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Universidad Pedagógica Experimental Libertador Vicerrectorado de Investigación y Postgrado Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara” Subdirección de Investigación y Postgrado
PERSPECTIVA INTERCIENTÍFICA ENTRE GEOMORFOLOGÍA Y ECOGEOGRAFÍA
Autor: Alexander R. Carmona R. [email protected]
Universidad Pedagógica Experimental Libertador – Maracay (IPMAR) Maracay – Venezuela
PP. 38-63
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PERSPECTIVA INTERCIENTÍFICA ENTRE GEOMORFOLOGÍA Y ECOGEOGRAFÍA
Alexander R. Carmona R. [email protected]
Universidad Pedagógica Experimental Libertador – Maracay (IPMAR) Maracay – Venezuela
Recibido: 02/04/2014 Aceptado: 07/07/2014
RESUMEN
En el presente ejercicio investigativo se despliega un estudio sobre la estructuración científica de la Geomorfología, disciplina que enfoca el soporte natural desde la superficie de contacto terrestre. Correlativamente se aborda la Ecogeografía como perspectiva intercientífica que permite comprender la articulación diferencial de geofactores en la complejidad del espacio. En tal sentido, se trata de un estudio analítico-crítico de tipo documental sobre la fundamentación epistemológica de las materias de conocimiento en cuestión, abordando las principales aportaciones concurrentes en dicho proceso. Bajo esta perspectiva, la correspondencia intercientífica entre la Geomorfología y la Ecogeografía permite definir bases para desarrollar proposiciones desde una visión integradora de las relaciones entre sociedad y naturaleza (eco-base), sustentándose en sólidos criterios teórico-metodológicos y conceptuales. Palabras clave: Geomorfología, Ecogeografía, perspectiva intercientífica.
INTERSCIENCE PERSPECTIVE BETWEEN GEOMORPHOLOGY AND ECOGEOGRAPHY
ABSTRACT
In this investigative exercise a study on the scientific structuring of Geomorphology, a discipline that focuses on the natural support from the earth's surface contact is displayed. Correspondingly the Ecogeography addressed as interscience perspective for understanding the differential joint geofactors in space complexity. In this sense, it is a critical-analytical study of documentary on the epistemological foundation of knowledge of the subjects in question, addressing the main concurrent input in this process. From this perspective, the interscientific correspondence between
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Geomorphology and Ecogeography to define basis for developing propositions from an integrated view of relationships between society and nature (echo-base), sustained in solid theoretical-methodological and conceptual approaches. Key words: Geomorphology, Ecogeography, interscience perspective.
INTRODUCCIÓN
La Geomorfología, de acuerdo con su naturaleza disciplinaria en el amplio campo del
conocimiento geofísico (matriz general), aporta sólidos instrumentos conceptuales para el
tratamiento particularizado de los procesos geodinámicos externos (superficie de
contacto), razón por la cual constituye una herramienta muy valiosa para el abordaje
integrativo de lo natural, aun cuando, ante ciertos niveles de complejidad, deba abrirse a
marcos epistémicos superiores que permitan comprender la incidencia de variables
ubicadas más allá de su ámbito específico. Es ahí donde se convalida la Ecogeografía,
interdisciplina que recoge fundamentos de la Geomorfología y los inserta en un nivel
científico superior que trasciende barreras cognitivas, permitiendo a quien se apropia de
sus instrumentos investigativos, hacerse de una sólida base para avanzar coherentemente
en el tratamiento integral del soporte natural.
Por lo tanto, el presente trabajo tiene como finalidad ofrecer un cuerpo de
consideraciones sobre el desarrollo y la estructuración científica de la Geomorfología, para
desde ahí sentar las bases de una perspectiva integrativa que aporte criterios
metodológicos en atención el abordaje multifactorial del soporte natural (eco-base). Dicho
tratamiento implica revisar el origen de la Geomorfología a partir de aportaciones
provenientes de diferentes escuelas geográficas enmarcadas en la cultura científica
occidental (marco primario de la investigación), avanzando sistemáticamente hacia la
fundamentación teórica de la Ecogeografía.
METODOLOGÍA
El presente ejercicio investigativo es de tipo documental, ya que se basa en la
revisión y el análisis crítico de información textual proveniente de materiales divulgados
por medios impresos y electrónicos. Por su naturaleza teórica, el propósito
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del trabajo se adscribe específicamente a las características de: “estudios analítico-críticos
sobre concepciones y enfoques de cualquier área” (Palella Stracuzzi y Martins Pestana,
2010, p. 90). El tratamiento de los materiales se hizo siguiendo las técnicas operacionales
de la investigación documental: fichaje, selección de citas textuales, ordenamiento de las
citas de acuerdo al esquema de trabajo y análisis de contenidos.
Bajo estos términos se despliega el estudio del desarrollo y la estructuración
científica de la Geomorfología, así como de la Ecogeografía en tanto perspectiva
interdisciplinaria que la subsume en un marco teórico superior (concepción del conjunto).
Por consiguiente, se trata de un ejercicio de aproximación en torno a las relaciones que
definen dicha integración epistemológica.
FUNDAMENTOS GENERALES
La Geomorfología descubre su especificidad y esencia epistemológica en lo
geográfico, al constituir una disciplina científica orientada al estudio sistemático de
variables físico-naturales que diferencialmente condicionan el accionar técnico-social de
los grupos humanos en la producción del espacio, concebido como forma-contenido en
cambio permanente. En tal sentido, es pertinente reconocer lo formulado y esbozado
señeramente por Tovar (1966) cuando plantea que la Geomorfología tiene por objeto: “el
estudio de las formas, su evolución y los factores que la explican pero sin olvidar su
propósito central, cual es el de conocer como es ese medio y que propone al hombre” (p.
26).
De ahí que el criterio fundamental para la comprensión de los procesos
geomorfológicos dados en la trama de los sistemas naturales, trascienda este nivel de
agregación energético-material, en cuanto tal, para proyectarse holísticamente hacia el
abordaje integral de las relaciones entre factores geodinámicos y antrópicos; en tanto los
primeros constituyen la relación de fuerzas estructurantes del medio físico que se ofrece
como soporte a los grupos humanos. De esta manera, la dinámica geomorfológica
comprende una relación de factores situada en el eje medular de la interfaz compleja y
contradictora entre sociedad y naturaleza, unidad dialéctica que ontológicamente define
lo geográfico (relación dinámica de fuerzas sociales y naturales).
