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Inés tiene que ir al baile de disfraces de su prima y por eso visita una casa de venta de ropa antigua. Allí compra un vestido amarillo de organza, y en el ruedo de este encuentra una carta del 1958 en la que una adolescente, pide ayuda para evitar el asesinato de su padre y su propia muerte. Intrigada por la historia la protagonista embarca en una búsqueda detectivesca que la lleva a entablar relación con diferentes personajes que estuvieron en contacto con la joven de la carta. Octubre, un crimen es una novela policial con detectives ocasionales, que respetan las normas del género. Título original: Octubre, un crimen Norma Huidobro, 2004 Diseño de cubierta: Ricardo Fernández Editor digital: Ariblack ePub base r1.1 Para Alejo, Rodrigo y Violeta 1 Fueron las flores del paraíso las que me hicieron pensar en el vestido. Las flores, su perfume, la noche, mi bronca. Soy adicta al perfume de las flores del paraíso. No lo puedo evitar, no quiero evitarlo; me quedo horas a la noche, asomada a la ventana de mi cuarto, oliendo el aire cargado y dulzón de los paraísos de mi vereda; vivo en un segundo piso y tengo las copas rebosantes de flores casi a la altura de mi nariz. Lástima que florezcan una sola vez al año: en octubre, nada más. Yo estaba asomada a la ventana de mi habitación, pensando en el baile de disfraces que haría mi prima Ayelén. Una fiesta ridícula, con la ridícula de mi prima y las ridículas de sus amigas. Por supuesto que lo primero que dije fue que no iría. Es más, mi prima me invitó sabiendo de antemano que yo iba a decir que no. Sé muy bien que lo hizo porque su madre, hermana de mi madre, la obligó a que me invitara. La antipática Ayelén jamás me habría invitado si no hubiera mediado una imposición, y hasta una amenaza, de parte de mi tía. Ayelén y yo jamás nos llevamos bien. Pero esta vez a mi prima se le ocurría hacer una fiesta de disfraces, y yo estaba obligada a asistir porque, ya es hora de decirlo, al igual que su hermana, mi madre también creía en el sagrado deber de

Octubre Un Crimen - Norma Huidobro

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LIBRO O NOVELA ESCOLAR PARA LEER EN LA SECUNDARIA

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Ins tiene que ir al baile de disfraces de su prima y por

eso visita una casa de venta de ropa antigua. All

compra un vestido amarillo de organza, y en el ruedo

de este encuentra una carta del 1958 en la que una

adolescente, pide ayuda para evitar el asesinato de su

padre y su propia muerte. Intrigada por la historia la

protagonista embarca en una bsqueda detectivesca

que la lleva a entablar relacin con diferentes

personajes que estuvieron en contacto con la joven de

la carta.

Octubre, un crimen es una novela policial con

detectives ocasionales, que respetan las normas del

gnero.

Ttulo original: Octubre, un crimen

Norma Huidobro, 2004

Diseo de cubierta: Ricardo Fernndez

Editor digital: Ariblack

ePub base r1.1

Para Alejo, Rodrigo y Violeta

1

Fueron las flores del paraso las

que me hicieron pensar en el vestido.

Las flores, su perfume, la noche, mi

bronca. Soy adicta al perfume de las

flores del paraso. No lo puedo evitar,

no quiero evitarlo; me quedo horas a la

noche, asomada a la ventana de mi

cuarto, oliendo el aire cargado y dulzn

de los parasos de mi vereda; vivo en un

segundo piso y tengo las copas

rebosantes de flores casi a la altura de

mi nariz. Lstima que florezcan una sola

vez al ao: en octubre, nada ms.

Yo estaba asomada a la ventana de

mi habitacin, pensando en el baile de

disfraces que hara mi prima Ayeln.

Una fiesta ridcula, con la ridcula de mi

prima y las ridculas de sus amigas. Por

supuesto que lo primero que dije fue que

no ira. Es ms, mi prima me invit

sabiendo de antemano que yo iba a decir

que no. S muy bien que lo hizo porque

su madre, hermana de mi madre, la

oblig a que me invitara. La antiptica

Ayeln jams me habra invitado si no

hubiera mediado una imposicin, y hasta

una amenaza, de parte de mi ta. Ayeln

y yo jams nos llevamos bien. Pero esta

vez a mi prima se le ocurra hacer una

fiesta de disfraces, y yo estaba obligada

a asistir porque, ya es hora de decirlo,

al igual que su hermana, mi madre

tambin crea en el sagrado deber de

cumplir con la familia. Entonces, para

evitar un conflicto ms en casa, que a

decir verdad ya tenamos bastantes,

termin aceptando.

Esa noche de octubre, mientras ola

los parasos y alimentaba la bronca

hacia mi prima, me acord de un vestido

que tena mam cuando yo era chica; un

vestido de verano que a m me

encantaba, de una tela estampada con

florcitas celestes y rosadas como las del

paraso. Y al acordarme de ese vestido

tambin me vino a la mente una casa que

queda cerca del colegio, donde venden

ropa antigua. Muchas veces, al pasar por

ah me quedo un rato mirando los

vestidos, en su mayora de las dcadas

del setenta, del sesenta y hasta del

cincuenta. As fue como se me ocurri ir

a esa casa en busca de un vestido para el

baile. Por qu no? Bien podra

disfrazarme de chica de los sesenta, por

ejemplo. Por supuesto que hubiera

podido inventar un disfraz con lo que

tena en casa, pero yo me haba

empecinado en comprarme uno de esos

vestidos, y como mam quera

mandarme a la fiesta a toda costa,

seguramente no pondra demasiados

reparos a mis gastos.

Al da siguiente, al salir del colegio,

me fui derecho a ver la ropa. Estuve

como dos horas probndome de todo. La

duea del negocio era muy simptica y

saba un montn de modas, de pocas,

de estilos, de telas, y por cada vestido

que me probaba me contaba una historia

de lo ms entretenida. Claro que con

tanto entretenimiento me olvid de que

ese da me tocaba cocinar a m; as que

cuando volv a casa me esperaba una

pelea con mis hermanos y despus el

sermn de mam, que me llam desde el

trabajo para retarme por mi falta de

responsabilidad, porque, como era

lgico y previsible, mis hermanos ya la

haban llamado antes para denunciar mi

ausencia en la cocina. En fin, nada

grave, de todos modos. La cosa termin

en que cada uno se hizo un sngiche y

reacomodamos los turnos de la cocina, o

sea que al da siguiente otra vez me

tocaba cocinar a m.

Vuelvo al vestido. La seora del

negocio insista en que me llevara un

atuendo completo de los sesenta que, la

verdad, me quedaba muy bien, pero no

terminaba de convencerme; el vestido

era recto y corto, a cuadros, como un

tablero de ajedrez en blanco y negro.

Estilo Courrges me dijo la

seora. La ltima moda a mediados

de los sesenta. Tens que usarlo con esta

cartera y me dio una carterita negra,

cuadrada y con manija cortita, realmente

horrible. Ah, y tambin tengo los

zapatos sigui la mujer, bajando una

caja de un estante. Ves? Se usaban

as, con el taco corto y ancho.

No, a pesar de que la seora insista

en que me quedaba pintado (eso dijo:

pintado), a m el atuendo Courrges

no terminaba de convencerme; as que

segu revolviendo hasta que encontr un

vestido diferente, que me hizo recordar

unas series viejsimas de la televisin,

donde las chicas aparecan con vestidos

fruncidos o tableados, largos hasta por

abajo de la rodilla, y con zoquetes y

zapatos sin taco.

Tengo que decir, y no exagero, que

ese vestido me impacto, aunque no

puedo explicar por qu. No s, yo sent

algo. Sent que lo que tena delante de

m era algo ms que un vestido. Es raro,

pero fue as. Despus de todo, no

tardara mucho tiempo en comprobar

que haba motivos reales para que

sintiera eso.

Me lo prob. No haba dudas, era mi

talle. Me vi rara, pero me gust; a lo

mejor fue por el color: el amarillo me

encanta.

Es de organza me inform la

duea del negocio. Mir cunta tela

se usaba antes para hacer un vestido.

Y s, tena razn. Los frunces de la

cintura caan en innumerables pliegues

que se abran mucho ms abajo de la

rodilla. Tom el ruedo con las dos

manos, de un costado y del otro, y

levant los brazos dejndolos paralelos

al piso. Todava sobraba tela como para

levantarlos ms. Mirndome al espejo

record una foto de mam y ta Luisa

cuando eran chiquitas, tomadas del

brazo y levantndose la punta del

vestido; unos vestidos semejantes al que

yo me estaba probando, con mangas

farolito y moos en la cintura.

Es viejsimo le dije a la

vendedora.

Dcada del cincuenta me

contest con precisin. Pero fijate que

est perfecto agreg, levantando parte

del ruedo y acercndome la tela a los

ojos. La mujer que me lo vendi lo

trajo con una funda y me dijo que as

estuvo durante muchos aos. Mandalo a

la tintorera y te va a quedar como

recin hecho.

Esa tarde, ni bien mam volvi de

trabajar le mostr el vestido. Le encant,

pero le agarr la nostalgia. Empez a

hablar de su infancia, de los abuelos, de

cuando ella y ta Luisa iban a los

cumpleaos de los amiguitos y tomaban

chocolate; en fin, empez a sacar

cuentas y corran los aos como si nada,

hasta que lleg a la conclusin de que

cuando la duea del vestido la

primera, porque ahora era mo lo

usaba, suponiendo que fuera una

adolescente ms o menos de mi edad,

ella y ta Luisa tendran cinco y seis

aos, respectivamente, o sea, la edad

que tenan en la foto que yo record

cuando vi el vestido por primera vez.

Bueno, despus de la nostalgia,

mam volvi a ser la mujer prctica de

todos los das, y apoyando el vestido

contra su cuerpo y mirando hacia abajo

con ojo experto, me dijo:

Mmm, me parece que es muy

largo. Probtelo, as vemos si hay que

subirle el dobladillo.

Obedec. Mam me mir atentamente

y lleg a la conclusin de que le

sobraban unos cinco centmetros.

Se usaban largos, pero no tanto

dijo. Descosele el dobladillo que

despus de comer yo te lo coso.

Mam no habl ms, se fue a la

cocina, prendi la radio y empez con la

comida. Yo busqu el costurero y me

encerr en mi habitacin. Extend el

vestido sobre la cama y empec a cortar

con mucho cuidado el delgado hilo que

corra alrededor del amplsimo ruedo.

Ya haba descosido ms o menos la

mitad cuando descubr la carta.

Al principio solo fue un papel, un

papel doblado en cuatro. Despus supe

que era una carta. Por supuesto que me

sorprend. Me imagino que nadie que

descosa un dobladillo espera encontrar

algo en l. Y tambin me imagino que

alguien que cose un dobladillo no tiene

por qu meter ni un papel ni nada debajo

del doblez de tela. A menos que

quiera esconderlo. Bueno, todo esto se

me ocurri cuando descubr el papel

doblado en cuatro. Y tena razn: nadie

mete un papel en el dobladillo de un

vestido, a no ser que tenga un buen

motivo.

