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LA DECLINACIÓN DEL PADRE SIMBÓLICO EN LA CIVILIZACIÓN 1 La Declinación del Padre Simbólico en la Civilización Paula Andrea Caicedo Gallego Universidad San Buenaventura Artículo elaborado como modalidad de grado para aspirar al título de Especialista en Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica [email protected]

La Declinación del Padre Simbólico en la Civilización

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LA DECLINACIÓN DEL PADRE SIMBÓLICO EN LA CIVILIZACIÓN 1

La Declinación del Padre Simbólico en la Civilización

Paula Andrea Caicedo Gallego

Universidad San Buenaventura

Artículo elaborado como modalidad de grado para aspirar al título de Especialista en

Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica

[email protected]

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Resumen

El proceso de civilización implica para los sujetos exigencias y designios culturales.

Para que este proceso sea posible se requiere la presencia de un padre simbólico que

inscriba al sujeto a la ley y lo normativice. La hipótesis de este artículo considera la

declinación del padre simbólico en el proceso de civilización. Hipótesis que se

desarrolla haciendo uso de las observaciones obtenidas de niños y adolescentes de 6 a

17 años que participaron en un proyecto educativo en Popayán, obteniendo como

conclusión, que sí hay una declinación padre, lo que acarrea un conflicto para los niños

y adolescentes en el proceso de civilización, y por otra parte, el Estado intenta a suplir

este declinación, lográndolo sólo en determinados contextos.

Palabras claves: Pulsión, Tendencia Agresiva, Nombre del Padre, Padre Simbólico,

súper yo, súper yo cultural, principio de placer, principio de realidad.

Abstract

The civilizing process requirements demand subjects and cultural designs. To make this

process may require the presence of a symbolic father to enroll the subject to the law

and normativice. The hypothesis of this article considers the decline of the symbolic

father in the process of civilization. Hypothesis is developed using the observed values

of children and adolescents aged 6 to 17 who participated in an educational project in

Popayan, obtaining conclusion that there is a decline father, resulting in a conflict on

children and adolescents the process of civilization, and moreover, the state attempts to

fill this decline, succeeding only in certain contexts.

Keywords: drive, aggressive tendencies, Name of the Father, Symbolic Father, Pleasure

principle, Reality principle.

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La Declinación del Padre Simbólico en la Civilización

Las normas sociales que regulan los comportamientos en una cultura, son

transmitidas e incorporadas a los sujetos por la vía del significante. Toda significación

posible acerca de un sistema normativo, se establece gracias a que un significante

puede representar a un sujeto para otro significante (Lacan, 1962). Es decir, la función

simbólica introducida por aquello que en psicoanálisis se denomina significante del

nombre del padre, ubica al sujeto en perspectiva de eso que nombra y hace existir por

medio del lenguaje.

Ahora bien, la hipótesis sobre la cual se escribe este artículo considera que hay

una declinación de la función simbólica por efectos de la civilización. Para examinar

este tema, se hará uso de algunos datos obtenidos en la observación a niños y

adolescentes (clasificación que usa el proyecta bajo la perspectiva del desarrollo), entre

los 6 y 17 años en condición de vulnerabilidad y/o desplazamiento, hecha en el marco

de un proyecto de educación que se desarrolló en Popayán (Cauca) en el año 2009.

Estos datos serán analizados a la luz de los textos de Freud, Lacan y de otros

psicoanalistas contemporáneos.

La observación da cuenta de una serie de comportamientos agresivos en la

población. Pareciera que estos constituyen una búsqueda motivada por un deseo

inconsciente asociado, a su vez, con la manera en que se instauró la función normativa

del Nombre del Padre en su psiquismo. Su agresividad posiblemente sea la expresión de

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un recurso para invocar una ley, capaz de regular su actividad anímica y su conducta.

El proyecto que restituía el derecho a la educación trabajaba con grupos

pequeños (16 niños y adolescentes), y multigrados (1° a 5°) ubicados en seis diferentes

sectores vulnerables de la ciudad. La ubicación de las sedes donde funcionó el proyecto,

estuvo supeditada a las necesidades de la población, específicamente a la falta de

escolarización de niños y adolescentes. Los sectores donde se instalaron las sedes para

el desarrollo del proyecto coincidían en tres aspectos: 1) En zonas aledañas a la sede,

existían invasiones de población desplazada, 2) precarias condiciones económicas y 3)

había presencia de delincuencia común. Coincidencias que surgen debido a las

características de la población objetivo del proyecto.

