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ARTES, EDUCACIN Y AMBIENTE: PROPUESTAS TICO-ESTTICOAMBIENTALES DE COMPRENSIN DE LA CULTURATerritorio y ambiente: una mirada geogrfica Geografas del contacto Ciudades del agua en brasil: Patrimonio memoria identidad 5 18 31

EDUCACIN Y AMBIENTE Anlisis de un concepto local de educacin para el desarrollo sustentable Aplicacin del mapa del pensamiento complejo como modelo en investigaciones en la educacion ambiental Comunicacin educativa del pensamiento ambiental a travs de los medios de comunicacin. Una perspectiva desde la complejidad Pensamiento ambiental o desarrollo sostenible no toda sostenibilidad es ambiental Aportes de la escuela nueva a la construccin de un pensamiento ambiental Estudio para la identificacin de tendencias en educacin ambiental en instituciones educativas del distrito capital-Bogot Expresiones estticas ecosficas en Medelln La educacin ambiental vista por los nios Propuesta metodolgica para la elaboracin de un programa de educacin (formal y no formal) para dar a conocer el patrimonio socioambiental en comunidades rurales de la regin Tanctaro-Paricutn (estado de michoacn, Mxico) el caso aplicado de la comunidad indgena de Angahuan. La construccin de la categora ecorregion en los docentes en formacin. como propuesta de aprehensin y apropiacin de realidades ARTES, CULTURA Y AMBIENTE Complejidad de la visin ambiental mesoamricana Del extractivismo al turismo. Apropiaciones simblicas de las naturalezas en el trapecio amaznico Colombiano Imaginarios del miedo en el contexto urbano de Manizales: implicaciones medioambientales De una realidad conceptual a una visual. Qu pasa con el ambiente? Cultura, ambiente y territorio Los lmites de la artificialidad Representaciones sociales como herramienta para programas de educacin ambiental Icaro, entre el cielo y la tierra: Critica de un descenso Incipiente retorno del mito; mamferos intentando salir del desierto Para llegar a la ciudad (Un proyecto de trnsito posible) Pensamiento ambiental y esttica 114 120 130 136 142 155 162 169 175 181 190 37 47 54 60 65 72 79 98

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CONFIGURACIONES AMBIENTALES DEL TERRITORIO Calidad de vida y conexin con el medio Fundamentos del modelo metodolgico de la gestin medio ambiental empresarial urbana(gmae-u) aplicado en la ciudad de Neiva Pensamiento ambiental para una poltica metropolitana de vivienda y hbitat en el valle de Aburr Un recorrido por los humedales Bogotanos El cambio de paradigma en el desarrollo rural: ordenacin del territorio para un desarrollo sostenible Hacia un estudio de lo urbano en trminos del biopoder: La gobernanza y el biopoder o la vieja cuestin de hacer vivir o hacer morir frente a hacer vivir y dejar morir, segn corresponde. Perspectiva socioecolgica en el anlisis de espacios naturales protegidos de la Regin metropolitana de Barcelona Propuesta metodolgica para abordar la problemtica del diseo del paisaje, una transferencia proyectual del modelo rizomtico de investigacin ambiental Espacio arquitectnico La calidad ambiental como estrategia para la consolidacin del paisaje urbano. Caso de estudio. Avenida Centenario, Ejido, Estado Mrida Repensando el territorio desde la teora social del riesgo Ambientalismo urbano complejo: Hacia un formismo anmalo de la poltica territorial Imaginarios rentables en la Amazonia. el turismo y las apropiaciones simblicas de las naturalezas en la frontera Colombia, brasil y Per. 198 207 223 240 246 253 259 267 276 284 310 316 329

Editorial Los ejes temticos que alimentan este nmero 4 de nuestra revista IDEAS AMBIENTALES son: Educacin Ambiental, Artes Cultura y Medio Ambiente y Configuraciones Ambientales del Territorrio: Lo rur-urbano-agrario. Estos ejes temticos surgieron del II Seminario Internacional sobre Pensamiento Ambiental, realizado del 9 al 11 de noviembre del 2005, en la Universidad Nacional Sede Manizales. Las correlaciones existentes entre estos tres ejes, son muy complejas y muy profundas. Educacin y Ambiente,es una temtica en la cual se plantean diversas propuestas de hacer una educacin no solamente ambiental sino ambientalizada, es decir, una educacin que permita enfrentar los retos de una realidad ambiental compleja, donde las prcticas y las redes simblicas culturales permitan un habitar humano respetuoso y responsable con los ecosistemas y con la trama de la vida. Una educacin inter y transdisciplinaria, que forme personas abiertas a otros saberes no racionales que sean capaces de construir soluciones integrales a problemas altamente complejos e inesperados, atraviesa las propuestas de la mayora de los articulistas que nos acompaan en este nmero. Y el tema del territorio ha estado ausente en la mayora de los proyectos educativos, por ejemplo de los PEI (Programas Educativos Institucionales) que se deben elaborar, por ley en cada institucin educativa. Se educa para vivir en otras latitudes. Se sabe ms de la geografa y de la historia de Europa que de la propia. Los espacios y los tiempos de Latinoamrica se rigen an por los espacios y tiempos de Europa o estados Unidos. Por ellos nos pareci muy pertinente, que el eje temtico acerca de las configuraciones ambientales del territorio: lo rur-urbano-agrario, como temtica compleja estuviera por lo menos cerca en nuestra revista, de la educacin. Nuestro Grupo de Investigacin ha reflexionado sobre este tpico desde hace varios aos, encontrando que el territorio es, en la medida en que se hace o configura, y es la educacin, la praxis que orienta dichos haceres y configuraciones. Dicho de otro modo, la geografa ambiental dinamiza el concepto de territorio, visto como terminado, ptreo y cerrado por la geografa positivista. El territorio desde una visin ambiental, es la trama compleja de interconexiones y correlaciones entre los humanos, los no humanos y la tierra, todos ellos interrelacionados, ninguno como receptor de los dems. La reflexin que se propone en esta temtica est encaminada a dilucidar estas interconexiones y a solicitar a quienes efectan acciones polticas (educativas) de tipo territorial: Corporaciones Autnomas Regionales en nuestra Colombia, ONGs, otras instituciones en el mundo, asumir una posicin radicalmente crtica, dentro del Pensamiento Complejo, y definitivamente interdisciplinaria, interinstitucional y transdisciplinaria. Las correlaciones buclicas entre artes, cultura y ambiente, son el campo problemtico que ms novedades y formas de abordaje de lo ambiental, tiene, por cuanto la tradicin ambiental planteaba una escisin entre naturaleza y cultura, lo

cual llevaba a pensar que lo ambiental tena que ver nicamente con lo ecolgico como ciencia, mientras que el arte tena que ver con las expresiones culturales, y stas se pensaban por fuera de la naturaleza. Lo ambiental complejo muestra las correlaciones entre cultura y naturaleza, donde la cultura emerge de la naturaleza como una forma autopoisica, caracterizada por estar constituida por lo simblico, lo imaginario y lo artificial, Solo que estos elementos de la cultura no se miran como no-naturales, sino por el contrario, se miran como naturaleza en expansin. La voz de los antroplogos, de los artistas, de los pensadores acerca de lo humano, de los estudiosos de la cultura y las artes, se expresa en esta temtica, abriendo un lugar bien importante, para pensar lo ambiental como estticas de la naturaleza en expansin. Finalmente, es la cultura como un proceso complejo, aquella que correlaciona educacin con territorio, as que los dejamos entonces, en las manos de nuestros articulistas investigadores. Un saludo muy especial a todos y sean bienvenidos a estas reflexiones Ana Patricia Noguera de Echeverri, PhD Profesora Titular Universidad Nacional Sede Manizales Editora Revista IDEAS AMBIENTALES Coordinadora Red de Pensamiento Ambiental Colombia Latinoamrica - Europa Manizales, agosto 15 de 2006

TERRITORIO Y AMBIENTE: UNA MIRADA GEOGRFICA

Dra.Claudia Tomadoni1 Instituto de Urbanstica Europea Bauhaus Universitt-Weimar

I- Introduccin La ciencia moderna consagr a travs de su bsqueda de la razn, de la fe en el poder de la experimentacin y su apoyo vehemente en la clasificacin, una ciencia geogrfica caracterizada por la descripcin de lugares. As, viajeros como Humboldt, Mutis y otros tantos contribuyeron al conocimiento de diferentes territorios a lo largo del planeta. Estos gegrafos realizaron a travs de sus registros, mapas, ilustraciones y narrativas de viajes, una grafa del territorio. Esta contribucin al conocimiento de los territorios fue utilizada por los nacientes estados modernos para extender sus dominios polticos y econmicos; a la vez que representaban las miradas particulares de quienes estaban convencidos que para conocer la naturaleza haba que medirla y cuantificarla. De esta manera, se construy una forma de dominacin simblica del territorio que tuvo implicancias en las formas posteriores con que la ciencia geogrfica abord sus objetos de conocimiento. Sin embargo, este haz de significaciones construidos por la ciencia moderna se encuentra desde hace tiempo en crisis. En los ltimos treinta o cuarenta aos el mundo viene experimentando un apasionante proceso de reestructuracin socioeconmico cuyas implicancias territoriales, son fundamentales para interpretar el derrotero seguido por las sociedades. As, se est estableciendo un nuevo orden de significaciones, de normas, de reglas y de valores que dan sentido a nuevas y diferentes prcticas expresadas en una creciente diversidad de estrategias sociales. Entonces digamos que la construccin de sentidos es un proceso social y el lenguaje es una de las formas de representacin de ese nuevo orden social especfico en construccin (Porto Gonalves, C. 2001). El conocimiento cientfico como producto social forma parte de ese nuevo orden social. El gran desafo en la actual coyuntura de crisis del capitalismo global es plantear, si el conocimiento generado sirve para la emancipacin (Habermas, J. 1987) con un sentido social crtico (Santos, M. 2000; Soja, E. 1997; Unwin, T.1992) o continuar, tal como critica Echeverri, consagrando a una cultura caracterizada por el dominio de la naturaleza en la creencia de que sta es ilimitada y esta disponible como recurso para la racionalidad tecnocientfica infinita del ser humano (Noguera Echeverri, A. 2004) En este sentido, el presente escrito pretende recopilar algunos nuevos sentidos, que expresados en conceptos y construidos desde la geografa, pueden ser un aporte para interpretar la actual coyuntura de crisis, segunda cuestin a considerar. En talPertenece al Programa Alan -Programa de becas de alto nivel de la Unin Europea para Amrica Latina1

