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n n o o v v a a s s d d a a x x u u s s t t i i z z a a Número 46/2009 30 de xullo de 2009 Oposicións Sumario Acordos dos Tribunais Cualificadores penden- tes de publicación Tramitación, quenda libre A data de hoxe, e malia que adiantaramos que a nota de corte de Tramitación Libre se publicaría o venres-luns pasado, é case probable que, tanto a nota de corte como a lista de aprobados do primeiro exercicio de Tramita- ción Libre non se publique como moi pronto ata o ven- res 31 de xullo, mesmo, non se descarta a posibilidade de que se atrase ata a semana próxima. Xestión, quenda libre Respecto á lista de aprobados do primeiro exercicio de Xestión, Libre, puidera ser publicada hoxe na páxina web do ministerio. Oposicións ..................... 1 Acordos dos Tribunais Cualifi- cadores pendentes de publi- cación A nova oficina xudicial .. 2 Entrevista ao presidente do TSX de Madrid A oficina xudicial: Exposición de Motivos ou motivos da exposición Edita CCOO de Xustiza de Galicia

Novas da Xustiza nº 46/2009

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30 de xullo de 2009

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Oposicións

Sumario

Acordos dos Tribunais Cualificadores penden-tes de publicación

Tramitación, quenda libre

A data de hoxe, e malia que adiantaramos que a nota de

corte de Tramitación Libre se publicaría o venres-luns

pasado, é case probable que, tanto a nota de corte como

a lista de aprobados do primeiro exercicio de Tramita-

ción Libre non se publique como moi pronto ata o ven-

res 31 de xullo, mesmo, non se descarta a posibilidade

de que se atrase ata a semana próxima.

Xestión, quenda libre

Respecto á lista de aprobados do primeiro exercicio de

Xestión, Libre, puidera ser publicada hoxe na páxina

web do ministerio.

Oposicións ..................... 1

Acordos dos Tribunais Cualifi-cadores pendentes de publi-cación

A nova oficina xudicial .. 2

Entrevista ao presidente do TSX de Madrid

A oficina xudicial: Exposición de Motivos ou motivos da exposición

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A nova oficina xudicial

Entrevista a Francisco Javier Vieira, Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid

Si la agenda la decide el secretario, en contra del criterio del juez, supondrá que le mar-

cará los ritmos de trabajo. Hay riesgo de que se invadan competencias de los jueces

Publicado en www.laley.es

El presidente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), Francisco

Javier Vieira, ve en la implantación de la Nueva Oficina Judicial la única so-

lución para salvar a la Justicia de la caótica situación que encara desde los

últimos años. No obstante, advierte de que la reforma podría poner en pe-

ligro la independencia judicial al otorgar a los secretarios judiciales compe-

tencias atribuidas hasta ahora a jueces y magistrados.

¿En qué consiste la Nueva Oficina Judicial?

Este modelo supone un cambio en la organización de los Juz-

gados y Tribunales españoles. Hasta ahora, estos contaban

cada uno con su propia Oficina Judicial en la que se organizaba

el trabajo en función de cómo disponían el juez y el secretario

judicial, siendo el juez el jefe del personal. Ahora, se cambia la

estructura, constituyendo Oficinas Judiciales al servicio de va-

rios Juzgados o Tribunales y atribuyendo a los Secretarios la

jefatura del personal, lo que supone un reto importante.

¿Cómo se estructurará este modelo judicial?

Ahora habrá unas Oficinas Judiciales que prestarán servicio para uno o varios órganos ju-

diciales. Se crean los Servicios Comunes Procesales que tramitarán los procedimientos pa-

ra varios Juzgados o Tribunales. Además, cada Juzgado o Tribunal dispondrá de unidades

de Apoyo Directo. Éstas auxiliarán directamente al juez o al magistrado.

El secretario judicial pasa a ser ahora el jefe del personal de cada órgano judicial. Al frente

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de cada Servicio Común, estará un secretario. Y a cargo de varias Unidades de Apoyo Di-

recto puede haber un solo secretario, compartiendo su labor en varios Juzgados o Tribu-

nales.

¿Qué supondrá la Nueva Oficina para la Justicia?

Se quiere cambiar la concepción del sistema de trabajo para que sea más moderno y

permita diferenciar los cometidos de los funcionarios. Se aspira a que haya una mayor es-

pecialización en determinadas tareas para conseguir una mayor agilidad y eficacia en el

funcionamiento de los Tribunales. Todo esto deberá ir unido a unos sistemas informáticos

adecuados.

¿De qué depende el éxito de su implantación?

En la instauración de este modelo tienen que contribuir todos. Los jueces y magistrados

tienen que ser generosos para adaptarse a la nueva forma de trabajo. Los secretarios de-

ben amoldarse a la nueva situación porque asumirán más competencias. Los funcionarios

y los sindicatos deberán cooperar en la nueva distribución. Si se quiere mejorar y optimi-

zar los recursos humanos y materiales, hay que concienciarse de que ello supondrá una

reestructuración de plantilla en los órganos judiciales. Por tanto, requiere de una genero-

sidad especial de todos los implicados.

¿Cuáles son los pilares básicos de la reforma?

La Oficina Judicial debe incluir una modificación en la organización, en los procedimientos

y reformas procesales para racionalizar el uso de la Justicia y evitar el abuso en su acceso.