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Así, la Geomorfología, al enmarcarse en la comprensión integral de los procesos
físico-naturales, encuentra una de sus mejores definiciones científicas en la obra de Tricart
(1969), geógrafo francés de dilatada trayectoria intelectual durante el siglo XX, para quien
el despliegue y la práctica de esta disciplina tiene como objeto descubrir: “los caracteres y
modificaciones de la superficie de contacto entre el medio sólido de la corteza terrestre
(litosfera) y sus envolturas gaseosa (atmósfera) y líquida (hidrosfera)” (p. 15). Este criterio
se convalida hasta la actualidad, tal como se desprende de lo presentado por Ramírez y
González (2005) cuando definen la disciplina en los siguientes términos: “estudio de las
formas de la superficie terrestre y de los procesos por medio de los cuales tienen su
origen y su evolución” (p. 212).
Dichas conceptualizaciones permiten acoger la incidencia diferencial del factor
antrópico como agente que, mediante su accionar técnico, altera la ocurrencia regular de
los procesos geodinámicos externos (degradación de la superficie de contacto) y, a su vez,
en calidad de ente social que se hace vulnerable ante el impacto de los mismos (amenazas
naturales en la incorporación estructural de riesgo socionatural bajo condiciones de
vulnerabilidad humana).
Se trata de avanzar hacia una visión de conjunto que permita aprehender
integralmente las interacciones entre las geósferas externas e internas, conforme las
relaciones entre factores y componentes integradores de lo real: físicos, químicos, bióticos
y socioculturales. El marco epistemológico y el objeto de estudio de dicha visión
estructurante y definidora de la concatenación dialéctica de la dinámica terrestre, de
acuerdo con su abordaje intercientífico, es precisado por Tovar (1996) en los siguientes
términos:
El planeta Tierra, en los límites del orden natural se organiza en dos grandes niveles: el de la geodinámica interna y el de la geodinámica externa. La primera cae dentro de la competencia de la Geología en tanto que en la segunda, participa la Geomorfología. (p. 34).
En efecto, el abordaje dialéctico de los procesos geodinámicos comprende una
escala de análisis tal que, aun cuando la Geología y la Geomorfología aportan el utillaje
teórico-metodológico fundamental del mismo, su complejidad reclama el concurso de un
marco epistémico interdisciplinario superior acorde con la diversidad de elementos y
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factores involucrados; exigencia que se trata con el abordaje (aproximación) de la
perspectiva ecogeográfica en consideración.
Geomorfología
Concomitante al desarrollo intercientífico de la Geología durante el siglo XIX
(superación del catastrofismo por el gradualismo), surgen las bases disciplinarias de la
Geomorfología. Progresivamente ésta adquirió un perfil epistémico propio influenciado
por teorías cuyos fundamentos germinan y se confrontan a partir de los aportes de
diferentes escuelas de pensamiento científico en Europa y Estados Unidos. De tal manera,
la Geomorfología se instituye bajo la égida del gradualismo geológico desarrollado por
Charles Lyell en su reconocida y considerablemente reeditada obra Principios de Geología
(1830). Esta teoría establece que las causas terrestres actuales pueden explicar toda la
historia geológica del planeta como proceso en fluctuación continua (Woods y Grant,
2006, p. 378).
Por lo tanto, las primeras nociones científicas de la Geomorfología tienen una
orientación fisiográfica vinculada con el estudio gradualista de las: “grandes formas de
relieve, las que tenían que ver con los grandes movimientos de la corteza terrestre”
(Ortega Valcárcel, 2000, p. 371). Así, la Geomorfología se presenta originariamente bajo
un enfoque orientado a la descripción formal del modelado de las grandes estructuras
geológicas, incorporando someramente algunas consideraciones de carácter genético y
superficial.
La perspectiva fisiográfica discurre en la configuración de los cimientos epistémicos
de la Geomorfología moderna (estructural), básicamente en el ámbito académico
occidental, lo cual se corresponde con el predomino de las concepciones naturalistas de la
Geografía en el estudio de los elementos y factores integradores del espacio; debate que
toma fuerza sustantiva durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. En este
proceso resaltan las aportaciones de las escuelas de Geografía estadounidense, alemana y
francesa, cuya confluencia intercientífica dio lugar a la articulación de una matriz
epistemológica para el tratamiento diferencial de la geodinámica externa, derivada de la
acción de aguas corrientes, aguas marinas, hielo y viento sobre la superficie terrestre
(agentes exógenos y procesos gravitacionales).
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Dicha relación intercientífica, valga la acotación, no está exenta de significativas
variantes teóricas, metodológicas y técnicas de un ámbito académico a otro, así como de
fuertes debates, aspecto último en el que destaca la muy productiva confrontación entre
las escuelas geográficas estadounidense y alemana a principios del siglo XX, a saber:
…por una parte, la geomorfología davisiana (escuela estadounidense), entroncada con el más puro positivismo evolucionista, fundamentalmente deductiva y proclive en la práctica a desligarse del resto de la geografía; y, por otra, la escuela alemana encabezada por Albretch y Walter Penck, defensora de una consideración integrada de todos los elementos que definen y distinguen los diversos sectores de la superficie terrestre, partidaria del método inductivo y preocupada por la conexión de sus aportaciones con el resto de la ciencia geográfica. (Gómez Mendoza, Muñoz Jiménez y Ortega Cantero, 1982, pp. 84-85).
