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13 l!ILJ ) X?C135 1, LA -PROVISION DB CA TEDRAS UNIVERSITARIAS 1. Introducción.-Dcsde hace algunos años, entre nosotros se habla mucho de reformas 1miversitarias. Sin embargo, cuando se plan- tea un problema de esta índole, ya en los Cuer- pos Colegisladores, ya en el seno de las Facul- tades, ocnrre casi siiempre un hecho inesperado que tiene mueha semeja11za con lo que en bio- logía recibe el · nombre de atavismo o ~~lto atrás. Sea cual fuere el particular que se examine ,, problemas de organización, de dis- ciplina o de enseñanza, planes de estudio o procedimientos de examen, es fácil observar que las ''reformas'' académicas tien_ den a vol- ver a tipos o formas de vida inferior, caracte- rísticos de edades pretéritas. Justo es reconocer que esta tendencia reac- cionaria no es privativ_ 1¡1 de la Universidad, sino más bien un fenómeno de carácter colec- tivo. Es un hecho doloroso que no escapa a la más superficial observación, que, desde mu- chos puntos de vista, Cuba está volviendo a su pasado colonial. "Para completar la re- gresión-me aseguraba un chusco ha pocos días---ya sólo nos faltan el Segundo Cabo y las cédulás' ·. Debió añadir que la Univer- sidad dt> la Habana es un mero detalle de este retorno general. Las instituciones sociales son algo así como actitudes colectivas, las cuales suponen en los individuos actitudes mentales, intereses y va- lores ideales, que son los fundamentos de toda institución. La nación que crea, v. gr., un Parlamento, un Tribunal Supremo de Justicia o un Centro de enseñanza superior, así lo ha- ce porque concibe un i_ deal nuevo de vida y porque li:i, _ mayoría de los individuos o por lo ll}enos los. más previsores y capacitados han cambiado de actitud ante un problema que an- tes miraban -con indiferencia o desde un punto de vista. muy distinto .~ Si la nueva institución responde a los fines que la motiva- ron, la actitud general se hará más firme y tan- to el ideal soñado como el interés que en soste- nerlo pone el individuo, echarán nuevas raíces en los corazones. Si pasa lo contrario, si la aGtitud individual es hostil o indiferente al t>Spírltu <le la nueva institución y el ideal a (Jlle ésta · aspira una palabra hueca, la socic•- dad regresará de μn modo inevitable a los errores, prejuicios y ,bitos de una fase an- terior de existencia colectiva. Algo parecido ocurre en la Universidad ele la Habana. La organización de la misma no corresponde a un ideal moderno ni a una ac- titud formada en relación con dicho id,eal. La T.rniver,;1dad no es un lahorato-11io de investi- gación científica¡ 1w es nn centro de alta edn- cación moral e intelectual; ni siquiera es un Las oposiciones y exámenes p~blicos que la tradición exige en los paísés la.tinos traen como consecuencia el ~xcluir de la competencia a los má.s aptos. f. PIULSEH; lniversidades iermánius. gran instituto de servicios nacionales: no sirve a la comunidad en el estudio y solución de los grancle8 problemas de nuestra vida colectiva. La Universiad de la Habana es s_implemente un gran centro burocrático, adonde la mayo- ría de los profesores va a ganar un sueldo y casi todos los alumnos a buscar un títul~. En estas condiciones, las fuerzas individuales, es decir los factores del progreso humano, pro- vocan reacciones tan enérgicas, que la Uni- versidad, en vez de marchar hacia adelante, tiende a moverse en dirección opuesta. Don- de no hay ideales colectivos, el interés indivi- dual, la tradición o la rutina imponen las 1101·- mas de conducta humana. Los estudiante.~, que han levantado la simpática bandera de las reformas universitarias, tendrán que empezar por remover una masa enorme de prejuicios, de intereses, hábitos seculares y convenciona- lismos sin substancia." ¡ Dios les dé fuerzas , para esa obra colosal! 2. El reactivo de los va.lores universita- rios.-Para apreciar el valor de una univer- sidad existe un reactivo muy sensible: el exa- men del sistema aplicado a la designación del personal docente. Las universidades son lo que vale su profesorado, y el profesorado e,; en substancia lo que está determinado en el sistema de provisión de cátedras. Si éste es acertado y previsor, la Universidad se hará digna de su nombre; si es detestable y ana- crónico, la institución no llegará a un nivel científico muy alto. Cada país tiene las uni- versidades que merece. De acuerdo con la experiencia de todas las naciones cultas, el mejor sistema de provisión de cátedras es el del nombramiento libré. · Sin embargo, la mayoría de las personas con quie- nes lie hablado acerca del particular no ocul- tan su antipatía hacia esta forma de designa- c10n. Tal vez confundan la expresión "nom- bramiento libre" con otra de significación muy diforente, a saber "el nombramiento arbitra- rio''. Nada hay más opuesto al capric·ho ? la arbitrariedad que el sistema de libre desig- nación, tal como se practica en las principales universidades del mundo. En casi todas ellas el nombramiento libre forma parte de un me- canismo muy complejo cuyas ruedas princi- pales son un sistema de reglas y principios para la formación del personal docente, llna ~cción constante de las autori9ades académicas para aquilatar los méritos de cada profesor y un sistema de estímulos y ascensos que sos- 1-euga en el profesorado una forma de emu- lación sana y fecunda. En realiclad, el nom- hra mir.nto libre ofrece mayores gar¡mtías de jus1 icia e imparcialidad qne el concurso y las 1-

