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Marcatextos No. 01

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Revista de cuentos ilustrados de publicacion especial.

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La minúscula semilla que un día cayó en suelo árido, comenzó a desdoblar sus raíces. Poco a poco éstas pequeñas ramificaciones fueron luchando contra la tierra que las aprisionaba, hasta que un buen día vieron la luz del sol y despertaron siendo ya no una semilla, sino un retoño de baobab.

En ese primer despertar encontró a su lado dos

colosales árboles que bajo su sombra lo

cobijaban.

Contenido

Editorial

Cómo sobrevivir al desamor en verano

Rob(a)lmas_

Táctil poesía

Imagino

Mariposas negras

El ciego

El lanzafuego

Un canto que da sentido a la existencia

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EditorialEran éstos sus padres, los encargados de cuidar su nueva estirpe. Si el sol con todo su calor abrasador hacía arder la tierra, ellos lo cubrirían con su follaje; si la lluvia tormentosa los azotaba, lo protegerían con sus imponentes troncos, y si el agua que caía del cielo era escasa, inclinarían ramas y hojas para dejar resbalar las pocas gotas que el cielo les concedíera, puesto que éstos padres sabían en el corazón de sus anchos troncos, que cuando la vida es nueva, es necesario cuidarla, poner empeño, energía y tomar turnos para velar por ella.

Fue un deleite para éstos baobabs observar el nacimiento de la tierna rama y las frágiles hojas que lentamente comenzaban a esbozarse. En este retoño apreciaban el enorme baobab en el que podía transformarse, un maravilloso árbol que algún día proporcionaría sombra, refugio y cobijo a otros, cuyo fruto serviría de alimento y cuyas hojas tendrían cualidades curativas; todo esto deseaban los padres para su hijo.

Es ésta la primer rama con las primeras hojas, éste es el Marcatextos número uno, que ha visto la luz gracias a todos los que han colaborado en él y a todos aquellos que nos han regalado su atención al leer sus páginas.

A todos: ¡gracias!

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Si intenta revivir a un pterodáctilo muerto y lo único que se tiene a la mano es una sombrilla rota, tómela, abrácela y trate de replegar las alumínicas terminaciones contra su cuerpo. Deje que la lluvia encuentre el camino entre su espalda y el suéter de lana mientras intenta consolar al prehistórico animal convertido en artículo londinense de primera necesidad. Si eso no funciona, imagínese a usted mismo como una madre rusa en tiempos de Stalin; meta su imaginaria mano en la imaginaria nieve hasta que no sienta los dedos. Si la anterior trampa tampoco logra burlar el ya familiar sentimiento de golondrinas que anidan en los pulmones, es muy útil proyectarse a la realidad con la indumentaria de General para aceptar la batalla perdida; por supuesto esta ilusión mental tiene un truco: nuestro inexistente uniforme debe contar

Cómo sobrevivir al desamor en veranoPor: Bárbara González

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5<< ...debe contar con un par de calcetines impares para que esa banal distracción nos aleje del paisaje

dejado por la guerra. >>

con un par de calcetines impares para que esa banal distracción nos aleje del paisaje dejado por la guerra.

Por último, si nada de esto le ha facilitado alejarse del objetivo, de la extraña incomodidad ocre de no ser correspondido, trate por todos los medios posibles de ver a su muy personal triángulo amoroso como parte de una vajilla china, donde uno, como sencillo plato azul, no guarda rencores porque la taza amarilla haya quedado colocada justo encima del plato decorado con motives florales verdes por culpa de la distracción de quien haya secado y guardado los platos en la repisa, llámese una niña de 14 años o Dios con pecas. Agradezca con un suspiro que los platos azules no podemos castigarnos cantando todo el día Norwegian Wood.

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Se había detenido para retratar a unos cañeros a mitad de la carretera federal. Ignoró el alambrado y el letrero de propiedad privada para fotografiarlos en su hábitat natural, entre el bagazo de la caña y los vendedores de frutas apostados en las vías del tren, en el cruce donde los automovilistas se detenían o frenaban mirando hacia afuera a través de los espejos retrovisores el paisaje. Una vaca tiraba una carreta con piñas. Los machetes se alzaban una y otra vez. Callos y venas como raíces en los brazos se dibujaban en los trabajadores. Llevaba dos días sin bañarse y pensaba que era únicamente polvo lo que lo cubría, no esa nata de smog que puebla las ciudades.

Un destello refulgió mientras el sol se encontraba en el Zenit, era el flash de su aparato fotográfico que servía para rellenar las sombras proyectadas con más fuerza a esa hora del día. Una serpiente se arrastró hacia lo bajo de un río entre el lodo y los desperdicios que la gente arrojaba sin remordimiento alguno.

