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Mi Museo y Vos 1 Mi Museo y Vos Granada, Nicaragua. Marzo de 2019 Año 13 No. 34

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Mi Museo y Vos 1

Mi Museo y VosGranada, Nicaragua. Marzo de 2019 Año 13 No. 34

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Editora: Nora Zambrana Lacayo

Redactores:Etsuo HasegawaGeoffrey McCaffertySharisse McCaffertyLorelei PlatzOscar Pavón

Diseño y diagramación: Nora Zambrana Lacayo

Fundador: Peder Kolind

[email protected]/mimuseo.granada

ExcavacionEs En El sitio la Paz y REconciliación, municiPio dE matEaRE, dEPaRtamEnto dE managua, nicaRagua ............................................................................... 2

symbols of insEct animism on luna PolychRomE ............ 30

commEntaRy on cERamic Rim shERd idEntification ......... 42

sistEma dE EdificacionEs dE la zona cEntRal dE nicaRagua (300 d.c. – 1500 d.c.) .................................. 47

Tabla de ConTenido

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Mi Museo y Vos2 Mi Museo y Vos 3

1Excavaciones en el sitio La Paz y

Reconciliación, municipio de Mateare, departamento de Managua, Nicaragua

Etsuo HasEgawa , JorgE Zambrana, mario solano y orvin Zambrana

Introducción

El sitio arqueológico Paz y Re-conciliación se encuentra a orillas del Lago Xolotlán, en el municipio de Mateare, departamento de Ma-nagua, República de Nicaragua (Figura 1). En la costa del lago se pueden observar restos arqueológicos como fragmentos de cerámica y lítica, así como unos círcu-los de piedras. Sobre todo, destaca la existencia de un montículo extraordina-riamente bien conservado. Aparentemente, los restos tanto de otros montículos

se extienden por varias parcelas de distintos dueños a lo largo de la costa del lago. Como no hemos logrado entrar y observar todas las parcelas, no podemos asegurar exactamente la extensión de este sitio arqueológico.

El 24 de marzo de 2013 Etsuo

Hasegawa, Orvin Zambrana y Jor-ge Zambrana visitamos este sitio y desde entonces los autores bus-cábamos la posibilidad de realizar investigaciones intensivas en el sitio al confirmar la presencia de abundante cantidad de materiales arqueológicos en la superficie. En agosto de 2015 se obtuvo la autori-zación del INC (Instituto Nicara-guense de Cultura) para realizar investigaciones junto con el per-miso del propietario del terreno en que se encuentra el montículo arriba mencionado. La alcaldía de Mateare concedió la autorización enviando al secretario de turismo, el señor Francisco Gómez para que acompañara nuestras investi-gaciones. Así, se realizaron exca-vaciones y levantamiento de mapa topográfico del sitio en el marco del Estudio de Diagnóstico de Sitios Arqueológicos en el Pacífico de Nicaragua y Excavación de Sondeos para Refinar la Secuencia Cultu-ral y Cronológica de la Re-gión, buscando muestras de cerámica y de carbón para ser sometidas a un análisis radiocarbónico con el fin de conocer la antigüedad ab-soluta y a la vez, intentar aclarar la secuencia estruc-

tural del montículo.El 3 de septiembre de 2015 ini-

ció la investigación y tras exca-var en el montículo una trinche-ra de un metro de ancho, un pozo de sondeo de uno por un metro y hacer un plano topográfico, la in-vestigación de esta temporada se concluyó el día 11 del mismo mes teniendo una duración de 9 días.

Ubicación del sitio

El sitio Paz y Reconciliación está localizado al pie de la Penín-sula de Chiltepe (Figura 2). Por la Carretera Nueva León, a unos 800 metros desde la entrada de Ciu-dad Sandino, hay un desvío que conduce a la Laguna de Xiloa. To-mando el desvío y a unos dos kiló-metros hacia el norte llegamos al

Figura 1: Lago Xolotlán (Google Maps). Figura 2: Ubicación del sitio Paz y Reconciliación (Google Maps).

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Mi Museo y Vos4 Mi Museo y Vos 5

Barrio “Paz y Reconciliación” que está a mano derecha. Un camino sin pavimentar atraviesa el barrio y se dirige hacia el Lago Xolotlán. El camino baja abruptamente al final del barrio a la costa del lago. El camino sigue a la derecha o sea hacia el sur y el sitio se extiende a mano izquierda del camino. Los vestigios arqueológicos se disper-san a lo largo de la orilla del lago.

El dueño del terreno en que está el montículo es el señor Juan Manuel Robleto. Su parcela es de forma rectangular, alargada y al lado de la cual se encuentra una estación sísmica de SINAPRED

(Sistema Nacional de Prevención, Mitigación y Atención de Desas-tres) (Figura 3).

En el extremo oeste de su par-cela, se observan unas elevaciones de tierra. Una de ellas llamó nues-tra atención por lo que nos pareció que era una construcción prehis-pánica, mientras que otras eran amontonamientos de arena que muy posiblemente sean modernos.

Excavación

Primero, con el fin de observar bien la superficie del terreno y ha-cer mapa topográfico, limpiamos

el montículo y su alrededor quitando la vegetación que los cubría (Figura 4).

Se observaban piedras de tamaños variados en la superficie del montículo. Todas eran piedras natu-rales sin observar restos de talla ni de ser talladas. Eran de roca volcánica como basalto, andesita o escoria y de alguna roca arenisca. Obviamente este montículo fue construido con estas rocas y relleno de tierra. Por el trabajo topográfico este montícu-lo resultó ser de unos 20 metros de diámetro y 2.8 metros de altura (Figura 5). Al lado sur de este mon-tículo había una concavi-dad y una protuberancia en uno de los costados de esta, como testimonio que se realizó una intervención de saqueo, aunque la ma-yor parte parece estar bien conservado.

Colocamos una trinchera en el lado oeste del montí-culo (Figura 5) al cual nom-bramos "Trinchera 1" que tiene un metro de ancho y 8 metros de lon-gitud. Se dividió esta trinchera en

8 cuadrículas que tienen uno por un metro de dimensión y las nom-bramos E0W1-E0W8 (Figura 6).

A continuación se describe el Figura 3: Sitio Paz y Reconciliación.

Figura 4: Montículo 1 del sitio Paz y Reconciliación, antes de la excavación.

Figura 5: Montículo 1 del sitio Paz y Reconciliación.

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Mi Museo y Vos6 Mi Museo y Vos 7

proceso de la excavación de esta trinchera nombrada “Operación 1”. La profundidad de los niveles se mide desde la superficie de la tierra en la cuadrícula E0W7. La excavación se realizó en las cua-driculas E0W4, E0W5, E0W6, E0W7 y E0W8.

Nivel 1: 0-10cmTierra de color café claro o café

gris. Se encuentra una escasa can-tidad de artefactos.

Nivel 2: 10-26cmLa tierra no cambia de color ni

de textura. Al quitar esta capa de tierra se revelaron las piedras que cubrían el montículo (Figura 7). El tamaño de las piedras varía

mucho. La más grande mide más de 50 cm de longitud. Aparente-mente, todas las piedras observa-das en la pendiente son producto de derrumbe y no mantienen su posición original. Se recuperaron unos 25 fragmentos de cerámica. La mayoría son fragmentos pe-queños y monocromos aunque se confirman los tipos Sacasa Estria-do, Papagayo Policromo y Lago

Negro. Aparecieron también unos pedazos de bajareque. Se destaca que en esta capa apareció una pe-queña lasca de obsidiana así como un núcleo de basalto.

Nivel 3: 26-40cmEl color de tierra casi no cambia

mientras que la textura es un poco arenosa, más que todo en las cua-drículas E0W4 y E0W5. En E0W4 apareció una capa de ceniza que probablemente sea moderna. En la cuadrícula E0W6 se percibió una disposición de fragmentos cerámi-cos en una extensión horizontal, que pudiera estar indicando un piso o un proceso de relleno, por lo que se trató de confirmar este ras-go, pero el cambio de sedimento no es total sin que aparece en ciertas partes por lo que no se puede ase-gurar que sea un piso. En E0W7 aparecieron unos pedazos de barro quemado o bajareque pero tampo-co se pudo detectar un cambio cla-ro de tierra y por eso esta capa es de sedimentación natural después del abandono de esta estructura. En E0W4 y E0W5 la superficie estaba cubierta con piedras y no se pudo distinguir ningún alinea-miento claro de ellas que pudiera ser artificial (Figura 8).