Al respecto, sin pretender un orden cronológico, más bien dialéctico, se destacan los
enfoques, aportes y avances de las escuelas geográficas previamente señaladas,
precisando en su abordaje el enriquecimiento progresivo de la disciplina geomorfológica,
así como su integración a orientaciones epistemológicas de mayor alcance en cuanto a
relación de procesos geodinámicos se refiere. En esta dirección, lo siguiente:
Escuela estadounidense: Teniendo antecedentes en la obra de geólogos como
John Wesley Powell (1835-1902), entre otros naturalistas, la escuela estadounidense se
caracteriza por el desarrollo de una orientación deductiva guiada hacia la formulación de
modelos explicativos de carácter cíclico y universal sobre la formación del relieve, basados
en el más rígido positivismo evolucionista y tendientes a desligar sus propios contenidos
(geomorfológicos) de la Geografía (Ortega Valcárcel, 2000, p. 373). El principal exponente
de esta escuela es William Morris Davis (1850-1934), quien desarrolla la tesis del “ciclo de
erosión normal” sustentándose en un modelo mecanicista que explica de manera
generalizada y determinista los procesos vinculados con la acción de las aguas corrientes y
los agentes atmosféricos en el modelado del relieve, sin considerar eficientemente las
variantes climáticas de orden zonal y altitudinal presentes en los diferentes ambientes
terrestres, así como sus implicaciones de orden biótico en el intercondicionamiento
general de los fenómenos exógenos (Tovar, 1996, p. 35). En palabras del propio Davis
(1904), el mencionado “ciclo” implica lo siguiente:
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Cualquier sucesión completa de formas de relieve se puede interpretar en el marco del ciclo geográfico ideal. Dicho ciclo comienza con unos movimientos corticales que colocan una determinada masa de terreno a cierta altura con respecto a la unidad de base. Las formas superficiales que aparecen como consecuencia directa de ello se denominan iniciales. Los procesos destructivos comienzan a actuar sobre estas forma iniciales y lo siguen haciendo hasta reducir finalmente la superficie a su forma definitiva, una llanura baja de relieve imperceptible. Estas sucesivas formas constituyen, por lo tanto, una serie normal en la que están enlazadas desde la primera hasta la última. (p. 184).
Efectivamente, Davis considera que las formas del terreno pueden estudiarse a
partir de procesos dependientes de tres variables fundamentales: estructura, proceso y
tiempo. En base a esto, la descripción y la explicación conducen a la obtención de leyes
científicas para comprender la estructuración (movimientos corticales) y el modelado
superficial del relieve (procesos destructivos), con la intencionalidad de ofrecer modelos
sistemáticos aplicables en estudios geográficos.
En general, esta teoría positivista da nombre y fundamento a la “Geomorfología
deivisiana”, marco epistémico que tiene gran auge e influencia en el mundo académico
occidental durante la primera mitad del siglo XX, y que se devatió ampliamente con la
orientación alemana, siendo superada posteriormente por la escuela francesa. Ello no
implica desconocer que la misma contribuyó decisivamente a la institucionalización
científica de la disciplina, aportando conceptos y técnicas que trascendieron el
cuestionable determinismo evolucionista. William Morris Davis publicó numerosas obras
en las que plasmó su teoría, entre las cuales destacan: Los ríos y valles de Pensilvania
(1889), Meteorología elemental (1894), Geografía física (1898) y El Problema de los
arrecifes de coral (1928), entre otras. Asmismo, elaboró cuantiosos artículos y
comunicaciones científicas concebidas para defender sus tesis, como es el caso de la
intitulada Complicaciones del ciclo geográfico (1904), previamente citada.
Escuela alemana: Asume el estudio geomorfológico desde la posibilidad de
vincular: “formas de relieve y procesos erosivos de acuerdo a los ambientes
dominantes…” (Ortega Valcárcel, 2000, p. 372). Se trata de un enfoque empírico e
inductivo que parte del estudio de geoformas erosionales y deposicionales (ambientes
sedimentarios), cuya dinámica permite aprehender la topografía y fisiografía
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derivada de la incidencia de agentes externos como el clima y la cobertura vegetal.
Albrecht Penck (1858-1945) es uno de los principales representantes de esta escuela
científica, cuya obra Morfología de la superficie terrestre (1894) constituye, junto a sus
consistentes estudios sobre formas glaciares (ambientes sedimentarios del período
Cuaternario), referente insoslayable de esta orientación en que la descripción inductiva de
los procesos del modelado se vincula a las condiciones y variaciones de las “provincias o
regiones climáticas” del planeta, diferenciando sus respectivas subzonas y sectores. Para
Gómez Mendoza et. al. (1982), el método geomorfológico de Penck consiste en:
…describir, clasificar e interpretar el origen y la evolución de las formas que presenta la superficie terrestre, pero considera (A. Penck) que para ello es preciso el establecimiento previo de una taxonomía lo más completa posible de estas formas, la elaboración de clasificaciones basadas en su configuración fisonómica y la consideración de factores no estrictamente geomorfológicos, como el clima y su evolución vegetal pasada y actual. (p. 37).
No obstante, más allá del método en sí, la obra de Penck configura un sistema
riguroso de trabajo que se proyecta sólidamente hacia un paradigma general de la ciencia
geomorfológica, el cual influyó decisivamente en otras escuelas, permitiéndoles superar
modelos deterministas como el deivisiano (escuela estadounidense). La consideración del
clima como factor del modelado terrestre, es una aportación fundamental de Penck,
aspecto que el mismo fundamenta en los siguientes términos:
En el estudio de la superficie terrestre parece posible usar como base el clima (es decir, la interacción de todas las condiciones atmosféricas), ya que se imprime tan claramente en el paisaje que hace posible la distinción de regiones climáticas sin tener que partir de largas series de observaciones meteorológicas. (Penck, 1910, p. 188).
Se trata de las bases que cimentaron y fundamentaron la génesis de la
Geomorfología climática, aporte científico esencial para la sistematización de perspectivas
integrativas posteriores, y superiores valga decir, que se vincularon con otras disciplinas
como la Edafología y la Ecología; configurándose, en tal sentido, tramas interdisciplinarias
cada vez más acordes con la complejidad de los sistemas naturales y la intervención
antrópica de los mismos.
Dentro de la escuela alemana también destacan las significativas aportaciones de
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Alfred Hettner (1859-1941), Sigfried Passarge (1867-1958) y Walter Penck (1888-1923),
entre otras figuras científicas cuyas investigaciones fueron referentes fundamentales para
el desarrollo del conocimiento geográfico y geomorfológico durante el siglo XX.
