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Historia Crítica No. 50

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://historiacritica.uniandes.edu.co/

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N° 50

Mayo – agosto 2013

Revista del Departamento de Historia de la Facultad

de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes

Bogotá, Colombia

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Carta a los lectores

Artículos Tema abiertoRafael Gaune, Universidad Andrés Bello, ChileEl jesuita como traductor. Organización, circulación y dinámicas de la Compañía de Jesús en Santiago de Chile, 1593-1598

Felipe Arias Escobar, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Colombia“Con total desprecio de todo lo terreno”. El contexto de producción de la Novena para el Aguinaldo (1784)

Alexander O’Byrne H., Universidad Nacional Autónoma de México, MéxicoEl desabastecimiento de géneros agrícolas en la Provincia de Cartagena de Indias a fines del período colonial

Elisa Sevilla, flacso, Ecuador, yAna Sevilla, flacso, EcuadorInserción y participación en las redes globales de producción de conocimiento: el caso del Ecuador del siglo xix

Salvador Gómez García, Universidad Complutense de Madrid, España, yJosé Cabeza, Universidad Rey Juan Carlos, EspañaOír la radio en España. Aproximación a las audiencias radiofónicas durante el primer franquismo (1939-1959)

José Carlos Rueda Laffond, Universidad Complutense de Madrid, EspañaEscritura de la historia en televisión: la representación del Partido Comunista de España (1975-2011)

Gabriela Scodeller, Universidad de Buenos Aires, Argentina(Des)encuentros en las experiencias de formación político-sindical en los años sesenta en Argentina

Martha Cecilia Herrera, Universidad Pedagógica Nacional, Colombia, yJosé Gabriel Cristancho Altuzarra, Universidad Pedagógica Nacional, ColombiaEn las canteras de Clío y Mnemosine: apuntes historiográficos sobre el Grupo Memoria Histórica

Espacio estudiantilMaría Fernanda Lanfranco González, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, ChileLa teoría sobre la naturaleza del hombre y la sociedad en el pensamiento de Robert Owen como base del socialismo británico (1813-1816)

ReseñasRenán Silva, Universidad de los Andes, ColombiaGruzinski, Serge. L’Aigle et le Dragon. Démesure européenne et mondialisation au xvie siècle. París: Fayard, 2012.

Julian Andrei Velasco Pedraza, Universidad Nacional Autónoma de México, MéxicoFradkin, Raúl O., compilador. La ley es tela de araña. Ley, justicia y sociedad rural en Buenos Aires, 1780-1830. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2009.

Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, ColombiaPurcell, Fernando. ¡De película! Hollywood y su impacto en Chile 1910-1950. Santiago: Taurus, 2012.

NotilibrosAcerca de la revistaNormas para los autores

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Table of ContentsLetter to readers

Articles Open ForumRafael Gaune, Universidad Andrés Bello, ChileThe Jesuit as Translator. Organization, Circulation, and Workings of the Society of Jesus in Santiago de Chile, 1593-1598

Felipe Arias Escobar, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Colombia“With Total Disregard for All Earthy Things”. The Production Context of the Novena para el Aguinaldo (1784)

Alexander O’Byrne H., Universidad Nacional Autónoma de México, MexicoAgricultural Food Shortages in the Province of Cartagena de Indias in the Late Colonial Period

Elisa Sevilla, flacso, Ecuador, andAna Sevilla, flacso, EcuadorInsertion into and Participation in Global Knowledge Production Networks: Ecuador in the 19th Century

Salvador Gómez García, Universidad Complutense de Madrid, Spain, andJosé Cabeza, Universidad Rey Juan Carlos, SpainHearing Spain’s Radio. Approach to Radio Audiences during the First Francoist Period (1939-1959)

José Carlos Rueda Laffond, Universidad Complutense de Madrid, SpainWriting History through Television: Representation of the Spanish Communist Party (1975-2011)

Gabriela Scodeller, Universidad de Buenos Aires, Argentina(Dis)agreements in Political and Union Education Experiences in the 1960s in Argentina

Martha Cecilia Herrera, Universidad Pedagógica Nacional, Colombia, andJosé Gabriel Cristancho Altuzarra, Universidad Pedagógica Nacional, ColombiaIn the Quarries of Clio and Mnemosyne: Historiographic Notes on the Memoria Histórica Group

Student SpaceMaría Fernanda Lanfranco González, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, ChileRobert Owen’s Theory on the Nature of Man and Society as a Base for British Socialism (1813-1816)

Book ReviewsRenán Silva, Universidad de los Andes, ColombiaGruzinski, Serge. L’Aigle et le Dragon. Démesure européenne et mondialisation au xvie siècle. París: Fayard, 2012.

Julian Andrei Velasco Pedraza, Universidad Nacional Autónoma de México, MexicoFradkin, Raúl O., compilador. La ley es tela de araña. Ley, justicia y sociedad rural en Buenos Aires, 1780-1830. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2009.

Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, ColombiaPurcell, Fernando. ¡De película! Hollywood y su impacto en Chile 1910-1950. Santiago: Taurus, 2012.

Book NotesAbout the journalSubmission Guidelines

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Lista de conteúdosCarta aos leitores

Artigos Tema abertoRafael Gaune, Universidad Andrés Bello, ChileO jesuíta como tradutor. Organização, circulação e dinâmicas da Companhia de Jesus em Santiago do Chile, 1593-1598

Felipe Arias Escobar, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Colômbia“Com total desprezo de todo o terreno”. O contexto de produção da Novena para el Aguinaldo (1784)

Alexander O’Byrne H., Universidad Nacional Autónoma de México, MéxicoO desabastecimento de gêneros agrícolas na Província de Cartagena de Índias a finais do período colonial

Elisa Sevilla, flacso, Equador, eAna Sevilla, flacso, EquadorInserção e participação nas redes globais de produção de conhecimento: o caso do Equador do século xix

Salvador Gómez García, Universidad Complutense de Madrid, Espanha, eJosé Cabeza, Universidad Rey Juan Carlos, EspanhaOuvir rádio na Espanha. Aproximação às audiências radiofônicas durante o primeiro franquismo (1939-1959)

José Carlos Rueda Laffond, Universidad Complutense de Madrid, EspanhaEscrita da história em televisão: a representação do Partido Comunista da Espanha (1975-2011)

Gabriela Scodeller, Universidad de Buenos Aires, Argentina(Des)encontros nas experiências de formação político-sindical nos anos 1960 na Argentina

Martha Cecilia Herrera, Universidad Pedagógica Nacional, Colômbia, eJosé Gabriel Cristancho Altuzarra, Universidad Pedagógica Nacional, ColômbiaNas pedreiras de Clío e Mnemosine: apontamentos historiográficos sobre o Grupo Memória Histórica

Espaço estudantilMaría Fernanda Lanfranco González, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, ChileA teoria sobre a natureza do homem e da sociedade no pensamento de Robert Owen como base do socialismo britânico (1813-1816)

ResenhasRenán Silva, Universidad de los Andes, ColômbiaGruzinski, Serge. L’Aigle et le Dragon. Démesure européenne et mondialisation au xvie siècle. París: Fayard, 2012.

Julian Andrei Velasco Pedraza, Universidad Nacional Autónoma de México, MéxicoFradkin, Raúl O., compilador. La ley es tela de araña. Ley, justicia y sociedad rural en Buenos Aires, 1780-1830. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2009.

Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, ColômbiaPurcell, Fernando. ¡De película! Hollywood y su impacto en Chile 1910-1950. Santiago: Taurus, 2012.

NotilivrosSobre esta RevistaNormas para os autores

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8 Carta a los lectores

Historia Critica No. 50, Bogotá, mayo - agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 8-9

Carta a los lectores

El equipo editorial de Historia Crítica tiene el gusto de presentar a sus lec-tores la edición número cincuenta, en la que se publican nueve artículos de tema abierto con una amplia diversidad de problemas de investigación. Rafael Gaune analiza los primeros cinco años de presencia de la Compañía de Jesús en Chile, para mostrar la forma en que los jesuitas tradujeron esta nueva realidad y se posicionaron como un actor relevante de las dinámicas internas de la sociedad chilena. Este artículo presenta cómo se transita de una ocupa-ción misionera temporal, el primer objetivo de estos misioneros, hacia una Compañía que terminaba finalmente asentándose.

Asimismo, retomando las funciones misioneras de las órdenes religiosas, Felipe Arias Escobar estudia el contexto espiritual, institucional y cultural en el que se elaboró la Novena para el Aguinaldo, escrita por el franciscano Fernando de Jesús Larrea en 1784. El autor indaga sobre la obra de este fraile, los mecenas de la Novena, el ámbito cultural neogranadino y la Orden Tercera Franciscana. De igual forma, ubicándose a finales de esta centuria y extendiéndose a las primeras décadas del siglo xix, se encuentra el trabajo de Alexander O’Byrne, que aborda el tema del desabastecimiento de alimentos en la Provincia de Cartagena. En este artículo se debaten las condiciones negativas expuestas por los comerciantes sobre la producción de géneros agrícolas, con una documentación que, por el contrario, muestra un panorama favorable para el cultivo de los suelos en esta provincia.

Elisa Sevilla y Ana Sevilla, alejándose de la dicotomía entre centro y periferia, proponen estudiar las redes científicas abordando los procesos de comunicación y movimiento de la ciencia, y guiándose por los conceptos de historias conectadas empleados cada vez más por historiadores en los últi-mos años. El artículo se centra en las relaciones establecidas entre científicos residentes en Ecuador y sus contrapartes en Europa, para demostrar que la ciencia instauraba importantes conexiones en un ámbito global. A este tra-bajo de historia de la ciencia se unen dos artículos más sobre la radio, la televisión y el cine en España en el transcurso del siglo xx.

Por un lado, Salvador Gómez García y José Cabeza se aproximan a las audiencias radiofónicas del primer franquismo, concluyendo que éstas se diferenciaban claramente por regiones, formación social, afinidad po-lítica, condiciones económicas e, incluso, cuestiones de género. Por el otro,

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9Carta a los lectores

Hist. Crit. No. 50, Bogotá, mayo-agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 8-9

José Carlos Rueda Laffond analiza la representación televisiva del Partido Comunista de España (pce), desde los años setenta hasta la actualidad. El artículo se centra en las realizaciones visuales elaboradas sobre el partido, su historia y sus dirigentes, pero también en aquellas difundidas por sus contra-dictores, objetantes y contrapartes.

Finalmente, se publican dos artículos. En el primero, escrito por Martha Cecilia Herrera y José Gabriel Cristancho, se reflexiona en torno a la produc-ción investigativa del Grupo Memoria Histórica sobre la violencia política y el conflicto armado colombianos. Con base en un destacado acervo docu-mental, los autores se cuestionan la apuesta ética, el lugar de enunciación y el área de producción de conocimiento histórico del Grupo. En el segundo, correspondiente al Espacio estudiantil, María Fernanda Lanfranco indaga sobre la teoría que desarrolló Robert Owen sobre la naturaleza del hombre y la sociedad, en la que sería su primera obra de difusión, A New View of Society, Or, Essays on the Principle of the Formation of the Human Character, and the Application of the Principle to Practice, publicada en Londres entre 1813-1816.

Para conmemorar este número y mostrar los caminos recorridos en estos años, los puntos de encuentro y diálogo con otras disciplinas, las diversas lí-neas temáticas y campos de investigación desarrollados por nuestros autores, se publicará una separata que podrá ser consultada en la página web de la revista y de publicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales. Además de esto, el lector encontrará algunos cambios de diagramación y una nueva pro-puesta de portada que transforma la orientación acostumbrada de las últimas publicaciones. La imagen de este número, “Girando sobre la historia”, es la primera muestra de una convocatoria que invita a pintores, diseñadores grá-ficos y estudiantes de arte nacionales y extranjeros a participar en la inclusión de imágenes inéditas para las próximas portadas de la revista.

Finalmente, damos un especial saludo de bienvenida a dos historiadores que nos acompañan desde inicios de este año en el Comité Editorial y el Comité Científico, en procura de garantizar la calidad académica de Historia Crítica: Javier Guerrero Barón, profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (Colombia), y Alfredo Riquelme Segovia, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile).

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Hist. Crit. No. 50, Bogotá, mayo-agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 13-36

Rafael Gaune

Artículo recibido: 31 de julio de 2012

Aprobado: 29 de octubre de 2012

Modificado: 14 de noviembre de 2012

Profesor de la Universidad Andrés Bello (Chile). Licenciado en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile), Magister ii de la Unversità degli Studi Roma (Italia) y candidato a doctor en Historia Moderna de la Scuola Normale Superiore di Pisa (Italia). Realizará a partir de diciembre de 2013 una estancia posdoctoral en el Max-Planck Institute de Fráncfort (Ale-mania), sobre las relaciones entre la Santa Sede y Chile en los tiempos de la Guerra Defensiva (1612-1626). Es autor de “Making the Indigenous Speak. The Jesuit Missionary Diego de Rosales in Colonial Chile, 17th Century”, en Missions and Indigenous Cultures in Latin America (Cambridge: Cambridge Publis-hing Scholars, 2013, en prensa) y “La Santa Sede y la Guerra defensiva: una historia por reconstruir. Redes de información e historia global en los confines del Imperio español (1612-1626)”, Zeitschrift des Max-Planck-Instituts für europäis-che Rechtsgeschichte 20 (2012): 358-360. [email protected]

El jesuita como traductor. Organización, circulación y dinámicas de la Compañía de Jesús en Santiago de Chile, 1593-1598Ï

Ï Este artículo forma parte de los avances de la tesis doctoral dirigida por el profesor Adriano Prosperi en la Scuola Normale Superiore di Pisa (Italia). Parte de esta investigación fue financiada por una beca Short-Term Scholar de la University of California en 2011, en la Charles E. Young Research Library (Estados Unidos). El autor agradece la lectura crítica efectuada a la metodología y bibliografía de esta investigación por Claudio Rolle. Asimismo, agradece al profesor Carlo Ginzburg por la orientación bibliográfica.

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.01

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El jesuita como traductor. Organización, circulación y dinámicas de la Compañía de Jesús en

Santiago de Chile, 1593-1598

Resumen: Este artículo tiene como objetivo analizar los primeros cinco años de la presencia de la Compañía de Jesús en Chile. Los jesuitas, entre 1593 y 1598, se posicionaron como un actor relevante en las dinámicas internas de la sociedad utilizando múltiples estrategias, tales como la traducción de la nueva realidad y el examen del contexto sociopolítico. Éstas serán analizadas enfatizando el cruce del contexto local con la dimensión

global a través de las prácticas misioneras.

Palabras clave: Santiago colonial, primeros jesuitas, misiones, traductores.

The Jesuit as Translator. Organization, Circulation, and Workings of the Society of Jesus in Santiago

de Chile, 1593-1598

Abstract:This text aims to analyze the first five years of the presence of the Society of Jesus in Chile. Between 1593 and 1598, the Jesuits positioned themselves as relevant actors in the internal workings of society by using several strategies, such as the translation of a new reality and the assessment of the sociopolitical context. These will be analyzed while highlighting the intersection between local context and global environment

through missionary practices.

Keywords: Colonial Santiago, first Jesuits, missions, translators.

O jesuíta como tradutor. Organização, circulação e dinâmicas da Companhia de Jesus em Santiago

do Chile, 1593-1598

Resumo:Este texto tem como objetivo analisar os primeiros cinco anos da presença da Companhia de Jesus no Chile. Os jesuítas, entre 1593 e 1598, posicionaram-se como um ator relevante nas dinâmicas internas da sociedade ao utilizar múltiplas estratégias, tais como a tradução da nova realidade e do exame do contexto sociopo-lítico. Estas serão analisadas enfatizando o cruzamento do contexto local com a dimensão global por meio das práticas missionárias.

Palabras-chave: Santiago colonial, primeiros jesuítas, missões, tradutores.

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El jesuita como traductor. Organización, circulación y dinámicas de la Compañía de Jesús en Santiago de Chile, 1593-1598

Premisas: del viaje a la traducción

L a tradición de los jesuitas como traductores ha sido estudiada desde múltiples dimensiones por la historiografía. Gramáticas, vocabularios y diccionarios en diversos idiomas confirman dicha práctica. Con su capacidad para descifrar

otras culturas, se especializaron en la técnica de traducir, con el objetivo de cristianizar pobla-ciones locales y polemizar en torno a conceptos y doctrinas. Un paradigma, en ese sentido, de la traducción como controversia son las composiciones de algunos fragmentos de Il Principe y los Discorsi de Maquiavelo, realizadas por el jesuita Pedro de Ribadeneira en su Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe cristiano (1595), en abierta disputa contra el “turbio y ponzoñoso” florentino1. Otro ejemplo excepcional, desde otra perspectiva, son los libros redactados por Matteo Ricci, Tianzhushiyi (El verdadero significado del Señor del Cielo), de 1603, y Tianzujiaoyao (Compendio de la doctrina del Señor del Cielo), de 1605. Estos textos reemplazaron la primera obra cristiana en chino, Tianzhushilu (La verdadera exposición del Señor del Cielo), escrita por el jesuita italiano Michele Ruggieri, posiblemente con la asistencia de Ricci, en 1584.

Del mismo modo, las discusiones teológicas en torno a las traducciones siempre fueron ás-peras. La mayor de todas, sin duda, fue la disputa de los “ritos chinos”2, que tuvo como querella teológica la problemática lingüística y las traducciones realizadas por Ricci, las cuales no fueron

1 Pedro de Ribadeneira, “Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe cristiano”, en Obras escogidas del Padre Pedro de Ribadeneyra (Madrid: Biblioteca de Autores Españoles, 1868 [1595]), 455.

2 Sigue siendo importante la voz escrita por Joseph Brucker, “Chinoise, Rites”, en Dictionnaire de Théologie Catholique, contenant l’exposé des doctrines de la théologie catholique, leurs preuves et leur histoire, vol. ii (París: Letouzey, 1932), 2364-2391. De la misma forma, David E. Mungello, ed., The Chinese Rites Controversy: Its History and Meaning (San Francisco: The Ricci Institute for Chinese-Western Cultural History, 1994). Con nuevos documentos encontrados en ucla, ver: Carlo Ginzburg, “Ancora sui riticinesi: documenti vecchi e nuovi”, en A dieci anni dall’apertura dell’archivio della Congregazione per la dottrina della fede: storia e archivi dell’Inquisizione (Roma: Scienze e Lettere, 2011), 131-144. Una actualización de la voz “ritos chinos” la realizó Sabina Pavone en Dizionario Storico dell’Inquisizione, vol. iii, dirs. Adriano Prosperi, Vincenzo Lavenia y John Tedeschi (Pisa: Edizioni della Normale, 2010), 1324-1327.

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aprobadas por su sucesor, el jesuita italiano Niccolò Longobardo. Nociones como Tian (cielo), Shangdi (señor del alto) y Tianzhu (Dios) fueron duramente combatidas en Roma. A esta discusión se sumaron los franciscanos y dominicos que arribaron a China, quienes acusaron a los jesuitas de consentir “ritos idolátricos” del budismo. Las mismas disputas ocurrieron en América colo-nial con las traducciones desde el español a lenguas indígenas de las palabras “Cristo”, “Virgen”, “Dios”. ¿Cómo traducir estos conceptos fundamentales del catolicismo sin una resignificación de la lengua local? En América, finalmente, se optó por la intraducibilidad de los conceptos cardinales del catolicismo, como delineó José de Acosta en su De procuranda indorum salute (1588) al insistir en que las lenguas indígenas no poseían capacidad de abstracción para entender concep-tos cristianos, introduciendo en consecuencia las palabras en castellano3.

En América meridional la fortuna del De procuranda de Acosta sobre la “pericia necesaria” en las lenguas locales4, como también el capítulo vi de las actas del Tercer Concilio Limense (1583)5 y la Doctrina en quechua y aimara6, son tres huellas de la centralidad de esta temática. En el caso específico de Chile, Luis de Valdivia (1561-1642) y su doctrina cristiana de 1606, una traducción imprecisa al mapudungun del catecismo elaborado en el Concilio de Lima7, exteriorizan esa problemática. Este trabajo sistematizó las traducciones español-mapudun-gun iniciadas por Gabriel de la Vega (1567-1605) en su Diccionario de la lengua chilena y en Observaciones para aprenderla con mayor facilidad y elegancia8. En Valdivia, el problema lingüístico y

3 José de Acosta, “De procuranda indorum salute”, en Obras del P. José de Acosta, ed. Francisco Mateos (Madrid: Biblioteca de Autores Españoles, 1954 [1588]).

4 José de Acosta, “De procuranda indorum”, 513.

5 Francesco Lisi, El Tercer Concilio Limense y la aculturación de los indígenas sudamericanos (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1990), 129.

6 Doctrina Christiana y catecismo para instrucción de los Indios, y de las mas personas, que han de ser enseñadas en nuestra sancta Fe con un confessionario, y otras cosas necesarias para los que doctrinan, que se contienen en la pagina siguiente (Ciudad de los Reyes: Antonio Ricardo Primero, 1583).

7 Luis de Valdivia, Arte y gramática general de la lengua que corre en todo el reyno de Chile (Sevilla: Thomas López de Haro, 1684 [1606]). Sobre la política lingüística en Valdivia ver: María Teresa Aedo, “Los textos catequísticos del padre Luis de Valdivia”, Acta Literaria 30 (2005): 97-110. Para analizar la dimensión política de Valdivia, el excelente trabajo de José Manuel Díaz Blanco, Razón de Estado y Bueno Gobierno. La Guerra Defensiva y el imperialismo español en tiempos de Felipe iii (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2010). En cambio, para la voluntad global de conversión política-religiosa en Valdivia, Guillaume Boccara, Los vencedores. Historia del pueblo Mapuche en la época colonial (Santiago: Universidad Católica del Norte/Ocho Libro Editores/Universidad de Chile, 2009).

8 La Bibliotheca Scriptorum Societatis Iesu atribuye la obra “Arten Grammaticam, Dicitionarium, et Annotationes quasdam lingue Chilensis” a Gabriel de la Vega. Ver: Philippe Alegambe y Pedro de Ribadeneyra, Bibliotheca Scriptorum Societatis Iesu (Roma: Ex Typographia Iacobi Antonij de Lazzaris Varesij, 1676), 273. Vega murió en 1605, un año antes de la publicación del Arte de Valdivia. José Toribio Medina exploró la relación entre Vega y Valdivia desde un posible plagio en Nueve sermones en lengua de Chile por el Padre Luis de Valdivia, ed. José Toribio Medina (Santiago: Imprenta Elseviriana, 1897), x-xi.

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los mecanismos de intraducibilidad se hacen evidentes en la reducción de vocales y consonan-tes del mapudungun. Sus referencias, como subrayó María Teresa Aedo, eran el español y el latín9, sujetando a sus paradigmas lingüísticos el idioma indígena.

Esta visión de los jesuitas como traductores es amplia y ha sido estudiada con grandes re-sultados por la historiografía10. Es más, en los documentos redactados por los primeros jesuitas que llegaron a Chile, y recopilados en los volúmenes v y vi de la Monumenta Peruana (1970 y 1974), el problema de la mediación lingüística es axiomático11. La producción escrita jesui-ta en torno a las traducciones, como también las prácticas realizadas por los misioneros en todos los rincones del mundo, confirman la analogía propuesta en el título de este texto. No obstante, ¿la función de traducción queda circunscrita solamente a la dimensión lingüística o es posible reformular esa analogía?12. En este sentido, el objetivo principal de este artículo es explorar la otra dimensión del traducir, es decir, la función de interpretar.

Esa dimensión de diagnosticar, explicar e interpretar se inscribe en la palabra latina traducĕre: hacer pasar de un lugar a otro. Por ese motivo, se dejará de lado la acepción más común: “expresar en una lengua lo que está escrito o se ha expresado antes en otra”13. En el Tesoro de la lengua castellana o española (1611), la voz “traduzir” parte desde el significado en latín: “llevar de un lugar a otro alguna cosa o encaminarla”14. Ese “hacer pasar” de un “lu-gar a otro” soporta también la otra acepción: convertir, mudar, trocar. Tomando como un

9 María Teresa Aedo, “Los textos catequísticos”, 104, y también, María Catrileo, Diccionario lingüístico-etnográfico de la lengua mapuche (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1996).

10 Para una mirada general sobre la problemática lingüística en América, ver: Javier Burrieza, Jesuitas en Indias: entre la utopía y el conflicto. Trabajos y misiones de la Compañía de Jesús en la América moderna (Valladolid: Universidad de Valladolid, 2007), 183-216. Un cuadro sinóptico en contexto europeo en Peter Burke y Ronnie Po-chia Hsia, Cultural Translation in Early Modern Europe (Cambridge: Cambridge University Press, 2007). Del mismo modo, Ronnie Po-chia Hsia, “Translating Christianity: Counter-Reformation Europe and the Catholic Mission in China, 1580-1780”, en Conver-sion: Old Worlds and New, eds. Kenneth Mills y Anthony Grafton (Nueva York: University of Rochester Press, 2003), 87-108, e Ines Županov, “Twisting a Pagan Tongue: Portuguese and Tamil in Sixteenth-Century Jesuit Translations”, en Conversion: Old Worlds, 109-139.

11 Una interesante perspectiva sobre Luis de Valdivia como mediador lingüístico en: Gertrudis Payas, José Manuel Zavala y Mario Samaniego, “Al filo del malentendido y la incomprensión: el padre Luis de Valdivia y la mediación lingüística”, Historia 45: 1 (2012): 69-90.

12 Las analogías como una forma de descifrar personajes y disciplinas han sido estudiadas en importantes escritos. Ver: Susan Sontag, “The Anthropologist as Hero”, en Against Interpretation and Others Essays (Nueva York: Picado, 2001), 3-14; Clifford Geertz, Works and Lives: The Anthropologist as Author (Stanford: Stanford University Press, 1988); Carlo Ginzburg, “L’inquisitore come antropologo”, en Il filo e le tracce. Vero, falso, finto (Milán: Feltrinelli, 2006), 270-280; Adriano Prosperi, “L’inquisitore come confessore”, en Disciplina dell’anima, disciplina del corpo, disciplina della società, ed. Paolo Prodi (Bolonia: Il Mulino, 1994), 187-224.

13 Diccionario de la lengua española, vol. ii (Madrid: Real Academia Española, 1992), 2004.

14 Voz “traduzir” en: Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua castellana o española, ed. Martín de Riquer (Barcelona: Editorial Alta Fulla, 1998 [1611]), 972.

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18 El jesuita como traductor. Organización, circulación y dinámicas de la Compañía de Jesús en Santiago de Chile, 1593-1598

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fragmento de análisis esa dimensión filológica de “traducir”, se analizarán los primeros jesui-tas que llegaron a Chile en 1593 como traductores de su tiempo. Antes de convertir el espacio, los cuerpos y las almas, debieron interpretar el nuevo espacio, la nueva sociedad y los nuevos problemas de cristianización.

La función de traducir una nueva realidad fue la que estimuló a los jesuitas a pasar desde una ocupación misionera, como era el objetivo inicial en 1593, hacia una Compañía inmer-sa en las dinámicas internas de la sociedad chilena. Hay que transitar los recorridos de ese cambio, individualizando los documentos claves, pues ofrecen las pistas sobre cómo operaron los primeros jesuitas. Desde los discursos misioneros de la precariedad espiritual del reino se transitó hacia una Compañía inmersa en las coyunturas políticas, económicas y culturales, cambiando en consecuencia los objetivos preliminares de su llegada a Chile.

Los tiempos de la “traducción jesuita” se puede encuadrar temporalmente desde el arribo, en 1593, hasta la muerte del gobernador Martín García Oñez de Loyola, en 1598, y el inicio de la rebelión general en el sur del Biobío15. En este cuadro temporal la única obra material jesuita, gracias a las donaciones del terreno por parte de la élite santiaguina, fue el Colegio Máximo de San Miguel en Santiago, que comenzó a impartir lecciones de gramática, filosofía y teología a los hijos de la élite y miembros de otras Órdenes, en 159416.

1. Santiago como laboratorio

El período de traducción comenzó en el barco desde el Callao a Coquimbo. El notable documento escrito por Luis de Valdivia sobre el primer viaje a Chile en 159317, fechado des-de el 9 de febrero hasta el 19 de marzo, ofrece algunas huellas sobre el imaginario religioso

15 Francis Goicovich, “Alianzas geoétnicas en la segunda rebelión general: génesis y dinámica de los vutanmapus en el alzamiento de 1598”, Historia 39: 1 (2006): 93-154.

16 Una historia general de los colegios jesuitas en Chile aún no se ha realizado. Para datos y fechas ver: Francisco Mateos, ed., Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Crónica anónima de 1600, vol. ii (Madrid: csic, 1944), 347-372; Francisco Enrich, Historia de la Compañía de Jesús en Chile, vol. i (Barcelona: Imprenta de Francisco Rosal, 1891), 33-36; José Toribio Medina, La instrucción pública en Chile. Desde sus orígenes hasta la fundación de la Universidad de S. Felipe, vol. i (Santiago: Imprenta Elzeviriana, 1905), 183-226; Antonio Astrain, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España (Madrid: Razón y Fe, 1913), 668-690; Rubén Vargas Ugarte, Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, vol. i (Burgos: Imprenta de Aldecoa, 1963). Una historia particular del Colegio de Concepción en Raúl Sánchez, “Entre la cruz y la razón: El Colegio Jesuita San Francisco Javier de la Limpia Concepción (Chile 1610-1767)”, Revista de Historia de América 136 (2006): 167-200.

17 La carta de Luis de Valdivia del 28 de marzo de 1593, escrita desde Coquimbo e incluida por Arriaga en la carta anua enviada a Acquaviva en 1594, en: Antonio Egaña, Monumenta Peruana, vol. v (Roma: Monumenta Historica Societatis Iesu, 1970 [1592-1595]), doc.122: 458-462.

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de los misioneros18. Sin embargo, no se puede situar como un diagnóstico certero del nuevo contexto. Fue en ese documento, por ejemplo, donde escribió la frase que se ha convertido en un lugar común interpretativo de su actividad misionera: “yo hice de la necesidad virtud, ofreciendo mi vida por la conversión del valle de Arauco”19.

Los primeros jesuitas en Chile, Baltasar de Piñas como Superior, Luis de Valdivia, Gabriel de la Vega, Luis de Estella, el chileno Hernando de Aguilera y los dos Hermanos coadjutores, Miguel de Teleña y Fabián Martínez, arribaron el 12 de abril a Santiago recibidos por los dominicos20. Posteriormente se unió el chileno Juan de Olivares. El Superior Piñas, en palabras de Alonso de Ovalle, una vez acomodados en Santiago, se dirigió a las autoridades civiles y religiosas presentes, explicando que su finalidad en Chile era “no hacer asiento fijo en ninguna, sino discurrir por todas”21.

Era un viaje en el cual no debían establecer residencias fijas; por el contrario, se estipuló desde Perú como un desplazamiento de predicación, reconocimiento y misión volante22. La extensa carta de Pablo José de Arriaga dirigida a Claudio Acquaviva, escrita el 6 de abril de 1594, trazó algunos indicios de la llegada a Santiago: “se proveyeron, cuanto se pudo, de libros, ornamentos y de las demás cosas que para hacer asiento y poblar una residencia o co-legio era necesario, aunque por entonces no llevaban intento de ello”23.

18 He trabajado ese documento desde una perspectiva de la espiritualidad en Valdivia: Rafael Gaune, “Flacos con el poco comer, quebrantados con el mucho temor. Aproximaciones a una dimensión espiritual del jesuita Luis de Valdivia”, en Devozioni, pratiche e immaginario religioso: espressioni del cattolicesimo tra 1400 e 1850, eds. René Millar y Roberto Rusconi (Roma: Viella, 2011), 383-406.

19 Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc.112: 459.

20 “Los primeros padres que vinieron a este reyno que fueron el P. Balatasr de Piñas superior, Luis de Valdivia, Gabriel de Vega, Hernando de Aguilera, Luis de Estela y los hermanos Miguel de Teleña-Fabián Martínez llegaron a esa ciudad de Santiago en 12 de abril de 1593 y por no tener compradas casas donde vivir se fueron a aposentar al convento de Santo Domingo donde estubieron hasta 12 de mayo del dicho año en el qual dia se compraron las cassas en que al presente vivimos al mariscal Martin Ruiz de Gamboa en 3600 p. de oro de contrata que se pagaron en lismosna que hicieron varios sujetos de esta ciudad”, en Archivo Nacional Histórico (an), Santiago-Chile, Fondo Capitanía General, vol. 30, f.71.

21 Alonso de Ovalle, Histórica Relación del Reino de Chile (Roma: Francisco Cavallo, 1646), 337. Pedro Lozano repite lo mismo de Ovalle: “Juntos, pues, los referidos Personages, se introduxo a hablarles, dando razon del Instituto de la Compañía, que es discurrir sin descanso por todas partes del Mundo siendo la mayor razon de vivir en este, o en aquel lugar la mayor necesidad de las almas”, en Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, vol. i (Madrid: Imprenta de la viuda de Manuel Fernández, 1754), 158. Asimismo, ver: Francisco Enrich, Historia de la Compañía, vol. i, 18-25; Walter Hanisch, Historia de la Compañía de Jesús en Chile (Buenos Aires-Santiago: Editorial Francisco de Aguirre, 1974), 7.

22 La Crónica Anónima ofrece indicios sobre este punto: “[…] el fin a que nos enviaban nuestros Sup., era a misión, mas a no haber asiento por modo de colegio. La ciudad [Santiago] sintió esto mucho, y todos a una instaron en que habíamos de hacer asiento, porque la mayor necesidad que sentían era la crianza de sus hijos y doctrina de sus indios”, vol. ii, 351.

23 Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc.112: 457.

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En ese sentido, ¿cómo en un par de años se transitó desde el “no hacer asiento fijo” y “discurrir” por todas partes, hacia una Compañía inmersa en las dinámicas coloniales? Si se tienen como referencia la misma formación de la Compañía y los documentos generados por los “primeros jesuitas”24, es innegable que cuando se predisponían a viajar a un lugar, enviados por un Superior, se pasaba rápidamente del viaje al establecimiento; por lo demás, una fina-lidad de la misión moderna25. Uno de los objetivos de la Compañía no sólo era la salvación de las almas y el cuerpo, sino también la reducción de los espacios, que necesariamente se concretaba con la fundación de iglesias, colegios, noviciados, residencias y misiones.

Posibles respuestas al movimiento desde una Compañía exploratoria de un nuevo te-rritorio hacia una Orden inmersa en los andamiajes coloniales, el historiador español José Manuel Díaz Blanco las sitúa en las relaciones que establecieron con la élite de Santiago colonial, como también en la función de Luis de Valdivia como rector, que lo posicionó en un importante referente en la ciudad desde 159526. Díaz reconstruye factualmente, centrándose en Valdivia, las intricadas relaciones con la élite santiaguina. Las sustanciales donaciones para el Colegio de Santiago, por parte de Andrés de Torquemada y Agustín Briceño, son pruebas de esa amistad27. La buena relación en un comienzo con los do-minicos, que hospedaron a los misioneros luego de su viaje, y enviaron estudiantes a las lecciones, manifiesta también un ambiente positivo en favor de los visitantes. Sin embar-go, las relaciones con la élite, las donaciones materiales, y los personajes influyentes en el contexto urbano, no fueron prácticas exclusivas de los jesuitas. Entonces, ¿qué realizó la Compañía de Jesús para que ese cambio fuese tan efectivo? La inserción territorial de

24 Para un análisis de los documentos fundacionales ver el fundamental libro de John W. O’Malley, The First Jesuits (Cambridge: Harvard University Press, 1993).

25 Adriano Prosperi, “L’Europa cristiana e il mondo. Alle origini dell’idea di missione”, Dimensioni e problem della ricerca storica 2 (1992): 189-220; John W. O’Malley, “Mission and the Early Jesuits”, Ignatium Spirituality and Mission. The Way Supplement 79 (1994): 3-10.

26 José Manuel Díaz Blanco, Razón de Estado, 48-77.

27 Sobre las donaciones y el apoyo material a la Compañía en Chile, estudiar los siguientes documentos: “Autos de escritura de Venta. Santiago de Chile”, 12 de mayo 1593, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 81: 266-270; “Memoria de los donativos al Colegio de Santiago de Chile”, 19 de abril 1593, en Biblioteca Nacional de Chile (bnc), Santiago-Chile, Fondo Manuscritos Medina (Mss. M), vol. 95, ff.3-8; “Memoria de las mandas que hacen los vecinos y moradores de esta ciudad de Santiago, reino de Chile, para comprar el sitio para los padres de la Compañía de Jesús en que funde iglesia y casa habiendo de permanecer en este Reino”, en an, Fondo Jesuitas, vol. 124, ff.28-31; “Agustín Briceño y Andrés de Torquemada. Escritura de donación”, 16 de octubre 1595, en bnc, Mss. M, vol. 305, ff.185-187; “Martín García. Escritura”, 20 de febrero 1598, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 140; “Andrés de Torquemada. Escritura”, 13 de abril de 1598, en Monumenta, vol. vi, doc. 142; “Andrés de Torquemada a Luis de Valdivia”, 24 de enero 1599, en an, Fondo Escribanos, vol. 26, ff.41-42; “Catálogo de los bienhechores de este colegio de San Miguel”, en an, Jesuitas, vol. 124, ff.5-10.

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la Compañía no sólo se debió al sustento material, sino a la profunda traducción e inter-pretación que hicieron de la sociedad. En definitiva, fue un ejercicio misionero el que los consolidó como los principales operadores evangélicos y, del mismo modo, los estableció en Chile. Ahora bien, y a partir de esa premisa analítica, es importante preguntar cuál fue ese ejercicio misionero.

Desde un inicio, los recién arribados hicieron una profunda taxonomía de la realidad. La división de los cuerpos, la separación del tiempo y la búsqueda de la salvación de las almas fue-ron los tres pilares de ese ejercicio. Es desde aquí que emerge la capacidad de traducción de las nuevas problemáticas: hacer llevar a Chile hacia otro lugar. Entendieron que no todo pasaba por la precariedad material, la lejanía de Chile y la guerra, sino por la precariedad espiritual de todos los estamentos de la sociedad, incluidos los españoles. Aunque no todo fue un proceso cómodo y en más de una ocasión se vieron enfrentados a serios contratiempos; por ejemplo, Roma, que frenaba los deseos de nuevas fundaciones; jesuitas que partían hacia Lima; otros que deseaban escapar de Chile; la justificación legal-teológica de la esclavitud luego de la re-belión indígena de 1598; y, sobre todo, los territorios indígenas a los cuales no tenían acceso.

Dejando el tono triunfante y heroico de los documentos sobre la “expansión periférica” en Chile28, las preguntas deben dirigirse hacia las acciones de los personajes que tradujeron esa realidad —es decir, cómo confluyeron esas prácticas en el establecimiento definitivo de la Compañía—, y reconstruir los recorridos de los primeros misioneros y sus estrategias. La cronología, en ese sentido, no es estéril analíticamente.

Una primera decisión inteligente fue elegir a Piñas como Superior de la misión: un mi-sionero con vasta experiencia fue el primero en hacer acertados diagnósticos sobre Chile. En 1555 estaba en Zaragoza cuando la Compañía era perseguida; posteriormente, introdu-jo las misiones en Cerdeña y viajó con el primer grupo en 1568 a Lima. Provincial de Perú y Rector del Colegio de Lima, en 1593 se encontraba en Santiago de Chile29. La experiencia como un factor para establecer territorialmente a la Compañía siempre fue subrayada por Acquaviva y, especialmente, cuando se refería a Piñas; así lo hizo saber a la Provincia en dos cartas de 1592 y 159430. Esa experiencia misionera se manifestó en un documento del 16 de junio de 1593, texto enviado a Lima y adjunto a la carta anua del 94, donde la prudencia

28 Se ha analizado la organización y expansión hacia Chile desde la perspectiva analítica del “deseo de las indias” en Rafael Gaune, “Organizando el otro deseo de las Indias. La expansión periférica de la Compañía de Jesús en América (Chile, 1568-1593)”, Estudios Humanísticos. Historia 10 (2011): 297-320.

29 Una biografía apologética de Baltasar de Piñas en Pedro Lozano, Historia de la Compañía de Jesús, vol. i, 172-93.

30 “Carta del 3 de agosto de 1592”, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 61: 169; “Carta del 4 de julio 1594”, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 136: 538.

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marcó la palabra escrita de Piñas. Se refirió al “fruto” que esperaban recolectar entre los in-dígenas, aunque pronosticó “dificultades” y “contradicciones”31. Finalmente, en ese mismo escrito, notificó a Lima y Roma que decidió asentar un Colegio como punto de mediación para potenciales misiones. Así, lo confirma la Crónica Anónima de 1600:

“El P. Piñas como quien tenía las cosas presentes, consideró el estado del reino y peligros de

él, juzgó que era los más conveniente asentar en esta ciudad y que en ella se hiciese un se-

minario de donde después saliesen a misiones por las demás ciudades, y adonde por algunos

años se cobrase luz y experiencia de las cosas de este reino, por haber muchas en él conside-

ración, por ser los indios de servicio personal, y en el trato de ellos haber muchas dificultades,

que pedía consulta de espacio de todos nosotros juntos, y porque la lengua con más como-

didad se aprendiese, y en ella se entablasen las cosas que para adelante fuesen necesarias de

Arte, Catecismo, Vocabulario y Sermonario”32.

Piñas no sólo pensó en asentar el colegio en Santiago y desde ahí comenzar las misio-nes, sino también en ganar la “voluntad de los padres” de los hijos de la élite y, del mismo modo, retribuir la hospitalidad de dominicos y franciscanos33. Antes de eso, en la misma semana en la cual llegaron (Semana Santa, 1593) realizaron un ejercicio que sería aplicado en el disciplinamiento religioso: la organización del tiempo, que devino en una efectiva metodología de cristianización para los jesuitas. Marcar los días, las horas y el tiempo de la conversión como se hizo el Jueves Santo con las predicaciones de Piñas en la Catedral y de Estella en el Convento de Nuestra Señora de la Merced. Valdivia, por su parte, realizó la procesión del domingo desde la iglesia de Santo Domingo, y los misioneros Aguilera y Vega se ocuparon de los dominicos34.

Hay un fragmento importante en la carta de Piñas que hace referencia a que la nueva Casa de la Compañía podía “acomodarse a modo religioso”35. Pero, ¿acomodarse a qué? No sólo se refería a la forma de concebir el nuevo terreno como un espacio religioso que debía

31 Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 112: 463-464.

32 Crónica Anónima, vol. ii, 351-352.

33 “La ciudad pide con grande instancia que comencemos luego a leer y que todos pidan por la enseñanza de sus hijos; no se podrá excusar de comenzarlos a leer, y así ganaremos más la voluntad de sus padres. También hay que el Provincial de Santo Domingo me pide ahincadamente que leamos un curso de Artes a once frailes, que cierto nos han regalado extraordinariamente el tiempo que estuvimos en su casa, y hemos predicado los más sermones en su iglesia”, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 112: 465.

34 Crónica Anónima, vol. ii, 351.

35 Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 112: 465.

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proyectar esa condición. De forma sutil, el Superior indicó la conquista del espacio por parte de los jesuitas: cercano a la plaza de armas y, sobre todo, lejano de otras iglesias o monasterios. A pesar de la precariedad material, ser recién llegados e instalarse cerca del centro de poder fue un valioso simbolismo que conquistaron tempranamente36.

El recorrido de Piñas por Chile fue breve. Aunque aparece en el catálogo de 1595 en Chile37, realizado el 14 de marzo, el mismo mes viajó a Lima. Lo interesante de ese catálogo de “casas y personas” es que en 1595, para la provincia peruana, Chile se consideraba una “misión”. Otra huella importante de la lectura del catálogo es que Luis de Estella había de-jado Chile, siendo catalogado en el Colegio de Lima38. Piñas asentó el Colegio en dos años, recibió donaciones, proyectó una iglesia y dejó a Valdivia como rector; sin embargo, no pudo concretizar su principal propósito: diagnosticar el sur, los problemas de la guerra y convertir a los “infieles”.

Si Piñas insistió en la organización material en su carta, Valdivia ágilmente comenzó a dirigir su atención hacia otros inconvenientes. En dos textos, escritos entre el 19 de junio y septiembre del 93, surgió la organización del espacio, el tiempo y los cuerpos: indígenas, españoles y negros fueron clasificados y reagrupados para su conversión. No sólo se debía con-quistar su lengua, sino también su tiempo, iniciando en consecuencia una conversión grupal, rápida, e individualizando superficialmente las dificultades. Es más, por primera vez aparece la individualización étnica de un grupo indígena: los huarpes39. Valdivia afirmó que estaba aprendiendo su idioma, y publicó en Lima, en 160740, un confesionario en millcayac y una doc-trina cristiana en allentiak, con la intención de “conservar los indios de Cuyo”.

36 “Buscáronnos luego sitio y hallóse como se podía desear cerca de la plaza y donde no ay otra iglesia y monasterio alguno, el sitio es mucho, las casas son absolutamente las mejores de todo el Reino, tienen altos y vajos muy bien labrados y puédanse muy fácilmente acomodar a modo relijioso, sin que sea menester edificar mas que una iglesia raçonable”, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 112: 465.

37 “Catalogo General de las casas y personas de la Compañía de Jesus de la provincia del Peru del año 95”, 14 de marzo de 1595. “Catalán; sesenta y siete años; razonable fuerzas; cuarenta y cinco años [en la Compañía]; tres años de artes, cuatro de teología; todos los oficios de Superior hasta Provincial; Bachiller y Maestro; Profeso 4 votos”, en Archivum Romanum Societatis Iesu (arsi), Roma-Italia, Fondo Perú, vol. 4, f.47.

38 “Victoria Provincia de Álvarez Vizcaya; cuarenta y dos años; medianas fuerzas; veintidós años [en la Compañía]; 3 años de artes y 4 de teología; Procurador de la provincia, predicador; no es graduado; Profeso de 4 votos”, en arsi, Perú, vol. 4, f.33.

39 Población diezmada por la esclavitud y la forzosa migración desde Cuyo y San Juan a Santiago. Sobre esta temática: Jaime Valenzuela, “Indígenas andinos en Chile colonial: inmigración, inserción espacial, integración económica y movilidad social (Santiago, siglos xvi-xvii)”, Revista de Indias lxx: 250 (2010): 749-778.

40 “Ay aqui unos indios de gran compasión, que son los guarpes: estos son indios de la sierra, lo masdellos infieles; […] he aprender su lengua que me parece facil, aunque la e dejado hasta enterarme mas en la lengua general”, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 112: 467-468.

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El “conservar” no es un elemento retórico sin relevancia, pues pasó de circunscribir en la carta de marzo todos los problemas de Chile en el “valle de Arauco” al individualizar otros sujetos que debían ser convertidos y “conservados” en un contexto más allá de la guerra. Santiago era en esos momentos un laboratorio para los jesuitas. Una cantera abierta en la que convergían distintos idio-mas, diversos indígenas, y que encontró en el primer Valdivia un misionero donde se conjugaron las dos dimensiones filológicas del “traducir”; en otras palabras, la traducción formal que se reflejó en los dos textos publicado en Lima (1606 y 1607), y el intérprete del nuevo contexto.

Es así como ese “conservar” encontró en las prácticas rituales de los cantos, las procesiones y los simbolismos católicos una temprana conversión adaptada a cada uno de los estamentos que confluyeron en Santiago. Y esa conversión se organizó con gran disciplina por los jesuitas, evidenciándose, por ejemplo, en la división del trabajo misionero: Estella catequizaba a los “niños españoles”; Vega, a los “morenos”; y Valdivia, a los huarpes y mapuches, traídos desde el sur. La catequización a los indígenas era en su lengua, enseñándoles algunos “misterios” y comenzando la circulación material de regalos. Asimismo, se utilizó la plaza principal como punto de convergencia y de contabilización de los indígenas cristianizados, que, según las pa-labras de Valdivia, fluctuaban entre cuatro y diez mil.

La exageración es parte constituyente de la literatura misionera, que deviene una estra-tegia retórica para demostrar una efectividad misionera y seducir a los lectores41. Situada en una frágil línea entre veracidad y falsedad, de igual forma exterioriza una realidad: el tránsito desde las generalizaciones y dificultades materiales del asentamiento jesuita hacia la indivi-dualización, la clasificación y la contabilización de las almas. Conversión, en estos primeros años, reducida a un disciplinamiento de la ritualidad exterior indígena. En ese sentido, las pa-labras “fruto” y “mudanzas”, que tantas veces emergen en los documentos, en un inicio fueron el control y sujeción, para posteriormente aproximarse a una cristianización más profunda.

Un fragmento de una carta escrita por Valdivia, fechada en septiembre de 1593, es fundamental para entender las estrategias de los primeros misioneros. No bastaba con la agrupación, la contabilización y la individualización. Comenzaron a ingresar en las prác-ticas cotidianas componentes decisivos para la cristianización: el control de los cuerpos, la organización del tiempo y la utilización del espacio,

“Gasto todo el dia con ellos, entre semana entablamos que viniesen dos días indios infieles, que

cada dia trahen de la guerra para cathechizallos, comencé esta ocupación abrá dos meses, y ya

41 Adriano Prosperi, Tribunali della coscienza. Inquisitori, confessori, missionari (Turín: Einaudi, 2009 [1996]), 601. Se ha trabajado ese punto en un contexto cronológicamente posterior: Rafael Gaune, “Habitando las incomodidades del paraje con palabras. Un ejercicio jesuita de adaptación política y dominio territorial en la frontera sur de Chile, 1700”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades 15: 2 (2011): 41-68.

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se a convertido en cada dia, por que siempre ay que hacer en esto, y lo demás del dia se gasta en

confessiones en casa y fuera a los enfermos […] Los domingos, toda la tarde, desde una hasta la

noche, me lleva la doctrina; ellos se vienen, no ay que buscallos, como en otras partes del Piru;

primero que salgamos, se gasta una ora cathechizando, otra reçando y cantando coplas devotas,

luego vamos a la procesión, que es mucho ver […] Y cada uno viene cantando la doctrina en

su quadrilla a casa; llegada la procesión a la plaza, se hace el catecismo por tres quartos de ora y

luego una platica por otro tanto tiempo, y al fin un acto de contriccion devoto, hincándose todos

de rodilla, diciéndoles yo con un crucifixo en la mano, y respondiéndome todos […] El Padre

Aguilera se anima tanto a mi pega fervor, comiença a aprender otra lengua diferente de la que

yo aprendo, porque con estas tres lenguas que son las mas generales, se corre toda esta tierra”42.

De la lectura de esta carta se pueden comprobar varios elementos. El primero, sin duda, la organización del día. El domingo devino el día de la doctrina: catequización, rezos, cantos y procesiones marcaron la jornada del misionero y del indígena. El resto de la semana, en confesiones generales. Aparece, además, el problema de los indios de guerra trasladados a Santiago como esclavos o transportados hacia Perú43. Santiago, una vez más, fue confirmado en las cartas de Valdivia como un exitoso laboratorio.

Desde abril hasta septiembre los primeros jesuitas tuvieron avances significativos en la inserción de las dinámicas coloniales, como también en la adaptación de sus mecanismos de cristianización. Sin embargo, no todos los esfuerzos personales estaban dirigidos hacia el mismo resultado. Uno de ellos, por ejemplo, anhelaba trasladarse a México. Las razones de Juan de Olivares era el fastidio de trabajar próximo a su familia. Llegó en junio del 93 a Santiago con reliquias que fueron a “en-riquecer esta tierra tan pobre de eso”, pero en febrero del 94, a través de una carta del 31 de julio de 1595, escrita por Acquaviva, se conocen detalles de la solicitud de traslado por las “inquietudes” provocadas por la cercanía a los “negocios” de sus parientes44.

42 Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 112: 472-473.

43 Jaime Valenzuela, “Esclavos mapuches. Para una historia del secuestro y deportación de indígenas en la Co-lonia”, en Historias de racismo y discriminación en Chile, eds. Rafael Gaune y Martín Lara (Santiago: Uqbar, 2009), 225-260. Sigue siendo fundamental para este tópico el libro de Álvaro Jara, Guerra y sociedad en Chile. La transfor-mación de la guerra de Arauco y la esclavitud de los indios (Santiago: Editorial Universitaria, 1981 [1961]).

44 “Me escribe del Chile el gran perjuicio que es para el estar en aquella tierra donde es natural, porque sus parientes con sus negocios le causa mucha inquietud. Atenta esta y la dificultad que ay en evitar esta molestia, estando él en esta Provincia, me pide que le embiemos a México. Yo le respondo que aviso a vr para que le consuele. Paréceme que, moviéndose con tan buena raçon a pedir lo que pide, que será bien a los menos alejarle de Chile, y si aun esto no bastare, sino que vr le parezca conveniente embiarle al Mexico; se lo remito; y de tal suerte atenda al remedio que es Padre desea, que también sea con su consuelo y gusto, porque, según me dice y él lo muestra en la me escribe, parece que lo merece”, Claudio Acquaviva al Provincial Juan de Sebastián, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 211: 840.

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La circulación de los problemas y los tiempos de respuestas quedan demostrados con el caso de Olivares. A pesar de la buena acogida en Roma de los planes del jesuita chileno, éste escribió nuevamente en septiembre del 96 y enero del 98. Todas estas cartas fueron respondi-das afirmativamente por el General en tres ocasiones: 9 de octubre45 y 10 de octubre del 9746 y 23 de agosto del 9947, en la que no sólo respondió a Olivares, sino también al coadjutor Miguel de Teleña, que escribió un texto intercediendo por Olivares48. A pesar de tener el respaldo ro-mano y del Provincial del Perú que estaba en conocimiento de la situación, Olivares en cinco años aún no solucionaba el tema de su traslado. Siguió trabajando en 1597 como sustituto de los misioneros Aguilera y Vega en el primer viaje al sur. Finalmente, en el “catálogo general” de la provincia peruana de 1601 aparece como “ministro” del Colegio de Lima49. Seguir los rastros de Olivares representa la circulación de las personas y, del mismo modo, revela la capacidad o incapacidad para solucionar problemas desde la centralidad romana y peruana.

A dos años de su arribo perdieron dos miembros. Estella y Piñas se radicaron en Lima, y Olivares deseaba viajar a México. En cambio, llegaron el jesuita peruano Luis de Santillan50 y el coadjutor español Martín de Garay51. En cuanto a miembros, los jesuitas retrocedieron, pero mantenían la rutina de la doctrina cristiana en “frecuencia máxima”, como lo confirma otra carta de Arriaga del 14 de marzo del 95 dirigida a Roma52.

45 “Al padre Juan de Olivares, Chile, aunque he respondido días ha a los que vr de nuevo me escrivio e en una de 6 de septiembre del 96, quiero de nuevo responderle que las razones que me propone son buena, y ansi holgaré que el Padre Provinial le consuele conforme a lo que yo le escrivo”, Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 197: 484-485.

46 “Paréceme que vr podrá avisar al Padre Esteban Paez, provincial de México, y consolar ese Padre”, Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 129: 497.

47 “[…] por lo que ayudara para la paz y quietud de vr que deseo se la de Dios tan cumplida quanto la ha menester para trabajar con aliento y alegría de animo, sin el qual va un hombre muy violentado en sus acciones”, Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 226: 781.

48 “Teneis mucha razón, Hermano charissimo, de desear el consuelo del Padre Olivarez, y procurársele, porque lo merece quien tan bien trabaja como él; y pues Dios le da un poco de quietud en el puesto y empleo que ahora tiene, confio, en su divina bondad que se la conservará, y que para este efecto fuese menester otra delega, no dudo sino que los Padres visitadores y Provincial le ayudaran en lo que uviere para su consuelo”, Claudio Acquaviva a Miguel de Teleña, 23 de agosto de 1599, en arsi, Perú, vol. 1, f.137v.

49 “La Imperial en Chile; Treinta y seis años; Buenas; a 13 de enero 1584 [año de ingreso en la Compañía]; 3 años de Artes, 4 de Teología; Lector de latín, confesor, predicador, ministro; no es graduado; votos de escolar”, en arsi, Perú, vol. 4, f.57.

50 “Lima; Veinticinco años; Buenas fuerzas; ocho años de Compañía; 2 años de artes; 4 de teología; no es graduado; votos de escolar”, en arsi, Perú, vol. 4, f.47.

51 “San Sebastatián de Viscaya; cuarenta y ocho años; Buenas; diez y siete años [en la Compañía]; herrero; coadjutor temporal formado”, en arsi, Perú, vol.4, f.47.

52 Antonio Egaña, Monumenta, vol. v, doc. 186: 750.

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Aunque la Compañía perdía miembros y potenciales misioneros, la búsqueda de la con-quista espiritual tenía también un pilar en el funcionamiento del Colegio de Santiago. Desde 1594, como demuestra Walter Hanisch con el funcionamiento de la cátedra de Artes de Luis de Valdivia53, comenzaron las lecciones. Enfocadas a la formación interna, a la educación de los hijos de la élite y, principalmente, a los miembros de las otras Órdenes religiosas, el colegio fue un articulador de las necesidades intelectuales de Santiago. Inicio precario, sin profesores dedicados, ni una biblioteca que ofrecer a los improvisados estudiantes, a pesar de los esfuerzos de Valdivia por hacer llegar importantes volúmenes para la formación educativa. No obstante, el rector utilizó las prácticas colegiales para relacionarse con la élite santiaguina54, dejando la realidad misionera, que fue asumida por Gabriel de la Vega y Hernando de Aguilera.

Es interesante observar que en los inicios del Colegio no existió sintonía entre Roma y Santiago. Mientras que en Chile se esforzaban por mantener y hacer progresar el Colegio, el General Acquaviva iba a contrapelo de dichas tentativas. Desde los orígenes de la planifica-ción de la expansión periférica, Roma siempre consideró la proyección gradual hacia el sur a través de las misiones55. Después del asentamiento del Colegio, Acquaviva siguió con la misma postura. Es más, sólo el 23 de octubre de 1596 Roma conoció de la fundación del Colegio. En una carta dirigida a Valdivia, el General subrayó la noticia, aunque siguió insistiendo en que “yo deseo que los Nuestros atiendan al bien de los naturales, no querría que abrasásemos más de lo que se puede cultivar”56. Exactamente un año después, en octubre del 97, Acquaviva destacó el mismo punto. En el texto exhortó a que los trabajos debían dirigirse hacia las mi-siones “entre indios”, dudando de la efectividad de un colegio: “porque alguna dificultad tiene aceptar colegio en parte tan remota donde no puede haber seminario de estudiantes por estar tan apartado, pero como digo, pensaremos en esto y avisaremos”57.

Los “frutos” desde Roma se debían cosechar entre indígenas, abandonando la labor educa-cional. Sólo en 1599, Acquaviva se convenció de la “utilidad” del Colegio, pero siempre con una estrecha relación con el trabajo misionero. En dos cartas fechadas el mismo día, 20 de julio de 1599, una dirigida a Quito, la otra a Valdivia, situó en el Colegio un espacio de tránsito en que se “recojan y salgan” hacia las misiones, ratificando asimismo que “basta un colegio”. Esto no sólo respondía a una coyuntura local, sino a la dimensión global de la expansión planetaria de

53 Walter Hanisch, “En torno a la filosofía en Chile (1594-1810)”, Historia 2 (1962-1963): 7-117.

54 José Manuel Díaz Blanco, Razón de Estado, 48-77.

55 Rafael Gaune, “Organizando el otro deseo”, 314-318.

56 Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 63: 167.

57 Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 122: 476-477.

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los jesuitas. Desde 1586 se trabajaba en el Colegio Romano en un plan razonado de estudios58. Finalmente, en el año 99 fue publicada la tercera redacción de la Ratio Studiorum, aplicándose a los diversos colegios repartidos en el mundo. En esas circunstancias, Acquaviva reconoció la “utilidad” del colegio en Santiago, pero respaldando la labor misionera como piedra angular de las prácticas jesuitas en tierras chilenas59.

El panorama precedente de la Orden jesuita se modificó cuando a fines de 1595 se decidió realizar una “misión larga”60 al sur de Chile. Desde Santiago, el 1º de noviembre de 1595 viajaron Vega y Aguilera, y regresaron desde el sur el 1º de marzo de 1597 con un importante catastro. Por un breve período se unió Valdivia, pero toda la responsabilidad de la misión volante estuvo a cargo de los jesuitas señalados. Este viaje no sólo fue pionero por ser el primero en tierra de guerra, sino también por el modo en que lo ejecutaron y el registro que dejaron. La carta anua del 24 de agosto de 1597, escrita en Lima por Arriaga, incluyó la relación del viaje redactada por Aguilera.

Todo ese proceso que se inició en Santiago como un laboratorio de prácticas buscaba imponer el “modo de la Compañía”61 en la catequización; en otras palabras, “conservar” a los bautizados por otras Órdenes. Aunque esa imposición escondía una feroz crítica: la ignorancia de los elementos básicos del cristianismo en los indígenas bautizados antes de su llegada. El “modo” consistía en utilizar la predicación, los sermones, las pláticas y las confesiones generales, apropiándose de la cristianización de los indígenas que se

58 Es amplia la bibliografía sobre el Colegio Romano y su relación con la Ratio Studiorum. Ver sobre todo: Ricardo García Villoslada, Storia del Collegio Romano (Roma: Pontificia Università Gregoriana, 1954); Ugo Baldini, Saggisulla cultura della Compagnia di Gesù (secoli xvi-xvii) (Padua: claeup, 2000); Robert A. Maryks, Saint Cicero and the Jesuits: The Influence of the Liberal Arts on the Adoption of Moral Probabilism (Aldershot: Ashgate, 2008). Ver sobre todo: Antonella Romano, “Modernité de la Ratio Studiorum (plan raisonné des études). Genèse d’un texte normatif et engagement dans une pratique enseignante”, en Tradition jésuite et pratique pédagogique: histoire et actualité, eds. Étienne Ganty, Michel Hermans y Pierre Sauvage (Namur-Bruselas: Presses Universitaires de Namur-Éditions Lessu, 2002), 44-87.

59 Sobre las relaciones entre misión, colegio y directrices de Roma: Paolo Broggio, Evangelizzare il mondo. Le missioni della Compagnia di Gesù tra Europa e America (secoli xvi-xvii) (Roma: Carocci, 2004), 79-125.

60 “Otras misión larga se hizo por todo el reino que duró año y medio, a la qual fueron enviados el Padre Gabriel de Vega y el Padre Hernando de Aguilera, que ambos sabia la lengua de los indios. Fue singular el fruto que se hizo así en los españoles como en indios, siendo resibidos en todas las siudades y presidios de guerra con extraordinario afecto, porque la boz del fruto que se hazía en S. Tiagoabía corrido por todo el reino”, en Crónica Anónima, vol. ii, 303.

61 “Era tan ignorancia que había en los indios bautizados de muchos años, que no sabían el misterio de la Trinidad y de la Encarnación, y muchos párrocos y doctrineros se admiraban que enseñásemos a los indios estas cosas, que ellos lamavan theologia alta para indios, y con paçiensia y caridad se les advertía la obligasion que tenían de enseñar estas cosas a sus feligreses, de que se hazían muy capaçes por la estima que tenían de nosotros, y asi poco a poco en todo el obispado se començo a entablar el cathequisar los indios al modo que la Compañía lo hace, y en muchos de los indios o en los mas, hallavamos tanta falta de fée que no solo husgavamos aver sido sus confesiones informes, pero aun nulas por faltarles la fe suficiente para que sus actos fuesen partes substanciales de sacramento, por este defecto de la fe”, en Crónica Anónima, vol. ii, 354.

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concentraban el día domingo, básicamente, porque eran “esclavos ocupados en el ser-vicio de sus amos”62. Esto, finalmente, llevó a la Compañía a crear un proyecto de larga duración en Chile, y que tuvo en el recorrer, diagnosticar, transformar y permanecer en el territorio los pilares del programa de salvación jesuítica.

El viaje como espacio y tiempo fue impresionante. Diez y seis meses en los cuales hi-cieron una profunda taxonomía del territorio meridional. Concepción, Arauco, la cuesta de Villagra, Santa Cruz de Oñez, el Fuerte de Jesús, Angol, La Imperial, Toltén, Valdivia, Osorno, Villarrica, fueron los territorios recorridos y diagnosticados. Utilizando el mismo len-guaje misionero, la intención del viaje era producir una “mudanza general” de las costumbres en corazones “tan bien dispuestos”. Sin embargo, advirtieron problemas que en Santiago no experimentaron y debieron incorporar a sus prácticas. La distinción entre “indios de paz” e “indios de guerra” irrumpe en la relación; del mismo modo, situaron en Angol una “frontera de enemigos”. No todos los indígenas estaban en el “servicio de sus amos”, como Aguilera se refirió a los indígenas de Santiago. Es más, comenzaron a convivir con un contexto que poste-riormente fue una cotidianidad: la adaptación a la guerra. Eso lo manifiesta el itinerario de los misioneros por La Imperial, que son “veinte leguas de camino, las cuales se pasan con escolta de soldado por el temor de los indios”. Aunque luego afirma, contradiciendo su declaración anterior, que “no hay indios infieles, o muy pocos”. Los misioneros rápidamente intuyeron que no todos tenían el corazón “dispuesto” a su pedagogía religiosa.

Otro elemento que emerge en ese contexto de violencia y adaptación fue que no sólo otorgaron “consuelo” espiritual a los indígenas, sino también a los soldados. Así sucedió en el Fuerte de Jesús, según Aguilera, nombrado de ese modo después de su visita:

“De esta ciudad fuimos a un fuerte llamados de los soldados que, por ser pocos, no tiene clé-

rigos, y asi no oyen jamas Missa; confessáronse todos, que eran como una docena, y comulga-

ron; hicimosles una platica y de aquí nos volvimos a la ciudad, de donde esta el fuerte quatro

o cinco leguas; quedaron los soldados por extremos consolados; fundose este fuerte cuando

entro la Compañía en aquel Reino y por este respecto le puso por nombre el gobernador el

Fuerte de Jesus, que cuando se fundo había muchos soldados y despues aca, con la reducción

de los indios, no son necesarios para su seguridad mas de los doce”63.

62 “A los indios se acude aun con mas cuidado predicandoles y haziendoles la doctrina cada domingo, no es posible hazerse esto entre semana por estar en aquel Reino no mas sujetos los indios que esclavos ocupados en el servicio de sus amos. Sus confesiones se decir que no son como otros que con los de la Compañía, en sanidad y enfermedad, en quaresma y entre años, de que no está poco edificada la ciudad y consolidados los curas, porque les aligeramos la carga o por mejor decir, se la llevamos toda”, en Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 98: 326.

63 Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 98: 338.

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En cada lugar recorrido intentaron practicar lo que en Santiago ejecutaron por tres años. Iniciaron un proceso de agrupación de indígenas y españoles, realizando confesiones generales, predicaciones y marcación con cruces de los espacios públicos, como también bautizos a enfermos, moribundos y niños. Un ejercicio análogo al efectuado en Santiago fue relacionarse con las élites locales, aprovechando la “fama”64 que provenía desde esa ciudad, en el lenguaje de la relación, “aficionarlos a la Compañía” para hacer una “mudanza general”65. Del mismo modo, predicaron en mapudungun a través de las traducciones efectuadas por Vega en Santiago.

La llegada de Valdivia desde Santiago fue importante para el proyecto. Mientras Vega retornó a Santiago, el rector viajó acompañado por Teleña y Aguilera. Fue, en definitiva, un reconocimiento del primer viaje misionero en tierra de guerra del entonces Superior en Chile. Recorrió los mismos lugares, exceptuando Arauco y Valdivia, realizando sermones y, como escribe Aguilera, “tomando el sitio”:

“Resolviose en que el Padre se volviese a Santiago [Gabriel Vega] y yo acompañase a su Reveren-

cia [Luis de Valdivia] hasta Osorno, en donde dixe arriba habían ofrecido buena limosna. Anduvo

el Padre Rector todas las ciudades que nosotros, excepto Arauco y Valdivia, trajo en su compañía

al Hermano Teleña, que no ayudaba poco haciendo a dos manos, y aunque el Padre Rector iba

de paso por la ciudades por llevar el blanco puesto en Osorno, mas en poco hacia mucho, porque

la brevedad del tiempo suplia con el fervor, zelo y devoción, que todo es en perfecto grado.

Consideraba yo esta segunda venida del Padre Rector y la primera del Padre Vega y su com-

pañero estas dos predicaciones a los dos sermones del propheta Ezequiel […] En Osorno,

llegado el Padre Rector, se renovo y crecio la devocion del pueblo con los sermones de su

Reverencia, de esencial provecho. Tomo el sitio y no otra cosa hasta avisar a Vuestra Reeve-

rencia, y esto del sitio para que viviese en él el Padre Juan de Olivares, a quien su reverencia

envio llamar; dexole en Osorno, que solo esperaba su llegada para partirse a su collegio. Paso

su Reverencia por Puren, cuya ciénaga es un inexpugnable castillo, es de tres o cuatro leguas

de largo, y media de ancho, hablo como testigo de vista, porque entre en la misma ciénaga,

cuando la gente se ve apurada de los españoles se acoge a ella”66.

La primera “misión larga” concluyó con el viaje por tierra, desde Osorno a Santiago, el 1º de marzo de 1597, sustituyendo a los primeros misioneros, Juan de Olivares y Luis de Santillán. ¿Qué

64 Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 98: 341.

65 Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 98: 341.

66 Antonio Egaña, Monumenta, vol. vi, doc. 98: 351-352.

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dejó para la Compañía esta primera misión en el sur? Pudieron realizar un catastro general de la situación espiritual y temporal de las ciudades en la frontera de guerra, realizando una aproxima-tiva contabilización de los indígenas. Es más, intentaron imponer su modo de cristianización en espacios en los cuales no operaban ni tenían presencia. El relato de Aguilera fue una traducción de esa nueva realidad que conocieron en ese primer viaje: la inmensidad del espacio; la precariedad espiritual de indígenas y españoles; la aplicación de su modo de cristianizar. Lo precedente, suma-do al miedo de la guerra, estampó el escrito de Aguilera, que, posiblemente, fue redactado en Perú para ser incorporado a la carta anua del 97, pues, una vez de regreso a Santiago, viajó a Lima.

El reconocimiento del territorio y la interpretación del nuevo contexto fueron primordiales para la nueva etapa de la Compañía de Jesús en Chile luego de 1598. En definitiva, entre 1598 y 1608, los jesuitas no pudieron ejecutar nuevamente una “misión larga”, permaneciendo la experiencia de 1595-1597 como registro. Sólo en 1608 pudieron establecer una misión cercana a la frontera de guerra (Arauco)67, sumándose a la establecida el mismo año en Chiloé68, que coincidió además con la legalidad de la esclavitud en Chile. Es más, la esclavitud y la sujeción indígena encontraron en el Superior de la Compañía, Luis de Valdivia, un defensor del Tratado de la importancia y utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados de Chile (1599), compuesto por el jurista Melchor Calderón. El jesuita defendió la importancia de la esclavitud de los “indios de guerra” para concluir con la violencia en el sur, leyendo en la catedral de Santiago el escrito esclavista. Obviamente, esa defensa devela una lectura del contexto y la conmoción social que produjo la muerte de la cabeza política de Chile. Postura que modificó radicalmente cuando realizó desde Lima, el 4 de diciembre de 1604, el primer escrito sistemático sobre los “agravios” a los “indios de paz”69.

Trazos de la pedagogía jesuita: consideraciones finales

Al analizar el recorrido histórico de los “primeros jesuitas” en Chile, la historiografía traza un desalentador panorama de las misiones entre 1593 y 1598. Si se mide la pre-sencia en forma cuantitativa, evidentemente, los avances fueron nulos: pocos operadores,

67 Rolf Foërster, Jesuitas y Mapuches: 1593-1767 (Santiago: Editorial Universitaria, 1996), 117-130.

68 Rodrigo Moreno, Misiones en Chile austral. Los jesuitas en Chiloé, 1608-1768 (Sevilla: csic, 2007).

69 “Y aunque son muchas las cosas que pudiera advertir, todas las reduzco con punto solo que aquí propondré y probaré, y es este el medio único eficaz para concluir brevemente la guerra de chile y reducirlo a paz al cual en consecuencia obligan la caridad, justicia y prudencia es comenzar deshaciendo los agravios e injusticias con que están oprimidos los indios de paz en chile”, en Luis de Valdivia, “Relacion que hizo el padre Luis de Valdivia, lector de Theología del collegio de Lima, por orden de sus superiores y de los señores virreyes don Luis de Velasco y conde de Monterrey, su sucesor, sobre agravios que reciben los indios de paz que hay en Chile, probando ser medio único para acabar presto la guerra el poner los indios de paz sin agravios”, diciembre de 1604, en arsi, Fondo Chile, vol. 4, f.2.

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falta de recursos, sin posibilidades de hacer misión en el sur y la muerte de un gobernador. En cambio, cualitativamente, y no sólo examinando la perspectiva misionera, las medidas analíticas cambian. Se insertaron con comodidad en la élite de Santiago; fundaron un Colegio que impartía lecciones; realizaron un catastro general del territorio en guerra con “misiones largas”; hicieron una lectura de la guerra, y, asimismo, su Superior estaba inmerso en las dinámicas internas de la sociedad. Precisamente, fueron estos parámetros los que permitieron la consolidación de la Compañía de Jesús en Chile colonial.

Si se contemplan en general los avatares de los “primeros jesuitas”, se puede deducir que actuaron en una dirección: una lectura, un diagnóstico y una interpretación del nuevo contexto. Eso los llevó, en consecuencia, a buscar soluciones que se asentaron en dos pilares. La consolida-ción de sus redes con la élite, que les permitió un sustento material, y la adaptación a un contexto precario en el que debían organizar los tiempos, los cuerpos y el espacio de la conversión religio-sa. Y este último aspecto, como está demostrado en sus documentos, lo analizaron de manera extraordinaria. Esto, ciertamente, no se diferencia de las prácticas emplazadas en el contexto global de la conversión religiosa. Sin embargo, la novedad de la guerra en el Biobío hizo replan-tear y modificar sus diagnósticos y sus respuestas. Fue esa lectura de la realidad, con la intención de modificar un contexto, lo que hizo que alteraran su plan inicial del “discurrir” al convertirse en actores principales en las esferas políticas, religiosas y culturales. La reconstrucción factual y cronológica de las acciones de los primeros jesuitas puede parecer improductiva analíticamente, pero la individualización de los nombres, las circulaciones y las prácticas permiten una mayor comprensión de lo enunciado con facilidad por la historiografía como un fracaso. En definiti-va, el jesuita como traductor y Santiago como laboratorio fueron dos aspectos en los cuales la Compañía de Jesús cimentó su permanencia definitiva en Chile.

