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UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE FACULTAD DE HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE HISTORIA SINDICATO SITECO: MEMORIAS, IDENTIDADES, HEGEMONÍA 2000-2006 AUTOR ALEJANDRO ANDRÉS MONTECINOS CAZANGA Profesora Guía: Dra. Cristina Moyano Barahona Profesores Informantes: Dr. Hernán Venegas Valdebenito Dr. Rolando Álvarez Vallejo Tesis para optar al Título de Licenciado en Historia Santiago Chile 2014

Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

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Tesis para optar al Título de Licenciado en Historia por la Universidad de Santiago de Chile.

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UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE HISTORIA

SINDICATO SITECO: MEMORIAS, IDENTIDADES,

HEGEMONÍA

2000-2006

AUTOR

ALEJANDRO ANDRÉS MONTECINOS CAZANGA

Profesora Guía: Dra. Cristina Moyano Barahona

Profesores Informantes: Dr. Hernán Venegas Valdebenito

Dr. Rolando Álvarez Vallejo

Tesis para optar al Título de Licenciado en Historia

Santiago – Chile

2014

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DEDICATORIA

Dedicado al poder de los/as trabajadores/as

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AGRADECIMIENTOS

Los agradecimientos que doy a continuación no son sólo un gesto de cortesía.

Son el resultado de una profunda reflexión personal respecto de las situaciones

en las que me he involucrado en los tránsitos de mi vida, todas ellas inseparables

de este trabajo.

Quiero agradecer públicamente en primer lugar a mi madre y a mi padre. Sus

vidas están imbricadas en este texto. A mi hermano, que siempre ha estado a mi

lado compartiendo su cariño. Agradecer al conjunto de mi familia y especialmente

a mis abuelos, quienes aparecieron frente a mí aportando preguntas claves

acerca del pasado.

También creo adecuado entregar mis agradecimientos a las identidades

colectivas en las que conocí diversas lógicas de organizaciones políticas y

sociales, o sociopolíticas, esas colectividades de hombres y mujeres de diversos

géneros que me aceptaron como uno más, escucharon mis ideas y me dieron

comprensión incluso en los debates más escarpados. A todos/as ellos/as muchas

gracias por permitirme vivenciar las prácticas organizativas que fueron abriendo

este problema de investigación referido a las subjetividades y a las identidades

colectivas.

No puedo dejar de hacer referencia a las personas que me han dado cálida

compañía a lo largo de este proceso. La investigación, en este caso, hubiera sido

inviable sin el afecto y los proyectos que el amor de la amistad y la pareja

producen. Amor que potencia la emoción indispensable para crear.

Finalmente, de modo muy especial, agradecer a la profesora que guio este

trabajo, la Doctora en Historia Cristina Moyano Barahona. Ella aceptó mi

propuesta y me permitió emprender los caminos que me han llevado a este punto.

Contestó significativamente las preguntas que consideré necesario compartir con

ella. Sus ideas y críticas me han hecho reflexionar profundamente respecto de la

historia aquí vertida. Su apoyo emocional y su ética académica han sido

indispensables para llegar a puerto.

A todas estas subjetividades, muchas gracias.

Alejandro Andrés Montecinos Cazanga,

Septiembre 2014,

Chile.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 6

CAPÍTULO I: CONTEXTO ACADÉMICO DEL SUJETO .............................................. 14

1. El presente del sujeto ........................................................................................ 14

2. Su estado del arte en la historiografía ............................................................... 16

3. Formación hegemónica neoliberal: modelo de acumulación, modelo de

relaciones laborales y dispositivos de dominación. .................................................. 19

Sistema, modelo o patrón de acumulación flexible ............................................... 22

Modelo de relaciones laborales ............................................................................ 24

Dispositivos de disciplinamiento propios ............................................................... 27

4. Subcontratación en la gran minería del cobre y en CODELCO ......................... 30

Una forma específica de la acumulación flexible .................................................. 30

Marco regulatorio .................................................................................................. 33

La subcontratación como relación ........................................................................ 35

Subcontratación en la gran minería del cobre y en CODELCO ............................. 37

5. Identidades en posiciones de subcontratación en CODELCO ........................... 46

6. El fenómeno sindical de los trabajadores subcontratados de CODELCO .......... 48

7. El sindicato SITECO en el sindicalismo subcontratista de CODELCO .............. 57

8. Síntesis contextual ............................................................................................ 60

CAPÍTULO II: SUJETO HISTÓRICO ........................................................................... 66

1. Sujeto (clase): desde la crítica de Laclau y Mouffe a un replanteamiento histórico

del sujeto .................................................................................................................. 66

Crítica al concepto de clase del marxismo ortodoxo ............................................. 66

Posición de clase contemporánea ........................................................................ 74

Identidad ............................................................................................................... 78

Tránsitos a hegemonía ......................................................................................... 80

Aliteración ............................................................................................................. 81

Hegemonía ........................................................................................................... 90

Disrupción de las generaciones ............................................................................ 94

2. Revalorización de E.P. Thompson .................................................................... 95

CAPÍTULO III: SUBJETIVACIONES: MEMORIAS DE NUESTRA HISTORIA ............ 101

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1. Más allá del mineral ........................................................................................ 101

2. Gabriel Ricardo Espinoza Fernández: El “Tata”............................................... 103

3. Andrés Leal Alvarado: El “Flaco” ..................................................................... 113

4. Jorge Alejandro Peña Maturana: El “Hombre lobo” ......................................... 126

CAPITULO IV: SOBREDETERMINACIÓN: IDENTIDADES Y CONFLICTOS ........... 130

1. El SITECO antes del 2000: Identidad colectiva devenida de los 80´s .............. 130

2. Identidades y “contratistas” ............................................................................. 134

Identidades generacionales y subjetivación política de “contratistas” ................. 134

3. El discurso práctico de la acción contra de CODELCO (2003) ........................ 144

Legitimación del nuevo discurso práctico ............................................................ 144

4. La identidad colectiva de In Situ ...................................................................... 151

In Situ: Una formación discursiva sede de antagonismos ................................... 151

El discurso práctico de la colectividad “contratista” de In Situ ............................. 158

5. Sobredeterminación discursiva y representación: “sindicato de clase” ............ 161

El SITECO a comienzos del 2005 ....................................................................... 161

Reflexividad colectiva y representación sobredeterminante ................................ 162

en la reconfiguración del SITECO ....................................................................... 162

“Carta de Responsabilidad Sindical” ................................................................... 171

6. El antagonismo con la formación hegemónica dominante ............................... 174

La primera negociación colectiva con In Situ ...................................................... 174

La representación de la formación hegemónica dominante ................................ 177

CAPÍTULO V: HEGEMONÍA: EL “SINDICATO DE CLASE” ....................................... 182

1. Contexto y lógica de la constitución hegemónica ............................................ 182

2. La “huelga de los 21 días”: Contingencias de la hegemonía ........................... 185

Antecedentes ...................................................................................................... 185

Conformación de la “estrategia” de los trabajadores ........................................... 186

Representaciones contradictorias de la política y desconocimiento .................... 189

La contradicción discursiva antes del 4 de enero ................................................ 193

El 4 de enero ...................................................................................................... 195

Persuasión o cortes de ruta ................................................................................ 198

Continuidad de la negación: Nuevas identidades en el conflicto ......................... 199

La extensión del conflicto: Pruebas de los discursos prácticos en la acción ....... 200

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Reconocimiento de la CNTC: Diálogo y confrontación ........................................ 204

La “derrota” ......................................................................................................... 206

3. Contingencia subversiva ................................................................................. 209

4. Hegemonía del “sindicato de clase” ................................................................ 212

Tiempos del “sindicato de clase” ......................................................................... 213

Representaciones de la sobredeterminación hegemónica .................................. 223

Representación de la nueva generación político-sindical .................................... 227

(Diciembre 2006) ................................................................................................ 227

CONCLUSIONES ...................................................................................................... 229

LISTADO DE REFERENCIAS ................................................................................... 235

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INTRODUCCIÓN

La subjetividad de esta investigación se ha fragmentado y reconstituido en

distintos momentos de la memoria de una praxis discontinua que ha transitado

por diversos espacios. Una itinerancia de los diversos tiempos en que acaeció.

Esta praxis, de pronto contraria a sí misma, motivó una voluntad de comprensión

sobre los sujetos colectivos de fragmentadas posiciones que han sido

desconocidos por las teorías que postulan su desaparición en las sociedades

contemporáneas.

Sin embargo, una lectura más detallada de las publicaciones del ámbito de las

ciencias sociales muestra la existencia de un corpus de teorías que afirman lo

contrario.

Trabajando entre estos sujetos colectivos nos aproximamos constructiva y

comprensivamente al “mundo sindical” como una formación sociopolítica de

trabajadores y trabajadoras en su gran mayoría precarizados/as. Nos

preguntamos ¿cómo es posible que estos individuos se articulen colectivamente?

Buscando responder esta pregunta de una manera tal que el resultado, siempre

preliminar, posibilitara la reconfiguración de una praxis política coherente en un

entorno sociopolítico de fragmentaciones discursivas, deambulé por distintos

espacios de sujeto atento a captar cómo las subjetividades se constituían y

adquirían identidad colectiva en la diferencia. Este proceso permitió la posibilidad

de la comparación recíproca así como el conocimiento del sujeto.

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En esta actividad se precipitó la configuración de un discurso histórico del sujeto

colectivo SITECO como identidad colectiva coherente, de representación y

confrontación horizontal contra su antagonista, el conglomerado hegemónico

dominante integrado por CODELCO-empresas contratistas-gobierno-estado.

Sujeto que se presenta historizadamente, como la articulación sobredeterminada

de discursos prácticos de organización y acción, representados e imaginados por

identidades –colectivas y generacionales-, que buscan significar su praxis a partir

de sus vivencias cruzadas por lógicas de equivalencia y diferencia respecto de

otro que las oprime, intentando y logrando constituir hegemonía para alcanzar

coherencia y estabilidad identitaria.

Narrar la historia de un sujeto como éste no escapa de la construcción y

comprensión del mismo. Proceso que significa comenzar por instalar una cierta

linealidad procesual lógica y coherente que lo identifique frente a otras posiciones

de sujeto y, a la vez, posibilite el futuro análisis. Nuestra historia es la historia de

nuestras biografías de vida, de nuestros procesos de subjetivación, de nuestros

antagonismos y de nuestra coherencia identitaria ante otras identidades,

coherencia que hemos denominado hegemonía.

El concepto de hegemonía como sobredeterminación discursiva es central para

comprender la articulación estable de diversas individualidades en una identidad

colectiva. La hegemonía es la capacidad de una identidad colectiva de

sobredeterminarse por medio de la articulación coherente de su discurso

práctico, por medio de representaciones discursivas de sí misma, en este caso

representaciones de la organización y la acción.

La articulación del sujeto como identidad colectiva es el resultado de una sutura

no determinada por una estructura económica o de otro tipo, sino por la actividad

crítico-práctica de un colectivo de individuos que se sobredetermina.

Así la identidad colectiva que requiere de hegemonía, o bien, es hegemónica,

debe integrar a otras identidades. Para el presente caso, esas identidades son

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identidades individuales y generacionales, éstas últimas son formaciones

discursivas que se reconocen mutuamente en momentos etareos distintos,

ubicados cronológicamente en el tiempo social. Identidades que se constituyen

generacionalmente respecto de la existencia de otra identidad colectiva

poseedora de otro discurso práctico que, en tanto es otro discurso de una

colectividad previa en el tiempo sobre un mismo espacio, deviene en otra

generación.

Dicha relación identitaria es posible gracias al dialogo inter-subjetivo con la

memoria de los actores de esa identidad, sujetos presentes que en la

contingencia de la investigación reflexionan sobre pasados en momentos

diversos, construyendo un relato que acontece en sucesivos procesos de la

memoria.

Así, SITECO se nos aparece por capítulos, expresiones de la coherencia de su

narración histórica.

En el capítulo 1 identificamos la amplitud del sujeto en el campo contextual de la

literatura académica con el objetivo de situarlo como un objeto susceptible de ser

analíticamente comprendido y criticado. Se trata de la identificación de los

márgenes de su presente académico, como de las representaciones y discursos

que se posicionan respecto de él y buscan sobredeterminarlo.

En el capítulo 2 se encuentra el proceso teórico y reflexivo que construye al

sujeto, la sobredeterminación de la investigación. Nos centramos en reflexionar

respecto de cómo se ha sobredeterminado el sujeto histórico del trabajo al interior

de la teoría más influyente respecto de éste problema y sobre los trabajadores/as

mismos/as en la historia del siglo XX, la ortodoxia marxista. Discutimos el

concepción ortodoxa de “clase” y “conciencia de clase” con el objetivo de

despejar categorías que en un pasado permeaban toda investigación histórica

acerca de los trabajadores y, establecían un corsé para su comprensión

subjetiva. Pasando ese punto expresamos nuestras categorías y conceptos en el

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contexto del trabajo contemporáneo, signado por la precariedad de las posiciones

de sujeto. Al finalizar, hemos considerado necesaria una reflexión acerca de la

propuesta conceptual de E.P. Thompson, tanto por su cercanía crítica con la

ortodoxia marxista, como por la relevancia de sus posiciones respecto de la

historia de los trabajadores para la historiografía social contemporánea.

En el capítulo 3 expresamos las memorias de las trayectorias de sujeto,

biografías de vida, de los tres actores principales de esta historia; Gabriel Ricardo

Espinoza Fernández, Andrés Leal Alvarado y Jorge Alejandro Peña Maturana. El

sujeto ha requerido de la identificación de las biografías que nutren esta historia

como primer momento de su constitución, en otras posiciones de sujeto.

En los capítulos 4 y 5 exponemos el sujeto histórico en su historia de

conformación signada por el antagonismo y la identidad. El antagonismo en la

relación social de explotación “contratista” en CODELCO, sede de procesos de

subjetivación, politización y reconfiguración identitaria de las individualidades que

se van articulando en el SITECO, entrando en la contradicción discursos

prácticos que son “estilos” distintos de sindicalismo. Al finalizar esta parte, el

SITECO se nos representa como “sindicato de clase” en tanto

sobredeterminación discursiva de sí mismo, como identidad colectiva coherente,

lógicas horizontales de representación y organización político-sindical, así como

confrontacionales de su acción, que sintetizamos como un sindicalismo de

representación y confrontación horizontal.

En definitiva, se narra la historia reciente del SITECO como historia subjetiva, del

sujeto, de una organización de los trabajadores “contratistas” de la División El

Teniente de CODELCO.

La elección de la temporalidad (2000-2006) responde a los años en que se

registra el ingreso de Jorge Peña a trabajar en el mineral y el año en que éste,

junto a una nueva generación de trabajadores “contratista”, entre la que se

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encuentra Andrés Leal, conquistan la presidencia del SITECO e inauguran el

tiempo del “sindicato de clase”.

La construcción del sujeto histórico se ha hecho problematizando una

epistemología positivista de la historia y las ciencias sociales. La concepción de

la conformación de la realidad del sujeto no opera como determinación de las

estructuras, sino como proceso sobredeterminado por una formación discusiva

de la cual esta investigación forma parte, por eso enfatizamos que nuestro sujeto

es histórico.

Proponiendo el papel activo del sujeto y visualizando su realidad como un

proceso constructivo-comprensivo, es que la metodología que ha servido de

instrumento de producción de discursos memoriales y recopilación de “hechos”

que contrasten dichas memorias, es una metodología propia de la historia del

presente; la metodología de la memoria oral mediante un ciclo de entrevistas

semiestructuradas en profundidad, en las que el cuestionario y el estilo (si son

más o menos estructuradas) va variando según las contingencias de la

investigación, cuyos resultados son puestos al trasluz de fuentes escritas toda

vez que ha sido posible.

Acerca de esta última cuestión es necesario manifestar que, dada la casi total

ausencia de fuentes oficiales y escritas, los relatos de la memoria están en el

centro de la construcción de la narración histórica. Esto supone una importante

mediación del pasado por el presente subjetivo, pero, no habiendo un relato de

la historia reciente de éste sujeto, es necesario suspender la “incredulidad”

(Gross, 2002) para generar una historia que nos permita contemplar (Retamazo,

2013) su pasado coetáneo (Aróstegui, 2004) y posibilitar la comprensión analítica

del futuro (Bauman, 2002).

El criterio detrás de la selección de las individualidades claves de esta historia

consideró necesario que estas identidades se hayan encontrado en ubicaciones

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políticas centrales del directorio y del cuerpo de delegados al interior del SITECO

durante el periodo definido.

Así, Jorge Alejandro Peña Maturana fue el primer joven comunista en ingresar

como “contratista” a El Teniente después de dictadura, en 2000. Inmediatamente

formó parte de la célula del su partido, siendo integrado al directorio del sindicato

en 2002, pasando a ser presidente del mismo en 2006, ocupando tal cargo hasta

la actualidad.

Andrés Leal Alvarado ingresó a El Teniente en 2004, siendo ya integrante del

Partido Humanista y del Movimiento Humanista. Ahí, casi inmediatamente,

desarrolla un trabajo político-sindical entre los “contratistas” de la empresa In

Situ, formando una organización colectiva, no sindical, de trabajadores. En el año

2005 ingresa al SITECO y se vuelve el principal colaborador de Jorge Peña en

las tareas sindicales, aunque no ingresa formalmente a los organismos dirigentes

hasta el año 2006 cuando se integra al directorio con la tercera mayoría de los

votos.

Gabriel Ricardo Espinoza Fernández entra a El Teniente en 2004, luego de haber

tenido una experiencia laboral previa en dicha división. En ese mismo año ingresa

al SITECO como delegado de la base-empresa de la contratista donde trabajaba.

Junto con estas individualidades claves, hemos entrevistado a actores implicados

directamente en los procesos de reconfiguración de la identidad colectiva del

SITECO en esos años, actores que aparecieron de modo central en el relato de

nuestros protagonistas. Hemos entrevistado a Danilo Jorquera, representante de

la antigua generación de dirigentes comunistas del SITECO con la cual

disputaron posiciones nuestras memorias en esta historia. También a Manuel

Ahumada quién en el tiempo aquí narrado fuera dirigente del sindicato de la

empresa contratista CMS y militante del Partido Comunista, actual presidente de

la Confederación Trabajadores del Cobre (CTC).

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Conscientes de la fragilidad subjetiva de las memorias, como señalamos más

arriba, hemos integrado la revisión de fuentes prensa nacional, documentación

de instituciones de investigación social, documentación interna, escritos públicos

del sindicato y materiales culturales.

Las fuentes de prensa nacional las hemos utilizado para completar las memorias

altamente limitadas por su extensión espacial durante la coyuntura de huelga

nacional en 2006. Ésta, por su extensión nacional, no podía ser englobada por

las memorias. A la vez, el ingreso de múltiples identidades en el desarrollo del

conflicto que constituyó la contingencia de la determinación hegemónica del

SITECO, volvió necesario este apoyo crítico; La Nación (Diciembre, 2005: Enero,

2006); El Mercurio (Diciembre, 2005; Enero, 2006).

La documentación de instituciones de investigación también ha sido requerida

para contrastar y completar los relatos, sin embargo también para poseer una

descripción de “control” respecto de los hechos acaecidos en dicha huelga

nacional. Aquí hemos considerado la Revista del Observatorio Social de América

Latina correspondiente al cuatrimestre enero-abril 2006 (OSAL, 2006).

Respecto de la documentación interna y escritos públicos del sindicato, hemos

revisado en conjunto con algunas de nuestras individualidades claves sus

respectivas bibliotecas y archivos digitales referidos a nuestra narración, pero

lamentablemente no hemos conseguido recopilar una gran cantidad de

documentos. En su mayoría son posteriores al año 2010. Sin embargo en 2007

se consagraron legalmente los estatutos del “sindicato de clase” documento que

nos permite complementar el relato referido a tal institucionalidad. De modo

similar, en 2013 Jorge Alejandro Peña Maturana publicó un artículo digital

referido a la toma del mineral realizada en diciembre de 2003, un suceso que

hemos considerado relevante en la historia reciente del SITECO. Estos dos

conforman las fuentes de apoyo a la narración de esta historia.

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Finalmente, hemos utilizado el documental Mineros: Sudor y esperanza (SAME,

2006), el cual registra la segunda huelga de los trabajadores de In Situ en octubre

de ese año. Como archivo audiovisual y material cultural, contiene los discursos

de los actores claves de nuestra historia, precisamente en el momento en que se

ha estabilizado la sobredeterminación hegemónica del sindicato, permitiéndonos

reconocer el registro del relato hegemónico inmediato del “sindicato de clase”

hacia finales de 2006.

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CAPÍTULO I

CONTEXTO ACADÉMICO DEL SUJETO

1. El presente del sujeto

Esta investigación se inscribe en la perspectiva histórica del sujeto. El sujeto

histórico estudiado es nuestro “coetáneo” (Aróstegui, 2004). La especificidad

temporal que hemos decidido darle a nuestra investigación (2000-2006) y su

ubicación geográfica (la ciudad de Rancagua y la División El Teniente de

CODELCO, ubicadas a 150 km de Santiago) son dimensiones que la

circunscriben al pasado reciente.

Pero su temporalidad histórica no puede ser definida como un tiempo inmanente,

que simplemente se nos aparece, sino que ha sido delineada como síntesis de

múltiples determinaciones durante el proceso investigativo mismo, en el contacto

reflexivo con diversas fuentes discursivas emergidas de temporalidades y

espacios diversos: las narraciones de los entrevistados que prefiguraban

procesos históricos; la prensa; los documentos institucionales de la organización;

su archivo histórico; el local del sindicato; las casas de los entrevistados; las

lecturas en los viajes de Santiago a Rancagua y de Rancagua a Santiago; etc. .

Sin embargo esto no es todo, porque el SITECO aún existe y sus procesos

históricos están abiertos.

Circunscrita en estas temporalidades, la historia del SITECO es una historia

fluyente, sus márgenes están temporal y espacialmente en constantes y

multidimensionales redefiniciones. Así, esta investigación se encuentra en el

campo de la “historia del presente” (Aróstegui, 2004).

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Nuestro sujeto histórico moldea su presente en tanto éste es determinado

inestablemente por acontecimientos que establecen su “campo cronológico”

(Aróstegui, 2004; 27), los procesos constituyentes de su formación discursiva.

El presente histórico del objeto de estudio no es únicamente aquel en que se

concentra la atención del investigador, sino que es el presente del sujeto

construido en una relación intra e inter-discursiva.

El SITECO que definimos como sujeto de esta investigación, es el resultado de

un proceso de análisis reflexivo sobre las discursividades que lo contienen de

manera objetivada o fenoménica. En esta discursividad también se encuentran

las investigaciones académicas publicadas que lo identifican y analizan. Así, el

presente histórico del SITECO está definido, en sus márgenes, por los

acontecimientos de las narrativas en que se inserta e intersecciona. Tales

acontecimientos son fundamentos de su contemporaneidad.

Siguiendo a Aróstegui, los

“límites temporales de una historia del presente son el resultado de una

decisión social, materializada por un proyecto intelectual concreto, ligada al

fenómeno generacional y a la delimitación de la coetaneidad y, en su

aspecto más técnico, a la posibilidad de captar un tiempo histórico

homogéneo a partir de un cambio significativo.” (Aróstegui, 2004; 27).

El presente histórico del SITECO debe ser identificado por los acontecimientos

que fundan el campo de discursividad en que se inscribe. La “historiografía

laboral o de los trabajadores” (Rojas, 2000; 103) junto a la sociología del trabajo

especializada en fenómenos “coetáneos”, lo enmarcan temporalmente y generan

un corpus analítico para su estudio.

No es posible entonces determinar un único acontecimiento fundante de esta

“contemporaneidad” (Aróstegui, 2004). El presente se ha constituido desde una

multiplicidad y multidimencionalidad de acontecimientos que establecen una

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totalidad temporal particular en que se articulan distintos campos (Bourdieu,

2003).

La historia del presente del SITECO se inscribe en un espacio histórico

multidimensional que posee, mínimamente, tres acontecimientos fundantes; a) el

golpe militar del 11 de septiembre de 1973 b) el Plan Laboral de José Piñera, año

1979 junto al conjunto de reformas que se institucionalizan como Código del

Trabajo en 1987 c) el Plebiscito de transición a la democracia en 1988 junto con

el advenimiento del primer gobierno democrático tras dictadura en 1990.

Estos momentos aparecen distintamente en cada una de las narrativas

académicas vinculadas a nuestro sujeto histórico. De este modo se delimita

aquello que consideramos como el presente del estado del arte del SITECO, la

reflexividad académica sobre el sujeto.

2. Su estado del arte en la historiografía

En una completa revisión del estado del arte de lo que llama historiografía laboral

o historiografía de los trabajadores, Jorge Rojas Flores (2000) expone las

coyunturas historiográficas por las que ha transitado esta disciplina en lo que

respecta a los estudios acerca de los trabajadores desde principios del siglo XX

hasta nuestros días.

Rojas se pregunta acerca de la historia reciente del trabajo en los últimos 40 años

cuestionando si estaríamos o no ante el fin de una época, explicando el

surgimiento de esta pregunta a partir de las investigaciones sociológicas que en

los años 80´s y 90´s “intentaron caracterizar los cambios operados en la sociedad

chilena” y que se preguntaron por el “fin del proletariado” (Rojas, 2000; 95).

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El autor repara en que durante los 30 años que siguieron al golpe militar, los

cambios acaecidos en el ámbito laboral han sido abordados escasamente por la

“historia de los trabajadores” (Rojas, 2000; 95), pero sin embargo han sido

preferentemente estudiados por otras disciplinas sociales, como la economía, la

ciencia política, la antropología y la sociología. La producción historiográfica es

menor aún si nos concentramos en la temática de nuestro objeto de estudio; el

sindicalismo de los trabajadores subordinados al capital en CODELCO.

A contrapelo del vacío imperante en nuestra disciplina, en una investigación que

se inscribe en las temáticas acerca del trabajo y los trabajadores, enfocada en

un objeto de estudio similar al nuestro. Muy recientemente el historiador Rolando

Álvarez Vallejos, integrante del grupo de investigadores del Instituto de Ciencias

Alejandro Lipschutz (ICAL), publicó en el año 2012 el artículo; ““identidad

precarias”: Sumisión y resistencia laboral en Chile. El caso de los trabajadores

precarios del salmón” (Álvarez, 2012).

Rolando Álvarez “pesquisa” lo que llama el “mundo masivo, pero básicamente

desconocido” (Álvarez, 2012) de los trabajadores precarios de la industria del

salmón, preguntándose si acaso “¿Es posible hablar de la existencia de

identidades laborales particulares entre los operarios de esta industria?” (ídem.).

El conjunto de la investigación está articulada problematizando la cuestión de la

identidad en el trabajo, conceptualizada como “identidades laborales”.

El concepto de “trabajo” es un concepto central de esta investigación, que lo

comprende como una dimensión fundante de las “identidades precarias” de

subcontratados salmoneros, pero también como una dimensión central en la vida

de las personas” (Álvarez, 2012). Sin que quede explicitado en el texto la matriz

teórica de su enfoque de investigación, éste colinda con una noción ontológica

del trabajo. Este punto sin duda importante lo trataremos más específicamente

en el capítulo siguiente, aquí nos interesa revisar el concepto histórico de

identidades que aporta.

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“Identidades precarias” designa las identidades de los trabajadores

subcontratados de la industria del salmón. La “precariedad” estaría dada por las

características del trabajo, en tanto “régimen laboral” de este segmento de

trabajadores subcontratados. Tal tipo de trabajo, precario, estaría impidiendo una

identidad “fuerte” dada la alta movilidad de la mano de obra, la inestabilidad

laboral y los altos niveles de explotación del trabajo. Y, al mismo tiempo, la

precariedad estaría provocando el malestar subjetivo en los trabajadores de

dicha industria.

La necesidad de enfrentar las condiciones laborales de precariedad y

subordinación extrema, llevaría a sectores de trabajadores a confrontarse contra

las empresas mandantes o contratistas, pero sin generar una identificación de

“carácter proyectual” en tanto desarrollo de una dimensión politizadora de sí

misma.

En este esquema la acción colectiva se explica, fundamentalmente, por

circunstancias objetivas de agudización de las condiciones de explotación. Las

“identidades precarias”, a la vez, tendrían tanto un nivel individual como colectivo

en tanto identidad laboral.

Dejando de lado la tensión teórica y epistemológica de nuestra investigación con

la de Álvarez, la constitución de las identidades de trabajadores en regímenes de

trabajo precario como “identidades precarias” es, en tanto señala una cualidad

histórica de los sujetos, enormemente significativa, ya que permite describir

procesos de articulación discursiva que constituyen identidades en trabajos no

tradicionales, donde se suponía, teóricamente, que la constitución de

identidades, y más aún, la conformación de identidades colectivas, era poco

probable.

Efectivamente, la propuesta de una lógica de la negatividad respecto del agente

de opresión laboral, también llamada explotación, está presente en nuestro sujeto

de estudio.

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19

Lo anterior y las similitudes en las condiciones de emergencia de una identidad

precaria en el sujeto subcontratista de la salmonicultura como en él “contratista”

de la División El Teniente de CODELCO – el tipo de trabajo, su fragmentación y

flexibilidad – plantea la posibilidad de que estemos frente al surgimiento de

nuevas identidades colectivas precarias, que no son sólo un fenómeno acotado

en el tiempo y el espacio, sino que pueden llegar a ser producto de un efectivo

contexto histórico compartido y una realidad emergente en diversos centros

laborales del país, especialmente de la industria vinculada a la exportación.

El artículo de Rolando Álvarez comienza a trazar un surco de investigación fértil

acerca de la historia presente de los trabajadores subcontratados en el sector

industrial exportador que junto con esta y otras investigaciones en curso referidas

a identidades laborales y colectivas en el trabajo comienzan a indicar la existencia

nuevos universos subjetivos de los/as trabajadores/as de Chile.

3. Formación hegemónica neoliberal: modelo de

acumulación, modelo de relaciones laborales y

dispositivos de dominación.

Antunes en ¿Adiós al trabajo?: Ensayo sobre las metamorfosis y la centralidad

del mundo del trabajo (2001), define la formación neoliberal como “modelo de

acumulación flexible” (Harvey, 1992). Esta operacionalización del concepto se

encuentra presente en las publicaciones académicas referidas al sujeto en

cuestión (Narbona, 2014: Aguilera & Villalobos, 2008: Julián, 2012). Es adecuado

fijar los límites más generales de la definición del geógrafo y teórico social

británico, para dar el marco a las investigaciones que hemos consultado.

En Harvey la particular forma de acumulación contemporánea está dada por:

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20

“un enfrentamiento directo con la rigidez del fordismo. Ella se apoya en la

flexibilidad de los procesos de trabajo, de los mercados de trabajo, de los

productos y los patrones de consumo. Se caracteriza por el surgimiento de

sectores de la producción enteramente nuevos, nuevas maneras de proveer

de servicios financieros, nuevos mercados y sobre todo una tasa de

innovación comercial, tecnológica y organizacional altamente

intensificadas. La acumulación flexible implica rápidos cambios de los

patrones de desarrollo desigual, tanto entre sectores como entre regiones

geográficas…” (Harvey, 1992: 140).

Antunes (2001) complementa delimitando que el modelo de acumulación flexible

posee tres características que lo diferencian de otros modelos de acumulación

que se han registrado en la historia del capitalismo; “a) está planeado para el

crecimiento b) su crecimiento en valores reales se apoya en la explotación del

trabajo vivo en el universo de la producción c) el capitalismo tiene una dinámica

tecnológica y organizacional intrínseca”.

Más específicamente, respecto de los procesos o prácticas de trabajo, se

especifica que “los sistemas de trabajos alternativos pueden coexistir unos con

otros, en el mismo espacio, de manera que les permita a los empresarios

capitalistas escoger con comodidad entre ellos… ” (ídem; 175).

El neoliberalismo es entendido de este modo, como una relación social de

explotación histórica y específica, especial forma de organización social

capitalista, una concreta “técnica de producción y técnica de dominación” (Laclau

& Mouffe, 1987; 116).

Esta politización del espacio económico está también presente en el estudio

acerca de la subcontratación en CODELCO de Aguilera y Villalobos (2008),

también la encontramos en la investigación acerca de los modelos de relaciones

laborales en Chile que realiza Narbona (2014). El centro del planteamiento de

estos autores nacionales propone que no es posible comprender los procesos de

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los sujetos en posiciones de subcontratación (Aguilera & Villalobos, 2008) o

trabajadores en general (Narbona, 2014) solamente considerando su historicidad

como un resultado determinado del desarrollo de las dinámicas de la pura

economía.

Narbona (2014) plantea, “tomando la interpretación de David Harvey” (Narbona,

2014; 9), que el neoliberalismo en Chile se desarrolló como posibilidad

constituida por la restauración de la “dominación de clase” llevada a cabo por el

golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y los primeros años de dictadura. Por

su parte Aguilera y Villalobos (2008) señalan que entienden la subcontratación

como “…“un fenómeno económico incrustado” (Polanyi, 1992; 23), es decir, como

un fenómeno económico que se encuentra contextualizado en una cultura, una

historia y una sociedad determinada” (Aguilera & Villalobos, 2008; 5). Ambas

conceptualizaciones implican que los procesos productivos propios del

capitalismo contemporáneo, aquellas específicas relaciones sociales de

explotación, concentradas en el trabajo, requieren ser entendidas más desde un

punto de vista político que meramente técnico (ídem; 6).

La formación neoliberal es, entonces, una especificidad del “metabolismo social

del capital” (Mészarós, 2010), una particular “relación social de explotación”

(Aguiar, 2008), que se encuentra constituida no únicamente desde la dimensión

económica clásica.

El conjunto de investigaciones vinculadas a nuestro sujeto, la mayoría

sociológicas, unas desde la psicología y psicología laboral y otras desde la

ciencia política, concuerdan en identificar que la relación social neoliberal se

articula como una intersección de campos (Bourdieu, 2003).

Julián (2012) llama a esta relación “formación hegemónica neoliberal”. Un

espacio de prácticas discursivas de todo tipo, que permiten la reproducción del

patrón de acumulación flexible (Harvey, 1992). Éste ha pasado de sostenerse

como poder de coerción a madurar como poder hegemónico, sin abandonar la

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coerción, pero consiguiendo el consenso de sujeción de los agentes

subordinados en la relación social de explotación (Julián, 2012), es decir, de los

asalariados subordinados al capital.

Esta formación hegemónica ha sido agrupada, por los diversos estudios referidos

a nuestro tema, en tres momentos que se encuentran entrelazados en la realidad

concreta del modelo neoliberal;

a) Sistema, modelo o patrón de acumulación flexible (Harvey, 1992, 2007:

Antunes, 2001: Narbona, 2014: Agacino, González & Rojas, 1998:

Aguilera & Villalobos, 2008).

b) Modelo de relaciones laborales (Narbona, 2014: Calderón, 2008: Julián,

2012).

c) Dispositivos de disciplinamiento propios (Julián, 2012: Calderón, 2008).

Pasaremos entonces a revisar cómo el conjunto de autores sistematiza cada uno

de estos momentos.

Sistema, modelo o patrón de acumulación flexible

Agacino, Gonzáles y Rojas (1998), señalan que el “nuevo patrón de acumulación”

(Agacino et. al., 1998; 119) es el efecto de una transformación temprana y

sistemática de los procesos productivos y de trabajo iniciada a mediados de los

setenta. Transformación caracterizada por dos tendencias; a) fragmentación

productiva b) flexibilidad del mercado de trabajo.

La primera tendencia estaría dada por la desconcentración de la producción

dando origen a un entramado productivo que comprende empresas medianas,

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pequeños talleres y eventualmente trabajadores a domicilio; un complejo

orgánico por donde transita la producción de una canasta de mercancías bajo la

dirección directa o indirecta de una empresa dominante que define los

volúmenes, los tipos de productos, sus precios e inclusive las técnicas de control

de calidad, de producción y de trabajo. La segunda tendencia posee su

historicidad en el desmontaje de la institucionalidad laboral que realiza la

dictadura militar identificable con claridad a partir del Decreto de Ley 2.200 en

1978, el cual abrió las condiciones para el dictamen de un conjunto de leyes

reunidas en el Código del Trabajo de 1987, las que afectaron drásticamente las

condiciones de venta y uso de la fuerza de trabajo en el mercado.

Este modelo en que se enmarcan las “prácticas sociales” es también considerado

por Ricardo Calderón (2008) cuando caracteriza en términos generales el

contexto sobre cual se desarrolla la acción sindical en nuestro país. Para este

autor existe un particular “modelo de desarrollo” de “opción neoliberal”. Tal

“opción” no se agota en “lo económico”, ni tampoco en las regulaciones legales

que le dan soporte y legitimidad institucional, sino que también se “expresa y es

determinante en la forma en que las personas se representan y vinculan con “lo

social” y/o “lo colectivo”.” (Calderón, 2008; 112).

El modelo de desarrollo de “opción neoliberal” está basado en la privatización de

prácticamente la totalidad de la actividad económica, promoviendo ideologías de

libre movilidad y ajustes de los factores de los procesos de producción como

efecto de los dictámenes del mercado. Los actores en este diseño neoliberal son

siempre individuales un nunca colectivos; empresas o personas.

Calderón distingue tres conceptos en las “relaciones sociales de producción”

(ídem; 112); el trabajo, la empresa y flexibilidad laboral.

Respecto del primero considera, como hace Gorz (1991), que el incremento de

las tecnologías intensivas aumenta la productividad del trabajo, pero reduce su

valor y a la vez contribuye a aumentar las elevadas tasas de desempleo junto con

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permitir el desarrollo de “diferentes formas de flexibilidad laboral”. La empresa,

por su parte, ha tendido a la fragmentación y atomización formal en muchas

individualidades legales determinadas. Esta situación ha tenido importantes

implicancias sobre las relaciones laborales en marcadas por la legislación,

llevando a la atomización del poder negociador de los trabajadores.

Finalmente, respecto de la flexibilización laboral considera que tiende a

desproteger progresivamente a los trabajadores con el fin de disminuir el valor de

su fuerza de trabajo y elevar los niveles de productividad.

De manera similar Abarzúa (2008) conceptualiza la tendencia global de las

principales ramas del país en el terreno económico y social, como un giro a la

fragmentación productiva y a la flexibilidad del empleo, resaltando la

“externalización de actividades” como una de sus expresiones. El resultado de

esta actividad es la “gestión flexible” de la economía por parte de las empresas,

produciendo condiciones precarias de empleo.

Modelo de relaciones laborales

Aquí consideramos necesario precisar que por “modelo de relaciones laborales”

debe entenderse una “trama normativa integrada (en el sentido de funcionar

como un sistema), conformada por las reglas que han ido construyéndose para

el “gobierno de las relaciones industriales o también llamadas relaciones

laborales, en donde, sí se las entiende como relaciones de fuerzas, lo que importa

es determinar quien toma las decisiones y de qué manera (Lucena, 1999; Cedrola

y Raso, 2008)” (Narbona, 2014).

Ahora bien, Calderón (2008), señala que en el Chile contemporáneo las

relaciones laborales se definen como una relación bipartita trabajadores-

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empresa, sin que el Estado juegue un rol relevante al interior del proceso de

negociación colectiva que ocurre a un nivel descentralizado y de empresa.

Similar a este planteamiento que ubica externamente al Estado está Daroch

(2007). Daroch considera que los aspectos de superior importancia para

comprender los conflictos laborales son aquellos “socio-políticos” que están

caracterizados por la ausencia de prevención y abordaje sistemático por parte

del Estado y entidades corporativas (Daroch, 2007).

Haciendo hincapié en el campo sociopolítico, pero desde una concepción teórica

distinta y con conclusiones opuestas, Narbona (2014) considera que en el modelo

de acumulación flexible en Chile:

“… si bien el Estado se resta de la regulación social y de la previsión de

bienes y servicios críticos para la población, su presencia se ve reforzada

en su labor de afirmar un marco institucional favorable para el desarrollo de

los negocios, la apertura de nuevos mercados y el aseguramiento de la

propiedad privada, desplegando un poder interventor incluso más directo

sobre las prácticas sociales colectivas y formas organizativas que resistan

esa inversión. En otras palabras, se constituye un “Estado Neoliberal” que

facilita las condiciones para una acumulación rentable y flexible de capital

en el mercado global (Harvey, 2007).” (Narbona, 2014; 22)

Narbona en éste mismo texto se concentra en caracterizar y analizar los modelos

de relaciones laborales distinguibles en la historia de Chile durante el siglo XX.

Concluye que el actual modelo de relaciones laborales es una prolongación y

profundización del modelo de este tipo instalado en sucesivos procesos de

transformación desde 1978 y habiéndose consolidado en 1987 por medio del

Código del Trabajo.

El nuevo modelo de relaciones laborales es un aspecto central constitutivo de la

“revolución capitalista en Chile” (Gárate, 2012) que la autora caracteriza como

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“revolución liberal” utilizando retóricamente el concepto que José Piñera (1990).

Es constitutivo porque estableció mediante de la institucionalidad jurídica, una

determinada normalidad entre trabajadores y empresarios inserta en la

“modernización” (Piñera, 1990). El Plan Laboral de 1979 produjo una “revolución

laboral” que generará un modelo de relaciones laborales acorde con una

“economía libre y abierta al mundo”, como con la flexibilidad en el mercado de

trabajo. Esto redefinió el marco de acción de las organizaciones sindicales,

reconfiguró las fuerzas al interior de la relación laboral entendida como “relación

de poder” (Narbona, 2014; 16). Se aumentó la libertad de los empresarios para

subordinar a los trabajadores y, se redujo a la unidad mínima la injerencia sindical

en base a los principios de la “desintermediación social e individualismo laboral”

(ídem.; 16).

El nuevo modelo de relaciones laborales cerró la posibilidad de negociar a

cualquier nivel superior que la empresa. Sus cuatro pilares son: a) negociación

colectiva sólo a nivel de empresa b) huelga “no monopolista” o que “no paraliza

los centros de trabajo” c) liberalismo organizativo con paralelismo organizacional

y, d) despolitización sindical.

En términos generales, éste modelo impuesto por la dictadura militar buscó

“reemplazar la lucha de clases (trabajadores versus empresarios) por la lucha de

empresas (trabajadores y empresarios de una misma empresa versus los de otra

que compite con ellos) (Piñera, 1990; 108)” (Narbona, 2014; 20).

Respecto de la subcontratación, el Plan Laboral deroga la Ley 16.757 que

“prohibía que los trabajos inherentes a la producción principal y permanente de

una empresa fuesen efectuados por contratistas o concesionarios” (ídem.; 20).

El modelo presente de relaciones laborales se define, entonces, como uno de

relajación de la legislación en el campo del derecho individual con una mayor

regulación, rigidez y prohibición en el campo del derecho colectivo de trabajo.

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El Estado se transforma en garante de las condiciones para la acumulación

rentable y flexible de capital en el mercado global (ídem.; 22).

Dispositivos de disciplinamiento propios

Finalmente, la literatura referida a la relación social neoliberal en que se

desenvuelve el sindicalismo subcontratista hace referencia a los específicos

sistemas y dispositivos de disciplinamiento y control sobre los trabajadores.

Julián (2012) analiza la serie de elementos “que configuran y modelan la forma

de sujeción hegemónica instalada en el trabajo y en las relaciones laborales en

Chile, con una caracterización y tipificación desde el paradigma de la

precarización social, de las principales formas de disciplinamiento y control, como

sus consecuencias, en el ejercicio de las prácticas sindicales y de negociación

colectiva” (Julián, 2012; 110). Este sociólogo identifica que las lógicas

corporativas desarrollan sofisticados dispositivos que buscan legitimar “la idea de

que el sujeto debe “colaborar” con la firma y “competir” con otros/as

trabajadores/as.” (ídem.; 110). Esto tiende a crear una “matriz” de

disciplinamiento laboral más eficiente, en el marco del nuevo patrón de

acumulación capitalista que exige mayores índices de competitividad y

productividad.

Contextualiza los dispositivos de dominación en el trabajo inscribiéndolos en un

proceso de mutación de las relaciones “laborales y de trabajo” que ha estado

definido por las correlaciones de fuerzas entre las organizaciones de las “clases

sociales” al interior del espacio político.

Las contemporáneas relaciones laborales se han articulado a un “imaginario de

consensos” y, a la vez han configurado un “régimen hegemónico” dominante en

tanto articulación de una legislación permisiva con los intereses empresariales,

una cultura laboral de la “clase empresarial” que promueve el debilitamiento de

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las organizaciones colectivas de los trabajadores y trabajadoras. En este

escenario se han establecido dispositivos de disciplinamiento que buscan

domesticar la fuerza de trabajo por medio del miedo, la inseguridad y la

inestabilidad producida por condiciones de trabajo altamente precarias.

Los dispositivos de disciplinamiento emergen de la “gestión de la fuerza de

trabajo” subsumida en el paradigma de los “Recursos Humanos” que ha ocupado

el espacio simbólico de los dominados como poder político, devenido en poder

hegemónico. Esta dominación es definida como “management” que se entiende

como dispositivo que articula prácticas de subjetivación que genera identidades

funcionales a la acumulación de capital (Julián, 2012; 119). El “management”

promueve los dispositivos más adecuados para la racionalización del control de

los” recursos productivos” (ídem, 2012; 119-120).

Según este autor, en el actual presente modelo de acumulación flexible existen

tres núcleos problemáticos respecto de los que la gestión empresarial debe

constituir dispositivos de disciplinamiento en el trabajo:

a) Insatisfacción de los trabajadores con el sistema de remuneraciones.

b) Falta de identificación del personal con los objetivos de la empresa.

c) Insuficiente capacidad empresarial para negociar la innovación.

Los dispositivos que se despliegan son acordes con los principios de la

colaboración entre trabajador y empresa. Se movilizan factores emocionales con

el objetivo de generar una mayor y más profunda implicación subjetiva con el

proceso subordinado de trabajo.

Aquí se distinguen los sistemas de recompensa, la selección de personal, la

capacitación, el liderazgo de los equipos de trabajo, evaluaciones y formas de

control, de rendimiento, así como de productividad.

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Finalmente, respecto de la actividad sindical, el empresariado recurre a la

utilización negativa de dispositivos como los anteriores que en última instancia

tienen su forma más “dura” en el despido, medida posibilitada por el entramado

legal que constituye la relación laboral y por la existencia de otros trabajadores

en permanente disposición para ser contratados (Julián, 2012).

Además Calderón (2008) hace mención a los “sistemas de control que operan

sobre la acción colectiva en sí”. El rol de estos sistemas es desencadenar y

mantener el miedo en los trabajadores/as. Por una parte están aquellos de

“represión subjetiva” que generan una emocionalidad fundamentada en el temor

como principal percepción del mundo empresarial, siendo útil a la hora de reprimir

la participación sindical, atribuyéndole significados negativos a la acción colectiva

de asalariados subordinados al capital, asimilándola a “derrotas y costos

personales” (Calderón, 2008; 115).

Al mismo tiempo opera una “represión objetiva” directamente sobre los cuerpos.

En esta dimensión se inscriben las “listas negras” en que los activistas y militantes

sindicales son catalogados de “conflictivos” y “agitadores”, para luego ser

compartidas entre las empresas a fin de disciplinar a dichos agentes. Estos

individuos que buscan la organización colectiva pueden ser colocados en lugares

en donde pierden las posibilidades de acceder a un mejor empleo o,

directamente, son despedidos y no vuelven a ser contratados en las empresas

del sector en que se encuentren. Existen también prácticas más sofisticadas de

represión como el “acoso laboral o mobbing”.

El despido produce un efecto disciplinador que se amplifica al resto de los

trabajadores/as, porque en las condiciones de precariedad producida por la

flexibilidad laboral, el trabajador/ra y su núcleo familiar, al encontrarse sin

ingresos, carecen de la capacidad económica para satisfacer sus necesidades

básicas; “un castigo directo a la corporalidad de las personas” (Calderón, 2008).

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Este autor manifiesta que en la gran minería estas prácticas son habituales sobre

los profesionales que han logrado constituir y mantener un sindicato.

“… la vertiente subjetiva y simbólica como la objetiva y directa son dos

mecanismos represivos de control que tiene como propósito la generación

de un miedo que inhibe la disposición a participar en las instancias de

organización colectiva de los trabajadores.” (ídem.; 116).

4. Subcontratación en la gran minería del cobre y

en CODELCO

Una forma específica de la acumulación flexible

La subcontratación en la gran minería del cobre es una forma específica que

toma la relación social neoliberal madura y hegemónica, pero más

específicamente es una forma de producir la relación laboral en el modelo de

acumulación flexible.

Entre la literatura disponible existen cuatro textos que sintetizan las proposiciones

respecto de ésta, ubicándola como una realidad integrada al modelo productivo

contemporáneo en la gran minería del cobre. Se trata de las publicaciones de

Aguilera y Villalobos (2008), Agacino et. al. (1998) y Leiva (2009).

A continuación revisaremos los resultados de las investigaciones de este grupo

de autores que han enfocado la cuestión de los trabajadores en régimen de

subcontratación al interior de la gran minería del metal rojo.

Aguilera y Villalobos (2008) constatan, citando a Echeverría (1996), que en

términos generales la subcontratación se viene desarrollando en Chile “con

fuerza” desde los años 30 en rubros como la metalurgia, la minería, la

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construcción y la industria, mas, lo característico de la subcontratación

contemporánea son sus particulares consecuencias sobre las “formas de

trabajo”.

En la actualidad “la subcontratación se refiere a la relación que busca el

“abaratamiento de los costos más que como un camino a la especialización y de

búsqueda de la calidad de los y los productos” (OIT, 1998: 2).” (Aguilera y

Villalobos, 2008; 7), agrupando a diversidad de “formas de trabajo y de relaciones

entre el trabajador y su producto, donde a pesar de las diferencias, siempre se

intenta mostrar la subcontratación como “una relación laboral anormal y atípica”

(OIT, 1998: 5).” (Aguilera y Villalobos, 2008; 7).

Sin embargo, lo que distingue a la subcontratación es la “forma “especial” de

generar el contrato, distinta al trabajo normal” (Aguilera y Villalobos, 2008; 8).

Ahora bien, el grupo de autores también señalan que es errado considerar la

subcontratación como una situación poco común, debido a que los trabajadores

llamados “contratistas” en muchas ocasiones son el grueso de los trabajadores

de la actividad y no están ya sólo en actividades marginales o esporádicas.

Según estos autores, como también propone Leiva (2009), en la subcontratación

existen dos acepciones si se toma en consideración aquello que se subcontrata.

Para Aguilera y Villalobos (2008) esto va a tener importantes consecuencias en

la relación laboral. La subcontratación puede ocurrir como el subcontrato de

producción de bienes o prestaciones de servicios o, bien, como subcontrato

directo del trabajo, subcontrato de trabajadores (Aguilera & Villalobos, 2008; 8:

Echeverría, 1996; 8) o lo que se conoce también como outsourcing (Leiva, 2009;

116).

El primer caso, que se tiende a concentrar en algunos poderosos grupos

económicos, se produce un

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“frecuente desperfilamiento de la figura del empleador tradicional,

dificultándose de esta manera la identificación de las partes en la relación

laboral, y por lo tanto, la responsabilidad que les cabe a cada una en el

cumplimiento de los deberes y derechos” (Marín, 2006: 245).” (Aguilera &

Villalobos, 2008; 8).

La subcontratación debe entenderse básicamente como “especialización de la

precarización” (Aguilera & Villalobos, 2008; 8). Concluyen que la empresa

subcontratada “extrae del trabajador gran cantidad de riqueza obtenida por su

trabajo, es decir, le extrae gran cantidad de plusvalía.” (ídem.).

Leiva (2009) pondera que la comprensión de la subcontratación debe considerar

las transformaciones económicas en América Latina en los últimos 30 años y las

“circunstancias en que éstas se llevaron a cabo”. Fue la incapacidad de la deuda

externa en la década de los 80´s la que ocasionó que las organizaciones

financieras internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) le

impusieran a la región un cambio en el estilo de desarrollo como condición para

poder continuar recibiendo créditos (Leiva, 2009; 114). Se implementó, de este

modo, el neoliberalismo basado en las ideas de la economía de la libre oferta, lo

que generó flexibilización de las relaciones laborales.

