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Sanders peirce la ciencia de la semiotica

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Charles Sanders Peirce

La ciencia de la semiótica

Ediciones Nueva Visión Buenos Aires

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Advertencia

Los trabajos de Charles Sanders Peirce que conforman este volu- men constituyen su aporte más significativo a la teoría de la sig- nificación, y han sido seleccionados de su vasta y diversificada producción teórica -en gran parte inédita pese a su importan- cia- con el objeto de posibilitar al lector de lengua castellana e l acceso a sus conceptos básicos para el desarrollo de dicha disciplina.

La traducción ha sido realizada partiendo de una selección de los siguientes textos:

al Collected Papers of Charles Sanders Peirce, recopilados por Charles Hartshorne y Paul Weiss, editados por The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1965, vo- lumen II, Elements of Logic, libro II, "Speculative Grammar", ca-a pítulos 1, 2 y 3 (pp. 17-64 de este volumen).

b) Idem, volumen IV, The Simplest Mathematics, libro 11, "Exis- tential Graphs", capítulo 3 (pp. 65-84 de este volumen].

c ) Charles S. Peirce: Selected Writings (Values in a Universe of Chancel, recopilado por Philip P. Wiener, editado por Dover Pu- blications, Inc., Nueva York, 1958, capítulo 24, "Letters to Lady Welby" (pp. 85-110 de este volumen).

l a presente constituye la primera de una serie de publicaciones de textos seleccionados especialmente con el objeto de verter en nuestra lengua la obra del pensador más original, versátil y fe- cundo de la filosofía pragmática estadounidense.

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Presentación lnterpretantes para Charles Sanders Peirce: Semiótica e ideología

E11 la década del 1900, en momentos en que Ferdinand de Saus- sure en sus históricos cursos sobre lingüística general concebía la semiologia como una ciencia por constituirse, definiendo su objetivo como "el estudio de la vida de los signos en el seno de la vida social", el filósofo y lógico norteamericano Charles Sanderc Peirce afirmaba: "Por lo que sé, soy un adelantado en la tarea de despejar el t e r r i t o r i o para abrir camino a lo que denomino semiótica, es decir la doctrina de la naturaleza esencial y las variedades fundamentales de la semiosis posible."

Desde el momento en que sus fundadores formularan estas pro- posiciones inaugurales hasta hoy, el recorrido de la teoría de la significación fue particularmente dificultoso y su desarrollo estuvo signado por la incorporación de las más diversas corrientes de pensamiento que, si bien en parte, permitieron cierta revitalización de la problemática, determinaron de manera predominante un pro- ceso de absorción acrítica de numerosos vicios de razonamiento. En una compleja malla de intercambios con diversas variantes del conductismo y un trasnochado racionalismo apriorista. la semiótica llegó a perder el sentido originario contenido en el perfil que trazaron Peirce y Saussure hasta tomar la forma de un verdadero caleidoscopio teórico y convertirse en la expresión de un caótico universalismo "interdisciplinario" del cual no pocas "introduccio- nes" actuales al tema constituyen manifestaciones elocuentes.

La fecunda diversidad que determinó su autonomía inicial a par- t i r de la lógica y la lingüística produjo, por desplazamiento e in- versión, efectos anárquicos y desorganizados que durante más de cincuenta años de transacciones con distintas regiones de las "ciencias sociales" carecieron de una matriz teórica y terminoló- gica homogénea.

A l proceso centrípeto de desagregación interna se sumaron los estancamientos y contramarchas propios de un periodo de cre-

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cimiento crítico: hordas de lingüistas y aficionados al "estructu- ralismo" retomaron de diez años a esta parte el proyecto del sabio ginebrino: ". . . Las leyes que la semiología descubra se- rán aplicables a la lingüística . . . La lingüística no es más que una parte de esta ciencia general . . .", procediendo a una se- gunda inversión retardataria. En un reduccionismo que desnatu- ralizó totalmente la gran abstracción creadora de Saussure, llegó a considerarse a la semiótica una parte de la l i ngü í~ t i ca .~

S i sumamos a lo precedente la casi total ignorancia del aporte de Ch. S. Peirce por parte de quienes se hicieron cargo de la tarea del desarrollo de la disciplina, tendremos una idea del accidentado panorama en el que se hace necesario proceder a un verdadero reor- denamiento conceptual, aun a riesgo de quedarse con algunas pocas premisas y no muchas conclusiones: ex falso, sequitur quod libet.

Una primera acción tendiente a superar el galimatías debería orien- tarse a eliminar de raíz la tradición empirista que con mares de tinta inundó desde sus comienzos las elaboraciones de la "teo- ría de la comunicación" -la multiplicidad de denominaciones expresa elocuentemente la sobredeterminación conceptual que marcó la infancia de la semiótica- y que encontramos impli- cada en las repetidas e inconducentes discusiones neoescolás- ticas referidas a sus derechos jurisdiccionales. Nuestra perspec- tiva actual nos permite ver que su continente no está consti- tuido en forma exclusiva por los "instrumentos" cornunicacionales "en la medida en que sean reconocidos como tales por los pro- tagonistas del acto sémico" (Erik Buyssens)? por los sistemas de comunicación distintos de los lingüísticos,3 por las grandes unidades significantes del discurso (semiolingüistasl, o por los sistemas de significación no comunicacionales -culinarios, ritua- les, de parentesco, arquitectónicos, etc.-, n i aun por todos los objetos y hechos del universo hasta sus confines, como lo proponen algunas corrientes compendiadoras y enciclopedistas a través de trabajosos intentos omniabarcati~os.~ La rencilla doméstica entre

1 "La semiología es una parte de la lingüística, pues los objetos. sonidos. imágenes. gestos no son accesibles sino a través de la lengua." Roland Barthes, Communications no IV. 1964.

2 Este lingüista belga distingue los "simples indicios" de los "hechos semiológicos" -inter- comunlcacionales- desplazando a los primeros del campo semiótico, en Les langages et l e discours, Presses Universitaires, Bruselas, 1943.

3 G. Mounin concibe la semiótica como distinta de la lingüística. aunque más extensa que ella y complementaria. Sus objetos de estudio serían los sistemas de comunicación no lingüísticos: las escrituras de los sordomudos, la telegrafía, las cifras horarias, las señalizaciones camineras. las imágenes, la documentación técnica, etcétera. "Les systemes de communication non linguistlques et leur place dans la vie du XXe sihcle", Bulletin de l a Sociéfé Lingrrlstique de Paris. 1968.

4 Umberto Eco. La estrrittura assente, Bompiani, 1968, constitiiye tln ejeniplo

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los "semiólogos de la comunicación" y los "semiólogos de la sig- nificación" pierde su sentido cuando se concluye que la semió- tica no puede tener "objetos" sin tener objeto -aquí el singular gramatical refiere al universal teórico-, y que éste refiere a los modos de producción de la significación social - d e los cua- les la comunicación interpersonal (lingüística o no) configura una de sus tantas expresiones-, SUS formas de manifestación y sus efectos. La semiótica no investiga un campo determina- do como extensión fáctica o dominio empírico, sino una com- prensión científica. No ex i S ten, e,ntonces, objetos semióticos previos a su determinación teórica. El universo de los objetos y hechos perceptibles es significativo, sí, pero para una teoría que elabore científicamente el concepto estructurante de código -en tanto matriz teórica que permita comprenderlos como tales- y no limite la investigación a la formulación de algunos criterios ge- nerales de f~rmalización.~

Paralelamente al campo conflictual intrasemiótico del que hemos propuesto algunas alternativas, asistimos al avance de un pensa- miento neorracionalista de gran difusión local, dedicado a la producción de un teoría de la ideología a como inv'estigación de las condiciones de la reproducción de las estructuras deter- minantes de la sociedad, dando por descontado, en la mayor parte de los casos, el conocimiento de la organización y la dinámica propia de las mismas condiciones reproductoras a las que se alude, es decir, los "sistemas de representaciones colectivas", las "formas en que los hombres toman conciencia de las contradic- ciones reales" o los "cúmulos de errores tenaces", según la terminología adecuada a cada uno de los contextos problemáticos. En síntesis, dando por supuesta la explicitación de las leyes ge- nerales de las estructuras de la significación, de los sistemas semióticos. El desconocimiento de la especificidad de la investi- gación semiótica deriva en este caso en inconsecuencias que se ma- nifiestan en el hecho de referirse al complejo tema de la apropiación significativa de lo real por parte del hombre, escamoteando la ne- cesidad de reconsiderar las bases y los supuestos fundantes de una supuesta teoría de lo imaginario social que no es otra cosa que una suma anárquica de citas de Pascal, Spinoza, Bactielard,

5 Juiia Kristeva define la semiótica como una elaboración de modelos o sistemas formales y caracteriza su objeto colno una "axiomatización de los sistemas signiflcantes". en "La sémio- tlque, science critique et/ou critique de la science". Théorie d'ensemble, Te1 Otrel, 1968. 6 El tkrmino "ideologfa" se refiere en este trabajo al objeto de la investigación semiótlca. y no necesariamente a lo precientifico o paracientifico.

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y, en el mejor de los casos, la utilización descontextualizada de1 pensamiento de Freud o de sectores del aporte lacaniano?

Acentuamos el hecho de que la semiótica se propone el andlisis de la dimensión significante de todo hecho desde el momento en que se asigna su pertinencia: el régimen de determinaciones objetivas que hacen significativo a lo real. Todo aquello hacia lo que apunte su mira conceptual se convierte desde ese mo- mento en objeto serniótico, como si lo hubiese tocado el rey Midas. Se propone así como una teoría de lo ideológico, a poco que se acepte que los "sistemas de representaciones co- lectivas" no preexisten como objetos científicos a menos que estén determinados teóricamente como tales. Sólo se podrá' reproducir racionalmente los procesos objetivos de la meta- bolización significativa de lo existente, aceptado que lo ideo-- lógico no es una práctica, sino una dimensión, teóricamente de- terminada, de cualquier práctica social. Tampoco es un "nivel" de significación, sino la condición de posibilidad de existencia de cualquier nivel de significación.

Complejo proceso, entonces, en el que se distinguen por lo menos los siguientes niveles de análisis: a) la reproducción de las con- diciones estructurales objetivas -determinantes- de la sacie- dad; b) la reproducción semiótica de lo real que determina los procesos representacionales y que funda la anterior; c ) la repro- ducción precientífica -semiótica- de dichos fundamentos (ela- boraciones precientíficas acerca de lo ideológico); d l la reproduc- ción científica -semiótica- (en el sentido de Marx: produccióm de concretos de pensamiento) de b) que incluye a c) (am- bas constituyendo condiciones de a) -o sea la Semiótica-; e l la autorreflexión epistemológica de la semiótica sobre la mecánica de su autorreproducción y autocorrección científica, en el análisis de formaciones ideológico-políticas concretas, y f) la determinación de la reversión de c) en la estructura ideológico-política consi- derada.

En oportunidad de su autocrítica la semiótica se constituye, nece- sariamente, en una metasemiótica. Cuando investiga el sentido de su propia existencia o desarrollo y de sus conflictos, cuando se otorga un metadiscurso epistemológico que estudia las condi- ciones históricas y actuales de sus propios mecanismos repro-

7 En particular la teoría de la ideología propuesta por Luis Althusser: trabajos como su "Ideo- logía y aparatos ideológicos de Estado" dan por descontada una teoría de lo irnaglnarlo que facilita expresiones tales como "representaciones". "imágenes". etc.. sin hacer la meirc. referencia a los contextos teóricos de los que surgen e incorporándolas a sus tesis Iniciales.

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ductivos, se propone sus interpretantes característicos. Su ob- jeto incluye la investigación de sus mismos procesos de repro- ducción en un consciente recorrido autoepistemológico. Por de- finición, la semiótica no acepta, con respecto a la validez de sus conceptos, legislaciones exteriores a las que surjan de su propio campo: no le preocupa si su marcha es "continua" o "disconti- nua", dado que ella, como "doctrina formal o cuasi necesaria de los signos", en el lenguaje de Peirce, tiene que bucear por sí misma en las determinaciones de su procesamiento ideológico-histórico, de su permanencia positiva. Su propia historia demuestra que en su dominio no hubo "rupturas" salvadoras sino olvidos selec- tivos y sintomáticos que pudieron llevarla al borde de una amnesia epistemológica. Pero toda marcha científica nos ofrece los signos de alguna ceguera temporaria que la lleva luego, a partir de ha- berse propuesto un proyecto, a detectar la determinación de las coordenadas presentes y, consecuentemente, a rechazar todo jui- cio exterior -extracientífico- acerca de sus propias verdades.

La autolectura de la semiótica es, en si, proposición, desde el presente, de un sentido anterior. Y los parametros que lo deter- minen adecuadamente no pueden derivar de otra cosa que de una lectura consciente de las condiciones políticas de su propio lugar interpretat i~o.~ La posibilidad de otorgar algún valor a una mirada retrospectiva tiene que pasar -a riesgo de caer en un anecdotario inconducente- por una cabal comprensión del campo conflictual actual, síntesis dentro de la cual los conceptos recu- perados van a integrarse. Este campo, externamente político e internamente teórico, es el que determina las condiciones de toda interpretación al proponer una malla de equivalencias simbólicas que proveen de un espectro homogéneo de significaciones.

t a atribución de sentido deriva, así, de una sugerencia explícita que lleva a decidir cuáles son los signos mutuamente converti- bles de un texto serniótico -el de Peirce en este caso- en las circunstancias presentes.

Proponer equivalencias, decidir una pertinencia y no otra, en un orden y no en otro, adscribir a tal o cual tipo de selectividad, otorgar, en síntesis, un sentido: efecto permanente del productor serniótico como tal, dimensión ideológica del sujeto. Esto es lo que Charles Sanders Peirce resume anticipadamente en su con-

8 Tema desarrollado en nuestra comunicación "La semiótica y la fundainentación teórica de la investigación en comunicaciones masivas", en la IX Asamblea y Congreso Internacional de la Asociation lnternationaie des Ctudes et Recherches sur I'lnformation (AIERI).

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cepto de interpretante inmediato: . . . "Mi interpretante inmediato está implícito en el hecho de que cada signo debe tener su inter- pretabilidad, una que le sea propia, antes de obtener un intérpre- te." Esta introducción es, entonces, una cadena de interpretantes para el texto posterior; cada párrafo de Peirce propondrá interpre- tantes para el siguiente; la esmerada traducción del inglés al cas- tellano exigió la proposición de un sinnúmero de interpretantes a Beatriz Bugni. ~a proposición precedente es la sugerencia de una determinada interpretabilidad de esta introducción a la obra pos- terior: un conjunto de interpretantes para otro conjunto de ellos.

Noción cercana a nuestro más familiar y siempre inasible "sig- nificado", un interpretante no es lo interpretable, el objeto, el intérprete, o alguna "operación" realizada por el mismo. La re- lación existente entre un representamen -signo en la terminología habitual- y su interpretante correspondiente es de determina- ción semiótica: "Ningún representamen puede funcionar realmen- te como tal si no determina efectivamente a un interpretante . . ." Aquí el significado deja de ser iin " r e l a t ~ m " ~ sin más o una ima- gen mental sin más, y no porque Peirce no lo reconozca como mental: ". . . Un signo es un representamen con un interpretante mental . . ."; pero su antisubjetivismo le permite incluir en su definición la relación con el objeto -el que puede no presentar caracteres organolépticos-, punto inicial del proceso semióti- co: ". . . El objeto determina al representamen y éste al interpre- tante . . .".

La sugerencia de un sentido -una constricción semiótica: des- carte de los signos no equivalentes- y la elaboración de una microideología son la misma cosa. Condición de posibilidad de cualquier discurso. el prisma que permita recuperar -reprodu- cir- el aporte de Peirce referido a sus propios interpretantes constituirá una clave -un sistema de codificación/decodifica- ción- para la uniformación de su texto y, en la medida propuesta. ofrecerá también los signos de las condiciones actuales de su propia producción, posibilitando al intérprete la manifestación cons- tante de sus mediaciones conceptuales: una explícita cadena de interpretantes.

Armando Sercovich Febrero de 1973

9 En su articulo "Elbrnents de sbrniologle", R . Barthes caracteriza al signlflcado como uno de los términos de la relación de significación " . . . On en revlent alnsl justement a une déflnltlon purement fonctionnelle: le signlfié est I'un des deux relats du slgne; la seule dlff6rence qul l'oppose au signifiant est que celul-cl est un médlateur . . ."

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La ética

219. Con el propósito de que se entienda el uso que hago de los términos, las notaciones, etcétera, debo explicar que mi concien- cia me impone seguir ciertas reglas. Si albergara la menor pre- tensión de dictar normas de conducta a los demás en este tema, debería reprobárseme de acuerdo con la primera de esas reglas. No obstante. si debiera explicar las razones a cuya fuerza obedez- co, presumo que ellas ejercerían igual fuerza sobre los demás.