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Felipe Arias

Escobar

Artículo recibido: 23 de julio de 2012

Aprobado: 5 de febrero de 2013

Modificado: 6 de mayo de 2013

Docente de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano (Colombia). Historia-dor de la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) y Magíster en Historia por la Universidad Iberoamericana (México). Sus áreas de investigación están diri-gidas principalmente a la historia colonial, las identidades culturales y la música popular. Ha publicado recientemente Jóvenes naciones: América Latina en el siglo xix (Bogotá: Vicens Vives, 2012), y participado en la elaboración de las “Unidades de historia” de textos escolares como Norma Sociales para Pensar 5 (Bogotá: Norma, 2011) y Zonactiva Sociales 7 (Bogotá: Voluntad, 2010). [email protected]

“Con total desprecio de todo lo terreno”. El contexto de producción de la Novena para el Aguinaldo (1784)Ï

Ï Este texto es derivado de la investigación “La élite seráfica de la Nueva Granada. Identidades y sociabilidad de la Orden Tercera Franciscana en Santafé de Bogotá virreinal” (Tesis de Magíster en Historia, Universidad Iberoamericana, 2010), elaborada con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (México), Programa de becas de posgrado para extranjeros (2008-2010).

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.02

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“Con total desprecio de todo lo terreno”. El contexto de producción de la Novena para el

Aguinaldo (1784)

Resumen:Este artículo tiene como objetivo indagar sobre el contexto espiritual y cultural en el que se redactó y publicó la Novena para el Aguinaldo (1784), primera edición de la moderna novena de Navidad que se practica en la actualidad en Colombia. La producción de ese texto está profundamente ligada a la presencia en la Nueva Granada de la división laica del franciscanismo, conocida como Orden Tercera Franciscana. Al cotejar esta Novena con documentos acerca de la vida ascética y ritual de los terciarios franciscanos, se encuentran evidencias de la forma como este texto refleja elementos de la cultura religiosa de finales del período colonial.

Palabras clave: Novena para el Aguinaldo, práctica religiosa, catolicismo, producción de textos, Orden franciscana.

“With Total Disregard for All Earthy Things”. The Production Context of the Novena para el Aguinaldo (1784)

Abstract:The objective of this article is to delve into the spiritual and cultural context in which the Novena para el Aguinaldo (1974), the first edition of the modern Christmas Novena currently practiced in Colombia, was written and published. The production of this text is closely tied to the presence in the Nueva Granada of a secular Franciscan division known as the Third Franciscan Order. By matching this Novena with documents which tell of the ascetic and ritual lives of members of this order, we reveal evidence of the way in which this text shows elements of the religious culture of the late Colonial period.

Keywords: Novena para el Aguinaldo, religious practice, Catholicism, text production, Franciscan Order.

“Com total desprezo de todo o terreno”. O contexto de produção da Novena para el Aguinaldo (1784)

Resumo:Este artigo tem como objetivo indagar sobre o contexto espiritual e cultural no qual se redigiu e publicou a Novena para el Aguinaldo (1784), primeira edição da moderna novena de Natal que se pratica atualmente na Colômbia. A produção desse texto está profundamente ligada à presença na Nova Granada da divisão laica do franciscanismo, conhecida como Ordem Terceira Franciscana. Ao comparar esta Novena com documentos sobre a vida ascética e ritual dos terciários franciscanos, encontram-se evidências da forma como este texto reflete elementos da cultura religiosa de finais do período colonial.

Palabras-chave: Novena para el Aguinaldo, prática religiosa, catolicismo, produção de textos, Ordem

Franciscana.

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“Con total desprecio de todo lo terreno”. El contexto de producción de la Novena para el Aguinaldo (1784)

Introducción

E n 1784 la Imprenta Real de don Antonio Espinosa de Los Monteros editó en Santafé de Bogotá la Novena para el Aguinaldo por el P. F. Fernando de Jesús, un tex-to religioso para ser leído las nueve noches anteriores a la fiesta católica de la

Navidad. La reproducción de la obra fue encargada al que para entonces era el más impor-tante taller de impresión de la Nueva Granada, auspiciado por las autoridades virreinales1.

La obra fue elaborada por el franciscano quiteño fray Fernando de Jesús Larrea, a petición de María Clemencia Caycedo, quien a pesar de ser laica estaba consagrada como hermana de la Orden Tercera Franciscana. Durante el siglo xix, esta obra ganaría una amplia popularidad entre los devotos católicos. Por ejemplo, a finales de esta centuria la madre María Ignacia, de la Compañía de María, la adaptó realizando algunas modificaciones a lo escrito por Larrea, con el objetivo de componer para la Novena un conjunto de reflexiones diarias conocidas como Consideraciones. Salvo algunas transformaciones en el lenguaje, éste sería el mismo texto que hoy, íntimamente ligado a la tradición navideña, recitan casi de memoria los fieles en la moderna Novena de Aguinaldos2.

Así, el objetivo de este artículo es analizar el contexto espiritual, institucional y cul-tural que condujo a la redacción de un texto que, sin importar el paso del tiempo, aún conserva un lugar protagónico en las tradiciones culturales de la mayoría de los colombia-nos. Por tanto, este estudio no sólo analiza la edición de 1784 de la Novena para el Aguinaldo,

1 “Incunables bogotanos: siglo xviii”, Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, <http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/incu/indice.htm>. Hay que tener en cuenta que la edición analizada de la Novena para el Aguinaldo se imprime once años después de la muerte del padre Larrea, ocurrida en 1773. De ahí que en este artículo se entienda por contexto, no sólo las fechas cercanas a la edición del texto, sino las épocas en las que probablemente se escribió, es decir, durante los últimos años de vida de su autor, en los cuales mantiene una activa correspondencia y actividad pastoral con personajes mencionados en este artículo, quienes aún vivían en 1784.

2 El relato acerca de los diversos autores de la Novena navideña suele repetirse con los anteriores datos en diferentes documentos de divulgación, notas periodísticas e introducciones a ediciones populares del texto. Al respecto, puede consultarse la reseña introductoria de la edición de 1843, del padre F. Francisco de Jesús, Novena para el Aguinaldo (Bogotá: Imprenta de Cualla, 1843), en Biblioteca Luis Ángel Arango, “Dos novenas clásicas del archivo de la Biblioteca”, Banco de la República, <http://www.banrepcultural.org/blog/noticias-de-la-biblioteca-luis-angel-arango/dos-novenas-clasicas>, Sección “Noticias de la Biblioteca Luis Ángela Arango”.

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sino que además indaga sobre su autor, sus corresponsales espirituales, las instituciones y personajes que auspiciaron la escritura de la Novena, como también en el conjunto de valores que se manejaban y defendían en el contexto propio de creación de este escrito. Lo que conlleva a enfatizar en la Orden franciscana, sus fundamentos teológicos y rituales manejados por las distintas ramas de esta comunidad, que sin duda influenciaron el con-tenido de este tipo de obra religiosa a finales del siglo xviii.

De ahí que este artículo explore algunos apartados de esta obra, confrontándolos con ciertos testimonios de la propia comunidad histórica que los produjo. Por tanto, este análisis permite indagar en el contexto de creación de una obra religiosa, cuya popularidad trascen-dería en buena parte los postulados que rodearon e inspiraron su difusión más temprana. El interés por analizar el contexto de producción de esta Novena está relacionado con un estu-dio más amplio que pretende reconocer las identidades de la Orden Tercera Franciscana en Santafé de Bogotá a través del uso de esta fuente histórica3.

1. La Novena como texto y como fuente

Las novenas como fuente histórica son un material que puede estudiarse a partir del modelo ofrecido por algunas corrientes de la historiografía europea, para comprender el funcionamiento de las sociedades en el plano de la cultura escrita. De acuerdo con la obra colectiva dirigida por los historiadores Roger Chartier y Guglielmo Cavallo, “la lectura no es una invariante antropológica sin historicidad. Las mujeres y hombres de Occidente no han leído siempre de la misma manera”4. Tal reflexión resulta útil por cuanto ilustra la posi-bilidad de ubicar un texto como la Novena para el Aguinaldo en un marco de interacción social y de comunicación, el cual también se sitúa en un proceso sociocultural —y, por supuesto, histórico— mucho más amplio, enmarcado en la sociedad colonial hispanoamericana y en el de las sociedades del Antiguo Régimen. Éstas se caracterizan por estructuras estamentales que en su momento produjeron un “complejo de discursos, géneros y prácticas que, a través del cuerpo humano, persuadían al habitante de aquellas sociedades de valerse de un tipo de verdad moral desde la que debía regir su acción”, dentro del cual se inserta un producto como el texto aquí estudiado5.

3 Felipe Arias Escobar, “La élite seráfica de la Nueva Granada”.

4 Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental (Madrid: Taurus, 1998), 53.

5 Perla Chinchilla et al., La construcción retórica de la realidad: la Compañía de Jesús (México: Universidad Iberoamericana, 2006), 10.

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Es por ello que para analizar esta Novena se considera necesario profundizar en el con-texto de producción en que emergieron las condiciones de posibilidad de su discurso. En otras palabras, se parte de la hipótesis de que el modelo de espiritualidad acogido y promovido por miembros de la Orden franciscana, especialmente el sacerdote Fernando de Jesús Larrea, hizo posible las particularidades discursivas que se encuentran en la primera edición. Para aclarar esta situación, se han seleccionado algunos apartados de este escrito que se consideran ilustrativos para los objetivos del presente artículo, sin que se excluyan o desconozcan otros elementos de la edición estudiada. Para profundizar aún más en este aspecto, es importante invitar a que se continúe ampliando el análisis de textos como las novenas, reconociendo el valor de este material como fuente para el estudio de la cultura y las dinámicas sociales del período colonial en América Latina.

A continuación se dará una definición de la Novena como ejercicio y texto devocio-nal, para posteriormente adentrarse en la procedencia institucional de su autor y sus auspiciadores en la Nueva Granada virreinal. Al mismo tiempo, se desarrollarán algunos apartados que ejemplifican el contexto de producción de esta obra: 1) el ascetismo y la adopción laica de valores franciscanos; 2) las alusiones presentes en el proyecto pastoral de las órdenes mendicantes en la Edad Media; y por último, 3) la presencia de elementos discursivos propios de una espiritualidad barroca.

2. La Novena: definición, estructura y auspiciadores

En la tradición católica, una novena es un ejercicio devocional practicado durante nueve días, con el propósito de obtener una gracia o intención especial de parte de Dios, Jesús o el Espíritu Santo, o una intercesión de parte de la Virgen María o de un santo particular. Esta práctica se remonta a los orígenes mismos del cristianismo, cuando la costumbre griega y romana de hacer nueve días de duelo por los difuntos fue reinterpretada a partir de peticio-nes atribuidas por Jesús a sus apóstoles de orar con insistencia (Lucas 18: 11) y de prepararse con tales oraciones para la venida del Espíritu Santo (Hechos 2: 1-41). Ya en la fase Patrística de la historia de la Iglesia, es posible encontrar reflexiones sobre el valor de las novenas para alcanzar a Dios6. Posteriormente, y de acuerdo con la diversificación de las intenciones de las novenas, éstas se convierten en prácticas vinculadas a la preparación para fiestas o en general para la vida eterna. Un caso popular de lo anterior será la extensión en España y

6 Jordi Rivero, “Novena”, Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María, <http://www.corazones.org/diccio-nario/novena.htm>, parágrafo “Padres de la Iglesia”.

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Francia de las novenas de Navidad durante el Medioevo, en conmemoración de los nueve meses de embarazo de la Virgen María7.

Desde el siglo xvii se ratifican el reconocimiento y la popularidad de las novenas, cuando el papado concede indulgencias a un texto compuesto por san Francisco Javier o cuando se dan a conocer las revelaciones de la mística francesa santa Margarita Alacoque (1647-1690), según las cuales Jesucristo prometía gracias a quienes recibieran la Eucaristía durante nueve viernes consecutivos8. Mientras que para el siglo xviii, la Iglesia recomen-daría formalmente la práctica de las novenas para la concesión de indulgencias, lo cual se estableció oficialmente en 1713 bajo el papado de Clemente xi, y para el caso de las novenas de Navidad en 1764, cuando los franciscanos recibieron indulgencias especiales a su costumbre de preparar la fiesta de la Inmaculada Concepción9. No obstante, sería con la institucionalización de esta práctica a finales del siglo xviii que se publicarían dos novenas escritas por el padre Larrea. La primera de ellas apareció en Quito y es conocida como Novena del Niño, de la cual se cree que contribuyó a la popularización en el uso del pesebre en el actual Ecuador10. Con posterioridad a la muerte del autor, y como ya se mencionó, en 1784 aparece en Santafé de Bogotá un segundo texto de este franciscano: la Novena para el Aguinaldo.

A la manera de otros textos devocionales afines, la edición santafereña de la Novena inicia con un conjunto de oraciones concebidas para pronunciarse en los nueve días, destinadas a Dios (la “Oración para todos los días”), la Virgen María y san José. El texto continúa con una serie de apartados un poco más extensos, uno por día, en los que se invita a reflexiones y ejercicios penitenciales que buscan preparar al lector para el recibimiento espiritual de Cristo en la época navideña. Estos textos, denominados Consideraciones, son tomados íntegramente del libro Mística Ciudad de Dios, escrito por la célebre concepcionis-ta española María de Jesús Ágreda (1602-1665)11. Tras lo anterior continúa un conjunto de cantos denominados gozos, interpretados siguiendo la tradición litúrgica de las antífo-nas (es decir, contienen estribillos recitados al final de cada estrofa). Por último, la Novena termina con una oración diaria, dedicada a la principal devoción a la que se consagra:

7 Joseph Hilgers, “Novena”, Enciclopedia Católica Online, <http://ec.aciprensa.com/wiki/Novena>, párrafos 11, 14, 25 y 29.

8 Jordi Rivero, “Novena”, parágrafo “Eficacia de las novenas”.

9 Joseph Hilgers, “Novena”, párrafo 28.

10 José María Vargas, El arte ecuatoriano (Quito: Biblioteca Básica Ecuatoriana, 1960), 143.

11 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo, por fray Fernando de Jesús Larrea”, Nueva Revista Colombiana de Folclor 2: 6 (1989), 68-89.

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el Niño Jesús, apoyándose en el culto difundido por la carmelita francesa Margarita del Santísimo Sacramento (1619-1648)12.

Por su parte, como se señaló al inicio de este artículo, la redacción y publicación de la Novena se realizarían con la promoción de María Clemencia Caycedo, una de las más desta-cadas personalidades de la Orden Tercera Franciscana. Esta mujer había nacido en 1710 en una acaudalada familia, hija del sargento mayor José de Caycedo y casada en segundas nup-cias con uno de los máximos representantes de la Corona española en la Nueva Granada: el oidor de la Real Audiencia Joaquín de Aróstegui. María Clemencia sería educada e instrui-da en la lectura de libros piadosos en Cali, hasta su desplazamiento en 1752 a Santafé, ciudad en donde permanecería hasta su muerte, en 177913. Durante sus estudios, se formaría espiri-tualmente con fray Fernando de Jesús Larrea (1700-1773), destacado educador y misionero nacido en Quito y quien ejercería buena parte de su labor pastoral en la Nueva Granada. El principal interés de la educación espiritual inculcada a esta religiosa consistió en convertirla en un personaje ejemplar para las almas cristianas de Santafé de Bogotá. De hecho, se convirtió en una permanente promotora de conversiones, que a los ojos de su comunidad imitaba el ejemplo de los santos tutelares de la Orden Tercera14.

La Orden Tercera Franciscana era una comunidad integrada por laicos y sacerdotes se-glares que optaban por vivir bajo la regla adoptada por franciscanos y clarisas, sin renunciar completamente a su estado lego. Para el período virreinal de la Nueva Granada (1739-1810), se destaca el protagonismo social de esta comunidad en la vida cultural de la ciudad, debido a que a ella pertenecerían notables personajes públicos como los virreyes José Solis y Antonio Caballero y Góngora, el marqués de San Jorge, el científico José Celestino Mutis, los abogados y posteriormente políticos Camilo Torres y Manuel de Bernardo Álvarez, el bibliotecario real Manuel del Socorro Rodríguez y el sacerdote Fernando Caycedo y Flórez15.

12 De la Novena para el Aguinaldo existen al menos dos versiones posteriores editadas en el siglo xix: una de 1817 hecha en la Imprenta Patriótica y otra de 1823 por José Manuel Galarza, como consta en Juan Ricardo Rey-Márquez, “Propuesta para un repertorio iconográfico del siglo xviii: el pesebre quiteño del Museo Nacional”, Cuadernos de Curaduría 5 (2007): s/p., <http://www.museonacional.gov.co/inbox/files/docs/Pesebre05.pdf>. Por su parte, dos ediciones contemporáneas de ese texto están disponibles en Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, y en Fernando de Jesús Larrea, Novena para el Aguinaldo (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1987 [1784]).

13 Gregorio Arcila Robledo, Apuntes históricos de la provincia franciscana de Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1953), 604.

14 “Carta 3”, en Cartas espirituales de Fray Fernando de Jesús Larrea, o.f.m., a Doña Clemencia Caicedo, t.f., comp. Gregorio Arcila Robledo (Bogotá: Tipografía de San Antonio, 1936), 16.

15 Un compendio de biografías que enfatizan en la pertenencia de estos personajes a la Orden Tercera está disponible en Gregorio Arcila Robledo, Constelación de célebres terciarios. Cuarto Centenario de la fundación de la Orden Franciscana en nuestra Patria (Bogotá: Iris, 1950). También es importante anotar que tras la reforma a la regla emprendida en 1978, esta orden recibe en la actualidad el nombre oficial de Orden Franciscana Seglar.

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3. La humildad del individuo: la novena ascética

La Novena para el Aguinaldo, como un compendio de oraciones a la encarnación de Cristo, contenía desde sus primeras líneas alusiones a la espiritualidad franciscana, que influenció fuertemente la labor de los terciarios en la Nueva Granada. En el contexto colonial fueron de gran importancia aquellas ideas que pretendían la vida en pobreza y valoraban la religiosidad popular, lo que desembocó en la configuración de una religiosidad más cercana al modelo espiritual propuesto siglos atrás en Europa, durante la fundación del propio movimiento fran-ciscano16. De esta manera, en el primer apartado de la Novena, en la denominada “Oración para todos los días”, el lector debía dirigirse así a Dios:

“Yo, en nombre de todos los mortales os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio; y

en retorno, os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado:

suplicándoos por sus divinos méritos, por la incomodidad con que nació, y por las tiernas

lágrimas que derramó en el Pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad pro-

funda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que mi Jesús recién

nacido, tenga en ellos su Cuna, y more eternamente”17.

El contenido de esta oración y su recepción popular reflejan la adopción laica de valores espi-rituales propios de la orden franciscana, que se reflejan no sólo en un texto redactado a petición de una hermana terciaria, sino dentro de los escritos emanados por los clérigos de la Orden. Por ejemplo, se promovía el ejercicio de la humildad como un valor esencial en la relación del fiel con el mundo y especialmente como una expresión de fraternidad18. Uno de los casos que ejemplifica esta postura data de 1760, cuando el hermano Antonio Monroy escribió a Ignacio Rojas una carta en la que le expresaba su agradecimiento por ser uno de los principales financiadores de la obra del templo y casa de ejercicios de la Orden. Allí el hermano Monroy prometía “tenerle presente” en sus oraciones y loaba su donación como una “obra agradable a la magestad divina a quien vues-tra merced ama como verdadero hijo de Nuestro Seráfico Padre San Francisco”19. Las palabras

16 Francisco Morales, “Franciscanos y mundo religioso en el México virreinal. Algunas consideraciones generales”, en Franciscanos y mundo religioso en México, ed. Elsa Cecilia Frost (México: unam, 1993), 10 y 24.

17 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 74.

18 Con este mismo interés, se señalan posteriormente las virtudes marianas: “Soberana María, que por tus virtudes, principalmente por tu humildad mereciste, que todo un Dios se hiciese hombre en tu vientre”. Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 75. Énfasis del autor.

19 Archivo General de la Nación (agn), Bogotá-Colombia, Sección Colonia, Fondo Censos Cundinamarca 7, ff.38-110.

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dirigidas al hermano Rojas se enmarcan dentro de una lógica de fraternidad dentro de su comuni-dad. Lógica movida por un recuerdo activo de Cristo como motor esencial de la vida espiritual20.

Esa exhibición de humildad también atañe a posiciones de mayor responsabilidad en el contexto virreinal. El virrey José Solís, por ejemplo, quien en su momento padeció los desacatos de la Real Audiencia, vio levantársele un juicio de residencia un año des-pués de ingresar al convento franciscano, que estuvo a cargo de Miguel de Santiesteban, antiguo amigo y miembro de su gabinete. Ante esta situación, el entonces fraile Solís dirige una carta desde la celda de su noviciado al también terciario marqués de San Jorge, dando muestra de esta virtud: “beso y venero el azote que me castiga, como tan merecido, sin quedarme la menor duda en que ésta es una altísima providencia de su di-vina Sabiduría”21. En la carta se expresaba la indignación del religioso frente al proceso judicial, pero también se veía como una oportunidad para demostrar ante sus contem-poráneos cierto grado de paciencia y humildad. En esta circunstancia, Solís trataba de mostrarse como un individuo fraterno, que subraya el perdón al enemigo, la sujeción del juicio y el recogimiento ante la ofensa22.

Fray Fernando Larrea, en la copiosa correspondencia que mantuvo con María Clemencia, también manifestaba este lenguaje enriquecido de sentimientos de frater-nidad. Larrea aconseja a su conducida el abandono del orgullo como camino para la realización espiritual. En tal sentido, la evasión del amor y la humildad eran para el con-fesor ruindad e ingratitud con Dios, pérdida de tiempo y cobardía, defectos que debían llorarse con humillación23. Otra extensión de estos sentimientos de fraternidad se expresaban proyectando los valores de caridad y amor al prójimo. Por ejemplo, solía dirigirse a su corresponsal con frases como “No dejes de pedir al Señor me conceda por su misericordia

20 Jacques Le Goff, San Francisco de Asís (Madrid: Akal, 2003), 116.

21 “José Solís Folch de Cardona”, en Gregorio Arcila Robledo, Constelación de célebres, 53.

22 Sobre esta intención de Solís puede extraerse la siguiente cita de un compendio de lecciones para los aspirantes a ingresar a la orden: “Indigno es de entrar en la Santa Orden Tercera, el que no quiere ser hermano de sus hermanos, el que no quiere perdonar a sus enemigos, el que no quiere humillarse ante los que le han ofendido, el que nunca quiere sujetar su juicio al de los que son más sabios que él”. “Lecciones catequísticas sobre la regla de la Tercera Orden”, Revista Franciscana de Colombia 3 (1905): 74-75.

23 “Carta 1”, 1762, en Cartas espirituales, 12; “Carta 7”, en Cartas espirituales, 27. Existen ejemplos de la época que aluden a prácticas similares por parte de otros terciarios. Así, luego de varios intentos por volverse religiosa, Francisca de la Cruz, residente en la villa de la Candelaria de Medellín, va aún más lejos al declarar la despersonalización de sus actos piadosos a finales del siglo xviii: “Señor, muero ya porque no muero a mis vicios, y solo vivo para vos, y para que mi conformidad con la voluntad vuestra sea firme y contundente”. Francisca de la Cruz, “Escala mística de amor divino”, citado en Gregorio Arcila Robledo, Constelación de célebres, 109.

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morir de amor” u “¡Ojalá pudiera infundirte tanto amor con que tú quemases, y quemases a todo Santafé!”, complementadas con sentencias que declaran que “en la imitación de Cristo consiste nuestra mayor felicidad”24. Este tipo de lenguaje se extendió también entre varios de los seguidores laicos de esta Orden, que no sólo se proyectaba hacia una frater-nidad sino también hacia una individualidad. Esto ocurrió con la hermana Francisca de la Cruz, quien, de acuerdo con los testimonios de su comunidad, solía expresar la frase “quisiera morir de amor”, a la manera del fraile Larrea, en una exhibición piadosa propia de la espiritualidad franciscana25.

En esta lógica, el desprecio por las posesiones se enmarca en una postura de desapropia-ción del mundo y de la propia persona, como un medio para acercarse más a Dios y a la paz interior. El mismo Larrea recomendaba a María Clemencia el “desapego a todo lo criado, la continua resignación en la voluntad de Dios, el no derramar el espíritu por más ocupaciones que se ofrezcan”26. De igual forma, se manifestaba esta postura al pedirle en un acto visible de sacrificio personal que bese los pies de los pobres que fueran a su casa a pedir limosna27. La renuncia del propio yo, por su parte, se manifiesta al decirle que “quiere su Majestad que las vuelvas al mismo que te las dio, no teniendo ya corazón ni voluntad para otra cosa que para amar a Dios y para no querer otra cosa que lo que Dios quiere”28.

Los casos descritos, entonces, ejemplifican un modelo de espiritualidad que descartaba el ideal evangélico del fraile, planteando alternativas individualistas en las que también pudieran tenerse en cuenta conceptos como la finitud y el desprecio del mundo. Esto se recordará en una regla publicada en Madrid a petición de los terciarios de Popayán: “El deleyte es breve, la pena perpetua: el trabajo poco, la gloria infinita: la vocación de mu-chos, la elección de pocos, de todos el premio”29. Esta actitud, sin embargo, bien pudo alimentar la permanencia de una relación de desprendimiento de lo material, ya no mani-festada en obras de caridad puntuales y comunitarias, sino en la renunciación permanente al lujo por parte del individuo. En una época en la que la pertenencia a un grupo social re-quería la exhibición pública, explícita y permanente del patrimonio30, un terciario desde

24 Consultar: “Carta 3”, “Carta 6” y “Carta 9”, en Cartas espirituales, 17, 23 y 31, respectivamente.

25 Francisca de la Cruz, “Escala mística”, 106.

26 “Carta 1”, 1762, en Cartas espirituales, 12.

27 “Carta 5”, s/f., en Cartas espirituales, 22.

28 “Carta 24”, s/f., en Cartas espirituales, 50-51.

29 Regla y estatutos de la venerable Orden Tercera de Penitencia de Nuestro Seráfico Padre San Francisco. Mandados imprimir por la venerable Junta de dicha Orden de la Ciudad de Popayán (Madrid: Imprenta de Sancha, 1802), 12.

30 Norbert Elias, La sociedad cortesana (México: fce, 1982), 93.

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sus aficiones literarias cultivó un desafío a esta postura. Se trata de Manuel del Socorro Rodríguez, quien en un texto redactado a la manera de un testamento declaraba “haber nacido en medio del género humano, sin deseo alguno de hacer figura brillante sobre la tierra, ni de poseer más caudal que el que se necesita para entrar en el sepulcro”31.

Este fraile muestra una posición distinta a las señaladas en su época, en especial cuando se verifica su espíritu de distancia con lo material. Por tanto, ya no es en la corres-pondencia con el confesor, ni en una novena, ni en un escrito místico, ni en un testamento ordinario donde tal posición se manifiesta abiertamente. Se cerraba así una trayectoria de adaptaciones a las exigencias del mundo por parte del pensamiento franciscano, primero a la manera del siglo xiii en el desinterés por el dinero y la riqueza, entendidos ahora como aspectos fundamentales de un apostolado en el ámbito laico32. La pobreza ahora guardaba un valor que animaba a la piedad, tal como consideraban los orantes el día sép-timo de la Novena para el Aguinaldo, retomando los escritos de la madre Ágreda:

“¡O Dulce Jesús! La soberana dignación con que escogiste para nacer, un Portal in-

mundo, pobre, y despreciado, me anima a rogaroos con humilde rendimiento, que nás-

cas en mi alma por gracia; que si hasta aquí ha sido albergue de mis brutales pasiones,

y se halla llena de inmundicias, creo, que no la despreciaréis, como no despreciasteis

este rústico pesebre”33.

De esta forma, el ofrecimiento de la pobreza como virtud de Cristo que se hace en la Novena es una experiencia inserta en la difusión de la espiritualidad franciscana durante el siglo xviii. La súplica con la que inicia este texto bien puede enmarcarse dentro de una expe-riencia individual de ascetismo. Esta experiencia se encuentra reforzada, no mediante obras que relacionan a un fiel con el mundo, sino mediante experiencias místicas y expresiones —en la mayoría de los casos— de fieles apartados del mundo.

4. Relación con el mundo: la novena medieval

La posición ascética planteada en esta Novena era una consecuencia de las posturas espirituales estimuladas por la Contrarreforma. La Iglesia ofrecía una espiritualidad indi-vidual y aislada a partir de la penitencia, el ayuno y la mortificación —que se enfatiza en

31 Gustavo Otero Muñoz, Don Manuel del Socorro Rodríguez (Bogotá: Banco de la República, 1956), 29.

32 Jaques Le Goff, San Francisco, 118.

33 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 84.

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la primera página—, como etapas del camino a la santidad, a tono con una espiritualidad más propia del barroco y en buena parte alejada del propósito urbano-evangélico con el cual nacería hacia el siglo xiii el movimiento franciscano en Europa. Sin embargo, tanto en la práctica terciaria como en algunas reflexiones de la Novena se expresarían nota-bles continuidades de este último modelo. Allí se materializó el aporte de unas órdenes mendicantes que hicieron mucho más activo el papel de las comunidades religiosas del Medioevo al rechazar el abandono total del mundo monástico. Esta posición implicaba acercarse al mundo a través de la predicación y de las obras de misericordia, que, a pesar de la ambigüedad de su estado en la cristiandad americana, quiso ser asumido por miem-bros de la Orden Tercera neogranadina en el siglo xviii.

Por las experiencias narradas por María Clemencia Caycedo, este fraile considera la cari-dad como un elemento fundamental de la vida monástica de la religiosa. En una de sus cartas la insta a recibir por “caridad a cuantas almas Dios te enviare”34; en otra le recuerda que “quiere Dios que muchas almas se salven por tus consejos y por los ardientes deseos que tienes de darle almas”35, y en otra sentencia el propósito final de esta misión: la salvación de su propia alma a través de la conversión de otros36. Para el confesor, las intenciones de su corresponsal son exitosas, al dar a entender que por medio de los ejercicios espirituales promovidos por ella, la “corrompida” Santafé estaba reformando sus costumbres37. En tal sentido, se expresaba en otra carta: “Todo el mundo está lleno de pecados, no te extrañes que haya muchos en Santafé. Mucho mas perdida estuviera esta ciudad si no fuera por los ejercicios, para los cuales te tomó Dios por instrumento, aunque tan débil”38.

34 “Carta 1”, 1762, en Cartas espirituales, 12.

35 “Carta 9”, 1764, en Cartas espirituales, 30.

36 “Carta 10”, 1762, en Cartas espirituales, 34.

37 “Carta 10”, 1762, en Cartas espirituales, 34. Sobre la relajación de las costumbres en Santafé de Bogotá a mediados del siglo xvii pueden rastrearse algunas evidencias documentales, producidas, eso sí, desde centros de poder interesados en subrayar este aspecto dentro de su discurso. Un caso es el del clérigo Basilio Vicente de Oviedo, quien en 1761 comentaba que había “algunos desórdenes, en especial de carnalidades, en la ciudad de Santafé, habiendo tánta gente plebeya ociosa, por lo abundante del país en el modo de pasar la vida; ni aun en los clérigos y religiosos se niega ni es de admirar que haya tal cual desarreglado y relajado”, lo cual, sin embargo, entiende como algo natural dentro de un entorno cristiano. Ver: “Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada”, en Historia documental de Colombia, comp. Fernando Díaz (Tunja: uptc, 1974), 481. Cuatro años después, desde la óptica policial, el alcalde Francisco Domínguez de Tejada ofreció un crudo retrato de los excesos y desórdenes cometidos por la plebe de la ciudad, lo cual éste atribuía a la incontrolada migración de indios y mestizos: agn, Colonia, Fondo Miscelánea 28, ff.382-383. Sobre este fenómeno pueden leerse los trabajos ya clásicos de Guiomar Dueñas, Los hijos del pecado (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1997), y Julián Vargas Lesmes, La sociedad de Santafé colonial (Bogotá: cinep, 1990).

38 “Carta 18” s/f., en Cartas espirituales, 43.

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Larrea ayuda en este propósito obrando en consecuencia con los mismos principios, donde no debía esperarse que el laico fuera hasta los predicadores, sino que ellos mismos se acercaran al laico en su propio entorno social, en su lugar de existencia39. De este modo, la imitación de la vida apostólica tenía una materialización en un aspecto tan concreto y funcional como la pre-dicación, teniendo además a la ciudad como su primer escenario, tal como lo había propuesto Francisco de Asís en la Italia del siglo xiii40. ¿Pero qué valores se predicaban? Para saberlo, se debe volver a las festividades de la Natividad y a la propia Novena para el Aguinaldo. En dos cartas de Larrea en las que se narran sucesos acaecidos en el mes de diciembre, se cuenta además el interés que causó la meditación del misterio de la encarnación de Cristo difundido por los fran-ciscanos, expresada en esta centuria como una arraigada tradición popular:

“Mucho consuelo he tenido de que el hermoso niño haya causado en ti y en otras per-

sonas tan bellos efectos; y he pensado que lograrías con él un dulcísimo aguinaldo y

gustosos días de pascua en que se representa el original entre pajas, y sobre una dura

piedra [...] mándale hacer una cunita y en ella tenlo recostado sobre pajas para que se

represente al vivo lo que pasó en Belén”41.

“Siendo tanta su bondad, y tan grande su misericordia, no debes extrañar, te hiciese Dios el

beneficio, de que naciera el amante Niño en tu corazón; que quien no rehusó nacer en un

portal desacomodado, y en una helada, y dura piedra, no rehusará nacer en tu duro, y helado

corazón, una vez que se lo ofreciste con afecto”42.

Estas reflexiones pudieron conocerse más allá de una carta privada, a través de las oraciones difundidas en la Novena. En las consideraciones para cada día retomadas de la Mística ciudad de Dios de la madre Ágreda, en la consideración del día octavo, se recorda-ba cuando la Virgen María: “[…] reclinó [a Jesús] en un Pesebre sobre una piedra, a que aplicó humildes pajas, y este fue el primer lecho que tubo Dios y Hombre en la tierra, des-pués de los brazos de su Madre, y la primera Cátedra en que el Divino Maestro enseñó el desprecio del Mundo, pobreza y humildad”43. El texto obraba en consecuencia con ideas

39 Ver el modelo de análisis en Jaques Le Goff, San Francisco, 113.

40 Jaques Le Goff, San Francisco, 111.

41 “Carta 3”, s/f., en Cartas espirituales, 17.

42 “Carta 5”, s/f., en Cartas espirituales, 21.

43 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 85. La versión de la Novena reformada a finales del siglo xix por la madre María Ignacia sustituyó las consideraciones que Larrea había tomado de los escritos de la madre Ágreda.

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que en esos años los franciscanos trataban de difundir en la sociedad virreinal de Santafé de Bogotá, que aún conservaba elementos propios de la espiritualidad bajomedieval e, in-cluso, que se observaba fuera de altares, casas de ejercicios o confesionarios. Así es como, en 1782, fray Joaquín de Finestrad recuerda a sus lectores que una vida auténticamente cristiana es aquella en la que “todo se renuncia y se sacrifica”44. Y en palabras de la pro-pia Novena, la preparación espiritual se efectúa “con total desprecio de todo lo terreno”.

De esta manera, renuncia y sacrificio fueron lo asumido por el citado Manuel del Socorro Rodríguez, quien solicitó ser enterrado en 1819 “en una humilde caja” y amortajado por quienes lo socorrieron al final de su vida, con el hábito franciscano portando en sus manos una cruz de caña45. En este caso, de manera particular, se conjugaron dos influencias de la espiritualidad franciscana en torno a la muerte: por un lado, la adopción subjetiva de una serie de símbolos de renuncia al mundo y, por el otro, el valor de una confraternidad que se une en el deceso de su hermano46. Otro ejemplo puede observarse unos años antes, cuando, en 1801, Francisca de Caycedo, sobrina de María Clemencia y también hermana terciaria, escribió su testamento. En una de sus cláusulas solicitaba que al morir se le concediera la libertad a su es-clava Juana Quesada, “pues me la dieron solo por los dias de mi vida, y es de advertir q[u]e si por casualidad yo la ubiere vendido se sacara de mis vienes su valor para darle su libertad y se le daran 25 pesos de mis bienes”47. La religiosa acudía a la virtud de la caridad como patrimo-nio único de la vida espiritual, o como se entendía en obras catequéticas que circularon en la Nueva Granada: riqueza superior a la material, al no dejarse cuando se abandona el mundo48.

El acto de mortificación del amor propio, expresado en la renuncia de las comodi-dades temporales49, bien puede ser retribuido. Un ejemplo de estas prácticas expresadas por los terciarios franciscanos se aprecia nuevamente en Manuel del Socorro Rodríguez,

44 Joaquín de Finestrad, El vasallo instruido en el estado del Nuevo Reino de Granada y en sus respectivas obligaciones, intro. y transc. Margarita González (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2001 [1782]), 110. A diferencia de las otras fuentes citadas, éste es un texto pedagógico en el que se buscaba inculcar a los habitantes del Nuevo Reino los valores que debía tener un buen vasallo, propósito urgente luego de la inédita y amenazante rebelión Comunera de 1781.

45 Antonio Cacua Prada, Don Manuel del Socorro Rodríguez. Itinerario documentado de su vida, actuaciones y escritos (Bogotá: Universidad Central, 1985), 236.

46 Jaques Le Goff, San Francisco, 137.

47 agn, Sección Notarías, Fondo Notaría 2, protocolo 1801, ff.687-694.

48 Pedro de Mercado, El Christiano virtuoso. Con los actos de todas las virtudes que se hallan en la santidad. Por el Padre Pedro de Mercado, de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de Tunja (Madrid: Joseph Fernández de Buendía, 1673), libro 1, cap. i, ff.1v.-2r.

49 Pedro de Mercado, El Christiano virtuoso, libro 4, cap. ii, f.56.

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quien en su austera vejez, durante los años de la reconquista española, vivió del auxilio de amigos y conocidos. De manera especial, los hijos de Manuel Bernardo Álvarez, abogado fusilado por orden del general Pablo Morillo en 1816, que habían tratado a aquél desde su niñez50. Así se correspondía a una lógica donde primaba un interés del individuo por auxiliar pobres o enfermos.

De este modo, se reproducían rituales en instancias solemnes de la vida cotidiana ligados a un espíritu de fraternidad, donde se conjugaban valores como la caridad y el bien hacer51. Bajo los límites que ofrecía la posición social acomodada de los terciarios santafereños, era oportuno asumir la caridad como un acto dirigido a todos los estamen-tos de la sociedad, en una lógica que buscaba sembrar concordia entre su comunidad52, construyendo así un atributo moral fundamental para las relaciones sociales, el cual se ex-presaba en dicientes gestos de generosidad53. Es por estas razones que también Francisca Caycedo pide en su testamento que se le dé la libertad y cincuenta pesos a la hija de sus criados, más donaciones similares a otros criados y a una antigua esclava que por entonces se hallaba en el convento de Santa Clara54.

Si bien en este artículo no se presentan casos que reflejen la idea de un cristianismo in-merso de lleno en el mundo del “otro” o de los más desamparados de la sociedad, auténtica revolución propuesta por el pensamiento franciscano de los siglos xiii y xiv55, sí se observa una alternativa en la que en un medio cultural altamente segregacionista, excluyente y jerarqui-zado, como lo era la sociedad colonial neogranadina, se permitían manifestaciones íntimas de solidaridad y consideración con ciertos individuos. Una posición tal vez insuficiente, pero oportuna en un medio social en el que las instancias tradicionales de poder delegaban a otros funciones de asistencia social.

5. Sentidos y cuerpo: la novena barroca

Una importante advertencia presentaba en su primera página la Novena impresa en 1784: “Es conveniente, que los Fieles esperen la venida del Señor, Confesando, y

50 Antonio Cacua Prada, Don Manuel, 234.

51 Jaques Le Goff, San Francisco, 127.

52 “Lecciones catequísticas”, 75.

53 María Himelda Ramírez, “Las diferencias sociales y el género en la asistencia social de la capital del Nuevo Reino de Granada, siglos xvii y xviii” (Tesis de Doctorado en Historia de América, Universidad de Barcelona, 2000), 64.

54 agn, Notarías, Notaría 2, protocolo 1801, ff.687-694.

55 Leonardo Boff, San Francisco de Asís: ternura y vigor (Santander: Sal Terrae, 1982), 98.

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Comulgando en esta Novena, teniendo todos los días á lo menos una hora de Oración, y haciendo algunas mortif icaciones, para que dispuestas las Almas con devotos exerci-cios logren del Cielo benignas inf luencias”56. En estas líneas, como en otros testimonios de los terciarios de la Nueva Granada, es importante considerar una serie de prácticas individuales tendientes a alcanzar la paz espiritual. En ellas están presentes cuestiones como la prioridad de las oraciones en la vida cotidiana, la resistencia a las tentaciones, el recibimiento reverente y humilde de la presencia divina y el cultivo de virtudes. El acto de disciplinamiento a través del ayuno y la mortif icación, difícilmente comprensible para la óptica moderna, es integrado así a un conjunto de comportamientos por medio de los cuales el practicante de la Novena se mostraba como imitador de Cristo, crítico de las comodidades del mundo y, en general, sujeto ejemplar para la cristiandad. Adicional a esto, para la mística barroca, no podía haber contacto con Dios si éste no se daba a través de la corporeidad57.

En esta Novena puede extraerse más de esa actitud en un fragmento que aboga por esos mismos valores en un momento simbólico del calendario católico, en el que el mis-terio de la Encarnación representaba un recibimiento de Dios en el mundo: “¡O Dios humanado, por amor del hombre! Yo soy ese ingrato, y desconocido, de quien justamente te quexas; pues toda mi vida no la he empleado en otra cosa sino en ofender à ti, que tanto me has querido, y en despreciarte, después que te hiciste hombre por mi amor, y derra-maste en mí el raudal de tus grandes misericordias”58. Así, una tendencia individual era finalmente extrapolada a un modelo de oración aplicable por parte de cualquier cristiano. Y así como algunos elementos de la espiritualidad franciscana fueron transformados con las prácticas barrocas —como en el caso del valor de la humildad—, el sentido propor-cionado a caridad también sufrió su propio cambio a través de nuevas lecturas. De esta manera, la relación con los vulnerables se podía entender como una forma de sacrificio, desde la cual se establecía un contacto atípico. Como reflejo de este fenómeno, se puede observar cómo el fraile Larrea le aconseja a María Clemencia Caycedo la siguiente con-ducta en sus visitas de caridad:

“Cuando vayas a ver a las enfermas, a la que vieres más asquerosa, bésale con humil-

dad los pies, haciendo cuenta que se los besas a tu Dueño […] siempre que hasta otro

56 “Incunables bogotanos: siglo xviii 12”, Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango, <http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/incu/incu6l.htm>, parágrafo 1.

57 Jaime Borja, “Cuerpo y mortificación en la hagiografía colonial neogranadina”, Theologica Xaveriana 57: 162 (2007): 261.

58 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 88.

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correo se te ofreciere dar limosna a un pobre, le beses la mano, como la besas al mismo

Dios, y aunque haya gente no te excuses de hacerlo, conociendo que tienes obligación

de dar buen ejemplo”59.

El sentido de este comportamiento, aunque basado en la atención del prójimo y particu-larmente de personas que manifestaban condiciones diferentes, se entiende en el propósito personal de la terciaria de alcanzar su propia santidad. El tratamiento dado a pobres y enfer-mos se explica a través de un peculiar acercamiento al misterio cristiano de la Encarnación. Así, pues, “Todo lo que hacemos con bondad o crueldad a un individuo cualquiera, se lo hacemos a Cristo”, dijo en su momento san Martín de Tours60; y articulado con la actitud de la profesa en un fragmento de la Novena para el Aguinaldo que ella misma inspiró: “Veante mis ojos, Oíga ya tu llanto […] Bese yá tus pies, Bese ya tus mano”61.

Ese camino hacia la santidad consistía también en compartir la Pasión, es decir, el vi-vir en clave ascética, insistiendo en una imitación de Cristo como base de su seguimiento. Ese criterio implicaba una especial orientación del sentir religioso, derivada de la “de-voción personal a la humanidad de Jesús”, una forma de experiencia religiosa que, por parte de los frailes medievales, sería ofrecida al cristiano ordinario, a aquel que no estaba apartado del mundo62. Este tipo de solicitudes no eran excepcionales para su tiempo, si se tiene en cuenta la relación con otros textos dirigidos a otro tipo de feligreses. Por ejemplo, en los fragmentos derivados de la obra de la madre Ágreda, la Novena incluye prácticas de penitencia como besar treinta y tres veces el suelo, “en reverencia de las Camisitas del Niño”63, o el dormir en una cama dura, “en reverencia de la piedra en que estubo reclinado el Señor”64.

La diferencia de propósitos para usar el cuerpo como instrumento de la penitencia refleja las diversas connotaciones del concepto de mortificación. De acuerdo con el Diccionario de autoridades,

59 “Carta 24”, s/f., en Cartas espirituales, 51.

60 Donald Spoto, San Francisco de Asís: el santo que quiso ser hombre (Barcelona: Vergara, 2004), 35 y 51.

61 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 76. De este texto se deriva el modificado en el siglo xix por la madre María Ignacia: “Véante mis ojos de ti enamorados/ Bese ya tus plantas, bese ya tus manos”. En ambos textos es perceptible la influencia del poema místico “Véante mis ojos, dulce Jesús bue-no”, escrito por Teresa de Ávila (1515-1582). Ver: Marcele Auclair, La vida de santa Teresa de Jesús (Madrid: Palabra, 1983), 243.

62 Clifford Hugh Lawrence, El monacato medieval. Formas de vida religiosa en Europa occidental durante la Edad Media (Madrid: Gredos, 1999), 294.

63 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 77.

64 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 87.

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esta práctica implicaría la “virtud que enseña a refrenar los apetitos y pasiones, por medio del castigo y la aspereza con que se trata el cuerpo exteriormente, o con que interiormente se repri-me la voluntad”65; adicionalmente, se trataba de un acto inscrito en el ofrecimiento del cuerpo a Dios “como hostia viva, santa”, tal como lo llegó a predicar san Buenaventura66.

Siguiendo esa línea, el sufrimiento corporal se inscribía en una dimensión individualista de la espiritualidad, ya que a través de la experiencia dolorosa el practicante expresaba una conciencia de sí a través del cultivo de sus virtudes67. En palabras modernas, el desorden de las pasiones era canalizado a través de una “fuerza creativa” orientada a la santidad, radicalizando y haciendo plena la idea del servicio a Dios68. El catolicismo formado bajo el Concilio de Trento difundió esta experiencia a través de la imagen del cuerpo sufriente, adoptado con éxito por fieles que hicieron de su propio organismo la ofrenda y el escenario ideales para sus rituales69. Y en esa “Oración para todos los días”, tan llena de símbolos de la espiritualidad tanto franciscana como barroca, no puede faltar esa alusión al cuerpo mortificado en aquel grandilocuente texto que suplica a Dios por las incomodidades con las que nació su hijo, y por “las tiernas lágrimas que derramó en el Pesebre”70.

Comentarios finales

La Novena de Aguinaldos fue uno de los más conocidos legados de la espiritualidad franciscana colonial, en particular de los hermanos terciarios, en la actual Colombia. Esta evidencia, por supuesto, sería subrayada por una entusiasta historiografía franciscana que se valdría de ella para señalar el carácter protagónico de su movimiento en momentos claves de la historia71. Pero de la misma manera, es posible seguir validando el valor histórico de ese contexto institucional y espiritual a través de una mirada científica de estos sucesos. Más allá de la intención de construir

65 Jaime Borja, “Cuerpo y mortificación”, 267.

66 Obras de San Buenaventura. Tomo cuarto. Cuestiones disputadas sobre la perfección evangélica-Apología de los pobres, eds. León Amorós, Bernardo Aperribay y Miguel Oromí (Madrid: bac, 1949), 217.

67 Juan Pablo Aranguren, “¿Cómo se inscribe el sufrimiento en el cuerpo? Cuerpo, mística y sufrimiento en la Nueva Granada a partir de las historias de vida de Jerónima Nava y Saavedra y Gertrudis de Santa Inés”, Fronteras de la Historia 12 (2007): 40.

68 Leonardo Boff, San Francisco, 41.

69 María del Pilar Quevedo, “El cuerpo ausente: el lugar del cuerpo místico en la Nueva Granada del siglo xvii”, Memoria y Sociedad 9: 19 (2005): 72.

70 Carlos Valderrama Andrade, “Novena para el Aguinaldo”, 74.

71 Las biografías elaboradas en el siglo xx por el sacerdote Gregorio Arcila Robledo en las obras citadas a lo largo de este artículo son los ejemplos más destacados del entusiasmo con el cual la historiografía franciscana quiso enfatizar en la pertenencia a su comunidad de numerosos personajes públicos que vivieron en la actual Colombia durante los siglos xviii y xix.

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un panegírico sobre la Novena o el franciscanismo, la participación de este grupo en un texto culturalmente trascendental le imprime una historicidad singular. Pero además, entendiendo la cultura en su sentido más amplio, la aparición de esta Novena en el siglo xviii es un hecho me-diado por la representación, la cotidianidad, las ideas y los hábitos de su tiempo, siendo también un episodio inscrito en diferentes escenarios de la vida cultural de la Nueva Granada.

Ahora bien, ¿cuáles fueron esos escenarios en los que la Novena para el Aguinaldo se hace pre-sente? Primero, la vinculación institucional de fray Fernando de Jesús Larrea, María Clemencia Caycedo y sus demás compañeros de la Orden, los exhibía como depositarios de la labor mi-sional de las órdenes religiosas en la Nueva Granada, y de forma particular, del movimiento franciscano, labor por entonces desarrollada durante más de dos siglos. Segundo, la ubicación en su tiempo, con esa adscripción, los hacía continuadores de una forma particular de espiritua-lidad cuyas raíces se remontaban a la Europa del siglo xiii, la cual era transformada de acuerdo con los parámetros que la Iglesia dio a la identidad católica bajo el Concilio de Trento. Tercero, estos personajes se encontraban en la cúspide de la pirámide social, con los privilegios de reco-nocimiento público que eso conllevaba; lo cual, combinado con el carácter de miembros laicos de una iglesia, de sujetos urbanos y letrados, los hacía aportar al desarrollo de la vida social de su ciudad y su reino, ahora con la divulgación impresa de sus devociones. Por último, su ubicación en la cultura barroca permitía que estos terciarios desarrollaran una vida ascética y devota que ofreció a la sociedad de su tiempo ejemplos de cómo orientar los objetos de culto de una comuni-dad, cómo publicitar las experiencias religiosas ejemplares, cómo practicar las virtudes cristianas e, incluso, cómo asumir corporal y materialmente esa devoción.

Es factible que cierta cantidad de estos valores, discursos y procesos no sean exclusivos del movimiento franciscano. Como se sugirió a lo largo de este artículo, un buen número de los mismos hacen parte de un complejo cultural e institucional más amplio, ofrecido por los planteamientos de la Iglesia posteriores al Concilio de Trento y por las caracte-rísticas de las sociedades del Antiguo Régimen. Sin embargo, la Novena para el Aguinaldo también es un texto devocional que integra de forma singular elementos espirituales me-dievales y barrocos, evangélicos y ascéticos o espirituales y terrenales, al modo como las propias órdenes mendicantes (donde se ubica el movimiento franciscano) se adecuarían a los cambios experimentados por la cristiandad en Occidente.

Si bien buena parte de la memoria histórica de esta comunidad corresponde a una pro-ducción historiográfica tradicional e institucional, una mirada crítica a esas fuentes ofrece un amplio y variado cuadro de relaciones sociales que implicaron esas especiales ubicaciones del terciario en la vida virreinal. Esa misma óptica permite encontrarse con una amplitud de datos que ayudan a hacerse una idea válida del horizonte sociocultural de los franciscanos. A esta cuestión se puede remitir al constatar que algunos de sus miembros serían objeto de

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producción bibliográfica en diferentes épocas; al hecho de que una obra como la Novena para el Aguinaldo se mantenga más de dos siglos después prestando su peculiar servicio a una cultura contemporánea, la cual dista mucho de parecerse a la estudiada en este artículo.

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Alexander O’Byrne H.

Artículo recibido: 31 de julio de 2012

Aprobado: 29 de octubre de 2012

Modificado: 12 de marzo de 2013

Estudiante doctoral del Instituto de Geografía en la Universidad Nacional Autónoma de México (México). Historiador y Magíster en Historia de la Uni-versidad Nacional de Colombia (Colombia). Es autor del libro Enfrentamientos de cabildantes de Cartagena de Indias 1750-1815. Enfrentamientos, querellas y disputas: cabildantes de Cartagena de Indias y su tránsito a la Independencia (Madrid: Editorial Académica Española, 2011), y de “Las castas y su entorno político en la Pro-vincia de Cartagena de Indias al tiempo de la Independencia, 1775-1815. Elementos para el análisis”, en Independencia y revoluciones en nuestra América, t. i, coord. Marco Antonio Samaniego López (México: Universidad Autónoma de Baja California, 2011), 96-144. [email protected]

El desabastecimiento de géneros agrícolas en la Provincia de Cartagena de Indias a fines del período colonialÏ

Ï El presente artículo hace parte de la investigación “Vínculo territorial entre el puerto y la capital virreinal: Ve-racruz y Cartagena de Indias-La ciudad de México y Santafé. 1700-1820”. Una primera fase de estudio contó con la financiación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, conacyt.

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.03

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El desabastecimiento de géneros agrícolas en la Provincia de Cartagena de Indias a fines del período colonial

Resumen:Este trabajo analiza el problema del desabastecimiento de alimentos en Cartagena de Indias en la segunda mitad del siglo xviii y primera década del siglo xix. Examina las condiciones de los suelos de esta provincia, sus recursos acuíferos y la producción de diversos géneros, para plantear que el territorio contaba con las condiciones naturales para la producción agrícola y la obtención de carne; a pesar de los intereses econó-micos y políticos del sector de comerciantes locales, quienes se esforzaron en demostrar la ausencia de condiciones adecuadas para la producción agrícola. Esto con el propósito de presionar la importación de productos extranjeros, entre los cuales se encontraban las harinas.

Palabras clave: Provincia de Cartagena, carne, desabastecimiento, géneros, producción agrícola, suelos.

Agricultural Food Shortages in the Province of Cartagena de Indias in the Late Colonial Period

Abstract:This article analyzes the problem of food shortages in Cartagena de Indias in the second half of the eigh-teenth century and first decade of the nineteenth century. It examines the soil conditions in the province, its water resources, and diverse types of production, all of this to be able to assert that at the time in the territory the natural conditions for agricultural and meat production were given. However, both economic and political interests of the local business sector endeavored to prove the absence of suitable conditions for agricultural production in order to push the import of foreign products, among which flours.

Keywords: Province of Cartagena, meat, shortage, genus, agricultural production, soils.

O desabastecimento de gêneros agrícolas na Província de Cartagena de Índias a finais do período colonial

Resumo:Este trabalho analisa o problema do desabastecimento de alimentos em Cartagena de Índias na segunda metade do século xviii e primeira década do século xix. Examina as condições dos solos dessa província, seus recursos aquíferos e a produção de diversos gêneros, para expor que o território contava com as condições naturais para a produção agrícola e obtenção de carne, apesar dos interesses econômicos e políticos do setor de comerciantes locais, os que se esforçaram em demonstrar a ausência de condições adequadas para a produção agrícola. Tudo isso com o propósito de pressionar a importação de produtos estrangeiros, entre os quais se encontravam as farinhas.

Palabras-chave: Província de Cartagena, carne, desabastecimento, gêneros, produção agrícola, solos.

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El desabastecimiento de géneros agrícolas en la Provincia de Cartagena de Indias a fines del período colonial

Introducción

E ste artículo centra su análisis en debatir las supuestas condiciones negativas para la producción de géneros agrícolas en la Provincia de Cartagena de Indias expuestas por varios comerciantes, quienes, con claros intereses políticos y

económicos, se empeñaron en señalar que tales condiciones impedían el abastecimiento de alimentos a finales del período colonial. Por el contrario, se busca demostrar que en esta pro-vincia las condiciones de los suelos, lluvias y el regadío de las tierras, gracias a la gran riqueza hídrica de la región, hacían de este territorio un área óptima para la producción de diversos géneros agrícolas, que contaba con unas condiciones naturales adecuadas para la agricultura y la cría de ganado. Ello a pesar de los cambios en los niveles de pluviosidad y las malas con-diciones de los caminos, que sirvieron de pretexto a los comerciantes locales empeñados en presionar la apertura del comercio en este puerto y la importación de harinas extranjeras. La investigación, cuyos avances son expuestos en este artículo, constituye un proyecto mayor que centra la mirada en la producción de géneros agrícolas en la Depresión Momposina durante la segunda mitad del siglo xviii e inicios del xix.

1. Entre el pan de trigo y el maíz, “trigo de las Indias”

En 1805 el mariscal de campo Don Antonio de Narváez y la Torre elaboró un escrito donde exponía al virrey Amar y Borbón las causas del cierre del comercio en el puerto de Cartagena, lo que ocasionaba en la ciudad una evidente carencia de alimentos y demás artícu-los de subsistencia y vestuario para sus habitantes1. Esta situación había terminado por imponer un ambiente de especulación de precios en el puerto. Algunos artículos alcanzaron un

1 Antonio Narváez y la Torre, “Discurso del Mariscal de Campo De los Reales Exercitos D. Antonio de Nar-váez y La Torre, Sobre la utilidad de permitir el comercio libre de neutrales en este Reyno, a petición del Real Consulado de esta ciudad por representación que hizo al Exmo. Sr. Don Antonio Amar y Borbón”, en Escritos de dos economistas coloniales: don Antonio de Narváez y La Torre y don José Ignacio de Pombo, ed. Sergio Elías Ortiz (Bogotá: Banco de la República, 1965), 71-72.

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precio excesivo hasta aumentar su valor al doble o incluso lo triplicaron. Era éste el caso del vino en botella, el aguardiente de España, el aceite en botijuela y el papel. Escaseaban otros artículos, tales como pasas, almendras, higos, aceitunas, alcaparras, y otras frutas de España, que no eran de primera necesidad y que no se acostumbraban a consumir por su precio excesivo. También escaseaban el hierro y el acero, así como hachas, azadas y palas, machetes extranjeros y sierras, y demás herramientas para la navegación —lonas, lonetas y jarcias y medicinas— y el trabajo de carpinteros, calafates y albañiles. El des-contento entre los comerciantes era evidente. El gobernador Blas de Soria propuso que se permitiera la entrada de las embarcaciones extranjeras y la introducción de productos en el puerto, con el propósito de mejorar la baja producción de alimentos local, cuya causa era “la sequía que había impedido la obtención de buenas cosechas y la provisión satis-factoria de víveres y agua”2. José Ignacio de Pombo, prior del Consulado de Comercio, celebró la obtención del permiso gestionado por Soria para comerciar con los ingleses e importar efectos de primera necesidad, víveres y harinas extranjeros3.

En el puerto, por ejemplo, la harina era un producto escaso, lo que preocupaba en la medida en que ésta era base de la dieta alimenticia de militares y funcionarios acostumbra-dos al pan de trigo. Para la elaboración del pan de consumo diario era necesario importar harina de la península Ibérica, de Nueva España y de las colonias norteamericanas, o en su defecto, consumir pan de maíz. En América la falta de trigo, producto agrícola propio del viejo continente, fue compensada por el cultivo del maíz, que se constituyó en “el trigo de las Indias”, base material del desarrollo de algunos centros comerciales americanos —entre los que se incluye el Nuevo Reino de Granada— y de gran estima entre los penin-sulares. Del maíz se hacían panes y bollos, y más tarde, la arepa de maíz, que terminó por convertirse en un alimento de consumo obligado4. Diversos fueron los inconvenientes que surgieron para el ingreso de las harinas a los puertos españoles en América, y sin duda el

2 Carles Christiane Laffite, La costa colombiana del Caribe, 1810-1830 (Bogotá: Banco de la República, 1995), 88.

3 José Ignacio de Pombo, “Informe del Real Consulado de Cartagena de Indias a la Suprema Junta Provincial de la Misma”, en Escritos de dos economistas, 138.

4 Gregorio Saldarriaga, “La inserción del maíz en el gusto de la sociedad colonial del Nuevo Reino de Granada”, Historia y Sociedad 6 (1999): 85-106. Este interesante artículo constituye una versión resumida de un trabajo más amplio: Gregorio Saldarriaga, “Al comer se abre el apetito. Una mirada cultural de la alimentación en los siglos xvi y xvii” (Tesis de pregrado en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, 1999). Sabemos, por ejemplo, que en el pueblo de Malambo, en el partido de Tierradentro, miembros de la tropa de Infantería de Cartagena concurrían a la fiesta de Semana Santa en el siglo xviii, y consumían en abundancia bollos y demás comida de maíz, cuyo gasto era financiado por el encomendero. Ver: José Agustín Blanco B., El norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla: estudios y documentos para una geografía histórica del departamento del Atlántico (Bogotá: Banco de la República, 1987), 108.

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bloqueo de los mismos se convirtió en uno de los principales impedimentos, no sólo para la importación de la harina sino también para el abastecimiento de alimentos en general.

2. Territorio de ricos suelos y “delicados géneros” con una gran cubierta vegetal: la Provincia de Cartagena y sus recursos agrícolas

Una serie de observaciones muy precisas sobre la producción de alimentos local y el ren-dimiento agrícola en la provincia de Cartagena, sumados a la variedad de géneros que se producían durante el siglo xviii e inicios del xix, son ilustrativas del gran rendimiento de los suelos provinciales. La sequía que en ocasiones impedía la obtención de buenas cosechas, y la provisión satisfactoria de víveres y agua, ejercía poca influencia sobre el espacio, donde la abundante proporción de agua invadía casi todo el territorio y aseguraba una gran cubierta vegetal. En la región, salvo excepciones de naturaleza montañosa como las serranías de San Jerónimo, Abibe y Ayapel, las extensas planicies en dirección este de la provincia, compren-didas entre los territorios de Tolú y sus sabanas hasta la villa de Santa Cruz de Mompox, destacaban en el paisaje, como puede observarse en el mapa 1. Estas planicies favorecieron el cultivo de diversos géneros agrícolas, al igual que la cría del ganado vacuno y porcino con el que se abastecía de carne fresca a la flota española, al igual que a las islas del Caribe. Las fre-cuentes inundaciones en la Depresión Momposina, tierras bajas del valle del río Magdalena, obligaban a que el ganado, que en ocasiones cruzaba el río a nado5, fuera trasladado durante gran parte del año a tierras más altas.

La información sobre las condiciones de los suelos en la provincia de Cartagena es variada. Se cuenta, por ejemplo, con las observaciones del sevillano Antonio de Ulloa y el alicantino Jorge Juan de Santacecilia, quienes durante su permanencia en el puerto de Cartagena dejaron una serie de consideraciones sobre las condiciones de las tierras pro-vinciales, al igual que sobre las condiciones de la vida social en la ciudad de Cartagena. Estos peninsulares informaron sobre la fertilidad del suelo de la provincia, rico y abundante en varias especies vegetales, árboles frutales y plantas de diferentes tipos, “raíces de yuca,

ñames, moniatos, melones, sandías, naranjas, nísperos, piñas, papayas, guanábanas, sapotes,

tamarindos [...]”, aquí, decían, “se da el maíz y el arroz, con él hacen el bollo, ceban a las cerdas, y engordan a las gallinas”6.

5 Luis Navarro García, “El privilegio de los regidores en el abasto de Cartagena de Indias”, Anuario de Estudios Americanos xxxviii (1981): 203-204.

6 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias Secretas de América, vol. 1 (Bogotá: Banco Popular, 1983 [1826]), 363.

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En distintas épocas del año la dificultad para transitar por los caminos provinciales entorpeció el tránsito de viajeros y funcionarios virreinales. En general, la comunicación de la ciudad con el río Magdalena ofrecía serias dificultades, pero era aún peor durante la época de invierno7. Era claro

7 Luis Striffler, El Río San Jorge (Cartagena: Tipografía de El Anunciador, 1920 [1886]); Luis Striffler, El Río César. Relación de un viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta en 1876 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1986); Francisco Javier Vergara y Velasco, Nueva Geografía de Colombia. Escrita por regiones (Bogotá: Banco de la República/Archivo de Economía Nacional, 1974 [1901]), t. i: 365, 368, y t. ii: 368, 438.

Mapa 1. Asentamientos en las provincias de Cartagena y Santa Marta a finales del siglo xviii.

Fuente: Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia individual de Poblaciones Nuevamente Fundadas en la Provincia de Cartagena”, en Documentos para la Historia de Cartagena, t. 4, comp. José P. de Urueta, (Carta-gena: Tipografía Araújo, 1890), 6.

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el impedimento para el adecuado suministro de alimentos a los distintos asentamientos, pueblos y centros urbanos. El aumento del nivel del agua en los cientos de arroyos, caños y ciénagas fue la causa de las constantes inundaciones, que convertían los caminos de la provincia en verdaderos barrizales anegados por el crecido nivel8. En la región el agua se convirtió en el principal medio de comunicación; no en vano, Antonio de la Torre y Miranda anotaba: “por la ramazón de sus ríos, ciénagas y caños”, “la provincia de Cartagena sólo se hace traficable por agua”9. El menudeo de productos era un intercambio común, en donde las aguas del río Magdalena se habilitaban para el transporte de quienes surtían de alimentos y frutos —pollos, gallinas, tasajo, tocino, huevos y azúcar— a los habitantes de los asentamientos ubicados en las riberas, que se distribuían en canoas10 entre las poblaciones que quedaban unidas a través del río con las pro-vincias de Cartagena y de Santa Marta.

Las dificultades que se presentaban en la provincia para el tráfico de algunos productos, como era el caso de la harina, fueron materia de preocupación para las autoridades locales. Por su parte, De Narváez y la Torre opinaba que una mala administración había dificultado el tráfico de productos e impedido el desarrollo del sector de alimentos de primera subsistencia como el trigo, que se producía en Ocaña en cantidades muy bajas: “poca cantidad bajan a Mompox y muy rara carga a Santa Marta y Cartagena, de lo que deriva una gran escasez”; además, “no la fabrican con toda la perfección”11. En el sentir de De Narváez, en la provin-cia se le había dado poca utilidad a “la facilidad, inmediación y comodidad” de los terrenos, debido a los auxilios escasos. El panorama contrario habría permitido que entrasen a la plaza más de cien mil pesos anuales correspondientes a la venta de harinas en Cartagena, mercado aprovechado por los ingleses12.

No se debe olvidar que para este período la escasez de algunos alimentos en la ciudad era sustituida por alimentos de mejor precio y de más fácil consecución. Así, pues, el maíz y el arroz se convirtieron en algunas de las principales alternativas, en parte, por su alto nivel de producción en la región. Desde el siglo xvii los hatos de los dominicos en las sa-banas del partido de Tierradentro (Barranquilla, Sabanalarga), provincia de Cartagena, contaban con gran número de cabezas de ganado vacuno de cría y de engorde, que

8 José Agustín Blanco B., El norte de Tierradentro, 121-124.

9 Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia individual de las poblaciones nuevamente fundadas en la provincia de Cartagena”, 1784, en Biblioteca Nacional de Colombia (bnc), Bogotá-Colombia, Fondo Pineda, Miscelánea 196 (1-94), 24.

10 Juan de Santa Gertrudis, Maravillas de la Naturaleza, t. i (Bogotá: Banco Popular, 1970 [1775]), 78.

11 Antonio Narváez y la Torre, “Discurso del Mariscal de Campo”, 20.

12 Antonio Narváez y la Torre, “Discurso del Mariscal de Campo”, 20 y 21.

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hallaba alimento en la producción agrícola de los sitios aledaños, en donde era posible obtener yuca, auyama, batata, algodón, maíz, y otros productos. El maíz ocupaba a este respecto un reglón importante en la producción agrícola de la región. Las rozas de este alimento se sembraban en la sabana, y el grano producido por los vecinos se sacaba en grandes cantidades con destino a la ciudad de Zaragoza, y así iban las “hanegas de mais en sinquenta mulas, de noche y sin tener estorbo”13. Era común que en la región los cultivos de alimentos y el ganado convivieran en un mismo sitio, lo cual creaba incon-venientes. Los colonos debían sortear estas eventualidades cercando las rozas de maíz con talanqueras con puertas, para regular así el paso de la gente. En ocasiones algunos vecinos rompían las cercas, lo que causaba que cerdos y vacas sueltos acabaran con todo el yucal y el maizal en pie14.

El maíz, la yuca y otros alimentos que se producían en Tierradentro eran conducidos a través del Camino Real, llamado comúnmente “camino grande”. Durante centurias este camino fue vía obligada de las recuas de mulas de carga que iban desde Tierradentro a la ciudad de Cartagena. Este camino se iniciaba en el puerto de Malambo, conectaba con el pueblo y luego se dirigía en dirección de los pueblos de Indios de Galapa, Baranoa y Usiacurí. Tomaba luego la dirección al sur hasta pasar por el sitio de Sabanalarga, de allí seguía hacia la entrada de la plaza fuerte de Cartagena y conectaba con la puerta de la Media Luna, lugar donde se instaló la romana para cobrar el impuesto de entrada de mercancía a la ciudad15. Así, y después de tres jornadas de camino, se llegaba el mercado de la plaza de Cartagena, luego de andar, “Detrás de los cerdos y seguidos a su vez por una o dos mulas cargadas de maíz destinado a conservar los puercos en buen peso. Muchas otras veces el mayordomo mandaba llevar cantidades de maíz mayores que el necesario para el viaje de los animales [...]”16.

Es preciso señalar que en el siglo xviii, los planes de fundación y refundación de poblaciones en la provincia de Cartagena, entre otros propósitos, buscaban integrar los nuevos poblados a proyectos productivos existentes, esto con el fin de convertirlos en retaguardia segura de una economía que soportara los continuos desabastecimientos cau-sados por las guerras. Las nuevas poblaciones vinieron a favorecer la apertura de nuevos

13 Archivo General de la Nación (agn), Bogotá-Colombia, Sección Colonia, Fondo Tierras de Bolívar, t. 8, f.604v.

14 José Agustín Blanco Barros, El norte de Tierradentro, 137.

15 José Agustín Blanco Barros, El norte de Tierradentro, 123.

16 Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia individual de las poblaciones”, 24. Este interesante documento cuenta ya con otra publicación: Antonio de la Torre y Miranda, “Noticia de Antonio de la Torre y Miranda para el virrey sobre fundaciones verificadas en la provincia de Cartagena”, Huellas 21 (1987 [1784]): 73-81.

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caminos (Tenerife, por ejemplo), los cuales activaron regiones de reserva necesarias para el aprovisionamiento de productos agrícolas y carnes para los más importantes centros urbanos coloniales17. Se puede ver, además, que en torno a la ciudad de Cartagena hubo todo un proyecto de aprovisionamiento de alimentos de primera necesidad desde el inte-rior del virreinato, el cual estaba justificado por la importancia de su plaza, así como por la alta demanda de alimentos y su condición de mercado de primer orden.

En el interior del Nuevo Reino, El Camino del Opón era una vía necesaria para la salida de la harina de trigo de la Villa de Leiva hacia Cartagena. El camino, que condu-cía al puerto del mismo nombre, comunicaba a Santafé con el río Magdalena, vía Vélez. Este camino áspero y difícil de transitar, en su mayoría plagado de monte, fue abierto por orden del virrey José Alfonso Pizarro hacia 1750, con el propósito de conducir las harinas que se producían en Santafé hasta el puerto de Cartagena18. Al poco tiempo de haber entrado en funcionamiento, el camino mostró muchas dificultades para su tránsito. El gravamen al que estuvieron sometidas las harinas andinas empeoró la situación, ya que el alto precio del transporte terrestre hacía más costoso trasladar las harinas desde el altiplano que traerlas del exterior. A esto había que agregar impuestos como el ramo del Camellón, pagado por los dueños de recuas de mulas cuando entraban a Santafé o cuando salían con géneros hacia otras ciudades. A pesar de que se promovieron algunas estrategias para sortear estos inconvenientes, situaciones como el aumento de los precios en los alimentos se hicieron frecuentes, responsabilizándose de ello a los miembros del Cabildo cartagenero.

Por ejemplo, en 1805 Don Blas de Soria, gobernador de la provincia de Cartagena, daba noticias al Cabildo de la escasez de alimentos en la ciudad, por carencia de carne de vaca y de cerdo o cerda, alimentos muy apreciados en Cartagena y de los cuales dependía el mayor ingreso en la plaza19. Si bien es cierto que en 1741, en el contexto de la guerra contra Inglaterra, hubo en Cartagena escasez de carne, porque en las sabanas no había

17 agn, Colonia, Fondo Poblaciones Varias, t. 11, f.469r. En 1742, durante pleno conflicto con Inglaterra, la plaza de Cartagena se pudo abastecer sólo gracias a los víveres que se remitieron desde los sitios de Calenturas, Jagua, Descornado, Chiriguaná y Guacal, por órdenes de Mier y Guerra, quien contaba con la autorización del virrey Don Sebastián de Eslava. Remitirse a: Gilma Mora de Tovar, “Poblamiento y sociedad en el bajo Magdalena durante la segunda mitad del siglo xviii”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 21 (1993): 42.

18 Antonio Julián, La Perla de la América. Provincia de Santa Marta (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1980), 95 y 264.

19 “El gobernador de la Provincia de Cartagena, Don Blas de Soria, noticias al cabildo de Cartagena sobre escasez de alimentos en la ciudad, año 1805”, en agn, Colonia, Fondo Cabildos, t. 2, f.647-674.

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suficientes pastos y agua para el ganado20, se debe precisar que algunos alimentos no eran escasos en este territorio. Antonio de Ulloa y Jorge Juan, a este respecto, relacionaron que en la ciudad era común hallar patos a bajo precio y otros animales comestibles como el venado, los conejos y los jabalís. Precisaron que la carne de cerda constituía el manjar predilecto de los pobladores, “porque es delicada, de buen gusto, y de las más sabrosas de las Indias [...] es un alimento ordinario y común, por eso todas las comidas, de carne o de pescado, las hacen con manteca de puerco”21.