El conocimiento de todas las sedes que abarcaba el proyecto, y de las

características de la población, permitió el establecimiento de un panorama general en el

que se identificaba a una sede en particular, a la que de ahora en adelante se llamará

Santa Lucia, sobre la cual se dirigió mayor atención debido a que su población, a pesar

de compartir similitudes en relación a las otras sedes, (edad, condición económica,

horarios, metodologías, entre otras.), constantemente presentaban comportamientos

agresivos en los que se comprometía la integridad de los niños y adolescentes,

comportamientos que serán descritos posteriormente con mayor detalle por ser los datos

que suscitaron el interés personal y académico para el desarrollo del artículo.

Se iniciará por una descripción de las características sociales, familiares y

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culturales de los niños y adolescentes y sus familias pertenecientes a la sede Santa

Lucia. En relación a las características sociales del entorno en el que se encontraba la

sede Santa Lucia se tiene que, estaba ubicada entre dos de los barrios más vulnerables

de Popayán, debido a la presencia venta y consumo de SPA, pandillas, hurto,

delincuencia común, porte ilegal de armas, grupos organizados que se dedican al robo

de domicilios, carros y motos; entre otras. Barrios en los que se encontraban los

domicilios de las familias de los niños y adolescentes de la sede Santa Lucia.

Entre las características a nivel familiar se encontró que son monoparentales

femeninas en la mayoría de los casos; extensas o compuestas, pero en ninguno de los

casos son familias nucleares, así como no hay presencia del padre biológico, bien sea

porque está muerto, o detenido, o alguna adicción lo ha conducido a ser habitante de la

calle, o jamás ha estado con sus hijos. En el caso de las familias extensas, los referentes

masculinos como los tíos, los primos, hermanos mayores o abuelos, se dedican al

expendio y/o de drogas, al hurto, o hacen parte de las pandillas. Por otra parte, las

madres no sobrepasan el nivel básico de educación, en la gran mayoría de los casos se

dedican al servicio doméstico u oficios varios, y no poseen estabilidad laboral, ni

económica.

A nivel cultural, se podría decir de los niños y adolescentes pertenecientes al

proyecto y de sus familias, que existía un marcado desinterés por la educación, que se

evidenciaba no sólo en el discurso de las madres “es que a él no le gusta estudiar y no

puedo obligarlo”, sino también en el hecho mismo de encontrar en esta sede, a

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adolescentes de 14 a 16 años con condiciones académicas de grado primero. Por otra

parte, las madres y/o acudientes muestran una inclinación a las creencias populares

lejanas a los cánones científicos, de ahí, que cuando sus hijos o familiares se enferman,

acuden primero a un “curandero” o a un “sobandero”, antes de la atención médica

profesional, agravando en muchos casos las enfermedades; así mismo, se encontró que

algunas madres acudían, pidiendo auxilio e invirtiendo su dinero, a los hechizos, el

tarot, el cigarrillo, la vela, entre otros métodos; y a su vez tenían una fe hacía Dios y

hacia la religión católica, sin embargo los niños y adolescentes no mostraban interés

frente a estas creencias y en algunos casos se burlaban de las mismas.

Ahora bien, entre los datos que orientaron la atención a la sede Santa Lucia se

encontraron: los niños y adolescentes en su mayoría eran menores trabajadores, habían

consumido, al menos una vez en su vida, algún tipo de sustancia psicoactiva,

incursionaban en pandillas en las cuales cometían actos delictivos. El trato entre

compañeros era hostil, con vocabulario soez y mostraban un afán particular por

construir armas con los implementos de estudio, por ejemplo afilaban sus lápices y los

usaban para punzar a sus compañeros, o usaban armas como: navajas, cuchillos o

piedras, cuando las llevaban a clase. En sus miradas, en sus manos y en sus palabras,

se encontraba una agresividad latente y pareciera que hubiese en esa agresividad una

forma de comunicación o una manera de relacionarse con sus semejantes.

Sus comportamientos desacataban a aquellos adultos que representan autoridad

(madre, familiares, profesor, policía), y las normas (manuales de convivencia, horarios,

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acuerdos grupales, compromisos); como si su proceder estuviese regulado por leyes

individuales y no colectivas, o al menos no las del colectivo educativo.

