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Historia Crítica No. 10

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://historiacritica.uniandes.edu.co/

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CONTENIDO

PODER Y CONOCIMIENTO CIENTÍFICO: NUEVAS TENDENCIAS MAURICIO NIETO

EN HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA

TECNOGRAFÍA MANUEL MEDINA DE LA CIENCIA

HACIENDO CIENTÍFICOS E INGENIEROS

PARA PROPÓSITOS JUAN LUCENA

NACIONALES EN USA: Y GARY LEE

DESDE LA GUERRA FRÍA HASTA LA COMPETITIVIDAD

ECONÓMICA

EL APORTE DEL DIPLOMÁTICO SUECO HANS JACOB GAHN (1748 -1800) A LA FORMACIÓN JOSE A. AMAYA DE LA BIBLIOTECA DE HISTORIA NATURAL

DE JOSÉ CELESTINO MUTIS (1732 - 1808)

LECTIO, DISPUTATIO, DICTATIO" EN EL

NOMBRE DE LA CIENCIA: UNA

POLÉMICA EVOLUCIONISTA EN

COLOMBIA

OLGA RESTREPO F.

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PODER Y CONOCIMIENTO CIENTÍFICO:

NUEVAS TENDENCIAS EN HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA.

Mauricio Nieto. Profesor Departamento de Historia, Universidad de los Andes.

Historia como justificación a gran mayoría, si no la totalidad de los trabajos en historia y filosofía de la ciencia publicados

antes de la segunda guerra mundial parecían tener el propósito de legitimar y enaltecer el método y los logros de la ciencia occidental. La historia de la ciencia, generalmente escrita por científicos profe-sionales se había interesado en rescatar aquellos episodios o individuos que habían contribuido a construir las teorías modernas, y más que una in-vestigación sobre la naturaleza del conocimiento y su relación con la sociedad, se trataba de una reseña de los "errores" de nuestros antepasados y una ce-lebración del triunfo de las teorías del presente.

La filosofía de la ciencia que dominó las prime ras décadas del siglo XX estaba obsesionada por encontrar criterios formales de demarcación que, de una vez y para siempre, nos permitiera recono cer el conocimiento científico de otro tipo de espe culaciones menos sólidas. El Positivismo Lógico, los miembros del Circulo de Viena y pensadores de enorme influencia como Karl Popper agotaron sus esfuerzos por encontrar una definición formal de conocimiento científico, la cual, sobra decir, serviría de bandera para la racionalidad de la cultura occi dental. Ninguno de ellos vio la necesidad de acudir a la historia para iluminar sus investigaciones sobre el método científico.

La filosofía de la ciencia ha mostrado muy poco interés por las prácticas en laboratorios, por los instrumentos utilizados o por el quehacer diario de los científicos y su contorno cultural. La filosofía se ha concentrado en los resultados finales del queha-cer científico, particularmente en sus productos conceptuales: las teorías, los hechos y la relación

entre estos. El interés filosófico en la práctica cien-tífica y en los procesos y actividades que generan conocimiento y tecnología, hasta hace muy poco se había limitado a esfuerzos aislados, i.e., Ludwik Fleck (1935) o Thomas Kuhn (1962). Nuestras creen-cias, nuestra relación con la naturaleza, nuestras necesidades e intereses, nuestra salud y el bienestar del planeta parecen depender de los logros y fraca-sos de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, las complejas relaciones entre el conocimiento científi-co, la tecnología y la sociedad parecían excluirse de la posibilidad de una comprensión crítica.

Hacia una historia social del conocimiento Gracias a los trabajos de un grupo de historia-

dores, sociólogos y filósofos con quienes los ánimos de justificación y legitimación se transformaron en una actitud más crítica, que se proponía dilucidar el papel de la ciencia en la sociedad, pronto se hizo evidente que las propuestas tanto del Circulo de Viena como las del mismo Popper, y sus criterios formales y a-históricos, eran impropiados para describir el desarrollo del conocimiento científico.

La imagen convencional del trabajo científico, como una actividad puramente intelectual ajena a un contexto social e independiente de intereses ideológicos, políticos o económicos, comenzó a ser reavaluada sistemáticamente. Algunos historiado-res con una sólida formación en filosofía, iniciaron una tradición de investigaciones epistemológicas desde una perspectiva histórica. Un buen ejemplo de este tipo de investigadores es Alexander Koyré (1892-1964) y sus investigaciones sobre el siglo XVII, notablemente su Estudios Guiñéanos de 1939. Koyré se convertiría en un modelo intelectual para varios investigadores que publicarían sus trabajos en los

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años sesenta y setenta y que harían de la historia de la ciencia una controvertida y creciente disciplina.

Las innovaciones culturales de los años sesenta, que no podemos desligar de la guerra de Vietnam, la cultura hippie, la revolución estudiantil y un creciente temor en una vida dominada por la tecno-logía y las leyes deterministas, generaron profun-das preguntas sobre la entonces actual autoridad de la ciencia y el poder de las instituciones con respal-do científico. El éxito y el progreso de la ciencia se convirtieron en temas candentes que incluían una actitud desconfiada en los ideales ilustrados de ésta como fuente incuestionable de poder y progreso.

En el ámbito académico surgiría un grupo de pensadores influyentes tales como Thomas S. Kuhn, Impre Lakatos y Paul Feyerabend, quienes entre otros, persuadieron con cierto éxito a la filo-sofía de reconocer la urgencia de una revisión his-tórica, tanto de las teorías, instituciones científicas como de su entorno cultural.

De esta manera, epistemólogos, filósofos y so-ciólogos del conocimiento se vieron notablemente enriquecidos por una detallada inspección de la génesis y el desarrollo de las prácticas científicas. Desde entonces, como bien lo señalaría Lakatos, (parafraseando a Kant), "la filosofía de la ciencia sin historia es vacía, y la historia de la ciencia sin filo-sofía es ciega".1

Las repetidas historias de grandes descubri mientos, individuos geniales y experimentos cru ciales, tienden a ser reemplazadas por una descrip ción de los mecanismos e intereses sociales sobre los que se legitima el conocimiento. Comienza a ser evidente que el historiador tradicional, acostum brado a convertir los cánones de racionalidad con temporánea en criterios de juicio absolutos en las controversias del pasado, termina silenciando y empobreciendo la historia. Se señala, una y otra vez, que los criterios de selección de episodios con im portancia histórica, que descansan en la supuesta legitimidad de las prácticas contemporáneas, con ducen a recostrucciones anacrónicas e idealizadas que opacan el verdadero carácter de la ciencia y la tecnología.

Uno de los trabajos menos leídos pero más im-portantes en historia de la ciencia es el libro de Ludwik Fleck, Génesis and development ofa scientific fact. Se trata de un trabajo que se anticipa, en sus conclusiones más radicales a Thomas S. Kuhn -quien tuvo acceso a los trabajos de Fleck desde 1949. Exponer la riqueza analítica del trabajo de Fleck no entra en los propósitos de esta reseña. Señalaremos, sin embargo, que la novedad de su argumento, brillantemente ilustrado con un detallado estudio histórico de la sífilis y particularmente de los logros clínicos de Wasserman, radica en concluir, como su titulo lo dice, que los hechos científicos tienen una génesis, y que tienen lugar dentro de comunidades que manejan una serie de prácticas y conceptos que permiten, por medio de un proceso de "colectiviza-ción", la construcción tanto de hechos como de des-cubrimientos.2

Kuhn, por su parte, y en buena medida siguien-do a Ludwik Fleck, expondrá el problema de una forma más sistemática en su celebre libro La estruc-tura de las revoluciones científicas.

Para Kuhn, la historia de la ciencia, lejos de responder a un progreso lineal y acumulativo, está marcada por discontinuidades. En su descripción del desarrollo científico encontramos períodos es-tables en los que un conjunto de logros científicos universalmente reconocidos proveen un modelo -paradigma - para tratar problemas conocidos. Difi-cultades acumuladas, sin embargo, sugiere Kuhn, hacen que dichos paradigmas entren en crisis obli-gando a que ocurra un cambio de paradigma, una revolución científica. La más polémica y controver-tida de sus contribuciones consiste en haber insi-nuado que dichos paradigmas o tradiciones cientí-ficas, una vez separados por una revolución conceptual se tornan inconmensurables. Es decir que sus lenguajes se hacen intraducibies, y sus con-ceptos y su validez tienen completo sentido única-mente dentro de un marco teórico y social específi-cos. El concepto de masa que encontramos en la física newtoniana, por ejemplo, tiene un contenido muy distinto al concepto de masa en la física de Einstein. La idea de movimiento en la física aristo-télica, a la luz de la física moderna, se hace ininteli-gible, al igual que la idea moderna de inercia es sencillamente impensable en la cosmología aristo-télica.

1. I. Lakatos, "La historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales" en: lan Hacking (Ed.) Revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económico, Madrid, 1981. 2. Ludwik Fleck, Génesis and development of a scientific fact, University of Chicago Press, 1979. (Edición original, Entstehung und

Entwicklung einer wissenschaítlichen Tatsache: Enfuhrung in die Lehre von Denkstil und Dekkollective, 1935)

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La noción de paradigma debe ser entendida en estrecha relación con una comunidad y una tradi-ción científica que se siente cómoda en una red de supuestos y creencias que trascienden el campo convencionalmente entendido como puramente científico. La continuidad de dicha red de conceptos y prácticas sobre los que tácitamente descansa el conocimiento, como han insistido algunos herede-ros de las ideas de Kuhn, se ramifica por fuera del ámbito científico en un contexto cultural mucho más amplio, que incluye tradiciones cargadas de ideología, e intereses políticos, económicos y reli-giosos. Así, se busca explicar cómo nuestro saber y nuestras convenciones sociales se refuerzan el uno al otro en un sistema que sostiene y mantiene el orden.3

Posiciones más radicales y críticas no se hacen esperar. Paul Feyerabend, por ejemplo, asume una posición deliberadamente anarquista frente al co-nocimiento. Para Feyerabend una teoría se hace racional sólo después de que partes incoherentes de ella han sido utilizadas durante largo tiempo, y su legitimidad no depende de su riqueza empírica ni de su coherencia lógica, sino de un proceso de propaganda y aprobación institucional. No hay, nos repite Feyerabend, un comportamiento cientí-fico ideal, ni hay un método único para hacer cien-cia y el modelo canónico de ciencia no es más que una fabricación que nos ofrece cierta seguridad in-telectual.4 Sin embargo, el radical relativismo y la actitud aparentemente destructiva de Feyerabend parecen tener una justa causa: "... la intención del relativismo es proteger individuos, grupos o cultu-ras de las acciones de aquellos que creen haber encontrado la verdad".5

Las críticas a la ingenuidad del empirismo no son para nada nuevas en la historia de la filosofía, sin embargo, en este caso nos encontramos con una serie de estudios de carácter histórico concentrados en las ciencias naturales. Sin necesidad de enredar-se en las profundidades del idealismo alemán, los trabajos en historia y sociología de las ultimas dé-cadas, que se ocuparon de eventos concretos de la historia de la ciencia, empezaron a revaluar siste-máticamente los presupuestos epistemológicos de legitimidad y progreso del conocimiento científico.

Sociología y conocimiento científico La década de los setenta presenció el nacimien-

to de una nueva aproximación a la ciencia. Desde entonces la Sociología del Conocimiento Científico (SCC) constituye un programa de investigación crí-tico y en franca oposición con anteriores esfuerzos de la filosofía por explicar la naturaleza del conoci-miento.

A diferencia de la filosofía de la ciencia, la so-ciología no se interesó por analizar los productos terminados del conocimiento sino el proceso de su fabricación; más que buscar criterios formales de demarcación y legitimación, la sociología del cono-cimiento científico se propuso explicar de manera causal la existencia de todo tipo de saber.6 En con-traposición a la sociología clásica7, estas nuevas investigaciones no se limitaron a hacer referencia a factores sociales externos que afectan el trabajo científico, sino que por principio entendieron el conocimiento y la tecnología, en todas sus posibles expresiones, como fenómenos sociales. De lo que algunos han llamado "sociología del error" pasamos a una sociología del conocimiento que de forma simétrica e imparcial busca explicar todo tipo de creencias sin emitir juicios sobre su veracidad, fal-sedad, racionalidad o irracionalidad.

Dentro de esta tradición han aparecido nume-rosos estudios de caso que parecen tener una base común, que a pesar de su importancia parece no haber sido comprendida en su totalidad, i.e., que el conocimiento científico es una construcción social. Pero ¿qué se quiere decir con esto? simplemente que no hay nada extraordinario ni sagrado al res-pecto, que como toda actividad social, la ciencia está sujeta y depende de convenciones y negociaciones, de los intereses de individuos y comunidades espe-cíficas, y que dichas convenciones e intereses pue-den y deben ser explicados.

Aunque en su mayoría comparten los plantea-mientos planteados anteriormente, dentro de la di-versidad que encontramos en SCC, existen distintos programas o escuelas que vale la pena mencionar. Entre las tendencias más influyentes e interesantes están los trabajos del "Programa Fuerte de Sociolo-gía del Conocimiento Científico", o Strong Program

3. Ver por ejemplo: Thomas S. Kuhn, The structure of scientific revolutions, The University Press, Chicago, 1962; The essential tensión: Selected studies in scientific tradition and change, The University Press, Chicago, 1977.

4. Ver: Paul Feyerabend, Against Method, Verso, Londres, 1988; Farwelt to reason, Verso, Londres, 1988. 5. Feyerabend, Three dialogues on knowledge, Basil Blackwell, Oxford, 1991. 6. Ver: Bruno Latour, Science in action: how to foliow scientists and engineers through society, Open University Press, Milton Keynes, 1987. 7 Entre los cuales podriamos mencionar los trabajos de Emile Durkheim y Karl Mannheim.

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de Edimburgo (Barry Barnes, David Bloor y Steve Shapin), la Escuela de París (Bruno Latour y Mi-chael Callon), el grupo de Bath (Harry Collins y Steven Yearley), y el grupo norteamericano de la etnometodología (Harold Garfinkel y Michael Lynch). Por otra parte, las contribuciones de corte feminista que se han ocupado de problemas de género y conocimiento,8 al igual que algunos inves-tigadores dedicados a problemas de imperialismo y ciencia, entre otros, son aportes de enorme impor-tancia dentro de la variedad de los estudios sociales sobre ciencia.

El Programa Fuerte Las publicaciones de un grupo de sociólogos

británicos, concentrados en Edimburgo, Barnes, Bloor y Shapin parecen haberle dado forma a un programa de investigación cuyos fundamentos, tal y como los presentaría David Bloor (1976), podría-mos resumir en cuatro supuestos o principios me-todológicos. 1. Causalidad: sus estudios buscarían exponer las causas que permiten la existencia de una creencia o conducen a cierto tipo de conoci-miento; 2. Imparcialidad: independientemente de su veracidad o falsedad, racionalidad o irracionalidad, éxito o fracaso, todo tipo de conocimiento se estu-diaría imparcialmente; 3. Simetría: cualquier tipo de creencia, verdadera o falsa, estaría sujeta a el mismo tipo de análisis y no se establecería ninguna distin-ción entre las causas de una u otra; y 4. Reflexividad: este tipo de análisis se aplicaría a la sociología mis-ma, y los trabajos del "Strong program" o cualquier otro tipo de estudio sociológico, deben estar sujetos a ser explicados por su misma metodología.9

Veamos un poco más en detalle las consecuencias de dichos presupuestos metodológicos. Las convenciones sobre las cuales se sostienen las prác-ticas científicas deben entenderse por referencia a causas concretas. Las personas sostienen o abando-nan sus creencias cuando lo ven conveniente; es decir que los fines y los intereses tienen que formar parte de nuestro estudio o evaluación del conoci-miento. De manera que para entender el desarrollo histórico de los cuerpos de conocimiento existentes la sociología del conocimiento debe recurrir a los fines y a los intereses que los generan. Una reflexión sobre la historia del conocimiento que no toma en cuenta el carácter profundamente intencional y di-

rigido de toda actividad humana se mantendrá in-completa.

Para David Bloor y los otros miembros del "Strong Program", un genuino análisis del conoci-miento requiere que la distinción entre creencia y conocimiento, o entre creencias racionalmente jus-tificadas y creencias irracionales, desaparezca por completo. De esta manera cualquier convicción, no importa su origen, debe ser explicada de forma imparcial y simétrica, es decir, sin emitir juicios de valor y manteniendo una imparcialidad con respecto a su veracidad.

La distinción entre creencia y conocimiento -entendiendo conocimiento como creencias justifi-cadas o verdaderas - es común en todas las culturas. Sin embargo, diferentes culturas reconocen creen-cias distintas, y lo que se considera como conoci-miento en un contexto particular puede ser mera creencia en otro.

El conocimiento, siempre ligado a una tradición y dependiente de prácticas y rituales, no puede ser para el historiador o sociólogo más que un sistema de creencias válidas por consenso y autoridad de manera similar en cualquier cultura. En este orden de ideas, una comunidad científica debe ser enten-dida como una subcultura y debe ser estudiada como un mecanismo de justificación sin ningún privilegio epistemológico, el cual "negocia" la vali-dez de su discurso. El sociólogo o historiador del conocimiento debe estar en capacidad de asumir la actitud de un explorador de culturas extrañas. Este distanciamiento con nuestra propia cultura, esta suspensión de nuestra certidumbre y arrogancia, nos permite ubicarnos en un relativismo sin marco de referencia único, y así dejar de pensar con nues-tras creencias y supuestos, para pensar sobre ellos.

Antes de abandonar a los sociólogos de Edim-burgo me parece fundamental aclarar un punto que suele ser motivo de malas interpretaciones con res-pecto del sentido de un estudio social de la ciencia. Como nos lo quiere aclarar Barry Barnes, "No se trata de desconocer los logros de la ciencia... el punto es mostrar que las cosas podrían haber sido diferentes, que la gente no está obligada y reprimida en sus actos y sus creencias, ni en la razón ni en

8. Sandra Harding, Whose science whose knowledge?, Open University Press, Miiton Keynes, 1991; Donna Haraway, "Sex, mind and profit: from" human engeneering to sociobiology" en: Radical History Review, 20(1979): 206-237; L.J. Jordanova, "Natural facts: a historical perspective on science and sexuality" en: Nature, culture and gender, Cambridge, 1980; Anne Fausto-Sterling, Myths of gender: biological theories about women and men, Basic Books, New York, 1985.

9. David Bloor, Knowledge and social imagery, University of Chicago Press, 1976. pp.3-8.

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la experiencia como tampoco en la ciencia misma. Las acciones humanas son siempre, en cierto senti-do, acciones que entrañan una decisión libre. Las costumbres y las convenciones son entendidas como creaciones humanas, negociadas y sostenidas activamente bajo el control colectivo de aquellos que inicialmente las negociaron y que posteriore-mente las sostienen."10

La historia de la ciencia que se ha apoyado en la nueva sociología, los trabajos del Programa Fuer-te o las publicaciones de Bruno Latour, entre mu-chos otros, han hecho visibles las relaciones entre conocimiento y poder y han facilitado la aparición de novedosos estudios relacionados con temas como imperialismo, género y raza en la historia de la ciencia. Ya que dichos trabajos nos pueden mos-trar nuevas herramientas para una comprensión crítica de la historia de la ciencia y la tecnología en países menos industrializados, vale la pena que nos ocupemos en seguida de las prácticas científicas como formas de poder y control social.

Las prácticas científicas y el Tercer Mundo Las recientes investigaciones de un número

considerable de sociólogos e historiadores de la ciencia, no sólo de Europa y Norteamérica sino de muchos otros continentes, han puesto en evidencia el papel central que las prácticas científicas han tenido en la historia política de occidente. Las dife rentes contribuciones de dichos investigadores han permitido revaluar los esquemas tradicionales so bre el carácter de la ciencia y su papel en la historia de los imperios occidentales y sus colonias.11 Sin embargo, la discusión actual sobre ciencia e impe rialismo, a pesar de su innegable importancia, per manece dominada por nociones convencionales so bre el carácter progresivo y liberador de la ciencia occidental.

El mundo académico, notoriamente dominado por investigadores de habla inglesa, parece estar atrapado en una visión eurocentrica y mar-cadamente centralizada de la historia. Con la ex-cepción de algunos casos aislados, los trabajos en historia del conocimiento se han concentrado en los individuos y centros geográficos comúnmente reconocidos como productores de adelantos cien-tíficos, y no ha dejado de ser, de una forma u otra,

una celebración de los logros de la ciencia occiden-tal. Algunas publicaciones recientes en historia de la ciencia, europeas y norteamericanas han sido el producto de investigadores conscientes de la im-portancia de una revisión crítica de la difusión de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, desde la publicación del famoso artículo de George Basalla, "The spread of Western science" en 1967 hasta algu-nos de los más recientes y reconocidos trabajos con un interés concreto en la difusión de la ciencia occidental, como es el caso de Lewis Pyenson, los historiadores del conocimiento científico han mos-trado poco interés en problemas de apropiación, dominación y explotación.

Los historiadores provenientes del general-mente llamado "Tercer Mundo", si acaso son leídos, en su mayoría han sido entrenados en universida-des europeas o norteamericanas y su reconocimien-to y prestigio académico depende en gran medida de instituciones y publicaciones extranjeras. Pero el problema no es simplemente la falta de oportuni-dades para investigadores tercermundistas de pre-sentar sus propias versiones. De hecho, muchos de ellos han sido los gestores de los trabajos más apo-logéticos y reverenciales con respecto al carácter intrínsecamente benefactor de la ciencia y la tecno-logía. Aun más urgente, es una revisión de las for-mas tradicionales de describir las practicas científi-cas en general.

Para aproximarnos al problema dé una forma

más concreta quisiera concentrarme en cuatro pun-tos básicos: Primero, que la filosofía de la ciencia en su forma tradicional, la búsqueda de criterios de demarcación formales y a-históricos, la demanda por un método único para las ciencias y en general el carácter prescriptivo y legitimador de la filosofía de la ciencia, más que iluminar el camino, lo obsta-culiza. Segundo, la concepción maniquea de ciencia y sociedad, la tendencia a ver el conocimiento cien-tífico operando en un espacio autónomo, (el mundo tres de Karl Popper) ha impedido un genuino en-tendimiento de las raíces sociales del conocimiento. Tercero, que los conceptos de poder y control social, comúnmente restringidos a los campos de la políti-ca, la milicia y las leyes, entorpece la labor del

10.Barry Barnes, Scientific Knowledge and social theory, Routledge and Kegan Paul, 1980. 11.Entre las más importantes publicaciones sobre ciencia e imperialismo, podriamos mencionar: Nathan Reingoid y Marc Rothenberg, (Eds)

Scientific colonialism: a cross-cultural comparison, Washington: Smithsonian Institution Press, 1987; Patrick Petitjean et al., (eds) Science and Empire, Boston: Kluwer Academic Publishers, 1991; Antonio Lafuente et al., (Eds) Mundialización de la ciencia y cultura nacional, Madrid: Doce Calles, 1993; Patrick Petitjean, et al. (Eds.) Science andEmpires, Boston Studies in the philosophy of science, 1992.

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historiador del conocimiento. Y finalmente que es tas dificultades o deficiencias de nuestra concep ción del quehacer científico pueden ser superadas más concretamente, algunas de las propuestas en sociología del conocimiento científico de las ultimas décadas nos dan la posibilidad desarrollar una investigación más efectiva.

Veamos algunos de los problemas a los que se han enfrentado los trabajos sobre la difusión de la ciencia occidental: La publicación de George Basalla "The diffusion of Western science" ha sido objeto de variadas críticas y el punto de partida de un prolongado debate entre historiadores de la ciencia.12 Se ha dicho que la búsqueda de un único modelo para describir la difusión de la ciencia es inútil debido a la complejidad del problema y que el modelo de Basalla es demasiado general y abstracto para explicar casos particulares y sus idiosincrasias. Algunos comentadores han señalado que las tres fases de Basalla pueden ofrecer un marco teórico adecuado para discutir el desarrollo científico en países como los Estados Unidos, Rusia o Japón; pero que sus propuestas se muestran inadecuadas cuando pretendemos explicar la historia de la ciencia en países no industrializados. La tercera fase del modelo de Basalla, "Ciencia Nacional" si es que se ha dado, no garantiza independencia de un control foráneo sobre las prácticas científicas de un país en vías de desarrollo. El caso de Latinoamérica es un claro ejemplo de dichas limitaciones.

Pero el problema fundamental de modelos como el de Basalla está no tanto en incapacidad de explicar la historia de la difusión científica en su totalidad, sino en la carencia de un método efectivo que nos permita ilustrar los intereses y mecanismos que hacen de las prácticas científicas formas de apropiación y control, tanto de la naturaleza cómo de seres humanos.

Sin embargo, no sería justo desconocer que "The spread of Western science" fue publicado en 1967, cuando la historia de la ciencia aun estaba

confinada a sus lugares de origen, y que a pesar de todas las limitaciones ya mencionadas, Basalla es, en gran medida, responsable de haber incluido la historia de la ciencia en la historia de la expansión de occidente.

Una de las principales razones por las cuales las practicas científicas no han tenido, para el historiador tradicional, un papel importante en los procesos de conquista y dominación de otras culturas, consiste en que los modelos que pretenden explicar la difusión de la ciencia occidental tienden a ser lineales y progresivos, es decir que suponen una serie de fases que van no sólo de entonces a ahora, sino del obscurantismo a la ilustración, de equivocaciones a hechos, de pobreza a riqueza y de lo erróneo a lo correcto.13 Como bien lo señalaría Roy Macleod, "la ciencia occidental ha sido tradicional-mente vista como benevolente, apolítica y neutral; y su extensión como una incuestionable contribu-ción al progreso material y a la civilización"14 Nuestra tarea -como lo sugeriría Macleod- es estudiar la ciencia no en la historia imperial sino como historia imperial

Para darle un contenido real a la ecuación Cien-cia=Poder, nos vemos obligados a revisar concepciones tradicionales de la idea de poder, dominación e imperialismo que por lo general se han limitado a formas de dominación política, militar o legal. Como lo ha señalado en repetidas ocasiones Michel Foucault, autoridad y poder son convencio-nalmente vistas como fuerzas represivas que un individuo o un grupo reducido de personas, desde una posición central, ejerce sobre otros.

Dicha tendencia a identificar el poder con el estado imperial, el gobierno o la corona ha facilitado la fabricación de ilusiones de libertad y autonomía cuando dicha artificial concepción del poder es reemplazada o negada. Viejos clichés que identifican la ilustración y el saber occidental con ideales de libertad, sobre los cuales descansa gran parte de la historia colonial, nos encierra en una historiografía reverencial y servilista.

La idea de verdad y conocimiento, como lo afirmaría Foucault, es siempre el resultado de múltiples formas de represión y restricción. El sentido y la validez del discurso científico encuentra su

12. El modelo de Basalla para explicar la difusión de la ciencia occidental consiste de tres estadios consecutivos; una primera fase caracterizada por la

ausencia de conocimiento científico en la cual la sociedad o nación no europea es una fuente de estudio para la ciencia europea; una segunda fase de ciencia colonial completamente dependiente de las practicas europeas; y una tercera y ultima fase en la cual la sociedad logra establecer una ciencia nacional independiente.

13. David Wade Chambers, Locality and science: myths of centre and periphery", en A. La fuente et al., Mundialización de la ciencia, p. 315. 14. Roy Macleod, "On visiting the moving metrópolis: Reflexions on the architecture of imperial science" en: Nathan Reingold y Marc Rothenberg (Eds.)

Scientific colonialism: a cross cultural comparison, Smithsonian Institution Press, 1987.

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justificación en lo que Foucault llamaría "episte-mes" i.e; las condiciones en las que el pensamiento es posible teniendo en cuenta un contexto determi-nado. Foucault insiste en mostrar cómo el conoci-miento depende fundamentalmente de mecanis-mos de poder e instituciones con control social. Sus reflexiones sobre la historia parecen traer un men-saje de liberación : "... se trata de cortar a cuchillo las raíces del pasado, de borrar las veneraciones tradicionales, a fin de liberar al hombre y no dejarle otro origen que aquel en el que tuviera a bien reco- nocerse.15

El poder, debemos suponer, se ejerce a través de prácticas sociales concretas tales como la historia natural, la taxonomía, la elaboración de mapas, cartas estelares y de navegación, practicas médicas o la implantación de una nueva tecnología.

El poder no es un atributo exclusivo de reyes, papas o ministros. El control y la dominación se hacen visibles únicamente cuando practicas socia-les concretas son examinadas.

Imperialismo no es otra cosa que la apropiación y control de tierra habitada por otros. Si examina-mos la función de la ciencia durante los siglos XVH y xvín, cuando Europa vive un creciente proceso de expansión y control sobre la naturaleza y otras cul-turas, nos encontramos con que esa es la función explícita de la historia natural. El naturalista reco-lectando, clasificando y representando objetos na-turales establece cierta relación con la naturaleza que se traduce en posesión y por ende en poder.

La distinción sistemática entre los intereses del estado -generalmente relacionados al comercio, la religión, poder político, etc.-, y la ciencia, común-mente vista como opuesta a, o reprimida por for-mas de poder externas a ella, ha permitido la apa-rición de algunos estudios importantes sobre instituciones, mecenazgo, políticas estatales e inte-reses económicos y políticos ligados a prácticas científicas. Pero esta distinción entre factores inter-nos y externos en la descripción de la actividad científica termina distorcionando el verdadero ca-rácter social e histórico de la ciencia, para así, una vez más, reforzar la imagen idealizada del conoci-miento científico.

Las practicas científicas, la clasificación de plantas y animales, la elaboración de mapas, la búsqueda de una cura para la malaria, la construc-

ción de una planta nuclear, o una fábrica de auto móviles no están simplemente interactuando con intereses externos. Estas practicas constituyen un ejercicio activo de poder y la diseminación de di chas actividades es la diseminación de mecanismos de control.

La retórica que ha marcado una clara distinción entre ciencia e ideología, ciencia y religión, ciencia y política, ha sido parte de la cultura por siglos. Sin embargo, como ya lo habíamos señalado, la reciente discusión entre sociólogos del conocimiento cientí-fico ha abierto nuevas alternativas que nos ayudan a evadir dicha visión maniquea del conocimiento y la cultura.

Las prácticas científicas y su importancia política han sido subestimadas por los historiadores y es claro que la periodización de la historia de Latinoamérica no tiene ninguna relación con la historia de la ciencia en dichos países. Los períodos históricos convencionales han sido demarcados desde el punto de vista de la historia política europea. Para ilustrar este punto veamos rápidamente el caso de Latinoamérica donde el período indígena o precolombino finaliza en 1492, y el período colonial en 1810 (o cualquier fecha que los historiadores le quieran dar a la independencia de las distintas naciones americanas). Si por ejemplo examinamos el concepto de "colonialismo" y tenemos en cuenta elementos relacionados con el desarrollo de la ciencia, al igual que factores económicos y culturales,nos veríamos obligados a extender el período colonial hasta el día de hoy. .

La noción tradicional de ciencia que hemos des-crito nos impide ver que las prácticas científicas contienen a la vez elementos progresivos y regresi-vos. La identificación del saber científico con pro-greso, racionalidad y beneficios para la humanidad entera ha sido universalmente reconocido por si-glos y sería necio sostener que la ciencia es siempre y en todo lugar un elemento intrínsecamente alie-nador y opresivo; pero seria igualmente tonto sos-tener que es únicamente en su abuso o mal manejo que ésta sirve como herramienta de control y domi-nación.

Como lo ha señalado Sandra Harding, " La ciencia occidental también ha contribuido a el es-tancamiento de "otros". En la categoría de otros Harding incluye la mujer, la naturaleza y los habi-tantes del tercer mundo.16 La implantación de la

15. Michel Foucault, Nietzhe, la genealogía, la historia, Pre-textos, 1988.

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ciencia y la tecnología occidentales puede también contribuir al despojo de los nativos del control de sus propios recursos, restándoles poder de forma sistemática.

Genero y raza en la historia de la ciencia El interés del feminismo por la ciencia coincide

con un momento de creciente escepticismo sobre los beneficios que ésta y la tecnología le pueden dar a la sociedad; pero también ocurre cuando la ciencia y la tecnología ganan más y más apoyo y poder en la educación superior y en las políticas de estado en el mundo industrializado.

Pienso que sus tesis -menos conocidas entre nosotros- no solo han enriquecido los estudios so-ciales sobre ciencia, sino que presentan una alterna-tiva crítica a SCC, y que pueden ser de particular importancia para nuestro trabajo en países conven-cionalmente vistos como periféricos. La posición feminista frente a la ciencia está necesariamente relacionada con problemas de clase, raza e imperia-lismo cultural. Sus reflexiones han generado impor-tantes conclusiones sobre la naturaleza de las prác-ticas científicas, que nos permiten, una vez más, revisar la idea tradicional del conocimiento cientí-fico como neutro, universal, apolítico, progresivo y liberador.

El feminismo académico es un esfuerzo por identificar, entender, criticar y cambiar los medios que han permitido la fabricación y justificación de nuestras concepciones de lo femenino y lo masculi-no, y así mostrar que las nociones de género en nuestra cultura son construcciones sociales que fo-mentan y apoyan una condición universalizada de desigualdad.

Son varios los motivos por los cuales el feminis-mo se ha interesado por la ciencia: la actividad científica ha sido, y en gran medida sigue siendo, patrimonio de hombres que pertenecen a grupos sociales y raciales específicos. Algunas escritoras se han interesado en rescatar figuras femeninas que no han tenido un debido reconocimiento en la historia de la ciencia occidental. Podríamos mencionar los trabajos de Margaret Alie y su Historia de la mujer en la ciencia desde la antigüedad haste el siglo xix. Alie nos habla de mujeres como Hildegard of Bingen (1089-1179) y sus trabajos en Historia natural y medicina; Lady Anne Conway (1631-1679) quien produjo una cosmología vitalista, Margaret Cavendish, Duque-

sa de Newcastle (1623-1673) quien escribió sobre filosofía natural; el caso de Rosalind Franklin en el "descubrimiento" de la estructura del ADN; y otros nombres que, naturalmente no hemos oído nunca.

Estos trabajos biográficos nos han permitido entender mejor la naturaleza de la estructura de poder institucional del conocimiento científico de occidente y han sido útiles para revaluar nociones tradicionales sobre la producción de conocimiento científico como el fruto de algunos individuos ais-lados, Aristóteles, Copernico, Galileo, Newton y Einstein; y mostrar que por el contrario el conoci-miento es el resultado de una actividad colectiva.

Sin desconocer la pertinencia de dichos trabajos, encuentro mucho más interesante y efectivo otro tipo de análisis en los cuales el interés ya no es rescatar la labor de algunas mujeres o narrar sus luchas por ingresar a universidades, sociedades o instituciones científicas, sino examinar el contenido mismo del saber científico, ocupándose de la mujer no como productora sino como objeto del conocimiento para mostrar que el contenido del conocimiento -y no solo sus instituciones- han tenido un carácter androcéntrico.

Cómo punto de partida vale la pena recordar que la ciencia occidental, tradicionalmente presentada como racional y objetiva, en oposición a lo afectivo, emocional y pasional tiende a reconocerse con lo masculino. La naturaleza, por su parte, misteriosa y pasiva tiende a ser identificada con lo femenino. Cómo literalmente lo han expresado filósofos de enorme influencia como Francis Bacon, el papel de la ciencia es conquistar, dominar, controlar y penetrar los secretos de la naturaleza. Creo que suficiente se ha escrito sobre metáforas andro-céntricas que definen el papel de la ciencia en Occidente, y preferiría concentrarme en estudios de caso más concretos que revelan a la ciencia como un agente de poder y dominación.

Un buen numero de reveladores trabajos han hecho evidente como la medicina, la fisiología, la genética y la antropología han presentado como natural y han contribuido a preservar una estructura social jerarquizada.

Desde Aristóteles las ciencias naturales han te nido mucho que decir sobre la naturaleza de femenino y lo masculino y sobre la función biológi-

16. Sandra Harding, Whose science? Whose knowledge? Milton Keynes: Open University Press, 1980, p.

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ca y social de la mujer en nuestra cultura. Hasta el siglo XVIII, las teorías de la reproducción habían otorgado a los espermatozoides un papel activo y dominante mientras que el óvulo cumplía una fun-ción receptora y pasiva. El estudio embriológico de la diferenciación sexual también se ha caracterizado por describir la formación del feto masculino como un proceso activo, mientras que el feto femenino parece haberse detenido en su proceso de gesta-ción.17

Con el surgimiento de la teoría de selección natural y el Darwinismo social, el auge de la euge-nesia a comienzos de siglo, la craniometria, el estu-dio de la herencia, la obstetricia y la invención del concepto de coeficiente intelectual y los diferentes métodos para medir nuestras capacidades físicas e intelectuales, la comunidad científica ha presenta-do en repetidas ocasiones evidencia "contundente" para reafirmar diferencias biológicas que tienden a favorecer la idea de que el hombre blanco está naturalmente mejor dotado para asumir el lideraz-go en la sociedad occidental.

No podemos olvidar que muchas de esas teo-rías, que hoy nos pueden parecer inadecuadas, han afectado a miles de millones de personas a quienes sistemáticamente se les ha excluido o se han margi-nado ellas mismas de programas educativos y ofi-cios que parecerían ser más idóneos para mentes y cuerpos masculinos, oficios que por lo general están relacionados con el poder político y económico.

La eugenesia y su obsesión por medir y jerar-quizar las capacidades humanas, encontraría nu-merosos hombres de ciencia dedicados a proveer argumentos anatómicos, evolutivos, genéticos y fi-siológicos para legitimar un orden social determi-nado. La craniometria y los elaborados estudios de George Morton, Louis Agazzi al igual que las me-diciones del peso de cerebros desarrolladas por Paul Broca, entre otros, popularizarían la idea de que no sólo el volumen del cráneo era directamente proporcional a la capacidad intelectual, sino que el hombre blanco presentaba cráneos de mayor tama-ño que los de indígenas, mongoles, negros y por supuesto que el cráneo femenino en todas sus razas era significantemente más pequeño.18

La invención del concepto de coeficiente inte-lectual y de sofisticados métodos para su medición

y análisis estadístico, desde comienzos de siglo con los famosos trabajos de Cyril Burt, hasta algunas publicaciones recientes han llegado a conclusiones similares. Stephen Jay Gould en su brillante trabajo The mismeasure of man, nos muestra como los dife-rentes esfuerzos por medir científicamente las capa-cidades humanas son inseparables de los intereses sociales de quienes desarrollaron dichos trabajos. Esto no quiere decir que estemos hablando de casos de fraude o incompetencia científica. Con la excep-ción del caso de Burt se trata del cuidadoso trabajo de talentosos y honestos hombres de ciencia.

Otro de los temas que ha motivado una revisión feminista de la historia de la medicina ha sido la tendencia por parte de la comunidad médica a de-finir lo femenino en función de su sistema repro-ductivo, lo cual ha facilitado una explicación natu-ral del rol de la mujer como ama de casa, niñera y en general como una fábrica de bebes. Como conse-cuencia, algunas teorías sobre los efectos de la menstruación y la menopausia y sus connotaciones patológicas han contribuido, una vez más, a vigori-zar una imagen de la mujer como esclava física y emocional de su sistema reproductivo.

La deconstrucción de estos discursos científi-cos, que lamentable no podemos discutir aquí de forma detallada, forman parte de programas de investigación con puntos de vista epistemológicos diferentes que quisiera mencionar brevemente.

