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T E S O R O S D E L A A N I M A C I Ó N Dálmatas 101

O S D E L A ANIMAC T E N R 101 - PlanetadeLibros

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RRevive la magia de evive la magia de 101 Dálmatas101 Dálmatas con esta con esta edición de lujo del clásico animado. edición de lujo del clásico animado. Contiene bocetos e ilustraciones Contiene bocetos e ilustraciones de los artistas originales e incluye de los artistas originales e incluye también un prólogo de Jeff Gipson, también un prólogo de Jeff Gipson, director de cortometrajes en los director de cortometrajes en los Walt Disney Animation Studios.Walt Disney Animation Studios.

TESOROS DE LA ANIMACIÓN

Dálmatas101

9 788418 335556

10275409PVP 9,95 €

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101 Dálmatas

Tesoros de la animación

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Crecí en las afueras de Trinidad (Colorado), un lugar lleno de prados y colinas por explorar. Nuestro vecino más

cercano vivía a casi un kilómetro y medio de distancia, y yo estaba rodeado de perros, gatos, pollos e incluso un caballo.

Una tranquila tarde de invierno de mi infancia, oí los ladridos lejanos de un perro; parecía hallarse a varios kilómetros, en lo alto del cañón. Al instante, mis perros se unieron a aquel grito, lo que animó también a los perros del otro lado de la autopista. Era mi propia cadena de aullidos nocturnos. Me imaginé su conversación e incluso creé mi propia trama para acompañar su diálogo imaginario. Al echar la vista atrás, veo que aquella fue la primera vez que me di cuenta de mi pasión por la animación y por contar historias. Ya por aquel entonces había desarrollado amor por el arte y tenía capacidad para asombrarme por todo lo que me rodeaba. Guardaba todos los dibujos más preciados en una carpeta especial ilustrada con personajes de 101 Dálmatas.

101 Dálmatas me parecía distinta a cualquier otra producción de Disney. Recuerdo el rojo potente del entorno en el que Gaspar y Horacio prenden fuego a la casa vieja o la libertad con la que Walt Peregoy y su equipo abordaron el color de fondo y el trabajo de líneas. Todo aquello originaba un fuerte impacto y creaba una respuesta

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emocional. Lo complementaban los tonos fríos de las noches de invierno y la calidez del apartamento de Roger.

Estas imágenes hicieron mella en mí. Eran (y siguen siendo) innovadoras y arriesgadas. 101 Dálmatas fue el primer largometraje animado en el que Walt Disney Animation Studios utilizó la tecnología Xerox para crear el trabajo de línea, en lugar del entintado a mano. Igual que los personajes variopintos que ayudan a salvar a los dálmatas en la película, yo tengo mi propio equipo formado por algunos de los mejores artistas, animadores y especialistas en tecnología del mundo. El espíritu de innovación y asunción de riesgos en el campo tecnológico y narrativo sigue vigente hoy en día.

Espero que los preciosos diseños de personajes, fondos y arte de este libro te resulten inspiradores y despierten tu imaginación igual que lo hicieron en mí, cuando era pequeño. Os animo, a ti y a tus propios y variopintos amigos, a que creéis e innovéis. Quizá experimentéis vuestra propia cadena de aullidos nocturnos.

Jeff Gipson Walt Disney Animation Studios

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Pongo era un perro que vivía con su mascota humana, Roger, en un apartamento situado al lado de Regent’s Park.

El comportamiento de Roger hacía pensar a Pongo que su amigo necesitaba compañía. Lo único que sabía hacer era componer canciones románticas, cuando precisamente las historias de amor eran algo desconocido para Roger.

Pongo creía que Roger era inteligente y guapo, y que se merecía encontrar a alguien, así que estaba decidido a ayudarlo.

Un precioso día de primavera, Pongo se puso a mirar por la ventana de la sala de estar. Observaba a los transeúntes con el objetivo de encontrar la mujer adecuada. Cuando estaba a punto de desistir, vio a una bella dálmata acompañada de su amiga humana.

Esta historia empieza en Londres, no hace demasiado tiempo.

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Pongo estaba convencido de que nunca encontraría a otra pareja como aquella, ni aunque la buscara cien años.

«Van hacia el parque. Un lugar de encuentro perfecto, si pudiera organizarlo», pensó Pongo.

Pero Roger nunca dejaba de trabajar hasta las cinco en punto

y, entonces, sería demasiado tarde.

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Decidido, Pongo se dirigió hacia el reloj y movió el minutero con el hocico hasta que señaló las cinco en punto. A continuación, cogió la correa y ladró con entusiasmo.

—¡Ya son las cinco! —exclamó Roger, levantando la vista del piano y mirando a Pongo—. ¡Imagínate!

—Vale, Pongo —dijo Roger—. De acuerdo, chico, ya voy.

Roger le puso la correa y Pongo bajó corriendo la escalera, cruzó la calle y, tirando con fuerza de su amigo humano, entró en el parque.

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—Pongo, tranquilo —dijo Roger mientras el perro seguía guiando a paso firme—. ¿Qué prisas son estas?

Cruzaron un pequeño puente entre los árboles y, de pronto, vio a la perrita dálmata y a su acompañante humana en un banco, frente al estanque.

Pongo sabía que todo dependía de él. Para atraer la atención de la mujer, cogió el sombrero de Roger y lo puso sobre el banco, justo al lado de ella. Pensó que todo estaba saliendo a pedir de boca, pues parecía que Roger y la mujer se habían fijado el uno en el otro. Pero, de repente, y por alguna

extraña razón, ¡la mujer y la bonita dálmata se fueron!

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—Venga, pillín —dijo Roger, ajeno a las intenciones de Pongo—, volvamos a casa.

Pero el perro se negaba a rendirse.

Salió corriendo detrás de la mujer y se movió con agilidad alrededor de sus piernas y las de Roger para «atraparlos».

—Disculpe —dijo Roger a la mujer—. Lo siento.

—Oh. Por todos los cielos —contestó ella—. Pero qué…

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