipitaba a toda velocidad por todas las célulasde su cuerpo. Como si estuviera vivo. Vivo por primeravez en toda su existencia.

Ante él pasaron rápidamente imágenes de su vida. Lanoche del accidente de Lily. Nick y Jason peleándose.Nick inyectándose heroína en Ámsterdam, en Roma, enMontecarlo. Esnifando cocaína en Miami. En el Soho.

Mil noches, con cientos de compañeros de cama sinrostro y sin nombre. Hombres y mujeres.

Y continuó con los ojos clavados en aquel rostro.La tarde que Nick y su padre se pelearon

violentamente. La mañana de la muerte de James DeVere. El día que Nick recibió su sentencia de muerte:tenía el sida.

Page 263: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Y no apartó los ojos de la cara del desconocido.Aceptado del todo, abrazado por completo.

Los pecados no estaban perdonados, pero quedabanabsolutamente identificados. Salían a la luz todas lasdebilidades y las vulnerabilidades.

Y sin embargo, la figura le devolvía la mirada con unaexpresión de profunda adoración.

Y Nick recordó los lejanos días de la inocencia.—Perdóname —dijo, con el aliento entrecortado. Unas

gruesas lágrimas surcaban sus mejillas y cayó al suelo,donde se postró, temblando sin parar.

Se esforzó desesperadamente por mantener abiertoslos pesados párpados para disfrutar de un atisbo más deaquella cara que, instintivamente, sabía que no volvería aver nunca más en este lado de la eternidad. Un soloatisbo más.

Nick extendió su mano temblorosa.Los párpados le pesaban cada vez más.Un atisbo más...La figura le agarró la mano.Y entonces, de repente, mientras caía en la oscuridad

del olvido, Nick De Vere lo vio todo con absolutaclaridad.

Aquella cara que había estado mirando no era la deun desconocido. La cara que había tenido delante era lafaz de Jesucristo.

Page 264: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Gabriel contempló en silencio a Jether, que estabainclinado sobre Nick De Vere.

Las llagas supurantes del cuerpo de Nick habíanempezado a desaparecer y su delgado torso engordabaante sus ojos.

Gabriel estudió la luminosa marca blanca que Nicktenía en la frente.

—Lleva el Sello —murmuró Gabriel.—«¿Qué es el hombre para que tengas cuidado de

él?» —recitó Jether en voz baja. Alargó la mano y leapartó a Nick el flequillo de la frente. Todos los síntomasde dolor y malestar habían desaparecido y ahora surostro transmitía una gran tranquilidad. Y aunqueestuviera sumido en un profundo sueño, sonreía.

—Tiene que descansar —dijo Jether, poniéndose enpie—. Luego, entrará en la noche oscura del alma.

Inclinándose de nuevo, cogió a Nick De Vere en susbrazos y lo levantó con la misma facilidad que si fuera unbebé y lo llevó en volandas por los antiguos y sinuosospasillos hasta su habitación en el lado opuesto delmonasterio.

En aquel momento, los cielos egipcios se teñían conlas primeras luces del alba.

—¡Nicholas! ¡Nicholas!Lawrence St Cartier le dio unos leves golpecitos para

que se despertara.Nick todavía estaba sumido en una profunda

modorra. Atontado, abrió los ojos.

Page 265: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Nick, despierta.Nick se incorporó y se sentó.Lawrence retiró las cortinas de la ventana situada

detrás de la cama y la luz del sol iluminó la habitación.Nick volvió la cabeza para que no le diera en los ojos.

—¿Cuánto tiempo he dormido?—Dos días.—¿Dos días? —Nick frunció el entrecejo—. ¿He estado

enfermo? He tenido unos sueños tan raros, Lawre...Se interrumpió a media frase y se miró los brazos. Las

pústulas rojas habían desaparecido y en su lugar teníauna piel nueva y tersa como la de un bebé. Miró aLawrence, presa de una extraña aprensión.

Tembloroso, se levantó la camiseta. Las costillas, quese le marcaban en el pecho, ya no se veían. Su torsohabía engordado de la noche a la mañana.

Bajó los pies al suelo y luego miró a Lawrence,absolutamente desconcertado.

—Mis caderas —farfulló. Dio unos pasos hasta elespejo y miró a Lawrence, incrédulo—. Las articulacionesde las caderas. Ya no me duelen.

Se miró en el espejo y abrió la boca. Las úlceras y lasaftas habían desaparecido. La zona hinchada yblanquecina de la lengua ya no estaba.

Con la respiración acelerada, se quitó la camiseta. Noquedaba rastro de las manchas rojizas y púrpuras quetachonaban el tronco y las extremidades. Desorientado,miró a Lawrence con expresión extasiada.

Todos los signos devastadores del sida se habían

Page 266: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

esfumado y los ojos se le llenaron de lágrimas.—Lawrence... —susurró.Lawrence St Cartier le pasó la mano por el hombro y

Nick hundió la cara en el pecho del anciano.—¿Era Él...?Sus lágrimas empaparon la camisa de algodón

perfectamente planchada de Lawrence St Cartier.—Sí, Él estuvo aquí, Nicholas... —susurró Lawrence—.

Estuvo aquí.Al cabo de un cuarto de hora, el profesor se soltó del

abrazo de Nick y trató de recuperar la compostura.—Vamos, muchacho, Nicholas querido —dijo,

mirándolo a un brazo de distancia. Una lágrima solitariabañaba su rostro marchito—. Ha llegado la hora de quehablemos de muchas cosas.

Nick y Lawrence St Cartier pasearon uno al lado delotro por las avenidas de palmeras datileras. Lawrence sedetuvo, contemplando la inmensidad del desierto que seextendía ante ellos.

—Hay muchas más cosas que quiero contarte,Nicholas —hizo una pausa—, pero no puedo. La Doctrinade la Ley Eterna nos prohíbe a nosotros, los Angélicos,que interfiramos directamente en los asuntos de laEstirpe de los Hombres. Incluso los Caídos han decumplir esa doctrina. Es una doctrina legalmentevinculante. Yo sólo puedo indicarte la dirección correcta,guiarte, pero no puedo darte todos los detalles.

—¿Y Jotapa? —preguntó Nick, que había palidecido.

Page 267: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Lawrence lo miró con afecto.—Jotapa tiene fe. Y ante las adversidades, la fe arde

con fuerza. Su fe es más poderosa que el mal másperverso. La Casa Real de Jordania ha sido elegida. Jibrilha sido elegido para ser un gran rey durante el fin de lostiempos, igual que lo fue su antepasado Aretas. Lamisión de Jotapa es prepararlo y ella lo sabe. Gracias asu fe, vencerá. —Lawrence hizo una pausa y cerró losojos unos instantes—. Y no estará sola —prosiguió—. Tufamilia ha sido elegida, Nicholas. Elegida por lasrepercusiones de un gran bien o de un mal terrible. Elgran bien debe triunfar. Si fracasa, las consecuencias soninconcebibles.

La expresión de Lawrence se endulzó.—Tu madre vive todos los días con el conocimiento

de que su vida siempre corre peligro —explicó en vozbaja—. Comprende muy bien muchas de estas cosas,Nicholas. Mi tarea fue protegerla hasta que termine eltiempo que se le ha asignado para vivir entre la Estirpede los Hombres. Ese tiempo se acaba. Ella, por propiavoluntad, desvelará algunas de esas pasmosas verdades.—Lawrence dudó unos instantes—. A un precio muy alto.

Metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó unavieja fotografía. La miró y se la tendió a Nick.

—Es tu abuelo —le dijo.Nick estudió la foto de Julius De Vere, que aparecía de

pie, acompañado de otros cuatro hombres.Xavier Chessler, Piers Aspinall, Kester von Slagel y

Lorcan de Molay.

Page 268: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Le dio la vuelta a la foto. James De Vere, con suprecisa caligrafía, había escrito: «Debajo de los trajesestán las sotanas.» Y luego, una sola palabra: «Aveline.»

Nick le devolvió la foto.—La letra es de papá.St Cartier cogió la foto y, despacio, trazó un círculo

con un lápiz alrededor de Lorcan de Molay.—Lorcan de Molay, sacerdote jesuita, miembro de los

Sotanas Negras. Tu padre sabía que yo llevaba décadastras su rastro.

—¿Su rastro? —preguntó Nick con aire perplejo.—Tu padre sabía que iban a matarlo, Nicholas. Lo

dijo en su carta. Me dio una pista.St Cartier sacó otra fotografía amarillenta de su

cartera y trazó un círculo alrededor de la misma cara.Luego, se la dio a Nick.

Nick la estudió. Era una foto de Lorcan de Molay yotros siete hombres con el hábito jesuita. Nick la estudiócon más atención. «Clase de 1874», rezaba el pie de lafotografía.

—¡1874! —exclamó—. ¡Es una falsificación! —añadió ymiró a St Cartier, enojado.

—Aquí, el arqueólogo especializado en fotografíaseres tú —le dijo Lawrence con gesto sereno—. Eres túquien puede distinguir estas cosas. Adelante. Hazle laspruebas que consideres pertinentes.

Nick sacó una lupa pequeña del bolsillo de la chaquetay examinó la fotografía. Las otras letras, ampliadas,decían: «Compañía fotográfica y estereoscópica de

Page 269: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Londres, Regent Street 108 y 110 y 54 Cheapside 54,Londres, Inglaterra, Reino Unido. Fotógrafos de SuAlteza Real, el Príncipe de Gales... 1874.»

En la foto aparecían dos hileras de sacerdotes jesuitascon sus sotanas negras. En el centro se hallaba De Molay.

Nick se quedó pasmado y dio la vuelta a la foto.—No puede ser... Eso significaría que tiene más de

ciento treinta años.—Más de doscientos —precisó St Cartier en voz baja

—. De Molay fue expulsado de la orden de los jesuitas en1776. Dice la leyenda que fue la figura encapuchada queentregó los grandes sellos de América a ThomasJefferson una noche brumosa de 1782, en Virginia. En1825, desapareció sin dejar rastro. Todos los registrosacerca de él fueron borrados o eliminados. Entre losjesuitas corrieron rumores de que en 1776 vendió sualma al diablo y se le concedió la inmortalidad. Desdeentonces es Custodio del Nuevo Orden Mundial.

Nick miró de nuevo la imagen de Lorcan de Molay, depie junto a James De Vere.

—Según algunas leyendas, es el demonio encarnado.Lawrence observó atentamente el rostro de Nick. Éste

se estremeció.—¿Y?—Yo dejé la orden en 1986. Con los años, los jesuitas

se han vuelto intocables. Los dirigentes de la orden sonpersonas muy ricas y poderosas.

Lawrence le tendió la foto a Nick.—Cógela, es tuya.

Page 270: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Nick lo miró con expresión intrigada.—Los hombres de la foto tienen las respuestas sobre

la muerte de tu padre. —Lawrence calló unos instantes—.Y sobre el intento de asesinarte. No puedo decirte más.

Nick guardó cuidadosamente la foto en el bolsillointerior de su chaqueta de piel.

—Ven conmigo, Lawrence —le rogó.—Me he comprometido antes en otro asunto —dijo

Lawrence entre murmullos—. No puedo.Nick y St Cartier salieron y caminaron hacia el jeep de

Nick, todavía aparcado bajo los muros del monasterio.—Desenmascara el mal, Nick. Protege al inocente.

Descubre la verdad. —Lawrence lo miró con vehemencia—. Vas a entrar en una época de grandes peligros,Nicholas. Nada es lo que parece. Lo más malvado adoptaahora la forma de lo más noble. La persona en la quemás confíes te engañará a sangre fría. La persona a laque ahora tratas con recelo se convertirá en tu másgrande benefactor. No te fíes de las personas por suapariencia.

Los ojos de St Cartier emitían destellos de fervor.—Ni de amigos... Ni de hermanos. —Lawrence vaciló

unos instantes, estudiando intensamente a Nick—. Nisiquiera de Adrian, Nicholas —murmuró.

—De éste no me digas nada, Lawrence —le previnoNick—. Adrian ha sido quien me ha mantenido vivo.

Abrió la puerta del jeep, lanzó la mochila al asientotrasero, se acomodó al volante y cerró.

—Recuerda, debajo de los trajes están las sotanas —

Page 271: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

dijo St Cartier con intensidad.Nick engranó la marcha atrás y se asomó por la

ventanilla.—Te equivocas por completo con respecto a Adrian,

Lawrence —gritó, sonriendo y saludándolo con la mano.St Cartier contempló con recelo el jeep plateado que

se alejaba rugiendo por la carretera y desaparecía en lacalima del desierto en dirección a El Cairo.

Tal vez Nick De Vere llegaría a tiempo de tomar elúltimo vuelo a París.

Page 272: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

18

Nubes oscuras en el horizonte

El Sirkosky S-76 Shadow de Adrian De Vere volabahacia la fortaleza de la abadía del Mont St. Michel,construida cerca de la desembocadura del río Couesnon.Adrian contempló, hipnotizado, el castillo gótico decuento de hadas, construido ochenta metros encima delocéano. Por más veces que volviera a casa, aquella vistale tocaba siempre una fibra sensible.

—¿Estás preparado para...?Adrian alzó la mirada hasta el hombre en el que había

confiado desde que era un adolescente en Gordonstoun,el hombre que, durante sus años de formación, se habíaconvertido en su consejero espiritual más íntimo.

—He vivido preparado...—Una vez se haya roto el Séptimo Sello... Todos

serán prescindibles.Adrian asintió.—Mis hermanos no sospechan nada. La prostituta

judía elegida como mi madre será eliminada —murmurósin asomo de emoción.

—Tu padre te espera —dijo Kester von Slagel con una

Page 273: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

sonrisa.Adrian contempló la enorme fortaleza medieval. A llí,

en el borde mismo de los escarpados acantilados,tocando el violín, con el hábito de jesuita arremolinadopor los vientos huracanados que soplaban en inviernoprocedentes del Atlántico Norte y el rostro vuelto enéxtasis hacia los cielos crepusculares de Normandía...

... estaba Lorcan de Molay.

Nick pisó el acelerador. El Aston Martin de color rojometálico que había alquilado corría por la autopista A84,que discurría entre los campos de trigo normandos. Dictóun número al sistema de reconocimiento de voz delcoche. Como todos los vehículos que cubría la red desatélites de la Unión Europea, estaba conectado con lasbases de datos de un supercomputador situado enBruselas que tenía acceso a todos los proveedores deInternet, a datos personales y a redes de comunicaciónvía satélite de toda la Unión Europea.

Los datos personales de quinientos millones deciudadanos estaban al alcance de la mano, sólo había quepulsar una tecla. El supercomputador también registraba,al cabo de cincuenta y siete segundos, las transaccionesque hacían los ciudadanos con sus tarjetas de débito o decrédito.

Page 274: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

La refinada y robótica voz le respondió primero enfrancés y luego en inglés:

—Julia St Cartier. Posición actual GPS. New Chelsea,Londres. King’s Road. Última compra: Starbucks, un cafécon leche con aroma de vainilla y la leche descremada.Una ración de tarta de limón. Compra realizada hace dosminutos. Individuo móvil. A pie. Marcando.

Nick sonrió. Típico de Julia. Pulsó la tecla del historialde compras y sonrió de nuevo, divertido. A las diez de lamañana de Londres ya había estado dos veces enStarbucks.

El teléfono de Julia sonó una vez.

—Hola, Nick. —Julia habló en el dispositivo de manoslibres, ya que llevaba el bolso y sostenía la tarta de limónen la derecha y el café con leche en la izquierda.

Julia miró la pantalla del móvil, que mostraba laposición GPS de Nick en Normandía.

—Hola, Nick —repitió—. ¿Ya has salido de Alejandríay vas a reunirte con Adrian?

—Sí, hermanita. —La cara de Nick apareció en lapantalla del teléfono—. ¿Está bueno el café con leche?

Julia frunció el entrecejo. Pisó el asfaltoenérgicamente con sus botas caras de charol negro.Llevaba un abrigo negro ajustado de lana que realzaba suesbelta silueta, un gorro de falsa piel de zorro y unas

Page 275: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

gafas de sol envolventes de Chanel que le ocultaban lacara. Caminaba por King’s Road con paso apresurado ysu melena, rubio teñido, al viento.

—La tarta de limón no es buena para la dieta.Julia hizo una mueca de frustración y bebió un sorbo

del café con leche.—Dile a Adrian de mi parte que ese Gran Hermano de

reciente creación que introdujo antes de dejar DowningStreet viola nuestros derechos personales comociudadanos del Reino Unido. —Dio un furioso mordisco ala tarta y Nick vio cómo la saboreaba despacio. Sonriódivertido.

Desde que la conocía, Julia siempre había seguidoalguna dieta. Su determinación era legendaria y sutenacidad se veía recompensada con un cuerpo esbelto,pero Nick la recordaba devorando todo tipo de friturascon Jason y él en las vacaciones de verano que a menudopasaban juntos en Cape Cod. En realidad, sabía que JuliaSt Cartier adoraba la comida. La abstinencia era el altoprecio que pagaba por una prometedora carrera en laindustria de las comunicaciones, en las que las tartas ylos hidratos de carbono estaban prohibidos. La lechuga yel agua mineral eran la dieta básica de miles de figurasde la industria, gentes que siempre pasaban hambre, yde las que Julia St Cartier era una representante.

Aquella mañana, la había pillado transgrediendo lasnormas.

—Que no puedas comer un trozo de tarta de limón enla intimidad es una violación de derechos, hermana,

Page 276: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pero, de todos modos, resulta muy informativo. —Nickcambió de tono—. Escucha, Jules, bromas aparte.Necesito cierta información... —Se interrumpió, vacilante—. Sobre Lawrence St Cartier.

—¿El tío Lawrence? —Julia pasaba por delante de unatienda de ropa cara Jaeger y de una franquicia deHabitat, caminando a buena marcha—. ¿Qué tipo deinformación? —preguntó.

—¿Se crio con tu madre?Julia frunció el ceño.—Qué pregunta más rara. —Bebió otro sorbo del café

con leche—. No. Eran gemelos. Mi abuela murió de partoy mi abuelo murió en la guerra. Los servicios sociales deLondres se hicieron cargo de los pequeños y luego, conla evacuación, los separaron. Mi madre fue a Kent yLawrence, a Ayr, en Escocia. Mi madre no volvió aencontrarse con Lawrence hasta que yo tenía diecisieteaños. Él ya era jesuita. Vivía en Nueva York.

—¿Cuántos años tenías, Julia, cuando lo conociste?—Lo conozco de toda la vida, pero sólo lo veía por

Navidades y en cumpleaños y celebraciones, ya sabes.Cuando yo nací, vivía en Roma y ya era sacerdote.Luego, ingresó en la CIA y se pasaba la vida viajando.¿Por qué?

—Escucha, Jules, necesito que encuentres la partidade nacimiento de Lawrence.

—Nick, sus documentos se perdieron en la guerra.—Escucha, Julia, esto es realmente importante. Lo

único que tienes que hacer es encontrar su partida de

Page 277: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

nacimiento o algún otro papel oficial que demuestre queha nacido.

—Nick, ya lo intenté hace años, antes de la boda. Nohay registros ni documentos sobre Lawrence St Cartier.

—Eso es imposible —suspiró Nick—. Escucha, seguroque tiene que haber algo. Registros del orfanato, de laescuela... —insistió—. De las autoridades locales.

—La explicación más plausible es que todos susantecedentes desaparecieran cuando ingresó en la CIA.Es lo lógico. Oye, Nick, ¿y por qué es tan importante supartida de nacimiento?

Nick miró a la cámara del teléfono.—Escucha, Julia, necesito que me respondas a una

pregunta.Hubo un largo silencio.—¿Es algo personal?Nick dudó unos instantes y respiró hondo.—¿Crees en Cristo?Julia miró a la cámara del teléfono. Se había quedado

atónita. Muda. Hubo otro largo silencio.—¿Si creo en qué...?Nick la vio cruzar la puerta de una tienda de moda.

Ella se quitó el manos libres de la cabeza y habló por elmóvil. Su rostro desapareció momentáneamente de lapantalla de Nick.

Page 278: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Nick —dijo, ansiosa—, ¿estás tomando lamedicación nueva?

—No es cosa de la medicación, hermanita —le dijocon afecto. Sonrió a la cámara y luego se encogió dehombros—. Escucha, Jules, consígueme todo lo quepuedas. Te veré el sábado con Lily en la finca, para lafiesta navideña de mamá.

—¿Estás seguro de que te encuentras bien? —preguntó Julia, todavía intranquila. A lejó la pantalla desu rostro y buscó la cara de Nick—. Te veo muy bien,Nick. En realidad, estás estupendo. Eso es que lasmedicinas funcionan.

—No me había sentido mejor en toda mi vida,hermana. —Esbozó una sonrisa ante la cámara—. Y estoylimpio. Nada de drogas —añadió en voz baja—. Escucha,Jules, averigua lo que puedas. Mándame por correoelectrónico toda la información que reúnas sobreLawrence. Y también una lista actualizada de quién esquién en el consejo de administración de Jason, elconsejo de administración de VOX. Cuando llegue aLondres, necesitaré tu ayuda.

—Pues claro que sí, Nick. Lo que quieras. Cuandoquieras.

—Eres la luz que me guía, Julia. —Sonrió.—De acuerdo, hermanito. —Julia le devolvió la

sonrisa—. .—Dale mis cariños a Lily. Y dile a Jason... —Se

interrumpió. Le lanzó un beso, apagó la pantalla de lavideollamada y volvió a pisar el acelerador.

Page 279: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

19

El Sello de Rubíes

Las grandes llanuras blancas de alamedasresplandecían bajo una luz amortiguada por la brumaque se alzaba de los inmensos jardines exuberantes delEdén, con sus extensiones de azucenas y dedaleras hastadonde alcanzaba la vista.

En el centro mismo de las llanuras, los ancianosangélicos supremos del Primer Cielo ocupaban losveinticuatro tronos de plata labrada bajo un gran doselde la más fina seda. Gabriel paseaba por las lujuriantesllanuras blancas a solas, inquieto.

Los álamos majestuosos circundaban el dosel con susramas cargadas de brillantes capullos blancos conestambres diamantinos llenos de nardos, cuya exquisitafragancia inundaba el Primer Cielo. Los ancianos estabansentados en silencio. Por fin, Jether levantó la cabeza.

—Ha sido avistado —murmuró.Miguel atravesó las verjas, desmontó y avanzó hacia

Jether. Todas las cabezas se volvieron en dirección a lasespléndidas Verjas de Perla, la translúcida entrada alEdén.

—Viene cabalgando por el Arco de los Vientos delOeste con su Guardia Real —dijo Miguel y se quitó losguanteletes de plata mientras caminaba.

—¿Cuántos son? —Jether frunció el entrecejo.

Page 280: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Miguel tomó asiento en un trono de plata a la derechade Jether, se quitó el casco y lo dejó sobre la enormemesa de perlas que tenía delante.

—Viene un contingente numeroso.—Sus esbirros. —Zachariel lo miró ceñudamente.—Ellos permanecerán al otro lado de las verjas —dijo

Gabriel—. Sólo se le permite un testigo, según loestablecido por la Ley Eterna.

A Jether se le endureció la mirada.—Será Charsoc —susurró. Miguel torció el gesto.—Charsoc el Oscuro ha violado la Doctrina con su

entrada en Babilonia por el Portal de Shinar. Ha quedadoconfinado a la tierra, pero cabalga con Lucifer.

—Charsoc es un maestro en la interpretación de la LeyEterna —suspiró Jether—. Hoy, esos esbirros viajan hacianosotros, salidos directamente de la tierra. Charsocconoce perfectamente que la pena relativa a la violacióndel Portal de Shinar sólo se aplica a su readmisión en elSegundo Cielo. No es aplicable a que sea llamado alPrimer Cielo. Mientras esté aquí, no sufrirá ningún mal.

El rugido de un centenar de carros quebró latranquilidad. El monstruoso carro negro de Luciferdescendió por las nieblas añiles del Edén hacia las VerjasPerladas, tirado por ocho de sus corceles de alas oscuras.

El carro atravesó las verjas abriendo surcos en lasblancas llanuras con sus enormes ruedas de plata altiempo que sus espolones de guerra cortabansalvajemente los lechos de azucenas y dedaleras quecrecían bajo los álamos.

Page 281: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Por fin, se detuvo a unos pasos apenas de la mesa delConsejo Supremo. Lucifer no se movió de su carro, conlos brazos en jarras, mirando a sus hermanos. Y aJether.

—Esa entrada es muy propia de ti, hermano —dijoMiguel, encaminándose hacia el carro con expresión torva—. Aquí, en el Primer Cielo, tú no dejas ninguna marca.

Lucifer siguió la mirada de Miguel y vio cómobrotaban nuevas flores en las rodadas que había dejadoel carro.

—¡Ah! ¡Las maravillas del Primer Cielo! —Lucifersonrió relamidamente y saltó con agilidad del carro a lasGrandes Llanuras. Avanzó hasta plantarse delante deMiguel y declaró—: Aquí no dejo mi marca, hermano.Pero, créeme, en la tierra de la Estirpe de los Hombresarrasaré, destruiré, corromperé... hasta que hayaaniquilado por completo ese pequeño orbe lodoso.

Gabriel lo miró con sereno desdén.—Bien dicho, Lucifer —replicó—. ¡Qué elocuencia! Un

inicio auspicioso a los procedimientos. Veo que estás deun ánimo... sutil —añadió, irónico.

—Estoy de un ánimo excelente, Gabriel. El PrimerSello está a punto de rasgarse. Mi hijo se alza en elmundo de los Hombres.

Miguel señaló la verja.—Ellos se quedan fuera —dijo, refiriéndose a los

secuaces de Lucifer.Moloc le dirigió una mirada maliciosa desde su carro.—Miguel, hermoso mío —aulló—, tenemos un asunto

Page 282: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pendiente. —Desenvainó su espada monstruosa, la mojóen sangre de su propio muslo y la lamió. Exhibió unasonrisa espantosa y gruñó—: ¡Amo! ¡Por favor...!

Lucifer levantó la mano. De inmediato, Molocenmudeció.

—Veo que sus modales siguen siendo impecables —comentó Miguel.

—Tienen otras aptitudes. —Lucifer sonrió levemente—. Me esperarán aquí. Pero exijo mi testigo. Incluso elJuez Supremo accederá a eso, con seguridad.

Gabriel asintió.Lucifer pasó junto a Miguel y se acercó a la mesa,

donde esperaba Jether, en silencio.Charsoc se levantó de su litera.—Mi testigo. —Lucifer hizo una teatral reverencia a

Jether.—Llevadlos a sus asientos respectivos —indicó Jether

con voz gélida.—Me sentaré con mis hermanos —declaró Lucifer.Miguel condujo a Lucifer al asiento contiguo al suyo

mientras Gabriel se acercaba a la mesa y se sentaba a laderecha de Lucifer, taciturno.

—Gabriel... —murmuró Lucifer y lo besó en ambasmejillas con premeditación—. Mi presencia te perturba —le dijo, disfrutando con la incomodidad de su hermano.

Charsoc tomó asiento enfrente de Jether y dejó subolsa en la mesa, delante de él. Observó condetenimiento a Jether.

—¿Has regresado de la tierra? —le dijo. Jether hizo

Page 283: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

oídos sordos. Charsoc sonrió levemente e inhaló la brisa—. Nardos... —murmuró y cerró los ojos con expresiónarrebatada. Enseguida, volvió a abrirlos y a observar aJether—. Sé perfectamente que resides en ese pequeñoorbe fangoso. Encontraré tu morada y tendremos... —dudó un instante y se sacó los guantes dedo a dedo—...un pequeño cara a cara.

—Nosotros no tomamos el té con asesinos a sangrefría, Charsoc —replicó Jether con un tono gélido.

La mirada de Charsoc se posó en Isacar.—¡Ah, Isacar! Cuánto me gusta encontrarte bajo

circunstancias más... auspiciosas. —Charsoc abrió subolsa y extrajo un pequeño objeto de plata—. Unrecuerdo de nuestra pequeña... incursión.

Arrojó el objeto en la mesa delante de Isacar y éstereconoció, furioso, la cruz de plata, recordando a Klausvon Hausen y los arqueólogos asesinados.

—Isacar se topó con... ¿cómo lo diría?, el bordeafilado de la hoja. —Charsoc lanzó una abierta sonrisa aJether—. Tus servidores tendrían que estar más atentos,Jether. No tienes un refresco, unos tentempiés... ¿Unasgalletas? —Observó las caras de los reunidos en torno ala mesa con una sonrisa malévola en sus labios finos ydijo—: Me pregunto quién más de los presentes reside enla tierra...

Su mirada se posó en Zachariel.Lucifer jugó ociosamente con su pluma. Posó la vista

en la cruz de Isacar y dirigió la mirada a Jether.—Mis métodos te irritan. Me consideras un bárbaro.

Page 284: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Le lanzó una sonrisa desquiciada—. Pero es la guerra,Jether. Isacar estaba en el otro bando.

—Tus siniestros esclavos cometen asesinatosindecibles entre la Estirpe de los Hombres, Lucifer.Contravienes la Doctrina de la Ley Eterna. Pero no estáspor encima de la Ley. Responderás de cada violación enel Juicio Final.

—¡Ah!, llevo mucho tiempo entre la Raza de losHombres —replicó Lucifer—. Sus placeres pasajeros lesresultan tan cómodos, ¿no crees? No hay consecuencias,haz lo que te plazca sin más. Hasta que... —Hizo unabreve pausa—. Hasta que caigan en el Lago de Fuego.Entonces, demasiado tarde, se darán cuenta de suestupidez.

—Tu preocupación por el bienestar de la Estirpe delos Hombres me llena de asombro, Lucifer. —Gabriel ledirigió una mirada helada. Lucifer se la devolvió, la suyacargada de ira.

Jether abrió el Códice y miró a los reunidos.—Vayamos al asunto que nos trae aquí. Finalmente,

se aproxima la semana de Daniel. Dentro de tres lunas,los Siete Sellos de la Revelación se romperán. Dentro detres lunas, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis sepresentarán.

—¿Serán apartados? —Lucifer entrecerró los ojos—.¿Todos los que porten el Sello del Nazareno?

—Yo expondré las condiciones —declaró Jetherfríamente—. Cuando el Jinete Pálido cruce la línea deKárman, todos los que lleven el sello de Cristo serán

Page 285: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

transportados al Primer Cielo. —Miró directamente a losojos a Lucifer—. Serán realojados de la tierra de laEstirpe de los Hombres.

—Todos y cada uno de los portadores del Sello —insistió Lucifer—. Sus súbditos. Hasta el último. —Sumirada se ensombreció—. Perjudican mi reino entre laRaza de los Hombres. Debo librarme de ellos. Es elacuerdo.

—Los seguidores del Nazareno serán transportados —repitió Jether, despacio—. Son Sus súbditos. Él es suRey. Los ama. No permitirá que experimenten en gradoalguno el tormento y las penalidades de todo lo que seavecina cuando descargues tu destrucción sobre laEstirpe de los Hombres y siga a ella el Juicio Final deJehová.

—Él es demasiado blando —masculló Lucifer. Se pusoen pie y rodeó la mesa—. Tiene prejuicios a favor suyo.Cuida de sus mascotas gimientes y de mí, Su Serafín,que sólo está por debajo de Él en jerarquía, me da delado...

Miguel descargó el puño sobre la mesa.—Esos tiempos quedaron atrás hace mucho, Lucifer,

refrénate. Tu pérdida de posición es definitiva, no tienevuelta atrás.

Lucifer se inclinó hacia él con un brillo vengativo en lamirada.

—Sus seguidores destruyen mi Reino. —Acercó surostro a un milímetro del de Miguel y siseó—: Susplegarias estorban mi estrategia en el mundo de la

Page 286: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Estirpe de los Hombres.Se volvió a Charsoc, quien sacó de la bolsa un fajo de

papeles.—Son cartas —continuó Lucifer— de los Señores

Oscuros del Inframundo, de los Consejos Herméticos delInfierno, de los Príncipes Satánicos, Poderes,Principalidades y Tronos, de los Reyes Chamanes, deHechiceros y Brujas. Documentos legales adjuntos queevidencian que su avance entre la Raza de los Hombresse ve perjudicado en gran manera por los portadores delSello. Los Consejos Oscuros del Infierno exigen garantíasfirmes.

—Tenéis el Sello de Rubíes —dijo Gabriel, sereno.Lucifer miró con asombro a su hermano.—¿El Sello de la Puerta de Rubíes?Jether hizo un gesto con la cabeza a Lamaliel, quien

extrajo una misiva dorada del Códice de la Ley Eterna. ALucifer se le iluminaron los ojos.

—¡El Sello de Jehová!—Entonces, es cierto —dijo Charsoc y entregó la

misiva a Lucifer.—De modo que rescatará a Sus despreciables súbditos

—masculló Lucifer—. Muy considerado por su parte, perose presagia auspicioso para mí. Sí, resulta prometedor.

—Si tan despreciables e inútiles son, ¿a qué viene tuurgencia en librarte de ellos? —preguntó Gabriel sin alzarla voz.

Lucifer lo miró con irritación. Charsoc frunció elentrecejo.

Page 287: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Serán transportados al Primer Cielo, Excelencia.Pero volverán para luchar en Armagedón.

—El Retorno... —Lucifer cerró el puño.—Quiero conocer las condiciones explícitas según se

establecen en la Ley Eterna. Las explícitas. Nada decláusulas ocultas.

—Con la ruptura del Primer Sello, empezará laTribulación de la Estirpe de los Hombres. La Ley Eternaestablece que a ti, Lucifer, el Tentador, el Adversario dela Estirpe de los Hombres, se te conceden siete años.

»La Estirpe de los Hombres ha existido bajo laprotección del Primer Cielo durante los últimos dos milaños. Ahora vendrán siete en los que no habrá ningunaintervención de Jehová, ningún arbitraje del Primer Cielo.

»Siete años en los que tú y tus herméticos discípulostendréis campo libre para desatar el caos sobre la Estirpede los Hombres. Siete años durante los cuales, según laDoctrina de la Ley Eterna, la Estirpe de los Hombresquedará privada de la presencia de Jehová.

—A menos que sea invocado Su nombre.—¿Y el Nazareno? —soltó Lucifer—. ¿No volverá a

visitar la Estirpe de los Hombres?Jether lo miró.—Él sólo visita a quienes son Sus súbditos. A quienes

siguen Su causa.—Pues no quedará ninguno. —Lucifer miró a su

alrededor con gesto triunfal—. ¡Ninguno! Estarándemasiado ocupados en culparlo a Él por el tormento y laangustia que voy a derramar sobre ellos. Incluso las siete

Page 288: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

copas, la ejecución del Juicio de Jehová en mi reino. Loconsiderarán a Él responsable de todo. ¡Un Acto de Dios!—exclamó con un brillo enloquecido en los ojos—. Y sialguno intenta..., si alguien aspira aún a tenerlo por Rey,le obligaré a aceptar mi marca bajo amenaza de muerte.

»Y ya conoces a la Estirpe de los Hombres —añadiócon una sonrisa y se encogió de hombros—. Se convencefácilmente de lo que le conviene. Mis discípulos ya estánpreparando los campos de exterminio. Encarcelaré a todoel que resista. No será tan fácil que sacrifiquen su vidapor Él alegremente. Has respondido a mi pregunta. Estoysatisfecho.

—¿Y Armagedón? —preguntó Charsoc.—Al término de los siete años, se librará la Gran

Batalla —anunció Jether.—¿Cuál será mi posición si gano? —quiso saber

Lucifer.—Si ganas, reinarás como Rey Eterno sobre la Estirpe

de los Hombres. Tu encarcelamiento en el Pozo SinFondo y tu caída en el Lago de Fuego serán un recuerdolejano, que se olvidará pronto.

—Una pesadilla —murmuró Charsoc, tosiendo en elpañuelo.

—¿Y si pierdo?—Serás encarcelado en las Criptas de la Conflagración

hasta que Miguel te envíe al Abismo, dondepermanecerás encerrado durante mil años. Al cabo de losmil años, según lo establecido en la Doctrina de la LeyEterna, serás liberado por un breve periodo. Luego,

Page 289: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

encontrarás tu destino en la Garganta Blanca del Infierno,en la costa oriental del Lago de Fuego.

Jether se volvió a Charsoc y, con una mirada deacero, añadió:

—En cuanto a ti, cuando caigas derrotado enArmagedón, serás conducido directamente al Lago deFuego.

—¿Y si paso por la salida cobro doscientos puntos? —dijo Charsoc, sin inmutarse. Abrió la bolsa y jugó con unbloc de notas dorado y una pluma de escribir de ave.Jether y él cruzaron una larga mirada gélida y Charsoccarraspeó—: Y, ahora que lo pienso, en el casoimprobable de que lleguemos a ser derrotados, ¿quéderechos de visita tendré en el Lago de Fuego? —Dirigióuna débil sonrisa a Jether, que rehusó su mirada, ycontinuó hablando, complacido de la evidenteincomodidad de su interlocutor—: Y te ruego que tomesnota de que hay ciertos... caprichos de la Raza de losHombres a los que me he aficionado. Pequeñosplaceres... —Se secó las pálidas facciones con un pañueloarlequinado—. Té Earl Grey, sushi...

—¿Qué quieres, Charsoc? —Zachariel le dirigió unamirada furiosa bajo su corona—. ¿Un lote de productospara gourmet? ¿Sábanas de raso? —Volvió la mirada a laomnipresente bolsa de Charsoc—. ¿O es eso lo que llevasa tus reuniones con tus brujos para tomar el té?

Charsoc miró a Zachariel con odio mal disimulado.—Pareces bastante al corriente de las comodidades de

la tierra. ¿No habrás establecido residencia allí tú

Page 290: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

también, por casualidad? —preguntó con un siseo—. Sicambian las tornas, me acordaré de mandarte un cepillopara el pelo de buena marca. —Charsoc miró con desdénla tupida mata de pelo cano de Zachariel, áspero yrevuelto, sobre la que se sostenía en precario su corona—. Por correo especial.

Jether exhaló un suspiro de frustración.—Por favor. Por favor, compatriotas. Estamos

tratando asuntos de peso. No es momento paraentretenimientos frívolos.

Jether siguió la mirada de Miguel hacia Lucifer, quienobservaba con espanto la sangre que manaba de lapalma de su mano derecha, posada en la mesa. Lasangre bañó su blanca túnica ceremonial de seda yLucifer contempló horrorizado la mancha roja.

—Cristo... —murmuró. Se levantó de la mesa con lafrente perlada de sudor y empezó a deambular arriba yabajo, agitado.

Se volvió un momento a mirar a Miguel y luego sealejó por las llanuras, más allá de las arboledas degrandes álamos blancos. Allí se detuvo, una figurasolitaria bañada en la suave luz blanca que impregnabalas brumas, y miró fijamente al frente, hacia las PuertasOrientales del Edén.

Jether, muy serio, siguió con la mirada a Lucifer.—Su alma todavía busca lo que nunca podrá tener —

le susurró a Miguel.—Se dirige al jardín de Cristo.—¡No! —Miguel se puso en pie con la mano en el

Page 291: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

puño de la espada—. ¡Basta! ¡Voy a poner fin a estalocura!

—No —dijo Jether, moviendo la cabeza, y posó sumano con suavidad sobre la de Miguel—. Es el propioCristo quien lo atrae.

Miguel caminó hasta el borde de las grandes llanurascon la vista fija en Lucifer.

Lucifer se volvió, lo miró, aturdido, y por último cruzólas Puertas Orientales.

Siguió el conocido camino serpenteante hacia losJardines de Fragancia que se extendían muy por debajode las llanuras. Pasó bajo la estrecha pérgola de perlas,cubierta de enredaderas de granadas cargadas de frutosplateados, con la respiración acelerada, caminandofrenéticamente sobre lechos de gladiolos y entre árbolesdel pan, por campos de aneas y ranúnculos de finosestambres de cristal, en dirección a los intensos rayos decegadora luz carmesí que surgían de más allá. Cruzandoel valle, llegó a una gruta recóndita al borde mismo delos acantilados del Edén, rodeada por ocho olivos viejos.

Él estaba allí. Exactamente donde Lucifer había sabidoque Lo encontraría.

Con un temblor en los dedos, empujó la sencillapuerta de madera.

En el centro de Su jardín, de espaldas y apenas visibleentre las brumas, se hallaba Cristo.

Lucifer se apoyó en la puerta, desfallecido de repentey respirando con esfuerzo.

Cristo se volvió lentamente. Lucifer cayó de rodillas y

Page 292: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

alzó el brazo para resguardarse el rostro de la gloriosaluz blanca que emanaba de Su faz.

—Fue aquí donde me besaste hace tantos eones... —dijo Cristo suavemente—. Antes de tu traición. —ALucifer le temblaban las manos incontrolablemente—.Aquí fue donde empezó.

Cristo se acercó a él entre las brumas. Lucifer Lomiró, pálido.

—En el momento en que supiste del advenimiento dela Estirpe de los Hombres.

Cristo miró al frente mientras los rayos ponientes seapagaban para dejar a la vista, a treinta pasos dedistancia, al otro lado de un vasto abismo e incrustada enlos muros de topacio de la torre, la espléndida Puerta deRubíes, luminosa como un incendio. La entrada al Salóndel Trono de Jehová.

Lucifer siguió Su mirada hacia el tenue resplandor delarcoiris que se alzaba sobre el palacio de cristal.

Finalmente, Cristo habló.—En medio de la Tribulación, Lucifer y Miguel librarán

batalla en el Cielo. Pues con certeza serás expulsado delCielo para no volver jamás.

Cristo volvió la mirada hacia la gran Puerta de Rubíes,la abrió lentamente y, al hacerlo, los rayos y truenoscrecieron de intensidad y se levantó un vientotormentoso.

—Fíjate bien en las vistas y los sonidos del PrimerCielo, Hijo de la Mañana. Será la última vez que locontemples.

Page 293: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Lucifer miró a Cristo, frenético, mientras él sedesvanecía entre las blancas brumas que searremolinaban en torno a él. Instantes después,reapareció al otro lado del abismo y cruzó la Puerta deRubíes, dejando a Lucifer sumido en sollozos lastimerosbajo los ochos viejos olivos del jardín de Cristo.

Page 294: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

20

Mont St. Michel

Nick dobló un recodo del camino y el campanario deMont St. Michel quedó a la vista, con la estatua delarcángel Miguel en la aguja que se alzaba ciento sesentametros sobre el canal de la Mancha. Dominando desdesus alturas los trigales de Normandía, la abadía fortalezase elevaba como una aparición misteriosa entre lasúltimas brumas de la mañana.

Nick contempló con asombro la enorme masa degranito, de mil metros de circunferencia. El nuevosuperestado europeo había adquirido la isla a la UNESCOpara uso exclusivo del presidente europeo y Adrianrepartía ahora su tiempo por igual entre sus palacios deNormandía, Roma y, recientemente, Babilonia.

Había marea baja. El dique de un kilómetro y mediode principios de la década de 2000 había sido arrasado yreemplazado por otro más corto y un puente bajo, y larepresa de la desembocadura del Couesnon se habíasustituido por una presa hidráulica del doble de tamaño.Una hazaña de ingeniería con un precio de 164 millonesde euros. Nick movió la cabeza en gesto de asombro. Sinembargo, aquello había impedido que la isla,literalmente, se hundiera en la arena.

Page 295: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

El Aston Martin cruzó la nueva carretera de dosdirecciones y se detuvo delante de la enorme puerta dehierro negra con el escudo de Mont St. Michel grabado enoro en la parte superior.

Nick levantó la vista hacia las seis cámaras remotassituadas sobre la puerta y luego se volvió hacia el escánerde iris que descendió automáticamente hasta la altura desus ojos por el costado izquierdo del coche. Miró defrente a la lente de la cámara.

Seis segundos después, las puertas se abrieronautomáticamente y pasó despacio ante la garita reciénconstruida, con sus ventanas blindadas de policarbonato.

