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Mysterium Salutis I - Fundamentos de La Dogmatica Como Historia de La Salvacion

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  • MYSTERIUM SALUTI M H M a a u W J R W 1 W H

  • MYSTERIUM SALUTIS MANUAL DE TEOLOGA

    COMO HISTORIA DE LA SALVACIN

    Dirigido por

    J O H A N N E S F E I N E R Y

    MAGNUS LHRER

    I EDICIONES CRISTIANDAD

    Huesca, 30-32 MADRID

    FUNDAMENTOS DE LA DOGMTICA COMO HISTORIA DE LA SALVACIN

    Con la colaboracin de HANS URS VON BALTHASAR - ADOLF DARLAP

    JOHANNES FEINER - HEINRICH FRES HERBERT HAAG - ANDR DE HALLEUX

    GOTTHOLD HASENHTTL - KARL LEHMANN PETER LENGSFELD - MAGNUS LOHRER JOSEF PFAMMATTER - KARL RAHNER GOT1XIEB SOHNGEN - BASIL STUDER

    ALOIS STENZEL - JOSEF TRTSCH

    I EDICIONES CRISTIANDAD

    Huesca, 30-32 MADRID

  • Copyright universal de esta obra en BENZIGER VERLAG, EINSIEDELN 1965

    publicada con el ttulo MYSTEREJM SAWTIS

    GRUNDRISS HEILSGESCHICHTLICHER DOGMATIK * * *

    La tradujo al castellano MARCIANO VILLANUEVA SALAS

    Supervisor de la edicin espaola P. JUAN ALFARO, SJ

    Profesor de Teologa. Pontificia Universita Gregoriana

    Imprim potest: DR. RICARDO BLANCO

    Vicario General Madrid, 28-1-69

    Derechos para todos los pases de lengua espaola en EDICIONES CRISTIANDAD, MADRID 1969

    Depsito legal: M. 22.309.1974 (I) ISBN: 84-7057-197-4 (Obra completa) ISBN: 84-7057-100-1 (Volumen I)

    SEGUNDA EDICIN, 1974 Printed in Spain by

    ARTES GRFICAS BENZAL - Virtudes, 7 - MADRID-3

    A HANS URS VON BALTHASAR

    EN SU 60 CUMPLEAOS, CON VENERACIN Y AGRADECIMIENTO

  • CONTENIDO

    Prlogo 21 Introduccin 25

    FUNDAMENTOS DE LA TEOLOGA COMO HISTORIA DE LA SALVACIN '

    CAPITULO I TEOLOGA FUNDAMENTAL

    DE LA HISTORIA DE LA SALVACIN [Adolf Darlap]

    Introduccin: EL PROBLEMA DE LA HISTORIA DE LA SALVACIN EN LA TEOLOGA Y EN LA

    HISTORIA DE LA TEOLOGA 4 9

    Seccin primera: EL CONCEPTO DE HISTORIA DE LA SALVACIN 62

    1. Formulacin del problema de la historia de la salvacin a la luz de una reflexin trascendental sobre la historicidad y la historicidad salvfica del hombre 62 a) El problema de una historia de la salvacin 62 b) Reflexin trascendental sobre la historicidad salvfica del hombre. 64 c) Historicidad e historicidad salvfica 67

    2. Definicin formal del concepto de historia de la salvacin 79 a) 1 concepto formal de salvacin en el concepto de historia de

    la salvacin 79 b) La salvacin como historia. La nocin historia en el concepto de

    historia de la salvacin 86 c) Diferencia entre historia general y particular de la salvacin 94 d) La realidad Cristo y la constitucin de la historia particular de la

    salvacin por la palabra 105 3. Definicin dogmtica del concepto de historia de la salvacin 116

    a) La historia de la salvacin como vnculo de la relacin Dios-mundo. 117 b) La libertad humana como elemento interno de la historia de la sal-

    vacin 119 c) Revelacin y gracia como elementos constitutivos de la historia de

    la salvacin 123 d) Relacin entre historia.de la salvacin general y particular a la luz

    de la definicin dogmtica de historia de la salvacin 126 Excursus: HISTORIA GENERAL DE LA SALVACIN Y REVELACIN NATURAL 132

  • 12 CONTENIDO

    Seccin segunda: ORIGEN, CARCTER HISTRICO E INTERPRETACIN DE LA HISTORIA DE LA SAL-

    VACIN 137 1. El origen de la historia de la salvacin desde su fin 137

    a) Unidad de la historia de la salvacin 137 b) Unidad de origen y fin de la historia de la salvacin 140 c) Dinmica de la historia precristiana de la salvacin hacia la reali-

    dad Cristo 143 d) Jesucristo como fin de la historia de la salvacin 145 e) Deduccin de las formas preliminares de la historia de la salvacin

    a partir de la forma plena verificada en Jesucristo 152 2. Carcter histrico de la historia de la salvacin 155

    a) El acontecimiento salvfico 155 b) Carcter provisional de la historia de la salvacin (la lnea de la

    salvacin) 161 3. Interpretacin de la historia de la salvacin 166

    Seccin tercera: EL CURSO DE LA HISTORIA DE LA SALVACIN 175

    1. La realizacin del concepto de historia de la salvacin como curso de la misma 175

    2. Las distintas etapas de la historia de la salvacin 188 a) Constitucin de la historia general de la salvacin mediante la crea-

    cin y la comunicacin de Dios 189 b) La historia precristiana de la salvacin (historia de las religiones). 190 c) Historia particular de la salvacin 194

    Bibliografa 202

    ACCIN Y PALABRA DE DIOS EN LA HISTORIA DE LA SALVACIN

    CAPITULO II LA REVELACIN

    [Heinrich Fres] Introduccin: HISTORIA DE LA SALVACIN Y DE LA REVELACIN 207

    Seccin primera: EL CONCEPTO CATLICO DE REVELACIN 210

    1. El concepto catlico de revelacin segn el Vaticano I 210 2. El concepto catlico de revelacin como problema de teologa ecum-

    nica 217

    CONTENIDO 13

    Seccin segunda: LAS DOS FORMAS SE REVELACIN A LA LUZ DE LA SAGRADA ESCRITURA 2 2 8

    A ) LA REVELACIN EN LA CREACIN 228 B ) LA REVELACIN EN LA HISTORIA PARTICULAR DE LA SALVACIN 2 3 5

    1. La revelacin como origen 236 2. La revelacin como promesa 239

    a) La revelacin en la historia de la alianza del Antiguo Testa-mento 239

    b) Categoras de la revelacin en el Antiguo Testamento 252 c) Caractersticas del contenido de la revelacin del Antiguo

    Testamento 254 3. La revelacin como cumplimiento 257

    a) El cumplimiento de la revelacin en el sentido del hodie. 257 b) El cumplimiento de la revelacin en el sentido del ecce ... 261 c) El cumplimiento de las categoras del contenido de la reve-

    lacin 267 4. La revelacin como consumacin 279

    Bibliografa 283

    CAPITULO III LA PRESENCIA DE LA REVELACIN

    EN LA ESCRITURA Y EN LA TRADICIN Seccin primera: LA TRADICIN EN EL PERIODO CONSTITUTIVO DE LA REVELACIN [Peter LengS-

    feld] 287 1. La tradicin como problema y fenmeno 288

    a) El fenmeno de la tradicin desde una perspectiva filosfica 288 b) El problema de la tradicin desde una perspectiva teolgica 293 c) Sentido de la tradicin en el perodo constitutivo de la revelacin. 300

    2. La tradicin en el periodo veterotestamentario 304 a) Estudio de la historia de la tradicin 304 b) Observaciones sobre la historia de la tradicin 306 c) Alcance teolgico 311

    3. La tradicin en el perodo neotestamentario 312 a) Estudio de la historia de la tradicin 312 b) Jess y la tradicin 314 c) La tradicin transmitida oralmente 320 d) El paso de la tradicin a la Escritura 322

    4. Aplicacin dogmtica 331 a) La tradicin en el Antiguo y en el Nuevo Testamento 332 b) La pardosU como transmisin de plenitud 333 c) Carcter definitivo de la pardosis 335

    Bibliografa 337

  • 14 CONTENIDO

    Seccin segunda: LA PALABRA DE DIOS SE HACE LIBRO EN LA SAGRADA ESCRITURA [ H e r b e r t H a a g ] . 338

    I . EL CARCTER DIVINO-HUMANO DE LA SAGRADA ESCRITURA 338 A ) LA PUESTA POR ESCRITO DE LA PALABRA DE DIOS 342

    1. El testimonio de los escritos del Antiguo Testamento 342 2. El testimonio de los escritos del Nuevo Testamento 347 3. El pensamiento de la Iglesia 351

    B) LA BIBLIA COMO PALABRA HUMANA 355 1. Materiales de escritura 356 2. Instrumental y tinta para escribir 359 3. La escritura 360

    a) La escritura hebrea 360 b) La escritura griega 361

    4. Las lenguas de la Sagrada Escritura 362 a) La lengua hebrea 363 b) La lengua aramea 365 c) La lengua griega 367

    5. Las formas literarias 368 a) Los gneros literarios en el Antiguo Testamento 371

    a) La ley (la trh) 371 b) Los profetas 376 c) Los otros escritos 380

    p) Los gneros literarios del Nuevo Testamento 381 a) Los Evangelios 381 b) Los Hechos de los Apstoles 384 c) Las cartas 384 d) El Apocalipsis 385

    C) LA BIBLIA COMO PALABRA DE DIOS 386 1. La inspiracin de la Escritura 386

    a) Afirmaciones de la Escritura sobre la inspiracin 386 b) Notas sobre la historia de los dogmas y de la teologa ... 392 c) Problemtica actual de la inspiracin bblica 396

    2. La verdad de la Escritura 403

    I I . LA FORMACIN DE LA SAGRADA ESCRITURA 409 A ) PROCESO DE FORMACIN DE LA BIBLIA 409

    1. El Antiguo Testamento 409 2. El Nuevo Testamento 415

    B) LA TRANSMISIN MANUSCRITA DEL TEXTO DE,LA BIBLIA 419 1. La transmisin del texto hebreo del Antiguo Testamento ... 419 2. La transmisin del texto griego del Nuevo Testamento 423

    C) LA FORMACIN DEL CANON DE LA ESCRITURA 4 2 6 1. El canon del Antiguo Testamento

    v 427 a) El canon del Antiguo Testamento en el judaismo 427 b) El canon del Antiguo Testamento en el cristianismo ... 430

    CONTENIDO 15

    2. El canon del Nuevo Testamento 434 3. Reflexiones teolgicas 437

    D ) LA SAGRADA ESCRITURA COMO UN TODO 439 1. La unidad de la Escritura 440

    a) La unidad del Antiguo Testamento 440 b) La Iglesia primitiva y el Antiguo Testamento 441 c) La unidad del Nuevo Testamento 442 d) La unidad de los dos Testamentos 444

    2. La Escritura como libro de la Iglesia 445 a) La Iglesia como origen de la Sagrada Escritura 445 b) La Iglesia como destinataria dla Sagrada Escritura ... 447

    I I I . HERMENUTICA 450 A ) PRINCIPIOS DE INTERPRETACIN 450

    1. Principios de la ciencia humana 451 2. Principios de la fe 453

    B) LOS SENTIDOS DE LA SAGRADA ESCRITURA 4 6 3 1. El sentido literal 464

    a) El sensus litteralis proprius 464 b) El sensus litteralis improprius 464

    2. El sensus plenior 468 3. El sentido tpico 480 4. El sentido acomodado 483

    Excursus: LA RAMCALIZACION DEL PROBLEMA HERMENEUTICO EN RUDOLF BULT-

    MANN [Gotthold Hasenhttl] 484

    IV. TEOLOGA BBLICA [Herbert Haag] 499 1. Lenguas y expresiones bblicas 500 2. Coherencias bblicas 504 3. La historia como revelacin y la interpretacin de la historia ... 509 4. Estructuracin de una teologa bblica 512 5. La teologa bblica y la dogmtica 515

