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“La experiencia de la huelga de los obreros de la construcción en Buenos Aires, 1935-1936” Dr. Hernán Camarero* Una huelga conmovió a la Argentina desde fines de 1935: la de los obreros de la construcción en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. Veamos los hechos. Desde septiembre de ese año la flamante Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción (FOSC), dirigida por militantes del Partido Comunista (PC), fue convocando a una serie de asambleas, en las que se llamaba a un paro de actividades, dada la negativa patronal a aceptar las reivindicaciones, entre otras: reconocimiento del sindicato, mejoras salariales y de condiciones laborales, reducción de la jornada, descanso dominical y seguro por accidente de trabajo. Fue allí cuando se conformó un Comité de Huelga. *CONICET/UBA

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Page 1: La experiencia de la huelga de los obreros de la

“La experiencia de la huelga de los obreros de la construcción

en Buenos Aires, 1935-1936”

Dr. Hernán Camarero*

Una huelga conmovió a la Argentina desde fines de 1935: la de los

obreros de la construcción en la ciudad de Buenos Aires y sus

alrededores. Veamos los hechos. Desde septiembre de ese año la flamante

Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción (FOSC), dirigida por

militantes del Partido Comunista (PC), fue convocando a una serie de

asambleas, en las que se llamaba a un paro de actividades, dada la

negativa patronal a aceptar las reivindicaciones, entre otras:

reconocimiento del sindicato, mejoras salariales y de condiciones

laborales, reducción de la jornada, descanso dominical y seguro por

accidente de trabajo. Fue allí cuando se conformó un Comité de Huelga.

*CONICET/UBA

Page 2: La experiencia de la huelga de los obreros de la

El conflicto comenzó el 23 de octubre. Acabó extendiéndose casi cien

días, con la participación de unos 60.000 trabajadores, respaldados por la

realización de multitudinarios mítines y reuniones obreras en la Plaza

Once y el estadio Luna Park, de dimensiones nunca antes vistas en el país

por parte de una misma organización sindical. Junto a esto, se

constituyeron Comités de Empresa y piquetes huelguísticos, comisiones

femeninas y de familiares de los trabajadores en paro, organismos

populares de solidaridad y comedores colectivos. Desde diciembre hubo

choques callejeros en distintos barrios con efectivos policiales y la Legión

Cívica, multiplicándose los muertos. Sobre todo, los días 7 y 8 de enero

de 1936, cuando se desenvolvió una violenta huelga general en apoyo al

conflicto. Finalmente, el 27 de enero, una asamblea decidió suspender la

protesta, ante la aceptación de varios de los reclamos originales. Como

evidencia de la situación de fortaleza en la que quedaron los trabajadores,

unos meses después se pudo constituir una nueva y poderosa organización

en el sector: la Federación Obrera Nacional de la Construcción (FONC),

dirigida y controlada por cuadros del PC, que pronto se convirtió en la

segunda entidad laboral más numerosa y en el modelo de un nuevo tipo

de sindicalismo industrial en el país.

Por su importancia para la historia del movimiento obrero, la huelga de

la construcción de 1935-1936 merece un análisis detallado. Esta tarea ha

sido realizada de manera aún insuficiente. Existen referencias al

acontecimiento en cierta bibliografía. Inicialmente, estuvieron los textos

de características militantes, en especial, los escritos por dos de los más

importantes cuadros del PC en dicho gremio, Pedro Chiarante y Rubens

Iscaro, que refirieron a aquel conflicto de manera muy general.

Posteriormente, hubo algunos aportes desde el espacio académico.

Aparecieron algunos señalamientos al tema en el clásico estudio

sociológico de Celia Durruty (1969) y, sobre todo, en la obra del

historiador Nicolás Iñigo Carrera (2000) dedicada al examen de la antes

mencionada huelga general de enero de 1936. El reciente estudio de

Diego Ceruso contribuye notablemente al tema, desde el análisis de las

estructuras de base presentes en el conflicto.1 No obstante, existen

algunos aspectos específicos de la huelga de la construcción que deben

ser explorados o reexaminados a partir de una serie de preguntas: ¿Cuál

era el peso objetivo de la rama y de los trabajadores pertenecientes a ella

en el conjunto del movimiento obrero durante la época del conflicto?

¿Cómo fue el proceso de organización gremial en dicho sector antes,

durante y después de la gran huelga? ¿Por qué la inicial hegemonía

anarquista en el sindicato cedió paso a la de los comunistas? ¿Qué nuevo

tipo de prácticas organizacionales y qué nuevos repertorios de

movilización pusieron en funcionamiento, sobre todo, los militantes del

PC? Ellos son algunos de los interrogantes que pretendemos abordar en

esta ponencia. Esta se sostiene en la consulta a una serie de fuentes

primarias que habían sido hasta el momento sólo parcialmente

Page 3: La experiencia de la huelga de los obreros de la

examinadas: boletines de la huelga, periódicos sindicales, órganos de

prensa de las corrientes políticas actuantes y diarios nacionales.

La actividad de la construcción durante los años ’30 y la trayectoria

de la sindicalización de sus trabajadores

Luego de superar una baja muy fuerte como consecuencia de la crisis

de 1929-1930, la actividad económica de la construcción retomó su vigor

hacia 1932-1934. Desde ese entonces, el peso e importancia estratégica de

esta rama productiva creció notablemente, incorporando a muchos

desocupados. En buena medida, a ello contribuyó la política de obras

públicas de esos años, orientada a la ampliación de la red de caminos y de

la infraestructura ligada a la urbanización; entre las numerosas obras

estuvieron la reforma de los regimientos de Campo de Mayo, la

modificación de la avenida 9 de julio, la extensión de la red de subtes, el

entubamiento de arroyos, la construcción de la avenida General Paz y

otros emprendimientos que modificaron el espacio urbano y reactivaron la

industria de la construcción.2 La actividad pudo mantenerse en esos

niveles hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando se produjo

una baja durante algunos años ante la dificultad para el acceso a los

materiales de construcción. Pero luego logró una recuperación. El sector

se hallaba dominado por una serie de grandes empresas monopolistas de

capital extranjero (varias de ellas, de origen alemán), que desplazaban a

los constructores nacionales y acaparaban las licitaciones públicas a partir

de sus influencias en el Estado, además del progresivo control que

ejercían sobre los materiales de construcción. Entre las principales

empresas de construcción se hallaban Polledo y Cía., Christiani y Nielsen,

Wayss & Freytag, Ariente y Maisterra, Siemens Baunion, Amato,

Berenguer, Maurette, Migone y Geopé. Desde la década del veinte el uso

del hormigón armado había ido propiciando una industrialización del

proceso de trabajo.

Organizar a los obreros del sector no resultaba una tarea sencilla, por

las propias particularidades de la rama durante este período. El primer

rasgo a señalar era el uso intensivo de la mano de obra al que se recurría,

por lo que el empleo tendía siempre a resultar proporcionalmente alto en

relación a su producto. De este modo, cuando aumentaba mucho la

producción del sector se producía un fuerte crecimiento de los empleados

en dicha rama, pues en ella existía una baja composición orgánica de

capital, es decir, una utilización acotada de tecnologías ahorradoras de

mano de obra y un predominio de procedimientos manuales tradicionales

que no demandaban personal con alta calificación. En verdad, la industria

de la construcción estaba signada por la extrema heterogeneidad y

complejidad pues abarcaba muy disímiles estructuras productivas,

mercados de mano de obra, niveles tecnológicos, relaciones equipo-mano

de obra, grados de concentración empresaria y niveles de participación

Page 4: La experiencia de la huelga de los obreros de la

del capital extranjero; de hecho, se desarrollaba en distintos submercados

económicos: construcción edilicia, vial, pavimentación urbana,

ferroviaria, industrial, electromecánica y sanitaria. En general, imperaba

un alto nivel de rotación de la mano de obra, dado el frecuente sistema de

subcontratación que tendía a disminuir los costos y los riesgos de

inversión, en una actividad donde el período de rotación del capital solía

ser largo.3 Era común el empleo de mano de obra por tiempos cortos y

con ausencia de legislación laboral y beneficios sociales. Además, dado el

alto nivel de concentración capitalista existente, en especial de capital

extranjero, el sindicato debía negociar con un puñado de grandes firmas.