La subcontratación es, por lo tanto, una particular forma de vinculación laboral

flexible que se encuentra difuminada al interior de la relación civil o comercial que

la empresa subcontratada establece con la empresa principal que la contrata.

Por esta razón, señala la autora, la literatura ha considerado los empleos

subcontratados como empleos “atípicos” puesto que se aparatan en una o más

características de “un empleo asalariado que ofrece normas básicas y estándares

(Rodgers, 1988).” (Leiva, 2009; 116). Así Leiva comparte con Aguilera y

Villalobos (2008) que estos empleos atípicos devienen en “precariedad” (ídem.),

pero no debe significar la igualación de lo “atípico” a lo “precario”.

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Por su parte Agacino et. al. (1998) ubica la subcontratación como una “práctica

flexibilizadora” del trabajo junto a la “flexibilidad funcional” y a la “flexibilidad

salarial”. La subcontratación es denominada; “flexibilidad de cantidad o de

dotaciones”. La gestión empresarial ha forzado, sin mayores trabas, la estructura

ocupacional de un modo tal que ha diferenciado la relación laboral de los

trabajadores “de plantas fijas, con contratos indefinidos” respecto de la relación

laboral de los trabajadores de plantas variables “(contratos a plazo fijo o

temporales)” (Agacino et. al., 1998; 121).

Este tipo de flexibilización se presenta de manera externa a la empresa por medio

de productoras, de empresas de servicios, de talleres o, simplemente, de

trabajadores a domicilio o como subcontratación interna donde los trabajadores

“externos” laboran en la misma empresa “mandante”. Estas modalidades de

flexibilización le permiten a los empresarios ajustar sus dotaciones a las

fluctuaciones del mercado:

“si el ritmo de ventas disminuye, también disminuirán los pedidos a otras

empresas (subcontratación externa) y/o los subcontratos de los

trabajadores temporales (subcontratación interna); con ello se evitan los

costos del despido o tener personal al cual deban pagarle a pesar que en

una coyuntura del mercado como esa sean innecesarios.” (Agacino et. al.,

1998; 121).

Marco regulatorio

Tanto Agacino (1998) como Leiva (2009) hacen una exposición similar del marco

regulatorio de la subcontratación. La académica de la Universidad Arturo Prat,

por la data de su artículo alcanza a integrar los cambios aplicados a la legislación

de esta materia por la Ley de Subcontratación promulgada en abril de 2006. Por

la relevancia que tiene para nuestro objeto de investigación, será la expuesta a

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continuación, sin prejuicio de señalar que Agacino et. al. tratan la temática de

muy similar manera.

Leiva (2009) postula que la figura jurídica del subcontratista surge en Chile en

1975 al dictarse la ley número 1.263 que establece las labores de subcontratación

y le impone restricciones. En ese momento se excluían de la subcontratación las

labores inherentes a la producción principal y peramente de la empresa,

limitándola a la reparación o mantención de equipos (Leiva, 2009; 117).

Cómo vimos en el apartado anterior es con el Plan Laboral de 1979 que se

amplían las funciones de las empresas subcontratistas a través del Decreto ley

número 16.757 “haciendo posible subcontratar trabajadores para todas las áreas

de la empresa (Silva, 2007)” (Leiva, 2009; 117). Respecto de la relación laboral,

el mencionado conjunto jurídico, expresado en el Código del Trabajo señala que

“el dueño de la obra, empresa o faena será subsidiariamente responsable de las

obligaciones que afecten a los contratistas (empresas) en favor de los

trabajadores de estos” (Agacino et. al., 1998; 126).

El conjunto de normativas legales correspondientes directamente a la

subcontratación sufre una modificación con la Ley de subcontratación número

20.123 aprobada en el 16 de octubre de 2006 y puesta en derecho el 14 de enero

de 2007 (Leiva, 2009; 118). Ésta reconoce dos figuras distintas; por una parte la

subcontratación propiamente tal, y por otra, el suministro de trabajadores. En los

dos casos son reconocidos tres actores claves; la empresa mandante o bien la

empresa usuaria; la empresa contratista o la empresa de suministrados y; los

trabajadores. “Ambas figuras se distinguen por las relaciones – laborales o

comerciales- y por las implicancias jurídicas que derivan, tanto para las empresas

como para los trabajadores, de tales relaciones.” (Leiva, 2009; 118).

La diferencia “fundamental” entre una y otra figura se encuentra en la

dependencia de los trabajadores: en el caso de la subcontratación la

dependencia de los trabajadores se establece respecto de la empresa contratista,

Page 36: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

35

en el caso del suministro la dependencia de los trabajadores queda establecida

respecto a la empresa usuaria (aunque es la empresa suministradora la que le

paga el salario). En el primer caso se produce un contrato laboral entre la

empresa contratista y sus trabajadores, mientras que en el segundo se produce

un contrato civil o comercial entre la empresa usaría y la empresa suministradora,

oscureciendo la relación laboral propiamente tal (Leiva, 2009; 119).

La subcontratación como relación

Para Aguilera y Villalobos (2008) la subcontratación se constituye como un

fenómeno generalizado, tanto en la minería en general como en CODELCO en

particular. Destacan el hecho de que la subcontratación se extiende a lo largo del

conjunto del proceso productivo de la minería. Los actores involucrados en el

circuito de la subcontratación son tres: trabajadores, sindicatos y “empresas en

tensión” (Aguilera & Villalobos, 2008; 11). Los primeros se caracterizan por

participar en los “distintos procesos que se dan en CODELCO” (ídem.)

considerando a aquellos de planta, subcontratados y trabajadores honorarios y/o

esporádicos. En segundo lugar están las empresas que actúan proporcionando

los medios de trabajo y organizando la producción, de las que destacan dos tipos;

la empresa mandante (CODELCO) y las “empresas contratistas” que actúan en

las divisiones de CODELCO. Finalmente se encuentran los sindicatos, también

llamadas “organizaciones sociales”, son partícipes del proceso de la relación de

subcontratación en tanto buscan “mejorar” las condiciones de los trabajadores, y

se distinguen dos tipos: sindicatos de planta y sindicatos de trabajadores

subcontratistas.

Estos autores consideran que es la interrelación entre estos tres actores la que

constituye la relación de subcontratación propiamente tal en las divisiones de

Page 37: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

36

CODELCO. Proponen un modelo relacional para expresar su realidad específica

en la División El Teniente de la cuprera del estado.

ESQUEMA 1. Interacción de actores vinculados a la subcontratación en

la División El Teniente de CODELCO, 2008

En el núcleo central se encuentra CODELCO, es ésta la que se relaciona con

los demás actores. El rol de la empresa contratista es mediar entre trabajadores

“contratistas”, el sindicato y CODELCO, lo cual genera que la relación entre los

trabajadores “contratistas” y CODELCO no sea formal aun cuando en la

cotidianidad la empresa mandante actúe como dominante de la relación y aun

cuando exista una interacción directa entre trabajadores subcontratados y

CODELCO.

Sindicatos

planta

Trabajadores

planta

Trabajadores

contratistas Sindicatos

contratistas

Empresas

contratistas

Fuente: Elaboración propia en base a Aguilera & Villalobos (2008).

CODELCO

Page 38: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

37

Estos dos autores destacan que a la fecha los sindicatos de trabajadores

subcontratados cumplen el rol de puentes entre los trabajadores contratistas y la

empresa mandante. Por otra parte, no existe mayor relación entre los

trabajadores de planta y los “contratistas”, menos aun entre los sindicatos.

Estiman, desde esta consideración, que se produce una división entre

trabajadores y sindicatos de planta por una parte y trabajadores y sindicatos de

trabajadores subcontratistas por otra. Finalmente constatan la existencia de una

relación social de trabajo de planta y otra relación social de trabajo en régimen

de subcontratación, distintas pero entrelazadas, lo cual contribuye a la

intensificación de la inestabilidad en la relación laboral.

Subcontratación en la gran minería del cobre y en CODELCO

Antes de visualizar la realidad concreta de la subcontratación en la gran minería

del cobre y en CODELCO, es preciso considerar la caracterización de las

distintas fases productivas de la gran minería en las que se ha establecido la

subcontratación. Agacino et. al. (1998) establecen una precisa caracterización de

las distintas faenas o procesos en donde se producen las dinámicas de

subcontratación en la gran minería del cobre y en CODELCO. Así, las actividades

cubiertas por la subcontratación son:

a) Prospección y constitución de propiedades o labores de preproducción tales

como servicios satelitales, aerofotometría, análisis químico físicos y petrográfico,

los servicios de geología, geofísica y geomensura y la perforación de túneles de

sondaje.

b) Ingeniería de proyectos y planificación que incluye estudios de factibilidad de

mercado, de impacto ambiental, socioeconómicos, de ingeniería básica y detalle

y la planificación de operaciones.

Page 39: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

38

c) Montaje industrial, también formando parte de la etapa de preproducción esta

trenzada con las anteriores y es en esta etapa la que emplea mayor cantidad de

mano de obra.

d) Procesos de desarrollo que consisten en la apertura de nuevos frentes y el

fortalecimiento de las galerías, producidos antes y durante la explotación minera.

Es destacable que por el uso extensivo de mano de obra requiere de varios

servicios de apoyo al interior de los yacimientos como de las áreas anexas

(mantención de equipos, casino, aprovisionamiento de insumos, labores de aseo

industrial y doméstico).

e) Extracción de mineral, actividad principal de la minería, que comprende la

geología de operación, las perforaciones y expoliciones, el movimiento de

material estéril y el transporte de mineral.

f) Procesamiento y tratamiento del mineral que comprende el análisis químico y

físico, el control de calidad e inspección técnica, el movimiento de material, los

proceso de concentración por flotación o por lixiviación, la fundición, conversión,

refinación y electro-obtención.

g) Post-producción que se refiere al transporte del mineral después del

tratamiento, los servicios portuarios, de seguros y de comercialización. (Agacino

et. al., 1998).

Leiva (2009) constata que entre el 1997 y 2006 se produce un crecimiento

explosivo de la subcontratación en la minería en general. El número de empresas

contratistas en procesos productivos internos de la empresa mandante pasa de

ser 919 en 1997 a 3.157 en el año 2006, de constituir un 70% de total de

empresas a constituir un 80% del mismo.

Page 40: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

39

CUADRO 1. Empresas mandantes y contratistas en la minería en Chile en

el período 1997 a 2006

Año 1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

Mandantes 403

338

302

314

310

293

300

341

360

471

Contratistas 919

1031

1079

1296

1358

1501

1839

2033

2269

3151

Total 1322

1369

1381

1610

1668

1794

2139

2374

2629

3628

Más abrupto todavía se ve el fenómeno de crecimiento de la subcontratación al

visualizar la cantidad de trabajadores subcontratados ocupados en faenas

internas u operativas (no montaje industrial). Se puede ver en este enfoque un

crecimiento tanto de éstos como del total absoluto de asalariados empleados en

el sector. Leiva constata que la cantidad total de trabajadores “internos” en 1987

era de 67.000, mientras que en 2005 es de prácticamente el doble, pasando a

ser 133.989.

CUADRO 2. Número de trabajadores de empresas mandantes y

contratistas en la minería en el período 1985 a 2006

Año

1985

1990

1995

2000

2005

Contratistas

3174

10751

27300

39476

85891

Mandantes

63925

74508 54938

46621

48098

Total

67100

85259 82238

86097

133989

Fuente: Elaboración propia en base a Leiva (2009).

Fuente: Elaboración propia en base a Leiva (2009).

Page 41: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

40

En 1985 el porcentaje de trabajadores “contratistas” en la minería en general era

de tan solo un 4,7% del total alcanzando un 64,1% en 2005. Leiva observa que

el porcentaje de trabajadores ocupados en las empresas mandantes también

disminuye drásticamente entre un año y otro, develando una tendencia no solo

al aumento de la subcontratación sino que, además, a su extensión porcentual

sustituyendo la mano de obra de “planta”.

Específicamente respecto de CODELCO, Aguilera y Villalobos recurren a los

gráficos generados por Caputo y Galarce (2007) para identificar los números

absolutos de trabajadores subcontratistas en la estatal entre 1989 y 2006. El

resultado es que mientras que en 1989 los “contratistas” en faenas internas u

operativas eran 1.371, para el año 2006 éstos llegaban a 24.028, es decir un 51%

del total de trabajadores empleados en CODELCO y un 82% del total (internos y

externos) de trabajadores contratistas (18% de contratistas en fanas externas o

de “inversión”).

GRÁFICO 1.

1371

891310786

13774 14140

17614

19929

2495124028

0

5000

10000

15000

20000

25000

30000

1989 1995 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006

Fuente: Elaboración propia en base a Caputo y Galarce (2007).

Trabajadores de empresas contratistas en actividades operativas de CODELCO

Page 42: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

41

La misma situación que observábamos en la minería en general está presente en

CODELCO. Junto con la “sorprendente” (Leiva, 2009) expansión de la

subcontratación en labores operativas o internas, se registra la disminución del

personal de planta o empleados de CODELCO entre 1990 y 2006; Mientras que

en 1995 la relación entre trabajadores de planta y “contratistas” (en trabajos

operativos o internos) era de 28.445 (69% del total) respecto de 1.371 (31% del

total), en 2006 la relación se ha invertido pasando a 17.936 (43% del total)

trabajadores de planta y 24.028 (57% del total) trabajadores “contratistas.

GRÁFICO 2.

A partir de la misma gráfica de Caputo y Galarce (2007), presente en Aguilera y

Villalobos (2008), es apreciable que el número de trabajadores absoluto,

incluyendo a empleados de CODELCO y “contratistas” internos, ha crecido

significativamente y que los nuevos puestos de trabajo creados en la minera

nacional son principalmente generados por procesos de subcontratación. El

crecimiento económico de CODELCO en el ámbito del empleo está realizado,

principalmente, a partir de 2000, en base a contratación flexible.

28445

25674

19753

17349 17936

0

5000

10000

15000

20000

25000

30000

1980 1990 1995 2000 2006

Fuente: Elaboración propia en base a Caputo y Galarce (2007).

Trabajadores de planta de CODELCO

Page 43: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

42

GRÁFICO 3.

.

En 2006 el porcentaje de trabajadores “contratistas” en CODELCO significaba el

268% del total de “contratistas” en el año 1995 y el 146% del total de dotación

operativa de la cuprífera en aquel mismo año.

19753 17349 179368973 10786

2402828726 28135

41964

0

20000

40000

60000

Año 1995 Año 2000 Año 2006

Elaboración propia en base a Caputo y Galarce (2007).

Relación entre trabajadores de planta v/s "contratistas" en faenas operativas. CODELCO (1995, 2000 y 2006)

Trabajadores de planta

Trabajadores contratistas en faenas operativas o internas

Page 44: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

43

GRÁFICO 4.

Para concluir este apartado, sobre las bases de SERNAGEOMIN (2007: 2008)

se pueden elaborar dos gráficos que expresan la particularidad de la dotación de

planta y la dotación subcontratista al interior de la División El Teniente de

CODELCO. Esto permite confirmar a escala local la tendencia que ya ha sido

señalada por los autores anteriores para el conjunto de la gran minería y

CODELCO en particular.

69%62%

43%

31%38%

57%

100% 100% 100%

0%

20%

40%

60%

80%

100%

120%

Año 1995 Año 2000 Año 2006

Elaboración propia en base a Caputo y Galarce (2007).

Relación entre trabajadores de planta v/s "contratistas" en faenas operativas. CODELCO (1995, 2000 y 2006)

Trabajadores de planta Trabajadores contratistas en faenas operativas o internas Total

Page 45: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

44

GRÁFICO 5.

9495

4933

14428

66%

34%

100%

0

2000

4000

6000

8000

10000

12000

14000

16000

Empleados por empresascontratistas

Empleados por CODELCO Total

Elaboración propia en base a datos de SERNAGEOMIN 2000-2007.

Relación entre trabajadores "contratistas" v/s trabajadores de planta División El Teniente, CODELCO (2005). Sólo faenas

operativas.

Page 46: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

45

GRÁFICO 6.

4747

2563

1234

949

9495

50%

27%

13%

10%

100%

0 2000 4000 6000 8000 10000

Actividades vinculadas a servicios de apoyo,alimentación, aseo industrial, oficinas transporte

entre otros

Tareas relacionadas a preparación minera,desarrollo, excavación horizontal y vertical y obras

civiles, fortificaciones y obras menores

Obras de mantención y reparación de edificios

Servicios menores

Total trabajadores subcontratados (en faenasinternas)

Elaboración propia en base a datos de SERNAGEOMIN 2000-2007.

Desagregación de trabajadores "contratistas" por tipo de trabajo. Fenas internas. División El Teniente, CODELCO

(2005) (Números absolutos y porcentajes)

Page 47: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

46

GRÁFICO 7.

5. Identidades en posiciones de subcontratación

en CODELCO

Considerando que el sujeto de trabajo se encuentra “incrustado” en una historia,

cultura y sociedad determinada, inmerso en relaciones, Aguilera (2010) aporta

una particular matriz analítica para entender las identidades laborales de los

trabajadores subcontratistas subordinados al capital en régimen de

subcontratación en CODELCO.

Advierte que en tanto sujeto incrustado, los trabajadores en actividades

subcontratadas al interior de toda la cadena productiva de CODELCO están

situados en una “posición estratégica”. Esto implica que las dinámicas de su

actividad como agentes o actores al interior de la relación laboral se “despliegue

4933

541

4376

16

100,0%

11,0%

88,7%

0,3%

0 1000 2000 3000 4000 5000 6000

TOTAL trabajadores empleados por CODELCO

Rol A

Rol B

Rol E

Elaboración propia en base a datos de SERNAGEOMIN 2000-2007

Desagregación de trabajadores de planta. División El Teniente, CODELCO (2005) (Números absolutos y

porcentajes)

Page 48: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

47

en esta área” haciendo significativo el conflicto. Sin embargo esto no significa que

la posición estratégica por si sola explique el desarrollo que presenta el

“movimiento de trabajadores contratistas del cobre”.

Lo que hace el sistema de subcontratación en esta “posición estratégica” es

modificar las pautas tradicionales de relaciones laborales y sociales que se

desarrollaban en el trabajo, haciendo que los trabajadores, desde sus

experiencias cotidianas, vivan y desarrollen una serie de observaciones y

valoraciones del sistema de trabajo mismo, “conceptualización que va a

cristalizar en una visión altamente negativa, marcada por disonancias en los

patrones de identificación con su trabajo y con el colectivo social con el que

comparten esta situación” (Aguilera, 2010; 181). Agrega que la realidad

“compartida” de dicha experiencia estará en la base de la construcción del

movimiento sindical contratista.

Para este sociólogo, las desigualdades y diferencias que constituye la relación

laboral en régimen de subcontratación son un tema muy presente en las

percepciones y actitudes de los trabajadores. El trabajador subcontratista “vive

expuesto a la incertidumbre” a consecuencia de la relación laboral y de la precaria

protección de los sindicatos “contratistas”. Esto genera una “diferencia de estatus

entre trabajadores contratistas y de planta” (Aguilera, 2010; 190) que produce

“tensiones” al interior de los lugares de trabajo y en la vida en la ciudad. Todo

esto redunda en que las desigualdades son percibidas como injustas y carentes

de todo fundamento, “conceptualizándose como una discriminación arbitraria”

(ídem.).

Aguilera estima que los trabajadores subcontratista de la División El Teniente

desarrollan una “fuerte identidad minera, y por otra parte, se sienten de una clase

distinta a los trabajadores de planta de CODELCO, identificándose más con la

situación del resto de los trabajadores (precarios) de la ciudad.” pero, al mismo

Page 49: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

48

tiempo, sintiéndose parte de CODELCO y percibiendo negativamente la

subcontratación (ídem.; 197).

La identidad “contratista” se produce en el ámbito de su particular relación laboral,

desde aquella “experiencia vital” dada por la permanencia en el tiempo y en el

espacio de la mina (ídem.; 198).

Desde una concepción más explicativa, Jordana y Torres (2009) encaran la

cuestión de la identidad de los trabajadores subcontratistas de CODELCO desde

la consideración de la estructura productiva en la que se encuentran y las

condiciones económicas, ideológicas y políticas que los enmarcan. Los

trabajadores en régimen de subcontratación desarrollan una identidad primaria

“en tanto trabajadores”. El “sentido de identidad” que existiría en los “contratistas”

de CODELCO se ha producido por la “particularidad de vivir bajo un sistema –

impuesto por la empresa- de discriminación entre trabajadores de planta y

subcontratistas”, esta “experiencia diaria” ha conducido a la toma de conciencia

respecto de su situación de precarización (Jordana & Torres, 2009; 79).

6. El fenómeno sindical de los trabajadores

subcontratados de CODELCO1

La serie de autores que hemos venido revisando hasta aquí, ponen sus focos de

estudio en los fenómenos de organización y conflictividad laboral desarrollados

1 Para una revisión general del debate académico acerca del fenómeno sindical en el presente contemporáneo recomendamos la discusión panorámica que realiza Antonio Aravena en “El conflicto laboral en Chile: Perspectivas de análisis y tendencias emergentes” (2009). También, la conceptualización comparada de modelos de relaciones laborales y sindicatos en el marco de las recientes transformaciones en el “mundo del trabajo” a escala internacional que presenta Antunes (2001) en su obra ya citada. Finalmente, como elaboración analítica referida al problema de lo que se ha llamado la “crisis del trabajo”, su impacto en los sindicatos y la subjetividad sugerimos el artículo de Richard Hyman “Los sindicatos y desarticulación de la clase obrera” (1996).

Page 50: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

49

por los trabajadores subcontratistas de CODELCO en los últimos años (2005,

2006, 2007 y 2008). A partir de diferentes tratamientos definen el agente colectivo

de tales fenómenos como “sindicalismo subcontratista” de la gran minería

(Calderón, 2008; Aguilera & Villalobos, 2008: Aguilera, 2010, 2011; Jordana &

Torres, 2009), “sindicalismo de terceros” (Abarzúa, 2008) o, “movimiento social

de trabajadores subcontratados” (Leiva & Campos, 2013). Nuestro interés en

este apartado es revisar sus conceptualizaciones respectos de esta realidad

emergente.

Como expusimos últimamente, Aguilera (2010) explica la emergencia del

fenómeno sindical de los trabajadores subcontratados en CODELCO, y más

específicamente en El Teniente, desde las particularidades de la identidad de

dicho segmento de trabajadores como sujeto “incrustado” y, a la vez, como

agente del proceso de trabajo entendido como momento de una relación social.

El subcontratista y su sindicalismo poseen formas de acción, individual y

colectiva, que modifican y complejizan la estructura de las relaciones laborales

(Aguilera, 2010; 198). El identidad subcontratista es capaz de “articular un

movimiento sindical con sujetos anteriormente dispersos y fragmentados a partir

de la experiencia compartida de trabajo, vivida como precarización y sobre-

explotación” (ídem.).

El foco de este investigador está puesto en lo que denomina “acción sindical”

desarrollada por estos trabajadores durante las huelgas nacionales de 2007 y

2008. Explica estos conflictos desde “la vinculación intrínseca que desarrolla – el

trabajador - con la experiencia de trabajo en el régimen de subcontratación”.

Comienza por caracterizar las formas organización sindical de los “contratistas”

señalando que no se encuentran organizados en una sola estructura sindical,

sino que se reúnen en organizaciones diversas que muchas veces “desarrollan

tácticas y estratégicas disímiles o incluso antagonistas”, produciéndose “luchas

por la representación” a nivel de los espacios locales de las distintas Divisiones

Page 51: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

50

de CODELCO. El conjunto de éstas organizaciones que operan a nivel local se

autodenominan “sindicatos base” (Aguilera, 2010; 198).

Entre los sindicatos que se agrupan en la Confederación de Trabajadores del

Cobre (CTC) y aquellos que no pueden originarse debido a las diferencias entre

“visiones y objetivos” se generan disputas por la “hegemonía del movimiento

motivadas por posicionamientos políticos o incluso por diferencias personales

(lucha de egos)”. Enfatizan que es la CTC quién ejerce una “posición central y

estratégica” en las definiciones del movimiento contratista “en virtud de su mayor

grado de organización y poder de movilización, que alcanza dimensiones

nacionales.”(ídem.; 199). Es esta Confederación la que configura “gran parte” de

las acciones del movimiento en general, y por tanto es colocada en el centro del

análisis.

La “acción sindical” de la CTC se aborda por medio de la noción de “estrategia

sindical”. Dicha estrategia se configura a partir de “múltiples elementos” que

corresponden a “acciones consientes y planificadas por los dirigentes y sus

bases”, como, también, acciones que ocurren como “desenvolvimiento de las

fuerzas sociales en juego, fuera del control de la organización” (ídem; 199). Las

estrategias centrales que destaca Aguilera (2010) son; a) la acumulación de

fuerzas suficiente para negociar con la empresa mandante b) concentrar gran

parte de su acción en mejorar las condiciones de trabajo mismo.

Así los “sindicatos base” consiguen una “vinculación muy estrecha” con las

problemáticas cotidianas de sus afiliados, “produciendo una alta valoración de

sus organizaciones”. En este marco, los trabajadores al desarrollar estas

“estrategias de movilización” han tenido que actuar “más allá de las atribuciones

legales” cruzando los márgenes de la legalidad del modelo de relaciones

laborales.

Sin embargo, Aguilera identifica que se produce una “tensión” al interior de éstas

organizaciones. Los dirigentes y las estructuras organizacionales consumen gran

Page 52: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

51

parte de su tiempo y recursos en solucionar “problemas pequeños” en lugar de

los “grandes temas”.

Todo esto hace del sindicalismo “contratista” un “nuevo sindicalismo”. Este

“nuevo sindicalismo” se caracteriza, además de las estrategias ya visibilizadas,

por “características organizacionales que han fomentado la participación y la

identificación de los trabajadores”.

La CTC y algunos de los sindicatos base alcanzan un nivel significativo de

“resonancia” (“efectividad social de la organización” (Aguilera, 2010; 202) gracias

a una “estructura coherente” que “permite alinear de una manera coherente lo

que el movimiento dice y lo que hace y lo que se plantea en sus distintos niveles”.

En esta lógica está posibilitada por una estructura de toma de decisiones que

privilegia el papel de la asamblea, así como por un sistema de delegados que se

convierten en nodos claves de articulación. Sumado a lo anterior estas

organizaciones de base poseen un alto nivel de “credibilidad empírica” dado por

el hecho de que los resultados son “tangibles y experienciables” por los

trabajadores.

Finalmente, como último elemento constitutivo de este “nuevo sindicalismo” se

encuentra la edad de la mayoría de los dirigentes de la CTC que no supera los

40 años promedio. Estos dirigentes no comparte la “formación de un sindicato

cupular” y su mayor vínculo con la base les otorga capacidad de “mayor nivel de

atrevimiento y decisión para actuar” (ídem.; 202).

Del mismo modo que Aguilera (2010), Abarzúa (2008) utiliza la categoría de

“acción sindical” para enfocar el sindicalismo subcontratista en la gran minería.

Éste autor enfoca el “sindicalismo de terceros” preguntándose si es similar a las

formas conocidas y tradicionales del sindicalismo o, bien, estamos ante otra

forma de acción colectiva. Para responder esa interrogante cree adecuado

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52

explicitar la paradoja de que estos grupos sociales toman su identidad a partir de

la precariedad, la que es al mismo tiempo el “contenido denunciado y rechazado”.

El “sindicalismo de terceros” está tironeado por esta situación; “sus luchas son

intensas, pero corren el riesgo de extinguirse al momento de obtener el objeto

reivindicado.” (Abarzúa, 2008; 80).

Para Abarzúa el sindicalismo de terceros se caracteriza por particulares formas

de organización y acción. A diferencia del sindicalismo tradicional que actúa a

nivel de empresa, dice, este otro sindicalismo se desenvuelve a nivel

interempresa y nacional, construyéndose en sectores que normalmente son

vistos como “modelo de la economía (minero, forestal, etc.)” (ídem.), por lo que

se vuelven “potenciales centros estratégicos de la acción sindical (Zapata, 2002)”

(ídem.).

Enfocando la “forma de organización”, concluye que las “formas de lucha” parten

desde la base y “aparentemente sobre el conocimiento interpersonal de sus

participantes y un gran involucramiento afectivo entre los trabajadores” (ídem.;

81). Esto crea la posibilidad de que los “dirigentes sean sobrepasados o

desbordados por la emergencia de liderazgos fraguados en la movilización

social” (ídem.). Coherentemente con la estimación etaria que hace Aguilera

(2010), considera que estas características organizativas son consistentes y

mucho más convocantes entre los jóvenes que entre los trabajadores de mayor

edad. La juventud privilegia “una democracia participativa en vez de

representativa (Le Queux, 2005).” (Abarzúa, 2008; 81).

En cuanto a los contenidos reivindicados en sus formas de acción, éste

sindicalismo hace reivindicaciones “cualitativas”. Reivindica la “dignidad

expresada en un empleo estable con salarios equivalentes”, así como la

“igualdad de trato frente a aquellos trabajadores de la empresa matriz”,

denunciando la degradación del trabajo, apelando a un “sentido ético”,

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interpelando a la sociedad y a sus instituciones, sobrepasando los límites de la

empresa contratista en que se ejercen las labores.

Abarzúa registra que en ocasiones las acciones de los “contratitas” se vuelven

en un “radicalismo” volcándose contra “objetos” de la modernización y el progreso

económico de la sociedad y las empresas matrices.

A diferencia del sindicato tradicional, la acción de este otro sindicalismo “llega a

boicotear la imagen de marca de las empresas, criticando sus condiciones de

producción, respeto por el medio ambiente, interpelando a los consumidores de

sus bienes y servicios, apelando a la opinión pública” (ídem.).

Sus formas de expresión o métodos de acción son los “piquetes” con capacidad

de bloquear caminos a centros productivos, “acciones de sabotaje” e,

“intimidación” hacia aquellos trabajadores que continúan laborando. Estas

expresiones de descontento sobrepasan casi siempre las fronteras de la

empresa, la manifestación se hace en las calles y en los espacios públicos,

ocupando los edificios de la administración del Estado, buscando la

“amplificación del conflicto”. Todo esto se explica en Abarzúa (2008) por razones

tácticas orientadas a evitar los dispositivos de disciplinamiento, conseguir

respaldo y seguridad o, bien, dirigidas a conseguir la identificación de la empresa

mandante como la responsable del descontento.

Aun siendo los dirigentes cercanos a las fuerzas de la izquierda

extraparlamentaria en el año 2008, los sindicatos de terceros son para Abarzúa

organizaciones autónomas frente a los partidos políticos.

Ahora bien. Los sindicatos de trabajadores subcontratistas se relacionan en

“tensión” con las organizaciones de trabajadores de las empresas matrices. Esto

se debe a la existencia de un “fenómeno de alta distancia social entre uno y otro

grupo de trabajadores, haciendo que para los “contratistas” los trabajadores de

planta sean percibidos como una clase superior o “clase media”. El resultado de

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esto es que las actitudes de solidaridad y empatía entre ambos segmentos no

ocurren de manera “automática”, como si acontecen aquellas de “discriminación

y oposición recíproca.” (ídem., 84.).

Calderón (2008), apuntando a este sindicalismo de trabajadores subcontratista,

también desde la categoría de “acción sindical”, estima que al interior del

movimiento sindical “contratista” existe un “intenso debate en torno a las formas

más apropiadas de organización sindical” (Calderón, 2008; 124), concretamente

de si aquella forma sería el “sindicato empresa” (circunscrito a la empresa

contratista) o bien el sindicato “interempresa” (agrupando a trabajadores de

distintas empresas contratistas). Además se identifica un debate abierto respecto

de las formas de acción o de lucha, de si su forma de acción preponderante debe

ser la “negociación colectiva” o la “acción directa”.

Se constata que estas “nuevas formas de organización y de acción colectiva”

(ídem.; 126) basan su poder de negociación en la acción directa, así como en la

decisiva influencia que pueden tener en el desarrollo normal de los procesos

productivos de la empresa mandante.

Como los dos investigadores anteriores, Calderón (2008) identifica la edad de los

dirigentes de este sindicalismo como una de sus especiales peculiaridades de lo

identifican y diferencian; al interior de la CTC, en 2008, las edades de sus

dirigentes no superaban los 35 años promedio.

Reconoce como una de sus características especiales que la dirección del

movimiento posee una mirada “no esencialista de los empresarios”, haciendo una

distinción entre “los buenos y los malos empresarios”.

Por su parte Jordana y Torres (2009) construyen su investigación desde la

reflexión según la cual los movimientos de trabajadores subcontratistas de

CODELCO pueden estar desarrollando una tendencia opuesta a la de

despolitización que prima en la sociedad contemporánea.

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55

El dúo de autoras considera que los proceso de organización y movilización de

los trabajadores subcontratados en la gran minería del cobre poseen ciertos

grados de politización, partiendo del hecho de que la movilización ya supone un

grado de politización, “aunque mínimo” (Jordana & Torres, 2009; 74).

Su matriz teórica explica la politización a partir de tres aspectos; a) las

condiciones económicas, b) las condiciones ideológicas y c) las condiciones

políticas. “La política” es concebida como acción social distinta al sistema político

formal (“lo político”), y a la vez “la política” está orientada a su transformación. En

este sentido, entienden “la política” como práctica que se propone la

transformación de “la totalidad”. Ésta totalidad está representada

concentradamente en el Estado que a su vez está articulado a los “niveles

económico, político e ideológico” (ídem.; 75).

“La política” así entendida se vincula al conflicto que emerge de la “voluntad

consciente” de transformación de la sociedad. Es una “autoconsciencia” de la

sociedad y la capacidad de ésta de actuar sobre sí misma en la prosecución de

determinados objetivos de realización futura.

Desde ahí, Jordana y Torres (2009) entienden el sindicalismo subcontratista

como un actor social determinado en su constitución y posibilidades por las

condiciones materiales en las que se insertan los trabajadores que lo conforman,

pero éstas posibilidades se vuelven realidad sólo en la medida en que los sujetos

desarrollan consciencia como “clase para sí”. El movimiento subcontratista en

CODELCO es comprendido como el resultado del paso de una consciencia de

identificación primaria respecto del trabajo hacia una consciencia de

identificación con el colectivo de trabajadores subcontratados y con la totalidad

social.

Concluyen que existe “un escaso desarrollo de la conciencia política en estos

movimientos”. Los trabajadores tienen un desarrollo ideológico de carácter

económico-corporativo más que de “clase para sí”. Dicha consciencia nace

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directamente de la situación de precariedad en la que se encuentran, mientras

que los grados de conciencia más cercanos al nivel político se presentan en los

“estratos dirigenciales”. Estos dirigentes se “perciben a sí mismo como sometidos

por un sistema de dominación que no les da cabida para expresarse” (ídem.; 82).

Concluyen su investigación planteando que “el movimiento tiene, efectivamente,

un carácter político, pese a que en la percepción de los trabajadores hay diversos

grados de profundidad en la ruptura.”(ídem.; 84), lo cual hace de la politización

una politización de carácter “primario”. Se trataría entonces de movimientos

sindicales en vías de politización.

En un enfoque más sociohistórico, Núñez (2010) considera que el movimiento de

trabajadores subcontratista de CODELCO es portador de una “innovadora

estrategia de negociación colectiva que, entre otros aspectos, se nutre de las

tradiciones históricas de lucha de los mineros del cobre”. Una estrategia que

supera la protesta espontánea y la fragilidad que caracteriza la acción colectiva

que suelen llevar adelante los “asalariados altamente flexibilizados.” (Núñez,

2010; 164).

Leiva y Campos (2013) opinan que el sindicalismo subcontratista posee sus

propias particularidades que lo distinguen del resto del sindicalismo tradicional,

ya que pone en marcha “nuevas formas de acción en sus protestas” y despliega

una variedad de estrategias que permiten hablar de un “nuevo sindicalismo”

(Leiva & Campos, 2013; 52). Del mismo modo que Baltera y Dussert (2010),

analiza el movimiento subcontratista “bajo la perspectiva de movimiento social”

(Leiva & Campos, 2013; 52). En este enfoque, los movimientos de los

trabajadores subcontratistas desarrollan una “cultura sindical ampliada” que

incluye no solo a los movimientos de trabajadores, sino también movimientos de

estudiantes y de ciudadanos en pos de un objetivo común: volver a ser sujetos,

ser actores de cambio capaces de construir su entorno y la sociedad (Baltera y

Dussert, 2010)” (ídem.; 55).

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En este diseño conceptual el movimiento “contratista” se desarrolla de modo

distinto al “movimiento obrero” (Leiva & Campos, 2013). Desde el punto de vista

de sus lógicas de organización se caracteriza por poseer multiplicidad de

liderazgos y de objetivos. Se constituye como una “organización sindical

transversal y de base” que actúa a nivel de empresa y se agrupa a nivel

interempresa y nacional (ídem.; 56). En sus demandas éste ha exigido mejores

remuneraciones, condiciones laborales dignas, igualdad de trato y empleo

estable.

Al igual que algunos de los autores revisados, Leiva y Campos reconocen la

dimensión generacional como uno de los aspectos centrales para entender el

fenómeno. Las nuevas generaciones de trabajadores subcontratados de la gran

minería han formado sus propias organizaciones, “distintas a las de las

organizaciones sindicales tradicionales”, son “precisamente estas nuevas lógicas

las que motivan tanto sus demandas como modos de articulación.” (ídem.; 58-

59). Las “intermitentes huelgas” de los “contratista”, han sentado las “bases de

un nuevo movimiento social”, en tanto “nueva lógica” de articulación y de acción

que se reúne en un “proyecto cultural de los trabajadores subcontratados de

cobre”, caracterizado por la actividad sindical de base y la articulación más allá

de la empresa, del sector y del “movimiento obrero”.

7. El SITECO en el sindicalismo subcontratista de

CODELCO

Llegando al punto de nuestro sujeto de estudio, el SITECO, podemos decir que

éste aparece mencionado como agente o actor, significativo o clave, del proceso

de construcción del sindicalismo de los trabajadores “contratistas” de la gran

minería del cobre, pero, a la vez, debemos agregar que no hay un número

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importante de investigaciones disponibles que ahonden en él como fenómeno

específico, tan solo aquella de Krüger y Bascopé (2008).

Por otra parte Calderón (2008), Núñez (2010) y Aguilera (2010) establecen

caracterizaciones y definiciones que buscan modelarlo como fenómeno

específico, pero sin realizar investigaciones volcadas específicamente a este

objeto.

Calderón (2008) hace una referencia histórica al SITECO como antecedente del

“nuevo” sindicalismo contratista. Expone que este sindicato es históricamente el

primero de subcontratistas en faenas operativas que se constituye en la División

El Teniente de CODELCO estructurado como sindicato interempresa. Los éxitos

del SITECO hacia el año 2008 habrían demostrado la suficiencia de la modalidad

de sindicato interempresa en la cuprera.

Núñez (2010) ubica al SITECO como el sindicato que potencia la dinámica de

organización que desarrollan un grupo de trabajadores de la empresa contratista

INSITU en El Teniente. Esto ocurre cuando estos “contratistas” ingresas al

sindicato interempresa. El SITECO dinamiza la organización de base y se

producen las primeras “acciones directas” por fuera de la ley, acciones que luego

serán características de este sindicato (Núñez, 2010).

Por su parte Aguilera (2010) constata que el SITECO es uno de los primeros

sindicatos “contratistas”. Lo identifica como sindicato interempresa y data su

fundación en 1987. Aguilera designa al SITECO como el sindicato más

importante de la CTC hacia el 2010. La relevancia de éste está dada por un

aumento “progresivo” en su capacidad de movilización, “desde pequeñas huelas

asociadas a mejorar condiciones mínimas de trabajo y contrato circunscritas a

una empresa contratista, hasta su participación en las huelgas nacionales, donde

la negociación se desarrolló con la empresa mandante y el gobierno.” (Aguilera,

2010; 199).

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Aguilera registra las primeras huelgas del SITECO a finales de década de los

90´s. En 2003 localiza la primera “huelga de importancia” en toda la División de

El Teniente, la cual es derrotada sin alcanzar sus principales demandas,

produciéndose luego una serie de despidos, proceso que del que se recuperará

organizativamente hacia finales del 2005 y comienzos del 2006 cuando se integra

a la dinámica de primer conflicto nacional conducido por la Coordinadora

Nacional de Trabajadores Contratistas.

Por último, Krüger y Bascopé (2008) conceptualizan el SITECO como una

organización de trabajadores con un alto nivel de “resonancia” y “credibilidad”

debido a la existencia de una “estructura coherente” en la que se alinea lo que el

movimiento dice, lo que hace y lo que plantea en sus distintos niveles. Esta lógica

coherente está posibilitada por una estructura de toma de decisiones que

privilegia el papel de la asamblea, así como por un sistema de delegados que

son los “nodos claves” en la medida en que forman parte del grupo de dirigentes

pero a la vez están insertos a diario en el trabajo, estableciendo un contacto

directo con las bases y la realidad laboral. Junto a este vínculo cotidiano entre

dirigentes y base la percepción de eficacia cumple un rol central; los resultados

de los reclamos realizados a la empresa son tangibles y experienciables por los

trabajadores, lo que le agrega “credibilidad empírica”.

Respecto de la referencialidad de los dirigentes del SITECO al interior del

movimiento, éstos gozan de credibilidad y son “vistos” como “cercanos, honestos

y comprometidos” (Krüger & Bascopé, 2008). Un aspecto relevante en esta

configuración organizacional es la situación etaria de sus dirigentes más

legitimados que no supera los 40 años de edad. Esto explicaría, para Krugüer y

Bascopé, que no compartan la formación de un sindicalismo cupular como

heredado de dictadura, su desvinculación del “sindicalismo cupular” y de la

antigua generación de dirigentes y su juventud le otorgan “mayor nivel de

atrevimiento y decisión para actuar”. (Krüger & Bascopé, 2008), de modo que se

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vinculan directamente a las formas de acción sindical más directa de los

subcontratistas.

De conjunto la literatura revisada se escribe desde posiciones teóricas y

epistemológicas diversas, estableciendo distintos estratos conceptuales que van

constituyendo un corpus académico sobre nuestro objeto de investigación.

8. Síntesis contextual

La ausencia de investigaciones en profundidad respecto del sujeto de estudio en

cuestión, impide determinar con claridad los campos teóricos y epistemológicos

desde donde se escriben estas investigaciones. Sin embargo es posible señalar

horizontes teóricos desde donde se sitúan estas investigaciones. Estos aportan

diferentes contextualizaciones a las subjetividades y los sujetos en el trabajo.

Por una parte Agacino et. al. (1998) está en un horizonte apegado a una matriz

marxista que entiende la realidad social centrada en la identificación y

estructuración dada por un modo de producción y un modelo o patrón de

acumulación que le corresponde. Este marco teórico, sin duda, es capaz de

establecer un espacio complejo de relaciones sociales en las cuales se inscribe

el sujeto subcontratista de la gran minería del cobre y CODELCO. Aporta la

constitución de una formación social y política en la que se inscribe el sujeto. A

la vez permite ubicar el sindicalismo en un escenario de conflictividad relacional

estructurada en las relaciones propias del patrón de acumulación flexible. Desde

el punto de vista de nuestra investigación, es relevante toda vez que contextualiza

sociopolíticamente las relaciones económico-políticas de nuestro sujeto.

Desde este mismo campo teórico, pero integrando elementos conceptuales de la

reflexión foucaultiana, Julián (2012) nos permite asir un concepto de sujeto en el

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trabajo entendido como relación social y política de dominación y resistencia.

Aquí el aporte conceptual es altamente significativo dada la categoría de

formación hegemónica neoliberal. Ésta puede articular de manera coherente y

políticamente jerarquizada el conjunto de elementos que actúan en el proceso

histórico, que se constituye como multiplicidad de campos socio-relacionales,

implica la construcción de subjetividades de los individuos que existen en la

relación de dominación capitalista.

Narbona (2014), constituye su conceptualización de perspectiva histórica a partir

de un concepto eminentemente sociopolítico de modelo de relaciones laborales,

concepto que se sostiene en una matriz marxista particular que concibe la

relación laboral como una relación de conflicto entre clases que tiene como punto

de llegada, a partir de su problema de investigación, una particular forma de

estabilización jurídica e institucional de la relación entre capital y trabajo en un

momento histórico específico. Esta autora nos proporciona un entramado

institucional que busca ordenar la actividad política de los sujetos en el trabajo

según las necesidades del modelo de acumulación flexible sostenido por la clase

dominante. Ahora bien, es necesario resaltar que los actores de nuestra historia

permanentemente trascienden dichos ordenamientos con su misma articulación

como identidad colectiva, haciendo de su existencia una subversión del orden

instituido y dado en el modelo de relaciones laborales heredado de la dictadura.

Desde lo que podemos distinguir someramente como un horizonte estructuralista,

que se hace cargo de la presencia de las categorías y variables culturales que

han ingresado al campo disciplinar de las ciencias sociales, Aguilera y Villalobos

(2008), edifican el sujeto subcontratista de CODELCO como un sujeto

“incrustado” en el fenómeno económico de la subcontratación. Lo anterior en el

marco de una teoría ontológica del trabajo que es capaz que comprende al sujeto

como relación socio-política y no como una determinación unilineal. Este enfoque

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permite considerar el trabajo como relación social de fuerzas de sujetos que

interactúan en la dimensión laboral como dimensión económica y política.

Si bien el problema teórico de la ontología del ser social es sumamente intrincado,

señalando que ante él tenemos una posición crítica, comprender las relaciones

en el trabajo como relaciones constituidas por éste como praxis social, colinda

con nuestra concepción del sujeto como articulación identitaria de un

determinado discurso práctico que significa la realidad en la que éste interviene.

Pero es claro que para explicar los procesos de configuración subjetiva que

decantan en identidades colectivas, el trabajo como relación, aun cuando sea la

relación donde se construyen las subjetividades, no es la construcción misma de

éstas.

Daroch (2007) reflexiona desde una matriz de la teoría de la acción social de los

sujetos como determinada por particulares ubicaciones políticas y subjetivas.

Este enfoque si bien permite identificar las posiciones políticas del sujeto que

ingresan al conflicto social acontecido en relaciones de subcontratación en la

gran minería del cobre, se encuentra limitado para comprenderlo en tanto sujeto

que existe más allá de las coyunturas de los conflictos nacionales. Esta mirada

racionalista e instrumental del conflicto social ignora que las identidades

colectivas de los sujetos no se constituyen solamente por estructuras racionales

y políticas, sino que además son el resultado de procesos subsumidos en las

vivencias de los individuos que participan de los procesos sociales, trayectorias

y biografías de vida, subjetividades colectivas, que trascienden la coyuntura de

un determinado escenario político.

Por otra parte Calderón (2008) nos presenta un corpus teórico que comprende

su situación de dirigente sindical de trabajadores profesionales de CODELCO.

Esto es de enorme importancia para el nivel epistemológico de su reflexión y su

análisis del fenómeno de actividad sindical de los trabajadores “contratistas”. En

este punto se intersecta con nuestro modo de comprender la construcción de los

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sujetos. Éste autor toma partido por el sujeto respecto del cual reflexiona y

entrega una “guía de acción” que pretende potenciar la actividad del actor

sociopolítico. Desde aquí su consideración de los dispositivos de dominación

como momentos simbólicos ante los cuales deben posicionarse las identidades

colectivas que emergen subversivamente transgrediendo la formación

hegemónica dominante que sostiene la actual relación laboral. Para nosotros,

como veremos a continuación, la subversión de esos dispositivos no es absoluta,

aquellos operan en proporción similar a la confrontación que emprende la

identidad colectiva contra la formación discursiva antagonista.

Abarzúa (2008) desde el campo de psicología social y una epistemología

comprensiva, construye el sujeto, el “sindicalismo de terceros”, a partir de las

percepciones de dichos actores respecto de los “otros” inmersos en el proceso

de subcontratación en CODELCO. Si bien, esto se engarza con la línea de

análisis que centra las explicaciones y la comprensión de las identidades a partir

de las diferencias, descuida la lógica de la unidad y positividad de los sujetos

colectivos. Junto con una evaluación negativa del grado de estabilidad y

propositividad, ignora los procesos de sociabilización que estas subjetividades

establecen con los otros (sindicatos y trabajadores de planta). El sujeto aparece

como pura negatividad y es negado, impidiendo la propia comprensión de las

lógicas de solidaridad que están presentes, en los márgenes, entre las

identidades de los trabajadores de CODELCO, los sindicatos de planta, los

trabajadores “contratistas” y los sindicatos que los representan.

Leiva y Campos (2013) desde la teoría de los movimientos sociales logran

sobrepasar el campo del trabajo. Aquí no hay una teoría de la ontología de ser

social, sino una de la ética de lo social. Los “actores” buscan mediante la

movilización de sus identidades el reconocimiento que la sociedad puede hacer

de ellos en tanto sujetos de transformación. La constitución de sus identidades

parece devenir de una necesidad ética de reconocimiento y transformación y no,

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con toda claridad, del trabajo. Aquí nos encontramos ante la cuestión de una

ontología humanista que fundamenta las acciones de los sujetos, como

necesidades de su humanidad. Creemos que este enfoque aporta pocos

elementos para comprender el origen de la constitución de las identidades

colectivas subcontratistas. Sin embargo posibilita la reflexión acerca de su

capacidad de articulación con otros sujetos sociales en el curso de la

movilización, pero tenemos dudas respecto a que por fuera del contexto de la

movilización sea posible hablar efectivamente de una articulación de

movimientos sociales, es altamente discutible que subcontratistas efectivamente

dentro de su identidad continua en el tiempo articulen lazos con otras identidades

colectivas y movimientos sociales.

Haciendo referencia a una matriz marxista ortodoxa, Jordana y Torres (2009)

discuten si el sujeto de acción subcontratista posee o no dinámicas de politización

utilizando como vara de medida la “conciencia para sí”, capacidad del sujeto de

ser consciente de su realidad de dominado en una estructura económica, política

e ideológica. Como profundizaremos en el marco teórico, este enfoque teórico y

epistemológico ante el sujeto impide identificar su desarrollo histórico en tanto

subjetividad, ya que contrapone a éste un molde conceptual para su medición,

desde fuera de las relaciones en que se constituye. La politización estaría dada

por una suerte de “metas” logradas preestablecidas y no por la cualidad de su

praxis en el contexto que ella misma se construye y transforma la formación social

en que se inscribe. Determinar si un sujeto del trabajo tiene o no consciencia de

clase a partir de un concepto prefigurado puede llegar a arrojarnos elementos

para evaluarlo respecto de una relación social que construyamos desde el

exterior, pero no respecto de sus propias particularidades y percepciones de sí

mismo en la acción que desempeña, ni en su contexto. En este sentido nuestra

reflexión problematiza el punto de vista que concibe un objetivo teleológico a la

consciencia atribuido por el investigador.

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Finalmente Krüger y Bascopé (2008) desde una teoría de la acción inscrita en

una estructura del comportamiento aportan una descripción comprensiva de la

actividad del SITECO. La coherencia interna es efectivamente una lógica que

hemos identificado en el curso de nuestra investigación y que vinculamos con lo

que hemos llamado “representación horizontal” de la identidad colectiva y

“confrontación horizontal” con el conglomerado dominante, que posibilita lo que

autores llaman “credibilidad empírica”, que desde nuestros conceptos podemos

llamar “credibilidad subjetiva”. Desde estas lógicas de la identidad colectiva, de

su lógica representacional, de sus formas de organizacional y de acción, se

constituyen relaciones de solidaridad y diálogo entre las individualidades

diversas del SITECO en la interacción cotidiana. Todo lo cual está posibilitado

por una formación discursiva e interrelacionado por una sobredeterminación que

se encuentra organizada mediante dispositivos de sobredeterminación y

representación en base a una estructura de distribución del poder que hace de la

representación política un proceso que se desarrolla basado en un poder

constituyente emergido desde la colectividad a partir de la asamblea y se

representa en su dirigencia de año 2006 como “sindicato de clase”.

