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p1espaasusmonument05barc

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    J.

    'krilV?EX LIBRIS

    WALTER MUIRWHITEHILL JNIOR

    DONATED BYMRS. W. M. WHITEHILL

    1979V r -

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    CATALUA

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    D. PABLO PIFERRER Y D. FRANCISCO PI MARGALL

    Con notas y adiciones de

    D. ANTONIO AULESTIA PIJOAN

    Foto -grabados y heliografias de Laurent, Joarizti y Mariezourrena

    Cromos efe Casis y Xumetra y dibujos pluma de Gmez Soler

    TOMO I

    BARCELOq^AEstablecimiento Tipogrfico - Editorial de DANIEL CORTEZO Y C*

    Calle de Ausias-March,Nmeros 95 y 97

    1884

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    >f ES PROPIEDAD DE LOS EDITORES 4 ^^^?^3|K5)^"

  • ADVERTENCIA

    L texto de la presente obra Catalua, que forma parte de la que3/// con el ttulo de ESPAA publicamos, es sobrado conocido-^^^ para que nos detengamos en poner de relieve sus condiciones

    literarias. Bastan este objeto los nombres del insigne y malogradoescritor D. Pablo Piferrer, y del eminente publicista D. Francisco Piy Margall, sus autores. Publicada, hace algunos aos, formando losdos primeros tomos de Recuerdos y bellezas de Espaa, que inici eldistinguido artista D. F. J. Parcerisa, ha venido adquiriendo justafama, considerndosele como libro clsico en su gnero

    , y ha contri-buido, principalmente, despertar la aficin las bellezas artsticasy la historia de nuestra patria.

    Importa, no obstante, para justificar el nuevo plan con que hemosordenado la obra, hacer una ligera historia de la misma, de los mo-tivos que influyeron en su aparicin, y del modo cmo sta se verifi-c ; circunstancias todas que , explicando la aparente anomala deencontrarse repetidas en el primitivo texto algunas descripciones,dan la clave para la adopcin de un orden ms sistemtico en la pre-sente edicin.

    Era en 1839 cuando empez darse luz la primera de los Re-cuerdos y Bellezas, para la cual Parcerisa, que haba emprendido lagigantesca tarea de dibujar y litografiar los principales monumentosde Espaa, obtuvo la cooperacin del joven Piferrer, quien, entre elcrculo de literatos iniciadores de la restauracin de nuestras letras,que despertaron al movimiento del romanticismo, tan simptico en elPrincipado, se haba distinguido, en primera lnea, por su buengusto, su excelente crtica y su poderosa imaginacin, que se tradu-ca en un estilo brillante y pintoresco.

  • VI ADVERTENCIA

    Las dificultades de un trabajo semejante no se ocultaron a sus en-tusiastas autores

    ,atendidas las especiales circunstancias que, por

    entonces, atravesaba nuestro pas.Ardua y atrevida, dicen en la Introduccin al primer tomo, apa-

    recer la empresa que acometemos en tiempos tan difciles y en cir-cunstancias en que, bajo la humareda del campo de batalla y el sordorumor de los partidos en lucha, desaparecen las bellas artes, silogran de vez en cuando levantar su dbil voz, es slo para chocarcon espritus gastados, con corazones yertos y abatidos, en que ape-nas arde una ltima y ligera chispa de entusiasmo. Y era que, poraquellos das, se hallaba en todo su terrible apogeo la fratricida gue-rra civil dlos siete aos; y mientras la opinin pblica, sobrexcitada,no se ocupaba de otra cosa que de sus dramticos episodios, la luchaiba sembrando de ruinas el suelo de la patria: caan, con horrible es-truendo, magnficos monumentos gloria del arte

    ; y todo formaba unconjunto de decadencia y de muerte capaz de arredrar quien nohubiese posedo, como Piferrer y Parcerisa, aquel intenso entusias-mo por las bellezas artsticas histricas de la patria, tanto msvivo cunto ms arreciaba el peligro de su desaparicin.

    En el primer tomo, pues, se limit Piferrer la descripcin so-mera de los orgenes de Barcelona

    , y de sus principales monu-mentos, y recorrer los puntos de Catalua donde le fu msfcil trasladarse, como S. Miguel del Fay, Gerona, S. Cucufate delValles, Tarragona, Poblet, Lrida, Bellpuig, Cervera, Monserrat yVich.

    Pasaron los aos, concluy la guerra, y en 1843 ^^ ^^ al pblico eltomo segundo, en cuya Introduccin, que es la que encabeza la edicinactual, explica el autor las circunstancias que rodearon la aparicindel tomo primero, y los motivos que le indujeron hacer otro nuevo.

    Por ello, despus de estudiar en este ltimo y en una monografaespecial, la arquitectura llamada Bizantina, se ocupa otra vez, y staextensamente, de los orgenes de Barcelona y su desarrollo en laspocas cartaginesa y romana para pasar las memorias de la domi-nacin goda y rabe, y al perodo de la reconquista y Condado deBarcelona hasta su unin al Reino aragons.

    En los dos captulos esta parte dedicados, intercala, en la narra-cin histrica, la descripcin de los monumentos que cada pocapertenecen. En el captulo tercero, comienza la de los edificios msimportantes que legaron Barcelona los Condes-Reyes de Aragn,empezando por la Catedral, cuya resea haba casi concluido cuandole sorprendi la prematura muerte que llen de duelo Catalua toda.

    Desde la pgina 215 hasta el final del citado tomo segundo continu

    la obra el Sr. Pi y Margall. Acaba la descripcin de la Catedral, da una

  • ADVERTENCIA VII

    ojeada a Barcelona, y, saliendo de ella, emprende la excursin por lacosta oriental del Principado hasta Gerona, sigue por el Ampurdn, inclinndose, despus, occidente, hacia S. Juan de las Abadesas yRipoll, regresa por Cardona y Manresa Barcelona; sin dejar en olvi-do los monasterios de Vallbona, Poblet, y Stas. Creus, el templo deSan Martn Sarroca y los puentes del Lladonery de Molins de Rey.

    Con este sencillo anlisis del primitivo texto, se echa de ver clara-mente que Piferrer entendi en el tomo segundo ampliar el primero;y en esta conformidad, al dar al pblico esta nueva edicin, hemoscredo conveniente coordinarla, tomando por base el referido tomosegundo.

    Sin modificar ni alterar el texto, como no sea con escassimas insignificantes supresiones para el debido enlace de los distintosfragmentos, dividimos la presente obra Catalua en dos tomos com-prendiendo el primero todo lo relativo la ciudad de Barcelona y elsegundo la descripcin del resto de Catalua.

    Adicionamos, al propio tiempo, el texto con notas de D. AntonioAulestia y Pijoan, de la Real Academia de Buenas Letras de Barce-lona, destinadas dar conocer las nuevas noticias y copiosos da-tos referentes los aos transcurridos desde su aparicin, asi comolas subsiguientes investigaciones debidas al extraordinario desenvol-vimiento de la ciencia contempornea. As el libro, ofrece un cuadrocompleto y vasto del estado actual de Catalua y sus monumentos,y reviste todo el inters de actualidad, imprescindible en obras deeste gnero; sin que deje de ser, con esto, nueva edicin ntegra yfiel de la primitiva, perfectamente ordenada y con la debida ilacin,que permite hacerse cargo de la importancia de cada suceso hist-rico y de cada monumento en particular.

    Tal es el plan que hemos adoptado, y que esperamos merecer laaprobacin del pblico y de aquellas personas que pudieron aquilatarel mrito de la obra. Slo obedeciendo las expresadas circunstan-cias nos permitimos poner mano en ella, y aun as, nos han guiadosiempre las propias indicaciones que contiene y el respeto que ins-pira el nombre ilustre de sus autores.

    Los Editores.

  • ^-Sf-U^

    VISTA GENERAL DE BARCELONA

  • :^:noo (^)

    I la pasada excursin por el Principado no te fuenojosa ni nuestra compaa desapacible; bien recor-dars, lector, con cunta buena voluntad y no sin

    riesgo procuramos guiarte en el examen de los

    sitios y monumentos ms notables, nicos que lascircunstancias de entonces nos permitieron visi-

    tar. El humo de las descargas an se cerna tris-temente sobre las azuladas copas de los pinos; los ros reflejabanel brillo siniestro de las armas y los semblantes de los comba-tientes, y sobre las ruinas de nuestros monumentos ms anti-guos dbase y recibase la muerte con valor y ferocidad gran-des. En vano aplicamos de lejos el odo para recoger un eco delos cantares montaeses; ninguna voz humana realzaba la

    (i) Aunque este prlogo que iba al frente del segundo tomo, en la primeraedicin, contiene algunas alusiones al primero, no vacilamos en reproducirlo n-tegro, deseosos de conservar una de las ms bellas pginas que escribi su autor,la cual explica adems, mejor que lo haramos nosotros, el espritu que le animabay la ndole de su obra.

  • PROLOGO

    armona de la naturaleza, ni vena perderse entre los murmu-rios del espacio ; no sonaban dulcemente en las alturas la flautani la gaita; y el toque aborrecido de las trompetas sobrepujabatodos los dems sonidos, la manera con que una tinta de san-gre vence las dems de un cuadro apacible. As nuestra ex-cursin fu parcial y no sujeta un plan coordinado y de ante-mano resuelto

    ; y con gran pesar nuestro te dimos una noticiaincompleta y truncada de los principales puntos de la historiacatalana, y hubimos de privarte del examen de no pocos sitiosy fbricas ricos en recuerdos, importantes la anticuarla ycomo datos los anales del Arte. Visitamos con lentitud lasciudades primeras de Catalua, mas no pusimos el pi en elinterior

    ; y si alguna vez nos atrevimos correr alguna comarcalejana, la celeridad con que hubimos de hacerlo y las circunstan-cias fueron tales, que no pudimos ni llevar cabo nuestros pro-yectos con la madurez y perfeccin que deseramos, ni dejar deretraernos de aquel propsito. Mas aunque suspendimos el via-je, jams nos abandon el intento de concluirlo para cuando lacondicin de los tiempos consintiese mayor seguridad y deteni-miento; y bien te lo indicamos, recurdalo, con aquella somera

    explicacin de los monumentos y bellezas que an quedabanpor admirar en Catalua.

    Ahora cumplimos nuestras ofertas, y con el lbum en la ma-no te convidamos continuar la excursin suspendida. Nuestroentusiasmo es tan ardiente como entonces ; nuestra aficin losrecuerdos de la patria, mayor; y la inclinacin al Arte ha veni-

    do ser en nosotros la nica que quisiramos consagrar nues-tra existencia. La miseria de todo lo presente ahora ms quenunca nos lleva la contemplacin de nuestras glorias pasadas;

    y el corazn, llagado por el desengao y las amargas experien-cias de la vida, ms que nunca apetece con ansia aquel blsamodulcsimo, que el espectculo armnico de la naturaleza derramaen el del hombre entusiasta, forzndole escuchar aquel sonidoinmenso de amor en que se confunden todos sus sonidos,

  • PROLOGO

    inundndole de un amor ms puro, ms fuerte que el primero, pesar del desengao y de la experiencia. Se habr entibiado

    en tu corazn la santa llama de entusiasmo y de amor lo be-

    llo y lo antiguo, que tan de veras procuramos encender en ti

    durante la anterior correra ? Nosotros pediremos nuestra fe y nuestra esperanza nuevas fuerzas para reanimar las tuyas; ycon ms ardor trabajaremos en la exposicin de lo pasado, paraque la vida y el vigor de aquella edad viril y robusta reenciendan

    tu entusiasmo y comuniquen tu alma vigor y vida. Y afortu-nadamente nuestra buena voluntad ser poderosamente secun-

    dada por la materia misma; y si lo que juntos anduvimos admi-rando en el primer viaje te sirvi de solaz y deleitacin honesta,

    ahora el interior de Catalua te convida con ms frecuentes yvariadas ocasiones de admiracin y goce, y fiero en medio desu esterilidad y pobreza como en su abundancia te abre el riqu-

    simo tesoro de sus bellezas, de sus monumentos y de sus bri-

    llantes anales.