sentido, la geografa como disciplina del mbito de las ciencias sociales, deja de ser un objeto para constituirse en una herramienta de accin, o dicho en otros trminos, en representacin de la accin de los agentes sociales. Entonces la nueva grafa de los territorios debe expresarse en una renovacin de conceptos que partiendo del reconocimiento del concreto real, construya redes conceptuales, para pescar criticamente aquello que debe cambiarse para lograr un reencatamiento del mundo (Noguera Echeverri, A. 2004). Para ello el primer paso es superar la dicotomia espacio sin tiempo y tiempo sin espacio. Lo ms apropiado es reconocer la existencia de una dimensin espaciotiempo, o si se quiere, tiempoespacio que nos permita definir al espacio geogrfico como materia y energa, como naturaleza y sociedad, o lo que es lo mismo en trminos estrictamente geogrficos, como forma y contenido. Estas duplas constituyen una unidad, slo separables al momento de la crtica anlitica de los procesos geohistricos. Por ello, lo correcto sera definir al espacio geogrfico como formacontenido (Santos, M. 2000). II- De como el tiempo se vuelve espacio: el tiempoespacio Hace ya algunos aos Wallerstein declar que tiempo y espacio no son dos categoras separadas, sino una sola: las que l denomin como TiempoEspacio. Simultneamente el autor invitaba a recorrer el dificilsimo e inquietante camino de cuestionar una de las bases de nuestra inteligencia: nuestra certidumbre sobre el tiempo y el espacio. Al realizar su invitacin sealaba que en el final del camino no se encuentra la simplicidad sino la complejidad (Wallerstein, Inmanuel 1998: 153, 163). La complejidad del proceso de reestructuracin productiva que se inicia a fines del siglo XX es parte del proceso de cambios cclicos en el desarrollo histrico del capitalismo. Analizar esta complejidad desde una mirada geogrfica presupone dejar en claro que el espacio geogrfico no es una representacin inocente de las relaciones sociales sino el mbito de objetivacin de esas relaciones de acuerdo a normas, valores, intereses, formas de pensar, percibir, e incluso sentir que todos los agentes sociales construyen desde distintas posiciones y condiciones a travs del tiempo. II-a. Espacialidad, historicidad y socialidad En efecto, el espacio es proceso, es cambio y por tanto no puede entenderse de manera esttica. Es una instancia dinmica, es pura accin y mutacin de su naturaleza original, en nuevas formas espaciales o nuevas naturalezas que se construyen a travs del tiempo (Santos, M. 1996a; 1996b). As, este dinamismo y su carcter relacional slo puede interpretarse a partir de la conjugacin balanceada de tres dimensiones de la vida humana: espacialidad, historicidad y socialidad (Soja, E. 1999)2. Esta triple articulacin, se objetiva y toma cuerpo dando lugar no ya slo, aAl respecto Edward Soja seala que ha existido una suerte de preponderancia de las dimensiones de la historicidad y la socialidad por sobre la espacialidad en el intento de explicar las complejidades del mundo moderno. Asimismo, recuerda que si bien ya Henry Lefebvre haba vinculado estas tres dimensiones en su propuesta de la dialctica de la triplicidad, Soja rescata esta triple dialctica pero a diferencia de Lefebvre elige al espacio como hebra interpretativa primaria de esta dialctica y construye una nueva alternativa interpretativa que denomina trialctica de la triplicidad que supone un rebalanceo ontolgico, epistemolgico y terico de las tres dimensiones (Soja, Edward, 1999)2

objetos o fenmenos distribuidos en el espacio, y que tradicionalmente responden a preguntas relativas al dnde y con una consideracin tangencial del cundo y quines-, sino a procesos en los cuales estas dos ltimas cuestiones necesariamente deben conjugarse con el dnde. De esta forma, espaciotiemposociedad, conforman una unidad indisoluble para interpretar particulares procesos socioespaciales complejos acaecidos a los largo de la historia y en diferentes espacios de acuerdo con los antecedentes histrico-productivo y el accionar de los agentes sociales (Tomadoni C. y Lerena M.2002) Pero adems, resulta significativo asociar la nocin de espacio a la de dinamismo porque esta relacin permite interpretar al espacio como una construccin, una produccin, un permanente hacer sobre formas ya construidas y producidas. Ms an, permite definir al espacio como una construccin social producto de procesos histricos que construyen y reconstruyen formas espaciales caractersticas a cada formacin socio-espacial (Lerena, M. y Tomadoni, C. 1997: 725). Tal como propone Santos, el concepto de formacin socio-espacial deviene del concepto de formacin socioeconmica (Santos, M. 1996: 17-28). Puede decirse entonces que las formaciones socioespaciales dan cuenta de instancias de vida del hombre en sociedad en lo econmico, social, poltico, tico, ideolgico, religioso, esttico, cientficotecnolgico y espacial; instancias que se expresan tanto en la continuidad como en la discontinuidad histrica. Construido de este modo el concepto de formacin socioespacial incluye como otra instancia al espacio en la medida que coadyuva a la reproduccin de las relaciones sociales. Estas relaciones no solo son relaciones de produccin, en trminos de posicin y condicin en un campo determinado (Bourdieu, P. 1988; Gutirrez, A 1995) sino tambin relaciones de identidad y pertenencia relativas al gnero, edad, procedencia, preferencias, intereses y valores de los agentes (Lerena, M. y Tomadoni C. 1997). Puede decirse entonces que la reproduccin en estos trminos genera relaciones sociales, que tienen un correlato territorial especfico que en determinadas coordenadas de tiempo y lugar da lugar a la conformacin de un territorio. En otros trminos, podra argumentarse que las conjugaciones diferenciales que se realizan de dichas relaciones dan especificidad a los procesos socio-territoriales. Planteado de este modo, los procesos de produccin mediatizados por el trabajo se articulan con la estructura social definiendo diversidad de formas de apropiacin y transformacin de la naturaleza para satisfacer necesidades materiales y no materiales de las sociedades a travs del tiempoespacio. As, a travs de la historia, han tenido lugar relaciones de produccin que en el contexto de la estructura social con la que se articulan, definen modos particulares de apropiacin y distribucin de los excedentes. En definitiva, se puede afirmar que coexisten diversas formaciones socio-territoriales en funcin de las particulares percolaciones que se realicen en los diferentes lugares con las relaciones de produccin y las relaciones de identidad y pertenencia. En definitiva, el territorio no es un objeto ni es una cosa, por el contrario, es un conjunto de relaciones complejas. La mirada transversal que puede realizarse de esta complejidad en relacin a las formas de habitar y a su utilizacin integral por parte de la sociedad, podra ser el mbito de accin del saber ambiental. II-b La sustentabilidad como nocin trialctica

Al definir al territorio como conjunto de relaciones complejas en el espaciotiempo surge el concepto de sustentable o sustentabilidad para calificar su evolucin y desarrollo. Ante esto, dicho concepto podra inscribirse como una nocin trialctica. Consideremos cmo. La sustentabilidad implica la reproduccin dinmica de la naturaleza eludiendo todo criterio de conservacin esttica que signifique un contrasentido a la nocin de movimiento y transformacin constante inherente a su existencia-; en este sentido, la sustentabilidad supone el uso sin agotamiento en el ahora y aqu para preservar para m y para los otros la naturaleza. As, la nocin se compone de las tres dimensiones del ser: la temporal, la espacial y la social. Con relacin a la primera implica mantener dando permanencia en el tiempo; con relacin a la segunda, involucra mantener los recursos de la naturaleza en naturaleza de un determinado lugar; y con relacin a la tercera, implica mantener para las generaciones futuras. La conjuncin de estas tres dimensiones lleva a otra idea asociada: reproducir implica defender nuestra esencia como sociedad entendiendo que somos parte de la naturaleza y vivimos en ella. De este modo, toda afeccin hombre-hombre es un problema ambiental y no slo la afeccin hombre-naturaleza como se considera desde visiones estrictamente ecologistas. Esta nueva consideracin tiene un corolario muy importante: el hombre pasa a formar parte de aquello por lo cual debera jugar, la sustentabilidad de la naturaleza en naturaleza. Entonces de lo que se trata es de reproducir la naturaleza en naturaleza en el tiempo sin olvidar que el hombre es parte integrante de ella. Pero vamos un paso ms all. Para propiciar prcticas sociales con criterios de sustentabilidad, y de ese modo reconocer un nuevo capital por el cual jugar socialmente en la construccin de un territorio sustentable, habra primero que modificar las condiciones objetivas en las cuales se desarrolla la dinmica social de produccin actual, puesto que el mejoramiento de esas condiciones propiciara un reposicionamiento de los agentes al permitir reacomodar fuerzas3, es decir poder, para construir un territorio sustentable en trminos de una nueva racionalidad ambiental (Leff, E. 1994). III- De cmo el Espacio se vuelve Tiempo: el EspacioTiempo Santos en su trabajo sobre la nuevas dimensiones de una geografa renovada seala que la geografa, debe ocuparse en investigar como el tiempo se vuelve espacio y como el tiempo pasado y el tiempo presente tienen, cada cual, un papel especfico en el funcionamiento del espacio actual (Santos, Milton 1996: 105). Podra aseverarse que e l espacio es tiempo condensado visible a travs de sus rugosidades -marcas que quedan inscriptas en las formas segn Santos. Parafraseando a Marc Bloch se podra decir que la geografa podra contribuir didcticamente a estudiar el presente por el pasado y el pasado por presente en vistas al futuro de los territorios. Y aqu nuevamente nos encontraramos con la nocin de sustentabilidad ambiental que deberan adquirir los procesos geohistricos. III-a. Espacio y TerritorioEn este sentido, recordemos que el territorio es un campo de fuerzas de aceleracin desigual (Santos, M. 2000) en el cual no todos los agentes sociales participan con igual poder.3

