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La Salud: Un Gran Negocio Chile, su Relación con América Latina y el Caribe y su Entorno Vecinal El Último Mensaje Presidencial y el Legado de Michelle Bachelet Junio 2009 Año 9- N o 86

Revista Foro 21 N° 86

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Revista de actualidad social y política con comentarios de analísis de la actualidad nacional e internacional.

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La Salud: Un Gran Negocio

Chile, su Relación

con América Latina y el Caribe y

su Entorno Vecinal

El Último Mensaje

Presidencial y el Legado de Michelle Bachelet

Junio 2009

Año 9- No 86

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c o y u n t u r aE D I T O R I A LI N D I C EEditorialCoyunturaMarcelo Contreras N.Banco Mundial y LatinoaméricaFrente a la Crisis, SocialdemocraciaJesús CalderaLa Salud: Un Gran NegocioRafael UrriolaChile, su Relación con AméricaLatina y el Caribe y su Entorno VecinalLuis Maira

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Presidentes HonorariosRicardo Lagos

Carlos OminamiFrancisco Vidal

Directora EjecutivaMaría de los Ángeles Fernández

Director Ejecutivo AdjuntoJorge LeivaDirección

Compañía 1085, piso 12Fono: 6991700Fax: 6735296

Email: [email protected]: www.chile21.cl

EditoraXimena Gattas

Director y Representante Legal

Marcelo Contreras

DiseñoMónica Poblete

ImpresiónATG Impresores

Cuba y la OEA

En su reciente asamblea general, la OEA más que aprobar el reingreso de Cuba a la Organización de Estados Americanos, derogó una vergonzante resolución, asumida en 1962, a instancias de Estados Unidos el marco de la guerra fría, que suspendía la participación cubana, que había expulsado del poder al dictador Fulgencio Batista y que iniciaba un proceso revolucionario para instaurar un régimen socialista.

Chile, con un gobernante de derecha en ese tiempo, Jorge Alessandri Rodríguez, optó por abstenerse frente a esa resolución, en tanto que numerosos gobiernos dictatoriales y regímenes de más que dudosas calificaciones democráticas, optaron por plegarse a la imposición de EE.UU. de sancionar al régimen cubano por su osadía de derrotar a uno de los aliados de ese país y proponerse la construcción de un sistema socialista en la región.

Mucho se ha discutido acerca de la relevancia y trascendencia de una organización, que reúne en su seno a países tan disímiles como EE.UU., Canadá, México, los países centro americanos y del Caribe, así como del Cono Sur. A menudo se ha criticado la irrelevancia de sus resoluciones y la inoperancia de su burocracia. El propio Fidel Castro la describió en algún momento como “el ministerio de colonias” norteamericano.

Pero de manera muy acertada, la mayoría de sus críticos han debido reconocer que la OEA no es sino el resultado de los miembros que la conforman y así como en los años 60 muchos de sus Estados miembros eran gobernados por caudillos populistas o dictadores, así también la década de los 70 y los 80, esos caudillos fueron reemplazados por dictaduras militares, imbuidas en la doctrina de la Seguridad Nacional, que protagonizaron masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos, manteniendo su condición de miembros plenos de la OEA.

Los tiempos han cambiado y sin duda esos vientos de cambios han llegado a la OEA. Con excepción de Cuba, América Latina cuenta hoy con democracias representativas en toda la América continental. En la mayoría de los países existen gobiernos de signo progresista, comprometidos con la Democracia como sistema político, el irrestricto respeto a los derechos humanos como la base de la convivencia, un desarrollo inclusivo y la cohesión social, que han permitido que la OEA juegue un rol más relevante en la promoción de estos valores, tal como queda reflejado en la clausula democrática incorporando en sus resoluciones, la observación de los procesos electorales en la región, así como los procesos de mediación en conflictos bilaterales e internos en los países. La propia elección de José Miguel Insulza como Secretario General de la OEA, pese a no contar con el beneplácito inicial de los EE.UU, es un signo de los nuevos tiempos que vive esa organización.

Con la derogación del acuerdo que suspendiera la participación de Cuba, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha lavado una oprobiosa mancha en su historia. Hoy no tan sólo depende de Cuba su plena reintegración a una organización respecto de la cual ese país mantiene serios reparos, manifestando su nulo interés en volver a su seno. También depende de la política que la nueva administración demócrata norteamericana tenga respecto de Cuba, en donde se anotan algunos tímidos signos alentadores para retomar un diálogo constructivo aunque limitado. Y del aporte de la propia comunidad de naciones americanas para terminar con el bloqueo y reintegrar a ese país a la región.

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C O Y U N T U R A

Marcelo Contreras N., Director Revista Foro Chile 21

El último mensaje presidencial de la Presidenta Michelle Bachelet no sólo reafirmó la impronta social que constituye el principal legado de su gobierno y que hoy sectores de derecha, principalmente la UDI, pretenden disputar pese a que otros sectores de la derecha, como el diputado Julio Ditborn de Renovación Nacional, ponen en duda el sistema de protección social desarrollado en estos años, aludiendo al supuesto fracaso de los llamados Estados de Bienestar.

En su mensaje, la Presidenta aludió a reformas sustantivas aprobadas o en vías de aprobación durante su administración y que apuntan a una democracia más participativa e incluyente, como la inscripción automática en los registros electorales, que concede la ciudadanía acerca de tres millones de jóvenes no inscritos por el sólo ministerio de la ley. O la reciente aprobación de la ley de Transparencia y Acceso a la Información, que pone a Chile en la vanguardia en estas materias, permitiendo a los ciudadanos conocer y fiscalizar en detalle la manera como el Estado invierte los recursos públicos. De igual manera, la Jefa del Estado reivindicó el estilo ciudadano de su administración para convocar a expertos, representantes de la sociedad civil, a personeros de todos los sectores a debatir en comisiones presidenciales las políticas públicas relevantes. Finalmente, valoró la masiva incorporación de mujeres en su administración, expresando su convicción de que estos cambios culturales son irreversibles.

Sin embargo, el contenido sustantivo del mensaje leído en el Congreso Nacional (no así el voluminoso mensaje que contiene la cuenta detallada de la marcha política y administrativa de país) estuvo centrado, como era natural, en la crisis económica internacional y sus efectos sobre nuestro país, proponiendo ocuparse en tres líneas centrales:

- Trabajar para superar la crisis económica internacional y retomar pronto una senda de crecimiento sostenido.

- Trabajar para que no sean las personas las que sufran los rigores de una crisis que no provocaron y que podamos consolidar la matriz de protección social comprometida.

El Último Mensaje Presidencial y el Legado de Michelle

Bachelet

- Trabajar para que el país salga fortalecido de este momento de adversidad, construyendo las bases de un modelo de desarrollo más dinámico, inclusivo y sustentable.

En esta materia, la Presidenta destacó la prudencia de su gobierno para administrar los recursos extraordinarios del alto precio del cobre, que hoy le permiten al país enfrentar en mejor pie una crisis de magnitud global: Con la casa ordenada y las cuentas en regla, con políticas sociales financiadas y con reservas para aplicar políticas contracíclicas.

Se puede aún discutir si todas y cada una de las propuestas de incremento del gasto fiscal que, en su momento se generaron desde el Senado de la República, los partidos de gobierno u

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oposición, centros de pensamiento o grupos de economistas de gobierno y oposición, respondían o no a una orientación populista o tenían un fundamento técnico que apuntaban a dinamizar el crecimiento e invertir en capital humano y social. Sin embrago, los hechos posteriores dan la razón a la Presidenta, reivindicando la figura de su ministro de Hacienda, que hoy aparece como la figura con mayor apoyo y respaldo del gobierno después de la propia Presidenta y que, en su momento, fuera cuestionado tanto por el oficialismo como por la oposición por un manejo excesivamente conservador de los cuantiosos excedentes acumulados en los tiempos de bonanza.

Contradiciendo los agoreros pronósticos de la oposición, acerca de que la crisis internacional terminaría revirtiendose en contra del gobierno, la actual administración puede exhibir un más que adecuado y oportuno manejo de sus efectos, implementando un ambicioso Plan de Estimulo Fiscal, por cuatro mil millones de dólares, el quinto más grande a nivel mundial en relación al Producto Interno Bruto, como anotó la Presidenta en su mensaje, para dar nuevos bríos a la economía y fomentar el empleo, que la propia Presidenta a reforzado con las nuevas medidas anunciadas en el mensaje y que importan 330 millones de dólares adicionales.

El gobierno de Michelle Bachelet ha demostrado que la crisis internacional puede convertirse en la mejor oportunidad para mostrar su voluntad y compromiso de hacerle frente con potentes políticas contracíclicas, que han concitado un amplio respaldo social y político a su administración. Tal como queda reflejado en las encuestas de opinión, que marcan un 52% de apoyo para su gobierno y más del 67% a la Presidenta.

Lo que resulta más que evidente es que el gobierno de Michelle Bachelet ha ido de menos a más. Desde sus dificultades iniciales de instalación y coordinación ha pasado a una adhesión ciudadana mayoritaria para el gobierno y la propia Presidenta, que no sólo -o principalmente- se explican por condiciones o atributos personales de la Jefa del Estado, como pretende la oposición, la que prudentemente ha morigerado sus críticas al gobierno, al que alguna vez calificó como “el peor gobierno de la Concertación”; sino por un balance ampliamente positivo de su gestión.

