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JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ SENTENCIA: 00013/2017 C) BEATO PEDRO RUIZ DE LOS PAÑOS, Nº 5 -ORGAZ- (TOLEDO) Teléfono: 925-31.70.70, Fax: 925-34.72.43 Equipo/usuario: MCA Modelo: N04390 N.I.G.: 45124 41 1 2016 0000402 ORD PROCEDIMIENTO ORDINARIO 0000174 /2016 Procedimiento origen: / Sobre OTRAS MATERIAS DEMANDANTE D/ña. AISG Procurador/a Sr/a. MARIA DOLORES RODRIGUEZ POTENCIANO Abogado/a Sr/a. DEMANDADO D/ña. CAJA RURAL DE CASTILLA LA MANCHA Procurador/a Sr/a. MIGUEL ANGEL GOMEZ AGUADO Abogado/a Sr/a. SENTENCIA En Orgaz, a 23 de enero de 2017. Vistos por mí, Doña María de la Fé Amarillo Vozmediano, Juez del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de Orgaz, los presentes autos por juicio ordinario bajo el número 174/2016, en el que es parte actora AISG, representad por la Procuradora Sra. Rodríguez Potenciano, y asistida del letrado Sr. Gallardo Ramírez, frente a CAJA RURAL DE CASTILLA LA MANCHA SOCIEDAD COOPERATIVA DE CRÉDITO, representada por el Procurador Sr. Gómez Aguado, y asistida por la letrada Sra. Fernández; versando el juicio sobre nulidad y reclamación de cantidad. ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- La procuradora de los Tribunales demandante, en el nombre y representación que acreditó, formuló ante este Juzgado demanda de juicio de ordinario contra la demandada, alegando, en apoyo de sus pretensiones, los hechos y los fundamentos de derecho que consideró de aplicación al caso, y terminó suplicando al Juzgado se dictara sentencia por la que se “ 1.- Declare la nulidad de la estipulación que establece, en el contrato del que se deriva la presente demanda (contrato

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JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2

ORGAZ SENTENCIA: 00013/2017 C) BEATO PEDRO RUIZ DE LOS PAÑOS, Nº 5 -ORGAZ- (TOLEDO)

Teléfono: 925-31.70.70, Fax: 925-34.72.43

Equipo/usuario: MCA

Modelo: N04390

N.I.G.: 45124 41 1 2016 0000402

ORD PROCEDIMIENTO ORDINARIO 0000174 /2016 Procedimiento origen: /

Sobre OTRAS MATERIAS

DEMANDANTE D/ña. AISGProcurador/a Sr/a. MARIA DOLORES RODRIGUEZ

POTENCIANO Abogado/a Sr/a.

DEMANDADO D/ña. CAJA RURAL DE CASTILLA LA MANCHA

Procurador/a Sr/a. MIGUEL ANGEL GOMEZ AGUADO

Abogado/a Sr/a.

SENTENCIA

En Orgaz, a 23 de enero de 2017.

Vistos por mí, Doña María de la Fé Amarillo Vozmediano,

Juez del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de

Orgaz, los presentes autos por juicio ordinario bajo el número

174/2016, en el que es parte actora AISG, representad por la

Procuradora Sra. Rodríguez Potenciano, y asistida del letrado

Sr. Gallardo Ramírez, frente a CAJA RURAL DE CASTILLA LA

MANCHA SOCIEDAD COOPERATIVA DE CRÉDITO, representada por el

Procurador Sr. Gómez Aguado, y asistida por la letrada Sra.

Fernández; versando el juicio sobre nulidad y reclamación de

cantidad.

ANTECEDENTES DE HECHO

PRIMERO.- La procuradora de los Tribunales demandante, en el

nombre y representación que acreditó, formuló ante este Juzgado

demanda de juicio de ordinario contra la demandada, alegando,

en apoyo de sus pretensiones, los hechos y los fundamentos de

derecho que consideró de aplicación al caso, y terminó

suplicando al Juzgado se dictara sentencia por la que se “ 1.-

Declare la nulidad de la estipulación que establece, en el

contrato del que se deriva la presente demanda (contrato

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inicial firmado entre el promotor y entidad) y que se aplica al

contrato de subrogación, el limite a las revisiones del tipo de

interés aplicable. 2.- Se condene a la entidad bancaria a

devolver a mi cliente las cantidades que se hubieran cobrado en

exceso desde el 9 mayo de 2013, a determinar en ejecución de

sentencia. Y alternativamente: 1.- Declare la nulidad de la

estipulación que establece, en el contrato del que se deriva la

presente demanda (contrato inicial firmado entre promotor y

entidad) y que se aplica al contrato de subrogación, el limite

a las revisiones del tipo de interés aplicable. 2.- Para el

caso de estimada la petición de decisión prejudicial presentada

por el Juzgado de lo Mercantil nº 1 de Granada el 1 de abril de

2015, se condene a la entidad bancaria a devolver a mi cliente

las cantidades que se hubieran cobrado en exceso desde que

comenzó a aplicarse dicha cláusula, a determinar en ejecución

de sentencia.”

SEGUNDO.- Admitida a trámite la demanda mediante decreto de 3

de junio de 2016, y habiéndose dado traslado de la misma al

demandado para que compareciese y contestase en el plazo de

veinte días, lo que se hizo en el sentido de oponerse,

alegando, en apoyo de sus pretensiones, los hechos y los

fundamentos de derecho que estimó de aplicación al caso, y

suplicando al Juzgado la desestimación de la demanda.

TERCERO.- Convocadas las partes a la preceptiva audiencia

previa al juicio que señala la Ley, y llegado que fue el día

señalado, comparecieron todas las partes, exhortándose a las

mismas para que llegaran a un acuerdo, que no se logró,

afirmándose y ratificándose en sus respectivos escritos de

demanda y contestación, y realizando las manifestaciones que

obran en autos y solicitando el recibimiento del pleito a

prueba, proponiéndose únicamente la documental, quedando

conforme al artículo 429.8 LEC los autos pendientes de dictar

sentencia.

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CUARTO.- En la tramitación de estos autos se han observado las

prescripciones legales.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

PRIMERO.- El actor ejercita acción de nulidad de cláusula

contractual con fundamento en la Ley de condiciones generales

de la contratación y texto refundido de la ley de consumidores

y usuarios, y acción de devolución de cantidades ligada a la

anterior.

Alega el actor que mediante escritura de 3 de agosto de

2004 adquirió la que hoy es su vivienda habitual, sita en C/

Rio Tajo de Mora. Mantiene que tuvo que subrogarse en el

préstamo con garantía hipotecaria que tenía concertado con el

promotor. Sostiene que no se le dio información alguna en

relación a las cláusulas contenidas en el contrato, ni se

pactaron las mismas. Interesa la nulidad de la cláusula

tercera bis, al ser el actor consumidor, y ser aquella una

condición general de la contratación de carácter abusivo.

Alega que no fue informado de la cláusula y su contenido, no

habiendo habido conversaciones previas ni negociación. Que no

conocía ni conoció la realidad de la cláusula, denominada

suelo. Que la misma es nula por abusiva, por cuanto no se ha

dado información, ni ha tenido conocimiento, ni ha existido

transparencia, existiendo además un claro desequilibrio,

causándose un grave perjuicio al consumidor, hoy actor. Por

último, alega que supone un desequilibrio importante,

desproporcionado y no equitativo de los derechos y

obligaciones de las partes, en perjuicio del consumidor,

favoreciendo en términos económicos, exclusivamente a la

entidad financiera, solicitando por ello la nulidad y la

devolución de las cantidades abonadas en exceso.

Por su parte, el demandado se opone a lo alegado por el

actor. Con carácter previo, opone la falta de determinación de

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la cuantía y la falta de determinación de las pretensiones.

Las mismas fueron resueltas en la audiencia previa, tras el

correspondiente traslado a la parte actora. Respecto de la

primera fue desestimada habida cuenta que al tratarse de la

nulidad de una clausula aplicable a toda su vigencia, no puede

llegar a determinarse la misma más que de forma parcial y por

lo tanto no determinante de la cuantía concreta. Respecto de

la segunda, fue desestimada al estar claramente fijada la

pretensión, siendo la misma conforme a la LEC, efectuándose de

manera alternativa y determinándose claramente la pretensión,

la que por otro lado fue contestada sin óbice alguno. Entrando

en el fondo, reconoce la subrogación de la parte actora en la

posición de la entidad por ella referenciada, así como que la

actora no intervino en el contrato original. Se opone a la

alegada falta de conocimientos bancarios, contables y

administrativos de la actora, por cuanto entiende que es una

mera alegación huérfana de prueba. Mantiene que si hubo

negociación no pudiendo alegar desconocimiento al tener una

copia de la escritura. Entiende que si la actora no leyó el

contenido de aquella, es algo que únicamente se le puede

imputar a ella, a su falta de diligencia. Añade que era el

promotor la responsable de facilitar a los nuevos prestatarios

la escritura donde constaban las condiciones. Por tanto, en

caso de existir desinformación, no sería imputable a la

demandada. Manifiesta que en la cláusula se hace constar que

ha sido negociado por las partes, así como se reseña en

negrita lo hoy impugnado. Alega que no es una condición

general de la contratación, que no ha sido impuesta ni

predispuesta. Por último, opone que no supone desequilibrio

entre las partes y que está redactada en términos claros.

