Mayo Del 68, Ahora, Mdq

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400 Golpes - 30-05-08

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Los que hacen las revoluciones a medias no hacen ms que cavar sus propias tumbas

Los que hacen las revoluciones a medias no hacen ms que cavar sus propias tumbas

Debajo de los adoquines, (la playa) ms adoquines

En el momento histrico actual, la lgica de las relaciones capitalistas se caracteriza por atravesar todo el campo social. El capitalismo como modo de produccin dominante se desarrolla en dos sentidos diferentes. En primer lugar, lo hace de manera extensiva, lo que se conoce comnmente como expansin territorial. Por otro lado, como forma social especfica, tiende a subsumir la totalidad de las relaciones sociales: esto significa que se expande de manera intensiva, es decir, se profundiza como forma de vida.

La crisis general - pero no terminal - del capitalismo moderno y su entrada en la llamada etapa tarda, estuvo cruzada por la extensin del alza de la lucha de clases en los 60, y las posteriores crisis financieras y del petrleo en los 70. Las transformaciones que sufri el modo de produccin afectaron a la totalidad de la vida social. Hoy, tras el reflujo generalizado de las luchas, tras el fin de la historia que no fue, tras la hegemona neoliberal, nos hallamos en un momento de resurgimiento de la organizacin anti capitalista. En este umbral, nos preguntamos en qu medida se modific el territorio para la lucha estudiantil y en qu debe transformarse por tanto la tctica del movimiento.

Consideramos que elaborar un inventario de las experiencias de lucha que nos preceden es un paso obligado a la hora de reflexionar sobre dichas cuestiones. La prctica es uno de los elementos fundamentales para la teorizacin: es en la accin donde el pensamiento estancado se dinamiza y, como contrapartida, la prctica que se detiene encuentra muchas veces un relevo en la teora. Partimos de este modo de concebir la praxis para apropiarnos tericamente del mayo francs, con la expectativa de poder trazar un vector de radicalizacin en nuestras prcticas actuales.

Corre, compaero, el viejo mundo est detrs de t!

Ms all de las limitaciones que tuvo el mayo francs, creemos que como proceso histrico realiz grandes aportes al arsenal de la lucha contra el capital. En primer lugar, abri un nuevo territorio de batalla. El 68 encuentra la mejor manera de mostrar que el capital est colonizando la totalidad de la vida, combatindolo ah donde nadie lo haca. La lucha francesa hizo visible al enemigo que avanzaba silenciosamente hacia el dominio de todas las esferas sociales. Slo en la revolucin cultural china o en el proletkult sovitico encontramos antepasados de este proceso.

Un segundo aporte del proceso francs es demostrar una vez ms la vigencia y la efectividad de los mtodos obreros. En el contexto del rgimen Degaullista, las ocupaciones de los espacios de actividad, del mbito pblico y la huelga, el combate en las calles, ponen nuevamente en vigor la estrategia obrera. Esta virtud es correlato de la primera: si el capital extiende su lgica a todo el campo social, tambin debe expandirse la respuesta.

Paradjicamente, el sentido ms profundo del mayo francs se encuentra en aquello que se ha convertido comnmente en una representacin vaca del mismo. Lo ms trivializado de este proceso histrico, sus graffitis, nos revelan un aporte original a la lucha anticapitalista. Encontramos en la frase seamos realistas, pidamos lo imposible un enunciado de una potencia terica que se halla oculta por el desgaste que sufre su sentido a partir de la repeticin trivial y excesiva.

Seamos realistas pidamos lo imposible, rezaban ateamente las paredes. Si consideramos este enunciado en la actualidad, a primera vista creemos encontrarnos con cierto idealismo hippie posmoderno, o tal vez con la reencarnacin post mortem del socialismo utpico. Sin embargo, podemos hallar en esta afirmacin un materialismo radicalizado contra toda tentativa de reformismo. En qu consiste, pues, el realismo furioso de pedir lo imposible?