220. Estas razones incluirían, en primer lugar, la consideración de que los símbolos son la urdimbre y la trama de toda investiga- ción y de todo pensamiento, y que la vida del pensamiento y de la ciencia es la vida inherente a los símbolos; por lo tanto, no es acertado afirmar solamente que el lenguaje es importante para el buen pensamiento, porque es parte de su misma esencia. Se- guidamente, vendría la consideración del valor creciente de la precisión del pensamiento a medida que éste avanza. En tercer lugar, el progreso de la ciencia no puede i r muy lejos s i omite la colaboración; o, para expresarlo con más exactitud, ninguna mente puede avanzar un solo paso sin ayuda de otras mentes. En cuarto término, la salud de la confraternidad científica requiere la más absoluta libertad mental. Y, sin embargo, los mundos científico y filosófico están infestados de pedantes y pedagogos que procuran permanentemente establecer una especie de magis- tratura sobre los pensamientos y otros símbolos. Por lo tanto. a aquel que ve claramente la situación se le impone como uno de sus primeros deberes resistir enérgicamente a todo lo que sea un mandato arbitrario en materia científica y, más que nada, en materia de uso de términos y notaciones. A l mismo tiempo, es indispensable un consenso general en cuanto al uso de términos y notaciones, no demasiado rígido, pero con una vigencia tal en- tre la mayoría de los colegas. con respecto a la mayoría de los

i Señala el recopilador de la edición norteamericana que este capítulo fue publlcada con et titulo Syllabus ot Certain Topics of Logic, por Alfred Mudge & Son. Boston. 1903. PP. 10-14 (Nota de A. S.).

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símbolos, como para que sólo sea necesario dominar un reducido número de sistemas de expresiones diferentes. En consecuencia, y dado que ello no se logrará por mandato arbitrario, habría que alcanzarlo por el poder de los principios racionales sobre la con- ducta de los hombres.

221. Ahora bien, jcuál es el principio racional que permitirá de- terminar perfectamente qué términos y notaciones deben usarse, y en qué sentidos, y cuál es el que posee al mismo tiempo el poder requerido de influir en los hombres con percepción y pen- samiento correctos?

Para encontrar respuestas a esta pregunta, es necesario conside- rar, en primer lugar, cuál sería el carácter de una terminología filosófica ideal y de un sistema ideal de símbolos lógicos; y, en segundo término, inquirir, a través de la experiencia de aquellas ramas de la ciencia que han encontrado mayores dificultades en su nomenclatura, etcétera, cuáles son los principios que demos- traron ser eficaces y cuáles los métodos para producir uniformi- dad que se intentaron sin éxito.

222. En lo tocante al ideal a que debe tenderse, es conveniente, en primer lugar, que cada rama de la ciencia llegue a tener un vocabulario que provea una familia de palabras afines para cada concepción científica, y que cada palabra tenga un único signifi- cado exacto, a menos que sus diferentes significados se apliquen a objetos pertenecientes a diferentes categorías que nunca pue- dan ser confundidos entre sí. Este requisito, sin duda, debería ser entendido de modo tal que hiciera absolutamente imposible la confusión, ya que, en un sentido muy estricto y no como mera figura expresiva, cada símbolo es un ente viviente. El cuerpo del símbolo cambia con lentitud, pero su significado crece inevitable- mente, incorporando nuevos elementos y descartando algunos de los viejos. Pero el esfuerzo de todos debe orientarse a mantener inmutable y exacta la esencia de cada termino científico, por más que no sea fácil concebir la exactitud absoluta. Cada símbolo es, en su origen, o bien una imagen de la idea significada, o bien una reminiscencia de algún acontecimiento, persona o cosa individua- les, relacionados con su significado, o bien una metáfora. Los términos del primer y tercer origen se aplicarán de manera inevi- table a concepciones distintas; pero si las concepciones son es- trictamente análogas en sus sugerencias principales, ello resul- taría antes una ayuda que un inconveniente, siempre que los dife- rentes significados sean remotos los unos con respecto de los otros, tanto en sí mismos como en lo que concierne a la ocasión

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de su ocurrencia. La ciencia crea permanentemente nuevas con- cepciones; y cada nueva concepción científica debería recibir un vocablo, o, mejor aún, una nueva familia de palabras afines. La tarea de proveer esta palabra nueva recae, naturalmente, en la persona que introduce la nueva concepción; pero es una tarea que no puede emprender sin un conocimiento exhaustivo de los principios, los detalles y la historia del cuerpo de terminología en donde ello ocurrirá y tampoco sin una comprensión suficiente de los principios de formación de palabras del idioma nacional, o sin un adecuado estudio de las leyes de los símbolos en general. Que haya dos términos diferentes de idéntico valor científico puede resultar o no un inconveniente, con arreglo a las circuns- tancias. La existencia de diferentes sistemas de expresión puede ser, a menudo, muy ventajosa.

223. La terminología ideal diferirá para las diferentes ciencias. El caso de la filosofía es singular, en cuanto necesita indudable- mente de palabras populares con sentidos populares, no en ca- rácter de partes de su propio lenguaje (como las ha usado muy abundantemente] sino como objetos de su estudio. Por lo tanto, tiene una peculiar necesidad de contar con un lenguaje preciso y desvinculado del habla común, un lenguaje como el que Aristó- teles, los escolásticos y Kant procuraron proveer, y que Hegel procuró destruir. Es buen criterio económico para la filosofía pro- veerse de un vocabulario tan extraño que impida que los pensa- dores fáciles se sientan tentados de tomar prestadas sus pala- bras. Las expresiones de Kant "objetivo" y "subjetivo" resultaron insuficientemente extrañas como para retener su utilidad en filo- sofía, aun cuando no hubiera contra ellas objeciones de otro tipo. La primera regla de buen gusto cuando se escribe es usar palabras que no den lugar a errores de comprensión; y si un lector ignora el significado de las palabras, es infinitamente mejor que sepa que no lo sabe. Esto resulta particularmente cierto en lógica, la cual, podría decirse, basa su coherencia casi por completo en la exactitud del pensamiento.

224. Las ciencias que han debido afrontar los más dificultosos problemas de terminología son, incuestionablemente, las ciencias taxonómicas: física, química, biología. La nomenclatura de la quí- mica es, en conjunto, buena. Viéndose en estado de lamentable necesidad, los químicos se reunieron en congresos y adoptaron ciertas reglas para la formación de los nombres de las sustancias. Estos nombres son bien conocidos, pero escasamente usados. ¿Por qué? Porque los químicos no eran psicólogos y no sabían que los congresos están entre las cosas más impotentes que

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existen, mucho menos influyentes aun que un diccionario. Sini embargo, el problema de los taxonomistas en biología ha sido incomparablemente más difícil, y lo han resuelto (si descartamos excepciones de poca importancia] con brillante éxito. ¿Cómo l o lograron? No apelaron al poder de los congresos, sino al de la idea de certeza y equivocación. Basta con hacer entender real- mente a una persona que cierta línea de conducta es equivocada y ella se esforzará por seguir la conducta acertada, trátese de un: ladrón, de un fullero, o aun de un Iógico o de un filósofo moral." Los biólogos simplemente hablaron entre ellos e hicieron com- prender unos a otros que cuando alguien ha introducido un nuevo concepto en la ciencia es a la vez su privilegio y su deber asignar a esa concepción expresiones científicas adecuadas; y que cuando se ha conferido un nombre a una concepción, por parte de aquel a cuyos esfuerzos la ciencia debe tal concepción, aceptar ese nombre se convierte en el deber de todos -un deber hacia el descubridor y un deber hacia la ciencia-, a menos que el nom- bre sea de tal naturaleza que su adopción no sea saludable para la ciencia; y que si el descubridor no cumpliera con su deber, sea no dando nombre alguno o dando uno que fuera totalmente inade- cuado, entonces, después de un intervalo razonable, el primero que tenga ocasión de emplear un nombre para tal concepción debe inventar uno que sea adecuado; y que los demás deben seguirlo; pero que quien deliberadamente usara una palabra o algún otro símbolo en un sentido diferente del conferido por su único crea- dor legítimo cometería una vergonzosa ofensa contra el inventor del símbolo y contra la ciencia, y pasaría a ser deber de los demás considerar ese acto con desprecio e indignación.

225. Tan pronto como los estudiosos de cualquiera de las ramas de la filosofía se eduquen a sí mismos en un genuino amor cien- tífico a la verdad y alcancen en él el grado al que llegaron los doctores escolásticos, las sugerencias del tipo de las hechas precedentemente se impondrán por sí mismas; podrán, así, con- formar una terminología técnica. En lógica, una terminología bas- tante buena nos ha sido legada por los escolásticos. Esta termi- nología escolástica ha pasado a la lengua inglesa más que a nin- guna otra de las lenguas modernas, tornándola la más exacta, desde el punto de vista lógico, entre todas ellas. Pero, al mismo tiempo, debe lamentarse que un considerable número de términos y frases de la lógica científica se han llegado a usar con asom- broso relajamiento. Por ejemplo, ¿quién, entre los comerciantes

2 El autor utiliza las palabras "right" y "wrong", que tienen a la vez los significados de "bueno" Y "malo" y de "acertado" y "equivocado". entre otros. Se consideró que los segundos eran preferibles por su referencia a la racionalidad (N. de la T.].

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de Quincy Hall que hablan $e "artí~.ulos de primera necesidad", sería capaz de decir cuál es el significado estricto de "primera necesidad"? No se podría haber encontrado frase más técnica. Hay docenas de otras expresiones del mismo origen que han sufrido un relajamiento semejante.

Habiendo dado así alguna idea de la naturaleza de las razones que para mí tienen peso, procedo a enunciar las reglas que a mi juicio son obligatorias en este campo.

226. Primera. Preocuparme al máximo por no seguir ninguna re- comendación de naturaleza arbitraria en lo tocante al uso de la terminología filosófica.

Segunda. Evitar el uso de palabras y frases de origen vernáculo como términos técnicos de filosofía.

Tercera. Usar para las concepciones filosóficas los términos es- colásticos en su forma inglesa en la medida en que sean estric- tamente aplicables; y nunca usarlos en otros sentidos que no sean los correctos.

Cuarta. Para las concepciones filosóficas antiguas que no fueron consideradas por los escolásticos, imitar, tanto como me sea posible, la expresión antigua.

Quinta. Para las concepciones filosóficas precisas que se intro- dujeron en la filosofía a partir de la Edad Media, usar la forma inglesa de la expresión original, a menos que sea francamente inadecuada, y usarla únicamente en su sentido preciso original.

Sexta. Para las concepciones filosóficas que difieran poquísimo de aquellas para las cuales existen palabras adecuadas, inventar términos con el debido respeto por los usos de la terminología filosófica y por los de la lengua inglesa, pero que tengan, sin em- bargo, neta apariencia técnica. Antes de proponer un término, no- tación u otro símbolo, considerar con toda madurez si correspon- de perfectamente a la concepción y si servirá para todas las oca- siones, si interfiere con algún término existente y si no podría crear inconvenientes al interferir con la expresión de alguna con- cepción que pueda ser introducida ulteriormente en filosofía. Una vez introducido un símbolo, considerarme casi tan ligado y sujeto a él como si hubiera sido introducido por alguna otra per- sona; y, después que los demás lo hayan aceptado, considerar- me más ligado a él que ninguna otra persona.

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Séptima. Considerar necesario introducir nuevos sistemas de ex- presión alli donde deban hacerse nuevas conexiones de impor- tancia entre concepciones existentes, o cuando tales sistemas puedan, de alguna manera, servir sin lugar a dudas a los propósi- tos del estudio filosófico.

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División

9 l . Fundamento: objeto e interpretante

227. La lógica, en su sentido general, es, como creo haberlo de- mostrado, sólo otro nombre de la semiótica ( Q ~ ~ E I W ' C L K I ~ ) , la doc- trina cuasi-necesaria, o formal, de los signos. Al describir la doctrina como "cuasi-necesaria", o formal, quiero decir que ob- servamos los caracteres de los signos y, a partir de tal observa- ción, por un proceso que no objetaré sea llamado Abstracción, somos llevados a aseveraciones, en extremo falibles, y por ende en cierto sentido innecesarias, concernientes a lo que deben ser los caracteres de todos los signos usados por una inteligencia "científica", es decir, por una inteligencia capaz de aprender a través de la experiencia. En lo que respecta a ese proceso de abstracción, él es, en sí mismo, una suerte de observación. La facultad que llamo "observación abstractiva" es una facultad re- conocida perfectamente por el común de las gentes, pero para la cual las teorías de los filósofos tienen a veces escaso lugar. Re- sulta una experiencia familiar a cualquier ser humano desear cosas que están mucho más allá de sus medios y hacer seguir ese deseo por la pregunta "¿Desearía yo igualmente tal cosa s i tuviera amplios medios para lograrla?" Para responder a esa pregunta e l sujeto escruta su conciencia, y al hacerlo realiza lo que yo he llamado una observación abstractiva. Hace en su ima- ginación una especie de diagrama esquemático, o bosquejo de sí mismo; considera, dentro del estado de cosas hipotético. qué modificaciones habría que hacer a ese cuadro, y luego lo examina; esto es, observa lo que ha imaginado, para ver s i es posible dis- cernir ahí e l mismo ardiente deseo. A través de ese proceso, que es en el fondo muy parecido al razonamiento matemático, pode- mos llegar a conclusiones sobre qué sería cierto respecto de los signos en todos los casos, en la medida en que fueran usados por

3 El autor emplea la palabra Ground, que significa, entre otras cosas, terrltorlo o base, y fun- damento o razdn (N. de la T.). 4 E\ tec~p\\ado~ aclara que este texto provlene de un manuscrlto carente da tltulo, c. 1897 C t t a de A.S.I.

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una inteligencia científica. Los modos de pensamiento de un Dios, que debe poseer una omnisciencia intuitiva en sustitución de la razón, están fuera de la cuestión. Ahora bien, todo el pro- ceso de desarrollo de esas formulaciones entre la comunidad de estudiosos, mediante observación abstractiva y razonamiento de las verdades que deben mantenerse en todos los signos usados por una inteligencia científica, es una ciencia de observación, co- mo cualquier otra ciencia positiva, a pesar de su fuerte contraste con todas las ciencias especiales, que surge de que apunta a des- cubrir lo que debe ser y no meramente lo que es en el mundo real.

228. Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, repre- senta o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo aun más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento del representamen. "Idea" debe entenderse aquí en cierto sentido platónico, muy familiar en el habla cotidiana; quiero decir, en el mismo sentido en que decimos que un hombre capta la idea de otro hombre, en que decimos que cuando un hombre recuerda lo que estaba pen- sando anteriormente, recuerda la misma idea, y en que, cuando el hombre continúa pensando en algo, aun cuando sea por un décimo de segundo, en la medida en que el pensamiento concuer- da consigo mismo durante ese lapso, o sea, continúa teniendo un contenido similar, es "la misma idea", y no es, en cada instante del intervalo, una idea nueva.

229. Como consecuencia del hecho de estar cada representamen relacionado con tres cosas, el fundamento, el objeto y e¡ interpre- tante, la ciencia de la semiótica tiene tres ramas. La primera es llamada por Duns Scoto grammatíca spec~lativa.~ Nosotros podemos llamarla gramática pura. Tiene por cometido determinar qué es lo que debe ser cierto del representamen usado por toda inteligencia científica para que pueda encarnar algún significado. La segunda rama es la lógica propiamente dicha. Es la ciencia de lo que es cuasi-necesariamente verdadero de los representámenes

5 Gramatica especulativa: nombre surgido en la Edad Media y relacionado con las especulaclo nes sobre filosofía del lenguaje, cuyo antecedente histórico podría ser el Cratilo de Platón. y que alcanza su mas ampllo desarrollo con la doctrina de Abelardo acerca del Sermo. La mlsma p m blemática renace a mediados del siglo XVll [lógica de Port-Royal. Locke. etc.), y vuelve a man1- festarse contemporáneamente en el penssmlento filosófico con orientación lógico-lingüistica (HGsserl. Casslrer. Ogden y Richards. etc.) [Nota de A . S.).

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de cualquier inteligencia científica para que puedan ser válidos para algún objeto, esto es, para que puedan ser ciertos. Vale decir, la lógica propiamente dicha es la ciencia formal de las condicio- nes de verdad de las representaciones. La tercera rama, la llamaré retórica pura, imitando la modalidad de Kant de conservar viejas asociaciones de palabras al buscar la nomenclatura para las con- cepciones nuevas. Su cometido consiste en determinar las leyes mediante las cuales, en cualquier inteligencia científica, un signo da nacimiento a otro signo y, especialmente, un pensamiento da nacimiento a otro pensamiento.

