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46 Docencia nº 27 REFLEXIONES PEDAGÓGICAS La masculinidad y los jóvenes adolescentes Abordar una temática nueva, como es la masculi- nidad y la adolescencia en los jóvenes, implica dar res- puesta a algunas preguntas previas que dicen relación con el estado de avance de los estudios sobre el hom- bre y la masculinidad. 1 Sociólogo, profesor investigador, FLACSO-Chile. * Las ilustraciones de este artículo, pertenecientes a distintos autores, fueron extraídas de los catálogos de publicaciones de editorial Taschen correspondientes a los años 2003, 2004 y 2005. José Olavarría 1 REFLEXIONES PEDAGÓGICAS

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Docencia nº 27REFLEXIONES PEDAGÓGICAS

La masculinidady los jóvenes

adolescentes

Abordar una temáticanueva, como es la masculi-nidad y la adolescencia enlos jóvenes, implica dar res-puesta a algunas preguntasprevias que dicen relacióncon el estado de avance delos estudios sobre el hom-bre y la masculinidad.

1 Sociólogo, profesor investigador, FLACSO-Chile.

* Las ilustraciones de este artículo, pertenecientes a distintos autores, fueron extraídas de los catálogos depublicaciones de editorial Taschen correspondientes a los años 2003, 2004 y 2005.

José Olavarría1

REFLEXIONESPEDAGÓGICAS

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LA MASCULINIDAD Y LOS JÓVENES ADOLESCENTES

El hombrecomo objetode estudio

La mujer ha sido objeto de investigación a lomenos desde la segunda guerra mundial, funda-mentalmente a partir de su incorporación masivaal mercado del trabajo, cuando las funciones quehabitualmente ejercían los hombres en la produc-ción quedaron, en cierta medida, descubiertas antela obligatoriedad de partir al frente como comba-tientes. Acabada la guerra, los hombres retomaronsus trabajos. Una proporción de las mujeres regre-só a sus hogares; se produjo un aumento sustanti-vo de nacimientos y volvieron a ejercerse los rolesque habían sido habituales al interior de las fami-lias. Al tiempo, algunas de ellas se reintegraron almundo laboral y se encontraron con que sus pues-tos habían sido ocupados y que las remuneracio-nes eran, para trabajos semejantes, más bajas enlas mujeres que en los varones.

Se constató, así, que la incorporación de unacantidad importante de mujeres al trabajo remu-nerado produce un quiebre de los roles tradiciona-les tanto de las mujeres como de los hombres; lasprimeras ya no sólo cumplen con la crianza de sushijos, sino también pasan a ser las proveedoras delhogar. A partir de esta experiencia y otras relativasa la igualdad y equidad entre hombres y mujeresse profundizó la reflexión en el mundo académi-co, especialmente la discusión encabezada por losmovimientos, activistas e intelectuales feministasque plantearon la pregunta sobre qué es lo que hacela diferencia entre los hombres y las mujeres, don-de si bien los cuerpos son distintos —los hombrestienen pene, las mujeres, vagina— ésta no es ra-zón suficiente para justificar las inequidades y ladominación a que se veían sometidas las mujerespor el hecho de serlo.

A partir de los años 50, laagenda feminista, siguiendo aSimone de Beauvoir, se ve mar-cada por la afirmación: “las mu-jeres no nacen mujer, se hacenmujer y aprenden a ser mujer”,que centra en la cultura y no enla naturaleza la fuente de lasinequidades de género. El deba-te, la reflexión y el activismo delos movimientos de mujeres delos años 50 a 70 se plasma en1979, en la Convención sobre laEliminación de Todas las Formas

de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, en in-glés), la que establece derechos específicos de lamujer que desde ese momento son reconocidosinternacionalmente y pasan a formar parte de lasagendas internacional y nacionales. Desde allí, seamplía el debate sobre los derechos de las mujeresy los niños y se van aprobando diversas conven-ciones como la de Derechos del niño (1989), la deBelén do Pará (1994) contra la violencia domésti-ca; demandas que son recogidas por las Conferen-cia de El Cairo sobre Población y Desarrollo (1994)y de Beijing (1995) sobre la Mujer y reafirmadas enEl Cairo y Beijing +5 (año 1999 y 2000) y +10 (años

El levantamiento de te-mas desde el mundo dela mujer y otros procesoshistóricos problematizanlo que hasta el momentose definía como masculi-nidad .