Un hecho llamó la atención en esta sede, un docente con una metodología

flexible, que se hacía llamar “un amigo más de los niños” y quien había obtenido

resultados positivos a nivel pedagógico y académico con un grupo de niños y jóvenes

del proyecto, fue designado como docente de la sede Santa Lucía, sin embargo a su

cargo, los niños y jóvenes no lograron acotar sus comportamientos a las normas

establecidas, su dinámica grupal hacía literalmente imposible orientar la clase y sus

comportamientos obligaban al docente a llamar con frecuencia a los acudientes, al

director del proyecto, y a otras autoridades y a buscar en vano, diferentes formas para

que los niños y jóvenes regularan su comportamiento.

Poco tiempo después y debido a cambios estructurales del proyecto educativo

otro docentes se designó para el grupo de Santa Lucía; este docente quien se

caracterizaba por manejar una metodología estricta y una severa disciplina, logró

contener en muchos aspectos los comportamientos de los niños y jóvenes,

evidenciándose un cambio radical en la dinámica grupal, el acato de normas, el respeto

entre los miembros del grupo y la disminución de comportamientos agresivos, al menos

en presencia del docente.

En el intento por comprender sus comportamientos, se cree que estos niños y

jóvenes con lo que hacen intentan buscar un reconocimiento, como si tuviesen la

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necesidad identificarse, de demostrar quién es el más fuerte y de señalar quien está a

favor o en contra.

Pulsión y agresividad

En los diferentes comportamientos de los niños y adolescentes de la sede Santa

Lucia, se evidencia una agresividad constante orientada a sus semejantes o hacía sí

mismos. Freud en El Malestar de la Cultura (1930), acepta la existencia de una

tendencia agresiva como una disposición innata y autónoma del ser humano, Freud

inicia esta elaboración, en su texto Pulsiones y sus destinos (1915), donde se da a la

tarea de iniciar el abordaje sobre el concepto de pulsión; afirma que ésta, es como un

estímulo para los psíquico, que proviene del interior del organismo, actúa como una

fuerza constante y requiere de la satisfacción para ser cancelada. Además hace una

diferenciación entre el estímulo pulsional y otros estímulos, indicando que los últimos,

se agotan con el mecanismo del acto reflejo, mientras que los estímulos pulsionales

“plantean exigencias mucho más elevadas al sistema nervioso y lo mueven a actividades

complejas encadenadas entre sí, que modifican el mundo exterior lo suficiente para que

satisfaga a la fuente interior del estímulo.” En este mismo texto identifica dos tipos de

pulsiones primordiales, las pulsiones yoicas o de autoconservación y las pulsiones

sexuales, aunque sólo desarrolla las últimas.

En el mismo año (1915) en Consideraciones de Actualidad sobre Guerra y

Muerte, Freud señala que: “la esencia más profunda del hombre consiste en impulsos

instintivos de naturaleza elemental, iguales en todos y tendentes a la satisfacción de

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ciertas necesidades primitivas. Estos instintos no son ni buenos ni malos, sino que se

clasifican y califican según las necesidades y exigencias de la comunidad humana”. (p.

1855)

Más adelante, en su texto Mas allá del principio del placer (1920), despierta en

Freud su interés el impulso de repetición, que va mas allá del principio de placer y

además, establece una clara oposición entre las pulsiones yoicas y los pulsiones

sexuales; las primeras tienden a la muerte y las segundas a la conservación de la vida.

Finalmente, en El malestar de la cultura (1930), es donde Freud precisa que además del

Eros existía una pulsión de muerte, y que parte de esta pulsión se orienta al mundo

exterior, manifestándose como se mencionó anteriormente, como pulsión de agresión y

destrucción. Y continua afirmando que la pulsión de muerte estaba puesta al servicio del

Eros, pues “el ser humano destruiría algo del exterior animado o inanimado, en lugar de

destruirse a sí mismo, sin embargo, cuando cesaría la agresión contra el exterior, tendría

que aumentar por fuerza la autodestrucción, proceso que de todos modos actúa

constantemente”. (p. 2857). Freud continua con sus elaboraciones, adoptando la

concepción de que existe una tendencia agresiva en todo ser humano como una

disposición innata e instintiva y además se constituye en el mayor obstáculo con el

tropieza la cultura.