El territorio condiciona y posibilita procesos geohistricos, a la vez que resulta condicionado. En la actualidad, el territorio es un componente estratgico de los procesos de reestructuracin en los diferentes sectores productivos. Para ponderarlo como tal, es necesario dejar de lado una serie de supuestos que subyacen a su conceptualizacin: el territorio no es un soporte, no es un escenario, no es un lugar fsico, el territorio es un constructo social que sintetiza los cambios de lgica de los agentes que participan en su construccin y por lo tanto, posibilita visualizar los procesos en los que estn involucrados estos agentes, a partir de posiciones diferentes y con el ensayo de estrategias diversas. De este modo, se puede sealar que cambios en la lgica de los agentes sociales participantes en un proceso territorial (empresas, gobiernos, trabajadores, organizaciones no gubernamentales, etc.) suponen al mismo tiempo, un cambio en el espacio de produccin considerado y en su concrecin en un territorio determinado. Hablar de espacio y territorio es sumamente complejo, pero esa complejidad se puede trabajar diferenciando conceptos. Hablar de espacio es referirse a mbitos construidos directa o indirectamente por la sociedad. Esta nocin alude a un mbito genrico que se concreta en un territorio. As el territorio es un lugar4 preciso, con lmites y con caractersticas especficas segn posibilidades e intereses de los diferentes agentes sociales dispuestos al juego de la construccin de ese territorio. En definitiva, el territorio es un constructo social en determinadas coordenadas de tiempo y lugar, producto del entrecruzamiento de territorialidades5 construidas por los agentes en su proceso de apropiacin de los recursos. Asimismo, la nocin de espacio como mbito genrico puede ser el mismo para diferentes sociedades, por ejemplo el espacio de la produccin, pero su concrecin va cambiando a travs del tiempo. De all que el territorio es una concrecin de la nocin genrica de tiempoespacio, y de este modo, permite la interpretacin diferenciada de construcciones sociales. Esta correlacin estrecha entre las nociones de tiempo, espacio y sociedad es la que permite sealar que el espaciotiempo, a manera de estructura, adopta formas sociales en el territorio que acta como coyuntura. No obstante lo sealado, la nocin de territorio refiere en un sentido ms acabado a la relacin dialctica entre forma y contenido, es decir, entre configuracin territorial y dinmica social (Santos, M. 1986). Aclaremos que la expresin visible de esa configuracin es el paisaje. Pero Santos va mucho ms all en su construccin conceptual y propone en trabajos posteriores que el territorio6 se define en la relacin que se establece entre objetos geogrficos sociales y naturales- que constituyen sistemas de objetos y los fijos del lugar, y los procesos sociales econmicos, sociales, institucionales, religiosos, polticos, ideolgicos, cientficotecnolgicos que constituyen sistemas de acciones y los flujos que como haz de4

Johnston citando a Erickson (1980) seala que el trmino territorio puede ser utilizado como equivalente del concepto de lugar (Johnston, R. J. 2001: 562)

Sack define a la territorialidad como una estrategia para establecer diferentes grados de acceso a las personas, cosas y relaciones. De este modo coloca a la territorialidad dentro del contexto de las motivaciones y objetivos humanos (Sack 1986: 2) En realidad Santos define de este modo al espacio geogrfico. Aqu se propone que el territorio es una porcin asequible de ese espacio.6

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fuerzas sociales se ejercen en un lugar y conforman la localizacin (Santos, M. 1996 b: 73-78 y 2000: 54-71). Esos sistemas de objetos son parte del medio tcnico construido y forman sistemas de ingeniera y los sistemas de accin a travs del medio de trabajo dan lugar a flu os de relaciones y son el contenido que da vida a las formas (Santos, M. 2000: 199-201). III-a. Periodizacin y territorio Otra nocin indispensable que adosa Santos a su construccin terica es la de periodizacin con lo cual incluye la variable temporal en el anlisis del territorio. Esa nocin a su vez la refiere a otras dos: la nocin de rgimen y la de ruptura. El rgimen integra un conjunto de variables que funcionan armnicamente aunque con una evolucin no homognea y la ruptura seala el momento en que dicha organizacin deja de ser eficaz y abre paso a la crisis y al inicio de otro perodo (Santos, M. 1996 b: 79-80). A ello podemos agregar que la periodizacin de los procesos sociales es un recurso analtico de los cientficos sociales pues permite dar cuenta de permanencias y transformaciones durante un considerable fragmento de tiempo. Ms all de las permanencias, la sociedad va imprimiendo cambios en su devenir cotidiano por lo que se debe indicar que el desarrollo del fragmento no es homogneo. Mientras estas tendencias al cambio sean slo eso, tendencias, se puede afirmar que se permanece dentro un mismo perodo en la medida que las caractersticas esenciales se mantienen ms all del movimiento real de la sociedad. Asimismo, este movimiento va dejando huellas que se resuelven dentro del mismo perodo y que se prefiere considerar como etapas en las cuales los caracteres esenciales mantienen su calidad de tales. Sin embargo, cuando algunas tendencias comienzan a hacer mella es cuando sobreviene, el corte, la ruptura y con ella la crisis y el inicio de un nuevo perodo. En definitiva all se produce la transformacin. La consideracin de la periodizacin en este sentido permite empirizar de forma concreta el espacio y el tiempo como nociones equivalentes sin apenas ser simultneas7 de modo tal que el tiempo es espacio y el espacio es tiempo. Por consiguiente, ser a travs de la interpretacin analtica que se realice de cada fragmento como se podr aprehender la significacin de las formas y los contenidos que les dan vida a un momento concreto. Revisemos un ejemplo para aplicar este conjunto de conceptos. En el caso de una actividad industrial, se pueden constatar diferentes perodos y etapas en su desarrollo y las relaciones mencionadas se plantearan, respectivamente, entre, un nuevo paisaje industrial emergente, por ejemplo de un proceso de reestructuracin productiva constituido por lo natural y lo social adicionado a l- y el juego de estrategias de los agentes sociales que dan lugar a una dinmica social particular en espaciotiempo. As al decir de Soja, se producira una relacin trialctica entre sociedad, espacio y tiempo (Soja, E. 1997: 72). En fin, hasta aqu hemos puesto atencin en la dinmica de las dimensiones espaciales y temporales de los procesos geohistricos. Pero cmo opera la dimensin social. IV- Los agentes sociales como productores de territorio7

Extraordinaria aportacin de Einstein con su teora de la relatividad.

La geografa consideraba lo social estudiando la poblacin que habitaba en un lugar pero sin dar cuenta de sus acciones o estrategias en la construccin del territorio. Pero cuando esa poblacin es considerada conceptualmente como agente social con capacidad de produccin del territorio, la geografa debo buscar auxilio y encontr en la sociologa una aliada indiscutible en tanto, sta le aportaba herramientas conceptuales para considerar el accionar humano en relacin a las formascontenidos que van configurando el territorio. Examinemos entonces, este aporte sustancial para la geografa. Los agentes sociales producen en su devenir el territorio. Ahora bien, cmo interpretar las prcticas sociales en tiempoespacio.8 La economa de las prcticas sociales, dice Bourdieu, es producto de la relacin dialctica entre campo y habitus, es decir, entre las estructuras sociales externas y las estructuras sociales incorporadas respectivamente, por los agentes sociales a lo largo de su historia. As el campo se define como sistema de posiciones y relaciones de posiciones de los agentes y el habitus como la tendencia a pensar, sentir, percibir, valorar de los agentes. Un campo se delimita definiendo aquello que esta en juego y los intereses especficos, que no son irreductibles a lo que se encuentra en juego en otros campos o a sus intereses propios (Bourdieu, P. 1990 (b): 135-136). Para que funcione un campo hace falta gente dispuesta a jugar dotada de un habitus que implica conocer las leyes del juego en el cual se involucra. Lo que esta en juego es capital por el cual se lucha de acuerdo con intereses, he aqu la lgica del campo econmico transferida a cualquier tipo de campo; pero para evitar el reduccionismo econmico, Bourdieu prefiere, usar en lugar del trmino inters, el trmino illusio (de ludus, latn) cuya connotacin esta en relacin con la capacidad o propensin a jugar el juego, encontrndose el agente involucrado, atrapado en el juego y por el juego. Estar interesado quiere decir aceptar que lo que acontece en un juego social determinado tiene sentido, que sus apuestas son importantes y dignas de ser emprendidas (Bourdieu, 1995: 79-80) Asimismo, desde esta perspectiva se define al capital como el conjunto de bienes que se producen, se reproducen, se acumulan, se distribuyen, se consumen, se invierten y tambin, se pierden y/o amplan en el proceso de juego; existiendo diferentes tipos de capital, a saber: econmico, social, cultural y simblico. A esto se podra agregar la existencia de un nuevo capital: el ambiental (Tomadoni, C. 2003). Desde esta manera, el concepto de capital es liberado de su connotacin exclusivamente econmica, extendindose a cualquier tipo de bien susceptible deLa teora de la praxis de Pierre Bourdieu, de raigambre estructuralista constructivista (Bourdieu, P. 1988; 1990 (b); 1991; Gutirrez, A. 1995), se presenta como una de las perspectivas analticas, cuyos conceptos y lgica de funcionamiento permiten una aproximacin a los principios a partir de los cuales se estructuran las prcticas de los agentes sociales en distintos campos. Un aporte fundamental de esta perspectiva terica es el de extender la lgica econmica al anlisis de toda prctica social. Bourdieu recupera a Marx en su lgica de anlisis en trminos de lgica econmica, pero marca una ruptura al extender esa lgica a otros campos diferentes que el econmico. De este modo, construye una serie de conceptos que permiten interpretar las prcticas sociales sin reducirlas exclusivamente a causas econmicas, explicndose de esta manera incluso prcticas que pueden aparecer como desinteresadas o gratuitas. Dentro de esta lgica de anlisis, puede hablarse de diversas economas orientadas hacia fines no estrictamente econmicos, como la economa de la religin con la lgica de la ofrenda; la economa del honor con la lgica del intercambio de dones y contradones, de desafos y de respuestas, etc. (Gutirrez, A. 1995: 27).8