2004 y 2005). Parte importantede estas agendas nacionales einternacional actualmente inclu-yen además los planes de igual-dad de oportunidades y los dere-chos sexuales y reproductivos.

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Dichas convenciones abrennuevos planteamientos. Porejemplo, cuando se dice que ni-ños y niñas tienen derecho a sereducados significa que los niñosno son los que deben primero ira la educación y después, si exis-ten las condiciones, lo harán lasniñas; sino que todos, tanto ni-ños como niñas, tienen el mis-mo derecho a educarse. Con res-pecto a la violencia doméstica, seprotege a mujeres y niños de las agresiones de losvarones, se castiga socialmente a los agresores y sepenaliza la violencia de los hombres contra lasmujeres. Se pone límite a comportamientos quehistóricamente los varones y la sociedad en gene-ral consideraban propios de la autoridad de loshombres y de su poder como proveedores y jefesdel hogar.

El levantamiento de temas desde el mundo dela mujer y otros procesos históricos problematizanlo que hasta el momento se definía como masculi-nidad y se inician los estudios sobre el “ser hom-bre”, pasando a ser los hombres objeto de estudio.Entre dichos procesos se encuentran:

La inestabilidad laboral y laprecariedad del empleo, fenómenoque quizás ha sido el que ha te-nido mayor efecto, se relacionacon la globalización de la econo-mía. La apertura de los mercadosy, especialmente en el caso deChile y América Latina, el cam-bio de un estado benefactor a unestado subsidiario, ha implicadola modificación de la legislacióndel trabajo, imponiéndose una

flexibilidad laboral que produce inestabilidad enel empleo.

Además, estas políticas, por una parte, han idosuprimiendo los subsidios estatales, base de la edu-cación y la salud gratuita, focalizándolos en los sec-tores de extrema pobreza. El resto de la poblaciónsatisface sus necesidades educativas y de salud enel mercado libre que no tiene regulaciones efecti-vas. Por otra, se ha disminuido el tamaño del Esta-do despidiendo a un número importante de fun-cionarios públicos.

Este proceso ha tenido un efecto principal enlos hombres, porque los empleados estatales eranprincipalmente varones, y fueron ellos finalmentelos más afectados. Y en el sector privado, los quequedaban cesantes en una proporción importantetambién eran los hombres. Todo lo cual significóque la situación de los varones, que contaba conun trabajo estable y jubilación así como con saludy educación gratuitas garantizadas para su familia,se hizo más frágil.

La masculinidad, la forma de ser hombres, quehabían aprendido los varones para ser tales y a suvez enseñado a sus hijos, entra en crisis. Crisis enel sentido de que ya no va a resolver, de una mane-ra semejante a lo que había sido la tradición apren-dida, una cuestión central en su identidad: el serproveedor, jefe y autoridad en el hogar. Se resque-braja así el modelo de familia que primó durantetodo el siglo XX. Esta es una situación que no sólocambia porque se perdió la estabilidad laboral, sinoque porque un hombre sin trabajo o con temor ala cesantía pierde autoridad ante quienes debe pro-teger, es un personaje que se siente débil, con bajaautoestima. En el caso de las mujeres este procesoes distinto, porque su identidad estaba marcada porla crianza, antes que por el trabajo remunerado.

La decisión de las mujeres sobre la maternidad, queha obligado al hombre a perder poder, pues su pa-reja también tiene proyectos que van más allá delser madre. Hoy una pareja decide si quiere hijos ycuándo. En Chile, las mujeres comienzan a utili-

Los propios hombres co-mienzan a cuestionarseacerca de su identidad, so-bre la masculinidad, sobrelo que es ser hombre.

