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1 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA PROYECTO DOCTORAL: Tres ensayos sobre la distribución funcional y personal del ingreso Ensayo No 1 ¿Cómo cambia la distribución personal del ingreso ante cambios en la distribución funcional? El caso de Ecuador VERSIÓN INCOMPLETA (NO CITAR) Nicolás Oliva Junio 2017

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA

PROYECTO DOCTORAL: Tres ensayos sobre la distribución funcional y personal del ingreso

Ensayo No 1

¿Cómo cambia la distribución personal del ingreso ante cambios en la distribución funcional? El caso de Ecuador

VERSIÓN INCOMPLETA (NO CITAR)

Nicolás Oliva

Junio 2017

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1. INTRODUCCIÓN

David Ricardo en 1817 declaró que el principal problema de la economía política era conocer la ley que regula cómo se distribuye el producto nacional entre las diferentes clases sociales (Feiwel, 1974).1 En el estudio de la distribución funcional del ingreso se encuentran, según Ricardo, las claves que gobiernan el crecimiento económico y la acumulación de capital. A finales del siglo XIX la revolución marginalista, a través de la utilidad marginal decreciente, establecía que los factores de producción son remunerados de acuerdo a su aporte marginal al producto (Blaug, 2001). Es decir, la distribución del ingreso era un problema apéndice de la formación de precios en el mercado. Así la teoría neoclásica desplazaba del debate a la relación trabajo-capital y colocaba al individuo como objeto de estudio sin ninguna etiqueta de clase. Con esto se orillaba a la distribución funcional como el resultado de la justa recompensa por lo que cada factor ha creado (Clark, 1899). A inicios del siglo XX la teoría neoclásica llegaría aún más lejos; mediante el uso de funciones de producción bien comportadas -Cobb-Douglas-, establecía que la participación de las rentas del trabajo en el producto nacional era constante como consecuencia de una elasticidad de sustitución entre los factores igual a 1.2Kaldor (1961) consideraba a este supuesto como uno de los "hechos estilizados" del crecimiento de largo plazo.

La estabilidad de participación del ingreso laboral ha sido el supuesto tácito sobre el que descansan los modelos de crecimiento económico basados en funciones de producción con elasticidad de sustitución constante. Contradecir este supuesto significaba remover uno de los basamentos de la teoría económica vigente, por lo que era conveniete seguir asumiendo constante la participación de las rentas trabajo-capital (Giovannoni,2014). Adicionalmente, los aportes de Pareto, Kuznet (Curva) y la teoría de Capital Humano, desplazaron a la distribución funcional de la discusión y fue sustituida por la distribución personal del ingreso (Glyn,2009). La teoría de Capital Humano responsabiliza de la desigualdad a las condiciones materiales (educación y la salud) del individuo. Es decir, la distribución personal se concentró en la desigualdad del ingreso de mercado, una vez las relaciones productivas más importantes se han definido (Lindernboin, 2008; Lindernboin et al., 2011). Implícitamente la distribución personal problematiza la desigualdad cuando el ingreso fue repartido, dejando de lado la fase donde se generó el valor agregado.

Después de 40 años de silencio la distribución funcional del ingreso vuelve a ser parte de la discusión académica y de políticas públicas (Bentolina y Saint-paul, 2003; Daudey y Garcia-Peñalosa, 2007; Atkinson, 2009; Glyn, 2009; Gollin, 2002; Guerreiro, 2012, FMI, 2017). Con nueva evidencia estadística, varios estudios confirman que la participación de los salarios en el ingreso nacional no fue constante en el siglo XX y muestra una tendencia decreciente a partir de la segunda

1 “(…) La determinación de las leyes que regulan esta distribución es el problema principal de la economía política...” (Ricardo, 1817, pág.1) 2 Una elasticidad igual a 1 significa que ante un cambio en los precios relativos de los factores, estos se sustituirán en la misma proporciona que el cambio de los precios, dejando inalterada la remuneración total que recibe cada factor. En otras palabras, si el trabajo se encárese respecto al capital, éste podrá sustituirlo en una magnitud tal que la remuneración total de cada factor es la misma después de la sustitución.

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mitad de la década de los 70 (Guerreiro, 2012; Karabarbounis y Neiman, 2014; Piketty, 2014; Piketty y Zucman, 2014; Dagum, 1988). A su vez, estudios recientes encuentran que la distribución funcional está correlacionada con movimientos en la desigualdad del ingreso personal medidos por el índice de Gini (FMI, 2017; Schlenker y Schmid (2013); Daudey y Garcia-Peñalosa, 2007). Por el contrario, Francese y Mulas-Granados (2015) no hallan una relación importante entre ambas distribuciones para varios países desarrollados. Mankiw (2011) señala que la distribución funcional pierde sentido pues ya no existe una división dicotómica entre las rentas del trabajo y del capital, todo lo contrario, hoy los trabajadores generan rentas de capital y viceversa. Si Mankiw (2011) tiene razón, el índice de Gini deberá ser insensible a cambios en la distribución funcional.

El estado de la literatura aun es incipiente para confirmar o negar esta hipótesis. La principal limitante de los estudios radica en lo poco armonizada y disponible que es la información sobre la distribución funcional (Gollin, 2002), así como su nivel de agregación impide profundizar en los vínculos subyacentes entre ambas distribuciones. Esto genera al menos 3 inconvenientes. El primero, al ser datos agregados esconden los movimientos temporales del ingreso dentro de cada tipo de renta. Es decir, puede ocurrir que la participación del trabajo se mantenga fija en términos macroeconómicos, pero se incremente la desigualdad dentro de los asalariados, lo que daría un efecto neutro en términos de la distribución funcional y al mismo tiempo un aumento de la desigualdad del ingreso personal. Giovannoni (2014) demuestra como detrás de la aparente estabilidad de la participación laboral en Estados Unidos, se esconde un reordenamiento de las rentas dentro de los asalariados: el 1% más rico concentra cada vez más proporción de los ingresos laborales, mientras que la participación laboral del restante 99% se ha reducido en 15 puntos porcentuales desde 1980. Este fenómeno ocurre en otros países desarrollados, lo cual abre la posibilidad de una relación importante entre la desigualdad del ingreso personal y los movimientos de la distribución funcional, que no se detecta bajo correlaciones macro entre países (Giovannoni, 2014). Segundo, el índice de Gini se calcula a partir de encuestas de hogares, las cuales sistemáticamente sub reportan los ingresos de los estratos altos de la población (Atkinson y Piketty, 2007, Alvaredo, 2011). Subreportar ingresos de los estratos altos estaría subestimando el verdadero efecto en la desigualdad del ingreso personal y a su vez subestimaría el vínculo entre la distribución funcional y personal. Tercero, aunque se lograse capturar las rentas altas en las encuestas (o con un método de imputación mediante datos administrativos), existe una gran limitante en cuanto a la definición de ingreso que capturan, tanto las encuestas como las declaraciones de impuestos. Los individuos reportan el ingreso que efectivamente recibieron (flujo de caja), el cual no es igual al ingreso que generaron (devengado). El primero es un enfoque de flujo monetario mientras que el segundo se basa en el principio de Haig–Simons3, donde la renta del individuo se define como el consumo más la variación patrimonial neta (Atkinson et. al, 2011). Es decir, en la actualidad si los dividendos no son distribuidos a los accionistas no se contemplan dentro del ingreso a efectos de calcular la desigualdad. Como demuestra Palacios (2017) o Fairfield y Jorratt (2014), la consideración de los dividendos no distribuidos tiene efectos importantes sobre la medición de la desigualdad y la capacidad redistributiva de los sistemas de impuestos.

3 Para una discusión sobre la definición de Haig–Simons ver Armour et al. (2012).

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Por lo tanto, es necesario estudiar la distribución funcional y personal, desde un enfoque diferente a los métodos usuales basados en correlaciones estadística de agregados entre países. Existen sospechas que atrás de las macro magnitudes se esconden relaciones subyacentes que están provocando una desconexión entre los resultados macroeconómicos (PIB) y las condiciones materiales y subjetivas de los hogares (Atkinson, 2009). Esta desconexión entre los resultados macro-micro están siendo denunciada por instancias políticas y académicas a nivel mundial (Glyn, 2009). Sin embargo, por los problemas mencionados difícilmente se podrán dimensionar con datos agregados.

La presente investigación aporta en este sentido, pues gracias a una rica base de declaraciones de impuestos en Ecuador, que vincula tanto empresas, empleados y accionistas, se estima cómo un movimiento en la distribución funcional -y sus componentes- modifica la distribución personal del ingreso. Para ello se hace uso de la metodología denominada Elasticidad Gini del Ingreso (EGI) la cual mide la sensibilidad -marginal- del índice de Gini del ingreso ante cambios marginales en las diferentes fuentes de renta (del trabajo, del capital, o de transferencias). Esta metodología se enmarca en la línea de investigación denominada de Reforma Marginal iniciada a partir de los trabajos seminales de Ahmad y Stern (1984), Lerman y Yitzhaki (1985) y Stark et al. (1986).

Al vincular la distribución funcional y la distribución personal con información de declaraciones de impuestos se supera los limitantes de trabajos anteriores en tres aspectos fundamentales: (I) al tener información de individuos, accionistas y empresas, se incluye los efecto al interior de las rentas de trabajo y del capital que los datos agregados de cuentas nacionales esconden; (II) se incluyen las rentas de los estratos altos que las encuestas no capturan y la información tributaria si lo hace. (III) Se modifica la definición de ingreso utilizada en las declaraciones de impuestos y, por el contrario, se utiliza un ingreso a la Haig–Simons que incluye los dividendos no distribuidos, de tal forma de estimar el verdadero efecto de las rentas de capital en la desigualdad. Este último tal vez es la novedad más grande pues vincula de forma ideal dos fases del proceso de económico: la generación de las ganancias en las firmas, con la repartición del excedente a los individuos.

Este documento tiene dos objetivos: (I) Dotar de una revisión exhaustiva de las teorías de la distribución del ingreso como primer paso para integrar los marcos teóricos de la distribución funcional y personal, actualmente divorciados. (II) Demostrar que existe una vinculación estadística (negativa y robusta) entre la distribución funcional y personal para lo cual se plantea la Elasticidad Gini del Ingreso como instrumento de cuantificación.

En lo que resta el documento se organiza de la siguiente manera. La segunda sección revisa las antiguas teorías de la distribución del ingreso para que, a la luz de los nuevos acontecimientos, se pueda mejorar el entendimiento de las fuerzas que gobiernan la desigualdad en el siglo XXI. La tercera sección, muestra la evidencia reciente sobre la evolución de la participación de las rentas del trabajo y su vínculo con la desigualdad del ingreso personal. La cuarta sección plantea la metodología de Elasticidad Gini del Ingreso y la quinta sección presentará los resultados para Ecuador. (documento provisional, resultados no disponibles)

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2. LAS TEORIAS DE LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO: DESDE RICARDO A BECKER

2.1 Clásicos

Ricardo es el primero en tratar el reparto de la renta como objeto de estudio (Blaug, 2001). De hecho, en su carta a Malthus asegura que el problema más importante de la economía política es entender cómo se reparte el excedente entre los diferentes grupos que intervienen en su formación. Para Ricardo la ley que gobierna la distribución del excedente es la clave para entender cómo funciona el sistema económico y las fuerzas que determinan la prosperidad (Kaldor, 1956). En este sentido los clásicos están mucho más cerca de Keynes o Marx, y lejos de la escuela neoclásicas quienes veían a la distribución del ingreso como un problema apéndice de la formación de los precios en el mercado, sin más importancia que la pregunta per se (Kaldor, 1956).

Hay que entender la teoría de la distribución en el marco analítico de aproximación de la escuela clásica, es decir, es una economía socialmente interrelacionada, donde los sistemas formaban un todo. Si bien los clásicos no llegaron a ver a la economía como aquel del equilibrio general walrasiano, es un error pensar que éstos concebían a la economía como agentes estancos (Weldon, 1987). Estaban convencidos de la importancia del marco institucional que gobernaba el proceso económico, el cual estaba formado por tres grupos: trabajadores, terratenientes y capitalistas –industrial-. En este contexto se construye la teoría de la distribución de Ricardo. Si bien existía simultaneidad en la repartición del excedente entre aquellos que participaban en la producción, cada tipo de ingreso (salarios, renta y ganancias) se formaba a partir de fuerzas distintas. Tal vez la interpretación más aceptada en la literatura es que la renta de la tierra se establecía mediante el principio de marginalidad4 mientras que los salarios y las ganancias aplicaban el principio del excedente, en donde esta última se definía como residuo (Weldon, 1987; Sandmo, 2013; Kaldor, 1956).

Renta de la tierra

El modelo ricardiano parte diferenciando al sistema económico en dos sectores: la industria y la agricultura. En la etapa que se desarrolló la teoría, los terratenientes y su ingreso -la renta de la tierra- constituían una parte importante del ingreso nacional. En ese sentido, la ley que gobernaba cuánto recibía un terrateniente dependía, según Ricardo, de la productividad de la tierra (Sandmo, 2013, Daggun 1999). Los cultivos tienen diferentes grados de productividad, entre menos productiva es una parcela, mayores serán los costos de producción (trabajo y capital) para producir una unidad de producto (la simplificación del modelo de Ricardo hablaba de maíz). Dado que el precio de la producción es uno sólo en la economía (basándose en la ley de un sólo precio), la producción en cada parcela genera una renta para el dueño de la tierra, que en este caso se define como la diferencia entre la productividad marginal y la productividad media del trabajo de esa tierra, siempre bajo el supuesto de rendimientos decrecientes. De esta forma, Ricardo establecía que un aumento de la demanda de maíz, expandía la frontera de

4 El principio de marginalidad como principio de todos los fenómenos económicos no se introduce hasta la revolución marginalista de finales del siglo XIX (Blaug, 2001).

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producción hacia tierras cada vez menos productivas, lo cual generaba mayores costos de producción, aumentando el precio del maíz y provocando un incremento de la renta de los terratenientes.