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LA -PROVISION DB CA TEDRAS UNIVERSITARIAS

1. Introducción.-Dcsde hace algunos años, entre nosotros se habla mucho de reformas 1miversitarias. Sin embargo, cuando se plan­tea un problema de esta índole, ya en los Cuer­pos Colegisladores, ya en el seno de las Facul­tades, ocnrre casi siiempre un hecho inesperado que tiene mueha semeja11za con lo que en bio­logía recibe el · nombre de atavismo o ~~lto atrás. Sea cual fuere el particular que se examine,, problemas de organización, de dis­ciplina o de enseñanza, planes de estudio o procedimientos de examen, es fácil observar que las ''reformas'' académicas tien_den a vol­ver a tipos o formas de vida inferior, caracte­rísticos de edades pretéritas.

Justo es reconocer que esta tendencia reac­cionaria no es privativ_1¡1 de la Universidad, sino más bien un fenómeno de carácter colec­tivo. Es un hecho doloroso que no escapa a la más superficial observación, que, desde mu­chos puntos de vista, Cuba está volviendo a su pasado colonial. "Para completar la re­gresión-me aseguraba un chusco ha pocos días---ya sólo nos faltan el Segundo Cabo y las cédulás' ·. Debió añadir que la Univer­sidad dt> la Habana es un mero detalle de este retorno general.

Las instituciones sociales son algo así como actitudes colectivas, las cuales suponen en los individuos actitudes mentales, intereses y va­lores ideales, que son los fundamentos de toda institución. La nación que crea, v. gr., un Parlamento, un Tribunal Supremo de Justicia o un Centro de enseñanza superior, así lo ha­ce porque concibe un i_deal nuevo de vida y porque li:i, _mayoría de los individuos o por lo ll}enos los. más previsores y capacitados han cambiado de actitud ante un problema que an­tes miraban -con indiferencia o desde un punto de vista. muy distinto . ~ Si la nueva institución responde a los fines que la motiva­ron, la actitud general se hará más firme y tan­to el ideal soñado como el interés que en soste­nerlo pone el individuo, echarán nuevas raíces en los corazones. Si pasa lo contrario, si la aGtitud individual es hostil o indiferente al t>Spírltu <le la nueva institución y el ideal a (Jlle ésta ·aspira una palabra hueca, la socic•­dad regresará de µn modo inevitable a los errores, prejuicios y há,bitos de una fase an­terior de existencia colectiva.