    Bibliografa 519

    Seccin tercera: TRADICIN Y SAGRADA ESCRITURA: SU RELACIN [ P e t e f Lengsfe ld] 522

    1. Planteamiento del problema 522 2. Decisiones del Concilio de Trento 527 3. La relacin entre Escritura y tradicin 535

    a) La unidad de Escritura y tradicin 536 b) La dependencia mutua de Escritura y tradicin 545 c) Las diferencias entre Escritura y tradicin 551

    Bibliografa 556

  • CAPITULO IV LA PRESENCIA DE LA REVELACIN

    POR MEDIO DE LA IGLESIA Seccin primera: REVELACIN E IGLESIA, IGLESIA Y REVELACIN [Johannes Feiner] 559

    1. La actualizacin de la revelacin de Cristo 560 a) La revelacin como verdad y gracia de salvacin 560 b) La Iglesia como fin de la revelacin 562 c) La presencia personal de Dios en la historia especial de la salvacin. 565 d) La presencia de la revelacin a travs de la Iglesia 567 e) El carcter escatolgico de la transmisin eclesial de la revelacin. 572 f) Los destinatarios de la revelacin actualizada 575

    2. Inmediatez y mediatez de la revelacin 579 a) La inmediatez de la revelacin 579 b) La mediatez de la revelacin en su origen histrico 580 c) La mediatez de la revelacin en la actualizacin eclesial 584

    3. Transmisin apostlica y posapostlica ...*. 586 a) El fin del acontecimiento de la revelacin 586 b) El depositum fidei 589 c) Transmisin eclesial apostlica y posapostlica 592

    4. Estructuras de la transmisin de la revelacin 596 a) Sujetos de la transmisin 596 b) Medios de transmisin 597 c) Realizacin de la transmisin 602

    Bibliografa 604

    Seccin segunda: SUJETOS DE LA TRANSMISIN [Magnus Lbhrer] 607

    1. La funcin de la Iglesia como un todo 607 2. El pueblo cristiano y la transmisin de la revelacin 609

    a) El concepto de pueblo cristiano 610 b) Transmisin de la revelacin por medio del pueblo cristiano 612 c) Sentido de fe y consenso de fe 614

    3. El magisterio especial de la Iglesia 618 a) Consideraciones previas y afirmaciones generales 619 b) El magisterio universal ordinario de la Iglesia 632 c) El concilio ecumnico .....'. 637 d) El magisterio del papa 644

    Bibliografa 650 4. Los Padres de la Iglesia [Basil Studer] 651

    a) Historia de los estudios patrsticos 651 b) La problemtica actual de los estudios patrsticos 655

    CONTENIDO 17

    c) La transmisin de la revelacin de Dios por medio de los Padres de la Iglesia 658

    d) La interpretacin de los documentos patrsticos 660 e) Actualidad de los Padres de la Iglesia 662

    5. Los telogos 664 a) Historia del concepto de telogo 664 b) La misin de los telogos en la transmisin de la revelacin divina. 666 c) La interpretacin de los escritos de los telogos 667

    Bibliografa 669

    Seccin tercera: LAS MANERAS DE TRANSMITIR LA REVELACIN [Alois Stenzel] 6 7 0

    1. La liturgia como lugar teolgico 670 a) Problemtica de la liturgia como lugar teolgico 671 b) La liturgia como fuente de la tradicin 673 c) La aportacin peculiar de la liturgia 679

    Bibliografa 685 2. Kerigma y dogma [Karl Rahner y Karl Lehmann] 686

    a) El uso lingstico moderno de kerigma 686 b) El sentido objetivo y las maneras de realizarse el kerigma 700 c) El dogma: historia de la palabra y cambios de sentido 704 d) La necesidad objetiva del paso de kerigma a dogma 728 e) Elementos fundamentales de una afirmacin dogmtica 753

    Bibliografa 770 3. Arte cristiano y predicacin [Hans Urs von Balthasar] 774

    a) El carcter figurativo de la revelacin 774 b) El cristiano como artista 781 c) Arte y predicacin 784 d) Las artes particulares 790

    Bibliografa 793

    Seccin cuarta: HISTORICIDAD DE LA TRANSMISIN [Karl Rahner y Karl Lehmann] 794

    A ) EL PROBLEMA DE LA EVOLUCIN DE LOS DOGMAS 794 1. El hecho de la evolucin de los dogmas y su aporta real 794 2. La evolucin de los dogmas dentro de la Sagrada Escritura 806 3. Teoras e intentos de explicacin de la evolucin dlos dogmas ... 809 4. Presupuestos para una solucin adecuada del problema de la evo-

    lucin de los dogmas 825 5. Los elementos bsicos de la dinmica de la evolucin de los

    dogmas 835 a) El Espritu y la gracia 837 b) La actividad del Espritu Santo 838 c) El magisterio de la Iglesia 839 d) El papel de la tradicin 840 e) Concepto y palabra 841

    2

  • 18 CONTENIDO

    f) Analoga fidei 841 g) El sentido de la fe 843 h) La formulacin dogmtica de lo revelado 843

    B) LA IMPORTANCIA DE LA HISTORIA DE LOS DOGMAS 8 4 6 1. La investigacin histrico-dogmtica y la historia de la fe 846 2. La historia de los dogmas sobre la base de la historia del conoci-

    miento del ser 850 Bibliografa 852

    LA RESPUESTA DEL HOMBRE A LA ACCIN Y

    A LA PALABRA REVELADORA DE DIOS

    CAPITULO V LA FE

    [Josef Trtsch y Josef Pfammatter] Seccin primera: EL OYENTE DE LA PALABRA DE DIOS 861

    Seccin segunda: LA FE SEGN LA SAGRADA ESCRITURA 865

    A ) ELANTIGUO TESTAMENTO 8 6 5 B) EL NUEVO TESTAMENTO 867

    1. Cambio de la situacin histrico-salvfica 867 2. Estadstica 868 3. Jess de Nazaret. Los Evangelios Sinpticos 869 4. Del Jess que proclama al Cristo proclamado 875

    Seccin tercera: SNTESIS DE UNA HISTORIA DE LOS DOGMAS Y DE LA TEOLOGA DE LA FE 887

    Seccin cuarta: EXPLICACIN TEOLGICA DE LA FE 897

    1. In Spiritu. La fe como obra del Espritu Santo en el hombre 900 a) No hay fe sin gracia interior 903 b) No hay nada en la fe sin gracia 904 c) La accin del hombre no es desplazada por la gracia 907

    2. Cum Christo. La fe como accin del hombre llamado por Cristo 909 a) Estructura personal de la fe 911 b) Dimensin social eclesial de la fe .'. 930 c) Orientacin escatolgica 940

    3. Ad Patrem. Inmediatez de la fe con Dios. La fe como virtud teolgica. 946 a) Objeto material y objeto formal 947 b) Analysis fidei 949 c) Frmula de fe y objeto de fe 958 d) Pides ecclesiastica 962

    CONTENIDO 19

    Apndice: POSTURAS OPUESTAS A LA FE. FORMAS DEFECTUOSAS DE LA FE 965

    1. Falta de fe e incredulidad 965 2. Hereja 966 3. Apostasa 967 4. Duda de la fe 969 5. Supersticin 970

    Bibliografa 971

    CAPITULO VI LA SABIDURA DE LA TEOLOGA POR EL CAMINO DE LA CIENCIA

    [Gottlieb Sohngen]

    Introduccin: LA APORIA FUNDAMENTAL DE LA TEOLOGA: SABER EN EL MISTERIO Y CONO-

    CER POR LA RAZN 977

    Seccin primera: EL SABER DE DIOS EN EL MISTERIO DE' QUE HABLA PABLO, FUNDAMENTO B-

    BLICO Y ORIGEN ESPIRITUAL DE TODA LA TEOLOGA CRISTIANA 9 8 0 1. Contenido y forma de la nueva sabidura; historicidad del misterio ... 980 2. Sabidura de Dios en el misterio: conocer slo por la fe 992 3. El lenguaje del misterio: un misterio del lenguaje. El lenguaje de la

    analoga 996 a) La palabra y la sabidura de Dios en lenguaje humano es un mis-

    terio del lenguaje, pero no un lenguaje misterioso 997 b) La palabra de Dios se hace lenguaje. El discurso humano se tras-

    ciende a s mismo 998 c) El lenguaje de la palabra de Dios se mueve en el lenguaje de la

    metfora y de la analoga 999 d) La palabra de Dios anuncia la historicidad del misterio 1008

    Seccin segunda: TEOLOGA, FILOSOFA, CIENCIA: PRESUPUESTOS DOGMTICOS DE LA TEOLOGU

    COMO CIENCIA DE LA FE Y PRESUPUESTOS ADOGMATICOS DE LA FILOSOFA Y DE LA CIENCIA '. 0 1 2 1. Carcter adogmtico de las afirmaciones filosficas y de todos los pre-

    supuestos cientficos 1013 2. La pretensin critica de la filosofa sobre la totalidad del conocimiento

    y del ser 1014 3. La teologa de los filsofos y la filosofa de los telogos: triplex usus

    pbilosophiae JQJJ 4. Ciencia y visin del mundo. Puesto de la teologa en la universidad

    y en la ciencia universitaria \0\&

  • 20 CONTENIDO

    Seccin tercera: KERIGMA, DOGMA, EXEGESIS, HISTORIA: MBITOS FUNDAMENTALES DE LAS AFIR-

    MACIONES TEOLGICAS; DIVISIN DE LA TEOLOGA 1021 1. Esencia lgica y esencialidad teolgica de la afirmacin 1022

    a) Afirmacin y juicio como lugar de la verdad, del s o del no 1022 b) La afirmacin como peculiaridad del hombre 1023 c) La obra de Dios hecha afirmacin en la palabra de Dios 1023 d) Carcter dogmtico del kerigma como afirmacin. Grados de afir-

    macin 1024 2. Lugar de la teologa en la vida creyente y eclesid 1026

    a) Puesto del conocimiento de fe en la vida de fe 1027 b) La ciencia de la fe al servicio de la comunidad de fe de la Iglesia. 1028 c) Espritu ecumnico de la controversia teolgica 1029 d) Expansin misionera a travs de la autolimitadn de la forma occi-

    dental de la teologa 1032 3. Divisin de la teologa en estratos. Posicin intermedia de la exgesis. 1033

    a) DivisJn en teologa histrica y sistemtica 1033 b) Tricotoma de la verdad y del mtodo teolgicos 1034

    Seccin cuarta: FORMAS FUNDAMENTALES DE LA TEOLOGA COMO CIENCIA Y COMO SABIDURA.

