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La tribu que entierra su dialecto Carlos Manuel Álvarez, No estoy más feliz que acobardado, y tal como suele suceder cada vez que euforia y miedo se amalgaman, el resultado final es la estupefacción. Este 17 de diciembre, como casi siempre, yo me había despertado sobre el mediodía. Y mientras me aseaba, Barack Obama y Raúl Castro le anunciaban al mundo que, después de cincuenta y tres años de ruptura antagónica, Estados Unidos y Cuba reestablecerían relaciones diplomáticas. Resulta obvio que para los estadounidenses no es una noticia de la misma magnitud que para los cubanos. De ahí que probablemente ningún gringo esté ahora, tras el anuncio, desconcertado, preguntándose qué cosa es lo que está sucediendo o qué cosa es lo que va a suceder. En cambio nosotros –campeones de la altisonancia, que hemos pretendido hacer de la épica una rutina, que no hemos vacilado en catalogar de suceso histórico cualquier escaramuza ideológica o cualquier intempestivo capricho del gobierno– estamos comiéndonos a preguntas en tiempo real,

La Tribu Que Entierra Su Dialecto

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La Tribu Que Entierra Su Dialecto

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La tribu que entierra su dialectoCarlos Manuel lvarez,

No estoy ms feliz que acobardado, y tal como suele suceder cada vez que euforia y miedo se amalgaman, el resultado final es la estupefaccin. Este 17 de diciembre, como casi siempre, yo me haba despertado sobre el medioda. Y mientras me aseaba, Barack Obama y Ral Castro le anunciaban al mundo que, despus de cincuenta y tres aos de ruptura antagnica, Estados Unidos y Cuba reestableceran relaciones diplomticas. Resulta obvio que para los estadounidenses no es una noticia de la misma magnitud que para los cubanos. De ah que probablemente ningn gringo est ahora, tras el anuncio, desconcertado, preguntndose qu cosa es lo que est sucediendo o qu cosa es lo que va a suceder.En cambio nosotros campeones de la altisonancia, que hemos pretendido hacer de la pica una rutina, que no hemos vacilado en catalogar de suceso histrico cualquier escaramuza ideolgica o cualquier intempestivo capricho del gobierno estamos comindonos a preguntas en tiempo real, haciendo conjeturas, o buscando algo de claridad en la opinin del prjimo de un modo que nunca antes se nos haba visto. Cuba acarici una vez el sueo magnfico de la Revolucin, y de cunto han querido alargarlo se desprende todo nuestro drama. Mis padres, y lo que vino despus de mis padres, por duro que suene, ha vivido en ese alargamiento. Hoy lo hemos confirmado. Es como si despus de tanto coquetear aprendiramos repentinamente que, cuando la historia aparece, aparece en serio. Y por ms que digan que a los acontecimientos hay que soltarles cordel y pensarlos con frialdad, en estas apretadas veinticuatro horas yo he credo ver una maqueta de lo que se avecina, una estantera repleta de smbolos.La primera gran prueba del cisma que acaba de ocurrir entre los cubanos habra que buscarla en nuestra psique. No estamos ante un hecho que redireccionar solo nuestra realidad econmica o cultural o social, que ya es bastante, sino ante un hecho que nos obligar a renovar nuestro lenguaje, las palabras que solemos usar, los conceptos en que nos fuimos acomodando como pueblo. Cambiado de porrazo el discurso oficial, ya cambia tambin, de un modo que nos asusta, la relacin y el dilogo de cada uno de nosotros con ese poder, sea lo que sea que nos inspire: confianza, amor, odio, decepcin, entusiasmo, hasto. EnlaMesa Redonda(el programa por antonomasia del oficialismo cubano), los mismos voceros que hace una semana hablaban de imperio, para referirse a Estados Unidos, hoy, con una ecuanimidad que raya en el descaro,hablan de vecino. Y despus de todo tienen razn. Porque Estados Unidos ha empezado desde ya a ser nuestro vecino. Algo que, de haber admitido hace tan relativamente poco tiempo como anoche, poda acarrearnos el incmodo cartel de antipatriotas. Esa frase tan recurrente en los manuales histricos, que dice: tal pas se acost capitalista y despert comunista, o tal comarca se acost feudal y despert burguesa, en este caso cobra una pasmosa literalidad. Despus de una larga, inmensa posposicin de cinco dcadas, Cuba ha despertado de nuevo con su gran interrogante ontolgica rondndole la cabeza. Cmo vamos a lidiar con Estados Unidos? Y qu va a pasar en esa lidia? Vamos a ser un mejor o un peor pas?Yo creo que esta pregunta trae consigo la idea predominante de la ltima temporada histrica. Y es la que nos dice o nos dijo que la nacin su quehacer poda llevarse a cabo sin Estados Unidos. Despus de todo, la larga amistad con la Unin Sovitica no buscaba ms que demostrar esa hiptesis. En alguna