Algo parecido ocurre en la Universidad ele la Habana. La organización de la misma no corresponde a un ideal moderno ni a una ac­titud formada en relación con dicho id,eal. La T.rniver,;1dad no es un lahorato-11io de investi­gación científica¡ 1w es nn centro de alta edn­cación moral e intelectual; ni siquiera es un

Las oposiciones y exámenes p~blicos que la tradición exige en los paísés la.tinos traen como consecuencia el ~xcluir de la competencia a los má.s aptos.

f. PIULSEH; lniversidades iermánius. gran instituto de servicios nacionales: no sirve a la comunidad en el estudio y solución de los grancle8 problemas de nuestra vida colectiva. La Universiad de la Habana es s_implemente un gran centro burocrático, adonde la mayo­ría de los profesores va a ganar un sueldo y casi todos los alumnos a buscar un títul~. En estas condiciones, las fuerzas individuales, es decir los factores del progreso humano, pro­vocan reacciones tan enérgicas, que la Uni­versidad, en vez de marchar hacia adelante, tiende a moverse en dirección opuesta. Don­de no hay ideales colectivos, el interés indivi­dual, la tradición o la rutina imponen las 1101·­

mas de conducta humana. Los estudiante.~, que han levantado la simpática bandera de las reformas universitarias, tendrán que empezar por remover una masa enorme de prejuicios, de intereses, hábitos seculares y convenciona­lismos sin substancia." ¡ Dios les dé fuerzas ,para esa obra colosal!

2. El reactivo de los va.lores universita­rios.-Para apreciar el valor de una univer­sidad existe un reactivo muy sensible: el exa­men del sistema aplicado a la designación del personal docente. Las universidades son lo que vale su profesorado, y el profesorado e,; en substancia lo que está determinado en el sistema de provisión de cátedras. Si éste es acertado y previsor, la Universidad se hará digna de su nombre; si es detestable y ana­crónico, la institución no llegará a un nivel científico muy alto. Cada país tiene las uni­versidades que merece.

De acuerdo con la experiencia de todas las naciones cultas, el mejor sistema de provisión de cátedras es el del nombramiento libré. · Sin embargo, la mayoría de las personas con quie­nes lie hablado acerca del particular no ocul­tan su antipatía hacia esta forma de designa­c10n. Tal vez confundan la expresión "nom­bramiento libre" con otra de significación muy diforente, a saber "el nombramiento arbitra­rio''. Nada hay más opuesto al capric·ho ? la arbitrariedad que el sistema de libre desig­nación, tal como se practica en las principales universidades del mundo. En casi todas ellas el nombramiento libre forma parte de un me­canismo muy complejo cuyas ruedas princi­pales son un sistema de reglas y principios para la formación del personal docente, llna ~cción constante de las autori9ades académicas para aquilatar los méritos de cada profesor y un sistema de estímu los y ascensos que sos-1-euga en el profesorado una forma de emu­lación sana y fecunda. En realiclad, el nom­hra mir.nto libre ofrece mayores gar¡mtías de jus1 icia e imparcialidad qne el concurso y las

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oposiciones. La historía de ·ras- universidades· lG demuestra suficientemente. En la mayoría de las norteamericanas, v. gr., el candidato a la función docente, &'Í. tie-ne disposiciones para eiló, recibe el nombramiento de instructor por ni{ tiempo muy corto, un año, v. gr. Si se di¡;tingue en la enseñanza y sobre todo en la investigacíón, puede ascender a profesor ayu­dante (assistant proft;;¡sor). Esta designación se hace por un tiempo determinado, por ejem- · plo tres o cinco años. Las cátedras perma­nentes, las de profesor asociado y profesói· titular (full professor) se reservan a 1os pro­fesores de categoría inferior que hayan de­mostrado una gran capacidad científica.

En Alemania el sistema adoptado es más sencillo. El candidato al profesora-do superior principia su carrera como profesor libre (privat do.zent) sin otra remuneración que las pensio­nes que le satisfacen sus alumnos. ·si se dis­tingue como sabio e investigador, puede llegar al rango de profesor ordinario o extraordina­rio. Las designaciones son hechas por el Go­bierno, previa consulta de las respectivas Fa­cultades; pero a veces el nombramiento recae en nn sabio de gran reputaci"ón no incluído en la-s propuestas.

Las universidades franee.sas · tienen un com­plicado sistema de maitres de · conférences, chargés de cours, agrég·és, profosseurs adjoints y profooseurs titulaires. Lbs adjuntos y titu­larrs s;on 110mbrados por el Ministro de lns­tr11l\ción Pública a pro,puesta de la respectiva Facultad,· y la designación recae casi siemprn en un chargé de cours, adjunto o ag1:cgado de reputación bien merecicfa. ·

Todos estos países r casi todos los demás del mundo culto h~m desechado como pern i­cioso el sistema de oposiciones a cátedra, que ya sólo se conserva eH España, Portugal, Bul~ garia, eu Rusia y en varias naciones hispano-_ americanas. El éxito de la enseñanza supe­rior no ha sonreído sino a las universidades que han aplicado el nombramiento libre a ·1a d('í:lignadón de su profesorado.