    ESTUDIO ESPECIAL DEL CONCEPTO DE TEOLOGA EN TOMAS DE AQUINO (SELECCIN Y RASGOS CARACTERSTICOS) 1037 1. Bagaje intelectual anterior a Toms de Aquino 1037 2. La teologa como teologa de conclusiones segn el concepto de Toms

    de Aquino y el esquema fundamental de la teora aristotlica de la ciencia 1039 a) Situacin general de la ciencia en el siglo xin -. 1039 b) Conceptos fundamentales de la teora aristotlica de la ciencia ... 1042 c) La apora que del concepto aristotlico de ciencia se le sigue a la

    teologa en cuanto ciencia de la fe. Solucin sobre la base del mis-mo concepto de ciencia de Aristteles 1043

    d) Definicin de la teologa como ciencia de la fe. Exposicin artstica de este concepto de teologa 1044

    3. El problema del objeto teolgico 1045 4. El problema del mtodo teolgico : 1046 5. Forma bistrico-teolgica de la teologa 1048 Bibliografa 1050

    Excursus: LA TEOLOGA ORTODOXA [Andr de Halleux] r 1053 Bibliografa 1060

    Siglas y abreviaturas 1061 ndice onomstico 1069 ndice analtico 1082

    PROLOGO

    Hace algunos aos, el director de Ediciones Benziger, doctor Osear Bettschart, a cuya iniciativa hay que agradecer la publicacin de un gran nmero de obras teolgicas, reuni en torno asi aun grupo de telogos y exegetas para proponerles su proyecto de editar una Dogmtica en varios volmenes. Su propuesta comprenda bsicamente los tres puntos siguientes: tena que ser, en primer lugar, una obra de colaboracin, en la que telogos de diferentes pases presentasen aquellos temas a los que se hubieran dedicado con particular atencin; haba que conseguir, en segundo lugar, la amplia colaboracin de un buen nmero de exegetas que proporcionaran a las reflexiones dogmticas los fundamentos de teo-loga bblica que hoy da resultan imprescindibles; finalmente, la obra deba presentar un cuadro, lo mis fiel posible, de las actuales cuestiones teolgicas, del pensamiento y del lenguaje teolgico, tal como parece im-ponerse en nuestro tiempo de una manera cada vez mis acusada. El pro-yecto obtuvo general aprobacin. En la discusin que sigui fueron apa-reciendo nuevos puntos de vista. Respondiendo a la unidad fundamental de dogmitica y tica, tal como era considerada antes de la separacin de ambas disciplinas, la obra proyectada debera abarcar tambin evitan-do la pura casustica las cuestiones fundamentales de una moral teol-gicamente considerada. Para un ulterior desarrollo del plan era decisiva la exigencia de edificar toda la obra sobre las ideas fundamentales de la historia de la salvacin. Tambin desde el principio se estuvo de acuerdo en que la obra debera sealar un positivo encuentro con la actual teologa protestante y, en consecuencia, habra que tener en cuenta, en la medida de lo posible, los deseos y las iniciativas nacidas de la Reforma. Despus de una ulterior aclaracin de estas propuestas, se encarg a los dos direc-tores de la obra la ejecucin del proyecto. Ante todo haba que elaborar un plan que respondiera a tan altas exigencias. En este punto, los direc-tores se inspiraron, en cierta medida, en el Ensayo de esquema para una dogmtica, fundamentado en las reflexiones comunes de H. Urs von Bal-thasar y K. Rahner, que este ltimo public en el primer volumen de sus

  • 22 PROLOGO

    Escritos de teologa (Madrid, 1961, pgs. 11-50). Haba que reflexionar sobre lo que en concreto podra significar el intento de construir una dog-mtica desde la perspectiva de la historia de la salvacin y cmo habra que incluir, en este planteamiento, tanto los temas tradicionales como los de reciente aparicin. El eco que el plan elaborado y las intenciones ex-presadas en el mismo despertaron en los autores cuyo concurso se pidi, y su pronta disposicin para colaborar en la empresa, sirvieron de gran estmulo a los directores. Por otra parte, stos consideraron como una aprobacin de la orientacin histrico-salvfica adoptada para su obra el deseo manifestado por el profesor doctor K. E. Skydsgaard, observador en el Concilio por parte de la Confederacin Mundial Luterana, en el discurso que dirigi a Pablo VI durante la segunda sesin conciliar en nombre de los observadores: que la teologa catlica se oriente hacia la historia de la salvacin ms decididamente que hasta ahora. A esta suge-rencia, venida del campo protestante, respondi en sentido afirmativo el papa Pablo VI; y que no se trataba de simples palabras amistosas lo de-muestra la iniciativa pontificia de fundar en Jerusaln un instituto dedi-cado especialmente al estudio de la historia de la salvacin (entendida en el sentido ms amplio de la palabra), en el que tomen parte colaborado-res de todas las confesiones cristianas de Oriente y Occidente.

    Tanto los autores como los directores tienen plena conciencia de que una obra en colaboracin no slo presenta ventajas, sino tambin ciertos inconvenientes. Entre las ventajas podemos enumerar las siguientes: que, a pesar de la considerable extensin prevista para la obra, cabe albergar la fundada esperanza de que aparezca en un espacio de tiempo razonable; que las distintas cuestiones sean tratadas por autores particularmente competentes, y que puedan presentarse al lector numerosos telogos de diferentes pases. Como indicio especialmente satisfactorio debe apreciar-se, sin duda, el hecho de que en esta obra dogmtica se hayan dado cita escrituristas y dogmticos para un trabajo de colaboracin, ya que eran frecuentes las lamentaciones acerca de la total independencia entre las investigaciones exegticas y las dogmticas. Entre los posibles inconve-nientes de esta obra en colaboracin hay que sealar, ante todo, l peligro de que un trabajo de este gnero se convierta en una coleccin de mono-grafas ms o menos inconexas, cuando lo que se pretende es una obra sistemtica. Los directores se han esforzado, por tanto, y seguirn esfor-zndose, por conseguir, mediante un estrecho contacto con los colabora-dores, una orientacin de los artculos acorde con la concepcin funda-mental y la unidad general de la obra. Con todo, se mantiene intacta la libertad de cada autor por lo que respecta a la manifestacin de sus opi-niones teolgicas. En consecuencia, no es preciso que cada colaborador comparta totalmente el punto de vista de los autores restantes. Cada autor responde de su propia contribucin.

    PROLOGO 23

    Por lo dems, el ttulo latino de toda la obra, Mysterium salutis, se ha elegido no slo porque caracteriza con una frmula concisa su orien-tacin, sino sobre todo para que las traducciones que se han previsto a otras lenguas puedan llevar el mismo ttulo general.

    Ninguna palabra humana, ni siquiera la teolgica, puede expresar adecuadamente la profundidad y el contenido de la palabra revelada de Dios. No existe ningn sistema teolgico capaz de ofrecer una exposicin de la revelacin divina que sea vlida para todas las pocas y desde todos los puntos de vista. Colaboradores y directores tienen conciencia de que tambin la peculiar exposicin de esta obra es limitada. Adems, aqu se intenta elaborar una dogmtica que, por primera vez en el campo catlico, se propone reflexionar sobre el concepto de historia de la salvacin, con-cepto que se viene empleando desde hace aos, pero casi siempre de una manera no cientfica. Se trata de elaborar sistemticamente este concepto en toda la dogmtica. Aun en el caso de que el intento no tenga pleno xito, no por eso deja de ser legtimo y hasta necesario. Pero es evidente que con esto no se pone en duda la legitimidad y los mritos de otras ex-posiciones de la dogmtica catlica.

    Los directores expresan su agradecimiento a cuantos han contribuido a la realizacin de este primer volumen y ala preparacin de los siguien-tes. Este agradecimiento se dirige, en primer lugar, a los colaboradores, quienes, a pesar de sus mltiples y variadas ocupaciones, pusieron su tiem-po y su capacidad al servicio de esta empresa. Damos asimismo las gracias, por su consejo y ayuda en mltiples aspectos, al profesor doctor Karl Rahner, de Mnster, y a su discpulo y colaborador doctor H. Vorgrimler, de Friburgo de Brisgovia. Estamos tambin agradecidos al profesor doctor Notker Fglister OSB, de San Anselmo de Roma, por su valiosa ayuda en las cuestiones de teologa bblica. La doctora Ch. Horgl; el padre Odo Lang OSB, de la abada de Einsiedeln; el hermano Odo Schulte-Her-brggen OSB, de la abada de Mara Laach, y el hermano Donato Step-pich OSB, de la archiabada de Santa Otilia, nos prestaron magnficos servicios en el trabajo de redaccin, y el ltimo, adems, en la confeccin de los ndices; por todo ello les expresamos nuestro ms sincero agrade-cimiento. De un modo singularmente cordial damos las gracias al reveren-dsimo abad primado cardenal Benno Gut, al abad Raimund Tschudy, al rector Werner Durrer y al ecnomo padre Ulrich Kurmann OSB por su magnnima hospitalidad y su mltiple ayuda a lo largo de las muchas semanas de trabajo comn en el monasterio benedictino de San Anselmo de Roma, en el monasterio de Einsiedeln, en el seminario de St. Luzi en Chur y en la residencia de Pfffikon, junto al lago de Zurich. Finalmente, expresamos nuestro mejor agradecimiento a sor Erika Holzach, del semi-nario de St. Luzi, por su incansable labor de secretara.

  • 24 PROLOGO

    Dedicamos este volumen, con veneracin y gratitud, al doctor H. Urs von Balthasar, de Basilea, en la celebracin de su sexagsimo aniversario. Tenemos la conviccin de que su obra, prodigiosamente variada, se con-tar entre las ms grandes y permanentes contribuciones de la teologa de nuestro siglo.

    LOS DIRECTORES

    St. Luzi, Chur y San Anselmo de Roma, julio de 1965

    INTRODUCCIN

    Como indica el ttulo general de la obra, Mysterium salutis. Manual de Teologa como Historia de la salvacin, en estos volmenes nos pro* ponemos presentar las lneas generales de una dogmtica centrada en esa historia salvfica. Al emprender una tarea de tal envergadura es preciso esbozar a grandes rasgos la intencin de los directores y determinar el sentido de una dogmtica elaborada desde esa perspectiva. Hoy no debe-ran existir ya dudas acerca de la legitimidad de estructurar una dogmtica catlica a partir de la historia de la salvacin. En el esquema reelaborado por la comisin de estudio, en octubre-noviembre de 1963, por encargo del Vaticano II, se dice expresamente: Omnes vero disciplinae theo-logicae, in Ratione Studiorum determinatae, ita doceantur ut harmonice in hunc finem conspirent, quippe quae singulae, ex intrinsecis proprii obiecti rationibus, mysterium Christi in historia salutis a Divinis Scrip-turis annuntiatum et in Ecclesia semper in actu clara in luce ponant

  • 26 INTRODUCCIN

    lugar en ella. Y esto no tan slo en los representantes de la teologa ms monstica o en hombres como Hugo de San Vctor o Buenaventura, sino incluso suo modo en el mismo Toms de Aquino l. Con todo, no puede pasarse por alto que la tendencia de la teologa escolstica a aceptar sin suficiente crtica el concepto aristotlico de ciencia implicaba el riesgo de que se descuidara la consideracin del aspecto histrico-salv-fico de la revelacin.

    No es ste el lugar para describir la historia de este proceso. Induda-blemente, la teologa escolstica positiva de los ltimos siglos, tal como se encuentra en la mayora de los tratados dogmticos antiguos y recien-tes, est muy lejos de considerar la revelacin desde una perspectiva his-trico-salvfica, a pesar de su frecuente recurso a las fuentes en el pro-batur ex Scriptura et Traditione. Slo desde hace unos decenios se ha producido en este punto una nueva tendencia que predomina en deter-minadas escuelas (sobre todo en la de Tubinga) y telogos. Esta nueva tendencia est vinculada a los grandes avances de la exgesis y de la teo-loga bblica y a una comprensin teolgica ms profunda de los Padres de la Iglesia; se relaciona con las experiencias del movimiento litrgico y con una nueva reflexin teolgica sobre la esencia de la liturgia; pero, sobre todo, est en conexin con un concepto ms radicalmente existencial de la historicidad del hombre y con una reflexin filosfica sobre esta historicidad, y mantiene tambin un dilogo intenso con las otras confe-siones. Por lo que a esto ltimo se refiere, baste mencionar los nombres de O. CuIImann, K. Barth y R. Bultmann para sealar qu estmulos, pero tambin qu problemas, han pasado de la teologa protestante a la catlica en el mbito de la historia de la salvacin.

