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LIBRO O NOVELA ESCOLAR PARA LEER EN LA SECUNDARIA
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Ins tiene que ir al baile de disfraces de su prima y por
eso visita una casa de venta de ropa antigua. All
compra un vestido amarillo de organza, y en el ruedo
de este encuentra una carta del 1958 en la que una
adolescente, pide ayuda para evitar el asesinato de su
padre y su propia muerte. Intrigada por la historia la
protagonista embarca en una bsqueda detectivesca
que la lleva a entablar relacin con diferentes
personajes que estuvieron en contacto con la joven de
la carta.
Octubre, un crimen es una novela policial con
detectives ocasionales, que respetan las normas del
gnero.
Ttulo original: Octubre, un crimen
Norma Huidobro, 2004
Diseo de cubierta: Ricardo Fernndez
Editor digital: Ariblack
ePub base r1.1
Para Alejo, Rodrigo y Violeta
1
Fueron las flores del paraso las
que me hicieron pensar en el vestido.
Las flores, su perfume, la noche, mi
bronca. Soy adicta al perfume de las
flores del paraso. No lo puedo evitar,
no quiero evitarlo; me quedo horas a la
noche, asomada a la ventana de mi
cuarto, oliendo el aire cargado y dulzn
de los parasos de mi vereda; vivo en un
segundo piso y tengo las copas
rebosantes de flores casi a la altura de
mi nariz. Lstima que florezcan una sola
vez al ao: en octubre, nada ms.
Yo estaba asomada a la ventana de
mi habitacin, pensando en el baile de
disfraces que hara mi prima Ayeln.
Una fiesta ridcula, con la ridcula de mi
prima y las ridculas de sus amigas. Por
supuesto que lo primero que dije fue que
no ira. Es ms, mi prima me invit
sabiendo de antemano que yo iba a decir
que no. S muy bien que lo hizo porque
su madre, hermana de mi madre, la
oblig a que me invitara. La antiptica
Ayeln jams me habra invitado si no
hubiera mediado una imposicin, y hasta
una amenaza, de parte de mi ta. Ayeln
y yo jams nos llevamos bien. Pero esta
vez a mi prima se le ocurra hacer una
fiesta de disfraces, y yo estaba obligada
a asistir porque, ya es hora de decirlo,
al igual que su hermana, mi madre
tambin crea en el sagrado deber de
cumplir con la familia. Entonces, para
evitar un conflicto ms en casa, que a
decir verdad ya tenamos bastantes,
termin aceptando.
Esa noche de octubre, mientras ola
los parasos y alimentaba la bronca
hacia mi prima, me acord de un vestido
que tena mam cuando yo era chica; un
vestido de verano que a m me
encantaba, de una tela estampada con
florcitas celestes y rosadas como las del
paraso. Y al acordarme de ese vestido
tambin me vino a la mente una casa que
queda cerca del colegio, donde venden
ropa antigua. Muchas veces, al pasar por
ah me quedo un rato mirando los
vestidos, en su mayora de las dcadas
del setenta, del sesenta y hasta del
cincuenta. As fue como se me ocurri ir
a esa casa en busca de un vestido para el
baile. Por qu no? Bien podra
disfrazarme de chica de los sesenta, por
ejemplo. Por supuesto que hubiera
podido inventar un disfraz con lo que
tena en casa, pero yo me haba
empecinado en comprarme uno de esos
vestidos, y como mam quera
mandarme a la fiesta a toda costa,
seguramente no pondra demasiados
reparos a mis gastos.
Al da siguiente, al salir del colegio,
me fui derecho a ver la ropa. Estuve
como dos horas probndome de todo. La
duea del negocio era muy simptica y
saba un montn de modas, de pocas,
de estilos, de telas, y por cada vestido
que me probaba me contaba una historia
de lo ms entretenida. Claro que con
tanto entretenimiento me olvid de que
ese da me tocaba cocinar a m; as que
cuando volv a casa me esperaba una
pelea con mis hermanos y despus el
sermn de mam, que me llam desde el
trabajo para retarme por mi falta de
responsabilidad, porque, como era
lgico y previsible, mis hermanos ya la
haban llamado antes para denunciar mi
ausencia en la cocina. En fin, nada
grave, de todos modos. La cosa termin
en que cada uno se hizo un sngiche y
reacomodamos los turnos de la cocina, o
sea que al da siguiente otra vez me
tocaba cocinar a m.
Vuelvo al vestido. La seora del
negocio insista en que me llevara un
atuendo completo de los sesenta que, la
verdad, me quedaba muy bien, pero no
terminaba de convencerme; el vestido
era recto y corto, a cuadros, como un
tablero de ajedrez en blanco y negro.
Estilo Courrges me dijo la
seora. La ltima moda a mediados
de los sesenta. Tens que usarlo con esta
cartera y me dio una carterita negra,
cuadrada y con manija cortita, realmente
horrible. Ah, y tambin tengo los
zapatos sigui la mujer, bajando una
caja de un estante. Ves? Se usaban
as, con el taco corto y ancho.
No, a pesar de que la seora insista
en que me quedaba pintado (eso dijo:
pintado), a m el atuendo Courrges
no terminaba de convencerme; as que
segu revolviendo hasta que encontr un
vestido diferente, que me hizo recordar
unas series viejsimas de la televisin,
donde las chicas aparecan con vestidos
fruncidos o tableados, largos hasta por
abajo de la rodilla, y con zoquetes y
zapatos sin taco.
Tengo que decir, y no exagero, que
ese vestido me impacto, aunque no
puedo explicar por qu. No s, yo sent
algo. Sent que lo que tena delante de
m era algo ms que un vestido. Es raro,
pero fue as. Despus de todo, no
tardara mucho tiempo en comprobar
que haba motivos reales para que
sintiera eso.
Me lo prob. No haba dudas, era mi
talle. Me vi rara, pero me gust; a lo
mejor fue por el color: el amarillo me
encanta.
Es de organza me inform la
duea del negocio. Mir cunta tela
se usaba antes para hacer un vestido.
Y s, tena razn. Los frunces de la
cintura caan en innumerables pliegues
que se abran mucho ms abajo de la
rodilla. Tom el ruedo con las dos
manos, de un costado y del otro, y
levant los brazos dejndolos paralelos
al piso. Todava sobraba tela como para
levantarlos ms. Mirndome al espejo
record una foto de mam y ta Luisa
cuando eran chiquitas, tomadas del
brazo y levantndose la punta del
vestido; unos vestidos semejantes al que
yo me estaba probando, con mangas
farolito y moos en la cintura.
Es viejsimo le dije a la
vendedora.
Dcada del cincuenta me
contest con precisin. Pero fijate que
est perfecto agreg, levantando parte
del ruedo y acercndome la tela a los
ojos. La mujer que me lo vendi lo
trajo con una funda y me dijo que as
estuvo durante muchos aos. Mandalo a
la tintorera y te va a quedar como
recin hecho.
Esa tarde, ni bien mam volvi de
trabajar le mostr el vestido. Le encant,
pero le agarr la nostalgia. Empez a
hablar de su infancia, de los abuelos, de
cuando ella y ta Luisa iban a los
cumpleaos de los amiguitos y tomaban
chocolate; en fin, empez a sacar
cuentas y corran los aos como si nada,
hasta que lleg a la conclusin de que
cuando la duea del vestido la
primera, porque ahora era mo lo
usaba, suponiendo que fuera una
adolescente ms o menos de mi edad,
ella y ta Luisa tendran cinco y seis
aos, respectivamente, o sea, la edad
que tenan en la foto que yo record
cuando vi el vestido por primera vez.
Bueno, despus de la nostalgia,
mam volvi a ser la mujer prctica de
todos los das, y apoyando el vestido
contra su cuerpo y mirando hacia abajo
con ojo experto, me dijo:
Mmm, me parece que es muy
largo. Probtelo, as vemos si hay que
subirle el dobladillo.
Obedec. Mam me mir atentamente
y lleg a la conclusin de que le
sobraban unos cinco centmetros.
Se usaban largos, pero no tanto
dijo. Descosele el dobladillo que
despus de comer yo te lo coso.
Mam no habl ms, se fue a la
cocina, prendi la radio y empez con la
comida. Yo busqu el costurero y me
encerr en mi habitacin. Extend el
vestido sobre la cama y empec a cortar
con mucho cuidado el delgado hilo que
corra alrededor del amplsimo ruedo.
Ya haba descosido ms o menos la
mitad cuando descubr la carta.
Al principio solo fue un papel, un
papel doblado en cuatro. Despus supe
que era una carta. Por supuesto que me
sorprend. Me imagino que nadie que
descosa un dobladillo espera encontrar
algo en l. Y tambin me imagino que
alguien que cose un dobladillo no tiene
por qu meter ni un papel ni nada debajo
del doblez de tela. A menos que
quiera esconderlo. Bueno, todo esto se
me ocurri cuando descubr el papel
doblado en cuatro. Y tena razn: nadie
mete un papel en el dobladillo de un
vestido, a no ser que tenga un buen
motivo.
Desdobl el papel con la sensacin
de estar metindome en secretos ajenos.
Estaba ntegramente escrito de un solo
lado, con tinta azul muy clarita y letra
chica y apretada. A juzgar por la tinta
lavada, como borroneada, y por el color
amarillento del papel, era fcil darse
cuenta de que llevaba muchos aos en el
vestido, o por lo menos que haca
muchsimo tiempo que alguien lo haba
escrito. Esa fue la primera impresin
que tuve: el tiempo, la cantidad de aos
que tena ese papel escrito, y el
misterio
Al sacar la carta del vestido sent, y
no exagero, un pozo profundo entre mis
manos; un pozo hecho de aos y de vaya
a saber qu.
22 de octubre de 1958, le y casi
me caigo. La carta era de la misma
poca que el vestido.
22 de octubre de 1958
Querida Mal:
Tengo miedo.
Mis sospechas se confirmaron,
lodo lo que te cont en mi
carta anterior result cierto.
Anoche sub a la terracita de
la cpula y los escuch.
Hablaban del veneno, de las
dosis, de que ya falta poco. No
pude escuchar todo, ya sabs
que es peligroso acercarse
mucho a la ventana. Creo que
me acerqu demasiado, casi
me caigo. Pis en falso, pero
pude agarrarme del borde de
la ventana. No sabs el miedo
que tuve. Te juro que no subo
ms. Igual, ya no hace falta.
Ahora s todo.
Por favor, te
pido otra vez que me ayudes.
Habla de nuevo con el doctor
De Bilbao. Hoy mismo. Quiero
que interne a pap. Tengo
esperanzas de que lo salve.
Pero tiene que venir, tiene que
venir enseguida. Por favor,
Mal, cuento con tu ayuda. No
me abandones.
Tu amiga del
alma,
Elena
P. D.: S muy bien que si pap
muere, la siguiente ser yo.