Desdobl el papel con la sensacin

de estar metindome en secretos ajenos.

Estaba ntegramente escrito de un solo

lado, con tinta azul muy clarita y letra

chica y apretada. A juzgar por la tinta

lavada, como borroneada, y por el color

amarillento del papel, era fcil darse

cuenta de que llevaba muchos aos en el

vestido, o por lo menos que haca

muchsimo tiempo que alguien lo haba

escrito. Esa fue la primera impresin

que tuve: el tiempo, la cantidad de aos

que tena ese papel escrito, y el

misterio

Al sacar la carta del vestido sent, y

no exagero, un pozo profundo entre mis

manos; un pozo hecho de aos y de vaya

a saber qu.

22 de octubre de 1958, le y casi

me caigo. La carta era de la misma

poca que el vestido.

22 de octubre de 1958

Querida Mal:

Tengo miedo.

Mis sospechas se confirmaron,

lodo lo que te cont en mi

carta anterior result cierto.

Anoche sub a la terracita de

la cpula y los escuch.

Hablaban del veneno, de las

dosis, de que ya falta poco. No

pude escuchar todo, ya sabs

que es peligroso acercarse

mucho a la ventana. Creo que

me acerqu demasiado, casi

me caigo. Pis en falso, pero

pude agarrarme del borde de

la ventana. No sabs el miedo

que tuve. Te juro que no subo

ms. Igual, ya no hace falta.

Ahora s todo.

Por favor, te

pido otra vez que me ayudes.

Habla de nuevo con el doctor

De Bilbao. Hoy mismo. Quiero

que interne a pap. Tengo

esperanzas de que lo salve.

Pero tiene que venir, tiene que

venir enseguida. Por favor,

Mal, cuento con tu ayuda. No

me abandones.

Tu amiga del

alma,

Elena

P. D.: S muy bien que si pap

muere, la siguiente ser yo.

Sal corriendo de mi habitacin con

la carta y se la mostr a mam y tambin

a Juanjo, mi hermano mayor, que

acababa de llegar de la facultad. Los

dos se interesaron inmediatamente y

durante diez o quince minutos se

pusieron a barajar hiptesis de lo ms

absurdas, hasta llegar a la conclusin de

que la carta la haba escrito la duea de

la casa donde compr el vestido, con el

malsano propsito de crear una

atmsfera de misterio, muy beneficiosa

para su negocio. Por supuesto que no

estuve de acuerdo, pero despus lleg

Javier, mi hermano menor, y con la

nica finalidad de llevarme la contra

apoy la hiptesis de mam y Juanjo.

Finalmente, para completar el

cuadro familiar, lleg pap y, tal como

me imaginaba, estuvo de acuerdo con lo

que sostena la mayora, o sea, la parte

lgica y sensata de la familia. As que

ah qued yo como una loca de

telenovela, segn palabras de Juanjo;

muy dada a la sensiblera, como dijo

pap; demasiado fantasiosa, segn

mam y siempre pensando en

pelotudeces, textuales palabras del

mismsimo Javier. En fin, guard bien

guardada la carta en el cajn de mi

escritorio y me jur iniciar una pequea

investigacin que me permitiera

demostrar que tanto mi padre y mi madre

como mis dos hermanos estaban

absolutamente equivocados.

2

Se acuerda de m? La semana

pasada le compr un vestido de la

dcada del cincuenta

La mujer levant la cabeza de la

maraa de papeles que tena sobre el

mostrador, se baj los anteojos hasta la

punta de la nariz y me mir.

Claro que me acuerdo. Te llevaste

el vestido amarillo de organza. Y lo

queras para un baile. Ya lo usaste?

Todava no. El baile es el sbado

que viene. Ahora estoy muy ocupada con

una monografa para Historia. Por eso

vine a verla.

La mujer me pidi que me sentara y

me escuch con atencin. Era de lo ms

amable. Yo haba estado casi una

semana entera elaborando un plan de

accin para investigar lo de la carta, y

los primeros pasos deba darlos

necesariamente en el lugar donde haba

comprado el vestido. Eso s, de ningn

modo le iba a contar a la mujer lo de la

carta. Con la experiencia que ya haba

tenido con mi familia, suficiente.

Lo que se me ocurri no era para

nada disparatado. Simplemente, dije que

tena que hacer una monografa para el

colegio, que consista en investigar la

historia de algn objeto. Y a m, por

supuesto, se me haba ocurrido rastrear

nada menos que la historia del vestido.

La mujer me miraba fascinada; me dijo

que le pareca un trabajo interesantsimo

y que me iba a ayudar en todo lo que

pudiera.

Lo que tengo que hacer es rastrear

estos cuarenta y pico de aos que tiene

el vestido, yendo de adelante hacia

atrs. Empiezo por usted, que me lo

vendi, y termino con la primera duea,

la que se lo hizo en el cincuenta y ocho.

Cmo sabs que fue en el

cincuenta y ocho? pregunt la mujer,

mirndome con curiosidad.

Me mord la lengua. Estuve a punto

de meter la pata as porque s. Le

expliqu que mi mam tena una foto de

cuando era chica, en la que apareca con

un vestido casi igual al que yo haba

comprado; y la foto era de 1958.

S, ms o menos debe ser ese el

ao. Tu mam tendr mi edad, por lo

que veo. Yo tambin tena vestidos as

cuando era chica

Otra vez la nostalgia, pens al ver

que la mujer pona la misma cara que

puso mam cuando le mostr el vestido.

Usted dnde lo compr?

pregunt de repente, mientras sacaba de

mi mochila un cuaderno y una lapicera,

dispuesta a anotar cualquier cosa,

importante o no, que me dijera la mujer.

Aqu mismo. Me lo vino a

ofrecer, junto con otras cosas, la

hermana de una amiga ma que tena una

casa de antigedades en San Isidro. El

ao pasado liquid todo porque se fue a

vivir a Espaa.

Haba alguna otra cosa de la

misma poca del vestido? pregunt,

imaginando locamente no menos de

media docena de vestidos ms, todos

con cartas escondidas en el dobladillo.

No. Lo dems eran cortinas,

manteles y una alfombra.

Y ahora qu?, pens. De ningn

modo iba a permitir que ah se terminara

todo. Pero no me imaginaba cmo

seguir. La nica persona que podra

darme una pista sobre el origen del

vestido viva en Espaa Qu hacer?

Me qued con la mirada fija no s dnde

y la lapicera en el aire, sin saber cmo

seguir. Y ah noms, como si me hubiera

ledo el pensamiento y hacindose cargo

de mis dudas, la mujer del negocio me

dijo:

A lo mejor, mi amiga te puede

ayudar. Yo hasta aqu llegu. Ms no te

puedo decir porque no s. Dejame tu

telfono, yo voy a hablar con ella y

vemos qu se puede hacer.

Le agradec y de paso exager un

poco con el tema de la monografa. Le

dije que la profesora era muy exigente y

que yo me tomaba el trabajo muy en

serio, no solo por la nota, sino porque

me encantaba la materia, y que ya haba

empezado a investigar los

acontecimientos importantes de la

dcada del cincuenta, y bla, bla, bla,

bla, y que lo nico que me faltaba era

armar la historia particular del vestido,

porque el trabajo era as: la historia del

pas por un lado y la particular del

objeto elegido por el otro, y bla, bla,

bla, y de golpe me call porque escuch

que en la radio anunciaban las noticias

de la una; y ah me acord de que era

martes y me tocaba cocinar a m. Le dej

mi telfono a la mujer y sal corriendo

para casa.

Salchichas con ensalada de tomates

no es un mal almuerzo, salvo que uno se

hubiera hecho a la idea de que comera

pollo con papas al horno. Y

precisamente esa era la idea de mis

hermanos, y tambin la ma, hasta que

me di cuenta de la hora. En fin, comimos

las salchichas y no hubo quejas a mam,

a cambio de que yo cocinara al da

siguiente. Otra vez, cambio de turnos.

No dije nada, pero me sent como

me siento tantas veces: el salame del

sngiche. Juanjo de un lado, Javier del

otro y yo en el medio. En fin, no le di

ms vueltas al asunto, acept cocinar al

otro da como pago por mi

imperdonable atraso y por mi menos

perdonable cambio de men, y me

dediqu a pensar en la carta y en su

autora. No poda menos que imaginarme

verdaderas telenovelas del estilo de las

que yo sola mirar. Qu habra sido de

Elena? Y su padre? Se habra

salvado? Quin haba tratado de

envenenarlo? Preguntas, por supuesto,

que de ningn modo poda contestar,

aunque pensaba que en algn momento,

como resultado de mi investigacin,

alguien me iba a responder.

Pero haba algo que me obsesionaba

todava mucho ms y era el hecho de que

quizs esa carta nunca hubiera llegado a

destino. Quin la habra escondido?

Elena o Mal? Mal (qu nombre

extrao) tal vez jams recibi esa carta,

y si no la recibi, nunca pudo haber

hecho lo que le peda Elena. Est bien

que se hablaba de una carta anterior y se

daba a entender que Mal ya haba

hablado con el mdico, pero la urgencia

de Elena por ver al mdico otra vez para

internar a su padre, esa desesperacin

por salvarlo Qu habra pasado? Y

la posdata? Elena deca que las mismas

personas que estaban envenenando a su

padre la mataran tambin a ella

No, por ms que le diera vueltas al

asunto, jams encontrara respuestas.

Solo tena mis fantasas. Y precisamente

eso era lo que yo no quera. Ya estaba

harta de ser la loca fantasiosa de la

familia. Yo quera demostrar que esa

carta, a pesar de los aos transcurridos,

era tan real como el almuerzo de todos

los das. O por lo menos lo haba sido.

Y si haba llegado a mis manos, tena

que hacer algo. La haba recibido yo. La

destinataria haba sido Mal, sin dudas,

pero ahora me llegaba a m. Ms de

cuarenta aos haban transcurrido desde

que Elena la escribi, y la reciba yo.

Por una de esas vueltas de la vida, Elena

me mandaba una carta a m. Y eso tena

que significar algo.

Por el momento, lo nico que poda

hacer era esperar que me llamara la

duea del negocio de ropa. Era la nica

forma de conectarme con la mujer de

Espaa. Si ella me averiguaba la

direccin, yo podra escribirle para

preguntarle cmo y dnde haba

conseguido el vestido. Otra cosa no

poda hacer; as que, para no ser pesada,

dejara pasar dos o tres das y si no me

llamaba, volvera otra vez al negocio.

Mientras tanto, lleg el sbado y ni

noticias de la vendedora de ropa ni de

su amiga ni de la hermana de la amiga.

La verdad, mucho tiempo para pensar en

eso no tuve. Mi nica preocupacin era

el baile de mi prima. Y las amigas de mi

prima. Y mi prima.