    Una ojeada a las nuevas publicaciones teolgicas manifiesta hasta qu grado ha vuelto a imponerse en la teologa catlica actual el pensamiento histrico-salvfico. Este pensamiento aparece particularmente en el nuevo Lexikon fr Tbeologie und Kirche y en los Conceptos fundamentales de la teologa (Ed. Cristiandad, Madrid, 21974), que ofrecen en muchos de sus artculos bsicos una fuerte orientacin histrico-salvfica. Pero ape-nas es posible decir otro tanto de las dogmticas catlicas generales hasta ahora existentes. Sin embargo, es preciso reconocer con gratitud que la gran Dogmtica de Michael Schmaus contiene valiosos puntos de partida

    1 Para la teologa monstica de la Edad Media (sobre el sentido y los lmites

    de la expresin habra mucho que discutir), cf. sobre todo J. Leclercq, Wissenschaft und Gottverlangen, Dusseldorf, 1963; para la orientacin histrico-salvfica de Hugo de San Vctor: H. Cloes, ha systmatisation thologique pendant la premire moiti du XII' sicle: EThL 34 (1958), 277-329; para el pensamiento de Buenaventura so-bre la teologa de la historia: J. Ratzinger, Die Geschichtstheologie des hl. Bonaven-tura, Munich, 1959; sobre Toms de Aquino: M. Seckler, Das Heil in der Geschichte, Munich, 1964.

    INTRODUCCIN 27

    para una reflexin ms histrico-salvfica de la revelacin, abriendo as un camino que aqu nos proponemos seguir.

    Sin embargo, debe quedar bien sentado que, a pesar de su conexin con una gran tradicin teolgica, la actual teologa de la historia de la salvacin tiene que recorrer caminos nuevos. Un simple retroceso a la concepcin de la historia de la salvacin que tenan, por ejemplo, los Padres de la Iglesia (o un determinado Padre de la Iglesia) nos est ve-dado por la sencilla razn de que el concepto mismo de historia de la salvacin debe concebirse en el horizonte del pensamiento actual de mane-ra diversa a como lo fue, o pudo serlo, en otras circunstancias. Precisa-mente en el pensamiento moderno sirva como ndice revelador el nom-bre de Bultmann se ha puesto en tela de juicio la posibilidad misma de una teologa histrico-salvfica y el modo en que debe presentarse. Una dogmtica catlica actual no puede, en consecuencia, renunciar a precisar en qu sentido se entiende la historia de la salvacin y cmo debe desarrollarse la teologa histrico-salvfica. Una vez precisado esto, se acometer la empresa de elaborar la temtica de una dogmtica cat-lica en una perspectiva histrico-salvfica. Antes de acometer la tarea, bsica para toda la obra, de una teologa fundamental de la historia de la salvacin, hemos de explicar brevemente en esta introduccin algunas nociones previas: 1) el concepto, y 2) las caractersticas de una teologa histrico-salvfica, que distinguen la orientacin de esta obra, as como 3) el cometido de una dogmtica histrico-salvfica y su desarrollo en la estructura de esta misma obra.

    1. Ante todo debemos determinar qu es la teologa en general y qu es la teologa histrico-salvfica en particular. Una nocin previa no puede pretender, evidentemente, dar una definicin general de teo-loga y de historia de la salvacin que examine todos los problemas. Slo ms adelante puede y debe exponerse una definicin de este gnero. Y es claro que la definicin completa no tiene por qu invalidar la nocin previamente desarrollada, sino que ms bien debe confirmarla y expla-narla. En todo caso, esta nocin parece imprescindible para poner en mar-cha la investigacin, y precisamente en el sentido en que aqu va a ser propuesta, es decir, en el sentido de una dogmtica de la historia de la salvacin. Comencemos, pues, sencillamente con la pregunta: qu es teologa? Podemos dar una primera respuesta (y de esto se trata en esta introduccin) considerando la teologa como acto y en razn de su objeto. La definicin as conseguida abrir tambin el camino al conocimiento de una teologa de la historia de la salvacin.

    a) Si se considera la teologa como acto, como una determinada actividad humana, y se pregunta de qu actividad se trata, se la puede designar, con la expresin clsica, como intellectus fidei, como conoc-

  • 28 INTRODUCCIN

    miento de la fe. En este concepto, tal como nosotros lo empleamos aqu, la fe misma es entendida tambin como acto, como fides qua creditur. En este sentido subjetivo, la teologa presupone la fe y la luz de la fe, y surge de un movimiento de asimilacin espiritual y de reflexin, me-diante el cual la fe avanza hacia el conocimiento de las cosas credas (fides quaerens intellectum) sin dejar por eso de ser fe. La afirmacin de que la fe constituye la base necesaria de la teologa se comprende teniendo en cuenta que la fe, por ser un acto total, implica un sometimiento del hom-bre, de su pensamiento y de su voluntad a la palabra de Dios. En la fe se trata realmente de hacer a todo pensamiento cautivo de la obediencia a Cristo (2 Cor 10,6). Para Pablo, la fe es esencialmente obediencia a la fe (Rom 1,5). En cuanto tal, se opone a toda autoglorificacin (Rom 3, 27) del hombre.

    La conexin fundamental entre fe y palabra de Dios se hace patente en Rom 10,13-17: ... pues todo el que invoque el nombre del Seor ser salvo. Pero cmo se puede invocar a aquel en quien no se cree? Y cmo se puede creer en aquel de quien no se ha odo hablar? Y cmo se puede or hablar si no hay quien lo anuncie? Y cmo se ha de anun-ciar si nadie es enviado?... As, pues, la fe viene de la predicacin, y la predicacin se hace mediante la palabra de Cristo. Sobre este pasaje, en el que la fe se relaciona con el or (xoew/xoiri), el or con el predicar (xTipffcrsiv), el predicar con la palabra de Cristo {j[xa XpwrcoO), nunca reflexionar demasiado la teologa. En frmula paulina, esto significa que la teologa presupone la fe, en la que el hombre entero se somete a la palabra de Dios, que llega hasta l en el kerigma de la Iglesia. Y con esto se plantean a la reflexin teolgica varias cuestiones decisivas, sobre todo la cuestin capital de cmo puede el hombre or internamente y percibir la palabra de Dios sin que esa palabra caiga bajo su propia inter-pretacin (de pecador) y sea as despojada de su fuerza2. Ms adelante volveremos sobre esta y otras cuestiones. Baste, por el momento, con esta somera alusin.

    Con todo, la teologa no es simplemente fe, sino conocimiento de la fe. El mismo Pablo menciona, en el pasaje citado de la carta a los Roma-nos, una expresin de la fe que no se identifica con la misma fe, si bien la presupone: Cmo se puede invocar a aquel en quien no se cree? (v. 14). Y con mayor claridad an dice antes: Si, pues, confiesas con tus labios que Jess es el Seor y crees en tu corazn que Dios le resucit de entre los muertos, sers salvo. Porque por la fe del corazn se consi-gue la justificacin, y la confesin de la boca consigue la salvacin (Rom 10,9s). La fe, pues, se exterioriza en la confesin (O\OXQYZZV) O en la

    2 Cf. sobre esto K. Rahner, Tbeologische Anthropologie: LThK I (1957), 623s.

    INTRODUCCIN 29

    invocacin (-rcwcaXsEv). La cadena en que se engarza cada uno de los anillos se compone de estos eslabones: confesin-fe-audicin-predicacin-palabra de Cristo. Cada elemento presupone el otro. Ahora bien: no se puede equiparar sin ms la teologa como intellectus fidei con la homo-loga paulina. Confesin de la fe expresa algo ms primordial que cono-cimiento de la fe.

    Sin embargo, habr que preguntarse con toda seriedad si en la teo-loga todo est en regla cuando no incluye el momento de la confessio. En todo caso, Agustn no habra entendido la teologa en otro sentido. Pero, desde luego, en la teologa se aade algo a la fe. Y este algo se puede definir como reflexin. As es fcil advertir, ya desde los comienzos, que cabe deslindar con precisin la teologa y la fe. La fe, en efecto, nunca carece totalmente de reflexin, de intellectus, sino que, por as decirlo, avanza insensiblemente hacia un conocimiento de la fe. En este sentido, todo creyente consciente de su fe tiene su teologa, y en ella expresa el contenido de su fe dentro de un determinado horizonte de conocimiento y lo confronta con otros contenidos. Es claro que con esto no se ha obte-nido an el concepto cientfico de teologa. De esta teologa cientfica slo puede hablarse cuando la reflexin es llevada a cabo tambin con mtodo y crtica, utilizando todos los medios de que dispone el pensamiento hu-mano. Sin embargo, esta reflexin no es crtica respecto de su objeto, como si quisiera aduearse de l (empresa imposible), sino slo y nica-mente respecto de la perspectiva en que el pensamiento humano ejecuta su tarea en orden a conseguir, a partir de la fe, un conocimiento mejor del objeto. De este modo, tenemos ya una primera definicin de la teo-loga como conocimiento de la fe; definicin que, por un lado, permite reconocer la conexin entre teologa cientfica y simple conocimiento de la fe, y por otro, abre el paso a una articulacin ms estricta de la teologa cientfica, tal como ser propuesta en el ltimo captulo del segundo tomo. Adems, la teologa, tanto en su forma precientfica como en la cientfica, no debera pasar por alto su conexin con la confesin en el sentido paulino, aun cuando nuestra teologa, como conocimiento de fe, no equivale estrictamente a la homologa de la carta a los Romanos, sino que es a la vez ms y sobre todo menos. La teologa cientfica es, por tanto, de acuerdo con la nocin previa que estamos desarrollando, la reflexin metdica y crtica de todo lo que se propone en el kerigma de la Iglesia y se acepta en el acto de fe, en el cual el hombre se somete a la palabra de Dios.

    h) Esta definicin de teologa bajo el aspecto de acto debe ser com-plementada mediante la consideracin de su objeto. Tal consideracin tiene que partir del hecho de que el objeto de la teologa se identifica con el objeto de la fe. La teologa como comprensin de la fe se refiere a

  • 30 INTRODUCCIN

    aquello mismo a lo que la fe se ordena. El objeto de la fe es, en ltimo trmino, Dios mismo3.

    Esta afirmacin fundamental necesita algunas aclaraciones, dentro del marco de la comprensin inicial que aqu esbozamos. Cuando se afir-ma que el objeto central de la teologa es Dios mismo, tambin se afirma, como consecuencia, que este objeto central no es, exactamente hablando, la fe. La teologa no es en primer trmino una pistologa, doctrina sobre la fe, sino doctrina sobre Dios. La idea contraria encierra el peligro de limitar la dimensin objetiva de la fe. En la teologa se habla de Dios en cuanto que Dios se ha abierto al hombre en su palabra y esta palabra ha sido recibida en la fe. La orientacin objetiva de la fe a Dios puede ex-presarse muy bieri, en este primer estadio de reflexin, con la frmula agustiniana: credere Deo, credere Deum, credere in Deum4. Esta frmu-la destaca de una manera vigorosa el carcter personal de la fe. En pri-mer trmino, no se cree algo (credo aliquid), sino que la fe se dirige a alguien (credo alicui, credo Ubi). Creer, pues, en sentido teolgico, sig-nifica: credere Deo, en cuanto que Dios es aquel a quien creemos en su testimonio y apoyados en su testimonio (auctoritas Dei revelantis como objeto formal de la fe); credere Deum, en cuanto que, en definitiva, es Dios el que se comunica al hombre, de modo que creemos en l (Dios como objeto material primario de la fe); credere in Deum, por cuanto que el hombre, en el acto de fe, se abandona a Dios por entero y, en una fe ya totalmente realizada, se dirige a Dios con amor y confianzas. La fe, pues, se ordena a Dios de esta triple manera. Pero con ello se plantea el problema de las relaciones entre la fe y las diversas verdades de fe que hay que creer. De ellas hay que afirmar, en la medida en que podemos hacerlo de momento, que no deben ser credas simplemente como ais-ladas entre s, sino en cuanto que expresan, de una u otra forma, aspectos de la historia de Dios y del hombre. Cada una de las verdades de fe alcan-za su total profundidad solamente cuando es comprendida, segn la frmula agustiniana antes citada, dentro de su unidad radical; por otro lado, describen los diferentes aspectos del encuentro que se realiza entre Dios y el hombre, dando as a la fe su contenido total, preciso y concreto. De este modo, la fe est siempre orientada a la vez a las verdades de fe y al Dios que se encuentra en ellas, como ha dicho Santo Toms con frmula exacta: Actus credentis non terminatur ad enuntiabile sed ad

    3 Cf. la argumentacin de Santo Toms en Sumtna Theologica, I, q. 1, a. 7c.

    4 Para la historia de esta frmula, vase Th. Camelot, Credere Deo, credere Deum,

    credere in Deum. Pour l'histoire d'una formule traditionnelle: RSPhTh 30 (1941-42), 149-155; Ch. Mohrmann, Credere in Deum: Ml. de Ghellinck (Gembloux, 1951), 277-285.