Pero algo sucede con la percepción ciudadana que impide que esta adhesión y apoyo al gobierno en el último año de su gestión se traspase a su coalición o a su alternativa de sucesión. O más propiamente, algo sucede con los partidos oficialistas y el candidato único (¿) de la Concertación, que no logran

capitalizar el buen momento por el que pasa el gobierno.

Los dardos apuntan por igual a la llamada “rebelión generacional”, protagonizada por el díscolo diputado Marco Enríquez Ominami en contra de las elites, que se han rotado en el poder en estos últimos 20 años, y a la propia campaña presidencial de la Concertación, que aún no logra perfilar un potente mensaje de futuro, que mezcle adecuadamente los elementos de continuidad y cambio que debe encarnar un candidato oficialista.

De nada sirve culpar a la Jefa del Estado o a sus asesores comunicacionales de centrar todos sus esfuerzos en “glorificar” al gobierno antes que compartir los méritos con su coalición o hacer guiños al candidato oficialista. El primer deber de todo gobierno es, precisamente, hacer un buen gobierno y, en ese sentido, el senador Eduardo Frei acierta al sostener que el guiño a su campaña es, precisamente, el propio mensaje del 21 de mayo.

La campaña presidencial no acaba de despegar por más que los candidatos empiecen a recorrer el país, que sus equipos técnicos trabajen intensamente en la confección del programa de gobierno y que sus estrategas comunicacionales afinen sus diseños. En verdad restan siete meses para la elección y aún falta por definir los elencos de candidatos a parlamentarios, que acompañarán a los candidatos presidenciales y que constituyen la principal fuerza de tarea para disputar el voto del electorado.

En este sentido, la próxima encuesta del CEP, anunciada para fines de junio y a la que los actores políticos le adjudican tanta trascendencia, marcará un punto de partida, pero no

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necesariamente un punto de llegada. Las encuestas están para ser modificadas y la suerte de la próxima elección presidencial y parlamentaria se juega en la capacidad que tengan los partidos y candidatos de enfrentar al electorado a las verdaderas opciones de fondo que se juegan en esta elección, en donde el viejo eje entre los partidarios del Si y del No, que dominara la escena política hasta la elección Ricardo Lagos, ha tendido a ser superado por nuevos ejes. En esta contienda presidencial no están ausentes las tradicionales fronteras entre derecha, centro izquierda e izquierda extraparlamentaria y en donde la candidatura alternativa, representada por Marco Enríquez Ominami, no parece inscribirse con nitidez en ninguna de ellas, respondiendo más bien a un fenómeno distinto, de carácter más bien generacional y que busca capitalizar un difuso pero extendido malestar ciudadano en contra de las elites, que no necesariamente alcanza al gobierno o la Presidenta de la República, pero si afecta al candidato de la actual coalición de gobierno, dividiendo un electorado que tradicionalmente ha votado por la Concertación.

Muchos piensan que este fenómeno no tiene demasiada trascendencia en un escenario de segunda vuelta en que, inevitablemente, se decidirá la suerte de la próxima elección presidencial y en donde Sebastián Piñera tiene escasas posibilidades de superar al candidato oficialista que pase a segunda vuelta. Pero ello depende de muchos factores. Entre otros de la ventaja que obtenga el candidato de la llamada “coalición por el cambio” respecto de su más inmediato competidor y que bien podría concederle la legitimidad de la primera mayoría relativa, con una distancia muy difícil de remontar en una segunda ronda.

Cualquiera sean los porcentajes de la próxima encuesta

CEP o de cualquier otra medición, resulta más que evidente que Eduardo Frei, que partió esta carrera desde muy abajo, marcando porcentajes insignificantes en las encuestas y que ha visto caer a candidatos tan potentes como Soledad Alvear, Ricardo Lagos o José Miguel Insulza, no se bajará de la contienda presidencial. Para bien o para mal la suerte de la Concertación está ligada indisolublemente a la de su candidato oficial, cuya preocupación central, antes que comentar las encuestas o responder a los cuestionamientos a su campaña, es asumir el desafío de revalidar la condición mayoritaria para su coalición y proyectarla a un quinto mandato sin tener, por ahora, el favoritismo.

Un tema que no puede dejar indiferente a la Presidenta y a su gobierno, planteando la interrogante acerca de a quién deberá entregar la banda presidencial el próximo 11 de marzo y que, obligadamente, se convierte en el último test acerca del éxito o fracaso de su administración, pero el rol que ella y su gobierno pueda cumplir es muy limitado, no obstante que la actual legislación no impide que la Presidenta, sus ministros

y altos funcionarios públicos asuman una opción política, como es normal en toda democracia y como, por lo demás, lo ha hecho la Jefa del Estado y el propio titular de Hacienda, Andrés Velasco, demostrando su compromiso con el candidato del oficialismo.

El gobierno puede y debe hacer su parte para convencer a sus adherentes que los éxitos y logros de la actual administración han sido posibles con el respaldo a su coalición, demostrando que no da lo mismo quién gobierne porque sigue existiendo una línea divisoria entre las fuerzas progresistas y conservadoras y la Concertación -a pesar de su evidente desgaste tras casi 20 años en el poder y sus sucesivos desgarramientos y tensiones- sigue representando una fuerza de cambio y transformación y es la coalición que mejor asegura la gobernabilidad futura del país.

Pero las elecciones son una batalla por el futuro y las ganan o las pierden los propios candidatos en base a mensajes y propuestas motivadoras, con adecuadas estrategias electorales, así como el despliegue de sus partidarios en la conquista de la mayoría ciudadana. Y bien puede marcar el ocaso definitivo no tan solo de una generación que asumió un muy temprano protagonismo en la década de los 60 y que tienen en Andrés Allamand y Camilo Escalona sus verdaderos “niños símbolos”, sino de las propias coaliciones mayoritarias que han dominado el escenario político estos últimos 20 años y que, difícilmente, pueden enfrentar unidas una derrota. La primera en el caso de la Concertación y la quinta consecutiva en el caso de la oposición.

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Latinoamérica es una de las regiones que más rápidamente podría superar sus dificultades económicas, producto de la crisis global, en vista de los sólidos fundamentos de sus economías, que la colocan en mejor posición que las demás para “rebotar de la crisis”.Pese a que la región se ha visto impactada y su previsión de crecimiento económico para el 2009 ha declinado –una contracción estimada de 0.7% del PIB-, ésta tiene una mayor capacidad para emerger airosa de sus retos económicos, retomar la senda del crecimiento y continuar siendo atractiva para la inversión extranjera, señaló Augusto de la Torre, economista en jefe para América Latina y el Caribe de la institución multilateral.Durante una presentación de sus proyecciones para la región en la sede de la institución, de la Torre vinculó el “rebote” de América Latina con el de los países industrializados, pero dijo que era un convencido de que la región se “beneficiaría de una rápida recuperación”.“Todo depende de qué tan rápido se recupere el centro, pero hay una buena capacidad de rebote en el crecimiento en base a que la región ha hecho bien su tarea de no endeudarse y ahorrar en las épocas de bonanza”, sostuvo el economista.El experto enfatizó que la lección más importante de esta crisis es que, esta vez, América Latina es menos vulnerable a sus efectos nocivos, comparada tanto con su propio pasado como con otras regiones emergentes.“ ‘Crisis’ ya no es más una palabra asociada con una hecatombe” –explicó de la Torre. “Ahora tiene un significado distinto y menos destructivo”.Indicó, sin embargo, que aunque Latinoamérica ha evitado una crisis financiera sistémica, no podrá evitar una recesión.

Latinoamérica podría Superar Más Rápido sus Dificultades

EconómicasEl economista Jefe para AL y el Caribe no descarta que “cuando el

mundo empiece a resurgir esperaría que la inversión extranjera fluya hacia América Latina”.

En nota del Banco Mundial, se relevan los sólidos fundamentos de sus economías, que los colocan en mejor posición frente a la crisis.

Las razones son los múltiples canales de transmisión de la crisis: los costos financieros, los precios de las materias primas, las remesas y la demanda externa, todos los cuales han sufrido impactos significativos.Por ejemplo, el costo del financiamiento internacional para las empresas latinoamericanas se ha duplicado en los últimos meses, mientras que el precio de las materias primas cayó hasta un 50% desde su pico del 2008. Esto tiene un efecto significativo en una región donde el 95% de la actividad económica y el 90% de su población reside en países que se benefician con altos precios de los ‘commodities’, según de la Torre. A eso se suma el bajón en las remesas, que representan del 10% al 20% del ingreso nacional en algunas naciones caribeñas y centroamericanasDe la Torre se muestra optimista, sin embargo, en torno a las perspectivas a mediano plazo.Las medidas contracíclicas adoptadas por muchas economías regionales que incluyen multimillonarios paquetes de estímulo fiscal –en Perú, Brasil, México y Chile, entre otros–servirán para amortiguar el impacto de la crisis tanto en lo económico como en lo social, según el experto. Y en aquellos países donde no existe la capacidad de implementar planes

de estímulo –Centroamérica y el Caribe, por ejemplo– las multilaterales jugarán un importante rol de

apuntalamiento económico, agregó.Adicionalmente, la flexibilidad cambiaria en

la región permitirá mantener relativamente alta la actividad económica doméstica y hacer más atractivo el valor de los activos nacionales para los inversionistas extranjeros.“De manera que cuando el mundo empiece a resurgir esperaría que la inversión extranjera fluya hacia América

Latina”, indicó de la Torre.