A las nueve en punto, yo ya estaba

lista y resignada. Es decir, con el

vestido puesto, los zoquetes, los zapatos

de taco bajo, el pelo recogido en una

cola de caballo con una cinta de

terciopelo, y el nimo por el piso, para

decirlo de algn modo. Estaba dispuesta

a aburrirme y a pelear solapadamente,

es decir, a dar respuestas irnicas e

hirientes cada vez que mi prima o alguna

de sus amigas me hicieran una pregunta

irnica e hiriente. Iba decidida a comer

de todo para fomentar la envidia, pues

saba perfectamente que Ayeln y

compaa seguan la moda de la flacura

extrema y, por lo tanto, no comeran

nada. Bueno, con todo este arsenal listo,

ya estaba en condiciones de que pap

me llevara en auto a la casa de mis tos,

en el barrio de Belgrano.

A qu hora te vengo a buscar?

me pregunt pap, en la puerta del

lujossimo edificio de veinte pisos, con

pileta de natacin, solrium, cancha de

tenis, sauna y vigilancia las veinticuatro

horas del da.

A las doce. En punto remarqu.

Como Cenicienta? pregunt

pap sonriendo, porque conoce y respeta

mi antipata por mi prima. Antipata que

l comparte aunque la vuelca hacia mi

to, que le resulta tan insoportable como

a m Ayeln.

Como Cenicienta. Ni un minuto

ms. Mir que despus de las doce dejo

de ser la dulce chica de los cincuenta y

vuelvo a ser la odiosa Ins de siempre.

Y eso quiere decir que me voy a agarrar

de los pelos con Ayeln.

Pap se retir con la carroza y me

dej en los jardines del palacio.

Mientras suba los escalones hacia la

puerta principal, not que estaba

relampagueando.

Ins! Viniste! Qu alegra!

grit Ayeln, falsa, refalsa, mientras me

daba el ms falso de los besos delante

de mi ta, que tambin haba salido a

recibirme.

El grupito de amigas selectas seis

autnticas arpas que conozco a la

perfeccin despus de haber padecido

todas las fiestas de cumpleaos de

Ayeln, ms comunin, confirmacin,

egreso del primario con medalla y

diploma de honor celebrado en un saln

de fiestas a todo lujo, y algn

acontecimiento ms que por fortuna

debo haber olvidado estaba presente

en pleno. Obviamente, tambin las

salud.

Me vas a disculpar, Ins me

dijo Tatiana, una de las arpas, ni bien

mi ta sali de escena, no entiendo tu

disfraz Qu significa?

No veo por qu tiene que

significar algo contest con cara de

asco. Me parece que formulaste mal

la pregunta. Simplemente, tendras que

haber dicho: De qu te disfrazaste?.

Bueno, me corrijo, entonces me

ataj Tatiana. Me pods decir de qu

te disfrazaste, por favor?

Me disfrac de chica de los

cincuenta, es decir, de la dcada del

cincuenta aclar, como si Tatiana

fuera incapaz de comprender nada.

Decid no esperar ninguna respuesta

y me retir dignamente hacia el otro

extremo del living. Mi prima vive en un

piso dieciocho, y si hay algo que a m

me fascina es mirar por las ventanas; y

cuanto ms alto, mejor. Segua

relampagueando.

3

No voy a decir demasiado de esa

noche. Solamente que me aburr, tal

como saba que iba a suceder. Segn

mam, me aburr porque fui decidida a

aburrirme. Puede ser, pero yo saba que

las cosas no podan ser de otro modo. El

conflicto con Ayeln viene de lejos.

Entre ella y yo, un abismo.

Pero eso no importa, ahora. Vuelvo

a la carta. El domingo me llam la

duea del negocio donde compr el

vestido. Me dijo que su amiga haba

hablado por telfono con la hermana,

que le haba contado lo de mi

monografa y que la mujer haba

sugerido que yo le mandara un fax,

preguntndole lo que quisiera. Un fax?

Y por qu no un mail? Bueno, parece

que la mujer era un poco antigua. No

insist con lo del mail. Esa misma noche

prepar las preguntas y al otro da

mand el fax a Espaa. A mi familia, ni

una palabra.

Todos los das, despus de salir del

colegio, pasaba por el locutorio a ver si

haban recibido la respuesta. Prefera

pasar yo y no que me llamaran a casa,

por las dudas. Estaba decidida a que

nadie se enterara de nada, por lo menos

hasta que hubiera descubierto algo bien

concreto. Mientras tanto, lo nico que

haca era releer la carta todas las noches

y convencerme cada vez ms de que la

verdadera destinataria era yo. Elena me

haba escrito a m para que descubriera

vaya a saber qu misterio. Ninguno en

mi casa me iba a sacar esa idea de la

cabeza.

El jueves lleg el fax. Lo retir al

medioda y me fui a sentar en un banco

de la plaza para leerlo tranquila.

Estimada Ins:

Paso a

contestar las preguntas que me

hiciste llegar. Espero que

estas respuestas sean de

utilidad para tu trabajo.

1. Compr el

vestido en el ochenta y cuatro.

Lo recuerdo muy bien porque

fue la primera compra que

hice yo sola para la casa de

antigedades de mi madre.

Nunca pude venderlo. Varias

veces estuve a punto de

hacerlo, pero por un motivo u

otro la persona interesada

terminaba llevando un vestido

diferente o, en el peor de los

casos, nada.

2. Lo compr en

un remate, en una casona del

barrio de San Telmo.

3. No s a quin

perteneci. Solo s que la casa

se iba a vender y los dueos

remataban todo lo que haba

dentro. Recuerdo a una seora

muy elegante, que recorra la

casa como si la conociera y

cada tanto hablaba en voz

baja con el rematador. En ese

momento pens que era la

duea.

Bueno, Ins,

ojal que lo que te cont te

sirva. Si necesitas algo ms,

mandame otro fax.

Te saluda,

Alicia S.

Gutirrez

Eso era todo. Ni una palabra de

Elena. Solamente la seora muy elegante

que pareca la duea de la casa. Elena,

quiz? Una mujer que fue adolescente en

el cincuenta y ocho, en el ochenta y

cuatro tiene que haber sido una seora,

seguro; siempre y cuando hubiera

seguido viva, desde luego Qu

hacer?, me preguntaba con el fax en la

mano, sentada en la plaza. Tal vez

buscar una casa con cpula en San

Telmo? Absurdo. Debe haber

ochocientas mil, ms o menos. Lo

irnico era que yo haba vivido toda mi

vida en San Telmo, y tal vez la casa de

Elena estaba por ah noms y no lo

saba. Claro que en ese momento no

tena la menor idea de lo que podra

haber hecho en el caso de que alguien

me hubiera dicho con exactitud cul era

la casa. Tampoco me planteaba si

despus de cuarenta y pico de aos era

posible averiguar algo. Es que no se me

ocurra pensar en las dificultades. Lo

nico que quera era encontrar la casa.

Despus vera qu hacer.

Entonces le mand el segundo fax a

Alicia Gutirrez, pidindole que me

contara cualquier cosa que recordara de

la casa; por ejemplo, si tena balcones, o

quiz una cpula Esta vez tard dos

semanas en responder, pero la espera

vali la pena.

La respuesta lleg por correo, un

sbado a la maana; me agarr

desprevenida porque esperaba un fax. Y

el que recibi la carta de manos del

portero fue Javier. Menos mal que se me

ocurri algo para salir del paso, porque

si no todava lo tendra dando vueltas a

mi alrededor tratando de averiguar quin

y por qu me escriba. Le dije que

Alicia era amiga por carta de una de mis

compaeras del colegio y que quera

cartearse con otras chicas argentinas, as

que yo me haba enganchado. Me dijo

que mis compaeras y yo ramos de otro

planeta y que la gente solo escribe

cartas en las novelas; le dije que tena

razn y me fui volando a mi cuarto a leer

la carta.

Querida Ins:

Disclpame la

tardanza en contestar, pero

estuve pensando mucho

despus de recibir tu fax, en el

que me preguntabas si

recordaba la casa. Es extrao,

pero si no me hubieras

preguntado por la cpula, tal

vez no habra recordado nada.

Pas mucho tiempo. Sin

embargo, a veces basta una

palabra, un olor, un sonido, no

s, algo aparentemente

insignificante que de golpe nos

pone un pedazo del pasado

delante de los ojos. Eso me

pas cuando me preguntaste si

la casa tena una cpula. Qu

extrao. Bueno, te cuento. Ese

da, como ya te he dicho, se

remataba todo lo de la casa.

Yo estaba muy interesada y

muy ansiosa porque era la

primera compra que hara

sola, ya que siempre las haba

hecho mi madre. Era tanta mi

ansiedad, que Ilegu dos horas

antes. Imagnate, yo estaba

sola, en un lugar desconocido

para m, ya que lo nico que

conoca de Buenos Aires era el

centro (viv siempre en San

Isidro y ese era mi mundo).

Bueno, qu poda hacer en

esas dos horas? Lo primero

que pens fue buscar un bar.

Mir para un lado y para otro,

y no vi ninguno. Yo no quera

alejarme demasiado porque

tena miedo de desorientarme

y no saber volver o llegar

tarde. Nunca fui buena para

orientarme. Esto te lo digo

para que entiendas lo que

sigue. Ah estaba yo, con dos

horas para llenar de alguna

manera, sin ningn bar a la

vista y sin querer alejarme. Te

aseguro que no tengo la menor

idea del nombre de la calle

donde estaba la casa. S que

ocupaba toda una esquina, que

era muy grande y tena una

cpula o, mejor dicho, lo que

yo pens que era una cpula;

ahora te explico. Camin una

o dos cuadras, hacia lo que

pareca un parque. Recuerdo

que cuando pensaba dnde ir,

mir en una direccin y vi

muchas plantas, rboles y un

portn de reja. Todo estaba al

fondo de una de las calles.

Camin hacia all y, al llegar,

le en una placa que estaba en

la pared el nombre de un

museo (no recuerdo qu

museo). Bueno, ya tena dnde

pasar el tiempo. Entonces me

di vuelta para ver la casa. Ya

te dije, parecer tonto, pero

quera ubicarme bien, quera

estar segura de que la casa

estaba ah noms y al alcance

de mis ojos. Y fue en ese

momento, al mirarla antes de

entrar al museo, cuando le

prest atencin a la cpula.

Tena delante de m otra

perspectiva de la casa. La vea

toda entera, con su cpula

incompleta: le faltaba el

techo. Te juro que me llam la

atencin. Como te dars

cuenta, hablando con

precisin, no se trataba de una

cpula. En realidad era una

habitacin redonda, como una

torre, en la parte superior de

la casa, sin el techo

abovedado, que es lo que hace

a la cpula. Bueno, aunque no

lo fuera, yo pens que era una

cpula sin techo, y esto

importa, porque fue esa la

palabrita mgica que me hizo

recordar todo. Sigo. Me qued

mirando la casa; tena algo

raro, entre melanclico y

misterioso, con esa habitacin

redonda cortada al ras Me

dio un poco de vergenza

quedarme ah parada, mirando

hacia la calle; yo era un poco

tmida por entonces. Bueno,

entr al museo. No recuerdo su

nombre, ya te dije. S que

haba muchas cosas de San

Martn; me acuerdo, por

ejemplo, de una rplica de su

habitacin de Boulogne-sur-

Mer. Tambin recuerdo

grandes cuadros de batallas,

trajes de la poca colonial

S que el museo estaba en un

parque que no me anim a

recorrer porque tena miedo

de perderme y llegar tarde al

remate. Al salir del museo, lo

primero que vi fue la casa de

la cpula. Estaba ah,

derechito, a una o dos cuadras

de la puerta del museo.