acumulacin en torno al cual puede constituirse un proceso de produccin, distribucin y consumo y, por tanto, un mercado o campo (Citado en Gutirrez, A. 1995:34). Concebido de este modo la estructura de un campo supone un estado de las relaciones de fuerzas entre los agentes o instituciones que intervienen en la lucha, o lo que es lo mismo, de la distribucin del capital especfico de ese campo que se ha acumulado durante luchas anteriores y que orienta las estrategias ulteriores (Bourdieu, P. 1990 (b): 136). Es de destacar que para el autor, las estrategias, no responden a la prosecucin intencional y planificada de fines calculados, sino al desarrollo activo de lneas de accin objetivamente orientadas que los agentes sociales construyen sin cesar en la prctica y que se definen en el encuentro entre el habitus y una coyuntura particular del campo (Bourdieu, P. 1995: 89), es decir, entre las condiciones sociales incorporadas (habitus) y las condiciones externas (campo). Sin embargo, Bourdieu no descarta que las orientaciones de los habitus puedan acompaarse de clculos estratgicos de costo y beneficio sobretodo en perodos de crisis, en los cuales los ajustes rutinarios entre campo y habitus son brutalmente trastocados y donde la eleccin racional puede predominar, por lo menos entre aquellos agentes que pueden, por as decirlo, darse el lujo de ser racionales (Bourdieu, P. 1995: 91). Esta consideracin de la dinmica existente en las prcticas sociales en correlacin con la configuracin territorial permite relizar un anlisis dentro de una perspectiva geogrfica y ambiental. Aqu no interesaran nicamente las prcticas como as tampoco las configuraciones territoriales, sino la relacin dialctica que se plantea entre ambas. Y esa relacin se devela a travs del reconocimiento de las lgicas subyacentes a las estrategias de los agentes sociales involucrados en los procesos espaciotemporosociales V- Territorialidad. Las estrategias sociales hacen territorio Segn la lgica que se considere, existen diferentes estrategias diseadas por los agentes sociales involucrados. Cada una de ellas tiene correlatos diferenciales segn el territorio. Algunas estrategias pueden ser convergentes como las de las empresas y los gobiernos; y otras impuestas desde otros y no desde nosotros como la de los trabajadores. Aqu cabe preguntarse cul es la dinmica de las lgicas, bsicamente se podra afirmar que las nuevas lgicas responden a estrategias de reproduccin de los agentes sociales involucrados y que, en el caso de agentes institucionales como cmaras empresariales y sindicatos, no necesariamente estn acorde a la de sus representados tal como se podra suponer. Ahora bien, la resultante territorial de cada una de estas lgicas da cuenta del tipo de territorialidad construida por los agentes; o dicho de otro modo, de las estrategias a travs de las cuales los grupos humanos ejercen su control sobre una determinada porcin de espacio. Pero al considerar un territorio en particular emerge un inconveniente: las actividades de algunos agentes exceden ampliamente los lmites de ese territorio tanto por sus implicancias productivo-comerciales como por sus impactos socioterritoriales. Tal es el caso del juego desarrollado por las empresas transnacionales Por ejemplo, una empresa transnacional farmacutica, automotriz y/o alimenticia, pueden describir una territorialidad, diferente a la de otra del mismo rubro; es que

cada empresa construye una estrategia territorial y en ella, el territorio es slo un eslabn ms. En estos trminos se podra hablar de un territorio de la industria cuya territorialidad se expresa acorde al accionar de estas empresas que operan no slo a escala local, es decir de una determinada regin urbana, metropolitana, ruralsino tambin a escala nacional, a escala macroregional -Mercosur, Nafta, UE- y a escala mundial. En estos trminos, la territorialidad9, es decir las estrategias construidas por diferentes agentes sociales para apropiarse de un lugar, resultan de un juego deliberado e intencionado que involucra una lgica propia de la sociedad que construye esa territorialidad. Sociedad que contiene tanto a quienes ejercen el poder para acceder al control del territorio como a quienes posibilitan ese dominio. Es decir, que la territorialidad se construye socialmente y es en consecuencia, una expresin territorial que adopta el poder a travs del ejercicio de estrategias territoriales y no territoriales. Acorde con lo sealado, la territorialidad construida por las empresas, en funcin al rediseo de sus estrategias productivo-comerciales globales, podran interpretarse en trminos de regin. El concepto de regin, de fuerte entidad geogrfica, servira para aglutinar objetos geogrficos y agentes sociales -y las relaciones entre ambos-, en un territorio a muy diferentes escalas que se caracteriza paradjicamente por su contigidad y por su discontinuidad. Un ejemplo en la actividad industrial puede ayudar a interpretar estos conceptos. Veamos. Contigidad, en trminos de proximidad a otras empresas para el funcionamiento segn criterio just in time y es aqu donde aparecen las regiones metropolitanas como territorios preferenciales en la lgica industrial; y discontinuidad, acorde al proceso de segmentacin productiva del modelo de produccin flexible actual que aprovecha las ventajas competitivas ofrecidas por diferentes territorios en el mundo. La territorialidad resultante configura el territorio de un determinado tipo de industria. Tomemos por caso el territorio de la industria automotriz que por su conformacin multiescalar es preciso interpretarla en trminos territoriales de regin. Y no de cualquier tipo de regin sino de una regin virtual10 segn la propuesta de Boisier quien la caracteriza sealado que posee una configuracin con ractual, una estructura complementaria, una construccin selectiva, un tipo de planificacin tctica, implica un proyecto regional coyuntural, tiene una espacialidad discontinua, una motivacin societal de competencia, una temporalidad pactada y una descentralizacin funcional (Boisier 1994: 604).Acaso resulte necesario hacer un alto e indicar que la nocin de territorialidad es entendida como estrategia territorial de un individuo o grupo en el intento de acceder al control de personas, cosas y relaciones sobre un rea geogrfica delimitada que se configura como territorio (Sack, 1986). 10 Boisier echando por tierra una serie de presupuestos sobre la nocin de regin y considerando que la flexibilidad, la elasticidad y la colapsibilidad son requisitos indispensables para comprender el funcionamiento de las regiones en el poca de la globalizacin, propone tres tipos de regiones, a saber: las regiones pivote, las regiones asociativas y las regiones virtuales. Las primeras responden a territorios organizados de manera compleja e identificable a escala de divisin poltico-administrativo histrica; las segundas se conforman a partir de la voluntad de unin de varias regiones adyacentes; y las terceras son resultado de un acuerdo contractual, formal o no, entre dos o ms regiones pivotales o asociativas (Boisier 1994: 602-604). Es importante aclarar que no se comparte con el autor la idea de considerar a las regiones como sujetos. Las regiones son objetos y los agentes que en ella operan son los encargados de dar dinmica a ese territorio. La regin por s sola no tiene vida, la vida se la otorgan las prcticas de sus agentes.9

Ahora bien, recordemos que el territorio es una construccin social en el tiempo y aglutina objeto de diferente naturaleza (carreteras, puertos, ros, establecimientos, parques industriales, barrios obreros, etc.) otorgando "forma" a un paisaje que adquiere toda su dinmica en el juego dialctico con el "contenido", es decir, con la sociedad que le da sentido y significacin. Este territorio, porcin de espacio en determinadas coordenadas de tiempo y lugar, tiene una dinmica particular y emerge relacionado a diferentes escalas con otros territorios, que contiguos o discontinuos se concretan territorialmente en una regin de mayores dimensiones que, por ejemplo, de la regin metropolitana de la cual es tributaria. Este tipo de configuracin territorial obviamente adquiere geometras variables consonantes con el indicador a considerar, en este caso las estrategias territoriales y no territoriales de las empresas. Haciendo un parntesis como para ordenar ideas, digamos que un territorio es una porcin de espacio y que las relaciones entre territorios dan forma a una regin. En este sentido, la nocin de regin es tambin de carcter relacional. No obstante, y retomando la idea de la regin virtual (Boisier 1994: 604) se puede afirmar que la industria automotriz, como actividad inherente y paradigmtica del capitalismo, se apropia del valor de uso complejo de las regiones metropolitanas donde localiza principalmente sus actividades, y las incorpora al tejido en red de una gran regin de tejido reticular impulsado por la ideologa de la competitividad y flexibilidad de la industria automotriz globalizada. As, la territorialidad construida por estas empresas da cuenta de una regin virtual conformada principalmente por varias regiones metropolitanas y por lugares, que no necesariamente son parte de una regin metropolitana, pero que al igual que stas, ofrecieron ventajas competitivas apetecibles para el capital. En consecuencia, la territorialidad de esta regin virtual debe interpretarse siguiendo los derroteros realizados por las empresas en tanto provisin de insumos de todo tipo, produccin segmentada y comercializacin de productos finales. En este sentido, la territorialidad estara definida por una lgica vertical (la de los sectores) y no por una lgica horizontal (la del territorio de una regin metropolitana) puesto que el territorio queda dependiente de la decisiones sectoriales al momento de conformar esta regin virtual que por su reticularidad toma forma a travs de flujos de materiales, informacin, capitales y mano de obra. Estos flujos son direccionados por las empresas, que como agentes sociales construyen una territorialidad que se apropia de cuanta cosa tenga valor para su juego en el espacio de los lugares. As cada empresa construye socialmente su propia territorialidad y en esa construccin fragmenta los territorios en los cuales se asienta. Esta fragemntacin se puede constatar a travs de innumerables indicadores de precariedad territorial (Tomadoni, C. 2005). Entonces el territorio reticular resultante a partir del proceso de reestructuracin, se esta construyendo sobre una contradiccin: quien est tejiendo la red no tiene puesto su inters en el desarrollo del territorio en cual se asienta la red. Por el contrario, el inters est puesto en la reproduccin ampliada de capital transnacional a partir de la consideracin de mercados emergente -por ejemplo el Mercosur- con la consiguiente exportacin de beneficios extralocales. Puede decirse entonces que poco importan a las transnacionales los impactos socioeconmicoambientales negativos que generen los nuevos territorios productivos, especialmente los industriales, puesto que la lgica que subyace a sus prcticas es depredadora, racional instrumental y est en funcin de una regin

virtual multiescalar dibujada por intereses transnacionales. A estos agentes poco y nada le interesan el desarrollo de esos territorios, solo toman sus beneficios. Ante esta situacin, y dado el poder que detentan estos agentes cualquier intento de desarrollo local sustentable en esos territorios es de complicada aplicacin, salvo que se produzca un cambio en la lgica de accin del resto de los agentes participantes en el juego. Como consecuencia de este proceso de reestructuracin del capitalismo global, estamos en presencia de un proceso de alta volatilidad: lo global llega, aprovecha y cuando las condiciones no le son favorables, primero amenaza con retirarse y de ese chantaje obtiene beneficios; luego efectivamente concreta traslados de ciertas actividades e instalaciones, hacia territorios que pondera como ms competitivos; y finalmente en muchos casos procede al cierre definitivo de instalaciones. Dicho en otros trminos: el capital aprovecha, agota y se retira en una estrategia que slo cabe denominar como estrategia depredadora. VI- A modo de aproximacin final: El Territorio consecuente Ante toda la situacin descripta, la sustentabilidad queda como un valor a construir pues cabra cabra preguntarse qu sucedi? por qu los territorios antecedentes derivaron o directamente se constituyeron en territorios consecuentes de caractersticas insustentables? Es que a partir de los aos 90 se comienza a consolidar una Nueva Lgica Territorial Glocaldependiente dentro del sistema capitalista mundial en tanto que las empresas transnacionales disean estrategias globales de segmentacin productiva con diversificacin de riesgo y jerarquizacin territorial que acompaadas por estrategias locales de atraccin de capitales por parte de los gobiernos y avaladas por un accionar sindical de corte autoreproductivo, han generado una situacin dependiente tanto para los agentes individuales trabajadores- como para los lugares donde habitan, sitio donde se produce el juego de los agentes. Esta nueva lgica territorial glocaldependiente no slo se observa en mbitos perifricos sino tambin en lugares perifricos de mbitos centrales en los cuales el capital opera con igual metodologa pero donde eljuego de algunos agentes sindicatos y sociedad civil- imponen ciertos lmites a la competitividad. Ahora bien, en ambas situaciones no hay ganadores ni perdedores sino prisioneros de un proceso de reproduccin ampliada del capitalismo a escala global. Las evidencias recogidas estn dando cuenta de que los territorios consecuentes, dualizados en lo social y en lo econmico con territorios tejidos por intereses extralocales, devienen en territorios desarticulados para el conjunto social. As, la insustentabilidad de los territorios emergentes de este proceso de reestructuracin es producto de un juego en el cual la falta de lmites a la competitividad (Grupo de lisboa, 1996) ha ido en desmedro de los intereses de los distintos tipos de capitales que poseen, o mejor dicho, posean otros agentes sociales que participan en la produccin del territorio. Esta falta de lmites ha convertido a trabajadores y gobierno, en rehenes de una situacin donde la desocupacin, la pobreza, la incertidumbre y la inseguridad ganan por doquier. As el territorio, devela formascontenido que dan cuenta de esos procesos: ciudades duales, ciudades fragmentadas con crecientes guettos de pobreza y riqueza, ciudades desindustrializadas, ciudades marketinizadas...