Sal corriendo de mi habitacin con
la carta y se la mostr a mam y tambin
a Juanjo, mi hermano mayor, que
acababa de llegar de la facultad. Los
dos se interesaron inmediatamente y
durante diez o quince minutos se
pusieron a barajar hiptesis de lo ms
absurdas, hasta llegar a la conclusin de
que la carta la haba escrito la duea de
la casa donde compr el vestido, con el
malsano propsito de crear una
atmsfera de misterio, muy beneficiosa
para su negocio. Por supuesto que no
estuve de acuerdo, pero despus lleg
Javier, mi hermano menor, y con la
nica finalidad de llevarme la contra
apoy la hiptesis de mam y Juanjo.
Finalmente, para completar el
cuadro familiar, lleg pap y, tal como
me imaginaba, estuvo de acuerdo con lo
que sostena la mayora, o sea, la parte
lgica y sensata de la familia. As que
ah qued yo como una loca de
telenovela, segn palabras de Juanjo;
muy dada a la sensiblera, como dijo
pap; demasiado fantasiosa, segn
mam y siempre pensando en
pelotudeces, textuales palabras del
mismsimo Javier. En fin, guard bien
guardada la carta en el cajn de mi
escritorio y me jur iniciar una pequea
investigacin que me permitiera
demostrar que tanto mi padre y mi madre
como mis dos hermanos estaban
absolutamente equivocados.
2
Se acuerda de m? La semana
pasada le compr un vestido de la
dcada del cincuenta
La mujer levant la cabeza de la
maraa de papeles que tena sobre el
mostrador, se baj los anteojos hasta la
punta de la nariz y me mir.
Claro que me acuerdo. Te llevaste
el vestido amarillo de organza. Y lo
queras para un baile. Ya lo usaste?
Todava no. El baile es el sbado
que viene. Ahora estoy muy ocupada con
una monografa para Historia. Por eso
vine a verla.
La mujer me pidi que me sentara y
me escuch con atencin. Era de lo ms
amable. Yo haba estado casi una
semana entera elaborando un plan de
accin para investigar lo de la carta, y
los primeros pasos deba darlos
necesariamente en el lugar donde haba
comprado el vestido. Eso s, de ningn
modo le iba a contar a la mujer lo de la
carta. Con la experiencia que ya haba
tenido con mi familia, suficiente.
Lo que se me ocurri no era para
nada disparatado. Simplemente, dije que
tena que hacer una monografa para el
colegio, que consista en investigar la
historia de algn objeto. Y a m, por
supuesto, se me haba ocurrido rastrear
nada menos que la historia del vestido.
La mujer me miraba fascinada; me dijo
que le pareca un trabajo interesantsimo
y que me iba a ayudar en todo lo que
pudiera.
Lo que tengo que hacer es rastrear
estos cuarenta y pico de aos que tiene
el vestido, yendo de adelante hacia
atrs. Empiezo por usted, que me lo
vendi, y termino con la primera duea,
la que se lo hizo en el cincuenta y ocho.
Cmo sabs que fue en el
cincuenta y ocho? pregunt la mujer,
mirndome con curiosidad.
Me mord la lengua. Estuve a punto
de meter la pata as porque s. Le
expliqu que mi mam tena una foto de
cuando era chica, en la que apareca con
un vestido casi igual al que yo haba
comprado; y la foto era de 1958.
S, ms o menos debe ser ese el
ao. Tu mam tendr mi edad, por lo
que veo. Yo tambin tena vestidos as
cuando era chica
Otra vez la nostalgia, pens al ver
que la mujer pona la misma cara que
puso mam cuando le mostr el vestido.
Usted dnde lo compr?
pregunt de repente, mientras sacaba de
mi mochila un cuaderno y una lapicera,
dispuesta a anotar cualquier cosa,
importante o no, que me dijera la mujer.
Aqu mismo. Me lo vino a
ofrecer, junto con otras cosas, la
hermana de una amiga ma que tena una
casa de antigedades en San Isidro. El
ao pasado liquid todo porque se fue a
vivir a Espaa.
Haba alguna otra cosa de la
misma poca del vestido? pregunt,
imaginando locamente no menos de
media docena de vestidos ms, todos
con cartas escondidas en el dobladillo.
No. Lo dems eran cortinas,
manteles y una alfombra.
Y ahora qu?, pens. De ningn
modo iba a permitir que ah se terminara
todo. Pero no me imaginaba cmo
seguir. La nica persona que podra
darme una pista sobre el origen del
vestido viva en Espaa Qu hacer?
Me qued con la mirada fija no s dnde
y la lapicera en el aire, sin saber cmo
seguir. Y ah noms, como si me hubiera
ledo el pensamiento y hacindose cargo
de mis dudas, la mujer del negocio me
dijo:
A lo mejor, mi amiga te puede
ayudar. Yo hasta aqu llegu. Ms no te
puedo decir porque no s. Dejame tu
telfono, yo voy a hablar con ella y
vemos qu se puede hacer.
Le agradec y de paso exager un
poco con el tema de la monografa. Le
dije que la profesora era muy exigente y
que yo me tomaba el trabajo muy en
serio, no solo por la nota, sino porque
me encantaba la materia, y que ya haba
empezado a investigar los
acontecimientos importantes de la
dcada del cincuenta, y bla, bla, bla,
bla, y que lo nico que me faltaba era
armar la historia particular del vestido,
porque el trabajo era as: la historia del
pas por un lado y la particular del
objeto elegido por el otro, y bla, bla,
bla, y de golpe me call porque escuch
que en la radio anunciaban las noticias
de la una; y ah me acord de que era
martes y me tocaba cocinar a m. Le dej
mi telfono a la mujer y sal corriendo
para casa.
Salchichas con ensalada de tomates
no es un mal almuerzo, salvo que uno se
hubiera hecho a la idea de que comera
pollo con papas al horno. Y
precisamente esa era la idea de mis
hermanos, y tambin la ma, hasta que
me di cuenta de la hora. En fin, comimos
las salchichas y no hubo quejas a mam,
a cambio de que yo cocinara al da
siguiente. Otra vez, cambio de turnos.
No dije nada, pero me sent como
me siento tantas veces: el salame del
sngiche. Juanjo de un lado, Javier del
otro y yo en el medio. En fin, no le di
ms vueltas al asunto, acept cocinar al
otro da como pago por mi
imperdonable atraso y por mi menos
perdonable cambio de men, y me
dediqu a pensar en la carta y en su
autora. No poda menos que imaginarme
verdaderas telenovelas del estilo de las
que yo sola mirar. Qu habra sido de
Elena? Y su padre? Se habra
salvado? Quin haba tratado de
envenenarlo? Preguntas, por supuesto,
que de ningn modo poda contestar,
aunque pensaba que en algn momento,
como resultado de mi investigacin,
alguien me iba a responder.
Pero haba algo que me obsesionaba
todava mucho ms y era el hecho de que
quizs esa carta nunca hubiera llegado a
destino. Quin la habra escondido?
Elena o Mal? Mal (qu nombre
extrao) tal vez jams recibi esa carta,
y si no la recibi, nunca pudo haber
hecho lo que le peda Elena. Est bien
que se hablaba de una carta anterior y se
daba a entender que Mal ya haba
hablado con el mdico, pero la urgencia
de Elena por ver al mdico otra vez para
internar a su padre, esa desesperacin
por salvarlo Qu habra pasado? Y
la posdata? Elena deca que las mismas
personas que estaban envenenando a su
padre la mataran tambin a ella
No, por ms que le diera vueltas al
asunto, jams encontrara respuestas.
Solo tena mis fantasas. Y precisamente
eso era lo que yo no quera. Ya estaba
harta de ser la loca fantasiosa de la
familia. Yo quera demostrar que esa
carta, a pesar de los aos transcurridos,
era tan real como el almuerzo de todos
los das. O por lo menos lo haba sido.
Y si haba llegado a mis manos, tena
que hacer algo. La haba recibido yo. La
destinataria haba sido Mal, sin dudas,
pero ahora me llegaba a m. Ms de
cuarenta aos haban transcurrido desde
que Elena la escribi, y la reciba yo.
Por una de esas vueltas de la vida, Elena
me mandaba una carta a m. Y eso tena
que significar algo.
Por el momento, lo nico que poda
hacer era esperar que me llamara la
duea del negocio de ropa. Era la nica
forma de conectarme con la mujer de
Espaa. Si ella me averiguaba la
direccin, yo podra escribirle para
preguntarle cmo y dnde haba
conseguido el vestido. Otra cosa no
poda hacer; as que, para no ser pesada,
dejara pasar dos o tres das y si no me
llamaba, volvera otra vez al negocio.
Mientras tanto, lleg el sbado y ni
noticias de la vendedora de ropa ni de
su amiga ni de la hermana de la amiga.
La verdad, mucho tiempo para pensar en
eso no tuve. Mi nica preocupacin era
el baile de mi prima. Y las amigas de mi
prima. Y mi prima.
A las nueve en punto, yo ya estaba
lista y resignada. Es decir, con el
vestido puesto, los zoquetes, los zapatos
de taco bajo, el pelo recogido en una
cola de caballo con una cinta de
terciopelo, y el nimo por el piso, para
decirlo de algn modo. Estaba dispuesta
a aburrirme y a pelear solapadamente,
es decir, a dar respuestas irnicas e
hirientes cada vez que mi prima o alguna
de sus amigas me hicieran una pregunta
irnica e hiriente. Iba decidida a comer
de todo para fomentar la envidia, pues
saba perfectamente que Ayeln y
compaa seguan la moda de la flacura
extrema y, por lo tanto, no comeran
nada. Bueno, con todo este arsenal listo,
ya estaba en condiciones de que pap
me llevara en auto a la casa de mis tos,
en el barrio de Belgrano.
A qu hora te vengo a buscar?
me pregunt pap, en la puerta del
lujossimo edificio de veinte pisos, con
pileta de natacin, solrium, cancha de
tenis, sauna y vigilancia las veinticuatro
horas del da.
A las doce. En punto remarqu.
Como Cenicienta? pregunt
pap sonriendo, porque conoce y respeta
mi antipata por mi prima. Antipata que
l comparte aunque la vuelca hacia mi
to, que le resulta tan insoportable como
a m Ayeln.
Como Cenicienta. Ni un minuto
ms. Mir que despus de las doce dejo
de ser la dulce chica de los cincuenta y
vuelvo a ser la odiosa Ins de siempre.
Y eso quiere decir que me voy a agarrar
de los pelos con Ayeln.
Pap se retir con la carroza y me
dej en los jardines del palacio.
Mientras suba los escalones hacia la
puerta principal, not que estaba
relampagueando.
Ins! Viniste! Qu alegra!
grit Ayeln, falsa, refalsa, mientras me
daba el ms falso de los besos delante
de mi ta, que tambin haba salido a
recibirme.
