PREGÓN SEMANA SANTA CHICA 2013

Fernando Román Arenas.

PREGÓN SEMANA SANTA CHICA 2013

Cierta persona de nuestro pueblo citó algún día que la Semana Santa no comienza el Domingo de Ramos, con la Entrada Triunfal de Cristo en Jerusalén, sino que comienza con la recogida de Jesús Resucitado. Y así es, cada uno de nosotros debemos de afrontar ese último día pensando en que la Semana Santa no dura sólo una semana: es todo el año. Y es que como bien sabemos todos esa particular Semana nos viene a representar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús; pero para poder vivir esos últimos instantes del Señor debemos de vivir con Fe lo restante: su Vida. Esa Vida que se encuentra representada durante todo el año, desde el Nacimiento del Hijo de Dios hasta la bajada del Espíritu Santo a los apóstoles en Pentecostés. Por eso debemos tener claro que así como la construcción de una casa comienza por los cimientos, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo debe de comenzar por el Nacimiento de Éste y la vida que prosigue.

Cada 24 de Diciembre el Hijo de Dios viene al mundo. Un mundo que no está hecho para Jesús, pero tampoco para nosotros. De ahí que el Salvador muera por nosotros para salvarnos y así llevarnos hacia el Verdadero Mundo que nos tiene preparado. Todo comenzó cuando el Ángel San Gabriel descendió para hablar con la Purísima María para informarle sobre la Buena Nueva que Dios le había otorgado. Y es así, porque de lo contrario ¿hoy en día seguiríamos hablando de Jesucristo, Nuestro Señor? Por ahí comienza la Semana Santa; por la Encarnación y Nacimiento del Hijo del Dios. Sin esos misterios no existiría la Semana de Pasión; no existiría la Semana de Salvación.

Y nació Jesús, el Salvador, y vivió su infancia como la de un niño inocente pero tocado con la única varita mágica que puede existir: la de Dios Padre.

Y continuó su vida, pasando por su bautizo en el Jordán, sus cuarenta días en el desierto, las tentaciones y su vida pública hasta llegar al Domingo de Ramos, día en el que a pesar de saber que sería condenado a muerte por Poncio Pilato, entró en la ciudad de Jerusalén seguido de los apóstoles que le habían acompañado en su Vida; esa Vida que da inicio a la Semana Santa en sí. Aquí, en Pedro Abad, niños Hebreos representan el papel de los apóstoles, repartiendo incienso por cada esquina y llenando de alegría las calles de nuestro pueblo; valientes Costaleros desempeñan el papel de la mula que adentró a Jesús en la ciudad del Templo; alrededor, la gente del pueblo contempla al Señor de los Reyes, que al final del camino se alzará como Único Rey Todopoderoso. Ese Domingo de Ramos abrirá camino a una Semana para vivir con interés artístico, sí; pero más fielmente que nunca con Fe. La Fe que nos acompañará en el camino hacia el Reino de los Cielos.

Y el pueblo se viste de luto para contemplar la Misericordia de Cristo. Un Cristo que yace en una cruz pesada que representa la carga que Jesús sufre para librarnos de todo mal. ¡Ahí se encuentran representados nuestros pecados! Elegantemente y con silencio se reza cada una de las Estaciones por las que Cristo tuvo que pasar antes de Salvarnos. Se recoge en la seriedad de tal Hermandad; una seriedad que representa el Dolor que María

Santísima debió sufrir al ver a su Hijo clavado en la cruz. Cruz que concentra la Muerte y la Vida. La Muerte que Jesús sufre en carne y la Vida que nos da el Misericordioso.

Y un Miércoles Santo será buena jornada para acompañar a la Virgen del Mayor Dolor que es mecida por valientes costaleros y costaleras que “prestan” su séptima vértebra para dar movimiento a tan triste y bella imagen. Imagen que representa el Dolor que sufre una madre al ver que su Hijo ha fallecido en una cruz el día anterior. Rostro que muestra la Misericordia que Cristo le cedió antes de morir.

Pero mirad, ya vemos acercarse al Nazareno al Paseo acompañado de fondo por el Apóstol Fiel.

