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Operarios para la MIES Operarios para la MIES Operarios para la MIES Operarios para la MIES Seglares Operarios del Reino de Cristo FAMILIAS VOCACIONALES Marzo de 2013 Volumen 2, nº 1

Operarios para la Mies

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Revista vocacional de la Confraternidad Sacerdotal Operarios del reino de Cristo

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Operarios para la MIESOperarios para la MIESOperarios para la MIESOperarios para la MIES

Seglares Operarios del Reino de Cristo FAMILIAS VOCACIONALES Marzo de 2013

Volumen 2, nº 1

2

Operarios parala MIES

Operarios para la MIES

“Revista electrónica Mensual publicada para

fomento de vocaciones “

INTENCIONES DEL MES

OREMOS

En este Año de la fe, renovemos la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos sostiene y nos ama, y así todos sientan la

alegría de ser cristianos.

DIRECTORIO DIRECTOR GENERAL CORC

Pbro. J. Antonio Gómez Elisea DIRECTOR ESPÍRITUAL SEGLARES

Pbro. José Sánchez Ramírez

PROMOTOR VOCACIONAL PARA LA REGIÓN ESPAÑA

Pbro. Jaime Mejía Hernández

PROMOTOR VOCACIONAL PARA LA REGIÓN MÉXICO

Pbro. Francisco Javier Morales Zuccolotto

COOLABORADORES

SEGLARES OPERARIOS DEL REINO DE CRISTO

Pbro. Miguel Ángel Herrero Pascual

Pbro. Prisciliano Hernández Chávez

Bárbara Cerón de García

Tere Ugalde de Doro

Rosalva Mendoza

Irma Servín Silva

Miriam Valdez de Rojo

Eduardo Rojo Nava

San José Imagen ubicada en la

capilla del Seminario mayor del

sagrado Corazón, Qro.

SUMARIO

Editorial ................. 3

La Vocación en la

Iglesia ..................... 4

La Oración ............... 7

San José Hombre del acompañamiento… .. 8 Vidas Ejemplares ..... 10

Mensaje del 50 jornada Mundial de oración por las vocaciones .......... 14

Agenda .................... 17

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envía tus comentarios a :

[email protected]

Tel. (442) 2 13 48 69

Editorial

San José siempre es el referente principal para des-cubrir que debe ser una preocupación constante de todos para pedir por las vocaciones sacerdotales, él que fue el rector del primer seminario, donde estuvo y se formó el sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, nuestro Señor. A través de esta revista y dirigiéndome a las familias vocacionales, a las que estamos tan agradecidos, los vuelvo a animar a seguir con esta tarea, no la hay mejor que esta; porque estaremos colaborando para que haya más sacerdotes que van a llevar el amor de Dios a muchas personas. San José también nos ayuda a poder ir descubriendo el sentido de nuestra vida, nuestra propia vocación o la propia llamada que Dios nos hace para servir en su Iglesia para el bien de todos los hombres. Ya no hacemos nada para nosotros, sino para nuestro próji-mo. Sólo así es como descubrimos que nuestra vida adquiere un nuevo significado. Pido al Señor para que Él nos ayude a todos a vivir los días santos, donde contemplamos a Cristo Sacer-dote, que es capaz de ser obediente hasta la muerte y una muerte de Cruz, y por esta obediencia nos trae la salvación. Esto es ser sacerdote. Que todos poda-mos descubrirlo y unidos a Él podamos imitarlo.

Que Dios los bendiga.

P. Pepe Director Espiritual

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Operario parala MIES

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Operarios parala MIES

LA VOCACION EN LA IGLESIA Miriam Valdez de Rojo

La Constitución Pastoral sobre la Iglesia en

el Mundo actual menciona, que “la Iglesia,

Nacida del Amor del Padre Eterno, fundada

en el tiempo por Cristo Redentor, reunida

en el Espíritu Santo... esta formada por

hombres que tienen vocación de formar la

familia de los hijos de Dios” 124. Esta Igle-

sia comunica la vida divina al hombre, di-

funde sobre el mundo el reflejo de su luz,

eleva la dignidad de la persona y dota a la actividad diaria de la humani-

dad de un sentido y de una significación más profundos |125.

La Iglesia tiene una misión, una vocación religiosa, escatológica y de

salvación; tiene su propia vocación: en su plano trascendente está l ser-

vicio de la humanidad y de la vocación eterna del hombre.

<<Así, pues, La Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se

integre en el Pueblo de Dios, templo del Señor, y templo del Espíritu

Santo, y en Cristo, cabeza de todos, se rinda al Creador universal y Pa-

dre de todo honor y toda Gloria>>127.