El grupito de amigas selectas seis
autnticas arpas que conozco a la
perfeccin despus de haber padecido
todas las fiestas de cumpleaos de
Ayeln, ms comunin, confirmacin,
egreso del primario con medalla y
diploma de honor celebrado en un saln
de fiestas a todo lujo, y algn
acontecimiento ms que por fortuna
debo haber olvidado estaba presente
en pleno. Obviamente, tambin las
salud.
Me vas a disculpar, Ins me
dijo Tatiana, una de las arpas, ni bien
mi ta sali de escena, no entiendo tu
disfraz Qu significa?
No veo por qu tiene que
significar algo contest con cara de
asco. Me parece que formulaste mal
la pregunta. Simplemente, tendras que
haber dicho: De qu te disfrazaste?.
Bueno, me corrijo, entonces me
ataj Tatiana. Me pods decir de qu
te disfrazaste, por favor?
Me disfrac de chica de los
cincuenta, es decir, de la dcada del
cincuenta aclar, como si Tatiana
fuera incapaz de comprender nada.
Decid no esperar ninguna respuesta
y me retir dignamente hacia el otro
extremo del living. Mi prima vive en un
piso dieciocho, y si hay algo que a m
me fascina es mirar por las ventanas; y
cuanto ms alto, mejor. Segua
relampagueando.
3
No voy a decir demasiado de esa
noche. Solamente que me aburr, tal
como saba que iba a suceder. Segn
mam, me aburr porque fui decidida a
aburrirme. Puede ser, pero yo saba que
las cosas no podan ser de otro modo. El
conflicto con Ayeln viene de lejos.
Entre ella y yo, un abismo.
Pero eso no importa, ahora. Vuelvo
a la carta. El domingo me llam la
duea del negocio donde compr el
vestido. Me dijo que su amiga haba
hablado por telfono con la hermana,
que le haba contado lo de mi
monografa y que la mujer haba
sugerido que yo le mandara un fax,
preguntndole lo que quisiera. Un fax?
Y por qu no un mail? Bueno, parece
que la mujer era un poco antigua. No
insist con lo del mail. Esa misma noche
prepar las preguntas y al otro da
mand el fax a Espaa. A mi familia, ni
una palabra.
Todos los das, despus de salir del
colegio, pasaba por el locutorio a ver si
haban recibido la respuesta. Prefera
pasar yo y no que me llamaran a casa,
por las dudas. Estaba decidida a que
nadie se enterara de nada, por lo menos
hasta que hubiera descubierto algo bien
concreto. Mientras tanto, lo nico que
haca era releer la carta todas las noches
y convencerme cada vez ms de que la
verdadera destinataria era yo. Elena me
haba escrito a m para que descubriera
vaya a saber qu misterio. Ninguno en
mi casa me iba a sacar esa idea de la
cabeza.
El jueves lleg el fax. Lo retir al
medioda y me fui a sentar en un banco
de la plaza para leerlo tranquila.
Estimada Ins:
Paso a
contestar las preguntas que me
hiciste llegar. Espero que
estas respuestas sean de
utilidad para tu trabajo.
1. Compr el
vestido en el ochenta y cuatro.
Lo recuerdo muy bien porque
fue la primera compra que
hice yo sola para la casa de
antigedades de mi madre.
Nunca pude venderlo. Varias
veces estuve a punto de
hacerlo, pero por un motivo u
otro la persona interesada
terminaba llevando un vestido
diferente o, en el peor de los
casos, nada.
2. Lo compr en
un remate, en una casona del
barrio de San Telmo.
3. No s a quin
perteneci. Solo s que la casa
se iba a vender y los dueos
remataban todo lo que haba
dentro. Recuerdo a una seora
muy elegante, que recorra la
casa como si la conociera y
cada tanto hablaba en voz
baja con el rematador. En ese
momento pens que era la
duea.
Bueno, Ins,
ojal que lo que te cont te
sirva. Si necesitas algo ms,
mandame otro fax.
Te saluda,
Alicia S.
Gutirrez
Eso era todo. Ni una palabra de
Elena. Solamente la seora muy elegante
que pareca la duea de la casa. Elena,
quiz? Una mujer que fue adolescente en
el cincuenta y ocho, en el ochenta y
cuatro tiene que haber sido una seora,
seguro; siempre y cuando hubiera
seguido viva, desde luego Qu
hacer?, me preguntaba con el fax en la
mano, sentada en la plaza. Tal vez
buscar una casa con cpula en San
Telmo? Absurdo. Debe haber
ochocientas mil, ms o menos. Lo
irnico era que yo haba vivido toda mi
vida en San Telmo, y tal vez la casa de
Elena estaba por ah noms y no lo
saba. Claro que en ese momento no
tena la menor idea de lo que podra
haber hecho en el caso de que alguien
me hubiera dicho con exactitud cul era
la casa. Tampoco me planteaba si
despus de cuarenta y pico de aos era
posible averiguar algo. Es que no se me
ocurra pensar en las dificultades. Lo
nico que quera era encontrar la casa.
Despus vera qu hacer.
Entonces le mand el segundo fax a
Alicia Gutirrez, pidindole que me
contara cualquier cosa que recordara de
la casa; por ejemplo, si tena balcones, o
quiz una cpula Esta vez tard dos
semanas en responder, pero la espera
vali la pena.
La respuesta lleg por correo, un
sbado a la maana; me agarr
desprevenida porque esperaba un fax. Y
el que recibi la carta de manos del
portero fue Javier. Menos mal que se me
ocurri algo para salir del paso, porque
si no todava lo tendra dando vueltas a
mi alrededor tratando de averiguar quin
y por qu me escriba. Le dije que
Alicia era amiga por carta de una de mis
compaeras del colegio y que quera
cartearse con otras chicas argentinas, as
que yo me haba enganchado. Me dijo
que mis compaeras y yo ramos de otro
planeta y que la gente solo escribe
cartas en las novelas; le dije que tena
razn y me fui volando a mi cuarto a leer
la carta.
Querida Ins:
Disclpame la
tardanza en contestar, pero
estuve pensando mucho
despus de recibir tu fax, en el
que me preguntabas si
recordaba la casa. Es extrao,
pero si no me hubieras
preguntado por la cpula, tal
vez no habra recordado nada.
Pas mucho tiempo. Sin
embargo, a veces basta una
palabra, un olor, un sonido, no
s, algo aparentemente
insignificante que de golpe nos
pone un pedazo del pasado
delante de los ojos. Eso me
pas cuando me preguntaste si
la casa tena una cpula. Qu
extrao. Bueno, te cuento. Ese
da, como ya te he dicho, se
remataba todo lo de la casa.
Yo estaba muy interesada y
muy ansiosa porque era la
primera compra que hara
sola, ya que siempre las haba
hecho mi madre. Era tanta mi
ansiedad, que Ilegu dos horas
antes. Imagnate, yo estaba
sola, en un lugar desconocido
para m, ya que lo nico que
conoca de Buenos Aires era el
centro (viv siempre en San
Isidro y ese era mi mundo).
Bueno, qu poda hacer en
esas dos horas? Lo primero
que pens fue buscar un bar.
Mir para un lado y para otro,
y no vi ninguno. Yo no quera
alejarme demasiado porque
tena miedo de desorientarme
y no saber volver o llegar
tarde. Nunca fui buena para
orientarme. Esto te lo digo
para que entiendas lo que
sigue. Ah estaba yo, con dos
horas para llenar de alguna
manera, sin ningn bar a la
vista y sin querer alejarme. Te
aseguro que no tengo la menor
idea del nombre de la calle
donde estaba la casa. S que
ocupaba toda una esquina, que
era muy grande y tena una
cpula o, mejor dicho, lo que
yo pens que era una cpula;
ahora te explico. Camin una
o dos cuadras, hacia lo que
pareca un parque. Recuerdo
que cuando pensaba dnde ir,
mir en una direccin y vi
muchas plantas, rboles y un
portn de reja. Todo estaba al
fondo de una de las calles.
Camin hacia all y, al llegar,
le en una placa que estaba en
la pared el nombre de un
museo (no recuerdo qu
museo). Bueno, ya tena dnde
pasar el tiempo. Entonces me
di vuelta para ver la casa. Ya
te dije, parecer tonto, pero
quera ubicarme bien, quera
estar segura de que la casa
estaba ah noms y al alcance
de mis ojos. Y fue en ese
momento, al mirarla antes de
entrar al museo, cuando le
prest atencin a la cpula.
Tena delante de m otra
perspectiva de la casa. La vea
toda entera, con su cpula
incompleta: le faltaba el
techo. Te juro que me llam la
atencin. Como te dars
cuenta, hablando con
precisin, no se trataba de una
cpula. En realidad era una
habitacin redonda, como una
torre, en la parte superior de
la casa, sin el techo
abovedado, que es lo que hace
a la cpula. Bueno, aunque no
lo fuera, yo pens que era una
cpula sin techo, y esto
importa, porque fue esa la
palabrita mgica que me hizo
recordar todo. Sigo. Me qued
mirando la casa; tena algo
raro, entre melanclico y
misterioso, con esa habitacin
redonda cortada al ras Me
dio un poco de vergenza
quedarme ah parada, mirando
hacia la calle; yo era un poco
tmida por entonces. Bueno,
entr al museo. No recuerdo su
nombre, ya te dije. S que
haba muchas cosas de San
Martn; me acuerdo, por
ejemplo, de una rplica de su
habitacin de Boulogne-sur-
Mer. Tambin recuerdo
grandes cuadros de batallas,
trajes de la poca colonial
S que el museo estaba en un
parque que no me anim a
recorrer porque tena miedo
de perderme y llegar tarde al
remate. Al salir del museo, lo
primero que vi fue la casa de
la cpula. Estaba ah,
derechito, a una o dos cuadras
de la puerta del museo.
Creeme, era imposible
perderse; y ten en cuenta que
soy un desastre para
orientarme.
Bueno, Ins,
aqu terminan mis recuerdos.
Por lo menos, los ms
precisos. Ya te habl de la
mujer elegante que hablaba
con el rematador y que supuse
que era la duea. Tambin
recuerdo una escalera de
madera muy imponente, muy
aristocrtica, y nada ms.
Compr el vestido, algunas
porcelanas y unos cubiertos de
plata; creo que eso fue todo.
El vestido lo compr porque
me hizo acordar a los que yo
usaba cuando era chica. Aqu
termino, espero que te sirva de
algo.
Mucha suerte
con tu monografa.
Con un saludo
cordial,
Alicia S.
Gutirrez
De no creer. Era ms fcil de lo que
haba pensado. El museo no poda ser
otro que el del Parque Lezama, o sea, el
Museo Histrico Nacional. Lo conozco.