B A N C O M U N D I A L Y L AT I N O A M É R I C A

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Las crisis, aunque dolorosas, suelen ofrecer una oportunidad para el cambio. Y ésta es profunda. No estamos sólo ante una crisis del sistema financiero; estamos ante una crisis de todo el sistema, del modelo de desarrollo económico. Por ello debemos aprovechar esta oportunidad para promover un cambio de paradigma, una globalización distinta que no sólo se guíe por los principios de efectividad, sino también de justicia, solidaridad y responsabilidad ante los ciudadanos.

Y lo importante no es cambiar, sino cambiar a mejor, lo que implica detectar las causas de esta situación para después encontrar las mejores soluciones. Y ni unas (las causas) ni otras (las soluciones) son ajenas a la ideología, como quieren algunos hacernos ver. Detrás de la crisis no hay errores de orden técnico, sino una determinada concepción neoconservadora y neoliberal del mundo: la no regulación. De este modo, se ha tratado de imponer como necesidad económica lo que tan sólo era una preferencia ideológica: los mercados funcionan mejor sin regulación alguna, sin la intervención de los poderes públicos.

Porque, ¿qué es lo que ha pasado? Se dejó de regular. El Sr. Greenspan, presidente de la reserva federal norteamericana, lo dejó muy claro: “No hay nada en la regulación federal (gubernamental) per se que la haga superior a la autorregulación del mercado”, afirmó, y hoy sufrimos las consecuencias.

Desregulación, pues, financiera: productos, como los derivados y los hedge funds al margen de cualquier supervisión. Pero no sólo hubo esta clase de desregulación. Este fenómeno no se circunscribió a la economía y a los mercados: también se extendió a la política. Tras la

Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional decidió prohibir las guerras de agresión. El uso de la fuerza debería autorizarse por Naciones Unidas e ir dirigido a misiones de paz o humanitarias. Esta regulación molestaba las posiciones neoconservadoras y decidieron ignorarla, promoviendo la invasión y ocupación de Irak al margen de las normas de regulación internacional. En materia medioambiental ocurrió otro tanto: las reglas trabajosamente alcanzadas en Kioto fueron ignoradas. Su protocolo (regulación internacional dirigida a conseguir un mundo sostenible) de nuevo fue ignorado. Y así, las fuerzas del mercado, sin que nadie les pusiera ningún freno, acabaron provocando estas crisis: financiera, política, de seguridad, ambiental.

El resultado de esta política neocon desde un punto de vista ético, incluso diría desde un punto de vista humano, no ha podido ser más regresivo. Un mundo más desigual, menos cohesionado, más injusto. En los países donde se ha aplicado esta doctrina con más intensidad, como Estados Unidos, los ricos han visto aumentada su riqueza, mientras la clase

Frente a la Crisis, Socialdemocracia

Jesús Caldera, Secretario de la Fundación Ideas y de Programa del PSOE

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media perdía poder adquisitivo y los trabajadores calidad en los servicios públicos y en la protección social.

El crack financiero nos ha demostrado que su modelo no sólo era injusto en términos de valores, sino también ineficaz en términos económicos. No es que su modelo fuera insolidario; es que, además de ello, nos ha conducido a la peor crisis económica desde la Gran Depresión.

¿Y ahora qué? Creo que la mejor respuesta está en los valores socialdemócratas. Seguramente no es preciso “refundar el capitalismo” como pomposamente se ha dicho. Basta con aplicar sensatamente criterios de economía social de mercado. Un modelo basado en la economía real y productiva, no en la deslumbrante riqueza financiera (las más de las veces irreal. En Estados Unidos, el mercado de derivados ha crecido de 106 trillones de dólares en 2002 a 531 trillones en 2008, al principio de la crisis, ¡5 veces en menos de 6 años!). Un modelo basado en inversiones duraderas y sostenibles, en la paz social, en la formación de los trabajadores, en la intervención del Estado allí donde se necesita, en el reparto de la riqueza, en la solidaridad, en la cohesión social. Habrá que innovar, por supuesto,

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e introducir fórmulas que mejoren el sistema, pero el modelo ya existe. Se llama modelo socialdemócrata.

Y las mejoras que se deben introducir, si queremos que sean útiles, tendrán que profundizar en dicho modelo. Para empezar, en el enfoque. No podemos afrontar esta situación circunscribiendo la respuesta exclusivamente a la crisis financiera, porque ésta no es el único fallo de mercado al que nos enfrentamos. Junto a ella, el mundo afronta una catástrofe medioambiental de dimensiones planetarias y una crisis alimentaria que se cobra miles de vidas al día. Por tanto, la respuesta ha de ser global, y debe abarcar el impulso de

políticas que permitan alcanzar los objetivos del Milenio, la reducción de gases contaminantes o la apertura del comercio a los países en vías de desarrollo a través de la Ronda de Doha.

Además, deberemos aplicar valores socialdemócratas también en lo que respecta, en concreto, a la respuesta a la crisis financiera, que ha de estar basada en una nueva arquitectura financiera internacional basada en el activismo del Estado, la transparencia, la proporcionalidad entre el

riesgo y el beneficio, la correlación entre el beneficio individual y colectivo y la seguridad en los mercados.

A los gestores de Wall Street y sus pares (y a sus ideólogos) debemos condenarlos éticamente, sí, por su avaricia y afán de lucro interminables en un mundo con tantas desigualdades y pobreza, pero sobre todo, debemos condenarlos por su incompetencia y desastrosa gestión económica que nos ha llevado a la peor crisis desde 1929. El neoliberalismo tuvo su oportunidad; demos ahora la oportunidad a los ciudadanos.

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S A L U D Y M E R C A D O

Una preocupación generalizada en el debate actual sobre el uso de los recursos para salud se debe a que las sociedades le dedican recursos crecientes y significativos puesto que las personas no solo buscan vivir más, sino vivir mejor. El promedio del crecimiento anual del gasto en salud en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico –OCDE- entre 1970 y 2003 fue de 4%, mientras que el crecimiento económico en ese período no alcanzó siquiera al 2,5% promedio. En el 2005, en Estados Unidos, el gasto nacional de salud alcanzó a US$ 6.697 por persona, es decir, 16% del Producto Interno Bruto, mientras que al 2015, según el Colegio Médico norteamericano esos gastos serán de alrededor del 20% del PIB. Pese a que las estimaciones para América Latina son poco fiables (muy pocos países de la Región disponen de cuentas nacionales de salud -en cualquiera de sus formatos- y, aun así, estos ejercicios suelen estar discontinuados) los países gastan alrededor del 4% del PIB en salud. Cuando en 1960 se creó la OCDE esos países destinaban el 4% de su producto a la salud; ahora, en promedio, alcanzan al 9% de sus ingresos (OCDE 2007), es decir, nuestra Región está aproximadamente en los niveles de la Europa Occidental de los años 60 y Chile se empina por sobre el 6% especialmente después de la reforma de mediados de 2005. Los gastos per cápita en salud están correlacionados con el nivel de desarrollo de los países. En efecto, mientras que Honduras, Guatemala y Nicaragua tienen un gasto en salud promedio por habitante de 81 dólares corrientes; otros países de mayor desarrollo relativo en nuestra propia Región como Argentina, Chile y Uruguay destinan 303 dólares por cada individuo a la salud (OPS 2006). Aun así, estamos lejos de países

La Salud: Un Gran NegocioPor Rafael Urriola

La industria farmacéutica mueve unos 200.000 millones de dólares •al año, monto superior a las ganancias de la venta de armas o las telecomunicacionesCon excepción de las Isapres, hay pocas empresas en el mundo que •tienen tan importantes ganancias que pueden recuperar la totalidad de su inversión entre 13 y 16 meses. Es necesario que el Estado supervise que este negocio no sea a •costa de los que no tienen recursos

de Europa como España y Portugal que asignan a la salud 1.541 y 1.348 dólares per cápita, respectivamente o de Estados Unidos.Por lo demás, todo indica que la demanda de servicios de salud se incrementará en el futuro independientemente de los mecanismos que dispongan los seguros para satisfacer esta demanda. Factores tales como el incremento del PIB o el

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nivel de educación (ambos con fuerte crecimiento en Chile en las últimas dos décadas) son significativos para explicar el gasto en salud. En el nivel individual o microeconómico se concluye que el envejecimiento en sí (representado por la edad individual) ayuda al aumento de los gastos de salud.Un estudio de Dormon y Huber (2006) considera que los factores explicativos esenciales son: (i) el efecto puramente demográfico o envejecimiento poblacional; (ii) los cambios en la morbilidad a edades similares; (iii) los cambios en las prácticas para un nivel dado de morbilidad y de prevalencia epidemiológica (es decir, el impacto del progreso técnico).Los resultados del estudio aplicado en Francia indican que los cambios en la morbilidad más bien reducen los gastos en salud, mientras que los impactos debido a los cambios en las prácticas médicas (incluyendo el uso de medicamentos de última generación) son ascendentes y de importancia. Este último es 3,8 veces más importante que el aumento de los gastos que ocasionan sólo los cambios demográficos, es decir, el envejecimiento poblacional esencialmente.

Empresarización de la oferta de insumos y prestaciones

Los negocios de la salud se concentran principalmente en esta llamada innovación tecnológica cuya máxima expresión son, justamente, los nuevos medicamentos aunque hay también cambios en otras áreas como, por ejemplo, las resoluciones de imagenología; la ayuda de instrumental informático para resoluciones quirúrgicas o las clínicas de alta especialización que, incluso, no están cubiertas por la seguridad social en la mayoría de los países tales como algunos

tratamientos dermatológicos.