En consecuencia, la nueva lgica territorial ha generado externalidades que ponen en jaque al hombre social como naturaleza en naturaleza, condicionando su reproduccin dinmica como recurso de la naturaleza al comprobarse una reproduccin social concentradora en lo econmico, excluyente en lo social y norepresentativa en lo poltico y de all la insustentabilidad del nuevo modelo territorial. Territorios que en las condiciones actuales ni siquiera le sirven al capital, que lo ha generado, puesto que se est en la situacin del depredador que est extinguiendo la presa y migra a buscar nuevos territorios para conseguir el sustento que le permita reproducirse de modo ampliado. A la vez que es l mismo, quien reclama directa e indirectamente a travs de los organismos de crdito internacional, planes sustentables de los gobiernos para poder invertir nuevamente en esos territorios a los cuales lleg y desarticul en complicidad con gobiernos de turno, sumergiendo a esos territorios que con potencialidades y fortalezas, ms all de sus debilidades y amenazas, podran ser protagonista de procesos de desarrollo. En realidad la situacin no es una historia de victimas y victimarios sino de una fase ms de desarrollo de las fuerzas productivas en un contexto capitalista perifrico.

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GEOGRAFAS DEL CONTACTO

Carlos Enrique Mesa Gonzlez11

Los gegrafos no tienen que preocuparse de aquello que est fuera del mundo habitado Estrabn

Potica remite a Poiesis, lo que puede significar produccin, trabajo, imitacin, falsificacin, simulacin, invencin. Trabajo: ms bien labor: pero elaborar la tierra es labrarla, y labrarla es pintarla, tatuarla, maquillarla, cosmetizarla, ponerle una mscara, un disfraz, teirla de sangre o de sudor, hincharla de signos, duplicarla, esconderla, ocultarla, suplantarla. Imitacin, Falsificacin: la tierra la profunda, la natal, la primera, la mtica no proviene de un pasado remoto prehistrico o inmemorial cuyas huellas puedan rastrearse en los Mitos (incluso deformadas por la realidad extra-mtica); la sociedad, a travs de sus poetas inspirados, inventa su pasado como inventa su tierra natal: invencin y produccin, finalmente, pero no como creacin ex nihilo, sino como retoque, recomposicin, parcheamiento, disfraz. Y como retoque o invencin que jams encuentra su origen en el sujeto o en un sujeto colectivo voluntario y consciente, sino en los hbitos, en los hbitats, en los Espacios en los que nacen tanto los sujetos individuales como los colectivos Jos Luis Pardo

Uno El espesor de las superficies El horizonte posee densidad. La lnea limtrofe entre el mar y el cielo, el plano de contacto entre nuestro ser vertical y la tierra horizontal, como el borde de un recipiente, tienen cuerpo. La forma del litoral, forma del contacto, est llena de la materia que le provee la mutua e intermitente penetracin, entre las olas que avanzan y la arena de la playa que se sumerge.Conferencia Audiovisual Prembulo del libro indito Humedales en las rasantes misginas Trabajo de investigacin Caribea y Porce: geopoticas en el Valle de Aburr Facultad de Ciencias Humanas y Econmicas; Cdigo DIME 030804765 Universidad Nacional de Colombia Sede Medelln, mayo de 200511

Las superficies de separacin tienen espesor. Alojadas entre las cosas, entre los cuerpos, y entre las unas y los otros, su masa propia, abre y llena los espacios de distanciamiento. Aunque los ojos las piensen como lmites planos y vacos, ah, slo en ellas mismas, sujetadas, se esconden variedades de capas apelmazadas, reuniones de las trazas de mltiples encuentros. En los gestos de contacto, las partculas invisibles que desprenden los seres que se encuentran, que se tocan y se rozan, se mezclan con la empata suficiente para integrar otro ser. Paradjico nuevo ser. Extrao hbito afectivo: manto hecho de los restos animados del encuentro, que, en constante agitacin, puede evocar el contacto primordial. Pero su condicin de existencia, su presencia ptica y la afirmacin de su masa gravitacional, lo disponen para separar lo que rene. Entrometidas por siempre en los contactos posibles, las superficies de separacin constituyen los hbitos del encuentro entre los humanos y entre estos y sus cosas12. Hbitos de la nostalgia por la continuidad perdida13. Interdictos al contagio. Entretenimientos que llenan el vaco de la razn, retardando gratamente alguna confusin mortal. Entendemos, entonces, que una superficie de separacin es tambin una superficie de contacto; que un hbito superficial separa, pero, a la vez, mezcla. Que el mundo humano no slo es un trazado de lmites sino tambin de mezclas: un montn de trapos14. El ver y no tocar, conducta secular de la precaucin racionalista, anestesia del ascetismo15, nos ha ocultado esta condicin dualista, esta doble cara de la superficie, al resaltar, con vehemencia, el ver sobre el tocar, el distanciarse sobre el aproximarse, la figura sobre el fondo. Entendemos, entonces as, que una geometra de la separacin somete y oculta la geografa de la mezcla, inscripcin del contacto. Y que, para el develamiento de esta forma impositora de la superficie, se requiere la evocacin de su espesor afectivo. Como nuestra piel, la habitacin humana tambin es una superficie de separacin y de contacto, un intervalo de trasvases y retenciones. Desde ella, en sus muros agitados y porosos, se abren y se cierran lo que somos y lo que no somos, lo pasado y lo presentido. El interior y el exterior se sustancian y se compenetran. Receptiva y expresiva, de la misma manera que el vidrio de la ventana, su fino espesor se expone para afuera y para adentro, se desnuda y se reviste, envuelve y desenvuelve. Artefacto de nuestra habilidad para no estar solos, para no ser nadie, la habitacin es lugar de reunin, de mezcla afectiva, pero tambin, mbito de separacin, refugio seguro.12 13

Jos Luis Pardo; Sobre los espacios pintar, escribir, pensar. Georges Bataille; El erotismo. 14 Michel Serres; Los cinco sentidos. 15 Jos Luis Pardo; Las formas de la exterioridad.

Es cierto: tensos, habitamos solamente en superficies liminares. En su doble cara de entretenimiento y de separacin, sujetos en el interior seguro, escondiendo el exterior riesgoso16. Dos La doble mancha de las superficies Inmersos en el espesor de las superficies, se nos abre su condicin dualista: plano de separacin y cuerpo de contacto. Al habitarlas, una doble determinacin las anima: es medida, por distanciar, e inscripcin, por aproximar. La superficie-es-mtrica; la superficie-es-grfica. Aleja y acerca. Es retencin y desborde; geometra y geografa. Como dos labores complementarias, la superficie habitable se hace metra para espaciar y grafa para mezclar. Doble labor potica; doble invencin para la integracin en la superficie de un mismo mundo humano. Doble mancha: Metra de la seguridad y grafa del riesgo17. Una misma sustancia superficial se condensa en dos manchas; se somete a dos fuerzas de configuracin: la figura, que ensimisma, y el fondo, que contagia. La forma regular y la sensualidad fluida; geometra de la separacin y geografa del contacto. (...) volvi a examinar el manuscrito, leyendo partes al azar. Lo cerr. En la primera pgina estaba fotocopiada la mancha de una taza de caf. Una irritante afrenta personal: la taza hmeda apoyada en el primer captulo de su biografa, y ese insulto reproducido en blanco y negro. La curva interior de la mancha era un perfecto segmento de crculo; la curva externa era sangrante, irregular. (...). Aturdido, Ariel dej que su mente vagara libremente por la fsica de esa mancha: el movimiento del caf, impuesto por la mecnica de los fluidos, la tensin de superficie, la textura y capacidad de absorcin del manuscrito. Elegante: el contraste entre esa curva interior perfecta y esa lnea exterior irregular. Un edificio y su jardn. Una estrella y su tormenta de gases. 18 Un edificio y su jardn, dispuestos en la misma pgina: la forma regular de la ciudad y la sensualidad fluida del paisaje, penetrndose mutuamente, reunidas en la misma superficie habitable. La habitacin que retiene y el habitar que desborda, ambos en el mismo lugar. La arquitectura de piedra y la arquitectura de carne19. La forma y la vida; orden y sensualidad, figura y configuracin, forma y contorsin; separacin y mezcla: La figura geomtrica y la desfiguracin geogrfica son las dos configuraciones superficiales del elemento acuoso. Sobre el vidrio de la ventana, el reflejo seguro,