Del nivel 3 se rescató una redu-cida cantidad de artefactos. Entre

los fragmentos cerámicos de este nivel se pudo confirmar los tipos como Sacasa Estriado y Lago Ne-gro.

Nivel 4: 40-57cmSe procedió a bajar en busca

del piso que fuera la base de la es-tructura en las cuadrículas E0W7 y E0W8. La textura de tierra es más suave y fina que los niveles anteriores. Apareció una cierta cantidad de bajareque quemado y carbón que probablemente sean

Figura.6: Cuadrículas de la Trinchera 1. Figura.7: Nivel 2 (E0W4-E0W7), Trinchera 1, Montículo 1.

Figura 8: Nivel 3 (E0W4-E0W8), Trinchera 1, Montículo 1.

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Mi Museo y Vos8 Mi Museo y Vos 9

vestigios de construcción combi-nado con material orgánico aso-ciada con este montículo. Aparte de esto, llamó nuestra atención un fragmento de metate zoomórfico.

En las cuadrículas E0W4 y E0W5 se continuó buscando algu-na estructura levantando las pie-dras flojas una a una. Se notaban algunos alineamientos de piedras relativamente grandes y varias piedras pequeñas entre ellas (Fi-gura 9). Estas líneas y las piedras pequeñas puede ser algo como mu-ros de contención y relleno, pero aún falta limpieza total para ob-

servarlas minuciosamente. Esto sería la tarea de la siguiente tem-porada.

Nivel 5: 57-64cmEn E0W4-E0W6 se continuó ex-

cavando para revelar bien las pie-dras aunque todavía no se pudo detectar un vestigio o alguna línea clara de piedras que indicara que es una estructura artificial (Figu-ra 10). Falta limpiar y levantar las piedras caídas. Lo importante es que en E0W7 y E0W8 a la profun-didad de 64 cm desde la superficie, llegamos a un suelo compacto de color blancuzco (Figura 11).

Este piso puede ser la base de la estructura y al seguir este sue-lo hacia el montículo obviamente debe chocar con el muro de conten-ción del primer andén. Se observa-ron algunas piedras que pudieran ser de este muro. Lo que vamos a hacer en la próxima temporada es levantar las piedras caídas y des-cubrir las piedras que se mantie-nen en su posición original.

De este nivel se recuperó una cierta cantidad de fragmentos ce-rámicos, así como unos fragmentos de bajareque hasta llegar el piso blancuzco. Esto debe estar indican-do que hubo una actividad huma-na intensiva encima de este suelo que era el piso de la ocupación.

Aparte de la Trinchera 1, colo-camos un sondeo de prueba al lado

norte del montículo para saber a qué profundidad aparecería el piso o la base de la construcción. El sondeo tiene uno por un me-tro de dimensión. A continuación se describe el proceso de la exca-vación de este sondeo nombrado “Operación 2”.

Nivel 1: 0-15cmTierra suave de color café claro

o café grisáceo arenoso. Se recupe-raron unos cuantos tiestos y barro quemado.

Nivel 2: 15-32cmLa tierra tiene una textura lige-

ramente más suave que el Nivel 1. Fragmentos cerámicos y una lasca de basalto.

Nivel 3: 32-50cmLa tierra casi no cambia. Se re-

cuperó una escasa cantidad de ce-rámica. Al quitar esta capa apare-ció un suelo del color beige.

Niveles 4-5: 50-55cmSe trató de detectar un piso

siguiendo el cambio del color de tierra. Sin embargo este suelo del color beige aparecía solo en par-tes de la cuadrícula. El proceso de esta busqueda de piso fue compli-cado y aunque se recogieron algu-nos artefactos similares a los del nivel 4 y otros del nivel 5, de hecho estos dos niveles serían un solo. En proceso de detección apareció

Figura.9: Nivel 4 (E0W4-E0W7), Trinchera 1, Montículo 1.

Figura.10: Nivel 5 (E0W4-E0W8), Trinchera 1. Figura 11: Piso blanco en E0W7-E0W8 de la Trinchera1, Montículo 1.

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Mi Museo y Vos10 Mi Museo y Vos 11

una concentración horizontal de tiestos (Figura 12), en asociación con el cambio de color a claro de la tierra. Esta capa de tiestos esta-ría indicando el piso de ocupación, aunque por la estratigrafía resul-tó muy difícil detectarlo.

Nivel 6: 55-67cmLa tierra sigue igual o un poco

más suave. Pero hay partes sóli-das también. Esto da la impresión de una mezcla de tierra. No obs-tante, continuaron apareciendo tiestos aunque en poca cantidad.

Nivel 7: 67-90cmLa tierra sigue casi igual. Baja-

mos este nivel solo para confirmar si continuaban saliendo artefac-tos. Hubo una reducida cantidad de cerámica recuperada de este nivel. A este nivel terminamos la excavación (Figura 13).

Artefactos

Entre los tiestos cerámicos re-cuperados se pueden observar muchos diagnósticos del Período Sapoá o del Ometepe como Vallejo Polícromo (Figura 14). Además de Vallejo, se confirmaron Papaga-yo Polícromo, Sacasa Estriado y Lago Negro.

También está presente el tipo León Punteado (Figura 15) o al-guno similar, de período Bagaces (300-800 d.C.) aunque son escasos.

En cuanto a la lítica, se confir-maron: un fragmento de metate zoomorfo (Figura 16) y una piedra de pulidor (Figura 17) así como las-cas de basalto (Figura 18) y un frag-mento de obsidiana (Figura 19).

Figura 12: Nivel 5, Sondeo 1.

Figura 13: Nivel 7, Sondeo 1.

Figura 14: Fragmentos tipo Vallejo Policromo.

Figura 15: Fragmentos tipo León Punteado.

Figura 16: Soporte de metate zoomorfo.

Figura 17: Pulidor.

Figura18: Lascas de basalto.

Figura 19: Fragmento de obsidiana.

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Discusión

En el Montículo 1 se ha confir-mado un piso que sería la base de la estructura. Llama la atención este suelo por contener una sus-tancia blanca como estuco aunque es delgada. Es excepcional que este elemento cultural mesoame-ricano aparezca en Nicaragua.

Aunque se logró recuperar una cierta cantidad de artefactos en el proceso de la excavación, se puede decir que son relativamente esca-sos los vestigios de actividades co-tidianas como restos de cerámica doméstica, huesos de animales, o líticas para la preparación de comida. Junto con el tamaño ex-traordinario del montículo, esto sugeriría que el lugar tenía una función ceremonial o funeraria.

Complemento: Rescate de un entierro:

El día 9 de septiembre, el señor Francisco Gómez encontró un en-tierro medio descubierto muy cer-ca de la playa (Figura 20). Deci-dimos rescatarlo inmediatamente porque había riesgo de destruc-ción por causa natural y mayor-mente humana.

El rasgo estaba constituido por un contenedor y su tapa. La vasija es del tipo Lago Negro y mantenía

la forma casi completa (Figura 21). Mide 22.5 cm de diámetro y 16 cm de altura. La tapa es del tipo Cas-tillo Esgrafiado y estaba fragmen-tado. Esto significa que este entie-rro pertenece al Período Sapoá o más bien al Ometepe.

Los fragmentos de huesos esta-ban dispersos junto con y alrede-dor de la vasija. Solamente se con-firmaron algunas partes de fémur y otros fragmentos.

Segunda fase de investigación

La segunda fase del trabajo de campo en el sitio La Paz inició el día 22 de febrero y concluyó el 18 de marzo de 2016 teniendo una duración de 26 días. En el Montí-culo 1 se realizaron cuatro opera-ciones (Figura 22).

Los objetivos de esta segunda etapa de investigación son los si-guientes:

- Esclarecer el estilo arquitectó-nico de la estructura que forma el Montículo 1.

- Detectar la secuencia arqui-tectónica de dicha estructura.

- Conseguir mayor cantidad de tiestos cerámicos, así como de muestras de carbón con el fin de obtener una datación cruzada o relativa, así como absoluta a tra-vés del estudio de la estratigrafía, tipología cerámica, y el análisis de carbón por el método del C-14.

Figura 20: Entierro Paz y Reconciliación.

Figura 21: Vasija recuperada del entierro. Figura 22: Ubicación de las operaciones realizadas en la segunda fase.