De conjunto el estado del arte entendido como como contexto académico del

sujeto es un corpus de elaboraciones que si bien poseen contradicciones

epistemológicas entre sí, pueden a la vez articularse como diferentes momentos

de la construcción académica del sujeto colectivo que nos ocupa. El SITECO es

un actor, agente o sujeto histórico presente, en proceso de construcción. La

presente investigación busca aportar una narración histórica capaz de

constituirse en su historia entre el año 2000 y 2006 desde el principal recurso

disponible para dicho propósito, las memorias de sus protagonistas. Por esta vía

dotarnos del reconocimiento del sujeto en su curso histórico, realidad constituida

que permita su crítica analítica de segundo orden.

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CAPÍTULO II

SUJETO HISTÓRICO

1. Sujeto (clase): desde la crítica de Laclau y

Mouffe a un replanteamiento histórico del

sujeto

Crítica al concepto de clase del marxismo ortodoxo

La crítica de Laclau y Mouffe, dirigida al amplio espectro de las tradiciones

marxistas ortodoxas2 del siglo XX, es una revisión aguda a un sistema de

pensamiento que se acuñó como la teoría privilegiada de la crítica de las

sociedades capitalistas y, especialmente, del sujeto que se generalizó en el siglo

XIX como “proletarios”.

Hacer historiografía de los trabajadores, cualquiera sea la ubicación de éstos en

la formación económica contemporánea, es conceptualmente dependiente de un

tránsito por el mundo de categorías marxistas referidas a ésta cuestión. En

Hegemonía y estrategia socialista: Hacia una radicalización de la democracia

(1987) se encuentra un razonamiento que sintetiza los ataques teóricos más

serios, a nuestro modo de ver, contra aquella. Lo hace además, desde una

mirada políticamente comprometida con el socialismo, cuestión que lo diferencia

de otras críticas que más bien se han interesado en desplazar al marxismo de su

2 Aquí agrupamos a las tradiciones marxistas que se han vinculado teóricamente a la concepción lukacsiana del “marxismo ortodoxo” preste en Historia y consciencia de clase (1985).

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67

reconocida capacidad de acción. Aquí en cambio, la crítica surge como un

movimiento teórico proveniente de esta misma tradición.

La aguda reflexión de estos autores se produce en el contexto histórico de pleno

desmembramiento del espacio político de la URSS que se expresará, por

ejemplo, en la caída del Muro de Berlín en 1989, acontecimiento inscrito en el

proceso más general de instalación de un nuevo modelo económico altamente

liberalizado y financiarizado a escala mundial, que además de producir una crisis

en los principales paradigmas de la modernidad, entre ellos el marxista, fue la

base para el desarrollo y la presencia académica, especialmente durante los

90`s, de las tesis del fin de la historia (Fukuyama, 1992) así como del fin del

trabajo (Gorz, 1991; Rifkin, 1996), las que ya cuentan con una crítica madura

sintetizada de modo representativo en la obra de Perry Anderson contra las tesis

de Fukuyama, así como en las obras de De la Garza y Neffa (2001), Antunes

(2001) y Aravena (2004) contra las conclusiones de Gorz (1991) y Rifkin (1996)3.

Los autores de Hegemonía y estrategia socialista identifican que la crisis de los

paradigmas modernos significó una crisis del paradigma marxista ortodoxo en

particular, paradigma fundamentado en; a) la centralidad ontológica de la clase

3 Una crítica contundente a la tesis de Fukuyama publicadas en El fin de la historia (1992) se encuentra en la obra de Perry Anderson Los fines de la historia (1996); “El diagnóstico de Fukuyama sobre las tensiones que se presentan en <<la vejez de la humanidad>> presupone, claro está, que la historia efectivamente ha alcanzado su punto final. En la forma comprimida del ensayo original, el argumento de Fukuyama resiste la mayoría de las objeciones que se le hacen. ¿Pero rige esto para la versión extensa?... al extender todas las cartas sobre la mesa, se puede constatar que algo queda por resolver. Pues la estructura de su argumentación presenta una debilidad contraproducente en el punto donde su constatación de que la democracia política está progresando se cruza con sus predicciones respecto a la expansión de la prosperidad capitalista. En el mundo real hay un contraste notorio entre el alcance intercontinental de la expansión de la democracia y la base regional de la riqueza capitalista” (Anderson, 1996; pp. 128-129). En la misma lógica crítica, destacamos la reflexión de Ricardo Antunes que cuestiona y desplaza la idea del fin del trabajo en un libro reciente (Antunes, 2001); “… no hay una tendencia única y generalizada en el mundo del trabajo. Hay un proceso contradictorio y multiforme. Se complejizó, se fragmentó y se hizo aún más heterogénea la clase-que-vive-del-trabajo… Si es posible decir que la primera tendencia – la intelectualización del trabajo manual – es, como tesis, más coherente y compatible con el enorme avance tecnológico, la segunda – la descalificación - , se encuentra también en plena sintonía con el modo de producción capitalista, en su lógica destructiva, y con su tasa de uso decreciente de bienes y servicios (Mészároz, 1989: 17).” (Antunes, 2001: 67).

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68

obrera b) la afirmación de la revolución como momento fundacional en el tránsito

de un tipo de sociedad a otra c) la ilusión de la posibilidad de una voluntad

colectiva perfectamente una y homogénea que tornaría inútil el momento de la

política (Laclau y Mouffe, 1987).

Aquí nos preocupamos de la primera tesis, que sin duda forma parte de una

concepción de márgenes definidos junto a las otras tres, pero que no pueden ser

abordadas con rigurosidad y pertinencia dentro de esta investigación sin exceder

los límites coherentes de la misma.

La primera tesis es aquella que coloca a la “clase obrera” como esencia y

universalidad de la crítica de la sociedad humana y sujeto del movimiento al

comunismo.

Esta concepción ontológica de la centralidad de la clase obrera tiene su expresión

más esencialista y universalista en dos textos de Lukács publicados, junto a otros,

en 1922 bajo el rótulo de Historia y consciencia de clase, reeditados entre otras

muchas ocasiones, en 1985 por editorial SARPE junto a una autocrítica del autor

–escrita en 1967– a las concepciones “político-filosóficas” de su juventud

(Lukács, 1985, 27). Se trata de los textos Conciencia de clase y La cosificación y

la consciencia del proletariado. Lukács propone una lectura de Marx y de la

cuestión de la clase y la consciencia que él describe como “idealista” en 1967.

Para ser correctos con Lukács, su autocrítica se concentró en señalar que su

exposición del problema se transformó en Historia y consciencia de clase en un

“resultado puramente espiritual y, por lo tanto, en algo esencialmente

contemplativo” ya que constató que en sus textos de juventud “La mutación de la

consciencia “atribuida” en práctica revolucionaria resulta en Historia y

consciencia de clase, si se considera objetivamente el texto, un verdadero

milagro” (1985, 41).

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Que la “conciencia de clase proletaria” fuera el resultado de un “milagro” se debió

al carácter contemplativo de su formulación del problema de la consciencia, y

este carácter se hacía carne “objetiva” en el rol que en La cosificación y la

consciencia del proletariado (ídem.) se le atribuía al desarrollo del maquinismo

como “fuerza natural de la sociedad” que posibilitaría la emergencia de la

“conciencia de clase del proletariado” (ídem.). Ésta consciencia es única, no es

la consciencia de la “burguesía”, una “falsa consciencia”, ni la consciencia de las

capas y estratos de las sociedades “pre-capitalistas”, una consciencia “aparente”,

sino que es una “verdadera consciencia” en tanto alcanza comprendimiento y

entendimiento de la totalidad social a través del conocimiento de la esencia del

movimiento económico que debe concluir en la abolición de la sociedad de

clases.

En este sentido, la verdadera consciencia, la consciencia de clase del

proletariado, como consciencia de la “historia universal”, es a la vez la

autosuperación de sí mismo; “La victoria revolucionaria del proletariado no es,

pues, como para las demás clases anteriores, la realización inmediata del ser

socialmente dado de clase, sino –como ya lo vio y formuló agudamente el joven

Marx- la autosuperación de la clase.” (Lukács, 1985, 156).

La ontología de la clase obrera, “proletariado” en Lukács, es una ontología

esencialista y universalista, indeterminada históricamente y más que objetiva,

“absoluta”. Esta concepción es a los fines de la compresión histórica -y de la

acción política- limitante. Lukács mismo en su texto de juventud se detiene en

reiteradas ocasiones a señalar el límite histórico y político de sus ideas e incita a

estudiar el alcance de la estratificación de problemas y las estratificaciones de

los intereses económicos (concretos) “dentro” del proletariado, en búsqueda de

“resultados muy importantes” (Lukács, 1985, 165).

Sin embargo, estos episodios no pasan de ser intempestivos en el transcurso de

un discurso prioritariamente “idealista”. No se persigue la forma histórica en que

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se configura la consciencia de clase, esto se desecha a cambio del movimiento

de la dialéctica de la totalidad concreta y del concepto “histórico” que posibilita la

conciencia de clase del proletariado -la consciencia de esa dialéctica de la

totalidad concreta-, aquel concepto “histórico” que es el maquinismo. El

maquinismo permite, finalmente, como momento cumbre del proceso dialéctico,

la racionalización del proceso económico por medio del cálculo cuantificable del

“trabajo socialmente necesario” (ídem.) y de este modo la crítica “verdadera” de

la cosificación del trabajo en el capitalismo.

Las consecuencias de esta proposición de Lukács dilapidan su joven teoría de la

clase obrera y la conciencia de clase del proletariado en tanto instrumento para

el presente. En la actualidad ya no existe el maquinismo que Lukács describió

también como taylorismo, única forma de apropiarse de la fuerza de trabajo del

ser humano. El camino de la clase obrera a su auto-reconocimiento como clase

capaz de suprimirse a sí misma en un conocimiento práctico de la verdad de la

totalidad social, según aquel sistema, en la actualidad es imposible como fórmula

universal.

Laclau y Mouffe concentran sus críticas en esta concepción que está contenida

de diversas maneras en distintas líneas representadas por figuras eminentes del

marxismo en el siglo XX. El “marxismo ortodoxo”, conceptualización que está

ampliada por Laclau y Mouffe desde lo teorizado por Lukács en Historia y

consciencia de clase dentro del texto ¿Qué es el marxismo ortodoxo?, concibe la

unidad de los sujetos sociales como determinada por el “nivel económico”.

Hegemonía y estrategia socialista… propone tres condiciones que en la ortodoxia

marxista fijan tal ontología:

“1) sus leyes de movimiento deben ser estrictamente endógenas y excluir

toda indeterminación resultante de intervenciones externas (políticas, por

ejemplo, ya que de lo contrario la función constituyente no podría referirse

con exclusividad a la economía) 2) … la unidad y homogeneidad de los

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agentes sociales constituidos al nivel económico debe resultar de las

propias leyes de movimiento de ese nivel (está excluida toda fragmentación

y dispersión de posiciones que requiera una instancia recompositiva externa

a la propia economía) 3)… la posición de estos agentes en las relaciones

de producción debe dotarlos de “intereses históricos”; es decir, que la

presencia de dichos agentes a otros niveles sociales – ya sea a través de

mecanismos de “representación” o de “articulación”- debe ser finalmente

explicada a partir de intereses económicos. Estos últimos, no están

limitados a una esfera social determinada, sino que son el punto de anclaje

de una perspectiva globalizante acerca de la sociedad.” (Laclau y Mouffe,

1987, 134)

Contra esta sobredeterminación ortodoxa, Hegemonía y estrategia socialista…

propone que el espacio mismo de la economía se encuentra estructurado como

espacio político y que en él, tanto como en los otros niveles de la sociedad, actúa

lo que caracterizan como “prácticas hegemónicas”, aquellas prácticas que

vinculan una determinada “formación social” con el signo que la designa, por

ejemplo, cuando el signo “clase obrera” designa al trabajador asalariado

industrial.

El basamento problemático de la primera tesis está en la consideración de la

fuerza de trabajo como una mercancía igual a cualquier otra, entendiéndola

únicamente como cosificación al interior del proceso, operacionalización que es

más propia del marxismo ortodoxo que del propio Marx. Más allá de esta

aclaración, la fuerza de trabajo no alcanza una cosificación sino tan sólo cuando

es objetivada, el proceso productivo de conjunto no es únicamente el devenir de

las mercancías, sino que está mediado por la apropiación y disciplinamiento del

trabajo por parte del capitalista y esto es disciplinamiento sobre quienes poseen

la fuerza de trabajo. En este punto cobra relevancia el hecho de que hay formas

intermedias de “consciencia” entre la fetichización del trabajo como mercancía y

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la mítica “consciencia de clase proletaria”. Para el caso del proletariado, Lukács

las denominaba “falsa consciencia de clase”, “consciencia psicológica de clase”

o “consciencia empírica” y en su sistema estaban inscritas en el movimiento

dialéctico de la autoconsciencia del proletariado. De este modo la economía

aparece primando y subsumiendo a la política, como una esfera “nodriza”, y el

proceso histórico se vuelve un proceso determinado económicamente en que los

sujetos tomarán consciencia de su situación económica para ser actores

conscientes de los designios de sus “intereses objetivos” (Lukács, 1985).

En contradicción con ésta construcción teórica de la economía, desde Laclau y

Mouffe entenderemos la economía como espacio de poder, es decir en tanto

espacio político. Uno que se articula como antagonismo entre agentes en

relaciones de poder que lo transitan sobre, dentro y fuera de aquel espacio, y que

tienen particulares articulaciones en otros espacios vinculados y la vez distintos

de la “economía”. Esta comprensión del espacio económico como espacio

político está ya señalada como cualidad central de la economía por Marx cuando

asevera la economía como “economía política”, es decir, como una relación no

puramente económica según su significado en la economía clásica. Hegemonía

y estrategia socialista… reconoce que el concepto de clase obrera en Marx

contiene como relación dos aspectos distintos y diversos:

“… el mismo concepto de clase obrera en Marx recubre dos relaciones

distintas y cuyas leyes de movimiento son diversas: la relación salarial,

constituida a través de la venta de la fuerza de trabajo – que hace del obrero

un proletario-; y la emergente de su ubicación en el proceso de trabajo –

que lo constituye en obrero manual-.” (Laclau y Mouffe, 1987, 142).

Esta definición del proceso económico como proceso político, de poder, permite

la crítica de la segunda tesis, la de que los agentes sociales se constituirían desde

el puro movimiento de la leyes de la economía. En las tradiciones marxistas de

matriz ortodoxa se ha considerado al proletariado como un sujeto que adquiere

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unidad y homogeneidad a partir, únicamente, de la relación salarial, de la relación

estrictamente económica. La clásica formulación de que la clase trabajadora se

define como aquella que para sobrevivir debe vender su fuerza de trabajo a

cambio de un salario que le impide acumular capital, deviene de esa concepción.

Luego dicha ortodoxia deduce, positivamente, intereses históricos esenciales que

serán reconocidos milagrosamente por los proletarios.

La clase no es sólo una relación salarial, es más bien, una relación política. Esta

no es la construcción teórica del marxismo ortodoxo. En Historia y consciencia

de clase había una coincidencia “universal” entre la relación salarial y la ubicación

en el proceso de trabajo, eso era, desde su punto de vista el maquinismo. Para

Laclau y Mouffe la particularidad del contexto histórico de Marx, el de la

emergencia del maquinismo, le impidió desarrollar su teoría de la economía

política como explicación de los fenómenos de heterogenización y diversificación

de las ubicaciones de sujeto en el proceso de trabajo al interior de la misma

relación salarial. En medio del maquinismo se volvió débil el problema político de

la constitución de la clase.

La desidentificación histórica de las elaboraciones de Marx con este contexto,

transformó la gran mayoría de las tradiciones marxistas en filosofías de la historia

que durante gran parte del siglo XX buscaron encontrar o deducir del puro y

estricto desarrollo económico la constitución de las clases. Buscaban ser fieles a

la teoría de la polarización de la sociedad entre burguesía y proletariado, o bien

a la versión de la teoría ortodoxa que ponía como única posición de sujeto

proletaria aquella de la clase obrera industrial y productiva (Poulantzas, 1977).

Este camino filosófico no consiguió resolver la separación real entre una teoría

economicista de las clases y los atributos cualitativos necesarios para la política

socialista.

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Posición de clase contemporánea

Debemos volcarnos sobre el presente. En las sociedades contemporáneas el

vínculo entre relación salarial y ubicación en el proceso de producción se ha

diversificado, volviendo altamente heterogéneo al agente social que vive de la

venta de su fuerza de trabajo. Aquel agente, que la socialdemocracia alemana

de la segunda internacional llamaba “clase trabajadora”, la clase de los

asalariados industriales “modernos”, es decir estables y subordinados al capital,

es hoy una posición de sujeto, entre otras, inserta en el “asalariado”, y no ha

conseguido la consciencia de clase “verdadera” por medio del llamado

movimiento dialéctico de la totalidad económica.

Actualmente, en ocasiones, dicha posición de sujeto se comporta como aquello

que Lukács denominaba una “consciencia estamental” (1988; 115) atribuida por

él a los asalariados del “servicio burocrático” que perdían su “esencia humana

anímica” al vincularse por completo, no solo con su fuerza de trabajo, sino con

todo su ser “cualitativo”, a la cosificación. Pero, en esta noción nuevamente hay

una relación inexplicable entre el acontecer cualitativo y la existencia empírica

económica. Lukács no explica qué hace a los “pensamientos cristalizados” de los

trabajadores del servicio burocrático. La “consciencia estamental” se manifiesta

como una realidad inmanente. Así la tercera tesis que permitiría determinar la

unidad y homogeneidad del agente económico, del sujeto, tampoco es viable.

No es posible determinar los “intereses” como intereses “esenciales” únicamente

a partir de la relación salarial, ni tampoco de las diversas posiciones inscritas en

el proceso productivo. No es posible encontrar la determinación económica de

una relación que está transitada por agentes y relaciones que exceden la posición

económica de sujeto. Se trata de agentes constituidos por articulaciones de poder

político en la producción y no desde la producción. Los sujetos no se construyen

como el desarrollo de la “consciencia de la totalidad” económica objetiva.

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El juicio de Laclau y Mouffe propone identificar las relaciones de poder en que se

constituyen los agentes, es decir, “determinar los antagonismos sociales”;

“analizar esta pluralidad de posiciones diversas y en muchos casos

contradictorias, y abandonar la idea de un agente unificado y homogéneo

tal como la clase obrera del discurso clásico. La búsqueda de la verdadera

clase obrera es un falso problema, y como tal carece de toda relevancia

teórica o política”. (ídem.; 149).

Lo anterior no conlleva una incompatibilidad entre aquel agente y el socialismo o

cualquier otro interés, lo que se afirma es que tales intereses son indeducibles a

partir de la relación estrictamente económica.

El año en que datamos el inicio del tiempo en que se sitúa nuestra investigación,

apareció impresa en español la obra de Ricardo Antunes ¿Adiós al trabajo?:

Ensayo sobre la metamorfosis y la centralidad del mundo del trabajo (2000), que

ya había sido publicada en 1995 en portugués. En este libro se expone y

fundamenta una categoría que permite transitar, aunque no de manera

concluyente, hacia una concepción no esencialista de clase. No de manera

concluyente, ya que el autor persiste en considerar la posibilidad de dar con la

totalidad social constituida en las relaciones sociales del espacio capitalista y, por

ende, concibe a la “clase-que-vive-del-trabajo” como el ser social ontológico y, en

consecuencia, como el agente de la “omnilateralidad humana” (2000; 102). Esta

conceptualización nos retrotrae a las imágenes de Lukács (1985).

Más allá de esta vinculación imaginaria, Antunes redefine y amplía el significado

del concepto de clase obrera como “clase-que-vive-del-trabajo” (2000), y

complementa esta determinación en el año 2001 indicando que la clase-que-vive-

del-trabajo excluye a “los gestores del capital” quienes desempeñan un papel

central en el control y gestión del capital volviéndose integrantes de la clase

dominante (Antunes, 1999).

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La categoría antunesiana del agente asalariado y dominado en la relación

económica, reintegra diferenciadamente la idea de que la clase-que-vive-del-

trabajo vive también en el trabajo, y la reconstituye como relación de poder. Se

reedifica la clase proletaria como relación salarial y posición de sujeto en el

proceso de trabajo, como clase política, las variables que constituían

originariamente el concepto de clase en Marx. Aunque Antunes no avanza en

historizar el proceso de constitución histórico concreto de la clase en sus

formaciones particulares y específicas, aporta un concepto portador de las

variables del poder en la constitución de la clase.

El concepto de clase “ampliado” (1999: 2000: 2001) propuesto por el autor de

¿Adiós al trabajo?... viene a responder a los avatares que la historia del siglo XX

le impuso a los trabajadores, específicamente los que se encuentran inscritos en

las últimas tres décadas sintetizados en el debate transversal y transdisciplinario

acerca de la “crisis del trabajo” (De la Garza, 2001).

El diagnóstico de ¿Adiós al trabajo?... concluye que el “mundo del trabajo” ha

sufrido una continua ampliación mundial, que opera como emergencia de

fragmentaciones, heterogenia y, como constata Laclau y Mouffe (1987),

divergencia, inclusive contradictoria, en el marco de un actual “modo de trabajo”

(Antúnes, 1999). Tal como Laclau y Mouffe (1987), Antunes (2001) señala que la

posición de clase obrera industrial ya no es única de la relación salarial

subordinada al capital.

Los “proletarios” no son -como lo eran en el sistema del marxismo ortodoxo- el

puro proletariado industrial. En el actual “metabolismo social del capital”

(Mészáros, 2010), que es la estructura relacional de márgenes difusos en que se

conceptualiza el “mundo del trabajo” de Antunes, el conjunto heterogéneo y

diverso de asalariados en relación de subordinación respecto del capital, está

constituido por el compuesto de mujeres y hombres que producen plusvalía y

participan directamente del proceso de valorización del capital (trabajadores

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“productivos”), y, además, por quienes cuyas formas de trabajo no participan

como elemento vivo en el proceso directo de valorización del capital y creación

de plusvalía; “cuyo trabajo es consumido como valor de uso y no como creador

de valor de cambio” (trabajadores “improductivos”), (Antunes, 2001, 2).

De modo general, la realidad contemporánea de las posiciones de los asalariados

subordinados al capital se entienden como su expansión, diversificación y

heterogenización de “condiciones de precariedad” (Antunes, 1999),

constituyéndose en una serie de posiciones de sujeto “precarias” que denomina:

subproletariado moderno, fabril y de servicios.

El rasgo central de este agente es el de estar conformado por posiciones de

sujeto degradadas respecto de las posiciones “estables” del proletariado clásico.

Éstas se caracterizan por ser inestables, inseguras, insuficientes (Castro, 2008).

Antunes perfila empíricamente esta definición en base a cuatro tendencias

preponderantes; a) reducción del proletariado manual, fabril y estable, típico de

la fase taylorista y fordista b) aumento explosivo y mundial de sectores

asalariados en condiciones de precariedad laboral c) aumento significativo del

trabajo femenino en la industria y especialmente en servicios d) expansión de los

“sectores de servicio” en general.

Sin embargo, considerando el origen teórico de este cuadro objetivado, la clase-

que-vive-del-trabajo aparece como posición objetiva en el metabolismo social del

capital, pero como hemos visto esto no basta para constituir teóricamente la

clase, es necesario conceptualizarla como relación de poder si lo que se pretende

es indagar su realidad de sujeto histórico.

La clase en tanto agente que vive en el trabajo posee una constitución cualitativa

que la torna un sujeto histórico. Dicha constitución para ser tal debe ser

comprendida a fin de ser distinguida como especial relación sociohistórica.

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Tenemos que proponer un medio teórico para subsanar la deriva “idealista”

presente en el joven Lukács y no del todo resuelta en Antúnes. Creemos que este

medio debe ser reintegrar la clase como identidad relacional de práxis

discursivas.

Identidad

Entender la clase que-vive-del-trabajo subordinada al capital, no de modo

puramente objetivado sino como identidad relacional de praxis discursiva,

requiere definir el espacio en que se constituye.

La relación social en que se encuentra la posición de agente clase-que-vive-del-

trabajo de modo subordinado al capital, en el marco del metabolismo social del

capital (Mézáros, 2010) la definimos, específicamente, como “relación social de

explotación” que está constituida como una “relación teórica” que denota el

“proceso de producción capitalista”, relación en la que se articulan categorías

centrales del pensamiento sociológico y de la psicología social: estructura-

subjetividad-acción. En consecuencia de nuestra crítica a Lukács, no

entenderemos dicho espacio como una “totalidad jerárquicamente determinada”

(Aguiar, 2008; 8), ya que no es posible asignar un rol determinante a la estructura

económica y a la vez pensar la clase como relación de poder sin caer en

conclusiones arbitrarias; “no hay relación lógica determinista entre posiciones en

relaciones productivas y mentalidad”, y acción, “de los productores” (Laclau y

Mouffe, 1986).

La constitución de la clase es una cuestión política y su constitución en sujeto no

depende únicamente de su posición en las relaciones económicas de producción.

Lo coherente es considerar también su posición específica en determinado sector

particular dentro del conjunto que vive del trabajo al mismo tiempo que en las

relaciones sociales no estrictamente económico-productivas que la intersectan.

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La determinación de dicho sujeto debe realizase a partir de “múltiples

determinaciones” identificando la “unidad de lo diverso” en esta espacial y

particular “totalidad” no universal, no hegeliana (Marx, 2001). El sujeto histórico

se sitúa como sujeto de “actividad crítico-práctica” (Marx, 1985), articulado e

inscrito en un conjunto no absoluto de relaciones sociales.

Hegemonía y estrategia socialista… proporciona un sistema de pensamiento que

se hace cargo de sus críticas a las tradiciones marxistas ortodoxas y permite el

surgimiento de un concepto de sujeto histórico. Éste se configura como unidad

diferenciada de relaciones sociales internas y externas a la pura economía, pero

“no en el sentido de que toda articulación sea posible en una coyuntura

determinada” (Laclau y Mouffe, 1987; 153). Dicha articulación histórica es una

relación discursiva, entendida como “discurso práctico”, práxis, comprendida a su

vez en un espacio y tiempo particulares. Los autores proponen el concepto de

“sobredeterminación” (Laclau y Mouffe, 1987; 154) como momento que articula

discursos prácticos de una identidad de sujeto histórico:

“… la sobredeterminación ni es cualquier proceso de <<fusión>> o

<<mezcla>> - que lo reduciría en última instancia a una metáfora

establecida por analogía con el mundo físico, compatible con cualquier

forma de multicausalidad -; es, por el contrario, un tipo de fusión muy

preciso, que supone formas de reenvío simbólico y una pluralidad de

sentidos. El concepto de sobredeterminación se constituye en el campo de

lo simbólico, y carece de toda significación al margen del mismo… El

carácter simbólico – es decir, sobredeterminado- de las relaciones sociales

implica, por tanto, que éstas carecen de una literalidad última que las

reduciría a momentos necesario de una ley inmanente.” (Laclau y Mouffe,

1987, 164)

Los sujetos históricos, las clases, o cualquier agente social colectivo son

relaciones de discursos prácticos particularmente sobredeterminados. Esto

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disuelve las jerarquías deterministas entre lo que articula y lo articulado, emerge

el sujeto crítico-práctico. La articulación discursiva reúne prácticas de elementos

independientes inscritos por la sobredeterminación como específica totalidad que

significa la praxis de una “totalidad estructural u orgánica perdida”. Se trata de

una identidad no positiva ni cerrada en sí misma, “sino que se constituye como

transición, relación, diferencia” una totalidad que está siendo permanentemente

“suturada” (Laclau y Mouffe, 1987, 160).

Identidad es de este modo siempre precaria, no estable, de elementos vinculados

en la praxis de una estructura discursiva que no debe ser entendida, como hace

Meiksins Wood (2013), como “identidad meramente <<cognoscitiva>> o

<<contemplativa>>; sino que es una práctica articulatoria que constituye y

organiza a las relaciones sociales.” (Laclau y Mouffe, 1987, 161-162). La

identidad se va constituyendo como el resultado de una relación discursiva,

conformada como sobredeterminación simbólica, “práctica” (Marx, 1985), relativa

y precaria, como “complejo relacional abierto” (Laclau y Mouffe, 1987).

Tránsitos a hegemonía

En este punto comenzamos a transitar hacia la categoría de hegemonía y las

categorías simples se complejizan.

Lo que entendíamos de manera simple como posición de sujeto debe ser

entendido ahora, también, como una particular “formación social” que puede

incluir a más de una posición de sujeto, y la edificación misma del sujeto pasa a

ser una identidad histórica en tanto una espacial “formación discursiva”, una

inédita “regularidad en la dispersión” (Laclau y Mouffe; 177). Esta “unidad” es

posibilitada por las “complejas condiciones de existencia de los elementos

dispersos”, suturada precariamente por la sobredeterminación. Identidad y des-

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identidad crean una unidad transicional donde la fijación de los elementos

diferentes son momentos históricos.

Pero ¿cómo se consigue entonces la constitución de esta precaria identidad en

sujeto histórico? Por medio de la sutura identitaria; la sobredeterminación

discursiva; una cadena de formaciones de discurso que no consiguen nunca dar

un cierre absoluto al sujeto.

Lo que Antunes denomina “sentido de pertinencia de clase” (2001), por ejemplo,

da cuenta de la existencia de un discurso suturado sobredeterminadamente

(ídem.; 1987).

Es útil precisar que en estas formaciones colectivas las identidades precarias de

los “elementos” se modifican, al menos parcialmente, al ingresar a una

articulación discursiva mayor que está a su vez “materializada” en “instituciones,

rituales, prácticas de diverso orden” (ídem.; 185).

La sobredeterminación viene a suturar una dispersa formación discursiva

colectiva por medio de “fijaciones parciales”. Para establecer los márgenes

relativos de ésta totalidad, se requiere que la identidad colectiva se diferencie de

otras totalidades discursivas sobredeterminadas, las cuales disputan contra ella

los diversos agentes inscritos en el espacio de las formaciones sociales. Dicho

de otro modo, una disputa por la sobredeterminación hegemónica. Aquí la

formación discursiva implica la imposibilidad de su única existencia, la necesidad

de la previa existencia de otras identidades con las que es debido establecer

márgenes que la delimiten y nombren respecto de un otro.

Aliteración

El proceso de comprensión histórica de los sujetos históricos debe buscar

identificar las formas en que se establece la sobredeterminación discursiva. En

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este camino es adecuado revisar algunas de las diversas conceptualizaciones

que la literatura contemporánea ha proporcionado respecto de las nociones de

subjetividad e identidad de sujetos o actores sociales especialmente en el trabajo,

dado nuestro “objeto” de investigación.

De la Garza, Goyosso y Moreno (2010) realizan una panorámica revisión de los

principales enfoques epistemológicos y metodológicos que desde las ciencias

sociales se han ocupado de la cuestión de la subjetividad como de la identidad

en el trabajo a lo largo del siglo XX. Los autores constatan que los problemas de

la identidad comenzaron a adquirir especial relevancia a partir de la década de

los 70`s teniendo su mayor auge en la década de los 80`s en medio del fin del

ciclo de acción política de la “clase obrera” y de la emergencia de los “nuevos

movimientos sociales”. Estas reflexiones, debates y reconfiguraciones teóricas

ingresaron en los años 90`s en el espacio de un fuerte clima postmoderno,

caracterizado por lo que se percibía como una crisis de las identidades,

especialmente de las identidades en el trabajo (Bauman, 2000).

Si bien, nuestra intención no es hacer aquí un debate de cada uno de esos corpus

teóricos ni de sus trayectorias, sí creemos adecuado hacer un recorrido por los

senderos teóricos que pueden ser reordenados como una tradición que posibilita

la compresión de la subjetividad como práxis. Se trata de un grupo de autores

que se esforzaron por superar el dualismo entre estructuras y sujetos, cuestión

que los vuelve parte de una intensión epistemológica, teórica y metodológica

orientada a la comprensión de los sujetos o actores colectivos en el trabajo como

sujetos de práxis. Nos referimos a Alberto Melucci (1994), Hyman (1996) y De la

Garza (2000).

Melucci, en plena década de los 90`s, en medio de la crisis intelectual del

paradigma moderno, reflexionó acerca del enfoque epistemológico y

metodológico en tanto punto desde donde abordar la cuestión de la identidad en

un espacio analítico que entonces estaba poblado por los “nuevos movimientos

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sociales”. Delimitó la posibilidad de un análisis comprensivo de dichas

identidades dejando fuera el estructuralismo y a la teoría de la acción racional tal

y cómo estaban constituidas ambas corrientes en ese entonces. Éstas corrientes

consideraban –y en gran medida esto todavía es así-, erradamente, el fenómeno

colectivo como un hecho objetivo unitario dado, obviando que la unidad empírica

del fenómeno está indisolublemente ligada a la percepción, observación e

interpretación del observador (investigador). Para este autor, el fenómeno no es

una realidad existente de modo absolutamente objetivo como creen las

concepciones “ontológica” que estudian los fenómenos colectivos centrando su

atención únicamente en la acción, explicada como resultado de la estructura o

bien como consecuencia de la acción racional del actor en cuestión.

En contraste con dicho espacio epistemológico, Melucci concibe el fenómeno

colectivo como un producto de procesos sociales diferentes entre los que se

pueden identificar analíticamente orientaciones de acción, elementos de

estructura y motivaciones, articuladas de modos distintos en cada sujeto

histórico. El análisis debe, entonces, concentrarse en explicar cómo esos

elementos se articulan y unen, cómo se forma y cómo mantiene continuidad el

actor colectivo. Vincula este enfoque al campo epistemológico que denomina

“teorías cognitivas y constructivas de la acción humana” (1996; 156). Busca

“descubrir la pluralidad de elementos analíticos (de orientaciones, significados y

relaciones) que convergen en el mismo fenómeno” (ídem.; 157) siendo la unidad

un resultado y no el punto de partida (ídem.; 158). De este modo se entiende que

los actores sociales se definen a sí mismos y definen su relación con el ambiente

(ídem.). Melucci marca, en el clima de los 90`s, una tendencia a la reconfiguración

de una teoría de la subjetividad que establece un diálogo íntimo entre las

tradiciones de la fenomenología sociológica y las tradiciones que ponen acento

en la construcción activa de la realidad social.

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Por otra parte, debatiendo con el bloque de postulados que establecen una

relación “determinista” entre las tesis de “crisis del trabajo” y aquellas que señalan

una crisis de las subjetividades en el trabajo, Hyman (1996) arguye que dicha

crisis es una construcción que proviene de una “visión mitologizada del pasado”

donde habría existido una “época dorada en que los trabajadores eran

espontáneamente colectivistas, y las organizaciones laborales se alineaban

detrás de un proyecto unificador” (1996; 19). Sin embargo, “la historia nunca fue

así” (ídem.). El académico británico considera que desde un comienzo la

competencia ha tendido a atomizar y dividir a los trabajadores, lo cual se ha

traducido en que los sindicatos permanentemente han debido desarrollar su

actividad sobre la base de la “segmentación del mercado de trabajo” al mismo

tiempo que “refuerzan esta segmentación” (ídem.). La “identidad de clase” se ha

desarrollado históricamente sobre una base de “heterogeneidad” y “desarrollo

desigual” “en contra de las probabilidades” dadas por la estructura productiva. La

identidad es el resultado de un “esfuerzo deliberado y precario, una movilización

de tendencia por parte de los líderes y los activistas de la base: y el éxito, cuando

se obtiene, ha resultado ser temporal y parcial.” (ídem.). Por esto, Hyman

considera que la reestructuración del empleo “crea tanto una necesidad como

una oportunidad para reconstruir las relaciones colectivas”;

“La creciente importancia de la fuerza de trabajo femenina, de tiempo parcial

y otras formas “atípicas” de empleo… puede verse como un poderoso

impulso hacia una renovación del sindicalismo y hacia el desarrollo de

nuevas demandas y negociación colectiva, nuevos métodos de

organización y acción, y nuevas formas de democracia interna. Desde

luego, depende de muchas contingencias que esas consecuencias

benignas efectivamente surjan, pero no pueden descartarse a priori.”

(ídem.; 24).

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Hyman (1996) da un paso más que Melucci (1994) al introducir la reflexión

respecto de la subjetividad en el trabajo, en las nuevas modalidades de empleo

que se comenzaban a evidenciar como realidades generales en su tiempo. Sin

determinismo, Hyman deja abiertas las posibilidades de una subjetividad que se

construye.

De la Garza (2000) en un artículo académico especialmente dedicado a discutir

los conceptos de “Subjetividad, Cultura y Estructura” así como sus relaciones,

propone una “nueva noción” que persigue “vincular estructuras con

subjetividades y acciones sociales y que pone el acento principal en el sujeto y

su praxis” (ídem.; 1). Se trata de la noción de “configuración” que se contextualiza

en una crítica al estructuralismo de la “sociedad, cultura, economía” que para

este autor fue la teoría dominante en el siglo XX. En el estructuralismo las

estructuras se “imponían” a los individuos, por lo cual las posiciones de éstos en

las estructuras determinarían sus formas de consciencia y acción, pero desde los

70`s y “con toda claridad” desde los 80`s, el estructuralismo “en teoría” y el

positivismo “en la epistemología” entraron en crisis, produciéndose una

convulsión teórica que marcó un “cambio epocal” devenido en la emergencia de

una nueva teoría social que trata de dar respuestas a un campo que quedó

relegado frente al “peso de los estructuralismo y del positivismo”, “el campo

complejo de la Subjetividad” (ídem.; 3).

El sociólogo mexicano hace un recorrido crítico por las teorías que incorporan o

confrontan las teorías del discurso (historicismo, la fenomenología, la

etnometodología y el interaccionismo simbólico) agrupándolas con el rótulo de

“Hermenéutica” que las define como concepción genérica de la realidad “que

tiene su eje en el problema de la compresión del significado”, vinculada a la

subjetividad “entendida como proceso de producción de significados” que pueden

ser analizados “a nivel individual o social” (ídem.). Sin embargo, De la Garza

contextualiza la subjetividad señalando que los significados no son únicamente

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generados por los individuos “en interacción” por si solos, sino que dentro de

ciertos límites espaciales y temporales en donde se vinculan a “significados

acumulados socialmente” que implican –haciendo referencia a Foucault (1976)-

jerarquías sociales y de poder, “es decir la posibilidad de la imposición” (ídem.;

4)

Desde esta reflexión acerca de la subjetividad, la nueva noción propuesta por De

la Garza es nombrada como “configuración”, la cual entiende al sujeto no sólo

como agente transformador sino además como creador de significados. En este

proceso se trata de vincular la subjetividad con la cultura como significados

acumulados. Sobre todo se insiste en el proceso de dar sentido” (ídem.; 1). Ésta

noción:

“se aleja de la de sistema, en tanto aceptar diversos niveles de claridad y

precisión entre sus códigos, así como la posibilidad de resemantizaciones,

rejerarquizaciones, asimilaciones de elementos subjetivos cognitivos,

valorativos, estéticos, emotivos, combinados en formas discursivas y de

razonamiento que rebasa los análisis lingüísticos y lógico formales.” (De la

Garza, 2000; 1)

“Configuración” es definida a nivel epistémico y conceptual. Epistemológicamente

predominan las formas débiles aceptándose la articulación de “conceptos

propiamente teóricos con términos del lenguaje común” en tanto un nivel

“intermedio” (ídem.; 19). Conceptualmente sintetiza esta noción nombrándola

“Configuraciones Subjetivas”:

“… el arreglo específico de códigos provenientes de los campos de la

cognición, valorativos, sentimentales, expresados o no discursivamente y

combinados en parte en forma pseudoinferencial a través de categorías de

razonamiento cotidiano. La configuración subjetiva da sentido a la situación

concreta, en tanto explicar, decidir, relacionada con la práxis” (ídem.; 21).

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Concluyendo, las “configuraciones subjetivas” son un procesos de “construcción”

en donde se configura y reconfigura la subjetividad misma de un modo no

“voluntarista pero tampoco determinista”; “La praxis se puede volver sobre las

subjetividades y las estructuras presionando a su reconfiguración” (ídem.; 21).

El recorrido que hemos hecho por Melucci (1994), Hyman (1996) y De la Garza

(2000) nos ha conducido -en el marco de nuestra epistemología constructivista y

comprensiva- a una teoría que colinda con la tradición comprensiva de la

hermenéutica (Bauman, 2002), una teoría de la subjetividad como práxis

constructiva y comprensiva. Constructiva en tanto se proyecta como una

alternativa teórica y epistemológica al positivismo reconociendo; a) un papel

activo al sujeto individual y colectivo, tanto aquel investigado como el que

investiga b) la denotación de la realidad como “referencia” del conocimiento c) el

conocimiento como producto de la construcción subjetiva. Comprensiva en tanto

busca alcanzar la “comprensión del sentido de la realidad social” que se nos

presenta como intersubjetividad, interacción, comunicación y lenguaje, en cuanto

transitamos al estatus de “observadores de segundo orden”, interpretadores de

“la experiencia de la realidad fenoménica”, para lo cual es necesario, primero,

“construir un lugar contemplativo destinado a la observación y la comprensión”

(Retamazo, 2012).

Esta última, primaria tarea, es la que estamos realizando. En nuestro cuerpo

teórico el surgimiento de una identidad ha requerido dar cuenta

retrospectivamente de las propuestas de los recién revisados autores,

permitiéndonos resituar nuestra reflexión como momento básico en la

construcción teórica e histórica del sujeto.

En este momento la identidad precaria se constituye como espacio

sobredeterminado, requiriendo de la subversión del orden discursivo dominante,

pero esta subversión no es el conjunto del proceso subjetivo del sujeto o actor.

El conjunto amplio es el tránsito hacia el antagonismo con respecto a una

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formación discursiva que lo subordina. A esta situación transicional le llamaremos

subjetivación, tránsito hacia una identificación en el marco de la crisis discursiva,

situación que puede llegar a resolverse en una identidad precaria como pura

formación discursiva o a inscribirse en una posible identidad que llegue al grado

de formación hegemónica, un espacio político sobredeterminado.

Esta nueva formación siempre que sea antagónica estará recorriendo los límites

de lo social concebidos por la óptica de la formación dominante. La subjetivación

es subversiva si se produce como transgresión de los márgenes de la formación

discursiva dominante.

En la constitución de una formación discursiva identitaria la cuestión de la

“representación” cobra relevancia en la medida en que es una forma de

representar su propia identidad como sujeto, y esto puede ocurrir como una

continuidad entre la representación y lo representado en una misma formación

discursiva o bien, como la preponderancia de una identidad que designa los

intereses de otra identidad, constituyendo un espacio político donde una o más

identidades precarias se encuentran subordinadas.

Consideramos necesario mencionar dos productos de investigación referidos a

la “subjetividad” de los trabajadores en “crecientes grados de precarización

laboral” (Álvarez, 2012), ya que contienen reflexiones conceptuales que se

cruzan con el concepto que estamos proponiendo; identidad como

sobredeterminación discursiva.

El artículo de Rolando Álvarez Vallejo publicado en Revista Alternativa N° 24 “La

“Identidad precaria”: Sumisión y resistencia laboral en Chile: El caso de los

trabajadores precarios del salmón” (2012) utiliza el concepto de “identidades

precarias” no categoría teórica de identidad, sino como el concepto histórico que

designa las identidades de los trabajadores subcontratistas de la industria

salmonera, identidades “escasamente politizadas, pero que pueden desarrollar

conciencia de clase vertiginosamente, producto de las condiciones

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extremadamente abusivas en las que se encuentran” (Álvarez, 2012)

distinguiéndolas , a su vez, de las identidades de los trabajadores de planta en el

sector.

En tanto concepto histórico concreto, la intersección que se produce entre

Laclau-Mouffe con Álvarez es una intersección a nivel empírico, no a un nivel

teórico, en esa medida es significativo considerar a partir de Álvarez, que las

identidades en formaciones sociales subcontratistas, en trabajos productivos, son

especialmente precarias, lo cual posibilita un dinamismo “vertiginoso” a su

constitución como sujeto práctico. Sin embargo, no deduciremos únicamente

desde sus condiciones de existencia “abusivas” que este dinamismo pueda

traducirse en una subjetividad con grados de politización. La constitución de un

determinado “sentido de pertinencia de clase” (Antúnes, 2001) no es sólo

producto de las identidades desde el trabajo, sino que puede ser tal toda vez que

se constituya como formación discursiva en un proceso más diverso.

En este sentido, más recientemente que en 2000, De la Garza et. al. en Crítica

de la razón para-postmoderna (Sennet, Bauman, Beck) (2008) realizan un agudo

cuestionamiento al concepto de identidad presente en Bauman (2005) que desde

Trabajo, consumismo y nuevos pobres (2000) señaló un traslado en la

conformación de las identidades, desde una ética del trabajo hacia una ética del

consumo, esto, al interior de las sociedades “postindustriales” de la década de

los 90´s. Bauman (2000), con una concepción weberiana de trabajo (Antunes,

2001), propone que las nuevas identidades “liquidas” de los trabajadores no se

fundan en la explotación, como si en la “humillación, el sufrimiento y la pobreza”

(Bauman, 2005).

Los autores de Crítica de la razón… atribuyen a Bauman el error clásicamente

estructuralista de considerar la estructura ocupacional, posición de sujeto en las

relaciones de producción, como la base en donde se “funda” la constitución de

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las identidades. De la Garza et. al. (2008) cuestionan tal planteamiento del

siguiente modo:

“las estructuras ocupacionales pueden influir en las identidades, pero entre

esas posiciones y la creación de un sentido de identidad media un proceso

de construcción –no de deducción o derivación a partir de las estructuras-

en el que pueden influir otras estructuras de las empresas – tecnología,

organización del trabajo, relaciones laborales, culturas laborales y

gerenciales- y espacios extraempresa como la familia, la escuela, la religión,

etc…. Además, los sujetos sociales no simplemente interiorizan los códigos

de la cultura de acuerdo con su situación sino que los “procesan” para crear

configuraciones concretas para dar sentido a las situaciones concretas.”

(De la Garza et. al., 2008, 23).

Éstos académicos, dando continuidad al concepto de De la Garza (2000),

entienden la identidad de “sujetos colectivos” como configuración que pone en

juego códigos cognitivos, morales, estéticos, sentimientos, formas de

razonamiento cotidiano, no como un “ensimismo”, sino que siempre respecto de

algo. Dichas “configuraciones concretas” pueden ser entendidas como

descripciones de “discursos prácticos”. Para nosotros, las identidades colectivas

como praxis discursivas sobredeterminadas o, dicho de otro modo,

sobredeterminaciones de discursos prácticos (práxis).

Hegemonía

Entendemos hegemonía como la categoría compleja que viene a dar cuenta de

la sobredeterminación de una formación discursiva siempre precaria y

enmarcada en una relación de poder. La hegemonía aparece en las

circunstancias históricas en que los diferentes elementos que comienzan a

relacionarse aún no se han estabilizado en una identidad de identidades y

requieren, para constituirse en identidad de una sobredeterminación discursiva

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que la dote de coherencia y establezca sus márgenes. La hegemonía es la

organización coherente pero inestable de elementos aleatorios, como relación

precaria, en un contexto político. La hegemonía puede constituirse en la medida

en que operen “prácticas articulatorias” de identidades individuales, que son

discursivas en su sentido crítico-práctico, y constituyen identidad tal como la

definimos más arriba, y por tanto posibilitan, a su vez, la sobredeterminación,

toda vez que establecen una articulación de sus prácticas discursivas que son

organizadas, representadas y reproducidas por un discurso hegemónico.

En el proceso de emergencia de una sobredeterminación hegemónica se

produce un entrelazamiento crítico de la “lógica de la equivalencia” y la “lógica de

la diferencia”, en donde ambos momentos se subvierten permanentemente. La

primera designa el momento de comparación posible entre diferencias, la

segunda, en cambio, la “experiencia” de la diferencia que no puede ser eliminada

por la equivalencia. La preponderancia de una sobre otra es la preponderancia

de la negatividad sobre la positividad o viceversa en las identidades precarias, y

su mayor o menor grado debe ser determinado históricamente. Laclau y Mouffe

manifiestan esto de la siguiente manera; “la lógica de la equivalencia es una

lógica de la simplificación del espacio político, en tanto que la lógica de la

diferencia es una lógica de la expansión y complejización del mismo” (Laclau y

Mouffe; 223). Pero, esto debe ser tomado con los reparos de la historicidad, ya

que no actúan como lógicas absolutas, a la vez tienen que ser consideradas

como dinámicas intra e inter discursivas, pertenecientes al ámbito de las disputas

entre espacios políticos.

Tal como De la Garza et. al. (2008), Laclau y Mouffe (1987) conciben la identidad

de sujeto histórico como transgresión de la alternativa excluyente que entiende a

los sujetos edificados como interioridad o bien, como exterioridad.

La hegemonía como formación articulatoria simbólica o representacional del

“sujeto colectivo” (De la Garza et. al., 2008), es parcialmente exterior a lo que

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articula. Hegemonía, como especial sobredeterminación política, no puede ser

concebida como la primacía de una estructura sobre otra, sino como su

conjugación contingente, de lo contrario no podría ser hegemónica, no podría

articular la contingencia de sus momentos y elementos dinamizados en las

confrontaciones del poder.

La sobredeterminación requiere de una fuerza sobredeterminante, la fuerza

hegemónica, actúa como distintas fuerzas centrípetas sobre uno o varios campos

(Bourdieu & Wacquant, 1995) superpuestos por intersecciones, no como

superestructura, se encuentra al mismo nivel que el “conjunto de elementos

hegemonizados” (Laclau y Mouffe, 1987; 229). Tal fuerza transforma los diversos

discursos en una práctica hegemónica coherente y colectiva, una práctica

articulatoria especial que posibilita y construye la identidad colectiva. Al

constituirse como práctica de márgenes más o menos definido en una

confrontación política, se distingue por conformarse por medio de un

enfrentamiento antagónico y a la vez se representa en símbolos de la formación

discursiva y posee un imaginario y representaciones (Girola, 2012). Un espacio

hegemónico siempre estará “surcado por antagonismos” que se constituyen por

su propio discurso práctico, suponiendo “fenómenos de equivalencia y efectos de

frontera” respecto de una formación hegemónica antagonista.

Ahora bien, las formaciones hegemónicas emergerán ahí donde se produzcan

“crisis orgánicas” (ídem.; 232), es decir, en coyunturas de debilitamiento

generalizado de la hegemonía dominante en que se definen las identidades de

un espacio sociopolítico. Aquellas crisis producen una serie de “elementos

flotantes” en el discurso hegemónico dominante, esos elementos pueden ser

sobredeterminados por fuerzas centrípetas pertenecientes a otro discurso

práctico capaz de unificarlos y al mismo tiempo permitirles mantener sus

diferencias. Dicha articulación, volvemos a insistir, no posee un centro, sino que

se establece a partir de múltiples posiciones de sujeto, proliferación de

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antagonismos, sobredeterminaciones parciales: una crisis generalizada de

identidades sociales (ídem.; 232).

Una vez alcanzada una situación de “equilibrio inestable” (Trotsky, 1999, 31-59)

la sobredeterminación hegemónica re-instala el antagonismo entre dos o más

hegemonías estableciendo una “guerra de posición” (ídem; 233). En el trascurso

de ésta se abre la posibilidad de transformaciones de y en las identidades de los

actores en conflicto, como consecuencias de los tránsitos que estos realizan en

los márgenes de sus respectivas formaciones hegemónicas producto de la

dinamización de la misma guerra que moviliza nuevamente las lógicas de la

equivalencia y la diferencia. En la “guerra de posición” la inestabilidad de la

formación hegemónica le permite abarcar a la fuerza hegemónica que se le

contrapone en tanto la identifica o designa. En este caso la otra formación

hegemónica debe tolerar a la primera como aquello que se le enfrenta (Laclau y

Mouffe; 136).

Los autores de Hegemonía y estrategia socialista… destacan que la separación

del espacio social en dos formaciones hegemónicas no es la única forma de

antagonismo inter-hegemónico, pueden existir antagonismos miltipolarizados.

Laclau y Mouffe señalan, pertinentemente, que el espacio hegemónico que entra

en esta “guerra de posición” no debe ser entendido como un espacio político

único, sino que como una formación hegemónica capaz de ser internamente

diferenciada. Se produce entonces una tensión entre la equivalencia, que

tendería a constituir las formaciones hegemónicas como espacios políticos

únicos y, la diferencia que tendería a constituir la formación hegemónica como

espacios políticos diferenciados.