Estoy convencido de que este nuevo modelo salvará a la Justicia de la crítica situación a la

que se enfrenta desde los últimos años. Existe un consenso político en que esto tiene que

cambiar.

¿Cómo valora el protagonismo de los secretarios en la reforma?

Uno de los puntos críticos es que puede haber un desapoderamiento de las funciones ju-

diciales al encargarse a los secretarios determinadas tareas que actualmente correspon-

den a los jueces. Es importante que el juez tenga capacidad de decisión en determinados

momentos claves del procedimiento para conservar la independencia judicial.

A los secretarios no sólo se les atribuyen nuevas funciones, sino que al mismo tiempo se

crean dos estructuras paralelas en el mundo judicial. Por un lado, estarán los jueces y ma-

gistrados que dependen gubernativamente del Presidente del TSJ Madrid y, a su vez, del

Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Por otro, se sitúan los secretarios, que depen-

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den del Secretario de Gobierno y éste del Ministerio de Justicia.

¿Cree que pueden surgir problemas?

Esta bifurcación de funciones en la Administración de Justicia puede provocar conflictos,

como en el caso de los señalamientos de los juicios. Si la agenda de señalamientos la ges-

tionaran los secretarios con dependencia de jueces o magistrados, no habría problemas.

En el caso de que no fuera así, pueden surgir problemas en este sentido, como en otros

supuestos en los que la Sala de Gobierno del TSJ Madrid ha tenido que establecer crite-

rios generales para resolver controversias entre jueces y secretarios.

Si la agenda la decide el secretario, en contra del criterio del juez, supondrá que le mar-

cará los ritmos de trabajo. Por eso, los jueces se han rebelado, y con razón. Es la manifes-

tación de un problema latente, derivado de la estructuración de la Oficina Judicial en dos

canales paralelos que no confluyen en ningún punto. Hay riesgo de que se invadan com-

petencias de los jueces.

¿Debe haber un cambio en la gestión de los procedimientos?

La reforma no sólo tiene que incluir un cambio en la organización del trabajo, sino tam-

bién en la gestión de los procedimientos. Hoy son continuación del sistema procesal del

Siglo XIX, pero con la incorporación de nuevas tecnologías. Además, hay un agravante: en

el Siglo XIX se escribía menos por las limitaciones propias de los medios con los que se

contaba, y ahora hay una capacidad brutal de generar papel. Si se quiere modernizar la

Administración de Justicia, tiene que haber una modificación en la forma de organizar y

tramitar los procedimientos.

¿Es necesario simplificar los recursos?

Hay que racionalizar el uso de la Administración de Justicia. Es imprescindible que se mo-

difique el sistema de recursos por el actual abuso que existe en este ámbito. No se trata

de restringir los derechos de los ciudadanos, sino de delimitar su uso. Actualmente, el re-

currente no asume, por regla general, sobre todo en los procesos penales, ningún riesgo,

al no poder agravarse su situación a consecuencia del recurso, cuando solo él lo formula.

Desde hace tiempo, defiendo, en este particular, el modelo francés en el que el fiscal tie-

ne posibilidad, en todos los casos, de adherirse al recurso formulado por el acusado para

solicitar la imposición de una pena mayor, si la sentencia de primera instancia hubiera

impuesto una inferior a la por él solicitada en el juicio. Con este sistema se reducirían

considerablemente el número de recursos.

¿Qué iniciativas toma el TSJ Madrid para facilitar la implantación?

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La Sala de Gobierno tiene especial interés en que la Oficina Judicial se desarrolle cuanto

antes. Anticipándonos a su aprobación, hemos iniciado estudios para hacer pruebas pilo-

to. Así, hemos propuesto instaurar Servicios Comunes Procesales y Unidades de Apoyo

Directo en las Secciones Civiles de la Audiencia Provincial, la Sala de lo Contencioso-

Administrativo y de lo Social del TSJ Madrid, los Juzgados de Menores, de Vigilancia Peni-

tenciaria y de Familia. En la periferia, hemos optado por probar la implantación de Servi-

cios Comunes de Ejecutorias en los partidos judiciales de Móstoles, Alcalá de Henares y

Getafe. Tenemos plena confianza en que estas pruebas piloto ayuden decididamente a la

mejor implantación de la Oficina judicial.

¿Cómo está colaborando el TSJ Madrid con el Gobierno regional?

Queremos dar ideas al Ejecutivo autonómico y coordinarnos con la Comunidad de Ma-

drid. A la Consejería de Justicia le compete el diseño, pero nosotros aportamos ideas.

Queremos colaborar para saber qué servicios son viables. Se trata de conocer los obstácu-

los para solventarlos cuanto antes.

¿Cómo valora la figura del juez de adscripción territorial?

Esta nueva figura puede ser una solución a determinados problemas. Estarían a disposi-

ción del TSJ Madrid para que, cuando se produzca una vacante de larga duración o se re-

quiera de un refuerzo en un juzgado, se adscriba de manera temporal o provisional un

juez de carrera. Es una buena idea, pero su desarrollo será complicado y exige un tiempo.

Se quiere eliminar la figura del juez sustituto y magistrado suplente, pero a día de hoy no

se puede prescindir de ellos.

¿Cómo se puede paliar la situación de los jueces sustitutos?

