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Página | 38 http://revistas.upel.edu.ve/index.php/dialogica Universidad Pedagógica Experimental Libertador Vicerrectorado de Investigación y Postgrado Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara” Subdirección de Investigación y Postgrado PERSPECTIVA INTERCIENTÍFICA ENTRE GEOMORFOLOGÍA Y ECOGEOGRAFÍA Autor: Alexander R. Carmona R. [email protected] Universidad Pedagógica Experimental Libertador Maracay (IPMAR) Maracay Venezuela PP. 38-63

PERSPECTIVA INTERCIENTÍFICA ENTRE GEOMORFOLOGÍA Y

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Universidad Pedagógica Experimental Libertador Vicerrectorado de Investigación y Postgrado Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara” Subdirección de Investigación y Postgrado

PERSPECTIVA INTERCIENTÍFICA ENTRE GEOMORFOLOGÍA Y ECOGEOGRAFÍA

Autor: Alexander R. Carmona R. [email protected]

Universidad Pedagógica Experimental Libertador – Maracay (IPMAR) Maracay – Venezuela

PP. 38-63

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PERSPECTIVA INTERCIENTÍFICA ENTRE GEOMORFOLOGÍA Y ECOGEOGRAFÍA

Alexander R. Carmona R. [email protected]

Universidad Pedagógica Experimental Libertador – Maracay (IPMAR) Maracay – Venezuela

Recibido: 02/04/2014 Aceptado: 07/07/2014

RESUMEN

En el presente ejercicio investigativo se despliega un estudio sobre la estructuración científica de la Geomorfología, disciplina que enfoca el soporte natural desde la superficie de contacto terrestre. Correlativamente se aborda la Ecogeografía como perspectiva intercientífica que permite comprender la articulación diferencial de geofactores en la complejidad del espacio. En tal sentido, se trata de un estudio analítico-crítico de tipo documental sobre la fundamentación epistemológica de las materias de conocimiento en cuestión, abordando las principales aportaciones concurrentes en dicho proceso. Bajo esta perspectiva, la correspondencia intercientífica entre la Geomorfología y la Ecogeografía permite definir bases para desarrollar proposiciones desde una visión integradora de las relaciones entre sociedad y naturaleza (eco-base), sustentándose en sólidos criterios teórico-metodológicos y conceptuales. Palabras clave: Geomorfología, Ecogeografía, perspectiva intercientífica.

INTERSCIENCE PERSPECTIVE BETWEEN GEOMORPHOLOGY AND ECOGEOGRAPHY

ABSTRACT

In this investigative exercise a study on the scientific structuring of Geomorphology, a discipline that focuses on the natural support from the earth's surface contact is displayed. Correspondingly the Ecogeography addressed as interscience perspective for understanding the differential joint geofactors in space complexity. In this sense, it is a critical-analytical study of documentary on the epistemological foundation of knowledge of the subjects in question, addressing the main concurrent input in this process. From this perspective, the interscientific correspondence between

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Geomorphology and Ecogeography to define basis for developing propositions from an integrated view of relationships between society and nature (echo-base), sustained in solid theoretical-methodological and conceptual approaches. Key words: Geomorphology, Ecogeography, interscience perspective.

INTRODUCCIÓN

La Geomorfología, de acuerdo con su naturaleza disciplinaria en el amplio campo del

conocimiento geofísico (matriz general), aporta sólidos instrumentos conceptuales para el

tratamiento particularizado de los procesos geodinámicos externos (superficie de

contacto), razón por la cual constituye una herramienta muy valiosa para el abordaje

integrativo de lo natural, aun cuando, ante ciertos niveles de complejidad, deba abrirse a

marcos epistémicos superiores que permitan comprender la incidencia de variables

ubicadas más allá de su ámbito específico. Es ahí donde se convalida la Ecogeografía,

interdisciplina que recoge fundamentos de la Geomorfología y los inserta en un nivel

científico superior que trasciende barreras cognitivas, permitiendo a quien se apropia de

sus instrumentos investigativos, hacerse de una sólida base para avanzar coherentemente

en el tratamiento integral del soporte natural.

Por lo tanto, el presente trabajo tiene como finalidad ofrecer un cuerpo de

consideraciones sobre el desarrollo y la estructuración científica de la Geomorfología, para

desde ahí sentar las bases de una perspectiva integrativa que aporte criterios

metodológicos en atención el abordaje multifactorial del soporte natural (eco-base). Dicho

tratamiento implica revisar el origen de la Geomorfología a partir de aportaciones

provenientes de diferentes escuelas geográficas enmarcadas en la cultura científica

occidental (marco primario de la investigación), avanzando sistemáticamente hacia la

fundamentación teórica de la Ecogeografía.

METODOLOGÍA

El presente ejercicio investigativo es de tipo documental, ya que se basa en la

revisión y el análisis crítico de información textual proveniente de materiales divulgados

por medios impresos y electrónicos. Por su naturaleza teórica, el propósito

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del trabajo se adscribe específicamente a las características de: “estudios analítico-críticos

sobre concepciones y enfoques de cualquier área” (Palella Stracuzzi y Martins Pestana,

2010, p. 90). El tratamiento de los materiales se hizo siguiendo las técnicas operacionales

de la investigación documental: fichaje, selección de citas textuales, ordenamiento de las

citas de acuerdo al esquema de trabajo y análisis de contenidos.

Bajo estos términos se despliega el estudio del desarrollo y la estructuración

científica de la Geomorfología, así como de la Ecogeografía en tanto perspectiva

interdisciplinaria que la subsume en un marco teórico superior (concepción del conjunto).

Por consiguiente, se trata de un ejercicio de aproximación en torno a las relaciones que

definen dicha integración epistemológica.

FUNDAMENTOS GENERALES

La Geomorfología descubre su especificidad y esencia epistemológica en lo

geográfico, al constituir una disciplina científica orientada al estudio sistemático de

variables físico-naturales que diferencialmente condicionan el accionar técnico-social de

los grupos humanos en la producción del espacio, concebido como forma-contenido en

cambio permanente. En tal sentido, es pertinente reconocer lo formulado y esbozado

señeramente por Tovar (1966) cuando plantea que la Geomorfología tiene por objeto: “el

estudio de las formas, su evolución y los factores que la explican pero sin olvidar su

propósito central, cual es el de conocer como es ese medio y que propone al hombre” (p.

26).