Pedir lo imposible es pedir aquello que no puede ser dado. Podemos pensar al capitalismo como una cierta axiomtica que gobierna la vida social. Esto implica que, en tanto lgica, atraviesa las relaciones sociales determinando qu es posible y qu no. No estamos pensando en el derecho positivo, sino en las leyes que de hecho rigen una formacin social. Cuando un fenmeno escapa a esta legalidad, el sistema lo trata como enemigo y pone en movimiento su aparato represivo. Aquello que se fuga de la axiomtica del capital pone en riesgo toda su lgica. Para enfrentar el peligro, el capitalismo activa mecanismos de neutralizacin. Junto a la represin, momento de negacin siempre presente, el capital opera una captura que consiste en modificar su lgica incorporando un axioma que le permita contener, al comprender, el nuevo fenmeno. Esto es lo que comnmente se llama reforma o contrarrevolucin, y consiste en incorporar de algn modo a la axiomtica del sistema lo que antes se manifestaba como un ataque al mismo. As, se pone al servicio de la acumulacin de capital lo que originalmente era una fuerza subversiva. El proceso tiene como momentos la lucha y el conflicto, la represin y la integracin, y logra la sntesis cristalizada en la conciliacin y la reforma. Esta dinmica de captura, caracterstica del capitalismo, puede ser denominada la contra revolucin permanente.

Y qu es lo que pide el mayo? Lo imposible, ya lo dijimos, lo que no puede ser otorgado, aquello que hace entrar en contradiccin a la lgica del capital, aquello que en el marco del capital no puede ser concedido. Esto es, el deseo poltico que el capitalismo no puede sublimar. El pedido de lo imposible no se inscribe en el reclamo, porque con este acto se quiebra la lgica del reconocimiento y la reivindicacin. Pedir lo imposible ya no es pedir, sino gritar deseo. Slo comprendiendo lo imposible en este sentido vemos aparecer el realismo, que parte de la consideracin de que la reforma como reivindicacin no es un imposible, sino que es ms bien un irreal. La transformacin profunda no puede advenir ms que cuando se ha puesto en jaque la legalidad del sistema, slo despus de que se ha dado la lucha. Sin embargo, el horizonte mismo del mayo francs no es la reforma; la bsqueda tiene como faro la organizacin de los antagonismos que hicieran estallar por los aires la lgica misma del capital. El realismo del 68 consiste en saber que un sistema humanizado, que una universidad comunista, que el fin del patriarcado, son irreales en el marco del capitalismo. La opcin de hierro est dada entre la utopa de la irrealidad o el materialismo de la imposibilidad. Esta ltima es la apuesta de los activistas de mayo.

Es necesario introducir una segunda dimensin del realismo presente en la estrategia poltica del mayo francs, que consiste en la conciencia de las limitaciones del proceso. Sin la organizacin revolucionaria de la clase trabajadora, difcilmente se podra lograr tal objetivo. Pero la conciencia de tal limitacin no licua, en absoluto, la necesidad vital de expresar el deseo poltico de los estudiantes en acciones radicalizadas. La revolucin no era una posibilidad objetiva del estudiantado, sino un modo de estar en el mundo.

La expansin del campo de la poltica en ningn momento plantea el abandono del momento irrenunciable de la organizacin obrera. Resultaba idealista an en el contexto del 68 plantear la posibilidad de una universidad comunista en el seno de la sociedad capitalista. La unidad entre la clase obrera y el estudiantado no era una condicin de partida, y por eso result necesario construirla. En ese sentido, la recuperacin de los mtodos obreros por los estudiantes fue el primer paso. La apuesta no radicaba en la reforma de la institucin acadmica sino en cavar trincheras para la lucha de clases en todo el territorio social. La crtica furiosa de lo existente, contenida en cada intervencin, diseminaba la peste que el sistema no poda conjurar. El contagio era la estrategia

Las experiencias de lucha eran laboratorios de produccin de nuevas formas de antagonismo. Un ejemplo paradigmtico es el cuestionamiento de los exmenes. An cuando exista la conciencia de que no dejaran de existir si no se alteraba el conjunto del sistema, la puesta en discusin y la sustraccin del estudiantado de esta prctica inaugura un nuevo campo de batalla. Un territorio nuevo se abre para la poltica revolucionaria: la universidad como institucin de clase.