All est la rplica de la habitacin de
San Martn en Boulogne-sur-Mer, tal
como recordaba Alicia. Sal volando,
por supuesto; aunque, como siempre, me
apur un poco. No era el mejor momento
para salir de casa. Los sbados a la
maana estamos todos, cada uno con su
tarea correspondiente. No tenemos a
nadie que nos ayude, salvo una vez cada
quince das, ocasin en que aparece la
siempre bien esperada Teresita, quien
despus de seis horas de limpieza
profunda deja la casa tan reluciente que
da gusto verla. Lstima que tanta higiene
dure tan poco. En fin, como Teresita no
viene muy seguido, debemos repartirnos
las tareas domsticas entre los cinco. Un
poco cada uno, ms unos que otros y,
por uno de esos misterios de la vida, yo
ms que todos. Qu se le va a hacer. Ese
sbado, a m me tocaba limpiar el bao
y a Juanjo ir al mercado. Podra haber
esperado tranquilamente hasta la tarde y
salir sin tener que dar explicaciones a
nadie; pero no aguant y le cambi a
Juanjo el bao por el mercado. l
acept, pero con una condicin: que el
lunes cocinara yo en su lugar, ya que
consideraba que la limpieza del bao
era ms trabajosa que ir al mercado.
Acept, a pesar de que el martes tendra
que cocinar otra vez, porque ese da me
tocaba a m. De nuevo el salame del
sngiche, pens, pero no me import.
Agarr la bolsa de los mandados y vol.
El mercado queda a dos cuadras de
casa, y el Parque Lezama, a seis.
Camin hasta Defensa, que es la calle
del museo, y por ah segu hasta el cruce
con Caseros, que es donde est el portn
de reja del que hablaba Alicia. Ms que
caminar, corr; cuando llegu a la puerta
sub un escaln, mirando hacia el museo,
despus me di vuelta de golpe y mir
hacia Caseros, dando la espalda a la
puerta del museo. Ah estaba, a una
cuadra. Cmo no verla? Una cuadra
ms all, en una esquina. Una cpula
cortada al ras. Una torre. Una cpula sin
techo o como se llame. Una habitacin
redonda en la parte superior de la casa,
sin cpula. No s. Pero ah estaba. Una
casa vieja, como casi todas las del
barrio, en la esquina de Caseros y
Bolvar, a unas siete u ocho cuadras de
mi propia casa. As la haba visto Alicia
y as la vea yo. Me qued unos minutos
parada, tratando de imaginar a Elena
trepada a una de las ventanas. Cmo
habra hecho? No se vean balcones ni
salientes. Seguramente, la terracita de la
que Elena hablaba en su carta estara en
la parte de atrs. Llegu a la esquina de
Bolvar y me par en la vereda de
enfrente, en diagonal a la casa. No poda
dejar de pensar en Elena, trepada a la
torre, espiando por una de las ventanas.
De solo pensarlo, me daba vrtigo. La
casa era de tres pisos ms la torre. Pisos
altos, desde luego, porque era una casa
muy antigua. Y tambin deteriorada.
Pareca abandonada. Al lado de la
puerta se vea un cartel. Cruc para
leerlo. Danza jazz, flamenco, gimnasia
modeladora. Pens que si se me
ocurra investigar en la casa, podra
anotarme en las clases de baile. Pero la
idea no me convenca demasiado. Lo
que yo tena que averiguar no estaba
adentro. Yo necesitaba que alguien me
contara qu haba pasado con la gente
que vivi all a fines de la dcada del
cincuenta. Y en la casa no quedaba
nadie de esa poca; la haban vendido,
haban rematado sus muebles, todo. No
haba nada que buscar en ella. Y
afuera? Por dnde empezar? A quin
preguntar? Tal vez a algn vecino viejo
que recordara algo de aquellos tiempos.
Quin? Y cmo encontrarlo? La gente
se muda; se muere. Qu hacer? Volv a
cruzar y me fui caminando por Bolvar,
pensando que lo mejor iba a ser cortar
por un rato el rollo que tena en la
cabeza, ir al mercado y volver pronto a
casa, porque mam estaba esperando el
pescado para hacer la comida. Camin
una cuadra y al llegar a Brasil me di
vuelta de golpe. Ah estaba otra vez la
torre con Elena colgada de una de las
ventanas. Dobl por Brasil hacia
Defensa. Quera evitar la tentacin de
darme vuelta otra vez. Me concentr en
el mercado, el pescado, las verduras, la
fruta, mam, el almuerzo, Juanjo, que
seguramente ya habra terminado de
limpiar el bao y estara libre de tareas
domsticas hasta el almuerzo del
jueves y en m, pens en m, que ni
siquiera haba pisado el mercado y ya
faltaba poco para el medioda, y tendra
que hacer la cola para comprar el
pescado, y otra ms para la verdura y la
fruta Y tambin cocinar el lunes y
tambin el martes Y como tantas otras
veces, volv a sentirme el salame del
sngiche.
4
Si hay una materia que odio, es
Matemtica. Tuve que dar examen en
diciembre. Para colmo, en casa ni
siquiera me dieron la oportunidad de
prepararme con un profesor particular.
El profesor lo tens en casa me
dijo mam. Juanjo sabe mucho. Para
qu vamos a pagar clases particulares?
Juanjo no tiene paciencia
protest.
Vos tampoco dijo mam.
Pero eso se soluciona con un poco de
buena voluntad de parte de cada uno. Y
no se hable ms del asunto.
Y no se habl ms del asunto. Es que
ante argumento tan razonable, no
quedaba nada por decir. Adems, el ao
anterior haba pasado exactamente lo
mismo. La cosa fue ms o menos as:
Juanjo me explicaba, yo no entenda, l
se enojaba y me gritaba, yo me enojaba
y le gritaba, nos pelebamos, estbamos
el resto del da sin hablarnos, llegaba
mam y Juanjo le hablaba mal de m, yo
me defenda hablando mal de l, mam
me retaba, yo me enojaba con ella y
as durante diez das. Por suerte, zaf
con un seis y se termin la tortura.
Pero esta vez fue diferente. Diferente
y peor. No solo tuve que soportar al
sabihondo de mi hermano mayor, sino
tambin al genio de mi hermano menor.
Javier es decididamente insoportable.
Tiene un ao menos que yo y sabe ms.
Sabe tanto como Juanjo. La verdad, y no
pienso reconocerlo delante de l, es que
Javier es brillante en Matemtica. El
problema consiste en que le gusta
molestarme. Y cmo. En fin, esta vez
tuve que aguantar a los dos. Empezaba
Juanjo a explicarme, yo no entenda, l
se enojaba, nos pelebamos, vena
Javier, me explicaba gritando, yo no
entenda y gritaba, l se enojaba, yo me
enojaba, nos pelebamos, llegaba mam,
los dos le iban con las quejas, mam me
retaba y finalmente volv a zafar con
seis. Listo. Se termin.
Bueno, es de imaginar que, con todo
esto, mucho tiempo para ocuparme de la
investigacin no tuve.
Noviembre se me fue volando. A los
profesores siempre se les ocurre tomar
todas las pruebas juntas. Y con la
cuestin de Matemtica, vol tambin
parte de diciembre. Pero una vez que me
saqu la maldita materia de encima,
qued con tiempo disponible para
ocuparme del asunto.
Ya saba cul era la casa de Elena.
Pero quin iba a decirme qu haba
pasado all en el cincuenta y ocho?
Pens, y creo que cualquiera en mi lugar
hubiera pensado lo mismo, que lo nico
que poda hacerse era preguntar a los
vecinos. Y all fui, un lunes por la
maana; eso s, tuve que cambiar de
verso. Las clases ya haban terminado y
no poda seguir con el cuento de la
monografa.
Buenos das, seor salud al
hombre que baldeaba la vereda del
restaurant situado exactamente enfrente
de la casa de Elena.
Buen da me contest,
dejando quieta la escoba justo a tiempo
para no salpicarme.
Colaboro en una revista y estoy
haciendo una investigacin sobre el
barrio, es decir, sobre cmo era el
barrio antes, hace ms o menos cuarenta
aos, un poco ms el hombre me
miraba con ganas de seguir baldeando
en la dcada del cincuenta Eso.
Estamos tratando de reconstruir esa
poca, barrio por barrio
Y yo qu puedo hacer?
pregunt l, empezando a barrer otra
vez.
Bueno, a lo mejor usted recuerda
algo dije y me corr para que no me
salpicara.
No, yo no afirm, dejando otra
vez quieta la escoba. Hace cuarenta
aos yo era muy chico y adems no
viva en este barrio.
Y no conoce a nadie que me
pueda dar una mano?
A ver se qued pensativo,
usando la escoba como punto de apoyo
. All enfrente vive una seora muy
viejita. A lo mejor te puede ayudar. Que
yo sepa, vivi siempre ah.
Fui, por supuesto. La seora viva
arriba del mercadito de la esquina que
hace diagonal con la casa de Elena. Era
la duea de toda la esquina y le
alquilaba el local a un vecino. Todo esto
me lo cont el hombre del restaurant.
Bueno, hice exactamente lo mismo
que haba hecho antes: entr, salud a la
nica persona que se encontraba a la
vista, me present como colaboradora
de una revista interesada en el pasado
de los barrios de Buenos Aires y le
pregunt por la seora que viva arriba,
aclarando que me enviaba el seor del
restaurant de enfrente.
La seora es muy viejita me
dijo el hombre, mientras colgaba una
ristra de chorizos en un gancho, sobre el
mostrador, no s si podr atenderte.
Por favor, son algunas preguntas,
nada ms. Como se imaginar, todas las
personas que me pueden dar alguna
informacin son de edad avanzada
y ni bien dije estas ltimas palabras, me
sent tonta por no haberme animado a
decir viejas.
Est bien dijo el hombre, no de
muy buena gana. Esper un momento
y caminando unos pasos hacia el
fondo, grit: Ameeeliaaa! Decile
a doa Anita que la buscan!
Amelia apareci enseguida, como si
hubiera estado esperando que la
llamaran.
Quin la busca? pregunt
mirndome a m, con cara de
desconfianza.
Largu el verso de un tirn, sonre y
me qued aguardando una respuesta.
Todo lo que consegu fue una especie de
bufido y un gesto de impacienca. La
mujer se fue y yo me qued esperando.
No s qu, pero me qued esperando. El
hombre ni me miraba; envolva huevos
en papel de diario, sobre el mostrador.
En un rincn dorma un gato negro. Un
ventilador de techo daba unas vueltas
lentas y montonas, dejando or una
especie de ronroneo sordo y lento
tambin. Amelia volvi, tan desconfiada
e impaciente como antes.
Doa Anita va a bajar, dice que la
esperes.
Me sent en un banco, al lado de un
cajn de cebollas, dispuesta a esperar
todo el tiempo que doa Anita quisiera.