De ahí que el criterio fundamental para la comprensión de los procesos

geomorfológicos dados en la trama de los sistemas naturales, trascienda este nivel de

agregación energético-material, en cuanto tal, para proyectarse holísticamente hacia el

abordaje integral de las relaciones entre factores geodinámicos y antrópicos; en tanto los

primeros constituyen la relación de fuerzas estructurantes del medio físico que se ofrece

como soporte a los grupos humanos. De esta manera, la dinámica geomorfológica

comprende una relación de factores situada en el eje medular de la interfaz compleja y

contradictora entre sociedad y naturaleza, unidad dialéctica que ontológicamente define

lo geográfico (relación dinámica de fuerzas sociales y naturales).

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Así, la Geomorfología, al enmarcarse en la comprensión integral de los procesos

físico-naturales, encuentra una de sus mejores definiciones científicas en la obra de Tricart

(1969), geógrafo francés de dilatada trayectoria intelectual durante el siglo XX, para quien

el despliegue y la práctica de esta disciplina tiene como objeto descubrir: “los caracteres y

modificaciones de la superficie de contacto entre el medio sólido de la corteza terrestre

(litosfera) y sus envolturas gaseosa (atmósfera) y líquida (hidrosfera)” (p. 15). Este criterio

se convalida hasta la actualidad, tal como se desprende de lo presentado por Ramírez y

González (2005) cuando definen la disciplina en los siguientes términos: “estudio de las

formas de la superficie terrestre y de los procesos por medio de los cuales tienen su

origen y su evolución” (p. 212).

Dichas conceptualizaciones permiten acoger la incidencia diferencial del factor

antrópico como agente que, mediante su accionar técnico, altera la ocurrencia regular de

los procesos geodinámicos externos (degradación de la superficie de contacto) y, a su vez,

en calidad de ente social que se hace vulnerable ante el impacto de los mismos (amenazas

naturales en la incorporación estructural de riesgo socionatural bajo condiciones de

vulnerabilidad humana).

Se trata de avanzar hacia una visión de conjunto que permita aprehender

integralmente las interacciones entre las geósferas externas e internas, conforme las

relaciones entre factores y componentes integradores de lo real: físicos, químicos, bióticos

y socioculturales. El marco epistemológico y el objeto de estudio de dicha visión

estructurante y definidora de la concatenación dialéctica de la dinámica terrestre, de

acuerdo con su abordaje intercientífico, es precisado por Tovar (1996) en los siguientes

términos:

El planeta Tierra, en los límites del orden natural se organiza en dos grandes niveles: el de la geodinámica interna y el de la geodinámica externa. La primera cae dentro de la competencia de la Geología en tanto que en la segunda, participa la Geomorfología. (p. 34).

En efecto, el abordaje dialéctico de los procesos geodinámicos comprende una

escala de análisis tal que, aun cuando la Geología y la Geomorfología aportan el utillaje

teórico-metodológico fundamental del mismo, su complejidad reclama el concurso de un

marco epistémico interdisciplinario superior acorde con la diversidad de elementos y

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factores involucrados; exigencia que se trata con el abordaje (aproximación) de la

perspectiva ecogeográfica en consideración.

Geomorfología

Concomitante al desarrollo intercientífico de la Geología durante el siglo XIX

(superación del catastrofismo por el gradualismo), surgen las bases disciplinarias de la

Geomorfología. Progresivamente ésta adquirió un perfil epistémico propio influenciado

por teorías cuyos fundamentos germinan y se confrontan a partir de los aportes de

diferentes escuelas de pensamiento científico en Europa y Estados Unidos. De tal manera,

la Geomorfología se instituye bajo la égida del gradualismo geológico desarrollado por

Charles Lyell en su reconocida y considerablemente reeditada obra Principios de Geología

(1830). Esta teoría establece que las causas terrestres actuales pueden explicar toda la

historia geológica del planeta como proceso en fluctuación continua (Woods y Grant,

2006, p. 378).

Por lo tanto, las primeras nociones científicas de la Geomorfología tienen una

orientación fisiográfica vinculada con el estudio gradualista de las: “grandes formas de

relieve, las que tenían que ver con los grandes movimientos de la corteza terrestre”

(Ortega Valcárcel, 2000, p. 371). Así, la Geomorfología se presenta originariamente bajo

un enfoque orientado a la descripción formal del modelado de las grandes estructuras

geológicas, incorporando someramente algunas consideraciones de carácter genético y

superficial.

La perspectiva fisiográfica discurre en la configuración de los cimientos epistémicos

de la Geomorfología moderna (estructural), básicamente en el ámbito académico

occidental, lo cual se corresponde con el predomino de las concepciones naturalistas de la

Geografía en el estudio de los elementos y factores integradores del espacio; debate que

toma fuerza sustantiva durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. En este

proceso resaltan las aportaciones de las escuelas de Geografía estadounidense, alemana y

francesa, cuya confluencia intercientífica dio lugar a la articulación de una matriz

epistemológica para el tratamiento diferencial de la geodinámica externa, derivada de la

acción de aguas corrientes, aguas marinas, hielo y viento sobre la superficie terrestre

(agentes exógenos y procesos gravitacionales).

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Dicha relación intercientífica, valga la acotación, no está exenta de significativas

variantes teóricas, metodológicas y técnicas de un ámbito académico a otro, así como de

fuertes debates, aspecto último en el que destaca la muy productiva confrontación entre

las escuelas geográficas estadounidense y alemana a principios del siglo XX, a saber:

…por una parte, la geomorfología davisiana (escuela estadounidense), entroncada con el más puro positivismo evolucionista, fundamentalmente deductiva y proclive en la práctica a desligarse del resto de la geografía; y, por otra, la escuela alemana encabezada por Albretch y Walter Penck, defensora de una consideración integrada de todos los elementos que definen y distinguen los diversos sectores de la superficie terrestre, partidaria del método inductivo y preocupada por la conexión de sus aportaciones con el resto de la ciencia geográfica. (Gómez Mendoza, Muñoz Jiménez y Ortega Cantero, 1982, pp. 84-85).