Debe señalarse en este punto que la ausencia de una provisión regular de abastos provo-caba un bajo volumen de alimentos, y allí entraban en juego varios elementos; uno de ellos estaba relacionado directamente con la actividad castrense y los permanentes reclutamientos de la población. Por ejemplo, el 18 de julio de 1770 un alistamiento de hombres en la provin-cia, realizado para reforzar la seguridad de la plaza de Cartagena, generó un enfrentamiento entre las autoridades locales y las castrenses, y el abandono en el cuidado de los cultivos. El gobernador de la provincia de Cartagena, Juan Díaz Pimienta, ordenó este reclutamiento por las continuas amenazas de invasión de los navíos ingleses. Con esto se buscaba conformar compañías de trescientos hombres, “de color claro”, y “de pardos y zambos”, alistados en San Onofre y San Benito Abad. De los 1200 hombres necesarios para conducir a Cartagena, desde el interior de la provincia, sólo se encontraron 219 en cinco poblaciones. Un mal ma-nejo en el proceso de reclutamiento por parte de Anastasio Zejudo, teniente veterano de Tolú y ayudante de las milicias del Sinú, ocasionó “hambre e infinitas vejaciones”, así como una completa desprotección de la provincia, por falta de brazos para trabajar22.

Antonio Amar y Borbón era consciente de que en este territorio faltaba implementar un proyecto que mejorara el aprovisionamiento regular de alimentos, así como las condiciones de los cultivos en distintos territorios. No obstante, tuvo poca claridad para implementar estrate-gias que ayudaran a superar dichas dificultades. Un informe dirigido por éste a Don Cayetano Soler, secretario del Consejo de Indias, dejó en evidencia que el Virrey tendía a impulsar al-ternativas para promover la industria y el comercio en el Nuevo Reino, “se abrieron factorías en los más importantes pueblos del virreinato, al igual que depósitos surtidos con materiales disponibles para ser utilizados por quienes se dedicaran a la carpintería, la herrería y otros

20 José María de Mier, comp., Poblamientos en la provincia de Santa Marta. Siglo xviii, t. i (Bogotá: Colegio Máximo de las Academias de Colombia/Libreros Colombianos, 1987), 55-58; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las llanuras del Caribe y en los Andes centrales neogranadinos. Siglo xviii (Bogotá: icanh, 2002), 64.

21 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias Secretas, vol. 1, 352.

22 Pilar Moreno de Ángel, Antonio de la Torre y Miranda. Viajero y poblador (Bogotá: Planeta, 1993), 51.

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oficios relacionados con las actividades agrícolas”23. También se recomendó la elaboración de un plan geográfico del territorio y se ofreció respaldo para la búsqueda de estrategias des-tinadas a mejorar el transporte, con el fin de dirigir hacia España los frutos y la producción americanos. Pese a las buenas intenciones, lo cierto es que esta empresa fue irrealizable24.

A pesar de ello, Amar y Borbón halló un gran número de críticos a su administración; Camilo Torres y Pedro Fermín de Vargas fueron dos de ellos. En especial el primero, que manifestaba en sus escritos el poco interés que recibieron ramos como la agricultura por parte del Virrey. En su clásico Memorial de Agravios refería: no saben los gobernantes “las lágrimas que les cuesta al labrador ver [...]” que se le “[...] prohibia cultivar las plantas que espontánea-mente produce la naturaleza y que harían su felicidad y la de su numerosa familia, juntamente con la del Estado si un bárbaro estanco no las tuviese prohibidas al comercio”25. Estos des-acuerdos se agudizaron en 1807, cuando de nuevo la provincia fue sacudida por la noticia de una falta general de alimentos. Un registro de la goleta americana Alche Pigot señalaba que los funcionarios de la aduana de Cartagena “[…] acudieron a la exportación y el libre comercio de los viveres”, por cuanto en “Cartagena y el Nuevo Reino en ese año, se estaba sufriendo de innumerables lluvias las cuales hicieron que escacearan los recursos”26.

El cargamento, exento de los derechos de aduana, estaba compuesto por 300 barriles de harina; 40 cajas de bacalao; 200 cajas de fideos; 20 barriles de queso; 29 sacos de pimienta de castilla; 40 pacas con mil libras de canelón muy ordinario; 10 quarterolas de vino tinto de costa y 100 frasqueras de 12 frascos cada una de licor de Ginebra. Todo por un monto de 1.747.3¾ reales de vellón. La preocupación era mayor porque se temía un desabastecimien-to de víveres no sólo en Cartagena, puerto de entrada de géneros importados destinados a abastecer a otras provincias, sino en todas las poblaciones del virreinato. A través de escritos anónimos se difundió la noticia de la penuria pública en la provincia, cuya causa eran la falta de abastos en la ciudad y los altos precios de los víveres. Además, una respuesta negativa por parte de La Habana y Puerto Rico, adonde se habían solicitado recursos para conseguir un alivio transitorio a la situación, aumentó la tensión27.

23 Antonio Amar, “Carta del Virrey al gobernador de Popayán”, Boletín de Historia y Antigüedades xxxii: 365-366 (1945): 342.

24 Mario Herrán Baquero, “La agricultura, la ganadería y la minería en el pensamiento del Virrey”, en El virrey Don Antonio Amar y Borbón. La crisis del régimen colonial en la Nueva Granada (Bogotá: Banco de la República, 1988), 213-221.

25 Camilo Torres, “Memorial de Agravios de Camilo Torres”, en Cómo nació la República de Colombia, comp. Guiller-mo Hernández de Alba (Bogotá: Banco de la República, 1967), 26.

26 agn, Colonia, Fondo Aduanas, t.5, f.989.

27 “El gobernador de la Provincia”, f.647-674.

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Esta vez la noticia de la escasez de alimentos llegó hasta el Virrey. Se decía que el suminis-tro de maíz era escaso y que la harina se almacenaba para especular con su precio. Ante la preocupación por tales noticias y el temor de una posible sublevación si no se encontraba una solución inmediata al problema, el Virrey señaló que la causa de tan grave situación es-taba en una mala gestión, en la debilidad para tomar medidas oportunas y en la ausencia de responsabilidad de los miembros del Cabildo cartagenero. Amar y Borbón no confiaba en los miembros del Cabildo, a quienes responsabilizaba de afectar la quietud y tranquilidad general, y los señalaba como directos responsables de la miseria del público en la ciudad, por su desatención en su papel de policía alimentaria de los pueblos28. Cuando los miembros del Cabildo se enteraron de estas acusaciones, atribuyeron a una prolongada sequía la causa de la escasez de alimentos. En su intento por restablecer la quietud, y a fin de hallar una solución a la pro-blemática descrita, el Virrey neogranadino decidió emprender una investigación.

Razón por la cual Don Joaquín Francisco Fidalgo, brigadier y miembro del cuerpo de Ingenieros Militares, fue elegido para brindarle asesoría en este espinoso asunto, quien se res-paldó a su vez en el gobernador de la provincia, Don Manuel Mariano Blaya. A Fidalgo se le recomendó que, a fin de evitar amenazas y desafueros, indagara y recolectara pruebas formales suficientes para emprender las pesquisas que llevaran a aclarar lo sucedido29. Como primera autoridad del virreinato, Amar y Borbón era cada vez más consciente de la necesidad de me-jorar las relaciones con sus funcionarios, pero sin dejar de indagar acerca de sus actuaciones y prácticas. Por lo que apoyarse en Mariano Blaya le hacía sentir confianza, debido a su cerca-nía con el comercio y los cabildantes del puerto. Además, admiraba su celo, inteligencia y gran experiencia en asuntos de administración municipal, práctica de la cual carecía el Virrey30.

28 “El gobernador de la Provincia”, f.647-674.

29 La carta dirigida por el virrey Amar y Borbón a Fidalgo está fechada en julio 16 de 1807, lo que indica que aún no había terminado la expedición encomendada al brigadier Fidalgo por el rey Carlos iv, cuyo objeto era mejorar la información cartográfica y geográfica de las costas de América Septentrional, a fin de mejorar la defensa del imperio ultramarino español. La expedición, que empezó en 1790, ofrece un panorama interesante de los últimos años de la presencia del Estado metropolitano en América, y en especial en la costa del Caribe colombiano. Los puntos relacionados en la carta que el Virrey dirigió a Fidalgo pueden verse en “Expediente de Amar dirigido al señor Don Joaquín Fidalgo, comandante de la Expedición Hidrográfica de la Marina Real”, 1807, agn, Colonia, Fondo Virreyes, t. 16, f.812. También, la edición de la expedición realizada por la Goberna-ción de Bolívar: Joaquín Francisco Fidalgo, Notas de la Expedición Fidalgo (1790-1805) (Bogotá: Gobernación de Bolívar/Instituto Internacional de Estudios del Caribe, 1999).

30 Al igual que los miembros del Cabildo, el gobernador informó al Virrey sobre la situación de penuria y hambre en la provincia. El Virrey recomendó el aprovisionamiento de abundante cosecha para brindar una solución a la dificultad. “Carta del virrey a Don Manuel Mariano Blaya, en que le informa sobre la carencia de víveres en la provincia de Cartagena, y los anónimos al respecto con amenazas de sublevación”, 1807, en agn, Colonia, Virreyes, t. 16, f.817 y 820.

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Las pesquisas pronto dieron resultados. En febrero de 1808, Mariano Blaya escribió una carta al Virrey en la que afirmaba que los cabildantes de Cartagena procedían ocultando la realidad, eludiendo la verdad y entorpeciendo la justicia, lo que agregaba tensión a los proble-mas. De igual forma, cuestionó las declaraciones del Cabildo, porque, según él, carecían de pruebas escritas necesarias para dar solución al problema del desabastecimiento. Al final, el gobernador manifestó que era evidente la falta de lealtad de los miembros del Cabildo, y así, lo exhortó a que buscara ayuda en otro cabildo más leal. De esta manera, el Virrey, para poner en práctica las recomendaciones de Blaya, reprobó de forma enérgica a los cabildantes carta-generos por la lentitud con la cual asumían la situación, amenazándolos con aplicarles el rigor de la ley. Aquellos, a partir de un comunicado, respondieron que una enfermedad de catarros les había impedido cumplir a tiempo con lo solicitado31.

Estos hechos hacen evidente que frente a un problema de desabastecimiento de alimentos causado por una sequía, diferentes fuerzas locales se enfrentaron intentando hallar los culpables. Esta situación también es indicativa de que los virreyes poca distancia podían tomar de este tipo de eventos, en los que se involucraron de manera directa32. Si la información que manifestaban los cabildantes cartageneros era cierta, entonces también era de esperarse que ésta debía coincidir con el informe de las autoridades del pueblo de Santa Cruz de Lorica, a orillas del río Sinú, y las de la villa de Santiago de Tolú, el poblado más antiguo de la provincia después de Cartagena de Indias. Estas dos poblaciones eran los más importantes centros abastecedores de alimentos de la ciudad de Cartagena; por ello, el Virrey no dudó en pedir ayuda a sus autoridades locales. Es de suponerse que por precaución, o tal vez por desconfianza, les recomendó que procedieran con rectitud, “no se reservaran información alguna, ni actuaran con mala fe contra la verdad”33. En tal sentido, Amar y Borbón solicitó al teniente gobernador de Lorica y a los cabildantes de la villa de Tolú que procedieran a denunciar a los acaparadores, especuladores, monopolistas y revendedores de alimentos, todo esto con el propósito de sancionarlos.

Para este momento, Santa Cruz de Lorica, en la margen derecha del Sinú, y vecina de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú, era la cabeza del partido del Río Sinú. Su territorio estaba com-prendido por una región plana, baja y cenagosa, con grandes zonas hídricas, con sus afluentes y

31 “Carta de Manuel Mariano Blaya al Virrey Amar Y Borbón”, 1808, en agn, Colonia, Fondo Miscelánea, t. 113, f.886-887.

32 Una medida que buscaba minimizar o neutralizar la creciente influencia que las opiniones de las diferentes fuerzas políticas locales ejercían en los virreyes fue establecer el cargo de Asesor General del Virrey, ejercido por funcionarios ejecutivos, quienes desde 1798, por real nombramiento, tenían la función de asistir a los virreyes en sus diferentes decisiones. Remitirse a: Mark A. Bukholder y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad: la Corona española y las Audiencias en América, 1687-1808 (México: fce, 1984), 155.

33 “Carta de Manuel Mariano Blaya”, f.833.

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cauces. Esta región se localizaba al oriente, y estaba regada por la cuenca del río Sinú y el río San Jorge, así como por numerosas corrientes menores y ciénagas. Una región relativamente monta-ñosa se localizaba al occidente. El partido contaba con suelos ricos que ofrecían frutos y víveres diversos, tales como arroz, maíz, plátanos y coco. También se conseguían quesos, sebos, cueros, manteca de puerco y manteca de la palma de corozo, necesaria en la plaza de Cartagena34. Sus tierras eran aptas para la ganadería, la cría de gallinas y de cerdos. El Virrey conocía las bondades del territorio de Lorica; por eso no tardó en detectar que el problema podría estar re-lacionado con la especulación en los precios. Por esta razón ordenó una estricta vigilancia sobre cargamentos, canoas, víveres, y, en general, sobre todos aquellos que intervenían en el comercio. Además, solicitó información sobre el número de canoas que salían con destino a Cartagena, el nombre de sus respectivos dueños y el precio de los alimentos. Por otro lado, recomendó que se sometiera a estricta vigilancia a aquellas personas que compraran grandes cantidades de alimen-tos. Estas estrategias tenían un firme propósito: ejercer un contrapeso que afectara a los grupos de poder mercantil que presionaban por la entrada de alimentos extranjeros al puerto. Pero además, sancionar a revendedores, especuladores y monopolizadores de alimentos, por ser, en su opinión, los autores de la escasez y los altos precios de los alimentos35.

En Cartagena, la presión de los comerciantes locales por el intercambio de alimentos cho-có con la política centralizadora del Estado metropolitano español, preocupado por ejercer el máximo control sobre todo el comercio legal, que decrecía sin par fortaleciendo el contra-bando. En un informe económico de Don José Ignacio de Pombo, comerciante de Popayán, se afirmaba que el sector de la navegación marítima se hallaba estancado36. En efecto, hacia 1809, en momentos en que estallaba la guerra de Independencia, no se daba trabajo a 200 marineros ni ocupaba embarcaciones que sumaran 2000 toneladas37. Una Real Orden de 17

34 Joaquín Francisco Fidalgo, Notas de la Expedición, 61.

35 “Carta de Manuel Mariano Blaya”, f.833.

36 La importancia de este personaje es bastante notoria. Este payanés de nacimiento (1761) llegó a destacarse como uno de los más agudos escritores económicos de finales del período colonial en el Nuevo Reino de Granada. Estudió Filosofía y Derecho en el Colegio del Rosario en Bogotá. Se estableció como comerciante en Cartagena hacia 1780 o 1784. A nombre de los comerciantes cartageneros presentó un proyecto para crear un Consulado de Co mercio en Cartagena, que el Rey reglamentó en 1795. En 1789 apoyó y logró la apertura del río Atrato, cuya navegación se encon traba hasta entonces prohibida. Entre 1787 y 1795 ocupó varios cargos públicos; entre 1794 y 1798 fue regidor alférez. Entre sus obras económicas vale la pena señalar: Comercio y contrabando en Cartagena de Indias: junio 2 de 1800. Real Orden sobre el contrabando, e Informe del Real Tribunal del Consulado de Cartagena de Indias al señor Virrey del Reino sobre el origen y causas del Contrabando, sus perjuicios, los medios de evitarlo, y de descubrir los fraudes. Extendido de su orden por Don José Ignacio de Pombo 2 de junio de 1800. La fecha de su fallecimiento es fijada en 1812. Véase: Antonio de Narváez y La Torre, Escritos económicos. Antonio de Narváez y José Ignacio de Pombo (Bogotá: Banco de la República, 2010), 14-16.

37 José Ignacio de Pombo, “Informe del Real Consulado”, 167.

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de marzo de 1809, que prohibía todo trato con las colonias extranjeras, aun las de potencias amigas, causaba malestar entre miembros de la élite local38.

El panorama de abandono en la agricultura no sólo se hacía evidente en la provincia de Cartagena; en los Andes se experimentó la misma situación. En la sabana de Bogotá, al pa-recer, grandes extensiones de tierras aptas para la obtención de géneros agrícolas se hallaban abandonadas. Por una carta que Luis de Astigarraga, vecino de Santafé, escribió al director del Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá, se puede obtener una imagen de la situación que vivía la agricultura en el altiplano. La carta fue escrita en Santa Marta y fechada el 15 de diciembre de 1791. Apareció publicada el viernes 2 de marzo de 1792. Por la alusión que hace de él mismo en su disertación, sabemos que Luis de Astigarraga era hermano de Don Josef de Astigarraga, gobernador de la provincia de Santa Marta en ese mismo período. En algunos apartes de la carta, titulada “Disertación sobre la Agricultura dirigida a los habitantes del Nuevo Reyno de Granada para incitar a los habitantes de este Reyno a la agricultura”, se describe un panorama desolador de la agricultura de estas provincias, al mismo tiempo que se dan recomendaciones para su mejoramiento.

Si abandonan los habitantes “la desidia que os posee” y las tierras en el Reino se utilizaran en la siembra del trigo, enunciaba Astigarraga, se comería pan y no habría necesidad de im-portar harinas desde España, ni desde otras colonias; antes, después de haberse surtido a todo el Reino, se podría proveer a las islas de Cuba, Santo Domingo, Jamaica, e incluso Barlovento, desde los puertos de Santa Marta y Cartagena. Asimismo, recomendaba al Estado promover la producción de trigo, con el propósito de disminuir las ganancias que los extranjeros logra-ban con su venta. En vista de que la distancia con otras islas era menor, indicaba, se podía ofrecer más barato el trigo y competir con el que se traía de Europa y de los Estados Unidos de América; así, “no se llevarían a estas Colonias otras arinas, que las de Reyno de Santafé”39. Pero a su vez sostenía que en el virreinato se producía trigo: desde Ocaña y sus inmediaciones, crecidas remesas de harina ingresan a las poblaciones del río Magdalena, y así, en las plazas de Santa Marta y Cartagena, las cuales también reciben harinas introducidas del extranjero. Sus habitantes logran mantenerse con pan de trigo, “y aún los más infelices: Quando en las de Portovelo, Panamá, y otras del Virreynato, aún los más ricos, y poderosos, no consiguen comer otro pan, sino los asperos, insípidos, y débiles del maíz, y de la yuca, hechos bollos, y cazabe”40.

38 agn, Colonia, Aduanas, t. 21, f.144.

39 Luis de Astigarraga, “Disertación sobre la Agricultura dirigida a los habitantes del Nuevo Reyno de Granada”, Bogotá, 9 de marzo de 1792, en Papel Periódico de Santafé de Bogotá: 1791-1797, vol. ii (Bogotá: Banco de la República, 1978), 37.

40 Luis de Astigarraga, “Disertación sobre la Agricultura”, 37.

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Para el caso de Santa Marta, proseguía, se evidenciaba la abundante fertilidad en la huerta del gobernador, en donde se sembraba grano a pesar de que el terreno no se había adecuado para este propósito:

“Como se podía produxo una mediana cosecha respectiva al grano que se sembró. [En esta

provincia de] regados y buenos terrenos […] la desidia de las gentes, la que la hace tan mise-

rable […] si los habitantes de la provincia, aprovechasen las benignas gracias, que sin duda

les dispensaría el Soberano para su fomento en la Agricultura, sería ésta una de las mas ricas,

no digo del Reyno, sino de toda la America Meridional, allí he visto […] una planta de maiz,

con nueve mazorcas: varias con siete, y con cinco; y las mas con tres o quatro, sin que se pue-

da atribuir al mucho cuidado, pues en qualquiera parage se ve casi lo mismo, siendo lo mas

ordinario la buena producción de maiz en las plantas, en España apenas se suele encontrar

una planta que tenga de maiz tres mazorcas, en Santa Marta se ve que las plantas de maiz

produzcan quando menos tres, o quatro, ventaja bien considerable en España. Crece tan alto

el maiz que un caballero de grande estatura, y con un bastón proporcionado a su cuerpo, no

podía alcanzar al extremo de la Planta, que medida después se reconoció tener cerca de quince pies de altura”41.

Este escrito especifica de manera clara la existencia de condiciones óptimas en la provincia de Santa Marta para favorecer la prosperidad agrícola y la producción de productos como el maíz, que encontraba terreno propicio en las fértiles zonas de Valledupar y en torno a la llanura que rodeaba la ciudad de Ocaña42. Frente a estas informaciones resulta paradójico pensar que el puerto de mayor jerarquía en el Nuevo Reino atravesara una delicada crisis

41 Luis de Astigarraga, “Disertación sobre la Agricultura”, 39. Énfasis del autor. Estas reflexiones en torno al aban-dono de la agricultura y otros aspectos de la administración también se hacen evidentes en el pensamiento de Pedro Fermín de Vargas, Camilo Torres, Frutos Joaquín Gutiérrez, Ignacio Herrera y Vergara, Francisco José de Caldas, entre otros. Ver: Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos y memoria sobre la población del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1944); Camilo Torres y Frutos Joaquín Gutiérrez, “Motivos que han obligado al nuevo Reino de Granada a reasumir los derechos de soberanía, remover las auto-ridades del antiguo gobierno e instalar una Suprema Junta bajo la sola denominación y en nombre de nuestro soberano Fernando vii y con la independencia del Concejo de la Regencia y cualquiera otra representación”, Bogotá, septiembre 25 de 1810, en bnc, Pineda, doc. 116, pieza 2, 119-121; Ignacio de Herrera y Vergara, “Re-flexiones de un americano imparcial sobre la legislación de las colonias españolas”, en Javier Ocampo López, El proceso ideológico de la emancipación: las ideas de génesis, independencia, futuro e integración en los orígenes de Colombia (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1983), 519; Francisco José de Caldas, “Estado de la Geografía del Virreinato de Santa Fe de Bogotá con relación a la economía y al comercio, por Don francisco José de Caldas, individuo meritorio de la Expedición Botánica del Reino, y encargado del Observatorio Astronómico de esta capital. Santafé, diciembre 8 de 1807”, Semanario del Nuevo Reino de Granada, Santa Fe, 3, 10, 17, 24 y 31 de enero y 7 de febrero, 1808, números 1-7; Camilo Torres, “Memorial de Agravios”, 26.

42 Antonio Julián, La Perla de América, 62-63.

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por el desabastecimiento de productos alimenticios, cuando al otro lado del río Grande de la Magdalena, en la vecina provincia de Santa Marta, estaban dadas las condiciones para un crecimiento y desarrollo adecuados de la cubierta vegetal, donde se obtenían suficientes víveres para abastecer también a la plaza fuerte de Cartagena. No obstante, a finales de 1808 los miembros del Consulado de Comercio de la ciudad dirigieron otra solicitud al Virrey informando sobre la necesidad de víveres para enfrentar el descenso en los volúmenes acos-tumbrados de alimentos. Lo cierto es que una variación en el nivel de las aguas lluvias había alterado la producción de alimentos, provocando la caída de la producción local, en especial la de trigo, lo que llevó al aumento de las importaciones de grano, con el fin de que los precios del maíz y de los sustitutos no se aumentaran y descendiera el consumo.

La insistencia de los comerciantes, que era más una presión, llevó al Virrey a ceder a favor del Consulado de Comercio, otorgando de esa forma su consentimiento para realizar intercambios comerciales con las colonias extranjeras en las Antillas, principalmente las inglesas, pero prohi-biendo la importación de harinas con origen en esas colonias43. La noticia resultó un duro golpe para los miembros del Consulado y del grupo de comerciantes de la ciudad, todos ellos empeña-dos en obtener permiso para la importación de harinas extranjeras, para suplir la presunta escasez de maíz y arroz en el puerto. Al final, la medida contribuyó al incremento de la importación clandestina de harinas extranjeras, y afectó gravemente la producción de trigo y la obtención de harina en Ocaña, Santafé y Villa de Leiva. En conclusión, convirtió a las colonias inglesas en pro-veedoras de los mercados de Mompox, Santa Marta, Tenerife y Cartagena de Indias, los cuales hasta entonces habían sido abastecidos con productos agroalimentarios, harinas en concreto, pro-cedentes de España, puertos españoles en América, y del interior del Nuevo Reino de Granada44, productos que en realidad también eran de procedencia extranjera45.

Reflexiones finales

En realidad, la solicitud que hizo el mariscal Antonio Narváez de la Torre en 1805 resultó ser una vivaz resistencia que buscaba impedir que Cartagena perdiera la oportunidad de un comercio abierto, el cual representara dividendos importantes para los comerciantes establecidos en el puer-to. Un comercio que inundara la ciudad de géneros extranjeros, que diera vida al contrabando,

43 Alfonso Múnera, El fracaso de la Nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano 1717-1810 (Bogotá: Banco de la República, 1998), 141.

44 María Ángeles Eugenio, “El abasto de harinas a Cartagena de Indias”, en Estudios sobre América: siglos xvi-xx, coords. Antonio Gutiérrez Escudero y María Luisa Laviana Cuetos (Sevilla: aea, 2005), 845.

45 María Ángeles Eugenio, “El abasto de harinas a Cartagena”, 871.

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contra el cual se libraba una lucha sin tregua46. Al igual que Narváez y Pombo, otros comerciantes pusieron su interés en conseguir la libertad en el comercio, es decir, sin ninguna restricción, autó-nomo, acorde con la dinámica de un puerto de primer orden como el de Cartagena. Pero los dos, Pombo y Narváez, en su afán por promover la importación de géneros extranjeros, intentaron por todos los medios demostrar que en las provincias de Cartagena y Santa Marta, al igual que en el resto del virreinato, se carecía de los alimentos suficientes para garantizar su suministro a la ciudad de Cartagena. Al final se obtuvo lo tan anhelado, ya que en agosto de 1809 el gobernador provin-cial aprobó, mediante un decreto, el comercio con los norteamericanos, la importación masiva de harinas y de toda clase de alimentos47.

Si bien es cierto que en diferentes momentos la ciudad mostró dificultades para el apro-visionamiento regular de alimentos por las malas condiciones de los caminos, una sequía o un período de lluvias prolongadas, entre otros, también se debe señalar que un estudio más profundo de la situación que se estaba viviendo en aquel tiempo ofrecerá un panorama me-nos dramático en relación con las condiciones de la producción agrícola en la provincia de Cartagena. Son numerosos los elementos que respaldan esta hipótesis. Por ejemplo, se puede constatar que en condiciones normales, en el territorio provincial había una importante pro-ducción de frutos y de carnes con los cuales se contaba, así como unas significativas reservas de maíz para suplir la baja producción de harina de trigo. No está de más señalar que al otro lado del río Magdalena, en la vecina provincia de Santa Marta, se encontraban disponibles importantes reservas de maíz para suplir la escasez de harina de trigo, cuando se dificultaba bajarla desde los Andes centrales, o cuando, por efectos de la guerra, no llegaban al puerto las provisiones de alimentos necesarias para la ciudad de Cartagena.

Bibliografía

Fuentes primarias

Archivo:

Archivo General de la Nación (agn), Bogotá-Colombia. Sección Colonia, Fondos: Aduanas Cabildos, Miscelánea,

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47 Alfonso Múnera, El fracaso de la Nación, 147.

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Elisa Sevilla

Ana Sevilla

Artículo recibido: 4 de julio de 2012

Aprobado: 4 de diciembre de 2012

Modificado: 12 de febrero de 2013

Investigadora de la flacso (Ecuador). Magíster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Complutense de Madrid (España) y Doctora en Ciencias Sociales por la flacso (Ecuador). Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “Cien-cias naturales e imperio”, en Ciencia, política y poder: debates contemporáneos desde el Ecuador, comps. Mónica Mancero y Rafael Polo (Quito: flacso/conesup, 2010), 47-70; y “La Expedición Botánica de la Nueva Granada (1783-1816)”, Retovisor 4: 5 (2010): 8-12. [email protected]

Investigadora de la flacso (Ecuador) y docente de la Universidad San Francisco de Quito (Ecuador). Magíster en Estudios de la Cultura por la Universidad Andi-na Simón Bolívar (Ecuador) y Doctora en Ciencias Sociales por la flacso (Ecua-dor). Realizó su estancia posdoctoral en la Universiteit Leiden (Países Bajos). Es autora de: “Territorio, Estado y Nación”, en Ciencia, política y poder: debates contempo-ráneos desde Ecuador, comps. Mónica Mancero y Rafael Polo (Quito: flacso/cone-sup, 2010), 307-334; y “Ciencia e imaginación: los primeros mapas del Ecuador”, Ecuador Terra Incognita, edición especial (2011): 10-19. [email protected]

Inserción y participación en las redes globales de producción de conocimiento: el caso del Ecuador del siglo xixÏ

Ï Este artículo hace parte de una investigación financiada por el Fondo de Desarrollo Académico de flacso-Ecuador 2011-2012. Un especial agradecimiento a Nicolás Cuvi por su detallada lectura y comentarios de versiones preliminares de este trabajo.

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.04

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Inserción y participación en las redes globales de producción de conocimiento: el caso del Ecuador del siglo xix

Resumen:Este artículo busca caracterizar la red que se tejió, por un lado, entre lugares tan distantes como Londres, Glasgow, París y Madrid, y, por el otro, Quito, Guayaquil, Archidona y Ambato. Esto debido a que varios natu-ralistas residentes en el territorio que en 1830 acababa de ser bautizado como “Ecuador”, se relacionaron con hombres de ciencia en Europa a través de distintos tipos de vectores. Por tanto, el presente trabajo destaca las relaciones e intereses que tuvieron los personajes que participaron en esta red transnacional de intercambio de especímenes, conocimientos, ideas y libros; poniendo énfasis en los contextos locales de dichos científicos y sus diversos roles en esta red.

Palabras clave: Ecuador, siglo xix, historia de la ciencia, comunidad científica, redes científicas, circulación internacional del conocimiento, modelo centro-periferia.

Insertion into and Participation in Global Knowledge Production Networks: Ecuador in the 19th Century

Abstract:This article aims to characterize a network which appeared between distant places such as London, Glasgow, Paris, and Madrid and places such as Quito, Guayaquil, Archidona, and Ambato. The network was fostered by several naturalists who, while residing in the territory that in 1830 had just been named “Ecuador”, came into contact with European scientists through various means. This document highlights the relationship and interests of the people who participated in this transnational network for the exchange of specimens, knowledge, ideas, and books, while emphasizing the local contexts of these scientists and their roles in the network.

Keywords: Ecuador, 19th century, history of science, scientific community, scientific networks, international circulation of knowledge, center-periphery model

Inserção e participação nas redes globais de produção de conhecimento: o caso do Equador do século xix

Resumo:Este artigo busca caracterizar a rede que se teceu, por um lado, entre lugares tão distantes como Londres, Glasgow, Paris e Madri, e, por outro, Quito, Guayaquil, Archidona e Ambato. Isso devido a que vários natu-ralistas residentes no território que, em 1830, acabava de ser batizado como “Equador”, se relacionaram com homens de ciência na Europa por meio de diferentes tipos de vetores. Portanto, o presente trabalho destaca as relações e interesses que tiveram os personagens que participaram nesta rede transnacional de intercâmbio de espécimes, conhecimentos, ideias e livros, enfatizando os contextos locais desses cientistas e seus diversos papéis nessa rede.

Palabras-chave: Equador, século xix, história da ciência, comunidade científica, redes científicas, circulação internacional do conhecimento, modelo centro-periferia.

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Inserción y participación en las redes globales de producción de conocimiento: el caso del Ecuador del siglo xix

Introducción

E n los últimos años ha resonado la propuesta de construir historias globales de la ciencia que no pierdan la riqueza de las perspectivas contextuales, locales y sociológicas1. Esta preocupación por el aspecto global de la ciencia es re-

ciente en la historiografía anglosajona pero, como lo reconoce James Secord2, ya tuvo cierto desarrollo en los estudios coloniales y poscoloniales, así como en la amplia literatura de la mundialización de la ciencia3. Sin embargo, estos campos que han sido pioneros en incluir

1 Ver Adi Ophir y Steven Shapin, “The Place of Knowledge. A Methodological Survey”, Science in Context 4: 1 (1991): 3-22; James A. Secord, “Knowledge in Transit”, Isis 95: 4 (2004): 654-672; Matiana González y Stefan Pohl-Valero, “La circulación del conocimiento y las redes del poder: en la búsqueda de nuevas perspectivas historiográficas sobre la ciencia”, Memoria y Sociedad 13: 27 (2009 ): 7-11; Sujit Sivasundaram, “Sciences and the Global: On Methods, Questions, and Theory”, Isis 101: 1 (2010): 146-158.

2 James Secord, “Knowledge in Transit”, 669.

3 George Basalla, “The Spread of Western Science”, Science 3775: 156 (1967): 611-622; David Wade Chambers, “Locality and Science: Myths of Centre and Periphery”, en Mundialización de la ciencia y cultura nacional, eds. Antonio Lafuente, Alberto Elena y María Luisa Ortega (Madrid: Doce Calles/Universidad Autónoma de Madrid, 1993), 605-618; Harold J. Cook, Matters of Exchange: Commerce, Medicine and Science in the Dutch Golden Age (Nueva Haven: Yale University Press, 2007); Richard Drayton, Nature’s Government: Science, Imperial Britain, and the “Improvement” of the World (Nueva Haven: Yale University Press, 2000); Matiana González y Stefan Pohl-Valero, “La circulación del conocimiento”, 7-11; Antonio Lafuente y José Sala, “Ciencia colonial y roles profesionales en la América española del siglo xviii”, Quipu 6: 3 (1987): 387-403; Antonio Lafuente, Alberto Elena y María Luisa Ortega, eds., Mundialización de la ciencia y cultura nacional (Madrid: Doce Calles/Universidad Autónoma de Madrid, 1993); Bruno Latour, Science in Action: How to Follow Scientists and Engineers through Society (Cambridge: Harvard University Press, 1987); Roy M. MacLeod, “On Visiting the ‘Moving Metropolis’: Reflections on the Architecture of Imperial Science”, en Scientific Colonialism: A Cross-Cultural Comparison, eds. Reingold Nathan y Rothenberg Marc (Washington: Smithsonian Institution, 1987), 217-249; Juan Pimentel, “The Iberian Vision: Science and Empire in the Framework of a Universal Monarchy, 1500-1800”, Osiris 15 (2000): 17-30; Gyan Prakash, Another Reason: Science and the Imagination of Modern India (Princeton: Princeton University Press, 1999); Kapil Raj, Relocating Modern Science: Circulation and the Construction of Scientific Knowledge in South Asia and Europe, 1650-1900 (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2007); Nathan Reingold y Marc Rothenberg, eds. Scientific Colonialism: A Cross-Cultural Comparison (Washington: Smithsonian Institution, 1987); Londa Schiebinger y Claudia Swan, Colonial Botany: Science, Commerce, and Politics in the Early Modern World (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 2005); Sujit Sivasundaram, “Sciences and the Global”, 146-158.

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una mirada global para la historia de la ciencia se han visto sesgados por la simplificación de las relaciones coloniales y poscoloniales4. Esta tendencia ha llevado a culpar a los imperios de toda marginalidad científica de la periferia, lo cual victimiza a las colonias y poscolonias en este proceso5. De ahí que muchas historias coloniales o nacionales se vean marcadas por una constante referencia a Europa como modelo, y que se vean las historias del resto del mundo como fallidas o incompletas6. La crítica a la dicotomía de centro y periferia no ha desembo-cado en una propuesta alternativa más allá de una historia de la ciencia “a nuestro modo (no nacional sino epistémicamente localizada)”7. Es una tarea pendiente entonces el proponer un modelo alternativo que ilustre las relaciones asimétricas en las redes científicas y que, a la vez, incluya las diversas complejidades y la fluidez de esas relaciones de poder8.

Este artículo es un esfuerzo en esta dirección. Para esto se seguirán dos pistas. Por un lado, se pone en práctica la propuesta de Secord de estudiar la ciencia como un proceso de comuni-cación y movimiento, no sólo en la divulgación sino, y sobre todo, en la producción misma del conocimiento. Por otro lado, este análisis se guiará por los conceptos de historias conectadas9 o entretejidas10 a través del estudio de la ciencia de redes11; y así, escapar de la trampa de la nación como marco de estudio. Se verá, por tanto, cómo el “resto del mundo” no sólo se limita a recibir y apropiarse, o adaptar la ciencia hecha en “Occidente”, sino que lugares que son vistos como periféricos ocupan posiciones centrales en el proceso de acumulación y sistema-tización del conocimiento sobre el mundo natural. A pesar de la importancia que tienen las expediciones europeas en estas redes, este artículo se centrará en un aspecto descuidado por la

4 Camilo Quintero Toro, “¿En qué anda la historia de la ciencia y el imperialismo? Saberes locales, dinámicas coloniales y el papel de los Estados Unidos en la ciencia en el siglo xx”, Historia Crítica 31 (2006): 151-172.

5 Antonio Lafuente y José Sala, “Ciencia colonial”, 387-403.

6 Frida Gorbach y Carlos López-Beltrán, Saberes locales: ensayos sobre historia de la ciencia en América Latina (Michoacán: El Colegio de Michoacán, 2008); Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe (Princeton: Princeton University Press, 2000); Gayatri Spivak, “The Making of Americans, the Teaching of English, and the Future of Culture Studies”, New Literary History 21: 4 (1990): 781-798; Edward Said, Orientalism (Nueva York: Vintage Books, 1979); Partha Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial World: A Derivative Discourse? (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2008 [1986]).

7 Frida Gorbach y Carlos López-Beltrán, Saberes locales, 19.

8 Excepciones son los trabajos de: Marcos Cueto, Excelencia científica en la periferia: actividades científicas e investigación biomédica en el Perú 1890-1950 (Lima: Tarea, 1989), y Camilo Quintero Toro, “¿En qué anda la historia?”, 151-172.

9 Sanjay Subrahmanyam, “Holding the World in Balance: The Connected Histories of the Iberian Overseas Empires, 1500-1640”, The American Historical Review 112: 5 (2007): 1359-1385.

10 Jorge Cañizares-Esguerra, How to Write the History of the New World: Histories, Epistemologies, and Identities in the Eighteenth-Century Atlantic World (Stanford: Stanford University Press, 2001).

11 Emma Spary, Utopia’s Garden: French Natural History from Old Regime to Revolution (Chicago: Chicago University Press, 2000).

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historiografía: las conexiones más duraderas entre los científicos residentes en lugares conside-rados “periféricos” como Ecuador y sus contrapartes en la “central” Europa. Con base en la correspondencia transatlántica, se acentúa este interés en la ciencia como una actividad móvil, comunicativa y “de larga distancia”. Estas fuentes visibilizan las conexiones y entretejeduras de las historias locales en una dinámica global.

1. Ciencia global luego de la Independencia americana

Luego del proceso independentista, América buscó abrirse al comercio e intercambio con las distintas naciones europeas, mientras que Francia, Inglaterra y Prusia vieron la posibilidad de influir política, económica e intelectualmente en tierras que antes le pertenecían a España. Dentro de este contexto geopolítico de intensificación de las relaciones con Europa, varias expediciones científicas zarparon hacia América inspiradas en el épico viaje de Alexander Von Humboldt12. Estos viajeros publicaron sus relatos, que eran leídos ávidamente por un público europeo que cada vez se interesaba más en las tierras americanas13.

En Ecuador, los científicos también ven la Independencia como una oportunidad para el florecimiento de las ciencias, a pesar de la inestabilidad política vivida14. Para estos actores criollos, las nuevas naciones se convierten en una garantía y una condición de posibilidad de la ciencia universal. Además, el optimismo de progreso a través del cultivo de las ciencias es promovido por las nuevas expansiones imperiales, que cuentan con la ciencia como un instrumento más de dominación. De hecho, las prácticas de historia natural van de la mano del imperialismo pues esta disciplina requiere la centralización de la información de todos los confines del mundo para completarse. La estrecha relación entre colonialismo e historia natural se evidencia principalmente en la utilidad que tiene para dar a conocer los recursos naturales de tierras lejanas15.

Así, la historia natural de la primera mitad del siglo xix tiene dos preocupacio-nes principales: la clasificación científica del mundo y la apropiación de los recursos

12 Jill Fitzell afirma que de los veintiséis viajeros que publicaron sobre su viaje a la Sierra ecuatoriana entre 1830 y 1886, dieciséis de ellos buscaban contribuir a las ciencias naturales: “Cultural Colonialism and New Languages of Power: Scientific Progress in Nineteenth Century Ecuador”, Journal of Historical Sociology 9: 3 (1996): 290-314.

13 Jill Fitzell, “Cultural Colonialism”, 290.

14 Manuel Villavicencio, Geografía de la República del Ecuador (Quito: Corporación Editora Nacional, 1984 [1858]), 177-179.

15 Richard Drayton, Nature’s Government, xv; Elisa Sevilla, “Imperios informales y naciones poscoloniales: la autoridad de la ciencia” (Tesis de Doctorado en Estudios Políticos, flacso-Sede Ecuador, 2011), 40-56.

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naturales. Los científicos viajeros, tanto locales como “centrales”, buscan describir, “clasificar, medir y organizar el espacio natural según los criterios científicos”16. La mo-vilización y aclimatación de las plantas y animales útiles son también un punto central de interés de estas expediciones. Como argumenta Endersby17, se ha puesto demasiado énfasis en el impacto del darwinismo como la única pregunta del siglo xix. Este histo-riador demuestra que las preocupaciones científicas de la época giran además en torno a convertir la botánica en ciencia filosófica y, por lo tanto, enfrentar los problemas de la sistematización, la clasificación de las plantas, la distribución geográfica de las especies y la aclimatación de plantas de valor económico.

2. Los mecanismos de establecimiento de las redes científicas globales

En este contexto, una decena de científicos radicados en Ecuador mantenían una acti-va comunicación con las instituciones científicas europeas, principalmente de ciudades como París y Londres. A pesar de la inestabilidad política, varios naturalistas aficionados y profe-sionales se dedicaban a realizar colecciones y a producir conocimiento científico en diálogo con las capitales de la ciencia imperial europea. ¿Cómo se tejen estas relaciones? ¿Cuáles son los intereses tanto de los científicos en Europa como de sus contrapartes en el Ecuador para mantener y hacer uso de estas redes de producción y circulación de conocimiento?

Existen varias modalidades para enlazarse a las redes globales científicas. Los casos de William Jameson (1796-1873), Sebastian Wisse (1810-1863) y Jean-Baptiste Boussingault (1802-1887) ejemplifican a los científicos europeos que viven varios años en Ecuador y que desde Europa traen consigo conexiones con científicos destacados como William J. Hooker (1785-1865), o con instituciones científicas como la Academia de Ciencias de París. Por otro lado, están los estudiantes y compañeros locales de estos científicos radicados en Ecuador que, a través de ellos, se conectan con estos mismos centros del conocimiento científico. Éste es el caso de Francis Hall (hacia 1791-1833), Manuel Villavicencio (1804-1871), Carlos Aguirre y Gabriel García Moreno (1821-1875). Un tercer tipo de relación con las academias europeas es el del médico y naturalista residente en Guayaquil Alcides Destruge (1828-1901), quien, de regreso de sus estudios en París, mantiene una relación de intercambio de correspondencia y de materiales con la Sociedad de Antropología de

16 Jill Fitzell, “Cultural Colonialism”, 291.

17 Jim Endersby, Imperial Nature. Joseph Hooker and the Practices of Victorian Science (Chicago: Chicago University Press, 2008).

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París a través de su profesor de fisiología, el Dr. Martin-Magron, uno de los miembros fundadores y primeros presidentes de la Sociedad18. Finalmente, otra manera de iniciar un enlace con la ciencia europea desde Ecuador es la relación de estos naturalistas con los científicos viajeros que visitan el país. Así, Villavicencio establece contacto con el geógrafo italiano Adriano Balbi (1782-1848), a través de su contacto con el aventurero Gaetano Osculati (1808-1894); Destruge colabora con el farmacéutico Daniel Hanbury (1825-1875) por intermedio del botánico Richard Spruce (1817-1893), quien vivió en Ecuador y lo exploró por tres años; y Jameson, Villavicencio, Destruge y Vicente Solano (1791-1865) se relacionan con la ciencia española a través de la Comisión Científica del Pacífico, que pasó por Ecuador entre 1864 y 1865.

Estos ejemplos sugieren que las relaciones científicas duraderas entre Europa y América se tejen en función de un sistema de correspondencia construido a partir de referencias de conocidos personales y de recomendaciones. En todos los casos, se observa la activa participación de “mediadores”, donde destacan los viajeros y expedicionarios co-mo los eslabones entre las ciencias europea y ecuatoriana. Estas conexiones, que llegaron a cubrir gran parte del globo, fueron activamente promovidas por figuras definidas por Spary como científicos centrales19. Éste es el caso de Hooker o Hanbury, quienes necesitaban extender su conocimiento de la naturaleza y sus colecciones a todo el mundo. ¿Cuáles son los intereses de los hombres de ciencia en Europa por tener corresponsales en Ecuador? En particular, esta correspondencia era indispensable para el correcto funcionamiento de los jardines botánicos y herbarios, pues muchos de ellos dependían de la cantidad de semillas y muestras botánicas que podían obtener para crecer y, a la vez, mantener sus redes de intercambio de plantas. Toda esta circulación de especímenes naturales sugiere una acumulación y centralización de las muestras del mundo natural por parte de las principales instituciones científicas europeas, tales como el Museo de Historia Natural de París o los Reales Jardines Botánicos de Kew.

En este sentido, los corresponsales lejanos cumplían tanto un rol de testigos o descriptores de las peculiaridades naturales de estas regiones distantes como de recolectores de especímenes que serían enviados a Europa para completar un cuerpo de conocimiento con motivaciones universales. Se encuentra esta misma dinámica, ya no en el campo de la botánica, sino en el de la geografía, en el trabajo de Manuel Villavicencio, quien, por encargo del geógrafo italiano

18 Rodolfo Pérez Pimentel, Diccionario biográfico del Ecuador, t. iii (Guayaquil: Litografía e Imp. de la Universidad de Guayaquil, 1987), 74.

19 Jim Endersby, Imperial Nature, 84-112; Anne Secord, “Artisans and Gentlemen in Nineteenth-Century Natural History”, The British Journal for the History of Science 27: 4 (1994): 383.

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Adriano Balbi, recopila información sobre la geografía de Ecuador para incluirla en su atlas mundial e ir más allá de los comentarios de Humboldt20.

Como afirma Fa-Ti Fan21, el alcance de las redes se construyó y extendió a través de varios tipos de contactos, que incluyen naturalistas, misioneros, comerciantes, e, incluso, los corresponsales de otras instituciones científicas. Existió, entonces, una importante cir-culación de contactos científicos ecuatorianos que no sólo respondían a una institución europea, sino que se convertían en referencias para cualquier necesidad dentro del mundo científico global. Este hecho se pone de manifiesto en la publicación en 1882 de un direc-torio internacional de científicos profesionales y aficionados22.

3. Conflictos y competencia en las redes: Hall y Villavicencio en los Jardines Botánicos de Kew

Estas redes científicas son necesarias para los naturalistas europeos, como también para los intereses específicos de los científicos americanos. En varias ocasiones, el enlace con los centros académicos europeos se hace por iniciativa directa del científico desde América. Este acercamiento responde tanto a una búsqueda de prestigio y reconocimiento por parte de la comunidad científica local y global como a una manera de complementar su forma de ganarse la vida. En particular, los casos de Hall y Villavicencio correspon-den a esta dinámica, a pesar de las marcadas diferencias, que se señalarán más adelante.

En 1829, Jameson23 describe en su correspondencia con Hooker una reciente excursión que realizó al Antisana con su amigo el coronel Hall. Luego, en 1831 Jameson24 cuenta a Hooker el deseo de Hall de convertirse en su corresponsal. De esta manera, Jameson actúa de

20 Ana Sevilla, “El Ecuador en sus mapas: estado y nación desde una perspectiva espacial” (Tesis de Doctorado en Estudios Políticos, flacso-Sede Ecuador, 2011), 45-47.

21 Fa-Ti Fan, “Hybrid Discourse and Textual Practice: Sinology and Natural History in the Nineteenth Century”, The British Journal for the History of Science 38 (2000): 25-56.

22 En este directorio se cita, para el caso de Ecuador, a A. [Antonio?] Flores, P. [Pablo?] Herrera, Manuel Angel Larrea, en Quito; C. Gómez Valdez y Alcides Destruge, en Guayaquil, y Julius Matovelle, en Cuenca. Ver: Samuel Cassino, comp., The Scientists’ International Directory: Containing the Names, Addresses, Special Departments of Study, Etc., of Amateur and Professional Naturalists, Chemists, Physicists, Astronomers, Etc, Etc. (Boston: S. E. Cassino Publisher, 1882).

23 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 28 de julio de 1829, en Royal Botanical Gardens at Kew-Archives (rbgk), Kew-Inglaterra, Collection Director’s Correspondence 67, S. American Letters, vol. lxix, f.75.

24 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 25 de diciembre de 1831, en rbgk, Director’s Correspondence 67, f.77.

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intermediario entre Hall, un coronel inglés que participó en la Independencia y que era aficio-nado a las observaciones científicas, y el renombrado botánico William Hooker. Parece que esta sugerencia tuvo acogida por parte de este último, ya que Jameson25 confirma la recepción por parte de Hall de las dos cartas que le ha escrito desde Glasgow y anticipa el envío de una colec-ción de plantas que el coronel está preparando especialmente para él. Más tarde, en el mismo año, Jameson26 menciona que se alegra de saber que el paquete con especímenes de su propia colección y del herbario de Hall ha llegado en buenas condiciones a las manos de Hooker:

“I feel extremely happy that these specimens have proved to be very acceptable,

and trust no long we shall be able to supply you with all the novelties in this part

of the country. The Chimborazo specimens were exclusively supplied by Col. Hall

being the fruits of an expedition he performed in company of M. Boussigault27.

The account of this journey with that to Pichincha, Antisana, Cotopaxi and

Tungurahua was sent off about a month ago to M. Wingate”28.

Efectivamente, dos de las tres publicaciones hechas por Hall en Inglaterra sobre sus ob-servaciones sociológicas, políticas y naturalistas de América del Sur se publican a través de Hooker, luego de la muerte de su autor29.

Ahora se describirá el caso del geógrafo y naturalista quiteño Manuel Villavicencio30, quien sigue un modelo similar para conectarse con el director de los Jardines Botánicos de

25 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 3 de abril de 1833, en rbgk, Director’s Correspondence 67, f.78.

26 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 22 de agosto de 1833, en rbgk, Director’s Correspondence 67, f.80.

27 Sobre la relación entre Hall y Boussingault, en 1863, en un discurso por la muerte de Sebastian Wisse, de Antonio Flores, se dice lo siguiente: “El insigne quiteño Pedro Vicente Maldonado fue de inmensa utilidad a La Condamine, como el malogrado Montúfar a Bonpland y Humboldt, como el Coronel ecuatoriano Hall a Boussingault, y como el joven García Moreno a Wisse”: Antonio Flores, Discurso del Doctor Antonio Flores, miembro del Instituto Histórico de Francia de la Sociedad Geográfica de Paris, de la Imperial de Aclimatación, &a., al suceder en la Academia Nacional, Científica y Literaria del Ecuador a Mr. Sebastian Wisse, Ingeniero en Gefe de la República el 21 de Junio de 1863 (Quito: Imprenta Nacional, por M. Mosquera, 1863).

28 Richard Wingate, de la casa comercial House of Gibbs, Crawley and Co., actúa de medio de transporte de la correspondencia entre Jameson y Hooker. Muere en marzo de 1834. Ver: “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 18 de febrero de 1835, en rbgk, Director’s Correspondence 67, f.81.

29 Francis Hall, “Excursions in the neighbourhood of Quito, and towards the summit of Chimborazo, in 1831”, Journal of Botany 1 (1834): 327-354; Francis Hall, “The Late Colonel Francis Hall´s Meteorological Observations Made during a Residence in Colombia between 1820 and 1830”, The London and Edinburgh Philosophical Magazine and Journal of Science xii (1838): 148-157.

30 Sobre la vida de Villavicencio y la importancia de su mapa del Ecuador, ver: Ana Sevilla, “El Ecuador en sus mapas”, 28-74.

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Kew, pero sin el éxito que tuvo Francis Hall. En efecto, en 1840 Villavicencio escribe una carta a Hooker ofreciéndole sus servicios como colector-naturalista:

“Señor,

Me tomo la libertad de escribir a usted para ofrecerle mis pequeños servicios. Ubicado

en una región totalmente distinta a la suya, creo que es posible que encuentre aquí plan-

tas que le podrían interesar. En este momento sólo le envío una colección muy pequeña,

porque no hace mucho tiempo que he comenzado el estudio de la Botánica, y porque la

mayoría de las plantas están sin flor. Pero le ofrezco enviar próximamente colecciones más

numerosas y más completas; y si le interesa, pondré también los nombres locales de las

plantas y los usos de las mismas. También le enviaré colecciones de insectos y de pájaros

que he comenzado a hacer. Espero que acepte el respeto de aquel que tiene el honor de ser

su humilde y obediente servidor”31.

Aquí se encuentra nuevamente una de las ventajas de los científicos situados en lugares distantes y distintos a los encontrados en Europa, puesto que Villavicencio resalta su utilidad como corresponsal y colector botánico al estar “ubicado en una región totalmente distinta a la suya”. Sin embargo, no se han encontrado cartas posteriores en la sección de correspon-dencia americana de los archivos de Kew, ni especímenes recolectados por él en el herbario de dicho jardín botánico, por lo que se asume que Villavicencio no recibió una respuesta positiva desde Londres. Esta falta de interés por parte de Hooker en entablar una relación científica con Villavicencio puede deberse a dos posibles razones.

La primera es que Villavicencio no utilizó los canales apropiados para conectarse con Hooker, ya que no obtuvo la recomendación de Jameson como lo hizo Hall. El mismo año que Villavicencio busca el contacto con Hooker, Jameson menciona en una carta a Hooker que encarga a un alumno, posiblemente el mismo Manuel Villavicencio32, hacer colecciones generales para enviarle y, así, posibilitar una flora del país. Sin embargo, Jameson nunca se refiere a este alumno por su nombre, ni lo recomienda como colector33. Además, Villavicencio, en su carta a Hooker, comete el error de no mencionar ser alumno

31 Manuel Villavicencio, “Letter to William Hooker from Quito”, 20 de septiembre de 1840, en rbgk, Director’s Correspondence 67, S. American Letters, 1838-1844, vol. lxix, f.348 mrf/150.

32 En 1840, Manuel Villavicencio, a los 18 años de edad, ingresa a la Universidad de Santo Tomás de Aquino de Quito, donde entra en contacto con William Jameson, quien se encargaba de la cátedra de Química. Julio Arauz, “Nota editorial: Manuel Villavicencio, geógrafo y naturalista”, Boletín de Informaciones Científicas Nacionales 84 (1957): 325-334.

33 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 26 de agosto de 1840, en rbgk, Director’s Correspondence 68, f.62.

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de William Jameson o estar relacionado con él. Se puede suponer que Villavicencio causó malestar a ambos ingleses al osar escribir directamente a Hooker sin la intermediación de su profesor de Botánica.

Otra posible explicación de la falta de éxito de Villavicencio de entrar en la red de Hooker está relacionada con las malas referencias que da Jameson de los locales. Hooker, al parecer, no debió confiar mucho en las aptitudes científicas de los ecuatorianos, ya que en repetidas ocasiones Jameson le habló del poco interés y de la poca capacidad científica de sus alumnos34 y de la población en general. Esta constatación de Jameson lleva una carga “racista” y “anti-hispánica” pues la atribuye a “que los criollos participan de la indolencia inherente de la raza española”35.

Sin embargo, el afán de Villavicencio por triunfar como colector naturalista no se ve frus-trado por esta aparente negativa de Hooker. En una carta dirigida a Vicente Ramón Roca, por entonces presidente de la República, Villavicencio36 explica que ha entregado “la mayor parte” de sus colecciones al viajero y científico italiano Gaetano Osculati. Además, en 1864 es contratado por el jefe de la expedición española de la Comisión Científica del Pacífico, Mariano Paz y Membiela, para realizar una colección de aves e insectos que sería llevada a Madrid por la expedición37. Jiménez de la Espada recibe en Quito 480 ejemplares de pájaros recolectados, empacados y etiquetados por Villavicencio, por un valor de 68 pesos (dólares) ecuatorianos. Finalmente, este naturalista entrega como regalo 21 pieles de pájaros del Napo a la Comisión Científica del Pacífico38.

34 Una excepción a esta descripción negativa de la población local en relación con la ciencia es el caso de Gabriel García Moreno. Jameson explícitamente nombra a García Moreno en una de sus cartas a Hooker, donde lo describe como un joven muy talentoso portador de sus cartas y agradece de antemano a Hooker por cualquier poca atención que pueda otorgarle en su visita a Kew. Finalmente, García Moreno no logra llegar a Kew, y escribe a Hooker una carta excusándose. “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 15 de diciembre de 1849, en rbgk, Correspondence 70, f.78; y Gabriel García Moreno, “Letter from G. [Gabriel] García Moreno to Sir William Jackson Hooker; from London”, 21 de abril de 1850, en rbgk, Director’s Correspondence 70, S. American Letters, f.204.

35 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, f.62.

36 Manuel Villavicencio, “Cartas del Dr. Manuel Villavicencio al Sr. Presidente de la República Don Vicente Ramón Roca”, en Homenaje al Señor Doctor Don Manuel Villavicencio en el Centenario de la publicación de su “Geografía de la República del Ecuador” (Cuenca: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1958 [1847]), 31-40.

37 Francisco de Paula Martínez, Diario de Don Francisco de Paula Martínez y Sáez. Miembro de la Comisión Científica del Pacífico 1862-1865, ed. María de los Ángeles Calatayud Arinero (Madrid: csic, 1994), 198.

38 Marcos Jiménez de la Espada, “Catálogo de aves recogidas por D. Marcos Jiménez de la Espada durante el viaje desde Guayaquil a Tabatinga”, 1864-1865, en Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (mncn), Madrid-España, Fondo Museo. Expediciones Científicas. América, Asia y Oceanía, Serie Comisión Científica del Pacífico, sig. ACN0039/707/001.

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4. Estandarizar y promover el trabajo de los corresponsales

Un elemento fundamental para que el sistema de correspondencia científica fun-cione fue la definición de estándares de trabajo para los corresponsales. Con este afán, William Hooker y Daniel Hanbury prepararon la sección de botánica de “A Manual of Scientific Enquiry; Prepared for the Use of Officers in Her Majesty’s Navy; and Travellers in General”39. Este manual incluía instrucciones para viajeros alrededor del mundo sobre qué plantas recolectar, cómo recolectarlas y preservarlas, para luego llevarlas a Inglaterra. Varios años antes de esta publicación, en 1830, se encuentra este mismo espíritu de es-tandarización dentro de la correspondencia entre Jameson y Hooker. Así, W. Turner40, uno de los contactos de Hooker en la Gran Colombia, escribe desde Bogotá diciendo que a pesar del estado convulsionado del país, seguirá usando su influencia para instar a los botánicos locales y a los capitanes de barcos a que lleven a cabo las solicitudes de Hooker sobre la conservación y el envío de muestras de una forma segura. A la necesidad de tener colectores en todos los confines del mundo, se suma la dificultad de controlar las prácticas de emisarios y marinos no iniciados en las técnicas de la botánica. Este dato muestra una dimensión adicional a la complejidad de la estructura de las redes, al estar compuesta no únicamente de científicos, sino, además, al incluir una serie de personajes como marinos, cargueros, comerciantes y diplomáticos.

A pesar de todos estos esfuerzos, incluso las muestras enviadas por expertos como Jameson tenían una alta probabilidad de no llegar en un estado óptimo, o de perderse en el camino. La correspondencia entre Hooker y Jameson denota las repetidas frustraciones en cuanto a la calidad de los especímenes recibidos en Inglaterra. La circulación de obje-tos por la red depende tanto de factores climáticos como de factores políticos y logísticos, incluidos el tener acceso a los materiales necesarios de embalaje, tener una red de contactos en los diferentes puertos del trayecto y, finalmente, tener asegurado un medio de trans-porte confiable para atravesar el Atlántico.

Otra forma de controlar la estandarización del trabajo de los corresponsales periféricos es el envío de libros científicos como obsequio o encargos. Por ejemplo, en la correspondencia de Jameson y Hooker hay varias menciones al envío por parte de Hooker de la revista The

39 Robert Main, ed., A Manual of Scientific Enquiry; Prepared for the Use of Officers in Her Majesty’s Navy, and Travelers in General (Londres: John Murray, 1859).

40 W. Turner, “Letter from W. Turner to Sir William Jackson Hooker; from Bogota”, 7 de octubre de 1830, en rbgk, Director’s Correspondence 66, f.118.

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Gardener’s Chronicle41 y del Companion to the Botanical Magazine42. Además, Jameson acusa recibo del primer volumen de Chloris Andina de Weddell43 y de Plantae Hartwegiana, un libro editado por George Bentham44, de la Sociedad Lineana de Londres45.

Estos textos, además de servir para difundir el conocimiento, tenían una utilidad simbó-lica como regalos que permitían mantener la red en funcionamiento a través de los valores caballerescos de reciprocidad y obligación. La cultura detrás del intercambio de regalos está presente en la forma como se construye y se mantiene la red. En efecto, los obsequios permi-ten demostrar relaciones de reciprocidad, pero también de obligación, a través de las figuras del patrón y el patrocinado46.

Según James A. Secord47, este intercambio de correspondencia funciona únicamente cuando ambas partes esperan satisfacer ciertos intereses a través de él. Éste el caso de la relación entre Hanbury y Destruge, donde se recurre al intercambio de objetos para mantener la fidelidad de su correspondencia y envío de especímenes e información desde Ecuador. Efectivamente, Hanbury le pide consejos a Spruce para ver qué regalos le puede hacer para recuperar la correspondencia de parte de Destruge. A esto, el botánico viajero le recomienda enviar un barómetro y termómetros finamente graduados a Guayaquil, ya que tenía conocimiento de que Destruge estaba “ansioso de tenerlos”48. Incluso, una vez en Inglaterra, Spruce pide a Hanbury que le consiga libros de botánica en español o en inglés con ilustraciones, para que los Santander se los “devoren”, a cambio del favor de conseguir especímenes del canelo49.

En definitiva, los libros e instrumentos que se envían a los colaboradores americanos tienen dos objetivos. Por un lado, sirven para formar a los corresponsales en las mismas

41 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 1844, 1845 y 6 de agosto de 1844, 15 de junio 1845 y 9 de junio de 1849, en rbgk, Director’s Correspondence 70, ff.88, 105 y 77, respectivamente.

42 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 28 de junio de 1837, en rbgk, Director’s Correspondence 67, f.84.

43 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 20 de abril de 1861, en rbgk, Director’s Correspondence 65, f.264.

44 George Bentham, Plantas Hartwegianas: Imprimis Mexicanas, Adjectis Nonnulis Grahamianis, Enumerat Novasque Describit (Londres: Linean Society of London, 1839).

45 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 29 de mayo de 1860, en rbgk, Director’s Correspondence 65, f.271.

46 Anne Secord, “Artisans and Gentlemen”, 393.

47 Anne Secord, “Artisans and Gentlemen”, 384.

48 “Letter from R. Spruce to D. Hanbury”, 17 agosto de 1866, en rpsgb, Hanbury Papers, P320, MS113.

49 “Letter from R. Spruce to D. Hanbury”, 21 de junio de 1869, en rpsgb, Hanbury Papers, P320, MS234.

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técnicas y el idioma de la ciencia, y así, controlar la forma y calidad del trabajo de recolección. Por otro lado, los libros e instrumentos tienen la finalidad de funcionar como valiosos regalos a través de los cuales obtener los servicios y fidelidad de los corresponsales.

5. Visibilización de los trabajos científicos desde Ecuador

Otra forma en la que los científicos americanos se conectaban con las redes globales es a través del auspicio y la recomendación de sus trabajos científicos por parte de viajeros europeos. Un ejemplo de esta intermediación es el papel que desempeña el naturalista francés Jean-Baptiste Boussingault, quien, luego de explorar tierras de la Gran Colombia junto con Simón Bolívar durante las guerras de independencia, es nombrado miembro de la Academia de Ciencias de París. Así, pues, los trabajos de varios de los científicos residentes en Ecuador como Carlos Aguirre, Sebastian Wisse y Gabriel García Moreno fueron presentados a la Academia a través de Boussingault50. Entre estos trabajos, el informe de la primera exploración del cráter del Pichincha tuvo mucha circulación en Europa y fue el principio de la carrera científica de Wisse. Incluso, Humboldt lo tradujo al alemán y lo publicó en “sus misceláneas de geología y física”51. El trabajo de Wisse sobre el Sangay52 tuvo el mismo éxito, pues fue publicado en el “Recueil des Savants Etrangers”, y Humboldt otorga a Wisse “el primer conocimiento exacto del Sangai [sic]”53.

Del mismo modo, la omnipresencia de Humboldt se siente en todo el discurso científico sobre Ecuador durante el siglo xix. A pesar de que el científico prusiano visita estas tierras en la primera década del siglo, hasta su muerte siguió siendo el máximo referente y, a la vez, el mayor legitimador del conocimiento sobre América. De esta manera, el hecho de que Humboldt citara los trabajos de García Moreno y Wisse, así como los de Boussingault, facilitó que estos científicos aficionados ganaran renombre tanto en las Academias europeas como en los círculos interesados en la ciencia en Ecuador.

Finalmente, estas redes científicas no sirven únicamente para circular textos ya termi-nados y publicados, sino que también los mismos textos se producen dentro de ellas. Los

50 Sebastian Wisse, “Exploration du volcan Rucu-Pichincha, faite par MM. Seb. Wisse et G. García Moreno pendant les mois dá out 1845”, Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de l’Académie des Sciences (1846): 26-35.

51 Antonio Flores, Discurso del Doctor, 5.

52 Sebastian Wisse, “Rapport sur un Memoire de M. Wisse: Exploration du volcán de Sangai (Commisaires MM. Arago, Duperrey, Boussingault rapporteur)”, Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de l’Académie des Sciences (1853): 716-722.

53 Antonio Flores, Discurso del Doctor, 6.

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comentarios y asesoramiento que pide y recibe Jameson de Joseph Dalton Hooker, hijo y sucesor de William Hooker como director de los Reales Jardines Botánicos de Kew, en el proceso de elaboración de la Synopsis Plantarum Aequatoriensium54, son prueba de esta di-námica. A la vez que Jameson envía cientos de muestras de plantas de Ecuador que son acumuladas en el herbario de Hooker, pide que le mande desde Inglaterra libros que le per-mitan escribir la Flora del Ecuador encargada por el Gobierno55. Este ejemplo evidencia las dificultades de producir ciencia en la periferia cuando los herbarios y libros sobre la natura-leza americana se concentran en las capitales europeas, tal como se muestra a continuación.

6. Ciencia en red: el caso del Cundurango

A mediados de los años 1860, en la región de Loja se identificó una planta llamada Cundurango56, con supuestas propiedades medicinales contra el cáncer. La eficacia médica y la identidad botánica de esta liana son llevadas a la discusión dentro de las redes globales de la medicina y de la ciencia a través de la activa promoción del Gobierno ecuatoriano. En efecto, tras enterarse de los beneficios que estaba obteniendo el Dr. Eguiguren, hermano del gobernador de Loja, sobre varios casos de cáncer y sífilis, el presidente García Moreno or-dena enviar muestras del Cundurango a médicos, botánicos y químicos dentro de Ecuador y a los países amigos como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, a través de canales diplo-máticos. Se pide a estos expertos analizar las características botánicas y químicas, y hacer pruebas en pacientes con cáncer con esta planta en la que Ecuador ponía sus esperanzas.

En ese momento, el Cundurango es una planta que todavía no tenía clasificación dentro de la botánica. El bogotano Francisco Bayón57 es quien da la primera descripción botánica de

54 William Jameson, Synopsis Plantarum Aequatoriensium, exhibens plantas praecipue in regione temperata et frigida crescentes, secundum systematam naturalem descriptas viribus medicatis et usibus oeconomicis plurimarum adjectis, iii vols. (Quito: Typis Joannis Pauli Sanz, 1865).

55 “Letter from William Jameson to Sir William Jackson Hooker”, 3 de julio de 1861, en rbgk, Director’s Correspondence 65, f.275.

56 El nombre de Cundurango proviene del quichua y quiere decir “bejuco del Cóndor”, porque, según la leyenda, esta ave andina se cura de las picaduras de serpiente comiendo esta planta. Ver la carta de Antonio Flores de 1871 al ministro español Mauricio López Roberts, publicada en: “Del Cundurango”, Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana viii (1871): 343-344, remitirse también a José Jerónimo Triana, “Sur le Gonobulus cundurango. Note de M. Triana presentée par Mr. Roulin (Extrait)”, Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de l’Académie des Sciences 74 (1872): 879-880.

57 En los artículos de Nature aparece con el nombre de Buyon, y en la carta de Destruge a Spruce parece decir Bayón. Ver: “Carta de Alcides Destruge a Richard Spruce”, 25 de agosto de 1871, en rbgk, Richard Spruce Papers, Letters to Richard Spruce, ref. L17/1, 88.

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esta planta y argumenta en el periódico Los Andes de Guayaquil del 29 de julio de 1871, y en el periódico La Caridad de Bogotá, que el Cundurango es la misma planta que la Mikania guaco, que se encuentra en el territorio neogranadino58. Destruge entra en una polémica con Bayón considerando que confunde dos plantas de usos similares y argumenta que el Cundurango pertenece a un nuevo género de la familia Asclepiadeacea59.

Esta polémica se lleva a cabo en las páginas de la revista inglesa Nature. Esta revista apunta-ba a un público más amplio y era menos restrictiva que las revistas asociadas a las Sociedades Científicas, quienes aceptaban únicamente artículos presentados por sus miembros. Nature se sumaba entonces a las revistas de popularización de la ciencia como fueron The Reader y Scientific Opinion60. Por otro lado, a diferencia de las revistas especializadas de las Academias y Sociedades, era uno de sus objetivos ser internacional, ya que pretendía mantener informados a los científicos de los avances de todas las ramas alrededor del planeta y ser un espacio de debate sobre problemas científicos. A pesar de estas restricciones, Destruge utiliza a sus corres-ponsales Richard Spruce y Daniel Hanbury para difundir su descripción del Cundurango en la Royal Pharmaceutical Society61.

José Jerónimo Triana62 da otra clasificación de esta planta medicinal: Gonolobus Triana. Este naturalista, que preparaba la Flora Colombiana en París por encargo de su Gobierno, durante una estancia en el Jardín Botánico de Kew en Inglaterra vio interés en describir esta planta que causaba tanta expectativa en América y en Europa. Primero pudo revisar únicamente ramas del Cundurango, que envió el Consulado ecuatoriano al Gobierno inglés, quien a su vez las remitió a Kew para su determinación botánica. Triana es capaz de establecer el género de esta planta sólo cuando compara las descripciones del farmacéutico Nicolás Fuentes desde Guayaquil y unas muestras de hojas y frutos que pudo examinar más tarde en el Consulado

58 “Notes”, Nature 4 (1871): 514.

59 Alcides Destruge, “Condurango”, Nature 5: 117 (1872): 243.

60 Ruth Barton, “‘Men of Science’: Language, Identity and Professionalization in the Mid-Victorian Scientific Community”, History of Science 41 (2003): 73-119.

61 “Letter from R. Spruce to D. Hanbury”, 5 de octubre de 1871, en rpsgb, Hanbury Papers, P320, MS288; y “Letter from D. Hanbury to R. Spruce”, 15 de octubre de 1871, en rpsgb, Hanbury Papers, P320, MS289, y “Carta de Alcides Destruge a Richard Spruce”, 88.

62 José Jerónimo Triana (1828-1890), médico y botánico colombiano. Formó parte de la Comisión Corográfica como jefe de botánica y recorrió Colombia entre 1851 y 1857. De estas excursiones almacenó el más importante herbario de Colombia, por su variedad y novedad. Vivió en París desde 1857 hasta su muerte, donde trabajó junto a distinguidos botánicos del Museo de Historia Natural como Émile Planchon. Su interés principal eran las plantas útiles. En Francia, preparó y publicó para el Gobierno Prodomus Florae Novo-Granntensis (1862-1867). Ver: Santiago Díaz Piedrahíta, José Jerónimo Triana: naturalista multifacético (Bogotá: Fondo fen, 1996).

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del Ecuador en París. Aun así, no tuvo acceso directo a muestras completas pues le faltaron las flores, indispensables para cualquier clasificación según el sistema lineano. Triana, en este sentido, se basó ampliamente en la descripción que hace Nicolás Fuentes desde Ecuador. Este farmacéutico63 obtuvo en Guayaquil, del médico Honorato Chiriboga, las muestras del Cundurango, del cual extrajo el principio activo y preparó extractos para que probara el mis-mo Chiriboga en sus pacientes. Chiriboga, a su vez, las obtuvo de Loja, por parte de su amigo el presidente Gabriel García Moreno.

La clasificación definitiva es hecha en 1872 por el botánico alemán Heinrich Gustav Reichenbach, gran orquideólogo del siglo xix64. Esta descripción se basa en una muestra colectada por otro orquideólogo, Roezl, que se encuentra en el Herbario de los Reales Jardines Botánicos de Kew. De esta manera, Reichenbach tuvo a la mano todas las partes de la planta, además del gran herbario de Kew, para poder determinar con exac-titud la clasificación del Cundurango. La planta es nombrada Marsdenia cundurango por Reichenbach, y luego es rebautizada por Triana Marsdenia reichenbachii, pues argumenta que el alemán describió una especie distinta del Cundurango que estaba promoviendo el Gobierno ecuatoriano y del cual se habían hecho los primeros experimentos exitosos65. Destruge, a su vez, defiende su clasificación frente a las discrepancias con la descripción de Triana bajo el argumento de que “él no tuvo a la vista la planta, i yo sí”66. Aquí se observan la importancia de la accesibilidad a las muestras vegetales y las confusiones y polémicas que se desatan alrededor de la clasificación de las plantas.