Rob(a)lmas_Por: Gilberto Chaparro Pacheco

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Aquí había nacido, era su tierra y estaba ahora herida, al igual su gente y sus bestias, sus aves y el aire, el río y los mares, los peces, los caracoles, las estrellas de marzo y abril. Miró alrededor ya con la cámara recostada a la altura de su estómago. El calor era insoportable.

Antes de irse le obsequió brevemente una sonrisa a uno de los cañeros que estaba más próximo de él. Subió al coche (un Valiant gris) y echó a andar hacia el puerto. Alguien le preguntó a gritos para qué eran las fotos y él respondió ya desde el coche que eran para él, por el gusto de poder hacerlo. Pasó por las vías del tren y compró un agua de coco a uno de tantos vendedores que interceptaban a los automovilistas. - ¿A dónde va? le preguntó. - Voy a Veracruz, a pasar unos días con mi familia.

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<<... el rollo de una cámara fotográfica lo observaba haciendo las veces de Dios y de Verdugo. >>

Eso fue todo. Tres días después la policía encontró el auto abandonado cerca de la carretera Yanga-Paso del macho. No había rastros del conductor, al menos no en las cercanías. No tardaron mucho en localizarlo, el cuerpo había sido arrojado a una fosa séptica en el pueblo de la Tinaja. Tenía heridas múltiples por todo el cuerpo, destrozado a machetazos había perdido la forma de un ser humano. La policía alegó que todo era resultado de un asalto y que pronto capturarían a los culpables del crimen. Mientras tanto en una casa de palma, un hombre apenas alumbrado por la luz de una vela, rezaba de rodillas ante un altar improvisado en una de sus esquinas. Y sobre el altar acompañado de varias imágenes religiosas, el rollo de una cámara fotográfica lo observaba haciendo las veces de Dios y de Verdugo.

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No es necesarioque rompas tus silencioso acalles tus palabras.No pretendo atarte a míni busco tus promesas;sólo guardo de tu bocael pecado de su huella.No me des menosni me pidas más no me amesni me eches en falta.No seas mi todo ni reclamesla mitad de mi cama.Sin mentiras ni piedadsin insomnios ni porquéssin secretos ni esperanzas.No te quedes conmigopero déjame sabersi vas a volver a anidartu táctil poesíaen la piel de mis sábanas.

Táctil poesía Por: Susana Ruvalcaba

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Imagino Por: Susana Ruvalcaba

La noche inunda las paredes cierro los ojospara atraer a mi oído los ecos del movimiento que me dibuja tu voz. Te imagino entonces entre acordes de acuarela y sueños de tintatodo tú: notas y matices. Acariciando libros bebiendo versos líquidos en copas de cercaníascon la esencia del café perfumando tus venasy la violencia desatada en tu mirada tono sepia.Imagino que me imaginas a deshoras, en la distanciay que acaso en algún silencio tu beso, mi beso abraza.

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Mariposas negras Por: Melissa López Real

Caía rendido. Mi cuerpo, mi mente, mi alma, a la fatiga caían subyugados.

Fueron primero los ecos cesando de resonar por los pasillos. Los erráticos movimientos de los árboles llenaron de fascinantes sombras los suelos; y la incertidumbre, la penumbra en mi pensamiento, dilatóse hasta ofuscar el más leve dejo de lucidez que alguna vez distinguí. - Vendrá la serenidad a mi mente, así será – dije para mis adentros, consciente de la falsedad que encerraban mis palabras.

Reiteradamente fueron las noches perdiendo aquel místico sortilegio que en sólo un momento cautivó mi pensamiento; y me dije yo, en meditaciones dolorosas inmerso:

- Haré volver el sosiego; al silencio y la tempestad en mi alma daré término.

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Y así, tras soportar una noche de estuosa afectación en mi lecho, vi la luz resurgir. Suspiré con anhelo y la opacidad en mis ojos acreció paulatinamente sin razón aparente. ¡En calamitosos lugares tras esto fui a clavar mis esfuerzos!