En Cuba, las oposiciones a cá tcdra han siclo combatidas por st1s mejores prclr.gogos, empe­zando por D. José de la Luz .r Caballero, quien en sn Informe sobre el Instituto Cnbano de­cía: '' Por justo y fuüdado que parezca el expediente de una oposición o de un examen para graduar la aptitud de un hombre para la enseñanza, la experiencia nos enseña· a cada paso cuán fallidas salen luego en 111.s clases las espera11zas que un hábil estudiante nos había hecho concebir en un lucidísimo acto público''. A pesar de estas ideas, tan sanas como previsoras, el sistema imperante eiltre nosotros es ¡ desde el siglo XVIII! el de las oposicioni•s, inspirado en las creencias inás ran­tias .r anacrónicas.

En 1900, el Dr. Enrique José Varon"::-1, en­tonces Secretario de lnstrucción Pública, quiso llevar un poco de inteligencia y de liberalismo a este aspecto de la organización académica, y al efecto, establ-eció un sistema de oposicio­nrs a cátedras clondr los 'r1'ibuirnlrs habían de

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apreciar en primer térmíno, es decir prefe­rentemente los méritos y trabajos científicos. y docentes de cada candidato. Si los 'l'ribu­nales de oposición hubieran interpretado en sn espíritu y no a la letra las intenciones del Dr. Varona, la Universidad habría mejorado mucho en la calidad ele su profesorado. Po­cas personas, sin embargo, se dieron CU'enta del alcance y signific~ción de la reforma, y el resulta1o'- del error ha sido que el sistema de oposiciones; despl.tés de pasar . por un rápido proceso · dé• degeneración, se ha convertido en una vergüenza de la Universidad y de la Re­pública. Las oposiciones-y éste es un secreto a voces-no se r~alizan 'ante el Tribuiial nom­brado para apre_ciar los méritos . de cada uno de los aspirantes, sino ante las corporaciones que designan los jueces de los Tribunales. Pa­ra resolver tan grave situación, las Faculta­des han ido ''reformando'' · poco a poco el sistema de provisión de cátedras. Primero lo hicieron las de Derecho y Medicina ; pero, en vez de inspirarse en la experiencia ya adqui­rida y en la opinión de los mejores pedago­gos, dichas Facultades buscaron en un p·ásado muerto, en una ideología trasnochada, la so.lu­ción de un problema relacionado íntimamente con aspiraciones, valores e ideales de la vida moderna. · · · ·

Como era natural y lógico, la "reforma" nada mejoró, porque es imposible que un sis­tema bueno para el siglo XV pueda subsistir en una socied~d del siglo XX, es decir en un nuevo orden de ideas, necesidades e intereses.

Hjacc algunos meses, la Facultad de Letras y Ciencias, siguiendo el ejemplo de las otras, quiso mejorar su sistema ele provisión de cá- . tedras, y sin recordar que vivimos en el· siglo XX y no en la duodécima centuria, discutió y aprobó las base,<; ele un nuevo reglamento cuyo leitmotiv era una ley vigente en la vieja y atrasada Universidad colonial. Combatí con todas mis fuerzas el empeño de la Facultad; invoqué hechos que nadie puso en duda; ex­puse argumentos que nadie quiso discutir. To­do fué en vano.· El "nuevo'' sistema de opo­siciones fué aceptado por inmensa mayoría; y entre sus más denodados defensores se halla.­han-me entristece el decirlo-¡ los profesores más jóvenes de la Facultad!

3. Inconvenientes de las oposiciones a cá­tedra.-Hace tiempo que combato las oposi, ciones a cátedra, y hasta la fecha nadie há podido demostrarme que estoy en un error a ese respecto. · Por eso cada vez que insisto en el asunto, lo hagci con fe más robusta, con mayor acopio de argumentos y energías. Creo . que el sistema es detestable, lo mismo desde un punto de· vista general que en relación a nuestro medio ambiente. Considerado en abs­tracto, · el ·sistema es antipedagógico, anticien­tífieo y está en contradicción con la experien­cia y con la lóg·ica más elemental. Desde ei punto de vista de su aplicación a Cuba, todos los heehos militan contra él.