    Las aguas del Mediterrneo reflejan los risueos paisajesde la costa y aquellas vistosas poblaciones y limpios caseros

    que la orlan y la enriquecen; las llanuras y los valles vecinos,

    merced la constancia y amor del labrador al trabajo, ostentanlos frutos, que en otras provincias la tierra gruesa y feraz

    arroja de su seno en abundancia y fcilmente, bien como madrepropicia

    ; y en las tierras altas una lnea de cumbres cierra elhorizonte, mientras otras ms elevadas asoman detrs de ellashasta perderse en la cordillera de donde nacen. spera y que-brada, all la naturaleza revela su sublimidad y descubre sus

    mayores encantos : al fondo de los barrancos estrechos blan-

    quea el lecho ignorado de los torrentes, medio oculto por losespesos matorrales y rboles que guarnecen entrambas partesdel precipicio: y en torno de los picachos negruzcos voltea laniebla con lentitud y misterio. Dulce, muy dulce es contemplardesde una eminencia aquellos picachos, en que la fantasa creacastillos gigantescos, almenados torreones; y mirar cul lo

  • XII PROLOGO

    lejos suben los Pirineos ya resplandecientes con las nieves desu cima, ya confundindose con los vapores del cielo, comoMonseny asoma su triple cresta ceida de nubes al antepechoque otras alturas inmediatas inferiores le forman. Pero si enaquellas cimas la imaginacin se espacia y el alma ansia remon-tarse en libre vuelo la patria primitiva, que el velo de la ra-zn le oculta, los ros, imagen del movimiento y alma de aque-lla naturaleza inmvil, recuerdan la brevedad de la vida y elorden eterno de la creacin, al paso que los ojos se ceban en susmrgenes ora escarpadas, ora risueas, como son risueas y es-carpadas las pocas que atraviesa el curso de la existencia hu-mana. El Ter deslizase con majestad por los llanos que fecun-da; encerrado al fondo de los desfiladeros muge sordamentesobre su lmpido lecho de roca, y su rumor acompaa la salva-je armona de los arbustos y de los pinos que pueblan las ver-tientes. El Segre forceja sombro y ceniciento con los inmensospeascos que le oprimen, hasta que abrindose paso orla la anti-gua ciudad de los Condes de Urgel, baa los muros de la pin-toresca Lrida, y tapizando de verdor aquellas campias, va

    perderse en el Ebro. El Cardoner, aunque de breve curso,

    bien fuerza seguirlo y admirarlo por potico, cuando despusde lamer la falda de la colina salada, camina al lugar de sumuerte. Pues las mrgenes del Llobregat, quin no llenan deun entusiasmo temeroso, cuando altas inmediatas al parecer

    djanse casi salvar de un salto por el gil montas, qucorazn no traen regocijo y dulcedumbre, cuando llanas y frti-les conducen las aguas por los campos de la Laletania?

    Junto las mrgenes de los ros, al lado de los arroyos quelos acrecientan, al pi de las cascadas invernales de los torren-

    tes, levantan los monumentos sus muros verdosos y ennegreci-

    dos por los siglos. Las llamas, es verdad, han derribado gran

    parte de las pginas ms antiguas del Arte cristiano en Catalu-a; mas son tales las que subsisten, que bien pueden ofrecerun estudio completo del gnero romano-bizantino, y con gloria

  • ATAL.UA. Labrador del llano de Barcelona

  • PROLOGO XIII

    del Principado patentizar cunto aqu y en aquellos principiosde nuestra restauracin aventajaba la arquitectura la de lasdems provincias. Empero una triste soledad reina en los msde esos edificios, abandonados la humedad y una ruina len-ta; ya el hondo son de la campana, sobrepujando el murmuriode las aguas y de las hojas, no se quiebra en las hondonadasni gua al viajero ; los desiertos monasterios aparcense brusca-mente sus ojos entre el boscaje que los rodea, y las portadasbizantinas levntanse ignoradas la sombra de los peascos.En medio de las nieblas que circuyen las cumbres, alzan loscastillos sus frentes despedazadas, por entre los claros de lasflorestas los altivos homenajes muestran sus ladroneras y sor-prenden las miradas de quien desde una altura los descubre;tambin ellos han sido estragados por el furor de los combates

    ,

    y la silueta de sus arcos areos y paredones aislados dibjasesobre el nocturno resplandor de la luna como una visin incier-ta. En el seno de las montaas brense cuencas, que semejanlagos de verdor; y en las gargantas, que descienden esos va-lles, antiguas torres coronan las colinas y defienden los pasos,

    mientras otras atalayas salpican la costa y asoman sus almenas

    y ladroneras por encima de los naranjos. Tambin junto losros en la cresta de las colinas, las buenas villas y ciudades os-

    tentan su conjunto pintoresco las cspides de sus edificios; ylas que no conservan los muros, cuyo abrigo defendieron sus

    leyes y su independencia, tienen plazas y prticos donde an serespira el aire de los venerables tiempos antiguos.

    Si estas bellezas y estos monumentos ya llevan en s mismosaquel sello sagrado de poesa que les atrae el respeto y los ha-

    ce manantial abundantsimo de las emociones ms puras, losrecuerdos histricos dan nuevo valora las fbricas y los sitios,

    y las sombras del pasado pueblan los desiertos y las comarcas.

    El genio popular hinche de armona los bosques, y por encima

    de las cumbres la tradicin une la cadena de las generaciones.

    Desde estas rocas nuestros padres lidiaron por su independen-

  • XIV PROLOGO

    cia; estos pasos fueron teatro de aquellas hazaas que hicieronfamoso el nombre cataln; aqu dominaron con terror aquelloshombres, quienes las prcticas de la lucha y el espritu de li-bertad y fiereza heredado les pusieron el arcabuz en la mano ylanzaron los peligros y trabajos del salteamiento. Estos mo-nasterios bizantinos se erigieron la voz de nuestros condes

    ; ydesde el humilde valle, que el Ter riega y por donde comenzla restauracin de Catalua, fueron sealando de todas parteslos progresos de la reconquista y creciendo en nmero y her-mosura, medida que la corte cristiana creca en cultura y po-dero. Desde este recinto la religin suaviz la rudeza de aque-lla generacin guerrera, y abriendo poco poco las puertas delsantuario las ciencias y las artes en l refugiadas, difundila civilizacin y resucit la agricultura. En esas naves solitarias,en esos hmedos corredores, las casas ms ilustres escogieronsu postrera morada: estos medio borrados epitafios dicen susnombres; estas luengas espadas de piedra traen la memoriasus altos hechos. Ya en las salas de los castillos no suena aque-lla dulce habla hecha para las trovas y la cortesana: el barn

    y el noble fueron descendiendo vivir en las ciudades; el trono

    domin la aristocracia; las leyes hicieron deponer las armasy nivelaron los fueros y los derechos ; y las familias ms escla-recidas se han ido perdiendo entre el movimiento y desbordede las clases, vinieron confundirse y aunarse en unas pocas.

    Mas la poesa vuela alrededor de los hendidos torreones, y vuel-ve poblar las piezas abandonadas; las mohosas saeteras delas atalayas parece que an se observan mutuamente, y truecanentre s las seales de alarma, y cuando el viento, estremecien-

    do la yedra que sube por las grietas y agitando las plantas quecuelgan de los antepechos, finge movimiento y voces en las rui-nas, entonces place evocar las memorias de los antiguos Caste-llanos, escuchar los cantares y la tradicin que narran sus

    contiendas, su estirpe y sus hazaas. Castillos de Vilassar, Cerda-

    ola, Ciurana, Arampruny, Monsoliu, Ager, Ors, Montesquiu,

  • PROLOGO XV

    San Quirse de Basora, Bramall, Castellet, y San Martn Sarro-ca; torres ms humildes, que coronis las colinas donde el no-ble tuvo su feudo ; casales fuertes, que convertidos en vastas

    masas (i) sois los restos preciosos de aquellos hombres de Pa-ratge (2), de aquellos propietarios deudores de libertad y no-

    bleza al denuedo y fidelidad con que sus antepasados acudieron su conde ; en vuestras piedras mudas omos el lenguaje delsentimiento, los recuerdos que despertis enternecen el alma yhumedecen los ojos, vuestro aspecto hace nacer revivir ennosotros aquel deseo de lo infinito, de abarcar un tiempo lo

    pasado y lo futuro, de dominar las pocas y las distancias y lasgeneraciones, que la parte inmortal del hombre aspira confu-samente, como si dentro de la crcel del cuerpo conservara una

    impresin vaga de la Eterna Sabidura de su origen.

    El filosofismo y las guerras intestinas han menoscabado lasencillez y amor la tradicin, prendas seguras de vida, dotescaractersticas de las villas catalanas; las corrompidas capitaleshan lanzado los campos el torrente de la incredulidad y des-enfreno, para romper los benficos diques que la religin, lalarga costumbre y el respeto los mayores haban levantado favor del bienestar de los pueblos, y los sabios y los estadistascon grande ahinco entienden en la obra de uniformarlo todo,quitando de enmedio lo consagrado por el sentimiento y la tra-dicin, que es el ms fuerte de los vnculos sociales, y sustitu-yndolo con los engendros de su vanidad loca (a). Mas ni las

    (i) Granjas.(2) De paraje, esto es, de solar conocido; casi equivalente Hidalgo.{ci) El espectculo que ofreca nuestra patria cuando Piferrer escriba estas l-

    neas, le daba sobrado motivo para lamentarse del desvo con que era mirado todocunto constitua la poesa de lo pasado, y para deplorar la tendencia que las ideasfilosficas haban impreso las inteligencias ms superiores, inclinndolas launiformidad, y alejndolas del estudio de las antigedades.

    Hoy, por fortuna, una saludable reaccin ha venido operarse en el campo delas inteligencias; y al restaurarse^, desde hace algunos aos, los estudios histricos,con un carcter regional y particularista; al fomentarse la aficin los antiguosmonumentos, y los restos arqueolgicos; y al aparecer rejuvenecido el cultivode las literaturas regionales; se ha podido observar en cul manera haban cam-

  • XVI PROLOGO

    guerras ni el filosofismo han podido acabar con las crnicas, nidestruir los archivos comunales de las villas, ni aniquilar la me-moria de su pasado. Todas tuvieron fueros y privilegios; susconselleres y sndicos se sentaron en los parlamentos al lado delos prelados y ricos hombres ; su rgimen municipal cre cos-tumbres pblicas, en que la miseria presente nos fiaerza verun modelo ; el trabajo y la honradez bastaron en ellas para con-ciliar la estimacin de los ciudadanos y el renombre; y el res-peto mutuo de las clases fij la ms slida garanta del engran-decimiento de todas y de la comn ventura; la gloria militar noci tan slo los homenajes feudales, sino que tambin en lasfunciones ms ilustres para la historia aragonesa ondearon lospendones de las villas : burgueses y artesanos supieron defendercon valor los hogares paternos y rechazar la invasin extranje-ra

    ; y los que en su recinto se pasaron sin tropas de la corona,

    sirvieron los reyes con grandes alistamientos, botaron al agua

    biado las corrientes de la crtica filosfica y artstica, y cunta influencia tenanstas en la propagacin de los conocimientos, con relacin al arte nacional.