Resolvía con mis acciones un porvenir entero, y a esa certera congoja con lentitud fui cediendo. Aquellas semanas tenían tinte de años, sabor a tiempo derrochado, y en el colosal muro que se erguía frente a mi cabecera, blanco cual mi conciencia, noté una sombra rozar contra mi mejilla. Tras esto fueron profusas las horas que, sin sentido, dilapidé mirando hacia el albo muro, límpido cual mis cabellos, mi alma y pensamiento. Al tener necesidad de esto, a la inercia fui cediendo. Sumergíame aquella imagen en el mar de mis recuerdos, recuerdos de un pasado sin época,

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<< ...esas mariposas negras, hijas de un ser proditorio, frágiles y siniestras que revolotean a mi lado... >>

tiempo sin consecuencia, de falaz afecto. Y así mil sombras del muro surgieron, sombras de mi apego, de amor prodigado, de sangre por mí derramada. Mil mariposas negras volaron, frías como aquellas noches de mi recuerdo, y con destellantes alas dejaron mi espíritu cautivo, a la luctuosa pared clavado. Falto de razones me hallaba, cansadas de mi voz las palabras se hallaban. Posteriormente, con manos trémulas, sujeté su cabeza; su rostro pálido, los cabellos oscuros y hablé entonces sólo para ella. Eran sus ojos una estuosa falsedad, silentes cual mi boca estaban. Vertida sobre sábanas de seda su traición se hallaba desplegada, y mi cuerpo, mi alma, mi mente, a la venganza cedieron. Aún me acaricia con sus alas de perfidia; esas mariposas negras, hijas de un ser proditorio, frágiles y siniestras que revolotean a mi lado, son extensiones de sus manos. Y me pregunto si en las venas su traición cargaba, pues ahora, tendido sobre mi lecho de escarlata decadente teñido, a mi cuerpo, mi mente, mi alma, calma no he llevado. Todo lo hermoso y sincero que conozco, en ausencia de su rostro, eternal oscuridad invoca a mis sueños.

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16¿Te gustaría tener las ilustraciones originales? adquierelas en: www.marcatextos.net

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18¡Buen provecho!

Sopa de letras

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c e g i k m ñ p r t v x z c e g i k mñ a l t i m b a n q u i a t e r o a n aa r t v x z a b d f h j l n o q sp ñ m k i g e c a y r a v o a w uo c i t á r t v x z b d f h j l nb ñ m k i g e c a y w u s q or t v r e o s e l i n o x z

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Se puso sus lentes obscuros, colocó las manos sobre el maneral de su bastón blanco, recargó la barbilla sobre las manos y permaneció muy quieto. Sólo de vez en cuando hacía los movimientos característicos de los ciegos que, como desorientados, mueven la cabeza de un lado a otro tratando de escuchar mejor los sonidos; o como queriendo percibir, inútilmente, un rayo de luz.

Seguramente se trataba de una enfermedad que se había ido incubando poco a poco, pero cuando intempestivamente se manifestó el problema, llamó a uno de sus sobrinos para que le sirviera de lazarillo y lo guiara por la casa indicándole lo que había en cada lugar. El niño que tenía un corazón bondadoso y compasivo, sonriendo maliciosamente le entregaba el bastón blanco, le colocaba los lentes obscuros y tomándolo de la mano, lo conducía por la casa y le iba diciendo: aquí hay una grada, aquí esta una maceta, aquí una puerta etc.

Así fue como Víctor llegó a conocer a “ojos cerrados” la ubicación de todas las puertas y los muebles de su casa, algún obstáculo que había

El ciegoPor: Ernesto Moreno

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que esquivar, y después de tanta práctica, con la sola ayuda de su bastón blanco gustaba de recorrer todos los rincones (y lo hacía casi sin titubear); pero trataba de hacerlo cuando no lo viera su mujer pues a ella no le agradaban nada esos recorridos que le parecían además de peligrosos, ilógicos.

Era tal la habilidad que había adquirido mediante el entrenamiento, que hasta podía marcar por el solo tacto y sin equivocarse los números del teléfono a donde quería llamar. Conectaba el radio para oír música y en ocasiones hasta la misma televisión, aunque en su interior le parecía una actitud masoquista.

En cierta ocasión despertó en la madrugada a causa del dolor de cabeza que lo acosaba frecuentemente, hizo a un lado las cobijas, tomó su bastón, se bajó de la cama y con el brazo en posición horizontal apuntando hacia adelante, caminó hasta la puerta

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de su recámara y la abrió. Continuó caminando mientras iba tocando con la mano izquierda las paredes del pasillo hasta llegar al baño; tentaleando abrió el botiquín, tomó una aspirina, abrió el grifo del agua, llenó un vaso y se tomó la pastilla.

De regreso a su recámara, y tal vez debido a que la intensidad del dolor aumentaba, perdió el sentido de la orientación y tropezó en una silla golpeándose fuertemente la cabeza; al estruendo despertó Clarita su mujer quien se puso a llorar inconsolable.

- Otra vez -, murmuró.