Estas palabras Resumen la Misión de la Iglesia en el Mundo, “La Activi-

dad misionera de la Iglesia tiene también intima conexión con la misma

naturaleza humana y sus aspiraciones. Porque al manifestar a Cristo, la

Iglesia revela con ello a los hombres la auténtica verdad de su condi-

ción y de su entera vocación”128.

En la actualidad económica salvífica, la vocación de hombre no puede

separarse de la Iglesia . Todos estamos llamados a ella y en ella recibi-

mos la vocación. Dios quiso convocar a todos los creyentes en la santa

Iglesia. Es una idea repetida de los santos Padres: “ Serán congregados

en una Iglesia universal en la casa del Padre”129.

Efectivamente “Todos los Hombres están llamados a formar parte del

nuevo pueblo de Dios”130

Además a Iglesia defiende y proclama ante el mundo la vocación del

hombre. “la Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo

con los deseos más profundos del corazón humano cuando reivindica la

dignidad de la vocación del hombre”132

En particular, la vocación apostólica de los seglares brota de la vocación

misma dela Iglesia: “ los Laicos, congregados en el pueblo de Dios…,

están llamados a contribuir con todas sus fuerzas al crecimiento de la

Iglesia”. El Apostolado de los laicos es “ participación de la misión salvífi-

ca de la Iglesia”133.

Para el hombre el llamamiento básico bajo diversos aspectos y modos , es llamamiento a la Iglesia y a sus tareas.

REDESCUBRIENDO

EL SENTDO

DE LA VIDA

La Iglesia

revela al hombre

su propia

Vocación.

Nadie en la

Iglesia esta

sin vocación.

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LLAMAMINETO A LA SANTIDAD EN LA IGLESIA Esta es una de las dimensiones más profundas de la vocación de los fieles en el cuerpo místico de la Cristo. La Iglesia es santa y comunica a todos sus miembros la Santidad. Podrá haber diversas vocaciones, pero para todas mar-ca la Iglesia la misma meta: La Santidad. En este campo no caben excepcio-nes, “Lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad”135. LA IGLESIA LLAMA A LOS MINISTROS QUE QUIERE A todos comunica su vocación, a todos llama al apostolado, a todos llama a la Santidad; pero tratándose de vocación al Sacerdocio, la Iglesia “elige”, selec-ciona las vocaciones, llama a los que juzga aptos. Por lo que podemos decir que, en algún modo, no hay vocación sacerdotal efectiva hasta que la Iglesia la reconoce y confirma. Es el Obispo quién ha de juzgar “ quienes han sido llamados a la heredad del Señor, ha de comprobar la idoneidad y ha de llamar a los candidatos, una vez bien conocidos”136. Porque ellos llamados para servir al pueblo de Dios, bajo la autoridad del obispo, han de cooperar en el trabajo pastoral de toda la Iglesia 137. PUEDE LLAMAR “EXPRESAMENTE” A LOS SEGLARES Comprometidos por la consagración bautismal . “Pueden ser llamados de di-versos modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Je-rarquía”(LG33). Se trata, naturalmente de un llamamiento específico, personal, expreso; “los seglares cooperan a la obra de evangelización de la Iglesia y participan de su-misión apostólica, sobre todo si llamados por Dios son incorporados por los Obispos a esta Obra” (LG41).

Pueden ser llamados a trabajar en las Misiones y en concreto, en la obra de la Catequesis misional”138. Podemos resumir diciendo que “nadie en la Iglesia está sin vocación”, La Iglesia, que es una vocación, que supone una llamada Divina, continua su misión y si-gue llamando. Una de las disposiciones indispensables en cada uno de sus miembros será la ac-

titud de escucha a la Palabra que llama y esa prontitud de respuesta al Diálo-go abierto por Dios en su Hijo. Fuente: Proyecto de vida –orientación vocacional de los jóvenes-R. Álvarez Gastón

Operarios parala MIES

Cuatro notas

características

de la Vocación

de la Iglesia:

UNIDAD Congrega a los fieles

SANTIDAD Procura la

santificación de todos

CATOLICIDAD Espíritu misionero

APOSTOLICIDAD Especifico a cada uno

La oración es

Comunicación

con Dios, es

“elevar la mente

y

el corazón

a Dios”

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ORACIÓN

Tere Ugalde de Doro

ORAR

No hace mucho una persona comentaba por qué razón no había queri-do continuar recibiendo la formación espiritual. “Ustedes son unos exa-gerados, ¿Cómo dicen que se debe rezar en cualquier parte, hasta en le autobús?” y yo pensé con tristeza que una vez más la invitación de Jesús “conviene orar siempre” había caído en saco roto.