Al respecto, sin pretender un orden cronológico, más bien dialéctico, se destacan los

enfoques, aportes y avances de las escuelas geográficas previamente señaladas,

precisando en su abordaje el enriquecimiento progresivo de la disciplina geomorfológica,

así como su integración a orientaciones epistemológicas de mayor alcance en cuanto a

relación de procesos geodinámicos se refiere. En esta dirección, lo siguiente:

Escuela estadounidense: Teniendo antecedentes en la obra de geólogos como

John Wesley Powell (1835-1902), entre otros naturalistas, la escuela estadounidense se

caracteriza por el desarrollo de una orientación deductiva guiada hacia la formulación de

modelos explicativos de carácter cíclico y universal sobre la formación del relieve, basados

en el más rígido positivismo evolucionista y tendientes a desligar sus propios contenidos

(geomorfológicos) de la Geografía (Ortega Valcárcel, 2000, p. 373). El principal exponente

de esta escuela es William Morris Davis (1850-1934), quien desarrolla la tesis del “ciclo de

erosión normal” sustentándose en un modelo mecanicista que explica de manera

generalizada y determinista los procesos vinculados con la acción de las aguas corrientes y

los agentes atmosféricos en el modelado del relieve, sin considerar eficientemente las

variantes climáticas de orden zonal y altitudinal presentes en los diferentes ambientes

terrestres, así como sus implicaciones de orden biótico en el intercondicionamiento

general de los fenómenos exógenos (Tovar, 1996, p. 35). En palabras del propio Davis

(1904), el mencionado “ciclo” implica lo siguiente:

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Cualquier sucesión completa de formas de relieve se puede interpretar en el marco del ciclo geográfico ideal. Dicho ciclo comienza con unos movimientos corticales que colocan una determinada masa de terreno a cierta altura con respecto a la unidad de base. Las formas superficiales que aparecen como consecuencia directa de ello se denominan iniciales. Los procesos destructivos comienzan a actuar sobre estas forma iniciales y lo siguen haciendo hasta reducir finalmente la superficie a su forma definitiva, una llanura baja de relieve imperceptible. Estas sucesivas formas constituyen, por lo tanto, una serie normal en la que están enlazadas desde la primera hasta la última. (p. 184).

Efectivamente, Davis considera que las formas del terreno pueden estudiarse a

partir de procesos dependientes de tres variables fundamentales: estructura, proceso y

tiempo. En base a esto, la descripción y la explicación conducen a la obtención de leyes

científicas para comprender la estructuración (movimientos corticales) y el modelado

superficial del relieve (procesos destructivos), con la intencionalidad de ofrecer modelos

sistemáticos aplicables en estudios geográficos.

En general, esta teoría positivista da nombre y fundamento a la “Geomorfología

deivisiana”, marco epistémico que tiene gran auge e influencia en el mundo académico

occidental durante la primera mitad del siglo XX, y que se devatió ampliamente con la

orientación alemana, siendo superada posteriormente por la escuela francesa. Ello no

implica desconocer que la misma contribuyó decisivamente a la institucionalización

científica de la disciplina, aportando conceptos y técnicas que trascendieron el

cuestionable determinismo evolucionista. William Morris Davis publicó numerosas obras

en las que plasmó su teoría, entre las cuales destacan: Los ríos y valles de Pensilvania

(1889), Meteorología elemental (1894), Geografía física (1898) y El Problema de los

arrecifes de coral (1928), entre otras. Asmismo, elaboró cuantiosos artículos y

comunicaciones científicas concebidas para defender sus tesis, como es el caso de la

intitulada Complicaciones del ciclo geográfico (1904), previamente citada.

Escuela alemana: Asume el estudio geomorfológico desde la posibilidad de

vincular: “formas de relieve y procesos erosivos de acuerdo a los ambientes

dominantes…” (Ortega Valcárcel, 2000, p. 372). Se trata de un enfoque empírico e

inductivo que parte del estudio de geoformas erosionales y deposicionales (ambientes

sedimentarios), cuya dinámica permite aprehender la topografía y fisiografía

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derivada de la incidencia de agentes externos como el clima y la cobertura vegetal.

Albrecht Penck (1858-1945) es uno de los principales representantes de esta escuela

científica, cuya obra Morfología de la superficie terrestre (1894) constituye, junto a sus

consistentes estudios sobre formas glaciares (ambientes sedimentarios del período

Cuaternario), referente insoslayable de esta orientación en que la descripción inductiva de

los procesos del modelado se vincula a las condiciones y variaciones de las “provincias o

regiones climáticas” del planeta, diferenciando sus respectivas subzonas y sectores. Para

Gómez Mendoza et. al. (1982), el método geomorfológico de Penck consiste en:

…describir, clasificar e interpretar el origen y la evolución de las formas que presenta la superficie terrestre, pero considera (A. Penck) que para ello es preciso el establecimiento previo de una taxonomía lo más completa posible de estas formas, la elaboración de clasificaciones basadas en su configuración fisonómica y la consideración de factores no estrictamente geomorfológicos, como el clima y su evolución vegetal pasada y actual. (p. 37).

No obstante, más allá del método en sí, la obra de Penck configura un sistema

riguroso de trabajo que se proyecta sólidamente hacia un paradigma general de la ciencia

geomorfológica, el cual influyó decisivamente en otras escuelas, permitiéndoles superar

modelos deterministas como el deivisiano (escuela estadounidense). La consideración del

clima como factor del modelado terrestre, es una aportación fundamental de Penck,

aspecto que el mismo fundamenta en los siguientes términos:

En el estudio de la superficie terrestre parece posible usar como base el clima (es decir, la interacción de todas las condiciones atmosféricas), ya que se imprime tan claramente en el paisaje que hace posible la distinción de regiones climáticas sin tener que partir de largas series de observaciones meteorológicas. (Penck, 1910, p. 188).

Se trata de las bases que cimentaron y fundamentaron la génesis de la

Geomorfología climática, aporte científico esencial para la sistematización de perspectivas

integrativas posteriores, y superiores valga decir, que se vincularon con otras disciplinas

como la Edafología y la Ecología; configurándose, en tal sentido, tramas interdisciplinarias

cada vez más acordes con la complejidad de los sistemas naturales y la intervención

antrópica de los mismos.

Dentro de la escuela alemana también destacan las significativas aportaciones de

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Alfred Hettner (1859-1941), Sigfried Passarge (1867-1958) y Walter Penck (1888-1923),

entre otras figuras científicas cuyas investigaciones fueron referentes fundamentales para

el desarrollo del conocimiento geográfico y geomorfológico durante el siglo XX.