3 2. Los signos y sus objetos

230. La palabra Signo será usada para denotar un Objeto percep- tible, o solamente imaginable, o aun inimaginable en un cierto sentido. En efecto, e l vocablo inglés "fast", que es un Signo, no es imaginable, dado que no es la palabra misma la que puede ser escrita en un papel o pronunciada, sino solamente una instancia de ella; y dado, además, que es exactamente la misma palabra cuando es escrita y cuando es pronunciada, pero, por el contrario, es una cierta palabra cuando significa "rápidamente" y otra to- talmente distinta cuando significa "estable", y aun una tercera diferente cuando alude a la abstinencia. Para que algo sea un Signo, debe "representar", como solemos decir, a otra cosa, Ila- rnada su Objeto, aunque la condición de que el Signo debe ser distinto de su Objeto es, tal vez, arbitraria, porque, si extremamos la insistencia en ella, podríamos hacer por lo menos una excep- ción en el caso de un Signo que es parte de un Signo. Así, nada impide a un actor que desempeña un papel en un drama histórico usar como "utilería" teatral la mismísima reliquia que se supone que solamente está representada, como, por ejemplo, el crucifijo que el actor Bulwer utiliza en el papel de Richelieu, y que alza con tan intenso efecto de desafío. Si el mapa de una isla se depo- sita en el suelo de la misma, debe haber, en circunstancias ordi- narias, una posición o punto, esté éste marcado en el mapa o no l o esté, que representa exactamente ese mismo punto del mapa. Un Signo puede tener más de un Objeto. Así, ia oración "Caín mató a Abel", que es un Signo, se refiere tanto a Caín como a Abel, aun si no se considera -como se debería- que se tiene un "matar" como tercer Objeto. Pero puede considerarse que el conjunto de Objetos constituye un único Objeto complejo. En lo sucesivo, y a menudo en otros futuros textos, los Signos serán tratados como si cada uno tuviera únicamente un solo Objeto, a fin de disminuir las dificultades del estudio. Si un signo es

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distinto de su objeto, debe existir, sea en el pensamiento o en la expresión, alguna explicación, algún argumento, algún otro contexto. que muestre cómo -sobre la base de qué sistema, o por qué razones- el Signo representa al Objeto o al conjunto de Objetos a que se refiere. Ahora bien, el Signo y la Explicación conjunta- mente constituyen otro Signo, y dado que la explicación será un Signo, requerirá probablemente una explicación adicional, la cual. tomada conjuntamente con el Signo precedentemente ampliado, constituirá un Signo aun más amplio; y si continuamos suficiente- mente este proceso, finalmente llegaremos, o deberíamos llegar, a alcanzar en última instancia un Signo de sí mismo, que contu- viera a su propia explicación y la de todas sus partes significan- tes; y, de acuerdo con esta explicación, cada una de esas partes tendrá a alguna otra parte como Objeto. Conforme con ello, cada Signo tiene, real o virtualmente, lo que podemos llamar un Pre- cepto de explicación, según el cual el Signo debe ser entendido como una suerte de emanación, por así decirlo, de su Objeto. (Si el Signo fuera un ícono, un escolástico podría decir que la species del Objeto emanada de él encontró su materia en el Icono. Si el Signo es un Cndice, podemos pensarlo como un fragmento arrancado al Objeto, siendo ambos en su Existencia un todo, o una parte de ese todo. Si el Signo es un Símbolo, lo podemos pensar como encarnando la "ratio", o razón, del Objeto, que ha emanado del mismo. Todas estas son, desde luego, meras figuras de len- guaje; pero el serlo no les impide ser útiles.)

231. El Signo puede solamente representar al Objeto y aludir a él. No puede dar conocimiento o reconocimiento del Objeto. Esto es lo que se intenta definir en este trabajo por Objeto de un Signo: vale decir, Objeto es aquello acerca de lo cual el Signo presupone un conocimiento para que sea posible proveer alguna información adicional sobre el mismo. No dudamos que habrá lectores que digan que no pueden aprehender esto. Ellos pensarán que un Signo no necesita estar relacionado con algo ya conocido de otra manera y creerán que no tiene ni pies ni cabeza afirmar que todo Signo debe relacionarse con un Objeto conocido. Pero si exis- tiera "algo" que transmitiera información y, sin embargo, no tu- viera ninguna relación ni referencia respecto de alguna otra cosa acerca de la cual la persona a quien llega esa información care- ciera del menor conocimiento, directo o indirecto -y por cierto que sería esa una muy extraña clase de información-, el ve- hículo de esa clase de información no será llamado, en este trabajo, un Signo.

6 Species: Vocablo latino incorporado a la lengua inglesa; denota en latín el aspecto caracte- rístico O las características exteriores de algo (Nota de A. S.].

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232. Dos hombres están parados en la costa, mirando hacia e i mar. Uno de ellos le dice al otro: "Aquel barco no lleva carga, so- lamente lleva pasajeros". Si el otro no ha visto barco alguno, la primera información que saca de ese comentario tiene por Objeto la parte del mar que él ve efectivamente, y le informa que otra persona con vista más aguda que la suya, o más adiestrada para ver tales cosas, puede ver un barco allí; y entonces, una vez que ese barco ha sido presentado a su conocimiento, está preparado para recibir la información de que el barco lleva solamente pasa- jeros. Pero la oración, en su totalidad, no tiene, para la persona que estamos suponiendo, otro Objeto que aquel del que ya tenía conocimiento. Los Objetos -dado que un Signo puede tener cualquier número de Objetos- pueden ser una cosa singular co- nocida existente, o que se cree que haya existido, o que -se espera que exista, o un conjunto de tales cosas, o una cualidad o relación o hecho conocidos, de los cuales cada Objeto singular puede ser un conjunto o reunión de partes, o puede tener algún otro modo de ser, como, por ejemplo, un acto permitido cuyo ser no impide que la negación de tal acto sea igualmente permitida; o algo de naturaleza general, deseado, requerido, o invariable- mente encontrado en ciertas circunstancias generales.

§ 3. División de las relaciones triádicas

233. Los principios y analogías de la Fenomenología nos permi- ten describir, a distancia, cómo deben ser las divisiones de las relaciones triádicas. Pero hasta que no lleguemos a las dife- rentes clases a posteriori, y no seamos llevados de este modo a reconocer su importancia, las descripciones a priori significarán muy poco; no ya nada, pero sí muy poco. Aun cuando parezcamos identificar después las variedades consideradas a priori con otras variedades que la experiencia de la reflexión nos hace considerar importantes, no es poco el trabajo requerido para llegar a esta- blecer con seguridad que las divisiones que hemos encontrado a posteriori son precisamente aquellas que se habían predicho a prio- r¡. En la mayoría de los casos encontramos que no resultan pre- cisamente idénticas, debido a la pobreza de nuestra experiencia

7 Para Peirce la Fenomenologia designa a iina de las tres partes en que se divide la Filosofía. junto a la Ciencla Normativa y a la Metafíslca. El término Fenomenologia fue tomado por Peirce de Hegel. y. según él. constituye un campo únlco que no se subdivide en otras ramas. Otra denominación que utiliza con frecuencia es Faneroscopía, derivada de Faneron, que es un equiva- lente de lo que los filósofos Ingleses llamaron "Ideas". La Fenomenologla de Peirce es et estudio de los fanerones, la categorización de los mismos y la descripción de sus diversas clases. Debe distingulrse. entonces. de la acepción contemporanea del término, y. en particular, de la utlllzada por Hüsserl, Heidegger y sus seguidores (Nota de A. S.).

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reflexiva. Sólo después de un largo y arduo análisis ulterior pode- mos ubicar en el sistema las concepciones a las que la experiencia nos había conducido. En el caso de las relaciones triádicas, hasta ahora ninguna parte' de este trabajo se ha hecho en forma satis- factoria, con la sola excepción, en alguna medida, de la clase más importante entre las relaciones triádicas, vale decir, la de los signos, o representámenes, con sus objetos y sus interpretantes.

234. Provisionalmente, podemos hacer una división a grandes ras- gos de las relaciones triádicas, la cual, no es necesario negarlo, contiene verdades importantes, aunque imperfectamente aprendi- das, en:

Relaciones triádicas de comparación, Relaciones triádicas de funcionamiento, y Relaciones triádicas de pensamiento.

Las relaciones triádicas de Comparación son aquellas cuya natu- raleza es la de las posibilidades lógicas.

Las relaciones triádicas de Funcionamiento son aquellas cuya na- turaleza es la de los hechos reales.

Las relaciones triádicas de Pensamiento son aquellas cuya natura- leza es la de las leyes.

235. Debemos distinguir, en toda relación triádica, entre el Pri- mero, el Segundo y el Tercer Correlatos.

El Primer Correlato es, de los tres, aquel que se considera como de naturaleza más simple, constituyendo una mera posibilidad si uno cualquiera de los tres es de esa misma naturaleza y no llegando a ser una ley a menos que los tres, en su totalidad, sean de esa naturaleza.

236. El Tercer Correlato es, de los tres, aquel que es considerado como de naturaleza más compleja; es una ley siempre que alguno de los otros lo sea, y no es una mera posibilidad a menos que los tres lo sean!

8 El recopiiador de las obras de Peírce ha señalado que, en su oplnión. si se aplicara el prin- clpio de que las posibilidades determinan s61o posibilidades y de que las leyes son deterrnlnadas s61o por leyes. los térmlnos "Primer Correlato" y "Tercer Correlato" deberían estar permutados en 235-238. Declara que así se asegurarla, en concordancla con otros escritos de Pelrce. la existencia de las diez clases mencionadas en 238. Ellas serían: Si el Tercer Correlato es una posibilidad. entonces:

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237. El Segundo CoRelato es, de los tres, aquel que es conside- rado como de complejidad intermedia, de modo tal que si dos cualesquiera de los otros son de la misma naturaleza -sean ambos meras posibilidades, existencias reales o leyes-, entonces e l Segundo Correlato es una existencia rea1.q

238. Las relaciones triádicas son divisibles por tricotomía en tres maneras, según que el primero, el Segundo o el Tercer Correlatos, respectivamente, sean una mera posibilidad, un existente real o una Iey.'O Estas tres tricotomías, tomadas conjuntamente, dividen a todas las relaciones triádicas en diez clases (véase 23511). Estas diez clases tendrán ciertas subdivisiones, según que los correlatos existentes sean sujetos individuales o hechos individuales, y según que los correlatos que son leyes sean sujetos generales, modos de hecho generales o modos de ley generales.

239. Además, habrá una segunda división similar de relaciones triádicas en diez clases, según que las relaciones diádicas que ellas constituyen entre el Primero y el Segundo Correlatos, o el Primero y el Tercero, o el Segundo y el Tercero, sean de la natu- raleza de las posibilidades, de los hechos existentes o de las leyes; y estas diez clases estarán subdivididas de diferentes maneras.ll

Primero Segundo Tercero ti1 1. Posibilidad Posibilidad Posibilldad [ l l l 2. Existente Posibilidad Posibi!idad 1li11 3. Existente Existente Posibilidad l VI 4. Ley Posibilidad Posibilidad (VI1 5. Ley Existente Posibilidad ~VIII) 6. Ley L ~ Y Posibilidad Si el Segundo Correlato es un existente, entonces: tiV1 7. Existente Existente Existente 'lVIl1 8. Ley Existente Existente

Si el Primer Correlato es una ley, entonces también: (1x1 9. i e y Ley Existente [Xl 10. Ley Ley Ley

Señala también el recopilador que. de acuerdo con 242 y 274. el Representamen, el Objeto y el lnterpretante serían el Prlmero. Segundo y Tercer Correlatos. respectivamente, mientras que. de acuerdo con 243 y SS.. el representamen en s i mismo, en relación con su objeto y como Interpre- tado. seria, respectivamente. el primero, el segundo y el tercer correloto. Según el recopilador. la tabla que propone en primer término produciría diez tricotomías y sesenta y seis clases de signos. mientras que la que propone en segundo termino produciría tres tAcoto- mías y diez clases de signos. Los números romanos en el cuadro que antecede siguen el orden de discusión en 8 7 y las designaciones en el cuadro en 264. Véase también 243n (Nota de A. S.). 9 Estas cuestiones pueden referirse a los ítem 1. 5. 7 y 10 del cuadro que antecede (Nota de A. S.).

10 Véase 243 [Nota de A. S. ] 1I El recopllador de las obras de Peirce ha comentado que, pese a la condición de que para que una relaclón diádica sea un existente es indispensable que sus dos correlatos sean existentes Icf . 2831, no parece que Peirce hubiera estabiecldo nunca cu8les serlan las condiciones indispensa- bles para que una relación diadica tenga naturaleza de ley. Parecerla ser que la opinión de Peirce es que no existen relaciones diádicas de tal tipo; sin embargo, también podría interpretarse que una relación diádica tiene naturaleza de ley si sus dos correlatos son leyes. En el caso en que. además, se aceptaran dos proposiciones no explicitadas por Pierce: a) que una relación diadica es

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240. Puede ser conveniente reunir a las diez clases de cada con- junto de diez en tres grupos, según que los tres correlatos o las relaciones diádicas, de acuerdo con el caso, sean de naturaleza diferente, o que sean todos de igual naturaleza, o que sean dos de una determinada naturaleza, mientras que el tercero l o es de otra.12

241. En toda Relación Triádica genuina, el Primer Correlato puede ser considerado como el que determina al Tercer Correlato de algún modo; y las relaciones triádicas pueden ser divididas según que esa determinación del Tercer Correlato consista en tener alguna cualidad, en estar en alguna relación existencial con el Segundo Correlato o en estar en alguna relación de pensamiento con el Segundo por algo.13

242. I.ln Representamen es el Primer Correlato de una relación triádica; e l Segundo Correlato se llamará su Objeto, y el posible Tercer Correlato se llamará su Interpretante, por cuya relación triádica el posible Interpretante es determinado para ser el Primer

una posibilidad si un correlato es una posibilidad, y, b) que una relación diádica es un existente si un correlato es un existente y el otro es una ley. se podría llegar a la siguiente tabla:

A. Si por lo menos una relación di6dica tiene naturaleza de posibilidad: Primera Segunda Tercera

1. Posibilidad Posibilidad Posibilidad

2. Existente Posibilidad --- Posibilidad

3. Existente . . . . . 2 .... Existente Posibilidad

Ley Posibilidad ---- Posibilidad

Ley . . . . . . . . . . . 2 . . . . .Existente Posibilidad

6. Ley . . . . . . . . . . . . 3 . . . . . ~ e y Posibilidad

B. Si dos de las relaciones diádicas tienen naturaleza de existentes: 7. Existente Existente Existente

6 . Ley Existente Existente

9. Ley . . . . . . . . . . . . 3 . . . . . ~ e y Existente

C. Si todas las relaciones diadicas son leyes: 10. Ley Ley .LOY

Las líneas entre los correlatos denotarían la presencia de ia relación especificada; las líneas de . . . puntos con número: ".. . 2 . . ." y ". . 3 ." denotarían, respectivamente. las relaciones diádicas

existencial y raclonal (Nota de A. S.). 12 El recopilador aclara que todos los correlatos de la relaclón 5 son de naturaleza diferente: que las de los números 1, 7. 10 tienen todos sus correlatos de la misma naturaleza: y que las restantes tienen dos, y s61o dos, correlatos de la misma naturaleza; mientras que 1, 2, 4, 7, 10 tlenen todas sus relaciones diádicas de la mlsma naturaleza, y 3, 5. 6 . 8, 9 tienen sólo dos de la misma na. turaleza (Nota de A. S.). 13 Según el recopiiador. en 1-6. el tercer correlato es determlnado por el prlrnero para tener una cualidad; en 7-9, es determinado para tener una relación existencial con el segundo: y. en 10 es determinado para tener una relación de pensamiento con el segundo por otro correlato (N. de A. S.].

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Correlato de la misma relación triádica con el mismo objeto, y para algún posible Interpretante. Un Signo es el representamen del cual algún interpretante es una cognición de alguna mente. Los Signos son los únicos representámenes que han sido muy estudiados.

3 4. Una tricotomía de los signos

243. Los signos son divisibles según tres tricotomías: l4 primero, según que el signo en sí mismo sea una mera cualidad, un exis- tente real o una ley general; 3hegundo, según que la relación del signo con su objeto consista en que el signo tenga algún carácter en sí mismo, o en alguna relación existencia1 con ese objeto o en su relación con un interpretante; lB tercero, según que su Inter- pretante lo represente como un signo de posibilidad, como un signo de hecho o como un signo de razón.17

244. De acuerdo con la primera división, un Signo puede ser lla- mado Cualisigno, Sinsigno o Legisigno.

Un Cualisigno es una cualidad que es un Signo. No puede actuar verdaderamente como un signo hasta tanto no esté formulado; pero la formulación no tiene relación alguna con su carácter en tanto signo.

245. Un Sinsigno (la sílaba sin se toma para significar "que es una única vez", como en las palabras inglesas single, simple, o en la latina semel, etc.) es una cosa o evento real y verdaderamente existente que es un signo. Puede serlo únicamente a través de sus cualidades; de modo tal que involucra a un cualisigno o, en rea- lidad, varios ciralisignos. Pero esos cualisignos son de una natu- raleza peculiar y sólo forman un signo cuando están efectivamente formulados o encarnados.

246. Un Legisigno es una ley que es un Signo. Esta ley es general- mente establecida por los hombres. Todo signo convencional es un legisigno (pero no recíprocamente). No es un objeto único,

14 El recopilador de las obras de Peirce ha señalado que, m i s tarde, éste (c. 19061 descubrió que hay diez tricotomlas y sesenta y seis clases de slgnos, y que nunca completó el anállsis de las divisiones adicionales: la rneior versión, en su opinión, seria la que Peirce da en las cartas a Lady Welby. Se considera que el presente texto contiene la mayor parte del trabajo mas profundo y completo que Pelrce haya realizado sobre los signos. Agrega el recopilador que las diez clases de signos derivados de las tres tricotomlas que acá se exponen están representadas diagram6tica. mente por Peirce en 264: y que s i "Representamen". "Representamen en tanto relacionado con el objeto" y "Representamen interpretado" se sustituyeran, respectivamente. por primero, segundo y tercer correlatos, las tablas de 23511 y 239n servirían para 1 4 - 1 7 [N. de A. S.]. 15 Si se hicieran las sustituciones sugeridas por el recopilador, se obtendrían grupos compuestos de: 1; 11 . III. IV; y V-X [N. de A. S.). 16 El recopilador aclara: 1, II. V; III, IV, VI, VII; VIII. IX. X [N. de A.S.). 17 Agrega el recopilador que se trata de los tres grupos de 241n: 1-6, 7-9, 10; esto es. 1, 11. 111. V, VI. VIII; IV, VII, IX; X (N. de A.S.I .