Pero bien, ¿Porqué si en todos los seres humanos existe esta tendencia a la

agresividad, no todos estamos constantemente agrediendo a nuestro semejante o a

nosotros mismos?, y es más, ¿Qué ocurrió o que no ocurrió en los niños y adolescentes

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de Santa Lucía para qué constantemente satisfagan su tendencia agresiva?

La represión y el padre simbólico

En Pulsiones y sus destinos (1915), Freud señala cuatro destinos posibles de

pulsión, uno de ellos es la represión, sobre la cual escribe un texto con el mismo nombre

durante el mismo año en La Represión, (1915), indica que para que el desino de una

pulsión sea la represión, el logro de la meta pulsional, debe producir displacer en lugar

de placer. Ante esto Freud se cuestiona, pulsiones así no existen, una satisfacción

pulsional es siempre placentera, más adelante él mismo se plantea: “la satisfacción de la

pulsión sometida a la represión sería sin duda posible y siempre placentera en sí misma,

pero sería inconciliable con otras exigencias y designios, por tanto produciría placer en

un lugar y displacer en otro. La condición para la represión es que el motivo de

displacer cobre un poder mayor que el placer de la satisfacción”. (p. 142)

Cuando la represión se sustrajo del influjo conciente, lo reprimido tiende a

parecerle al neurótico como algo ajeno que lo atemoriza, provocándole el espejismo de

que poseen una intensidad pulsional extraordinaria y peligrosa. En el neurótico la

denegación de la satisfacción pulsional desemboca en un despliegue desinhibido en la

fantasía y de la sobreestasis. (Freud, 1915). Sin embargo, otra cosa es la que se

evidencia en las observaciones realizadas a los niños y adolescentes de la sede Santa

Lucía, en ellos existe una clara tendencia a la acción.

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Las exigencias y designios con las que se ve enfrentada la pulsión, bien podrían

ser las demandas de la cultura, pues esta cumple la función de hacer renunciar al sujeto

a la satisfacción de la pulsión, (El Malestar de la Cultura, Freud, 1930); lo que a su vez

se encuentra en directa relación con la función normativa del Nombre del Padre, del

padre simbólico.

El padre en la obra de Lacan se trata de un significante, un significante de la ley

en el Otro, del Padre Simbólico. En, De una Cuestión Preliminar a todo Tratamiento

posible de la Psicosis, Lacan plantea: “la atribución de la procreación del padre no

puede ser efecto sino de un puro significante, de un conocimiento no del padre real, sino

de lo que la religión nos ha enseñado a invocar como el Nombre del Padre, el Padre

simbólico en cuanto que significa esa leyes por cierto el Padre muerto”. (p. 539)

Lacan postula entonces la metáfora paterna (En las formaciones del inconsciente

en las clases 15 y 22 tituladas La Metáfora Paterna. Lacan, 1958), como sustitución del

significante del Deseo de la Madre, por el significante que adviene en Nombre del

padre, es decir, la metáfora que sustituye este Nombre en el lugar primeramente

simbolizado por la operación de la ausencia de la madre.

En relación a la función del Padre, Alejandra Loray, (s.f.) plantea:

La función del padre, separado éste de la procreación en tanto genitor y

de su presencia en el medio ambiente familiar es normativa. En tanto que

normativiza, inscribiendo en el sujeto la norma, por lo cual representa en el Otro

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al Otro de la ley, ley fundante de la prohibición del incesto, que determina la

estructura subjetiva. El fundamento del Complejo de Edipo es que el padre ante

todo prohíbe a la madre por lo que está ligado a la ley primordial de prohibición

del incesto, el padre representa esta interdicción. Esta prohibición se realiza bajo

amenaza de castración con lo que queda sellado el lazo esencial de la castración

a la ley”. (p. 1-2)

Queda claro entonces que el Padre simbólico no es el padre biológico, es la

función del padre que inscribe el sujeto a la norma. Mario Elkin Ramírez, en su texto

Órdenes de Hierro (2007) plantea: “Si no se encuentra el modo de anudar el deseo a la

ley, se retorna al exceso del goce, que se realiza en el acto destructivo.” (p. 26)

Ahora bien, como se mencionó antes, los comportamientos de los niños y

adolescentes de Santa Lucía evidencian una constante tendencia agresiva que se dirige a

otros y a sí mismos; a esta tendencia no parece haberle hecho efecto alguno las

exigencias y demandas culturales, que llevan en algunos casos a la represión; algo

ocurrió en la instauración de la función del nombre del padre en la inscripción a la

norma.