Escuela francesa: Los avatares científicos de la escuela francesa trascienden,

categóricamente, el modelo deivisiano mediante la construcción de una Geomorfología

climática que predomina académicamente desde la segunda mitad del siglo XX. Esta surge

de la comprensión de “una morfogénesis continuada dentro de una concepción del relieve

terrestre como resultado de la dialéctica entre tectónica y fuerzas externas…” (Gómez

Mendoza et. al., 1982, p. 120-121). Es una orientación basada en la dependencia del

relieve respecto a las condiciones climáticas (Tovar, 1996, p. 35), incorporando bajo esta

perspectiva de análisis la influencia de la zonalidad, la altitud y la vegetación en el

modelado de las formas terrestres, así como la incidencia de la acción antrópica en los

procesos morfogenéticos (erosión antrópica). Sus principales exponentes son Jean Tricart

(1920-2003) y André Cailleux (1907-1986), quienes encuentran en la obra de Carl Troll

(1899-1975) y André Cholley (1886-1968), un importante apoyo teórico-metodológico.

Especialmente, Jean Tricart es autor de una obra geográfica multidisciplinaria que

jalona los avances de la Geomorfología dinámica, orientada al estudio de formas y

relaciones de procesos articulados en los diferentes sistemas morfogenéticos terrestres,

dados a partir de las interacciones entre factores físico-químicos, bióticos y antrópicos,

conforme la trama general de los niveles integrativos y organizativos del espacio (natural y

geográfico). Se trata de interrelación de los procesos geodinámicos internos (energía

geotérmica) y externos (radiación solar), concretados en formas de relieve, a saber:

estructuras geológicas y la superficie de contacto modelada de acuerdo a su diversidad

morfobioclimática. Esta tesis la desarrolla Tricart a lo largo de su obra, ofreciendo

elementos teórico-prácticos cada vez más consistentes para su aplicación en la

investigación científica y la ordenación territorial.

Metodológicamente esto se concibe en términos del análisis integrado del medio o

soporte natural, basándose, para tales efectos epistémicos, en una perspectiva dialéctica y

sistémica del espacio. La misma, es asumida por Tricart como fundamento

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epistemológico de la emergente Geomorfología centrada en el estudio de formas, factores

y procesos dinámicos, lo cual esboza y explica, el mismo geógrafo francés, en los

siguientes términos:

Esta tendencia renovadora ha roto con los planteamientos puramente deductivos de W. M. Davis en los que la imaginación sustituía la recogida paciente de datos. El estudio de los procesos ha abocado a los investigadores a un estudio cada vez más detallado del medio natural en el que los mismos se desarrollan, lo cual ha obligado a integrar la geomorfología en una visión menos sectorial. La geomorfología climática, que pone el acento en las relaciones entre el clima y los procesos, deriva directamente de la geomorfología dinámica, de la cual no es sino un aspecto. (Tricart, 1979, p. 476).

Bajo esta perspectiva, la Geomorfología dinámica (de procesos) subsume las

vertientes estructural y climática de la disciplina dentro de una visión superior que enfoca

el estudio de las relaciones morfogénesis-edafogénesis, para comprender sistemas y

complejos geomorfológicos. Para Tricart, el enfoque sistémico es un instrumento lógico

fundamental cuyo campo de acción es universal: aporta un denominador común a

investigaciones referidas a objetos diferentes. En tal sentido, el mismo permite avanzar en

el reconocimiento fenoménico y esencial de la naturaleza, conforme su propia lógica

interna. Esto favorece la comprensión y la capacidad de respuesta antrópica frente a

problemas socionaturales y de conservación ecológica.

A título ilustrativo, el siguiente cuadro analítico permite resumir los aspectos

teórico-metodológicos más resaltantes de las tres escuelas anteriormente consideradas:

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Cuadro 1

Resumen Científico de las Principales Escuelas de Geomorfología en el Siglo XX

Escuela Concepción

Filosófica

Definición

Disciplinaria

Método Principales

Exponentes

Estadounidense Positivismo

evolucionista.

Geomorfología

teórica sujeta a

rígidos modelos

descriptivos y

explicativos.

Deductivo

basado en el

“ciclo ideal de

la erosión

normal”.

William

Morris Davis

(1850-1934).

Alemana Empirismo

naturalista.

Geomorfología

empirista basada

en el estudio de la

relación clima-

relieve.

Inductivo

tendiente a

describir,

clasificar e

interpretar el

origen y la

evolución de

las formas.

Albrecht

Penck (1858-

1945).

Alfred

Hettner

(1859-1941).

Walter Penck

(1888-1923).

Francesa Teoría

general de

sistemas.

Geomorfología

dinámica basada

en el estudio

dialéctico y

sistémico de

procesos

terrestres.

Método de la

integración

dinámica

basado en el

estudio del

balance entre

morfogénesis y

edafogénesis.

André

Cailleux

(1907-1986).

Jean Tricart

(1920-2003).

Nota. Elaboración propia a partir del aparato crítico manejado.

Con todo lo anterior, la Geomorfología dinámica, en tanto construcción científica

sistematizada por la escuela geográfica francesa mediante la crítica y el reconocimiento de

los aportes trascendentes de las otras corrientes, se convierte en la base de una

concepción sistémica del medio o soporte natural comprendido como síntesis de energía y

materia con sus diversas interacciones multidireccionales (Martínez Martínez, 1997, p.

15). Dicho sistema es geomorfológicamente aprehensible desde el abordaje de procesos

morfoestructurales y morfobioclimáticos integrados en unidades morfogenéticas,

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edafogenéticas y ecodinámicas; aspectos que entran en consideración dentro de la

perspectiva ecogeográfica expuesta subsiguientemente.

Bases de la Ecogeografía

Los procesos geomorfológicos constituyen, en la trama de los sistemas naturales, un

importante nivel de síntesis cuya concreción da cuenta de la diversificación energética

derivada de la incidencia espacial de fuerzas geodinámicas. En tal sentido, comprender

eficientemente los caracteres y modificaciones de la superficie de contacto terrestre,

requiere descubrir el comportamiento combinado de los diferentes geofactores

relacionados en el espacio natural, lo cual tiene expresión en una serie de variables

científicamente separadas dentro de parcelas epistémicas por la disciplinariedad moderna

(Climatología, Geomorfología, Hidrografía, Edafología, Botánica, etc.)