En la determinación botánica del Cundurango puede verse cómo los distintos nódulos de la red interactúan diferenciadamente dependiendo de dónde se sitúan. Así, los no exper-tos ponen un nombre que no tiene ninguna base científica, Equatoria garciana, en honor del lugar de origen de este fármaco, y del presidente que lo promovió: Gabriel García Moreno. El mismo García Moreno también se aventura a determinar la clasificación de esta planta y dice que es de la familia de los Strychnos67.

Además, este caso demuestra la importancia y los problemas que acarrea el uso de las redes diplomáticas para el transporte y colección de plantas. Triana describe una muestra

63 Nicolás Fuentes estudió química en Latacunga bajo la tutoría de Carlo Cassola. Para más información sobre Cassola en Ecuador, remitirse a Gustavo Pérez Ramírez, Del Vesubio al Cotopaxi (Quito: Abya-Yala, 2008).

64 Heinrich Gustav Reichenbach, “Uber den Cundurango”, Botanische Zeitung 30 (1872): 552.

65 José Jerónimo Triana, “Les Cundurangos”, Bulletin de la Société Botanique de France 20 (1873): 36.

66 “Carta de A. Destruge a R. Spruce”, Guayaquil, 9 de mayo de 1873, en rbgk, Richard Spruce Papers, Letters to Richard Spruce, ref. L17/1, 88.

67 Alfred W Bennet, “Cundurango”, The Practitioner 8 (1872): 223; y Antonio Flores, “Del Cundurango”, 344.

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que no está dentro del canon de la botánica, ya que no se encuentra almacenada dentro de un herbario donde se pueda volver a revisar la planta. Ésta es una de las razones por las que la clasificación de Reichenbach tiene más valor que las demás analizadas en este artículo. Por otro lado, ni Destruge ni Fuentes se atreven a poner un nombre botánico final al Cundurango, sino sólo a aclarar su descripción y su clasificación, porque seguramente no tienen el suficiente conocimiento botánico ni el indispensable acceso a los principales herbarios y bibliotecas. Los científicos tienen la ventaja de obtener en Ecuador la planta fresca y completa con más faci-lidad que los científicos en Europa, pero estos últimos tienen acceso a herbarios y bibliotecas, elementos indispensables para poder hacer las clasificaciones finales.

Además, la probabilidad de describir la planta correcta disminuye con la distancia, al ser más fácil obtener “Cundurangos” falsos en Europa que de un modo directo en Ecuador. Triana encuentra fundamental este problema; afirma que el Gobierno de Ecuador, justamen-te para evitar estas confusiones, decidió ser el único canal oficial para la obtención de muestras del verdadero Cundurango. Aquí vemos la importancia de la disciplina en la recolección de las muestras. Destruge dice enviar a Spruce sólo semillas del Cundurango, y no el espécimen completo. Con los pocos indicios de la carta de Destruge, Spruce intenta adivinar cuál especie botánica se trata, pero concluye que “However it is to be hoped that Dr. Destruge will enable us to decide what the Cundurango really is, by sending us a complete specimens of it”68. A pesar de no poder corroborar la información de Destruge, Daniel Hanbury lee la descripción de éste en la Real Sociedad Farmacéutica de Londres.

Conclusiones

Los casos presentados en este artículo invitan a cuestionar algunas explicaciones so-bre la difusión de la ciencia basadas en esquemas de centro y periferia. ¿Qué dicen estos ejemplos a propósito de esta forma de concebir los modelos de circulación, los conceptos de centros y periferias, y sobre la importancia de las redes y su funcionamiento en la his-toria de la ciencia global? La primera gran constatación es que, en realidad, ambas partes del intercambio tienen agencia y reconocimiento dentro de sus contextos, pero también dentro de una red más amplia.

En este trabajo se cuestiona la tendencia a separar la producción de la ciencia y su difusión en dos momentos y procesos distintos; dos elementos que en realidad son movi-mientos simétricos y simultáneos. Esta separación arbitraria del proceso de construcción

68 “Carta de R. Spruce a D. Hanbury”, 5 de octubre de 1871, en rpsgb, P320, MS288.

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del conocimiento se manifiesta en la literatura sobre la mundialización de la ciencia. Por un lado, se estudian la expansión de las ideas, los libros y métodos científicos desde algunos centros europeos al resto del mundo, iniciados por los estudios difusionistas de George Basalla69; y por otro lado, la acumulación de información, ideas y muestras natu-rales y culturales provenientes del mundo entero en los centros científicos europeos70. Esta segunda vertiente se ha basado en el estudio de las expediciones científicas enviadas desde Europa. Los casos presentados aquí muestran la importancia de los científicos “locales” que se convierten en corresponsales dentro de estas redes, y que son fundamentales, no sólo para el desenvolvimiento de las expediciones, sino para la producción, confirmación y divulgación de la ciencia en un contexto más permanente.

La principal limitación de concebir el proceso de construcción del conocimiento desde una noción fragmentada es que hay una tendencia a entender la ciencia como una acti-vidad localizada, por lo general, en los polos desarrollados, y el movimiento o tránsito de la ciencia aparece únicamente en la etapa de divulgación, expansión y recepción de la ciencia ya como un producto terminado71. Esta miopía nace de la tensión inherente a las ciencias de ser una actividad local, pero con pretensiones universales y de objetividad72. El poder de la ciencia tiene su mayor arma detrás de esta proclama de desinterés, univer-salidad y objetividad. Existe muy poco trabajo relacionado con cómo se construye este discurso de universalidad como lo occidental, frente al resto del mundo como lo localiza-do73. A pesar de que el empirismo defiende el valor inherente del conocimiento científico, sin importar dónde se produzca (o por quién), las ciencias conllevan una paradoja, pues

69 George Basalla, “The Spread of Western”, 611-622.

70 Bruno Latour, Science in Action, 215-257; Emma Spary, Utopia’s Garden, 49-98; Leoncio López-Ocón y Sara Badía, “Overcoming Obstacles: The Triple Mobilization of the Comisión Científica del Pacífico”, Science in Context 16: 4 (2003): 505-534.

71 Adi Ophir y Steven Shapin, “The Place of Knowledge”, 15-16; Matiana González y Stefan Pohl-Valero, “La circulación del conocimiento”, 8; George Basalla, “The Spread of Western”, 611-622.

72 Pretensiones denunciadas desde el feminismo: Sandra Harding, Ciencia y feminismo (Madrid: Morata, 1996); la antropología: Johannes Fabian, Time and the Other: How Anthropology Makes Its Object (Nueva York: Columbia University Press, 1983), y Renato Rosaldo, “From the Door of His Tent: The Fieldworker and the Inquisitor”, en Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography, eds. James Clifford y George E. Marcus (Berkeley: University of California Press, 1986), 77-97; los estudios subalternos y poscoloniales: Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe; Gayatri Spivak, “The Making of Americans”; y Gyan Prakash, “Subaltern Studies as Postcolonial Criticism”, The American Historical Review 99: 5 (1994): 1475-1490; y la historia de la ciencia: Adi Ophir y Steven Shapin, “The Place of Knowledge”; Bruno Latour y Steve Woolgar, Laboratory Life: The Construction of Scientific Facts (Princeton: Princeton University Press, 1979).

73 David Wade Chambers, “Locality and Science”.

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sólo en los centros se valida ese conocimiento74. Por ejemplo, es indispensable el papel que cumplen los personajes centrales y renombrados como Hooker y Humboldt en lograr que se publiquen los trabajos de los científicos ecuatorianos en las academias europeas. Además, este patrocinio es clave en el reconocimiento, tanto en Europa como en Ecuador, de la autoridad científica de hombres como Destruge.

Otro punto importante es que estas redes combinan simultáneamente los dos mode-los estudiados hasta ahora, es decir, cómo viaja el conocimiento científico en el ámbito global, y cómo se acumulan en los centros científicos información y material que sirven para elaborar teorías y síntesis. En efecto, se observa que es fluida la interacción entre la acumulación de muestras del mundo natural y la producción del conocimiento sobre él. Es así que la correspondencia entre Jameson y Hooker evidencia la movilización de libros clave sobre la botánica desde Inglaterra, para poder elaborar la Flora de Ecuador en Quito; el envío de especímenes botánicos que se acumulan en el herbario de Hooker, y luego en el del Real Jardín Botánico de Kew, y finalmente, el ir y venir del borrador de la Flora entre su autor en Quito y la edición tanto de William Jackson Hooker como de su hijo, Joseph Dalton Hooker. Además, estas redes no estarían completas sin la impor-tancia simbólica que tienen en la validación y autorización del conocimiento, donde los naturalistas locales como Nicolás Fuentes o Alcides Destruge tienen la autoridad del tes-tigo, mientras que las grandes figuras de la ciencia europea como Hooker, Boussingault o Humboldt son indispensables para los científicos ecuatorianos, en su afán por publicar artículos y ser reconocidos como científicos tanto en la comunidad internacional como en la nacional.

Un tercer elemento por destacar es el rol de los mediadores dentro de la red como ele-mentos cruciales para su funcionamiento. Es el caso de Jameson, Spruce y Boussingault, quienes validan, interpretan y traducen la información proporcionada por los científicos localizados en Ecuador a los científicos europeos, y a su vez, median en los requerimien-tos y conexiones que buscan los científicos centrales en sus colaboradores periféricos75. Estos científicos viajeros, como Richard Spruce y José Jerónimo Triana, suelen ser híbri-dos76 que logran tener la experiencia de campo de sus viajes y expediciones, pero también la oportunidad de interactuar personalmente con las sociedades científicas europeas y utilizar los herbarios y bibliotecas centrales.

74 Elisa Sevilla, “Imperios informales”, 229-233.

75 Renato Rosaldo, “From the Door of His Tent”.

76 Homi K. Bhabha, The Location of Culture (Londres: Routledge, 1994), 4.

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Finalmente, estos ejemplos dan luz sobre cómo el análisis de las redes de conocimien-to muestra una necesidad de discutir el modelo de centro y periferia en la ciencia, que aparece como un marco de análisis demasiado limitado y simplista. Es importante com-plejizarlo, pues en la periferia existe una gran variedad de corresponsales, que pueden buscar varios “centros” con los que conectarse. Incluso, los casos aquí estudiados ponen de manifiesto cómo dentro del entramado de la red es que se produce, autoriza y valida mucha de la ciencia. Por un lado, las redes de intercambio científico son menos verticales de lo que el modelo centro-periferia implica. Como propone Safier, la red estudiada no es unidireccional, ni vertical en un solo sentido, sino que contiene varias aristas, donde los lugares de los centros y las periferias son esporádicos y circunstanciales77. Por otro lado, esta red está impregnada de las dinámicas geopolíticas y económicas que marcan las relaciones internacionales en el siglo xix. Así, la geopolítica, y en mucho menor me-dida la geografía, las distancias y los medios para superarlas son quienes determinan las jerarquías de la ciencia-mundo.

A pesar de la importancia que tienen estas redes y la vinculación a ella por parte de los hombres de ciencia en Ecuador, en el ámbito local todos tenían su espacio de inf luencia. Es así que Jameson es constantemente buscado por el Gobierno para ser profesor de la universidad, para cumplir con cargos públicos de importancia, como fue el de ser director de la Casa de Moneda, o para escribir obras científ icas nacionales como la Flora de Ecuador. Villavicencio tiene el mismo reconocimiento, aunque su obra geográfica y cartográfica haya nacido de la iniciativa privada y luego haya sido adoptada por el Estado en un segundo momento78. Los conocimientos de estos persona-jes eran requeridos además para el bienestar público, ya sea para combatir epidemias, realizar obras de sanidad pública, o evaluar recursos naturales como minas y plantas medicinales. A pesar de los intentos de control desde los centros europeos de sus co-rresponsales americanos, el juego de intereses y la competencia entre diferentes centros les dif icultan este afán. El control se ejerce, más bien, en el campo metodológico, pues se trata de disciplinar y homogenizar las prácticas y protocolos a través de los regalos, tales como libros científ icos, entrenamientos y envío de instrumentos, pero también a través de códigos sociales como los valores caballerescos detrás de los modales de la ciencia en el siglo xix.

77 Neil Safier, “Global Knowledge on the Move: Itineraries, Amerindian Narratives, and Deep Histories of Science”, Isis 101: 10 (2010): 133-145.

78 Ana Sevilla, “El Ecuador en sus mapas”, 10-73.

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Salvador Gómez García

José Cabeza

Artículo recibido: 26 de julio de 2012

Aprobado: 17 de enero de 2013

Modificado: 5 de febrero de 2013

Profesor del Centro de Estudios Superiores Felipe ii de la Universidad Complu-tense de Madrid (España) y de la Universidad Internacional de La Rioja (España). Doctor en Periodismo, con mención europea, por la Universidad Complutense de Madrid (España). Miembro del grupo de investigación Historia y Estructura de la Co-municación y el Entretenimiento de la Universidad Complutense de Madrid y director del Programa de Respaldo a Investigadores (grupos pre) de la Universidad Inter-nacional de La Rioja. Entre sus últimas publicaciones relacionadas con la historia de la radio se encuentran: “Del yugo a la cruz. Radio Nacional de España: una radio en transición (1945-1951)”, Área Abierta 33 (2012): 1-19, y “Adoctrinando el futuro: las emisiones infantiles y juveniles de Radio Nacional de España durante el primer franquismo”, Zer 30 (2011): 135-152. [email protected]

Profesor titular interino en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Uni-versidad Rey Juan Carlos (España), donde dicta las asignaturas de Información Audiovisual, Proceso Audiovisual y Guión Audiovisual. Es autor de varios libros sobre narrativa y cine en la Guerra Civil española, entre ellos: El descanso del gue-rrero. El cine en Madrid durante la Guerra Civil española 1936-39 (Rialp: Madrid, 2005) y La narrativa invencible. Cine de Hollywood en Madrid durante la Guerra Civil española (Cátedra: Madrid, 2009). También ha colaborado con varios estudios sobre docu-mentales en la Encyclopedia of Documentary Films (Londres: Routledge, 2005) y en el diccionario Directory of World Cinema (Bristol: Intellect, 2011). [email protected]

Oír la radio en España. Aproximación a las audiencias radiofónicas durante el primer franquismo (1939-1959)Ï

Ï Esta investigación se sitúa dentro del ámbito del proyecto de investigación “Cultura audiovisual y representaciones de género en España” (referencia fem2011-27381), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación español.

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.05

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Oír la radio en España. Aproximación a las audiencias radiofónicas durante el primer franquismo

(1939-1959)

Resumen: Esta investigación analiza las audiencias de radio durante el primer franquismo (1939-1959) y valora la efi-cacia de la propaganda oficial a través de Radio Nacional de España (rne). Se utilizan estadísticas y fuentes hemerográficas diversas, así como la imagen que de la radio dieron el cine y los cómics de la época. El uso del análisis cuantitativo y cualitativo demuestra que la apuesta por una programación doctrinal tanto en informativos como en entretenimiento de la radio pública supuso que amplios sectores de la audiencia —rural y urbana, centro y periferia— se refugiasen en la evasión que ofrecían las emisoras privadas.

Palabras clave: España, franquismo, radiodifusión, audiencias radiofónicas, influencia de la radio, 1939-1959.

Hearing Spain’s Radio. Approach to Radio Audiences during the First Francoist Period (1939-1959)

Abstract: This investigation analyzes radio audiences during the first Francoist period (1939-1959) and values the effi-cacy of official propaganda broadcast through the Radio Nacional de España (rne: National Radio of Spain). The investigation uses various statistics and newspaper sources as well as the image of radio given by movies and comics at the time. Through quantitative and qualitative analysis we demonstrate that the drive to have doctrinal programming in news and entertainment in public radio led large audience groups —urban and rural, center and periphery— to find refuge in the evasion offered by private radio stations.

Keywords: Spain, Francoist Spain, radio, radio audiences, influence of radio, 1939-1959.

Ouvir rádio na Espanha. Aproximação às audiências radiofônicas durante o primeiro franquismo

(1939-1959)

Resumo:Esta pesquisa analisa as audiências de rádio durante o primeiro franquismo (1939-1959) e valoriza a eficácia da propaganda oficial pela Rádio Nacional da Espanha (rne). Utilizam-se estatísticas e fontes hemerográficas diversas, assim como a imagem que deram da rádio o cinema e as histórias em quadrinhos da época. O uso da análise quantitativa e qualitativa demonstra que a aposta por uma programação doutrinal tanto em infor-mativos quanto em treinamento da rádio pública supôs que amplos setores da audiência —rural e urbana, centro e periferia— se refugiassem na evasão que as emissores privadas ofereciam.

Palabras-chave: Espanha, franquismo, radiodifusão, audiências radiofônicas, influência da rádio, 1939-1959.

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Oír la radio en España. Aproximación a las audiencias radiofónicas durante el primer franquismo (1939-1959)

Introducción: fuentes de papel para una historia de las audiencias de radio

L a época dorada de la radiodifusión en España se sitúa en la década de los cuarenta y cincuenta de un país pretelevisivo, con una tasa de analfabetismo del 35%1 y diez-mado por la Guerra Civil. La radio se presentaba como el medio de comunicación

más importante a partir de 1939. Primero, por su relevancia propagandística durante la inmediata Guerra Civil: se afirmaba que “había ganado batallas” 2. También, por su capacidad de llegar a una población alejada de la prensa por su analfabetismo, pobreza y escasa concentración aún en grandes núcleos urbanos. Frente a estas teóricas ventajas, la realidad presentaba, como se verá, no pocas dificultades para su extensión durante un período que la historiografía define como “primer franquismo”3 y que comprende los años analizados en esta investigación.

Estas cuestiones previas hacen referencia a un marco que facilita explicar el objetivo de esta in-vestigación: un análisis de las audiencias de radio en España entre 1939 y 1959. El interés proviene, en primer lugar, de la escasa atención que ha recibido su estudio histórico. Casi siempre dentro de obras de carácter general4 o de eruditos estudios locales5, centrados en una emisora determinada6 o anteriores al régimen franquista7, por citar algunos casos. El motivo es claro: las fuentes son escasas,

1 Clara Eugenia Núñez, “El capital humano en el primer franquismo”, en Autarquía y mercado negro. El fracaso eco-nómico del primer franquismo (1939-1959), ed. Carlos Barciela (Barcelona: Crítica, 2003), 27.

2 “Una conversación sobre Radio con el Excelentísimo Sr. Ministro del Interior”, Radio Nacional, Burgos, 13 de noviembre, 1938, 1. Sobre el uso de la radio durante la Guerra Civil española, Javier Cervera, “La radio: un arma más de la Guerra Civil en Madrid”, Historia y Comunicación Social 3 (1998): 263-293.

3 Javier Tusell, La dictadura de Franco (Barcelona: Altaria, 1996), 249-264.

4 Ángel Faus, La radio en España (1896-1977). Una historia documental (Madrid: Taurus, 2007), y Armand Balsebre, Historia de la Radio en España (Barcelona: Cátedra, 2001). También, Francisco Sevillano, Propaganda y medios de comunicación en el franquismo (Alicante: Universidad de Alicante, 1998).

5 Antonio Vallés, Historia de la radio valenciana (1925-2000) (Valencia: Fundación Universitaria San Pablo/ceu, 2000); Antonio Checa, La radio en Sevilla (1924-2000) (Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 2000).

6 Luis Zaragoza, Radio Pirenaica. La voz de la esperanza antifranquista (Madrid: Marcial Pons Historia, 2008), 333-362.

7 Francesc Espinet, “La recepció de la ràdio a Catalunya des dels seus inicis fins a la Guerra Civil (1924-1936)”, Anàlisi 16 (1994): 9-33.

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están dispersas y no ofrecen demasiada fiabilidad en algunas ocasiones. Sin embargo, es necesario ofrecer un estudio de estas fuentes, hacer su crítica y brindar los resultados correspondientes para tener al menos un punto de partida desde el cual construir nuevas investigaciones.

El segundo aspecto de interés de esta investigación proviene de establecer la capacidad real de influencia de Radio Nacional de España como portavoz del régimen franquista, ya que ésta ostentaba el monopolio informativo en todo el territorio español desde la Orden de 6 de octubre de 1939. Algunas perspectivas históricas específicas y transversales como la Historia de la Comunicación Social ofrecen claves de interés para un mayor y mejor entendimiento de un período concreto, puesto que la comunicación constituye, junto a la política, la sociedad o la economía, una de las estructuras básicas de una determinada sociedad. En este caso, es importante conocer el alcance de un medio de comunicación como la radio pública, para valorar la eficacia de la propaganda en el sostenimiento de una dictadura como la franquista, que gobernó en España durante casi cuarenta años.

Este artículo parte de la hipótesis de que hubo audiencias diversas porque las diferencias re-gionales, sociales, políticas, económicas, incluso de género, eran muy marcadas en la España de entonces, y que la propaganda franquista, como la nazi, fue muy mecanicista: un mismo mensaje para todos sin tener en cuenta los gustos de los radioyentes8. Se han utilizado distintas fuentes alrededor de este planteamiento. De gran importancia han sido los Anuarios Estadísticos de España que recogen los datos oficiales sobre el pago del impuesto de radio-audición9. En el análisis de esta información hay que tener en cuenta que no todos los poseedores de radios pagaban la licencia anual. En ello influía tanto el evitar un pago más, como el no caer bajo un nuevo control adminis-trativo. Las autoridades lo sabían. No obstante, son de gran utilidad para resolver dos cuestiones: estimar cuántos receptores de radio existían en España, y su evolución a lo largo del tiempo.

Los Anuarios Estadísticos de España no tienen continuidad durante el período que aquí nos importa: 1939 a 1960. En concreto, no hay datos entre 1943 y 1946 (ambos, incluso) y entre 1948 y 195410. Pero esta laguna se ha cubierto con la valiosa información que ofrecen los

8 El difícil camino de la radiodifusión pública para “adaptarse” a sus oyentes se ha analizado en Salvador Gómez, “Adoctrinando el futuro: las emisiones infantiles y juveniles de Radio Nacional de España durante el primer franquismo”, Zer 30 (2011): 135-152. También, Fátima Gil y Salvador Gómez, “Al oído de las mujeres españo-las: las emisiones femeninas de Radio Nacional de España durante el franquismo (1937-1959)”, Estudios Sobre el Mensaje Periodístico 16 (2010): 131-143.

9 Una tasa establecida desde 1924 y reformada en 1930, 1943, y, de forma definitiva, en el Reglamento de Usos y Consumos de 27 de julio de 1946, recogida en Boletín Oficial del Estado (boe), Madrid, 16 de abril, 1948.

10 Anuarios Estadísticos de España (Madrid: ine, 1943-1960), edición digital. Disponibles en el fondo digital del Insti-tuto Nacional de Estadística. Se ha realizado una labor inicial con estos datos en Francisco Sevillano, Propaganda y medios, 95-109. Sin embargo, la interpretación de los datos es algo limitada.

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Statistical Yearbook de la unesco para los años 1948 y 1953. Es difícil realizar valoraciones de tendencia. Éstas pueden ofrecerse si se supone que las ocultaciones fueron estadísticamente constantes (no hubo medidas gubernativas especiales para evitar este hecho) y que se ajustan al cuadro general sin rupturas llamativas y contradicciones con los datos de carácter cualita-tivo y testimonial que ofrecen otras fuentes. Por otro lado, con el material estadístico sobre las audiencias se ha realizado un análisis de contenido cuantitativo para establecer la evolución general del número de aparatos de radio en España, la misma evolución por regiones, así co-mo la evolución del número de licencias.

Estas informaciones se han completado con las estadísticas publicadas en la Gaceta de la Prensa Española, los estudios realizados por el Servicio Español de Auscultación de la Opinión Pública en 1943 y 1945, y los correspondientes al Instituto de la Opinión Pública publicados 1953. Éstas son fuentes oficiales que han de tomarse con precaución, como incluso reconocía la prensa absolutamente controlada de la época11. Pero han aportado interesantes pistas sobre las audiencias de radio, los oyentes y los modos de oír la radio en los años tratados. También se emplea documentación localizada en el Archivo General de la Administración (aga). Esta documentación es muy variada y permite conocer el pensa-miento oficial y los objetivos a corto y largo plazos marcados para rne. En el archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (amae) se han localizado circulares sobre la compra de aparatos de radio a Alemania e Inglaterra que permiten valorar el esfuerzo del régimen por convertir a la radio en un medio de comunicación de masas.

Las fuentes hemerográficas también han sido de gran valor para esta investigación. Se ha consultado tanto la prensa diaria nacional como internacional, que, junto a las revistas especializadas en radio (Sintonía, Ondas, Radio Nacional ), han arrojado luz sobre los oyentes, a través de los artículos de fondo o del análisis de las cartas de los lectores publicadas en dichas revistas. Estos fondos se han completado con publicaciones de otros ámbitos como el Boletín Informativo del Ministerio de Agricultura (bima), donde también han aparecido informaciones de interés.

Todo esto se ha completado con el uso de otras fuentes de carácter indirecto pa-ra esta investigación, especialmente las que señalan otros medios contemporáneos de manera circunstancial12. Sobre todo, se ha atendido a tres que permiten una lectura

11 El diario Informaciones señalaba que “es interesante la consulta sistematizada de la opinión pública que realizan los institutos especializados […] Claro que el resultado de estas encuestas sólo tiene un valor relativo […] Si hay algo frágil, mudable, inabarcable e incoercible es la opinión pública”, Madrid, 2 de abril, 1952, 5.

12 Julio Montero y José Carlos Rueda, Introducción a la Historia de la comunicación social (Madrid: Ariel, 2001), 28-33.

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de la sociedad de la época: los cómics (los tebeos, en el castellano de entonces)13, el cine español14 y los escritos de ciertos testigos. Respecto a los primeros, se han examinado los contenidos de Pulgarcito (cuarta época, 1944-1947, y quinta época, 1947-1952) y El ddt contra las penas, conocida popularmente como ddt (de 1951 hasta 1959). La presencia de la radio en sus viñetas es irregular, pero su creciente presencia a lo largo de la década de los cincuenta permite inferir la popularidad del medio en esa época. De igual forma, se han analizado cien películas, producidas en este período y que fueron las más taquille-ras de su época15.

El lugar que este cine costumbrista le otorga a la radio como elemento cotidiano nos permite desvelar la normalidad de dicho aparato en la vida media española. Conviene advertir que, tanto en los tebeos como en el cine, se ofrece una lectura estereotipada, exagerada y paródica de la vida cotidiana. Esto no supone un problema porque no se busca una interpretación literal, sino apreciar detalles que no aparecen en las estadísticas. Por último, dentro de los testimonios, el más revelador ha sido el de Layne R. Beaty, pe-riodista norteamericano, autor de un informe sobre el Servicio de Información Agrícola en España, donde comenta, con interesantes observaciones, la presencia de la radio en el mundo rural. La suma de estos datos —junto con los obtenidos en las anteriores fuentes citadas— ha sido la base del análisis de contenido cualitativo llevado a cabo, en el que se valoran los hábitos de escucha, el interés por la radio y la programación y géneros ra-diofónicos más populares. También, las ausencias, la falta de referencias, tienen un valor significativo para este estudio.

Finalmente, las conclusiones ponen de manifiesto que la radio tuvo una expansión lenta, por las circunstancias económicas y sociales por las que atravesaba el país. El perfil y la idiosincrasia de las audiencias, además, estuvieron condicionados por las múltiples diferencias regionales, sociales, políticas, e incluso de género, existentes entonces. El Gobierno no tuvo en cuenta ni la variedad en los modos de oír la radio ni la composición y mentalidad del radioyente. Esta forma de proceder restó eficacia a los objetivos propa-gandísticos que el régimen se había fijado a través de Radio Nacional de España. Habrá que replantear su importancia o buscar otros de los pilares que sustentaron al franquismo, porque la radio no fue uno de ellos, ni el más importante ni el de mayor alcance.

13 Francisco Segado, Un país de chiste: el humor gráfico durante la transición (Madrid: Rialp, 2012), 13-20.

14 Robert Rosenstone, History on Film/Film on History (Harlow: Pearson, 2006), 11-31.

15 Fátima Gil, Españolas en un país de ficción. La mujer en el cine franquista (1939-1963) (Madrid: Comunicación Social, 2012), 15-16.

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1. Receptores y licencias durante el primer franquismo

Por lo que se refiere a la radiodifusión, los objetivos de la administración franquista eran dos en 1939: la construcción de un modelo de radiodifusión que hiciera compatible la explo-tación privada con un rígido control gubernamental16 y la popularización de los aparatos de radio: “que la Radio, como instrumento de Estado, llegue hasta la última aldea; para esto se puede llegar incluso a dotar gratuitamente de receptores”17. No obstante, pronto se vio que los recursos no permitían realizar ese plan, aunque se afirmará que “en ningún caso un Poder como el nuestro, nacido de la guerra y legitimado por la victoria, abandonará la Radio, pues sería abandonar precisamente la base de la educación cultural y política del pueblo español”18.

Las destrucciones de la Guerra Civil y el estallido casi inmediato de la Segunda Guerra Mundial dejaron la reconstrucción en manos de sus escasísimas posibilidades19. Así, pues, durante los años cuarenta y gran parte de los cincuenta, las principales dificultades para es-cuchar la radio en España estaban vinculadas a la pobreza del país: pocas emisoras y de baja potencia, deficiente fluido eléctrico, pobre calidad de las emisiones y, por encima de todas, la escasez de receptores de radio20. Además, estos aparatos eran un arma de doble filo para el régimen: facilitaban la recepción de la propaganda oficial, pero también podían escapar a su control. Por ello, se indicaba en una circular a las autoridades provinciales: “Con objeto de estudiar el alcance de la propaganda radiada, te ruego que de acuerdo con el director de la emisora de esa capital, procedas a realizar una lista de propietarios de aparatos receptores de toda la provincia”21. Ya que no se podían controlar las ondas de la radiodifusión, se intentaba hacerlo con los que podían “navegar” por ellas22.

El gráfico 1 recoge el número de licencias para usar aparatos de radio durante el período de 1936 a 1960. Por supuesto, el número de receptores era mayor que el de licencias, por precariedad económica, resistencia a un control de la hacienda y otros aspectos relacionados

16 Carlos Barrera, Periodismo y franquismo. De la censura a la apertura (Barcelona: Ediciones Internacionales Universi-tarias, 1995), 82-84.

17 “Una conversación sobre Radio”, 1.

18 Antonio Tovar, “La radio como instrumento de propaganda”, Radio Nacional, Burgos, 16 de julio, 1939, 17.

19 Manuel Jesús González, La economía política del franquismo (1940-1970). Dirigismo, mercado y planificación (Madrid: Tecnos, 1979).

20 Antonio Checa, La radio en Sevilla, 86-89.

21 “Circular del Jefe del Departamento de radiodifusión de la Dirección General de Propaganda a los jefes provinciales de propaganda”, 7 de septiembre de 1940, Archivo General de la Administración (aga), Alcalá de Henares-España, Sección Cultura (3) 49.01, leg. 21/1390.

22 Emeterio Díez, “La censura radiofónica en la España nacional (1936-1939)”, Zer 24 (2008): 108.

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con la política. El propio Estado consideraba que los receptores eran el doble de las licencias23, como también hizo eco la prensa internacional:

“Faith and faith alone must guide the radio time buyer in Spain, in as much as the coun-

try hasn´t gotten around as yet to such things as radio surveys. The Spaniard character-

istically takes a rather jaundiced view of survey statistics of any kind. He accepts albeit

lightly, the Government´s estimate that there are 800.000 radio receiving sets in Spain.

He may be allowed his scepticism because of the manner in which the Government

estimates that 50 per cent of the Spaniards are dodging this tax. Last year 400.000 paid

their radio taxes; ergo there were 800.000 sets!”24.

23 Ingresos de publicidad radiada (delegación de Radio Nacional), 1959, aga, Sección Cultura (3) 49. 01, leg. 15693.

24 Paul Kennedy, “Radio under Franco”, New York Times, Nueva York, 23 de marzo, 1947, X10.

Gráfico 1. Evolución del número de aparatos radiorreceptores declarados oficialmente en España, 1939-1960

Fuente: elaboración propia. Anuarios Estadísticos de España. Madrid: ine, 1943-1960, y Statistical Year Book. Nueva York: unesco, 1948-1953.

1939

1941

1943

1945

1947

1949

1951

1953

1955

1957

1959

1960

3000000

2250000

1500000

750000

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En cualquier caso, desde estos datos se pueden establecer tres fases en la evolución de los aparatos de radio en España. La primera de ellas abarcaría desde 1939 hasta 1942. Durante los tres años que siguieron a la Guerra Civil hubo un claro estancamiento, incluso durante el primero, cuando el pago de las licencias retrocedió. La traducción a aparatos por mil ha-bitantes fue de 11 a 12, lo que se explica por el contexto de posguerra y de dura escasez ya aludido. En fin, pocos aparatos y muy caros para un país pobre e incapaz de producirlos por sí mismo. Por ejemplo, una publicación oficial —Radio Nacional— se refería al hecho como un “círculo vicioso” y recordaba que “antes de erigir emisoras potentes o redes de emisoras para retransmisiones” se debía atender al “descuidado, olvidado y zarandeado radioescucha”25. Desde luego, la situación económica general impedía que la demanda de aparatos receptores pudiera cubrirse. La política de autarquía económica tampoco facilitaba las cosas, porque la compra de aparatos de radio en el extranjero requería una autorización del Ministerio de Industria y Comercio26.

De igual forma, los datos de fabricación e importación de receptores del cuadro 1 manifi-estan la incapacidad española para fabricar aparatos al finalizar la Guerra Civil y la necesidad de recurrir a la importación. La consecuencia fue la caída de los receptores disponibles. El descenso de los aparatos fabricados en España y las limitaciones de la autarquía condujeron a una situación paradójica: se intentaban acuerdos para comprar receptores a Alemania e Inglaterra. Estas negociaciones, por lo que se aprecia en la documentación estudiada en el Ministerio de Asuntos Exteriores, se demoraron y no condujeron a nada concreto. Esto se comprende si se tiene en cuenta que la Guerra Mundial estalló en septiembre de 193927.

25 Emiliano Acedo, “El círculo vicioso”, Radio Nacional, Madrid, 6 de abril, 1939, 1.

26 Orden de 20 de febrero de 1941, boe, Madrid, 22 de febrero, 1941.

27 “Circular de comercio para la compra de aparatos de radio a Alemania”, octubre de 1938, Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación (amae), Madrid-España, leg. R.1034, exp. 18, y “Términos para la importación de aparatos de radio con Inglaterra”, junio de 1939, amae, leg. R.1181, exp. 56.

Cuadro 1. Fabricación e importación de receptores, 1936-1944

Fuente: elaboración propia. Juan del Arco, “Desarrollo de la industria radioeléctrica nacional”, Radio Nacional, Madrid, 6 de mayo, 1945, 13-14.

Año Fabricación Importación Total Índice 100

1936 180.000 15.000 195.000 100

1941 4.000 40.000 44.000 22,56

1944 6.000 50.000 56.000 28,71

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Estas circunstancias explican que el descenso que se aprecia en 1941 —en las tres cuartas partes del correspondiente a 1936— no se hubiera recuperado aún en 1944. La contracción de la oferta incrementó los precios, aunque la escasez de recursos no permitía absorber los aparatos puestos en el mercado. Desde la revista Radio Nacional se describía esta situación en términos cómicos, pero manifestaba una patente dificultad. Se reconocía que adquirir un aparato de radio estaba vedado a todos, menos a:

“Los pocos aventurados radioescuchas que han necesitado que les toque la lotería, heredar

a una tía rica o ser director de un Banco […] A menos que se trate de un desequilibrado de

los que se pasan sus noches al sereno para descifrar los signos cabalísticos de un plano para

construir su receptor con los desechos [sic] de un somier, una caja de puros vacía, la bomba

de inflar neumáticos de una bicicleta y la pila seca de una linterna”28.

La misma fuente califica de desorbitado el precio de los aparatos. Además, era obligatorio el pago de la licencia anual de radiodifusión (doce pesetas al año). Eso sin contar, según la revista oficial, con el insuficiente fluido eléctrico que provocaba un gran número de averías (especialmente en las válvulas y lámparas electrónicas). Mientras que el segundo período seña-la los avances hacia una recuperación de las audiencias entre 1943 y 1948, en donde se pasa de los once aparatos por mil habitantes en 1939 a veinticinco para 1948. Esta mejora no la percibía la opinión pública. De hecho, es curioso que en 1945 una editorial de una publicación gubernamental afirmara:

“Por los precios que en España alcanzan a los aparatos receptores, parece que sólo la

burguesía tiene acceso a los honestos placeres de la radio. Por menos de 1.500 pesetas no

se compra un receptor casi malo; los medianos rebasan las 2.000; los buenos alcanzan

casi cifras cósmicas. Ninguna de éstas está al alcance de los bolsillos de los españoles mo-

destos. Por lo tanto se impone con carácter de urgencia la tarea de popularizar la radio.

Necesitamos receptores a precios asequibles. ¡Ningún hogar sin radio, y en cada hogar,

la familia en torno a la radio!”29.

En conclusión, la modesta tasa de crecimiento que tuvo lugar durante este período indica que un aparato de radiodifusión continuaba siendo un gasto asumible sólo para una familia relativamente bien situada30. No podían pensar en ello la mayoría de las clases

28 Emiliano Acedo, “El círculo vicioso”, 1.

29 “Editorial”, Radio Nacional, Madrid, 6 de febrero, 1944, 1.

30 Antonio Checa, La radio en Sevilla, 87.

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populares o campesinas. La tibia recuperación de las audiencias presentaba un panorama poco optimista para un medio en el que, paradójicamente, la propaganda oficial deposi-taba tantas esperanzas31.

No será hasta 1949 que se pueda hablar de un tercer y último período de crecimiento y consolidación del número de receptores en España. En este proceso se pueden distinguir tres oleadas. La primera, de 1949 a 1953, fue muy modesta. Por mucho que se declarara “¡Ningún hogar sin radio, y en cada hogar, la familia en torno a la radio!”32, la misma publicación, en 1950, constataba el retraso español: “aparte la desidia de ciertos extensos sectores de nuestra población, anotamos nosotros el excesivo coste de los receptores y la falta de uno de tipo popular que con pequeño desembolso, adecuado a las posibilidades de la mayoría de la población, garantice un servicio eficaz”33. La pobreza del país y el retraso tecnológico de la industria seguían pesando. Con todo, la ligera recuperación económica y la progresiva apertura al exterior hicieron que el número de licencias casi se triplicara: de los veinticinco receptores por cada mil habitantes de 1948 (un total de 657.000) se pasa al doble en 1953. Por supuesto, la proporción de receptores por habitante era muy baja, a pesar de este incremento cualitativo. Esta segunda oleada (de 1953 a 1955) supone el gran “salto” cuantitativo en la evolución del número de licencias. El incremento en esos dos años es superior al medio millón de aparatos. Una cifra que no se repetiría en el resto de la década. En 1955 será el triple que en 1948, con un incremento del 280% y 63 receptores por mil habitantes. El comentario oficial a estas cifras decía en 1953:

“En una palabra, ayer como hoy, los españoles oyen la radio. Para un trabajador medio, en

1943, era poco menos que imposible la adquisición de un receptor […] el poseer un receptor

era un lujo reservado a las clases elevadas. Hoy, las ventas sistemáticas, la implantación de la

costumbre de compra a plazos, y la indudable mejora de la posición económica de las clases

débiles, son factores que contribuyen indudablemente a que en España se escuche la radio

en todos los sectores y en todos los tiempos”34.

Así, pues, la popularización del aparato de radio se sitúa, dentro de la tercera oleada, en-tre 1955 y 1960, cuando los receptores de radio se universalizan como “electrodomésticos

31 “Misión de la Radio en el estado futuro”, Radio Nacional, Burgos, 26 de febrero, 1939, 1.

32 “Ningún hogar sin radio”, Sintonía, Madrid, 1º de mayo, 1949, 1.

33 “Receptores en el mundo”, Sintonía, Madrid, 16 de septiembre, 1950, 1.

34 “Cómo oían los españoles la radio en 1943”, Opinión. Boletín del Instituto de Opinión Pública, Madrid, 12 de mayo, 1953, 14.

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del ocio”. El Instituto de la Opinión Pública señalaba que, en 1954, los objetos elec-trónicos más regalados habían sido los receptores de radio, seguidos de los aparatos de calefacción y lámparas. Ya en 1955 fueron desplazados a un tercer puesto, por detrás de las ollas a presión y las lavadoras eléctricas35, pero desde 1956 superó en difusión a la pren-sa diaria36. De este modo, al comenzar los sesenta, los receptores declarados se habían multiplicado por cuatro respecto a 1942. Por entonces, y hasta que fuera superada por la televisión, la radio fue la principal fuente de ocio y el principal medio de comunicación de la sociedad española.

1.1. Distribución geográfica de receptores (1939-1959)

La distribución de los receptores de radio no fue homogénea. Las cifras presentadas en el cuadro 2 indican una concentración en la franja noreste de la Península. En realidad, un triángulo con vértices en Gerona, Alicante y Vizcaya, y dos “islas”: Madrid y Baleares. Dentro de este triángulo, el País Vasco, Navarra y Cataluña tienen los mejores índices. En segundo lugar se sitúan Cantabria y Castilla y León, por encima de la media nacional, pero muy por detrás de los niveles de concentración del gran triángulo y las “islas”. Por otro lado, Castilla-La Mancha, Andalucía, Extremadura, Murcia y Galicia conforman las regiones con peor dotación radiofónica en cuanto a receptores.

El 38% de la población española disfrutaba de un porcentaje que varía entre el 66 y el 71% del total de aparatos de radio. El País Vasco, Navarra, Logroño y Aragón, por ejem-plo, no llegan al 10% de la población en 195937 y disponen del 28,26% de los receptores. El número de receptores mejoró gradualmente en toda España, de manera especial en las zonas más ricas y de mayor concentración urbana. Pueden distinguirse cuatro grandes grupos de regiones. En el primero, Madrid constituye una excepción en el panorama na-cional: es la única provincia que supera los ciento cincuenta receptores por mil habitantes: 165,87. El segundo grupo tiene unos índices notablemente inferiores, como el País Vasco, con tan sólo 131,56. La diferencia, además, se acentúa con el paso del tiempo, como muestra el gráfico 2.

35 “Segunda encuesta sobre las ventas extraordinarias de Navidad”, Opinión. Boletín del Instituto de Opinión Pública, Madrid, 10 de julio, 1956, 8.

36 Francisco Sevillano, Propaganda y medios, 107.

37 “Población calculada, por provincias, en 1 de julio de cada año, 1951-1960”, Anuarios Estadísticos de España (Madrid: ine, 1960), 82, edición digital.

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Además del País Vasco, este grupo lo componen el “triángulo radiofónico” del noreste, por Cataluña, Navarra, Valencia y Baleares. Estas ciudades superan los 100 receptores por mil habitantes, aunque hay claras diferencias entre ellas: Valencia tiene un índice de 104,39, frente al 131,56 del País Vasco, en 1959. Por último, las principales diferencias se establecen en los dos últimos grupos. El tercer y cuarto grupos se instituyen en función de estar por en-cima o debajo de los cincuenta aparatos por mil habitantes. En el tercero se integran Aragón, Cantabria, Castilla-León, Castilla-La Mancha, Logroño y Asturias; mientras que en el cuarto, Andalucía, Murcia, Canarias, Extremadura y Galicia.

Por lo tanto, a grandes rasgos pueden ubicarse dos zonas: la España que escucha la radio, frente a la que apenas lo hace. Las primeras son provincias de mayor desarrollo industrial, de instrucción, densidad de población y renta. Las segundas están asociadas a economías agrícolas y mayor dispersión de la población. En tanto, no se está ante diversas actitudes ante la radio, sino ante la posibilidad de tener o no un receptor de radio. Éste se-ría entonces un indicador más de desarrollo económico y de modernidad. La desigualdad

1940 1947 1955 1959Andalucía 6,00 100 8,81 146,00 33,23 553,00 46,21 770,00

Aragón 12,33 100 23,14 187,00 59,75 484,00 82,89 672,00Asturias 7,00 100 7,06 100,00 37,12 530,00 56,92 813,00Baleares 15,00 100 15,80 105,00 91,59 610,00 132,72 884,00

País Vasco 15,67 100 36,60 233,00 89,84 573,00 131,56 839,00Canarias 6,50 100 8,88 136,00 26,36 405,00 38,88 598,00Cantabria 9,00 100 13,83 153,00 65,88 732,00 77,01 855,00Castilla-La

Mancha 3,00 100 9,72 324,00 43,15 1.438,00 69,21 2.307,00

Castilla-León 8,00 100 12,95 161,00 50,45 630,00 70,35 879,00Cataluña 14,25 100 31,33 219,00 88,04 617,00 114,36 802,00

Extremadura 4,00 100 8,61 215,00 24,56 614,00 35,11 877,00Galicia 4,00 100 7,44 185,00 17,78 444,00 21,77 544,00Madrid 14,00 100 45,28 323,00 160,75 1.148,00 165,87 1.184,00Murcia 6,00 100 6,04 100,00 36,67 611,00 47,34 789,00Navarra 16,00 100 23,08 144,00 70,69 441,00 109,81 686,00Logroño 12,00 100 17,97 149,00 59,39 494,00 61,85 515,00Valencia 11,33 100 20,02 176,00 78,52 692,00 104,39 921,00

Número de licencias por 1000 habitantes

Índice 100

Cuadro 2. Evolución de las licencias por regiones, 1940-1959

Fuente: Anuarios Estadísticos de España. Madrid: ine, 1943, 1948 y 1960.

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regional no es homogénea. La distribución de receptores revela importantes diferencias entre las audiencias radiofónicas pero no ilustra sobre las disparidades entre núcleos ur-banos y áreas agrícolas, que son claves en la popularización de la radiodifusión. Una aproximación más detallada por provincia ofrece más posibilidades.

Gráfico 2. Evolución del número de aparatos receptores por 1000 habitantes, 1940-1959

Fuente: elaboración propia. Anuarios Estadísticos de España. Madrid: ine, 1943, 1948 y 1960.

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Así, a partir del gráfico 2 se distinguen cuatro categorías que provienen de los datos del cuadro 2. Aquellas regiones que se encontraban por encima o muy por encima de la media y, por otro lado, aquellas por debajo o muy por debajo de la media en cuanto a la distribución de receptores por provincias. Se puede ver cómo, por ejemplo, en Aragón se distingue claramente entre Zaragoza, con un índice muy elevado respecto a la media; Huesca, con un índice en la media, y Teruel, en cambio, bastante por debajo. Las cifras de 1959 referidas a Madrid, Barcelona, Vizcaya, Guipúzcoa, Asturias, Sevilla, Valencia y Alicante confirman la relación entre urbanización alta (peso relativo alto de las ciudades respecto al conjunto provincial) y mayor difusión de la radio.

Desde luego, el paso del tiempo y la progresiva mejora económica redujeron poco a poco las diferencias; aunque las zonas mejor situadas en cuanto a dotación de receptores por mil habitantes en 1940 eran las mismas que en 1959. En conclusión, si bien las di-ferencias entre provincias disminuyeron, las distancias entre la ciudad y el campo no se resolvieron durante este período.

1.2. La radio: un “ocio” urbano. Los problemas de la radio en el campo

En este artículo se ha planteado que los años cuarenta no fueron propicios para la radio-difusión en España: pocos receptores y caros, cortes del suministro eléctrico y transmisiones intermitentes y de baja calidad. Estas deficiencias se agravaban notablemente en la España rural. Los organismos oficiales reconocían la gravedad de la situación. En 1949, las propias voces oficiales lo expresaban de esta forma:

“[…] Estimo fundamental y de gran importancia: resolver el problema de la falta

de receptores en el campo, ya que con ser mucha la masa de agricultores que nos

escuchan [...] una encuesta recientemente realizada por nuestro Servicio ha puesto

de manif iesto que, debido a la falta de receptores, son muchísimos todavía los agri-

cultores, hermandades y entidades vinculadas al agro a quienes escapan nuestros

programas radiofónicos”38.

Las autoridades franquistas se enfrentaban a un problema fundamental: la radio se percibía como un medio clave para hacer llegar a la población todo tipo de mensajes. Pero la pobreza y las destrucciones de la guerra —junto con las dificultades exteriores que exi-gía la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial— impedían la efectiva

38 “España agrícola”, Sintonía, Madrid, 1º de septiembre, 1947, 47.

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popularización de la radio en España por falta de receptores. En el campo esta falta de aparatos era la norma general:

“Vista la gran difusión que alcanzan en el campo español las emisiones agrícolas radiadas

del Servicio de Capacitación y Propaganda del Ministerio de Agricultura, se hace patente

la necesidad de distribuir, en la forma que oportunamente se determinará, entre agri-

cultores modestos, Hermandades, Cooperativas y otros Centros rurales, un determinado

número de aparatos de radio que les permitirá conocer en todo momento los avances de la

agricultura en todos sus aspectos y la divulgación que a tal fin quieran darle los organismos

oficiales dependientes del Ministerio de Agricultura”39.

Se ofrecía a las fábricas de aparatos receptores la seguridad de compra de un número mínimo de receptores. La iniciativa no tuvo eco. Quizá porque los fabricantes prefirieran ponerlos directamente en el mercado a unos precios, como se ha visto, astronómicos y muy ventajosos para ellos. La iniciativa gubernamental manifiesta dos cosas. Por un lado, el interés del Estado por estar presente en las zonas rurales a través de la radio. En este caso, el interés se acentúa, en parte, porque, además, se había puesto en marcha un plan de capacitación agraria por radio40. Por el otro, es un reconocimiento claro de la escasez de receptores en las zonas rurales, tan acusada que ni siquiera el Estado podía hacerse presente mediante las ondas en más de la mitad de España.

Todavía en 1950 está deficiencia era tan palpable que se ofrecía como explicación al propio Franco de las dif icultades para modernizar el campo español, en el correspon-diente Congreso Nacional de Agricultura: “España tiene planteado un grave problema de producción por la insuficiencia de algunas de sus cosechas fundamentales”. Junto a las sequías, la producción insuficiente, el aumento demográfico y el aislamiento exte-rior, se presentaba otra dif icultad: “la educación del obrero agrícola [que] precisa de una intensa labor de propaganda, realizada a través de la radio”41. Esta escasez hizo que se volvieran habituales formas de escuchar la radio de carácter colectivo, como señalaba un informe americano de 1954: “A la costumbre del campo español de em-plear la propagación oral de informaciones [...] es todavía de primera importancia en España, gracias a la costumbre de que tienen las familias campesinas de vivir en los

39 boe, Madrid, 6 de junio, 1949.

40 Boletín Informativo del Ministerio de Agricultura (bima), Madrid, marzo-abril, 1952, 3.

41 “Resumen de las Conclusiones leído ante el Jefe del Estado por el Sr. Secretario General del Congreso”, bima, Madrid, marzo-abril, 1950, 3.

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pueblos, las reuniones en casinos y bares y las Hermandades que reúnen a los trabaja-dores del campo”42.

En 1953 los datos oficiales que publicaba el Instituto de Opinión Pública señalaban que las diferencias más acusadas en cuanto a las formas de entretenimiento popular entre campo y ciudades, se daban en la utilización o no de la radiodifusión. Ciertamente, quienes vivían en ciudades de tamaño intermedio superaban en diez puntos en este aspecto a aquellos que vivían en zonas rurales. El cuadro 3 ilustra mejor esta situación:

Lo que muestra este cuadro es que la carrera de la radio discurrió a diferentes velocidades en el campo y en la ciudad. Por supuesto, no todas las áreas rurales eran iguales, pero los datos disponibles no permiten, de momento, una mayor precisión.

2. Una aproximación a los intereses de las audiencias. De la invisibilidad de los cuarenta a la omnipresencia de los cincuenta

A lo largo de estas páginas se han señalado las limitaciones de las fuentes por su frag-mentación, origen y discontinuidad. No obstante, algunas fuentes permiten abordar con prudencia un análisis más detallado de las audiencias. Los datos para los años cuarenta

42 “Resumen del estudio del Servicio de Información Agrícola y su técnica en España, realizado por el señor Layne R. Beaty”, bima, Madrid, noviembre-diciembre, 1954, 18. La familiaridad de este modo colectivo de escuchar la radio en zonas rurales quedó reflejada también como tópico referente de la realidad en la película Historias de la Radio (Sáenz de Heredia, 1955). Al presentar el pueblo en que tenía lugar la acción, se le describía como “un pueblecito perdido en la sierra, olvidado de todos, menos de sus veinte docenas de habitantes, de los inspectores de usos y consumos y de la radio, que también se acuerda de todos”. A lo largo de la película se reitera la imagen de todos los habitantes, concentrados en la plaza del pueblo, escuchando una radio conectada a un altavoz.

Rurales Intermedios Urbanos

Oír la radio 40,50% 51% 53,50%

Pasear 19% 23,50% 25%

Visitas 14,50% 18,50% 12,50%

Ir al cine 8,50% 9,50% 11,50%

Cuadro 3. ¿Hizo usted ayer alguna de estas cosas?

Fuente: elaboración propia. Opinión Boletín del Instituto de Opinión Pública, Madrid, Noviembre-diciembre, 1953, 34.

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provienen de las encuestas realizadas por el Servicio Español de Auscultación de la Opinión Pública en 1943 y 194543. Como era de esperar por las fechas y situación del país, los informes carecen del rigor que cabría suponer, y su utilización política es clara. Sin em-bargo, se puede considerar un acercamiento válido a la percepción de las audiencias que tenían las élites franquistas.

Sirve de ejemplo —y se ofrece con un mero interés indicativo— el cuadro 4, que muestra la intensidad de la audiencia de radio en España según las tendencias políticas. El propio interés de los datos que ofrece es relativo, puesto que era imposible en la España de entonces que algún encuestado se declarara rojo o separatista, porque eran delitos po-líticos. Hay que pensar, por tanto, que las cifras responden a un cálculo de los autores del informe, y es imposible saber en qué se basaban. A pesar de ello, estos datos ilustran sobre lo que se pensaba: rojos (30,6%) y separatistas (58,5%) eran quienes menos oían la radio. Parece deducirse que estos dos grupos de enemigos del régimen son los que más descon-fían de una radio intervenida. Por el contrario, los falangistas parecen hacer guardia de forma permanente ante el receptor (94%); les siguen los monárquicos (70,2%), derechas en general (62,67%) y tradicionalistas (62,3%). Sólo los que carecen de ideas políticas atienden tan poco a la radio como los enemigos (44,42%). El informe parece presentar a la falange y a sus gentes en el máximo de la concienciación política. No es extraño que se subraye la importancia de su militancia y que la indiferencia política se ponga en paralelo con la de los enemigos. En conclusión, se trata de un curioso (y poco riguroso) uso de una herramienta estadística para alinear tendencia política y consumo de radio.

43 “Cómo escuchan los españoles la radio”, Gaceta de la Prensa Española 18, Madrid, noviembre, 1943, 364-372. También “Cómo oyen los españoles la radio”, Boletín del Servicio Español de Auscultación de la Opinión Pública, Madrid, 15 de abril, 1945, 3-59.

Cuadro 4. Influencia de las tendencias políticas en la audición radiofó-nica en 1944

Fuente: elaboración propia. “Cómo oyen los españoles la radio”, Boletín del Servicio Español de Auscultación de la Opinión Pública, Madrid, 15 de abril, 1945, 5.

Falangistas Monárquicos Derechas Tradicional Sin ideas políticas Rojos Separatistas

Oye la radio 65,09 70,22 62,67 62,33 44,42 30,6 58,19

No la oye 34,91 29,78 37,33 37,67 55,58 63,4 41,01

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Si los pobres son los que menos escuchan la radio y los que menos leen la prensa, el sentido político de este hecho no intranquiliza a un comentarista, que expone lo siguiente: “Los pobres son predominantemente rojos; las clases medias predominantemente moderadas; los ricos predominantemente conservadores; los jóvenes predominantemente falangistas, etc.”44. Poco antes, este “coyunturista”, que informaba estos resultados, ofrecía una consideración de in-terés: que los que leían más asiduamente la prensa diaria también escuchaban la radio más que los demás45. De hecho, según la encuesta de radio de junio de 1944, el 62,12% de los que leían el periódico decía oír la radio. Posteriormente comentaba este “testigo”:

“Consecuentemente a lo ya observado en el estudio de la influencia del grado de instrucción,

vemos que son precisamente estos grupos políticos [“rojos” y “separatistas”] los que coinci-

den con los sectores de poca cultura y, por tanto, en los que se da un menor interés por las

informaciones, que se traduce en una más fácil satisfacción de su necesidad de las mismas”46.

Esta cita permite ver cómo un estudio de audiencias promovido por el Estado reconoce su incapacidad para hacer de la radio un medio clave de información de masas, que era justo el pa-pel que se le había asignado oficialmente como “un instrumento más al servicio de la política del Caudillo y del Estado falangistas”47. Más aún cuando las referencias a la influencia de la clase social y la ideología en las audiencias de radio se complementaban con los datos referidos a la frecuencia de escucha. El informe de 1942 señalaba que casi la mitad de la muestra (el 47,2%) escuchaba diariamente la radio; mientras el 25,51% lo hacía de vez en cuando y el 27,29% con algún suceso importante. La encuesta de 1945 cifraba esta frecuencia diaria en el 57,6%, aproximadamente once millones de oyentes48. Aunque no existen datos correspondientes a la segunda mitad de los cuarenta, se puede inducir una recuperación, todavía lenta y acorde al contexto económico, que prepara —en cierta forma— el “salto” de principios de los cincuenta.

Sobre las formas de escuchar la radio, la cultura del momento y las condiciones económicas apuntan, con insistencia, a dos modelos de audición colectiva. La primera se producía en bares, plazas de pueblo y casas de la cultura, en la que el seguimiento de eventos destacados unía a aque-llos que no disponían de un receptor. Esta dinámica se mantuvo, al menos, durante la década de los cincuenta. Dos fuentes lo atestiguan: en primer lugar, el informe de Layne R. Beaty —conocido

44 “Cómo oyen los españoles”, 5.

45 “Cómo oyen los españoles”, 5.

46 “Cómo oyen los españoles”, 37.

47 Radio Nacional, Madrid, 25 de enero, 1942, 1.

48 “Cómo oyen los españoles”, 3.

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locutor estadounidense de temas agrícolas—, que señalaba cómo “a la costumbre del campo es-pañol de emplear la propagación oral de informaciones […] es todavía de primera importancia en España, gracias a la costumbre de que tienen las familias campesinas de vivir en los pueblos, las reuniones en casinos y bares y las Hermandades [sic] que reúnen a los trabajadores del campo”49.

El segundo modelo de audición colectiva era de tipo familiar50. Todos los miembros de la familia oían los mismos programas, aunque no todos los escucharan con la misma atención. El receptor estuvo cada vez más tiempo encendido, pero sólo había uno en cada familia: por un lado, por la ampliación progresiva de los tiempos de emisión de todas las cadenas51 y, por el otro, por el ajuste de los programas a ciertos públicos: amas de casa, niños, entre otros. Por ejemplo, las encuestas de 1943 y 1945 muestran que la audiencia se concentraba en las no-ches después de cenar (42,2%) y durante la sobremesa (32%). Pero también, que casi las tres cuartas partes de los radioescuchas conectaban los “diarios hablados” y continuaban un rato más: bien hasta el momento de acostarse o hasta el regreso del trabajo (la jornada partida con almuerzo en casa estaba muy extendida en unas ciudades aún pequeñas)52.

Es llamativo entonces que la representación del hecho de escuchar la radio en otros medios (cine o cómic) sea más bien escasa. De hecho, en las cien películas más taquilleras estrenadas en España en la década de los cuarenta sólo tres recogen referencias anecdóticas a la radio y sin relación directa con las audiencias. Los tebeos tampoco ofrecen datos de interés. Esta “invisibilidad” podría confirmar que la presencia de la radio en los hogares y en la vida de los españoles no era un rasgo común y ampliamente extendido.

2.1. Una audiencia consolidada para dos modelos de radio: la década de los cincuenta

Aunque los cincuenta fueron los años de gran extensión de la radio en las ciudades españolas, apenas hay estudios o informes oficiales sobre las audiencias de este período53.

49 “Resumen del estudio del Servicio”, 18.

50 José Juanes, “Importancia de la radio en la vida familiar”, Radio Nacional, Madrid, 8 de marzo, 1942, 4. Las propias representaciones de la audición de radio en Radio Nacional señalan este caso. Por ejemplo, la portada del número 330 en que podemos observar una foto paradigmática: la familia reunida en torno al aparato de radio (Radio Nacional, Madrid, 4 de marzo, 1945, portada).

51 Ángel Faus, La radio en España, 795-799; Armand Balsebre, Historia de la Radio, 75.

52 “El horario de la vida española”, Sintonía, Madrid, 1º de noviembre, 1949, 5.

53 En el número de mayo de 1953 de Opinión. Boletín del Instituto de Opinión Pública se hace referencia a otra encuesta sobre hábitos y formas de escuchar la radio de ese mismo año. Sin embargo, no se ha localizado ninguna referencia a dicha encuesta ni en las revistas de la época ni en dicho boletín.

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De ahí la necesidad de recurrir a otro conjunto de fuentes, como el cine y los tebeos publi-cados en periódicos o revistas. Teniendo en cuenta que la consolidación de la radio como electrodoméstico del ocio comienza en 1953, se observa en estos documentos visuales su vinculación a una clase media urbana, más o menos desahogada. Las referencias, en el caso de los tebeos, la sitúan como la forma favorita de ocio individual o en grupo, en don-de muchos personajes encienden la radio como forma de distracción, y algunos, de forma exagerada, distribuyen su tarde en función de la programación radiofónica. La represen-tación que se hace de la audiencia de estas emisiones es mayoritariamente femenina, con algunas excepciones. En ella, se destaca su fidelidad, que se caracteriza entre extremos violentos frente al serial radiofónico, el alto grado de ensimismamiento y de implicación en lo relacionado con este medio popular.

Más allá de estas exageraciones, la presencia de la radio en la intimidad del hogar es una constante a través de una creciente continuidad en sus emisiones, más de diecinueve horas diarias54 por emisora. En cierta medida, el aparato de radio organizaba algunos aspectos del día para sus audiencias a través de su parrilla. En ese sentido, conviene di-ferenciar dos grandes modelos de programación: 1) un modelo informativo vinculado a Radio Nacional de España que debía apartarse de las veleidades de la radio comercial, 2) el modelo de radio comercial vinculado a las emisoras privadas, especialmente a la ser (Sociedad Española de Radiodifusión).

En 1952 los datos de una nueva encuesta señalan que la cadena más oída es Radio Nacional de España, con el 44,5%, y la segunda, Radio Madrid, con el 27,4% de los encuestados55. Las cosas cambian cuando se reconocen programas y locutores. El locu-tor más popular es Bobby Deglané (de Radio Madrid), por delante de Carlos Alcaraz y Matías Prats (de rne), vinculados a la información deportiva. En programas de en-tretenimiento, especialmente los concursos y los de carácter musical ganan con gran diferencia: Radio Madrid (ser), con Cabalgata de fin de semana (36,5%), mientras que los de rne, aunque tenían una temática similar, apenas importan: Fiesta en el aire (4,3%) y Nuestra Zarzuela (3,1%). Esta popularidad de unos programas frente a otros responde a un amplio grupo de motivos que exceden el propósito de este trabajo, tales como el carisma de los presentadores, los tipos de actuaciones, el rol “oficial” de una emisora frente a otra, entre otro conjunto de elementos.

54 Juan Munsó, Escrito en el aire. 50 años de Radio Nacional de España (Madrid: rtve, 1988), 82-85.

55 “La popularidad en España. Preferencias del público en espectáculos”, Opinión. Boletín del Instituto de Opinión Pública, Madrid, 10 de junio, 1952, 3.

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Estos mismos datos se encuentran al año siguiente56: Radio Nacional de España (Madrid) acapara el 42% de las escuchas, seguida de Radio Madrid (ser), con el 25%, y en tercera posición aparece Radio Nacional de España, en Barcelona, con el 6%. De nuevo, en progra-mas, Radio Madrid no tiene rival: Cabalgata de fin de semana, 43%. Los de rne se pierden en porcentajes muy bajos. Del mismo modo, Radio Nacional de España careció de protagonismo en el entretenimiento radiofónico. Jesús Suevos, su director entre 1951 y 1957, mantuvo un enfoque de programación doctrinal, sin apenas interés por el entretenimiento. En 1955 reco-nocía: “No hay ningún programa que me guste del todo. No obstante algunas emisiones del tercer programa de Radio Nacional de España me han interesado y gustado […] Mis gustos son bastante exigentes, desde el punto de vista artístico y literario”57. Lo que Munsó Cabús ha afirmado de los espacios dramáticos de rne pudiera constituir un buen resumen sobre lo que fue el conflicto en la lucha por la audiencia: “Posiblemente si rne hubiera elegido el serial radiofónico, puro y duro, la Cadena ser no hubiera alcanzado su esplendorosa hegemonía. La radio pública apostó por el teatro serio, como pone de manifiesto su Teatro Invisible y su Retablo de la voz al viento, El caballero de Olmedo y muchas otras”58.

Las entregas de los premios Ondas durante la década de los cincuenta, con las opor-tunas reservas, puesto que eran estímulos que concedía la propia Sociedad Española de Radiodifusión, ofrecen un panorama de gran interés para esta investigación. Desde luego, son constantes los premios a los programas informativos de Radio Nacional de España; pe-ro no podía ser de otra manera, cuando el Estado había establecido su monopolio sobre la información nacional e internacional. Igualmente, se conceden algunos a la difusión musical que realiza la cadena estatal, como lo fueron los premios Ondas por la divulgación musical en 1954, 1956 y 1957. Sin embargo, rara vez obtuvo premios por su labor de entretenimiento, y cuando llegaban, éstos estaban más vinculados a personas —por ejemplo, Matías Prats o Enrique González Estéfani— que a programas.

La relación de la audiencia de la década de los cincuenta con esos dos modelos que se han desarrollado también presenta referencias indirectas en el cine. En éste se presentan tres grandes usos lúdicos para la radio: primero, como vehículo para seguir las retransmi-siones deportivas como el boxeo, en El tigre de Chamberí (Pedro Luis Ramírez, 1957), o el fútbol, en Las chicas de la Cruz Roja (Rafael Salvia, 1958). En estas ocasiones, la audiencia es

56 “42 por 100 de los españoles, asiduos oyentes de Radio Nacional de España”, Opinión. Boletín del Instituto de la Opinión Pública, Madrid, 9 de febrero, 1953, 12.

57 “Aquí, el director general de Radiodifusión”, Ondas, Madrid, 15 de mayo, 1955, 1.

58 Juan Munsó, Escrito en el aire, 52. Énfasis en el original.

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masculina y se concentra habitualmente en los bares para escuchar la radio. En segundo lugar se indican la aceptación y popularidad de los concursos radiofónicos59, que permi-ten alcanzar el éxito, como en La hija de Juan Simón (Gonzalo Delgrás, 1957) y La saeta de un ruiseñor (Antonio del Amo, 1957), o resolver un problema, como en Historias de la Radio (José Luis Sáenz, 1955). Por último, el cine destaca la popularidad de los seriales radiofó-nicos, donde el grueso de la audiencia es femenino.

Aparte de esa diferencia de uso, la reflexión sobre las audiencias femeninas tiene in-terés. Especialmente, tras la época autárquica, en la que las mujeres se consideraban un objetivo clave de una renovada radio comercial60. Se partía de un hecho lógico: el público radiofónico femenino era más numeroso que el masculino61, porque el papel que le asig-naba el régimen a la mujer le permitía escuchar la radio mientras atendía su trabajo en el hogar. Sin embargo, un fenómeno que podría considerarse clave en la conformación de las audiencias radiofónicas de este período será además la confrontación de dos modelos diferentes de radio en España: uno informativo, persuasivo y de corte estatal, frente a otro de entretenimiento, comercial y privado.

Conclusiones

El influyente papel atribuido a la radio durante la Guerra Civil hizo que el franquismo lo considerara un medio clave para hacer llegar a la población todo tipo de mensajes. El deseo estaba claro, pero también la realidad en torno a la escasez de receptores: “la voz de España llegará a todas partes, pero es preciso que en todas partes haya medios para recogerla”62. Y eso es lo que no se consiguió, al menos inmediatamente. El primer problema fue la escasez de la larga posguerra —en todos los ámbitos de la vida cotidiana—, que también afectó a los aparatos de radio. En los años cuarenta, los altos precios de los receptores, las dificultades de importación por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el afán de las autoridades por fiscalizar todos los aparatos impidieron que la radio se popularizara. Los cortes del su-ministro eléctrico y las transmisiones intermitentes y de baja calidad tampoco animaron a su expansión. La desigualdad en cuanto a radiodifusión tuvo dimensiones regionales, de hábitat

59 “El jefe de la programación de la ser habla para Sintonía”, Sintonía, Madrid, 15 de marzo, 1950, 7.

60 La declaración de actividades publicitarias señala que, durante la década de los cincuenta, quienes oían la radio —por la mañana y por la tarde— eran mayoritariamente las mujeres. “Partes diarios de publicidad”, en aga, Sección Cultura, Fondo Delegación General de Radio Nacional, (3) 49.02, leg. 13316.

61 Julia Calleja, “Hablando de nuestras cosas”, Sintonía, Madrid, 1º de junio, 1948, 11.

62 Radio Nacional, Madrid, 6 de febrero, 1944, 1.

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(campo y ciudad) y sociales, pero la situación mejoró en la década de los cincuenta, con no-table rapidez en las áreas urbanas. No será hasta este momento cuando se pueda hablar de un período de crecimiento y consolidación del número de receptores en España. Finalmente, entre 1955 y 1960 se populariza la implantación de la radio en los hogares españoles como “electrodoméstico del ocio”, impulsada también por las audiciones colectivas en bares, plazas de pueblo o casas de la cultura.

Sin duda, cuando se incrementaron las audiencias, también crecieron los problemas. Los dirigentes de rne optaron desde el principio por una programación cargada de intentos de persuasión ideológica, tanto en el entretenimiento63 como en la práctica de su monopolio de la información64. Esta práctica habitual cavó su propia fosa ante la audiencia. rne estuvo marcada desde sus inicios por la orientación ideológica de Falange. Su situación no mejoró cuando la dirigió la acnp (Asociación Católica Nacional de Propagandistas)65, ni tampoco un nacional-católico como Arias Salgado ayudó mucho en la lucha por la audiencia. En prin-cipio, se asumía que la programación no tenía que ser puramente política y que si se quería terminar con la pobreza de las emisiones, y dar a la radio un contenido de calidad, debían crearse “programas variados”66. Pero, en la práctica, los responsables evitaban “los mensajes neutros” de este tipo de espacios; lo consideraban una oportunidad perdida: la radio debía servir “para algo más que para emisiones comerciales o de vulgarización de noticias”67.

En tal sentido, rne monopolizaba la información: era obligatorio que cualquier emisora conectara con sus Diarios Hablados del mediodía y de la noche. Así consiguió ser la radio que más despuntaba en las encuestas, pero sus oyentes no le pertenecían, sino que eran prestados de las emisoras privadas. Por tanto, el modelo de radio informativo que propuso rne no lo-gró imponerse al de entretenimiento de las emisoras privadas. rne tampoco podía garantizar la fiabilidad persuasiva de los mensajes recibidos. No se trataba de formar a una audiencia que mostrara mayor interés por los problemas cotidianos, que apenas tenían que ver con las

63 Salvador Gómez, “Entretenimiento y fe en las ondas. Las emisiones religiosas de Radio Nacional de España durante el primer franquismo (1939-1959)”, Estudios sobre el Mensaje Periodístico 15 (2009): 275-276.

64 Orden de 6 de octubre de 1939, boe, Madrid, 7 de octubre, 1939.

65 Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Familia política del franquismo que controló la dirección de la radio estatal de 1945 a 1951. Un análisis sobre ese período en Salvador Gómez y Juan Martín, “Del yugo a la cruz. Radio Nacional de España: una radio en transición (1945-1951)”, Área Abierta 33 (2012): 1-19.

66 Correspondencia del Jefe de la sección de programas al Camarada Jefe de los servicios de programación de redera, el 10 de noviembre de 1944, aga, Sección Cultura (3) 49.01, leg. 21/1423.

67 Proyecto de reorganización y utilización de emisiones infantiles al servicio de la juventud española, aga, Sección Cultura (3) 49.01, leg. 21/1622.

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grandes cuestiones internacionales68. Por tanto, hay que entender la disensión que se alimen-taba de problemas cotidianos, en el ámbito de lo privado, como en la conocida exclamación “menos Franco y más pan blanco”, al escuchar la obligatoria sintonía del informativo de Radio Nacional69. Además, era poco eficaz el control informativo que se pretendía. En 1943, la mitad de los oyentes escuchaban emisoras extranjeras, y así lo publicaba la prensa internacional70.

En definitiva, el proceso de desmovilización política que alentaba el régimen tenía su reflejo en las parrillas de programación radiofónica. La propia reflexión, dentro del con-texto del régimen, sobre el peligro que supone un instrumento como la radiodifusión en “malas manos”, también interesaba al Gobierno. En tal sentido, en la película Suspenso en comunismo (Eduardo Manzanos Brochero, 1956), los protagonistas descubren las falacias sobre España que se emitían desde Radio Moscú. Un paradójico modo de referirse a los efectos persuasivos de la radio: de los “comunistas” claro; porque la radio nacional sólo dice verdades, cuando no la verdad.

Bibliografía

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68 Francisco Sevillano, Ecos de papel (Madrid: Biblioteca Nueva, 2000), 44.

69 Ismael Díaz, “El hambre y la gastronomía. De la Guerra Civil a la cartilla de racionamiento”, Estudios sobre Consumo 66 (2003): 12.

70 “Cómo escuchan los españoles”, 365-366. También, Paul Kennedy, cuando señalaba que “A large number of Spanish radio listeners, perhaps even a majority, spend more time listening to foreign stations than to the Spanish. There is no law prohibiting listening to foreign broadcasts, but the average spaniard exercises considerable caution in listening to foreign news broadcasts, specially those of France and Russia”, en “Radio under Franco”, X10.