Escuela francesa: Los avatares científicos de la escuela francesa trascienden,
categóricamente, el modelo deivisiano mediante la construcción de una Geomorfología
climática que predomina académicamente desde la segunda mitad del siglo XX. Esta surge
de la comprensión de “una morfogénesis continuada dentro de una concepción del relieve
terrestre como resultado de la dialéctica entre tectónica y fuerzas externas…” (Gómez
Mendoza et. al., 1982, p. 120-121). Es una orientación basada en la dependencia del
relieve respecto a las condiciones climáticas (Tovar, 1996, p. 35), incorporando bajo esta
perspectiva de análisis la influencia de la zonalidad, la altitud y la vegetación en el
modelado de las formas terrestres, así como la incidencia de la acción antrópica en los
procesos morfogenéticos (erosión antrópica). Sus principales exponentes son Jean Tricart
(1920-2003) y André Cailleux (1907-1986), quienes encuentran en la obra de Carl Troll
(1899-1975) y André Cholley (1886-1968), un importante apoyo teórico-metodológico.
Especialmente, Jean Tricart es autor de una obra geográfica multidisciplinaria que
jalona los avances de la Geomorfología dinámica, orientada al estudio de formas y
relaciones de procesos articulados en los diferentes sistemas morfogenéticos terrestres,
dados a partir de las interacciones entre factores físico-químicos, bióticos y antrópicos,
conforme la trama general de los niveles integrativos y organizativos del espacio (natural y
geográfico). Se trata de interrelación de los procesos geodinámicos internos (energía
geotérmica) y externos (radiación solar), concretados en formas de relieve, a saber:
estructuras geológicas y la superficie de contacto modelada de acuerdo a su diversidad
morfobioclimática. Esta tesis la desarrolla Tricart a lo largo de su obra, ofreciendo
elementos teórico-prácticos cada vez más consistentes para su aplicación en la
investigación científica y la ordenación territorial.
Metodológicamente esto se concibe en términos del análisis integrado del medio o
soporte natural, basándose, para tales efectos epistémicos, en una perspectiva dialéctica y
sistémica del espacio. La misma, es asumida por Tricart como fundamento
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epistemológico de la emergente Geomorfología centrada en el estudio de formas, factores
y procesos dinámicos, lo cual esboza y explica, el mismo geógrafo francés, en los
siguientes términos:
Esta tendencia renovadora ha roto con los planteamientos puramente deductivos de W. M. Davis en los que la imaginación sustituía la recogida paciente de datos. El estudio de los procesos ha abocado a los investigadores a un estudio cada vez más detallado del medio natural en el que los mismos se desarrollan, lo cual ha obligado a integrar la geomorfología en una visión menos sectorial. La geomorfología climática, que pone el acento en las relaciones entre el clima y los procesos, deriva directamente de la geomorfología dinámica, de la cual no es sino un aspecto. (Tricart, 1979, p. 476).
Bajo esta perspectiva, la Geomorfología dinámica (de procesos) subsume las
vertientes estructural y climática de la disciplina dentro de una visión superior que enfoca
el estudio de las relaciones morfogénesis-edafogénesis, para comprender sistemas y
complejos geomorfológicos. Para Tricart, el enfoque sistémico es un instrumento lógico
fundamental cuyo campo de acción es universal: aporta un denominador común a
investigaciones referidas a objetos diferentes. En tal sentido, el mismo permite avanzar en
el reconocimiento fenoménico y esencial de la naturaleza, conforme su propia lógica
interna. Esto favorece la comprensión y la capacidad de respuesta antrópica frente a
problemas socionaturales y de conservación ecológica.
A título ilustrativo, el siguiente cuadro analítico permite resumir los aspectos
teórico-metodológicos más resaltantes de las tres escuelas anteriormente consideradas:
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Cuadro 1
Resumen Científico de las Principales Escuelas de Geomorfología en el Siglo XX
Escuela Concepción
Filosófica
Definición
Disciplinaria
Método Principales
Exponentes
Estadounidense Positivismo
evolucionista.
Geomorfología
teórica sujeta a
rígidos modelos
descriptivos y
explicativos.
Deductivo
basado en el
“ciclo ideal de
la erosión
normal”.
William
Morris Davis
(1850-1934).
Alemana Empirismo
naturalista.
Geomorfología
empirista basada
en el estudio de la
relación clima-
relieve.
Inductivo
tendiente a
describir,
clasificar e
interpretar el
origen y la
evolución de
las formas.
Albrecht
Penck (1858-
1945).
Alfred
Hettner
(1859-1941).
Walter Penck
(1888-1923).
Francesa Teoría
general de
sistemas.
Geomorfología
dinámica basada
en el estudio
dialéctico y
sistémico de
procesos
terrestres.
Método de la
integración
dinámica
basado en el
estudio del
balance entre
morfogénesis y
edafogénesis.
André
Cailleux
(1907-1986).
Jean Tricart
(1920-2003).
Nota. Elaboración propia a partir del aparato crítico manejado.
Con todo lo anterior, la Geomorfología dinámica, en tanto construcción científica
sistematizada por la escuela geográfica francesa mediante la crítica y el reconocimiento de
los aportes trascendentes de las otras corrientes, se convierte en la base de una
concepción sistémica del medio o soporte natural comprendido como síntesis de energía y
materia con sus diversas interacciones multidireccionales (Martínez Martínez, 1997, p.
15). Dicho sistema es geomorfológicamente aprehensible desde el abordaje de procesos
morfoestructurales y morfobioclimáticos integrados en unidades morfogenéticas,
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edafogenéticas y ecodinámicas; aspectos que entran en consideración dentro de la
perspectiva ecogeográfica expuesta subsiguientemente.
Bases de la Ecogeografía
Los procesos geomorfológicos constituyen, en la trama de los sistemas naturales, un
importante nivel de síntesis cuya concreción da cuenta de la diversificación energética
derivada de la incidencia espacial de fuerzas geodinámicas. En tal sentido, comprender
eficientemente los caracteres y modificaciones de la superficie de contacto terrestre,
requiere descubrir el comportamiento combinado de los diferentes geofactores
relacionados en el espacio natural, lo cual tiene expresión en una serie de variables
científicamente separadas dentro de parcelas epistémicas por la disciplinariedad moderna
(Climatología, Geomorfología, Hidrografía, Edafología, Botánica, etc.)
Ante esta fragmentación de marcos epistémicos, la Ecogeografía emerge como una
interdisciplina que, enfocando las interrelaciones dialécticas y sistémicas entre los
elementos y geofactores constitutivos del espacio natural, permite valorar los niveles de
intervención de los grupos humanos en dicho medio, lo cual se hace comprensible desde
el impacto derivado de la producción de objetos y sistemas técnicos en la dinámica del
proceso histórico-social.