Freud, en El Malestar de la Cultura (1925), se refiere a las necesidades

religiosas, como aquella necesidad que sufraga la religión de brindar a los seres un

„sentimiento oceánico‟ (Término acotado por Romain Rolland, que se refiere a un

sentimiento de completud, de absolutez, que brinda la religión.), que Freud reduce a la

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fase temprana del sentido yoico, del sentido de unidad con el todo, que se conserva en

parte de forma primitiva en el psiquismo (Freud se refiere a aquello que se mantiene no

sólo primitivo, sino además inmodificable, a pesar de las transformaciones de la vida

psíquica.), y que se constituye en una necesidad imperiosa en el ser. Pero, ¿por qué

hablar de „necesidades religiosa‟ y de „sentimiento oceánico‟, si anteriormente se

mencionó que los niños y adolescentes de la sede Santa Lucía, no solo se mostraban

indiferentes ante las creencias de sus madres, sino que además se burlaban de las

mismas? Pues bien, aparentemente estos niños y adolescentes han logrado suplir esta

„necesidad imperiosa‟, a la que se refiere Freud, no en la religión, sino en las drogas, y

en su incursión en el pandillismo, en el hurto, entre otras, de una manera ferviente y con

devoción, tal como lo haría un feligrés hacia su religión.

Con esta aclaración, se continuará con el planteamiento que hace Freud en

relación a aquella necesidad imperiosa que lleva a los seres humanos a buscar ese

„sentimiento oceánico‟ en la religión. Freud en El Malestar de la Cultura (1925), dice:

En cuanto a las necesidades religiosas, considero irrefutable su derivación del

desamparo infantil y de la nostalgia por el padre que aquel suscita, tanto más cuanto este

sentimiento simplemente desde la infancia, sino que es reanimado sin cesar por la

omnipotencia del destino. Me sería imposible indicar ninguna necesidad infantil tan

poderosa como la del amparo paterno. Con esto pasa a segundo plano el papel del

“sentimiento oceánico”, que podría tender por ejemplo, al restablecimiento del

narcisismo ilimitado. La génesis de la actitud religiosa puede ser trazada con toda

claridad hasta llegar al sentimiento del desamparo infantil. (p. 3022)

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Entonces, si se considera que la incursión en las drogas, pandillismo, entre otros,

en los niños y adolescentes de la sede Santa Lucía, son orientaciones equivalentes a las

necesidades religiosas, se podría decir que se encuentran en directa relación con el

desamparo paterno, y la condición del destino, pues a pesar de encontrarse con

maestros, familiares, curas, policía, y demás entes, siguen topándose con este

desamparo; por otra parte encuentran en aquellas orientaciones que han elegido, aunque

de forma banal y parcial, aquel “sentimiento oceánico”, de completud, de absolutez y

quizá de apaciguamiento.

Y aunque es claro que el Padre simbólico no es el padre biológico, tampoco

podemos negar el papel que han jugado los padres biológicos de los niños y

adolescentes de la sede Santa Lucía, que de diversas formas han abandonado a sus hijos.

En el mismo texto Freud señala que para los vacios que nos ofrece la vida

existen tres apoyos: 1) distracciones poderosas que nos hacen pequeña nuestra miseria,

2) satisfacciones sustitutivas que la reducen y 3) narcóticos que nos tornan insensibles a

ella. (p. 3024). Si pensamos en este sentido la tendencia agresiva de los niños y

adolescentes de Santa Lucía, como salidas posibles a los vacíos en su vida, fácilmente

podemos pensar que encuentran refugio en dos de los tres apoyos que menciona Freud.

Las pandillas y lo que se gesta al interior de ellas sin duda puede considerársele como

una distracción poderosa, y claramente en el consumo de sustancias psicoactivas se

puede pensar que también encuentran un refugio que los aleja de su realidad o de su

miseria en términos de Freud.