Estoy a favor de cambiar su forma de actuar. Son personas que no han superado los pro-

cesos selectivos ordinarios de la carrera judicial, por lo que puede cuestionarse objetiva-

mente su aptitud para ser Magistrados o Jueces. Hacen una labor magnífica y tienen, en

bastantes casos, después del ejercicio continuado de funciones jurisdiccionales, una pre-

paración equiparable a la de un juez o un magistrado titular. La solución sería que los jue-

ces sustitutos o magistrados suplentes en vez de actuar con las mismas competencias que

un juez titular, dependieran de ese juez —como una especie de juez adjunto— y se en-

cargarán de competencias más rutinarias bajo supervisión del titular.

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La Oficina Judicial: Exposición de Motivos o motivos de la exposición

Por Isidoro ÁLVAREZ SACRISTÁN. Doctor en Derecho. Ex-Magistrado

Publicado en www.laley.es

La amplísima reforma legislativa que se introduce en el Proyecto de Ley

para la reforma procesal en varios cuerpos procesales, hace inviable, de

momento analizar cada uno de los artículos. No obstante, dada la urgencia

del proyecto hemos estudiado la Exposición de Motivos en la que se com-

prende el espíritu y las intenciones de la Ley. Llegamos a la conclusión que,

ya desde hace más de una década se está dando vueltas sobre la misma

noria sin haber sacado el agua necesaria para alimentar los males de la

justicia o curar sus enfermedades. Con esta reforma se presenta una buro-

cratización de la Oficina Judicial con la injerencia del ejecutivo en las labo-

res y misiones propias del Poder judicial.

I. INTRODUCCIÓN

El 19 de diciembre de 2008 (Boletín Oficial de las Cortes Generales núm. 7.1) se publica

el Proyecto de Ley de reforma de la legislación procesal para la implantación de la Nueva

Oficina Judicial. Dada la extensión del proyecto nos acercamos a la Exposición de Moti-

vos donde, a nuestro entender, se encuentra el meollo de la cuestión. Si a este proyecto

se le denomina «Nueva» Oficina Judicial, ya la LO 19/2003 de 23 de diciembre, trataba

de una forma «especialmente novedosa la Oficina Judicial». De lo nuevo de 2003 pasa-

mos a otra experiencia de «crear» un modelo de Oficina judicial (E. de M. II, párrafo 2.º).

Han pasado 6 años sin reestructurar la denominada «oficina» que tuvo su arranque en el

año 2001 (28 de mayo) con el Pacto de Estado para la Justicia entre el Gobierno de la Na-

ción y los Partidos Popular y Socialista en el que se asegura «la continuidad de sus es-

fuerzos», y que en su punto 12 se refiere a la «Oficina judicial» que se reformará en pro-

fundidad para que «ofrezca una atención de calidad a los ciudadanos». Han pasado ocho

años —incluidos dos gobiernos de distinto signo político— y nada de reforma o «aten-

ción» a los ciudadanos, que han visto sus acciones retrasadas en tiempos muertos, sin

actuación y en dilatadísimas decisiones, tal, por ejemplo, los recursos a la Sala de lo Civil

de Tribunal Supremo que pueden tardar entre 6 u 8 años. O las comentadas en otro lu-

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gar (1) sobre la tardanza de elevar un recurso ante un Tribunal Superior de Justicia, Sala

de lo Social, desde el Juzgado del piso de abajo que es verdaderamente desesperante, a

veces de 6 a 17 meses (2). Por mucho que se aluda a la oficia judicial sobre una reforma

eficaz hay que tenerse en cuenta este tipo de deficiencias, independientemente de las

reformas procesales que convengan. La inseguridad que se crea en la ciudadanía, en los

abogados, en los procuradores, en los graduados sociales y en aquellos que tiene alguna

relación con la justicia es alarmante. No es extraño que se comente que un asunto tarda

el tiempo según el funcionamiento del Juzgado —¿ya hay que llamarlo oficina judicial?—.

En casos de pared con pared, un juzgado puede tardar un año en solucionar un asunto —

sea admisión, resolución o recurso— y en el otro dos meses. Eso a qué obedece ¿a la es-

tructura burocrática, a la eficacia del Secretario, a la actividad del juez, a los funciona-

rios? Nadie lo sabe ni han querido saberlo.

II. ANTECEDENTES

Parece que ahora bajo el pomposo nombre de «Nueva Oficina Judicial», se pretende re-

estructurar los Juzgados con otro nombre. La experiencia nos dice que se han cambiado

nombres tradicionales para —al amparo de una falsa modernidad o progresismo— creer

que con ello se regenera la malhadada estructura. Así, portero por empleado de fincas

urbanas, cárcel por centro penitenciario, etc. Después de varios años en que se emplea

el término de «Oficina Judicial» no se ha visto —ni se ha oído— que algún procurador di-

ga que voy a la «oficina judicial», sigue llamándose como siempre Juzgado o Audiencia o

Tribunal. Por lo mismo, dada la influencia de la Sociología del Derecho ha surgido el

término operadores jurídicos y a nadie se le ocurre decir que «me defiende mi operador

jurídico», o «se ha entregado la comunicación al correspondiente operador jurídico».