De lo anterior resultan como cuestiones controvertidas, si

procede o no la declaración de nulidad de la cláusula suelo al

ser condición general, si hubo o no negociación individual y

transparencia, y si procede o no la devolución de las

cantidades.

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SEGUNDO.- Corresponde en este fundamento entrar a resolver las

fijadas como cuestiones controvertidas.

En primer lugar se analizará en este fundamento la

excepción opuesta por el demandado relativa a que sí hubo

negociación individual e información, pero en la persona del

promotor, quien entiende obligado a ello en relación con el

hoy actor.

Las partes en la presente litis se encuentran unidas en

virtud de Escritura de compraventa con subrogación con

garantía hipotecaria, de fecha 3 de agosto de 2004. A través

de dicha escritura, el hoy actor se subrogó en la posición del

deudor anterior –préstamo origen de fecha 5 de diciembre de

2003-, consentida y aceptada por el hoy demandado.

El actor sostiene que en ningún momento se le informó

sobre las condiciones del contrato. Por su parte, el demandado

opone que no es a él a quien le compete informar de las

condiciones sino al promotor, siendo además que en la

escritura sí reza que el actor tenia conocimiento de las

condiciones del contrato en el que se subrogaba.

Entrando ya en la causa de oposición, como se ha indicado,

la demandada afirma que los deberes de información relevantes

en caso de subrogación en préstamo hipotecario corresponden al

promotor vendedor, por exigirlo así la normativa

administrativa que invoca. Lo cierto es que no debe

confundirse la imposición de un deber especial de información

a un sujeto con la liberación al prestamista del cumplimiento

de sus propios deberes en cuanto tal, frente al consumidor o

usuario que es su deudor. En el presente caso, el petitum se

contrae a la declaración de nulidad de una condición general

de la contratación. Es la demandada la única que tiene

derechos frente a la demandante, en tanto que es acreedora

suya, y además, se lucra con su actividad de crédito. Dicho de

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otro modo, no es posible en ningún caso que la estimación de

la pretensión de la actora pudiera afectar directamente al

promotor vendedor, nunca se podría condenar a dicho promotor a

eliminar una cláusula o condición del préstamo del que no es

parte. En rigor, las únicas partes legitimadas para este

proceso son la demandante en cuanto prestataria, y la

demandada en cuanto prestamista y acreedora que consiente. De

manera que al promotor que incumple su obligación de informar

podría en su caso exigírsele una reparación del daño que con

tal omisión hubiera podido causar, pero nunca podría

atribuirse a su conducta el efecto de hacer intocable o

indiscutible una cláusula llamada a regir las obligaciones

económicas entre otros sujetos.

En consecuencia, sólo debe examinarse en el presente

proceso la conducta de las partes en el contrato en vigor, y

más específicamente, la conducta del empresario predisponente

frente al consumidor con el que contrata. Y al respecto es

evidente, en primer término, que el contrato objeto de autos

genera unas obligaciones en el demandante, en beneficio

correlativo de la demandada, que consintió la subrogación, por

la que cobró sin que conste que prestase ningún servicio a

cambio (singularmente, ni informó, ni ofreció negociación

sobre las condiciones, según debe concluirse de la ausencia de

prueba al respecto, así como del hecho de que la demandada

sostiene que la mera tenencia de copia implica

desconocimiento, no ilustración) y que gira mensualmente

liquidaciones por los intereses devengados por el crédito,

calculados según la cláusula impugnada, en su exclusivo

beneficio, pues el vendedor no obtiene ninguna

contraprestación por ello, siendo tales intereses la

remuneración por el servicio consistente en el préstamo que la

demandante debe devolver.

La demandada es consciente y conforme con el destino del

préstamo a consumo y no a una actividad económica, lo que

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implica que su cliente deudor es consumidor o usuario, desde

el momento en que admite para lucrarse la subrogación de la

demandante en un crédito destinado a la compra de vivienda,

sin hacer ninguna salvedad ni mención en otro sentido.

Es asimismo obvio que el préstamo a promotor se concede

para que surta efecto durante años frente al comprador final,

que puede ser o no consumidor, pero que muy probablemente lo

sea. Luego la entidad de crédito no puede en ningún momento

desconocer que el contrato le afectará a este destinatario

final, hasta el punto de que de hecho las cláusulas se

redactan pensando en el mismo, así resulta del tenor de la

misma en el caso de autos. Por lo que en ningún caso puede

desconocer el carácter del comprador y eludir sus obligaciones

como prestamista predisponente cuando voluntariamente admite

la subrogación. De hecho, el cambio de deudor no es posible

sin su conocimiento y aceptación, y de la misma manera que no

supone un cambio de las obligaciones inherentes a tal posición

en el contrato, no puede suponer una minoración de los deberes

del acreedor frente al deudor.

Por último, como se ha indicado, tampoco puede obviarse la

condición de consumidor del hoy actor y por tanto el derecho

que le es propio de ser debidamente informado de la

trascendencia económica de la incorporación al contrato de la

cláusula objeto de esta litis, información que ha de ofrecer

aquella parte con la que contrata y con la mantendrá la citada

relación económica, esto es, el demandado.

Por tanto, la primera excepción ha de decaer, no siendo

tal alegación fundamento excluyente de sus obligaciones

propias resultantes de ser prestatario y beneficiario de la

actuación.

En cuanto a la segunda excepción opuesta por el demandado,

ha de correr la misma suerte que la anterior. Mantiene el

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demandado que el actor firmó que conocía las condiciones en

las que subrogaba, lo que es negado por el actor.

Por todos es sabido que la declaración es característica

de toda escritura de subrogación, pero que la misma por si

sola no puede ser considerada como una máxima iure et de iure,

al contrario. En el presente caso, el actor ha desvirtuado tal

conocimiento, no ofreciendo prueba en contrario el demandado,

ni siquiera alega que lo hiciese, al contrario, así como

tampoco alega ni prueba que informase de la repercusión de la

cláusula en el desarrollo del contrato, lo que tiene especial

trascendencia como más tarde se verá.

De lo hasta aquí expuesto resulta que el actor no sólo no

tuvo conocimiento de las condiciones del préstamo en el que

subrogaba y su repercusión en el desarrollo del contrato, sino

que además el demandado no cumplió con las obligaciones que le

son propias. Por ello procede en el fundamento siguiente

entrar a analizar si procede o no la declaración de nulidad de

la cláusula litigiosa, para en su caso, proceder en el

siguiente a analizar si procede o no la devolución de las

cantidades.

TERCERO.- Corresponde en este fundamento entrar a conocer

sobre las demás cuestiones fijadas por las partes. Para ello,

partiré de las alegaciones de las partes, para después de

asentar un par de conceptos previos, y proceder a analizar

aquellas hasta concluir sobre el objeto principal, esto es,

sobre si procede la declaración o no de nulidad por

abusividad.

A.- Alegaciones de las partes: el actor interesa la de

declaración de nulidad de la denominada cláusula suelo que

establece “Expresamente convienen las partes prestataria y

prestamista, que a partir de la fecha de suscripción de la

presente scritur5a y hasta el momento en que la caja haya sido

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completamente reintegrada de todas y cada una de las

cantidades que le resulten debidas a consecuencia de este

contrato y devenguen y el interés remuneratorio o moratorio

pactado en las clausulas financieras TERCERA, TERCERA BIS Y

SEXTA del mismo, el tipo de interés aplicable a estos

conceptos no podrá ser en ningún caso, inferior como mínimo al

0,00% anual ni superior como máximo al 8,50% anual para el

promotor; ni inferior como mínimo al 2,25% anual ni superior

como máximo al 8,50% anual para los subrogantes, aun cuando

las variaciones de los índices de referencia o cualquier otra

circunstancia de aplicación al caso, según las previsiones de

aludidas cláusulas, pudiesen situar a aquel por encima del

máximo o por debajo del mínimo citados”. Interesa la nulidad

al entender que es condición general de la contratación y

abusiva, por no haber existido negociación individual, ni

transparencia, y además causar perjuicio al consumidor y ser

contrario a la buena fe. Por su parte, el demandado se opone a

la consideración de condición general de la contratación, pues

entiende que no reúne los presupuestos fijados por el Tribunal

Supremo en sentencia de 9 de mayo de 2013 para adquirir tal

condición.

B.- Cuestiones previas: en atención a los sucesivos

análisis que en este fundamento se irán realizando, deviene

imprescindible dejar fijadas dos cuestiones. Por un lado, las

reglas sobre valoración de la prueba a aplicar, y, por otro,

si el aquí actor ostenta o no la condición de consumidor.

En cuanto a las reglas sobre la valoración de la prueba,

Del artículo 217 de la LEC resulta la regla general según la

cual aquel que alegue un hecho debe probarlo, así como también

ha de hacerlo el que tenga mayor facilidad probatoria; por

tanto, la prueba de la transparencia y negociación le compete

al demandado. De igual modo, el artículo 82.2 del Texto

refundido de la ley de consumidores y usuarios (en adelante

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TRLGDCU) expresamente atribuye la carga de la prueba de la

negociación y transparencia al empresario que afirma que sí

han existido, de nuevo, el demandado.

