Comenzaba el sol a brillar y la mamá de Verónica la llamaba insistentemente para abordar el carro que las llevaría al lugar que habían planificado visitar. En la terminal de pasajeros se encontraron con unos amigos que también compraban boletos para viajar.

Verónica -de 10 años-, oriunda de la región Interandina, estaba muy emocionada pues conocería la Amazonia y la variedad de animales que estaban

dibujados en su libro de Ciencias Naturales.

Al llegar, la niña bajó del bus y tomó la mano de su papá, mientras su madre y los demás pasajeros contactaban al guía. Así, comenzaron el recorrido por la selva tropical y de pronto Verónica exclamó:

¡¡¡¡¡Papi mira arriba en ese árbol, hay un animal de bellos

colores¡¡¡¡, entonces el guía le indicó que era un papagayo.

Más adelante observaron a un animal que parecía una vaca por ser

grande, pero sus piernas eran cortas como un cerdo y tenía una trompa larga que le servía para arrancar hojas con las cuales se alimentaba; el guía le explicó que ese era un tapir.

Verito -como la llamaba su mamá-, estaba asombrada y feliz, ya conocía dos animales que solo había visto en fotografías y le comentó a su papá que cuando regrese a la escuela le contaría todo a su maestra y a sus compañeros.

Luego de conocer animales que volaban, caminaban, se arrastraban, llegó el momento de ver a las especies que nadaban.

El guía hizo subir a los turistas a una lancha y de esta manera navegaron río abajo observando peces, delfines, caimanes, cocodrilos y tortugas que nadaban cerca de las orillas.

Al caer la tarde, el paseo terminó y Verito emocionada dijo a sus padres: “Entendí que debo cuidar a todos los animales y les transmitiré a mis compañeros la necesidad de protegerlos y no maltratarlos”.

Autoría: Melba Jaramillo