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Las investigaciones fueron lle-vadas a cabo por Etsuo Hasegawa, Mario Solano y Orvin Zambrana. Jorge E. Zambrana F., participó como supervisor por parte del INC y ofreció su conocimiento sobre tipología cerámica para su identi-ficación en el ensamblaje recupe-rado de La Paz durante la inves-tigación. La alcaldía de Mateare envió al señor Francisco Gómez, Secretario del Gabinete de Turis-mo de la Alcaldía, para garantizar la coordinación entre el proyecto arqueológico y la gente local. Ge-rald Gómez y Jonathan Robleto participaron como asistentes de excavación en este proyecto.

A continuación se describe el proceso de las operaciones realiza-das en esta fase de investigación:

Operación 1En la Trinchera 1, se procedió

a bajar hasta el piso que se ha-

bía detectado en la excavación de 2015 en las cuadrículas en E0W7 y E0W8. Luego al continuar des-cubriendo este suelo y quitando las piedras caídas en E0W6 (Nivel 5), se descubrió un muro de pie-dras que tiene unos 50 cm de altu-ra (Figura 23 a y b).

Este muro está construido con piedras sin ninguna formaliza-ción. Obviamente es el muro de contención de la estructura sub-terránea que constituye el Mon-tículo 1. Las dimensiones de las piedras varía desde menos de 10 cm., hasta 50 por 30 cm. El modo de construcción no es una mam-postería bien elaborada, sino algo ruda. Las piedras grandes (40-50 cm) forman la hilada inferior y las de tamaño mediano (20-30 cm) es-tán sobrepuestas con las piedras pequeñas que rellenan las fisuras. Sin embargo, este muro tiene una

cara recta que se puede reconocer tangiblemente. Cabe mencionar que en el proceso de descubri-miento del muro salieron bastan-tes fragmentos de barro quemados en la cuadrícula E0-1W5.

Para la búsqueda de la conti-nuación del muro, se amplió el área de excavación a las cuadrí-culas S1-3W5-6(S1W5, S2W5, S3W5, S1W6, S2W6 y S3W6) ha-cia el sur. Se procedió a extraer tierra y piedras rodadas, avan-zando hasta la línea de prolonga-ción del muro, y luego buscamos estructura artificial (Niveles 1-5). Por consecuencia, no pudimos de-tectar ninguna línea de piedras colocadas que formaran un muro (Figuras 24 y 25) en las cuadrícu-las arriba mencionadas. Al seguir el muro detectado en la cuadricu-

la E0W5, apenas entrando en la cuadricula S1W5 desaparece y no continua hacia el sur.

Dado que por este sector no se pudo detectar la continuación del muro, se trató de encontrarla avanzando la excavación más al interior del montículo. Después de una limpieza total, se observó que algunas piedras grandes es-taban puestas conformando algo como un alineamiento, y es muy probable que no rodaron de forma natural, sino que fueron colocadas intencionalmente (Figura 26). No obstante, esta “alineación” apare-cía por unas partes nada más y no formaban muro. Tal vez esto refle-ja el proceso de relleno o amonto-namiento de piedras.

Los artefactos recuperados son escasos. Llama la atención que en

Figura 23 a y b: Muro de contención descubierto en la Trinchera 1, Montículo 1.

Figura 24: Extensión de la Trinchera 1, hacia el sur para la búsqueda de la continuación del muro.

Figura 25: Extensión de la Trinchera 1 hacia el sur.

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Mi Museo y Vos16 Mi Museo y Vos 17

la cuadrícula S1W6 apareció un fragmento grande de mortero.

Aunque formaban una alinea-ción, quitamos ciertas partes de estas piedras con la esperanza de poder encontrar un muro debajo de ellas. Sin embargo, las piedras estaban bien acomodadas y dis-puestas firmemente, por lo tanto nos costó mucho levantarlas. Evi-dentemente estábamos destru-yendo una parte de la estructura artificial y, después de avanzar unos 50-100 cm, paramos la ex-cavación sin encontrar ningún muro. En este proceso, para evi-tar derrumbe, ampliamos el área de excavación otra vez y quitamos escombros o piedras flojas en las cuadrículas S1-3W4 (Niveles 1-3) y luego seguimos levantando las piedras fijas aunque, ya en ese nivel, esas pudieron hacer sido colocadas artificialmente (Niveles 4-6).

Como no se descubrió la conti-nuación del muro en dicha exca-vación, era obvio que el muro do-blaba hacia el oeste o al interior del montículo. Por consiguiente se decidió aclarar el contorno de la estructura profundizando en las cuadrículas S1W5 y S1W6, con-tinuando el piso y muro hacia el interior del montículo (Figura 27).

En las cuadriculas S1W5-6, el sedimento de relleno es de color café claro, muy dura, sólida y com-pacta. Se destaca bastante canti-dad de barro quemado y algunos granos blancos. Por lo general, son escasos los artefactos aunque se re-gistraron varios tiestos de cerámi-ca, pero ninguno fue diagnóstico.

De todos modos, al continuar descubriendo el muro, excavamos desde la esquina, unos 2 metros hacia el este, o sea adentro del montículo. En este lado también la mampostería es poco elaborada y consiste en piedras de varios ta-maños. Sin embargo, algunas pie-dras grandes son cuadradas y es posible que las eligieran o elabora-ron para materiales de construc-ción. El muro seguía más adentro del montículo y no podíamos al-canzar una esquina. Pero, por el peligro de derrumbamiento, detu-vimos la excavación (Figura 28).

Asimismo, para revelar la con-tinuación del muro hacia el norte, extendimos la excavación de la Trinchera 1 en esa dirección en las cuadrículas E1-3W5-6 (Niveles 1-5). Logramos seguir descubrien-do el muro sólo hasta la cuadrícula E2W6 y de allí, supuestamente, el muro dobla hacia el este forman-do una esquina (Figuras 29 y 30). En esta parte no excavamos aden-tro del montículo para confirmar como continuaba el muro.

Es importante señalar que du-rante la excavación, aparecieron varios tiestos grandes de cerámi-ca al nivel del suelo en que la es-tructura estaba basada Algunos de ellos tenían incisiones cortas o

Figura 26: Alineación de piedras, S1-3W5-6, extensión de la Trinchera 1.

Figura 27: Detección del muro del lado norte, S1W5-6, Trinchera 1, Montículo 1.

Figura 28: Detección del muro del lado norte, S1W5-6, Trinchera 1, Montículo 1.

Figura 29: Detección del muro hacia el norte, S1W5-6, Trinchera 1, Montículo 1.

Figura 30: Detección del muro del lado norte, S1W5-6, Trinchera 1, Montículo 1.

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Mi Museo y Vos18 Mi Museo y Vos 19

punteados en el interior. Son los tiestos de Brisas Inciso y León Punteado, ambos tipos pertenecen al Período Bagaces (300-800 d.C.) y esto tiene importancia para defi-nir la época en que se construyó el muro o sea la estructura subterrá-nea del Montículo 1.

Operación 3Al detectar el muro en la Trin-

chera 1 (E0W6), la Operación 3 fue realizada en la parte noroeste del montículo, buscando la esquina de la estructura, no sabiendo por el momento que el muro terminaba en E2W6 mucho antes de llegar a esa parte. Profundizamos en las cua-drículas E4-5W4- 5 que formaban 2

por 2 metros de extensión. Luego se amplió el área de excavación en las cuadrículas E6-8W4, que tiene 1 por 3 metros de superficie (Figura 31).

Hacemos limpieza quitando la tierra y descubriendo las piedras. Luego después de sacar fotos le-vantamos las piedras flojas y re-petimos la limpieza. En conclu-sión, no pudimos detectar ningún rasgo que fuera evidentemente ar-tificial. Tal vez todas las piedras encontradas en esta operación se acumularon por el derrumba-miento y no mantienen su posición original. Llegamos hasta 40-75 cm de profundidad aproximadamente (Niveles 1-3).

Algunos restos arqueológicos rescatados en esta excavación atraen nuestra atención. En la cuadrícula E5W6, salió un frag-mento de caliza (Figura 32) que podría ser materia prima del piso blancuzco detectado en la Trin-chera 1. En la misma cuadrícula apareció, también, un fragmento cerámico que tiene decoración de apliqué (Figura 33).