Ante esta fragmentación de marcos epistémicos, la Ecogeografía emerge como una

interdisciplina que, enfocando las interrelaciones dialécticas y sistémicas entre los

elementos y geofactores constitutivos del espacio natural, permite valorar los niveles de

intervención de los grupos humanos en dicho medio, lo cual se hace comprensible desde

el impacto derivado de la producción de objetos y sistemas técnicos en la dinámica del

proceso histórico-social.

Bajo esta perspectiva, corresponde en lo sucesivo abordar la conformación de dicha

interdisciplina, considerando en tal proceso epistemológico las bases integrativas

provenientes de las materias que, de manera general, concurren en su hibridación

científica: la Ecología y la Geografía. Al respecto, se toma como basamento ontológico de

dicha relación epistemológica lo formulado por Tovar (1996) en los siguientes términos:

Si la ecología es la ciencia de las relaciones o interdependencias de los seres vivos con su medio ambiente (entendido como síntesis de elementos naturales), la geografía es la ciencia de los lugares estructurados por el hombre para su existencia sobre la superficie de la Tierra; en otros términos, la geografía es la ciencia de los paisajes localizados en el espacio y definidos como proceso en el tiempo. (p. 164).

Se trata de dos disciplinas científicas cuyos ejes epistemológicos transitan por el

estudio de relaciones entre seres vivos y su medio ambiente o geográfico,

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según el caso, pero que difieren en cuanto a la manera de concebir las mediaciones y

regulaciones específicas entre los agentes y factores que abordan, a saber: la Ecología,

basada en la autoorganización energética de ecosistemas; y la Geografía, fundamentada

en la comprensión histórica de la producción social del espacio sobre las condicionantes

del soporte natural.

Sin embargo, dicha pluralidad ontoespistemológica permite descubrir y entretejer

una relación teórico-metodológica que cobra mayor pertinencia y validez ante la

agudización de la ruptura del metabolismo sociedad-naturaleza, cuyos efectos se

muestran a escala mundial o planetaria en el avance de una crisis socio-ecológica mundial

en perjudicial aumento. En este sentido, lo ecológico y lo geográfico se encuentran

simbióticamente en una relación epistémica que el mismo autor reconoce cuando señala

lo siguiente: “estamos en presencia de concepciones del universo; en otros términos

'posiciones frente a la vida'. La interdependencia ecológica, la unidad funcional biológica y

la interrelación geográfica, responden a la misma actitud: la concepción del conjunto” (ob.

cit., p. 165).

Por consiguiente, la concepción del conjunto es la base para sistematizar una

simbiosis científica entre el abordaje de la unidad funcional de los ecosistemas y el estudio

de la interrelación geográfica: dialéctica sociedad-naturaleza. Más aun, porque con esto se

demuestra la necesidad de estudiar la dinámica de ese “macronicho” que es el sistema

terrestre (naturalmente dado a escala del tiempo geológico), reconociendo los niveles de

intervención antrópica históricamente ejercidos sobre las manifestaciones localizadas del

soporte natural (escala del tiempo humano).

Estructuración Intercientífica de la Ecogeografía

La Ecogeografía es una propuesta epistemológica y metodológica que se inclina al

estudio dialéctico y sistémico del espacio, enfatizando la compleja dinámica socionatural

que lo define. Por sus características constituye una orientación idónea para desarrollar

proposiciones investigativas desde una visión integradora y aprehensiva en términos del

abordaje espacial de las relaciones entre sociedad y naturaleza (aproximación

intercientífica). Por ello, es oportuno desplegar algunas consideraciones y precisiones en

torno al origen, naturaleza y fundamentos epistemológicos de esta “interdisciplina

geográfica”.

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En principio, y retomando consideraciones previas, es necesario reconocer a Jean

Tricart (1920-2003) como el padre de esta propuesta epistemológica, producto de su larga

y fecunda obra como geógrafo e investigador técnico, labor que comparte en diferentes

etapas con André Cailleux y Jean Kilian, y que según Mainguet (citado por Ferrer, 2005)

abarca una multiplicidad de dominios, entre los que se incluyen “geomorfología dinámica,

geomorfología climática, geografía regional, ecogeografía, manejo del territorio,

inventario de recursos, desarrollo del tercer mundo(…)” (p. 141); entre otros ámbitos y

campos de aplicación de la Geografía.

De esta manera, las formulaciones de Tricart transitan por la variedad de

aplicaciones del conocimiento geográfico durante la segunda mitad del siglo XX, lo cual

constituye el hilo conductor de una dilatada trayectoria científica, académica y

profesional, iniciada en 1948 con la obtención del Doctorado en Letras y su posterior

ingreso, después de una breve experiencia en la Sorbona, como profesor en la Universidad

de Estrasburgo, donde por excelencia desempeñó su práctica docente. En esta celebre

institución pasa por los grados de encargado de curso y profesor sin cátedra, hasta llegar a

la titularidad docente, a lo que se suma su desempeño científico-técnico durante varios

años en el Centro de Geografía Aplicada de la misma casa de estudios, desde su creación

académica en 1956; hecho, valga decir, de gran significación para su proyección

profesional internacional (Lugo Hubp, 2003, p. 153).

En este sentido, es importante señalar que el Centro de Geografía Aplicada de

Estrasburgo constituye una referencia insoslayable en el desarrollo y la proyección técnica

del conocimiento geográfico en Francia y el mundo, hecho que tiene impulso institucional

con la celebración del Coloquio de Estrasburgo en 1961, donde según Phlipponneau (2001)

se llega a la conclusión de que “las investigaciones aplicadas aparecen como uno de los

medios para preservar la unidad de la geografía” (p. 134). Efectivamente, con la

articulación de estos esfuerzos en materia de Geografía aplicada, se promueven

programas y acciones que conducen al surgimiento de una perspectiva integral para el

abordaje técnico del espacio, lo cual se confronta con la hiperespecialización de las

llamadas ciencias de la tierra y de la propia Geografía física, especialmente dominada por

las orientaciones de la Geomorfología clásica, basada en el ciclo de erosión normal

(Geomorfología teórica). En dicho coloquio, el mismo Tricart (citado por Phlipponneau,

2001) presenta proposiciones que definen los cimientos de la Ecogeografía, dentro de las

cuales resulta relevante el siguiente planteamiento:

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Nuestro punto de vista debe ser sintético y abarcar el conjunto de las áreas de geografía física, sin limitarse sólo a una especialidad en particular. Por ejemplo, se deben asociar climatología, hidrología, y geomorfología, o geopedología y geomorfología. Este punto de vista sintético contribuye a reforzar la unidad de la geografía y me parece necesario que se insista en este tema. Es fundamental desde el punto de vista del método y solo él puede evitar la dispersión de nuestra disciplina, el efecto provocado por el desarrollo de las técnicas. (p. 135).