    Modernamente, en estos ltimos aos, ese movimiento hacia el estudio de lopasado, se acentu de una manera visible, con la creacin de Corporaciones ofi-ciales, encargadas de velar por los ms notables ejemplares del arte de otrosdas, y la de otras particulares que, con el ttulo de Asociaciones arqueolgicas,de excursiones, etc., se dedican aquella clase de estudios.

    El excursionismo se ha manifestado en Espaa en general, y principalmente enCatalua, con carcter propio que, aun conservndole la fisonoma del alpinis-mo extranjero , nos lo presenta como poderoso elemento para fomentar lasciencias. Hoy, gracias l, una juventud entusiasta ilustrada se esfuerza en dar conocer las bellezas artsticas y naturales de nuestro suelo: y propaga, conplausible constancia, las ideas de cultura y las nociones de arte tan necesariaspara excitar el cario los venerandos restos de las edades pasadas.

    Merced, tambin, ese activo trabajo, y al desarrollo de la instruccin pblica,van siendo cada da menos frecuentes los actos de vandalismo artstico tan comu-nes aos atrs; y ejemplo del Gobierno y de las Corporaciones oficiales, se vanotando en los particulares, una tendencia procurar la restauracin y la conser-vacin de lo que an queda en pi.

    No hay duda que tan feliz resultado han contribuido no poco los hombresque, como Piferrer, Parcerisa y Pi y Margall, en las pocas de general perturba-cin y de olvido para las glorias nacionales, levantaron su voz conmovida y elo-cuente que, si de pronto tal vez no fu escuchada, dej en la tierra la semilla quehaba de fructificar en el corazn de nuevas generaciones, que en sus produccio-nes aprendieron estimar lo que valan los recuerdos y las bellezas de la patria.

  • CATAIiUA.Payesa del llano de Barcelona

  • PROLOC;0 XVII

    poderosas escuadras, y con cuantiosos donativos acudieron

    sus expediciones.

    Nosotros pediremos las crnicas y los archivos la me-moria de aquellos tiempos y la pintura de las costumbres per-

    didas; y con celo y diligencia grandes expondremos la poesa delas que subsisten all en donde se conserva aficin y respeto los usos, con que nuestros antepasados celebraron los misterios

    de la religin y las fiestas tradicionales. Si las primeras caricias

    maternales no sonaron para ti, oh lector, en el habla catalana;

    esos recuerdos te movern por poticos, como mueven todos losde ese ciclo de accin y vida, que entre las edades de la civili-zacin se llama media y es nuestro nico y verdadero pasado.Mas si en los aos de tu inocencia aprendiste en aquel habla temer Dios y ensalzar su santo nombre, ellos te interesarnpor propios, y t los amars como en tierra extranjera se amalo que renueva la. memoria del pas natal, como en la desven-tura y abatimiento todos nuestros afectos vuelan lo que fu el

    tiempo mejor de nuestra vida.Recoge ya tu lbum; abandona el abrigado retrete: la oca-

    sin es propicia; emprendamos la excursin ahora que muereel invierno. La primavera ya va serenando el cielo: escaseanlas nieves en las cumbres, que se tien de verdor; los arroyosvuelven perderse debajo de la densa sombra de los floridoszarzales; las brisas restituyen al bosque sus armonas, y susecos apacibles la montaa; las nubes pasan rpidas y por in-tervalos, imprimiendo matices oscuros sobre el csped de laspraderas; y las gotas de las lluvias cuelgan benficas de lasramas, humedecen el seno de las rosas. El cazador atraillasus sabuesos y limpia sus armas; la cabra silvestre recobra se-

    guridad en los barrancos del Pirineo; y en las aldeas aprstanselos mayos que al son de las zamponas se plantarn por la fiesta

    mayor y llamarn las doncellas al regocijo y la danza. La pri-mavera llama toda la naturaleza la vida, y la naturaleza le

    responde con el inmenso y creador perfume que hinche y em-

  • XVIII PROLOGO

    balsama los aires: cerrars tu corazn la armona y al perfumede la estacin que te convida? Recorramos juntos las mrgenesalegres del Llobregat; turbemos con respeto el silencio de losclaustros y de las sepulturas; subamos coger las flores silves-tres que crecen en los desmoronados adarves; preguntemos los castillos y las villas qu recuerdan aquellas ruinas, aque-llas ventanas y aquellos edificios.

    Largo quizs ser el viaje, mas la historia nos ofi'ecer pun-

    tos de descanso oportunos y deleitosos; cuanto ms que poco poco y sin gran fatiga le daremos cabo en cuatro excursiones,que vendrn ser otras tantas Partes. Y pues los ms de losmonumentos de la antigua Catalua pertenecen al gnero bi-zantino, ofrecmoste aqu unas breves consideraciones sobre esaarquitectura, ms bien nacidas de la observacin y experienciapropias y dadas por va de apuntes, que aprendidas en tratados,

    y coordinadas, y regularizadas como enseanza histrica com-

    pleta, (i) T juzga, antes que de su valor, de su exactitud, y aunda de mano, si te parece, su lectura; pero si has de entablarntimo trato con ese estilo arquitectnico, bueno es que prime-ramente sepas algo de sus cualidades caractersticas, de lo cual

    entrambos reportar beneficio: ti te ser ms breve y tilel examen de las fbricas, nosotros nos ahorra riesgo de pa-

    recer nimios y prolijos en sus descripciones.

    Pablo Piferrer.

    (i) Vase el Apndice nmero i .

  • CAPITULO IBARCELONA.Su fundacin.Hamcar Barca. Laletania.Monumentos

    romanos. Puerto.

    ARCELONA pudiera con justicia blasonar de gran-

    de antigedad, si los esfuerzos y sutilezas delos cronistas que han pretendido explicar suorigen fuesen antes signos de aquella que defalta de datos para consignar una poca fija yverdadera. Tal vez en tiempos remotos la tribu

    que poblaba esta comarca dio principio un estable-cimiento, el cual pudo muy bien modificarse por el

    trato con los Pelasgos y Tirrenos, y ser otro de los que en Ca-talua presentan indicios de esas relaciones y de una Civilizacin

    muy apartada. Por ventura y muy probablemente los Feniciostocaron y se detuvieron en estas pla5^as; que esto creemos sig-

  • BARCELONA

    nifica la tradicin de la venida de Hrcules (a), no slo mito delos primeros progresos del hombre civilizado, sino tambin sm-bolo particular de la gente tiria, quiz realmente prncipe deella y uno de los primeros que se lanzaron en busca de nuevastierras conquistarle el seoro de los mares. Mas ello es queBarcelona, lo mismo que Cartago Nova, seala en los anales deEspaa una poca memorable, en que el mando de una pode-rosa nacin extranjera provoc en los indgenas la primeramuestra histrica de su amor la independencia, y atrayendodespus el concurso de otra nacin rival llam afuera y robus-teci ms y ms de cada da los elementos de una nacionalidadfutura, al mismo tiempo que los sujetaba un solo imperio.

    Es comn opinin entre los historiadores que Hamlcar, eldenominado Barca, ech los cimientos de una factora (i), enla cual, si l no, la adhesin no desmentida de su ejrcito quisoeternizar aquel su sobrenombre, ms grato y aun familiar las

    (a) Los notabilsimos adelantos efectuados en estos ltimos aos, en lo quese refiere los tiempos llamados prehistricos y las primitivas civilizaciones:los descubrimientos antropolgicos y lingsticos; y el hallazgo y examen demonumentos antiqusimos; permiten rastrear algo en el pasado remoto del puebloespaol, y en particular, de los pases del litoral del Mediterrneo.

    Despus de las pocas llamadas prehistricas, en que acusan la existencia delhombre en nuestro suelo los instrumentos de piedra hallados en diferentes pun-tos, y otros muy contados restos, dndonos los monumentos megalticos unaidea de un sucesivo progreso, nos hallamos, como primer pueblo histrico, conlos iberos, que la mayora de los autores se inclinan ver en los ascendientes delos actuales vascos.

    Respecto del origen y filiacin de ese pueblo, hcense diferentes conjeturas,relacionndolo algunos con los iberos orientales, de la actual Georgia, rama delgran tronco Aryo (Fita: El Geruudense y la Espaa p7'imiva. Discurso ante laReal Academia de la Historia, i 879); demustranlo con el estudio comparativo delvasco y del ibrico oriental georgiano, y lo comprueban adems con el testimo-nio de antiguos autores.

    Se admite, por otros, sobre la primitiva raza una influencia semtica; hablandode una primera irrupcin de pueblos bajo la denominacin general de Clieias, lan-zados de las orillas del Nilo cuando, despus de haber dominado en el mismo des-de el siglo XXII al xviii antes de J. C, son vencidos por el elemento nacional. Esospueblos, dicen, se corrieron por la costa N. del frica, fundando Cyrene y Carta-go; entraron en la pennsula remontando el Betis y el Ebro, y se extendieron portoda la costa Mediterrnea y por las islas occidentales de este mar.

    (i) Mariana coloca esta fundacin en el ao 227 antes de J. C, 5 2 i de Roma:y Romey en el de 2 3 7 y 15 i 7 de estas dos pocas.

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    tropas, bien como tal vez impuesto por ellas mismas, que elnombre propio. No hay para qu recordar que Barca no erasino sobrenombre personal , significativo de Rayo , digno dequien haba tantas veces decidido de las batallas y sellado todas

    sus acciones con la mayor actividad y con indomable ener-ga (i). Ms dichoso que Hanbal y Hasdrbal, dej los si-glos venideros un monumento que en solo su nombre dice sugloria; y si la severidad histrica consintiese suposicin alguna,

    dirase que al llamarlo con aquel dictado que caracterizaba su

    genio y deba sus hazaas, le comunic tambin el porvenirde grandeza y podero de que l era digno y que fu negado su familia y su patria. Empero bien nos es lcito ver en estafundacin otro de los infinitos testimonios de las incomprensiblesvas de la Providencia, que reemplaza naciones con naciones, yal borrarse unas ciudades hace brotar otras de la tierra.

    Perdida para Cartago la Sicilia en la primera guerra pnica,

    donde todava joven Hamlcar igual los capitanes ms insig-nes de la antigedad; encendida la guerra de los mercenarios

    en frica; acrecentada la discordia civil, y la autoridad del se-nado herida de muerte con hacerse el general cabeza del bandodemagogo ; l hubo de cifrar en la conquista y en la explotacinde Espaa, hasta entonces descuidada, su propia conservacin

    y los medios de engrandecerse y ofender los romanos, y larepblica debi buscar la reparacin de sus prdidas en aquel

    pas no beneficiado sino por los pacficos fenicios' y por los grie-

    gos. Mas si as se conciliaban entrambos intereses, aquella con-

    quista vena ser en ltimo resultado uno de los principales or-

    genes de la decadencia de Cartago, ya que ella elevaba una

    (i) El nombre de Barca no es el de una familia, pues los Cartagineses notenan tales nombres. Segn la analoga de las lenguas y la costumbre oriental,significaba rayo : as los Escipiones, enemigos de Cartago, los Romanos les lla-maban rayos de aquella guerra. \iebuhr, Historia Romana.