Salarios

Para los clásicos la formación del salario no era el resultado de la interacción de oferta y demanda en el mercado. La escuela clásica definía al salario como el costo de producción de un trabajador -el precio natural-, el nivel mínimo por el cual un trabajador puede sobrevivir en condiciones normales de vida que le permiten trabajar (alimentación, vestido, vivienda, etc.). Este concepto se asentó sobre la famosa ley natural de los salarios, la cual señala que un aumento de los salarios sobre el nivel de subsistencia provoca que los trabajadores tengan mejores condiciones vitales y aumentando la tasas de natalidad, incrementando la fuerza de trabajo; una oferta de trabajo mayor a una demanda específica revierte el efecto de alza de salarios y se restituía el equilibrio inicial: el salario de subsistencia (Sandmo, 2013).5 El debate en torno a qué significaba un salario de subsistencia ocupó gran parte de la literatura clásica tratando de conectar el concepto de subsistencia con el salario. Como señala Weldon (1987) en este esfuerzo se esbozaron dos características de una condición de subsistencia: (i) todo aquel que recibe un salario de subsistencia no ahorra, no acumula y no invierte. (ii) Aquellos empleadores que en el mercado laborar intentan pagar un salario menor al de subsistencia se les dificulta contratar pues existen muy pocos dispuestos a trabajar por esa paga.

Sin embargo, si el concepto de subsistencia es la ley que gobierna al salario, entonces cómo entender las diferencias salariales por motivos de ocupación. Este, tal vez es la primera debilidad estructural de la teoría. Smith (1776 [2013])6 en la Riqueza de las Naciones justificaba la inequidad de los salarios por dos causas: la primera, la intervención del Estado que distorsiona la libre competencia, y la segunda precisamente producto de las fuerza de la competencia. En esta segunda explicación Adam Smith esbozaba la teoría que se conoce como la variación compensatoria (Sandmo, 2013; Weldon, 1987), que señala que la diferencia de los salarios se debe a las diferencias naturales en las ocupaciones. Una de estas diferencias es la dificultad inherente de cada ocupación lo cual justifica por qué un minero en menos horas de trabajo puede ganar más que un jornalero común, pues su trabajo se da en condiciones más difíciles y exigentes. Otra razón que diferencia los salarios, señala Smith, es el costo que debió incurrir el trabajador para aprender la profesión (Sandmo, 2013). Una tercera causa de la desigualdad de los salarios era la probabilidad de éxito o fracaso en la profesión. Para Smith, la probabilidad que una persona pueda vivir de una forma razonable siendo zapatero es bastante alto por lo cual el mercado no recompensa de forma extraordinaria; por el contrario, ser abogado, decía, implica incertidumbre sobre el éxito en el

5 La versión de la ley natural de los salarios, parte de la idea malthusiana, mas no se centra en los límites biológicos; Ricardo reformula una visión económica sobre la teoría de los salarios como estado estacionario, es decir dinámico pero no necesariamente constante ni en el tiempo ni entre diferentes sociedades. Hay que considerar que el salario de subsistencia no es un concepto biológico, sino social, el cual es relativo a las condiciones para la cual una sociedad entiende como mínimo vital 6 Smith (1776), en libro I, Capítulo VIII, describe su teoría sobre la formación de los salarios.

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futuro, por lo tanto su trabajo recibe mayor remuneración. En todo caso la escuela clásica no terminó de vincular el salario de subsistencia con la heterogeneidad de profesiones y ocupaciones, manteniendo como centro del pensamiento clásico el salario de subsistencia.

La ley natural de los salarios establecía una explicación a la oferta de mano de obra, así como la forma de ésta. Dado que un aumento del salario hace expandir la oferta de trabajo y una disminución en el mismo provoca que nadie quiera trabajar, entonces se concluye que la oferta para los clásicos y Ricardo era perfectamente elástica o constante (Kaldor, 1956).

Hasta el momento se ha discutido la oferta de mano de obra, no obstante, la determinación de la demanda no fue un tema que abundó en la literatura clásica. Adam Smith consideraba que un incremento de la demanda por trabajo se debía principalmente a un aumento de la demanda general de la economía, lo que le llevó a concluir que no era la riqueza de un país lo que provocaba que los salarios se incrementaran, sino la velocidad a la que la economía crecía (Smith, 1776 [2013]). En esta misma línea argumental, el modelo de Ricardo establecía que la demanda de trabajo está en función de la tasa de acumulación del capital, la cual define cuantos trabajadores se contratarán a una tasa de salario establecida (Kaldor, 1956).

En un contexto de perfecta competencia, de pleno empleo y oferta de mano de obra constante (perfectamente elástica), ante una expansión de la economía se contratan más trabajadores al salario de competencia, es decir, no hay un cambio en el salario de subsistencia, sino que se absorbe mayor empleo. Por lo tanto, un incremento de la demanda agregada lleva a una expansión de la demanda de trabajo. Los salarios en el largo plazo no se incrementan producto de la ley natural de los salarios (lo que supone una oferta de trabajo perfectamente elástica -horizontal-) expandiendo la cantidad de trabajadores y no el salario de los trabajadores ya contratados. Bajo condiciones de rendimientos decrecientes, la contratación de un trabajador más hace concluir a Ricardo que para un nivel de contratación dado, las ganancias de los capitalistas se obtienen como residuo entre el salario de subsistencia y la productividad marginal del trabajo. Esto daba la idea que el desempleo no era una categoría importante para los clásicos, a diferencia de Marx que tenía vinculación directa con el ejército de reserva.

Ganancias

Para Ricardo las ganancias son el residuo de todo el proceso de formación del excedente, es decir, la renta se define por la productividad marginal; el residuo son salarios y ganancias. Mediante la ley del salario de subsistencia, el nuevo excedente se efectiviza como ganancias de los capitalistas. Al mismo tiempo en la tradición de la escuela clásica la ganancia es definida como el rendimiento del capital industrial, entendido como la suma de la tasa de interés más un premio por el riesgo o la incertidumbre que incurrió el capitalista al invertir y producir bienes. La primera gran pregunta que los clásicos se hicieron fue cuáles son las condiciones en el sistema económico que dan lugar a una tasa de ganancia positiva (Sandmo, 2013). En el equilibrio la tasa de ganancia debe compensar al inversor (que es el ahorrador) por ser paciente y no haber consumido su ingreso. Entonces es ahí, en este proceso continuo de inversión y ahorro, como forma natural de la clase

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capitalista para acumular capital, donde se establece las fuerzas que gobiernan el crecimiento económico y la creación de empleo (Pasinetti, 2000 y Dagum, 1999).

Esta doble función que proporciona Ricardo a la ganancia, por un lado, como residuo en la distribución del excedente y al mismo tiempo como catalizador de la acumulación de capital y por lo tanto del crecimiento económico y la formación de empleo, es tal vez la mayor genialidad y nitidez de su teoría (Pasinetti, 2000). En definitiva, en la ganancia es donde se funden los dos marcos teóricos: por un lado, la explicación de cómo se distribuye el ingreso en la economía y por otro, las leyes que gobierna la prosperidad económica. Es decir, se da respuesta a la motivación inicial de Ricardo que exponía en su carta a Malthus: el entender la forma cómo se reparte el excedente es fundamental para comprender el funcionamiento del sistema económico.

Sin embargo, la deuda que deja la tradición clásica es no haber profundizado en los diversos tipos de capital. Al igual que los salarios, asume al capital como un stock homogéneo; sin embargo, en la práctica éste es diverso lo que ocasiona diferentes tasas de ganancia. Así se identifica una debilidad estructural en cuanto a explicar la ganancia dentro de los capitalistas (Sandmo, 2013). Otro de los supuestos del modelo de Ricardo es que las tasas de ganancia entre el sector de agricultura e industria son iguales. Bajo la perfecta movilidad de capital, una discrepancia de las tasas de ganancia en ambos sectores provocaría que se movilice el capital de un sector al otro, restableciendo el equilibrio. Este supuesto se mantuvo en los escritos de Marx, y sin duda son de los aspectos que dejan relativamente rezagadas a ambas teorías de los hechos que acontecen en la economía moderna.

2.2 Marx

Marx aborda la cuestión de la distribución del ingreso desde el marco analítico clásico, pero al mismo tiempo se aleja de éste (Sandmo, 2013; Kaldor, 1956). Mientras para la escuela clásica las diferentes fuentes de rentas (salarios, ganancias e intereses) se determinan bajo principios propios, para Marx la ganancia y los salarios son dos lados de la misma moneda, a través de la tasa de explotación. En el centro del pensamiento está la lucha por el excedente y por ende la simultaneidad de la formación de los salarios y las ganancias. Marx se centra únicamente en el principio del excedente, mientras que Ricardo usaban el principio de marginalidad -en la tierra- como el mecanismo de reparto (Dagum, 1999). Otra diferencia sustancial es que el desempleo juega un papel importante para Marx a través de ejército de reserva el cual incide en el nivel de los salarios (Sandmo, 2013). También hay que decirlo, la distribución del ingreso no es el centro del pensamiento de Marx porque no era el objetivo explícito de su teoría, lo que hace que no exista una única y consistente explicación sobre los determinantes de la distribución del ingreso (Levine, 1987). Hay dos caminos en el pensamiento de Marx, los cuales en momentos se intersecan y también se contradicen entre si (Levine, 1987). Básicamente estas dos hipótesis son: (I) la distribución depende de la determinación del salario de subsistencias y otros factores institucionales –poder de los trabajadores-. (II) La distribución del ingreso es una extensión del proceso de generación de valor y acumulación del capital. Repasaremos por separado estas dos vertientes en el pensamiento de Marx.

Hipótesis I: Salario de subsistencia

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Al igual que los clásicos, en la teoría marxista el reparto del excedente tiene un rol protagónico en el proceso de crecimiento del sistema. Esto es verdad en la medida que existe una relación directa entre lo que Marx llama la reproducción social y el proceso de acumulación del capital (Levine, 1987). La distribución del ingreso entre trabajadores y capitalistas es una condición para definir cuál será la proporción de inversión neta en el siguiente período. Es decir, de acuerdo como se divide el ingreso nacional depende la velocidad de la reproducción: "(...) la magnitud de la acumulación de capital depende de la magnitud de la masa de plusvalía generada"(Marx, 1946 [1999], p. 298). Por lo tanto, en la medida que la única fuente de generación de plusvalía -ganancia- es el trabajo humano, la tasa de acumulación depende de la relación entre salarios y ganancias, es decir, la distribución del ingreso define la tasa de acumulación del capital. Por consiguiente, la formación de los salarios y su fijación es el primer momento para entender el proceso de distribución del ingreso y la reproducción ampliada del capital.

Una vez se ha dado importancia al salario como génesis del proceso de reparto, es importante destacar dos ideas respecto a cómo se define el valor del salario. El trabajo humano, como cualquier otra mercancía, define su valor7 en función del costo necesario para la producción de la fuerza de trabajo (esta idea es tomada de Ricardo y previamente de Malthus como ya vimos), es decir, cuánto necesita el trabajador para comprar de medios de subsistencia para ofertar en condiciones óptimas su trabajo. En este sentido el salario será un salario de subsistencia. Sin embargo, hay autores que niegan que Marx haya capitulado a esta idea. Como dice Garegnani (1984, p. 295): "Marx (...) estuvo lejos de suscribirse a una simple teoría de los salarios basada en la subsistencia". Para él existen fuerzas institucionales que define el nivel del salario real distintas de aquellas que intervienen en la formación del producto social (Garegnani, 1984). En el centro de su teoría está la explotación y el plus valor. En esta puja por el excedente, induce a pensar que los salarios en términos reales tienen una relación preestablecida entre los precios en el mercado y los salarios nominales (Levine, 1987). Por consiguiente, la validez de la hipótesis del salario de subsistencia depende de cómo una determinación a priori del salario real influye sobre los precios y las ganancias. Esta pregunta lleva a la teoría a un callejón sin salida pues implica abordar la relación compleja entre la ganancia, el poder de fijación de precios de las mercancías y el nivel de los salarios; sin duda este es un punto débil y poco tratado en Marx y los Clásicos (Pasinetti, 2000). En su ensayo altamente criticado, Marx (1865 [2010]) llega a la conclusión que el determinante del salario real es el poder de negociación y otros factores exógenos al proceso de producción. En otras palabras, esta hipótesis de la teoría marxista establece un método para fijar la distribución del ingreso, mas no es una teoría de la distribución del excedente. Además, no está en consonancia con el núcleo de la teoría marxista: la ley general de acumulación capitalista.

Hipótesis II: La Ley General de Acumulación Capitalista

La segunda vertiente está vinculada con el contexto general de cómo funciona un sistema de producción capitalista: La Ley General de la Acumulación Capitalista. En palabras de Marx " (...) la influencia que el incremento del capital ejerce sobre la

7 Para Marx el valor y precio están relacionado en proporciones constates y siempre el precio expresa el valor de las mercancías

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suerte de la clase obrera" (Marx, 1946 [1999], p. 415). Para saber cómo influye el proceso de acumulación en la vida de los trabajadores se debe determinar la influencia del proceso continuo de acumulación capitalista en la composición del capital, tanto en su composición orgánica como técnica. La composición orgánica se define como el monto de salarios respecto al valor del capital constante o medios de producción, mientras que la composición técnica relaciona la cantidad de empleo necesario para poner en marcha el monto de capital existente. Cuando parte de la plusvalía se destina a la formación de nuevo capital una parte corresponderá hacia capital constante y la otra parte a la compra de nueva fuerza de trabajo. ¿En qué proporciones ocurre este fenómeno? Marx divide en dos escenarios esta respuesta: (i) cuando la composición técnica es constante, es decir, en la que la productividad laboral8 se mantiene fija ante el proceso de reproducción ampliada y (ii) cuando la productividad laboral aumenta (cambia la composición técnica) y con ello la relación entre capital constante y variable se amplía, destinando cada vez menos capital variable -salarios- en relación al capital constante.