Muchos de nosotros desde niños hacemos oración. Y, a pesar de esa buena costumbre (que seguramente hemos de agradecer a nuestras madres), es posible que no nos hayamos dado cuenta del gran privile-gio que es el poder conversar con Dios. Resulta difícil imaginar cómo hubiera sido nuestra vida si Dios hubiera decidido encerrarse en su to-rre de marfil, dejando que los hombres nos las arreglásemos como pu-diéramos. Si no hubiera comunicación posible entre Dios y nosotros, seríamos como barcos sin timón ni radio, a la deriva en medio del océa-no, sin dirección, ni guía ni esperanza. La oración es comunicación con Dios; una frase, una mirada, una incli-nación de cabeza, o una sonrisa a la imagen de la Virgen es oración. Todo ello es “elevar la mente y el corazón a Dios”.

Elevamos nuestra mente A Dios cuando centramos en Él nuestra aten-ción, igual que cundo nos dirigimos a alguien a quien tenemos un im-portante mensaje que comunicar; igual que centramos nuestra aten-ción en quienes tienen algo importante que decirnos, y que no nos queremos perder. Elevamos nuestro corazón a Dios cuando dejamos arrebatar nuestra voluntad por un acto de amor, como la madre que, abandonando momentáneamente el tejido que la ocupa, contempla a sus hijos pequeños, y es movida por un acto de amor a ellos, aunque ese amor no se exprese con palabras.

También debemos tener en cuenta que cuando rezamos a la Santísima Virgen o a los santos, estamos dirigiéndonos a Dios, suplicando la inter-cesión de ellos para obtener el favor. Lo honramos al honrar a su Madre y a sus Amigos más queridos. Lo alabamos al reverenciar estas obras maestras de la gracia divina. Lo complacemos cuando pedimos la ayuda de estos compañeros del Cuerpo Místico de Cristo, ahora triunfantes en el cielo. Es voluntad de Dios que reconozcamos nuestra Unidad en Cris-to, nuestra interdependencia de unos con otros en la tierra, y nuestra dependencia de la Madre, y hermanos del cielo. Es pues, tan buena la comunicación directa como indirecta: DIOS SIEMPRE ES EL DESTINATA-RIO FINAL.

ORACIÓN POR LA VOCACIONES SACERDOTALES. (PARA TODOS LOS DÍAS)

¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas! dígnate mirar con ojos de misericordia esta porción de tu grey amada. Señor, gemimos en la orfandad, danos vocaciones, danos sacerdotes Santos. Te lo pedimos por la inmaculada Virgen María de Guadalupe, tu dul-ce y Santa madre. ¡Oh Jesús, danos Sacerdotes y Operarios de tu Reino según tu corazón!

¡Sagrado Corazón de Jesús, perdónanos y sé nuestro Rey! ¡Madre Santísima de Guadalupe, bendice a tus hijos para que venga a nosotros y por medio de nosotros el Reino de tu Hijo! AMÉN

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“DIOS

SIEMPRE

ES EL

DESTINA-

TARIO

FINAL”

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Irma Servín Silva

San José hombre del acompañamiento

En este tiempo especial de Cuaresma, la Iglesia hace un alto en el camino para celebrar con toda solemnidad a San José. El hombre del silencio, del trabajo continuo, del acompañamiento… Hombre de silencio, de ocultamiento… aparece en unos momentos claves de la Historia de la Salvación, siendo el padre adoptivo de Jesús. Hombre justo y de fe, que acoge la voluntad de Dios, a pesar, de presentarse como algo “irracional” (María concibe sin intervención humana). Apoyado sólo en la fe y el amor “… hizo como el ángel le había man-dado, y tomó consigo a su mujer” (Mt. 1, 24). A través de su trabajo continuo, mantendrá la familia y hará todo lo posible para que se cumpla la Voluntad de Dios; tendrá como misión cuidar, atender, educar, proporcionar todos los medios materiales, humanos, espirituales necesarios para que el niño Jesús llegue a ser todo un hombre. Por eso se convertirá en hombre de acompañamiento, desde la pre-ocupación y ocupación por el Hijo del Hombre. Constituido en padre adoptivo de Jesús ha sido nombrado padre y protector de los padres de familia, sacerdotes, seminaristas, vocacio-nes y patrono de la buena muerte. Y de forma especial Padre y Pro-tector de la Iglesia Universal. En San José contemplamos al esposo fiel y padre amoroso de familia que desde su castidad se entrega en plenitud. En él se une la casti-dad y la paternidad sirviéndonos a todo de modelo, un modelo per-fecto de hombre, al que los Operarios debemos imitar... De forma particular los seglares. El P. Enrique cuando sienta los principios fundamentales de los Ope-rarios del Reino de Cristo seglares dice: "Los matrimonios O. R. C. anhelan vivir intensamente su gracia bau-

tismal en el gran sacramento del matrimonio, figura y signo del des-

posorio de Cristo con la Iglesia; estímulo y vigor para que el Sacerdo-

te ministerial viva su desposorio con esta misma santa Iglesia.