Nick estaba al corriente de que, durante los diezsegundos que había esperado en la puerta, hasta elúltimo detalle de su vida, tanto pública como privada,había sido transmitido al «Núcleo», la base secreta deoperaciones del presidente de la Unión Europea: unaextensa ciudad subterránea situada directamente debajodel Mont St. Michel, casi dos kilómetros por debajo delocéano, donde el temible Guber, el autocrático directorde operaciones de seguridad de Adrian, era el monarcasupremo.

Nick avanzó por las sinuosas calles empedradas de laantigua villa medieval, reconstruida según las exigentesmedidas de seguridad presidencial dictadas por Guber. Lavilla albergaba a más de doscientos miembros delpersonal ejecutivo de Adrian, entre ellos el jefe de laAgencia Europea de Seguridad y sus principalesconsejeros económicos y legales. La fachada medieval

Page 296: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

era precisamente eso, una fachada. Cámaras y sensoresde vigilancia espiaban desde todos los tejados, ventanasy portales. Incontables equipos de policía militar conperros patrullaban el perímetro de la doble valla dealambradas.

Finalmente, detuvo el coche delante de los establos.Se apeó, cerró la portezuela del coche y arrojó las

llaves a un hombre de constitución delgada vestido conuniforme de chofer, quien las cogió al vuelo.

En vida de James De Vere, Pierre había sido su chofery segundo hombre de confianza, sólo por detrás deMaxim.

—Hágame un favor, Pierre —dijo Nick—. Apárquemeel coche, ¿quiere?

—Desde luego, señor —asintió el hombre con unaleve inclinación de cabeza—. Me alegro de volver a verlo,señorito Nicholas.

Pierre abrió la puerta del Aston Martin, se sentó yajustó el asiento.

—¿Qué tal Beatrice? —preguntó Nick.—Testaruda como siempre. —Pierre hizo una mueca,

aunque la acompañó de un guiño afectuoso—. Alamanecer, ya estaba levantada y preparando pan dulcepara cocer. —Bajó la voz y añadió—: Déjese caer por lacocina cuando se marche, o mi vida no merecerá la pena.

Nick sonrió, recordando la mansión familiar de RhodeIsland y sus Navidades de la infancia, cuando se colabaen la cocina donde Beatrice, la formidable ama de llavesfrancesa de los De Vere, cocía pan dulce con especias, y

Page 297: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ella lo expulsaba sumariamente, amenazándolo con elrodillo de amasar.

—Qué buenos tiempos aquellos, señorito Nicholas.Los días con sus padres... —Pierre puso en marcha elmotor—. Qué buenos tiempos.

Nick vio desaparecer el Aston Martin en dirección alquinto garaje de los establos. Llenó sus pulmones delsuave aire húmedo del Atlántico y anduvo la cortadistancia que lo separaba de una de las enormes puertasgóticas de la abadía. Se detuvo bajo la muralla cubiertade hiedra, delante del escáner de reconocimiento facial yesperó a que uno de los cuatro agentes del servicio deseguridad le franqueara el acceso.

Poco a poco, las puertas de hierro se abrieron. Unhombre ya anciano, de frac, lo recibió con gesto adusto.

—Buenos días, Anton —le saludó Nick.—Su hermano lo espera, señor De Vere. —Antón

hablaba un inglés pomposo y gutural. Observó losvaqueros deshilachados y la chaqueta de piel descoloridade Nick con aire de desaprobación y añadió—: Sígame.

Nick cruzó el vestíbulo detrás de Anton y lo siguió porlos enormes pasillos abovedados y una serie de largospasadizos de piedra decorados con cuadros de losmejores maestros clásicos hasta que llegaron a dosgrandes puertas de acero.

Se detuvo ante un segundo escáner dereconocimiento de rostro por ordenador. Segundosdespués, las puertas de acero se abrieron y dejaron a lavista otras de caoba de tres metros de altura.

Page 298: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Dos agentes de las fuerzas especiales de Guberaparecieron repentinamente.

—Conozco el procedimiento —murmuró Nick,despojándose de su bolsa de mano y de la cámara, yesperó mientras los hombres de Guber pasaban losobjetos por un escáner de alta tecnología y se losdevolvían.

A continuación, Anton abrió las puertas que dabanpaso al enorme vestíbulo de la residencia del presidenteeuropeo.

Laurent Chastenay, un hombre alto y de hablarrefinado que era el jefe de protocolo de Adrian, se acercóa Nick. Llevaba en la mano un delgado ordenadorportátil.

—Sígame, por favor, señor De Vere —le dijo con vozaguda—. Su hermano lo espera en el salón.

Chastenay consultó el reloj y tomó otro pasillo. Doblóa la izquierda, abrió otra puerta e hizo un ademán a Nick,invitándolo a entrar en una estancia espléndida.

Nick admiró los riquísimos tapices que vestían lasparedes de la cámara, elaborados con lana de la Picardía,seda italiana e hilo de plata, las alfombras pardas deAubusson y de Savonnerie. Admiró también los sofásChesterfield y contempló el enorme lienzo del artistaicónico, Francis Bacon, con una sonrisa. Aquella absolutayuxtaposición de estilos era típica de Adrian.

En su última visita, el salón estaba siendo reformadoa fin de prepararlo para la toma de posesión de Adrian.Ahora se veía magnífico. Un reflejo del estilo impecable

Page 299: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de Adrian.El presidente estaba de pie entre los enormes

portalones abiertos de madera de cerezo, con las manosdetrás de la espalda, contemplando la espléndida vistadel otro lado de la bahía y el mar abierto. Sobre laabadía, unos helicópteros artillados volaban en círculos.

—Señor presidente, tengo el gusto de anunciarle a suhermano, el señor Nicholas De Vere.

—Oh, gracias, Laurent. —Adrian se volvió yChastenay hizo una reverencia.

—Le recuerdo que su conferencia con el primerministro ruso empieza dentro de quince minutos, señorpresidente. —Chastenay hizo otra reverencia y abandonóel salón.

—Nicky —dijo Adrian, sonriendo de placer mientrasseñalaba la bahía—. Es la maravilla de Occidente —murmuró—. « », decíaVictor Hugo. Las mareas se mueven con la rapidez de uncaballo al galope. —Se volvió hacia Nick y añadió—: Unmetro por segundo, las mareas más peligrosas delmundo. En profundidad y en velocidad.

Nick estudió a Adrian. Estaba inmaculado comosiempre. De hecho, parecía el epítome de una realezamoderna. Desde sus zapatos de piel de avestruz hechos amedida, de Oliver Sweeney, hasta su trajeescandalosamente caro de Alexander Amosu, tejido conhilo de oro y pasmina del Himalaya y con sus botones deoro de dieciocho quilates y pavé de diamantes.

La debilidad de Adrian por los trajes de diseño y el

Page 300: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

arte moderno eran sus únicas concesiones al capricho ensu régimen de vida, espartano por lo general. Mientrasque Nick había sido el típico chico rico manirroto, Adrianhabía acumulado su capital desde que era joven,tendencia que había ido acentuándose con el paso de losaños.

Nick lo atribuía a la rigurosa formación de Adrian enanálisis económico, su licenciatura ( ) enfilosofía, política y economía en Oxford, los dos años enPrinceton y el año de especialización en estudios árabesen Georgetown, antes de ponerse al frente de la direcciónde Gestión de Activos De Vere durante cuatro años.

Nick frunció el entrecejo. Las revelaciones deLawrence acerca de su familia todavía le resonaban en losoídos. La pasión de Adrian era la política, pero susmáximas aptitudes, aquello en lo que demostraba sugenialidad, era la economía.

Adrian había accedido al cargo de canciller delExchequer, o ministro de Hacienda británico, dos añosdespués de la crisis de 2008 y había cambiadoradicalmente la economía británica. Después, habíacumplido dos mandatos como primer ministro. Hasta sullegada al cargo de presidente europeo, Adrian no teníayate, ni mansión señorial, ni finca al lado del mar, nicolección de coches clásicos. Había vivido con Melissa enDowning Street y tenía como segunda vivienda una casaadosada funcional en Oxford.

En lugar de llevar una vida de manifiesto lujo, habíadonado millones al hospicio Marie Curie, a

Page 301: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

organizaciones caritativas que trabajaban con la infanciadel Sudeste Asiático, a las universidades de Georgetowny Oxford, al museo Memorial del Holocausto de EstadosUnidos y a la restauración de los frescos de Miguel Ángelen la capilla Paulina del Vaticano.

Adrian se acercó a Nick, se detuvo a un paso de él ylo inspeccionó de arriba abajo. Vestía vaqueros ycamiseta, como siempre. Chaqueta de cuero, una bolsa,el pelo blanqueado, la sempiterna cámara... Seguíasiendo el joven atractivo de siempre, la celebridadpública, aunque el sida había tenido un efecto devastadorsobre él. De hecho, lo veía mejorado respecto a mesesantes.

—Me alegro de verte, Nicky —le dijo.Nick sonrió y se miró los Levi’s deshilachados.—Creo que a tu mayordomo le desagrada mi

atuendo.—Decían que el tratamiento con antirretrovirales había

dejado de hacer efecto, pero tienes buen aspecto, Nicky.Has engordado.

Nick titubeó. Incómodo, se volvió y contempló lostres cuadros colgados detrás del escritorio. Era la primeravez en la vida que tomaba la decisión deliberada de noconfiar en su hermano.

—¿Nuevos? —preguntó, cambiando de tema.—Me permití el capricho por mi cuarenta aniversario.

Son autorretratos de Warhol.—No son lo que se dice bonitos, precisamente...—Me choca oír eso en boca de alguien que tiene

Page 302: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

colgado el de Edvard Munch en un lugar dehonor de su ático —replicó Adrian con una sonrisa.

—Eso es sarcasmo, Adrian. Y, por cierto, es una copianumerada. —Nick le devolvió la sonrisa—. Esconde unacaja de caudales.

Adrian miró de nuevo los Warhol y soltó una risilla:—Jason dice que son una monstruosidad. Por

supuesto, lo que él ignora del arte llenaría el Louvre. Yson una inversión increíble —añadió, contemplando denuevo los cuadros—. Tienen un valor de cuarentamillones de dólares.

Se acercó al mueble bar y sacó del frigorífico unabotella de sidra casi helada.

—Y todo irá a obras de caridad para niños de lospaíses en desarrollo cuando yo muera. Me tranquiliza laconciencia. ¿Sidra? Es de la zona, excelente...

—No. —Nick movió la cabeza—. Agua, por favor.Estoy desintoxicándome. Por cierto, feliz cumpleaños...

—Gracias, hermanito. Es una pena que no puedasquedarte. Debería haberte avisado: celebramos unencuentro de dignatarios y funcionarios gubernamentalesprocedentes de los cinco continentes. Un encuentro muyreservado. Preparativos para el Acuerdo Ishtar. Todoquedará cerrado dentro de menos de tres semanas, si nohay tropiezos... —murmuró distraídamente. Llenó unvaso de agua mineral y se lo dio. A continuación, volvióal escritorio y empezó a revolver entre un puñado depapeles—. Has dicho que era urgente. ¿Necesitas dinero?—preguntó, levantando la cabeza.

Page 303: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—No, Adrian, tengo suficiente. Los jordanos mepagaron una fortuna. Vuelvo a ser independienteeconómicamente.

—Entonces, ¿qué es, Nicky? Decías que eraimportante.

Nick se acercó a la ventana.—Verás, Adrian, tiene que ver con papá... Con su

muerte.Adrian lo miró, perplejo.—Papá murió hace cuatro años. Escucha, no quiero

que me tomes por insensible, pero ¿esto no podríaesperar?

—Mira, Adrian, iré al grano. Lawrence St Cartier creeque a papá lo mató... —Nick titubeó—... un grupo deelitistas. Globalistas. Una camarilla extremadamentepoderosa. Y tú podrías estar en peligro.

—Lo mataron... —Adrian levantó la vista de lospapeles y arrugó la frente—. ¿Lo asesinaron, entonces?

Miró a Nick con incredulidad, sacudió la cabeza yañadió:

—¡Es ridículo! Tuvo un ataque al corazón. Hubo unaautopsia. El viejo profesor ha estado metiéndote en lacabeza sus teorías conspiratorias. Papá solía despotricarde él sin piedad, a sus espaldas.

—Sí, sé que pareció una muerte natural, Adrian,pero...

—Oye, Nicky, te agradezco la preocupación por mí...—Condujo a Nick hasta los ventanales y señaló un barcoque surcaba a lo lejos las aguas del canal—. ¿Ves ese

Page 304: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

barco? Es uno de los ocho navíos de la flota de la OTANque patrullan la bahía día y noche, apoyados por lavigilancia aérea permanente, cuatro helicópteros, cuatrocazabombarderos, decenas de embarcaciones menores ylanchas, 121 puertas magnéticas, 60 máquinas de rayosX, 132 detectores de metales, 18 detectores deexplosivos, 196 cámaras guiadas por control remoto y 62sistemas de seguimiento de vehículos. Guber dirige elsistema C41 de comunicaciones digitales por radio y lossistemas de tecnología de la información queproporcionan imágenes, sonido y datos a 36comandantes de seguridad en todo momento. Y todo ellopara proteger al presidente...

Se detuvo sin terminar la frase al reconocer la firmade James De Vere en el papel que Nick tenía en la mano.

—¿Qué es esto, Nick?—Es una carta de papá a St Cartier y un documento

que le adjuntó. Mandados el día antes de que muriera. Eldocumento adjunto —explicó— prueba que las agujasque usé esa noche en Ámsterdam fueron contaminadascon el virus del sida deliberadamente. Observa: el pedidohecho al centro militar de armas biológicas de FortDetrick. Cantidades pagadas a unos delincuentes de bajaestofa en Ámsterdam.

Adrian cogió la carta y leyó. Dio la vuelta al papel yfrunció el entrecejo.

Nick señaló una parte del documento.—«Virus vivo entregado el 4 de abril de 2017.

Inyectado a las 00.07.» Es el recibo firmado de mi

Page 305: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ejecución. Me inocularon el sida.—¿Quién, Nicky? —Adrian cerró los dedos en torno al

papel—. Piénsalo. ¿Quién querría contagiarte el sida? —Durante una fracción de segundo, Adrian casi perdió lacordialidad—. Perdóname, hermanito, pero esto no esmás que una vulgar falsificación. Para ser franco contigo,aunque me tomes por desconsiderado, debo decirte quetú resultas inofensivo. Nadie se tomaría la molestia deeliminarte. Ya conoces a St Cartier. Ex agente de la CIA,sacerdote jesuita... Además, tiene más de ochenta años.Cuando dejan la agencia, les cuesta distinguir entrefantasía y realidad. Debe de estar en la primera fase de lademencia senil. Usar el nombre de papá para que le décredibilidad... —Adrian sacudió la cabeza—. El viejo estáperdiendo la chaveta.

En el escritorio, al otro extremo de la estancia, sonó elintercomunicador. Adrian decidió no hacer caso.

Nick buscó el sobre que llevaba en el bolsillo y lafotografía de Julius De Vere, Lorcan de Molay y los otrostres hombres le resbaló de los dedos y cayó sobre laalfombra de Aubusson.

Adrian se agachó y recogió con cuidado la fotografía.—¿Reconoces a alguien? —le preguntó Nick.—No. Excepto al abuelo y a Chessler, el padrino de

Jason. No —repitió en voz baja—. No había visto aninguno de ellos en mi vida.

—En el revés de la foto hay un nombre de mujer...Despacio, Adrian dio la vuelta a la fotografía.—Es la letra de papá —señaló Nick.

Page 306: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Adrian estudió el nombre, pálido.—Aveline —murmuró y movió la cabeza lentamente

—. Un nombre de mujer. Es la caligrafía de papá, no hayduda. Pero no tengo la menor idea de qué significa,Nicholas. —Lo miró con extrañeza y le preguntó dónde lahabía encontrado.

—En unas cajas antiguas en casa de mamá —mintióNick. De inmediato, le remordió la conciencia, pero seencontraba en unas circunstancias excepcionales.Observó detenidamente a su hermano. Adrian no lollamaba nunca Nicholas, a menos que estuviera irritado.Era ahora o nunca. Tenía que insistir hasta dondepudiera.

—Dime una cosa, Adrian. ¿Es verdad que somos tanricos? —Dejó el vaso en una cómoda, se acercó a suhermano y le cogió la foto de las manos—.Inmoderadamente ricos, me refiero.

—Ya conoces nuestra fortuna, Nicky. —Adrianentrecerró los ojos.

Nick dijo que no con la cabeza.—No. Me parece que no. ¿A cuánto asciende?Adrian acarició el borde de su vaso de sidra.—Unos quinientos mil millones de dólares, a valor de

hoy. La mitad de nuestra fortuna se volatilizó en la crisisbancaria de 2018. ¿A qué viene esto? —inquirió y dirigióuna penetrante mirada a su hermano—. Tú ya conocestodo esto perfectamente.

Nick hizo una pausa y luego decidió dejarse decautelas.

Page 307: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¿Y esa suma tiene en cuenta que poseemos más delcuarenta por ciento del mercado mundial de metalespreciosos, que tenemos el monopolio efectivo de laindustria de los diamantes y que somos dueños de unaparticipación mayoritaria desconocida en el petróleoruso?

Adrian miró fijamente a Nick, más inescrutable quenunca.

El intercomunicador insistió en su zumbido. Adrianhizo un gesto con la mano a Nick para pedirle queesperase y cruzó la estancia hasta el escritorio. Con unaimpaciencia impropia de él, pulsó el botón.

—¿Qué sucede?—Su videoconferencia de las dos, señor presidente.

Los primeros ministros ruso e iraní esperan, señor.Laurent Chastenay apareció en la puerta. Adrian

consultó el reloj y suspiró.—Pásamelos.Pulsó el botón de silencio y se volvió hacia Nick, que

esperaba en el otro extremo de la sala. Estudió porsegunda vez el documento que tenía en la mano, lodobló y lo guardó en el bolsillo.

—¿Has hablado de esto con Jason?—Ya lo conoces —respondió Nick con un

encogimiento de hombros—. Hace años que no medevuelve las llamadas.

—Toma un poco el aire, Nicky. —Adrian indicó laspuertas de la terraza—. Dame treinta minutos.

El intercomunicador empezó a zumbar de nuevo.

Page 308: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Adrian pulsó el botón. Acto seguido, hizo lo mismo conun mando a distancia y doce enormes pantallas detelevisión descendieron del techo y cubrieron la pared delfondo. Mientras tanto, del suelo ascendían dos filas deordenadores de última tecnología y unos sillones decuero.

De inmediato entró el jefe de la Agencia Internacionalde Seguridad, seguido del secretario europeo de Defensa.

Adrian se instaló en uno de los sillones de piel hechosa medida.

Nick cruzó las puertas de madera de cerezo en elinstante en que la cara del primer ministro iraní sematerializaba en las enormes pantallas.

Salió a la enorme terraza que rodeaba la abadía ycontempló la llana extensión gris del océano; luego, sedirigió lentamente hacia el ala norte. Sacó las gafas desol del bolsillo de la chaqueta, se las puso y observó elclaustro situado unos veinte metros más abajo, donde lapolicía militar estaba desplegada por todas partes exceptoen el cuadrado central de cuidado césped del patio quecerraban los arcos del claustro.

Plantado en el centro del patio, distinguió a unhombre alto y delgado de facciones severas y cabellosmal teñidos de negro azabache, vestido con un trajenegro que no le quedaba bien. Nick habría reconocidoaquel corte de pelo en cualquier parte.

Era Kurt Guber.Guber detestaba profundamente a Nick y éste sabía

que aquella animadversión era bastante razonable.

Page 309: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Hacía cuatro años, con veinticuatro, la principalocupación del joven, rico y guapo playboy Nick De Verehabía sido despilfarrar la primera parte de su opulentofondo fiduciario en los clubes privados más exclusivos,de Londres a Montecarlo. Por desgracia para él, Nick nosólo era un De Vere, sino además el hermano menor deAdrian, y sus excentricidades habían salpicado laspáginas de chismorreo de los periódicos del Reino Unidoen artículos y columnas de los infatigables comentaristassobre figuras públicas.

Tales excentricidades no habían tardado en resultarperjudiciales para la rápida carrera política de Adrian y lehabía correspondido a Guber, como jefe de seguridad deéste, limpiar la basura de Nick. Durante meses, Guberhabía mantenido a raya a los salvajes paparazzilondinenses, había enterrado la adicción a la cocaína deNick bajo una capa de mentiras y de falsos testimonios yhabía rescatado lo poco que quedaba de la reputación delmuchacho. Todo ello en interés de la futura y brillantecarrera de Adrian como presidente de la Unión Europea.

Guber despreciaba a Nick casi tanto como Nick lodespreciaba a él y a sus matones.

El hombre llevaba muchos años con Adrian, primerocomo jefe de seguridad en Downing Street y ahora comodirector de operaciones del Servicio Especial de la UniónEuropea, y era especialista en armas exóticas.

El abuelo de Guber había sido responsable de uno delos programas de armas secretas más avanzado delrégimen nazi. ¿Quién sabía lo que andaría tramando el

Page 310: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

nieto en su extensa ciudad subterránea, situadadirectamente debajo del Mont St. Michel?

Nick observó ociosamente a Guber. Debía de habersalido a respirar un poco de aire fresco. Estaba muypálido de pasar demasiado tiempo en el búnker. Nickesbozó una sonrisa.

El hombre cruzó el patio del claustro, levantó la vistacasualmente hacia los balcones y su expresión seendureció cuando reconoció a Nick. Éste agitó la manoen un deliberado gesto de saludo.

Guber continuó caminando, enfrascado en suconversación con un segundo hombre, cuyo rostroquedaba enmascarado por la cabeza de su interlocutor.

Nick continuó contemplando el Atlántico ociosamente;luego, volvió de nuevo la vista a Guber, pero éste habíadesaparecido y en el patio sólo quedaba su acompañante,que contemplaba el palacio con la cabeza vuelta hacia loalto.

Nick observó al hombre y volvió a mirarlo para estarseguro. Con mano temblorosa, buscó en el bolsillo ysacó la fotografía de Julius y sus cuatro acompañantes.Después, miró a Adrian a través de las cristaleras. Suhermano seguía sentado en su escritorio, concentrado ensu conversación. Nick se desplazó rápidamente hacia lagran escalera cubierta con arcos, bajó un tramo a todaprisa y luego otro, hasta que se encontró en un balcónapenas tres metros por encima de donde estaba elindividuo.

Sacó la fotografía otra vez.

Page 311: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

No había confusión posible. El hombre tenía unafrente alta y abovedada, el pelo plateado cortadometiculosamente a un centímetro del cuero cabelludo y lanariz aguileña, pero eran los ojos, tan claros que casiparecían incoloros...

El hombre que estaba debajo de él era el mismo queaparecía a la izquierda de Julius De Vere en la foto quetenía en la mano. Y estaba relacionado con Guber.

Tenía que contárselo a Adrian inmediatamente.Cuando Guber reapareció y se dirigió de nuevo hacia

Von Slagel, quien estaba contemplando el helipuerto,Nick se puso tenso.

—¿Van bien los preparativos? —preguntó.Guber asintió.—Todo el personal habitual ha sido retirado, Su

Excelencia. A las seis de la tarde, en el recinto sóloquedará nuestro ejército privado.

—Las órdenes de mi Amo deben cumplirse al pie dela letra —dijo Von Slagel. Guber asintió de nuevo.

—Desde las cuatro, el espacio aéreo quedará cerradoy vigilado. Los Halcones aterrizarán a las ocho y el Águilalo hará a las ocho y veinte en punto. La entrega del Arcaa De Vere se producirá a las nueve.

Nick enfocó su cámara digital directamente al rostrode Von Slagel.

—Las órdenes de Su Excelencia han de cumplirse alpie de la letra. Como siempre. ¿Está preparado elalojamiento?

—El ala Oeste está enteramente a su disposición. No

Page 312: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

le faltará nada.—En mi conversación de anoche con De Vere

aclaramos los detalles que faltaban —dijo Von Slagel conuna sonrisa.

Nick soltó una exclamación ahogada, incrédulo ante loque estaba escuchando. Así pues, Adrian sí conocía alhombre de rostro de halcón y pelo blanco. Le habíamentido acerca de la fotografía. No sólo lo había vistoalguna vez, sino que lo conocía y había hablado con él. Elcorazón le dio un vuelco. Levantó la cámara, miró por elvisor y pulsó el disparador.

Von Slagel levantó la vista, lo miró directamente a lacara y torció el gesto. Guber siguió su mirada.

—¿Se ha perdido, señor De Vere? —Guber observócon irritación la cámara que Nick tenía en la mano.

—Una vista espléndida, ¿no le parece, Guber? —Nickle dirigió una sonrisa forzada.

Guber frunció el entrecejo, pero decidió no responder.—Necesita usted tomar un poco más el sol, ¿sabe? —

añadió Nick desde lo alto, con el corazón acelerado—. Selo ve un poco descolorido. Ya sabe lo que dicen, tantotrabajar sin descanso hace que pierdas la razón.

Nick volvió sobre sus pasos y ascendió de nuevo elprimer tramo de escaleras con un temblor en las manos.

Von Slagel se volvió hacia Guber, que tenía unaexpresión ceñuda.

—¿Qué hace aquí De Vere? No quiero ningunainterferencia antes de que se completen nuestros planes.

—Es una decisión de última hora. No estaba en el

Page 313: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

programa. Nicholas De Vere es un parásito de bajaestofa, absolutamente inofensivo.

—Líbrate de él —murmuró Von Slagel—. Que salgadel recinto. Inmediatamente.

Cojeando, Kester von Slagel cruzó el patio endirección a los arcos y desapareció.

Nick se detuvo delante de las puertas de madera decerezo. Con las manos aún temblorosas, volvió a guardarel sobre marrón en la bolsa y entró de nuevo en el salón.

Adrian todavía estaba enfrascado en la conversacióncon el primer ministro iraní. Nick miró alrededor y sedirigió al cuarto de baño. De camino, cogió un papel decarta con el membrete del Mont St. Michel.

Se encerró en el baño, a salvo de la mirada de lascámaras de vigilancia.

De pronto, se volvió en redondo con un escalofrío.Tuvo la certeza de que allí había alguien con él. Nervioso,miró por todas partes. No había nadie. Dudó un instante,mientras una extraña euforia desmedida inundaba sussentidos, y entonces supo de qué se trataba. Era lamisma presencia que había notado en la cripta inferiordel monasterio.

Nick sonrió. Alguien velaba por él.Todavía con un temblor en los dedos, sacó del sobre

marrón la fotografía de Julius, Von Slagel y De Molay y lacambió por el papel de carta en blanco. Echó una nuevamirada a la foto y la guardó en la bolsa.

Se lavó las manos y luego titubeó, resistiéndose asalir y separarse de aquella presencia misteriosa.

Page 314: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Finalmente, movió la cabeza y volvió al salón en elpreciso instante en que las pantallas de televisióndesaparecían en el techo.

Adrian pulsó el mando a distancia, sonrió a Nick y sepuso en pie con aire cansado.

—Lo siento, hermanito, mal día para visitas sociales.—Su voz se alzó por encima del aullido ensordecedor delas turbinas de un helicóptero—. Ahí llega mi cita para elalmuerzo, el secretario británico de Exteriores. —Posó lamano en el hombro de Nick y le dijo—: Mira, déjame lafotografía. Haré algunas averiguaciones discretas.

—¿Estás seguro de que no has conocido nunca aninguno de esos hombres? —Nick estudió atentamente laexpresión de Adrian.

—¿Que si he...? ¡Ah, la fotografía...! No. Jamás en lavida. —Alargó la mano—. Se la daré a Guber para que lapase a los agentes de Interpol del Núcleo.

Nick le entregó el sobre con la hoja de papel enblanco. Adrian lo guardó en el bolsillo interior de lachaqueta.

—¿Sabes una cosa, Adrian? —dijo Nick, bajando lavoz—. Creo que has dado en el clavo. Me parece queLawrence está senil. Cuando estuve con él percibí undeterioro... —Esbozó una falsa sonrisa y añadió—: Quizáfabricó la carta de papá y los documentos.

Adrian se relajó y le pasó el brazo por los hombros.—Necesita una valoración psiquiátrica —comentó—.

Aquí tenemos servicios que pueden ayudarlo.Nick asintió.

Page 315: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Hablaré con mamá este fin de semana para que seocupe de que le hagan un examen —dijo. Luego,extendió la mano—. Me gustaría que me devolvieras eldocumento. Para evitar cualquier confusión.

—Demasiado tarde, Nick. Estabas tan preocupado queya lo he mandado a la Interpol. He pensado que eso tetranquilizaría.

Nick se puso tenso.—Mira —añadió Adrian al verlo—. No pasa nada.

Llamaré y les diré que es un fraude.—Sí, hazlo —dijo Nick.Chastenay apareció en la puerta y Nick se encaminó

hacia él. Antes de llegar, se volvió.—Ah, una cosa más. ¿Podrías conseguirme las

cuentas de gestión de De Vere Continuation HoldingsAG? Y la última auditoría.

—¿Para qué, Nick? —Adrian frunció el entrecejo—.No habías mostrado nunca el menor interés por lasfinanzas.

—Pues ahora, sí. Papá siempre decía que debíaasumir mi responsabilidad personal. Nunca es demasiadotarde.

Adrian le dirigió una mirada extrañada. Elintercomunicador volvió a zumbar y Adrian pulsó elbotón.

—Ha llegado el secretario de Exteriores británico,señor presidente

—Está bien, Adrian —asintió Nick con una sonrisa yse despidió. Dos hombres de seguridad que lucían el

Page 316: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

uniforme azul claro de las fuerzas de elite delsuperestado europeo hicieron acto de presencia y sedirigieron hacia Nick—. Ahórrame los guardaespaldas,¿quieres? —añadió con una sonrisa forzada—. Buscaré lasalida por mi cuenta.

Adrian se volvió a Chastenay y los hombres deseguridad.

—Dejad paso libre a mi hermano hasta la puerta. ElAston Martin rojo.

Antes de salir, Nick se volvió y añadiótemerariamente:

—Por cierto, Adrian... ¿Has oído hablar alguna vez delFondo Internacional de Seguridad?

Adrian lanzó una mirada sombría a su hermano, queya se escabullía rápidamente, y pulsó el mando adistancia.

Nick se alejó a toda prisa por los pasadizos, doblóbruscamente a la izquierda antes de llegar al vestíbulopara evitar a Anton y salió a los huertos por unaportezuela de servicio. «Idiota», murmuró para sí,sabiendo que se había pasado, y continuó caminando abuen paso en dirección a la vieja cocina, situada junto alos establos.

Cuando llegó al fregadero, se asomó a la ventana yluego, rodeando la dependencia, accedió a la puertatrasera, que estaba abierta.

—Beatrice —susurró.Una mujer robusta, sonrosada y con los cabellos

grises recogidos en unas trenzas, contempló a Nick con

Page 317: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

unos brillantes ojillos como cabezas de alfiler.—¡Vaya! ¡Señorito Nicholas! —exclamó. Se secó las

manos en el delantal, luego lo ciñó por la cintura con unode sus brazos rollizos y lo contempló con placer,mientras se componía las rebeldes trenzas canosas conlos dedos regordetes.

Nick le puso el dedo índice sobre sus finos labios.—No debería estar aquí. Que sea un pequeño secreto

entre nosotros.Beatrice soltó una risilla y asintió enérgicamente.—Estoy cociendo pan dulce con especias de Navidad

para usted. —Se acercó al horno arrastrando los pies ysacó los panes trenzados.

—Beatrice... —dijo Nick. La mujer asintióvehementemente—. ¿Pierre está aquí todavía?

—Él y yo somos los últimos en marcharnos, como decostumbre.

—¿Y la puerta principal?—Nuestra gente se marchó a la una. Las fuerzas

especiales se encargan del turno —dijo Beatrice,enfurruñada.

—Bien, el coche ya tiene autorización para cruzar lapuerta. Pierre tiene las llaves. Dígale que cierre la capotay que agache la cabeza. Cuando haya pasado la puerta,que aparque en el viejo cobertizo del embarcadero. Seránuestro pequeño secreto ante Guber, ¿entendido?

Beatrice asintió.—¿Qué sucede esta noche, Beatrice?—Asunto reservado. El procedimiento normal.

Page 318: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Proveedores privados, el ejército privado de Guber... Susbatallones se encargan —dijo la mujer con expresión deenfado—. Es muy distinto de cuando estaba su padre,señorito —añadió, pero no volvió a abrir la boca.

Nick miró por la ventana, inquieto, en busca de algúnindicio de la presencia del Servicio Secreto Europeo.

—Necesito un sobre —dijo. Beatrice se acercó a unaantigua cómoda de caoba y, abriendo un cajón, sacó unode un montón de sobres de lino con el membrete delMont St. Michel en el revés.

Con nerviosismo, Nick sacó de su bolsa la fotografíade De Vere y de De Molay y la guardó a toda prisa en elsobre.

—Papel.Beatrice le pasó otro papel de correspondencia con el

membrete de la abadía. Nick escribió apresuradamente:

Querida Jules:Papá descubrió algo. Algo importante. Y lo

mataron por ello. A mí me inocularon el sida apropósito, Jules. Creo que saben que los hedescubierto. Es un grupo de la elite del poder. Estoyhaciendo algunas investigaciones por mi cuenta. Enel caso de que no consiga salir de aquí, tienes quehacerle llegar esto a Jason. Es el único en quienconfío.

El sonido de voces se acercó.—Señorito Nick, dese prisa.

Page 319: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Nick continuó escribiendo a toda velocidad.

Dile a Lily que lo lamentaré siempre. Sé la luz que meguía, hermanita.

Siempre tuyo, NickyP.D. No estoy seguro de si Adrian...

El sonido de las voces estaba ya en la puerta.Nick cerró el sobre apresuradamente, le dio la vuelta y

escribió el nombre de Julia y su dirección en NewChelsea en el preciso momento en que hacía su entradaun joven bajo y sonrojado.

Beatrice suspiró con alivio.—No sucede nada. Es Jacques, el mozo.—¿A qué hora pasa el furgón de correos?—La recogida de la casa principal ha sido a las diez. El

correo del personal se recoge a las dos y media en losestablos, señorito Nick. —Beatrice miró el reloj depéndulo de la cocina y añadió—: Faltan diez minutos.

Nick puso la carta en la palma de la mano de Beatricey cerró sus dedos rollizos y encallecidos del trabajo sobreel papel. La miró a los ojos y se dirigió a ella como sifuera una niña:

—Beatrice, esto es muy importante. Deje la carta en elcorreo antes de cruzar la puerta principal. Es preciso quela deje en el buzón antes de marcharse. Necesito que lohaga por mí. Por mi padre.

Beatrice asintió, muy seria.—Se lo prometo, señorito Nick.

Page 320: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Nick estampó un gran beso en las mejillas mofletudasde Beatrice.

—¿La suite del ala Este está desocupada?—Sí. Esta noche no se aloja nadie allí.Nick buscó en el bolsillo y sacó un frasquito de

plástico del que extrajo dos píldoras blancas, queengulló.

Apoyó la cabeza en la gran mesa de roble de la cocinacon un paroxismo de toses provocadas y ficticias. Desdesu extraño encuentro en el monasterio de Alejandría sehabía sentido perfectamente; a decir verdad, estaba enplena forma. Sin embargo, tuvo la certeza de que aquelmelodrama premeditado que estaba representando lesería perdonado. Era fundamental para su plan.

—Beatrice... —tomó la mano del ama de llaves—,usted sabe que he estado enfermo...

Ella asintió enérgicamente.—No estoy en condiciones de pasar las meticulosas

medidas de seguridad de Guber.Beatrice lo miró, muy seria.—¿Qué puedo hacer, señorito?Nick levantó la vista entre los accesos de tos.—Lléveme al ala Este. Un secretillo entre los dos.

Guber no debe saber que estoy aquí.—Ese engreído... —Beatrice frunció el entrecejo con

una expresión de rencor.—¿Está completamente segura de que está

desocupada, Beatrice? —insistió Nick—. Tenía entendidoque se espera la llegada de varios jefes de Estado.

Page 321: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Anoche, algún príncipe heredero de alto rango llegóhacia medianoche. Se emitió una orden presidencial.Cuando se encuentre en su residencia, nadie más debeocupar la casa principal. Todos los visitantes debenmarcharse inmediatamente después de la cena. Esepríncipe real está en el ala Oeste. Los hombres de Guberse ocupan de todo, allí. —La mujer se acercó a un rincónde la cocina y cogió una tarjeta con el sello de oro deMont St. Michel estampado—. Pero el ala Este estarádesierta hasta el fin de semana —declaró.

Se apartó de los ojos un mechón de pelo canoso,introdujo la tarjeta en el escáner y marcó el código deseguridad. El aparato emitió una luz verde.

—A las tres en punto, todos los pases de seguridaddel personal quedan anulados.

—Necesito que se desactive el sistema de vigilanciadel ala Este —dijo Nick—. Guber no debe enterarse deque estoy aquí.

—Eso no puedo hacerlo. —Beatrice levantó la vista aNick—. No sé cómo.

—Pero yo, sí.Los dos se volvieron y descubrieron a Pierre

observándolos desde la puerta del fregadero.Pierre conocía a Nicholas De Vere desde que Nick era

un crío de tres años de carita dulce y lo quería desdesiempre. Pierre tomó la tarjeta de Beatrice, la pasó otravez por el escáner y marcó el número 666. Una luzpúrpura apareció encima de la verde.

—El código de seguridad de hoy —dijo Pierre en un

Page 322: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

susurro—. Las cámaras de vigilancia de toda el ala Estehan sido desactivadas. Es usted invisible para el Núcleo, amenos que falle la electricidad. —Entregó la tarjeta a Nick—. Así pues, está usted solo... —murmuró. Hizo la señalde la cruz y añadió—: Que Dios lo proteja, Nicholas DeVere.

Desaparecido ahora cualquier rastro de palidez yenfermedad, Nick abrió los postigos y echó una miradadesde las ventanas de la buhardilla del ala Este. Desde suatalaya, tenía una vista de pájaro desde el establo hastala puerta principal. Bajó la vista a la cocina en elmomento en que Beatrice salía por la puerta delfregadero, se acercaba a la entrada de los establos ymetía la carta en el buzón de correo del personal de MontSt. Michel. La mujer montó en su bicicleta y pedaleó endirección a la puerta principal. Unos minutos después, elAston Martin aceleraba por la sinuosa carretera de laabadía, con la capota bajada.

Nick observó cómo Pierre cruzaba la puerta principal yseguía el camino en dirección al embarcadero.

Deambuló por la habitación durante unos instantes yvolvió a la ventana cuando un desvencijado furgón decorreos francés se detuvo a las puertas del establo.

Un hombre de uniforme colocó la saca de correos enla parte trasera del furgón, que luego continuó la marchay salió por la puerta principal y se encaminó a Pontorson.

Nick suspiró, aliviado. La fotografía estaba a salvo,camino de Inglaterra y de las manos de Julia. Descendióla escalera de caracol, cruzó los baños principales con sus

Page 323: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

piscinas y jacuzzis, pasó por el suntuoso dormitorioprincipal, llegó al salón y comprobó que las puertas de lasuite del ala Este estaban bien cerradas.

Y esperó.Algo le decía que estaba en peligro. En grave peligro.Y supo que aquella noche descubriría por qué.

Page 324: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

21

Cabos sueltos

Jotapa se sentó en el mullido sofá de piel del salóndel avión Gulfstream de la Casa Real, mirando fijamenteal frente. La única señal del nerviosismo que sentía era lafrecuencia con que consultaba el reloj. Miró a Jibril, quese entretenía con juegos de consola en el centro decomunicaciones del avión.

Él levantó los ojos de la pantalla y la miró. Jibril seestaba comportando de una manera racional ante laperspectiva del destierro. Estaba tranquilo, como lohabría estado su padre. Los ojos de Jotapa destellaron deira. Jibril sacudió la cabeza y se llevó el índice a loslabios. Ella suspiró.

—Faisal.Jotapa sabía que su padre había hecho cuanto había

podido para ser ecuánime en el afecto que profesaba asus hijos, pero las deficiencias de carácter de Faisal nopodían pasarse fácilmente por alto.

Cuando tenía poco más de veinte años, y paraconsternación de su padre, Faisal se había desmadradodurante meses seguidos con los príncipes saudíes másjóvenes, viajando con ellos en sus lujosos Boeings. Supadre había recibido informes constantes de las visitas aclubes, las orgías, las drogas, igual que los había recibido

Page 325: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

el padre de Nick. La expresión de Jotapa se suavizó.Pero, a diferencia de Nick, Faisal era astuto y

despiadado. Y corto de luces. Y, con el tiempo, el noble yanciano rey llegó a despreciar a su primogénito. Jotapahabía nacido cuando Faisal tenía once años y luego, sieteaños después, había llegado Jibril. Faisal, con dieciochoaños, había detestado a aquel bebé alegre y tranquilo, laniña de los ojos de los últimos años de vida del rey deJordania.

Jotapa estudió a Jibril, que se había concentrado en eljuego. Se parecía mucho a su padre. Un rostro anguloso,bien afeitado, con un abundante cabello negro y unospenetrantes ojos oscuros. Sólo tenía dieciséis años, perosu sabiduría iba más allá que la de un adulto. Y muchomás allá que la de su hermano mayor.

—Alteza —le dijo un sobrecargo—. Nos estamospreparando para el descenso.

Jotapa miró por la ventanilla del Gulfstream. Miles depies más abajo estaban las pistas de aterrizaje delaeropuerto internacional Rey Fahd, situado quincekilómetros al noroeste de Damman, que empezaban aasomar entre las neblinas matinales.

Jotapa volvió a mirar a Jibril, todavía absorto en eljuego. Luego se miró los vaqueros, una prenda prohibidaen la Casa Real de los príncipes saudíes. Cerró los ojos,intentando ahuyentar los terribles presagios de queestaban a punto de arrebatarle para siempre el siglo XXIy lo que para ella era seguro y familiar.

Y el terrible presagio de que Jotapa, princesa de la

Page 326: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Casa Real de Jordania, estaba a punto de dejar de existir.

Adrian y el secretario de Asuntos Exteriores británicosreposaban en el invernadero de naranjos, caldeados porel balsámico sol del invierno. Dos mayordomosrecogieron la vajilla del almuerzo mientras un terceroservía té Earl Grey en unas tazas de porcelana con lasiniciales de Adrian. Guber y Chastenay estabanenfrascados en una intensa conversación a la entrada delinvernadero.

—¿Sigo sin convencerte de que reconsideres tupostura y decidas ser miembro de la Eurozona? —preguntó Adrian en su habitual tono cordial y relajado.

—Ya sabes cuál es nuestra posición al respecto,Adrian —respondió el secretario de Exteriores británico—. Desde que dejaste el cargo, no ha cambiado nada. Siabandonáramos la libra esterlina, la gente nos lincharía.El Tratado de Lisboa fue lo máximo a lo que podíamosllegar. —Sonrió—. Lo siento, Adrian. Tu «Pacto deLondres» se encuentra acumulando polvo en algúnarchivo de Downing Street...

—Algún día, George —dijo Adrian, sonriendo.—Apuesto a que no será mientras yo viva. —El

secretario de Exteriores se retrepó en el asiento, relajado,y dio un sorbo al té. Su asistente se acercó y le susurróalgo al oído.

—Una llamada urgente —dijo el dignatario—. Delprimer ministro.

—Chastenay, acompañe al señor Hayes a la zona

Page 327: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

segura —dijo Adrian con una generosa sonrisa. Elsecretario de Exteriores salió apresuradamente de la sala,seguido de su asistente, y llegó a una serie de cabinas decristal que se encontraban al lado mismo delinvernadero.

Adrian pulsó un botón en un escritorio.—Guber —dijo y sacó el sobre de su bolsillo interior

para dejarlo sobre el escritorio.Guber apareció a su lado casi al instante.—Un pequeño contratiempo —dijo, señalando el

sobre sin volverse.Guber lo abrió y contempló, perplejo, el papel de

carta en blanco. Frunció el entrecejo, le dio la vuelta y sela devolvió a Adrian.