I)En el primer escenario, productividad constante, una cantidad adicional de capital demanda una misma proporción de nuevos empleados. Por ejemplo, si una maquina requiere 3 empleados para funcionar; si se compra una segunda maquina se necesitarán 6 empleados. De esta forma la acumulación de capital aumenta la demanda de mano de obra en igual proporción, donde " (...) en términos matemáticos: la magnitud de la acumulación es la variable independiente, la magnitud de salarios la variable dependiente, y no a la inversa" (Marx, 1946 [1999], p. 374). Un incremento de la demanda de empleo de forma contínua, producto de la reproducción ampliada -acumulación-, tarde o temprano ejercerá presión en el precio de la fuerza de trabajo haciendo que suba. No obstante, la masa salariar es uno de los determinantes más importante de las tasas de ganancias. Mayores salarios genera expectativas negativas en el capitalista respecto a la tasa de ganancia futura lo cual reduce la inversión y la tasa de acumulación se desacelerará, desembocando en un exceso del ejército de reserva respecto a la nueva demanda y empujando los salarios hacia abajo. Las mismas fuerzas que alimentan la velocidad de acumulación son las que, llegando un punto, la desvanecen (Levine,1987). Sin embargo, en el tomo I de El Capital Marx dedica gran parte al proceso de formación de la gran industria. Esto da cuenta de la importancia que daba al progreso técnico dentro de su teoría. Es decir, la acumulación de capital trae un avance tecnológico inherente ya que el nuevo capital que remplaza al antiguo siempre incorporará innovaciones que hace de éste una maquinaria más eficiente que la anterior. Como afirma Levine (1987), una forma de revivir el núcleo de la teoría marxista es abandonar el supuesto de productividad laboral constante.

II)Bajo el segundo escenario de productividad creciente, la variación de la composición técnica del capital se traduce en un cambio de la composición orgánica, provocando que el capital variable y la demanda de empleo sea cada vez menor respecto al incremento de capital. En otras palabras, la demanda de mano

8 Marx define de forma particular la productividad laboral, como el ratio de capital sobre trabajo, en vez

del producto respecto al trabajo (Levine, 1987). Esto porque para Marx el aumento de la productividad es

el producto de los avances en la maquinaria, que permite al obrero producir más en el mismo tiempo.

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de obra crece proporcionalmente menos que la acumulación de capital. Sin embargo, para determinar el efecto global se requiere considerar la intensidad del capital, que se define como el ratio del stock de capital sobre el producto neto (K/Y), y a su vez la oferta de mano de obra. Con esto elementos en la mano Marx llega a la conclusión que el efecto de la acumulación de capital sobre la demanda de empleo queda desvanecido, provocando un exceso de mano de obra no empleada: el ejército de reserva. De esta forma la evolución de la acumulación del capital al mismo tiempo que es fruto y germen de reproducción de una clase (los capitalistas), se convierte en la fuente de reproducción de la pobreza y explotación de otra, la clase trabajadora.

Ganancias

Para comprender de forma integral la teoría marxista de la distribución del ingreso resta analizar la tasa de ganancia (r) de los capitalistas y cómo ésta se relaciona con el proceso de acumulación y los salarios. Para ello se debe abordar una de las conclusiones estructurales del pensamiento marxista: los límites históricos del capitalismo y su auto extinción. Como acabamos de ver, Marx sentencia que la acumulación viene acompañada con un incremento de la intensidad del capital (k). Este hecho lleva a que la tasa de ganancias (r) tienda a decrecer siempre y cuando la tasa de plusvalía-explotación- permanezca constante (Levine, 1987 Kaldor, 1956).

Siguiendo a Londoño y Posada (1983) se puede concluir que la tasa de ganancia (r) es igual a la tasa de explotación (S), dividida para la composición orgánica del capital (Co) más uno. Para cumplir el presagio marxista que la tasa de ganancia tiende a decreces se requiere en términos matemáticos que el numerador (S) permanezca constante y que al mismo tiempo el denominador, la composición orgánica del capital (Co), se incremente, lo cual es el supuesto de partida de la Ley General de acumulación capitalista. Robinson (1942) encuentra contradicciones sobre la tasa de explotación constante y la propia teoría del valor, pues una tasa de explotación constante en toda la economía, bajo una estructura heterogénea de la composición orgánica en las diferentes industrias, lleva a la conclusión lógica que la tasa de ganancia es diferente en los diferentes sectores de la economía. Sin embargo, Marx ratificó que la tasa de ganancia es uniforme en la economía, lo cual conlleva a una flagrante contradicción (Robinson, 1942). En lo que respecta al denominador, Co, Robinson (1942) también encuentra otra contradicción. Cuando la acumulación sigue su curso, la tecnología avanza y cambia la relación entre capital constante y variable. El aumento de la productividad implica un decrecimiento de los requerimientos unitarios de trabajo. En esta circunstancia, la única razón por la que la tasa de ganancia (r) se reduzca es porque el salario real aumente cuando aumenta la intensidad del capital, sin embargo, lo que se contradice con el postulado de Marx de que el salario se mantiene inalterado cuando se incrementa la composición orgánica del capital (Kaldor, 1956). Un aumento de la productividad con salarios contantes significa una tasa de explotación creciente, y no constante como hemos visto anteriormente.

2.3 Neoclásicos

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La teoría neoclásica de la distribución del ingreso no se comprende sin la revolución marginalista que surge a partir de 1870 con los trabajos de Jevons y Merger quienes introducen el concepto de utilidad marginal decreciente como una antítesis a las teorías de valor de Marx (Gaido, 2011; Blaug, 2001).9 Así la utilidad marginal se convertía en la fuente principal de valor basada en los deseo subjetivos del individuo, a diferencia de los clásicos quienes colocaban al trabajo y las condiciones de producción como la fuente generadora de valor (Braff, 1987). La otra característica, de la escuela neoclásica es la generalización de la productividad marginal como principio rector de todos los fenómenos económicos, que hasta entonces sólo era aplicada a la tierra en el modelo de Ricardo (Blaug, 2001). Era una ruptura fundamental con lo que fue la teoría económica hasta ese momento. Las condiciones de clase -instituciones- perdían total sentido, la ley que gobernaba la formación del ingreso era el aporte marginal de cada factor a la producción. J.B Clark en 1899 señalaba: "El propósito (…) es demostrar que la distribución del ingreso en la sociedad es controlada por una ley natural, y que esta ley, si funciona sin intervenciones, dará a cada agente que interviene en la producción la cantidad de riqueza que aquel agente ha creado" (Clark,1908 p. 3). La escuela neoclásica partía de la pregunta ¿por qué el trabajo y el capital son remunerado en las magnitudes que se observan? En principio los factores -bienes superiores- son remunerados porque son escasos, siempre en relación a los deseos de los consumidores quienes buscan mercancías -bienes inferiores-, las cuales para su elaboración necesitan distintos factores de producción (Blaug, 2001). Por lo tanto, la teoría parte que la demanda de factores es una demanda derivada, es decir, está en función de la demanda de bienes y servicios de consumo de la población. En consecuencia al ser una demanda derivada su distribución estará en función de la oferta y demanda en el mercado de bienes y la distribución del ingreso es simplemente una extensión de cómo se fijan los precios de los factores que intervienen en la producción (Kaldor, 1956 Feiwel, 1974). En este ejercicio, se asumen como fija la oferta de factores, razón por la cual se ha ganado el nombre de la teoría de demanda de factores, y no puede ser considerada como una respuesta satisfactoria a la pregunta de cómo se distribuye el excedente (Robinson, 1934; Feiwel, 1974; Pallen, 2010; Mosley, 2012a). El primero en proponer un método de determinar el aporte de cada factor fue Friedrich Von Wieser mediante el principio de imputación, el cual señala que la valoración de los bienes superiores (factores de producción) se mide variando las proporciones en las que éstos intervienen (principio de sustitución iso-cuantas) en la fabricación de bienes inferiores -de consumo- (Braff, 1987). De esta forma el valor imputado a cada factor depende de la contribución marginal de éste en la frontera de su utilización para producir bienes de consumo. Es decir, para finales del siglo XIX la escuela austriaca mediante el método de la imputación llegaba a medir la productividad marginal de los factores y, por consiguiente, su valor y precio. La imputación consistía en variar las proporciones en las que se combinan los bienes superiores (trabajo-capital) para producir bienes inferiores, de tal forma que el valor imputado a cada bien superior variaba de acuerdo a la contribución

9 Bajo este principio cada unidad adicional de consumo representa para el individuo una satisfacción menor que la anterior.

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marginal en la frontera de la utilización del factor. Este método asume que la oferta de factores es constante con una elasticidad cero, que los precios de los bienes de consumo son constantes y los coeficientes de los factores son fijos (Blaug,2001). Sin embargo, no es hasta inicios del siglo XX que la teoría de la productividad marginal aparece como un bloque consolidado propuesto al mismo tiempo en diferentes lugares por autores como Walras, Clark, Wicksteed, Barone y otros (Stingler, 1941). El aporte de este segundo grupo de autores se basa en el principio de sustitución perfecta entre los factores de producción, el cual establece que un factor puede ser remplazado con un incremento del otro factor. Esto implica que los factores son tratados como iguales sin distinción. El trabajo, el capital o la tierra no tiene restricción alguna para sustituirse entre si. Gracias al principio de sustitución completa ningún factor se determina de forma residual, cómo era el principio en la escuela clásica (Stigler, 1941). La teoría neoclásica de la distribución en su versión más extensiva se la puede encontrar en Schultz (1929), Robinson (1934), Stigler (1941) o recientemente en Pullen (2010). Después de una larga desaparición, ha resurgido tímidamente en los libros de Mankiw (2011) y Frank (2010). De hecho, Piketty (2014) hace uso de la productividad marginal para explicar su condición más importante de la fuerza histórica de divergencia del capitalismo (la ya famosa “r>g”). El núcleo de la teoría es la productividad marginal de los factores. Bajo el supuesto de una función de producción bien comportada y=f(K,L), la remuneración que recibe cada factor, en condiciones de equilibrio, es igual al aporte marginal de éste a la generación del producto. Es decir, la contribución marginal del trabajo no es más que 𝑤 = 𝑓𝐿 y la del capital 𝑟 = 𝑓𝐾 , donde w es el salario, r el rendimiento del capital y 𝑓 la primera derivada parcial de la función. Así la sentencia de Clark (1899) que cada trabajador o capitalista recibirán exactamente lo que aportaron, se materializa en la condición de maximización expuesta, pues el salario es igual al producto marginal del trabajo y el rendimiento del capital no es más que el aporte a la producción de una unidad adicional de capital. Usaremos un ejemplo, similar al expuesto por Robinson (1934) referenciando a J.A. Hobb, para explicar el principio de la remuneración de acuerdo al aporte marginal. La siguiente tabla muestra el resultado de una función de producción en la cual tiene como factor variable el trabajo y como constante al capital. Ante cambios en el número de trabajadores (primera columna de la tabla) la producción alcanza los valores que se observan en la segunda columna. La tercera y cuarta columna, muestra la productividad media y marginal del trabajo, respectivamente.

No trabajadores

Producción (unidades)

Producción promedio

Producción marginal

1 10 10 10

2 18 9 8

3 25 8.3 7

4 31 7.75 6

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Para comenzar asumimos que el aporte de cada trabajador a la producción es la producción promedio (columna tres). Por lo tanto, en la tabla anterior se observa que, con excepción del primer trabajador, la remuneración (producción marginal) que recibe cada trabajador no es igual al aporte marginal que hace cada uno de ellos a la producción. Por ejemplo, la inclusión de un segundo trabajador genera que la producción pase de 10 a 18 unidades, lo cual le da un aporte marginal de 8 unidades. Sin embargo, cada trabajador contribuyó –en promedio-con 9 unidades. Es decir, la paga (8) es inferior a lo que él contribuyó al producto (9). Este hecho muestra que el aporte a la producción no es igual a lo que le estarían remunerado a ese trabajador. Esto se repite para los trabajadores 3 y 4, contradiciendo la predicción de la teoría. ¿Por qué no se cumple la teoría? El ejemplo deja en evidencia que la violación del principio de equimarginalidad se produce porque el aporte de cada trabajador extra a la producción siempre es menor al aporte del primer trabajador, en otras palabras, la función de producción tiene rendimientos decrecientes de escala. En el caso inverso, si la función tiene rendimientos crecientes de escala, la remuneración de cada trabajdor es mayor que su aporte a la producción. Por consiguiente, la única forma que la productividad marginal sea igual al aporte de cada trabajador es cuando la función de producción tiene rendimientos constantes. A diferencias de las teorías revisadas hasta ahora, en la cual una de las rentas se establecía como residuo de las otras, el marco neoclásico asume que todas se establecen en base a la marginalidad de forma simultánea. Por ende, la primera condición para que la teoría sea válida es que la suma de los aportes marginales sea igual o agote el producto (𝑦 = 𝐿𝑓𝐿 + 𝐾𝑓𝐾). En la función de producción anterior se observa que la condición de agotamiento no se cumple, pues al multiplicar la dotación del factor, que es 4 trabajadores, por la productividad marginal del trabajo, que para este caso es 6, da como resultado una producción de 24 unidades, inferior a las 31 unidades que se obtuvieron en realidad (ver tabla). Es decir, el producto no se agotó como consecuencia de los rendimientos decrecientes de la función de producción. En el mismo ejemplo, si la función tuviese rendimientos crecientes, la suma de los aportes marginales sobrepasarían la producción efectiva. En otras palabras, la condición de agotamiento, base fundamental de la teoría, sólo se cumple baje funciones homogéneas de grado 1 o rendimientos constantes de escala. Otro problema entorno a la marginalidad lo encontró J.A. Hobbs cuando propuso el concepto de producto marginal en términos de pérdidas. Supongamos el ejemplo usando por Wieser10, en la cual una fábrica de manera óptima empleando 3 hombres de forma conjunta produce 10 bienes, mientras que los mismos hombres de forma independientes producen sólo 3 unidades cada uno. Entonces, si se elimina el trabajo de un hombre, da como resultado una producción total de 6. Es decir, el producto marginal de un hombre es 4 (que es lo que se perdió cuando fue removido pasando de 10 a 6 unidades de producto). Sin embargo, si multiplicamos el producto margina (4) por el número de hombres (3) nos da una producción de 12, que es superior a la efectivamente producida. Esta inconsistencia se da porque 10 Citado en el documento: http://cruel.org/econthought/essays/margrev/distrib.html, autor desconocido.