Mientras el médico suturaba la herida, Clarita recordaba con tristeza las otras ocasiones en que su esposo había sufrido accidentes parecidos, en uno de ellos perdió tres dientes, en otro se dislocó un tobillo, pero Víctor nunca hizo caso al señor cura ni al psicólogo, a quienes había acudido muchas veces su mujer para que lo convencieran de abandonar la perniciosa costumbre de andar caminando con los ojos cerrados como si en realidad estuviera ciego.

<< Así fue como Víctor llegó a conocer a “ojos cerrados” la ubicación de todas las puertas... >>

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Su esposa sufría mucho con esa conducta, no tanto por los accidentes que podía tener el marido sino porque esa actitud venía a confirmar la sospecha de que su esposo no estaba bien de la cabeza, pero él racionalizaba diciendo que nadie sabe si algún día puede uno quedarse ciego y que por las dudas había que estar prevenido. Como Clarita siguiera vigilando a su fingido ciego, éste renunció a sus obscuros paseos hogareños y extendió sus incursiones cegatoniles a la calle. Comenzó por recorrer primero la banqueta de su casa, luego la de la vuelta y después toda la manzana. Ahora procedía recorrer todo el barrio. Sacó su bastón blanco, se puso los lentes obscuros e intentó cruzar la calle, pero un caballo lechero que se había desbocado lo atropelló lanzándolo violentamente contra la banqueta, dejándolo desquebrajado e inconsciente.

Cuando después de dos días recuperó el conocimiento, se encontraba en el hospital con fuertes dolores en todo el cuerpo, enyesado de las piernas y el tórax, tenía vendada toda la cabeza y sólo se le podían ver la nariz y la boca.

- Yo bien decía que hombre prevenido vale por dos - murmuró Víctor, ahora aunque ciego, podré manejarme solo por toda mi casa, subir escaleras y hasta dar unos pasitos de baile.

Clarita, entre tanto, pensaba cuál sería la forma menos dolorosa de informar a Víctor que sus ojos no habían sufrido ningún daño, que lo malo había sido la fractura en la columna vertebral.

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Para todos, pero principalmente para él, resultaba increíble cómo había ido bajando peldaños en la escalera de la vida, que en los últimos años, dejó de ser escalera, para convertirse en un aceitado y empinado tobogán por el que se deslizó desde las colinas de una clase media alta hasta los fangales de la más absoluta miseria. Su avanzada edad, su imprevisión en el ahorro, además de la crisis existente en el país, fueron parte de las causales.

Se consolaba recordando que no era un caso único, entre otros estaba... “Firulais”, aquel hombre nacido millonario, que murió como payaso limosnero.

El hambre lo ayudó a decidirse, escogió una esquina y para evitar ser reconocido por los pocos amigos y parientes que aún tenía, se enmascaró con pinturas. Comenzó malabareando pelotas, pero era tan torpe que pasaba la mayor parte del tiempo recogiendo éstas del suelo mientras los automovilistas partían raudos sin darle ni siquiera el saludo. Compadecido, un compañero lo inició en los secretos de los hombres-dragón. A base de quemarse la boca y de tener siempre un regusto a petróleo, fue aprendiendo hasta que logró lanzar al aire con espectacularidad potentes llamaradas. Pero

El lanzafuegoPor: Roberto Villa

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los conductores, hartos de ver el mismo acto repetido casi en cada esquina, se alejaban dejándolo con su boca quemada y las manos vacías.

A punto de claudicar, el hambre al calor de sus propias llamas le inspiró la primera de sus novedosas ideas. Presuroso reunió sus escasas monedas y corrió a comprar unas bolsas de malvaviscos, los ensartó en un alambre y los asó en el fuego emanado por su boca. Las dádivas aumentaron como premio a su creatividad aunque los dulces resultaban incomibles por su tufo a petróleo.

Por unos días sus ingresos se vieron aumentados pero el truco comenzó a ser imitado, repetido en cada esquina hasta que perdió su originalidad y dejó de ser productivo.

Otra idea vino a su mente, cambió la técnica de su acto y su manera de pedir. Los resultados fueron casi mágicos, sus bolsillos comenzaron a rebosar monedas y billetes y pudo nuevamente comer en lujosos restaurantes. Pero su jauja fue efímera, pues pronto intervino la policía.

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<< ¡Claro que daban!,¡daban todo lo que traían! >>

Cuando lo arrestaron, él no entendía por qué lo acusaban de extorsión con amenazas y uso de arma peligrosa, hasta que el juez presentó los testimonios de furiosos conductores que narraron cómo él después de lanzar su fuego al aire, llenaba de nuevo su boca de petróleo y se acercaba con la tea en una mano y la otra extendida en gesto autoritario de petición mientras los apuntaba con el lanzallamas de su boca. ¡Claro que daban! ¡Dabantodo lo que traían!