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zar en forma masiva los anticonceptivos cuandodurante el gobierno de Frei Montalva se iniciancampañas de planificación familiar —para contro-lar la natalidad y espaciar el nacimiento de los hi-jos—, como una forma de contener la pobreza ydisminuir las tasas de mortalidad materna e infan-til. Pero, más allá de las políticas oficiales, tam-bién las mujeres empezaron a hacer uso de losanticonceptivos para ser dueñas de su propio cuer-po y comenzar a decidir cuándo querían tener hi-jos y cuántos. Por primera vez en la historia de lahumanidad las mujeres pasan a controlar la repro-ducción, la decisión de tener o no hijos, decisión queantes había estado principalmente en los varones.

La visibilización de la homosexualidad, que es unarealidad que comienza desde fines de los ochentay que asoma como noticia al extenderse la epide-mia del SIDA y hacerse público el hecho que estaenfermedad afecta principalmente a los homo-sexuales, lo que permite visibilizar que parte de lapoblación, siendo normal, no es heterosexual. Sepone entonces en jaque la heterosexualidad, en cuan-to a aquello que dice a la normalidad o a lo perverso.

La democratización de las relaciones de pareja ycon los hijos, que se acentúa como característica dela familia, fuertemente influenciada por los cam-bios provocados por los procesos de modernidad,lo que determina nuevas relaciones en la familia.Las relaciones de la pareja requieren más intimi-dad y cercanía física y las relaciones con los hijosrequieren no sólo cercanía, sino además, continui-dad en esa cercanía. De esta manera, los hombrestienen que responder a exigencias fuertes, tantode las parejas como de los hijos. Lo que había sidola base de esta relación, que era la autoridad, en lacual de alguna manera el proveedor tenía “la sar-tén por el mango”, se debilita. La mujer tiene re-cursos suficientes para ser autó-noma, y así, el único punto quecomienza a ser central es la rela-ción de afecto, de estima, de ca-riño, de amor, de respeto, de leal-tad. Cuando esto se quiebra, serompe la relación, y ese fenóme-no es nuevo en el contexto his-tórico de las relaciones entrehombres y mujeres. Por otra par-te, los hijos requieren de sus pa-dres no sólo la estabilidad eco-nómica y la norma distante, sinotambién una relación presencial,permanente, afectiva y de comu-nicación.

Todos estos son procesos quese han desarrollado especialmen-

te en las últimas tres décadas que, entre otros as-pectos, significa una revisión de la definición tra-dicional de “ser hombre”. Los propios hombres co-mienzan a cuestionarse acerca de su identidad, so-bre la masculinidad, sobre lo que es ser hombre.Situándose en los ´90, estas interrogantes son másreiteradas e incisivas.

Quizás el cambio más importante en los estu-dios de género es que si antes sepreguntaba acerca de la mujer,¿qué hay en las mujeres que con-duce a que sean supeditadas, su-bordinadas, tengan menos recur-sos?; ahora se abren nuevas pre-guntas: ¿cómo se es hombre enuna sociedad como la nuestra?,¿qué ha llevado a cuestionarse lamasculinidad tradicional?, ¿essólo un proceso que tienen ori-gen en aspectos de la vida perso-nal o está directamente asociadoa procesos sociales, culturales ymacroeconómicos en los que es-tán insertos?

Lo que empieza a aparecer esuna mirada de género, y ésta es

Se ha consolidado en laregión una masculinidadautoritaria, dominante,que se impone sobre otrasformas de ser hombre ala que se le ha dado elnombre de masculinidadhegemónica, porque he-gemoniza la forma acep-table de ser varón.

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una mirada política. Es decir, tie-ne relación con recursos de po-der, ya que apela al control delcuerpo de los otros y de las otras.El problema central es el controlque se ejerce sobre la otra o elotro, y fundamentado inicial-mente en la biología, en el cuer-po de hombres y mujeres, pero amedida que se profundiza en ellose visibiliza que son los procesoculturales los que dan origen alas inequidades, perdiendo fuer-za las explicaciones basadas enla “naturaleza”.

Los hombres empiezan a indagar sobre: quépasa conmigo como hombre, padre, hijo menor omayor; qué es lo que permite en las relaciones quese establecen en esta sociedadque no sea lo mismo ser hombreo ser mujer; qué lleva a algunosvarones a tener poder sobre otrosvarones y sobre las mujeres; porqué no es posible seguir siendohombre y/o padre como hastaese momento lo han aprendidoy tratan de ejercerlo. Podemos se-ñalar que es a partir de este mo-mento que comienzan los estu-dios sobre el ser hombre.