    El nombre de Barca ( Fulmen ) era un sobrenombre personal de Hamlcar, noun nombre de familia, pues no los haba tales en Cartago, sino derivados de algu-nas cualidades de la semejanza con ciertos animales, etc. Heeren, PoUticay Co-mercio de los pueblos de la antioedad.

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    familia un grado de poder sin ejemplar en los anales del es-tado, y la provea de recursos poco menos que inagotables para

    asegurarse el favor del pueblo y del ejrcito, dominar en el se-nado, que es decir, acomodar su voluntad la constitucin dela repblica. De esta manera, mientras Barca favor de lasriquezas prodigiosas que su nueva conquista le vala, enviaba

    Cartago el germen de la discordia intestina, de la corrupcin ypor consiguiente de su decadencia ; derramaba semillas de civili-zacin por el litoral de Espaa, creando centros que atrajesen los pueblos comarcanos y sobre los cuales se asent despusla dominacin latina.

    Barcelona fu fundada sobre una pequea colina, al fondo

    de una ensenada, con un monte aislado y desgajado poniente,seoreando una rica llanura cerrada de poniente levante por

    una cadena de montecillos, en frente de las tribus y poblaciones

    con las cuales no pudo el general cartagins afirmar su alianza.La necesidad y la poltica le movieron sin duda erigir aquelestablecimiento, que, como todos los de su nacin, la vez fuese

    fortaleza: al extremo de aquel litoral, hacia el Pirineo, se alzaban

    las opulentas colonias de sus rivales los griegos, y entre ellos

    y Barcino mediaban como fuerte valla los aliados de estos yenemigos de Cartago, la mayor parte y los ms poderosos delos pueblos de la Laletania; de cuya regin, pues vino tener

    Barcelona por cabeza, daremos una ligera noticia (i).Sea no cierto que en su nombre aparezca etimologa p-

    nica (2), la Laletania, tal cual la conocan los Romanos, era

    (i) Todo cunto sobre este particular dicen Plinio, Estrabn, Pomponio Melay Tolomeo, se encuentra sabiamente discutido y recopilado en caresmar, carta,sobre la.mayor -poblacin antigua de Catalua; y en el P. M. flrez, tomo XXIV,tratado de la provincia tarraconense, cap. 2.

    (2) Esta voz finaran, como hemos dicho, perteneca indudablemente unsistema de nomenclatura pnica, ya fuese propio de la lengua de los fenicios ycartagineses, ya la hubiesen tomado de la palabra persa inda stan, que signi-fica pas, y en vano se ha querido hacerla derivar del idioma uskaro. As la Mau-rusia de los griegos fu por los romanos apellidada Mauritania, imitando loscartagineses; y de esta suerte en Espaa todos los pases vecinos de los cartagi-

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    una vasta y rica porcin de la actual Catalua, que lindaba pororiente con los Indigetes^ al norte con los Ausetanos y parte con

    ios Lacetanos^ y por poniente con los Cosetanos^ cerrndola elmar en toda su extensin de medioda. Su primera poblacinpor oriente era Blanda (i), por lo cual all era su lmite el Tor-dera: continuaba por Hostalrich y San Celoni, sirvindole detrminos toda la ltima lnea del Valles, en cuyos confines lin-daba con los territorios que separan este de la llanura deVich (2) y de los distritos de Moya y Manresa^ (3) ; y de aqual mar el ro Rtibricatum (4) le formaba por occidente otraraya fija y constante, en cuya orilla opuesta se levantaban como

    primeros pueblos fronteros de los Lacetanos y Cosetanos Td-lobis y Sbur (5). Comprenda, pues, la costa de levante, elValles, el llano de Barcelona y el del Llobregat. Guarnecanaquella risuea costa tres ciudades : adelantbase la primera ytal vez principal hacia los fieros Indigetes Blanda^ que bien de-mostr cunto de su vecindad de ellos participaba ; segua Ilttro Hiluro (6), populosa y despus amiga del trfico; y cercadel Besos Bhdo (7) fiaba al valor de sus hijos la defensade la entrada en aquella costa en todos tiempos ocasionada la contratacin y favorable la agricultura, la cual ya en el de

    los Romanos mereci ocupar con la poca restante la vigilancia

    de un Prefecto. Remontando el cauce arenoso del Besos hastael paso de Moneada, y siguiendo por el Valles junto los to-rrentes que van formar su corriente pluvial, encontrbase la

    ciudad de Egara (8) no mencionada claramente en la histo-

    neses, y con cuyas poblaciones stos contrataban, conservaron, bajo el mando desus sucesores, denominaciones compuestas del antiguo nombre nacional unido la terminacin pnica tan.f> Romey, Historia de Espaa, Primera parte, cap. I.

    (1) Blanes.

    (2) Ausetanos.(^) Lacetanos.

    (4) Llobregat.

    (5) Probablemente .Martorcll y San Boy.(6) iMatar.

    (7) Badalona.(8) Tarrasa.

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    cuya parte inferior y la de la cortina de la muralla ostentan lossillares magnficos con que los latinos supieron edificar sus for-talezas

    ; y es bien sabido que aquella muralla tena su continua-cin en el Palau (a). Aun sin contar con el opus hisertum de losromanos, compuesto de piedras desiguales encajadas, en tiem-po de la Repblica se solan alternar en las fortificaciones silla-res que atravesando en su longitud el grueso de la pared pre-sentasen afuera su parte menor, y otros al contrario tendidos ensu longitud en la cara exterior, que para llenar el grueso de laobra tenan que ponerse doblados. No era tampoco raro, prin-cipalmente en la base de las fbricas militares, edificar sin calcon grandes moles labradas, lo cual apellidaban maceria; y muy menudo en otra manera de edificar nombrada opus revinctumenlazaban con una pequea pieza de hierro, que vena haceroficio de grapa, aquellas piedras que haban de doblarse paraalcanzar todo el grueso del muro. ^ Tuvo semejante destinoel hoyo artificial que en dos sillares de aquel vestigio se advier-te? ^ como base de fortificacin podr juzgrselo maceria} Noseremos nosotros quienes lo afirmemos; nuestro propsito nofu sino ceirnos estas indicaciones, bastantes por distintas

    entre s y motivadas atestiguar el dudoso carcter de aquellaruina.

    Cartago haba sucumbido; Rubricata y Carlago Velus (i)sufrieron los estragos de las armas vencedoras

    ; y mientras Ta-

    rragona renaca esplndida encabezar por largo tiempo lasposesiones de la Repblica en la pennsula, y luego dar nom-bre una de sus dos provincias, Barcelona tambin se iba acre-centando, sin duda merced su situacin propicia sobre aquellacosta que siempre le ha acarreado trato y cultura. Ignrasecundo comenz ser colonia, bien que Plinio (2) la menciona

    (a) Estos restos de fortificacin han desaparecido con motivo de nuevas constracciones.

    (i) Olrdiila, hoy S. Miguel D'Erdol Drdol: ms adelante trataremos de estaantigua poblacin y de sus importantsimos restos.

    (2) Muri el ao 79 de N. S. Jesucristo.

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    como tal; y en tiempo del emperador Alejandro Severo (i) sela encuentra gozando del derecho inmunidad itlica. El esta-blecimiento de una colonia supona la preexistencia de una ciu-dad, adonde acudan vivir ciudadanos romanos, que por serlos verdaderos colonos la comunicaban aquel nombre slo ellos relativo. Mas qu habitadores hallaron en Barcelona, sila familia de Hamlcar no la pobl sino de cartagineses ? Serque, contentndose con aquel comienzo material de poblacin,entonces desierto, lo reputaron apto para fortaleza introduje-ron en l familias latinas? Bien que la sazn, ya suavizado ymodificado el rigor del derecho antiguo, eran admitidos su

    goce en las colonias los naturales primitivos habitantes, du-

    damos que las valientes tribus laletanas, que resistieron losprincipios de la dominacin romana con el mismo denuedo conque se haban opuesto la cartaginesa, quisiesen tan de sbitoformar parte de aquel establecimiento, otro de los que iban consolidar la usurpacin extranjera. Y ciertamente es muy paratenida en cuenta la especie de mudanza que los romanos hicie-ron en el nombre de aquella poblacin al erigirla en colonia, yaque el mismo Plinio al llamarla tal la nombra Faventia. A estedictado aadi despus los de Julia, quizs impuesto por JulioCsar, Augusta y Pia. De esa poca datan los monumentosque revelan la cultura latina, pues durante aquel largo perodofueron construyndose las fbricas que una colonia correspon-dan ilustraban.

    Aprovechando la pendiente escarpada de aquella leve coli-na, los Romanos la cieron de esas altas murallas que todavahoy sealan su recinto, y para las cuales en muchos trozos lessirvi de terrapln el nivel de la misma eminencia. Y tan mar-cada es esta situacin, que salta los ojos al menos observa-dor, y permite que sin dificultad se le acompae como por lamano. En el arco de la bajada de la Crcel se abra una puerta

    ( I ) Del ao de N. S. Jesucristo 222 al 235.

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    que miraba Nordeste, flanqueada de dos torres poligonales;la muralla se tenda en lnea recta por toda la calle de la Tapi-nera^ cuyo extremo y delante de la que fu Inquisicin sevea el fragmento ms grandioso de aquella circunvalacin, delcual resaltaba en un recodo el arranque de una enorme cornisa

    voladizo; antes de llegar la casa canonical Canonja des-criba un leve ngulo; y dentro de esa casa otra torre poligo-nal defenda la esquina, donde la lnea torca por las Escalasde la Seu hasta la del Arcediano y la Plaza Nueva. Tambinguarnecida de dos torres, bien que redondas, aqu otra puertamiraba Noroeste; mas hoy falta el arco cuya memoria an seconserva y que completaba el efecto y la majestad de aquelresto venerable. A travs del actual palacio episcopal prose-gua la lnea defendida trechos por torres cuadradas por de-trs de las casas de las calles de la Palla; aqu torca, y des-cribiendo un ngulo entrante y dos salientes se encaminaba porlas deis Banys; y junto al C^?// probablemente una tercera puer-ta miraba Sudoeste, asimismo flanqueada de una torre poli-gonal, en cuyos restos, hoy ms deteriorados y ms visiblespor abrirse all una nueva calle, una tradicin piadosa colocaba

    la Crcel donde la mrtir barcelonesa Santa Eulalia confes enlos tormentos la verdad del Evangelio. espaldas de la callede Aviny (a) continuaba la fortificacin hasta encontrar el Pa-

    (a) En 1875, con motivo de derribarse el convento de la Enseanza que ocu-paba el rea comprendida entre las calles de Fernando Vil, Avi y bajada de SanMiguel, y cuya construccin haba sido originariamente palacio del arzobispode Tarragona, tuvo que desaparecer, tambin, el lienzo de muralla primitivasobre el cual descansaba la vieja pared del palacio. Al excavar el terreno, por laparte de la calle de Avi, para los cimientos de las nuevas casas, se encon-traron, formando parte del macizo de la muralla, varias interesantes lpidas se-pulcrales, fragmentos de columna, capiteles, etc., restos que en su mayor partefiguran en el Museo de Sta. gueda por generosa donacin de los propietarios delos solares. Esta circunstancia permite conjeturar que dicho lienzo de fortificacinestara cercano algn camino va exterior, que tal vez ocupara la direccin dela calle de la Boquera, correspondiendo la puerta del Ca//, ya que en ellos acos-tumbraban los romanos situar los monumentos conmemorativos de los difuntos.El formar parte, los restos arquitectnicos, de la manipostera del muro, y el ha-brseles encontrado colocados sin orden alguno, v veces de cara al interior de la