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la definición de marginalidad es un concepto infinitesimal, es decir, es la variación de unidades del factor de forma infinitesimal. En el ejemplo los cambios son de grandes dimensiones. Para que se cumpla se debe dar la condición que la función de producción sea diferenciable, es decir, exista tasas de sustitución entre los factores. En otras palabras, las funciones de coeficientes fijos, como por ejemplo las funciones de Leontief, traen problemas puesto que no se puede encontrar la derivada parcial de la función (Moseley, 2014). En términos económicos, cuando un proceso productivo exige que ambos factores de producción se combinen en proporciones fijas, entonces no se puede establecer el efecto marginal de un factor de forma independiente, como exige el concepto de marginalidad; si un factor varía el otro no puede ser constante y por consiguiente la derivada parcial no tiene asidero teórico. En la función expuesta en la tabla anterior, implícitamente se asume que es una función diferenciable (diferente de coeficientes fijos) al permitir que el factor trabajo aumente manteniendo constante el capital. En aquellos casos que el capital debe aumentar cuando aumenta el trabajo, como es usual en la vida real, entonces no es posible determinar el efecto marginal de los factores. Sin productividad marginal simplemente no existe teoría. Se rompe el concepto de aporte marginal como la escuela neoclásica lo ha entendido desde la revolución marginalista (Blaug, 2001). ¿Se puede asumir que la economía real no tiene coeficientes fijos de producción? Miller (2000) discute una serie de estudios que le llevan a concluir que, de hecho, los coeficientes fijos entre el trabajo y el capital es preponderante en la economía de Estados Unidos. Walras advirtió esta limitante de la teoría y desarrolló un método para superar esta condición bajo lo que se conoce como el modelo de equilibrio de coeficientes fijos (modelo Walras-Cassel) (Schultz, 1929). Sin embargo, para que sea válido el modelo Walras-Cassel exige un sistema de competencia perfecta y un punto óptimo en la maximización del beneficio. Sin embargo, la versión walrasiana de equilibrio no supera los problemas propios de las funciones de producción neoclásicas, como son la agregación del capital, la imposibilidad de establecer la marginalidad por las materias primas, la sustitución, entre otros inconvenientes (para una crítica extensiva y moderna ver Moseley, 2012a 2012b, 2014, 2015). Tal vez el mayor problema de la teoría neoclásica es su circularidad con la teoría microeconómica de la producción (Pullen, 2010; Mosley, 2014). En resumen, la teoría neoclásica de la distribución establece que los precios de los factores son fijados por su productividad marginal o el aporte de éstos a la producción. Sin embargo, la teoría microeconómica de la producción nos dice exactamente lo contrario, que la cantidad de factores demandados o usados -y su producto marginal- depende de los precios de los factores. Esto nos lleva a un argumento circular y por ende a una contradicción en la teoría.11

11 La primera critica de circularidad de la función de producción fue realizada por Robinson (1950) quien encontró la función de producción tal como se define trae una inconsistencia en su conformación, pues para establecer el valor del stock de capital se debe saber primero qué rendimiento está generando dicho capital. Pero precisamente ese rendimiento es el que se está queriendo medir con la función y el stock de capital como variable independiente. Este problema

fue conocido como el “re-witching” y dio origen a las controversias de Cambridge.

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En definitiva, la teoría neoclásica ha marcado una hegemonía en la explicación de las leyes que gobiernan la distribución del excedente en el último siglo. Sin embargo, su poder predictivo es débil y, además de ser incompleta ( solo explica la demanda), sufre de problemas estructurales en su concepción, lo cual deja en un punto crítico al entendimiento del problema de la distribución. Este hecho llevaba a Robinson (1942) a sentencias: “"Si existe una ley que regula la distribución del ingreso, todavía ésta por ser descubierta" (p.). Después de la teoría neoclásica apareció la última teoría macro funcional del ingreso, de la mando de los discípulos de Keynes: la teoría Poskeynesiana de la distribución del ingreso. 2.4 Postkeynesianos Keynes no desarrolló una teoría de la distribución del ingreso, aunque consideraba junto con el desempleo las dos fallas más importantes de los sistemas sociales a ser resueltas (Minsky, 1975). Fueron sus seguidores, Nicholas Kaldor y Luigui Pasinetti, quienes dentro del marco de pensamiento keynesiano desarrollaron una teoría de la distribución del ingreso. Sin embargo, antes que Keynes, Michael Kalecki había propuesto una teoría de la distribución del ingreso que se antepuso a las primeras ideas de Keynes. Por lo tanto, y asumiendo continuar con la injusticia de la etiqueta de la teoría, se expondrá como una sóla escuela de pensamiento los aportes de estos autores en dos partes: (i) La teoría de Kalecki (1935, 1942, 1954, 1971). (ii) Los desarrollo de Kaldor (1956) y Pasinetti (1962, 1974). Estas dos ramas comparten ideas sobre el funcionamiento del sistema económico: (1) Recuperan la idea de clases sociales que estuvo presente en los clásicos y marginado por los neoclásicos. (2) La inversión es parte importante en la determinación de las ganancias, en sintonía con el pensamiento clásico y marxista. (3) El ahorro y la inversión son procesos independientes donde el ahorro se adapta a la inversión y no a la inversa. (4) Las tasas de ahorro de los capitalistas son superiores a las de los trabajadores (Asimakopulos,1987). Por el contrario, la principal diferencia es que Kalecki concibe a una economía de corto plazo donde la capacidad instalada está subutiliza, mientras que Kaldor y Pasinetti consideran una situación de equilibrio de largo plazo donde existe máxima capacidad y pleno empleo (Kurz y Salvadori, 2010). 2.4.1 Kalecki

Para Keynes las ganancias son un fondo inagotable que se alimenta a medida que los capitalistas deciden invertir y consumir parte de las ganancias previas (Keynes, 1930).12 Kalecki (1935) casi en paralelo planteaba que mientras los trabajadores consumen lo que han ganado, los capitalistas ganan en realidad lo que consumen (Galbraith, 1998; Asimakopulos, 1987). Marx influía en el pensamiento de Kalecki, pues como vimos, en el marxismo dependiendo cómo los capitalistas destinen sus ganancias entre consumo e inversión, se fijará la acumulación de capital y las ganancias futuras. En efecto Kalecki (1935) reconoció que su teoría de la formación de las ganancias la obtuvo de los escritos de Rosa Luxemburgo sobre la reproducción ampliada de Marx (Asimakopulos, 1987). En este aspecto Kalecki

12 Esta idea pue planteado por Keynes en su Tratado sobre el Dinero

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coincidió con Keynes pero partiendo de un punto radicalmente diferente: la reproducción ampliada de Marx.

Para proponer su teoría Kalecki (1954) parte de un equilibrio estático de corto plazo con 3 supuestos básicos: (i) el ahorro de los trabajadores es cero, (ii) la inversión de las firmas es la esperada respecto a la inversión planeada y (iii) el consumo de los hogares es el deseado con respecto al ingreso que disponen. Así bajo el supuesto de la formación del ingreso o valor agregado antes de la intervención del Estado, el ingreso nacional se divide en ganancias G y salarios W (Y=W+G). Además de la identidad contable sabemos que el ingreso tiene usos específicos, los cuales se destina entre el consumo de los trabajadores Cw, consumo de los capitalistas Ck y la inversión I. Es decir, G + W = 𝐶𝑊 + C𝑘 + I.

Bajo el supuesto que 𝑊 = 𝐶𝑊, la identidad anterior queda definida como G = C𝑘 +I. Lo cual establece que las ganancias de los capitalistas es el resultado de su consumo e inversión. Esta relación se construye en términos macroeconómicos; no tiene sentido pensar que un capitalista al consumir e invertir su propia ganancia le producirá más ganancias. Esto es un efecto de los agregados, es decir, cuando todo un grupo de la sociedad, los capitalistas, son guiados por el interés de reproducir su capital provocando mayor actividad económica y mayores ganancias. Como recalcó Kalecki (1942), los trabajadores gastan lo que ganan, mientras que los capitalistas ganan lo que gastan. La ecuación de las ganancias debe ser entendida, como Kalecki lo reconoció, en un efecto que tomará tiempo en ajustarse mediante el multiplicador. Sin embargo, la relación causal de la ecuación de las ganancias queda en duda, ¿La inversión determina las ganancias ó son las ganancias del pasado lo que induce a la inversión? Kalecki, aunque creía que la dirección del efecto estaba sobre qué variable podía decidir el capitalista, que era la inversión, sí reconocería en sus trabajos posteriores el carácter dinámico y recíproco de esta relación (Kalecki, 1971 y Asimakopulos,1987).

En otro pasaje él asegura que la participación de las ganancias en el ingreso nacional depende de como reacciona el producto ante cambios en los factores que determinan las ganancias, en este caso la inversión. Para abordar los canales de este efecto Kalecki señala que las conclusiones dependerán del grado de competencia que tenga el mercado. Como comenta López y Assous (2010), Kalecki detecta dos diferencias de la competencia: (I) Cuando existe competencia perfecta la firma se enfrenta a una demanda horizontal, por lo tanto, ante un incremento de la demanda agregada las empresas podrán vender más mientras sus costos marginales estén por debajo del precio de mercado. Por el contrario, en competencia imperfecta, las empresas no pueden vender al infinito porque su propia oferta tiene un impacto en el precio. Por lo tanto, una variación de la demanda lleva un cambio en los precios en condiciones de competencia perfecta, mientras que en competencia imperfecta los cambios en los precios vienen acompañados con cambios en las cantidades. (II) En competencia perfecta, las empresas enfrentan costos marginales crecientes. En cambio en competencia imperfecta, tiene capacidad no utilizada y el costo marginal es constante. En conjunto estas dos condiciones llevan a concluir a Kalecki que cambios en la demanda no implica variación únicamente en los precios y por lo tanto tampoco un cambio en la participación de los ingresos del trabajo dentro del ingreso nacional, siempre y cuando no se modifiquen las condiciones de competencia en el

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mercado.13 En su primer capítulo del libro de 1954 Kalecki plantea como el grado de monopolio a la relación entre el precio y el costo primo unitario –margen o “mark up”-. Para Kalecki, en situaciones de competencia perfecta los precios se ajustan a cuestiones de costo, mientras que en competencia imperfecta depende de la demanda. Es decir, la distribución del ingreso está en función del ratio precio/costo unitario, o grado de monopolio (López y Assous, 2010).

¿Cómo llega a esa conclusión? Parte de algunos supuestos: asume una empresa verticalmente constituida –consume sus propios insumos-, la productividad laboral es constante; la ganancia bruta es igual a la diferencia entre las ventas y el costo primo (materias primas más salarios); las empresas tienen un costo marginal constante y todo lo producido es vendido en el mismo año. Por lo tanto, si el grado de monopolio de la firma, m, se define como el ratio entre el precio unitario del producto y el costo primo unitario, entonces m es equivalente al ratio entre las ventas totales de la industria y el costo primo total, dando la posibilidad de especificar la ganancia, G, como 𝐺 = (𝑚 − 1)(𝑊 + 𝑀𝑃), donde m es el grado de monopolio, W los salarios pagados y MP el costo total de materias primas (López y Assous, 2010).

Bajo el supuesto que el ingreso nacional Y está distribuido entre ganancias y salarios (𝑌 = 𝑊 + 𝐺), entonces la participación de los salarios en el ingreso nacional, 𝑤, es igual a

𝑤 =𝑊

𝑊 + [(𝑚 − 1)(𝑊 + 𝑀𝑃)]

Si dividimos la ecuación anterior para W, se obtiene la siguiente relación

𝑤 =𝑊

1 + [(𝑚 − 1)(µ + 1)]

Donde µ es el ratio entre los costos de la materia prima (MP) respecto a los salarios pagados W. Por lo tanto, la participación de los salarios en el ingreso nacional depende de forma inversa del grado de monopolio m y de la relación de materias primas respecto a los salarios pagados, µ. Un incremento del grado de m o de µ genera un deterioro de la participación de los salarios, y por lo tanto, un incremento de la participación de las ganancias en la industria en cuestión. Sin embargo, para poder establecer conclusiones para toda la economía se debe incluir un tercer factor: el peso de la industria en el valor agregado de la economía (López y Assous, 2010).

La relación establecida por Kalecki a pesar de ser propuesta hace más de 70 sigue desempeñando un papel importante en las fuerzas que gobiernas el capitalismo moderno. En el factor m se concentra la discusión entorno a los mercados oligopólicos y la capacidad para fijar precios sobre el costo. Por otro lado, en el término µ se condensa dos de los debates actuales: (a) La cantidad de materias primas en relación a los salarios es resultado de la tecnología que emplea la industria. Es decir, recoge el viejo debate (clásico y marxista) de cómo la

13 Keynes (1939) reconoció que las empresas podrían estar en fases de costos marginales constantes y que un incremento del empleo podría venir acompañado de estabilidad en los salarios por hora.

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acumulación de capital conlleva un avance tecnológico que amplía o reduce la demanda de mano de obra. En la medida que el avance tecnológico esté orientado el ahorro de mano de obra por unidad de producto, entonces se demandará más materia prima en relación a la mano de obra, generando que µ se incremente y reduciendo la participación de los salarios en el producto. (b) La influencia de la apertura comercial en la desigualdad del ingreso. En la medida que la economía asimile más capital importado respecto a la cantidad de valor agregado generado entonces se espera que µ crezca y se reduzca w. A medida que la economía importa más materia prima, se espera un deterioro de la participación de los salarios en el ingreso nacional.

En conclusión, la propuesta de Kalecki pone el acento en las fuerzas de las competencias como los determinantes de la distribución del ingreso. Su posición de corto plazo, en base a la perfecta previsión de la inversión, el consumo y especialmente el hecho que las firmas se enfrenten a una curva marginal de coste constante, hace que la teoría haya sido planteada sobre una economía con capacidad instalada subutilizada y fuera del pleno empleo. Esta, como se mencionó al inicio de esta sección, es la principal diferencia con la propuesta de Kaldor y Pasinetti, que revisaremos a continuación.