Los miembros seglares O. R. C. no esposos, a ejemplo de José y Mar-

ía, anhelan igualmente vivir su virginidad o castidad como ofrenda y

relación íntima con Cristo para estímulo y fuerza a la consagración

total del Sacerdote ministerial.

“Los Seglares O. R.

C., tienen todos ellos

una función de pa-

ternidad sacerdotal

espiritual en la Con-

fraternidad, espe-

cialmente para el

fomento de vocacio-

nes sacerdotales y

ferviente sosteni-

miento de los minis-

tros de Cristo, y de

los aspirantes al Sa-

cerdocio ministe-

rial.”

Testamento espiritual P. Enri-

que Amezcua Medina

Operarios parala MIES

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Operarios parala MIES

Los Seglares O. R. C., tienen todos ellos una función de paternidad sacerdo-

tal espiritual en la Confraternidad, especialmente para el fomento de voca-

ciones sacerdotales y ferviente sostenimiento de los ministros de Cristo, y

de los aspirantes al Sacerdocio ministerial.

Son Operarios del Reino de Cristo ya que específicamente trabajan para

consagrar el mundo a Cristo, desde su responsabilidad y cumplimiento de

su oficio y trabajo donde Dios lo ha colocado.

Los Seglares O. R. C. Se ven comprometidos seriamente con Cristo Sacerdo-

te y Víctima. Y a ejemplo de José y María oran y se sacrifican, ayudan, pro-

tegen, potencian, velan y cuidan la vida plena de los Sacerdotes ministeria-

les"

Esta paternidad espiritual desde el silencio, el trabajo callado y constante.... al estilo de San José hará posible que desarrollen su misión de pedir, fomen-tar, atender, engendrar, educar, proporcionar los medios materiales, huma-nos y espirituales para que haya nuevos sacerdotes que "levanten el Cáliz de la Salvación"

San José, ruega por nosotros.

Pbro. Miguel Ángel Herrero P. Sacerdote O. R. C.

Son Operarios del

Reino de Cristo

ya que específica-

mente trabajan

para consagrar el

mundo a Cristo,

desde su responsabi-

lidad y cumplimiento

de su oficio y trabajo

donde Dios lo ha co-

locado.

Rosalva Mendoza Oliveros

SAN JOSE, ESPOSO Y PADRE ENTRAÑABLE

“Que es el mayor santo/ menor que José/pues sirvieron todos/al

que mandó él.” Este es el estribillo de un poema hermoso y teológico de José de Valdivieso

(1560-1670) originario de Toledo, ca-pellán mozárabe y amigo de Lope de Ve-ga. Así nos pone el trovador en la pista para reconocer la importancia y la gran-deza del glorioso Patriarca San José. Él juntamente con la Santísima Virgen María son los receptores y realizadores en su vocación y misión de la promesa mesiáni-ca; desde toda la eternidad predestinados y elegidos para estar vinculados a la obra extraordinaria de la Encarnación y de la Redención del divino Verbo. María de Na-zaret es la Virgen desposada con un varón

de la casa de David llamado José; y tanto a él como a Ella, de modo distinto recibie-ron al ángel del Señor quien les anunció el Mensajes de los mensajes:..un ángel del

Señor se le apareció en sueños y le dijo:

José, hijo de David , no temas en recibir en

tu casa a María, tu mujer, pues lo que se engendró en ella es del Espíritu San-

to. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús…(Mt 1, 20-21) ; y a la Santísima Virgen se le apareció el ángel Gabriel, quien estaba desposada con

un varón llamado José, de la familia de David y le dijo:..Dios te salve llena de

gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres… No temas María,

pues hallaste gracia a los ojos de Dios, He aquí que concebirás en tu seno y

darás a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús…¿cómo será eso, pues

no conozco varón? Y respondiendo el ángel, le dijo: el Espíritu Santo descen-

derá sobre ti, y el poder del Altísimo te cobijará con su sombra; por lo cual

también lo que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios (Lc 128-35) . Y ante tal palabra de Dios, María Santísima pronuncia el hágase en mí según tu palabra y San José aquella palabra la pone por obra: recibe en su Casa a María. Se cumplen las promesas; la Promesa del Dios de los Padres, del Dios de Israel, se hace Cumplimiento: El Verbo, aquel que es la Palabra se hizo hombre, quien habría de morir por nuestros pecados y resucitar por nuestra justifica-ción como afirmara San Pablo.