Creeme, era imposible

perderse; y ten en cuenta que

soy un desastre para

orientarme.

Bueno, Ins,

aqu terminan mis recuerdos.

Por lo menos, los ms

precisos. Ya te habl de la

mujer elegante que hablaba

con el rematador y que supuse

que era la duea. Tambin

recuerdo una escalera de

madera muy imponente, muy

aristocrtica, y nada ms.

Compr el vestido, algunas

porcelanas y unos cubiertos de

plata; creo que eso fue todo.

El vestido lo compr porque

me hizo acordar a los que yo

usaba cuando era chica. Aqu

termino, espero que te sirva de

algo.

Mucha suerte

con tu monografa.

Con un saludo

cordial,

Alicia S.

Gutirrez

De no creer. Era ms fcil de lo que

haba pensado. El museo no poda ser

otro que el del Parque Lezama, o sea, el

Museo Histrico Nacional. Lo conozco.

All est la rplica de la habitacin de

San Martn en Boulogne-sur-Mer, tal

como recordaba Alicia. Sal volando,

por supuesto; aunque, como siempre, me

apur un poco. No era el mejor momento

para salir de casa. Los sbados a la

maana estamos todos, cada uno con su

tarea correspondiente. No tenemos a

nadie que nos ayude, salvo una vez cada

quince das, ocasin en que aparece la

siempre bien esperada Teresita, quien

despus de seis horas de limpieza

profunda deja la casa tan reluciente que

da gusto verla. Lstima que tanta higiene

dure tan poco. En fin, como Teresita no

viene muy seguido, debemos repartirnos

las tareas domsticas entre los cinco. Un

poco cada uno, ms unos que otros y,

por uno de esos misterios de la vida, yo

ms que todos. Qu se le va a hacer. Ese

sbado, a m me tocaba limpiar el bao

y a Juanjo ir al mercado. Podra haber

esperado tranquilamente hasta la tarde y

salir sin tener que dar explicaciones a

nadie; pero no aguant y le cambi a

Juanjo el bao por el mercado. l

acept, pero con una condicin: que el

lunes cocinara yo en su lugar, ya que

consideraba que la limpieza del bao

era ms trabajosa que ir al mercado.

Acept, a pesar de que el martes tendra

que cocinar otra vez, porque ese da me

tocaba a m. De nuevo el salame del

sngiche, pens, pero no me import.

Agarr la bolsa de los mandados y vol.

El mercado queda a dos cuadras de

casa, y el Parque Lezama, a seis.

Camin hasta Defensa, que es la calle

del museo, y por ah segu hasta el cruce

con Caseros, que es donde est el portn

de reja del que hablaba Alicia. Ms que

caminar, corr; cuando llegu a la puerta

sub un escaln, mirando hacia el museo,

despus me di vuelta de golpe y mir

hacia Caseros, dando la espalda a la

puerta del museo. Ah estaba, a una

cuadra. Cmo no verla? Una cuadra

ms all, en una esquina. Una cpula

cortada al ras. Una torre. Una cpula sin

techo o como se llame. Una habitacin

redonda en la parte superior de la casa,

sin cpula. No s. Pero ah estaba. Una

casa vieja, como casi todas las del

barrio, en la esquina de Caseros y

Bolvar, a unas siete u ocho cuadras de

mi propia casa. As la haba visto Alicia

y as la vea yo. Me qued unos minutos

parada, tratando de imaginar a Elena

trepada a una de las ventanas. Cmo

habra hecho? No se vean balcones ni

salientes. Seguramente, la terracita de la

que Elena hablaba en su carta estara en

la parte de atrs. Llegu a la esquina de

Bolvar y me par en la vereda de

enfrente, en diagonal a la casa. No poda

dejar de pensar en Elena, trepada a la

torre, espiando por una de las ventanas.

De solo pensarlo, me daba vrtigo. La

casa era de tres pisos ms la torre. Pisos

altos, desde luego, porque era una casa

muy antigua. Y tambin deteriorada.

Pareca abandonada. Al lado de la

puerta se vea un cartel. Cruc para

leerlo. Danza jazz, flamenco, gimnasia

modeladora. Pens que si se me

ocurra investigar en la casa, podra

anotarme en las clases de baile. Pero la

idea no me convenca demasiado. Lo

que yo tena que averiguar no estaba

adentro. Yo necesitaba que alguien me

contara qu haba pasado con la gente

que vivi all a fines de la dcada del

cincuenta. Y en la casa no quedaba

nadie de esa poca; la haban vendido,

haban rematado sus muebles, todo. No

haba nada que buscar en ella. Y

afuera? Por dnde empezar? A quin

preguntar? Tal vez a algn vecino viejo

que recordara algo de aquellos tiempos.

Quin? Y cmo encontrarlo? La gente

se muda; se muere. Qu hacer? Volv a

cruzar y me fui caminando por Bolvar,

pensando que lo mejor iba a ser cortar

por un rato el rollo que tena en la

cabeza, ir al mercado y volver pronto a

casa, porque mam estaba esperando el

pescado para hacer la comida. Camin

una cuadra y al llegar a Brasil me di

vuelta de golpe. Ah estaba otra vez la

torre con Elena colgada de una de las

ventanas. Dobl por Brasil hacia

Defensa. Quera evitar la tentacin de

darme vuelta otra vez. Me concentr en

el mercado, el pescado, las verduras, la

fruta, mam, el almuerzo, Juanjo, que

seguramente ya habra terminado de

limpiar el bao y estara libre de tareas

domsticas hasta el almuerzo del

jueves y en m, pens en m, que ni

siquiera haba pisado el mercado y ya

faltaba poco para el medioda, y tendra

que hacer la cola para comprar el

pescado, y otra ms para la verdura y la

fruta Y tambin cocinar el lunes y

tambin el martes Y como tantas otras

veces, volv a sentirme el salame del

sngiche.

4

Si hay una materia que odio, es

Matemtica. Tuve que dar examen en

diciembre. Para colmo, en casa ni

siquiera me dieron la oportunidad de

prepararme con un profesor particular.

El profesor lo tens en casa me

dijo mam. Juanjo sabe mucho. Para

qu vamos a pagar clases particulares?

Juanjo no tiene paciencia

protest.

Vos tampoco dijo mam.

Pero eso se soluciona con un poco de

buena voluntad de parte de cada uno. Y

no se hable ms del asunto.

Y no se habl ms del asunto. Es que

ante argumento tan razonable, no

quedaba nada por decir. Adems, el ao

anterior haba pasado exactamente lo

mismo. La cosa fue ms o menos as:

Juanjo me explicaba, yo no entenda, l

se enojaba y me gritaba, yo me enojaba

y le gritaba, nos pelebamos, estbamos

el resto del da sin hablarnos, llegaba

mam y Juanjo le hablaba mal de m, yo

me defenda hablando mal de l, mam

me retaba, yo me enojaba con ella y

as durante diez das. Por suerte, zaf

con un seis y se termin la tortura.

Pero esta vez fue diferente. Diferente

y peor. No solo tuve que soportar al

sabihondo de mi hermano mayor, sino

tambin al genio de mi hermano menor.

Javier es decididamente insoportable.

Tiene un ao menos que yo y sabe ms.

Sabe tanto como Juanjo. La verdad, y no

pienso reconocerlo delante de l, es que

Javier es brillante en Matemtica. El

problema consiste en que le gusta

molestarme. Y cmo. En fin, esta vez

tuve que aguantar a los dos. Empezaba

Juanjo a explicarme, yo no entenda, l

se enojaba, nos pelebamos, vena

Javier, me explicaba gritando, yo no

entenda y gritaba, l se enojaba, yo me

enojaba, nos pelebamos, llegaba mam,

los dos le iban con las quejas, mam me

retaba y finalmente volv a zafar con

seis. Listo. Se termin.

Bueno, es de imaginar que, con todo

esto, mucho tiempo para ocuparme de la

investigacin no tuve.

Noviembre se me fue volando. A los

profesores siempre se les ocurre tomar

todas las pruebas juntas. Y con la

cuestin de Matemtica, vol tambin

parte de diciembre. Pero una vez que me

saqu la maldita materia de encima,

qued con tiempo disponible para

ocuparme del asunto.

Ya saba cul era la casa de Elena.

Pero quin iba a decirme qu haba

pasado all en el cincuenta y ocho?

Pens, y creo que cualquiera en mi lugar

hubiera pensado lo mismo, que lo nico

que poda hacerse era preguntar a los

vecinos. Y all fui, un lunes por la

maana; eso s, tuve que cambiar de

verso. Las clases ya haban terminado y

no poda seguir con el cuento de la

monografa.

Buenos das, seor salud al

hombre que baldeaba la vereda del

restaurant situado exactamente enfrente

de la casa de Elena.

Buen da me contest,

dejando quieta la escoba justo a tiempo

para no salpicarme.

Colaboro en una revista y estoy

haciendo una investigacin sobre el

barrio, es decir, sobre cmo era el

barrio antes, hace ms o menos cuarenta

aos, un poco ms el hombre me

miraba con ganas de seguir baldeando

en la dcada del cincuenta Eso.

Estamos tratando de reconstruir esa

poca, barrio por barrio

Y yo qu puedo hacer?

pregunt l, empezando a barrer otra

vez.

Bueno, a lo mejor usted recuerda

algo dije y me corr para que no me

salpicara.

No, yo no afirm, dejando otra

vez quieta la escoba. Hace cuarenta

aos yo era muy chico y adems no

viva en este barrio.

Y no conoce a nadie que me

pueda dar una mano?

A ver se qued pensativo,

usando la escoba como punto de apoyo

. All enfrente vive una seora muy

viejita. A lo mejor te puede ayudar. Que

yo sepa, vivi siempre ah.

Fui, por supuesto. La seora viva

arriba del mercadito de la esquina que

hace diagonal con la casa de Elena. Era

la duea de toda la esquina y le

alquilaba el local a un vecino. Todo esto

me lo cont el hombre del restaurant.

Bueno, hice exactamente lo mismo

que haba hecho antes: entr, salud a la

nica persona que se encontraba a la

vista, me present como colaboradora

de una revista interesada en el pasado

de los barrios de Buenos Aires y le

pregunt por la seora que viva arriba,

aclarando que me enviaba el seor del

restaurant de enfrente.

La seora es muy viejita me

dijo el hombre, mientras colgaba una

ristra de chorizos en un gancho, sobre el

mostrador, no s si podr atenderte.

Por favor, son algunas preguntas,

nada ms. Como se imaginar, todas las

personas que me pueden dar alguna

informacin son de edad avanzada

y ni bien dije estas ltimas palabras, me

sent tonta por no haberme animado a

decir viejas.