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sino un tipo general que, como se ha acordado, será significante. Cada legisigno significa por medio de una instancia de su aplica- ción, que puede ser llamada una Réplica de él. Así, la palabra "el" (artículo) puede aparecer de quince a veinticinco veces en una página. En todas esas ocurrencias es una única y misma palabra. el mismo legisigno. Cada una de esas instancias es una Réplica. La Réplica es un Sinsigno. En consecuencia, todo Legisigno re- quiere Sinsignos. Pero éstos no son Sinsignos ordinarios, como lo son los sucesos que son considerados significantes. Tampoco la Réplica sería significante, si no fuera por la ley que la convierte en tal.

3 5. Una segunda tricotomía de los signos

247. Conforme con la segunda tricotomía, un Signo puede ser Ila- mado ícono,18 índice o Símbolo.

Un Icono es un signo que se refiere al Objeto al que denota me- ramente en virtud de caracteres que le son propios, y que posee igualmente exista o no exista tal Objeto. Es verdad que, a menos que haya realmente un Objeto tal, el ícono no actúa como signo; pero esto no guarda relación alguna con su carácter como sig- no. Cualquier cosa, sea lo que fuere, cualidad, individuo existente o ley, es un ícono de alguna otra cosa, en la medida en que es como esa cosa y en que es usada como signo de ella.

248. Un lndice es un signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de ser realmente afectado por aquel Objeto. No puede, entonces, ser un Cualisigno, dado que las cualidades son lo que son independientemente de ninguna otra cosa. En la medida en que el índice es afectado por el Objeto, tiene, necesariamente, alguna Cualidad en común con el Objeto, y es en relación con ella como se refiere al Objeto. En consecuencia, un lndice implica alguna suerte de Icono, aunque un fcono muy especial; y no es el mero parecido con su Objeto, aun en aquellos aspectos que lo convierten en signo, sino que se trata de la efectiva modificación del signo por el Objeto.

249. U'n Símbolo es un signo que se refiere al Objeto que denota en virtud de una ley, usualmente una asociación de ideas genera- les que operan de modo tal que son la causa de que el Símbolo se interprete como referido a dicho Objeto. En consecuencia, el

18 La palabra Icono se utlliza para guardar correspondencla con conceptos teóricos utlllzados en l a semiótica contemporánea. No tiene relacidn con el vocablo icono. ni con la denotación de éste en el Diccionario de la Real Academia Española (19601 [Nota de A. S.).

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Símbolo es, en sí mismo, un tipo general o ley, esto es, un Legi- signo. En carácter de tal, actúa a través de una Réplica. No sólo es general en sí mismo; también el Objeto al que se refiere es de naturaleza general. Ahora bien, aquello que es general tiene su ser en las instancias que habrá de determinar. En consecuencia, debe necesariamente haber instancias existentes de lo que el Símbolo denota, aunque acá habremos de entender por "existente", existente en el universo posiblemente imaginario al cual el Sím- bolo se refiere. A través de la asociación o de otra ley, el Símbolo estará indirectamente afectado por aquellas instancias y, por con- siguiente, involucrará una suerte de índice, aunque un índice de clase muy peculiar. No será, sin embargo, de ninguna manera cierto que el menor efecto de aquellas instancias sobre el Símbolo pueda dar razón del carácter significante del Símbolo.

5 6. Una tercera tricotomía de los signos

250. Conforme a la Tercera Tricotomía, un Signo puede ser llamado Rema, Dicisigno o Signo Dicente (esto es, una proposición o cuasi- proposición), o Argumento.

Un Rema es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de Posibilidad cualitativa, vale decir, se entiende que representa tal o cual clase de Objeto posible. Un Rema puede, quizás, propor- cionar alguna información; pero no se interpreta que la pro- porciona.

251. Un Signo Dicente es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de existencia real. Por lo tanto, no puede ser un Icono, el cual no da lugar a ser interpretado como una referencia a existencias reales. Un Dicisigno necesariamente involucra, como parte de él, a un Flema, para describir el hecho que se interpreta que él indica. Pero es una peculiar clase de Rema; y aun cuando es esencial para el Dicisigno, de ninguna manera lo constituye.

252. Un Argumento es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de ley. O también podemos decir que un Rema es un signo que se entiende como representación de su Objeto solamente en sus caracteres; que un Dicisigno es un signo que se entiende re- presenta a su objeto con respecto a la existencia real; y que un Argumento es un Signo que se entiende representa a su Objeto en su carácter de Signo. Dado que estas definiciones atañen a puntos que en este momento se encuentran muy controvertidos, puede decirse algo más en defensa de las mismas. Una pregunta que a menudo se plantea es: ¿Cuál es la esencia de un Juicio?

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Un juicio es el acto mental por el cual quien juzga procura esta- blecer sobre sí mismo la verdad de una proposición. Es en cierto modo lo mismo que el acto de aseverar una proposición, o acudir ante un escribano y asumir formal responsabilidad por su verdad, salvo que estos actos tienen como intención afectar a terceros, mientras que el juicio afecta solamente a uno mismo. Sin embargo, e l lógico, como tal, no toma en cuenta cuál puede ser la natura- leza psicológica del acto de juzgar. La pregunta para él es: ¿Cuál es la naturaleza de la clase de signo de la cual una variedad principal es llamada proposición, y que es la cosa sobre la cual el acto de juzgar se ejerce? La proposición no necesita ser aseve- rada o juzgada. Puede ser considerada como un signo susceptible de ser aseverado o denegado. Este signo, en sí mismo, retiene su significado completo, sea que realmente se lo asevere o que no se lo haga. Su peculiaridad, entonces, reside en su modo de signi- ficar; y decir esto equivale a decir que su peculiaridad reside en su relación con su interpretante. La proposición manifiesta estar efectivamente afectada por el existente real o la ley real a los cuales se refiere. El argumento tiene la misma pretensión, pero no es ésta la principal pretensión del argumento. El rema no tiene tal pretensión.

253. El lnterpretante del Argumento lo representa como una íns- tancia de una clase general de Argumentos, la cual, en conjunto, siempre tenderá a la verdad. Es esta ley, en alguna forma, la que el argumento insta; y es este "instar" el modo de representa- ción propio de los Argumentos. El Argumento debe ser, por con- siguiente, un Símbolo, o un Signo cuyo Objeto es una Ley o Tipo Generales. Debe involucrar a un Símbolo Dicente, o Proposición, que se llama su Premisa; pues el Argumento puede solamente instar a la ley instándola en una instancia. Esta Premisa es, sin embargo, muy diferente en fuerza [esto es, en su relación con su interpretante) de una proposición similar simplemente aseve- rada; y, por otra parte, esto está lejos de ser todo el Argumento. En lo que concierne a otra proposición, llamada la Conclusión, a menudo declarada y tal vez requerida para completar el Argu- mento, ella representa simplemente al interpretante y, del mismo modo, tiene una fuerza, o relación con e l Interpretante, peculiar. Hay diferencias de opinión entre los lógicos con referencia a si e l lnterpretante forma o no parte del Argumento; y a pesar de que tales opiniones no han resultado del análisis exacto de la esencia del Argumento, tienen derecho a gravitar. Quien escribe esto, aun sin tener absoluta confianza, se inclina fuertemente a pensar que la Conclusión, aunque represente al Interpretante, es esencial para la completa expresión del Argumento. Es habitual entre

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lógicos hablar de las Premisas de un Argumento, en lugar de hablar $de la Premisa. Pero si hay más de una Premisa, el primer paso de la argumentación debe ser coligarlas en una Proposición Copu- lativa: de tal modo, el único Argumento simple de dos Premisas es el Argumento de Coligación. Pero, aun en este caso, no hay propiamente dos premisas, dado que siempre que la mente está preparada para aseverar una proposición, P, está ya preparada para aseverar otra proposición, 0, a la cual la nueva proposición, P, sólo determina; -de modo que no es solamente P la que llega a ser aseverada, sino OP. Dentro de este enfoque del tema, no existe lo que se ha llamado Argumento de Coligación. Porque decir que existe convertiría a todo juicio en la conclusión de un argumento. Pero s i todo juicio debe considerarse la conclusión de un argumento, lo que es, sin duda, una concepción admisible, entonces se trata de una conclusión totalmente diferente de la de un mero Argumento de Coligación. De este modo, el Argumento de Coligación es una forma de Argumento que se introduce en la Iógica solamente para evitar la necesidad de considerar la verda- dera naturaleza del Argumento del cual se ha derivado la Propo- sición Copulativa. Por tal razón parece más correcto, en general, hablar de "la Premisa" de un Argumento que de "las Premisas" del mismo. En lo que concierne a la palabra Premisa -en latín del siglo Xlll praemissa-, debido a que tan a menudo es usada en plu- ral, se ha llegado a confundirla, en el idioma inglés, con una pala- bra totalmente diferente, de procedencia legal, que significa: ru- bros de un inventario y edificios enumerados en una escritura. Es enteramente contrario al buen uso en lengua inglesa escribir "pre- rnise" por "premiss", y tal forma de escribir (cuya prevalencia se debe acaso a Lord Brougham, o a su insistencia en ese uso) sim- plemente delata ignorancia de la historia de la lógica, y aun de autores tan conocidos como Whateley, Watts, etcétera.lg

3 7. Diez clases de signos

254. Las tres tricotomías de signos dan como resultado la división de los mismos en diez clases de signos, de las cuales se deben considerar numerosas subdivisiones. Las diez clases son las si- guientes:

Primera: Un Cualisigno (por ejemplo, iina percepción de "rojo"] es cualquier cualidad en la medida en que es un signo. Dado que una cualidad es todo lo que es positivamente en sí mismo, tal cualidad puede solamente denotar a un objeto en virtud de algún ingrediente

19 Se mantienen los términos en lengua inglesa por no existir equivalentes en español [N. de la T.).

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o similitud comunes; de modo tal que un Cualisigno es necesaria- mente un ícono. Más aún, dado que una cualidad es una mera posi- bilidad lógica, puede ser solamente interpretado como un signo de esencia. esto es, un Rema.

255. Segunda: Un Sinsigno Icónico (por ejemplo, un diagrama in- dividual) es cualquier objeto de experiencia en la medida en que alguna cualidad en él hace que determine la idea de un objeto. A l ser un Icono, y por lo tanto un signo puramente por similitud con cualquitr cosa a la cual sea parecido, puede ser interpretado solamente ccmo un signo de esencia, o Rema. Dará cuerpo a un Cualisigno.

256. Tercera: Un Sinsigno Remático Indicial (por ejemplo, un grito espontáneo) es cualquier objeto de la experiencia directa en la me- dida en que dirige la atención a un Objeto por el cual es causada su presencia. lnvolucra necesariamente un Sinsigno Icónico de clase peculiar, pero es completamente diferente, ya que llama la atención del intérprete hacia el propio Objeto denotado.

257. Cuarta: Un Sinsigno Dicente (por ejemplo, una veleta) es cualquier objeto de la experiencia directa en la medida en que es un signo y, en carácter de tal, depara información concerniente a su Objeto. Esto sólo puede hacerlo por ser realmente afectado por su Objeto; por lo cual es necesariamente un Indice. La única información que puede proveer es fáctica. Tal Signo debe involu- crar necesariamente a un Sinsigno Icónico para dar cuerpo a la información y a un Sinsigno Remático Indicial para indicar el Objeto al que la información se refiere. Pero el modo de combinación, o Sintaxis, de los dos también debe ser significante.

258. Quinta: Un Legisigno Icónico (por ejemplo, un diagrama, con prescindencia de su individualidad de hecho) es cualquier ley o tipo general, en la medida en que requiere de cada una de sus instancias que encarne a una cualidad definida que lo convierta en apto para evocar en la mente la idea de un objeto parecido. Por ser un Icono, debe ser un Rema. Por ser un Legisigno, su modo de ser es el de gobernar a las Réplicas individuales, cada una de las cuales será un Sinsigno Icónico de clase peculiar.

259. Sexta: Un Legisigno Remático lndicial (por ejemplo, un pro- nombre demostrativo) es cualquier tipo o ley general, establecido sea como fuere, que requiere de cada una de sus instancias que esté realmente afectada por su Objeto, de manera tal que mera- mente atraiga la atención sobre dicho Objeto. Cada Réplicd de él

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será un Sinsigno Remático lndicial de una clase peculiar. El Inter- pretante de un Legisigno Remático lndicial lo representa como un Legisigno Icónico: y es tal, en alguna medida -aunque en medida muy pequeña-.

260. Séptima: Un Legisigno Dicente lndicial (por ejemplo, un grito en la calle] es cualquier tipo o ley general, establecido sea como fuere, que requiere de cada una de sus instancias que esté real- mente afectada por su Objeto de manera que pueda proveer in- formación precisa con respecto a dicho Objeto. Debe involucrar un Legisigno Icónico para significar la información y un Legisigno Remático lndicial para denotar al sujeto de dicha información. Cada Réplica del mismo será un Sinsigno Dicente de clase pe- culiar.

261. Octava: Un Símbolo Remático o Rema Simbólico (por ejem- plo, un nombre común) es un signo conectado con su Objeto por una asociación de ideas generales de manera tal que su Réplica evoca en la mente una imagen, la cual, debido a ciertos hábitos o disposiciones de esa mente, tiende a producir un concepto ge- neral, siendo la Réplica interpretada como un Signo de un Objeto que es una instancia de tal concepto. Asi, el Símbolo Remático es, o se le asemeja mucho, lo que los lógicos llaman un Término General. El Símbolo Remático, como cualquier Símbolo, es nece- sariamente en sí mismo de una naturaleza de tipo general, y por lo tanto es un Legisigno. Sin embargo, su Réplica es un Sinsigno Re- mático lndicial de clase peculiar, dado que la imagen que sugie- re a la mente actúa sobre un Símbolo preexistente en dicha mente para dar lugar a la aparición de un Concepto General. En este aspecto difiere de otros Sinsignos Rematicos Indiciales, incluso de aquellos que son Réplicas de Legisignos Remáticos Indiciales. Por consiguiente, el pronombre demostrativo "aquél" es un Legi- signo, por ser un tipo general; pero no es un Símbolo, dado que no significa un concepto general. Su Réplica atrae la atención hacia un Objeto singular, y es un Sinsigno Remático Indicial. Una Réplica de la palabra "camello" es, del mismo modo, un Sinsigno Remático Indicial, siendo realmente afectada, debido al conoci- miento de los camellos común al hablante y a quien lo escucha, por el camello real denotado, aun si este no es conocido indi- vidualmente por quien escucha; y es por medio de esa conexión real que la palabra "camello" evoca la idea de camello. Lo mismo es verdadero con respecto a la palabra "fénix". Porque. a pesar de que ningún fenix existe en la realidad, hay descripciones reales del fénix bien conocidas por quien habla y por quien escucha; por lo tanto, la palabra está realmente afectada por el Objeto ¿Geno-

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tado. Pero no solamente las Réplicas de los Sín?bolos Remáticos son muy diferentes de los Sinsignos Remáticos lndiciales ordina- rios; también lo son las Réplicas de los Legisignos Remáticos In- diciales. Ello, dado que la cosa denotada por "aquél" no ha afec- tado la réplica de la palabra de una manera tan directa y tan sim- ple como aquella en la cual, por ejemplo, el campanilleo del tim- bre de un teléfono es afectado por la persona que, en el otro extremo de la línea, quiere establecer una comunicación. El In- terpretante del Símbolo Remático a menudo representa a éste como un Legisigno Remático Indicial; otras veces, como un Legi- signo Icónico; y, en pequeña medida, participa de la naturaleza de ambos.

262. Novena: Un Símbolo Dicente, o Proposición ordinaria, es un signo que está conectado con su objeto mediante una asociación de ideas generales, y que actúa como Símbolo Remático, con la salvedad de que su interpretante (el que se propone) representa al Símbolo Dicente considerado, con respecto a lo que significa, como realmente afectado por su Objeto, de modo tal que la existencia o ley que evoca debe estar efectivamente conectada con el Objeto indicado. Entonces, el Interpretante que se propone con- sidera al Símbolo Dicente como un Legisigno Dicente Indicial; y si ello fuera cierto, participa de esta naturaleza, aunque ello no representa a su naturaleza por entero. Del mismo modo que el Símbolo Remático, es necesariamente un Legisigno. Como el Sin- signo Dicente. es compuesto, en la medida en que necesariamente involucra un Símbolo Remático ( y por lo tanto es para su Inter- pretante un Legisigno Icónico) para expresar su información y un Legisigno Remático lndicial para indicar el sujeto de tal informa- ción. Pero la Sintaxis de ellos es significante. La Réplica del Símbolo Dicente es un Sinsigno Dicente de clase peculiar. Se ve fácilmente que esto es verdad cuando la información que el Sím- bolo Dicente transmite es la de -un hecho real. Cuando tal infor- mación es de una ley real, no es tan plenamente verdadero, dado que un Sinsigno Dicente no puede transmitir la información de una ley. Por consiguiente, ello es verdad para la Réplica de tal Símbolo Dicente sólo en la medida en que la ley tiene su ser en instancias.