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José Carlos Rueda

Laffond

Artículo recibido: 3 de mayo de 2012

Aprobado: 13 de noviembre de 2012

Modificado: 27 de noviembre de 2012

Profesor titular del Departamento de Historia de la Comunicación Social de la Universidad Complutense de Madrid (España). Licenciado en Historia y Doctor en Historia y Periodismo de la misma Universidad. Miembro de los grupos de investigación Memoria y Medios e Historia de la Edición. Autor de “Memoria televisiva y representación de la identidad. La españolización del Holocausto”, Bulletin of Hispanic Studies (2013, en prensa), y “Televisión y dictadura franquista. Del modelo de gestión a las significaciones colectivas”, en La télévision espagnole en point de mire, ed., Jean-Stéphane Duran Froix (París: crec/ Université de la Sorbonne Nouve-lle–Paris iii: 2013), 58-76. [email protected]

Escritura de la historia en televisión: la representación del Partido Comunista de España (1975-2011)Ï

Ï Este artículo es producto de la investigación titulada Televisión y memoria. Estrategias de representación de la Gue-rra Civil y la Transición. La investigación contó con la financiación del Programa Nacional de Proyectos de Investigación Fundamental, del Plan Nacional de i+d+i, Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España (har2010-20005, micinn).

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.06

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Escritura de la historia en televisión: la representación del Partido Comunista de España (1975-2011)

Resumen:Este artículo estudia la representación audiovisual del Partido Comunista de España (pce), estimándola como

práctica historiográfica que ha propuesto lógicas diversas de significación del pasado. Inicialmente se repa-

san aspectos relativos a la relación entre televisión, historia y memoria. En segundo lugar, se plantea un

recorrido interpretativo sobre las formas de recreación de la historia del pce en la televisión española, desde

mediados de los años setenta hasta la actualidad. Los resultados ofrecen una panorámica sobre estrategias

de encuadre y enunciación histórica a partir de material televisivo y, en menor medida, cinematográfico,

tales como reportajes conmemorativos, documentales didácticos o de investigación, ficciones dramáticas,

filmaciones clandestinas o largometrajes militantes.

Palabras clave: España, historiografía, televisión, representación audiovisual, comunismo.

Writing History through Television: Representation of the Spanish Communist Party (1975-2011)

Abstract:This article studies the audiovisual representation of the Partido Comunista de España (pce: Spanish Com-

munist Party), presenting it as a historiographical practice that has proposed various signification logics in

the past. First, the article reviews aspects related to the relation between television, history, and memory.

Second, it presents an interpretational review of how the history of the pce has been recreated in Spanish

television between the 1960s and now. The results provide a panoramic view of historical framing and

enunciation based on television and, to a lesser extent, cinema, such as memorial reports, educational or

research documentaries, dramatic fiction, underground movies, or militant feature-length films.

Keywords: Spain, historiography, television, audiovisual representation, communism.

Escrita da história em televisão: a representação do Partido Comunista da Espanha (1975-2011)

Resumo:Este artigo estuda a representação audiovisual do Partido Comunista da Espanha (pce) ao estimulá-la como

prática historiográfica que propôs lógicas diversas de significação do passado. Inicialmente, revisam-se

aspectos relativos à relação entre televisão, história e memória. Em segundo lugar, propõe-se um percorrido

interpretativo sobre as formas de recriação da história do pce na televisão espanhola, desde meados dos

anos 1970 até a atualidade. Os resultados oferecem uma panorâmica sobre estratégias de adaptação e enun-

ciação histórica a partir de material televisivo e, em menor medida, cinematográfico, tais como reportagens

comemorativas, documentários didáticos ou de pesquisa, ficções dramáticas, filmagens clandestinas ou

largos-metragens militantes.

Palabras-chave: Espanha, historiografia, televisão, representação audiovisual, comunismo.

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Escritura de la historia en televisión: la representación del Partido Comunista de España (1975-2011)

Introducción

E ste artículo se aproxima al binomio historia y significación. Estudia la repre-sentación televisiva del Partido Comunista de España (pce) entre el final del régimen franquista y el tiempo presente. Se parte del supuesto de que dicha

representación puede entenderse como práctica historiográfica a través de un discurso que ha planteado modos de entendimiento y comprensión del pasado. El principal propósito es localizar y analizar tipologías de encuadre, tematización y articulación discursiva vinculadas con el rol de la televisión como historiador “suplente”1. Asimismo, se mostrará que dichas narraciones pueden valorarse en relación con la producción histórica escrita, con el discurso político, o en su implicación con determinados sistemas de memoria.

El texto parte de una dicotomía: el papel de la televisión como sujeto histórico y de la historia como producto televisivo2. Dicha dualidad alude a la naturaleza diacrónica del medio televisivo como suministrador de documentos que pueden percibirse como eviden-cias sobre lo real3. También refiere a la capacidad de la televisión para erigirse en agente productor de discursos relevantes sobre lo pretérito4. Atender a ambas dimensiones con-lleva estimar factores como los requerimientos creativos o de programación, o variables derivadas del marco institucional implicado en la generación social de conocimiento. Cabe considerar, igualmente, que las finalidades de los relatos televisivos son diversas, y pueden incluir el uso de la historia como pretexto legitimador, instrumento de denuncia o apelación socializadora.

1 La idea de “historiador suplente” alude a instituciones externas a la historiografía académica, como los medios de comunicación, que formulan explicaciones históricas. Pierre Ricoeur, Tiempo y narración. El tiempo narrado (Madrid: Siglo xxi, 1996), 915.

2 Anne Wales, “Television as History, History as Television”, en Television and Criticism, eds. Solange Davin y Rhona Jackson (Bristol: Intellect, 2008), 49-59.

3 Anne Roekens, “Des émissions comme sources pour l´historien. Que nous dit la télévision de la ‘réalité’”, en La communication audio-visuelle: entre réalité et fiction, eds. Annabelle Klein y Axel Tixhon (Namur: Presses Universitaires, 2009), 27-43. 

4 Pierre Sorlin, “Faire l´Histoire par la télévision”, Télévision et histoire. Recherches en Communication 14 (2000): 29-43.

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El objeto de investigación, por tanto, se centra en la representación audiovisual del pce. Este partido constituía, a inicios de los setenta, la formación más activa en la oposición a la dictadura, que encarna un poderoso legado de memoria militante vinculada con la expe-riencia republicana, la guerra, el exilio y la represión. La ideología franquista enraizó, por su parte, el principio nodal de legitimidad del régimen en su carácter como reacción fervien-temente anticomunista. El pce, la bestia negra de Franco, fue legalizado el 9 de abril de 1977, en vísperas de las elecciones legislativas del 15 de junio, las primeras tras la Guerra Civil. Si bien el partido desempeñó un papel destacado en cuanto a capacidad de entendimiento con los sectores reformistas procedentes de la dictadura, en la práctica acabó convirtiéndo-se en una fuerza secundaria en el panorama político. Diversos factores —la consolidación del Partido Socialista Obrero Español (psoe) como opción hegemónica en la izquierda, las disensiones internas, los giros programáticos o la crisis del Socialismo Real— reforzaron ese sesgo periférico del pce, desde 1986 integrado en la coalición Izquierda Unida (iu). No obstante, ese perfil bajo no debe soslayar su papel relevante en el tejido sindical a través de Comisiones Obreras (ccoo), o el peso destacado que ha mantenido en ámbitos territoriales como Andalucía, Asturias o Cataluña, en este caso a través del psuc/icv5. También, su acti-va participación en movimientos de protesta, como la oposición al ingreso de España en la otan (1981-1986), las convocatorias de huelga general (entre 1985 y 2012) y la movilización frente a la participación en la guerra de Irak (2003-2004)6.

Este trabajo presenta así una panorámica sobre las estrategias de representación del pce en la televisión española, desde los años setenta hasta la actualidad. Inicialmente se plantearán cuestiones de índole teórica sobre las formas del discurso histórico televisivo y su posible carác-ter como relato de memoria, y, a continuación, se propondrá una visión sobre distintos análisis de caso, para estudiar los rasgos distintivos de tales estrategias de representación.

1. Representación histórica y memoria televisiva

Un rasgo remarcable en la relación entre medio televisivo y representación histórica ha sido el desinterés de un sector importante de la comunidad de historiadores7. Ello puede

5 Partit Socialista Unificat de Catalunya (psuc) y, desde 1997, Iniciativa per Catalunya (icv).

6 Luis Fernández Ramiro, Cambio y adaptación en la izquierda. La evolución del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida (1986-2000) (Madrid: cis, 2000).

7 Francisca López, “Introducción: el pasado en la pequeña pantalla”, en Historias de la pequeña pantalla. Representa-ciones históricas en la televisión de la España democrática, eds. Francisca López, Elena Cueto Asin y David R. George (Madrid: Vervuert Iberoamericana, 2009), 9-11.

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vincularse con un cierto “cultismo al pasado” (pastism), basado en la defensa de la autoridad interpretativa tradicional encarnada en el trabajo historiográfico escrito8. En otros casos, ese desinterés se ha trastrocado en crítica hacia aspectos como la espectacularización, los anacronismos, el peso de lo melodramático, la simplificación argumental o la apelación nostálgica, que han incidido en una valoración de los contenidos televisivos —especial-mente en el caso de la ficción— como banalidades, simulacros o pastiches9.

Estas apreciaciones deben situarse en unas coordenadas amplias donde se incluirían aspectos como la crisis de ciertos paradigmas omnicomprensivos o el debate sobre obje-tividad y verdad en la reflexión histórica10. En este sentido, vinculadas con la discusión sobre el estatus de las narrativas históricas, el rol del historiador, las formas de indagación o las relaciones entre historia, lenguaje, género e intertextualidad11. La obra de Hayden White se ha presentado como modélica en esta revisión sobre autoridad historiográfica y epistemología histórica12. Sus reflexiones han destacado al factor narrativo como eje ver-tebrador para generar significaciones. Se ha resaltado, como carga de profundidad más relevante de dicho posicionamiento, la consideración del relato como “aparato cognitivo” capaz de trascender “las metodologías de investigación y los hechos concretos, es decir, los referentes del mundo real”13. Semejante enfoque ha propiciado una intensa polémi-ca, centrada en juzgar sí se está ante una lógica de sobredeterminación de la dimensión narrativa14. En todo caso, cabe considerar que este tipo de enfoques ha incidido en un asunto relevante para el análisis de las representaciones televisivas: la estimación del for-mato como condicionante en el encuadre, la tematización y la comprensión histórica15.

Este punto se enlaza con las taxonomías sobre estrategias y convencionalismos audiovi-suales, al establecer una diferenciación básica que distinguiría entre productos ficcionales y no ficcionales. En el primer caso, una modalidad estandarizada (el documental de montaje) suele

8 John Ellis, American Sphinx: The Character of Thomas Jefferson (Nueva York: Vintage, 1996), 25.

9 Fredric Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (Barcelona: Paidós, 1991), 41-59.

10 El estructuralismo marxista formulado, en especial, en los países del Socialismo Real, pero también otras visiones teleológicas de corte funcionalista o sistémico sobre la modernización.

11 Keith Jenkins, Why History? Ethics and Postmodernism (Londres: Routledge, 1999).

12 Hayden White, The Content of the Form. Narrative Discourse and Historical Representation (Baltimore: The Johns Hop-kins University Press, 1987).

13 Alejandro Baer, El testimonio audiovisual. Imagen y memoria del Holocausto (Madrid: cis, 2005), 21.

14 Sergio Sevilla, “Problemas filosóficos de la historiografía”, Ayer 12 (1993), 29-46.

15 Tobias Ebbrecht, “History, Public Memory and Media Event: Codes and Conventions of Historical Event-Television in Germany”, Media History 13: 2-3 (2007): 221-234.

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presentarse como formato idóneo para una plasmación “transparente”, es decir, aparentemente objetivada de la representación informativa del pasado. De ahí la funcionalidad de su código de enunciación, basado en combinar instancia de autoridad (narrador omnisciente), discurso factual, concatenación causal, linealidad cronológica y uso ilustrativo de imágenes de archivo16.

Dicho modelo se convirtió, a partir de los años sesenta, en una oferta característica en cual-quier programación televisiva. Esta presencia no impediría, sin embargo, detectar otros códigos con potencialidad explicativa o crítica. Cabe señalar, al respecto, una variante ficcional ensayística capaz de operar con una conciencia historiográfica mediante el análisis político o social, hasta establecer un “discurso histórico pleno, con absoluta conciencia de su capacidad para producir sentido histórico”17. Un ejemplo de esta variante de formato serían las realizaciones televisivas de Roberto Rossellini18.

Otra modalidad discursiva son las “ficciones de proximidad” que ha estudiado la ficción italiana de temática religiosa, resaltándose su capacidad para entrelazar aspectos identitarios o de apelación nacional, junto a tópicos históricos que, como el fascismo o la Segunda Guerra Mundial, se habrían reconfigurado desde una óptica sentimental19. Los ejemplos descritos manifiestan un uso selectivo y maleable de alusiones históricas, lo que permite introducir la categoría de “memoria mediática”. Ésta entendida como un compendio de narrativas re-sultantes de la producción, tematización y gestión del pasado en los medios y a través de los medios20. Es evidente que las prácticas de memoria adoptan una dimensión diacrónica, a su vez que los medios de comunicación asumen mecánicas de actualización en virtud de criterios comerciales, agendas de conmemoración, interacciones con otras industrias culturales o co-nexiones con la esfera política.

Los relatos mediáticos se enmarcan, y se ven condicionados a su vez, por sistemas de me-moria u olvido. Con ello se alude a los corpus que conforman el recuerdo, y, también, a la organización y relación entre significaciones sobre lo aprendido o lo vivido21. La memoria no es

16 Pierre Sorlin, “Faire l´Histoire”, 31.

17 José Enrique Monterde, Anna Solá y Marta Selva, La representación cinematográfica de la historia (Madrid: Akal, 2001), 145.

18 Rossellini realizó ocho ficciones históricas para televisiones europeas entre 1964 y 1973, distinguidas por un intenso carácter documental y de fidelidad en la reconstrucción de hechos y situaciones.

19 Milly Buonanno, “Religion and History in Contemporary Italian Television Drama”, en The Nation on Screen. Discourses of the National on Global Television, eds. Enric Castelló, Alexander Dhoest y Hugo O’Donnell (Newcastle: Cambridge Scholar, 2009), 13-27.

20 Motti Neiger, Oren Meyers y Eyal Zandberg, “On Media Memory: Editors´ Introduction”, en On Media Memory. Collective Memory in a New Media Age, eds. Motti Neiger, Oren Meyers y Eyal Zandberg (Londres: Palgrave Macmillan, 2011), 1-25.

21 Paul Connerton, How Modernity Forgets (Cambridge: Cambridge University Press, 2009).

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sólo una construcción de sentido y reconocimiento personal, también incluye cogniciones com-partidas sobre cómo apreciar y estructurar la realidad. Cabe estimar la memoria social como conglomerado de “experiencia, tradición oral, mito, conmemoración, historiografía, [e] incluso, memoria sin memoria”22. De ahí el carácter fluido de cualquier sistema de memoria, que no compone una topografía cerrada sino que incide en las operaciones de afirmación, negociación, discusión o enfrentamiento entre modalidades de rememoración, o en las establecidas entre las diversas variantes de recuerdo y reconocimiento (nacional, global, grupal, de clase, raza, género, generacional, religioso, entre otras). La intersección entre prácticas mediáticas y sistemas de me-moria es entonces amplia y compleja, implicándose con la asignación de valor a instituciones e identidades, o con el encuadre y apreciación de hechos, personajes, tiempos y procesos.

Considerando lo anterior, se puede plantear que el pce se inscribiría en un sistema par-ticular de memoria relativamente variable a lo largo del tiempo. El partido ha pretendido capitalizar, en los últimos años, rasgos de una cultura genérica de izquierdas, como las políticas redistributivas o la democracia social avanzada. Del mismo modo, ha mantenido posiciones de anticapitalismo crítico, asimilando valores propios de la antiglobalización y el ecopacifis-mo, y ha recuperado la afirmación republicana. Son claves diversas que ocuparon un papel destacado en un proyecto que glosaba la historia del partido: el documental 90º aniversario del pce (1921-2011). Éste fue un audiovisual de memoria selectiva, el cual compatibilizó el re-cuerdo entre una mítica antifascista que exaltaba la experiencia frentepopulista, la lucha en la Guerra Civil y la resistencia al franquismo, junto a esas otras claves propias de una izquierda contemporánea de amplio espectro. A esta óptica se añadió la invisibilidad del período euro-comunista de los años setenta o la figura del entonces secretario general, Santiago Carrillo23. Por tanto, 90º aniversario del pce debe entenderse como ejercicio de “presente-pasado”24, como una negociación entre lo mostrado, olvidado y eludido.

22 Marie-Claire Lavabre, “Sociología de la memoria y acontecimientos traumáticos”, en Guerra Civil. Mito y memo-ria, eds. Julio Aróstegui y François Godicheau (Madrid: Marcial Pons, 2006), 31-55.

23 Santiago Carrillo (1915-2012) fue el principal dirigente del pce entre inicios de los sesenta y ochenta, así como la figura más destacada en España de la línea eurocomunista. Éste abogaba por la independencia orgánica de los partidos comunistas frente a la urss, y por la viabilidad de una transición pacífica hacia el socialismo desde coordenadas parlamentarias pluripartidistas. Durante la Guerra Civil Carrillo fue secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas (jsu), donde se fusionaron las juventudes comunistas y las del psoe, y, a finales de 1936, asimismo fue responsable de orden público en Madrid. A raíz de ocupar la Secretaría General comunista, fue objeto de una intensa y larga polémica política e historiográfica, responsabilizándosele —desde ámbitos conservadores— de dirigir o permitir las matanzas de dos millares de presos simpatizantes del bando nacional en Paracuellos y Torrejón de Ardoz, en noviembre de 1936. Las claves actualizadas del debate sobre esta matanza, en Julius Ruiz, El terror rojo (Madrid: Espasa, 2012), 290-293.

24 Andreas Huyssen, “Present Pasts: Media, Politics, Amnesia”, Public Culture 12: 1 (2000): 21-38.

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2. Los comunistas en la televisión española

El pce ha sido objeto de distinta atención por parte de los medios audiovisuales. Esta sec-ción se aproxima a diversas realizaciones centradas en el partido, su historia o sus dirigentes, entre el franquismo y la actualidad, estableciéndose como punto de inflexión el período de transición democrática en España.

2.1. De la sinuosa infiltración a la cotidianeidad televisiva

Aunque son centenares las publicaciones dedicadas al pce, no ha sido hasta fecha recien-te cuando puede hablarse de una historiografía estructurada por el trabajo crítico, el rigor metodológico y la documentación de archivo25. La narrativa tradicional ha estado compues-ta, fundamentalmente, por obras apologéticas o de denuncia caracterizadas por una fuerte impronta ideológica. En estos parámetros se situaron las publicaciones derivadas del aparato cultural franquista, empapadas de anticomunismo y alusiones al papel desestabilizador del pce, o los ensayos y memorias de disidentes. Frente a este material se encontrarían las histo-rias oficiales y la literatura hagiográfica del propio partido26.

El exceso ideológico fue también un factor destacado en el material audiovisual reali-zado en los años sesenta o primeros setenta. Aquí cabe situar, por ejemplo, Mourir à Madrid (Frédéric Rossif, 1963), un documental sobre la Guerra Civil que retomaba el discurso comunista sobre resistencia nacional formulado en el conflicto, y después prolongado en la historiografía oficial del partido27. Este film propició, a su vez, otras realizaciones como ¿Por qué morir en Madrid? (Eduardo Manzano, 1966), un documental oficial franquista que incorporaba férreas posiciones anticomunistas y una retórica de paz y reconciliación fun-dada en la aceptación del régimen surgido en 1939.

Estas ideas estuvieron presentes en la televisión española (tve) de inicios de los años setenta. La extensa serie documental España, siglo xx (Ricardo Fernández Latorre y Ricardo Blasco, 1970-1973) hacía un detallado recorrido por el primer tercio de siglo desde un

25 Para el caso del tardofranquismo o de la transición, por ejemplo: Carme Molinero y Pere Ysàs, Els anys del psuc. El partit de l’antifranquisme (1956-1981) (Barcelona: L´Avenç, 2010); Juan Antonio Andrade, el pce y el psoe en (la) transición (Madrid: Siglo xxi, 2012), o Emanuele Treglia, Fuera de las catacumbas. La política del pce y el movimiento obrero (Madrid: Eneida, 2012).

26 David Ginard, “La investigación histórica sobre el pce: desde sus inicios a la normalización historiográ-fica”, en Historia del pce. i Congreso, 1920-1977, coords. Manuel Bueno, José Hinojosa y Carmen García (Madrid: fim, 2007), 19-47.

27 Dolores Ibárruri y otros autores, Guerra y revolución en España, 1936-39 (Moscú: Progreso, 1967).

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enfoque descriptivo positivista. Su método se basó en la selección de una amplia relación de acontecimientos que fueron ilustrados con material gráfico, procediéndose a un primer montaje. Sobre ese metraje se añadieron posteriormente los comentarios en off de Pemán y Montes28. Aunque España, siglo xx presentaba un carácter de crónica divulgativa, su relato comenzaba y concluía con dos entregas —“Las tentaciones del comunismo” y “Las apeten-cias comunistas”—, que actuaron como prólogo y epílogo en la representación de un ciclo histórico determinado por la idea de radicalización del movimiento obrero.

En vísperas de la muerte de Francisco Franco, entre el verano y el otoño de 1975, se pro-gramó en horario de prime time otra serie documental en trece episodios, Tiempos de España. Nuevamente contó con realización de Ricardo Blasco, centrándose en el período 1898-1936, pero desde un prisma más inclinado hacia la monografía política que España, siglo xx. Tiempos de España se concibió como introducción a un proyecto más amplio que debería haberse emitido en 1976, con motivo del cuadragésimo aniversario del estallido de la Guerra Civil. Sus guio-nes fueron confeccionados por historiadores profesionales vinculados al Gabinete de Estudios sobre Historia del Ministerio de Información y Turismo, como Ricardo de la Cierva y José Manuel Martínez Bande. La serie fue publicitada como ejercicio de “objetividad” sobre “los factores que determinaron [la] evolución histórica” y “el nexo de la causa-efecto” en el pro-ceso histórico29. Sin embargo, a pesar de tales aspiraciones de rigor explicativo, su argumento retomaba la imagen tradicional del comunismo como factor desestabilizador en el período republicano. Ello se resumía subrayando aspectos como la bolchevización del ala izquierda del psoe, la radicalización del movimiento huelguístico o la insurrección de Asturias de 1934. De este modo, se recuperaba, ya en el ocaso de la dictadura, la tesis de “la sinuosa infiltración”30.

Cabe oponer, como contranarrativa, la activa iconografía audiovisual generada en círculos afines al pce en forma de cine militante. Precisamente, el documental París, 20 de juny de 1971 (miting à Montreuil) (Pere Portabella et al., 1971) recogía, según la lógica del cine directo, los preparativos y escenificación de un acto multitudinario del partido. Concebido para su exhibición clandestina31, reflejaba la posición del pce ante el incierto futuro de una inminente desaparición de Franco, resal-tando la necesidad de un acuerdo entre la oposición que forzase la ruptura democrática. Ésta fue la línea aprobada en el viii Congreso (1972) y en el Manifiesto-Programa de 1975.

28 “Así se han elaborado los fascículos de ‘España siglo xx’”, Telerradio, Madrid, 19-25 de abril, 1971, 18.

29 “Colaboración excepcional en Tiempos de España”, abc, Madrid, 11 de junio, 1975, 150.

30 Esta tesis se plantea en José Manuel Martínez Bande, “Verdadera historia de la sinuosa infiltración comunista en España”, abc, Madrid, 12 de junio, 1977.

31 “Política de cine e importancia política de este arte”, en Archivo Histórico del Partido Comunista de España (ahpce), Madrid-España, Fondo Fuerzas de la Cultura, 331-334.

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El material elaborado por los autores del Colectivo de Cine de Madrid —Andrés Linares y Miguel Hermoso, desde 1970; Linares, Tino Calabuig y Adolfo Garijo, desde 1975— permite apreciar un amplio repertorio de filmaciones alternativas a las ofertadas desde tve. También constata una lógica de formato documental que ligaba compromi-so, actualidad e interpretación, asociada al discurso público del pce. La obra de este colectivo incluyó numerosos trabajos realizados en condiciones de clandestinidad, que registraron la movilización en centros de trabajo, en la universidad o la calle, testimo-niando la represión policial y opiniones de dirigentes y militantes. Las realizaciones más elaboradas —como Amnistía y libertad (Colectivo de Cine de Madrid, 1976), con metraje filmado entre diciembre de 1975 y marzo de 1976— evidenciaban una metodología de “observación crítica” que, según la reflexión de Linares, partía del acontecimiento (la movilización a favor de la amnistía y regreso de los exiliados), analizando en clave militante condicionantes de presente y expectativas de futuro (el riesgo del franquismo sin Franco versus el horizonte de la ruptura democrática)32.

Algunos hechos del pasado inmediato igualmente fueron abordados desde la narra-ción documental y ficcional en estos años. Fue el caso del asesinato, el 24 de enero de 1977 y a manos de la extrema derecha, de cuatro abogados y un administrativo en un despacho laboralista situado en la calle Atocha de Madrid. En Hasta siempre en la libertad (Colectivo de Cine de Madrid, 1977) se encuentra una crónica informativa que registró el sepelio público masivo celebrado con el partido aún en la ilegalidad. Incluía un breve prólogo explicativo que situaba aquel hecho, oponiendo la movilización social frente a los residuos “nostálgicos del franquismo” interesados en “programar la vía del caos”. Esa misma dialéctica sustentaba la tesis ensayística planteada en el largometraje de ficción 7 días de enero (Juan Antonio Bardem, 1978), aunque en forma de contraposición más amplia entre democracia (sociedad española) y reacción (grupos ultras y determinados sectores militares, eclesiásticos, empresariales o policiales).

Por otro lado, el pce se fue incorporando a la cotidianeidad televisiva a lo largo de la primera mitad de 1977. Durante el tardofranquismo fueron frecuentes las alusiones de los dirigentes comunistas al papel de la televisión como instrumento de manipulación en manos del aparato de poder33. La primera vez que los espectadores pudieron ver a Santiago Carrillo en la pequeña pantalla fue en el Telediario del 22 de diciembre de 1976, donde apareció es-

32 Roberto Arnau, La guerrilla de celuloide: resistencia estética y militancia política en el cine español (1967-1981) (Berlín: Verlag, 2006), 387.

33 Véase a este respecto: “La declaración de Arias Navarro en la tv” (carta codificada, 1975), ahpce, Fondo Nacionalidades, 745.

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posado y en poder de la Policía, con motivo de su breve detención. Sin embargo, apenas seis meses después, en el prime time del 13 de junio, el propio Carrillo protagonizaba el spot del pce en un programa especial con la propaganda electoral de los partidos o coaliciones que presentaban candidaturas en al menos venticinco circunscripciones34. Aquel espacio se ajustó al formato televisivo de “historia en directo”35. Esta noción alude a la capacidad del medio para convertirse en cauce de representación y difusión de eventos que puedan percibirse por la audiencia como hechos históricos extraordinarios. El spot del pce presentó una imagen de moderación frente al periclitado anticomunismo conservador. La intervención de Carrillo se centró en tres ideas básicas: la importancia objetiva del partido para asegurar el proceso hacia la democracia, su independencia frente a intereses extranjeros, y su compromiso para evitar un nuevo enfrentamiento civil.

En tal sentido, hasta la campaña electoral las referencias televisivas al partido fueron puntuales. Por ejemplo, el espacio de actualidad Informe Semanal no se hizo eco ni del ase-sinato de los abogados laboralistas ni de la legalización del pce. El tratamiento otorgado en enero a la masacre en Madrid provocó un paro en tve y, la convocatoria de elecciones, la creación de una comisión de trabajadores para hacer un seguimiento sobre posibles irregularidades36. Según la prensa comunista, entre el 18 de abril y el 12 de mayo de 1977, la información acerca del partido gubernamental Unión de Centro Democrático (ucd) ocupó cuatro veces más tiempo que el dedicado al resto de organizaciones, mientras que el otorgado al pce se limitó a sólo cuatro minutos37. Estos aspectos deben contextualizarse en unos parámetros contradictorios, definidos por el cambio —pero también por las per-vivencias— en una estructura política y administrativa como tve38.

34 Sobre la propaganda electoral comunista, Virginia Martín Jiménez, “De la clandestinidad a los spots. El discurso televisivo del pce durante la Transición”, en Las organizaciones políticas, eds. Rafael Quiroga-Cheyrouze Muñoz, Luis Carlos Navarro Pérez y Mónica Fernández Amador (Almería: Universidad de Almería, 2011), 597-608.

35 Daniel Dayan y Elihu Katz, La historia en directo. La retransmisión televisiva de los acontecimientos (Barcelona: Gustavo Gili, 1995).

36 Aurora Martín, “Muralla china en rtve o la información secuestrada”, Mundo Obrero, Madrid, 9/15 de mayo, 1977, 15.

37 “Juego limpio”, Mundo Obrero, Madrid, 23/29 de mayo, 1977, 10. La escasa visibilidad televisiva del partido se contraponía al grado de movilización en actos públicos, como las 50.000 personas concentradas en las afueras de Madrid a finales de abril, o las 120.000 reunidas por el psuc el 8 de mayo. “Igualdad de tiempos en rtve”, Mundo Obrero, Madrid, 16/22 de mayo, 1977, 13.

38 Estos cauces fueron reprimidos durante el tardofranquismo. Sobre la detención y trato policial recibido, en 1972, por los militantes de una célula de ccoo en tve pueden verse: “Sobre detención de tve”, ahpce, Fondo Nacionalidades, 562; y Manuel Palacio, La televisión durante la Transición española (Madrid: Cátedra, 2012), 55-56.

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Una muestra de estas nuevas formas de expresión, situada en un código de enunciación histórico, fue la ficción Curro Jiménez, una serie de aventuras sobre un imaginario bandolero andaluz emplazado en la invasión francesa de 1808-1814. El capítulo “La gran batalla de Andalucía” de Antonio Drove se programó el 27 de marzo de 1977, días antes de la lega-lización del pce. Esta entrega presentaba el llamativo subtítulo de “Boceto de un debate cinematográfico sobre el imperialismo”. Enfocaba aquel conflicto en clave de guerra civil (afrancesados frente a patriotas) y lucha de clases (arrendatarios frente a latifundistas), aleján-dose de los clichés historiográficos nacionalistas conservadores (Guerra de la Independencia).

El 3 de julio de 1977, tve programó en el espacio de entrevistas A fondo una charla con Rafael Alberti, recién llegado del exilio y elegido diputado. Alberti era uno de los símbolos más representativos del pce. Aquella charla debe situarse en un contexto donde las persona-lidades comunistas se estaban convirtiendo en referentes de normalidad. Sus testimonios se incluyeron en formatos de información política, o, sobre todo, cultural, un marco más per-meable y permisivo para la exposición de opiniones o memorias hasta entonces silenciadas. Esta presencia de Alberti debe complementarse, en este sentido, con otros espacios de la oferta de tve de ese año, como las entregas dedicadas en Encuentros con las Letras a la tradición cultural republicana, el exilio, o a intelectuales como Fernando Arrabal o Jorge Semprún.

2.2.Cartografía básica de la representación histórica del pce en la televisión democrática

La presencia en la esfera pública del pce debe relacionarse con su evolución política. Desde inicios de los años ochenta, su imagen mediática estuvo dominada por informaciones sobre crecientes desavenencias internas. Coincidiendo con la victoria electoral socialista de octubre de 1982, el partido se fracturó como consecuencia de los enfrentamientos entre su dirigencia y la disparidad de sus bases39. En este contexto tuvo lugar el canto de cisne del cine militante, encarnado en realizaciones como Una fiesta por la democracia (el oro del pce) (Andrés Linares, 1978) o Dolores (José Luis García Sánchez y Andrés Linares, 1980)40.

Pero también los años ochenta estuvieron marcados por una proliferación de estudios sobre la historia contemporánea, muchos centrados en la ii República y la Guerra Civil, especialmente

39 Carme Molinero y Pere Ysàs, “La izquierda en los años setenta”, Historia y Política 20 (2008): 21-42.

40 Una fiesta por la democracia (1978) fue un proyecto de Juan Antonio Bardem, donde participaron otros realizadores próximos al partido, como José Luis García Sánchez, Tino Calabuig y Roberto Bodegas. Se centraba en el mitin de Torrelodones de 1977, aludiendo también a la movilización antifranquista y la legalización. Dolores (1981), por otro lado, recogía una extensa entrevista a Pasionaria, junto a filmaciones de archivo.

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según se acercaba el cincuentenario de la contienda. En el caso de la televisión esa proliferación tomó forma a través de ficciones como Los jinetes del alba (Vicente Aranda, 1990), La forja de un rebelde (Mario Camus, 1990), o, muy especialmente, Lorca, muerte de un poeta (1987), una realización diri-gida por el cineasta comunista Juan Antonio Bardem. Estas obras se propusieron como prácticas discursivas en clave de semántica democrática y rehabilitadora, manejando un sistema de valores compatible con la “hegemonía cultural del mito antifascista”41. Plantearon una lectura y valoración de la década de los treinta desde un prisma progresista de izquierda que incorporaba una “utopía retrospectiva”, idealizadora y simplificadora. Ésta se basaba en exaltar, como valores distintivos de reconocimiento para el espectador, una interrelación intensamente sentimental entre antifascismo, republicanismo, valores solidarios y ética democrática42.

Respecto al documental, cabe hablar de dos formatos diferenciados. Uno respondió al esque-ma de debate con breve inserto de imágenes de archivo. Este modelo figuró en dos programas sucesivos en el tiempo: Tribuna de la Historia (1978-1981) y La víspera de nuestro tiempo (diálogo con la Historia) (1981-1985), con dirección de Luis Ignacio Seco. Ambos planteaban una óptica orientada a superar anteriores enfoques restrictivos. Sus debates incorporaron un amplio grupo de histo-riadores profesionales, junto a periodistas y ocasionales representantes políticos, con la finalidad de escenificar una pluralidad de puntos de vista que expresasen una significación democrática. A pesar de su ingente producción (133 y 75 capítulos, respectivamente) y de la diversidad de aspectos tocados sobre el siglo xx, ninguno dedicó un monográfico al pce. No obstante, el referente comu-nismo sí fue abordado desde perspectivas con connotaciones críticas o negativas, al tocar cuestiones como el totalitarismo, los cismas internos en el movimiento comunista o la sovietización de Europa Oriental. Así, en Tribuna de la Historia se analizaron el golpe de Praga de 1948, las fosas de Katyn o las figuras de Lavrenti Beria y Iósif Stalin. El 20 de agosto de 1983 La víspera de nuestro tiempo abordó, por su parte, el controvertido tema de la desaparición de Andreu Nin, un aspecto donde se mez-claban el debate historiográfico, la investigación histórica y la polémica política sobre los grados de contaminación estalinista en el pce de los años treinta43.

41 Antonio Cazorla, “Sobre el primer franquismo y la extensión de su apoyo popular”, Historia y Política 8 (2002): 303-320.

42 Antonio Gómez López-Quiñones, La guerra persistente: representaciones contemporáneas de la Guerra Civil española (Ma-drid: Vervuert, 2008), 273.

43 Andreu Nin (1892-1937) fue un destacado intelectual, dirigente del Partido Obrero de Unificación Marxista (poum), una organización de izquierda antiestalinista especialmente relevante en Cataluña entre 1936 y 1937. El poum defen-dió posiciones revolucionarias al inicio de la guerra, y criticó la vinculación del pce con la urss. Quedó ilegalizado en la primavera de 1937 por presiones comunistas, y Nin fue detenido y probablemente asesinado en junio, en oscuras circunstancias, por delegados soviéticos. Fue acusado de agente trotskista y espía de Franco. Su desaparición se justi-ficó alegando que había sido apresado por la gestapo y trasladado a zona nacional.

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El segundo formato característico fue el de las series documentales. Es aquí donde se situó la primera monografía estrictamente dedicada a la historia del partido: el capítulo “Los comu-nistas”, emitido el 4 de mayo de 1984 en el programa España, historia inmediata, con realización de José Fernández-Cormezana, un periodista de tve militante comunista. Esta serie adoptaba una perspectiva de historia sinóptica y síntesis divulgativa. Su método expositivo se basaba en presentar el testimonio de protagonistas y testigos, la reflexión de especialistas y, como contra-punto, el recuerdo sarcástico sobre la retórica informativa franquista44. “Los comunistas” contó con la asesoría histórica de Paul Preston y del antiguo dirigente comunista Fernando Claudín, cuyo testimonio figuró también en el documental. Junto a él, se incluyeron opiniones de Santiago Carrillo y de responsables de ccoo.

“Los comunistas” se localizaba en un tiempo histórico hasta entonces desatendido en las reflexiones televisivas: el exilio y la clandestinidad. Su relato se articulaba mediante un eje cro-nológico factual, que permitía la inserción de las diferentes opiniones, definido por hitos de la historia interna del partido. Puede analizarse, por tanto, como autobiografía televisiva del pce. De hecho, fue tildado desde ámbitos periodísticos conservadores como una “prueba palmaria de cómo la izquierda gobernante es desbordada a través de tve por la izquierda comunista”45. Pero esta serie fue, ante todo, un ejercicio de memoria ligado a la coyuntura de 1984, a la actualidad de su emisión y recepción. En ese momento se ha concretado la crisis del partido, que apenas cuenta con una presencia parlamentaria testimonial. La focalización temática establecida en el documental reflejaba los enfrentamientos internos de los años del exilio: la crisis de sucesión tras la muerte del secretario general José Díaz, en 1942; las divergencias respecto a la lucha guerrille-ra tras 1945; el culto a Stalin y la desestalinización; las incomprensiones entre los comunistas del interior y el exterior en los cincuenta. El relato de estos hechos iba hasta llegar al episodio de la expulsión de Fernando Claudín y Jorge Semprún, en 1964, que era recreado mediante una larga secuencia de montaje donde se contraponían sus testimonios frente a los de Carrillo.

Finalmente, cabe interpretar “Los comunistas” como una práctica de enunciación relacionada con el presente/pasado. Este programa reflejaba episodios del sistema de memoria patrimonial y épica del pce, como su participación en la resistencia francesa, su papel frente a la represión fran-quista o la estrategia de ccoo de inicios de los setenta. Sin embargo, su tematización dominante (la imagen de crisis, disensión y fractura) sugería una correspondencia de sentido entre lo histórico explícito y lo actual implícito. Esa mecánica retrospectiva no resultó tan evidente en La Pirenaica.

44 Sira Hernández, La historia contada en televisión. El documental televisivo de divulgación histórica en España (Barcelona: Gedisa, 2008), 125.

45 Ovidio, “Apoteosis comunista en tve”, abc, Madrid, 7 de mayo, 1984, 17.

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Aventura de una radio clandestina de Fernández-Cormezana, un documental programado en tve el 18 y 25 de enero de 1989. En él se describía la trayectoria de la radio clandestina del partido (Radio España Independiente), entre su creación en Moscú en 1941 y su última emisión en julio de 1977. El formato combinaba la linealidad temporal clásica, la voz en off y los testimonios de antiguos colaboradores en aquella aventura radiofónica. No obstante, mientras que “Los comu-nistas” se aproximaba a un tema tratado en la bibliografía académica y en la literatura del partido, La Pirenaica tocaba una cuestión apenas abordada historiográficamente46. A ese carácter original se añadía la incorporación de material sonoro inédito del Archivo Histórico del pce.

Ahora bien, la transición entre los años ochenta y noventa estuvo dominada además por el colapso del Socialismo Real. Como paradoja del destino, el 12 de noviembre de 1989 —cuarenta y ocho horas después de la “caída” del Muro de Berlín— murió en Madrid Dolores Ibárruri, Pasionaria, presidenta del pce, secretaria general entre 1942 y 1960, y la figura más popular del comunismo español en la Guerra Civil y el franquismo. El tratamiento otorgado en el reportaje emitido el 18 de noviembre en Informe Semanal, “Dolores, una mujer” (María Antonia Iglesias), eludía cualquier referencia a la crisis del bloque socialista. Proponía una mirada emotiva sobre Pasionaria, su esfera doméstica y su ámbito privado. Esa perspectiva de radical proximidad no obviaba, en todo caso, la alusión hagiográfica a su carácter de símbolo histórico47.

La crisis soviética permitió la realización de Operació Nikolai, una producción del canal público catalán tv3, con guión de Dolors Genovès y realización de Ricard Belis, emitida el 5 de noviembre de 199248. Se trató de un formato de investigación que cabe definir como primicia historiográ-fica en prime time. Su guión incorporaba información localizada en los archivos moscovitas de la Internacional Comunista y la nkvd, junto a material procedente del Archivo Histórico Nacional y la Filmoteca Nacional (Madrid), o el Archivo fotográfico y cinematográfico Krasnogorsk (Moscú). El equipo del documental supo aprovechar la breve coyuntura (1991-1994) que permitió el acceso con pocas restricciones a fondos hasta entonces vetados, realizando una primera aproximación que se ha visto parcialmente prolongada por investigaciones posteriores49. Operació Nikolai asumía, por otra parte, un prisma de historia nacional catalana. Este extremo era compatible con la orientación

46 Véase, Ramón Mendezona, La Pirenaica. Historia de una emisora clandestina (Madrid: Ramón Mendoza Roldán, 1981), y Luis Zaragoza, Radio Pirenaica. La voz de la esperanza antifranquista (Madrid: Marcial Pons, 2008).

47 Rafael Cruz, Pasionaria: Dolores Ibárruri, historia y símbolo (Madrid: Biblioteca Nueva, 1999).

48 Sobre la obra de Genovès, Isabel Estrada, “Catalan Television Documentaries and the Works of Dolors Genovès: The Negotiations of Memory in Democratic Spain”, Catalan Review 20 (2006): 117-130.

49 Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo, Queridos camaradas. La Internacional Comunista y España, 1919-1939 (Barcelona: Planeta, 1999).

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adoptada por tv3 en su programación de contenidos históricos, centrados mayoritariamente en aspectos contemporáneos asociables a la idea de especificidad identitaria.

Operació Nikolai retomaba de nuevo el caso de la desaparición del dirigente del poum Andreu Nin, aportando información inédita sobre la implicación de los servicios secretos soviéticos en su secuestro y asesinato. Este hecho cerraba el relato, que previamente había reconstruido la trayectoria vital del político catalán. Su núcleo argumental se centraba en la primera mitad de 1937, aludiendo a las tensiones internas en el bando republicano y a la creciente influencia soviética, como consecuencia de la dependencia armamentística. Una influencia que propició la llegada de delegados, asesores e informantes, en forma de una tupida red con derivaciones en la órbita militar, policial y política española. Este encuadre permite situar Operació Nikolai en coherencia con el enfoque historiográfico que ha valorado la detención de Nin como un reflejo de las purgas estalinistas fuera de las fronteras sovié-ticas. El documental trazaba la imagen de un pce subordinado a esa trama de consejeros y como caja de resonancia propagandística en la campaña de descrédito del trostkismo. Pero el documental también dejaba preguntas abiertas, como las referidas al grado de co-nocimiento del hecho de la muerte de Nin por la dirección del partido, a la identidad de los españoles implicados, o a la posible colaboración de cuadros o militantes comunistas.

2.3. Representación televisiva y “memoria histórica”

Operació Nikolai fue un caso paradigmático de autoridad historiográfica desde el relato televisivo, y frecuentemente ha sido citado en bibliografía especializada50. Su influjo se ha proyectado sobre otros documentales, como Asaltar los cielos (José López Linares y Javier Rioyo, 1996), dedicado a Ramón Mercader, el asesino de Trotsky; o sobre poum: una vida per la utopia (Montse Armengou y Ricard Belis), una realización emitida el 4 de diciembre de 2005 en el programa de tv3 30 minuts. En él se trazaba la biografía de aquella orga-nización a partir del testimonio de viejos militantes, evidenciando la persistencia de una memoria idiosincrásica de izquierda comunista catalana.

La misma estrategia enunciativa estuvo presente en el documental cinematográfico Que mi nombre no se borre de la Historia, dedicado a rememorar a las Juventudes Socialistas Unificadas (jsu). Fue producido en 2004, contando con guión y dirección de Verónica Vigil y José María Almela. Su relato combinaba material de archivo y testimonios de antiguos afiliados que evo-caron la guerra y la represión, y, en particular, el episodio de “Las Trece Rosas”, la ejecución

50 Helen Graham, The Spanish Republic at War, 1936-1939 (Cambridge: University Press, 2002), 288.

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de trece jóvenes militantes de las jsu en agosto de 1939. A los títulos mencionados cabe añadir una producción de tve, igualmente basada en testimonios de antiguos militantes que glosaban la experiencia de lucha antifranquista: “Clandestinos”, un reportaje con realización de Arturo Villacorta e Isabel Malpica, emitido en el programa Crónicas el 15 de abril de 2007.

Santiago Carrillo ha figurado también en diversas incursiones audiovisuales. La más notable fue Carrillo, comunista (Manuel Martín Cuenca), una coproducción entre tve y Morena Films de 2008. Éste fue un relato de extraordinaria austeridad visual. Los testimonios fueron registrados en blanco y negro, con escasos movimientos de cámara, tan sólo corregidos por la incorporación de algunos planos con imágenes de archivo. Carrillo, comunista situaba el testimonio autobiográfico ante un conjunto de cuestiones selectivas de rememoración. Su prólogo contraponía la alegría militante, en vísperas de las elecciones del 15 de junio, frente a la tristeza de la noche electoral del 28 de octubre de 1982, cuando el partido alcanzó su suelo electoral. Desde ahí, abría un flash-back hacia la proclamación de la ii República, la fundación de las jsu y el estallido de la guerra. El con-flicto era explorado desde dos hechos traumáticos de distinta naturaleza: la hipotética implicación de Carrillo en los fusilamientos de Paracuellos y la ruptura pública con su padre, en marzo de 1939, como consecuencia de una dura desavenencia política. Ante ambos temas Carrillo reiteró argumentos conocidos51. No obstante, el valor del documental estribó en su capacidad para esce-nificar distintas dimensiones de la memoria personal, pasando desde el testimonio justificativo al explicativo, emotivo, idealista o traumático.

Los ejemplos citados sobre el poum, las jsu, la clandestinidad o la figura de Carrillo se inscribieron en una amplia oferta para cine y televisión desplegada durante la primera década del siglo xxi. Dichos documentales pueden relacionarse con otros trabajos, como el largometraje dedicado al maquis comunista, La guerrilla de la memoria (Javier Corcuera, 2001); con la trilogía de Montse Armengou y Ricard Belis para tv3, sobre la represión y el control social franquista (Els nens perduts del franquisme, 2002; Els fosses del silenci, 2003, y El comboi dels 927, 2004), o con otras exploraciones sobre la violencia punitiva en la dictadura en La mala muerte (José Manuel Martín y Fidel Cordero, 2003) o Una inmensa prisión (Carlos Ceacero y Guillermo Carnero, 2005).

Estos materiales han presentado unos rasgos enunciativos relativamente comunes. Algunos se han ajustado al formato de documental de investigación y han utilizado fuentes escritas in-éditas de archivo. Pero todos han planteado una introspección construida desde la memoria de víctimas o represaliados, lo cual les otorga una marca distintiva como narrativas testimoniales. A partir de ahí, han sustanciado una traducción audiovisual de la categoría de “memoria

51 Santiago Carrillo, Memorias (Barcelona: Planeta, 1993), 206-212 y 299-300.

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histórica”. Son obras con una explícita finalidad didáctica, cívica y de denuncia, y se han relacionado con otras iniciativas político-jurídicas o simbólicas de reparación y rehabilitación de los perdedores de la guerra, donde han participado organizaciones como el pce. Cabría hablar, por tanto, de unas prácticas discursivas audiovisuales emplazadas en un amplio sistema de memoria revisionista, vinculado con la tradición intelectual antifranquista, pero también con una nueva cultura generacional y una oferta renovada de relatos mediáticos52.

En estos parámetros caben las visiones contrapuestas. El espacio España en la memoria, emitido por el canal conservador Intereconomía tv, y que programó el 18 de septiembre de 2010 una entrega dedicada a “José Díaz y el Partido Comunista”, proporciona importantes puntos a este respecto. El formato de este programa ha combinado la opinión de invitados con breves piezas documentales. Por ejemplo, recuperó un montaje de Alfonso Arteseros de inicios de los noventa con testimonios de exiliados y familiares sobre Díaz, secretario general del pce en la segunda mitad de los años treinta. El invitado fue Pío Moa, un controvertido publicista, autor de diversos ensayos sobre el siglo xx español desde una óptica neofranquista. Sus opiniones se movieron en un plano de crítica política de actualidad, apuntando una versión simplificada de una línea historiográfica más rica y compleja, centrada en el debate sobre la naturaleza totalitaria del régimen soviético53.

Las polémicas de memoria se han proyectado en otras direcciones. Desde los años noventa se han solidificado en la esfera pública valores implicados con un sistema de memoria legitimador de la transición democrática. Han incorporado tesis como el protagonismo de las élites políticas, o la relevancia del consenso y la reconciliación. Otras reflexiones han considerado, en cambio, la existencia de fallas, limitaciones o contradicciones en aquel proceso, discutiéndose su carácter pa-cífico o la solidez de los comportamientos políticos ciudadanos. También se ha resaltado el sentido presentista de las apelaciones a la transición en el contexto de la memoria oficial. O se ha destacado la existencia de un posible “pacto de olvido”, que soslayó las responsabilidades de la represión fran-quista. Este último extremo se implicaría con el corpus reivindicativo de la “memoria histórica”.

La memoria legitimadora de la transición ha tenido, en cualquier caso, un claro reflejo en los relatos televisivos, actuando como contrapeso correctivo frente a esa óptica documental de denuncia del franquismo. Santiago Carrillo se ha trastrocado en personaje ficcional en tv movies como Adolfo Suárez, el Presidente (Sergio Cabrera, Antena 3, 2010), o Tarancón, el quinto mandamiento

52 Véase, Sergio Gálvez Biesca, “Generaciones y memoria de la represión franquista: un balance de los movimientos de memoria”, Hispania Nova 6 (2006): 193, consultado el 15 de abril de 2008, <http://hispanianova.rediris.es/7/dossier.htm>.

53 Roberto Ceamanos, “El uso de la historia en el espacio público francés. El debate sobre la historia del comunismo”, en Actas del vi Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, coords. Carlos Forcadell, et al. (Zaragoza: Universidad, 2002), 85-99.

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(Antonio Hernández, tve, 2011). Ambas ofrecieron una mirada dulcificada e idealizadora del cambio político, donde el líder comunista figuró como expresión del moderantismo del pce de 1977. Otro caso fue el de Cuéntame cómo pasó (Miguel Ángel Bernardeu, tve, 2001-2013), una se-rie que ha recreado las peripecias de una familia de clase media urbana entre 1968 y 1981. Esta última ha sido estimada como compendio de “narrativas opuestas como medio conciliatorio de ideologías”54, y ha planteado una significación histórica mediante la apelación nostálgica, la alusión a lo próximo y la recreación alegórica de identidades de fácil reconocimiento. Carrillo se interpretó a sí mismo en esta serie, en un episodio ambientado en vísperas de la legalización del pce. Y otro personaje de ficción (Miguel Alcántara, interpretado por Juan Echanove) ha re-presentado a un afiliado comunista, metaforizando no el antifranquismo —es decir, la identidad remarcada por el cine militante de 1975-1976—, sino la moderación constatada a raíz de la plena integración del pce en la lógica parlamentaria.

Conclusiones

Bucarest, la memoria perdida fue un documental coproducido en 2008 por tve y tv3, con realización y guión de Albert Solé. Se aproximaba a la biografía de su padre, el dirigente del psuc y ponente constitucional del grupo comunista Jordi Solé Tura, fallecido en 2009. En Bucarest, la apelación a la memoria era paradójica, puesto que se realizaba a través de la constatación del olvido. Era un relato en primera persona, en voz de Albert, quien re-construía los recuerdos cada vez más despersonalizados de Jordi a causa del alzheimer. Este documental trazaba una caracterización histórica del psuc, del exilio y la clandestinidad, del debate eurocomunista o de las esperanzas abiertas —y, en parte frustradas— por la transi-ción. De este modo, la amnesia personal de Solé Tura se acababa trastrocando en memoria pública gracias a una práctica de introspección historiográfica audiovisual.

Durante el tardofranquismo no cabe hablar de olvido sobre el pce en la rememoración te-levisiva. Tampoco se produjo ese olvido en el cine político clandestino, interesado en registrar la movilización popular y descodificarla en coherencia con el discurso oficial del partido. Entre esas propuestas y el documental Bucarest. La memoria perdida se sucedieron numerosos ejemplos de re-presentación, con ópticas de encuadre y tematización diversas, enfoques interpretativos plurales y distintos formatos de evocación y actualización del pce. Se ha estimado que tales ejemplos pueden conceptualizarse como prácticas historiográficas, por su naturaleza como narrativas explicativas y sus finalidades en cuanto a proposición de sentido, significación y comprensión del pasado. Tales

54 “Memorias de progreso y violencia: la Guerra Civil en Cuéntame cómo pasó”, en Historias de la pequeña pantalla. Representaciones históricas en la televisión de la España democrática, eds. Francisca López, Elena Cueto y David R. George (Madrid: Vervuert, 2009),137-155.

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prácticas se han enmarcado en coherencia con el sesgo generalista del medio televisivo. Asimismo, se considera que deben interpretarse en relación con el carácter de la pequeña pantalla como ins-tancia primaria en la formación de una cultura histórica colectiva55.

Los relatos audiovisuales han incorporado claves dependientes de factores de autoría, produc-ción, agenda de recuerdo y coyuntura de actualidad. En ellos ha influido la reflexión historiográfica escrita, y, en ocasiones, los propios contenidos televisivos han incidido en la reflexión histórica académica. La representación del pce ha transcurrido, fundamentalmente, mediante narraciones documentales, si bien los formatos y métodos de construcción y organización del discurso han sido diversos. En este trabajo se han analizado fórmulas específicas de enunciación, como entrevistas, muestras de “historia en directo”, reportajes conmemorativos, filmes didácticos, reflexivos o de investigación, materiales clandestinos o dramatizaciones ficcionales.

Este artículo ha presentado una cartografía audiovisual básica, integrada por prácticas de memoria sobre ideales, identidad, liderazgo, cultura grupal, disensiones, movilización, resis-tencia o represión. Desde mediados de 1977 se fue normalizando la presencia televisiva del pce. Una presencia que negoció con apelaciones diversas, procedentes de diversos sistemas de recuerdo y reconocimiento. Dichos sistemas abarcaron desde la memoria patrimonial del partido —amplia, en ocasiones contradictoria y abierta a la redefinición diacrónica— hasta otros marcos normativos de significación ligados a distintas escalas sociales.

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55 Gary R. Edgerton, “Television as Historian. A Different Kind of History Altogether”, en Television Histories. Shaping Collective Memory in the Media Age, eds. Gary. R. Edgerton y Peter C. Rollins (Kentucky: University Press, 2001), 1-2.

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Gabriela Scodeller

Artículo recibido: 31 de julio de 2012

Aprobado: 7 de diciembre de 2012

Modificado: 18 de febrero de 2013

Investigadora asistente del conicet-Argentina y miembro del Instituto de Inves-tigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Licen-ciada en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina) y Doctora en Historia por la Universidad de la Plata (Ar-gentina). Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “Una posible relación entre memorias y conciencias obreras”, Conflicto Social iv: 6 (2011): 143-152; y en coautoría con Agustín Santella, “Revisitando la Inglaterra de Engels y E. P. Thompson. Notas para la formulación de hipótesis sobre la formación de la clase obrera en Argentina”, en Strikes and Social Conflicts. Towards a Global History, coords. António Simões do Paço, Raquel Varela y Sjaak van der Velden (Lisboa: Interna-tional Association Strikes and Social Conflict, 2012), 726-734, y con el Colectivo Fantomas, El Mendozazo. Herramientas de rebeldía (Mendoza: Editorial de la Univer-sidad Nacional de Cuyo, 2012). [email protected]

(Des)encuentros en las experiencias de formación político-sindical en los años sesenta en ArgentinaÏ

Ï El presente trabajo hace parte de una investigación sobre “Educación obrera en América Latina durante las décadas de 1960-1970”, realizada con financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (conicet) y del International Institute of Social History (iish), Ámsterdam, Holanda.

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.07

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(Des)encuentros en las experiencias de formación político-sindical en los años sesenta en Argentina

Resumen:Este artículo concibe el ámbito de la educación obrera como un terreno de conflicto en sí mismo, en el cual diferentes tradiciones, ideologías y prácticas interactúan, confrontan, negocian y se combinan. Desde esta perspectiva, se presentan distintas experiencias de formación político-sindical desarrolladas en Argentina durante la década de 1960, centrándose en aquellas impulsadas desde la Confederación General del Trabajo de este país. En este contexto de creciente radicalización política, se analiza cómo los distintos actores tra-dujeron, reapropiaron o cuestionaron los lineamientos en política educativa provenientes de la Alianza para el Progreso y las organizaciones obreras internacionales y/o regionales afines.

Palabras clave: Argentina, 1960, sindicato, educación de los trabajadores.

(Dis)agreements in Political and Union Education Experiences in the 1960s in Argentina

Abstract:This article considers worker education as field of conflict in and of itself, in which various traditions, ideologies, and practices interact, collide, negotiate, and combine. From this perspective, several political and union education experiences which took place in Argentina during the 1960s are presented, focusing on those driven by the Argentinean Confederación General del Trabajo (General Worker Union). Within this context of rising political radicalization, the article analyzes how the various actors translated, appropriated, or questioned the education policy guidelines generated by Alianza para el Progreso (Alliance for Progress) and related international and regional worker organizations

Keywords: Argentina, 1960, union, worker education.

(Des)encontros nas experiências de formação político-sindical nos anos 1960 na Argentina

Resumo:Este artigo concebe o âmbito da educação operária como um terreno de conflito em si mesmo, no qual diferentes tradições, ideologias e práticas interagem, confrontam, negociam e se combinam. Sob esta pers-pectiva, apresentam-se diferentes experiências de formação político-sindical desenvolvidas na Argentina durante a década de 1960, que se centravam naquelas impulsionadas desde a Confederação Geral do Tra-balho desse país. Nesse contexto de crescente radicalização política, analisam-se como os diferentes atores traduziram, reapropriaram ou questionaram os lineamentos em política educativa provenientes da Aliança para o Progresso e as organizações operárias internacionais e/ou regionais afins

Palabras-chave: Argentina, 1960, sindicato, educação dos trabalhadores.

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(Des)encuentros en las experiencias de formación político-sindical en los años sesenta en Argentina

Introducción: educación obrera y organizaciones sindicales

¿ Por qué y cómo desarrollan las organizaciones gremiales tareas de formación político-sindical? En este artículo se intenta dar una respuesta preliminar a este interrogante analizando principalmente la experiencia formativa desarrollada

en Argentina a lo largo de la década de 1960. En el marco de la Alianza para el Progreso (alpro), las distintas confederaciones internacionales impulsaron un conjunto de inicia-tivas educativas, que fueron traducidas de múltiples modos según los espacios locales latinoamericanos. En un contexto de aceleración de los procesos de radicalización polí-tica de un conjunto amplio de la sociedad, del que los trabajadores y sus organizaciones políticas y gremiales no estuvieron al margen, se pretende examinar cuáles fueron los sentidos otorgados al proceso de formación, los encuentros y desencuentros entre las dis-tintas experiencias que proliferaron en la época.

Como señala Marcel van der Linden, la historiografía sobre las organizaciones sindicales internacionales se encuentra mucho más desarrollada que la referida a la clase trabajado-ra mundial1. Pero en esta amplia bibliografía, la cuestión de la educación obrera ha sido una materia poco explorada. Aunque se pueden encontrar datos sobre el área educativa de dichos organismos, el eje de análisis no se ha centrado en las prácticas educativas en sí mismas, sino en la institución sindical. En tal sentido, los pocos artículos existentes se de-dicaron a describir las actividades del instituto de la afl-cio, el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (iadsl), como uno de los instrumentos del aspecto “reformista” —de ayuda económica, social y educativa— de la alpro2. Estos estudios generalmente asumieron un estilo de denuncia, mostrándolo como parte de los tantos intentos imperialistas de cooptación ideológica sobre América Latina; mientras que su

1 Marcel van der Linden, Workers of the World. Essays toward a Global Labor History (Leiden: Brill, 2008), 261.

2 Richard Parker, “Imperialismo y organización obrera en América Latina”, Cuadernos Políticos 26 (1980): 37-61.

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contraparte había sido la visión pronorteamericana3. Pero raramente estos investigadores han profundizado en cuestiones relativas a las formas y los contenidos de dicho Instituto, siendo excepciones para el caso de Argentina los trabajos de Pablo Pozzi y Juan Bozza4.

De igual forma, las experiencias educativas vinculadas a otras corrientes ideológicas han sido escasamente estudiadas. Esta situación de la historiografía sorprende si se ob-serva el desarrollo del campo educativo en la época que aquí se pretende estudiar. En efecto, el ímpetu y la importancia dada por parte de las confederaciones internacionales a la educación obrera como una actividad estratégica, con el fin de difundir una ideología determinada en el contexto de la Alianza para el Progreso, se torna evidente cuando se observa el financiamiento destinado a cursos y publicaciones como folletos o manuales específicos y la creación de instituciones especializadas.

De ahí el interés de este artículo en centrar su atención en la educación obrera, buscando comprender un problema más amplio: el de los procesos de conciencia y formación de clase, y, dentro de éste, la centralidad que ocupan los conf lictos políticos dentro de la propia clase. El estudio de la educación/formación obrera permite pen-sar más específ icamente sobre el momento particular en que los y las trabajadores/as ref lexionan sobre su propia práctica, y remite al vínculo entre acción y conceptualiza-ción que señala Jean Piaget5. Se entiende la toma de conciencia como un proceso no acabado, contradictorio y ambivalente6. Es precisamente este devenir abierto el que habilita la pregunta por las formas en que la transmisión de la experiencia histórica o la ref lexión sobre la práctica cotidiana modelan dicho resultado mediado por la forma-ción político-sindical7.

3 Como ejemplos de lo primero podemos mencionar los textos de Jorge Basurto Romero, “El sindicalismo y la penetración ideológica de los Estados Unidos en América Latina”, Revista Mexicana de Sociología 34: 3/4 (1972): 551-594, y Hobart Spalding, “Sindicalismo libre: ¿De qué? El Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre”, Nueva Sociedad 70 (1984): 48-58. Mientras que Robert Alexander ha sido el principal exponente de la segunda visión. Véase del autor, International Labor Organizations and Organized Labor in Latin America and the Caribbean. A History (Santa Bárbara: Praeger, 2009).

4 Pablo Pozzi, “El sindicalismo norteamericano en América Latina y en la Argentina: el aifld entre 1961-1976”, Herramienta 10 (1990): 163-184, y Juan Bozza, “Trabajo silencioso. Agencias anticomunistas en el sindicalismo latinoamericano durante la Guerra Fría”, Conflicto Social 2: 2 (2009): 49-75.

5 Jean Piaget, La toma de conciencia (Madrid: Morata, 1976), 254-274.

6 Gottfried Mergner, Social Limits to Learning. Essays on the Archeology of Domination, Resistance and Experience (Nueva York: Berghahn Books, 2005), 20-31 y 139-154.

7 Se entiende la formación político-sindical como parte de la educación obrera, término este último que, aunque con múltiples acepciones, fue propio de la época analizada. Al respecto ver Richard Dwyer, “Workers’ Education, Labor Education, Labor Studies: An Historical Delineation”, Review of Educational Research 47: 1 (1977): 179-207.

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Con estos propósitos, se busca construir el objeto de estudio de modo amplio, a fin de tomar en consideración una diversidad de experiencias que pueden ser analizadas de modo comparado, pero además, tener cuidado al delimitar este objeto, cuyos límites parecen difusos respecto de otro tipo de actividades formativas, ya sea desde su conteni-do —capacitación técnico-profesional— o desde los sujetos o instancias organizativas que las impulsan —partidos políticos—. Es importante aclarar que no se busca analizar las preocupaciones escolares de los movimientos sociales o políticos.

Por otro lado, la presente investigación se interesa por conocer la concepción ideológico-política implícita o explícita en la formación que brindan los sindicatos a sus miembros y dirigentes. Se definen como “experiencias formativas” aquellas que asumen como principal propósito la preparación de cuadros, dirigentes o activistas sindicales para la acción gremial, sin seleccionarlas a priori por su orientación ideológica o las metas que persigan. Entonces, ¿cuál es el tipo de dirigente que se busca construir a través de estas prácticas formativas? Si las tareas y el rol esperados de un militante sindical se acotan o amplían, esto requerirá diversos tipos y contenidos educativos, relacionándose con dife-rentes tradiciones políticas y contextos histórico-sociales.

Aunque el movimiento obrero constantemente realice un análisis acerca de sus accio-nes, el momento en que lo desarrollan y sus resultados, no siempre lo hace de una manera sistematizada. Esto ocurre en asambleas, pasillos, durante medidas de fuerza, reuniones informales, entre otros. Si bien se consideran estas instancias como fundamentales en el proceso de reflexión política, en este artículo se comprenderán sólo aquellas experiencias sistematizadas de formación. En otras palabras, aquellas prácticas que hayan tenido algún tipo de planificación y perdurabilidad, y que cuenten con alguna forma de registro escrito sobre estas experiencias. Así, pues, se contemplan actividades impulsadas por diversas instancias de representación gremial, en cuanto a quiénes brindan la formación —se consideraran institutos, individuos o grupos de intelectuales—, y redes de formadores dedicados a dicha tarea.

1. La formación político-sindical en el contexto de la Alianza para el Progreso

La preocupación de los trabajadores por la cuestión educativa en sentido amplio no es una novedad del período que aquí se estudia, si bien a lo largo de su historia asumió dis-tintas características. Un estudio sobre la formación político-sindical en Argentina podría remitirse a las experiencias de socialistas, anarquistas y comunistas en las primeras décadas del siglo xx. Sin entrar en detalles sobre éstas, es interesante señalar que a medida que

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socialistas y comunistas desligan en el Estado la responsabilidad de la educación escolar, comienzan a ocuparse fundamentalmente de la formación ideológico-política de sus miem-bros. Con el peronismo en el gobierno, por ejemplo, las distintas modalidades de educación articuladas desde el Estado incorporan la capacitación técnico-profesional. De modo que, a partir de su Congreso de 1947, la Confederación General del Trabajo (cgt) asume la capacitación político-sindical de dirigentes y militantes, a través de la creación de “Escuelas de Capacitación Sindical” y “Bibliotecas del Trabajo”, proceso que es interrumpido por el golpe de Estado de 1955 que proscribe al peronismo.

A lo largo de las conflictivas décadas de 1960 y 1970 proliferan nuevas experiencias for-mativas. Se debe recordar, atendiendo al ámbito internacional, que en 1962 la American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (afl-cio) fundó el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (iadsl), y la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (orit)8, el Instituto Interamericano de Estudios Sindicales (iies). Al año siguiente, la Confederación Latinoamericana Sindical Cristiana (clasc)9 abrió los Institutos de Estudios Sindicales (ies). Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (oit) contaba con el Instituto Internacional de Estudios Laborales (iils) desde 1960.

Un ejemplo de esta preocupación en términos monetarios lo presenta el presupuesto que la orit destinó al Departamento de Educación, que incrementó paulatinamente, pasando del 5% en 1952 al 18% en 196410. Por su parte, la clasc destinó el 70% de sus recursos a la formación y el entrenamiento de sus dirigentes, activistas y miembros11. Sin embargo, estos datos cuantitativos poco dicen en relación con el modo en que las concepciones ideológicas propias de estas corrientes circularon y fueron traducidas en el contexto latinoamericano de radicalización política y social que siguió a la Revolución Cubana. Si bien las tareas de educación obrera realizadas con cierta sistematicidad pueden rastrearse desde mediados de los años cincuenta, fue a partir del contexto abierto en 1959 que las dos corrientes sindicales internacionales con preeminencia en América Latina se vieron obligadas a repensar sus estrategias en la región12.

8 La orit era miembro de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (ciosl).

9 La clasc integró la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos (cisc).

10 Magaly Rodríguez García, Liberal Workers of the World, Unite? The icftu and the Defense of Labour Liberalism in Europe and Latin America (1949-1969) (Berna: Peter Lang, 2010), 96.

11 Robert Alexander, International Labor, 210-211 y 224.

12 Estas corrientes eran los socialcristianos de la cisc y los socialdemócratas europeos de la ciosl y su versión norteamericana —más abiertamente liberal— a través de la afl-cio. No se incluyen en este artículo referencias a los agrupamientos sindicales vinculados a la tendencia comunista, ya que, a pesar de distintos esfuerzos, ésta comenzó a perder peso desde 1955, teniendo una escasa injerencia en la región durante la época analizada.

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Para comprender el proceso en Argentina, es necesario tener en cuenta que para este momento, producto de los años de proscripción del movimiento en que los trabajadores se referenciaban de forma mayoritaria, dentro del peronismo se profundizaban ciertos debates y posicionamientos clasistas, y la tendencia revolucionaria dentro del mismo comenzaba a consolidarse organizativamente, y a articularse con otras organizaciones políticas y sociales combativas. En este contexto, ¿cuales fueron los sentidos otorgados al proceso de formación? ¿Se articularon las experiencias locales con las políticas educativas diseñadas internacionalmente?

En tal sentido, se estudiará aquí la que se considera la experiencia más significativa de esta etapa: el Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical (icfss), creado por la cgt. Su relevancia proviene tanto del nivel de sistematización de las actividades como del entrecruzamiento de actores individuales y colectivos que allí tuvo lugar. Este Instituto surgió en 1963 y funcionó hasta 197013. El recorrido por estos años permite analizar el modo complejo en que interactuaron las distintas prácticas formativas, ya sea confron-tando, negociando y/o combinándose, e incluso disputando el contenido y sentido del espacio de formación político-sindical. Por tanto, se periodizará su historia teniendo en cuenta cuál de las diversas líneas político-ideológicas fue logrando hegemonía en su interior.

Con fines expositivos, a continuación se estudiarán los distintos grupos que circularon por el icfss, sus intereses y opciones políticas, para luego detenerse en las prácticas pedagógicas puestas en juego por éstos.

2. Anudamientos en Argentina

Desde el momento en que la cgt fue normalizada en 1963 y asumieran las nuevas autoridades, desde la Secretaría de Prensa, Cultura, Propaganda y Actas, a cargo de Luis

13 Según Danie Filmus, las actividades de formación en la cgt se desarrollan ininterrumpidamente hasta f ines de 1975: Demandas populares por educación. El caso del movimiento obrero argentino (Buenos Aires: Aique, 1992), 42. Sin embargo, con base en las distintas fuentes consultadas, se coincide con Hubo Belloni Ravest en ubicar la f inalización de las actividades del icfss en 1970: Educación sindical en la Argentina. Experiencias sobre capacitación obrera en España y Francia (Buenos Aires: s/e., 1973), 13. Según la Memoria y Balance correspondiente a los años 1970 y 1971, no se desarrollaron actividades de formación (salvo por unas pocas conferencias dictadas por los encargados del área de capacitación sindical de la Histadrut, y de Alemania). cgt, Memoria y balance 1970-1971 (Buenos Aires: cgt, 1972), 35. Ya con el retorno del peronismo al gobierno, desde mediados de 1973 se vuelve a poner en pie un esquema de formación que retoma lo realizado durante los dos primeros gobiernos peronistas, pero ello es parte de un proceso muy distinto al que aquí se trata. cgt, Memoria y balance 1972-1974 (Buenos Aires: cgt, 1974), 107-112, 119-124 y 167-168.

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Angeleri (del Sindicato de Luz y Fuerza Capital), se impulsaron una serie de medidas ten-dientes a profundizar en el contenido político del proceso que se estaba llevando adelante. Se compró material bibliográfico, se celebraron dos importantes jornadas (Económicas y Agrarias), se fundó el Departamento de Economía Social. Se publicó además el Boletín Informativo Semanal y se realizó un programa radial. Entre este conjunto de acciones ten-dientes a difundir información, potenciar debates y capacitar a los trabajadores para el rol protagónico que debían asumir en esta “etapa revolucionaria”14, se creó el Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical (icfss).

Hasta fines de 1965, circularon por la cgt distintos núcleos político-intelectuales que, de modos más o menos sistematizados, brindaron su influencia en el campo de la forma-ción y confrontaron en torno al contenido de la misma. De éstos se han identificado cuatro grupos, que a su vez tuvieron una compleja relación entre ellos. El primero, proveniente de una tradición de izquierda, es quizás el que participó de un modo menos formalizado en la experiencia del icfss. El segundo, vinculado al vandorismo, permite advertir la pre-sencia de la corriente internacional del “Sindicalismo Libre”. Otros dos sectores dieron su impronta al icfss, no sin destacarse matices entre ellos. Por un lado, el tercer grupo, conformado por quienes desde la esfera sindical impulsaron la formación, vinculados al sindicato de Luz y Fuerza y al propio secretario general de la cgt, José Alonso (Sindicato del Vestido); y, por el otro, el cuarto grupo, relacionado con el equipo de formadores que llevó adelante los cursos, provenientes en su gran mayoría de experiencias previas de ca-pacitación vinculadas al sindicalismo cristiano.

El primer núcleo de intelectuales estuvo integrado por el Grupo condor (Centros Organizados Nacionales de Orientación Revolucionaria), quienes claramente se definie-ron como marxistas y peronistas. Sus miembros provenían de la Juventud Peronista (jp) y de la corriente de izquierda nacional15. Enunciaron como uno de sus objetivos el de “elevar con el aporte de su labor teórico-política, en primer lugar, el nivel político de los dirigentes sindicales y militantes obreros”16. Intentaron ser consecuentes con este propósi-to influenciando al movimiento obrero organizado a través de su práctica profesional. Así, los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Duhalde se desempeñaron como asesores

14 El contenido otorgado a dicha “revolución” eran la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza producida y la activa participación de los trabajadores en todos los ámbitos de gobierno. Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 1º al 7 de junio, 1964, 20.

15 Ariel Eidelman, Militancia e historia en el peronismo revolucionario de los años 60: Ortega Peña y Duhalde (Buenos Aires: ccc/Cuadernos de Trabajo 31, 2004).

16 “Manifiesto preliminar al país”, Buenos Aires, junio de 1964, en Documentos de la Resistencia Peronista. 1955-1970, comp. Roberto Baschetti (Buenos Aires: De la Campana, 1997), 392-399.