    5 K. Rahner acenta la importancia del credere in Deum en Advertencias dog-

    mticas marginales sobre la piedad eclesial, en Escritos, V, 373-402.

    INTRODUCCIN 31

    rem (S. Th., II-II, q. 1, a. 2 ad 2). Y la cosa intentada en la fe es el mismo Dios6.

    Qu se sigue de lo dicho, en orden a una definicin de la teologa a partir de su objeto? En primer lugar, tambin desde esta perspectiva se apunta decididamente a aquella raz de la teologa que es la fe personal, la cual se refiere a Dios como a su objeto (un objeto que es sujeto en el ms alto grado). La teologa tiene que tratar siempre de un objeto que la desborda radicalmente: del misterio por antonomasia. As, su situacin no puede compararse con la de ninguna otra ciencia. A lo cual se aade que, si el objeto de la teologa y el de la fe son idnticos, entonces la dia-lctica que rige entre las diversas verdades de fe y la unidad ltima del objeto de la fe y que responde a la frmula credere Deo, credere Deum, credere in Deum, es aplicable tambin a la teologa. Esto significa que la teologa debe considerar la multiplicidad de las verdades y proposiciones de fe en el mbito de la unidad ltima de su objeto. El problema no con-siste en establecer entre las diversas verdades de fe, como a posteriori y por medio de ensamblamientos puramente extrnsecos, algunas relaciones que produzcan una cierta unidad; ms bien debe entenderse, desde el principio, que la pluralidad nace y se apoya en la unidad. La fuerza in-terna de una teologa no se manifiesta, pues, tan slo en un anlisis cada vez ms minucioso de las partes de su objeto, sino tambin en la visin general de su unidad ltima, en la sntesis. De la unidad del objeto en el que se apoya recibe la teologa, no menos que la fe, su unidad interna.

    c) Una vez conseguido este concepto preliminar de la teologa, no es difcil hallar, a partir de l, el acceso a una teologa de la historia de la salvacin. La apertura de la teologa a la historia de la salvacin se deriva necesariamente de lo que hemos explicado acerca de la teologa como comprensin de la fe (a) y de la reflexin sobre la teologa a partir de su objeto (h).

    La teologa en cuanto comprensin de la fe presupone, como hemos indicado (Rom 10,13-17), la audicin de la palabra de Dios. Lo cual sig-nifica que la teologa se remite a la historia de la salvacin, en la que se le comunica al hombre esta palabra de Dios: Antiguamente habl Dios a los padres repetidas veces y de diversas maneras por medio de los pro-fetas; pero al final de estos das nos ha hablado por medio de su Hijo (Heb 1,1). Tarea de la teologa es considerar estas palabras en su progreso desde el antes al ahora, desde la multiplicidad de las palabras a la Palabra, que es el Hijo. Pero esta consideracin slo puede llevarse a trmino te-niendo ante los ojos la historia de la salvacin en la que acontece la pala-bra de Dios en su unidad con la accin de Dios. Con esto queda planteado

    ' H. Ott, Dogmatik und Verkndigung, Zurich, 1961, 34s, muestra con toda cla-ridad que la teologa catlica y la protestante pue4en darse aqu la mano.

  • 3 2 INTRODUCCIN

    el problema de una teologa histrico-salvfica, pero slo en un sentido muy general, pues ahora surgen inevitablemente varias preguntas: Qu se entiende aqu por historia de la salvacin? Qu relacin existe entre palabra de Dios e historia de la salvacin? Cmo debe concebirse la uni-dad entre palabra y accin en la historia de la salvacin? Qu relacin existe entre la historia particular de la salvacin del AT y del NT y la historia universal de la humanidad en la que esa historia acontece como salvacin total? Est el hombre abierto esencialmente a una palabra de Dios que se le comunica en la historia? No es preciso que en la introduc-cin nos ocupemos de responder a estas y otras preguntas. Lo decisivo, por el momento, es que se haya puesto de relieve, en un primer examen general, la referencia de la teologa a la historia de la salvacin y que hayan ido cobrando vida las cuestiones de las que se ha de hablar, prin-cipalmente en este volumen, y de un modo particular en el captulo pri-mero, que tiene carcter fundamental.

    Una reflexin sobre el objeto de la teologa manifiesta, esta misma relacin entre la teologa y la historia de la salvacin. Dios es objeto de la fe y de la teologa como comprensin de la fe slo en tanto en cuanto se abre al hombre. Cmo hay que concebir exactamente esta manifestacin de Dios, qu elementos y fases comprende, son cuestiones que slo pueden ser estudiadas en una teologa fundamental de la historia de la salvacin. Con todo, ya una primera reflexin muestra que la manifestacin de Dios acontece en un proceso histrico, en el que Dios habla al hombre tratando con l y trata al hombre hablando con l. El punto culminante, nico e insuperable de esta manifestacin divina es Jesucristo, la Palabra hecha carne. De este modo, nuestras palabras sobre Dios estn ligadas a la ma-nifestacin de Dios en la historia de la salvacin. Como los Padres griegos dicen, y como se ver ms particularmente en la teologa trinitaria, no es posible ninguna afirmacin acerca de Dios en su vida ntima trinitaria y, por tanto, ninguna teologa en el sentido estricto de la palabra sin una referencia a la oikonomta, a la manifestacin del Dios trino en la his-toria salvfica. Pero tambin es verdad que, careciendo de la dimensin profunda de la teologa, sera necesariamente superficial y somera toda afirmacin sobre la oikonomta y la historia de la salvacin. Lo que Barth dice de la teologa evanglica vale tambin para la catlica: El objeto de la teologa evanglica es Dios en la historia de sus hechos7.

    Aunque la explanacin de lo que en sentido estricto se entiende por historia de la salvacin y por teologa ha de llevarse a trmino ms ade-lante (en los captulos I y VI), deben mencionarse ya aqu, en conexin con esta primera y general afirmacin de que la teologa est remitida a la historia salvfica, algunos puntos de vista que van a ser cuidadosamen-

    7 Karl Barth, Einfbrung in die evangescke Tbeologie, Zurich, 1962,15.

    INTRODUCCIN 33

    te considerados en esta obra, justamente porque en ella se intenta dar una sntesis de la teologa de la historia de la salvacin.

    De cuanto llevamos dicho se infiere la importancia fundamental de una reflexin teolgica sobre la realidad, que designamos con el nombre de historia de la salvacin. En las precedentes consideraciones se ha em-pleado el concepto de historia de la salvacin en un sentido ms bien pre-cientfico, no elaborado. Pero una teologa actual, orientada en sentido histrico-salvfico, no puede contentarse con esto, sino que requiere una reflexin teolgica a fondo sobre lo que debe entenderse por historia de la salvacin. Y esto no slo porque, al menos en la teologa protestante, est sometido a discusin el sentido y la tarea de una teologa histrico-salvfica8, sino tambin por razones estrictamente objetivas que, como se demuestra en la introduccin del captulo I, exigen una reflexin tras-cendental sobre la historicidad del hombre y sobre su esencial referencia a la historia de la salvacin. Dado que una reflexin de este tipo incluye necesariamente la totalidad de la teologa, en ella se encierra una visin anticipada del Mysterium salutis que pretenden desarrollar en sus aspec-tos particulares los diferentes volmenes de esta obra.

    Una teologa de la historia de la salvacin debe poner de relieve, con todas las consecuencias, que la revelacin tiene una verdadera historia. Esta afirmacin se refiere tanto a la revelacin en sus diversas etapas de formacin como a la revelacin que concluy en la poca apostlica y que se transmite histricamente en el tiempo de la Iglesia. Sobre la historici-dad de la revelacin, tanto en su formacin como en su transmisin dentro de la Iglesia, se hablar en los captulos siguientes. Aqu baste con aludir a las consecuencias metodolgicas que se derivan de ese hecho objetivo. Una vez aceptada la historicidad de la revelacin, no puede reducirse la Escritura a una coleccin de dicta probantia, aducida como fundamenta-cin de los dogmas o de las tesis teolgicas. Por el contrario, la teologa bblica debe integrarse en una teologa histrico-salvfica, de modo que destaquen claramente las diversas fases de la revelacin. La misma refle-xin vale respecto del carcter histrico que tiene la transmisin de la re-velacin (concluida) en el tiempo de la Iglesia, la cual exige que se tenga presente el coeficiente histrico de las afirmaciones dogmticas y, en consecuencia, tambin la historia de los dogmas.

    Una teologa con orientacin histrico-salvfica exige asimismo el es-fuerzo de remontarse, a travs de todos los testimonios de la Escritura y de la tradicin, al acontecimiento de la revelacin para incluirlo en la re-flexin teolgica. La esencia del misterio que estudia la teologa hace que el pensamiento no pueda apoderarse del hecho de la revelacin (con todas

    ' Para la problemtica de una teologa histrico-salvfica, cf. la introduccin al ca-ptulo I y la bibliog'"'fa all mencionada.

    3

  • 34 INTRODUCCIN

    sus implicaciones, tambin de carcter esttico y esencial) como de un objeto. Cuando, en este sentido, la teologa se afana por empalmar con el hecho de la revelacin, no se contenta con desarrollar una lista ms o menos fija de tesis, sino que intenta establecer los datos bblico-teolgicos fundamentales para llegar, a partir de ellos, a cada uno de los temas par-ticulares. Por este motivo, la presente obra concede gran relieve a la teo-loga bblica, pero una teologa bblica que no se limite a presentar pasa-jes aislados, sino que intente abarcar todo el conjunto. En qu sentido se habla exactamente de una teologa bblica, qu papel desempean en el conjunto de la teologa los documentos eclesisticos; estas y otras cues-tiones slo podrn ser discutidas ms adelante (en los captulos I I I y IV). Sin embargo, ya desde ahora puede advertirse que corresponde a los do-cumentos eclesisticos, y concretamente a los del magisterio, la tarea de mostrar el camino hacia el hecho originario de la revelacin, pues este hecho trasciende todo testimonio tanto de la Escritura como de la tra-dicin.