Para lograr sus avances en el camino de la organización de los obreros de

la rama, la organización sindical debió vencer muchas dificultades y

encarar algunos desafíos.

Las dos corrientes ideológico-políticas del movimiento obrero que más

presencia tuvieron históricamente en el sector fueron los anarquistas,

primero, y los comunistas, posteriormente. La influencia socialista y

sindicalista fue marginal. Hasta mediados de los años treinta, en el sector

de la construcción existía una constelación de pequeños sindicatos de

oficio, la mayor parte de ellos, con dirección libertaria, que actuaban en el

seno de la FORA V Congreso. Uno de los más activos era la Sociedad de

Resistencia de Obreros Albañiles y Anexos, de cierta importancia a partir

de los años veinte. Para los comunistas, interesados en la conformación de

sindicatos únicos por rama, la dispersión en gremios por oficio era

inconveniente, dado que la construcción tendía a unificar las tareas en una

industria madre y bajo una misma patronal. Lo cierto es que todos los

proyectos de agrupar en una sola entidad a los albañiles, pintores, yeseros,

marmolistas, parquetistas, carpinteros, aserradores, escultores,

modeladores y otros, habían fracasado varias veces. Tal el caso de la

frustrada Federación de Obras en Construcción, de efímera existencia en

1918, o el Comité Mixto del Ramo de la Construcción, fallido intento de

fusión desarrollado en mayo de 1927 en el Sindicato de Yeseros.

En el Comité Mixto del Ramo de la Construcción actuaba el Sindicato

de Obreros Albañiles, Frentistas, Peones y Anexos de Buenos Aires, que

hacia 1927 agrupaba unos cien afiliados. El gremio estaba adherido a la

Unión Sindical Argentina (USA) –igual que otros minúsculos sindicatos

de albañiles, como los de San Fernando, Chivilcoy y Lincoln– y había

surgido por diferencias con los procedimientos espontaneístas, que

adjudicaban a la dirección anarquista del antiguo gremio forista, y con la

desorganización en que se hallaba el sector. En abril de 1926, el PC

confirmó el predominio que ejercía en ese gremio al elegirse una nueva

Comisión Administrativa, presidida por Egio Cicoli como secretario

general, y al instalar la sede del gremio en un local comunista porteño

(Vera 587).4 La fracción del PC entre los albañiles tenía a un puñado de

cuadros destacados, como Pedro Chiarante, uno de los líderes sindicales

más importantes del comunismo, al que se había sumado en 1920. Nacido

Page 5: La experiencia de la huelga de los obreros de la

en 1898 en un hogar proletario de inmigrantes italianos y sin haber

podido completar sus estudios primarios, Chiarante fue obrero desde los

once años, en la construcción, una fábrica textil, un frigorífico, una

curtiembre, para volver definitivamente a los andamios hacia inicios de

los años veinte. Tras quince años de actuación, fue una de las figuras

claves en el proceso de creación de los sindicatos de la construcción y,

tiempo después, llegó a la vicepresidencia de la CGT. Junto a él, también

se destacaron su hermano Enrique y los inmigrantes italianos Mario Pini,

Emilio Fabretti y su hermano Pedro (quien había llegado al país en 1923,

huyendo de la persecución fascista).5 Los militantes del PC en el sector se

agruparán en células partidarias, tanto en las fábricas de materiales como

en ciertas obras de gran envergadura.

Pero el sindicato comunista de albañiles porteños no logró

consolidarse y se disolvió hacia fines de los años veinte. Sus militantes

aceptaron la mayor presencia del gremio forista (la Sociedad de

Resistencia de Obreros Albañiles y Anexos) y decidieron incorporarse al

mismo para actuar como oposición interna a la conducción libertaria.

Desde principios de los años treinta una nueva camada de cuadros

comunistas se proyectaba en el sector, entre los que estaban Guido

Fioravanti, Miguel Burgas y Ángel Ortelli. Ellos ganaron influencia con

sus críticas a la espontaneidad propugnada por los anarquistas y con sus

propuestas a favor de la planificación de las acciones, de la solidaridad

popular y de la unificación del gremio a partir del establecimiento de un

centro de dirección. En algunas asambleas los comunistas lograron hacer

elegir a Fioravanti, Burgas y Ortelli como miembros de la Comisión

Administrativa (CA) del gremio. Viendo perder su influencia en el

mismo, en diciembre de 1934, los anarquistas separaron de la CA a los

tres dirigentes del PC.6

Después de esta expulsión, los comunistas decidieron formar el

Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos de la Capital

Federal, y también constituyeron otro en La Plata. Ya habían intentado

formar un sindicato con aquella denominación dentro del Comité de

Unidad Sindical Clasista (CUSC), en abril de 1932, pero el proyecto no

había prosperado. En la primera asamblea del nuevo sindicato, realizada

en febrero de 1935, se eligió la Comisión Administrativa y a Ortelli como

secretario general (luego ocuparon ese cargo Pedro Chiarante y Rubens

Iscaro). La orientación fue incorporar al sindicato a la mayor cantidad de

operarios, impulsando las reivindicaciones a través de huelgas por

empresa (como ocurrió en ese mismo año con la desarrollada en Polledo y

Cía.). Asimismo, el sindicato comenzó a publicar desde septiembre el

periódico El Andamio, de creciente predicamento en el sector, y organizó

secretarías seccionales en cada barrio, con locales propios en Mataderos

(Juan B. Alberdi 5639), La Paternal (Donato Álvarez 1970), Flores

(Artigas 133), Villa Urquiza-Belgrano (Nahuel Huapi 5248), Villa del

Page 6: La experiencia de la huelga de los obreros de la

Parque-Devoto (Cuenca 2595) y Pompeya (Esquiú 1001). En los meses

siguientes a su creación el crecimiento del sindicato fue muy notable.

La creación de la FOSC y el inicio de la huelga de la construcción en

octubre de 1935

Fue el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos de

la Capital Federal el que inició gestiones para lograr la unificación con el

resto de los sindicatos de oficio del sector. Así, en una asamblea de

delegados realizada en julio se creó la Federación Obrera de Sindicatos de

la Construcción (FOSC), con ámbito en la ciudad de Buenos Aires,

compuesta por los sindicatos de albañiles, pintores, yeseros, colocadores

de mosaicos, colocadores de vidrio, marmolistas y parquetistas, al que

luego se incorporaron los de electricistas, calefaccionistas y picapedreros.

El PC aportaba la organización masiva, pero el grueso de los pequeños

gremios tenía origen anarquista. De allí que fueran tan discutidos los

pasos siguientes para fortalecer y extender a la FOSC. Los anarquistas

propugnaban mantener la autonomía de cada gremio y operar con un lazo

federativo que respetara los criterios de cada dirección sindical y limitara

las atribuciones del Consejo Federal.

Los comunistas, en cambio, lograron ir imponiendo sus posiciones,

que giraban en torno al principio de montar una entidad de tipo

centralista, con una función no meramente coordinadora sino que

orientara y organizara. Por ello, la FOSC tuvo mayoría comunista en su

dirección (Fioravanti fue elegido su secretario), pero allí también existió

inicialmente una fuerte presencia ácrata, representada por hombres del

Comité Regional de Relaciones Anarquistas (CRRA), que en octubre de

1935 se convirtió en la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA),

y de la Alianza Obrera Spartacus. Esta última agrupación surgió en 1934,

liderada por Horacio Badaraco.7 Tenía simpatías por los planteos

marxistas. De hecho, el máximo referente del Sindicato de Obreros

Pintores, Antonio Cabrera (junto a Lorenzo Cruz), así como Domingo

Varone y Joaquín Basanta, que eran los principales cuadros de la Alianza

Obrera Spartacus, una vez que ésta se disolvió, a partir de 1938, se

incorporaron al PC.8 Los militantes de Spartacus llamaban a fortalecer las

organizaciones de base y la propia estructura sindical.9 El espacio que

quedó licuado por la nueva situación fue el de la FORA. La vieja central,

que durante décadas había liderado los esfuerzos de agremiación en el

sector, sólo logró conservar un pequeño sindicato de plomeros y acabó

desprestigiada, y denunciada por las otras tendencias del anarquismo,

debido a su oposición al nuevo fenómeno organizativo y a la huelga que

lanzó la FOSC.