Estas primeras investigacio-nes se inician en los ‘80 en Esta-dos Unidos, Europa y también enAustralia por académicos varonesdesde una perspectiva de género

y un debate con mujeres femi-nistas, que les introduce en lasteorizaciones sobre cómo la do-minación y el acceso a recursosde poder diferenciados pasa a seruna cuestión central en la rela-ción entre hombres y mujeres yentre los propios varones.

En América Latina, desde1994, empiezan las investigacio-nes más sistemáticas, siendo elestado del arte sobre este temabastante acumulativo. Existen

sobre seiscientas investigaciones de hombres, yartículos de revistas académicas. En Chile, desdehace diez años, se encuentran trabajos interesan-tes; alrededor de medio centenar de libros publica-dos sobre sexualidad, violencia, familia, paterni-dad y masculinidad, y ha comenzado, asimismo,una reflexión que se expresa en el surgimiento deredes, realización de debates y seminarios.

Lo primero que se estudió fue cómo el hombrese construye como hombre, o sea cómo el hombrese hace hombre en cada uno de los países latinoa-mericanos; en Iquitos, Cuzco, Lima, Bogotá,Armenia (Colombia), Ciudad de México, Santiagode Chile, Buenos Aires, en diversas ciudades de Bra-sil, así como en estudios que han ido abarcandolos distintos países de la región. Lo que empieza aaparecer es que hay una forma de ser hombre quepasa por “el deber ser” de los hombres, que los obli-ga, les manda, les señala que son importantes, másque las mujeres; pero que ello no basta, sino queademás deben mostrarse como más importantes,deben demostrar al resto —y particularmente a lasmujeres— que son superiores. Surge como resulta-do de estas investigaciones, a partir de fines de losnoventa, la constatación de que se ha consolidado

en la región —y no sólo aquí—una masculinidad autoritaria,dominante, que se impone sobreotras formas de ser hombre a laque se le ha dado el nombre demasculinidad hegemónica, por-que hegemoniza la forma acep-table de ser varón.

Después se comenzó a estu-diar la paternidad: qué es lo quees ser padre, cómo los hombresaprenden a ser padres, y cómo sesupone que las madres son ma-dres. En estos estudios se reiteraque existe una forma hegemóni-ca de la paternidad que lleva alos varones a compararse con esa

Este modelo de masculi-nidad —“norma” y “me-dida” de la hombría—plantea la paradoja deque los hombres debensometerse a cierta “orto-pedia”, a un proceso dehacerse “hombres” al queestán sometido desde lainfancia.

Se trata de un modeloque a muchos varonesprovoca incomodidades,molestias, fuertes tensio-nes y, a otros, conflictos,por las exigencias que lesdemandan.

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particular paternidad y verse a sí mismo como pa-dre, idea que corresponde a la familia nuclear pa-triarcal que separa el lugar donde se tiene el hogardel trabajo y es la forma en que se constituye lafamilia urbana especialmente a partir de fines delsiglo XIX —distinta a la familia extendida domi-nante en el sector rural—, la familia nuclear estácompuesta por padre, madre e hijos en matrimo-nio para toda la vida, obediencia y respeto al va-rón donde el padre trabaja remuneradamente yla madre se dedica a la crianza y al acompaña-miento de los hijos y a la mantención de la casa,conocido como las tareas reproductivas. Esta for-ma de familia asocia a la paternidad y la mater-nidad a roles que serían propios de las mujeres ylos hombres.

Los mandatosde la masculinidaddominantey la paternidad

Las investigaciones que se han hecho sobreidentidades masculinas han posibilitado explica-ciones acerca del comportamiento de los varonesa partir de los procesos de construcción de identi-dad y de socialización en los que han estado inmer-sos. En ellas existe un amplio acuerdo acerca deque la masculinidad no se puede definir fuera delcontexto socioeconómico, cultural e histórico enque están insertos los varones, y que ésta es una cons-trucción cultural que se reproduce socialmente.