Operación 4Prolongamos la Trinchera 1

hasta el lado Este del Montículo 1, colindando con la Operación 1 y la designamos como E0A1-13. Guiados por el objetivo de encon-trar un indicio de alineamiento de piedras que sugiriera un muro de la estructura, se decidió excavar las 4 cuadriculas al extremo este, E0A10-13 siendo de 1 por 4 me-tros de extensión.

A simple vista se había notado que el Montículo 1 tomaba una incli-nación muy brusca en la cuadrícula E0A11, lo que se corroboró con el le-vantamiento topográfico, por lo que se esperaba detectar algún rasgo arquitectónico. Logramos encontrar fragmentos cerámicos monocromos como Sacasa Estriado y también fragmentos líticos, entre ellos, lascas de obsidiana y calcedonia, y un frag-mento de metate con huellas de uso.

A muy poca profundidad (Ni-veles 1-2), comienzan a aparecer agrupaciones de piedras grandes (30-50cm) de areniscas y basalto. En estos niveles se observan per-turbaciones de madrigueras de animales, de insectos, y por raíces.

En las cuadrículas E0A12-13, se descubrió un cambio en la colo-ración del suelo, es decir, del color café oscuro y de sedimento fino, al color beige claro y denotando algu-nas piedras sueltas que pudieran

Figura 31: Operación 3, Parte noroeste del Montículo 1. E4-8W4, E4-5W5.

Figura 32: Fragmento de caliza.

Figura 33: Cerámica decorada.

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Mi Museo y Vos20 Mi Museo y Vos 21

ser del colapso de la estructura (Nivel 3). Entre ellas encontramos varios fragmentos de carbón a la profundidad de 60 cm desde la su-perficie.

En la excavación de las cua-drículas E0A10-11 que muestran mayor inclinación, se observan muchas piedras grandes de arenis-cas sueltas. Decidimos levantarlas para poder descubrir el comienzo de un posible muro. En consecuen-cia detectamos una agrupación de piedras puestas de manera “inten-cional”, unas sobre otras, ubicadas en el costado norte de las cuadrí-culas, encontrándose asociadas con pedazos de carbón (Niveles 4-5). Sin embargo no se detectó ningún muro o alineación de piedras. Por lo que no queríamos destruir la estructura (agrupación de piedras puestas intencionalmente) para-mos la excavación.

Es muy importante señalar que en esta excavación llegamos a un nivel mucho más bajo que el piso que apareció en la Operación 1. Excavamos más de 60 cm, por debajo del piso blancuzco que co-rresponde al muro descubierto en las cuadrículas E0-2W5. A pesar de ello, no se pudo encontrar un piso como el de la Operación 1 en el lado Este del montículo.

Operación 5Después de terminar la Ope-

ración 4, abrimos las cuadrículas E0A2-3, un sondeo de 1 por 2 metros en la parte plana superior del Mon-tículo 1. Este sondeo colinda con el mojón en que ponemos el punto de referencia de nivel (Figura 34).

En el Nivel 1, se observó tierra suave del color café con arena y cascajo. Encontramos una cierta cantidad de tiestos monocromos y unos fragmentos de lítica. Tam-bién aparecieron dos fragmentos de metal y una batería indicando que este nivel ya estaba alterado. En los niveles 2 y 3, la tierra es similar a la del Nivel 1 aunque en algunas partes se encontraban se-dimentaciones delgadas de tierra de color café claro como manchas. Cabe señalar que en el Nivel 3 encontramos una agrupación de tiestos y también fragmentos de

calcedonia, restos óseos de fauna en la cuadrícula E0A3 a la profun-didad de 48-60 cm desde la super-ficie de tierra.

En el Nivel 4, la tierra mues-tra color café oscuro y la textura es arenosa. Confirmamos también en este nivel fragmentos cerámi-cos horizontalmente y dispersos.

El nivel 5 muestra textura sua-ve y arenosa de color café claro. Hasta este nivel sigue el hueco de raíz de árbol. Este nivel es más importante porque arrojó mucha información. Al descubrir a 83-87 cm de profundidad de la superfi-cie, aparecieron varios tiestos y entre ellos se observan diagnós-ticos del tipo Sacasa Estriado, Vallejo Polícromo y Lago Negro, encontrándose asociados con frag-mentos de lítica como hacha pe-queña tallada, lascas de basalto y de obsidiana (Figura 35). Tam-bién, se confirmaron restos óseos de fauna y pedazos de carbón. Con estas evidencias se supone una posibilidad de haber ejecutado al-guna actividad de preparar, servir o hacer ofrenda de comida en este espacio, aunque es difícil imagi-nar que encima de este montículo de 2.8 metros de altura se hubiera realizado la labor doméstica.

En el Nivel 6 la tierra sigue

siendo suave y arenosa pero cam-bia al color de café oscuro. Siguen saliendo artefactos como tiestos, fragmentos líticos, restos óseos de fauna y carbón pero en menor can-tidad que en el Nivel 5.

En el Nivel 7 la tierra continua siendo igual que la del Nivel 6 y los restos arqueológicos como ce-rámica iba disminuyendo. En este nivel (83-88) detuvimos la exca-vación (Figura 36) sin encontrar

Figura 34: El Mojón y la Operación 5, E0A2-3.Figura 35: Operación 5, Nivel 5. Tiestos cerámicos.

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el relleno de piedra en esta parte superior del Montículo 1. Esto sig-nifica que el núcleo de este montí-culo pudo ser conformado solo de tierra, y las piedras cubriendo el exterior evitando su erosión. Sin embargo cabe señalar que compa-rando con la tierra de relleno en la parte inferior, en la base del montículo, la sedimentación en este pozo de sondeo es muy suave y fácil de excavar.

Discusión

El resultado más importante de esta fase de investigación en el sitio La Paz es el descubrimiento del muro subterráneo de la estruc-tura Montículo 1. Se pronosticaba que este muro tendría al menos 10 metros de longitud consideran-do que el Montículo 1 tiene unos 20 metros de diámetro. A pesar de ello, como se señaló arriba, sólo se pudo confirmar este muro hasta la cuadrícula E3W6 hacia el nor-te y hasta la S1W6 hacia el sur. En consecuencia el muro tiene solamente 330 cm de longitud en dirección norte-sur hasta donde lo pudimos observar. También, con-firmamos en la excavación alrede-dor de este muro, que las piedras mantenían su colocación original aunque no formaban una línea clara. Sin lugar a dudas, estas pie-dras fueron puestas artificialmen-te para cubrir la estructura cuyo muro se detectó en las cuadrículas E3W6-S1W6.

Provisionalmente suponemos una secuencia de construcción de acuerdo a los datos obtenidos en la investigación de esta temporada. Primero se construyó una estruc-tura cuadrada como plataforma, y encima de ella estaba un edificio

de material orgánico y pared de barro (Figura 37). Los fragmentos de bajareque encontrados encima del piso blancuzco en la base de montículo son las evidencias. Hay una cierta cantidad de tiestos ce-rámicos del Período Bagaces, por ejemplo León Punteado, Brisas Impreso en los niveles inferiores, posiblemente esta plataforma fue construida en este período.

Posteriormente, por alguna causa desconocida, se destruyó este edificio dejando la estructu-ra colapsada, y esta fue cubierta con relleno o sedimento que no in-cluía piedras grandes (Figura 38). Se detectó, arcilla fina compacta y dura en la excavación de la parte inferior al buscar la continuación del muro. En cambio, en la parte superior el relleno es más suave y arenoso.

Finalmente, este núcleo o relle-no de tierra fue cubierto con rocas grandes y pequeñas para el levan-tamiento del montículo, realizan-do una forma de un cono trunca-do, con forma plana en la parte superior(Figura 39).

Este proceso ocurrió en el pe-ríodo más tardío. Se observan materiales con policromía corres-pondientes al tipo Papagayo Po-lícromo, Vallejo Polícromo en la

Figura 36: Operación 5, Nivel 7. Fin de la excavación.

Figura 37: Secuencia de construcción del Montículo 1(1).

Figura 38: Secuencia de construcción del Montículo 1(2).

Figura 39: Secuencia de construcción del Montículo 1(3).

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Mi Museo y Vos24 Mi Museo y Vos 25

parte superior o exterior del Mon-tículo 1. Junto con estos polícromos, también confirmamos Lago Negro, Sacasa Estriado, Murillo. Estas evi-dencias cerámicas se ubican en los períodos Sapoa y Ometepe.