Como ya digo, las intenciones de los firmantes del pacto para la justicia de 2001 eran

muy loables que dividían o separaban las funciones del Juez de las de la Oficina Judicial y

burocratizando mucho más los Juzgados con dos figuras; las de Secretario de Gobierno y

Secretario Coordinador. Eso sí, con ello se pretendía la «agilización de los procedimien-

tos». (Fíjense que estábamos a poco más de una año de la entrada en vigor la Ley de En-

juiciamiento Civil del 2000). Aparte de estas cuestiones, se pacta una nueva reforma para

«Especial atención a la agilización y rapidez de la Justicia». Sería de risa si no fuera por-

que se trata de un documento político y es papel mojado, húmedo, eso sí, con el sudor y

malos ratos de los justiciables.

Como consecuencia de ese Pacto, se promulga la LO 19/2003 de 23 de diciembre, por la

que «se reforma en profundidad y de forma especialmente novedosa la Oficina Judicial»

y se dice que por primera vez se recoge su estructura organizativa, incluso se define a la

Oficina Judicial «como la organización de carácter instrumental que de forma exclusiva

presta soporte y apoyo a la actividad jurisdiccional»; tal como se define en le E. de M de

esa Ley, y que pasa tal definición al art. 435.1 Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) pero

obviando la expresión «de forma exclusiva», de tal suerte que lo que se tiene como defi-

nitorio en la E. de M. no es trasladado al articulado. No obstante la Ley Orgánica, nos va

diciendo cuales son las misiones de la Oficina Judicial y, entre ellas una importante la di-

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visión orgánica de la misma, a saber: «comprende... las unidades procesales de apoyo di-

recto como a los servicios comunes procesales». Nunca hemos llegado a comprender

que significa esta expresión, si se trata de una burocratización, de una oficina, de un sis-

tema nuevo de Derecho Procesal o de una intención del poder ejecutivo en atención a

los ciudadanos extramuros al Derecho Procesal. Para atender a estos servicios comunes,

se sigue diciendo en la E. de M. de la Ley Orgánica, se encomienda a los Secretarios Judi-

ciales la dirección del «aspecto técnico-procesal al personal integrante de la Oficina Judi-

cial, ordenando su actividad e impartiendo las órdenes e instrucciones que estime perti-

nentes». Dadas las transferencias a algunas Comunidades Autónomas de la Administra-

ción de Justicia en su plano material y, en su caso, de personal, la propia Ley Orgánica es-

tablece una transitoriedad en su disp. trans. 15 sobre el diseño «por cada Administración

del diseño y organización de las oficinas judiciales radicadas en sus respectivos territo-

rios», menos mal que se hará siguiendo los términos establecidos en esta Ley. Aún así,

puede apreciarse la gran diferencia organizativa entre unas Comunidades y otras; en

unas el sistema informático es actual y funciona dentro de los parámetros de la moder-

nidad, en otros ni siquiera se han implantado o en el caso de estructurarse materialmen-

te no se han interconectado debidamente (hay ejemplos verificadores de lo que deci-

mos).

No creo que, tal como está estructurada hoy día la burocracia de los Juzgados y Tribuna-

les, pueda responder a un sistema de pura organización científica del trabajo, bien por la

propia estructura o por las deficiencias de personal. Debemos de partir de que la deno-

minada Oficina Judicial no es una estructura procesal sino una estructura interna. Así se

viene reflejando en la vigente LOPJ:

a) Es un instrumento (art. 435 LOPJ).

b) Es homogénea en todo el territorio nacional (art. 435.1 LOPJ), pero compete

el diseño y la organización a las Administraciones autonómicas (disp. trans. 15

LO 19/2003).

c) Es loable la función: «agilidad, eficacia, eficiencia, racionalización del trabajo,

responsabilidad, coordinación y cooperación...» ¿Podríamos obtener ejemplos

generalizados de que se hubieran cumplido estos principio en los últimos seis

años?

d) A lo largo de la LOPJ se invoca a la Oficina Judicial como base de órgano de

información a los ciudadanos (art. 234 LOPJ) como función externa o de la in-

corporación a la misma del personal (art. 521 LOPJ) como estructura interna.

e) Adquiere una definición que está muy lejos, como veremos, de formar parte

del proceso, por eso no entendemos que a esta Oficina Judicial se la denomine

«unidad procesal de apoyo directo» (art. 437.1. LOPJ).

Ahora se proyecta una reforma procesal bajo el pretexto de la reforma burocrática de los

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Juzgado y Tribunales. No podemos entrar a analizar el texto completo en un comentario

de urgencia pero si apreciar algunos aspectos de la Exposición de Motivos de la que de-

bemos de entresacar algunos motivos de la exposición.

III. ESTRUCTURA

Si de la Exposición de Motivos se separan las cuestiones jurisdiccionales de las organiza-

tivas se está diluyendo la función de juzgar en algo etéreo y que, a veces, va a suponer

un condicionamiento al entramado burocrático, es decir, se añaden «funciones que no

tiene carácter jurisdiccional» (E. de M. I). Bien es cierto que como dice ARAGONESES (3),