medida, la urgencia de que una Latinoamrica unida y poderosa acabe de fraguar, una Latinoamrica a la que martianamente podamos volcarnos, esconde tambin ese deseo. Y los cubanos, a pesar de que en los ltimos veinticinco aos hemos exigido hasta el hartazgo el cese del embargo econmico, nos adaptamos a prescindir de Washington, a afrontar al vecino como si el vecino fuera, estrictamente, el maligno, y no pensamos seriamente que un da el deshiele se fuera a producir. Exigimos el cese del embargo, pero como una consigna, como un eslogan aprendido, y nadie nos prepar para lo que poda ocurrir si tal exigencia se cumpla o estaba en vas concretas de cumplirse. Washington como un agujero negro: algo poderoso, algo que nos succiona, y algo que no vemos, algo que no queremos ver y que, para no ver, estereotipamos.Resultado? Tendremos que seguir gestionando nuestra independencia, pero ahora con los estadounidenses en el tablero (lo cual, adems de ineludible, vuelve la empresa ms compleja e interesante y conlleva a la nica cuestin que verdaderamente nos puede medir como pueblo y es si, a pesar de todo, estamos preparados para ello). Lo paradjico, sin embargo, para que tal independencia no sea tragada, es que la soberana tendra que dejar de ser el fin. La Revolucin nos ha dicho hasta un punto donde resulta inverosmil, porque tanto despropsito e impericia no puede ser justificado que nuestra sostenida falta de prosperidad y bienestar es el precio a pagar por una independencia poltica que por nada del mundo deberamos perder. La independenciaper se. Y este emblema sagrado ha sido llevado a tal extremo, que decir hoy que la independenciaper seno conduce a ningn lugar es rpidamente entendido como una actitud cuasi anexionista. Tales polarizaciones, ese tipo de simplicidades, son las que, al parecer, comienzan a desmontarse.Me viene otra imagen. Vivamos en default, y hoy se activaron los controles, y los tenemos en nuestras manos.***Salgo a la calle. No hay desatadas expresiones de jbilo. Cuba est feliz, no cabe duda. Cuba, tambin es cierto, tiene ganas de ser muy feliz, no aguanta un sacrificio ms. Y cmo testimoniarlo, si no hay desatadas expresiones de jbilo? En qu me baso? Estoy yo, y est mi madre y mis ntimos, y estn las ancdotas que llegan de la calle. La gente que le agradece a San Lzaro, porque hoy es su da, y por el milagro. La gente que dice que se encontr con no s quin, un sujeto cualquiera, y no s quin estaba llorando. Todo pasa con cierto recato. Es como si la euforia de Cuba ocurriera de puertas para adentro o como si la euforia misma nos anestesiara. No estoy seguro de que un extranjero que acabe de desembarcar pueda percatarse de lo que nos sucede. Balbuceamos. Repetimos naderas. Nuestro xtasis es raro y algo alocado, como un opio general que la isla hubiera ingerido, como una droga colectiva fumada por todos. En cierto sentido, es justo. Llevamos tantos aos desfilando por cualquier minucia, celebrando con pancartas y lemas cuantos aniversarios sean posibles, que hoy merecemos festejar a la inversa, porque en Cuba se han trocado los papeles y el silencio y la contencin son nuestro grito.Hoy, adems, fueron canjeados tres agentes cubanos por un subcontratista estadounidense y por otro agente de Washington de origen cubano. Y los tres agentes elevados a categora de hroes juntos con los otros dos que ya estaban en el pas ocupan los titulares. El reencuentro de cada uno de ellos con sus familias. El encuentro de los tres con Ral Castro. La llegada a sus respectivos barrios. Los vecinos que los abrazan y los apan. La presencia de Los Cinco en nuestras vidas, durante los ltimos diecisis aos, ha sido absoluta. Los mencionan en la radio. Aparecen cada media hora en la televisin, bajo los ms variopintos anuncios. Danny Glover comenta el caso. Silvio Rodrguez los recuerda en sus conciertos. Manos naif mal pintan sus rostros casi desnutridos, como si fueran criaturas de Fidelio Ponce, en las paredes de la ciudad, en los murales de las escuelas, en los portales de los centros de trabajo. Polticos de primer orden adornan sus discursos con el tema. Los deportistas que obtienen medallas les ofrecen su oro, su plata o su bronce. Todo, absolutamente todo, est dedicado a Los Cinco.No es que sean hroes para m, pero yo tambin quera que regresaran. Eran vctimas de una guerra fra y no merecan sus excesivas condenas (lo que no quiere decir que no queden por ah muchas otras vctimas annimas; exiliados que no pueden regresar y que fueron expulsados de su pas, por ejemplo). Lo que me interesa ahora es lo siguiente: aun cuando nosotros hayamos celebrado cosas por muchsimo ms tiempo, parece inverosmil que nos pasemos otros diecisis aos celebrando la llegada de los agentes, de ah que una de las consecuencias directas del