La industria Farmacéutica

Así, la industria farmacéutica mueve unos 200.000 millones de dólares al año. Un monto superior a las ganancias que brindan la venta de armas o las telecomunicaciones. Sólo 25 corporaciones copan el 50 por ciento del total de ventas mundiales. De ellas, las seis principales compañías del sector –Bayer, Novartis, Merck, Pfizer, Roche y Glaxo- son también potencias de las industrias química, biotecnológica o agroquímica.Entre 1998 y 2003, los gastos en medicamentos en la OCDE representaron en promedio 18% de los gastos totales de salud; en Chile representan

una proporción semejante. Cabe notar que en EE.UU. alcanzan a cerca de 700 dólares por persona. Con un promedio de diez recetas anuales por habitante, Estados Unidos constituye el mercado farmacéutico más grande del mundo: allí la facturación aumenta un 15% por año, y la cantidad de nuevos medicamentos que se lanzan al mercado se triplicó entre 1970 y 1990 señala la especialista canadiense S. Shah. Esta situación se explica en gran medida por una reglamentación cada vez más favorable a la industria. Desde 1984, la Food and Drug Administration (FDA) extendió el derecho de patentes a los nuevos medicamentos en su conjunto; en 1992 aceptó acelerar el examen de las demandas de homologación de nuevos productos a cambio de una participación financiera en los laboratorios; en 1997 vació de contenido las disposiciones que prohibían la publicidad por televisión de nuevos productos farmacéuticos.Estos valores contrastan con el gasto de 100 dólares por

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habitante en medicamentos en México o Turquía, países que también pertenecen a la OCDE mientras que en Chile alcanzaba a cerca de 50 USD. En nuestro país el sector público asume alrededor de 25% del gasto total (200 millones de dólares), de los cuales el 85% es cubierto por medicamentos nacionales y sólo el 15% proviene del exterior. Además, son los antihipertensivos, los analgésicos y los medicamentos para la diabetes los que concentran más del 50% de las compras. El sector público de salud de Chile compra más de 3.000 productos diferentes desde los hospitales y consultorios, (juntos hacen más de 550 demandantes). CENABAST, principal comprador del sector público de salud, intermediaba el 5 % del gasto total del sector público de salud y el 32% del gasto público farmacéutico. El 68 % restante es comprado por los Servicios de Salud a través de Chile Compras a los laboratorios existentes. En Chile, en 2007 según IMS Health, el gasto promedio por habitante en medicamentos fue de $27.307 (alrededor de 46 dólares) aunque esta cifra se refiere a precios de productor, es decir, ventas de laboratorios. Los márgenes de utilidad que han trascendido a raíz de la colusión de las tres cadenas principales de farmacias permiten pensar que el precio al consumidor es casi el doble que la cifra anterior. Otro aspecto que influye de manera decisiva en el alza de costos en el mercado de la salud es que no existen incentivos para priorizar los medicamentos genéricos en las prescripciones médicas.El Departamento de Estudios del Ministerio de Salud indicaba que “la relación de precios entre medicamentos de marca y genéricos aumentó de 2.58 veces en 1993 a 4.6 veces en 1997 y a 5.6 en 2001. Para este último año se estimó un precio medio de los medicamentos genéricos equivalente a US$ 0.88 mientras que aquellos de marca registraron un precio medio de US$ 4.91. Los medicamentos genéricos representan el 38% de las unidades vendidas pero sólo se corresponden con el 10% de los ingresos totales, el 90% restante corresponde a productos de marca”.El experto español V. Ortún llama la atención que “En España el aumento del consumo farmacéutico ha integrado tradicionalmente la santísima trinidad del ‘cuadro de mando’ gubernamental, junto con el índice de precios al consumo (medida de la inflación) y la tasa de paro. Sabemos, no obstante, que: primero, lo que importa del consumo farmacéutico no son los precios, sino las cantidades y el uso que de las mismas se efectúe; segundo, que el gasto farmacéutico no resulta de la mera multiplicación de precios por cantidades ya que debe añadirse el coste del fracaso terapéutico y el coste de las reacciones adversas”.

Las Isapres

Por su parte, el sistema de aseguramiento privado (las Isapres) que también es privado y con fines de lucro registró utilidades en 2006 después de impuestos por $43.431 millones. Medido como proporción del ingreso operacional, este resultado alcanza un 4,7%. De estos ingresos, anualmente las Isapres gastan 80,9% en costos operacionales; 14,6% en administración y ventas y queda un 4,3% como utilidades del ejercicio. Es importante anotar que este valor no se refiere a la inversión sino al ingreso operacional, es decir, hace relación al aporte de todos los cotizantes y no de los accionistas. En relación con el capital y reservas (se entiende por rentabilidad del capital y reservas a la relación entre el resultado del ejercicio y la suma de las cuentas de Capital pagado, Reservas de revalorización del capital, Otras reservas, Utilidades acumuladas y Pérdidas acumuladas), los resultados son espectaculares: Colmena con 496,9%, Vida Tres con 187,9%, Consalud con 93,6% y Banmédica con 92,8%, son las Isapres que presentaron la mejor rentabilidad en este año 2006. De cualquier manera el sistema presenta resultados descollantes (resultados del ejercicio/capital más reservas): 91,9% y 75,7% en 2005 y 2006, respectivamente. Hay pocas empresas en el mundo que tienen tan importantes ganancias que les permite recuperar

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la totalidad de la inversión entre 13 y 16 meses. Cabe notar además, que los aportes voluntarios que realizan los afiliados a las Isapres por sobre el 7% de cotización obligatoria ha ido aumentando en el tiempo situándose en 9,7% de la renta imponible.

La externalización de servicios públicos de salud

Es indiscutible que la debilidad de la oferta pública ha sido el motor principal del fortalecimiento de la Modalidad de Libre Elección (MLE). Ante una demanda solvente y en ascenso, diversas instituciones privadas han rediseñado su oferta para captar a la clientela que está cubierta por el seguro público pero que no tiene atención oportuna en la modalidad institucional. En el año 2006, los prestadores inscritos y vigentes alcanzaron a 24.000 profesionales y 4.350 prestadores institucionales.De manera directa o indirecta el sector privado basa su crecimiento en una demanda desde el sector público. En efecto, las Isapres han reducido sus afiliados en cerca de dos millones de personas y Fonasa lo ha aumentado en alrededor de tres millones en los últimos 15 años.Fonasa otorga prestaciones a través de la MLE. Estos recursos llegan a una proporción promedio de 20% del total de recursos destinados a prestaciones, es decir, sin inversiones ni gastos administrativos, y a un 14% del gasto total público de salud. Su crecimiento es más que proporcional que el de los costos generales de la salud así como en comparación al Índice General de Precios de Chile, pero también en relación a la cantidad de prestaciones. Cuatro prestaciones en 2005 ocuparon el 45% de la facturación de la MLE. En primer lugar las consulta de especialidades (17,6%); el parto (11,3%), las urgencias 9,3% y las hemodiálisis (6,3%). El sector privado se ha esforzado por copar los nichos que le otorga el sistema de incentivos definido por el sector público, como indica la teoría y la experiencia.La evaluación de la oferta activa de prestadores, revela una concentración significativa en el primer decil (alrededor de 2000 prestadores facturan el 74.2% del total de la MLE) pero sólo 10 establecimientos facturan el 14% de esta modalidad. Destacan entre ellos: la Clínica de la Universidad Católica, el Hospital J.J. Aguirre, Megasalud y la Clínica Dávila

(esencialmente receptora de usuarias en los programas de parto).Cabe hacer notar que la salud privada se ha tornado con singular velocidad hacia una lógica empresarial. Con datos de Fonasa referentes a la MLE se verifica que el 76% de las erogaciones hacia el sector privado es recibida por empresas (prestadores institucionales) y sólo el 24% por prestadores personales.La revista de la Asociación de Clínicas Privadas de Chile en su número de febrero de 2009 señala “. A nivel de prestaciones el sector privado realiza más de 62 millones de atenciones en salud lo que equivale al 42% del total de prestaciones brindadas en el país (sin contar atención primaria). De ellas cerca del 50% se entrega a beneficiarios de Fonasa a través de la MLE. En términos de oferta de infraestructura los prestadores privados disponen de 81 clínicas; 5.155 camas; 640 laboratorios; 529 centros de imagenología; 663 centros médicos; y, 172 centros de diálisis”. Todo esto se ha duplicado en sólo una década.