Bajo esta perspectiva, corresponde en lo sucesivo abordar la conformación de dicha
interdisciplina, considerando en tal proceso epistemológico las bases integrativas
provenientes de las materias que, de manera general, concurren en su hibridación
científica: la Ecología y la Geografía. Al respecto, se toma como basamento ontológico de
dicha relación epistemológica lo formulado por Tovar (1996) en los siguientes términos:
Si la ecología es la ciencia de las relaciones o interdependencias de los seres vivos con su medio ambiente (entendido como síntesis de elementos naturales), la geografía es la ciencia de los lugares estructurados por el hombre para su existencia sobre la superficie de la Tierra; en otros términos, la geografía es la ciencia de los paisajes localizados en el espacio y definidos como proceso en el tiempo. (p. 164).
Se trata de dos disciplinas científicas cuyos ejes epistemológicos transitan por el
estudio de relaciones entre seres vivos y su medio ambiente o geográfico,
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según el caso, pero que difieren en cuanto a la manera de concebir las mediaciones y
regulaciones específicas entre los agentes y factores que abordan, a saber: la Ecología,
basada en la autoorganización energética de ecosistemas; y la Geografía, fundamentada
en la comprensión histórica de la producción social del espacio sobre las condicionantes
del soporte natural.
Sin embargo, dicha pluralidad ontoespistemológica permite descubrir y entretejer
una relación teórico-metodológica que cobra mayor pertinencia y validez ante la
agudización de la ruptura del metabolismo sociedad-naturaleza, cuyos efectos se
muestran a escala mundial o planetaria en el avance de una crisis socio-ecológica mundial
en perjudicial aumento. En este sentido, lo ecológico y lo geográfico se encuentran
simbióticamente en una relación epistémica que el mismo autor reconoce cuando señala
lo siguiente: “estamos en presencia de concepciones del universo; en otros términos
'posiciones frente a la vida'. La interdependencia ecológica, la unidad funcional biológica y
la interrelación geográfica, responden a la misma actitud: la concepción del conjunto” (ob.
cit., p. 165).
Por consiguiente, la concepción del conjunto es la base para sistematizar una
simbiosis científica entre el abordaje de la unidad funcional de los ecosistemas y el estudio
de la interrelación geográfica: dialéctica sociedad-naturaleza. Más aun, porque con esto se
demuestra la necesidad de estudiar la dinámica de ese “macronicho” que es el sistema
terrestre (naturalmente dado a escala del tiempo geológico), reconociendo los niveles de
intervención antrópica históricamente ejercidos sobre las manifestaciones localizadas del
soporte natural (escala del tiempo humano).
Estructuración Intercientífica de la Ecogeografía
La Ecogeografía es una propuesta epistemológica y metodológica que se inclina al
estudio dialéctico y sistémico del espacio, enfatizando la compleja dinámica socionatural
que lo define. Por sus características constituye una orientación idónea para desarrollar
proposiciones investigativas desde una visión integradora y aprehensiva en términos del
abordaje espacial de las relaciones entre sociedad y naturaleza (aproximación
intercientífica). Por ello, es oportuno desplegar algunas consideraciones y precisiones en
torno al origen, naturaleza y fundamentos epistemológicos de esta “interdisciplina
geográfica”.
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En principio, y retomando consideraciones previas, es necesario reconocer a Jean
Tricart (1920-2003) como el padre de esta propuesta epistemológica, producto de su larga
y fecunda obra como geógrafo e investigador técnico, labor que comparte en diferentes
etapas con André Cailleux y Jean Kilian, y que según Mainguet (citado por Ferrer, 2005)
abarca una multiplicidad de dominios, entre los que se incluyen “geomorfología dinámica,
geomorfología climática, geografía regional, ecogeografía, manejo del territorio,
inventario de recursos, desarrollo del tercer mundo(…)” (p. 141); entre otros ámbitos y
campos de aplicación de la Geografía.
De esta manera, las formulaciones de Tricart transitan por la variedad de
aplicaciones del conocimiento geográfico durante la segunda mitad del siglo XX, lo cual
constituye el hilo conductor de una dilatada trayectoria científica, académica y
profesional, iniciada en 1948 con la obtención del Doctorado en Letras y su posterior
ingreso, después de una breve experiencia en la Sorbona, como profesor en la Universidad
de Estrasburgo, donde por excelencia desempeñó su práctica docente. En esta celebre
institución pasa por los grados de encargado de curso y profesor sin cátedra, hasta llegar a
la titularidad docente, a lo que se suma su desempeño científico-técnico durante varios
años en el Centro de Geografía Aplicada de la misma casa de estudios, desde su creación
académica en 1956; hecho, valga decir, de gran significación para su proyección
profesional internacional (Lugo Hubp, 2003, p. 153).
En este sentido, es importante señalar que el Centro de Geografía Aplicada de
Estrasburgo constituye una referencia insoslayable en el desarrollo y la proyección técnica
del conocimiento geográfico en Francia y el mundo, hecho que tiene impulso institucional
con la celebración del Coloquio de Estrasburgo en 1961, donde según Phlipponneau (2001)
se llega a la conclusión de que “las investigaciones aplicadas aparecen como uno de los
medios para preservar la unidad de la geografía” (p. 134). Efectivamente, con la
articulación de estos esfuerzos en materia de Geografía aplicada, se promueven
programas y acciones que conducen al surgimiento de una perspectiva integral para el
abordaje técnico del espacio, lo cual se confronta con la hiperespecialización de las
llamadas ciencias de la tierra y de la propia Geografía física, especialmente dominada por
las orientaciones de la Geomorfología clásica, basada en el ciclo de erosión normal
(Geomorfología teórica). En dicho coloquio, el mismo Tricart (citado por Phlipponneau,
2001) presenta proposiciones que definen los cimientos de la Ecogeografía, dentro de las
cuales resulta relevante el siguiente planteamiento:
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Nuestro punto de vista debe ser sintético y abarcar el conjunto de las áreas de geografía física, sin limitarse sólo a una especialidad en particular. Por ejemplo, se deben asociar climatología, hidrología, y geomorfología, o geopedología y geomorfología. Este punto de vista sintético contribuye a reforzar la unidad de la geografía y me parece necesario que se insista en este tema. Es fundamental desde el punto de vista del método y solo él puede evitar la dispersión de nuestra disciplina, el efecto provocado por el desarrollo de las técnicas. (p. 135).