Y por suerte no fue mucho.
Quin me busca? escuch una
voz a mis espaldas. La voz era suave,
dbil, quebradiza.
Ah estaba doa Anita, como una
rama larga, seca y fina a punto de
partirse; el pelo blanco y hablando casi
como si rezara. La salud y le ced el
banco.
As que la historia del barrio
Qu bien murmur apenas.
Habl, habl y habl. Por un
momento, me pareci que la estaba
aturdiendo. Se vea tan frgil Pens
que poda caerse del banco, empujada
por el viento de mis palabras. Yo saba
muy bien lo que tena que decir, haba
ensayado bastante. Pero tambin fui
agregando cosas que me iban saliendo
en el momento. Le dije que ya haba
averiguado cmo era el Parque Lezama
hace cincuenta aos, cuando haba peces
de colores en las fuentes y rosales en los
canteros. Hice hincapi en el inters que
tena por las casas, tan antiguas, con
tanta personalidad. No conocera ella,
por casualidad, la historia de alguna de
las casas de la cuadra? Por qu no
cerraba los ojos y viajaba en el tiempo
unos cuarenta o cincuenta aos atrs?
Doa Anita sonrea, cansada, y a medida
que yo hablaba los ojos se le iban lejos,
lejos. Doa Anita recordaba, claro. El
hombre segua envolviendo huevos en el
mostrador. Amelia cortaba fiambre y
cada tanto me echaba una mirada entre
curiosa y desconfiada. Doa Anita cerr
los ojos. Yo dej de hablar y tom aire;
un suspiro largo. Solo se oa el zumbido
tenue de la cortadora de fiambre, el
crujir del papel de diario al plegarse
sobre los huevos y el ronroneo del
ventilador.
Hay una historia muy triste
rez doa Anita. No s si te servir.
S, me sirve me apur a
contestar, mientras le acercaba el
grabador. Me sirve todo. Cunteme,
por favor.
Otra pausa. Doa Anita volvi a
cerrar los ojos, los abri, levant un
brazo esqueltico y tembloroso y seal
la esquina de enfrente. La casa de
enfrente, en diagonal. Volv a suspirar
largo, largo, esta vez de ansiedad.
Esa casa, fue en esa casa. Hace
ms de cuarenta aos ya. Qu tragedia,
pobre Elenita Tan linda, tan joven
Tendra ms o menos tu edad dijo,
apartando los ojos de la casa para
fijarlos en m. Se mat, sabs?
Estaba muy mal, pobrecita, mal de la
cabeza Sufri mucho en la vida
Primero perdi a la madre, cuando era
muy chica. Despus, el padre se volvi
a casar con una mujer muy linda, ms
joven que l. Pero Elenita nunca la
quiso. Y despus despus el padre se
enferm se puso muy mal. Elenita lo
cuidaba noche y da, nunca se separaba
de su lado. Imagnate, era lo nico que
le quedaba. No tena hermanos. Era ella
slita. Tena miedo de perderlo, pobre
chica Pero don Emilio se puso cada
vez peor. Y al final se muri. Elenita no
lo soport. Estuvo das enteros
encerrada en su habitacin sin hablar
con nadie. No quera comer
Hasta que bueno, parece que se
volvi loca, pobre ngel Eso es lo
que dijeron, y tiene que haber sido as,
porque para hacer lo que hizo
Criatura de Dios! Subi a la torre y se
tir! En el barrio no lo podamos
creer
A esta altura del relato, doa Anita
tena otra vez los ojos fijos en la esquina
de enfrente.
Se tir de la torre repet,
mirando yo tambin hacia la esquina.
Y despus qu pas?
La viuda se qued un tiempo ms
en la casa con el hermano, que le haca
compaa. Era una buena mujer
Y antes de que Elena y el padre
murieran, el hermano ya viva con
ellos?
Estaba siempre, pero no s si
viva en la casa
Hbleme de Elena. Qu recuerda
de ella? Cmo era?
Era una chica linda, pero muy
triste. No sala casi nunca. Don Emilio
era un hombre muy difcil. Quera tener
a todos bajo su dominio. Muy buena
persona, muy recto, pero demasiado
severo. Su primera esposa, la mam de
Elena, charlaba conmigo de vez en
cuando, ac en el negocio. En esa poca
tenamos un almacn con mi marido. Lo
atendamos los dos. Y cuando ella vena
a comprar (pocas veces, porque casi
siempre vena la mucama) charlaba un
ratito conmigo. Entonces me contaba
algunas cosas. Se quejaba de que a don
Emilio no le gustaba salir. Se iban todo
el verano de vacaciones, pero el resto
del ao se lo pasaban metidos en la
casa
Y Elena tambin vena a comprar
al almacn?
Cuando era chiquita vena con la
mam y se quedaba a jugar con mi hija.
Las dos tenan la misma edad. Pero
despus, cuando la pobre seora muri,
Elenita no vino ms. Don Emilio no la
dejaba. Kilos siempre fueron muy ricos.
Elena iba a un colegio carsimo. No, don
Emilio no la dejaba
Y su hija se acuerda de Elena?
No s. Se acordar, tal vez
dijo, mirndome con unos ojos tan
tristes que pens que se iba a poner a
llorar. Yo me pregunt si no habra
metido la pata al preguntarle por la hija,
pero ella sigui hablando. Mi hija
vive en Francia. Viene una vez por
ao
Me puede decir algo ms de la
familia de Elena? pregunt, tratando
de rescatarla del recuerdo de la hija.
No No Pas tanto tiempo
La casa la vendieron?
S, pero despus de muchos aos.
Estuvo vaca un tiempo largo Cuando
se cay la cpula, vino el hermano
Pero a la viuda no la vi
Cuando se cay la cpula?
repet, intrigadsima.
S. Esa torre que ves ahora me
dijo, levantndose del banco y
caminando hacia la puerta, antes tena
una cpula. Era hermosa. Qu casa!
Qu lujo! Bueno, como te deca
sigui doa Anita, ms animada, una
noche hubo una tormenta terrible. No s
muy bien cundo fue, pero s que ya no
viva nadie en la casa. Y a la maana,
cuando nos levantamos, la cpula ya no
estaba. Se haba roto toda. Creo que
cay un rayo. Seguramente estaba en
muy malas condiciones; despus de la
muerte de don Emilio, nunca hicieron
arreglos La cuestin es que desde ese
da la torre qued sin cpula; as como
la ves ahora. Parece que alguien le avis
a la viuda, porque unos das despus
apareci el hermano. Vino con unos
albailes que arreglaron el techo de la
torre y ah termin todo.
Y, al parecer, ah terminaban
tambin los recuerdos de doa Anita,
porque dio media vuelta y le pidi a
Amelia que la acompaara arriba.
Despus, sonriendo dulcemente, me
dijo: Espero que cuando se publique la
nota me t raigas la revista.
S, por supuesto. Vamos a tener
que esperar un poquito, porque la
revista es nueva. Esta nota es para el
primer nmero. A lo mejor, dentro de
dos o tres meses invent, mientras
trataba de pensar en cmo conseguir que
me dijera algo ms.
Bueno, bueno. Me voy porque
estoy cansada. Disclpame. Igual, ms
no puedo decirte Mi memoria no anda
del todo bien Lstima que no viniste
la semana pasada. A lo mejor te
encontrabas con Amparito. Ella s que
sabe muchas cosas
Amparito?
S, la mucama de la casa. Vivi
muchos aos con la familia de Elenita
Y viene a visitarla? pregunt,
decidida a revolver cielo y tierra con tal
de encontrar a Amparito.
S, cada tanto. Es muy buena
persona. Tan atenta
Vive por ac?
S, bastante cerca. En el Rawson.
En el hospital?
S. Ah hay un asilo de ancianos,
un hogar Amparito trabaja y vive ah.
Le dieron una habitacin para ella sola.
Est contenta, la pobre. Imagnate si
tuviera que pagar un alquiler adnde
ira? Es jubilada
La voy a ir a visitar y jur que
lo hara. Qu apellido tiene?
No me acuerdo Pero no
importa. All la conocen todos. Vos
pregunt por Amparo. Mejor, por
Amparito. No creo que haya otra
5
Amparito. Amparito tena que ser
la llave del misterio. Eso crea yo, al
menos. Una mujer que haba vivido en la
misma casa que Elena tena que saber
muchas cosas. Sal del mercadito
haciendo planes y sacando conclusiones.
En un primer momento haba pensado en
ir directamente hacia el Rawson. Pero
despus decid que no, que era mejor no
apresurarse y preparar una lista con
todas las preguntas que deba hacerle a
Amparito. Volv a casa y ah noms me
acord de que me tocaba cocinar a m.
Perfecto. No hubo ningn problema.
Tena tiempo de sobra para preparar la
salsa de tomates, hervir los fideos y
rallar el queso, segn dictaba el men
del da. Por suerte, Juanjo y Javier no
estaban; eso quera decir que mientras
cocinaba poda pensar sin estorbos, sin
ruidos, sin nadie que entrara y saliera de
la cocina cada cinco minutos para abrir
la heladera o la lata de las galletitas.
Pensar. Yo quera pensar. Lo que haba
dicho doa Anita no dejaba mucho lugar
para dudas: a Elena la haban matado.
Despus de leer la carta, nadie podra
pensar en un suicidio. Ella haba sido
muy clara: si pap muere, la
siguiente ser yo. Y pas todo tal cual:
muri el padre, muri ella. Conclusin:
la mataron. Quin? Quines? La
esposa del padre y el hermano; los que
hablaban del veneno cuando Elena subi
a la torre. Primero matan al padre y
hacen pasar por loca a la hija; despus,
un empujoncito y Elena cae de la torre.
Y ellos dos, ricos. As de simple. Ya
estaba todo resuelto: vctimas, asesinos,
mvil del crimen y la carta para
probarlo. Claro que, probarlo ante
quin? Y despus de tantos aos, para
qu? Adems, aunque yo estuviera muy
segura de cmo haban sido las cosas,
no crea para nada que la carta pudiera
ser la prueba que demostrara la
culpabilidad de la viuda y del hermano.
Alguien podra decir, y tal vez con
razn, que Elena haba escrito la carta
estando muy trastornada y que tena
delirio de persecucin o algo semejante.
Y adems y sobre todo, a quin
podra interesarle descubrir la verdad
de algo que pas hace tanto tiempo? Y
aunque era obvio que a m s me
interesaba, quin era yo para meterme
donde nadie me haba llamado? Lo
nico que se me ocurri fue dejar las
preguntas a un lado y empezar a pensar
en lo que le iba a decir a Amparito.
Las posibilidades no eran muchas.