Est bien dijo el hombre, no de

muy buena gana. Esper un momento

y caminando unos pasos hacia el

fondo, grit: Ameeeliaaa! Decile

a doa Anita que la buscan!

Amelia apareci enseguida, como si

hubiera estado esperando que la

llamaran.

Quin la busca? pregunt

mirndome a m, con cara de

desconfianza.

Largu el verso de un tirn, sonre y

me qued aguardando una respuesta.

Todo lo que consegu fue una especie de

bufido y un gesto de impacienca. La

mujer se fue y yo me qued esperando.

No s qu, pero me qued esperando. El

hombre ni me miraba; envolva huevos

en papel de diario, sobre el mostrador.

En un rincn dorma un gato negro. Un

ventilador de techo daba unas vueltas

lentas y montonas, dejando or una

especie de ronroneo sordo y lento

tambin. Amelia volvi, tan desconfiada

e impaciente como antes.

Doa Anita va a bajar, dice que la

esperes.

Me sent en un banco, al lado de un

cajn de cebollas, dispuesta a esperar

todo el tiempo que doa Anita quisiera.

Y por suerte no fue mucho.

Quin me busca? escuch una

voz a mis espaldas. La voz era suave,

dbil, quebradiza.

Ah estaba doa Anita, como una

rama larga, seca y fina a punto de

partirse; el pelo blanco y hablando casi

como si rezara. La salud y le ced el

banco.

As que la historia del barrio

Qu bien murmur apenas.

Habl, habl y habl. Por un

momento, me pareci que la estaba

aturdiendo. Se vea tan frgil Pens

que poda caerse del banco, empujada

por el viento de mis palabras. Yo saba

muy bien lo que tena que decir, haba

ensayado bastante. Pero tambin fui

agregando cosas que me iban saliendo

en el momento. Le dije que ya haba

averiguado cmo era el Parque Lezama

hace cincuenta aos, cuando haba peces

de colores en las fuentes y rosales en los

canteros. Hice hincapi en el inters que

tena por las casas, tan antiguas, con

tanta personalidad. No conocera ella,

por casualidad, la historia de alguna de

las casas de la cuadra? Por qu no

cerraba los ojos y viajaba en el tiempo

unos cuarenta o cincuenta aos atrs?

Doa Anita sonrea, cansada, y a medida

que yo hablaba los ojos se le iban lejos,

lejos. Doa Anita recordaba, claro. El

hombre segua envolviendo huevos en el

mostrador. Amelia cortaba fiambre y

cada tanto me echaba una mirada entre

curiosa y desconfiada. Doa Anita cerr

los ojos. Yo dej de hablar y tom aire;

un suspiro largo. Solo se oa el zumbido

tenue de la cortadora de fiambre, el

crujir del papel de diario al plegarse

sobre los huevos y el ronroneo del

ventilador.

Hay una historia muy triste

rez doa Anita. No s si te servir.

S, me sirve me apur a

contestar, mientras le acercaba el

grabador. Me sirve todo. Cunteme,

por favor.

Otra pausa. Doa Anita volvi a

cerrar los ojos, los abri, levant un

brazo esqueltico y tembloroso y seal

la esquina de enfrente. La casa de

enfrente, en diagonal. Volv a suspirar

largo, largo, esta vez de ansiedad.

Esa casa, fue en esa casa. Hace

ms de cuarenta aos ya. Qu tragedia,

pobre Elenita Tan linda, tan joven

Tendra ms o menos tu edad dijo,

apartando los ojos de la casa para

fijarlos en m. Se mat, sabs?

Estaba muy mal, pobrecita, mal de la

cabeza Sufri mucho en la vida

Primero perdi a la madre, cuando era

muy chica. Despus, el padre se volvi

a casar con una mujer muy linda, ms

joven que l. Pero Elenita nunca la

quiso. Y despus despus el padre se

enferm se puso muy mal. Elenita lo

cuidaba noche y da, nunca se separaba

de su lado. Imagnate, era lo nico que

le quedaba. No tena hermanos. Era ella

slita. Tena miedo de perderlo, pobre

chica Pero don Emilio se puso cada

vez peor. Y al final se muri. Elenita no

lo soport. Estuvo das enteros

encerrada en su habitacin sin hablar

con nadie. No quera comer

Hasta que bueno, parece que se

volvi loca, pobre ngel Eso es lo

que dijeron, y tiene que haber sido as,

porque para hacer lo que hizo

Criatura de Dios! Subi a la torre y se

tir! En el barrio no lo podamos

creer

A esta altura del relato, doa Anita

tena otra vez los ojos fijos en la esquina

de enfrente.

Se tir de la torre repet,

mirando yo tambin hacia la esquina.

Y despus qu pas?

La viuda se qued un tiempo ms

en la casa con el hermano, que le haca

compaa. Era una buena mujer

Y antes de que Elena y el padre

murieran, el hermano ya viva con

ellos?

Estaba siempre, pero no s si

viva en la casa

Hbleme de Elena. Qu recuerda

de ella? Cmo era?

Era una chica linda, pero muy

triste. No sala casi nunca. Don Emilio

era un hombre muy difcil. Quera tener

a todos bajo su dominio. Muy buena

persona, muy recto, pero demasiado

severo. Su primera esposa, la mam de

Elena, charlaba conmigo de vez en

cuando, ac en el negocio. En esa poca

tenamos un almacn con mi marido. Lo

atendamos los dos. Y cuando ella vena

a comprar (pocas veces, porque casi

siempre vena la mucama) charlaba un

ratito conmigo. Entonces me contaba

algunas cosas. Se quejaba de que a don

Emilio no le gustaba salir. Se iban todo

el verano de vacaciones, pero el resto

del ao se lo pasaban metidos en la

casa

Y Elena tambin vena a comprar

al almacn?

Cuando era chiquita vena con la

mam y se quedaba a jugar con mi hija.

Las dos tenan la misma edad. Pero

despus, cuando la pobre seora muri,

Elenita no vino ms. Don Emilio no la

dejaba. Kilos siempre fueron muy ricos.

Elena iba a un colegio carsimo. No, don

Emilio no la dejaba

Y su hija se acuerda de Elena?

No s. Se acordar, tal vez

dijo, mirndome con unos ojos tan

tristes que pens que se iba a poner a

llorar. Yo me pregunt si no habra

metido la pata al preguntarle por la hija,

pero ella sigui hablando. Mi hija

vive en Francia. Viene una vez por

ao

Me puede decir algo ms de la

familia de Elena? pregunt, tratando

de rescatarla del recuerdo de la hija.

No No Pas tanto tiempo

La casa la vendieron?

S, pero despus de muchos aos.

Estuvo vaca un tiempo largo Cuando

se cay la cpula, vino el hermano

Pero a la viuda no la vi

Cuando se cay la cpula?

repet, intrigadsima.

S. Esa torre que ves ahora me

dijo, levantndose del banco y

caminando hacia la puerta, antes tena

una cpula. Era hermosa. Qu casa!

Qu lujo! Bueno, como te deca

sigui doa Anita, ms animada, una

noche hubo una tormenta terrible. No s

muy bien cundo fue, pero s que ya no

viva nadie en la casa. Y a la maana,

cuando nos levantamos, la cpula ya no

estaba. Se haba roto toda. Creo que

cay un rayo. Seguramente estaba en

muy malas condiciones; despus de la

muerte de don Emilio, nunca hicieron

arreglos La cuestin es que desde ese

da la torre qued sin cpula; as como

la ves ahora. Parece que alguien le avis

a la viuda, porque unos das despus

apareci el hermano. Vino con unos

albailes que arreglaron el techo de la

torre y ah termin todo.

Y, al parecer, ah terminaban

tambin los recuerdos de doa Anita,

porque dio media vuelta y le pidi a

Amelia que la acompaara arriba.

Despus, sonriendo dulcemente, me

dijo: Espero que cuando se publique la

nota me t raigas la revista.

S, por supuesto. Vamos a tener

que esperar un poquito, porque la

revista es nueva. Esta nota es para el

primer nmero. A lo mejor, dentro de

dos o tres meses invent, mientras

trataba de pensar en cmo conseguir que

me dijera algo ms.

Bueno, bueno. Me voy porque

estoy cansada. Disclpame. Igual, ms

no puedo decirte Mi memoria no anda

del todo bien Lstima que no viniste

la semana pasada. A lo mejor te

encontrabas con Amparito. Ella s que

sabe muchas cosas

Amparito?

S, la mucama de la casa. Vivi

muchos aos con la familia de Elenita

Y viene a visitarla? pregunt,

decidida a revolver cielo y tierra con tal

de encontrar a Amparito.

S, cada tanto. Es muy buena

persona. Tan atenta

Vive por ac?

S, bastante cerca. En el Rawson.

En el hospital?

S. Ah hay un asilo de ancianos,

un hogar Amparito trabaja y vive ah.

Le dieron una habitacin para ella sola.

Est contenta, la pobre. Imagnate si

tuviera que pagar un alquiler adnde

ira? Es jubilada

La voy a ir a visitar y jur que

lo hara. Qu apellido tiene?

No me acuerdo Pero no

importa. All la conocen todos. Vos

pregunt por Amparo. Mejor, por

Amparito. No creo que haya otra

5

Amparito. Amparito tena que ser

la llave del misterio. Eso crea yo, al

menos. Una mujer que haba vivido en la

misma casa que Elena tena que saber

muchas cosas. Sal del mercadito

haciendo planes y sacando conclusiones.

En un primer momento haba pensado en

ir directamente hacia el Rawson. Pero

despus decid que no, que era mejor no

apresurarse y preparar una lista con

todas las preguntas que deba hacerle a

Amparito. Volv a casa y ah noms me

acord de que me tocaba cocinar a m.

Perfecto. No hubo ningn problema.

Tena tiempo de sobra para preparar la

salsa de tomates, hervir los fideos y

rallar el queso, segn dictaba el men

del da. Por suerte, Juanjo y Javier no

estaban; eso quera decir que mientras

cocinaba poda pensar sin estorbos, sin

ruidos, sin nadie que entrara y saliera de

la cocina cada cinco minutos para abrir

la heladera o la lata de las galletitas.

Pensar. Yo quera pensar. Lo que haba

dicho doa Anita no dejaba mucho lugar

para dudas: a Elena la haban matado.

Despus de leer la carta, nadie podra

pensar en un suicidio. Ella haba sido

muy clara: si pap muere, la

siguiente ser yo. Y pas todo tal cual:

muri el padre, muri ella. Conclusin:

la mataron. Quin? Quines? La

esposa del padre y el hermano; los que

hablaban del veneno cuando Elena subi

a la torre. Primero matan al padre y

hacen pasar por loca a la hija; despus,

un empujoncito y Elena cae de la torre.

Y ellos dos, ricos. As de simple. Ya

estaba todo resuelto: vctimas, asesinos,

mvil del crimen y la carta para

probarlo. Claro que, probarlo ante

quin? Y despus de tantos aos, para

qu? Adems, aunque yo estuviera muy

segura de cmo haban sido las cosas,

no crea para nada que la carta pudiera

ser la prueba que demostrara la

culpabilidad de la viuda y del hermano.