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Otro aspecto que resulta evidente a la luz de estos tres apoyos planteados por

Freud, es que esos niños y adolescentes no han encontrado una satisfacción sustitutiva,

algo que les permita sublimar su tendencia agresiva, probablemente de haber encontrado

una forma de sublimar, otra sería la orientación de este artículo. Freud plantea formas de

evitar el sufrimiento, que se basan en el desplazamiento y la sublimación de la libido,

entre ellas menciona: la ciencia, el arte, el trabajo, la religión, el sentido de la estética,

entre otros. Claramente estas no son las orientaciones de la mayoría de niños y

adolescentes de Santa Lucía.

Freud, en el mismo texto, se cuestiona por el fin de la vida humana, y se

responde: la felicidad. Sin embargo en la búsqueda de la felicidad entra en juego el

principio del placer que es regulado por el cuerpo y el exterior transformándose en el

modesto principio de realidad. El principio de realidad regula al principio de placer y

busca satisfacerse de otras formas por ejemplo, encontrando el placer en la prudencia y

aquellas pulsiones incompatibles son separadas por el proceso de la represión. (Freud,

1930, p. 3025)

Con lo elaborado hasta el momento se podría decir, que si bien la función de la

cultura y la función normativa del Nombre del Padre no ejercieron plenamente, existe

un llamado a estas funciones con los reiterados comportamientos de los niños y jóvenes

a los que se refiere este artículo.

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LA DECLINACIÓN DEL PADRE SIMBÓLICO EN LA CIVILIZACIÓN 16

Civilización de la pulsión

En Más allá del principio del Placer (Freud, 1920), Freud plantea que los sueños

de los enfermos de neurósis traumática, son la evidencia de las tendencias masoquistas

del yo y si el masoquismo es un sadismo vuelto hacia el yo, vale la pena preguntarse

¿qué lleva al yo a buscar una agresión? Y esta pregunta es abordada por Freud diez años

después en El Malestar de la Cultura (1930):

La agresión es introyectada, internalizada, devuelta en realidad al lugar

de donde procede: es dirigida contra el propio yo, incorporándose una parte de

éste, que en calidad de súper-yo se opone a la parte restante, y asumiendo la

función de „conciencia‟, despliega frente al yo la misma dura agresividad que el

yo, de buen grado, habría satisfecho en individuos extraños. La tensión creada

entre el severo súper-yo y el yo subordinado al mismo la calificamos de

sentimiento de culpabilidad; se manifiesta bajo la forma de necesidad de castigo.

(p. 2860)

Probablemente los niños y adolescentes con sus reiterados comportamientos

buscan un castigo, que regule la tendencia agresiva del yo; aunque esta demanda de

castigo, no es otra cosa diferente a la demanda de amor, Freud lo denomina “miedo a la

pérdida del amor” Freud (1930):

Cuando el hombre pierde el amor del prójimo, de quién depende, pierde

con ello su protección frente a muchos peligros y ante todo se expone al riesgo

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LA DECLINACIÓN DEL PADRE SIMBÓLICO EN LA CIVILIZACIÓN 17

de que este prójimo, más poderoso que él, le demuestre su superioridad en forma

de castigo. Lo malo es entonces aquello que ponga en riesgo la pérdida del amor

y no importa si se hace algo malo o si sólo está la intención, en ambos casos el

peligro aparecerá cuando la autoridad lo haya descubierto y adopte igual actitud

en ambos casos. (p. 2860)

A la luz de este enunciado se esclarece la procedencia de los comportamientos

agresivos y de su tendencia constante a la agresividad. Evidentemente sí constituyen

una búsqueda de castigo pero detrás de ésta, existe una demanda de amor fundada en el

miedo de perder el amor del otro, que a su vez, está directamente relacionado con la

forma en la que se interiorizó la autoridad, en términos lacanianos, con la función

normativa del nombre del padre, con aquello que permite la anudación de lo real, lo

simbólico y lo imaginario.

Freud (1930), en El Malestar de la Cultura ya indicaba algo sobre la

interiorización de la autoridad:

Sólo se produce un cambio fundamental cuando la autoridad es

internalizada al establecerse un súper-yo. Con ello, los fenómenos de la

conciencia moral son elevados a un nuevo nivel, y sólo entonces se tiene

derecho a hablar de conciencia moral y de sentimiento de culpabilidad. En esta

fase también deja de actuar el temor de ser descubierto y la diferencia entre

hacer y querer el mal, pues nada puede ocultarse ante el súper-yo, ni siquiera los

pensamientos. Es cierto que ha desaparecido la gravedad real de la situación,

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pues la nueva autoridad, el súper-yo, no tiene a nuestro juicio motivo alguno

para maltratar al yo, con el cual está íntimamente fundido. Pero la influencia de

su génesis, que hace perdurar lo pasado y lo superado, se manifiesta por el hecho

de que en el fondo, todo queda como era al principio. El súper-yo, tortura al

pecaminoso yo con las mismas sensaciones de angustia y está al asecho de

oportunidades para hacerlo castigar por el mundo exterior. (p. 2861)