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legales durante los procesos de lucha de estos años, o pueden verse las ilustraciones del artista plástico Ricardo Carpani acompañando las páginas del Boletín Informativo Semanal de la cgt17. Asimismo, puede constatarse la influencia de este grupo al rastrear los títulos editoriales adquiridos por la Biblioteca de la central en estos años, con gran presencia de autores vinculados a la izquierda nacional.

El segundo grupo lo constituyó el vandorismo18. Si bien el del icfss no fue un espacio considerado importante por esta línea, sí estuvo interesado en la construcción de una serie de vínculos internacionales. En el contexto de la Alianza para el Progreso, en que el “Sindicalismo Libre” buscó ampliar sus redes de influencia en América Latina y se vio obligado a reformular su mapa de aliados superando su tradicional antiperonismo, puede comprenderse también cierta confluencia del vandorismo con aquellos gremios socialistas que históricamente habían estado vinculados a la corriente promovida por el sindicalismo norteamericano19. En tanto,

17 Si bien éstos cuestionaban a la burocracia cegetista, mantenían con algunos de sus dirigentes vínculos políticos e incluso económicos. Cabe señalar que luego, como militantes del peronismo revolucionario, éstos fueron intelectuales activamente comprometidos con los agrupamientos sindicales, estudiantiles, armados, culturales, cuyas prácticas políticas cuestionaron no sólo a la dictadura militar sino al sistema capitalista. Eduardo Duhalde y Rodolfo Ortega Peña lo hicieron no sólo como defensores de presos políticos sino a través de distintos proyectos editoriales (Editorial Sudestada y revista Militancia Peronista para la Liberación), y Carpani, a través de su gráfica política. Al respecto, se puede consultar de nuevo a Ariel Eidelman, Militancia e historia.

18 Corriente sindical liderada por el metalúrgico Augusto Vandor, controló los principales gremios industriales y fue hegemónica dentro del movimiento obrero de la época. Representaba una estrategia reformista, cuyo horizonte era reproducir la alianza de clases de 1946. Si bien buscaba una alianza con el capital, en particular con la burguesía industrial, su táctica de “golpear para negociar” fue beneficiosa en términos materiales para los trabajadores. En términos políticos, este líder sindical cuestionaba la subordinación de la dirigencia sindical a los cuadros políticos del movimiento —lo cual no significaba una autonomía en términos de clase—. Su enfrentamiento con el líder exiliado se tradujo en el surgimiento de partidos neoperonistas, pero también en múltiples tensiones dentro del movimiento obrero, siendo una clara expresión de este proceso la división de las 62 Organizaciones Peronistas (rama político-sindical del movimiento), que tuvo a José Alonso como una de las figuras del ala opuesta a la concepción vandorista de un “peronismo sin Perón”. Al respecto, se puede consultar Daniel James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. 1946-1976 (Buenos Aires: Sudamericana, 1988); Rafael Cullen, Clase obrera, lucha armada y peronismos. Génesis, desarrollo y crisis del Peronismo Original (Buenos Aires: De la Campana, 2008).

19 Al inicio de la Guerra Fría, durante el gobierno de Perón y hasta entrados los años sesenta, esta corriente estuvo vinculada en Argentina a gremios y dirigentes del socialismo, de la mano de Riego Ribas y Antonio Mucci (Gráficos), F. Pérez Leirós (Municipales de Capital Federal, filial de la orit en Argentina), y Armando March (Comercio). Entre las experiencias de formación político-sindical de esta línea podemos mencionar la Escuela Sindical de la Federación de Empleados de Comercio, que funcionó desde 1958, y la creación en 1963 del Instituto Argentino de Educación Sindical y Cooperativa (iadesyc) por parte de distintas organizaciones gremiales. Ver: Héctor Dieguez, Teoría y práctica de la economía argentina (Buenos Aires: Federación de Empleados de Comercio/Escuela de Capacitación Sindical, 1958); oit, Educación Obrera, Ginebra, octubre de 1966, 19, 20 y 36, y orit, Noticiario Obrero Interamericano, México d.f., 31 de agosto de 1963, 4.

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ésta también fue una manera de intervenir en la direccionalidad ideológica que se otorgaba a los cursos del Instituto. Concretamente, y como se verá más adelante, la influencia de este sector se ve en el desarrollo del Ciclo de Conferencias de 1963, y en los viajes de los egresados en calidad de becados a distintos países del bloque capitalista.

El tercer grupo estaba integrado por hombres provenientes del Sindicato de Luz y Fuerza Capital, en quienes era evidente la preocupación por las cuestiones referidas a la formación. Sin duda, una de las pocas instituciones gremiales que desarrolló tareas sistematizadas en este sentido, ya que desde 1962 funcionaba el Instituto de Capacitación Sindical de Luz y Fuerza, dictando cursos para delegados y dirigentes. No por casualidad, el responsable de la Secretaría que llevó adelante el icfss, Luis Angeleri, provenía de este gremio. Por otro lado, la iniciativa siempre contó con un fuerte respaldo del secretario general de la cgt, José Alonso. Hombres vinculados a ambos dirigentes ocuparon puestos claves en el icfss, ya sea como coordinadores (Nicanor Saleño) o do-centes de las materias principales y comunes a los distintos programas (Juan J. Taccone, José L. de Imaz20). Sin embargo, no constituyeron un grupo político homogéneo. Su posición como dirigentes de la Central Obrera Nacional los llevó a mantener vínculos con distintas organizaciones y sus representantes en el ámbito latinoamericano y mundial, marco en el cual no estuvieron al margen los intercambios e informes en materia de educación obrera21.

Por último, la presencia del cuarto grupo será definitoria en la estructuración de los cursos y se-minarios y en la elaboración de contenidos durante los tres primeros años del Instituto, que estaba conformado por un equipo de profesores que actuaron de modo permanente acompañando el pro-ceso de enseñanza-aprendizaje. Su participación previa como formadores en el Sindicato de Luz y Fuerza fue el vínculo a partir del cual fueron convocados a organizar el icfss de la cgt22. Aunque con distintas matrices político-ideológicas en su interior, éstos compartieron con el grupo anterior la perspectiva en cuanto al lugar que los sindicatos debían ocupar en la sociedad como factores de poder, y su necesaria participación en las distintas esferas de gestión estatal y empresarial. Según

20 De Imaz había sido propuesto por la cgt para integrar el Instituto. En su libro Los que mandan (1965), cita un texto de José Alonso —Los trabajadores, la política y la Nación. Apuntes para una ideología del cambio de estructuras— como referencia del rol de los sindicatos como factor de poder a partir de 1963. José L. de Imaz, Los que mandan (Buenos Aires: Eudeba, 1965), 211. El documento original aparece como publicación de la Agrupación “Nuevo Rumbo”, con fecha de noviembre de 1963.

21 Por ejemplo, en una carta que Bernardo Ibáñez, director del iies de la orit, escribe a José Alonso agradeciéndole el “fraternal intercambio de información”, se incluye el envío del programa de los cursos que en ese momento se desarrollaban en la cgt; a la vez que promete enviarle los programas y materiales del iv Curso en marcha en la sede del iies. “Carta de Bernardo Ibáñez a José Alonso”, México d.f., 8 de octubre de 1963, en International Institute of Social History (iish), Ámsterdam-Holanda, icftu Archives, carpeta 5051.

22 Entrevista a Julio Neffa, Buenos Aires, agosto 2011.

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Roberto Carri, este grupo de intelectuales buscaba conjugar concepciones clásicas del peronismo y del sindicalismo, como la justicia social y el nacionalismo económico, con una fundamentación desarrollista socialcristiana23. Varios provenían de una experiencia de educación obrera nacida en 1956 por iniciativa de los sindicatos de orientación cristiana agrupados en Acción Sindical Argentina (asa)24 —denominada Instituto de Formación Social Sindical (ifss)—. En este contexto, algunos integraban además el Centro Argentino de Economía Humana (caeh)25, y otros formaban parte del Instituto de Educación y Capacitación de los Trabajadores (itec)26, o de ambos.

Con posterioridad a 1966, el proceso es interrumpido y el terreno se vuelve más homogéneo. Las distintas fuentes disponibles son dispares en cuanto a la continuidad de las actividades del icfss durante los primeros dos años de la “Revolución Argentina”. La inestabilidad institucional por la que atravesó la central obrera en aquellos años27 influye, aunque no explica el abandono de las tareas pertinentes a la educación obrera. Más bien, esto se debió al desplazamiento de los grupos mayormente interesados en ello. De hecho, las actividades formativas se suspenden y trasladan a la Federación Argentina de Trabajadores de Luz y Fuerza (fatlyf), donde se crea el Instituto de Formación Social y Capacitación Sindical (ifscs)28. Así, pues, gran parte del cuerpo

23 Roberto Carri, Sindicatos y poder en la Argentina (Buenos Aires: Editorial Sudestada, 1967), 134.

24 Influenciados por la experiencia de la Acción Sindical Chilena (asich), fundada por el jesuita Alberto Hurtado, el origen de asa es el agrupamiento de un grupo de delegados gremiales de la Juventud Obrera Católica (joc), donde la figura de Emilio Máspero —posteriormente dirigente de la clasc— desempeñó un rol relevante. asa formó parte de la clasc. Daniel Parcero, La cgt y el sindicalismo latinoamericano. Historia crítica de sus relaciones. Desde el atlas a la ciosl (Buenos Aires: Editorial Fraterna, 1987).

25 Depositarios de la tradición de la economía humana fundada por el dominico francés Louis-Joseph Lebret. Estaban vinculados a su par uruguaya claeh y al irfed (Institut de Recherches de Formation et d’études du Développment) a través de estancias de formación.

26 A diferencia de la mayoría de las experiencias cuya localización fue Capital Federal o la Provincia de Buenos Aires, el itec desarrolló cursos en el interior del país, destinados a trabajadores de base y delegados. Algunos de sus integrantes provenían del núcleo de caeh, aunque se incorporan otros nombres con una ideología más próxima al marxismo.

27 Destitución del Secretario General José Alonso, nombramiento de una Comisión Provisoria, elección de nuevos representantes que a su vez delegan su autoridad en la otra Comisión hasta que se produzca la normalización de la cgt.

28 Si bien el Sindicato de Capital poseía desde 1962 su Instituto de Capacitación Sindical (ics), el ifscs aparece en las fuentes como una instancia que no presenta continuidad con aquél. El ics continuó sus actividades con una fuerte impronta de formación político-sindical. Hacia los años setenta lo anterior será acompañado con cursos de formación profesional y vocacional, y con la creación de escuelas secundarias de adultos. La importancia y sistematicidad que esta corriente otorgó a la formación técnica y política de sus dirigentes y militantes tuvieron como resultado, a partir de 1973, la experiencia de cogestión en segba, empresa estatal de electricidad. Sobre el proceso del sindicato ver: Sindicato de Luz y Fuerza Capital Federal, Educación sindical (Buenos Aires: Instituto de Capacitación Sindical/Secretaría de Cultura, 1974). Sobre el proceso de la Federación ver fatlyf, “Introducción del informe. Plan de organización y actividades del ifscs. Esquema general sobre cursos y seminarios. Nómina de colaboradores en diversas especialidades. Recursos. Secciones del Boletín”, en Archivo de la Biblioteca Nacional (abn), Buenos Aires-Argentina, Fondo Centro de Estudios Nacionales (cen), caja 828.

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de profesores provenía del Centro de Estudios Nacionales (cen), polo de desarrollo político-intelectual del desarrollismo.

En este lapso había cobrado mayor presencia el iadsl, como muestra el incremento presupues-tario para Argentina: en los primeros dos años, desde su instalación en 1964, la cifra destinada a este país había pasado de 24 a 186 mil dólares29. Según Hugo Belloni Ravest, fueron muy pocas las organizaciones sindicales que no participaron desde 1966 en algún programa nacional o re-gional organizado por el iadsl30, lo cual, además, fomentó la conformación de Departamentos de Educación en las distintas instituciones gremiales31. Es durante estos años que la fatlyf se erige en una de las principales organizaciones con las que el iadsl tejió vínculos locales32.

Al retomarse desde la cgt las actividades en 1968, el proceso de formación que se inicia contie-ne otra impronta, ahora más vinculado a la Alianza para el Progreso en el ámbito internacional, y en el plano nacional, al gobierno dictatorial, a través de la Secretaría de Trabajo, cuyo funcionario era Rubens San Sebastián. A partir de aquí, tanto el primero como el cuarto grupo mencionados son marginados de la experiencia. Por su parte, los terceros no participan en ninguna de las dos centrales obreras existentes a partir de marzo de 196833, manteniendo su preocupación por la formación político-sindical, pero ahora embarcados en un proceso más interno, que contemplaba sólo a los militantes lucifuercistas. La estructura formal del icfss-cgt quedó entonces en manos de quienes menos interés habían manifestado por la esfera educativa, el vandorismo34. Ello explica parcialmente los cambios tanto de contenido como de forma que tendrán lugar desde entonces.

29 North American Congress on Latin America, Argentina in the Hour of the Furnaces (Nueva York: nacla, 1975), 66.

30 Hugo Belloni Ravest, Educación sindical, 19.

31 Por ejemplo, en las federaciones o los sindicatos de la carne, vestido, espectáculo público, comunicaciones, bancarios, municipales, comercio, entre otros. También se abrieron Escuelas Sindicales multisectoriales en algunas ciudades del interior (San Juan, Resistencia, Santa Fe, Tucumán, Gualeguaychú y Berisso). En sus diez años de existencia en Argentina, 6.125 dirigentes sindicales argentinos participaron en actividades del iadsl y aifld, Annual Progress Report 1962-1974 (Washington: aifdl, 1974), 2.

32 orit, Noticiario Obrero Latinoamericano, México d.f., junio de 1969, 3.

33 En marzo de 1968 se convoca a un congreso que debía normalizar institucionalmente la cgt. Sin embargo, el resultado de este encuentro fue la división del movimiento obrero en dos centrales. Una fue la cgt Azopardo (gremios nucleados en torno a Vandor), y la otra, la cgt de los Argentinos (ver nota 40). El Sindicato de Capital y la Federación de Luz y Fuerza mantuvieron un tono dialoguista con el gobierno militar. Recién volverán a participar en la cgt con el proceso de normalización de la central que se inicia a fines de 1969, integrando desde julio de 1970 el nuevo cuerpo directivo. Véase: Santiago Senén González, El sindicalismo después de Perón (Buenos Aires: Galerna, 1971).

34 “El gremio de Luz y Fuerza, en el que me formé, es muy distinto al de metalúrgicos. La naturaleza de nuestra actividad y la estructura de nuestro sindicato nos obliga a una formación distinta. Tal vez por eso no siempre coincidíamos con Vandor. Él, por ejemplo, no creía en la necesidad de la acción múltiple de los sindicatos. Consideraba en cambio que la acción política y reivindicativa de corto plazo llevarían al triunfo del movimiento obrero”. Entrevista a Juan José Taccone, publicada en Nelson Domínguez, Conversaciones con Juan José Taccone (Buenos Aires: Hachette, 1977), 84.

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Por otro lado, el grupo vinculado al socialcristianismo no fue ajeno al proceso de radica-lización de los sectores religiosos en este continente. Muchos de ellos pasaron a colaborar en la cgt de los Argentinos (cgta), liderada por el gráfico Raimundo Ongaro35, donde se reali-zaron una serie de cursos en distintas localidades. Al poco tiempo de su creación, se fundaron la Escuela de Formación Sindical y el Instituto de Estudios Sociales en Mar del Plata36. Sin embargo, los intentos de formación desarrollados en el marco de la cgta encontraron diversos obstáculos. No sólo influyó la falta de una estructura nacional y de recursos económicos para sostener las actividades, sino, fundamentalmente las persecuciones de que era objeto por parte del gobierno militar. Pero además, y en palabras de uno de los docentes del icfss, “la nueva radicalización no pasaba por un proceso de formación como habíamos contemplado nosotros en ese momento”37.

3. De la “conducción” al “adiestramiento” sindical

Los contenidos y metodologías de enseñanza-aprendizaje desarrollados en las distintas etapas, como las interconexiones entre los diversos actores individuales o colectivos, líneas nacionales y/o internacionales, serán analizados a continuación. Por la significación que tu-vieron, se ha optado por poner en diálogo el Curso de Conducción Sindical que se desarrolló entre 1963 y 1965 con el Curso de Adiestramiento Sindical Superior de la etapa 1968-1970.

3.1. Primera etapa del icfss (1963-1965)

Previamente al Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical, y como actividad pre-paratoria del mismo, se desarrolló entre agosto y noviembre de 1963 el curso de “Conducción Sindical”, destinado a dirigentes de Capital Federal y Gran Buenos Aires. Las clases se dictaban dos veces a la semana, y los días viernes se realizaban disertaciones a cargo de los agregados labo-rales y culturales de distintos países, y de funcionarios de organismos internacionales. Las materias

35 La cgta fue abiertamente opositora al gobierno militar. En su programa del 1º de Mayo se definió antimperialista, antipatronal y antiburocrática; cuestionaba la propiedad de los medios de producción, exigía la expulsión de los monopolios, la reforma agraria y la nacionalización de los recursos estratégicos. Mantuvieron relaciones con la clasc. A través de su semanario, la cgta realizó una crítica constante a los sindicatos vinculados con la afl-cio y la orit (en particular, de Luz y Fuerza y su dirigente Juan José Taccone), denunciándolos como instrumentos de la “penetración yanki” en el sindicalismo local. Semanario cgt, Buenos Aires, 24 de abril de 1969, 1.

36 Centro de Documentación y Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (dipba), La Plata-Argentina, Mesa B, Factor gremial, carpeta 55, leg. 135.

37 Entrevista a Atilio Borón, Buenos Aires, agosto 2011.

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desarrolladas fueron: Análisis e Interpretación del Proceso Histórico y Social Argentino; Estructura Económica y Social Argentina; Programación y Planeamiento del Cambio de Estructuras; Experiencia y Cooperación Internacional; Estructura y Técnica de la Organización y Conducción Sindical38. La bibliografía que se trabajaba en esta última materia, dictada por Julio Neffa39, si bien era completa y variada, se sustentaba en una serie de autores jesuitas, tales como el libro de Alberto Sil y La organización sindical. Otros materiales de esta línea socialcristiana eran los “Cuadernos de claeh” y los textos de Emilio Máspero y Louis-Joseph Lebret40.

El Instituto comenzó a funcionar en abril de 1964, incorporando otros tres cursos: “Auxiliar Social Sindical”, “Administración Sindical” y “Periodismo Sindical”. Además de las asigna-turas específicas, existió un cuerpo de materias comunes a los cuatro: “Sindicalismo”, a cargo de Julio Neffa y Juan Taccone; “Proceso Histórico y Social Argentino”, a cargo de Gonzalo Cárdenas; y “Sociología”, dictada por José Luis de Imaz, Floreal Forni, Atilio Borón y Héctor Goglio41. Como se mencionó, el cuerpo docente estaba integrado por profesores que eran parte del caeh y/o del itec, y otros vinculados al Sindicato de Luz y Fuerza. En unas breves líneas se mostrará la impronta que dieron al proceso de formación sindical.

El curso de “Conducción Sindical” mantuvo la estructura descripta para el curso experimental de 1963. Con una duración de cinco meses, estuvo destinado sólo a dirigentes, quienes además debían poseer ciertos conocimientos básicos en las materias por cursar. Éstas eran: Sindicalismo, Sociología, Psicología Social, Economía, Geografía Económica Argentina, Estructura Económica Argentina, Planificación del Cambio de Estructuras, Proceso Histórico y Social Argentino42. En sintonía con el objetivo de “analizar la estructura social y económica del país y de los trabajadores. Determinar las pautas programáticas y el planteamiento del cambio estructural de la sociedad”43,

38 cgt, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 22 al 28 de julio de 1963, 5-7; cgt, Memoria y balance 1963-1964 (Buenos Aires: cgt, 1964), 373-378.

39 Hasta 1965 fue director del Instituto de Formación Social Sindical (ifss) y del Instituto para la Educación y Capacitación de los Trabajadores (itec); secretario de Coordinación del Centro Argentino de Economía Humana (caeh). Desde 1970 retomó vínculos con las actividades desarrolladas por Luz y Fuerza.

40 Entrevista a Julio Neffa. Consultar “Bibliografía para los tres primeros capítulos del programa de Estructura y técnica de la organización y conducción sindical”, en Archivo del Sindicalismo Argentino “Santiago Senén González”, Universidad Torcuato Di Tella (asasg-utdt), Buenos Aires-Argentina, C6-S53 00517.

41 Ver listado de profesores en cgt, Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical de la cgt. Programa de Cursos y Seminarios a realizarse en 1965 (Buenos Aires: Secretaría de Prensa, Cultura, Propaganda y Actas, 1965).

42 El desarrollo del curso durante 1964 tuvo características similares a las del año anterior, aunque se modificaron los invitados al Ciclo de Conferencias. Sin embargo, ya para 1965 se advierte una serie de modificaciones, como la incorporación de nuevas materias. Aquí exponemos el programa correspondiente a esta última fecha. cgt, Instituto de Capacitación 1965, 6-9.

43 cgt, Memoria y balance 1963-1964, 380.

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cabe destacar el peso de contenidos económico-sociales vinculados a una formación político-técni-ca, considerada necesaria para llevar adelante el “cambio de estructuras”44.

A las clases de la semana y al Ciclo de Conferencias (de asistencia obligatoria) donde expu-sieron distintos agregados laborales y culturales durante el primer año, y referentes sindicales y académicos del ámbito nacional en el segundo, se sumaban una serie de seminarios especia-lizados. Los temas analizados eran los siguientes: objetivos sociales del desarrollo económico; economía de la empresa y cogestión; salario vital, mínimo y móvil y el costo de vida; comercio exterior y alalc; seguridad social y servicios sociales sindicales; cambio de estructuras y refor-ma agraria; los sindicatos y el problema de la vivienda; desarrollo económico y desocupación; y, por último, las conquistas sociales en los convenios colectivos de trabajo45.

Además, durante el ciclo 1964 se realizaron unas “Jornadas Intensivas” de dos días, cuyo tema general fue “La cgt frente al cambio de estructuras: Programa y Estrategia”46. Y en 1965 se incorporaron una serie de cursos intensivos para graduados de años anteriores, como “Análisis de Estructura i (Argentina)” y “Análisis de Estructura ii (América Latina)”. Se dictó también un “Curso Intensivo para Delegados Regionales”, destinado a miembros de los Secretariados, y un “Curso de Integración Latinoamericano”, para dirigentes nacionales y de las centrales latinoa-mericanas. Los docentes de estas actividades eran los mismos que dictaban las materias de los cuatro cursos regulares. A través de todas estas instancias de formación, quienes la impulsaban esperaban “obtener en poco tiempo un plantel extraordinario de compañeros capaces de asumir puestos de dirección y gobierno en cualquier momento”47. ¿Cuál era el tipo de dirigente que se buscaba? Un sujeto preparado para “realizar una conducción de tipo moderno, realista y revolucionaria”48. Era la primera vez que los dirigentes de la cgt recurrían al asesoramiento de equipos técnicos especializados49.

44 Desde el Plan de Lucha aprobado en 1963, denominado “El cambio total de las estructuras”, la constante referencia a esta idea impregnaba la retórica de la época. Su elaboración acabada tomó forma en un folleto que data de 1965: cgt, La cgt en marcha hacia el cambio de estructuras: juzga el pasado, analiza el presente y proyecta el futuro (Buenos Aires: cgt, 1965). La formación político-sindical era concebida para abonar dicho proceso.

45 cgt, Instituto de Capacitación 1965, 31.

46 cgt, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 27 de julio al 2 de agosto de 1964, 17.

47 cgt, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 9 al 15 de agosto de 1963, 10.

48 cgt, “Circular Nº 32”, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 23 de julio de 1963, 38.

49 José L. de Imaz, Los que mandan, 229. Contrariamente a la valoración positiva de De Imaz, R. Carri critica fuertemente a los intelectuales vinculados a Alonso, grupo que “apenas incidió en la elaboración de una línea política, a lo sumo le agrega cierto lenguaje ‘científico’”, que por “hermético” no sólo no tuvo ningún éxito concreto en el movimiento sindical, sino que, además, estas “teorías políticas complicadas” tendieron a neutralizarlo. Roberto Carri, Sindicatos y poder, 133-135.

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Por su parte, el grupo proveniente del Sindicato de Luz y Fuerza, con una historia en materia de educación obrera que excede la del icfss, definió claramente el lugar de los espacios de formación dentro de una estrategia política. Embarcados en esta “revolución pacífica, que se logra mediante el campo evolutivo”, a través de la concreción de obras sociales, quienes se alinearon detrás del “Sindicalismo Múltiple” lo pensaron como me-dio para lograr “compartir el poder”50. Esta concepción, al igual que la búsqueda de un sindicalismo moderno, poseía importantes puntos de encuentro con los planteamientos contemporáneos propios del horizonte que amalgamó la alpro sobre la “moderniza-ción” y el “desarrollo”51.

Pero era parte del Instituto también el sector referenciado en el vandorismo, quienes de-jaban su impronta a través de los Ciclos de Conferencias —en especial, el de 1963— y la organización de los viajes de los becados. Participaron como expositores agregados labora-les o culturales de Francia, Israel, Italia, Estados Unidos, Alemania Occidental, Inglaterra, República Árabe Unida, España, México, Brasil, y “expertos” de la oit y la cepal. Cabe men-cionar la disertación del agregado laboral de Estados Unidos, Henry Hammond, personaje fuertemente criticado por su vínculo con los servicios de inteligencia de su país52. En cuanto a los viajes, entre 1963 y 1964 el icfss otorgó 34 becas para realizar actividades de “capacita-ción y perfeccionamiento” o “estudios laborales”, que fueron costeadas por las instituciones convocantes53. En otro orden, entre los principales donantes de libros a la Biblioteca de la cgt se encontraban: Estados Unidos54, Alemania, Israel, México, y diversos organismos interna-cionales. Estos factores llevaron a la acusación —desmentida enfáticamente por la Secretaría

50 cgt, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 1º al 7 de junio de 1964, 20-21.

51 Fue quizás desde esta perspectiva que, ya entrados los años setenta, este gremio no encontró obstáculos en compatibilizar el financiamiento para la construcción de viviendas por intermedio del iadsl con sus programas de formación política “para la reconstrucción nacional”. Ver respectivamente: Sindicato de Luz y Fuerza Capital Federal, Dinamis, Buenos Aires, 4 de marzo de 1970, 10; Instituto de Capacitación Sindical, Educación sindical para la reconstrucción nacional (Buenos Aires: Instituto de Capacitación Sindical/Secretaría de Cultura, 1974).

52 Su conferencia puede leerse en Henry Hammond, “Los cambios estructurales y la participación obrera y de los sindicatos en los ee.uu.”, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 21 al 27 de octubre de 1963, 3-6 y 10.

53 Los destinos y duración de estas becas fueron los siguientes: 1 a Ginebra; 4 a Perú (un mes); 19 a Puerto Rico y Estados Unidos (3-4 meses); 5 a Estados Unidos (3 meses); 2 a Israel (un mes); 2 a Alemania e Israel (un mes); 1 a México (un mes). cgt, Memoria y balance 1963-1964, 362-364.

54 El Servicio de Informaciones de los Estados Unidos se encargó de publicar libros de sindicatos norteamericanos traducidos al español. Según el testimonio de Julio Neffa, el bibliotecario de la cgt, Guillermo Gordónez, era quien coordinaba las tareas editoriales y era el nexo por el cual los sindicalistas recibían numerosas publicaciones. Entrevista a Julio Neffa. Posteriormente dirigió una colección en la Editorial Pleamar, que publicó títulos de Julio Neffa, Luis Angeleri y Rubén Rotondaro.

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de Actas de la cgt— de que “tanto los alumnos como las materias, las dictamina la embajada de los ee.uu., como asimismo, la financiación de dichos cursos”55.

Ahora bien, ¿cómo fue pensado el proceso de enseñanza-aprendizaje? En cuanto a la metodo-logía de trabajo adoptada en las aulas, poco se ha podido profundizar. Las clases eran breves y se realizaban en el horario de la tarde. En general, éstas mantenían una dinámica expositiva por parte del docente, aunque se buscaba no utilizar una jerga academicista y hacerlo “con buen apoyo de técnicas pedagógicas”56. Además de contemplar un espacio para preguntas u opiniones al final de la clase, se pretendía la exposición de los participantes. También existía un ámbito para la discusión y elaboración propia a través del trabajo en comisiones, donde, entre otras cosas, se pretendía que los alumnos “apliquen los conocimientos adquiridos a la realidad que ellos mismos viven”57. Una jornada de trabajo intensiva al final del curso preveía la evaluación y devolución por parte de los participantes a los docentes de los contenidos desarrollados.

La cgt entregaba el material didáctico a los participantes, que se componía de antología de textos y versiones mimeografiadas de las clases. Los docentes, por su parte, adaptando la expe-riencia de las “fichas” de la carrera de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la uba, realizaban especies de resúmenes de los textos indicados en la bibliografía, en un lenguaje más sintético y didáctico; mientras que los libros estaban a disposición en la Biblioteca de la cgt. Estas fichas eran escritas a máquina y ocupaban una hoja oficio cortada al medio, a fin de armar pe-queños folletos. Por ejemplo, el capítulo 7 del texto de Gino Germani, “Política y sociedad en una época de transición”, era sintetizado en 46 carillas, o el apartado sobre la historia de la Revolución Rusa de la Historia del movimiento obrero, de Eduardo Dolleans, en 51. Los apuntes de clase, en cambio, eran mucho más breves; escritos a máquina en hojas oficio, no superaban las 6 páginas58. No estuvieron ausentes los “Manuales de educación obrera” de la oit, aunque no se habían imple-mentado aún las técnicas de educación obrera que ésta promovía59.

55 cgt, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 6 al 12 de enero de 1964, 4. L. Angeleri matiza estas acusaciones afirmando que, a pesar de las buenas relaciones que existían entre el iadsl y la cgt, los primeros “eran otra cosa”. Entrevista a Luis Angeleri, Buenos Aires, agosto 2011. Por su parte, los docentes entrevistados niegan cualquier vinculación del icfss con el iadsl; también afirman el rechazo de las dirigencias sindicales de la época al sindicalismo “amarillo” norteamericano, situación que se modificó desde 1966.

56 Entrevista a Atilio Borón.

57 cgt, Boletín Informativo Semanal, Buenos Aires, 27 de julio al 2 de agosto de 1964, 17.

58 Algunas “Fichas” (elaboradas para las materias Sindicalismo, Sociología, Castellano, Proceso histórico y social argentino), apuntes de clase y programas de materias, se encuentran en abn, cen, cajas 832 y 838.

59 Véanse, por ejemplo, oit, La educación obrera y sus técnicas (Ginebra: Servicio de Educación Obrera, 1965), o las numerosas notas aparecidas bajo el apartado “Métodos y técnicas” de la publicación cuatrimestral Educación Obrera, editada desde 1964.

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En estas prácticas pedagógicas pueden identificarse ciertos saberes adquiridos por los integrantes del caeh al participar en la experiencia de asa. Por ejemplo, la concep-ción de un proceso de formación continuo o las características particulares del alumno adulto-trabajador como sujeto de aprendizaje. La estructuración de las distintas actividades y el trabajo grupal y colaborativo también tienen la impronta de la experiencia del ifss60. Ninguna de estas características estará presente en la etapa siguiente.

3.2. Segunda etapa del icfss (1968-1970)

El primer cambio significativo que se puede señalar en el proceso que se inicia a par-tir de 1968 es la brevedad y discontinuidad de los cursos. El proceso educativo, que se prolonga durante cinco meses y que es reforzado a partir de seminarios especializados y cursos intensivos, cambia para darle paso a un único curso de tres semanas de dura-ción. Como una ventaja de este cambio, se puede señalar la participación de dirigentes y activistas del interior del país. Sin embargo, la misma dinámica intensiva de las clases (mañana y tarde) implicó metodologías de enseñanza-aprendizaje más expositivas por parte de los docentes (profesionales y sindicalistas), en donde la participación de los asis-tentes quedaba reducida a una mañana de debates en mesa redonda y a la elaboración de una monografía sobre un tema a elección (requisito para aprobar el curso). Al igual que en los cursos del período 1963-1965, se repartía el material de estudio por utilizar, y las actividades se desarrollaron en el local de la central obrera.

El cuerpo de profesores no formó un plantel estable durante estos años, ni provenía de la experiencia de 1963-65, a excepción de Alfonso M. E. Ferraro, quien se había desempeñado como profesor de “Geografía Económica Argentina”, y durante estos tres años fue docente y Regente de estudios del Instituto de la cgt. Cabe señalar, por su vinculación con el iadsl, la incorporación al plantel docente de Hugo Belloni Ravest61 y Rubén Rotondaro62.

60 Una sistematización de la experiencia del Instituto de asa puede leerse en Ramón Dorrego, “Dos esfuerzos de capacitación sindical en la Argentina”, en Democracia cultural y eficacia sindical, ed. Carlos Blondel (Buenos Aires: Nuevas Estructuras, 1962), 194-207. El autor fue creador y consejero del ifss.

61 Fue profesor de “Comunicación Sindical” y “Estructura de los Organismos Internacionales” en el icfss-cgt. Provenía de una formación cristiana, ya que había sido becario del Instituto Internacional de Investigaciones y de Formación para el Desarrollo Armonizado (irfed) de París. El texto de 1973 de Hugo Belloni Ravest, Educación sindical en la Argentina. Experiencias sobre capacitación obrera en España y Francia, es uno de los pocos que ha sistematizado las experiencias de educación sindical en Argentina.

62 Fue director de Educación del iadsl/Argentina. aifld, The aifld Report, Washington, septiembre de 1969, 5-6.

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Una novedad fueron las visitas a plantas industriales, organizaciones y servicios socia-les sindicales distintos63. El sentido con que se realizaban estas instancias más prácticas dentro del curso permite advertir cómo comienzan a incorporarse ciertas cuestiones pues-tas sobre la mesa por la Alianza para el Progreso. Con esto cobran cada vez más fuerza temas vinculados a la modernización tecnológica y la necesaria capacitación profesional de la mano de obra, mientras que las tareas sindicales aparecen relegadas a un ámbito de gestión social (salud, viviendas, entre otros):

“[…] en las primeras se apreciará objetivamente el adelanto tecnológico alcanzado en los

establecimientos fabriles, como también el grado de capacitación técnica de nuestros compa-

ñeros trabajadores y profesionales argentinos; en las organizaciones sindicales se evaluarán

los resultados de la acción gremial orientada a solucionar importantes y graves problemas,

en especial los relacionados con la salud de los trabajadores y de sus familias”64.

El segundo cambio significativo concierne a los contenidos por desarrollar en ese breve lapso de instrucción. El curso estaba organizado en dos partes. Según los programas de las materias de la primera parte, se apuntaba a mostrar un panorama actualizado en materia económica y de política internacional. Eran presentados los distintos actores, y la situación del país en relación con ellos. El problema común a las cinco materias era el “desarrollo”, abarcando cuestiones desde la teoría general del desarrollo, pasando por el diagnóstico de los problemas del crecimiento económico nacional, hasta la programación del desarrollo econó-mico-social y la participación del movimiento obrero organizado en la misma.

En 1970 la materia “Política Económica del Crecimiento” (cuyo eje eran cuestiones relativas a la estructura productiva) es sustituida por “Política Laboral y Desarrollo Económico”. El contenido de la materia gira ahora en torno a la problemática del empleo y el mercado de trabajo. Dictada por uno de los docentes que había participado activamente de las etapas previas del Instituto, Julio Neffa, estos cambios muestran los nuevos intereses de formación de una dirigencia sindical preocu-pada por ser parte de las transformaciones en marcha o proyectadas para la región. Así, aparecen cuestiones como “los problemas de productividad y la elección de la tecnología a utilizar en rela-ción con el desarrollo económico” o “la planificación de los recursos humanos y la capacitación de la mano de obra”; mientras que el tema de “la participación de los trabajadores en la gestión

63 Si bien no podríamos afirmar una influencia directa, los “Cursos para Instructores” desarrollados en el iies de la orit en Cuernavaca-México dedicaban a este tipo de actividades un espacio importante en sus programas de formación.

64 cgt, Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical. Tercer Curso de Adiestramiento Sindical Superior (Buenos Aires: Secretaría de Prensa, Cultura, Propaganda y Actas, 1969), 2.

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de las empresas y en la planificación económica y social”, de haber sido la gran preocupación de años previos, pasa a ser un punto más dentro del programa65. Vale también recordar que la “par-ticipación en la planificación” funcionó como una noción equívoca, fomentada por los mismos organismos intergubernamentales ejecutores de la alpro.

En la misma línea, los temas desarrollados en la segunda parte del curso permiten advertir la incorporación de un nuevo interés “moderno” en relación con la formación. Quizás lo más interesante por destacar es cómo las concepciones previas de formación político-sindical van transmutando en una capacitación técnico-profesional para el mercado de trabajo. Esto no es ajeno a las concepciones de la teoría del capital humano que acompañó el proyecto de la alpro66. Tampoco es una situación extraña a los debates y procesos que tienen lugar dentro de la corriente sindical que acompañó dicho proyecto. Concretamente, desde 1965 la orit priorizará una formación de tipo técnico-profesional que tiene por finalidad formar la fuerza de trabajo que requiere el capital y disciplinar al resto, en una coyuntura donde se coincidía en que, si bien sobraba mano de obra en América Latina, se carecía de aquella capacitada para el desarrollo económico e industrial buscado67. La disputa estrictamente ideológica contra los denominados “totalitarismos” que marcó la etapa previa subyace de modo más silencioso.

Volviendo sobre el Instituto de la cgt, la formación que cinco años atrás apuntaba a brin-dar un conjunto de herramientas históricas y políticas para formar cuadros preparados para asumir puestos de dirección, en un proceso que buscaba un cambio de estructuras, pasaba a ser información sobre las políticas de los distintos organismos internacionales, y herramien-tas legales e instrumentales sobre la calificación y gestión del recurso humano. Aunque con algunas variaciones a lo largo de estos tres años, las materias correspondientes a esta segunda parte del curso, denominado “Participación del movimiento obrero en el proceso del desarro-llo económico-social”, eran dos: por un lado, experiencias y metas logradas durante el primer quinquenio de la Alianza para el Progreso (alpro) en materia de participación del movimiento obrero en la programación y ejecución del proceso de desarrollo económico; y por el otro, examen de la situación laboral en Argentina, que comprendían los siguientes temas: a) políti-ca y técnica de la conducción sindical; b) formación profesional; c) condiciones de trabajo en

65 cgt, Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical. Cuarto Curso de Adiestramiento Sindical Superior (Buenos Aires: Comisión Nacional Reorganizadora y Normalizadora, 1970), 8-9.

66 La calificación de la mano de obra repercutía directamente en los niveles de bienestar social y desarrollo económico. De allí la gran inversión en educación que acompañó las inversiones productivas durante la alpro, en su búsqueda por superar el subdesarrollo en América Latina, por ser campo propicio al avance del comunismo.

67 El momento que cristaliza este pasaje desde una formación política “sindical” a otra “técnico-profesional” es el vi Congreso Continental de la orit, realizado en 1965.

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Argentina; d) seguridad social; e) relaciones profesionales; f) estructura y funcionamiento de la Organización Internacional del Trabajo (oit); g) recursos humanos68.

Para la realización de estos “Cursos de Adiestramiento Sindical Superior”, se contó “con la asistencia de la Organización de Estados Americanos (oea) a través del proyecto sobre participación Sindical en la Alianza para el Progreso”. Los folletos con información de los cursos abrían o cerraban con la siguiente frase de la Declaración de Cundinamarca de 196369: “No podrá existir un buen planeamiento del desarrollo económico y social a menos que los derechos legítimos del trabajo sean reconocidos y que las aspiraciones de los trabajadores se expresen en términos de realizaciones concretas en salarios, empleo, condiciones de traba-jo, seguridad social, salud, vivienda y educación”70. La apelación al lenguaje “neutral” de instituciones como la oea o la misma oit facilitó estos desplazamientos desde planteos más explícitamente ideológicos a otros de carácter técnico, legitimando y allanando el camino para que las líneas de la Alianza para el Progreso tuvieran cabida en América Latina.

A modo de cierre

El presente artículo ha perseguido un interés doble. En primer lugar, poder ilustrar que en el ámbito de la formación político-sindical interviene una diversidad de actores individuales y colectivos, con distintas tradiciones y metas muchas veces encontradas, que lo convierte en un terreno de tensiones y permanentes negociaciones. En segundo lugar, comenzar a rescatar la mirada de las organizaciones obreras sobre la cuestión educativa, analizando sus líneas estra-tégicas e intereses, desarrollos teóricos y propuestas en relación con los métodos y técnicas, y la abundante cantidad de materiales producidos como insumos para las actividades formativas.

El análisis del Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical, impulsado por la cgt entre 1963 y 1970, ha permitido constatar que en el ámbito local se realizaron complejos procesos de resignificación y reapropiación de los lineamientos educativos promovidos en el contexto de la Alianza para el Progreso. Lejos de encontrar bloques homogéneos o identificaciones lineales con los distintos organismos internacionales y/o

68 Al respecto: cgt, Instituto de Capacitación y Formación Social Sindical. Curso de Adiestramiento Sindical Superior (Buenos Aires: Secretaría de Prensa, Cultura, Propaganda y Actas, 1968). Entre 1969 y 1970 cambian la organización de esta segunda parte y el nombre de algunas materias, pero no sustancialmente los contenidos. Los nuevos temas fueron: Participación sindical en la Alianza para el Progreso; Prensa obrera y Relaciones Públicas; La Organización de los Estados Americanos (oea) y el cosate; Origen y evolución del Movimiento Sindical Argentino (que reemplazó la materia sobre conducción sindical).

69 Primera Conferencia Interamericana de Ministros del Trabajo, realizada en Bogotá, mayo de 1963.

70 cgt, Instituto de Capacitación (1968, 1969 y 1970).

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regionales, se advierten matices en las traducciones locales, a la vez que aparecen prés-tamos y convivencias en tensión. ¿Cómo entender esta interacción entre las partes y el modo en que cada una de ellas se modifica en dicha interacción?71

Desde esta perspectiva, ¿cómo explicar los cambios en el seno del icfss-cgt? ¿Expresaban una aceptación incondicional de los lineamientos impuestos por aquellas organizaciones ali-neadas con la Alianza para el Progreso? Ésta es, en general, la interpretación que prevalece en la bibliografía sobre el tema. Por el contrario, en este trabajo se considera que estos reali-neamientos tuvieron que ver con la modificación en la correlación de fuerzas del movimiento obrero en Argentina. Mirando hacia su interior, tal vez la hegemonía de una tendencia cuyas metas eran a corto plazo, y el tono de su análisis coyuntural, llevaron a otorgar un lugar re-lativo a la formación, entendiéndola como escindida de otras esferas que constituían la vida sindical; en un contexto además en donde el lugar que logró construir como factor de poder tal vez llevó a pensar que no era necesario preparar a sus cuadros políticamente. Por otro lado, como parte de un interés que atravesó a las dirigencias sindicales reformistas latinoamerica-nas, se preocuparon por contar con las herramientas adecuadas para discutir su participación en las esferas de gestión, a la vez que debían garantizar la capacitación de la fuerza de trabajo que el capital requería y el disciplinamiento de la mano de obra excedente. En este sentido, aunque bajo una impronta más técnica, la formación no perdió su carácter político, en cuan-to a cuál era el rol que debía cumplir el trabajador/sindicato en la sociedad, cuáles eran sus metas y cómo llevarlas adelante.

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71 Al respecto, ver Michael Werner y Bénédicte Zimmermann, “Beyond Comparison: Histoire Croisée and the Challenge of Reflexivity”, History and Theory 45: 1 (2006): 30-50.

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Martha Cecilia

Herrera

José Gabriel

Cristancho Altuzarra

Artículo recibido: 31 de julio de 2012

Aprobado: 1° de noviembre de 2012

Modificado: 29 de abril de 2013

Profesora titular de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia (Colombia) y Doctora en Filosofía e Historia de la Educación de la Universidade Estadual de Campinas (Brasil). Directora del grupo de investigación Educación y Cultura Política (Categoría A1 en Colciencias). Ha publicado recientemente, en coautoría con Álvaro Chaus-tre, “Violencia urbana, memoria y derecho a la ciudad: experiencias juveniles en Ciudad Bolívar”, Pro-Posições v: 23 (2012): 65-84; Vladimir Olaya Gualteros, “Ciudades tatuadas: arte callejero: memorias y políticas visuales”, Nómadas v: 35 (2011): 99-117; y Diego Alejandro Muñoz Gaviria,“Éducation Nationale et systè-mes de formation morale en Colombie: une confrontation avec l’Église catholique pendant la première moitié du xxe siècle”, en Pérégrinations d’un intellectuel latino-américain. Hommage à Rodolfo de Roux, eds. Catherine Heymann y Modesta Suárez (Toulouse: Université de Toulouse, 2011), 205-218. [email protected]

Profesor de la Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Licenciado en Filosofía de la Universidad de San Buenaventura (Colombia), Magíster en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás (Colombia) y estudiante del Doctorado Interinstitucional en Educa-ción de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Miembro del gru-po de investigación Educación y Cultura Política (Categoría A1 en Colciencias). Autor de “Gonzalo Sánchez: trayectoria de una experiencia de memoria de la violencia en Colombia”, Revista Colombiana de Educación 61 (2011): 73-88; “La memoria de la violencia política en Colombia: aportes del iepri para su contextualización histórica y teórica”, en Las víctimas: entre la memoria y el olvido, eds. Ricardo García, Absalón Jiménez y Jaime Wilches (Bogotá: ipazud, 2012), 185-195. [email protected]

En las canteras de Clío y Mnemosine: apuntes historiográficos sobre el Grupo Memoria HistóricaÏ

Ï Este artículo hace parte de la investigación “Memorias de la violencia política y formación ético-política en jóvenes y maestros en Colombia”, financiada por la Universidad Pedagógica Nacional.

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.08

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En las canteras de Clío y Mnemosine: apuntes historiográficos sobre el Grupo Memoria Histórica

Resumen:Este artículo hace un acercamiento a la producción del Grupo Memoria Histórica (mh) sobre la violencia política y el conflicto armado colombianos, sondeando el tratamiento dado al objeto de estudio, así como los nexos de esta producción con las políticas de la memoria y la constitución de subjetividades. Aunque el grupo se desmarca de versiones oficiales de la historia, su narrativa se constituye en una historia oficial en virtud de su anclaje con las políticas de la memoria estatales. Al situar el acento en la experiencia y en las significaciones de las víctimas, se incide de manera especial en las comprensiones sobre el conflicto, la constitución de subjetividades y la formación política develando algunas de sus configuraciones.

Palabras clave: violencia política, conflicto armado, historia, memoria, formación política, subjetividad, cultura política.

In the Quarries of Clio and Mnemosyne: Historiographic Notes on the Memoria Histórica Group

Abstract:This article focuses on the production of the Memoria Histórica (mh: Historic Memory) Group Colombian political violence and armed conflicts, analyzing the way the object of research has been studied and the connections this production has with memory policies and the construction of subjectivities. Even though the group distances itself from the official versions of history, their narrative becomes official history given the way the group has anchored itself into State memory policies. The group, by placing emphasis on the experiences and significations of victims, influences the understanding of conflict, the creation of subjectivi-ties, and the formation of policy in a special way, revealing some of their configurations.

Keywords: political violence, armed conflict, history, memory, policy creation, subjectivity, political culture.

Nas pedreiras de Clío e Mnemosine: apontamentos historiográficos sobre o Grupo Memória Histórica

Resumo:Este trabalho faz uma aproximação à produção do Grupo Memória Histórica (mh) sobre a violência política e o conflito armado colombianos, indagando sobre o tratamento dado ao objeto de estudo, assim como os nexos dessa produção com as políticas da memória e da constituição de subjetividades. Ainda que o grupo se afaste de versões oficiais da história, sua narrativa se constitui em uma história oficial em virtude de sua ancoragem com as políticas da memória estatais. Ao posicionar o foco na experiência e nas significações das vítimas, incide-se de maneira especial nas compreensões sobre o conflito, na constituição de subjetividades e na formação política, e revela, assim, algumas de suas configurações.

Palabras-chave: violência política, conflito armado, história, memória, formação política, subjetividade, cultura política.

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En las canteras de Clío y Mnemosine: apuntes historiográficos sobre el Grupo Memoria Histórica

“El desafío al que los historiadores deben atender

de ahora en adelante es el de transformar en historia

la demanda de memoria de sus contemporáneos”1

Introducción

L as últimas décadas del siglo xx y las primeras del siglo xxi han estado caracteriza-das en América Latina por preocupaciones respecto a los sistemas políticos y a las tensiones en torno a su configuración y consolidación, en especial por aconteci-

mientos producidos en la década del sesenta, cuando se acentuaron procesos de violencia política que culminaron en regímenes dictatoriales o en gobiernos de democracia restringida. A partir de los años ochenta y noventa varios países entraron en procesos de transición a la democracia, y en otros, como Colombia, se buscó ampliar las reglas del juego democrático en medio de complejos y contradictorios fenómenos, que demandaban mayores explicaciones en el campo de lo social y proveían nuevos espacios a perspectivas de carácter histórico.

En este panorama, se replantean las formas de comprensión sobre los procesos políticos gracias a la relevancia cobrada mundialmente por “la historización de los acontecimientos”, con el impul-so de la historia del tiempo presente2, posicionandose así el campo de investigación de la violencia política en América Latina3. Esto con el propósito de entender las modulaciones de esta proble-mática y los interrogantes que de allí se desprenden respecto a las posibilidades de gobernabilidad y consolidación de regímenes democráticos. Tales interrogantes son estimulados por exigencias de verdad, justicia y reparación, provenientes de movimientos sociales y de variados sectores de la

1 Antoine Prost, Doce lecciones sobre la Historia (Madrid: Cátedra, 2001), 302.

2 François Bédarida, “Definición, método y práctica de la Historia del Tiempo Presente”, Cuadernos de Historia Contemporánea 20 (1998): 19-27; Julio Aróstegui, La historia vivida. sobre la historia del presente (Madrid: Alianza, 2004), 19-193; Hugo Fazio, La historia del tiempo presente. Historiografía, problemas y métodos (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 123-148.

3 Elizabeth Jelin, “Los derechos humanos y la memoria de la violencia política y la represión: la construcción de un campo nuevo en las ciencias sociales”, Cuadernos del ides 2 (2003): 17.

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sociedad en torno a fenómenos de violencia política, que han resquebrajado el tejido social dejan-do numerosas víctimas en el continente. Desde este horizonte, diversos estudiosos de la memoria han desempeñado un papel protagónico a través de múltiples iniciativas interesadas en el acopio de una inmensa masa documental de gran importancia para el esclarecimiento de este tipo de fenómenos en los planos jurídico, social y cultural4.

A la luz de esta problemática se ha suscitado un interés especial por la investigación de la me-moria, consolidándose como un campo de estudio que indaga por los usos sociales del recuerdo y el olvido en la configuración de matrices cognitivas y afectivas, y sus incidencias en las prácticas y experiencias de los sujetos en distintos escenarios de interacción e intersubjetividad5. Estos acerca-mientos pretenden dilucidar el papel de las comunidades de memoria en las formas como se constituyen los imaginarios y las culturas políticas, las agrupaciones, los sujetos e identidades colectivas, y los proyectos de los estados nacionales, entre otros aspectos6. Lo que ha llevado a replanteamientos en torno a las categorías de historia y memoria, en la búsqueda de marcos de inteligibilidad que consideren sus interrelaciones, propendiéndose a un diálogo fecundo entre ellas, más que a una confrontación tajante o a una disolución de la una en la otra, propiciando reelaboraciones en torno a la epistemología del conocimiento histórico y la escritura historiográfica7.

Colombia no ha sido ajena a estas reflexiones en el período reciente, en donde diversas organi-zaciones de derechos humanos y de ong de víctimas se han propuesto poner el tema de la memoria sobre la violencia política en la agenda pública desde la década del noventa. En un período carac-terizado por el exacerbamiento del conflicto armado, las masacres, las desapariciones forzadas, así como un significativo fenómeno de desplazamiento que sitúa a Colombia entre los países con indicadores más altos en el ámbito mundial. Dentro de este contexto se han dado varias iniciativas por parte del Estado, en aras de encontrar una solución al conflicto, algunas de las cuales presentan alcances parciales, sin que se logre un cambio sustancial en esta dirección8.

4 Anne Pérotin-Dumon, “Liminar. Verdad y memoria: escribir la historia de nuestro tiempo”, en Historizar el pasado vivo en América Latina (Santiago de Chile: Universidad Alberto Hurtado, 2007), 3-149, edición digital.

5 Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización (Buenos Aires: fce, 2007), 13-39; Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos (Barcelona: Paidós, 1993), 333-357.

6 Daniel Cefaï, Cultures politiques (París: puf, 2001), 98; Paul Connerton, How Societies Remember (Cambridge: up, 1989), 16; David Middleton y Derek Edwards, comps., Memoria compartida. La naturaleza social del recuerdo y del olvido (Barcelona: Paidós, 1992), 17-37.

7 Ver: Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido (México: fce, 2002), 173-370; Roger Chartier, El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito (México: Universidad Iberoamericana, 2005), 69-87; Dominick LaCapra, Historia y memoria después de Auschwitz (Buenos Aires: Prometeo, 2009), 23-113; Juan Andrés Bresciano, comp., El tiempo presente como campo historiográfico (Montevideo: Cruz del Sur, 2010), 9-15.

8 Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria e historia (Medellín: La Carreta, 2006), 96-100.

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Pero fue con motivo de la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (auc), comenzada en 2003, que se hizo necesario un marco jurídico más concreto, que, en medio de intensos debates, se materializó en la Ley 975 de 2005. Este estatuto ordenó crear la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (cnrr), dando cabida a la conformación del Grupo de Memoria Histórica (mh), el cual inició actividades con comunidades afectadas por el con-flicto armado en 2007, recogiendo una masa crítica de testimonios para esclarecer los móviles históricos del mismo y sus posibles soluciones, llevando a cabo un trabajo investigativo con implicaciones en el plano pedagógico y en el de las políticas públicas.

Estas circunstancias posicionan a mh como un vocero de discursos que pueden incidir direc-ta o indirectamente en la memoria colectiva, en las identidades y en la formación política de los colombianos. Esto es de especial interés en el campo de la educación y la cultura política, pues los sujetos se van configurando no sólo a través de procesos educativos formales, sino también por prácticas sociales y espacios políticos y culturales que son padecidos y agenciados por ellos9. Teniendo en cuenta estos aspectos, el presente artículo busca aproximarse a la producción de mh sobre la violencia política y el conflicto armado en el período reciente, sondeando cuál ha sido el tratamiento dado a este objeto de estudio y sus nexos con las políticas de la memoria y la constitución de subjetividades.

Con estos propósitos se examinó un acervo documental que abarca resultados de las investi-gaciones del Grupo difundidos entre 2008 y 2011, además de fuentes secundarias que ayudaron a esclarecer la problemática de estudio. El artículo consta de dos partes: en la primera se hace un análisis de las apuestas éticas, políticas y epistemológicas de mh, develando su lugar de enunciación y su área de producción de conocimiento histórico. A partir de ello, en la segunda parte, se busca establecer las implicaciones que pueden ser pensadas desde el campo de la educación y la cultura política, sobre los procesos de subjetivación política y la constitución de subjetividades.

1. Espacios de enunciación política y apuestas del Grupo Memoria Histórica

Seis años después de la creación de la Ley de Justicia y Paz (975 de 2005) —que dio preferencia a la reincorporación de los grupos paramilitares10—, y del establecimiento

9 Martha Cecilia Herrera et al., Construcción de cultura política en Colombia. Proyectos hegemónicos y resistencias culturales (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2005), 43.

10 Para comprender este proceso y sus debates, véase: Óscar Mejía Quintana y Fabian Henao, coords., Paramilita-rismo, desmovilización y reinserción: la ley de justicia y paz y sus implicaciones en la cultura política, la ciudadanía y la democracia en Colombia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008), 187-300.

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de la cnrr y mh —que, por el contrario, buscaban la reivindicación de las víctimas y la obligada conjunción entre historia y memoria11—, la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (Ley 1448 de 2011) intentó dar un giro a la política pública y otorgar mayor posicionamiento a las víctimas en la agenda social. Al entrar en vigencia esta nueva ley, se derogaron algunos aspectos de la Ley 975, provocando la desaparición de la cnrr y la reubicación de los hallazgos de mh en el Centro de Memoria Histórica (cmh)12. Así, pues, las actividades del Grupo y del recién creado cmh se inscribieron jurídicamente para res-ponder al derecho a la verdad en torno al conflicto armado, tanto para las víctimas como para la sociedad en general, y al derecho a la reparación simbólica y satisfacción de las víctimas, marco desde el cual se apuntaba al deber de memoria.

En esa medida, el interés por conocer y situar las víctimas como objeto de ref lexión y de política pública fue lo que dio cabida a la labor desarrollada por mh. A pesar de que se insiste en su independencia académica, su accionar se encuentra signif icado por el mandato constitucional que le dio origen y por el entorno nacional e internacional que caracteriza las políticas públicas sobre violencia política. Desde estas consideraciones, la producción de mh se halla tensionada por las conf lictivas relaciones que se dan entre historia y memoria, por los usos y abusos del recuerdo y del olvido a los que acuden las políticas de la memoria13, y por las dif icultades y bondades que trae el ejercicio de historiar el pasado reciente, marcado por un presente en el que persisten múltiples ex-presiones del conf licto.

En tal sentido, mh responde a unas políticas de la memoria que centran su interés en la reconciliación nacional con ese pasado de violencia política, que implicó el accionar del pa-ramilitarismo y de otros actores violentos. Un conjunto de políticas a su vez atravesadas por las comprensiones que la sociedad tiene sobre el conflicto y en las que se perciben distintos énfasis memorialísticos en virtud de los cuales víctimas y victimarios, colectivos sociales o indi-viduos, fuerza pública, guerrilleros, paramilitares o narcotraficantes, secuestrados, masacrados

11 El Grupo Memoria Histórica está integrado por investigadores de distintas áreas de las ciencias sociales: Gon-zalo Sánchez (coordinador), Andrés Suárez, César Caballero, Fernán González. S. J, Iván Orozco, Jesús Abad Colorado, León Valencia, María Emma Wills, María Victoria Uribe, Martha Nubia Bello, Nubia Herrera, Patricia Linares, Pilar Gaitán, Pilar Riaño, Rodrigo Uprimny, Tatiana Rincón y Álvaro Camacho (+). Cada uno de los integrantes tiene un grupo de trabajo para emprender investigaciones específicas, cuyos resultados son sometidos al aval de los investigadores principales. Pero también a la opinión de un Comité Consultivo Internacional para proceder, después de los ajustes de rigor, a su publicación y difusión.

12 Véase la página del cmh: <http://www.centrodememoriahistorica.gov.co>.

13 Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria (Barcelona: Paidós, 2000), 29; Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, 96-117.

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o desplazados, son preferenciados o subordinados de acuerdo con las pugnas que se establecen en torno a las memorias sobre el conflicto, y con implicaciones sobre los horizontes de futuro del orden social que se busca reconfigurar.

Desde este ángulo, los planteamientos de mh son producciones de sentido que instituyen representaciones e imaginarios sobre el orden social establecido y su horizonte ético-político, desde la legitimidad que le confiere hablar a nombre del Estado, posición de enunciación de la que mh tiene clara conciencia, como lo indica Gonzalo Sánchez, su director, al comparar el contexto del Grupo y el de la comisión de estudios sobre la violencia de 1987, de la que tam-bién fue coordinador: “respecto a la experiencia del 87, nosotros estábamos hablando desde el mundo de la academia a petición del Estado, hoy en cambio, estamos haciéndolo desde el Estado mismo. El trabajo tiene la fuerza de la palabra del Estado”14. Dentro de este panora-ma, mh se define a sí misma como una entidad cuyo objetivo es:

“elaborar una narrativa integradora e incluyente sobre las razones para el surgi-

miento y la evolución del conflicto armado interno, sobre los actores e intereses en

pugna, así como sobre las memorias que se han gestado en medio del mismo, con

opción preferencial por las memorias de las víctimas y por las que han sido hasta

ahora suprimidas, subordinadas o silenciadas”15.

Así, se debe ponderar la posición que ocupa mh dentro del campo de fuerzas e intereses que se mueven en la esfera estatal y en el conjunto de la sociedad de la cual se desprenderán, en buena parte, sus ámbitos de resonancia, su capacidad de interpelación y su incidencia en las políticas públicas. A partir de este panorama, se identifican en la producción del Grupo varias tensiones entre historia y memoria, como también algunas de las delimitaciones de sus apuestas investigativas y lugares de enunciación.

1.1.Tensiones historia-memoria: pulsando las temporalidades de la experiencia humana

Entre los derroteros que orientan la labor de mh y marcan las rutas de sus investigaciones se encuentran tensiones y retos implicados en las formas de hacer historia reciente o historia del tiempo presente, y en las que los lazos entre historia y memoria constituyen uno de sus

14 Jefferson Jaramillo, “Las comisiones de estudio sobre la violencia. La voz crítica de uno de sus protagonistas. Entrevista con el historiador Gonzalo Sánchez”, Análisis Político 73 (2011): 162.

15 Memoria Histórica, Recordar y narrar el conflicto (Bogotá: Fotoletras, 2009), 19.

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problemas centrales16. Algunas de sus aristas se estudiarán a continuación. En primer lugar, el quehacer de mh se inscribe en dos planos: un plano ético y político, el de la fidelidad de la memoria17, que reivindica la versión de las víctimas y el deber de recordarlas, y un plano epistemológico, el de la pretensión historiadora que exige reconstruir y explicar objetivamente unos hechos (verdad histórica) bajo los presupuestos de la historia como disciplina. Ambos planos evidencian una primera tensión en virtud de la cual los parámetros investigativos de mh (historia) quedan subordinados a su apuesta ético-política de reivindicación de las víctimas (memorias), que decide desbordar en el tratamiento historiográfico la reconstrucción de los acontecimientos, e inclinar la balanza hacia la comprensión que los sujetos tienen sobre éstos, para ponderar su peso en la memoria social:

“La labor de memoria histórica va más allá de la reconstrucción de los hechos

como datos, o de la recopilación de testimonios que verifiquen una cierta versión,

puesto que se ocupa de los significados, es decir, de cómo un evento es vivido y

recordado, de las maneras en que los individuos a través del tiempo revisten de

sentido y valoran ciertas experiencias y las maneras como éstas se preservan y

transmiten en la memoria social”18.

Emerge así una segunda tensión a partir de la apuesta epistemológica que no privilegia el acontecimiento histórico per se, sino el conocimiento sobre las memorias de las víctimas y las disputas por los sentidos del pasado que de allí emergen. A partir de ello, mh realiza dos giros argumentativos. En el primero se afirma que “todo orden social se sostiene sobre el enalteci-miento de unas memorias particulares que consagran un cierto tipo de versión de la historia”, y se acusa a la historia oficial y nacional por ser una narrativa que ha excluido grupos pobla-cionales como los afrodescendientes, los indígenas, las mujeres y las víctimas. En el segundo, la apuesta del Grupo es situada como mejora científica y ético-política, por cuanto las víctimas son el centro de atención e “intervención científica”19.

Aunque mh declara autonomía académica, el lugar de enunciación que le confiere ser en-tidad del Estado da a sus trabajos una funcionalidad política oficial que apuesta por un orden social en el que se asume como indisoluble o necesario el vínculo entre la reconstrucción de

16 Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, 307-360; François Dosse, “Entre histoire et memoire. Une histoire sociale de la Memoire”, Raison Présente (1998): 5-24, consultado el 29 de marzo de 2013, <http://www.ihtp.cnrs.fr/historiographie/sites/historiographie/IMG/pdf/Dosse_Entre_histoire_et_memoire.pdf>.

17 Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, 40.

18 Memoria Histórica, Recordar y narrar, 55.

19 Memoria Histórica, Recordar y narrar, 33-34.

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la memoria como derecho a recordar y reconocer a las víctimas y el fortalecimiento demo-crático. Así, pues, se vislumbra una tercera tensión que sintetiza las anteriores y se enuncia al conjugar los términos memoria e historia en uno solo:

“[…] el grupo decide autodenominarse Grupo de Memoria Histórica. Esta autode-

nominación tiene que ver con el significado que el equipo otorga al mandato que

recibe, pues, en lugar de restringirse a la reconstrucción de la Historia en Singular

—que podría entenderse como un ejercicio en pos de hechos, estructuras y datos

duros—, opta por otorgarle un lugar central a la agencia expresada en las memorias

de los actores del conflicto, sobre todo las de las víctimas. De allí que para el grupo

la labor de aproximarse al pasado no esté guiada sólo por el esfuerzo de conocer,

con rigor académico, las condiciones sociales, económicas, políticas e institucionales

que hicieron posible los engranajes de la guerra y la violación masiva de derechos en

Colombia, sino que también está orientada por el afán de comprender, registrar y

dignificar la manera como las víctimas recuerdan, sufren, interpretan y resisten re-

significando lo vivido, tanto individual como colectivamente. En este sentido, para el

equipo las memorias son una opción imprescindible para reconstruir la historia”20.

1.2. Formas de hacer la historia reciente de la violencia política

La pretensión historiadora y la fidelidad a la memoria se despliegan en las elaboraciones de mh a manera de mástiles que marcan las formas, los ritmos y las modulaciones de su labor investigativa y que la emparentan, en muchos de sus sentidos, con la tradición historiográfica conocida como historia del tiempo presente. Como punto de partida, mh hace una delimita-ción sobre el conflicto armado colombiano a partir de la década del sesenta, cuando surgen las guerrillas colombianas, reconociendo como antecedentes hechos que se remiten hasta 1948. Esto permite una articulación temporal con el período de la Violencia, cuya huella es una marca persistente en la memoria de los colombianos sobre la historia del siglo xx.

Asimismo, mh enuncia su distanciamiento de modos tradicionales de historiar al pri-vilegiar un tipo de historia más cercano a lo social y cultural21, donde la memoria de las víctimas es situada como objeto, fuente y método; es decir, objeto de intervención

20 Memoria Histórica, La reconstrucción de la memoria histórica desde la perspectiva de género. Conceptos y herramientas (Bogotá: Pro-Offset, 2011), 52.

21 Memoria Histórica, La reconstrucción, 47.

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científica a través de un tratamiento que no desdeña los aspectos subjetivos de los actores y usa herramientas metodológicas que garanticen la reconstrucción histórica de manera compleja. Justamente, entre las fuentes usadas se encuentran, de modo preferencial, las narrativas testimoniales de víctimas, familiares y sobrevivientes, bases de datos de ong sobre desmovilización y derechos humanos, movilización social y participación electoral, además de expedientes judiciales, prensa nacional y regional, e investigaciones académi-cas22. La opción por una perspectiva de género es otra de las apuestas del Grupo. Muchas de las víctimas sobrevivientes han sido mujeres que sufrieron vejámenes de violencia sexual como parte de tácticas de guerra, y se han visto compelidas a asumir no sólo la manutención de su hogar sino además la agencia de luchas judiciales, al tiempo que han emprendido procesos de resistencia y empoderamiento para hacerle frente al conflicto23.

Además de estos criterios, mh apela a ocuparse de casos emblemáticos acontecidos en el período estudiado, entendidos como “lugares de condensación de procesos múltiples que se distinguen no sólo por la naturaleza de los hechos, sino también por su fuerza explicativa”24, buscando producir memoria histórica anclada en situaciones concretas pa-ra acceder a procesos y dinámicas que las superan en su individualidad. Por último, mh propende hacia una política memorialista desplegada en distintos circuitos socioculturales que abarcan diversos escenarios institucionales, esferas del Estado, grupos académicos, medios de comunicación, comunidades directamente afectadas por la violencia política, y la opinión pública nacional e internacional.

A partir de estas delimitaciones las investigaciones procuran ilustrar sobre asuntos referentes a la reconstrucción histórica, que implica describir en un espacio-tiempo lo sucedido explicitando contextos, sujetos y actores sociales involucrados; a la visibilización de las luchas por la reivindicación de las víctimas y sus memorias en el espacio político; y a los avances dados en procesos jurídicos y garantías de justicia, reparación y no repetición, con relación a los casos y hechos abordados. También se procura esclarecer el impacto específico del conflicto en sus planos territoriales y sobre los grupos poblacionales. Por último, se trazan recomendaciones en el campo de las políticas públicas “como pilares de la convivencia pacífica y el fortalecimiento de la democracia”25.

22 Memoria Histórica, Narrativas y voces del conflicto. Programa de investigación (Bogotá: Comisión Nacional de Repara-

ción y Reconciliación, 2008), 20.

23 Memoria Histórica, La reconstrucción, 58.

24 Memoria Histórica, Narrativas y voces, 20.

25 Memoria Histórica, Narrativas y voces, 3.

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De este modo, la elección epistemológica de mh, en virtud de su posicionamiento ético y político, se sitúa en los acercamientos que comparten las premisas de la historia del presente y son comunes a la tradición investigativa sobre el campo de estudios de la violencia política en América Latina, caracterizados por los acercamientos interdisciplinarios, el privilegio de memorias subalternas, los enfoques hermenéuticos y etnográficos y el diálogo de saberes26. Pero también está atravesada por el paradigma de la reconciliación y del sujeto/víctima que caracteriza las políticas de memoria en diferentes lugares del mundo, en el marco de la globalización y el neoliberalismo27.

2. Cultura política y constitución de subjetividades

Ahora bien, en el campo de investigación sobre educación y cultura política se parte del principio de que los sujetos se configuran no sólo en espacios escolares, sino en con-textos sociales y procesos históricos en los que están en juego diversas significaciones sobre el orden social, sus jerarquías y el lugar que ocupan los distintos sujetos dentro de él28. En los procesos de subjetivación, la construcción social de la memoria tiene un papel impor-tante, ya que a través de ella se figuran referentes identitarios y formas de ver el mundo; mientras intervienen fuerzas y grupos sociales con repertorios y capitales diferenciados29 que, de acuerdo al posicionamiento que tengan en el escenario social logran que sus inte-reses y puntos de vista adquieran mayor o menor resonancia en la esfera pública30.

En esta perspectiva, lo analizado en el anterior acápite permite ver a mh como un macroemprendedor de la memoria, concepto derivado de los planteamientos de Elizabeth Jelin sobre el “emprendedor de la memoria”, que hace referencia a quien se involucra personalmente y compromete a otros en el proyecto de generar participación y tareas colectivas para definir o instaurar el campo de las luchas por las memorias, en tanto se pugna por “el reconocimiento social de una (su) versión o narrativa del pasado”31. Se

26 Anne Pérotin-Dumon, “Liminar. Verdad y memoria”, 3-149.

27 Jaume Peris Blanes, “Hubo una vez un tiempo no tan lejano. Relatos y estéticas de la memoria y la ideología de la reconciliación en España”, Revista Electrónica de la Literatura y Literatura Comparada 4 (2011): 35-55.

28 Martha Cecilia Herrera et al., Construcción de cultura, 15-65.

29 Pierre Bourdieu, Méditations Pascaliennes (París: Seuil, 1997), 285.

30 Paul Connerton, How Societies Remember, 17; Daniel Cefaï y Cédric Terzi, dirs., L’expérience des problèmes pub-lics. Perspectives pragmatistes (París: ehess, 2012), 9-49; John Shotter, Realidades conversacionales (Buenos Aires: Amorrortu, 2001), 245.

31 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Madrid: Siglo xxi, 2002), 48-49.

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antepone el prefijo macro para enfatizar la dimensión institucional de mh que aglutina un proyecto de construcción de memoria a nombre del Estado, con grandes posibilidades de radio de acción, financiación y acceso a la población. Además, porque este prefijo permite enfatizar la posición de “sujeto monumental” que el Estado tiene desde la modernidad, como lo planteara Boaventura de Sousa Santos32.

Así, pues, se examinará cómo se develan y despliegan en la producción del Grupo aspectos concernientes a la cultura política, la constitución de subjetividades y la formación política, teniendo en cuenta que, en cuanto mh pretende responder al llamado de difusión de la verdad histórica exigida por las leyes 975 y 1448, usa una perspectiva comunicativa y pedagógica de carácter memorial, a través de la cual sus investigaciones y las prácticas a ellas asociadas se instauran como potenciales constructores de memoria sobre la violencia y el conflicto y, por tanto, como modeladores de subjetividades en su dimensión política.

2.1. Enseñanzas de la memoria ejemplar: interpelaciones desde mh

La enseñanza de la historia a través de diversas mediaciones, entre ellas la escolar, tie-ne un papel fundamental en la configuración de las identidades nacionales, comunidades y sujetos políticos33. Aunque aún no existe una política pública que exija a las instituciones educativas acoger las producciones de mh como material para la enseñanza de la historia reciente, la Ley 1448 traza algunos lineamientos en este sentido, instando al cmh a con-vocar a otras entidades a investigar sobre el tema, promover actividades participativas y formativas y crear un museo de la memoria. Del mismo modo, se convoca al Ministerio de Educación a fomentar programas desde el enfoque de derechos, con atención especial al trabajo con poblaciones vulnerables y afectadas por la violencia. Con respecto a las ga-rantías de no repetición, esta ley alude de una manera problemática a “la creación de una pedagogía social que promueva los valores constitucionales que fundan la reconciliación, en relación con los hechos acaecidos en la verdad histórica”34.

32 Boaventura de Sousa Santos, “Subjetividad, ciudadanía y emancipación”, en De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la postmodernidad (Bogotá: Siglo del Hombre /Uniandes,1998), 288-291 y 456.

33 Elizabeth Jelin y Federico G. Lorenz, Educación y memoria: la escuela elabora el pasado (Madrid: Siglo xxi, 2004), 1-9; Mario Carretero y José Antonio Castorina, La construcción del conocimiento histórico. Enseñanza, narración e identidades (Buenos Aires: Paidós: 2010); Martha Cecilia Herrera, Alexis V. Pinilla y Luz Marina Suaza, La identidad nacional en los textos escolares de ciencias sociales: Colombia 1900-1950 (Bogotá: Antropos, 2003), 113-173.