En contraposición con las propuestas de SCC a los que me refería al comienzo, El Programa Fuerte, La Escuela de París, etc., el feminismo tiene un determinado propósito de emancipación que le obliga a asumir una posición claramente distinta. Ya no se trata únicamente de desmitificar la universalidad y la neutralidad de la racionalidad científica, sino de crear y fundamentar una visión diferente y defendible de la sociedad y de la naturaleza. El relativismo radical no es suficiente ni útil para un movimiento de emancipación femenina. La pregunta es entonces cómo es posible no sólo restarle credibilidad sino utilizar como un medio de liberación un tipo de conocimiento que parece estar tan estrechamente enmarcado y determinado por proyectos occidentales, burgueses y masculinos.

Podríamos mencionar tres frentes principales: Una primera alternativa que he querido llamar Fe-

17.Ver, Anne Fausto-Sterling, Myths of gender: Biological theories about women and men, Basic Books, New York, 1985, pp.77-85. 18. Uno de los comentarios más divertidos de Broca es que el cerebro de mayor peso jamás examinado, 1,565 gr. curiosamente le pertenecía a

una mujer que había asesinado a su marido.

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minismno Ilustrado, la cual tiene como fin corregir los errores de algunos científicos, mostrar su incompetencia y ofrecer una visión de la naturaleza y de la mujer más rigurosa y genuinamente objetiva. Se trata entonces de un grupo de mujeres dedicadas a la ciencia que busca criterios médicos y científicos que nos permitan tener una visión menos viciada, de por ejemplo, los efectos de la testosterona en el carácter y habilidades de hombres y mujeres, o de los efectos "patológicos" de la menstruación y la menopausia, que le permita a las mujeres recobrar el control sobre sus cuerpos y sus vidas.

Una segunda posición, en apariencia más radi cal y que he podríamos denominar Feminismo Pos tmoderno, encuentra demasiado respetuosa e inge nua la visión anterior de la ciencia y de los ideales de la Ilustración. Su tarea se concentraría en contextualizar histórica y culturalmente la actividad científica para revelar su carácter político e ideológico.

Sin embargo, al igual que SCC, sus trabajos parecerían estar metodológicamente impedidos para defender con aspiraciones de objetividad los intereses de un grupo social específico.

Finalmente, encontramos una tercera posición que podríamos entender como un proyecto de construir Una Teoría del conocimiento feminista y que han sido defendida por escritoras como Sandra Harding y Donna Haraway. Ellas siguen viendo en la actividad científica, tal y como la entendemos hoy, al igual que las propuestas de SCC, limitaciones para producir y legitimar un conocimiento genuinamente revolucionario.

Sin desconocer la importancia de las posiciones anteriores, Harding y Haraway, entre otras, creen que es posible y necesaria la construcción de una epistemología feminista y la legitimación de lo que Haraway llama un "conocimiento localizado".19

Los resultados del trabajo científico producen información únicamente en la medida en que dicha información tiene significado. Se trata entonces de hacer explícito ese significado, de asumir el carácter social del conocimiento, y de hacer de esa determinación cultural un mecanismo de justificación. Nuestras creencias, universalmente aceptadas o no, tienen su origen en formas específicas de ver el mundo. Una teoría feminista

del conocimiento no pretendería ningún tipo de objetividad formal y absoluta. Sin embargo, argumenta Harding, pensar desde el punto de vista de la mujer, de un habitante del Tercer Mundo o de un miembro de un grupo racial relegado, nos permitiría hacer extraños el significado y sentido que parecen familiares y naturales. Esta es, para Sandra Harding, una posición epistemológica privilegiada que nos permitiría ver con más claridad las deficiencias de una cultura que fracasa en su intento de ser igualitaria y democrática.

"Imaginar una ciencia feminista - admite Har-ding - sería como pedirle a un campesino medieval imaginar la teoría de la genética". Admite que nuestras imágenes están aun incompletas y sin embargo se atreve a soñar y darnos algunas pistas de como podría ser esta nueva ciencia: "No sería elitista ni totalitaria y por lo tanto tendría que ser accesible, física e intelectualmente, a todos los interesados. Tendría la capacidad de reconocer que cada "verdad" nueva es parcial y culturalmente determinada. Reconociendo que personas diferentes tienen experiencias y formas de ver distintas; por lo tanto perspectivas, valores e intereses diferentes. La ciencia feminista buscaría diversidad cultural entre sus participantes de manera que a través de aproximaciones diferentes se puedan entender facetas de las realidades que se pretenden explicar. Esa diversidad ayudaría a asegurar la sensibilidad de la comunidad científica a las diferentes consecuencias de su trabajo y por lo tanto incrementaría su responsabilidad sobre los fines y productos de sus investigaciones."20

Después de haber escuchado esa utopía femi-nista, independientemente de si la compartimos o no, si pensamos que es realizable o no, nos enfren-tamos con un grupo de mujeres que por décadas han luchado por incorporar sus puntos de vista dentro de la tradición científica occidental y que se han visto obligadas a revisar hasta sus más profun-das raices la naturaleza del conocimiento científico, i.e., mostrar su determinación cultural y sus raices políticas.

Conclusión La historia y en particular el mundo moderno

nos exige asumir una posición ambivalente frente a la ciencia y la tecnología, nos obliga a reconocer que éstas llevan consigo elementos tanto progresivos como regresivos y que si bien su institucionaliza-ción puede incrementar el poder y el control de

19. Donna Haraway, "Situated Knowledges: The science question in feminism and the priviledge of partial perspective", en: Feminist Studies 14, no.3, 1988. pp. 575-599.

20. Sandra Harding, Whose science whose knowledge? Thinking from women's Uves, Open University Press, 1991, p.300. 12

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ciertas naciones o grupos sociales, también puede contribuir a despojar a otros del control que tienen sobre sus vidas.

La historia de la ciencia y la historia en general, en demasiadas ocasiones ha sido un poderoso ins-trumento para quienes se interesan en legitimar el presente. Es común encontrar reconstrucciones del pasado que se nos presentan como una cadena de hechos que inexorablemente conducen a la ciencia y tecnología modernas. Se nos describe una ruta de sucesivos logros tecnológicos y científicos que cons-tituyen el ascenso del hombre y de paso se legitima una idea de progreso que se suele identificar con la superioridad económica de las naciones industria-lizadas. Todo lo que conduce a repetir los procesos de industrialización que hemos visto crecer -y por qué no- infestar otras naciones se define como avan-zado, sin que se nos permita concebir otras formas validas para la configuración de la sociedad, la

economía o el conocimiento. Cualquier otra alter-nativa, cualquier otro camino, a la luz de dicha "historia túnel" parece utópica, retrógrada o irreali-zable. Y es precisamente por eso que una visión renovada y crítica del pasado es tan urgente, porque nos permite desvelar los intereses que legitiman las verdades de hoy. Aún más interesante porque nos hace posible entender el pasado y el presente como encrucijadas que nos permiten reconocer y considerar opciones diferentes. El punto es mostrar que nuestra historia pudo ser otra y que no hay razón que nos impida pensar que las cosas pueden ser diferentes. No hay fuerzas históricas inquebrantables. Uno de nuestros retos es entonces explorar nuevas formas de aproximarse al concepto de poder que esté más deacuerdo con las practicas por medio de las cuales algunas personas son controladas por otras y así crear un espacio crítico que nos permita elegir libremente.

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El viejo sueño de viajar a la luna, lo realizó por primera vez en el cine George Méliés, en 1902, con la película Le Voyage dans la Lune. (Fotografía en Enciclopedia Salvat del Cine, 1979)

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TECNOGRAFIA DE LA CIENCIA

Manuel Medina Universidad de Barcelona / Invescit

El término "tecnociencia" para designar el com-plejo de la ciencia y la tecnología contemporá-neas tiene una carga conceptual especial (Riera, 1994). No sólo indica que con el paso de la ciencia académica a la ciencia gubernamental e industrial, sobre todo en el siglo XX, ciencia y tecnología han llegado a ser prácticamente inseparables en la realidad. También señala una Nueva Imagen de la ciencia y la tecnología que los actuales Estudios de Ciencia y Tecnología han ido elaborando frente a las concepciones tradicionales (Medina, 1994). Una de las ideas características es que la ciencia no se puede reducir a los científicos ni la tecnología a los tecnó-logos, sino que ambas forman parten de un complejo entramado junto con otros dominios sociales, económicos, políticos y culturales. Es lo que se conoce como Ciencia, Tecnología y Sociedad.

Las complejas interacciones conocidas como Ciencia, Tecnología y Sociedad forman una unidad de hecho inseparable y un complejo entramado que sólo pueden abordarse en el marco de estudios interdisciplinares. Por razón de su misma complejidad, se puede destacar, analíticamente, algún sub-conjunto de dichas interacciones en particular como centro de gravedad para un tipo de estudios determinado. Así la sociología de la ciencia se centra especialmente en el entramado de ciencia y sociedad. De manera análoga, el presente trabajo quiere contribuir a una nueva modalidad dentro de los estudios de ciencia y tecnología centrada especialmente en el entramado de ciencia y tecnología, que podemos llamar tecnografía de la ciencia. Se podría pensar que el actual entramado de ciencia y tecnología, que constituye el núcleo de lo que se llama tecnociencia, es exclusivo de nuestra época, pero lo cierto es que ha existido con diferentes

formas a lo largo de toda la tradición científica. Su configuración actual es el resultado de una evolución que hay que reconstruir históricamente si se quiere comprender y evaluar efectivamente la tecnociencia característica de nuestra tiempo.

CIENCIA Y TÉCNICAS ANTIGUAS El modo originario del conocimiento es el saber

operativo, es decir, el saber cómo proceder. Enten-diendo como procedimientos o esquemas operativos, podemos decir que la forma fundamental del conocimiento es el dominio de técnicas. Ya en el Paleolítico, el hombre inventa y perfecciona una técnica que puede ejercer con sus propios órganos y le permite despegar del ámbito técnico puramente animal: el lenguaje. El lenguaje es decisivo para la transmisión humana de los conocimientos operativos, pues posibilita la representación simbólica del saber y la sistematización de operaciones. Pero, quizás, el logro más importante del hombre prehistórico sea la emergencia de la propia técnica. Es decir, una técnica característicamente humana, consistente en el diseño y el uso consciente de técnicas dirigidas a realizar determinadas tareas. La técnica de elaborar técnicas, que constituye la base de la cultura humana.

Una nueva forma de representación simbólica se hace posible con la invención de la escritura en el seno de las grandes culturas orientales antiguas. La escritura encabeza una revolución en el dominio de las técnicas simbólicas, en la que juegan un importante papel las culturas de la antigua Mesopotamia. En la Edad de Bronce las técnicas materiales, es decir, las técnicas duras relacionadas con la fabricación y modelación de objetos, el empleo de artefactos materiales y la obtención y transforma--

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ción de sustancias experimentan grandes avances, gracias a la especialización artesanal en las grandes concentraciones urbanas. Pero tanto o más remar-cable, es el desarrollo de nuevas técnicas organizativas que se ponen de manifiesto en la aparición de populosas ciudades, de los grandes ejércitos de tra-bajadores y guerreros y de los vastos imperios, gobernados por un monarca de forma autoritaria y centralizada.

Con las nuevas formas de organización social, política y económica surge un nuevo tipo de especialista, los funcionarios o sacerdotes al servicio real, encargados de dominar la creciente complejidad de la producción, la administración y el gobierno. Para este fin, los nuevos funcionarios revolucionan las técnicas blandas o procedimientos predominantemente operativos, que pueden ejercerse con los solos órganos y facultades propios y en los que se opera fundamentalmente con artefactos simbólicos. Las nuevas técnicas simbólicas están destinadas al registro y control de datos, a la medición y cálculo, y, en general, al procesamiento y anticipación de la información.

En este nuevo dominio de saber operativo alcanzan un sorprendente desarrollo las técnicas me-trológicas básicas. En el cómputo de objetos, que se remonta al Paleolítico, se introduce la numeración convencional y la notación posicional, así como tablas y algoritmos de cálculo. Se desarrollan la geometría o medida de longitud, área y volumen, la hilometría o medida de masa, tanto geométrica (por volumen), como mecánica (con la ayuda de balanzas) y la cronometría astronómica (mediante calendarios y relojes de sol) y mecánica (con el empleo de relojes de agua).

En el dominio de las técnicas duras, ejercidas por la clases dominadas de los artesanos, no se dan representaciones ni sistematizaciones simbólicas de las mismas, debido al monopolio funcionarial de las técnicas blandas. El aprendizaje y la transmisión son directos e intuitivos, y se realizan a través de la participación operativa y de la comunicación per-sonal. En el marco de las técnicas blandas, en cambio, surge una nueva forma de representar sistemá-ticamente y de transmitir el saber operativo. Su formulación simbólica consiste en enunciados ope-rativos, instrucciones y algoritmos dirigidos a realizar una determinada tarea.

El saber geométrico, p. ej., se fija y transmite mediante tratados consistentes en el

planteamiento y la resolución operativa de problemas que se formulan en términos concretos de situaciones y objetos de la práctica corriente. No aparecen enunciados asertorios ni principios generales, como tampoco se plantea la necesidad de probar los sistemas de reglas y procedimientos. Más bien, se da por supuesto que funcionan y su comprobación consistiría, en todo caso, en la aplicación de los mismos.

Con los primeros filósofos aparece una nueva forma de representar lingüísticamente el saber operativo: la presentación teórica. En la filosofía jonia se pueden detectar claramente prototeorizaciones de técnicas de transformación, ópticas, mecánicas y neumáticas, así como de organización social. Estos primeros pasos de la techne a la theoria son, sin duda, más importantes que el tan mistificado paso "del mito al logos".

Donde no cabe duda que nos encontramos ante una nueva formulación del saber, es ante los primeros enunciados teóricos de la geometría griega, atribuidos a Tales de Mileto:

—El círculo queda dividido en dos partes iguales por cada uno de sus diámetros.

—Ángulos opuestos por el vértice son iguales.

—Los ángulos de la base de un triángulo isóceles son iguales.

—Las diagonales de un rectángulo son iguales y se cortan mutuamente por la mitad.

—Los ángulos periféricos inscritos en un semicírculo son rectos.

Las reglas y procedimientos de configuración, medida y cálculo de la geometría operativa se han transformado en enunciados asertorios generales, in-dependientes de situaciones determinadas y apa-rentemente desprovistos de toda finalidad, que describen propiedades y relaciones de objetos abs-tractos ajenos a la práctica.

Esta nueva forma de presentar la geometría tiene, desde sus mismos orígenes, otra caracterísfi-ca: la idea de probar los enunciados. Según la tradición, Tales se planteó ya la prueba de los enunciados geométricos. En estos primeros estadios de la geometría teórica, los procedimientos de prueba tienen un claro carácter operativo, emparentado con las técnicas de configuración geométrica. Así, p. ej., mediante la superposición de dos figuras que coinciden se prueba que éstas son iguales.

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El modo de prueba característicamente teórico, la prueba de enunciados a partir de otros enunciados aparace ya en Hipócrates de Quíos, autor de un tratado de geometría teórica con el título de Elementos. A la idea y la forma de probar enunciados a partir de otros enunciados contribuyen, de forma muy importante, los propulsores de otra modalidad de la incipiente tradición teórica, la teorización filosófica. Los filósofos eleáticos dan un giro monológico a las técnicas dialógicas de discusión con las que se resolvían los conflictos en las asambleas y los juicios públicos de la democracia griega. El discurso se presenta como una sucesión de enunciados teóricos o argumentación, que demuestra la verdad de la proposición sostenida. En consecuencia, ésta ha de ser aceptada por cualquier oponente. En las argumentaciones eleáticas cristalizan ya las reglas y los principios de la lógica clásica (como el tercio excluso), así como una forma de probar enunciados eminentemente teórica: la prueba indirecta o por reducción al absurdo, que jugará un importante papel en la geometría teórica. La geometría griega se perfila cada vez más como una teoría, es decir, como un sistema de enunciados estructurados según determinadas relaciones lógicas y (con excepción de ciertos enunciados primeros o postulados) susceptibles de ser probados mediante inferencias a partir de los postulados o de los enunciados que, a su vez, han sido probados anteriormente. Las teorizaciones de la geometría servirán de modelo a Platón y Aristóteles para elaborar su concepción y filosofía de la ciencia como conocimiento teórico. La teorización científica alcanza su primera cumbre y paradigma general con los Elementos de Euclides. Este sistematiza en su obra los conocimientos teóricos de la geometría antigua, presentándolos en forma de una rigurosa teoría axiomática. La presentación teórica de la geometría, sin embargo, tiende a encubrir el contenido operativo que los términos y enunciados teóricos, aparentemente ajenos a la acción, conceptualizan y sistematizan. La antigua geometría operativa de las culturas orientales desarrolló sofisticados procedimientos de configuración medición y cálculo para la determinación de distancias, superficies y volúmenes. Su dominio está constituido por realizaciones técnicas modeladas o configuradas homogéneamente, tales como objetos, construcciones y delimitaciones espaciales. Las formas homogéneas son técnicamente reproducibles en objetos al disponer de técnicas de configuración que conducen siempre a los mismos resultados. El procedimiento en cuestión realiza en los objetos configurados determinadas especificaciones

de homogeneidad. Las realizaciones técnicas satisfacen, según su finalidad, las especificaciones o exigencias de homogeneidad de un modo más o menos aproximado. En la geometría teórica, las técnicas de configuración homogénea, medida y cálculo se transforman en enunciados asertorios generales acerca de relaciones y propiedades de figuras geométricas. Estas representan conceptualmente una realización, técnicamente inalcanzable, que satisface las exigencias de homogeneidad de un modo absoluto e inmejorable . La conceptualización teórica es la base de un discurso en el que se supone la existencia de objetos que poseen idealmente las propiedades objeto de realización técnica. El saber geométrico se presenta como teoría de las formas homogéneas fundamentales, conceptualizadas teóricamente en las definiciones y en los axiomas. La deducción de teoremas equivale a sacar las consecuencias de la realización ideal de los principios de homogeneidad, en forma de propiedades y relaciones de objetos teóricos. Tales teoremas constituyen la versión teórica de los algoritmos de la geometría operativa, como puede mostrarse, p. ej. en el caso del teorema 47 del libro I de los Elementos, el llamado "teorema de Pitágoras" (Medina, 1985). En su versión teórica, los procedimientos de medición y cálculo se derivan lógicamente de las técnicas de configuración. La teorización de la geometría fue fundamental para la teorización de las demás ciencias clásicas. A partir de ella se extiende la teorización científica a otros dominios técnicos, como la óptica y la mecánica. Las ciencias clásicas son el resultado de una teorización derivada, en cuanto que su conceptualización se realiza en términos teóricos geométricos. Así se establece en la ciencia el primado de la metodología geométrica, de la que se derivan los conceptos científicos basados en la medida del espacio. La óptica y la mecánica estática clásicas proceden de la teorización de las correspondientes técnicas duras, dedicadas a la construcción y uso de artefactos, tales como espejos, balanzas, palancas etc. Para el funcionamiento de tales artefactos no sólo son relevantes las propiedades formales, sino también las propiedades materiales de los mismos. La capacidad de realizar formas homogéneas fue básica tanto para la antigua técnica óptica, como para la mecánica En la fabricación de espejos, la realización de superficies planas fue de terminante

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de la fidelidad de la imagen y para la precisión de las antiguas balanzas lo fue la construcción de brazos rectos exactamente simétricos.

Las propiedades materiales representan la rea-lización de exigencias adicionales de homogenei-dad, dadas determinadas propiedades inherentes al material. Las realizaciones técnicas satisfacen, en mayor o menor grado, las exigencias de homoge-neidad formal y material características de un de-terminado artefacto. Sin embargo, la imperfección de las realizaciones técnicas antiguas no impidió que tanto la óptica como la mecánica clásica alcan-zaran resultados precisos. Pues éstas, en último término, tratan de realizaciones ideales.

A partir del supuesto teórico de la satisfacción ideal de las propiedades formales y materiales, se derivan en la sistematización teórica teoremas que enuncian la realización óptima de la función corres-pondiente. En la teoría, las propiedades operativas de los instrumentos se derivan de sus propiedades formales y materiales, o sea, la función óptima de la construcción ideal (Medina, 1985.).

La fecundidad tecnológica de la ciencia antigua radica, precisamente, en la sistematización teórica de la relación entre las dos vertientes técnicas de la construcción y del uso. El tratamiento teórico per-mite derivar, asimismo, del supuesto de una fun-ción óptima para determinadas especificaciones, exigencias relativas a la realización ideal. Éstas pue-den traducirse, via diseño, en normas para el pro-ceso técnico de la construcción. Los ingenieros ale-jandrinos, a caballo de la técnica y de la teoría, deben sus mejores logros a la capacidad de reope-rativizar los desarrollos teóricos, con la que nace la tecnología (Medina, 1985.).

El alcance de la teorización científica clásica es, sin embargo, limitado. En el ámbito de la técnica mecánica, se reduce a la mecánica estática de sólidos y líquidos. Técnicas como la balística, la neumática o la automática —integrantes de una mecánica dinámica— permanecen sin conceptualización científica. No obstante, en el caso de la balística o técnica de las máquinas de tiro, los ingenieros ale-jandrinos dan el paso que conduce de la mecánica artesanal a los procedimientos operativos metódi-cos, numéricos y parateóricos propios de la técnica ingenieril.

El ensayo mecánico dirigido al perfecciona-miento de un artefacto concreto se transforma en un método experimental con variaciones y pruebas sistemáticas cuantitativamente controladas. Los re-

sultados son analizados numéricamente con vistas a procedimientos operativos, que se plasman en forma de tablas o reglas de proporcionalidad. Tales procedimientos operativos mecánicos son el resul-tado de hacer extensivos los antiguos métodos ba-bilónicos del ámbito de los cuerpos celestes incon-trolables, al de los artefactos construibles.

CIENCIA MODERNA Y TECNOLOGÍA El proceso de teorización de la mecánica diná-

mica, en especial de la balística ingenieril del Rena-cimiento, será uno de los desencadenantes de la ciencia moderna.Con los artistas-ingenieros rena-centistas, que se han ido, poco a poco, segregando socialmente de la clase artesanal y han asimilado la ciencia y la técnica antiguas, la tradición técnica ingenieril vuelve a alcanzar un alto grado de desa-rrollo.

La mecánica de las máquinas de tiro habia ex-perimentado en la Edad Media importantes avan-ces con la introducción del trabuco o catapulta de contrapeso y del cañón. Dada la importancia política de este dominio técnico, la artillería artesanal da paso a la ingeniería militar. A diferencia de la inge-niería clásica, centrada en la construcción de poten-tes artefactos, la balística ingenieril renacentista se interesa especialmente por cuestiones relativas al uso, o sea, problemas de tiro.

Aunque se logra una sistematización operativa, mediante correlaciones entre ángulos de tiro y al-cance de los disparos, los resultados de los diversos intentos de conceptualización teórica, en términos de dinámica aristotélica, conducen a resultados poco satisfactorios.

Los problemas de balística movieron a Galileo a ocuparse de la caída de los graves. El problema teórico de la trayectoria de los proyectiles de artille ría que daría resuelto en su tratado Sobre dos nuevas ciencias, de las que la primera representa una teori zación, al modo arquimédico, de la mecánica está tica relativa a la resistencia de sólidos. La segunda culmina con la teorización de la técnica balística, al demostrar como teoremas las reglas de tiro de los artilleros.

La ciencia moderna es, pues, el resultado del reencuentro renacentista entre la antigua tradi-ción teórica científica y la tradición operativa in-manente en la mecánica ingenieril. Ambas tradi-ciones confluyen en los ingenieros-académicos como Galileo, conocedores entusiastas, por un lado, de la ciencia antigua y de los tratamientos teóricos medievales de cuestiones mecánicas, y po-

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seedores, por otro, de amplios conocimientos e in-tereses técnicos.

El método experimental, latente en los proce dimientos operativos artesanales y aplicado siste máticamente por los ingenieros ya en la época antigua, es objeto de reflexión y sistematización explícita. El diseño y la construcción de dispositi vos experimentales, las modificaciones y pruebas sistemáticas bajo control métrico y la repre sentación matemática se constituyen, junto con la teorización científica, en el procedimiento funda mental de la investigación.

En contraposición a la ciencia clásica, no son técnicas blandas, como la geometría, sino técnicas mecánicas las desencadenantes del proceso de teo-rización que dará lugar a la "nueva ciencia". El carácter y desarrollo de la misma estarán marcados por el modelo de la mecánica, al igual que las cien-cias antiguas fueron configuradas por la teorización paradigmática de la geometría.

La importancia de Galileo para el desarrollo de la ciencia moderna no reside sólo en haber llevado a cabo el proceso de teorización de la mecánica balística, sino también en sus planteamientos pro-gramáticos. Galileo combate decididamente la se-paración teórica entre el dominio de la técnica me-cánica y el de la naturaleza, y aboga por la equiparación de mecánica teórica y la física o teoría de la naturaleza. Con ello quiere legitimar la trans-ferencia de los procedimientos de la producción mecánica, o sea, del método experimental a todos los ámbitos de la ciencia.

Contrariamente a la doctrina aristotélica, la ciencia de la naturaleza deviene definitivamente una ciencia que teoriza los resultados de la experi-mentación mecánica. Los artefactos mecánicos no serán ya contra natura ni constituirán un engaño de la naturaleza con astucia (maquinación) en provecho propio, como quería Aristóteles, sino que, por el contrario, los dispositivos mecánicos pondrán de manifiesto los principios naturales.

Los alegatos teóricos de Galileo en favor de una transferencia generalizada de los procedimientos experimentales mecánicos, preparan el camino para la extrapolación —iniciada ya en su obra— de la teoría de la mecánica a los demás dominios. La nueva mecánica teórica se extrapola en la teoriza-ción de técnicas dirigidas a la anticipación de pro-cesos naturales, como la astronomía, para culminar en la síntesis newtoniana de la mecánica terrestre y la astronómica. El éxito convierte a la teoría de

Newton en un programa de expansión teórica, de cuya realización en los diversos dominios se encar-gan filósofos y científicos. La interpretación natura-lista de la mecánica desemboca, en último término, en la visión tecnomecánica de la naturaleza, del cosmos, del hombre y de la sociedad. La cosmovi-sión moderna no sólo consolida la posición de las técnicas ingenieriles y hace justicia a su relevancia política, sino que además promueve y legitima la transferencia de los procedimientos experimentales de la invención y el control mecánico a todos los ámbitos de la investigación y de la vida ordinaria.

Asimismo se propaga el programa baconiano dirigido a modelar uniformemente la práctica cien-tífica conforme al modo de intervención experi-mental. La investigación debe dar lugar sólo a teo-rías que reporten capacidades de controlar procesos al modo mecánico. A diferencia de la cien-cia predominantemente teorizante en la antigüe-dad, cuyo objeto de teorización son resultados de técnicas precientíficas (la de la ciencia antigua), la ciencia moderna se apropia el procedimiento expe-rimental de la construcción mecánica. De esta for-ma, la investigación científica se hace con un campo de producción tecnológica propia, que cultiva con relativa autonomía. Ello no impide que continúen siendo objeto de teorización científica y desarrollo tecnológico resultados técnicos ingenieriles, como se pone de manifiesto en el caso de la máquina de vapor, las técnicas energéticas y las teorías termo-dinámicas. En química, la práctica científica trans-forma, mediante el tratamiento experimental siste-mático, procedimientos tradicionales, para luego sistematizar los resultados en el marco de teorías científicas.

TECNOCIENCÍA Con la ciencia moderna la experimentación sis-

temática unida a la conceptualización y sistemati-zación teóricas y al tratamiento metrológico y ma-temático revolucionan progresivamente los demás dominios técnicos. Con Boyle y su bomba de vacío los laboratorios científicos se establecen como ins-tancia suprema para decidir disputas sobre cuestio-nes de hechos. Los fenómenos producidos y contro-lados mediante instrumentos de construcción mecánica en el curso de experimentos reproduci-bles y accesibles a todo el mundo, constituyen los hechos científicos. Los hechos construidos por la práctica técnica científica representan los fenóme-nos genuinos de la naturaleza moderna, claramente contrapuesta y separada de la sociedad, al igual que el conocimiento científico lo está de la política (Sha-pin/Schaffer, 1985; Latour, 1990). La ciencia moder-na se configura como la conjunción de la produc-

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ción tecnológica de laboratorio y el tratamiento teó-rico de sus sistemas tecnológicos.

El desarrollo de su propio campo de producción tecnológica por parte de la ciencia moderna (Bohme/Daele /Krohn, 1978) y la interacción entre dicha producción y su tratamiento teórico en el seno de la investigación científica dará lugar en el siglo XIX a una revolución tecnocientífica. Una nueva física surge a partir de las innovaciones tecnológicas científicas en el dominio de la transformación y síntesis de substancias y en el de la producción de efectos y procesos energéticos. Con la tecnocientificación de dichos dominios se institucionalizan como disciplinas científicas la química sintética y la nueva física centrada en la termodinámica, la electricidad, el magnetismo y, posteriormente, en los efectos radiactivos. Ambas constituyen originariamente la tecnociencia. Con ella se instaura una nueva ciencia de la naturaleza en la que las interacciones físico-químicas desplazan a las mecánicas de su posición de preeminencia y las elaboraciones teóricas están al servicio de los resultados tecnológicos.

A partir dé la revolución tecnodentífica, las nuevas tecnologías de transformación y síntesis química, nuclear y genética desplazan el predominio mecánico. Al igual que en el caso originario de la mecánica, a medida de que los distintos dominios de la acción humana y sus entornos van siendo conformados por las nuevas tecnologías, éstas pasan a ocupar el puesto de "técnicas de control de la naturaleza" dominantes. La cosmovisión científica se modifica correspondientemente y se pasa de la concepción mecánica de la naturaleza a su interpre-tación en términos de la química, la termodinámica y la nueva física.

La investigación tecnocientífica se ocupa, cada vez más, de procesos provocados y controlados en los laboratorios por el mismo investigador como efectos reproducibles de construcciones que, a su vez, son resultados tecnológicos de producción científica, tales como generadores eléctricos y radioactivos, aceleradores de partículas, láseres o recombinados de ADN. Procedimientos tecnológicos y tratamiento teórico están estrechamente entrelazados en la investigación y el desarrollo tecnocientíficos de laboratorio, que se basan, característicamente, en la construcción experimental, en la descomposición y aislamiento de elementos y en la manipulación, reemplazo y recombinación, con el fin de reproducir a voluntad y controlar completamente los procesos deseados mediante la eliminación de perturbadores en las disposiciones experimentales (Gleich, 1991).

Así, el análisis y sistematización teórica de las propiedades físicas de los materiales en términos de átomos, partículas elementales y estructuras atómicas se entrelaza con la física atómica experimental en lo que son las tecnologías nucleares, de la misma forma que, en química, las teorización de las propiedades químicas en términos de estructuras moleculares es inseparable y está al servicio de tecnologías de síntesis química. Las disciplinas de la física y de la química contemporánea no son fundamentalmente otra cosa que nuevas tecnologías, es decir, tecnociencias (Gleich, 1991.). Desde principios de siglo la metodología y las teorías físico-químicas se van transfiriendo al campo de la investigación biológica, donde se quiere encontrar, detrás de la diversidad de los logros y capacidades operativas de la nueva biología tecnocientífica, los últimos componentes que -al igual que los átomos en la física- puedan presentarse teóricamente como los responsables de las propiedades orgánicas (Brush, 1988). De esta forma se llegan a "descubrir" los genes y las estructuras genéticas y se desarrolla la biología molecular, con la consiguiente avalancha de las nuevas biotecnologías y la ingeniería genética.

Como dice el famoso físico von Weizsacker, una ley natural "es, cada vez más, una descripción de la posibilidad y del resultado de experimentos —una... ley de nuestra habilidad para producir fenómenos"(von Weizsacker, 1971). Las regularidades investigadas de forma experimental y controladas cuantitativamente, se provocan, mantienen y reproducen-: tecnológicamente y cada procedimiento e instruí mentó de medida es, en definitiva, un producto: tecnológico.

Sin embargo, en la presentación teórica, el con-; tenido operativo de la investigación y de los resul-tados científicos acostumbra a quedar camuflado como "observación" y "aplicaciones" de la ciencia. El know hmu se presenta teóricamente como "saber que". Por otra parte, las elaboraciones teóricas más: abstractas de los diversos resultados de la investigación se extrapolan para interpretar procesos naturales, cósmicos o sociales al margen de cualquier control experimental del investigador. La capad-dad de dominio tecnológico se sublima, en último extremo, como explicación teórica de la naturaleza y del cosmos.

Las extrapolaciones teóricas recurren, como justificación, a las leyes científicas, que el investiga-dor, presuntamente, descubre en su búsqueda de la verdad. Estas, constatadas en las disposiciones ex-perimentales, rigen para cualquier otro dominio sin

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limitaciones temporales .El discurso legalista en la ciencia es el resultado y, a su vez, el origen de trascendentales mistificaciones, a las que han su-cumbido grandes científicos, como el propio Eins-tein:

''Pero ¿cuál puede ser el interés de llegar a conocer una porción de la naturaleza tan pequeña en forma exhaustiva, mientras se deja de lado, con cautela y timidez, todo lo que implique mayor su-tileza y complejidad? ¿El producto de tales esfuerzos modestos puede recibir la orgullosa denominación de teoría del universo? Creo que esta denominación está justificada, porque las leyes generales sobre las que se basa la estructura de la física teórica se definen como válidas para toda clase de fenómenos naturales. Mediante esas leyes sería posible llegar a la descripción -o sea, la teoría- de todo proceso natural incluyendo la vida a través de la pura deducción, si ese proceso de deducción no estuviera más allá de la capacidad del intelecto humano. [...] La tarea fundamental del físico consiste en llegar hasta esas leyes elementales y universales que permiten construir el cosmos mediante pura deducción." (Einstein, A., 1977).

A la mistificación legalista de la tecnociencia subyace, entre otras cosas, la concepción estándar tradicional, que la concibe fundamentalmente como teorías. En los actuales Estudios de Ciencia y Tecnología la ciencia se muestra, por el contrario, como una práctica, la práctica del entramado de la producción tecnológica y teórica. Pues, mientras que la ciencia antigua es predominantemente teóri ca y se centra en la teorización de desarrollos técni cos precientíficos de tipo artesanal, la ciencia mo derna desarrolla una producción propia de tec nologías, que, junto con los resultados de la técnica paracientífica de los ingenieros, será el objeto de la teorización científica. La ciencia se constituye, así pues, en el modo teórico del desarrollo del saber tecnológico.

La interacción entre teorización y producción tecnológica en el seno de la investigación tecnocien-tífica, da lugar a las nuevas tecnologías, es decir, tecnologías desarrolladas o perfeccionadas con la ayuda de procedimientos teóricos. La relevancia operativa de la ciencia no reside en sus productos teóricos, sino en su producción tecnológica. De la ciencia no se aplican sus teorías, como quieren hacer creer algunos filósofos de la ciencia, sino direc-

tamente sus tecnologías o sea, el saber operativo, las capacidades y los artefactos tecnológicos desarro-llados y teorizados en la investigación científica. La clave del éxito tecnológico de la ciencia reside en que las teorías científicas teorizan, precisamente, técnicas exitosas. La verdad de la representación teórica corresponde a la efectividad operativa.

El desarrollo tecnocientífico de la investigación tiende a expandirse a todos los ámbitos de producción de saber. La producción tecnológica resultante lleva el sello de la asimilación tecnocientífica, pues en el proceso de tecnoáentificación no sólo se transfieren los modos de producción tecnológica sino que el dominio asimüado es, a su vez, objeto de teorización en el marco tecnocientífico. Es decir, junto con la transferencia tecnológica de los procedimientos e instrumentos de producción tecnocientífica se da una extrapolación teórica o teorización del dominio asimilado en el marco teórico de la tecnociencia dominante. Los nuevos procedimientos tecnológicos llevan consigo nuevos tratamientos teóricos y juntos dan lugar a nuevas tecnologías, como es el caso de la biología molecular y la ingeniería genética (ver apartado siguiente).

Extrapolaciones teóricas ocurren asimismo entre campos diversos dentro de un mismo dominio, dando origen a superteorías científicas que integran y articulan teorizaciones de nivel inferior. Una determinada superteoría puede llegar a ser prepotente y constituir un proceso de expansión teórica, como en el caso de la mecánica newtoniana. Dicha expansión teórica escolta, de forma más o menos manifiesta, procesos de transferencias metodológicas y tecnológicas.

En este contexto juegan un papel determinadas superteorías que sirven para justificar la asimilación en cuestión y lograr una aceptación social de la nueva producción tecnológica frente a posibles resistencias. Dichas teorías extrapolan, por lo general, superteorías científicas de dominios controlables en los laboratorios a ámbitos fuera de cualquier control experimental, tales como los procesos cósmicos o el desarrollo y la organización social. Aparentemente se intenta trasmitir una cosmovisión del origen y desarrollo del mundo, la naturaleza, la sociedad humana y la cultura en la que la aplicación de las nuevas tecnologías encaja como el auténtico progreso1. Este tipo de construcciones teóricas, más que un carácter propiamente científico, constituyen

1. Este es el caso de la sociobiologla con relación a la biotecnología o de la llamada cosmología científica con relación, entre otras, a las tecnologías desarrolladas por la física de partículas.