El mayo francs revela as una nueva configuracin poltica de la institucin universitaria. Su punto de partida es que teir la universidad de rojo constituye un lmite absoluto, infranqueable en el marco de la sociedad capitalista. Pero sobre este lmite absoluto se inaugura un territorio poltico. Seamos realistas, pidamos lo imposible.En los exmenes responda con preguntas

La universidad, a pesar de sus declamaciones irrisorias y petulantes de autonoma, no permanece cerrada a las transformaciones histricas. Sin embargo, tampoco es un mero reflejo de las relaciones sociales de produccin; es una institucin de clase por derecho propio. Adems de producir intelectuales y saberes funcionales a la sociedad capitalista, se organiza en su interior de un modo acorde a la lgica del sistema. La universidad es por s, para s y para otros, productora de conocimiento, legitimacin y sujetos capitalistas.

Esta institucin conoce bien cul es el mejor modo de que su producto sea funcional a la formacin social dominante. Qu mejor manera de formar intelectuales dciles que imbuirlos desde su ms tierna infancia bajo la lgica que deben reproducir? Nuestro paso por la universidad se ve signado por prcticas netamente capitalistas: la mercantilizacin del conocimiento, la extraacin del producto del trabajo, la alienacin, la individualizacin, la competencia, la jerarquizacin, la burocratizacin, la segmentarizacin del saber y la estamentacin del poder son operaciones diarias de la academia en tanto maquinaria productora. La tarea en esta instancia radica en comprender la especificidad de este territorio, que oculta el poder bajo la forma del Saber.

El Saber parece regir la organizacin de la vida en las universidades. Sin embargo, pocas veces nos preguntamos cmo se cristaliza en la Academia. Suponemos, en el mejor de los casos, que hay algo detrs de esa mascarada asctica de la cientificidad. Adivinamos que bajo ese teln opulento que otorgan las paredes de las bibliotecas hay algn mago de Oz. Un geniecillo maligno que tira de los hilos de nuestra vida cotidiana y nos hace vivir en el error de que el conocimiento se encuentra escindido de lo poltico. Sin embargo, el problema es un poco ms complejo. Un recorrido por las distintas instancias institucionales nos muestra que tienen una forma piramidal. Esta figura paradigmtica recorre todo el mundo universitario: las ctedras, las aulas, los grupos de investigacin, las formas de gobierno. Los claustros corresponden a los distintos estamentos de la pirmide. La pertenencia a uno de ellos determina cual ser nuestro nivel de Saber y de poder en la vida acadmica. Esta organizacin supone que lo poltico no roza la cotidianeidad universitaria. El gobierno de la institucin, en este paradigma ilustrado, responde al mero orden del Saber. Si se trata de ordenar el Saber, slo los que saben pueden ocuparse de la tarea.

Las instancias acadmicas de legitimacin operan segmentando y jerarquizando saberes. Los jurados de concursos o tesis, las mesas de examen, operan jurdicamente sobre este campo. En forma de tribunal buscan evaluar y validar las relaciones del sujeto juzgado en relacin con la Verdad: sentencian si ste acredita experiencia y aptitud en la investigacin y exposicin de cierto Saber. Durante estos procesos, en primer trmino, se dispone qu saberes resultan pertinentes en la universidad y cules no. Es entonces que se fijan cules son los objetos de estudio y los discursos posibles en el marco de la institucin. En segundo lugar, se sobredetermina al sujeto universitario. Es decir, se selecciona quin posee cierto cmulo adecuado de conocimientos para desempear una determinada tarea, cules son las direcciones correctas para una tesis, quin adquiri o no el saber necesario para acreditar una materia, una licenciatura, un doctorado. De esta manera, algunos saberes se recortan como ms elevados, otros como menores, y otros ni siquiera son reconocidos como tales.