Esto sugiere que la sociedad de los primeros habitantes de este sitio, que construyó la plataforma rectangular, tuvo contacto con los arribos de las migraciones mesoa-mericanas. Por consiguiente, hubo un cambio brusco en la forma de sus construcciones, o sea, la pla-taforma rectangular de piedra se convirtió en un montículo de forma circular con relleno de tierra sin piedras grandes. Al mismo tiem-po, podemos observar el cambio de cerámica. Los tiestos recuperados en la base del montículo, presen-tan características monocromas punteadas e incisas, correspon-diendo al Período Bagaces; y los tiestos encontrados en la parte su-perior y exterior muestran otras características como policromía, estriado o superficie negra pulida indicando el comienzo del Período Sapoa y luego el Período Ometepe.

Hasta ahora no tenemos ningún dato que indique alguna caracte-rización de este acontecimiento. No podemos decir con certeza si el grupo autóctono adoptó nuevos

elementos culturales, o hubo un desplazamiento de la población local originado por la invasión. Lo único que hemos confirmado, es la reutilización de la construcción anterior para crear una mayor elevación como es la construcción del Montículo 1, donde logramos observar un muro de contención, para la creación de un espacio o área encima de la plataforma (Fi-gura 37) que sirvió para un fin do-méstico o un área ceremonial, esto último está por confirmarse.

Por otra parte, se logra obser-var una roca de basalto que sobre-sale en la parte norte superior del Montículo 1 (Figura 34), esto pue-de ser un indicador de poder, dife-renciación social o una función di-ferente a la doméstica que sugiere un uso ceremonial y religioso.

A pesar de que se han obtenido ciertos datos sobre la parte subte-rránea de la estructura (platafor-ma) del montículo 1 y su secuencia de construcción, todavía falta con-seguir más evidencias para escla-recer su forma total, porque solo pudimos descubrir esta estructu-ra en el lado oeste del montículo. La tarea de la investigación en la próxima temporada será profundi-zar el sondeo para revelar la con-tinuidad de la plataforma desde la

parte central y superior del montí-culo 1, ampliándolo en una unidad de 2x2 m. con la finalidad de saber cómo fue la confección del relleno que cubre la plataforma.

También tenemos que recolec-tar nuevos datos que esclarezcan cómo ocurrió la transición entre los períodos Bagaces y Sapoa en La Paz, porque aparentemente el cambio abrupto del modo de cons-trucción cae en la época de esta transición, y esto lo confirmare-mos con la tipología cerámica o por otras evidencias que señalen un intercambio comercial, una in-migración de nuevos grupos, o un posible enfrentamiento violento.

Conclusión

Con los datos obtenidos hasta ahora, se puede decir que en el sitio La Paz, la ocupación huma-na comenzó en el Período Baga-ces continuando hasta el Período Ometepe.

Probablemente, en el Período Bagaces empezó la construcción de una estructura de mamposte-ría, constituida por una platafor-ma rectangular con un edificio de material orgánico y pared de ba-rro en su parte superior. Aunque la característica de esta platafor-

ma es aún desconocida por la falta de suficientes datos, se puede se-ñalar que para ser un sitio en la Costa Pacífica de Nicaragua, esta estructura es algo excepcional. Hasta donde sabemos, no hay otro ejemplo semejante.

En los periodos Sapoa y Omete-pe, sigue la actividad humana en el sitio con la construcción de un montículo enterrando la platafor-ma, cuya función era posiblemen-te algo ceremonial o funerario, con la escases de restos arqueológicos que muestren actividad domésti-ca. Se puede decir que el tamaño de este montículo es sobresaliente en esta área. El montículo del sitio Ayala, Granada, que tiene una al-tura de 4 metros, sería un ejemplo comparable con el de La Paz. Sin embargo, el montículo de Ayala, que pertenece al Período Bagaces, es de tierra y construido en una elevación natural (Salgado 1996).

Hablando de su fechamiento, en comparación con otros sitios, el si-tio La Paz se caracteriza por la con-tinuidad a través de la transición entre los períodos Bagaces y Sapoa. La Figura 40 muestra la secuencia de la ocupación humana en 11 sitios localizados a la orilla del Lago Xo-lotlán, basándose principalmente en las evidencias cerámicas.

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Cuando enfocamos la transi-ción entre estos dos períodos, en Managua, en los sitios Ticomo (Hasegawa 1998) y Acahualinca (González 1995), se observa una cierta cantidad de tiestos cerámi-cos en el período Bagaces y, lue-go, en el Período Sapoa, disminu-ye drásticamente; insinuando el abandono del sitio en esta época. Al contrario, en los sitios Oro Ver-de (Zambrana V. 2013) situado en Ciudad Sandino, UNI (Bargnesi et al. 1996) Tiscapa (Solano 2014) y Los Placeres (Stauber 1996) en Managua, y Chilamatillo (Hase-gawa 2015) en Tipitapa, la eviden-cia cerámica del Período Bagaces

es muy escasa, pero al entrar en el Período Sapoa los tiestos cerá-micos son abundantes y esto sigue hasta el Período Ometepe.

En el sitio Las Delicias que está en el noreste de Managua, se obser-van numerosos entierros del Perío-do Tempisque tardío, y después de la interrupción de la secuencia en este período, hay apenas atisbos de inicio de la actividad humana en el Período Sapoa, pero la evidencia ocupa un área de unos 150 metros cuadrados comparado con el área del sitio que abarca unos mil metros cuadrados. En Los Martínez (Zam-brana 2012) situado en el noroeste de Managua, fueron encontrados

tiestos del tipo Usulután, caracte-rístico del Período Tempisque en todos los sondeos practicados. Sin embargo, no se confirmaron ties-tos cerámicos del Período Bagaces, y entrando en el Período Sapoa, se reactiva la actividad humana y se encuentran varios entierros de este período.

En contraste con los sitios arri-ba descriptos, los sitios La Paz y Nejapa (Balladares y Lechado 2013) son los únicos dos sitios al-rededor del Lago Xolotlán donde podemos observar una larga se-cuencia de ocupación, que atravie-sa la época de transición entre el Período Bagaces y el Sapoa, mos-trando abundantes evidencias de actividad humana.

Recomendaciones

- Proteger el patrimonio cul-tural realizando constantes visi-tas a los sitios arqueológicos que corren el riesgo de ser impactados, ya sea por remociones de tierra, arado o construcciones.

- Crear urgentemente un espacio para un museo, donde se resguarden y protejan los restos materiales arqueológicos que se han encontrado en el municipio,

Figura 40: Secuencia de ocupación humana en los sitios alrededor del Lago Xolotlán.

para fortalecer la identidad cultu-ral de Mateare.

- Realizar una ordenanza municipal de estudios arqueológi-cos en todo el municipio, para evi-tar la destrucción del patrimonio cultural.

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Mi Museo y Vos28 Mi Museo y Vos 29

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Mi Museo y Vos30 Mi Museo y Vos 31

2Symbols of Insect Animism on Luna

Polychrome

gEoffrEy and sHarissE mccaffErty

P acific Nicaragua has long been noted as a cultural crossroads, especially fea-

turing historically documented migrants from central Mexico. Fol-lowing ethnohistorical accounts, Nahuat speaking groups colo-nized the Rivas area in the Late Postclassic Ometepe period (ca. 1300-1525 CE). The most promi-nent diagnostic ceramic of this time was Luna Polychrome, often found in mortuary contexts. This paper presents a detailed analy-sis of over 50 Luna vessels from the Mi Museo collection. We sug-gest that the overarching theme of the painted designs relates to the praying mantis. This interpreta-

tion coincides with oral traditions relating the mantis as the “Madre Culebra”, a powerful and revered predator of the insect world and closely affiliated with female sym-bolic authority. The association of these vessels with mortuary ritual suggests links to the Nahua deity Cihuacoatl, a goddess of death and regeneration, whose name also translates as ‘woman serpent’.

To movie buffs, the Predator is one of the most ferocious hunters of the extraterrestrial universe. Within nature, the praying man-tis shares that reputation. Indeed, members of the mantis family are known to capture, kill, and con-sume animals much larger than

they are, for example snatching hummingbirds out of the air be-fore chewing through their skulls to eat the brains. Pregnant fe-males are known to kill and con-sume their mates. Lovely crea-tures. So it is not surprising that these bizarre predators have often been incorporated into horror fic-tion (Figure 1).