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Jos Luis Pardo; A cualquier cosa llaman arte ( Ensayo sobre la falta de lugares) Jos Luis Pardo; Sobre los espacios pintar, escribir, pensar 18 Douglas Cooper; Delirio 19 Richard Sennett; Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilizacin occidental

atrapa la humedad en sus escorzos, y el empaamiento difuso, se dispersa en el vapor hacia el jardn. De los encuentros en las superficies quedan dos impresiones: adentro, la calculada, que se retiene en la seguridad de una figura medida, y afuera, la nostlgica, que se desborda en la informalidad de alguna libertad. En conjuncin, todo en una misma mancha. Entendemos, entonces, que un hbito superficial se compone de las siluetas delineadas y de las zonas pintadas. Las siluetas dibujan el espritu de la superficie: su espectro inmortal; las zonas pintan el cuerpo de la superficie: su carne mortal. La piedra y la carne.20 Y que el primado del ver sobre el tocar, llamado el entendimiento, marca el desenlace del drama; le tiende un sentido, una verdad, a las superficies del habitar: la medida de la tierra reduce y somete la persistente fluidez telrica21. Pero la geometra de las superficies, que enmarca y distancia el contacto, describe tambin lo que se desborda de su figura: restos de la geografa enajenada. La curva interior de la mancha, perfecto segmento de crculo, delimita su interioridad, pero tambin describe los rastros de su exterioridad: la curva externa, sangrante, irregular. Y son estos restos persistentes los que nos atraen. El encanto de las superficies22 radica, para nosotros, en la perseverancia de la sensualidad; en el mundo de lo viviente que se asoma en las figuras del orden. Llamamos, entonces, geografas del contacto a los surcos humorosos, descritos al paso impositor de las rasantes manchas geomtricas. Tres La disponibilidad esttica de las superficies El espesor de las superficies es gentico. Las variedades de capas apelmazadas, la reunin de las trazas de mltiples encuentros, constituyen los grmenes disponibles para animar otros cuerpos, otras cosas separadas. Desde l se reviven los encuentros y renacen las diferencias. Ah, nicamente desde l, vuelven a brotar las diferentes figuras que alguna vez, contagindose, se mezclaron; y, de nuevo, se prefigura el resto: el afuera, el fondo, el paisaje. En los hbitos superficiales, en las habitaciones humanas, el mundo se renueva a cada instante23. Cada mirada, cada roce con las superficies evoca una variedad interminable de separaciones y de mezclas afectivas. Pero, adems de llenar los vacos de la ausencia, esta presencia evocadora tambin es masa gentica, densidad disponible para nuevos encuentros: Las superficies no tienen trmino; estn siempre disponibles. Su labor es arte de la espera; es obra contingente. Llenndolas y desbordndolas, la sensualidad resiste y persiste en las formas. El andamiaje superficial est disponible para los grficos de la ocupacin24,20 21

Ignacio Castro; Clima y accin. Jos Luis Pardo; Las formas de la exterioridad: La matemtica no es lo que desnuda de sentido a la naturaleza, al ser, sino que el exceso de sentido del ser es lo que obliga al entendimiento a una reduccin matemtica de la naturaleza. (La carne de las mquinas P.345). 22 F. Meja L. y J. Luis Morn L.; El encanto de las superficies 23 Jos Luis Pardo; Sobre los espacios pintar, escribir, pensar

de la misma manera como la rgida andana del cultivo de seda admite las segregaciones filamentosas de los gusanos animados. O, como en la habitacin, la tcnica del habitante escoge y dispone los equipos y los muebles, revistindola y perturbndola. Disponibilidad esttica: cada nueva rasante geomtrica que se proyecta para regular lo informe, segregndolo tambin lo admite. La postura hiertica sugerida por la silla, slo es la regla para el inevitable cuerpo de contorsiones que la ocupan y la redescriben. Las andanas se exponen al juego de los capullos que las llenan; los artefactos geomtricos se disponen a las excreciones geogrficas de lo viviente. Las superficies son papel de seda: tocndolas nos exponen a la sensualidad de las corrientes hmedas que la tejen. En ellas se encierran, dispuestas, las labores de las ninfas. Cuatro La especie superficie del traslapo El montn de superficies de separacin y contacto, lo integra una variedad de grupos que se diferencian entre s, cuando cada uno manifiesta su propio matiz estilstico. Pero que, en el mismo acto de diferenciacin, no dejan de relevar el rol decisivo del carcter gentico especfico que los rene: ellos existen, como grupos diferentes entre s, nicamente en sus mutuos traslapos. Cada uno puede expresar sus diferencias afectivas pero slo en la comparacin por sobre-posicin, constituyendo as la especie superficie de traslapo. Es el acontecer perseverante de su carcter hereditario especfico andarse traslapndose, el que admite la expresin de los diferentes matices superficiales. Ah, nicamente en los traslapos filticos se revela el grado de espesor, de disponibilidad esttica, de cada superficie de la especie. La ocurrencia de una imagen de la obra de Joan Brossa25, Eclipsi, nos ilustra esta sencilla aseveracin adversativa y nos permite expresar nuestras preferencias: Sobre el detalle limpio de una mesa de madera laminada, aparece un huevo frito apenas encima de una hostia. Servidos en la vista fotogrfica de una pgina de revista, dos alimentos vitales aplanados y solapados, se disponen para la comparacin, para la evocacin afectiva de sus diferencias y semejanzas:

Alison y Peter Smithson; Cambiando el arte de habitar Juan Brossa (artista cataln; Barcelona, 1919-1998); Eclipsi, 1988. Publicada en: Victoria Combala; Interpretando hoy, a Joan Brossa.25

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Las diferencias estilsticas. El huevo frito es una manera gustativa del huevo natural de la gallina; la hostia es una forma, asptica e inodora, de la masa artificial de pan zimo. El huevo frito, de origen animal, es inmediato: de contacto con la naturaleza; la hostia, de origen vegetal, es meditica: separada de la naturaleza. El huevo frito es de grafa tctil, sangrante; la hostia es de metra ptica, perfecta: El huevo frito, grasoso, todava es gelatinoso y espeso: condensa en el borde de la coccin geometra vulgar de la cacerola hirviente la sustancia animal, liberada de la cscara oval y de la cloaca de la gallina. Es adecuacin tcnica de la ley natural: comerse un animal las entraas de otro, para sobrevivir (para volverse gallina). La hostia, seca, es limpia y plana: borra en la forma de la tostada geometra pura de la plancha caliente la sustancia vegetal de la tierra cultivada, liberada por el sudor de la frente. Es creacin potica del pan de vida sobrenatural: comerse el cuerpo puro de Cristo, para alcanzar la vida eterna (para volverse santo). El huevo frito todava exhibe el trasvase mortal: Desprendido de la gallina, roto, fredo en la cacerola y servido en la mesa, an expone la pintura uterina de la incubacin. La yema, esfera de color naranjasolar, germen del embrin, nada circunscrita en la clara de la nutricin, blanqueada por la coccin. El feto en su lquido amnitico. La hostia esconde la transubstanciacin: La ausencia de levadura reduce a su mnima expresin el amasijo de harina de trigo y agua. En la figura de la circunferencia, tan slo revela la pureza interior de la semilla limpia. Quiere ser crculo blanco y leve; hoja plana, redonda y delgada, inodora e inspida. El huevo frito es una geografa permisiva de la inclinacin carnal; la hostia es una geometra auxiliadora de la privacin sensorial.26

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Richard Sennett; Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilizacin occidental

Roto el huevo de gallina, sin batirlo, se fre en la cacerola de aceite o grasa hirviendo. Al calor se graba el plano circular de la pequea sartn, reteniendo toda su geografa precedente. El huevo frito no es revestido, no tiene ornamentos sobrepuestos, es casi crudo. Es materia terminada a la vista. Trillado el trigo, la harina se bate en agua, y se tuesta en el calor seco de una plancha grabada con el jeroglfico cristiano. La hostia circular se le adorna con la inscripcin de la cruz griega: Paideia cristianizada; mezcla sobre impresa en la forma de la simiente, que la reviste con gestos de escritura. Invocacin de la Idea pura, de la palabra primordial, reflejo del Verbo Divino. El huevo frito, pasado por las manos, se sirve en el plato sobre la mesa domstica; la hostia, intocable, se eleva al cielo desde el mantel blanco del altar y, consagrada, se sirve en la patena. El primero, convoca a la nutricin de todos los das y calma el hambre mortal; la segunda, a la comunin de La ltima cena y sacia el hambre de inmortalidad. La rutina del huevo frito es domstica; el ritual de la hostia es litrgico. El huevo frito y la hostia son hbitos superficiales, estilizados en las maneras y en las formas poticas, sagradas y profanas, de los gestos y las palabras humanas.27 La semejanza filtica. Traslapados en el eclipse, pero reflejados mutuamente en razn de proporcin y de igual tamao, el huevo frito y la hostia son cuerpo carnal y vegetal, mundano y celestial, de un nico alimento espiritual. Dos rellenos diferentes, desplazados en la forma de un mismo crculo virtual: La preeminencia de la hostia celeste sobre el huevo mundano se afirma en las sutiles sombras de la pose fotogrfica: al parecer, el cuerpo puro est situado en el ms all del alimento circular y el huevo frito en su primer plano. Pero, desde otro punto de vista, la hostia, expuesta en la misma mesa del huevo frito y debajo de l, es desacralizada y aterrada. Cercana al suelo, se encarna. Ni el huevo ni la hostia son primero el uno que el otro. De cierta manera, parece que el huevo recorta a la hostia celeste: como en un eclipse de sol, su cuerpo lunar se interpone entre nosotros terrestres y la hostia solar. Pero de otro modo, un huevo solar se interpone entre nosotros terrestres y la hostia lunar. Ni el sol ni la luna, son ni el uno ni el otro. Sucesivos eclipses, nos presentan las capas desplazadas del alimento completo, como cuerpos astrales intercambiables: La yema solar rodeada por el crculo blanco e imperfecto de una atmsfera gelatinosa que ms bien parece una clara lunar; la forma sagrada de la hostia, de areola invisible, reposa sobre la textura lunar de la tostada grabada. A su manera, cada una de las dos superficies repite el mismo eclipse filtico. El traslapo de Joan Brossa nos configura un alimento completo, compuesto a la vez de inclinaciones y privaciones: la geografa del contacto parece ser la regla del huevo frito, carnal, y la geometra de separacin la de la hostia, asptica. Pero

Las diferencias estilsticas, los ritmos y los valores estticos, no se agotan en esta pequea comparacin. Sobre la base de la Esttica Expandida de Andre Leroi-Gourhan (El gesto y la palabra), se podra desplegar una retrica hermenetica, abierta y amplia, anloga al abismo imaginario que descubre el simple gesto fotogrfico de Joan Brossa