Lo nico que poda hacer era seguir con
el invento de la nota para la revista. Ni
el hombre del restaurant, ni el del
mercadito, ni la propia doa Anita, ni
siquiera Amelia, haban desconfiado de
mi condicin de periodista. Y si lo
hicieron, por lo menos no me dijeron
nada. Adems, si alguien desconfiara
por verme demasiado joven, le podra
decir que todava no me recib y que
trabajo en una revista de barrio, de esas
que se hacen con el esfuerzo de un grupo
de vecinos. Eso era algo posible, por
qu no me lo iban a creer?
Despus de comer, y mientras Juanjo
lavaba los platos y Javier esperaba para
secarlos, me fui a mi habitacin y
escrib una larga lista de preguntas para
Amparito. Puse de todo. No quera
olvidarme de nada. Primero, me
presentara y hablara de la revista.
Despus, mencionara la casa de
Bolvar y Caseros y la historia que me
haba contado doa Anita. A
continuacin, le acercara el micrfono
y la dejara que empezara a hablar. Si
vea que no contaba demasiado, la ira
guiando con las preguntas de mi lista.
Fcil. Pero como no saba adnde me
iba a llevar lo que Amparito pudiera
contarme, no quise adelantarme a sacar
conclusiones. Por supuesto que esperaba
encontrar a Mal por su intermedio,
aunque tambin saba que era muy
difcil. Mal poda haberse mudado o
haber muerto o qu s yo. Hasta ahora,
todo me haba salido ms que bien.
Desde el principio. Desde que recib la
primera contestacin de Alicia
Gutirrez; y con la segunda carta, ni
hablar. Despus, doa Anita Y ahora,
Amparito. Ms no poda pedir.
Ya haba terminado la lista de las
preguntas y estaba tratando de
imaginarme cmo sera Amparito,
cuando Juanjo golpe la puerta de mi
habitacin para avisarme que empezaba
mi telenoveln de las cuatro. No lo
poda creer. Me haba pasado dos horas
encerrada, sin tener la menor nocin del
tiempo. Decid no darle ms vueltas al
asunto hasta el da siguiente.
6
El Hospital Rawson me resultaba
ms o menos familiar. Cuando estaba en
la primaria tuve que ir varias veces por
la libreta sanitaria. Me acuerdo de que
bamos todos los chicos del grado con
las madres. Yo, particularmente, tuve
que ir ms que mis compaeros gracias
a mi mala pronunciacin de la erre.
Mam me llev unas cuantas veces al
consultorio de la foniatra, hasta que por
fin me firmaron la libreta. A m me
gustaba ir. Me atraa ese hospital tan
viejo, con paredes de azulejos blancos y
escaleras de madera crujiente. Me
pareca misterioso. Y tambin me
gustaba que tuviera rboles y techos a
dos aguas.
Llegu temprano. Entr por el gran
portn de la esquina y fui derecho hacia
el edificio donde me llevaba mam por
la libreta. Ni bien vi a una seora con
guardapolvo celeste, le pregunt por
Amparito.
Tens que buscarla en los
pabellones del asilo me dijo. Es
para aquel lado y seal un sector de
edificios a la derecha del portn de
entrada.
Fui hacia all. El lugar es inmenso.
Camin por una vereda larga, limitada
por una franja de tierra con rboles y un
paredn, por encima del cual se vean
las copas de los rboles de la calle y de
la Plaza Espaa. Todo esto, a mi
derecha. A mi izquierda se alineaban los
pabellones del asilo; una montona
continuidad de paredes descascaradas,
ventanas oscuras y puertas vacas,
interrumpida cada tanto por uno que otro
viejo sentado en un banco de madera.
Los rboles me gustaron. Me
encantan los rboles. Haba muchas
tipas; enormes y frondosas tipas en la
franja de tierra pegada al paredn, en la
vereda y en la plaza. Pero los viejos me
daban pena y miedo. Sentados en el
banco, algunos con la cabeza apoyada en
la pared y los ojos cerrados, otros con
la mirada perdida; todos como
esperando algo. Esperando. Qu podan
esperar esos viejos? Por supuesto que
saba la respuesta, y precisamente eso
era lo que me daba miedo. Mir para
otro lado, como hacen muchos cuando
no quieren ver algo que duele. Entonces
la vi. Era ella; no s bien por qu, pero
lo supe enseguida. Era Amparito. Ah
estaba, de rodillas, trabajando la tierra,
plantando algo. Tena un delantal verde
y un pauelo floreado en la cabeza, que
le ocultaba todo el pelo.
Usted es Amparito? le
pregunt.
S, y vos quin sos? me
pregunt a su vez, mirndome como si
yo fuera una extraterrestre.
Me llamo Ins empec,
dispuesta a largar de un tirn todo el
verso del reportaje para la revista, pero
no me dej.
Ins. Qu lindo nombre. Cuando
yo era chica tuve una amiga que se
llamaba Ins. Justo ayer estuve pensando
en ella de golpe se interrumpi y se
qued mirndome, sorprendida. Te
conozco? pregunt.
Bueno, me dio pie y habl. Le cont
lo del reportaje, le dije que ya haba
entrevistado a doa Anita, que
precisamente ella me haba mandado al
Rawson, y si sera tan amable de
contarme la historia completa de la casa
de la cpula, que era por dems
interesante, etctera. Amparito me
escuch sin interrumpirme ni una sola
vez, me miraba con los ojos bien
abiertos y sin levantarse del suelo. Ni
bien termin mi discurso, hubo unos
segundos de silencio que seguramente
necesit para terminar de redondear una
idea, algo que se le fue ocurriendo
mientras me escuchaba.
Una revista murmur, con la
mirada perdida. Justo lo que ando
necesitando. Yo te voy a contar algo ms
interesante que esas historias antiguas
me dijo, ahora mirndome de frente
. Te voy a hablar de los viejos, nena,
de los jubilados. De los que estn ac y
de los que estn afuera. De los que
trabajaron toda la vida y ahora no tienen
dnde caerse muertos. Ellos son ms
importantes que las historias del pasado.
Y vos vas a hacerme el favor de poner
todo en la revista. Para que la gente
sepa. Para que sepan lo que pasa ahora.
Te voy a contar de la olla popular que
estamos organizando para Navidad con
un grupo grande de jubilados. Te voy a
invitar y adems pods traer a algn
fotgrafo de la revista. Qu te parece?
Me pregunt qu me pareca y ah
mismo me quise morir. De vergenza,
me quise morir. Y como me qued
callada, Amparito sigui hablando. Me
cont que iba a las marchas de protesta
de los jubilados, a las manifestaciones
por los derechos humanos y por
cualquier reclamo que le pareciera
digno y justo. En fin, Amparito result
ser toda una activista social, una
luchadora solidaria que me peda la
pequea colaboracin de una nota
denunciando el dolor de la gente de
los viejos para hacer que otra gente
tomara conciencia. Y yo qu poda
hacer, aparte de sentirme como una
cucaracha? Seguir mintiendo? Decir
que s, que hara la nota, pero que
primero me contara la historia de Elena?
No, no poda. Segu mirndola, sin
hablar. Pero ahora ella tampoco
hablaba, solo me miraba, como dndome
tiempo a que le diera una respuesta.
Bueno empec me gustara
hacer lo que me pide, pero no puedo.
No hacen ese tipo de notas en tu
revista?
No, no es eso. Lo que pasa es
queY ah me par otra vez. Quera
decirle la verdad y no saba cmo. Me
daba mucha vergenza. Ella iba de
frente y yo con mentiras estpidas.
Adems, tena la sensacin de que me
estaba estudiando. De golpe, me
pregunt:
Y por qu te interesa la casa de
Bolvar y Caseros?
Porque tengo una carta de Elena
dije, mirndola a los ojos y bastante
sorprendida conmigo misma por haberlo
dicho as, tan directamente.
Qu?
Una carta de Elena repet
como una tonta.
Amparito se qued callada unos
segundos, sin dejar de mirarme; despus
se levant, se sacudi la tierra de las
manos y de las rodillas, y me indic un
banco largo, invitndome a que nos
sentramos.
Contame me dijo.
Y cont. Cont todo. Desde el
principio. Desde que se me ocurri la
idea de comprarme un vestido para ir a
la fiesta de Ayeln. Amparito me
escuch sin interrumpirme. Me dej
contar todo de un tirn. Me escuchaba
entrecerrando los ojos, como si, adems
de estar ah, tambin estuviera en la casa
de Caseros y Bolvar, hace ms de
cuarenta aos. Por momentos me pareca
que no me escuchaba; entonces yo me
callaba apenas un instante, y ella, sin
decir nada, abra grandes los ojos y me
miraba sorprendida. Entonces yo segua,
segura ya de que Amparito no se perda
una sola de mis palabras. No s cunto
tiempo habl, pero cuando termin me
dijo: Quiero ver la carta y el vestido.
S le dije, un poco molesta
porque lo sent Kimo una exigencia.
Esta misma tarde se los traigo.
Por favor me dijo, muy seria,
no me trates de usted. Me hacs sentir
como una vieja.
No s si fue por nervios o por qu,
pero casi me ro. Para m, Amparito era
una vieja. Y con esto no quiero ser
despectiva, pero yo la vea como veo a
mi abuela o a las abuelas de mis amigos.
Est bien que todava no la conoca.
Tuteame orden. Y ahora te
aclaro que necesito ver la carta y el
vestido, no porque no te crea, sino
porque me resulta indispensable verlos
para volver un poco en el tiempo y, tal
vez as, recordar ms cosas que las que
recuerdo en este momento, me
entends?
S, cmo no iba a entender. Le volv
a repetir que a la tarde le llevara todo.
Tambin le ped disculpas por la
mentira de la revista y le dije que no se
me haba ocurrido otra manera de
presentarme. Me dijo que no me
preocupara, que lo entenda, y me
prometi que cuando le trajera el
vestido y la carta me iba a contar todo lo
que recordara. Es ms, me dijo que
cuando me fuera se iba a poner a pensar
en Elena, el padre y la casa, a la luz de
lo que yo le haba contado, y que en una
de esas podran reflotar en su memoria
algunas cosas que daba por perdidas.
Quedamos en vernos ah mismo, a las
cinco y media.
En casa no pensaba contar ni una
sola palabra. Para qu? Ya me
imaginaba lo que podran llegar a
decirme: que estaba loca, que me
ocupara de algo til, lo de siempre. As
que esa tarde, antes de irme con la carta
y el vestido, le dej una nota a mam
dicindole que haba salido con una
amiga y que volvera en un par de horas.
Cuando llegu al Rawson, Amparito
ya me estaba esperando. Tomaba mate
debajo de un tilo, cmodamente sentada
en una reposera plegable. El tilo estaba
colmado de flores y su perfume
espesaba el aire. Amparito tena puesto
un guardapolvo verde, como a la
maana, pero se notaba que no era el
mismo porque estaba impecable, sin
manchas de tierra. Me caus un poco de
gracia el peinado; antes la haba visto
con el pauelo, que le tapaba todo el
pelo; en cambio, ahora poda apreciar su
melenita con flequillo, a lo Cristbal
Coln, pelirroja y ms indicada para
una nena que para una vieja, pens en
ese momento, pero nada ms que en ese
momento: ahora no me la podra
imaginar con otro peinado; creo que ese
es el ms apropiado para ella.