Éste le arrebató el sobre.La fotografía había desaparecido.—Mi hermano, ¿cuándo se ha marchado?Guber pulsó el intercomunicador y habló con los

vigilantes de la puerta principal.—¿Cuándo ha salido el Delfín del edificio?—Hace cuarenta minutos, señor. El Aston Martin rojo

del Delfín salió por la puerta delantera.—¿Hay algún problema, señor presidente? —preguntó

Guber.—En poder de mi hermano obraba una fotografía... —

respondió en voz baja—. Al parecer era de nuestropadre, James De Vere. —Miró a Guber con preocupación—. Una foto de mi abuelo con nuestros actualesinvitados.

Page 328: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Dejó que el jefe de seguridad asimilara lo queacababa de decir.

—Y esto... —añadió.Guber estudió el documento de la ejecución y

palideció.—James De Vere se lo envió a St Cartier. A l parecer,

tus matones no cubrieron bien el rastro.—Yo me ocuparé de ello.—Será mejor que lo hagas. —Adrian levantó la mano

y Guber se agarró la garganta, como si se hubieraquedado sin respiración.

Adrian lo observó desapasionadamente, se acercó alas orquídeas del invernadero y, sin inmutarse, cogió unaerosol. Mientras Guber se asfixiaba violentamente,Adrian empezó a rociar las orquídeas.

Al cabo de unos instantes, Adrian dejó el aerosol enel suelo, se acercó a Guber y le puso una mano en laespalda. El hombre recuperó el aliento.

—No volverá a ocurrir, Excelencia —dijo Guber convoz temblorosa.

—Bien —replicó Adrian—. Eso quiere decir que nosentendemos.

El secretario de Exteriores británico volvió a la terraza,seguido de dos camareros que llevaban té recién hecho yqueso Camembert elaborado en la región.

—Infórmame de la llegada de mi hermano a Londres.—Adrian dedicó una cordial sonrisa a Guber e hizo unaseña al dignatario británico—. Y ata todos los cabossueltos que queden en Egipto. Tengo motivos para creer

Page 329: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

que nuestro amigo, el profesor, pasa los inviernos en ElCairo.

—Sí, señor presidente —respondió Guber,marchándose enseguida del invernadero.

Los dos camareros recogieron ordenadamente lavajilla usada, volvieron a poner la mesa y sirvieron el térecién hecho en las tazas limpias.

—¿Earl Grey? Me alegra saber que todavía apoyas lasexportaciones inglesas, presidente —comentó elsecretario de Exteriores británico.

Adrian esbozó una leve sonrisa y revolvió el té. Estabasumido en profundos pensamientos.

«Aveline», el nombre de la fundación de biogenéticade Hamish MacKenzie, aparecía garabateado de puño yletra de James De Vere en el reverso de la fotografía.

Nick había querido saber el estado financiero deGestión de Valores De Vere.

Estaba informado de la existencia del FondoInternacional de Seguridad.

Nicholas De Vere se estaba convirtiendo en una suertede investigador privado. Adrian se preguntó qué sabríasu hermano pequeño de los secretos en los que él estabainvolucrado.

Nick se asomó a los ventanales de la amplia salagótica y observó el iluminado helipuerto, allá abajo, fueradel claustro.

El ruido de los motores de un helicóptero de combatesuspendido sobre la mansión era casi tan ensordecedorcomo el de la violenta tormenta atlántica que se fraguaba

Page 330: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

en el cielo. El aparato se posó en tierra. Ya era el cuartoque llegaba aquella tarde.

Había reconocido ya a siete dignatarios: príncipes detres estados europeos y la reina de un cuarto estado. Y elpríncipe heredero de Arabia Saudí. Estudió a la quintafigura que salía del helicóptero. Assad, príncipe herederode Siria, seguido por el jefe del Servicio de Seguridadruso.

Nick frunció el entrecejo. Reconoció al director delBanco de la Reserva Federal seguido del presidente delFondo Monetario Internacional.

Levantó los ojos y vio tres helicópteros más sobre lostempestuosos cielos atlánticos.

Se sirvió un agua mineral.Adrian había sido más que parco con la verdad. Le

había mentido, pero ¿por qué?

Jotapa se apeó de la primera limusina negra queformaba parte de una comitiva de dieciocho vehículosiguales. Se miró los pies. Las calles del cielo estabanpavimentadas con oro, pero las del Palacio Real deMansur eran de macizo mármol italiano. Esperó a que seapeara Jibril. A l instante, los rodearon más de diezhombres de tez aceitunada que llevaban yuniformes negros. Pertenecían al sanguinario ejércitoprivado de Mansur.

Jotapa observó el complejo amurallado de doskilómetros de largo compuesto por monolíticos edificiosestilo Versalles, rodeados de cientos de palmeras. Hizo

Page 331: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

acopio de fuerzas y se alisó el que le habíanobligado a ponerse antes de llegar a la terminal delaeropuerto real, el atuendo que el príncipe herederoMansur exigía a sus cuatrocientas esposas.

Jotapa y Jibril siguieron a los soldados uniformadospor el sendero de mármol que discurría debajo de laspalmeras y entre magníficos estanques hasta llegar a unenorme pórtico dorado de quince metros de alto quedaba al vestíbulo de palacio.

Un soldado le indicó que pasara con un gesto de suametralladora, Jotapa contempló asombrada los techosde más de quince metros de cristal emplomado decolores estilo Art Déco. Caminaron entre columnas demármol, bajo candelabros de cristal y pan de oro. Arteislámico del siglo XXI, decidió, mirando los enmarcadosversos coránicos sobre la gloria de Dios.

Recorrieron interminables corredores que pasaban através del harén de los centenares de mujeres de Mansury continuaron hasta unas dependencias palaciegas máspequeñas. Se detuvieron ante una gruesa puerta de platay oro y el soldado indicó a Jotapa que se quitara lasjoyas. Ella se despojó despacio de los brazaletes y laalianza de oro y vació el contenido del bolso en una cajade cristal. Otro soldado empujó a Jibril con brusquedadhacia la puerta. Los ojos de Jibril se encendieron derabia. Jotapa observó la escena. La rabia que sentía en elcorazón era cada vez más intensa.

Los hicieron pasar por un escáner y Jotapa se volviópara recuperar su teléfono.

Page 332: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—No, nada de teléfono —le dijo un soldado de pielatezada con un marcado acento árabe.

Jotapa lo miró enfurecida.—Mi teléfono —dijo con frialdad.El hombre esbozó una lasciva sonrisa y alargó la

manaza para acariciarle el cuello. Ella lo miró conrepulsión.

—Nada de teléfono, princesa.Jibril siguió a Jotapa, pero dos soldados lo agarraron

y, mientras uno lo sujetaba, el otro le propinó unpuñetazo en el pecho que lo derribó al suelo.

Se oyó ruido de pasos y Hadid soltó de inmediato elcuello de Jotapa.

La princesa se volvió y vio una figura corpulenta quelos observaba desde lo alto de una balaustrada demármol. El hombre esbozó una lenta sonrisa.

—Hadid —dijo el desconocido en un seductor tono devoz—, devuélvele su teléfono a la princesa.

Con manos temblorosas, Hadid cogió el móvilplateado de la caja de cristal y Jotapa se lo arrebató,escondiéndolo en uno de los bolsillos de su .

Vio que el desconocido caminaba hacia ella yreconoció su rostro. El año anterior habían aparecidofotos suyas en el periódico , que se había hechoeco de su desgracia pública. Era Mansur. Sus rasgososcuros eran ásperos y felinos. Llevaba barba y tenía unafina nariz aguileña. Sus ojos exudaban crueldad yavanzaba hacia ella como una pantera.

—Princesa. —Se volvió hacia Hadid y, con un violento

Page 333: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

puñetazo, lo derribó. El hombre se golpeó la cabezacontra el suelo y quedó inconsciente.

Mansur escupió en el suelo de mármol y dedicó unasonrisa a Jotapa. Alargó el brazo y, con su manaza, leacarició la larga melena. Ella intentó apartarlo con rabia.

A Mansur se le endureció la mirada.—Traedme al chico —ordenó. Los soldados

levantaron a Jibril del suelo y, a empellones, lo acercarona Mansur.

»Una información importante, alteza. —Mansur agarróa Jibril con fuerza—. En caso de que no quieras cooperar,no soy contrario a jugar con chicos.

—No es de extrañar que tu padre te detestara —intervino Jotapa con un bufido.

Mansur la miró con desdén y cogió la mano de Jibril,le chupó los dedos y le acarició la cara.

—Tómame a mí —se ofreció Jotapa—, pero no teatrevas a... —el cuerpo le temblaba de rabia—... a tocar aJibril.

Como quien no quiere la cosa, Mansur se volvió haciaella y le pegó una contundente bofetada. Mientras Mansurdesaparecía por el corredor, de sus labios partidos brotósangre.

Page 334: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

22

Debajo de los trajes están las sotanas

Nick miró a través de la lente de la cámara desde laventana, invisible en la oscuridad, observandoatentamente un vibrante brillo azulado que procedía delmar y que quedó suspendido unos cien metros porencima de los claustros, directamente sobre el Mont St.Michel.

El enorme y silencioso objeto en forma de cúpulapermaneció flotando en el aire un minuto. Salvo el clicdel disparador de la cámara de fotos de Nick, reinaba uncompleto silencio.

Adrian dejó atrás las columnas del refectorio, seguidode Laurent Chastenay y Guber.

—¿Están bien atendidos nuestros huéspedes? —preguntó Adrian sin frenar su paso ligero.

—Sí, señor presidente —replicó Chastenay—. Estánreunidos en la Sala de los Caballeros. Ahora mismo lesestán sirviendo la cena.

—No debemos sufrir interrupciones hasta que noshayan hecho la entrega. —Se detuvo a medio paso y sevolvió hacia Guber—. ¿Va todo según el plan?

Gubber asintió.—Como un reloj. El Fénix ha aterrizado. El paquete

Page 335: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

será descargado dentro de tres minutos y veintesegundos.

—Volved a vuestros puestos —asintió Adrian.Los tres hombres desaparecieron en tres direcciones

distintas.Adrian anduvo solo por los desiertos pasillos hasta la

enorme puerta de doble hoja de la terraza del salón y laabrió de par en par.

Los rottweilers y los dobermans que vigilaban elespacio emitieron unos gruñidos ensordecedores. Lospotentes focos de reconocimiento del Mont St. Michel seapagaron.

Al cabo de un instante, se apagaron todas las luces dela mansión.

Adrian salió a la terraza iluminada por la luna ycontempló los jardines colgantes entre el mar y el cielo yluego la luz azul pulsante suspendida encima del océano,medio escondida entre la bruma baja.

Hipnotizado por el objeto descendente, miró hacia elAtlántico.

Luego, esbozó una sonrisa inescrutable.

Nick cruzó el dormitorio de matrimonio en dirección ala biblioteca y la sala de juegos, desde donde sedisfrutaba de una amplia panorámica del ala Oeste y delocéano Atlántico.

Se detuvo ante las filas de estanterías de madera detejo y pasó la mano por el lomo de los libros quecomponían la gran colección de primeras ediciones del

Page 336: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

palacio. En aquel preciso momento, toda aquella ala deledificio se quedó a oscuras.

Se acercó a la ventana y contempló la magnífica alaOeste, de estilo gótico, ahora envuelta en la oscuridad.

¿Quién era el invitado especial de Adrian? Beatricehabía dicho que se alojaría en el ala Oeste. ¿Se tratabade un príncipe? Adrian no había dicho nada al respecto.Nick frunció el entrecejo.

A su derecha, en la terraza del ala Oeste que dabadirectamente sobre el agitado océano, Nick distinguió lasilueta de un hombre.

Cogió la cámara de fotos y pegó la cara al cristal de laventana.

En el borde mismo del balcón principal del ala Oestehabía una delgada figura que vestía un hábito oscuro.

No, no era un príncipe. Era más bien un sacerdote.Enfocó el teleobjetivo de la cámara en la silueta.Sí, definitivamente. Pertenecía a una orden religiosa,

tal vez a la de los jesuitas.El hombre tenía el rostro vuelto al cielo en éxtasis y el

viento del Atlántico agitaba con fuerza su sotana negra.El pelo suelto, negro como las plumas de un cuervo ylargo hasta los hombros, le azotaba el rostro bajo laferoz tormenta.

Nick lo observó fascinado a través de la lente de lacámara.

Con pasión y vehemencia, el sacerdote pasaba unarco de madera labrada por las cuerdas de un violín. Nickse volvió, corrió hasta el otro extremo de la biblioteca y

Page 337: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

abrió una de las ventanas. La terraza del ala Oestequedaba frente a él. La lluvia se colaba por la ventana yle empapó el pelo y la camiseta.

Nick siguió mirando, ajeno a la lluvia, perdido en elasombro.

El lamento de aquel único violín resonaba en losvientos del océano.

Era cautivador. Exquisito. Poderoso. Casi solitario.Contempló, hipnotizado, el movimiento de los dedos

del sacerdote sobre el instrumento. El sacerdote estabasumido en un arrobo total: tenía los ojos cerrados y suslabios se movían suavemente al ritmo de su exquisitocompás.

Y Nick siguió mirándolo bajo la lluvia. Era como siaquella música atrajera su alma. Era hipnotizadora,fascinante. Y entonces, de repente, el sacerdote dejó detocar y se volvió despacio. La luz de los helicópterosiluminó sus facciones.

Nick lo miró, anonadado. El hombre le resultabafamiliar de una manera extraña pero indefinible. A pesarde tener la cara llena de peculiares cicatrices, sus rasgoseran casi hermosos. La lluvia azotaba sus pómulos altos yperfectamente cincelados y sus labios exuberantes yapasionados.

De Molay bajó el violín y se volvió como si notara lapresencia de alguien o algo.

Nick permaneció inmóvil. Estaba enfrente delsacerdote.

De repente, De Molay soltó el instrumento y se agarró

Page 338: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

la cabeza como si sufriera un intenso dolor. Luego, al vera Nick, su expresión pasó del tormento a una rabia feroz.

Era el sacerdote de la fotografía de St Cartier.Nick cerró la ventana y, en la oscuridad, chocó contra

la pared. Respiraba con dificultad y miles depensamientos se agolpaban en su mente. Por primeravez en toda su vida. Nick sintió la presencia amenazadoradel mal.

«Debajo de los trajes están las sotanas.»Las palabras del viejo sonaron claramente en sus

oídos.«Según algunas leyendas, era el demonio

encarnado.»No cabía ninguna duda. Allí, en la terraza del ala

Oeste, a menos de veinte metros de distancia, estabaLorcan de Molay.

Adrian cruzó la sala y entró en su ascensor privado.Al cabo de un minuto, salió de entre las columnas yaccedió al claustro, protegiéndose los ojos de las luces ydel viento.

El gran objeto volante con forma de cúpula y de unossetenta metros de diámetro se hallaba suspendido a unostreinta metros del suelo, sobre el césped. Adrian lo mirócon temor reverente y vio que la gran puerta metálica dela nave se abría de repente. Un brillante arco de luziluminó la abadía.

Toda la terraza del ala Oeste se iluminó como si fuera

Page 339: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

de día.Nick se protegió los ojos de aquel intenso destello

estroboscópico. La cabeza le palpitaba a causa de losrayos electromagnéticos que emitía y el aire se habíallenado de un misterioso zumbido de baja frecuencia.

Buscó una lente en la funda de la cámara, la ajustó alaparato y volvió a enfocar la nave no identificada, quedescendía hacia los claustros en aquel momento.

Fascinado, Nick observó a través de la lente. Nunca ensu vida había visto nada igual.

Distinguió el perfil de una figura apenas visible entreel resplandor, plantada en medio de la escotilla abierta.Utilizó el teleobjetivo y vio que se trataba del hombre dela frente abovedada al que Guber había llamado VonSlagel. Nick sacó fotografías sin parar mientras una cajametálica descendía hacia el césped del claustro.

Vio que la caja colgaba de unos cables de acero ysiguió disparando fotos.

De los claustros inferiores salieron nueve hombresuniformados y armados con ametralladoras que cogieronla caja y la llevaron hasta el borde del césped. Nick nodejó de disparar.

Bajo la luz de los focos, quedó claramente a la vistaun sello estampado en el exterior de la caja. Era elemblema del Mont St. Michel.

Estupefacto, Nick vio que la escotilla se cerraba y quela nave en forma de cúpula levantaba el vuelo hastadesaparecer en el firmamento. Intentó seguirla con lamirada, pero fue en vano. Debía de desplazarse a más de

Page 340: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

cinco mil kilómetros por hora.De repente, la electricidad volvió a toda el ala Oeste.Nick levantó la vista a la cámara de vigilancia situada

encima de él y salió de su foco.Se le acababa el tiempo.

Guber salió de los claustros en dirección a la caja.—Preparaos para descargar la mercancía —ordenó a

los soldados.Los miembros de las fuerzas especiales abrieron la

caja y, una a una, las planchas metálicas lateralescayeron al suelo.

Sin dar crédito a lo que veía, Nick contempló elornamentado cofre que había dentro. Era imposible.Pasmado, se frotó los ojos. Al instante, toda su intuiciónde arqueólogo, aguzada mediante años de experiencia,entró en funcionamiento.

Comprobación:Longitud: un metro veinte de largo, correcto. Altura:

ochenta centímetros, correcto. De madera labrada conincrustaciones de oro. Correcto. Una cenefa de orodecorando la tapa, correcto. Aros en las cuatro esquinasa través de los cuales pueden pasarse postes, correcto.

Nick se echó a temblar y se mesó los cabellos, casitemeroso de hacer la última comprobación. Respiróhondo, soltó el aire y miró por la lente de la cámara.

Allí estaban. En la tapa, una frente a la otra, con las

Page 341: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

alas extendidas, había dos figurillas que representabanunos ángeles, unos querubines de oro. Era la últimacomprobación.

—El Arca de la Alianza —exclamó, para sí,asombrado.

Intentó controlar el pulso y siguió disparando fotoscon su cámara digital.

Adrian volvió al ascensor al tiempo que uno de lossoldados de las fuerzas especiales de Guber alargaba elbrazo para tocar el arca.

Guber levantó una mano para detenerlo, pero erademasiado tarde.

El hombre se desplomó al suelo. Había muertoelectrocutado.

Adrian esbozó una leve sonrisa.Guber hizo una seña a un grupo de soldados que se

habían puesto firmes.—Utilizad el cabrestante —dijo.De las escotillas abiertas bajó otra caja. Ésta llevaba

un sello en el que se leía «MOSSAD».

Con manos temblorosas, Nick se sentó en laalfombra, cruzó las piernas e intentó por quinta vezenviar el archivo de memoria de la cámara a DylanWeaver por correo electrónico.

—Está ocupado —murmuró, frustrado, y probó denuevo.

Page 342: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Mientras el cadáver del soldado del Servicio Espacialelectrocutado era introducido en un saco de arpillera, elradiotransmisor de Guber emitió un zumbido.

—¿Qué ocurre, Von Slagel? —preguntó Guber,lacónico.

—Parece que en el ala Este hay un visitante noautorizado.

—Imposible.—Está enviando información no autorizada desde este

lugar. Parece que ese parásito camuflado es más astutode lo que usted creía.

Guber frunció el entrecejo y se volvió hacia Travis.—Corte el circuito —dijo, desenfundando su pistola

semiautomática Sig Sauer P225—. Yo mismo me ocuparéde él.

—Será mejor que lo haga cuanto antes. Su Excelenciaestá muy disgustado.

Hubo un momento de vacilación al otro lado de lalínea.

—De Vere lleva el Sello del Nazareno.

Nick se quedó paralizado. Las fuertes pisadas sonabancada vez más cerca en los pasillos del ala Este.

Frenético, descargó la película digital en su ordenadorportátil y tecleó la dirección encriptada de correoelectrónico de Weaver por novena vez. En la entradavigilada del ala Este sonaron unos potentes golpes.

Pulsó la tecla de «enviar».

Page 343: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—De Vere, sé que está ahí —gritó Guber.Los golpes se volvieron más violentos.—Utilizad los explosivos —oyó que decía Guber

mientras el correo se cargaba. Después, Nick lo oyó darórdenes en alemán.

Por fin, en esta ocasión, el fichero se cargósatisfactoriamente y salió enviado al ciberespacio.

Luego, pulsó la tecla de «borrar».Borrar. Borrar. Borrar.Borraba una a una las fotos del disco duro cuando, de

repente, sonó un fuerte estampido que derribó la puerta.

Guber abrió la puerta trasera de la iglesia de la abadíay empujó a Nick, que iba esposado, para que entrara enla nave y caminase hacia Adrian, que deambulaba de unlado a otro detrás del altar.

Adrian miró a su hermano pequeño, que se resistíaviolentamente, vio las esposas que le inmovilizaban lasmuñecas y se dirigió a Guber:

—Suelta a mi hermano —le ordenó en voz baja.Guber frunció el entrecejo y, de mala gana, abrió el

cierre doble de las esposas de acero.Nick se frotó las muñecas, recuperó la compostura y

lanzó una mirada llena de rabia a Guber.—Nicky —dijo Adrian, aparentemente tranquilo—.

Creía que ya te habías marchado de Mont St. Michel. —Hizo una pausa—. Esta tarde, tu coche cruzó la verja.Está verificado.

—¿Quieres decir que me vigilabas? —Nick preguntó,

Page 344: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

enojado.—Estaba escondido en el ala Este —explicó Guber,

con expresión hosca—. Observando..., mejor dicho,filmando la operación. —Le mostró la cámara de Nick.

—Eres un ladrón —dijo Nick a su hermano con labiosapretados y mirándolo a los ojos. De repente, su miedose había convertido en indignación—. Un vulgar ladrón—añadió, alzando la voz, furioso. Las lágrimas de rabia leescocían en los ojos—. ¡El Arca de la Alianza, por el amorde Dios! —gritó y, presa de la rabia, dio un manotazoque alcanzó a Adrian en el pecho.

Adrian miró a Nick con incredulidad, paralizado, altiempo que una onda eléctrica expansiva le recorría elcuerpo. Lorcan de Molay tenía razón. Su hermanopequeño llevaba el Sello.

Se aflojó la corbata. Tenía la frente perlada de sudor.Era innegable: acababa de sentir el poder del Nazarenoen la mano de Nick.

Estaba seguro de que Nick no era consciente de lafuerza que poseía. Mejor que siguiera siendo así.

Adrian miró fijamente a Nick sin mover un músculode la cara.

—El Arca es una reliquia sagrada, Adrian —vociferóNick—. Es patrimonio mundial, por el amor de Dios. Nopuedes quedártela.

Adrian agarró por el brazo a su hermano con fuerza.—Tranquilízate, Nick —le dijo en tono admonitorio—.

Estás comportándote como un estúpido.—¿Quieres que me tranquilice? —gritó Nick,

Page 345: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

soltándose—. El poder se te ha subido a la cabeza. —Miró a Adrian con desdén y una fuerte carga emocional—. Has robado la antigüedad arqueológica más codiciadadel mundo y quieres que me tranquilice... No es tuya. Nopuedes robarla y apropiarte de ella sin más.

—No levantes la voz, Nick —le recriminó Adrian.—¡Su lugar es un museo de antigüedades! —gritó

Nick, absolutamente furioso, encarándose con él.Adrian no se movió ni un centímetro y lo miró

directamente a los ojos con expresión fiera.—Pertenece... —Adrian respiró hondo—. Pertenece a

los judíos.Adrian señaló a la derecha y Nick se volvió despacio.Las luces se encendieron. Nick distinguió a unos

cincuenta hombres y mujeres, elegantemente vestidos ysentados a unas suntuosas mesas situadas a lo largo deltransepto. Todos lo miraban en silencio.

Confundido, se volvió hacia Adrian y éste le pasó elbrazo por los hombros con gesto paternal.

—Mi hermano... —Adrian hizo una pausa— esarqueólogo.

Le puso el pulgar izquierdo en la rabadilla y loempujó, conminándolo a avanzar hacia los reunidos.

—Un arqueólogo brillante —prosiguió—. Dedica todasu vida a la búsqueda de antigüedades como la queahora tenemos entre nosotros. —Adrian levantó unacopa de oporto con la mano que le quedaba libre—. Estanoche, damas y caballeros, les pido un poco decomprensión.

Page 346: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Adrian soltó a Nick y dio un sorbo al vino. Luego,hizo un aparte con Nick mientras los dignatarioshablaban entre susurros.

Nick lo miró, absolutamente anonadado.—Escucha, Nicky —murmuró Adrian tras un profundo

suspiro—, vamos a tranquilizarnos, ¿quieres? —añadió yseñaló con un gesto a los invitados.

—Levin —dijo.Un anciano con aire de estadista y una mata de

áspero pelo blanco se puso en pie. Otro hombre de tezaceitunada, de unos cuarenta años y vestido a la moda,lo imitó al momento y, dando un paso hacia Nick, letendió una mano. Nick lo miró con perplejidad,reconociéndolo al instante.

Adrian procedió a presentarlos.—Daniel Rabin, embajador israelí en las Naciones

Unidas —Rabin estrechó la mano a Nick—, y MoisheLevin, presidente de Israel.

El anciano patriarca de ojos de halcón agachólevemente la cabeza.

Nick se frotó las sienes. De repente, se sentíaexhausto. Reconoció a Levin, el ex general israelí, dehaberlo visto en el . Luego, estudiódespacio todas las caras de la estancia, una a una.

Reconoció a tres veteranos generales del Pentágono,al primer ministro británico, al secretario general de lasNaciones Unidas, al director de la CIA y al presidente delConsejo de Relaciones Exteriores.

Adrian se dirigió a la segunda mesa. En torno a ella

Page 347: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

estaban sentados los hijos mayores de la dinastía debanqueros Lombardi y su padre, Raffaele; NaotakeYoshido, presidente de la dinastía banquera nipona delos Yoshido, y Xavier Chessler, ahora presidente delBanco Mundial, amigo íntimo de Julius De Vere, abuelode Jason.

Nick suspiró. La mitad de rostros de la sala eran deamigos y socios de su padre, James De Vere.

Adrian sentó a Nick en una de las mesas más largas,cerca de la ventana.

—Caballeros, quiero presentarles a mi hermano,Nicholas De Vere. Nicholas, éste es el rey Faisal deJordania, hermano mayor de Jotapa. —Nick lo taladrócon la mirada. Adrian fue señalando a los demásdignatarios—. Y aquí, el presidente de Rusia, el príncipeheredero de Irán y el presidente de Siria. Esta nochetenemos como invitados a todos los protagonistas del«Tratado Ishtar».

Levin dio unas palmaditas a Nick en el hombro.—La segunda fase del acuerdo de Oriente Próximo

exige la desnuclearización de Israel en un periodo desiete años —dijo el anciano con un marcado y guturalacento israelí—. Exigimos un precio igual de alto pornuestra participación en las negociaciones con losterroristas.

Con un gesto de la cabeza, Adrian le indicó quecontinuara.

—Exigimos el retorno de la posesión más sagrada denuestra nación, que antaño perteneció a nuestro

Page 348: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

monarca, el rey David... —A Levin le brillaban los ojos defervor—: ¡El Arca de la Alianza!

Rabin dio un paso al frente y tomó la palabra.—Nuestro gobierno lleva generaciones buscándola y

ha gastado en el empeño cientos de millones de dólares.Ha financiado excavaciones en Axum, en el Monte delTemplo... El Arca fue descubierta hace diez días, en elMonte del Templo, y a continuación fue robada pormercenarios a sueldo de los terroristas, cuyo objetivo esdestruir nuestra nación.

Levin agarró del brazo a Nick y le dijo:—Su madre, Lilian, ha sido siempre muy amiga de

Israel, Nicholas. No ha olvidado nunca sus raíces. —Lomiró fijamente a los ojos—. Lo mismo que su hermanode usted.

—Le hemos complicado muchísimo la vida a suhermano —intervino Rabin, dedicándole a Nick unaafectuosa sonrisa—. No nos conformaremos con menosque la devolución del Monte del Templo, el pedazo detierra más controvertido que haya conocido nunca elmundo, y el retorno del Arca...

Rabin miró a Adrian, que asintió.—El Arca será llevada de regreso a Jerusalén esta

noche, bajo la protección del Mossad. ¡Su hermanomayor es capaz de obrar milagros!

—A cambio de la aceptación por parte de Israel adesnuclearizarse, hace seis semanas, en una conferenciacumbre secreta, tu hermano redactó el «Concordato delRey Salomón» —explicó Levin con su acento marcado y

Page 349: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

gutural— para que entre en vigor el 7 de enero de 2022.—El Concordato —tomó el relevo Daniel Rabin,

embajador israelí— ha tomado como modelo el Tratadode Letrán, que puso fin a una intensa disputa, iniciada en1871, cuando el recién constituido reino de Italia seapoderó de Roma después de siglos de régimen papal. —El rabino de dulce acento dudó unos instantes y continuó—: Su hermano, con su acostumbrada inteligencia, haconseguido un pacto similar, un acuerdo en el que Israeldeclarará unilateralmente, en virtud de su soberanía, queconcede un estatus especial a la mezquita de Al-Aqsa y alsantuario de la Cúpula de la Roca, situado en el Montedel Templo.

Adrian sonrió, medio avergonzado, y explicó:—Cada una de las tres grandes religiones monoteístas

gobernará de manera autónoma los edificios que le sonsagrados —explicó—. Israel concederá «libertad de pasoa los lugares sagrados, sea cual sea la religión, sexo oraza de quien lo solicite».

—Es un paso que creemos que será aceptadounánimemente por la comunidad internacional —dijoLevin—. Israel vuelve a tener las fronteras de 1967, yJerusalén no queda dividido.

Hizo una pausa y alargó el brazo hacia los presidentesde Siria e Irán.

—A cambio de la garantía solemne de Israel deproceder a su desnuclearización en un plazo de sieteaños, nuestros hermanos árabes han aceptado que unafuerza de paz de las Naciones Unidas ocupe el Monte del

Page 350: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Templo y las fronteras de Israel. Y han accedido tambiéna permitir la reconstrucción del Templo de Salomón,situado en el Cuadrante Septentrional —añadió Rabin.

—Anunciaremos la primera fase del desarme nuclearde Israel el 7 de enero en Babilonia, durante la firma deltratado.

Nick miró a Adrian y luego, uno a uno, a todos loshombres y mujeres congregados en el salón.

—Como ves, Nicholas —dijo Adrian, con dulzura—,soy el chico bueno.

Levin se encogió de hombros y levantó las dosmanos.

—El desarme nuclear, ¿es un precio tan terrible acambio del Arca de la Alianza?

A una señal de Adrian, Chastenay pulsó un mando adistancia y una enorme pantalla de plasma descendiósobre el altar. En ella se proyectó una animacióntridimensional de la maqueta arquitectónica del nuevoTemplo de Salomón.

—Pero... ¿y la masacre del Monte del Templo? —Nickmiró a Adrian con expresión de perplejidad.

Adrian sacó un puro de su caja de plata.—Eran terroristas que querían frustrar nuestro plan y

destruir el proceso de paz. —Hizo rodar el cigarro entresus largos dedos de uñas cuidadas y añadió—: Teníamosformas de recuperarla.

—No soportaban ver que Israel recuperase suposesión más sagrada —intervino Levin, sacudiendo lacabeza.

Page 351: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Hoy es un día para sentirnos orgullosos. Suhermano es un gran amigo de nuestra nación.

Adrian pasó el brazo por el hombro de Nick y loacompañó a la puerta.

—Pero el... el OVNI... —dijo Nick.Mientras lo guiaba hacia el vestíbulo, Adrian sonrió y

dijo:—Los nazis desarrollaron esta sofisticada tecnología

en 1941, Nick. Después de la Segunda Guerra Mundial, laOperación Paperclip llevó a Estados Unidos a cientos decientíficos nucleares y expertos en cohetes y armamento,lo cual condujo a la creación de la NASA. Gerlach,Debus, Werner von Braun... Todos siguieron adelantecon sus investigaciones. Propulsión de antigravedad,física cuántica, investigaciones atómicas secretas... Conesto quiero decir, Nicholas, que todo es perfectamenteracional.

De repente, la expresión de Adrian cambió.—Bien, Nicholas, ahora que sabes que esto es una

cumbre secreta, ¿a quién le mandaste un correoelectrónico?

Nick se frotó las sienes. Estaba cansado y perplejo.—Estoy muy fatigado —dijo.—Mira, Nick, ya sabemos que estás enfermo. —El

tono de Adrian volvía a ser afectuoso y compasivo—.Quédate en el ala Este durante el fin de semana y luegove a reunirte con nuestra madre. Podemos jugar al tenisen pista cubierta, nadar. Como en los viejos tiempos.

—Gracias, pero tengo que marcharme. —Nick sacudió

Page 352: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

la cabeza.—¿Y tu coche?—Está aparcado en el embarcadero.—Chastenay —dijo Adrian—, que traigan el coche de

mi hermano a la puerta principal. —Se volvió hacia Gubely le dijo—: Las pertenencias de mi hermano.

Guber vació la mochila de Nick en la mesa delvestíbulo.

No había rastro de la foto de Julius De Vere con losinvitados de Adrian. Guber cogió la cámara de Nick.

—Supongo que comprendes, Nick, que no nos quedaotra alternativa que confiscarte la cámara —dijo Adrian—. Ésta es una cumbre secreta.

Bajó la mirada hasta una cruz de plata que había en lamesa y vio que Nick la cogía con dedos temblorosos.Adrian se frotó la barbilla, sumido en profundospensamientos y dio una nueva orden a Guber:

—Que acompañen al señor De Vere a pasar loscontroles de seguridad. —Se volvió hacia Nick y añadió—: Llámame cuando llegues a Londres.

Nick se colgó la mochila al hombro y salió, escoltadopor Anton, sin volver la vista atrás.

Desde la ventana del vestíbulo del segundo piso,Guber observó cómo el Aston Martin rojo, por segundavez aquel día, cruzaba las puertas a toda velocidad.Adrian se acercó a él.

—Sabe demasiado —dijo Guber, frunciendo elentrecejo.

Page 353: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Con aire pensativo, Adrian apagó el cigarro despacioen un cenicero de plata.

—Parece que mi hermano lleva el Sello. Emplead lasarmas de frecuencia neuro-electromagnética. No dejanrastro. Ya conoces el procedimiento. Se dirige a Dinardpara tomar un vuelo. —Adrian se desperezó y bostezó—.Y dile a mi padre que nuestro problemita ya estáresuelto.

Nick recorrió a toda velocidad la calzada de entrada deMont St. Michel. El motor del Aston Martin rugía. Buscóel número de Lawrence St Cartier en el monasterio deAlejandría y pulsó la tecla de marcar.

Sonó una señal fuerte e insistente de que el númeroestaba ocupado, por lo que Nick cerró el teléfono. Volvióa intentarlo al cabo de un rato y el mismo tono plano ymonótono reverberó en todo el coche.

—¡Maldita sea! —masculló—. Es culpa de esas líneasprimitivas —murmuró pisando el acelerador a fondo.Luego pulsó otro número y la señal sonó tres veces.

—Le habla Jotapa. Lamento mucho...

Jotapa estaba sentada, agarrándose las rodillas ymeciéndose de lado a lado, encima de la camaadoselada. Miró la luz que destellaba en su teléfono y locogió.

Por quinta vez en una hora, aparecieron las mismasletras negras. «Llamada intervenida.» Frustrada, tiró elteléfono a la cama.

Page 354: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Los techos abovedados de la Cripta del Viento delNorte, situada debajo del Mont St. Michel, se elevabanunos treinta metros y poseían unos espectacularestrampantojos que recordaban los índigos y los girasoles ylas lilas que a Lucifer tanto le gustaban en su Palacio delos Arcángeles del Primer Cielo.

En el otro extremo de la nave de la cripta había uncolosal altar de granate, en cuya superficie de óniceardían unas velas negras que desprendían el intenso olorde incienso que impregnaba el recinto.

Encima del altar resplandecía el Arca de la Alianza.Adrian permaneció en silencio en la penumbra,observando a Lorcan de Molay, que contemplaba,hipnotizado, las figuritas del Querubín y el Serafín.

Alargó la mano, casi hechizado, para tocar elQuerubín de oro y volvió a retirarla lentamente.

Adrian se acercó a De Molay.—A medianoche, el Sayeret Matkal transportará el

Arca a Jerusalén, donde será guardada en las cámarasacorazadas que protegen los restos arqueológicos,debajo de la ciudad.

—Hasta que el templo esté terminado —murmuró DeMolay—. Entonces, será devuelta al sanctasanctórum.

Rodeó el Arca lentamente y pronunció una cita:—«Y durante una semana formará una alianza con

muchos. Y a la mitad de la semana, hará cesar elsacrificio y la ofrenda. Y sobre las alas de lasabominaciones vendrá el desolador...»

Page 355: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Se arrodilló delante del Arca y apoyó la cabeza en elgranate negro, murmurando palabras en una lenguaextraña y gutural, que no era de los ángeles ni de loshombres.

—Y entonces me coronaré Rey. En elsanctasanctórum. —Alzó la cabeza para mirar a Adrian ysonrió—. En Jerusalén.

Nick llevaba conduciendo casi una hora. Deseabahacer un alto, pero no podía permitírselo. Su vida corríapeligro.

En el retrovisor del Aston Martin aparecieron los farosde dos coches. Pulsó de nuevo el número de móvil deJason y esperó.

—Al habla, Jason De Vere.—Vamos, cógelo, Jason.—En estos momentos, no puedo atender su llamada...

Jason, sentado a la mesa de mármol, había colgado lachaqueta del esmoquin en el respaldo de la silla y sehabía arremangado la camisa. Bebió un trago de whiskyy se retrepó en el asiento para escuchar a la insulsa clonrubia que pronunciaba su monótono discurso deagradecimiento en la ceremonia bianual de entrega de lospremios musicales.

Bostezó y aplaudió a desgana. Su móvil vibró y luegoemitió destellos azul cobalto.

El número de Nick apareció en la pantalla.Jason dio una larga calada al cigarro y desconectó el

Page 356: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

teléfono.

Nick miró por el retrovisor. Los faros cada vez estabanmás cerca y un helicóptero negro sobrevolaba elvehículo. La centralita del monasterio ya no daba la señalde comunicar.

Respondió una confusa voz que hablaba en árabe.—Necesito hablar con Lawrence St Cartier —gritó

Nick, también en árabe—. St Cartier. ¡Yallah!Oyó otras dos voces en árabe y luego le llegó, clara

como el agua, la voz de Lawrence.—¿Nicholas? Soy yo. Hola, muchacho.—Lawrence, Lawrence, tengo proble...Nick se interrumpió a media frase. Le pareció que la

cabeza le estallaba en miles de fragmentos.El corazón le latió en el pecho con la violencia de un

martillo neumático mientras cruzaba el puente.Sus pensamientos eran caóticos y sintió que perdía el

control de las extremidades. Aquello era demencial. ¿Quédemonios le ocurría?

En su mente, las imágenes de Lawrence, Jotapa,Adrian, el Arca de la Alianza, James De Vere y Lorcan deMolay competían entre sí.

De repente, experimentó una náusea y tuvo ganas devomitar. Oía que Lawrence lo llamaba por el nombre,pero era incapaz de responder.

Jason... Jotapa...Intentó reducir la marcha, pero todo el lado izquierdo

de su cuerpo se había quedado extrañamente paralizado

Page 357: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

y tenía la frente perlada de sudor. Al ver la cruz deJotapa colgada del retrovisor, la cogió con dedostemblorosos; luego, soltó el volante y se agarró la cabezaal tiempo que un dolor intensísimo le taladraba los ojos.De pronto, una luz ardiente llenó el Aston Martin y locegó.

Todavía oía como sonido de fondo la voz deLawrence, recitando la plegaria del Señor.

Cerró los ojos. Sabía que iba a morir y, sin embargo,estaba extrañamente calmado.

—Venga a nosotros Tu Reino...Un atisbo más de aquella gloriosa cara.Mientras el Aston Martin rojo chocaba con la barrera

de metal, Nick esbozó una tenue sonrisa.—Hágase Tu voluntad...Sólo un atisbo más...Mientras el coche deportivo se precipitaba por el

terraplén, Nick sonrió.—Perdona nuestras deudas... —Lawrence y él rezaban

al unísono.Cayendo... cayendo..., hacia el violento torrente

negro.—Líbranos de todo mal...Cayendo hacia las rocas escarpadas.Sólo un atisbo más...Cayendo hacia la oscuridad completa.Nick alargó la mano derecha hacia Cristo...—Porque Tuyo es el reino......Y, de repente, ya no hubo más luz.

Page 358: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

23

Onda de choque

Nueva York

Jason estaba tendido boca abajo en la cama, con elrostro hundido en la almohada. El teléfono no dejaba desonar. Se revolvió, abrió un ojo y, con expresión ceñuda,buscó el aparato a tientas con la mano derecha. Pulsó elbotón de silencio y metió la cabeza debajo de laalmohada.

El teléfono volvió a sonar, esta vez desde la cocina.Sonó sin cesar. Finalmente, el comunicante dejó unmensaje.

Jason abrió un ojo. El aparato sonó una vez más. Superra ridgeback, gorda y consentida, se subió a la cama yle lamió insistentemente la cara sin afeitar. Jason fruncióel entrecejo.

—¡Baja, !Se incorporó, medio dormido todavía, y echó una

mirada al reloj. Eran apenas las seis.Salió del dormitorio trastabillando, seguido de la

malcriada perra, y rebobinó los mensajes. Luego, con unsuspiro, pulsó el botón de «escuchar».

«Domingo, 19.04», le informó la voz electrónica.

Page 359: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Luego, la voz de Nick resonó en la cocina.«Tengo problemas... Problemas de verdad, Jas... —La

voz titubeó antes de seguir—: Y tú también los tienes.Tío Lawrence tenía razón. A papá lo mataron.»

Jason suspiró y abrió el frigorífico mientras oía cómola voz de Nick subía de intensidad.

«Estamos involucrados en el asunto, Jason. Todanuestra familia. Tú y yo. Te quedarás pasmado...»

Jason sacó el zumo de naranja, meneó la cabeza y sesirvió un vaso.

«Escucha, Jason, tienes que hacerme caso. Lo hefotografiado todo. Se lo he mandado por correoelectrónico a Weaver. Se han hecho con el Arca de laAlianza. Adrian ha negociado un trato desquiciado conlos israelíes.»

Jason dejó el vaso.«Tienes que escucharme, Jas. Mi infección fue una

trampa. Me querían muerto. Me inocularon el sida...Adrian está involucrado en...»

Se produjo una extraña crepitación y el mensaje secortó.

—¡Nick, por el amor de Dios, haz algo de provechocon tu vida! —Jason tomó un buen trago de zumo y pusouna sartén al fuego. lo miró y ladeó la cabeza.

Jason la miró, ceñudo. Cortó media rebanada de pany la untó de mantequilla.

—Siéntate —le ordenó. La perra levantó la testuz consus ojos pardos y húmedos clavados en el pan y altiempo que meneaba el rabo enérgicamente. Después,

Page 360: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

tomó delicadamente la media rebanada de su manoextendida. Jason le rascó las orejas con gesto distraído,echó dos huevos a la sartén y pulsó de nuevo el botón deescuchar los mensajes. Se sentó pesadamente en unasilla de la cocina y cogió el del díaanterior.

«Lunes, seis de la mañana.»«Jason, soy mamá. Por favor, llámame

inmediatamente.»Jason torció el gesto. Era Lilian. Parecía agitada.«Lunes, 6.03.» Era Lilian otra vez.«Jason —le temblaba la voz—, necesito que me

llames de inmediato.»«Lunes, 6.10.»Jason dio la vuelta a los huevos en la sartén.—Todo el mundo se ha vuelto loco —murmuró.«Jason, soy mamá. —Hubo un largo silencio. Lilian

tenía un tono de voz extraño, ronco, como si hubieraestado llorando. Hablaba tan bajo, que Jason tuvodificultades para entender lo que decía—. Ha habido unaccidente terrible.»

De nuevo, se hizo el silencio.«Jason... Es Nick... Se ha precipitado por un puente

con su coche, en Normandía. El coche se incendió...»Jason se quedó paralizado.«Jason... Nick ha muerto...»A Jason se le encogió el pecho hasta tal punto que le

costaba respirar. La espátula se le escapó de la mano ycayó al suelo con estrépito.