    Un esfuerzo de esta naturaleza por subrayar el carcter histrico de la revelacin y remontarse constantemente al hecho de la revelacin tiene, como es natural, profundas consecuencias tanto para la estructuracin como para el modo en que se han de considerar los diferentes temas teo-lgicos. Respecto de la estructuracin, se procura destacar la ordenacin por etapas de la historia de la revelacin; en cuanto al modo de considerar los diferentes temas, se trata de incluir algunas cuestiones hasta ahora apenas tratadas en las reflexiones y en la sistemtica de la teologa o tratadas insuficientemente, as como de ofrecer una interpretacin completa a partir de una visin general de la historia de la salvacin. As, por ejemplo, la doctrina de la creacin no se podr limitar a un anlisis del concepto abstracto de creacin, sino que habr de mostrar cmo la creacin debe ser entendida a partir de la alianza y en orden a ella. De igual modo, la cristologa no puede contentarse con una descripcin abstracta del ser de Cristo, sino que debe considerar la humanidad de Cristo tambin en su realizacin histrica. Basten estas dos alusiones. La medida en que la visin histrico-salvfica aqu preconizada determina la estructura de esta obra y el desarrollo de cada tema en particular slo podr verse a lo largo de la misma obra. En todo caso, se tiene siempre en cuenta tanto el aspecto esencial como el existencial de la teologa, en cuanto que una teologa de orientacin histrico-salvfica debe atender no slo a las estructuras permanentes de su objeto, sino tambin al hecho histrico e irrepetible9.

    Hay que advertir, finalmente, que esta perspectiva que ponemos como

    ' Para la diferencia entre teologa esendal y existencial, cf. K. Rahner, Escritos I, 25-27.

    INTRODUCCIN 35

    base de la obra hace muchas veces inevitable una nueva serie de concep-tos. La formacin y el empleo de nuevos conceptos teolgicos un pro-ceso que no se puede llevar adelante sin esfuerzo no obedece a una moda ni a un deseo de esoterismo profesional, sino que viene exigida fundamentalmente al menos por la materia en s y por la perspectiva desde la que se considera esa materia. Dado que el criterio para el empleo de esta nueva serie de conceptos es muy variable, se explica que exista cierta diversidad en las distintas colaboraciones de la obra, de acuerdo con la idiosincrasia y con el modo de pensar de cada uno de sus autores. Esta diversidad no constituye tan slo un mal inevitable, sino que ofrece dos ventajas importantes: por un lado, la mayor amplitud para el empleo de nuevas expresiones obliga a reflexionar con mayor nitidez sobre el tema en cuestin e impide aferrarse a determinadas frmulas estereotipa-das; por otro, deja espacio al lenguaje tradicional y garantiza la conexin con la tradicin teolgica precedente, que no debe ser interrumpida, sino continuada. Esto tiene que patentizarse tambin en los conceptos teol-gicos, los cuales deben sealar tanto el camino ya andado como el que queda por andar.

    2. A partir d

  • 36 INTRODUCCIN

    As, no es posible una exposicin de la creacin ni de la consumacin escatolgica del hombre y del mundo sin apoyarse en la cristologa. Incluso cuando se trata de Dios en su vida ms ntima es patente la referencia cristolgica, en cuanto que Cristo es el revelador del Padre. Como dice Juan, nadie ha visto a Dios; el unignito de Dios, que est en el seno del Padre, ese mismo lo manifest (Jn 1,18). Quien ha visto a Jess ha visto al Padre (cf. Jn 14,9). En este mismo sentido llama Pablo a Cristo imagen del Dios invisible (Col 1,15; 2 Cor 4,4). En l, pues, se ha de conocer quin es el Padre. El es el verdadero smbolo real de Dios en el mundo a, como indica Agustn cuando escribe: Non est enim aliud Dei mysterium nisi Christus (Ep., 187, n. 34). Dado que el Padre slo se expresa enteramente en Cristo, que es la Palabra por antonomasia, no existe ninguna teo-loga (en el sentido ms estricto) que no presuponga la cristo-logia. De ese modo, todos los rasgos de la teologa histrico-salvfica tienden a revalorizar el cristocentrismo, teniendo muy en cuenta el cristocentrismo de la teologa paulina y jonica.

    b) Una dogmtica histrico-salvfica debe recoger tambin el as-pecto pneumtico y pneumatolgico. Esto puede probarse de diversas maneras. Se ve, ante todo, estudiando ms detenidamente la conexin entre teologa y revelacin. Como se mostrar ms adelante, la revelacin pblica llega a su fin con la era apostlica (con los testigos del aconteci-miento de Cristo). Pero esto plantea la pregunta de cmo esa revelacin ya concluida est presente en la reflexin teolgica. Se trata solamente de hacer presentes unos hechos del pasado y unas palabras pronunciadas en otro tiempo valindose de los documentos permanentes de la Escritura y de la tradicin, que seran fijados, analizados y expresados en frmulas nuevas, como sucede cuando se emplean testimonios profanos de una in-vestigacin de tipo puramente histrico? Incluso en este caso habra que pensar, para el proceso total, en una intervencin del Espritu Santo; pero entonces su intervencin quedara reducida a la funcin meramente nega-tiva de preservar a la Iglesia de todo error en sus frmulas (en aquellas que es necesario creer). Considerar as las cosas sera algo totalmente in-adecuado a la realidad de que se trata. A la Iglesia no se le han confiado tan slo frmulas de las que puedan derivarse nuevas frmulas dogmti-cas y teolgicas a, sino que le ha sido entregada la realidad misma signi-ficada en la palabra. Como se demostrar en el captulo dedicado a la presencia constante de la revelacin en la Escritura y la tradicin, la tra-dicin en el tiempo de la Iglesia no es tan slo verbal, sino real. Esto

    u Cf. para esto K. Rahner, Para una teologa del smbolo, en Escritos, IV, 283-

    321; E. H. Schillebeeckx, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, San Sebastin, 1965.

    13 Para todo el conjunto, vase K. Rahner, Escritos, I, 60-63; IV, 21-25.

    INTRODUCCIN 37

    significa que la revelacin, concluida en la era apostlica, est presente en la iglesia como realidad viviente. Pero esto slo puede ocurrir en la medida en que la transmisin de la revelacin est sustentada por la accin del Espritu Santo. A partir de aqu puede verse por qu la teologa tiene, en razn de su raz, la fe, un carcter esencialmente pneumtico. Esta ob-servacin no dice directamente que el Espritu Santo sea objeto de la re-flexin teolgica (aunque tambin la reflexin sobre l debe tener lugar en la teologa), sino que el Espritu Santo personifica el principio en virtud del cual la teologa puede alcanzar, en la fe, su objeto como realidad viva. En la fe, el Espritu Santo abre al telogo el horizonte sobrenatural en el que la reflexin teolgica puede concebir de un modo apropiado la reve-lacin; y en este sentido tiene la teologa, en su misma raz, carcter pneumtico.

    Dando un paso ms, se puede preguntar si la teologa no deber ser sostenida y vivificada por la accin del Espritu Santo tambin como com-prensin de la fe. En todo caso, segn la Escritura, esto debera ser evi-dente si la teologa tiene carcter de profesin existencial de fe (homolo-ga), ya que esta profesin de fe, en su pleno sentido neotestamentario, se realiza en el Espritu Santo (1 Cor 12,3). Para los Padres de la Iglesia era evidente que la teologa, en cuanto gnosis-sapientia, encierra un ele-mento carismtico; con todo, pusieron la teologa, como realizacin que afecta al hombre entero, en conexin con la salvacin. La evolucin pos-terior, al acentuar en la teologa el carcter cientfico y la actividad de la ratio que aquella acentuacin implicaba, debilit la concepcin patrs-tica de la teologa como actividad total y su aspecto carismtico. Esta concepcin fue parcialmente recuperada en otro lugar, concretamente en la doctrina sobre los dones del Espritu Santo. Por muy justificada que pueda aparecer tal evolucin, considerada en su conjunto ya que asigna al pensamiento humano el puesto que le corresponde en la especulacin teolgica y hace indispensable el esfuerzo por conseguir en el trabajo teo-lgico conceptos claros y fundados, parece muy problemtico poder pasar por alto el aspecto carismtico de la comprensin de la fe o consi-derarlo slo como un accesorio hermoso, pero superfluo en el fondo. No hay que esperar, naturalmente, que la gracia convierta en bueno a un mal telogo. Pero si se tiene presente la estrecha relacin existente entre fe y comprensin de la fe, resulta muy extrao que la teologa, que parte de una raz sobrenatural, tenga que desplegarse exclusivamente a la ma-nera de un proceso mental totalmente profano. En tal caso, el telogo podra renunciar, en su trabajo, a toda invocacin al Espritu Santo. El hecho de que no renuncie indica, con mayor claridad que cualquier teora, que se reconoce (aunque no siempre con mucha claridad) la interdepen-dencia entre la teologa orante y la teologa pensante. El telogo, para realizar bien su trabajo, no puede prescindir del Espritu Santo, y

  • 38 INTRODUCCIN

    debe orar para que le asista si no quiere que su teologa se convierta en una palabrera sin sentido M.

    c) La teologa histrico-salvfica debe concebirse tambin como teo-loga eclesial y debe expresar el elemento eclesiolgico en toda su ampli-tud (rebasando el sentido estricto de la edesiologa). El carcter eclesial de la teologa est en ntima dependencia de lo que se ha dicho acerca del aspecto pneumtico de la teologa, pues segn Ireneo (Adv. Haer., 3, 24) donde est la Iglesia, tambin est el Espritu de Dios, y donde est el Espritu de Dios, tambin est la Iglesia y toda gracia. La Iglesia, comunidad de los creyentes, es el lugar concreto en que debe cultivarse la teologa. Es en la Iglesia donde el telogo tiene su puesto, y debe enten-der su tarea como tarea eclesial.

    La teologa eclesial se relaciona, ante todo, con los testigos prima-rios (Karl Barth) de la palabra, con los hombres profticos del Antiguo Testamento y con los hombres apostlicos del Nuevo 15. Su testimonio normativo llega hasta el telogo a travs de la Escritura, que l lee siem-pre como libro de la Iglesia, entendindola tal como ella desea ser enten-dida en cuanto expresin de la fe normativa de la Iglesia apostlica, cuan-do se trata del NT. La teologa eclesial est en relacin, adems, con toda la corriente de la tradicin y con los doctores y maestros de teologa de las generaciones precedentes, que han trabajado partiendo de la misma fe y sobre "la misma materia, y de los que el telogo se sabe deudor, ya que sin ese trabajo precedente de ningn modo hubiera podido desarrollar l su propia teologa. La teologa eclesial est vinculada, sobre todo, al ma-gisterio vivo de la Iglesia, al cual corresponde formular autnticamente la fe y presentarla de manera normativa. La teologa depende de este ser-vicio del magisterio, y el magisterio, por su parte, necesita el concurso de la teologa.

    Hay que tener en cuenta especialmente que la teologa se debe llevar a cabo en la Iglesia de hoy. Esto quiere decir que la teologa debe estar abierta al dilogo multiforme que hoy existe en la Iglesia. Una teologa que se cierre a todo dilogo y se limite a recitar monlogos no puede ser buena ni autntica teologa eclesial. La intervencin en el dilogo actual de la Iglesia slo puede entenderse en el sentido de que la teologa tome parte en este dilogo preguntando, enseando, sirviendo y orientando, no porque ella conozca todo mejor o de antemano, sino porque debe explicar la palabra de Dios, en el horizonte de la poca actual, al hombre de hoy. Dado que, en definitiva, la Iglesia no debe mantener un dilogo consigo

    14 La funcin del Espritu en la investigacin teolgica ha sido muy acertadamente

    destacada por K. Barth, Einfhrung in die evangelische Theologie, Zurich, 1962, 57-68.

    15 K. Barth, Einfhrung, 34.

    INTRODUCCIN 39

    misma, sino que debe estar abierta al contacto con las dems comunidades eclesiales y con el mundo, tambin la teologa debe tomar parte en este dilogo. No le es lcito prescindir en sus afirmaciones del actual dilogo abierto, sino que debe presentarse como teologa ecumnica w, que no slo quiere delimitar y distinguir, sino tambin (ciertamente, sin compromisos en cuanto a la verdad) unir y salvar distancias. La aceptacin de esta tarea no delie llevar precisamente a una alienacin de la teologa; por el con-trario, debe prestar un gran servicio al objeto mismo de la teologa, en cuanto que el dilogo puede llevar a un conocimiento nuevo y amplio de la riqueza de la palabra de la revelacin. La sntesis de teologa histrico-salvfica que aqu se va a elaborar tiene la intencin de presentarse como teologa eclesial en el sentido de un dilogo abierto.