Alguien podra decir, y tal vez con

razn, que Elena haba escrito la carta

estando muy trastornada y que tena

delirio de persecucin o algo semejante.

Y adems y sobre todo, a quin

podra interesarle descubrir la verdad

de algo que pas hace tanto tiempo? Y

aunque era obvio que a m s me

interesaba, quin era yo para meterme

donde nadie me haba llamado? Lo

nico que se me ocurri fue dejar las

preguntas a un lado y empezar a pensar

en lo que le iba a decir a Amparito.

Las posibilidades no eran muchas.

Lo nico que poda hacer era seguir con

el invento de la nota para la revista. Ni

el hombre del restaurant, ni el del

mercadito, ni la propia doa Anita, ni

siquiera Amelia, haban desconfiado de

mi condicin de periodista. Y si lo

hicieron, por lo menos no me dijeron

nada. Adems, si alguien desconfiara

por verme demasiado joven, le podra

decir que todava no me recib y que

trabajo en una revista de barrio, de esas

que se hacen con el esfuerzo de un grupo

de vecinos. Eso era algo posible, por

qu no me lo iban a creer?

Despus de comer, y mientras Juanjo

lavaba los platos y Javier esperaba para

secarlos, me fui a mi habitacin y

escrib una larga lista de preguntas para

Amparito. Puse de todo. No quera

olvidarme de nada. Primero, me

presentara y hablara de la revista.

Despus, mencionara la casa de

Bolvar y Caseros y la historia que me

haba contado doa Anita. A

continuacin, le acercara el micrfono

y la dejara que empezara a hablar. Si

vea que no contaba demasiado, la ira

guiando con las preguntas de mi lista.

Fcil. Pero como no saba adnde me

iba a llevar lo que Amparito pudiera

contarme, no quise adelantarme a sacar

conclusiones. Por supuesto que esperaba

encontrar a Mal por su intermedio,

aunque tambin saba que era muy

difcil. Mal poda haberse mudado o

haber muerto o qu s yo. Hasta ahora,

todo me haba salido ms que bien.

Desde el principio. Desde que recib la

primera contestacin de Alicia

Gutirrez; y con la segunda carta, ni

hablar. Despus, doa Anita Y ahora,

Amparito. Ms no poda pedir.

Ya haba terminado la lista de las

preguntas y estaba tratando de

imaginarme cmo sera Amparito,

cuando Juanjo golpe la puerta de mi

habitacin para avisarme que empezaba

mi telenoveln de las cuatro. No lo

poda creer. Me haba pasado dos horas

encerrada, sin tener la menor nocin del

tiempo. Decid no darle ms vueltas al

asunto hasta el da siguiente.

6

El Hospital Rawson me resultaba

ms o menos familiar. Cuando estaba en

la primaria tuve que ir varias veces por

la libreta sanitaria. Me acuerdo de que

bamos todos los chicos del grado con

las madres. Yo, particularmente, tuve

que ir ms que mis compaeros gracias

a mi mala pronunciacin de la erre.

Mam me llev unas cuantas veces al

consultorio de la foniatra, hasta que por

fin me firmaron la libreta. A m me

gustaba ir. Me atraa ese hospital tan

viejo, con paredes de azulejos blancos y

escaleras de madera crujiente. Me

pareca misterioso. Y tambin me

gustaba que tuviera rboles y techos a

dos aguas.

Llegu temprano. Entr por el gran

portn de la esquina y fui derecho hacia

el edificio donde me llevaba mam por

la libreta. Ni bien vi a una seora con

guardapolvo celeste, le pregunt por

Amparito.

Tens que buscarla en los

pabellones del asilo me dijo. Es

para aquel lado y seal un sector de

edificios a la derecha del portn de

entrada.

Fui hacia all. El lugar es inmenso.

Camin por una vereda larga, limitada

por una franja de tierra con rboles y un

paredn, por encima del cual se vean

las copas de los rboles de la calle y de

la Plaza Espaa. Todo esto, a mi

derecha. A mi izquierda se alineaban los

pabellones del asilo; una montona

continuidad de paredes descascaradas,

ventanas oscuras y puertas vacas,

interrumpida cada tanto por uno que otro

viejo sentado en un banco de madera.

Los rboles me gustaron. Me

encantan los rboles. Haba muchas

tipas; enormes y frondosas tipas en la

franja de tierra pegada al paredn, en la

vereda y en la plaza. Pero los viejos me

daban pena y miedo. Sentados en el

banco, algunos con la cabeza apoyada en

la pared y los ojos cerrados, otros con

la mirada perdida; todos como

esperando algo. Esperando. Qu podan

esperar esos viejos? Por supuesto que

saba la respuesta, y precisamente eso

era lo que me daba miedo. Mir para

otro lado, como hacen muchos cuando

no quieren ver algo que duele. Entonces

la vi. Era ella; no s bien por qu, pero

lo supe enseguida. Era Amparito. Ah

estaba, de rodillas, trabajando la tierra,

plantando algo. Tena un delantal verde

y un pauelo floreado en la cabeza, que

le ocultaba todo el pelo.

Usted es Amparito? le

pregunt.

S, y vos quin sos? me

pregunt a su vez, mirndome como si

yo fuera una extraterrestre.

Me llamo Ins empec,

dispuesta a largar de un tirn todo el

verso del reportaje para la revista, pero

no me dej.

Ins. Qu lindo nombre. Cuando

yo era chica tuve una amiga que se

llamaba Ins. Justo ayer estuve pensando

en ella de golpe se interrumpi y se

qued mirndome, sorprendida. Te

conozco? pregunt.

Bueno, me dio pie y habl. Le cont

lo del reportaje, le dije que ya haba

entrevistado a doa Anita, que

precisamente ella me haba mandado al

Rawson, y si sera tan amable de

contarme la historia completa de la casa

de la cpula, que era por dems

interesante, etctera. Amparito me

escuch sin interrumpirme ni una sola

vez, me miraba con los ojos bien

abiertos y sin levantarse del suelo. Ni

bien termin mi discurso, hubo unos

segundos de silencio que seguramente

necesit para terminar de redondear una

idea, algo que se le fue ocurriendo

mientras me escuchaba.

Una revista murmur, con la

mirada perdida. Justo lo que ando

necesitando. Yo te voy a contar algo ms

interesante que esas historias antiguas

me dijo, ahora mirndome de frente

. Te voy a hablar de los viejos, nena,

de los jubilados. De los que estn ac y

de los que estn afuera. De los que

trabajaron toda la vida y ahora no tienen

dnde caerse muertos. Ellos son ms

importantes que las historias del pasado.

Y vos vas a hacerme el favor de poner

todo en la revista. Para que la gente

sepa. Para que sepan lo que pasa ahora.

Te voy a contar de la olla popular que

estamos organizando para Navidad con

un grupo grande de jubilados. Te voy a

invitar y adems pods traer a algn

fotgrafo de la revista. Qu te parece?

Me pregunt qu me pareca y ah

mismo me quise morir. De vergenza,

me quise morir. Y como me qued

callada, Amparito sigui hablando. Me

cont que iba a las marchas de protesta

de los jubilados, a las manifestaciones

por los derechos humanos y por

cualquier reclamo que le pareciera

digno y justo. En fin, Amparito result

ser toda una activista social, una

luchadora solidaria que me peda la

pequea colaboracin de una nota

denunciando el dolor de la gente de

los viejos para hacer que otra gente

tomara conciencia. Y yo qu poda

hacer, aparte de sentirme como una

cucaracha? Seguir mintiendo? Decir

que s, que hara la nota, pero que

primero me contara la historia de Elena?

No, no poda. Segu mirndola, sin

hablar. Pero ahora ella tampoco

hablaba, solo me miraba, como dndome

tiempo a que le diera una respuesta.

Bueno empec me gustara

hacer lo que me pide, pero no puedo.

No hacen ese tipo de notas en tu

revista?

No, no es eso. Lo que pasa es

queY ah me par otra vez. Quera

decirle la verdad y no saba cmo. Me

daba mucha vergenza. Ella iba de

frente y yo con mentiras estpidas.

Adems, tena la sensacin de que me

estaba estudiando. De golpe, me

pregunt:

Y por qu te interesa la casa de

Bolvar y Caseros?

Porque tengo una carta de Elena

dije, mirndola a los ojos y bastante

sorprendida conmigo misma por haberlo

dicho as, tan directamente.

Qu?

Una carta de Elena repet

como una tonta.

Amparito se qued callada unos

segundos, sin dejar de mirarme; despus

se levant, se sacudi la tierra de las

manos y de las rodillas, y me indic un

banco largo, invitndome a que nos

sentramos.

Contame me dijo.

Y cont. Cont todo. Desde el

principio. Desde que se me ocurri la

idea de comprarme un vestido para ir a

la fiesta de Ayeln. Amparito me

escuch sin interrumpirme. Me dej

contar todo de un tirn. Me escuchaba

entrecerrando los ojos, como si, adems

de estar ah, tambin estuviera en la casa

de Caseros y Bolvar, hace ms de

cuarenta aos. Por momentos me pareca

que no me escuchaba; entonces yo me

callaba apenas un instante, y ella, sin

decir nada, abra grandes los ojos y me

miraba sorprendida. Entonces yo segua,

segura ya de que Amparito no se perda

una sola de mis palabras. No s cunto

tiempo habl, pero cuando termin me

dijo: Quiero ver la carta y el vestido.

S le dije, un poco molesta

porque lo sent Kimo una exigencia.

Esta misma tarde se los traigo.

Por favor me dijo, muy seria,

no me trates de usted. Me hacs sentir

como una vieja.

No s si fue por nervios o por qu,

pero casi me ro. Para m, Amparito era

una vieja. Y con esto no quiero ser

despectiva, pero yo la vea como veo a

mi abuela o a las abuelas de mis amigos.

Est bien que todava no la conoca.

Tuteame orden. Y ahora te

aclaro que necesito ver la carta y el

vestido, no porque no te crea, sino

porque me resulta indispensable verlos

para volver un poco en el tiempo y, tal

vez as, recordar ms cosas que las que

recuerdo en este momento, me

entends?

S, cmo no iba a entender. Le volv

a repetir que a la tarde le llevara todo.

Tambin le ped disculpas por la

mentira de la revista y le dije que no se

me haba ocurrido otra manera de

presentarme. Me dijo que no me

preocupara, que lo entenda, y me

prometi que cuando le trajera el

vestido y la carta me iba a contar todo lo

que recordara. Es ms, me dijo que

cuando me fuera se iba a poner a pensar

en Elena, el padre y la casa, a la luz de

lo que yo le haba contado, y que en una

de esas podran reflotar en su memoria

algunas cosas que daba por perdidas.

Quedamos en vernos ah mismo, a las

cinco y media.

En casa no pensaba contar ni una

sola palabra. Para qu? Ya me

imaginaba lo que podran llegar a

decirme: que estaba loca, que me

ocupara de algo til, lo de siempre. As

que esa tarde, antes de irme con la carta

y el vestido, le dej una nota a mam

dicindole que haba salido con una

amiga y que volvera en un par de horas.