El proceso tuvo su comienzo en septiembre de 1935, cuando la FOSC

convocó a una serie de asambleas, en las que se llamó a un paro de

actividades, dada la negativa patronal a aceptar las reivindicaciones. Entre

Page 7: La experiencia de la huelga de los obreros de la

otras, ellas eran: mejoras salariales y de condiciones laborales, reducción

de la jornada laboral, descanso dominical absoluto, abolición del trabajo a

destajo y seguro por accidente de trabajo (reclamo que tenía mucha

importancia desde un fatídico accidente ocurrido en una obra ubicada en

el cruce de las calles Republiquetas y Cabildo, en la Capital). A eso se le

sumaba la exigencia del reconocimiento del sindicato. En la reunión

realizada el 17 de octubre de 1935 fue cuando se proclamó la huelga, a

comenzar seis días después. En esa jornada del 23, casi 30.000 obreros se

reunieron en una nueva pero ahora más masiva asamblea, reunida en el

estadio Luna Park. Allí se evaluó la situación y la intransigencia patronal

en torno a los reclamos, y unánimemente se votó el inicio del paro y la

conformación de un Comité de Huelga (que editó un boletín propio, de

gran tirada). Dicho Comité quedó conformado por doce integrantes, entre

los que estaban los principales cuadros del PC: Fioravanti (secretario),

Chiarante, Ortelli, Iscaro, Burgas, Emilio Fabretti y Felipe Beil.

Comenzaba el que sería uno de los conflictos más masivos y enérgicos

protagonizado por la clase obrera argentina desde hacía una década y

media. Al principio, los huelguistas rondaban el número de 30.000, todos

albañiles. Pero el 15 de noviembre una gigantesca asamblea en el estadio

Luna Park de miles de trabajadores de toda la industria votaron sumarse al

paro, que pasó a contar con la adhesión de unas 60.000 voluntades ,

siempre en la región de la Capital Federal, lo que representaba algo más

de un 90% del total de empleados en el sector. La lucha estuvo respaldada

por la realización de frecuentes y multitudinarios mítines y reuniones

obreras en la Plaza Once y el estadio Luna Park, de dimensiones nunca

antes vistas en el país por parte de una misma organización sindical.

Tanto los comunistas como los pequeños núcleos anarquistas existentes

encontraron en la apelación a estas masivas asambleas un elemento nodal

para el desenlace exitoso del conflicto.10

Junto a esto, se constituyeron Comités de Empresa y piquetes

huelguísticos, organismos populares de solidaridad y comedores

colectivos que sostuvieron la lucha, a partir del aporte de pequeños

comerciantes, almaceneros, carniceros y verduleros. En los comedores se

llegaron a suministrar 2.000 comidas diarias y se entregaron víveres a más

de 2.000 familias necesitadas. De este modo, los obreros y sus familias

pudieron ser alimentados, y se evitó así que el conflicto se agotara por

hambre. También cumplieron un papel decisivo las comisiones

femeninas, integradas por las esposas, madres, hermanas e hijas de los

trabajadores en paro, quienes intervinieron en comedores, centros de

asistencia médica y organizaciones de amas de casa en apoyo a la lucha.

Precisamente, el papel protagónico de las mujeres fue uno de los rasgos

características de esta huelga. Como afirmaba el periódico del sindicato

de albañiles: “En los mítines, en las asambleas, en las redacciones de los

diarios, en las comisiones de ayuda, activan centenares de mujeres,

jóvenes y ancianas, con criaturas en los brazos y colgadas de las faldas,

Page 8: La experiencia de la huelga de los obreros de la

sin descanso, sin desmayos, recorren las calles, manifiestan ante las

grandes empresas constructoras más intransigentes, despertando así la

simpatía de la opinión pública, que se convence de la justicia de las

reivindicaciones pedidas”.11

Para comienzos del mes de diciembre se advertía el crecimiento de la

radicalización entre los trabajadores, con el desarrollo de un discurso cada

vez más explícitamente antimonopolista y antiimperialista, dado que el

principal enemigo aparecía identificado en el puñado de grandes empresas

de capital extranjero. Eran cada vez más frecuentes los choques callejeros

en distintos barrios de la Capital con efectivos policiales y la Legión

Cívica. Los comunistas comenzaron a evaluar y a sugerir la idea de una

huelga general de toda la clase obrera en apoyo a esta lucha sectorial: “A

cada amenaza, a cada dificultad, a cada tropiezo crece la indignación y el

odio de clase de los heroicos luchadores de la construcción. Si la patronal,

ayudada por los procónsules del fascismo en la Argentina, intenta poner

en práctica los métodos de terror hitlerista o mussoliniano, la clase obrera

argentina, en un solo frente único, pondrá al servicio de la causa de los

huelguistas, que es la suya propia, toda su energía y capacidad combativa,

su inagotable fuerza solidaria, la huelga general si es preciso”.12

La lucha

empezó a cobrar víctimas: el 18 de diciembre, según la versión del

sindicato, “mercenarios al servicio de la patronal” asesinaron a balazos,

en el barrio de Flores, a un huelguista, Santiago Sabattini.13

Miles de

obreros concurrieron al velorio en el gremio y acompañaron sus restos al

Cementerio de la Chacarita.

En apoyo al conflicto se conformó un Comité de Defensa y

Solidaridad, presidido por el dirigente obrero de la madera Mateo Fossa,

que agrupó a 68 sindicatos (tanto autónomos como pertenecientes a la

CGT) de la Capital y el Gran Buenos Aires, en donde se agruparon los

sindicatos orientados por el PC y algunos otros de dirección anarquista y

sindicalista.14

Precisamente, cuando aquel comité intersindical convocó a

una gran concentración pública en la Plaza Once, fue la declaración de

una huelga general de 24 horas en solidaridad con la lucha de los obreros

de la construcción el motivo central de la deliberación. Finalmente, se

aprobó la realización de esta ambiciosa medida de lucha para el 7 de

enero de 1936. Para ese día la patronal se había propuesto romper el

movimiento de lucha; por distintos medios de comunicación, los sectores

empresariales habían anunciado que el día 7 se reanudaría el trabajo en las

obras y que todos los trabajadores del andamio debían retomar sus

puestos en las mismas condiciones y con unos salarios apenas levemente

elevados; además, circulaba el rumor que estaba en preparación una vasta

acción de brigadas de rompehuelgas. La huelga general fue pensada como

una respuesta a todas esas intimidaciones y amenazas. La convocatoria se

producía en medio del conflicto interno que envolvía a la CGT. En los

meses anteriores la dirección de la central obrera no había fijado una línea

de apoyo firme a este conflicto, actitud que comenzó a cambiar hacia

Page 9: La experiencia de la huelga de los obreros de la

diciembre.15

Finalmente, las dos juntas ejecutivas que pasó a tener la CGT

dieron un apoyo explícito a la huelga general y comenzaron a sostener

más activamente la lucha de los obreros de la construcción.