But to what extent were man-tids also incorporated into native iconography? In this paper we argue that a pervasive motif on Luna Polychrome pottery from Late Postclassic/ Ometepe period (1300-1525 CE) Pacific Nicaragua represents the praying mantis (Figure 2), known locally as the ‘madre culebra,’ or mother ser-pent, and we suggest that mantids may have played a prominent role in the animistic religion of the Na-hua Nicarao just prior to Europe-an contact. Luna Polychrome also features serpent imagery, often in combination with the mantis.

Luna Polychrome was one of the first ceramic types identified from Pacific Nicaragua, discovered in association with burial urns by John Bransford in the late 1800s and designated after the Luna fam-ily property on which many of the urns were excavated (Bransford

1881). This association with mortu-ary ritual continued in subsequent excavations, including our own in-vestigations at Santa Isabel where ovoid ‘shoe-pots’ containing infant burials were occasionally covered with Luna Polychrome bowls (Mc-Cafferty 2008). Unfortunately, Late Postclassic/Ometepe period

Figure 1: Imagen de la pelicula The Deadly Mantis (1957).

Figure 2: Luna Polychrome with praying mantis motif.

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occupational contexts are from the region (but see Haberland 1992), so it is currently impossible to evaluate if Luna Polychrome had domestic functions or rather was exclusively mortuary. Most known examples from private and museum collections are complete, suggesting that they were recov-ered from looting of pre-Colum-bian cemeteries, and the conven-tional interpretation is that they were associated with funerary urns.

Because there are many dis-tinctive Luna vessels available for study, they are relatively well-known in the literature. By far the most complete study was done by Norma Knowlton (1996), who described a large collection of vessels, distinguishing several varieties of Luna with associated vessel forms. She also discussed different design elements, espe-cially one of the most common mo-tifs of a long-limbed creature. She followed Bransford’s initial identi-fication “…a rude representation of a face, possibly intended for that of a monkey.” (1881:36). This potential association with mon-key iconography has continued through the years without critical evaluation (Steinbrenner 2010).

Mi Museo in Granada, Nicara-gua, also holds a large number of Luna Polychromes, and they were a particular interest of founding patron Peder Kolind. During the summer of 2017 we studied over 50 Luna Polychrome vessels, and conducted a detailed iconographic analysis of the painted decora-tions. The Mi Museo collection neatly overlapped with the collec-tion studied by Knowlton, so the database is comparable.

In our research into the iconog-raphy of Luna Polychrome we ex-amined the corpus from Mi Museo, together with other published sources, making divisions based on vessel form and variation in paint-ed details. After drawing roll-outs of the Luna vessels it was obvious that the image we were looking at was not a monkey. Instead, we be-gan to entertain the thought that it was more insect-like and most similar to a praying mantis. We consulted entomologists from Leon (Nicaragua) and Cleveland (USA) who agreed that they were indeed representations of mantids. It is also interesting to note that two artists visiting Mi Museo indepen-dently commented on the mantis imagery on the Luna vessels. Man-tises are occasionally portrayed

on archaeological ceramics from other cultural areas; for example, at least two vessels that from Pan-ama depict combined mantis and snake imagery.

The largest group of Luna ves-sels were superhemispherical bowls with painted decoration on the exterior. These often included an image of a creature with long, multi-jointed front legs, a seg-mented body, ovular cleft head, and lines suggesting antennae. A long tongue protrudes from the head, and a circular object is char-acteristically depicted behind the head.

There are over 200 species of mantids living on nearly all con-tinents of the world. In tropical Nicaragua there are five families of mantids, including 27 species, ranging in size to nearly 30 cm in length (Maes 1996). A praying mantis (Order Mantodea) typi-cally has a triangular head attached to a long, segmented body (Figure 3). The mantis is unique in that it can rotate its head 180 degrees. Its front legs are jointed with serrated forelegs

for grasping, while the four back legs serve more for stability and locomotion. Mantids often have wings stored beneath a wing cas-ing. They have long antennae, and also multiple mouth parts for chewing. While they lack extend-able tongues, mantids’ reflexes are so fast that in popular litera-ture they are often described as having tongues with which they catch their prey.

The following figures compare anatomical images of Nicaraguan mantids with corresponding imag-es from Luna Polychromes. The di-agnostic triangular head with large bulbous eyes is a common trait on all mantids, and the emphasis on the eyes on Luna vessels replicates

Figure 3: Chart of praying mantis anatomy.

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Mi Museo y Vos34 Mi Museo y Vos 35

this characteristic (Figure 4). The unique fact that mantids can rotate their heads is depicted by Luna heads in various angles.

Behind the head is the protho-rax, which houses major organs such as the heart and lungs. The head is flexibly articulated to the prothorax, unlike all other in-sects, allowing the free movement of the head. On Luna vessels this is depicted as a whitish, circular design, often divided in four sec-tions (Figure 5).

The mantis foreleg is jointed, and the femur and tibia feature sharp spines used for grasping prey. The back legs provide stabil-ity and locomotion. These limbs are the most notable elements on the Luna Polychromes, and also appear in bands around the rim or base (Figure 6).

A final anatomical element is the segmented body, which is covered by the wings and wing casing. On the superhemispheri-cal Luna vessels these extend down from the head, but on shallow bowls they appear with greater detail, also depicting the

extended wings (Figure 7). A few examples do feature a curled ‘tail’ (Figure 8) similar to the monkey imagery from the ear-lier Bagaces period. These, how-ever, more likely depict mantids which can curl their bodies, such as the Thespidae species. In both examples from the Mi Museo col-lection a second ‘face’ is repre-sented on the prothorax, perhaps indicating the idea of the female killing her mate by biting off its head.

Figure 4: Detail of mantis head on Luna Polychrome.

Figure 5: Detail of mantis prothorax on Luna Polychrome.

Figure 6a: Detail of mantis forearm.

Figure 6b: Detail of band of stylized mantis forearms on Luna Polychrome.

Figure 7a: Detail of mantis body and wing.

Figure 7b: Detail of mantis body on Luna Polychrome .

Figure 8a: Mantis with curled 'tail'.

Figure 8b: Detail of mantis with curled 'tail' on Luna Polychrome.

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In addition to these full-body representations, Luna Poly-chrome often includes smaller mo-tifs that we interpret as segments of mantids (Figure 9). The most obvious of these are the serrated front legs, which often appear as a band around the circumference of the vessel. Other varieties of Luna include tripod vessels with small profile views of the mantis head. Some Luna vessels feature modelled anthropomorphic faces that protrude from the exterior surface of the vessel, and these are painted in a style reminiscent of the ubiquitous female figurines (Figure 10)

Another characteristic of Luna Polychrome decoration relates to serpent imagery (Figure 11). A common design element is cloud-like motifs that are identical to patterns found on local serpents, such as the boa. Repetitive pat-terns of alternating colors wrap around the vessel rims, similar to milk snakes, or feature consecu-tive squares with dots resembling a serpent body.

Discussion

The Ometepe period in Pacific Nicaragua is enigmatic due to its minimal representation in the ar-chaeological record. Despite nearly 20 years of intensive investigation by the University of Calgary team, no significant deposits have been identified. The same trend has been observed from other research and rescue projects, so at pres-ent the best evidence for the final centuries before European contact comes from Ometepe Island itself, especially from mortuary contexts (Haberland 1992). This is particu-larly unfortunate since this final period is the focus of fairly ex-tensive ethnohistorical accounts of Nahua/Nicarao colonization (Abel-Vidor 1981; Leon Portilla 1971). According to these sources, Nahuat-speakers from Mexico mi-grated into the area about 1300 CE, driving out autochthonous Chibchan and Chorotega groups. While this ‘mythstory’ is becom-ing more problematic, it has long been a cornerstone of Nicaraguan cultural identity, and without ade-quate archaeological evidence with which to evaluate the tradition it is difficult to dispute. In contrast, the abundant information now

Figure 9: Detail of mantis forearm on Luna Polychrome.

Figure 10: Detail of stylized mantis heads on Luna Polychrome.

Figure 11a: Boa snake with 'cloud' pattern.

Figure 11b: Detail of 'cloud' pattern on Luna Polychrome.

available for the earlier Sapoa pe-riod has enabled a critical analysis of the ‘Mexican’ connection, result-ing in empirical challenges to the earlier migration and cultural in-fluences of the so-called Chorotega (McCafferty 2015; McCafferty and Dennett 2013).