Portabilidad y participación del sector privado

Las clínicas privadas representan de manera adecuada una de las posiciones del debate central en cuanto a organización de los sistemas de salud, es decir el rol que les compete a cada uno de los agentes (público y privado). Las clínicas –más no las Isapres- basan su argumentación en que el usuario debe tener la posibilidad de elegir desligándose de todo análisis referido a los costos financieros de un sistema completamente desregulado, es decir, de sus impactos sobre

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la equidad y la eficiencia. Así, las sugerencias expresadas por las clínicas privadas en el documento citado, son: un bono Auge individualizado bajo forma de voucher que los pacientes pueden usar con cualquier prestador; subsidio a la demanda que implica lo mismo que lo anterior pero para todas las demás prestaciones; ampliar y ajustar el arancel de la MLE para que puedan hacerse atractivas las ofertas privadas para lo cual el documento rescata el caso del Pagos Asociados a Diagnóstico (PAD) en el caso del parto. En efecto, a partir de 2003 el sector público desarrolló una política deliberada para incrementar el uso de esta modalidad en tanto aumentó las bonificaciones y estableció convenios con clínicas privadas para este efecto. En 2003 la bonificación otorgada por Fonasa alcanza a 43,5%, pero desde 2005 el PAD Parto pasa de un 45% a un 70% de bonificación. Lo que provocó una sustitución de resolución en los establecimientos públicos por el PAD en el sector privado. Esto significó que el PAD parto sea el segundo rubro de gasto en la MLE, sólo superado por todas las consultas de especialidades reunidas.La portabilidad consiste en que el Estado subsidie a las Isapres o a las personas directamente mediante un “bono” que se le otorga a ciertas personas para que puedan pagar planes más caros que los que pueden acceder actualmente con el 7% correspondiente a sus cotizaciones o que, con el voucher, se dirijan directamente a un prestador, aun sin pasar por las Isapres.Al examinar esta propuesta se puede concluir que:a) cuando a principios de la década de los ‘80s se crea el

actual sistema de seguros de salud, sus gestores propugnaban la idea de que el Fonasa se ocuparía de los pobres (prácticamente los indigentes) y las Isapres de todos los demás. La idea fracasa porque, de una parte, los ingresos de los pobres, pese a haber aumentado notoriamente durante los gobiernos de la Concertación, no alcanzan para asegurar el financiamiento de la salud en un sistema privado con fines de lucro; en segundo lugar, porque los costos de la salud, por definición, son imprevisibles y nadie puede evitar la posibilidad de padecer de una enfermedad altamente costosa o catastrófica. En consecuencia, el carácter solidario del aseguramiento en salud –característica de Fonasa- es lo más adecuado para cubrir

eventos catastróficos imprevisibles. Y, en tercer lugar, el desmantelamiento sistemático de los establecimientos públicos de salud durante la dictadura, fue revertido posteriormente con mejoras en inversiones, equipos y salarios de los funcionarios. No es casualidad entonces que la opinión acerca de satisfacción de los usuarios de Fonasa no dista casi nada de las opiniones que dan los usuarios de las Isapres. Ello refleja una tendencia a reducir las desigualdades entre la oferta pública y privada en salud.b) El argumento de que las personas preferirían atenderse en el sector privado debe ser también precisado. En la imagen que se pretende inculcar en la población se hace creer que cualquier afiliado a una Isapre puede asistir graciosa y libremente a las mejores clínicas del país, en circunstancias que numerosos planes que ofrecen las Isapres tienen prestadores preferentes, incluyendo médicos y establecimientos. Usar otros prestadores resulta mucho más caro y pagado por el usuario.c) El aspecto financiero no es menor ya que el gasto anual de los beneficiarios de Isapres es 2,2 veces lo que gasta cada persona de Fonasa y sería cerca de 5 veces si no existiese el aporte fiscal para salud al seguro público. Aún así, los usuarios del sector público acceden a prestadores privados. En 2006 el 36% del total de las cotizaciones para salud que percibió Fonasa (es decir, descontando los subsidios por incapacidad laboral) fueron ocupadas en el financiamiento de la MLE. Más aún, Fonasa aumentó la bonificación en convenios con establecimientos públicos y privados como en el caso del

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parto lo que significó incluso que aumentasen los afiliados jóvenes al Fonasa. En realidad, el hecho de haber perfeccionado convenios con instituciones privadas ha permitido, más bien, reducir los costos globales de los usuarios del Fonasa. En definitiva, los renovados llamados al subsidio a las Isapres expresados como portabilidad debieran más bien invitarnos a una reflexión que conduce a otro ámbito. Es absolutamente necesario seguir modernizando el sector público de salud; no sólo porque tiene cobertura nacional, no discrimina ni expulsa personas con mayor vulnerabilidad económica ni sanitaria, sino porque los sistemas individualistas como el esquema colombiano o el de EEUU han demostrado fehacientemente mayor ineficiencia que cualquier otro sistema y tienden a excluir a sectores crecientes de la población (47 millones de estadounidenses, es decir, 15,8% de la población no tiene seguridad social en salud. Pero, al mismo tiempo, gasta cerca de 7.000 dólares promedio por habitante en salud; más de 10 veces el gasto en Chile con resultados sanitarios similares.

No es casualidad que el Presidente Obama tenga entre sus prioridades una reforma contundente al sistema de salud que incluye universalidad y mayor participación pública en el sistema de aseguramiento. Es decir, lo que está en discusión no parece ser la participación del sector privado en la oferta de seguros y prestaciones de salud, sino asegurar que una vez más los liberalismos extremos no conduzcan a exacerbar la inequidad con ineficiencias mayores que se traducen en aumentos de costos sin resultados sanitarios. Para ello el Estado debe supervisar que el negocio no sea a costa de la salud de los que no tienen recursos. El 75% de la población afiliada a Fonasa probablemente espera que el sector público mejore la calidad de sus prestaciones con una sólida protección financiera antes que se encandile con ofertas que sólo son cubiertas con pagos inalcanzables para la mayoría. BIBLIOGRAFIA

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Dormont B. et H. Huber. Causes of health expenditure growth the predominance of changes in medical practices over population ageing cahier n° 2006-03. U. de Dauphine. 2006.

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OPS 2006. Informe sobre la salud en el mundo 2006. Ginebra, OPS 2006.

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Chile, su Relación con América Latina

y el Caribe y su Entorno Vecinal

Luis Maira, experto en Política Internacional, Embajador de Chile en Argentina

Mis observaciones las ordenaré en torno a tres preguntas que me parecen fundamentales: La primera ¿en qué contexto de ideas y de propuestas de políticas públicas debemos analizar hoy América Latina?, luego, la segunda, ¿qué es hoy día América Latina? Y, finalmente, la tercera ¿hacia dónde podría o debería ir la región latinoamericana?

¿En qué contexto debemos analizar AL?

La primera cosa que hay que decir es que la elección

presidencial del 2009 se da en un contexto internacional sustancialmente distinto de las cuatro previas que pudimos ganar. Este contexto es muchísimo más favorable que el que tuvimos anteriormente. La elección de 1989 se produjo en medio de la caída del muro de Berlín y el colapso del sistema comunista, con que los partidos de la Concertación si bien no teníamos que ver, pero por la historia chilena y sus alianzas hasta 1973, se vinculaba y dañaba las perspectivas de las fuerzas progresistas a escala mundial. Hacia 1990 alguien dijo, muy bien, que “la social democracia se había convertido en la

extrema izquierda de la política mundial”, lo que refleja hasta que punto se había corrido el cerco ideológico. Estoy convencido que esto incidió en las propuestas de los inicios de nuestra experiencia gubernativa y, consciente o inconscientemente, también en una conducta más defensiva y apaciguadora respecto de las visiones transformadoras, las cuales eran mucho más fuertes cuando pensábamos el Chile post Pinochet, en medio de la dictadura. Resultaba estrecho el ejercicio del poder en un momento en que se hablaba del “fin de la historia”, de la consagración perpetua del dúopolio “democracia liberal restringida y economía de mercado absoluta”. Esto nos complico mucho la vida.

Por lo mismo, es indispensable pensar ahora nuestra propuesta de país y de política exterior en el contexto de estas dos crisis, que han estallado en los últimos meses y que hay que saber distinguir y desentrañar. La primera fue una crisis que comenzó siendo financiera, en el mes de septiembre de 2008,

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y se extendió muy luego a la economía real, afectando todos los cimientos que contiene el terreno productivo. Luego está la crisis del paradigma neoconservador, que había dominado desde comienzos de los años 80’ a la política mundial de un modo en que muchas de las cosas que habíamos hecho correspondían a una postura que iba a contracorriente de las visiones hegemónicas en el mundo.

La Concertación nació a contracorriente del pensamiento neoconservador. Lo que prevalecía iba mucho más en la línea de las políticas ortodoxas del gobierno militar, especialmente de su breve período exitoso, el último en que Hernán Büchi y sus administradores, estaban haciendo un diseño económico ultraliberal y, lo mismo valía para el achicamiento de las políticas sociales y para la idea de que el Estado era el problema y que lo público y la política carecían de legitimidad. De todas las cosas que se han dicho, muchas muy lúcidas, desde el estallido de esta crisis, que tanto nos desconcertó, la más importante es la del historiador inglés Eric Hobsbawm, que ya en Octubre pasado, cuando la recesión había irrumpido, advirtió “lo que le está pasando al capitalismo especulativo y al proyecto neoconservador es equivalente a lo que le pasó a los socialismos reales y a la visión comunista con la caída del muro de Berlín”. O sea, estamos ante el fin de una manera de ver el hombre, el mundo, la historia, que era particularmente compleja para nosotros, porque era una visión amplia, consistente, luego que por primera vez las derechas invirtieron en el pensamiento.

En México en un Instituto en que estudiábamos a Estados Unidos, pudimos seguir de cerca cómo se construyó la propuesta neoconservadora –qué acá llamamos neoliberal- como un pensamiento muy integral, con expresión en los campos más variados, una cosmovisión que tenía una expresión económica desde la visión neoclásica y también en toda la concepción de los supply siders; que tenía una visión geopolítica en trabajos como el de Norman Podhoretz, Robert Kagan y otros autores; que tenían una visión de la teoría del estado, con un Estado mínimo y pasivo; que tenía una visión religiosa a través de la “Iglesia Electrónica”, los predicadores fundamentalistas. El neoconservador no era un pensamiento cualquiera, era una visión reaccionaria moderna, a la altura del inicio de la tercera revolución científico-técnica y con pretensiones muy absolutas en cuanto a su vigencia, como también muy arrogante en cuanto a la expresión de sus visiones fundamentales. Y esto es lo que hoy día también se ha desplomado.