La huelga general

La huelga general en apoyo a los obreros de la construcción se

desenvolvió el 7 y 8 de enero de 1936. En las primeras horas del día 7

centenares de grupos de obreros de la construcción y de activistas se

encargaron de informar al resto de los trabajadores, en las puertas de las

empresas, los motivos y la índole del paro, y llamaron a apoyarlo. En esos

dos días, los piquetes paralizaron la circulación de tranvías y ómnibus,

algunos de los cuales fueron incendiados por cientos de manifestantes que

se lanzaron a las calles e hicieron barricadas en los cruces de las grandes

avenidas. Pareció haber sido destacada, también, la adhesión de los

colectiveros al paro.16

Las fotos que retrataron esos eventos en los diarios

hicieron recordar a muchos los acontecimientos de la Semana Trágica de

1919. El diario Crítica, que siempre señaló la “justicia del movimiento” y

adjudicó el conflicto a la “obstinación rayana en la contumacia” por parte

de la patronal y a la “indiferencia”, la “ineficacia” y la “insensibilidad”

del DNT, informaba al otro día: “La vida de Buenos Aires ha estado

prácticamente paralizada durante todo el día de ayer. Su ritmo nervioso y

dinámico, sobre todo en las grandes barriadas, se detuvo en una acción

general que no tiene precedentes y cuyo carácter espontáneo ha debido

llamar la atención pública y despertar sugestiones”.17

El diario La Nación, desde una visión conservadora y hostil a la

huelga, alertaba sobre el “carácter extraordinariamente violento” que ésta

había asumido, convirtiéndose en un verdadero “estallido de perturbación

colectiva, con móviles que no se disciernen claramente”, y detallaba: “En

diversos puntos de la ciudad se produjeron atentados, fueron derribados

vehículos, incendiados coches, ómnibus, agredida la gente que los

ocupaba. Manifestaciones que alcanzaron extremos de singular gravedad

obligaron a la policía a una actitud enérgica en defensa del orden y en

esas circunstancias murieron tres agentes de policía, víctimas, en

cumplimiento de su función social, de la violencia de grupos para los

cuales nada significa la vida de esos sencillos y esforzados servidores de

la comunidad”; y concluía: si “se advierte en ella la presencia de

agitadores que estimulan la destrucción, la brutalidad y el crimen, es

porque la manejan, acaso a escondidas, elementos extraños a la verdadera

lucha económica, que persiguen, con la extensión del desorden, objetivos

de confusión”.18

Las muertes de obreros y policías ocurrieron en diferentes refriegas

armadas, multiplicadas en muchos barrios porteños, que el PC definía

como el “cinturón rojo, obrero y popular” de la gran urbe: Saavedra,

Chacarita, Villa Crespo, Paternal, Villa Devoto, Villa Urquiza, Villa del

Page 10: La experiencia de la huelga de los obreros de la

Parque, Villa Real, Flores, Villa Luro, Liniers, Matadero, Parque

Chacabuco, Parque Patricios, Boedo y Nueva Pompeya. Las asambleas y

las concentraciones públicas fueron prohibidas. Comedores obreros, sedes

sindicales y locales del PC fueron clausurados por las fuerzas de

seguridad. En esos operativos se efectuaron decenas de detenciones, entre

otras, a integrantes del Comité de Huelga, de la FOSC y del Comité de

Defensa y Solidaridad (como Mateo Fossa, Pierruccione, Ángel Molesini

y Lorenzo Cruz). Cuando Fioravanti (máxima figura pública del conflicto

y secretario del Comité de Huelga), y dos miembros de la Mesa Directiva

de la CGT se trasladaron al Departamento de Policía para reclamar contra

la prohibición al mitin que se estaba preparando en la Plaza Once para ese

mismo día 7, también fue inmediatamente detenido.

Fue debido a estos actos de represión que se resolvió prolongar la

huelga general durante un día más. De este modo, el 8 de enero continuó

el paro hasta la noche (extendiendo la totalidad de la huelga a 36 horas),

con un altísimo acatamiento popular, que los protagonistas del conflicto

situaron en 200.000 trabajadores de la ciudad y aledaños, una cifra, sin

duda, muy exagerada. Los comunistas destacaron sobre todo el papel de

los jóvenes y las mujeres: “Eran millares y millares. Tomaron todos los

puestos. Fueron los piquetes más enérgicos. Bloquearon los talleres,

levantaron tribunas en las bocacalles, cruzaron las vías. Eran los

agitadores más ardientes, los oradores de corazón, los luchadores de alma.

La huelga general estrechó con su amplio y convulso cinturón rojo al

Buenos Aires burgués. Barrios proletarios, mujeres, jóvenes: los

trabajadores de la construcción os estrechamos la mano. Muchos de los

vuestros están aún en la cárcel, otros han sido muertos, heridos, apaleados

o torturados, en la calle o bajo las ‘razzias’ policiales. Nosotros os

decimos que no os olvidaremos: vuestras demandas serán las nuestras,

vuestras huelgas serán nuestras huelgas”.19

Las situaciones de “desborde”,

de “espontaneísmo” y de descentralización en las acciones de masas

fueron tan generalizadas, que condujeron al Comité de Huelga de la

FOSC a reafirmar que este organismo y el Comité de Defensa y

Solidaridad formado por 68 sindicatos eran los “únicos y responsables”

en el conflicto.20

Los militantes de la FOSC, de manera inmediata, hicieron una

valoración de esta huelga general en el sentido de que significaba un hito

en la lucha de la clase obrera argentina: “El pueblo trabajador y explotado

de Buenos Aires y pueblos circunvecinos acaba de rendir un máximo

esfuerzo de solidaridad proletaria. Los días 7 y 8 de enero marcan una

etapa decisiva en las luchas obreras del país, esas grandes luchas que se

iniciaron hace treinta y cinco años, que atravesaron períodos de terror

para el proletariado, que desembocaron en los movimientos del

Centenario, la semana de Enero, el 1919-1920 y que retoman su curso

ascendente en los 60.000 trabajadores de la construcción. Esos dos días

galvanizaron y reunieron fraternalmente al proletariado y grandes sectores

Page 11: La experiencia de la huelga de los obreros de la

de la población en la lucha y en la calle. Esos señalaron la importancia

social del proletariado y dieron la exacta medida del pulso del pueblo

obrero”. Más aún, la huelga general habría mostrado “como hoy la

conciencia de clase tiene una fuerza polarizante en la vida social del país,

y como hay de pié un inmenso proletariado que recoge las palpitaciones

de toda la clase obrera”. El balance final no podía ser más alentador:

“Trabajadores de todos los oficios, de todas las organizaciones, de todas

las tendencias, se han reconocido al final a través de su propia y viviente

fuerza. De este acto magnífico sale el proletariado robustecido. Nosotros

los trabajadores de la construcción, tenemos el orgullo de haber levantado

una bandera para todo el proletariado. Esa es la bandera de la solidaridad

y de la lucha. Nosotros hemos erguido también una causa de honor. Esa

bandera y ese honor harán la unión final del proletariado por su

emancipación”.21

Según esta misma visión, la huelga general también dejaba como

enseñanza otras cosas para la clase obrera: que “la patronal nunca se

dividía y actuaba en un bloque sólido”, por lo cual debía responderse con

una resistencia tenaz, sólida y unitaria; que las acciones de masas, si

adquirían un “carácter multitudinario, contundente y sin divisiones”,

cortaba el camino a la intervención de las bandas fascistas; y que los

comerciantes pequeños y minoristas podían “coincidir en sus intereses

con los del proletariado”.22

Descabezada la dirección de la huelga de la construcción, ésta fue

reemplazada por nuevos dirigentes y cuadros intermedios, que debieron

garantizar las medidas de dirección y apoyo, el reparto de los víveres y el

resto de las tareas bajo duras condiciones de persecución policial y de

clandestinidad. A partir del 11 de enero se abrió una negociación más

firme entre las dos partes en conflicto, con la intervención del Estado. Ese

día, a partir de gestiones impulsadas por el DNT y la CGT, fue invitada al

Ministerio del Interior una delegación de la FOSC, compuesta por Ángel

Ortelli como nuevo secretario de la FOSC y del sindicato de albañiles,

Miguel Burgas como tesorero del sindicato de albañiles y secretario de su

comité de huelga, y Rafael Giler como miembro de la CA de los

madereros y secretario interino del Comité de Defensa y Solidaridad. El

objetivo era intentar encauzar el conflicto. Durante la entrevista, el

ministro Leopoldo Melo comunicó nuevas ofertas salariales de la patronal

que tampoco satisficieron a los representantes obreros, quienes, además,

exigieron la inmediata libertad de los detenidos, la reapertura de los

locales clausurados y el permiso para realizar asambleas y actos públicos.