No te ofrezco porque est lavado
fue lo primero que me dijo, sealando
el mate. Adems, todava no nos
conocemos y el mate es algo de
confianza.
Le di la razn. Y me gust la forma
directa en que lo dijo. Yo pienso lo
mismo; el mate se toma con la familia o
con amigos, y nosotras recin nos
conocamos.
Ven, sentate me dijo,
indicndome otra reposera, que estaba
plegada y apoyada contra el rbol. No
te creas que son del hospital, eh? Son
mas. Me compr dos porque siempre
viene alguna amiga a tomar mate
conmigo. Me gusta ponerlas debajo del
tilo. Da mucha sombra y en primavera su
perfume me trae lindos recuerdos.
Le dije que los tilos me gustaban,
que en realidad me gustaban todos los
rboles. Le habl de los parasos de mi
vereda y me escuch con atencin. Me
lament de que sus flores duraran tan
poco y de tener que esperar un ao
entero para sentir otra vez su perfume.
Amparito me escuchaba y sonrea, pero
no con la boca solamente, sino con los
hoyitos de las mejillas y con los ojos,
me sonrea con los ojos todo el tiempo.
Y ah me di cuenta del color. Los ojos
de Amparito son color miel, una miel
brillante con puntitos de luz.
Estuve pensando desde que te
fuiste, sabs? me dijo, ponindose
seria de golpe. Mostrame el vestido
primero, y despus, la carta.
Yo haba dejado la bolsa apoyada
contra el tilo y ya casi me haba
olvidado de que era ese el motivo de mi
visita. Casi podra decir que me
sobresalt; me di vuelta rpido, agarr
la bolsa y saqu el vestido. Lo extend
sobre mi falda. Los ojos de miel se
humedecieron un poco. Los puntitos de
luz se hicieron ms intensos.
Es increble dijo, tocando
apenas el vestido con la yema de los
dedos. Lo recuerdo perfectamente.
Tal como te dije a la maana, muchas
cosas las record pensando, pero otras,
y cuntas, me estn llegando en este
momento. Este vestido, Elenita se lo
hizo hacer para un cumpleaos. Creo
que lo us esa vez y nunca ms. No
estoy segura. Pero me lo dio para que se
lo llevara a la modista, a Mal; quera
hacerle algn arreglo, no s qu. Fue el
da que muri el padre. Ella estaba muy
mal. Nerviosa. No coma, tena
pesadillas. Se pasaba todo el da al lado
de la cama de su padre. l estaba muy
enfermo. Ya al final, poco antes de
morir, Elenita no se separaba de l ni
siquiera durante la noche. Dorma
acurrucada en un silln, junto a su cama.
Daba pena verla. Estaba flaca,
demacrada. Me acuerdo de que cuando
me dio el vestido, me sorprend. Pens
que, como estaba tan flaca, lo mandaba
para que se lo achicaran, pero para
qu?, si no sala a ningn lado. Un
vestido como este no era para andar
adentro de la casa.
Y despus qu pas? Le
llevaste el vestido a la modista?
pregunt.
Se lo llev, pero no la encontr.
Ese da yo tena franco as que sera
un jueves. El jueves era mi da de
franco; mejor dicho, mi medio da,
porque me iba a las doce. A la maana
haca las compras, nada ms. Tena una
amiga que viva en el Once y almorzaba
con ella. Los domingos los pasaba con
mis viejitos, en San Vicente. Me iba el
sbado a la noche y volva el lunes bien
temprano. Yo estaba contenta trabajando
en esa casa. Me trataban bien. La casa
era enorme. Ya la conocs. Ahora est
horrible, abandonada; pero no sabs lo
que era en esa poca un lujo, un
verdadero lujo. Y haba ms personal.
No te creas que yo sola me encargaba de
todo. Lo que pasa es que yo era la
empleada ms antigua y la de ms
confianza. Imagnate, cuando empec a
trabajar Elenita era recin nacida; y yo
era muy jovencita, nena, muy
jovencita
Y qu pas con la modista?
insist, aprovechando una pausa que
Amparito hizo para suspirar y fijar los
ojos no s dnde.
No estaba. Viva cerca, a una
cuadra y media, ms o menos. Yo
andaba apurada porque mi amiga me
esperaba para almorzar. Pero quera
cumplir con Elenita, pobrecita. Me
haba pedido que llevara el vestido con
tanta urgencia, con desesperacin, te
dira Claro, ahora entiendo por qu
Yo pens que era un capricho, una
locura, qu s yo, como estaba tan
mal Mostrame la carta dijo de
golpe, interrumpiendo el relato.
La ley moviendo apenas los labios,
como si rezara. Cuando termin, me
mir con los ojos llenos de lgrimas.
Si yo hubiera sabido
Imposible. Cmo ibas a saber?
Si me hubiera dicho algo, podra
haberla ayudado
A lo mejor no confiaba en nadie.
Si pensaba que queran envenenar al
padre, era lgico que desconfiara de
todo el mundo.
Pero es terrible, nena. Te das
cuenta? Si es verdad lo que dice,
primero lo mataron al padre y despus a
ella
O si no, no mataron a nadie y todo
fue un delirio de Elena dije, dndome
cuenta en el momento de que era la
primera vez que se me ocurra algo
semejante.
No, no creo dijo Amparito muy
segura, rescatndome del repentino
ataque de sensatez que habra
maravillado a mi familia.
Hablame de Mal le ped.
Bueno, como te deca, fui a la
casa, me cans de llamar y no sali
nadie. Yo quera llegar a lo de mi amiga
antes de la una, ya te dije que me
esperaba para almorzar. As y todo,
pensando en Elenita, decid insistir.
Adems, si la modista no estaba, qu
iba a hacer yo con el vestido? Si volva
a la casa y Elena me vea con el vestido
a cuestas, se iba a poner ms nerviosa
de lo que estaba. Podra habrmelo
llevado a lo de mi amiga, pero no
quera. Era mucho bulto como para
andar pasendolo todo el da. Yo lo
haba envuelto con un papel madera
grande, como envolvan antes los trajes
en la tintorera, me entends? Cmo
iba a andar cargando semejante paquete?
Bueno, te sigo contando. Me cans de
llamar y entonces pens: A lo mejor
sali a hacer un mandado. Doy una
vuelta manzana, hago un poquito de
tiempo y llamo otra vez. Eso hice. Di
la vuelta manzana y aparec otra vez
delante de la puerta. Volv a llamar un
montn de veces y nada. Y mir que
golpe, eh? La puerta tena un llamador
de bronce, bien pesado. Nada. No sali
nadie. Entonces, se me ocurri otra idea
para no tener que irme con el vestido.
Fui a la verdulera de enfrente; la duea
era amiga ma. Le dej el vestido y le
encargu que si vea a Mal, por favor,
se lo diera, que Elenita quera que le
hiciera el arreglo lo ms rpido posible,
que Mal ya saba. Y si no la vea, que
en algn momentito libre cruzara y la
llamara. Nada ms. Me fui enseguida.
Y despus qu pas?
Bueno, cuando volv, el padre de
Elenita ya haba muerto. Parece que un
rato antes de que yo llegara; y yo volva
siempre alrededor de las nueve, Elenita,
pobrecita, estaba dormida. El doctor De
Bilbao, que era el mdico de la casa, le
haba dado unas pastillas para que
durmiera. Haba sufrido lina crisis
terrible y tenan miedo por su salud,
estaba tan dbil Bueno, con semejante
baile, te imaginars que del vestido ni
me acord.
O sea que todava lo tena la
seora de la verdulera. Pero contame
cundo volvi a la casa.
No me apures me ataj,
cortndome la ansiedad. Te lo voy a
contar con detalles porque lo recuerdo
muy bien. Fueron das muy bravos y me
quedaron bien grabados en la memoria.
Esa noche, antes de volver a la casa, yo
tena la intencin de pasar por la
verdulera de mi amiga, para ver si
haba podido darle el vestido a Mal.
Pero como me retras un poco y el seor
estaba tan enfermo, y Elenita tan
nerviosa, pens que la seora Mara del
Carmen, la esposa del seor Emilio,
podra necesitarme; as que me apur y
fui directamente a la casa, con la idea de
que al otro da, temprano, ira a
averiguar qu haba pasado con el
vestido.
Y fuiste a la maana siguiente
Amparito no me haba cortado la
ansiedad del todo.
Si no me interrumps, voy a hacer
ms rpido me reproch, soplndose
el flequillo. A la maana siguiente no
fui porque el seor Emilio haba muerto
la noche anterior, as que me olvid del
vestido y ayud a la seora Mara del
Carmen con los preparativos del
velorio. Imagnate la situacin para ella.
Una mujer joven, con el muerto ah,
fresquito, en la cama; Elenita, con un
ataque de nervios, y el hermano, que
mucha maa no se daba En fin, la
pobre no saba qu hacer, pero entre el
doctor De Bilbao y yo la ayudamos a
salir del paso.
No sabs si antes de que la
durmieran, Elena pudo hablar con el
doctor?
No, no s. A lo mejor le dijo
algo and a saber. Yo no sospechaba
nada. La primera noticia que tengo del
veneno es la que vos me trajiste con la
carta Aunque ahora, atando cabos,
entiendo algunas cosas Ven,
acompaame que voy a preparar ms
mate vaci el mate junto al tilo,
agarr el termo y camin hacia el fondo.
La segu.
Unos metros ms atrs, despus del
pabelln de los viejos, haba una
construccin ms moderna, que consista
en una habitacin bastante grande y un
bao.
Es mi departamentito me dijo
orgullosa Amparito, invitndome a pasar
. Como vers, sencillito pero
prctico; es todo lo que necesito.
A continuacin, mientras preparaba
el mate y se calentaba el agua, me cont
su historia en el Rawson, como llama al
tiempo que lleva viviendo en ese lugar.
Empec a trabajar ac como
mucama unos cuantos aos antes de
jubilarme. Siempre pens que cuando
me llegara ese momento, iba a poder
retirarme tranquila, a disfrutar de mis
ltimos aos en la casita de mis viejos,
en San Vicente. Pero no pudo ser
Amparito miraba fijo hacia la ventana
abierta, desde la cual se vea la copa del
tilo. Cuando me lleg el momento, de
aquella casita con huerta y jardn que
tanto quise ya no quedaba nada. Al
morir mis viejos, mi hermano y yo
porque tuve un hermano, sabs?
aclar, mirndome ahora a m y no al
tilo, tuvimos que vender la casa para
pagar deudas; deudas de l, porque lo
que es yo, jams le deb un centavo a
nadie. No lo juzgo, ya est muerto, igual
que los viejos La vida sigue y aqu
estoy! exclam suspirando.