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tambin nos permite afirmar que tanto el uno como la otra son en s mismas hbitos superficiales, simplemente con diferente espesor esttico de separacin y contacto. Genticamente, las superficies de separacin y contacto no son indiferentes. Paradjicamente, esta especie no est compuesta de individuos aislados, sino de diferentes capas traslapadas. Capas a su vez compuestas de otras capas traslapadas. De traslapos en s mismas y en la relacin con los dems grupos de la especie. Capas de impresiones erticas: cuasi-mezclas, rplicas complementarias, de tensin y movimiento de los seres separados. Capas de la nostalgia por la continuidad perdida.28 Cada capa geomtrica solapa alguna geografa; cada traje, medio esconde alguna piel; cada piel expone algo de las entraas que recubre. La vida plena slo se asoma entre capas desplazadas. Es la instruccin gentica de estarse sobrepuestas estas superficies, la que construye su disponibilidad esttica, su labor de obra abierta o contingente, de arte en espera de lo viviente. Buscamos pues las geografas de contacto, el espesor disponible en los traslapos, los eclipses y las solapas de las geometras rasantes. Cinco La variedad superficie fisiogrfica El suelo de nuestras estancias es un plano horizontal. Fisiolgicamente, no puede ser inclinado y tampoco curvo. Todos nuestros lugares de descanso requieren de esta consistencia. Cuando nos movemos caminando sobre las superficies informes de la tierra, el ritmo escalonado de nuestros pasos, siempre la va buscando. Al desplazarnos por las sinuosidades de la tierra, del mar o del cielo, las formas de los vehculos y nuestras contorsiones, corrigen su ausencia. Para nuestra postura erguida, sedente o acostada, algo anda mal si no hay nivelacin horizontal. Cuando flotamos suspendidos en el aire o en el agua, incluso en las astronaves, requerimos este asiento para nuestra gravedad terrestre, este plano de referencia para la navegacin segura. Como capas tendidas, suspendidas o labradas sobre la superficie informe de la tierra, los suelos que habitamos tienen su espesor y sus traslapos especficos. Hbitos superficiales de contacto y separacin, como son, ellos guardan la nostalgia filtica de su disponibilidad esttica. Pero, ante todo, son la obra de nuestros pasos fisiogrficos que buscan, insistentes, la creacin serena del plano horizontal. A partir de estos pisos fisiogrficos, de esta variedad de la especie superficie de traslapos, diferenciamos y distinguimos los territorios de nuestros grupos, y ponemos orden en el universo circundante29. Exponindolos y superponindolos, rascamos el cielo y horadamos el suelo, para esperar a nuestros dioses o demonios. Con ellos nos cubrimos cotidianamente, cuando28 29

Georges Bataille; El erotismo Andre Leroi-Gourhan; El gesto y la palabra.

debemos proteger nuestra miseria mortal. Y claro est, por entre ellos y sobre los mismos, se desliza nuestra propia y riesgosa sensualidad, y se solapan toda la carnalidad y los humores de la exuberante exterioridad terrenal. Insistentes, humanizamos el suelo natural, construyndole terrazas tectnicas y atmosfricas, sobreponindole pavimentos y mesas, tendindole manteles y alfombras deslizantes y aromosas. Habitamos sobre ellas, por entre ellas y en sus pliegues. Ah, en un mundo de pisos y entrepisos fisiogrficos, se renen, ordenados y regulados por la ley pblica, nuestros grupos sociales, pero tambin, ah mismo, se confronta nuestra intimidad30. En roces y condensaciones, los cuerpos de piel que somos, se asoman aplanando sus pasiones, alejando las cosas para una contemplacin segura y limpia, pero tambin para la admisin de los contactos posibles.31 Resbaladizos, en una suerte erosiva y contagiosa, nuestros pasos planos forjan el informe suelo terrestre, con la horizontalidad espesa de una superficie fisiogrfica32 que lo torna habitable33. Seis Surcos humorosos en las geometras hdricas Las configuraciones planas de la variedad superficie fisiogrfica, no se sitan ms all o ms ac de la fluidez telrica y meterica de la naturaleza terrenal:Jos Luis Pardo; La intimidad Una mirada a la arquitectura y el emplazamiento del teatro griego, arte del salirse de s, en Delfos, puede ilustrarnos de un modo conveniente sobre los caracteres de las superficies fisiogrficas humanas. Tendida en la ladera, su luneta semicircular de asientos escalonados, conforma la estancia geomtrica de la contemplacin. Pero el ascenso hacia el santuario donde est inmersa, por la va sagrada, desde la baha de Itea remontando el ro Pleistos y la escorrenta de la fuente Castalia, hasta el monte Parnaso, conforma el recorrido serpentino, al tiento o del contacto con la tierra. El teatro griego admite la contemplacin ptico-acstica y la insercin hptica: la regularidad de su luneta todava se abre a la labor de la mitografa inscrita en paisaje. De igual manera, otra vez resulta ejemplar el acueducto romano: el clculo y la geometra tienden la rasante ptrea en el paisaje, de acuerdo con la funcin primaria de retener y conducir el agua por el canal, casi horizontal. Pero sus arcadas ptreas y geomtricas, soportes de la rasante, al desafiar la irregularidad del terreno revelan la variedad fisiogrfica del suelo viviente. La lnea recta del agua, a su paso, admite y descubre la sinuosidad del territorio. La rasante horizontal conduce, calculada y suavemente, el agua a su destino de consumo, pero verticalmente, al ir atravesando el campo, las variedades fisiogrficas van siendo descritas; variedades que antes permanecan invisibles. Este procedimiento creativo o inventivo de la arquitectura de todos los tiempos expone una geografa que comienza a existir slo como creacin del edificio geomtrico (y viceversa). Se trata de la geografa del contacto, de la superficie de contacto, de la configuracin del contacto. Esta labor potica caracteriza, de manera reflexionada, la obra de muchos arquitectos contemporneos. Nos resultan ejemplares las obras de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, Carme Pins y Peter Eisenman. Luis Fernndez-Galiano; Topografa tctil. Velos. Marco De Michelis, Magdalena Scimemi; Miralles Tagliabue. Obras y Proyectos 32 La fisiografa ha sido entendida como parte de la geografa cientfica, que trata de la configuracin natural de las tierras y los mares. Aceptamos esta definicin, siempre y cuando la amplitud de lo natural admita la propia naturaleza artificial y especfica del ser humano. Como se ha podido notar, el cumplimiento de este requisito simplemente lo hemos venido suponiendo, pues su consideracin nos resulta imprescindible. 33 Ignacio Castro; Clima y accin.31 30

ellas son maneras tcnicas y poticas de lo natural.34La sensualidad terrestre no les es marginal. Por el contrario, son estas superficies las que la hacen sensible. Una naturaleza es tambin creada, inscrita y descrita por cada superficie fisiogrfica; el espesor del suelo humanizado es terroso y atmosfrico.35 Es el exceso de sentido de la naturaleza, del ser, el que obliga al entendimiento poltico a trazar con estilo reductor, las superficies fisiogrficas. La Polis Secular destierra o entierra a la sensualidad telrica y meterica de la naturaleza, del ser.36 Al superponer la cara geomtrica por encima de la geogrfica, configura una interioridad de orden celeste, calculada y proporcionada el piso de la mesura, y una exterioridad terrestre, desordenada y pattica el subsuelo de la pasin. Debajo del gora ha quedado el antro inconsistente. La urbanidad del pavimento nivelado, confina en el subsuelo toda traza o persistencia de la emotividad natural del ser. Debajo de las piedras rasantes del mundo maqunico, de las redes de la ciudad ciberntica, condenada, se aloja la acuosa sensualidad terrenal. Ah, por debajo de las mesas, licenciosa, reclama su presencia. O, marginada irrumpe inoportuna: en los temporales imprevistos, en los movimientos telricos, en las avalanchas y derrumbes, en las inundaciones inesperadas Pero, aunque inmerso en la superficie fisiogrfica, el humedal no se deseca. Solapado, persevera cada vez en la variedad de las maneras de su espesor. Sus gestos estn siempre disponibles para nosotros los anfibios que necesitamos del contacto y del contagio con las aguas. Nuestro piso terrestre es tambin acuoso. Aun misgina, la superficie fisiogrfica de la Polis de todos los tiempos, es tambin hidrogrfica: sus congnitas rasantes de la irrigacin artificial, a cada paso, describen surcos serpentinos y humorosos de la perseverante fluidez telrica y atmosfrica: En las bermas inclinadas del agua canalizada, aparece dibujado el rastro reptador del ro evacuatorio. La rectitud limita el cauce, y la corriente del agua mrbida, momento tras momento, la desborda manchndolas con su gracia amnitica. Segregadas al infortunio tcnico del mundo maqunico, como su incomodidad pendiente, viven y se expresan estas geografas del contacto. Pasajeras como la maleza del jardn, su percepcin es fugaz. Pero en cada trazo del orden, se repliegan disponibles las trazas del desorden, perceptibles slo ah: en las figuras de la geometra. Hablamos pues de un arte contingente sujeto en las rasantes geomtricas del orden maqunico. Pendientes, en sus figuras misginas se describen las contorsiones de la sensualidad.

Flix Duque; Filosofa de la tcnica de la naturaleza La doble mancha de las superficies. Ya lo hemos dicho: la geometra de una superficie, enmarca y distancia el contacto, pero describe tambin lo que se desborda de su figura: restos de la geografa enajenada. La curva interior de la mancha, perfecto segmento de crculo, delimita su interioridad, pero tambin describe los rastros de su exterioridad: la curva externa, sangrante, irregular. 36 Jos Luis Pardo; Las formas de la exterioridad35

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Son estas configuraciones de las figuras las que llamamos geografas del contacto y no a un gesto natural, precedente o pasado, quiz arruinado. Nuestra esttica es nostlgica, pero no por aorar la naturaleza que se aleja, sino la exhuberancia de sentido del ser, reducida y encubierta en el sentido recto de la geometra poltica. En las geografas del contacto no tratamos de reconstruir el pasado desaparecido, sino de darle forma al presente posible37, a las maneras del agua que corre sobre las superficies del mundo de cristal. A sus manchas humorosas, y no a la lluvia lejana que tal vez algn da cay libremente sobre el terreno primordial. Sobre un amplio y denso campo indistinguible, en un momento dado, la inscripcin de una lnea describe la mancha de un paisaje. Ni la lnea ni el paisaje estn en relacin de precedencia. El paisaje no anteceda a la lnea, no era sensible, no tena sentido, no exista, no se le habitaba. La lnea es un gesto que se distingue por el paisaje. Sin l, la lnea no sera. Ambos ocurren a la vez. La geometra nos abre geografas: medir la tierra es, a la vez, inscribirla. Calculada, la tierra nos describe su exuberancia segregada; conmensurada o proporcionada, distinguimos la geometra de la contemplacin irradiante, de la geografa de la inmersin itinerante38. Como cosas indisolubles, una geografa de la pasin y una geometra de la accin cimientan la habitacin humana. Igual que el huevo frito y la hostia, en constante eclipse. Tctil, la escritura es un recorrido, un surco hmedo de la mano. ptica, la mesura es una estancia, un punto fijo de la mirada. Extraa manera de doble formacin: lo insensible se torna sensible y sentido, en la mutua configuracin del recorrido y la estancia, de la pintura y la silueta. Un edificio slido y su jardn hmedo, slo existen en la geografa de su propio contacto, de su mutuo trasvase, tectnico y erosivo, geolgico y atmosfrico, solapado y hmedo. BIBLIOGRAFA Alison y Peter Smithson; Cambiando el arte de habitar. Barcelona: Gustavo Gili, 2001