El ministro aceptó buena parte de esas demandas y quedó encargado de

tramitar las peticiones de la FOSC con la patronal.

Hacia ese momento, como luego veremos, era evidente el alto costo

que la huelga tenía para la federación, pero también la necesidad de los

empresarios de aceptar la negociación y comenzar a ceder a varios de los

reclamos sindicales. Ya existían diferencias entre el medio centenar de

Page 12: La experiencia de la huelga de los obreros de la

pequeñas y medianas empresas, constructores y profesionales con mayor

voluntad acuerdista (agrupados en la Corporación Argentina del Ramo de

la Construcción, CARCA) y el puñado de grandes empresas monopolistas

con posiciones más inflexibles. Por eso, la FOSC arengaba en ese

momento: “La situación en que entran las tramitaciones, las perspectivas

que existen, nos demuestran que comienza a haber serias perspectivas

para nuestro triunfo. Pero no olviden los camaradas que la garantía para

nuestra victoria reside en nuestra acción diaria, en los piquetes y las

comisiones de barrios, en la completa paralización de nuestras obras, en

nuestra acción por la libertad de todos los presos”.23

El final del conflicto y sus consecuencias

Luego de 90 días de iniciada, el 23 de enero, ante la aceptación de una

gran parte de los reclamos que le habían dado origen, la huelga fue

levantada por una asamblea en el Luna Park que reunió más de 35.000

trabajadores.24

Preventivamente, el Comité de Huelga no fue disuelto

inmediatamente y eso sólo ocurrió en una nueva asamblea realizada el 15

de marzo. El gremio consiguió la siguiente tarifa de salarios mínimos: los

peones pasaron de $ 3 diarios a $4,50; los medio oficiales de $4,20 a

$5,20; y los oficiales de $5,50 a $6,40. La jornada de trabajo, que oscilaba

entre las nueve y las diez horas, fue reducida a ocho horas. Los

empresarios acordaron readmitir al personal ocupado antes de la huelga,

“sin hacerlo objeto de represalias o exclusiones relacionadas con ésta o

con sus actividades gremiales”. Además, se instituyó una Comisión

Paritaria Consultiva, compuesta por representantes patronales y obreros,

para que junto al DNT velara por la aplicación de la nueva

reglamentación de las condiciones laborales.25

Al poco tiempo, la patronal

debió aceptar la formación de comisiones internas por obra, el derecho de

los dirigentes sindicales a entrar en ellas para organizar el personal y el

reconocimiento de la Federación.

Sin duda, los costos humanos de la huelga fueron muy altos. Los

lesionados y heridos en los enfrentamientos con la policía y sectores

liguistas se multiplicaban por cientos. Sólo durante la huelga general de

los dos días de enero hubo tres obreros muertos, junto a varios policías

heridos.26

Las detenciones fueron innumerables, y recayeron no sólo

sobre los trabajadores más activos, por ejemplo, los que participaban en

los piquetes de huelga, sino también a los que buscaban víveres en los

comercios para alimentar a los comedores (procesados por “mendicidad y

vagancia”) o a los que vendían bonos y rifas en apoyo al conflicto (a los

que se les aplicó una ley de represión del juego).27

En enero se había

conformado un Comité Pro Presos de la FOSC (formado por tres

comisiones: Ayuda, Finanzas y Jurídica), que hasta el día 12 había dado

atención a unos 1.500 detenidos (acercándoles comida y víveres a ellos y

a sus familias) y había brindado auxilio a decenas de huelguistas

Page 13: La experiencia de la huelga de los obreros de la

desalojados de sus viviendas.28

El abogado del sindicato de albañiles, y

siempre cercano a la izquierda, Samuel Shmerkin, fue el encargado de

presentar decenas de habeas corpus y recursos judiciales para liberar a los

presos. Hacia febrero el Comité había montado enormes cocinas para

alimentar a los presos; la instalada en el centro de la Capital había

provisto durante ese mes unas 6.000 comidas; la de Villa Devoto, otras

7.000. El Comité llevaba su actividad hasta detenidos en La Plata, Morón,

San Martín, San Miguel, Hurlingham, Caseros y Avellaneda.29

La actividad del Comité se prolongó hasta marzo, editando un boletín

específico para su tarea. Sentía que tenía razones bien fundadas para su

existencia: “Nuestra voz de prisioneros sociales; nuestra voz de

trabajadores torturados, de obreros huelguistas triturados por el terrorismo

policial y amenazados de muerte por las armas patrias; la voz mojada en

sangre de los centenares de obreros que en los días de huelga fueron

molidos a culatazos en las comisarías de la Capital y sometidos al

tormento en los calabozos de la Sección Especial y de Villa Devoto, es la

que recoge este boletín y la extiende al ámbito del país para que el

proletariado extraiga de estos hechos las conclusiones que le corresponde

extraer (…) Los que aún quedan en los calabozos librados al salvajismo

policial; los compañeros de los piquetes sometidos a proceso por los

hechos de la huelga, permanecen unidos a nosotros por el vínculo

ferviente y profundo de clase, de la lucha y la esperanza”.30

La contabilidad arrojó una cifra elocuente de la gravedad de la

represión durante el conflicto. En total, los obreros muertos fueron cuatro,

a otros cuatro se les aplicó la ley 4.144 y a doce se los procesó bajo la

misma ley. Entre los amenazados por la expulsión del país, merced a la

mencionada Ley de Residencia, estaba, otra vez, como había ocurrido en

1932, Guido Fioravanti, el más importante dirigente obrero comunista de

la huelga. La FOSC y el PC, sin embargo, nuevamente, luego de una gran

campaña nacional e internacional, lograron evitar dicha medida. Hasta la

huelga general del 7-8 de enero, hubo 1.250 obreros detenidos y sólo

durante esos dos días casi 3.000 obreros pasaron por las comisarías, el

Departamento Central de Policía, la sede de la Sección Especial y la

cárcel de Villa Devoto: “Centenares de ellos, activistas, miembros de los

piquetes, propagandistas de la huelga, atravesaron la doble fila de milicos

borrachos y armados de cachiporras que en las comisarías esperaban a

cada detenido que llegaba para destrozarlos a golpes. Centenares de ellos

sufrieron el tormento más extremado en las oficinas de la Sección

Especial y de Villa Devoto. Al ánimo de muchos de ellos se llevó la

sensación de que serían fusilados, para espectáculo íntimo y regocijo del

alma degenerada de los funcionarios policiales. Todos los horrores

posibles, todas las torturas morales que puede inventar la mente de un

tarado fueron castigo continuado para los prisioneros”.31

Sólo en el Boletín del Comité Pro Presos de febrero se denunciaron

con todos los detalles unos cincuenta casos de torturas en comisarías y

Page 14: La experiencia de la huelga de los obreros de la

sedes policiales. El caso del joven obrero comunista Carlos Bonometti es

uno de los tantos, aunque luego se hizo emblemático. Declaraba entonces:

“He sido apaleado y torturado por la policía en la sección 39, durante

horas y horas, en una forma imposible de contar. En la misma comisaría,

sin ser llevado al Palacio de Justicia, he sido interrogado por el juez, el

que me leyó una declaración que yo no había hecho y me la entregó para

que la firmara. Yo estaba aturdido y semiinconsciente por los golpes y la

firmé sin saber lo que decía porque no entendía nada”.32

Bonometti fue

condenado a prisión perpetua (y liberado recién en 1947), acusado de

disparar y matar a un policía.