En efecto, si bien Tricart enfatiza el campo de la geografía física para proponer la
síntesis aplicada, ya esto constituye un avance importante dentro de la progresión de la
visión global y sistémica que, prospectivamente, sustentará al enfoque ecogeográfico, el
cual, este destacado geógrafo, desarrolla en un conjunto de obras que le permitieron
rebatir los supuestos de la Geomorfología deductiva de William Morris Davis (escuela
estadounidense), para avanzar hacia las orientaciones de la perspectiva dinámica. Esto
condujo a mayores niveles de complejización de la síntesis geomorfológica, elaboración
que en estos términos se presenta como una perspectiva morfobioclimática para acceder
a la dinámica de elementos y factores constituyentes del medio o soporte natural.
Entre las obras que le permiten a Tricart desarrollar la aplicación de esta perspectiva
morfobioclimática, destaca el Tratado de Geomorfología, compuesto por cinco volúmenes
publicados entre 1962 y 1974 en colaboración con André Cailleux (Lugo Hubp, 2003, p.
153). También es importante, en esta misma dirección, la obra Principios y Métodos de la
Geomorfología, conformada por tres tomos publicados entre 1968 y 1981, la cual, según
fuentes consultadas, cuenta con algunas traducciones al español. No obstante, por su
valor epistemológico, y dentro de ello la posibilidad de comprender los fundamentos de
las proposiciones interdisciplinarias de Tricart, destacan tres obras (referenciadas por sus
ediciones en español) en las que el autor y sus correspondientes colaboradores precisan
los postulados del enfoque morfodinámico, morfobioclimático y ecogeográfico que,
progresivamente, fueron configurando, a saber: La epidermis de la Tierra (1969); La
Tierra, planeta viviente (1972); y La eco-geografía y la ordenación del medio natural
(Tricart y Killian, 1982).
Con todo esto, la Ecogeografía constituye una perspectiva revolucionaria en el
campo de la Geografía, acorde con la infinita complejidad del mundo y del conocimiento
en la actualidad, ya que confronta categóricamente la vieja antinomia entre
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las orientaciones física y humana derivadas de la división del objeto de estudio de esta
disciplina, proponiendo un enfoque orientado al estudio integral y diferencial del soporte
natural, incorporando la acción de los grupos humanos como variable interviniente bajo
condiciones determinadas.
Así, de acuerdo con Araya Palacios (2006), la Ecogeografía parte de una
consideración que entiende “el medio natural como el resultado de una dialéctica en la
que entran en juego un amplio conjunto de factores entre los que la acción humana
adquiere un papel importante” (p. 42). Por lo tanto, señala el mismo autor, el concepto de
sistema es el instrumento lógico por excelencia para estudiar los problemas de la
naturaleza y el ambiente. El sistema es esencialmente dinámico y por ello apropiado para
nutrir los conocimientos fundamentales de una actuación contextualizada, lo que no es el
caso del inventario que, por naturaleza, es estático. De ahí, la necesidad de estudiar el
“sistema ecogeográfico” a partir de la relación de diferentes variables: el clima, la forma
del relieve, el agua, el suelo, las formaciones vegetales, la fauna, la acción antrópica, entre
otras.
Bajo esta perspectiva, la Ecogeografía constituye una visión dialéctica y sistémica
cuyos instrumentos conceptuales y categoriales ofrecen un importante marco epistémico
para descubrir y elucidar, criteriológicamente, relaciones entre los elementos y factores
constitutivos del espacio (especialmente en cuanto a la articulación de la eco-base) como
forma de existencia de la realidad material y su diversificación energética; la cual, para
Tricart y Killian, (1982) se integra y organiza en tres niveles:
- el nivel de organización de la materia, caracterizado por la ordenación de los corpúsculos que la componen; - el nivel de organización de la vida, que supone una aptitud para la reproducción acompañada de una tendencia hacia unas formas de organización creciente, al revés que la materia; - el nivel de organización social, que se basa en una conciencia que suscita unas formas de organización inmaterial, de tipo social y económico y que va acompañada de la elaboración de una cultura. (p. 8).
Estos niveles comprenden, como totalidad, una multiplicidad de procesos que
recorren las diferentes manifestaciones dialécticas de la energía y la materia. Dentro de
esta multiplicidad es relevante para Tricart y Killian la potencia técnica del
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factor antrópico, en tanto el desarrollo cultural del ser humano ha significado una
intensificación creciente de los niveles de transformación como soporte natural, para
construir un medio cónsono con la reproducción de la vida social. Este proceso tiene sus
referentes en las revoluciones técnicas que han signado grandes cambios históricos, a
saber: de las formaciones sociales apropiadoras, recolectoras y cazadoras, a las
formaciones productoras agrícolas, y de éstas a las industriales que, con el advenimiento
del capitalismo y la modernidad definen una práctica socioeconómica dirigida por una
lógica de dominación y subordinación estructural en la que la naturaleza resulta
mercantilizada y degradada.
Asumiendo una posición crítica, plantean la necesidad de revertir esta situación
promoviendo una armonía coevolutiva con el medio, análoga al modo de relación
característico de sociedades menos tecnificadas, el cual se funda en “algunas
interdependencias: interdependencia entre los elementos de la naturaleza,
interdependencia entre los hombres, e interdependencia entre el hombre y la naturaleza”
(ob. cit., p. 8). Dicha interdependencia estructural requiere entender equilibradamente las
interrelaciones entre el ser humano y el soporte natural, visión inscrita en la necesidad
innegable de concebir integralmente los procesos naturales y, en mayor medida, la
producción técnica y social del espacio, lo cual complejiza tanto su abordaje cognitivo,
como su factibilidad de reorientación hacia los fines de la conservación de la vida humana.
Con esto, la Ecogeografía se presenta como una perspectiva de análisis que,
enfatizando el estudio dialéctico y sistémico de los progresivos niveles de integración de la
realidad espacial, se traduce en la búsqueda de nuevas estimativas para la intervención
del soporte natural que incidan en el mejoramiento de su uso a favor de la calidad de vida
humana.
Por ello, “la eco-geografía es un punto de vista que se caracteriza por (…) estudiar
de qué manera el hombre se integra a los eco-sistemas y de qué manera se diversifica
esta integración en función del espacio terrestre” (ob. cit., p. 9). Punto de vista que
constituye la base de una perspectiva verdaderamente interdisciplinaria, inscrita en la
concepción del conjunto.