34 Congreso de la República de Colombia, “Ley 1448, art. 149”, Diario Oficial 48096, Bogotá, 10 de junio, 2011.

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Aunque la ley apenas empieza a aclimatarse en muchos de sus aspectos en el entorno institucional, como el Grupo es un macroemprendedor de memoria y le interesa construir una narrativa integradora sobre el conflicto que tenga en cuenta la voz de las víctimas y pro-penda a su posicionamiento en la esfera pública, ha dado varios pasos en esta dirección y está a la expectativa de que las políticas públicas potencien estos esfuerzos. Como es bien conocido, las apuestas investigativas de mh están pautadas por la intervención social como llave de acceso a los testimonios y la pretensión de esculpir memorias ejemplares a partir de sus hallazgos y elaboraciones. Con este propósito, a través de sus diversas estrategias metodológicas con comunidades, se intenta incidir sobre las narrativas “habituales” pa-ra trascender su grado de fragmentación y posibilitar, mediante la interpelación crítica, narrativas emergentes que superen la rememoración de hitos aislados y amplíen la com-prensión de los acontecimientos y de la experiencia de las comunidades sobre los mismos. Se busca entonces enriquecer la memoria existente y complementarla “con una mirada de mediana duración”35.

Con los casos emblemáticos, mh traza un panorama sobre el conflicto exponiendo algu-nas de sus características en lo relativo a la dimensión espacio-tiempo, las modalidades de violencia y el tipo de víctimas afectadas. Por este motivo, se privilegian algunos de sus rasgos singulares para dar fuerza explicativa y posibilidades de esclarecimiento sobre el conjunto de la problemática investigada. Todos los casos están atravesados por circunstancias que hacen permanentes las tensiones sociales, políticas y de orden público, debido a la presencia gue-rrillera, militar, paramilitar y narcotraficante, y a sus interrelaciones. Casi todos los informes asumen la perspectiva investigativa de los estudios de género, pero unos examinan casos par-ticulares en los que destacan la victimización, resistencia y apuestas políticas de las mujeres36. Otros subrayan la victimización sufrida por la población involucrada en apuestas de reivin-dicación social, luchas por la tierra, o adscritas a partidos políticos de oposición37; además de la violencia padecida por la población civil en medio del fuego cruzado entre paramilitares y

35 Memoria Histórica, El orden desarmado. La resistencia de la Asociación de los Trabajadores Campesinos del Carare (atcc) (Bogotá: Taurus/Pensamiento, 2011), 153.

36 Memoria Histórica, La masacre de Bahía Portete. Mujeres wayuu en la mira (Bogotá: Taurus/ Pensamiento, 2010), 79-104; Memoria Histórica, Mujeres que hacen historia. Tierra, cuerpo y política en el Caribe colombiano (Bogotá: Taurus/Pensamiento, 2011), 21-160; Memoria Histórica, Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano (Bogotá: Taurus/Pensam-iento, 2011), 57-206.

37 Memoria Histórica, La masacre de Bahía Portete, 79-104; Memoria Histórica, Mujeres que hacen historia, 21-160; Memoria Histórica, Mujeres y guerra, 57-206. Memoria Histórica, Trujillo una tragedia que no cesa (Bogotá: Planeta, 2008), 109-144; Memoria Histórica, La tierra en disputa. Memorias del despojo y resistencias campesinas en la costa Caribe (1960-2010) (Bogotá: Taurus/Pensamiento, 2010), 61-200.

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guerrilla, el fenómeno del desplazamiento rural y urbano38, y la victimización de miembros de la rama judicial39; como también se exponen los procesos de resistencia civil frente a todos los actores armados y la apuesta por un orden social desarmado40. Igualmente, el trabajo dedica-do a presentar, de manera panorámica, algunas de las iniciativas de memoria agenciadas por asociaciones o colectivos de víctimas dispersos por todo el país41 hace que mh posicione en la esfera pública, en cuanto objeto de investigación, la cuestión de las disputas por las memorias, las víctimas como sujetos de dichos agenciamientos, y esas iniciativas en particular.

Con base en esas delimitaciones se van configurando unas ideas-fuerza sobre las compren-siones del conflicto y los actores implicados en él, que recorren casi todas las investigaciones del Grupo y marcan los énfasis de su actuar memorialístico. Algunas de ellas son:

En primer lugar, se parte de un diagnóstico de la cultura política colombiana, que para mh hace más legítima y necesaria su labor: un déficit de democracia como punto de partida, en el que encaja la necesidad de la contención de la violencia, de acuerdo con las políticas estatales, pugnando por quebrantar repertorios y tradiciones que vehiculen formas violentas de tramitación de lo social: “En nuestra historia nacional ‘los odios heredados’, abusando de las funciones de la memoria, sirvieron durante mucho tiempo de encadenantes de nuestras guerras, antes de que se pudiera pasar de la venganza a la política”42. Pero también del contexto mundial de la Guerra Fría, que aclimató e incrementó el conflicto: por un lado, afianzó el auge guerrillero en zonas rurales y de poca presencia estatal y, por el otro, propició en las Fuerzas Armadas la comprensión de estos grupos y de las fuerzas de oposición como enemigo interno por derrotar y aniquilar. Por ejemplo, el decreto 3398 de 1965, que autorizaba en labores militares el uso de civiles que no conformaban

38 Memoria Histórica, Silenciar la democracia. Las masacres de Remedios y Segovia, 1982-1997 (Bogotá: Taurus/Pensa-miento, 2010), 139-230; Memoria Histórica, El orden desarmado, 212-244. También, la investigación sobre la masacre de La Chinita, en la que tuvo lugar victimización por parte de las farc contra miembros del epl en proceso de desmovilización, presentada en: Memoria Histórica, “iv Semana por la Memoria”, Centro de Memoria Histórica, <http://www.museocasadelamemoria.org/site/?tabid=255>; Memoria Histórica, Bojayá la guerra sin límites (Bogotá: Taurus/Pensamiento, 2010), 35-86; Memoria Histórica, La masacre de El Salado. Esa guerra no era nuestra (Bogotá: Taurus, 2009), 21-49; Memoria Histórica, La masacre de El Tigre. Reconstrucción de la memoria histórica en el Valle del Guamuéz-Putumayo (Bogotá: Pro-Offset, 2011), 11-29; Memoria Histórica, San Carlos. Memo-rias del éxodo de la guerra (Bogotá: Taurus/Pensamiento, 2011), 39-104; Memoria Histórica, La huella invisible de la guerra. Desplazamiento forzado en la comuna 13 (Bogotá: Taurus/Pensamiento, 2011), 45-96.

39 Memoria Histórica, La Rochela: memorias de un crimen contra la justicia (Bogotá: Taurus/Pensamiento, 2010), 31-84.

40 Memoria Histórica, El orden desarmado, 299-434. Además, se destaca la investigación aún no culminada de la resisten-cia civil de comunidades indígenas en el Cauca: Memoria Histórica, “Resistencia civil en medio del conflicto armado. Guardias Indígenas del Cauca. Investigación en curso”, Centro de Memoria Histórica, <http://www.centrodememoria-historica.gov.co/index.php/informes-gmh/informes-en-curso/guardias-indigenas-en-el-cauca>.

41 Memoria Histórica, Memorias en tiempo de guerra. Repertorio de iniciativas (Bogotá: Puntoaparte, 2009), 14-49.

42 Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria e historia, 17.

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la fuerza pública, sirvió de marco jurídico para justificar en las Fuerzas Armadas la conformación de grupos paramilitares con miembros de la población civil.

En segundo lugar, se estudia la existencia de un profundo nexo entre el surgimiento del para-militarismo y el afianzamiento del narcotráfico en las décadas del ochenta y noventa, sobre todo en zonas de poca presencia estatal, en las que la corrupción de miembros de la institucionalidad coadyuvó en ese proceso; vínculo al cual tampoco fueron ajenos los grupos guerrilleros. A su vez, los propiciadores del conflicto y sus expresiones violentas son identificados en calidad de victimarios, nombrándoseles como “poderes armados”, llámense “insurgentes”, “autodefensas”, “paramilita-res” o “grupos mafiosos”, que propenden hacia órdenes sociales “a veces en tensión con el Estado central, y otras a partir de acciones, complicidades u omisiones de éste”43. Derivado de lo anterior, se concluye que existe responsabilidad de los actores armados en la estigmatización de sectores de la población civil, al involucrarlos en el conflicto con el uso de la intimidación para obtener de ellos algún beneficio económico o militar, lo cual los puso en la mira del bando contrario.

Finalmente, en tercer lugar, frente a los repertorios políticos y culturales relativos a órdenes so-ciales de carácter político-militar que han sido desplegados por los actores armados, las víctimas han acrisolado, con distintas formas de enfrentar y resistir la violencia, órdenes sociales que se oponen a todo tipo de expresión armada para la gestión de lo político y de lo público44. No obstante, su resonancia en planos más amplios de la esfera pública y de la institucionalidad es todavía débil. Sin duda, como constantes del conflicto colombiano se encuentran el irrespeto al derecho internacional humanitario por parte de todos los actores armados y la impunidad en el proceso de judicialización de los victimarios y en la reparación de las víctimas. Es por esta razón que mh destaca sus esfuerzos por posicionar en el ámbito nacional e internacional nuevos marcos de comprensión sobre el con-flicto colombiano y conseguir la legitimación de los mismos, en virtud de su lugar de enunciación como “palabra del Estado”. Desde este horizonte de comprensión, las víctimas son situadas ante todo como sujetos de derechos en el marco de un orden social democrático, bajo las normativas de la carta de Derechos Humanos y las prescripciones del Derecho Internacional Humanitario.

2.2. Estrategias de agenciamiento y posicionamiento en la esfera pública

En tal sentido, mh se sitúa como un actor en el debate público y en las disputas por las versiones de lo sucedido respecto al conflicto armado, es decir, como un agonista en esa pugna por la construcción social de la memoria. De tal suerte que se pongan en juego memorias

43 Memoria Histórica, Narrativas y voces del conflicto, 8.

44 Memoria Histórica, El orden desarmado, 299-434.

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ejemplares45 que tengan a la justicia como uno de sus nervios centrales y a las narrativas de las víctimas como referente legítimo para la resignificación de las comprensiones del conflicto. Con base en estos presupuestos, mh activa relatos que circulan en ámbitos restringidos —como asociaciones de víctimas, ong defensoras de derechos humanos, memorias locales, familiares e individuales46— y los posiciona en esferas más amplias, propendiendo a que las víctimas reconfiguren sus subjetividades, a partir de la mediación pedagógica de la memoria desde una perspectiva histórica. Si sus trabajos dan una prioridad a las víctimas, lo hacen con el interés de contrastar sus memorias con las versiones oficiales y con las de los victimarios que han sido difundidas por los medios de comunicación. En tal sentido, se interpela a estos medios sobre las implicaciones de poner a circular en la esfera pública la versión de los victimarios, limitarse a versiones oficiales para la edición de la información, o pasar por alto denuncias de la po-blación, aspectos que no dan a las víctimas oportunidad de posicionar sus propias versiones47.

Desde esta perspectiva, mh instituyó desde 2008 la Semana por la Memoria, en donde cada año, generalmente en el mes de septiembre, hace entrega de sus resultados investigativos (infor-mes académicos, documentales, muestras fotográficas, multimedias, entre otros), desplegándolos ampliamente ante la opinión pública nacional e internacional, a través de actividades académicas y culturales, en la búsqueda de “fomentar una conciencia de responsabilidad del Estado y de la sociedad frente a las víctimas del conflicto armado colombiano”48. mh ha producido también ma-terial educativo, debido al intercambio activo con organizaciones de víctimas, con miras a brindar herramientas pedagógicas y didácticas para que los sujetos individuales y colectivos se conviertan en gestores de la memoria49.

Ahora bien, la difusión de las producciones de mh y de las memorias ejemplares que quiere circular depende no sólo de los agenciamientos que hagan el Grupo y otros estamentos estatales, sino también del contexto del conflicto armado vigente que permite o impide el debate sobre las

45 Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria, 43 y 59.

46 Algunas de las asociaciones con las que Memoria Histórica ha trabajado son: Asociación de Víctimas de Trujillo (asfavit); Asociación Madres de La Candelaria; Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño (amor); Aso-ciación Provincial de Víctimas a Ciudadanas (aproviaci); Asociación de Víctimas Unidas de Granada; Diócesis de Quibdó; Fundación Fundehumac; El Colegio del Cuerpo; Iniciativa de Mujeres por la Paz (imp); Ruta Pacífica de las Mujeres; Red de Mujeres del Caribe; Organización Indígena Kankuama (oik); Corporación Cagúan Vive; Noenci y el Bongo de Bojayá; Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (movice); Proyecto Colombia Nunca Más (pcnm); e Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad.

47 Memoria Histórica, La masacre de El Salado. Remitirse a los documentales: El Salado: rostro de una masacre (Memoria Histórica, 2009); Bojayá la guerra sin límites (Memoria Histórica, 2010).

48 Memoria Histórica, “ii Semana por la Memoria”, Centro de Memoria Histórica, <http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/memoria-historica/semanamemoria>.

49 Memoria Histórica, Recordar y narrar el conflicto, 25-27.

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distintas comprensiones del mismo, aspectos que en su conjunto habilitan los lugares de enuncia-ción de estas narrativas y su despliegue en la arena pública, así como su posicionamiento en la agenda de las políticas públicas. Además de esto, cabe resaltar que el desplazamiento que desde 2011 tuvo mh transformándose en el cmh, como se mencionó en páginas anteriores, tiene una se-rie de implicaciones. En palabras nuevamente de su coordinador, Gonzalo Sánchez, ensancha su labor investigativa a trabajos de connotación pedagógica y archivistica:

“La creación de un museo nacional de la memoria, un lugar de reconocimiento a las

víctimas del largo conflicto que ha vivido Colombia; en segundo lugar, el tema de los ar-

chivos, la guarda y protección de todas las violaciones de derechos humanos y en tercer

lugar, la creación de un centro nacional de la memoria que tendrá que seguir articulan-

do estos procesos que vienen desde las raíces, desde lo profundo de la sociedad, desde las

organizaciones sociales y que hoy encuentra un lugar de reconocimiento institucional a

través de esta ley [de víctimas y restitución de tierras]”50.

Por consiguiente, el trabajo del cmh se potencia aún más pues implica la consolidación de políticas públicas en torno a la memoria de las víctimas y la pedagogización de la misma. Pero además refuerza el rol de macroemprendedor de la memoria que posee ahora el cmh, en cuanto la ley de víctimas lo establece como lugar de reconocimiento institucional.

2.3. Los laberintos de la memoria: constitución de subjetividades y subjetivación política

Después de mostrar el rol potencial de formador político de mh en cuanto constructor y pro-piciador de narrativas sobre la violencia y el conflicto armado y sus posibilidades de despliegue en diferentes escenarios sociales, en las siguientes páginas se examinarán algunos elementos referidos a los procesos de subjetivación que están en juego en sus producciones51. Al situar la memoria de las víctimas como objeto, fuente y método, en virtud de su apuesta ético/política, mh hace un giro ha-cia lo subjetivo52, es decir, hacia las experiencias, emociones y vivencias de los sujetos/víctimas. Este vuelco hacia el sujeto permite pensar los trabajos del Grupo como vehículos de memorias cargados de idearios y significaciones sobre el conflicto y el lugar que en él ocupan los diferentes sujetos y

50 Entrevista a Gonzalo Sánchez, Bogotá, 27 de mayo de 2011, <http://www.semana.com/multimedia-nacion/gonzalo-sanchez/4101.aspx>.

51 Nikolas Rose, Inventing Our Selves: Psychology, Power and Personhood (Cambridge: Cambridge University, 2001), 22-40; John Shotter, Realidades conversacionales, 242.

52 Beatriz Sarlo, Tiempo pasado. Memoria y giro subjetivo (México: Siglo xxi, 2006), 62-63.

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actores en disputa. Al tiempo que mh pretende hacer aflorar las narrativas de los sujetos, procura incidir sobre ellas buscando reelaboraciones que viabilicen un orden social democrático y que se sitúen en contraposición a los órdenes político-militares desplegados por los actores armados (nom-brados en uno de los casos emblemáticos como de izquierda, contrainsurgente y paramilitar)53. Estos actores, como ya se aludió, son identificados en su conjunto como propiciadores del conflicto, lo que posibilita al Grupo trabajar con la oposición de sujeto/víctima y sujeto/victimario como una entrada preferente para las elaboraciones que se hacen sobre los sujetos.

Para reconocer esto, se deduce que el interés del Grupo lo obliga a remitirse a una noción de víctima que determine ampliamente su horizonte de comprensión. En contraste con la no-ción jurídica de víctima, que alude al hecho de padecer vejámenes como un sujeto individual y despolitizado, la noción de mh lo sitúa como un agente que debe reivindicar políticamente la lucha por la justicia y por la memoria. En otras palabras, la víctima como un sujeto político modulado desde la perspectiva de los derechos humanos:

“La consideración de ‘víctima’ puede entenderse como el reconocimiento de un rol

social de persona afectada en derechos fundamentales, lo que conlleva a construirla

como sujeto de derechos. En este sentido la consideración de ‘víctima’ sería una forma

de resistencia activa con el fin de evitar la impunidad y la desmemoria, reconociendo y

reconociéndose no sólo en el sufrimiento sino también y especialmente en la condición

de actores y actoras sociales en el intento de que se haga justicia, se reparen los daños

ocasionados y se garantice la no repetición de las violaciones”54.

De tal manera, el péndulo entre las dimensiones colectivas e individuales de la subjetividad se inclina, en los informes académicos, hacia la primera de ellas para hacer viable la idea de que el sujeto doliente, cuya experiencia se percibe como individual y fragmentada por efectos del trauma, devenga sujeto político al potenciar su experiencia en el plano colectivo y habilitar condiciones para expresarse respecto a los hechos vividos. De esta manera, se pretende ayudar a reconfigurar las subjetividades quebradas por la violencia a partir de su inclusión en la esfera de lo público y de la activación de claves de significación sobre la misma que trasciendan el ámbito local y privado.

Pero también en otros registros, el péndulo se inclina hacia el pliegue de la dimensión individual, en razón de otras aristas en juego en las políticas de la memoria que predominan en el ámbito mundial desde la década del ochenta, en las que, en aras de intereses que enfa-tizan en la reconciliación, se da prelación a la idea del sujeto/víctima desde una perspectiva

53 Memoria Histórica, El orden desarmado, 18.

54 Memoria Histórica, Recordar y narrar el conflicto, 46.

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de los derechos humanos que otorga relevancia al plano individual. Es el caso de productos audiovisuales o multimediales del mh, pues, sumado a lo anterior, la especificidad de estos formatos incide en las características de la información: cuando ésta entra en el circuito de la esfera audiovisual contemporánea, regida por la industria cultural, es sometida a “un proceso de disciplinamiento y adecuación a los moldes narrativos de los medios de difusión masiva”55.

En el caso de los documentales, su lapso de comunicación, limitado por el tiempo, hace que por lo general los relatos se concentren en la situación de terror originada por la violencia política. Entonces enfatiza el drama de las víctimas y sus luchas por la me-moria en contra del olvido y la impunidad (imágenes 1 y 2). Entre tanto, en productos multimediales es posible interactuar con mapas que permiten identificar regiones o zonas de conflicto y acceder a videos que ponen en escena testimonios que ilustran el horror del conflicto o las secuelas psicológicas del mismo.

Imágenes 1 y 2. Secuencias del documental sobre la masacre de Trujillo (2009)56

55 Jaume Peris, La imposible voz. Memoria y representación de los campos de concentración en Chile. La posición del testigo (San-tiago: Cuarto Propio, 2005), 331.

56 Trujillo, una gota de esperanza en un mar de impunidad (Memoria Histórica, 2009). Este fotograma hace parte del principio de todos los documentales y muestra metafóricamente a una mujer que representa la nación colombiana sufriente. En este caso, el plano de detalle del ojo de la mujer que llora es una imagen-afección que destaca el dolor y pretende afectar desde ese plano al espectador. Mientras que en la segunda secuencia se observa una de las madres de víctimas de la masacre de Trujillo. Este encuadre enfatiza el drama luego de que es suspendido el juicio contra uno de los sindicados de la masacre de Trujillo. Sobre la imagen-afección, véase Gilles Deleuze, La imagen-movimiento. Estudios sobre cine i (Barcelona: Paidós, 1984), 100.

Fuente: Trujillo, una gota de esperanza en un mar de impunidad (Memoria Histórica, 2009).

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Esta entrada puede llevar a que, al poner en primer plano en la esfera pública los rasgos subjetivos de los sentimientos de dolor y compasión por las víctimas a partir de su condición de humanidad —lo que hace verlas a todas por igual como sujetos de derechos—, se minimicen los rasgos de índole política, social e histórica de los proyectos e idearios que se disputaban en la arena política y que dieron pie al conflicto y lo modularon en algunos de sus sentidos57. Es cierto que este énfasis puede ser la base del sentimiento público y necesario de la indignación contra los responsa-bles; pero esto no necesariamente se traduce en acciones colectivas de reclamación o reivindicación y podría, por el contrario, generar la sensación de impotencia frente al horror vivido.

Por tanto, a partir de estas entradas y las pendularidades a que dan lugar, las produc-ciones de mh dan luces sobre tres modalidades de subjetivación política de las víctimas. La primera alude a experiencias formativas previas a los ataques por parte de los victimarios, que permitieron a individuos y colectivos configurarse alrededor de prácticas sociales que articularon proyectos políticos y referentes de vida en pro de mejores condiciones de vida y de participación política. Estas experiencias son entendidas, ya sea en el marco de constitución de militancias adscritas a partidos políticos de oposición58, o de iniciativas a favor de luchas sociales por la tierra y derechos del trabajador59, o alrededor de los servicios públicos60, los cuales evidentemente no se hubieran podido materializar sin memorias y tradiciones previas de consolidación y liderazgo social.

Los ataques y las persecuciones a las víctimas, entendidos no como hechos aislados sino como dispositivos entramados en dinámicas que abarcan años o incluso décadas, constituyen la segunda modalidad de subjetivación política, en la medida en que mh muestra cómo a tra-vés de los actos de terror y estigmatización se pretende desarticular esos tejidos sociales y los proyectos colectivos, con efectos devastadores sobre individuos y comunidades en donde las desapariciones, las masacres y los desplazamientos han sido sus constantes61. Estas modalida-des de terror también combinaron el despliegue de rituales y conmemoraciones que afectaron la cotidianidad de las comunidades imponiendo las cosmovisiones de los actores armados en distintos planos de lo social.

Empero, los informes de mh se esfuerzan por mostrar no sólo los horrores de la guerra y la victimización, sino cómo los sujetos pudieron y/o pueden agenciar procesos de reconfiguración

57 Franklin Ramírez, “Conflicto, democracia y culturas políticas”, Iconos 15 (2002): 76.

58 Memoria Histórica, Silenciar la democracia, 125-186.

59 Memoria Histórica, La tierra en disputa, 201-290.

60 Memoria Histórica, Trujillo una tragedia que no cesa, 109-144.

61 Memoria Histórica, La masacre de El Salado, 149-171; Memoria Histórica, San Carlos, 105-226.

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del tejido social y de sus subjetividades, destacando en particular la labor de organizaciones de víctimas, de derechos humanos, ong o sectores de la Iglesia. Es en este mismo plano en el que se sitúa la tercera modalidad de subjetivación, y dentro de la cual se destacan mecanismos para la elaboración de procesos de duelo, construcción de lugares memoriales y luchas por su resig-nificación, y acciones en defensa de los derechos transgredidos62. Algunas de las experiencias de resistencia civil a la violencia son significadas en cuanto al acrisolamiento que hay en ellas de un orden social desarmado63, aspecto que revela tensiones en torno a las coincidencias y/o no corres-pondencias con el orden social dominante64.

Ahora bien, al categorizar como sujetos de investigación a las víctimas, inevitablemente surge la categoría que ha propiciado ese posicionamiento: la de los perpetradores de la vio-lencia, la de los victimarios como sujetos. Si bien mh no se ocupa de delimitar esta categoría, aun así la usa para designar personas u organizaciones a las que se les sindica por su respon-sabilidad en hechos de violencia política, cuyos perfiles pueden deducirse por los testimonios de las víctimas, por el cotejo de los archivos judiciales y por otras fuentes históricas de las que se hace uso. En esa medida, se informa sobre dispositivos de subjetivación de estos agentes que incidieron, a su vez, en la constitución de los sujetos/víctimas. Algunos de ellos serán mencionados brevemente.

mh ilustra sobre cómo el contexto de la Guerra Fría de algún modo subjetivó a sectores de la fuerza pública, en cuanto concibió la protesta y movilización social como parte del accionar subversivo y, por lo mismo, como algo que es pensado como ilegítimo, es decir, por fuera de lo político y de lo público65. También explicita el factor formativo en los miembros de las Fuerzas Armadas por parte de la Escuela de las Américas respecto al posicionamiento de la categoría de enemigo interno y lucha contrainsurgente frente a los grupos de oposición y a los movimientos sociales66, formas de comprensión que justificaron la victimización sobre los mismos. Respecto del paramilitarismo, además de sus nexos con el narcotráfico y los intereses de las mafias en las regiones cooptadas por las guerrillas, también sobresalen motivaciones de índole ideológica y de retaliacio-nes67, al señalar tangencialmente cómo se conformaron esas prácticas del terror, y sus implicaciones sobre las identidades de los victimarios.

62 Trujillo, una gota de esperanza en un mar de impunidad (Memoria Histórica, 2009), y Memoria Histórica, Silenciar la democracia, 325.

63 Memoria Histórica, El orden desarmado, 18.

64 John Shotter, Realidades conversacionales, 243.

65 Memoria Histórica, Silenciar la democracia, 22.

66 Memoria Histórica, Trujillo, una tragedia que no cesa, 161.

67 Memoria Histórica, Silenciar la democracia, 38.

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De modo menos central, hasta el momento, mh ilustra sobre procesos de subjetivación política de las guerrillas, destacando su carácter formativo al calor de las luchas sociales que ascienden durante las primeras décadas del siglo xx, y el cierre del espacio público para las clases desfavorecidas, aclimatadas por el entorno de la Revolución Cubana. Sin embargo, también resalta su presencia belicosa e intimidante en ciertas regiones del país en las que el secuestro, la extorsión y otras prácticas justificaron para muchos el surgi-miento del paramilitarismo.

Las formas de comprensión y el lugar de enunciación que se da a los sujetos colectivos, a las memorias sobre los proyectos políticos que los nuclearon y a los imaginarios sobre el orden social que allí se forjaron, se encuentran modulados por la opción/mandato de las políticas públicas y su mayor énfasis en las víctimas. En efecto, mh tiende a argumentar con fuerza que las poblaciones afectadas por el conflicto no tenían nada que ver con las guerrillas, y que es una estigmatización por parte de la fuerza pública o del paramilitaris-mo la que ocasiona la victimización, que torna opacas algunas de las dimensiones políticas en juego. Esto informa sobre el anclaje contextual y político colombiano, cuyo paradójico rasgo implica el conflicto armado vigente con las guerrillas, consideradas como terroris-tas y, por lo tanto, carentes, hasta el momento, de estatus de interlocución política68. Sin embargo, todavía faltan informes por concluir o por socializar ante la opinión pública, dentro de los cuales se destacan unos vinculados a los grupos armados de izquierda, y apenas se va a dar comienzo al análisis de las declaraciones de los paramilitares, dadas en versión libre, que hace prever que estos aspectos serán complementados en un futuro próximo por las investigaciones del Grupo.

Ahora bien, mh da elementos para pensar la subjetivación política de sujetos distintos al bi-nomio víctima/victimario: el Estado y la sociedad civil. mh insiste en la debilidad del gobierno central o el Estado en general para coaptar las instituciones bajo parámetros compartidos, y en dificultades estructurales para hacer frente a la impunidad de los crímenes, lo que impo-sibilita el posicionamiento de ideas consensuales sobre el orden social por reconfigurar y su adscripción a un proyecto político de índole nacional. También, en virtud del déficit de demo-cracia que caracteriza el orden social vigente, mh atribuye al Estado y a la sociedad civil una actitud pasiva, expresión de sujetos no comprometidos, apáticos e indiferentes frente a las si-tuaciones de victimización, que redundan en la perpetuación de la impunidad y del conflicto.

68 En la actual coyuntura los diálogos emprendidos por el gobierno de Juan Manuel Santos con las farc matizan este acercamiento, pero todavía no se conocen las implicaciones sobre el conjunto de la problemática y las for-mas de comprensión sobre estos actores político-armados.

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En tal sentido, la noción de sujeto/víctima permite a mh apalancar su propia apuesta por modificar este tipo de comprensiones sobre el conflicto y posibilitar la reconstitución de las subjetividades de las víctimas vulneradas en el plano individual y social, propiciando, al mismo tiempo, un proceso de sensibilización en el ámbito público a partir de “los trabajos de la memoria”69. En ese sentido, sin que se lo proponga, provoca interrogantes sobre los énfasis memoriales, las prácticas y las experiencias políticas que se constituyen en dispositivos de sub-jetivación de la sociedad civil, y que se hace necesario develar y resignificar.

Todavía queda en vilo saber si las apuestas y las acciones emprendidas por mh lo-gran empoderar a las víctimas y a la sociedad civil en torno a una narración común que configure una memoria colectiva con nuevas modalidades de formación y participación política. Y esto porque el conflicto armado sigue vigente impidiendo que muchas de las políticas de reparación de víctimas se realicen efectivamente; además, porque la produc-ción de mh aún tiene una circulación restringida a los medios impresos o virtuales, en un país en donde los índices de analfabetismo y acceso a medios electrónicos e internet son limitados. A esto se le suma que las políticas públicas de uso y adecuación de este tipo de materiales en la escuela y en diversos escenarios sociales, apenas comienzan a formularse, para poder pensar en pedagogías sobre la memoria del conflicto en Colombia de alcance masivo y de acción continuada70.

Conclusiones

El seguimiento hecho a la producción del Grupo de Memoria Histórica ha posibi-litado mostrar tanto sus apuestas éticas, políticas y epistemológicas como los anclajes contextuales en los que está adscrito y los lugares de enunciación que lo han caracteriza-do. Aunque mh cuestione y se distancie de versiones de historias oficiales, la narrativa que ha ido construyendo se constituye en un tipo de historia oficial sobre la violencia política reciente, en cuanto cumple un mandato estatal que lo habilita como un actor que habla a nombre del Estado.

El Grupo se inscribe en una tradición académica que, desde anteriores comisiones de estudio sobre la violencia política, ha ido constituyendo la acepción de esta última en rela-ción con el conflicto armado. De este modo, la violencia y el conflicto son matrices claves de

69 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, 14.

70 Para el análisis de las políticas de memoria sobre la historia reciente en Colombia, ver: Sandra Rodríguez Ávila y Martha Cecilia Herrera, “Historia, memoria y formación. Violencia sociopolítica y conflicto armado”, Revista Colombiana de Educación 62 (2012): 12-32.

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producción de sentido para la construcción de la narrativa histórica nacional, en las que el conflicto armado solapa y subordina las otras expresiones de violencia política y sitúa el es-cenario rural como el ámbito privilegiado de despliegue de las mismas. Pero también ilustra sobre otro desplazamiento dentro de la tradición instaurada por las comisiones, ya que no se limita a historiar la violencia política, como fue el caso de la apuesta de la comisión de estudios sobre la Violencia de los años cincuenta; tampoco se remite a establecer las causas estructura-les de múltiples violencias (no sólo la política) de la comisión de los ochenta71. Ahora se trata “del tiempo de la memoria”, de conceder a las víctimas un espacio público para dar a conocer el buen nombre de los familiares desplazados, desaparecidos y/o asesinados, tramitar procesos de judicialización de los responsables y elaborar duelos individuales y colectivos.

A partir de lo anterior, puede afirmarse que las producciones del gmh dan luces para pen-sar en procesos de formación política que se han dado en virtud de tramitaciones colectivas sin que intervenga la institución escolar, pero en las que median disputas por la adscripción a proyectos preestablecidos (partidos ya existentes o colectivos ya configurados) o la creación de nuevas posibilidades de reclamación social. Además, sus producciones dejan claro que el papel de la violencia política perpetrada por los actores armados no sólo dejó secuelas psicológicas en las víctimas, sino secuelas políticas, pues implicó una formación política que destruyó los tejidos sociales y las apuestas ya configuradas. Por otro lado, la labor reconstructiva que emprende mh, y ahora cmh, se constituye en un importante escenario para seguir pensando en los procesos de subjetivación política en el país, con el color que implica que su lugar de enunciación sean las políticas de la memoria estatales que propenden a visibilizar a las víctimas y reconocer lo que ha pasado, situación que puede conllevar el riesgo de sepultar en un pasado sin referente en el presente unos proyectos políticos que ya no pueden repararse y que quizás políticamente no se esté interesado en reconstruirlos. Es cierto que mh se esfuerza por reconceptualizar la noción de víctima como un sujeto activamente político. Pero eso no cierra la cuestión de si esta labor acentuará la construcción social de la memoria y de la identidad nacional desde la violencia y el conflicto armado, y si hará posibles nuevas maneras de participación social.

La labor de mh —aunque no puede compararse con la de comisiones de la verdad de otras partes del mundo, pues éstas se conformaron a partir de la finalización de los conflictos mien-tras que mh trabaja en medio de él— representa una iniciativa destacada en la voluntad de recoger testimonios, historizar hechos acallados, activar múltiples narrativas sobre la violencia

71 Jefferson Jaramillo, “Expertos y comisiones de estudio sobre la violencia en Colombia”, Estudios Políticos 39 (2011): 231-258. Para conocer la trayectoria académica del cordinador de Memoria Histórica y el Centro de Memoria Histórica, veáse: José Gabriel Cristancho, “Gonzalo Sánchez: trayectoria de una experiencia de me-moria de la violencia en Colombia”, Revista Colombiana de Educación 61 (2011): 73-88.

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y conformar corpus documentales que allanen el camino para futuras comisiones de la verdad, potenciando la construcción social de la memoria sobre lo sucedido y posibilitando su buen uso en el ejercicio de la política. Por ello, las labores del Grupo, junto a otras iniciativas sin cuyos acumulados previos no hubiese sido posible el trabajo de mh72, tienen una importancia social de profunda responsabilidad ética y política por habilitar regímenes de autorización dis-cursiva que permitan aflorar espacios de enunciación social sobre la experiencia del conflicto.

Todo esto sin olvidar las políticas públicas de índole nacional e internacional sobre la memoria de la violencia política en las que está enmarcado mh. Por eso, las tensiones entre la memoria y la historia persisten y persistirán, ya que toda narrativa es selectiva y privilegia ciertos recuerdos y olvidos en detrimento de otros, en razón a las fuerzas que los promuevan, a los lugares de enunciación en los que se sitúen y a las condiciones de posibilidad de elevar los fenómenos vivenciados al estatus de lo histórico y de la memoria colectiva. Sólo el despliegue de las apuestas colectivas de lo humano en el tiempo podrá darnos más luces al respecto.

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La teoría sobre la naturaleza del hombre y la sociedad en el pensamiento de Robert Owen como base del socialismo británico (1813-1816)Ï

María Fernanda

Lanfranco González

Artículo recibido: 31 de julio de 2012

Aprobado: 30 de octubre de 2012

Modificado: 13 de noviembre de 2012

Estudiante de la maestría en Historia y licenciada en Historia con mención en Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile). Investigadora del grupo de investigación Estado y Sociedad en el Mundo Contemporáneo del Instituto de His-toria de la misma Universidad. Entre sus publicaciones se encuentran: en coautoría con Claudio Llanos, “Problemas del Estado de Bienestar Británico en la Historia del Tiempo Presente. Una aproximación a la trayectoria de reducción del Welfare State”, Análisis Político 24: 73 (2011): 79-96; como integrante del comité de investigación junto a Giuliano De Conti, Diego Fernández y Gabriel Hoecker, “Resistencia y Memoria: ¿Qué fuimos y qué seremos? El escenario de Lota como propuesta metodológica”, Revista Raíces de Expresión 9: 8 (2010): 13-18. [email protected]

Ï Este artículo forma parte de la tesis de pregrado “Robert Owen frente a la Historia: crítica, teoría y propuestas en Una Nueva Visión de la Sociedad (1813-1816)”, presentada en la Universidad Católica de Valparaíso (Chile) para optar al título de licenciada en Historia en 2012. No contó con financiación para su elaboración.

doi: http://dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.09

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La teoría sobre la naturaleza del hombre y la sociedad en el pensamiento de Robert Owen como base del socialismo británico (1813-1816)

Resumen:Este artículo analiza la teoría que, en torno a la naturaleza del hombre y la sociedad, desarrolla Robert Owen en su primera obra de difusión masiva, A New View of Society, Or, Essays on the Principle of the Formation of the Human Character, and the Application of the Principle to Practice, compuesta por cuatro ensayos publicados entre 1813-1816. Se pretende demostrar que esta teoría evidencia un desplazamiento hacia los valores cooperativos, por sobre el individualismo, como base para enfrentar los problemas humanos. En este sentido, “la filosofía social” que sustenta su propuesta socialista estaría desarrollada con claridad en su primera construcción intelectual más difundida.

Palabras clave: Robert Owen, socialismo británico, cambio social, valores sociales.

Robert Owen’s Theory on the Nature of Man and Society as a Base for British Socialism (1813-1816)

Abstract:This article analyzes the theory that Robert Owen developed regarding the nature of man and society in his first massively distributed work: A New View of Society, Or, Essays on the Principle of the Formation of the Human Character, and the Application of the Principle to Practice, which was composed of four essays published between 1813 and 1816. The article aims to demonstrate that this theory is evidence for a move-ment toward cooperative values, instead of individualism, as the base to face human problems. In that sense, the “social philosophy” that underlies his socialist proposal would have been clearly developed in his first widely distributed intellectual work.

Keywords: Robert Owen, British Socialism, social change, social values.

A teoria sobre a natureza do homem e da sociedade no pensamento de Robert Owen como base do socialismo britânico (1813-1816)

Resumo:Este artigo analisa a teoria que, em volta da natureza do homem e da sociedade, Robert Owen desenvolve em sua primeira obra de difusão massiva, A New View of Society or Essays on the Principle of the Formation of the Human Character, and the Application of the Principle to Practice, composta por quatro ensaios publi-cados entre 1813-1816. Pretende-se demonstrar que esta teoria evidencia um deslocamento em direção aos valores cooperativos, por cima do individualismo, como base para enfrentar os problemas humanos. Nesse sentido, “a filosofia social” que sustenta sua proposta socialista estaria desenvolvida com clareza em sua primeira construção intelectual mais difundida.

Palabras-chave: Robert Owen, socialismo britânico, mudança social, valores sociais.

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La teoría sobre la naturaleza del hombre y la sociedad en el pensamiento de Robert Owen como base del socialismo británico (1813-1816)

Introducción

E l problema que abordará este trabajo se enmarca dentro de un conjunto de respuestas surgidas frente a las transformaciones disruptivas causadas por el desarrollo del capitalismo industrial. Este último no sólo generó un escenario

que causó trastornos sustanciales en los hábitos y formas de vida acostumbrados, sino que puso a prueba la capacidad de adaptación de una sociedad completa a estas nuevas circunstancias históricas. Innumerables personas experimentaron la pérdida de la forma de vida desarrollada en pequeñas comunidades, reemplazada por el anonimato, la explotación laboral, el hacina-miento, la competencia económica y un amplio desprecio a los pobres1.

Las respuestas a esta realidad fueron de diversa índole y provinieron de distintos ámbitos intelectuales: algunos intentaban volver al pasado cobijándose en el mundo preindustrial, en la medida que añoraban las seguridades otorgadas por la economía tradicional, y otros, sin la esperanza de volver atrás, proyectaban la configuración de sociedades basadas en cimientos distintos. Dentro de esta última tendencia se puede ubicar el desarrollo del socialismo tem-prano, que produjo durante el siglo xix una proliferación de planes y proyectos que actuaron como las bases intelectuales del pensamiento socialista posterior. Según Ronald Stromberg, la impaciencia con la que las personas produjeron ideas socialistas y se impregnaron con ellas a lo largo de este período se relaciona con la sensación general de que hacía falta un plan de reorganización social, con el descontento ante el liberalismo de la igualdad jurídica combina-do con la libre competencia y con el constante fermento ideológico de la Ilustración2.

Mientras que para Gregory Claeys las distintas vertientes de pensamiento, que pueden denominarse como socialistas hasta antes de 1830, emergieron de tres fuentes: el fracaso de

1 Gregory Claeys, “Non-Marxian Socialism 1815-1914”, en The Cambridge History of Nineteenth-century Political Thought, eds. Gareth Stedman y Gregory Claeys (Cambridge: Cambridge University Press, 2011), 522.

2 Ronald Stromberg, Historia intelectual europea desde 1789 (Madrid: Debate, 1990), 113.

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la Revolución Francesa para resolver el problema de la pobreza; su degeneración política en dictadura; y el comienzo de la industrialización. Después de 1848, estos problemas serán extensamente reconocidos por tener una solución común “socialista”, que era ampliamente democrática, colectivista y anticapitalista, y tendía hacia la propiedad comunitaria y el rechazo al “libre mercado”. No obstante, Claeys señala que la diversidad de estas respuestas también debe ser enfatizada: el socialismo también poseía rasgos autoritarios y paternalistas, y al final del siglo también pudo combinarse con variadas formas de individualismo y anarquismo3.

Considerando este contexto, y para efectos de esta investigación, se ha decidido estudiar el caso particular de Robert Owen, conocido como el “fundador del socialismo británico”, debi-do a su desempeño como líder del movimiento Owenita en Gran Bretaña, que fue reconocido como una de las tres principales escuelas del socialismo temprano4, junto con los seguidores de los franceses Charles Fourier y Henri de Saint-Simon. No obstante, la atención prestada a Robert Owen en la historiografía contemporánea no ha sido demasiado amplia. Aunque es referenciado por la mayoría de los autores que han desarrollado compilaciones generales del pensamiento social y político, en la mayoría de los casos el tratamiento que se le otorga a su obra es de carácter general. Lo más usual es que estos trabajos incluyan a Owen en alguna sección sobre el socialismo primitivo o utópico, debido a la importancia de su crítica social y al sentido práctico que presentó al intentar materializar sus ideas.

El categorizar a Owen como un utopista es fruto de la herencia del pensamiento marxista —desde la publicación del Manifiesto del Partido Comunista (1848), El Anti-Dühring (1878) y Del socialismo utópico al socialismo científico (1880)—, que atribuye este calificativo a los primeros socialistas que divulgaron sus ideas antes del decisivo desarrollo de la indus-tria, el proletariado y la lucha de clases5. Para Federico Engels la etapa histórica en la que éstos se habían situado les impidió tener en cuenta aquellas condiciones en el desarrollo de su pensamiento; por tanto, los sistemas propuestos no podían ser más que fantásticos

3 El término socialismo es un vocablo complejo de definir pues incluye diversos tipos de proyectos que, sin embargo, se pueden vincular entre sí mediante distintos puntos en común. El concepto comienza a utilizarse en los lenguajes europeos —alrededor de los años veinte del siglo xix—, para denominar un sistema de pensamiento definido por su oposición al individualismo liberal, especialmente en economía política, y su apoyo a las formas de tenencia de propiedad (la comunitaria y la colectivista), y a la reorganización de la sociedad en torno a comunidades a pequeña escala. Véase: Gregory Claeys, “Early Socialism”, en Encyclopedia of Nineteenth-century Thought, ed. Gregory Claeys (Londres: Routledge, 2005), 184.

4 Por socialismo temprano se entiende al socialismo premarxista activo antes de 1848 y peyorativamente denominado “socialismo utópico”, para distinguirlo del socialismo científico de Karl Marx y Federico Engels. Remitirse a: Gregory Claeys, “Early Socialism”, 184.

5 Por ejemplo: L. Kniazeba, El comunismo (México: Grijalbo, 1968).

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al plantear la abolición de la diferencia de clases, justamente cuando ésta comenzaba a profundizarse6. En otras palabras, el error insoslayable había sido eliminar la diferencia que habría de causar la transformación general de la sociedad7.

Estas interpretaciones enfatizan en otros elementos del pensamiento de Owen que pueden vincularse al análisis de Karl Marx8 y resaltan la separación de sus ideas —junto al de Fourier y Saint-Simon, entre otros— del socialismo científico, por la insuficiencia de las condiciones políticas bajo las cuales debía realizarse su proyecto. Ejemplos de este tipo de análisis encon-tramos en las obras de Werner Hofmann9 y de Branco Horvat, en coautoría con Mihailo Markovic y Rudi Supek10. El primero enmarca a Owen dentro del pensamiento social pri-mitivo, específicamente entre el grupo de pensadores que intenta hacer una “reforma social radical” a partir de un solo punto, hasta modificar la sociedad como un todo. El punto elegido sería el esfuerzo de los trabajadores para la transformación, haciendo énfasis en la importan-cia de la educación y la autoayuda que se expresaba en las cooperativas de consumo. Esto lo diferenciaría de otros reformadores como Proudhon, Fourier y Blanc, que enfatizan en otros aspectos para alcanzar el cambio social.

Por otro lado, Horvat, Markovic y Supek incluyen a Owen dentro de los “socialistas visio-narios”, ya que fue un intelectual que defendió los intereses de la clase obrera; sin embargo, tal como Engels11, consideran esta defensa sin la suficiente conciencia al no ser capaz de proponer la emancipación de la clase explotada en particular, sino la de la humanidad en general. Aun así, es considerado por estos autores como uno de los reformistas más destacados al intentar conformar una federación de comunidades cooperativas gobernadas por los productores.

Fuera de estas obras generales, la tradición marxista ha seguido siendo cultivada a lo largo del siglo xx por historiadores como Ralph Miliband, Eric Hobsbawm y Edward Thompson, quienes también han dedicado parte de sus estudios al análisis de la obra de Owen. Característica de esta línea interpretativa resulta la tesis propuesta por Miliband12, al

6 Federico Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico (Buenos Aires: Ágora, 2001 [1880]), 30-39.

7 Para las implicaciones políticas de esa distinción en la pugna entre marxismo y socialismo no marxista, consultar: Martin Buber, Caminos de Utopía (México: fce, 1955).

8 Específicamente sobre este tema, remitirse a Eric Hobsbawm, “Marx, Engels y el socialismo premarxiano”, en Cómo cambiar el mundo (Barcelona: Crítica, 2011), 27-57.

9 Werner Hofmann, Historia de las ideas sociales de los siglos xix y xx (México: uteha, 1964), 30-35.

10 Branko Horvat, Mihailo Markovic y Rudi Supek, Self-governing Socialism (Nueva York: International Arts and Sciences Press, 1975), 6-8.

11 Federico Engels, Del socialismo utópico, 31.

12 Ralph Miliband, “The Politics of Robert Owen”, Journal of the History of Ideas 15: 2 (1954): 233-245.

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intentar mostrar la naturaleza conservadora del pensamiento político de Owen, que, según el autor, ha sido ensombrecida por su indudable contribución al desarrollo del socialismo en Gran Bretaña. Miliband propone que —a diferencia de sus revolucionarias ideas en materias económicas y sociales— Owen fue a lo largo de su vida un consistente defensor de los acuer-dos políticos de su época, demostrando con ello su incomprensión acerca de la naturaleza del poder y su incapacidad para analizar los mecanismos de cambio social.

Dentro de esta misma perspectiva se ubican los escritos de Thompson13, quien subraya el ca-rácter paternalista del socialista británico, que le impedía desarrollar la idea de un avance de la clase obrera hacia sus propios objetivos, producto de la actividad desplegada por sí misma. Este historiador presenta elementos destacables y novedosos en su análisis al mostrar cómo la trayec-toria de Owen y el desarrollo de sus ideas se relacionaron directamente con la formación de la conciencia de clase y el desarrollo del movimiento obrero a lo largo del siglo xix.

Por otro lado, existen autores que han decidido apartarse del enfoque ligado a la inter-pretación marxista, desechando la dicotomía socialismo “utópico/científico” y señalando que es preferible para la historiografía contemporánea hablar de socialismo “temprano”, antes que “utópico”. Éste es el caso del artículo de Gregory Claeys Non Marxians Socialism 1815-191414, que —además de abordar de manera tangencial algunos aspectos del pensamiento de Owen, las diversas acciones que desarrolló durante su vida y su influencia en el movimiento Owenita— señala que la categoría de “socialismo utópico” se basa en tres aseveraciones que no son del todo apropiadas. Éstas son: 1) que todas las formas de socialismo temprano consi-deraban que el proletariado era sólo una “masa sufriente”; 2) que la sociedad sólo podría ser transformada por propaganda y experimentos; y 3) que los socialistas tempranos no creían que las semillas de la nueva sociedad estaban en el desarrollo económico de la antigua.

Conforme a esta visión, a los seguidores de Owen sería más sensato apartarlos de la clasifi-cación de utópicos, ya que muchos de ellos aceptaron el rol transformador de la clase obrera, insistieron en reformas parlamentarias en conjunto con los cartistas y admitieron alguna varia-ción en la interpretación económica de la historia, insistiendo incluso en la premisa de que el socialismo sólo podría ser desarrollado en la era industrial, y no en algún período precedente.

Más sugerente en torno a este último enfoque es la propuesta de Krishan Kumar15, al oponerse al supuesto de que los socialistas utópicos no fueron capaces de generar una

13 Edward Thompson, “La consciencia de clase”, en Thompson. Obra esencial, ed. Dorothy Thompson (Barcelona: Crítica, 2011), 156-181.

14 Gregory Claeys, “Non-Marxian Socialism”, 521-585.

15 Krishan Kumar, “Utopian Thought and Communal Practice: Robert Owen and the Owenite Communites”, Theory and Society 19: 1 (1990): 1-35.

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teoría de desarrollo y cambio social16. Así, Kumar sostiene que la “esperanza” puesta en el proletariado como agente de cambio social es producto de la fe y lógica “filosófica”, antes que fruto de un realismo sociológico o de una mayor comprensión histórica. Desde este punto de vista, la relación entre la práctica revolucionaria y la teoría marxista resulta ser tan problemática como pudiésemos considerar cualquier relación entre la práctica y la teoría proveniente del campo del socialismo utópico (o cualquier otra forma de teoría social). A fin de cuentas, se pretende sugerir que tanto el socialismo utópico como el mar-xismo —en perjuicio de la creencia que considera al primero como visionario y fantástico y al segundo como realista y científico— son una especie de teoría social que, destacando e intensificando el carácter utópico general de toda teoría social, puede ser correctamente denominada como una teoría social utópica.

Otras obras que incluyen el análisis del trabajo de Owen son las que intentan reunir la tradición del pensamiento utópico a través del estudio de diversos autores considerados “utopistas”. Esta etiqueta se asocia, como ya se referenció, a la categorización elaborada por distintos teóricos marxistas, pero su utilización posee una connotación diferente. En este caso, de manera particular, se considera a Owen como un utópico, en la medida que pertenece a los primeros socialistas que compartían la creencia en un orden natural benéfico, en la naturaleza bondadosa del hombre y en la búsqueda de soluciones racionales a los problemas sociales17. Una de las investigaciones más completas de este estilo es el estudio de Frank Manuel y Fritzie Manuel18, que profundiza en cada uno de los socialistas utópicos comparando los sistemas so-ciales ideados por ellos. Para estos autores, el punto de confluencia entre Saint-Simon, Fourier y Owen son sus revolucionarias visiones sobre el amor y el trabajo que intentan dar respuesta a una “crisis de la época”, identificada con la incapacidad del hombre de encontrar satisfacción en su trabajo y en sus relaciones afectivas. Respecto a Owen, los autores relacionan su expe-riencia de vida con la trayectoria de sus ideas profundizando en su teoría sobre la formación del carácter y la naturaleza humana, la transición al Nuevo Mundo Moral y su materialización a través de las comunidades cooperativas.

De cualquier modo, las obras hasta ahora descritas abordan la trayectoria y el pen-samiento de Owen de manera bastante genérica, al no hacer mayor hincapié en la complejidad que implica la evolución de su pensamiento y los matices presentados en

16 Martin Buber, Caminos de Utopía, 20-22.

17 Alfredo Cepeda, Los Utopistas (Buenos Aires: Hemisferio, 1950).

18 Frank Manuel y Fritzie Manuel, Utopian Thought in the Western World (Cambridge: The Belkmap Press of Harvard University Press, 1979).

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sus distintas obras. A pesar de esto, existen algunas investigaciones que abordan de ma-nera más profunda y específica ciertos componentes de la obra del autor; especialmente, al referirse al lugar que se ha otorgado en la literatura especializada a sus ideas sobre educación y a su respectiva implementación como parte de su labor reformadora19. Las características de su proyecto en New Lanark y su preferencia por los medios pacíficos de transformación social han provocado que la atención de los historiadores se centre en el valor que tiene la educación para Owen como un pilar fundamental en la formación del carácter humano y en la construcción del nuevo sistema social.

En este sentido, uno de los historiadores que se ha enfocado en el tema es John Harrison, quien señala que los estudios que abordan la educación Owenita se han focalizado en las ins-tituciones de New Lanark y New Harmony o en las teorías educacionales de Owen mismo. Es por esto que el autor propone abordar los escritos de Owen y sus seguidores desde la historia sociointelectual intentando hacer una historia de la educación en términos más amplios, par-ticularmente, intentando responder por qué y cómo Owen y sus seguidores consideraron tan importante la educación, y qué precisamente entendían por ella20.

Por otro lado, Ian Donnachine, en su trabajo Education in Robert Owen’s New Society, muestra un panorama detallado del proyecto educativo desarrollado por el reformista en New Lanark. Los aspectos que se abordan son la formación del “Instituto para la Formación del Carácter” dentro de New Lanark, su visión sobre la educación infantil y la de adultos, los métodos de enseñanza y currículum, entre otros21, concluyendo que el proyecto educativo de Owen es una de las tantas facetas del “evangelio social” que él predi-caba. En éste, la realización de los proyectos comunitarios —modelados según el ejemplo de New Lanark y su ethos cooperativo— sería la solución a los diversos males sociales que afectaban al mundo.

En este breve recuento se evidencia que la historiografía no ha estudiado en detalle el pensamiento de Robert Owen, excepto por las temáticas relacionadas con la historia de la educación. De acuerdo con esto, y considerando la problemática abordada, el objetivo del presente artículo es analizar la teoría en torno a la naturaleza del hombre y la sociedad de-sarrollada por Owen en su primera obra de difusión masiva, un conjunto de cuatro ensayos

19 Remitirse a: John Harrison, “The Steam Engine of the New Moral World: Owenism and Education, 1817-1839”, Journal of British Studies 6: 2 (1967): 76-98; Robert Davis y Frank O’Hagan, Robert Owen (Londres: Continuum Press, 2010); Ian Donnachie, “Education in Robert Owen’s New Society: The New Lanark Institute and Schools”, The Encyclopedia of Informal Education, <www.infed.org/thinkers/et-owen.htm>.

20 John Harrison, “The Steam Engine”, 77.

21 Ian Donnachie, “Education in Robert Owen’s”, parágrafo 7 y siguientes.

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publicados entre 1813-1816 en A New View of Society, Or, Essays on the Principle of the Formation of the Human Character, and the Application of the Principle to Practice22.

La relevancia de estudiar este aspecto del pensamiento de Owen en su primera obra radica en que los rasgos y características de la propuesta teórica presentada, a diferencia de su materialización práctica, esbozan los pilares fundamentales que sustentarán el pro-yecto global de transformación social elaborado posteriormente por éste y sus seguidores. En este sentido, la propuesta radica en demostrar que los presupuestos owenianos eviden-cian un vuelco hacia los valores cooperativos por sobre el individualismo, como base para enfrentar y comprender los problemas humanos.

1. El valor del conocimiento en la teoría social oweniana

La concepción oweniana de lo social se nutrió de diversas fuentes hasta configurarse como un conjunto de ideas, coherente y complejo a la vez, que supone una cierta concep-ción sobre la naturaleza humana. En este caso, el origen de sus ideas ha dejado perplejos a la mayoría de sus biógrafos, que no han podido encontrar muchas evidencias de su lectura formativa. No obstante, es reconocida la inf luencia que tuvo del renacimiento intelectual escocés, desarrollado durante la segunda mitad del siglo xviii, que produjo una destacada escuela de f ilósofos morales y economistas políticos que se preocuparon por establecer las bases empíricas para el estudio del hombre y la sociedad23. Por ello, la contribución de este grupo de intelectuales al surgimiento de la sociología moderna y las ciencias sociales puede vincularse directamente al pensamiento de Owen, desde el momento en que éste intenta comprender el comportamiento humano a través de leyes certeras, de tal modo que se logren concebir y elaborar los medios para controlar o in-f luir en su destino.

Particularmente, en el trabajo que se analiza de Owen no hace mayores referencias a otros autores, ya que el fundamento de sus premisas surge, antes que todo, de su experiencia personal. No obstante, su pensamiento puede situarse dentro de los límites del “[…] deísmo, racionalismo, naturaleza, asociacionismo, y la ética del hedonismo (social) ilustrado, yendo

22 La version consultada en este artículo es una edición virtual de la Lillian Goldman Law Library de la Yale Law School (University of Yale): Robert Owen, “A New View of Society, Or, Essays on the Principle of the Formation of the Human Character, and the Application of the Principle to Practice”, The Avalon Project. Documents in Law, History and Diplomacy, <http://avalon.law.yale.edu/subject_menus/owenm.asp>.

23 John Harrison, “The Steam Engine”, 81.

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desde David Hume y Adam Ferguson hasta Dugald Stewart”24. Rastrear cada una de estas diversas y complejas influencias que actuaron en su elaboración intelectual sobrepasaría larga-mente las posibilidades de esta investigación, por lo que el análisis se centrará principalmente en los fundamentos empíricos dados por la experiencia de este autor, estableciendo sólo algu-nas relaciones con sus influencias intelectuales previas.

En el análisis de la obra se observa que los problemas sociales que Owen diagnóstica, como las soluciones que propone en torno a aquéllos, se fundamentan en una determina-da visión sobre la naturaleza humana y la sociedad. Es a raíz de esto que el desarrollo y la argumentación de su teoría se dan en un tono más bien social y moral, antes que eco-nómico. “Como un verdadero hijo del siglo xviii”25, este autor consideraba que el origen de la miseria que experimentaba Gran Bretaña se debía a la ignorancia prevaleciente en los gobernantes de su tiempo y en el conjunto de la sociedad, heredada de generación en generación, acerca de las leyes de la naturaleza humana y los principios que rigen el funcionamiento social26. Así, los peores panoramas existen,

“[…] en varias partes del mundo, que diariamente surgen de la injusticia de la

sociedad hacia ella misma; de la despreocupación de la humanidad por las cir-

cunstancias que constantemente los rodean; y de la necesidad de un correcto

conocimiento de la naturaleza humana en aquellos que gobiernan y controlan los

asuntos de los hombres”27.

No obstante, el reformista británico no fue el primero que intentó comprender las causas de los males sociales. Desde la época de la Ilustración —con la secularización del pensa-miento y la consiguiente negación del dogma del pecado original, el cual brindaba una explicación acerca de la ausencia o la mínima cuota de felicidad presente en la Tierra—sur-gieron las dudas sobre cómo interpretar el problema de la desgracia o el “mal” en la vida humana. En el caso de Owen, y en consonancia con el pensamiento ilustrado del siglo xviii,

24 John Harrison, “The Steam Engine”, 83.

25 La frase es tomada del texto de Ralph Miliband, “The Politics”, 234.

26 Owen es, sin duda, heredero de la Ilustración en sus ideas más básicas; el núcleo de la filosofía de la Ilustración del siglo xviii puede ser entendido a través del imaginario que otorga el concepto “luz”, pues los pensadores ilustrados se concebían como “[…] viviendo y promoviendo un ‘siècle des Lumières’”, lo que implicaba que en “los tiempos anteriores eran comparativamente más ignorantes”. El contraste entre luz y oscuridad es el que sucede entre conocimiento, razón y ciencia e ignorancia, prejuicio y superstición. Christopher Berry, Social Theory of the Scottish Enlightenment (Edimburgo: Edinburgh University Press, 1997), 2.

27 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “First Essay”.

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había sido la ignorancia o el conocimiento errado del hombre en torno a su propia natura-leza el gran error que causaba la desdicha generalizada en la Tierra28.

Aunque para Owen toda la sociedad está guiada por la ignorancia, él establece que existen distintos niveles de educación y, por tanto, diversos grados de conocimiento en torno a los “principios verdaderos” que debían regir la sociedad. Un grupo menor de la población posee mayor conocimiento en torno a estas verdades, pues está “instruida para creer, o al menos para conocer, que ciertos principios son infaliblemente verdaderos”29, pero también, “a actuar como si fueran manifiestamente falsos; llenando así el mundo de insensatez e inconsistencia, haciendo a la sociedad, a través de todas sus ramificaciones, un escenario de deshonestidad y oposición”30. Por otro lado, las clases trabajadoras y los pobres constituyen el grupo más nu-meroso, con el menor nivel de conocimiento, y, por ende, las mayores víctimas de la miseria. Esto se debe a que para este autor la sociedad británica coloca en una situación de desventaja al gran número de “pobres y derrochadores sin educación, que están entrenados para cometer crímenes por los cuales después son castigados”31.

Respecto a esto, es importante señalar que la visión que este pensador presenta sobre la clase obrera y la preocupación por sus problemas poseen un fuerte componente paternalis-ta. Las descripciones y consideraciones en torno a aquéllos aluden a una gran masa poco instruida, que debe ser guiada hacia una buena vida y constantemente salvaguardada de la ignorancia e irracionalidad. Esta actitud se ve claramente reflejada en su propia experiencia en la administración de New Lanark, donde la mayor parte de las iniciativas para el bienestar de los trabajadores estaban bajo su control, y en el constante apoyo que éste demanda por parte de las clases privilegiadas en la realización de sus planes.

2. Primer principio: la formación del carácter

De acuerdo con lo anterior, para Owen la ignorancia generalizada y arraigada en la existencia social ha conspirado a lo largo de la historia contra el orden natural de las cosas, por lo que es imperativo para los hombres descubrir los principios verdaderos. Ahora bien, ¿cuáles son las verdades que han permanecido veladas por tanto tiempo para la mayoría

28 Philippe Roger, “Felicidad”, en Diccionario histórico de la Ilustración, eds. Vincenzo Ferrone y Daniel Roche (Madrid: Alianza, 1998), 51.

29 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “First Essay”.

30 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “First Essay”.

31 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “First Essay”.

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de los hombres causando los innumerables males que padecen por su desconocimiento? La idea primordial que ha sido ignorada por el resto de la humanidad, según este autor, y que sustenta su obra al convertirse en la piedra angular de su teoría, plantea que los hombres y las comunidades en las que éstos se desarrollan forman su carácter a partir del medio social en el que están insertos. Así, el primer principio de su teoría social es expresado de la siguiente forma: “Cualquier carácter, del mejor hasta el peor, desde el más ignorante hasta el más ilustrado, puede ser dado a cualquier comunidad, incluso al mundo entero, por la aplicación de los medios correctos”32.

Este principio lo compartían Frank Manuel y Fritzie Manuel, quienes señalaban que ya desde el siglo xv los “utopistas seculares” habían creído que el ambiente en el que los niños eran criados y las personas adultas desarrollaban sus actividades era el mayor determinante de su carácter y, por tanto, de sus patrones de conducta. Éstos podían tener diferencias en torno a qué aspectos del ambiente le otorgaban más importancia —la arquitectura de la ciudad, el sistema educacional, la organización social y política, las relaciones de trabajo, la forma que adquiría el culto religioso—, pero todos concordaban en el poder de las instituciones humanas para crear circunstancias positivas o negativas para la sociedad.

Dentro de la tradición británica, uno de los precursores de esta concepción es John Locke. Este pensador intenta derrumbar la doctrina de las ideas innatas, es decir, las teorías que consideran que la mente contiene ciertas ideas universales o primarias, y que, por ende, el co-nocimiento se derivaba de la experiencia. Según Christopher Berry, la epistemología de Locke asienta los fundamentos para una filosofía eminentemente positiva, pues, si el “papel en blan-co” era escrito por agentes de la razón (y no de la irracionalidad), la ilustración era posible:

“Las ideas falsas (como la superstición) son producto de experiencias defectuosas (co-

mo las fraudulentas enseñanzas de los sacerdotes), pero las ideas acertadas pueden ser

producidas por experiencia acertada. Como Bacon había dicho, el conocimiento de las

causas es poder. Informados por los hallazgos de la ciencia es posible situar a los seres

humanos en el camino correcto. Mientras más racional la sociedad se vuelve, entonces

más racional será la experiencia que se hereda a la siguiente generación”33.

Ésta es, precisamente, la concepción que pretende arraigar Owen partiendo de la premisa lockeana de que “moldear la experiencia es moldear el carácter humano”. De acuerdo con esto, la formación del carácter entre los hombres comienza desde temprana

32 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “First Essay”.

33 Christopher Berry, Social Theory, 6.

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edad, y en ella influyen tres factores; a) las prácticas y el sentimiento de los individuos con los que se rodean; b) las circunstancias en las que están insertos; y c) la propia “organi-zación” de cada individuo34. Este último factor es lo que origina las diferencias entre las personas y da carácter a la individualidad humana; sin embargo, bajo ninguna circuns-tancia este autor considera que alguno de estos “componentes” pueda influir a priori de manera negativa. Así, pues, expone en su escrito:

“[…] los niños en todas las partes de la Tierra han sido, son, y serán por siempre, im-

presos con los hábitos y sentimientos similares a aquellos de sus padres e instructores;

modificados […] por las circunstancias en las estuvieron, están, o pueden ser situados, y

por la peculiar organización de cada individuo”35.

De esta manera, la formación del carácter es mayormente determinada por sus prede-cesores, “de lo que le han dado o pueden darle, de sus ideas y hábitos, que son los poderes que gobiernan y dirigen su conducta”36. Por lo tanto, “es importante que la mente desde su nacimiento reciba aquellas ideas que son consistentes entre sí, que están al unísono con todos los factores conocidos de la creación, y que, por tanto, son verdaderas”37, pues es la única manera en que el hombre puede actuar de modo totalmente racional. En relación con esto último, para el pensador británico el gran error bajo el que han vivido los hombres del mundo, y de donde todos los otros problemas proceden, ha sido actuar bajo la suposición de que cada individuo forma su propio carácter, y que, por tanto, éste es responsable por todos sus sentimientos y hábitos, de tal forma que algunos merecen recompensas mientras otros reciben castigos de acuerdo con sus acciones. Para Owen la

34 Según Owen, todos los hombres nacen con el deseo de obtener felicidad y las propensiones propias de los animales, es decir, los deseos de preservar, disfrutar y propagar la vida, las cuales, a medida que crecen y se desarrollan, son denominadas como sus inclinaciones naturales. Además, el hombre nace con las facultades que durante su crecimiento le permiten recibir, comunicar y comparar ideas, las cuales, una vez comprendidas, constituyen el conocimiento humano (o mente) que adquiere fuerza y madurez a medida que el individuo crece. Estos tres elementos (deseo de felicidad, inclinaciones animales, y las facultades mediante las que adquiere conocimiento), ya sean perfectos o imperfectos, son sólo trabajo del “Creador”, y de los cuales el infante y futuro hombre no tiene ningún control. Al mismo tiempo, señala que estas inclinaciones y facultades no son formadas exactamente igual en ningún individuo; de ahí la diversidad de talentos y las variadas impresiones de gusto o disgustos que los mismos objetos externos puedan hacer en diferentes personas, y las menores diferencias que existen entre los hombres formados aparentemente bajo circunstancias similares. Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Third Essay”.

35 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Second Essay”.

36 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Third Essay”.

37 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Third Essay”.

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voluntad del hombre no puede influir sobre sus opiniones; por tanto, se vuelve la “esencia de la irracionalidad” suponer que algún ser humano puede merecer alabanza o culpa, recompensa o castigos, por las predisposiciones que le otorga su educación temprana.

De acuerdo con el pensador, este supuesto ha sido enseñado desde la infancia, mucho antes que los niños hayan adquirido la fuerza y la experiencia para juzgar o contradecir estas impresiones. La única manera de contrarrestarlo consistía en que el verdadero conocimiento sobre el hombre fuese desplegado de tal forma que fuese posible —o casi inevitable— organizar la sociedad en torno a sus bases o leyes naturales, de tal modo que se asegure la felicidad de todos sus miembros. Bajo estas consideraciones, es posible comprender la importancia que Owen otorgaba a la educación en el “moldeado ideal” del carácter humano, al situarla como la herramienta transmisora del “conocimiento verdadero” para el progreso humano38.

3. Segundo principio: la felicidad como objetivo social

Es así como Owen plantea —a partir de la creencia de que el carácter puede ser dado a cualquier comunidad a través de los medios adecuados, y bajo el supuesto de que de-pende de la formación de aquél “el nivel” de bienestar que experimentan los miembros de cualquier comunidad— que el modelo más perfecto de sociedad, donde hombres, mujeres y niños pueden vivir en las mejores circunstancias, es aquel donde el mayor grado de fe-licidad es alcanzado por cada uno de los individuos y por la comunidad en su conjunto. Esto se condice con la propia naturaleza del hombre, pues éste nace con el deseo de ob-tener felicidad; deseo que actúa como la mayor causa de sus acciones a través de toda su vida, y que para Owen equivale a lo que normalmente se denomina interés propio.

A pesar de que la idea de la felicidad ha estado presente desde la Antigüedad como centro de indagación filosófica, en la época de la Ilustración ésta había sufrido una importante renovación, de la que Owen se presenta como deudor. De manera específica, la socialización del ideal de fe-licidad era un rasgo que había surgido como respuesta al problema de la relación entre felicidad y moralidad, ya que la acelerada secularización que se desarrollaba con el pensamiento ilustrado (entendida en la época como la liberación del hombre de la “esclavitud” del dogma religioso) y el desarrollo de la propia autonomía del hombre, le habían obligado a concebir el proyecto de la felicidad fuera del marco religioso –—privado de la noción de castigo y retribución del más allá—,

38 Esta idea confirma la vinculación del pensamiento oweniano con el pensamiento ilustrado, ya que este último consideraba que el “[…] poder de la educación, en un sentido amplio […] era una premisa crucial en la creencia del progreso”. Christopher Berry, Social Theory, 6.

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y por tanto, bajo el riesgo de caer en la carrera social hacia el “disfrute”. Esto conllevó que sobre la Ilustración se asomara el espectro del egoísta, del acumulador hedonista, despreocupado de cual-quier beneficencia, por lo que la salida propuesta a este dilema fue el sometimiento de la idea de felicidad —por parte de la filosofía— a las jurisdicciones del prójimo, la sociedad y el bien público mediante el vínculo de la utilidad39. En consonancia con esta tradición, se puede observar que para Owen el principal fin de la sociedad, y el sentido de las relaciones humanas, consiste en otorgar la máxima cantidad de felicidad al mayor número de personas.

En este sentido, el segundo principio que inspira la construcción teórica de Owen señala que “la felicidad de uno mismo, claramente entendida y uniformemente practicada, puede sólo ser obtenida por las conductas que promuevan la felicidad de la comunidad”40.Es decir, la felicidad del individuo, es posible sí, y sólo sí, ésta se desarrolla en y para la comunidad que lo acoge. La felicidad individual enfocada en sí misma es un imposible. Esta idea resulta esencial para la posterior evolución intelectual de Owen, pues se constituirá en uno de los pilares fun-damentales del proyecto global de transformación social elaborado por éste y sus seguidores.

La proyección de esta idea se evidencia en la propuesta de una organización social basada en comunidades cooperativas mediante las cuales podría ser eliminada la pobreza y alcanzada la felicidad41. Esta evolución, originada desde lo individual hacia los valores colectivos, surge por una pérdida del sentido comunitario y por el sentido de alienación de la nueva sociedad industrial —que no sólo es observada por este autor sino también por otros pensadores críticos, como es el caso de Karl Marx—, que fueron ampliamente experimentados por sus integrantes. En este sentido, la importancia que cobra este punto dentro de su teoría debe gran parte de su relevancia a las per-cepciones que Owen poseía sobre su sociedad, las cuales evidencian la poca felicidad que, según el autor, se disfrutaba en la época. En palabras de Manuel, el pensamiento de Owen respondía “[…] a la crisis de la época, reconocida como una crisis en la capacidad del hombre para encontrar sa-tisfacción en su trabajo y en sus relaciones emocionales”42.

39 Philippe Roger, “Felicidad”, 51-53.

40 “A New View of Society”, parágrafo “First Essay”.

41 “Después de Waterloo, los trastornos sociales y el desempleo lo convencieron de que eran insuficientes reformas limitadas, tales como restringir las horas de trabajo infantil. En cambio, alrededor de 1820, Owen se volvió un convencido de que incrementar la mecanización destruiría el carácter de las clases trabajadoras y que un Nuevo Mundo Moral debía ser creado con base en comunidades a pequeña escala de no más de 2.500 personas, viviendo y trabajando en común, intentando alcanzar la autosubsistencia, y alternándose entre la manufactura, la agricultura y otras formas de trabajo. El ‘sistema social’ (de donde el ‘socialismo’ es acuñado) iba a promover un espíritu de empresa común o espíritu público, y una armonización con los intereses económicos”. Gregory Claeys, “Early Socialism”, 184.

42 Frank Manuel y Fritzie Manuel, Utopian Thought, 581.

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Sin embargo, el clima intelectual de la época se movía mayormente en otros campos. El liberalismo inglés, la ideología más influyente en Gran Bretaña en aquel momento43, estaba íntimamente conectado con dos sistemas intelectuales: el de los utilitaristas y el de los economistas políticos. Ambos sistemas señalaban que los individuos libres e in-dependientes constituían el resorte principal del progreso social, ya que empleaban sus energías con la certeza de que lo que ganaban les pertenecía y que lograrían ilustrarse y educarse a sí mismos. Esta premisa iba en gran parte acompañada de la pérdida del sentido social, pues aunque regulaba las relaciones sociales, el mercado era una fuerza impersonal y egoísta44.

A pesar de ello, “ninguno de los Owenitas llevó a cabo la discusión en términos estricta-mente económicos. Era una de sus quejas que los economistas políticos ortodoxos ‘hasta ahora habían malinterpretado totalmente su tema’ suponiendo que el objetivo de la sociedad era la acumulación de riquezas, en vez de promover la felicidad”45. Al hacer énfasis en los valores so-ciales comunitarios, Owen se aleja así del liberalismo inglés, que entiende la sociedad como un mero conjunto de individuos. Lo importante para él es resaltar el sentido social de pertenencia a la comunidad, por sobre la libertad e individualidad del sujeto.