La escala del Saber, como figura que divide el conocimiento en grados, es de larga data en la historia de la filosofa. No nos cansamos de decir que el Saber acadmico emula la lnea platnica trazada en Repblica. Nuestra participacin de cierto segmento de la lnea nos habilita el acceso a cierto nivel de la pirmide. La condicin de los mecanismos de validacin es la misma estructura piramidal de las ctedras. Para que pocos estn arriba muchos tienen que estar abajo, y algunos garantizando la mediacin. El manejo vlido de un Saber no refiere a un grado de conocimiento sino que se ancla en la especializacin y en la diferenciacin que obtenemos en relacin a los saberes de la totalidad. Es decir, el Saber se vlida como tal a partir de recortarse de los otros saberes, negando sus potencias. La trampa es la siguiente: para que haya especialistas tiene que haber ignorantes. Si queremos ser dignos del ms alto escao debemos acceder al conocimiento de lo que el resto desconoce, apropiarnos de un lazo exclusivo con ese conocimiento, y sobre todo volvernos autoridad en l.

Esta lgica supone que el pensar no es una facultad que se entrena sino una adquisicin que vende la Academia. El pensar se cosifica en Saber. Y si este objeto cosificado es algo que se adquiere, entonces habr quienes lo tengan en abundancia, quienes lo posean en menor medida, y quienes carezcan de l. As, en la produccin de conocimiento el poder tambin se encuentra jerarquizado, y a los estudiantes, como tbulas rasas, nos toca el papel de suelo de la pirmide. Un proceso que es de produccin es presentado entonces como una transferencia. Los que necesitamos realizar la adquisicin entramos en una relacin desigual con quienes poseen el producto. Somos sujetos carentes, y por tanto impotentes.

De esta manera, la universidad se ve reducida a un gran mercado donde se realizan transacciones entre vendedores y compradores. Siguiendo las consecuencias lgicas de este planteo, la institucin se organiza en funcin de esta transferencia y por ende no hay espacio para la poltica, slo para el ordenamiento. Es as que finalmente el cuerpo colectivo de la Academia comienza a estamentarse en relacin a los segmentos de Saber que sus miembros ocupan. Esta estructura se replica en las formas de gobierno. En la universidad actual, la participacin en las decisiones de gobierno se corresponde con el nivel de participacin en el Saber. Son los Profesores, personificacin de la cpula catedrtica, los que mayor peso tienen en la democracia calificada de la universidad.

El ensamble concreto es entonces una operatoria de traduccin entre saberes y poderes que cristaliza la jerarqua tanto en la estamentacin de los poderes como en los segmentos de saberes. Cada uno de los registros refiere al otro, por lo cual no podemos reducir el Saber al poder ni viceversa. Ninguno es excusa para el otro: el Saber no se limita a ser una mscara del poder. De conjunto logran determinar cmo y qu conocimiento producimos.

Es por esto que ser universitario hoy conlleva un modo de habitar especfico. La organizacin actual del sistema de enseanza tiene como resultado inmediato la enseanza del sistema. Lo que se aprende da a da en la Universidad actual es a ser dignos predicadores y practicantes de la religin del capital. No slo se forman intelectuales cuyo discurso y trabajo es funcional a la formacin social actual; ms aun, la manera en que se ensea y se investiga en la academia es especficamente capitalista. De esta manera la prctica universitaria cotidiana esta imbuida de la lgica del sistema.

Pero esto slo da cuenta de la particularidad del carcter capitalista de la universidad. An nos falta entender como establece sus lazos con el resto del aparato productivo, a partir de las modificaciones recientes de ste. Luego de haber quebrado la ilusoria separacin entre universidad y sociedad, debemos avanzar en el anlisis de las relaciones de esta institucin con la formacin social de la que es parte. Para esto distinguiremos, al menos analticamente, entre el funcionamiento institucional acorde a las relaciones sociales imperantes y su funcin social.

La integracin de la institucin al modo de produccin est garantizada desde la etapa libre cambista del mismo. En aqul momento la universidad produca los cuadros altos y medios de la sociedad. La universidad era un perro guardin. En el momento histrico posterior, los sectores sociales a los cuales perteneci tradicionalmente la universidad entraron en descomposicin. Esta fue la raz ltima de la crisis de la universidad: el traumtico pasaje del umbral de un momento a otro del aparato productivo.