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extrapolaciones y superteorías filosóficas, dado que no representan ni articulan contenidos tecnológicos, ni tampoco se derivan de ellas tecnologías específicas, a no ser técnicas retóricas destinadas a cambiar la conciencia social2, Sin embargo, al basarse en la supuesta validez universal de determinadas teorías científicas, que presuntamente autorizaría cualquier extrapolación teórica o transferencia tecnológica, las legitimaciones superteóricas del desarrollo y de la aplicación de nuevas tecnologías están invirtiendo exactamente los términos. El desarrollo teórico va, básicamente, al remolque de la producción tecnológica científica y paracientífica. La innovación tecnológica es el contexto del cambio científico teórico. Ahora bien, si las teorías científicas resultan de la teorización de realizaciones tecnológicas entonces difícilmente pueden constituirse en la legitimación de estas últimas. Por el contrario, la justificación de la actividad teórica dependerá, en todo caso, de las tecnologías a cuya producción contribuye en el marco de la investigación científica3. TECNOCIENTIFICACION: EL DOMINIO TECNOCIENTIFICO DE LA BIOLOGÍA Como ya se ha indicado, en el siglo XX, las innovaciones tecnocientíficas dan paso a las que se han venido en llamar nuevas tecnologías. Su relación con el desencadenamiento de los riesgos característicos de nuestra época es, hoy en día, bastante obvia en la mayoría de los casos. De una forma bastante inmediata se puede constatar que los riesgos más extremos y las consecuencias más irreversibles se derivan de tecnologías tales como la química sintética, la tecnología nuclear, las tecnologías genéticas o las informáticas. Sin embargo, el proceso global de la génesis de dichos problemas y riesgos no es perceptible de una manera tan inmediata, sino que requiere un análisis y una reconstrucción histórica amplios que van más allá de las simples micro-explicaciones y evaluaciones técnicas estándar. , El proceso en cuestión radica en la difusión generalizada de los sistemas tecnológicos producidos en los laboratorios de investigación tecnocientífica. Dicha transferencia tecnológica está operando la progresiva tecnocientificación de

la cultura de origen europeo y, a través de su exportación transcultural, la homogeneización de las diversidades culturales a escala planetaria. La configuración tecnocientífica de los más diversos ámbitos de la práctica ordinaria da paso a entornos asimismo cada vez más tecnocientificados, es decir, configurados como entramados cada vez más predecibles y controlables. Pues las innovaciones tecnocientíficas sólo pueden implementarse, es decir, los procedimientos de intervención tecnocientífica sólo pueden ser efectivos, si se transfieren a los distintos entornos particulares las condiciones de laboratorio originarias que forman parte de y garantizan su funcionamiento (Latour, 1983). De esta forma, se eliminan perturbaciones potencialmente incontrolables y se pueden reproducir y controlar al modo tecnocientífico los procesos en cuestión. La tecnocientificación global de la cultura es precisamente el origen de nuestra cultura del riesgo (Beck, 1986). La producción tecnocientífica junto con las extrapolaciones teóricas han ido trastocando las concepciones y formas originarias del saber operativo. Estas correspondían a distintos dominios técnicos, delimitados por sus respectivas características. Así, p. ej., el ámbito de las técnicas materiales se caracterizaba por el control determinante de efectos y procesos, cuya producción y reproducibilidad se lograba mediante la fabricación de dispositivos y artefactos. Las biotécnicas, en cambio, se caracterizaban desde su origen por ser, más bien, técnicas anticipativas que tendían a respetar la autonomía de los procesos en cuestión, pero en las que se daba una cierta intervención o ayuda, dirigida a acondicionar adecuadamente y encaminar hacia resultados óptimos. En el extremo opuesto al dominio de la mecánica, se encontraban las técnicas puramente anticipativas como astronomía y metereología, que se ocupan dominios no controlables operativamente y en los que el saber consiste en adaptar convenientemente la propia acción. Sin duda, uno de los casos de tecnocientificación más representativos se encuentra en el dominio biotécnico de la agricultura, la ganadería y la medicina tradicionales. Desde su origen prehistórico, estas se han caracterizado por ser técnicas de

2. De una forma muy esquemática y resumida se podría decir que las tecnologías dominantes dan lugar a las teorías y superteorías dominantes, y de todas ellas se derivan las cosmologías dominantes que, a su vez, sirven para legitimar el desarrollo y la aplicación de las nuevas tecnologías en cuestión.

3. Toda práctica técnica tiene determinadas consecuencias y condicionamientos, y su aplicación afecta necesidades, formas de vida y propósitos. Qué tecnologías, en particular, resultan de la producción científica o paracientífica y qué saber operativo es objeto de tratamiento científico, tiene que ver con los propósitos y decisiones de determinados colectivos sociales, así como con el grado de poder de que disponen para orientar la Investigación.

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intervención blanda, es decir, basadas en procedi mientos predominantemente anticipativos que res petaban, en buena medida, la espontaneidad y la autonomía originarias de los procesos en cuestión, pero en los que se daba una cierta intervención o ayuda, dirigida a acondicionarlos adecuadamente. El desarrollo actual, por el contrario, se basa prefe rentemente en tecnologías duras, es decir, de inter vención y control tecnocientífico, en las que priman procedimientos y productos desarrollados en los laboratorios de química sintética y de ingeniería genética y que tienden a anular la autonomía y espontaneidad originarias de los procesos interve nidos. Así, la tecnocientificación de la agricultura, la ganadería y la producción alimentaria en general ha seguido un proceso acelerado que va desde la primera utilización de abonos químicos y pesticidas hasta el empleo de hormonas sintéticas y substan cias químicas de todo tipo, y los más recientes pro cedimientos biotecnológicos y genéticos para la re producción, selección y creación de especies. Al mismo ritmo se han seguido también sus efectos para el deterioro ambiental y los graves riesgos para la salud humana y la supervivencia de determina das especies.

La tecnocientificación rigurosa del dominio biotécnico es un proceso relativamente reciente que aún está en marcha y que constituye el último capítulo de la historia de la biología científica. El primer tratamiento científico de las biotécnicas originarias fue de carácter teórico, consistiendo fundamentalmente en su conceptualización y sis-tematización taxonómica y teórica, que se inician ya en la época de la ciencia antigua con obras como el Corpus Hippocraticum o los tratados aristotélicos sobre los animales. A partir del siglo XVII, la biología teórica se fué constituyendo como un sofisticado sistema conceptual y clasifi-catorio, que dió paso a las grandes teorías de la evolución del siglo XIX. En la segunda mitad de este mismo siglo aparece de forma clara el trata-miento científico moderno de las biotécnicas en el campo de las procedimientos de transformación mediante microorganismos, con el desarrollo de la microbiología, cuyas tecnologías iban dirigidas al control de procesos de fermentación o de carác-ter infeccioso (Latour, 1988). Asimismo es esta época surge la química orgánica y, posteriormen-te, la bioquímica en relación con el control tecno-

lógico de los procedimientos de transformación y síntesisdebiosustanciasydelosprocesosagrícolas.

Ya en el siglo XX, se desencadena el tratamiento tecnocientífico con la transferencia masiva de prác-ticas e instrumental de laboratorio del campo de la física y química al de la investigación biológica. Dicha transferencia está promovida por notables físicos y químicos, como Erwin Schódinger y Linus Pauling, que se pasan a la biología con armas y bagajes para defender la teorización y tratamiento de los procesos biológicos en términos moleculares. La articulación y sistematización físico-química (es decir, tecnocientífica) de la investigación biológica desembocan en los desarrollos teóricos de la biolo-gía molecular y en la ingeniería genética. Esta re-presenta la culminación del proceso de biotecno-cientificación con el desarrollo de las tecnologías del ADN recombinante, destinadas a provocar y controlar procesos biológicos y a generar nuevos organismos mediante el reemplazo y recombina-ción de elementos genéticos. Dichas tecnologías nada tienen que ver con la mejora de especies vege-tales y animales por los métodos de selección tradi-cionales, sino que se trata claramente de innovacio-nes tecnocientíficas4.

Las nuevas tecnologías no han dejado práctica-

mente ningún ámbito del bioentorno tradicional, es decir, de lo que convencionalmente se considera la naturaleza, fuera del alcance de la intervención tec-nocientífica. No sólo se compite en los invisibles juegos olímpicos de los premios Nobel investigan-do y desarrollando nuevas tecnologías para la ma-nipulación, producción y reproducción de especies animales y vegetales, sino que las prácticas tradicio-nales más comunes de la agricultura, la cría y el cuidado de animales están desapareciendo para dar paso a un entorno de laboratorio industrial. Incluso el paisaje, arruinado como consecuencia directa e indirecta de la producción tecnocientífica, se quiere renaturalizar sometiéndolo a una ecogestión que haga uso de las formas más avanzadas de interven-ción tecnocientífica (Böhme, 1990). La misma natu-raleza humana, es decir, el cuerpo humano y sus procesos de reproducción, es un objetivo prioritario para la expansión tecnocientífica que va desde el transplante de órganos, el control y la realización tecnológica de procesos orgánicos (marcapasos, diálisis, corazones mecánicos...) hasta la manipula-

4. La innovación tecnocientífica no es exclusiva de las tecnologías genéticas, sino que ha marcado el conjunto de las nuevas biotecnologías, como en el caso de las tecnologías microbiológicas o las tecnologías germinales. Las tecnologías microbiológicas operan mediante el aislamiento y selección de microorganismos para manipular determinados procesos y para la producción industrial de determinadas sustancias. Las tecnologías de tratamiento germinal tienen que ver con procesos de fecundación extracorporal, fusión celular o clonación (Sanmartín, 1987).

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ción operativa y hormonal del sexo y las interven-ciones genéticas. Pero, sobre todo, es en la procrea-ción humana donde la intervención tecnocientífica es más significativa. En la actualidad los investiga-dores, los profesionales y la industria médica la están encauzando hacia un proceso tecnocientífico con objetivos funcionales (supuestamente eugené-sicos), provocado, guiado y controlado mediante tecnologías de diagnóstico, fecundación, interven-ción genética etc (Sanmartín, 1987).

En general, la tendencia apunta claramente hacia la tecnocientificación total que parece guiada por el imperativo tecnocientífico de que hay que extender las formas de intervención tecnocientífica a todos los dominios que puedan ser objeto de ella. La clave y el desencadenante de la tecnocientificación global de la cultura ha sido la tecnocientificación originaria de la cultura científica, que, como matriz de la tecnociencia, ha impulsado el imperativo tecnológi-co y ha hecho posible su implementación operativa y su legitimación teórica. La historia de la tecno-cientificación progresiva de la cultura científica es la historia de las nuevas tecnologías que se han constituido en el paradigma actual del conocimien-to, la investigación y la intervención científicas. Pro-piamente habría que hablar, más bien, de historia de las tecnociencias, pues tecnologías tales como la nuclear, la de síntesis química o la genética forman un entramado inseparable con disciplinas como la física nuclear, la física atómica o la biología molecu-lar.

LA CONSTRUCCIÓN DE RIESGOS El primado del modelo de investigación e inter-

vención tecnocientífica conduce a la transformación generalizada de los sistemas técnicos en sistemas tec-nocientíficos. Pues, siguiendo la lógica del imperativo tecnocientífico y de la equiparación de seguridad con control, la mismas gestión y estabilización de los eventuales problemas y riesgos se plantean en térmi-nos de un perfeccionamiento de los sistemas técnicos mediante su diseño tecnocientífico5. Es decir, al defi-nir la gestión racional en función de la optimización del control, la tendencia a la tecnocientificación total del entorno se hace compulsiva. De esta forma, la política del modelo tecnocientífico tiende, por su pro-pia dinámica, a la transformación y organización de la sociedad y de la naturaleza en sistemas tecnotien-tíficos, es decir, en entramados completamente prede-deciles y controlables.

Ahora bien, con la expansión del proceso de tecnocientificación los sistemas tecnocientíficos se hacen cada vez más complejos y se interrelacionan formando redes que abarcan la totalidad del entor-no vital. Este entramado deviene asimismo cada vez más complejo y propenso a que fallos relativa-mente pequeños desemboquen en grandes catás-trofes. Como se ha hecho evidente en el caso de sistemas tecnológicos de la energía nuclear, la quí-mica sintética o la ingeniería genética (especialmente problemáticos por no ser compatibles con fallos menores sin riesgo de consecuencioas irreversibles) con la mayor capacidad de intervención y control tecnocientífico crece también la potencialidad del riesgo. La misma gestión tecnocientífica de los ries-gos conduce a una espiral de riesgo. Pues implica un incremento del control de los sistemas tecnoló-gicos sólo alcanzable mediante una mayor tecno- cientificación del entorno que, a su vez, es el origen de nuevos riesgos potenciales, por lo general de mayor alcance y con consecuencias más extremas. Por otra parte, la gestión de los eventuales riesgos derivados de una producción tecnocientífica desenfrenada supone un expansión de la evaluación de impactos y de riesgos prácticamente irrealizable6.

Cuando el mínimo descontrol corre el riesgo de convertirse en una catástrofe, es explicable que se acabe identificando la gestión y solución racional con un control tecnocientífico aún más absoluto. Sin embargo, la tecnocientificación total completamem te exenta de fallos no ha llegado a realizarse ni es prácticamente realizable a gran escala, ni siquiera en los sistemas tecnológicos considerados más avanzados, como la química sintética o la tecnolo-gía nuclear (Gleich, 1991.). Mucho menos hay que esperar que llegue a ser realidad en el complejo entramado de los dominios sociales, a pesar de las insistentes profecías de un mundo feliz y las visio-nes futuristas de un entorno vital transformado en una perfecta megamáquina biológica y social, gra-cias al diseño y la construcción tecnocientífica total de la naturaleza y la sociedad (Sanmartín, 1987). El fracaso ecológico y social del modelo tecnocientífi-co estriba en la imposibilidad de una realización absoluta del imperativo tecnocientífico. Pero, aparte de los riesgos específicos, el proceso compulsivo de la tecnocientificación conlleva un riesgo cultural |global de aún mayor trascendencia, el de la unidi- mensionalidad tecnocientífica. La tecnocientifica-ción de un dominio, es decir, su transformación en

5. El diseño tecnocientífico, p. ej. el niño probeta, se presenta como la vía del progreso hacia una perfección de la sociedad y del bioentorno que ha de permitir la solución de problemas que ni la evolución natural ni la historia social han sido capaces de resolver. 6. Como es evidente, p. ej., en el caso concreto de la química sintética (Gleich, 1991).

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un sistema tecnocientífico, genera eventualmente incompatibilidades con otros dominios técnicos no tecnocientíficados que conforman conjuntamente un entorno determinado. Por una parte, el desarro llo de los dominios tradicionales se hace imposible en un entramado cada vez más tecnocientif icado y, por otra, éstos resultan disfuncionales para los sis temas tecnocientíficos y tienden a ser absorbidos por el imperativo de la tecnocientificación. Cada sistema técnico corresponde a formas de interven ción y de interacción determinadas. Los sistemas de intervención blanda se hacen inviables en un medio intensamente tecnocientificado con formas de in tervención e interacción basadas en el control abso luto. El imperativo de la tecnocientificación total desemboca en la homogeneización tecnocientífica, con la desaparición no sólo de especies biológicas sino también de especies culturales basadas en so fisticados sistemas técnicos blandos.

CONCLUSIONES Y EVALUACIÓN A través de la progresiva transferencia de los

procedimientos tecnocientíficos a todos los ámbitos de la investigación y de la intervención científica, el modelo tecnocientífico de intervención se ha constitui-do en la base de la gestión y de la solución "racio-nal" de problemas. Así, en la evaluación de tecno-logías se ha intentado aplicar este modelo a la gestión de los impactos y riesgos del propio desa-rrollo tecnocientífico (Medina, 1992). Las concep-ciones estándar de la ciencia y la tecnología no sólo han servido para intentar justificar dicho desarrollo como un proceso autónomo e imparable conforme a las tesis del determinismo tecnológico, sino tam-bién para legitimar el modelo de intervención y gestión tecnocientífica como paradigma de la efi-ciencia y de la acción racional. A su vez, la imple-mentación del modelo como realidad política ha estabilizado las concepciones de la ciencia y la tec-nología involucradas como representaciones ade-cuadas del mundo real7.

Sin embargo, la crisis del modelo estándar de evaluación de tecnologías (Medina, 1992) ha puesto de manifiesto la gran disociación existente entre la configuración real del cambio científico y de la in-novación tecnológica y la política oficial de evalua-ción y gestión de los mismos. Dicha disociación está

estrechamente relacionada con las concepciones tradicionales de la ciencia y de la tecnología y rep-resenta la consecuencia última de una serie de diso-ciaciones y compartimentaciones disciplinarias que configuran tanto la investigación, la organización y la formación académica y profesional, como la edu-cación en general. Todas ellas reproducen, de un modo u otro, la disociación conceptual y teórica fundamental entre las elaboraciones teóricas y las realizaciones tecnológicas, los contenidos descrip-tivos y los procesos evaluativos y normativos, la actividad de los científicos y el entramado social y político, la investigación científica "objetiva" y la configuración tecnológica del entorno.

Según las concepciones tradicionales de la cien cia y de la tecnología que sirven de base y legitima ción para la política científica y tecnológica y para las formas dominantes de educación e investiga ción, la auténtica investigación científica y sus re sultados se caracterizan por su presunta neutrali dad e independencia respecto a la organización social y a las circunstancias y metas políticas dadas. Conforme a esta interpretación estándar, la ciencia se ocupa de contenidos descriptivos y teóricos, cla ramente distintos y disociados de cualquier tipo de objetivos e intencionalidades normativas o evalúa- tivas. A pesar del predominio de estas concepcio nes, los Estudios de Ciencia y Tecnología han logra do poner claramente en evidencia la distorsionada imagen tradicional y sus ficticias disociaciones. La Nueva Imagen de la ciencia y la tecnología se basa en la interpretación del desarrollo científico y de la innovación tecnológica como procesos constructi vos dentro del estrecho entramado de la ciencia, la tecnología, la naturaleza y la sociedad.

Los resultados de dichos estudios sobre el cam-bio científico y la innovación tecnológica tienen importantes implicaciones para la reorientación de la formación y organización académicas y de la educación en general. Para la gestión factible de los problemas derivados de los desarrollos científicos y tecnológicos se impone asimismo un replantea-miento de la evaluación de tecnologías y de la polí-tica científica que tenga en cuenta dichos resulta-dos. La evolución de la investigación científica y de la innovación tecnológica no pueden disociarse de

7. En el intento de legitimar el proceso de tecnocientificación se llega incluso a echar mano de la teoría de la evolución para

caracterizar el desarrollo tecnoclentífico como un proceso evolutivo, en el que las nuevas tecnologías representan una tecnoevolución, o sea, una nueva fase evolutiva que continúa y culmina la fase previa de la bioevoluclón. La evolución tecnocientífica se convierte en un proceso autónomo e imparable conforme a las tesis del determinismo tecnocientífico. Sin embargo, la legitimación teórica naturalista del proceso de tecnocientificación confirma, paradójicamente, el carácter constructivo de la naturaleza. Si, como implícitamente se presupone, todo lo producido tecnocientíficamente forma parte de la naturaleza (a esta afirmación se la puede llamar el principio de tecnonaturalización), entonces la naturaleza es tecnológicamente reproducible. Es decir, la naturaleza es una construcción social e histórica del hombre (Böhme, 1990).

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la política ni de la evaluación o de la educación, porque de hecho forman parte de un complejo en-tramado que exige un tratamiento global e interdis-ciplinario. Precisamente los Estudios de Ciencia y Tecnología pueden jugar un papel importante de integración entre el mundo "científico" de la inves-tigación y la educación y el mundo "político" de la gestión, la evaluación y la regulación prácticas

Pero para poder configurar en la realidad una evaluación de tecnologías y una política científica de acuerdo con los actuales estudios sobre la ciencia y la tecnología, se ha de superar primero la gran disociación existente entre los contenidos y la prác tica de los curricula científicos y tecnológicos, por un lado, y las cuestiones planteadas por la evaluación y la gestión de la ciencia y la tecnología, por otro. Partiendo de la cuestión acerca de cómo debería organizarse la producción y la enseñanza del cono cimiento, se ha de plantear la configuración práctica de modelos interdisciplinares de investigación y educación capaces de incidir en un desarrollo compa tible de la innovación tecnológica. Frente a la políti ca competitivista que promueve la innovación tec nológica indiscriminada y la posterior gestión tecnocrática de los efectos negativos, y en contrapo sición a las formas de investigación y educación en ciencia y tecnología progresivamente comparti- mentadas y especializadas (de modo que quedan por completo disociadas de las cuestiones relativas a la evaluación y gestión del desarrollo científico y tecnológico) los modelos interdisciplinares han de tener como un objetivo primordial la innovación tecnológica compatible, o sea, su compatibilidad tanto ambiental como social, económica y democrá tica.

La integración del análisis constructivo de com-patibilidades, incompatibilidades y riesgos en los estudios y los curricula de ciencia y tecnología cons-tituye el puente capaz de establecer el nexo de la investigación empírica y teórica con la evaluación, afirmando la relevancia política de dichos estudios. La conceptualización constructiva de compatibili-dades o incompatibilidades requiere, sin embargo, un marco teórico común que abarque el entramado global en el que la ciencia y la tecnología se entrelazan sin costuras con la totalidad de los demás dominios de la práctica. La tarea primera de una teoría constructiva de la ciencia y la tecnología consiste, pre-cisamente, en elaborar las distinciones conceptuales y teóricas fundamentales que permitan integrar interdisciplinariamente los estudios científico-tec-nológicos, históricos y sociales junto con la evalua-ción y la política de la ciencia y la tecnología. El carácter interdisciplinar de dichas distinciones

constructivas ha de basarse en la práctica común (prediciplinar y precientífica) dentro del complejo mundo de la vida ordinaria, de forma que puedan servir, consecuentemente, de base conjunta tanto para los estudios descriptivos y normativos de la ciencia y la tecnología como para la deliberación y la gestión pública.

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2002, una odisea del espacio, película realizada por Stanley Kubrick en 1967, basada en la obra del escritor ingles Arthur C. Clarke. (Fotografía en Enciclopedia Salvat del Cine, 1979)

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HACIENDO CIENTÍFICOS E

INGENIEROS PARA PROPÓSITOS

NACIONALES EN USA:

desde la guerra fría hasta la competitividad económica

Juan Lucena y Gary Lee, Downey Center for the Study of Science in Society Virginia Polytechnic Institute and, State University

Introducción

a "construcción" de personas se ha convertido en una problemática de identidad nacional, es-

pecialmente la construcción de científicos e ingenie-ros.Con "construcción" de científicos e ingenieros nos referimos aquí a las actividades relacionadas en la producción de conocimiento, producción de tec-nologías y producción de identidades, que se lleva a cabo en las instituciones de educación científica y tecnológica. De especial atención son las mas re-cientes identidades de los ingenieros que están emergiendo en el nuevo contexto de globalización y que han alcanzado gran importancia nacional en varios frentes.

Uno de estos frentes es la redefinición del con-flicto internacional, hasta hace poco entendido en un idioma político y militar, en términos económi-cos. Bajo esta redefinición se esta tratando de trans-formar lo que entendemos por nación/estado en un espacio dentro del cual intereses individuales com-piten como si fueran un solo agente económico, con esperanzas de que estas acciones individuales ma-ximizen el interés colectivo de la nación. La fuerza de este compromiso patriótico a este nuevo llamado a las armas, ahora entendidas en términos económi-cos, ha sido encapsulado en el slogan: competitividad económica.

Nosotros queremos llamar la atención y criticar los peligros de esta celebración a la competitividad económica para que sea entendida como el nuevo vehículo a través del cual los Estados Unidos realiza sus propósitos nacionalistas en el contexto presente de economía global. Esta lógica nacionalista, bajo la retórica de competitividad, va mucho mas allá en el disciplinar de nuestras personas y vidas cotidianas

que la lógica militar de la Guerra Fría, pues convier-te cada acción individual en una defensa económica de la nación. La educación del ingeniero tiene par-ticular importancia en el desarrollo de estos eventos ya que los ingenieros figuran como participantes claves en prácticamente cada nueva imagen de glo-balización. Solamente hay que imaginarse cual-quiera de los utopías tecnológicas de futuristas ac-tuales, algunos de los cuales gozan de gran influencia en las visiones políticas y económicas del presente, para darse cuenta de la importancia, mu-chas veces implícita, que tiene la formación del ingeniero. Es debido a esta importancia, presente y futura, del ingeniero por lo que consideramos im-portante contribuir aquí, desde la perspectiva de los estudios sociales de la ciencia y tecnología, a diag-nosticar una pequeña parte del presente y partici-par críticamente en su surgimiento.

En este trabajo trazamos históricamente el de-sarrollo de la educación superior en ciencias e inge-niería en los Estados Unidos de Norteamérica des-de los años 50 hasta el presente, situando la educación científica y tecnológica como problema-tica histórica nacional. Esta educación ha servido como vehículo para llevar a cabo las diferentes agendas nacionalistas estadounidenses que han surgido desde comienzos de la Guerra Fría,

De especial importancia para nosotros es la dé-cada de los 80 cuando la Guerra Fría entro en su última década y la competitividad económica emer-gió como la nueva guía de la política nacional e internacional. Fue en este contexto que la educación en ingeniería surgió un primer plano como el lugar donde se prepara la mano de obra flexible y tecno-lógicamente especializada necesaria para colocar a

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los EE.UU. en primer lugar en el mercado global tecnológico. En este trabajo también analizamos las metáforas que surgieron en este nuevo contexto de economía global y las consecuencias políticas para los diversos grupos humanos que bajo pretensiones nacionalistas fueron formados para rescatar a los EE.UU. en la nueva carrera de la competitividad económica.

Utilizamos a la National Science Foundation como nuestro principal ejemplo institucional a tra vés del cual se han materializado las diferentes agendas nacionalistas en el campo de la educación superior en ciencia e ingeniería. Por ejemplo, en la década de los 60, la NSF sirvió como vehículo para desarrollar la gestión educativa científica que res pondía a la amenaza del comunismo soviético. En la década de los 80 y hasta el presente, la NSF está jugado un papel fundamental en el desarrollo de la gestión educativa en ciencia e ingeniería para llevar a cabo la agenda política y económica de la compe titividad económica.

La educación científica y tecnológica durante la Guerra Fría

En los años previos al lanzamiento del satélite Sputnik (Octubre 5,1957), la educación en ingenie-ría estaba a la par con otras formas de educación científica y tecnológica como componentes integra-les de la lucha contra el comunismo. Estos tipos de educación eran considerados como partes funda-mentales de la defensa nacional estadounidense. El presidente Eisenhower, por ejemplo, consideraba que las instituciones educativas eran mas importan-tes que las armas nucleares para la guerra fría. A comienzos de 1957, Eisenhower dijo:

Nuestras instituciones educativas son puntos estratégicos de nuestra defensa nacional. Estas instituciones son mas importantes que nuestra artillería, mas necesarias que nuestros radares y mas poderosas que la energía del átomo. (Eisenhower 1957).

Al mismo tiempo, un informe especial del Con-greso norteamericano situaba a la educación dentro del campo de batalla:

La guerra que el comunismo internacional esta librando contra nosotros ha sido llamada la "guerra de las aulas". Es una guerra que actualmente no está siendo peleada con armas espectaculares como los misiles teledirigidos, sino que está empleando un instrumento de nuestra civilización que ha sido aprovechado y convertido para usarse

como arma de guerra: la educación (U.S. Congress 19575, énfasis en el original).

Estos llamados no pretendían propiamente ase-gurar la educación liberal de jóvenes de clases pri-vilegiadas, por el contrario, eran llamados a estable-cer y mantener las bases científicas y tecnológicas necesarias para una supremacía militar.

En ese entonces era relativamente fácil evocar temores sobre la supervivencia nacional y su de pendencia de la política educativa en ciencia y tec nología. El jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aé rea, por ejemplo, presentó una preocupante imagen ante el Congreso en 1956:"Estamos perdiendo la guerra. La estamos perdiendo porque hemos perdi do la carrera contra Jos comunistas en la producción de más y mejores científicos e ingenieros" (O'Don- nell 1956). Consideremos la imagen visual de esta amenaza publicada en 1955 en un reporte de la NSF sobre profesionales en la Unión Soviética.

Esta imagen criticaba la preocupación nortea-mericana por la educación liberal, supuestamente dirigida a producir ciudadanos cultos y bien infor-mados la compara con la importancia que se le da en la Unión Soviética a la preparación técnica y a su nuevo compromiso con el intercambio entre expe-riencias educacionales y experiencias laborales. Nó-tese como en el sistema norteamericano el proceso es unidireccional a través de los años con énfasis en la educación primaria y secundaria. El mensaje: una minoría pasa a la educación superior mientras que la mayoría se pierde en trayectorias desconocidas. Por otro lado, el sistema soviético incluye varias rutas de entrenamiento técnico para aquellos estu-diantes que se desvían de la ruta tradicional, ade-más de tener un gran enfoque técnico en educación e investigación en niveles superiores. Si los EE.UU. pretendían sobrevivir a la amenaza soviética, ten-dría que cambiar su sistema educativo prob-ablemente concentrándose en el movimiento de estudiantes entre educación y empleo, (ver NSF 1961).

Después de 195, el Sputnik cambió las preo-cupaciones norteamericanas ya que fue interpre-tado como un logro en el campo científico y no en el campo de la ingeniería. El interés nacionalista en educación durante la década de los sesenta se redujo exclusivamente a la ciencia y a la produc-ción de científicos para investigación básica y aplicada. Los avances científicos se convirtieron en la necesidad nacional más inmediata en lugar de los desarrollos tecnológicos. Estos últimos se daban por hecho como un resultado lógico de la

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investigación científica básica. El director de la NSF ratificó en 1965:

"La investigación científica básica es el fundamento sobre el cual reposa todo desarrollo tecnológico...La principal responsabilidad de la National Science Foundation en el campo de R&D es investigación y educación en ciencia básica."(Haworth en U.S. Congress 1965:5)

Los ingenieros y la ingeniería desaparecieron del debate público, reemplazados por una creciente atención en ciencia aplicada. Por ejemplo, la NSF aceptó el consejo de Edward Teller de no colocar el énfasis en la educación en ingeniería ya que esto seria un desacierto:

" La educación del ingeniero está mejorando por si sola...Mientras que un incremento en el número de ingenieros graduados puede traer beneficios, dicho incremento no satisface las necesidades especificas de la ciencia aplicada... En mi opinión la ingeniería no debe ser considerada como un eslabón débil en nuestro esfuerzo científico y tecnológico...Por lo tanto debemos poner el mayor énfasis posible en la educación superior en ciencia aplicada" (Teller en NAS 1965:259).

Con miras a extender este compromiso con la ciencia hasta los niveles de educación primaria y secundaria, el Departamento de Salud, Educación y Bienestar Social inició una gran campaña pro-mocional llamada "ciencia como estilo de vida". En esta campaña nunca se mencionó a la ingenie-ría. Este compromiso con la educación e investi-gación científica se tradujo en incrementos muy significativos en el presupuesto para programas federales durante los sesenta. Por ejemplo, el pre-supuesto de la NSF pasó de $13 millones de dóla-res en 1958 a $40 millones en 1959. Para 1968, este presupuesto ya alcanzaría los $500 millones. Du-rante la década de los sesenta, el presupuesto de la NSF se multiplicaría mas de 40 veces (Mazuzan 1988).

El ejemplo principal de este compromiso con la educación científica para alcanzar superioridad mi-litar fue la aprobación de la ley de educación para defensa nacional (National Defense Education Act of 1958). El impacto de esta legislación en la educa-ción en ingeniería seria casi nulo1.

La década de los 70: énfasis en ciencia aplicada

En la década de los 70 se mantuvo el énfasis en la ciencia, pero al mismo tiempo se presentó una preocupación por la distribución interna de los re-cursos nacionales. La defensa de la nación frente a la amenaza externa del comunismo no era suficien-te. El alcance de los problemas considerados como legítimos para ser resueltos por medio de la ciencia aplicada fue expandido para incluir áreas domésti-cas no-militares, como energía, transporte, polu-ción. Esto se logró, por ejemplo, a través de progra-mas como la Investigación Aplicada a Necesidades Nacionales (Research Applied to National Needs (RANN)) de la NSF. Dicho programa rompía con el mandato original de la NSF al organizarse al alrede-dor de problemas domésticos en lugar de estar organizado en disciplinas científicas. La disminu-ción en el presupuesto de la NSF para la educación en ciencias básicas y el aumento al presupuesto de la investigación aplicada durante los años 70, como se puede ver en la estructura organizacional de la NSF en 1975, refleja este mayor énfasis en investiga-ción aplicada que en educación científica.

La década de los 80: de la justicia social a la competitividad económica 2

A comienzos de los 80 la retórica de competiti-vidad económica comenzó a desplazar a la retórica de justicia social de la agenda nacional. Al mismo tiempo, la ingeniería y la educación del ingeniero comenzaron a obtener un gran significado nacional y, por lo tanto, atención del gobierno federal. Por ejemplo, en 1979 la NSF expandió por primera vez su división educativa para incluir la educación del ingeniero, y convirtió la división en ciencias de ingeniería en uno de los siete directorios que la conforman. Estos cambios organizacionales fueron justificados como nuevas vías para estimular el cre-cimiento económico y la competitividad (Mazuzan 1988: 28).

1.De los 10 títulos de la NDEA tan solo el II (Préstamos a estudiantes en instituciones de educación superior) y el IV (Becas de Defensa Nacional) proveían fondos a estudiantes de ingeniería. Sin embargo, el porcentaje de fondos que iban a parar a la educación en ingeniería era minima, comparado con los de educación en ciencias. Por ejemplo, durante el año fiscal de 1959-63 tan sólo el 10% de los fondos para becas se destinaron a la ingeniería, mientras que los de ciencias naturales y físicas, el 32% (véase, U.S. Department of Health, Education ans Welfare, 1964).

2.El concepto de justicia social se refiere a que los recursos y oportunidades de la nación deben ser distribuidos de manera justa entre sus ciudadanos. El de competitividad económica se refiere a que los recursos humanos, materiales y culturales deben ser creados y/o cambiados de dirección ("encauzados" como se dice en el pipeline) para mejorar y, en últimas, asegurar el liderazgo económico de los EEUU en el mercado global.

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En 1983, el famoso citado informe" Una nación bajo riesgo: imperativos para una reforma educa-cional" (A Nation at Risk: The Imperative for Educatio-nal Reform ) fue el primero en conectar explícita-mente la educación con la competitividad económica. A diferencia de los programas para una gran sociedad de los años 60 basados en ideas de justicia distributiva y equidad, este informe refleja la ideología de mercado libre en el campo económi-co y conservatismo en el campo social que domina-ría el discurso político de los años 80. Es en este tono ideológico como este informe define 'progreso so-cial' en términos de iniciativas individuales 'de mente y espíritu' que a través de competir indivi-dualmente rescatarían a una 'nación en riesgo' de perder el liderazgo en el mercado global tecnológi-co. El reto ya no consistía en la amenaza del comu-nismo. El nuevo reto era el de estimular las iniciati-vas individuales de estudiantes en todos los niveles para que participaran en la nueva carrera naciona-lista de competitividad económica.

Es muy claro como para 1983 la competitividad económica llego a ser una prioridad nacional que continúa dominando el discurso político en los EE.UU. hasta el día de hoy. Una clara ilustración de este punto es la recomendación del Foro de Corpo-raciones y Educación Superior (Business-Higher Education Forum) en un reporte titulado "El reto competitivo para América: necesidad para una res-puesta nacional" (America's Competitive Challenge: The Needfor a National Response, 1983):

'Este foro hace solamente una recomendación general: como nación, debemos llegar al consenso de que la competitividad industrial es crucial para nuestro bienestar social y económico. Dicho consenso requerirá de un cambio en las actitudes del público acerca de las prioridades nacionales, así como de un cambio en las percepciones acerca de la naturaleza de nuestros males económicos" (p. 2).

Con la retórica de la competitividad ganando amplia aceptación, los programas en educación científica fundados en premisas de justicia social de los años 60 se convirtieron en blancos de ataque de la administración Reagan. Estos programas desde luego incluyeron programas educativos bajo la ley de oportunidad equitativa en ciencia y tecnología de 1980 (Science and Technology Equal Opportu-nity Act of 1980) que era un legado de los esfuerzos por justicia social y representación equitativa de mujeres y minorías raciales en todas las áreas de la vida norteamericana. Estos programas comenzaron a ser percibidos, no únicamente como intervencio-

nismo de estado en la educación superior, sino como barreras a la competitividad económica (ver Fleming et al, 1978). George Keyworth, director de la oficina de ciencia y tecnología de la Casa Blanca durante la primera administración Reagan, puso este punto muy en claro durante su intervención en una conferencia cuyo tema era la Movilización de Ingeniería e Ingenieros para propósitos nacionales (National Engineering Action Conference, April 7, 1982). Defendiendo la decisión de la administración Reagan de eliminar los programas educativos de la NSF para 1983, Keyworth dijo:

La presente administración cortó el apoyo financiero a aquellos programas en educación científica y tecnológica, como los de la NSF, porque estaban fundados sobre preceptos de los años sesenta. Aquella era una época de rápida expansión económica en la cual la nación se concentró en la distribución de beneficios y en ampliar la participación. Pero en los años ochenta la economía esta decayendo por lo cual debemos concentrarnos en el crecimiento económico (citado en U.S. Congress 1982b)

Para reaparecer en la política educativa de ciencia y tecnología, los grupos con baja representación en estos campos (es decir aquellos que se diferenciaban de los hombres blancos de clase media) tuvieron que esperar hasta la mitad de la década cuando ciertos instrumentos de persuasión visual, tales como la metáfora visual del 'pipeline' que analizaré mas adelante, los destacara como grupos estadísticamente relevantes para la competitividad económica.

La era Reagan La reinterpretación nacionalista de la competitividad

económica como una lucha y un riesgo nacional fue súbita y dramática, personificada y representada en la elección de Reagan. Reconcep-tualizando el "nacionalismo" en términos económicos y la economía en términos nacionalistas legitimó y abrió posibilidades para niveles de cooperación, nunca antes vistos, entre la industria, la universidad y el gobierno. Durante los años 60 y 70, dichas colaboraciones hubieran recibido protesta pública ya que hubiesen significado visiones apo-calípticas del establecimiento militar-industrial. En 1 los 80, los riesgos aparentes de esta coalición entre gobierno, industria y universidad fueron percibidos como mínimos en comparación al riesgo de una muerte lenta pero segura de una nación que no puede competir. La preocupación de los 70 por la distribución de los recursos económicos existentes

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fue opacada por el esfuerzo de encontrar nuevas formas de generar nuevos recursos. Este ímpetu, desde luego, incluyó la creación de recursos huma-nos.3

Este nuevo posicionamiento del desarrollo tec-nológico y la productividad económica en el centro de la agenda nacional dio a los ingenieros una excelente oportunidad para convertirse en los líde-res del nuevo campo de batalla. En 1985, por ejem-plo, el presidente Reagan hizo un llamado a la Academia Nacional de Ingeniería (National Aca-demy of Engineering) para

"...organizar la habilidad técnica de los ingenieros en nuestra nación en una campaña que garantice el liderazgo americano en ciencia, tecnología e ingeniería en el siglo XXI...Este esfuerzo es fundamental para alcanzar la meta de ayudar a las compañías y trabajadores americanos a modernizarse y competir." (NAE, 1986:3)

Respondiendo a este llamado y al continuo des-censo de la posición competitiva de los EE.UU. en el mercado global, la Academia Nacional de Inge-niería emitió la "Agenda tecnológica para respon-der al reto competitivo" (Technology Agenda to Meet the Competitive Challenge) que consiste en seis pun-tos básicos, uno de los cuales es el fortalecimiento de la educación en ingeniería. Esta agenda se refiere a la educación del ingeniero como determinante fundamental de la calidad de la contribución que la ingeniería pueda hacer al liderazgo tecnológico, la competitividad industrial y la seguridad nacional de los EE.UU. (NAE 1986:16)4

La Academia de Ingeniería comenzó a cumplir con su compromiso patriótico de mejorar la produc-tividad nacional asegurando primero que todo que la habilidad existente de los ingenieros pudiera proveer un liderazgo efectivo. El primer paso era

establecer donde se encontraba localizada esta pe-ricia o destreza, como se originó, y como reprodu-cirla. Esta problemática fue analizada en un estudio de 5 años sobre la educación y la utilización del ingeniero (Education and Utilization of the Engineer) en los EE.UU.. Dentro de los nueve volúmenes que produjo dicho estudio, se creó un modelo visual de la educación del ingeniero que asemeja un diagra-ma de tuberías, basado en las ecuaciones de balance de flujo de energía y masa utilizadas en los cálculos de ingeniería5. Siguiendo los flujos entrantes prove-nientes de las escuelas secundarias, por la izquier-da, hasta los flujos salientes por muerte, incapaci-dad, migración, etc., por la derecha, este modelo conecta educación y empleo en movimientos infras-tructurales a través de conecciones y circuitos de realimentación. Esta reaparición de los métodos de ingeniería para tratar de resolver problemas socio-económicos (fenómeno conocido como 'social engi-neering') nos presenta una oportunidad fascinante para analizar críticamente las tendencias tecnocrá-ticas (mas no democráticas) de los gobiernos neoli-berales. Este análisis esta siendo adelantado en mi disertación de doctorado.