Page 361: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Cerró los ojos, pero sólo vio a Nick. Nick como unmocoso de seis años que lo miraba con sus claros ojosgrises desde una pasarela del puerto de Nueva York. Nicken el instituto. Nick a los dieciséis, con él y Julia en lacasa de Cape Cod. El primer día de Nick en Oxford. Nicky él mismo peleándose violentamente después delaccidente de Lily.

Y, desde entonces, nada más. Jason lo había proscritode su vida.

Sin prestar atención a la presencia de la nuevasirvienta de la agencia, que lo miraba con expresión dealarma, y a la de , que gemía con preocupación, sedeslizó al suelo lentamente hasta quedar sentado. Unaslágrimas descendieron por su rostro sin afeitar y cayeronal suelo de mármol de la cocina.

A continuación, por primera vez en su vida adulta,Jason De Vere perdió por completo el dominio de símismo. Cerró los ojos, se agarró la cabeza entre lasmanos.

Y se echó a llorar como un niño.

Lawrence St Cartier estaba sentado a la mesa deldesayuno, impecablemente puesta, y contemplaba ElCairo entre la bruma matinal. No había tocado los huevosdel plato. Wasim, su ayudante, colocó cuidadosamente el

al alcance de su mano.

Page 362: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—El periódico de hoy. Egipto —dijo Wasim.Extendió el sobre el primer periódico.—El periódico de ayer. Londres.Finalmente, colocó un ejemplar de

encima del .—El sensacionalista de ayer. Londres.St Cartier se ajustó el monóculo.El titular rezaba: «El menor de los magnates De Vere

muere en accidente.»Levantó el periódico.Wasim observó con atención a Lawrence St Cartier.—Tiene que comer, . Está insultando a Wasim.St Cartier le dedicó una débil sonrisa.—Hoy su estómago está débil, . ¿Se trata de

Nick?St Cartier dobló el periódico y suspiró. Wasim insistió,

incansable.—El insulta a su hermano con su gran pesar.

Hoy, él está con los ángeles.St Cartier contempló El Cairo entre la bruma con un

extraño alborozo en la mirada.—Sí, Wasim. Hoy está con los ángeles.

Milán, Italia

Julia salió del suntuoso cuarto de baño de mármolblanco, recién duchada después de su vuelo de Londres a

Page 363: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Milán a primera hora de la mañana. Envuelta en una batade suave lana rosa, contempló con aprobación las ricassedas adamascadas azules de la lujosa suite. Leencantaba Milán y le encantaba el hotel Principe diSavoia, con su imponente fachada neoclásica.

Uno de los muchos privilegios adicionales de llevar lasrelaciones públicas de la selección nacional de fútbol deInglaterra era que, en días como aquél, se alojaba a sucargo en una suite de la torre del Principe, a tiro depiedra del elegante distrito de compras de Milán.

Muy conveniente para hacer sus compras navideñasde última hora.

Se sentó ante el tocador, un mueble de maderatallada de estilo italiano, se secó los cabellos rubios conuna toalla y luego enchufó la tetera, el objeto másindispensable para Julia además de su Blackberry 2022de última tecnología. Se encaminó al escritorio delsaloncito y comprobó que la agenda electrónica seguíacargándose.

Tomó un cruasán de la bandeja del desayuno y luego,casi sin reflexionar en lo que hacía, cogió el mando adistancia y encendió el televisor.

Cuando el rostro de Nick apareció en la pantallaplana, Julia torció el gesto. ¿Qué habría hecho esta vezpara salir en las noticias? El locutor hablaba en unitaliano rápido y fluido que no consiguió entender.

Sin embargo, enseguida se llevó la mano a la boca enun gesto de espanto. En Normandía, unas embarcacionesde la polícía estaban sacando del agua un Aston Martin

Page 364: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

rojo. Julia cogió el mando a distancia y recorrió loscanales hasta dar con VOX UK 24.

Paralizada, contempló a la morena y eficientepresentadora, que hablaba en un perfecto inglésbritánico. Esta vez no hubo confusión posible.

«En Normandía, después de una búsqueda a cargo dela policía francesa que ha durado toda la noche, se hanhallado a primera hora de la mañana los restos de unAston Martin rojo que ha sido identificado comoperteneciente a Nicholas De Vere, el hermano menor dela familia de magnates...»

El mando a distancia se le cayó de las manos y laslágrimas empezaron a correr por su rostro mientras sederrumbaba lentamente en el sofá. La voz bien moduladade la presentadora se convirtió en un vago rumor defondo.

Nick había muerto.Tenía que decírselo a Lily.

Jotapa yacía boca abajo sobre las sábanas de seda decolor oro pálido, con los brazos y piernas llenos demoratones de golpes recientes. A su lado, en la cama,tenía un ejemplar cerrado del Corán.

—Padre nuestro que estás en los Cielos... —murmuró.Jibril se inclinó sobre ella y le acarició el pelo

desordenado.

Page 365: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Santificado sea Tu Nombre...Poco a poco, Jotapa abrió los ojos, volvió la cabeza y

miró a Jibril con sorpresa.Él le sonrió dulcemente.—Venga a nosotros Tu reino... ¿Te lo sabes? —

susurró.Jibril asintió y le tomó la mano. Unas lágrimas

surcaron el rostro de su hermana.—Hágase Tu voluntad...La puerta se abrió bruscamente. Jotapa se incorporó

en la cama y miró a Mansur con miedo y odio. El reciénllegado se plantó ante ellos con una sonrisa perversa enel rostro, vio el teléfono en el suelo y preguntó:

—¿Qué, esperando a que tu príncipe azul, eseplayboy, venga a rescatarte, princesa?

—Tú estás impidiendo mis llamadas —replicó Jotapa.—Ya no será necesario que lo haga.Levantó el periódico árabe que llevaba en la mano

derecha, sonrió de nuevo y lo arrojó sobre la cama. Sindecir una palabra más, salió de la habitación dando unportazo.

Jotapa tendió la mano y un extraño ardor le recorrióel brazo. Temblorosa, cogió el periódico, leyó el titular yluego vio la foto de Nick.

El periódico le resbaló entre los dedos y cayó al suelo.Sentada en la cama, Jotapa se echó a llorar en silencio,meciéndose de lado a lado.

Nick De Vere había muerto.Ahora sí que estaba segura: ella y Jibril habían caído

Page 366: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

en el infierno.

Page 367: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

24

La fría luz del día

Jason De Vere bajó del helicóptero y recorrió elasfalto hacia su recién adquirido reactor privadoBombardier Global Express. Con las gafas de sol y losauriculares puestos, gritaba instrucciones por el manoslibres del móvil. Jontil Purvis caminaba a su lado,atendiendo con calma tres conversaciones simultáneas.

Unos pasos más atrás venían Liam Keynes, consejerogeneral de VOX, y Levine y Mitchell, sus ayudantes.

—Quiero que subamos nuestra oferta a mil seiscientosmillones —gritó Jason entre el rugido de los motores delavión—. Dígaselo a Simons de mi parte, no podemospermitirnos perder. Iré a la reunión de Pekín, pero novolveré a trasladarla de fecha.

Lanzó otra mirada furiosa, esta vez a Jontil Purvis,que seguía hablando por teléfono. Le hizo gestosimpacientes de que se diera prisa y suspiróprofundamente, sin dejar de hablar por el micro.

—No lo haré —declaró—. Ni siquiera por el primerministro chino.

Continuó caminando a toda marcha contra el gélidoviento invernal de Nueva York en dirección a la escalerilla

Page 368: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

del solitario y reluciente reactor que esperaba en la pistadel aeropuerto La Guardia

—¡Me importa un bledo el protocolo! ¡Estoy en mediode una crisis familiar! —Jason le hizo un gesto a Keynespara que se acercara—. Dígale a Geffen que haga viajar asus abogados a Pekín hoy mismo. Cierre el trato de laplataforma de Pekín a cualquier coste, Keynes,¿entendido?

—Sí, señor. —Keynes se retiró—. Entendido, señor.Jontil Purvis le tendió su móvil a Jason.—Una llamada de Londres —le dijo—. Se la paso.—¿Quién es?—La tía Rosemary.Jason torció el gesto. Rosemary era la prima segunda

británica de James De Vere y actual compañera de Lilian.Vivía con Lilian desde la muerte de James y conocía aJasón desde que era un niño de tres años... y todavía lotrataba como si siguiera siéndolo.

—Tía Rosemary... —contestó—. Sí... Todo resulta unapesadilla... No quiero que la prensa esté esperándome enLondres, ¿queda meridianamente claro? —Jasoncontinuó caminando—. Sí... Dile a mamá que voy decamino. Te paso a Purvis.

El grupito llegó al pie de la escalerilla del reactor.Jontil Purvis apagó los teléfonos.

—Tía Rosemary vendrá a buscarnos en coche alaeropuerto.

—Estoy impaciente por que llegue el momento —fueel seco comentario de Jason mientras ascendían por la

Page 369: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

escalerilla.—Irán directamente a la casa de Knightsbridge —

continuó Jontil Purvis con su tono de voz calmado yeficiente—. El funeral es el martes, a las once, en laiglesia de All Souls, en Langham Place. Para mañana,sábado, está prevista una comida de Navidad con sumadre y Lily.

El teléfono de Jason volvió a sonar. Lo desconectó.En la entrada del avión esperaba un hombre de

aspecto distinguido, con el uniforme de piloto, quesaludó a Jason con un cortés gesto de cabeza.

—Tenemos el viento a favor, señor De Vere —dijo elhombre con un ligero deje escocés en la voz—.Teniéndolo en cuenta, deberíamos estar en Londres hacialas ocho.

—Bien hecho, Macdonald —respondió Jason—. A versi se cumple.

—Buen vuelo, señor De Vere —asintió el piloto.Jason se quitó las gafas oscuras. Tenía los ojos

enrojecidos y unas profundas ojeras.—Lamento mucho lo de su hermano, señor.

Jason dejó atrás la zona de reuniones en dirección alcentro del avión. Echó una mirada cansada a los ochomonitores de televisión que transmitían otros tantoscanales de VOXDIGITAL y pasó su maletín a un jovenque llevaba una llamativa corbata.

—Levine, asegúrese de que Phillips continúatrabajando con Jenkins en Tokio.

Page 370: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Levine se encaminó a la zona de reuniones con elmaletín.

—¿De dónde ha sacado esa corbata? —dijo Jason conuna mueca de desagrado.

Levine esbozó una sonrisa. Jason se tambaleóligeramente, le indicó que se marchara con un gesto y serestregó los ojos. Había estado bebiendo desde lamañana anterior con el estómago vacío.

Un auxiliar de vuelo dejó a su lado dos botellas deagua mineral y un vaso y se retiró.

—Ah, Levine, y póngame un whisky del que guardaMacdonald en la cola, dígale a Mitchell que venga y seuna a nosotros.

Jason se acomodó en el asiento, cogió el y volvió a dejarlo. Se sentía agitado.

Un segundo joven de constitución delgada apareciócon unos vasos.

—Mitchell, quiero una explicación convincente de porqué sigue emitiendo el Canal Legal por nuestraplataforma. —Jason señaló una de las pantallas quetransmitían los canales de la VOX.

—Vaya a buscar a Keynes ahora mismo.Mitchell se escabulló hacia el área acondicionada para

reuniones. Jason exhaló un profundo suspiro, seremangó las mangas de la camisa y prestó atención a latelevisión.

«Adrian De Vere, presidente de la superpotenciaeuropea emergente... —Jason subió el volumen—...mantenido conversaciones en Babilonia con el presidente

Page 371: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ruso, Oleinik, y con el presidente sirio, Assad, a primerahora de la tarde, poco después de que se conociera latrágica muerte de su hermano en el norte de Francia,esta mañana. La policía investiga...»

Jason apagó con el mando a distancia. Exhaló otrohondo suspiro y, con los ojos llenos de lágrimas, se pasóla mano por el pelo, corto y oscuro, en el que yaasomaban las primeras canas; luego, se puso las gafasde leer y cogió un fajo de papeles.

Levine volvió por el pasillo entre asientos con ungrueso expediente y el whisky de Jason. Detrás de élvenía Jontil Purvis. Levine le entregó el vaso a Jason, quelo engulló de inmediato. Jontil Purvis se instaló delantede Jason, miró el vaso de whisky vacío y arrugó la frente.

Jason le tendió el vaso a Levine.—Otro —se limitó a decir y miró deliberadamente a

Purvis. Los motores empezaron a calentar.—Señor De Vere —dijo el auxiliar de vuelo,

presentándole la carta del menú. Jason se desentendió.—Désela a Purvis —farfulló.—Jason —dijo Jontil en tono conciliador—, se ha

negado a tomar otra cosa que whisky desde hacecuarenta y ocho horas. Es preciso que coma algo.

—No tengo hambre, Purvis —respondió él, con lalengua de trapo—. Deja de hacerme de madre.

La mujer suspiró, guardó el bolso, se quitó elelegante cárdigan de lana de color melocotón dejando ala vista su silueta bastante rellena y se ató el cinturón deseguridad. Jason miró por encima de las gafas y la

Page 372: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

observó. Lo que iba a suceder a continuación no dejabanunca de intrigarlo.

Jontil Purvis llevaba quince años volando con él ycada vez hacía lo mismo. La vio ponerse las gafas deleer, retocarse su inmaculado peinado, abrir una pequeñaBiblia de bolsillo con unas ajadas tapas de piel marrón yenfrascarse en la lectura de sus páginas.

—Debería haber respondido a sus llamadas —refunfuñó mientras revolvía el fajo de papeles.

Jontil se quitó las gafas y observó con detenimiento elrostro demacrado de su jefe. Conocía a Jasonperfectamente. La muerte de Nick lo había golpeadocomo un mazazo. Durante los veintidós años que llevabatrabajando con él, nunca lo había visto tan destrozado,tan consternado. Ni tan bebido.

Aferrada a su Biblia de bolsillo, cerró los ojos e inclinóla cabeza mientras el reactor despegaba y se elevaba enel brillante azul de los cielos neoyorquinos.

—Purvis...Ella siguió la mirada de Jason, fija en el ajado librito

que tenía en las manos.—Tú —continuó él—, tú que crees en la redención. —

Sus ojos enrojecidos estudiaron el rostro de la mujer. Losiguiente que dijo lo pronunció tan bajo que ella casi nolo entendió—: Reza por mí.

Page 373: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Los dedos rechonchos de Dylan Weaver volaban sinesfuerzo sobre el teclado del portátil. Observó la foto deldeportivo siniestrado y leyó la noticia de la muerte deNick en la página cinco de . A continuaciónabrió, por la que debía de ser la décima vez aquella hora,el correo que había recibido de Nick De Vere a las 21.19de anoche, hora de Greenwich. Pulsó «marcar» y«lanzar».

—Vamos, encanto —murmuró.El icono de «encriptado» destelló en la pantalla del

portátil. Frustrado, Weaver cerró el ordenadorbruscamente, sacó el teléfono y marcó.

Page 374: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

25

Lilian

Jason se detuvo en lo alto de la escalerilla del reactory contempló, desanimado, el aguanieve que caía desdelos grises y encapotados cielos londinenses sobre la pistadel aeropuerto. Era Nochebuena y la cabeza le estallabade la resaca.

—Maldito clima británico —murmuró, malhumorado,mientras bajaba la escalerilla. Cruzó la pista, seguido deun Levine de mirada hosca, que se protegía la cabeza delaguanieve con el maletín de Jason. Cerraba la marchaJontil Purvis.

Una mujer corrió hacia ellos con dos paraguas. Teníaunos sesenta y cinco años y llevaba un gorro de hulepara protegerse de la lluvia y un abrigo de pata de gallo.

—Jason, Jontil —los saludó, impaciente, con unrefinado acento británico. Abrazó a Jontil y tendió unparaguas a Jason—. Seguidme. El Bentley estáesperando. ¡Deprisa! —les instó.

—Yo también me alegro mucho de verte, tíaRosemary —murmuró Jason. Pero, cuando vio que ungrupo de fotógrafos de prensa corría hacia ellos,exclamó, con el entrecejo fruncido—: ¡Maldita sea,Rosemary! ¡Te había dicho que nada de prensa!

Page 375: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Rosemary le dedicó una mirada ominosa.—Es por Nicholas, Jason —dijo en tono cortante—.

Cuando estaba vivo, aparecía en todas las revistas delcorazón. Es el hermano del ex primer ministro del ReinoUnido, por el amor de Dios. —Jason seguía mirando elparaguas sin cogerlo—. Bueno, vamos, no te quedes ahí—le espetó.

Rosemary miró alrededor y, señalando con un gestode cabeza a Levine, Mitchell y Purvis, preguntó:

—¿Tres secretarios necesitas? Tendría que habérmeloimaginado. —Frunció los labios—. Los americanos nopueden hacer nada sin un séquito. —Se volvió y por pocono le metió una varilla del paraguas en el ojo a Jason—.Bueno, pero ahora estás con los malditos ingleses. Aquísomos mucho más prácticos. Toma. —Le plantó elparaguas delante—. No pensarás que estoy aquí porqueme conviene para la salud, ¿verdad?

Jason cogió el paraguas con aire sumiso y Rosemaryechó a andar deprisa.

—Y no creas que las cosas mejorarán en el funeral —prosiguió—. La presencia de Adrian atraerá a periodistasde toda Europa.

Jason miró a Jontil Purvis con preocupación. Sabía lomucho que se divertía su secretaria viendo a la prima desu padre dándole órdenes. Lilian siempre había dicho queeran igual de tercos. De tal palo, tal astilla.

—Cooper, Grayson —dijo la tía Rosemary, llamando alos guardaespaldas, y señaló con la cabeza a losperiodistas que se acercaban rápidamente. Los dos ex

Page 376: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

soldados de las SAS contuvieron a la rapaz prensabritánica mientras un tercero abría paso entre el tumultode paparazzi, camino del Bentley, que los esperaba apocos metros.

—De Vere, soy del —dijo un periodistalarguirucho, poniéndole las credenciales en la cara—.¿Desde cuándo sabe que su hermano era gay?

—Malditos paparazzi británicos —masculló Jason, altiempo que se disparaba un flash.

—¿Cree que su hermano fue asesinado? —gritó unperiodista delgado y calvo—. ¿Un crimen pasional?

Jason enrojeció de ira desde la frente hasta el cuello.—Tuvo un accidente de coche, por el amor de Dios.—¿Es verdad que no se trataba con su hermano? —

preguntó el periodista del con una sonrisa.Jason lo apartó de un violento empujón y se

encendieron más flashes.—Agresivo como siempre, señor De Vere. —El joven,

que vestía unos vaqueros gastados y una camisetahablaba con un cortés acento británico—. Una buena fotopara la edición del domingo. Muchas gracias.

—¿Sabía que su hermano estaba agonizando de sida?—preguntó otro reportero.

Jason se detuvo en seco. Cada vez estaba másenfurecido. Jontil le puso la mano en el brazo mientras élmiraba a los periodistas con rabia.

—Jason —le dijo, agarrándolo con más fuerza. Él lamiró, intentando descifrar su expresión y se disparó otroflash.

Page 377: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¡Salgamos de aquí! —Jason agachó la cabezamientras el tercer guardaespaldas le abría paso. Lo siguióa ciegas hasta la puerta abierta del Bentley y montó,hundiéndose en el mullido asiento de cuero.

La tía Rosemary se enfrentó a los reporteros.—Fuera —ordenó—. Márchense —insistió, apuntando

el paraguas hacia un joven fotógrafo—. Dejen en paz ami sobrino —dijo en tono amenazador.

Levine pasó el maletín por la puerta y echó a correrbajo el aguanieve para reunirse con Jontil en un segundocoche que los esperaba. La tía Rosemary montó en elBentley con Jason.

Un reportero golpeó la ventanilla del coche.—Los periodistas británicos son insoportables —gruñó

Jason.—Tú les has dado pie —replicó la tía Rosemary,

mirándolo con desaprobación—. Siempre lo has hecho.Más reporteros golpearon las ventanillas de cristal

ahumado del coche.—No me des lecciones, Rosemary. —Jason la miró

enojado y dio unos golpecitos impacientes en el cristalque los separaba del chofer. El Bentley arrancó con elembrague puesto, dando una sacudida, y Jason miró alfrente con aire inexpresivo mientras Rosemary le servíaun agua mineral. La aceptó de mala gana y el Bentley selanzó hacia delante con otra sacudida. Oyeron unasexclamaciones procedentes del exterior y, al volverse,Jason vio que un taxista londinense asomaba la cabezapor la ventanilla y lanzaba una mirada agresiva a su

Page 378: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

chofer.—¡Aprende a conducir, abuelo! —gritó el taxista.Jason arqueó las cejas con incredulidad.—Ha insistido en venir él a recogerte —asintió

Rosemary—. Nadie ha podido impedirlo.Por primera vez en dos días, un amago de sonrisa

cruzó el rostro de Jason.—¡Pero si no ha conducido desde la guerra...!El panel separador de cristal ahumado se abrió

despacio y Maxim, que ya tenía más de ochenta años, seseñaló el bigote rizado y encerado, al tiempo que asentíaen señal de respeto.

—Desde la guerra de las Malvinas, señorito Jason. Sila memoria no me falla, usted estaba estudiando en Yale.

—Me alegro de verte, Maxim. —Jason sonrió conafecto—. ¿Estás seguro de que sabes conducir estabestia?

Pasaron por delante de Westminster y el Parlamento.Maxim miró a Jason por el retrovisor.

—Es pan comido, señorito Jason —dijo, a punto dechocar con un autobús de dos pisos—. Cuánto me alegrode verlo, señor. Reciba mi más sentido pésame por lamuerte de su hermano, el señorito Nick.

Jason se puso serio de nuevo.—Gracias, Maxim. ¿Cómo está mi madre?—Su madre es la serenidad personificada, señorito

Jason, pero debo confesar que he instigado una pequeñaoperación de espionaje que ella, por supuesto,desconoce. Todas las noches, después de tomarse una

Page 379: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

copa para ir a dormir, la oigo sollozar. Me preocupamuchísimo, señor.

El Bentley dio una violenta sacudida, seguida de otra yde un chirriar de neumáticos. Todos los coches cercanoshicieron sonar el claxon y Jason y Rosemaryintercambiaron una mirada mientras un taxista bajaba laventanilla y blandía el puño, enfurecido, mirando aMaxim.

—Vuelve al asilo, maldita sea.Maxim bajó la ventanilla, indignado, en el preciso

momento en que el taxista le dedicaba un gesto obsceno.—¡Qué impertinencia! —exclamó, levantando también

el puño hacia el taxista, que ya se había marchado hacíarato.

—Tranquilo, tranquilo, Maxim —sonrió Jason.Durante el trayecto, Rosemary abrió su maletín.—El funeral será en la iglesia de All Souls, en

Langham Place, en el extremo norte de Regent Street,cerca de la BBC. Era el único lugar del centro disponiblecon tan poca antelación.

Sacó un pliego de notas mecanografiadas con unaantigua máquina de escribir.

—Lo normal. Tu madre teme la ceremonia. ComoAdrian estará presente, la seguridad será una pesadilla.—Rosemary sacó un librito negro—. La lista de tu madre:siete parlamentarios laboristas y cuatro conservadores. Elprimer ministro. El portavoz de la Cámara, sieterepresentantes menores de la realeza. Nueve lords. Yasabes. Lo normal.

Page 380: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason miró al frente, incrédulo, mientras se saltabanun semáforo en rojo y sonaban más bocinazos.

—Dos representantes menores de la realeza europea—prosiguió, impertérrita, la tía Rosemary—, sietecongresistas y senadores, el presidente del Banco deInglaterra, el de Petróleos del Mar del Norte. —Sacó otropliego de papeles—. Tu lista, por cortesía de JontilPurvis. La lista de Adrian, que es enorme. Y, porsupuesto, los amigos personales de Nick. —Hizo unamueca—. No es preciso decir que no se pondrán corbatanegra. Ah, y Julia...

Jason se puso visiblemente tenso.—Creía que estaba en Roma.—Sí. Esta noche volará a Heathrow. Alex, Lily y su

amiga se encontrarán allí con ella y luego irán a NewChelsea. —La tía Rosemary consultó su reloj—. Por poconos cruzamos con ella. Lily irá mañana a las dos de latarde a casa de tu madre para la comida de Navidad. Sequedará contigo hasta las siete. Adrian está en Babilonia.No puede venir antes y llegará a Londres la mañana delfuneral.

—¿Qué día es el funeral?—El martes, 28.El Bentley dio una sacudida y frenó con un chirrido

delante de una enorme mansión de Belgrave Square.Jason cogió el agua mineral antes de que el vaso salieradespedido de la mesilla.

Jason ya se había apeado mientras Maxim todavíaintentaba abrir su portezuela. Le ayudó a hacerlo y

Page 381: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Maxim sacó sus zapatos de talla cuarenta y tres de debajodel freno.

—Muchas gracias, señorito Jason.—Maxim —dijo Jason—, creo que tendrías que hacer

un curso de conducción para refrescar tus aptitudes.Maxim, que medía un metro noventa, se apeó con

dificultad del coche y miró a Jason con aprobación.—Señor, ¿puedo decirle que está muy elegante?Jason sonrió. Contempló la fachada blanca georgiana

de la vieja casa londinense de seis pisos y recorrió lacorta distancia que lo separaba del impresionante porche.Maxim lo siguió, llevándole el maletín. Rosemary puso lallave en la cerradura.

La puerta se abría a un magnífico vestíbulo demármol, con techos de siete metros y adornado con unasimponentes cornisas georgianas. Un ramo de cuatrodocenas de rosas de color marfil presidía la antiquísimamesa del vestíbulo.

Apareció una joven de uniforme.—Ceci —le dijo la tía Rosemary—, ayuda a Maxim con

las maletas del señor De Vere, ¿quieres?Jason se quitó los guantes al tiempo que su cabeza se

llenaba de recuerdos.—Maxim —dijo—, me parece que mi madre, en su

última carta, decía que te jubilabas.El mayordomo frunció el entrecejo en señal de

desaprobación.—Jubilación es una palabra que sólo ha utilizado la

señora Lilian, creo.

Page 382: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—No, Maxim —intervino la tía Rosemary, mirándoloenojada—. Ella no ha dicho nada de jubilación. Sólo hasugerido que te tomes unas merecidas vacaciones.

Maxim miró a Jason con resignación.—Y lo que yo le dije a la señora Lilian —explicó, con

ojos llorosos—, fue que si ya no requiere mis servicios,es que mis capacidades están mermando. Llevo con estafamilia más de treinta y cinco años...

—Tranquilo, Maxim —dijo Jason con una sonrisa—.Eres parte del mobiliario. ¿Cómo se las apañaría mimadre sin ti?

—Bueno, yo me marcho —dijo la tía Rosemary,sacudiendo el paraguas de Jason—. Estoy en casa de misobrina —anunció—. He pensado que sería mejor dejarosa solas a tu madre y a ti.

Rosemary se frotó las manos y luego, acercándose aJason, le dio un fugaz beso en la mejilla y desapareciópor la puerta principal.

—Perdone mi mal humor, señorito Jason —dijoMaxim, sacándose del bolsillo un pañuelo perfectamenteplanchado. Se enjugó las lágrimas y se sonóruidosamente la nariz.

»Es por el señor Nick, su muerte. —Se sonó de nuevo—. Me ha alterado un poco.

Jason le puso la mano en el hombro.—Nos ha alterado a todos. Lo sé, Maxim.Maxim sacó una gastada foto de su cartera de piel.—El señorito Nicholas cuando tenía cuatro años.

Después de volar la leñera.

Page 383: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Con manos temblorosas, Jason cogió la vieja foto deun Nicholas muy chamuscado.

—Papá se puso hecho una fiera —recordó con unatenue sonrisa.

—Y la que es mi favorita del señorito Nicholas —murmuró Maxim.

Jason miró, paralizado, la fotografía en la queaparecían Adrian, Nick y él en el puerto de Nueva York,en la pasarela de un barco.

—Todavía la conservas —dijo asombrado.—Es de mi álbum. —Maxim sonrió con ojos llorosos.—Los hermanos... —murmuró Jason.Miró hacia el descansillo del primer piso, hacia una

inmensa puerta de caoba de doble hoja.—La señora Lilian no ha salido de sus aposentos

desde que recibió la noticia de la muerte del señoritoNick —anunció Maxim.

Jason emitió un suspiro.—El ala Sur está preparada para usted como siempre,

señorito Jason. Mi habitación sigue estando en el sextopiso. A la derecha. Si me necesita, llame al timbre de suvestidor. El desayuno se servirá en el comedor de laseñora Lilian a las ocho en punto.

—No desayunaré, Maxim.El mayordomo lo miró con expresión severa.—Le prepararé una bandeja aparte, señor. La tendrá a

las siete. Tres huevos, fritos por los dos lados. Zumo denaranja. La poco nutritiva tostada de pan blanco que seempeña en tomar. —Maxim frunció el entrecejo—. Y

Page 384: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

porridge con crema y whisky. Y permítame la temeridadpero, como lo he cuidado desde que estaba en el colegio,le recomendaría encarecidamente que no bebiera licorhasta después del funeral.

Jason miró a Maxim con una emotividad insólita en él.—Te permito la temeridad, Maxim, viejo amigo —dijo

en voz baja.El mayordomo volvió a enjugarse los ojos.—Iré a buscar los sedantes para la señora —dijo—.

Buenas noches, señorito Jason.Jason subió despacio las escaleras hasta la primera

planta.—Madre —susurró.Abrió las puertas de caoba y se asomó al gran salón

de estar, elegantemente decorado con antigüedades,tapices y mantas ligeras.

Lilian De Vere estaba sentada a solas en la oscuridad,viendo vídeos de Nick en edad escolar, de Nick conAdrian y Jason en Cape Cod, de Nick en la última fiestafamiliar celebrada en vida de James De Vere.

Con mucha suavidad, Jason se inclinó y le cogió elmando a distancia de la mano.

—Madre —dijo en un susurro.Lilian se sobresaltó y se volvió hacia Jason. Tenía la

mirada nublada y le agarró las manos.—Querido Jason —dijo al tiempo que encendía la

lámpara de mesa con mano temblorosa.Jason la miró con dulzura y contuvo una exclamación.

Había envejecido de un día para otro. Siempre había sido

Page 385: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

muy delgada y elegante, pero ahora estaba demacrada.Llevaba el pelo plateado cuidadosamente trenzado yrecogido en un moño y vestía un traje chaqueta negrocon un broche de diamantes en la solapa. Sin embargo,aquella noche se la veía muy frágil y vulnerable.

Lilian lo estrechó contra sí con fuerza y, durante unosinstantes, a Jason le costó no perder la compostura.

—Siempre fuiste como tu padre —murmuró,soltándolo por fin—. Tan fuerte, tan obstinado, tandecidido... —Se interrumpió—. Pero Nicholas...

Cogió una foto de Jason, Adrian y Nick de la mesaantigua que tenía al lado. La expresión de Lilian se volviódistante.

—Nicholas... era un espíritu libre... —agarró la manode Jason y la estrechó con fuerza—. Primero tu padre...—Tiró de él, atrayéndolo hacia sí—. Ahora, Nick...

Sonaron unos leves golpes en la puerta. Maxim hizouna ligera reverencia y entró un carrito con una bandejade plata llena de canapés.

—Un tentempié, señora. —Maxim miró a Jason conaprobación—. Y sus sedantes. —Frunció el entrecejo y sedirigió a Jason—. Se niega a tomarlos, señorito.

—Dámelos —le dijo, tendiéndole la mano—. Se lostomará.

Puso las tabletas en la mano de Lilian y le dio un vasode agua.

—Bebe, madre —la instó—. Con todo el asunto delfuneral, tienes por delante unos días muy llenos detensión.

Page 386: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Lilian esbozó una leve sonrisa.—Lily vendrá a celebrar con nosotros la comida de

Navidad —dijo.—Lo sé. Bebe. —Jason le sonrió con cariño y Lilian se

tomó el sedante.—Buena chica, así me gusta.—Señora Lilian, si necesita algo de noche, llámeme —

dijo Maxim, que hizo una reverencia antes dedesaparecer por la puerta del salón.

—Es tarde, madre. —Jason se puso en pie—. Mañanaserá una jornada muy larga y necesitas descansar.

Ayudó a Lilian a ponerse en pie y se quedaron unosinstantes a solas en la penumbra.

—Echo de menos a Nick —susurró Jason al cabo.Lilian le cogió la cara entre las manos y lo miró

fijamente a los ojos.—Cuando era muy pequeño, Jason —dijo con dulzura

—, tú eras su héroe. Toda su vida confió en tu fortaleza,la fortaleza que sabía que él no tenía. —Estrechó a Jasoncon fuerza—. Te quería, Jason —declaró y lo besótiernamente en la cabeza como hacía cuando era un niño.

—Era demasiado blando —susurró Jason—. Y era unestúpido. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Unestúpido, pero yo lo quería, madre.

Jason salió de la sala, dejando a Lilian sola en laoscuridad.

Page 387: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

26

El funeral

Jason se detuvo en el vestíbulo de la iglesia, a salvodel circo mediático. La comitiva de coches negros deAdrian apareció ante el pórtico circular de columnas de laiglesia. Jason entrecerró los ojos ante el destello de losflashes de las cámaras de los omnipresentes paparazzi,que iluminaban el cielo triste y gris de Londres.

Adrian De Vere había llegado.Jason se volvió y avanzó por el pasillo hasta el primer

banco de la iglesia. Estaba lleno a reventar de miembrosde la sociedad política y empresarial del Reino Unido y deEstados Unidos, una muestra de la influencia que tenía elimperio financiero De Vere, por un lado, y del hecho deque Adrian era el líder político que más rápido habíaascendido en todo el mundo occidental, por el otro.

Mientras caminaba, Jason tomó notas mentales. Amano derecha reconoció a cuatro parlamentariosbritánicos, el canciller del Tesoro Público, el reciénelegido primer ministro gobernador del Reino Unido, elpresidente de Francia, la reina de Holanda y cuatromiembros menos conocidos de la realeza británica. A la

Page 388: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

izquierda estaba el presidente del Banco de Inglaterra y elde Petróleos del Mar del Norte, junto a cuatrocongresistas y tres senadores de Estados Unidos a losque conocía de haberlos visto en las noticias. Entre ellosestaba el senador por Nueva York, con el que jugaba algolf una vez al mes.

Su expresión se destensó. Distinguió las elegantesfacciones de Xavier Chessler, su padrino y presidente delBanco Mundial. Se detuvo y se inclinó hacia él.

—Jason —le dijo Chessler, dándole un abrazo—. Losiento, chico. Es devastador. Nick era tan joven...

Jason asintió con pesar.—Esta mañana he desayunado con tu madre —

continuó Chessler—. Ya sabes que cuidaremos de ella.—Has sido nuestro gran puntal, tío Xavier. Mi madre

no sé qué habría hecho sin ti.—Tu padre era mi más viejo amigo, Jason.Jason se volvió y vio a Lily, que maniobraba con la

silla de ruedas y lo llamaba con gestos. Jason se volvióhacia Xavier Chessler. El elegante anciano parecíafatigado.

—Puedes contar conmigo para lo que necesites,Jason. Lo que sea. ¿Por qué no nos vemos esta semanaen Nueva York?

—Regresaré el jueves, como siempre. ¿Quedamos eldía cinco a las nueve y media?

—¿En ese bar ecléctico que le gustaba a Nick? —preguntó Chessler—. ¿Te parece bien?

—Hotel Gramercy —dijo en voz baja—. El Rose Bar.

Page 389: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Estuve allí con él una vez, con Marina —sonrióChessler—. En verano. —Consultó la fecha de su reloj—.El jueves por la noche, a las nueve y media en el RoseBar. Brindaremos por Nick.

—Brindaremos por Nick —asintió Jason.Estrechó la mano a Chessler y luego pasó ante las dos

filas de bancos que quedaban. Allí estaban por fin losamigos de Nick. Jason reconoció a dos modelosinternacionales, un importante cantante británico, tresfamosos actores de Hollywood, celebridades de unprograma de telerrealidad británico... Se detuvo. Habríadistinguido aquel perfil en cualquier parte, aunque ibacubierto con un velo negro.

Julia.Se volvió de repente y se abrió camino hasta el primer

banco, donde estaba sentada Lilian, con la mirada alfrente y la cara también cubierta por un velo negro, bajoel cual se secaba las lágrimas con un pañuelo. A suderecha estaba Lily. A lex y Polly se hallaban a suizquierda.

—Papá. —Lily agarró a Jason y lo atrajo hacia ella.Tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar y le apretó lamano.

»Papá, estoy preocupada por Alex. No quiere sabernada de nadie.

Jason frunció el entrecejo y se inclinó hacia Alex.—Lo siento, amigo... —Le tocó el brazo—. Sé lo

íntimos que erais.Alex le dedicó una torva mirada y volvió a clavar sus

Page 390: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

taciturnos ojos en el himnario.Adrian se sentó en el banco y su séquito del Servicio

Secreto ocupó el de atrás. Parecía cansado, al borde de laextenuación.

Alargó los brazos hacia Lilian y la estrechó contra síun largo instante. La besó con dulzura en la frente y laayudó a sentarse bien. Luego, se inclinó hacia Lily, labesó en las dos mejillas y se sentó al lado de Jason.Detrás de Adrian se sentaron Guber y Travis.

—Papá, ¿no te has arrepentido nunca de nodevolverle las llamadas? —susurró Lily.

Lilian sacudió la cabeza en gesto de amonestación asu nieta.

—Pues claro que se arrepiente —dijo en voz baja.—Lo que ocurre es que no puede reconocerlo —

intervino Adrian, tomando la mano de Lily—. Ya conocesa tu padre. Obstinado como siempre.

—Como su padre —dijo Lilian en voz baja al tiempoque esbozaba una tenue sonrisa. Jason frunció elentrecejo pero su expresión se ablandó.

—Pobre Nick. —Adrian respiró hondo—. La última vezque lo vi en la cena de cumpleaños de mamá, en Roma,estaba en la piel y los huesos.

—¿No estuvo contigo la noche del accidente? —preguntó Jason, perplejo.

—Venía de camino a la abadía, pero no llegó. —Adrian sacudió la cabeza—. Se había retrasado. Ya sabescómo era. —Se encogió de hombros y abrió el Libro dela Plegaria Común anglicano—. No tenía formalidad ni

Page 391: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

razonaba. Debería haber llegado a mediodía. Telefoneó,dijo que lo habían retrasado y que llegaría tarde y sequedaría a dormir.

Hizo una pausa, levantó los ojos del libro y miró aJason.

—No llegó.—Me resulta extraño, eso es todo —replicó su

hermano, cogiendo un himnario—. Me dejó un mensajey me pareció que había estado contigo. Todo era undivague lleno de incoherencias. Decía que eras el cerebrode un trueque demente con los israelíes. Y habló del Arcade la Alianza. En realidad, ésas fueron, literalmente, suspalabras.

—¿No dijo nada más? —Adrian hojeó nervioso ellibro de plegarias.

—No. —Jason miró hacia Julia y descubrió que ella lomiraba fijamente. Apartó los ojos y volvió a centrarse enel himnario.

»¿Quién es ése que está con tu madre? —le susurró aLily.

Lily dirigió una leve sonrisa a Jason.—Es Callum. Callum Vickers. Es guapo, ¿verdad? —

Lily esperó el efecto que causaban aquellas palabras ensu padre—. Y joven.

Jason se volvió de nuevo, fingiendo que quería llamarla atención de Xavier Chassler.

Julia estaba ahora enfrascada en una intensaconversación con el hombre llamado Callum Vickers.Jason frunció el ceño. Aquel tipo debía de tener unos

Page 392: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

diez años menos que Julia. Tenía el pelo rubio y lollevaba algo largo. No aparentaba más de treinta, treintay dos años como máximo. Debía de ser un actor, o unmodelo. Típico, pensó. Uno de esos tipos famosos deJulia.

Lily observó con atención a su padre. Sabía leerle laexpresión como si fuera un libro abierto.

—Es uno de los cirujanos más importantes deLondres, papá —le comunicó.

—Seguro que se dedica a la cirugía estética.—No, es neurocirujano —replicó Lily, con un suspiro.Jason la miró con expresión de cordero degollado.

Lily sacudió la cabeza y pasó el brazo por el hombro deLilian.

Jason se volvió para echar otro vistazo a CallumVickers y luego se puso en pie a fin de rezar por el almade Nicholas De Vere, su hermano pequeño.

Maxim estaba inclinado sobre el capó del Bentley,abrillantando meticulosamente el emblema alado.

—Un mayordomo —dijo alguien a su espalda con unfamiliar tono melifluo.

Maxim se quedó inmóvil.—Qué apropiado. —Charsoc unió y separó sus largos

dedos e hizo chasquear los nudillos ruidosa ydeliberadamente—. Oh, mi querido Zachariel... Deocupar mi trono a la derecha de Jether el Justo aabrillantar los adornos del capó de un automóvil de loshombres...

Page 393: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Charsoc calló unos instantes y se puso a caminarrodeando el Bentley.

—Ah, qué bajo has caído —prosiguió, pero Maximcontinuó abrillantando el emblema sin inmutarse.

Charsoc arqueó las cejas y abrió su bolsa de viaje.Observó la mata de rebelde pelo blanco de Maxim unmomento y sacó un cepillo.

—Te lo había prometido —dijo, tendiéndoselo.En aquel momento, Jason dobló la esquina, con Lily

en la silla de ruedas y seguido de Jontil Purvis. A l ver aCharsoc, Jason torció el gesto.

—Von Slagel... —dijo.—Señor Jason De Vere. —Charsoc le hizo una leve

reverencia.Jason miró el cepillo de pelo y arqueó las cejas.—¿Conoces a Von Slagel, Maxim?Maxim se incorporó cuan alto era y se volvió hacia

Charsoc.—He tenido el disgusto de conocerlo en mi vida

anterior. —Miró el cepillo con rabia—. Antes de entrar asu servicio, señorito Jason.

Maxim abrió la puerta del coche para Lily y la ayudó aacomodarse mientras Jason doblaba la silla de ruedas ymovía la cabeza, perplejo.

—Von Slagel, ¿Maxim trabajó para usted?—Hace muchos años. —Charsoc esbozó una tenue

sonrisa—. Fue un buen criado. Señor De Vere... —añadió, llevándose la mano al sombrero en gesto dedespedida.

Page 394: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason echó otro vistazo al cepillo, observó el pelo deMaxim, sonrió y montó en el coche, al lado de Lily.

Maxim cerró la puerta y se volvió hacia Charsoc.—Aquí no tienes nada que hacer.—Pues claro que sí, Zachariel, claro que sí. El

fallecimiento de Jason De Vere después de que se abra elSéptimo Sello es esencial para nuestra estrategia. —Miróa Maxim con ojos entornados—. Sé que Jether reside enalgún lugar de este pequeño y confuso orbe.

Maxim permaneció impertérrito.—Lo encontraré —dijo Charsoc.Maxim se sentó al volante y arrancó, dejando a

Charsoc bajo la lluvia.

Desde un rincón del invernadero cubierto por el altotecho de cristal, Jason observaba a Adrian, que manteníauna conversación sobre nimiedades con lord Kitchener,ex presidente de British Petroleum, un hombre robustode rostro rubicundo y bigote engominado. Detrás deellos estaba la habitual comitiva de políticos y magnatesde la industria y del petróleo que se deshacía enadulaciones al presidente del nuevo superestadoeuropeo, que había jurado el cargo hacía poco.

Jason captó de inmediato el estado de ánimo de suhermano. Cualquiera que observara al joven y animadopolítico habría creído que estaba profundamente

Page 395: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

interesado en la conversación, pero él supo de inmediatoque se moría de aburrimiento. Adrian daba unos rítmicosgolpecitos con la mano izquierda sobre una mesillaantigua que tenía al lado. Cuando su interés por algodecrecía, siempre daba aquellos golpecitosindiscriminados. Lo hacía desde los doce años. Jasondisimuló una sonrisa y se acercó, rodeandodiscretamente a los hombres del Servicio Secreto queactuaban bajo la atenta vigilancia de Guber.