El balance que los comunistas extrajeron inmediatamente después de

este conflicto estuvo durante algunos meses teñido de un optimismo

acendrado. Entendieron que dicho conflicto era el anticipo de un ascenso

en la lucha de las masas obreras y populares, dado el agravamiento de la

situación económico-social del país, y que los comunistas habían podido

demostrarlas a éstas que ellos eran su mejor dirección posible: “Las

consecuencias de la política económica del gobierno se traduce en un

empeoramiento del nivel de vida de la gran mayoría del pueblo. En tal

situación, el movimiento huelguístico de la construcción y la grandiosa

huelga del 7 y 8 de enero en la Capital, han mostrado el camino de la

respuesta de masas a la ofensiva de hambre, a través de la unidad obrera,

de la preparación inteligente de las huelgas y del apoyo al proletariado de

las amplias masas populares, bajo la bandera de la lucha antiimperialista y

antifascista. Los comunistas han mostrado que no solo son los más

abnegados luchadores del movimiento obrero, sino también los más

inteligentes conductores de las luchas, por el camino de la victoria”.33

La huelga de la construcción de 1935-1936 puede entenderse a la vez

como una continuidad y una ruptura respecto a las huelgas de la carne y

de los petroleros que los comunistas habían organizado en 1932. Se

aplicaron los mismos métodos de preparación y ejecución del conflicto.

Pero en el caso de la construcción, la protesta pudo garantizarse con un

mayor acatamiento (de hecho, casi total), una mayor duración y una

mayor amplitud en cuanto a la dirigencia convocante. El PC cedió algo de

su papel dirigente, que había monopolizado con exclusividad en el caso

del conflicto de los petroleros y cárnicos, aunando en la conducción de la

protesta a cuadros obreros prevenientes del anarquismo, el socialismo y el

sindicalismo, apelando a la consulta constante de las bases (la imagen más

conocida del conflicto fueron las recurrentes y muy concurridas

asambleas realizadas en la Plaza Once y el estadio Luna Park) y

garantizando el mantenimiento de la protesta con la solidaridad popular.

A eso se sumó el contexto distinto: la adversidad de 1932, año signado

por la alta desocupación, contrastaba con 1935, cuando los niveles de

empleo eran generosos y los trabajadores se encontraban más proclives a

ir al conflicto sin un temor tan firme a la pérdida del puesto de trabajo, y,

además se hallaban con una mayor disposición al enfrentamiento.

Page 15: La experiencia de la huelga de los obreros de la

La constitución de la FONC como herencia de la huelga

Un elemento que contribuyó a que la huelga de la construcción fuera

evaluada como victoriosa por el movimiento obrero fue la inmediata y

exitosa organización de una única organización de los trabajadores de

toda la rama, la Federación Obrera Nacional de la Construcción (FONC),

dirigida y controlada por cuadros del PC, que pronto se convirtió en la

segunda entidad laboral más numerosa del país y en el modelo de un

nuevo tipo de sindicalismo industrial en el país.

Los dirigentes comunistas del gremio enviaron delegaciones al interior

para extender a todo el país la estructura de un sindicato único de todo el

sector. Del 8 al 10 de junio de 1936 se efectuó una primera conferencia

nacional, en donde 90 delegados, en representación de 61 sindicatos,

decidieron dar un paso decisivo: crear la Federación Obrera Nacional de

la Construcción. Comenzaron a discutirse sus principios estatutarios, se

conformó una comisión provisoria nacional presidida por Fioravanti y se

manifestó la voluntad de insertar a la entidad en los marcos de la CGT. En

términos estrictos, la FONC fue la primera federación nacional de

industria creada en la Argentina.

En aquella conferencia volvió a aprobarse de manera mayoritaria la

estrategia comunista de una entidad de carácter centralista, aunque

todavía existió un proyecto minoritario diferente, defendido por los

anarquistas, que postulaba una organización de bases federativas.

También se avanzó en el diseño de un programa de reivindicaciones,

centrado en la lucha por las 40 horas semanales, la abolición del trabajo a

destajo, el derecho de reunión, de palabra y de prensa, y por la libertad de

los presos políticos y sociales. Este pedido alcanzó gran importancia

porque el 5 de julio la Sección Especial de Represión del Comunismo

allanó una reunión del Comité Central del PC, deteniendo a todos sus

integrantes, entre los cuales, estaba el propio Fioravanti, quien quedó al

borde de la expulsión del país, merced a la aplicación de la Ley 4.144. El

gremio se lanzó a una campaña por impedir esta medida, en conjunto con

el sindicato de la madera, para lo cual se realizaron grandes actos en el

Luna Park y el teatro Coliseo. El 14 de agosto, se logró, una vez más, la

libertad de Fioravanti.

Tras ello, el paso siguiente fue la convocatoria al Congreso

Constituyente de la FONC, que se realizó del 11 al 13 de noviembre de

1936. Allí estuvieron representados 76 sindicatos pertenecientes a todas

las profesiones de la industria del sector, vinculados a la construcción de

edificios, puentes, caminos y otras instalaciones, así como los dedicados a

la extracción y elaboración de material para la actividad. La sede de la

FONC se fijó en el mismo domicilio porteño donde funcionaba la FOSC

desde febrero de 1936: el amplio local de Victoria 2936. Fioravanti fue

nombrado como su primer secretario general y otros militantes del PC

Page 16: La experiencia de la huelga de los obreros de la

ocuparon el grueso de los puestos del Consejo Federal de la entidad. En la

seccional Capital Federal, la más numerosa de todas, fueron elegidos

como secretario y prosecretario Ortelli y Chiarante, respectivamente (tras

el viaje de Ortelli a España para realizar tareas solidarias, fue

reemplazado por Chiarante e Iscaro ocupó el cargo de prosecretario).

Todos ellos también fueron acompañados de una dirección de mayoría

comunista, en la que se consolidó una nueva camada de jóvenes

militantes, como Normando Iscaro (hermano de Rubens), Roque Alessi,

Andrés Roca, Pedro Tadioli y Víctor Larralde, entre otros.

La creación de la FONC fue la evidencia de algunas de las nuevas

concepciones acerca de la actividad sindical que estaban desplegando los

comunistas. Una de ellas era la revalorización que se le prestaba a la

militancia de base a través de organismos nuevos. Desde los años veinte

el PC había encarado la militancia de base en las estructuras laborales a

partir de un organismo interno, clandestino y virtualmente tabicado, la

célula, que ocasionalmente se combinaba con los Comités de Fábrica.

Eran repertorios organizacionales lanzados desde el partido y constituidos

esencialmente por sus militantes. A partir de mediados de los años treinta,

con la experiencia acumulada en los grandes conflictos de masas y con la

nueva realidad de dirigir los principales sindicatos industriales del país

(por otra parte, todos enrolados en la central obrera mayoritaria, la CGT),

el PC comenzó a plantear la necesidad de que los sindicatos se lanzaran a

constituir los llamados Comités de Empresa.34

La rama de la construcción, precisamente, fue el lugar en donde este

proceso se vio de manera más clara. Hacia marzo de 1936 uno de los

principales dirigentes obreros comunistas en el sector aclaraba la

importancia que adquirían los Comités de Empresa y de Obra: “La

experiencia de la misma lucha ha demostrado a cada camarada que no

podemos triunfar si no hacemos de nuestra organización un baluarte en

cada lugar de trabajo, y estos baluartes son los Comités de Empresa y

Obras, que son los órganos de ataque, resistencia y defensa a toda la

prepotencia patronal (…). Por otra parte, no hay que olvidar que tenemos

la base para esa forma de organización: la gran empresa, el trust, que son

los que mayor resistencia pusieron a la solución del conflicto”.35

Había una diferencia con los anteriores organismos: necesariamente

tenían un carácter mucho más extendido y eran más autónomos del

partido, pues eran conformados desde el sindicato mismo, tenían un

carácter público y pretendían agrupar a todos los obreros, sin distinciones

políticas. Por supuesto, el PC intentaba que los mismos cayeran bajo su

dominio, y, en buena medida, eso fue lo que ocurrió. Pero eso no alteraba

su esencia diferencial de los casos anteriores. Desde los años veinte, las

células partidarias y los débiles y ocasionales Comités de Fábrica o de

Lucha sirvieron para la tarea de penetración inicial del comunismo entre

el proletariado industrial, porque actuaron desde abajo hacia arriba:

intentaban movilizar, organizar y elevar en su conciencia a los

Page 17: La experiencia de la huelga de los obreros de la

trabajadores, en algunos casos, sin la existencia misma de un sindicato

por rama o de oficio que los representara. Ahora que estos sindicatos ya

existían y se mostraban mayormente consolidados, su objetivo era, desde

arriba, dinamizar el trabajo de base, para fortalecer y garantizar aún más

las directivas gremiales.