As essentially the only diagnos-tic artifact for the Ometepe peri-od, Luna Polychrome holds impor-tance for interpreting the cultural changes of the Sapoa to Ometepe transition. Recent excavations at several sites that were purport-edly Ometepe period based on previous survey data now indi-cate abandonment precisely at the Sapoa/Ometepe transition, ca. 1300 CE. This is tentatively inter-preted as a change in settlement pattern linked to the possible ar-rival of newcomers, ie., the Nahua Nicarao – though again we must emphasize that the evidence is problematic and at present we do not know where new settlements may have been located.

The Contact period of Pacific Nicaragua is primarily known through ethnohistorical sources recorded by Oviedo y Valdes, Bo-badilla, Torquemada, and others, and these sources have been exten-sively mined by modern historians

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Mi Museo y Vos38 Mi Museo y Vos 39

(Abel-Vidor1981; Chapman1970; Leon Portilla 1971). These sourc-es allege that the Nahua Nicarao shared many cultural traits with the Nahuas of central Mexico, es-pecially including religion and re-ligious practices such as the ritu-al calendar. Through interviews with native informants Bobadilla recorded the names of some of the prominent deities of the Nicarao pantheon with close parallels to the Aztec pantheon, for example a rain god Quiateot, comparable to Tlaloc, and a wind god Hecat/Ehecatl.

Cihuacoatl, ‘woman serpent,’ in Nahuatl, is a complex entity as-sociated with death and regenera-tion, as well as divination (Figure 12). She can be recognized in pic-torial manuscripts by her charac-teristic skeletal buccal mask and weaving batten. One of the per-vasive ideologies of Mesoameri-can worldview (and widely shared throughout the Americas) is of a covenant between humankind and the earth, whereby humans must return to the earth upon death as a way of repaying all the bounty they consumed during life. With this in mind, the Nicaraguan ‘madre culebra’ painted on Luna Polychrome mortuary vessels may

represent a local expression of this relationship, in which a crea-ture associated with death is in-volved in ‘consuming’ the body of the deceased. As one of the most vicious and voracious creatures in the tropical ecology, mantids may have characterized militarism and conflict. Mantids are often seen as good omens, such as in Maya be-liefs and among traditional Choro-tegas from Masaya, Nicaragua, where mantids are believed to be messengers from the beyond. Traditional elders from Monimbo, Nicaragua recounted that differ-ent varieties of mantids, called

tzimpilicoca, (loosely translated as ‘honored noble grandmother;’ this term is similar to the name of an-other aspect of the Nahua panthe-on of goddesses, Ilamatecuhtli) in-dicated different kinds of weather and harvests. Thus mantids may also have connections to the natu-ral and supernatural. The term ‘mantis,’ itself, comes from the Greek, where it is associated with ‘seers’ or ‘prophets.’

Similarly, the serpent imag-ery with cloud designs recalls the central Mexican deity Mixcoatl, or ‘cloud serpent.’ Mixcoatl was asso-ciated with hunting and warfare, again characteristics of the praying mantis. As the ‘mother serpent,’ or madre culebra, we suggest that mantids may have represented a form of ethnogenesis in which au-tochthonous Chorotega and Chib-chan communities incorporated innovative religious concepts from newly arrived Nahua into their ex-isting animistic cosmology. In this way mantis and serpent concepts became integrated with deities such as Cihuacoatl and Mixcoatl. The native Nicaraguan ‘mother serpent’ merged with the Nahua ‘woman serpent,’ and the result was depicted on the Ometepe di-agnostic Luna Polychrome.

In this paper we have argued that one of the pervasive motifs on the Ometepe period diagnostic Luna Polychrome has strong affil-iation with the praying mantis as the ‘madre culebra.’ To the extent that this entity is related to the Nahua Cihuacoatl, this connec-tion may finally provide archaeo-logical support for the ethnohis-torical migration and colonization by the Nahua Nicarao. Suggestive as this might be, however, we are still left with the ongoing prob-lem of a lack of solid Ometepe pe-riod archaeological contexts with which to finally collect material information of the alleged Nicarao occupation of Pacific Nicaragua.

Figure 12: Aztec goddess Cihuacoatl with skeletal jaw from Codex Magliabechiano.

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Mi Museo y Vos40 Mi Museo y Vos 41

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Mi Museo y Vos42 Mi Museo y Vos 43

3Commentary on Ceramic Rim Sherd

Identification

lorElEi PlatZ

T

Figure 1: Map of Nicaragua with Greater Nicoya highlighted in the grey.

he focus of this paper is on ceramic vessels from the ar-chaeological region of Pacific

Nicaragua, also known as north-ern Greater Nicoya (Figure 1). Greater Nicoya is perhaps the most well studied region in south-ern Central America for ceramic artifacts. The typology is well established since the 1980s with continued newer research adding to our knowledge of the ceramic record (e.g. Dennett 2016, Sal-gado 1992; 1996, Steinbrenner 2010).As archaeologists begin to explore new themes related to the imagery represented on the ves-sels (see Dennett and Platz 2017), it is important to be reminded of

problems in identifying ceramics from the region. Here, I provide

a short commentary in hopes of spurring renewed discussion of what archaeologists consider be-ing of ceramic ‘value’ in a region of dense ceramic artifacts.

Healy (1980) acknowledged the problems in identifying ceram-ics from Pacific Nicaragua based solely on the rim of a vessel. He especially noted these troubles to identify earlier ceramic types from the Tempisque (800B.C. to A.D. 300) and Bagaces (A.D. 300 to 800) period. A large majority of the ceramics from the Tempisque and Bagaces periods have some degree of red slip applied to them, as such, this increases the risk for misidentification. It is noted that Espinoza Red Banded can be mis-taken for Rivas Red due to similar red rim (Healy 1980:116). Similar-ly, the red rim of Popoyuapa Zone Striated can be mistaken for Rivas Red (1980:193). In the Bagaces period, I would assume it is just as easy for the misidentification of Tola Trichrome with Chavez White-on-Red due to the similar red slip and if the sherd recovered is not decorated with the black or white paint. The trouble of correct ceramic identification exists for all time periods when we consider decorative elements that are only

represented on the body of the vessel.

While the Sapoa period contains greater diversity in ceramic types, there still exists the potential for misidentification of types and va-rieties. For example, Castillo En-graved is also problematic as the rim of the vessel shares similari-ties to some Lago Modello vessels. Depending on the vessel form, both Castillo Engraved and Lago Mod-ello can share similar plain black or dark brown slip on both the ex-terior and interior of the vessel. Sacasa Striated is perhaps the most iconic ceramic type from the Sapoa period for its large size and vessel form. The vessels rim is also rather unique as it is the only ceramic type to have a prominent tab (Figure 2A and 2B) at the front of the vessel where the body protrusion and dec-oration is located. The underside of the rim sometimes has remaining striations from the vessel body, but typically it is a plain polished red or red-tan colour. While the orifice size differs between vessels, the ce-ramic type is very standardized in terms of the rim form.

Though the vessels may have standardized rim forms, the ves-sels differ in theirsurface decora-tion. Below Figure 3A and 3B show

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Mi Museo y Vos44 Mi Museo y Vos 45

the different decorative applique applied to the vessel body. The po-tential problem exists in the lack of recording of the applique on the Sacasa Striated body. Archaeolog-ical reports typically focus on the quantity of rim sherds and simple ceramic type identification; this does not take into account the truly valuable information of the iconographic element represented

on the vessel body.

Conclusion

These cases of ‘mistaken iden-tity’ have the potential to result in unnecessary additional work in having to re-identify ceramics col-lected or remove raw data due to the lack of sufficient information being recorded. It is hoped that

the above discussion serves as a reflection on elements that continue to be problematic for in-depth discussion of vessel function and the associated iconography. Misidentification and/or minimal information recorded of the ceramic type or variety can in-hibit future research questions that go be-yond identifying vessel form and quantities of

Figure 2A (left) and 2B (right): Sacasa Striated rims (photo by the author).

Figure 3A (left) and 3B (right): Frontal view of Sacasa Striated vessels (photo by the author).

rim sherds from excavations.As ar-chaeology in the region continues to move forward, it is important to reflect upon the advice of our schol-arly predecessors to ensure that we learn fromwhat they recognized as potential problem areas.

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Steinbrenner, Larry L.2010 Potting Traditions and Cultural Continuity in Pacific

Nicaragua, A.D. 800–1350. Ph.D. dissertation, Department of Archaeology, University of Calgary, Calgary, Alberta.