—Eh, colega —le susurró—. ¿Necesitas un trago?Pasó la mano por la bien protegida espalda de Adrian

y Guber frunció el entrecejo. Jason le devolvió el gesto.Acto seguido, Adrian y Jason intercambiaron una mirada.

Jason buscó una vía de escape hacia la barra del bar.Adrian disimuló una sonrisa y le estrechó la mano alefusivo lord Kitchener. A continuación, se volvió a Guber,asintió con la cabeza y el jefe de seguridad se relajó alver que Jason guiaba a su hermano menor por debajo delos elegantes candelabros, dejando atrás numerosasmacetas de palmeras, hasta el bien aprovisionado bar.

—Sir James Fulmore —murmuró Jason, señalando aun corpulento caballero que llevaba pajarita—. Seguroque quiere tu ayuda.

—Y Owen Seymour, ex director de la BBC, tambiénquiere mi apoyo.

—¿Babilonia? —preguntó Jason mientras entraban enel bar.

—A partir de la firma del tratado, el 7 de enero, elpetróleo volverá a fluir como las cataratas del Niágara...

Page 396: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Todo el mundo quiere su parte de Babilonia.—Whisky —dijo Jason, volviéndose al camarero de la

barra, que miró inquisitivamente a Adrian.—Perrier —dijo éste.—Agua Perrier para el presidente europeo —comentó

Jason, encogiéndose de hombros.El camarero asintió, mirando pasmado a Adrian.—Levine me ha dicho que las bolsas de Nueva York y

Moscú se trasladarán permanentemente en julio —comentó Jason, apoyándose en la barra.

—Y la de Bombay. Todas las bolsas del área Asia-Pacífico se trasladaron el mes pasado. Shangai, HongKong, Tokio, Milán, Frankfurt y Londres tienen su baseen el edificio de la Bolsa Internacional desde enero.

—De todos modos —dijo Jason—, tienes quereconocer que el catalizador del éxito de «Babilonia» fueque las Naciones Unidas trasladaran la sede allí desdeNueva York, en julio.

—Y que la Unión Europea y el Banco Mundial hayandedicado más de dos billones de dólares a lareconstrucción de la ciudad —asintió Adrian, antes debeber un sorbo de agua.

—Y que las excavadoras arrasaran el borrónprehistórico en el paisaje que significó Saddam Hussein,como decía siempre Nick —añadió Jason.

A la mención de Nick, los dos se sumieron en elsilencio.

—¿Estás bien, colega? —preguntó Jason—. Me refieroal funeral. Seguro que te trajo muchos recuerdos.

Page 397: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Adrian miró por el ventanal que daba a Hyde Park.—¿Te refieres a Melissa y el bebé?Jason asintió y Adrian siguió contemplando el parque

con expresión ausente.—Pasarán años, Jason —titubeó—. Para superarlo

todo, quiero decir. Sus muertes.Jason miró finamente a su hermano y éste se secó las

lágrimas con el revés de la mano.—Lo siento, colega, no quería entristecerte.Adrian agarró a Jason firmemente por el hombro y

recuperó la compostura al instante.—No pasa nada, Jason. Tengo que vivir con mis

propios fantasmas.Jason bebió un trago del whisky y dejó el vaso en la

abrillantada barra con un golpe enérgico. Luego, miró asu alrededor.

—Detesto estas cosas. He perdido por completo mishabilidades sociales.

En los labios de Adrian se dibujó una leve sonrisa.Posó la mano en el brazo de Jason y comentó:

—¡Oh, vamos, pero si nunca las has tenido, Jas...!Jason sonrió en el preciso instante en que su madre

los localizaba. Lilian cruzó el invernadero, acompañadade una pareja de ricos invitados.

—Jason, Adrian —les dijo—, éstos son lord y ladyKirkpatrick. John, Margaret, os presento a mis hijos,Jason... —Jason asintió con cortesía—... y Adrian.

Adrian estrechó las manos que le tendían.Owen Seymour se apresuró a acercarse.

Page 398: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Jason, le ruego que acepte mi más sentido pésame.Señora De Vere... —Hizo una leve reverencia y le tendióla mano a Adrian—. Señor presidente...

Jason lo miró con el entrecejo fruncido.—Bien, madre —dijo. Llevó aparte a Lilian y le habló

casi al oído—. Parece que entre Adrian y yo controlamostodo el panorama político y mediático.

Lilian hizo una mueca de desagrado.—Todos quieren algo, madre —prosiguió, implacable,

tras apurar el whisky—. Y no es a Nick, precisamente.Lilian le quitó el vaso de la mano y lo dejó en la

barra. Luego, le hizo una indicación a Jontil Purvis, quese hallaba discretamente situada detrás de Levine,haciendo llamadas telefónicas.

Adrian apoyó la mano en el hombro de Jason en ungesto de afecto.

—Así es la política, Jason. Todos jugamos. —Sonrió—. Y tú, también. Ah, y está la reina de la tergiversación,como tú tan acertadamente la llamaste. —Miró a Jasoncon malicia y añadió—: Julia.

Jason palideció, respiró hondo e hizo acopio defuerzas.

—Levine, otro whisky —dijo al ver que Julia caminabahacia él, seguida de Lily—. Y que sea generoso.

Lilian se volvió de espaldas a sus invitados.—Es el tercero, Jason —le susurró—. Y te has negado

a desayunar.—Confía en mí, madre —le dijo, viendo que Julia se

acercaba a ellos con sus zapatos de tacón de diez

Page 399: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

centímetros de Chloe y un ajustado traje chaqueta negrode Chanel—. Éste no es momento para estar sobrio.

Lilian tendió la mano hacia Julia.—Margaret, ésta es Julia St Cartier, la hija que nunca

tuve —dijo.Jason ardió de ira mientras contemplaba cómo Julia

dejaba encantados a lord y lady Kirkpatrick. La largamelena rubio ceniza le asomaba debajo de un clásicosombrero negro con un largo velo de tul.

—El whisky, que sea doble, Levine —le dijo, dándoleunos golpecitos en el hombro.

Julia se volvió hacia Adrian y, al levantarse el velo,dejó al descubierto unos ojos terriblemente enrojecidos.

—Hola, hermanita. —Adrian la tomó de las manos yla besó suavemente en las dos mejillas.

—Lo lamento muchísimo, Adrian. —Julia esbozó unatenue sonrisa y se volvió hacia Jason, que apretaba loslabios en una fina línea. El brillo de afecto en los ojos deJulia se apagó de repente—. Jason... —murmuró.

—Julia... —le dijo él, mirándola con gesto sombrío.—Lamento muchísimo lo de Nick, Jason.Jason la miró, inexpresivo, en el preciso momento en

que el cirujano alto y rubio del funeral aparecía detrás deella y le pasaba el brazo por la cintura.

—Adrian, éste es Callum —dijo—. Callum Vickers.Callum, éste es Adrian De Vere. No necesitapresentaciones.

Callum le tendió la mano y Adrian se la estrechó confuerza.

Page 400: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Y éste es Jason —dijo Julia, en tono lacónico.Callum le tendió la mano y Jason lo miró,

desconcertado. Luego, se la estrechó sin entusiasmo.—Lamento mucho lo de su hermano —dijo Callum en

voz baja.—Gracias —se limitó a responder Jason.—¿Qué tal va el imperio mediático?—Bastante bien, gracias. —Jason se volvió y miró a

Julia con ojos entrecerrados—. Estoy seguro de que Juliale ha dicho que soy un esclavo de la industria.

—No —respondió Callum con sus maneras tranquilas—. Julia no me ha hablado de usted.

Jason emitió un gruñido. En aquel preciso instante,Levine reapareció con el whisky doble.

—Lily me ha dicho que es usted cirujano. —Bebió untrago.

Callum asintió y lo miró con aquella expresióncalmada.

—Cirujano asesor del hospital de St Thomas.Jason miró a Julia por encima del borde del vaso con

una sonrisa sarcástica en los ojos.—Eso complacerá a papá, seguro —masculló.Julia lo miró encendida.—Has bebido —le dijo en tono gélido—. Callum,

tenemos que marcharnos.El busca que llevaba Callum a la cintura emitió un

insistente pitido.—Lo siento, estoy de guardia... Si me disculpan... —

Se apartó unos pasos hacia la ventana para hablar a

Page 401: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

solas.Jason bebió otro trago de whisky y miró a Julia con

deliberación. Ella lo notó y, molesta, se bajó el velosobre la cara y se alejó de Jason, caminando haciaCallum.

—Papá —lo regañó Lily—. Compórtate. ¿No puedesser educado con mamá por una vez?

—La respuesta abreviada a esa pregunta es no. —Jason miró al frente con aire sombrío.

Una voz grave lo sacó de sus ensoñaciones.—De Vere...Se volvió y observó a un tipo gordo de cara de luna

junto a la barra. Tendría unos treinta años y vestía untraje negro mal cortado cuyo mejor momento habíaquedado atrás hacía tiempo; por encima, llevaba unmugriento anorak amarillo.

Jason entrecerró los ojos y, de repente, lo reconoció.Era Weaver. Claro, Dylan Weaver, compañero de

escuela de Nick en Gordonstoun, ahora uno de losprincipales especialistas europeos en tecnología de lainformación.

Jason le tendió la mano, pero Weaver no hizo caso.Miró alrededor, visiblemente incómodo, y se detuvo enGuber unos instantes.

—No te caigo bien, ¿verdad? —le preguntó Jason.—No, De Vere, supongo que no —respondió Weaver,

mirándolo impertérrito. Luego, echó un furtivo vistazo ala sala como si buscara a alguien—. Reúnete conmigo enThe Singing Waitress, en Shaftesbury Avenue, en el

Page 402: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Soho, dentro de tres horas. —Weaver cogió un puñadode salchichas de cóctel de la barra y se las metió en elbolsillo del anorak—. A las diez de la noche. Ven solo.Estoy de paso.

Jason lo miró sin dar crédito a sus ojos. Weaver sealejó pero se volvió a medio paso y dijo:

—Es para hablar de Nick.

Julia abrió la puerta de su antigua casa londinensesituada en la zona que antes se conocía como Colonia deArtistas de los estudios Nueva Chelsea.

Desactivó la alarma, se quitó el sombrero y colgó elabrigo de piel de zorro sintética. Luego se agachó pararecoger la correspondencia de la alfombrilla, lainspeccionó y se quedó paralizada. Examinó el sobre depapel tela de color crema dirigido a ella. La caligrafía lesonaba familiar. En grado sumo familiar. Era la letra deNick. La habría distinguido entre muchas.

Temblorosa, dejó el resto de las cartas en la mesa delvestíbulo y se dirigió a la sala.

Dio la vuelta al sobre y examinó el membrete delMont St. Michel y el matasellos. Reconoció «Pontorson»,el nombre de una pequeña población cercana a la abadía.

La última vez que había estado allí, había visitado elmercado semanal de Pontorson antes de volar conAdrian a la conferencia de prensa de Akaba. La cartahabía sido franqueada el día 22, el día de la muerte deNick.

Buscó un abridor de cartas de plata, rasgó el sobre y

Page 403: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

se sentó despacio en su sofá color marfil, cubierto conuna funda. Una fotografía cayó al suelo de madera. Lacogió, la dejó en la mesita y luego sacó la nota de Nick.Estaba escrita a toda prisa, eran unos garabatos, peroesos garabatos pertenecían a Nick.

Querida Jules:Papá descubrió algo. Algo importante. Y lo mataron

por ello. A mí me inocularon el sida a propósito, Jules.Creo que saben que los he descubierto. Es un grupo dela elite del poder. Estoy haciendo algunas investigacionespor mi cuenta. En el caso de que no consiga salir deaquí, tienes que hacerle llegar esto a Jason. Es el únicoen quien confío.

Dile a Lily que lo lamentaré siempre. Sé la luz que meguía, hermanita.

Siempre tuyo, NickyP.D. No estoy seguro de si Adrian...

La frase había quedado sin terminar. Julia le dio lavuelta al papel, pero en la otra cara no había nada. Unasgruesas lágrimas le surcaron las mejillas mientras cogíala fotografía.

En ella aparecían cuatro hombres y reconoció a unode ellos. Era Julius De Vere, el abuelo de Jason. Otro eraXavier Chessler, su padrino. Miró el reverso de lafotografía y leyó lo que ponía.

«Debajo de los trajes están las sotanas.» Y luego, unnombre de mujer, «Aveline».

Page 404: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Julia volvió a guardar la foto en el sobre y se acercó alos ventanales. Desde allí contempló los jardinesitalianizantes encerrados entre muros. Se sentíaabsolutamente confusa.

Sacó la nota una vez más y la examinó de nuevo.Luego alargó la mano para coger el teléfono.

Jason se sentó en el exquisito bar instalado en unpatio que daba a la calle, bajo una carpa, el cualconstituía la sala de fumadores del Lanesborough. Uncamarero se le acercó discretamente.

—Un Lagavulin de 1991 —murmuró Jason. Elcamarero sonrió con gesto de aprobación. Fumando uncaro cigarro, Jason se retrepó en el sillón de cuero yclavó los ojos en el techo de la carpa. Lily llegó en la sillade ruedas y se detuvo a su lado.

—Bien, todo arreglado —dijo—. La abuela estácansada y acaba de marcharse con el tío Xavier. A lex nosllevará a Polly y a mí a New Chelsea y luego pasará lanoche en el apartamento de Nick.

—¿Por qué no te quedas conmigo? —le preguntó.—Mamá me espera. —Lily sacudió negativamente la

cabeza—. La próxima vez, papá. —Miró a su alrededor—.¿Dónde ha ido el tío Adrian?

—Lo han llamado por teléfono. Está hablando conBabilonia.

Polly se acercó a ellos. Se había recogido de nuevo lalarga y lisa melena rubia en una cola de caballo.

—Hola, cariño —la saludó Jason con una sonrisa.

Page 405: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Polly guardó el móvil en el bolso, se inclinó hacia Jason yle dio un abrazo. Jason confiaba en Polly. Era directa,práctica, nada retorcida. Aquel día estaba extraña. Habíasido muy buena amiga de Lily, la mejor.

—¿Qué, Polly? ¿Controlando a Lily? —Jason arqueólas cejas.

—Por lo menos lo intento. —Polly le devolvió lasonrisa—. De tal palo, tal astilla.

Alex los vio y se abrió paso por el bar de fumadores.Jason torció el gesto y preguntó a la chica:

—¿Todavía salís juntos?—Alex quiere que nos comprometamos cuando yo

cumpla dieciocho años.—Espero que sepas lo que haces —murmuró Jason—.

Yo, a esa edad no lo sabía, vive Dios.—Usted lo conoce desde que tenía ocho semanas —

replicó Polly con una radiante sonrisa.—Precisamente por eso —dijo Jason, arqueando las

cejas de nuevo.—Siempre sé lo que hago.—¿Y está bien? En el funeral, lo vi muy afectado.—Mire, sé que está muy enfadado con usted por

haber cortado toda relación con Nick, pero es el únicopadre que ha tenido nunca. No sea muy duro con él.

Jason se volvió para observar al chico de dieciochoaños, alto y magro, que caminaba hacia ellos vestido consu traje negro del funeral, el ordenador portátil colgadodel hombro y cinco latas de cola en la mano.

—Intentaré no castigarme demasiado por eso —dijo

Page 406: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason con sarcasmo.Alex llegó por fin a su mesa y se guardó las cinco

latas de cola en la mochila. Jason lo miró con interés ypreguntó:

—¿Vas a hacerles un análisis para ver si llevan flúor?Su tono era escéptico. Guiñó un ojo a Polly, le quitó

las latas a Alex y las dejó sobre el mostrador de granito.—Ya las pagaré yo. ¿Tan poco se gana con el

periodismo de investigación?Alex lo miró con rabia y se sentó al lado de Polly con

aire taciturno.Jason siguió dando caladas al puro y levantó los ojos

para ver si A lex seguía enojado con él.—Mira, Alex —comentó, apagando su cigarro en un

cenicero—, Nick ha muerto. Yo tendría que haberloapoyado y no lo hice. ¿Vas a guardarme rencor por elloel resto de mi vida?

—Tal vez —respondió Alex con el entrecejo fruncido ygesto sombrío.

—Como quieras. —Jason se encogió de hombros.—Alex ha estado investigando algo —dijo Polly,

tratando con todas sus fuerzas de aligerar la tensión—.Algo gordo.

Jason bostezó y Lily le lanzó una miradamalhumorada.

—Alex... —dijo Polly, invitándolo a hablar.—La elite global: el Club Bilderberg, el FBI, el Banco

Mundial y la ONU están confabulados para provocar uncolapso económico en el mundo. La crisis de 2008 es

Page 407: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

como un juego de niños comparado con lo que vieneahora —masculló Alex—. Hambrunas, interrupción en elsuministro de energía, saqueos, algaradas... El de2005 no fue nada comparado con lo que sucederá ahora—añadió en tono ominoso.

—Bien, Alex. —Jason hizo acopio de fuerzas—. Dimelo que va a suceder...

A lex cogió una lata de cola, la abrió y bebió un largotrago.

—La ley marcial —dijo—. Así empezará todo. Losmilitares patrullando las calles, toques de queda, podrándetenerte y encarcelarte. —Alex empezaba a animarse—.Si la gente supiera la verdad...

—No es la verdad, Alex —dijo Jason, poniendo losojos en blanco—. La gente ya sabe la verdad. Yo soy losmedios. Ése es mi trabajo, informar a la gente de laverdad. ¿No crees que si fuera verdad lo que dices,alguno de nuestros miles de corresponsales se habríaenterado de algo? —le espetó con un gruñido deexasperación.

—Cuando se haya desatado el caos —continuó Alexprecipitadamente—, montarán una operación de banderafalsa en la que las fuerzas de un gobierno fingen ser elenemigo y atacan a sus propias fuerzas o a susciudadanos. A eso se le llama operación de banderafalsa.

Jason vio que Adrian se abría camino entre las mesasde granito y cristal hacia ellos.

—Sé perfectamente cómo se le llama a eso, Alex

Page 408: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Lane-Fox —dijo Jason en tono gélido.—¿Sabes cuál es tu problema, tío Jason?Jason lo miró enigmáticamente y luego apartó la

cabeza unos centímetros de la de Alex.—No, muchacho. ¿Por qué no me dices cuál es mi

problema? —Lily y Polly intercambiaron una mirada depreocupación.

—Tu problema, tío Jas —prosiguió Alex, temerario—,es que eres una marioneta cuyos hilos están en manosdel Nuevo Orden Mundial.

Lilly puso los ojos en blanco en un gesto dedesespero.

—Y tu problema, Alex Lane-Fox es que... —Jason semordió la lengua al ver que llegaba el camarero con suLagavulin—. Mira, Alex —su expresión se habíasuavizado y le puso una mano en el brazo—, por másque investigues a un gobierno en la sombra, eso no tedevolverá a tu madre, muchacho.

Cogió el vaso y saboreó el intenso, ahumado yturboso aroma de aquel whisky de malta de treinta años.

—Producido en la isla de Islay, Lily. —Bebió un lentosorbo—. La reina de las Hébridas.

—¿He oído operación de bandera falsa? —inquirióAdrian con una sonrisa.

Jason hizo una seña al camarero, que abrió una cajade caoba con los mejores cigarros del hotel y se laofreció a Adrian.

—En los años sesenta, el jefe del Estado MayorConjunto frenó un plan cuyo nombre en código era

Page 409: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Operación Northwoods —explicó Adrian, sentándoseentre Alex y Jason—. Un plan para destruir avionesamericanos con una compleja trama que implicaba uncambio de aviones y cometer una oleada de actosterroristas violentos en suelo americano, en Washingtony en Miami, para luego echarles la culpa a los cubanos yjustificar una invasión de Cuba.

Adrian hizo una pausa para elegir un puro y, trasdudar unos instantes, se decantó por un habano de laépoca anterior a Castro.

—Northwoods no llegó a realizarse. —El camarerosacó una guillotina y cortó la punta del cigarro—.Kennedy se negó a poner en práctica los planes delPentágono.

Adrian hizo una pausa teatral durante la cual se llevóel puro a la boca, el camarero se lo encendió y él lo hizohumear.

—Pero podría haberlo hecho...A lex miró a Jason en señal de triunfo y éste le

devolvió la mirada.—Tío Ad, quiero decir, señor presidente... —Alex

acercó su silla a la de Adrian—. Para que el poder seconsolide en sus manos, la elite global necesita poner enmarcha un incidente que pueda atribuir al enemigo, unincidente nuclear en Los Ángeles, Chicago o la CostaEste, o recurrir al terrorismo biológico propagandoenfermedades desde sus propios laboratorios, como laviruela, el ébola o la gripe aviar y conseguir así el controlde la población.

Page 410: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Alex sacó el ordenador portátil de la funda y lo situódelante de Adrian. Tecleó a toda prisa.

—Tomemos el ejemplo de una operación de banderafalsa de terrorismo biológico. La gripe aviar. Muerenmillones de personas. La gente está tan desmoralizadaque pide al gobierno en la sombra para que la salve. —Alex hizo una pausa teatral—. Y entonces empieza. Laintroducción de la ley marcial, una sola moneda en elmundo. Los cadáveres se amontonan, las vacunacionesson obligatorias. —La voz de Alex adquirió una nuevaintensidad—. Fijaos en el pasado. En 2009, treinta y dosestados aprobaron leyes que convertían en delito negarsea las vacunaciones ordenadas por el gobernador. Unacuarentena ilimitada para el que se opusiera.

Adrian dio una larga calada al cigarro y dijo:—Las vacunas contienen el chip de identificación por

radiofrecuencia. La gente está frenética, está dispuesta aaceptarlo. —Adrian miró a los reunidos a la mesa—. Seconvierten en propiedad legalmente rastreable de este«Nuevo Orden Mundial». Y todo, por voluntad propia.

Lily miró a Adrian, pasmada.—¿No estarás diciendo que el gobierno está en el ajo?

Tío Ad, tú no estás en el ajo —dijo la muchacha.—Según la premisa de Alex —respondió Adrian—, los

miembros del gobierno no son más que peones delsistema. Marionetas de cuyos hilos tira el gobierno en lasombra. Banqueros. Magnates del petróleo. El complejoindustrial militar. Según esa premisa, los disidentes,todos aquellos que se nieguen a vacunarse, son

Page 411: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

detenidos por la policía militar y recluidos en campos deconcentración del FEMA, el Servicio de Gestión deEmergencias, porque representan una amenaza para lasalud de la comunidad. Los ponen en cuarentena.

Adrian miró a los reunidos y calló unos instantes conexpresión grave.

—Es absolutamente plausible. Con millones depersonas muertas, la entrada en vigor de la ley marcial yun control absoluto de los medios, a nadie le importará.

—¡Exactamente! —exclamó Alex—. En 2008, habíamás de seiscientos campos de internamiento del FEMA enEstados Unidos —declaró con renovado vigor—. Muchasfuentes han confirmado los rumores de la existencia defurgones para prisioneros, fabricados en la China: unoscontenedores de doce metros de largo, con esposas y unaparato de guillotina moderno en lo alto de cada una. Sinventanas. Guillotinas en Georgia. En Tejas. Han corridorumores no confirmados de que se instalaron medianteun contrato secreto con un congresista a sueldo de laelite que se reunió con los funcionarios chinos.

—¡Rumores no confirmados! —repitió Jasonlevantando las manos—. ¡Furgones de mercancías,guillotinas! —Golpeó la mesa al dejar en ella el Lagavulin—. Alex Lane-Fox: esto es demencial, incluso viniendo deti. Campos de concentración. ¡Tonterías, estupideces! Losseguidores de las teorías de la conspiración se han vueltolocos.

Jason dio un trago a su bebida y miró a Alex,incrédulo, antes de proseguir.

Page 412: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¿Y a quién quiere meter la elite global en esosfurgones chinos? ¿A la pobre tía Betty de Georgia y sustartas de manzana?

A pesar de sí mismo, Jason clavó la vista en el fondode su vaso de whisky y disimuló una sonrisa, aunquenotó que Lily lo miraba como si le lanzara cuchillos.

—A los constitucionalistas —declaró Alex, inquieto—.A los patriotas, a los propietarios de armas que se niegana renunciar a los derechos de la Segunda Enmienda, atodo el que se oponga al concepto de controlgubernamental mundial. —Miró a Polly—. Y a loscristianos. —Hizo una mueca y miró directamente aJason—. Pero, claro, eso a ti no tiene que preocuparte —añadió con ironía.

El chico hurgó en la mochila y, con un suspiro, sacóun fino pliego de papeles que llevaba el sello del FBI y lodejó en la mesa.

—Lo siento, Polly —dijo—. Aquí tenéis tu padre y tú.Lee esto, el Proyecto Megiddo. Es la valoraciónestratégica que hizo el FBI de la capacidad de terrorismodoméstico en Estados Unidos a principios del nuevomilenio. Se envió a veinte mil jefes de policía. Increíblepero cierto.

Polly cogió los documentos y estudió la primerapágina mientras Alex sacaba el segundo pliego.

—Segunda fase. El gobierno promulga la OrdenEjecutiva 10990, que les permite apropiarse de toda lared de transporte y controlar las autopistas y los puertos.La Orden Ejecutiva 10998 les permite hacerse con todos

Page 413: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

los suministros de comida y recursos, públicos yprivados, incluidos los equipamientos y las granjasagrícolas.

Dejó el documento encima de la mesa y lo volvióhacia Jason.

—Mira, tío Jas, aquí está todo. La Orden Ejecutiva11000 permite al gobierno movilizar a los ciudadanosciviles americanos e integrarlos en brigadas de trabajocon supervisión gubernamental. Incluso permite algobierno dividir familias si cree que es necesario. —Alexrevolvió los papeles y continuó—: Orden 11001. Elgobierno se adueña de los ámbitos de educación, salud ybienestar. Orden 11002, un censo nacional deciudadanos. Orden 11003, el gobierno controla losaeropuertos y el tráfico aéreo.

Jason se volvió hacia Adrian.—Mira, en Estados Unidos existen las órdenes

ejecutivas y en el Reino Unido y en Europa haymecanismos equivalentes —explicó Adrian en tonoprosaico—. Piensa en la estrategia. El cártel mundial de labanca logra sus objetivos. Eliminar cualquier oposición.Reducir a la población y luego ponerle un chip paracontrolarla. Vigilancia y control sin límites. Una mayorcentralización de su montaje financiero piramidal dedinero como deuda. La completa destrucción de laConstitución de los Estados Unidos de América.

—Exactamente, señor presidente —le dijo Alex aAdrian con aire de triunfo.

—Este material lleva años circulando por el circuito,

Page 414: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Alex —dijo Adrian en tono paternal—. Esdesinformación, hijo. Tú y muchos otros millones oshabéis tragado una gran cantidad de desinformacióndeliberadamente fabricada. Las agencias de seguridadhan investigado estas cuestiones desde principios de losaños cincuenta. Los Doce del Majestic. El presuntosuicidio de James Forrestal. Las teorías de la conspiraciónsobre la muerte de JFK. Las bases subterráneas. Roswell.El Área 51. Las teorías de la conspiración sobre el 11-S.El HAARP o Programa de Investigación de las AurorasActivas de Alta Frecuencia, los o falsas estelasde aviones, los helicópteros negros, la ley marcial... Todoeso es desinformación directa, para inspiración deguionistas de Hollywood y escritores de novelas gráficasde cuarta categoría. Lo siento, amigo. De veras. Te lodice alguien que maneja información fiable. No hayabsolutamente nada de todo eso.

—¿Y las órdenes ejecutivas? —preguntó Alex, que sehabía ruborizado hasta la nuca.

—Existen como último recurso. Son una protecciónpara el pueblo americano. Y en Europa ocurre lo mismo.No se utilizarán nunca, Alex. No se decretará la leymarcial, A lex. Créeme.

Avergonzado, Alex cerró el portátil.—Será un gran periodista, Jas —intervino Adrian,

guiñándole un ojo al chico—. Si estuviera en tu lugar, locontrataría para la redacción de noticias de la VOX.

—Pero, señor presidente, ¿ha oído usted hablar de laMarca de la Bestia? —preguntó Polly en voz baja.

Page 415: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Adrian la miró con extrañeza. Polly citó:—«Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y

pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en lamano derecha o en la frente; y que ninguno pudiesecomprar ni vender, sino el que tuviese la marca o elnombre de la bestia, o el número de su nombre.»

Jason, Alex y Lily miraron asombrados a Polly, unapersona que siempre hablaba con dulzura.

—«Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento,cuente el número de la bestia pues es número dehombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.»

—¡Polly! —Alex la miró con el ceño fruncido.—Apocalipsis, capítulo trece —dijo Polly con un gélido

tono de voz que Jason no había oído nunca. Adrian seaflojó la corbata.

Seis miembros del Servicio Secreto aparecieron entrelas sombras del patio y rodearon a Adrian.

—Su coche ha llegado, señor presidente.Adrian se puso en pie. Estaba extrañamente pálido.Polly siguió citando la Biblia. Sus facciones etéreas

mostraban, de repente, una expresión muy seria.—«Y será destruido pero no por un poder humano...»—¿Estás bien, hermano? —Jason lo miró preocupado.

Adrian estaba extremadamente pálido y no apartaba losojos de Polly.

—Bueno, Lily —dijo, volviéndose hacia la chica altiempo que la besaba en las mejillas—. Ven a visitarme.Me lo has prometido.

Lily asintió.

Page 416: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Adrian miró a Polly, que seguía observándolo conaquella expresión grave.

—Y trae a Polly —añadió en voz baja.En aquel preciso instante, sonó el móvil de Jason. Lo

cogió, vio el número de Julia y lo dejó en la mesa.Luego, con un suspiro, lo cogió otra vez.

—Sí, soy Jason. Un momento, Julia. Adrian semarcha ahora mismo. —Pasó el teléfono a Lily y gruñó—: Averigua qué quiere tu madre. —Luego, se volvió aAdrian, le estrechó la mano y le dijo—: Nos veremos enNueva York, hermano.

Lily se puso al teléfono.—Sí, mamá —dijo—. Sí, A lex nos llevará a New

Chelsea antes de volver al apartamento de Nick. Deacuerdo. No le gustará, pero se lo diré.

Lily le tendió el teléfono a Jason mientras Adrian ysus guardaespaldas se marchaban.

—Dice que es urgente. No quiere hablar con nadieque no seas tú —dijo la muchacha.

—Oh, no ha querido hablar conmigo durante dosaños, durante la tramitación del divorcio, y ahora noquiere hablar con nadie más. —Con gesto impaciente,volvió a coger el teléfono que le tendía Lily y atendió lallamada.

—Sí, Julia, soy yo —le espetó—. ¿Qué ocurre?¡Imposible! —gritó—. Léemelo de nuevo. ¿De Francia? —preguntó tras una pausa—. ¿Estás segura de que lo hasentendido bien?

Adrian se volvió para saludarlos antes de cruzar las

Page 417: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

puertas de oro y cristal y desapareció en elLanesborough.

—Esta noche, no —dijo Jason consultando su reloj—.Dentro de media hora tengo que estar en cierto sitio. ¿Nopuedes mandarlo a casa?

Lily lo miró intrigada y Jason suspiró.—Sí, sí, de acuerdo. Sé que es tarde. Mira, iba a ir a la

finca a presentarle mis respetos a padre mañana por lamañana, antes de volar. Recógeme en casa de mi madre,en Belgrave Square. A las nueve. Tomo el avión antes delmediodía, así que no te retrases.

Cerró el teléfono y clavó la vista en el techo sin decirnada. Luego, miró a Lily con extrañeza.

—Parece que hay una nota —dijo—. Con informaciónpara mí.

Se puso en pie y el camarero lo ayudó a ponerse elabrigo.

—Una nota de Nick —añadió.

Adrian cruzó las puertas de cristal y oro delLanesborough y se encaminó hacia su Mercedes.

—Ella lleva el Sello —dijo. Tenía la frente perlada desudor. Se la secó con un pañuelo al tiempo que cesaba elnudo que sentía en la garganta y volvió a abotonarse lacamisa—. En ella, el poder del Nazareno es muy fuerte.Quiero que Guber haga una valoración estratégica.Campos de internamiento. Cámaras de gas en el ReinoUnido. El Servicio de Gestión de Emergencias de EstadosUnidos. Tan pronto se declare la ley marcial, las primeras

Page 418: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

listas serán activadas.—¿Y la muchacha? ¿En cuál estará, en la roja o en la

azul?—En la negra —respondió Adrian, esbozando una

tenue sonrisa—. En la lista negra.

Page 419: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

27

Críptico

Jason se sentó a la mesa de melanina, con dos tazasde café ya vacías delante de él. Recordaba a DylanWeaver de los veranos en Cape Cod. Era un sabihondo,pragmático y terco. Weaver había insistido en reunirsecon él, pero ¿por qué?

Consultó el reloj y echó un vistazo por la ventana,entre la llovizna, a la pared del otro lado de la calle,empapelada de carteles hechos trizas.

—Detesto este tiempo.Una joven y animada camarera, cuya minifalda roja

de cuero apenas ocultaba nada, se acercó con un bloc enla mano, mascando chicle.

—¿Y bien, señor? —dijo con un acento londinensepopular.

—Estoy esperando a alguien.Ella se rio y guiñó un ojo en un gesto de complicidad.—Por supuesto, señor. Todos están siempre

esperando a alguien.Jason echó otra ojeada al reloj y volvió la vista hacia

la muchacha.—Tráigame otro café.—No está usted de buen humor, por lo que veo. —La

camarera lo miró a la cara un momento y añadió—: Me

Page 420: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

recuerda a alguien. ¿No saldrá usted por la tele?Jason dijo que no con la cabeza y ella empezó a

retirarse sin recoger las tazas sucias. Jason carraspeó y lachica se volvió. Él señaló las tazas. Ella mascósonoramente el chicle y se inclinó hacia él.

—Pide usted mucho, ¿no? Condenados americanos...La desvencijada puerta del local se abrió con un

crujido y entró Dylan Weaver, desaliñado y sin afeitar.Venía empapado. Ya no llevaba el traje negro del funeral,pero conservaba puesto el anorak amarillo, algo pequeñopara su talla, que apenas alcanzaba a cubrirle la fofatripa.

—¿De Vere?Jason asintió. Weaver se sentó pesadamente en la

frágil silla de madera y, con la respiración entrecortada,se inclinó hacia delante sobre la mesa hasta que susfacciones descoloridas quedaron incómodamente cercade las suyas.

Jason le tendió la mano. Weaver rehusó estrechárselay lo miró de arriba abajo con aire impasible.

—Yo pensaba que los hermanos debían cuidarse entreellos... —dijo. Sacó de debajo del anorak un ordenadorportátil muy usado, abrió la tapa con sus dedos rollizos ymugrientos y lo puso en marcha.

Luego, lanzó una mirada furtiva en torno a sí.—Me siguen. No puedo quedarme mucho rato.—¿Quién? ¿Quién te persigue? —preguntó Jason.Weaver titubeó:—No lo sé. Pero me siguen.

Page 421: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¿Qué te contó Nick?—De eso se trata. Nick no me contó nada.—Mira, Weaver, si has venido para hacerme perder el

tiempo...—Si por mí fuera, De Vere, no volvería a verte nunca

más. —Weaver le dirigió una mirada sombría—.Vayamos al grano: Nick me mandó un correo la nocheque murió. Intentaba enviarme algo, un... archivo. Algoque había filmado. Lily me contó que Nick te habíadejado un mensaje en el contestador. La misma nocheque murió. Necesito saber si... si dijo algo acerca de loque había filmado.

—Mira, Weaver —suspiró Jason—, mi hermano hamuerto. Y no, no me contó nada concreto; sólo undivague confuso, producto de alguna droga, acerca delArca de la Alianza. Pero lo noté asustado. Asustado deveras. Parecía estar en uno de sus «viajes» dealucinógenos.

Weaver sacó un disco duro de su mochila y lo dejósobre la mesa.

—Bien, entonces, no puedo ayudarte.—¿Y ese archivo que te mandó? —preguntó Jason,

ceñudo.—Está en blanco. He aplicado la clave pública.

Conozco la clave privada de Nick y debería haber sidosencillísimo abrirlo, pero no se lee. He probado diezmillones de combinaciones, pero es un encriptado comono había visto nunca. He llegado a un punto muerto.

—¿Estás seguro?

Page 422: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Yo me dedico a esto, De Vere. Los clientes mepagan un buen dinero para que esté seguro.

—Pues ahí tiene que haber algo. Está claro que Nickpensó que serías capaz de descifrar el código.

—Mira —insistió Weaver mientras empezaba a recoger—, lo que filmó, fuera lo que fuese, ya no está. Hadesaparecido. Aquí hay un encriptado de servicios deespionaje de alto nivel. A lguna agencia ha rastreado sucorreo hasta mi dirección, ha utilizado un programa deacción encubierta, una aplicación de encriptado conpuertas traseras, y ha encriptado el correo de Nick. Estoes cosa de servicios de inteligencia de altos vuelos, DeVere. Hackers como ésos matan gente. —Se levantó y sedirigió a la puerta—. Y están siguiéndome. Sólonecesitaba saber qué sabías tú. Y veo que no sabes nada.

—Weaver, no puedes dejar esto a medias.Dylan Weaver respondió calmadamente, sin volverse.—Tenemos en nómina a algunos hackers chinos de

altos vuelos. Deberíamos haber cortado con ellos haceaños, pero nos proporcionan la información quenecesitamos. Veré qué tienen que decir.

—No hemos terminado —dijo Jason, poniéndose enpie.

—El tiempo se acaba, De Vere. Estaré en contacto.Weaver desapareció entre la lluvia en Shaftesbury

Avenue. La puerta se cerró con un estruendo a suespalda.

Alex aparcó el Mini Cooper de coleccionista de Polly

Page 423: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

en el aparcamiento subterráneo. Se apeó del coche ylevantó la vista al rótulo que decía «plaza reservadaNDV». Suspiró, cogió la bolsa, cerró el coche de unportazo y se dirigió al ascensor expreso.

Un Range Rover salido de la nada aceleró y pasó atoda prisa junto a su cuerpo larguirucho.

—¡Mira por dónde vas! —gritó al conductor delvehículo, que desapareció rápidamente. Se sacudió elpolvo y continuó la marcha hacia el ascensor mientrasmurmuraba—: Idiota...

Un minuto después, salía al vestíbulo delintercambiador de ascensores del bloque deapartamentos londinense.

—Hola, Harry —saludó al conserje, un hombre mediocalvo de mediana edad.

—Un poco más y todavía los encuentra, joven. —Harry señaló el ascensor.

Alex frunció el entrecejo.—¿Encontrar? ¿A quién?—A sus compañeros de facultad. No lo veían desde

hace meses y han pasado a darle sus condolencias por lode Nick.

—¿Y los ha dejado entrar?—No. No ha hecho falta. Traían su propia llave,

joven. Han estado media hora y se han cansado deesperar. —Consultó el reloj y añadió—: Se han marchadohace cinco minutos.

—¿Han dejado algún mensaje?Harry dijo que no con la cabeza. Alex observó al

Page 424: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

conserje, perplejo. Entró en el ascensor que llevaba alático. Un minuto después, salía al recibidor de la enormeburbuja hedonista que era el ático londinense de Nick.Las luces se encendieron automáticamente, igual que lamúsica. Se encaminó directamente a la terraza querodeaba el apartamento, contempló el brillo del LondonEye y de Canary Wharf a través de las cristaleras y,dejando atrás la bañera de hidromasaje, llegó aldormitorio de Nick.

Se detuvo en seco. Los cajones del estilizado vestidornegro de Nick habían sido arrancados de su sitio y lainmensa colección de vaqueros Levi’s y camisas estabatirada por el suelo. Alex salió a la sala de estar, enorme ydiáfana, con el corazón latiéndole violentamente.

Contempló la imagen que reflejaba el inmenso espejoque cubría de punta a punta la pared del salón. Elmueble bar chino lacado estaba volcado y la paredacolchada de cuero cobalto del comedor había sidoreventada a navajazos. Hasta el último cajón de laestancia había sido abierto y volcado.

Parecía que un tornado hubiera pasado por el ático.Alex volvió la vista hacia la caja de seguridad, decerradura digital, que normalmente estaba oculta bajo lacopia numerada del de Edvard Munch. El lienzohabía sido arrancado de la pared y la puerta de acero dela caja fuerte, abierta, todavía oscilaba.

La caja estaba vacía.Alex sacó el teléfono.

Page 425: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Maldita sea —masculló Jason, consultando el relojpor tercera vez en cinco minutos. Debería haber tomadoun taxi. Tenía un programa de actividades muy apretadoy Julia se retrasaba. Encajó la mandíbula y añadió—:Tarde, como siempre.

El sonido estridente e incesante de un claxon rompióel silencio del tranquilo vecindario de Knightsbridge.Jason miró por el gran ventanal de estilo georgiano delsalón.

Era Julia, por supuesto. Muy atildada, con un pañuelode cabeza y gafas de sol, ocupaba el asiento delconductor del ostentoso Jaguar deportivo aparcado juntoal bordillo. Jason cruzó el vestíbulo, salió dando unportazo, anduvo hasta la verja, abrió y se encaminó haciael coche. Metió la cabeza por la ventanilla del lado delacompañante y dirigió una mirada furiosa a Julia.

—¡Esto no es New Chelsea, Julia! —masculló—. Estásen Belgrave Square. No es necesario que despiertes atodo el vecindario.

Al ver que Julia ponía la mano enguantada sobre elclaxon y empezaba a tamborilear con los dedos con gestoimpaciente, entrecerró los párpados, le lanzó otra miradafuriosa y, desmañadamente, abrió la portezuela y encajócon dificultad su metro ochenta en el asiento delacompañante.

—¿No podías haber buscado algo más funcional? —protestó—. Y llegas tarde.

Julia apretó los labios hasta convertirlos en una finalínea. Con un rápido gesto, movió las gafas de sol hasta

Page 426: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

la punta de la nariz y, mirándolo por encima de ellas,replicó:

—Si no te gusta, llama un taxi.Volvió a colocar las gafas en su sitio. Jason la miró,

ceñudo, mientras se debatía torpemente con el cinturónde seguridad. Julia puso la llave en el encendido y seapartó de la acera con un rugido del motor. Jasontodavía estaba liado con el cinturón por detrás de lasorejas mientras el Jaguar blanco aceleraba por el centrode Londres y se encaminaba hacia las afueras.

Jason se llevó las manos a la cabeza descubierta,aterido por los gélidos vientos que entraban por todaspartes. Julia, además del pañuelo, iba vestida parasoportar aquel viento.

—¡Estamos a finales de diciembre, por el amor deDios! ¿Por qué llevamos la capota bajada?

Julia salió bruscamente de la autovía principal a unacarretera rural, maniobrando limpiamente alrededor deuna camioneta que circulaba a marcha lenta.

—¿Quién te escoge el barbero, últimamente? —preguntó ella—. ¿La tía Rosemary?

Jason puso cara de estar a punto de estallar.—Supongo que ese implacable magnate de los

medios que pasa por encima de todo lo puro y honradoen tu último libro era yo —dijo. Julia encajó lamandíbula, irritada. Estuvieron a punto de toparse conun coche que venía de frente por la estrecha carretera.

»¡Por Dios, Julia! —exclamó—. ¿Qué pretendes,matarme?

Page 427: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Julia tomó una curva haciendo chirriar los neumáticosy Jason se agarró al salpicadero mientras pasaban a todavelocidad por delante de unas casas de techo de bálagocubierto de rosales trepadores.

—Si hubieras leído mi libro, sabrías que ya te habíamatado. Violentamente. Mediante un coche bomba.Resultó muy terapéutico... y me ahorró una fortuna enpsiquiatras.

Hizo otro giro cerrado a la izquierda y se detuvo conun nuevo chirrido de neumáticos frente a una capillarural rodeada de prados llenos de ovejas.

Se quitó el pañuelo y la melena rubia luminosa sedesparramó sobre sus hombros. Se volvió a Jason.

—Si quieres saberlo, he pasado la noche con Alex enuna comisaría de Southbank. Estoy agotada. Alguien haregistrado a fondo el ático de Nick.