En este marco, sin embargo,los/as diferentes autores/as coin-ciden en que es posible identifi-car cierta versión de masculini-dad que se erige en “norma” ydeviene en “hegemónica”, incor-porándose en la subjetividad,tanto de hombres como de mu-jeres. Esta forma parte de la iden-tidad de los varones y busca re-gular al máximo las relaciones degénero.

Este “modelo” impondríamandatos que señalan lo que seespera de ellos, siendo el referen-te con el que se comparan y soncomparados los hombres. Se tra-ta de un modelo que a muchosvarones provoca incomodidades,

molestias, fuertes tensiones y, a otros, conflictos,por las exigencias que les demandan. Si bien hayvarones que tratarían de diferenciarse de este refe-rente, ello no sucede fácilmente, dado que, asícomo representa una carga, también les permitehacer uso de poder y gozar de mejor estatus en re-lación a las mujeres y a otros hombres inferioresen la jerarquía de posiciones.

En este constructo de mascu-linidad dominante, los hombresse caracterizan por ser personasimportantes, activas, autónomas,fuertes, potentes, racionales,emocionalmente controladas,heterosexuales, proveedores; sucampo de acción está en la calle,por oposición a las mujeres, a loshombres homosexuales y a aque-llos varones “feminizados”. Estosúltimos formarían parte del seg-mento no importante de la so-ciedad —pasivas/os, dependien-tes, débiles, emocionales— y, enel caso de las mujeres, pertene-cientes al ámbito de la casa ymantenidas por sus varones.

Es en la etapa de la ado-lescencia y de la juven-tud cuando los varonestienen que demostrar queya no son niños ni “mu-jercitas” y donde la mas-culinidad hegemónicaadquiriría su expresiónmás desenfadada y aveces brutal de lo que esser “hombre”.

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Entre los mandatos más determinantes en suvida está el que les señala a los varones que ellos sedeben al trabajo, porque trabajar significa ser res-ponsable, digno y capaz, atributos que caracteriza-rían a la hombría en su fase adulta plena. Es el tra-bajo lo que permite a los varones ser proveedores,cumplir con su deber, ser jefes de hogar y autori-dad en su familia. Esta es una de las presiones quemás sentirán los varones, no sólo desde sus fami-lias, sino también desde su propia identidad, espe-cialmente en los que tienen trabajos más precariosy menores recursos.

De hecho, investigaciones recientes (Fuller1998, 2001; Viveros 1998, 2002; Valdés y Olavarría1998, Olavarría 2000a, 2000b) muestran que, pesea que los varones señalan que esos serían los atri-butos que los distinguen de las mujeres, enfrenta-dos a su intimidad y a la vida —según sea la etapaen su ciclo de vida—, esos “mandatos” están fre-cuentemente lejos de sus vivencias. Es decir, co-existen, en una sociedad dada en un momento de-terminado, múltiples significados de la hombría;no todos los hombres son iguales. Los varones se-rían impulsados a buscar poder y a ejercerlo conlas mujeres, pero también con aquellos hombresque están en posiciones jerárquicas menores, aquienes pueden dominar; estableciéndose relacio-

nes de subordinación, no sólo de la mujer con res-pecto al hombre, sino también entre los propiosvarones, permitiendo la existencia de masculini-dades hegemónicas y subordinadas.

Este modelo de masculinidad —“norma” y “me-dida” de la hombría— plantea la paradoja de quelos hombres deben someterse a cierta “ortopedia”,a un proceso de hacerse “hombres” al que estánsometido desde la infancia. “Ser hombre” es algoque se debe lograr, conquistar y merecer. En estecontexto, para hacerse “hombre”, los varones de-ben superar ciertas pruebas como: conocer el es-fuerzo, la frustración, el dolor, haber conquistadoy penetrado mujeres, hacer uso de la fuerza cuan-do sea necesario, ser aceptados como “hombres”por los otros varones que ya lo son, y ser reconoci-dos como hombres por las mujeres. Asimismo, sonlos otros hombres —y no las mujeres— los que ca-lifican y juzgan la masculinidad del varón; ellasson su opuesto inferior, aun cuando su desempe-ño sexual los haga vulnerables a la reprobación desus parejas.