4Sistema de edificaciones de la zona

Central de Nicaragua (300 d.C. – 1500 d.C.)

oscar Pavón

L os sistemas de construcción de edificios habitacionales y públicos que utilizaron

nuestros antepasados en la zona de Central de Nicaragua, fueron muy diversificados, estos modelos de construcciones utilizaron ma-terial que estaba al alcance de su entorno natural. Por ejemplo, las rocas de tipo ígneas, metamórficas y sedimentarias, muchas de estas rocas las encontramos en los ríos producto del arrastre de las co-rrientes, también la utilización de arcilla tipo limo arcillosa, material que fue sometido a grandes tem-peraturas para tener buena con-sistencia, para que los agentes de la naturaleza no las deterioraran,

a ese tipo de material se le conoce como bahareque, y la utilización de posibles fibras vegetales para el techado de las estructuras.

Muchos de estos sistemas de edificaciones presentan diferentes características en su forma, tales como estructuras circulares, rec-tangulares y cuadradas.

En el dos mil cuatro y dos mil seis, tuve la oportunidad de formar parte del proyecto arqueológico del sitio San Diego, en el municipio de Condega, departamento de Estelí, bajo la orientación del director del proyecto Jorge Zambrana F.; como estudiante voluntario.

El sitio San Diego, está cata-logado como un centro regional,

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(Espinoza et al. 1996). Como re-sultado de la prospección del sitio se logró observar varios montícu-los, la forma de estos montículos corresponde a dimensiones cua-dradas, rectangulares (Figura 1) y circulares; el promedio de mon-tículos documentados fueron 59 de tierra recubiertos con cantos rodados y uno natural, estos ras-gos corresponden a cimientos de edificaciones que estuvieron fun-cionando quizás como casas, tem-plos, tallares y plazas.

El arqueólogo Jorge Zambrana

determinó que el sistema de cons-trucción de una de las estructuras habitacional, fue reforzado por muros de piedra en las partes ba-jas del montículo (Figura 2), con el propósito de dar protección a la pendiente del mismo y lo que en-cierra el área plana del piso de la vivienda.

Con la excavación del montículo 32, se notó que éste se caracteri-za por presentar una simetría cir-cular, al igual que su plataforma donde se encontraron una serie de hoyos de poste reforzados por

fragmentos de rocas, todo este re-descubrimiento de hoyo de poste exhibe un alineamiento circular de lo que fue la estructura habita-cional, y dentro de la plataforma circular se identificó el piso de ocu-pación, así como también restos de pared de bahareque que colapsó al interior del montículo (Figura 3), asimismo se encontraron restos de osamenta humana.

En la investigación del sitio San Diego también se recolectaron muestras de carbón, encontradas debajo de fragmentos de cerámi-

ca del tipo San Diego Aplicado, la muestra fue sometida al análisis de carbón 14, como resultado data una antigüedad de 150 d.C.; esta cronología se estaría relacionan-do al tiempo que fue construido y ocupado el edificio.

Otro dato muy interesante fue el hallazgo de una superficie de em-pedrado cercana a otro montículo, este sistema de empedrado fue uti-lizado posiblemente como andenes, para facilitar el acceso en tiempo de invierno a otras edificaciones, con el fin de impermeabilizar los

Figura 1: Plataforma rectangular sobre el Montículo 30. Sitio San Diego. (Foto de Jorge Zambrana). Figura 2: Restos del muro de contención que rodeaba a la plataforma del Montículo 60. Sitio San Diego. (Foto de Jorge Zambrana).

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suelos que se caracterizan por te-ner arcilla plástica o lo que conoce-mos como suelos barrosos.

San Diego fue un asentamiento localizado en una llanura entre se-rranías muy elevadas, con diferen-tes afluentes hídricos que propor-cionaron agua necesaria para la sobrevivencia humana, así mismo, abundante vegetación y tierras fér-tiles para el cultivo; existen otras estructuras que se ubican en el cerro Condega, hacia el oeste, tres edificaciones rectangulares con medidas aproximadamente de 4x5 metros cuadrados, medidas total-mente diferentes a lo encontrado en el sitio San Diego.

Otro ejemplo interesante del sistema edificaciones en zonas ba-jas y altas, es el reciente trabajo realizado por el arqueólogo Dey-min Fonseca a inicio de 2017, en el departamento de Somoto, en el sitio conocido como el cerro de Guiliguisca.

La investigación arqueóloga se realizó gracias a la colaboración de la alcaldía de de Somoto y el acom-pañamiento de otros arqueólogos, nicaragüenses y extranjeros, que trabajaron como voluntarios.

Anteriormente este sitio fue do-cumentado como El sitio arqueoló-gico Guiliguisca # 1, está ubicado

en una planicie, clasificado como un centro regional donde se ubican 52 montículos. El sitio Guiliguisca II se caracteriza por estar ubicado en la cima del cerro, donde ade-más existe una vista sobresaliente en las cuatro direcciones, esto per-mite observaciones de movimiento de cualquier tipo. Además, en la superficie se observan varios mon-tículos, uno especialmente grande

de aproximadamente 15 metros. Varias piedras grandes se presen-taban oquedades, posiblemente construidas para almacenar agua.

Durante la prospección y ejecu-ción de posos de sondeo en el sitio Guiliguisca, se encontraron ras-gos de empedrado que cubría cua-drículas de un metro cuadrado, estos rasgos no se ampliaron por razones de tiempo. A futuro, sería interesante redescubrir para ver cómo se comporta este sistema de edificación de vivienda; también se observó un alineamiento de un muro, que posiblemente sea los ci-mientos de una vivienda.

En el sitio Guiliguisca II se ex-cavó uno de los montículos que está ubicado en dirección noreste del cerro Guiliguisca, el redescu-brimiento del montículo se carac-teriza por presentar las bases del sistema de construcción de la edi-ficación, el cual tiene forma rec-tangular, 4.5 metros de ancho y 7 metros de largo. En la parte este de las bases del edificio, se pre-senta una irregularidad en forma de pendiente, para reforzar esta irregularidad diseñaron un muro a fin de dar consistencia a la edi-ficación, este muro tiene relación de la medida exacta a los 7 metros que tiene la estructura del sector

oeste; también dentro de las ba-ses de la edificación se presentan otros 4 muros que están alineados, lo cual da una idea que puedan ser tumbas en forma de cajón.

En la excavación no se encon-traron residuos orgánicos para fe-char, además muy poco material cerámico; sin embargo sí se encon-tró bastante material lítico.

La materia prima utilizada para poner los cimientos de la estructura fue obtenida de la misma roca ma-dre que está constituido el cerro, a este tipo de roca se le conoce como ignimbrita.

En el reconocimiento del sitio, en la cima del cerro Guiliguisca se observaron otros montículos con diferentes dimensiones, muy pe-queñas, y de forma similar a un rectángulo, en mi opinión estos montículos no fueron centros resi-denciales, sino que posiblemente fueron utilizados como estructu-ras militares, con el fin de tener un dominio del paisaje y así tener el control del territorio, a como también espacios religiosos, y no se descarta que estos cimientos pudieron ser utilizaros para ente-rrar personajes destacados de esta cultura.

En conclusión los sitios San Diego y Guiliguisca presentan

Figura 3: Restos de bahareque en la base del montículo 32, indicativo de arquitectura en la etapa previa a la construcción de los montículos. Sitio San Diego. (Foto de Jorge Zambrana).

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características similares, pues es-tán catalogadas como centros re-gionales, tienen una similar can-tidad de montículos, presentan los mismos rasgos en el sistema de construcciones de empedrados. Además, están empleando la mis-ma metodología en la edificación de sus viviendas, utilizando como bases los muros de rocas para darle consistencia a sus vivien-das. A futuro sería interesante re-descubrir por completo la mayor parte de los montículos, tanto de San Diego como los del sitio Gui-lliguisca # 1, para ver si se puede encontrar conexiones de andenes entre los demás montículos, o a lo que llamamos los arranques de las construcciones modernas.

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Mi Museo y Vos54

Mi Museo, Calle Atravesada 505, Frente a Bancentro. Granada, Nicaragua. Telf. (505) 2552-7614

E-mail: [email protected] de atención: Lunes-Domingo: 9:00 a.m. - 5:00 p.m.

Entrada gratis para nacionales. www.mimuseo.org

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