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Operarios parala MIES

VIDAS

EJEMPLARES

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VIDAS

EJEMPLARES

La fe de Santa María se expresa en sus palabras; San José, como lo presentan los Evangelistas, más bien se expresa en sus obras. Buena tarea haríamos el recorrer los textos de la Sagrada Escritura y leerlos en esta perspectiva de las vocaciones de María y de José, en la misión que les corresponde dentro de la Historia de la Salvación. Pasan del desposorio al matrimonio; de su perpleji-dad ante lo insólito y su implicación en el cumplimiento de la profecía de la Virgen que concebiría al Emmanuel; dos corazones y dos cuerpos virginales unidos en el plan de Dios: María concibe por obra del Espíritu Santo y José varón justo cuida y protege la Virginidad de María y el misterio de la Encarna-ción. José además receptor de la promesa mesiánica une al Mesías a la estirpe de David. Ante este prodigio del amor de Dios, uno y Trino, ¿cómo no solazar nuestro corazón creyente con las palabras de los Padres de la Iglesia como San Juan Crisóstomo quien nos habla de José, padre y “salvador” del Salvador del mun-

do; o de San Agustín que nos habla de José como padre virginal del Hijo de Dios; de los grandes santos y doctores de la Iglesia como Santo Tomás quien con su majestuosidad lapidaria nos habla de la conveniencia de que Jesús na-ciera de una Virgen desposada; de San Bernardo de Claraval que considera a San José único coadjutor fielísimo del gran designio; o de Santa Teresa de Ávi-la quien recomienda por experiencia el gran bien que es encomendarse a San José; de San Francisco de Sales sobre sus virtudes y muchos santos más, y que no podemos pasar por alto a Santa Teresita de Lisieux quien contempla a San José en la intimidad de la Familia de Nazaret y descubre en él a quien vive la infancia espiritual. Para conocer mejor el sensus Ecclesiae -el sentido de la Iglesia, sobre San José por el magisterio pontificio para que se dé en nosotros el sentire cum

Ecclesia-sentir con la Iglesia.

Benedicto XIV considera que es verdade-ro matrimonio el de José con María y re-conoce la común virginidad de ambos: María la Virgen Madre de Dios y José su verdadero esposo, llamado a ejercer su solicitud paterna sobre el nacido de Mar-ía por obra y gracia del Espíritu Santo. Pío IX: con los documentos Quemadmo-

dum Deus (1870) y el Inclitum Patriarca

(1871) se proclama a San José Patrono de la Iglesia Católica. Se exhorta a tener con-fianza ferviente en su patrocinio.

León XIII: el papa iniciador de la doctrina social de la Iglesia, el que fomentó la consagración del universo al Corazón de Jesús, el que promovió el culto al Espíritu Santo, es el autor de la única encíclica sobre San José, la Quamquam

pluries: la palabra autorizada de este Papa nos invita a acostumbrarnos a in-

vocar con piedad ferviente y espíritu de confianza juntamente con la Virgen

Madre de Dios, a su castísimo esposo San José y nos señala la razón específica por la que San José es considerado Patrono de la Iglesia y ésta espera muchísi-

mo de su tutela y patrocinio: él fue esposo de María y padre, según era consi-derado, de Jesucristo. De aquí dimana toda su dignidad, gracia, santidad y

gloria. Dios dio a la Virgen a San José por esposo, no sólo se lo dio como com-

pañero de su vida, testigo de su virginidad, protector de su honestidad, sino

también como participante de su excelsa dignidad, por razón de aquel víncu-

lo conyugal. Recuerda también el haber sido custodio del Hijo de Dios, de aquí sobresale su gran dignidad. Era su custodio, cabeza y defensor legítimo y natural. Al final nos ofrece una oración bellísima de la cual tomamos unos párrafos: …

Proteged, providentísimo custodio de la

divina Familia, la escogida descendencia

de Jesucristo; apartad de nosotros toda

mancha de error y de corrupción; asistid-

nos propicio desde el cielo, fortísimo liber-

tador nuestro, en esta lucha contra el po-

der de las tinieblas…defended a la Iglesia

Santa de Dios de todas las acechanzas de

sus enemigos y de toda adversidad, a fin

de que, a ejemplo vuestro sostenidos por

vuestro auxilio, podamos santamente vi-

vir, piadosamente morir, y alcanzar, en el

cielo, la eterna bienaventuranza. Amén.

Pío XI: Para este Papa, el mandato de velar por la pureza de María, de custo-diar la divinidad de Jesucristo, de tutelar, como cooperador consiente el mis-terio de la Redención, revela la santidad incomparable de San José. Este mandato que implica una misión única y grandiosa. San José tuvo autoridad de esposo y autoridad de padre. Señala que la intercesión de San José no pue-de ser menos que omnipotente, pues ¿qué puede negar Jesús y María a José? Pío XII: el 25 de julio de 1920 en el breve Bonum sane, recuerda el patrocinio universal de San José sobre la Iglesia, insiste en su patrocinio sobre la familia cristiana, el trabajo y la muerte, confiando a él la protección de los moribun-dos.