2.4.2 Kaldor-Pasinetti

En el centro del pensamiento keynesiano está la idea que el ahorro se ajusta a la inversión y no al revés. En este sentido es el ingreso y no la tasa de interés la variable que hace que el ahorro se ajuste al nivel de inversión. Kaldor (1956) formula una teoría de la distribución a partir del multiplicador keynesiano, el cual, como él señala, hasta ese momento sólo había sido utilizado para una teoría del empleo. Cuando se asume al empleo y al producto fijos, el multiplicador puede ser utilizado para determinar la relación entre los precios y los salarios (que en definitiva es la distribución del ingreso entre salarios y ganancias). Es decir, bajo una utilización total de la capacidad instalada el ajuste del ahorro viene por el lado de los precios en relación al nivel de los salarios, reordenando la distribución del ingreso entre ganancias y salarios (Kurz y Salvadori, 2010). En el caso de subutilización de la capacidad instalada, el ahorro puede ajustarse a la inversión a través de la misma capacidad utilizada y el empleo sin un cambio en los salarios. Esta es la primera diferencia con el enfoque de Kalecki pues éste último considera una economía con subutilización de la capacidad instalada mientras que Kaldor y Pasinetti ven a una economía en plena capacidad.

Kaldor (1956) parte de una economía formada por dos grupos: personas que reciben salarios y personas que reciben ganancias empresariales. Cada grupo es homogéneo al interior y diferentes entre los grupos respecto a la propensión al ahorro; mientras los primeros consumen todo su salario, los segundos destinan parte de sus ganancias a la inversión. De esta forma llega a la expresión del ahorro 𝑆 = 𝑆𝑊𝑊 + 𝑆𝐺𝐺, donde S es el ahorro total, 𝑆𝑊 el ahorro de los salarios, 𝑊 el salario, 𝑆𝐺 el ahorro de las ganancias y G las ganacias. Bajo la condición de equilibrio que aseguran que el ahorro es igual a la inversión (S=I) y bajo la identidad contable que el ingreso Y= G+W, se obtiene que

𝐼 = (𝑆𝐺 − 𝑆𝑊)𝐺 + 𝑆𝑊𝑌

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Dividiendo la ecuación anterior para el producto nacional y reordenando la ecuación anterior se obtiene la participación de las ganancias en el producto expresado como

𝐺

𝑌= (

1

𝑆𝐺 − 𝑆𝑊)

𝐼

𝑌−

𝑆𝑊

𝑆𝐺 − 𝑆𝑊

Esta ecuación se mantiene sólo si se cumple el principio keynesiano de la independencia de la inversión (Kaldor, 1956). De igual forma si la ecuación anterior es multiplicada por el ratio Y/K, donde K es el stock de capital, se obtiene la tasa de ganancia

𝐺

𝐾= (

1

𝑆𝐺 − 𝑆𝑊)

𝐼

𝐾−

𝑆𝑊

𝑆𝐺 − 𝑆𝑊

𝑌

𝐾

Bajo el supuesto que la propensión al ahorro de los salarios es cero, las dos ecuaciones anteriores se simplifican y quedan expresadas como:

𝐺

𝑌= (

1

𝑆𝐺)

𝐼

𝑌 ;

𝐺

𝐾= (

1

𝑆𝐺)

𝐼

𝐾

Llegando a la conclusión que la distribución del ingreso entre ganancias y salarios está en función de las tasas de ahorro de los capitalistas SG y la proporción de la inversión sobre el producto. El modelo de Kaldor comparte el precepto de Kalecki, por el cual señala que los capitalistas ganan lo que consumen y los trabajadores consumen lo que ganan. Años más tarde Pasinetti (1962) propone que la definición de grupos de ingreso de Kaldor no se ajusta a la realidad, y propone una definición de clases, donde los trabajadores reciben ingresos, tanto de salarios como de capital. Estos últimos son producto del interés i que ganan los trabajadores al prestar su capital a los empresarios. De esta forma Pasinetti define las funciones de ahorro de los trabajadores 𝑆𝑊 = 𝑠𝑊(𝑊 + 𝐺) y de los capitalistas 𝑆𝐺 = 𝑠𝐺𝐺. Al introducir estas modificaciones en el modelo de Kaldor, Pasinetti (1962) encuentra la expresión de la participación de las ganancias en el producto (G/Y), que ahora únicamente refleja las ganancias de los capitalistas en el ingreso nacional, es decir, 𝐺𝐺/𝑌. Para poder tener una expresión que muestre las ganancias totales en el producto, que es el objetivo de la teoría, se debe incluir la porción de la ganancia de los trabajadores

en el producto, 𝐺𝑊/𝑌, de tal forma que 𝐺𝑊

𝑌+

𝐺𝐺

𝑌=

𝐺

𝑌.

Por lo tanto, si 𝐺𝑊 = 𝑓(𝑖), para entender como se forma G/Y es imprescindible saber qué ocurre y cómo se define la tasa de interés i que reciben los trabajadores por su capital prestado a los capitalistas. El punto al que llega Pasinetti (1962) sin duda es el centro del debate moderno sobre la desigualdad. En otras palabras, las políticas públicas buscan conocer en qué medida los trabajadores están recibiendo rentas diferentes a las del trabajo lo cual debilita las políticas que reivindican la lucha de clases o, por el contrario, las rentas de capital aún son de exclusividad de los capitalistas y por ende son un factor determinante para entender –atacar- la desigualdad del ingreso personal. Pasinetti (1962) abordó el problema desde un

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equilibrio dinámico de largo plazo (estado estacionario) haciendo el supuesto que: (1) la tasa de interés converge a la tasa de beneficio y (2) la proporción del capital que poseen los trabajadores (𝐾𝑊/𝐾) es igual a la proporción que poseen del ahorro total (𝑆𝑊/𝑆). Bajo estas dos condiciones Pasinetti (1962) demuestra que:

𝐺

𝑌= (

1

𝑆𝐺)

𝐼

𝑌

Es decir, llega a la misma ecuación del modelo de Kaldor con la novedad que, en este caso, no se necesita ningún supuesto sobre la proporción al ahorro de las clases sociales. Como señala Asimakopulos (1987) el modelo de Pasinetti es atractivo por su elegancia en la formulación y por lo intuitivo que llega a ser en un mundo ideal, pero no retrata el mundo en que vivimos. Resulta poco creíble pensar que las tasas de interés puedan converger a las tasas de ganancia y peor aún que sean uniforme entre los diferentes trabajadores. Incluso, resulta discutible el supuesto de pleno empleo que asume Kaldor y Pasinetti en economías en desarrollo como es el caso de Ecuador. 2.5 DE PARETO A BECKER Hasta el momento hemos revisado las principales teorías del pensamiento económico en torno a la distribución del ingreso, las cuales tienen un carácter eminentemente macroeconómico y, exceptuando la teoría neoclásica, se concentran sobre la distribución funcional del ingreso: cómo se reparte el producto entre rentas de trabajo y capital. La revolución marginalista de finales de siglo XIX era la primera en redireccionar el objeto de estudio de la desigualdad, pasando de una economía de trabajadores y capitalistas a una economía de consumidores e individuos despojados de cualquier etiqueta de clase. El centro de la generación del valor era la utilidad -subjetiva- del individuo y, en la medida que la mayor fuente de utilidad está contenida en el ingreso, trazó el camino para que poco a poco se dirijan los esfuerzos hacia el estudio del ingreso personal. Walras sería el último en condensar la teoría neoclásica de la distribución del ingreso en el marco del equilibrio general. Se esperaba que su sucesor en la universidad de Lausanne, Wilfrido Pareto, continuara el estudio de la distribución del ingreso en esta dirección (Persky,1992). Sin embargo, esto no ocurrió y Pareto cambió el método de aproximarse al problema basándose en la estadística (Sandmo, 2013). El trabajo de Pareto (1899) venía a revolucionar tanto el objeto de estudio (distribución personal), como el método, al entregar toda la responsabilidad a la estadística como método inductivo para entender la realidad desde la observación del problema, remplazando así a la teoría económica (Persky, 1992). Mediante la tabulación de distribuciones de ingreso personal en diferentes regiones de Alemania, Inglaterra, Italia y Perú, Pareto (1899) encontró que al transformar a logaritmos dichas distribuciones y graficar las funciones acumulativas (de ingresos y población) en un doble eje, en todos los casos se obtenían una línea recta con la misma pendiente. Esto le permitió establecer una ecuación que generaliza el proceso generador de los datos: log 𝑁 = 𝐴 − 𝛼(log 𝑥), donde N es el número de hogares con un ingreso mayor que x, A una constante y 𝛼 la pendiente. Así Pareto encontró que 𝛼, la pendiente de la curva, era relativamente

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constante en todos los países. Esta evidencia lo llevó a proponer una ley de la distribución del ingreso, hoy conocida como Ley de Pareto, que estipula que, a pesar de existir sociedades con diferentes niveles de desarrollo, cultura y organización, la distribución del ingreso y la riqueza en estas sociedades se asemejan entre si, por lo tanto la distribución del ingreso está gobernada por una ley que depende principalmente de la naturaleza humana (Persky, 1992). Pero ¿en qué consiste este resbaladizo concepto de naturaleza humana? Para Pareto es el reflejo de una distribución subyacente de las habilidades humanas, siendo los deseos de los más capaces para gobernar los recursos la fuerza que da forma a la distribución observada de ingresos. En la medida que diferentes culturas con diferente organización compartían una misma distribución, le llevó a concluir que esta ley se mantendría vigente aun cuando evolucione la organización social. Por lo cual la ley de Pareto era un equilibrio social, donde “la curva provee una posición de equilibrio, que, si se desvía a la sociedad de éste, las fuerzas automáticas la regresaran al punto de partida” (Citado por Perky, 1992). En la medida que es una ley natural que mantiene constante a 𝛼, las sociedades deben preocuparse por incrementar el ingreso medio en vez de poner esfuerzos para modificar la distribución del ingreso. La credibilidad de la teoría de Pareto fue desmontada desde el mismo plano empírico y teórico, donde la ley perdió sustento pues no se ajustaba a pruebas econométricas (Persky, 1992). Sin embargo, la ley había llenado el vacío que la academia venia esperando: encontrar una ley “natural” que despojara de todo contexto político a la distribución del ingreso y que legitimara una agenda liberal. Esto permitió a la Ley de Pareto seguir vigente por algún tiempo más a pesar de sus graves debilidades. La naturalización de la desigualdad propuesta por Pareto generó un gran campo de debate en la disciplina; junto con la Curva de Kuznetz son tal vez las dos teorías que mayor atención y controversia produjeron durante el siglo XX entorno a la distribución del ingreso. En todo caso, un nuevo instrumento (inductivo basado en la estadística) y un nuevo sujeto (individuo) habían llegado para quedarse en el debate del reparto de excedente. La gran cantidad de micro datos de ingreso de hogares que surgen a partir del desarrollo de los Estado de bienestar en Europa y Estados Unidos, le permitiría a este nuevo paradigma contrastar las teorías y expandirse como núcleo central del estudio de la desigualdad; el desarrollo de estadísticas nacionales y la Ley de Pareto significaría, a la postre, el inicio de la hegemonía de la distribución personal del ingreso a partir de la década de los 60 del siglo XX (Glyn, 2009). Una vez el individuo era el sujeto de estudio, era natural avanzar en qué condiciones influían en las personas para definir su ingreso. Si bien la productividad marginal no había perdido su papel en centro de la teoría económica, estaba en desuso; los economistas se orientaban cada vez más al método (econometría) y no al desarrollo teórico. En este contexto se daría origen a una de las corrientes contemporáneas más influyentes de las causas de la desigualdad: la teoría del Capital Humano. Las raíces de la teoría se encuentran en los escritos de Smith y Walras quienes señalaban que la formación que los trabajadores recibían en su temprana edad desempeñaba un papel importante en el desempeño futuro en el mercado laboral (Sandmo,2013). Como vimos Smith (1776, [2013]) planteaba que un determinante del salario era el tiempo que el

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trabajador destinó para aprender el oficio. La inversión en los niños surgía como elemento recurrente en la postura de Walras y Smith (Sandmo, 2013). Ya a finales de los años 50 y principios de los 60 los escritos de Becker (1962, 1964, 1992) proponían la teoría de Capital Humano que colocaba en el centro del problema de la desigualdad la falta de un acervo de conocimiento en los individuos (dotación inicial14) que les permite competir en el mercado en igualdad de oportunidades. Esta falta de educación reduce las posibilidades de mayores ingresos para un grupo de la sociedad desatando los problemas de inequidad en el ingreso. Becker (1992) señala que el ingreso observado de los individuos se compone de tres partes: (a) el ingreso Xt que el individuo hubiese recibido en caso que no habría hecho ninguna inversión en capital humano, (b) Kt el retorno de la inversión en capital humano hecha en el pasado y (c) el costo de la inversión en el periodo t, Ct. Este modelo deja en segundo plano a los factores capital-trabajo como determinantes de la formación del ingreso, y por el contrario, establece al individuo como un optimizador intertemporal el cual invierte en el presente (educación) con una expectativa de obtener salarios más altos en el futuro (Goldfarb y Leonard, 2005). A su vez el monto de inversión del individuo se define a partir de una curva de demanda y oferta de capital humano, donde la curva de demanda es el retorno esperado de la inversión (ingreso extra producto de la educación) y la curva de oferta es el costo de financiamiento de dicho capital, en el cual Becker (1992) asume que la tasa de interés es el costo marginal de financiares (préstamo). En este escenario, la autoselección también juega un papel importante pues aquellos individuos más aptos enfrentarán un costo marginal menor por la inversión, pues sus aptitudes innatas hacen que educarse requiera menos esfuerzo. Bajo un costo menor, los individuos más aptos tienden a acumular más capital humano y por ende son remunerados mejor en el mercado. Jacob Mincer a inicio de los 70 abría un fértil campo de estudio mediante una ecuación econométrica entre la educación, la experiencia y los ingresos (Goldfarb y Leonard, 2005), la cual sigue siendo aplicada hasta el día hoy. La “ecuación minceriana del ingresos”, aquella que explica la desigualdad en función de los años de educación y la experiencia, es el símbolo del triunfo de la teoría de Capital Humano como explicación más plausible a la desigualdad. De hecho, la estrategia mundial contra la desigualdad se dirige en ese sentido: proveer de las condiciones materiales a los individuos (educación, salud, oportunidades) para que mediante su esfuerzo en el mercado puedan ascender en la distribución personal del ingreso.