263. Décima: Un Argumento es un signo cuyo interpretante re- presenta a su objeto considerándolo como un signo ulterior a tra- vés de una ley, esto es, la ley de que el pasaje desde todas esas premisas a esas conclusiones tiende a la verdad. Entonces, ma- nifiestamente, su objeto debe ser general; esto es, el Argumento

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debe ser un Símbolo. Como Símbolo debe ser, además, un Legi- signo. Su Réplica es un Signo Dicente.

264. Las afinidades de las diez clases pueden demostrarse me- diante la distribución de sus designaciones en el cuadro triangu- lar incluido a continuación, que tiene separaciones en trazo grueso entre los cuadrados adyacentes asignados a clases que son si- milares en sólo un aspecto. Todos los otros cuadrados adyacentes corresponden a clases similares en dos aspectos. Los cuadrados no adyacentes pertenecen a clases similares en sólo un aspecto, con la salvedad de que los tres cuadrados de los vértices del trián- gulo pertenecen a clases que difieren en los tres aspectos, o sea totalmente, de las clases a las que se les asignaron los cuadra- dos del lado opuesto del triángulo. Las designaciones que no es- tán en bastardilla son superfluas.

( IV) ' Sinsigno Dicente lndicial

(11 20

Cualisigno Remático Icónico

20 Véase g 7, 235n y 243n para la explicación de los números romanos. que son propuestos Por el recopilador (Nota de A. S.).

37

(VI Legisigno

Icónico Remático

( 1 1 ) Sinsigno Icónico

Remático

(Viii) Símbolo

Remátíco Legisigno

I (1x1 Legisigno Símbolo Remático Dicente

lndicial Legisigno

(X) Argumento

Simbólico Legisigno

(Vi l ) Sinsigno Legisigno

Remático . Dicente Indicial lndicial

i I

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3 8. Signos degenerados

265. En el curso de las descripciones precedentes sobre las cla- ses de signos, se hizo referencia directa o indirecta a ciertas sub- divisiones de algunas de ellas. Es decir, además de las variedades normales de Sinsignos, lndices y Decisignos, hay otras que son Réplicas de Legisignos, Símbolos y Argumentos, respectivamen- te. Además de las variedades normales de Cualisignos, [conos y Remas, hay otras dos series; a saber, aquellas que están directa- mente involucradas en Sinsignos, índices y Decisignos, respecti- vamente, y también aquellas que están indirectamente involucra- das en Legisignos, Símbolos y Argumentos, respectivamente. Así, el Sinsigno Dicente ordinario se ejemplifica por una veleta y su virar y por una fotografía. El hecho de que se sepa que esta últi- ma es resultado de ciertas radiaciones procedentes del objeto hacen de ella un índice de alto grado de información. Una segun- da variedad es una Réplica de un Legisigno Dicente Indicial. Así, cualquier grito callejero, dado que su tono y tema identifican al individuo, no es un símbolo, sino un Legisigno Indicial; y cualquier instancia individual del mismo es una Réplica del mismo, que es un Sinsigno Dicente. Una tercera variedad es una Réplica de una Proposición. Una cuarta variedad es una Réplica de un Ar- gumento. Además de la variedad normal del Legisigno Dicente Indicial, del cual el grito callejero es un ejemplo, hay una segunda variedad, que es aquella clase de proposición que tiene como pre- dicado el nombre de un individuo bien conocido; por ejemplo, s i se le pregunta a alguien "¿De quién es esta estatua?", la respuesta puede ser "Es Farragut". El significado d s esta respuesta es un Legisigno Dicente Indicial. Una tercera variedad puede ser una premisa de un argumento. Un Símbolo Dicente, o proposición ordinaria, en la medida en que es una premisa de un Argumento, toma nueva fuerza y pasa a ser una segunda variedad del Símbolo Dicente. No vale la pena examinar todas las variedades, pero sería conveniente considerar las de una clase más. Podemos to- mar el Legisigno Remático Indicial. El grito "iHola!" es un ejem- plo de la variedad ordinaria; vale decir, no un grito individual, sino este grito "iHola!" en general, este tipo de grito. Una segunda variedad es un constituyente de un Legisigno Dicente Indicial; como la palabra "aquél" en la respuesta "aquél es Farragut". Una tercera variedad es una aplicación particular de un Símbolo Remá- tico; como la exclamación "iAlalí!".21 Una cuarta y una quinta variedades residen en la peculiar f~lerza que una palabra general puede tener en una proposición o argumento. No sería imposible

21 Grito (hoy en desuso) utili7ado en partidas de caza deportiva. Es cl equivalente más aproximado del grito propiicsto en el texto original inglés: "Hark!" [N. de la T.).

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que olvidáramos acá algunas de las variedades. Es un problema interesante definir a qué clase pertenece un signo dado, porque deben ser consideradas todas las circunstancias del caso. Pero no es frecuente que sea necesaria una gran precisión; porque s i no se ubica el signo con toda exactitud, se podrá llegar fácil- mente a una aproximación suficiente para cualquier propósito en lógica.

§ 9. La tricotomía de los argumentos

266. Hay otras subdivisiones, por lo menos, para algunas de las diez clases, que son de gran importancia en Lógica. Un Argu- mento es siempre considerado por su lnterpretante como perte- neciente a una clase general de argumentos análogos, clase que, en su conjunto, tiende a la verdad. Ello puede ocurrir de tres maneras, dando lugar a una tricotomía de todos los argumentos simples en Deducciones, Inducciones y Abducciones.

267. Una Deducción es un argumento cuyo lnterpretante repre- senta que pertenece a una clase general de posibles argumentos exactamente análogos que se caracterizan por el hecho de que, a lo largo de la experiencia, la mayor parte de aquellos cuyas premisas son verdaderas tendrán conclusiones verdaderas. Las Deducciones son o bien Necesarias o bien Probables. Las Deduc- ciones Necesarias son aquellas que no tienen relación alguna con ninguna tasa de frecuencia, sino que pretenden [o sus interpretan- tes pretenden por ellas) que, a partir de premisas verdaderas, de- ben producir necesariamente conclusiones verdaderas. Una De- ducción Necesaria es un método para producir Símbolos Dicentes mediante el estudio de un diagrama. Es o bien Corolarial o bien Teoremática. Una Deducción Corolarial es aquella que represen- ta las condiciones de la conclusión en un diagrama y halla, de la observación de ese diagrama tal cual es, la verdad de la conclu- sión. Una Deducción Teoremática es aquella que, después de haber presentado las condiciones de la conclusión en un diagra- ma, realiza un cierto experimento ingenioso en el diagrama y, me- diante la observación de dicho diagrama así modificado, deter- mina la verdad de la conclusión.

268. Las Deducciones Probables, o, más exactamente, Deduccio- nes de Probabilidad, son Deducciones cuyos interpretantes las representan como relacionadas con tasas de frecuencia. Son o bien Deducciones Estadísticas o bien Deducciones Probables pro- piamente dichas. Una Deducción Estadística es una Deducción que, conforme a la manera como la representa el Interpretante,

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razona respecto a las tasas de frecuencia, pero razona respecto a ellas con absoluta certeza. Una Deducción Probable propiamen- te dicha es una deducción cuyo interpretante no representa que su conclusión sea cierta, pero sí representa que razonamientos exactamente análogos producirían, partiendo de premisas verda- deras, conclusiones verdaderas, en la mayoría de los casos, a largo plazo.

269. Una Inducción es un método para formar Símbolos Dicentes relativos a una cuestión definida, método en el cual el Interpre- tante no representa que partiendo de premisas verdaderas produ- cirá, a la larga, resultados aproximadamente verdaderos en la mayoría de las instancias, sino que representa que, s i se persiste en este método, a la larga producirá la verdad, o una aproxima- ción indefinida a la verdad, con respecto a cada cuestión. Una Inducción es o un Argumento de Interjección o una Verificación Experimental de una Predicción General o un Argumento de una Muestra Aleatoria. Un Argumento de Interjección es un inétodo que consiste en negar que una clase general de sucesos habrá de ocurrir nunca, por la razón de que nunca ha acontecido antes. Su justificación reside en que, si se lo aplica persistentemente en toda ocasión, deberá a la larga ser corregido si resultare falso, por lo que, en última instancia, se alcanzará la conclusión verdade- ra. Una verificación de una predicción general es un método que consiste en descubrir o realizar las condiciones de la predicción y en concluir que será verificada aproximadamente con tanta fre- cuencia como experimentalmente se encuentre para ser verifica- da. Su justificación es que si la predicción no tiende a largo plazo a ser verificada en aproximadamente la misma proporción d e casos, la experimentación debe, a largo plazo, determinarlo; mien- tras que si la predicción es verificada en una proporción de casos determinada, o aproximadamente determinada a largo plazo, la experimentación deberá, también a largo plazo, determinar apro- ximadamente cuál es esa proporción. Un Argumento de una mues- tra aleatoria es un método para determinar qué proporción de los miembros de una clase finita poseen una cualidad predesignada, o virtualmente predesignada, mediante la selección de instancias de esa clase conforme a un método que, a largo plazo, presentará cualquier instancia con tanta frecuencia como cualquier otra, y concluyendo que la relación encontrada para esa muestra a larga plazo se mantendrá. Su justificación es evidente.

270. Una Abducción es un método para formar una predicciórr general sin ninguna verdadera seguridad de que tendrá éxito, sea en un caso especial o con carácter general, teniendo como jus- tificación que es la única esperanza posible de regular nuestra

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conducta futura racionalmente, y que la Inducción, partiendo de experiencias pasadas, nos alienta fuertemente a esperar que ten- drá éxito en el futuro.

5 10. Clases de proposiciones

271. Un Símbolo Dicente, o proposición general, es o bien Parti- cular o bien Universal. Un Símbolo Dicente Particular es repre- sentado por su lnterpretante para indicar un hecho de existencia; como, por ejemplo, "Algún cisne es negro", esto es, existe al menos un cisne negro. Un Símbolo Dicente Universal es repre- sentado por su lnterpretante para indicar una ley real; por ejem- plo, "Ningún cisne es negro", esto es, ninguna cantidad de inves- tigación descubrirá jamás un individuo negro entre los cisnes. Un Símbolo Dicente es o bien No-relativo o bien Relativo. Un Sím- bolo Dicente No-relativo no atañe a la identidad de más de un individuo. Pero esto debe ser entendido de modo particular, por haber sido expresada la proposición primeramente como ejemplo. Así, "Ningún cisne es negro" parece que atañe a la identidad de todos los cisnes y de todos los objetos negros. Pero debe enten- derse que la proposición debe considerarse bajo esta forma: to- mando cualquier objeto en el universo que nos plazca, o no será un cisne o no será negro. Un Símbolo Relativo Dicente atañe a la identidad de más de un indiv iho, o de lo que puede ser más de un individuo, en una expresión como "Tome cualquier indivi- duo que le plazca, A, y después podrá encontrarse un individuo, B, tal que si A es una ciudad de más de cien mil habitantes, B será un lugar en este mapa que corresponde a A". El hecho de que una proposición deba ser considerada relativa o no-relativa depende del uso que de ella se haga en el argumento. Pero no se desprende de lo dicho que la distinción entre ambas sea me- ramente de apariencia exterior, dado que la fuerza de la proposi- ción es diferente según cuál sea la aplicación que se haga de ella. Puede seña larse acá, como cuestión de terminología co- rrecta (de acuerdo con los puntos de vista planteados en la se- gunda parte [de la porción publicada] de este compendio), que una proposición hipotética es cualquier proposición compuesta de proposiciones. La doctrina antigua postula que una proposición hipotética es: o bien condicional, o copulativa, o disyuntiva. Pero una proposición condicional es, en realidad, una proposición dis- yuntiva. Existen algunas proposiciones que pueden indistinta- mente ser consideradas copulativas o disyuntivas; así, "simultá- neamente 'o Tulio o no Cicerón' y 'o Cicerón o no Tulio'" es l o mismo que "simultáneamente 'Tulio y Cicerón' o 'no Tulio y no

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Cice rón" ' ?~ua lqu ie r definición puede ser considerada como una proposición de esta naturaleza; y por esta razón tales propo- siciones podrían denominarse Definiformes o Definitorias. Una proposición copulativa está naturalmente relacionada con una pro- posición particular, y una proposición disyuntiva con una proposi- ción universal.

272. Si se borrasen partes de una proposición hasta que que- daran vacíos en los lugares de las partes borradas, y si esos va- cíos fuesen de naturaleza tal que si cada uno de ellos se llenara con sendos nombres propios el resultado fuera una proposición, entonces, la proposición producida en primer término con los va- cíos se llama rema. De acuerdo con el número de vacíos en un rema -O, 1, 2, 3 etcétera-, éste puede denominarse rema medá- dico (de ILM~SÉY, nada), monádico, diádico, triádico, etcétera.

22 Se agregan las correspondientes tablas de verdad de estas proposiciones, indicando que el "o" es el llamado "inclusivo", vale declr. el que incluye a uno u otro o a ambos términos (Nota de la T.).

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3 11. Representar 23

273. Estar en lugar de otro, es decir, estar en tal relación con otro que, para ciertos propósitos, se sea tratado por ciertas men- tes como si se fuera ese otro.

Consecuentemente, un vocero, un diputado, un apoderado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, un tablero, una des- cripción, un concepto, una premisa, un testimonio, todos repre- sentan alguna otra cosa, de diversas maneras, para mentes que así los consideran. Véase Sign~.~"uando se desea distinguir entre aquello que representa y el acto o relación de representar, lo primero puede ser llamado el "representamen" y lo segundo la "representación".

23 El recopilador aclara que este texto proviene del Dictionary of Philosophy and Psychology. vol. 2. p. 464. sin que se provean otros elementos para indlviduallzar de que Dlcclonario se trata (Nota de A. S.). 24 303-4 [Nota de A. S.l.

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Icono, lndice y Símbolo

274. Un Signo, o Representamen, es un Primero que está en tal relación triádica genuina con un Segundo, llamado Objeto, como para ser capaz de determinar a un tercero, llamado su Interpre- tante, a asumir con su Objeto la misma relación triádica en la que él está con el mismo objeto. La relación triádica es genuina, vale decir, sus tres miembros están ligados entre sí de modo tal que no se trata de un complejo de relaciones diádicas. Esta es la razón por la cual el Interpretante, o Tercero, no puede estar en una mera relación diádica con el Objeto, sino que debe estar en tal relación con él que sea como la relación que tiene el Repre- sentamen mismo. Pero la relación triádica en la cual se encuen- t ra el Tercero no puede ser solamente similar a aquella en la que se encuentra el Primero, porque esto convertiría a la relación del Tercero con el Primero en una mera Segundidad degenerada. Vale decir, e l Tercero debe tener la relación mencionada y, por lo tanto, debe ser capaz de establecer otro Tercero que le sea propio; pero, además, debe tener una segunda relación triádica, en la cual el Re- presentamen o mejor dicho la relación del Representamen con su Objeto, sea el Objeto suyo (el del Tercero], y debe ser ca- paz de determinar a un Tercero a esta relación. Todo esto también debe ser igualmente cierto acerca de los terceros del Tercero, y así sucesivamente. en una sucesión infinita. Esto, y aun más, está involucrado en la idea de Signo que nos es fami- liar; y, tal como utilizamos acá el término Representamen, no se ínvolucra nada más. Un Signo es un Representamen con un Inter- pretanie mental. Es posible que haya Representámenes que no sean Signos. Así, s i un girasol, al girar en dirección al sol, se vuelve por este mismo acto totalmente capaz, sin otra condición

25 El recopilador de las obras de Peirce aclara que los párrafos numerados 274.7. 283-4. 292-4. son de Syllabus. circa 1902. aún no publicado. y que 278.80 son de That Cathegorlcal and Hipothetical Propositions are One in Essence. with Some Corine~ted Matters, ciica 1895; y. además. que los párrafos numerados 281, 285, 297-302 son del Capitulo 2 de The Art of Reasoning. circa 1895, mientras que 282. 286-91 Y 295-6 son de Tt~e Short Logic, circa 1893 (Nota de A. S.].

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ulterior, de reproducir un girasol que gira de manera exactamente similar hacia el sol, guardando el último el mismo poder repro- ductor, el girasol se convertirá en un Representamen del sol. Pero es el pensamiento el modo de representación primordial, si no es el único.

275. . . . La (división de signos) fundamental es la que los clasi- fica en lconos, índices y Símkolos. Vale decir, a pesar de que ningún Representamen funciona realmente como tal hasta que no determina realmente a un Interpretante, sin embargo se convierte en un Representamen tan pronto como es plenamente capaz de hacerlo; y su Cualidad representativa no depende necesariamen- te de que siempre determine realmente a un Interpretante ni aun de que tenga realmente un Objeto.