—¿Registrado? —Jason la miró con una mueca deescepticismo—. ¿Esa definición es de la policía, o deAlex? —añadió con sarcasmo.

—De los dos, en realidad —replicó ella, gélida.—¿Y tú cómo sabes que ha sucedido lo que dices?Julia abrió la puerta del coche, se apeó grácilmente y

lanzó una mirada furiosa a Jason por encima de las gafasde sol blancas de Chanel que hacían juego con losvaqueros blancos y la chaqueta de cuero.

—Estuve allí con la policía y con Alex a la una de lamadrugada. Por eso lo sé, Jason —cerró el coche de unportazo.

—Probablemente hayan sido algunos amigos suyos de

Page 428: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

los bajos fondos que buscaban cocaína —murmuró Jasony apretó los labios. Al parecer, tenía tantos problemaspara quitarse el cinturón como los había tenido paraponérselo.

—Nunca le diste a Nick el menor crédito, ¿verdad,Jason? Dejaste que se fuera a la tumba sin hablar con él.¿Cómo pudiste...?

Julia se inclinó a coger un puñado de tulipanes rosapálido del maletero.

—Ya lo entiendo —musitó Jason, ceñudo—. Me hastraído hasta la tumba de mi padre para darme un sermónsobre lo rastrero y despiadado que soy por no haberperdonado a Nick.

El cinturón de seguridad se atascó en la puerta. Juliaechó a andar por el serpenteante camino que llevaba a lacapilla.

—Cortaste todos los vínculos con él, Jason. Novolviste a dirigirle la palabra desde aquel día.

Jason consiguió desembarazarse finalmente delestorbo, se apeó y echó a andar detrás de ella mientrasse pasaba la mano por los cabellos en un vano intento depeinárselos hacia atrás.

—Nick era un arqueólogo brillante —replicó a gritos—. Echó a perder su carrera detrás de la heroína, lacocaína o lo que fuese... y desacreditó el apellidofamiliar. Papá no lo superó nunca.

Un vicario muy inglés apareció de detrás de unalápida y miró al airado Jason con visible desaprobación.

—Buenos días —dijo.

Page 429: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason hizo un manso gesto de saludo con la cabeza ycontinuó caminando detrás de Julia.

Jadeando, llegó a su altura en un rincón apartado delcementerio, donde se había detenido ante un granmausoleo, muy cuidado. El vicario los observó, suspicaz,desde el camino.

Julia se arrodilló y colocó los tulipanes en la tumba.—¿Qué creías? —dijo con un siseo—. ¿De veras

pensabas que querría quedarme a solas contigo?Jason le lanzó una mirada irritada.—Vivir sola te está volviendo paranoica —masculló y

la agarró del brazo—. ¡Y quítate esas malditas gafas!—No vivo sola. —Julia ardía de cólera—. Y no me

llames paranoica. Siempre has sido un pomposoestúpido. Mira lo que le hiciste a Nick.

Jason puso los ojos en blanco y señaló la tumba deJames.

—¡Chist! Ante la tumba de mi padre, no... Y no metasa mi hermano en esto.

Julia se irguió cuanto daba su metro sesenta y poco.Echando humo, se quitó las gafas y dejó a la vista unosojos enrojecidos, bañados en lágrimas y con elmaquillaje corrido.

—Tu hermano, tu hermano... ¿Pero cuánto tiempopasaste con él durante los últimos siete años, Jason DeVere? ¿Cuánto, entre tanta fusión de empresas, tantaplataforma digital, tanto lanzamiento de satélites?

El vicario volvió a dirigirles una mirada dedesaprobación.

Page 430: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Nick intentaba decirte algo. No me preguntes porqué te escogió a ti, pero así fue. Pensaba que a vuestropadre lo asesinaron. Daba la impresión de estar metidoen algún lío.

—Esto no es uno de tus libros, Julia, maldita sea. —Jason bajó la voz amenazadoramente—. La gente noanda por ahí matando a otros sin más.

—Lily dijo que Nick te había dejado un mensajecríptico en el contestador.

—Me llamó, eso es todo. El típico subterfugio de Nick.Sonaba como si estuviese colocado. Ahora, por favor,dame mi nota y un poco de intimidad.

Julia le lanzó otra mirada furibunda, pero abrió subolso blanco de piel. Sacó el reconocible sobre de papelmarrón y dijo:

—Fue enviada por correo desde Francia la noche desu muerte. Y, en realidad —añadió—, la nota va dirigidaa mí.

Jason frunció el entrecejo, le quitó el sobre de lasmanos y observó, perplejo, el escudo de armas delmembrete del Mont St. Michel. Lentamente, dio la vueltaal sobre.

—Es de Mont St. Michel.—¡Pues claro que es de Mont St. Michel! —soltó Julia

—. Nick pasó el día con Adrian.—¡No, no estuvo con él! —declaró Jason, furioso.—¿No estuvo? ¿Qué quieres decir? Me llamó cuando

estaba a cincuenta kilómetros de la abadía, la mañana deldía que murió.

Page 431: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—¿A qué hora te llamó? —preguntó Jason fríamente.—Hacia las diez... diez y media. Hora de Londres, lo

cual significa que para él eran las once y media.—Te confundes. —Jason dio la vuelta al sobre una

vez más.—¿Ah, sí? —Julia se puso brazos en jarras y sintió

que le hervía la sangre—. Que lo sepas, Jason De Vere,no me confundo.

Buscó el móvil en el bolso. Lo abrió y buscó elhistorial de llamadas recibidas. Furiosa, pasó el teléfono aJason.

—Ahí lo tienes. En la lectura del satélite GPS de la UE.Llamada recibida desde cincuenta y dos kilómetros deMont St. Michel, a las diez y treinta y siete, exactamente.Identificador de llamadas: Nicholas De Vere.

—Pues debió de cambiar de idea —concedió Jason aregañadientes—. Adrian me dijo que lo llamó, pero quealgo lo retuvo. No llegó nunca a Mont St. Michel.

—Oh, vamos, Jason. Sólo estaba a cincuentakilómetros cuando me llamó. Iba directamente hacia allí.

—Ya conoces a Nick. —Jason se encogió de hombros.—Sí, claro que conozco a Nick —replicó ella—. Iba

derecho a la abadía. Si no estuvo allí, ¿de dónde sacó elsobre?

Jason observó el membrete.—Supongo que lo llevaría en su mochila —añadió

Julia con tono burlón.—¿Qué más dijo?—Estaba un poco... —Arrugó la frente—. No sé,

Page 432: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

estaba serio. Muy serio. Quería información. El certificadode nacimiento de tío Lawrence, el nombre de losmiembros del consejo de administración de VOX...

—¿El consejo de administración de VOX? —Jason lamiró, incrédulo—. ¡Por Dios, Julia! Nick no ha queridosaber nada de finanzas en su vida. ¿Y esta vez quería unalista de mi consejo de administración? Tenía que estar enuno de sus «viajes», no cabe duda.

—Está bien, como quieras. —Julia levantó las manos,dándose por vencida—. Aquí tienes la nota. Léela túmismo. Y quiero que me la devuelvas.

Jason le dio la espalda, extrajo la nota del sobre y laestudió durante varios minutos.

—Escribe que le inocularon el sida —murmuró—. Dijolo mismo en el contestador... —Su voz se suavizó—.Mira, Julia, ya sé lo unidos que estabais —dijo con ciertoapuro, devolviéndole la nota. A continuación, sacó lafotografía.

Julia señaló a Julius De Vere.—No reconozco a nadie, aparte de tu abuelo y del tío

Xavier.El auricular de Jason se iluminó.—¿Sí, Purvis? —dijo. Se volvió. Su chofer apareció

por el sendero, portando una corona de flores blancas.Jason cogió la corona y la colocó en la tumba de James—. Muy bien. Voy para allá. Dile a Macdonald que pongaen marcha el motor. —Consultó el reloj y empezó adesandar el camino entre las lápidas—. Dile a Levine quese asegure de llevar mi maletín. Y haz una reserva para

Page 433: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

dos en el Rose Bar. Asegúrate de que te dan mesa. Paradespués de las nueve.

Colgó el teléfono y se encaminó hacia el Bentley, queestaba aparcado directamente delante del Jaguar de Julia.El chofer abrió la puerta posterior.

Jason titubeó. Se volvió y agitó el sobre en dirección ala figura delgada vestida de blanco que lo observabadesde lejos. Le dedicó una torpe sonrisa y murmuró:

—Gracias.

Page 434: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

28

El Padrino

29 de diciembre de 2021

Jason se detuvo bajo la lámpara de cristal venecianohecha ex profeso para el vestíbulo del lujoso hotelneoyorquino. El agotamiento emocional de la semanaanterior, al que se sumaba ahora el , empezaba apasarle factura. Se pasó los dedos por el pelo, miró a sualrededor y contempló la enorme chimenea italianatallada a mano y el fuego que rugía en ella, las lujosascortinas de terciopelo rojo, los cuadros colosales y lachaquetilla de torero.

La magnificencia del Viejo Mundo, fusionada con loque Nick describiría, sin duda, como estética moderna.

Uno de los tres áticos del hotel había sido la segundacasa de Nick cuando estaba en Nueva York. Lo llamaba«Alta Bohemia» y le encantaba.

Jason se detuvo allí, paralizado. De repente,absolutamente todo lo que veía le recordaba a Nick.

Consultó el reloj. Las nueve y media en punto. XavierChessler lo estaría esperando en el Rose Bar. El ancianoera meticulosamente puntual y llevaba su vida personalcon el mismo rigor con el que dirigía sus bancos.

Tomó el ascensor y salió al elegante bar. Allí sentado,

Page 435: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

con las paredes de terciopelo verde como fondo ydirectamente debajo de un cuadro de Warhol, estabaXavier Chessler. Jason se dejó caer en un lujoso sillónantiguo de terciopelo, enfrente de él, y estudió a supadrino.

La edad había tratado bien a Xavier Chessler. Unatupida cabellera lisa plateada enmarcaba sus faccionesdistinguidas. Xavier Chessler acababa de cumplir losochenta y cuatro y parecía veinte años más joven.Aunque Jason albergaba la secreta sospecha de que,gracias a la insistencia de su esposa, Marina, una mujerllamativa y extravagante que durante mucho tiempohabía sido una seguidora fanática de la moda, el Botoxpodía tener algo que ver con el aspecto rejuvenecido delbanquero semirretirado.

Xavier daba delicados sorbos a un cóctel.Jason se extrañó y levantó las cejas en un gesto de

interrogación al elegante anciano. Su padrino era muyestricto en sus hábitos nutricionales y rara vez probaba elalcohol.

Chessler le dirigió una mirada pícara.—No es más que piña aderezada con jengibre y

revuelta con menta, limón y unas gotas de angostura.Muy refrescante, te lo aseguro. Aunque supongo que túpreferirás el Lagavulin... —añadió, moviendo la cabeza.

—En Nueva York cuesta encontrarlo.—Éste es el lugar indicado, joven Jason. —Chessler

señaló la clientela joven y chic que se congregaba en labarra. Famosos, jóvenes banqueros de inversiones...

Page 436: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Gente adinerada—. Aquí, Nick siempre se sentía como encasa.

Chessler llamó a la camarera más próxima y señaló lacarta.

—Un Lagavulin y lo mismo de antes —pidió. Lacamarera tomó nota y se retiró—. Nick y yo celebramosaquí el último cumpleaños de Marina. Tú estabas enPekín. Adrian y tu madre le pagaron pasar el veranoaquí.

—No me enteré de que estaba aquí en julio —dijoJason, titubeando—. Debería haber respondido a susllamadas.

—No hay tiempo para recriminaciones, muchacho. Lavida es demasiado corta para andarse con lamentaciones.Sobre todo cuando uno alcanza mi edad.

La camarera volvió con el whisky y un segundo cóctel.—Dijiste que Nick te envió una nota...—Una nota, no, en realidad. —Jason fijó la vista en el

vaso—. Bien, digámoslo de este modo: la nota la envió aJulia. A mí me envió una fotografía. —Sacó el sobre deMont St. Michel del bolsillo de la chaqueta y se lo entregó—. Tú apareces en ella.

Chessler sacó de la funda unas gafas de montura deplata, se las puso y observó la fotografía. Luego, miró aJason.

—Bien... —Frunció el entrecejo—. Naturalmente,reconozco a tu abuelo. Y a Piers Aspinall, el ex directordel MI6. Falleció el año pasado. El pobre tipo teníaparkinson, si no recuerdo mal. —Estudió la fotografía con

Page 437: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

más detalle—: Es antigua, muy antigua. Tu padre y yodebíamos de tener cuarenta y pocos. ¡Ah, los estragosdel tiempo, Jason! —suspiró.

—¿No tienes idea de quiénes eran los otros hombres?Chessler dijo que no con la cabeza.—Mira, muchacho, tu padre y yo participábamos

juntos en muchísimos consejos de administración. Defundaciones caritativas y de sociedades no caritativas. Enla actualidad, soy director no ejecutivo de veintiséisentidades. Lo siento, Jason, pero no consigo acordarmede ellos.

—En el reverso —Jason señaló la foto— hay unnombre escrito. Es la letra de mi padre...

Chessler dio la vuelta a la foto.—Aveline... —murmuró—. Sí, es la caligrafía de tu

padre, la reconocería en cualquier parte. Haremos unacosa, Jason. Como veo que es importante para ti y, porlo que parece, también lo era para tu padre, haré unasinvestigaciones por mi cuenta, si no te importa que me laquede.

—Desde luego —asintió Jason—. Te lo agradecerémucho.

—¿Has dicho que había una nota?—Dirigida a Julia. Era críptica, digresiva. Típica de

Nick. Sólo me quedé la fotografía, pero te diré quéresulta realmente extraño. El membrete es de Mont St.Michel. —Jason señaló el sobre—. Adrian me dijo queNick no estuvo en la abadía el día que murió. Sinembargo...

Page 438: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—A veces, estas cosas parecen confusas, querido. —Chessler se quitó las gafas y las guardó de nuevo en lafunda—. La muerte de Nick nos ha afectado a todos. Sinembargo, estoy seguro de que esto tendrá unaexplicación clara y simple.

—Supongo que nunca lo sabremos. —Jason seencogió de hombros. Levantó el vaso y volvió a pasear lamirada en torno al ecléctico espacio iluminado con velas—. Un brindis por Nick.

—Por Nick. —Xavier Chessler alzó su vaso de cóctel—.Brillante arqueólogo e hijo leal.

—Y hermano. —Jason apuró el whisky. Luego, torcióel gesto—. Escucha, Xavier. Mañana tengo una reunión alas siete. Uno de los fondos de inversión de VOX.¿Podríamos continuar la conversación mientrasalmorzamos... el domingo, pongamos?

—Pues claro, muchacho. —Chessler cerró la mano enel hombro de Jason—. Marina y yo vamos de fin desemana a los Hamptons. Ven a pasar el sábado ydomingo con nosotros. Marina se muere por ponerse alcorriente de todas las intrigas que se cuecen en losmedios de Nueva York. La jubilación la está volviendoloca. Tu presencia será un regalo divino.

Jason se puso en pie.—Volaré allí el viernes a última hora —anunció.—Jason —dijo Chessler—, tú eres mi único ahijado.

Tuve tres hijas y ningún varón. Siempre has sido comomi propio hijo. —Miró a los ojos a Jason y añadió—: Yasabes que no hay nada, absolutamente nada, que no

Page 439: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

haría por ti.—Lo sé, tío Xavier. —Jason se inclinó y abrazó al

anciano.Xavier Chessler lo siguió con la mirada mientras Jason

cruzaba el bar. Cuando llegó a la puerta, se volvió.Chessler le sonrió afectuosamente.

Guardó con cuidado la fotografía en el bolsillo interiorde la chaqueta y enseguida se agarró la muñecaizquierda, presa de un dolor agónico. Se desabrochó elpuño de la camisa y contempló con espanto la Marca delHechicero grabada en su piel. Echaba humo, literalmente.

Julius De Vere lo torturaba desde la tumba. Desde elpropio Infierno. Estaba seguro.

Sacó el móvil y marcó.—Creo que quizá tengamos un problema. —Sonrió a

la camarera y le pidió la cuenta. Luego, bajó la voz yañadió—: No, nada que no pueda controlar. Sólo queríaque estuvieras advertido. Sí. Parece que Nicholas envióuna nota antes de morir. En un sobre con el membretede Mont St. Michel. Sí, lo tengo.

»Pues claro que me desharé de la prueba. Él vendrá alos Hamptons a pasar el fin de semana. Averiguaré quésabe. No lo pierdas de vista. Infórmame vía nuestraconexión londinense tan pronto nos hayamos ocupado deese gusano entrometido, Weaver.

Colgó y se quedó mirando al frente con expresiónsombría.

Su ahijado sería un adversario formidable si,finalmente, se despertaba en él alguna sospecha. Sin

Page 440: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

embargo, manejando el asunto de forma adecuada, talcosa no debería producirse de momento.

El exterminio de Jason De Vere tras la apertura delSéptimo Sello sería obligado. Hasta entonces, serviría alos propósitos de la Hermandad.

Llovía a cántaros.Dylan Weaver estaba junto a la puerta de una tienda

de congelados, a cubierto de miradas desde la calle.Consultó el reloj, inquieto, y volvió a echar un vistazopor la puerta acristalada de la tienda antes de aventurarsea salir a la casi desierta High Street.

Cien metros calle arriba, aún distinguió los dos RangeRover negros que llevaban aparcados delante de su casadesde las once de la mañana.

Se puso la capucha del anorak amarillo y se llevó a laboca lo que quedaba de una bolsa de palomitas. Con unaúltima mirada furtiva hacia su piso en la fábrica de pianosreconvertida, anduvo a buen paso en dirección a laestación de metro de Kentish Town. Tomaría la NorthernLine hasta King’s Cross y, desde allí, la Circle Line aPaddington, con el tiempo justo de tomar el últimoexpreso a Heathrow.

Con dedos sudorosos, palpó por quinta vez en laúltima hora el manoseado billete de avión. Hacía unahora que los hábiles hackers de Hangzhou habíanrecibido el disco duro.

El día siguiente, a mediodía, tomaría el A irbus deVirgin Atlantic a Shangai desde la terminal 3. Al

Page 441: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

anochecer, estaría en el aeropuerto de Pudong.

Page 442: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

29

Apocalipsis

Miguel se encontraba a la puerta de la habitación deGabriel y lo observaba desde el umbral.

—¿Tu alma está preparada? —le preguntó.—Los sueños... —Gabriel levantó los ojos para mirar

a Miguel. Tenía el rostro contraído de dolor—. Reinosque ascienden y caen... la Estirpe de los Hombres, elJuicio Final, la Revelación del Apocalipsis de san Juan.Veo cosas que están a punto de suceder en el mundo dela Estirpe de los Hombres. Tengo visiones de ellas...como Revelador —añadió Gabriel con voz temblorosa—.Como vidente.

Miguel lo miró de hito en hito, pero no dijo nada.—Delante de mí había un Caballo Pálido —prosiguió

Gabriel—. Iba montado por un jinete llamado Muerte. —Se estremeció y dio unos pasos hacia la terraza paracontemplar la Puerta de Rubíes—. Guerras, hambrunas,plagas... —susurró—. Granizadas y fuego mezclado consangre. —Inclinó la cabeza—. Me gustaría que nohubiéramos tenido que llegar a esto.

—Jehová les ha dado una oportunidad tras otra dearrepentirse —a Miguel le temblaba la voz de la emoción—, pero ellos rechazan a Cristo, rechazan el gransacrificio y escogen seguir a Lucifer. Ha esperado eones,

Page 443: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Gabriel, retrasando el momento de Su Juicio. —Se acercóa Gabriel.

—Y, sin embargo, todavía los ama —comentó éste, envoz baja.

—Su Juicio no puede demorarse más. —Miguel pusola mano en su espada—. La balanza de iniquidad en elmundo de la Estirpe de los Hombres está colmada.Nuestro hermano Lucifer les ha destruido el alma. ElJuicio tiene que llegar.

—Y, sin embargo. Él todavía los ama, Miguel —repitióGabriel, mirándolo a la cara con expresión apenada—. Nocomo nosotros, los angélicos. Él nació como uno de ellosy anduvo como uno de ellos. —Gabriel aumentó laintensidad de su voz—: ¡Vivió como uno de ellos!

—Y murió como uno de ellos —dijo una voz, a susespaldas.

Los hermanos se volvieron y se encontraron a Jetheren la antesala de la habitación.

—A Él lo conmueve el sufrimiento de los hombres,sus enfermedades y sus debilidades. —Jether esbozó unadulce sonrisa—. Comprende todas las cosasatormentadoras que les asuelan el alma.

Pálido como la cera, Gabriel miró a Jether.—He visto cosas demasiado terribles para contarlas —

dijo—. Se abrirán los Siete Sellos, los jinetes...—Querido Revelador —Jether cerró los ojos—, lo que

dices es verdad. Has viajado muchas noches comovidente. Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis cabalgaránpronto sobre los Vientos Occidentales de la Estirpe de los

Page 444: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Hombres, desatando su furia.—La Estirpe de los Hombres... —susurró Gabriel,

agachando la cabeza—. Su mundo se desmorona.—Es algo extraño —replicó Jether, acercándose a

Gabriel para ponerle la mano en el brazo—. He vividoentre ellos como Angélico ignorado durante más decuatro décadas. Entre la Estirpe de los Hombres he vistouna maldad y una perversión inimaginables. Eintolerables —añadió en voz baja—. Violaciones, abortos,asesinatos a sangre fría. Los hechos más pecaminosos.

Jether hizo una larga pausa, abrió los ojos yprosiguió:

—Y sin embargo, sin embargo... —una expresión deasombro cruzó su rostro—, he visto también en elmundo de la Estirpe de los Hombres un amor que desafíaincluso nuestra comprensión angélica. He visto a unamadre sacrificar su vida por salvar a la del hijo. —Jetherestaba absolutamente conmovido—. He visto a hombresadultos en la guerra sacrificar su vida por la de sushermanos. He visto con mis ojos lo más egoísta y vil dela Estirpe de los Hombres. —Jether miró a Miguel conlágrimas en los ojos—. Y, sin embargo, he visto... hevisto también su gloria. He visto en todos ellos Suimagen, Su impronta. Oh, ¿qué es el hombre para que Élse ocupe de todos ellos? —susurró Jether.

—Hay cosas peores —dijo Gabriel, de espaldas aMiguel y a Jether—. He visto llorar a Jehová.

Miguel contuvo una exclamación. Estaba consternado.—Jehová llora por lo que está a punto de ocurrir —

Page 445: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

asintió Jether—. La Gran Tribulación que se cierne sobrela Estirpe de los Hombres...

Miguel agachó la cabeza.—Dentro de nueve meses exactos, Jehová cederá la

ejecución de los Siete Sellos a Cristo. Son Sus súbditos.Él es su Rey.

Jether miró más allá de las doce lunas azul pálido delPrimer Cielo, más allá de las estrellas fugaces y de losrelámpagos que estallaban sobre la Puerta de Rubíes, ylevantó la mano hasta que la silueta del planeta Tierraapenas fue visible a través de los cambiantes tonosvioláceos del horizonte.

—Al final de la historia humana —dijo Jether en unsusurro—, Jehová pasa por fin de la gracia al juicio.Compasivamente, con ternura, década tras década y eratras era, ha invitado a la Estirpe de los Hombres, a todosy cada uno de sus miembros, a la fraternidad con Él.Ahora, el Final de los Tiempos se acerca. Él ha sido suamoroso pastor... —Jether miró a los dos hermanos. Losojos le ardían de fiera intensidad—. Y ahora se convertiráen su Juez.

Page 446: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

30

Sorpresa inesperada

El chofer cerró la puerta de la limusina mientras Jasoncorría bajo la lluvia y se refugiaba bajo el toldo blanco ydorado del edificio de la Quinta Avenida que acababa deadquirir, al lado de Central Park. El otro ático deManhattan, en el que habían vivido Julia y él los diecisieteaños que habían estado casados, se había vendido por finpara satisfacción de Julia, pues con el importe seaseguraba tener liquidez toda su vida. Jason frunció elentrecejo.

Y, para conmoción de su familia y sus socios, en unacto impredecible, se había gastado setenta millones dedólares de su fondo fiduciario personal en comprar unapropiedad inmobiliaria de primera clase, que habíaconvertido en su residencia en Nueva York, y la habíaescriturado a nombre de Lily De Vere.

Entró en el vestíbulo a grandes zancadas, saludó alconserje con la cabeza y se dirigió al ascensor. Pulsó eltimbre y cuarenta segundos y cuarenta y dos pisosdespués, sus puertas doradas se abrieron al descansillodel ascensor privado del ático tríplex que ocupaba las tresplantas más altas de aquel castillo palaciego en el cielo.

Page 447: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

, su perra ridgeback, corrió hacia él a toda velocidad,meneando la cola. Se agachó y le acarició la cabeza conafecto. Luego se dirigió al bar de aquel salón decuatrocientos metros cuadrados. Jason sonrió.

«Un lugar de ensueño», como diría Lilian. Hacíadécadas, había sido un centro de entretenimiento de laselites de las dos costas, la Este y la Oeste. Los Roosevelt,los Kennedy, los Reagan, Frank Sinatra y Ava Gardner,Marilyn Monroe, incluso Lawrence Olivier y Vivien Leighhabían pasado días y noches en la que ahora era laresidencia de Jason.

Durante los últimos cuarenta años, había pertenecidoa un magnate de Wall Street exageradamente rico queera un fóbico social y no salía del ático. Jason arrojó lachaqueta al sofá y se sirvió un whisky.

El ciclo continuaría. Allí sólo se alojaría él, Lilydurante las vacaciones y , seguramente la perra másconsentida de Manhattan.

Bostezó. Necesitaba algo que lo ayudase a cerrar losojos.

Se dirigió a los ventanales de siete metros y salió a laterraza. A la luz de la luna, contempló la panorámica deCentral Park, la pista de patinaje y las brillantes luces dela ciudad. Nueva York de noche era algo insuperable.

Suspiró y pensó que el día siguiente sería muy duro.A las seis de la mañana, volaría a Babilonia. Allí lo

esperaban los preparativos para la cumbre que secelebraría el día siete a primera hora. Almuerzo con elprimer ministro de Irak y unas copas por la noche con

Page 448: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Adrian antes del gran día. A las seis de la mañana,desayuno con el ministro de Telecomunicaciones. A lasocho, ratificación del Concordato del Rey Salomón, yluego a las cinco de la tarde, hora de Babilonia, la firmafinal del Tratado Ishtar.

Sería la exclusiva mundial más importante del mundoen los medios y, gracias a su hermano pequeño, latendría la VOX. Jason apuró el whisky, volvió al interior yse acercó al escritorio de mármol situado junto a unasgrandes ventanas venecianas.

Revisó con indiferencia el correo que le había dejadoallí el ama de llaves. Encontró lo habitual: publicidad,facturas, nada de correo personal. Dudó y luego cogió unvulgar sobre azul escrito a mano que estaba al fondo dela pila. Examinó el matasellos. Qué curioso, pensó.

Estaba franqueado en Hangzhou, China.Lo rasgó con un abrecartas y lo puso boca abajo. De

su interior cayó un disco diminuto, no más grande que lauña de su dedo pulgar, y un burdo trozo de papel.

Jason lo desdobló. La caligrafía era un garabato, peroun garabato legible.

A seguir. Weaver.

Jason arrugó el papel, cogió el disco y recorrió lossuelos de mármol calentados hasta su nueva bibliotecade caoba. Puso en marcha el ordenador portátil,introdujo el disco, y se hundió en su sillón de cuerodelante de la chimenea. Con el whisky en la mano,

Page 449: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

estudió la pantalla.El primer documento era una carta con la firma al pie

de su padre, James De Vere. Habría reconocido aquellacaligrafía en cualquier sitio.

Suspiró. Echaba de menos a su padre. El año queprecedió a su muerte, apenas lo había visto.

Había un segundo documento, firmado con tintaverde.

Volvió atrás y leyó la carta de James De Vere aLawrence St Cartier. Cuando terminó, se recostó en elasiento y mantuvo la vista fija en el fuego de la chimeneadurante varios minutos.

Luego, examinó el segundo documento.Una solicitud de un agente biológico vivo a Fort

Detrich.Una nota con el dinero pagado a unos matones de los

bajos fondos de Ámsterdam.Luego pasó a un tercer documento.

Virus del sida vivo entregado el 4 de abril de2017. Inyectado a las 12.07. Orden firmada de laejecución de Nicholas De Vere.

Jason miró la pantalla, pasmado.¿Qué era lo que Nick le había escrito a Julia en

aquella última nota? «Me inocularon el sida.»Perplejo, Jason se pasó los dedos por los cabellos,

apuró el whisky y abrió el teléfono. Buscó el nombre deXavier Chessler en la agenda. Al encontrarlo, hizo una

Page 450: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pausa y siguió pasando nombres: Smythe, Stephens y StClair. Se detuvo en St Cartier.

Jason siempre había sentido un gran aprecio por elanciano. Su madre confiaba ciegamente en él. Y parecíaque su padre también lo había hecho.

Miró los tres números de teléfono de St Cartier.Londres. El Cairo. Alejandría.Dudó unos instantes. Lilian había dicho que el anciano

pasaba el invierno en su apartamento de El Cairo.Contactaría con él allí.

Page 451: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

31

El Primer Sello

Lentamente, la colosal Puerta de Rubíes del salón deltrono de Jehová se cerró.

Los veinticuatro Antiguos Reyes del Cielo se hicieronvisibles entre la niebla que se levantaba. Eran losveinticuatro Servidores Supremos del Paraíso,veinticuatro de los más sabios y más poderosos entre lashuestes de angélicos del Primer Cielo, a quienes se habíaencomendado la custodia de los Siete Sellos de laSabiduría de Jehová por la fidelidad demostrada.Veinticuatro ancianos angélicos de la mayor humildadque, habiendo demostrado su fidelidad a lo largo de unmillón de eones, habían sido encargados de lagobernación de la presente época del fin de los tiemposde la Estirpe de los Hombres.

Juntos, los veinticuatro avanzaron majestuosamentepor la nave del salón del trono ataviados con brillantesvestimentas blancas que simbolizaban su negativa aunirse a la rebelión de Lucifer y tocados con coronas deoro que simbolizaban su victoria en combate con losCaídos. Las joyas engastadas en cada coronarepresentaban el amor, la alegría, la benevolencia, laserenidad, la fortaleza, la humildad, la fidelidad, laperseverancia, la caballerosidad y la templanza.

Page 452: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Encabezándolos venía Jether el Justo, el máspoderoso Antiguo Rey Angélico del Primer Cielo.

—¡Jether el Justo! —anunció un heraldo angélico—.Servidor de los misterios arcanos de Jehová.

El grupo se detuvo delante de los veinticuatro tronosde oro que formaban un semicírculo a ambos lados delreluciente altar de sardónice.

Jether sostuvo en alto su cetro de oro ante la huestede angélicos y todos hicieron una reverencia al unísono.

Jether ocupó su trono, seguido de Zachariel, quehabía ocupado el trono de Charsoc a la derecha de Jetherhacía eones, y a continuación lo hicieron los veintidósancianos restantes.

—Gabriel el Revelador, Príncipe de los Arcángeles —proclamó un segundo heraldo angélico—. Largo sea tureino con sabiduría y justicia.

Gabriel cruzó las Verjas y entró en el salón del tronosiguiendo ceremoniosamente a los Antiguos Reyes. A sulado iba Miguel.

—Miguel el Valeroso, Comandante de los ejércitos delPrimer Cielo —anunció el heraldo angélico—. Largo seatu reino con justicia y valor.

Miguel avanzó junto a Gabriel portando la Espada deEstado. Juntos, recorrieron la nave del salón del tronohacia el Estrado de los Reyes. Sus caballeros armados losseguían en formación, portando solemnemente losgallardetes de la Casa Real de Jehová.

Al unísono, los hermanos se arrodillaron entre lasardientes brumas carmesíes que se alzaban del altar de

Page 453: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

sardónice.Un enorme temblor y un rugido atronador,

acompañado del destello de relámpagos, reverberó de lasparedes del salón del trono y sacudió la cámara entera. Elmás brillante y luminoso de los colores bañó la estancia.De los muros emanó un intenso resplandor de sardóniceque, casi al instante, se transformó en el suave azulmoteado de un millón de zafiros ardientes. Brillantesamatistas irradiaban desde el inmenso arcoiris circularque descendía acompañando al trono de Jehová.

Miguel se postró con el rostro aplastado contra elsuelo de cristal, temblando.

También Jether se postró, moviendo los labios en unainvocación de súplica y adoración, mientras Jehovácontinuaba su descenso a través de la cúpula abierta. LasHuestes Angélicas se postraron al tiempo que el granrugido terrible del Anciano de los Días llenaba la cámara.

Miles de soles y miríadas de lunas de millones ymillones de galaxias se entretejían en un tapiz vivo ypulsante del cosmos que envolvía el ser de Jehová. YJehová continuó su descenso. De cada luna y planeta yde los millones de estrellas que radiaban de la capatraslúcida de Su fulgor resonaban ondas de luz queviajaban a través de un universo tras otro en uninexorable tsunami de sonido.

Y el Anciano de los Días seguía descendiendo.La cegadora luz blanca de la cámara se transformó en

un deslumbrante brillo amatista, que dio paso a unesmeralda tenue y luego a un intenso zafiro, recorriendo

Page 454: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

el espectro de la luz que se reflejaba en la capa deJehová. Y con Él descendía también el arcoiris, queparecía extenderse de un extremo a otro del universo.

Ante el trono de Jehová ardían siete antorchas detreinta metros de altura como siete columnas del intensofuego blanco de la santidad y en medio de cada antorchase hallaban los carbones encendidos del Espíritu deJehová: Sus ojos.

Y el trono de Su gloria continuaba su descenso,portándolo a Él. A l acercarse, el suelo del salón del tronose hizo como de mercurio, y luego se transformó demetal líquido en un mar que era como de zafiro vivo, conrespiración. Era transparente y no había en él la menorimperfección. Truenos ensordecedores sacudían lacámara y era como si los propios átomos de las paredeslatieran.

Y cuando el trueno remitió, unas centellas azulesimpregnadas de fuego blanco recorrieron la capa delAnciano de los Días iluminando el universo en su estela.

El rostro de Jehová quedaba oculto a la vista, veladopor nubes ardientes, pero encima de Sus ropajes, dondedebería estar Su rostro, resplandecía una luz como la demil soles brillantes.

Jehová, Aquel ante el cual todos los cielos y galaxiashuían con temor reverencial ante Su propia majestad.Aquel cuyos cabellos eran blancos como la nieve porefecto de la propia refulgencia de Su gloria, cuyos ojoscentelleaban como llamas de fuego vivo con el brillo deSu multitud de discernimientos y de magnánimas

Page 455: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

compasiones, infinitamente tiernas.Pues Su belleza era indescriptible. Sus tiernas

bondades y compasiones eran inescrutables.Y así se presentó en el salón del trono. Como Uno.

Como Trino.Pues eran indivisibles. Y eran indisolubles.Y cuando el trono y Quien lo ocupaba terminaron su

descenso, las manos de Jehová se hicieron visibles através de las densas brumas luminosas de Su gloria.

En Su mano derecha sostenía un enorme rollo depergamino que emitía una ardiente luz blanca.

Gabriel observó el pergamino con asombro.—Es el rollo del Arca de la Estirpe de los Hombres —

susurró, contemplando la escritura dorada, reluciente yviva, que cubría las dos caras del pergamino.

La antigua caligrafía angélica emitía rayos de luzpulsantes y pasaba del hebreo al griego, al árabe y,después, a diez mil idiomas más, tanto de los antiguosangélicos como de la Estirpe de los Hombres. El rolloestaba cerrado en la parte frontal con siete grandes sellosde oro fino, cada uno de los cuales tenía en su centro unenorme diamante sin tallar.

Excepto el Primer Sello. El Primer Sello no teníadiamante. En su lugar había una piedra de sardónice.

Miguel se incorporó del suelo de cristal, sin dejar detemblar, y se volvió a Gabriel.

—Son los Títulos de Propiedad de la Tierra.—Y las Crónicas del universo entero —asintió Gabriel

—. Jehová tiene en Su mano el único registro de las

Page 456: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Crónicas de la Estirpe de los Hombres: su pasado, supresente y todo lo que ha de llegar. La consumación detoda la historia. Los Títulos de Propiedad hanpermanecido en el Arca. El Rollo de los Siete Sellos haestado escondido debajo de los doce grandes Códices delArca, en lo más profundo de los Laberintos Occidentalesde las Siete Agujas, durante más de dos mil años.

Alzó la mirada al trono con adoración.—Desde el Gran Sacrificio del Cordero —murmuró

Miguel.Gabriel asintió:—Esperando al final de los tiempos, cuando será

abierto. Si ninguno entre la Estirpe de los Hombres esdigno de reclamar los Títulos de Propiedad, se perderá elderecho y el reinado de Lucifer no tendrá fin jamás.

Miguel dio un paso adelante. Sus ojos verdeesmeralda ardían de rectitud. Alzó al cielo la Espada deEstado y exclamó:

—¿Quién entre la Estirpe de los Hombres es digno deabrir el libro y desatar sus Sellos?

—¿Quién es digno? —repitieron los heraldosangélicos.

Jether y los ancianos continuaron postrados.—Nosotros no hemos nacido de la Estirpe de los

Hombres. No somos dignos —proclamaron.—¿Quién es digno de abrir el rollo? —preguntaron los

heraldos angélicos por segunda vez, dirigiéndose en estaocasión a las huestes angélicas, presentes en un númerode diez veces diez mil.

Page 457: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Nosotros no hemos nacido de la Estirpe de losHombres. No somos dignos. —Resonó en el salón deltrono la respuesta al unísono de la Hueste Angélica.

—¿Quién entre la Estirpe de los Hombres es digno deabrir el libro y desatar sus Sellos? —preguntaron losheraldos angélicos por tercera vez, en esta ocasión a losmillones de la Estirpe de los Hombres congregados en elsalón del trono, tanto de los fieles difuntos como deaquellos que habían aceptado el terrible sacrificio delGólgota en eones pasados.

Jether alzó la cabeza y vio a Adán, a Juan el Bautista,a Moisés y a Elías.

Finalmente, Juan el Bautista se adelantó, con unfulgor en la mirada, y se postró en el suelo.

—Yo he nacido en la Estirpe de los Hombres. No soydigno —murmuró y unas lágrimas surcaron su rostro.

Adán se postró a su lado.—Yo he nacido en la Estirpe de los Hombres. No soy

digno.Miles, millones de fieles difuntos se postraron a lo

largo y ancho del salón del trono, proclamando:—No soy digno... No soy digno.Jether vio postrarse al rey Aretas de Petra y a su hija,

la princesa Jotapa, y reparó en las lágrimas que le corríanpor las mejillas.

—No soy digno —murmuró el noble rey.—No soy digna —sollozó Jotapa.—Jether el Justo —dijo Gabriel—, lee cuáles serán las

consecuencias, según la Ley Eterna, si el Sello se queda

Page 458: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

sin abrir.Jether se puso en pie.—Si no se abre el Sello, el reino de Lucifer queda

permanentemente sellado en la tierra. Adviene su reino.Por siempre más. La Caída. La Maldición. La calamidadcompleta que ha fraguado en el mundo de la Estirpe delos Hombres, su marca de dolor y sufrimiento en todoser vivo, se impondrá para siempre en la tierra. No habráredención posible de su reino. Si el Sello no es abierto,Lucifer reinará eternamente como soberano de la Estirpede los Hombres.

»Pero si se encuentra a uno entre la Estirpe de losHombres que sea digno —continuó Jether tras una pausa—, la tierra será arrebatada finalmente a Lucifer y a losCaídos y a los hombres que han usurpado la propiedadde Dios.

Miguel avanzó un paso y levantó los brazos hacia eltrono y el rostro hacia la cúpula.

—¿Quién es tan eminente en posición y poder comopara estar autorizado, para ser digno de abrir el libro y,por lo tanto, de romper los Sellos? ¿Quién entre laEstirpe de los Hombres está en condiciones de arrebatarel planeta Tierra a Lucifer, el usurpador?

El valeroso Miguel miró en torno a sí, con fuego enlos ojos.

—¿A quién se considera digno de llevar a cabo elderrocamiento del intruso, de deshacerse para siemprede Lucifer y sus legiones de Caídos? ¿Quién tiene laautoridad para abrir el Libro de los Siete Sellos?

Page 459: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Sólo uno —susurró una voz.Y el Cielo casi quedó en silencio.Y Juan, el Revelador, se levantó con el rostro bañado

en lágrimas.—Sólo existe uno —susurró de nuevo entre sollozos

entrecortados. Y alzó la vista y miró con absolutaadoración hacia el trono a la derecha de Jehová. Luego,cayó postrado como un muerto.

Gabriel contempló la escena, paralizado.—Juan estaba aquí... —murmuró—. El apóstol bien

amado de Cristo...Jether se acercó al altar.—No llores —dijo a Juan. Le impuso las manos en la

cabeza y luego las alzó hacia el trono con los ojoscerrados en éxtasis—. No llores —repitió—, porque elLeón de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencidopara abrir el libro y desatar sus Siete Sellos.

Y de pronto, detrás de las columnas de fuego blancode treinta metros de alto y en medio del trono y de loscuatro seres vivientes y en medio de los ancianos,apareció un Cordero como inmolado que tenía sietecuernos y siete ojos.

Gabriel se postró de rodillas, temblando de pies acabeza.

—Tú eres digno de abrir el libro y de desatar los SieteSellos —dijo, repitiendo las palabras de Jether.

Contempló con arrobo la imagen del Cordero de pie,como inmolado, con sus siete cuernos y sus siete ojos,que eran los siete Espíritus de Dios enviados por toda la

Page 460: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

tierra.—El León que es de la tribu de Judá, la raíz de David,

ha vencido para abrir el libro y desatar sus Siete Sellos —dijo, repitiendo las palabras de Jether.

Y el Cordero se transformó en Cristo. Gabrielcontempló con arrobo los ojos que centelleaban comollamas de fuego y admiró el rostro poderoso, imperial,del Cordero sacrificado, Jesucristo.

Cristo, con el rostro bañado en lágrimas, se acercó aJehová y tomó el libro de su mano derecha.

Los cuatro seres vivientes que estaban delante deltrono y los veinticuatro ancianos angélicos se postraronante Cristo. Las lágrimas corrían por las mejillascoriáceas de Jether.

—Digno eres de tomar el libro y abrir sus Sellos —proclamaron los veinticuatro ancianos al unísono.

Gabriel observó a Zachariel. La mirada de Zacharielestaba fija en Cristo, sus ojos ardían de adoración y suvoz resonaba en el salón del trono, a coro con la de susveintitrés compatriotas.

—Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre hasredimido para Dios a los hombres de todo linaje, lengua,pueblo y nación, y les has hecho para estar con nuestroDios un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra.

Un rugido estentóreo, atronador, surgió de las diezmil veces diez mil gargantas de las huestes angélicas.

—El Cordero que fue inmolado es digno de tomar elpoder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, lagloria y la alabanza.

Page 461: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Y el sonido de muchas voces resonó desde el mundode la Estirpe de los Hombres. Cristo levantó las llaves delinfierno y de la muerte o las llaves de los Títulos dePropiedad de la Estirpe de los Hombres.

Gabriel lo observó, tembloroso.Jether esperó.Los veinticuatro ancianos esperaron.Diez mil veces diez mil de las huestes angélicas

esperaron.Jehová esperó.Cristo miró al rostro a Jehová. Imperial. Con los ojos

encendidos.Y el Rey de reyes del universo y de la Estirpe de los

Hombres rompió el Primer Sello.Lucifer se hallaba en el borde mismo del acantilado

cortado a pico del Mont St. Michel, con sus seis alasseráficas desplegadas y las manos levantadas hacia loscielos crepusculares de Normandía.

—Vi que el Cordero abría el primero de los SieteSellos —susurró, mientras sus largos cabellos negrosazotaban sus facciones cubiertas de cicatrices—. Y oí auno de los cuatro seres vivientes decir con una voz comode trueno: «¡Ven!»