14 Otra de las grandes críticas que se hizo desde el inicio a la teoría neoclásica de la distribución es

la poca atención que daba a las condiciones de partida (distribución de tierra y capital). Dalton (1920) consideraba que la teoría de productividad marginal padece de poder predictivo pue no considera a la distribución inicial de la tierra y del capital, los cuales influyen sobre las productividades marginales de los factores. Sin embargo, la crítica fue desviada mediante el supuesto de dotaciones iniciales dadas, como una ley que resumía las instituciones de partida que gobernaban el sistema económico. Las dotaciones iniciales, eran tanto en el contexto del capital físico como en el trabajo.

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Con la teoría de Capital Humano implícitamente se respondía en parte a la crítica de Dalton (1920) respecto a las dotaciones iniciales (capital y tierra), pues al reconocer la importancia de inversión en capital humano se aceptaba la importancia de igualar la dotación inicial de talento -capital humano- para reducir la asimétrica distribución del ingresos personal. La teoría de Capital Humano también derivó en el estudio de la productividad del trabajo como determinantes del crecimiento económico (Sandmo,2013). En la post guerra (desde los años 40 a los 70) el mundo vivió el período de mayor prosperidad económica en base a la expansión de las economías occidentales lo cual dirigía la agenda académica hacia entender el crecimiento económico y las virtudes del mismo. En ese contexto nacen los modelos de crecimiento Harrod-Domar y posteriormente el modelo de Solow, estableciendo una hegemonía en las preguntas de investigación que la disciplina económica imponía. Por lo tanto, era de esperar que el estudio de la desigualdad se anexe a la agenda de crecimiento económico. Kuznets (1955) vincula ambos fenómenos (crecimiento y desigualdad), al establecer que el crecimiento económico y la desigualdad del ingreso presentan una forma de U invertida, en la cual en una fase incipiente de desarrollo el crecimiento económico viene acompañado de incrementos en la desigualdad del ingreso pero, una vez superado cierto umbral de desarrollo, el crecimiento económico genera las condiciones propicias para que la desigualdad se reduzca. El estudio de Kuznets si bien se establece en un marco macroeconómico, está despojado básicamente de todo el andamiaje teórico, en el sentido que no se esfuerza por desarrollar relaciones lógicas entre las variables para formular un marco teórico consistente, como había sido la tradición de la escuela de pensamiento anteriores (clásica, marxista, neoclásica y postkeynesiana). La curva de Kuznets motivó durante décadas una extensa cantidad de literatura para refutar y demostrar dicha hipótesis (Goldfarb y Leonard, 2005; Kanbur, 2000). Lo anecdótico es que esta hipótesis tuvo tanto éxito en la literatura del siglo XX a pesar que: (i) Kuznets nunca bosquejó la mencionada curva y se remitió a explicarla bajo algunos supuestos de sentido común (Lindert, 2000). (ii) El énfasis de su argumento no estuvo en la validez generalizada de dicha curva sino en explicar por qué se había reducido la desigualdad en algunos países desarrollados desde 1920. (iii) El escepticismo del propio Kuzntes sobre la validez de la hipótesis para países en desarrollo (Goldfarb y Leonard, 2005). A pesar de los vacíos empíricos, la curva de Kuznets eclipsó la discusión académica por más de 50 años; como señala Linder (2000), todas las energías que pudieron ser puestas para explicar las causas subyacentes de la desigualdad fueron desviadas hacia la discusión de si existe o no una U-invertida. Para Kanbur (2000) la curva de Kuznets "fue una camisa de fuerza que imposibilitó pensamiento fresco". Una parte de la literatura se ocupó por formalizar los postulados de Kuznets basados en el modelo neoclásico de crecimiento económico de Solow y sus variantes más recientes de progreso técnico endógeno (Kanbur, 2000). La otra vertiente de la literatura se preocupó por contrastar empíricamente la existencia de una U invertida, basada en ejercicios econométricos de corte transversal entre países (Banerjee y Duflo, 2003). A pesar de los intentos, esta literatura no ha podido superar las críticas por lo inapropiado de los datos disponibles, tanto en comparabilidad de las estadísticas de desigualdad entre países, como por lo

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inconsistente de buscar correlaciones entre países y no utilizar series de tiempo para un mismo país (Kanbur, 2000). También quedan dudas si la forma funcional de la relación inequidad-crecimiento está correctamente establecida, donde cada vez más hay voces que muestran que los niveles de desigualdad es lo que condiciona los resultados sobre el crecimiento, y no al revés como ha sido la hipótesis dominante (FMI,2017).

3. IMPORTANCIA DE LA DISTRIBUCIÓN FUNCIONAL EN LA ECONOMIA DEL SIGLO XXI

En el 2017 se cumple 200 años desde que Ricardo publicó su tratado de economía política y puso a la distribución del ingreso como objeto de estudio. En este lapso de tiempo se distinguen dos momentos: El primero, entre 1817 y la década de 1960, la distribución funcional fue el centro de debate entorno a la desigualdad sin llegar a respuestas satisfactorias a la inquietud planteada por Ricardo. En un segundo momento, a partir de los años 60, los economistas se sentían cada vez más incomodos con preguntas normativas como ¿quién debe tener qué?, y preferían resguardarse en indicadores “objetivos” (Atkinson y Bourguignion, 2000). Al mismo tiempo los avances de los sistemas de información hacían accesibles una gran cantidad de datos sobre las condiciones de vida de los hogares, lo cual favorecía el estudio de la distribución personal y sus causas, las cuales se orientaron a la hipótesis del capital humano (Goldfarb y Leonard, 2005).

Pero tal vez la principal causa que desplazó el estudio de la distribución funcional fue la idea generalizada que la participación trabajo-capital es constante en el tiempo (Mankiw, 2011). Esta afirmación se basa en el supuesto que la función de producción que resume a la economía es del tipo Cobb-Douglas. En una función de producción Cobb-Douglas la elasticidad de sustitución entre el trabajo y capital es igual a 1. Este supuesto implica que, si un factor se encarece, la tecnología permitirá sustituirlo de forma perfecta por el otro factor y así la remuneración que recibe el trabajo y el capital se mantiene constante. Autores como Solow (1958) o Keynes (1939) fueron escépticos respecto a la estabilidad de la participación trabajo-capital en el ingreso nacional, catalogándola como un “milagro”.

Al mismo tiempo que se facilitaban las estimaciones de la distribución personal, la distribución funcional demandaba un gran esfuerzo de estimación en los sistemas de cuentas nacionales. Al entrar en desuso, no existieron esfuerzos por mejorar la medición de la distribución funcional. Los aspectos conceptuales y de cuantificación de la distribución funcional quedaron temporalmente desfasados. Hoy no se cuenta con una metodología armonizada para cuantificar la participación del trabajo en el ingreso nacional y así contrastar la hipótesis de estabilidad con cifras temporales y entre países (Gollin, 2002; Guerreiro,2012; Alarco, 2014).

La comparabilidad perfecta entre diferentes estimaciones no es factible, pero, de forma somera, se puede identificar que el ingreso del trabajo aumentó hasta mediados de los años 70, para luego decrecer desde los años 80 hasta la actualidad. Dagum (1988) muestra como las rentas de los salarios en los países anglosajones tendieron a incrementarse durante la primera parte del siglo XX: En Estados

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Unidos la participación del salario pasó de 66% en la década del 20 a 72% entre 1970-1974. En Canadá y Reino Unido ocurrió algo simular, entre la década del 20 y los años 70 los salarios pasaron de 55% a 71% y de 58% a 66%, respectivamente. En los tres casos este incremento se dio en perjuicio de las rentas de suelo como consecuencia del proceso de industrialización.

Estudios recientes evidencian que la tendencia se ha revertido y a partir de la segunda mitad de los años 70 la participación del ingreso laboral viene reduciéndose en los países desarrollados (Guerreiro, 2012; Karabarbounis y Neiman, 2014; Piketty, 2014; Piketty y Zucman, 2014). Utilizando las cifras de la OECD, para países seleccionado, se muestra a continuación la participación del ingreso salarial entre 1975 y 2012.

Gráfico 1. Participación del ingreso laboral países seleccionados OECD (1975-2015) -en %

Fuente: OECD Elaboración propia

En casi todos los casos la participación entre 1975 y el 2012 ha disminuido, confirmando los resultados de otros estudios que prueban, con diferentes definiciones de ingreso laboral, la persistente reducción de los ingresos laborales en el producto nacional.

Para América Latina los datos son escasos; México como muestra el gráfico 1 es uno de los países que más se ha reducido, pasando de 62% en 1975 a reportar un 41% en 2009. Utilizando los gráficos presentados por Guerreiro (2012), se encuentran algunas conclusiones para América Latina:

• Argentina muestra etapas de crecimiento y decrecimiento en el indicador: entre 1993 y 1998 se ve una caída de la participación del ingreso laboral; hay una recuperación entre 1998 y 2000, para luego volver a descender hasta el año 2003 con la cifra más baja de la serie. Desde 2003 hasta el año 2008 se observa una recuperación persistente.

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• Colombia evidencia un incremento constante durante los años 70, para disminuir progresivamente entre 1980 y 1998. Las rentas salariales se recuperan entre el 2000 y 2005, para nuevamente entran en una fase decreciente a partir de 2005.

• Brasil reporta una alta volatilidad en el período 1990 y 2008. Entre 1993 y 1995 hay un incremento notable, el cual se estabiliza en el año 2000 y se mantiene hasta el año 2007, con la excepción del año 2003 que evidencia una pronunciada caída de la participación laboral.

• Existen países que muestran una tendencia decreciente en el tiempo como el caso de Perú (desde los años 70), y 70, Panamá (desde los 90) y Paraguay (desde el 2000).

• Otros países reportan una participación constante en el tiempo como es el caso de Costa Rica o Uruguay.

Estos rápidos matices, aunque dan luces de la evolución, no pueden ser definitorios. Hay que tomar en cuenta que las estadísticas en América Latina son más débiles que países desarrollados. Los resultados de diferentes estudios no son comparables entre si, tanto por el método de estimación entre países como por la comparación en el tiempo para un mismo país. Como señala Lamarco (2014) recobrar el debate de la distribución funcional tiene como primer reto reconstruir las bases de datos. Sin embargo, a pesar de los limitantes, parece ser que hay un consenso en que la participación laboral en los países en desarrollo también viene disminuyendo desde los años 70 (Lamarco, 2014; Guerreiro, 2012; Stockhammer, 2011).

Utilizando los datos construidos por Lamarco (2014) para 15 países de América Latina se observar que la participación del ingreso salarial ha decrecido notablemente. El gráfico 2 reproduce el diagrama de Lamarco (2014)

Gráfico 2. Participación ingreso laboral (%) en el PIB en América Latina (1950-2010)

Fuente y elaboración: Lamarco (2014)

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Nota: la serie HP corresponde al filtro Hodrick Prescott

En el gráfico 2 se identifican dos momentos de decrecimiento. En el primero, a finales de los años 60 hasta mediados de los años 80, la participación laboral pasa de 41% en el año 1968 a registrar 36% en el año 1985. Entre 1985 e inicios de la década de los noventa se registra una leve mejoraría, para dar inicio el segundo momento de caída, que comienza en los 90 y termina a mediados de la década del 2000: con el valor más bajo de 33,6% en el año 2004. A partir de 2004 la región viene recuperándose y en 2010 parece ser que la participación laboral se aproxima a los niveles previos al ajuste estructural de los años 90.

Al comparar los gráficos 1 y 2, se observa que históricamente las rentas laborales en América Latina tienen una participación inferior en el producto respecto a Europa y otros países desarrollados. En América Latina el proceso de decrecimiento inició a finales de los 60, antes que en los países desarrollados. Finalmente, se puede confirmar que los años 90 significaron el deterioro más pronunciado de la participación laboral en América Latina; esto coincide con las políticas emprendidas en esos años respecto a flexibilizar el trabajo, apertura comercial, desregularización financiera y ajustes estructurales que limitaron al Estado.

En el caso de Ecuador la situación es aún más crítica: A pesar que el decrecimiento comienza más tarde que en la región latinoamericana, la velocidad es mucho más pronunciada. Esto se muestra en el gráfico 3.

Gráfico 3. Participación ingreso laboral (%) en el PIB en Ecuador (1953-2011)

Fuente: Lamarco (2014) Elaboración propia

Desde los años 50 la participación laboral se había mantenido relativamente constante hasta llegar a 1980 con un valor de 31.9% del PIB. A partir de ese momento las reformas estructurales y las condiciones internacionales llevaron a una caída pronunciada de la participación de los salarios, llegando a reportar para 1992 un 12.7% del PIB, el segundo valor más bajo de la historia del país. Durante los años 90 continuaron los procesos de ajuste hasta la crisis de 1999 y la

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dolarización de la economía (alcanzando una participación del 11.7%). En el 2003 producto de la estabilización de la inflación, los salarios recobraron su poder adquisitivo y se encontraban en los niveles antes de los 80. Entre 2003 y 2011 se ha mantenido prácticamente constante la participación laboral.