    Si lo dicho afecta ms a una determinada cualificacin de la teologa, el matiz eclesiolgico de la reflexin teolgica se refiere, por el contrario, al objeto mismo de la teologa. Si de la cristologa se dijo que debe derra-mar su luz sobre toda la teologa, desbordando los lmites de un tratado especfico, pues toda la historia de la salvacin debe ser entendida a par-tir de la realidad Cristo, algo parecido ocurre tambin con la ede-siologa. En efecto, la Iglesia est asociada, en cierto modo, a toda la historia salvfica (basta pensar en el tema patrstico de la Ecclesia ab Abel), y algunas de las estructuras fundamentales de la Iglesia se encuen-tran en toda la historia de la salvadn. Este punto de vista adquiere par-ticular importancia a la hora de establecer las posturas fundamentales y decisivas del hombre cristiano, que, por otra parte, estn ya bien deter-minadas por su posicin en la comunidad de los fieles. Similarmente, la escatologa debe ser vista de tal modo que los elementos eclesiolgicos de la consumacin queden suficientemente destacados I7.

    d) Lo que se ha dicho del elemento cristolgico y del eclesiolgico que no deben ser estudiados solamente en un tratado, sino que se inte-gran dentro dd conjunto de una teologa histrico-salvfica debe decirse tambin del elemento sacramental. Este elemento no se agota con la ex-posicin de los siete sacramentos y de sus caractersticas comunes. Una vez ms, la teologa, considerada como un todo, proporciona una visin que va ms al fondo y busca su apoyo en la teologa bblica y patrstica de la imagen y del misterio. Karl Rahner ha mostrado que el concepto de smbolo puede aplicarse tambin intratrinitariamente 18. Hay que pensar, en particular, que Cristo, imagen del Dios invisible, es sacramento de Dios y que la Iglesia seala y presenta eficazmente, en visibilidad sacra-

    16 Para el carcter de una teologa ecumnica, cf. sobre todo W. Seibel, kume-

    nische Theologie, en Gott in Welt, II, Friburgo de Br., 1964, 472-498. Cf. tambin, para el carcter eclesial de la teologa, cap. VI, parte III, 2b y c.

    17 Cf., por ejemplo, J. Ratzinger, Himmel: LThK V (1960), 356.

    " K. Rahner, Para una teologa del smbolo, en Escritos, IV, 283ss.

  • 40 INTRODUCCIN

    mental, toda la realidad salvfica de Cristo. Desde aqu se puede inter-pretar cada uno de los sacramentos como divisiones del gran sacramento primordial que es la Iglesia. Estos puntos centrales en la comprensin de los sacramentos derraman una nueva luz sobre toda la historia salvfica en cuanto que en su totalidad aparece la ley de la mediacin sacramental. Por lo dems, los puntos mencionados no deben ser entendidos de una manera meramente esttica. As, Cristo es sacramento de Dios tambin en los misterios de su vida y en su retorno pascual al Padre; toda su ac-tividad es actividad de la Palabra eterna y forma parte, por tanto, de la expresin sacramental de Dios.

    e) Tambin el aspecto escatolgico debe configurar el conjunto de una dogmtica histrico-salvfical9. Una nocin previa de la historia de la salvacin y de la teologa histrico-salvfica permite ver que en la historia de la salvacin se encierran una dinmica y una tensin escato-lgicas que no han sido eliminadas, sino slo radicalmente modificadas por el cumplimiento en la realidad Cristo, ya que en la Iglesia y en el mundo debe conseguirse todava aquello que ya ha sido consu-mado en Cristo. Esta dimensin escatolgica debe ser tenida en cuenta tanto en la protologa como en el estudio de cada una de las fases de la historia salvfica, pero de una manera particular en la doctrina acerca de la Iglesia, de los sacramentos y de las actitudes fundamentales del cris-tiano.

    Hay que considerar, adems, que el carcter escatolgico determina y debe determinar, lo mismo que el eclesial, la estructura ntima de una teologa histrico-salvfica. Esta teologa, precisamente por estar centrada en la historia de la salvacin, debe tomar conciencia de que es teologa de la Iglesia peregrinante, del homo viator, que se encuentra en la Iglesia terrestre camino de la Jerusaln celestial. Por lo cual, tambin ella se halla sometida a la ley de la carta a los Hebreos: Vayamos, pues, a l, fuera del campamento, soportando su ignominia. Pues no tenemos aqu ciudad fija, sino que buscamos la futura (Heb 13,13s). Esta situacin de la teo-loga est ya expresada en el trmino comprensin de la fe, el cual sig-nifica que la teologa presupone la fe, no el lumen gloriae, y que debe realizarse a la manera de una reflexin humano-terrena, distinta de la visin beatfica del cielo. Desde esta perspectiva, la teologa tiene nece-sariamente el carcter de una theologia crucis y no de una theologia glo-riae. Con esto no se niega lo que Pablo (2 Cor 3,7) afirma sobre el servicio neotestamentario de la gloria, en el que tambin la teologa toma parte, ni se pasa por alto la dignidad propia de la teologa, que, segn Santo Toms, estriba en que est orientada, como a su objeto, a la felicidad

    " Cf. H. U. v. Balthasar, Eschatologie: FThh (Einsiedeln, 1957), 403-421.

    INTRODUCCIN 41

    eterna x. La theologia crucis significa, sencillamente, que nuestra teolo-ga est sellada por la situacin de fe y de esperanza, una situacin que tiene vedada la anticipacin de la gloria celeste. Toda teologa debe tomar conciencia, con humildad y modestia, de este hecho. No le es lcito enten-derse como algo definitivo e insuperable. Esta conciencia tiene, induda-blemente, un gran alcance para la existencia teolgica y precave de ese triunfalismo teolgico que hara de la teologa algo completamente in-aceptable para el hombre de hoy.

    f) Tiene tambin especial importancia para la teologa histrico-salvfica la acentuacin del aspecto antropolgico. Tambin de la antro-pologa debe decirse que no constituye un tratado particular de la teo-loga, sino que, a su manera, afecta a la totalidad de la reflexin teolgica. Esta afirmacin debe ser rectamente entendida, en el nivel de una primera aproximacin al tema, para que no se emprenda un camino teolgico falso. Este sera el caso si el hombre se convirtiera en medida de la palabra de Dios y la gran revelacin de Dios fuera reducida a una dimensin pura-mente humana. Contra este peligro previene expresamente Hans Urs von Balthasar. Frente a una interpretacin antropolgica y unilateral de la re-velacin, l insiste: Lo que Dios quiere decir al hombre en Cristo no pue-de recibir una norma ni del mundo en su conjunto ni del hombre en par-ticular, sino que es absolutamente teo-lgico, o, mejor, teo-pragmtico: accin de Dios hacia el hombre, accin que se manifiesta ante el hombre y para el hombre (y slo as al hombre y en el hombre) 21. La conciencia cristiana (y, por tanto, la teologa) slo puede entenderse en orden a la glorificacin del amor divino: ad maiorem divini amoris gloriam rL. En este sentido, una teologa histrico-salvfica debe poner de manifiesto y reflexionar sobre la accin de Dios, en la que se manifiesta su gloria.

    Pero esta interpretacin teo-pragmtica de la revelacin no excluye una determinacin antropolgica de la teologa en su conjunto, sino que viene ms bien exigida justamente por la peculiar manera con que Dios acta.

    Dios dirige siempre su palabra al hombre. Quien recibe la palabra es el hombre, a quien Dios se quiere comunicar. Lo que l dice al hombre tiene, por tanto, una dimensin antropolgica, es una palabra que intenta situar al hombre ante una decisin. No se puede fundamentar ya aqu una interpretacin existencial de la revelacin en un sentido totalmente positivo, como aspecto de una interpretacin teo-lgica o teo-pragmtica general? Algo parecido piensa H. Ott cuando escribe: La afirmacin y

    20 Fins autem huius doctrinae inquantum est practica, est beatitudo aeterna, ad

    quam sicut ad ultimum finem ordinantur omnes alii fines scientiarum practicarum (I, q. 1, a. 5c).

    21 H. U. v. Balthasar, Glaubbaft ist nur Liebe, Einsiedeln, 1963, 5.

    22 Loe. cit., 6.

  • 42 INTRODUCCIN

    la exigencia teolgica de una interpretacin existencial significa que debe notarse una diferencia en mi situacin existencial, segn que yo tenga un creador o no lo tenga. La doctrina acerca de la creacin no es una simple hiptesis de las ciencias naturales que se pueda admitir o rechazar, pe-sando, de un modo abstracto, los argumentos a favor y en contra. La situa-cin humana es completamente diferente segn que Jesucristo haya sido o no crucificado por nosotros y haya resucitado o no de entre los muertos. Y as sucesivamente. Y todo cambio en la situacin debe ser demostrable, debe ser expresable. Si no fuera as, no tendra yo ningn derecho a establecer afirmaciones de fe, y si, a pesar de todo, las estable-ciera, se tratara de una especie de juego, que no merecera ser credo por aquel que me escucha a. Una teologa catlica histrico-salvfica puede y debe hacer suya la interpretacin existencial como manifestacin y re-sultado de esta diferencia. En este sentido pueden verse en una perspec-tiva antropolgica las afirmaciones fundamentales de la revelacin, tal como ha hecho Karl Rahner en la siguiente frmula: El hombre creyente cristiano se conoce como aquel a quien ha hablado Dios en la historia, a pesar de su condicin y en su condicin de criatura y de pecador, con una palabra que es una manifestacin absoluta, libre y graciosa de la vida propia de Dios M.

    Hay que considerar, adems, que Dios habla como hombre al hom-bre25. Lo cual significa que el carcter antropolgico de la teologa se deriva necesariamente de su carcter cristolgico. Si Cristo es verdadera-mente la Palabra de Dios a los hombres, en la que Dios se revela defi-nitiva e insuperablemente, entonces no existe ninguna teo-loga en senti-do pleno y total que no sea cristo-logia y antropo-loga, ya que el hombre Jess es la imagen y el smbolo real de Dios en este mundo. Con esto no se ha determinado an la relacin exacta entre cristologa y antropologa teolgica, ni esta determinacin pertenece a la nocin previa que ahora nos ocupa. Pero, entre tanto, es decisivo reconocer que de la cristologa se deriva necesariamente para la teologa un carcter antropolgico ge-neral.

    g) En fin, la teologa histrico-salvfica que aqu se quiere elaborar debe tener en su conjunto un carcter kerigmtico y pastoral. Con esto no se quiere decir que se deba construir una teologa kerigmtica al mar-gen de la teologa cientfica, sino que se pide que la teologa (cientfica) de la historia de la salvacin incluya tambin una dimensin kerigmtica y pastoral. La justificacin de esta exigencia se halla, en ltimo trmino,

    23 H. Ott, Existentile Interpretation una anonyme Christlichkeit, en E. Dinkler

    (editor), Zeit und Gescbichte, Tubinga, 1964, 370. 24

    K. Rahner, Anthropologte (tbeologiscbe): LThK I (1957), 624. 25

    Cf. sobre esto H. U. v. Balthasar, Dios habla como hombre, en Verbum Caro (Madrid, 1964), 95-125.

    INTRODUCCIN 43

    en el hecho de que la teologa, por ser comprensin de la fe, depende de la palabra que Dios dirige al hombre. Y esta palabra encierra, segn la Escritura, una total relacin al hombre, ya que pone al hombre entero ante una decisin. De esta manera, la tarea de la teologa consiste en considerar la palabra de Dios en toda su riqueza y amplitud, de donde se deriva la inclusin del aspecto kerigmtico y pastoral en la reflexin teolgica.