«con un criterio puramente dogmático, habría que excluir del estudio del Derecho Proce-

sal todo cuanto hiciera referencia a la regulación administrativa del personal jurisdiccio-

nal y aun a los fines de interés general que el proceso se propone», añadiendo más ade-

lante que el contenido del derecho procesal son normas relativas al «derecho judicial»,

mirando constantemente al objeto de proceso que, por ser la base de la tutela jurisdic-

cional es el lugar en que se sustancia la justicia material. Al expulsar de las funciones de

un órgano jurisdiccional las funciones de justicia material se está socavando el acceso a

la justicia para convertirse en el acceso a la burocracia. Si, como se ha dicho (4) «el órga-

no judicial no actúa en toda clase de pretensiones, sino en sólo las pretensiones funda-

das», cuando no exista causa de acceso a la jurisdicción tampoco se puede acudir al

órgano denominado Oficina Judicial. Nos da la impresión que de lo que se trata es de

desarrollar el art. 436 LOPJ (E. del M. II), desarrollo que está, desde luego inédito. Llama

la atención que en el punto II de la Exposición se nos diga que «las leyes que se reforman

regulan el procedimiento y no la organización». Pues ahora sí que nos quedamos ayunos

de toda explicación. Hasta ahora, los estudios que se habían realizado para poner en

marcha la oficina judicial, se dedicaban a especular sobe si las funciones de los Juzgados

pudieran ser jurisdiccionales o prestacionales. Incluso se llegó a decir que «La reforma de

la Oficina Judicial no es sino la reforma de la organización del poder judicial» (5), aña-

diendo una de las barbaridades jurídicas para apoyar la creación de la oficina judicial con

el argumento de que «se trata de convertir un aparato de poder burocrático (6) en un

aparato de pode eficaz» (7). La burocracia nunca puede ser un poder, pues estaríamos

ante la suplantación de la tutela material por la tecnocracia convertida en equidad, prin-

cipio que como se sabe es expulsado del Código Civil, si otras leyes no lo amparan.

Después de reformada la LOPJ y regulada en ella la Oficina Judicial, se siguieron estu-

diando los sistemas de estructuración de la citada oficina, pues cada una de las tenden-

cias políticas, incluso los grupos de juristas más dispares, entendían de distinta forma lo

que debería de ser una verdadera Oficia Judicial que no es sino un buen funcionamiento

de los Juzgados y Tribunales, dejémonos de modismos. Así, por el Ministerio de Justicia

se publican las «claves» (8) para la gestión de la Oficina Judicial y en ellas se exponen va-

rios aspectos de esta estructura:

1) Que la LOPJ de 1985» descuidara diseñar una estructura organizativa mo-

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derna para las Oficinas Judiciales» (pág. 9).

2) Que no es posible organizar un ente y «que no se intente regular el funcio-

namiento de los órganos administrativos de forma agobiante por reglamen-

tos».

3) Que comparada la Administración del Estado, «en pocos sectores de la ad-

ministración pública se incumplen tantas normas como en la administración de

justicia» (pág. 29).

4) La estructura actual es tan penosa que como ha ocurrido en la realidad

mientras un funcionario propone la busca y captura de un delincuente, el com-

pañero de mesa propone la libertad del mismo.

5) Si las normas procesales son garantía de tutela judicial, las normas orgánicas

deben de estar sometidas a estas garantías.

6) En la oficina judicial futura no puede responder al principio de Peter del fun-

cionariado, ni puede llegarse a tal nivel de incompetencia de nada se puede

hacer.

7) La multidependencia del personal puede ser un choque entre las actuaciones

(pág. 50).

8) Se precisan una serie de modificaciones estructurales: más jueces, prepara-

ción y formación, mejora de la organización, indicadores de funcionamiento,

otras funciones conexas (pág. 73)

Es, en efecto, un texto a seguir en varios aspectos y que tuvo la virtud de aparecer en un

momento posterior al pacto de la justicia, pero que no se siguió, hasta la fecha en que

comentamos el proyecto.

IV. ESTRUCTURA Y JURISDICCIÓN

Vaya por delante que, desde nuestro punto de vista, se trata de una organización pro-

puesta por el Poder Ejecutivo que soslaya al Poder Judicial y crea una infraestructura ju-

risdiccional con una claro ataque al poder judicial. Ya hace unos años (en 2005) que el

Ministerio de Justicia elaboró un documento en el cual se seguían unas directrices sobre

la Oficina Judicial —en la línea de lo que ahora se proyecta— con una definición un tanto

perogrullesca al decir que «la Oficina Judicial es el conjunto de medios personales, mate-

riales y tecnológicos que rodean al juez en el desarrollo cotidiano de su trabajo». No

están bajo la dirección del Juez, ni siquiera le sirven de ayuda, sino que le rodean. Pero

no es del todo cierto, pues sigue diciendo el documento que al constituirse unos servi-

cios «comunes procesales», como son el registro, los actos de comunicación, la concilia-

ción, la ejecución de sentencias, etc., «se dejarán de hacer desde los propios juzgados

para pasar a realizarse desde los servicios comunes». Parece que se trata de constituir un

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organismo puramente administrativo extrajudicial, pero que rodea al Juzgado. O se trata

de otro juzgado o de un Juzgado dentro de otro juzgado. Pero existe una contradicción e

todo ello, por cuanto que la E. de M. (II, tercero) se asegura que «debido a que las leyes

que se reforman regulan el procedimiento y no la organización...» ¿Pero en qué queda-

mos, la reforma es procesal o es organizativa? Como asegura HERNÁNDEZ GIL (9) al ex-

plicar la complejidad del derecho, «cuando me pregunto por la realidad jurídica voy más

allá de las leyes aprobadas por los Parlamentos y de las sentencias». Y es exactamente lo

que nos preguntamos ahora nosotros: ¿de que nos sirve la reforma procesal a través de

una reorganización de los medios, si no se cumple, con ello la estructura del proceso? Se

trata de un desgobierno de los jueces a través de la presencia del ejecutivo en casi toda

la dirección de los procesos. Para el Juez le queda simplemente la tan manida frase de

«juzgar y ejecutar lo juzgado». Bueno, de juzgar solamente en algunos casos, pues como

se verá buena parte de esas decisiones se las somete a la decisión de Oficinas, de suerte

que el juzgado ya no es el lugar, sino que es una entelequia y ahora el lugar es la Oficina.