En una descripción la conformación de una formación hegemónica pasará por

“la autonomización de ciertas actividades y formas organizativas, en parte

por sistemas de alianzas con otras fuerzas, y en parte por la construcción

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de sistemas de equivalencias entre contenidos de ciertos movimientos, ya

que nada puede consolidar más las propias luchas… , que la construcción

de formas estables de sobredeterminación entre contenidos…” (ídem.;

240).

Disrupción de las generaciones

Comprendemos la generación como una peculiar identidad histórica

sobredeterminada de modo horizontal, no mediante la hegemonía aunque puede

ocurrir teóricamente de esta forma. Se refiere a una identidad que se constituye

como un “vínculo multidimensional entre actores, sus contextos y su “edad”

definida socialmente” (Muñoz, 2011; 9).

La identidad generacional, entendida como identidad colectiva

sobredeterminada, práctico discursiva, construida en la referencialidad a un Yo

que se estructura en una peculiar relación de lugar entre formaciones discursivas

en oposición a otra generación, una posición etaria de sujeto donde “edad” se

refiere al lugar de dicha identidad en una concatenación temporal de identidades

generacionales dentro de un campo de sujetos colectivos, es decir, no se

constituye por la edad biológica, sino por una edad social, una “edad” respecto

de otras generaciones.

Al entender la identidad como articulación, el concepto de generación se presenta

como una identidad colectiva especial que debe ser entendida como un particular

discurso práctico. En Generaciones: juventud universitaria e izquierdas políticas

en Chile y México (Universidad de Chile – UNAM 1984-2006) Víctor Muñoz

Tamayo (2011) conceptualiza las identidades generacionales como

construcciones subjetivas donde los “actores colectivos e individuales proyectan

una representación, relato y discurso respecto a una pertenencia – “nuestra

generación” – y respecto a otredades – “otras generaciones” -.” (Muñoz, 2011).

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2. Revalorización de E.P. Thompson

Lo hecho hasta aquí ha sido el planteamiento de un cuerpo teórico y conceptual

de carácter histórico que permite articular conceptualmente, “suturar”, nuestro

objeto de estudio y su traducción en la narrativa histórica, nuestra

sobredeterminación discursiva.

Dado el contexto disciplinar y, por ende, también epistemológico de la

historiografía social contemporánea, es indispensable la revalorización de las

propuestas conceptuales de Edward P. Thompson ante la cuestión “clase” debido

a su enorme impacto en la historiografía y las ciencias sociales, impacto que

sigue teniendo aún hoy, 51 años después de publicada la primera edición en

inglés de La formación de la clase obrera en Inglaterra (1989).

Su arduo trabajo de investigación y publicación, como sus "nociones", permiten

sobrepasar sus propios márgenes hacia nuevas interpretaciones, conceptos y

categorías, tal como él dejó explicitado al finalizar el prefacio a dicha obra escrito

en 1979 (Thompson, 1989; XXI).

En La formación de la clase obrera en Inglaterra (1989) y Miseria de la teoría

(1981) Thompson expone una serie de tesis, que él llama “hipótesis”, las que no

deben ser “petrificadas como ortodoxias” (Thompson, 1989, XXI). Esta

advertencia es la conclusión de su obra a partir su propia concepción de la

historia, una concepción que se cruza con lo que hemos llamado muy

primariamente noción teórica de la subjetividad como praxis constructiva y

comprensiva.

El roce abstracto de Thompson con dicha noción de la subjetividad se encuentra

posibilitado por la conjunción disciplinaria que establece el discurso

historiográfico. Pero a la vez, estas conexiones están tensadas por posiciones

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teóricas generales diferentes respecto de cómo se constituyen los sujetos y

distintas en cuando a cómo se instituye lo social.

Podemos determinar nuestro punto de intersección como aquel en que se

concibe el sujeto en tanto identidad “fluida”, no cristalizada, como el resultado de

“lógicas” de igualdad y diferencia, que se constituyen interna y externamente

como articulación antagónica a otra articulación dada, siendo el desarrollo de

este proceso posible de expresar como un “mismo modo”.

Esta reflexión está íntimamente relacionada a su prevención teórica de no

transformar el mencionado “modo” en “ley” objetiva.

En este punto el historiador inglés se distancia de la ortodoxia positivista como

de la ortodoxia marxista. Rechaza la existencia del sujeto, la clase, como “cosa”,

es decir, objetivada, concibe a ésta como relación histórica, lo cual significa en

Thompson no puramente objetivada. Esta noción produce una crítica al concepto

de “conciencia de clase” como emergencia espontánea desde las relaciones de

producción en donde estarían objetivados los intereses de determinada clase.

Rechaza la concepción de la “conciencia de clase” como un deber ser según tales

intereses. Thompson se enfrenta en este punto a la consciencia única y

verdadera (de la totalidad social), a la misma ortodoxia esencialista que hemos

criticado del joven Lukács. Se distancia también, de la concepción “estática”, de

tipo ideal, que niega la “materialidad” de la clase y la reduce a una “idea”,

negándola como proceso histórico.

Otro punto de proximidad se establece cuando aquel plantea que “no podemos

comprender la clase a menos que la veamos como una formación social y cultural

que surge de procesos que sólo pueden estudiarse mientras se resuelven por sí

mismos a lo largo de un período histórico considerable” (Thompson, 1989, XVI).

Aquí el concepto que hemos esgrimido de “formación hegemónica” encuentra su

semejante en el sistema histórico-conceptual de La formación… . Incluso el autor

establece que la emergencia de la clase obrera inglesa se produce en el contexto

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en que “la clase gobernante estaba muy dividida” y que tal emergencia aconteció

como insurgencia (Idem.). Estas dos últimas definiciones son realidades

concretas de la “crisis orgánica” y la “subversión”.

Finalmente, como punto de encuentro más restringido, Thompson entiende la

dimensión de la producción económica en tanto está inscrita en un particular

modo de trabajo o modelo productivo inexplicable por una objetiva dinámica

interna, sino que se establece a partir de fuerzas diversas, por ejemplo, cuando

considera el “carácter de la nueva disciplina del trabajo industrial y la relación que

la iglesia metodista puede tener con ella” (ídem.).

Es en el punto de mayor intersección donde encontramos la paradoja entre dos

discursos históricos contrarios. “formación social y cultural” es contradictoria a

“formación hegemónica”. La noción de Thompson de que la clase es una relación

de dos dimensiones la “social” y la “cultural” está reproduciendo la separación

ortodoxa de estructura y superestructura. Quiebra la “materialidad” de la

identidad de clase, que defiende en otro lugar, y desgarra su lógica relacional de

la identidad. No hay articulación contingente, hay determinación. Sin embargo

hay una intención de desvincularse del positivismo considerando que la clase

obrera no tiene “existencia real” (Thompson, 1989; XIV). Aun así, la idea fuerte

es que la conformación de la identidad de clase está “ampliamente determinada

por las relaciones de producción en las que los hombres nacen, o en las que

entran de manera involuntaria” (Thompson, 1989, XIV). La amortiguación del

concepto de determinación no elimina la determinación. No hay subversión de la

ortodoxia.

La no ruptura con el fundamento del discurso de la ortodoxia se explica debido a

que su crítica es un desplazamiento hacia una posición teórica que se opone

explícitamente a la reflexión teórica abstracta (Anderson, 1985), poniendo como

fundamento de la subjetividad no la praxis sino la “experiencia humana”

(Thompson, 1979, 252).

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Esto produce un efecto empirista que tiende a abolir las “categorías” y

conceptualizaciones teóricas generales para la comprensión del proceso

histórico y especialmente para la comprensión de la “working class”. Da

continuidad, de un modo historicista (concreto), a la teoría del reflejo presente en

el Lukács de Historia y consciencia de clase. Clausura la unidad diferenciada del

sujeto como práxis, como síntesis de múltiples determinaciones construye en

ésta. El concepto de experiencia ciñe la conformación del sujeto a una parcela

secundaria de la subjetividad, no como resultado de sí mismo sino como un

particular reflejo “procesado” de la estructura. La ubicación de la experiencia

como momento central de relación de la subjetividad con lo social preconcibe una

reflexividad a posteriori del sujeto, eliminado su actividad crítico-práctica como

constituyente de su conformación, como relación social constituyente de la

realidad social que transforma, dejando de lado, también, cualquier noción

epistémica constructiva de la realidad social.

De este modo la experiencia, al ser el momento fundante, se vuelve “materia

prima” (Thompson, 1989; XIII) de los sujetos y sus identidades. Por el contrario,

nosotros consideramos que la experiencia no es más que la objetivación “para

sí” de la praxis subjetiva.

Los sujetos aparecen condicionados por la experiencia como algo que deberá

ser “elaborado” (Thompson, 1979, 253) a posteriori. Este condicionamiento existe

con posterioridad de la práctica social y se desgarra de ella como discurso.

Justamente la cualidad de la práctica como “actividad humano-sensorial” (Marx,

1985, 665), práxis, es aquello que la constituye como discurso práctico que

vuelve posible la formación discursiva, la experiencia se encuentra como

dimensión inscrita en una práctica discursiva desde su origen, ya no como

“materia prima” de la subjetividad sino como uno de sus momentos derivados de

la contingencia. La “consciencia” y la “cultura” no son unidades que administran

la experiencia como una cosa. No la elaboran como un elemento independiente

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sino que es significada en articulación con las prácticas que la han producido. Si

la identidad se constituyera como reflejo, la lógica teórica llevaría a su disolución

como unidad específica, Thompson no da este paso porque se abstiene de la

teoría (Anderson, 1985).

La concepción thompsiana del sujeto es, entonces, un desplazamiento (retorno)

hacia el empirismo que no subvierte el fundamento de la formación discursiva

ortodoxa. Restringe sus conceptos, impidiendo el surgimiento de la clase como

sujeto constituido. Ésta es dividida en lo “socia” por un lado y lo “cultural” por el

otro, generando una identidad nominal, en última instancia no suturada sino

desde fuera y arbitrariamente, entre las determinaciones de las relaciones de

producción y la nociones generales de la consciencia de clase, siempre que estas

sean constatadas o sean probadas por “datos empíricos relevantes de que se

disponga” (Thompson, 1981).

Ahora bien, desde el punto de vista histórico concreto su desplazamiento

empirista es un desplazamiento culturalista y, como tal, ha posibilitado la

integración en la disciplina historiográfica y en el general de las ciencias sociales,

de indeterminadas categorías y conceptos que permiten asir la materialidad de

la existencia de los sujetos concretos en marcos teóricos diversos. La categoría

de experiencia, que hemos problematizado, es una de las más significativas.

Rojas (2000) estima que el impacto de Thompson en la historiografía nacional

produjo la “necesidad de dar relieve a los componentes culturales de la historia

social” (ídem.; 83). Emergieron conceptualizaciones descriptivas claves para la

descripción historiográfica de los sujetos tales como “cultura popular”, “vida

cotidiana”, “mundo popular” e ingresaron otras provenientes de otras disciplinas

de investigación social tales como “costumbres”, “identidad”, “hegemonía”,

“imaginario”, integradas principalmente a los que Rojas llama “historia cultural”

(ídem.; 85). Aún está pendiente hacer una valoración exhaustiva de la obra de

E.P. Thompson para nuestra historiografía, así como es evidente que todavía

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continúa siendo un punto de referencia ineludible para las nuevas generaciones

de historiadores. Nuestras críticas no se dirigen su aporte al “oficio de historiador”

de conjunto, sino especialmente a su reflexión teórica del sujeto.

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CAPÍTULO III

SUBJETIVACIONES

MEMORIAS DE NUESTRA HISTORIA

1. Más allá del mineral

Narrar la historia del SITECO como sujeto histórico “primario”, en tanto

reconstitución histórica de prácticas discursivas sobredeterminadas en esta

investigación, no puede ser un procedimiento reducido a exponer una serie de

sucesos y procesos concretos concatenados en el tiempo lineal que hemos

definido para esta historia. Esto se debe fundamentalmente a que la

conformación de éste sindicato en identidad colectiva no es una emergencia

determinada desde el trabajo, sino que desde posiciones diversas de sujeto que

transitaron como “contratistas” por el espacio laboral de la División El Teniente

de CODELCO entre el año 2000 y 2006.

Su historia presente excede la posición de sujeto “contratista”. Algunos de ellos

son exdirigentes (Andrés Leal Alvarado). Las percepciones de sus identidades

combinan su calidad de “contratistas”, “dirigentes sindicales” o “padres de

familia”. Las memorias de esta historia (Leal, Peña, Espinoza) constituyen de por

sí distintas posiciones de sujeto, particulares identidades individuales que poseen

sus propias vivencias. Sus identidades personales y la contingencia de su práxis

política son claves para reconstruir una historia que nos permitirá contemplar el

desarrollo histórico de éste sindicato y ahondar en un análisis de segundo orden

en el futuro. Además por el lugar político que ocuparon en el desarrollo de la

historia reciente del SITECO se representan como pieza fundamental de los

procesos subjetivos que narramos y sobre los que comenzamos a teorizar.

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Dar relevancia a las biografías de las identidades individuales que articulan el

presente de este sindicato es un acto de reconocimiento político a Gabriel

Ricardo Espinoza Fernández, a Andrés Leal Alvarado y a Jorge Alejandro Peña

Maturana.

Ni el SITECO, ni cada uno de ellos, ni esta misma investigación, estarían aquí

reunidos si no fuéramos parte de una misma y distinta historia que emergió de

momentos indeterminados que adquirieron sentido y unidad “precaria” en el

presente.

Las trayectorias de vida del “Tata”, el “Flaco” y el “Hombre lobo” no son, entonces,

los “orígenes” del SITECO, éstos no son ubicables positivamente, sino

teóricamente en una historia analítica que está por ser escrita

Tampoco son las “fuentes” de nuestra historia, porque los testimonios están

mediados por el presente y el destiempo, como todo proceso de significación que

incluso encontramos en los textos escritos. Pero con sus relatos memoriales,

contribuyen a dotar de vivencia histórica los procesos de transformación de las

culturas sindicales posdictatoriales, particularmente de los trabajadores

“contratistas” en CODELCO.

Por lo anterior, con ellos no acaba esa historia, así como tampoco comienza, pero

sin ellos no podría penetrarse en las dinámicas de la subjetividad que contiene

todo proceso histórico a ser investigado, no sería posible reconstruir al sujeto

como un objeto de la investigación de segundo orden, muy especialmente porque

no disponemos de documentos escritos que contengan significantes

representativos del pasado colectivo.

Entre los procesos de subjetivación que confluyeron en el sindicalismo que

desarrolló el SITECO entre el año 2000 y 2006 están los procesos de

identificación-desidentificación de estas individualidades, sus vivencias en

posiciones y formaciones sociales y discursivas distintas, sus trayectorias de vida

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a las cuales podemos aproximarnos mediante sus propios relatos que explican

desde sus memorias partes claves de la significación de sus identidades.

2. Gabriel Ricardo Espinoza Fernández:

El “Tata”

Gabriel Ricardo Espinoza Fernández, el “Tata”, nació en la comuna de

Rinconada, ubicada en la provincia de Los Andes, perteneciente a la Región de

Valparaíso, el 16 de marzo de 1955. Hijo de padre campesino mediero4 del ajo,

la cebolla y el cáñamo, que cuando tenía alrededor de 40 años vivió el proceso

de Reforma Agraria, como militante del Partido Socialista, iniciado primero por el

gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y luego profundizado por el

gobierno de Salvador Allende (1970-1973).

La niñez del “Tata” es el momento en que comienza a significar la realidad social

y a construir su identidad como parte de una familia campesina, cuyo padre, en

el contexto de transformaciones estructurales del campo, se volvió sindicalista e

hizo experimentar al pequeño Gabriel la actividad sindical de la tierra. Entonces,

aquel niño, cursaba la enseñanza básica en la Escuela N° 13 de Rinconada de

Los Andes.

A los 13 años de edad, en 1968, siendo pequeño y habiéndose visto envuelto en

el proceso de transformaciones sociales de la década de los 60´s se dedicó a

trabajar en el campo comenzando con la cosecha de frutas por temporadas, “de

chiquititos ahí andábamos trabajando” (G. Espinoza, entrevista, Marzo 22, 2014).

En ese momento comenzó su actividad sindical haciendo propaganda como parte

4 Durante los años `60 y `70 “mediero” hacía referencia al campesino que recibía un sueldo de parte del patrón a cambio de sembrar y cosechar una pequeña cantidad de tierra cuyos productos quedaban íntegramente en manos del propietario. Gabriel percibió aquel salario que recibía su padre como una “miseria”.

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de los procesos de sindicalización campesina en su comuna, de la mano de su

padre.

El padre, como militante del Partido Socialista, organizaba en el sindicato

comunal de Rinconada de Los Andes a los trabajadores y trabajadoras del sector.

El “Tata” recuerda que aquel sindicato era grande dentro de la comuna.

Su padre iba organizando los fundos junto a otros campesinos y “paraba los

sindicatos”, que se fueron agrupando hasta constituir un único sindicato

campesino. Prontamente su padre pasó de ser dirigente sindical a ser regidor y

luego alcalde, siendo electo con la primera mayoría en el año 1973, cargo que se

vio truncado por el golpe militar del 11 de septiembre. Los organismos de

represión propios de la dictadura militar lo detienen y se transforma, a los ojos de

Gabriel, en preso político por más de un año y medio.

El “Tata” tenía también un hermano, uno entre seis, que en los previos años al

golpe militar había ingresado a las filas del Movimiento de Izquierda

Revolucionaria (MIR). Aquel el mayor de los tres hermanos hombres y, como

parte de una familia que había vivido la militancia política del padre y luego su

detención, buscó organizar campesinos en los primeros meses tras el golpe,

siendo detenido a fines de ese año, inaugurando una dinámica de detención,

tortura y liberación que duró hasta mediados de los `70.

El “Tata” recuerda haber vivido esto en su adolescencia. Su hermano “tenía una

pieza aparte, y yo vivía en una mediagua, y veía cuando sentía el ruido de, los

cómo se llama, del servicio de inteligencia que andaba en ese tiempo, y pegaban

una sola patá en la puerta, y entraban y se tiraban directo, y a mi hermano lo

sacaban tapado con un saco en la cabeza, y andaban en camioneta y lo echaban

en la camioneta. Después aparecía como a los 2 días, pero todo machucado.

Claro, no se le veían los machucones porque sabían machucar.” (ídem.).

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Esto se tradujo, para el hermano de Gabriel, en un trastorno psicológico que lo

tuvo un largo tiempo en tratamiento que finalmente concluyó con su recuperación

en la década de los 80´s.

El padre, su hermano y él, fueron campesinos, sindicalistas, inscritos en un

contexto de activismo y militancia social y política, devenido en dictadura, en la

cual sufrieron como familia campesina, sindicalista y de izquierda, la represión y

tortura política del régimen militar.

Esto provocó un clima de temor y angustia familiar. Doña Elvira Fernández era

acompañada por sus hijos cuando iba a preguntar a los militares por su esposo;

¿Por qué don Ricardo estaba desaparecido? “y no nos daban ni una respuesta

en ningún lado, entonces, a veces nos sacaban a escopetazos, o sea, con el fusil

nos sacaban, y después por mi hermano también que era torturado, entonces no,

fue terrible para mi mamá” (ídem.).

Teniendo a su “papá” preso, en 1974 ingresó a hacer el servicio militar. La

realidad que le tocó vivir como recluta fue “chocante”. Narra que “estuve bien mal,

con depresión y toda la cuestión, porque veía cómo actuaban las fuerzas

armadas, los allanamientos, entonces era fuerte para mí, y muchas veces yo con

el fusil cargadito veía cuando se reunían los generales, los mayores después de

la formación que nos hacían a nosotros todos los días, y puras ganas de hacer

lo justo no más, cachai. Entonces eso era fuerte para mí, porque, no sé, si le

hubiera pasado algo a mi papá, a lo mejor yo huera hecho algo también” (ídem.).

Luego que su padre salió de la detención política en la cárcel de San Felipe,

Gabriel decidió abandonar el país y migrar a Argentina. A fines de 1975 Don

Ricardo Espinoza sale de prisión y el `76 abandona Chile con su hijo.

Consiguieron ingresar a trabajar en la vendimia “allá” porque ya un cuñado y un

hermano que trabajaban manejando un camión municipal en Rinconada -también

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militante del Partido Socialista- se habían ido escapando de la represión semanas

después del golpe consiguiendo trabajo ahí.

Buscaron asentarse, pero la madre de Gabriel le pidió a don Ricardo que

regresara a Chile. Éste desistió y retornó a Chile a los pocos meses. El “Tata” se

quedó en el campo de la zona central de Argentina durante un año apoyando su

hermano. En este proceso se vincula al movimiento montonero de Tucumán,

junto a otros chilenos que laboraban en el campo, este grupo decide ir a trabajar

la caña de azúcar a aquella ciudad en el norte del país trasandino.

La vida en Tucumán fue de corta duración, pero significativa. Percibió el clima

producido por la actividad política de los sectores montoneros de la izquierda y

del régimen argentino. Trabajando ahora en la caña de azúcar recuerda que “era

bien restringido el control ahí, porque siempre andaba, estábamos cosechando

nosotros y llegaba la policía argentina a vernos la documentación” (ídem.).

Pasado los tres meses que duraba el pasaporte de viajero, Gabriel debió buscar

otro trabajo en algún rubro donde fuera inferior el control policial para “pasar

piola”. Entre trabajos de distinto tipo, conoció, en el año `76 a quien sería su

esposa, una mujer chilena, militante del MIR, que había huido en condiciones

similares a las de él. El miércoles 24 de marzo de ese año se produjo el golpe

militar argentino. Gabriel y su entonces pareja vivenciaron nuevamente un golpe

de estado, pero de una manera distinta, “no fue como acá que las fuerzas

armadas en la calle, toda la cuestión,” (ídem.).

Ambos se permanecieron juntos hasta 1976 en Argentina, retornando a Chile en

1977, donde Gabriel comenzó a trabajar nuevamente en el campo, porque “eso

era lo que sabía hacer no más”, mientras su “señora”, recientemente embrazada

y con un hijo de otra relación se dedicó a las labores del hogar.

Entre 1977 y 1984 trabajó en asentamientos campesinos que eran de amigos de

su padre, asentamientos que se habían establecido durante la reforma agraria.

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Aquellas personas habían sido compañeros de Don Ricardo, él los había

sindicalizado con la ayuda de Gabriel durante el periodo de la Unidad Popular.

Ellos le dieron los contactos con patrones de la zona para que consiguiera

trabajo.

Su hermano, aquel que había sido torturado, se dedicaba a la cría de animales y

al sembradío, “Era como una cuestión experimental que tenían entonces, a él le

pagaban, él estaba a cargo de todo eso, y le prestaba ayuda a los compañeros.

En eso trabajaba mi hermano, porque poco tenía…” (ídem.).

En 1984, el “Tata” comenzó a trabajar como auxiliar en el centro educativo de la

Parroquia San José Obrero, ubicado en Rinconada de Los Andes. Aquí pudo

desempeñar más tranquilas sus labores, ya que el “sacerdote” de la parroquia lo

resguardó de los avatares de la dictadura.

Gabriel rememora;

“incluso decían que no le iban a dar más el diezmo los ricachones, porque

usted sabe que llegaban los ricachones a la iglesia también, y que no le iban

a pagar más diezmo si me tenían a mí. Bueno, por lo menos el sacerdote

los mandaba a la cresta…” (ídem.).

Ahí trabajó cinco años hasta 1989. Se produjeron nuevos cambios en la “familia”.

Tal año su esposa tuvo a su segunda hija. Así la familia se compuso de tres hijas

mujeres y un hijo hombre, porque su pareja tenía ya dos hijas con un esposo

anterior. En estas circunstancias, su esposa le propuso que buscara otro trabajo,

ya que vivir en esas condiciones se

“hacía demasiado complicado para subsistir. Incluso ella estaba trabajando

también, y las hijas también ya estaban saliendo a trabajar… entonces era

bastante difícil soportar esa vida, y que era tan, no sé, tan explotada.

Ganaban (sus hijas) una porquería de plata” (ídem.).

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Ellas trabajaban, al igual que Gabriel, su hermano y su padre, en el campo. Se

dedicaban a la cosechas de frutas. En su matrimonio, reflexiona, no era aceptable

que sus hijas estuvieran trabando ahí, “explotadas”. Ellos podían aceptar hacer

ese trabajo, pero le costaba ver a sus hijas lado a lado viviendo esas labores.

Siendo “criolla” de la comuna de Machalí, comuna de la Región de O’Higgins

ubicada al éste de Rancagua, su esposa le comunica a Gabriel que le ayudaría

a buscar un empleo en CODELCO y que, de conseguirlo, se fueran a vivir a

Rancagua y dejar a tras Rinconada. El “Tata” aceptó, su esposa habló con un

hermano suyo que trabajaba en El Teniente, éste tenía una casa prefabricada en

un terreno rancagüino.

Toda la familia se trasladó a Rancagua al tiempo que Gabriel buscaba un trabajo

en la División El Teniente de la minera estatal.

Llegaron en enero de 1989. Sin encontrar trabajo en la mina, Gabriel debió seguir

ganando un pequeño salario en el campo hasta que “llegó el momento”; “estuve

como un año así trabajando en el campo, y ahí se me abrió una puerta y subí a

trabajar. Y me fue súper bien porque fui aprendiendo lo que era la construcción,

fui aprendiendo rápido” (ídem.).

Su ingreso a CODELCO se produjo como trabajador de una empresa contratista

de montaje industrial, Tecsa5, en un periodo en que comenzaban a aumentar las

inversiones de la cuprífera6 en El Teniente.

5 Tecsa se había fundado en 1947, como “Compañía Técnica y Comercial Sociedad Anónima”, dedicada a la importación y comercialización de equipos industriales y maquinaria agrícola. Es durante la década de los 60´s que cambia su giro y comienza a volcarse a la construcción, entonces modifica su nombre a “Empresa Constructora Tesca S.A.”. Durante dictadura ésta empresa se expande internacionalmente a Uruguay y Argentina, país este último donde incursiona en el montaje industrial. Luego de pasar la década de los 70´s y 80´s dedicada a la construcción de varias obras de ingeniería en construcción civil modernas, comienza en los noventa a dedicarse al montaje industrial-mecánico. Así se integra al circuito productivo de CODELCO en El Teniente, particularmente en Caletones, la fundición, desarrollando faenas de construcción y montaje mecánico. 6 Agacino, Gonzales y Rojas (1998) detectan que durante los primeros años de la década de 1990 se desarrolla en CODELCO lo que denomina un “ciclo de inversión”, correspondiente a un momento de

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Gabriel daba sus primeros pasos en la minería dentro de la principal empresa del

país y en la división más grande y profunda de CODELCO.

El primer año como subcontratado, fue fructífero para el “Tata”:

“como venía de campo era esforzado, entonces me gané el respeto de los

jefes, y más de un supervisor de prevención, que tenía que ver con todos

los contratistas de ahí, porque yo tiempo que había para trabajar, yo lo

trabajaba. O sea, si trabajaban de lunes a viernes yo trabaja el sábado, y si

había que trabajar domingo, trabajaba el domingo, porque ahí una de las

hijas entró a la universidad” (ídem.).

Al cabo de un año la faena de Tesca se cerró, entonces debió buscar trabajo en

otros lados. Los contactos que había hecho al interior del mineral y el

reconocimiento de sus jefes de empresa le posibilitaron ir a faenas fuera de

Rancagua por la misma empresa, por ejemplo a Celulosa Arauco, “estuve ahí

donde mataron al compañero Rodrigo Cisternas7, ahí estuve yo trabajando”

(ídem.).

Contribuyó a instalar descortezadores, motores, entre otras maquinarias

utilizadas en la industria forestal. Trabajó en el montaje industrial como

“contratista” entre 1991 y el año 2002, pero ya no solo por Tesca, sino que en

variadas empresas del rubro, no solamente en la industria forestal. Trabajó en

Quebrada Blanca, Collahuasi, Cerro Colorado, en las termoeléctricas, en las

ciudades de Mejillones, Tocopilla, Huasco, Punta Arenas, entre otras.

aumento de la intensidad y extensión de las fases de preproducción tales como prospección y constitución de propiedades, ingeniería industrial-planificación y, montaje industrial. Ésta última actividad caracterizada por una alta dotación de mano de obra. Tesca es precisamente una empresa dedicada a este rubro. 7 Rodrigo Cisternas fue un trabajador “contratista” de la industria de la celulosa asesinado el 3 de mayo del año 2007 por un carabinero en medio de un importante proceso de movilización huelguística que ha sido investigado por Nelson Ruminot (2009). Este crimen fue reconocido por la justicia en abril del año 2013. En la actualidad Cisternas es parte del imaginario cultural del sindicalismo de SITECO y de amplios sectores de del sindicalismo de la industria minera y forestal de éste país.

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En estos trabajos Gabriel aprendió un nuevo rubro, junto con conocer la tierra se

volvió “maestro enfierrador”8.

El conjunto de su actividad laboral estaba orientada a cubrir los gastos familiares

y en especial aquellos generados por los estudios universitarios de su hija.

Cuando ésta dejó la universidad, el “Tata” comenzó rápidamente a aburrirse de

la faena, “entonces ya estaba cabreado”. Entonces podemos distinguir en su

relato el inicio de una desidentificación con la realidad laboral del trabajador

contratista;

“entonces ya estaba cabreado de, porque trabajábamos 20 por 10, y

normalmente, 20 días de trabajo y 10 de descanso, cuando trabajábamos

pal norte. Entonces, con la familia casi no pasábamos porque más el viaje,

Antofagasta, a veces Iquique, perdía 3 días de descanso, 3 a 4 días,

entonces estabai 6 días solamente en el mes con tu familia.” (ídem.).

Gabriel no podía ver crecer a su hija menor, pasar tiempo con su esposa, ni tener

momentos de recreación, “como papá no podía ejercer mí, como papá, porque

estaba afuera y llegaba a la casa y yo no podía estar retando a los hijos si se

habían portado mal, porque estaba 6 días no más po” (ídem.). Describe en su

relato ésta situación con angustia. Su esposa debía dedicarse a hacer de “papá

y mamá”, pero él describe que no podía cumplir ese rol y eso le incomodaba; “Yo

solamente casi llegaba a puro disfrutar de ellos, estar con ellos, salir,

entretenerme, pero de retarlos firme porque se habían portado mal, no podía

hacerlo. Tenía que tratarlos de otra manera” (ídem.).

Aun cuando a juicio de Gabriel esta situación era complicada, porque era

necesario retarlos en muchas ocasiones en que no se “portaban bien”, él no les

podía decir nada, no quería, prefería estar feliz con sus hijos.

8 Maestro enfierrador es quien, en el ámbito de la construcción, sabe estructurar el fierro en las fundaciones, en los muros, etc.

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Esto terminó por desencadenar problemas familiares. Su esposa le decía “claro,

tú no les decís nada” y él le respondía “oye, ¿qué les voy a decir? Si cuántos días

voy a estar en la casa y los voy a estar retando”. Era complicado” (ídem.).

A la crisis familiar se sumaba el cambio en sus condiciones de trabajo dentro de

la mina. En el año 2004, nuevamente comienza a trabajar en CODELCO, pero

no en Caletones como en un comienzo, sino que dentro de la mina, en los

espacios dedicados a las faenas de desarrollo minero9.

Aquí los lugares eran los oscuros y húmedos túneles del mineral. Se trata de

túneles que van estabilizando las empresas contratistas dedicadas

especialmente a estas labores. El agua, a causa de la destilación de la roca, les

puede llegar más arriba de la rodilla a los trabajadores/as. En estos años al “Tata”

le tocó vivenciarlo.

Las empresas contratistas subían su fuerza de trabajo en camiones con

acoplado, a la intemperie, sin techo en la alta cordillera, sin cinturones de

seguridad y, en ciertos casos, sin puerta trasera en la palangana. Gabriel

recuerda que los camiones o camionetas de la empresa en que trabajaba tenían

ahí, en lugar de una puerta, una “cadena”; “Incluso los viejos iban sentados al

último, una vez se calló un viejo porque adentro era el camino malo, pegaba

saltos y cuestiones, y calló pa afuera” (ídem.).

En estas condiciones Gabriel, trabajando en Rodríguez, “un contratista chico” de

obras civiles, con poca carga de trabajo, comenzó a sentir “incomodidad” en la

mina, “No me gustó nada, el ambiente dentro no”.

9 Agacino et. al. (1998) describen así estas faenas: “La fase de desarrollo minero consiste en la apertura de nuevos frentes y fortificación de galerías. Es la etapa preparatoria antes de iniciar la explotación, aunque también se realiza en el transcurso de la producción minera. En los yacimientos a tajo o rajo abierto, que no son subterráneas, el desarrollo minero corresponde a la etapa de movimiento de tierra y roca estéril. En los grandes yacimientos, las empresas dedicadas al desarrollo minero son importantes consorcios, muchas veces internacionales, que mantienen contratos para realizar varias obras en forma simultánea.” (Agacino et. al., 1998; 132-133). En Chile las principales empresas dedicadas a este rubro son Zublin Chile; SOGISPI; GEOVITA; Gardicic; Gordo y Ovalle Moore.

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Fue tan alta la tensión e inestabilidad emocional que le produjo este trabajo, que

después de tan solo 12 días como maestro enfierrador sufrió una crisis de hipo

que lo mantuvo 3 días hospitalizado. Sin saber qué le había pasado se retiró y

comenzó a trabajar nuevamente afuera, pero sin conseguir el salario que

alcanzaba trabajando en CODELCO, entonces volvió definitivamente a El

Teniente como trabajador “contratista” de Gardicic10 en 2004, a la edad de 49

años.

Luego de un tiempo consiguió acostumbrarse y sus incomodidades menguaron.

Había más trabajo que en la primera empresa que lo había llevado a CODELCO.

Ahora el tiempo pasaba más rápido; “no notaba mucho el horario”. Además,

producto de las huelgas que se habían desarrollado desde el año 2000, las

empresas contratistas ya no subían a los trabajadores en las palanganas de las

camionetas sino que en “liebres”. El “Tata” percibió esos cambios como efecto de

las paralizaciones, “huelgas de brazos caídos”, cortes de ruta y tomas de mina

que habían realizado los diversos sindicatos contratistas que actuaban en la

cuprera. La narrativa de su memoria identifica en especial al sindicato SITECO,

que según su relato, poseía en ese tiempo alrededor de 5.000 o 6.000 socios.

En ese entonces dos compañeros de trabajo se le acercaron a proponerle

ingresar a armar un grupo de 25 trabajadores en Gardicic para que ingresaran al

SITECO, eran el “Mislengua”11 y el “Chino”; “Así que “ya”, dije yo, “yo me tiro”, y

armaron la base del SITECO en Gardicic.

10 GARDILCIC reconocida empresa en el ámbito de la minería dedicada a faenas de desarrollo minero. 11 “Mislengua” era el apodo de uno de sus compañeros, atribuido por ser “hocicón” o por hablar más de lo necesario y ponerlos permanentemente en aprietos con los jefes.

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3. Andrés Leal Alvarado: El “Flaco”

Andrés Leal Alvarado nació el 22 de marzo de 1969 en la ciudad de Rancagua,

hijo de un padre con tradición laboral en la gran minería del cobre, un trabajador

de “planta” de CODELCO. Su niñez la vivió como hijo de un obrero estable de la

minería, en el seno de una familia con “un buen pasar”, con auto, con vacaciones

de 2 meses todos los veranos, sin necesidad de ropa, comida, techo, o agua

caliente.

Vivía como un hijo del sector mejor remunerado y con mejores condiciones

laborales de los trabajadores asalariados de la industria en Chile. Ese ambiente

era para él “el mundo”, “lo que yo tenía, como lo tenían todos mis vecinos que

también eran hijos de compadres de Teniente, lo tenía todo Chile” (A. Leal,

entrevista, 6 Abril, 2014).

El momento en que Andrés comienza a reflexionar críticamente acerca de la

realidad social de su entorno fue a la edad de 11 años, en 1981, cuando su

hermano mayor le pide que lo acompañe a Santiago.

Él, que poco estaba al tanto de los proceso políticos que vivía el país, interpretó

que el viaje era un paseo al “zoológico, Fantasilandia, no sé po, “vamos al Parque

Bustamante”” (ídem.), pero no, era una protesta en contra de la dictadura. Se

bajaron en General Velásquez y comenzaron a conversar acerca de “los

problemas que tenía este país producto del golpe militar” (ídem.). Su hermano

fue un “compadre” de mirada crítica frente a la dictadura. Andrés considera que

fue él quien le mostró “la realidad”:

“Me sacó de esa burbuja donde yo vivía, que era colegio, pelota, bicicleta,

amigos, y todo happy po, si yo era hijo de un compadre de la mina, de El

Teniente”. “Había que cruzar la carretera para irse a las poblaciones

periféricas y la realidad era otra” (ídem.).

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Juan lo llevo a conocer las poblaciones de Santiago. Allí las casas era diferentes

a la suya, la gente era diferente a su gente, el reclamo y las necesidades en las

poblaciones era otro, distinto al de los mineros de CODELCO;

“Entonces, churra, yo hice clic po, o sea, “este es el mundo real, acá la gente

verdad, que un almuerzo es una taza de té y un pan, y no todos los días”.

“Entonces, y claro, después ya entré a la enseñanza media y vivía en

Santiago” (ídem.).

Interesándose más por la política, habiéndose separado sus padres, y estudiando

en enseñanza media en la capital, en el año 1984 experimentó un profundo

proceso de politización.

En ese entonces vivía en el block 17 de Villa Portales y solidarizaba con las

protestas contra la dictadura recibiendo a los estudiantes universitarios que

corrían a esconderse de la persecución de militares y carabineros.

Cursaba 2° Medio en el Liceo Miguel Rafael Prado de “Vivaceta con Gamero”,

cuando comienza a relacionarse con otros jóvenes que eran militantes. Militantes

del MIR:

“Me juntaba con gente que ya estaba hace tiempo metida en el tema de la

lucha contra la dictadura, y ahí fue como marcando mi derrotero en el tema

político social, porque estaba en segundo medio y me hice dirigente

estudiantil” (ídem.).

Andrés describe este proceso como uno de ruptura con la imagen del padre;

“cuando uno es chico el héroe no está en la tele, está en la casa que es el

papá, es lo máximo que tenís. Y ya después más adolecente, tú cuestionai

al héroe. Ya no es la figura esa cototuda que uno la ve cuando chico. Y

después ya lisa y llanamente no tiene razón el compadre, “mi viejo está

errado, está equivocado, yo tengo la razón y yo voy para allá”.” (ídem.).

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Fue en 1984 cuando sus compañeros del Liceo le proponen integrar la lista a

centro de estudiantes en calidad de vicepresidente. Su lista gana las elecciones

ese año, dando comienzo a lo que el describe como su trayectoria política y

militante.

En el contexto de la dictadura no había un espacio constituyente para democracia

en los establecimientos de educación secundaria. Los cargos fueron designados

a “dedo”;

“O sea, cada curso elegía a sus 2 representantes, lo mandaban a una

reunión, y en esa reunión, el director con un inspector designaban a los que

iban a estar ahí a la cabeza de la organización, para efectos decorativos no

más, nada de meterse en cuestiones que no correspondían.”(ídem.).

Pero este centro de estudiantes, conducido políticamente por los jóvenes miristas

de cursos superiores, no consideró dichas condiciones impuestas por el director

y el inspector, entonces impulsaron la “primera” toma de liceos de la capital junto

a otros estudiantes.

La dinámica de politización de franjas cada vez más amplias de jóvenes y su

expresión en el movimiento estudiantil marcaron el contexto de la adolescencia

del “Flaco” en su memoria. Andrés pasó de ser vicepresidente a integrar la

Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago (FESES). Estando en esta

organización decidió ingresar a militar a las Juventudes Rebeldes Miguel

Enríquez (JRME). Le propone a sus compañeros del MIR que lo lleven a una

reunión de célula12. Aquellos inmediatamente accedieron.

Entre el `84 y el `87 la actividad política de Andrés se concentró en la lucha en

contra de la dictadura, desde el frente estudiantil, como desde el poblacional y

desde la lucha en las calles:

12 “Célula” era la unidad de organización de deliberación colectiva más pequeña del MIR durante la dictadura.

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116

“O sea, a ti te decían “compañero, a las 12 de la noche tiene que llegar con

un neumático a tal punto”, uno tenía que estar en tal punto con el neumático.

“Compañero, necesitamos que en el esténcil usted haga 100 panfletos con

esta leyenda, y en tal lugar entregárselos a esta persona”, y estaba la

persona con las características indicadas. Tú no le conocíai ni el nombre.

Después tú te ibai y tu pega estaba hecha. O al revés: “en tal punto tiene

que estar usted ahí, va a recibir un bolso con tanta información, y usted

después la va a trasladar a tal casa”, y etc. y así trabajábamos”. (ídem.).

En el MIR conoció a Luis Pino, Francisco Rojas y Nelson Sosa con quienes tuvo

una particular cercanía militante al interior del movimiento estudiantil. Con ellos

vivenció en su propio cuerpo la represión política. En una ocasión, le tocó estar

en la casa de un compañero cuando fue allanada por los militares; “les daban

vuelta los sillones, les rajaban las cuestiones”. El episodio que relata como más

significativo fue aquel en que, estando en la casa de Rodrigo Rojas, entraron los

“milicos” y “le hicieron mierda la casa”. Su compañero luego le explicó a él y a

sus amigos, que eso era normal, que cada cierto tiempo llegaban “ellos”.

Entonces su compañero apuntaba con el dedo el sillón explicándole que todos

esos tajos que tenía eran de “batallas” anteriores.

Estas vivencias hicieron madurar a Andrés, o bien, la memoria de su maduración

psicosocial está marcada por estas vivencias; “yo ahí, imagínate, con toda una

mente inocente, con toda una mente de cabro provinciano, tranquilo, y ver cómo

se estaba viviendo en Santiago específicamente el tema de la lucha contra

Pinocho” (ídem.).

Más de uno de sus compañeros no llegaba al día siguiente a clases, ni al

siguiente, hasta que aparecía “todo moreteado”. Esto le tocó experimentarlo

directamente:

“Si yo en cuarto medio voy saliendo del liceo a las 2 de la tarde, y a las 3 de

la tarde estaba en mi casa hecho pebre, me habían sacado la cresta, y no

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una pura vez. Me pegaron 5 veces: en la noche, a la salida de reuniones, a

la salida de la casa, etcétera.” (ídem.).

Al cabo de unos meses de trabajo estudiantil con este grupo de jóvenes, comenzó

a realizar un trabajo “social” en las poblaciones de Santiago por medio del

CODEJO13, que era el brazo juvenil del CODEPU14.

Es entonces que se produce otra situación de represión política. Saliendo de una

reunión del CODEJO, a él y a 9 compañeros más, los detienen en la calle, “Ahí

mismo no más, a punta de metralletas y combos, patadas”. Dos de ellos fueron

privados de libertad durante el fin de semana.

Así Andrés fue creciendo física y políticamente. Se formó social, moral y

políticamente en el MIR. Ésta formación política se hacía en variados espacios.

Reflexiona que la educación era “primordial” para la transformación de la

sociedad; “ellos situaban en la educación en primer lugar como algo primordial

pa que una sociedad pueda surgir, y pueda estar tranquila y pueda vivir en paz,

y pueda ser feliz, en definitiva.” (ídem.). La educación, como educación popular,

como el reconocimiento del otro, de las virtudes del otro.

En este proceso de desarrollo político, el “Flaco” debió tomar posición al interior

del MIR de los debates de orientación política que se desarrollaban al interior de

la organización expresadas en la corriente de Gutiérrez y en la de Pascal Allende.

Mientras la corriente de Pascal Allende consideraba que la única “línea” política

correcta contra el régimen de Pinochet era la vía armada, los miristas agrupados

con Gutiérrez consideraban que era necesario dar un giro hacia lo “político social”

descentrando la cuestión de la violencia.

Andrés se acercó a este último sector que él lo describe como el “brazo político”.

Esta ubicación al interior del debate interno del MIR la fundamenta en que desde

13 “Comité de Defensa de la Juventud” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014) 14 “Comité de Defensa del Pueblo” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014)

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siempre se había propuesto ser “un hombre de paz”; “Yo no, no me gustaba la

violencia, de cualquier lado que venga no, yo no la voy a ocupar, pero sí puedo

en mi acción irrumpir en algún lugar y hacer un aporte. Nada más que eso.”

(ídem.).

Al finalizar la dictadura, Andrés regresó por un tiempo a Rancagua, donde estaba

su madre, pero prosigue su militancia en el MIR y, en el año `91, luego de haber

“enganchado” a unos trabajadores subcontratistas para la militancia política, él y

su grupo de compañeros participan como estos trabajadores, en lo que él

rememora como una de las primeras huelgas que se desarrollaron en El Teniente

tras el retorno de la democracia. “La huelga del Sindicato N°8 de Sewell y Mina”.

Haciendo un balance de sus años de militancia en el MIR, considera que fue ahí

donde asimiló la disciplina, el respeto, la rigurosidad, el compromiso, la

responsabilidad, “todas esas cosas yo las aprendí de ellos”.

En 1992 el “Flaco” regresó a Santiago a estudiar Comunicación y Fotografía en

AIEP15. En su nuevo entorno educativo formal estimó que ya no era necesario

seguir participando tan activamente en política y se “relajó” porque ya la dictadura

se había terminado. En este contexto contrajo tuberculosis, lo que lo tuvo siete

meses encerrado en la casa de su madre al “borde de la muerte”. En esa

“discontinuidad” (ídem.) Andrés comenzó a reflexionar respecto del panorama

político nacional y desarrolló una criticar el gobierno de Patricio Aylwin. “Entonces

yo leía mucho, escuchaba radio, gente que me iba a visitar, conversábamos el

tema.” En esas conversaciones comienza a mirar a la izquierda extra

parlamentaria, especialmente al Partido Humanista, a su sección de Rancagua.

Al mismo tiempo se alejaba geográfica y emocionalmente del MIR de Santiago

donde tenía a sus compañeros.

15 Academia de Idiomas y Estudios Profesionales

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119

Tras salir de la enfermedad, en 1994 retoma sus estudios en AIEP, y al mismo

tiempo, luego de haber conocido en su misma población, al compás de los

“trabajos sociales”, a diversos militantes del Partido Humanista (PH), ingresó a

este partido y al Movimiento Humanista, los cuales estaban “en contra del

gobierno”. Inició su militancia como opositor a los gobiernos de la Concertación

después de que dicho partido abandonara el conglomerado de partidos por la

democracia.

Pero este proceso de reconfiguración de su práctica y discurso político no

aparece libre de contradicciones. Sus siete años de militancia en el MIR le habían

formado una determinada lógica de acción, distinta y en ocasiones contraria al

humanismo. Recuerda Andrés que:

“cuando yo ingresé al Partido Humanista, había cuestiones en que yo

quedaba así como “chucha, no es como donde estaba antes”. Me explico:

antes estaba poco menos que en la parte militar de lo político, y me pasé a

la parte de las flores, los hippies, la buena onda. Porque era verdad, o sea,

y ahí yo le digo que me costó un poco adaptarme a la forma, el estilo de los

humanistas. Claro, y después los entendí, era uno más de ellos” (ídem.).

Comenzó realizando dos trabajos “sociales” en distintas poblaciones de

Rancagua. Uno en Gultro16 y otro en Rancagua Sur17. En Gultro había un

concejal humanista, Darío Poblete, junto a él y a sus nuevos compañeros del

Movimiento Humanista, editaba una publicación barrial llamada “Gultro”. En

Rancagua Sur, lo mismo, se editaba el boletín “Rancagua Sur”. El rol del “Flaco”

en ambos era hacer fotografías y entrevistas. Todos eran encargados de mandar

a imprimir y luego pasaban por las casas repartiendo los boletines, conversaban

16 Gultro es una localidad ubicada en la comuna de El Olivar a 5 kilómetros de Rancagua Sur, una población cercana a la Población Esperanza en Rancagua. 17 Rancagua Sur es una población de la zona sur de Rancagua

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con los vecinos, recogían sus opiniones acerca de la municipalidad y sus

problemas puntuales.

Posteriormente vino su candidatura a la alcaldía de Machalí en octubre de 1996

y, a continuación su carrera a diputado por el distrito 35 en 1997. Ocupó cargos

políticos de responsabilidad en la organización interna del Movimiento

Humanista, se volvió dirigente regional. Al tiempo pasó a ser secretario general

de la población Rancagua Sur.

Todos estos procesos de participación política significan en la memoria de

Andrés, mantener en alto las banderas de lo que para él es una “izquierda

consecuente”. Aun así, él interpretaba los escasos votos obtenidos en las

elecciones municipales y distritales como fracasos electorales;

“Hay que recordar que el Partido Humanista año 92 renuncia a la

Concertación, entonces nos fuimos de fracaso en fracaso en lo electoral,

pero manteniendo siempre esa convicción de que el ser opositor al régimen

tenía sus explicaciones pa lo que queríamos nosotros políticamente, y pa lo

que se estaba haciendo políticamente.” (ídem.).

Durante estas candidaturas se expande y profundiza su interés por el “tema

minero”, un interés no laboral. Sus primeros acercamientos habían ocurrido a

principios de los 90´s en el movimiento de “contratista” de 1991. Ahora quería

profundizar más, no solo respecto de la actualidad, sino que hacia el trasfondo

de la cuestión minera;

“yo quise responderme preguntas más profundas del tema minero, ya, cómo

se vende el cobre, a quien se le vende el cobre, quién tiene posesión del

70% de las mineras que producen cobre en Chile, pero qué esa gente está

en Chile produciendo, y entonces empecé a investigar, investigar, y ya me

metí más en el tema cobre”. (ídem.).

Su motivación fue política;

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“yo siempre me hacía la siguiente pregunta: “¿por qué Chile no tiene

educación gratis?”, “¿por qué Chile no tiene salud gratis?”, “¿por qué Chile

no tiene viviendas de calidad?”, “¿por qué Chile no tiene carreteras de

excelencia mundial?”, “¿y por qué Chile esto, por qué Chile esto otro?”:

(…)

“Si nosotros estamos sentados en un pedazo de tierra, si Chile representa

en tierra a nivel planetario el 1% será po, pero sin embargo tenemos más

del 50% del cobre que se explota en el mundo acá en Chile, o sea, si

nosotros nos pudiéramos comparar con algún otro país rico, Arabia Saudita,

entonces hoy siempre me decía “¿por qué tanta necesidad?”, “¿por qué

tanta injusticia social en cuestiones consagradas que están en la

Constitución, pero que en la práctica no se producen?”. Entonces yo decía

“¿quién está gobernando esta cuestión del cobre?, ¿quién se está haciendo

cargo del tema minero?, ¿por qué Allende lo nacionalizó, y por qué la

Concertación con la derecha lo desnacionalizaron?”. Y ahí me empecé a

meter en ese tema, fuerte. Leía bien seguido las cuestiones que sacaba

Lavandero, Tomic, leía las cuestiones que hacían algunos economistas

como Caputo, también este economista, cómo se llama este viejito, Hugo

Fazio, y otros más por ahí”. (ídem.).

Este estudio político de la cuestión minera fue realizado por medio de la prensa,

a través de sus contactos con la izquierda extraparlamentaria, de compañeros

que le facilitaban material, “cartillas”. A la vez, trabajó en el diario El Rancagüino

entre el año `94 y el `97. En ese entonces eran 8 los reporteros gráficos y el

“Flaco” comenzó cubriendo los eventos de empresas, especialmente las

inauguraciones de empresa; “Una empresa inauguraba, no sé po, nuevas

bodegas pal frío y ahí estaba yo.” (ídem.),

Luego el químico fotográfico se fue a El Mercurio y le consultaron a Andrés si

podía reemplazarlo. Después de dos semanas en que siguió ocupando ese

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puesto, Andrés le propuso una reunión al director del diario; Alejandro Gonzales

Pino. Andrés reclamó un aumento de sueldo. Gonzales le respondió que ya lo

tenía considerado. De este modo comienza el trabajo del “Flaco” en el laboratorio

de El Rancagüino.