Esta imagen de tuberías obtuvo gran perma nencia ya que el seguimiento de ingenieros a través de esta permitió re-imaginar la educación y utiliza ción del ingeniero en términos económicos de ofer ta y demanda, dándole más legitimidad a la ideolo gía de mercado libre en la gestión educativa. Este modelo es el que ha llegado a conocerse mas co múnmente como el 'pipeline' de ciencia e ingenie ría.

Dentro de la industria estadounidense, volver-se más competitivo usualmente ha significado ser capaz de responder flexiblemente a mercados cam-biantes (Martin 1994). La principal estrategia ha sido remoldear las estructuras corporativas alrede-dor de los procesos técnicos de producción, logran-do así que las formas administrativas cambien con

3. Respondiendo a esta nueva preocupación por los recursos humanos, el Comitéde ciencia y tecnología de la Cámara de Representantes de los EEUU sancionó en la ley Engineering and Science Manpower de 1982 (H.R. 5254) cuyo "propósito (consistía en) (sic) en establecer una política nacional que asegurará una oferta adecuada de científicos e ingenieros que podrá enfrentar las necesidades de nuestro país en el futuro. "La administración del presidente Reagan se opuso a esta legislación, pues vió en ella un intento de centralizar la planificación de recursos de científicos e ingenieros y de la educación bajo la dirección del gobierno federal. Por el otro lado, el Congreso de mayoría demócrata defendía una mayor participación del gobierno en la planificación y regulación de los 'recursos' de los científicos e ingenieros, desafiando así los conceptos de libre mercado de la administración Reagan. El problema clave que había que resolver con esta legislación era si el gobierno federal debería regular en el futuro la oferta y la demanda de científicos e ingenieros. Pero a pesar de las discusiones retóricas entre los apologetas del libre mercado y de los del intervencionismo estatal había un consenso general en que la competitividad económica era la cuestión nacional más importante.

4. Posteriormente la comunidad que tiene que ver con la educación en ingeniería adoptó la retórica de la competitividad económica. Por ejemplo, el grupo dedicado a supervisar la calidad de la educación en ingeniería de la Sociedad Americana de Educación en Ingeniería (ASEE) afirmó en 1986 que "la educación en ingeniería puede ayudar a fortalecer la competitividad de los EEUU en la medida en que se hace hincapié en todo el proceso de desarrollo y elaboración de productos de alta calidad y bajo costo" (ASEE 1986:1.)

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las formas de producción. Esta acumulación flexi-ble de capital en una nación que lucha por sobrevi-vir en el mercado global requiere entonces de inge-nieros flexibles y en gran cantidad.

Uno de los resultados de esta demanda de inge nieros flexibles han sido planes para rehacer o re- moldear ingenieros. Así lo dijo el director ejecutivo de la oficina de personal científico y tecnológico de la Academia Nacional de Ciencias:

"Debemos comenzar a pensar ahora en lo que queremos ver dentro de 10 a 15 años en lo que refiere a la producción de científicos e ingenieros en el 'pipeline' ...Estos deben ser recursos humanos lo suficientemente flexibles en términos de entrenamiento para que puedan ser remoldeados rápidamente en caso de que sus habilidades no correspondan con lo que se necesite en ese entonces (Fetcher en U.S. Congress 1985:43,64-5)

Así mismo, la National Science Foundation res-pondió con mas de $200 millones de dólares asig-nados a programas para la investigación e innova-ción de la educación en ingeniería. Estos programas tienen como fin transformar el curriculum de inge-niería para producir ingenieros mas flexibles. El programa bandera de esta iniciativa se llama Coa-liciones en Educación de Ingeniería (Engineering Education Coalitions) bajo el cual se han patrocina-do ocho coaliciones cada una por $30 millones de dólares (cada una por 5 años y renovables por 5 años más) para que grupos de colaboración entre universidades e industria transformen el curricu-lum de ingeniería.

Un segundo resultado de este llamado a la crea-ción de científicos e ingenieros flexibles ha sido la creación de las categorías "mujeres" y "minorías" como personas estadísticamente relevantes en la educación científica y tecnológica. La directora eje-cutiva de la comisión encargada de mantener el inventario de la mano de obra científica estadouni-dense, señalando las limitaciones en el lenguaje de oferta y demanda en la contabilidad de recursos humarlos, dijo:

" Cual es la oferta de científicos e ingenieros en los EE.UU.? Esta pregunta, aparentemente fácil y formulada con mucha frecuencia por los especialistas en estadísticas laborales, no es tan simple como parece y su respuesta es complemente incierta..." (Verter 1985a:27)

Luego añadiría:

"Estas predicciones usualmente se equivocan porque muchos otros factores afectan el resultado...Otra necesidad para obtener predicciones mas precisas en todos los niveles del 'pipeline' de ciencia e ingeniería es la obtención de datos divididos por sexo y raza."(Vetter en U.S. Congress 1985b:526,533)

El punto fundamental aquí es el llamado a la creación de categorías estadísticas basadas en sexo y raza. Estas categorías servirían mas tarde para alimentar el 'pipeline'de ciencia y tecnología.

Para 1987, la NSF no solamente había adoptado la metáfora visual del 'pipeline' sino que la trans formó en una imagen lineal. La clasificación, por sexo y raza, de personas estadísticamente relevan tes y la observación del movimiento de estas a través del 'pipeline' fijó la atención de la gestión educativa en la 'fuga' de personas hacia afuera del 'pipeline'. El mayor problema de dicha gestión se convirtió en como detener estas fugas. El director de la NSF ilustró este punto cuando dirigiéndose al Congreso estadounidense dijo:

Si queremos suministrar a nuestras industrias y gobierno con el potencial humano que necesitamos en el futuro...necesitamos concentrarnos en aquellos grupos que hoy tienen baja representación en las áreas de ingeniería: las mujeres y las minorías. Esto es algo en lo cual la Fundación se ha venido concentrando y en lo cual tendrá que concentrarse mucho mas en el futuro. (Bloch 1987:9)

La retención de mujeres y minorías raciales

dentro del 'pipeline' se convirtió en algo crucial para la competitividad norteamericana. Así lo ex-preso la junta directiva de la National Science Foun-dation:

Desde la perspectiva de la competitividad económica (como desde otras perspectivas) los programas y esfuerzos administrativos de la NSF diseñados para atraer a las mujeres, las minorías, y los grupos económicamente y socialmente poco privilegiados merecen atención y deben continuarse(NSB 1988).

Lo interesante aquí es como grupos estadísticos que ya existían en los años 60, pero construidos en ese entonces bajo premisas de equidad y justicia distributiva, eran 'deconstruidos' y reconstruidos ahora bajo las premisas de la competitividad económica. Esta reconstrucción ha tenido ventajas, des-

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ventajas y ciertamente una gran ironía. Una desven-taja es que tiende a eliminar las distinciones dentro del mismo sexo y la misma raza. Por ejemplo, desde el punto de vista estadístico, cada mujer blanca representa a todas las mujeres, cada hombre negro representa a toda la raza negra, y cada mujer negra pertenece a los dos grupos. Las diferencias indivi-duales dentro de los grupos estadísticos desapare-cen con el fin de dar relevancia al concepto de 'grupo' económicamente relevante.

La principal ventaja y más grande ironía de esta reificación de personas estadísticas es que ha dado poder político a las organizaciones que representan a dichas personas. Los programas basados en el 'pipeline' dirigieron atención pública y dineros fe-derales hacia las experiencias y problemas educati-vos de las "mujeres" y las "minorías". Las organiza-ciones no-gubernamentales que representan los intereses de las minorías en educación superior tecnológica tales como el consejo nacional de mino-rías en ingeniería (National Advisory Council on Minorities in Engineering, NACME) O la Asociación Nacional de Administradores de Programas de Mi-norías en Ingeniería (National Association of Mino-rity Engineering Programs Administrators, NAME-PA) encontraron nuevos accesos al poder político en la gestión educativa. Por ejemplo, esta última aso-ciación le dio a su convención anual en 1994 el titulo "Socios en el 'pipeline': produciendo minorías en ingeniería". Este título les aseguró el acceso a varios senadores del congreso estadounidense y por lo tanto a la ponencia de legislaciones futuras para aumentar la representación de las minorías en inge-niería.

Conclusiones Nosotros sostenemos que la actual educación

del ingeniero suprime responsabilidades funda-mentales a nivel global y local en lo que concierne a todo aquello que no está dentro un marco de problemas llamados 'técnicos'. La demarcación de lo técnico y lo socio-cultural, y por lo tanto la de-marcación de donde se tiene o no se tiene respon-sabilidades como ingeniero, obedece hoy en día a conceptos de tecnología y a su relación con la pro-ductividad económica que han surgido dentro del contexto de competitividad económica. Dentro de este contexto, las responsabilidades del ingeniero se limitan, además de la eficiente solución de pro-blemas técnicos, a un comportamiento ético bajo la responsabilidad de un superior. Este comporta-miento hoy en día se justifica como una contribu-ción a la competitividad nacional, enmascarando así propósitos nacionalistas.

Con nuestro análisis de la construcción de inge-nieros esperamos poder ayudar a los ingenieros a entender y evaluar críticamente su posición dentro de la agenda nacionalista de competitividad econó-mica, con esperanzas de que comiencen a formular otras agendas globales, mas importantes que la competitividad económica, y desarrollen así nue-vos conceptos de responsabilidad que se extiendan mas allá de lo que ahora se considera como el espa-cio técnico. El peligro de nuestra tarea es que sim-plemente termine ayudando a construir ingenieros mas flexibles y así alimente esfuerzos recientes para mejorar la competividad estadounidense.

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Tommy Kirk, gracias a un corto circuito en su extraño casco, puede leer la mente. Escena de la

película Zafarrancho en la Universidad, realizada en 1963 por Robert Stevenson. (Fotografía en

Enciclopedia Salvat del Cine, 1979)

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En El profesor chiflado, realizada por Jerry Lewis en 1963, un brebaje trasforma a un tonto

científico en brillante y apuesto seductor. (Fotografía en Enciclopedia Salvat del Cine)

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EL APORTE DEL DIPLOMÁTICO SUECO HANS JACOB GAHN (1748-1800)

A LA FORMACIÓN DE LA BIBLIOTECA

DE HISTORIA NATURAL DE JOSÉ

CELESTINO MUTIS (1732-1808)

José Antonio Amaya1, Universidad Nacional de Colombia, Svenska Institutet: Naturhistoriska Ríksmuseet, Centre de Recherche Interuniversitaire sur l'Amérique espagnole coloniale (París III)

• RESUMEN.-

Se trata de profundizar en el estudio del papel que desempeñó la ciencia sueca en la implantación de la historia natural en el virreinato de la Nueva Granada durante la segunda mitad del siglo xviii. Con tal fin se describe y analiza en esta ocasión la contribu-ción de H. J. Gahn y de otros naturalistas suecos (Linneo padre e hijo, P. J. Bergius, etc.) a la formación de la Sección de Historia Natural de la Biblioteca de J. C. Mutis, director de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada (1783-1816). Tal biblioteca se halla integrada al patrimonio nacional colombiano desde 1822. Se demuestra que Gahn llegó a convertirse en el principal consejero y asesor de aquella Expedición en materia de provisión de libros, desde 1783 hasta 1790 por lo menos. Se describen las circunstancias en que este protagonismo operó, las razones que lo explican, su alcance, limitaciones y expectativas. También se lo pone en paralelo con el papel de Madrid adonde Mutis gozaba de protección política más no de apoyo científico. Al final del trabajo se incluyen dos apéndices. En el Apéndice A se editan tres cartas inéditas de Gahn a Mutis. En el Apéndice B se levanta un Catálogo de libros procurados por los suecos. Este catálogo se halla acompañado de comentarios relativos al conocimiento por Mutis de la edición, pedido del libro, proveedor, localización del ejemplar original o de algunas de sus copias, etc.

as relaciones científicas entre el virreinato de la Nueva Granada y el reino de Suecia durante la

segunda mitad del siglo xvm han sido objeto de apor-tes historiográficos por parte de Sir James Edward Smith (1759-1822), Miguel Cohneiro (1816-1901), Fe-derico Apolinar Gredilla Gauna (1859-1919) y Guiller-mo Hernández de Alba Lesmes (1906-1988). Los tra-bajos básicos de síntesis en este tema se deben a Hermann Schumacher (1839-1890), Stig Ryden y Len-nart Andersson. En nuestra reciente tesis doctoral tuvimos la satisfacción de presentar a la comunidad científica contribuciones de uno y otro género2.

Cabe destacar que las relaciones de Mutis con H. J. Gahn han sido hasta ahora, probablemente, uno de los aspectos menos estudiados de este tópi-co, a pesar de hallarse publicada, desde 1975, una buena parte de la correspondencia intercambiada entre Gahn y Mutis (ver Apéndice A). En este terre-no las relaciones entre Mutis y Linneo han venido acaparado prácticamente toda la atención. Sin em-bargo, tal y conforme nos proponemos demostrarlo en este trabajo, Gahn desempeñó el papel clave en la formación de la biblioteca de historia natural de Mutis (ver Apéndice B), en su género proba-

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blemente la más nutrida colección de América es-pañola en el siglo xvin. Además, el epistolario Gahn-Mutis es, sin ninguna duda, el más volumi-noso de cuantos Mutis cultivó con los naturalistas suecos entre 1760 y 1790. Este protagonismo del cónsul Gahn, cuya biografía espera la comunidad científica, constituye uno de los momentos más memorables de las relaciones entre nuestros dos países.

Creación de la Expedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada

En marzo de 1783, cediendo a las instancias del arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora (1723-1796), Mutis resuelve presentar a la Corona su proyecto de expedición en Nueva Granada. «Pone a los pies» del trono el conjunto de las colec-ciones de historia natural que a título personal ha-bía venido formando desde el año de 1760 cuando se produce su llegada a este Nuevo Reyno. Por primera vez presenta su obra como a punto de ser «consumidor», ofrece todas las garantías de una «pronta publicación» y solicita para el efecto el con-curso de Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), di-rector del Real Jardín Botánico del Prado de Madrid (1771-1801), institución de tutela de la Expedición Mutis a lo largo de su historia (1783-1816). Aseguró entonces Mutis que su «abundante librería no poco socorrida con los autores clásicos de historia natu-ral» lo dispensaba de pedir a la Corona los auxilios de esta especie, "a excepción de algunos pocos"3. Pese a ello, al aprobar el proyecto de Mutis, en noviembre Io de 1783, la Corona se comprometió a proveer de libros e instrumentos a su Primer Botá-nico y Astrónomo4.

Las conveniencias obligaron a Mutis a referirse a Gómez Ortega, aunque la tensión entre los dos hombres no había hecho sino exacerbarse a raíz de la creación de la Expedición Mutis. En efecto, la institución de esta empresa había significado, nada menos, que la disolución de la Expedición a Santafé que Gómez Ortega había puesto en 1778 bajo la dirección de su protegido Sebastián José López Ruiz (1741-1832). Esta expedición, apéndice de la del Perú y Chile (1777-1788)5, no produjo resultado alguno conocido hoy por hoy en la preparación de una «Hora de Santafé», uno de sus objetivos funda-cionales. También debe puntualizarse que Mutis le fue impuesto a Gómez Ortega por la autoridad política del jefe de éste, el ministro de Indias José de Gálvez (1720-1786), quien a su vez fue instado por su pariente y protegido, el arzobispo-virrey Caba-llero y Góngora6. Por su parte, el director del Prado de Madrid dictaminó «dejar el arbitrio» de Mutis «todo lo concerniente a su empresa»7. Semejante

actitud de aparente indiferencia se irá revelando como un verdadero obstáculo a toda posibilidad de colaboración entre el Jardín del Prado y la Expedi-ción en Nueva Granada, al menos hasta la caída de Gómez Ortega en 1801.

En la medida en que todo se oponía a la relación entre Mutis y Gómez Ortega, nadie podía conside-rar con fundamento un desplazamiento de Mutis al Prado de Madrid con el fin de dirigir desde allí la edición y publicación de su Flora de Bogotá. Además, el principal protector de Mutis, Caballero y Góngora, se hallaba afectado en la Nueva Granada y no en la metrópoli. Así, Mutis hubo de decidirse a publicar en Santafé de Bogotá su historia natural, en particular su Flora. Una empresa de tamaña enver-gadura no había sido acometida en el Nuevo Mun-do a lo largo de su historia, puesto que hoy como a finales del siglo xvm, la edición de una flora exige hábiles botánicos, ricos herbarios de comparación y, como es natural, una muy nutrida biblioteca, para no hablar de impresores y grabadores, medios to-dos éstos de los que Mutis carecía en Santafé.

Estado de la Botánica neogranadina en 1783 Los trabajos botánicos adelantados por Mutis

entre 1760 y 1783 revelaban una curiosidad insacia-ble y una rara habilidad en las artes de colectar, describir y dibujar. En todo este tiempo Mutis había tenido éxito formando algunos colaboradores entre quienes pueden citarse a Jaime Navarro, José Anto-nio Escallón, Policarpo Fernández (m. en 1781), sin olvidar al pintor criollo Pablo Antonio García del Campo (1744-1814), este último premonición de la célebre escuela de dibujo de la Expedición. Sería exagerado pensar, empero, que Mutis logra formar una escuela botánica, ni aún un puñado de botáni-cos profesionales, si se exceptúa, quizá, a Juan Eloy Valenzuela y Mantilla (1756-1834), promovido a la subdirección de la Expedición Mutis desde 1783 hasta 1784. Los «herbarios» de comparación fueron sencillamente inexistentes en Santafé a lo largo del lapso que nos ocupa y por lo que toca al período que abarca la Expedición Botánica, se conocen algunas colecciones ofrecidas a Mutis por algunos de los discípulos de Linneo. La única información que nos ha llegado en este sentido concierne a Pehr Jonas Bergius (1730-1790) y Gustav von Paykull (1757-1826) quienes enviaron en 1784 sendas colecciones de plantas de Laponia y de insectos suecos estos últimos en número de 1408.

Sobre todo para 1783, en vísperas de ser creada la Expedición, Mutis no ha logrado formar una colección de libros de botánica sino de dimensiones muy reducidas. En los anaqueles de su biblioteca,

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«muy copiosa y tal vez nunca vista en América» como él mismo la describía ya en 17789, se conser-van, hacia 1783, nueve títulos de Linneo adquiridos por el propio Mutis o con los que Linneo y algunos de los discípulos de éste lo habían honrado. Ade-más de otras siete obras, en su mayor parte del siglo xvn, que aparecen citadas en los Apuntamientos dia-rios de Mutis, dos de las cuales relativas a la flora americana10. Es verdad que en 1773 el gaditano había intentado aprovechar el viaje de estudios de «botánica [y, sobre todo,] de mineralogía»11 de su discípulo neogranadino Clemente Ruiz Pavón a Suecia para proveerse de libros. Con tal fin prepara un pedido que dirige al naturalista y magnate sueco residenciado en Gotemburgo Cías Alstrómer (1736-1794), antiguo discípulo de Linneo, quien promete «procurar los libros» para su amigo y corresponsal. Nada demuestra empero que el barón haya cumpli-do su palabra12. Por otra parte no deben olvidarse las estrecheces que Mutis padece en El Sapo entre 1777 y 1782 como consecuencia del fracaso de sus empresas mineras, en un momento en que las rela-ciones de la Nueva Granada con su metrópoli su-fren múltiples interrupciones con motivo de la in-ternacionalización de la guerra de Independencia americana (1775-1782).

Para 1779 nadie en la Nueva Granada, ni siquie-ra el propio Mutis, se encuentra en mejor situación ni en posesión de mejores medios para adelantar una investigación botánica que López Ruiz. En no-viembre de 1778 el panameño es nombrado botáni-co del rey, colector del Real Jardín de Migas-Calien-tes (trasladado desde 1781 al Prado de Madrid) y encargado de preparar una Flora de Santafé según las normas prescritas por Linneo. Carlos ni dota a este subdito con un equipo integrado por una prensa portátil para la preparación de muestras de her-bario, barómetros, termómetros, lupas, papel para dibujo y papel para montar los herbarios. La biblio-teca botánica de Mutis por nosotros identificada es pálida al lado de aquella que la Corona, por inter-medio de Gómez Ortega, importa parcialmente de París para López Ruiz. Esta, cuyo catálogo tuvimos ocasión de localizar en Sevilla y en Santafé de Bo-gotá, contaba con un total de 70 títulos, 46 relativos a la flora americana y el resto sobre sistemática, botánica en general y literatura de viajes. Linneo estaba representado con nueve de sus títulos1^. No obstante, la tensión entre Mutis y López Ruiz nos inclina a dudar que el primero hubiese consultado esta magnífica colección antes de 1783. La biblioteca de López Ruiz contiene, sobradamente, los títulos reseñados por Mutis en su primer pedido a Europa, pedido que analizamos más adelante. En tales con-diciones resulta paradójico que la administración

imperial o virreinal no invocase el carácter oficial de esta colección, depositada en la propia capital del virreinato, para ordenar ponerla al servicio del director de la nueva y definitiva Real Expedición Botánica.

El desafío de editar en Santafé la Flora de Bogotá

Para la realización de sus itinerarios las expedi-ciones del siglo xvm a América solían aprovisionarse de libros de base, suficientes para preparar las colecciones objeto de estudio al retorno a Europa. La Expedición Mutis, por el contrario, debiendo comenzar por preparar la edición de una flora de corte linneano, se ve obligada a formar una biblio-teca de gabinete que, como acabamos de verlo, no existe en el Nuevo Reyno. De esta manera, de la noche a la mañana, Mutis se halla confrontado a la necesidad de crear una biblioteca especializada. En la propia España metropolitana, y con mayor razón en una de sus colonias, semejante cometido plantea una dificultad colosal. Las obras de historia natural, en particular las de botánica, suelen publicarse en Suecia, Alemania, Inglaterra, Holanda y Francia. En la Península el comercio de este tipo es practica-mente inexistente y los escasos importadores allí instalados se hallan sometidos a una legislación restrictiva por parte de la Inquisición y de los servi-cios aduaneros. Todo lo cual opone obstáculos for-midables, aumenta el costo del libro y dilata de modo muy considerable los plazos de entrega. No debe olvidarse, además, que en aquel entonces los libros de botánica y de zoología a más de raros solían ser costosos, quizá los más costosos del mer-cado, en razón de sus grabados e iluminaciones.

Para responder a semejantes exigencias Mutis tiene, claro está, la posibilidad de recurrir al Real Jardín del Prado de Madrid, es decir a Gómez Or-tega. Este último, en su condición de director del Prado, de organizador de la Expedición al Perú y Chile (1777-1788) y también del apéndice de ésta, la Expedición a Santafé de López Ruiz (1778-1783), cuenta con una no despreciable experiencia en el aprovisionamiento de libros14. Puede incluso pen-sarse que para no poner al descubierto sus limita-ciones en materia de información y para no entrar a depender en un aspecto de tanta importancia estratégica como es la bibliografía, Mutis opta por descartar esta posibilidad y determina constituir su propia biblioteca, de su propio peculio, de la forma más rápida posible y en lo esencial por vías priva-das.

No obstante, justo en 1783, la muerte de su hermano, el R. P. Julián Isaac Mutis y Bosio (n. en

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1748), priva a Mutis de su contacto de confianza con su Cádiz natal. En efecto, Julián Isaac, último pro-pietario de la librería familiar adquirida por el abuelo Damián Bosio en 1706, había venido operan-do como intermediario de Mutis en el manejo de las correspondencias de éste con el extranjero15. En estas condiciones Mutis se dirige al comerciante Juan Jiménez instalado en Santafé de Bogotá, quien a su vez lo pone en contacto con uno de sus provee-dores en Cádiz, Fernando Gómez (m. en 1785).

Es a partir del 31 de octubre de 1783, después de haber encontrado solución al problema plantea-do por el giro de dineros de Santafé de Bogotá a Cádiz, que Mutis puede retomar su corresponden-cia con Hans Jacob Gahn, cónsul de Suecia en Cádiz, amigo seguro y eficaz, con la esperanza de que éste le ayude a encontrar las obras completas de Linneo y de una manera más general bibliografía de histo-ria natural. Su carta de la fecha marca un cambio importante en el carácter de las relaciones que Mu-tis ha venido cultivando con los suecos. Elevado en 1783 a la dignidad de Primer Botánico y Astrónomo del Rey español y encargado de una publicación, Mutis no puede seguir desempeñándose en el papel de colector, tal y como lo había venido haciendo con Linneo desde 1761 hasta la muerte de éste en 1778. Por otra parte no debe olvidarse que la Corona ha sido explícita prohibiendo, desde 1777, el envío de material botánico al extranjero16.

El Papel de Gahn Desde el origen de las relaciones de Mutis con

los suecos en 1760, toda la correspondencia inter-cambiada transita por el Consulado de Suecia en Cádiz17 y no, como sería de esperarse, a través de una instancia oficial española. Hasta 1775, año de la muerte del padre de José Celestino, Don Julián Mutis Almeyda, el gaditano dirige sus comunica-ciones al consulado utilizando los buenos servicios de su progenitor18 y, con posterioridad al falleci-miento de éste, los de su hermano Julián, muerto como sabemos en 1783. Por otra parte, en 1773, al enviar a su discípulo Clemente Ruiz Pavón a estu-diar a Suecia metalurgia y docimasia, Mutis apro-vecha la ocasión para enviarle a Linneo una colec-ción de historia natural, distinguiendo a su protegido con cartas de presentación para el consu-lado sueco en Cádiz.

Desde el año de 1772 Gahn ha sido nombrado vicecónsul y algún tiempo después cónsul interi-no de Suecia en Cádizl9. Así, al recibir a Ruiz Pavón, el diplomático descubre la colección para Linneo y conoce la existencia de Mutis. Es Gahn quien toma la iniciativa de escribirle a Mutis y en

su primera carta para éste, fecha febrero 10 de 1774, se declara:

«admirado de ver el nombre de [Linneo], mi anciano maestro y amigo, conocido y querido en un cielo tan lexano [el de la Nueva Granada], no hé podido refrenar mi deseo de conocer por mi mismo El Defensor que baxo de la misma línea (sic) há logrado el Systema [de clasificación] del Philosopho del Norte20».

La favorable actitud de Gahn hacia Mutis, que éste aprovechará sólo a partir de 1783, podría en-tenderse a partir de varias razones. En primer lugar, Gahn obedece las instrucciones de la Corona sueca que ha ordenado a sus agentes diplomáticos cola-borar con el trabajo de los discípulos y correspon-sales de Linneo en el extranjero y garantizar el encaminamiento de toda suerte de colecciones hasta el gabinete de Linneo en la Universidad de Up-sala. Además, las relaciones de Gahn con los Linneo son estrechas. Su padre, Hans Jacob Gahn (1719-1782), ha sido amigo de juventud de Linneo y el propio cónsul, como acabamos de verlo, ha sido discípulo del Maestro de Upsala, del mismo modo que sus hermanos Hans Gottlieb (1745-1818) y Hen-rik (1747-1816). Por otra parte, Gahn ha sido amigo de infancia de Carl von Linneo hijo (1741-1783). A pesar de sus obligaciones diplomáticas, su afición por la botánica permanece intacta,

«(...) aunque otros cuidados y ocupaciones me han después de parte hecho neg[li]gir (sic) a Flora, siempre me ha quedado el mismo cariño por Ella, q[u]e, suele unir sus amantes»21.

Sin olvidar que para entonces Gahn dispone de tiempo en la medida en que es soltero -contrae matrimonio con gaditana en 1786, a la edad de 38 años.

No más recibir Gahn la mencionada carta de octubre 31 de 1783, toca a su puerta el comisionista F. Gómez para entregarle una lista de libros que Mutis desea adquirir. Componen tal lista 34 títulos, 19 de los cuales de Linneo, cuatro de viajeros sue-cos22, 11 relativos a la flora americana, además de las «obras completas» de Nicolai Joseph Jacquin (1727-1817) y de Louis Feuillée (1660-1732)23. Con toda probabilidad, es esta la primera vez en su vida que Mutis prepara un pedido tan importante de libros de botánica, aunque debe observarse que los libros solicitados en tal pedido han sido publicados en primera edición a lo largo de la década de los sesenta. Después de 23 años de exilio de Europa, es

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apenas lógico que Mutis no se halle al corriente de la actualidad botánica comentada en periódicos del estilo de los parisinos Journal Encyclopédique o del Mercure de France. Por otra parte, tal lista pone al descubierto lo precario de la biblioteca que Mutis detiene entonces. Es verdad que desde el origen de sus relaciones con los suecos, Mutis expresa su deseo de adquirir las obras de Linneo, prácticamen-te inencontrables en España, aún para el hijo de librero que era Mutis. Este deseo permanece cons-tante aunque nunca satisfecho a lo largo de su relación epistolar con los suecos entre 1761 y 1778 —no debe olvidarse en este sentido la subsiguiente interrupción de correo con Suecia durante un lus-tro. Por lo que toca a los relatos de viaje de los naturalistas suecos, éstos se hallan escritos en aquel idioma que Mutis domina en sus rudimentos24.

Para satisfacer éste y los pedidos subsiguientes de Mutis, Gahn constituye una verdadera red euro-pea de corresponsales, pues "aquí [en Cádiz] no se ha hallado un sólo libro de los que Vm. pide o pudiere serle agradable -ni un planisferio tampoco-que todo ha sido menester pedirlo de fuera"25. Es apenas natural que se dirija en primer lugar a Suecia y en particular a dos de sus ilustres hermanos, Gottlieb, mineralogista, y Henrik, botánico. En lo que concierne a los libros susceptibles de encontrar-se en Madrid, se pone en contacto con Daniel Schei-denburg (n. ca. 1726-1791), capellán de la Legación Sueca y amigo de Mutis durante la estadía de éste en Madrid2^ entre 1757 y 1760. Nótese que es Gahn quien se pone en contacto con Scheidenburg. Para aquellos títulos que no puede procurarse por estas dos vías, Gahn se dirige a los libreros franceses establecidos en Cádiz, Claude Bertrand Bellier y Jean Ravet. Son ellos quienes reciben el mayor nú-mero de pedidos, sea porque los transmiten a Fran-cia, sea porque los piden a Inglaterra, a Alemania, a Holanda o incluso a Dinamarca.

De conformidad con sus ya mencionadas ideas expedicionarias, Mutis le reitera a Gómez Ortega, en 1784, su determinación de comprar por cuenta propia las obras de botánica necesarias para sus investigaciones.

«Procederé con moderación en lo que pida a su Majestad, destinando anualmente algo de mis sueldos al mismo fin. Por este motivo sólo pedí a su Majestad los libros e instrumentos más necesarios y más selectos que me faltan de física y astronomía, pensionándome en comprar los de historia natural que son mas costosos».

Lo que no obsta para que Mutis le manifieste a su superior jerárquico su deseo de recibir informa-ción de Madrid de lo "mucho publicado y no sabido en éste último rincón del mundo"27. Gómez Ortega, empero, siempre se rehusa a responder al ruego de Mutis y de esta manera Gahn se ve promovido al papel no oficial de consejero y asesor de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada en materia bibliográfica, aunque en este sentido el cónsul le manifiesta a Mutis con toda franqueza:

«Aquí en Cádiz se hará vuesamerced el cargo que ni hay un alma que entienda algo de [literatura botánica], ni un librero que tenga un sólo libro de éstos; ni un curiosos que tenga un buen jornal lite-rario, o que sepa lo menos de lo que pasa en el mundo literario»28.

■ : . . ■ > ■ ■ ■ / . ■ . ' ■ ■ ■ Dicho sea de paso, el cónsul Gahn y sus allega-

dos no ignoran lo precario de las simpatías existen-tes entre Mutis y Gómez Ortega2^. Con la intención de responder de la misma manera a esta nueva tarea de consejero, Gahn solicita una vez más la ayuda de sus hermanos, en particular la de Gottlieb, encargado de preparar una lista de libros de mine-ralogía que Hans Jacob solicita comercialmente para Mutis. Hacia 1786, Gahn deja traslucir un aso-mo de renuencia a seguir seleccionando bibliog-rafía para Mutis, actitud que se explica por la con-vicción del cónsul de que Mutis dispone ya para entonces del material bibliográfico suficiente para comenzar a trabajar seriamente:

«Con la carta acompaño también unas notas que mandan de libros de venta, para que Vm. esco-ja; pues aunque Vm. se haya servido conferirlo a mi arbitrio de pedir lo que me pareciere, haciéndome el cargo de vuesamerced sabe mejor lo verdadera-mente bueno, y con lo que va viendo tiene Vm. lo preciso, no se pierde tanto tiempo en dexar a su propria elección de Vm. lo mas que quiera adquirir, en algún modo por superabundancia y mera curio-sidad. Así haga Vm. cuenta de pedir quanto desea, pero que sin esso será muy raro el libro que le vaya»:30

Es de creer que la red de corresponsales consti-tuida por Gahn hubiera producido mayores resul-tados si el Io de julio de 1784 no se hubiera restable-cido en España el control aduanero más estricto sobre todos los libros importados31. Durante los meses subsiguientes las autoridades despliegan un celo olvidado desde hacía mucho tiempo, perqui-riendo las listas de libros importados. Semejante reactivación de los controles aduaneros había sido provocada por un artículo desobligante para Espa-

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ña publicado en la Enciclopedia de Panckouke, que circulaba en la Península y había sido traducida al español merced al concepto favorable del censor C. Gómez Ortega.

Así, para cada título, era indispensable obtener el derecho de circulación en España, antes de que fuera enviado al librero. El problema se planteaba exclusivamente para los títulos desconocidos, no inscritos todavía en la lista de los autorizados. En el caso de una importación de varios ejemplares, dos eran retirados y enviados a Madrid para la censura, uno para el Consejo es decir para el conde Pedro Rodríguez de Campomanes, el otro para el censor. Una vez practicada la revisión el libro era declarado «corriente». Sólo a partir de este momento el librero podía disponer de su bien. Todo ello en aumento considerable de plazos y costos32.

Aquí está la explicación de por qué algunos de los libros importados para Mutis permanecieron bloqueados durante largos meses en Cádiz, ante lo cual era poco lo que Gahn podía hacer33. Todo esto hace pensar que los títulos pedidos para Mutis no se hallaban inscritos todavía en la lista de los «co-rrientes». En consecuencia, tales libros debieron ser revisados por la censura en Madrid y parece lógico que para tal efecto Campomanes eligiera a un cen-sor en el Jardín del Prado. En este sentido todavía falta analizar qué pedidos de libros destinados a Bertrand y Bellier y a Ravet fueron detenidos en la aduana y seguirles el circuito de censura que les fue aplicado.

En fin, los pedidos toman otro aspecto y Gahn debió sorprenderse al leer que Mutis deseaba ad-quirir "lo más magnífico"34 del mercado del libro de historia natural, es decir obras de aparato, ilumina-das a mano, en tamaño folio y gran folio. A pesar de ello, el cónsul siempre le reservará a Mutis una actitud llena de disponibilidad.

Al tiempo que desempeña estas funciones, Gahn multiplica la red de científicos suecos corres-ponsales de Mutis después de la desaparición pre-matura de Linneo hijo, en noviembre 1o de 178335, fecha que coincide con la de la creación oficial de la Expedición Botánica de Nueva Granada. Es Gahn quien le presenta a Mutis a Carl Peter Thunberg (1743-1828), sucesor de Linneo hijo en la Universi-dad de Upsala, y a Andreas Sparrmann (1748-1820); por otra parte, retoma el contacto con Bergius quien a su vez incita a Paykull a corresponder con Mutis. Todos estos naturalistas tratan a Mutis de igual a igual y al tiempo que le proponen acoger sus colec-ciones, como lo había hecho Linneo en su momento,

le ofrecen tribunas de publicación, en particular las Actas de las Academias de Estocolmo y Upsala -Kongl. Svenska Vetenskaps Academiens Nya Handlin-gar y Acta Societatis Regiae Scientiarum Upsaliensis. Gahn mismo estimula a Mutis invitándolo a que prepare una memoria que le permita convertirse en miembro de estas compañías. Incluso el cónsul se toma el cuidado de traducirle a Mutis algunas de ellas con el fin de que éste pueda inspirarse y darle forma a sus trabajos. Mutis, sin embargo, no respon-derá a la espera impaciente de los suecos que anhe-lan mantener la supremacía de su país en el campo de la botánica sistemática, por la época en que el gabinete de Linneo acaba de salir de aquel país al ser vendido a J. E. Smith en octubre de 1784.

El papel de Madrid A pesar de todos sus esfuerzos, Gahn no puede en todos los casos acelerar los trámites aduaneros de los libros destinados a Mutis. Así, en 1785, fati gado de esperar algunas obras, Mutis se resuelve a utilizar los servicios de la Corona española. Es por intermedio de Caballero y Góngora que Mutis soli cita se le provea de algunos títulos36. Nótese que no se dirige a su institución de tutela, el Real Jardín de Madrid. Sin aportar ninguna asistencia científica a la Expedición, el Prado pierde en gran medida su autoridad sobre este centro y de esta manera no se halla en las mejores condiciones para exigirle resul tados científicos a Mutis. La correspondencia de éste con su institución de tutela durante el tiempo de la dirección de Gómez Ortega se reduce a dos cartas fechadas en 1784. Por el contrario, las relacio nes epistolares de Mutis con Gahn se prolongan por lo menos durante 16 años (1774-179037) generando una correspondencia integrada por unas 36-37 car tas3».

Como he señalado antes, me falta estudiar un conjunto de documentos que he localizado en el Archivo de Indias de Sevilla, en los que aparecen detalladas las gestiones adelantadas por la Corona española, a través de sus embajadas en París, Roma y Londres, entre 1785 y 1792, para proveer de libros a Mutis. En este sentido puedo asegurar desde ya, a partir del Catálogo preliminar de los libros de historia natural ofrecidos y/o procurados por los suecos a Mutis que figura en el Apéndice B de este trabajo, que el aporte sueco es, sin ninguna duda, más importante que el aporte oficial español. Es necesario puntua-lizar, sin embargo, que Mutis no concentró en las autoridades españolas sus requerimientos de libros de botánica. Independiente de estas consideracio-nes, me parece que el Catálogo de la Biblioteca de Historia Natural de Mutis, en cuya elaboración me hallo empeñado en este momento, contribuirá a

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precisar mejor todavía el aporte sueco a la formación de esta sección de la Biblioteca de Mutis.

Conclusiones Este estudio pone una vez más en evidencia

la deuda que Mutis contrajo con la comunidad sueca de naturalistas, en particular con el diplomático H. J. Gahn, por la ayuda que éstos le brindaron en la formación de su biblioteca de historia natural, inmediatamente después de su nombramiento a la cabeza de la Expedición de Nueva Granada.

Por lo demás, el propio Mutis reconoció esta deuda en su carta a Gahn del 22 de marzo de 1790, la última conocida de la correspondencia de Mutis con los suecos:

«(...) y sólo a vuesamerced es a quien debo la suntuosa Biblioteca Botánica que poseo»39.