Los Comités de Empresa eran concebidos como los tentáculos de los

sindicatos, mayoritariamente comunistas, en el nivel de los sitios de

trabajo. En este sentido, son la evidencia de un cambio en el lugar del PC

en el movimiento obrero: de ser una corriente limitada al trabajo de base

en ciertos sitios de trabajo (a los que por elección o azar pudo acceder) y

con escasa incidencia en las grandes estructuras sindicales fue mutando a

un partido que alcanzaba protagonismo en dichas estructuras y desde allí

potenciaba su llegada a las bases obreras más amplias a través de un

emisor más potente, el sindicato.

Una segunda novedad que se produjo en la concepción comunista de

los sindicatos únicos por rama industrial a partir de 1935-1936, en el

marco de la estrategia más moderada del frente popular, fue el creciente

pragmatismo que comienza a postular el partido en la negociación con el

Estado. Ahora, los comunistas participaban de los cambios ocurridos en

las relaciones laborales de la época, incorporando el ejercicio de la

negociación y las prácticas de la transacción, y aceptando la tendencia al

arbitraje estatal, a través de la intervención del DNT.36

Esto se expresó

con claridad en el caso de la FONC. Frente a las críticas que se les

formulaban a los militantes del PC en esta entidad (sobre todo, desde

sectores anarquistas), por aceptar la intervención del DNT, éstos se

defendían reivindicando la necesidad de la flexibilidad táctica para

aprovechar los resquicios del frente burgués: “Algunas objeciones se nos

hicieron cuando nosotros adoptamos el procedimiento táctico de aceptar

la fórmula del D. N. del Trabajo; sin embargo, esa táctica nos ha hecho

avanzar unos pasos más por el camino del triunfo (…). La buena táctica

es la consecuencia lógica del buen sentido, y el buen sentido indica que

hay que ser lo suficientemente flexibles como para aprovecharse de todas

las coyunturas y sacar de ellas todo el beneficio posible, y no perder, por

querer mantenerse en una rigidez absurda, todo lo ganado y todo lo que

está por ganarse todavía”.37

***

El análisis de la huelga de la construcción de 1935-1936 permite

extraer algunas conclusiones provisorias. El conflicto se produjo en una

rama que había alcanzado en esos años un proceso de expansión notable y

demandaba una cantidad creciente de mano de obra. Las condiciones eran

favorables para desenvolver un movimiento de reclamo, movilización y

organización de los empleados en el sector. Los avances en el proceso de

agremiación que se dieron los albañiles y demás trabajadores en 1935,

Page 18: La experiencia de la huelga de los obreros de la

con la creación de la FOSC, representó un punto de inflexión y un cambio

de tendencia en la tradición gremial de la rama: la dispersión de

organismos identificados con el oficio cedió ante una entidad que aglutinó

a todos los vinculados por rama de actividad. La posterior conformación

de la FONC, entre mediados y fines de 1936, fue la consumación plena de

ese fenómeno. El mismo fue acompañado, y en buena medida

posibilitado, por una alteración en la correlación de fuerza entre las

tendencias del movimiento obrero industrial de la época: se debilitaron las

expresiones más tradicionales del anarquismo (las representadas por la

FORA, que más acento ponían en las formas laxas, federativas y de

oficio) y se fortalecieron las que más hincapié hacían en la necesidad de

sindicatos únicos por rama. Nada de ello pudo impedir la espectacular

expansión de los comunistas, la corriente más dinámica en el proletariado

industrial, quienes multiplicaron su presencia entre los trabajadores de la

construcción, se escindieron de los viejos gremios anarquistas y montaron

una nueva y sólida estructura centralizada de todos los obreros de la rama.

La huelga analizada confirma que ya desde 1934, pero sobre todo desde

1935, se produjo un nuevo ciclo en el proceso de la protesta obrera, que

cierra una etapa de relativo retroceso e inacción de los años previos, y

abre un período de intensa conflictividad y repolitización izquierdista.

Ello refiere al peso y la centralidad de la clase obrera en la ciudad de

Buenos Aires, y al enorme cúmulo de demandas laborales insatisfechas;

también, a la presencia de la izquierda, sobre todo, de perfil radical (no

atendiendo a los términos programáticos, sino en cuanto a los métodos de

lucha practicados). Todo esto sugiere una interpretación en disonancia

con los planteos historiográficos que aludían a una disolución y

fragmentación de ese sujeto social y al peso ineluctable de tendencias de

conformismo y reformismo social. La lucha de los albañiles y la FOSC

fue resultado y a la vez agente activo de ese cambio de la dinámica social

y política. Finalmente, el conflicto examinado puso en evidencia los

nuevos repertorios de movilización y organización propiciados, no única

pero sí especialmente, por el PC durante esos años: tanto en la escala de

base como en el nivel de la estructuración sindical.

1 Rubens ISCARO, Breve historia de la lucha, organización y unidad de los trabajadores de la construcción, Buenos Aires, s/e, 1940, pp. 14-38; Pedro Chiarante, Pedro Chiarante,

ejemplo de dirigente obrero clasista. Memorias, Buenos Aires, Fundamentos, 1976, pp. 86-107; Celia DURRUTY, Clase obrera y peronismo, Buenos Aires, Pasado y Presente, 1969,

pp. 78-91; Nicolás IÑIGO CARRERA, La estrategia de la clase obrera, 1936, Buenos

Aires, La Rosa Blindada-PIMSA, 2000, pp. 123 y ss.; Diego CERUSO, La izquierda en la fábrica. La militancia obrera industrial en el lugar de trabajo, 1916-1943, Buenos Aires,

Imago Mundi, 2015. 2 Anahí BALLENT y Adrián GORELIK, “País urbano o país rural: la modernización

territorial y su crisis”, en Alejandro CATTARUZZA (dir.): Crisis económica, avance del

Page 19: La experiencia de la huelga de los obreros de la

Estado e incertidumbre política (1930-1943), tomo VII de la Nueva Historia Argentina,

Buenos Aires, Sudamericana, 2001, pp. 143-200. 3 Marta PANAIA, Los trabajadores de la construcción. Cambios y evolución del empleo en

la industria de la construcción argentina, Buenos Aires, Ediciones del Ides, 1985, pp. 11-22. 4 “Sindicato de Obreros Albañiles, Frentistas, Peones y Anexos de Bs. As.”, Bandera

Proletaria (órgano de la USA), año V, nro. 262, 17 de abril de 1926, p. 2. 5 Un dato a tener en cuenta es que la mayoría de los cuadros sindicales en la construcción

eran de origen italiano, reflejando el predominio que esa comunidad tenía en la actividad.