Lugar en que coexisten dos poderes: el Judicial a través del Juez y el ejecutivo a través

del Secretario o, como se dice en la E. de M. (III): «El objetivo primordial en la reforma de

todas las leyes procesales es, por tanto, regular la distribución de competencias entre

Jueces y Tribunales, por un lado, y Secretarios judiciales, por otro».

Algunas voces de los procesalistas se han alzado contra esta dicotomía (10) al asegurar

que: «Ahora se trata de rematar la victoria ya incoada al ocupar posiciones de importan-

cia: lograr que tanto los políticos del ejecutivo como buena parte de la actual oposición,

como los del CGPJ acepten a) que lo "procesal" no es propio de los Jueces y Magistrados;

b) que hacer "jueces de lo procesal" a los Secretarios Judiciales no sería inconstitucional

y que, por añadidura operaría efectos de milagrosa transformación del retraso y del caos

en Juzgados y Tribunales en una luminosa y eficacísima Nueva Justicia». En efecto, creer

que con la división de que el Juez por un lado y el Secretario por el otro, puedan en un

corto período de tiempo poner al día el retraso y el desorden de la justicia es una simple

ilusión de los políticos que, como es sabido, cuando se ponen a impartir técnica desen-

cuadernan lo más ordenado.

La Ley en su E. de M. (III, quinto) permite que el representante del poder ejecutivo —

secretario— decida qué es lo que hay que juzgar, pues además de poner en marcha el

procedimiento «se le atribuye al Secretario Judicial competencia para admitir la deman-

da» ¡Nada menos que la primera decisión jurisdiccional! Bien es cierto que la actual LOPJ

(art. 456) establece ya una serie de misiones procesales a los Secretarios judiciales, pero

que nunca se llevaron a cabo. No ha de extrañar que muchas de las funciones de los Se-

cretarios fueran, en la práctica, desarrolladas por los oficiales o los auxiliares. Incluso lo

que ahora se propone como novedoso —tal el nombre de las resoluciones de los Secre-

tarios— ya estaba en la LOPJ. No obstante en la E. de M. (II) se proponen una serie de

atribuciones al Secretario de carácter procesal, haciendo hincapié en la «labor mediado-

ra», tal como se determina en el art. 456.3 c) LOPJ, supuesta presencia en los actos de

conciliación y que, por supuesto, se le debe de otorgar una misión de dirección de deba-

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tes anteriores a la conciliación que, hasta ahora —LO 19/2003— estaba reservada a los

jueces o a un acto intraprocesal, como el la Ley de Procedimiento Laboral (LPL).

V. FUNCIONALIDAD Y ORGANIZACIÓN

El catedrático SOSA WAGNER se lamentaba no hace mucho (11) sobre la dispersión fun-

cional de los Juzgados en España y decía: «Cuando un ciudadano entra en un juzgado no

puede imaginar que —en buena parte de España— la oficina que pisa y los oficiales que

le atienden dependen de las correspondientes Comunidades Autónomas, el secretario

del Ministerio de Justicia; el Juez... del Consejo General del Poder Judicial, del Ministerio

de Justicia... cualquiera sabe». Hay un entramado —mejor desentramado— que asusta.

Pero hay una cosa que sí llama la atención y es el «patrón» que abona los sueldos a cada

uno de ese personal. Por paradojas de la organización, a los jueces les abona los emolu-

mentos el Ministerio de Justicia que es el poder ejecutivo, aunque dependen orgánica-

mente del Consejo General del Poder judicial. Si ahora se les concede a los secretarios —

del Ministerio de Justicia— funciones jurisdiccionales, se ha acabado el Poder Judicial

que queda como mera comparsa de juzgar, pero ya ni siquiera «ejecutar lo juzgado»,

pues se transfieren a los Secretarios «la mayor parte del proceso de ejecución» (E. de M.