Ya lo que cambia no es sólo tal o cual componente de los

esquemas financieros globales, sino que además ha perdido legitimidad la manera de ver el mundo que prevaleció desde la Thatcher y Ronald Reagan, a fines de los setenta y comienzos de los ochenta, hasta ahora. Estamos en las vísperas del surgimiento y de la implantación de un nuevo paradigma de capitalismo. No vamos a tener un socialismo del siglo XXI ni horizontes de ese tipo, pero se abre en el mundo y en nuestra región un espacio más extenso para las visiones no conservadoras. Lo público recupera legitimidad y prestigio, la política vuelve a ser un ejercicio esencial para poder salir de la crisis y ordenar la marcha de los países y todas las visiones desregulatorias, de negación de lo público, del achicamiento de las políticas sociales –en suma, la arrogancia neoconservadora que tanto padecimos– llega a su fin. Debemos aprovechar ese espacio y tener capacidad de respuesta para ocupar los vacíos y oportunidades de creación que esta nueva situación abre.

Esto había comenzado un poco antes en nuestra región, pero lo que pasa en América Latina y no pasa en el mundo tiene un efecto limitado. El 2002 con la elección de Lula en Brasil comenzó un cambio de tendencia, particularmente fuerte en la parte mas baja del hemisferio, donde con la excepción del Colombia, todos los demás países se inscribieron en algún tipo de pensamiento distinto y diferenciado de las visiones neoconservadoras. Hoy es un fenómeno global y abre muchas más oportunidades.

En este contexto, estamos en un entorno más favorable para pensar la política exterior, pero también el conjunto de las

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políticas y las propuestas programáticas más favorables.

¿Qué es hoy día América Latina?

Entonces, ¿qué es hoy día América Latina?, ¿cuál es la segmentación válida para hacer política hacia América Latina?. Debemos afinar la percepción de este enorme espacio que es América Latina, 21 millones de kilómetros cuadrados que albergan a los 20 países latinoamericanos, a los cuales se puede sumar el bloque de los 14 países del CARICOM, que hacen parte de este hemisferio, que dialoga con la primera potencia del planeta, EEUU. En este espacio es muy determinante entender sus cambios y la forma cómo hay que hacer política según cada momento de la historia.

A comienzos de los 70 veíamos a América Latina como un todo integrado, como un espacio compartido por 20 países, entre los cuales siempre hubo diferencias: Uruguay, Argentina y Chile con una situación muy distinta a países como Haití, Honduras o Bolivia, pero con una cierta situación y enfoque común sobre América Latina. Y Estados Unidos, que es un actor tan determinante respecto de cómo nos vemos nosotros mismos, imaginaba la política hemisférica como una política fundada en los mismos principios para todos los países de la región. Esto venía desde Franklin Roosevelt y la “Política del Buen Vecino”, establecida en 1933, entendiendo los matices y las diferencias, pero tratando de tener un conjunto de principios y de acciones aplicables a todo el espacio latinoamericano.

Eso se rompió poco después del golpe de estado chileno, a fines de los 70’, en donde el hecho clave para una nueva mirada fue la crisis centroamericana. Si bien América Latina nunca ha sido importante para Estados Unidos, lo ha sido en dos momentos, con el estallido de la Revolución Cubana, que puso la amenaza del proyecto comunista muy cerca de su propio territorio y, segundo, cuando la lógica del “efecto dominó” de Kissinger, de que un país haría caer a otro, y así se irán acercando los países comunistas al espacio norteamericano. Se impuso

una dinámica que hizo que América Central, cinco países muy pequeños que no tenían una población superior a los 20 millones de habitantes, una superficie de poquísimos kilómetros cuadrados y ningún peso en la economía mundial, a partir de la revolución sandinista, la guerra civil salvadoreña y, luego, la guerra civil guatemalteca, se convirtiera en un foco de atención central para EEUU.

Pasamos de una América Latina como espacio global a otra de subregiones, la subregión del Caribe, la de Centroamericana, la subregión Andina, el Cono Sur, más dos actores, los “emerging powers” de la época, las potencias más importantes del área, México arriba, Brasil abajo, que por su tamaño y por su peso económico –os dos estaban entre las 12 mayores economías del mundo– eran subregiones en sí mismas. Así viramos de una América Latina más global, con propuestas tipo Alianza para el Progreso, o la Política de Derechos Humanos de Carter, a una política norteamericana hacia seis actores de distintas orientaciones. Se

veía desde Washington la homogeneidad como algo reducido a un bloque chico de países, y eso era bastante cierto, porque había también una diferenciación mayor en los grados de desarrollo y en los proyectos políticos de los 20 actores latinoamericanos. Ahora lo homogéneo eran los 5 países centroamericanos más Panamá, por ejemplo, o lo homogéneo era el grupo de países andinos, de Venezuela hasta Bolivia, y en esa segmentación transcurrió el fin de la Guerra Fría y los primeros años de la post Guerra Fría.

En los 90’ se fue instalando una nueva mirada de la región, que se consolidó definitiva y tajantemente después de los atentados del 11 de Septiembre: la idea de dos Américas Latina, una del Norte y otra del Sur, ahora que Estados Unidos hacía frente a un nuevo enemigo.

La centralidad de la lucha contra el terrorismo y las intervenciones preventivas, que marcan el rediseño de la estrategia norteamericana de Seguridad Nacional anunciada en Septiembre del 2002, le confiere a una parte

A comienzos de los

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integrado, como un

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por 20 países, entre

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hubo diferencias:

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Chile con una situación

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de esta región una importancia muy alta como riesgo para su futuro y para la ejecución de atentados por parte de grupos fundamentalistas islámicos en su territorio. Eso torna crucial este gran perímetro geopolítico que configuran México, los países Centroamericanos y el Caribe y pasan a tener una agenda totalmente diferenciada de la nuestra y una atención dentro de la política de Washington también mayor. Primero, es la política migratoria; segundo, las remesas, que llegaron a representar en el año 2008, 65 mil millones en este hemisferio, 24 mil millones sólo para México. Las remesas cada vez más elevadas en la parte norte de América Latina constituyeron un colchón contra los estallidos y las crisis sociales que daba otro entorno a esos países. La política de Estados Unidos devino enormemente atenta a la porosidad de la frontera sur de México, a los problemas de las “maras” centroamericanas, o a las migraciones posibles de una crisis haitiana o cubana, migraciones masivas incontrolables. Todo eso no pasaba, ni pasará probablemente con América del Sur aunque haya países como Ecuador con alto nivel migratorio.

Cuando los economistas y los expertos en asuntos internacionales más cercanos al gobierno actual, a los demócratas y al Presidente Obama, empezaron a ver más sutilmente estas dos Américas Latina. Robert Pastor y Riordan Roett hicieron la siguiente distinción: en América del Sur existe una situación crítica para el interés nacional de los Estados Unidos, dentro de la lógica de la lucha contra el terrorismo, que manejaba la administración Bush.. Por ello, sugerían, una visión de una América del Norte “extendida”, que incluya a Colombia. y una América del Sur “reducida” (donde Colombia no este integrada). La verdadera América del Sur es esta, decían ellos, y con ese criterio hicieron el diseño de política hacia América Latina de la administración demócrata. Esta pasa por los otros 11 países, que excluida Colombia, están en el territorio sudamericano.

Hoy hay una serie de otras cosas más sutiles, pero tomemos como referencia gruesa, como identidad fundamental de los enfoques y propuestas de Washington América del Sur y la Latinoamérica del Norte como dos subregiones complementarias.

Con esto no estamos cancelando nuestras visiones históricas, nuestra idea de una cultura común, de raíces comunes o de solidaridad compartida con México o con los centroamericanos. Solo estamos diciendo que hay una dinámica de inserción

internacional y un peso distinto para estos dos segmentos.

En ese cuadro, tenemos que asumir que para los proyectos fundamentales hay que tener una política diferenciada hacia estas dos Américas Latina y, sobre todo, entender que el proceso de integración, tan vital, tiene como referente geográfico en los inicios del siglo XXI a América del Sur. Hay que tener una política especial hacia México, una política activa de cooperación sobre todo en América Central y en el Caribe, con una Agencia de Cooperación Internacional como la del primer gobierno de la Concertación, activa, con recursos, inteligente, capaz de proyectar nuestras políticas públicas, que no sea un apéndice de la Cancillería, sino un instrumento del conjunto de la Política Nacional de un país, capaz de proyectarse en el mundo. Esto no tiene que depender de la Cancillería, como hacen los países serios, donde es parte de un Ministerio capaz de agrupar los proyectos y las pautas de cooperación. Hay que darle a esa entidad los recursos para tener con América Latina del Norte, en el Caribe y Centro América, una fuerte y cálida relación. Pero nuestro espacio de integración y cooperación más cercana es claramente hoy día, nos guste o no, América del Sur y hay que hacer esa diferenciación en el diseño y la ejecución de nuestra política exterior hacia América Latina.

¿Qué hacer y hacia donde ir?