Se podría decir que lo que diferencia a los niños y adolescentes de Santa Lucía

de los de otras sedes del proyecto, es que aunque todos quieran inconscientemente hacer

el mal (por la tendencia agresiva innata en todo ser humano), materializan su tendencia

agresiva en la búsqueda de un castigo que calme su angustia por el miedo a la pérdida

del amor, que a su vez se fundamenta en la falta de consistencia del Nombre del Padre,

del Padre simbólico en la interiorización de la autoridad, de la Ley, que le permitiera

fortalecer el súper-yo y con él, el sentimiento de culpabilidad y la conciencia moral que

le permitiera anudar su deseo a la ley y no caer en lo real del goce.

Freud refiere que “el lugar del padre o de ambos personajes parentales es

ocupado por la más vasta comunidad humana”, (Freud, 1930, El malestar de la cultura,

p. 2861), y aunque Freud, se refiere estrictamente a los padres biológicos, podría decirse

lo mismo en relación a la función del Nombre del Padre, y es que en la comunidad

humana el sujeto se encuentra con otros nombres del padre.

Y bien esto es lo que ocurre con los niños y adolescentes de este proyecto

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educativo, que se encuentran en una relación transferencial con figuras portadoras de la

función del Nombre del Padre, el docente, el coordinador del proyecto, el reiterado

llamado a las madres, el apoyo del ICBF, la Policía, son las figuras a las que hacen un

llamado con sus comportamientos. Y estas instancias a su vez hacen una demanda a

estos niños y adolescentes en el sentido de las exigencias de la comunidad humana.

En este mismo sentido, Freud (1930) afirmo: “El objetivo de establecer una

unidad formada por individuos humanos es, con mucho, el más importante, mientras

que la felicidad individual, aunque todavía subsiste, es desplazado a segundo plano; casi

pareciera que la creación de una gran comunidad humana podría ser lograda con mayor

éxito si se hiciera abstracción de la felicidad individual”. (p. 2872). Y aunque parezca

difícil de asimilar para algunos seres humanos, la comunidad humana prevalece sobre el

individuo y de ahí la importancia y la necesidad imperiosa de inscribirse a la norma, a la

autoridad, de vivir con la castración, en donde juega un papel primordial el Nombre del

Padre quien instaura la ley fundamental, la de la prohibición del incesto, y con esto la

inscripción del sujeto en la cultura.

Freud también enunció el concepto de súper-yo cultural que se encuentra en

entera semejanza con el súper-yo individual. El súper-yo cultural, “establece rígidos

ideales cuya violación es castigada con la angustia de conciencia; ha elaborado sus

ideales y erigido sus normas, entre éstas, las que se refieren a que las relaciones de los

seres humanos están comprendidas en el concepto de la ética, que intenta eliminar el

mayor obstáculo con el que tropieza la cultura: la tendencia constitucional de los

hombres a agredirse mutuamente.” (Freud, 1930, p. 2873). En relación a este concepto

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del súper-yo cultural, que actualmente se podría denominar civilización, puede decirse,

que las exigencias que este plantea al súper-yo individual de los niños y adolescentes de

la sede Santa Lucía, se encuentran en una gran disparidad. Nuevamente, se dirá que

probablemente se deba a la falta de consistencia en la función normativa del Nombre del

Padre, de un agente ordenador, que le hubiese permitido al niño estar regulado por la

conciencia de culpa, que acotara su tendencia agresiva y a su vez estar en sintonía con el

súper-yo cultural.