En efecto, si bien Tricart enfatiza el campo de la geografía física para proponer la

síntesis aplicada, ya esto constituye un avance importante dentro de la progresión de la

visión global y sistémica que, prospectivamente, sustentará al enfoque ecogeográfico, el

cual, este destacado geógrafo, desarrolla en un conjunto de obras que le permitieron

rebatir los supuestos de la Geomorfología deductiva de William Morris Davis (escuela

estadounidense), para avanzar hacia las orientaciones de la perspectiva dinámica. Esto

condujo a mayores niveles de complejización de la síntesis geomorfológica, elaboración

que en estos términos se presenta como una perspectiva morfobioclimática para acceder

a la dinámica de elementos y factores constituyentes del medio o soporte natural.

Entre las obras que le permiten a Tricart desarrollar la aplicación de esta perspectiva

morfobioclimática, destaca el Tratado de Geomorfología, compuesto por cinco volúmenes

publicados entre 1962 y 1974 en colaboración con André Cailleux (Lugo Hubp, 2003, p.

153). También es importante, en esta misma dirección, la obra Principios y Métodos de la

Geomorfología, conformada por tres tomos publicados entre 1968 y 1981, la cual, según

fuentes consultadas, cuenta con algunas traducciones al español. No obstante, por su

valor epistemológico, y dentro de ello la posibilidad de comprender los fundamentos de

las proposiciones interdisciplinarias de Tricart, destacan tres obras (referenciadas por sus

ediciones en español) en las que el autor y sus correspondientes colaboradores precisan

los postulados del enfoque morfodinámico, morfobioclimático y ecogeográfico que,

progresivamente, fueron configurando, a saber: La epidermis de la Tierra (1969); La

Tierra, planeta viviente (1972); y La eco-geografía y la ordenación del medio natural

(Tricart y Killian, 1982).

Con todo esto, la Ecogeografía constituye una perspectiva revolucionaria en el

campo de la Geografía, acorde con la infinita complejidad del mundo y del conocimiento

en la actualidad, ya que confronta categóricamente la vieja antinomia entre

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las orientaciones física y humana derivadas de la división del objeto de estudio de esta

disciplina, proponiendo un enfoque orientado al estudio integral y diferencial del soporte

natural, incorporando la acción de los grupos humanos como variable interviniente bajo

condiciones determinadas.

Así, de acuerdo con Araya Palacios (2006), la Ecogeografía parte de una

consideración que entiende “el medio natural como el resultado de una dialéctica en la

que entran en juego un amplio conjunto de factores entre los que la acción humana

adquiere un papel importante” (p. 42). Por lo tanto, señala el mismo autor, el concepto de

sistema es el instrumento lógico por excelencia para estudiar los problemas de la

naturaleza y el ambiente. El sistema es esencialmente dinámico y por ello apropiado para

nutrir los conocimientos fundamentales de una actuación contextualizada, lo que no es el

caso del inventario que, por naturaleza, es estático. De ahí, la necesidad de estudiar el

“sistema ecogeográfico” a partir de la relación de diferentes variables: el clima, la forma

del relieve, el agua, el suelo, las formaciones vegetales, la fauna, la acción antrópica, entre

otras.

Bajo esta perspectiva, la Ecogeografía constituye una visión dialéctica y sistémica

cuyos instrumentos conceptuales y categoriales ofrecen un importante marco epistémico

para descubrir y elucidar, criteriológicamente, relaciones entre los elementos y factores

constitutivos del espacio (especialmente en cuanto a la articulación de la eco-base) como

forma de existencia de la realidad material y su diversificación energética; la cual, para

Tricart y Killian, (1982) se integra y organiza en tres niveles:

- el nivel de organización de la materia, caracterizado por la ordenación de los corpúsculos que la componen; - el nivel de organización de la vida, que supone una aptitud para la reproducción acompañada de una tendencia hacia unas formas de organización creciente, al revés que la materia; - el nivel de organización social, que se basa en una conciencia que suscita unas formas de organización inmaterial, de tipo social y económico y que va acompañada de la elaboración de una cultura. (p. 8).

Estos niveles comprenden, como totalidad, una multiplicidad de procesos que

recorren las diferentes manifestaciones dialécticas de la energía y la materia. Dentro de

esta multiplicidad es relevante para Tricart y Killian la potencia técnica del

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factor antrópico, en tanto el desarrollo cultural del ser humano ha significado una

intensificación creciente de los niveles de transformación como soporte natural, para

construir un medio cónsono con la reproducción de la vida social. Este proceso tiene sus

referentes en las revoluciones técnicas que han signado grandes cambios históricos, a

saber: de las formaciones sociales apropiadoras, recolectoras y cazadoras, a las

formaciones productoras agrícolas, y de éstas a las industriales que, con el advenimiento

del capitalismo y la modernidad definen una práctica socioeconómica dirigida por una

lógica de dominación y subordinación estructural en la que la naturaleza resulta

mercantilizada y degradada.

Asumiendo una posición crítica, plantean la necesidad de revertir esta situación

promoviendo una armonía coevolutiva con el medio, análoga al modo de relación

característico de sociedades menos tecnificadas, el cual se funda en “algunas

interdependencias: interdependencia entre los elementos de la naturaleza,

interdependencia entre los hombres, e interdependencia entre el hombre y la naturaleza”

(ob. cit., p. 8). Dicha interdependencia estructural requiere entender equilibradamente las

interrelaciones entre el ser humano y el soporte natural, visión inscrita en la necesidad

innegable de concebir integralmente los procesos naturales y, en mayor medida, la

producción técnica y social del espacio, lo cual complejiza tanto su abordaje cognitivo,

como su factibilidad de reorientación hacia los fines de la conservación de la vida humana.

Con esto, la Ecogeografía se presenta como una perspectiva de análisis que,

enfatizando el estudio dialéctico y sistémico de los progresivos niveles de integración de la

realidad espacial, se traduce en la búsqueda de nuevas estimativas para la intervención

del soporte natural que incidan en el mejoramiento de su uso a favor de la calidad de vida

humana.