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    lau^ y marcando el ngulo una robusta torre redonda revolva formar otro mayor entrante. Este enviaba su restante ladohacia otra igual inmediata la bajada deis Lleons, que formaparte de aquel vasto edificio

    ; y de ella corra el lienzo unirse

    otra torre, de la cual se enderezaba directamente al arco del

    Regomir^ viniendo componer un baluarte cuerpo avanzadocasi rectangular de la lnea que va desde este ltimo punto la

    Bajada del Palau. Aquel arco era la cuarta puerta, situada sudeste: desde ella cruzaba la lnea hasta la plaza de Arrierosdonde formaba ngulo;' y siempre siguiendo la parte superiorde las elevadas cuestas que all aparecen, quedaba entre las ca-sas de las calles de Basea y San Justo, por donde torca reu-nirse al arco de la bajada de la Crcel. Todava al edificarse eneste recinto casas nuevas se descubren trozos de la cortina to-

    rreada que durante aquel corto espacio de tiempo tornan fijarlas miradas y erguir en pblico su altiva frente, como la le-

    vantaban tal vez hace diez y ocho siglos. Cuanto ms breve yms casual es ese espectculo, su impresin crece en fuerza yel efecto es ms imponente. Las gigantescas hiladas de la sille-ra insultan las mezquinas construcciones que de todas parteslas rodean; y si, como suele acontecer, sobre el robusto muro

    se levantan las habitaciones modernas fabricadas en lo alto dela colina y por consiguiente al nivel de aquel terrapln natural,sube de punto lo pintoresco del cuadro, y el contraste es tan

    vivo que parece bastara una leve sacudida del coloso para echar

    de sus hombros aquel amontonamiento de galeras, balcones yventanas. Mas el nmero de estos vestigios cada da se dismi-nuye: la poblacin, as como los ocult y empared cuando nole bastaba haber salido afuera trazarse un nuevo recinto, aho-

    fortificacin, indica claramente que sta sera reparada despus de alguno de lossitios de Barcelona, tal vez en tiempo del conde Ramn Borrell, como indicamosms adelante en otra nota, y que para ello se echara mano de los fragmentosde los despedazados mausoleos que se levantaran al exterior de las murallas dela vieja acrpolis.

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    ra su vez oprimida y privada de dilatarse por el llano (a), semultiplica y crece en altura sobre un mismo espacio, y calcula yaprovecha el que aquellos ocupaban. Las murallas, que no pu-

    dieron derribar ni la fiereza goda ni el mpetu sarraceno, vienen tierra despedazadas no siempre por la necesidad, mas me-

    nudo por la codicia; y da vendr, demasiadamente pronto, enque el anticuario, el viajero, el hombre sensible los ejemplosde lo pasado y estudiador de ellos, en vano andarn buscandolos restos de esa circunvalacin por entre nuestras rebocadascasas. ^Tan reida est la necesidad de las mejoras con losmonumentos, que no pueda ella ceder lo poco que su con-servacin convenga? j por ventura no cumple y no es lcito la nacin enfrenar acallar la codicia que los despedaza ? Y sila vida de este pueblo no pide otros goces ni sentimientos quelos materiales de la actualidad, y los que incesantemente se

    reproducen en el refinamiento de la cultura, como los reptilesen un charco corrompido, como los insectos en la podredum-bre; ;qu porvenir espera el que huella todo lo pasado? Qufbricas erigir para los venideros, que har que no sea ef-mero y perecedero quien de tal manera se muestra desposedode la magnanimidad, de la fuerza moral, del sentimiento de logrande, manantiales de acciones y fundaciones famosas, loscuales, como su mvil y su fe, Roma fu deudora de sustriunfos y de su engrandecimiento- Como acontece en los indi-viduos que el hombre cerrado toda creencia y encenagadoen la materialidad de lo presente es perdido para la humani-dad, vive una vida estril, y dura y se consume cruelmente

    en el desierto del egosmo cual arde apenas en las tinieblasnocturnas un fuego fatuo incapaz de comunicar luz y calor entorno suyo, de la misma manera rasga mancha con su propiamano la pgina que en el libro de lo futuro le cabra el pueblo

    (a) Cuando se escriban estas lneas no se haba ni siquiera iniciado la ideadel ensanche de la ciudad.

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    que no vive de sus recuerdos y no sabe volver con veneracinlos ojos sus orgenes, cuyos monumentos pisa y rompe.

    Es muy de suponer que ese recinto vino constituir unaacrpolis, luego que el asiento del imperio y la paz cada da msasegurada con la civilizacin latina dieron lugar y brindaron edificar con ms desahogo en las afueras. Su extremada peque-nez, si se aviene con su origen casi militar, contradice emperola importancia que el ttulo de colonia romana inmune envuelve;

    y no ser tan notorio que ms fi-ecuentemente se muraban enlos nuevos establecimientos acrpolis fortalezas de refugio queciudades completas, lo confirmaran aqu los nicos restos de

    templos que han llegado nosotros, el hallazgo dentro de l demuchas lpidas que mencionan fbricas sagradas en Faventia, elde otras antigedades de gran valor afuera, y la tradicin cons-

    tante de haber edificado los romanos, personificados en los Es-

    cipiones, la soberbia cloaca que de tiempo inmemorial y en igua-les dimensiones ha existido desde Junqueras las calles Rierade San Juan y Boria ( i )

    .

    Hay detrs del bside de la catedral un callejn muy an-gosto, que no desdice del efecto de la iglesia, antes hace opor-tuna compaa aquel triple recinto erizado de rojos estribos y

    (1) Esta es asimismo la opinin de Caresmar, quien en su Carta sobre la an-tigua poblacin de Catalua, dice :Pero no por esto se debe entender que laciudad aun en lo antiguo no tuviese ms extensin. Aquel sitio ms elevado eraproporcionado para la fortificacin, y as fu ceido de fuertes muros y torres de))las que an existen algunas; pero entendemos que se extenda por todas partes))la poblacin fuera de dichos muros todo esto prueba que era ciudad populo-))sa, pues de un pueblo corto como era el ceido en los primitivos muros, no habamotivo porque los dos primeros emperadores con emulacin quisiesen amplifi-))car la gloria de su nombre con una poblacin, que apenas hubiera merecido elnombre de ciudad ni municipio, cuando menos de colonia.Y salvo lo exageradode la ltima frase y lo muy dudoso improbable de que esa su gran poblacinfuese contempornea de su nombramiento de colonia, contina aquel doctsimoanticuario corroborando nuestra suposicin con estas palabras : Muchos deestos antiguos monumentos se han descubierto en varias ocasiones entre ruinaspor motivo de varias excavaciones hechas muy lejos del primitivo buque de losmuros de la ciudad Estas memorias no se ponan en despoblado, sino en algnforo, prtico, baos, etc., en lugar pblico, y es regular estuviesen cerca dellugar en donde se descubrieron.

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    arbotantes. Solitario y silencioso junto las calles donde mshierven el trfico y el concurso, ya por esto atrae la atencin, yacaba de fijarla el aspecto antiguo de sus casas, entre las cualesdescuella una edificada manera de alto torren y todava ata-

    viada con ajimeces gticos. Por un contraste muy notable ll-manlo de Parays Parads (Paraso), y la verdad no hayque pedirle la calidad del sitio la explicacin del nombre, siya no se la quiere ver en su vecindad la iglesia, en los sa-

    cerdotes beneficiados cannigos que durante muchos sigloshan sido sus pacficos moradores. Delante de la misma casaque forma el recodo donde el callejn tuerce, hay en el suelouna piedra de molino, que la tradicin popular mira como seal

    del punto ms elevado de la ciudad; y cierto no sin fundamento,ya que exceptuando el terrapln de la vecina Audiencia Patio

    superior de los naranjos, ningn otro sitio culminante lo domina.Aquella casa encierra el primer monumento romano de Barce-lona

    ; y cuando de los mismos naturales buena parte lo ignoran, aunque no sean extraos su noticia nunca se curaron de

    verificarla, mal puede el extranjero sospechar que aquellas pa-redes le roben la vista de lo que fu construido para descollar

    entre los dems edificios y presentar los rayos del sol su noblefrente. Pocas veces monumento de aquellos antiguos domina-dores le habr aparecido tan oculto y tan estrechado: en esacasa y en las de la calle opuesta de la Libreteria asoman trozos

    de fuste al fondo de oscuros armarios resaltan levemente en

    aposentos hmedos; los capiteles que no han sido fracturados,debajo de sendas capas de cal dan muestra de s con una brus-ca hinchazn que proyecta una ligera sombra en la blanqueadapared; y de los stanos los desvanes, trepando por escaleras

    no las ms fciles de los barrios antiguos, y atravesando corredo-res, en partes diversas, diversos trozos explican la forma y la exten-

    sin del edificio, y en todas ha)' que estudiarlos para concebir una

    idea clara del conjunto. Y si de las murallas del primitivo recintoparece que bastara una leve sacudida para desechar de sus

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    hombros la carga de las modernas habitaciones , aqu dirase quelas columnas son el nico y verdadero punto de unin y apoyoentre tantas viejas paredes y tabiques, y que no demandan sinoser desembarazadas de lo que las oprime y llena todos sus hue-cos

    ;grandeza singular de las fbricas del pueblo romano, que

    aun rotas y deshechas basten estribar construcciones de otropueblo, y que en los intersticios de sus mseras ruinas, si aspuede decirse, hayan labrado sus viviendas las modernas gene-raciones. Tambin sin moverse de esa misma casa puede el via-jero saber la forma del edificio, y una escalera espiral de caracolle conducir desde el primer piso al aposento que es el verdadero

    punto de observacin. El polvo y las telaraas cubren aqueldesierto y sombro cuarto por el cual pasa zumbando el viento;mas sus denegridas paredes llevan una ornamentacin que lecomunica precio inestimable. Del suelo arrancan los extremos decuatro grandes fustes, al nivel de la vista los cubren enormescapiteles, encima se tienden horizontales los sillares gigantescosdel arquitrabe, y asomando al balcn que all se abre, en elpatio contiguo se ven dos columnas casi enteras que desciendenal fondo y cuya base se pierde entre la mazonera del primerpiso. El que alguna vez recorriendo lo alto de una fachada deun edificio se haya encontrado junto las colosales estatuas yadornos que la distancia le presentaba como regulares , sin dudano habr podido retener una exclamacin de sorpresa y de asom-bro, por muy avezado que est tales impresiones. ^Cmo puesretenerla al tocar con la mano esos capiteles enormes, al hundir

    con respetuoso entusiasmo los dedos en esas profundas y anchasestras, y al medir las moles de esa arquitrabe, que es decir, anteese monumento que ha visto pasar las generaciones y asistido todas las pocas de nuestra historia ?