Tuvo más tiempo para dedicarse a lo que quisiera. Salía a sacar fotos, estudiaba

y escribía. Era bien considerado por el cuerpo superior del diario e incluso recibía

premios. Pero un día “se empezaron a portar mal y yo encabecé, digamos, el

sindicato del diario”. En ese año, 1997, El Rancagüino no tenía sindicato, nunca

había tenido sindicato. Mas, para el “flaquito”, como él mismo se llama, no fue

una decisión simple; “yo siempre he rehusado como a ocupar cargos, como que

no me gusta, no me siento cómodo. Siento como que ahí pierdo autonomía para

desde afuera hacer otras cosas también, cachai” (ídem.).

Lo anterior, sumado al cúmulo de responsabilidades políticas, le hicieron decidir

impulsar un sindicato, pero sin participar de la directiva. Esta decisión significó en

términos laborales quedar sin fuero sindical… La administración de la empresa

comenzó a hacerle “la guerra”. La dirección del diario le prohibió salir a tomar

fotografías en sus ratos libres y le impidió publicar. Ante este acoso laboral

Andrés abandonó El Rancagüino. Ya era una “etapa cumplida”.

Inmediatamente debió buscar trabajo y primero ofreció talleres de fotografía a

colegios por medio de la municipalidad y los ACLE18 que impulsaba el gobierno.

Ahí estuvo trabajando dos años, entre 1997 y 1999. A mediados de éste último

su esposa, Marcela, que trabajaba en la municipalidad de Francisco de Mostazal

le comenta que el alcalde quería que fuera trabajar allá en el departamento de la

juventud.

Conociendo la militancia “socialista” de aquel edil, se reusó primero. Luego de

considerarlo con mayor detención aceptó, pero con condiciones. La pareja se

18 Actividades Culturales de Libre Elección.

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123

muda a San Francisco de Mostazal; “dile de antemano que soy del Partido

Humanista, que yo no voy a hacerle campaña a nadie que corresponda a la

Concertación” (ídem.).

Llegaron a acuerdo y comenzó a trabajar en Mostazal. El trabajo consistía en

construir organizaciones de jóvenes. Ganaron proyectos y levantaron una

organización para sacar de la marginalidad y las drogas a jóvenes en extremo

riesgo social. El barrio en que se ubicó el trabajo de Andrés fue el “más penca”

de Mostazal, La Invernada. Ahí los “cabros” además del alcohol y la marihuana,

estaban en drogas duras, la pasta base. Junto con ellos, de a poco, levantó la

“Agrupación de Artesanos Víctor Jara”;

“que logró el objetivo que me había propuesto: sacar cabros de la

drogadicción. Hoy día los hueones son jefes de familia, trabajadores

normales, donde me ven me abrazan, porque ellos saben que hubieron

otros que quedaron pegados, otros que murieron producto de la droga.

Entonces ellos saben que, cuál fue el impacto de haber creado esa cuestión

ahí.” (ídem.).

Concluido este trabajo retornó la cesantía. Fueron con Marcela a vivir a

Campanario, un pueblo de la VIII Región, pequeño, de 3.000 habitantes. Ahí en

los dos liceos más grandes, desarrolló talleres de fotografía a través de la

municipalidad de Cabrero. Marcela trabajó en el colegio del pueblo.

Esta estadía duró hasta 2003 cuando concluyeron los talleres y, en la cesantía

nuevamente; “me devuelvo a Rancagua”. Las necesidades económicas eran más

apremiantes porque su hija mayor había recientemente ingresado a enseñanza

media, pero en Cabrero no había educación secundaria, la única opción era

“mandarla a Chillán o a Yungay, u yo dije “no, me devuelvo”.

Volvió a Rancagua y a comienzos de 2004 comenzó a trabajar en CODELCO.

Este trabajo fue en las oficinas centrales de la División El Teniente, en “Millán”

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(ciudad de Rancagua). Luego, vía una empresa contratista muy conocida en

faenas de desarrollo minero, In Situ19, específicamente de “mantención minera”,

“muy ligada a la producción”, que “trabajaba en distintas áreas en donde era

netamente producción” (ídem.), subió al mineral.

Andrés entro a la gran minería del cobre como “jornal de minas”. Ahí trabajó como

maestro ayudante por un sueldo de 190.000 pesos, sin beneficios, en Colón,

limpiando y manteniendo piscinas metálicas de concentrado. Luego ingresó al

interior de la mina. El sueldo subió a 300.000 pesos. Aquí los trabajos eran

arreglando las cunetas, arreglando enrieladura, haciendo “tapados”, en los

piques, también la mantención de maquinaria. Todo a la par con los trabajadores

de planta de CODELCO, en 4-Sur.

En su memoria, es en este tiempo cuando un compañero humanista que había

conocido antes de ir a trabajar al sur, Marcos Pantoja, le advierte; “Flaco, como

veo la cosa, te vai a tener que preparar para ser dirigente contratista”.(ídem.)

Andrés estimó que era complicada esa tarea política, ya que había recién entrado

a trabajar, pero Marco insistió, “no, todo a su tiempo, calmado, pero vai a tener

que empezar a moverte ahí” (A. Leal, entrevista, 2 Julio, 2014).

El “Flaco” narra que ya visualizaba el malestar que existía entre los “viejos”; “a

los viejos los cortaban a los 11 meses pa no darles vacaciones, no tenían ningún

tipo de seguro. Seguridad personal, incluso, dentro de la faena, la mínima”

(ídem.). El personal de gestión de CODELCO y de la “jefatura contratista”

promovía la aceptación de esta situación entre los trabajadores diciéndoles que

eso era ser minero, “el minero es duro”, les decían. Las reflexiones políticas en

el Movimiento Humanista y sus propias percepciones auguraban que el trabajo

sindical estaba por dar inicio.

19 In Situ es una empresa de mantención y servicio, principalmente orientada a la minería.

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En enero de 2004, por medio de un capataz con quien había establecido una

relación más cercana, se entera que CODELCO venía implementando un “Plan

de mejoramiento de conducta” en función de disminuir la tasa de accidentabilidad

en faenas. Pensó que éste podría ser utilizado por In Situ para mejorar las

condiciones de trabajo y productividad. A finales de ese mes, Andrés le propuso

a la gerencia de la empresa el “plan” y el organismo tomó la propuesta y lo

ascendió para que lo implementara. Salió de la “riña” y paso a las “oficinas” en el

Departamento de Prevención de Riesgos de In Situ, aquí su salario subió a

450.000 pesos. Ahora Andrés formaba, día a día, a trabajadores para que

“entrenaran” a otros trabajadores en medidas mínimas de seguridad.

Con esta posición laboral, mejor remunerada y con más “regalías”, como por

ejemplo no estar en el túnel limpiando cunetas, decidió que era el momento de

empezar el trabajo de “concientización” (A. Leal, entrevista, 6 Abril, 2014) de los

trabajadores contratistas.

Primero identificó los nodos críticos de disconformidad entre los trabajadores,

estimó que aquellos estaban en los jóvenes:

“veníamos toda una camada de cabros más jóvenes que no estábamos

dispuestos a entregarla tan fácil, o sea, y esto se fue discutiendo en los

choqueros20, los socavones, ahí comíamos. Después nos pasaron a los

casinos, pero primero eran los choqueros, y ahí con tu ollita, calentabai tu

comida, tu ración, y vamos conversando. Entonces, obviamente yo

influenciaba más a los cabros jóvenes, 20 años, 21 años”. (A. Leal,

entrevista, 4 Abril, 2014).

Éste nueva auto-identificada generación de jóvenes “contratistas” con la que

laboró Andrés había ingresado en 2001 a CODELCO. Tales jóvenes habían

comenzado a trabajar en la mina a los 18 años, ya estaban “curtidos” cuando

20 Choqueros: vocablo minero que designa los lugares donde se hace la “choca”, la colación.

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choqueaban con Andrés. Como el resto de los trabajadores, no tenían sala de

cambio, debían volver “cochinos” a sus casas, lo cual era un riesgo su la salud

ya que significaba llevar toda esa contaminación a sus casas. En esas “pésimas”

condiciones laborales, y con esos trabajadores jóvenes que no iban a entregarse

tan fácil, se comenzó a hacer el trabajo de “concientización” en In Situ.

Hacia fines de 2004, tras algunos meses de trabajo de “concientización”, se

produjo la propuesta; “cabros, aquí derechamente la única posibilidad real que

hay de hacer cambios aquí, es que nosotros nos sindicalicemos, no hay otra” (A.

Leal, entrevista, 2 Julio, 2014). Esto significaba, en el recuerdo de Andrés,

reunirse con los directivos de SITECO.

4. Jorge Alejandro Peña Maturana:

El “Hombre lobo”

Jorge Alejandro Peña Maturana nació en una ciudad de la Región del Maule, San

Javier, el 11 de noviembre de 1977, hijo de María Maturana Morales y de

Humberto Peña Díaz. A los pocos años de edad toda su familia se mudó a

Bobadilla, en plena dictadura militar, cuando el ambiente estaba “candente”

producto de la represión política. Su padre era militante del Partido Comunista y

sin tener certeza, Jorge cree que su familia se fue a vivir a Bobadilla escapando

de los servicios de represión. Ahí vivía con otros 4 hermanos y sus padres. Fue

el penúltimo de 5 hermanos.

Durante un tiempo no se asentaron en un domicilio y migraron de casa en casa

por la zona, esto a causa de la represión como a consecuencia de las dificultades

laborales que don Humberto tenía para mantenerse estable en un trabajo. Estas

dificultades eran efecto de las listas negras que corrían entre los empresarios.

“nosotros vivíamos en situaciones muy precarias” (J. Peña, entrevista, 24 Marzo,

2014). Don Humberto debió transitar por barracas, vulcanizaciones, de Colbún y

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Machicura. Finalmente se asentó laboralmente trabajando de campesino en el

campo de un comunista retornado de Bélgica.

En ese ambiente familiar, en esas condiciones de vida, desde muy pequeño,

Jorge comenzó a reflexionar respecto de situaciones que eran políticas, pero que

él las vivenciaba como disrupciones familiares:

“una vez mi papá con mi mamá tuvieron un alegato, mi mamá le dijo así

como “puta ahora así como falta no más que sepan que eres comunista y

que nos quede la cagá” como que faltaba no más que la gente del sector

supiera que era comunista como pa piteárselo, entonces eso me llamó

mucho la atención” (ídem.).

Fue alrededor de 1984, habiendo ingresado a la escuela Juan de Dios Aldea F-

407, en Bobadilla, que comenzó a trabajar; “todos los cabros chicos teníamos

que trabajar, yo cuidé camiones, cachai, verano, invierno, con lluvia, con sol, todo

eso; trabajé en una obra de ladrillos, haciendo ladrillos; trabajé en vendimia;

trabajé en cosechas de kiwi, de tomates” (ídem.). Durante las temporadas de

vendimias los cinco hermanos trabajaban en medio del invierno del sur, “se nos

reventaban las uñas cuando agarrar el racimo a las 7 de la mañana, a las 6 de la

mañana, o sea, estas partes como que iban a reventar con el frío” (ídem.). El

trabajo infantil fue muy duro, casi siempre el dolor era tan grande en los dedos

de las manos que él y sus hermanos se ponían a llorar. Cuando se terminaba la

vendimia se dedicaban a otros trabajos estacionales, elaboración de ladrillos y

cuidado de camiones. Todas estas vivencias fueron acumulándose en la mirada

de Jorge que conoció, de este modo, la realidad de las personas de aquella zona

de Chile.

Por otro lado, sus hermanos mayores habían comenzado a vincularse a la lucha

contra la dictadura; “hacían cosas contra la dictadura, salían a rayar los

pavimentos, las calles, “no a la dictadura”, “no a Pinocho”.

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Se

“fue como formando esa inquietud, es que era una rabia de cabro chico,

cachai, las rabias de cabro chico son bien cuáticas. Nosotros pasamos

hambre, mucha hambre, al punto de que nosotros nos peleábamos pa que

nos mandaran a comprar el pan, cachai, entre los hermanos más chicos que

éramos tres nos peleábamos pa nosotros ir a comprar el pan, el yo o mi otro

hermano, cachai, o sea hueá que tú lo mandai a un cabro chico ahora a

comprar pan y no quieren y nosotros nos peleábamos, sabí por qué nos

peleábamos, porque teníamos la posibilidad de comernos un pan para el

camino, cachai, y lo otro que hacíamos es que afuera de la casa dejábamos

siempre un pan escondido en algún macetero, después de tomar once nos

íbamos a comer el pan que habíamos escondido, de esa hambre te hablo

yo, cachai. Entonces, tu podrás imaginarla, ese tipo de hambre genera rabia

en los cabros chicos, entonces, el hambre en un cabro yo sé yo que significa

y lo que genera, que te pasai rollos miles de rollos y todo el cuento” (ídem.).

Dadas las condiciones materiales y las dinámicas familiares de inestabilidad y

tensión, Jorge relata que se fue volviendo un niño introvertido y a la vez

observador de su entorno, le gustaba estar solo y eso lo diferencia de los otros

niños, que de vez en cuando salían a jugar a la pelota u otros juegos de infancia.

Recuerda que mientras ellos se divertían, a él le daba pena el rostro de su padre

y su madre, los veía sufrir una vida amarga y triste...

En 1985 ingresó a la iglesia. Esto lo narra como una alternativa para mejorar las

cosas en su hogar. Se esforzó en ser aplicado y alcanzar altas calificaciones en

la escuela. Un día de ese año recuerda haberle prometido a su madre que la iba

a sacar de la pobreza. Continuó haciendo lo mismo en el liceo. Mas, habiendo

crecido, Jorge comenzó a sacar las conclusiones de que aquella vida de esfuerzo

académico no iba a ser suficiente. Se dedicó a trabajar duro en diferentes lugares,

ya en el campo, sino que en la ciudad. Al cabo de un tiempo; “entré en la lógica

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129

de salvarme sólo”. Llegó a Rancagua donde estaba su madre, en 1997, a la edad

de 19 años.

En diversas conversaciones con su madre comenzó a pensar en trabajar en la

mina. Ella le solía hablar de los mineros y del trabajo en El Teniente,

incentivándolo a buscar trabajo ahí. Además recordaba las cosas que su padre

le contaba de los mineros. Se puso a buscar trabajo. Al principio no fue fácil recibir

respuestas afirmativas. Fue entonces que conoció a militantes del Partido

Comunista. Se insertó en un ambiente cultural de izquierda en la población donde

vivía, la 5 de Octubre. Un día, la célula del Partido Comunista emplazada en ese

territorio, organizó una actividad “política y cultural” acerca de Víctor Jara. Jorge

gustaba de su música, de la de Violeta Parra, Quilapayún e Intillimani. Interesado

en conocer la vida de “Víctor” acudió a la actividad de los comunistas. Habló con

Carlos Poblete. Al finalizar se acercó a los organizadores y les dijo; “quiero entrar

a las Juventudes Comunistas”. Los comunistas inmediatamente lo aceptaron. Era

el año 2000.

Pasados tres meses en la memoria de estos sucesos, conversó con sus

compañeros de partido su interés de trabajar en CODELCO. Prontamente Jorge

recibe la información de que le han conseguido un trabajo en El Teniente. En ese

momento Jorge Alejandro Peña Maturana ingresó a trabajar como “contratista” a

CODELCO, en el rol de operario de aguas ácidas de la empresa Imaco LTDA21.

El Partido Comunista tenía una célula “contratista” al interior de la mina, esa

célula estaba conformada por antiguos militantes del PC, ellos constituían el

directorio de un antiguo sindicato interempresa de contratistas fundado en 1988.

El SITECO.

21 Imaco Ltda., es una empresa constructora orientada en a la ejecución de obras en el sector público.

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130

CAPÍTULO IV

SOBREDETERMINACIÓN

IDENTIDADES Y CONFLICTOS

1. El SITECO antes del 2000:

Identidad colectiva devenida de los 80´s

El Sindicato SITECO es una identidad colectiva que se instituye legalmente en la

ciudad de Rancagua en febrero 1988, con el nombre de Sindicato Interempresa

de Trabajadores Transitorios y Eventuales de Empresas Contratistas (o también

Sindicato Interempresa de Trabajadores de Empresas Contratistas). El SITECO

en su fundación tuvo “gemelos” a nivel nacional dentro de CODELCO, en todas

las divisiones se creó un sindicato de trabajadores contratistas permanentes,

salvo en Calama, donde la identidad sobredeterminante del colectivo “contratista”

de esa ciudad se opuso a fundarlo22.

La decisión de constituir el SITECO la toma un sector de dirigentes sindicales del

Partido Comunista que integraban otra identidad colectiva, el SINAMI23,

especialmente aquellos que pertenecían a su estructura zonal en Rancagua;

“Zonal Rancagua”.

22 En Calama quien tomó la decisión de no fundar el SITECO fue un dirigente sindical de la construcción a quien llamaban por su delgadez y color de piel; el “Charqui Mariposa”. 23 SINAMI es un sindicato de trabajadores “contratistas” temporales, externos, o de inversión, si seguimos los conceptos que Agacino et. al. (1998) utilizan para definirlo. Su fundación data de 1970 en la ciudad de Rancagua. Agrupa a los trabajadores dedicados al montaje industrial, es decir a aquellos “trabajadores contratados temporalmente por las empresas privadas dedicadas a la construcción de grandes obras de ingeniería, incluyendo represas hidroeléctricas, refinerías y proyectos mineros.” (Agacino et. al., 1998; 190).

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Las “zonales” se había levantado a partir de una serie de Encuentros Nacionales

organizados entre trabajadores “contratistas” de CODELCO entre los años de

1984 a 1988.

La razón de conformar el SITECO respondía a la existencia de un número cada

vez más grande de trabajadores “contratistas” en CODELCO que accedían a

otras labores, que excedían el montaje industrial. CODELCO había comenzado

a contratar cada vez más “contratistas” para faenas internas o de operación,

también conocidas como faenas de desarrollo minero. Ya no había únicamente

trabajadores “contratistas” de manera temporal, sino que ahora los había de

manera permanente, esto imponía a la actividad sindical nuevas necesidades

que el SINAMI no podía cubrir por ser una identidad colectiva que no integraba

posiciones de sujeto adscritas al desarrollo minero. La percepción de Danilo

Jorquera, directivo del SITECO en sus primeros años, señala que se requería

otra identidad sindical que estuviera anclada en la base, pero a la vez, con la

intensión de cubrir a los “contratistas” de toda la empresa estatal (D. Jorquera,

entrevista, 13 de Julio, 2014).

Respondiendo a esta necesidad, se funda, a mediados de 1988, la Federación

Nacional de Trabajadores Contratistas, que agrupaba a sindicatos interempresa

locales de todas las divisiones de CODELCO. Pero ésta no fue capaz de

transformase en un referente nacional y masivo de los trabajadores “contratistas”.

En su fundación, el SITECO estaba constituido por cuatro base-empresa

contratistas; Tenelle, BELFI, Hal y SOGISPI24. En la estructura orgánica del

sindicato se identificaban tres delegados de bases, dichas bases era los socios

de cada una de estas empresas que a su vez elegían, colectivamente, un

directorio integrado por 5 cargos:

24 Tenelle, BELFI, Hal y SOGISPI son empresas que en ese entonces se dedicaban a faenas de desarrollo minero.

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“ahí se elige la directiva del SITECO, donde se resuelve que yo, aunque me

inhabiliten25, me presentaré igual. O sea, fue una discusión de jota, de

partido, no, “tenís que ir igual para sentar un precedente”, entonces me

presento a la elección, salimos, quedé de presidente, quedó de secretario

José Cádiz Valenzuela, y como tesorero quedó Juan Durán Guerrero, un

viejo histórico… “ (D. Jorquera, entrevista, 13 Julio, 2014).

En enero de 1988 el SITECO se constituyó con 300 socios electores, teniendo

derecho a 5 dirigentes según el Código del Trabajo vigente de la época. Los

socios totales, que provenían de la previa estructura local que había conseguido

construir el SINAMI, eran alrededor de 1.000. En cuanto a la directiva, su totalidad

era del Partido Comunista. Se trataba de una identidad colectiva suturada por la

sobredeterminación del imaginario del Partido Comunista, por su directorio

comunista.

La percepción de Jorquera respecto de la relación del SITECO con el partido

comunista es que el SITECO mantenía “autonomía”, la cual era posible por la

forma en que se gestionaban las finanzas de la organización, lo que él denomina

“autofinanciamiento”. Esto le daba independencia económica al sindicato

respecto de la empresa, como también, respecto de los partidos políticos:

“eso nos significó tener una independencia de cualquier partido,

independiente de que éramos la mayoría militante de un partido, y tener la

independencia de cualquier parlamentario, cualquier autoridad, cualquier

hueón, o de cualquier ONG en ese tiempo, porque llegaban mucho las

ONG, que te, te ayudaban a financiar eventos, encuentros, seminarios, pero

nosotros éramos independientes porque las platas eran nuestras.” (ídem.).

25 Danilo Jorquera, militante de las Juventudes Comunistas de Chile, que había sido integrante de la dirección nacional del SINAMI en los 80´s, impulsor de los Encuentros Nacionales de Trabajadores Contratistas, fundador del SITECO y de la Federación Nacional de Trabajadores Contratistas, fue inhabilitado por la Inspección del Trabajo para trabajar al interior de CODELCO en 1985.

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133

Durante los primeros años, el SITECO, además de ser un organizador de los

trabajadores “contratistas” fue un organizador del entorno sindical de Rancagua.

Danilo Jorquera recuerda que a la sede del sindicato llegaban dirigentes de la

Federación Campesina, otras veces dirigentes de la construcción, a pedir la sede

para hacer reuniones, para discutir la “línea”. También se realizaban ahí algunas

de las reuniones del SINAMI y de la Asociación Gremial de Profesores de Chile

(AGECH). Durante los años 90´s el SITECO mantuvo esta dinámica.

Hacia 1998 se había comenzado a producir el cierre del último campamento

minero de Sewell, en la que se alojaban miles de trabajadores contratistas. Con

alrededor de 8.000 trabajadores “contratistas” en las planillas de afiliados y 3.600

trabajando en obras de Sewell, este cierre fue un proceso que debió ser abordado

por el sindicato, porque se trataba de una transformación profunda en el estilo de

vida laboral que llevaban día a día los trabajadores contratistas en El Teniente.

Los trabajadores ya no dormirían arriba, en la mina, lo cual era percibido por la

directiva del SITECO como algo beneficioso, ya que los trabajadores vivían con

altos riesgos a la salud debido a la contaminación. Pero, al mismo tiempo, ahora

deberían subir y bajar al trabajo todos los días, en un tiempo de viaje que

demoraba alrededor de dos horas; “costó mucho acostumbrarse, porque hay un

tema histórico” (ídem.).

A finales de los 90´s, el SITECO es un sindicato de trabajadores contratistas

masivo y con una directiva estable que era portadora de la experiencia de

organización sindical “contratista” proveniente de los tiempos en que el

sindicalismo “contratista” del cobre se enfrentó a la dictadura. Una identidad

colectiva caracterizada por una representación centralizada y vertical, altamente

compartimentada, con poco contacto con las bases26. Se trataba de una identidad

26 En 1984 a Danilo Jorquera se le impide el acceso a CODELCO, esto restringe su acción sindical en El Teniente, cuando conseguía entrar a la división era, comúnmente, de manera clandestina. Por otra parte hacia finales de los 80´s Jorquera y otros dirigentes del cobre, por sus vinculaciones con el Partido

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de sobredeterminación vertical, toda vez que el discurso práctico se construía

desde un centro jerárquico hacia las bases, sin que las prácticas discursivas de

éstas intervinieran en la sobredeterminación discursiva del sindicato.

2. Identidades y “contratistas”

Identidades generacionales y subjetivación política de

“contratistas”

El ingreso a trabajar en CODELCO, en la identidad hegemónica dominante27,

como operario de aguas ácidas contratado por Imaco LTDA.28, desarrolló en

Jorge Peña un proceso que es narrado como de subjetivación e identificación con

el trabajo minero. Comenzó a conocer los procesos propios de la mina como la

destilación de aguas. Prontamente comenzó a estudiar para comprender con

mayor profundidad su trabajo. Al comienzo iba por los distintos sectores de El

Teniente tomando muestras de agua para ver cuánto y qué mineral transportaba,

haciendo el aforo. Al igual que sus compañeros de trabajo, su sueldo era de

135.000 pesos mensuales.

Comunista y a la lucha contra la dictadura son perseguidos sagazmente por los servicios de inteligencia del Estado, llevándolos casi a la clandestinidad por varios meses. 27 Tomamos la conceptualización de Laclau y Mouffe que distingue entre relación de subordinación, opresión y dominación; “Entenderemos por relaciones de subordinación aquélla en la que un agente está sometido a las decisiones de otro —un empleado respecto a un empleador, por ejemplo, en ciertas formas de organización familiar, la mujer respecto al hombre, etc.—. Llamaremos, en cambio, relaciones de opresión a aquellas relaciones de subordinación que se han transformado en sedes de antagonismos. Finalmente, llamaremos relaciones de dominación al conjunto de aquellas relaciones de subordinación que son consideradas como ilegítimas desde la perspectiva o el juicio de un agente social exterior a las mismas —y que pueden, por tanto, coincidir o no con las relaciones de opresión actualmente existentes en una formación social determinada.” (Laclau y Mouffe, 1987; 252). 28 Imaco Ltda., es una empresa constructora orientada en a la ejecución de obras en el sector público.

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Cuando conoció el SITECO, recuerda que lo percibió como un sindicato

pequeño, con pocos afiliados, pocas identidades individuales, y un “directorio”

que no poseía contacto directo con sus bases, cupular. Era, sin duda, un

directorio heredado de la dictadura y los 90´s. Fue impactante, porque lo que él

había oído en Rancagua respecto del SITECO lo hacían pensar, antes de

conocerlo, que era una estructura “grandota”. Pero la mirada de Jorge acerca del

sindicato en el año 2000 lo reducía a su directiva; “en esa época el SITECO era

nada más que el directorio, nada más” (J. Peña, entrevista, 24 Marzo, 2014). Esa

directiva estaba compuesta por; Danilo Jorquera, Felipe Bacas, Ulises

Sepúlveda, David Fuentealba (el “Negro” Fuentealba) y el “Pato”.

Toda la directiva del SITECO no podía subir a la mina a causa de las listas negras

que se hacían correr entre CODELCO y las contratistas. El conjunto de la célula

del PC en El Teniente estaba imposibilitada de contactarse con los trabajadores.

En ese contexto el ingreso de Jorge, de su identidad, a la minería, vino a imprimir

una nueva dinámica al trabajo del PC en El Teniente y un nuevo desarrollo al

antiguo sindicato. Ahora, estando él en el SITECO, se podía ir a hablar con los

“viejos” en la “riña”29.

En las reuniones de célula del 2000, la directiva, junto al “Hombre lobo”30,

planificaban planes de “crecimiento” para el SITECO. Él era el responsable de

ponerlos en práctica. En el 2002 se realizan las primeras elecciones en donde

Jorge participa y sale electo con facilidad, porque fue una elección a “dedo”, y se

le atribuye inmediatamente el cargo de secretario. La representación que

sobredeterminaba el discurso práctico del SITECO se realizaba de forma cupular,

sin participación de un poder constituyente desde otras identidades ajenas a la

directiva.

29 “Riña”: jerga que utilizan los “contratistas” para designar el trabajo que requiere esfuerzo físico y se realiza en condiciones adversas. 30 “Hombre lobo” es el apodo de Andrés Leal para Jorge Peña.

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Siendo parte del directorio, Jorge comienza a buscar que se dinamice el

sindicato, que se extienda a nuevas posiciones de sujeto al interior de El

Teniente, que integre a nuevas identidades. La célula del partido “no tenía vida”

y la fuerza había que ponerlas con los trabajadores. En la memoria, es en este

discurso práctico que comienza a constituirse una nueva identidad del SITECO,

de la mano de un joven de 20 años que iniciaba su “pega” sindical en la minería

sin haber pasado por la “escuela” de los 80´s y 90´s, sin ser parte de la identidad

generacional de los antiguos dirigentes del sindicato representados, a su vez, en

la figura de Danilo Jorquera.

En ese transcurso de situaciones, la decisión política del partido es que espere

hasta que tenga un contrato indefinido para comenzar a hacer el trabajo sindical

de crecimiento para el SITECO. En Julio de 2002 obtiene el contrato indefinido

en Imaco y de la mano al fuero sindical, un dispositivo que favorece a las

directivas sindicales y no a los trabajadores de base, comienza a desarrollar la

“línea”. La primera empresa que se dinamiza en este periodo es, precisamente

Imaco. En esta posición Jorge tenía relaciones cotidianas y de sociabilidad con

sus compañeros; “por una cuestión natural po, yo era el único que estaba

trabajando allá arriba, estaba en esa empresa, tenía fuero, entonces empecé a

trabajar a los compañeros de mi empresa” (ídem.).

La gestación y el desarrollo de la política sindical de crecimiento del SITECO, no

fueron simples. Los antiguos dirigentes del sindicato habían adquirido una forma

de comprender y desarrollar la organización, así como la acción sindical, la cual

estaba impregnada de sus tradiciones sindicales provenientes de la dictadura y,

que en cierto sentido, se habían prolongado en la segunda mitad de los 90´s

debido a la inhabilitación de subir a El Teniente que CODELCO le había impuesto

a los antiguos comunistas, lo cual los había distanciado drásticamente de sus

bases.

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Desarrollar una línea de crecimiento orgánico del sindicato en el marco de una

cultura política y sindical altamente separada de la mina abrió contradicciones al

interior del directorio entre dos generaciones político-sindicales. Jorge recuerda

que en las reuniones planteaba siempre con humildad, la importancia de cambiar

la lógica organización y acción del sindicato, la importancia de cambiar el discurso

práctico del SITECO:

“oye ya po pero esta hueá hay que trabajar en serio, cachai, hay que armar

un plan de trabajo, hay que tener un petitorio mínimo, un pliego pa

presentárselo a los viejos, pa que los viejos se motiven e ingresen al

sindicato, porque no van a ingresar por ninguna hueá. Si nosotros no les

ofrecemos algo los viejos no van a entrar” (ídem.).

Las discusiones político-sindicales al interior de la célula31 fueron girando

alrededor de estos puntos. Jorge, junto a unos compañeros, fueron

identificándose como un “piño” respecto del “otro piño” que representaban los

“viejos comunistas”. Con su “piño”, Jorge Peña armó un petitorio que presentó al

organismo del partido. Al mismo tiempo comenzó a convocar a reuniones

periódicas internas, buscando integrar las nuevas identidades al proceso de

configuración de la identidad colectiva del SITECO. Entre las reuniones,

discusiones y las dinámicas de sociabilidad, incipientemente, comenzó a dársele

coherencia al sujeto colectivo que se estaba reconstruyendo y reconfigurando.

Estas reuniones luego se transformaron en reuniones de célula abiertas, de los

antiguos comunistas, el recién ingresado Jorge Peña y los “viejos” dirigentes de

base-empresa, que junto con Jorge eran parte de una nueva generación de

dirigentes político-sindicales “contratistas”. En estas instancias orgánicas

participaban también trabajadores de base, siempre de manera oculta ante la

31 “Célula” es la unidad más pequeña del partido político en el diseño “leninista”. Es a la vez la unidad más pequeña de organización en el Partido Comunista de Chile.

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empresa, y toda vez que fueran de “confianza”, porque éstos no tenían fuero

sindical, además se debía resguardar la identidad colectiva de posibles “sapos”.

Estos espacios de articulación entre los trabajadores “de base”, los delegados, el

joven delegado que era Jorge, y la antigua directiva del partido, aparecen como

un eje central de la reconfiguración subjetiva del SITECO durante los primeros

años de la década de los 2000.

En este momento de la memoria, la representación del sindicato recaía

formalmente en las figuras de Danilo Jorquera y Negro Fuentealba. Si bien había

una transformación incipiente del discurso práctico del sindicato, éste aún era

una identidad colectiva constituida por la representación cupular. La

transformación incipiente se definía por las nuevas prácticas discursivas que la

nueva generación política y sindical desarrollaba al interior de El Teniente.

En las reuniones se iba evaluando el desempeño del “plan de crecimiento”. Éste

se retroalimentaba de las opiniones de cada uno de los actores del sindicato:

“ahí armábamos un plan de crecimiento, cachai, y fijábamos un petitorio, un

pliego de peticiones que le íbamos a presentar a los viejos, y el tema era

que para lograr eso (las demandas del pliego), había que sumarse al

SITECO, pa juntar fuerzas dar la pelea enfrentar a CODELCO y todo el

asunto” (ídem.).

Aquel pliego era una representación de las necesidades propias formuladas por

sectores de “contratistas” y fue sintetizado por la generación de Peña; Jorge

Peña, Felipe Bacas y Ricardo Alcaíno, este último, trabajador contratista de

TRADELCO32. Una generación autoidentificada por Jorge Peña como distinta a

la de los antiguos comunistas; Emilio, Danilo Jorquera y Francisco Fuentealba.

32 TRADELCO es una empresa enfocada al alquiler de maquinarias para faenas de maquinaria pesada. Hoy está especializada como: empresa contratista que presta el servicio de maquinaria especializada; transporte de personal a faenas; aseo industrial y técnico (http://www.transportestradelco.cl/nuestra-empresa).

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La diferenciación emerge como distinción de discursos prácticos de una y otra

identidad generacional al interior de la esfera organizacional que era la plana

mayor del SITECO.

Si bien había una unidad formal (estructura orgánica) e imaginaria (el imaginario

comunista) que mantenía articuladas a la antigua y a la nueva generación, dicha

unidad no era absoluta y estaba tensionada internamente en la medida en que

ambas organizaciones promovían diferentes discursos prácticos de organización

y de acción, tanto hacia dentro y como hacia afuera de la identidad colectiva.

Distintas formaciones discursivas que se expresaban por un lado en los antiguos

militantes sindicales del PC y, por otro, en la nueva generación de militantes y

dirigentes “contratistas”, la cual se personificaba más evidente en Jorge Peña,

pero que se extendía a los nuevos delegados que estaban ingresando al sindicato

y a los trabajadores de base que colaboraban con el quehacer sindical cotidiano

al interior de la mina.

Esta diversidad se presentó crecientemente contradictoria. Emergiendo como

contrarias generaciones político-sindicales. Contenía la diferenciación de dos

modos de hacer sindicalismo. El nuevo modo apareció como no cupular, sino que

en articulación con los “viejos”, con las bases, con los delegados, un sindicalismo

de un discurso práctico de representación horizontal. Un sindicalismo que

comenzó un proceso de sobredeterminación. El nuevo sindicalismo tenía

diversidad y amplitud organizativa mediante la que buscaba mantener una

articulación entre todos sus componentes ampliando el proceso deliberativo de

su estrategia y política.

Las reuniones de célula ampliadas pueden ser entendidas como su embrión. Del

mismo modo, la conformación de bases activas por empresa, organizadas en una

perspectiva de confrontación masiva con la empresa contratista y la mandante,

cumplieron un rol central en el vínculo entre un emergente nuevo directorio y el

conjunto del sindicato existente al interior de CODELCO (ídem.).

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La forma en que Jorge conceptualiza el proceso por el cuál pasaba el SITECO

en estos años se caracterizaba por el hecho de que los “otros” estaban por:

“una cuestión mucho más amarillenta33, estaban por cómo se llama por

seguir parando delegados sindicales no más y no hueás ¿Cuál era la idea

de ellos? Por ejemplo, meternos a una empresa hacer firmar a 8, 28 viejos,

parar delegados sindicales, cachai, y a través de la acumulación de

delegados sindicales, supuestamente el SITECO iba a hacerse fuerte,

fuerte, fuerte. Pero la lógica era que en algún momento íbamos a tener

tantos delegados sindicales que esos delegados podían movilizarse

reemplazando a, como, a la movilización de la gallada, de toda la gallada

en su conjunto.” (ídem.).

Sindicalismo cupular y de representación vertical. Para Jorge Peña, Ricardo

Alcaíno y sus compañeros, la “lógica” de los antiguos dirigentes del SITECO

buscaba reproducir la misma identidad colectiva que se había llevado adelante

durante los 90´s, una identidad que portaba un modelo en el que la directiva del

sindicato estaba marginada del contacto con el conjunto trabajadores/as,

constituyéndose en una organización que “reemplazaba” la “movilización de la

gallada”. Un modelo cupular de representación vertical, traducido en una cultura

político-sindical “amarillenta”, es decir, de no confrontación con los empresarios

contratistas ni con CODELCO, de no confrontación con el conglomerado

dominante.

Para la nueva generación la confrontación con la empresa estaba

indisolublemente ligada a la masividad. Una confrontación de estas

características conllevaba otro modelo o cultura político-sindical, sin duda distinta

al anterior.

33 Amarillenta: vocablo propio de la cultura política de la izquierda chilena que significa “reformista”. En la jerga sindical suele significar también “poco confrontacional con la empresa” o “no confrontacional con la empresa”.

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Este proceso de reconfiguración del discurso práctico del SITECO no se da de

modo lineal, ni evolutivo. Tampoco se da desde una única posición de sujeto

como puede ser entendida la identidad política de los dirigentes de la nueva

generación de socios del SITECO, sino que se produce por la emergencia

desacorde y multi-espacial de diversas identidades individuales y grupales que

comienzan a articularse en el discurso práctico sindical que impulsaba la

generación de los “jóvenes dirigentes”.

Debido a esa simultaneidad discontinua en el espacio, la “visión” de la nueva

generación consiguió ser una articulación diversa, con perspectiva de masividad,

que agrupó a diversas posiciones de sujeto. La simultaneidad fue posible por una

creciente crisis de identificación de diversos sujetos “contratistas” con el trabajo

subcontratado en El Teniente, potencialidad devenida en realidad por la actividad

de subversión discursiva que desarrollaban los militantes político-sindicales del

SITECO.

Dado el nivel de contradicción en las lógicas de los discursos de una y otra

formación discursiva generacional, entre la nueva generación v/s los antiguos

comunistas, un acuerdo formal de consenso entre ambas partes era imposible

sin tener que abandonar algún punto central de ambos modelos. Un acuerdo así,

de orden hegemónico, hubiera implicado una subordinación de una en la otra,

bajo cualquier circunstancia.

Por un lado la lógica de articulación directiva↔delegados↔base↔directiva, en

que las tres individualidades generaban representaciones de un determinado

discurso práctico puesto en función de la confrontación masiva y horizontal con

las empresas contratistas y CODELCO. Por otro, la lógica de

directivas→delegados, dada en función de manifestaciones que reemplazaran a

las bases y buscaran un “diálogo” no confrontacional con las contratistas y la

cuprera.

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Esta situación de ausencia de equilibrio hegemónico desencadenó las primeras

disputas de la memoria:

“hubo disputa de líneas al interior de la célula, al interior, chiquitita, hubo

disputa cachai, fue como siempre peleado con Danilo Jorquera, bien

peleado, así como envidia, un choque permanente” (ídem.).

Esta disputa generacional se resolvió en este período por medio de la

“imposición”, en los hechos, del discurso práctico de la nueva generación. El

modo o estilo sindical de “confrontación horizontal” con el conglomerado

empresarial, fue una actividad contingente, es decir, sin acuerdo al interior de la

célula ni dentro del directorio del SITECO, sino que una práctica que excedió los

márgenes de la antigua identidad colectiva. Desarrollar el “plan de crecimiento”

significaba “moverse” en la mina, hacer “trabajo entre los viejos” y eso fue dando

a Peña y Alcaíno un reconocimiento entre los trabajadores, reconocimiento que

antes que ellos habían tenido los antiguos comunistas. En el curso de las

asambleas en Barahona, en Colón, en los diferentes niveles de El Teniente, en

las salas de cambio, en la “repartija” de volantes, etc. la representación del

SITECO se concentraba en Jorque y en los nuevos delegados.

La nueva forma de hacer sindicalismo, que delineaba un nuevo modelo sindical,

comenzó a ganar posiciones entre los trabajadores de las empresas contratistas

en El Teniente. Poco tiempo después, el discurso de confrontación horizontal

había logrado lugares de poder al interior de la conducción en mina del

sindicato34, pero no al interior de la célula de partido35.

34 Hacia comienzos del año 2001 operaban dos organismos máximos de conducción del SITECO; la directiva oficial, presidida por el Negro Fuentealba y Danilo Jorquera (el bloque de los antiguos comunistas) y; la directiva en los hechos dentro de El Teniente donde estaba Jorge Peña y Ricardo Alcaíno en la conducción. La célula era un espacio político en disputa permanente que no lograba alcanzar un equilibrio hegemónico. 35 En estos momentos la célula ya no era idéntica al directorio. La célula y este último tenían reuniones diferenciadas.

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En la mina se realizaba de facto la conducción en manos de la nueva generación.

Jorge, Alcaíno y los nuevos delegados fueron tomando protagonismo y

legitimidad entre el colectivo de trabajadores SITECO. En un grado similar, Danilo

Jorquera, el “negro” Fuentealba y Ulises36 fueron perdiendo impacto e influencia

entre los trabajadores37.

Los subcontratados de Imaco eran 300 y la práctica sindical impulsada por Jorge

consiguió sindicalizar alrededor de 150 “viejos”, prácticamente la mitad del total

de la dotación de la empresa. Hacia finales del 2002 ya había 250 afiliados en el

sindicato. Con la mayoría de los trabajadores de la empresa sindicalizados se

volcaron las fuerzas a afiliar en otras empresas, proceso de sindicalización que

consiguió que en abril de 2003 que el SITECO llegara tener alrededor de 2.000

socios, agrupados en torno al petitorio38 que habían elaborado los “jóvenes”.

En el relato de Jorge Peña, la forma de construcción del sindicato tenía como eje

político las demandas, pero la práctica sindical era más amplia y diversa. Ésta se

producía en diversa prácticas de sociabilidad cotidianas;

“todo se hace muy de a poco…, pero había que hacer asado, había que

hacer partido de fútbol, había que enganchar a los viejos a las cantinas a

tomarse su chela pa ahí convencerlos pa ahí sacarle la firma, pa parar un

delegado en la empresa donde trabajaba, puta hueón, los viejos se curaban

y pero antes que se curaban teníamos que firmar la hueá, fue casi todo

giraba, casi todo giraba en torno al sindicato”. (ídem.)

36 Ulises un antiguo comunista que tenía una ubicación oscilante entre ambos bloques. 37 Si bien el “piño” de la nueva generación conducía políticamente en la mina, las asambleas de trabajadores que se realizaban en Rancagua para preparar diversas movilizaciones por empresas, estaban presididas por la presidencia del SITECO. Quién hablaba y se llevaba los aplausos era Danilo Jorquera. Poco a poco los viejos también reconocían, ya no solo en la mina, sino que en estos espacios de organización, a Jorge Peña y Ricardo Alcaíno como figuras relevantes dentro del SITECO (J. Peña, entrevista, 23 Marzo, 2014). 38 Aquel petitorio demandaba el pago de horas extras; vacaciones; derecho a indemnización por años de servicio; traslado en buses.

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El sindicato comenzó a volverse un organizador colectivo de parte importante de

la vida de los trabajadores, una identidad colectiva propia de los trabajadores

“contratistas” de CODELCO, una identidad distinta y contrapuesta al

conglomerado empresarial, formaciones discursivas que eran para ellos

identidades de explotación (G. Espinoza, entrevista, 2014).

El liderazgo “histórico” de los “antiguos” fue diluyéndose. En la memoria del

“Hombre Lobo”, los trabajadores de base no percibieron el conflicto de “línea” que

se sucedía al interior de la célula ni al interior del directorio. Aun cuando los

antiguos comunistas dirigían las asambleas – porque “por estatutos es el

presidente el que habla cachai” – los viejos miraban más a los “nuevos” ya que

estos eran quienes hacían la actividad directa entre los trabajadores.

3. El discurso práctico de la acción contra de

CODELCO (2003)

Legitimación del nuevo discurso práctico

El 17 de abril del año 2003 se realizó la primera paralización conducida en mina

por la nueva generación de dirigentes. Si bien, el SITECO crecía en cantidad de

afiliados - en ese momento llegaba a los 2.500 socios - la movilización de abril

excedió con creces los márgenes de la identidad colectiva, los “contratistas” se

movilizaron más allá de la identidad sindical, por fuera de los límites del SITECO.

Fueron 5.000 trabajadores movilizados en Maitenes39. La directiva en mina y los

delegados habían planificado un corte de ruta en la entrada a El Teniente, la cual

paralizó el ingreso de los trabajadores de planta y contratistas a la cuprífera.

39 Maitenes es el control de CODELCO en la carretera del cobre. Ahí comienzan los terrenos de la división El Teniente de CODELCO.

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Aquella movilización es valorada por Jorge Peña, como la primera movilización

exitosa del nuevo discurso práctico. Antes de las 6 de tarde ya se había

conseguido que CODELCO ordenara a todas las empresas contratistas la

utilización obligatoria de buses o “liebres” para transportar a sus trabajadores. La

toma del camino se prolongó hasta las seis de la tarde cuando comenzó a

declinar hasta disiparse las fuerzas movilizadas al atardecer.

Los trabajadores “contratistas” vivieron esa movilización y sus resultados como

un triunfo de las formas de acción que ellos y la nueva generación estaban

produciendo. El grueso de los trabajadores que participaron ingresó prontamente

al sindicato. Sectores de trabajadores se identificaron con la práctica del SITECO

a tal punto, que decidieron constituir bases sindicales en sus empresas e ingresar

la organización.

En julio de 2003, el SITECO se movilizó y realizó la toma, por un día, de

Barahona, Colon y Caletones, por el cumplimiento del conjunto del petitorio, pero

CODELCO no dio su mano a torcer. La identidad dominante no reconoció al

SITECO como identidad discursiva.

Durante el segundo semestre se realizaron asambleas de base en todas las

zonas del mineral, todos los meses, para mantener la agitación y un estado de

ánimo activo propicio a la movilización. Hacía finales del 2003 éste tenía sobre

los 5.000 socios, trabajadores de más de 15 empresas contratistas.

Un momento de derrota al discurso práctico de confrontación-

horizontal

(2003)

Varios puntos del petitorio de abril no se habían cumplido, en noviembre se

realizó la discusión al interior de la directiva para resolver impulsar nuevas

movilizaciones apoyándose en la mayor fuerza adquirida gracias a lo que había

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sido percibido como un triunfo por el conjunto de identidades “contratistas”. En El

Teniente se reunieron los jóvenes dirigentes y delegados para realizar una nueva

movilización.

A causa de la confianza de los “contratistas” en el discurso práctico del SITECO,

el conjunto de la directiva40 - los antiguos y los jóvenes dirigentes – junto al

cuerpo de delegados, tenía altas expectativas de los resultados que arrojaría que

la movilización que estaban planificando.

El sábado 13 de diciembre de 2003, luego que los directores del SITECO se

consiguieran la sede del Sindicato N°8 de Sewell y Mina ubicada en calle Rubio

de Rancagua41, se realizó una asamblea general que duró toda la mañana. En

esa instancia llegaron alrededor de 400 trabajadores “contratistas” afiliados al

SITECO. En la reunión estuvo presente la directiva que operaba en CODELCO y

la vieja guardia comunista que presidía formalmente. En esta asamblea un

trabajador de base sugiere la idea de tomarse la mina (ídem.) Una voz de la base

proponía la acción que debía ser desarrollada por la identidad colectiva. La

puesta en acción del discurso práctico que la nueva generación ya había probado

antes, ahora emergía desde otra identidad y posición de sujeto al interior del

SITECO. La sobredeterminación horizontal opera en tanto no era sólo el

directorio el que sobredeterminaba, sino también un espacio de poder

constituyente de la identidad colectiva, la asamblea.

La división de la directiva en las posiciones de la vieja y la nueva guardia no se

expresa aquí. Hacia las bases la directiva se mostraba unificada. Se mantuvo el

consenso de qué primara la sobredeterminación de Jorquera y Fuentealba. La

asamblea resuelve comenzar la movilización el día 15 de diciembre de 2003 con

40 El directorio en este momento estaba presidido por Francisco Fuentealba, el “Negro” (D. Jorquera, 13 Julio, 2014). 41 El Sindicato N° 8 de Sewel y Mina es un antiguo sindicato de trabajadores contratados por CODELCO. La directiva del Sindicato N° 8 de Sewell y Mina estaba conformado durante el periodo que trata esta investigación por militantes del Partido Comunista y del Partido Humanista que tenían relaciones personales con los antiguos comunistas en el SITECO.

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la toma de la mina como forma de presión para conseguir que la empresa

cumpliera lo que quedaba pendiente del petitorio de abril. Además, los

“trabajadores” sumaron otras reivindicaciones42; “Los viejos estaban

envalentonados, exhalaban rabia, ganas de pelear, de luchar y habían adquirido

esa cualidad, que después calificaríamos de auténtica combatividad” (Peña,

2013). Como en las movilizaciones anteriores, el interlocutor que buscaban los

“contratistas” era CODELCO.

En esos momentos el SITECO poseía 5.000 afiliados, la decisión de la asamblea

del sábado significaba que el conjunto del colectivo de trabajadores organizados

en el sindicato debía poner sus fuerzas en movimiento. La movilización comenzó

con el agrupamiento de los “contratistas” sindicalizados que se encontraban

trabajando en Teniente Sub-6, en el sector de Casino, junto a los delegados que

aquel día 15 de diciembre por la mañana había llegado a reunirse con ellos.

Mientras tanto, en Rancagua, la directiva del SITECO con Jorge Peña como

conductor, junto a varios delegados, esperaban en Millán43 el llamado a negociar

que debiera hacer CODELCO como efecto de la movilización.

La disposición de CODELCO a negociar no se produjo. Este desconocimiento de

CODELCO hacia el SITECO instaló la lógica de la negatividad respecto de la

mandate. La desidentificación de los trabajadores “contratistas” amplió sus

repertorios de acción ya planificados, sin embargo, debido a la masividad de

trabajadores, las posiciones de sujeto concentradas y movilizadas no pudieron

ser suturadas por las representaciones discursivas del SITECO, los márgenes de

la acción que establecieron los delegados no integraban a identidades

antagonistas en creciente radicalización; “los viejos adentro de la mina se

42 “Exigíamos: Vacaciones, derecho a descansar, que se nos pagaran los años de servicio hasta entonces – año 2003 – no se pagaban, queríamos un sueldo piso digno de $250.000, lo que ahora se conoce para estos tiempos como “sueldo ético”, y queríamos que se nos pagaran las horas extras, que se nos pagara el trabajo.” (Peña, 2013). 43 “Millán” se le llama a las dependencias centrales de CODELCO en Rancagua debido a que su entrada queda por la vereda sur de la calle “Millán”.

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desesperaban y los Delegados, sin experiencia de conducción en este tipo de

movilizaciones, no supieron dirigir la fuerza y a ratos gobernó el caos” (ídem.).

Esto significaba que grupos de “viejos” buscaban la radicalización de la

movilización, azuzaban a los delegados a pasar a acciones radicales de

confrontación, como volcar maquinaria, “atrincherase”. Los delegados con

muchas dificultades a causa de su “falta de experiencia” y a la débil sutura

discursiva de ese momento, lograron instalar el autocontrol y la conducción.

La acción que emprendió CODELCO fue infligir una derrota a los no nombrados,

al movimiento “contratista” que se organizaba desde el SITECO. CODELCO,

lejos de un discurso constituido para responder a los “contratistas” negó su

capacidad interlocutoria y simplemente buscó restaurar el “orden” productivo por

medio del disciplinamiento de la fuerza laboral apoyándose en carabineros. La

gestión empresarial y política de CODELCO, junto al Gobernador de Rancagua,

Carlos Arellano Baeza, y a la policía regional, coordinaron el ingreso de Fuerzas

Especiales de Carabineros a la mina.