En cuanto a la condición de consumidor, el artículo 3 de

TRLGDCU establece “A efectos de esta norma y sin perjuicio de

lo dispuesto expresamente en sus libros tercero y cuarto, son

consumidores o usuarios las personas físicas que actúen con un

propósito ajeno a su actividad comercial, empresarial, oficio o

profesión. Son también consumidores a efectos de esta norma las

personas jurídicas y las entidades sin personalidad jurídica

que actúen sin ánimo de lucro en un ámbito ajeno a una

actividad comercial o empresarial.“. No cabe duda de que en el

presente caso el actor ostenta tal condición, al ser persona

física que no actúa en ámbito profesional alguno y que contrata

en aras a adquirir su vivienda habitual. Destacándose además

que no es cuestión controvertida tal condición en relación a

la impugnada cláusula. El demandado no niega esta condición

atribuida por el actor, únicamente se limita a indicar que se

opone a que no tiene conocimientos bancarios, contables y

administrativos, pero sin que ello lo alegue para desvirtuar su

condición de consumidor en relación con la subrogación en

préstamo hipotecario.

C.- Entrando en la primera cuestión opuesta por las

partes, corresponde resolver sobre si nos encontramos ante una

condición general de la contratación.

El artículo 3 de la Directiva 93/13/CEE del Consejo, de 5

de abril de 1993, sobre las cláusulas abusivas en los

contratos celebrados con consumidores, establece que las

cláusulas contractuales que no se hayan negociado

individualmente se considerarán abusivas si, pese a las

exigencias de la buena fe, causan en detrimento del consumidor

un desequilibrio importante entre los derechos y obligaciones

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de las partes que se derivan del contrato. Asimismo, establece

que se considerará que una cláusula no se ha negociado

individualmente cuando haya sido redactada previamente y el

consumidor no haya podido influir sobre su contenido, en

particular en el caso de los contratos de adhesión. Y que el

hecho de que ciertos elementos de una cláusula o que una

cláusula aislada se hayan negociado individualmente no

excluirá la aplicación del presente artículo al resto del

contrato si la apreciación global lleva a la conclusión de que

se trata, no obstante, de un contrato de adhesión.

El artículo 7 Directiva 93/13/CEE impone a los Estados

miembros velar por el establecimiento de medios adecuados y

eficaces para que cese el uso de cláusulas abusivas, debiendo

incluir disposiciones que permitan a las personas accionar

ante los órganos judiciales o administrativos a fin de

determinar si ciertas cláusulas, redactadas con vistas a su

utilización general, tienen carácter abusivo y aplicar los

medios adecuados para su cese.

La transposición de la Directiva se llevó a cabo en

nuestro país a través del dictado de una normativa específica.

En concreto, la Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre Condiciones

Generales de la Contratación, cuya Exposición de Motivos

recoge que tiene por objeto la transposición de la Directiva

93/13/CEE, del Consejo, de 5 de abril de 1993, sobre cláusulas

abusivas en los contratos celebrados con consumidores, así

como la regulación de las condiciones generales de la

contratación.

Por su parte, la STS de 9 de mayo de 2013 establece que

constituyen requisitos para que se trate de condiciones

generales de la contratación los siguientes: a)

Contractualidad: se trata de "cláusulas contractuales" y su

inserción en el contrato no deriva del acatamiento de una

norma imperativa que imponga su inclusión; b) Predisposición:

la cláusula ha de estar prerredactada, siendo irrelevante que

lo haya sido por el propio empresario o por terceros, siendo

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su característica no ser fruto del consenso alcanzado después

de una fase de tratos previos. En particular en el caso de los

contratos de adhesión; c) Imposición: su incorporación al

contrato debe ser impuesta por una de las partes -aunque la

norma no lo exige de forma expresa, dada su vocación de

generalidad, debe ser impuesta por un empresario-, de tal

forma que el bien o servicio sobre el que versa el contrato

nada más puede obtenerse mediante el acatamiento a la

inclusión en el mismo de la cláusula; y d) Generalidad: las

cláusulas deben estar incorporadas a una pluralidad de

contratos o estar destinadas a tal fin ya que, como afirma la

doctrina, se trata de modelos de declaraciones negociales que

tienen la finalidad de disciplinar uniformemente los contratos

que van a realizarse. De otro lado, para que una cláusula

contractual sea calificada como condición general de

contratación resulta irrelevante: a) La autoría material, la

apariencia externa, su extensión y cualesquiera otras

circunstancias; y b) Que el adherente sea un profesional o un

consumidor -la Exposición de Motivos LCGC indica en el

preámbulo que "la Ley pretende proteger los legítimos

intereses de los consumidores y usuarios, pero también de

cualquiera que contrate con una persona que utilice

condiciones generales en su actividad contractual", y que "las

condiciones generales de la contratación se pueden dar tanto

en las relaciones de profesionales entre sí como de éstos con

los consumidores".

El propio Tribunal Supremo, en SSTS de 4 de noviembre de

2010 y 29 de diciembre del mismo año, ha venido reconociendo

el carácter de condición general de contratación a las

estipulaciones incorporadas a las escrituras de préstamo

hipotecario suscritas por las entidades financieras. Añade el

Tribunal Supremo, aun en el seno de la sentencia de 9 de mayo

de 2013, que la prestación del consentimiento a una cláusula

predispuesta debe calificarse como impuesta por el empresario

cuando el consumidor no puede influir en su supresión o en su

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contenido, de tal forma que o se adhiere y consiente contratar

con dicha cláusula o debe renunciar a contratar; que no puede

equipararse la negociación con la posibilidad real de escoger

entre pluralidad de ofertas de contrato sometidas todas ellas

a condiciones generales de contratación aunque varias de ellas

procedan del mismo empresario; que tampoco equivale a

negociación individual susceptible de eliminar la condición de

cláusula no negociada individualmente, la posibilidad, cuando

menos teórica, de escoger entre diferentes ofertas de

distintos empresarios; y la carga de la prueba de que una

cláusula prerredactada no está destinada a ser incluida en

pluralidad de ofertas de contrato dirigidos por un empresario

o profesional a los consumidores, recae sobre el

empresario.

Igualmente, la STS de 9 de mayo de 2013 reconoce como en

nuestro sistema una condición general de la contratación puede

referirse al objeto principal –lo que se tratará más adelante-

y, de hecho, para el empresario probablemente la mayor

utilidad de las condiciones generales se halla precisamente en

la definición de este. Cuestión distinta es determinar cuál es

el grado de control que la ley articula cuando las condiciones

generales se refieren a él.

En atención a lo anterior, en el caso de autos, no puede

cuestionarse a priori que la cláusula "suelo" objeto de

impugnación tenga carácter contractual y que su inclusión en

el contrato de préstamo hipotecario con consumidores sea

facultativa. No existe normativa que imperativamente imponga

su inclusión. Tal y como analiza la STS de mayo de 2013, el

empresario, al configurar la oferta, puede imponer al

consumidor una cláusula indeseada por este que, pese a

conocerla, debe aceptar para contratar. Tal conocimiento no

excluye su naturaleza de condición general y constituye un

requisito absolutamente elemental para ser consentidas e

incorporadas al contrato, tanto por ser el consentimiento uno

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de sus elementos desde la perspectiva de la doctrina clásica,

de conformidad con lo dispuesto en el artículo 1261.1º del

Código Civil, como por exigirlo de forma expresa el artículo

5.1 LCGC según el cual "las condiciones generales pasarán a

formar parte del contrato cuando se acepte por el adherente su

incorporación al mismo".

Por tanto, se concluye que la cláusula analizada sí es una

condición general de la contratación. Además, es una condición

no negociada individualmente y que por tanto ha de reunir los

requisitos establecidos en el artículo 80 del TRLGDCU. Ello se

concluye de la ausencia de prueba en contrario, en aplicación

de las fijadas reglas sobre la carga de la prueba, y más en

concreto del propio reconocimiento del demandado, quien

sostiene que tal obligación es del promotor –lo que se ya se

trató en el fundamento anterior- y que si el actor hubiera

querido negociar la cláusula lo hubiera intentado, como hizo

en los tratos extrajudiciales.

Es decir, estamos ante una cláusula no negociada

individualmente, susceptible de ser examinada – como más tarde

se analizará-, para así poder determinar si se trata de una

condición abusiva, en los términos y con los efectos del

articulo 82 TRLGDCU, pues ya ha sido indicado que estamos ante

un consumidor que procedió a la compra de la que resulta su

vivienda habitual.

D.- En cuanto a si cabe o no el análisis de la cláusula a

la luz de la LCGC al afectar a un elemento esencial del

contrato,

Durante cierto tiempo ha existido debate sobre si el

control y la declaración del carácter abusivo de todo contrato

podía recaer sobre cualesquiera cláusulas del contrato, ya

afectara a elementos esenciales del contrato ya afectara a

aspectos accesorios del mismo. El Tribunal Supremo se

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pronunció sobre el particular al analizar, y declarar la

nulidad en base al art. 8.2 LCGC y art. 10.bis LGDCYU, de la

"cláusula de redondeo al alza" en su Sentencia de 2 de marzo

de 2011. Lo novedoso de esta sentencia estriba en el hecho de

que permitió que el Tribunal Supremo considerase el carácter

abusivo de un elemento propio del objeto del contrato, y ello

tomando como base la Sentencia del Tribunal de Justicia de la

Unión Europea de 3 de junio de 2010 (Asunto C-484/08).

