HISTORIA URBANA: DE VICUS A VIGO VIGO SIEMPRE TUVO UN CENTRO URBANO ACTIVO

HISTORIA URBANA: DE VICUS A VIGOVIGO SIEMPRE TUVO UN CENTRO URBANO ACTIVO

CARLOS BARROS manifiesta, sorprendido, que domine la percepción de un Vigo histórico reducido a una entidad de

población menor, un “vicus”, un lugar, una aldea.

HISTORIA URBANA: DE VICUS A VIGO“VIGO SIEMPRE TUVO UN CENTRO URBANO ACTIVO”

HISTORIA URBANA: DE VICUS A VIGO

“VIGO SIEMPRE TUVO UN CENTRO URBANO

ACTIVO”

En el Nomenclátor Nacional encontramos

para el conjunto del territorio de la C.A.

de Galicia 32 topónimos derivados de

“vicus”. Ninguno en el área de influencia

de la mayor metrópoli urbana.


Hasta hoy la

historiografía caracterizó a Vigo como una “villa

menguante” despoblandose desde época castrexa

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Esta extraña evolución hay que considerarla en el contexto de los prejuicios historiográficos. Entre los precedentes seculares, la posición de los cronistas en los conflictos político-económicos que mantuvo el Vigo del s.XVI con los puertos de Bouzas (pesca) y de Baiona (carga e descarga).

VIGO

BAYONA

TUI


Entre los precedentes contemporáneos la disputa por la capitalidad de la provincia traducida en la actualidad en frustración por el desfase económico-demográfico y su

limitada influencia político-administrativa.

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Nuestra tesis: Vigo nunca fue realmente aldea. Siempre hubo un centro urbano activo (a escala histórica y gallega): un puerto de hábitat concentrado y asentado en las actividades pesqueras, comerciales, de la industria de salazón y con carpintería de ribera.

Superpuesto a las funciones económicas urbanas sin solución de continuidad por el litoral Teis-Coia, hubo una continuidad espacial relativa en su centro de gravedad: en el Areal (época

romana) y luego, en el Berbés (medioevo).

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BERBÉS

COYA

TEISARENAL


La cuestión de la urbe romana está resuelta. Quedó claro en la última década con las excavaciones realizadas en la zona del Areal

(actuales rúas Marqués de Valladares, Rosalía de Castro, Pontevedra y Roupeiro).

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La investigación de la urbe medieval está en pañales. Son obstáculos objectivos –no insuperables- la falta de fuentes

municipales. El historiador Francisco Ávila y la Cueva fue el último en consultarlas antes del incendio de los Archivos a

mediados del ochocientos.


El plano de Vigo de 1597, contemporáneo de otras villas gallegas, refleja densidade de edificación y un modelo urbanístico: rúas paralelas

a la costa o niveladas topográficamente y recolectas plazas rodean la Colegiata de Santa María en su función de socialización inclusiva.


El hecho urbanístico definitorio en el s.XVII

(cfr., guerras portuguesas) fue la construcción del

recinto amurallado (de altura variable, deficiente calidad y

trazado romboidal) y con él, la aparición de

arrabales (Berbés, Areal, Falperra o

Salgueiral).


Los planos de finales del s.XVIII y principios del XIX para la “nueva población” permiten observar los cambios de intramuros y en el recinto amurallado. A ellos, corresponderá el histórico reconocimiento legal de Vigo como Ciudad (1810).


Para el periodo 1800-1880 y pese a la inestabilidad del Estado liberal, el crecimiento impulsado por la actividad (pesquera y

comercial) del puerto, locomotora de la economía local, se concreta en la demanda de racionalización urbanística.


Destacan dos iniciativas: los trazados rectilíneos de los accesos a la ciudad (1834) y el derribo de las murallas (acordado en 1869). Ambas, son condición para la realización de los proyectos de A. Marcoartú (1841) y J.Mª Pérez (1851).


Para el periodo 1880-1940 destacamos las aportaciones económicas de los

fomentadores catalanes y al tiempo, la falta de cohesión en el funcionamiento

de la organización empresarial.


Esta fase de dinamismo industrial

con motor en la industria conservera se asocia a un afán

planificador que tiene junto a las

Ordenanzas de 1897, los siguientes

nombres propios: M.F. Soler (1883), E.J,

Ramiro Pascual (1907, 1916) o Jenaro de la Fuente (1914).


Mención particular merece el Plan de A. Palacios de 1932 , un proyecto de creación ex novo de la ciudad y estéticamente inclasificable y también, el único hasta la democratización de la administración local con una visión municipal de conjunto.


El periodo anterior a la crisis del racionalismo arquitectónico y a la actual sociedad postindustrial, corresponde a una etapa políticamente autoritaria, aunque económicamente más matizada entre el intervencionismo de la autarquía y el capitalismo liberal.


Para la primera, la depresión económica de los 30, la

guerra civil y la europea, y la larga postguerra explican el estancamiento y el retraso en el despegue industrial hasta la

renovación a finales de los 50 de los sectores

tradicionales (pesquería y astilleros), la creación de la Zona Franca y la instalación de la multinacional francesa

Citröen (1957).


Urbanísticamente, se inicia con el Plan Cominges (1937) de extenso horizonte temporal (de 50 años) y demográfico (de 250.000 habitantes) y orientado más a la demanda de viviendas de las clase medias (Castro-Gran Vía) que a las necesidades reales del alojamiento de los trabajadores de la industria.


La Ley del Suelo (1956), prescindiendo de un planeamiento integral, fomentó el crecimiento anárquico (excepción del Plan Parcial del Polígono de Coia), problemas urbanísticos que el primer Plan General (1971), al no materializarse, acentuaría


Terminar aludiendo, para la compresión de la última urbanización, a algunos hechos metamunicipales como el planeamiento: del Puerto, de Citröen y de la Zona Franca (Bouzas-Alcabre), de los enlaces con la Autopista del Atlántico y la Autovía de las Rías Bajas o del CUVI y del parque tecnológico.


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