Lucifer contempló la imagen del Jinete Blanco, ahoraclaramente visible sobre la abadía de Mont St. Michel. Sequedó quieto un momento, con el rostro en éxtasisencarado hacia las fieras galernas del Atlántico.

—Miré... —la voz de Lucifer se alzó más poderosa—, yante mí vi un caballo blanco. El que lo montaba tenía un

Page 462: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

arco y le había sido dada una corona, y cabalgaba comoun conquistador dispuesto a la conquista.

Se volvió. Adrian se arrodilló delante de él y la luz dela luna bañó su rostro, realzando la belleza de susfacciones, ya admirables.

—El Primer Sello ha sido abierto —susurró Adrian—.Empieza mi reinado como Hijo de la Perdición...

Lucifer impuso las dos manos sobre la cabeza deAdrian.

—Siete años hasta nuestra victoria en Armagedón.¡Siete años y este planeta será mío por toda la eternidad!

Un elixir espeso, oscuro, de la consistencia delalquitrán, fluyó de las manos de Lucifer a la sien deAdrian.

—Pues tanto quise al mundo... —clamó Lucifer con unfuego desquiciado en los ojos—... que envié a mi únicohijo bien amado. Que quien tome la Marca y lo siga...perecerá y perderá la vida eterna.

Se volvió hacia el agitado mar y proclamó.—¡Pues mío es el Reino, el Poder y la Gloria...!Levantó la vista a la estatua del arcángel Miguel que

remataba la aguja de la iglesia ciento setenta metros porencima de él y esbozó una inicua sonrisa de triunfo.

—Por los siglos de los siglos... Amén.

Page 463: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 464: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

TRES AÑOS Y MEDIO DESPUÉSJUNIO DE 2025

Page 465: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

32

Los jinetes del Apocalipsis

Babilonia, Irak

La comitiva de trece limusinas marca Mercedes decolor negro avanzó velozmente por la extensa red denuevas y relucientes autovías de Babilonia.

Adrian se retrepó en el cómodo asiento de piel y, através de los cristales tintados, volvió la mirada a lasmasas que esperaban, lanzando vítores de adulación, elpaso de la comitiva que llevaba al arquitecto supremo delnuevo estado iraquí, el prometedor genio económico delsuperestado europeo: Adrian De Vere.

Adrian consultó el reloj. Era viernes y recordó aquelotro viernes de casi cuarenta y dos meses antes, el 7 deenero de 2022.

El día con el que había soñado desde que accediera asu primer escaño electoral por Oxford, en Inglaterra,hacía casi dos décadas.

El día en que allí mismo, en Babilonia, se habíaratificado el Concordato del Rey Salomón. Y en que sehabía firmado el primer punto del Acuerdo Ishtar quecomprometería durante cuarenta años a Israel, la UniónPanárabe, Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas.

Page 466: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Una garantía por parte de la Unión Europea y lasNaciones Unidas de defender a Israel, comoprotectorado, vinculado por la ley internacional. Según elAcuerdo Ishtar, Israel, a cambio de su desnuclearizacióninmediata, sería protegido diplomática y militarmente porel superestado de la Unión Europea y por las NacionesUnidas frente a Rusia, los estados árabes vecinos ycualquier tercera parte enemiga. Israel, no obstante,conservaría la soberanía y seguiría siendo un estadosegún la ley internacional.

Las cosas habían progresado mejor de lo que Adrianhabría podido soñar.

Desde el Acuerdo, Israel estaba en paz con todas lasnaciones árabes fronterizas y el plan de siete años parasu desnuclearización ya llevaba cuarenta y un mesesdesarrollándose.

Una fuerza de pacificación de la ONU ocupaba ahorael Monte del Templo y controlaba las fronteras de Israel,que habían vuelto a las establecidas en 1967.

Jerusalén no estaba dividida y musulmanes, cristianosy judíos tenían ahora «derecho de libre paso a loslugares sagrados de Jerusalén, sin diferencias porcuestión de religión, sexo o raza».

Y el nuevo Templo de Salomón, el tercer Templo deJerusalén, que se erigía en el Cuadrante Norte, estaba apocas jornadas de terminarse.

Adrian concedería a Israel unos cuantos meses másde complacencia con las ventajas de su estatus deprotectorado... antes de contravenir el acuerdo.

Page 467: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Para entonces, el programa de desnuclearización yasería irreversible. Israel quedaría desmilitarizado porprimera vez desde 1948. Indefenso.

Adrian sonrió. Levantó la vista al inmenso horizontede acero y cristal que se alzaba cuatrocientos metroshacia el cielo y se extendía setenta kilómetros a laredonda, cortesía de la inversión de dos billones dedólares realizada por el superestado europeo y el BancoMundial.

Los tres primeros Jinetes del Apocalipsis habían sidoliberados y el mundo entero se había sumido en eldesorden social y económico. Y ahora faltaban apenasunas horas para que los reyes y presidentes máspoderosos del mundo se reunieran allí, en Babilonia, enla recién erigida Sede Central del superestado de la UniónEuropea, para celebrar una cumbre sobre el hambremundial y la crisis económica.

Y Adrian De Vere había sido escogido por unanimidadpara dirigirla. La comitiva motorizada dobló la esquinadel bulevar del Oro Negro.

Adrian observó los rascacielos de Saudi Aramco, BP,Royal Dutch Shell, Gazprom, Exxon Mobil y de la últimaen sumarse, PetroChina.

Las cosas habían cambiado mucho desde 2001,cuando más del noventa por ciento de Irak permanecíainexplorado geológicamente debido a décadas de guerrasy sanciones. Un cálculo conservador de las reservaspresentes de petróleo las situaba en más de cuatrocientosmil millones de barriles.

Page 468: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Todos ellos bajo la jurisdicción del superestado de laUnión Europea... y de Adrian.

En paralelo a la floreciente industria del petróleo,estaba el nuevo centro mundial de medios decomunicación. Cadenas de televisión de todas lasnaciones civilizadas del planeta emitían ahora su señaldesde las llanuras de Babilonia.

Adrian sonrió, satisfecho. Babilonia y Europa florecíanmientras todo el mundo Occidental y Oriental sedesmoronaba.

Dieciocho meses antes, en lo que ahora se conocíainternacionalmente como el Viernes Negro Mundial, elcolapso económico y la hambruna generalizada habíanobstruido la aorta de la sociedad de Occidente y deOriente.

Los balances de los bancos habían quedado borradosde la noche a la mañana. Desde Londres a Tokio y aNueva York, un millar de los principales bancosquebraron de un día para otro. Incontables millonariospasaron a indigentes antes de ponerse el sol. DesdeTokio a Detroit, desde Los Ángeles a Shangai, ciudadesenteras habían sido saqueadas y pasadas a fuego.

Las colas del pan habían llenado las calles y aceras detodos los estados norteamericanos, desde California aWashington. Y en todos los condados británicos, deCornualles a Caithness, se dictaron leyes especiales. Sedeclaró la ley marcial en todo el mundo.

El presidente de Estados Unidos había firmado unaserie de órdenes ejecutivas en rápida sucesión. El

Page 469: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Gobierno había tomado el control de todos los medios detransporte, las autopistas, los puertos y todos losaeropuertos y aviones. Se había incautado de todos losmedios de comunicación, controlaba ahora toda laenergía eléctrica, el gas, el petróleo, los combustibles ylos minerales y tenía el control directo de todos losrecursos y suministros alimentarios, tanto públicos comoprivados. Y ahora existía un registro nacional deidentidad obligatorio.

Hacia 2024, el Congreso había abrogado la ley deProtección de los Propietarios de Armas de Fuego de1986. En Estados Unidos, se confiscaron las armas bajoamenaza de muerte. Y entonces había llegado lapandemia de gripe aviar.

A diferencia del resto del mundo, Adrian estabapreparado.

Había declarado un Estado de Emergencia que,automáticamente, le confirió poderes extraordinarioscomo presidente del superestado de la Unión Europea.Inmediatamente, entraron en vigor la ley marcial y unaley de emergencia contra el hambre.

Con el pleno respaldo de ricos y pobres de todaEuropa, Adrian había introducido el establecimiento deuna sociedad sin clases y sin estado, basado en lapropiedad común.

Abolió el euro y luego, ante el pánico en masa,introdujo la forma europea de comercio para el futuro. Atodos los europeos se les adjudicó un número de laseguridad social, que se fijó mediante un chip en la

Page 470: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

muñeca derecha.Con el chip, su portador tenía acceso a los cupones de

comida, al contenido de miles de vastos silos de grano ybancos de semillas subterráneos que eran protegidos porbatallones de soldados de la OTAN. Y al enorme stock devacunas pandémicas.

Sin el chip, la vida dejaba de existir.La Hermandad aportó de inmediato veinte billones de

dólares en oro de las cámaras del Fondo Internacional deSeguridad, formado para acudir en ayuda de cualquierestado miembro si se producía una catástrofe de granmagnitud.

Adrian sonrió. A la mayor brevedad, fluyeron fondosa todos los estados miembros de la Unión Europea,estabilizando la economía y aliviando la hambruna,reconstruyendo los sistemas de sanidad y asistenciasocial. El plan ingeniado por Julius De Vere estabaconsiguiendo su objetivo. Adrian estaba siendo aclamadorápidamente como el nuevo Alejandro. La etapa inicial desu plan de siete años estaba funcionando con precisión,según el itinerario marcado por la Hermandad. Laatención del mundo estaba fijada en el superestado de laUnión Europea... y en Adrian De Vere.

El Reino Unido, en bancarrota económica y puesto derodillas por la pandemia de gripe aviar y la hambruna,había entrado finalmente en el redil.

La ratificación del Tratado de Lisboa, en 2009,durante el mandato de Gordon Brown, sólo habíaconseguido su objetivo a medias y, mientras Adrian

Page 471: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ocupaba Downing Street, él y su equipo legal habíanredactado el Pacto de Londres.

El documento, de setecientas páginas, establecía lainclusión de Inglaterra, Escocia y Gales en el superestadoeuropeo y determinaba la pérdida permanente delasiento del Reino Unido en la ONU, el control total delsuperestado europeo sobre la política exterior británica yla pérdida total de control del Reino Unido sobre susfronteras.

Seis meses después, durante la pandemia de gripeaviar, el primer ministro británico, después de imponer laley marcial en todo el territorio y de afrontar la airadainsurrección del pueblo británico, firmó a regañadientes ysin publicidad el Tratado de Londres en el Mont St.Michel, en Normandía.

Adrian estaba preparado. La recompensa de GranBretaña fue la aportación de cuatro billones de dólares enoro y plata de las cámaras suizas de la Unión Europea yde diez billones del Fondo Internacional de Seguridad,inyectados de inmediato en la economía británica.

En el plazo de un año, Gran Bretaña se estabilizó.Adrian, con su absoluta determinación y sin ayuda denadie, había salvado la nación al borde del desastre.

Y en la jornada de hoy revelaría su plan para sacar deapuros a los diez superbloques mundiales reciénestablecidos cuyas infraestructuras se habían vistogravemente quebrantadas por los «Jinetes». Un plan conun coste de cincuenta billones, más préstamos del FondoInternacional de Seguridad. Y la apertura de los Siete

Page 472: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Sellos de la Revelación ejercía en aquellos momentos unainfluencia directamente favorable a su designio.

Suspiró de satisfacción mientras la comitiva de cochescruzaba bajo la Puerta de Ishtar, recién devuelta porBerlín en reconocimiento de los servicios del presidente aEuropa, que marcaba la entrada a la nueva sede delgobierno europeo.

Su plan para formar un superestado mundial único —un Nuevo Orden Mundial— avanzaba a buen ritmo. Elsiguiente paso sería la introducción de una monedamundial única.

La prueba con el chip de identificación para el nuevosistema de crédito había sobrepasado sus sueños másatrevidos, pero sólo era un mero ensayo parcial...mientras Guber y su personal de espionajeperfeccionaban la tarjeta de identidad.

Ésta era la verdadera estratagema de Adrian: unatinta especial depositada en un código de barras únicopara cada individuo, que se inyectaba bajo la epidermis,como una huella dactilar.

El prototipo recibía el nombre de «LA MARCA».En la videopantalla de la limusina apareció la cara de

Guber.—Una actualización de los científicos del Vaticano

sobre el cambio del eje polar, señor presidente.Adrian asintió. Notó la vibración de su móvil y miró

quién llamaba. Era Jason.—Deje el informe en la mesa para que lo vea —dijo y

atendió la llamada. En la pantalla apareció Jason con

Page 473: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

aspecto ojeroso.»Hola, Jason. Voy camino de la cumbre y no puedo

hablar...—Se trata de mamá, Adrian. Ha tenido un ataque al

corazón. Ven lo antes posible.—Volaré directamente cuando concluya la cumbre —

respondió en voz baja. La cara de Jason desapareció dela pantalla. Adrian se volvió a Chastenay—. Que Jalidprepare el Boeing. Nos marchamos a Londresinmediatamente después de la última sesión. Necesitoatar unos cabos sueltos... —añadió, mirando al frente.

Page 474: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

33

Un huésped inoportuno

El Cairo

Lawrence St Cartier estaba sentado a la puerta de unsucio y atestado café, uno de esos locales que en laciudad se conocían como , ante una deterioradamesa de latón, absorto en la lectura de un manoseadoperiódico, la edición de hacía nueve días de la

. Era un pobre sustitutivo del , pero,dado el cataclismo socioeconómico que sacudía Egipto,se daba por satisfecho. Aquella mañana, en el quiosco, laúnica prensa internacional era la , el

y el .—¡Lawrence! ¡Lawrence!El anciano alzó los ojos en dirección al mostrador de

bebidas y frunció el entrecejo al ver a Wasim, quiengesticulaba frenéticamente, indicando primero una tazade café turco y luego un vaso de té a la menta.

Lawrence señaló el café y asintió con vehemencia.Wasim esbozó una radiante sonrisa, se abrió camino

entre la gente que miraba la televisión, dejando atrásbraseros con carbones al rojo y pipas de agua. Salió a laacera y se acercó a la mesa de Lawrence. Eran las dos dela madrugada y, a pesar de las colas para recibir comida

Page 475: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

y los disturbios sociales, El Cairo estaba de lo másanimado. Allí no había llegado la ley marcial... todavía.

Wasim dejó el café turco en la mesa, delante deLawrence.

—¿Café yemení? —preguntó Lawrence, arqueando lascejas y Wasim asintió vigorosamente.

Lawrence sonrió. En medio de toda la devastación,encontrar café yemení en El Cairo era como encontraroro negro. Sorbió con delicadeza el líquido oscuro yhumeante.

—Ah —exclamó, cerrando los ojos y disfrutando deaquella intensa experiencia cultural—. Aromas delImperio otomano.

Wasim lo observaba, fascinado.En la mesa de atrás se produjo un repentino estallido

de júbilo.Lawrence se volvió y levantó el pulgar en gesto de

victoria al excitado ganador que tenía detrás. Se pusierona gritar de nuevo y Lawrence esbozó una radiantesonrisa.

—Un backgammon —ordenó y Wasim le dejó eltablero delante y sacó las fichas y los dados de unabolsita de algodón. Lawrence dio un largo sorbo al café yle hizo una seña a Wasim para que lanzara los dados.

Lawrence hizo lo propio pero, de repente, se detuvo.Se quedó paralizado. Luego, lentamente, se puso en piey dirigió la mirada más allá de los escasos conductorestemerarios que circulaban gracias a la gasolina delmercado negro. Elevó la vista al bosque de antenas de

Page 476: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

televisión y hacia el tejado de su apartamento, en eldesvaído esplendor del centro de la ciudad.

Enrolló el periódico y se abrió pasó entre la multitud,los coches aparcados, las motocicletas y los carros decaballos. Wasim corrió tras él.

—¡Malik Lawrence! ¡Malik! —gritó Wasim, jadeante.Lawrence dobló a la derecha en una señal que decía

«obedezca las normas de tráfico» y luego cruzó cuatrocarriles de tráfico caótico. Una carreta tirada por un asnoestuvo a punto de atropellarlo. Se detuvo, atrapado entrelos carriles sin señalizar, sacudiendo la cabeza a losconductores que tocaban el claxon. Después, terminó decruzar a la carrera y desapareció entre la multitud.

Lilian llevaba tubos en la nariz, en la boca y en elantebrazo. Dormía. La enfermera de cuidados intensivoshizo una lectura de sus constantes y se marchó. Acontinuación, entró otra enfermera.

Jason miró a Lilian y le soltó suavemente la mano. Sevolvió a Rosemary, que estaba sentada en un rincón de lahabitación, leyendo, y ella levantó la vista del libro.

—Has venido muy deprisa.—Estaba pasando el verano en Roma. En Estados

Unidos no se puede vivir. Sales a la calle en Manhattan yte abordan militares en todas las esquinas. En la FEMA sehan vuelto locos. Cuéntame los detalles, Rosemary.

—A las diez de la mañana de hoy, se desplomó en elportal de una casa de Wimpole Street. Tenía una cita oalgo así. —Rosemary frunció el entrecejo—. No sabemos

Page 477: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

nada más. La ambulancia se presentó enseguida y latrajo aquí. Estaba en coma y despertó alucinando.Entonces preguntó por ti y, cuando supo que estabas decamino, volvió a dormirse.

La segunda enfermera hizo otra lectura de lasconstantes, comprobó los tubos de Lilian y se marchó.

—Adrian debería llegar antes de las diez —dijo Jasontras consultar el reloj—. Intenta dormir un rato.

—Ya dormiré unas horas cuando llegue Adrian —respondió ella con una sonrisa—. Ha dicho que merelevaría hasta que hubiese descansado.

Lilian abrió los ojos.—Mamá, soy yo, Jason —le dijo, cogiéndole la mano

—. Aquí estoy.Lilian intentó incorporarse. Rosemary y Jason la

miraron alarmados.—Me quitaron el bebé —dijo mirando a Jason,

temblorosa.—Mamá, estás divagando —la tranquilizó su hijo en

voz baja.—Jason, ¿eres mi hijo? —le preguntó ella,

apretándole la mano.—Pues claro que soy tu hijo —asintió él.—Son los medicamentos —intervino Rosemary,

sacudiendo la cabeza.—Jason...El monitor cardíaco fluctuó ostensiblemente y él miró

a Rosemary, preocupado.—El médico dice que no hagas esfuerzos, mamá. La

Page 478: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

medicación te desorienta. No hables. Estoy aquí —dijo y,volviéndose a Rosemary, añadió—: Ve a buscar a la jefade enfermeras.

Lilian sacudió la cabeza. Su expresión transmitíapánico.

—Descansa, mamá —murmuró Jason.—Jason, hay cosas... cosas que tu padre y yo no te

contamos nunca. Ahora tienes que saberlas. Tenéis queprotegeros de ellos.

—Madre, por favor, estás confundida...Lilian hizo acopio de todas sus fuerzas y estrechó la

mano de Jason con tanta energía que éste se sobresaltó.—Han matado a Nicholas, Jason. Vendrán a por mí. Y

luego, irán a por ti. —Lilian hizo esfuerzos paraincorporarse—. Tienes que protegerte. En mi caja deseguridad... —prosiguió con la respiración entrecortada—. Tu padre... Ayer llegaron unos documentos de susabogados.

Jason frunció el entrecejo y luego la miró,absolutamente atónito.

—Mamá, papá lleva muerto cuatro años.—Un expediente negro, con el membrete dorado de

tu padre. Hazlo llegar a Lawrence, Jason. Lawrence StCartier. Puedes confiar en Lawrence.

Entró la jefa de enfermeras, seguida de Rosemary yun médico especialista.

—Señor De Vere. —El doctor miró a Jason conseveridad—. Su madre no tiene que emocionarse bajoningún concepto. Ha tenido un grave problema

Page 479: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

coronario.Corrió las cortinas alrededor de la cama. La enfermera

le puso una inyección en la vena a Lilian y el médico seplantó delante de Jason.

—Si nos disculpa —le dijo.—¡Jason! —gritó Lilian, agitada—. Promételo.Jason intentó controlar sus emociones.—Te lo prometo, mamá. Lawrence St Cartier tiene

que recibir el expediente negro.A medida que el sedante le hacía efecto, el pánico de

Lilian empezó a remitir y cerró los ojos.—Te quiero, Jason —susurró, antes de caer en el

bienaventurado auxilio de la inconsciencia.

Lawrence se detuvo a la puerta de un imponenteedificio de finales del siglo XIX, de la delviejo centro de El Cairo, y miró hacia su apartamento,situado en la décima planta.

Wasim llegó corriendo hasta él, jadeante, y Lawrencele puso el dedo en la boca.

—Me parece, muchacho —le dijo—, que tenemos unhuésped inesperado. —Lawrence sacudió la cabeza yseñaló hacia arriba.

Wasim frunció el ceño y cruzaron las decorativaspuertas de hierro forjado y las cornisas de piedra hasta elvestíbulo. Luego, abrieron las puertas de hierro delascensor y Lawrence pulsó un botón. El aparato empezóa subir a paso de tortuga, hasta detenerse con unasacudida en la planta décima.

Page 480: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Lawrence se apeó y recorrió un largo pasillo, seguidopor Wasim. Por fin, se detuvo ante una elaborada puertade madera labrada.

—Un huésped de lo más inoportuno —dijo.Levantó ligeramente la mano y la puerta se abrió

despacio.En el balcón, con la mano alzada a modo de saludo,

se encontraba Charsoc.Lawrence entró y cerró dando un portazo.—Tendría que haberte comunicado que vendría,

Jether —dijo Charsoc en tono lánguido—. Podrías haberpreparado un poco de té.

Lawrence miró a Charsoc de arriba abajo. Todavíatenía forma humana. Un metro ochenta y siete. Narizganchuda. Pelo gris acero muy corto.

—Kester von Slagel, emisario de Lorcan de Molay,supongo.

—Encantado de conocerlo... profesor Lawrence StCartier, experto en antigüedades —dijo Charsoc con unaligera reverencia. Esbozó una leve sonrisa y se quitó losguantes mientras contemplaba la metamorfosis deLawrence, que adquiría su forma angélica como Jether.

—Perdóname que no haga lo mismo —comentóCharsoc—. La cláusula que añadió Jehová a la Ley Eternacon respecto a mi paso por el Portal de Shinar ha, por asídecirlo, afectado a mis facultades.

Jether hizo una seña a Wasim, que se transformó enObadías, el angélico juvenil.

Charsoc arqueó las cejas.

Page 481: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Veo que también tenemos un juvenil. ¡Oh, Jether!Qué discreción la tuya. Has traído ayuda.

—Obadías —dijo Jether y Obadías asintió y semarchó, tras cerrar la puerta. Jether miró el collar deperro de Charsoc y torció el gesto.

—Halagador, ¿no crees? —sonrió Charsoc—. Sotanas.Crucifijos. Las prendas siempre negras. Un tantomacabro, pero los anillos son magníficos. Lascivamentebarrocos. Muy de mi gusto —contempló con orgullo laenorme piedra preciosa sin tallar que llevaba en el sello—. Es piedra sanguínea, una variedad de la calcedonia.Dice la leyenda que la piedra sanguínea se formó con lasangre de Cristo al gotear hasta el suelo y cristalizar. —Entrecerró los ojos—. Me están educando, preparando yacicalando... Como Gran Inquisidor del Cuerpo Regentedel Congreso Global de Iglesias.

—El Falso Profeta de la Revelación. ¿Por qué no mesorprende? —dijo Jether en tono seco.

—Un orden nuevo. —Charsoc alzó los brazos a loscielos de El Cairo—. Es la Inquisición renacida.

Jether salió al balcón.—Estás abusando de mi hospitalidad.—He venido en un minibús —dijo Charsoc, pasando

por alto el comentario de Jether. Se sacudió la túnica concautela—. Iba hasta los topes, tenía los neumáticosgastados y los asientos estaban destrozados. Quincepiastras, me ha costado. —Sacudió la cabeza,consternado—. Podrías haberte instalado en una zonamás civilizada. Londres, Milán... —Hizo una pausa,

Page 482: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

contemplando la panorámica nocturna del viejo El Cairo,antes de proseguir—: ¿O estás aquí por un motivosentimental? Egipto protegió al Nazareno y de ese modose cumplió lo que el Señor había dicho a través delprofeta: «De Egipto llamé a mi Hijo.»

—¿Qué quieres, Charsoc? —preguntó Jether en tonogélido.

—Eres irascible, Jether, realmente. Como gustes: hevenido a entregarte un mensaje.

—Pues claro que sí. —Jether lo miró con desdén—.De segundo comandante de los Antiguos ReyesSupremos del Cielo a recadero de Lucifer. Un mensaje detu Amo.

—Un mensaje de mi Amo acerca de la inminenteevacuación de los súbditos del Nazareno. —Charsoc lomiró con evidente repulsión—. Resultan más quemolestos, Jether. Están obstruyendo nuestro avance en elmundo de la Estirpe de los Hombres. —Charsoc sacó unamisiva de pergamino de su carpeta—. Sabes que siemprehe sido muy riguroso con el protocolo legal. Poseo lagarantía de Jehová, el Sello de Rubíes. —Le tendió aJether el pergamino en el que resplandecía el Sello deRubíes—. Mi amo exige que se lleve a la práctica deinmediato.

Jether cogió la misiva que Charsoc le tendía despacio.—El Arrebatamiento —susurró Charsoc—, como le

llaman en el mundo de la Estirpe de los Hombres.—Es inminente —dijo Jether en voz baja.—Tendría que ser ahora mismo. Nos incordian con

Page 483: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

sus súplicas confusas. Y las incursiones de las HuestesAngélicas a través de los Portales para ayudarlos debencesar. —Charsoc se volvió en redondo—. Y el Nazareno...—espetó—. Sus apariciones en este malhadado planeta.Todas las noches.

—Ellos son Sus súbditos. Él es su Rey. Es la respuestaa todas esas súplicas.

—Precisamente. Si los quitamos de en medio a ellos,lo eliminamos a Él. Y eso nos garantiza la victoria. Desdeel momento en que se firmó el Tratado Ishtar, tuvimossiete años para preparar la Batalla Final. Y ya hantranscurrido cuarenta y dos meses. Vamos con retraso.

—Vamos bien de tiempo, Charsoc —dijo Jether conmucha calma, al tiempo que estudiaba la misiva quetenía en la mano.

—Pedimos su eliminación —gruñó Charsoc—. Segúnlos preceptos de la Ley Eterna.

—Tú no puedes presentar exigencias. Sólo puedesacatar la autoridad suprema de Jehová.

—Entonces, no me dejas otra alternativa.Con sumo cuidado, Charsoc sacó del fondo de su

bolsa de viaje un par de zapatillas color bermellón, unamáscara turquesa para los ojos y un aerosol nasal. Jethervio que también sacaba unas píldoras contra lahipertensión.

—¡Materia! —exclamó Charsoc—. Inferior. Este cuerpoinfernal necesita una puesta a punto constante. Durantelas últimas cuatro décadas, me he vuelto quisquilloso.

—Tú has sido siempre quisquilloso, Charsoc —dijo,

Page 484: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

mirando el Sello de Rubíes estampado en la misiva—. Nome dejas otra opción. La perspectiva de tu compañía esmás de lo que puedo tolerar.

En los labios de Charsoc centelleó una extrañasonrisa.

—Veo que nos entendemos... —musitó.—Dejémonos de superficialidades —lo instó Jether en

tono gélido—. Cuando el Jinete Pálido alcance la línea deKármán, la frontera entre la atmósfera de la tierra y elespacio exterior, sesenta y dos millas por encima delplaneta Tierra, Sus súbditos serán arrebatados.

—El Jinete Pálido. —Charsoc sonrió, satisfecho—.Ah... El Cuarto Sello... El burdo precursor de Nisroc alSexto Sello... «Miré cuando abrió el Sexto Sello, y heaquí que hubo un gran terremoto; y el sol se puso negrocomo tela de cilicio y la luna se puso toda como sangre.»

Charsoc volvió a guardar las zapatillas y la máscara enla bolsa de viaje. Luego, desenroscó el tapón de suspastillas para la hipertensión, se metió dos en la boca ylas tragó con una mueca.

—«Y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra... Yel cielo se desvaneció como un pergamino que seenrolla; y todo monte y toda isla se removió de sulugar.» Resulta sobrecogedor. Y viendo que estoyatrapado en esta infernal forma humana, inmediatamentedespués de mi regreso a Normandía, invertiré en unapequeña cabaña en las montañas más altas de esteplaneta como manera de asegurarme la supervivencia.

Y a continuación, arrebatándole de las manos a Jether

Page 485: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

la misiva con el Sello de Rubíes, cruzó la estancia, salió alpasillo donde esperaba un tembloroso Obadías y sedirigió al ascensor.

Jether se quedó en el umbral, contemplándolo ensilencio.

Charsoc se volvió, miró a Jether, contempló de nuevosus anillos y bostezó deliberadamente.

—Como es natural, nadie se dará cuenta siquiera deque ha ocurrido el Arrebatamiento —dijo en tonodespreocupado. Las puertas de hierro del ascensorempezaron a cerrarse—. La desaparición de los«cristianos» pasará completamente inadvertida. En mediodel desastre natural y sus pandemias derivadas, quecausarán la muerte de millones, no se le prestará lamenor atención ni se le dará importancia.

Se bajó el ala del sombrero.—Como dicen en algunas zonas de este planeta —se

despidió en tono cortante—, que tengas un buen día.Jether miró el ascensor hasta que desapareció de su

vista.Le pareció oír algo más y luego se volvió hacia el

juvenil.—Obadías, vigila la casa hasta que vuelva. —Hizo la

señal de la cruz y añadió—: Tengo asuntos urgentes queatender.

Page 486: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

34

Les dossiers secrets du professeur

Jason salió de la furgoneta militar y dio las gracias alteniente, en voz alta, y a Adrian, en silencio, por haberleconseguido un pase especial. Aunque el «Pacto deLondres» se había firmado seis meses antes, los toquesde queda en el Reino Unido, que se habían decretado en2023, todavía estaban en vigor. Eran las nueve y cinco dela noche y las calles de Belgravia estaban desiertas. Sedirigió a la puerta principal y encontró a Maximesperándolo en el porche iluminado.

—Señorito Jason —dijo Maxim restregándose lasmanos de nerviosismo—. ¿Cómo está la señora Lilian?

—Está estable —respondió Jason en voz baja altiempo que entraba en el vestíbulo—. En cuidadosintensivos, pero estable.

Se aflojó la corbata y se arremangó las mangas de lacamisa.

—A la hora del almuerzo ha llamado el señoritoAdrian desde Babilonia —explicó Maxim.

—He hablado con él desde el hospital —replicó Jason,consultando el reloj—. Debe de estar a punto deaterrizar. Mi madre es muy fuerte, han dicho los médicosque saldrá adelante.

—Fuerte como un roble —dijo Maxim, sacándose un

Page 487: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pañuelo del bolsillo superior de la chaqueta. Se enjugólas lágrimas y se sonó la nariz ruidosamente.

—Mi madre está algo confundida —explicó Jason,abriendo las puertas de la sala—. Alucina. No deja dedecir que le quitaron a su hijo. —Miró al mayordomo,que había palidecido de repente—. Maxim... —titubeó.

Jason calló unos instantes y observó detenidamente aMaxim.

—Después de la muerte de Nick, Weaver, un amigosuyo de la infancia, me mandó un disco con información.Nick se lo había enviado por correo electrónico antes demorir. Era una copia de una carta de mi padre y otrosdocumentos, que he enviado a St Cartier para que losguarde en un sitio seguro.

»Tú conocías a mi padre, lo conocías bien. Yo erademasiado joven y no me fijaba en nada, ni meimportaba. ¿Hay alguna prueba de que mi padreestuviera implicado en algo... algo clandestino?

Maxim le sostuvo la mirada a Jason un largo instantey, finalmente, habló.

—Tuve conocimiento de que el señor James eramiembro desde antiguo de una sociedad secreta de laelite, señorito Jason. Una vez presencié sin querer unapelea entre el señor James y la señora Lilian.Lamentablemente, oí más de lo que hubiese sidoconveniente.

—¿Y?—Era sobre su abuelo, Julius De Vere.—¿Julius? Vivía retirado.

Page 488: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—El padre era diferente del hijo —dijo Maxim entresusurros—. Había cosas que el señor James tenía quehacer aunque pensara que violaban su código moral y sedespreciara a sí mismo por participar en ellas. Las hizopara asegurarse de que los hijos no sufrirían ningúndaño y estarían fuera del alcance de sus garras. Esto estodo lo que sé.

—Gracias, Maxim —dijo Jason y se detuvo en elvestíbulo, sumido en profundos pensamientos. Aquéllano era la respuesta que deseaba oír.

—Maxim, ¿sabes algo de esa cita que mi madre teníaen Wimpole Street?

—Fue de visita a Wimpole Street hace dos días,señorito Jason. Imaginé que se trataba de un médico.

—Eso lo explicaría —dijo Jason, frunciendo elentrecejo.

—Lo único que sé es que ayer por la mañana tomó untaxi. No quiso que la acompañara el chofer. Dijo que eraun asunto privado. Tendría que habérselo dicho a usted.

—Has obrado bien. Ahora descansa. Yo me quedarédespierto por si llaman del hospital.

—Tiene el whisky ya servido en el aparador. —Maximhizo una leve reverencia.

—Una última cosa, Maxim. Mamá estaba muydesorientada. Mencionó que había llegado undocumento... —Hizo una pausa—. Un documento de mipadre.

—¿Del señor James? —Maxim frunció el entrecejo—.Pero si el señor James está muerto.

Page 489: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Sí, Maxim, eso ya lo sabemos —replicó Jason,asintiendo con gesto paciente.

—El martes llegó un paquete vía Fedex dirigido a laseñora. Ella firmó el comprobante de recepción y esanoche no quiso cenar.

—Muchas gracias, Maxim.El mayordomo se retiró con una reverencia y cerró las

puertas de caoba maciza de la sala.Jason se acercó al aparador de la bebida, encendió

una lámpara de pie y cogió el whisky que Maxim le habíapreparado. Miró en silencio hacia la gran ventana en arcoque daba al cielo nocturno y encendió el televisor con unmando a distancia.

Pasó de la cadena SKY a la CNN y después a la VOXde Estados Unidos. Las habituales imágenes de saqueos ysoldados patrullando las calles de Nueva York bajo eltoque de queda. Vio las colas de reparto de comida enLos Ángeles y suspiró. Estados Unidos había caído en laanarquía. Era un país irreconocible. En realidad, aquelmismo mes había sido dividido en treinta y tres regiones.El gobierno de cada región sería autónomo.

Gracias a Dios que había trasladado el cuartel generalde la VOX a Babilonia cuando lo había hecho, siguiendoel consejo de Adrian.

El reloj de pared dio las dos de la madrugada ycambió a la cadena de noticias de la BBC. Se sentó en elsofá y allí, en la penumbra, vio aparecer la cara deAdrian en la pantalla.

—Adrian De Vere, presidente del superestado

Page 490: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

europeo, terminó la Cumbre Mundial de hoy revelandoun plan de rescate de cincuenta billones de dólares...

Apagó el televisor con el mando y puso en marcha elreproductor de vídeo. En la pantalla aparecieron fotos deAdrian, Nick y él cuando eran niños. Se recostó en el sofáy suspiró. Apoyó los pies en la mesilla de café y vio auna joven Lilian que llevaba en brazos a Nick mientraséste soplaba tres velas de un enorme pastel decumpleaños. Jason y Adrian estaban detrás, conchaqueta y corbata.

Jason se acordó de la fiesta que organizaron cuandoél cumplió diecisiete años. Lo celebraron en la mansiónde los De Vere en Narangesseret. Nick había corrido deun lado a otro con una cámara tomando fotos de Jason,Adrian y cualquier cosa que se moviera.

—Nick... —suspiró Jason. Habían pasado tres añosdesde la muerte de su hermano y todavía deseaba todoslos días haber tenido la oportunidad de enderezar lascosas. Miró el teléfono. Un mensaje de texto de la tíaRosemary. Adrian acababa de llegar al hospital. Liliandormía. Estaba estable—. Mamá... —suspiró de nuevo.

Se volvió para mirar la pintura original de Annigonique colgaba encima del escritorio de Lilian, se levantó y,con cuidado, la quitó de la pared.

Debajo del cuadro, había una pequeña caja deseguridad. Miró la foto en blanco y negro de su padre ytecleó una combinación.

La puerta de la caja se abrió y Jason sacó de suinterior un pliego abultado de documentos viejos. Los

Page 491: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

examinó con cuidado.El certificado de boda de James y Lilian. La partida de

defunción de James. La partida de defunción de Nick.Hizo una pausa. Copias del certificado de boda de Julia yél, y la partida de nacimiento de Lily.

Se preguntó por qué demonios guardaría su madretodos aquellos papeles y se encogió de hombros.

Luego, en el fondo de la caja, donde Lilian habíadicho que estaría, estaba el delgado expediente negrocon la insignia privada de James De Vere estampadadelante.

Jason lo sacó y lo dejó en el escritorio de Lilian.Luego, metió el resto de los documentos en la caja y lacerró con la combinación.

Se sirvió un segundo whisky, se recostó en el sofá yabrió el expediente, examinando las primeras hojas.

Tres comprobantes de ingresos bancarios... Númerosde cuentas corrientes. Sin nombres. Nada más, salvo unabultado sobre azul de papel de tela de aspecto inocuo.Observó el membrete y frunció el entrecejo. ¿La isla deArran, en Escocia?

Abrió el sobre. En el interior había un pliego de papelbarato como el que podía comprarse en cualquierpapelería de Inglaterra.

Estudió las diez páginas grapadas de temblorosacaligrafía negra y llegó hasta la última. Leyó la firma:

«Hamish MacKenzie. Casa de Retiro Gables.»Jason empezó a leer...

Page 492: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

35

Aveline

El profesor Hamish MacKenzie, que ya andabapróximo a cumplir noventa y siete años, se hallaba detrásdel escritorio en su silla de ruedas. Contempló por laventana el gran escocés bajo la niebla matutina, alborde de los cuidados céspedes de la casa, y tomó lapluma con dedos temblorosos...

30 de diciembre de 2017

A James De Vere

Por favor, no tomes por divagaciones seniles de unanciano como yo lo que me dispongo a revelarte.Cuando te escribo esto, voy camino de los noventa ysiete años y mi tiempo en esta tierra se ha completado.Ahora ya no pueden hacerme daño.

No soy un hombre religioso. Mi Dios ha sido el Diosde la Ciencia.

Pero, antes de reunirme con mi Creador, considero

Page 493: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

esencial despojarme del gran peso de conciencia que hellevado encima durante más de tres décadas.

Mis abogados han guardado las pruebas de estosincidentes durante décadas, pero recibieron enormescantidades de dinero para extraviarlas. Lo que tienesahora en tus manos es la única prueba tangible deque todos estos hechos que me dispongo a revelartehan tenido lugar.

Belgrave Square, Londres

Jason cogió el primer documento, lo extendió ante ély leyó:

En mi juventud, era como muchos genetistas denuestra época: ambicioso y decidido a descubrir loevasivo al coste que fuese. Puse la ciencia y labúsqueda del conocimiento por encima de lasconsideraciones éticas. Para mi vergüenza, fui elepítome de esta manera de ser.

Hamish MacKenzie mojó la plumilla en la tinta violetay continuó su meticuloso escribir.

Page 494: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

En 1962, conseguí la transferencia nuclear de unacélula diploide de rana a un óvulo no fecundado al quehabía eliminado el núcleo materno.

A partir de allí, mi trabajo llamó la atención de lasagencias de espionaje de todo el mundo y, en especial,del Directorio de Operaciones, la rama de la CIA que seocupa de operaciones encubiertas: diseño y pruebas deOVNIs, tecnología del programa HAARP de investigaciónde aurora activa de alta frecuencia, pruebas depropulsión antigravitatoria y un montón de macabrosprogramas secretos que incluyen uno de ingenieríabiogenética y eugenesia encubierta sumamenteavanzado.

Durante más de dos décadas, realicé miles demacabros experimentos en bases militares subterráneasque forman el núcleo de operaciones del Directorio y delcomplejo industrial militar, y viajé entre Groom Lake,Dreamland, el Área 51, Los Álamos y Dulce, por citarsólo unos pocos lugares.

Realizamos horripilantes experimentos con miles deniños supuestamente abducidos y desaparecidos.Utilizamos a mujeres jóvenes como incubadoras denuestras espantosas experimentaciones de hibridación.En nuestros laboratorios secretos subterráneos, llevamosa cabo investigación genética extraterrestre/humana. Teahorraré los detalles escabrosos y me limitaré a decir quees una parte de mi vida de la que me arrepientoprofundamente. En 1976, era considerado el científico

Page 495: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

genetista más importante del mundo.Pero ya en 1974, con el absoluto desconocimiento del

público, habíamos clonado con éxito cinco equivalentesde la oveja ... y estábamos a unas semanas apenasde la primera clonación humana.

Hamish MacKenzie dejó la pluma y dirigió la mirada aun jardinero que segaba los bordes del cuidadísimocésped.

En febrero de 1981, mis superiores deoperaciones encubiertas recibieron ciertas órdenesde sus amos, cierta organización secreta sumamentepoderosa. Un gobierno en la sombra, si quieres.Controlada por un misterioso sacerdote jesuita.

A mí, personalmente, me ofrecieron muchosmillones para que investigara la inserción de ungenoma que ellos me proporcionarían en un óvulono fecundado cuyos genes habría que eliminar. Mellegaron murmullos que hablaban de la InmaculadaConcepción.

Yo no era un hombre religioso. No hice preguntas.Obedecí a mis amos. Hice lo que me ordenaban.

Al pie de la letra.En diciembre de 1981, sólo ambicionaba una

cosa: dejar atrás aquel mundo de depravadasexperimentaciones biogenéticas secretas.

Con el dinero que gané en este proyecto, mepropuse crear mi propia institución, la Fundación

Page 496: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Aveline para la Investigación Genética, y regresé ami Escocia natal.

Aveline...Jason buscó un paquete de cigarrillos en el cajón del

escritorio de Lilian. Ella no fumaba, pero Jason sabía quetodavía guardaba un paquete de la marca favorita deJames, aun años después de su muerte. Allí estaba, talcomo había supuesto.

Aveline...El nombre resonó como una campana. Sacó un

cigarrillo del paquete. Julia siempre había censurado quefumase. .

Con el mechero de James, encendió el cigarrillo.Claro, Aveline era el nombre escrito en la fotografía

que su padre había mandado a Nick.Jason consultó el reloj, descolgó el teléfono y marcó.

Adrian se inclinó sobre Lilian, que tenía puesta lamascarilla de oxígeno. En aquel momento, sonó sumóvil.

Page 497: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Sí, Jason —dijo mientras sonreía a Lilian—.Tranquilízate, mamá está bien. Está estable. He mandadoa Rosemary a que descanse un poco. Sí, claro que mequedaré con ella hasta que despierte. Te haré sabercuando se produzca algún cambio. Adiós.

Belgrave Square, Londres

Jason colgó y continuó leyendo.

Isla de Arran, Escocia

Nunca había visto un material genéticosemejante. Ni siquiera en mis experimentos conADN extraterrestre. El genoma no era de materiahumana, de eso no me cupo duda. Su composicióngenética no se parecía a nada que hubiera vistojamás.

Hamish MacKenzie contempló la tranquila superficiegris del lago.

Recuerdo bien ese día. El día que vino al piso deMarazion. Vestía la sotana negra de un jesuita.

Page 498: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Nunca supe su nombre.Pero nunca olvidaré su rostro...

Page 499: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

36

La Sala de las Pesadillas

Marazion, Cornualles, Inglaterra

La lluvia caía con fuerza sobre el elegante Rolls RoycePhantom Two negro de coleccionista mientras pasabacon un petardeo las antiguas y enormes verjas de hierrodel asilo. El coche tomó por una estrecha callejaempedrada y sus faros cegadores iluminaron los murosimponentes y desnudos de la mansión neogótica que sealzaba junto a una gran mina de cobre abandonada.