Cuando llegu al Rawson, Amparito

ya me estaba esperando. Tomaba mate

debajo de un tilo, cmodamente sentada

en una reposera plegable. El tilo estaba

colmado de flores y su perfume

espesaba el aire. Amparito tena puesto

un guardapolvo verde, como a la

maana, pero se notaba que no era el

mismo porque estaba impecable, sin

manchas de tierra. Me caus un poco de

gracia el peinado; antes la haba visto

con el pauelo, que le tapaba todo el

pelo; en cambio, ahora poda apreciar su

melenita con flequillo, a lo Cristbal

Coln, pelirroja y ms indicada para

una nena que para una vieja, pens en

ese momento, pero nada ms que en ese

momento: ahora no me la podra

imaginar con otro peinado; creo que ese

es el ms apropiado para ella.

No te ofrezco porque est lavado

fue lo primero que me dijo, sealando

el mate. Adems, todava no nos

conocemos y el mate es algo de

confianza.

Le di la razn. Y me gust la forma

directa en que lo dijo. Yo pienso lo

mismo; el mate se toma con la familia o

con amigos, y nosotras recin nos

conocamos.

Ven, sentate me dijo,

indicndome otra reposera, que estaba

plegada y apoyada contra el rbol. No

te creas que son del hospital, eh? Son

mas. Me compr dos porque siempre

viene alguna amiga a tomar mate

conmigo. Me gusta ponerlas debajo del

tilo. Da mucha sombra y en primavera su

perfume me trae lindos recuerdos.

Le dije que los tilos me gustaban,

que en realidad me gustaban todos los

rboles. Le habl de los parasos de mi

vereda y me escuch con atencin. Me

lament de que sus flores duraran tan

poco y de tener que esperar un ao

entero para sentir otra vez su perfume.

Amparito me escuchaba y sonrea, pero

no con la boca solamente, sino con los

hoyitos de las mejillas y con los ojos,

me sonrea con los ojos todo el tiempo.

Y ah me di cuenta del color. Los ojos

de Amparito son color miel, una miel

brillante con puntitos de luz.

Estuve pensando desde que te

fuiste, sabs? me dijo, ponindose

seria de golpe. Mostrame el vestido

primero, y despus, la carta.

Yo haba dejado la bolsa apoyada

contra el tilo y ya casi me haba

olvidado de que era ese el motivo de mi

visita. Casi podra decir que me

sobresalt; me di vuelta rpido, agarr

la bolsa y saqu el vestido. Lo extend

sobre mi falda. Los ojos de miel se

humedecieron un poco. Los puntitos de

luz se hicieron ms intensos.

Es increble dijo, tocando

apenas el vestido con la yema de los

dedos. Lo recuerdo perfectamente.

Tal como te dije a la maana, muchas

cosas las record pensando, pero otras,

y cuntas, me estn llegando en este

momento. Este vestido, Elenita se lo

hizo hacer para un cumpleaos. Creo

que lo us esa vez y nunca ms. No

estoy segura. Pero me lo dio para que se

lo llevara a la modista, a Mal; quera

hacerle algn arreglo, no s qu. Fue el

da que muri el padre. Ella estaba muy

mal. Nerviosa. No coma, tena

pesadillas. Se pasaba todo el da al lado

de la cama de su padre. l estaba muy

enfermo. Ya al final, poco antes de

morir, Elenita no se separaba de l ni

siquiera durante la noche. Dorma

acurrucada en un silln, junto a su cama.

Daba pena verla. Estaba flaca,

demacrada. Me acuerdo de que cuando

me dio el vestido, me sorprend. Pens

que, como estaba tan flaca, lo mandaba

para que se lo achicaran, pero para

qu?, si no sala a ningn lado. Un

vestido como este no era para andar

adentro de la casa.

Y despus qu pas? Le

llevaste el vestido a la modista?

pregunt.

Se lo llev, pero no la encontr.

Ese da yo tena franco as que sera

un jueves. El jueves era mi da de

franco; mejor dicho, mi medio da,

porque me iba a las doce. A la maana

haca las compras, nada ms. Tena una

amiga que viva en el Once y almorzaba

con ella. Los domingos los pasaba con

mis viejitos, en San Vicente. Me iba el

sbado a la noche y volva el lunes bien

temprano. Yo estaba contenta trabajando

en esa casa. Me trataban bien. La casa

era enorme. Ya la conocs. Ahora est

horrible, abandonada; pero no sabs lo

que era en esa poca un lujo, un

verdadero lujo. Y haba ms personal.

No te creas que yo sola me encargaba de

todo. Lo que pasa es que yo era la

empleada ms antigua y la de ms

confianza. Imagnate, cuando empec a

trabajar Elenita era recin nacida; y yo

era muy jovencita, nena, muy

jovencita

Y qu pas con la modista?

insist, aprovechando una pausa que

Amparito hizo para suspirar y fijar los

ojos no s dnde.

No estaba. Viva cerca, a una

cuadra y media, ms o menos. Yo

andaba apurada porque mi amiga me

esperaba para almorzar. Pero quera

cumplir con Elenita, pobrecita. Me

haba pedido que llevara el vestido con

tanta urgencia, con desesperacin, te

dira Claro, ahora entiendo por qu

Yo pens que era un capricho, una

locura, qu s yo, como estaba tan

mal Mostrame la carta dijo de

golpe, interrumpiendo el relato.

La ley moviendo apenas los labios,

como si rezara. Cuando termin, me

mir con los ojos llenos de lgrimas.

Si yo hubiera sabido

Imposible. Cmo ibas a saber?

Si me hubiera dicho algo, podra

haberla ayudado

A lo mejor no confiaba en nadie.

Si pensaba que queran envenenar al

padre, era lgico que desconfiara de

todo el mundo.

Pero es terrible, nena. Te das

cuenta? Si es verdad lo que dice,

primero lo mataron al padre y despus a

ella

O si no, no mataron a nadie y todo

fue un delirio de Elena dije, dndome

cuenta en el momento de que era la

primera vez que se me ocurra algo

semejante.

No, no creo dijo Amparito muy

segura, rescatndome del repentino

ataque de sensatez que habra

maravillado a mi familia.

Hablame de Mal le ped.

Bueno, como te deca, fui a la

casa, me cans de llamar y no sali

nadie. Yo quera llegar a lo de mi amiga

antes de la una, ya te dije que me

esperaba para almorzar. As y todo,

pensando en Elenita, decid insistir.

Adems, si la modista no estaba, qu

iba a hacer yo con el vestido? Si volva

a la casa y Elena me vea con el vestido

a cuestas, se iba a poner ms nerviosa

de lo que estaba. Podra habrmelo

llevado a lo de mi amiga, pero no

quera. Era mucho bulto como para

andar pasendolo todo el da. Yo lo

haba envuelto con un papel madera

grande, como envolvan antes los trajes

en la tintorera, me entends? Cmo

iba a andar cargando semejante paquete?

Bueno, te sigo contando. Me cans de

llamar y entonces pens: A lo mejor

sali a hacer un mandado. Doy una

vuelta manzana, hago un poquito de

tiempo y llamo otra vez. Eso hice. Di

la vuelta manzana y aparec otra vez

delante de la puerta. Volv a llamar un

montn de veces y nada. Y mir que

golpe, eh? La puerta tena un llamador

de bronce, bien pesado. Nada. No sali

nadie. Entonces, se me ocurri otra idea

para no tener que irme con el vestido.

Fui a la verdulera de enfrente; la duea

era amiga ma. Le dej el vestido y le

encargu que si vea a Mal, por favor,

se lo diera, que Elenita quera que le

hiciera el arreglo lo ms rpido posible,

que Mal ya saba. Y si no la vea, que

en algn momentito libre cruzara y la

llamara. Nada ms. Me fui enseguida.

Y despus qu pas?

Bueno, cuando volv, el padre de

Elenita ya haba muerto. Parece que un

rato antes de que yo llegara; y yo volva

siempre alrededor de las nueve, Elenita,

pobrecita, estaba dormida. El doctor De

Bilbao, que era el mdico de la casa, le

haba dado unas pastillas para que

durmiera. Haba sufrido lina crisis

terrible y tenan miedo por su salud,

estaba tan dbil Bueno, con semejante

baile, te imaginars que del vestido ni

me acord.

O sea que todava lo tena la

seora de la verdulera. Pero contame

cundo volvi a la casa.

No me apures me ataj,

cortndome la ansiedad. Te lo voy a

contar con detalles porque lo recuerdo

muy bien. Fueron das muy bravos y me

quedaron bien grabados en la memoria.

Esa noche, antes de volver a la casa, yo

tena la intencin de pasar por la

verdulera de mi amiga, para ver si

haba podido darle el vestido a Mal.

Pero como me retras un poco y el seor

estaba tan enfermo, y Elenita tan

nerviosa, pens que la seora Mara del

Carmen, la esposa del seor Emilio,

podra necesitarme; as que me apur y

fui directamente a la casa, con la idea de

que al otro da, temprano, ira a

averiguar qu haba pasado con el

vestido.

Y fuiste a la maana siguiente

Amparito no me haba cortado la

ansiedad del todo.

Si no me interrumps, voy a hacer

ms rpido me reproch, soplndose

el flequillo. A la maana siguiente no

fui porque el seor Emilio haba muerto

la noche anterior, as que me olvid del

vestido y ayud a la seora Mara del

Carmen con los preparativos del

velorio. Imagnate la situacin para ella.

Una mujer joven, con el muerto ah,

fresquito, en la cama; Elenita, con un

ataque de nervios, y el hermano, que

mucha maa no se daba En fin, la

pobre no saba qu hacer, pero entre el

doctor De Bilbao y yo la ayudamos a

salir del paso.

No sabs si antes de que la

durmieran, Elena pudo hablar con el

doctor?

No, no s. A lo mejor le dijo

algo and a saber. Yo no sospechaba

nada. La primera noticia que tengo del

veneno es la que vos me trajiste con la

carta Aunque ahora, atando cabos,

entiendo algunas cosas Ven,

acompaame que voy a preparar ms

mate vaci el mate junto al tilo,

agarr el termo y camin hacia el fondo.

La segu.

Unos metros ms atrs, despus del

pabelln de los viejos, haba una

construccin ms moderna, que consista

en una habitacin bastante grande y un

bao.

Es mi departamentito me dijo

orgullosa Amparito, invitndome a pasar

. Como vers, sencillito pero

prctico; es todo lo que necesito.

A continuacin, mientras preparaba

el mate y se calentaba el agua, me cont

su historia en el Rawson, como llama al

tiempo que lleva viviendo en ese lugar.