III), eso sí enmascarándolo bajo la expresión de que «sin que ello signifique que el Juez o

Tribunal pierda la dirección del proceso», pero que en la práctica relegará al juez a una

simple actividad intelectual residual. Se trata —como asegura irónicamente FAIREN

(12)— de motivar «la liberación del zumbido constante del Ejecutivo, con sus normas in-

feriores pero obstativas». Es posible que aparezca un relajo de las normas procesales. El

hecho de que se pretenda «administrativizar» la actuación judicial es una tendencia del

poder político para controlar el poder judicial, pues, como se ha dicho «ningún poder

político desea ser controlado» (13). Y sigue diciendo el Abogado del Estado citado —

HERNÁNDEZ MARTÍN—: «La confianza en el Juez, superior e independiente, se ha refle-

jado en la evolución del proceso, como formas a través de la que los jueces deciden y se

manifiestan, Las normas procesales que cumplían un papel de garantía frente a la arbi-

trariedad judicial se ha relajado considerablemente... son consecuencias naturales de la

"flexibilización" del proceso». En la actualidad, en efecto, ha desaparecido la rigidez del

proceso, que se ha verificado en incuria en la Oficina Judicial con una tolerancia en el

cumplimiento de las normas procesales que raya en la ilegalidad o, por lo menos, en el

esperpento. Así he visto demandadas admitidas sin firma alguna, recurso en que falta

firma de abogado, o con un garabato que dice «por mi compañero», sin ni siquiera el

nombre o el número de colegiado para responder, en su caso, de alguna cuestión proce-

sal o profesional; se envían a los juzgados fotocopias de documentos malamente legibles

o con firmas fotocopiadas, etc.

Ya en otra ocasión dije (14) que los intentos de explicar la eficacia de la justicia a través

de la eficacia de la oficina judicial han confundido la misión de todos los que intervienen

en la administración de justicia; la oficina es una herramienta para llegar a la eficacia de

la justicia pero nunca puede plantearse como lo fundamental en su misión de Poder.

Nunca una estructura material y burocrática puede llegar a ser poder y menos poder ju-

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dicial. Hasta ahora, por lo menos, con el Libro Blanco de la justicia por medio, por cambio

de leyes, con estudios extendidos en Libros, conferencias, Cursos, la denominada «Ofici-

na Judicial» ha seguido sin funcionar. Si se funcionariza, la misma correrá la misma suer-

te que en la actualidad. Si se pregunta por un asunto: «quien lo lleva está de baja». Si pi-

de noticia de un recurso, «este asunto lo lleva fulano y está de vacaciones «... y así suce-

sivamente». Esto lo saben muy bien los abogados, procuradores y graduados sociales.

Ya el Libro Blanco de la Justicia admitía —allá por los años noventa— que la oficia judicial

era disfuncional y nosotros argumentábamos que era disfuncional por la anárquica orga-

nización del trabajo en los diferentes juzgados. Las tendencias a interponer un responsa-

ble o gerente de una oficina no añadiría ninguna eficacia al funcionamiento, ya que en

poco tiempo sería absorbido por el arrastre indolente de algunas personas o estructuras;

la Oficina Judicial o es parte material del proceso o no es otra cosa que burocracia de la

que se debe de alejar en lo posible, pues la esencia de la justicia es el proceso. Lo demás

son instrumentos o «un medio para realizar la función jurisdiccional» (15). Esta función

no puede estar signada por la política en sentido puro, ni puede ser amparada por la

ideología dominante, ya que en ese caso la justicia no sería universal sino particular de

quien detenta (en este caso no ostenta) el poder ejecutivo. Lo que se ha llamado una

ciencia partidista (GURVICH) se convertiría en apoyo jurídico-intelectual de unas siglas

que no supondría eficacia procesal y —como dice MONTERO— que «estamos politizando

el Derecho procesal» (16).

La E. de M. comienza en su apartado V manifestando que se trata de «el reforzamiento

de las garantías del justiciable». ¿Cuántas veces hemos oído esto? Cuando se habla de

«reforzamiento» quiere decir que antes no existía la fuerza de las garantías; en qué que-

damos, había garantías o no las había, si no las había no hay nada que reforzar y si las

había eran tan precarias que por mucha Oficina Judicial que se cree —mejor que se or-

ganice— no van a solucionar los males de la justicia. ¿Alguien cree que con esta Ley se va

a poner al día los retrasos inveterados de décadas? Es cierto que en la E. de M. de la Ley

se pretende «Un segundo motivo complementario (que) consiste en el fomento de las

buenas prácticas procesales» Al comenzar esta lectura nos llevamos una alegría, pero

que se trueca en desesperanza al saber que esas buenas prácticas son la acumulación de

acciones, de procesos, de recursos, la reutilización de las salas de vista (¡) etc., ¿a eso se

llaman buenas prácticas? Nosotros entendíamos que se trataba de la bondad de las deci-

siones, de la eficacia burocrática de los servidores, etc. Eso sí, se añade la vigilancia de

quien menos culpa tiene en el desbarajuste, asegurando la «correcta evaluación» de los

titulares del juzgado.

El Consejo General del Poder Judicial, nada ha dicho hasta ahora sobre este asunto, a no

ser la confección de estadísticas o las normas sobre la Inspección. Sobre este último as-

pecto en al año 2000 se dictan unas normas (17) a seguir para Inspección de Tribunales y

en su página 51 al referirse a la Oficina Judicial se recomienda que «El análisis de la ofici-

na judicial por parte del equipo de inspección debe realizarse pensando fundamental-

mente en la función de apoyo y mejora. Esto supone orientar el trabajo hacia la búsque-

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da de recomendaciones viables en su aplicación práctica, de las que pueda derivarse una

rápida optimización de la actividad judicial». Como puede apreciarse se trata de un texto

ayuno de toda explicación y de una literatura pedestre y criptográfica. Si se quisiera sacar

alguna consecuencia de estas directrices se llegaría a la conclusión de que desde el año