El destello cegador de un relámpago iluminó los cielosmientras el Rolls Royce se detenía bajo la austera miradade los monstruosos grifos de piedra apostados en lastorretas a ambos lados de la entrada norte.

Dos guardaespaldas bien afeitados y vestidos conuniforme militar se apearon del coche. Uno abrió lapuerta del Rolls Royce y el segundo se apostó junto a ellaen posición de firmes.

Dos pies calzados con unos zapatos negros de ediciónlimitada de Tanino Crisci pisaron la grava, seguidos deun bastón de plata que empuñaba una mano

Page 500: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

enguantada. Una figura alta, con sotana, salió del coche yrecorrió a pie el corto sendero hasta la entrada. Susfacciones quedaban ocultas bajo el ala circular de sucapelo romano.

Hizo una pausa para observar, más allá de los grifosde aspecto amenazador, los negros cielos de Cornuallesque se cernían sobre él y la miríada de extraños objetosesféricos centelleantes que surcaba el firmamento a lavelocidad del rayo y luego desaparecía.

Lorcan de Molay esbozó una sonrisa de aprobación.Se alisó la sotana negra de la orden jesuita y se ajustó elcrucifijo que pendía de un cordón en torno al cuello.

Aquélla era la morada de sus Esclavos Oscuros de laEstirpe de los Hombres, que gestionaban el más de unmillar de extensas ciudades subterráneas de laHermandad, y el hogar de los Caídos. Hizo un gesto deasentimiento a uno de los guardaespaldas, quien llamó ala enorme puerta de madera con unos sonoros golpes.

El lienzo de madera se abrió lentamente, dejando a lavista otra puerta, ésta de acero de un palmo de grosor.La puerta se abrió y De Molay entró en el imponentevestíbulo, donde diez soldados en perfecto orden debatalla lo recibieron en posición de firmes.

De Molay saludó con un gesto de cabeza al oficialserbio que los mandaba.

—Coronel Vaclav...Vaclav saludó, temblando visiblemente. De Molay se

quitó el capelo y saludó a un ruso alto, de cara chata.—General Vlad...

Page 501: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Sonó una sirena ensordecedora. Vlad saludó con airenervioso mientras en el otro extremo del vestíbulo seabrían dos gruesas puertas de acero. De Molay se quitólos guantes negros de piel de cabritilla mientras Moloch ysiete más de los Caídos avanzaban pesadamente hacia él.

Moloch se irguió sobre el aterrorizado general Vladcon una mirada maliciosa. Sus cabellos largos, negros ycorreosos, enmascaraban sus facciones escabrosas ycontraídas. Agarró a Vlad por el cuello con una manomonstruosa y lo levantó dos palmos del suelo. De Molayalzó la mano y Moloch torció el gesto, al tiempo quedejaba caer inmediatamente al ruso, medio asfixiado.

—Me fastidiáis la diversión, Amo —refunfuñó Molochcon una voz que era una mezcla de oscuros desacuerdos.

—Ya tendrás diversión más adelante. ¿Dónde está elMestizo? —preguntó De Molay.

—El Mestizo os espera, mi Señor —anunció Molochcon voz ronca.

Una mujer de aire alemán, corpulenta y de faccionesgruesas, apareció detrás de él enfundada en un mononegro.

— Meeling —la saludó De Molay sucintamente—, de su comunicado se colegía que la transferencianuclear había tenido éxito...

La mujer le devolvió el saludo y lo miró con expresiónaterrada.

— , Su Reverencia. El profesor MacKenzie lo haconseguido.

De Molay asintió y Meeling abrió la marcha por el

Page 502: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

amplísimo corredor y dobló a la derecha en el punto enque un destacamento de soldados de uniforme negro conla boina de color arena y la insignia del SAS protegía laboca de una enorme caverna que era la entrada a unextenso complejo subterráneo.

Los soldados saludaron al unísono a De Molay cuandodobló la esquina. El grupo abordó un gran ferrobúsplateado y se ajustó los correajes de seguridad. Elferrobús se puso en marcha y aceleró bruscamente aMach 2, viajando por el túnel a diez kilómetros deprofundidad bajo la superficie de la espectacular campiñade Cornualles, por debajo del Atlántico, hacia su destinofinal en Reykjavik, Islandia.

Noventa minutos después, el ferrobús se detenía anteuna puerta de acero que daba paso a una extensa ciudadsubterránea.

Meeling dirigió al grupo entre los centinelas militaresde la OTAN hasta un ascensor. Cuando el ascensorista lopuso en marcha, cientos de cristales emitieron una luzpúrpura azulada y el aparato se lanzó hacia abajo a todavelocidad, dejando atrás los niveles dos y tres y continuóel descenso más allá de los niveles cuatro y cinco. Alllegar al nivel seis, se detuvo bruscamente.

Lorcan de Molay y Meeling salieron delascensor y avanzaron a través de un segundo campo deenergía. A su paso, varios Nefilim armados —híbridosgenéticos, en parte humanos y en parte angélicos—apartaron su rostro de él. De Molay se detuvo ante unagran pantalla pulsante en la que se leía NIVEL SEIS -

Page 503: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

SALAS DE GENÉTICA, HUMANA - NO HUMANA, eninglés, islandés y un idioma de símbolos de los angélicoscaídos.

De Molay cruzó la entrada de NO HUMANA a travésde otra puerta de acero y accedió al vestíbulo del nivelseis.

Un millar de gritos desquiciados que helaban lasangre resonaban en el laberinto de serpenteantespasadizos góticos.

—La Sala de las Pesadillas —murmuró—. LosGemelos se han superado a sí mismos, ¿no le parece,

Meeling?A ambos lados de los pasadizos de la Sala de las

Pesadillas se abrían cientos de celdas con ventanucosenrejados. Los internos soltaron chillidos de espantomientras De Molay pasaba ante humanos con múltiplesextremidades y criaturas humanoides con aspecto demurciélago de más de dos metros de altura. En una celdade gran tamaño, los internos eran enanos y niños con lasextremidades amputadas y unos ojos azul claro demirada extraña.

—Nosotros hemos terminado el trabajo que empezónuestro héroe médico, Josef Mengele, el Ángel de laMuerte, Su Reverencia —susurró Meeling con un tono derespetuoso temor en la voz.

El grupo se detuvo ante una puerta en cuyo letrero seleía «PSICOCIRUGÍA - ACCESO RESTRINGIDO».

La mujer introdujo una tarjeta en el escáner y esperómientras se abría la puerta. Tan pronto pudo, se coló por

Page 504: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

el hueco y se encaminó directamente a una segundapuerta doble, de gran tamaño y de aspecto institucional,situada en el otro extremo del laboratorio deinvestigación y vigilada por varios Nefilim de tres metrosde altura.

La segunda puerta doble de acero daba paso a otrolaboratorio, más pequeño. En los paneles de cristal seleía «DEPARTAMENTO DE GENÉTICA» en grandes letrasnegras.

Meeling hizo una reverencia y dio mediavuelta en redondo, dejando a De Molay a solas con elhombre que, absolutamente concentrado, trabajaba en elequipo de clonación de última generación.

De Molay sonrió por lo bajo.—¿Nuestro «trabajo especial» ha tenido éxito? —

preguntó.El profesor Hamish MacKenzie se volvió y De Molay lo

observó con un ligero desagrado. MacKenzie llevaba unavieja chaqueta de lana, abombada por el uso y malabrochada, y los pantalones gastados hacían bolsas enlas rodillas. En la camisa tenía manchas de huevo del díaanterior. Se pasó los dedos de venas hinchadas por losralos cabellos blancos y un extraño alborozo iluminó susojos, de un color azul desvaído.

—Un éxito superior a todo lo imaginable, SuReverencia —murmuró. Luego, eufórico, sin advertir eldesagrado que provocaba en De Molay, MacKenziecontinuó—: Hace ciento veinte días, exactamente, insertéel genoma de materia no humana en un óvulo no

Page 505: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

fecundado al que había extraído los genes.De Molay apartó la mirada del desaseado MacKenzie y

la paseó por el modernísimo laboratorio, lleno decentrifugadoras, termocicladores, aparatos de placas deimagen de fósforo, cilindros de clonación, cámaras dehibridación y todo lo necesario.

MacKenzie se encaminó hacia una segunda puerta,ésta sin rótulo, y se colocó frente a una pequeñamáquina de acero que, al instante, emitió un láserpúrpura directamente a su iris. La puerta se abrió.

De Molay cruzó detrás de MacKenzie un laboratoriomás pequeño, impoluto, que daba paso a una cámaracon una cúpula de cristal de unos siete metros de alto.

Cuando De Molay entró, el laboratorio se sumió en laoscuridad. La única luz emanaba de la solitaria cámaraincubadora acristalada, cubierta de un velo de muselina.

MacKenzie apartó el velo del prototipo de úteroartificial.

El feto de cuatro meses estaba suspendido en un sacotranslúcido lleno de fluidos. Dormía tan plácidamentecomo si estuviera en el útero materno y su corazón latíavisiblemente.

—El óvulo fecundado crece y se desarrolla —dijoMacKenzie con aquel brillo de júbilo en la mirada—. Conel código genético del donante, solamente. De materia nohumana y, sin embargo...

—...Y, sin embargo, se desarrolla como un humano.—De Molay terminó la frase en un murmullo. Se acercóun paso más a la incubadora, como atraído por una

Page 506: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

fuerza magnética. El corazón del feto empezó a latir conmás rapidez.

MacKenzie contempló el feto, perplejo. Las lecturas delos monitores estaban subiendo sin control. Tembloroso,las comprobó. El corazón del feto latía ahora a trescientaspulsaciones por minuto.

De Molay posó la mano en la cúpula de cristal.MacKenzie observó con espanto que el ritmo cardíacosubía a 340... 360... 400. Una brillante luz púrpuraemitía pulsaciones en la cavidad torácica del feto.MacKenzie fue arrojado al suelo, cegado temporalmente,y se llevó las manos a los oídos entre gritos a causa deldolor insoportable que atenazaba hasta la última célulade su cuerpo.

Lorcan de Molay acarició la cúpula de cristal y el fetoabrió los ojos. De Molay contempló, hipnotizado, laresplandeciente mirada violeta del feto.

MacKenzie levantó la vista en el preciso instante enque aquellos ojos emitían una violenta corriente eléctricaque atravesó la cúpula de cristal de la incubadora yalcanzó el techo del laboratorio.

—Mi hijo único bien amado... —murmuró De Molay.Luego, bruscamente, retiró la mano.

Isla de Arran, Escocia

Page 507: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

MacKenzie dejó de escribir. Se estremeció y se retrepóen la silla de ruedas, reprimiendo una náusea. Respiróprofundamente y tomó la pluma de nuevo.

Al instante, las luces y los aparatos eléctricosvolvieron a funcionar. El ritmo cardíaco del feto bajó aochenta latidos por minuto.

MacKenzie, paralizado de horror, levantó la vista haciael jesuita.

—Según lo acordado, recibirás quince millones dedólares —dijo De Molay en voz baja—. Un tercio serátransferido a tu cuenta cuando nazca el clon y el siguientecuando cumpla dieciocho años. En el caso de quemueras, por causas naturales o no, el tercio final serátransferido a tu fundación científica, el Instituto Aveline.

Allí estaba el nombre otra vez. «Aveline.»Jason tomó un trago de whisky y volvió la página.

Page 508: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Reykjavik, Islandia

MacKenzie se puso en pie, temblando visiblemente, ymiró a De Molay, que seguía contemplando al clon,hipnotizado.

—Cuarenta millones de dólares —replicó en unsusurro—. He depositado copias de toda lacorrespondencia que hemos mantenido —continuó—.Nuestros acuerdos, mis tratos con los abogados deLondres... —Contempló el feto y miró a De Molay—: Heregistrado todas las conversaciones que cualquiera de suorganización ha mantenido conmigo desde meses antesde que empezara mi trabajo aquí. Toda ladocumentación de la clonación ha sido escaneada yenviada ya a mis fuentes exteriores.

»Estoy convencido de que Su Reverencia y sussecuaces de la elite pondrán el máximo cuidado enasegurar el secreto de este proyecto —continuó con ciertavacilación—. El nombre de su organización aparecemencionado, al igual que el del jefe del MI6, PiersAspinall, junto al de otros siete. Creo que los pocoselementos más nobles de los gobiernos británico ynorteamericano que aún queden encontrarán en laspruebas incriminatorias precisamente lo que estabanesperando y que las relacionarán con Los Álamos. Quizásincluso con Dulce... —El profesor esbozó una ligerasonrisa.

»Como ve, Su Reverencia, yo soy muchas cosas... —

Page 509: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Titubeó y miró a De Molay a los ojos, de aquel azuldesvaído—. Cobarde, tal vez, pero no estúpido. Elmicropunto es una copia. En el caso de mi muerte odesaparición, el contenido será comunicado a todos losopositores a su gobierno en las sombras, tanto delhemisferio occidental como del oriental. Su operaciónquedará comprometida permanentemente.

—No tienes idea de con quién estás tratando —dijoDe Molay sin cambiar el tono.

MacKenzie llevó la mano al bolsillo y sacó un pañuelo,con el que se enjugó el sudor de la frente.

—No tengo parientes que Su Reverencia pueda utilizarcomo amenaza para someterme. Mi vida está dedicadaúnicamente a la ciencia.

De Molay lo miró de hito en hito. Finalmente, habló:—Cuarenta millones... —Hizo una pausa—. No, no

eres estúpido, profesor.—Y Su Reverencia... —MacKenzie miró directamente a

los ojos a Lorcan de Molay—, Su Reverencia no essacerdote.

MacKenzie dirigió la mirada al feto. Cuando volvió amirar, un instante después, De Molay se había esfumado.

Belgrave Square, Londres

Jason aplastó despacio en el cenicero el cigarrillo a

Page 510: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

medio consumir. Pasó la hoja.

Hoy, tantos años después, me avergüenzo de micodicia. Sin embargo, era un hombre muyambicioso y el dinero financiaba mi fundacióndurante el resto de mi vida y mucho más.

Treinta segundos después de que concluyera conéxito el parto del clon, unos agentes de seguridad mecondujeron al aeropuerto de Stansted, en Londres. Desdeallí, un reactor sin distintivos me trasladó de vuelta alárea 51.

Al día siguiente, un incendio misterioso devoró elpiso franco de Reykjavik. El laboratorio islandés yaños de documentos sobre investigaciones quedarondestruidos. Todo mi personal pereció en el incendio.

Cinco días más tarde, los primeros diez millonesfueron transferidos a mi cuenta.

Jason consultó los papeles con los números de lacuenta bancaria. Allí constaba, negro sobre blanco. Unatransferencia de diez millones de dólares el 26 dediciembre de 1981. Se encogió de hombros. Todavía nolo entendía. ¿Qué tenía que ver aquello con nada y,especialmente, con su padre?

... y, sin que el mundo lo supiera, a las dos de latarde del 21 de diciembre de 1981, nació el primerclon genético nuclear del mundo.

Yo me retiré de mis trabajos clandestinos dos

Page 511: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

meses después y me instalé en Escocia, dondeestablecí mi centro de investigación en Edimburgo.

Page 512: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

37

Una muerte en la familia

Adrian miró quién llamaba. Era Jason. Se volvió a laenfermera y, señalando el teléfono, le dijo:

—Una llamada privada. Déjeme dos minutos a solas.Que no me molesten.

—Desde luego, señor presidente —asintió laenfermera.

—Jason —respondió a la llamada—, mamá estásedada, pero estable. Duerme profundamente. No temolestes en venir y descansa un poco. Me quedaré hastaque vuelva Rosemary. Bien. Te llamaré si hay algúncambio.

Adrian colgó y Lilian abrió los ojos con un parpadeo.—La conexión Rothschild ha sido muy ventajosa,

madre. —Adrian le sonrió—. Sobre todo con los israelíes.Pero, en resumidas cuentas, el Acuerdo ha quedadofirmado y sellado por tres años.

Deambuló por la habitación del hospital y continuó:—En cuanto a James, sabía demasiado y estaba a

punto de hablar. No me dejó alternativa, Lilian, tuve que

Page 513: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

matarlo. Por lo que respecta a Melissa —añadió fríamente—, ella y su padre estaban convirtiéndose en un lastre.¿Nick? Nick me caía bien. —Se encogió de hombros.

Lilian hizo un esfuerzo por llevar la mano a lamascarilla.

—Nick era bastante inofensivo —continuó Adrian—.Eso no estaba en el plan.

Con las fuerzas que le quedaban, ella se arrancó lamascarilla. Pálida, miró a Adrian. Las manos letemblaban violentamente.

—Tú... Te captaron. Me prometieron que te dejaríanen paz...

—Madre —sonrió Adrian—, yo soy ellos...Lilian lo miró con los ojos desorbitados de espanto y

de rabia. Adrian rodeó la cama hasta el medidor del flujode oxígeno y movió los dedos relajadamente entre lostubos hasta alcanzar la cánula de respiración.

—Pero, verás, Lilian... te has vuelto demasiado lista. Ytú sí que estás en el plan. Firmaste tu propia sentencia demuerte. Esa información cuyo rastro seguiste con tantaastucia en la Biblioteca Médica de Wimpole Street resultademasiado incriminadora como para dejar que sigas convida.

Lilian intentó desesperadamente incorporarse y ledirigió una mirada suplicante.

—Jason...—¡Oh! Jason es tu legítimo primogénito. Una

verdadera astilla del viejo palo, como dicen. Tu segundohijo fue asfixiado al nacer y sustituido por orden del Gran

Page 514: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Consejo Druida. Los documentos para la ejecuciónfueron firmados por Julius De Vere. Y ahora, madre, tuintromisión ha sellado el destino de Jason.

Lilian cerró los ojos y una solitaria lágrima escapóentre sus párpados y se deslizó por su mejilla.

—¿Quieres suplicar por la vida de tu hijo mayor? —Adrian sonrió.

Un enfermero entró silenciosamente y Lilian extendióla mano hacia él.

—Ayúdeme, por favor —sollozó.El enfermero se volvió a Adrian, asintió y Lilian

contempló horrorizada cómo se transformaba ante susojos en un Hechicero.

Asió el rosario y con voz temblorosa, apenas audible,murmuró una oración.

—«Arcángel Miguel, defiéndenos en la hora de labatalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad yasechanzas del demonio...»

Lilian alzó la mirada a Adrian, sin temor ahora.—«Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú,

Príncipe de la Milicia celestial... —Lilian estrujó el rosariocontra su pecho—, arroja al Infierno, con el divino poder,a Satanás... —jadeó dificultosamente—... y a los otrosespíritus malignos que andan dispersos por el mundo...para la perdición de las almas.»

Adrian contempló cómo su rostro empezaba aamoratarse.

—No oirán la alarma, madre —murmuró—. La hehecho desconectar hace diez minutos. —Le acarició el

Page 515: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pelo y añadió—: Estuvo bien mientras duró.—Lawrence —murmuró Lilian. Adrian entrecerró los

ojos. Lo percibió.La Presencia. Siguió su mirada en dirección a la

puerta, pero allí no había nadie.—Sabía que vendrías, Lawrence —susurró Lilian con

regocijo.El Hechicero vomitó compulsivamente. Adrian arrancó

el rosario de los dedos de Lilian e hizo una indicación alHechicero con los ojos negros de malicia.

El Hechicero palpó la piel de Lilian y cogió una jeringahipodérmica.

—El hecho de que fueras judía era inevitable —murmuró Adrian mientras el Hechicero inyectaba a Lilianuna ampolla de cloruro de potasio—. Pero esto locompensará.

Exactamente noventa segundos después, Lilian DeVere estaba muerta.

Jason cruzó la cocina con la carta en la mano. La dejósobre la mesa, cogió una cafetera de filtro de la alacena yun paquete del café colombiano favorito de Lilian yenchufó el calentador eléctrico. Leyó ociosamente lamarca del paquete de café: era un producto de consumomasivo de la tienda de alimentación local. Meneó la

Page 516: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

cabeza. Nunca lo había entendido. No importaba adóndeviajara, Lilian juraba que no había café comparable alque ahora tenía en la mano.

Echó dos medidas a la cafetera, totalmente ajeno alhecho de que, en aquel preciso momento, Lilian estabasiendo asesinada por su hermano menor.

Desconectó el calentador, vertió el agua en la cafeteray esperó.

—Ahora está lejos de tu alcance —dijo Jether.Adrian se apoyó en la pared del cuarto de baño de la

habitación de Lilian en el hospital, sudandoprofusamente, y evitó la mirada de Jether. Entreviolentas arcadas, cayó de rodillas.

—El Nazareno... Has estado con Él... —murmuró,alzando hacia Jether una mirada llena de odio. Sus ojostenían un brillo extraño, como dos brasas intensamenteencendidas.

—Su presencia te atormenta —dijo Jether e inclinó lacabeza.

—Has llegado tarde para salvarla —dijo Adrian convoz ronca.

—No —replicó Jether suavemente—. Le había llegadosu hora.

La respiración de Adrian se normalizó un poco.—No creas que tu apartado Portal de Alejandría

quedará intacto y al margen de la violencia, Jether elJusto —escupió—. El monasterio de los Arcángeles es unobjetivo militar de primer orden en el plan de los Caídos.

Page 517: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

—Se incorporó tambaleándose, pero se recuperórápidamente y añadió—: Yo prevaleceré.

El rosario de Lilian, que Adrian tenía todavía en lamano izquierda, empezó a humear. Abrió los dedos yobservó con horror la señal de la cruz que se grababa afuego en la palma.

—El Nazareno te derrotará en las llanuras de Megido—dijo Jether en un susurro.

Y, tras esto, se esfumó en el aire ante la mirada deAdrian.

Belgrave Square, Londres

Jason sirvió el café, acercó una silla de la cocina ytomó asiento. Dio un sorbo al café y luego estudió elpaquete.

—No está mal, madre —murmuró.A continuación, volvió a coger la carta de Hamish

MacKenzie y continuó leyendo.

MacKenzie estaba sentado tras su escritorio cuandoentró un ordenanza cargando con una saca de correos.

Page 518: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

La vació encima de la mesa y MacKenzie contempló cómosobres y papeles se desparramaban sobre el escritorio.

—Observadores de extraterrestres, seguidores decultos, amenazas... Esta vez lo llaman satanista, doctor —dijo el asistente. MacKenzie meneó la cabeza y echó unarápida ojeada a alguno de los papeles. El ordenanza seinclinó hacia él—. Ese viejo vuelve a estar aquí —dijo—.Está causando un alboroto, Hamish, y eso es malo parael instituto.

MacKenzie se quitó las gafas, suspiró y se frotó losojos con gesto de fastidio.

—Está bien, lo recibiré. Rescátame dentro de dosminutos.

—Está en la puerta.El asistente abrió la puerta y franqueó el paso a un

anciano desaliñado. El hombre se detuvo delante deMacKenzie con aire nervioso, agarrando sus bolsas deplástico.

—Por favor, siéntese. —MacKenzie señaló la silla quequedaba delante de él. El anciano dijo que no con lacabeza y paseó la mirada por la estancia con visibleasombro.

—No puedo quedarme mucho. Tengo que seguirmoviéndome. Están por todas partes.

MacKenzie frunció el entrecejo, confundido ante laelocuente declaración del hombre. Éste le acercó unpapel, arrastrándolo sobre el escritorio.

—Mis credenciales —dijo.—Miembro del Real Colegio de Obstetras —leyó

Page 519: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

MacKenzie en voz alta—. Miembro de la SociedadBritánica de Medicina Fetal y Perinatal... —MacKenzielevantó la vista al anciano con un asomo dereconocimiento—. ¡Pero si es usted Rupert Percival! —Miró con absoluta sorpresa al indigente que tenía ante síy añadió—: El obstetra del caso del hospital San Gabriel,¿verdad?

El viejo asintió, un poco más tranquilo ahora.—Me licencié en Medicina en el Trinity College de

Dublín e hice el internado en obstetricia en Guys. Eramuy respetado en mi campo. Mire, apenas tengo tiempo.Ellos me atraparán. Al final, atrapan a todo el mundo. —Lanzó una mirada fugaz a la ventana y luego a la puerta—. Hubo un incidente... Yo era un médico muyprestigioso, tenía la consulta en Harley Street yseleccionaba a mis pacientes entre la elite. Uno de loscasos que atendí fue el de una futura madre, que estabapasando el verano en Londres, a cuyo feto le realicé undiagnóstico genético prenatal de oligohidramnios.

—¿Poco líquido amniótico?Percival asintió.—No había duda del escaso crecimiento fetal, con una

reducción de la altura del fundus uterino superior a lostres centímetros. Dada la posición social y económica dela familia afectada, pues el hombre era un alto cargo enla Casa Blanca y pertenecía a una dinastía vinculada a labanca y al petróleo, no se reparó en medios para salvaral feto. Muestras de ADN, sesiones semanales deultrasonidos y mediciones de la cabeza del bebé, del

Page 520: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

fémur y de las circunferencias abdominales. Durante losdos últimos tercios del embarazo, el líquido amnióticoprocede de la orina fetal y, como la formación de lospulmones depende de la respiración en el líquidoamniótico, los pulmones de los bebés con displasia muysevera están muy subdesarrollados.

»Fijé la fecha de la cesárea para el 20 de diciembre de1981.

»Ciertos poderes fácticos hicieron cuanto pudieronpor apartarme del caso y por reemplazarme por uncolega del Instituto Monash, pero la madre se negó enredondo e insistió en que la tratara yo, y sólo yo.

»Ayudé a venir al mundo al bebé en la fecha señaladaen la Maternidad de Knightsbridge. Como esperaba, elniño tenía una displasia muy importante y una funciónrenal nula, como consecuencia de lo cual fue ingresadoinmediatamente en cuidados intensivos. No esperaba quefuera capaz de sobrevivir más allá de unas horas, debidoal defectuoso funcionamiento pulmonar.

»Pues bien, la mañana siguiente, cuando volví aprimera hora para pasar visita, las funciones vitales delbebé eran perfectas. Era un niño completamente distinto.

—¿Está seguro de que no había confusión posible? —le preguntó MacKenzie.

—Soy un especialista, señor. No tuve la menor duda.Di la alarma, pero todos los detalles del historial fueronalterados para que coincidieran con el cambio de niños.Todo el personal hospitalario con el que había trabajadoen los turnos anteriores estaba misteriosamente

Page 521: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

ilocalizable y la madre, que no había llegado a ver nuncaal bebé, insistió en que era un milagro.

»Los que orquestaron todo esto eran muy ricos ymuy, muy poderosos. Al cabo de veinticuatro horas, mehabían hecho quedar como un chiflado.

»Cuando llegué a mi consulta de Harley Street,descubrí que habían registrado mi despacho. El MI6, meinformaron, había requisado todos mis historiales.Inmediatamente, me retiraron la licencia para ejercer ymi nombre fue arrastrado por el fango en la prensabritánica.

—Mala praxis flagrante —musitó MacKenzie,recordando el caso.

—Dijeron que operaba bebido, que tenía un arraigadoproblema con el alcohol, cuando lo único que probabaera una copa de jerez seco por Navidad. Me expulsaronde la carrera y me silenciaron. Me quitaron lacredibilidad. Perdí a la familia, la carrera, la vida. Y meconvirtieron en esto.

Percival calló unos instantes mientras rebuscaba enuna de sus bolsas de la compra. Luego, continuó:

—Yo, sin que ellos lo supieran, había efectuado dosbaterías de pruebas, una inmediatamente después delparto y otra la mañana siguiente, y había archivado deinmediato los resultados en la Biblioteca MédicaRedgrave, en Wimpole Street, adjudicándole al caso unnombre supuesto. Allí han permanecido durantediecisiete años sin que ellos los descubrieran. Serán suprueba decisiva, MacKenzie.

Page 522: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason dejó la carta de MacKenzie y repasó las otrashojas. Escrito a mano al dorso de la última, leyó:«Biblioteca Médica Redgrave, 64 Wimpole Street.»

—Wimpole Street —murmuró para sí—. Así que eraeso lo que buscaba mamá.

Edimburgo, Escocia

—Yo había tomado una muestra del ADN del reciénnacido por la mañana, al llegar a la maternidad. Yconservaba otra del ADN original del feto. —Percival sacóuna pequeña lata de acero de una de sus bolsas deplástico—. Me muero, MacKenzie. Me quedan seissemanas, como mucho. Ahora ya no me puedenalcanzar. Necesitaba un experto en el tema. Alguien aquien pudiera confiarle esto.

Abrió la lata de acero, sacó dos portaobjetos delaboratorio y los colocó en la mesa, delante deMacKenzie.

—Es el ADN del sustituto. No había visto nunca unaestructura genética como ésa.

Page 523: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Percival alzó la mirada a MacKenzie y, con un tembloren los labios, añadió:

—No era humana.MacKenzie se desplazó hasta un potente microscopio

situado en la antesala de su despacho. Cuando Percivalcolocó el primer porta bajo la lente, le temblaba la mano.

—El ADN del feto —dijo.Colocó la segunda muestra.—El ADN del sustituto.

MacKenzie volvió el rostro hacia el lago, con la miradaperdida.

—Ésa fue la primera vez que supe...

Belgrave Square, Londres

Jason continuó leyendo:

El patrón genético del «bebé sustituto» de Percival erala réplica exacta del clon que yo había producido en milaboratorio años antes. No había confusión posible.

Page 524: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Habría reconocido los marcadores genéticos inclusodormido.

Era el ADN del clon.Nacido doce horas después del parto por cesárea

del bebé de Percival.A lguien había eliminado al bebé original y lo había

cambiado por aquel clon genético, sin que los padres losupieran, obedeciendo algún malévolo plan oculto.

Al cabo de una semana, el cadáver de Percivalfue encontrado con un tiro en el pecho. En unbasurero.

Isla de Arran, Escocia

Una mujer mayor de cara rubicunda, con la cabezacubierta con un pañuelo púrpura, entró en la habitaciónempujando un carrito del té y dirigió una amable sonrisaa MacKenzie.

—¿Lo de siempre, profesor? —preguntó.—Gracias, Bridget —asintió él.Mientras Bridget le servía una humeante taza de té,

MacKenzie dobló la carta y la guardó en un sobre azulceleste. Humedeció la goma del sobre y lo cerró. Luego,con mano temblorosa, escribió en él:

James De Vere - Personal

Page 525: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

A la atención de Thomas NunnBufete Adler, Nunn y GreenstreetVestry Hall, Chancery Street

Londres WC2A

Bridget dejó el té sobre la mesa.—¿Tres terrones, profesor?MacKenzie asintió. Luego, tomó la mano encallecida

de la mujer y depositó en ella el sobre azul.—Bridget, eche esto al correo.Buscó en el bolsillo del albornoz, sacó un monedero

viejo y gastado y contó cuidadosamente tres monedas deuna libra y un par de piezas de veinte peniques.

—Mándalo certificado y tráeme el recibo.—Así lo haré, profesor. —La mujer le dirigió una

alegre sonrisa—. Hasta luego.La puerta se cerró tras ella y MacKenzie levantó la taza

de té con una expresión de alivio escrita en el rostro.Cerró los ojos.

Page 526: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

38

Secretos vergonzosos

Jason levantó la vista, pálido. Maxim se hallaba a lapuerta de la cocina, en batín.

—Señorito Jason... Temo que traigo una noticiaterrible, señor. Del hospital.

Jason se incorporó y buscó su teléfono móvil.—¡Maldita sea! —masculló. Se lo había dejado en el

vestidor.—La señora Lilian, señor... —Jason se preparó para

oír las terribles palabras—. Ha fallecido hace diezminutos.

Se dejó caer pesadamente en la silla de la cocina ydirigió la mirada a Maxim, sin decir palabra.

Maxim se encaminó a la despensa y reapareció al cabode un minuto con una botella de whisky en la manoderecha. Dejó la botella y un vaso delante de Jason.

—¿Y esto, Maxim? Tú desapruebas que beba —dijoJason, frunciendo el entrecejo.

—Fueron las últimas instrucciones que me dio laseñora Lilian, señorito.

Page 527: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Jason notó el temblor de emoción de la voz deMaxim. Levantó la botella y la observó.

—Tiene más de setenta años —susurró, leyendo laetiqueta—. ... Esas botellas ya nose ven.

—Setenta y dos, para ser exactos, señorito. La señoraLilian la adquirió en 2008 por treinta y ocho mil libras.

Jason meneó la cabeza con incredulidad. Se fijó en lacinta azul atada en torno al cuello de la botella y abrió latarjeta. Era la letra de Lilian y estaba fechada el día antesde que se desmayara en Wimpole Street.

A mi querido hijo mayor.He guardado esto para ti como prenda durante más

de quince años.Sí, sabes muy bien que no apruebo que bebas. Nunca

me ha gustado.Pero si alguna vez ha habido un momento para un

brindis, sin duda es éste.He perdido a tu padre. He perdido a Nick.Y ahora sé que no he perdido a Adrian porque nunca

ha sido mío.Tú, hijo querido, eres lo único que tengo.Cuida de Lily por mí. Y de Julia. Ella te ama, Jason.Sé fuerte, hijo mío. Sé valiente.Y lucha por la verdad, no importa dónde te lleve.No te preocupes por mí, pues ya estoy en un lugar

mucho mejor.Deseo que tengas amor. Deseo que tengas paz.

Page 528: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Pero, sobre todo, deseo que tengas fe, Jason.Siempre te amará,

tu madre.

Jason alzó la vista a Maxim y se enjugó las lágrimasde las mejillas.

—Ella sabía... —Se le quebró la voz—. Sabía que iba amorir.

Maxim asintió, incapaz de decir nada. Sirvió el whiskyen el vaso de Jason y luego alzó su propia copa decordial de flor de saúco.

Sonó el teléfono en el pasillo y Maxim acudió aresponder.

Jason cogió la tarjeta y volvió a leerla.Maxim entró de nuevo en la cocina.—El señorito Adrian acaba de dejar el hospital. Viene

hacia aquí.

Jason continuó sentado a la mesa de la cocina con elvaso de whisky medio vacío delante. Pasó páginas hastallegar a la última hoja de la carta de MacKenzie.

Desde ese día de 1998, he seguido el ascenso delclon genético con suma atención.

En diciembre de ese año, terminó la enseñanza mediaen Gordonstoun con cinco matrículas de honor.

En 2002, obtuvo la licenciatura, también conmatrícula de honor, en Filosofía, Ciencias Políticas yCiencias Económicas por la Universidad de Oxford.

Page 529: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

En 2005, después de dos años en Princeton, dedicóun año a estudios especializados en estudios árabes enGeorgetown.

Desde 2006 a 2010, trabajó en la dirección delnegocio familiar en valoración de activos.

Fue nombrado canciller del Exchequer en 2010.En 2012 se convirtió en primer ministro británico.Éste es el secreto que he guardado durante más de

tres décadas.Su padre era James. Su madre era Lilian.

Jason leyó el último párrafo con incredulidad:

El clon incubado en el laboratorio jesuita hacetodas esas décadas no es otro que el actual primerministro del Reino Unido: tu hijo, Adrian De Vere.

El vaso de whisky se le resbaló de los dedos y cayó alsuelo.

Se quedó mirando los añicos de cristal durante todoun minuto. Lentamente, se puso de pie, se encaminóhacia la puerta de la cocina y la abrió, con el sobre azultodavía en la mano. Agitado, anduvo entre los macizosde rosas, arrojó al suelo el cuarto cigarrillo de la noche yaplastó la colilla con el talón; de inmediato, sacó elpaquete y encendió otro con dedos temblorosos.

Dio una profunda calada y, al oír un ruido a suespalda, se volvió.

El cigarrillo se le cayó de la mano.

Page 530: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

Levantó los ojos a la intensa mirada azul de suhermano menor.

Era Nick...

CONTINUARÁ...

Page 531: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

«Dadme el control del dinero de una nación y no meimportará quien dicte las leyes.»

Mayer Amschel Bauer Rothschild

«No es mi intención dudar de que la doctrina de losIlluminati y los principios del jacobinismo no se hayanextendido en Estados Unidos. Muy al contrario, nadieestá más satisfecho de ello que yo.»

George Washington

«La verdad del asunto es que, como usted y yosabemos, un elemento financiero en sus mayores centrosde poder ha controlado el gobierno desde los tiempos deAndrew Jackson.»

«Sois un nido de víboras y de ladrones. Mi intenciónes sacaros a la luz, y por el Dios Eterno, a la luz ossacaré. Si los americanos comprendieran la groserainjusticia de nuestro sistema monetario y bancario,habría una revolución esta misma noche.»

Andrew Jackson

«Los bancos de la Reserva Federal son la instituciónmás corrupta que haya conocido el mundo. No hayhombre de mi entorno que no sepa que esta nación está

Page 532: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

gobernada por los banqueros internacionales.»Congresista Louis T. McFadden (Republicano,

Pennsylvania)

«Estamos a las puertas de una transformación global.Lo único que necesitamos es la adecuada gran crisis ytodas las naciones aceptarán el nuevo orden mundial.»

David Rockefeller

«Algunos de los hombres más importantes de EstadosUnidos en el campo del comercio y la manufactura temena alguien, a algo. Saben que, en alguna parte, existe unpoder tan organizado, tan sutil, tan vigilante, taninterrelacionado y tan penetrante, que, cuando hablanpara condenarlo, lo hacen en voz baja.»

Presidente Woodrow Wilson

«La depresión fue un “saqueo” calculado del públicollevado a cabo por los poderes monetarios mundiales,desencadenada por una repentina contracción del créditoen el mercado financiero de Nueva York, planeada deantemano (...). Los líderes del gobierno mundial y sussiempre cercanos banqueros, han adquirido pleno controldel dinero y del mecanismo del crédito en EE.UU.,mediante la creación de un Banco de la Reserva Federaldel cual son los dueños.»

Curtis DallMy Exploited Father-in-Law

Page 533: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

«La Reserva Federal no tiene que responder antenadie.»

Ronald Reagan«La idea de los Rockefeller y sus aliados es crear un

gobierno mundial que combine el supercapitalismo con elcomunismo bajo el mismo techo, todo bajo el control deesa elite. ¿Hablo de conspiración? Sí, estoy convencidode que ese plan existe, que es de alcance internacional,que se está urdiendo desde hace generaciones y que susintenciones son increíblemente malvadas.»

Congresista Larry P. McDonald

«Los estadounidenses no conocen el funcionamientode los mercados de crédito internacionales. Las cuentasdel sistema de la Reserva Federal no se han auditadonunca. La Reserva Federal opera fuera del control delCongreso y manipula el crédito de Estados Unidos.»

Senador Barry Goldwater Republicano, por Arizona)

«Hoy, Estados Unidos se indignaría si las tropas de lasNaciones Unidas entraran en Los Ángeles a restaurar elorden. ¡Mañana estarán agradecidos de ello! Y esto seráespecialmente cierto si les dicen que hay un peligroexterior, ya sea real o inventado, que amenaza sumismísima existencia. Será entonces cuando todos los

Page 534: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

pueblos del mundo suplicarán que los libren de este mal.Si hay algo que suscita temor en todos los hombres es lodesconocido. Cuando se encuentren con este escenario,renunciarán de buena gana a sus derechos individuales acambio de la garantía de bienestar que les ofrezca elgobierno mundial.»

Henry Kissinger

«Algunas personas creen que los bancos de laReserva Federal son instituciones del gobierno de EstadosUnidos y no lo son. Son monopolios privados de créditoque se aprovechan de los ciudadanos de este país enbeneficio propio y de los estafadores internacionales conquienes están aliados.»

Louis T. McFadden

«Lo único necesario para que triunfe el mal es que loshombres de buena voluntad se crucen de brazos.»

Edmund Burke«En el mundo no hay nada más peligroso que la

ignorancia sincera o la estupidez contumaz.»Martin Luther King Jr.

«Debemos tener un gobierno mundial tanto si nosgusta como si no. (...) La única pregunta es si seimpondrá por la fuerza o por consentimiento de losciudadanos.»

Page 535: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

James Warburg,

«Vivimos en un mundo sucio y peligroso. Hay cosasque la opinión pública no debe conocer, y yo tampoco.Creo que la democracia florece cuando el gobierno puededar pasos legítimos para ocultar sus secretos y cuando laprensa puede decidir si imprime lo que sabe.»

Katherine Graham, Washington Post,

«Aunque es muy cierto que cualquier legislación en elcampo de la eugenesia será durante muchos años políticay psicológicamente imposible, es importante que laUNESCO procure que el problema de la eugenesia setrate con el mayor cuidado y que la opinión pública estéinformada de lo que se discute, de modo que lo queahora resulta impensable se pueda convertir enpensable.»

Sir Julian Huxley

«Involuntariamente, he arruinado a mi país. Una grannación industrial está controlada ahora por su sistema decrédito. Nuestro sistema de crédito está concentrado enmanos de unos pocos. Nuestro gobierno ha llegado a serel peor del mundo, el más controlado y dominado (...).Ya no es un gobierno con libertad de expresión, ungobierno regido por el convencimiento y el voto de la

Page 536: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

mayoría, sino un gobierno dirigido por la opinión y lacrueldad de pequeñas elites dominantes.»

Presidente Woodrow Wilson

«Guardad nuestro secreto: si a fin de destruir elcristianismo, todas las religiones, hemos fingido tener laúnica religión verdadera, recordad que el fin justifica losmedios y que los sabios han de apoderarse, para hacer elbien, de los medios que los malos tienen para hacer elmal. Esto no puede conseguirse de otra manera que nosea mediante sociedades secretas que, gradualmente y ensilencio, se apoderen del gobierno de los estados yutilicen esos medios para lograr tal propósito, unosmedios que los malvados aprovechan para obtener finesinnobles. El fin expreso de esta orden era abolir elcristianismo y derrocar a todos los gobiernos civiles.»

Adam Weishaupt

«Si este malévolo plan financiero que tiene susorígenes en Norteamérica se convierte en una norma, esegobierno podrá crear su propio dinero, sin coste alguno.Podrá pagar sus deudas y no tenerlas. Tendrá el dineronecesario para llevar adelante su comercio. Los cerebrosy la riqueza de todos los países se marcharán aNorteamérica. Ese país debe ser destruido o destruirátodas las monarquías del planeta.»

Times

Greenbacks

Page 537: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

«Los poderes del capitalismo financiero tenían otroobjetivo de largo plazo: crear, ni más ni menos, unsistema de control financiero del sistema mundial enmanos privadas, capaz de dominar el sistema político detodos los países y la economía global. Ese sistema locontrolarían de manera feudal los bancos centrales delmundo actuando de manera coordinada medianteacuerdos secretos a los que se llegaría en las reuniones yencuentros frecuentes. La cúspide del sistema sería elBanco de Pagos Internacionales de Basilea, en Suiza, unbanco privado en manos de los bancos centralesmundiales, que serían a su vez grandes corporacionesprivadas. Cada uno de los bancos centrales (...) trataríade dominar a su respectivo gobierno mediante lacapacidad de controlar los préstamos al Tesoro, demanipular el cambio de moneda, de influir en el nivel deactividad económica del país, y de influenciar en políticoscooperadores mediante las consiguientes recompensaseconómicas en el mundo de los negocios.»

Carrol Quigley,

«Está bien que los ciudadanos de este país noentiendan nuestro sistema bancario y financiero porque,de otro modo, estallaría la revolución de la noche a lamañana.»

Henry Ford,

Page 538: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 539: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec

COPIA AUTÉNTICA DEL MEMORÁNDUM DELA OPERACIÓN NORTHWOODS, FECHADO

EL 13 DE MARZO DE 1962

De la Junta de jefes del Estado Mayor alsecretario de Defensa, Robert McNamara,

documento obtenido gracias a la Ley deLibertad de Información (FOIA, por sus

siglas en inglés)

Las páginas siguientes están disponibles enhttp://pdfdatabase.com/index.php?q=declassifiedPor razones de claridad, se ha omitido la página 3.

Page 540: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 541: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 542: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 543: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 544: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 545: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 546: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 547: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 548: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 549: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 550: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 551: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 552: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 553: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 554: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 555: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 556: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 557: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 558: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 559: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec
Page 560: Hijo de La Perdicion, El - Wendy Alec