    Mirando sudeste, lzanse en una misma lnea cinco columnas,y hacia nordeste y an ms al este que al norte tuerce en ngulorecto el arquitrabe y va apearse en otra que comienza aquel

    costado una nueva fila. Estas, pues, son ruinas de una fbrica

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    rectangular, probablemente prtico, y templo segn todas lasapariencias.

    El basamento que las sostiene consta de lo pies, 8 pul-gadas y I lnea de altura; las columnas de 32 pies y i pul-gada, de los cuales tocan i pi, 2 pulgadas y 10 lneas la base,

    que carece de plinto, y 3 pies y 10 pulgadas al solo capitel; y su

    dimetro en el sumoscapo es de 4 pies y 10 lneas, y 3 pies y 5pulgadas y 10 lneas en el inmscapo. La anchura del arquitrabese forma de dos piezas gruesas cada una de i pi y 8 pulgadas,

    altas de 3 pies, largas de ms de 9 pies y 9 pulgadas, lo bastantepara tenderse entre cada dos columnas y. apoyar sus extremos

    en el centro de los capiteles. La necesidad de las gradas, quejunto con el basamento y con el nombre de suggestus eran partede los templos griegos y romanos, est patentizada por la mismaelevacin de este; no cabe duda en su planta rectangular, queera la comn y fundamental de las fbricas religiosas ; mas i lascolumnas guarnecan sus cuatro lados, constituyendo as perp-

    tero al templo, . no formando sino un prtico en la fachada ledaban la clasificacin de prstylo? El remate de los ms de lostemplos antiguos sola mirar levante, y bien que aqu las dos

    filas existentes se desvan algo de esta direccin, sin embargola inclinacin al Este domina en el todo. Si ya no fu una excep-cin de la regla comn, la lnea que empieza con el arquitrabe

    y columna que miran Nordeste casi al Este hubo de ser elremate parte posterior del edificio; y pues la decoraba un pr-

    tico, continuacin del de la fachada lateral de Sudeste, no sin

    fundamento es lcito atribuirlo la primera clase. Mas slo unaexcavacin completa puede aclarar con cabal certeza esta cues-tin, como evidenciara si el prtico corra no al rededor de la

    celia y pronaos. Un arquitecto distinguido, Don Antonio Cells,la practic en 1836 por encargo y expensas de la Junta de Co-mercio; pero todava el pblico no ha reportado ningn fruto dela generosidad de esta corporacin siempre celosa del esplendorde las Artes, ni han sido satisfechas las esperanzas que de aque-

  • ^6 BARCELONA

    lia operacin se concibieron (i). Los trabajos de Cells vinieroncon su muerte en poder de su colaborador en la excavacin D.JosMariano de Gabanes

    ; y pues ste en una memoria sobre este mo-numento no vacil en calificarlo, segn los datos y el dictamen deaquel arquitecto, de X.^\xv^\o perpteros^ razn hay para inclinarse la suposicin de que el prtico circundaba toda la fbrica, cuan-to ms no contradicindola, antes bien corroborndola las dimen-siones de sus ruinas. Pues ^qu hubiera sido en el estrecho recinto

    de la Barcelona antigua un edificio religioso, cuyo solo ingreso prtico de la fachada se lanzase la altura de ms de 50 pies,3 pulgadas y i lnea, y necesitase para su anchura lo menos

    50 pies, suponindolo hexastylos de seis columnas? A entradatan grandiosa hubiera correspondido un templo rival de los quems atestiguaron el poder y la magnificencia del Imperio; cosapunto menos que inverosmil en una colonia ciertamente no delas ms sealadas ni importantes, la cual fu engrandecindosemuy poco poco, y no adquiri sino casi fines del mismoImperio parte de la grandeza, pujanza y nombrada, que auna-das y cabales en Tarragona hicieron posibles semejantes edifi-cios. La publicacin empero de los planos de Cells quitar todo

    (i) La absoluta falta de fondos, que tan triste estado redujo durante esosaos el establecimiento de la Lonja y que tal vez hubiese trado la necesidad decerrar sus escuelas gratuitas no ser tan notorio el celo de la Junta de Comercio,tambin ha imposibilitado la impresin de las observaciones de Cells y de losplanos con que quiso acompaarlas. He aqu lo que sobre este particular dice donJos Mariano de Gabanes en una ligera memoria sobre estas ruinas, que l deno-mina templo de Hrcules:No me quiero extender sobre el particular, en atencin que el difunto don

    Antonio Cells dej compuesta con mucho esmero una erudita y artstica memo-ria con nueve planos, que confi mi cuidado antes de morir, y ms los doswpara la ejecucin de un modelo, fin de colocarlo en la cabeza de la serie de mo-delos y dibujos de la escuela de arquitectura, segn recomendaba D. Isidro Bo-sarte. La Junta, deseosa de aprovechar esta ocasin, acudi la beneficencia deS. M. para que de los fondos de la misma pudiera gastar lo conveniente, tantopara imprimir la memoria y grabar los planos, como para hacer de mrmol de))alabastro el citado modelo; y S. M. la Reina, siempre dispuesta proteger todo loque pueda ser til, despus de haber odo la Academia de San Fernando, se dig-n acceder la demanda de la Junta en 27 de febrero de 1837, la que sin embargode esta gracia y de sus mejores deseos no la ha podido poner en ejecucin toda-))va, etc.

  • BARCELONA 37

    lugar la incertidumbre; que cierto no podemos desasirnos dela esperanza de que la Junta de Comercio en tiempos ms prs-peros complete su obra comenzada y utilice en bien de las letras

    y de las artes y para gloria de Barcelona los gastos de la exca-vacin por ella costeados con tanto desprendimiento (

    i ) (a).

    Los capiteles que cargan sobre esos fustes estriados acabande publicar la edad de la fbrica, ya indicada en el resto: soncorintios, pero muy corrompidos, si es que ese orden esbeltopueden atribuirse; sus caulcalos son aplastados, sus volutas care-cen de gracia, y entre sus hojas duras y recortadas aparece unornato, bien que romano, ageno de este estilo. Todo en elloscomo en las dems partes lleva el carcter de la decadencia; ycomo esta se desencaden del todo despus del emperadorMarco Aurelio (2), esta es la fecha ms antigua que con algunaprobabilidad pueda sealrsele.

    No sin desdoro, pues, para Barcelona, en la casa Lonja y enla clase de Arquitectura un rtulo denomina Cartaginesas y deltemplo de Hrcules las copias en yeso de las partes caracters-ticas de estos vestigios; y cuanto fu laudable y digno de imi-tarse el acto de enriquecer con ellas los modelos de esa escuela.

    (i) Escrito estoy aun en su mayor parte impreso, supimos que el Sr. D. Ma-riano de Gabanes haba entregado la memoria y los planos de Cells la Junta deComercio: y acudiendo su Secretara, los seores vocales quienes manifesta-mos nuestros deseos y los empleados todos de esa oficina nos dispensaron la aco-gida ms franca y ms lisonjera, y pusieron nuestra disposicin aquellos docu-mentos. Por ellos consta de. un modo evidentsimo que el edificio era temploPerpteros hexasiylos, la extensin lateral del prtico, la de las fachadas menores,la de la escalinata, la de las paredes del templo, y su distribucin interior en pro-7iaos y celia. Cada costado llevaba once columnas, las fachadas anterior y poste-rior seis; la primera grada estaba casi al nivel del trozo de la calle de Paradis quedesemboca en la plaza de S. Jaime; el otro trozo siguiente de la misma calle viene cruzar por donde estaba el centro del edificio; y pues la postrera columina de lasexistentes est muy cerca del extremo de la Libreteria, fcilmente se figurar ellector qu efecto debi de producir aquella columnata, y cuan grandioso lo cau-sara ahora al mismo lado de las fbricas de la Diputacin y Ayuntamiento. Enel Apndice Nmero 2 damos el extracto de la Memoria y una noticia de losplanos.

    (a) Disuelta la Junta hace algunos aos, han quedado aquellos planos sin pu-blicar, habiendo ltimamente sufrido extravo.

    (2) Muri el ao 180 de J. C.

  • 38 BARCELONA

    merece toda reprobacin esa calificacin atrevida y falsa, que portan trascendental y respeto al sitio bien reclamaba mayor re-flexin y ms delicadeza (a).

    Hyale cabido no en ello gran parte la memoria publi-cada por D. Jos Mariano de Gabanes, tambin sta peca deinexacta

    ,y ciertamente la increpacin de ella habra de ser

    mayor, cuanto fueron grandes y copiosos los medios que, paraindagar la verdad, la excavacin puso en su mano, no com-pensar bastantemente cualesquiera defectos el celo que le indujo imprimirla como le haba inducido promover las investiga-

    ciones. Cuando en ninguna historia del Arte apenas ha sidodable caracterizar muy levemente la arquitectura propia deCartago, grande osada ha de tenerse atribuirla un monumentode Europa: ^qu ser llevando ste todos los caracteres de la

    decadencia romana (i) ? As en otros tiempos hubo comentadoresque sobre el mismo texto de la Biblia restauraron el templo deSalomn segn el gnero corintio^ no sin encabezar su obra conuna explicacin de los cinco rdenes.

    (ol) Estos modelos existen hoy en el local de la Escuela de Arquitectura situa-da en la nueva Universidad, habiendo desaparecido de ellos la denominacin deque se queja Piferrer.

    (i) El mismo Cells, en la Memoria citada en la pg-. 3 , presta las armas paradesechar esta denominacin de obra Cartaginesa, que tambin l adopta. El nicogua en su descripcin y anlisis es Vitrubio; el punto de comparacin para lasrelaciones del todo y las partes, y de stas entre s, lo toma de las fbricas roma-nas ; las proporciones y los nombres tcnicos todos los saca de la arquitecturagreco-romana, tanto que las medidas y planta dadas por Vitrubio debi el fijar yhacer provechosas las excavaciones. Hasta en Catalua ve fbricas de construccinigual este templo en el puente romano de Martorell y en las murallas romanasde Barcelona, que asimismo califica de cartaginesas. La nica razn que ello leinduce es, segn parece, la rudeza de la obra y el mal gusto de sus partes, que lconsider como pruebas seguras de una poca y de un pueblo en que apenas seconoca la belleza arguitectiica: como si los tiempos de decadencia no desfigura-sen de todo punto la belleza, como si la infancia del Arte un primer perodo deprogreso no prefiriese la sencillez y aun la pureza la complicacin y malos linca-mientos de los ornatos. Es muy de notar que ni l mismo echase de ver el efectoque su memoria haba de producir contrario su propsito, si ste fu real y de-cididamente atribuir la obra la insegura dominacin de Hamilcar y Hanbal: yponemos de intento esta salvedad, porque en cinco de los siete planos y alzados,que dej de la fortificacin primitiva de Barcelona y acompaan su escrito, la pa-labra Cartagineses ha sido puesta sobre otra borrada.