regreso es que una viga importante del discurso meditico del pas se vendra abajo. Estn hoy, desplegadas, todas las banderas que imaginbamos. Reporteros y fotgrafos que se arrancan las vestiduras y que sienten correr por sus venas el manantial cristalino de la Patria e incluso, si los dejan, hasta el espritu galopante de algn mamb bravo. Periodistas preocupados, ms que todo, por dejar clara su militancia, compitiendo entre s por ver quin se pone ms contento. Miro el noticiero y lo que pienso es que justo la voz chillona y grandilocuente de la periodista es lo que no me permite emocionarme con las imgenes del reencuentro entre los agentes y sus madres, esposas e hijos.Hoy, sin embargo, no me molesta. Quizs porque s que el momento supera cualquiera de nuestras miserias personales o porque necesito creer que a ese discurso le resta poco tiempo. Al menos se le acabaron las excusas. Despus del regreso de sus hroes, a Cuba no le queda otra que mirarse en su propio espejo, de una bendita vez. Qu tono usar, si el acento de gesta languidece? El acento, por otra parte, en que nos hemos educado, el tono que nos vio nacer. Un tono inservible y que, por ms que queramos deshacernos de l, nos despierta el afecto de un amigo viejo, nos trae nostalgia. Qu nos vamos a decir ahora? Respuesta: silencio. Nuevamente silencio. Estamos descubriendo casi con pavor, como una criatura que recin abre los ojos, que la buena nueva nos usurpa la voz, porque todo nuestro vocabulario estaba supeditado a la confrontacin, al imaginario blico. Estamos celebrando los cubanos algo que podra venir, una posibilidad, pero tambin padecemos, hoy, la tristeza de la tribu que entierra su dialecto.***El discurso de Obama es emotivo. El de Ral Castro no lo es. Cmo decirlo sin que te miren con malos ojos? No hay manera. Que te miren con malos ojos es un rezago del dialecto que acabamos de enterrar. No hemos enterrado nada, entonces. Vamos, en cambio, a asistir en los prximos aos a un proceso traumtico, en la medida en que son traumticos todos los procesos mediante los cuales un pas se empieza a mover hacia su futuro. Mientras tanto, Obama cita a Mart, habla incluso en espaol, dice una frase tan estrictamente pensada como Todos somos americanos, y Ral Castro, fiel a su parquedad, viste el uniforme de General, habla detrs de un bur, en una oficina con aires de bnker, sin ningn tipo de espacio ni de claridad a su alrededor. A los pocos cubanos que han podido presenciarlo, an a los que simpatizan abiertamente con Ral Castro, el discurso de Obama les dice ms. Culpar al presidente cubano por su proyeccin sera justo si no hubiera adems otras mltiples fallas de nuestro sistema a nivel de imagen y discurso. Estamos llegando tarde a nuestro propio acontecimiento. Y eso no fuera tan grave si no indicara que tambin estamos llegando y hemos estado, por aos, llegando tarde a nuestra realidad. Alan Gross aparece ante las cmaras del mundo en cuanto arriba a Estados Unidos. Los agentes cubanos no aparecen hasta ocho horas despus. El destino de Cuba decidindose, y Cuba pasendose por la alameda.A partir de ah, todo no ha sido ms que golpes inconexos, y que yo espero tengan finalmente alguna relacin. La confirmacin de que para mi madre la Patria no es lo mismo que para m. El intento doloroso de mi madre porque Cuba nos signifique lo mismo. Su resignacin ante la evidencia. La certeza de que algunas de las cosas que para mi madre son cuestiones sagradas para m son bulos, y de que, por ms bulos que sean, no tengo ningn derecho a derrumbarle las bases o los sueos sobre los que se construy su educacin sentimental, las ideas en las que verti esfuerzo, los proyectos en los que se le fue la vida. El recuerdo de mi padre. Que viene de padres analfabetos y estudi medicina sin abonar un centavo y eso le provoc una deuda de gratitud que siempre estuvo dispuesto a pagar, y que no pudo pagar porque casi lo echaron del pas y se tuvo que ir a Miami, y hoy no est en Cuba sino, con su ttulo de mdico, pintando paredes y restaurando fachadas en Estados Unidos, y pienso en qu estar pensando l ahora de todo esto, de su pas, y si se enter de la noticia subido encima de un andamio o en el horario de descanso mientras se tomaba una Coca Cola, digo yo. Pienso en lo feliz y plena que fue mi infancia dentro de una familia comunista. Pienso en lo que se va a quedar en el camino. Pienso en el tiempo que derrochamos. Pienso en esa bruma que no se ve y que se avecina. Del modo en que casi nunca logra uno figurarse las cosas abstractas, pienso en Cuba. Pero no s, obviamente, qu es Cuba. Quera usar, en algn sitio, la palabra cubano, pero dicha con fraternidad, como comunin. No me sale. Yo tambin soy el resultado de algo. Pienso en el gringo al que nada de esto le interesa.Artculos Relacionados