Este enfoque integral lo proponen como una perspectiva de análisis para
aprehender la ecodinámica, en tanto interacción de múltiples procesos que
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“no puede limitarse a una visión estática, descriptiva, del medio natural” (ob. cit., p. 38).
En contrapartida, debe tratarse de una integración dinámica basada en dos aspectos
fundamentales: la dinámica actual, “que determina algunas características del medio
natural, que interfiere con determinados recursos ecológicos(…)”; y las dinámicas
acumuladas, “que se han ejercido en épocas anteriores a la actual, durante unos períodos
relativamente breves en relación a la escala geológica, y que han dejado unas herencias
en el medio natural que utilizamos y es nuestro marco ecológico” (ob. cit., p. 38-39).
Por esta razón, desplegar criteriológicamente la perspectiva ecogeográfica implica
sistematizar una orientación metodológica que vaya de la caracterización ecodinámica de
las geoformas presentes (condiciones actuales), hacia la comprensión de los procesos,
progresivos y acumulativos que les dan contenido en la escala del tiempo geológico
(geocronología).
De esta manera, los autores proceden a caracterizar y clasificar las unidades del
medio natural, teniendo en cuenta las aplicaciones técnicas correspondientes según cada
caso. En este sentido, plantean que el medio natural ocupa una interfacies entre el globo
terrestre, tierras y aguas, y la atmósfera, la cual constituye una relación de interacciones
ecodinámicas “donde se elaboran los materiales especiales: las formaciones superficiales,
resultado de la modificación de las formaciones geológicas en contacto con la atmósfera,
el agua y los gases que contiene (fenómenos de meteorización)” (ob. cit., p. 40). Así, la
superficie de contacto (interfacie) entre las geósferas (internas y externas) se convierte en
el instrumento conceptual fundamental de la perspectiva ecogeográfica para abordar una
realidad material en que se inserta la vida orgánica, la cual tiene en las especies vegetales,
productores primarios de la cadena trófica, los sintetizadores de la energía y los procesos
ecodinámicos.
Esto implica la transformación y síntesis permanente de los elementos materiales y
la energía proveniente de la radiación solar (fuerzas externas), y de la dinámica endógena
de la tierra (fuerzas internas), todo lo cual se expresa objetivamente en los niveles de
integración del medio natural. Esta articulación físico-natural concurre en la
multidimensionalidad de los procesos geodinámicos, relación dialéctica que informa sobre
los flujos de energía y materia concretados en la complejidad interactiva de la
morfogénesis, la edafogénesis y la diversificación de las formaciones bióticas
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características del sistema terrestre, a lo que se suma la producción técnica y social del
espacio, según las condiciones históricas (intervención antrópica).
De este modo, la Ecogeografía supera las bases de la Ecología y la Geografía física, al
trascender la originaria fundamentación positivista de éstas, por una concepción en la que
se comprende la organicidad de la dinámica de procesos que, dialécticamente,
interactúan bajo el influjo de los elementos y factores definidores de los niveles de
integración y organización del espacio. Esto permite incorporar instrumentos
conceptuales dotados de una especial fuerza integradora, tales como “ecodinámica” y
“sistema ecogeográfico”, en la categorización y despliegue del método de la integración
dinámica.
Por consiguiente, si se trata de comprender relaciones morfo-ecodinámicas
presentes en un complejo geográfico determinado, el criterio de análisis implica descubrir
relaciones entre factores físico-químicos, bióticos y socioculturales dados en la trama del
espacio (social y natural), lo que desde la perspectiva que se viene sistematizando conlleva
la interrelación de variables morfoestructurales, morfobioclimáticas y morfoantrópicas,
incidentes en la diversificación creciente de la superficie de contacto. En conjunto, esta
relación de procesos es el objeto que persigue el método de la integración dinámica
propuesto por Tricart y, en general, es la base epistemológica y ontológica de la
perspectiva ecogeográfica asumida como síntesis.
En esta dirección, la ecodinámica constituye un eje de relaciones energético-
materiales que descubre en las manifestaciones morfológicas del soporte natural la
expresión diferencial de los procesos geodinámicos concretados en complejos
ecogeográficos. Al respecto, se acoge lo planteado por Tovar (2003) en relación a la
ecodinámica, quien apoyándose en una cita de Tricart la define consistentemente de la
siguiente manera:
“el aspecto de la dinámica general del globo (geodinámica) que influye de manera más específica sobre los seres vivos, por la intermediación de su medio ecológico”. El complejo espacial se concibe así integrado a un equilibrio dinámico, que deberá ser atención prioritaria del conocimiento científico en tanto que garantiza la existencia de la especie. Es el equilibrio del sistema Hombre-Sociedad-Naturaleza. (p. 9).
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En tal sentido, la ecodinámica es la síntesis de los procesos geodinámicos (internos y
externos) intervinientes en un área determinada, lo que desde la concepción del conjunto
sostenida se enfoca a partir del estudio dialéctico de la señalada relación entre factores de
orden: morfoestructural, morfobioclimático y morfoantrópico. Dichos procesos pueden
entenderse en estos términos:
Procesos morfoestructurales: Comprenden los factores de la geodinámica interna,
cuyas fuerzas deforman los estratos de la litósfera (plegamientos, fallamientos,
desplazamientos, levantamientos y hundimientos de la corteza) conformando las grandes
estructuras del relieve continental y oceánico. Geológicamente se trata de procesos
tectónicos, magmáticos, volcánicos y metamórficos provenientes de los flujos e
intercambios permanentes de energía entre las capas mecánicas de la Tierra, dinamizados
por el flujo geotérmico (Méndez Baamonde, 2006, p. 54). Abarca procesos integrados
como la epirogénesis (levantamiento y hundimiento conjunto de una gran parte de la
corteza terrestre), la tectogénesis (deformación por fuerzas dinámicas de la corteza
terrestre) y la orogénesis (formación de montañas y en general del relieve levantado)
dentro de la complejidad geodinámica del sistema terrestre.