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VIDAS

EJEMPLARES

él fue esposo de María y padre, según era con-siderado, de Jesucristo.

De aquí dimana toda

su dignidad, gracia,

santidad y gloria.

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VIDAS

EJEMPLARES

Beato Juan XIII: su ferviente devoción a San José , aderezada con una fuerte convicción y un lenguaje sencillo y cordial, nos ofrece páginas y testimonios de quien confía plenamente en su auxilio y protección. El Papa iniciador del Concilio Vaticano II, proclama con sumo gozo a San José Patrono del mismo Concilio. Además lo propone como modelo a los Padres Conciliares. El Conci-

lio es obra de Dios. Y esta obra exige recogimiento y oración, docilidad y espí-

ritu sobrenatural. Estas son las virtudes de las que San José no cesó de darnos

silenciosamente el más luminoso ejemplo…

Pablo VI: presenta a San José como el introductor del Evangelio de las biena-venturanzas. Fue un hombre silencioso, pobre, esclavo del deber a pesar de su

ascendencia real. Fue justo: este es el único atributo que le atribuye el Evange-

lio…

Juan Pablo II: nos lega la exhortación apostólica Redemtoris Custos. No con-cluye con la bendición apostólica acostumbrada, sino que suplica a San José para que bendiga a la Iglesia. Ratifica el magisterio anterior de los papas, so-bre todo, el de Pablo VI, al poner a José y María en el comienzo de la obra di-vina de la Redención de la humanidad; a San José como nuevo Adán, en el principio de los caminos del Señor, con una intención eminentemente pasto-ral, para que todos los hijos de la Iglesia pongan su confianza en José y en María, como inicio de los caminos de la Salvación. También nos señala el co-mo José y María recibieron la gracia y el carisma de vivir la virginidad y el ma-trimonio al servicio de la Encarnación redentora. Nos invita a que crezca en nosotros la devoción al Patrono de la Iglesia universal y el amor al Redentor al que él sirvió ejemplarmente. En San José tenemos un modelo humilde y ma-duro de servir y participar en la economía de la Salvación. Por todo lo expuesto debemos dejar la postura minimalista sobre San José y darle en nuestra vida el lugar que le asignó el Padre para que se manifestara como sacramento de su paternidad entrañable.

Pbro. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Mensaje

de la 50

Jornada de

Oración

por las

vocaciones

“Dios no nos “Dios no nos “Dios no nos “Dios no nos

deja nunca deja nunca deja nunca deja nunca

solos ysolos ysolos ysolos y

es fiel es fiel es fiel es fiel

a la palabra a la palabra a la palabra a la palabra

dada.”dada.”dada.”dada.”

Operarios para la MIES

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Las vocaciones signo de la esperanza fundada sobre la fe

Queridos hermanos y hermanas:

Con motivo de la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 21 de abril de 2013, cuarto domingo de Pascua, quisiera invitaros a reflexionar sobre el tema: «Las vocaciones signo de la esperanza fundada sobre la fe», que se inscribe per-fectamente en el contexto del Año de la Fe y en el 50 aniversario de la apertura del Con-cilio Ecuménico Vaticano II.

El siervo de Dios Pablo VI, durante la Asamblea conciliar, instituyó esta Jornada de invo-cación unánime a Dios Padre para que continúe enviando obreros a su Iglesia (cf. Mt

9,38). «El problema del número suficiente de sacerdotes –subrayó entonces el Pontífice– afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testimonio de la salud moral de las familias cristianas. Donde son numerosas las vocaciones al estado eclesiástico y religioso, se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio» (Pablo VI, Radiomensaje, 11 abril 1964).

En estos decenios, las diversas comunidades eclesiales extendidas por todo el mundo se han encontrado espiritualmente unidas cada año, en el cuarto domingo de Pascua, para implorar a Dios el don de santas vocaciones y proponer a la reflexión común la urgencia de la respuesta a la llamada divina. Esta significativa cita anual ha favorecido, en efecto, un fuerte empeño por situar cada vez más en el centro de la espiritualidad, de la acción pastoral y de la oración de los fieles, la importancia de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