Y llega el Jueves Santo, ¡el Prendimiento del Hijo! Vestido por una túnica blanca, pura como su rostro, se acerca Jesús al encuentro con Judas que fue capaz de vender al Hijo del Padre por treinta monedas. Ahí está Jesús acompañado por San Juan, el Discípulo Amado. Llega la Centuria Romana que bajo corneta y un beso de traición apresa a Jesús. Romanos que lo apresan a la orden de: ¡Prendedlo! Por eso hoy en día quisiera oír: Aquí lo tenéis, ¡Queredlo! Queredlo porque su Misericordia nos ha hecho hombres y nos ha salvado. Salvación que tras 2000 años aún queremos alcanzar y que sin duda, con la Fe presente en nuestra vida conseguiremos.

Debemos de tener la misma Fe que San Juan mantuvo en el Hijo del Padre. Fe que le ayudó a permanecer al pie de la Cruz. Fe que le ayudó a predicar el Evangelio. Fe que le ayudó a ser fiel e hijo amado. Ahí se encuentra, al margen del Prendimiento, pero velando por Jesús.

San Juan no está solo, está acompañado por penitentes que lo contemplan. Pocos, unidos y que al igual que el Apóstol Fiel permanecen velando a Cristo.

Nos deja el Jueves Santo para dar entrada al Viernes.

Viernes que comienza con el alba del amanecer. Viernes Mayor. Viernes en el que en nuestro pueblo participan todas las Hermandades cofrades. Recorremos en una mañana momentos muy importantes dentro de esa Semana de Pasión; desde el encuentro de la Madre Dolorosa, elegante y bella con su Hijo cargado con una cruz pesada que lleva hasta el calvario hasta el momento en el que el Apóstol Fiel indica a María el camino a seguir. Camino que también seguirá María Magdalena, que con tristeza en su rostro cuida de la Madre Dolorosa. También se encuentra la Santa Mujer Verónica con un paño que limpió el Santo Rostro del Hijo del Padre. Ese Camino hacia el Gólgota es nuestra Calle Jesús, y el sufrimiento de Cristo con la pesada cruz es el que un buen nazareno debe de sentir mientras realiza la Estación de Penitencia. Penitencia por los pecados cometidos. Sufrimiento que nos es inducido por ver al Divino Cordero cargando con nuestra pesada cruz.

Poco a poco, nuestros queridísimos Titulares regresan al lugar de partida, para, por la noche, acompañar a Cristo Yacente en su fúnebre camino por Pedro Abad. Nuestra Señora de los Dolores acompaña al Hijo del Padre, que apenada al ver a Jesús así es consolada por María Magdalena a los pies de la Cruz del Cristo de Revidiego. Ahí llega el cortejo que bajo marchas de luto visitan a las Esclavas que velan el Cuerpo Vivo de Cristo.

De repente nos encontramos ya en el Domingo de Resurrección, último día de nuestra Semana Mayor. La tristeza del Viernes Santo es reemplazada por la alegría de la Madre que se reencuentra con su Hijo Resucitado. Hijo que aún con llagas en sus manos y en su costado nos muestra el Amor y el Perdón hacia los que fueron capaces de crucificarlo. ¡Ahí vuelven a encontrarse la Madre y el Hijo! Alegría que tan queridísima Virgen transmite con su rostro a los allí presentes.

Y regresan juntos a la Ermita del Cristo. Hay tristeza entre los cofrades de nuestro pueblo. Tranquilidad, el Sto. Cristo de los Desamparados velará por ellos. Son momentos para guardar túnicas, costales, corazas,… aun así me gustaría repetiros que la Semana Santa acaba de comenzar: ¡Cristo ha Resucitado! Ha superado la muerte con la fuerza del amor que hay entre Él y el Padre. La Semana de Pasión pasó, pero el Cristo al que durante estos días hemos contemplado con dolor por las calles de Pedro Abad nos espera y nos invita a visitarlo todos los días del año en su camarín barroco.

Mi deseo era tratar de explicar la Semana Santa desde mi punto de vista. Espero que haya sido así. Muchas gracias.

Fernando Román Arenas.

20/03/2013