Por ello, “la eco-geografía es un punto de vista que se caracteriza por (…) estudiar

de qué manera el hombre se integra a los eco-sistemas y de qué manera se diversifica

esta integración en función del espacio terrestre” (ob. cit., p. 9). Punto de vista que

constituye la base de una perspectiva verdaderamente interdisciplinaria, inscrita en la

concepción del conjunto.

Este enfoque integral lo proponen como una perspectiva de análisis para

aprehender la ecodinámica, en tanto interacción de múltiples procesos que

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“no puede limitarse a una visión estática, descriptiva, del medio natural” (ob. cit., p. 38).

En contrapartida, debe tratarse de una integración dinámica basada en dos aspectos

fundamentales: la dinámica actual, “que determina algunas características del medio

natural, que interfiere con determinados recursos ecológicos(…)”; y las dinámicas

acumuladas, “que se han ejercido en épocas anteriores a la actual, durante unos períodos

relativamente breves en relación a la escala geológica, y que han dejado unas herencias

en el medio natural que utilizamos y es nuestro marco ecológico” (ob. cit., p. 38-39).

Por esta razón, desplegar criteriológicamente la perspectiva ecogeográfica implica

sistematizar una orientación metodológica que vaya de la caracterización ecodinámica de

las geoformas presentes (condiciones actuales), hacia la comprensión de los procesos,

progresivos y acumulativos que les dan contenido en la escala del tiempo geológico

(geocronología).

De esta manera, los autores proceden a caracterizar y clasificar las unidades del

medio natural, teniendo en cuenta las aplicaciones técnicas correspondientes según cada

caso. En este sentido, plantean que el medio natural ocupa una interfacies entre el globo

terrestre, tierras y aguas, y la atmósfera, la cual constituye una relación de interacciones

ecodinámicas “donde se elaboran los materiales especiales: las formaciones superficiales,

resultado de la modificación de las formaciones geológicas en contacto con la atmósfera,

el agua y los gases que contiene (fenómenos de meteorización)” (ob. cit., p. 40). Así, la

superficie de contacto (interfacie) entre las geósferas (internas y externas) se convierte en

el instrumento conceptual fundamental de la perspectiva ecogeográfica para abordar una

realidad material en que se inserta la vida orgánica, la cual tiene en las especies vegetales,

productores primarios de la cadena trófica, los sintetizadores de la energía y los procesos

ecodinámicos.

Esto implica la transformación y síntesis permanente de los elementos materiales y

la energía proveniente de la radiación solar (fuerzas externas), y de la dinámica endógena

de la tierra (fuerzas internas), todo lo cual se expresa objetivamente en los niveles de

integración del medio natural. Esta articulación físico-natural concurre en la

multidimensionalidad de los procesos geodinámicos, relación dialéctica que informa sobre

los flujos de energía y materia concretados en la complejidad interactiva de la

morfogénesis, la edafogénesis y la diversificación de las formaciones bióticas

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características del sistema terrestre, a lo que se suma la producción técnica y social del

espacio, según las condiciones históricas (intervención antrópica).

De este modo, la Ecogeografía supera las bases de la Ecología y la Geografía física, al

trascender la originaria fundamentación positivista de éstas, por una concepción en la que

se comprende la organicidad de la dinámica de procesos que, dialécticamente,

interactúan bajo el influjo de los elementos y factores definidores de los niveles de

integración y organización del espacio. Esto permite incorporar instrumentos

conceptuales dotados de una especial fuerza integradora, tales como “ecodinámica” y

“sistema ecogeográfico”, en la categorización y despliegue del método de la integración

dinámica.

Por consiguiente, si se trata de comprender relaciones morfo-ecodinámicas

presentes en un complejo geográfico determinado, el criterio de análisis implica descubrir

relaciones entre factores físico-químicos, bióticos y socioculturales dados en la trama del

espacio (social y natural), lo que desde la perspectiva que se viene sistematizando conlleva

la interrelación de variables morfoestructurales, morfobioclimáticas y morfoantrópicas,

incidentes en la diversificación creciente de la superficie de contacto. En conjunto, esta

relación de procesos es el objeto que persigue el método de la integración dinámica

propuesto por Tricart y, en general, es la base epistemológica y ontológica de la

perspectiva ecogeográfica asumida como síntesis.

En esta dirección, la ecodinámica constituye un eje de relaciones energético-

materiales que descubre en las manifestaciones morfológicas del soporte natural la

expresión diferencial de los procesos geodinámicos concretados en complejos

ecogeográficos. Al respecto, se acoge lo planteado por Tovar (2003) en relación a la

ecodinámica, quien apoyándose en una cita de Tricart la define consistentemente de la

siguiente manera:

“el aspecto de la dinámica general del globo (geodinámica) que influye de manera más específica sobre los seres vivos, por la intermediación de su medio ecológico”. El complejo espacial se concibe así integrado a un equilibrio dinámico, que deberá ser atención prioritaria del conocimiento científico en tanto que garantiza la existencia de la especie. Es el equilibrio del sistema Hombre-Sociedad-Naturaleza. (p. 9).

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En tal sentido, la ecodinámica es la síntesis de los procesos geodinámicos (internos y

externos) intervinientes en un área determinada, lo que desde la concepción del conjunto

sostenida se enfoca a partir del estudio dialéctico de la señalada relación entre factores de

orden: morfoestructural, morfobioclimático y morfoantrópico. Dichos procesos pueden

entenderse en estos términos:

Procesos morfoestructurales: Comprenden los factores de la geodinámica interna,

cuyas fuerzas deforman los estratos de la litósfera (plegamientos, fallamientos,

desplazamientos, levantamientos y hundimientos de la corteza) conformando las grandes

estructuras del relieve continental y oceánico. Geológicamente se trata de procesos

tectónicos, magmáticos, volcánicos y metamórficos provenientes de los flujos e

intercambios permanentes de energía entre las capas mecánicas de la Tierra, dinamizados

por el flujo geotérmico (Méndez Baamonde, 2006, p. 54). Abarca procesos integrados

como la epirogénesis (levantamiento y hundimiento conjunto de una gran parte de la

corteza terrestre), la tectogénesis (deformación por fuerzas dinámicas de la corteza

terrestre) y la orogénesis (formación de montañas y en general del relieve levantado)

dentro de la complejidad geodinámica del sistema terrestre.