4. El sistema es antipedagógico.-El siste­ma rs antipccln.gógico, porque dada su natn-

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raleza (un ·examen en competencia) no permite apreciar las cua1idades básicas del profesor: la laboriosidad y la constancia en el trabajo, el entusiasmo por la ciencia, el temple moral, el ascendiente sobre la juventud, etc. La opo­sición no pone de manifiesto sino ciertos ta­lentos y aptitudes que son muy útiles al hom­bre práctico, mas no necesarios al profesor y al hombre de ciencia. Tales eon la facilidad de expresión, la buena memoria, la rapidez de concepción, la elegancia en el porte y las maneras. El verdadero profesor, con sus vir­tudes, su originalidad de ideas, su amor al es­tudio y su entusiasmo, asoma rara vez en una oposición. Por eso, como observaba Luz y Caballero, es muy frecuente que resulte inep­to como profesor un candidato euyos ejerci­cios deslumbraron a un docto y severo Tribu­nal. Este no se entera nunca de lo que pasa en las aulas ni en los laboratorios, talleres y clínicas.

5. El sistema es anticientífico.-Otro defec­to de las oposiciones a cátedra consiste en que el sistema no está de acuerdo con las condi­ciones de la producción científica. Los pro­fesorés de la Universidad deben ser ante todo y sobre todo hombres de ciencia, que vale tan­to como decir sabios e invéstigadores. Los ejerc1c10s de oposición son pruebas rápidas, exámenés superficiales donde es humanamente imposible la originalidad científica, el descu­brimiento de un hecho nuevo, la demostración de una verdad que amplíe el horizonte huma­no, la línea espi1·itual que separa lo conocido de lo inexplorado. CÓn mayor o menor brillo, erudición y claridad, los candidatos exponen descubrimientos y teorías ajenas, muy rara vez ideas propias. El psittacismo es tan no-_ torio en dicha clase de trabajos, que sólo por excepción alguno de ellos merece los honores -de · la publicación · en una: revista.

Para juzgar los méritos de un hombre de ciencia no existe otro camino que el e:'ltudio escrupuloso de sus obras, sus escritos, sus tra­bajos de investigación, su moralidad, su ca­rácter y, para decirlo de una vez, su vida mo­ral, científica y docente. En las oposiciones a cátedra podrá averiguarse si un aspirante es docto o erudito, si tiene talentos de confe­rencista o si es un hábil escritor; nunca o casi nunca si posee aptitudes para la investigación original. Los verdaderos sabios son casi siem­pre modestos y tímidos y huyen de las compe­tencias ruidosas, porque saben que éstas les son desfavorables. Entre un sabio lento y­torpe de expresión y un orador diserto y bri­llante, la elección no es dudosa en una oposi­cwu. He presenciado algunos casos de esta selección de los peores. Hasta he visto, ¡ ho­rresco referens !, a un sabio de mucho mérito tfrt-rotado eii nná oposición por un político pro fe"sional.

6. Las oposiciones están en desacuerdo con el sentido común y ·la experiencia.-Las opo­siciones son antipedagógicas y anticientíficas, prt'O no son éstos sus únicos inconvenientes . 1~1 nrnyor consiste cu q1tc se hallan en con-

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tra-dicción con el sentido común y la experien­cia. No se trata de una paradoja; no creo incurrir en exageraciones. Es un hecho po­sitivo qu:e el sistema de oposiciones a cátedra

. infringe las reglas de la lógica más elemental. Cuando un hombre de negocios, un industrial, un artista, un escritor o en general una per- _ sona atareada necesitan un auxiliar, un secre-: tario o colaborador, jamás permiten que se les nombre por oposición. Y sin embargo, lo q ne parece detestable cuando se trata de un pues­to de importancia exigua, es considerado bnc- . no para un cargo de tanta transcendencia co­mo el de educador de la juventud, cultivador de una ciencia y maestro en los métodos de investigación científica. Las oposiciones cons­tituyen un absurdo que no honra la intelec­tualidad de ningún país. Paulsen las trata con benevolencia al declarar que constituyen una superstición de los países latinos.