Sin perjuicio de lo que estableció la STS de 18 de junio

de 2012, que se apartó del antedicho criterio, la STS a la que

constantemente hacemos alusión, de 9 de mayo de 2013, analiza

si las cláusulas "suelo" constituyen objeto principal del

contrato y si, en tal caso, como regla, cabe controlar su

carácter abusivo. Ello por el cambio jurisprudencial que

supone la decisión adoptada por el Pleno y su colisión con la

jurisprudencia recaída en el Tribunal de Justicia de la Unión

Europea. Asi lo hace en los párrafos 184 a 190: “ 184. "El

decimonoveno considerando de la Directiva 93/13 indica que

"[...] a los efectos de la presente Directiva, la apreciación

del carácter abusivo no debe referirse ni a cláusulas que

describan el objeto principal del contrato ni a la relación

calidad/precio de la mercancía o de la prestación; que en la

apreciación del carácter abusivo de otras cláusulas podrán

tenerse en cuenta, no obstante, el objeto principal del

contrato y la relación calidad/precio; que de ello se

desprende, entre otras cosas, que en los casos de contratos de

seguros las cláusulas que definen o delimitan claramente el

riesgo asegurado y el compromiso del asegurador no son objeto

de dicha apreciación, ya que dichas limitaciones se tienen en

cuenta en el cálculo de la prima abonada por el consumidor".

185. De forma coherente con tal planteamiento, la expresada

Directiva dispone en el artículo 4.2 que "la apreciación del

carácter abusivo de las cláusulas no se referirá a la

definición del objeto principal del contrato ni a la

Page 16: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

adecuación entre precio y retribución, por una parte, ni a los

servicios o bienes que hayan de proporcionarse como

contrapartida, por otra, siempre que dichas cláusulas se

redacten de manera clara y comprensible".

186. No define la norma qué debe entenderse por cláusulas "que

describan el objeto principal" del contrato o referidas "a la

definición del objeto principal", ante lo que la doctrina se

halla dividida:

a) Un sector doctrinal diferencia entre las cláusulas

"principales" que son las que definen directamente el "objeto

principal" y las cláusulas "accesorias" que no definirían el

"objeto principal". Según esta tesis la cláusula limitativa de

la variación del tipo de interés realmente no regularía el

precio pactado, ya que nada más se aplicaría en el supuesto de

que se produjese la situación prevista como eventual.

b) Otro sector sostiene que para enjuiciar si una cláusula se

refiere a la definición del objeto principal, hay que estar a

la relación objetiva entre el objeto principal del contrato y

la cláusula. Según esta postura, todo lo que se refiera al

"precio" en un contrato oneroso, por muy improbable e

irrelevante que sea o pueda ser en la práctica, debe

entenderse incluido en la excepción al control de abusividad

previsto en la Directiva.

c) Un tercer sector sostiene que para decidir si una cláusula

define el "objeto principal" debe atenderse a la importancia

que la misma tiene para el consumidor y su incidencia en la

decisión de comportamiento económico.

De acuerdo con esta posición las cláusulas referidas a

situaciones hipotéticas que razonablemente se perciben como

algo muy improbable carecen de importancia y entran a formar

parte del "objeto principal" del contrato incluso si se

refieren al mismo.

Page 17: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

187. Por su parte, el IC 2000 diferencia entre "[l]as

cláusulas relativas al precio, en efecto, están sometidas al

control previsto en la Directiva ya que la exclusión se

refiere exclusivamente a la adecuación entre precio y

retribución, por una parte, y los servicios o los bienes que

hayan de proporcionarse como contrapartida, por otra. Las

cláusulas por las que se estipulan el método de cálculo o las

modalidades de modificación del precio entran, por tanto,

dentro del ámbito de aplicación de la Directiva".

188. En este contexto, la literalidad de Directiva 93/13/CEE:

las "cláusulas que describan el objeto principal del contrato"

y a "la definición del objeto principal del contrato", sin

distinguir entre "elementos esenciales" y "no esenciales" del

tipo de contrato en abstracto -en el préstamo no es esencial

el precio ni siquiera en el préstamo mercantil, a tenor de

losartículos 1755 CC y 315 del CCom-, sino a si son

"descriptivas" o "definidoras" del objeto principal del

contrato concreto en el que se incluyen o, por el contrario,

afectan al "método de cálculo" o "modalidades de modificación

del precio".

189. En el caso sometido a nuestra decisión, las cláusulas

suelo forman parte inescindible del precio que debe pagar el

prestatario. Definen el objeto principal del contrato.

190. En consecuencia, debe confirmarse en este extremo la

sentencia recurrida: las cláusulas suelo se refieren al objeto

principal del contrato y cumplen una función definitoria o

descriptiva esencial.

Fijado lo cual, en el parágrafo 195 el Pleno veda la

posibilidad al control de contenido que el Tribunal de

Justicia de la Unión Europea, en su Sentencia de 3 de junio de

2010, C-484/08, había reconocido como válido conforme a la

Page 18: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

normativa interna española. Los artículos 4, apartado 2 , y 8

de la Directiva 93/13/CEE del Consejo, de 5 de abril de 1993,

sobre las cláusulas abusivas en los contratos celebrados con

consumidores, deben interpretarse en el sentido de que no se

oponen a una normativa nacional, como la controvertida en el

litigio principal , que autoriza un control jurisdiccional del

carácter abusivo de las cláusulas contractuales que se

refieren a la definición del objeto principal del contrato o a

la adecuación entre, por una parte, precio y retribución y,

por otra, los servicios o bienes que hayan de proporcionarse

como contrapartida, aunque estas cláusulas estén redactadas de

manera clara y comprensible; cierto que con una intensa

oposición por doctrina autorizada, que califica de error

negligente la definitiva transposición del art. 4.2 Directiva

93/13 al alterar la redacción dada por el Proyecto de Ley de

Condiciones Generales al art. 10.bis.1.5 º LGDCYU.

Pues bien, en la STS de 9 de mayo de 2013 se deja señalado

cómo posibilidad de control de contenido de condiciones

generales cláusulas referidas al objeto principal del

contrato. En línea con la doctrina autorizada, cabe señalar

que el art. 4.2 de la Directiva 93/13 -al margen, ahora, de

que no haya sido expresamente reproducido ni recibido por la

LGDCYU ni por el TRLGDCYU- revela que para el ordenamiento

jurídico las cláusulas predispuestas reguladoras de los

elementos esenciales del contrato no dejan de estar incluidas

en su ámbito de aplicación. Su única peculiaridad será, pues,

que no estarán sujetas a control de contenido siempre que sean

transparentes. Por tanto, sí estarán sujetas, además, a los

restantes controles establecidos legalmente. Ello lleva a

concluir que las cláusulas reguladoras de los elementos

esenciales de la relación negocial -precio y prestación- que

han sido elaboradas por uno de los contratantes -el

predisponente- e incorporadas al contrato a su exclusiva

iniciativa, sí son condiciones generales o cláusulas

predispuestas individuales en sentido legal (interpretación

Page 19: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

acogida por la STJUE de 3 de junio de 2010). Lo único que

podrá suceder es que tales cláusulas, aun recibiendo dicha

consideración legal, no quedarán sometidas, en principio, a

control de contenido, pero sí a los restantes controles

legales, y, adicionalmente, a un deber reforzado de

transparencia, cuyo resultado puede ser eventualmente la

calificación de la cláusula como abusiva, no por razón de su

contenido regulador, que no es, en principio, fiscalizable,

sino por ser intransparente. Este razonamiento es de ver en el

parágrafo 197 de la STS de 9 de mayo de 2013 cuando afirma

“Sin embargo, que una condición general defina el objeto

principal de un contrato y que, como regla, no pueda

examinarse la abusividad de su contenido, no supone que el

sistema no las someta al doble control de transparencia que

seguidamente se expone”. Por tanto, el motivo de oposición del

demandado ha de decaer.

E.- Sentado todo lo anterior, procede determinar antes de

acoger la pretensión principal del actor, esto es, la nulidad

de la cláusula, si la misma ostenta o no el carácter de

abusiva.

El control judicial de las cláusulas abusivas, a tenor de

la Directiva 93/13, se articula a través de un doble sistema,

el control de incorporación y el control de contenido.

En cuanto al control de incorporación, éste se traduce en

si la correspondiente cláusula es o no clara y sencilla,

estableciéndose que en caso de duda prevalecerá la

interpretación más favorable al consumidor. En cuanto al

control de contenido, es el que afecta a la validez de la

cláusula. La norma básica al respecto se contiene en el art. 8

LCGC "1. Serán nulas de pleno derecho las condiciones

generales que contradigan en perjuicio del adherente lo

dispuesto en esta ley o en cualquier otra norma imperativa o

prohibitiva, salvo que en ellas se establezca un efecto

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distinto para el caso de contravención. 2. En particular,

serán nulas las condiciones generales que sean abusivas,

cuando el contrato se haya celebrado con un consumidor,

entendiendo por tales en todo caso las definidas en el art. 10

bis y disposición adicional 1ª de la Ley 26/1984 de 19 julio,

General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios ".