2000 —fecha en que se dictan— hasta ahora, la oficina judicial o no se ha inspeccionado,

o la misión ha sido tan satisfactoria que no ha habido necesidad de mejorar la organiza-

ción. Nada más tenemos que mirar alguna de las estadísticas de los últimos 10 años para

ver que los asuntos en los juzgados se han atascado aproximadamente en un 30% más; si

en año 2009 habían entrado en los juzgados casi 10 millones de asuntos (9.831.227) en el

año 1999 la cifra era de 6,5 millones. El aumento es considerable. Para ello el CGPJ se

propone —a julio de 2009 (18)— unos planes de «choque», pero mientras tanto se están

velando las armas de la nueve oficina Judicial, dando vueltas desde el año 2001, incluso

se habla de ella en un lugar inoportuno como es en el RD 1608/2005 por el que se

aprueba el reglamento orgánico del Cuerpo de Secretarios Judiciales en el que se define

a la Oficina Judicial como género, como en especie, en dos aspectos: Unidades Procesa-

les de Apoyo y Servicios Comunes Procesales. A los Secretarios Judiciales —como en la

Ley actual— les corresponde realizar las funciones «de dirección técnico-procesal».

El proyecto de Ley se refiere al Secretario Judicial como «mediador». Esta misión ya la

tenía encomendada por el art. 456.3 c) LOPJ en la que se encomienda «la labor mediado-

ra que les sea propia». No obstante la E. de M. (III) se refiere a que los Secretarios Judi-

ciales tiene atribuida «la conciliación, para llevar a cabo la labor mediadora». Como es

sabido la conciliación es un instituto que está presente en algunas normas procesales

(LEC de 1881, LPL, que por cierto se podría aprovechar esta reforma para reformar a su

vez la Jurisdicción voluntaria y, de paso, la conciliación judicial. Digo que la conciliación

es un instituto distinto de la mediación que ya comentamos de una manera exhaustiva

(19), en otra ocasión y que para llevar a cabo lo dicho por la Directiva Europea sobre la

mediación civil y mercantil, podría instaurarse en esta ocasión el instituto de la media-

ción civil.

Una pregunta final ingenua, según la E. de M. de la Ley, cómo es posible que en la Oficina

judicial se practiquen «funciones que no tiene carácter jurisdiccional» y sin embargo es

«una reforma integral de nuestra leyes procesales». La oficina Judicial responde —por

qué se le ha de preguntar— a prácticas eminentemente ligadas al proceso o son actos

puramente burocratizados. Habrá que escoger y si se escoge lo segundo quedará en un

segundo plano —seguramente oscurecido por las nieblas del poder político— el poder

judicial, en definitiva la justicia.

Notas:

(1) ÁLVAREZ SACRISTÁN, Isidoro, La justicia y su eficacia, Colex, Madrid 1999, pág. 212

(2) Autos 943/03 de Juzgado núm. 6 de Bilbao, 16 meses. Autos 93/05 Juzgado núm. 6 de Bilbao, 8

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meses, Autos 904/03 Juzgado núm. 6 de Bilbao 10 meses, Autos 243/04 Juzgado núm. 2 de Bilbao

11 meses; Autos 790 Juzgado núm. 1 de San Sebastián 17 meses; Autos 535/04 Juzgado núm. 5 de

Bilbao 11 meses. Tengo en mi poder cientos de estos casos.

(3) ARAGONESES ALONSO, Pedro, Proceso y Derecho Procesal, EDERSA, Madrid, 1997, pág. 391.

(4) GUASP, Jaime, Concepto y método del Derecho Procesal, Civitas, Madrid, 1997, pág. 43

(5) La Oficina Judicial, Gobierno vasco, Vitoria, 1994, pág. 18.

(6) Kratos y poder es una sinonimia.

(7) Op. cit., pág. 19

(8) «Claves para la Gestión de la Nueva Oficina Judicial», El Derecho, Noviembre de 2005, Madrid

(9) HERNÁNDEZ GIL, Antonio, La ciencia jurídica tradicional y su transformación, Civitas, Madrid,

1981, pág.109.

(10) DE LA OLIVA SANTOS, Andres, «El acabose de nuestra justicia», El Cronista, núm. 3, marzo

2009, pág. 19.

(11) SOSA WAGNER, Francisco, «Meditación sobre la caza y el Estado», El Mundo, 22 de marzo de

2009, pág. 27.

(12) FAIREN GUILLEN, Victor, Panorama crítico del proceso civil, Civitas, Madrid, 1998, pág. 146

(13) HERNÁNDEZ MARTIN, Valeriano, Independencia judicial y desorganización judicial, Civitas, Ma-

drid, 1991, pág. 139. Al fijarnos en la fecha no damos cuenta de los lustros que han pasado en tal

desorganización y como si nada..

(14) ÁLVAREZ SACRISTAN, Isidoro, La justicia y su eficacia, Colex, Madrid, 1999, pág. 211.

(15) ARAGONESES, Pedro, op. cit., pág. 215

(16) MONTERO AROCA, Juan, Ideología y proceso civil, Cuadernos de Derecho Judicial XVIII, 2005,

pág. 297.

(17) Guía de Criterios para la realización de inspecciones, CGPJ.

(18) Diario ABC, 14 de julio de 2009, pág. 25.

(19) «El futuro de la mediación preprocesal», Diario LA LEY, núm. 6671, 14 de marzo de 2007 (LA

LEY 994/2007)

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