Por las razones antedichas y otras que si­lencio para no cansar, los mejores pedagog-os del mundo combaten con energía las~osicio­nes. Tan opuestos a las mismas son los pe­dagogos, que uno de ellos, el sabio español don Francisco Giner, ha dicho sin hipérbole que es indispensable escoger entre la enseñan­za y las oposiciones, porque donde prevalecen las . oposicionps no puede haber buena ense­íí.auza, y donde ésta se ha establecido con buen éxito · es porque se han abandonado las oposi­ciones. En todas partes la exp.eriencia ha demostrado que el sistema de oposiciones con­tribuye poderosamente al atraso de la ense­fütnza superior.

7. Fracaso del sistema en Ouba.-Hc exa~ minado el sistema de oposiciones desde un punto de vista general y abstracto, y sólo me falta analizarlo en relación con 't{i:~íestro m~dio ambiente, es decir por el valo1: de sus resul­tados estimados a la luz de nuestra experien­cia nacioual.

Algunas personas con quienes · h~ discutido acerca del particular han esgrimido un argu~ mento que todavía no he entendido bien, por­que está en desacuerdo con todas las reglas de la lógica, aun las más vulgares y sencillas. El sofisma se reduce a afirmar que dado el ambiente moral en que vivimos, el sistema dé oposiciones, teóricamente detestable, es más · honrado e imparcial que el nombramiento li: hre. 'l'odo esto equivale a decir: en Cuba el, valor moral de los intelectuales es tan redu­cido, que el sistema de oposiciones a cátedras, a pesar de ser, en teoría por lo menos, el peor, es el único que brinda suficientes garantías de justicia e imparcialidad.

No creo ni he creído nunca que el ni­vel moral de los intelectuales sea más bajo entre nosotros que en Chile, la Argentina y otros países hispano-americanos donde ya se ha/4nunciado a las oposiciones a cáted~·a. Tal Yez se confunda al verdadero inteleetual, al hombre disciplinado en el trabajo del espíritu (lo cual requiere fuerte dosis de cultura ética), con el ps¡,udo-intelectual, que sólo tiene un li­gerísimo barniz de instrucción y cultura mo-

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raf. Péró' a~n concediendo al argumento todo . el valor que ,ge· 'le quiere ·dar, es· imposible· com­prender ·cóko •una·ley 'o un réglamento priéden transmutar el caracttfr moral de'° una persóna. Si' el ' inteléctual de'• C-uba es corrompi,do ·cuan-

• . ' do · no sé ·encuentra en un Tribunal de oposi-ciones, ¿ en virtud de • qué alquimia mental, por qué ·sortilegio adquiere decencia _y · honra­dez cuando actúa como juez en un solemne acto aéadémico Y ¿ Acaso las fórmulas. jurídi­cas tien"en la virtud de cambiar ra-dicalmente el carácter moral Y Quien es perverso o débil y amoral en las situaciones comunes de la vida ¿será menos débil o pe~verso cuando es.té ro­de0a-da de:· formálidades técnicas?

En abono de mi tesis puedo citar no pocos hechos· que hablan ' elocuentemeut.e por sí so­los. Durante · el régimen anÚguo, las oposi­ciones a cátedra se ajustaban a un procedi­miento semejante al aprobado por la F'aculta.cl de Letras y Ciencias; y sin embargo, entonces como ahora las oposiciones eran fuente inago­table de protestas y de escándalos. Con un sistema que difiere ' poco del que estoy · exami­nando se han celebrado oposiciones en las Fa­cültadés de De'rech.o y · Medicina,' y el proce­dimiento no ha evitadó · la designación de al­gunos profesores acusados de incompetencia o de desidia por los estudiantes y aun sortto vóce ; por aigun'os profesores.

Por otra parte, la historia de la enseña11za en · Cuba prueba hasta la saciedad que cuantas veces ¡e· ha intentado seriamente la a,pliéación del nombramiento libre, los resulta-dos han si­do superiores a los que se hubieran obtenido en uha oposición. La Escuela -del Hogar, v. gr., designa· libremente su profesorwdo, y ella es quizá · la institución que mejor realiza entre nosotros su función docenté. Hasta la Uni­versidad, que tanto combate el nombrami~nto libre, me proporciona pruebas en abono de mi t~is: los ayudantes facultativos se designan eu la Facultad de Letras y Cienciás mediante el nombramiento libre, y esto se hace, ¡ pára evitar los gra:vísimos inconvenientes d'e la opo­sició1f !