En palabras de la mujer y lo femenino repre-sentan el límite, la frontera de la masculinidad, loabyecto. Coincidiendo con otros/as autores/ascomo Judith Butler (2002), señala que el hombreque pasa el límite se expone a ser estereotipadocomo no perteneciente al mundo de los varones,siendo marginado y tratado como inferior, comomujer.

Según estos mismos investigadores, los varones,al enfrentar esta tarea de “hacerse hombres”, ma-nifiestan dificultades para superar todas esas va-llas y satisfacer plenamente la norma, si es que al-guna vez alguno lo logra. Por el contrario, la expe-riencia específica de varones y mujeres señala queambos deben superar pruebas para llegar a ser adul-tos, que ambos son activos y pasivos, emocionalesy racionales, y que las mujeres son madres y losvarones padres.

En síntesis, se podría señalar que la masculini-dad hegemónica establece una variedad de requi-sitos para “ser hombre”: responsable, trabajador,“de la calle”, racional, emocionalmente controla-do, heterosexualmente activo (penetrador), provee-dor, jefe de hogar y padre, aun cuando sería máshombre si además se es blanco, físicamente fuertey deportista, adulto joven, con educación univer-sitaria, con ahorros en el banco, dueño de propie-dades, y con dominio sobre otros hombres.

Estas presiones a las que son sometidos los va-rones para lograr al menos algunas de esas caracte-rísticas, serían vivenciadas como fuentes de frus-

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tración y dolor, dificultando el diálogo entre varo-nes para no mostrar lo distante que están de esosrequerimientos, reprimiendo la demostración desus afectos y llevándolos a simular comportamien-tos diferentes de sus reales sentires.

Construcciónde identidaden la adolescencia

Es en la etapa de la adolescencia y de la juven-tud cuando los varones tienen que demostrar queya no son niños ni “mujercitas” y donde la mascu-linidad hegemónica adquiriría su expresión másdesenfadada y a veces brutal de lo que es ser “hom-bre”. Es la etapa de las pruebas, de los ritos de ini-ciación —aquello que ha sido caracterizado como“de la naturaleza de los hombres”, de sucorporeidad— lo que sería internalizado por losadolescentes/jóvenes como “lo masculino”. En estaetapa se fortalecería la homofobia, el sexismo y elheterosexismo y se harían demostraciones de elloejerciendo violencia sobre aquellos/as que “la na-turaleza” ha resuelto que son inferiores, débiles,pasivos, afeminados. Es el momento de demostrarque los varones son “verdaderamente hombres”.

Es el tiempo de “la calle”, que tiene que vercon el grupo de pares y su socialización en estaconvivencia: aprendizaje de la agresión, de la sexua-lidad y de la transgresión de las reglas representa-das por los padres.

Es el período en que viven la presión de los pa-res por subordinar a otros varones, afeminando aaquellos que expresan más sensibilidad, que sonmás débiles, que tienen el pene chico, son lampi-ños, no gustan de los deportes ni de los juegos brus-cos, no participan de pandillas nide conquistas engañosas a mu-jeres, por lo cual se constituye enuna etapa que puede ser violen-tamente homofóbica.

Es una etapa en la que la bús-queda por demostrar su mascu-linidad (hegemónica) los llevaríaa la formación de grupos y pan-dillas, con relaciones fuertemen-te autoritarias y lazos de solida-ridad entre sus miembros, quepreservarían el modelo hegemó-nico masculino y rechazaríancada moderación con violencia.

Es el tiempo de las pandillas que enfrentan a otraspandillas y de las barras bravas que transformanen batallas campales los encuentros deportivosentre sus equipos.

La interpretación del cuerpo del varón, comoportador de “instintos”, de fuerzas irrefrenables queemergen de él, también sería adquirida en esta eta-pa de la vida. Es esta concepción lo que explica yjustifica comportamientos de violencia, ya que eneste tipo de relación con las mujeres se aprenderíaa separar entre sexo y amor, distinguiendo a lamujer amada de las otras; otras que son objeto deconquista para poseerlas, aunque para ello sea ne-cesario utilizar el engaño y la fuerza. Así lo plan-tea, duramente, Viveros (1998) en sus estudios enColombia cuando señala que la adolescencia es laetapa de los “quebradores”, de las pruebas de amor,de la actitud temeraria frente a la sexualidad, noasumiendo la posible paternidad, por lo que nohacen uso de preservativos en sus relaciones ocasio-

nales hétero uhomosexua-les, pese a co-nocer su uso,porque a ellosno les pasaríanada, y parano afectar elgoce y la capa-cidad de man-tener una erec-ción.