  • BARCELONA 39

    Los estragos que durante el primer perodo de la reconquis-

    ta sufri Barcelona, hubieron de destrozar y borrar toda memo-

    ria de esta fbrica, como borraron las dems, las de los godos

    y las de los mismos sarracenos. Desconocida y de nadie men-cionada la encontr en el siglo xiv el reinado de D. Pedro elCeremonioso, aquel reinado que vio erigirse los principales edi-

    ficios de la capital de Catalua. Este rey repar las columnasque an no habran desaparecido de su primer asiento; y suhijo D. Juan el Cazador Amador de gentileza encomend suconservacin Juan Pomar, sastre de la reina, cuando en 6 dediciembre de 1388 le don el patio de la casa en donde junto la cual estaban (i). Si por el silencio de los escritores anti-

    guos, largos en obras, en razones breves, ha de deducirse que

    las ignoraron; ya de entonces fueron objeto de la atencin co-mn, y su noticia ha ido transmitindose hasta nuestros das.Tambin de entonces las tradiciones vinieron prestarle nuevoencanto y nueva importancia; y al recogerlas y consignarlas los

    cronistas catalanes del siglo xv, probaron que de muy antiguoestaban formados los distintos pareceres que hasta hoy en dano han carecido de defensores (2). Nosotros empero dejamos

    (i) El descubrimiento de esta donacin fue debido al Sr. D. Prspero de Bo-farull, quien no podan pasar desapercibidas las confrontaciones del patio y dela casa, en nuestro dictamen como en el suyo iguales los que todava pudierandarse las columnas haber sufrido aquel barrio menos alteraciones. Y si sobrelas localidades ocurriese alguna duda, sera gran parle para desvanecerla la mis-ma duracin de las columnas en el centro de la ciudad antigua, en la calle de mstrfico y ms poblada, donde bien era menester una orden del Rey para que lanecesidad y la codicia de los particulares las respetasen y se contentasen con em-potrarlas y emparedarlas. Vase Bofarull, Condes vindicados, tom. 2. pg. 282 ysiguientes.

    (2) El primero que habl de este monumento es el cronista Pedro Tomich,quien en su crnica concluida en i 448 dice : E deveu saber quell Rey hespan))visqu en hespanya LXX anys, apres fini sos dies en Barcelona, lo cual se feuwmetre en un monimen lo seu cors al pus alt loch de la ciutat qui vuy es apres la))seu.)) Cap. 6.

    Algunos aos despus ya andaban ms discordes las opiniones, pues JernimoPau (149 1) expresa las de sepulcro de Atalo, prtico, ruinas de alczar y templode Hrcules; al paso que la de verjel y acueducto aparece en la crnica de PedroMiguel Carbonell, publicada en 1495.

  • 40 BARCELONA

    un lado la poco menos que intil indagacin de si fu templode Hrcules, sepulcro de Atalfo, jardn areo, decoracinurbana de una arca de agua: su destino de templo sobradamen-te resalta en su propia forma, y nuestro propsito cumple msclamar por que se la salve de las injurias del tiempo y de ladestructora pasin de los extranjeros (i), por que sea restitu-do la luz del sol y las miradas de todos un monumento, quesi no fu iglesia en los primeros siglos de la cristiandad y nosirvi de tumba al primer rey de los godos, bien pudo resonarcon las confesiones fervientes del mrtir Cucufate y de aquellavalerosa nia de yesucristo cuya muerte fu una sonrisa! (2) (a)

    (i) Viajeros ingleses y franceses han llevado su aficin arqueolgica al ex-tremo de romper y apropiarse trozos de los capiteles; y en la ltima visita quehicimos al monumento observamos nuevas fracturas muy considerables y cuyareciente fecha se revelaba en el blanco color de la piedra. El lector conocer cuanimpunemente pueden efectuarse semejantes actos con decir que la condescen-dencia de los inquilinos es la nica garanta de la conservacin de las columnas yel nico permiso para verlas, y las ms de las veces una anciana criada su nicaguarda.

    (2) Tomamos esta imagen del Himno de Santa Eulalia compuesto por el obispode Barcelona Quirico, que se encuentra en el misal Mozrabe y del cual damos al-gunas estancias en el Apndice nmero 7.

    (a) Los votos que haca Piferrer para que se salvaran los restos del templo deque se trata, si en parte no se han cumplido, por haber desaparecido algunas de lascolumnas con la edificacin de las casas nuevas de la calle de la Libretera, hantenido, en cambio, eco por lo que respecta la parte ms principal del monumen-to. El ngulo del peristilo que aquel escritor vio con tanta fruicin y que con igualpulcritud dibuj Parcerisa, persevera en la misma casa de la calle del Parads, enlo que antes era destartalado desvn, y hoy es apropiado local de la u AssociaciCatalanista d' excursions cientficas ; cuya entusiasta corporacin facilita su vi-sita cuntas personas desean contemplarlo. Al restaurarse la casa, para cons-truir en ella varias habitaciones, puestos de acuerdo el propietario y la expresadaSociedad, pudo lograrse dejar el conjunto de las tres columnas con su arquitrabetodo lo despejado posible, sin ahogarlo con tabiques, como se hubiera hecho enotro caso.

    Hoy esa antigualla es mucho ms conocida de lo que lo era en aquel entonces;y gracias esto, se ha logrado mover de tal manera la opinin pblica hacia laidea de conservarla, que en el plano de reforma de Barcelona ideado por D. ngelJ. Baixeras. y aceptado por el Ayuntamiento, en curso de tramitacin, se proyectaen aquel punto una gran plaza (desde el bside de la Catedral hasta la calle deJaime I, y desde la del Obispo la Plaza del Rey) en cuyo centro quedaran lasruinas del templo con toda su imponente majestad.

    Pocos datos pueden aadirse, los consignados en el texto, que posteriormentehayan aclarado la naturaleza historia del monumento. Cuando el derribo de al-gunas de las casas viejas de la calle de la Libretera, nadie se cuid de aprovechar

  • BARCELONA

    La actual iglesia de San Miguel cobija otro resto de edificioantiguo. Cubre la mayor parte de su pavimento un destrozadomosaico, que manera de grande alfombra rectangular comien-za poco ms de un tercio de la nave entrando por la puertaprincipal, y debi de continuar por debajo de la moderna mese-ta del presbiterio. Todava con facilidad se restauran sus linea-mientos; y estudiando los tritones, caballos marinos, delfines yotros peces que se conservan, con mucha claridad se deducequ representaban los dems trozos aislados. El gusto y la cons-truccin de esta obra parecen romanos, no empero tan absolu-

    tamente que otras circunstancias accesorias no hayan suscitadolas dudas de nuestros cronistas y anticuarios y no den margen encontradas reflexiones.

    Aunque fundada esta iglesia en lo alto de la colina antigua,donde ms natural y realizable era el desmonte del terreno paraedificar que el rellenarse con el trnsito de los siglos, est hun-

    dida casi la mitad en la tierra, y de entrambas puertas no sepuede descender la nave sino por una larga escalera divididaen dos tramos. Qu templo de la antigedad greco-romana pre-firi cavar su mbito en las entraas de la tierra levantarse

    la ocasin para completar los datos que tom Cells; recogindose, nicamente,los fragmentos de una de las columnas, que hoy se ve reconstruida en el cercadode la Plaza del Rey, anexo al museo de Sta. gueda.

    Xo obstante, al hacerse, en Julio de 1875, la excavacin para los cimientos dela casa nueva que forma esquina, delante de la indicada, en la calle del Parads, seencontr una bellsima estatua de mrmol blanco, desgraciadamente mutilada,que ha podido dar pi alguna conjetura. El erudito anticuario P. Fidel Fita, alocuparse del hallazgo (Revista historiea-laiina. t. II, p. 193) opina que la estatua, la cual faltan la cabeza, el antebrazo izquierdo y una gran porcin del ladoderecho, representaba la Paz Aucrusta, 6 sea, la misma Colonia barcelonesa bajoel ideal de Faveniia Julia. .-Vrguye que ni el templo, ni las murallas de la ciudad,son anteriores al planteamiento de otras colonias Julias de Espaa: y que, siendoaqul el punto dominante de la acrpolis, all debi ser venerado el Genio de laColonia; como lo fu indudablemente la Venus Augusta, progenitora de Julio C-sar y la ciudad de Roma, que tuvieron su comn templo y comunes aras sobre elmonte Palatino; llevndole tal conclusin el estilo corintio de las columnas, nomenos que el sobrenombre de la colonia, y una inscripcin en mrmol con unadedicatoria Venus Augusta por Marco Porcio Marcial.

    Tanto la estatua, como la base de mrmol donde se lee esa inscripcin, puedenverse en el citado Museo de Sta. .gueda.

  • BARCELONA 43

    esplndido sobre un elevado podio basamento, que no dabaacceso su recinto sino subiendo la majestuosa escalinata delprstilo? Pues su situacin, como mira de norte medioda,

    tampoco se aviene con la regla general de los templos, si yacontndolo en el nmero de las excepciones no se supone quepor serlo de Neptuno le dieron esa inclinacin la playa. Si lha de entrar, como parece, en el perodo de la larga y poderosadominacin romana, nica capaz de dejar tales muestras de supodero, por qu reputarlo exclusivamente fbrica religiosa?

    Pero ya introducida la duda por estas circunstancias, resal-tan ms y ms las que vienen favorecerlas, y son bastantes engendrar una suposicin distinta. Ese extraordinario hundi-

    miento fu propio y muy comn en iglesias romano-bizantinas,mayormente en las labradas por las razas del Norte en la pri-

    mera poca de las naciones modernas: todava en el frontal delaltar duran reliquias de un pequeo mosaico romano-bizantino,que estn punto de desaparecer completamente, merced suabandono y la codicia de los que lo visitan; y si es cierto,como dice un anticuario (i), que el mosaico del pavimento lle-gaba hasta el pi del ara, de manera que sobre l se ha edifi-cado el actual presbiterio, lcito es hasta cierto punto establecerentre uno y otro una relacin que los hermane tocante al gne-ro y la poca. Otro fragmento del ms riguroso estilo roma-no-bizantino acompaa al frontal : la pila bautismal, hoy trasla-dada la nueva parroquia de la Merced, es un gran capitel,compuesto de un vaso cubo de mrmol oscuro y de un follajeblanco calado que lo envuelve; y por su magnitud se echa dever que algn da coron una columna alta y aislada cual enlos templos bizantinos de Italia, particularmente en Rvena,suelen verse. Si tales indicios son para atendidos y motivo suponer el mosaico parte de una fbrica bizantina

    ,esta no es

    por cierto la actual, como rompe un tanto la planta de aquel

    (i) D. Francisco Mart de Prat, en su Disertacin sobre este Mosaico.