á.i Resumem-Las oposiciones constituyen Ún fosÚ académico, un prócedimiento me¡lio­eval · qüe corresponde a · ideas y prejnicios dr una sociedad ya muerta. En· otro tiempo sr creía que ' las ciencias eran un conjunto de ver­dad-es formuladas de una Vez para - siempre. Hoy sabcm.os q1ie dichas disciplinas son pro­cesos de investigación que nunca terminan. Si la designación del profesorado académiro ha de satisfacer los intereses v n~ccsiJadcs de la & poca p1·esen te, debe ¡r{spir~ rse en 1~11 concep tu d~nú'mico · del conocimiento y la. verdad. La investigación es_ el eje a ]rededor del duál girán las instituciones universitarias, y eiltre las opo­siciones y la investigación científica ha habido siempre una absoluta incompatibílidad.

En mi discurso inangural de 1921 a 1922, propuse convertir la Escuela de Pedagogía en

uri •Iaboratorío dé 'investigación académi-ca. Pa­ra evitar a la Universidad el peligro de ·un­ensayo infructuoso en grande escal-a, propuse también ha pocos meses a la Facultad de Le­tras y Ciencias; con el apoyo · del doctor Rniz Cadalso y otros compañeros del Claustro, apli­car en dicha escuela el uombmmiento libre, a fin de aquilatar los méritos e inconvenientes de dicho sistema. La Facultad, por una pe­queña mayoría, se declaró inconforme con mi desintereS'ada moción, porque, como dijo, tal vez con ironía, un joven profesor, no debía sacrificarse la unidad de la corporación. ¡ Ar­gumento delicioso, tratándose de una ·1<..,acultail formada por una Escuela de· Letras, otra de Ciencias, otra de Pedagogía, otra de Ingenie­ros, y otra de Agrónomos y Químicos Azuca­reros!

La Facultad de Letras y Ciencias ha sido siempre uná torre de Babel, una verdadera Macedonia de aspiraciones e intereses encon­trados. En estas condiciones, la primera ba,;r de todo p-royecto de reforma de dicha J<'acul­tañ. debe ser · la división dr ésta en tre5, Facu 1-· ta.des por lo me.nos: la de Pedagogía, la de Ciencias 'y Letras y la de Ingehlerbs y Agró­nomos. Así no ocurrirá otra vez que una cor­poración renuncie> a un utilís-jmo trabajo dr investigación-de acuerdo con la función p1·0-pia y esencial de toda universidad-en obse­quio de la unidad imaginaria y hueca de una Facultad.

Eñ mi · discurso inaugural de 1921-1922 pro­ponía ensayar en la Universidad el nombra­miento libre, del siguiente modo: los profe­sores de las Faeultadés se dividirán en tres clases: a.gregadós o instructores, ad:juntós· o asociados y profesores titula,res. Los agrega­dos o instructores podrían ser nombrados por uno o dos años, los adjuntos por cinco y los titulares sin limitación de tiempo. La desig­nación de los primeros crrespondería a la res­pectiva Facultad; la de los segundos al Con­sejo Universitario, a propuesta razonada de la Facultad, y la de los titulares al Secretario de Instrucción' Pública, a propuesta ra.zonada de la Facultad, con informe favorable del Con­sejo Universitario o de una Junta consultiva. de enseñanza superior. Para desempeñar el cargo de profesor titular sería necesario haber servido con brillo y distinción como profesor adjunto o tener una gran reputación científica en la es.peciálidad a que so refiera la cátedra.

El amor que tengo a la Univen;i<lad de la Habana, de la que i:;oy ha diez y siete aiios pfofesor, me mueve a pedir nuevamente al Claustro de la misma, a los Cuerpos Colegis­ladores, a los graduados de las Facultades y a los estudiantes el abandono del viejo y deR­aéi·editado sístema de las oposiciones a eátP­dra, el cual constituye la cansa principal del atraso PU qnP se enru cintra mH.'stra euseñamm superior.

A. M. AGUAYO.

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