276. Un ícono es un Representamen cuya Cualidad Representati- va es una Primeridad de él en tanto Primero. Esto es, una cuali- dad que el fcono posee en tanto cosa lo vuelve apto para ser un Representamen. Así, cualquier cosa es apta para ser un Sustituto de otra cosa a la que es similar. (La concepción de "sustituto" in- volucra la de intencionalidad y, por lo tanto, de Terceridad genui- na.) Ya veremos si es posible que haya otras clases de sustitutos. Un Representamen por Primeridad nada más solamente puede te- ner un Objeto similiar. Así, un Signo por Contraste denota a su ob- jeto únicamente en virtud de un contraste, o Segundidad, entre dos cualidades. Un Signo por Primeridad es una imagen de su objeto y. para expresarlo más estrictamente. sólo puede ser una idea, porque debe producir una idea Interpretante; y un objeto externo provoca una idea mediante una reacción sobre el cerebro. Para decirlo con el mayor rigor, es imposible que aun una idea sea un Icono, excepto en el sentido de una posibilidad, o Primeridad. Una posibilidad singular es un lcono únicamente en virtud de su cualidad; y su objeto solamente puede ser una Primeridad. Pero un signo puede ser icónico, es decir, puede representar a su ob- jeto predominantemente por su similaridad, con prescindencia de. de su modo de ser. Si fuera necesario designarlo con un sustan- tivo, un representamen icónico podría llamarse hipoícono. Cual. quiera imagen material, tal como un cuadro de un pintor, es am- pliamente convencional en su modo de representación; pero con- siderada en sí misma, sin necesidad de etiqueta o designación alguna, podría ser denominada un hipoícono.

277. Los hipoíconos pueden ser clasificados a grandes rasgos de acuerdo con el modo de Primeridad que comparten. Aquellos que comparten cualidades simples, o Primeras Primeridades, son,

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imágenes; los que representan las relaciones, primordialmente diádicas, o consideradas como tales, de las partes de algo por medio de relaciones análogas entre sus propias partes, son dia- gramas; aquellos que representan el carácter representativo de un representamen representando un paralelismo en alguna otra cosa, son metáforas.

278. La única manera de comunicar una idea directamente es mediante un ícono; y todas las maneras indirectas de hacerlo de- ben depender, para ser establecidas, del uso de un ícono. Conse- cuentemente, toda aserción debe contener un ícono o un conjunto de íconos, o de lo contrario debe contener signos cuyo significado sólo pueda explicarse mediante íconos. La idea que el conjunto de íconos (o el equivalente del conjunto de íconos] contenido en una aserción efectivamente significa puede denominarse el pre- dicado de la aserción.

279. Volviendo ahora al terreno de los hechos retóricos, la exis- tencia de representaciones tales como los íconos es un hecho completamente conocido. Cualquier pintura (por convencional que sea su método] es, esencialmente, una representación de esa clase. Lo mismo es válido para todo diagrama, aun cuando no hubiere parecido sensorial entre él y su objeto, y hubiera sola- mente una analogía entre las respectivas relaciones de las partes de cada uno. Los íconos en los que el parecido es acentuado me- diantes reglas convencionales merecen especial atención. Así, una fórmula algebraica es un ícono, en virtud de las reglas de conmutatividad, distributividad y asociatividad de los símbolos. A primera vista podría parecer una arbitrariedad que se clasifique a una expresión algebraica como ícono, que tal vez podría ser clasificada igualmente, o mejor aún, como un signo convencional compuesto. Pero no es así; una gran propiedad diferencial del ícono es que, mediante su observación directa, pueden descubrir- se propiedades de su objeto diferentes de las estrictamente ne- cesarias para la construcción del ícono. Así, mediante dos foto- grafías se puede llegar a dibujar un mapa, etcétera. Para poder deducir, a partir de un signo general o convencional, verdades concernientes a su objeto que no sean las que ese signo significa explícitamente, es necesario, en todos los casos, reemplazar ese signo por un ícono. Esta capacidad potencial para revelar verdades no previstas es, precisamente, la fuente de la utilidad de las fór- mulas algebraicas, de modo que puede afirmarse que su carácter icónico es el básico y fundamental.

280. Una de las verdades filosóficas que pone en evidencia la

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lógica de Boole es que en todas las proposiciones gramaticales ordinarias existen íconos de clase algebraica, aunque generalmen- te sean muy simples. En todas las escrituras primitivas, tales co- mo los jeroglíficos egipcios, hay íconos de clase no-lógica, los ideogramas. Es probable que en las formas arcaicas del habla haya habido un componente muy importante de mímica. Pero en todos los lenguajes conocidos, esas representaciones han sido reemplazadas por signos audibles convencionales. Estos últimos, sin embargo, son de tal naturaleza que sólo pueden ser explicados mediante íconos. Pero en la sintaxis de todo lenguaje hay íconos lógicos, de la clase que pueden ser auxiliados por reglas conven- cionales. . .

281. Las fotografías, especialmente las instantáneas, son muy instructivas, porque sabemos que, en ciertos aspectos, son exac- tamente iguales a los objetos que representan. Pero este parecido se debe a que las fotografías fueron realizadas en condiciones tales que era físicamente forzoso que correspondieran punto por punto a la naturaleza. En este aspecto, entonces, pertenecen a la segunda clase de signos, aquellos que lo son por conexión física. Muy diferente sería el caso si yo afirmase que es probable que las cebras sean obstinadas, o desagradables, en razón de que tienen algún parecido general con los burros, y los burros son to- zudos. Acá los burros sirven de modelo de probable parecido con las cebras. Podemos admitir que el parecido tenga una causa física en la herencia, pero la afinidad hereditaria no es más que una inferencia a partir del parecido entre los dos animales, y no tenemos -como lo teníamos en el caso de la fotografía- ningún conocimiento independiente de las circunstancias de producción de ambas especies. Otro ejemplo del uso del parecido es un di- bujo que un artista haga de una estatua, o de una composición pictórica, o de una fachada arquitectónica, o de un elemento de- corativo, y a través de cuya contemplación él pueda determinar s i lo que propone en el dibujo será hermoso y satisfactorio. Esta pregunta puede responderse casi con certeza, porque se trata de cómo será afectado el artista mismo. El razonamiento de los matemáticos se centrará predominantemente en el uso de las si- militudes o los parecidos, que son los verdzderos goznes de las puertas de entrada a su ciencia. La utilidad de las similitudes para los matemáticos consiste en que ellas sugieren, de modos muy precisos, nuevos aspectos de supuestos estados de las cosas. . . .

282. Hay muchos diagramas que no se parecen, en su aspecto visible, a sus respectivos objetos; el parecido se produce única- mente entre las relaciones de sus respectivas partes entre sí. Po-

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demos mostrar las relaciones entre las diferentes clases de sig- nos mediante un cuadro sinóptico:

íconos

Símbolos.

Esto es un ícono. Pero en el único aspecto en que se parece a su objeto es en que la llave muestra que las tres clases íconos, índi- ces, símbolos están relacionadas las unas con las otras, así como las tres están relacionadas con la clase general de los signos, tal como realmente ocurre, de manera general. Cuando, en álgebra, escribimos las ecuaciones unas debajo de las otras, en una dis- posición regular, y especialmente cuando usamos letras semejan- tes para los coeficientes correspondientes, la disposición resul- tante es un ícono. He aquí un ejemplo:

Este es un ícono, en la medida en que hace aparecer en forma semejante las cantidades que están en relaciones análogas con el problema. En realidad, toda ecuación algebraica es un ícono, en la medida en que exhibe, mediante los signos algebraicos (los cuales, considerados en sí mismos, no son íconos). las relaciones de las cantidades de que se trata.

Puede cuestionarse si todos los íconos implican parecido O no. Por ejemplo, si se exhibiera a un hombre ebrio para mostrar, por contraste, las excelencias de la templanza, ello constituiría un ícono, pero podría dudarse con razón de que allí hubiera parec'do alguno. La cuestión parecería algo trivial.

3 2. lndices genuinos e tndices degenerados

283. Un índice o Sema "3 (ofjpa) es un Representamen cuyo c a rácter Representativo consiste en ser un segupdo individual. Si l a Segundidad es una relación existencial, el índice es genuino. Si la Segundidad es una referencia, el lndice es degenerado. Un lndice genuino y su Objeto deben ser existentes individuales -sean he-

26 El recopilador ha comentado que Peirce utiliza generalmente la palabra "Sema" para decisignos Indlciales, los que sólo son subclases de los indices (Nota de A. S.). 27 "Sema" se utlliza en la actualidad en Ilngülstica, semiótica y otros campos teóricos con muy diferente contenido conceptual (N. de la T.).

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chos o cosas-, y su interpretante inmediato debe tener el n-iismo carácter. Pero dado que cada elemento individual debe tener caracteres, se desprende de ello que un lndice genuino puede contener una Primeridad, y por lo tanto un ícono. como parte constituyente del mismo. Todo elemento individual es un índice degenerado de sus propios caracteres.

284. Subíndices o Hiposemas son signos que se tornciri tales prin- cipalmente por una conexión real con sus respectivos objetos. Así, ya sea un nombre propio, o un pronombre demostrativo o re- lativo, o la letra adscripta a un diagrama, denota lo que denota debido a una conexión real con su objeto, pero ninguno de ellos es un lndice, dado que no es un elemento individual.

285. Examinemos algunos ejemplos de índices. Veo un hombre con un andar balanceado, lo cual es probablemi?nte una indichció~ de que se trata de un marinero. Veo un hombre de piernas algcr ~urvadas, con pantalones de pana, polainas y ci.iíiq~eia Son pro- bablemente indicaciones de que es un jineta ,, algo parecido. U n reloj de sol, o un reloj cualquiera, indican qué hora del día es. Los geómetras colocan letras sobre las diferentes partes de sus dia- gramas y luego usan esas letras para indicar dichas partes. Las letras son usadas en forma similar por los abogados y por muchos otros. Así, podemos decir: si A y B están casados entre sí y G es hijo de ellos, mientras que D es hermano de A, entonces D es tío de C. Acá A, B, C, y D cumplen la función de pronombres, pero son más convenientes porque no requieren ninguna coloca- ción especial de las palabras. Unos golpecitos en una puerta ce- rrada son un índice. Cualquier cosa que atraiga la atención es un índice. Cualquier cosa que nos sobresalte es un índice, en cuanto marca la articulación entre dos partes de una experiencia. Así. un tremendo tronar indica que algo considerable ha sucedido, aun- que no sepamos exactamente de qué se trata, pero puede ser probable que podamos conectarlo con otra experiencia.

286. . . . Un barómetro con marcas bajas, conjuntamente con la humedad del aire, es un índice de próxima lluvia; es decir, supo- nemos que las fuerzas de la naturaleza establecen una conexión probable entre la marca baja del barómetro. el aire húmedo y la lluvia inminente. Una veleta es un índice de la dirección del vien- to: en primer lugar, porque toma la misma dirección del viento, de modo que existe una real conexión entre ambos; y, en segundo lugar, estamos constituidos de tal manera que el movimiento de la veleta en determinada dirección atrae nuestra atención hacia esa dirección; y cuando vemos que gira siguiendo las variaciones

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del viento, estamos forzados por las leyes de la mente a pensar que esa dirección está conectada con el viento. La estrella polar es un índice que nos indica hacia dónde se orienta uno si busca el Norte. Una plomada o un nivel de burbuja son índices de la dirección vertical. Una vara de medir parecería, a primera vista, ser un ícono del metro o de la yarda; y lo sería, si estuviera sim- plemente destinada a mostrar un metro o una yarda tan cerca como puedan ser vistos y se pueda estimar que son un metro o una yarda. Pero el verdadero propósito de una vara de medir es mostrar un metro o una yarda más fielmente de lo que pueden ser estimados por su apariencia. Esto es posible mediante la exacta comparación mecánica con el metro-patrón depositado en París, o con la yarda-patrón existente en Londres. De tal modo, lo que da a la vara de medir su valor como representamen es una conexión real y, en consecuencia, se trata de un índice y no de un mero ícono.

287. Cuando un conductor grita "iCuidado!" a un peatón para Ila- mar su atención y hacer que se ponga a salvo, en la medida en que se trata de una palabra significante es, como veremos más adelante, algo más que un índice; pero en la medida en que está destinada simplemente a actuar sobre el sistema nervioso del que la oye y hacer que se aparte, es un índice, porque lo que se busca es ponerlo en real conexión con el objeto, que es su propia situa- ción en relación con el vehículo que se aproxima. Imaginemos que dos hombres se encuentran en un sendero en medio del cam- po, y que uno de ellos le dice al otro: "La chimenea de aquella casa está incendiándose". El otro mira en derredor y percibe una casa con persianas verdes y una galería, cuya chimenea humea. Sigue caminando algunos kilómetros, y encuentra a otro peatón. Actuando como un tonto, le dice "La chimenea de aquella casa está incendiándose". "¿Qué casa?", pregunta el otro. "Oh, una casa con persianas verdes y una galería", contesta el tonto. Pre- gunta nuevamente el otro: "¿Dónde está la casa?". Está buscando algún índice que le permita conectar su alarma con la casa en cuestión. Las palabras por sí solas son insuficientes para lograr esto. Los pronombres demostrativos "ésta", "aquélla" son índi- ces, puesto que promueven que el receptor utilice sus poderes de observación para poder establecer una conexión real entre su men- te y el objeto; y si el pronombre demostrativo logra eso -sin lo cual su significado no es comprendido- es él quien establece dicha conexión; por lo tanto es un índice. Los pronombres relati- vos quien y cual provocan actividad de observación de manera casi análoga, sólo que con ellos la atención debe ser dirigida a las palabras que los han precedido. En la práctica, los abogados usan

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A, B, C como si fueran pronombres relativos muy efectivos. Para demostrar cuán efectivos pueden ser, citaremos a los señores Allen y Greenough, en su admirable [aunque muy breve edición de 1877 (?) Latin Gran?mar,"8 quienes declaran que no es conce- bible forma sintáctica alguna que elimine completamente la am- bigüedad de la siguiente oración: "A replicó a B que pensaba que C (su hermano] era más injusto con él que con su amigo"." En este caso, cualquier abogado, usando A, B, C como pronoinbres relativos, hubiera podido declarar con total claridad:

(Al (de A) "A replicó a B que pensaba que C (su hermano) era

(B1 (de Bl [con Al (de Al

más injusto con él (con B) que con su (de 6) amigo.* (con C) (de Cl

Las terminaciones que en cualquier lengua de inflexión se agregan a las palabras "regidas" por otras palabras, y que sirven para se- ñalar cuál es la palabra que rige, mediante la repetición de lo que está expresado de la misma manera en otra parte, son también índices del mismo carácter que los pronombres relativos. Cual- quier trozo de poesía latina puede ilustrar esto, como, por ejemplo, las doce líneas que comienzan con "Jam satis terris". Tanto en estas terminaciones, como en el caso de A, B, C, se cuenta con una similitud para atraer la atención sobre el objeto de que se trata. Pero esto no los convierte en íconos, de ninguna manera que sea importante; porque no tiene relevancia alguna la forma que tengan las letras A, B, C, o cuáles sean realmente las termi- naciones. Lo importante no es simplemente que la ocurrencia de una A sea equivalente a una ocurrencia anterior de la misma, sino

28 GramBtica Latina (N. de la T.).

29 El recopilador aclara que se trata de New Lath Grammar, ed. 1884, p. 131 (Nota de A. S.).

Las gramáticas modernas definen el pronombre como la palabra usada en lugar del nombre. Esa es una vieja doctrina que. refutada tempranamente en el siglo XIII. desapareció de las gramáticas por varias centurias. Pero el sustituto empleado no era suficientemente clero y. cuando se desen. cadenó la bárbara agresión contra el pensamiento medieval, se lo anuló. Algunas gramáticas re- cientes. por ejemplo la de Allen y Greenough. vuelven a establecer correctamente el tema. NO hay razón alguna para decir que yo, tú. 81, esto. aquello ocupan el lugar de nombres: lndican cosas en la forma más directa posible. Es imposible expresar a qué se reflere una aserción sl no se emplea un Indice. Un pronombre es un índice. Un nombre. por otra parte. no Indica al obieto que denota; Y cuando un nombre se usa para Indicar de qu6 se esta hablando, se cuenta con la experiencia del receptor para suplir la incapacldad del nombre para hacer lo que el pronombre hace al instante. De ese modo. un nombre es un sustituto Imperfecto para un pronombre. Los nombres también slrven pare auxiliar a los verbos. Un pronombre debería ser definido como la palabra que Puede indlcar cualquier cosa con la cual las personas primera y segunda tienen conexiones reales Y con- venientes. llamando la atenclón de la segunda persona hacla dicha cosa. Allen y Greenough dicen: "Los pronombres lndican alguna persona o cosa sin nombrarla ni describirla" (p. 128, edicipn de 1884). Esto es correcto -alentadoramente correcto-; pero aun mejor serla decir lo que los pro- nombres hacen y no solamente l o que no hacen (Nota de Ch S. Peircel.

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que haya comprensión de qué las mismas letras corresponden a una misma cosa, y esto actúa como una fuerza que transporta la atención desde una de las apariciones de A hasta la aparición anterior. Un pronombre posesivo es doblemente un índice: pri- meramente, indica al posesor; en segundo lugar, admite una madi- ficación que, sintácticamente, lleva la atención a la palabra que denota la cosa poseída.

288. Algunos índices son instrucciones más o menos detalladas sobre lo que el receptor debe hacer para colocarse a sí mismo en conexión directa de experiencia, o de otro tipo, con la cosa sig- nificada. Por ejemplo, los boletines de la Guardia Costera que dan latitudes y longitudes, cuatro o cinco datos de los objetos prominentes, etcétera, y dicen que en determinado lugar hay una roca o un arrecife o una boya o un faro. Aunque existan otros elementos en tales instrucciones, de todos modos son fundamen- talmente índices.