Después de revisar la evolución de la distribución funcional, es importante preguntarse ¿por qué es malo que la participación del salario se reduzca en el ingreso nacional? En principio no tendría que existir problema. Como argumenta Mankiw (2011), en una economía que los trabajadores cada vez más reciben rentas de capital, la distribución funcional pierde importancia. Imaginemos una sociedad como la que plantea Mankiw en que las rentas de trabajo y capital están igualmente distribuidas, en donde cada trabajador recibe por su trabajo lo mismo que recibe por la tenencia de capital. Para que eso suceda tiene que existir igual distribución del stock e igual distribución de la rentabilidad de cada tipo de capital. En esa economía hipotética, la relación trabajo-capital no tiene ninguna relevancia pues la desigualdad del ingreso personal se mantiene invariante. En este escenario la distribución funcional efectivamente pierde importancia política y social. Sin embargo, las estructuras económicas no son del tipo que propone Mankiw, ni en los países desarrollados, peor aún en América Latina. ¿Estamos convergiendo hacia eso? Tampoco existen perspectivas ciertas que la región avance hacia una estructura económica como Mankiw retrata. El principal escollo para que eso suceda es que no existe un sistema bursátil desarrollado donde el capital social de las empresas sea abierto y cualquier persona puede adquirir la propiedad de las empresas. En la región es muy fuerte la estructura familiar de la propiedad (empresas familiares), lo cual limita que en el mediano plazo un trabajador pueda acceder de forma equitativa a los dividendos de las empresas. Es verdad que los hogares invierten cada vez más en bienes inmuebles, sin embargo, la rentabilidad del capital inmobiliario (arriendos) es notoriamente inferior a un capital industrial o comercial. Esto nos lleva a pensar que la tasa de rentabilidad está además desigualmente distribuida por los mercados imperfectos y la estructura histórica (herencia), imposibilitando que en el mediano plazo lleguemos al mundo que propone Mankiw. Por lo tanto, si descartamos que las rentas de trabajo y capital están igualmente distribuidas, un deterioro de la distribución funcional tiene problemas que se describen a continuación.

-Primero, en la medida que la distribución de la renta de capital está más concentrada que la renta del trabajo, un deterioro de la participación del ingreso laboral tendrá repercusiones sobre la desigualdad del ingreso personal. Existe evidencia que sugiere que el Gini del ingreso personal está negativamente correlacionado con la participación del ingreso laboral (FMI, 2017). Para un panel de países, Daudey y García-Peñalosa (2007) encuentran que una reducción de la participación del trabajo en el ingreso nacional está correlacionado con un incremento de la desigualdad del ingreso personal medido por el índice de Gini. Este trabajo se concentra en identificar la robustez de la correlación entre países, mas no explica los canales por medio del cual estas dos distribuciones se relacional.

-Segundo, para la escuela clásica y postkeynesiana existe una relación recíproca entre la distribución y el crecimiento económico-empleo. Es decir, la distribución condiciona cómo la economía se expande y a su vez, la acumulación de capital da

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forma a la distribución del ingreso. En la primera relación de causalidad la interrogante es: si la demanda agregada se fortalece por el lado del consumo (wage-led) o por el lado de la inversión (profit-led). En la medida que el salario tiene una doble característica (es ingreso y costo al mismo tiempo), un aumento de la participación del ingreso laboral fortalecerá el consumo y por lo tanto crecerá el empleo (wage-led) siempre y cuando los salarios tengan un efecto multiplicador sobre la demanda. Por el contrario, si la economía depende de la inversión el aumento de los salarios frenará la inversión reduciendo el empleo y la producción. Por lo tanto, una economía basada en los salarios (wage-led) perderá impulso cuando el ingreso laboral se reduce pues los salarios son determinantes de la demanda agregada y del empleo (Onaran y Galanis, 2012). En cambio, si la inversión es sensible a las ganancias esperadas, un aumento de los salarios puede frenar la inversión y el empleo (profit-led). Existe cada vez más evidencia que confirma que la desigualdad del ingreso frena el crecimiento (Berg y Ostry, 2011).

-Tercero, existe una relación directa entre la productividad, la compensación salarial y la distribución funcional. La participación del ingreso laboral puede ser definida como wL⁄PY=(w)⁄(P)⁄(Y/L), donde w es el salario por trabajador, L las horas trabajadas, Y el producto en términos reales y P el deflactor del PIB. Por lo tanto la participación del ingreso laboral es equivalente a la división del salario por producto ((w)⁄(P)) para la productividad laboral (Y/L). En este sentido es fácil ver que si la productividad laboral (denominador) crece más rápido que la compensación salarial (numerador), la participación del ingreso laboral se reducirá. Cuando las compensaciones laborales crecen más lento que la productividad, la participación del salario en el ingreso nacional se reduce. De esta forma la reducción de la participación laboral en el ingreso es el reflejo que los trabajadores no están siendo compensados de acuerdo a su productividad, y por ende, se socava uno de los principios sobre los que descansan las democracias modernas: la recompensa de acuerdo al mérito y el esfuerzo. Cada vez más se evidencia un descontento de las sociedades con los resultados del modelo económico, los cuales se disocian de los objetivos de la democracia. Como menciona Sthephen Roach, economista jefe de Morgan Stanley: "La participación del ingreso nacional que va a los dueños del capital mediante las ganancias corporativas está creciendo. La participación que va a las compensaciones [a trabadores] está cayendo. Esta no es la forma que supuestamente la democracia funciona." (citado por Glyn, 2009). En el año 2007 el ministro de finanzas alemán llamaba a las corporaciones a que "den a los trabajadores una justa participación en sus ganancias" o existirá el riesgo que se desencadene "(…) una crisis de legitimidad del modelo económico" (citado en Glyn, 2009).

Precisamente por la desconexión entre los resultados macroeconómicos y las condiciones micro de los hogares es que en la última década la distribución funcional del ingreso ha vuelto a ser parte de la discusión académica y de políticas públicas (Bentolina y Saint-paul, 2003; Daudey y Garcia-Peñalosa, 2007; Atkinson, 2009; Glyn, 2009; Gollin, 2002). Además, la nueva evidencia estadística sugiere que la participación laboral no ha sido constante, como se suponía. Esto está ocasionando la proliferación de nuevas investigaciones sobre la distribución funcional. Los trabajos hasta ahora se han focalizado en analizar la evolución de la participación del trabajo en el ingreso nacional (Blanchar, 1997; Guerreiro, 2012) y establecer correlaciones entre la distribución funcional y personal entre países

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(Daudey y Garcia-Penalosa, 2007, FMI, 2017). Schlenker y Schmid (2013) analizan la participación del capital y la correlacionan con la desigualdad de los hogares para países de la Unión Europea. Encuentran una correlación positiva entre la distribución del ingreso de capital y la desigualdad de los ingresos de los hogares. A similares conclusiones llegan los trabajos de Adler y Schmid (2012) y García-Peñalosa y Orgiazzi (2011). Recientemente Francese y Mulas-Granados (2015) han aplicado la metodológica de la Elasticidad Gini del ingreso (GIE) para varios países de la OECD en busca de los vínculos entre la distribución funcional y personal del ingreso, con el objetivo de establecer qué tan importante son los ingresos de capital y de trabajo en la distribución del ingreso personal. Sin embargo, no hallan evidencia que confirme tal relación. Mankiw (2011) también sugiere que la antigua relación capital-trabajo ya no existe, hoy los trabajadores reciben rentas del capital y viceversa. Por lo cual la distribución funcional y sus vínculos no tiene asidero teórico.

Lo cierto es que no hay evidencia concluyente aun sobre el vínculo entre la distribución funcional y personal. La gran responsable de la ambigüedad es la información disponible, la cual limita contrastar la hipótesis esbozada. Todos los trabajos revisados hasta el momento correlacionan información agregada entre países, lo cual implica el uso de fuentes agregadas de datos. En el caso de la distribución funcional, emplean las estadísticas de cuentas nacionales, y por el lado de la distribución personal utilizan información de encuestas de hogares. Sin duda son aportes importantes dada la información existente; además proveen una mirada global del fenómeno que ayuda a contextualizar y explorar la relación subyacente desde un primer marco de aproximación. Sin embargo, este enfoque tiene al menos 3 importantes limitaciones:

a) No captura el efector intra grupos: asalariados y capitalistas

La distribución funcional se construye a partir de las cuentas nacionales y de los sectores institucionales que las componen (hogares, empresas, gobierno, sector externo). En este sentido la participación del trabajo y del capital son estadísticas agregadas, sin tener posibilidad de explicar la distribución que se da al interno de cada tipo de renta, tanto de los asalariados como de los capitalistas. En este sentido, puede ocurrir un reordenamiento de los ingresos dentro de cada tipo de renta sin que esto afecte al indicador macroeconómico. Por ejemplo, puede darse el caso que la participación del trabajo se mantenga fija en términos macroeconómicos, pero se incremente la desigualdad dentro de los perceptores de salarios, lo que daría un efecto neutro en términos de distribución funcional, pero perjudicial para la desigualdad del ingreso personal. Giovannoni (2014) demuestra como detrás de la aparente estabilidad de la participación laboral en Estados Unidos, se esconde un reordenamiento de las rentas dentro de los asalariados, donde el 1% más rico concentra cada vez más de los ingresos laborales totales, mientras que la participación laboral del restante 99% se ha reducido en 15 puntos porcentuales desde 1980. Este hecho está ocurriendo para otros países desarrollados, lo cual abre la posibilidad que exista una relación importante entre la desigualdad del ingreso personal y los movimientos de la distribución funcional, que no está siendo detectada bajo correlaciones macro entre países (Giovannoni, 2014).

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En las rentas del capital ocurre lo mismo. En este caso las ganancias provienen del stock de capital, del cual existe evidencia que está mucho más concentrado que el ingreso (Davies et al., 2009). Además, al ser el capital un fenómeno que tiene relación con la herencia y las estructuras familiares, se sospecha que la riqueza evoluciona hacia una mayor concentración (existe escases de estudios que documenten la evolución de la desigualdad de la riqueza). El aumento del capital transnacional, la concentración de los mercados nacionales, la liberalización comercial, la relación desigual de intercambio entre regiones, entre otros fenómenos, fortalecen la hipótesis que la concentración de la riqueza se esté incrementando en los países. Si el stock de riqueza está cada vez más concentrando, entonces las rentas del capital también.

b) Rentas altas sin cobertura estadística.

La segunda fuente de información utilizada son las encuestas de hogares, con las que se construye el índice de Gini del ingreso personal. Las encuestas son métodos de muestreo que infieren las cifras de la población. En el caso que la muestra tenga un problema de cobertura, éstas pierden poder predictivo. Existe una amplia literatura que documenta la debilidad de las encuestas para cubrir a los individuos ricos (Atkinson y Piketty, 2007, Alvaredo, 2011). Si los ricos están poco cubiertos, la muestra tendrá sesgo y por ende definirá la evolución del índice Gini. Varios estudios en América Latina están tratando de corregir los índices de Gini de las encuestas mediante datos de declaraciones de impuestos (Jiménez, 2015). Por lo tanto, si el índice de Gini no captura de forma correcta a los estratos altos y los estratos altos son lo que más rentas de capital tiene, entonces la correlación entre el Gini y las cifras de cuentas nacionales tendrá una subestimación importante.

c) Definición de Ingreso

Uno de los debates en la literatura sobre la medición de la desigualdad es la definición de la variable focal (Cowell, 2011). En el caso del ingreso la discusión se ha centrado en el ingreso del ciclo vital o ingresos de corto plazo. Sin embargo, ha recibido mucha menor atención la definición contable del ingreso (Atkinson et. al, 2011). En las encuestas y declaraciones de impuestos los individuos reportan el ingreso que efectivamente recibieron (flujo de caja), que no es igual al ingreso que generaron (devengado). El primer es un enfoque de flujo monetario mientras que el segundo se basa en el principio de Haig–Simons, donde cualquier variación patrimonial se considera renta. Es decir, en la actualidad si los dividendos no son distribuidos a los accionistas no se contemplan dentro del ingreso a efectos de calcular la desigualdad a pesar que en términos contables es un ingreso generado. Existe doble criterio en la contabilización del ingreso en los sistemas de impuestos y de encuestas: mientras las rentas del trabajo son siempre consideradas como flujo, las rentas de capital no siempre lo son. Por ejemplo, asumamos que un trabajador tiene un plan de ahorro y todos los meses transfiere parte de su salario a un fondo de jubilación. En este caso los sistemas de impuestos y las encuestas consideran como ingreso recibido a la totalidad del ingreso. En cambio, si un accionista decide no recibir sus dividendos y capitalizarlos dentro de la empresa, en ese caso no se considera ingreso a efectos tributarios ni para computar la desigualdad de las encuestas. Este doble estándar genera inconsistencias y debilita

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la estimación de la verdadera inequidad, pues para un mismo hecho económico se están siguiendo dos criterios diferentes.

Es importante avanzar hacia una definición en base al principio de Haig–Simons, por el cual el ingreso se define como la variación patrimonial del individuo, sin importar si ingresó a su flujo de caja o no. Hay que recordar que la economía generó un excedente que pertenece a los hogares que ejercen el derecho de propiedad sobre esa ganancia. La decisión sobre el uso que da el individuo, ya sea como ahorro en el caso del trabajador o dividendo no distribuido en el caso del accionista, no deben distorsionar la naturaleza del hecho económico, que es la generación de una renta en base al derecho de propiedad de un factor de producción.

Existe una razón adicional porqué la presente investigación avanza hacia una definición de ingreso acorde al principio de Haig–Simons. En América Latina la no distribución de dividendos responde no sólo a motivos de capitalización, también está asociada a la elusión del pago de impuesto a la renta. Como demuestra Palacios (2017) o Fairfield y Jorratt (2014), la consideración de los dividendos no distribuidos tiene efectos importantes sobre la medición de la desigualdad y la capacidad redistributiva de los sistemas de impuestos. Por ende, al dejar por fuera los dividendos no distribuidos, estamos amputando la relación más importante entre la distribución funcional y personal. Incluso muchos dividendos ficticiamente no se distribuyen, pues su pago se camufla como préstamo a accionistas o consumos específicos o pagos en especies. Es decir, el ingreso se recibió, pero está maquillado en el balance contable de la compañía.