Procesos morfobioclimáticos: Comprenden los factores de la geodinámica externa
(procesos gravitacionales), causantes del modelado superficial de la corteza terrestre por
agentes dinámicos (aguas corrientes, glaciares, vientos, fuerza mareomotriz, entre otros)
activados, a su vez, por elementos atmosféricas (fuente externa de energía) y regulados
por condiciones geológicas, hidrológicas, edafológicas y biológicas. Se trata de la
morfodinámica entre los medios de ablación (denudación) y acumulación (deposición) en
la compleja trama de la interfacie: clima-geomorfología-hidrografía-suelo-vegetación.
Corresponde a esta relación dinámica la integración de procesos como la morfogénesis
(modelado de ambientes geomorfológicos) y la edafogénesis (formación del suelo según la
incidencia de factores morfodinámicos), en tanto modificaciones reguladas y balanceadas
por las condiciones bioclimáticas sintetizadas en las formaciones vegetales.
Procesos morfoantrópicos: Comprenden las expresiones del impacto
geomorfológico de las actividades humanas sobre el medio o soporte natural, relación de
procesos derivada de la producción técnica y social del espacio, todo lo cual da lugar a la
alteración de las regularidades ecodinámicos en un área determinada. Se evidencia en la
degradación general de la naturaleza, conforme la diversidad de sus
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elementos y geofactores constituyentes, problemática que se mide en el marco de la
evaluación diferenciada del impacto ambiental, el cual abarca una variada gama de
perturbaciones de origen antrópico cuyos efectos se valoran, a su vez, en términos del
nivel e intensidad del cambio operado en el sistema correspondiente (Garmendia
Salvador, Salvador Alcaide, Crespo Sánchez y Garmendia Salvador, 2005, pp. 17-18).
Destacan impactos como: erosión antrópica, degradación de vertientes,
deforestación, pérdida de biodiversidad y, en general, la alteración y contaminación de los
geofactores del medio o soporte natural. Tales perturbaciones, combinadas con la
ocurrencia regular o discontinua de fenómenos naturales, agudizan las condiciones y
posibilidades del riesgo socionatural.
En definitiva, la posibilidad de descubrir y precisar las interrelaciones entre procesos
morfoestructurales, morfobioclimáticos y morfoantrópicos a una escala determinada,
constituye el eje teórico-metodológico que proyecta y orienta la operacionalidad científica
de la perspectiva ecogeográfica, de conformidad con la estrategia interdisciplinaria que de
fondo sustenta el presente ejercicio investigativo.
En tal sentido, la síntesis ecodinámica, como resultado científico, es subsidiaria de la
comprensión integral de la multiplicidad de geofactores concurrentes en la diversificación
del medio o soporte natural; relación compleja que Taborda (2002) precisa al señalar
categóricamente lo siguiente: “La Ecogeografía considera que el medio físico es un
componente del ecosistema, posee su estructura (Contacto Lito-Hidrósfera) y su propia
dinámica (La Geomorfológica) sistematizada por el clima y ejercida indirectamente por la
vegetación” (p. 146). En base a esta concepción del soporte natural se sistematizó la
Ecogeografía como perspectiva integrativa para abordar la compleja y contradictoria
relación sociedad-naturaleza, conforme sus manifestaciones espaciales.
Esto define criteriológicamente la perspectiva intercientífica trascendente que va
desde la Geomorfología (disciplina) a la Ecogeografía, todo en términos de sistematizar la
concepción del conjunto.
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CONCLUSIONES
De conformidad con los planteamientos epistemológicos sistematizados, tienen
lugar y validez las siguientes conclusiones generales:
1. La Geomorfología, al tener como objeto de estudio los procesos geodinámicos
externos concretados en la superficie de contacto, constituye una disciplina cuyos
fundamentos epistemológicos permiten abordar determinados caracteres y
modificaciones específicas inherentes a la diversidad del soporte natural, en tanto sistema
ecodinámico resultante de la interacción diferencial entre factores físicos, químicos y
bióticos, articulados en subsistemas como clima, relieve, aguas (hidrografía), suelos y
vegetación. El enfoque dinámico de la disciplina geomorfológica hace posible dicho
abordaje, sin embargo, ante niveles de complejidad creciente se hace necesaria la
adopción de perspectivas integrativas superiores como la que sustantiva y
categóricamente ofrece la Ecogeografía.
2. La Geomorfología como disciplina adquiere un perfil epistémico propio bajo la
influencia de visiones cuyos fundamentos germinan y se confrontan dialécticamente a
partir del desarrollo de diferentes escuelas occidentales de Geografía, siendo las más
determinantes, en este sentido, la estadounidense, la alemana y la francesa. A partir de la
confluencia intercientífica de dichas escuelas, tiene lugar la articulación de una matriz
epistemológica para el tratamiento diferencial de la geodinámica externa. Bajo esta
perspectiva, se consolidan los basamentos epistémicos y praxiológicos de la
Geomorfología, dándose la convalidación empírica del método de la integración dinámica
sistematizado por la referida escuela francesa durante la segunda mitad del siglo XX.
3. La Ecogeografía, perspectiva epistemológica que se inclina al estudio dialéctico y
sistémico del espacio, enfatizando la compleja dinámica de geofactores que lo define,
constituye una orientación idónea para operacionalizar proposiciones investigativas y
docentes desde una visión integradora dirigida al abordaje espacial de las relaciones entre
sociedad y naturaleza. Aporta sólidos criterios metodológicos e instrumentos
conceptuales que permiten abordar de forma integrada la dinámica de procesos
morfoestructurales, morfobioclimáticos y morfoantrópicos (relaciones ecodinámicas
localizadas) concretados en la superficie de contacto terrestre, dándole un
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nivel cualitativamente superior al tratamiento de lo geomorfológico en la compleja trama
del soporte natural y, más aun, del espacio geográfico concebido en términos de
totalidad.
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RESUMEN CURRICULAR
Alexander Rafael Carmona Rodríguez
Profesor en la Especialidad Geografía e Historia (UPEL-IPMAR). Magíster en Educación
Mención Enseñanza de la Geografía (UPEL-IPMAR). Docente Asistente en el Departamento
de Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara” de Maracay,
Universidad Pedagógica Experimental Libertador, administrando los cursos:
Geomorfología Aplicada a Venezuela, Geografía Económica y Social de Venezuela y
Problemática Físico-geográfica de Venezuela. Investigador adscrito al Núcleo de
Investigaciones Geográficas desde el Aula: GEOAULA