Las velocidades de las transformaciones en los diferentes aspectos de la vida social no siempre acompaan los tiempos de los cambios en el aparato productivo. La institucin universitaria, en su incorporacin a la fisonoma actual del capital, aparece en nuestra coyuntura como un sector relegado respecto del resto de la vida social. El programa planteado por la vanguardia del dominio impone un ajuste en el modo de integracin de la estructura universitaria al capital. Frente a esto, se dan resistencias por parte de sectores vinculados al antiguo rgimen. Sin embargo, an cuando la institucin mantiene un pie en cada momento, su funcionalidad no desaparece.

Los sectores vinculados a las ciencias duras y a la tcnica son la vanguardia del cambio. Aqu la continuidad entre universidad y sector privado es cada vez mayor. Actualmente el modo de acumulacin afecta directamente el sentido de la formacin y la investigacin en estas reas. En el extremo ms vetusto del proceso se hallan las carreras humansticas. Pero an en el atraso tienen tambin un papel. Estas carreras, con altos niveles de desercin, producen un reservorio de trabajadores con formacin universitaria sin ttulo. Las facultades otorgan una capacitacin que no se reconoce formalmente, pero se valoriza en el mercado de trabajo. El ejrcito de los trabajadores de servicio proviene as de las filas de los estudiantes desertores, o ms bien expulsados. En su mayora pertenecen a carreras que no encuentran inmediatamente un lugar en el aparato productivo.

Merece hacerse una aclaracin tctica: no debe considerarse a la modernizacin de la universidad como un enemigo exterior. La integracin de la universidad a la nueva etapa del capitalismo ya est en marcha. Es una tendencia real al interior de la organizacin de la institucin, y no slo un fantasma con nombre de ley rimbombante, siempre a punto de entrar en vigencia.

No le pongas parches, la estructura est podrida

En este marco resulta pertinente pensar la realidad actual de la universidad como una institucin de clase. Como ya sealamos, la profundizacin intensiva del capitalismo en las ltimas dcadas ha dejado a la universidad frente al desafo de ajustarse a la nueva realidad del aparato productivo.

La universidad fue histricamente la institucin socialmente legitimada como productora de conocimiento. Lo que est en juego en la actualidad es de qu manera seguir ejerciendo este rol. Desde la perspectiva del dominio se disputan la hegemona dos tendencias. Por un lado, encontramos el conservadurismo del antiguo rgimen que pretende mantener el capital simblico de la excelencia acadmica. En el otro extremo, se presenta el discurso de la subordinacin de la actividad universitaria a las necesidades de la produccin y el mercado.

Un filsofo duerme en cada uno de nosotros, es necesario matarlo.

Tomemos el caso de la filosofa acadmica. A primera vista, podemos decir que ella adopta una actitud defensiva. Contra el intento de subordinar la actividad y los objetivos de la prctica de esta disciplina a prerrogativas ajenas al campo filosfico, se fue conformando aquello que constituye el capital irrenunciable de la filosofa universitaria: la excelencia acadmica.

La excelencia acadmica constituye el plano sobre el que se determinan los criterios y mecanismos por los cuales un pensamiento o una prctica (pedaggica o de investigacin) sern considerados como filosficos. Su propio desarrollo va instituyendo el campo que simultneamente lo fortalece como criterio general. De este modo la reproduccin de este campo acadmico va determinando las posibilidades de subsistencia de quienes quieren practicar filosofa en l.

La subsistencia fsica del filsofo depende de la posibilidad de obtener una porcin de la renta que el Estado asigna a la Academia. Pero esta obtencin slo puede ocurrir en el caso de que la prctica filosfica en cuestin se adecue a las pautas fijadas por el criterio de la excelencia acadmica. Por otro lado, su subsistencia como filsofo, su reproduccin como tal, est capturada por estos criterios, ya que estn fijados de antemano los objetos, los problemas, los modos de investigacin y de circulacin de la produccin filosfica.

Este mecanismo endgeno y reproductivo de la filosofa acadmica constituye una dimensin de ella, es en donde se realizan las operaciones expresamente policiales de control sobre el territorio filosfico, donde se determina desde el punto de vista reglamentario qu es filosofa y qu merece ser desterrado hacia otros continentes del pensamiento. Pero el control sobre la produccin filosfica no opera slo en el momento de acreditacin o legitimacin institucional, cuando el producto ya se encuentra finalizado, sino que est presente en el acto de produccin mismo de la filosofa acadmica.