Procesos morfobioclimáticos: Comprenden los factores de la geodinámica externa

(procesos gravitacionales), causantes del modelado superficial de la corteza terrestre por

agentes dinámicos (aguas corrientes, glaciares, vientos, fuerza mareomotriz, entre otros)

activados, a su vez, por elementos atmosféricas (fuente externa de energía) y regulados

por condiciones geológicas, hidrológicas, edafológicas y biológicas. Se trata de la

morfodinámica entre los medios de ablación (denudación) y acumulación (deposición) en

la compleja trama de la interfacie: clima-geomorfología-hidrografía-suelo-vegetación.

Corresponde a esta relación dinámica la integración de procesos como la morfogénesis

(modelado de ambientes geomorfológicos) y la edafogénesis (formación del suelo según la

incidencia de factores morfodinámicos), en tanto modificaciones reguladas y balanceadas

por las condiciones bioclimáticas sintetizadas en las formaciones vegetales.

Procesos morfoantrópicos: Comprenden las expresiones del impacto

geomorfológico de las actividades humanas sobre el medio o soporte natural, relación de

procesos derivada de la producción técnica y social del espacio, todo lo cual da lugar a la

alteración de las regularidades ecodinámicos en un área determinada. Se evidencia en la

degradación general de la naturaleza, conforme la diversidad de sus

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elementos y geofactores constituyentes, problemática que se mide en el marco de la

evaluación diferenciada del impacto ambiental, el cual abarca una variada gama de

perturbaciones de origen antrópico cuyos efectos se valoran, a su vez, en términos del

nivel e intensidad del cambio operado en el sistema correspondiente (Garmendia

Salvador, Salvador Alcaide, Crespo Sánchez y Garmendia Salvador, 2005, pp. 17-18).

Destacan impactos como: erosión antrópica, degradación de vertientes,

deforestación, pérdida de biodiversidad y, en general, la alteración y contaminación de los

geofactores del medio o soporte natural. Tales perturbaciones, combinadas con la

ocurrencia regular o discontinua de fenómenos naturales, agudizan las condiciones y

posibilidades del riesgo socionatural.

En definitiva, la posibilidad de descubrir y precisar las interrelaciones entre procesos

morfoestructurales, morfobioclimáticos y morfoantrópicos a una escala determinada,

constituye el eje teórico-metodológico que proyecta y orienta la operacionalidad científica

de la perspectiva ecogeográfica, de conformidad con la estrategia interdisciplinaria que de

fondo sustenta el presente ejercicio investigativo.

En tal sentido, la síntesis ecodinámica, como resultado científico, es subsidiaria de la

comprensión integral de la multiplicidad de geofactores concurrentes en la diversificación

del medio o soporte natural; relación compleja que Taborda (2002) precisa al señalar

categóricamente lo siguiente: “La Ecogeografía considera que el medio físico es un

componente del ecosistema, posee su estructura (Contacto Lito-Hidrósfera) y su propia

dinámica (La Geomorfológica) sistematizada por el clima y ejercida indirectamente por la

vegetación” (p. 146). En base a esta concepción del soporte natural se sistematizó la

Ecogeografía como perspectiva integrativa para abordar la compleja y contradictoria

relación sociedad-naturaleza, conforme sus manifestaciones espaciales.

Esto define criteriológicamente la perspectiva intercientífica trascendente que va

desde la Geomorfología (disciplina) a la Ecogeografía, todo en términos de sistematizar la

concepción del conjunto.

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CONCLUSIONES

De conformidad con los planteamientos epistemológicos sistematizados, tienen

lugar y validez las siguientes conclusiones generales:

1. La Geomorfología, al tener como objeto de estudio los procesos geodinámicos

externos concretados en la superficie de contacto, constituye una disciplina cuyos

fundamentos epistemológicos permiten abordar determinados caracteres y

modificaciones específicas inherentes a la diversidad del soporte natural, en tanto sistema

ecodinámico resultante de la interacción diferencial entre factores físicos, químicos y

bióticos, articulados en subsistemas como clima, relieve, aguas (hidrografía), suelos y

vegetación. El enfoque dinámico de la disciplina geomorfológica hace posible dicho

abordaje, sin embargo, ante niveles de complejidad creciente se hace necesaria la

adopción de perspectivas integrativas superiores como la que sustantiva y

categóricamente ofrece la Ecogeografía.

2. La Geomorfología como disciplina adquiere un perfil epistémico propio bajo la

influencia de visiones cuyos fundamentos germinan y se confrontan dialécticamente a

partir del desarrollo de diferentes escuelas occidentales de Geografía, siendo las más

determinantes, en este sentido, la estadounidense, la alemana y la francesa. A partir de la

confluencia intercientífica de dichas escuelas, tiene lugar la articulación de una matriz

epistemológica para el tratamiento diferencial de la geodinámica externa. Bajo esta

perspectiva, se consolidan los basamentos epistémicos y praxiológicos de la

Geomorfología, dándose la convalidación empírica del método de la integración dinámica

sistematizado por la referida escuela francesa durante la segunda mitad del siglo XX.

3. La Ecogeografía, perspectiva epistemológica que se inclina al estudio dialéctico y

sistémico del espacio, enfatizando la compleja dinámica de geofactores que lo define,

constituye una orientación idónea para operacionalizar proposiciones investigativas y

docentes desde una visión integradora dirigida al abordaje espacial de las relaciones entre

sociedad y naturaleza. Aporta sólidos criterios metodológicos e instrumentos

conceptuales que permiten abordar de forma integrada la dinámica de procesos

morfoestructurales, morfobioclimáticos y morfoantrópicos (relaciones ecodinámicas

localizadas) concretados en la superficie de contacto terrestre, dándole un

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nivel cualitativamente superior al tratamiento de lo geomorfológico en la compleja trama

del soporte natural y, más aun, del espacio geográfico concebido en términos de

totalidad.

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RESUMEN CURRICULAR

Alexander Rafael Carmona Rodríguez

Profesor en la Especialidad Geografía e Historia (UPEL-IPMAR). Magíster en Educación

Mención Enseñanza de la Geografía (UPEL-IPMAR). Docente Asistente en el Departamento

de Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico “Rafael Alberto Escobar Lara” de Maracay,

Universidad Pedagógica Experimental Libertador, administrando los cursos:

Geomorfología Aplicada a Venezuela, Geografía Económica y Social de Venezuela y

Problemática Físico-geográfica de Venezuela. Investigador adscrito al Núcleo de

Investigaciones Geográficas desde el Aula: GEOAULA