Aquí quisiera concentrarme en lo que me parece principal, la integración, que dejó de ser, desde el término de la Guerra Fría, una noción utópica en América Latina y en nuestra

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América del Sur. Hasta entonces, lo había sido por el enorme peso, por toda la carga del llamado sueño bolivariano, Bolívar concibió estados nacionales fuertes confederados, en la idea de neutralizar el ascendente papel que en la primera y en la segunda década del siglo XIX ya tenía Estados Unidos. Pero eso no funcionó y, yo diría que el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, con su fracaso, cerró para siempre la posibilidad de esta entidad política confederada y nos colocó en la realidad de los 20 países que hemos tenido hasta hoy día.

La CEPAL puso una segunda utopía en 1959 con su informe sobre “El Mercado Común Latinoamericano”. Era la utopía de la América Latina económicamente unida, que tampoco fue posible ejecutar y se desbarató. Pero, en cambio, ocurre que por los datos de la nueva política mundial, que surgen en la reconstrucción del sistema internacional post Guerra Fría, se hace indispensable para los bloques de países tener coordinación, cooperación e integración más cercana.

El mundo de la post Guerra Fría es un mundo de tres grandes regiones económicas, la Unión Europea, la Comunidad de América del Norte y la compleja pero operativa Comunidad del Asia del Pacífico, donde están Japón, China, Corea, Taiwán, Malasia, Tailandia, actores muy diferenciados, pero que tienen un accionar común como lo sabe cualquiera de los que han vivido o trabajado en esa área.

Entonces el tema de la integración esta vez viene de afuera, viene como una exigencia de la propia reorganización del sistema internacional y pasa por la idea de construir una cuarta región económica y política donde América del Sur puede ser esa región económica y política. Y eso lo entienden los principales líderes de nuestros países y, en particular, lo sabe Brasil, que es, además, tras los cambios que se han experimentado desde 1989, ya no una potencia emergente, sino definitivamente una potencia global y así la reconocen los Estados Unidos y la mayoría de los países desarrollados. La asociación de Brasil con India, Rusia y China en el BRIC da cuenta de una cierta capacidad de ir gradualmente articulando contrapuntos a la política del grupo de los 7 y a los países más

desarrollados y más relevantes.

En ese cuadro, nosotros tenemos el imperativo de la integración regional sudamericana, primero porque es la única forma en que estos países pueden pesar algo en el gran debate en curso sobre la reestructuración del sistema político y económico internacional y, segundo, porque hay un conjunto de ventajas económicas para relacionarnos con el resto del mundo y para interconectar los mercados sudamericanos, que hacen también muy apreciable y muy decisiva -y no sólo retórica o utópica- la idea de la integración.

Este es un proceso en marcha, aunque incompleto, disparejo, pero en marcha, primero por los recursos que aquí se acumulan, son parte de América del Sur 17,5 millones de kilómetros cuadrados de los 21 millones que hacen el total de América Latina. La mayor reserva de agua dulce del mundo está en América del Sur. Grandes recursos energéticos, que se acrecientan con los hallazgos de la Cuenca del Tupi en Brasil, que puede ser en 10 años la tercera reserva mundial de petróleo y gas hacen de esta región un espacio que se puede autoabastecer plenamente en hidrocarburos.

Las capacidades agroalimentarias en un mundo donde crece la demanda de alimentos -y eso va más allá de la crisis actual, es un dato permanente en el siglo XXI- da un enorme valor a la tierra agrícola aprovechable en el conjunto de los

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países de América del Sur. La dimensión de los espacios marítimos y de las capacidades pesqueras. Los abundantes recursos minerales tradicionales como el hierro, el cobre o los estratégicos como el plutonio y el uranio que hay aquí también, todo eso le da una proyección ampliada a América del Sur en el siglo XXI.

Tenemos que hacernos parte de ese proceso, esto no tiene que ver con el sueño bolivariano o con las propuestas de liberación del siglo XX, tiene que ver con estrictas necesidades de hacer política inteligente hoy y de influir mejor en los complejos asuntos mundiales, en un mundo que se sigue reestructurando constantemente desde que la Guerra Fría concluyera entre 1989 y el fin de la Unión Soviética, en 1991. En Montevideo, en la segunda mitad del 2006, se definieron las tareas de la Integración Sudamericana. Todas urgentes e importantes. Primero la conectividad, la idea de corredores bioceánicos, la idea de ligar el interior de América Latina y sacarlo del aislamiento y de la marginalidad para coordinar proyectos conjuntos. Ahí están los siete diseños de corredores bioceánicos, el plan IIRSA, que tiene priorizado 31 proyectos importantes para el tiempo inmediato. A estos les podemos poner financiamiento en los presupuestos nacionales y buscar fondos multilaterales; eso no es nuevo. No es retórica, son cosas concretas, que deberían importarnos, pero que solo nos importan retórica o burocráticamente. Mandamos gente a las reuniones, pero Chile ha distado de ser un impulsor central del proceso integrador en conectividad y ha permitido que se confunda esto con la retórica bolivariana o con otras, cuando perfectamente es un proyecto que le interesa primero que a nadie a los propios brasileros que son gente dedicada con la que podemos trabajar.

El segundo gran tema es el energético, OLADE hizo hace unos seis años un informe diciendo que en América del Sur existen para las próximas décadas los recursos energéticos necesarios para impulsar estrategias de desarrollo dinámico. El problema que enfrentamos es la coordinación y la interconexión y trabajar en eso es una segunda gran tarea en América del Sur, pero esto tampoco tiene que ver con lo que hacen las Cancillerías, tiene que ver con lo que hacen los países en su conjunto y las estrategias de desarrollo de cada uno de ellos. El tercer tema es la pobreza y la desigualdad, que se pueden combatir mucho mejor con las tareas ya señaladas y con proyectos productivos conjuntos, con el uso de los espacios transfronterizos para hacer emprendimientos industriales, agrícolas, etc.; yendo juntos al mundo a través de los corredores bioceánicos y buscar darle mejor posición a los

espacios marginales y más aislados y atrasados de la región. Podemos combatir así efectivamente la pobreza y, ojala también algo la desigualdad.

Cuarto, debemos situarnos en la sociedad del conocimiento, sumar las capacidades de las comunidades científicas, coordinar el quehacer de las universidades en post grados, hacer proyectos de investigación común. Impulsar todo lo que tiene que ver con que América Latina piense al unísono con los centros principales de desarrollo los temas del cambio científico técnico.

Esas cuatro grandes tareas son indispensables para todos y cada uno de los países, y cuando hablamos de integración sudamericana, no estamos hablando de abdicar de lo que seguirá siendo siempre cierto, que lo central en los 12 países

serán las estrategias nacionales de desarrollo, lo que importa es que desde el entorno vecinal ampliado de la América del Sur resolvamos problemas y aportemos elementos positivos que hagan mejor y más posible el logro de las metas incluidas en las estrategias nacionales de desarrollo.

La integración no puede ir más allá ni se les va a escapar a los gobiernos. Serán los gobiernos los que la administrarán y manejarán. Si hacen juntos estas tareas potencian su quehacer en el mundo y, en la propia área de la que somos parte, tenemos más posibilidades de concebir y ejecutar

Si pensamos a la América Latina en

su conjunto como una prioridad y si

asumimos la necesidad de rediseñar la

política exterior de un modo moderno,

vamos a tener muchas más posibilidades

de mejores estrategias de desarrollo y

vamos a poder sacarle partido a esta

coyuntura favorable del fin del paradigma

neoconservador y de un tiempo más

próximo a nuestros sueños y a nuestras

esperanzas.

j u n i o20 2009

a m é r i c a l a t i n a

mejores estrategias de desarrollo. Eso debería importarnos mucho a los chilenos.

Quiero concluir sólo con algunas reflexiones sobre la urgente necesidad de hacer lo que siempre hemos dicho, pero nunca hemos priorizado. El mejor programa institucional de un quinto gobierno de la Concertación es hacer lo que dijo el primero, el segundo, el tercero y el cuarto gobierno de la Concertación, que es dar prioridad efectiva a nuestro entorno regional y hacer una opción preferente por América Latina. Entender que hay una opción directa e inmediata por América del Sur, más allá de las relaciones bilaterales que se han manejado bien. Esto supone cumplir otra promesa pendiente: reformar este vetusto aparato de estado que es la Cancillería y convertirla en un instrumento moderno. Para ello debemos asumir varias cosas que entienden todos los países serios. Primero la política exterior no es solo un asunto de las Cancillerías, es un asunto de los países y la política exterior la deben hacer todos los segmentos de las políticas públicas. En la actualidad en los Estados más eficientes existe una política exterior energética, una política exterior agrícola, una política exterior del medio ambiente, una política exterior social y el papel muy importante de las Cancillerías es coordinar todo ese esfuerzo de alcance estratégico para realizar el interés nacional de un país. Cada vez es más importante la diplomacia presidencial, el papel de los jefes de Estado como los conductores reales de las relaciones internacionales, cosa que han hecho muy bien los últimos gobiernos de la Concertación. Esto es algo que tiene resistencia a nivel de los aparatos burocráticos, lo ven como si se le estuviera expropiando algo legítimo al segmento encargado de la ejecución, más no de la conducción y definición de la política exterior.

En la post Guerra Fría la política exterior no es solamente nacional, sino que suma otras dos dimensiones: Supranacional y subnacional. Se hace también en los espacios mayores de la integración, en donde hay entidades que reciben una delegación de soberanía de los países porque los procesos de integración implican siempre construcción de una institucionalidad supranacional.