La prctica de la filosofa en el marco de la academia se distingue por ser la reproduccin de una filosofa alienada. Se caracteriza, en primer lugar, por alienarse en el objeto. El trabajo filosfico, en tanto prctica con conceptos, adquiere un carcter solemne en el que se deposita el valor en el objeto: El concepto filosfico aparece as como algo puro, inmutable, y que en tanto objeto solamente puede ser atesorado y acumulado. De este modo, la filosofa en lo acadmico se cosifica, y es gracias a este proceso que en el interior de la institucin se determina quienes son carentes y quienes son poseedores de dicho objeto. Frente al deslumbramiento que transmite la Filosofa tal como se la presenta en la Academia, la cantidad creciente de ingresantes a la carrera de filosofa es producida como una masa desposeda, carente de ese objeto filosfico.

La otra gran particularidad de la filosofa acadmica es su solemnidad. El respeto es ms fuerte hacia el concepto filosfico que hacia los pares, el compaero de cursada o el colega. El valor se deposita en la estructura de un sistema de ideas, en la consistencia de los argumentos que lo construyen, en la solidez de los muros de las catedrales conceptuales frente a los posibles embates de todaotredad, filosfica o mundana. La prctica de la filosofa se va desarrollando entonces desde esa primera adoracin cuasi religiosa de los sistemas filosficos, hasta alcanzar un segundo momento, que consiste en un progresivo entrenamiento en la diseccin de estos mismos sistemas. Este procedimiento consiste bsicamente en la distincin entre argumentos y retrica, la decantacin de la estructura formal de cada argumento y del contenido material del mismo, y el aislamiento de la construccin filosfica respecto del suelo histrico, social y poltico que le dio origen y sobre el cual la filosofa volc sus frutos o sus venenos. De este modo queda elevada al pedestal de la verdadera filosofa una filosofa descarnada, mediante una sistemtica apologa de la amputacin: reduccin de la filosofa a la consideracin de la estructura formal de un sistema de relaciones de conceptos, y mutilacin de todo lo que no es, desde esta consideracin, filosfico.

De esta manera el pensamiento filosfico despliega, como su objeto, el reflejo de s mismo. Deviene pensamiento del pensamiento. Y en la medida en que se pone a l como lo otro de su propia reflexin, se cosifica y estabiliza. Lo que es movimiento y actividad sobre el mundo se estanca. El pensamiento comienza a realizar un movimiento de abstraccin espiralado sobre su propio eje. As, el hacer filosfico renuncia a su potencia de intervencin transformadora sobre el mundo y acepta el papel de consorte de la mistificacin. Cuanto ms se aleja el pensamiento de la realidad histrica, ms se compromete con el orden existente.

Estn creando tu felicidad. Destryela.La universidad realiza lo que llamamos el procedimiento olvido. En tanto institucin, borra su carcter histrico en un doble sentido.

En primer trmino, la institucin se deshace de su propia historia y presenta su orden como transhistrico. Una y otra vez se invoca la tradicin institucional para proyectar como eterno lo existente. De esta manera, la alteracin del orden universitario parece estar fuera de la rbita de los hombres. Es en este contexto que se entienden los conflictos que desatan las avanzadas modernizadoras del capital mismo. Las estrategias polticas que se dio la institucin para la conservacin de lo dado entran en contradiccin con los intereses de ajuste al aparato productivo actual. De esto resulta que la tctica de la modernizacin abarca dos frentes. De un lado, el discursivo, que declama la necesidad de la reinsercin de la universidad en la vida econmica y social, o sea, la subordinacin directa al modo de acumulacin de turno. Peridicamente surge la urgencia de la transformacin de la estructura y su inminencia. As se plantea un discurso del a punto de, un horizonte fantasmagrico que en apariencia nunca se realiza. Siempre se evita justo a tiempo la adecuacin. Del otro lado, se da el avance silencioso de la actualizacin a travs de la especializacin, del acercamiento al sector privado, de la privatizacin velada. En definitiva, ocurre una mutacin microfsica de la estructura. No mediante grandes reformas visibles, pero s en el cambio y la reorganizacin de lo cotidiano.