Puede afirmarse que esta sección profesional de la biblioteca de Mutis, instrumento de importancia estratégica para llevar a buen término sus trabajos de naturalista, no fue constituida, hablando en rigor, por el propio Mutis. De la misma manera que Mutis conoció la notoriedad gracias a las publicaciones de los Linneo, el prestigio que le ha conferido su biblioteca de historia natural es debido en buena medida a la amistosa disponibilidad de Gahn. Indudablemente, la Corona española contribuyó a satisfacer este frenesí de Mutis por aprovisionarse de libros, pero su papel fue de menor envergadura en este sentido. Mutis, siempre reservado en sus relaciones con el Real Jardín Botánico del Prado de Madrid, nunca se decidió a formularle pedidos. Prefiere dirigirse a sus protectores Caballero y Gón-gora y Gálvez, requiriendo de esta manera a la autoridad política que le había posibilitado su promoción dentro de la comunidad científica. Por esta vía, empero, le era poco menos que imposible solicitar con toda confianza, como procedía con Gahn, «envíeme todo lo mejor y más reciente». Convirtiéndose en consejero y proveedor de Mutis, Gahn desempeñó, hasta cierto punto, el papel oficialmente asignado a Gómez Ortega. Este por su parte ignoró por completo a Mutis, en primer lugar abandonando en sus manos la organización de la Expedición, enseguida rehusándose a comunicarle la información sobre la actualidad en literatura botánica. En estas condiciones es lícito preguntarse hasta qué punto es exacto continuar presentando al primer profesor del Prado en el papel de organizador de «todas» las expediciones botánicas españolas a América en el siglo xvm. De igual modo, sin aportar ninguna asistencia científica, elJardín del

Rey pierde aún más su autoridad directa sobre la Expedición Mutis. España puede mirar con ojos de reserva la correspondencia de Mutis con los suecos, pero no puede, razonablemente, tomar la determinación de impedirla, puesto que tolera y necesita los buenos resultados que ella genera sobre su Real Expedición Botánica. De esta manera se vé reforzado el carácter eminentemente político que informa la creación de esta expedición. Si se ha vuelto habitual considerar a la Expedición Botánica como la primera infraestructura científica colom-biana, sería erróneo pensar que esta institución re-produce lo que existía entonces en España en mate-ria de información bibliográfica de historia natural. Aquella estructura es en gran medida el fruto com-binado de los esfuerzos económicos de Mutis y de la amabilidad del cónsul Gahn, quien esperaba ob-tener en compensación para Suecia colecciones de historia natural procedentes de territorios hasta en-tonces prohibidos.

Otra conclusión que puede sacarse del presente estudio se relaciona con la atención que Colombia debe reservar a la conservación de la Biblioteca Mutis y de una manera más general a su patrimo-nio. Sabido es que esta colección fue convertida en patrimonio nacional en 1822 cuando fue transferida a la Biblioteca Nacional de Colombia por decreto del General Francisco de Paula Santander (1792-1840). Las pérdidas que ha sufrido esta colección deben alertarnos y animarnos a promover el retor-no de toda obra a ella perteneciente que en la actua-lidad se halle fuera de la misma.

Por otra parte y con miras a continuar el estudio de la Sección de Historia Natural de esta biblioteca, me parece necesario preparar una nueva edición crítica de la correspondencia intercambiada entre Gahn y Mutis que conserva en la actualidad el Archivo General de la Nación en Santafé de Bogotá.

Con el fin de brindar una idea justa acerca del resultado de los esfuerzos de Gahn, he optado por elaborar en el Apéndice B de este trabajo un catálo-go en el que se incluyen los aportes de los suecos a la biblioteca cuyo estudio nos ocupa. Tales aportes han debido ser en realidad de mucha mayor enver-gadura que los aquí se describen. Aún así, he pre-ferido reseñar únicamente aquellas obras para las que me fue posible demostrar con una alta prob-abilidad y casi con certeza el hecho de que Mutis las recibió efectivamente de los suecos. No obstante, los resultados de la presente investigación no han sido cruzados ni comparados sistemáticamente con el contenido del catálogo manuscrito titulado «ím-bentario de la Librería de la Casa que fue la Botánica al

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cargo del Dr. Mutis» (Santafé de Bogotá, 16 de octubre de 1816)40. Debo declarar sin embargo que me hallo en esta tarea desde el año de 1981 y que espero culminarla con el patrocinio de la Universidad Nacional de Colombia y del Instituto Sueco, con motivo de la preparación del Catálogo General de la Biblioteca de Historia Natural de Mutis.do justo presentar las obras aportadas por Gahn al lado de aquellas otras debidas a los restantes naturalistas suecos corresponsales de Mutis. Tales obras, en su inmensa mayoría de botánica, han sido identificadas con su correspondiente registro bibliográfico abreviado, como es usual en botánica. Este registro bibliográfico pudo ser elaborado a partir de las referencias consignadas en la correspondencia de Mutis con los suecos, v. gr. en las tres cartas inéditas de Gahn a Mutis que se incluyen en el Apéndice A de este trabajo, y en otros manuscritos de diversa índole. Cada registro de nuestro repertorio incluye de modo sistemático y en la medida de lo posible la referencia del ejemplar perteneciente a Mutis que se conserva hoy por hoy en la Biblioteca Nacional de Colombia en Santafé de Bogotá. En los casos en que ello ha sido imposible, se han localizado copias que se conservan efectivamente en diversas bibliotecas europeas.

Nuestro catálogo cuenta con 50 entradas que corresponden a 49 títulos diferentes. Esta cifra representa aproximadamente un 20% del total de lo que fue en realidad la Sección de Historia Natural de la Biblioteca Mutis que, según nuestros cálculos, llegó a contener unos 250 volúmenes. En este sentido vale la pena tener en cuenta que la correspondencia de Mutis con los suecos se interrumpió definitivamente en 1790, es decir unos 18 años antes de la muerte del gaditano. Se lograron identificar técnicamente 48 de las 49 referencias localizadas y espero lograr hacer lo propio muy pronto con la entrada n° 7 del Apéndice B. Si se contabilizan las obras remitidas en varios ejemplares y que fueron destinadas a los colaboradores de Mutis (¿acaso también a la venta?), resulta que los suecos procuraron a Mutis al menos un total de 73-75 obras -obsérvese que el Supplementum plantarum que figura entre las entradas 11 y 12 del Apéndice B fue remitido en doble y quizá en 4 ejemplares. Por otra parte, la consulta del Catálogo permite observar que un 36% del conjunto de los libros le fue ofrecido a Mutis por los suecos en calidad de regalo. De estos

regalos, un 10% corresponde a obras ex-dono aucto-ris. Por lo que toca a Gahn, éste procuró a Mutis nada menos que un total de 39 obras diferentes. Pero Gahn no se limitó en sus envíos a obras de historia natural, puesto que también remitió algu-nas pocas obras pertenecientes a otras disciplinas, la química por ejemplo.

Esta investigación también nos ha permitido poner el dedo en el asunto de las pérdidas habidas en la Colección Mutis. Comparando sistemática-mente nuestra lista de 49 títulos con el contenido de los ficheros móviles de la Biblioteca Nacional de Colombia puede asegurarse que un 20% de aque-llos ha desaparecido. Si se consideran todos los volúmenes perdidos resulta que este porcentaje es mucho más elevado. En este sentido las Actas de la Real Academia de Ciencias de Suecia (ver Apéndice B, entrada n° 8) constituyen un ejemplo característico, dado que esta publicación periódica ha sufrido pér-didas que sobrepasan el 50%. En la medida en que se ignora si un inventario fue levantado en 1822 con motivo de la nacionalización de la Biblioteca de Mutis, no es posible determinar de modo inequívoco en qué época y dónde tuvieron lugar tales pérdidas. Aunque mucho de ello se ha logrado en este trabajo gracias a la consulta de los Catálogos de las obras en latín, italiano, portugués, alemán, sueco, griego, holandés, catalán, dinamarqués y ruso existentes en la Biblioteca Nacional publicados en Bogotá en 1856 y en 1857. Estos catálogos nos han permitido descu-brir que una cantidad no despreciable de las pérdi-das tuvieron lugar con posterioridad a la nacionali-zación, especialmente de aquellas obras recibidas en varios ejemplares. En este sentido nos limitare-mos a señalar que la mayor parte de la obra de Jacquin no se conserva hoy en día sino en un solo ejemplar. A partir de ahora son indudables las pér-didas que ha sufrido está biblioteca. También he-mos logrado documentar por ejemplo que el Syste-ma vegetabiliumde la 13a edición (Apéndice B, entrada 46), regalo de Linneo hijo a Mutis que per-tenece hoy en día al Estado colombiano, se encuentra actualmente en una biblioteca privada. Sin em-bargo, la donación de dos libros que pertenecieron otrora a la Biblioteca Mutis (entradas 45 y 48) per-mite augurar un interés creciente por la restaura-ción y conservación de aquel patrimonio inestima-ble.

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APÉNDICE A

CORRESPONDENCIA INÉDITA DEL CÓNSUL H. J. GAHN A MUTIS41

1 Cádiz, 8 de marzo de 1785

Original en la Biblioteca del Instituto de Francia (París), Correspondencia Botánica de Joseph

Decaisne, manuscrito 2444, pieza a.

Mi Estimado Amigo,

Con f[ec]ha 14 enero escriví a Vmd. [=vuestra merced] por el Correo gen[era]l. Aora parece que sale por fin la Perla, y aprovecho de la occasión para escrivir ésta y remitir adjunto lo siguiente:

- Flor. Comp. por le frangue . - Tom. 5 & 6 déla flora hisp. de queer " recién

publicada. Si Vmd. no la tiene. - Flora Yaponica de Tunberg - que me acaban

de remitir de Suecia. - differentes cartas y Paquetes que acaban de

llegar de la misma.

Entre estas hallará Vmd. una con el Diploma de miembro déla Academia de Stockholm [Estocol-mo]45, que yo he abierto p[ar]a. ver si el Sello suffría. Bergius y Thunberg mandan alg[una]s plantas. Y un joven de nacimiento y mérito llamado Paykull, le escrive a Vmd. igualmente por conocimiento de Bergius. Es gran conocedor y colector de Insectos y le manda a Vmd. una colección apreciable de Insec-tos Suecos, pero mi hermano4*' no se ha atrevido de mandar el caxón con esta misma occasión, pues el navio no ha salido de Stockholm sino de otro puerto a 100 leguas de distancia que huviera debido ir por tierra y era de temer se hubiessen descompuesto. Y assí d[ic]ho caxón queda en poder de mi hermano asta occasión directa de navio.

Todos estos correspondientes espero mere-cerán su atención y amistad de Vmd. por sor hombres de mérito y amigos míos. Y sé que agradecerán infinito qualquiera memoria y Car-ta de Vmd., y que semejante correspondencia

desde luego no puede si no recaer en provecho de laSciencia.

Por mi parte estimaré igual[men]te que no dexe Vmd. de enriquecer las Actas déla Academia de Stockholm con algfuna]s memorias interessantes quando hayga occasión, para que lusqa el mérito del nuevo socio que me pareció de haverles procu-rado.

Lo que siento es que ni aún en esta occasión puedo remitir a Vmd. las obras mayores botánicas que Vmd. ha pedido. La última carta al librero de su correspondiente en París, que recibió aora 3 co-rreos, dice que tenía casi todo ya juntado y promto p[ar]a. remitir y sólo aguardaba 2 libros de Amster-dam, para mandarlo todo junto. Con esto espero que no tardará y que con próxima occasión los tendrá Vmd. Y mientras, conocerá Vmd. que no es por falta de diligencia mía que esta comissión hayga ido tan retardada.

Me hallo en el día bien occupado de modo que no tengo tiempo. Ni tampoco ocurre assunto espe-cial para ser más largo.

Acaba de llegar a ésta Mons[ieu]r Dombey que ha estado en el Perú con la expedición botánica47. Es un francés bien instruido y de mérito. Trahe un sin fin de cosas curiosas y nuevas. Todavía no he tenido tiempo de trattarle.

Mando el caxoncito adonde ésta va incluida, como la otra vez, baxo el nombre de Ex[celentí-si]mo. S[eñ|or. arzobispo48, por las dificultades del Embarque y s[an]to officio [de la Inquisición] aquí.

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Y con esto amigo, me repito a su obediencia de Vmd., encomendándome a su amistad y siendo como siempre

Su aff[ectísi]mo. serv[ido]r y amigo H.

J. Gahn. Aora mismo me llegan délos libros pedidos de

Francia los siguientes dos que igual[men]te se man-dan: - Mineralogía para (sic) Monnet49, bastante bien escrita, pero talvez menos seguro en algunas cosas. Este autor es capaz y aplicado, pero algo particular y caprichoso en sus ideas. Sirve un empleo decente entre los mineros de Francia.

2 Cádiz, 14 de abril de 1786

Fragmento del original que se conserva en la Biblioteca del Instituto de Francia (París), Correspondencia Botánica de Joseph Decaisne, manuscrito 2444, pieza b.

Sr dn Jph Celestino Mutis S[an]ta Fé y

Mariquita. Estimad[ísi]mo. amigo y

Señor,

Como los navios han retardado su salida, escri-vo ésta con el correo marítimo p[ar]a que Vmd. no falte de noticia de aquí y de sus encargos. Me [ilegibles para mí dos palabras, por mancha en el original] de los Buques destinados para Cartagena [ilegible una palabra]gado p[o]r contratta de salir el 25, y assí [ilegible una palabra] que por él tendrá Vmd. noticias mías más frescas que ésta, y con el mismo los libros que tengo aquí. Por fin después de un medio pleyto y mil passos se pudo encontrar el caxón en la aduana aora 4 días hace y se están enquadernando los libros que lo requieren y procuraré estén listos lo quanto antes. Los de Caris no hay forma que los saque déla aduana todavía por aquella contienda que le dixe a Vmd. entre el Consejo y el S[an]to Tribunal [de la Inquisición]50, y assí pier-do la esperanza que los tenga Vmd. en esta occa-sión; los míos los he conseguido por especialíssimo favor del Ynquisidor. Entre ellos sabe Vmd. que tendrá Aublet51. Es obra bastante bien cuidada. Y me temo que hallará Vmd. un gran número de plantas de Vmd. nuevas. Y es mucha lástima no anticipasse Vmd. años ha una noticia alómenos substancial de sus descubrimientos, antes que este francés robasse el honor de primer descubridor. En este libro hay una lista de los autores que le han

servido de consulta lo que podrá servir de indicio de los libros anteriores que puedan servir a Vmd.

Ocho días ha que recibí la siempre gratíssima de Vmd. del 3 Xre [=diciembre], celebrando su buena salud responderé brevemente:

Tocante la quina: Su precio acá es tan differente según su calidad que hoi de día por eg[emplo]. se puede comprar de 5 hasta 12 y 15 R[eales de] p[la]ta la libra. En partida de porción de caxas tal cual viene del Sur52, siempre mesclada peor y mejor en una misma caxa, se vende aora 5 a 6 R[eales] de p[la]ta y nunca suele pasar de 7, pero si hubiere alguna havería o a la llegada de los navios habiendo abundancias, suelen hallarse partidas a 4 Rfeales de] p[la]ta, y ésta luego después se mezcla y revuelve con otra y se hace surtidos para los reynos estran-geros. En aquellos reynos varían igualmente los precios muchíssimo, según la abundancia y siempre es menester creer que los droguistas y Boticarios ganan quando menos 50 por cien en ello, y los últimos muchas veces quatro y cinco veces su dinero, como ellos acostumbran.

A la salida de aquí no se paga derechos ningunos pero a la entrada de América, no sé. Me voy a informar y lo notaré aquí al margen# (#.no paga derechos de entrada de América). En quanto a la calidad, sabe Vmd. que antiguamente se estimaba como la mejor la delgada, larga, de un color algo oscuro, que se rompía sin astillarse -y a medida que

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los pedazos eran chicos, gordos y desiguales en la superficie se miraba como menos buena- y sobre todo se creía enteramente inútil y malísima una muy encarnada, gorda, rasposa en su superficie, de que venía algunas veces cortas partidas mescladas con la otra y hai egemplo de haverse arrojado como sin valor. Esta misma es la que aora priva desde 4 o 5 años, que han empezado a experiementar su ex-celencia en Olanda y Ynglaterra y reynos del norte y se paga aora dos veces mas que la otra. Si ésta es la misma que la que Vmd. dice hallarse en abundan-cia en essos reynos será utilíssimo que se recoja y embarque. Lo que me inclina a creerlo es que desde algún tiempo han hallado quina excelente en el Orinoco, que se manda clandestinamente a las islas vecinas francesas e inglesas, y tiene mucha acepta-ción. No me parece bien que se piense en cultivar este ramo en esse reyno por cuenta de R[ea]l hacien-da porque todo negocio por cuenta del Rey y Estan-co, se hace mal, cae en abusos y perjudica al comer-cio. Mejor sería que Vmd. o el S[eñ]or Arzobispo Virrey animasse a particulares a seguir esta especu-lación mandándolo aquí a vender por su cuenta. No faltará quien acepte y dirija bien semejante negocia-ción y yo mismo me of resco a hacerlo como el embío se haga a nombre de un español, como mi amigo Magarola o cualquier otro. Y lo venderé aquí o lo mandaré fuere donde más convenga, y lo manejaré con el mayor zelo y utilidad. [Folio n° 2, perdido]

... importante viaje literario, sea por concurren-cia de émulos en Madrid, sea por mudanzas en el Ministerio, &a [etcétera]. Pues todo se puede temer. En lugar de quedarnos en essa, se llevarán sin duda a efecto las disposiciones ya dadas. Y entonces mas vale efectuar aquella expedición de una vez y venir después a Europa a publicar todo y hacer cosecha de los bien merecidos aplausos y premios.

Dombey partió aquí por medio su collección con España, y vino un discípulo de Ortega53 de Madrid p[ar]a entregarse de la parte de aquí p[ar]a

el R[ea]l Gabinete. Parece que esto havía sido el convenio hecho con Francia en caso de desgracia, aunque Dombey decia que no y se daba por muy maltratado, pues pretendía que la mayor parte de la colección se havía hecho por su propio dinero y no a costa del Rey de Francia. Sea como fuere, parece justa semejante repartición y ha sido tanto mas a propósito quanto lo que se salvó en la primera desgracia del S[a]n Pedro se ha perdido aora con la total funesta pérdida de aquel navio54. Dombey parece que en Lima hizo de médico y de jugador con que ganó dinero y tal vez perdió tiempo p[ar]a. escrupulizar las subtíüdades de Flora. Creo que no trahía Láminas de provecho, alómenos lo negaba,

pero la colección de yerbas era grande y abundante y bien cuidada. Y la de piedras y otras curiosidades bastante apreciables. El tal Dombey me pareció medianamente instruido -algo a la francesa, fiado en su talento- pero como ha viajado en país abundan-tíssimo en novedades, y lo creo mas advertido que los compañeros españoles que trató55, desde luego tendrá cosas curiosas que publicar. Y por la coincidencia que puede haver, me parece este motivo nuevo para que Vmd. apresure sus noticias, alome-nos aquel anuncio previo de sus descubrimientos que yo comparo a aquella toma de possessión que suelen hacer en nombre de sus soberanos los que descubren tierras incógnitas, hasta que después haya occasión de cultivar y poblarlas.

Mucho me lisonjeará que cultive Vmd. la co-rrespondencia con mis paysanos. Todos están bue-nos por allá. El B[aró]n. Alstrómer es el que ha tenido el disgusto que su casa de comercio, la más famosa que havía en Suecia, ha fallido y aunque él por su mujer queda bien, no dexa de ser un gran disgusto que añadido a su poca salud, hace su vida poco agradable.

Mucho deseo ver el Thé de Bogotá56 que Vmd. me anuncia, y sería un hallasgo para toda Europa. Como de Suecia hacemos el comercio de China, somos conocedores y sabemos decir con certeza lo que se puede esperar de este descubrimiento.

Tendré cuidado de remitir los libros preciosos en caxones de hoja de lata. A los que no tienen láminas no será menester este gasto.

Anticipo ésta con el correo marítimo. Espero que al principio del mes que viene saldrá alguna Embarcación que pueda llevar los encargos. Mi mayor gusto será que todo llegue bien y halle a Vmd. buen[o] y satisfecho de lo que hacemos en su servicio, al qual me ofresco siempre con la más fina voluntad.

Agradezco infinito el regalo del cacao, que Ma-garola promete despachar para que probemos la producción de esse clima.

Soi siempre de Vmd. con verdadero afecto, su aff [ectísim]0 seg[ur]° serv[ido]r,

HJ.Gahn.

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Cádiz, 13 de enero de 1788

Original en la Biblioteca del Instituto de Francia (París), Correspondencia Botánica de Joseph

Decaisne, manuscrito 2465.

S[eñ]or D[o]n. Josef Celestino Mutis en Mariqui- ta.

MUÍ Señor mío y mi estimado amigo,

En el mes de agosto o 7bre [septiembre] que no tengo notado, le escriví a Vmd. dos palabras desde la Corte dándole tan sólo cuenta de mi salud y de la causa que me impedía de seguir mexor la corres-pondencia y cuidar por mí mismo de sus encargos de V[uestra] m[erced]d57. Todavía me detuvieron por bastante tiempo poco agradables negocios en Madrid, de modo que hay muy pocos días que me hallo de vuelta y con algún descanso en ésta58 y aún ahora, después de tan largas ausencias y con el miserable estado de Comercio y pérdidas que he sufrido, tan rodeado de cuidados que Vmd. ha de disimular si encuentra defecto o omisión en lo que escrivo.

Adjunto hallará Vmd. nota y factura de los libros que he hallado aquí a mi regreso y han podido ir en esta ocasión. He encargado los de Pluke-net59, Wermishelk60 & Casimirus Modicus61. Tengo el disgusto que los 6 exemplares de Elem. botan62, no han llegado de Madrid estando en camino. Todas las fatalidades se han apurado con Oederi Hora63. La primera se perdió. La de París se volvió a vender con pérdida bastante, y la 2da. encargada a Dinamarca no se ha hallado, de modo que la ha pagado Vmd. vez y media sin tenerla. Escribo a un amigo en Berlín a ver si se halla por allá, pues en Dinamarca y Suecia lo dan por impos-sible.

Cuando se comparan los precios de ambos libreros y aún encargando en derechura, se ve qué poca diferencia en total, puesto que lo que se ahorra en un libro se pierde en otro y como muchos son libros ya viejos o que se han de buscar de encuentro, ni hay precios fixos, ni caben reconvenciones. Y assí sólo lo que se puede apetecer es tal qual exactitud.

Encontrará Vmd. inclusa la Cuenta de mi casa, la que acava de satisfacer Lasquetti. Ygualmente me han pedido los Libreros dirija a Vmd. la adjunta copia de la facturita de los libros que mandaron por su cuenta en mayo de 178664, con súplica que Vmd. se sirviesse entregarla para venta a algún librero en esse

Reyno, según Vmd. se havía ofrecido a ver si podían seguir con utilidad semejante comercio y qué libros podrían ser los apetecidos. Como carecen de respuesta, piden los favores de Vmd. con ella y procure se haga la venta mal o bien con la brevedad possible, para ver el efecto y si tiene cuenta continuar.

La última grata de Vmd. que he recibido es la de 3 de julio 1786. Y a no ser por Lasquetti se me asegura de su bien estar de Vmd. y que D[o]n Fran[cis]co Cortázar que truxo aquí el Bote de Thé de Bogotá hubiesse confirmado esta buena noticia, me tendría este largo silencio con gran cuidado. Espero ahora que su causa sólo han sido las muchas ocupaciones y varios encargos que se han puesto a su cuidado, o que tal vez se haya perdido alguna carta, lo que sentiría más por verme privado de su siempre grato e instructivo contenido.

De Suecia se muestran muy impacientes65 de no haber tenido memoria o noticia alguna de Vmd. en estos años; y si quiere Vmd. conservar aquella amistad, y el nombre q[u]e se ha merecido entre todos aquellos literatos, sería bueno no les dexasse tanto tiempo en olvido. Una corta Carta, una observación cualesquiera, una planta seca de que tiene Vmd. tan grande abundancia, todo para ellos es de gran aprecio y me parece ha de costar a Vmd. poquíssimo travajo. Como causa y Corredor de este trato literario, me intereso en su Continuación, y me causa sentimiento verlo totalmente decaído.

Voy a hablar a Vmd. tres palabras de las tres cosas q[u]e parece tiene Vmd. más a pecho: La Quina, El Thé y la Platina. Sea por su influxo y instrucciones y trabajos de Vmd., sea por la importancia de ellas, lo cierto es que el difunto Marq[ue]z de Sonora66 estaba en sus últimos días tan embebido de las ideas de grande importancia de ellas, que casi no hablaba de otra cosa y fundaba en su direc-

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ción grandísismas esperanzas de utilidad para el rey. No puedo decir de fixo las ideas del presente Ministerio, pero creo que estén mucho más tibios y que las ideas son bien diferentes. Voy a decir algo de cada uno.

El Thé, lo solía beber todas las tardes con el Mar[que]z de Sonora. El suyo me parecía de mejor gusto que el que había trahído Cortázar, de que se me ha entregado el Bote ayer, después de haber estado detenido por estos majaderos de la Aduana por no haber venido registrado. Como buen sueco tengo algún conocimiento de los Thées de China. El de Bogotá y sobre todo el que tenía Sonora se parecía algo al Thé oriental que llaman de Peco [Pekoe] o flores que es un Thé negro que tiene un aromático más subido que el (sic) demás y se estima bastante siendo en sí de buena clase; pero no estante la similitud que se pueda nunca confundir ni es fácil que competa o se prefiera a otro por ser el gusto de este bastante más tirante a lo que generalmente llamamos olor de botica; además, se sabe lo que es la costumbre y preocupación. No se puede negar que tenemos en Europa cien yerbas aromáticas cuyo olor es más fragante que el del Thé, al qual es menester acostumbrarse para hallarle algún agrado y, no obstante, no se ha podido nunca sobstituir alguna yerba indígena nuestra a la que con tanto costo se trahe de la extremidad del Globo. Esta distancia hace sin duda mucha parte de su aprecio; añada Vmd. a esto los intereses políticos y el cuida-do que tendrán Francia y Ynglaterra de oponerse a qualquiera cosa que pudiera añadir nuevo cúmulo a las riquezas españolas y verrá Vmd. que es imposible lisongearse de introducir esta moda. El difunto Marq[ue]z decía que pensaba empezar con regalar caxas de nuevo Thé a todos los soberanos de Europa. Pero le hice ver que éste era el seguro méthodo de desacreditarlo, porque aunque lo hallarían excelente, se guardarían mui bien de darlo a entender a sus respectivos Reynos. Enfin, Amigo mío, tenga Vmd. por cierto que no se logrará nunca establecerse este nuevo ramo de Comercio p[ar]a que sea de alguna importancia. La Platina. El Mar[que]z se había alucinado en igual forma en lo tocante a la Platina. Desde que Elhuyar67 y todos los Chimicos de Europa han sabido fundir y trabajar la Platina pura sin mezcla de fierro, oro y Plata o otro metal que siempre trahe con sigo cuando nos llega de América, se ha visto la suma excelencia de este metal, su finura, ductilidad, que compete con el oro y su indestructibilidad, para decirlo assí, en que sobrepuja al oro en quanto a que no se conoce todavía menstruo que lo ataque por la vía húmeda; por cuya caussa será útilísimo para mil usos en la vida humana: utensilios, mercerías, servicio de mesa y sobretodo para vasos en las operaciones chímicas; llevando la cosa a este punto está mui bien y era el objeto para hacer un bonito ramo de comercio, dexando a las mismas calidades del metal y su utilidad de fixar su precio. Pero el Marq[ue]z de Sonora, fácil a impresionarse y llevar a exceso sus ideas y ávido de recursos para la descalabrada hacienda, oyendo las alabanzas del nuevo metal, creyó hallar en él un nuevo Potosí. Pretendía poner su precio

al doble del oro, ya lo distribuía su imaginación por todo el orbe como deseaba, veía en este descubrimiento la restauración de España; mandó mover el río Magdalena de su sitio para pescar la platina que hay en su seno y levantar este hallazgo más arriba de todas las preciosidades de las Yndias, cosa igualmente imposible y iva a decir ridicula, oponiéndose a todas las combinaciones políticas y comerciales del orbe: el color, lo nada agradable de este metal, su cantidad y varias calidades suyas, que en medio de sus ventajas le ponen más abaxo del oro y de la plata. Mientras se dio a trabajar el artífice, que para ello se llamó a Madrid, varias cosas para un altar y para el Rey, de la cantidad que por su casualiad habían cogido de Dombey. Y no sé a punto fixo hasta dónde se halla adelantada la cosa, pero me persuado que el ministerio presente, mirándolo con interés pero con juicio, le dará sin extravagancia el valor que se merece y que pueda llegar a ser una cosa muy útil con el tiempo. Permita Vmd. que le diga que, según mi entender, no debe ser este metal privativo de una sola provincia del Chocó, sino bastante común en toda la América meridional y en ciertas partes del Perú; abundantíssimo sobre las mismas costas del mar Pacífico &ca. y me parece lo comprueban las cantidades que vienen a menudo de Lima, como la traxo Dombey y otros.

La Quina. Ya sabe Vmd. que tiempo ha se ha reconocido por muy eficaz cierta quina gruessa de un color encarnado o roxo mui subido, que de todo tiempo ha venido del Perú, ya mezclada en las mismas caxas con la más delgada y menos subida de color, ya en caxas separadas en las mismas partidas. Como aquí se daban por señas de la Quina más selecta el ser delgada, rollada, cenicienta por fuera y fina por dentro &ca. Esta de pedazos gordos se tenía por mui mala y como defecto en las caxas y partidas en donde se hallaba mezclada y aún hay ejemplar que por invencible se ha arrojado a la mar aquí en Cádiz; sea por casualidad o por falta de mejor, parece que habiéndola usado separado en Ynglaterra reconocieron allí primero su virtud y se ha propagado la moda o opinión o conocimiento en las demás partes de Europa. De esta Quina es la que

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mandé a Vmd. muestra y aunque parece decaído algo de su demasiado crédito y subido precio, no obstante se paga todavía más que la otra quando se halla algunas caxas de ella. Hemos creído que era la corteza de los mismos troncos del mismo árbol, cuyas ramas daba la delgada o alguna especie diferente que crecía mezclada con la otra. Sobre esta clase nueva o mejor conocida ha venido últimamente otra de todo diferente que ha tomado el vuelo sobre todas las demás. La ha trahído un año ha un oficial de Marina llamado Rubi Celi por Buenos Ayres del interior de la Provincia de la Paz, o por aquel lado, cortada en país de indios bravos, según él dice. Es enteramente amarilla la corteza, sin blanco o gris alguno por fuera y es evidentemente diferente especie o tal vez género. Rubi Celi pretende que es la verdadera de que los americanos se sirven por preferencia cogiendo y mascando tal qual se halla sin beneficio alguno, tragando sólo la saliva y escupiendo la corteza después y q[u]e tomada assí, fresca, no hay exemplar que no cure; siendo aquel país, alrededor del origen de los grandes ríos que van al de Amazonas, muy propenso a tercianas. Lo cierto es que los experimentos que se han hecho aquí con él han surtido admirable efecto y el rey acaba de comprar toda la partida que traxo Rubi Celis al exorbitante precio de 3 p[eseta]s la libra. Todavía oy estoy buscando una muestrecita para mandar a Vmd. con ésta y no sé si se la lograré. He registrado con bastante atención las dos partidas que han venido de Cartagena para el Rey, según me parece, por disposición de Vmd. La chica de 130 caxas está algo haveriada, pero la grande de 500 caxas se halla mui buena. Su aspecto se asimila al de la gorda del Perú; pero no tanto que parezca la misma especie y en cuanto al gusto y olor, no le llega por ningún término; ésta de Vmd. los tiene sumamente floxos y aunque ella por sí tuvieze la misma virtud es imposible hacerlo creer a nadie de los que aquí se precian de conocedores, por lo diferente que es de la antes conocida. Dicen que se están haciendo experiencias, pero no he podido saber sus resultados todavía y si he de juzgar también por lo que indica el aspecto, gusto y olor tengo dificultad de creer que sea muy activa. No tiene más amargo la del tronco que la de las ramas, ambas son al paladar bastante sonsas. Qué sé yo, pues, si consiste en la misma naturaleza del árbol y que es diferente especie menos activa o si depende tal vez del terreno en que crece o clima en esse Reyno o si es en la curación (secación), empaque o viaje de mar [que] ha perdido de su virtud. Y es menester creer esto último, una vez que Vmd. la ha examinado scientíficamente y aún hecho experiencias en essa. Lo cierto es que difícilmente se adoptará aquí por buena. Si supiere de las experiencias que se vayan haciendo no dexaré de noticiarle a Vmd. Sea el que fuere el éxito, permítame Vmd., como buen comerciante, de declararme contra el estanco y créame Vmd. que este método en ningún ramo es bueno y que los falsos principios del Govierno español en esta parte, en diferentes ramos, es en gran parte la causa de la decadencia del Reyno y de la industria. Crea Vmd. que más abusos y falsificaciones y descuidos funestos se introducerán por los administradores y sus subalternos, que por los particulares que trabajan por su cuenta y tienen en su pérdida de caudales el castigo de sus

descuidos o mala fé. Por fortuna, parece que el rey ha repugnado esta idea y declarado resueltamente que quiere dexar este comercio libre, en beneficio del género humano y no hay mexor administrador ni más activo y zeloso que la industria particular de cada uno para buscar la mejor calidad.

El Rey ha comprado estos últimos años grandes cantidades de la mejor quina que ha venido, para hacer repartir en todo el Reyno que de 3 o 4 años de esta parte haya azotado de una epidemia de tercianas casi en todas sus provincias. Esto no dexa de contribuir a mantener los precios subidos, de modo que ninguna buena se halla aquí a menos de 12 o 16 R[eales] de p[la]te y los precios en el extrangero corresponden a éste. Hablo de ventas de comercio en partida de caxas, porque hablando de precios de botica en todas partes del mundo es mucho más crecido, inconveniente que nunca puede remediarse supuesto que ésta, como las demás medicinas para el uso de cada particular, siempre o las más veces es menester pase por manos del boticario, que se sabe las ganancias que cuentan y quan difícil es impedirlo. Siento y pienso que ha sido en desfavor de su proyecto que Vmd. no me huviese mandado desde mucho tiempo hace muestras y descripciones de su quina, que tal vez hubiera podido servir a acreditarla si era buena o a desengañar a Vmd. si huviera sido preciso, antes de adelantar demasiado el proyecto.

Objeto que miro como el más importante es que Vmd. pueda emplear su talento y actividad es el de las minas de azogue que ha descubierto. Toda Europa está ya o convencida o arrastrada a las ideas de Born68. Con lo qual el azogue se mira como el único medio de sacar la plata y en vista ha doblado de precio en Hungría que es la que más da en Europa de este metal. El Rey tiene una contrata hecha de 12/m qqs anuales a precio bastante moderado con el Emperador. Pero esta contrata expira en tres años. La mina de Almadén no da lo que antes, sea por falta de govierno o porque se halla extinua-da la beta. De todas las Américas Claman por más

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de este metal. En fin, de quantos servicios se podía hacer al Rey y el que más apreciaría el Ministerio será el descubrimiento de una buena mina de azogue, con que si tiene Vmd. buenas esperanzas en esta parte, crea Vmd. que es el objeto más importante a que pudiera Vmd. dedicar su atención y para lo qual le deseo a Vmd. el más próspero éxito. Havrá dos años que pedí el libro de Born,69 aún antes de su publicación y todavía no ha llegado. Le he vuelto a encargar. No tengo tiempo para ser más largo ni tocar otras materias. Dios le dé a Vmd. buena salud y felicidad. Procure Vmd. de acabar sus obras de Historia Natural. Y que se haga Vmd. en todo el mundo literario la fama que merece. No olvide Vmd. a mis paysanos y a mí cuénteme Vmd. siempre por su más afecto y seguro servidor y amigo que desea complacerle y servirle.

P. D. Me han dicho en este Hospital70, que las experiencias que han hecho con la quina de Cartagena no han sido satisfactorias; las más de las muestras que se les dieron de varias caxas y de diferentes classes de la partida de las 500 no han hecho efecto alguno. Y una que era algo más activa y amarga ha parecido producir males de estómago. Este parece es el informe que el Protomédico ha mandado ya a la Corte.

Con esta carta remito al S[eñ]or Lasquetti dos muestrecitas de quina. La una de la Roxa gruessa del Perú. La otra de la amarilla de Rubi Celis.

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APÉNDICE B

CATALOGO PRELIMINAR DE LOS LIBROS DE HISTORIA NATURAL OFRECIDOS Y/O PROCURADOS POR LOS SUECOS A MUTIS

Siglas

BNC- Biblioteca Nacional de Colombia (Santafé de Bogotá).

BNC-RC- Biblioteca Nacional de Colombia, Sección de Libros Raros y Curiosos.

BNC, F.- Mutis.- Biblioteca Nacional de Colombia, Sección de Libros Raros y Curiosos, Fondo Mutis71

CL.- Catálogo de las obras en latín, existentes en la Biblioteca Nacional [de Colombia]. Formado i publicado del orden del Poder Ejecutivo [por Leopoldo ARIAS VARGAS (1832-1884) y Manuel María MEDINA].- Cuarta Serie (Bogotá: Imprenta del Estado, 1856), [1]-[H8] págs.

CS.- Catálogo de las obras en italiano, portugués, alemán, sueco, griego, holandés, catalán, dinamarqués y ruso existentes en la Biblioteca Nacional. Formado y publicado de orden del Poder Ejecutivo [por L. ARIAS VARGAS y M. M. MEDINA].- Quinta Serie (Bogotá: Imprenta del Estado, 1857), 42 págs.

EL.- [Catálogo de la] Exposición del Libro[,] Biblioteca Nacional [de Colombia, Bogotá,] 26 de julio a 26 de agosto de 1942 (Bogotá: Prensas de la Biblioteca Nacional, 1942), 48 págs.

KVAB.- Kungl. Vetenskapsakademiens Bibliotek (Biblioteca de la Real Academia de Ciencias, Estocolmo) que custodia hoy en día la Stockholms Universitetsbibliotek (Biblioteca de la Universidad de Estocolmo).

S.- Biblioteca del Naturhistoriska Riksmuseet, Sektionenfór Fanerogambotanik (Museo Sueco de Histo-ria Natural, Departamento de Fanerogamia, Estocolmo).

TL.- Taxonomic Literature. A selective guide to botanical publications and collections with dates, commentaries and types, [preparado por Frans A. STAFLEU y Richard S. COWAN], segunda edición, vols. i-vii, Utrecht.

WL.- A Catalogue of the works of Linnaeus (and publications more immediately relating thereto) preserved in he libraries of the British Museum (Bloomsbury) and the British Museum (Natural History) South Kensington [preparado por B. H. SOULSBY], second edition, London, 1933, 314 págs., 4756 entradas.

NOTA.- La BNC-RC conserva en su caja de seguridad reunidos en un único volumen, todos y cada uno de los catálogos preparados desde 1855 por L. ARIAS VARGAS y M. M. MEDINA. En la pág. 117 del CL incluido en este volumen, figura una nota de puño y letra de José María Quijano Otero (1836-1883) que reza así: «He recibido las obras que constan en este Catálogo, con las diferencias que ofrecen en las setenta y ocho notas marginales que he puesto». Esta nota puede datarse hacia 1867 cuando Quijano Otero asumió la dirección de la Biblioteca, cargo que ejerció hasta 1873. Sobra decir que estos Catálogos nos han sido de gran utilidad para determinar las pérdidas que ha sufrido la Biblioteca de Mutis en el aspecto que nos ocupa en esta ocasión.