Según la Cámara de la Construcción, todavía en 1938 los italianos eran un 40% del total de

obreros del sector, mientras que los nacidos en la Argentina no llegaban al 30%. Ver: David

TAMARIN, The Argentine Labor Movement, 1930-1945. A Study in the Origins of Peronism,

Albuquerque, University of New Mexico Press, 1985, p. 43. 6 “Expulsan a los obreros clasistas”, La Internacional (órgano del PC) (en adelante, LI),

XVIII, 3441, diciembre de 1934, p. 7. 7 Un documento interno de la CRRA-FACA, La intervención de los militantes de la FACA y su colaboración con la FOSC, de noviembre-diciembre de 1935, permite dar cuenta de la

fuerte presencia anarquista que existió en los inicios de la FOSC. 8 Sobre Spartacus, Badaraco y los militantes que entraron al PC: Domingo VARONE, La

memoria obrera. Testimonios de un militante, Buenos Aires, Cartago, 1989; Nicolás IÑIGO

CARRERA, “La Alianza Obrera Spartacus”, PIMSA, IV, 4, 2000, pp. 97-171; Juan Rosales,

Badaraco, el héroe prohibido. Anarquismo y luchas sociales en tiempos de infamia, Buenos

Aires, La Rosa Blindada, 2001; Javier BENYO, La Alianza Obrera Spartacus, Buenos

Aires, Anarres, 2005. 9 ¿Cómo empezar? Los trabajadores debemos vencer la reacción”, Spartacus, II, 5, 1/5/1935,

p. 3. 10 Algunos de los relatos más vivaces del proceso asambleario corrieron por cuenta de los

anarquistas: “En las asambleas del Luna Park está la cara de la huelga. Es la cara firme, recia, curtida de un obrero; de cualquiera de esos treinta, cincuenta o sesenta mil obreros que

semana a semana han colmado la capacidad inmensa del estadio (…). Por sobre el rumor de

colmena de la muchedumbre que llena el estadio, puñados de blancos volantes flamean en el aire. Las manos se alzan y cazan al vuelo los papeles. Hay sed de leer todo lo que pueda

decir una palabra nueva de la huelga; manifiestos y periódicos tiemblan en esas manos

endurecidas por los trabajos más duros. Cuando el altavoz grita su primera palabra, el rumor se ahoga en un suspiro denso y los millares de ojos buscan la cara amiga de los camaradas

del comité de huelga y de los delegados (…). De estas asambleas se sale conteniendo un grito de loco entusiasmo, se sale dispuesto a vencer. Y los obreros, cuando regresan a sus

guaridas, en voz baja, cortante y grave se pasan la orden: ‘¡No aflojar! ¡Firmes!’” (“La gran

huelga”, Spartacus Obrero Campesino. Comunista-libertario, año I, nro. 6, noviembre de

1935, p. 2.). 11 “Las mujeres de los albañiles durante la huelga”, El Andamio (“Editado por el Sindicato

de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC”), II, 3, marzo de 1936, p. 3. Sobre el tema: Débora D’ANTONIO, “Representaciones de género en la huelga

de la construcción. Buenos Aires, 1935-1936”, en Ferananda GIL LOZANO, Valeria S.

PITA y M. Gabriela INI, Historia de las mujeres en la Argentina. Tomo II: siglo XX, Buenos Aires, Taurus, 2000, pp. 245-265. 12 “La solidaridad obrera y popular alienta a los luchadores en el camino de la victoria”, LI,

XIX, 3463, 1ª quincena de diciembre de 1935, p. 3. 13 “Nuestros muertos”, El Andamio (“Editado por el Sindicato de Obreros Albañiles,

Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC”), II, 3, marzo de 1936, p. 3. 14 “68 organizaciones proletarias están dispuestas a ir a la huelga general”, LI, XIX, 3463, 1ª quincena de diciembre de 1935, p. 3.

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15 “La Junta Provisoria exhorta a los compañeros y organizaciones confederadas a prestarles su más vigoroso apoyo”, CGT (Independencia), II, 88, 20/12/36, p. 1; “Con regocijo se

recibió la solidaridad de la CGT”, LI, XIX, 3463, 1ª quincena de diciembre de 1935, p. 3. 16 “Unánimemente nos apoyaron los colectiveros”, Boletín de Huelga de la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción, II, 2, 13/1/36, p. 1. 17 “Las verdaderas causas de la huelga de los obreros de la construcción”, Crítica, XXIII,

7813, 8/1/36, p. 3. 18 “La huelga de ayer”, La Nación, 8/1/36, p. 4. 19 “El cinturón rojo. Los barrios proletarios, las mujeres, los jóvenes”, Boletín de Huelga de

la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción, II, 2, 13/1/36, p. 1. 20 “Contra la reacción, contra las provocaciones”, Boletín de Huelga de la Federación

Obrera de Sindicatos de la Construcción, II, 2, 13/1/36, p. 1. 21 “Examen de la huelga general”, Boletín de Huelga de la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción, II, 2, 13/1/36, p. 1. 22 “Síntesis de la huelga general”, Boletín de Huelga de la Federación Obrera de Sindicatos

de la Construcción, II, 2, 13/1/36, p. 1. 23 “La Federación de los Sindicatos examina ante el proletariado la construcción la situación

presente”, Boletín de Huelga de la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción, II,

2, 13/1/36, p. 1. 24 “Así fue la asamblea del Luna Park del jueves 23 de enero”, El Andamio (“Editado por el

Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC”), II, 3,

marzo de 1936, p. 5. 25 “Las bases del arreglo aceptado por el gremio”, El Andamio (“Editado por el Sindicato de

Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC”), II, 3, marzo de 1936,

p. 2. 26 En Villa Urquiza, Santiago Beckener fue muerto a balazos por la Policía, que tuvo allí tres

agentes heridos gravemente; en Nueva Pompeya, el activista panadero Gerónimo Osechuk

fue asesinado por un sargento de la policía; en Liniers, en un duro tiroteo con las fuerzas de seguridad, cayó mortalmente herido el trabajador Jaime Chudi. Ver: “Nuestros muertos en el

paro del 7 de enero”, Boletín de Huelga de la Federación Obrera de Sindicatos de la

Construcción, II, 2, 13/1/36, p. 2; y “Nuestros muertos”, El Andamio (“Editado por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC”), II, 3,

marzo de 1936, p. 3. 27 “Las leyes del embudo”, El Andamio (“Editado por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento Armado y Anexos, adherido a la FOSC”), II, 3, marzo de 1936, p. 2. 28 “Comité Pro Presos de la Federación Obrera Sindicatos de la Construcción”, Boletín de Huelga de la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción, II, 2, 13/1/36, p. 2. 29 “Cómo y por qué fue creado. Cómo funciona. Cómo se sostiene”, Boletín del Comité Pro

Presos de la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción, I, 1, febrero 1936, p. 3. 30 Boletín del Comité Pro Presos de la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción,

I, 1, febrero 1936, p. 1. 31 “Identificados en la responsabilidad y el deber hemos actuado en la huelga” e “Informe en cifras del Co. Pro Presos”, Boletín del Comité Pro Presos de la Federación Obrera de

Sindicatos de la Construcción, I, 1, febrero 1936, pp. 1-3. 32 “Llamamiento al proletariado por Efram Lach y Carlos Bonometti”, Boletín del Comité Pro Presos de la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción, I, 1, febrero 1936, p.

1. 33 “Resolución del pleno del CC del 8 de febrero de 1936”, LI, XIX, 3467, 1ª quincena de febrero de 1936, p. 2. 34 Un análisis específico sobre el tema en: Diego CERUSO, Comisiones internas de fábrica:

desde la huelga de la construcción de 1935 hasta el golpe de estado de 1943, Vicente López, Dialektik/PIMSA, 2010.

Page 21: La experiencia de la huelga de los obreros de la

35 Pedro CHIARANTE, “El C. de Empresa y Obra es el arma principal de nuestra organización”, El Andamio (“Editado por el Sindicato de Obreros Albañiles, Cemento

Armado y Anexos, adherido a la FOSC”), año II, nro. 3, marzo de 1936, p. 7. 36 Un contexto general sobre esta cuestión: Ricardo Gaudio y Jorge Pilone, “El desarrollo de

la negociación colectiva durante la etapa de modernización industrial en la Argentina, 1935-

1943”, en Juan Carlos TORRE (comp.), La formación del sindicalismo peronista, Buenos

Aires, Legasa, 1988, pp. 19-54. 37 “El procedimiento táctico de aceptar la fórmula del DNT nos acerca al triunfo”, El

Andamio, año II, nro. 3, marzo de 1936, p. 8.