Empec a trabajar ac como

mucama unos cuantos aos antes de

jubilarme. Siempre pens que cuando

me llegara ese momento, iba a poder

retirarme tranquila, a disfrutar de mis

ltimos aos en la casita de mis viejos,

en San Vicente. Pero no pudo ser

Amparito miraba fijo hacia la ventana

abierta, desde la cual se vea la copa del

tilo. Cuando me lleg el momento, de

aquella casita con huerta y jardn que

tanto quise ya no quedaba nada. Al

morir mis viejos, mi hermano y yo

porque tuve un hermano, sabs?

aclar, mirndome ahora a m y no al

tilo, tuvimos que vender la casa para

pagar deudas; deudas de l, porque lo

que es yo, jams le deb un centavo a

nadie. No lo juzgo, ya est muerto, igual

que los viejos La vida sigue y aqu

estoy! exclam suspirando.

Adems, no lo puedo odiar, era mi

hermano. Me jodi, pero ya est. La

vida sigue repiti. Bueno,

abreviando, me jubil y no tena dnde

caerme muerta. Para colmo de males, la

duea de la pensin donde viva se

muri y al poco tiempo los hijos

vendieron la casa. Conclusin: me

qued en la calle. Lo que yo pagaba ah

era muy poco y por ese precio no

consegu nada. Y si tena que pagar ms

por una pensin, no coma; as que,

imagnate, nena, un desastre atrs de

otro. Eso es jubilarse en este pas:

morirse de hambre. Bueno, ah estaba

yo: en la calle; sin trabajo y sin casa.

Entonces volv. Creo que no haba

pasado ni un mes desde que me haba

ido. Hasta me hicieron una despedida y

todo Volv y plante mi situacin

Amparito hizo una pausa larga para

sorber el primer mate y escupirlo en la

pileta. Y hay algo que es cierto, nena,

como que me llamo Amparo del Socorro

Monteverde, y es que as como hay gente

mala, tambin hay de la buena, y qu

gente. Yo tuve la suerte de encontrar

alguien as: el doctor Otamendi. Qu

maravilla de persona. l me dijo que me

quedara ac, que poda seguir

trabajando y que ya veran cmo

pagarme, que con lo poco que me

pudieran dar, ms la jubilacin, ya me

las iba a arreglar. Adems, me ofreci

esta pieza, que la haban hecho construir

no s para qu, pero la usaban nada ms

que para amontonar trastos. Yo misma la

limpi. Me dieron una cama y el resto de

las cosas me las fui comprando yo.

Hasta el baito me hice hacer me dijo

orgullosa, sealndome una puerta

blanca. Como ves, no me falta nada.

Tengo un techo y comida. Es poco lo

que me pagan, pero como adems tengo

la jubilacin, con las dos cosas me

arreglo. Ahora, eso s, eh, trabajar,

trabajo bastante. No sabs lo que son los

viejos, peor que si fueran criaturas

Pero, bueno, no me quejo, algn da yo

tambin ser como ellos, qu vamos a

hacer concluy triunfal, con una

reflexin propia de una persona que no

tiene ms de treinta aos. Bueno,

bueno, sigamos con Elenita dijo de

golpe, mientras me alcanzaba el mate y

me invitaba a volver a la sombra del tilo

. Me gusta tomar mate all. Ese jardn

lo hice yo, sabs? El tilo y los otros

rboles ya estaban, pero las flores las

puse yo. Y la huertita la empec este

ao. Vas a ver qu lindos tomates voy a

cosechar.

Otra vez nos sentamos en las

reposeras, con el termo y el mate. Pero

ahora yo tambin tomaba. Amparito

haba considerado que nuestra confianza

ya era suficiente como para justificar

que lo compartiramos.

Te dije antes que estuve atando

cabos y que ahora entenda algunas

cosas sigui, retomando el tema de

Elena. Me acord de que los ltimos

das, antes de que el seor Emilio

muriera, Elenita se haba agarrado la

mana de meterse en la cocina cuando la

cocinera preparaba la comida.

Controlaba todo, haca preguntas y

cuando la comida estaba lista, ella

misma le llevaba la bandeja a su padre.

No permita que nadie lo hiciera en su

lugar, ni siquiera yo.

Claro, tena miedo de que le

envenenaran la comida

Esa fue la poca en que se puso

tan nerviosa. Dorma mal y poco.

Recuerdo una noche en que me levant a

la madrugada, no s por qu motivo, y la

encontr bajando por la escalera de la

terraza, en camisn y descalza. No

recuerdo qu le pregunt ni qu me

contest, pero s que la acompa a su

habitacin y me qued hasta que se

meti en la cama. Otra vez, la encontr

en el dormitorio de la seora Mara del

Carmen, buscando algo en los cajones

de la cmoda. Me sorprendi

muchsimo, no era una i Inca de hacer

esas cosas

Hay algo que no termino de

entender dije de pronto. Elena le

rogaba a Mal que volviera a hablar con

el doctor De Bilbao, lo que significa que

ya haba hablado una vez abr la carta

y rele: Habl de nuevo con el

doctor De Bilbao. O sea que el doctor

algo saba. Si no lo de la internacin,

por lo menos lo del veneno

La sospecha del veneno me

corrigi Amparito, quitndome la carta

. Mis sospechas se confirmaron

ley. Todo lo que te cont en mi carta

anterior result cierto. Lo que el doctor

De Bilbao saba era que Elena

sospechaba que estaban envenenando a

su padre, no que tena evidencias.

Entonces, el doctor puede haber

hecho dos cosas deduje: O le crey

o pens que la pobre se estaba

volviendo loca.

Eso era lo que pareca. Ya te dije

lo nerviosa que estaba y las cosas que

haca. Me juego cualquier cosa a que el

doctor no le crey. Despus de todo, si

lo estaban envenenando, l, como

mdico, tendra que haberse dado

cuenta.

A no ser que l tambin estuviera

metido en el asunto

No. No creo. Era el mdico de la

familia, una buena persona Claro que,

bueno Anda a saber Aunque, no s,

por qu lo iba a hacer? Segn tengo

entendido, la seora Mara del Carmen y

el hermano se quedaron con todo. Es

ms, s que el doctor tuvo algunos

apuros econmicos y malvendi su

departamento para pagar deudas. Y eso

fue despus de la muerte de Elenita. Una

amiga ma trabajaba en la casa de la

hermana del doctor, as que lo s de

buena fuente.

Lo ms probable es que pensara

que Elena inventaba cosas

S, seguro. Adems, s que hay

venenos que se dosifican muy bien y

nadie se da cuenta, ni los mdicos.

Hay algo ms que no tengo muy

claro. Por qu Elena le mandaba las

cartas a Mal dentro de un vestido? Por

qu no iba a la casa y hablaba

directamente con ella? O con el doctor.

O por qu no usaba el telfono

Empiezo por lo del telfono, que

es lo ms fcil. En esa poca, nena,

tener telfono no era tan comn como

ahora. En la casa de Elenita haba. No te

olvides de que eran ricos. Pero Mal no

tena. Por qu no llamaba al mdico?

And a saber. A lo mejor, porque no

encontraba el momento para hablar sin

testigos. Se sentira vigilada. Por qu

no iba a la casa de Mal? Bueno,

Elenita no iba a ninguna parte. Y la

culpa de eso la tena su padre. Era un

hombre muy dspota. No le gustaba que

su hija anduviera en la calle, ni que se

juntara con la gente que no era de su

clase. Imagnate, Mal era modista. Y

para l, no era digna de ser amiga de su

hija. Por otro lado, no s si realmente

eran muy amigas; lo que pasaba es que

la pobre Elenita no tena a nadie, y como

a Mal la vea cada tanto porque le

haca la ropa, bueno, la habr

considerado su amiga.

Cuntos aos tena Elena?

Cuando muri tena diecinueve.

Estudiaba alguna carrera?

No. Haba hecho el secundario,

nada ms, en un colegio de gente rica, en

San Isidro. Estaba pupila. Era un

colegio de monjas. Imagnate, pobre

chica: presa en el colegio y presa en la

casa, porque cuando se recibi y volvi

con don Emilio, fue como pasar de una

crcel a otra. Su padre era un verdadero

tirano. No s cmo lo aguantaba la

seora Mara del Carmen, tan dulce, tan

amorosa

Si lo de la carta es cierto, tuvo su

recompensa

Y qu recompensa. Don Emilio

tena muchsima plata, nena.

Por eso despus la mataron a

Elena

No lo puedo creer

La versin oficial fue que se

suicid tirndose de la torre, no?

S. No me olvido ms de aquel

da. Fue poquito despus de la muerte

del padre. Elenita estaba tan mal La

seora Mara del Carmen quera

internarla, pero el doctor De Bilbao

deca que haba que esperar un poco,

darle tiempo para que se hiciera a la

idea de que el padre estaba muerto

Porque ella no lo aceptaba Lo

llamaba, le hablaba al aire, como si el

padre estuviera ah, frente a ella. No

coma. Imagnate, si antes coma poco,

ahora coma menos. Estaba flaqusima.

Nunca acus a la madrastra y al

hermano de haber envenenado al padre?

No, que yo sepa.

Eso no lo entiendo. Tiene que

haber hablado con alguien. Por lo

menos, con el doctor. Ella confiaba en

l

No s. Estaba casi todo el da

durmiendo y cuando se despertaba,

hablaba con el aire. Todos pensbamos

que se haba vuelto loca. Los primeros

tiempos la vigilbamos hasta de noche.

Pero despus, como dorma bien (no te

olvides que le daban calmantes), la

empezamos a dejar sola. Quin se poda

imaginar que se iba a tirar de la torre

O que la iban a matar No, eso no lo

hubiramos pensado jams

Amparito hizo una pausa y se qued

mirando la copa del tilo. Como te

deca sigui, sin quitar los ojos del

tilo, la dejamos sola Pensbamos

que dorma, pero una noche subi a la

torre y se tir. Omos un grito. Un grito

terrible que nos despert a todos. Viste

que dicen que una persona, aunque se

tire por propia voluntad, grita igual?

Bueno, debe ser cierto. Elenita grit. Yo

salt de la cama y sal de mi habitacin

sin saber a dnde ir. Parece que los

dems hicieron lo mismo, porque

cuando llegu al patio, ah estaban

todos. La seora Mara del Carmen y el

hermano gritaban que Elenita no estaba

en su cama. Herminia, la cocinera, ya se

haba puesto a rezar el rosario; y

Amrico, que era mucamo y chofer a la

vez, y marido de Herminia, no haca ms

que agarrarse la cabeza y repetir: Dios

mo!, Dios mo!. Yo no saba qu

hacer, y justo en ese momento son el

timbre de la puerta, as que sal

corriendo para ver quin era. Te juro

que no pensaba nada bueno. Saba,

estaba segura de que llamaban para

anunciar una desgracia. Y as fue. Eran

dos vecinos de la casa de enfrente que

haban odo el grito y se asomaron a la

ventana Mir, hasta ah tengo todo

claro, como si lo estuviera viendo.

Despus, se me mezclan las imgenes.

La veo a Elenita tirada en la vereda,

boca abajo, en un charco de sangre, con

un camisn blanco. Veo a la seora

Mara del Carmen y a su hermano;

Herminia, dele mover los labios y a

punto de deshacer el rosario de tanto

que lo apretaba. Oigo gritos. Veo a los

vecinos que se van acercando. No s, a

partir de