Actualmente la referencia legal debe entenderse hecha al RD

Legislativo 1/07, de 16 de noviembre, a partir del 1 de

diciembre de 2007, que sustituye y deroga a la mencionada Ley

26/1984, de 19 de Julio, General para la Defensa de los

Consumidores y Usuarios. Por tanto, la remisión ha de

entenderse hecha a los artículos 82 y siguientes TRLGDCU.

La norma española de transposición del concepto de

cláusula abusiva fue el art. 10 bis, apartado 1º LGCU, el cual

estableció que "se considerarán abusivas todas aquellas

estipulaciones no negociadas individualmente que, en contra de

las exigencias de la buena fe causen, en perjuicio del

consumidor, un desequilibrio importante entre los derechos y

obligaciones de las partes que se deriven del contrato. En

todo caso se considerarán abusivas los supuestos de

estipulaciones que se relacionan en la disposición adicional

de la presente ley" añadiéndose el inciso "y todas aquellas

prácticas no consentidas expresamente" por la Ley 44/2006 de

mejora de la protección de los consumidores y usuarios.

Por tanto, tras el dictado del Real Decreto Legislativo

1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el Texto

Refundido de la Ley General para la Defensa de los

Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias, el

contenido del art. 10 bis LGDCU ha pasado al art. 82.1

TRLGDCU, y la referencia a la "lista negra" de la Disposición

Adicional Primera LGCU, al apartado 82 .4 TRLGDCU,

integrándose el listado en los artículos 85 y siguientes

TRLGDCU.

Page 21: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

Conforme a lo argumentado anteriormente, no cabe un

control de contenido puro o estricto sobre el particular, pero

sí un "doble control de transparencia", esto es, la cláusula

"suelo" no quedará sometida al estricto control de contenido

pero sí a un control reforzado de transparencia que puede

llevar a calificar la cláusula como abusiva en ejercicio de

ese concreto control de contenido sobre la transparencia de la

cláusula.

El control de incorporación no analiza la legalidad

intrínseca de la cláusula en cuestión sino si ésta puede o no

incorporarse válidamente en el contrato. Las cláusulas oscuras

o ambiguas cuentan con un doble tratamiento, de un lado,

pueden determinar su exclusión del contrato, conforme al art.

7 b), de otro, cabe la posibilidad de que las dudas de

interpretación se resuelvan a favor del adherente. Los

requisitos de incorporación se regulan en los arts. 5 y 7

LCGC, y en los arts. 80 y 81 TRLGDCU. Asi, la STS de 9 de mayo

de 2013 indica con precisión que "En el Derecho nacional,

tanto si el contrato se suscribe entre empresarios y

profesionales como si se celebra con consumidores, las

condiciones generales pueden ser objeto de control por la vía

de su incorporación a tenor de lo dispuesto en los artículos

5.5 LCGC... La redacción de las cláusulas generales deberá

ajustarse a los criterios de transparencia, claridad,

concreción y sencillez - 7 LCGC- o quedarán incorporadas al

contrato las siguientes condiciones generales: a) Las que el

adherente no haya tenido oportunidad real de conocer de manera

completa al tiempo de la celebración del contrato [...]; b)

Las que sean ilegibles, ambiguas, oscuras e

incomprensibles...”.

La condición general sobre tipos de interés variable

impugnada, examinadas de forma aislada, cumplen las exigencias

legales para su incorporación a los contratos, a tenor del

artículo 7 LCGC. En concreto, la transcripción literal

extractada de la cláusula "suelo" reza ““Expresamente

Page 22: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

convienen las partes prestataria y prestamista, que a partir

de la fecha de suscripción de la presente scritur5a y hasta el

momento en que la caja haya sido completamente reintegrada de

todas y cada una de las cantidades que le resulten debidas a

consecuencia de este contrato y devenguen y el interés

remuneratorio o moratorio pactado en las clausulas financieras

TERCERA, TERCERA BIS Y SEXTA del mismo, el tipo de interés

aplicable a estos conceptos no podrá ser en ningún caso,

inferior como mínimo al 0,00% anual ni superior como máximo al

8,50% anual para el promotor; ni inferior como mínimo al 2,25%

anual ni superior como máximo al 8,50% anual para los

subrogantes, aun cuando las variaciones de los índices de

referencia o cualquier otra circunstancia de aplicación al

caso, según las previsiones de aludidas cláusulas, pudiesen

situar a aquel por encima del máximo o por debajo del mínimo

citados”.

Del análisis de esta cláusula "suelo" cabe afirmar que nos

hallamos, ante una cláusula clara, legible, completa y nítida,

de forma tal que aisladamente considerada puede decirse han

superado el primer control de inclusión.

Pese a ello, ahora resta determinar si supera el doble

control de transparencia al que tan amplia alusión realiza la

STS de 9 de mayo de 2013, puesto que el cumplimiento de los

requisitos de transparencia de la cláusula aisladamente

considerada, exigidos por la LCGC para la incorporación a los

contratos de condiciones generales, es insuficiente para

eludir el control de abusividad de una cláusula no negociada

individualmente, pues, como indica el alto Tribunal, la

transparencia de las cláusulas no negociadas, en contratos

suscritos con consumidores, incluye el control de

comprensibilidad real de su importancia en el desarrollo

razonable del contrato - conclusiones a las que llega la STS

en vista del art 80.1 TRLGDCU -

Page 23: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

Por tanto, la transparencia documental de la cláusula,

suficiente a efectos de incorporación a un contrato suscrito

entre profesionales y empresarios, es insuficiente para

impedir el examen de su contenido y, en concreto, para

impedir que se analice si se trata de condiciones abusivas

cuando de consumidores se trata.

La Jurisprudencia del Tribunal Supremo viene a recoger el

concepto auténtico de cláusula abusiva definido en el artículo

3 Directiva 93/13, reiterado en el artículo 10 bis de la Ley

de Consumidores, y actualmente en el artículo 82 TRLGDCU que

establece “Se considerarán cláusulas abusivas todas aquellas

estipulaciones no negociadas individualmente y todas aquéllas

prácticas no consentidas expresamente que, en contra de las

exigencias de la buena fe causen, en perjuicio del consumidor

y usuario, un desequilibrio importante de los derechos y

obligaciones de las partes que se deriven del contrato”.

Así las cosas, los elementos que conforman el concepto de

cláusula abusiva son los siguientes: cláusulas no negociadas

individualmente y no consentidas expresamente; (perjuicio)

consumidor; (contra) buena fe; y que causen un desequilibrio

importante de los derechos y obligaciones.

En cuanto a que se trate de cláusulas que no hayan sido

negociadas individualmente y no hayan sido consentidas

expresamente, se dan aquí por reproducido lo antedicho en los

párrafos precedentes y en el tercer fundamento de derecho.

.

Por lo que atañe al concepto de consumidor, igualmente me

remito a lo señalado en el apartado de conceptos previos.

Respecto al requisito de buena fe, ha declarado el

Tribunal de Justicia de la Unión Europea ( STJUE de 15 de

marzo de 2012) que hay que prestar especial atención a la

fuerza de las respectivas posiciones de negociación de las

Page 24: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

partes y a si se ha inducido en algún modo al consumidor a dar

su consentimiento a la cláusula, pudiendo los profesionales

cumplir la exigencia de buena fe tratando de manera leal y

equitativa con la otra parte, cuyos intereses legítimos debe

tener en cuenta. Otro elemento importante a tener en cuenta

es el deber que recae sobre el predisponente de proporcionar

al consumidor una información completa y leal con carácter

previo y coetáneo a la contratación, así como si esta

información completa se ha facilitado con tiempo bastante para

permitir al consumidor una decisión suficientemente

reflexionada, para lo que será preciso analizar si se han

cumplido los deberes de información recogidos en la

legislación, sobre todo la existente en la normativa

sectorial. Pues bien, parafraseando a la STS de 9 de mayo de

2013, las cláusulas "suelo", y por tanto la aquí analizada,

pese a incluirse en contratos ofertados como préstamos a

interés variable, les convierte en préstamos a interés mínimo

fijo del que difícilmente se benefician de las bajadas del

tipo de referencia ... La oferta como interés variable, no

completada con una información adecuada, incluso cuando su

ubicación permite percatarse de su importancia, se revela así

engañosa y apta para desplazar el foco de atención del

consumidor sobre elementos secundarios que dificultan la

comparación de ofertas. El diferencial del tipo de referencia,

que en la vida real del contrato con cláusula suelo

previsiblemente carecerá de transcendencia, es susceptible de

influir de forma relevante en el comportamiento económico del

consumidor. Es decir, la cláusula "suelo" convierte de forma

sorpresiva para el consumidor un préstamo a interés variable

en otro fijo sin poder beneficiarse de las bajadas del tipo de

referencia y, al estar enmascaradas con otros datos, hace que

el consumidor no centre su atención en la cláusula "suelo"

sino en el diferencial, que es lo que normalmente le sirve

para decantarse por una oferta u otra.