La acción en bloque del conglomerado dominante44, el gobierno regional y el

aparato represivo de Estado, sorprendió a la directiva del sindicato; “jamás los

perros habían ingresado a la mina”, pero esa vez sí y fue desastroso” (Peña,

2013):

“Los Carabineros de Fuerzas Especiales fueron guiados hasta donde

estaban los mineros por personal de CODELCO, específicamente por las

cuadrillas de salvataje45. Llegaron disparando contra la muchedumbre a

quemarropa, provocando un gran alboroto y desconcierto, porque

CODELCO, nuestra empresa, en lugar de responder con propuestas, nos

44 Llamamos “conglomerado dominante” al conjunto integrado por CODELCO, las empresas “contratistas”. Coyunturalmente el “conglomerado dominante” podía ampliarse a otras identidades en el contexto del enfrentamiento con los “contratistas”; esas otras identidades fueron en el periodo 2000-2006 el gobierno, la policía. 45 Las “cuadrillas de salvataje” o “cuadrillas de rescate” son unidades de planta de CODELCO para socorrer trabajadores en situaciones de riesgo complejas.

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respondía con plomo. Más de 40 trabajadores mineros fueron heridos a

bala, sólo uno de ellos quedó con más de 20 balines de plomo en su cuerpo,

otro recibió impacto en su ojo, lo que provoco la pérdida del mismo. Nadie

sabía el por qué y solo atinaron a arrancar por los socavones, entre

lámparas, auto rescatadores, lentes y respiradores que caían y que hacían

tropezar a los viejos, generando una peligrosa estampida. Todo entre gritos

que nadie entendía, auxilios desesperados, el silbido de las balas y los

ladridos de quienes las disparaban. Cualquier cosa pudo suceder esa

jornada allá arriba, dentro de la mina.” (Peña, 2013).

Los delegados resguardados en diferentes zonas de Teniente Sub-6, se

comunicaron mediante celulares con los directivos que estaban en la ciudad. Se

acordó que una comitiva de la directiva fuera a recibir, en la sede del sindicato, a

los delegados y bases que habían logrado salir de la mina. Otro grupo de

directivos y delegados fueron a gestionar una reunión con la gestión de

CODELCO para “detener la masacre que estaban sufriendo los mineros” (ídem.).

Este último objetivo no se consiguió. La directiva y el cuerpo de delegados, junto

a las bases que habían llegado, estimaron que en esas circunstancias debían

“batírnoslas solos” (ídem.).

Al final del día, la toma del 15 había sido una derrota. El 16 de diciembre se

reunieron en la sede como directorio ampliado y bases en asamblea general y

buscaron responder las necesidades de los heridos, de los despedidos, de las

familias de los trabajadores “contratistas”. En los días siguientes se produjo la

dispersión de una gran parte de los delegados del SITECO, porque muchos

fueron despedidos, otros se retiraron del sindicato desmoralizados, otros

percibieron dicha derrota como una muestra de la incapacidad del SITECO; “sólo

unos pocos, muy pocos en realidad, quedamos.” (ídem.). La organización se

mermó cuantitativa y cualitativamente. Hubo 200 despidos, en su mayoría

trabajadores de base. La dirigencia del SITECO vio debilitada su capacidad de

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representación entre los trabajadores, muchos delegados abandonaron el

sindicato, pero la desmoralización también fue sobre sí mismos porque el

conjunto del sujeto colectivo había sido golpeado por el efecto disciplinador de la

represión. La generación de jóvenes dirigentes y el nuevo activismo “contratista”

tuvo su primera derrota. Jorquera cuestionó la movilización por poco

“responsable” (D. Jorquera, entrevista, 13 Julio, 2014).

Fragmentación, perdida de legitimidad de la joven generación, fueron una mezcla

que hizo entrar en receso el proceso de configuración de la identidad colectiva

de discurso práctico confrontacional y horizontal. Los jóvenes dirigentes

perdieron un elemento clave de la identidad colectiva que estaban construyendo,

“las bases”, su legitimidad, en tanto origen de sobredeterminación y de la

representación colectiva46.

El primer semestre del año 2004 fue de reorganización interna. Buscar

reestablecer al SITECO como la representación de un colectivo de “contratistas”.

La posición de sujeto desde donde se desarrolló un discurso práctico de

confrontación horizontal contra el conglomerado dominante no fue solo una. La

constitución de identidades colecticas antagónicas respecto de las

representaciones dominante, fue un fenómeno que se produjo en más de un

colectivo de trabajadores. Junto a esto, la nueva generación no se constituyó

únicamente desde una individualidad militante. Una figura relevante de esta

historia aún no llegaba a la mina mientras Jorge desarrollaba, junto a otros

“jóvenes” trabajadores – jóvenes respecto a la vieja guardia -, el discurso político

que ya hemos descrito. Entre conversaciones con su familia y las posibilidades

laborales, Andrés Leal estaba por ingresar al SITECO.

46 Un hecho no menor es que tras esta huelga CODELCO le impide permanentemente a Jorge Peña el ingreso a la división, sin embargo durante los años de esta investigación continuó subiendo continuamente a la división El Teniente de CODELCO.

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4. La identidad colectiva de In Situ

In Situ: Una formación discursiva sede de antagonismos

La estructura orgánica de la empresa In Situ47, la organización de ésta identidad

empresarial, era la misma que en todas las empresas contratistas. En el punto

más alto de la organización estaban los dueños, los principales capitalistas o la

gerencia general, que en 2004 estuvo compuesta por Sergio Andrwus y su socio

Patricio Pérez Prado. En la estructura organizacional le seguían los jefes de

zonas o Ingenieros Residentes (Mina, Colón, Caletones y Rancagua)48. A

continuación los jefes de turno, que eran 10. Luego los jefes de obra que en esta

empresa sumaban 20. Posteriormente 40 capataces. Y finalmente los

trabajadores subordinados al capital que se dividían en Maestros de Primera y

Maestros de Segunda, quienes sumaban 500 cuerpos.

El bloque de gestión del capital, la “línea de mando” (A. Leal, entrevista, Julio 19,

2014) en el diseño de la empresa, era integrado por la Gerencia, el cuerpo de

Ingenieros Residentes y Capataces. La actividad productiva se revisaba

mensualmente en reuniones que se hacían en una oficina de In Situ ubicada en

Sewell, ahí se reunían a revisar y proyectar la producción. La estructura

organizacional incluía también a jefes de Recursos Humanos.

Sin embargo, la posición de gestión constituida por los jefes de obra y los

capataces, estaba en un punto intermedio que la hacía permeable a los procesos

subjetivos que desarrollaban los trabajadores en la base. El cuerpo de capataces

era una selección de los “trabajadores de primera”, hecha por los jefes de mando.

47 In Situ es una empresa de mantención y servicio, principalmente orientada a la minería. 48 En la zona de mina se hacen las labores de desarrollo minero; Colón realiza el chancado de material; Caletones es la fundición de El Teniente.

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Esta situación hacía a esta posición permeable de los intereses de la gestión

empresarial como de los “contratistas”.

Comenzando el 2004, In Situ poseía 600 trabajadores contratistas que destinaba

a diversas faenas operativas en CODELCO, mayoritariamente jóvenes. La

jornada se organizaba en tres turnos; Turno A, Turno B y Turno C. No existía

sindicato. El día daba inicio con la distribución de los trabajadores del Turno A en

cuadrillas de entre 5 y 15 personas dependiendo de las necesidades impuestas

por los objetivos empresariales. A continuación las cuadrillas de trabajadores

recibían una charla de 5 minutos en donde se explicaban y se fijaban las metas.

El salario promedio entre los “contratistas” de In Situ era de 190.000 pesos. Sus

condiciones laborales, si bien habían mejorado productor de las movilizaciones

que el SITECO había impulsado en los años anteriores, aún eran “indignas”; las

salas de cambio se llovían, se debía “choquear” en el mismo lugar de trabajo, las

horas de viaje entre Rancagua y la mina no eran remuneradas, se trabajaba de

lunes a sábado, no había contratos indefinidos y los “cortaban” a los 11 meses

para no tener que contratarlos indefinidamente, los volvían a integrar en las

mismas condiciones. Tampoco tenían vacaciones.

Al interior de la mina los “viejos” estaban especialmente cansados de no poder

ver a su familia. el día domingo debían descansar para volver el lunes a la “riña”.

En Caletones había serios problemas de seguridad, habían ocurrido accidentes

“feos” en las correas transportadoras, en los buzones49. En Colón el problema

central era la contaminación, ahí los trabajadores andaban con mascarillas

vencidas respirando el polvo del chancado.

Por otro lado, existía una diferencia significativa entre el salario mínimo que

recibían los “contratistas” y el salario mínimo que recibía un trabajador de planta

por realizar el mismo trabajo. El salario de los contratistas, promedio de In Situ,

49 Los buzones son canales por donde se desaguan las aguas que destila “el mineral”.

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era un 25% del total del de un trabajador de planta que como sueldo mínimo

ganaban 1.000.000 de pesos (A. Leal, entrevista, 19 Julio, 2014).

Además, el impacto subjetivo que había ocasionado las jornadas del 15 y 16 de

diciembre del 2003 estaba fresca entre los trabajadores, una sensación de

desilusión se puede ver en el recuerdo de sus ojos; “mucha gente quedó dolida,

quedó con rabia, quedo frustrada, mucha frustración” (A. Leal, entrevista, 12

Julio, 2014).

La empresa por su parte se mantenía amenazante luego de haber tomado

represalias mediante despidos, con castigos laborales como por ejemplo dejar a

los contratistas más tiempo esperando los buses para volver a Rancagua, una

vez que ya habían regresado los trabajadores de planta o, dejarlos sin agua para

beber, entre otras. Los “viejos” percibían el disciplinamiento, “el temor, los

patrones te echaban” (ídem.).

Subjetivación política, sindicalización, “brazos caídos”

En ese contexto entró Andrés Leal a trabajar a In Situ, y luego que sus

compañeros del Movimiento Humanista le propusieron que iniciara un trabajo

sindical ahí, hacia mediados del 2004 ya comenzaba a establecer una insipiente

identidad colectiva articulando a un grupo de jóvenes trabajadores que

coordinadamente realizaban los procesos de “concientización” entre los

asalariados; “se fue discutiendo en los choqueros, los socavones, ahí comíamos.

Después nos pasaron a los casinos, pero primero eran los choqueros, ahí con tu

ollita, calentabai tu comida, tu ración, y vamos conversando” (ídem.).

Por medio de los contactos que tenía el Partido Humanista con el Partido

Comunista al interior del sindicato N°8 de Sewell y Mina, junto con las

articulaciones que se producían en la base entre las individualidades del SITECO

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y las individualidades del colectivo de In Situ se estableció el enlace entre Andrés

Leal y la directiva del SITECO. Él y los trabajadores “más comprometidos” de In

Situ se reúnen con Jorge Peña y el “Negro” Fuentealba. La directiva le entrega a

Andrés las “hojas de inscripción” para afiliar a trabajadores y poder levantar

delegados de la empresa para integrarse al SITECO50.

Andrés impulsa entonces dinámicas de subjetivación política en el trabajo. Va

articulando la constitución de subjetividades referencializadas en la perspectiva

de una actividad sindical en In Situ. Primero era necesario conseguir la adhesión

voluntaria de los trabajadores, luego adquirir sus firmas en la “hoja de

inscripción”. Las conversaciones con los trabajadores, versaban sobre las

pésimas condiciones de trabajo y la gran diferencia negativa que existía entre

“contratistas” y trabajadores de planta. Este proceso operaba como el desarrollo

de lógicas de la equivalencia y diferencia, comparación y desigualdad, pero el

antagonismo no se dirigía a los “de planta” sino que a las empresas y a

CODELCO:

“cómo era posible que estuviéramos nosotros haciendo la misma pega que

el compadre de CODELCO, y él tenía todas esas garantías, bien ganadas,

bien obtenidas, “pero mírate tú po, ¿vai a estar todo el resto de tu vida así?,

¿ganando un cuarto de lo que gana él, y en las condiciones que nos

mantienen a nosotros?” (A. Leal, entrevista, 19 Julio, 2014).

Estas dinámicas de subjetivación individuales y grupales se produjeron al interior

de la mina, y fue ahí donde adquirieron forma. Si bien los activistas y el mismo

Andrés, deambulaban por Caletones y Colón, de vez en cuando por Sewell, ahí

no tenían su espacio de desenvolvimiento individual y se les hacía difícil

conversar con los “viejos” acerca de las injusticias y cómo enfrentarlas, porque

50 Hacia el año 2004 el SITECO ya había instituido por norma propia, exigir a la empresa contratista la existencia de 3 Delegados, esta era una “batalla” entre otras que los “contratistas” debían dar a la hora de conformar las bases del SITECO. Una batalla en donde ya se constituía una disputa política con una identidad del conglomerado dominante, la empresa “contratista”.

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siempre tenían un superior vigilante en las cuadrillas. El origen del colectivo

organizado de trabajadores de In Situ estuvo en las entrañas de El Teniente. Al

interior del mineral. Eran 400 los trabajadores que “riñaban” en el trabajo.

En el segundo semestre de 2004, mientras Andrés y sus compañeros

recolectaban firmas para constituirse como parte del SITECO, el colectivo de

“contratistas” de In Situ experimenta su primera movilización. En el mes de

diciembre el estado de ánimo, al compás de la politización, era tenso; “ya los

viejos estaban chátos de ir el sábado, que además no tenía sentido y además

nos dejaban todos los días una hora más pa salir de la mina, ya, en todos los

turnos” (A. Leal, entrevista, 19 Julio, 2014). Los trabajadores en general

presionaban a la movilización y la franja de representantes se acopló a la

dinámica que abrió aquella activa impaciencia.

La conducción organizativa de esta movilización era lo que se había conformado

como un cuerpo de representantes provenientes de las distintas zonas de El

Teniente. Se trataba de una organización de facto, no estatuida, sino que surgida

de los procesos de politización y organización del colectivo asalariado de aquella

empresa contratista, organizada en el modelo discursivo de organización que

Andrés traía del Movimiento Humanista.

La movilización fue denominada como “paro de brazos caídos”. Se reunieron en

Teniente 4-Sur. Ese día los trabajadores que laboraban en mina durante el Turno

A, aquellos de desarrollo minero, entraron por Teniente 7, pasaron por Teniente

6, por el 5, hasta llegar al 4-Sur. Se reunieron en al área de Casino y aguardaron.

Este segmento de trabajadores vivenciaba fuertemente la desigualdad ante los

trabajadores de CODELCO, al mismo tiempo era el colectivo asalariado donde

Andrés impulsó el proceso de organización.

El cuerpo de representantes había buscado el diálogo días antes de la

movilización con la empresa haciéndole ver las condiciones y el malestar de los

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trabajadores, aquella no quiso establecer puentes de comunicación. Como en

diciembre de 2003, la contratista desconoció en su discurso práctico a los

trabajadores organizados. Mas, esta vez la identidad colectiva otra.

La acción que habían resuelto los trabajadores de base y representantes en

diversas asambleas, era no ejecutar las órdenes de los supervisores, no trabajar

y mantenerse todos unidos. A esta forma de acción los trabajadores le

denominaron; “paro de brazos caídos”. Andrés recuerda los diálogos entre los

supervisores con sus compañeros:

““deben ir a hacer un tapado a la calle 18, ahí, del 4-Sur”, “no, no vamos a

salir”. “pero por qué no van a salir cabros”, “no, porque estamos esperando

la respuesta y no hay respuesta, y no vamos a aceptar, y brazos caídos”.

“Oye, pero es que les pueden cortar la raja po, a todos”, “yapo, que nos

corten la raja, pero a todos, a todos los que estamos aquí” (A. Leal,

Entrevista, 19 Julio, 2014).

Se vivenciaba ya un nuevo discurso práctico de acción colectiva. Cristalizó una

nueva identidad colectiva. In Situ debió re-conocer a los trabajadores, no pudo

despedir a ninguno, porque si despedía a uno, todos los asalariados se iban y, si

todos se iban, In Situ hubiera tenido que enfrentar una crisis de contrato con

CODELCO por las faenas y procesos productivos en donde estaba

comprometida. La lógica de la diferencia se invertía en esta acción contingente,

la diferenciación de la contratista respecto de la mandante era ahora la fuente de

su debilidad, ahora, cuando los trabajadores formaban una identidad colectiva

articulada de práxis política.

Toda la mañana de aquel día viernes el Turno A estuvo paralizado; “no se había

visto nunca una movilización que agolpara tantos viejos en un sector”. El túnel

del 4-Sur estaba copado de “contratistas”. Al principio llegaron 400 trabajadores,

luego “se corrió la voz” y seguían llegando más y más trabajadores, entre ellos

“contratistas” afiliados al SITECO. La gestión de CODELCO se alertó y comenzó

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a movilizar su personal. Los “compañeros” representantes de In Situ se vieron

sorprendidos por la masividad que fue producto de la actividad de agitación que

ellos habían emprendido entre jóvenes trabajadores y que, a su vez, éstos, luego,

realizaron entre el conjunto de “contratistas” de la empresa –y algunos en otras

empresas– planteándoles que era necesario hacer una “demostración de

intenciones” a los empresarios; “saben qué empresarios, no queremos más este

régimen de trabajo, queremos cambiar estas condiciones” (ídem.). Antes de

concluida la jornada del Turno A, la empresa responde positivamente a la

demanda, eliminando los turnos de trabajo los sábados y manteniéndoles el

mismo sueldo a todos. Esta resolución fue percibida como un claro triunfo.

Tras esta movilización aumentó el número de “viejos” que querían ingresar al

SITECO y constituirse como base-In Situ. Se pasó de 100 a 119; “los 119”. Con

los 119 se constituyó la base del SITECO en In Situ a comienzos del 2005. Luego

había que elegir los delegados que se iban a destinar al SITECO.

En el caso de In Situ, dicha elección se hizo por votación directa de los

trabajadores de base. Sin embargo Leal, no se postula como delegado, sino que

promueve a otros compañeros. Este hecho expresa la forma particular en que

Andrés concibe su actividad de conducción del sindicato, distinta en comparación

con la lógica de actuación de los dirigentes provenientes del PC, incluido Jorge

Peña, más formalmente protagónica. Se delinea aquí una diferencia en las

formas de conducción sindical al interior de la misma generación de nuevos

dirigentes. Para Leal, los puestos altos en la jerarquía de poder de la organización

no eran la única, ni principal, posición desde donde “aportar” políticamente. Él

considera que esto era algo que había asimilado desde las prácticas

organizativas propias del Movimiento Humanista.

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El discurso práctico de la colectividad “contratista” de In Situ

En In Situ se produjo una formación discursiva especial, diferenciada del resto de

formas de organización sindical que se habían experimentado entre el año 2000

y el 2004 en El Teniente. Distinta de la forma de organización que poseían las

base-empresas del SITECO. En este último se elegían tres delegados para el

directorio ampliado, en In Situ la organización central del sindicato era un cuerpo

de representantes colegiado, era este cuerpo el que elegía a las personas que

integrarían el cuerpo de delegados del interempresa.

La unidad más pequeña de la organización en In Situ era la cuadrilla, donde había

un “líder” en cada una. Esta era una unidad particularmente flexible y contingente,

porque las cuadrillas cambiaban de lugar, se constituían y se desestructuraban

durante el proceso productivo. Al constituirse una cuadrilla, los sindicalizados de

In Situ designaban a su “líder”, éste era quien se vinculaba, de ser necesario

ante algún suceso, con el cuerpo de representantes, con algún representante en

particular o con el conjunto o alguno de los delegados. Lo “común” era activar

esta unidad como parte del entramado organizacional permanente sólo en

coyunturas de conflictividad abierta con el conglomerado dominante.

Hemos expresado visualmente la estructura organizativa de la organización de

los “contratistas” de In Situ en el siguiente organigrama, sin embargo debemos

señalar que para Andrés Leal “la pirámide se invierte”:

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ORGANIGRAMA 1. Colectividad contratistas de In Situ, 2004.

(Base-Empresa INSITU integrada al SITECO, 2005 a 2007)

Con la afiliación de “los 119” al SITECO la empresa In Situ detectó la actividad

política de Andrés al interior de las diversas zonas de El Teniente. Por esto es

degradado de la función administrativa en donde monitoreaba el “Plan de

Mejoramiento de Conducta”. Es reubicado en labores de maestro de primera.

Contrariamente a lo que la empresa pretendía, esto facilitó el proceso de

politización que desarrollaba sobre los trabajadores. Al poco tiempo ya había

conseguido que 100 trabajadores nuevos estuvieran dispuestos integrarse al

SITECO y participar de la organización de base en In Situ.

En octubre de 2005 la organización de los trabajadores de In Situ tenía 400

trabajadores afiliados pertenecientes a todas las zonas de El Teniente y a todos

Fuente: Elaboración propia en base a Leal (2014).

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los turnos51, diversidad de posiciones espaciales de sujetos. Para garantizar la

participación del colectivo en los procesos de deliberación sobre el sindicato, se

instituyeron asambleas generales al final de cada turno una vez al mes, así como

asambleas generales excepcionales si era necesario;

“éramos hartos, ahora éramos como 400, éramos de la mina, de Caletones,

de Colón, de Rancagua, de Coya, de Barahona, de todos los sectores

donde In Situ tenía trabajadores, porque ya a esas alturas se habían inscrito

al sindicato de todos lados, la pega a se había ramificado. Ahí seguíamos

siendo tres delegados… , hacíamos asambleas que eran de todos, y en tres

turnos, o sea en dos horarios, en la mañana pa los del Turno C, por ejemplo

venían bajando y en vez de irse pa la casa se iban pal sindicato, y ahí a esa

hora estaban los del Turno B. Con esos dos turnos se hacía una Asamblea

y, después en la tarde se hacía una asamblea con el Turno A, para la tarde

noche” (Leal, entrevista, 19 Julio, 2014).

La identidad colectiva de éstos trabajadores, de similar modo que aquella que se

habían comenzado a forjar en las prácticas discursivas de la nueva generación

dentro del SITECO, era una identidad colectiva sobredeterminada desde

representaciones que emergían horizontalmente. Estas prácticas organizaciones

y de acción configuraban el discurso práctico del colectivo asalariado de In Situ.

51 Las zonas de la división El Teniente de CODELCO son; Mina, Caletones, Colón, Barahona, Coya y Rancagua.

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5. Sobredeterminación discursiva y

representación: “sindicato de clase”

El SITECO a comienzos del 2005

El ingreso del colectivo sindical de trabajadores subcontratados de In Situ al

SITECO, se produjo a comienzos de 2005 cuando el sindicato se encontraba

menguado producto de la dispersión de posiciones de sujeto, de agentes, de

trabajadores a consecuencia de la dura represión experimentada en diciembre

de 2003. La identidad colectiva estaba reducida a su directorio52 y a unos pocos

delegados que se mantuvieron firmes. Este pequeño grupo buscaba recomponer

la organización diezmada, cuyo poder se había debilitado tras el estallido de las

bases sindicales.

Lo que se percibió como un el triunfo del “paro de brazos caídos” moralizó a

franjas numerosas de “contratistas” de diversas zonas de El Teniente, sembró

entre segmentos de trabajadores nuevamente la idea de que era posible

movilizare, conseguir el pronunciamiento de CODELCO y su injerencia sobre las

empresas contratistas para mejorar sus condiciones laborales. Los

subcontratados se transformaron en un terreno fértil para un nuevo crecimiento

del sindicato.

El SITECO ya no era aquella organización con la cual se había encontrado Jorge

Peña en 2000, ya no era una organización distanciada de las bases, con una

directiva de antiguos dirigentes sindicales sin contacto con la mina. Tampoco era

el sindicato que había desarrollado la movilización del año 2003, tensionado entre

un modo cupular de hacer sindicalismo y otro articulado entre directivos,

52 “Negro” Fuentealba, presidente; Danilo Jorquera; Ulises Sepúlveda; Jorge Peña; Ricardo Alcaino.

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delegados y bases. Este último modelo se había fragmentado y ya no era el

preponderante en la articulación de los “contratistas”.

El SITECO, a comienzos del 2005, es un sindicato en donde la joven generación,

ahora con Andrés Leal, quiere repuntar, reconstituirse al interior de El Teniente.

Con el ingreso del colectivo de trabajadores de In Situ al SITECO, con sus

particulares formas de organización y deliberación, éste se vio enfrentado a la

prueba de reconfigurar un nuevo equilibrio identitario, con nuevas posiciones de

sujeto incluidas en su organización, alcanzar una identidad refundida, restablecer

una cultura organizacional hegemónica.

Reflexividad colectiva y representación sobredeterminante: La

reconfiguración del SITECO

Durante los 5 años en que Jorge Peña se había desempeñado como dirigente

sindical, vivió un proceso de especial subjetivación laboral y política en donde fue

forjando una nueva identidad como parte de un colectivo de trabajadores

“contratistas” de CODELCO.

Tras haber sido expulsado por la mandante en el año 2003, en una clara medida

de disciplinamiento individual y colectivo sobre el sindicalismo contratistas, se

volcó a un proceso de autoformación intelectual en temas político-sindicales.

Cuando no se dedicaba a labores sindicales, ni a aquellas comunes de la vida,

Jorge Peña estudiaba “otras experiencias” (J. Peña, entrevista, 24 Marzo, 2014)

mediante la conversación con los antiguos dirigentes del Partido Comunista y, a

la vez, haciendo lecturas propias.

En el año 2004 leyó una historia acerca de MADECO, también una historia de los

ferroviarios, entre otros, De Amor y de Sombra de Isabel Allende. En el transcurso

de estas lecturas miraba su propia vida y sus vivencias recientes. Entonces se

produce la entrada del colectivo de trabajadores de In Situ al sindicato.

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163

La entrada del colectivo de Andrés no solo dinamizó el proceso de reorganización

que lentamente estaban repuntando en el sindicato, sino que potenció los

procesos de reconfiguración identitaria que experimentaba el conjunto de la

organización, incluidos los “directores” y los delegados. Andrés Leal se reunió

con la directiva del SITECO en mina:

“y les expliqué el método de trabajo que utilicé yo, cómo fuimos

conversando, y como todas las cuestiones, esto parte de chiquitito primero,

o sean partió en un almuerzo en El Teniente 4, ahí en el casino yo a 3

compadres más les empecé a hacer observaciones que hacíamos”. (A.

Leal, entrevista, 6 Abril, 2014).

Andrés Leal y Jorge Peña establecieron una relación de amistad y compañerismo

que se tradujo en un proceso de retroalimentación política y emocional, de

“formación” conjunta. Una tarde, en una feria en Rancagua, Jorge divisó en el

suelo, sobre un paño de ventas de “coleros”, “4 tomos” de las “obras completas”

de Recabarren. Jorge lo compró y lo estudió en colaboración juntos con Andrés

en el invierno de 2005. Esta actividad, recuerda Jorge, la definieron como “tarea

política” (J. Peña, entrevista, Marzo, 2014); “el Leal su hueá, yo leía mis hueás,

cachai, todo el asunto y nos juntábamos y de repente cuando nos juntábamos

una chela con un asado comentábamos también, cachai.” (ídem.).

Se producía una articulación discursiva nueva en el SITECO, no en la mina, no

en las reuniones del sindicato, sino que en los procesos de socialización entre

las individualidades de estos dos amigos, que iban construyendo los lazos de,

como dice Jorge, “camada”, los vínculos cotidianos del nuevo grupo

generacional.

Sin embargo Andrés, si bien participaba de las reuniones de la directiva del

sindicato, como invitado, y de todas las instancias de la organización, se reusó

durante todo 2005 a formar parte oficial del directorio del SITECO.

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164

Sin embargo, los procesos de reflexión política con Jorge seguían su curso. Las

reflexiones se concentraban en revisar historias del movimiento obrero, procesos

políticos, discusiones sobre la realidad política nacional, incluso “ideológicas”. En

estos diálogos Jorge aseveraba las ideas del “marxismo leninismo” y Andrés le

rebatía. El último consideraba que aquellas ideas ya no encajaban con las nuevas

realidades. Todas estas discusiones y reflexiones fueron generando una

particular síntesis política. A la vez los trabajadores de base que se erguían al

interior de la mina eran permeados por los discursos prácticos del SITECO.

“el rollo éste de la asamblea”

Percibiendo el proceso de reconfiguración organizativa del sindicato y

reflexionando sobre sus lecturas y discusiones, los dos amigos dirigentes

significaron el proceso que se estaba produciendo en el SITECO como una

realidad cultural y sindical nueva:

“El tema es que ahí empezamos “oye esto que estamos creando, esto que

se está formando, tiene que ver con formas distintas de sindicalismo a lo

que se está haciendo ahora último en otro sector y en otros lados” (ídem.).

El “sindicalismo” que estaban impulsando Andrés Leal y Jorge Peña era un

sindicalismo “más consultivo, ese sindicalismo más consultivo. Era más

respetuoso de los viejos mismos.” (ídem.). A este nuevo sindicalismo le llamamos

articulación horizontal de la representación político-sindical o, sindicalismo de

representación horizontal en tanto identidad colectiva.

Para esta nueva generación de dirigentes, ellos desarrollaron ese nuevo modo

de sindicalismo porque:

“no veníamos con trancas anteriores, con esta, ni con trancas anteriores ni

formas mañosas anteriores, cachai. No veníamos con esto de que “puta la

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hueá, tenái que estar cocinada pa presentárselo a los viejos”, o “puta, si

hay”, que se incorpore alguien que es del partido, y “mira este hueón hay

que pasarle máquina, hay que aislarlo”, cachai, “este hueón es de tal

opinión, por lo tanto lo vamos a cagar en el directorio”. No veníamos con

ninguna de esas hueás, de hecho no teníamos idea, entonces todos los que

entramos en esa época, puta, creíamos que efectivamente el sindicalismo

era de reunión, nos compramos el rollo éste de la asamblea” (J. Peña,

entrevista, 23 Marzo, 2014).

Se identificaban como diferentes del otro sindicalismo y, en contradicción con

aquel, que aún persistía al interior del mismo directorio del SITECO. Y esta

ubicación antagonista se constituía como y desde la diferencia generacional entre

ellos y los otros.

Aquellas conceptualizaciones de distintos modos de sindicalismo iban

prefigurando una más definida sobredeterminación discursiva. Se identificó un

nuevo modo de hacer sindicalismo, ya no solamente en las formas de acción

como había ocurrido con el SITECO en el ciclo de crecimiento 2000-2003, sino

que también en los modos de la organización. De conjunto, en sus lógicas de

organización y de acción, de la equivalencia y la diferencia. Lógicas que eran

integradas en un especial imaginario sindical, emergido de aquellas “tareas

políticas” de estudio.

Sus memorias nos narran que percibían el nuevo modo sindical y actuaban sobre

él para que se desarrollara en el sentido de ir haciendo un sindicalismo

confrontacional y masivo, a la vez diverso y flexible, horizontal, uno que para ellos

se sintetizaba en un sindicalismo asambleario, de reunión de la diversidad de

posiciones de sujeto en función del objetivo común sobredeterminado desde sus

diversos entes organizativos (directorio, delegados y base). El objetivo colectivo

era exigir mejores condiciones laborales mediante la masividad, con acciones de

confrontación contra una identidad antagónica.

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La “formación” colectiva

Esta nueva noción de sindicalismo fue expandida de manera creciente a todo el

colectivo de trabajadores organizados en el sindicato. La lógica de integración y

diferenciación expresada en pequeña escala en las “reuniones de célula abierta”

encontró una escala masiva que integraba y ponía en diálogo no únicamente a

militantes, directivos, delegados, activistas y bases del SITECO, sino que a todos

los trabajadores, afiliados o no, de todas las base-empresas. Estas instancias

surgieron de los dos compañeros reflexionando acerca de cómo traspasar las

discusiones que estaban teniendo al conjunto de los trabajadores agrupados en

el sindicato, en los espacios de sociabilidad cotidiana:

“Nosotros con el Leal y este piño53, en algún momento decidimos, mira la

hueá que se nos ocurrió: están las asambleas informativas, ¿cierto? O sea,

una asamblea tiene carácter informativo. A una asamblea de ésas a que

van lo viejos a saber cómo estamos con el petitorio, cuánto se ha avanzado,

como dicen los viejos, cuándo la dan, los viejos dicen “ganamos, ¿Cuándo

la dan?”, la plata, el bono o lo que se haya conseguido. Ya, pero, ¿qué pasa

si nosotros empezamos a hacer asambleas formativas? Cáchate la hueá,

informativas, formativas, no sé cómo chucha llegamos a esa hueá, pero

debe haber sido en estas veces que íbamos donde “Polito” a tomarnos las

chelas y nos pasábamos rollos y toda la hueá” (J. Peña, entrevista, 23

Marzo, 2014).

En abril de 2005, los dos amigos comenzaron a impulsar “asambleas de

formación” que se reunían en el local del Partido Comunista emplazado en la

ciudad de Rancagua. Jorge, Andrés, junto al “piño”, acordaron revisar la literatura

que estaban utilizando para su autoformación y determinar títulos para entregarle

53 El “piño” hacía referencia al bloque de la nueva generación de dirigentes; Jorge Peña, Andrés Leal, Marco Iriarte, Pablo Aguilera, entre otros.

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contenidos a los trabajadores, “¿qué leemos?”, el elegido por el “Hombre lobo”

fue Recabarren, el “Flaco”54 por su parte otros autores (ídem.) y libros sobre

Clotario Blest, otros compañeros del “piño” introdujeron al “Che”.

Las asambleas de formación no poseían un “orden” o “instrucción”, sino que eran

asambleas para que los trabajadores hablaran del “movimiento obrero” (ídem.).

Entonces, para comenzar esta nueva instancia de sobredeterminación discursiva

del conjunto SITECO, se citaban primero a “asambleas informativas” donde la

“tabla” eran los puntos referidos al estado de las relaciones con las empresas

contratistas, el estado de las negociaciones –que a mediados del año 2005 se

desarrollaban continuamente– y, un último punto dedicado a la “formación”

entendida como formación “política” y “sindical”. Prontamente, al ver que los

“viejos” se quedaban hasta el final de esas asambleas, cuyo punto de “formación”

duraba algunas veces más de 2 horas, decidieron especializarlas y transformar

aquel espacio en “asambleas formativas” o “asambleas de formación”.

Se creó un “equipo” para preparar estas instancias de reflexión colectiva. En

estas ellos exponían las ideas de Clotario Blest y Luis Emilio Recabarren, “no

rescatando la militancia política de ellos, sino que sus ideales sindicales” (J.

Peña, entrevista, 22 marzo, 2014), se discutía sobre la historia del movimiento

obrero, “lo que podís contar, pero tampoco eran académicas las hueás” (ídem.).

Reunidos con los trabajadores en el salón de eventos del Partido Comunista,

Jorge y Andrés se iban turnando la palabra para exponer sus diversos textos

como un diálogo de a dos en el que de vez en cuando, al principio menos que

más, intervenían los trabajadores con preguntas y apreciaciones acerca del

proceso reflexivo. Se reunían en un comienzo 200 o 300 “contratistas” en este

espacio de aprendizaje colectivo. Luego, más adelante – estas asambleas se

realizaron hasta el primer semestre de 2007-, llegaban hasta 400 trabajadores,

54 “Flaco” era el apodo que el mismo Andrés Leal se coloca a sí mismo.

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168

maestros de primera y segunda, posteriormente también capataces y hasta jefes

de obra.

Ya consolidado el espacio como parte de la cultura organizacional del sindicato,

los “viejos” debatían en su interior, intercambiaban posiciones y se iban

estableciendo ciertas representaciones conceptuales que se integraban al

imaginario colectivo que sobredeterminada el discurso práctico del SITECO.

Entre los insumos para dichas instancias, además de Luis Emilio Recabarren y

Clotario Blest, estaba Ernesto “Che” Guevara. Junto a la historia del movimiento

obrero, entre los contenidos estaba la “revolución cubana”, “la importancia de la

mujer”:

“éramos puros hombres en el sindicato, y esa hueá de la mujer fue muy

bacán, y nosotros hablamos del, ¿cómo fue?, de que la mujer tenía mayor

conciencia de clase que los hombres, y por eso nosotros teníamos que

incorporar también a la mujer” (ídem.).

Se trataba de contenidos indeterminados previamente, se construían conceptos

precarios, inestables, en el trascurso de los procesos cognitivos colectivos;

“desarrollábamos todo un rollo, pero que esa hueá no la habíamos leído en

ninguna parte, entonces empezamos con el Leal y “¿qué debe ser?, o ¿es

así?”, porque la mujer por naturaleza está cagá, no puede pensar por ella

misma, sino que la mujer se embaraza, al embarazarse piensa en su hijo,

es toda una hueá, pero pa llevarlas a la hueá sindical, y que por eso

nosotros tenemos que pensar en colectivo, tenemos que ser solidarios, y

por eso hay que incorporar a la mujer, más solidario y más colectivo iba a

ser el sindicato.” (…) “Ese rollo de la mujer fue una hueá que se nos ocurrió

no más, entonces decíamos “si me hubiese escuchado un sociólogo o un

intelectual”, cachai, pero pa lo que queríamos era los justo, lo necesario, y

dio buenos resultados” (ídem.).

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No eran solo “de ideas” (ídem.) las conversaciones que se producían en las

asambleas de formación. Se trataba de discusiones referidas a las posiciones de

sujeto que eran necesario incluir y para hacerlo era preciso construir un discurso

que las integrara al colectivo de representación horizontal del que formaban

parte55.

Se discutía sobre los valores de “lealtad”, la “solidaridad” y la “honestidad”. Estas

temáticas las conceptualizaban como “rollo clasista” o “rollo de clase”. Surgían

dudas, aprobaciones, desaprobaciones y oposición, disrupciones discursivas en

las asambleas;

“Por ejemplo este tema de clase, de que teníamos que hacer un sindicato

clasista con sentimiento de clase, entonces un viejo, y sobre todo cabros,

se paró y dijo “compañeros, yo encuentro que estamos mal, esa hueá no

puede ser porque no podemos andar mirando en menos a los compañeros”.

El rollo de él era que el ser clasista, por ejemplo, que eso significaba mirar

en menos al que tiene menos, al negro, al pobre, que nos íbamos a poner

más pirulos, no sé qué rollo se habrá… pero nosotros “ah, un sindicato de

clase, un sindicato pirulo”, “un sindicato así de clase alta” (ídem.).

Estas disrupciones discursivas son vertidas desde la memoria con “sorpresa”;

“”oye, ¿qué hueá estamos haciendo con estos viejos?””. La reflexibilidad colectiva

tenía abruptos escarpados de disonancia argumental entre las identidades

individuales reunidas en diálogos colectivos.

En aquella escena, las asambleas de formación habían iniciado su actividad hace

un “buen tiempo”, y el “equipo de formación”56 decidió que debía ser más

55 Una de las posiciones de sujeto feminizada en la industria del cobre es el área de alimentación para la fuerza de trabajo y el personal de gestión del capital. Una empresa de estos servicios que en el año 2006 se integra al SITECO es Central de Restaurantes. Del Sindicato N°2 Central de Restaurantes surgirá una integrante del directorio del SITECO durante la huelga del año 2007 “la mujer metralleta”, y una delegada clave durante los procesos colectivos del sindicato en el año 2006. 56 “Equipo de formación” era la forma en que el “piño” significaba el espacio donde se planificaban las “asambleas de formación”.

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explícito y claro respecto de lo que se significaba el “rollo de clase”; “tenemos que

ser un sindicato clasista”. El acuerdo fue ir configurado representaciones

concretas, “consignas, pero conceptos”, que eran tratados continuamente, pero

de manera flexible, en las asambleas. Se tomaban los autores, por ejemplo

Recabarren, sistematizaban coloquialmente su texto Ricos y Pobres, también la

Batalla de Chile. Ahí, luego de haber iniciado las asambleas de formación hace

algunos meses, el mismo “equipo de formación”, debido a la lógica de la

reflexividad colectiva, producía nuevas conceptualización, sobredeterminaba por

medio del lenguaje su actividad práctica por medio de una representación, el

“sindicato de clase”;

“entonces ahí empezamos a comprender que hay 2 clases, como dice Marx,

la lucha de clases siempre existe, a veces velada, otras francamente

abierta, entonces leyendo, ya estábamos convencidos, “bueno, entonces

hay que tirar el royo y tenemos que hacer un sindicato de clase” (ídem.).

La especialización del equipo de formación del SITECO hizo posible responder a

las preguntas discursivas que comenzaron a surgir en las asambleas de

formación, pero siempre con el riesgo de que se vieran sobrepasados los

márgenes de la sobredeterminación, y si esto era así debían ser nuevamente

reinstalados de tal modo que se integrara la amplitud de subjetividades sin que

aquello se tradujera en la perdida de los márgenes de “clase”;

“compañeros, eso no es clasismo, no tiene nada que ver con eso. Lo que

pasa es que nosotros pertenecemos a una clase social”, repetíamos lo que

estaba en los libros no más, que a nosotros si un viejo nos hubiese

preguntado más a fondo y toda la hueá, el origen de las clases sociales, ahí

quedábamos, pero así era, de repente era repetir, las respuestas eran tal

cual las encontrai en el Manifiesto Comunista. Entonces, “somos una clase

en sí y tenemos que ser una clase para sí”, esa cosa era repetición, pero

teníamos que hacerlo.” (ídem.).

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El proceso era como una concatenación discordante de discursos en múltiples

espacios de sociabilidad, enmarcada en la cultura organizacional del SITECO, no

se trataba de un discurso homogéneo que provenía del “equipo de formación”,

sino que se re-articulaba en la praxis reflexiva, política, de la asamblea –

contextualizada en el quehacer cotidiano de la organización - en que emergían

posturas que expresan diversas posiciones de sujeto por donde transitaban las

identidades; la mina, Caletones, Colón, la familia, las biografías personales, la

movilización, la huelga, la empresa, CODELCO; “Toda esa hueá nos permitió a

nosotros conversar de política a los viejos” (ídem.).

Se desarrollaron a una escala masiva los procesos de subjetivación política y

reidentificación que se habían gatillado en los “choqueros” al comienzo de los

primeros “trabajos sindicales” de Jorge Peña como de Andrés Leal. Los

trabajadores comenzaron a hablar de política nacional, sindical, cotidiana, en el

trabajo, colectivamente, en sus grupos de trabajo, entre sus amistades. Los

temas era la familia, el trabajo, la empresa, problematizando aspectos de sus

realidades de sujeto. La unidad en la diferencia se sobredeterminaba discontinua

y desacordemente en una nueva formación discursiva que comenzaba a ser

suturada ya por medio de la representación de sus discursos prácticos como

“sindicato de clase”.

“Carta de Responsabilidad Sindical”

A mediados de 2005, el SITECO no tenía más de 3.000 trabajadores afiliados y

una baja extensión a otras empresas contratistas. Relacionados a los procesos

reconfiguración discursiva y reemergencia del SITECO como identidad colectiva

diferenciada, se produjeron varias situaciones de “corrupción” de delegados de

In Situ. La empresa buscaba “comprar” a los dirigentes por medio de beneficios

especiales lo cual introducía divergencias externas al interior de la plana de

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delegados, generando fricciones en el organismo de los trabajadores como

efecto de la corrupción sindical.

En este marco Andrés Leal tomó la decisión de recoger una propuesta que le

realizaron sus compañeros del Movimiento Humanista. Ésta consistía en estatuir

de facto una “carta de renuncia” de los delegados, que fue llamada “Carta de

Responsabilidad Sindical” 57.

Este dispositivo de control era una carta de renuncia en la que decía:

“Yo……………………., Delegado de la empresa In Situ del Sindicato

Interempresa SITECO: Renuncio a mi cargo de delegado por necesidades

personales. Fecha:…………….. Firma: …………………. “ (Leal, 2014).

En el segundo semestres de 2005 todos los delegados de In Situ debieron, antes

de iniciar su cargo, escribir su nombre y poner su firma en esta carta, dejando

abierta la fecha. Ésta última era colocada solamente por decisión de asamblea

general, y en su defecto por el cuerpo de representantes. La “carta” fue activada

muchas veces en el año 2005; “volaban las cabezas” (ídem.).

Un día se produjo la muerte de dos “contratistas” de la empresa Züblin58, el

cuerpo de representantes de In Situ propuso a CODELCO la realización de un

minuto de silencio al comenzar la jornada de trabajo, pero CODELCO, en su

lógica de la negación, rechazó la solicitud,

“entonces yo le dije a los compañeros “atravesemos la carretera no más po,

no dejemos subir los buses, bajemos a los viejos y hacemos el minuto igual”,

57 Este dispositivo no figuraba ni figura en el Código del Trabajo, ni en la Inspección del Trabajo, emergió del proceso de reconfiguración del SITECO. 58 Züblin es una empresa fundada en 1898, realiza sus primeros negocios en Chile a partir de 1987 mediante la construcción de la Central Hidroeléctrica Canutillar para la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa). Desde el año 2000 define sus giros como construcción en minería y energía, pero también se desarrolla en puertos, obras civiles en general, movimiento de tierras, inmuebles, infraestructura, obras hidráulicas, sanitarias y eléctricas. Pertenece al Holding Internacional Strabag (http://www.zublin.cl/nuestra-empresa/historia/). En CODELCO era una de las empresas que subcontrataba trabajadores.

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y lo hicimos, pero arriba… Y el delegado tiró pa a tras po hueón, se subió al

bus y no quiso… el de nosotros, el de In Situ, el delegado. Eran 3 delegados,

entonces un compañero me dijo “compañero Leal, yo creo que este hueón

hay que sacarlo, porque es amarillento”, le dije “ahí le damos con los viejos,

igual na que ver la reacción del compañero, a lo mejor algo pasa”, y después

en la asamblea lo hicieron mierda, y la asamblea exigió al Peña que trajera

la carta de renuncia, a Inspección del Trabajo, y le pusiéramos fecha. Y se

fue el loco, por el hecho de no haber participado de esa acción” (ídem.).

Se multiplicaron los “cortes de cabeza” a “varios” delegados de In Situ que

venían, al cabo de tiempo, se iban. El dispositivo se estatuyó ilegalmente porque

por ley los estatutos son únicamente del sindicato, en este caso de SITECO, y

SITECO debía realizar congreso para modificar sus estatutos legales. El colectivo

de “contratistas” de In Situ no esperó aquel proceso y lo integró como un

dispositivo de su organización.

La Carta de Responsabilidad Sindical dio los resultados esperados. La asamblea

general pasó de ser un organismo deliberativo y resolutivo a tener el control de

sus representantes en el SITECO por medio de un dispositivo que garantizaba

su poder soberano. Los “compañeros” que se presentaban a elecciones para ser

delegados dejaron de ser personas que buscaban réditos personales en el

ejercicio de su cargo y, si por algún motivo se pretendían “pasar de listos”, aquella

intensión era controlada por el poder de la asamblea general instituido en la carta,

o bien, si se pasaba a llevar los intereses del colectivo, el delegado era destituido.

La organización de In Situ pudo pasar a un periodo de mayor estabilidad,

cohesión y coherencia entre los organismos de su estructura organizacional

como efecto de esta “carta”.

Andrés Leal, sin ser delegado ni director, estaba encargado de ir levantando

bases sindicales en nuevas empresas junto a otros trabajadores. El modo de ser

del SITECO comienza, incipientemente, a lograr equilibrio como una nueva

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formación discursiva que, como vimos, comenzaba a ser sobredeterminada por

un nuevo imaginario y sus representaciones, potencialmente capaces de articular

distintas posiciones de sujeto en una identidad colectiva refundida. Pero esta

realidad, aun cuando se construye la identidad como un “sindicato de clase”, no

podía ser efectivamente hegemónica, ya que la antigua generación de dirigentes

comunistas poseía todavía los cargos principales del directorio, la institución que

formalmente sobredeterminaba políticamente al sindicato. La nueva generación

estaba en minoría dentro del directorio, y a pesar que aquella se constituía en la

mina ante los ojos de los trabajadores como la representación dirigente del

sindicato, en las definiciones de la estrategia y línea sindical, así como en los

procesos de negociaciones colectivas del SITECO el poder político lo tenía la

generación de antiguos comunistas. En las asambleas generales, el presidente

era el “Negro” Fuentealba, el “piño” de la mina aún no era el conductor del

organismo que formalmente tenía la dirección del SITECO y era una

representación política clave en tanto articulaba el complejo organismo. Pero no

había existía equilibrio inestable, comenzaba a producirse una crisis de

hegemonía discursiva.

6. El antagonismo con la formación hegemónica

dominante

La primera negociación colectiva con In Situ

En noviembre del año 2005 los trabajadores organizados de In Situ vivieron su

primera negociación colectiva con la empresa contratista. En esta participó

directamente la directiva del SITECO y los delegados de la empresa. También

Andrés Leal estuvo presente como trabajador de “base”.

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Para entonces, los trabajadores de In Situ sindicalizados en el SITECO eran

alrededor de 500, cerca del 90% del total de maestros de primera y de segunda

categoría, inclusive algunos capataces, se habían integrado recientemente al

sindicato. Estos capataces eran de confianza de los trabajadores “porque esos

capataces nacían desde los mismos trabajadores” (ídem.), la empresa los

seleccionaba de entre los “contratista”, y habían sido integrados como resultado

de una resolución tomada en una asamblea.

Con una organización de empresa fuerte, y un sindicato interempresa que se

venía fortaleciendo, el petitorio que los trabajadores plantearon en esta

negociación fue el más importante que haya levantado el colectivo de In Situ

hasta entonces:

“ahí ya nos fuimos a cuestiones más importantes. Por ejemplo, nosotros ahí

estábamos pidiendo el aumento de sueldo a todos los viejos, por parejo, y

de aquellos que estaban degradados en el sueldo con respecto a otros

viejos de otras zonas que hacían la misma pega, que se emparejara.”

(ídem.).

La lógica que producía el conflicto entre los trabajadores organizados de In Situ

y la empresa era aquella de comparación, en búsqueda de la equivalencia, entre

las diversas condiciones laborales de los distintos segmentos de trabajadores al

interior de In Situ y desde ahí se especificaban las diferencias; “había que

homologar”; “O sea, un eléctrico en la mina, claro, podía tener unas 20, 25 lucas

más que un eléctrico de Caletones.” (ídem.). Y la misma lógica respecto a los de

planta; “Nosotros empezamos a comparar lo que tenían, claro, siempre nuestra

mirada era hacia el de planta” (ídem.). Lógica de comparación y de diferencia,

esta era la forma aparente del antagonismo en la subjetividad a partir de la

memoria. Las empresas eran las identidades dominantes articuladas en la

hegemonía del conglomerado unificado en CODELCO, éste producía una

relación laboral cruzada por diferencias que eran percibidas negativamente por

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los trabajadores. Esta percepción aparece reforzada por la identificación de la

propia existencia “discriminada” respecto de la otra relación laboral de los

trabajadores de planta, y constituida como tal en la narrativa del recuerdo

presente de la nueva generación político-sindical.

Días antes, reunidos en la sede del Partido Comunista de Rancagua, los

trabajadores en asamblea general habían construido el pliego de peticiones que

demandarían en la presente negociación colectiva; igualar los salarios entre los

trabajadores que realizaban el mismo trabajo, un complementario de salud, un

bono de educación para los hijos, un bono de fiestas patrias, bono de navidad,

bono por vacaciones, bono por hijo nacido, bono por muerte de un familiar, horas

extras en “calendario rojo”59 pagadas con un incremento del 50% al salario común

más un día de descanso compensado a elección del trabajadores” (ídem.).

Cómo había ocurrido en otras ocasiones, la negociación colectiva no consiguió

prosperar por medio de los “buenos oficios”. La empresa In Situ se negó a otorgar

a los trabajadores los objetos de sus demandas, lo que se tradujo en una huelga

que duró cuatro días, tras los cuales, nuevamente de manera sorpresiva para la

directiva, para los delegados y para Andrés, fue obtenido el petitorio.

Esta alta capacidad de obtener lo reivindicado es percibida por Andrés Leal como

un efecto de la unidad y coherencia que presentaban los trabajadores de In Situ

al actuar colectivamente. Para nuestro dirigente sindical esta coherencia

colectiva fue el furo de los procesos sistemáticos de formación que se

desarrollaban desde 2004, haciendo del colectivo In Situ una identidad colectiva

que actuaba coherentemente en el conflicto laboral.

59 “Calendario rojo” hace aquí referencia a día feriado o domingo.