La esperanza es espera de algo positivo para el futuro, pero que, al mismo tiempo, sos-tiene nuestro presente, marcado frecuentemente por insatisfacciones y fracasos. ¿Dónde se funda nuestra esperanza? Contemplando la historia del pueblo de Israel na-rrada en el Antiguo Testamento, vemos cómo, también en los momentos de mayor difi-cultad como los del Exilio, aparece un elemento constante, subrayado particularmente por los profetas: la memoria de las promesas hechas por Dios a los Patriarcas; memoria que lleva a imitar la actitud ejemplar de Abrahán, el cual, recuerda el Apóstol Pablo, «apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de mu-chos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia» (Rm 4,18). Una verdad consoladora e iluminante que sobresale a lo largo de toda la historia de la salvación es, por tanto, la fidelidad de Dios a la alianza, a la cual se ha comprometi-do y que ha renovado cada vez que el hombre la ha quebrantado con la infidelidad y con el pecado, desde el tiempo del diluvio (cf. Gn 8,21-22), al del éxodo y el camino por el desierto (cf. Dt 9,7); fidelidad de Dios que ha venido a sellar la nueva y eterna alianza con el hombre, mediante la sangre de su Hijo, muerto y resucitado para nuestra salva-ción.

En todo momento, sobre todo en aquellos más difíciles, la fidelidad del Señor, auténtica fuerza motriz de la historia de la salvación, es la que siempre hace vibrar los corazones de los hombres y de las mujeres, confirmándolos en la esperanza de alcanzar un día la «Tierra prometida». Aquí está el fundamento seguro de toda esperanza: Dios no nos deja nunca solos y es fiel a la palabra dada. Por este motivo, en toda situación gozosa o desfavorable, podemos nutrir una sólida esperanza y rezar con el salmista: «Descansa sólo Dios, alma mía, porque él es mi esperanza» (Sal 62,6).

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Operarios parala MIES

Mensaje...

“El amor

de Dios sigue,

en ocasiones,

caminos

impensables,

pero alcanza

siempre a

aquellos que

se dejan en-

contrar”

Tener esperanza equivale, pues, a confiar en el Dios fiel, que mantiene las promesas de la alianza. Fe y esperanza están, por tanto, estrechamente unidas. De hecho, «“esperanza”, es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en mu-chos pasajes las palabras “fe” y “esperanza” parecen intercambiables. Así, la Carta a

los Hebreos une estrechamente la “plenitud de la fe” (10,22) con la “firme confesión de la esperanza” (10,23). También cuando la Primera Carta de Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre prontos para dar una respuesta sobre el logos –el sentido y la razón– de su esperanza (cf. 3,15), “esperanza” equivale a “fe”» (Enc. Spe salvi, 2).

Queridos hermanos y hermanas, ¿en qué consiste la fidelidad de Dios en la que se puede confiar con firme esperanza? En su amor. Él, que es Padre, vuelca en nuestro yo más profundo su amor, mediante el Espíritu Santo (cf. Rm 5,5). Y este amor, que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, interpela a nuestra existencia, pide una respuesta sobre aquello que cada uno quiere hacer de su propia vida, sobre cuánto está dispuesto a empeñarse para realizarla plenamente. El amor de Dios sigue, en ocasiones, caminos impensables, pero alcanza siempre a aquellos que se dejan en-contrar. La esperanza se alimenta, por tanto, de esta certeza: «Nosotros hemos co-nocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16). Y este amor exi-gente, profundo, que va más allá de lo superficial, nos alienta, nos hace esperar en el camino de la vida y en el futuro, nos hace tener confianza en nosotros mismos, en la historia y en los demás. Quisiera dirigirme de modo particular a vosotros jóvenes y repetiros: «¿Qué sería vuestra vida sin este amor? Dios cuida del hombre desde la creación hasta el fin de los tiempos, cuando llevará a cabo su proyecto de salvación. ¡En el Señor resucitado tenemos la certeza de nuestra esperanza!» (Discurso a los

jóvenes de la diócesis de San Marino-Montefeltro, 19 junio 2011). Como sucedió en el curso de su existencia terrena, también hoy Jesús, el Resucitado, pasa a través de los caminos de nuestra vida, y nos ve inmersos en nuestras actividades, con nuestros deseos y nuestras necesidades. Precisamente en el devenir cotidiano sigue dirigién-donos su palabra; nos llama a realizar nuestra vida con él, el único capaz de apagar nuestra sed de esperanza. Él, que vive en la comunidad de discípulos que es la Igle-sia, también hoy llama a seguirlo. Y esta llamada puede llegar en cualquier momento. También ahora Jesús repite: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Para responder a esta invi-tación es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio camino. Seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Jesús, darle verdaderamente la prece-dencia, ponerlo en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la familia, el trabajo, los intereses personales, nosotros mismos. Significa entregar la propia vida a él, vivir con él en profunda intimidad, entrar a través de él en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo y, en consecuencia, con los hermanos y herma-nas. Esta comunión de vida con Jesús es el «lugar» privilegiado donde se experimen-ta la esperanza y donde la vida será libre y plena.