Page 25: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

Al mismo tiempo, no se han realizado, siquiera el

demandado lo opone y ninguna prueba obra, escenarios o

simulaciones de la evolución razonable de los tipos de interés

"pactados". Ello no viene a significar sino que al consumidor

se le presenta ante un presunto escenario de intereses

aleatorios que no es tal. Hay que tener en cuenta que quien

acude en busca de financiación suele disponer de un capital

limitado al mes para afrontar los pagos de las cuotas del

préstamo, de forma tal que la cláusula "suelo" que no sale a

relucir en la representación que se hace el consumidor genera

una falsa expectativa, dejando el profesional desamparados los

legítimos intereses del consumidor.

Como argumento de refuerzo, cabe indicar que, ante la

ausencia de prueba de haberse puesto en conocimiento del

prestatario con antelación la existencia de la cláusula

"suelo", la información de la que, en su caso, dispuso a la

hora de rubricar la escritura de préstamo hipotecario, no se

le había facilitado con tiempo para permitir a cualquier

consumidor adoptar una decisión suficientemente reflexionada.

Por tanto, pese a superar el primer control, no supera el

plus al que se ha hecho alusión y viene exigido. Asimismo,

hago mías las conclusiones alcanzadas por la STS de 9 de mayo

de 2013 en su apartado 225 cuando indica que las cláusulas no

son transparentes por las siguientes causas, de plena

aplicación a las aquí analizadas:

a) Falta información suficientemente clara de que se trata de

un elemento definitorio del objeto principal del contrato.

b) Se insertan de forma conjunta con las cláusulas techo y

como aparente contraprestación de las mismas.

c) No existen simulaciones de escenarios diversos relacionados

con el comportamiento razonablemente previsible del tipo de

interés en el momento de contratar.

d) No hay información previa clara y comprensible sobre el

coste comparativo con otras modalidades de préstamo de la

Page 26: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

propia entidad -caso de existir- o advertencia de que al

concreto perfil de cliente no se le ofertan las mismas.

e) En el caso de las utilizadas por el BBVA (ídem BCCM) se

ubican entre una abrumadora cantidad de datos entre los que

quedan enmascaradas y que diluyen la atención del consumidor.

En cuanto al requisito de que causen un desequilibrio

importante de los derechos y obligaciones no se trata de

valorar si el producto o servicio es caro o barato sino si el

consumidor, realmente, ha podido valorar el precio que se le

ofrecía. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha

señalado reiteradamente que la remisión del art. 3 de la

Directiva 93/13 a los conceptos de desequilibrio importante

entre los derechos y obligaciones de las partes y buena fe

delimita solo de manera abstracta los elementos que confieren

el carácter abusivo a una cláusula por lo que es preciso

efectuar una calificación concreta de una cláusula contractual

particular en función de las circunstancias propias del caso

en cuanto a su eventual carácter abusivo

( SSTJUE de 26 de abril de 2012 y 9 de noviembre de 2010), que

ha de realizarse, según lo dispuesto en el apartado primero

del artículo 4 de la Directiva 93/13, teniendo en cuenta la

naturaleza de los bienes o servicios que sean objeto del

contrato y considerando, en el momento de la celebración del

mismo, todas las circunstancias que concurran en su

celebración, así como todas las demás cláusulas del contrato,

o de otro contrato, del que dependan.

Entrando al examen del particular, lo cierto es que el

legislador comunitario parte de la idea de que el consumidor

se halla en una situación de inferioridad respecto del

profesional-adherente. A fin de valorar la concurrencia de

desequilibrio podemos acudir a diversos elementos. Uno de

ellos sería la comparación con el derecho dispositivo que

resultaría aplicable de no existir la cláusula, y esto

llevaría a apreciar una limitación a la libre voluntad pactada

Page 27: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

en el sentido de que existe un obstáculo, desconocido para el

consumidor, al tipo de interés pactado porque ve cómo, ante

bajadas de tipo de interés, el diferencial que se le aplica

permanece inmutable si aquellas bajadas tienen mayor recorrido

que el tope existente en su cláusula "suelo" de tal manera que

el hecho de encontrarse, de forma sorpresiva, con esta

cláusula en su préstamo hipotecario produce una alteración

sorpresiva del coste real de su crédito, alterando el

equilibrio respecto del tipo de interés inicialmente pactado

como único existente. La representación del precio del

préstamo se ve alterada. En esta línea, la información a

suministrar al consumidor debía estar a la misma "altura" o

relevancia que el diferencial inicialmente asumido dado que

diferencial y "suelo" forman son elementos integrantes del

tipo de interés recayendo sobre el profesional-predisponente

mayores posibilidades y medios técnicos para hacer llegar al

consumidor de forma comprensible, veraz y directa este

contenido obligacional, quebrando el equilibrio contractual en

caso de no asegurarse de la transmisión fiel del contenido del

tipo de interés. En definitiva, todo consumidor, a la hora de

afrontar la negociación y posterior firma de un préstamo

hipotecario, ha de conocer y comprender la cláusula "suelo"

incluida por la entidad financiera en el mismo de cara a poder

ostentar una situación de equilibrio contractual con la

entidad en la medida que la contratación de este producto

financiero no es una actividad habitual o común para un

consumidor, luego la libertad de la que disponga para llevar a

cabo la elección de entidad ha de ser debida a la riqueza de

la información que disponga, información entre la que ha de

hallarse el contenido real del tipo de interés al que se le

ofrece el préstamo, elemento en el que se halla inserta la

cláusula "suelo", importante por la propia naturaleza del

contrato. Tal desequilibrio se pone también de manifiesto ante

la disparidad de limites máximos y mínimos, pues es claro que

en el actual sistema económico y ante los mecanismos

nacionales y comunitarios, seria inviable alcanzar el

Page 28: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

pretendido techo, por lo que se agudiza el desequilibrio

manifestado.

Todo lo anterior lleva a concluir de forma clara que

estamos ante una cláusula abusiva, cláusula que no supera los

criterios de incorporación y transparencia, y que responde a

un claro desequilibrio y falta de buena fe.

F.- En último lugar, procede pronunciarse sobre la nulidad

de la cláusula.

En primer lugar, se ha de consignar que el actor interesa

la nulidad tanto de la cláusula contenida en la escritura

origen, como la nulidad de aquella contenida en el contrato en

el que se subroga. Como se verá, tal nulidad ha de tener

aceptación, pero únicamente lo ha de ser en relación a aquel

contrato en la que actor y demandado son partes, esto es, el

contrato de fecha 3 de agosto de 2004, en el que se subroga.

Pues respecto del contrato origen de fecha de diciembre de

2003, no ha sido parte y por ende no está legitimado para

interesar la declaración de nulidad.

Sentado lo anterior, hemos de partir del artículo 8.2 LCGC

remite a la legislación especial al indicar que “...serán

nulas las condiciones generales que sean abusivas, cuando el

contrato se haya celebrado con un consumidor, entendiendo por

tales en todo caso las definidas en el artículo 10 bis y

disposición adicional primera de la Ley 26/1984, de 19 de

julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuario

".

Conforme a lo razonado en el punto anterior, la cláusula

"suelo" incluida en el contrato de préstamo hipotecario objeto

de la presente demanda se califica de "condición general

abusiva" por no superar el test de transparencia reforzado,

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por lo que procede declarar la nulidad de esta concreta

cláusula "suelo" inserta.

Respecto a tal declaración de nulidad, es importante

remarca la prohibición de moderación que viene impuesta al

Juez nacional (STJUE de 14 de junio de 2012 (Caso C-

618/2010)), así como la obligación en los casos que procede,

como el presente, de mantener, cuando ello es posible, la

validez del resto del contrato. En este sentido, declara el

Tribunal de Justicia de la Unión Europea que la comprobación

del carácter desleal de una práctica comercial no incide

directamente en la apreciación, con arreglo al artículo 6

apartado 1 de la Directiva 93/13, de la validez del contrato

de crédito celebrado ( STJUE de 15 de marzo de 2012 ), máxime

cuando el tratamiento dado a las cláusulas suelo es

determinante de que no forme parte inescindible de la

definición contractual del tipo de interés aplicable al

contrato de préstamo y con ello de su objeto y causa ( STS 9

de mayo de 2013). Por tanto, la cláusula objeto de esta litis

se ha de tener por no puesta.

CUARTO.- Una vez concluida la nulidad de la cláusula suelo por

abusiva, corresponde determinar si procede o no la devolución

de las cantidades abonadas en aplicación de la misma.

El actor reclama las cantidades abonadas indebidamente,

haciéndolo de forma alternativa. Interesa la devolución de las

cantidades cobradas desde el 9 de mayo de 2013 o

alternativamente las debidas desde la firma del contrato hasta

la fecha de la resolución definitiva del presente

procedimiento con sus intereses legales, a determinar en

ejecución de sentencia, proporcionando para ello las bases.

Por su parte, el demandado se opone alegando la doctrina

sentada por la STS de 9 de mayo de 2013.