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La representación de la formación hegemónica dominante

La subjetivación que se tradujo en identificación política de una nueva “camada”

de dirigentes político-sindicales como de trabajadores “contratistas”, configuró

una nueva sobredeterminación discursiva capaz de suturar el nuevo discurso

práctico sindical ya representado en la noción de “sindicato de clase”.

Esto sucedió como la re-significación de las realidades laborales y políticas que

vivenciaban los nuevos dirigentes, delegados y trabajadores de base. Sin

embargo, en ese momento la joven generación no conseguía ser representante

política del SITECO, no presidía el directorio. }

La subjetivación política de las identidades laborales fue el resultado de las crisis

identitarias previas respecto del propio trabajo minero, primariamente

comprendido como la injusticia del trabajo subcontratista en CODELCO, cuyo

agente dominante eran la cuprífera y las empresas contratistas. Ésta comenzó a

delinear la otra identidad antagonista, pero no la construyó para sí como una

formación hegemónica dominante hasta que se constituyó a sí misma como

formación discursiva sobredeterminada.

Hacia finales del año 2005, la nueva identidad colectiva había tomado, en un

punto, la forma de una identidad generacional que se enfrentaba a otra

generación de dirigentes sindicales. Pero la identidad colectiva en general no

puede ser reducida a la identidad generacional, porque el discurso práctico de la

colectividad -que era “conducida” por la nueva generación “dirigencial”, como le

llama Jorge Peña- no se sobredeterminaba desde una único punto de

representación discursiva, sino, más bien, de un modo horizontal, desde varios

agentes organizacionales (directorios, delegados y bases).

En la confrontación con el conglomerado dominante, en la guerra de posiciones

al interior del sindicato entre las generaciones, en el proceso constructivo del

“sindicato de clase”, se fue delineando la identidad antagonista del SITECO en

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tanto nuevo colectivo político-sindical re-emergente. Pero esto no fue sin el influjo

de la tradición. Este sindicato poseía una tradición comunista que ya había

nombrado al otro, a CODELCO. Mas, el “otro” de Jorquera y de los demás

integrantes de la vieja guardia, era un “otro” del sindicalismo cupular y no del

nuevo sindicalismo confrontacional de representación horizontal. El otro de la

tradición comunista era uno con el que se buscaban acuerdos por medio del

diálogo sin confrontar, ni transgredir, el discurso hegemónico dominante referido

a las formas desarrollar el conflicto laboral. Ahora, en cambio, se trataba de la

sobredeterminación de la identidad antagónica respecto de la organización que

estaba en conformación.

En el imaginario del “sindicato de clase”, CODELCO en primer lugar, y las

contratistas en segundo, eran las identidades que producían la “discriminación” y

la “explotación” (G. Espinoza, entrevista, 22 Marzo, 2014) por medio de la

privatización de la minería chilena que tenía como efecto producir el sistema

subcontratación. El conglomerado antagonista dominante imponía un régimen de

explotación del trabajo comprendido por los trabajadores como subcontratación.

En el relato de la memoria de nuestros actores, la subcontratación produce la

discriminación e injusticia. CODELCO y las contratistas, desde el inicio de la

relación laboral con los trabajadores “contratistas”, habían buscado la adhesión

de éstos a dicha relación social por medio de incluirlos en su discurso dominante

como “mineros” que podían y debían, para ser tales, soportar esas condiciones

de trabajo; “el minero es duro te decían” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014). Tal

era la búsqueda de los agentes del conglomerado dominante por hegemonizar,

integrar en su articulación discursiva a los trabajadores subcontratados. Pero la

subjetivación política y la subsiguiente integración de éstos al SITECO

conllevaron que éste último se constituyera como un espacio de articulación

contra-hegemónico. Un espacio en donde las posiciones de sujeto contratista se

identificaban fuera de la hegemonía discursiva del bloque dominante.

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El conglomerado empresarial se puede distinguir aquí como una formación

hegemónica dominate que persigue que los trabajadores consientan la

explotación inscrita en la subcontratación, mientras que el SITECO como

construcción de un “sindicato de clase” se emplazaba como una identidad de

creciente contra-hegemonía.

Las memorias de las identidades del SITECO representan la dominación de

CODELCO como la intención de precarizar a los trabajadores/as, “disminuir su

calidad” y afectar negativamente sus condiciones de vida; “la subcontratación

también es precariedad en el trabajo, la salud, los accidentes, trabajar al lote,

busca otra calidad con los trabajadores, los trabajadores, en otras condiciones,...

” (J. Peña, entrevista, 22 Marzo, 2014).

La generalización de esta representación del otro como bloque antagonista

dominante es una sutura relevante de la identidad colectiva del SITECO. Se

amalgamó la identidad constituyendo márgenes que la diferenciaban del otro.

Para que emergiera el antagonismo como confrontación de la relación social de

explotación era necesario que la nueva generación hiciera una articulación

narrativa en el tiempo histórico presente señalando su antagonista, una narración

que estructurara la relación de subordinación y opresión, delineando al agente

que ejercía la dominación.

Hablando de lo que visualizaba como “actividad sindical” del SITECO entre 2005

y 2007, Andrés Leal expresa la noción de “sindicato de clase” integrando la

identificación del otro en la siguiente representación reflexiva:

“hay como 2 conceptos digamos, yo creo que son los pilares fundamentales.

Uno es la lucha, la lucha frontal, esa lucha pesá que hay que dar contra el

empresariado, y la otra es posicionar ideas fuertes, ideas. Por ejemplo, para

nosotros la idea de renacionalizar el cobre era fuerte, un trato justo, a igual

trabajo igual salario. Ideas fuertes, porque nosotros decíamos “esto es igual

que los clubes deportivos: los jugadores pasan, los dirigentes pasan, la

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camiseta queda, los trabajadores van a ir quedando los dirigentes vamos

pasando. Cumplimos etapas, nos vamos, vienen otros, pero las ideas

quedan, y uno tiene que seguir ideas, no tiene que seguir hueones. Yo le

decía a los viejos “si ustedes me van a seguir a mi están equivocados po,

el “flaco” después va ir a huevear a otro lado y va a hacer otras cosas, y no

quiero que la tracalá de viejos me siga pa allá, ustedes tienen que quedar

acá, pero ¿qué es lo que tiene que quedar? Ideas”, y las ideas pa nosotros

eran importantes, y las ideas eran ésas: renacionalizar el cobre, igual

trabajo igual sueldo, fin al subcontrato. Reivindicar un poco lo que faltaba,

lo que faltaba pa los viejos, que todavía sigue faltando, que todavía se sigue

trabajando. Por eso yo creo que el SITECO es temido, por eso lo miran

como diablo pa arriba, porque denuncia eso, y eso es importante”. (A. Leal,

6 Abril, 2014)

Estas “ideas fuertes” contienen el conflicto como confrontación antagonista. No

se trata únicamente de una lucha ocasional contra una u otra empresa contratista

o contra CODELCO. No se trata únicamente de una reivindicación salarial que

busca mejorar las condiciones laborales. El sujeto no es un grupo concreto de

trabajadores, la lucha no es una lucha circunstancial. El SITECO imaginado por

la nueva generación de dirigentes se comprende hacia finales de 2005 como un

sindicato de “lucha frontal” contra la “injusticia” producida por el bloque

dominante. En esa “lucha pesá” se entendía al trabajador como sujeto político,

una representación discursiva del conjunto heterogéneo de posiciones de sujeto

diversas en que se concretizaba el trabajador subcontratado de El Teniente.

El SITECO en este discurso es una abstracción asimilable a un “club deportivo”,

en tanto las identidades particulares no son el “club deportivo” sino que ésta

organización tiene su propia “camiseta”, su propia sobredeterminación.

En el texto del sujeto, la última vez que el modelo sindical confrontacional había

actuado contra CODELCO había sido en diciembre de 2003. En aquella ocación

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el resultado había sido una derrota. Los triunfos recientes no eran victorias contra

la formación hegemónica dominante, sino contra identidades ubicadas en sus

márgenes, identidades parciales del conglomerado dominante, las empresas

contratistas.

En diciembre de 2006 se desarrollará el segundo enfrentamiento contra

CODELCO del SITECO, ahora imbuido por la nueva generación y construido,

parcialmente por la representación del “sindicato de clase”. La contingencia

política del proceso histórico pondrá en el centro la cuestión de la hegemonía al

interior del sindicato como única vía de restablecer una sutura plena que reuniera

la diversidad de individualidades “contratistas” organizadas por la nueva

generación y fuera capaz de entrar en la guerra de posiciones con CODELCO.

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CAPÍTULO V

HEGEMONÍA

EL “SINDICATO DE CLASE”

1. Contexto y lógica de la constitución

hegemónica

La huelga nacional de trabajadores “contratistas” iniciada el 4 de enero de 2006,

concluida el día 23 del mismo mes, es el contexto y tiempo en que se constituye

la contingencia en que se reconfigurará el SITECO en tanto identidad colectiva,

por medio de una nueva sobredeterminación hegemónica que suturará

coherentemente el discurso práctico de representación y confrontación horizontal

contra el conglomerado dominante. Esto ocurrirá mediante el acceso de la nueva

generación de dirigentes político-sindicales a la presidencia del directorio en abril

de aquel año.

Las contingencias políticas propias del conflicto entre el movimiento “contratista”

y la formación hegemónica dominante, son consideradas como la construcción

discursiva de los sujetos involucrados. Éstas agudizan, en el terreno de la acción,

las diferencias entre el antiguo discurso práctico cupular de representación

vertical y diálogo de concertación social y el nuevo discurso de representación

horizontal y confrontación social.

La antigua generación de dirigentes político-sindicales comunistas promoverá un

discurso práctico orientado a un diálogo que restringe la cuestión política al

espacio institucional buscando “sustituir” la confrontación horizontal con el bloque

dominante, por medio de la concentración de la política en la dirigencia sindical.

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Las formas de acción características de este discurso serán; manifestaciones,

marchas, huelgas de hambre, mesas de diálogo sin radicalización de la acción.

Por su parte la nueva generación de dirigentes intentará permanentemente

desarrollar el discurso práctico de representación y confrontación horizontal, que

ya posee un alto grado de desarrollo como una nueva identidad colectiva en vías

de alcanzar una consolidación discursiva; formas de representación política que

emanan desde el diálogo colectivo desde los diversos agentes del sindicato

(directores, delegados y bases) y, formas de acción colectiva que irrumpen

subversivamente el orden establecido por la hegemonía dominante (corte de ruta,

paro productivo, toma de las instalaciones de la empresa) y tienen a traspasar

los mismos márgenes del discurso propio (radicalización de acciones). La

contradicción entre uno y otro discurso práctico se presenta en la memoria de los

actores centrales de esta investigación, como una contradicción entre dos formas

de organización y de acción de lucha sindical, propios en una y otra formación

discursiva.

En esta huelga, la CNTC60 como representación política nacional del movimiento

“contratista” de entonces, es reconocida por el conglomerado dominante como

formación antagonista. Pero, esto no implicó el reconocimiento del SITECO ni los

60 La “idea” de comenzar a constituir una Coordinadora Nacional de Trabajadores del Cobre es impulsada por Danilo Jorquera desde el momento de conformación del sindicato en 1988. Tiene su primer ensayo en la Federación Nacional de Trabajadores Contratistas. Respecto de cómo se vuelve a ubicar dentro del discurso práctica del SITECO entre el año 2000 y 2006 hay matices; por una parte Danilo Jorquera señala que la “idea” de la coordinación nacional venía de antes, es decir era propia de la vieja guardia comunista (D. Jorquera, entrevista, 13 Julio, 2014). Jorge Peña estima que la “idea” surgió desde la célula comunista en El Teniente (J. Peña, entrevista, 22 Julio, 2014). Por su parte Andrés Leal reconoce en Danilo Jorquera al primero que escuchó hablar de pasar a “un plano nacional” (A. Leal, entrevista, 6 Abril, 2014). La Coordinadora Nacional de Trabajadores Contratista agrupaba a dirigentes sindicales “contratistas” de todas las divisiones de CODELCO. En este período esta coordinadora aún no realizaba su congreso fundacional por lo cual los cargos existentes eran fruto de un acuerdo entre estos dirigentes. Su representante principal fue Danilo Jorquera, los dos principales voceros; Miguel Santana y Cristian Cuevas. La organización cotidiana de la CNTC se realizaba por zonales en cada una de las divisiones. En el zonal Rancagua o “El Teniente” estaban el SITECO y CMS entre otros sindicatos. Acudían a las reuniones nacionales de la coordinadora por el SITECO Danilo Jorquera, Jorque Peña y Andrés Leal, por CMS Manuel Ahumada, entre otros.

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demás sindicatos locales presentes en las diversas Divisiones de CODELCO.

Estas organizaciones aparecen subsumidas en la CNTC que busca concentrar

la representación política del movimiento “contratista”.

Sin embargo, el ingreso de la CNTC al discurso dominante como antagonista,

instala un conflicto inter-hegemónico entre dicha representación nacional y el

conglomerado dominate, conflicto que presiona al SITECO a alcanzar coherencia

interna como identidad colectiva. Se crea la necesidad de una resolución de la

crisis de hegemonía sindical. Se suceden discontinuidades discursivas al interior

del tiempo huelguístico, disonancia en los discursos de las formas de

organización y acción.

El resultado de la huelga de los “21 días” concluye con lo que los nuevos jóvenes

dirigentes y trabajadores percibieron como una “derrota” que significó el fracaso

del discurso práctico de la vieja guardia de dirigentes sindicales, instalando la

necesidad de su reemplazo político al interior del directorio del sindicato.

En los diálogos de la memoria de Jorge Peña, Andrés Leal y Gabriel Espinoza,

la nueva generación de dirigentes identifica esa coyuntura y se ve amenazada

por el desenlace desfavorable que podía tener el conflicto entre los discursos

prácticos de una y otra generación al interior del sindicato. Coordinan su acción

para obtener los principales cargos del directorio en las elecciones sindicales de

abril. Se intentaba establecer la sutura hegemónica de la identidad colectiva que

ya poseía, aunque no de manera coherente como totalidad, el discurso práctico

emergente, aquel que llamaban; “sindicato de clase”.

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2. La “huelga de los 21 días”61:

Contingencias de la hegemonía

Antecedentes

A mediados de 2005, El Teniente se transformó en un espacio de gravitación

nacional para el agrupamiento de un segmento trabajadores “contratistas” de

CODELCO62. La dirigencia del SITECO (directores63, delegados y Andrés Leal64)

impulsó reuniones de coordinación del conjunto de dirigentes contratistas de

todas las divisiones de CODELCO, con el objetivo de constituir una

representación nacional de los “contratistas”, la Coordinadora Nacional de

Trabajadores Contratistas (CNTC).

Ésta coordinación surgió como necesidad en el antagonismo con la hegemonía

dominante. Siendo ésta última un conglomerado nacional, la identidad político-

sindical que la fuese a enfrentar no podía ser puramente local, no podía

circunscribiese solamente al El Teniente o a cualquier otra división.

El 2005, CODELCO había alcanzado una alta tasa de ganancia debido al alto

precio del cobre en el mercado mundial de commodities. Los sindicatos de planta

61 En el sindicalismo presente la memoria de las huelgas no se referencia en los días del calendario oficial, sino que en la cronología que surge con el inicio de la movilización huelguista hasta su término. De este modo en el conjunto de entrevistas las memorias narran cada día como los días de la huelga y no como los días del calendario oficial. 62 Cuando decimos segmento estamos considerando al SITECO y a CMS. CMS era una empresa en donde trabajaban subcontratados alrededor de 300 “viejos”. Ocupados en faenas operativas en Colón. (M. Ahumada, entrevista, 10 Julio, 2014). Los trabajadores de CMS, por su ubicación en el proceso productivo de chancado, tenían la capacidad de parar el 25% de la producción de El Teniente. 63 El Directorio estaba compuesto por; “Negro” Fuentealba, presidente; Danilo Jorquera; Jorge Peña; Ulises Sepúlveda; Ricardo Alcaíno y otros tres directivos. Jorquera, Fuentealba y Ulises conformaban el grupo de los antiguos comunistas. Peña junto a Alcaíno eran la representación política de la nueva generación de dirigentes sindicales en éste organismo. 64 Colocamos a Andrés Leal entre la dirigencia del SITECO, por su actividad como dirigente, aunque no lo haya sido formalmente.

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presionaron por un bono millonario de productividad y consiguieron que en enero

de 2006 se produjera su entrega.

Andrés Leal recuerda que el recién electo diputado Esteban Valenzuela Van

Treek, militante del PPD, declaró, en diciembre de 2005:

“ …“cómo era posible que ellos (los trabajadores de planta) recibieran en

ese momento… 7 millones de pesos y en consecuencia que los contratistas

no recibían nada y también eran parte de la producción y eran parte

fundamental en el trabajo minero, ya, de la producción.” (A. Leal,

conversación telefónica, 2 Julio, 2014).

Las declaraciones de Valenzuela representaron la lógica de la equivalencia y la

diferencia que hacía “sentido” a la identidad de los “contratista” organizados en

la CNTC. Esto llevó el conflicto a una escala nacional. Desde el punto de vista de

la dirigencia nacional de la CNTC, estas declaraciones constituyeron el escenario

favorable para establecer el reconocimiento de la coordinadora nacional en el

discurso práctico de CODELCO.

El SITECO por su parte, en coherencia la identidad del “sindicato de clase”,

decidió convocar a asambleas abiertas en la sede del sindicato N° 8 de Sewell y

Mina, asambleas a las que llegaron “contratistas” de CMS, de “otros sindicatos”

y trabajadores “sindicalizados y no sindicalizados” de diversas empresas

contratistas.

La “estrategia” de los trabajadores

La coyuntura fue considerada por los dirigentes de la organización nacional como

el momento adecuado para formular una estrategia que se propusiera el

reconocimiento de la CNTC como interlocutor válido de la formación hegemónica

dominante.

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La representación reivindicativa de la necesidad, la demanda que la coordinadora

resolvió proponer a CODELCO fue un “bono de reconocimiento” de 500.000

pesos que la mandante debía pagar a los entonces 28.00065 trabajadores

subcontratados como recompensa por su trabajo. Además, se buscaba el

“cumplimiento de la ley laboral vigente” (M. Ahumada, entrevista 8 Julio, 2014).

Se impulsaron asambleas de trabajadores “contratistas” en todas las divisiones

de CODELCO. Dos durante el día, para poder abarcar a los turnos C, A y B. La

asamblea de “contratista” del SITECO estableció que el “reconocimiento” no

pasaba únicamente por el bono, había también otras demandas, las que se

proyectaban en una confrontación más general contra el régimen de trabajo

subcontratista; “cuestiones generales para todos, el tema del subcontrato, el

tema de las horas de cambio, que las horas de cambio estén en todas las

divisiones o sea todos los viejos tienen ese mismo problema… (que las paguen)

como horas extras.” (J. Peña, entrevista, 23 Marzo, 2014).

De este modo la identidad colectiva reunida en asambleas generales, representó

el antagonismo en reivindicaciones para la mejora de las condiciones laborales

injustas de explotación que residían en el sistema de trabajo subcontratado, no

sólo como una reivindicación que garantizara el reconocimiento de la CNTC

como interlocutor válido, sino que confrontaran de manera amplia y general,

horizontal, el orden construido por la formación hegemónica dominante.

Las “cuestiones generales para todos” significaban un reconocimiento del

conjunto de identidades individuales y colectivas movilizadas. Si CODELCO

reconocía estas reivindicaciones como puntos de debate se produciría un diálogo

transversal entre las identidades antagónicas en el marco de la relación social de

explotación.

65 La prensa consultada da este número, 28.000, que es el mismo que dan algunos de los entrevistados, sin embargo en las investigaciones cuantitativas que hemos revisado el número de trabajadores contratistas en faenas operativas para el año 2006 en CODELCO, es de 24.028 individuos.

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La representación del conflicto en estas reivindicaciones, expresaba las

particularidades que distinguían al SITECO como identidad colectiva dentro del

movimiento “contratista”; un conflicto transversal con el discurso práctico del

bloque dominante que implicaba el reconocimiento de las distintas identidades

movilizadas.

La resolución de aquellas instancias organizativas que se sucedieron por varios

días fue; “ir a una huelga indefinida exigiendo el pago de ese bono” (A. Leal.

entrevista, 12 Julio, 2014). La CNTC elaboró un petitorio que tenía como eje

central aquel “bono de producción” o de “reconocimiento”, señalando que éste

debía ser pagado por CODELCO a la totalidad de trabajadores contratistas. A la

par, sus principales voceros66 denunciaban la “discriminación”, la “violación”, el

“riesgo” e “injusticia”. Se demandaba “igualdad”, “seguridad” y “justicia” en el

trabajo (La Nación, 28 de diciembre, 2005).

Tras la entrega del petitorio, el directorio de la cuprífera se reunió a analizar la

situación y buscar generar una respuesta. Nicolás Eyzaguirre y Alfonso Dualto

declararon;

“la cuprífera tiene restricciones legales para disponer libremente de los

excedentes que genera, ya que éstos están comprometidos en el

Presupuesto de la Nación, por lo cual deben ser traspasados íntegramente

al Estado para desarrollar programas sociales… no corresponde entregar

beneficios adicionales asociados al coyuntural precio del cobre en el

mercado internacional.” (La Nación, 30 de diciembre, 2005).

El conglomerado dominante se apoyaba en la legitimidad de la ley para denegar

la demanda de la coordinadora. Eyzaguirre, al finalizar su rueda de prensa llamó

66 En la prensa revisada señala como los voceros de la CNTC a Danilo Jorquera por la división El Teniente, Cristian Cuevas por la división Andina y Miguel Santana por la división Norte (El Mercurio, 28 de diciembre, 2005: La Nación, 28 de diciembre, 2005)

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“chantajistas” a los trabajadores subcontratados de CODELCO (La Nación, 30 de

diciembre, 2005).

En este momento, el discurso práctico dominante no reconocía a la CNTC como

un interlocutor válido, negaba el movimiento “contratista”. Operaba, nuevamente,

tal como en 2003, un antagonismo que “existía” para la identidad colectiva

“contratista”, pero que era desconocido por el discurso del conglomerado

dominante.

Representaciones de la política y desconocimiento

La negatividad de CODELCO ante la forma de acción esgrimida por la CNTC

(entregar el petitorio a la cuprera), conllevó la ampliación del repertorio práctico

de esta última. El 28 de diciembre, Miguel Santana, quien formaba parte de la

identidad comunista en la CNTC67, explicitó que la coordinadora llamaría a los

“contratistas” a votar nulo en la segunda vuelta de elecciones presidenciales68 si

CODELCO no iniciaba el diálogo. Este discurso era coherente con el estilo

sindical vertical de la “antigua” generación comunista.

Uno de los voceros comunistas dio cuenta del conflicto en su dimensión política

restringiendo esta última al campo institucional. Esta lógica era contraria al

67 La identidad comunista de la CNTC era conformada por sus tres voceros, todos del Partido Comunista, que tenían la conducción hegemónica de este organismo en la medida en que ellos establecían, en este período, su representación política y sobredeterminación discursiva. Andrés Leal era la única individualidad de izquierda extraparlamentaria no comunista en la organización (A. Leal, entrevista, 12 julio, 2014: J. Peña, entrevista 23 Marzo, 2014). 68 Se trata de la segunda vuelta a las elecciones presidenciales llevadas a cabo el 11 de diciembre de 2005, en donde ninguno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta. La segunda vuelta se realizará el 15 de enero de 2006, entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, saliendo electa aquella con el 53,50 % de los votos. Las memorias de los entrevistados cuentan “la huelga de los 21 días” sin referencias al proceso electoral, salvo cuando son consultados específicamente por éste acontecimiento. Sin embargo retornan inmediatamente al conflicto central establecido con CODELCO y las contratistas, señalando que los avatares del proceso electoral no repercutieron en las identidades colectivas de las organizaciones “contratistas”.

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“sindicato de clase”. En éste la actividad sindical poseía siempre una dimensión

política.

Miguel Santana, por el contrario circunscribe la política, en esa coyuntura, al

terreno electoral-institucional:

“El tema ahora es político. El gobierno se negó a través del directorio de

CODELCO, por ello no hemos descartado llamar a los trabajadores

contratistas a votar nulo. Esta es una medida de presión para instalar el

tema ahora que los recursos están” (La Nación, 28 de diciembre, 2005).

El grupo comunista en la CNTC entendía la dimensión política del conflicto,

circunscrita al plano institucional. Por otro lado, la nueva generación de dirigentes

político-sindicales comprendía el conjunto de la confrontación como acción

política. Para el Partido Comunista, la política era él “tema político” electoral,

reducida a la institucionalidad política. Esta representación de la política

implícitamente negaba que las formas de acción extra institucionales que

enfrentaban al bloque empresarial fueran políticas. Organizaba verticalmente la

acción política, a partir de la representación de la dirección nacional de la CNTC.

Por el contrario, en el discurso práctico de la identidad colectiva en que se

agrupaban los jóvenes dirigentes, los delegados y las bases del SITECO, la

política no se constituía únicamente en los vínculos con la institucionalidad, sino

que se desarrollaba en el ser de la identidad colectiva; “todo es político” (A. Leal,

entrevista, 12 Julio, 2014). Como vimos, la identidad colectiva se constituía por

medio de una reflexividad política colectiva que a la vez establecía una

confrontación del mismo tipo con el conglomerado dominante.

Esta diferencia discursiva aparece como una controversia lógica que significaba

que, para un discurso, que el centro del conflicto entre “los contratistas” y el

conglomerado dominante no estaba en la confrontación amplia al interior del

campo de la relación social de explotación, sino que debía desarrollarse en el

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campo institucional. Dicho de otro modo, el poder, como acción política, no se

encontraba en la práctica del conjunto las identidades “contratistas” al interior de

la relación social de explotación. El poder no residía en las formas de

organización y acción del SITECO, sino en las formas de diálogo político de la

CNTC y el conglomerado hegemónico.

En el relato de la memoria de la nueva generación, el poder reside en el conjunto

de la articulación discursiva “contratista”; dirigentes, delegados y bases. Estas

identidades son quienes reproducen la sobredeterminación del discurso práctico

en sus formas de organización y acción representadas bajo el signo del “poder

de los trabajadores”. Dicha identidad no podían ser “sustituida” por una

representación cupular y vertical de ningún tipo.

Considerando esas diferencias, el llamado a votar nulo, al menos en El Teniente,

fue una real amenaza en el ámbito de la política institucional al bloque dominante

que, de manera ahora ampliada, integraba a las representaciones electorales de

los conglomerados partidarios que competirían en la segunda vuelta de las

elecciones presidenciales el 15 de enero de 2006. Al interior del SITECO, en sus

instancias organizativas y de sociabilidad, dentro y fuera de la mina, se habían

producido conversaciones, reflexiones, discusiones, diálogos cotidianos,

respecto de las elecciones presidenciales en más de una ocasión. Los “viejos” se

habían mostrado interesados, con suspicacia, en conocer la intención de voto de

cada integrante del directorio69. Los trabajadores de base conocían la militancia

de todos los directores y delegados del SITECO, también de Andrés Leal. Este

69 Al menos desde 2004, cuando Danilo Jorquera se postuló a concejal por Rancagua logrando salir electo, se venía produciendo una actitud suspicaz de parte de los trabajadores “contratistas” respecto de las elecciones. En 2005 los afiliados al SITECO sabían cuál era la militancia de sus dirigentes. Para las elecciones presidenciales 2005-2006 los trabajadores consultaban cuál sería el voto de los directores, éstos respondieron pero no llamaron a votar por una o por otra alternativa. El voto del directorio en la primera vuelta fue dirigido a Tomás Hirsch, el candidato de la coalición de partidos Juntos Podemos Más integrada por el Partido Comunista, Partido Humanista e Izquierda Cristiana. Durante la segunda vuelta, luego que el 14 de enero el Partido Comunista llama a votar por Michele Bachelet y Tomás Hirsch a anular el voto, no se produjeron discusiones al interior de los organismos del sindicato.

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interés, en la percepción de Andrés, provenía de una desconfianza70, pero a la

vez, era la condición de posibilidad para llevar adelante la medida de presión que

finalmente no se concretó.

El martes 3 de enero de 2006, se produce una entrevista de dirigentes de la

CNTC e identidades que ingresaban al conflicto como interlocutores entre

CODELCO y los “contratistas” movilizados, interlocutores que a la vez conforman

parte de la representación política antagonista que la misma CNTC había

construido. Michelle Bachelet se reúne con los dirigentes de la “Coordinadora

Nacional de Trabajadores Contratistas de CODELCO” (La Nación, miércoles 4

de enero 2006). Danilo Jorquera fue el encargado de dar a conocer los resultados

del diálogo y de comunicar la posición de la CNTC respecto de la resolución del

“tema general”. Dicha resolución acontecería dentro de la institucionalidad.

Jorquera comunica la decisión de replegar el llamado a votar nulo;

“calificó el encuentro – que se extendió por tres horas – como positivo, en

el sentido de que la ex ministra se comprometió – de llegar a La Moneda –

a regularizar la situación no sólo de los 28.000 contratistas de la estatal del

cobre, sino que del tema en general, a través del proyecto de ley que se

discute en el Parlamento71” Jorquera señaló que la posición de votar nulo

en las próximas elecciones había bajado “de intensidad”. (ídem.).

El mismo día Jorquera comunica que la CNTC estaba dispuesta a negociar

medidas alternativas al pago del bono de 500.000 pesos, como forma de facilitar

el diálogo con la mandante (ídem.).

70 En las elecciones municipales de 2004, Danilo Jorquera había sido candidato a concejal, saliendo electo. Sin embargo lo había hecho sin informar previamente a los trabajadores de base, esto, en la memoria de Andrés, le trajo un cuestionamiento por parte de los trabajadores de base, especialmente entre los trabajadores de In Situ. Después de ese episodio la cuestión electoral se tornó un tema “delicado” al interior del SITECO (A. Leal, entrevista, 2 Julio, 2014). 71 Ley de subcontratación.

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La política, como práctica circunscrita de modo cupular y vertical a lo institucional,

ligada a la búsqueda de un diálogo sin confrontación con el conglomerado

dominante, caracterizó el discurso práctico que el grupo de militantes comunistas

en la conducción de la CNTC, promoverá a lo largo del proceso huelguístico. La

ubicación sobredeterminante de este discurso práctico al interior de la

representación “contratista” nacional, va a significar que el proceso de

confrontación masiva esté signado por contingencias de contradicción entre esta

sobredeterminación y las formas de acción del colectivo “contratista” agrupado

en el SITECO.

La contradicción discursiva antes del 4 de enero

En Rancagua, durante los días previos al inicio de la huelga, se habían producido

conversaciones y disquisiciones respecto de las formas de acción que

desarrollaría el SITECO durante el tiempo huelguístico.

La ausencia de equilibrio hegemónico en el sindicato, en tanto formación

discursiva escindida entre la sobredeterminación propia de la antigua dirigencia

comunista y aquella de la nueva generación, se fue agudizando a causa de las

contingencias del contexto, haciendo del su espacio sociopolítico una sede de

nudos de disrupción discursiva y contradicciones políticas.

La disonancia en la formación discursiva fue producida por la contradicción entre

la “línea” de la generación de antiguos dirigentes del PC y la “línea” de la nueva

generación. Por una parte el del sindicato “como amarillento”72 y, por la otra, el

del “sindicato de clase”. Aquellas eran las representaciones de una contradicción

más general entre generaciones político-sindicales.

72 J. Peña, entrevista, 23 Marzo, 2014.

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Danilo Jorquera opinaba, como en 2003, que los trabajadores de planta debían

ser persuadidos de “parar”, no imponerles el “paro” por medio de la confrontación

(masiva y horizontal) con CODELCO. Para él los cortes de ruta imponía una

confrontación que creaba las condiciones propicias al desborde de la acción; “ahí

tuvimos diferencias de opinión al interior también incluso, con el Peña, con otros

compañeros” (D. Jorquera, entrevista, 13 Julio, 2014).

Por su parte Jorge Peña y Andrés Leal defendieron en estos debates de las

memorias, durante el período previo al tiempo huelguístico, la posición de que la

masividad era necesaria para constituir la confrontación con el conglomerado

político-empresarial, cuestión que era coherente con su concepción de la

movilización como proceso masivo en que ingresaban de manera directa el

conjunto diverso de identidades “contratistas” movilizadas. Los trabajadores

debían ejercer su derecho a la huelga y esto era una acción que representaba el

“poder de los trabajadores” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014), formas de acción

propias del discurso práctico del SITECO, constitutivas de la propia identidad de

Jorge y Andrés como dirigentes político-sindicales, una identidad generacional

opuesta a la de los “viejos comunistas”.

La nueva generación “dirigencial”, como la recuerda Jorge, no impulsaba el

apedreo de buses, pero estas acciones se consideraban inherentes a

determinadas identidades de los trabajadores “contratitas”, individualidades que

en presencia del acontecimiento huelguístico rompían los márgenes de la, aún

débil, porque no hegemónica, sutura propia de la sobredeterminación. Su

radicalidad tendía a construir un discurso práctico distinto, más allá del “sindicato

de clase”. Este proceso de toda formación discursiva, adquiría particular

radicalidad por las características del contexto confrontacional. Más, la nueva

generación coloca dichas acciones como radicalizaciones del discurso, no como

rupturas, era reconocida como parte de la identidad colectiva movilizada,

explicada a través de la “rabia” de los “contratistas”.

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195

El 4 de enero

Con la negativa de CODELCO a negociar, es decir, su negativa a integrar la

CNTC en su discurso hegemónico como el antagonista, la huelga nacional de

trabajadores “contratista” se desata el 4 de enero de 2006.

La preponderancia del discurso práctico confrontacional horizontal en el SITECO,

aun cuando no existiera hegemonía de la sobredeterminación de la nueva

identidad colectiva en el directorio, fue quien articuló a las individualidades

reunidas en el sindicato y organizadas para la “acción”73. El discurso práctico de

la acción se sobredeterminó como la “acción” del “sindicato de clase”.

A las 6 de la mañana, en todas las divisiones de CODELCO, los trabajadores

“contratistas” organizados por las diversas identidades sindicales agrupadas en

la CNTC declaran la huelga. Las divisiones Andina, Norte y Ventanas se

amanecen con una huelga nacional indefinida de “contratistas”.

En la división sur más de una identidad colectiva ingresó a la dinámica

confrontacional. Junto con el SITECO se movilizaron; CMS, “Mario Palma”, “Pato

Leiva”, Conos74 “y otros más” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014). La acción que

dio “inicio” al nuevo tiempo huelguístico fue el control del acceso al El Teniente

en Maitenes. Los buses del Turno A fueron detenidos antes de la llegada al

control del kilómetro 19 de la Carretera del Cobre75. Alrededor de 400

trabajadores “contratistas” descendieron de los buses, hicieron bajar a los

trabajadores de planta. Algunos se negaron. Los sectores, grupos de

individualidades, formaciones colectivas intempestivas de “contratistas”,

apedrearon los vehículos que transportaban la fuerza de trabajo. Se estableció

73 J. Peña, entrevista, 23 Marzo, 2014. 74 Conos es una empresa de ingeniería y construcción que presta servicios como empresa contratista a CODELCO. 75 “Maitenes”.

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el corte de ruta. A las 8 de la mañana había una larga fila de buses en el camino

a Rancagua.

Con la huelga “desatada” se percibió el arribo de las fuerzas especiales. La

confrontación horizontal y la “rabia” de los contratistas se conjugaron para

generar el enfrentamiento con carabineros;

“se juntó una cantidad de viejos compadre y quedó la cagá, como a

las tres horas después, porque llegaron los carabineros hueón, llegó

el guanaco, llego fuerzas especiales, la cagá, camotes y no, ya se

habían armado algunas barricadas, etc.” (A. Leal, 2 Julio, 2014).

Tras el choque práctico, los “contratistas”, como ya era común en su repertorio

de acción, marcharon hasta la Plaza de Armas de Rancagua76. El espacio de la

confrontación se extendió a las ciudades, formaciones sociales transitadas por

diversas identidades y posiciones de sujeto. Con la extensión de la conflictividad

también se extendió la formación hegemónica dominante, ingresan a ella los

“perros” (Peña, 2013) integrantes del conglomerado de quienes “se cagan a los

trabajadores” (Peña, 2006).

Prontamente se produjeron cortes de tránsito en varios puntos de la urbe.

Acontece la represión, dispersión, y sobreviene el reagrupamiento. En el

transcurso de la acción se producen 60 detenidos y 4 carabineros heridos. Junto

con el bloqueo al acceso del mineral de Rancagua se desarrollaron marchas en

las ciudades de las divisiones norte y centro; Calama y los Andes (OSAL, 2006).

El paro productivo en El Teniente afectó el 25% del proceso productivo,

principalmente por el cese de funciones de los “contratistas” de CMS. Los

procesos de trabajo correspondientes a desarrollo minero, donde se encontraban

los trabajadores de In Situ, se detienen parcialmente. El “paro” que se describe

76 “la nombrá siempre era, “cortar la carretera”, lo viejos se bajan de los buses y se ponen por al lado, cachai, así lo hacíamos siempre, después ahí a los viejos, por la orilla así” (A. Leal, 19 Julio, 2004).

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en la prensa y en la cronología de OSAL (2006), es un paro con “turnos éticos”.

Una medida que la CNTC definió realizar con el fin de no afectar algunos

procesos productivos que, de ser detenidos, significarían grandes pérdidas a

CODELCO77. “Parar la producción”, la forma aguda del antagonismo significaba

“ponernos en otro plano y pasar a otro plano pa los trabajadores en ese tiempo

por lo menos…” (A. Leal, 12 Julio, 2014). La confrontación horizontal con el

conglomerado dominante era el paro productivo, aun cuando no fuera total, lo

relevante fue su extensión nacional.

En el discurso práctico del SITECO “parar” el proceso productivo se presenta

como la forma más concreta y abstracta de la praxis de la confrontación contra

CODELCO y las empresas contratistas. Extendida a nivel nacional, esta actividad

de sujetos colectivos establecía el antagonismo en la relación social generando

una ruptura de la continuidad al interior discurso hegemónico como proceso

productivo.

Esta capacidad política de esta huelga “contratista”, constata la masividad y

horizontalidad con que se enfrentaban las identidades antagónicas en la relación

social de explotación. La formación hegemónica dominante aparece como tal en

cuanto articula identidades locales en el plano nacional. CODELCO no era sólo

“Millán”, sino que poseía una extensión nacional. La crisis de la continuidad

productiva, junto a la reconfiguración de la sobredeterminación capaz de

reconocer al sujeto colectivo antagonista, aconteció como resultado de la

paralización nacional de los procesos productivos.

77 Dentro de los procesos productivos de más frágil estabilidad está la fundición. En el caso de El Teniente el enfriamiento de Caletones puede tardar meses en revertirse una vez que se ha producido.

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Persuasión o cortes de ruta

Los jóvenes dirigentes del SITECO, tras la represión del día 8 de calendario

huelguístico en que 35 “viejos” son detenidos, declararon que de continuar la

intransigencia y el desconocimiento de CODELCO hacia los “contratitas”, pasaría

a un nuevo “plano”; “paralizando las faenas de explotación minera” (OSAL,

2006)78.

Tras la radicalización de la lógica confrontacional, la contradicción entre las

identidades colectivas de uno y otro estilo sindical, era intuitivamente previsible.

La radicalización en las formas de acción de los “contratistas” produjo fuertes

discusiones al interior de la directiva “formal”. En este espacio de la formación

político-sindical, Danilo Jorquera volvió a rechazar las formas de acción

“contratistas” e instó en eliminar los cortes de ruta durante la huelga. Si la

radicalización era inherente a la “acción” de la formación discursiva “contratista”,

había que cancelar el momento que contextualizaba dicha acción (D. Jorquera,

entrevista, 13 Julio, 2014).

A pesar de no ser hegemónica, la nueva generación no cedió en este punto,

Jorquera no logró persuadir a al sujeto colectivo de su línea y tampoco pudo

imponerla. Sin embargo, la CNTC pospone, de modo centralizado, los repertorios

confrontacionales. El 5 de enero, después de los debates referidos a las formas

de acción y a la situación del conflicto con el conglomerado empresarial, la CNTC

“suaviza sus medidas” (OSAL, 2006). En todas las divisiones, salvo en El

Teniente, cesan los cortes de ruta, se incita a la mandante a negociar.

Únicamente se hacen declaraciones de “paro”.

78 El paro productivo del conjunto de faenas productivas de los trabajadores “contratitas” finalmente no se produjo.

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Continuidad de la negación: Nuevas identidades en el conflicto

El CODELCO, las empresas contratistas, el gobierno y el estado, no integran en

su discursividad a la identidad de la CNTC como antagonista. Se establece en

este periodo una contradicción contra-hegemónica, mas, no se articula un

conflicto inter-hegemónico. CODELCO y las empresas contratistas se niegan a

negociar como conglomerado con la CNTC, ellas tan solo aparecen como

hegemonía dominante dentro la sobredeterminación “contratista”, pero no cómo

un interlocutor real.

Juan Villarzú, tal como antes ya lo había hecho Eyzaguirre, llama a los

trabajadores “chantajistas” en un claro ejercicio discursivo de negación. Los

“chantajistas” no son empleados directos de CODELCO, el bono no les

corresponde. El presidente Ricardo Lagos rechaza la demanda (La Nación,

2006).

Al conflicto ingresas nuevas identidades sindicales que buscan mediar la

confrontación. Una de ellas se ubican en el campo del bloque dominante, otra

declara su solidaridad con la justa lucha de la CNTC en general, pero no con su

demanda. Nuevos sujetos colectivos no “contratistas” que se inscriben dos

discursos prácticos distintos. Una de las identidades agrupa a los trabajadores

de planta de CODELCO, la Federación Nacional de Trabajadores del Cobre79,

que afirma que “el reclamo de los subcontratados no corresponde”. La otra

identidad, aquella representada por Arturo Martínez, la Central Unitaria de

Trabajadores (CUT). Éste explicita que el bono es justo pero que “no está

amparado en la ley” (ídem.).

79 Agacino et. al. (1998) señalan que la relación entre la Federación Nacional de Trabajadores del Cobre con CODELCO se caracteriza por mecanismos estables de negociación lo que vuelve “manejable la relación laboral” (Agacino et. al., 1998; 188).

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La extensión del conflicto: Pruebas de los discursos prácticos

en la acción

Mientras tanto, en las marchas de Rancagua, el sujeto colectivo

sobredeterminaba su identidad confrontacional en el contexto de la huelga. Jorge

Peña terminaba sus discursos arengando “¡hasta morir!” y los “contratistas”

reunidos en la plaza central coreaban todos juntos; “¡hasta morir!”. De modo

similar, Andrés Leal cerraba sus discursos públicos con un “¡patria o muerte!” que

resonaba luego entre las voces de los trabajadores. Era una la forma en que se

producía la sobredeterminación en la movilización.

Es significativo que en la lógica de la equivalencia, los conceptos que

representaban la voluntad política fueran “patria” y “muerte”, extendiendo el

marco de representaciones más allá de los símbolos propios del espacio

corporativo. Llevaban la voluntad política a un plano nacional y transversal de

confrontación. Al mismo tiempo representaban su lucha como una lucha nacional

contra una identidad hegemónica indeterminada.

El traslado espacial del conflicto a la ciudad, llevó consigo los repertorios de

acción huelguística, extendiendo los escenarios de confrontación del SITECO a

espacios y formaciones sociales transitados por diversas identidades y, a su vez,

sedes de otros antagonismos. Espacios y formaciones que excedían la

confrontación específica de los “contratistas” en la empresa. El traslado del

conflicto fue la extensión del antagonismo. Las ciudades donde se movilizan los

trabajadores se tornaban lugares de conflictividad social que comprometían a

diversas formaciones discursivas, a otras identidades. En estos espacios los

“contratistas” se intersectaban y superponían con otras relaciones sociales, otras

posiciones de sujeto. Ya no se trataba únicamente del antagonismo respecto de

CODELCO, del gobierno y de las empresas contratistas, de carabineros, sino que

ahora éste estaba cruzado por la subversión del orden social en tanto continuidad

estable de un discurso hegemónico dominante que articulaba una totalidad social

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de identidades; empresas contratistas, CODELCO, fuerzas de orden público,

institucionalidad de gobierno, partidos políticos de la coalición gobernante,

entidades empresariales de la sociedad civil y otras que residían en ese espacio.

A veces transitaban ocultas a la identidad colectiva movilizada.

En este cruce de antagonismos sociales, o se ampliaban los márgenes de la

suturación discursiva del SITECO y se integraban coherentemente tales

articulaciones discursivas, o se carecería de la capacidad de sobredeterminar su

identidad más allá del terreno específico de la empresa. En los recuerdos de “la

huelga de los 21 días” no encontramos rastros de una representación que dé

cuenta de la hegemonía social general. Una y otra vez el antagonismo se

constituye con el estricto conglomerado dominante en el marco de la relación

social de explotación minera; CODELCO, gobierno, empresas contratistas,

coalición de partidos gobernante, policía e identidades de empresariales de la

sociedad civil.

La “capacha”…

El miércoles 11 de enero se retoman los cortes de ruta y las marchas en el

conflicto nacional. En la zona de Rancagua, los trabajadores movilizados realizan

bloqueos carreteros con barricadas. A nivel nacional hay enfrentamiento con

carabineros en las cercanías de las divisiones Andina y El Teniente. El saldo de

estos choques discursivos es de 40 detenidos. La mayor cantidad se registra en

Rancagua, 35 fueron los “compañeros” privados de libertad en las escaramuzas.

En la memoria del día 8 de huelga, la joven generación, sus dirigentes, y el

conjunto de la formación discursiva del “sindicato de clase”, los delegados y los

trabajadores de base, interpretan colectivamente la conflictividad con las diversas

identidades para ellos dominante, como momentos de reconocimiento de fuerzas

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en el antagonismo constituido; momentos “de estudio, de qué va hacer el otro,

qué quiere el otro hacer y qué estamos haciendo nosotros. Es como la antesala

de después ir a pegarles los combos, estai estudiando no más, todas tus

acciones” (Leal, entrevista, 12 Julio, 2014).

En el transcurso de la negación y la confrontación se produce un dialogo decidor.

Tras el choque entre las identidades antagónicas, se da inicio a una disputa por

el control discursivo del espacio urbano.

Desde el comienzo de la huelga, la identidad colectiva venía ocupando Plaza Los

Héroes como lugar de reunión y deliberación política. Se producían los cortes de

calles, las marchas y, se volvía a Plaza Los Héroes a dar ruedas de prensa, hacer

declaraciones y seguir colectivamente el curso del conflicto. A continuación de

una serie enfrentamientos con carabineros, detenidos y “libradas”, la directiva del

SITECO acordó con la policía que los trabajadores movilizados que estuvieran

en Plaza Los Héroes de Rancagua no serían detenidos por las fuerzas policiales,

esta sería la “capacha” de las identidades “contratistas”, un espacio político de

derecho “contratista” en la ciudad;

“pal 2006 lo que consiguieron los cabros, que ningún trabajador lo podían

sacar de la plaza, era como la capacha. Salíamos a marchar de repente, a

protestar a una calle y llegaban los pacos y quedaba la cagá, y entrando a

la Plaza Los Héroes, estabai salvao. Ahí no podían tomarte detenido”

(ídem.).

Este acuerdo significó el primer reconocimiento de la identidad colectiva

designada en el SITECO, aunque en los márgenes del conglomerado dominante.

El acuerdo fue:

“hablado con los pacos. Por eso te digo. Entonces los hueones, ¿qué hacían

los viejos? Suponte “vamos a cortar la carretera”, pa allá partía una horda

de hueones a cortar la carretera, que en consecuencia los interceptaban

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entremedio del camino, algunos salíamos corriendo, nos librábamos en la

plaza, otros caían presos” (ídem.).

El reconocimiento del SITECO como interlocutor, y el acuerdo, fue interpretado

como un “logro” que reforzó la identidad de la generación de nuevos dirigentes

por medio del reconocimiento de sus formas de acción en el terreno de la lucha

en las calles.

… y la arcaica “huelga de hambre”

Nuevamente, el jueves 12 de enero se producen marchas en Rancagua, esta

vez, caminan por sus calles 1.000 trabajadores hasta llegar a Plaza Los Héroes.

Grupos de trabajadores nuevamente tensionan la formación discursiva, se

radicalizan, apedrean la locomoción colectiva, la “rabia” se hizo presente.

Éste mismo día cinco trabajadores del SITECO iniciaron una huelga de hambre

y, emplazados en la iglesia La Merced con consentimiento de la institución

eclesiástica (OSAL, 2006), ensayaron un antiguo repertorio de acción propio de

la dictadura. Luis Bravo fue quien propuso la “huelga de hambre” como forma de

acción que permitiría representar y visibilizar el conflicto en la opinión pública, así

como aumentar la adhesión popular.

Andrés Leal inmediatamente, desde su discurso práctico, rechaza esta propuesta

por considerar que “no sumaba”. Había que ser “más efectivo”; “era impedir la

subida de los buses, parar la producción” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014). Por

su parte Jorge Peña afirmó que “todo sumaba”. El resto de los directivos y

delegados apoyó la propuesta. Para Andrés la huelga de hambre “es como

histórica, pero no sirve pa presionar, yo estaba en desacuerdo, esos métodos

arcaicos no sirven” (A. Leal, 12 Julio, 2014). La huelga “duró un par de días, un

viejo cayó al hospital y se descompensó” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014.).

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La huelga de hambre era una acción propia del repertorio proveniente de las

tradiciones de la lucha contra dictadura, en las cuales el imaginario de Andrés

Leal los ubicaba como métodos “arcaicos” que en la práctica no se correspondían

con las características confrontacionales que debía asumir la movilización por las

reivindicaciones “contratistas”. Los métodos “arcaicos” no eran coherentes con la

masividad horizontal que le era propia a la identidad colectiva movilizada, por el

contrario, es narrada como una acción que operaba “sustituyendo” cupularmente

los métodos del “poder de los trabajadores”. Su fracaso reafirmó la identidad de

la nueva generación de dirigentes sindicales y el discurso práctico que

representaban políticamente. Pero el conflicto no acontecía puramente en el

espacio local del SITECO, su extensión nacional pondría su resolución en las

relaciones de igualdad y diferencias a escala nacional.

Reconocimiento de la CNTC: Diálogo y confrontación

Entre el 13 de enero y el 17 del mismo mes los acontecimientos se suceden con

rapidez. Aquel viernes 13 el presidente Ricardo Lagos dispone al ministro de

Trabajo Yerko Ljubetic como garante de una mesa de negociación ampliada que

atenderá el conflicto “subcontratista” (OSAL, 2006), una mesa donde estarían

representadas las identidades colectivas nacionales que habían ingresado al

conflicto, una representación de la representación80.

Reimundo Espinoza, entonces presidente de la Federación de Trabajadores del

Cobre, se ofrece como mediador, pero aclara en su discurso que está en contra

de que CODELCO pague el bono requerido por los trabajadores (La Nación,

80 Participan de esta mesa CODELCO, el gobierno, las empresas contratistas, la Federación de los Trabajadores del Cobre y la CNTC. Los nombres reunidos que finalmente participan de estas negociaciones en representación de la CNTC fueron; Danilo Jorquera, Cristian Cuevas, Miguel Santana, Manuel Ahumada, Rodrigo Vergara, Manuel Cancino, Marcos Toro, Ricardo Burgos y Luis Saa (Acuerdo final entre CODELCO Chile, empresas contratistas y sindicatos de contratistas que completa el acta de acuerdo del 23.01.2006”, 7 de febrero, 2006).

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2005). Finalmente el día martes 17 de enero se establece la mesa de diálogo o

“mesa de trabajo“, en la cual CODELCO reconoce a la CNTC como interlocutor

válido de las posiciones de sujeto “contratistas”. Esto implicó integrar en su

sobredeterminación discursiva a la identidad nacional “contratista”, pero dicha

integración no se producen tal y como la CNTC se considera a sí misma, tampoco

integra a las identidades locales.