    Esta misma exigencia puede fundamentarse tambin en el carcter eclesial de la teologa. La teologa no es una especialidad esotrica para iniciados, sino que tiene por principio su puesto en la comunidad eclesial. Por eso debe ser entendida siempre como servicio a la comunidad y debe contribuir, como los restantes servicios eclesiales, a la edificacin del cuer-po total de la Iglesia. El descuido de esta funcin no slo se traducira en dao para la Iglesia, que depende del servicio de la teologa, sino que la misma teologa quedara perjudicada, porque quedara separada, de alguna manera, de sus races vitales. No hay que olvidar que la palabra servicio debe tomarse aqu en un sentido amplio. No se puede decir que la teologa estara justificada solamente cuando pudiera proporcionar un'a utilidad eclesial de tipo prctico, mediante un conocimiento simple y directo. Semejante perversin de la finalidad de la teologa echara al olvido que la Iglesia necesita tambin la contemplacin desinteresada de la fe, un aspecto que no puede faltar en el trabajo teolgico. La teologa puede formularse, en la prctica, de muy diversas maneras, que no deben oponerse necesariamente entre s (mientras realicen su cometido con la seriedad debida), ya que todas estas formulaciones estn justificadas y son relativamente necesarias en la vida de la Iglesia.

    Las diversas notas de la teologa histrico-salvfica, aqu brevemente esbozadas a ttulo de primera aproximacin, permiten ver cmo se va a desarrollar la teologa en esta obra. Algunas afirmaciones pueden parecer de momento demasiado programticas y con pretensiones de tesis; du-rante la exposicin pueden haber surgido algunos problemas. La funda-mentacin total de lo que se dice, y con ello tambin una respuesta a los problemas, slo es posible una vez que se haya desarrollado toda la obra, a la que estas consideraciones previas quieren servir de introduccin.

    3. Es preciso aadir una palabra para explicar lo que se quiere decir al designar esta obra como dogmtica histrico-salvfica. El concepto de dogma est exhaustivamente expuesto en el captulo IV de este volumen. Baste aqu, en orden a una distincin respecto de las restantes disciplinas teolgicas, con notar brevemente lo que sigue:

    Dogmtica significa ciencia del dogma2S. Pero esta definicin primaria

    26 Para las delimitaciones siguientes, cf. K. Rahner, Dogmatik: LThK III (1959),

    446-454.

  • 44 INTRODUCCIN

    y general debe entenderse bien. No vamos a tomar aqu la dogmtica en un sentido estricto, como si nicamente los dogmas propiamente tales constituyeran el objeto de esta ciencia. Tal concepcin queda ya excluida por la historia (nunca concluida) de los dogmas, a la que tambin la teo-loga debe aportar su contribucin. Pero la dogmtica puede cumplir esta tarea nicamente si la entendemos en un sentido general, como conoci-miento de toda la riqueza de la revelacin que ella debe elaborar cientfi-camente, es decir, de forma metdica y crtica; y ya se ha explicado que esta elaboracin ha de ser llevada a trmino, en la presente obra, en el horizonte de una teologa histrico-salvfica.

    En este concepto de dogmtica se incluye tambin fundamentalmente la dimensin tica, que constituye un aspecto parcial de la revelacin, en cuanto que la manifestacin de Dios en la historia de la salvacin implica tambin determinados imperativos y normas para la conducta humana. En un planteamiento general debe tenerse en cuenta este aspecto parcial, al menos en principio, incluso cuando no se trata de estudiar expresa-mente la extenssima temtica de una teologa moral. Tambin est in-cluida la teologa bblica, pero no como si fuera una parte ms de la dog-mtica, ni tampoco en el sentido de que deba servir slo para probar los dogmas de la Iglesia. La Escritura debe ser revalorizada, en la teologa bblica, como norma non normata de la dogmtica. El modo de realizar este cometido y las cuestiones que plantean las relaciones entre Escritura y teologa son problemas que se discutirn en el prximo captulo III. Dado que la historia de los dogmas debe sealar un aspecto esencial del carcter histrico de la revelacin y de su transmisin a travs de la Igle-sia, se encuadra igualmente en la medida de lo posible entre los temas de una dogmtica histrico-salvfica.

    Debemos distinguir entre una dogmtica as entendida y la teologa fundamental clsica (cuya problemtica no ser discutida aqu). La teo-loga fundamental se ocupa de justificar la revelacin. Tampoco se hablar de todas las ciencias teolgicas que se refieren a la actividad de la Iglesia a lo largo de su historia (por ejemplo, el derecho o la historia de la Igle-sia) o en su presente concreto (teologa pastoral). La teologa pastoral, por ejemplo, no slo debe presentar la esencia permanente de la Iglesia, sino que tambin debe preguntarse cmo debe realizarse la Iglesia en una situacin determinada. Lo cual pide un anlisis teolgico de la situacin presente, porque slo desde este presupuesto pueden conseguirse las nor-mas e imperativos concretos en orden a la actividad de la Iglesia 27. Pero esta manera de considerar las cosas no entra dentro del objeto de una

    a Cf. H. Schuster, Wesen und Aufgabe der Pastoraltheologie ais praktischer

    Theologie: HPTh I (Fributgo de Br., 1964), 93-114.

    INTRODUCCIN 45

    dogmtica histrico-salvfica, aunque los puntos de vista expuestos en esta dogmtica puedan tener una importancia decisiva para la teologa pastoral.

    Supuesta esta distincin, puede describirse la estructura de la obra, a grandes rasgos, de la siguiente manera:

    En este primer volumen se elabora una teologa fundamental que sir-ve de presupuesto a los temas particulares de la dogmtica y pone de relieve las estructuras generales, que son bsicas para la elaboracin de los temas especiales28. Del esquema general de la obra se deduce que la exposicin de los aspectos fundamentales y formales se lleva a cabo en la perspectiva de una dogmtica histrico-salvfica. Como ya se ha indi-cado, es preciso, ante todo, explicar el concepto mismo de historia de la salvacin en una reflexin trascendental sobre la historicidad esencial del hombre y su esencial referencia a la historia de la salvacin. Viene des-pus el tema de la accin y la palabra de Dios en la historia de la salva-cin; en este apartado hay que discutir los problemas de la revelacin, su presencia permanente en la Escritura y la tradicin y su transmisin en la Iglesia. A la accin y a la palabra reveladora de Dios responde en el hombre la fe, a partir de la cual se despliega la teologa como sabidura por el camino de la ciencia.

    Los cuatro volmenes siguientes desarrollan los diferentes temas de la dogmtica desde la perspectiva de una teologa histrico-salvfica. El volumen II trata de Dios como fundamento primero de la historia de la salvacin, de los orgenes de la historia de la salvacin y de la historia de la humanidad antes de Cristo. El volumen III estudia la realidad central, que es Cristo. En el volumen IV se habla del acontecimiento salvfico en la comunidad del Dios-hombre. El volumen V se ordena a la exposicin del camino que recorre el hombre salvado en el tiempo inter-medio y estudia los problemas bsicos de la moral cristiana. Se pone tr-mino a la obra con una mirada a la consumacin de la historia de la salvacin.

    Para esclarecimiento de esta sntesis general debemos aadir que los problemas relativos a la antropologa teolgica se tratan en los volme-nes II, III y V, de acuerdo con la temtica de cada volumen. La mario-loga ha sido incluida, en su mayor parte, como captulo propio, en el volumen III, en el que se habla del puesto y la cooperacin de Mara en la realidad Cristo; tambin se. exponen en el volumen IV, y desde una perspectiva eclesiolgica, algunos problemas mariolgicos especiales. No se ha elaborado un tratado sobre los sacramentos segn el mdulo tradicional. A la cuestin de los sacramentos en general se

    a Sobre el sentido y la tarea de una teologa fundamental y formal, cf. K. Rahner,

    Frmale und fundamntale Theologie: LThK IV (1960), 205s.

  • 46 INTRODUCCIN

    responde en la eclesiologa, en conexin con el problema de los elementos parciales de la institucin de la Iglesia. Cada uno de los sacramentos en particular ser estudiado en los volmenes IV y V, en su lugar corres-pondiente. En cada uno de los volmenes se darn ulteriores indicaciones sobre la estructura de la obra y la exposicin de los diferentes temas.

    J. FEINER M. LOHRER

    FUNDAMENTOS DE LA TEOLOGA

    COMO HISTORIA DE LA SALVACIN

  • A.l

    CAPITULO I

    TEOLOGA FUNDAMENTAL DE LA HISTORIA DE LA SALVACIN

    INTRODUCCIN

    EL PROBLEMA DE LA HISTORIA DE LA SALVACIN EN LA TEOLOGA Y EN LA HISTORIA DE LA TEOLOGA

    El cristiano tiene una relacin inmediata con lo que, en un concepto general, llamamos historia de la salvacin. El se sabe afectado, en su con-creto vivir cristiano, por los sucesos fundamentales de la historia de la salvacin juda y cristiana, que reconoce expresamente en su confesin de fe y recuerda en la prctica de su vida cristiana por medio de los sa-cramentos; todos estos hechos, acaecidos una vez en el pasado, tienen para l un sentido inmediato. En virtud de la conexin de estos hechos salvficos, que confiesa en su fe con toda espontaneidad y naturalidad y que tiene por vitales para su salvacin, con otros sucesos de la misma historia, cobra inters para l esta historia nica y total. Tal reflexin muestra con claridad cuan irrecusable e intransferiblemente est condi-cionado el cristiano, en orden a una comprensin cristiana de la fe, en su preocupacin salvfica, en su propia existencia religiosa, en su creer y en su obrar, por esta historia.

    No resulta as difcil comprender el gran inters por la historia de la salvacin que se descubre en la teologa catlica ms recientel. Ya una simple ojeada nos permite comprobar con cunta frecuencia se habla, en el mbito de la exgesis de la Escritura, pero tambin en el campo de los trabajos dogmticos, de los hechos histrico-salvficos del AT y del NT. En las reflexiones teolgicas sobre la liturgia se declara que la historia de la salvacin es fundamental para un conocimiento litrgico general2. La catequesis se orienta de nuevo hacia los hechos de la historia de la salva-

    1 Puede verse una exposicin de este nuevo movimiento en los artculos de

    R. Schnackenburg y otros, Heilsgeschichte: LThK V (1960), 148-157 (bibliografa); P. Blaser y A. Darlap, Historia de la salvacin: CFT II, 213-235.

    2 Cf. C. Vagaggini, II senso teolgico della liturgia, Roma, 41965.

    4

  • 50 LA HISTORIA DE LA SALVACIN

    cin, que deben ocupar el punto central de la predicacin3. Si ya el libro de Agustn De catechizandis rudibus considera, uno tras otro, los dife-rentes acontecimientos de la historia de la salvacin, comenzando por la creacin, el paraso y la cada, pasando por la historia de los patriarcas, la promulgacin de la Ley en el Sina, la tierra prometida, el exilio babi-lnico, hasta llegar a Cristo, su resurreccin, el acontecimiento de Pente-costs, a la Iglesia y el juicio final, este modo de ver las cosas, que ya se encuentra de una manera global en los Padres, vuelve a cobrar ahora toda su importancia. Y as se esper? tambin de la teologa dogmtica que vuelva a dar nuevo relieve a esta perspectiva histrico-salvfica que haba quedado parcialmente oculta en los tratados clsicos de la teologa esco-lstica por una manera predominantemente metafsica de considerar la revelacin.

    Aunque las sugerencias de la teologa patrstica relativas a una visin histrico-salvfica de la revelacin puedan ser fructuosas, la tarea de una teologa de hoy es repensar el problema de la historia