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Interpretación de las entradas de este Catálogo

Ejemplo: A:

Pehr Joñas Bergius (1730-1790)

C : Carl von LINNE (1707-1778).-

B : Hora Laponica D : 4.- Caroli Linnaei... Flora Lapponica (Amstelaedami [Amsterdam]: apud de Linné. Salo-monem Schouten, 1737).

E: Vivamente interesado en esta obra, Mutis la pide a H. J. Gahn, el 24 de junio de 1783, por intermedio de Don Juan Jiménez, comerciante en Santafé de Bogotá. Es P. J. Bergius quien al año siguiente envía a Mutis, por intermedio de Gahn, un ejemplar que había pertenecido al difunto Linneo ("Exemplar Authoris"), con anotaciones de puño y letra de éste. El ejemplar venía comple-mentado con una colección de plantas de Laponia que no ha podido ser localizada en nuestros días. En 18 de febrero de 1785, Mutis comunica al virrey Caballero y Góngora "haver recibido úlyimamente (...) la Flora Lapponica de Linné que ya no se hallaba". BNC, F. Mutis 581.94897 L455f.

A : Oferente y/o procurador de la obra.

B : Referencia de la obra, tal y conforme aparece en diversos manuscritos e impresos de finales del siglo xviii, en particular en la correspondencia de H. J. Gahn a Mutis.

C : Autor/ editor de la obra con sus respectivas cronologías.

D : Registro bibliográfico de la obra precedido de su número de identificación en el presente Catálogo. El título de la misma se cita de manera sucinta y suficiente para efectos de su identificación, como es usual en la bibliografía botánica.

E : Referencia del ejemplar original en la BNC-RC y en especial en el F. Mutis. En los casos en que no ha sido posible brindar esta información, se ofrecen datos acerca de la localización de la obra en otras bibliotecas. Este ítem también incluye frecuentes notas sobre el envío y la recepción de los libros, las notas y las marcas que éstos portan, la referencia a los mismos en varios catálogos, etc.

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Barón Cías Alstrómer (1736-1794)

Carl Von LINNE filius (1741-1783).- 1.- Supplementum plantarum... (Brunsvigae: Impensis orphanotrophei, 1781) BNC, F. Mutis 581.9 L45su 13a ed. 1781. Las plantas de Mutis incluidas en esta publicación se hallan señaladas con una marca en lápiz rojo (¿de puño y letra de Mutis?). Además, el libro porta la siguiente dedicatoria de puño y letra de Alstrómer: «Aureum hunc Libellum/D[omi]no Mu-tis/ Med. Doct. Botánico Amico!/ D. D. D./ Claudius Alstroemer,/ Liber Baro,/ Svecus».

«materia médica»72.

«mi propio opúsculo sobre las plantas del Cabo»73.

«Flora Laponica de Linné»75.

Pehr Joñas Bergius (1730-1790)

Pehr Joñas Bergius (1730-1790).- 2.- BERGIUS Peter Joñas... Materia medica... (Stockholm: Petrus Hesselberg, 1778). Segunda edición 1782 Las dos ediciones citadas se conservan en KVAB y S.

Pehr Joñas Bergius (1730-1790).- 3.- BERGIUS, Peter Joñas Descrptionis plantarum ex Capite Bonnae Spei... (Stockholm: Laur. Salvius, 1767). El 18 de febrero de 1785 Mutis informa al virrey Caballero y Góngora haber «recibido últimamente» la «obrita» «del celebre Bergius, Profesor de historia nat[ura]l en Stokolmo»"74. KVAB, S.

Carl von LINNE (1707-1778).- 4.- Caroli Linnaei... Flora Lapponica (Amstelaedami [Amsterdam]: apud Salomonem Schouten, 1737). Vivamente interesado en esta obra, Mutis la pide a H.J. Gahn, el 24 de junio de 1783, por intermedio de Don Juan Jiménez, comerciante de Santafé de Bogotá. Es P. J. Bergius quien al año siguiente envía a Mutis, por intermedio de Gahn, un ejemplar que había pertenecido al difunto Linneo («Exemplar Authoris»), con anotaciones de puño y letra de éste. El ejemplar venía complementado con una colección de plantas de Laponia que no ha podido ser localizada en nuestros días. En 18 de febrero de 1785, Mutis comunica al virrey Caballero y Góngora «haver recibido últimamente (...) la Flora Lapponica de Linné que ya no se hallaba»7*-. BNC, F. Mutis 581.94897 L455f.

«Bergman (...), los dos prime-ros tomos de su opúsculo»77.

«Fundamenta agrostograp-hia»78.

Cónsul Hans Jacob Gahn (1748-1800) Torbern Olof BERGMAN (1735-1784).- 5.- Toberni Bergman... Opuncula physica et chimica... vol i (Holmiae [Estocolmo] Up- saliae [Upsala] & Aboae: in officinis Librariis Magni Swederi, Regg, Acadd, Bibliop., 1779) y vol ii (Uppsaliae, Litteris Direct. Johan Edman, 1780). BNC, F. Mutis 541.2 B37o 1779 (sic). Vols. 1-2. BNC-RC 541.2 B37o.

Henric GAHN (1747-1816).- 6.- Fundamenta agrostographiae... (Uppsala: Johan Edman, [1767]). Como director de tesis, Linneo desempeñó un papel muy importante en la preparación de esta obra que también apareció publicada en Caroli Linnaei...Amoenitates Academicae... (Holmiae [Estocolmo] et Lipsiae [Leipzig: apud Godofredum Kiesewetter, 1749 [-17691]), 7 vols., vol 7.

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«La de materia médica es de un tío[deH.J.Gahn]»79.

«Acta de la academia de Stockhlm desde su principio [07.1739] hasta el año de 1779 inclusive, y el segundo cuader-no de 1785 (creo haber remiti-do antes completo todo desde 1780)»8°.

«Acta Acad, Upsaliensis»82.

«Mantissa Linnei, altera. Cua-tro ejemplares»83.

«Systema Linnei Veget. Edi-ción XIV, hecha por Murray»84

La BNC, F. Mutis L45a, conserva de esa publicación únicamente los volúmenes i-iii, v y vi.

7—(¿?)

8.- Svenska Vetenskaps Academiens Handlingar Kongl. Svenska Vetenskaps Acade-miens Nya Handlingar (Actas de la Academia de Ciencias de Suecia. Nuevas Actas de la Real Academia de Ciencias de Suecia) (Estocolmo).-La BNC, F. Mutis 505 R31k, conserva las siguientes entregas trimestrales de esta publicación, algunos de cuyos números se conservan sin filar: 1739 (oct.-dic.)81 - 1740 (en.-dic, un volumen encuadernado) - - 1741 (en.-dic, un volumen empastado) - -1742 (en.-dic, un volumen empastado) -1743 (en.-mar.; abr.-jun.;oct.-dic.) -1744 (en.-dic, en un volumen empastado) - 1745 (en.-mar.; jul.-sept.; oct.-dic.) - 1746 (en.-mar.; abr.-jun.; jul.-sept.; oct.-dic.) - 1748 (jul.-sept.; oct.-dic.) - 1749 (en.-mar.; abr.-jun.; jul.-sept.; oct.-dic.) - 1750 (en.-mar.; abr.-jun.; jul.-sept.; oct.-dic.) -1751 (en.-mar.; abr.-jun.; oct.-dic.) -1753 (en.-mar.) -1754 (abr.-jun.; jul.-sept.; oct.-dic.) -1755 (en.-mar.; abr.-jun.; oct.-dic.) - 1756 (en.-mar.; jul.-sept.) - 1757 (en.-mar.) - 1758 (en.-mar.; jul-sept.; oct.-dic.) - 1759 (jul.-sept.; oct.-dic.) -1760 (en.-mar.; abr.-jun.; jul.-sept.) -1762 (oct.-dic.) - 1763 (jul.-sept.; oct.-dic.) - 1764 (abr.-jun.; oct.-dic.) - 1766 (jul.-sept.; oct.-dic) -1768 (en.-mar; abr.-jun.; jul.-sept.) -1769 (jul.-sept.) - número correspondiente al índice de los años 1755 a 1769 inclusive - 1770(abr.- jun.; jul.-sept.) -1771 (en.-mar.; abr.-jun.; oct.-dic.) -1772 (en.-mar.) -1773 (jul.-sept.; oct.-dic) -1775 (en.-mar.; jul.-sept.) -1776 (en.-mar.; abr.-jun.) - 1777 (jul.-sept.) -1778 (jul.-sept.) - 1779 (en.-mar.; jul.-sept.; oct.-dic.) - número correspondiente al índice de los años 1770 a 1779 inclusive -1780 (en.-dic, un volumen encuadernado) -1783 (jul.-sept.) -1784 (abr.-jun., número mutilado) -1785 (abr.-jun.). Además del material descrito correspondiente a los envíos de Gahn que nos ocupan, la BNC, F. Mutis conserva de esta publicación las entregas siguientes: 1785 (oct.-dic.) - 1786 (en.-mar.; abr.-jun.; oct.-dic.) - 1787 (abr.-jun.; jul.-sept.) -1788 (abr.-jun.) 1789 -(abr.-jun.; jul.-sept.; oct.-dic.) -1790 (abr.-jun.). La KVAB conserva la colección completa de esta revista.

9.- Acta Literaria Svecicae Upsaliae publicata. Vol. primum continens annos 1720-1724 (Upsaliae & Stockholmiae: prostat apud Johannem Henricum Russworm...). BNC-RC 839.78 A271 Vol. I. Ex-libris_de «Magnus Oxelgren», perteneciente con toda probabilidad a la Biblioteca de Mutis.

Carl vonLINNE (1707-1778).- 10.- Car. a Linné Mantissa plantarum [2] (Holmiae [Estocolmo]: Impensis direct Lau- ren. Salvii, 1771). La BNC concerva un ejemplar de esta obra, F. Mutis 581.9 L45m 1771. Sin embargo en el CL aparece reseñado, pág. 68: «LINNAEI Carolus, Mantissa plantarum. (Duplicado), 1771,1 vol., estante 166, obras n° 22 y 23», lo que sugiere la pérdida (¿extravío?) de por lo menos un ejemplar.

Carl vonLINNE (1707-1778),- 11.- Caroli á Linné equitis Systema vegetabilium... Editio decima quarta praecedente longe auctior et correctior curante Jo. Andrea Murray [1740-1791]... (Gottingae: Typis et impensis Jo. Christ. Dieterich, 1784). Hoy por hoy la BNC no concerva ningún ejemplar de esta obra, aunque en el CL aparece reseñado, pág. 68, el título correspondiente: «LINNAEI

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«Suplementun Linnei filii. 2 ejemplares»85.

«Linnei Fauna Suecica»87.

«Linnei iter Scanicum»88.

«Linnei iter Olandia & Gotlan-dia»89.

«Linnei filii Decades, con do-bles figuras, para completar el ejemplar que se ha mandado antes, y parece estaba defec-tuoso»90.

«3 Dissertaciones Académicas de Erica Aloe & Medicina afri-canorum de Thunberg»91.

Carolus, Systema Vegetabilium, 1784,2 vols., estante 166, obra n° 35", lo que sugiere la pérdida (¿extravío?) de estas copias. KVAB, S, WL (entrada 583).

Carl von LINNE filius (1741-1783).- 1 .-Suplementum plantarum... (Brunsvigae: Impensis Orphanotrophei, 1781). Desde noviembre de 1777 Linneo hijo informa a Mutis su intención de preparar un suplemento cuya publicación anuncia para el año siguiente. Invita y logra la participación de Mutis en esta edición86. Se sabe que en noviembre de 1784 Gahn remite a Mutis dos (¿o cuatro?) ejemplares, ninguno de los cuales conserva hoy por hoy la BNC. Sin embargo en el CL aparece reseñado, pág. 68: «LINNAEI Carolus, Supplementum plan-tarum syotemates [sic]. (Duplicado), 1781, 1 vol., estante 166, obra n°34)», lo que demuestra la pérdida de por lo menos un ejemplar, pues el otro correspondería al n° 1 del presente repertorio. J.M. Quijano Otero, no señala el vacío en el CL, lo que nos hace suponer que la sustracción (¿extravío?) debió producirse con posterioridad a 1867 (véase resolución de la sigla CL). KVAB, S, WL (entrada 501a [1781]).

Carl von LINNE (1707-1778).- 12.- Caroli Linnaei... Fauna Svecica... Editio altera (Stockholmiae: Sumtu & Literis Di- rect. Laurentii Salvii, 1761). BNC, F, Mutis 591.948 L45f 1761.

Carl von LINNE (1707-1778).- 13.- Carl Linnaei... Skánska Resa, pá hóga ófwerhetens befallning fórrátad ár 1749. Med ron och anmárkningar uti oeconomien, naturalier, antiquiteter, seder, lefnads-satt, &c. (Stockholm: pá Lars Salvii Kostnad, 1751). Segunda edición: Stockholm, 1751. La BNC no conserva en la actualidad ningún ejemplar de esta obra rarísima cuya re-seña figura, inequivocadamente, en el CS, pág. 38: «LINNEI Carolus, Zkanska resa, 1751,1 vol., estante 212, obra ns9». WL (entradas 209 y 210).

Carl von LINNE (1707-1778).- 14.- Carl Linnaei Ólándska och Gothlándsk Resa... (Stockholm och Upsala: hos Gott- fred Kiesewetter, 1745). BNC, F. Mutis 500.9486 L455o.

Carl von LINNE filius (1741 -1783).- 15.- Carolo Linnaei fil... Decas prima [secunda] tlantarum rariorum horti upsaliensis (Stockholmiae: sumtu & literis Direct. Laurentii Salvii, 1762 y 1763). BNC, F. Mutis 581.948 L455d 1762. Único ejemplar que conserva esta biblioteca, con palnchas en blanco y negro, atribuido a «Linneo Carlos de 1707-1778».

Carl Peter THUNBERG (1743-1828).- 16.- Dissertatio botánico-medica de Aloe... (Upsaliae: apud Joh. Edman..., [1785]). En TL, entrada 14.347, se señala el Io de junio de 1785 como la decha de lanzamiento de este opúsculo, casi siete meses después que Gahn envia-ra a Mutis un ejemplar del mismo, el 4 de noviembre de 1784. KVAB,S.

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«Retzii Fasiculi Observ. Bo-tan.»92.

«Acta Medicotum Suecicor»93.

«Cronshot, Mineraleschichte über das Westmanlandishe Dalkarlis-che Ertzgebirge»94.

«Flor. Comp. por le frangue»95.

«Tom. 5 & 6 de la flora hisp. de queer»96.

«Flora Yaponica de Thun-berg»97.

«Mineralogía para (sic) Mon-net»98.

Carl PeterTHUNBERG (1743-1828).- 17.- D.D. [Docente Deo] dissertatio botánica de Erica...([Upsala]: apud Joh. Ed-man,...[1785]). En TL entrada 14.349 se señala el 16 de junio de 1785 como la fecha de lanzamiento de este opúsculo, casi siete meses después que Gahn enria-ra a Mutis un ejemplar del mismo el 4 de noviembre de 1784. KVAB, S.

Carl Pehr THUNBERG (1743-1828).- 18.- Dissertatio medica de medicina africanorum (Upsaliae: apud Joh. Edman, [1785]). En TL, entrada 14.348, se señala el 4 de junio de 1785 como la fecha de lanzamiento de este opúsculo, siete mese después que Gahn enviara a Mutis un ejemplar del mismo, el 4 de noviembre de 1784. S.

NOTA.- Aparentemente la BNC no conserva en la actualidad ningún ejemplar de estos opúsculos, aunque en el CL aparece la reseña, pág. 117: «TUMBERG Carolus, dissertatio botánica, 1784,1 vol., estante 213, obra n°29», lo que sugiere la pérdida (¿extravío?) de por lo menos este volumen.

Anders Johan RETZIUS (1742-1821).- 19.- Andreae Johannis Retzii... Observationes botanicae... (Lipsiae [Leipzig]: apud Siegfríed Lebrecht Crusium, 1779 [-1791]). BNC, F. Mutis 580 R37o77.

20.- Acta Medicorum Svedcorum, seu sylloge observan, et Casuum Rariorum in va-riis Medie, prtibus, praesertim in Historia Naturali, praxi medica et chirugia, t. i (Upsaliae, Holmiae & Aboae: Impensis M. Swederi..., 1783) BNC, F. Mutis 500.9485 A271.

Axel Federico CRONSTEDT (1722-1765).- 21.- Mineralgeschichte über das Westmanlondelische und Dalekarlische Ersgebirge (Nuremberg: Belag der Grattenaveroschen Buchlanblung, 1781). BNC, F. Mutis 549 C76m35 1781.

Jan (Johannes) le Franc van BERKHEY (1729-1812).- 22.- Expositio characteristica structurae florun qui dicuntur Compositi (Lieden: Petrus vanderEyk, 1761). BNC, F. Mutis 581.4 B374e.

Joseph QUER Y MARTÍNEZ (1695-1764).- 23.- Flora española... (Madris: Joachin Ibarra..., 1762-1784), 6 vols. Los volúmenes 5S y 65 fueron editados por Casimiro Gómez Ortega (1741-1818), Madrid, 1784. BNC, F. Mutis 581.946 Q83f.

Carl PeterTHUNBERG (1743-1828).- 24.- Caroli Petri Thunberg... Flora Japónica (Lipsiae [Leipzig]: in bibliopolio J. G. Mü- lleriano, 1784). BNC F. Mutis 581.952 T485f.

Antonio Grimaldo MONNET (1731-1817).- 25.- Nouveau systéme de minéralogie... (París: Bouillon, Société Tipographique, 1779). BNC, F. Mutis 549 M655n.

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«Flora Austríaca»99.

«hortus Vindobonensis»100.

«Me parece que con lo que mandé antes, y tengo aquí aora, no debe faltar a Vdm. [Mutis] ninguna de las obras de Jacquin»101.

Barón Nikolaus Joseph von JACQUIN (1727-1817).- 26.- Florae austriacae... (Viennae Austriae: Typis Leopoldi Joannis Kaliwoda..., 1773-1778), 5vols. La BNC concerva en la actualidad una sola copia de este título (F. Mutis 581.9436 J12f56), aunque tenemos la certeza que Mutis lo había adquiri-do en doble, tal y como aparece ratificado en el CL, pág. 67: «JACQUIN, N. Josephus, flora austríaca. (Duplicado), 1773,5 vols., estante 165, n° de la obra 18», lo que sugiere la pérdida (¿extravío?) de una de las copias adquiridas por Mutis.

Barón Nikolaus Joseph von JACQUIN (1727-1817).- 27.- Hortus botanicus vindobonensis... (Vindobonae [Viena]: typis Leopoldi Joannis Kaliwoda..., 1770-1776), 3 vols. La BNC conserva en la actualidad una sola copia de este título (F. Mutis 581.08 512h67), aunque tenemos la certeza que la biblioteca de Mutis lo había adquirido en doble, tal y como aparece ratificado en el CL, pág. 67: «JACQUIN, N. Josephus, hostus botanicus vindobonensis. [Duplica-do], 1770, vols, estante 165, obra n°19)», lo que sugiere la pérdida (¿extravío?) de una de las copias adquiridas por Mutis.

La BNC conserva hoy por hoy las obras del Barón Nikolaus Joseph von JACQUIN (1727-1817) que se reseñan a continuación y que corresponden aparentemente al envío citado del cónsul Gann™2. Una descripción exhaustiva de la obra botánica de Jacquin figura en TL, vol. ¡i, págs. 407-413.

28.- Nicolai Josephi Jacquin Enumeratio stirpium plerarumque quae sponte crescunt in agro vindobonensi... (Vindobonae [Viena]: impensis Joannis Pauli Kraus, 1762). La BNC concerva en la actualidad una sola copia de este título (F. Mutis 581.9436 J126e), aunque tenemos la certeza que Mutis lo adquirió doble, tal y como aparece ratificado en el CL, pág. 67: «JACQUIN, N. Josephus, enumeratio stirpium vindobonensis. (Duplicado), 1762,1 vol., estante 165, obra n° 17)», lo que sugiere la pérdida (¿extravío?) de una de las copias adquiridas por Mutis.

29.- Nicolai Josephi Jacquin Selectarum stirpium americanarum historia... (Vindobo-nae [Viena]: ex oficina Krausiana, 1763). La BNC conserva en la actualidad una sola copia, en blanco y negro, de este título (F. Mutis 581.9729 J12s), aunque tenrmos la certeza que Mutis lo había adquirido en doble, tal y como aparece ratificado en el CL, pág. 67: «JACQUIN, N. Josephus, selectarum stirpium americanarum histo-ria. (Duplicado), 1763,1 vol., estante 165, obra n°26)», lo que sugiere la pérdida (¿extravío?) de una de las copias adquiridas por Mutis.

30.- Nicolai Josephi Jacquin Observationum botanicarum... (Vindobonae [Viena]: ex officina Krausiana, 1764-1771), 4 parís. La BNC no conserva en la actualidad ningún ejemplar de esta obra cuya reseña figura empero en el CL, pág. 167: «JACQUIN N. Josephus, observatiorum (sic) botanicarum, 1764,1 vol., estante 165, obra n° 24». J. M. Quijano Otero, al momento de recibir el inventario de la BNC (¿1867?), corrige de su puño y letra el CL señalando acertadamente que la obra consta de un total de 4 vols. La obra fue expuesta al público en 1942, según lo demuéstrala consulta del catálogo de la EL, entrada 96. KVAB, S.

31.- Nicolai Josephi Jacquin Miscellanea austriaca... (Vindobonae [Viena]: ex oficina Krausiana, 1778-1781), 2 vols.

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Page 61: Historia Crítica No. 10

«todo lo de Buchoz»103.

«tres de Burmanno»104.

La BNC conserva dos copias integrales de esta obra (F. Mutis 574 J12m47).

32.- Nicolai Josephi Jacquin Selectarum stirpium americanarum historia... ([Viena], 1780-1781]). BNC, F, Mutis 580.9 J12s35 1780 (sic).

33.- Nicolai Josephi Jacquin Icones plantarum rariorum (Vindobonae [Viena]: pros- tant apud Christianum Fridericum Wappler; Londini apud B. White et filium; Lugduni Batavorum apud S. et J. Luchtmans, Argentorati apud A. Kónig, bibliopolas, 1781- 1793), 3vols. La BNC, F. Mutis 581.9436 J12Í56, posee únicamente los volúmenes I y II de esta obra. KVAB.

La BNC conserva hoy por hoy las obras de Pierre Joseph BUCHOZ (1731-1807) que se reseñan a continuación todas éstas presumiblemente pertenecientes otrora a la Biblioteca de Mutis. Una descripción exhaustiva de la obra botánica de BUCHOZ fi-gura en TL, vol. i, págs, 392-396.

34.- Traite historique des plantes qui croissent dans la Lorraine... (Nancy, Paris 1762- 1770), 10 vote. La BNC, F. Mutis 582 B82t71, conserva los tomos 3 al 10 (2) de esta obra.

35.- Tournefortius lotharingiae... (Paris: Durand; Nancy; Babin, s.f. [1764]). BNC, F. Mutis 581.94438 B826t.

36.- Dictionaire raisonné universel des plantes, arbres et arbustes de France... (Paris: J.P. Costard, 1770-1774), 4 vols. BNC, F. Mutis 581.944 B82d 1770 (sic).

37.- Manuel medical et usuel des plantes... (Paris: Humblot, Hérissant fils, 1770), 2 vols. BNC, F. Mutis 581.6 B82m35 1770.

38.- Histoire universelle du régne vegetal... (Paris, 1773-1778), 12 vols. La BNC, F. Mutis 582 B82h47, conserva en doble los ejemplares de los volúmenes v-viii de las planchas. KVAB.

En la BNC-RC y F. Mutis se conservan las siguientes obras de Botánica registradas bajo el patronímico BURMAN:

Laurens BURMAN (1773-1793).- 39.- Nicolai Laurentü Burmanni Flora Indica... (Leyden: Apud Cornelius Haak, Amster- dam: Apud Johannes Schreuder, 1768). BNC, F. Mutis 581.950 B87Í56.

Johannes BURMAN (editor) (1707-1779).- 40.- Giorgii Everhardi di Rumphii... Herbarium Amboinense... aura et studio Joannis Burmanni... Pars prima-quarta (Amstelaedami: apud Meinardum Vytwerf, 1750). BNC, F. Mutis 581.9913 R85h371750.

Johannes BURMAN (editor) (1707-1779).- 41.- Plantarum americanarum fasdculus primus [-dedmus], continens plantas, quas olim Carolus Plumierius [Charies PLUMIER (1646-1704)]... atque in insulis Antillis

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Page 62: Historia Crítica No. 10

«Aublet»lO5.

ipse depinxit. Has primum in lucem adidit, concinnis descriptionibus, & observationi-bus, aeneisque tabulis ¡llustrativ Jahannes Burmannus,... sumptibus auctoris, pros-tant Amstelaedami in Horto medico, atque apud vidaum & filium S. Shouten, & Lugd. Batav. [Leyden] apud Gerard Potvliet & Theodor. Haak [1755-1760]. BNC-RC 581.9729 P585p Fase. 1-10.

Jean Baptiste Chistophe Fusée AUBLET (1720-1778).-42.- La BNC conserva la única obra que escribió Aublet: Histoire des plantes de la Guiane frangoise... (Londres, Paris: Pierre-Frangois Didot jeune, 1775), 4 vols. BNC, F. Mutis 581.9882 A81h. Algunas de las plantas de este ejemplar se hallan señaladas con lápiz rojo y muchas de las láminas rederminadas en lápiz [¿de puño y letra de José Jerónimo Triana (1828-1890)?].

«Sistema de 67»106.

«Especies de plantas de 62»112.

«Fauna Suética de 61»114.

Carl von Linné (1707-1778)

Carl vonLINNE (1707-1778).- 43.- Caroli a Linné... Systema naturae... Tomus l[-lll]. Editio, duodécima reformata... (Holmiae (Estocolmo]: Impensis Laurentii Salvii, 1766 [-1768]). Linneo informa a Mutis acerca de esta edición en varias de sus cartas al gaditano: Ia) del 3.02.1761 (carta hoy por hoy no localizada): anuncia la edición107; 2a) de [1765]: comunica la entrada en prensa108; 3a) del 16.01.1767: informa la salida de prensa del primer tomo y lamenta no haber podido incluir en éste una colección que Mutis le ha enviado, pues ésta ha llegado demasiado tarde109; 4a) del 10.04.1769: ofrece a Mutis una copia de la obra consagrada a los animales, las plantas y los minerales110. Mutis por su parte solicita la obra al autor en 15.05.1770 m y la recibe de éste por intermedio del virrey Manuel de Guirior en 1773. BNC, F. Mutis 500.9 L45s97 1768 v[ol]. 3.

Carl vonLINNE (1707-1778).- 44.- Caroli Linnaei... Species plantarum... Tomus l.[ll]... Editio secunda aucta... (Hol-miae [Estocolmo]: Impensis Direct. Laurentii Salvii, 1762). Linneo alerta a Mutis acerca de la aparición de esta edición en carta de febrero 3 de 1761113. Años más tarde le ofrece a Mutis una copia de la misma que conduce a Santafé de Bogotá el virrey Guirior en 1773. BNC, F. Mutis 582 L45s63 1762-1763.

Carl vonLINNE (1707-1778).- 45.- Caroli Linnaei... Fauna Svedca... Editio altera (Stockholmiae: Sumtu & Literis Di-rect Laurenti Salvii, 1761). Es el propio Linneo quien comunica a Mutis la primicia de la publicación de la Fauna, el 3 de febrero de 1761, pocos días después del lanzamiento de la obra115. Y le remite en obsequi al gaditano una copia que conduce a Nueva Granada el virrey Guirior en 1773. BNC, F. Mutis 591.948 L45f 1761. Este ejemplar retornó felizmente a la Biblioteca Nacional en 1945; porta la dedicatoria siguiente: «A la bene-mérita/ Biblioteca Nacional en/ Bogotá, dedico este incuna-/ ble del siglo xvm (sic) que de-/ berá figurar con el n° 118 bis/ en el catálogo de la Exposi-/ ción del libro 1942116./ Bajo la dirección del ilustre Dr. E[nrique]. Uribe White./ Las generaciones del futuro/ sabrán de las inquietudes literarias y científicas de nuestra bien querida/ patria en el año de gracia de 1945./Med. 20. xn. 1945».

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Carl von Linné hijo (1741-1783)

Carl vonLINNE (1707-1778).- 46.- Caroli a Linné... Systema vegetabilium... Editio decima tercia accesionibus et emendationibus novissimis manu per illustris auctoris acripsis adornata a Jahan An-dreas Murray (Gottingae [Gotinga] el Gothae [Gota]: typis et impensis Jo. Christ. Die-trich, 1774). Desde el 6 de abril de 1776 H. J. Gahn había alertado a Mutis acerca de la aparición de esta nueva edición del Systema Vegetabilium117. Don G. Hernández de Alba conservaba este ejemplar, obsequio de Linneo hijo a Mutis (¿hacia 1777-1778?), hermoseado con la dedicatoria siguiente, que pone en evidencia al oferente: «Summu Naturae Scruta-tori/ In America/ Jos: Coel. Mutis/ Amico exsimio/ Obtulis/ Autoris filius»118. KVAB, S, WL (entrada 573).

«Philosophia Botánica»120

«It [er Hispanicum] de L6-fling»121.

«y los dos nuevos tomos [sic] del Systema Naturae»122.

Fredrik Logie119

Carl vonLINNE (1707-1778).- 47.- Caroli von Linnaei... Philosophia botánica (Stockholmiae: apud Godofr. Kiesewet- ter, 1751). De los 14 ejemplares de la Philosophia que aparecen reseñados en el «Imbentario de la Libreria de la Casa que fue la Botánica al Cargo del Dr. Mutis» (ver nota 40), la BNC conserva uno solo, el más entrañable sin duda, F. Mutis 582.01 L45p44 1751. Se trata de un ex-libris que porta la inscripción manuscrita en la portada «F. K. Logie».

Pehr LÓFLING (1729-1756).- 48.- Petri Loefling... Iter hispanicum (Stockholm: Lars Salvii, Kostaad, 1758). BNC, F. Mutis 581.946 L6.3L Esta copia porta, al verso de la página de guarda inicial, la inscripción siguiente: «El autor de esta obra Pedro/ Loefling, era un queridísimo/ discípulo de Linneo. Fue enviado/ por él a estudiar la Flora Ame-/ -ricana; visitó varios países/ de las colonias españolas, y en/ un viaje al Orinoco, cogió/ una fiebre aguda y falle-/ -ció en Cumaná a una edad enteramente juvenil./ Es muy raro este libro. Lo/ adquirimos en abril de 1912». Sigue una firma con rúbrica que intentó ser borrrada (F. M. ¿Guardado?) por lo que resulta ilegible para nosotros]. Debe puntualizarse que Lófling fue enviado a América en misión oficial por la Corona española y colectó principalmente en Vene-zuela. Si el ejemplar de la BNC es el mismo que Logie ofreció a Mutis en 1760, la inscripción transcrita sugiere que el libro abandonó por un tiempo la Biblioteca de Mutis adonde ahora se conserva.

Carl vonLINNE (1707-1778).- 49.- Caroli Linnaei... Systema naturae... Tomus l[ll]. Editio decima reformata... (Hol- miae [Estocolmo]: Impensis direct. Laurentii Salvii, 1758 [-1759]). Edición original: 1758-1759,2 vols.: vol. 1 (Animalia): págs. [i-iv], [l]-823. La BNC conserva la parte final de este primer volumen. Empastado en cuero, éste comprende desde la página 641 hasta la página 823 (F. Mutis 500.9 L45s 1789 [¡sic!] pte 3a). En el lomo se lee la marca «TOM:III», que sugiere que el volumen I del Systema, que en la edición original figura como un tomo único, fue desencuadernado y empastado en tres tomos.

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vol. 2 (Vegetabilia): págs. [i-iv], 825-1384. La BNC conserva dos partes de este segundo volumen, empastadas en cuero y que comprenden, la primera de ellas, desde la página 825 hasta la página 1088 (F. Mutis 500.9 L45s 10a ed. v[ol]. 2 [sic]). En el lomo se lee «Vol. I. [sic]», marca que no corresponde con el obtenido del tomo. Este fue exhibido al público en Bogotá en el año de 1942 (cf. EL, 117). La otra parte (F, Mutis 500.9 L45s 1789 [sic] pte 4a. [sic]) comprende desde la página 1095 hasta la página final de este segundo volumen, es decir la página 1384. Nótese el vacío entre estas dos últimas partes, que se extiende desde la página 1088 hasta la página 1094. La cubierta inicial de cada uno de los tres tomos porta la marca «F. L. K.», grabada en fondo dorado y que corresponde a las iniciales del oferente de la obra. Copias completas en KVAB, S y WL (págs. 10-11).

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Índice de Autores

AUBLET, Jean Baptiste Christophe Fusée, 63

BERGIUS, Pehr Joñas, 57

BERGMAN, Torbern Olof, 57

BERKHEY, Jan Oohannes) le Franc van, 60

BUCHOZ, Pierre Joseph, 62

BURMAN, Johannes, 62

BURMAN, Laurens, 62

CRONSTEDT, Axel Federico, 60

GAHN,Henric,57

JACQUIN, Barón Nikolaus Joseph von, 30,31

LINNE, Carl von, 56,57,58,59,63,64

LINNE, Carl von, filius, 57,59

LÓFLING,Pehr,64

MONNET, Antonio Grimaldo, 60

PLUMIER, Charles, 62

QUER Y MARTÍNEZ, Joseph, 60

RETZIUS, Anders Johan, 60

THUNBERG, Carl Pehr, 60

THUNBERG, Carl Peter, 59,60

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Índice de títulos

Acta Literaria Svecicae Upsaliae publícate, 58 Acta Medicorum Svecicorum, 60 Amoenitates Academicae(Linne), 57 Dissertatio botánica de Erica (C. P. THUNBERG), 59 Decas prima [secunda] plantarum rariorum horti upsaliensis (LINNE filius), 59 Descriptionis plantarum ex Capite Bonnae Spei fP. J. BERGIUS), 57 Dictionnaire raisonné universel des plantes, arbres et arbustes de France (P. J. BUCHOZ), 62 Dissertatio botánico-medica de Aloe (C. P. THUNBERG), 59 Dissertatio medica de medicina africanorum (C. P. THUNBERG), 60 Enumeratio stirpium plerarumque, quae sponte crescunt in agro vindobonensi (N. J. von JACQUIN), 61 Expositio characteristica structurae florum qui dicuntur Compositi (J. le Franc van BERKHEY), 60 Fauna Svecica (LINNE), 59, 63 Flora española 0- QUER Y MARTÍNEZ), 60 Flora Indica (L. BURMAN), 62 Flora Japónica (C. P. THUNBERG), 60 Flora Lapponica (LINNE), 56, 57 Florae austriacae (N. J. von JACQUIN), 61 Fundamenta agrostographiae (H. GAHN), 57 Herbarium Amboinense (G. E. de RUMPHIO), 62 Histoire des plantes de la Guiarte francoise (J. B. C. F. AUBLET), 63 Histoire universelle du régne vegetal (P. J. BUCHOZ), 62 Hortus botanicus vindobonensis (N. J. von JACQUIN), 61 Icones plantarum rariorum (N. J. von [ACQUIN), 62 Iter hispanicum (P. LÓFLING), 64 Mantissa plantarum [2] (LINNE), 58 Manuel medical et usuel des plantes (P. J. BUCHOZ), 62 Materia medica (de H. J. GAHN), 58 Materia medica (P. J. BERGIUS), 57 Mineralgeschichte über das Westmanlondelische und Dalekarlische Ersgebirge (A. F. CRONSTEDT), 60 Miscellanea austríaca (N. J. von JACQUIN), 61 Nouveau systéme de minéralogie (A. G. MONNET), 60 Observationes botanicae (A. J. RETZIUS), 60 Observationum botanicarum (N. J. von JACQUIN), 61 Olándska och Gothlándska Resa (LINNE), 59 Opuscula physica et chimica (T. O. BERGMAN), 57 Philosophia botánica (LINNE), 63 Plantarum americanarum fasciculus primus [-decimus] (Ch. PLUMIER), 62 Selectarum stirpium americanarum historia (N. J. von JACQUIN), 61 Skánska Resa (LINNE), 59 Species plantarum 2da. ed. (LINNE), 63 Supplementum plantarum (LINNE filius), 57, 59 Svenska Vetenskaps Academiens Handlingar _ Kongl. Svenska Vetenskaps Academiens Nya Handlingar (Actas de la Academia de Ciencias de Suecia _ Nuevas Actas de la Real Academia de Ciencias de Suecia), 58 Systema narurae (LINNE), 62 Systema narurae, 10a ed. refórmate (LINNE), 64 Systema vegetabilium 13a ed. (LINNE), 63 Systema vegetabilium, 14d ed. (LINNE, editor A. MURRAY), 58 Tournefortius lotharingiae (P. J. BUCHOZ), 61 Traite historique des plantes qui croissent dans la Lorraine (P. J. BUCHOZ), 62

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NOTAS

1 Profesor, Departamento de Historis. Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá; Investigador Invitado. Svenska lnstitutet:Naturihistoriska Riksmuseet. miembro del Centre de Recherche Interunversitaire sur l'Aménque espagnole colomale (París IIIJDeseo expresar mí más vivo reconocimiento a Monsieur Michel Lille por su valiosa colaboración en la preparación de este trabajo. También debo agradecer la hospitalidad que durante el 48a Congreso Internacional de Americanistas me brindó en Estocolmo el Nodo Suecta de la Red Caldas de Colciencias, en particular su presidente, el doctor Jorge Rincón y Señora, y sus asociados, los doctores César Segura y Javier Sánchez. Una versión de este trabajo fue leida en el Coloquio: Estudios sobre ciencia, tecnología y sulfura: nuevas perspectivas, resultados recientes (Santafé de Bogotá, Hemeroteca Nacional, diciembre de 1994) y publicadaen los Ocassional pepera del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo , marzo de 1995

2. Cf. SMITH, James Edward (editor y traductor).- A selection oí the corresponóance ol Unnaeus and other naturalists from the original manuscripts (Londres: Longman, Hurst, Rees. Ame and Brown..,, 1821), 2 vols. (parte de la correspondencia entre Linneo y Mutis se halla publicada en el . págs. 510 a 550); COLMEIRO. Miguel.- -Bosquejo histórico y estadístico del Jardín Botánico de Madrid- , en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural (Madrid), t. iv (1875), pág. 241 a 345; GREDILLA GAUNA, Federico Apolinar.- Biografía de José Celestino Mutis (Madnd: Fortanet, 1911); HERNÁNDEZ DE ALBA LESMES. Guillermo (editor).- Archiva Epistolar del Sabio Naturalista Don José Celestino Mutis.. (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1968-1975), 4 vols.; SCHUMACHER, Hermann A.- -Linnés Beziehungewn zu Neu Granada-, en Abhandlungen des NaturwissenschaWichen Vereins zu Bremen, t. vi (1880), págs. 559-576 (de este articulo disponemos de una traducción francesa preparada a ruego nuestro porMadame JeanineLANG, «Les realtions de Linné avec la Nouvelle-Grenade-, París, 1986, 61 págs,);RYDEN, Stig.- «José Celestino Mutis och Hans FOrbinder med Línnéoch Hans Krets». en Svenska LinnéSallskapets Arssknft(Upsala), vol. xxxv (1952), págs. 31 a 38 (conservamos de este artículo una versión española preliminar preparada por el autor: -José Celestino Mutis y sus relaciones con Línné y su círculo». 9 págs.): ANDERSSON. Lennart- -La realción personal y científica entre Linneo y Mutis-, conferencia pronunciada en el Real Jardín Botánico de Madrid el 2 de octubre de 1988, copia mecanográfíca, 14 págs., que debemos a la gentileza de su autor; AMAYA. José Antonio- Mutis, Apotre de Linné en Nouvelle-Grenade. Histoire de la Botanique en Nouvelle-Grenade (1760-1783) (tesis doctoral en Historia de las Ciencias dirigida por Monsieur Guy Chaussinand-Nogaret. París; Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, abril 10 de 1992).