Mensaje ...

La oración constante

y profunda hace crecer la

fe de la comunidad

cristiana, en la certeza

siempre renovada de que

Dios nunca abandona a

su pueblo y lo sostiene

suscitando vocaciones

especiales.

...deseo que los jóvenes,

en medio de tantas pro-

puestas superficiales y

efímeras, sepan cultivar

la atracción hacia los va-

lores, las altas metas, las

opciones radicales, para

un servicio a los demás

siguiendo las huellas de

Jesús.

Operarios para la MIES

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Las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal

con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad. Es necesa-

rio, pues, crecer en la experiencia de fe, entendida como relación profunda con Jesús,

como escucha interior de su voz, que resuena dentro de nosotros. Este itinerario, que

hace capaz de acoger la llamada de Dios, tiene lugar dentro de las comunidades cristia-

nas que viven un intenso clima de fe, un generoso testimonio de adhesión al Evangelio,

una pasión misionera que induce al don total de sí mismo por el Reino de Dios, alimen-

tado por la participación en los sacramentos, en particular la Eucaristía, y por una fervo-

rosa vida de oración. Esta última «debe ser, por una parte, muy personal, una confron-

tación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada

una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúr-

gica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente» (Enc. Spe

salvi, 34).

La oración constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en la certe-za siempre renovada de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales, al sacerdocio y a la vida consagrada, para que sean signos de es-peranza para el mundo. En efecto, los presbíteros y los religiosos están llamados a darse de modo incondicional al Pueblo de Dios, en un servicio de amor al Evangelio y a la Igle-sia, un servicio a aquella firme esperanza que sólo la apertura al horizonte de Dios pue-de dar. Por tanto, ellos, con el testimonio de su fe y con su fervor apostólico, pueden transmitir, en particular a las nuevas generaciones, el vivo deseo de responder genero-samente y sin demora a Cristo que llama a seguirlo más de cerca. La respuesta a la lla-mada divina por parte de un discípulo de Jesús para dedicarse al ministerio sacerdotal o a la vida consagrada, se manifiesta como uno de los frutos más maduros de la comuni-dad cristiana, que ayuda a mirar con particular confianza y esperanza al futuro de la Iglesia y a su tarea de evangelización. Esta tarea necesita siempre de nuevos obreros para la predicación del Evangelio, para la celebración de la Eucaristía y para el sacra-mento de la reconciliación. Por eso, que no falten sacerdotes celosos, que sepan acom-pañar a los jóvenes como «compañeros de viaje» para ayudarles a reconocer, en el ca-mino a veces tortuoso y oscuro de la vida, a Cristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6); para proponerles con valentía evangélica la belleza del servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a los hermanos. Sacerdotes que muestren la fecundidad de una tarea entu-siasmante, que confiere un sentido de plenitud a la propia existencia, por estar fundada sobre la fe en Aquel que nos ha amado en primer lugar (cf. 1Jn 4,19). Igualmente, deseo que los jóvenes, en medio de tantas pro-puestas superficiales y efímeras, sepan culti-var la atracción hacia los valores, las altas metas, las opciones radicales, para un servi-cio a los demás siguiendo las huellas de Jesús. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del com-promiso generoso. Así seréis felices de ser-vir, seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno, aprenderéis a «dar razón de vuestra esperanza» (1 P 3,15).

Vaticano, 6 de octubre de 2012

BENEDICTO XVI

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Operarios parala MIES

FECHA EVENTO LUGAR HORARIO

16

MARZO RETIRO MISIONES CASA PATER NOSTER 4:00 P M

23

MARZO SALIDA A MISIONES CASA PATER NOSTER 06:00 AM

24-31

MARZO PASCUA JUVENIL

SEMINARIO MAYOR DEL

SAGRADO CORAZÓN

INFORMES AL

TEL.(442) 2 48 33 62

05

ABRIL HORA SANTA

TEMPLO DE LA

SANTÍSIMA TRINIDAD 7:00 pm

21

ABRIL

HORA SANTA TODOS LOS JUEVES EN EL SEMINARIO MAYOR DEL SAGRADO CORAZÓN

20:00 HRS.

(Priv. circunvalación S/N Jardines de Querétaro.)

50 JORNADA MUNDIAL

DE ORACIÓN POR LAS

VOCACIONES

Misa en el

TEMPLO DE LA

SANTISIMA TRINIDAD

12:00 Hrs

“Que ningún día falle nuestra

ferviente

oración por las vocaciones;

y que ningún día vayamos al descanso sin

haber hecho

algo por las vocaciones…”

P. Enrique Amezcua Medina

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