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La adolescenciaactual:un mundodesconocido

Si bien se ha avanzado en el ámbito de las in-vestigaciones de los actuales adolescentes, es ésteun mundo aún bastante desconocido en nuestropaís. Se puede decir que lo más notable que se haencontrado, tanto en Santiago como en localidadesde no más de 3 o 4 mil habitantes (Olavarría 2003,Olavarría y Madrid 2005), es el profundo cambio enlas vivencias y aprendizajes de los adolescentes enaños recientes, comparado con las experiencias quetuvieron los hoy adultos jóvenes de 30 años o más.Por ello, quien crea que sabe de los adolescentes,porque él o ella también fue adolescente, rápida-mente se dará cuenta que hoy los jóvenes de 16años tienen vivencias muy distintas a las que ex-perimentaron en sus vida de aquellos años.

Estos adolescentes que nacieron a fines de los‘80 o a comienzos de los ´90, en tiempos de demo-cracia, sin guerra fría, con crisis de los partidospolíticos, con televisión por cable, Internet y celu-lares, considerados como consumidores, como pú-blico objetivo; sin embargo, tienen un nivel deautonomía muy superior al de los jóvenes de anta-ño. Pero ello lleva a que los conflictos entre ado-lescentes y adultos —padres, profesores, entreotros/as— se agudicen en algunos casos, toda vezque los adultos no logran entender el mundo desus hijos y/o alumnos.

Los chicos sólo cuentan lo que quieren contar,y los padres sólo saben lo que ellos cuentan, o loque suponen que pueden contar. Es un mundodesconocido para los adultos, que además tiene unaconnotación nueva, la relación con los pares a tra-vés de Internet y el chateo, es decir, una comuni-cación que no es controlada por los padres, ni porningún adulto. A éstos les es difícil entender y usaresta tecnología nueva. A la vez se han construidoespacios de intimidad y conversación entre pares,particularmente con el grupo de amigos; aunqueéstos, al mismo tiempo, son espacios secretos.

Los adolescentes han asumido, en cierta medi-da, y tienen claro que sus parejas van a tener suspropios proyectos de vida que van más allá delmatrimonio y de tener uno o varios hijos, que se-rán exigentes en una medida mayor a lo que es suexperiencia con madres y abuelas. Aceptan y reco-nocen que sus parejas trabajarán remuneradamentey aportarán como proveedoras en el hogar. Aun-que añoran el modelo patriarcal, tienen concien-cia de que ya no es el mismo de antes. Reconocen,asimismo, que la heterosexualidad no es un crite-rio definitorio en el ser hombre, que un varón ho-mosexual, pese a la diversidad sexual, es tambiénun hombre.

Hoy en día, para los adolescentes, la iniciativaen el espacio de los afectos y de la intimidad sexual,tanto de los hombres como de las mujeres, pasa aser parte de la vida afectiva y de la intimidad dellazo amoroso; ya no es cuestionable como lo fuehasta algunos años atrás. De hecho, las chicas tam-bién tienen iniciativas, hacen propuestas, son másdecididas en cuanto a cómo ellas practican su pro-pia sexualidad.

En definitiva, esta nueva generación de ado-lescentes, con poder de decisión sobre sus vidas ycon capacidad de constituir espacios de comuni-cación entre ellos, secretos para el mundo adulto;constituye un desafío primordial para la construc-ción de políticas públicas; y entre ellas, las educa-tivas; desafío primordial que se relaciona con elacercamiento al mundo adolescente, tanto desdeel campo de la investigación como el de las rela-ciones cotidianas, que implica abandonar los dis-cursos normativos, construidos desde las experien-cias de generaciones anteriores, para lograr unapredisposición de escucha y comprensión que per-mita un diálogo con los adolescentes con el objeti-vo de ayudarlos en el proceso de construcciónidentitaria que, sin duda, no es fácil, pues se en-cuentra en conflicto con los modelos hegemónicos.

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