3.Tal proyecto se halla consignado en la comunicación de Mutis a Caballero y Góngora fechada en Santafé de Bogotá el 27 de marzo de 1783. en GREDILLA. F.- Opus cit.. págs. 166 a 175.

4. Cf. el artículo 3S de la cédula aprobatoria de la Expedición neogranadina cuyo original se conserva en el Archivo General de la Nación (Santafé de Bogotá), Miscelánea, t. 126, fols. 305-308. Cf. el artículo 3S de la cédula aprobatoria de la Expedición neogranadina cuyo original se conserva en el Archivo General de la Nación (Santafé de Bogotá), Miscelánea. 1.126. fols. 305-308.

5. La real cédula inédita aprobatoria de esta Expedición se halla transcrita y comentada en AMAYA, J. A.- Opus cit.. págs. 726-731. 6.Cf. AMAYA, José Antonio- -Mutis et l'histoire naturelle espagnole (1975-1783)- próximo a aparecer en las Actas del Pnmer Coloquio Franco-Colom-

biano de Ciencias Sociales, -ENLACES-, celebrado en París en mayo de 1994. 7. Borrador de una caria de Mutis a E. Valenzuela. Santafé de Bogotá. 31 de diciembre de 1783. en HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (ed.).- Opus dt., 1.1.

pág. 150. 8. Cf. AMAYA. J. A.- Op. dt, pág. 354. 9. Carta de Mutis a Cari Linneo hijo, ¡Sapo. 10 de septiembre de 1778], en SMITH, J E- Op dt.. vol. i¡, pág. 539. La fecha de esta carta figura en el

Diario de Observaciones de José Celestino Mutis (1760-1790). transcripción, prólogo y notas por G. HERNÁNDEZ DE ALBA, 2 tomos (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, segunda impresión, 1983). tomo 1, pág. 361.

10. La probable biblioteca botánica en posesión de Mutis al momento de ser creada su Expedición (1783) ha sido identificada en AMAYA. J. A.- Mutis,

Apotre de Linné,.., págs. 232 a 238. 11. Carta de Mutis a Linneo, 6 de junio de 1773, en J. E. Smith.- Op. cit., vol. ii. pág. 523. 12. Carta de Alstrómer a Ruiz Pavón. Gotemburgo. 14 de mayo de 1774, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (ed.).- Archivo Epistolar del Sabio Naturalista

Don José Celestino Mutis.... t. iii, pág. 298. 13. Este catálogo se halla editado en AMAYA, José Antonio.- Op. dt..., págs. 731 a 735. 14. La lista de libros de López Ruiz citada en la nota se halla firmada por Gómez Ortega. 15. Carta de Mutis a J. Jiménez, La Mesa, 24 de junio de 1783, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (ed.).- Op. dt, t. i, pág. 123. 16. En la Instrucción a que deberán arreglarse los sujetos destinados por S. M para pasar a la América Mendional... (1776), artículo 18. puede leerse:

«[...] pero hay algunas otras advertencias muy importantes que hacer a nuestros botánicos [:] que con ningún motivo[,] ni pretexto, por sí. ni por otra alguna persona, se mexcle ninguno de ellos directa, ni indirectamente en asumptos de Comercio, en envia- a Europa [...] objetos de la Botánica e Historia Natural, de los cuales tampoco podrán hacer envío alguno a la Europa que no sea directamente al Secretario del Despacho de Indias para el Gavmete de Historia Natural, y Real Jardín Botánico, ni traficarías en la América [...]>. Esta Instrucción se halla publicada en JARAMILLO-ARANGO, Jaime (editor).- Reladón Histónca del viaje, que hizo a los Reynos del Perú y Chile el botánico D. Hipólito Ruiz en el año de 1777 hasta el año de 1788, en cuya época regreso a Madnd. segunda edición (Madrid, 1952). pág. 400.

17.En 1760 cuando Mutis marcha a América se desempeñaba como cónsul de Suecia en Cádiz Jacob Beilman quien permanece en éste cargo hasta 1772 cuando le sucede H. J. Gahn (comunicación personal de Herr Berndt FREDRIKSSON del Ministerio de Relaciones Exteriores de S i Estocolmo, 28 de febrero de 1990).

18. Cf. la carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 10 de febrero de 1774. Original en Archivo General déla Nación, Archivo Anexo. Sección Historia (en adelante AGN, An., Hist). t(omo). 28. f(olk>). 748.

19. Comunicación personal de Herr Berndt FREDRIKSSON del Ministerio de Relaciones Extenores de Suecia, Estocolmo, 28 de febrero de 1990, Cf. la carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 10 de febrero de 1774. Original en Archivo General de la Nación, Archivo Anexo, Sección Historia (en adelante AGN, An., Hist.). t(omo). 28, f(olio). 748.

20. Original en AGN, An., Hist., t. 28, f. 747 y 747v. 21. Carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 10 de febrero de 1774. Original en AGN, An., Hist., t. 28, f. 748 v. 22. Pehr Kalm (1715-1779). Pehr Osbeck (1723-1805), Fredrik Hasselqvist (1722-1752) y Toren. 23. Tal lista de libros se halla transcrita en HERNÁNDEZ DE ALBA. G. (ed.).- Op. dt, 1.1, págs. 124-125. 24. Es el propio cónsul Gahn quien, en 1784, trata de disuadir a Mutis de aprender la lengua sueca: «Ya se hará vuesamerced el cargo, que me loson|ea

como sueco, de saber la idea de vuesamerced de estudiar nuestro idioma. Pero, debo, en conciencia desaconsejar a vuesamerced la empresa. Es una lengua bien difícil, en realidad de poca utilidad, y se agrega de que como ninguna otra nación pretende aprenderla, no haya libros, gramática y

67

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lexicón para facilitarlo» (carta de [Cádiz, después del 31 de marzo de 1784], en HERNÁNDEZ DE ALBA, G., Op, cit, t. MI pág. 309), Todo parece indicar que Mutis perseveró en su propósito de aprender el sueco, pues en enero de 1786 le confesaba a P.J. Bergiusser «un hombre de nacionalidad española, aunque en el efecto no menos sueco y semiconocedor de su idioma» (carta fechada en Mariquita, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G., Op. cit., t. i, pág. 291). No es improbable que el gaditano se aproximara al sueco a través del francés, como lo sugiere la lectura del Catálogo de su Biblioteca en el que figuran, al lado de una considerable cantidad de diccionarios y gramáticas de lenguas antiguas y modernas, europeas y no europeas, una Gramática francesa sueca» (folio 20) y un «Diccion[ari]o Francés Sueco» (folio 23), cf. Imbentario de la Librería de la Casa que fue la Botánica al Cargo del Dr. Mutis, Santafé de Bogotá, 16 de octubre de 1816, Archivo General de Indias (Sevilla). Audiencia de Santafé. legajo 557.

25. Carta de Gahn a Mutis. Cádiz, 29 de octubre de 1784. Original en AGN, An. Hist., t. 28. f, 722. 26.Cf. la carta de Mutis a Caballero y Góngora fechada en Mariquita el 18 de febrero de 1785, en HERNÁNDEZ DE ALBA. G. (ed.).- Op. cit..

t, i. pág 233. El editor de esta compilación confunde el nombre del capellán Daniel SCHEtDENBURG con el det místico sueco Emmanuel SWEDENBORG (1688-1772). Gahn confirma que Mutis conocía a Scheidenburg de vieja data, en su carta a Mutis, ca. de julio de 1784. en HERNÁNDEZ DE ALBA, G, (ed.).- Op. cit., t. iii, pág. 309.

27. Borrador de una carta de Mutis a Gómez Ortega, Santafé de Bogotá, 31 de marzo de 1784, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (ed.).- Op. cit., t. i. pág. 185.

28. Gahn en carta a Mutis de Cádiz, ca. de julio de 1784, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (ed.). Op cit., t. ¡ii, pág. 308. 29. En este sentido basta citar un pasaje de una carta de Anders COUHITTE, dependiente de la casa de comercio de Gahn, quien con un pedido de

libros le expide a Mutis una carta, fecha 6 de julio de 1786, en la que le dice: «Lo que yo deseo es q.e vmd. llegue a acabar de publicar sus obras y descubrimientos y desde luego será mejor, si vmd logra disponerlo de modo que vaya directamente al Ympresor y Gravador, que si vmd. lo manda a la Corte en disposición que [GómezjOrtega o qualquiera otro lo arregle después y lo publique, porque todos tienen sus fines, y no suele ser raro entre professores. que uno se quiera atraher el mérito y Gloria del trabajo y descubrimientos del otro» (original en AGN. An. Hist., t. 28, f. 771 y 771v).

30. Carta de Gahn a Mutis. Cádiz, 15 de marzo de 1786. Original en AGN, An., Hist., t. 28, f. 791. 31. Cf. la Real Orden del 21 de junio de 1784 publicada por Cédula del Consejo de fecha 1a de julio de 1784 y la Ley 31, titulo xvi, libro viií déla

Novísima Recopilación, en DOMERGUE, Lucienne.- CensureetLumiéres dans l'Espagne de Charles ///(París: Ediciones del CNRS, 1982), pág. 108, nota 24.

32. Cf. RUMEAU DE ARMAS, A.- Hlstona de la censura gubernativa en España (Madrid, 1940) y DOMERGUE, L- Op. cit., págs. 103 y 104. 33. Detalles sobre las dificultades que hubo de encarar Gahn con la censura, en relación con los libros para Mutis, se hallan consignados en sus cartas

a Mutis del 15 de noviembre de 1785, 15 de marzo de 1786 y 19 de mayo de 1786 (AGN, An., Hist,, t. 28, fols. 769, 790v, 762v) y también en la del 14 de abril de 1786 que figura transcrita en la página 48 de este trabajo.

34. Cf. carta de Gahn a Mutis, San Ildefonso, 29 de agosto de 1787. Original en AGN, An., Hist.. t, 28, f. 786.34. 35. Carta de Anders Retzius á Antoine-Laurent de Jussieu, Lund, 14 de diciembre de 1783. Original en el Muséum national d'histoire naturelle de

París, Laboratorio de Fanerogamia. Correspondance des Jussieu. 36. Las gestiones de la Corona española enderezadas a satisfacer la solicitud de Mutis serán objeto de un estudio que nos proponemos preparar con

documentos hallados en el Archivo General de Indias (Sevilla). 37. Huelga señalar que Gahn permanece a la cabeza del consulado de su país en Cádiz hasta su muerte acaecida el 4 de noviembre de 1800

(comunicación epistolar de Herr B. FREDRIKSSON del Ministerio sueco de Relaciones Exteriores, Estocolmo. 28 de febrero de 1990). 38. En su carta a Mutis del 29 de agosto de 1787, H. J. Gahn menciona «dos o tres cartas» de Mutis recibidas en Cádiz (cf. AGN. An., Hist,, t. 28. f.

782), comunicaciones que hasta la fecha no hemos podido localizar. Del total de las 20 cartas que Gahn remite, F. A. Gredilla publica una en 1911 (Op. cit., págs. 266-267): G. Hernández de Alba, 14 en 1975 (Op. cit. t. iii, pág. 296 a 332). En esta edición, tomo cit.. págs. 304-305, Hernández de Alba transcribe un fragmento de una carta que él supone de Gahn a Mutis. Este fragmento contiene una solicitud de plantas para Giovanni Marsili (1727-1794), profesor de botánica del Jardín de Padua, ruego que contrasta con el carácter de la correspondencia del cónsul de Suecia a Mutis, lo que nos hace pensar que tal fragmento no puede ser atribuido a Gahn. El presente trabajo incluye tres cartas inéditas de Gahn a Mutis: restan por descubrir al menos dos cartas. Para una descripción en detalle del conjunto de la correspondencia de Mutis con Suecia, cf. J. A. AMAYA, Op. cit., cuadro ns 5. Por su parte. Mutis dirige a Gahn un total de 16 a 17 cartas, de las cuales sólo cinco han sido publicadas, dos por Gredilla en 1911 (Op. cit., págs. 189-191 y 274-275) y tres por Hernández de Alba en 1968 (Op. cit., t. i, págs. 61, 86, 93, 135 y t. ii, págs. 26-28). Estas cartas de Mutis representan hoy por hoy uno de los vacíos mas notorios en ¡a historiografía consagrada al estudio de las relaciones entre Colombia y Suecia, Huelga decir que ninguna carta de Mutis figura en la correspondencia del cónsul Gahn que conservan el Ministerio de Relaciones Exteriores de Estocolmo (comunicación personal de Herr B. FREDRIKSSON, fecha 28 de febrero de 1990) y la Biblioteca Real de Suecia (comunicación personal de la conservadora Fru Eva DILLMAN fecha 12 de junio de 1987).

39. En HERNÁNDEZ DE ALBA. G. (ed.).- Op. cit, t. ii, pág. 26. 40. Original en Archivo General de Indias (Sevilla), Audiencia de Santafé, legajo n! 557. Como puede verse, este primer inventario es tardío en relación

con la fecha en que Mutis comenzó a constituir su biblioteca en Nueva Granada (1760). Según las informaciones de que dispongo, hasta la fecha no se ha descubierto el inventario de los bienes de Mutis elaborado con motivo de su muerte en 1808. En estas mortuorias solía ser de rigor la descripción exhaustiva de las bibliotecas de los difuntos.

41. En el verano de 1985 Madame Catherine DESCHAMPS-LANG tuvo la gentileza de alertarnos acerca de la existencia, en la Biblioteca del Instituto de Francia en París, de un conjunto de cartas del epistolario de Mutis, entre las cuales las tres del cónsul Gahn que aquí se editan por primera vez. La correspondencia de Gahn a Mutis perteneció originalmente al archivo de este último, hoy por hoy en el Real Jardín Botánico de Madrid. Sin embargo, la mayor parte de las cartas de Gahn a Mutis se encuentra en la actualidad en el Archivo Histórico de la Nación en Santafé de Bogotá (Archivo Anexo, Sección Historia, tomo 28), en una colección de «Autógrafos de D. José Celestino Mutis» (folios 720 a 791), incluida en un legajo junto con los uüuumemüs más alsifniiés (v. gr. papeles oé lá LJIreccidn y Superintendencia G>aí. de Hacienda de Cundinamarca, 1820: Documentos de autoridades españolas, 1822; Archivo Secreto de Relaciones Exteriores, etc.). En esta colección figuran, además de los autógrafos de Gahn, otros documentos y cartas, por ejemplo la correspondencia de Pedro Antonio de Cossío a Mutis. Se nos ocurre que alguien debió sustraer estos manuscritos del archivo de Mutis antes de que éste fuera transferido manu militaría Madrid en el año de 1816, aunque no debe descartarse la posibilidad de un «retorno» de Madrid a Santafé. Se tiene la impresión que estos documentos fueron cosidos en algún momento y con posterioridad separados, sufriendo entonces mutilación en sus márgenes con algún desmedro en la lectura. La numeración aplicada en eí Archivo no repara en el orden lógico ni cronológico de las cartas que se hallan en gran desorden. En relación con las misivas de Gahn pertenecientes a la colección de autógrafos de botánicos célebres de Joseph Decaisne en el Instituto de Francia, ignoramos si éstas llegaron allí procedentes de Madrid o directamente de Santafé de Bogotá. Para la 68

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transcripción de las cartas de Gahn se ha respetado la ortografía original; aunque, con miras a facilitar la lectura, se han modernizado los acentos y los signos de puntuación.

42. Cf. Apéndice S, entrada no 23. 43. Cf. Idem, entrada no 24. 44. Cf. Idem, entrada no 25. 45. Conforme a nuestras informaciones, no ha podido ser lozalizado el titulo de corresponsal conferido a Mutis por la Academia de Ciencias de Estocolmo. 46. ¿Hans Gottlieb o Henrik? 47. Joseph Dombey (1742-1794), naturalista francés agregado a la Expedición española al Perú y Chile que se prolongó desde 1777 hasta 1788. Dombey

desembarcó en Cádiz procedente del Perú el 22 de febrero de 1785 dando asi por concluido su periplo americano, años antes que sus compañeros españoles José Antonio Pavón y Jimémez (1754-1840) e Hipólito Ruiz López (1754-1816).

48. En efecto, Gahn había dirigido a Mutis los libros anunciados en la carta del 29 de octubre de 1784 por intermedio del virrey Caballero y Góngora, cf. AGN. An., Hist.. t. 28. f. 723.

49. Cf. Apéndice B, entrada no 26. 50. En carta de fecha 15 de marzo de 1786 Gahn comunica a Mutis: 'Dos meses cumplidos ha que llegó aquí un embio de libros de los pedidos en París

por mi librero [¿Monsieur Juan Ravet?]. pero por un conflicto de jurisdicción que se ha suscitado entre el Consejo de Castilla y la Inquisisción sobre el derecho de permitir el despacho de entrada de libros en España, ni éstos ni ningunos se han podido despachar en mucho tiempo y no será estraño que se estén perdiendo en la aduana...-. AGN. An.. Hist., t. 28. f. 790v.

51. Cf. Apéndice B. entrada n8 43. 52.Quizá del Perú y en particular de la localidad de Loja. 53. Se trata de Juan de Cuéllar. protegido de Gómez Ortega. Este ultimo sujeto se identificaba con frecuencia como "Ortega" con el fin de evidenciar

su relación con su tío materno Joseph Hortega, subdirector del Real Jardín Botánico de Migas-Calientes desde 1755 hasta su muerte acaecida en 1761.

54. El 2 de febrero de 1786 naufragó frente a las costas de Cádiz el San Pedro de Alcántara, barco que transportaba las colecciones preparadas durante los últimos cinco años por J. A. Pavón y Jimemez e H. Ruiz López, expedicionarios españoles en Perú.

55. Come se sabe, J. A. Pavón y Jimémez e H. Ruiz López.

56. El 'Te de Bogotá' se prepara con las hoias de Alstoma theaiformis, planta que crece en las tierras frías de las inmediaciones de la sabana de Bogotá donde se la conoce con el nombre vernáculo de "Palo Blanco", cf. José Antonio AMA YA, "Dos documentos inéditos sobre el "Té de Bogotá" de Don José Celestino Mutis" (Madrid, manuscrito. 1989, 17 págs.).

57. Se refiere a la carta fechada en San Ildefonso el 29 de agosto de 1787 Ongmal en AGN, An., Hist., t. 28. fols. 782. 783. 783v y 781. 58. Esta mansión de Gahn en Madrid, prevista para «quince o veinte días-, se prolongó desde septiembre de 1786 al menos hasta finales de 1787 e

incluso principios de 1788, cf. carta citada en la nota anterior, f. 782. 59. La BNC. F. Mutis conserva la segunda reimpresión de la obra de Leonard PLUKENET (Leonardi Plukenetíi) (1642-1706). Phytographia (London.

secundó excusum , ediderunt T. Davies, 1769). 60. Los Genera plantarum Jakob Johann WERNISCHECK (1743-1804), (Viena, Joannis Thomae de Trattners, 1764), se conservan en la BNC, F. Mutis

589.1 W37g 1764. 61. Referencia mordaz a C. GÓMEZ ORTEGA. De este autor la BNC conserva dos obras: Tablas botánicas... (Madnd: Imprenta Real, 1783). F. Mutis

581.9 G65t y Curso elemental de botánica.. (Madrid: Imprenta Real. 1785), F. Mutis 581.07 G65c V. I, Vale la pena señalar que ninguno de los dos se halla dedicado a Mutis.

62. Se trata de los Elementa botantcae de George Christian OEDER (1728-1791) (Hafniae [K|obenhavn]: typis fratrum Philibert. Prostat apud víduam Franc. Christ Mumme, 1764-1766) uno de cuyos eiemplares se conserva en la BNC, F. Mutis 581.984 O333e.

63.Se refiere la la [Flora Dánica] Icones plantarum sponte nascentium m regnis Daniae et Norvegiae... de G. C. OEDER, aparecida en Copenague, [1761-] 1764-1883.17 vols. La BNC conserva el voiumen 3;de esta obra que apareció en 1770 (F. Mutis 581.948 0333 e 1770).

64. Se refiere a la factura inédita de Monsieur Juan Ravet. librero en la gaditana Calle de San Francisco. Casa ns 69. fecha 15 de septiembre de 1785. remitida a Mutis por A. Couhitte, con su carta del 30 de mayo de 1786, cf. AGN, An., Hist., t. 28, f. 745. El estudio de este documento y de otras facturas inéditas en francés que hemos localizado en París y en Santafé de Bogotá precisarán todavía mejor el papel desempeñado por Gahn en la formación de la Biblioteca de Historia Natural de Mutis.

65. En las Academias de Ciencias de Estocolmo y Upsala. 66. José de Gálvez. 67. Fausto D'Elhuyar (1755-1833). 68. Barón Ignacio de Born (1742-1791). 69. La BNC-RC no conserva ninguna obra de I. de Born. 70. El Hospital de la Marina de Cádiz. 71. Deseo agradecer a Doña Mana Dolores RIVERA DE DÍAZ, Jefe de la Sección de Libros Raros y Curiosos de la Biblioteca Nacional, la acogida que

me ha brindado en esta nueva exploración del Fondo Mutis. 72. Cf. carta de P. J. Bergius a Mutis, Estocolmo, 10 de marzo de 1778, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (ed.).- Op. cit., t. lii. pág. 78. 73. Cf. carta de Bergius a Mutis, Estocolmo. 12 de septiembre de 1784. en AMA YA, J. A.- Mufis. Apotre de Linné.... pág. 701. 74. "Noticias estractadas de la correspondencia familiar del Dr. Dn. J[ose]ph Celestino Mutis [...] relativas asus travaios botánicos p[ar)a. la historia

Natural de[l Nuevo Reyno de Granada]' Se trata del resumen de una serie de cartas de Mutis a Caballero y Góngora preparado por su secretario de cámara, Diego de UGALDE (original en el Real Jardín Botánico de Madrid. Archivo Mutis. Caja 29).

75. Cf. documento citado en la nota 74. 76. Cf. nota 74. 77. Cf. carta de Gahn a Mutis, [ca. de julio de 1784], en HERNÁNDEZ DE ALBA. G., Op. cit. pág. 309. 78. Cf. carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 29 de octubre de 1784, AGN. An., Hist., t. 28, f. 722v. 79. Idem 80 Cf. carta de Gahn a Mutis. Cádiz. 29 de octubre de 1784, AGN. An., Hist.. t. 28. f. 723v.

69

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81.Esta entrega se halla empastada con un fragmento del borrador de una carta de puño y letra de Mutis al virrey José de Ezpeleta, de fecha 25 de mayo de 1790. El original de esta carta se conserva en el Archivo General de Indias (Sevilla), Audiencia de Santafé, legajo 667.

82.Cf. nota 80. 83.Cf. nota 80 84.Cf. nota 80. 85.Cf. nota 80. 86.Cf. carta de Linneo hijo a Mutis, Upsala, 6 de noviembre de 1777, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G.- Op. cit, t. iv, pág, 28. 87.Cf. nota 80 88.Cf. nota 80. 89.Cf. nota 80. 90.Cf. carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 29 de octubre de 1784, AGN, An., Hist.. t. 28. f. 723. 91.Cf. nota 90. 92. Cf. nota 90. 93. Cf. nota 80. 94. Cf. nota 90. 95. Cf. carta de H. J. Gahn a Mutis, Cádiz, 8 de marzo de 1785, en la pág. 47 de este trabajo. 96. Cf. nota 95. 97. Cf. nota 95. 98. Cf. carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 8 de marzo de 1785, en la pág,47 de este trabajo. 99. El 18 de octubre de 1785 informa al virrey Caballero y Góngora que -He recibido carta del cónsul [Gahn] y la buena noticia de haber llegado a ese

puerto [Cartagena de Indias] un caxón con libros con las mejores estampas iluminadas que ha publicado el célebre Jacquin en su Flora Austríaca y Hostus Vindobonensis- (cf. nota 74 ).

100. Cf. nota 99. 101. Cf. carta de Gahn a Mutis, Cádiz. 15 de marzo de 1786, AGN, An., Hist., t. 28, f. 785. 102. - Además, la BNC, F. Mutis 574 J12c65 1786 [sic] conserva de JACQUIN su Collectanea ad botanicam, chemian, ethistoriam naturalem spectantla,

cum figuris... (Vindobonae [Viena]: ex officína Wappleriana, 1786-1796). De esta obra publicada en cinco volúmenes, la mencionada institución custodia dos copias de los volúmenes i a ¡ii, formalmente publicados en 1786, 1788 y 1788, pero que en realidad fueron lanzados al público en 1787, 1789 y 1791 respectivamente (cf. TI, entrada 3253).

103. Cf. carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 15 de marzo de 1786, AGN, An., Hist., t. 28, f. 791. 104. ídem. Nótese que Gahn parece creer que Johannes BURMAN y Laurens BURMAN son uno y el mismo autor. 105. Cf. carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 14 de abril de 1786, en la página 48 de este trabajo. 106. Ver nota 9. 107. Cf. HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (editor).- Diario de Observaciones de José Celestino Mutis..., 21. (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica,

segunda impresión, 1983), 1.1, pág. 92. 108. Cf. HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (editor).- Archivo Epistolar del Sabio Naturalista Don José Celestino Mutis..., t. iv, pág. 23 109. Cf. AMAYA, J. A.- Mutis, Apotre de Llnné..., pág. 692. 110. Cf. AMAYA, J. A- Op. cit, pág. 695. 111. Cf. carta de Mutis a Linneo, Santafé de Bogotá, 15 de mayo de 1770, en HERNÁNDEZ DE ALBA, G. (editor).- Op. ctt.,\. i, pág. 52. 112. Ver nota 9. 113. Ver nota 107. 114. Ver nota 9. 115. Ver nota 107. 116.EI catálogo de la EL no presenta ningún lirbro reseñado con el número 118 bis. 117. Cf. carta de Gahn a Mutis, Cádiz, 6 de abril de 1776. Original en AGN, An., Hist., t. 28, f. 761. 118. Cf. HERNÁNDEZ DE ALBA, G., Op. cit, t. i, pág. 80. 119. Fredrik Logíe (n. en 1739): hijo del cónsul de Suecia en Algeria (1756-1758), discípulo de Linneo en Upsala por la misma época. Inscrito en la

Facultad de Medicina en 1758, terminó siendo oficial del ejército. Después de su permanencia en Upsala volvió a Algeria y fue en el curso de este viaje que conoció a Mutis en Cádiz en 1760. También viajó a Italia e Inglaterra en 1766. Trabajó en la Compañía de las Indias Orientales en 1768. Además de estas informaciones, poco es lo que se sabe de su vida (cf. FRÍES, Thomas Magnus [editor].- Bref och Skrífvelser af och till Cari von Linné. FOrsta afdelningen Del III, Med UnderstM af Svenska Staten, Ufgifna af Upsala Uníversitet, Stockholm, Aktíebolaget Ljus, serie I, I-8, 1907-1922, continuada por J. M. HULTH, serie 2.1. 1916 y serie 2. 2.1943, serie I. vol. 5. pág. 86, nota 7.

120. C. Alströmer comunica a Linneo en carta fechada en Cádiz el 6 de septiembre de 1760 que -Mutis] se habla servido de la Philosophia Botánica y aunque no habla logrado conseguir un ejemplar para su propio uso. lo estaba buscando para el viaje botánico [a la Nueva Granada] que va a emprender. Dado que el Señor Logíe estaba por suerte para enton»es en Cádiz, lo convencí para que le dejara al Señor Mutis su Philosophia Botánica, el Itfer HispanicumJ de Löfling y los dos nuevos tomos del Systema Naturae. Fue éste el regalo más precioso de cuantos se le hubieran podido hacer-, carta publicada por FRÍES. Th. M. (editor).- Op. cit., serie I, vol. 3, pág. 33. Mutis por su parte, encarta a Linneo hijo del 10 de septiembre de 1778, confirma estos gestos aseverando «haber recibido el Systema, el Iter Hispanícum y la Philosophia Botánica de la generosidad de «mis amigos AlstrOmer y Logie-,» cf. G. HERNÁNDEZ DE ALBA. G., Op. cit, 1.1, pág. 80. El editor de esta correspondencia transcribe erradamente «logré» en vez de LOGIE.

121. Ver nota 120. 122. Ver nota 120.

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Varios sabios, debido a una devastadora y prolongada guerra mundial, tienen que organizar una nueva sociedad tecnificada en la película La vida futura (1936), de William Cameron Menzies.

(Fotografía en Enciclopedia del Cine Salvat, 1979)

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'LECTIO, DISPUTATIO, DICTATIO' EN EL NOMBRE DE LA CIENCIA:

UNA POLÉMICA EVOLUCIONISTA EN COLOMBIA

Olga Restrepo Forero* y Diego Becerra Ardua**

urante las tres décadas finales del siglo diecinueve, la teoría de la evolución, la

obra de Darwin y otros autores considerados darwinistas, llegaron a ser conocidas en Colombia y fueron objeto de encendidos debates entre sus partidarios y antagonistas.En el presente artículo sólo vamos a exponer sumariamente nuestros hallazgos relacionados con la introducción del darwinismo en Co-lombia y las múltiples discusiones de estos años (Restrepo y Becerra, 1995), con el fin de centrarnos en el análisis detallado de una sola polémica y descubrir, en ésta, el mundo en que se inscribe y algunas características de la situación de la ciencia en el país que revela la lectura de los textos que dos estudiantes universitarios se cruzaron al comenzar la última década del siglo. Las polémicas científicas o que se hacen en el nombre de la ciencia son un punto de análisis estra-tégico para examinar las representaciones que los autores y su público se forman de la ciencia, sus métodos, sus ideales de conocimiento, sus reglas establecidas para dirimirlas.Tales controversias en ocasiones activan los procesos de demarcación de la ciencia, cuando los científicos pretenden extender su autoridad sobre

campos que aún no controlan, o monopolizar la competencia profesional o cuando protegen su autonomía frente a otras profesiones o actividades (Gieryn, 1983: 792) .En estas situaciones, por lo demás, las formas retóricas que ordinariamente se emplean para estructurar un texto se llevan a su máxima dimensión, en el esfuerzo por captar al público al que se dirigen y obtener así alguna forma de control sobre la autoridad y las recompensas simbólicas y materiales .Haremos un análisis de esta retórica de la ciencia y las formas características que asumió en las polémicas del darwinismo en Colombia, a partir del examen del debate entre Emilio Cuervo Márquez y Santiago Calvo.

El darwinismo en Colombia Una década después de la primera comunicación

de Darwin y Wallace sobre la teoría de la evolución por selección natural en la Sociedad Lin-neana, ya se habían introducido temas que muestran algún conocimiento de la cuestión en varios programas de la Escuela de Ciencias Naturales1 de la recién creada Universidad Nacional2 .Durante los siguientes tres lustros el tema pasará a ser debatido en los cursos de historia, geografía, filosofía, moral, biología, psicología y sociología3 .Ya en la década

* Profesora Asociada Departamento de Socologfa. Universidad Nacional de Colombia. ** Profesor Departamento de Tecnología. Universidad Pedagógica Nacional. 1. Véanse, por ejemplo, los siguientes: Escuela de Ciencias Naturales. Programa de Botánica. Anales de la Universidad Nacional de los Estados

Unidos de Colombia (en adelante: AUNEUC) 1(3): 291-295, nov, 1868; Programa de Zoología. Por Fidel Pombo. AUNEUC 1(3): 296-300; nov, 1868; Programa de la clase de Jeolojía y Paleóntologa. José María González Benito. AUNEUC, 5(34/35): 512-521; oct.-nov., 1871. Posteriormente se hará aún más explícita esta orientación, por ejemplo en los "Programas de las Facultades de Ciencias Naturales y Medicina". Se dan a conocer en los Anales de Instrucción Pública en la República de Colombia (en adelante: AIPRC), nombre que toma la publicación que difunde información sobre la universidad y otras instituciones públicas de enseñanza entre 1887 y 1892:13(75/76): 239-251; oct., 1888.

2. Ley del 22 de septiembre de 1867 y decreto orgánico del 13 de enero de 1868, AUNEUC, 1(1): 7-9; 17-59; sep., 1868. 3. De éstos sólo hemos hallado dos: "Programa del curso de Historia universal. Primer año" y "Programa de la clase de filosofía". Anales de la

Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia, (en adelante, AIPEUC) 5(30): 483-487,491-495, jun., 1883.

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final del siglo, las escuelas y universidades contro-ladas por autoridades clericales también discutirán el darwinismo y la filosofía positivista o el evolucionismo de Spencer .Ellos ni sus rivales tenían razones para separar la filosofía social o sociología, de las teorías de las ciencias naturales4.

Conocemos los programas de algunos cursos donde se discutieron las teorías evolucionistas; varios escritos de profesores que ardientemente se pronunciaron a favor o en contra5; transcripciones de conferencias públicas6 y sesiones solemnes que se llevaron a cabo en el salón de grados de la Uni-versidad Nacional7 y testimonios de alumnos que años después recordaban con nostalgia sus días como estudiantes8. Todas estas fuentes nos muestran una sociedad pequeña, aunque llena de tensiones: el discurso se polariza, muy particularmente en el punto sensible de la educación9, y hace constantes alusiones a la situación política, al conflicto que enfrenta a las autoridades eclesiásticas y sectores ultraconservadores con los radicales que, como ha-cían sus homólogos en otros países de América Latina (Hale, 1991), pretendían secularizar la sociedad colombiana y universalizar la escuela primaria laica (Loy, 1969) .Este era, sin duda, uno de los temas centrales de la época .No podía ser menos entre una élite intelectual poco diferenciada de la élite política, que cualquiera fuera su situación económica consideraba un honor dictar clases en la universi-dad y legitimaba su propia situación dominante como una consecuencia necesaria de su acceso al mundo de la alta cultura.

Las controversias en torno al darwinismo y al positivismo enfrentan a diferentes actores de esa capa intelectual que son los profesores universita-rios.Buena parte de ellos son a la vez funcionarios públicos en las altas posiciones de la burocracia estatal10, una burocracia organizada de manera que el partido en el gobierno controla todo y la oposición pierde el acceso a los cargos públicos.La defensa de las ideas filosóficas y científicas que, según se asume, tienen consecuencias políticas implica la defensa de su espacio en la universidad, del acceso a la burocracia y de la reproducción del propio grupo en el poder .Esta depende en buena medida de la capacidad de socializar en los valores a las nuevas generaciones; los más jóvenes a través de la escuela primaria, los mayores en las aulas universi-tarias.No es extraño por ello, que los estudiantes universitarios y los maestros de las escuelas formen buena parte del público que se disputan los pole-mistas.Para acceder más ampliamente a unos y otros, se emplearon las páginas de las revistas universitarias y de instrucción pública y la Escuela Normal, que se distribuía en los centros educativos del país.11

Los estudiantes universitarios son una capa privilegiada en la sociedad colombiana del siglo diecinueve: ellos y sus maestros saben perfectamente que son la generación de recambio para tomar el control de la vida políticaParticipan activamente en los enfrentarnientos de los partidos, al punto de abandonar las aulas y marchar como milicianos, a favor o en contra del gobierno, en las varias guerras

4. Al parecer no andaban muy desenfocados, si se toma en cuenta el papel que Darwin jugó en la formación del después llamado Darwinismo Social, como se ve en los trabajos de Rogers, 1972 y Moore, 1986. (Agradecemos a Mauricio Nielo sugerirnos este último)

5. Ignacio V. Espinosa, profesor del Externado, universidad fundada por los liberales en 1890, se proclamó seguidor de Spencer y Darwin en tres libros que publicó: Filosofía Experimental. Extracto de las doctrinas filosóficas de Herbert Spencer, El positivismo, y Bases positivas del liberalismo. Entre los opositores: "El darwinismo y las misiones" de Miguel Antonio Caro apareció primero, en dos entregas, en El Repertorio Colombiano (Bogotá), 11(6): 464-491,1886; 13(7): 5-35,1887; poco después, una vez tomado el control de la instrucción pública, se reimprimió en AIPRC 11(60): 47-90, jul., 1887; Caro, 1962: 1049-1107. Marco Fidel Suárez publicó muchos artículos, entre ellos los titulados: "Filosofía antifilosófica", "El positivismo" y "El progreso", en: Suárez, 1958.

6. "Conferencia sobre filosofía", dictada por el profesor de historia universal y filosofía, Ernst Róthlisberger, AIPEUC 8(44): 91-106, ag., 1884 y Diario Oficial (Bogotá), Sept., 17 de 1884.

7. Discursos como los de Enrique Cortés, profesor de moral, AUNEUC 6(48): 562-591, día, 1872; el de geografía, José Ignacio Escobar, AUNEUC 9(75/76): 180-200; Carlos E. Sáenz, de filosofía y Salvador Camacho Roldán, de sociología, "Sesión Solemne del 19 de diciembre de 1880". AIPEUC, 1(4):232-253; dlc, 1880.

8. Véanse, por ejemplo, las memorias de Palacio, 1984; Rodríguez Pifteres, 1985; Mora, 1972 y García Ortíz, 1966. 9. Como ejemplo, el caso del profesor suizo Ernst RSthiisberger, traído por el presidente Rafael Núñez a Colombia en 1882. Sin que aquél hubiera

dictado la primera conferencia, los radicales atacan esta contratación que suponen va dirigida contra la reforma educativa impulsada por ellos desde 1870; el conservador Miguel Antonio Caro lo defiende: "por informes que juzgamos exactos", dice, el profesor es "espiritualista", no es "grande inquisidor en las logias masónicas" y "estudia y medita las obras de grandes pensadores". La situación cambia totalmente después que Rothlisberger inicia sus cursos en la universidad y dicta sus conferencias públicas, donde se muestra partidario del darwinismo: los radicales lo consideran uno de los suyos, Marco Fidel Suárez lo ataca duramente y Caro se queja de que se le pagaran "cosa de $ 400 mensuales, amén de viáticos, por chapurrar mal tejidas teorías". Las citas en Caro, 1962:630,1430.

10. Sobre la relación de los discursos, los foros en que se pronuncian, los públicos y la posición social de los actores en las polémicas darvinistas

en Colombia, Restrepo y Becerra, 1995a. 11. También en El Agricultor, la publicación de la Sociedad de Agricultores de Colombia y la Revista científica e industrial, se tradujeron artículos

científicos sobre botánica, zoología, química, geología, agricultura e higiene y se dieron a conocer extractos de obras de autores evolucionistas.