Por más que juró que sólo pretendía hacer una cercana demostración y no rostizar a nadie, fue condenado. Y así, por azar, resolvió por un largo tiempo sus diarios problemas de techo y comida. En su nuevo ambiente, el hombre es feliz. Por su edad, su cultura y su simpatía, es querido y tratado con respeto. Es nuevamente Don Pablo, ya no más el “Popochas”. Ahora lee, oye buena música, contesta cartas para sus nuevos amigos y hasta litiga.

A veces, sólo a veces, se acuerda de sus ricos parientes y amigos listos para censurarlo por su pobreza pero incapaces de tenderle una mano y les lanza con su boca una llamarada imaginaria.

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El tiempo se detiene en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, la ambiciosa novela del escritor japonés Haruki Murakami, editada en castellano por la casa de publicaciones Tusquest. En esta historia se mezcla la fantasía con la realidad, se vaga por los recuerdos. Fiel a su estilo, el autor recurre a la música para guiar la vida de Tooru Okada, un joven desempleado que se dedica a las tareas del hogar; mientras su esposa, Kumiko, trabaja.

Un canto que da sentido a la existenciaPor: Mayra Torres de la O

En las primeras páginas, el lector se adentra a la cotidianidad de los personajes, una que se rompe súbitamente cuando deja de escucharse el canto del pájaro que da cuerda al mundo; ese silencio trae un sinfín de desgracias y extraños sucesos como la presencia de Malta Kanoo, una vidente, la joven May Kasara, el teniente Mamiya, la mujer de las llamadas telefónicas y Noboru Wataya; ellos, de alguna manera, tejen la vida de Tooku, la trastornan y la envuelven en humo.

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Las novelas de Murakami son una mirada a otras realidades místicas, donde la luz juega con los sueños, los provoca o los desvanece. Sus letras son rayos que tocan el inconsciente, sin duda, detiene el tiempo en sus personajes, en la historia, hasta para el lector las horas pasan inadvertidas; aunque existan emociones que atraviesan en un instante el presente.

El escritor japonés no respeta el término economía del lenguaje, pues utiliza las palabras a su antojo. En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo relata los hechos diarios, y poco a poco, profundiza en temas como la existencia, la muerte, la soledad y el amor. Otro punto a destacar son los títulos de cada capítulo, largos pero descriptivos, son un espejo de lo que a continuación vendrá.

“La mayor parte de la gente ignora y evita las cosas que trascienden los límites de su entendimiento, tachándolas de irracionales e indignas de

Reseñaconsideración”; así el autor rompe los prejuicios e invita a la reflexión. Su contacto con el lector sucede en las páginas, ya que Murakami no gusta de las entrevistas ni de las fiestas, es un hombre disciplinado, deportista y profesor de literatura. Es conocido por títulos como Tokio blues (Norwegian Wood); Al sur de la frontera, al oeste del Sol; Sputnik, mi amor; y Kafka en la orilla. Su reciente entrega es Sauce ciego, mujer dormida.

En el suplemento cultural del diario ABC, Murakami narra su encuentro con la literatura. A continuación un fragmento de lo publicado. “Nunca tuve intención de convertirme en novelista, al menos hasta que cumplí 29 años. Es la pura verdad”.

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De los Autores De los IlustradoresBárbara González· [email protected]ómo sobrevivir al desamor en verano

Gilberto Chaparro Pacheco· [email protected](a)lmas_

Susana Ruvalcaba· [email protected]áctil poesíaImagino

Melissa López Real· [email protected] negras

Ernesto Moreno· [email protected] ciego

Roberto Villa· [email protected] lanzafuego

Mayra Torres de la O· [email protected] canto que da sentido a la existencia

Alfonso Esquivias· [email protected]ómo sobrevivir al desamor en verano

Táctil poesíaImagino

Ana López Real · [email protected]

Rob(a)lmas_Mariposas negrasIlustración central

El ciego

Mario Cortés Orozco· [email protected] lanzafuego

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Marcatextos es elaborado por: Ana López Real Aldo Mosqueda de la O Susana Muñiz Moreno José Muñiz Moreno

Número uno. Año cero.Marcatextos revista ilustrada, editada por TÓTEM estudio creativo.Guadalajara, Jalisco, México. Mayo 2008 registro en trámite.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de ésta publicación puede ser reproducida parcial o totalmente - por cualquier medio - sin la anuencia por escrito del titular de los derechos correspondientes.El contenido de los cuentos, poesías y anuncios son responsabilidad del autor y no del editor.

www.totem.com.mx

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