En este sentido el presente documento se acerca a una línea de investigación poco explorada la cual utiliza datos administrativos para vincular la distribución funcional y personal del ingreso (Arai, 2003; Card et al., 2011; Martins y Esteves 2006 y De Rosa y Vigorito, 2015). El uso de datos administrativos permite aproximarse al verdadero efecto de las rentas de capital en el ingreso personal. La presente investigación aportará a la literatura en cuatro aspectos:

Primero, al tener información de individuos, accionistas y empresas, se incluye los efectos al interior de las rentas del trabajo y del capital, que los datos agregados esconden. Es decir, el presente trabajo toma en cuenta para el cálculo los efecto al interior de cada renta, lo cual brinda mayor precisión a la hora de medir la relación entre ambas distribuciones.

Segundo, se incluyen las rentas de los estratos altos que las encuestas no capturan, lo cual además de avanzan en una cuantificación más precisa de la desigualdad en Ecuador (ver Rosigniolo, et al. (2016); Cano, 2015), capturará con mayor precisión la correlación entre la distribución funcional y personal.

Tercero, se utiliza una definición de ingreso a la Haig–Simons, la cual incluye los dividendos no distribuidos como ingreso; este hecho permite estimar el verdadero efecto de las rentas de capital. Este último es la novedad más grande de este trabajo pues vincula de forma ideal dos fases del proceso de producción: la generación de las ganancias en las firmas con la repartición del excedente a los individuos. Esto se logra gracias a que la información disponible relaciona de

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formas estructurada, las ganancias de las empresas, los empleados y los accionistas.

Cuarto, conocer el efecto real de la distribución funcional en la distribución personal es de especial importancia en los países de América Latina; en la medida que los sistemas de impuestos y transferencias públicas de la región son débiles para redistribuir el ingreso personal, una nueva agenda de reformas que ataque directamente la mala distribución funcional puede ser un nuevo camino que permita alcanzar los objetivos de redistribución de la renta truncados en los últimos 50 años.

Este trabajo trata de contribuir en este sentido: explicar cómo se modifica la distribución personal cuando cambian las rentas del capital (distribución funcional), desde una metodológica distinta: la Elasticidad Gini del ingreso. Con una novedad adicional, que es el uso de datos administrativos y una definición de ingreso más amplia que captura las verdaderas rentas del capital: los dividendos no distribuidos.

4.MARCO METODOLÓGICO: ELASTICIDAD GINI DEL INGRESO

Supongamos que Y se define como la distribución del ingreso personal del individuo i. Y es el ingreso bruto, aquel ingreso antes de adicionar las transferencias y descontar los impuestos del Estado. Este ingreso considera aquellos rentas del trabajo, de actividad económica y todos aquellos ingresos provenientes del capital (arriendos, dividendos, etc.). A su vez incluye aquellos ingresos de origen no público, como pensiones privadas o transferencias entre hogares. En este sentido Y se define como la suma de j diferentes fuentes de rentas

𝑌 = ∑ 𝑌𝑗

𝐽

𝑗=1

[4.1]

Donde j=1….J

En principio hemos definido a Y como el ingreso de mercado, antes de la intervención del Estado. Sin embargo, dentro de las fuentes de renta puede o no incluirse las pensiones del sistema de seguridad social. Cuando la pensión se considera una transferencia pública (por ser pensiones en base al principio de solidaridad) éstas no son parte del ingreso de mercado y no deben estar incluidas en la ecuación (4.1). En el caso que las pensiones sean consideradas un ingreso diferido, los frutos de un ahorro de toda la vida, entonces son ingresos de mercado y debe ser incluidos en (4.1). Las dos opciones son válidas y no existe un consenso en la literatura. Este estudio explora las dos opciones: las pensiones como ingreso diferido o como transferencias públicas.

De ahora en adelante el término “ingreso” será aquel ingreso personal que recibe el individuo o contribuyente del sistema de impuestos y la “fuente j” como uno de los diferentes tipos de ingresos: salarios, arriendo, dividendos, etc. En este sentido se define al índice de Gini del ingreso 𝐺𝑌 como el indicador de desigualdad del ingreso personal.

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De acuerdo a la ecuación (4.1) se desprende que un incremento marginal de una de las fuentes de renta (𝜕𝑌𝑗) afecta la distribución de Y por lo tanto genera una

variación marginal del índice de Gini 𝐺𝑌. Por lo tanto, una variación marginal de la fuente de renta j causa una variación marginal del índice de Gini 𝐺𝑌 equivalente a 𝛿𝐺𝑌 𝛿𝑌𝑗⁄ . La expresión 𝛿𝐺𝑌 𝛿𝑌𝑗⁄ cuantifica como cambia el Gini cuando existe una

variación de una de las fuentes de renta.

Entonces la pregunta que surge es ¿cómo medir el efecto 𝛿𝐺𝑌 𝛿𝑌𝑗⁄ ? En este trabajo

se aplica el marco metodológico denominado Reforma Marginal (RM)15, desarrollado a partir del trabajo seminal de Ahmad y Stern (1984), el cual tiene como objetivo determinar el efecto marginal en el bienestar ante un cambio marginal en los parámetros de una política pública (tributaria). Como señala Madden (1995), la Reforma Marginal busca identificar qué cambios producen una mejora del bienestar, que no es necesariamente el óptimo, pero si superior a la situación de partida. La Reforma Marginal se originó dentro (y en oposición a) del marco teórico de la imposición óptima pero a lo largo de los años fue expandiéndose a otros campos de la evaluación de políticas públicas (Santoro, 2005). Por ejemplo los trabajos de Lerman y Yitzhaki (1985), Stark et al. (1986) o Makdissi y Woodon (2002) quienes aplican el marco de Reforma Marginal sobre índices específicos de bienestar; en los dos primeros casos sobre el índice de Gini y en el tercero sobre el índice de pobreza FGT.

Lerman y Yitzhaki (1985) y Stark et al. (1986) proponen un método para determinar el efecto marginal que tiene las fuentes de ingreso en el índice de Gini. Dicho método ha sido definido como la Elasticidad Gini del Ingreso (GIE por sus siglas en ingles). En palabras de Wodon y Yitzhaki (2003, p. 154): “La GIE provee información sobre el índice de desigualdad de Gini producto de un cambio en una de las fuentes de ingreso, en los impuestos o las transferencias”. La elasticidad de Gini ha cobrado protagonismos en los últimos años (e.j Yitzhaki, 1994; Garner, 1993; Yao, 1999; Wodon and Yitzhaki, 2002).

El índice de Gini tiene varias formas de cálculo, una de ellas es el métodos de la covarianza. A su vez, como lo demostró Yitzhaki (1983), el Gini convencional tiene implícito un parámetro normativo de aversión a la desigualdad. Por lo que planteó el concepto del Gini extendido que hace explícito dicho parámetro. En este sentido se puede definir el Gini extendido por el método de la covarianza como:

GY (v) =-vcov(Y, 1- FY(Y)[ ]

v-1)

mY

;"v>1 (4.2)

Donde mYrepresenta la media del ingreso, 𝐹𝑌(𝑌) es la distribución acumulada del

ingreso y v denota el grado de aversión a la desigualdad (parámetro normativo). Si v crece, aumenta la importancia concedida a la desigualdad. Si v=1, existe

15 El nombre original es Reforma Tributaria Marginal (Marginal Tax Reform) pues se origina como respuesta a las teorías de imposición óptima, que buscan un vector de tarifas impositivas que consigan maximizar la función de bienestar social. En cambio, la Reforma Tributaria Marginal busca un sistema tributario que mejore las condiciones de bienestar, pero éste no es necesariamente óptimo. A partir de ahí se han derivado una extensa literatura entre las que se desprende la Elasticidad Gini del Ingreso. Para ver una revisión de esta clasificación ver el trabajo de Santoro (2005) o Oliva (2013).

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indiferencia frente a la desigualdad.16 El caso más utilizado es v=2 porque hace referencia al índice de Gini ordinario. La expresión del índice de Gini ordinario para el ingreso bruto Y (GY) tiene la siguiente forma (Pyatt et al., 1980):

GY (v = 2) =2cov Y, FY(Y)[ ]

mY

(4.3)

Lerman y Yitzhaki (1985) y Stark et al. (1986) emplean las propiedades de la covarianza para descomponer el Gini de la ecuación (4.3) en función de las diferentes fuentes de renta j de la siguiente forma

𝐺𝑌(𝑣 = 2) =2 ∑ 𝑐𝑜𝑣[𝑌𝑗

𝐽𝑗=1 , 𝐹(𝑌)]

𝜇𝑌= ∑ 𝑆𝑗𝑅𝑗𝐺𝑌𝑗

(4.4)

𝐽

𝑗=1

donde GYj es el índice de Gini del ingreso de la fuente j, y mide el grado de desigualdad en la distribución de la renta j; Sj representa (en porcentaje) la importancia del ingreso j en el ingreso total Y, y Rj es el coeficiente de correlación relativo entre la renta j y el nivel del ingreso total. Este último coeficiente de correlación se calcula mediante la siguiente expresión:

Rj =cov(Yj , FY(Y))

cov(Yj , FYj(Yj ))

(4.5)

El coeficiente Rjes una combinación del coeficiente de Sperman y de Person

(Lerman y Yitzhaki, 1985). Desde otro punto de vista Rjno es más que el ratio

entre el índice de concentración del ingreso de la fuente j (numerador) y el índice de Gini del ingreso de la fuente j (denominador). Es importante mencionar que mientras el índice de Gini es la medida de inequidad que ordena la población como referencia a su misma variable, el índice de concentración mide la inequidad de esa variable, pero ordenando la población respecto a una tercera variable, en este caso respecto al ingreso total.

La ventaja de la ecuación (4.4) es que permite descomponer el Gini del ingreso total Y en diferentes componentes, que en este caso corresponden a las diferentes fuentes de renta j, permitiendo así detectar cuál de todas estas fuentes j contribuye más a la desigualdad del ingreso total. En este punto lo que resta es encontrar la sensibilidad del Gini a la diferente fuente de renta, o, en otros términos, el cambio marginal del índice de Gini ante un cambio marginal en una de los ingresos Yj. Utilizando (4.4), Lerman y Yitzhaki (1985) y Stark, et. al (1986) encuentran lo que se conoce como la Elasticidad Gini del Ingreso (GIE por las siglas en ingles)

𝐺𝐼𝐸𝑗 =

𝛿𝐺𝑌𝛿 𝑗⁄

𝐺𝑌=

𝑆𝑗𝑅𝑗𝐺𝑌𝑗

𝐺𝑌− 𝑆𝑗 (4.6)

16 Cuando v=, corresponde a la teoría de la justicia de Rawls fijándose en el individuo más pobre.

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donde j es un cambio infinitesimal en el ingreso de la fuente Yj tal que Yj( j) =

(1+ j) Yj. De esta forma utilizando las ecuaciones (4.4) o (4.6) la afectación en el Gini del ingreso global estará en función de tres efectos:

(I) La forma como está distribuida la fuente de renta Yj que se ha modificado. El Gini del ingreso total Y será más sensible a la variación de j entre mayor concentrada esté la renta j. Por ejemplo, el Gini será más sensible a una variación de las rentas por patentes que a un cambio del salario básico, en la medida que la renta de patentes suele estar más concentrada que las rentas de salario básico. Esto está capturado en el término 𝐺𝑌𝑗

que es el índice de Gini del ingreso Yj. Entre

más inequitativo esté distribuido mayor será el aporte a la elasticidad GIE. (II) El peso que tenga la renta j dentro del ingreso del individuo. Entre mayor es la magnitud de la renta, mayor afectación a la desigualdad global. En el ejemplo anterior, se espera que el Gini sea más sensible a las rentas del salario que a las de patentes, porque la masa de salarios abarca una mayor magnitud dentro del sistema económico. Esto está capturado en el coeficiente Sj. (III) Depende positivamente del valor de Rj. Es decir, entre mayor es el índice de concentración del ingreso Yj respecto al Gini del mismo ingreso Yj, entonces Rj será más grande y provocará que (4.6) sea mayor. En otras palabras, si la renta Yj está más inequitativamente distribuida respecto a la distribución del ingreso total, entonces esa fuente de renta genera un efecto positivo sobre la desigualdad.

La ecuación (4.6) es a donde queríamos llegar. En el caso que la GIEj registre un signo negativo quiere decir que un aumento del ingreso Yj provoca una disminución del índice de Gini del ingreso total. Por el contrario, si el GIEj reporta un valor mayor a cero significa que un aumento del Yj provoca un aumento de la inequidad general en la sociedad. Este efecto permite determinar si una fuente de renta está contribuyendo a mejorar o a deteriorar la inequidad. Por ejemplo, si una transferencia pública está bien focalizada se espera que ésta goce de un valor negativo en el indicador GIE, pues significa que la existencia de ese ingreso para los hogares disminuye el índice de Gini de la sociedad.

Mediante esté método se logra: Primero, determinar cuál es el efecto de los ingresos de capital en la iniquidad en Ecuador. En la medida que los dividendos, los arriendo y cualquier rendimiento financiero, tenga un valor importante de GIE, comprueba que hay una relación robusta entre la distribución funcional y personal del ingreso. Segundo, el signo de la elasticidad corroborará qué efecto tiene la distribución funcional: si es positiva los ingresos de capital empeoran la desigualdad del ingreso en la sociedad, si la elasticidad es negativa tiene un efecto igualador en el ingreso total Y.

También es interesante evaluar el aporte que tienen los ingreso catalogados como mixtos (aquellos en que no se puede distinguir el aporte del trabajo y del capital), pues en las economías latinoamericanas este tipo de ingresos es de gran importancia. Para el caso del Ecuador las rentas mixtas representaron el 30% del ingreso nacional en 2015 (BCE, 2015). Como mostró la ecuación (4.4) y (4.6) el efecto depende en parte del termino Sj el cual cuantifica el peso que tiene el ingreso Yj en el ingreso total Y.

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Si este método es calculado en base a las encuestas de hogares, como es el ejercicio de Francese y Mulas-Granados (2015), el término Sj está sesgado pues no refleja de forma real la contribución de las rentas de capital en el ingreso nacional. Además, al usar una definición de ingreso de flujo (base caja) sesga aún más el término Sj y Rj.

5. RESULTADOS PARA ECUADOR

EN ELABORACIÓN

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