Page 30: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

Las normas nacionales generales sobre efectos de la

declaración de nulidad de las obligaciones se contienen

esencialmente en el artículo 1.303 del Código Civil:

“declarada la nulidad de una obligación, los contratantes

deben restituirse recíprocamente las cosas que hubiesen sido

materia del contrato, con sus frutos, y el precio con sus

intereses, salvo lo que se dispone en los artículos

siguientes”.

La doctrina jurisprudencial, coincidente con la doctrina

científica, ha venido declarando el efecto retroactivo

absoluto de la declaración de nulidad, como efecto propio y ex

lege. De ahí, que sea acogida la petición alternativa, habida

cuenta que al margen de la STJUE de 21 de diciembre de 2016,

es lo que legalmente entiende esta juzgadora que procede.

Igualmente es norma general sobre la interpretación de los

contratos que sus cláusulas deberán interpretarse las unas por

las otras, y que la interpretación de las cláusulas oscuras de

un contrato no deberá favorecer a la parte que hubiese

ocasionado la oscuridad (artículos 1.285 y 1.288 del Código

Civil).

Sentado lo anterior, se ha de continuar indicando que la

sentencia alegada por el demandado, y a la que lo largo de

esta resolución se está haciendo una amplia alusión, la STS de

9 de mayo de 2013, establece en su párrafo 294 que

“Consecuentemente con lo expuesto, procede declarar la

irretroactividad de la presente sentencia, de tal forma que la

nulidad de las cláusulas no afectará a las situaciones

definitivamente decididas por resoluciones judiciales con

fuerza de cosa juzgada ni a los pagos ya efectuados en la

fecha de publicación de esta sentencia”.

Tampoco se puede obviar lo establecido en la STS de 9 de

mayo de 2011 que declara “... una sola Sentencia de la Sala 1ª

Page 31: JDO.1A.INST.E INSTRUCCION N.2 ORGAZ

del Tribunal Supremo (sea o no del PLENO de dicha Sala) puede

tener valor vinculante como doctrina jurisprudencial para el

propio Tribunal y para los demás tribunales civiles, como

sucede cuando con la motivación adecuada se cambia la

jurisprudencia anterior (por muy reiterada que sea ésta) y

fija la nueva doctrina. Así, lo ha dicho esta Sala en STS de

18 de mayo de 2009". Pero también se ha de atender a lo

indicado en la ST del Pleno del TC de fecha 10 de marzo de

2012 que establece “cómo la independencia judicial (art. 117.1

CE) permite que los órganos judiciales inferiores en grado

discrepen, mediante un razonamiento fundado en Derecho, del

criterio sostenido por Tribunales superiores e incluso de la

jurisprudencia sentada por el Tribunal Supremo (art. 1.6 del

Código civil), si fuere el caso, sin que con ello se vulnere

el principio de igualdad en aplicación de la ley, al tratarse

de órganos judiciales diferentes ( SSTC 160/1993, de 17 de

mayo;165/1999, de 27 de septiembre; y 87/2008), y tampoco el

derecho a la tutela judicial efectiva, con la excepción,

justamente, del supuesto de la doctrina legal que establezca

el Tribunal Supremo al resolver el recurso de casación en

interés de ley, precisamente por los efectos vinculantes que

tiene para los órganos judiciales inferiores en grado,

supuesto excepcional en que estos órganos judiciales quedan

vinculados a la "doctrina legal correctora" que fije el

Tribunal Supremo (STC 111/1992, FJ 4)”

Pues bien, el propio Tribunal Supremo reconoce que como

regla general (par. 283) que nuestro sistema parte de que la

ineficacia de los contratos -o de alguna de sus cláusulas, si

el contrato subsiste-, exige destruir sus consecuencias y

borrar sus huellas como si no hubiesen existido y evitar así

que de los mismos se deriven efectos, de acuerdo con la regla

clásica quod nullum est nullum effectum producit (lo que es

nulo no produce ningún efecto)-. Así lo dispone el ya indicado

artículo 1303 del Código Civil. Menciona su propia

jurisprudencia ( STS 118/2012, de 13 de marzo) y la

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jurisprudencia comunitaria ( STJUE 21.03.2013). Ahora bien, a

reglón seguido sostiene la posibilidad de limitar la

retroactividad, acudiendo a sendas jurisprudencias.

Respecto de la STS 118/2012, de 13 de marzo, el fundamento

radica en evitar que una de ellas (parte) se enriquezca sin

causa a costa de la otra, y respecto de la STJUE 21.03.2012 su

fundamento se halla en la buena fe de los círculos interesados

y el riesgo de trastornos graves. Pues bien, de la lista de

motivos o razones que enumera para decidir sobre la

retroactividad de la sentencia en el sentido apuntado por el

Ministerio Fiscal , las contenidas entre las letras a) - j)

versan sobre la buena fe, y la contenida en la letra k) versa

sobre transtornos graves, en concreto dice “Es notorio que la

retroactividad de la sentencia generaría el riesgo de

trastornos graves con trascendencia al orden público

económico, al extremo que el Ministerio Fiscal, pese a

recurrir la sentencia de apelación, se pronuncia en el sentido

de que no procede reconocer efectos retroactivos a la decisión

de nulidad de las cláusulas controvertidas”. La aplicación de

la limitación a la retroactividad no puede acogerse por la

sencilla razón de que los motivos que alega el Tribunal

Supremo no se aprecian. Los transtornos graves con

transcendencia al orden público económico se desconocen. No se

ha realizado prueba pericial al efecto ni la mera alegación

del riesgo a la imposibilidad de devolución de los depósitos

se admite por la sencilla razón de que nos hallamos ante un

único préstamo hipotecario cuyo precio marginal parece cuando

menos difícil que se halle por encima del precio al que se

retribuyen los depósitos (baste comparar el diferencial al que

las entidades ofrecen los préstamos y el tipo al que

retribuyen los depósitos, de acceso público y notorio para

cualquier ciudadano medianamente informado). Pudiera pensarse,

por el contrario, que la comercialización de cláusulas suelo

de forma subrepticia adolecería de la buena fe que se predica

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por cuanto si existiera aquel riesgo más bien parecería, en

este juego de hipótesis, como si de una captación masiva de

fondos de ciudadanos se tratara antes bien que de la

aplicación de un tipo marginal (y nos hallamos ante un

préstamo con intereses) puesto que no podemos perder de vista

que la cláusula suelo se destina a garantizar una

rentabilidad, la cual será mayor a medida que el diferencial

se distancie del tope contenido en la cláusula, como es el

caso, en la medida que cuanto más bajos se hallen los tipos

más barato resultará a la entidad endeudarse y, en

consecuencia, más beneficio obtendrá por la aplicación de la

cláusula "suelo", luego ningún perjuicio económico material se

le puede causar por el juego de la cláusula (pérdida de un

beneficio superior no significa ingresos inferiores a los

gastos), más allá de equilibrar el beneficio obtenido por el

devenir de los tipos, en lugar de revertir ese perjuicio

directamente en el consumidor, que se ve incapaz de disfrutar

de las ventajas de un préstamo a interés variable y, en

consecuencia, disfrutar de una renta disponible inferior.

A mayor abundamiento, a todo lo anterior se ha de añadir

que en el caso de la litis se ha de tener especial

consideración a la especial normativa aplicable, y que fue

referido en el fundamento anterior. De las citadas normas

resultan igualmente otros criterios normativos que deben

aplicarse con especial intensidad a favor de la parte más

débil en la contratación con el predisponente, convirtiendo al

consumidor en un sujeto no sólo merecedor de un trato

especial, sino incluso especialísimo, respecto de cuestiones

como la carga de la prueba), o los efectos que para dicho

consumidor debe tener la declaración de nulidad de una

cláusula declarada abusiva, pues nunca puede quedar en peor

situación un consumidor a quien se le estima su pretensión de

nulidad, que un contratante no consumidor al que se le

apliquen las normas generales sobre los efectos de la nulidad

de una cláusula de determinación de intereses.

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Por tanto, sin perjuicio de la anterior referencia, se

puede concluir que en el caso concreto:

1.- Se han determinado tanto la condición de consumidores

de los demandantes, como la falta de negociación e información

suficiente en el momento de la contratación (en este caso, de

la subrogación y aceptación de nuevos deudores), y en

especial, la falta de información de las consecuencias

económicas no sólo del juego de la cláusula suelo, sino del

efecto que ésta produciría conjuntamente con las demás

cláusulas financieras.

No existió información suficiente acerca de las

previsiones sobre evolución de los tipos de interés, ni sobre

el efecto conjunto de las cláusulas financieras e imputación

de pagos efectuada por la acreedora, de manera que sobre la

forma de cálculo e imputación de pagos periódicos la demandada

no informó ni ahora acredita en qué medida la cláusula suelo

ha incrementado los importes correspondientes a pago de

intereses devengados, respecto de haberse incluido una forma

de pago distinta de la proporción entre capital e intereses.

De donde debe deducirse no sólo que la aplicación del tipo

suelo supone un perjuicio para la demandante en la liquidación

de los intereses ya devengados, sino que además–y esto es lo

más relevante para llegar a la solución que se alcanza- todo

el impacto de dicho tipo suelo se produce precisamente en los

primeros años de duración del tracto sucesivo del préstamo, de

forma que con cada mensualidad el trasvase patrimonial en

concepto de intereses a favor del prestamista va disminuyendo

gradualmente.