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civiles que enfrentaron a diversos sectores de los partidos liberal y conservador12, en una muestra, según se evaluaba en la época, de la generosidad y el patriotismo de los jóvenes, que los recomendaba y les proyectaba hacia el futuro entre sus copartida-rios13.Prueba de la importancia social que tenían los estudiantes son los actos de clausura del año lectivo, ocasión en que se daban cita en el salón de grados de la Universidad Nacional el presidente y los se-cretarios de estado, los miembros de las cámaras legislativas, las más altas autoridades del poder judicial, el cuerpo diplomático y lo más selecto de la sociedad capitalina.14

Fuera del mundo universitario y aparentemente al margen de la lucha por el control de sus espacios, el darwirnismo se difunde a más amplia escala en la prensa de los dos partidos15. Como también había ocurrido en Inglaterra (Caudill, 1994), los mismos autores se ocupaban de cubrir diversos medios que se dirigían a públicos heterogéneos, en una campaña publicitaria por ampliar su radio de acción y extender el número de simpatizantes de sus ideas.

En la discusión del darwinismo tanto detracto-res como entusiastas presentaron visiones rivales de la ciencia que procuraban trazar la línea de de-marcación entre ciencia y religión de manera que cada grupo continuara controlando el campo de acción que tradicionalmente le había perteneci-do.En estas controversias se discutió la legitimidad de nuevas disciplinas científicas como la sociología, la antropología y la psicología.Si éstas se diferencia-ban se reduciría el campo de problemas tradicional-mente bajo el control de la filosofía, que a su vez se agitaba desde tiempo atrás por liberarse de la tutela de la metafísica.Este juego enfrentó a un buen nú-mero de abogados contra humanistas conservado-res, aliados con el sector intelectual de la Iglesia. La situación política entre el año de 1886, cuando se inició la llamada Regeneración hasta bien entrado el presente siglo, echó atrás el proceso de seculari-

zación de los radicales y pareció dar el triunfo a sus antagonistas.

Entre los médicos, que estaban en proceso de diferenciarse y consolidar una organización propia, raramente el darwinismo se constituyó en tema de presentación y debate.Donde esto ocurrió, sin con-secuencias desde el punto de vista de lograr ser introducido en los procesos de diferenciación o de consolidar un espacio profesional o de obtener el monopolio sobre otros grupos, fue en la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales en el año de 188816.Pero como hemos señalado en otra parte, los médicos tenían sus propios héroes para movilizar a su favor, como eran Claude Bernard y Louis Pas-teur.A ellos recurrieron para asegurarse el monopolio del control sobre las campañas de higiene y salud pública y para integrarse como comunidad profesional y como gremio (Restrepo y Becerra, 1995: 553).

Otras líneas de demarcación, por ejemplo con los ingenieros o mecánicos, no se definieron en estos años ni alrededor de estos temas, como sí ocurrió en Inglaterra (Gieryn, 1983) .Los ingenieros eran aún una profesión naciente en Colombia que, por el contrario, buscó asimilar el estatus del científico, como también hicieron los médicos, y que por entonces echaron mano de lo que consideraban los logros más acabados de las ciencias positivas, para legitimar su posición profesionaLPara estos grupos las polémicas que los desgarraran internamente, o pusieran en discusión versiones contrapuestas o iniciaran controversias en torno a la ciencia, estaban fuera de lugar.

La polémica: instrucciones de lectura A mediados de 1891, el Colegio Mayor de Nuestra

Señora del Rosario, que años atrás formaba a los radicales y editaba una biblioteca filosófica con tra-ducciones de obras de Bentham y de autores evolu-cionistas, convoca a los alumnos de la clase de Filosofía y Metafísica a un concurso que pone "á

12. Tomaron parte activamente en la "guerra religiosa" de 1876, que se luchó a nombre de las reformas educativas radicales; y en las de 1885,1895 y la más larga de todas, la de los Mil Días, 1899-1902; véanse: Tirado Mejía, 1976; Caballero, 1980.

13. El propio rector de la Universidad Nacional se refería a la participación de los estudiantes en la guerra de 1876 como "un noble arranque de abnegación i patriotismo". Gonzalo A. Tavera. "Informe del Rector de la Universidad Nacional". AUNEUC 11(84): 317-358; dic, 1877; cita: 320.

14. Descripciones de la concurrencia y ceremonial de estos actos se pueden leer en cualesquiera de los discursos de fin de año citados atrás; en el mismo sentido, la descripción de Róthlisberger, 1963:146.

15. Entre los liberales, El Diario de Cundinamarca, La Crónica, El Girondino, El Autonomista; en El Conservador, El Repertorio Colombiano y El Tradicionista escribían los antagonistas. En estos periódicos las polémicas eran subidas de tono, comunes los calificativos injuriosos, el sarcasmo, las tergiversaciones; las preocupaciones políticas e ideológicas que animaban a los autores se presentaban de forma explícita.

16. El 25 de febrero el médico Juan de Dios Carrasquilla presentó una disertación titulada "Del influjo de las ciencias naturales en la civilización y el progreso", aplaudida con "inusitado entusiasmo" por el público asistente, aunque desaprobada por algunos médicos. Se publicó en la Revista Médica, órgano de comunicación de esta Academia, (Bogotá), Serie XII, No. 124, marz., 21,1888. pp. 16- 39. El Acta de la Sesión, pp. 12-16

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prueba el talento, los conocimientos y laboriosidad" de los estudiantes que quieran escribir "una tesis sobre el sistema evolucionista, comparado con la doctrina monogénica de la Sagrada Escritura" (Cuervo, 1891: 3).

El profesor es Monseñor Rafael María Carras-quilla, quien había participado en la campaña que condujo a restituir las constituciones del colegio como centro de educación superior dedicado a pro-pagar las doctrinas de Santo Tomás, y quien poste-riormente, como rector del colegio, alentará a sus mejores discípulos a escribir tesis doctorales que muestren las inconsistencias y la precariedad de las filosofías positivistas17.Los interesados disponen sólo de dos meses para preparar el trabajo y presen-tarlo ante el jurado constituido por los profesores de Física Experimental, Lorenzo Lleras y el de lógi-ca, Gabriel Rosas.El tema habría sido objeto de dis-cusión en las aulas, si se presume que en este corto tiempo los aspirantes llegarán a elaborar un escrito digno de ser publicado, puesto que en esto consiste el premio.

Ignoramos cuántos envían sus textos.El acta del jurado sólo habla de "diversas composiciones", sin dejar de advertir, como se hace protocolariamente en estos casos, que son "apreciables todas por algún aspecto" .Cierto es que los evaluadores conceden el premio a la obra marcada con el siguiente lema: Et creavit Deus hominem ad imaginem suam: ad imaginem Dei creavit illutn, masculum et foeminam creavit eos .Cuando en presencia del Ministro de Instrucción Pública y los profesores y alumnos del colegio se abre el sobre con el nombre del autor, éste resulta ser el alumno Emilio Cuervo Márquez, recién ingresado a la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, y quien no se ha destacado como un estudiante aplicado: ha perdido varios cursos y en otros, como el de física que dicta el profesor Lleras, escasamente ha logrado aprobar.18

Este joven de dieciocho años, sobrino del filólo-go Rufino José Cuervo, llegó a ser un escritor muy leído en el país, aunque prontamente olvidado; no obstante, introdujo la novela urbana, como una nueva dimensión de la literatura colombiana (Gu-tiérrez Girardot, 1980: 483-485). Como su tío vivió en París, y desde allí envió periódicamente sus escritosA mediados de los años treinta, publicó una biografía de José Asunción Silva, donde criticaba la

censura, la pacatería y el ambiente enclaustrado de la sociedad bogotana que había ahogado a su amigo (1935) .A la Academia Colombiana de Historia remitió un manuscrito con la "serena exposición de mis ideas sobre puntos de orden científico o filosófico", que anunciaba como "controvertibles" y ciertamente lo eran, como que aún en Colombia no se había cancelado el debate alrededor de la teoría de la evolución y de la teoría de la relatividad, temas ambos que el autor presentaba favorablemente en su estudio (1938) .La biografía tiene sus trampas cuando se quiere dar unidad a la vida de un individuo y se pretende encontrar en sus años tempranos la preformación de lo que será el adulto.En las dicotomías en que se debate el género entre lo individual y lo colectivo, hemos heredado una "fi-losofía moral práctica" que asocia la verdad con lo primero y el error con lo segundo (Shapin, 1993: 344-5); y esto vale tanto cuando se hace la biografía de los considerados grandes hombres, como el análisis colectivo de la medianía de un determinado ambiente culturaLEn la carrera de Cuervo hay un elemento de este contexto que acaso sea posible identificar: cierta tendencia al diletantismo, como se reconoce en el hombre que escribe sobre la relatividad, los quanta, la evolución y que se pasea sin rubor por los temas centrales de la física, la química, la biología, la geología, la antropología y la sociología; pero también en el estudiante de jurisprudencia, a quien se invita a escribir un ensayo sobre teoría de la evolución.La formación del diletante y la predilección social por este tipo de intelectual se ve sancionada socialmente en ambos casos de manera positiva: la Academia de Historia publica el texto escrito por uno de sus miembros, el ya consagrado Cuervo, y el Colegio del Rosario premia al alumno al imprimir doscientos cincuenta ejemplares de su obra.

El jurado calificador señala que se trata de un "trabajo de muy largo aliento [que] supone estudio concienzudo de muchos y diversos autores de ambas escuelas" .Por lo demás, se afirma, "está escrita con método estricto: primero la teoría evolucionista, honrada y lealmente expuesta, con los argumentos que la abonan; en seguida la refutación en el mismo orden en que se había expuesto el sistema" .Y, claro está, una obra que no desarrollara esta segunda parte no tendría la más mínima opción de alcanzar el premio.Ya conocemos las orientaciones del padre Carrasquilla que, dicho sea de paso, ex-

17. Por ejemplo, Ramírez, 1898 y Vergara, 1897. 18. Los registros de calificaciones de los estudiantes del Colegio del Rosario y de la Universidad Nacional, entre los cuales están los de Cuervo, en:

AIPRP, 16(91): 117,121,132,144, feb., 1890; AIPRP, 20(115): 165,166, feb., 1892; AIPRP, 21(125): 472, 474, 477, 478, dic, 1892.

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pondrá extensamente, en sus Lecciones de Metafísica y Etica, sus ideas contra la teoría de la evolución por selección natural y el positivismo spenceriano (Carrasquilla, 1956-1961).E1 profesor Gabriel Rosas, había traducido la Metafísica y ética del padre Vallet, uno de los radicales opositores del darwinis-mo.

En cuanto al estilo, se dice que "es correcto, sobrio y didáctico"; se lamenta que haya caído en la "tentación irresistible (...) de introducir algunos apostrofes y declamaciones", aunque "felizmente en corta dosis" .El jurado no ha escatimado elo-gios.El concepto introduce el texto de Cuervo y le confiere autoridad, de la misma forma que la anotación que se hace en la carátula, inmediatamente después del título: "Obra honrada con el primer premio en el Concurso Filosófico del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario".

En el ambiente intelectual y político que se respira en la ciudad, un discurso respaldado por tales autoridades, invita a una réplica .En menos de seis meses la halla, por supuesto, de parte de otro estudiante de la misma escuela.En la introducción a este trabajo se alude al éxito que ha tenido el estudio de Cuervo que va a ser comentado; se añade, quizá a modo de justificación, que "como era natural, al verlo respaldado por esto y por firmas de yá conocida nombradía, nos llamó más la atención y nos decidió a elaborar las páginas presentes".

Antiguo alumno del Rosario, que acaso se hubiera descrito, atendiendo a su historia académica como un joven algo indisciplinado pero brillante19, Santiago Calvo, era dos años mayor que su amigo Cuervo, con quien ha tomado el curso de religión en el Rosario; a la fecha del concurso, los dos están inscritos en la clase de Derecho Romano que dicta el padre Alejandro Motta.Más tarde colaborarán en los mismos periódicos, aunque sobre cuestiones distintas: el primero sobre criminología; sobre literatura, el segundo .Diez años después de la polémica estudiantil que entabla, Calvo es asesinado "a machete", después del combate de Guadualito, cuando recoge los muertos de una de las últimas batallas de la Guerra de los Mil Días (Ospina, 1939:

408-409) .Su hermano, el médico Federico Calvo, se enfrenta en una agria polémica con Miguel Antonio Caro, a propósito de un comentario que éste hace en relación con las inquietudes científicas de Santiago Calvo y su interés por la frenología.20

Abajo del título de su obra, Calvo se presenta como "Alumno de la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colom-bia".Anacrónicamente se podría pensar que esta anotación resta autoridad al escrito.Se diría que esta es una de aquellas "instrucciones preliminares" que llevaría a no tomárselo en serio (Woolgar, 1981 y 1991).Pero sabemos que un estudiante universitario en la Bogotá de fin de siglo es un miembro de la élite intelectual, en una sociedad predominantemente analfabeta.Lejos de degradar el texto, la nota indica que hay que leerlo con atención.

Los títulos aportan instrucciones fundamentales para los lectores.¿Cómo se predisponen éstos frente a dos obras llamadas: Estudio sobre el sistema evolucionista y El evolucionismo en su aspecto físico, psicológico, moral y político? He aquí un detalle interesante: ambas examinan extensamente el darwinismo y se centran en la teoría de la evolución por selección natural, y no obstante, los títulos, así como el inicio de los textos, enfocan explícitamente problemas que trascienden el campo de las ciencias naturales y las teorías biológicas.El término evolucionismo remite al lector (donde no se han establecido los consensos de comunidades que definen y limitan los campos) en muchas posibles direcciones: "transformismo", "progreso", "teoría científica", "filosofía positivista", "cosmogonía", "materialismo".Ni qué decir tiene que un término como el de "sistema" dirige la atención hacia "filosofía" y "metafísica", que en el título de Calvo se presentan abiertamente como temas centrales.

El inicio21 deja "fuera de dudas" al lector sobre los asuntos tratados y cómo debe leerlos.Muestras seleccionadas de cada uno de los cinco primeros párrafos de las secciones marcadas como "Antecedentes del sistema Darwiniano" e "Introducción", nos servirán también como orientación de lectura.

19. Como en el caso de Cuervo, los registros de Calvo en: AIPRP, 11(62): 264, sep., 1887; AIPRP, 12(67): 116,118,123; 16(91): 119,131,137,144,

feb., 1890; AIPRP, 18(104): 185-187, marz., 1891; AIPRP, 20(115): 164,167,173, feb., 1892; AIPRP, 21(125): 478, 482, dic, 1892. Las notas de mala conducta se referían por esos años, por ejemplo, a entrar en desorden al salón o hablar en clase, conversar en voz alta, hacer desorden en la capilla o en el claustro, o desobedecer al superior; en relación con Calvo: AIPRP, 12(69): 289-290, abr., 1888.

20. Libertad y Orden (Bogotá), may., 13; may., 21,1903. Transcritos los dos textos de Caro, pero no la carta de Calvo en Caro, 1962: 634-639. 21. Hacemos a un lado (en beneficio de la simetría que queremos dar a nuestro artículo) el hecho de que Cuervo comienza con las instrucciones de

lectura que dan el "Informe de la Comisión" y las "Obras consultadas", que constituyen sus dos primeras partes.

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Cuervo

Es sin duda el Darwinismo una de las teorías más in-geniosas que jamás se hayan inventado,

el fundador del Darwinismo, lejos de estar seguro de la irrefutabilidad de muchas de sus aseveraciones, confiesa con honrosa ingenuidad que

Darwin establece su teoría como mera hipótesis

Estas reminiscencias no serán del agrado de los darwinistas actuales, que, menos prudentes que su maestro, no vacilan en sostener, quizá aventuradamente, que es la teoría de la evolución la última palabra de la ciencia moderna.

los filósofos evolucionistas, vaciados en el molde de su maestro, son los que niegan a Dios y predican que es la fuerza de la materia la engendradora de la materia misma, sin recordar que su maestro, en mala hora para ellos, escribió lo siguiente

Calvo

no dudamos que haya per-sonas á quienes [el título del "opúsculo"] no muy bien las predisponga en su favor.

creen algunos, por ejemplo, que la mira de la teoría de la evolución22 es entablar campaña contra el clero, sin tener presente su objeto, tan completamente distinto, que no es otro si no el estudio de la naturaleza en todas sus faces.

El fin de este sistema no es el de atacar ninguna religión, (...) Se propone estudiar, como en lo físico, el desenvolvimiento del mundo moral, induciendo por medio de sus observaciones, como lo decía Littré, que el conjunto sistemático del saber humano bastará para dirigir la conciencia moral del hombre.

Es, pues, evidente que este sistema no es adverso a la sociedad.Por el contrario trata de estudiar las leyes que rigen el mundo moral, como el físico, en su laboratorio, con el fin de hacernos más fácilmente propicios sus efectos, procurando así, en el mayor grado posible, la felicidad del individuo y sus asociados.

la misión de los que se dedican á estudiar las leyes inmutables que rigen los actos humanos y que se denominan deterministas, nombre pavoroso para ciertos espíritus ligeros.

que "predican que es la fuerza de la materia la engendradora de la materia" (comúnmente llama-dos materialistas); contra las teorías inventadas y los que sostienen "que es la teoría de la evolución la última palabra de la ciencia moderna"; Calvo se enfrenta con los lectores predispuestos contra el evolucionismo; con los que dicen que la teoría de la evolución ataca al clero, y con "ciertos espíritus ligeros" que se oponen al determinismo .Estos son los blancos a que apuntan los textos, las sombras que combaten.Cada argumento será cuidadosa-mente pensado para asestar un golpe a tales enemi-gos.Ya en el desarrollo de las obras, pocas veces serán presentados, pero, como fantasmas, las reco-rren.

Cuervo intentará demostrar los siguientes ar-gumentos más o menos explícitos: el darwinismo es una teoría ingeniosa e inventada (ergo falsa); ni aun el fundador del darwinismo está seguro de sus aseveraciones (y si ni él mismo está convencido ¿quién más podrá estarlo?); éstas no son irrefuta-bles (como sí lo son otras verdades de orden supe-rior); "Darwin establece su teoría como mera hipó-tesis" (demasiado poco para fundar una escuela, demasiado frágil para edificar una iglesia); se equi-vocan quienes afirman que la teoría de la evolución es la "última palabra de la ciencia moderna" (ésta la han dicho otros); los filósofos evolucionistas tergi-versan a su maestro (no tienen ni el débil apoyo de Darwin) .Como quien juega el último y está seguro de la victoria, Calvo pone abiertamente las cartas sobre la mesa: al evolucionismo no le interesa opo-nerse a nadie, estudia "la naturaleza en todas sus faces" (esto es, fríamente, sin prejuicios); estudia, también, la relación que existe entre el mundo físico y el moral (¡y que tiemblen los metafísicos!); la observación y la inducción construyen el saber hu-mano y bastan solas para "dirigir la conciencia mo-ral del hombre" (los científicos heredarán la tierra); "este sistema no es adverso a la sociedad" (sólo a los que la han gobernado); igual que el físico, el evolu-cionista estudia las leyes y domina sus efectos en beneficio de la sociedad (como científicos deben, pues, tener igual autoridad); el conocimiento cien-tífico traerá la felicidad de los individuos (el más puro credo positivista en el ideal del progreso); quienes estudian "las leyes inmutables que rigen los actos humanos" asumen su tarea como una misión (son los nuevos sacerdotes, es el nuevo credo); se equivocan quienes creen ofenderlos al llamarlos deterministas (lo son y con orgullo).

22. Salvo que se diga otra cosa los subrayados están en los originales.

Las querellas planteadas son múltiples: Cuervo arremete contra los “darvinistas actuales”, “los filósofos evolucionistas”, “los que niegan a Dios”, los

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Detrás del evolucionismo: las comunidades Se ha discutido si los escritos científicos modernos

remiten (o pretenden remitir) —por contraste con la concepción medieval de ciencia— a la naturaleza, a través de lo que el propio investigador observó, mi-dió, experimentó, y no a la autoridad de otros textos "clásicos"; si, más bien, se refieren (o pretenden refe-rirse) en igual medida, tanto a la naturaleza que inves-tigan como a otros textos, sin los cuales no podrían siquiera estar en condiciones de observar, medir, ex-perimentar; o si en esta relación con otros autores que comparten la experiencia del investigador y validan, certifican y atestiguan, se asegura el estatus de los "hechos" frente a las interpretaciones, las teorías, las conclusiones.23 Muchos escritos sobre la retórica de los textos científicos escogen para sus trabajos alguna variante de la forma estándar (si acaso existe alguna) de reporte de un trabajo de investigación24. Esto plan-tea de inmediato un contraste para quienes se ocupan, como nosotros, de examinar otros textos que acaso hayan constituido en otro tiempo y lugar la forma estándar (si acaso hubo alguna) de reporte científico. A discutir este punto dedicaremos esta sección y la siguiente.

Comencemos por algo obvio al intentar estable-cer el contexto comunitario de estas obras: la bibli-ografía y las referencias.Este análisis señala rasgos peculiares de la estructura comunitaria de la cien-cia, en sociedades que no han sido tradicionalmente consideradas como productoras de nuevos conoci-mientos cientfficos.Una rápida inspección de la for-ma como se integra la bibliografía25 permite ver características interesantes:

La comunidad a que aluden los textos en las bibliografías es una comunidad distante; con ella tienen una relación absolutamente lejana e imper-sonaLHay sólo tres autores colombianos: Rufino José Cuervo, Miguel Antonio Caro y Emilio Cuer-vo.No se hace referencia a otros escritos de los autores, lo cual es comprensible, claro está, por ser sus primeras obras. Las obras en español, en un caso constituyen una sexta parte; en el otro, poco más de las dos terceras.Sin embargo, sólo hay tres refe-rencias a otros nombres del mundo hispánico.Los escritos en francés, y quizás ese filtro de las ideas26, se destacan en las bibliografías.

Esta comunidad remota es invocada de diver-sas maneras, en varios tipos de oraciones enuncia-tivas27:

ciertos espíritus ligeros [4]

Las arriba transcritas degradan el enunciado que acompañan, le restan credibilidad; preparan al lector para que no crea lo que estos autores, anónimos o personalizados, hayan sostenido .En este típico estilo polémico, el lector es invitado a desconfiar, debe disponer su ánimo para ello.

Hay otras formas de enunciación más proble-máticas, desde el punto de vista de saber si la refer-encia a un agente degrada o no el estatus de los hechos enunciados28:

M. Houzeau(1)dice:[33]

23. Por ejemplo, véanse Benoit, 1991; Einsenstein, 1990; Sutton, 1994; Shapin, 1984. 24. Por ejemplo, Latour y Fabbri, 1977; Knorr-Cetina, 1981; Woolgar, 1981; Gilberty Mulkay, 1981; Shapin, 1984; Sutton, 1994. 25. El escrito de Cuervo presenta las "Obras Consultadas" en

primer lugar; en el folleto editado, como anotamos arriba, éstas aparecen después del "Informe de la Comisión". La bibliografía de Calvo no se presenta reunida en una sección especial; la hemos reconstruido con base en las obras que se citan a pie de página (no incluimos otras que sólo se mencionan, con la obvia excepción de la de Cuervo que es comentada y transcrita

extensamente y constituye el pretexto). 26. Un ejemplo elemental: durante varios años se habló en Colombia de

"concurrencia vital", en vez de emplear la expresión ahora más corriente de "lucha por la existencia". Se trataba de una versión directa de la expresión "concurrence vital", usada en la traducción francesa inicial del Origen de las especies.

27. Los números entre paréntesis pertenecen a los originales; señalamos entre corchetes las páginas de donde se han tomado las citas. 28. Sobre esto véanse Latour, 1977; Bourdieu, 1982; Shapin, 1984; Woolgar, 1981 y 1991.

Carlos Vogt dice [9]

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Esto no sucede con las siguientes, que

hacen a un lado toda ambigüedad:

La ley de Dalton (1)[11] Pasteur demuestra de una manera clara y precisa [45]

los sabios anteriormente citados [43]

tanto los astrónomos como los geólogos más eminentes están de acuerdo [35]

pero los naturalistas están de acuerdo [49]

tanto la ciencia como los autores más competentes están de acuerdo [50]

Citas de autoridad que prohiben al lector dudar sobre lo que tales eminencias han demostrado, opinado o postulado como leyes.Más aún si se traducen a un mundo tan lejano de aquellos sabios, que son percibidos como estrellas en el firmamento de las ciencias.

Detrás del evolucionismo: los autores Los escritos de Cuervo y Calvo remiten

constantemente a esa comunidad petrificada en un estilo predominantemente impersonal, acaso común a los manuales, los textos o la ciencia popular.Por más que, como mostrara Fleck, los primeros se dirijan a un público especializado, los segundos a formar a los nuevos científicos y la tercera a los amplios círculos exotéricos alejados del especialista, las tres comparten esta característica impersonalidad que algunas veces se ha señalado como propia de toda comunicación científica.La popular porque omite los detalles, edifica imágenes claras y elimina todas las concepciones discutibles.La ciencia de manual porque aspira a construir un sistema cerrado, que se hace bajo el plan consensuado que surge de la circulación de ideas en la comunidad, gracias al entendimiento mutuo, los malentendidos y las con-cesiones.En fin, la de texto presenta una imagen acabada, estandarizada, que se adapta a las necesidades de iniciación, más o menos dogmática, de los nuevos reclutas.29 La forma en que están escritos los folletos

de Calvo y Cuervo, como otros que se produjeron contemporáneamente en Colombia sobre la teoría de la evolución, y como muchos de "difusión" de ideas científicas en los países donde tales ideas no han surgido, tiene un "parecido de familia" con las características señaladas por Fleck para los manua-les, los libros de texto y los escritos de populariza-ción.Una similitud que, ciertamente, también se re-laciona con los tipos de públicos a que estas formas literarias se dirigen y a los propósitos prácticos que animan a sus autores en su esfuerzo de conseguir adhesión emotiva, reclutar y socializar, en un saber edificado comunitariamente, pero acabado.Un sa-ber completo y no polémico (esto último, en tanto quienes escriben tales obras, como en el plan de la ciencia de manual, lejos de señalar diferencias entre los autores de la "escuela" que defienden, realzan sólo los consensos).

Por el contrario, la ciencia de revista, decía Fleck, lleva "el sello de lo provisional y lo personal" que se percibe en la aspiración a conectar con la ciencia de manual, en lo que señala como sus espe-ranzas y planes, y en las polémicas que entabla.Las características de esta ciencia "provisional, incierta, personal y no aditiva" se manifiestan en la forma como están escritos los artículos de reporte científico (1986: 166-167).En éstos se pone claramente en evidencia el "dilema del autor", en la expresión de Woolgar: de un lado, debe mostrarse como quien cuenta la historia (una secuencia de acciones que ha realizado y le permiten presentarse como autor); del otro, debe mostrar estas acciones como pasivas (producto incontaminado de observaciones, pistas que se siguen, resultados de experimentos), con el fin de ser considerado un narrador de confianza (objetivo): alguien que reporta "hechos", no alguien que los inventa (1981: 253-256).Entre los mecanis-mos de externalización, el de apelar a la comuni-dad, invocar "a estos otros testigos de tal conoci-miento (objeto) refuerza la objetividad del mismo" (Woolgar, 1991:115).

En los escritos de Calvo y Cuervo (como en otros de "difusión"), el estatus objetivo del conoci-miento queda asegurado por las frecuentes alusio-nes a una comunidad de autores que han reportado observaciones, hechos, descubrimientos, tal como se puede ver en los facsímiles que reproducimos del texto de Calvo.Hemos tomado dos páginas y subra-yado y encerrado en círculos en las primeras, los "hechos" reportados, que evidentemente son mu-chos y los enunciados que se refieren a la naturaleza (objeto) (ver ilustración No. 1); en la segunda des-

29. Fleck ([1935]: 159-193) fue en esto, como en muchas otras cuestiones fundamentales, retomado por Kuhn [1962], aunque éste último haya tenido mayor fortuna desde el punto de vista de su impacto en la comunidad de historiadores y sociólogos de la ciencia y el conocimiento científico.

según la opinión de los sabios [18]

los trabajos de Wenzel, Richtery Proust[10]

Dulong y Petit han podido señalar una ley [11]

periódico de bastante autoridad y nombradla [61]

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tacamos los autores citados uno detras de otro, que producen el efecto acumulativo de reforzar el carác- ter objetivo de los objetos o procesos referidos (ver Ilustración No. 2).

Hemos visto ya desde diversos ángulos la co- munidad que crean, los consensos que producen estas obras de difusión.Resta por examinar el pro- blema de los autores (no su dilema), esto es, la historia que narran, las acciones que dicen haber realizado y que los convierten, propiamente, en autores.Aquí encontramos nuevos rasgos distinti- vos de los textos que discutimos y que, proba- blemente, comparten con aquellos definidos visual- mente como de "difusión", que constituyen buena parte de los escritos de ciencia producidos en Co- lombia (al menos) en la época que nos ocupa.

Los autores se presentan de diversas for- mas.Una de ellas, a través de los "mecanismos de secuenciación", que remiten propiamente a la orga- nización textual, ordenan la narración, alientan "al lector a que acepte la relevancia de los eventos descritos según la secuencia en que se encuentran" (Woolgar, 1991: 117), veamos:

Estas son formas recurrentes que nos señalan a

los autores, aunque se presenten en tercera persona, como si se disolvieran en la comunidad que han nombrado.Las acciones descritas son literarias, y la retórica es textual, como también en las siguientes:

Fuera de estructurar el texto, los autores rara-

mente se presentan como realizadores de acciones tales como describir, observar, recopilar datos, ma- nipular, experimentar, llevar a cabo pruebas quedan para la comunidad de científicos, citados como autoridades y fuentes de datos, teorías y le- yes.Las pocas veces que se mencionan aquellas ac- tividades, resulta evidente que los autores solo se incluyen retóricamente en ellas, pero que no las han llevado a cabo personalmente y, en estricto sentido, no pueden reportarlas:

Fuera de estas instancias no se refieren acciones de las que solemos asociar con los reportes científi- cos; sólo en dos ocasiones uno de los autores cuenta al lector sus propias experiencias directas:

Nosotros mismos hemos observado varios hechos en algunos coleópteros, pero lo legos que en estas cosas somos nos impide lanzar opiniones que tal vez por nuestra falta de ciencia creemos ciertas.Nos contentaremos con remitir al lector á las obras de Darwin. [25]

(1) Demasiado aventurado parecerá lanzar una opinión de nuestro propio peculio; pero la observación de algunos hechos nos hace suponer que [34]

Podría i lee irse que en un alarde de modestia el autor pide la indulgencia del lector y se presenta como débil portador de ideas elaboradas por otros.A manera de exordio, Calvo busca ganar la benevolencia de sus lectores señalando que aunque ha sido capaz de elaborar un discurso tan lleno de erudición, no se quiere presentar falsamente.Este es precisamente el punto.Los autores han mostrado

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erudición: han sido capaces de movilizar una enor- me cantidad de otros autores a su favor; han indi- cado hechos, leyes, ensayos, hipótesis v teorías au- torizadas por otros y aceptadas por la comunidad; han logrado, a través de sus textos, demostrar, pro- bar y retorcer argumentos.No creen preciso aducir otros logros. Solo estos son necesarios para decidir un debate (para ganar un premio, para coverhrse en autor). Después de los enfrentamientos, cada uno reclamará la victoria para sí.Si tan solo alguna de aquellas autoridades bajara la mirada a este mundo y pronunciara su veredicto —y varias veces en nuestra historia se ha pensado en solicitar a alguna academia europea que decida un conflicto—, la cuestión quedaría saldada. Y así ocurrirá, aunque nadie intervega directamente: los polemistas saben que sólo es cuestión de tiempo.Ya vendrá, también de lejos, tarde o temprano, la última palabra, ya se pronunciaran "los sabios":

Antiguamente se creía (...) hoy estas hipótesis están en desuso (...) ojalá dentro de quinientos años no se rían los sabios de nosotros [53]

Según hemos visto en esta sección y en la pre- cedente, los textos aquí descritos preteden remitir, en últimas, a la naturaleza, aunque ésta solo es evocada en los discursos gracias a la mediación de otros (estos sí) autores de una comunidad también distante.Aunque se refieran "hechos", "experimen- tos", "observaciones", es el recurso a la ttUCtoritOS de aquellos que han reportado y validado sus hallaz- gos el único tribunal, la instancia última de deci- sión.Movilizada a favor o en contra de la posición que se quiere sostener, en una compleja trama ar- gumental, aquella comunidad (de los sabios) decide la cuestión que se discute, frente a la cual los "difu- sores" no tienen nada que añadir, nada que objetar.

Detrás del evolucionismo: ciencia y metafísica

En la Colombia decimonónica pocos autores, sí acaso alguno, dudan que la ciencia confiera autori- dad. A lo largo del siglo se ha formado un consenso entre las élites en relación con el poder y la eficacia que se derivan de la aplicación del conocimiento científico en las artes, el comercio, la agricultura y la industria.Pero aplicar los métodos de las "cien- cias positivas a los asuntos tradicionalmente con- trolados por la filosofía-metafísica, a saber, a la psicología y la moral, a la constitución y origen de los pueblos, al análisis de la religión y las fuentes últimas de toda autoridad, no sería aceptado por

quienes habían monopolizado tales cuestiones, al menos no lo harían sin intentar resistir.

Pretender que se pueden derivar del estudio empírico de los fenómenos físicos o biológicos con secuencias para la vida moral y la organización social: arrebatar del dominio de la metafísica los que se definen poco a poco como objetos de la antropología, la sociología v la psicología y, en fin, afirmar que la autoridad última, la verdad y la certeza han cambiado de bando, abandonado la causa de la metafísica, como un saber del que se puede prescindir, y decir que ahora están del lado de la ciencia, conocimiento necesario, es a todas luces inaceptable para los humanistas, cuestión sal- dada para los abogados de la nueva escuela .Como hemos sostenido, estos son los fantasmas que ron- dan los escritos de Cuervo y Calvo.

La definición de fronteras entre la metafísi la religión es un asunto que principalmente interesa al segundo, quien tiene todo que ganar.El estilo de Calvo es agresivo: no puede haber pactos ( L a me- tafísica es incompatible con las ciencias: con ella no podemos analizar nada" [8]), la ciencia no se aparta un instante de la búsqueda de la verdad y sus métodos garantizan sus resultados.Colecciomsta de hechos tan firmes como las rocas ("otro hecho, demostrado de la manera más luminosa por la cien- cia" [12]), que explica ("una explicación satisfacto- ria, como las emitidas por la embriología y la ana- tomía comparada" [55]), analiza ("la ciencia moderna, analítica por excelencia" [bl]) y es capaz de descubrir leyes "tan fatales como la gravita- ción"[74], la ciencia moderna derrumba el castillo de la metafísica ("el naturalismo ha dado en tierra con las ideas trascendentales v absolutas" [37]).

La posición de Cuervo es defensiva: él no quiere denigrar de la ciencia -que acaso históricamente le parezca una pelea perdida-, sino ponerla de su lado en el ataque al darvvinismo, que es la defensa de la "teoría monogénica de la Sagrada Escritura", como exige el concurso.Al igual que su condiscípulo, Cuervo también menciona "hechos que muestran de una manera clara, evidente, la imposibilidad de la hipótesis danviniana" [64].El también conoce y cita leyes inalterables en el universo [64] y experi- mentos, como los de Pasteur, "que han demostrado de una manera clara y terminante"; el puede men- cionar logros de la ciencia que "son de mucha utili- dad para la medicina" [45].Cuervo no niega los fenómenos, los hechos; éstos ya se han ganado su espacio: no se discuten y nadie puede hacerlos a un lado ("no se niega el fenómeno sino la consecuencia darwinista" [46]).Su estilo se hace absolutamente

A medida que la química yla biología adelantan, y engeneral todas las cienciasnaturales y médicas, más ymás se consolida la teoríabiológica. [20]

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personal sólo una vez en todo el libro, ya al final, cuando expone explícitamente lo que siempre ha estado ahí, detrás, en el mundo de la sociedad y la política colombiana, donde se ha iniciado la cruza- da contra los ateos, los materialistas, y contra los que pretenden defender el individuo, el progreso y la libertad, en el nombre de la ciencia:

Siempre me ha causado admiración oír á los evolucionistas republicanos pedir á gritos la libertad: la libertad de obrar, la libertad del sufragio, la libertad de pensamiento; como si necesitasen de libertad para obrar los que fatalmente obedecen á las leyes eternas de la selección, y de la libertad del sufragio los que predican que la única ley es la fuerza. [72]

Una última palabra, la de Calvo, cierra este debate:

También creemos demostrado yá que, siendo este sistema el verdadero y científico, la sociedad no tiene por qué temerlo, sino, antes bien, esperar que triunfe y la redima de los restos de barbarie que todavía la envilecen. [83]

¿Una nueva 'lectio, disputatio, dictatio'? El darwinismo, recibido con entusiasmo en Co-

lombia durante los años setenta y tempranos ochen- ta, se convirtió en piedra de escándalo y objeto de debate en los claustros universitarios durante los tres últimos lustros del siglo diecinueve. En la uni- versidad, donde se formaban las élites que habrían de controlar la vida política colombiana, predomi- naban los estudiantes de derecho, quienes también participaban activamente en las contiendas políti- cas civiles y militares. Los cambios políticos que siguieron al año de 1886, cuando con la llamada Regeneración se revirtió el proceso de seculariza- ción puesto en marcha a mediados de siglo por los liberales, polarizaron a los intelectuales colombia- nos.

Los intelectuales liberales usaron el darwinis- mo y el positivismo spenceriano, que para ellos formaban una misma teoría científica, para trazar una línea de demarcación entre ciencia y religión y arrebatar a la metafísica el dominio sobre temas que tradicionalmente había controlado. Los humarús- tas conservadores atacaron duramente el darwinis- mo y el positivismo y se opusieron a todo intento de naturalizar los discursos sobre la sociedad, el hombre y la moral.

La polémica que analizamos se desarrolla en un mundo universitario donde el evolucionismo (en su sentido más general) y sus consecuencias políticas

y sociales son cuestiones altamente sensibles en la época; quizás ello mismo explica que tales temas "sólo" se mencionen en la introducción y las conclu- siones de los textos. Hemos examinado en detalle dos escritos que comparten algunos rasgos que probablemente sean característicos de la literatura de difusión, en sociedades donde las teorías cientí- ficas que se divulgan no se han producido original- mente. En primer lugar, se invoca una comunidad distante y aún remota, con la cual los autores tienen muy poco contacto directo. Segundo, en el proceso de movilización de autores, a través de múltiples citas y referencias se borran todas los matices que puedan restar fuerza a la posición que el difusor quiere defender. Tercero, en estos textos de divul- gación los autores se presentan a sí mismos como los organizadores del texto, sus amos, en una retó- rica textual que dominan a la perfección: oponen un autor contra otro, argumentan y concluyen. Cuar- to, aunque ciertamente se refieren hechos, observa- ciones, pruebas, mediciones, controles, experimen- tos, éstos sólo excepcionalmente han sido llevados a cabo por los difusores, que en este sentido no se pueden presentar a sí mismos como autores. Por último, como no son ellos, los divulgadores, quie- nes controlan los hechos, suministran las pruebas, realizan los experimentos, miden y definen, tampo- co pueden cerrar los debates, producir los consen- sos. En tales circunstancias, sus polémicas flotan en el aire. O

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