  • 44 BARCELONA

    pavimento y oculta el un extremo del rectngulo, mientras elotro extremo, aunque completo, no llena la restante nave. Esharto sabido que la iglesia actual de San Miguel se edific en1 147 48, cuando hubo venido al suelo la anterior, que ya seencuentra mencionada como en pi, entera y parroquia en 987.Pocos meses antes las armas del hadjeb Almanzor haban estra-gado la ciudad, ya apenas rehecha del recobro y anterior con-quista; y esa fij, por decirlo as, la nica asolacin que puso

    por tierra para siempre los monumentos romanos respetadospor los godos, las reparaciones hechas por stos, y los que ha-

    ban debido de erigir los mismos rabes. Probablemente SanMiguel se salv de esa general ruina, pues, mencionada tan in-mediatamente despus de ella, tambin lo era mucho antes en

    964 y 963. No es probable que los trabajos de la guerra pres-tasen los primeros Condes lugar ni recursos para tal obra,cuando ni para la ms urgente de la Catedral los haba tantosque no hubiese que acudir una limosna del emperador CarlosCalvo. Fuerza es por esto atribuirla la dominacin goda, debreve asiento en Barcelona, y amn de breve borrascoso in-seguro

    ; y aun de l hubiera de corresponder los principios,

    en que el influjo de Placidia pudiera quizs arraigar aqu el arte

    latino. Pero la ornamentacin y la pintura de las baslicas cris-tianas no se desarrollaron sino hasta el siglo iv, y entonces de-

    bieron ser admitidas slo al convencimiento de que el Arte, le-

    jos de daar la Fe, realzara el culto: de las primeras que enItalia fieron decoradas con el mosaico, poqusimas, y estas nolas ms notables, se resintieron de un resabio gentlico

    ; y todas

    demostraron cuan fijndada era aquella conviccin, dando cabidaen sus paredes las imgenes grandiosas y severas del PadreEterno, de Jesucristo, de la Virgen, de los Apstoles, del BuenPastor y del Antiguo Testamento. ^Cmo, pues, hubieran ad-mitido figuras que directamente contrariaban el culto .^

    Nosotros queremos ms bien ver en esos dos vestigios ro-mano-bizantinos del ara y de la pila una prueba de que acomo-

  • Fachada de San Miguel

  • 40 BARCELONA

    daron la fbrica romana la religin de Jesucristo;porque aun

    no existir las consideraciones susodichas, nos traera ello el

    claro y nada incierto carcter del mosaico. Y si se nos concedeque aadamos nuestro voto los de tantos anticuarios, lo da-remos de que este pavimento romano no perteneci un templo,como 3^a indicamos, sino otro edificio y tal vez tinas termas.Fundado en la meseta de la colina, no es verosmil, como lofuera algo en el llano, que ser templo quedase tan profunda-mente sepultado, cuando todos los restos del Imperio vecinos l se conservaron casi en la superficie de la tierra, y cuando lo sumo poda enterrarse el alto podio basamento, que no lofu sino en su parte posterior en el templo descrito de la calle

    del Paraso. Semejante superposicin hubiera alcanzado todala meseta, cuyo piso comienza la mitad de las paredes de SanMiguel; y como ella tampoco habra perdonado el mosaico, jquin no repugna que los invasores, que en verdad ningunaasolacin trajeron Barcelona, para erigir una iglesia cuidasende desenterrar con tan profunda excavacin esa obra destroza-da? Su hundimiento es efecto de una excavacin practicada propsito para fundar el edificio. La antigedad greco-romana,as como comunmente neg el pavimento de mosaico los tem-plos, lo reserv las baslicas de comerciantes, y ms que ellas los salones, las cmaras y las termas; y no hay paraqu recordar que los estanques de estas solan cavarse hon-dos en la tierra, y embaldosarse con tales pinturas vermiculadasde tritones, nereidas, neptunos, caballos marinos, delfines, pul-

    pos, langostas y cosas de mar, cuyas figuras negras oscuras

    sobre fondo blanco compareciesen trmulas, con la refraccinde la luz la superficie, y fuesen ilusin y deleite los senti-

    dos.

    Mas ya que otro fruto no den nuestras conjeturas; puesprueban la existencia de San Miguel en tiempo de los godos,sirvan ellas al menos de estmulo para que se conserve y cuidecomo la iglesia ms antigua de Barcelona, tal vez la primera en

  • BARCELONA 47

    que se rindi pblicamente culto la religin cristiana faj.No es de aqu enumerar los bultos y medallones que en esta

    ciudad perseveran; antes no sin recelos de parecer prolijos men-cionamos dos sarcfagos. Bello el uno, del buen gusto romano,esculpido con maestra, veces con atrevimiento, modelado congracia con pureza en ciertos trozos, muy ms notable en unode sus lados donde la accin empieza, bien que siempre con lafalta de claridad y simplicidad que se advierte en las composi-ciones de aquel estilo, representa el rapto de Proserpina: el

    otro, inferior en gusto y en ejecucin, ms destituido de unidad,sin duda obra de la decadencia y bastantemente deteriorado,tiene en el frente una caza contra un len, y junto ella y lasombra de una cortina que de ella los separa dos hombres con-versando; en el un costado esclavos conducen un venado, y enel otro un jinete se dirige una escasa arboleda. El primero,del jardn donde era estanque, ha venido figurar como la me-jor pieza del Museo que en el convento de San Juan ha princi-piado reunir la Academia de Buenas Letras; el segundo,convertido en piln, todava recibe el agua de una fuente en elpatio de la casa del Arcediano, y si inspira vivos deseos de verloarrebatado una ruina lenta, tambin cautiva los ojos realzandolo pintoresco del sitio y robusteciendo la impresin que la anti-gedad de tal conjunto produce (5).

    (o.) Tambin esta iglesia, monumento originalsimo, por presentar distintosestilos en varias de sus partes principales, ha desaparecido para mengua del buennombre artstico de nuestra Ciudad. En 1868 un decreto de la Junta Revoluciona-ria orden su derribo, que se verific la luz del da y pesar de las protestas delos amantes de nuestras glorias artsticas. En uno dlos muros laterales, el de laparte de poniente, se descubri una puerta de gusto romnico, que arroj muchaluz sobre la tan debatida poca de la construccin del edificio religioso. De losdetalles de aquella fbrica interesante, slo pueden contemplarse hoy la fachadaplateresca, que por suscricin pblica se reconstruy en la pared lateral de laiglesia de la Merced, y el mosaico que se hace referencia, que ha quedado des-cubierto en los stanos del ala de edificio que el Ayuntamiento ha construido enel lugar donde se levantaba la iglesia

    ;ya que, para mayor irrisin, el motivo que

    se aleg al derribarla, cual fu el de despejar la plazuela de S. Miguel, no ha teni-do cumplimiento, pues hoy le sustituye una construccin de mucha mayor alturaque el templo que ha desaparecido.

    {b) Figuran los dos sarcfagos en lugar principal del Museo de Santa gueda,

  • 48 BARCELONA

    El incremento siempre mayor de la poblacin de Barcelonatambin trasciende su plano, que poco poco va desfigurn-dose y cediendo las exigencias de los nuevos moradores. Lascalles antiguas pierden su angostura; lneas nuevas abren anchas

    brechas y pasan por encima de otras transversales; el tumulto

    y el movimiento hierven ms de cada da y borran las memo-rias de los tiempos pasados

    ; y quin sabr dentro breves aosque en la moderna calle de Fernando hubo una plazuela llamadade la Trinidad, y anteriormente de la Arena? Esta arena esterecinto as denominado es fama se ti con la sangre de losgladiadores y de las fieras, cuando en las gradas del anfiteatroel placer cruel de la colonia Favencia demandaba ese espectculo.En la estrecha calle de Santa Eulalia, que cruza de la de Fer-nando, antes plaza, la de la Boqttera^ asoman de todas par-

    tes, en stanos y en corrales, vestigios y paredones antiguos; yen todo aquel hacinamiento, que ni de casas regulares tiene por

    all apariencia, domina la construccin de sillera ya muy dene-grida, trechos mal colorada aunque bien labrada, y revuelta

    con obra menos importante de mazonera y de ladrillo , biencomo suele ofi-ecerla todo lo que se edifica de ruinas de fbri-

    cas anteriores. Hay algunos arcos, ahora cegados todos, cuyasgrandes cuas, ajustadas con maestra y muy pulimentadas, sedestacan en la pared, y que probablemente no formaron jamsla puerta de ninguna de esas casas

    ; y uno de ellos es una arca-

    da completa, cuya curva desciende al suelo sin jambas. Asimismotiene carcter antiguo la bveda arqueada que desemboca en lacalle de la Boquera, as en su interior como en su arquivolto

    externo. El can que la forma arranca de una imposta fractu-rada, compuesta de una moldura cuarto bocel cncavo, nomuy diferente de la estrecha cornisa que cierra algunos trozosde las primitivas murallas; y en lo alto de la vieja pared de

    donde se hallan juntos los objetos que constituan el de la Academia de BuenasLetras, con los reunidos por la Comisin provincial de monumentos, instalada enaquella antigua capilla real

  • BARCELONA 49

    sillera que carga sobre el arco adentro del callejn, resalta unagran piedra plana, labrada y redondeada en su remate, y conun ancho agujero circular que la atraviesa verticalmente en suporcin ms inmediata al muro, correspondindole debajo bastante distancia otra piedra mucho menor, tambin agujerea-da, pero ms levemente y con toda la semejanza de encaje contera. Sera ese can de bveda una de las puertas vo-mitoria, y las dos piedras otra de las cartelas repisas quereciban las vergas entenas distribuidas en toda la coronacin

    del edificio para sostener el toldo velarium? (a) Ello es que laexistencia del anfiteatro, lo mismo que la de las termas, estconsignada en aquella lpida que presenta sus dos caras forman-

    do ngulo en la misma esquina de la calle d'en Arlet^ detrs deSan Justo, y cuyas letras poco menos que borradas dicen el pin-

    ge legado, que para los espectculos del pugilato y la ilumina-cin de las termas dej el barcelons Lucio Cecilio Opiato (i).

    Esa certidumbre le cabe al Teatro antiguo, del cual, ya que

    no ruinas, permanece un testimonio en dos cartas del rey Sise-

    buto. Escribi la una para deponer al obispo de Barcelona, pro-bablemente Emila, por haber consentido en el teatro represen-taciones sacadas de las impiedades gentlicas, las cuales pare-ce asisti l mismo (2), y con la otra mand al metropolitanotarraconense Eusebio que consagrase Severo por obispo dela sede vacante (3): tan hondas races haban echado en esa

    (a) El revoque de las lachadas de las casas ha ocultado los detalles que aquse mencionan.

    (i) Traen esta inscripcin D. Antonio Agustn, Dilogo 9, y Finestres, S>'-lloge, Cas. V, pg. 183. Pero como hoy est tan deteriorada que ha sido menes-ter preservarla con fuertes barras de hierro del violento roce de los carruajes,creemos no ser inoportuno reproducir en el Xmtro 4 del Apndice lo que yaapenas cabe leer.

    (2) ... por representar cosas tomadas de la vana supersticin de los Dioses.Mariana, lib. VI, cap. 3. Morales, lib. XII, cap. 13, aade: ... y aun pareceque estuvo all verlas el obispo.

    (3) El P. M. Flrez prueba con su acostumbrada diligencia, acierto y vastaerudicin, lo que en el texto decimos. Espaa Sagrada^ tom. VII, apnd. tom. XXV,pg. 84, y tom. XXIX pg. I 3 I

    .

    7

  • 50 BARCELONA

    ciudad las costumbres del Imperio (i); tan tarde comenzella gozar renombre de colonia populosa y floreciente, que la

    luzdel Evangelio hubo de sorprenderla dada su mayor delirio.Los versos de un poeta latino que cant nuestras costas

    prueban de cuan antiguo debieron los moradores de ella suopulencia al trfico y la agricultura, y que entonces tuvieron

    en su regin amena un puerto que abra sus seguros brazos

    las embarcaciones (2) (a). Una tradicin muy comn en esta co-

    (i) Otra prueba existe de la doble reflexin con que cerramos esta clusula.Fu comn las ciudades ms notables del Imperio celebrar el da primero delao con la fiesta llamada Henniila Cervula^ especie de bacanales en que hacan elprincipal papel los disfraces de Ciervo, Buey y Cabra. San Paciano, que fu obispode Barcelona desde cerca del ao 360 al 390, dedic la extirpacin de esta cos-tumbre en su dicesis un libro tratado con el ttulo de Cerviilus, que todava nose ha descubierto, y del cual hablan el mismo prelado y su amigo San Jernimo.Mas sus amonestaciones tuvieron tan con