De manera que no es indiferente que la declaración de

nulidad prive de efectos a la cláusula desde la fecha de su

introducción o desde el momento de su declaración de nulidad,

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ya que paradójicamente, es más perjudicial para el demandante

el mantenimiento de los efectos iniciales de la cláusula, que

el de los finales (pudiendo incluso ser preferible para el

mismo que una sentencia dictada en la mitad del tracto

sucesivo no produjera efectos desde la declaración de nulidad,

a cambio de producirlos hasta la misma).

2.- No se aprecia ninguna notoriedad acerca del perjuicio que

causaría al orden público económico la restitución a un

consumidor de cantidades indebidamente pagadas por éste. Más

bien es un hecho notorio que las entidades de crédito en

dificultades serias de subsistencia han recibido un importante

volumen de capital procedente de fondos públicos, y pueden

acudir a formas de ayuda pública financiera que no están al

alcance de los ciudadanos en general, ni de los consumidores

en particular.

En cuanto es relevante para la cuestión a decidir en el

presente juicio ordinario, resulta necesario concluir que la

entidad demandada no acredita padecer dificultad para obtener

su financiación. Es también evidente que la demandada no sólo

no acredita el especial perjuicio que la estimación de la

pretensión de reintegro le causaría, sino que existen fuertes

indicios de que ese hipotético perjuicio puede ser cubierto

mediante formas alternativas(incluso ayudas de dinero público)

a la expropiación de un derecho de reintegro de su deudor.

3.- Tampoco acredita una conducta que pudiera calificarse

como adecuada a la buena fe contractual en su actuación en la

fase de formación del conocimiento y voluntad de los

consumidores previa a la contratación, mientras que el

beneficio económico de la operación se obtendría precisamente

durante los primeros años de duración del contrato, y no se ha

aportado cálculo ninguno que permita deducir otra cosa. De

donde se considera que el interés de la demandada en la

irretroactividad de los efectos de la sentencia no se

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encuentra principalmente en la evitación de un perjuicio o un

enriquecimiento sin causa, sino precisamente en la intención

de obtener hasta donde le sea posible un beneficio, con

correlativo empobrecimiento de su deudor, aun cuando la causa

del mismo haya sido declarada nula.

A falta de mayor actividad probatoria de la demandada, que

permita cuantificar hasta dónde el importe de los intereses en

cuestión es cobertura de una pérdida de valor del dinero

prestado (notoriamente escasa, dado el bajo tipo del propio

EURIBOR), y hasta dónde un beneficio en pago del servicio

prestado o del riesgo asumido, debe concluirse que mientras en

el caso del demandante cuya pretensión principal es estimada

éste reclama la restitución de las prestaciones indebidamente

percibidas por la demandada, ésta en cambio pretende no sólo

ni principalmente la evitación de un perjuicio, sino la

obtención de un beneficio económico derivado de los efectos de

una cláusula declarada nula y que debe tenerse por no puesta.

De todo ello se concluye que no se ha acreditado por la

demandada hecho ninguno que justifique la irretroactividad de

los efectos de la nulidad que se declara en sentencia,

mientras que se aprecian indicios de que ello podría favorecer

un enriquecimiento sin causa justa a su favor, en correlativo

perjuicio económico del demandante, quien sí acredita un

perjuicio económico, en caso de no ser reintegrado en las

cantidades que la demandada percibió; perjuicio que no debe

padecer, pues se fundamentaría, de manera extraordinaria, en

la producción de efectos de una cláusula que se tiene por no

puesta.

De asumirse la irretroactividad de los efectos de la

declaración de nulidad de la cláusula examinada, en el

conjunto de la forma de cálculo de intereses e imputación de

los pagos elegida por la demandada, se estaría desvirtuando el

derecho de protección al consumidor, ya que los únicos

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indicios sobre el impacto económico de la excepcional

irretroactividad que se discute denotan la consolidación de un

enriquecimiento en forma de beneficio precisamente a favor del

demandado, y nunca del consumidor.

Es el demandando quien debe probar los hechos

excepcionales que ampararían su pretensión, y en vez de ello

se limita a meras afirmaciones, frente a un consumidor que

despliega una actividad probatoria bastante para poner de

manifiesto que cualquier solución distinta de la restitución

de lo indebidamente cobrado por la demandada supondría

consolidar un perjuicio económico desproporcionado, en

desequilibrio favorable a la entidad que actuó de manera

contraria a la norma imperativa protectora del consumidor.

A ello se añade la desproporción entre el perjuicio que se

obligaría a padecer al consumidor cuya demanda se estima, y el

hipotético y mucho menor que podría sufrir la demandada cuyas

pretensiones se desestiman, en paradójico resultado para quien

ve estimadas todas sus pretensiones, y a quien la estimación

de la demanda produciría un beneficio indebidamente

disminuido.

Tampoco podría fundarse la irretroactividad de los efectos

en una pasividad o falta de diligencia en el demandante, por

no haber demandado antes, pues la práctica incorrecta por el

oferente de servicios se funda en la falta de información al

consumidor, contexto en el que el conocimiento de la doctrina

del Tribunal de Justicia de la Unión Europea es reciente, como

lo es la propia sentencia del Tribunal Supremo de 9 de mayo de

2013. Siendo en cambio exigible a las entidades de crédito la

obligación de conocer y aplicar correctamente el Derecho sobre

protección de los consumidores en su práctica habitual, por lo

que deben asumir las consecuencias de su forma de actuar en

defensa de su interés en obtener un beneficio económico,

cuando podían haber actuado de forma transparente e informando

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al consumidor adecuadamente, aun a riesgo de haberle perdido

como cliente.

En conclusión, los demandantes han ejercido de forma

individual su derecho a la recuperación de las cantidades

percibidas indebidamente por la entidad demandada, cantidades

a cuyo cobro se le reconoce el derecho. Proporciona las bases

necesarias para el cálculo de la cantidad, conforme al

artículo 219 de la LEC. Tal articulo declara suficiente

facilitar los criterios para el cálculo de la cantidad que se

pretende cobrada en exceso, pues una cantidad es líquida

cuando se fijan con precisión las bases para su liquidación, y

en el presente caso se trata de un interés variable devengado

a lo largo de un largo periodo de tiempo siendo no solo

inexigible a la actora presentar un cálculo exacto, sino que

es imposible determinar el monto total de dicha cantidad

mientras aún se sigue aplicando la denominada cláusula suelo.

Por ello, a falta de liquidación definitiva, será fijada en

ejecución de sentencia.

QUINTO.- La parte actora no hace petición expresa de

intereses, por lo que procede la aplicación de lo dispuesto en

el artículo 576 de la LEC.

SEXTO.- En cuanto a la declaración sobre las costas causadas,

en virtud de lo prevenido por el art. 394 LEC, al estimarse la

demanda sustancialmente procede su imposición a la demandada.

VISTOS los preceptos legales citados, los invocados por las

partes y los demás de general y pertinente aplicación

FALLO

Que, estimando sustancialmente la demanda interpuesta por

la Procuradora Sra. Rodríguez Potenciano, en representación de

DOÑA AISG, contra CAJA RURAL DE

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CASTILLA LA MANCHA SOCIEDAD COOPERATIVA DE CRÉDITO,

representada por el Procurador Sr. Gómez Aguado:

1º.- Declaro la nulidad de la cláusula TERCERA BIS del

préstamo con garantía hipotecaria en el que el demandante fue

subrogado por la demandada, en fecha 3 de agosto de 2004, que

fija un tipo mínimo de referencia de interés variable del

préstamo hipotecario, manteniéndose la vigencia del contrato

sin la aplicación de los limites de suelo del 2,25.

2º.- Condeno a la demandada a eliminar dicha cláusula del

contrato, cláusula que se tendrá por no puesta.

3º.- Condeno a la demandada a devolver a los demandantes

las cantidades pagadas bajo aplicación de la cláusula referida

en el apartado anterior, más lo que resulte hasta el momento

en que la sentencia fuera ejecutada.

Dicha cantidad devengará el interés del articulo 576 de la

LEC.

4º.- Condeno a la misma demandada al pago de las costas

causadas en esta instancia.

Notifíquese esta sentencia a las partes con indicación de

que no es firme, y contra la misma cabe interponer recurso de

apelación ante este Juzgado y para la Ilma. Audiencia

Provincial, en plazo de veinte días, previa consignación en su

caso del depósito o tasa para recurrir; y poniendo en las

actuaciones certificación de la misma, inclúyase la presente

en el Libro de Sentencias.

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Así por esta mi sentencia lo pronuncio, mando y firmo,

Doña María de la Fé Amarillo Vozmediano, Juez del Juzgado de

lo Mercantil de Toledo.

PUBLICACIÓN: Dada, leída y publicada fue la anterior sentencia

por S.Sª. el Juez que la dictó, constituido en Audiencia

Pública en el día de la fecha, de lo que yo, el Secretario

Judicial, doy fe, en lugar y fecha anterior.

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PUBLICACIÓN.- Dada, leída y publicada ha sido la anterior

sentencia por el Sr. Juez en el mismo día de su fecha,

hallándose celebrando audiencia pública, de lo que yo, la

Secretaria, doy fe.