Adems, no lo puedo odiar, era mi
hermano. Me jodi, pero ya est. La
vida sigue repiti. Bueno,
abreviando, me jubil y no tena dnde
caerme muerta. Para colmo de males, la
duea de la pensin donde viva se
muri y al poco tiempo los hijos
vendieron la casa. Conclusin: me
qued en la calle. Lo que yo pagaba ah
era muy poco y por ese precio no
consegu nada. Y si tena que pagar ms
por una pensin, no coma; as que,
imagnate, nena, un desastre atrs de
otro. Eso es jubilarse en este pas:
morirse de hambre. Bueno, ah estaba
yo: en la calle; sin trabajo y sin casa.
Entonces volv. Creo que no haba
pasado ni un mes desde que me haba
ido. Hasta me hicieron una despedida y
todo Volv y plante mi situacin
Amparito hizo una pausa larga para
sorber el primer mate y escupirlo en la
pileta. Y hay algo que es cierto, nena,
como que me llamo Amparo del Socorro
Monteverde, y es que as como hay gente
mala, tambin hay de la buena, y qu
gente. Yo tuve la suerte de encontrar
alguien as: el doctor Otamendi. Qu
maravilla de persona. l me dijo que me
quedara ac, que poda seguir
trabajando y que ya veran cmo
pagarme, que con lo poco que me
pudieran dar, ms la jubilacin, ya me
las iba a arreglar. Adems, me ofreci
esta pieza, que la haban hecho construir
no s para qu, pero la usaban nada ms
que para amontonar trastos. Yo misma la
limpi. Me dieron una cama y el resto de
las cosas me las fui comprando yo.
Hasta el baito me hice hacer me dijo
orgullosa, sealndome una puerta
blanca. Como ves, no me falta nada.
Tengo un techo y comida. Es poco lo
que me pagan, pero como adems tengo
la jubilacin, con las dos cosas me
arreglo. Ahora, eso s, eh, trabajar,
trabajo bastante. No sabs lo que son los
viejos, peor que si fueran criaturas
Pero, bueno, no me quejo, algn da yo
tambin ser como ellos, qu vamos a
hacer concluy triunfal, con una
reflexin propia de una persona que no
tiene ms de treinta aos. Bueno,
bueno, sigamos con Elenita dijo de
golpe, mientras me alcanzaba el mate y
me invitaba a volver a la sombra del tilo
. Me gusta tomar mate all. Ese jardn
lo hice yo, sabs? El tilo y los otros
rboles ya estaban, pero las flores las
puse yo. Y la huertita la empec este
ao. Vas a ver qu lindos tomates voy a
cosechar.
Otra vez nos sentamos en las
reposeras, con el termo y el mate. Pero
ahora yo tambin tomaba. Amparito
haba considerado que nuestra confianza
ya era suficiente como para justificar
que lo compartiramos.
Te dije antes que estuve atando
cabos y que ahora entenda algunas
cosas sigui, retomando el tema de
Elena. Me acord de que los ltimos
das, antes de que el seor Emilio
muriera, Elenita se haba agarrado la
mana de meterse en la cocina cuando la
cocinera preparaba la comida.
Controlaba todo, haca preguntas y
cuando la comida estaba lista, ella
misma le llevaba la bandeja a su padre.
No permita que nadie lo hiciera en su
lugar, ni siquiera yo.
Claro, tena miedo de que le
envenenaran la comida
Esa fue la poca en que se puso
tan nerviosa. Dorma mal y poco.
Recuerdo una noche en que me levant a
la madrugada, no s por qu motivo, y la
encontr bajando por la escalera de la
terraza, en camisn y descalza. No
recuerdo qu le pregunt ni qu me
contest, pero s que la acompa a su
habitacin y me qued hasta que se
meti en la cama. Otra vez, la encontr
en el dormitorio de la seora Mara del
Carmen, buscando algo en los cajones
de la cmoda. Me sorprendi
muchsimo, no era una i Inca de hacer
esas cosas
Hay algo que no termino de
entender dije de pronto. Elena le
rogaba a Mal que volviera a hablar con
el doctor De Bilbao, lo que significa que
ya haba hablado una vez abr la carta
y rele: Habl de nuevo con el
doctor De Bilbao. O sea que el doctor
algo saba. Si no lo de la internacin,
por lo menos lo del veneno
La sospecha del veneno me
corrigi Amparito, quitndome la carta
. Mis sospechas se confirmaron
ley. Todo lo que te cont en mi carta
anterior result cierto. Lo que el doctor
De Bilbao saba era que Elena
sospechaba que estaban envenenando a
su padre, no que tena evidencias.
Entonces, el doctor puede haber
hecho dos cosas deduje: O le crey
o pens que la pobre se estaba
volviendo loca.
Eso era lo que pareca. Ya te dije
lo nerviosa que estaba y las cosas que
haca. Me juego cualquier cosa a que el
doctor no le crey. Despus de todo, si
lo estaban envenenando, l, como
mdico, tendra que haberse dado
cuenta.
A no ser que l tambin estuviera
metido en el asunto
No. No creo. Era el mdico de la
familia, una buena persona Claro que,
bueno Anda a saber Aunque, no s,
por qu lo iba a hacer? Segn tengo
entendido, la seora Mara del Carmen y
el hermano se quedaron con todo. Es
ms, s que el doctor tuvo algunos
apuros econmicos y malvendi su
departamento para pagar deudas. Y eso
fue despus de la muerte de Elenita. Una
amiga ma trabajaba en la casa de la
hermana del doctor, as que lo s de
buena fuente.
Lo ms probable es que pensara
que Elena inventaba cosas
S, seguro. Adems, s que hay
venenos que se dosifican muy bien y
nadie se da cuenta, ni los mdicos.
Hay algo ms que no tengo muy
claro. Por qu Elena le mandaba las
cartas a Mal dentro de un vestido? Por
qu no iba a la casa y hablaba
directamente con ella? O con el doctor.
O por qu no usaba el telfono
Empiezo por lo del telfono, que
es lo ms fcil. En esa poca, nena,
tener telfono no era tan comn como
ahora. En la casa de Elenita haba. No te
olvides de que eran ricos. Pero Mal no
tena. Por qu no llamaba al mdico?
And a saber. A lo mejor, porque no
encontraba el momento para hablar sin
testigos. Se sentira vigilada. Por qu
no iba a la casa de Mal? Bueno,
Elenita no iba a ninguna parte. Y la
culpa de eso la tena su padre. Era un
hombre muy dspota. No le gustaba que
su hija anduviera en la calle, ni que se
juntara con la gente que no era de su
clase. Imagnate, Mal era modista. Y
para l, no era digna de ser amiga de su
hija. Por otro lado, no s si realmente
eran muy amigas; lo que pasaba es que
la pobre Elenita no tena a nadie, y como
a Mal la vea cada tanto porque le
haca la ropa, bueno, la habr
considerado su amiga.
Cuntos aos tena Elena?
Cuando muri tena diecinueve.
Estudiaba alguna carrera?
No. Haba hecho el secundario,
nada ms, en un colegio de gente rica, en
San Isidro. Estaba pupila. Era un
colegio de monjas. Imagnate, pobre
chica: presa en el colegio y presa en la
casa, porque cuando se recibi y volvi
con don Emilio, fue como pasar de una
crcel a otra. Su padre era un verdadero
tirano. No s cmo lo aguantaba la
seora Mara del Carmen, tan dulce, tan
amorosa
Si lo de la carta es cierto, tuvo su
recompensa
Y qu recompensa. Don Emilio
tena muchsima plata, nena.
Por eso despus la mataron a
Elena
No lo puedo creer
La versin oficial fue que se
suicid tirndose de la torre, no?
S. No me olvido ms de aquel
da. Fue poquito despus de la muerte
del padre. Elenita estaba tan mal La
seora Mara del Carmen quera
internarla, pero el doctor De Bilbao
deca que haba que esperar un poco,
darle tiempo para que se hiciera a la
idea de que el padre estaba muerto
Porque ella no lo aceptaba Lo
llamaba, le hablaba al aire, como si el
padre estuviera ah, frente a ella. No
coma. Imagnate, si antes coma poco,
ahora coma menos. Estaba flaqusima.
Nunca acus a la madrastra y al
hermano de haber envenenado al padre?
No, que yo sepa.
Eso no lo entiendo. Tiene que
haber hablado con alguien. Por lo
menos, con el doctor. Ella confiaba en
l
No s. Estaba casi todo el da
durmiendo y cuando se despertaba,
hablaba con el aire. Todos pensbamos
que se haba vuelto loca. Los primeros
tiempos la vigilbamos hasta de noche.
Pero despus, como dorma bien (no te
olvides que le daban calmantes), la
empezamos a dejar sola. Quin se poda
imaginar que se iba a tirar de la torre
O que la iban a matar No, eso no lo
hubiramos pensado jams
Amparito hizo una pausa y se qued
mirando la copa del tilo. Como te
deca sigui, sin quitar los ojos del
tilo, la dejamos sola Pensbamos
que dorma, pero una noche subi a la
torre y se tir. Omos un grito. Un grito
terrible que nos despert a todos. Viste
que dicen que una persona, aunque se
tire por propia voluntad, grita igual?
Bueno, debe ser cierto. Elenita grit. Yo
salt de la cama y sal de mi habitacin
sin saber a dnde ir. Parece que los
dems hicieron lo mismo, porque
cuando llegu al patio, ah estaban
todos. La seora Mara del Carmen y el
hermano gritaban que Elenita no estaba
en su cama. Herminia, la cocinera, ya se
haba puesto a rezar el rosario; y
Amrico, que era mucamo y chofer a la
vez, y marido de Herminia, no haca ms
que agarrarse la cabeza y repetir: Dios
mo!, Dios mo!. Yo no saba qu
hacer, y justo en ese momento son el
timbre de la puerta, as que sal
corriendo para ver quin era. Te juro
que no pensaba nada bueno. Saba,
estaba segura de que llamaban para
anunciar una desgracia. Y as fue. Eran
dos vecinos de la casa de enfrente que
haban odo el grito y se asomaron a la
ventana Mir, hasta ah tengo todo
claro, como si lo estuviera viendo.
Despus, se me mezclan las imgenes.
La veo a Elenita tirada en la vereda,
boca abajo, en un charco de sangre, con
un camisn blanco. Veo a la seora
Mara del Carmen y a su hermano;
Herminia, dele mover los labios y a
punto de deshacer el rosario de tanto
que lo apretaba. Oigo gritos. Veo a los
vecinos que se van acercando. No s, a
partir de