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M. de Michelis, Magdalena Scimemi; Miralles Tagliabue. Obras y Proyectos Andre Leroi-Gourhan; El gesto y la palabra

Andre Leroi-Gourhan; El gesto y la palabra. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1971. Carme Pins; Algunos proyectos (desde 1991). Barcelona: Actar, 1999. Douglas Cooper; Delirio. Barcelona: Andrs Bello Espaola, 1999. Estrabn; Geografa. Citado en: H. Capel y L. Arteaga; Las nuevas geografas. F. Meja L. y J. Luis Morn L.; El encanto de las superficies. Mxico: FCE, 1995. F. Meja L. y J. Luis Morn L.; El encanto de las superficies. Mxico: FCE, 1995. Flix Duque; Arte pblico y espacio poltico. Madrid: Akal, 2001. Flix Duque; El mundo por de dentro. Ontotecnologa de la vida cotidiana. Barcelona: Del Serbal, 1995. Flix Duque; Filosofa de la tcnica de la naturaleza. Madrid: Tecnos, 1986. Georges Bataille; El erotismo. Barcelona: Tusquets, 1980. Hans-Georg Gadamer; La actualidad de lo bello. Barcelona: Paids, 1996. Toda obra deja al que la recibe un espacio de juego que tiene que rellenar. (El elemento ldico del arte 73). Hesodo; Teogona. De la edicin: Hesodo; Obras y fragmentos. Introduccin, traduccin y notas de A. Prez Jimnez y A. Martnez Dez. Madrid: Gredos, 1983. Horacio Capel y Luis Arteaga; Las nuevas geografas. Barcelona: Salvat, 1985. Ignacio Castro; Clima y accin. Publicado en: Ignacio Castro; Informe sobre el estado del lugar. Ignacio Castro; Informe sobre el estado del lugar. Oviedo (Asturias): Caja de Asturias, 1998. Jos Luis Pardo; A cualquier cosa llaman arte (Ensayo sobre la falta de lugares). Publicado en: Ignacio Castro; Informe sobre el estado del lugar. Jos Luis Pardo; La intimidad. Valencia: Pre-Textos, 1996. Jos Luis Pardo; Las formas de la exterioridad. Valencia: Pre-Textos, 1992. Jos Luis Pardo; Sobre los espacios pintar, escribir, pensar. Barcelona: del Serbal, 1991. Juan Navarro Baldeweg; La habitacin vacante. Demarcaci de Girona, ColLegi Arquitectes de Catalunya. Editorial Pre-Textos, 1999.

Luis Fernndez-Galiano; Topografa tctil. Resea sobre el proyecto del arquitecto Peter Eisenman para la Ciudad de la Cultura, Santiago de Compostela, publicada en la revista Arquitectura Viva N.67. Madrid, 1999. Aqu, las cubiertas ptreas se montan y se modelan, tectnicas y estereotmicas a la vez, confundindose con el terreno en una continuidad tejida que extiende sobre el monte una gruesa alfombra de granito, en cuyos pliegues recortados se renen las formas mrbidas de la erosin geolgica con los contornos ntidos de la excavacin arqueolgica. (64-65) Luis Fernndez-Galiano; Velos vegetales. Resea sobre el proyecto de los arquitectos Herzog y De Meuron, publicada en la revista Arquitectura Viva N.67. Madrid, 1999. Marco De Michelis, Magdalena Scimemi; Miralles Tagliabue. Obras y Proyectos. Milano: Skira, 2002. Michel Serres; Los cinco sentidos. Mxico: Aguilar, 2002. Paul Valery; Eupalinos o el Arquitecto. Murcia: Comisin de cultura del colegio oficial de aparejadores y arquitectos tcnicos, 1982. No hay cosa bella separable de la vida, y la vida es lo que muere (Fedro 24). Cabe decirlo Pero la mayor parte de las gentes mantiene no s qu nocin inmortal de la Belleza (Scrates 25). Pierre Grimal; Diccionario de Mitologa Griega y Romana. Barcelona: Paids Ibrica, 1994. Richard Sennett; Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilizacin occidental. Madrid: Alianza, 1997. Victoria Combala; Interpretando hoy, a Joan Brossa. publicado en la Revista Internacional de Arte, LAPIZ 173. Madrid, mayo de 2001. Imagen de la pgina 8: Eclipsi (1988). Joan Brossa (artista cataln; Barcelona, 1919-1998). Publicada en la Revista Internacional de Arte, LAPIZ 173. Madrid, mayo de 2001.

CIUDADES DEL AGUA EN BRASIL: PATRIMONIO MEMORIA IDENTIDAD

Prof. Dr. Hans Haufe Heidelberg

No estaremos viendo, ms bien, el retrato del mar atacado por una tierra hambrienta y feroz que se disputa, activa, ambiciosa, encarcelada tierra, su reino al mar que es el dueo mayor del planeta? Carlos Fuentes, El rostro de la creacin.

El planeta azul naci del agua. Desde Toms Moro podemos redefinir la historia ambiental desde la perspectiva del agua, entre el sueo del paraso terrenal isleo y la brutal explotacin de la naturaleza. En la actualidad estamos ante una situacin catastrfica, que es resultado de esa larga expansin civilizadora, cuyos poderes dominantes son tab hasta el da de hoy. Cuando los espaoles conquistaron la fabulosa ciudad islea Mxico-Tenochtitln, all mismo comenz la decadencia de un frgil ecosistema. Fueron pues las razones del poder las que triunfaron, originando la destruccin de una cultura anfibia (Vals Borda) de indispensables riquezas y valores ambientales. Existen diferentes matices de la colonizacin de Brasil, Colombia y Mjico. Sin embargo, el eje vertebral de esas nuevas economas fue siempre la explotacin minera, la cual oper y prosper con xito a merced de la masiva contaminacin de los ros. Humboldt comprendi muy bien esta sinrazn: Os espanhis trataran a gua como inimigo. Parece que eles querian que esso Nova Espanha fosse tao rida como as regioes centrais de sua velha Espanha. Los rgidos trazados urbanos de Caracas, La Paz y Quito -en su relacin con el agua- dan testimonio de la crtica de Humboldt: los ros tienen funciones de abastecimiento y drenaje. Excepciones encantadoras se hallan representadas en los trazados urbanos de Mompox y Tlacotalpan que ocupaban centros prehispnicos. La ciudad imperial, siendo smbolo del poder de los nuevos territorios, se converta as en el instrumento construido por la colonizacin. Y es con Las Ordenanzas (1573) que se vio el reflejo de un mejor conocimiento de la topografa, mejor seleccin del lugar para las edificaciones y cuidado de aspectos como el clima y la higiene.

Brasil, un continente formado por miles de ros e islas, fue para los portugueses un desafo enorme. Hasta el siglo XVIII sus fundaciones urbanas se concentraron sobre todo en las costas del Atlntico como en los grandes ros, y haciendo uso en forma pragmtica de los pueblos indgenas. En el siglo XVII, los holandeses introdujeron una experiencia cultural distinta. En su larga lucha contra Espaa lograron ocupar el Nordeste, rompiendo el poder de la Armada. Haba comenzado pues la era mundial del capitalismo mercantil. Mediante su poderosa flota, Holanda gan la independencia poltica. Se convirti en una potencia fuerte gracias a sus alianzas, al espritu de su formacin calvinista y a su avanzada cartografa que era instrumento necesario para sus acciones colonialistas. Con el Brasil Holands se rompi el monopolio del comercio de esclavos, base de la produccin azucarera. Durante su corto perodo como Gobernador de la Compaa de la Indias Occidentales (1637-1644), el Conde Mauricio de Nassau realiz un experimento nico en Amrica: construy una ciudad planeada, un proyecto cultural y paisajstico sin precedentes. Su ciudad, Recife-Mauritiopolis, capital de la colonia, era un reflejo de la ciudad del agua de la tradicin holandesa, un centro multicultural en una isla del Atlntico, con su castillo residencial rodeado por un gran parque. Se trataba de un sueo realizado en el trpico. El mismo conde lleg a su palacio en bote y subi por una escalera. La escenografa arquitectnica para la llegada y la partida era un invento nico en todo el continente. El mensaje del parque era mltiple: jardn botnico, zoolgico, con carcter representativo y fines educativos. Todo un smbolo del poder y de la paz reinante bajo la fuerza militar holandesa. Construir y plantar en las orillas del mar creaba un mensaje perdurable frete a lo efmero del poder. La integracin urbanstica en el paisaje costero se logr con monumentales ejes visuales. Y esta tensin visual se aprecia hoy todava. Recife, bastin estratgico holands, se convirti en un modelo para famosos parques europeos y sus estructuras acuticas. Para dar proyeccin a su empresa visionaria, Mauricio financi la realizacin de obras geogrficas, cientficas y artsticas muy avanzadas para su poca. La imagen europea de Brasil naci por la difusin de las obras de Frans Post y Eckhout, que aparecen, con su impacto, como un eco del paraso. En Recife, la intervencin en el paisaje de la costa utiliza sabiamente las condiciones del agua, en comparacin con la brutal desaparicin del ro en Cuzco durante la transformacin colonial. -La guerra fratricida europea aparece en el arte holands en pocas escenas de bombardeos de la flota; la crueldad aparece reducida en miniaturas. Olinda, la cercana ciudad lusobrasileira, de trazado irregular, vive otro tipo de relacin armnica con el mar, sobre todo por sus mltiples miradores, presencia de luces y brillos, y porque en ella se emplearon las colinas y la exuberante vegetacin para la produccin de un espacio barroco en medio de un microclima agradable. Veremos entonces dos conceptos del poder colonial, que contrastan su sentido esttico en el paisaje natural.

En Olinda, el manejo del agua era importante para el equipamiento y mejoramiento urbano, como elemento de la defensa, mas no como elemento de la misma estructura urbana. En cuanto a lo esttico, los monumentos religiosos ocuparon los lugares privilegiados. La ciudad agrcola no