En segundo trmino, la academia borra su papel histrico en tanto institucin de clase. Todos los discursos sobre la necesidad de conservacin o de transformacin de la estructura mencionan la defensa del inters general. El compromiso con una de las clases sociales es vedado por la histrica tctica de la burguesa: presentar su inters particular como inters general. Se mistifica la sociedad de clases bajo la forma de sociedad civil. Cuando se invoca, como gua para la universidad, al faro de la Razn y Cientificidad, o al de la Reconciliacin con la vida econmica y social, el supuesto es el mismo: el principio organizador debe responder al mencionando inters general. Esta concepcin comn de los partidarios de la conservacin o de la modernizacin se asienta en la proyeccin de un criterio, supuestamente trascendente a la conflictividad social, que debe idealmente establecer la tarea de la universidad ms all de los intereses particulares.

Como consecuencia, el procedimiento olvido logra que la Universidad omita su historicidad como sujeto, y de desentienda de su papel en tanto sujeto histrico. Es as que la academia sella su pacto con el orden establecido.

En tanto institucin dependiente del Estado, la universidad se sostiene sobre los recursos que ste le destina. Para un anlisis serio, es irrisoriamente porcino sostener que la formacin histrica vigente es la sociedad civil, y que sus recursos provienen del aporte equitativo de sus ciudadanos. La universidad con su carcter servil, o cerdil, se compromete polticamente con la clase que comanda parasitariamente el dominio de la produccin de la riqueza. Hoy por hoy, la contradiccin se agudiza entre el enlace poltico con una clase, y su apoyo material en la riqueza producida por otra. Esto se debe a que la descomposicin del sector que accedi histricamente a la universidad transform su composicin social. En la actualidad cada vez es ms alto el nmero de estudiantes que son trabajadores. Sera de un cinismo risueo desprender de esto que finalmente la educacin universitaria abre las puertas a la clase obrera. Sin embargo, no debe por esto negarse la nueva situacin objetiva del estudiantado y su composicin de clase. Es necesario aprovechar esa nueva brecha en el territorio.

Estar en la vanguardia es ir al paso de la realidadHemos descrito las dimensiones polticas del territorio universitario. El desafo, entonces, consiste en hallar las nuevas fisuras para una radicalizacin del movimiento universitario. De lo establecido concluimos que no podemos caer en una tctica defensiva. La universidad actual est ms cerca de ser un territorio enemigo que una trinchera. Sin embargo, tampoco podemos tener una prctica funcional a la avanzada del dominio. Existe un peligro real para cualquier poltica de agitacin que enfrente el orden actual: el riesgo consiste en convertirnos en la punta de lanza que permita el ajuste de la estructura universitaria a la nueva situacin del aparato productivo. Siguiendo a Marx, debemos tener la capacidad de llevar adelante una crtica rabiosa de la vanguardia capitalista, sin convertirnos en los perros guardianes del viejo orden.

La poltica es parte constitutiva del terreno universitario. Dada la ambigedad del espacio que asumimos, si no queremos participar de la parasitacin social que propone y reproduce la institucionalidad, debemos encontrar los vehculos para la agitacin. Si aceptamos pasivamente las relaciones que se nos proponen, indefectiblemente participamos del ejrcito de mercenarios cientficos al servicio de lo existente. Esto que presentamos como una opcin de hierro se nos muestra confusamente en la cotidianeidad universitaria. Ingresamos en una institucin y empezamos a vivenciar las contradicciones a las que nos somete la produccin alienada de conocimiento. La frustracin que produce la prctica universitaria se presenta de mltiples maneras y no siempre se resuelve en un mismo sentido. La desercin de las aulas es masiva. Y si bien esto responde la mayora de las veces a cuestiones del orden econmico, el academicismo al que estamos sometidos es una causa ms para el abandono del estudio. Una vez ms, la canalizacin del descontento no es lineal.