289. Juntamente con dichas instrucciones indiciales sobre qué se debe hacer para ubicar el objeto de que se trate, tendrían que clasificarse aquellos pronombres que deberían llamarse selectivos (o cuantificadores) porque informan al receptor acerca de cómo de- be escoger uno de los objetos en cuestión, pero que los Gramáticos denotan con la muy indefinida designación de pronombres indefi- nidos. Hay dos variedades de ellos que son particularmente im- portantes en Iógica: los selectivos universales como quivis, qui!i- bet, quisquam, ullus, nullus, nemo, quisque, uterquet30 que en ing!és serían: any, every, a[/, no, none, whatever, whoever, everybody. anybody, nobody. Ellos significan que el receptor tiene libertad para selecionar cualquier instancia de su preferencia dentro de los límites expresados o sobreentendidos, y que la aseveración deberá aplicarse a esa instancia. La otra variedad importante, des- de el punto de vista de la lógica, es la de los selectivos particula- res: quis, quispiam, nescio quis, aliquis, quidam,3l que en inglés serían: some, something, somebody, a, a certain, some or other. a suitable, one.

Existen, además, otras expresiones relacionadas con dichos pro- nombres, como por ejemplo, en inglés: al1 but one, one or two, a few. nearly al/, every other one, et~étera.5~ También en la misma

30 Equivalentes en espaiiol. en el mismo orden: algún, cada, todo, ningún, cualquier, quienquiera. todos, nadie. En latín en el original [N. de la T.).

31 Equivalentes en español. en el mismo orden: parte, algo, algulen. un. clerto, uno u otro, uno adecuado, uno o alguno. En latín en el original [N. de la T.).

32 En es~añoi. en el niismo orden: todos salvo uno. uno o dos, urios oocos; casl todos, uno a l uno no (N. de la T.).

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clasificación deberían incluirse los adverbios de lugar, de tiempo. etcétera. También correspondería incluir las palabras inglesas the first, the last, the seventh, two thirds o f , thousands o f , etcétera.33

290. Otras palabras indiciales son las preposiciones y los giros preposicionales como "a la derecha [o izquierda) de". La derecha y la izquierda no pueden ser identificadas mediante ninguna des- cripción general. Otras preposiciones expresan relaciones que po- drían, tal vez, ser descriptas; pero cuando se refieren, como lo ha- cen más a menudo de lo que pudiera creerse, a una situación relativa a la colocación observada -o que se supone que se conoce por medio de la experiencia- de quien habla en relación con la de quien escucha, entonces el elemento indicial pasa a ser domi- nante.*

291. Los íconos y los índices no aseveran nada. Si un ícono pu- diera ser interpretado por una oración, dicha oración debería estar en "modo potencial", vale decir, diría simplemente: "Suponga que una figura tiene tres lados", etcétera. Si, en cambio, interpretá- ramos así un índice, el modo debería ser imperativo, o vocativo, co- mo: "¡Vea eso!" o "iCuidado!". Pero los signos que ahora vamos a considerar están, por naturaleza, en el modo "indicativo", o, como debería llamarse, en el modo declarativo."" Naturalmente, también pueden trasladarse a cualquier otro modo, puesto que las decla- raciones pueden estar sujetas a duda, o pueden ser interrogaciones, o darse imperativamente.

33 En espafiol, en el mismo orden: e l primero, e l óitimo, e l séptimo. dos terclos de, miles de (N. de la T.).

Si un lógico tuviera que construir un lenguaje a novo --que es. en realidad. lo que tiene que hacer casi siempre-, diría: neceslto preposiciones para expresar las relaciones temporales antes. después. y al mismo tiempo; necesito preposiciones para expresar las relaciones espaciales adyacente, contenlendo a, en contacto con, alineado con, cerca de. lelos de, a la derecha de, a la izquierda de, arrlba de, abalo de, delante de. detrás de, y también necesito preposiciones para expresar situaciones de Ingreso y de salida de las precedentes. Para el resto. puedo arreglarme con rnetsforas. S610 s l m l lenguaje debe ser usado por personas que están relacionadas de idéntica ma- nera con alguna gran particularidad geogrhfica. como por ejemplo una cadena de montañas, el mar, un gran río. etc., ser6 deseable poder contar con preposiciones que expresen situaciones conec- tadas con dicha particularidad. tal como a través de, hacia e l mar. etc. Pero cuando examinamos lenguajes exlstentes. parece que muchas de estas distinciones se han reservado a los gestos. Los egipcios no tenían ni preposiciones n i demostrativos que se refieran especlficamente al Nilo. Sólo los esquimales están tan inmersos en su medio que tienen demostrativos específlcos para designar hacla e l mar, desde e l mar, a l norte, a l sur, a l este. etc. Pero. en general, al examinar los casos o preposiciones de cualquier lenguaje. los encontramos de todo tipo, casuales las m i s de las veces [N. de Ch. S. Pelrce). '* La nomenclatura de la gramdtica, como la de la lógica, deriva principalmente del latín tardio, habiendo sldo las palabras, a su vez, transferidas del grlego: el preflJo latlno traducla e l prefljo griego y las raíces latinas traduclan las raices griegas. Pero en contraste con las palabras usadas en lógica. que fueron escogidas con escrupuloso culdado, los gramaticos fueron excesivamente des- cuidados. y ninguno de ellos lo h e tanto como Prisciano. La palabra inúicatlvo es una de las creaciones de Prlsclano. Evidentemente, respondia a la intención de traducir e l concepto de Aris- tdteles h o q a y ~ ~ ~ f i . [apofántica (Nota de A. S.]]. Pero esta palabra es precisamente equivalente a declaratlvo, tanto en lo que respecta a su significación como a las reglas de transferencia, en las cuales la partícula de toma el lugar de dJro [apo (Nota de A. S.)]. como era usual en estas

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5 3. La naturaleza de los Símbolos

292. El Símbolo es un Representamen cuyo carácter Representa- tivo consiste precisamente en que él es una regla que determina a su interpretante. Todas las palabras, oraciones, libros y otros sig- nos convencionales son Símbolos. Hablamos de escribir o de pro- nunciar la palabra "hombre", pero lo que pronunciamos o escribi- mos es solamente una réplica o corporización de la palabra. La palabra en sí misma no tiene existencia, aunque tiene un ser real, que consiste en que los existentes se conformarán a dicho ser. Es un modo de secuencia de tres sonidos, o representámenes de sonidos, que se convierten en signo sólo por el hecho de que un hábito, o ley adquirida, hará que las replicas del mismo sean interpretadas con el significado de "hombre" u "hombres". La palabra y su significado son, ambos, reglas generales; pero, de los dos, sólo la palabra prescribe las cualidades de sus réplicas en sí mismas. Desde otros puntos de vista, la "palabra" y su "sig- nificado" no difieren, a menos que se asigne algún sentido especial a "significado".

293. Un Símbolo es una ley, o una regularidad del futuro indefi- nido. Su Interpretante debe ser susceptible de la misma descrip- ción; y también debe serio el Objeto inmediato en su totalidad, O

significado.* Pero una ley necesariamente rige a individuos, o está "incluida" en ellos, y prescribe algunas de sus cualidades. Por consiguiente, puede darse que un lndice sea constituyente de un Símbolo, y que un Icono lo sea también.

Un hombre, caminando con una criatura, señala con su brazo al aire y dice: "Hay un globo". El brazo que señala es una parte esencial del símbolo, sin la cual éste no transmitiría ninguna información. Pero si el niño pregunta: "¿Que es un globo?" y el hombre res- ponde: "Es como una gran pompa de jabón", hace que la imagen sea parte del símbolo. Entonces, mientras el objeto completo del símbolo, es decir, su significado, tiene la naturaleza de una ley, debe denotar a un ente individual y debe significar un carácter. Un

formaciones artificiales [por ejemplo, demostración equivale a drn&c&lq, etc.[apodelxls [nota de A. S.)], y clarare representa qatV€,lv falneln (Nota de A. S.I]. esto es. hacer claro, aclarar. Puede ser que la razón por la cual Prisciano no eligió la palabra declaratiuus fue que Apuleyo (véase Prantl. Geschichte der Logik, 1, p. 581). quien tenia gran autoridad en lo que respecta a las pala- bras. ya la había utilizado. dandole un sentido ligeramente diferente (Nota de Ch. S. Peirce].

Hay dos maneras en las cuales un Simbolo puede tener como Objeto real una Cosa Existencia1 real. Primeramente, la cosa puede conformarse a él. ya sea accidentalmente o en virtud de que e l Simbolo tlene la vlrtud da un habito en desarrollo; y, en segundo lugar. porque el Símbolo tiene un lndice que forma parte de 61. Pero el objeto inmediato de un símbolo s61o puede ser un slmbolo; y. en el caso en que posea en su propia naturaleza otra clase de objeto, esto s61a puede darse en una serle repetlda al Inflnlto [Nota de Ch. S. Pelrce).

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símbolo genuino es un símbolo que tiene un significado general- Hay dos clases de símbolos degenerados: el Símbolo Singular, cuyo objeto es un existente individual, y que significa sólo caracteres tales que puedan ser realizados por el ente individual; y el Símbolo; Abstradto, cuyo objeto único es un carácter.

294. A pesar de que el lnterpretante inmediato de un lndice debe ser un Indice, como su Objeto puede ser el Objeto de un Símbolo (Singular) Individual, el índice puede tener a tal Símbolo como In- terpretante indirecto. También un Símbolo genuino puede ser un lnterpretante imperfecto del fndice. Así, un ícono puede tener un índice degenerado, o un Símbolo Abstracto, como lnterpretante in- directo y un lndice o un Símbolo genuinos como lnterpretante imperfecto.

295. Un Símbolo es un signo naturalmente apto para declarar que el conjunto de objetos denotado por un conjunto cualquiera de índices que pueda estar en cierta manera ligado a él es represen- tado por un ícono asociado con él. Para ilustrar lo que significa esta complicada definición, tomemos como ejemplo de símbolo la palabra "amaba". Con esta palabra se asocia una idea, que es el íco- no mental de una persona enamorada de otra. Ahora tenemos que entender que "amaba" aparece en una oración, porque lo que pueda significar por sí misma, si algo así significara, está fuera de cues- tión. Entonces, supongamos que la oración es "Ezequiel amaba a Hulda". Por consiguiente, Ezequiel y Hulda deben ser, o contener, índices; porque sin índices es imposible designar aquello de l o que se está hablando. Cualquier descripción mantendrá en la in- certidumbre si no se trataba de simples personajes de una balada; pero, lo sean o no lo sean, los índices son aptos para designarlos. El efecto de la palabra "amaba" es que el par de objetos denotado por el par de índices "Ezequiel" y "Hulda" es representado por e l ícono, o la imagen que tenemos en nuestra mente de un amante y de su amada.

296. Lo mismo es igualmente verdadero para todo verbo en modo declarativo; y, en realidad, para todo verbo, dado que los otros modos son meras declaraciones de hechos en algún aspecto dife- rentes de los expresados en el modo declarativo. En lo que res- pecta al nombre sustantivo, considerando el significado que tiene en la oración, y no tomado en sí mismo, es conveniente conside- rarlo como una porción de un símbolo. Así, la oración "todo hombre ama a su mujer" equivale a "cualquier cosa que sea un hombre ama a alguna cosa que es una mujer". Aquí "cualquier cosa" es un índice universal selectivo, "es un hombre" es un símbolo, "ama"

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es un símbolo, "alguna cosa" es un índice particular selectivo y "es una mujer" es un símbolo. . . .

297. La palabra Símbolo tiene tantos significados que sería dañar al lenguaje agregarle otro nuevo. No pienso que la significación que le adscribo, la de un signo convencional, o bien dependiente de un hábito (innato o adquirido], sea tanto un nuevo significado como una vuelta al significado original. Etimológicamente, signifi- caría algo arrojado conjuntamente, tal como l i~~ohov(embolum) es algo arrojado dentro de otra cosa, un perno, )~nap&poAov(parabo- luml es algo arrojado a un costado, una garantía colateral o subsi- diaria y 'nÓPohov (hypobolum] es algo arrojado por debajo, un re- galo prenupcial. Se dice generalmente que en la palabra símbolo el arrojar conjuntamente debe ser entendido como "conjeturar"; pero, si así fuera, deberíamos hallar alguna ocasión, al menos, en la que significara "conjetura", y éste es un significado que podemos buscar en vano en toda la literatura. Pero los griegos usaron "arro- jar conjuntamente"(u~~~&AA~t~)[symbaIlein] con mucha frecuencia para designar la realización de un contrato o de un convenio. Ade- más, se puede encontrar que, efectivamente, se usa el vocablo "símbolo" (oúppohov) [symbolon] tempranamente y con fre- ruencia para significar una convención o un contrato. Aristóteles llama al nombre sustantivo "símbolo", esto es, un signo conven- cional.* En griego, luz de vigilancia 34 es un "símbolo", esto es, una señal convenida; un estandarte o enseña es un "símbolo", un santo y seña es un "símbolo", un distintivo es un "símbolo"; un credo confesional es llamado un "símbolo", porque sirve como dis- tintivo o lema común; un billete de entrada a un teatro es llamad@ un "símbolo"; cualquier talón o billete que dé derecho a recibir algo es un "símbolo". Más aun: cualquier expresión de sentimiento era llamada un "símbolo". Estos eran los significados más impor- tantes de la palabra en el lenguaje que le dio origen. El lector juzgará si ellos constituyen justificativo suficiente para mi decla- ración de que no distorsiono mucho la palabra al usarla como aquí lo propongo.

298. Cualquier palabra común, tal como "dar", "pájaro", "matri- monio", puede constituir un ejemplo de símbolo. Es aplicable a cualquier cosa que pueda realizar la idea conectada con la palabra; pero, en sí misma, no identifica esas cosas. No nos muestra al pájaro de que se trata, no encarna delante de nuestros ojos el acto de dar o el de contraer matrimonio, pero implica que somos capa-

D e Interpretatione, II, 16a, 12 [Nota de Ch. S. Peirce). 34NWatch-fire, en el origlnal Inglés. fuego o luz que se mantiene encendido a la intemperie e n calidad de señal de la existencia de una vigilancia (N. de l a T.).

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ces de imaginar esas cosas y que hemos asociado las respectivas palabras con ellas.

299. Una progresión regular, por ejemplo uno, dos, tres, puede ser señalada en los tres órdenes de signos: Icono, lndice, Símbolo. El Icono no tiene conexión dinámica con el objeto que representa; simplemente acontece con él que sus cualidades se asemejan a las de ese objeto, y excitan sensaciones análogas en la mente para la cual él es una semejanza. Pero, en realidad, está descm nectado de ellos. El lndice está conectado físicamente con su objeto; ambos constituyen un par orgánico, pero la mente inter- pretante nada tiene que hacer con esta conexión, salvo tomar nota de ella después que ha sido establecida. El Símbolo está conec- tado con su objeto en virtud de la idea de la mente utilizadora de símbolos, sin la cual no habría tal conexión.

300. Toda fuerza física actúa entre un par de partículas, cualquiera de las cuales puede ser\:ir como índice de la otra. En cambio, ha- llaremos que toda operación intelectual involucra una tríada de símbolos.

301. Como ya hemos visto, un cíinbolo no puede indicar ninguna cosa particular; denota una clase de cosas. No solamente esto; también el sínlbolo es, en sí mismo, una clase y no una cosa parti- cular. Podemos escribir la palabra "estrella", pero ello no nos con- vierte en los creadores de la palabra; y s i la borramos, no por ello la destruimos. La palabra vive en la mente de quienes la usan. 4un cuando estén todos durmiendo, existe er. su memoria. Enton- ces, podemos admitir, s i hay razón suficiente para ello, que 10s "generales" son meras palabras, sin decir, empero, como Ockham " suponía, que son realmente entes individuales.

302. Los Símbolos crecen. Nacen por desarrollo de otros signos, en especial de íconos, o de signos mixtos que comparten la natu- raleza de íconos y símbolos. Pensamos sólo en signos. Estos sig- nos mentales son de naturaleza mixta: las partes simbólicas de los mismos se denominan conceptos. Si un hombre elabora un símbolo nuevo, lo hace mediante pensamientos que involucran con- ceptos. De modo que un nuevo símbolo sólo puede nacer a partir de otros símbolos. Omne symbolum de symbolo. Un símbolo, una vez que ha nacido, se difunde entre la gente. A través del uso y de la experiencia, su significado crece. Palabras tales como fuerza, ley, riqueza, matrimonio, comportan para nosotros significados muy

Cf . Tractatus Loglcae, 1 , xiv [Nota de Ch. S. Pelrce).

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diferentes de aquellos que tenían para nuestros bárbaros antepa- sados. El símbolo, con la esfinge de Emerson, puede decir al hombre: De tus ojos soy la mirada.3"

3 4. Signo

303. Cualquier cosa que determina a otra cosa (su inferpretante) a referirse a un objeto al cual ella también se refiere (su objeto) de la misma manera, deviniendo el interpretante a su vez un signo, y así sucesivamente ad infinitum.

La conciencia inteligente, sin duda, debe intervenir en esta serie. Si la serie de interpretantes sucesivos se acaba, debido a ese hecho el signo se vuelve al menos imperfecto. Si se da el caso de que en una conciencia individual se ha determinado una idea interpre- tante que no determina ningún otro signo sucesivo, sino que esa conciencia queda aniquilada o, de otro modo, pierde todo recuerdo u otro efecto significante del signo, resulta absolutamente impo- sible descubrir que alguna vez haya habido tal idea en esa con- ciencia; y, en ese caso, es difícil advertir cómo podría tener algún significado decir que esa conciencia tuvo alguna vez esa idea, puesto que el decirlo sería ya un interpretante de dicha idea.