Para comprender mejor este punto, resulta esclarecedora la comparación entre el uti-litarismo de Bentham, tremendamente atractivo para la burguesía decimonónica, y la felicidad comunitaria de Owen46. Si bien ambos pensadores aceptan la premisa de que el fin de la sociedad consiste en otorgar la máxima cantidad de felicidad al mayor número posible de individuos, los supuestos filosóficos que subyacen a la manera de entender esta afirmación son por completo distintos. El utilitarismo siempre sostuvo que el móvil de los individuos libres era el egoísmo racional, por lo que el bienestar social se medía a partir de la suma de las felicidades “individuales”; es decir, como un total conformado por la suma de unidades de felicidad. Esta visión se contrapone diametralmente a la felicidad

43 Ronald Stromberg, Historia intellectual europea, 97-99.

44 Ronald Stromberg, Historia intellectual europea, 96.

45 John Harrison, “The Steam Engine”, 84.

46 La idea de felicidad presente en el utilitarismo puede remontarse a varias fuentes anteriores: una de éstas es el filósofo francés Helvétius, que había declarado la idea —indudablemente trillada— de que el buen gobierno es aquel que garantiza la mayor felicidad del pueblo. En Gran Bretaña, Francis Hutcheson había empleado la frase “la mayor felicidad para la mayor cantidad”, y David Hume había llegado a una especie de “utilitarismo” cuando en su crítica del contrato social llegó a la conclusión de que se trataba de una ficción de la que era posible prescindir: “Por consiguiente, el gobierno sólo se basa en la opinión”. Es decir, que en el análisis racional no existe una especie de sanción del gobierno, salvo la utilidad de dicho gobierno a los ojos del ciudadano. Además, los utilitaristas estaban convencidos de que la felicidad humana podía medirse, de tal modo que la suma de la felicidad individual es el objetivo social al que debe apuntar la legislación. Consultar: Ronald Stromberg, Historia intelectual europea, 101.

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socializada heredada desde la visión moral de la comunidad oweniana47. Para Owen, la búsqueda de la felicidad individual en la felicidad del resto no sólo actuará como garantía de la armonía social dentro de su propio país, sino que permitirá su expansión a través de todos los pueblos de la Tierra,

“[…] estos principios no pueden dejar de crear sentimientos que, sin la fuerza o pro-

ducción de cualquier motivo, irresistiblemente conducirán a aquellos que los poseen

a tener debidamente en cuenta la diferencia de sentimientos y hábitos, no sólo entre

sus amigos y compatriotas, sino también entre los habitantes de cada región de la

Tierra, incluidos sus enemigos”48.

La concordia entre los hombres es posible en la medida que se pueden comprender las diferencias y actuar con empatía frente a éstas, gracias a la capacidad racional que todos com-parten. De acuerdo con esto, se deduce además que la naturaleza del hombre se manifestaría tanto en su dimensión racional como también de manera fraterna y solidaria, una vez que ha sido enseñado a realizar la correcta asociación de sus ideas. Lo anterior se enlaza estrecha-mente con la idea heredada de la Ilustración que plantea “[…] la existencia de un modelo universal de hombre, sensible y razonable, y por tanto moral, en función únicamente de sus cualidades y su naturaleza”49, la cual se opone a la pretensión del cristianismo de poseer el

47 Los fundamentos éticos de Owen y Bentham descienden del pensamiento ilustrado; sin embargo, ambos se fundamentan en principios morales diferentes. De acuerdo con las influencias intelectuales de Owen, probablemente su idea sobre el juicio moral se basaba en la noción “[…] desarrollada por los filósofos escoceses denominada sentido moral, del cual todo ser humano está dotado, por lo que nadie podría hacer el mal conscientemente ni percatarse del mal realizado por él sin experimentar ni sentir remordimientos”. Es así como estos filósofos —frente al pesimismo de la teología cristiana y el pensamiento clásico— “[…] creen en la bondad natural del hombre, y se niegan a oponer el instinto de supervivencia y el amor a uno mismo a la sociabilidad, a ese movimiento espontáneo que lleva al ser humano hacia su semejante […] Así, el juicio moral se le atribuye a cada individuo, pues todos somos capaces de acceder a lo universal. Puede prescindir de cualquier código religioso o social pues armoniza de inmediato con una verdad trascendental y se integra a una lógica de interés general”. En cambio, Bentham sostenía que “la mayor felicidad para el mayor número es la medida de lo correcto y lo incorrecto”, por lo que basaba su pensamiento en la sistematización de la idea de moral del interés. Ésta había sido heredada del Helvétius, quien había señalado: “En todo tiempo y lugar, tanto en materia moral como de espíritu, el interés personal es el que dicta el juicio de los particulares; y el interés general, el de las naciones”. Al definir la probidad como “la costumbre de las acciones útiles” quiere mostrar que el “interés es el único juez de la probidad y el espíritu”. En realidad, nadie puede actuar por amor al bien, como tampoco de manera exclusiva por amor al mal. La contradicción entre ambos principios es casi total, pues uno supone la idea de un sentido moral o conciencia existente en los seres humanos (que, según Hume, puede denominarse benevolencia, una vez que se constituye el equilibrio entre la naturaleza y la educación), mientras que el otro supone la guía del interés personal (como motor psicológico), neutro en sí mismo, capaz de efectos buenos o malos para la sociedad. Remitirse a: Michel Delon, “Moral”, 41, y Clive Hill, “Jeremy Bentham (1748-1832)”, 56.

48 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Second Essay”.

49 Michel Delon, “Moral”, 41.

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privilegio moral respecto al resto de los hombres, negando la relación de éste con algún rito concreto y una finalidad trascendente. Como decía Voltaire, “No nos cansaremos de repetir que, entre los seres humanos que se sirven de su razón, los dogmas son diferentes y la moral la misma”. El Nuevo Mundo Moral ideado por Owen recoge esta premisa, primero, al oponerse al privilegio de cualquier credo en particular, y segundo, al intentar transformar al hombre de manera universal, es decir, a toda la humanidad sin mayores distinciones, pues ésta designa “[…] la comunidad de los seres humanos y el principio moral que los hace solidarios entre sí y constituye, por tanto, el vínculo de esa comunidad”50.

Para fundamentar lo anterior, el autor detalla cuál sería la lógica desarrollada desde la niñez que les permitirá a los hombres experimentar el bienestar propio a través de sus ac-ciones hacia los demás, lo cual se despliega en estrecha relación con el principio sobre la formación del carácter casi como su consecuencia lógica. Según Owen, los infantes que han sido racionalmente instruidos en aquel principio fundamental serán capaces de descubrir y rastrear con prontitud de dónde se originan las opiniones y los hábitos de sus asociados y por qué ellos los poseen. Al mismo tiempo, la razón le expondrá forzosamente la irracionalidad de estar enojado con algún individuo por poseer cualidades que, como un ser pasivo durante la formación de éstas, no tuvo los medios para prevenir.

De acuerdo con esto, el efecto de la enseñanza del conocimiento verdadero “en la mente de cada niño así instruido”, en vez de generar ira o desagrado, será el florecimien-to de conmiseración y lástima por aquellos individuos que poseen hábitos o sentimientos que parecen ser destructivos de su propio confort, placer, o felicidad; y producirá por su parte un deseo de remover las causas de su angustia, por lo que sus propios sentimientos de compasión y lástima también serán eliminados. Esto se condice con la idea de que sólo la humanidad siente interés por la buena o mala fortuna de su vecino, creencia que para Owen se podía encauzar hacia la eliminación del “malestar privado o la enemistad pública” entre los hombres pues,

“El placer que éste no puede evadir experimentado por este modo de conducta también

lo estimulará para realizar los más activos esfuerzos para retirar aquellas circunstan-

cias que rodean a cualquier parte de la humanidad y que son causas de miseria, y las

reemplazará por otras que poseerán la tendencia de incrementar la felicidad. De ahí

que también albergará el fuerte deseo de ‘hacer el bien a todos los hombres’, incluso a

aquellos que se consideran ellos mismos como sus enemigos”51.

50 Michel Delon, “Moral”, 42.

51 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Second Essay”.

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4. La relación entre conocimiento y felicidad como motor de la historia

Si se analizan los dos principios centrales de la teoría social de Owen se puede apreciar con claridad la estrecha relación entre conocimiento y felicidad en su sistema. En la medida que el deseo de la felicidad que todos los hombres poseen es dirigido por el conocimiento, las acciones virtuosas y beneficiosas para el hombre serán abundantes. Por el contrario, si el hombre es influenciado por falsas nociones, o por la ausencia de conocimiento, las acciones que prevalecen originarán crímenes de donde surgiría un sinfín de miserias,

“Cuando el conocimiento que él recibe es verdadero […] aunque sea limitado, si la

comunidad en la que vive posee el mismo tipo y grado de conocimiento, él disfrutará

la felicidad en proporción a la extensión de ese conocimiento. Por el contrario, cuando

las opiniones que recibe son erróneas, y las opiniones poseídas por la comunidad en la

cual él reside son igualmente erróneas, su miseria será proporcional a la extensión de

esas opiniones erradas. Cuando el conocimiento que un hombre recibe se extiende a su

límite máximo, y sea verdadero sin mezclarse con el error, él puede alcanzar y alcanzará

toda la felicidad de que su naturaleza sea capaz”52.

He ahí la importancia de que el hombre aprenda a distinguir lo verdadero de lo falso, que según Owen es posible sólo mediante la utilización de la razón, es decir, “el poder de adquirir y comparar las ideas que él recibe”. Al considerar esto, surge el interés de Owen por la búsqueda del conocimiento verdadero que hasta ese momento no había sido descu-bierto, y menos aún implementado, lo que para éste significaba el origen de los problemas que afectaban a la sociedad. En esto último, a lo largo de la historia, había incidido fuerte-mente el establecimiento de sistemas basados en los principios equivocados que impulsaban a los hombres a actuar de manera irracional. Al hablar de los diversos sistemas Owen está haciendo referencia a las doctrinas que “crean y perpetúan una falta total de caridad entre los hombres”, por ejemplo, las diversas religiones, que han sido enseñadas a la largo de la historia y que han generado “superstición, fanatismo, hipocresía, odio, venganza, guerras, y todas sus malas consecuencias”53.

Desde la perspectiva del pensador británico, el principio fundamental en el que los diver-sos sistemas religiosos descansan es:

52 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Third Essay”.

53 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Third Essay”.

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“Que el hombre poseerá mérito y recibirá la recompensa eterna por creer las doctrinas

de un sistema peculiar; y que será eternamente castigado si no las cree; que todos aquellos

innumerables individuos que también, a través del tiempo, han sido enseñados a creer en

otros principios distintos a los de este sistema deben ser condenados a la miseria eterna”54.

Para Owen estos sistemas son inconsistentes y erróneos, en la medida que contradicen la propia naturaleza del hombre, al cual le resulta imposible actuar de acuerdo con sus capa-cidades racionales o disfrutar la felicidad que sería capaz de obtener hasta que estos errores sean expuestos y destruidos. La fundamentación de aquello recae en el supuesto de que el hombre no tiene la libertad de decidir si actuará de manera correcta o incorrecta, pues éste no posee la voluntad de controlar sus acciones, sino que éstas están determinadas por el am-biente específico en el que se ha desarrollado. En cambio, las diversas sociedades y religiones han responsabilizado a los individuos por sus actos, cuando en realidad éstos han sido “víc-timas” de sus circunstancias.

La necesidad expuesta por Owen de “dejar que los sistemas de miseria sean vistos en toda su deformidad”55 se fundamenta en que la instrucción que éstos dan en torno a la formación del carácter humano destruye la solidaridad que permite que los individuos sean verdaderamente benevolentes con todos los hombres. De tal forma, volvemos a la idea de la existencia de una moral universal, alcanzable a través de la formación del Nuevo Mundo Moral y fuera de cualquier credo en particular, pues

“[…] las ideas de derecho exclusivo y la consecuente superioridad en las que los hombres

han sido hasta ahora enseñados a considerar sus primeros sentimientos y hábitos en los

cuales han sido instruidos, son la principal causa de desunión a través de la sociedad;

aquellas nociones están, sin duda, en directa oposición a la religión pura y sin profana-

ción; y no pueden existir nunca juntas”56.

A través de su interpretación histórica Owen señala que la hora dela “emancipación de la men-te humana” aún no había sido alcanzada, ya que el mundo no estaba preparado para recibirla, “[…] la historia de la humanidad muestra que no se desvía de las leyes de la naturaleza, que los hombres no deben prematuramente romper la cáscara de la ignorancia; que deben pacientemente esperar hasta que el principio del conocimiento haya invadido toda la masa del interior, para darle

54 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Third Essay”.

55 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Fourth Essay”.

56 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Fourth Essay”.

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vida y fuerza suficiente para dar la luz al día”. Sin embargo, la espera parecía estar llegando a su fin. Owen, hijo de una época de grandes transformaciones, optimista en torno a las posibilidades del hombre, considera que se ha iniciado un tiempo de grandes cambios, anunciando así que la hu-manidad está pronta a descubrir una nueva dimensión en el desarrollo de sus capacidades. En este sentido, señala: “aquellos que han debidamente meditado sobre la naturaleza y la extensión de los movimientos mentales del mundo en el último medio siglo deben ser conscientes de que grandes cambios están en proceso; que el hombre está a punto de avanzar otro importante paso hacia ese grado de inteligencia que parece ser capaz de obtener por sus poderes naturales”57.

Se puede inferir a este respecto que la propia conciencia desarrollada por Owen de encon-trarse en una época de cambios acelerados lo estimula a poseer la confianza de que ha llegado el momento en que la humanidad puede tomar un rumbo diferente en cuanto a las condicio-nes materiales y espirituales de su existencia58. La historia de la humanidad podría dividirse en dos grandes segmentos: uno donde primaba la irracionalidad en todas las relaciones humanas, y otro, que prontamente llegaría, en el que la racionalidad sería predominante. Owen tenía una gigantesca fe en el poder que implicaba poseer un conocimiento colmado de potencial y capaz de desplegar innumerables posibilidades para los hombres, pues éste facilitaba en ese momento el comienzo de la construcción de un nuevo mundo moral.

Para el autor, son las leyes de la creación las que determinan el devenir de los hombres, pues el conocimiento en el que se funda su confianza se deriva de los simples hechos reve-lados mediante la observación del mundo; es decir, su interpretación se basa en la atenta observación de la naturaleza, que, según éste, pronto obligará a la humanidad a descubrir los errores en los que ha sido formada. Esta perspectiva es la que mantiene a Owen con-fiado acerca del triunfo de la razón y la verdad:

“Pues el poder que gobierna y envuelve el universo, evidentemente, ha formado así

al hombre, y éste debe progresivamente pasar de un estado de ignorancia al de in-

teligencia, cuyos límites no corresponde al propio hombre definir; y en ese progreso

descubrir que su felicidad individual puede ser incrementada y extendida sólo en

la medida que se esfuerce activamente para incrementar y extender la felicidad de

57 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “Third Essay”.

58 Según Newsome, las mentes más perspicaces del siglo xix tenían la firme convicción de que su época tenía un carácter distinto de todo aquello que la había precedido, y de que también era una sociedad distinta en su modo de responder a los retos propios de su tiempo. Las preguntas que no podían ignorar los contemporáneos eran: ¿Cómo había sucedido, y cuándo? ¿Cuál sería su fin? Conforme a lo anterior, la obra de Owen puede considerarse como uno de estos intentos que se aventuran a responder a esos interrogantes y a dar explicaciones acerca de ese contexto histórico, proponiendo al mismo tiempo una solución a los problemas sociales existentes. Consultar: David Newsome, El mundo según los victorianos: percepciones e introspecciones en una era de cambio (Santiago: Andrés Bello, 2001), 12-16.

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todos los que lo rodean. El principio no admite ni exclusión ni limitación; y esto

aparece tan evidente que la opinión pública ahora comprenderá y apreciará este

principio como el más precioso regalo que jamás se le había permitido alcanzar”59.

Es así como Owen asumía, con una certeza inconmovible, que, una vez que estos prin-cipios, tan verdaderos y evidentes por sí mismos, fuesen conocidos, bajo ningún motivo sería permitido que éstos permaneciesen latentes e inútiles —mientras la sociedad esté en una pro-funda miseria que constantemente la aflige— sin llevarse a la práctica. Para el autor el fin del hombre ya no se encontraba más allá de la muerte, en la búsqueda de la trascendencia, sino en el aquí y ahora entre sus semejantes. He ahí la urgencia de sus planes. De acuerdo con esto, se puede sostener que la visión teórica de Owen poseía un claro optimismo en cuanto al futuro y progreso de la humanidad, especialmente ahora que el hombre era consciente de que podía utilizar los medios más adecuados a favor del bienestar social y su felicidad.

Conclusión

Esta investigación se ha centrado en la construcción teórica sobre la naturaleza del hombre y la sociedad, desarrollada por Robert Owen en su obra A New View of Society. La teoría social de Owen constituye un intento por comprender el comportamiento humano al establecer leyes certeras acerca de éste. Para el autor, es la ignorancia prevaleciente en su tiempo acerca de las leyes de la naturaleza humana y los principios que rigen el funcio-namiento social lo que ha permitido el desarrollo de los más diversos problemas sociales. Es por ello que, a partir de este conocimiento, el autor concibe y elabora medios que —según éste— son capaces de controlar el destino del hombre o influir en él.

Ahora bien, su teoría se sustenta esencialmente en dos principios. El primero plantea que los hombres y las comunidades en las que éstos se desarrollan forman su carácter a partir del medio social en el que están insertos. Lo que lleva a concluir que el comportamiento de las clases traba-jadoras y las más pobres no puede ser “idóneo”, en la medida que se desenvuelven en un escenario social negativo fruto de las malas condiciones de vida que experimentan, materializadas en la existencia de una “degradación moral y material”. Esto último se traduce en la “poca felicidad” de la que gozan sus contemporáneos, hecho que atenta contra la naturaleza misma del hombre. De acuerdo con esto, se llega al segundo principio que inspira su construcción teórica: la felicidad y el bienestar. En este punto se indica que la felicidad individual sólo puede ser obtenida por medio

59 Robert Owen, “A New View of Society”, parágrafo “First Essay”.

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de las conductas que promuevan la felicidad de la comunidad, es decir, la felicidad del individuo es posible sólo si ésta se desarrolla en y para la comunidad que lo acoge.

Owen plantea que el modelo más perfecto de sociedad, donde hombres, mujeres y niños pueden vivir en las mejores circunstancias, es aquel donde el mayor grado de felicidad es al-canzado por cada uno de los individuos y por la comunidad en su conjunto, sin generar, por tanto, una distinción entre el bien individual y el bien general. En este sentido, la obra analiza-da representa una determinada fase de la evolución de su trayectoria intelectual. Los rasgos y características de su propuesta pueden considerarse como los pilares centrales que sustentarán el proyecto global de transformación social elaborado posteriormente por éste y sus segui-dores, convirtiéndose en parte fundamental de las bases del pensamiento socialista posterior.

Teniendo en cuenta los puntos estudiados, más adelante será fundamental reflexionar sobre el pensamiento de Owen en la siguiente fase de su desarrollo. De tal manera que se pueda com-prender cómo se materializa su teoría sobre los valores cooperativos en propuestas concretas, y conocer su influencia en el nacimiento del socialismo en Gran Bretaña. Más aún cuando muchos de los problemas sociales que influyeron en el desarrollo intelectual británico siguen siendo temas relevantes para las sociedades contemporáneas, como lo muestran los graves índices de desempleo en algunas de las economías modernas, las situaciones de explotación y precarización laboral o las condiciones de los millones de personas que viven en la pobreza.

Por tanto, en la actualidad son necesarios los esfuerzos que en el pasado desarro-llaron hombres como Robert Owen —independientemente de las distintas valoraciones que se puedan realizar sobre sus aportes—, quien intentó construir nuevas alternativas para examinar los problemas sociales con el objetivo de crear comunidades más justas e igualitarias. En este sentido, se considera que el conocimiento generado desde la Historia sobre este tipo de experiencias será útil en el desarrollo de miradas y proyectos nuevos que permitan plantear respuestas a los desafíos que presentan nuestras sociedades.

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Gruzinski, Serge. L’Aigle et le Dragon. Démesure européenne et mondiali-sation au xvie siècle. París: Fayard, 2012, 435 pp. doi: http://dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.10

Renán Silva

Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Doctor en Historia por la Universidad de París i, Panthéon-Sorbonne (Francia). [email protected]

Reseñas

No hay nada más estimulante para la imaginación histórica que una gran obra de análisis histórico concreto —lo que le impide adoptar la fórmula de un simple programa de trabajo hacia el futuro—. El nuevo libro de Serge Gruzinski que se reseña vuelve a recordar, además, lo relativo de la idea de “crisis del saber histórico”, que con cierta fre-cuencia vuelve a la escena de discusión, y pone de presente cuánta exageración hay en la declaración de una “crisis” general, que más bien parece comprometer ante todo a una forma particular de análisis, dependiente de un compromiso impensado y poco reflexivo con las aparentes novedades de la ciencia social “post/moderna”, novedades que poco después de enunciadas mostraron sus debilidades.

L’Aigle et le Dragon es una obra al tiempo erudita, sabia y sintética, escrita bajo una forma clara que no esconde sus argumentos detrás de ninguna jerga. Es una obra que condensa, pero que también extiende y reformula, todo el conocimiento que Serge Gruzinski ha venido acumulando a lo largo de una larga jornada de investigación, jornada de la que él mismo iden-tifica como sus eslabones más recientes: Las cuatro partes del mundo (su enciclopédico examen de la monarquía católica que unificó en la época de Felipe ii buena parte del mundo), y luego el pequeño pero sorprendente volumen Quelle heure est-il là-bas (sobre las relaciones entre el Islam y el México descubierto por los españoles). Ahora se trata de extender aun más la mirada y vincular China y el Nuevo Mundo en ese proceso de globalización que se concreta en el siglo xvi, por la existencia de nuevas conexiones a escala planetaria, y que Gruzinski diferencia, por una parte, de la vieja noción de “expansión europea”, tocada aún por un eurocentrismo mal disimulado, y, por otra parte, de la “Historia mundial”, un enfoque comprometido con una visión de Occidente como creador e impulsor supremo del progreso y la civilización.

La nueva obra de Gruzinski, tiene tanto de síntesis —un pasado americano muy estudiado con anterioridad, aunque solamente en sus vertientes más visibles: México y Perú— como de

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nueva exploración. Antes que un trabajo directo de archivo (trabajo en parte ya hecho en el pasado), el libro somete a análisis una amplia bibliografía secundaria, complementada con un examen detallado de un número grande de crónicas contemporáneas a los sucesos, sin jamás caer en la tentación de examinarlas como textos, entendiéndolas como documentos históricos que se inscribían en la descripción y reflexión de los eventos en curso, documentos que han sido muy poco explorados en la dirección del análisis histórico de esta naturaleza, sobre todo en el caso de las crónicas chinas y portuguesas.

Se trata de una obra extensa de más de cuatrocientas páginas, organizada en una estruc-tura de diecisiete capítulos, más una introducción y conclusión, todo ello al servicio de un argumento principal: la “globalización” no comenzó ayer, tiene una larga historia y es efecto de un conjunto de situaciones que no dependen, tan simplemente como se piensa, de los grandes descubrimientos de los siglos xv y xvi, y que encontraron en la unificación temporal del “Imperio ibérico” una de sus grandes palancas de impulso y de ampliación, para produ-cir enseguida una situación inédita de contactos y de interacciones que se encuentran en el principio de lo que se designa como modernidad. Gruzinski definirá ese proceso de “mundia-lización” como “la proliferación de toda clase de lazos entre partes del mundo que hasta ese momento se ignoraban o que se trataban a distancia” (p. 10). Lazos que, con diferencias en los efectos sobre las variadas historias ahora conectadas, no dejarán de tener consecuencias mayores sobre toda la evolución posterior de las sociedades puestas en relación, como en el caso, conocido bajo ese ángulo de manera suficiente, de los “pueblos nativos americanos” y de los africanos traídos como esclavos a lo que se llamará el Nuevo Mundo, pero mucho menos conocido en relación con las circunstancias interiores de la propia África, sobre todo en las zonas en donde europeos de por lo menos dos imperios desplegaron sin clemencia su poderío técnico y militar, para cazar grupos humanos enteros y transportarlos a geografías de las que todo lo desconocían; e igualmente desconocido en el caso de China, sobre cuyos intentos de “colonización” por parte de los españoles poco se sabe, limitándose los autores a mencionar, como si se tratara de un exotismo, el intento de evangelización por parte de los jesuitas, enca-bezados por el padre Mateo Ricci.

Hay que decir desde ahora que L’Aigle et le Dragon no pertenece al género ensayístico, que recurre a generalidades históricas sobre el “ascenso imparable” de la “globalización” y la lle-gada de la “historia mundo” —lo que el propio Gruzinski ha designado como “falsa retórica de la globalización”—. No puede ser, por tanto, una obra confundida con cualquiera de los frecuentes ensayos que se producen bajo el rótulo de “Historia mundial” —Gruzinski utiliza la expresión “historia global”, sobre la que en algunos momentos había tenido reservas en el pa-sado, mientras que la idea de “historias conectadas” parece reservarse de manera más precisa para definir el enfoque y la forma de tratamiento de los problemas—. En tal sentido, L’Aigle et le Dragon

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es una rigurosa obra de análisis histórico que comienza por recordar que para la comprensión de los problemas de ayer y de hoy el marco nacional (los Estados nacionales) resulta insuficiente, y que hay que ir aún más allá de donde incluso los espíritus más abiertos habían ido en el pa-sado1. Gruzinski muestra que esta amplitud de mirada que reclama y que exhibe en su trabajo tiene desde luego algunos antecedentes, y realiza una justa y abierta reivindicación de la obra olvidada de Pierre Chaunu, señalado como un pionero de este tipo de enfoques “planetarios”.

Todo esto —amplitud de miras, localización de los objetos de investigación en escalas mayores, nuevas formas de contextualización de los fenómenos locales, atención prestada a las conexiones, a los desplazamientos, a las trashumancias— podría ser ya suficiente para comprender la impor-tancia de la obra2. En este punto hay mucho más. Rompiendo con la idea simple de “expansión europea”, la obra y el enfoque se lanzan a la conquista de nuevas formas de interpretación de esos contactos de los que habla. En primer lugar, por la importancia que otorga a cada una de las civilizaciones que en adelante van a entrar en contacto, cada una de las cuales representa una forma cultural con su propia legitimidad, su historia, sus sin salidas, una entidad pues posible de analizar, sin que para ello resulte necesario hundirse en valoraciones parcializadas de ésta o aquella sociedad, ya que para hacer justicia a la riqueza cultural de la sociedad universal no hay necesidad ni de idealizar las culturas, que por mucho tiempo han sido negadas, ni de declarar una especie de “guerra imaginaria” contra la llamada “tradición occidental”3.

En segundo lugar, el enfoque propuesto tiene el mérito de romper las oposiciones simplistas a las que el análisis posmoderno de estos años ha acostumbrado a los estudiosos: centro versus periferia, “nosotros y los otros”, el terrible Occidente frente al débil colonizado y explotado. En tanto, se trata de hacer justicia a un escenario de encuentro que se caracteriza por la presencia de actores multipli-cados y de relaciones de fuerza diversas que no pueden ser captadas a través de simplificaciones como las que se construyen cuando se trabaja con lógicas polares, y ello tanto en el caso de China —en

1 Así, por ejemplo, ir más allá de Earl Hamilton, con su idea del “tesoro americano” secando las fuentes de la prosperidad española, y observar cómo, al mismo tiempo que España se empobrecía, se enriquecía Europa, pero la plata y el oro americano llegaban hasta Japón y China.

2 El trabajo de Serge Gruzinski en estos años recientes se asocia de manera directa con el enfoque de las “historias conectadas” —enfoque que cuenta ya por lo menos con una decena de obras muy representativas y de alta calidad. Esperemos que la cosecha aumente y que la calidad se mantenga—. Véase al respecto la reseña, escrita por Gruzinski, del libro dirigido por Patrick Boucheron, Histoire du monde au xve siècle (París: Fayard, 2010), publicada bajo el título “Faire de l’histoire dans un monde globalisé”, Annales, Histoire, Sciences Sociales 66: 4 (2011): 1081-1091.

3 Gottfried Leibniz, en su Discurso sobre la teología natural de los chinos —1716—, daría una prueba magnífica de consideración respetuosa de la tradición religiosa china, a la que no desvirtúa, a pesar de incluirla en la categoría de “teología natural”, categoría ajena al pensamiento chino; y mostrará al mismo tiempo que la alta valoración de ese pensamiento chino no exige como contrapartida ningún tipo de consideración despreciativa de su propia tradición occidental.

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donde los ibéricos perdieron— como en el caso de “América” —en donde triunfaron, devastaron, saquearon y finalmente se integraron en una nueva sociedad mestiza—, pero no menos en el caso de las propias potencias europeas coloniales, que constituían un complejo tinglado de intereses, que se desafiaban entre ellos en su carrera de dominio y saqueo, todo lo cual recuerda que la idea de “his-toria global” aquí propuesta nada tiene que ver con la visión (efectivamente hegeliana) de un gran centro europeo que recorre el mundo en pos de la fundación de una “historia universal”4.

En tercer lugar, hay que recordar —y esto es una gran novedad frente a la tradicional “Historia mundial”— la manera precisa como el libro describe lo que se puede llamar “con-ciencia de la globalidad” —una idea ya en curso en Las cuatro partes del mundo—, es decir, la forma como los contemporáneos —en este caso, de manera particular, los portugueses y españoles— percibieron en su imaginación a China. Lo que se observa es una conciencia aguda de la importancia y los poderes de esa sociedad, que era captada efectivamente como una civilización y una cultura, así estuviera por fuera del marco del cristianismo (marco al que había que tratar de arrastrarla). Se trata de visiones contrastadas, divergentes muchas veces en sus apreciaciones, pero todas penetradas por la visión de un hecho nuevo en la historia de la humanidad. El libro mostrará cómo esa conciencia de la globalidad y sus efectos será al mismo tiempo una de las principales condiciones de emergencia del nuevo humanismo europeo, que se fragua, quién lo creyera, en el propio marco de las llamadas “guerras de religión”.

Este examen de la “conciencia de la globalidad” por los propios contemporáneos en esta fase del proceso de mundialización recuerda, además, un poco el espejismo padecido a raíz de ciertas obras, pioneras, pero en extremo limitadas, como las de Edward Said y su escuela, cuando con fuentes históricas tan reducidas —en gran parte concentradas en los siglos xviii y xix—, y proyectando una percepción muy reciente y restringida —la de un tramo del siglo xx—, quisieron deducir una especie de “modelo de análisis” de todas las formas como el “cruel Occidente” había “inventado” al resto del mundo.

La idea básica de la obra de Gruzinski sobre este punto, y una de las más fecundas del libro, es la de que el asunto es cuando menos más complejo, y que habría que decir otras cosas, antes de pensar que el problema se encuentra explicado. Así, por ejemplo, Gruzinski subraya la idea de que la “América” descubierta —el Nuevo Mundo— y China fueron condiciones

4 El carácter no homogéneo —pero no sencillamente desigual y organizado sobre la base del esquema dominan-te/dominados— de las partes que entran en relación en los encuentros que fundan el mundo globalizado de hoy es puesto de presente de manera explícita, desde su título, en Romain Bertrand, L’Histoire à parts égales (París: Seuil, 2011), que estudia el caso de las relaciones entre los holandeses, los portugueses y las “élites” de la isla de Java. Habría desde luego que extender una reflexión de esa naturaleza al Nuevo Mundo americano y volver a pensar, sin supuestos, el problema del “encuentro de la civilizaciones”.

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esenciales para la “invención de Occidente”, y que de modo particular la creación de buena parte del saber de las sociedades occidentales y de su manera dominante de representarse a sí mismo ha encontrado sus pilares esenciales en sus formas de encuentro con esas sociedades a las que admiraba, odiaba, despreciaba, envidiaba y quería asimilar y dominar.

La idea es vieja en Gruzinski y había aparecido con toda claridad en uno de sus li-bros fundamentales —posiblemente el menos leído de ellos en Hispanoamérica, escrito en compañía de Carmen Bernard, De la idolatría, con toda exactitud subtitulado “Una arqueología de las ciencias religiosas”—; la idea vuelve ahora, extendiéndose a nuevos espacios —China— y precisando algunos de sus contornos, todo en función de un conoci-miento complejo de procesos que hasta el presente se han analizado mucho más en la lógica de “lo políticamente correcto”, que en un esfuerzo sincero por analizar las relaciones cultura-les entre las sociedades, sin el recurso a una idea simplificadora de dominación.

Como ya lo ha hecho notar Serge Gruzinski en varias oportunidades, esta visión no im-pide, sino que exige, una idea clara de las complejidades de los procesos de dominación, y reclama una crítica de las más conservadoras nociones de “centro y periferia”, una crítica como la propuesta por Peter Sloterdijk —de manera particular, Gruzinski se ha referido en este libro a Essai d’intoxication y L’Heure du crime et le temps de l’oeuvre d’art, pero parece más justo en el caso de una consideración general citar Esferas ii. Globos. Macroesferología5—.

L’Aigle et le Dragon se propone a sus lectores como una nueva consideración de lo que los historiadores designan de manera habitual —de acuerdo con sus conservadoras con-cepciones y acudiendo a la mención de ciertos autores y obras canónicas— como el Renacimiento. Si uno quisiera tomar la medida de la distancia que ha estado desde hace tiempo tratando de tomar Serge Gruzinski respecto de la historiografía tradicional, habría que decir que esa idea de una reformulación de la visión convencional de Renacimiento puede ser una buena atalaya. El Renacimiento no debería ser ya considerado en adelante como un fenómeno “italiano” y “europeo”, a partir del cual la “sociedad universal” habría tenido la irradiación de una “cultura nueva” centrada en el “hombre” —como especie— y

5 La permanencia en la cultura occidental desde Grecia de las metáforas del “globo”, de la “red” y del “tejido”, señaladas por Sloterdijk, ha sido varias veces mencionada por Gruzinski; en L’Aigle et le Dragon se recordará otra de las fecundas ideas del filósofo alemán, quien recuerda que Magallanes es tan importante como Copérnico —y puede que más, desde ciertos puntos de vista—: “Una historia global del Renacimiento no puede ignorarlo. Con y desde Copérnico, la Tierra gira alrededor del Sol. Con Magallanes, son el hombre europeo y sus recur-sos los que se ponen a dar la vuelta a la Tierra. La ‘revolución de Magallanes’ concierne a los marinos, a los comerciantes, a los financieros, a los príncipes y a los cronistas. Hace del mar, de la movilidad de los hombres y de los capitales, el motor de todas las circulaciones y de todos los ‘desenclavamientos’”. Serge Gruzinski, L’Aigle et le Dragon, 410.

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la promoción de una serie de valores antes desconocidos, que finalmente nos habrían he-cho a todos más civilizados y nos habrían incluido en la ruta del progreso. El Renacimiento resultaría siendo mucho más una de las consecuencias mayores de ese “desenclavamiento” del mundo —según la expresión de Jean-Michel Sallmann—, ocurrido entre los siglos xii y xv, y la mayor parte de los problemas que los humanistas y el racionalismo enfrentarán en adelante y hasta el presente, se encontrarían vinculados a los inicios de ese gran fenómeno de contenido universal que, como en la obra de Paul Claudel, recordada por Gruzinski en la “Introducción” de su libro, se resume en que “Nos hemos encontrado y no existe medio alguno de que nos libremos de ese lazo” (p. 11).

La obra reseñada puede ser considerada como la “segunda parte” de otra compila-ción1 dirigida por el mismo Raúl Fradkin2. En la primera obra, los estudios se dirigieron a las formas de extensión de la autoridad a f inales del siglo xviii e inicios del xix en la campaña bonaerense. En esta ocasión, el objetivo ha sido evidenciar, a través de las

1 Raúl O. Fradkin, comp., El poder y la vara: estudios sobre la justicia y la construcción del Estado en el Buenos Aires rural: 1780-1830 (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2007). Obra reseñada por Julián Andrei Velasco en: Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 16: 1 (2011): 389-392.

2 Raúl O. Fradkin es especialista en el mundo rural y la historia social rioplatenses. Entre sus trabajos se encuentran: Historia de una montonera. Bandolerismo y caudillismo en Buenos Aires, 1826 (Buenos Aires: Siglo xxi, 2006); en coautoría con Juan Carlos Garavaglia, En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en el país de la abundancia, 1750-1865  (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2005); y con Jorge Gelman, Desafíos al orden. Política y sociedades rurales durante la Revolución de Independencia  (Rosario: Prohistoria, 2008). Véase también la coordinación del debate “La acción colectiva popular en los siglos xviii y xix: modalidades, experiencias, tradiciones”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos 10 (2010): [En línea], consultado el 18 abril 2013, <http://nuevomundo.revues.org/59749>.

Fradkin, Raúl O., compilador. La ley es tela de araña. Ley, justicia y sociedad rural en Buenos Aires, 1780-1830. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2009, 204 pp. doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.11

Julian Andrei

Velasco Pedraza

Historiador de la Universidad Industrial de Santander (Colombia) y candidato a magíster en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (México). Miembro del grupo de investigación Historia Moderna de América: dominación, resistencia y creación cultural (Categoría D en Colciencias), y del Grupo de Historia Colonial (Cate-goría A en Colciencias). Además, es investigador del grupo Estudios históricos sobre el Estado nacional colombiano (Categoría B en Colciencias). [email protected]

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querellas judiciales, distintas relaciones sociales del mundo rural en la época de tran-sición del régimen monárquico al republicano. Pero aún más importante es el objetivo de mostrar cómo distintos sectores sociales de ese entorno hicieron uso de las instancias judiciales que tenían a su disposición, y las argumentaciones y estrategias utilizadas por ellos para obtener una sentencia a su favor con usos particulares de los conceptos de justicia y ley.

Los escritos son ejemplos del manejo intensivo de expedientes judiciales como fuente pri-vilegiada para el conocimiento de las relaciones sociales, las prácticas judiciales y la cultura jurídica. Las situaciones que se tejieron con y en torno a los litigios constituyen un ámbito judicial que puede ser utilizado como un “observatorio social” (p. 12). Con esta opción me-todológica, que hace parte de la prolífica línea argentina de historia social de la justicia3, los autores de esta compilación se han arriesgado a conocer cómo se relacionaron distintos grupos con la justicia y la ley, qué sentido tenían para éstos las mismas y cuál fue su empleo particular para demandar o defenderse.

La compilación se compone así de cinco artículos, dos de autoría de Gladys Perri y tres de Raúl Fradkin. El horizonte del libro se inicia con la introducción hecha por María Elena Barral, quien proporciona un panorama amplio de los elementos que tienen en común los artículos, pero sobre todo ofrece luces para entenderlos en su con-junto. Uno de los puntos centrales es la noción de infrajusticia o infrajudicialidad, la cual se refiere al “[...] conjunto de fuerzas que operaban a nivel comunitario antes, durante y luego de los hechos que se juzgaban y que se sostenían en una serie de nociones como la pública voz y fama y la costumbre [...] la infrajusticia podía presentarse como una justicia alternativa y paralela a la oficial pero, con mucha frecuencia, se trataba de una justicia complementaria” (p. 13).

El primer texto, “Los trabajadores rurales libres y la justicia. Buenos Aires, fines del siglo xviii principio del xix”, se concentra en las formas como peones, capataces y patronos resolvieron algunos de sus conflictos en una instancia judicial. En el ámbito de las relaciones laborales de tales personas, la palabra tenía un importantísimo valor, al punto de que muchos tratos o acuerdos de trabajo se realizaban por esta vía, y faltar a lo pactado era motivo suficiente para entablar una querella. Así, Gladys Perri muestra el funcionamiento, los motivos, los argumentos y las decisiones de los pleitos por cobro de

3 Por citar dos ejemplos: Raúl O. Fradkin, comp., El poder y la vara, y Darío Barriera, comp., Justicias y fron-teras. Estudios sobre historia de la justicia en el Río de la Plata (siglos xvi-xix) (Murcia: Universidad de Murcia/Red Columnaria, 2009).

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salarios, como también los conflictos con los capataces de las distintas unidades produc-tivas. La dinámica actividad litigante que mostraron estos agentes se sustentó en que “los trabajadores de la pampa conocían las normas que regían esta sociedad” (p. 24).

El segundo capítulo se titula “Los esclavos frente a la justicia. Resistencia y adaptación en Buenos Aires, 1780-1830”. El objetivo que la autora se trazó con este estudio fue el de “ob-servar y analizar, a partir de un grupo de expedientes judiciales, cómo los esclavos accedían, participaban, utilizaban y reinterpretaban la normativa y la costumbre vigente en la sociedad bonaerense entre finales del siglo xviii y las primeras décadas del xix” (p. 51). Este interesante texto evidencia cómo los esclavos fueron agentes de su propia libertad y defensores de sus de-rechos mediante el recurso a la justicia, teniendo como base un aprendizaje jurídico y judicial que ganaron con la experiencia social y en los tribunales.

Pero, además, elaborando un panorama sintético de la legislación sobre los derechos y obligaciones de amos y esclavos, la autora sienta las bases para entender varias particulari-dades de este fenómeno. Los esclavos recurrieron a instancias judiciales para reclamar en contra del exceso de los castigos cuando el amo se sobrepasaba en lo establecido por la le-gislación, o en otros casos para pedir su cambio. También solicitaron su libertad por compra o manumisión, o más comúnmente para alguno de sus familiares o su cónyuge. Pero los es-clavos, asimismo, eran demandados. Por ejemplo, los amos habitualmente los imputaron de ser “díscolos” e “insolentes”. Al mismo tiempo que otros sujetos que no eran propietarios se querellaron contra éstos.

En los demás artículos, Raúl Fradkin expone varias problemáticas. En el primero, “La experiencia de la justicia: Estado, propietarios y arrendatarios en la campaña bonaerense (1800-1830)”, realiza un análisis de los trajines judiciales de propietarios y arrendatarios en torno a la defensa de sus derechos de propiedad. El análisis de las causas por tierras, entretejido con la economía regional, permite observar la aplicación de las nuevas medi-das institucionales a inicios del siglo xix, que resultaron ser una simbiosis de estrategias de gobierno de antiguo y nuevo régimen. En el segundo artículo, “Ley, costumbre y relacio-nes sociales en la campaña de Buenos Aires (siglos xviii y xix)”, conforme a la costumbre, las características sociales de la campaña y la constante presencia de patrones de com-portamiento, se pregunta sobre las bases que sustentaron la conformación de un “sentido práctico” de los agentes y del desarrollo repetido de sus prácticas (p. 124). Con este pro-pósito, elabora un estudio de las relaciones sociales en torno a la vecindad, el acceso a los recursos y a las pugnas suscitadas por ellos, embrollos donde la noción de costumbre tuvo un lugar central (pp. 127-138).

El último artículo, “Cultura jurídica y cultura política: la población rural de Buenos Aires en una época de transición (1780-1830)”, plantea una cuestión sugerente al centrarse

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en la definición de una cultura jurídica de la población rural. Se pone atención a los ar-gumentos y estrategias utilizados por este grupo en defensa de sus derechos, con el fin de trazar un mapa preliminar de las nociones que podían conformar ese tipo de cultura (p. 161). La hipótesis del autor postula que la cultura jurídica de esa población era parte im-portante de su cultura política, “en la medida que informaba las concepciones que sobre el poder, la autoridad y las relaciones sociales tenían los paisanos” (p. 162). La cuestión no es fácil; se debe incluir una variedad de fenómenos, interacciones y nociones sociales, y para ello, una multiplicidad de fuentes. En tal sentido, el autor destaca las prácticas judiciales como la ventana para asomarse a tal realidad.

De esta manera, los tres textos de Fradkin comparten un marco histórico muy específico: el de la economía campesina. Pero también ciertas problemáticas que atraviesan y se presen-tan constantemente en cada uno de los escritos. Una de los más relevantes hace referencia al intento del naciente Estado por disciplinar la población rural, lo que significaba la regulariza-ción de las prácticas sociales heredadas del régimen hispánico y que causaban inconvenientes a la nueva estructura institucional. En la misma línea, el Estado debió aceptar estrategias institucionales de antaño para respaldar las propias.

Aunado a lo descrito hasta el momento, esta compilación posee varios ejes articula-dores. En comparación con trabajos colectivos que carecen de una buena uniformidad temática o que su único hilo conductor es la alusión a un mismo territorio, los trabajos de Perri y Fradkin no parecen adolecer de tales falencias. En primer lugar, se enfocan en grupos particulares y en las formas en que cada uno de ellos accedía y utilizaba la justicia, así como en las formas específicas del conocimiento de las normas vigentes, fueran estas formales o informales (sociales). No sobra destacar que los autores evidencian que la jus-ticia sí podía fallar a beneficio de los “subalternos”, ratificando los derechos a que fueron acreedores. Estos artículos también hacen pensar en lo imbricada que estaba la justicia en todas las esferas de la vida en aquellos tiempos.

En segundo lugar, se nota una buena relación analítica de las particularidades de la época de transición y de sus repercusiones en las relaciones sociales, donde destacan las principales estrategias que se estaban utilizando para la regulación y simplif icación de las mismas. Entre las innovaciones presentes estuvo la transformación de las formas de argumentar y de descalif icar a la parte contraria por parte de las élites, y que tie-nen parte de su lógica dentro de los objetivos del Estado y en lo que éste consideraba como delito. En tercer lugar, dos problemáticas interesantes se refieren, por un lado, a la persistencia de la costumbre como situación real y como argumento judicial, debido a su funcionalidad social y jurídica; y, por otro, a las acciones de los actores que recu-rrieron a la justicia desde su posición social relativa, haciendo uso de los derechos que

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les correspondían y desplegando usos y percepciones particulares de la ley, la justicia y las autoridades.

En este punto se observa la importancia metodológica de este enfoque. Al analizar en detalle las distintas situaciones sociales, económicas y judiciales consignadas en los pleitos, se evidencian situaciones que han sido consideradas anormales o extraordina-rias, pero que eran pan de cada día. En efecto, el tipo de casos analizados son parte de circunstancias sociales cotidianas, de lo posible, y no de lo excepcional, en aquella sociedad. Cada caso tiene su inserción en distintos aspectos sociales, posee su expli-cación en sus lógicas judiciales y adquiere sentido en las especif icidades históricas del contexto donde situaciones micro o individuales se insertan en las estructuras sociales. De tal forma, se deben considerar estas situaciones como lo presenta el propio com-pilador: “No era un mundo anómico sino que, por el contrario, imperaban una serie de normas sociales que en buena medida se asentaban en la tradición legal española e indiana y que había desarrollado un conjunto de prácticas que fueron adquiriendo estatus de normas consuetudinarias, un principio esencial en el ordenamiento jurídico colonial hispánico” (p. 127).

Para cerrar esta reseña, se pueden dar dos observaciones. La primera es la reserva con que podría tomarse la idea de infrajudicialidad, que hubiera podido ser mejor esclare-cida para no dar lugar a la idea de que tal justicia era tan sólo complementaria o incluso alejada de la institucional4. En el mundo político del Antiguo Régimen es complicado trazar ese tipo de límites, en especial en contextos de una maquinaria judicial menos formalizada que en el ámbito de los tribunales de apelación. La segunda, una de las consideraciones más importantes que puede derivarse de este texto es la de que, por tratarse de un amplio espectro de relaciones sociales, variables y multiformes, no hay que caer en el extremo de afirmar que ese tipo de realidades de discordancia entre los objetivos del Estado y las prácticas sociales deban ser consideradas como una simple contradicción entre las ley y las prácticas. Ese tipo de circunstancias deben mirarse en casos concretos, con sus distintos niveles y dimensiones, y en cada proceso, con su grado de avance particular.

4 Alejandro Agüero ha señalado que la historiografía considera este tipo de justicia como no perteneciente al modelo “oficial”. Castigar y perdonar cuando conviene a la república. La justicia penal de Córdoba del Tucumán, siglos xvii y xviii (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2008), 19.

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Hace un par de años, el historiador Karl Schlögel inició su libro En el espacio leemos el tiempo. Sobre historia de la civilización y geopolítica expresando que la historia no se desenvuelve sólo en el tiempo, sino también en el espacio1. Se ha iniciado esta reseña con esta recordación al considerar que en torno a este postulado se ha desarrollado una de las mayores innovaciones de la disciplina histórica en las dos últimas décadas. En efecto, un breve repaso de las recientes tendencias histo-riográficas demuestra de modo fehaciente que el espacio y las distintas formas de espacialización se han convertido en temas que ocupan un lugar central entre los profesionales de la disciplina. Este “giro” en dirección de lo espacial, claro está, no representa un monopolio en manos de los historiadores. En buena medida ha sido el producto de un desplazamiento de las miradas que han registrado las Ciencias Sociales, en donde la contraposición entre lo global y lo local ha comenzado a sustituir al binomio sociedad/cultura, en cuanto eje central del análisis social.

En lo que respecta a la disciplina histórica, la dialéctica entre lo local y lo global se ha convertido en la perspectiva que fundamenta todos aquellos desarrollos historiográficos que se conocen bajo las expresiones “historia global”, “historia mundial”, “historia conectada”, “historia cruzada”, “historia transnacional”, “entangled history”, “shared history”, entre otras. Todas ellas tienen en común el hecho de destronar el marco nacional como lugar distinguido del análisis histórico. Este conjunto de perspectivas es bien conocido por Fernando Purcell, como quedó demostrado con la publicación en 2009 del libro Ampliando miradas: Chile y su his-toria en un tiempo global, en el que el autor, en colaboración con el historiador Alfredo Riquelme, se interesa por brindar una visión del desarrollo histórico de Chile tratando de buscar nuevas formas de articulación entre lo nacional y lo internacional dentro de un análisis global2.

1 Karl Schlögel, En el espacio leemos el tiempo. Sobre historia de la civilización y geopolítica (Madrid: Siruela, 2007).

2 Fernando Purcell y Alfredo Riquelme, eds., Ampliando miradas: Chile y su historia en un tiempo global (Santiago: Ril Editores, 2009).

Purcell, Fernando. ¡De película! Hollywood y su impacto en Chile 1910-1950. Santiago: Taurus, 2012, 153 pp. doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.12

Hugo Fazio Vengoa

Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Profesor titular del Departa-mento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Doctor en Ciencias Políticas de la Université Catholique de Louvain (Bélgica) y director del grupo de investigación Historia del Tiempo Presente (Categoría A1 Colciencias). [email protected]

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En su más reciente publicación, ¡De película!, Purcell ofrece un interesante ejemplo de trabajo investigativo dentro de este nuevo enfoque disciplinar sobre las maneras en que la cultura chilena quedó marcada por la industria cinematográfica de Hollywood; sobre los complejos y variados mecanismos del poder soft desplegados por los gobiernos de Estados Unidos en América Latina, particularmente en Chile; sobre los intersticios de conexión que impactaron la identidad nacional; y, por último, sobre el tipo de modernidad que se promovía a través del cine y de su apropiación por parte de vastos sectores de la sociedad austral. Por tanto, y con base en un corpus documen-tal que cubre un amplio espectro de fuentes —documentos oficiales chilenos y norteamericanos, periódicos, carteles, fotografías, publicaciones de humor y de la farándula y una extensa literatura secundaria—, Purcell divide analíticamente el argumento central en una serie de problemas, que en su conjunto muestran las diferentes facetas del mismo y el impacto que un tema en apariencia frívolo como el cine ha tenido en la cultura, la política y el desarrollo del tejido social de una socie-dad como la chilena durante buena parte del siglo pasado.

En efecto, tal como demuestra Purcell, el cine fue uno de los principales medios que ar-ticularon un nuevo proyecto de modernidad en el país austral. Esto era posible porque la asistencia a este tipo de espectáculos se convirtió en la primera mitad del siglo xx en una actividad recurrente entre las clases medias y altas. En todas las ciudades se fue creando un sistema de salas de cine, adecuadas para la proyección de las películas que periódicamente llegaban al país. Con el desarrollo de este primer consumo de masas, el ideal de lo moderno se nutrió de nuevos elementos tanto en el ámbito arquitectónico y el diseño urbano como en el consumo, los estilos de vida y la promoción del éxito individual, que fueron creando referen-tes nuevos de modernidad similares a aquellos que promovía el cine hollywoodense. A pesar del empeño de algunos sectores conservadores, entre los cuales se encontraba la Iglesia, por ejercer una censura sobre estos hábitos y costumbres ajenos al denominado “ser nacional”, la asistencia al cine en ningún momento se ralentizó, lo que demostraba el arraigo que esta actividad había logrado generar en el país.

Ahora bien, el aspecto más llamativo de este libro es que el autor no se limita a presentar una radiografía de la presencia y la difusión del cine norteamericano y sus impactos en la cotidianidad urbana —tema de por sí interesante—, sino que se interesa por buscar los facto-res que sirven para explicar cómo se llegó a dicha situación y qué elementos se encontraron detrás de esa rápida y masiva difusión. Es con este tipo de preocupaciones que se recaba en el importante papel de la política y de la diplomacia norteamericana, al comprender que si bien el cine alcanzaba una dimensión comercial, no menos importante fue su función propagan-dística. Así, pues, el autor muestra que el cine fue empleado como arma diplomática por parte de los gobiernos estadounidenses, con el propósito de servir de instrumento de información, educación, propaganda y concientización ideológica en el continente. Si bien ésta fue una

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tendencia presente durante las primeras décadas que cubre el libro, como se evidencia en los seguimientos que la embajada y los cónsules de la potencia del norte realizaban periódi-camente, así, también, en el importante lugar asignado a las diversas visitas “oficiales” de las estrellas hollywoodenses esta disposición fue mucho más enérgica durante la Segunda Guerra Mundial y en los años inmediatamente posteriores.

De esta politización y de este uso propagandístico ni siquiera escapó el célebre Walt Disney, quien desarrolló un abierto proselitismo político con el fin de fortalecer la solidaridad hemisférica. Sobre el particular, Purcell afirma sin ambages: “La presencia de Disney era parte de una diplomacia cultural que estaba en directa relación con las políticas diplomáticas desarrolladas por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial” (p. 129). De ahí que la parte final del libro cierra con un interesante análisis de la presencia de Disney en Chile, mostrando la sofisticación del papel del cine en los nuevos imaginarios que se fueron forjando. Si en las primeras décadas del siglo había predominado la actividad comercial, y a través de ella se afirmó el posicionamiento de Estados Unidos en los referentes identitarios y culturales modernos de importantes sectores de la sociedad chilena, en esta segunda etapa se pasó a una fase más propositiva mediante la conformación de una concepción de lo “latinoamericano” en los estudios hollywoodenses.

Fue así como se crearon personajes animados latinoamericanos: el mexicano “Pancho Pistolas”, el brasileño “José Carioca” y el avión “Pedrito”, que representa a los chilenos. Éstos eran unos personajes completamente asépticos, con el fin de no despertar ningún tipo de susceptibilidades, y además tenían sólo una lejana identificación con el país que pretendían representar. En el caso particular del avioncito, no había nada alusivo a los “huasos”, las “corridas” o los “mapuches”. En efecto, el avioncito era un referente identitario sin raíces y, en ese sentido, era imaginado como “genuinamente” moderno y muy afín a la nueva representación que se quería forjar.

Fernando Purcell concluye con un pasaje anecdótico —pero para nada baladí— que muestra el divorcio de esa imagen que estaba siendo promovida desde el exterior con el sentir de millares de chilenos. René Ríos, más conocido como Pepo, el creador de Condorito, emblema idiosincrático del chileno, recuerda que el nacimiento del “chileno ahuasado se produjo en reacción al defraudado personaje Pedrito, Tú cóndor, a quien hice bajar de la cordillera, te calcé con ojotas, te puse sombrero de huaso, te hice hablar y vivir en el mundo de los huma-nos. Tú serías uno más de nosotros, Condorito” (p. 141). De esta manera, el libro constituye un interesante ejercicio investigativo que se ubica en la intermediación de numerosos pliegues analíticos, ninguno de los cuales puede ser comprendido al margen de los otros. Las anteriores fronteras entre lo comercial y lo cultural, lo social y lo artístico, lo colectivo y lo individual, lo nacional y lo internacional, quedan difuminadas dentro de un enfoque holístico que desarrolla una exposición a través de la conjunción entre lo local y lo global.

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Notilibros

Existen muchos estudios de las imágenes europeas tempranas so-bre el Nuevo Mundo, tantos, de hecho, que los lectores pueden preguntarse si queda espacio para otra contribución. De todos modos, Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona ha sido capaz de ver este campo con nuevos ojos. Gracias al dose reading de las imágenes visuales, este autor es capaz de ofrecerle a sus lectores un relato inusualmente preciso de las formas estereotipadas en las cuales los europeos tempranos modernos veían al Nuevo Mundo en ge-neral —a veces como un paraíso, otros como un infierno— y a los salvajes en particular, algunas veces nobles, pero en la mayo-ría de las ocasiones como temibles caníbales. La tradición clásica de las “razas monstruosas”, la tradición bíblica de Adán y Eva, las representaciones medievales de bárbaros, como los hunos y los mongoles, las imágenes renacentistas de los cuerpos ideales e imágenes tempranas modernas de brujas son todos objetos de análisis. Se presta especial atención a imágenes de las mujeres, frecuentemente descuidadas por los académicos en tiempos pa-sados. De otro lado, Chicangana-Bayona señala el poder de las representaciones tradicionales, la acumulación gradual de deta-lles concretos y la adaptación de las tradiciones a las nuevas situa-ciones. El Nuevo Mundo originalmente fue percibido en términos derivados del Viejo Mundo, pero el proceso gradualmente se in-virtió, como en el caso de lo que el autor llama como “tupiniza-ción” de la imagen del salvaje.

Las investigaciones aquí congregadas reúnen nueve artículos con múltiples enfoques e inf lujos historiográficos que exploran varios ámbitos de la denominada “historia colonial”. Todos los artícu-los tienen en común la unidad político-administrativa del Nuevo Reino de Granada. De acuerdo con los procesos abordados por los autores, las investigaciones ref lexionan sobre un marco espa-cial en particular. Algunos optaron por ceñirse a las jurisdiccio-nes de pueblos, villas y ciudades; otros, por su parte, lo hicieron en términos de provincias o, incluso, se adentraron en las relacio-nes entre estas. Adicionalmente, los trabajos presentados permi-ten observar problemas como la relación entre la Audiencia y el Cabildo; los conf lictos entre la Iglesia y las instituciones civiles; las disputas en torno a los planes de redistribución de la pobla-ción y otras dinámicas fundamentales para la comprensión del período colonial. Entre el poder, el cambio y el orden social en la Nueva Granada colonial. Estudios de caso, se propone como un universo abierto para explorar nuevas temáticas, ya que historiar los siglos xvi, xvii y xviii sigue siendo tan importante como registrar su cambio en el siglo xix.

Chicangana-Bayona, Yobenj Aucardo.

Imágenes de caníbales y salvajes del Nuevo Mundo. De

lo maravilloso medieval a lo exótico colonial, siglos xv-xvii.

Bogotá: Universidad del Rosario, 2013, 260 pp.

isbn: 978-958-738-344-7.

Bonnet Vélez, Diana, Nelson Fernando González y Carlos

Gustavo Hinestroza González, compiladores.

Entre el poder, el cambio y el orden social en la Nueva Granada

colonial. Estudios de caso.

Bogotá: Ediciones Uniandes, 2013, 296 pp.

isbn: 978-958-695-820-2.

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254 Notilibros

Historia Critica No. 50, Bogotá, mayo - agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 253-255

Esta compilación reúne doce ensayos escritos por François-Xavier Guerra entre 1989 y 2002, año de su fallecimiento. Mientras que sus dos obras magnas, México: del Antiguo Régimen a la Revolución (1988) y Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (1992), alcanzaron varias ediciones y una amplia difusión, tornándose en in-eludibles obras de referencia, sus numerosos ensayos, publicados en revistas y libros colectivos americanos o europeos, y cuya lista com-pleta se encuentra en la bibliografía anexa, no son todos de fácil con-secución. Ahora bien, estos ensayos han tenido gran trascendencia en el crisol de la labor historiográfica que Guerra emprendió sin reposo. Por un lado, hacen evidente su desvelo por explicitar, siempre con un afán pedagógico dirigido a un amplio público de historiadores y estudiantes situado en ambas orillas del Atlántico, tanto las metodo-logías como los conceptos claves de la historia política. Por otro lado, expresan la continua renovación y profundización de su reflexión res-pecto de las revoluciones hispánicas y del proceso de formación de las naciones que de ellas surgieron.

El ochenta por ciento de los latinoamericanos vive hoy en poblaciones de más de 20.000 habitantes. Esta cifra sorprende, pues aceptamos que la mayoría de las localidades de la región apenas sobrepasa el ca-rácter rural. En realidad, la historia del desarrollo urbano del subcon-tinente ha sido desdeñada por teorías victimistas que la condenan sin remedio al atraso; por ello, resulta paradójico que desde los primeros años del siglo xix la ciudad se revelara esencial para la construcción de los nuevos Estados nacionales, y que la producción de riquezas, de origen agrario o minero, encontrara en sus urbes la única posibilidad para transformar la sociedad entera. La historia de América Latina es, en este sentido, una aventura de futuro que se construye desde las entrañas de su ya longeva dinámica urbana.

A fines de 1955 el gobierno de la Revolución Libertadora dictó el decreto Ley 6.403 de organización universitaria, que incluía un polémico artículo 28 —factura del ministro de Educación, Atilio Dell Oro Maini—, por el que se autorizaba la creación de universidades libres o privadas con la facultad de otorgar títulos habilitantes. Más de tres años después, durante los primeros meses de 1959, aquel artículo —modificado y convertido en la ley 14.557 debido a la firme voluntad del entonces presidente Arturo Frondizi— quedaba finalmente reglamentado, en tanto que la comisión de juristas designados por las universidades nacionales del país para es-tudiar la posible inconstitucionalidad de la norma no lograba arribar a una posición unánime. Entre una y otra fecha se había producido una de las mayores agitaciones que conoció el movimiento estudiantil argentino en su historia, y a las que se recuerda con el sugestivo nombre de “Laica o Libre”. Huelgas, tomas de colegios y facultades, guerras de panfletos y comunicados, y multitudinarios actos y manifestaciones callejeras, fueron algunos de los episodios más resonantes de un conflicto en el que no faltó la figura batalladora de un rector —Risieri Frondizi— alzado en abierta rebeldía contra la medida impulsada por su hermano.

Guerra, François-Xavier.

Figuras de la modernidad. Hispanoamérica siglos xix-xx. Compilado por Annick

Lempérière y Georges Lomné.

Bogotá: Universidad Externado de Colombia/Taurus, 2013, 432 pp.

isbn: 978-958-758-439-4.

Mejía Pavony, Germán.

La aventura urbana de América Latina.

Madrid: Taurus, 2013, 296 pp.

isbn: 978-843-060-195-0.

Micheletti, María Gabriela.

La universidad en la mira. La “Laica o libre” y sus expresiones

rosarinas, 1955-1959.

Buenos Aires: Imago Mundi, 2013, 336 pp.

isbn: 978-950-793-144-4.

Page 253: Historia Crítica No. 50

255Notilibros

Hist. Crit. No. 50, Bogotá, mayo-agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 253-255

Colombia es conocida por el conflicto armado. Así, la gran pared del Museo de la Cruz Roja Internacional de Ginebra que registra anualmente los hechos de guerra y paz en el mundo, trae, desde 1948, la expresión Colombian troubles. También se sabe que, inde-pendientemente de la pureza de las intenciones o de su claridad estratégica, los procesos de paz con las guerrillas o con los para-militares se enredaron y terminaron en sainete. Quizá porque han concebido la paz como un medio para incrementar su poder, los políticos que manejan el Estado y los jefes guerrilleros, narcotra-ficantes o paramilitares, han demostrado ligereza en sus diálogos de paz, incluso, cuando combaten y ponen a la población inerme entre las balas. Violencia pública en Colombia, 1958-2010, enfoca con particular intensidad las élites del poder y las que buscan desalojar-las empleando el método de la guerra de guerrillas en un campo de hostilidad absoluta. Escenario en el que los jefes de organizaciones de narcotraficantes, paramilitares, o su combinación, se ponen del lado del orden establecido. La interpretación que procura este li-bro es una de tantas posibles.

Leticia Herrera comparte en este libro sus vivencias con una fuerza y una rudeza que arrastra desde su infancia a su incorporación al Frente Sandinista. Para vencer ideológica y militarmente a una tiranía con-solidada y a una clase gobernante corrupta, pero astuta y truculenta, había que formar heroínas y héroes. Leticia habla de esas mujeres y de esos hombres capaces de aquel sobrehumano esfuerzo, que sacri-ficaron incluso sus vidas y las vidas de sus seres queridos cuando fue necesario. Pero también cuenta con absoluta claridad y franqueza las desviaciones, el autoritarismo, el oportunismo de muchos dirigentes; habla de sus mezquindades y sus prejuicios machistas. A través de su testimonio confirma que las revoluciones triunfantes no suelen ser vuelos rectilíneos y puros, sino procesos atormentados, contradicto-rios y azarosos en los que, junto a los más altos ideales, se infiltran pasiones y tendencias de toda índole.

A partir de la pregunta ¿en qué creen los que sí creen?, Fernando del Paso desarrolla su interés por “el otro” y presenta un recorrido por la historia del Medio Oriente, cuna del islam y del judaísmo, donde analiza sus prácticas y representaciones culturales: dioses, costumbres, tradiciones, ideologías, cosmologías y todo aquello que constituía, y constituye, su interpretación del mundo. El resul-tado es una visión panorámica del surgimiento y desarrollo de estas dos religiones, escrita con precisión pero sin carecer de profundos elementos narrativos que la sitúan al alcance de todo público. En Bajo la sombra de la Historia. Ensayos sobre el islam y el judaísmo el autor presenta en tres volúmenes un conjunto de excelentes ensayos de interpretación histórica y convierte a la historia misma en vehículo de explicación y en una fuente inagotable de respuestas para su propia curiosidad.

Palacios, Marco.

Violencia pública en Colombia, 1958-2010.

México: fce, 2012, 224 pp.

isbn: 978-958-824-904-9.

González Casado, Alberto, Sabater Montserrat, Maria

Antònia y Trayner Vilanova, Maria Pau, coordinadores.

Guerrillera, mujer y comandante de la Revolución Sandinista. Memorias de Leticia Herrera.

Barcelona: Icaria Editorial, 2013, 384 pp.

isbn: 978-84-9888-494-4.

Paso, Fernando del.

Bajo la sombra de la historia. Ensayos sobre el islam y el

judaísmo. Volumen i.

México: fce, 2011, 934, pp.

isbn: 978-607-160-637-2.

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256 Acerca de la Revista

Historia Critica No. 50, Bogotá, mayo - agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 256

Historia Crítica es la revista del Departamento

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desde su creación en 1989.

La revista Historia Crítica tiene como objetivo

publicar artículos inéditos de autores nacionales

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Sociales, para la mejor comprensión de su entorno

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se ha afianzado como un punto de encuentro para

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El público de la revista Historia Crítica está

compuesto por estudiantes de pregrado y postgrado

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en Historia y en Ciencias Sociales, así como por

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Las Reseñas y los Ensayos bibliográficos

ponen en perspectiva publicaciones historiográficas

recientes.

Los Notilibros ofrecen una breve

descripción de publicaciones recientes de interés

para historiadores e investigadores.

Adicionalmente, la revista puede evaluar

la pertinencia de incluir traducciones de

artículos publicados en el extranjero en idiomas

distintos a español, inglés o portugués, así

como transcripciones de fuentes de archivo con

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Acerca de la revista

Page 255: Historia Crítica No. 50

257Normas para los autores

Hist. Crit. No. 50, Bogotá, mayo-agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 257-259

Tipo de artículos, fechas y modalidad de recepción • Historia Crítica publica artículos inéditos que

presenten resultados de investigación histórica, in-novaciones teóricas sobre debates en interpretación histórica o balances historiográficos completos.

• Se publican textos en español, inglés y portugués, pero se acepta recibir la versión inicial de los textos en otros idiomas (francés e italiano). En caso de ser aprobado, el autor se encargará de entregar la ver-sión definitiva traducida al español, ya que Historia Crítica no ofrece ayuda para este efecto.

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• Los demás textos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etc.) deben ser enviados al correo elec-trónico [email protected]

• Los artículos enviados a Historia Crítica para ser evaluados no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación.

Evaluación de los artículos y proceso editorial A la recepción de un artículo, el Comité Editorial eva-lúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista, así como su pertinencia para figurar en una publicación de carácter histórico. Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros anónimos y al concepto del Comité Editorial. El resul-tado de las evaluaciones será comunicado al autor en un período inferior a seis meses a partir de la recepción del artículo. Las observaciones de los evaluadores, así como las del Comité Editorial, deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien hará los ajustes solicitados. Estas mo-dificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le será indica-do por el editor de la revista (aprox. 15 días). Luego de

recibir el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su aprobación. El Comité Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietu-des existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Procedimiento con las reseñas y los ensayos bibliográficos Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden remitir sus reseñas al correo electrónico de la revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la revista recibe libros a su dirección postal (Cra 1a N° 18 A-10, of G-421, Bogotá, Colombia) previo aviso por correo electrónico, ojala indicando nombres de posibles reseñadores. En este caso, la revista buscará conseguir una reseña del libro remitido. Las reseñas deben ser críticas y versar sobre libros pertinentes para la disciplina histórica que hayan si-do publicados en los cinco últimos años. Los ensayos bibliográficos deben discutir críticamente una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos bibliográficos son sometidos a revisión y, de ser aprobados, a eventuales modificaciones.

Indicaciones para los autores de textos aceptados para publicación (artículos, reseñas, ensayos bibliográficos y entrevistas) • Los autores recibirán dos ejemplares del número en

el que participaron. • Los autores de los textos aceptados autorizan, me-

diante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública,

Normas para los autoresversión junio de 2013

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Historia Critica No. 50, Bogotá, mayo - agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 257-259

Normas para los autores

transformación y distribución) a la Universidad de los Andes Departamento de Historia, para incluir el texto en la Revista Historia Crítica (versión impre-sa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de pro-piedad intelectual de terceros.

• En caso de que un artículo quisiera incluirse poste-riormente en otra publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Historia Crítica, previa autorización solicitada a la dirección de la revista.

Presentación general de los artículos Los artículos no deben tener más de once mil palabra (18-22 páginas) con resumen, notas de pie de página y bibliografía, respetando las siguientes especificaciones: Letra Times New Roman tamaño 12, a espacio sencillo, con márgenes de 3 cm, paginado y en papel tamaño carta. • Las notas irán a pie de página, en letra Times New

Roman tamaño 10 y a espacio sencillo. • La bibliografía, los cuadros, gráficas, ilustraciones,

fotografías y mapas se cuentan aparte. • En la primera página, debe figurar un resumen en

español de máximo 100 palabras. El resumen debe ser analítico (presentar los objetivos del artículo, su contenido y sus resultados).

• Luego del resumen, se debe adjuntar un listado de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la Unesco (http://databases.unesco.org/thessp/) o, en su defecto, en otro thesaurus reco-nocido cuyo nombre informará a la revista.

• El resumen, las palabras clave y el título deben pre-sentarse también en inglés.

• El nombre del autor no debe figurar en el artículo. • Los datos del autor deben entregarse en un do-

cumento adjunto e incluir nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, títulos académicos, afiliación institucional, cargos actuales, estudios en curso y publicaciones en libros y revistas.

• En esta hoja, también es necesario indicar de qué investigaciones resultado el artículo y cómo se financió.

Presentación general de las reseñas y de los ensayos bibliográficos Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presen-tarse a espacio sencillo, en letra Times New Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel tamaño

carta. Las obras citadas en el texto deberán ser refe-renciadas a pie de página. Las reseñas deben constar de máximo tres páginas y los ensayos bibliográficos ten-drán entre 8 y 12 páginas.

Reglas de edición • Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos,

subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión que no se numeran.

• Los términos en latín y las palabras extranjeras de-berán figurar en letra itálica.

• La primera vez que se use una abreviatura, esta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura.

• Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglo-nes deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos.

• Debe haber un espacio entre cada uno de los pá-rrafos; estos irán sin sangrado.

• Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, así mismo, titulados, nu-merados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregarán en formato digital (jpg o tiff 300 y 240 dpi). Es responsabilidad del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de las imágenes que lo requieran.

• Las notas de pie de página deberán aparecer en números arábigos.

• Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11, a es-pacio sencillo y con sangría francesa. Se organizará en fuentes primarias y secundarias, presentando en las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, documentación primeria impresa. En la bibliografía deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, sin incluir títulos que no estén referencia-dos en los pies de página.

Referencias Historia Crítica utiliza una adaptación del Chicago Manual of Style, en su edición número 15, versión Humanities Style. A continuación se utilizaran dos abreviaturas que

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259Normas para los autores

Hist. Crit. No. 50, Bogotá, mayo-agosto 2013, 272 pp. ISSN 0121-1617 pp 257-259

permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en la bibliografía (B):

Libro: De un solo autor: N Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45. B Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Dos autores: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Cuatro o más autores: N Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Artículo en libro: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título completo, eds. Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), 45-50. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En Título completo, editado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, 45-90.

Artículo en revista: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título revista Vol: No (año): 45. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista Vol: No (año): 45-90.

Artículo de prensa: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 45. B Título periódico, Ciudad, día y mes, año.

Tesis: N Nombre Apellido(s), “Título tesis” (Tesis pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad, año), 45-50, 90. B Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. Tesis pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad, año), Fuentes de archivo: N Título del documento”, lugar y fecha (si aplica), en Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis. B Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección(es), Fondo(s). Entrevistas: Entrevista a Apellido(s), Nombre, Ciudad, fecha completa. Publicaciones en internet: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año), http:// press-pubsuchicago.edu/founders (fecha de consulta). B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año. <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. Nota: Luego de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o tres palabras del título, 45-90. No se utiliza Ibid., ibidem, cfr. ni op. cit.

Consulte las “Normas para los autores” en inglés y por-tugués en http://historiacritica.uniandes.edu.co

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