En un claro intento de CODELCO por circunscribir a la CNTC a posiciones de

sujetos signadas por la subcontratación, en el acta final de los acuerdos del 2006,

la CNTC figurara como “Coordinadora Nacional de Trabajadores de Empresas

Contratistas”, una extraña CNTC. El reconocimiento de CODELCO fue un

reconocimiento en sus condiciones discursivas. Esta forma de diálogo será la que

signará estas mesas de trabajo e imprimirá una tensión adicional a la disputa

entre los discursos prácticos de la vieja guardia comunista y la joven dirigencia

del SITECO. Se produjo un diálogo en que no se estableció un reconocimiento

pleno del movimiento “contratista”.

La propuesta del bloque dominante, con CODELCO en su dirección hegemónica,

solicita que las movilizaciones se depongan para alcanzar un “pre-acuerdo”. Es

decir, que se modifique el discurso práctico de la CNTC, que transfigure su

identidad colectiva movilizada, que ingrese a al discurso hegemónico. A partir de

esa renuncia a su identidad presente era posible generar un “acta de

negociación” que delinearía un “acuerdo marco” entre las tres partes

involucradas. Esto, sin conceder el bono de 500.000 pesos.

La identidad colectiva nacional, para aceptar un acuerdo en estas condiciones

debe, necesariamente, persuadir a las bases de transformar su discurso práctico

de la acción, eliminar las cortes de rutas, eliminar el paro. A nivel nacional se

realizan asambleas de trabajadores donde se debate la propuesta realizada por

el conglomerado hegemónico. En Andina y El Teniente la propuesta es

rechazada (OSAL, 2006). Los trabajadores resuelven persistir en las

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movilizaciones y no transar la representación reivindicativa manteniendo la

demanda bono. La búsqueda de un espectro mayor de “ganadas” que intenta

CODELCO es respondido desde las bases “contratistas” de modo

confrontacional, éstas exigen que no se tomen las ya tradicionales represalias

antisindicales ejecutadas mediante dispositivos de dominación empresarial;

despidos, descuentos salariales por los días de huelga, etc. (ídem.). En

consecuencia, los días 18 y 19 se producen manifestaciones callejeras en

Rancagua. En Plaza Los Héroes los dirigentes del SITECO manifiestan que debe

producirse una reincorporación completa de los despedidos y que no realicen

descuentos por los días de huelga. Sin embargo, al finalizar ésta la manifestación

se producen, nuevamente, enfrentamientos con las fuerzas policiales. La tregua

de la “capacha” había expirado. El SITECO retroceder de sus posiciones

ganadas en la ciudad. Todo esto era una antesala del retroceso de posiciones

discursivas que el movimiento estaba por experimentar.

La “derrota”81

Durante todo el día 20 de enero se realizan asambleas en cada una de las

divisiones de CODELCO a la vez que se producen reuniones en la “mesa de

trabajo” en la capital. En las asambleas se reúnen posiciones de sujeto

“contratistas”, se reflexiona en el seno del poder de los trabajadores. La identidad

colectiva exhala representaciones del conflicto hegemónico mientras los

dirigentes nacionales de la CNTC buscan persuadir a los asalariados para que

acepten el acuerdo ofreciendo por CODELCO, resaltando que se establecería

una “mesa permanente”, un diálogo parmente entre los antagonistas, uno capaz

81 “A ésa la llamaron la huelga del OMO, porque eso es lo que se ganó, nada más que eso. Fue una derrota” (G. Espinoza, entrevista, 22 Marzo, 2014).

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de resolver “el tema general”. En Rancagua, la asamblea general de 4.000

trabajadores “contratitas” concluye aceptando el acuerdo.

En las demás divisiones también había aprobado la propuesta. La dirigencia de

la CNTC consigue instalar en las asambleas locales la idea del “pre acuerdo” o

“acta de negociación” (A. Ahumada, entrevista, 8 Julio, 2014) ofrecida por

CODELCO. La huelga termina abruptamente; “… se firma... Se hace la asamblea

por empresa, se firma... Se le comunica que la plaza a nivel país, todo

aceptaron… ” (D. Jorquera, entrevista, 13 Julio, 2014).

El “acta” buscaba instituir una serie de beneficios para el conjunto de trabajadores

contratistas de CODELCO. Entre éstos encontraban; vacaciones, pago de

indemnizaciones, pago deudas, contratos indefinidos, entre otras. Pero,

finalmente, nada de eso quedo estipulado en las “mesas de trabajo” que

continuaron hasta el día 7 de febrero. Por el contrario, se representaba en el acta

la sobredeterminación de CODELCO acerca de las “relaciones laborales”. Este

discurso enfatizaba el diálogo de concertación social excluyendo la

confrontación. Se hacía en este documento un explícito llamado a un sindicalismo

de “Concertación Social”.

Desde el punto de vista de la percepción de los trabajadores de El Teniente lo

único que se consiguió fue un “bono de lavado de ropa” de 10.000 pesos para

cada “contratista” de Andina, el “bono OMO” destinado a reemplazar la

inexistencia de “Casas de Cambio”82 (M. Ahumada, entrevista, 8 Julio, 2014):

“SE ACUERDA:

1. Las relaciones laborales constituyen para las partes la base fundamental

para construir relaciones de confianza que permitan avanzar en la

82 “Casas de Cambio” son instalaciones en donde los trabajadores de la minería dejan su ropa de trabajo para no volver “cochinos” a sus casas. Estas instalaciones no existían en Andina durante los años de esta historia.

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valoración efectiva del aporte que significan los trabajadores contratistas y

sus organizaciones sindicales en el acontecer del país.

(…)

4. Con relación a materias específicas tratadas en la Mesa de Trabajo y

Concertación Social, Codelco-Chile y las empresas contratistas precisan lo

siguiente:

a) Casas de Cambio

En la División Andina se Iniciará, en el mes de febrero 2006, la

implementación y construcción gradual de Casas de Cambio para los

trabajadores de empresas contratistas que presenten servicios a la División,

de acuerdo al “Plan de Trabajo” que se adjunta a esta publicación.

Mientras dicho Plan se encuentre en ejecución los trabajadores contratistas

beneficiados por éste, recibirán un Bono de $ 10.000.-mensuales brutos a

contar del 1° de febrero de 2006. Este Bono se dejará de pagar a dichos

trabajadores, a medida que se vayan entregando las Casas de Cambio que

correspondan a sus respectivas empresas.

(…)

6.- Con motivo del Acuerdo suscrito con fecha 23 de Enero de 2006 y del

presente instrumento, las partes dejan constancia que se da por terminado

el conflicto, sin perjuicio del derecho de cada una de ellas, en ejercicio de

su autonomía e independencia, de utilizar las instancias legales, así como

de los mecanismo propios de cada organización en caso de

incumplimiento.” (Acuerdo final entre Codelco-Chile, empresas contratistas

y sindicatos de contratistas que completa el acta de acuerdo del

23.01.2006”, 7 de febrero, 2006).

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El último punto del acuerdo dejaba abierta la posibilidad de una reincidencia del

conflicto entre las partes en “caso de incumpliendo”. El antagonismo no se cerró

aquí, tan sólo se habían reconocido las identidades enfrentadas. Se trató

finalmente de un acuerdo en medio de una disputa hegemónica que aún estaba

en curso, un acuerdo marcaba una “derrota” momentánea en el discurso del

“sindicato de clase”.

Así, el resultado de esta primera huelga nacional trajo consigo repercusiones

significativas al interior del SITECO. Un sector transversal de directivos,

delegados y trabajadores, no quedó conforme con el resultado de las

negociaciones. Para los jóvenes dirigentes del SITECO, dicho acuerdo “fue una

derrota” (G. Espinoza, entrevista, 22 Marzo, 2014).

La “huelga de los “21 días” permitió el reconocimiento de la CNTC como

representación nacional de los trabajadores “contratistas” y la constitución de una

disputa hegemónica con el bloque dominante en la relación social de explotación

minera, además mostró la posibilidad de que dicha identidad ingresara a los

márgenes sobredeterminados que CODELCO le imponía al conflicto que el

conglomerado denominó “relaciones laborales”. Pero, al mismo tiempo, en el

enfoque de la contradicción lógica entre los discursos prácticos enfrentados en

el SITECO, dicha resolución catalizó la contingencia de una disputa por la

representación política del sindicato y el establecimiento de una nueva

hegemonía política.

3. Contingencia subversiva

En los tiempos de la huelga de los “21 días”, en sus específicas contingencias,

se fraguó el acontecimiento de sobredeterminación hegemónica que dotó de un

nuevo equilibrio inestable a la identidad del sujeto colectivo. Las múltiples

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210

situaciones de sujetos, de propios tiempos y espacios, contextualizaron diálogos

que se establecieron superpuestos en intersecciones en donde se producían las

batallas de posiciones discursivas. Ahí se medían las fuerzas. Sin embargo, en

el enfoque del sujeto histórico hay una contingencia subversiva, ésta se presenta

como un único momento identificable en la multiplicidad de conflictos.

Por otra parte, las memorias narran que la “guerra” de discursos aconteció en el

campo del conflicto creado por el enfrentamiento con el conglomerado

dominante. Esta cuestión que debe ser constada, no sólo para establecer una

contextualización histórica que ponga en el centro el antagonismo, sino porque

además, abre el campo de la discursividad de este relato de sujeto más allá de

sus límites. La guerra política de identidades colectivas no hegemónicas al

interior del SITECO, representadas por las generaciones dirigenciales en

conflicto, tuvo un punto crítico en el desenlace de la primera huelga nacional de

trabajadores “contratistas” de CODELCO. La joven identidad colectiva no

identificó en su resultado un símbolo que otorgara legitimidad la antigua

generación, por el contrario abrió su crisis. Esta crisis de representación, de las

diversas identidades y posiciones de sujeto inscritas en el sindicato, posibilitó que

la identidad colectiva encontrara el momento para constituirse en una nueva

representación política por medio de la conducción del directorio.

En Abril se producirían las elecciones de dicho organismo. Los jóvenes acordaron

disputar la presidencia del SITECO (J. Peña, entrevista, 23 Marzo, 2014). Andrés

Leal y el resto de sus compañeros habían considerado el “bono OMO” como una

negación al “duro” estilo sindical que ellos venían desarrollado, una negación que

ellos mismos, aunque no con su firma, habían sido parte. La persistencia del

“sindicato de clase” pendía de la posibilidad de sobredeterminar la identidad

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colectiva con su nueva hegemonía, una que tuviera la capacidad de establecer

la “consecuencia” discursiva83.

Así se fundió la acción de sobredeterminación hegemónica en marzo de 2006.

Andrés Leal aceptó integrarse al cuerpo de delegados de In Situ con el objetivo

de que él y Jorge coparan los principales cargos del directorio.

Para el colectivo “contratista” de In Situ, la postulación de Leal a delegado fue

una acción de representación que esperaba. Para las identidades agrupadas en

esta base sindical, la postulación de Andrés era la expresión de un proceso de

reconfiguración subjetiva que habían vivenciado ya desde 2004. El militante del

Partido Humanista ganó por mayoría total, la coherencia horizontal en In Situ

actuó lógicamente.

Durante el mismo mes, Andrés Leal, Jorge Peña, Ricardo Alcaíno, Leonardo

Cavieres y Pablo Aguilera84 reunieron sus identidades individuales en un bloque

de acción política para ocupar el directorio del SITECO y desplazar a la antigua

generación heredada de la “dictadura”; “la cosa es que lo conversamos, lo

planificamos, y por qué era necesario, y qué es lo que íbamos a hacer siendo

dirigentes de SITECO, cuáles eran las directrices y todo el cuento” (A. Leal,

entrevista, 12 Julio, 2014).

En las elecciones de representación política de abril, la composición del directorio

surgida del proceso electoral por orden de mayoría a minoría fue la siguiente;

83 “…esa mística que se le dio al grupo SITECO, de cumplir con esta cuestión que uno piensa algo, lo siente, y después lo hace, en la misma dirección, la coherencia, la consecuencia de los viejos. Los viejos, pensábamos una cuestión, y todos estábamos de acuerdo que esa hueá era la mejor idea, pero, y se sentía que era así, pero había que ejecutarla, y en la ejecución éramos claritos, todos pa un mismo lado… Porque la idea en cuestión era como un axioma en sí, era una verdad absoluta.” (A. Leal, entrevista, 12 Julio 2014.). 84 Este era el “piño” de la nueva generación de dirigentes político-sindicales para los años 2006 y 2007. Andrés Leal y Pablo Aguilera eran los delegados de In Situ, junto con Marco Iriarte que no participó de las elecciones porque sólo podían ir, por estatutos, dos delegados de In Situ a elecciones de Directorio. Leonardo Cavieres era delegado de Bormax, una empresa de electricidad y control automático que empleaba como “contratistas” técnico profesionales, por ser una empresa especializada que pocos trabajadores cualificados, era una de las bases más pequeñas del SITECO.

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Jorge Peña; Danilo Jorquera; Andrés Leal; Ulises Sepúlveda; Marco Iriarte;

“Pérez”; “Burgos”; “Carreño”85. “se fueron pa afuera otros compadres que se

daban por seguros” (ídem.).

4. Hegemonía del “sindicato de clase”

Aun cuando la nueva generación no copó los primeros cargos del sindicato, fue

hegemónica, porque la presidencia era la principal representación política de del

directorio y el discurso práctico del nuevo estilo sindical ya estaba en las prácticas

articulatorias de las identidades que componían el SITECO. La nueva

representación política, ocupada por la nueva generación, permitió la

sobredeterminación política del conjunto de la formación discursiva.

Se articuló de manera coherente y suturada el discurso práctico de

representación y confrontación horizontal, se equilibró la práxis coherente del

“sindicato de clase” como organización y como acción, ésta se ordenó en la

representación estatutaria; “una vez elegida. Cambio de estatutos, hicimos

cambio de estatutos, redactamos estatutos nuevos” (A. Leal, entrevista, 12 Julio,

2014).s

“… los que habían ya estaban pasados de moda, porque contenían

cuestiones que ya no venían al caso, como ordenamiento sindical, como pal

momento actual, como pa los viejos del momento… no está pa estos

tiempos, hace rato… ” (ídem.).

Estos tiempos eran los tiempos de las subjetividades “contratistas” de la nueva

identidad hegemónica. Los cambios estatutarios contenían la transfiguración del

de la identidad colectiva. La objetivación del “sindicato de clase” en el

85 “Pérez”, “Burgos” y “Carreño” al poco tiempo fueron destituidos por “mafia”, es decir por “corrupción”.

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ordenamiento estatutario, produjo la ficción post factum de que aquel cambio era

el acontecimiento que marcó el paso de un tipo de sindicato a otro, cuando en

realidad, era constitutivo de un momento tardío del proceso. Sin embargo, como

ficción, denotaba correctamente un reordenamiento hegemónicamente

sobredeterminado.

Para los nuevos dirigentes el cambio en los estatutos fue el signo de un cambio

inmediato. La sobredeterminación hegemónica de la nueva generación construyó

un nuevo tiempo discursivo y en ese tiempo cambió los espacios y las lógicas

organizativas previas, punto de vista desde el cual es posible que exista un antes

y un después organizacional en las subjetividades que así lo perciben. Tal y como

la huelga tuvo su tiempo huelguístico, el SITECO tuvo entonces el tiempo del

“sindicato de clase”.

Tiempos del “sindicato de clase”

El orden

El nuevo ordenamiento estatuyó el universo organizacional ya existente,

devenido temporalmente en antagonista y refundido;

“Antes… todas las facultades las tenía el directorio” –ahora- “directorio,

cuerpo de delegados, y para decidir todos los asuntos del sindicato, un

ampliado, y en el ampliado participaban esos dos estamentos, directorio

más todos los delegados sindicales” (Leal, entrevista, 12 Julio 2014).

La reorganización sobredeterminada por la hegemonía de la nueva generación,

produjo un desplazamiento ordenado del poder al interior del SITECO. Se

institucionalizó de manera general la reflexividad colectiva que las identidades ya

habían vivenciado en aquellas asambleas de formación de 2005. Un

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ordenamiento que distribuía el poder en entidades subjetivas distintas que

sobredeterminaban el discurso práctico y le daban horizontalidad al modo de

conformación hegemónica.

Para definir los lineamientos del sindicato:

“nos juntábamos directorio, delegados y con consulta a las bases después.

Todos los delegados tenían que hacer asambleas, y llevar las propuestas

del sindicato a la asamblea, y en esa asamblea se discutía y se veía de

vuelta después a ver qué es lo que había pasado” (ídem.).

El poder de los trabajadores necesitaba un dispositivo de control sobre el

directorio, un dispositivo capaz de garantizar su capacidad constituyente en el

transcurso de los tiempos. Es aquí cuando la “Carta de Responsabilidad Sindical”

es incluida en el SITECO, también de modo “ilegal” como había ocurrido antes

en la Base-In Situ. El “poder de los trabajadores”, presente en el discurso práctico

del “sindicato de clase”, es representado en este dispositivo de poder de la

identidad colectiva.

La política, en tanto poder, no se concentraba en el directorio, esta institución

únicamente era su representación constante. El poder distribuyó al interior del

“cuerpo” sindical entre sus diferentes organismo, quienes establecieron una

actividad dialógica;

“el feedback que se producía era interesante verlo desarrollar, porque tenía

ese elemento de que el viejo te tiraba pa acá. Tú le podíai discutir, y si la

idea de los viejos era mejor que la que había tirado el sindicato, se cumplía

la mejor” (ídem.).

En ese “feedback” el SITECO resolvía su acción. Las decisiones que implicaban

la movilización de la identidad colectiva brotaban en estos puntos de articulación

identitaria.

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Con el nuevo ordenamiento organizacional se crearon comisiones; entidades que

abordaron distintas actividades que se integraban al discurso práctico del

SITECO. Un grupo de estas comisiones eran permanentes; “Conflicto y

negociación” y “Finanzas y comunicaciones”. Un segundo grupo era discontinuo;

“Bienestar” y “Deporte”86 se constituían en el tiempo de la necesidad. Estos

organismos tenían objetivos definidos contextualmente a sus actividades y

ordenados por los estatutos;

“Entonces nos compartíamos las responsabilidades, nos apoyábamos igual,

pero el día en que había que pasarle la cuenta a alguien por una acción que

no hizo, y que era su responsabilidad, estaba acotado acá, en la carta

fundamental, “el estatuto dice esto compadre”, con estatuto en mano.”

(ídem.)

La dinámica orgánica del “cuerpo” organizativo del SITECO se estableció como

una lógica reflexiva que articulaba diversas entidades de agrupamiento

identitario, que representaban el discurso práctico de la organización que se

constituía en su quehacer de tiempos diversos. Sobredeterminaban en diferentes

puntos la identidad colectiva, eran puntos de diversa índole que cubrían

diferentes posiciones de sujeto y distintas realidades contingentes. El directorio

buscaba suturar la totalidad precaria que se había constituido.

A continuación expresamos una síntesis de la estructura organizativa del

SITECO, en la forma de un organigrama de sus entidades que constituían la base

del flujo de información en el proceso reflexivo colectivo. No hemos puesto aquí

las comisiones, ya que éstas se encontraban ubicadas transitando las diversas

86 En los Estatutos oficiales las comisiones aparecen del siguiente modo; “La directiva confeccionará un reglamento de funcionamiento de las comisiones que tengan relación con el bienestar, cultura, negociación colectiva y conflicto, educación, deporte, comunicación y propaganda, jurídica, formación y capacitación… y las comisiones temporales y/o ocasionales que sean necesarias para el adecuado funcionamiento del Sindicato, etc. de los socios, y lo dará a conocer a la asamblea para su aprobación” (SITECO, Estatutos, 2007)

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instancias organizativas y a la vez representando el discurso práctico del

sindicato en multiplicidad de circunstancias.

ORGANIGRAMA 2. SITECO (abril 2006 a 2007)

El Cacherito87: una representación del discurso

La identidad generacional recién electa, en concordancia con la noción de

“sindicato de clase”, definió dar énfasis a la práctica comunicacional como forma

de generar procesos de “educación”, reflexión y politización en los trabajadores

87 En un tiempo originario indeterminado existían cuadrillas de trabajadores en CODELCO que se encargaban de solucionar “cachos”, a esos trabajadores se les denominaba “cacheros”, el “cachero”. En el tiempo presente “cachero” designa a todas las personas que se desempeñan en CODELCO, “de rey a paje” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014). Recientemente también se ha extendido en el SITECO esta denominación a las mujeres, las “cacheritas”. “El Cacherito” existió como publicación desde antes de los 90´ luego dejó de aparecer hasta que la nueva directiva del SITECO lo comenzó a reeditar en el primer semestre de 2006, tras haber obtenido la presidencia del sindicato.

Fuente: Elaboración propia en base a Andrés Leal (2014).

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contratistas. (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014.). Al constituirse la comisión de

comunicaciones, se resolvió crear dispositivos de información capaces de

representar las “ideas” del sindicato y a la vez contribuirían al “feedback” entre

las diversas identidades de la organización. Se trataba de desarrollar

sistemáticamente en el tiempo, representaciones discursivas de la

sobredeterminación; “panfleto, rayado, todo lo que era el tema de propaganda…”.

(ídem.). Entre estos temas la reedición de El Cacherito ocupó un lugar central.

Sin embargo, la intención de reeditarlo reflotó el conflicto generacional. La

antigua generación de dirigentes comunistas, integrada coherentemente al

discurso práctico cupular y vertical, había dejado de editar el medio impreso en

los 90`s:

“No po… los locos no tenían boletín, todas las decisiones que tomaban

como cuerpo de directorio era ahí en una sala encerrados entre ellos, la

información que bajaba a los trabajadores era escasa, un panfleto cuando

había que hacer algo, meter bulla, etcétera.” (ídem.).

Entonces; “Nosotros acá le metimos El Cacherito, de entradita” (ídem.).

Pero hegemonía no significaba una identidad absoluta. Los dirigentes más

antiguos del sindicato se opusieron en una primera instancia a reeditar la

publicación; “los dirigentes más viejos del sindicato eran los que se oponían

tenazmente a que El Cacherito volviera” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014).

Entre esos dirigentes estaba “Burgos”; “ese tipo no te dejaba avanzar en las

reuniones, no te dejaba avanzar”, “no quería dar más responsabilidad a los viejos,

pa que asumieran. Así los teniai ahí mansitos, ovejitas, por ejemplo, el Burgos”

(ídem.).

Andrés Leal, Jorge Peña, junto a sus compañeros, finalmente consiguieron el

apoyo de Danilo Jorquera y los otros dirigentes comunistas en esta puntual

disputa. El Cacherito comenzó a salir impreso en 4 carillas de papel roneo, hoja

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oficio, con fotos en blanco y negro, para circular al interior de la mina. El

encargado de El Cacherito fue Andrés Leal, quien, al cabo de un tiempo; “recibía

cartas de los trabajadores, entonces ahí se publicaban algunas cosas de los

trabajadores, opiniones externas del movimiento sindical, de lo que venía”

(ídem.).

Los discursos individuales, particulares, de multiplicidad de “contratistas” se

representaban en una sección de las hojas oficio dispuesta para este objetivo.

Por esta vía se producían procesos de diálogo y reflexión colectiva. Para Andrés,

esta publicación oficial del SITECO era un “educador” de los “viejos”; “Lo que

pasa es que ese órgano oficial nuestro nos permitió además dar educación a los

trabajadores” (ídem.) en la medida en que encontraban ahí la representación del

“sindicato de clase”. Esa educación operaba en El Cacherito como proceso de

reflexión colectiva. Era, en cierto modo, una expresión en papel de la lógica

reflexiva propia de las asambleas de formación. Los trabajadores “contratitas”

participaban de la elaboración de artículos; ““oye, esta ley, desmenucémosla”, y

desmenuzábamos una ley po” (ídem.). A la vez, la publicación de los “cacheros”

tenía una sección donde se “recordaban” personalidades “históricas”,

representaciones del imaginario del SITECO; “quién fue no sé, Clotario Blest, el

mismo Recabarren, Elías Lafferte, quien fue éste y así. Ejemplos de personajes

en el mundo sindical que nos ayudaron a educar” (ídem.).

Quienes escribían en la publicación eran los directores y algunos delegados, los

mismos trabajadores; Jorge Peña, que desde el liceo era “bueno” para escribir,

solía publicar en este medio; ““oye Peña, ¿por qué no te tirái un artículo

relacionado con esto?”, “ya, vale”, y ahí íbamos escribiendo”. (ídem.).

Los trabajadores se integraron a la elaboración del dispositivo comunicacional

pidiendo que se redactaran artículos para temas específicos. Enviaban sus

inquietudes en papeles rústicamente escritos;

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“había una compañera88 que traía siempre información de arriba de los

viejos, en papeles rascas po hueón, con hueás escritas… a mano no más,

piñuflas po, interrogantes de repente, “¿cuál es la postura del sindicato en

esto?” y había que responderle a esos compañeros, y El Cacherito era la

oportunidad. “oiga, queremos denunciar a esta empresa, no está

cumpliendo con esto”, y ahí íbamos denunciando nosotros”

Se representaba la actividad de la organización en este material cultural que

articulaba su discurso en el papel;

“o si una empresa negociaba colectivamente, después poníamos lo que los

viejos habían ganado, y todo clarito” (ídem.)

El Cacherito era un dispositivo de politización de los espacios de discusión y

sociabilidad del sindicato. Éste contribuyó a que los márgenes formales de la

organización sindical fueran excedidos por la reflexividad política;

“Porque habían viejos que les gustaba conversar de política, les gustaba

quedarse al final dé, yo varias veces po, terminábamos tomándonos unas

cervezas, un vino en un restaurant, con 6, 7 trabajadores, y conversando

del mismo tema que se había quedado supuestamente finiquitado en el

sindicato, no, después afuera 10, 15 viejos y seguía la cháchara, y resulta

que ya la reunión que era de una hora iba pa las tres horas. Y como te digo,

varias veces terminaron en otros lugares donde había viejos con posiciones

similares, pero con dudas respecto del proceso, y todas esas cuestiones

fueron ahí fraguando, ¿por qué? Porque el viejo nuestro ya tenía

necesariamente que leer El Cacherito… los viejos empezaron a comprar

diarios, los viejos empezaron a leer artículos, empezaron a escuchar

88 Cuando ingresa Leal al SITECO, el sindicato vive un proceso de ampliación. Estando la nueva generación en la conducción se define “abrir” nuevas empresas, constituir nuevas bases-empresa para el SITECO. En este proceso ingresa un grupo de mujeres y hombres “contratistas” de Central de Restaurantes, una empresa que prestaba servicios de alimentación a CODELCO, una empresa altamente feminizada.

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opiniones, empezaron a parar las antenas de por qué sacaron esta ley, por

qué justamente un sector vota de esta manera en el congreso, y otro sector

vota de esta otra manera…” (ídem.)

En síntesis, El Cacherito era un momento de reflexibilidad discursiva que

representaba más sintéticamente el discurso colectivo del SITECO. Y como

“concentrado” discursivo gatillaba el diálogo y la comunicación al interior y hacía

fuera de ésta de la identidad colectiva, entre los trabajadores “contratistas” de El

Teniente, contribuyendo a la lógicas de subjetivación y politización de las

subjetividades.

Nuevas posiciones de sujeto

Constituida la nueva directiva, se produjo un fenómeno ya experimentado, pero

sin la masividad que adquirió en el contexto de la sobredeterminación

hegemónica. En una asamblea de formación se reflexionó acerca de la intensión

de varios grupos de capataces de ingresar al sindicato. Era un fenómeno que se

estaba produciendo den diversas empresas afiliadas al SITECO. Políticamente

expresaba la disputa hegemónica con el conglomerado dominante. Al mismo

tiempo ponía en una disyuntiva a la sobredeterminación hegemónica del

“sindicato de clase”, en tanto la identidad colectiva debía resolver si estas

posiciones de sujeto podían o no considerarse parte de la “clase”.

Jorge Peña rememora;

“Discutimos una vez si los cascos blancos podían o no ingresar al sindicato,

con los viejos, lo discutimos con los viejos, porque los cascos blancos, las

jefaturas, querían incorporarse al sindicato, entonces muchos viejos; “no”.

Ponte tú el Yáñez; “el Yáñez es como las hueas, allá arriba nos saca la

chuca, nos chicotea, es maricón, nos trata como el hoyo” y toda la hueá,

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“ya, entonces discutamos en la asamblea siguiente si entran los cascos

blancos”, y dimos una discusión como de 2 horas de si entran o no entran

los supervisores, los capataces, los jefes de área al sindicato o no. Cuento

corto: entendimos como asamblea que necesitábamos a los cascos

blancos, pero iban a entrar los cascos blancos, pero con condiciones, y que

el directorio tenía que llamar a una asamblea sólo de cascos blancos, de

jefes, y si los hueones mostraban interés iban a venir en masa a esa

asamblea, y en esa asamblea el directorio tenía que tirarles todo el rollo,

¿cuál era el rollo? “así como ustedes pa arriba trabajan pa la empresa y

pagados, al entrar al sindicato ustedes tiene que entrar al sindicato, o sea,

todas las cuadrillas de ustedes tiene que tener una función en el sindicato,

y ésa el directorio se las va a dar a ustedes, y ustedes tiene que asegurar

que se vaya transmitiendo. Como la empresa, pero ahora a través del

sindicato, y los hueones tiene que ser solidarios con los viejos,

principalmente el Yáñez”. (ídem.).

Y así quedaba en acta, recuerda Jorge, tal cual está aquí expresado. Los capaces

fueron aceptados en la medida en que formaran parte del discurso práctico de la

organización, cumplieran funciones en ella y asumieron sus valores, “ser

solidarios con los viejos”. Así, la sobredeterminación hegemónica ampliaba sus

márgenes hacia nuevas posiciones de sujeto y avanzaba ocupando nuevas

posiciones en la formación social de El Teniente.

Al cabo de un tiempo, los capataces constituían una identidad “contratista”

especial. El capataz del SITECO era solidario con sus compañeros de trabajo;

“Ellos también ayudaban mucho al tema de “oye, ya viejo, paremos la chacota y

aquí nos vamos a sindicalizar y vamos a exigir lo que nos corresponde”, porque

ellos venían de ahí.” (A. Leal, entrevista, 12 Julio, 2014.).

El mismo “Yáñez” a posteriori del proceso de subjetivación e identificación con el

sindicato fue uno de sus mejores socios; “El Yáñez era un hueón culiao como

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capataz, cachai, pero terminó siendo uno de los mejores socios del sindicato. A

ese hueón nosotros lo transformamos.” (J. Peña, entrevistas, 23 Marzo, 2014).

Luego de los capataces vinieron los “jefes de áreas, los jefes de turno, jefes de

terreno” y el directorio conversó con ellos y ellos accedieron. Una vez se produjo

el despido injustificado de 2 contratistas subordinados al capital de In Situ, los

“viejos” respondieron que si se iban se iban todos y cortaban la carretera. La

empresa inmediatamente los reintegró. Los capataces, que ya habían percibido

el proceso de fortalecimiento organizativo que vivenciaba el SITECO, pidieron

entrar, porque se venían despidos de “cascos blancos”. Posteriormente los

socios del sindicato veían que los capataces no venían a trabajar, los habían

despedido. Ahí, la propuesta de los mismos trabajadores de base fue

incorporarlos, pero “con condiciones”, tal como ya se había resuelto en aquella

asamblea de formación. Podían ingresar los capataces, pero con la “condición”

de aportar desde su posición de sujeto a los objetivos del sindicato;

“un cojito que ese viejo era “viejo de terreno”89, y tenía como 80 viejos a

cargo, era jefe de 80 viejos y tenía capataces también, entonces él después

contaba; “yo soy así con los viejos culiaos, hay asamblea de sindicato, voy,

conozco a todos los sindicatos, los conozco desde hace años, al hueón que

no vea en la asamblea me lo cago, me lo cago”. Así llegan a ser los viejos.”

(ídem.).

Los capataces colaboraban con las tareas cotidianas del sindicato;

“… por ejemplo nosotros decíamos “puta, necesitamos viejos pa hacer tal

pega”, porque con los delegados no nos alcanzaba que tienen fuero y que

pueden ausentarse, entonces en la empresa de repente habían cabros que

pintaban, dentro de su pega estaba que pintaban señalética dentro de la

mina, “úta, necesitamos pintores pa hacer lienzos”, entonces los capataces,

89 Jefe de terreno

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le decía al Ulloa “oye Ulloa, quédate abajo y allá arriba te colocamos que

llegaste”. Entonces ellos nos hacen eso, sin que supiera la empresa”.

(ídem.).

A fines de 2006 eran “cientos” los capataces que habían ingresado al SITECO,

aportaban desde sus posiciones de sujeto en las tareas político-sindicales de la

organización.

Representaciones de la sobredeterminación hegemónica

Hacia diciembre de 2006, casi siete años habían pasado desde de que Jorge

Alejandro Peña Maturana entró a trabajar en El Teniente, casi tres años desde

que lo hiciera Gabriel Ricardo Espinoza Fernández, y el mismo tiempo a partir

del ingreso de Andrés Leal Alvarado al mineral. Los tres actores en tiempos

diferentes, con trayectorias distintas, se reunieron en una sola identidad colectiva

de tiempos subjetivos diversos. La cronología del “sindicato de clase” era la de

tiempos distintos, las de sus memorias, pero se aunaban en el tiempo de un

mismo y diverso sujeto histórico.

Habían pasado casi siete años de aquella nieve cayendo en la nuca de Jorge,

cuando iba sentado arriba de la camioneta que la empresa contratista tenía para

transportarlo, como un animal, de Rancagua a la mina y de la mina a Rancagua.

Tres años aproximadamente viendo a los “viejos” mojados, lavándose el cuerpo

en los socavones, intentando sacarse los químicos que les impregnaban la piel

después de un turno y a veces más. Casi tres años de compartir la “choquita”

con los “contratistas” en los túneles de El Teniente.

En diciembre de 2006, las identidades “contratistas” del SITECO no eran las

mismas que habían ingresado a trabajar a CODELCO, eran las identidades del

SITECO. Y esto no es poco decir, aunque sea una cuestión obvia, porque los

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trabajadores del SITECO ahora trabajaban conscientemente para sus ideas y

fundamentos, trabajaban para el “sindicato de clase”. Caminaban en El Teniente

como sobre un mundo nuevo, uno que tenía un futuro, ahí, entre los trabajadores.

Significativas habían sido las reflexiones colectivas hechas por la necesidad de

la identidad respecto de las mujeres y los trabajadores, donde afloraban las

contradicciones de identidades precarias, como todas, al borde del abismo, fuera

de los márgenes de un discurso aún no suturado. El “asalto” al directorio del

SITECO, que por medio de una lógica se puede explicar, no había sido tarea

fácil, ni quizás grata, no sólo por las situaciones que implicaba sino porque traía

consigo el enfrentamiento a los fundadores, a la tradición de lucha contra la

dictadura, a los compañeros del partido, de la célula, a los compañeros que

tenían una experiencia que traspasar y que los jóvenes estaban dispuestos a

asimilar, pero a la vez, una experiencia que no consideraron absoluta e

inequívoca, sobretodo porque aquellos “compadres” no estaban en la mina y no

podían empatizar con las prácticas discursivas de los “viejos” jóvenes

contratistas que no estaban dispuestos a “entregarse tan fácil” a la explotación

de la relación social de explotación subcontratista, no tan fácil a CODELCO y las

empresas contratistas que explotaban a los trabajadores. La huelga nacional de

enero, había manifestado no solo lógicas discursivas opuestas, sino también la

posibilidad de un movimiento “contratista” nacional contra las desigualdades y la

discriminación de la precariedad del subcontrato.

En el espectro de posibilidades que habría la nueva sobredeterminación

hegemónica del SITECO, la nueva generación de “contratistas” vivió un segundo

proceso de negociación colectiva en In Situ, a nivel local, en El Teniente y a nivel

empresa, con aquella contratista. La huelga comenzó el 23 de octubre a las

06:00 horas de la mañana en el cruce de Nogales con la Carretera del Cobre, en

la comuna de Machalí, cuando 70 trabajadores “contratistas” descendieron de

los buses de In Situ que los llevaban a la mina. Así comenzó una huelga de

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empresa, cargada de las lógicas de acción del nuevo sindicalismo, una

representación huelguística de éste.

Durante esta huelga, que terminó el día 7 de noviembre tras una reñida votación

secreta de 264 votos a favor de la oferta de la empresa y 138 en contra, se

produjeron articulaciones discursivas que si bien poseían la lógica de la igualdad

y la diferencia presente en el discurso de representación y confrontación

horizontal, daban cuenta de éstas en una escala cada vez más amplia. El mismo

día de iniciada la huelga, la columna de “contratistas” reunidos en el cruce de

Nogales marchó a Rancagua, no rumbo a Plaza Los Héroes, sino al local donde

se encontraban las compañeras del Sindicato N°2 de Central de Restaurantes.

Ahí Andrés Leal integra a esta nueva identidad del SITECO como portadora de

su sobredeterminación discursiva:

“entendemos que todos somos hermanos de clase y en estas circunstancia,

cuando estas empresas callampas como la que tienen ustedes, que pagan

sueldos miserables, que explotan a su gente, no nos queda más que

venirlos a saludar y a decirles que cuenten con nosotros”. (Leal. En SAME,

2006)

Y aquella identidad, de mujer por cierto, respondió:

“bueno, nosotros desde acá arriba, el pequeño grupo que somos, queremos

darles las gracias por la presencia de ustedes aquí. Para nosotros significa

mucho el hecho de que ustedes estén aquí, el apoyo de ustedes es súper

importante en el proceso que estamos nosotros. Hoy día nosotros, la

asamblea en este caso, toma la decisión de hacer efectiva la huelga o no” -

“¡huelga, huelga, huelga!” (Gritan desde abajo los “contratistas”) - “se nota

que en el grupo que tienen ustedes hay harta unión… ” (Orellana. En SAME,

2006).

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226

Las nuevas identidades integradas al SITECO se reconocieron en local espacio

del conflicto, y en el especial tiempo nuevo. La integración de las mujeres a la

dirigencia fue un fenómeno propio de la nueva sobredeterminación hegemónica.

En Central de Restaurantes, los tres puestos de delegados eran ocupados por

mujeres, Katty Orellana era una de ellas. Ella fue quien se encargó de hacer uno

de los lienzos del SITECO que decía; “Por una causa: Dignidad Laboral” (SAME,

2006).

El día 15 del nuevo calendario huelguístico, se produce uno de los discurso de la

identidad colectiva hegemónica, uno que resignifica la historia reciente del

sindicato como parte de la memoria del sujeto histórico movilizado, sitúa al

SITECO en un punto de conflicto temporal más allá de la contingencia, ante el

bloque dominante pretéritamente delineado. Andrés Leal, empuñando el

micrófono del megáfono e increpando al alcalde de Rancagua, Carlos Arellano,

por una de las escaramuzas que se habían producido días atrás en Plaza Los

Héroes90, dice;

“Carlos Arellano, estamos para aclarar ciertas situaciones. No vamos a

aceptar que responsabilices a los trabajadores que están en huelga hace

dos semanas por actos que cometieron el día viernes. Tú eres el

responsable. Cargas con la muerte y todo lo que tocas muere contigo.

Recuerda que fuiste tú el 2003 quien mandó a carabineros a la mina El

Teniente a balear a nuestros compañeros. Queremos comunicarte que toda

tú violencia, que toda tu impronta, que todo tu desconocimiento, que toda tu

forma de obviar estos procesos sociales, estas demandas sociales, no van

a pasar en vano. Serás enjuiciado moralmente en la historia como uno de

90 Las escaramuzas del día viernes se habían producido en la plaza Los Héroes a percepción de Andrés Leal por que el alcalde de Rancagua había trasladado a ese lugar una actividad de ANDA-Chile, lo cual produjo un alboroto en el que las identidades “contratistas” y las de “anda” perdieron coherencia con sus propias formaciones discursivas colectivas, radicalizándose y causando la intervención en ese espacio público de carabineros.

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los peores alcaldes, uno de los peores políticos que ha pasado por esta

comuna…” (SAME, 2006).

La construcción de la memoria colectiva del sujeto histórico completaba,

precariamente, el discurso de ésta nueva identidad colectiva.

Representación de la nueva generación político-sindical

(Diciembre 2006)

Días después de haber concluido la segunda huelga de los “contratistas” de In

Situ, en un acuerdo aceptado por voto directo de los trabajadores, Jorge Peña

representa la nueva generación hegemónica en un flash back documental

(SAME, 2006) con un discurso de Andrés Leal a la asamblea de los trabajadores

de In Situ al inicio de la huelga91.

“Con una negociación colectiva no vamos a terminar con las

discriminaciones, con un proceso de movilización nacional de los

contratistas tampoco vamos a terminar con las discriminaciones, ni con la

explotación, ni con los abusos y saqueos, pero también, junto con eso,

probablemente vamos avanzando en la formación y en la educación de los

trabajadores, y un dato re importante es que el promedio de edad de

nuestros asociados en el sindicato SITECO es de 36 años y eso habla de

que hay un recambio en los luchadores… si nosotros analizamos de que

hay un promedio de edad de 36 años, nosotros estamos hablando de

jóvenes, de trabajadores que en la época de la dictadura eran cabros

chicos, y que por fin ahora entendieron de que sí hay que ponerse las pilas,

91 “… la dictadura nos mató a los mejores líderes que tenía la historia de este país, bueno, hoy día nuevamente la historia nos pone en la disposición de luchar de nuevo por los viejos… devolverle el poder real a ustedes no ha sido fácil viejo. Devolverle el poder de decisión a la asamblea no ha sido fácil. Recuerden que antes este sindicato lo manejaban cuatro mentes y hoy día ¿Cuántas mentes están aportando aquí?” (SAME, 2006).

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de que sí hay que tener la información en el cerebro, de que sí hay que

tener más información en el cerebro, de que sí hay que potenciar un nivel

de consciencia superior para terminar con toda la discriminación, pero

botando este sistema. Y en eso estaremos y hay que ponerle ojo.

CODELCO y la empresa In Situ saben que fuimos súper inteligentes al llevar

y cómo llevamos nuestro proceso de negociación y saben también que nos

retiramos inteligentemente en el momento adecuado.” (SAME, 2006).

Jorge Peña, entonces presidente del sindicato SITECO “de clase”, representó la

identidad colectiva hegemonizada por la sobredeterminación discursiva del

SITECO en tanto formación de un discurso práctico caracterizado por la

reflexividad de las identidades que lo componían, identidades que, en la

percepción generacional de Jorge, también eran jóvenes, jóvenes respecto del

otro estilo sindical. La reflexividad constituida en la representación y en la

confrontación horizontal con el conglomerado hegemónico dominante.

Esta consciencia de la nueva generación y la distinción de la dirigencia del

SITECO, representan un momento de equilibrio en el campo del conflicto

“contratista” hacia finales de 2006. Pero este equilibrio será drásticamente

cuestionado por la contingencia durante el primer semestre de 2007. Aquí hemos

construido un relato que nos permite contemplar el pasado reciente de las

subjetividades de algunos de los actores más relevantes del movimiento

“contratistas” en Rancagua. Desde aquí podremos repensarlos en el futuro de su

pasado.

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229

CONCLUSIONES

El sujeto histórico se nos ha presentado como la construcción de un lugar

discursivo contemplativo, un momento primario de una práxis constructivo-

comprensiva, inter-realista, que integra en una articulación precaria diversas

identidades, construcciones subjetivas, momentos relacionales, que configuran

formaciones discursivas, equilibradas inestablemente por la actividad de la

sobredeterminación.

En ésta historia reciente, SITECO es una identidad colectiva en reconfiguración

identitaria de un antiguo sindicato de trabajadores “contratistas” de la División El

Teniente de CODELCO. Esta reconfiguración subjetiva, sucede como la crisis de

la sobredeterminación hegemónica de una antigua generación de dirigentes

político-sindicales del Partido Comunista de Chile. La identidad colectiva ya no

puede seguir siendo suturada por dicha generación, toda vez que la praxis

colectiva excede sus márgenes, toda vez que ingresan al sindicato nuevas

identidades que construyen su propio discurso, transitando fuera de la

sobredeterminación de aquella antigua generación y constituyendo su propio

discurso práctico, representándolo como una nueva identidad generacional de sí

misma, en contraposición al discurso de la otra generación.

En los procesos de reconfiguración de la identidad colectiva, se establece la

contradicción discursiva delineando dos identidades en disputa por el desarrollo

de un discurso práctico coherente que hegemonice y estabilice subjetiva y

políticamente al sindicato. Aquí la sobredeterminación cumple un rol simbólico

suturante y se representa como “sindicato de clase”, que en su historización,

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230

presenta una resignificación de la noción de “poder de los trabajadores” en la

forma de un estilo sindical de representación y confrontación horizontal, así como

de antagonismo con el conglomerado hegemónico dominante (CODELCO-las

empresas contratistas-el gobierno-el estado). Este nuevo estilo sindical entra en

contradicción con otro estilo sindical de representación y diálogo social cupular-

vertical, que entiende la representación política como “sustitución” del colectivo

que se encuentra siendo sobredeterminado. En este discurso, el poder se

concentra en las representaciones políticas construidas de ese modo, el poder

se encuentra en la institucionalidad.

La identidad colectiva SITECO, en tanto identidad político-sindical, amenaza con

fragmentarse en a lo menos dos identidades colectivas distintas. La ausencia de

un equilibrio hegemónico presiona a la desconfiguración identitaria, puesto que

la cuestión del poder -constitutiva de su propia especificidad en la relación social

de explotación- presiona al establecimiento de una coherencia identitaria. Por

tanto se establece en este punto, un tiempo de contingencia política en el que la

identidad de la nueva generación disputa la representación política central del

sindicato. El conflicto se resuelve con la sobredeterminación hegemónica del

“sindicato de clase”. Se inician, en los primeros meses de 2006, los tiempos y

contratiempos del SITECO de la nueva generación.

El proceso investigativo por medio de la praxis constructiva-comprensiva del

sujeto histórico, ha logrado producir una reconstitución histórica “primaria” que va

abriendo el camino de la historia subjetiva de los trabajadores/as, que tiene como

proyección realizarse en un análisis de segundo orden futuro.

El corpus epistemológico y metodológico constructivista-comprensivo ha

articulado el presente sujeto desde la crítica a la realidad como correspondencia

de las estructuras. Esta crítica ha delineado incipientemente la posibilidad de una

teoría que colinde con la tradición comprensiva de la hermenéutica, una teoría

de la subjetividad como práxis constructiva y comprensiva. Constructiva en tanto

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231

emerge como una alternativa teórica y epistemológica al positivismo, estimando

un papel activo del sujeto en la construcción de la realidad y del conocimiento.

Comprensiva en tanto persigue alcanzar la “comprensión del sentido de la

realidad social” que se nos presenta como intersubjetividad, mientras transitamos

al estatus de “observadores de segundo orden”, comenzando por la

reconstitución de “un lugar contemplativo destinado a la observación y la

comprensión” (Retamazo, 2012) mediante una praxis investigativa de

historización de la memoria que ha refundido un sujeto histórico como desarrollo

articulado consigo mismo. El universo discursivo del SITECO presente, es el

resultado de una narración reflexiva de las memorias de actores que estuvieron

en posiciones de sujeto claves de la historia subjetiva de este sindicato.

Ahora bien, respecto de la metodología utilizada, ésta no se ha basado en una

consideración positiva de la memoria como “fuente”, sino en su utilización como

discurso emergido de un diálogo intersubjetivo dirigido a reconstruir el relato

presente y a destiempo de un pasado fluyente que media los hechos “tal y cómo

ocurrieron”. Hechos en que los actores de esta historia se vieron involucrados.

Sin embargo, esta elección metodológica se ha fundamentado en la ausencia de

otras fuentes que aporten en el ejercicio de reconstrucción historiográfica. En el

camino de la comprensión, lo primero es designar el fenómeno, este ha sido

nuestro trabajo.

Más específicamente, hay que reparar en que la entrevista, como instrumento,

es un momento de la constitución del sujeto histórico que acontece en el

deambular intersubjetivo. La subjetividad político-práctica de quien investiga se

traduce en la construcción de sobredeterminaciones extemporáneas a la historia

del sujeto, pero que producen una reflexión participante sobre el presente de la

investigación, permitiendo la narración textual de un relato unificado. El vínculo

del investigador con el presente del sujeto histórico ha requerido de un “estado

de autovigilancia” a fin de no terminar narrando, sin más, la historia que las

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memorias de los actores militantes quieren contar, aunque hay que reconocer

que sin un análisis de segundo orden el mito del actor de la memoria permea la

reconstitución histórica. Dicho esto, no podemos pretender hacer una historia

comprensiva sin relato, primero hay que reconstituir el pasado para luego

cuestionarlo, esta tarea primaria es imposible, para este caso, sin recomponer el

relato de las memorias. Ante esta situación, tal como señalamos en la

introducción de esta investigación, es necesario “suspender la incredulidad”.

Pese a lo anterior hemos recurrido a fuentes de prensa en los momentos en que

la construcción del sujeto histórico excedió las memorias de los entrevistados y

éstas requirieron ser “completadas”. Entendemos esta elección como un apoyo

crítico de la subjetividad -que poseía su propia lógica en construcción–. Por eso

hemos querido enfatizar que esta historia es la historia del sujeto histórico

construido en este proceso reflexivo, un proceso reflexivo que es nutrido por las

memorias de sus principales actores presentes. Por lo tanto, no estamos ante la

ilusión de una “historia objetiva”, sólo hemos aportado la reconstitución histórica

desde las memorias. Emerge desde esta investigación la “necesidad” de avanzar

en el camino de una historia comprensiva de estas subjetividades.

Desde el punto de vista del volumen de la muestra, en próximas investigaciones

acerca de este sujeto colectivo será significativo, también, ampliar su volumen y

diversidad. Especialmente a trabajadores de base y trabajadores de planta, así

como a otros delegados y directores.

También queda como desafío metodológico integrar a la historia presente de las

subjetividades de los trabajadores/as, otros instrumentos que diversifiquen los

materiales producidos por la investigación. Junto a las entrevistas semi-

estructuradas en profundidad, entrevistas abiertas y entrevistas en profundidad,

será relevante explorar grupos focales, grupos de discusión y análisis de discurso

(de textos visuales y escritos). La reflexión e innovación metodológica es una

tarea indispensable que surge como consideración a partir de este trabajo.

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Toda investigación contesta algunas preguntas y a la vez es el punto en donde

surgen otras. Como futuras líneas de investigación significativas que aparecen

desde el actual proceso reflexivo, nos resulta pertinente delinear tres principales:

1) La primera dice relación con; indagar más analíticamente respecto de la

relación entre memoria y subjetividad en el sindicalismo contemporáneo,

poniendo principal atención en las categorías de identidad y tiempo.

2) En segundo lugar; ahondar en la relación entre generaciones, identidades

colectivas y memorias presentes, al interior de las organizaciones de

trabajadores.

3) En tercer lugar, un problema crítico que surge desde esta investigación;

problematizar y reflexionar respecto de la relación entre modelos

productivos, relaciones laborales y subjetividades en el trabajo en el

tiempo presente.

4) Por otro lado se han delineado un problema que puede ser abordado por

otras investigaciones interesadas en los fenómenos de la historia reciente

de los trabajadores; Se presenta la cuestión respecto de la existencia de

modelos sindicales diversos en la historia reciente de Chile. Éstos,

aparentemente estarían ligados a fenómenos subjetivos, por ejemplo

aquello que hemos denominado generaciones político-sindicales, pero

también con procesos más amplios y diversos de articulación de las

identidades colectivas.

5) Finalmente se introducen dos problemas que deberán ser estudiados más

analíticamente en vinculación a las subjetividades en el trabajo; la cuestión

de la participación y la democracia, así como la cuestión del poder en los

sindicatos.

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Las investigaciones presentes de las ciencias sociales, están enfocando la

cuestión del trabajo y de las subjetividades en el trabajo de un modo cada vez

más analítico. Pero todavía no se han obtenido conceptualizaciones

concluyentes en sistemas interpretativos. Esta investigación constata que el

aporte que puede hacer enfoque historiográfico del tiempo presente al estudio

del sindicalismo contemporáneo, puede arrojar importantes luces que fortalezcan

la reconstrucción de los sujetos colectivos en el trabajo.

Page 236: Montecinos. A. 2014. Tesis Licenciatura en Historia. USACH

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