Pero hoy día la política exterior se hace también muy dinámicamente y eso es lo que hemos tratado de hacer desde hace años con Argentina a través de los llamados Comité de Integración. Hay que

asumir y apoyar una Política Exterior Subnacional, en que los actores -que en el caso nuestro son las regiones y en el argentino las provincias- comparten la segunda frontera mas larga del mundo, de 5.500 kms., proyectada en siete segmentos, que interactúan para estar juntos en el mundo y para tener proyectos productivos, sociales, de cooperación cultural y turística. Eso refuerza el papel de la actividad internacional del gobierno central y favorece a las Cancillerías, pero por desgracia no hemos reforzado a la Dirección de Coordinación Regional, que es la que tendría que hacer la articulación del trabajo internacional de las regiones chilenas y crear gabinetes internacionales para que el Canciller y el Ministerio de Relaciones Exteriores trabajen con ellos y tengamos políticas subnacionales mucho más fuertes y dinámicas que las actuales.

En síntesis, pienso que, si pensamos a la América Latina en su conjunto como una prioridad y si asumimos la necesidad de rediseñar la política exterior de un modo moderno, vamos a tener muchas más posibilidades de mejores estrategias de desarrollo y vamos a poder sacarle partido a esta coyuntura favorable del fin del paradigma neoconservador y de un tiempo más próximo a nuestros sueños y a nuestras esperanzas. (La versión completa y sin edición estará disponible en la página web de la Fundación Chile 21)

Rector de la Chile visita la Fundación Para el senador Carlos Ominami "la democracia está en deuda con sus universidades estatales", planteamiento realizado en el marco de la reunión de análisis de coyuntura que todos los lunes se realiza en Chile 21 y que el lunes 1 de junio tuvo al rector de la Universidad de Chile, Víctor Pérez, como invitado especial y que dió a conocer en detalle el

documento del Nuevo Trato entre el Estado y las Universidades Públicas, propuesta que suscitó el apoyo de los integrantes del directorio y directores de programas y talleres de la Fundación.El parlamentario aseguró que el encuentro con el rector permitió establecer las bases de un apoyo desde la Fundación para que el Nuevo Trato alcance una convocatoria mayor en la agenda pública, en tanto la directora ejecutiva María de los Ángeles Fernández se mostró impactada, no soló por el contenido de la propuesta, sino "por el sentido de urgencia que se recoge" en la propuesta. También se reflexionó en torno al esfuerzo que en la actualidad realizan las familias para financiar la educación superior de sus hijos, sin que ese esfuerzo vaya de la mano de una educación de calidad. "Debemos hacer que ese esfuerzo disminuya producto de una educación pública de buena calidad y accesible", es algo que la mayor parte de la ciudadanía comparte, aseguró Lisette Henríquez, integrante de Chile 21.

Felipe Harboe en jornada sobre el Parque Forestal Con la intervención del ex subsecretario del Interior, actual diputado y Director del Área de Seguridad Chile 21, Felipe Harboe, se inauguró el pasado 4 de junio el seminario "Espacio Público, Seguridad y Ciudadanía: El caso del Parque Forestal", en donde intervinieron el jefe de la División de Desarrollo Urbano del Ministerio de Vivienda, Luis Bresciani, la presidenta de Ciudad Viva, Lake Sagaris, y las concejalas por Santiago, Loreto Schnake y Claudia Pascual, quien actuó de moderadora.Este encuentro, que duró una mañana, tuvo por objeto generar una discusión en torno a los espacios públicos como ejercicio de ciudadanía, a partir de la polémica generada en la comuna de Santiago con la propuesta de cierre del Parque Forestal, además de involucrar a las organizaciones ciudadanas en esta reflexión, escuchando sus percepciones y propuestas de acción. Hoy es el Parque Forestal el que ha estado en el centro del debate, mañana puede ser otro, dijo Claudia Carrillo, del área de seguridad pública de la Fundación.

Para enfrentar esta y otras crisis Chile 21 en seminariosobre rol del EstadoEl senador y presidente honorario de Chile 21, Carlos Ominami, y la directora ejecutiva, María de los Angeles Fernández, participarán en el Seminario que se realizará en Buenos Aires, Argentina, sobre el "Estado y Mercado en América Latina, una mirada más allá de la crisis", organizado por Proyecto Globalización/ Nueva Sociedad y la Fundación Friedrich Ebert, los días 22 y 23 de junio.Mientras el senador Ominami intervendrá sobre ¿qué estado y qué tipo de intervención se requiere en América Latina, con sus debilidades y fortalezas, María de los Angeles Fernández moderará el panel inicial, en donde se analizará la crisis económica actual y si responde a una ¿falla del estado, del mercado o de la política?, en donde intervendrá, entre otros, Manfred Zoellmer, representante del parlamento. De la misma manera, el director del Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo, Alemania, Klaus Bodemer, se referirá a si el Estado que tiene Europa es suficiente para enfrentar la crisis actual y prevenir una futura.En el encuentro estarán representantes de Brasil, Bolivia, Argentina, Guatemala, México y Colombia.

El presidente del Consejo de Transparencia, Juan Pablo Olmedo, participó el pasado 8 de junio en una reunión con los directivos y jefes de programa de Chile 21, en donde se refirió a “Los desafíos de la Transparencia en Chile”,

haciendo un positivo balance de la puesta en marcha de la Ley 20.285, que entró en vigencia a sólo ocho meses de ser publicada. Su objetivo esencial es regular el principio de transparencia de la función pública, el derecho de acceso a la información de los órganos de la Administración del Estado, los procedimientos para el ejercicio del derecho y para su amparo, y las excepciones a la publicidad de la información.Esta normativa se aplica a los ministerios, las intendencias, las gobernaciones, los gobiernos regionales, las municipalidades, las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad Pública, y los órganos y servicios públicos creados para el cumplimiento de la función administrativa. También se aplican sus disposiciones a las empresas públicas creadas por ley y a las empresas del Estado y sociedades en que éste tenga participación accionaria superior al 50% o mayoría en el directorio.

Presidente del Consejo de Transparencia hizo balance sobre aplicación de la ley

Fotógrafos portugueses: 10.000 kms/ MAC Quinta NormalJorge Castro, Joaquín Mota, Sofía Mourato y Gonçalo Silva4 de junio al 26 de julio 2009. Martes a sábado de 11:00 a 19:00 hrs. Domingo de 11:00 a 18:00 hrs.Artistas portugueses exponen fotografías desde una perspectiva emocional: imágenes chilenas que les recuerdan Portugal.

Esta muestra fotográfica acoge la propuesta del embajador de Portugal, Luis de Barros, de abarcar Chile desde una perspectiva emocional: lugares, cosas y situaciones que al estar en nuestro país, les recuerdan Portugal.La exposición -que cuenta con el auspicio del Instituto Camões y es producida por la Embajada de Portugal en Chile- cuenta con una cuidadosa selección realizada por el curador Sergio González.

Ignacio Valdés en Museo Nacional de Bellas Artes/ RetrospectivaHasta el 12 de julio. Martes a domingo de 10:00 a 18:50 horas. Cerrado lunes.Retrospectiva del trabajo de Ignacio Valdés, que incluye un centenar de obras entre pinturas, esculturas de pequeño formato y otras dos de gran formato ubicadas en las rotondas del Ala Sur. También hay vitrinas

con croquis, libretas de apuntes y dibujos, junto a una muestra de gráfica en general. Una cantidad cercana a las 150 obras que permiten desplegar la estética del artista a través de gestos informales, manchas y zonas de color de marcado acento neo-expresionista.Esta retrospectiva muestra las distintas etapas y estrategias visuales de su trabajo, desde sus inicios en Chile, hasta los más recientes en Europa, abarcando alrededor de 25 años de trabajo desde que se licenciara como artista visual desde la Escuela de Arte de la Pontificia Universidad Católica en el año 1979.La muestra también incluye un video documental de su obra.

Baldomero Oliva en Centro Cultural de Peñalolén Chinkowe/ Esculturas y diseños5 al 25 de junio 2009. Lunes a domingo de 08:30 a 21:30 hrs.Esta primera exposición escultórica del artista Baldomero Oliva consta de 35 obras talladas en madera encina y en diferentes formatos.Antiguo ayudante por muchos años del fallecido Roberto Pohlhammer, heredó de éste su amor por la madera y por el oficio, y presenta aquí su obra de los últimos dos años.Son formas densas y compactas, que ganan vida gracias a la notable manera de como se conjugan, juegan y contrastan los diversos elementos, sin perder nunca su unidad escultural.

JUNIO - JULIO

Fotografía

Escultura

A Primera Hora / Lastarria 90Hasta el 31 de julio de 2009Jueves, Viernes y Sábado 22:00 hrs, Domingo 18:00 hrs.Vicente, un santiaguino treintón, tras una noche de arrebato conoce a Marta, adolescente hija de un ministro de estado y una conocida actriz. Sus vidas se encuentran y deciden huir de sus rutinas, por la carretera al norte. Las alarmas detonan, el ministro debe encontrar a su hija antes que las cosas exploten. Dos disonantes policías los persiguen: hay crímenes sin resolver,

pero los caminos se juntan. La compañía a cargo del montaje está integrada por actores, diseñadores, cineastas y músicos, artistas de constante y reconocida trayectoria artística durante los últimos diez años.Autory Director: Cristian Figueroa /Aste. Dirección: Jesús Urqueta Elenco: Víctor Manuel Montero, Carmen Gloria Sánchez, Alberto Zeiss, Daniela Aguayo, Rafael Contreras, Daniella Tobar, Susana Tello.Duración: 70 minutos