En particular, nuestro intento de convertir la produccin de conocimiento en un pensamiento vivo que participe de la lucha colectiva por la transformacin social, entra en contradiccin con el hacer academicista. Esta es la contradiccin es a la que estamos sometidos todos aquellos que habitamos un mundo a cuya organizacin no suscribimos e intentamos cambiar. Con esto queremos decir que no se trata de exiliarnos o de convivir pacficamente con la academia. Sabemos que en el marco de la sociedad capitalista la sustraccin a un paraso cerrado es imposible. La lgica mercantil no conoce murallas que la detengan. A su vez, los espacios paralelos terminan siendo funcionales, en tanto son escapistas. Por su parte, la decisin subjetiva no basta sin organizacin para sustraerse del academicismo. No es posible permanecer ajenos a lo que se nos propone diariamente. Slo negando aquello que hacen de nosotros encontraremos el camino para ser otros. Por estos motivos nuestra prctica busca antagonizar con lo existente.Pero para ser consecuentes con esta bsqueda resulta necesario dar cuenta de las potencias y las limitaciones del movimiento universitario. En definitiva, la pregunta que debe guiarnos es cul es la perspectiva para la accin revolucionaria en el marco de la universidad?

Segn nuestra percepcin, la universidad necesita un movimiento de historizacin que antagonice con el procedimiento olvido al que se somete a s misma en tanto institucin burguesa. Esta tctica tiene dos movimientos simultneos.

El primero consiste en historizar las condiciones de produccin dando cuenta de cmo se constituy y cmo opera la acadmica hoy. No basta con la caracterizacin para esta investigacin, el alcance de la conceptualizacin solo es medible en la confrontacin terica y prctica. Esto se traduce en que la efectividad de las categoras se mide por su potencia en la intervencin poltica.

El segundo movimiento, una vez asumida la propia condicin histrica, consiste en que la universidad busque volcarse a intervenir directamente sobre el proceso histrico actual en favor de los sectores subalternos.

La transformacin debe afectar tanto a la metodologa del pensar como al objeto mismo de ese pensar, procesos que distinguimos analticamente pero que en lo real constituyen un solo momento. Es decir, reunir en un movimiento nuestra formacin y nuestra produccin.

Es aqu donde encontramos el lmite infranqueable de lo posible. La pretensin de que la universidad forme cuadros revolucionarios es de un idealismo trasnochado. En principio, porque una institucin de clase en el contexto de una sociedad capitalista no puede sustraerse a la lgica general del sistema. Adems, como ya sealamos, el Saber es resultante de esta forma dominante de produccin del conocimiento. Un pensamiento emancipatorio no puede resultar de la actual maquinaria universitaria. Pero esto no significa que asumamos lo existente y lo posible pasivamente. Es aqu donde en la apuesta del mayo francs encontramos un vector de radicalizacin: la estrategia de lo imposible como materialismo radical.

Las intervenciones revolucionarias no pueden plantearse en base a una metafsica de lo posible. Aquello que antagoniza con la sociedad capitalista y sus instituciones es lo que entra en contradiccin irreconciliable con su lgica. Dijimos que en esto consista ser realista, pedir lo imposible. La apuesta es a que las experiencias de intervencin generen contagio y organizacin. Aunque no duren, dejarn entrever como la lucha por lo imposible ampla el campo de lo posible. Es necesario probar la existencia de otros mundos potenciales mediante el violentamiento de la cohesin del sistema. Incluso cuando las luchas finalmente sean capturadas por el sistema, son valiosas en tanto infectan de antagonismo todo el campo social.

Entonces, no se trata de abdicar a las especulaciones reformistas que suelen contar el botn que dejar la derrota. El materialismo radicalizado de lo imposible consiste en dar cuenta de que en el marco del sistema capitalista la reforma es una irrealidad. La consecuencia de esto no es la inmovilidad. Tampoco lo es la espera al advenimiento de algn sujeto histrico con prioridad ontolgica en el campo revolucionario. La poltica antagonista, en tanto revolucionaria, debe plantear la lucha sobre todo el territorio social, y en la intensidad del a por todo. Kafka est de nuestro lado: A partir de cierto punto en adelante no hay regreso. Es el punto que hay que alcanzar.

Mayo 2008 [email protected]