Hector Gallo (2008) en relación al padre simbólico, en el capítulo declinación

del padre y familia de su texto Maltrato Infantil: Teoría y Clínica Psicoanalítica, plantea:

La localización simbólica del padre en la vía de una superioridad, no

supone que goza de un privilegio superior a los demás, sino que la lógica de los

vínculos sociales, se constituye como un ser amenazado por excelencia porque

se inscribe como propietario. El padre, si en efecto se pone a la altura de su

condición de poseedor, debe dar ejemplo de cordura y de prudencia, no de

manera fácil o ilegal, sino pagando el costo de desear pasando por el Otro de la

ley. Esto ha disminuido dramáticamente en la actualidad”, y continua, “los

hombres de hoy son muy dados a conducirse de forma irresponsable con el

deseo que da la vida al ser y, por otro, es común que vivan como si no tuvieran

nada que perder. (p. 53)-

Esta alusión que hace Gallo sobre las características de los hombres en la

actualidad, se asemeja claramente con los padres biológicos de los niños y adolescentes

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de Santa Lucía, o de aquellas figuras que vienen a cumplir la función del Padre

simbólico, tíos, hermanos, padrastros, amigos e incluso las madres.

En el mismo texto, Gallo afirma que “en la medida en que los hombres más

subjetiven su condición en el mundo como carentes de falo, como si no fueran

propietarios de nada valioso o codiciado, menos admirados serán, y más disminuidos y

sin atributos serán percibidos como padres por las mujeres y los hijos” (Gallo, 2008, p.

53-54). Sin embargo ocurre algo particular con los niños y adolescentes de Santa Lucía

y es que si realmente estos padres o quienes cumplen la función de padre simbólico,

fueran poco admirados o disminuidos por los niños y adolescentes, podría esperarse que

sus comportamientos no se asemejaran a lo que estas figuras en las que se localiza en

padre simbólico ofrece, pero tal parece que existe una relación directamente

proporcional entre los procederes de aquellas figuras que cumplen la función de padres

simbólicos con los de los niños y adolescentes. Delincuencia común, problemas con la

justicia, detención, hurto, consumo de SPA, pandillismo.

Probablemente, estos niños y adolescentes, hayan interiorizado la autoridad de la

función normativa del Padre, pero tal y como el Padre simbólico la concebía o la vivía,

con una norma que no se inscribe en las mismas exigencias de la cultura y de ahí su

dificultad para inscribirse en el súper-yo cultural. Entonces por un lado no existe un

hombre al que se le nombre padre, y por otro, otras figuras paternas vienen a cumplir

esta función inscribiendo un tipo de norma lejana a la cultura.

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Gallo plantea:

La ausencia del aval de un hombre a su nombramiento como padre,

fragmenta el vínculo y afecta el sueño de familia cuando lo hay. El resultado es

la agresividad y la satisfacción pulsional desordenada, síntomas que pululan

actualmente en el vínculo familiar. Entre vínculo social y padre hay una relación

indisoluble. A mayor debilitamiento del padre, mayores serán las enfermedades

del vínculo, mas imperiosa la presencia de comités de ética en la sociedad,

mayor exigencia de control para que se cumplan las normas y mas predominio

de ideales inversos al orden y la regulación. (Gallo, 2008, p. 57)

Ante esta aseveración es poco lo que se puede agregar, los niños y adolescentes

de Santa Lucía, tienen en común en sus experiencias de vida la presencia del

debilitamiento del Nombre del Padre, que a su vez afecta claramente y de forma directa

el vínculo social.

A modo de conclusión

Esta falta de consistencia del padre simbólico, este “debilitamiento del Padre” en

palabras de Hector Gallo, o esta declinación del padre simbólico como lo menciona el

título de este artículo, ha obligado al Estado a asumir las funciones del Padre, tal y como

lo viene a realizar este proyecto de educación en el que se realizaron las observaciones

de los niños y adolescentes de la sede Santa Lucía y como muchos proyectos más, en las

que el docente debe ubicarse en el rol de Padre, actuar como tal y hacer un llamado a la

norma.

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La declinación del padre le ocasiona a los niños y adolescentes fuertes

enfrentamientos con la cultura, en la que buscan no solo un llamado al orden sino que

hacen una demanda de amor, debido a la forma en la que se instauró la función

normativa del nombre del padre, que hace encontrarse en constante conflicto entre el

querer ser y el deber ser, conflicto en el que entra a jugar un papel importante el Estado

como agente garante de las exigencias y demandas de la cultura y que aparentemente

logra cumplir algo de la función normativa del nombre del padre, aunque sólo en

algunos aspectos y en algunos contextos.

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LA DECLINACIÓN DEL PADRE SIMBÓLICO EN LA CIVILIZACIÓN 24

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