304. Un signo es o bien un ícono, o un índice, o un símbolo. Un ícono es un signo que poseería el carácter que lo vuelve signifi- cativo, aun cuando su objeto no tuviera existencia; tal como un trazo de lápiz en un papel que representa una línea geométrica. Un índice es un signo que perdería al instante el carácter que hace de él un signo si su objeto fuera suprimido, pero que no perdería tal carácter s i no hubiera interpretante. Tal es, por ejemplo, un pedazo de tierra que muestra el agujero de una bala como signo de un disparo; porque sin el disparo no habría habido agujero; pero hay un agujero ahí, independientemente de que a alguien se le ocurra o no atribuirlo a un disparo. Un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convierte en un signo si no hubiera interpretante. Es tal cualquier emisión de habla que significa lo que significa sólo en virtud de poder ser entendida como poseedora de esa determinada significación.

35 El verso original de Ernerson es: "Of thlne eye I am eyebeam" (N. de la T.). 36 Dictlonary ot Philosophy and Psychology, vol. 2, p. 527.. Véase supra. p. 45, nota 23 (Nota d e A. S. ) .

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5 5. indice 37

305. Un signo, o representación, que se refiere a su objeto no tanto a causa de cualquier similitud o analogía con él, ni porque esté asociado con los caracteres generales que dicho objeto pueda te- ner, como porque está en conexión dinámica (incluyendo la cone- xión espacial] con el objeto individual, por una parte, y con los sentidos o la memoria de la persona para quien sirve como signo, por la otra.

Ninguna aseveración fáctica puede hacerse sin recurrir a algún sig- no que sirva como índice. Si A le dice a B "Hay un incendio", B preguntará "¿Dónde?", como consecuencia de lo cual A deberá forzosamente recurrir a un índice, aun cuando sólo quiera referirse a algún lugar no definido del universo real, pasado y futuro. De lo contrario, s61o habrá expresado que hay una idea tal como la de incendio, la cual no daría ninguna información, porque, salvo que ya fuera conocida, la palabra "incendio" sería ininteligible.

Si A señala con su dedo el fuego, el dedo se conecta dinámicamente con el incendio, tanto como si una alarma de incendio automática lo hubiera dirigido indicando dicha dirección; y, al mismo tiempo, promueve que los ojos de B se vuelvan a esa dirección, que su atención se concentre en el incendio y que su entendimiento reco- nozca que se ha dado respuesta a su pregunta. Si, en cambio, la respuesta de A hubiera sido "A mil metros de acá, más o menos", la palabra "acá" es un índice, dado que tiene exactamente la misma fuerza que si hubiera señalado un punto preciso del terreno entre A y E. Más aun: la palabra "metros", aunque representa a un ob- jeto de clase general, es indirectamente indicial, dado que las varas métricas en sí mismas son signos de una norma oficial, y ello no en virtud de tener cualidades similares entre sí, pues todas las propiedades pertinentes a una vara pequeña son, hasta donde lo podemos percibir, las mismas que las pertinentes a una vara grande, sino porque cada una de las varas métricas ha sido, en forma real o virtual. cotejada con el prototipo oficial mediante cier- tas operaciones dinámicas, en tanto que la compulsión asociativa lleva a nuestras mentes, cuando vemos una vara métrica, a diver- sas experiencias y nos conduce a considerarlas como relacionadas con algo fi jo en materia de longitudes, aunque tal vez no hayamos reflexionado que esa norma es una barra material. Las conside-

37 Dictlonary of Philosophy and Psychology, vol. 1, pp. 31-532. Véase supra, p. 45, nota 23 (Nota de A. S.].

60

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raciones precedentes podrían llevar al lector á suponer que los índices se refieren exclusivamnte a los objetos de la experiencia y que no podríamos utilizarlos en la matemática pura, porque ésta se ocupa de creaciones puramente ideales, con total prescinden- cia de su eventual materialización. Pero las construcciones ima- ginarias del matemático, y aun los sueños, se aproximan a lo real en la medida necesaria para tener un determinado grado de fijeza, de resultas de lo cual pueden ser reconocidas e identificadas como entes individuales. En suma: hay una forma degenerada de obser- vación que está dirigida a las creaciones de nuestras propias men- tes -usando la palabra observación en su sentido más amplio, vale decir, implicando algún grado de fijeza y de cuasi-realidad en e l objeto al cual trata de conformarse-. De acuerdo con ello, en- contramos que los índices son absolutamente indispensables en matemáticas; mientras esta verdad no fue aprehendida, falló todo intento de reducir a reglas la lógica de las relaciones triádicas, ,y otras de nivel aún más alto; en cambio, tan pronto como fue com- prendida, el problema pudo ser resuelto. Las letras de uso común en álgebra que no presentan peculiaridades son índices. También lo son las letras A, B, C, etcétera, asignadas a una figura geomé- trica. Los abogados y otros profesionales que se ven en la nece- sidad de expresar algún asunto complicado con total precisión, recurren a letras para distinguir a los entes individuales. Las letras, cuando son usadas así, no son sino versiones mejoradas de los pronombres relativos. Mientras que los pronombres demostrativos y personales son, tal como se los usa generalmente, "índices ge- nuinos", los pronombres relativos son "índices degenerados", dado que, aunque en forma accidental e indirecta puedan referirse a cosas existentes, ellos en realidad se refieren en forma directa, y sólo necesitan referirse a las imáqenes mentales que las palabras precedentes hayan creado.

306. Los índices pueden ser distinguidos de otros signos, o repre- sentaciones, por tres rasgos característicos: primero, que carecen de todo parecido significativo con su objeto; segundo, que se re- fieren a entes individuales, unidades individuales, conjuntos unita- rios de unidades o continuidades individuales; tercero, que dirigen la atención a sus objetos por una compulsión ciega. Pero sería harto difícil, si no imposible, mencionar un índice que fuera abso- lutamente puro, o hallar algún signo absolutamente desprovisto de cualidad indicial. Desde el punto de vista psicológico, la acción de los índices depende de asociaciones por contigüidad, y no de asociaciones por parecido o de operaciones intelectuales.

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307. Un Signo (como se vio) que está constituido como signo mera o fundamentalmente por el hecho de que es usado y entendido como tal, sea el hábito natural o nacido por convención, y con prescindencia de los motivos que originalmente llevaron a su se- lección.

Eúppohov es usado varias veces en este sentido por Aristóteles en el Peri Herrneneias, en el Sophistici Elenchi, y en otras obras.

308. Therna: 39 palabra propuesta en 1635 por Burgersdicius (Bur- gersdyk) en su Lógica (i., ii., 5 11, para "quod infellectui cagnos- cendurn proponi potest": 40 pero aquello que parece querer sig- nificar es lo que Aristóteles expresa a veces vagamente mediante hóyoa, 41 el objeto inmediato de un pensamiento, un significado.

Tiene la naturaleza de un signo y, en particular, de un signo que se vuelve significante por un carácter que reside en el hecho de que será interpretado como un signo. Naturalmente, nada es un signo a menos que sea interpretado como signo: pero el carácter que motiva que sea interpretado como referido a su objeto puede ser uno que le pertenezca con prescindencia de su objeto y aunque este objeto no haya existido nunca, o puede estar en una relación con su objeto que sería la misma aunque fuera o no fuera inter- pretado como signo. Pero el thema de Burgersdicius parece ser un signo que, como una palabra, está conectado con su objeto por una convención, la de que será entendido como tal; o bien por un ins- tinto natural o por un acto intelectual que lo toma como un repre- sentante de su objeto sin que sea necesario que acontezca acción alguna que establezca una conexión factual entre signo y objeto. Si tal fuera el significado que Burgersdicius quiso dar a su thema, se trata entonces del mismo que yo he querido dar a "símbolo" (véase Signo).

38 Dlctionary of Philosophy and Psychology, vol. 2. p. 640. Véase supra, p. 45. nota 23 (Nota de A. S.). 39 Ibidem, vol. 2. PP. 291-692. Véase nota precedente [Nota de A. S.). 40 "Aquello que pueda ser propuesto al conocimiento del Intelecto" [Nota de A.S.I. 41 Logos (Nota de A. S.).

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Grafos existenciales

5 3. Grafos y Signos

533. Cuando yo era niño, mis inclinaciones hacia la Iógica me Ile- vaban a complacerme en trazar senderos en el mapa de algún laberinto imaginario, tratando una y otra vez de encontrar la forma de llegar al compartimiento central. La operación que acabamos de efectuar es esencialmente de la misma naturaleza: si hemos de admitir que la primera se realiza esencialmente mediante ex- perimentación sobre un diagrama, lo mismo hemos de decir con respecto a la otra. La demostración realizada nos lleva también al convencimiento de la conveniencia de construir nuestro diagra- ma de manera tal que se pueda obtener una clara percepción del modo de conexión de sus diversas partes, y de su composición en cada estadio de nuestro operar sobre él. Tal conveniencia se obtiene en los diagramas del álgebra. Sin embargo, en Iógica. el grado en que es deseable la conveniencia de trazar nuestro camino a través de las complicaciones es mucho menor que en las mate- máticas, mientras que, en cambio, Iiay otro desideraturn que ei matemático en tanto tal no tiene. El matemático se propone llegar a la conclusión, y su interés en el proceso está limitado a conside- rarlo como un medio para llegar a conclusiones similares. En cambio, el lógico no se preocupa de cuáles serán los resultados: su deseo es entender la naturaleza de los procesos mediante los cuales se llega a ellos. El matemático busca, entre los métodos seguros, aquellos que sean más rápidos y abreviados; el Iógico desea hacer que cada uno de los pasos del proceso, por pequeño que sea, se perfile en forma distinta, de modo tal que su natura- leza pueda ser comprendida; quiere, sobre todo, que su diagrama sea lo más analítico posible.

534. En vista de esto, ruego al lector que me permita exponer como Introducción a mi defensa del pragmatismo, un sistema su- mamente simple de diagramación de proposiciones, al que he deno- minado el Sistema de los Grafos Existenciales. Como consecuen-

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cia de esta exposición, estaré casi inmediatamente en condiciones de deducir algunas verdades importantes de la Iógica que, hasta hoy, han sido escasamente comprendidas y que están estrecha- mente ligadas a la verdad del pragmatismo; * al mismo tiempo, este sistema facilitará el examen de otros puntos de la doctrina lógica que, si bien son atingentes al pragmatismo, no están direc- tamente planteados en este sistema.

535. Entiendo, siguiendo a mis amigos Clifford 4Z y Sylve~ter,.'.~ que introdujeron el término, que un Grafo (palabra excesivamente utilizada en los últimos tiempos) es, en general, un diagrama com- puesto principalmente por puntos y por líneas que unen entre sí a algunos de estos puntos. Pero deberá perdonárseme que cuando hable de Grafos Existenciales, sin ocuparme para nada de los otros Grafos, omita a menudo el adjetivo diferenciador, vale decir, que aluda a un Grafo Existencial llamándolo simplemente Grafo. Se- guramente preguntará usted, y estoy obligado a explicarlo, qué clase de Signo es un Grafo Existencial, o, siguiendo la abreviatura que acá he adoptado, un Grafo. Para estar en condiciones de res- ponder debo referirme primeramente a dos diferentes maneras de dividir a los Signos. No es tarea fácil, cuando se parte de una idea nada clara de qué es un Signo -y estoy seguro de que usted, lec- tor, habrá advertido que mi definición de Signo no es convincen- temente distinta-, el llegar a una división única y vívidamente distinta de todos los Signos. La división que he establecido hasta ahora me ha costado mucho más trabajo que el que desearía con- fesar. Pero encuentro imposible, por cierto, decir qué clase de Signo es un Grafo Existencial sin referirme a otras dos divisiones de los Signos. Debo reconocer que una de ellas implica concide-

* Usted verá de qué manera el Sistema de los Grafos Existenciales proveerá tina prueba de la verdad o falsedad del pragmatismo; un estudio suficiente de los Grafcs debe mostrar cuál es 13

naturaleza verdaderamente común a todas las signlflcaciones de los conceptos: con lo cual. una comparación podrá probar s l tal naturaleza es o no es lo mismo que el pragmatismo (mediante su definlclón) declara ser. Es verdad que los dos términos de esta comparación, aun siendo idén- ticos en sus substancias, pueden no obstante aparecer bajo un aspecto tal que le resulte difíci l al estudiante reconocer esa identidad. De todos modos, debe tenerse en cuenta la posibilidad de tal resultado: y, por lo tanto. debe reconocerse que. en su faz negativa. e l argumento podría no resultar suflclente. Por ejemplo. como Grafo, un concepto puede ser considerado como el objeto pasivo de una intuitus [contemplación] geométrica, aunque el pragmatismo hace, por cierto, que la esencia de cada concepto sea presentada dentro de una lnfluencla sobre posibles conductas: y un estudiante puede pasar por alto que ambos aspectos del concepto son totalmente compatibles. Pero. por otra parte, si la teoría del pragmatlstmo fuera errónea. el estudiante sólo debería com- parar concepto tras concepto, en primer término a la luz de los Grafos Existenclales y poste- riormente como los interpretaría un pragmatista, y entonces llegaría, al poco tiempo. a encontrar un concepto cuyos anhlisis desde estos dos puntos de vista tan distantes entre sí e indudabre- mente conflictivos el uno con el otro. . . (Tomado de "Phaneroscopy @av" [phanl. uno de los numerosos manuscritos fragmentarlos que deblan segulr al presente articulo [Nota de Ch. S. Pelrce).

42 Aclara el recopilador que se refiere a "Remarks on the Chemico-Algebraic Theory". Mathema- tlcal Papers, n? 28 (N. de A. S.).

43 El recopilador señala cliie se refiere a "Chemistry and Algebra", Mathematical Papers, vol. III. no 14 (N. de A. SJ.

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raciones bastante superficiales, mientras que la otra, siendo mi l veces más dificultosa porque se basa, como es debido, en la más profunda estructura secreta de los Signos, es, sin embargo, muy familiar a todo estudiante de Lógica. Pero debo recordar, lector, que su concepción puede penetrar mucho más profundamente que la mía; honestamente, deseo que así sea. En consecuencia, debo dar tantos elementos como me sea posible de mis nociones de la estructura de los Signos, por más que no sean estrictamente nece- sarias para expresar mis nociones sobre los Grafos Existenciales.

536. Ya he señalado que todo Signo tiene un Objeto y un Inter- pretante, y que este último es lo que el Signo produce en la Cuasi- mente que es el Intérprete, determinando en él una sensación, un esfuerzo o un Signo; y es precisamente esa determinación lo que se denomina Interpretante. Pero aun debe señalarse que habitual- mente hay dos Objetos, y más de dos Interpretantes. Esto es. debemos distinguir el Objeto Inmediato, que es el Objeto tal como es representado por el Signo mismo, y cuyo Ser es, entonces, de- pendiente de la Representación de él en el Signo; y, por otra parte, el Objeto Dinámico, que es la Realidad que, por algún medio, arbi- t ra la forma de determinar el Signo a su Representación. Con respecto al Interpretante, debemos distinguir también, en primer lugar, el lnterpretante Inmediato, o sea el interpretante tal como se revela en la correcta comprensión del Signo mismo. que es comúnmente llamado el significado del Signo; y, en segundo lugar, debemos considerar el lnterpretante Dinámico, que es el efecto real que el Signo, en tanto Signo, determina realmente. Por últi- mo, debemos tener en cuenta lo que he denominado provisoria- mente el lnterpretante Final, que se refiere a la manera en que el Signo tiende a representarse a sí mismo en tanto relacionado con su Objeto. Debo confesar que mi concepción de este tercer Inter- pretante no está libre de una cierta niebla. De las diez divisiones de Signos que demandaron mi estudio, seis se dirigen a los carac- teres de un lnterpretante y tres a los del Objeto.44 En consecuen- cia, la división en Iconos, lndices y Símbolos depende de las dife- retes relaciones posibles de un Signo con su Objeto D i n á m i ~ o . ~ ~

.44 Señala el recopilador de las obras de Peirce que los Signos puedeii ser clasificados sobre la base de los caracteres que poseen 111 ellos mismos: (2) sus Objetos Inmediatos: (3) sus Objetos Dinámicos [4) sus Interpretantes Inmediatos: (5) sus lnterpretantes Dinámicos: (6) sus Interpre- tantes Finales; además, también pueden ser clasificados en función de las relaciones que tienen con el Signo (7) los Objetos Dinámicos: (8) los lnterpretantes Dinámicos; (9) los lnterpretantes Finales; y, por último, en función de (10) la relación del lnterpretante Final con e l Objeto. Estas diez divisiones dan lugar a treinta designaciones para los signos, puesto que cada una puede ser trlcotomizada en las categorías Primera. Segunda y Tercera. Agrega el recopilador que. cuando se .ordenan adecuadamente. se demuestra sin dificultad que estas deslgnaciones, a su vez. dan lugar a sesenta y sels clases de posibles Slgnos (Nota de A. S.).

45 El recopiiador indica que se trata de (7) en la precedente nota al pie de página [Nota de A. S.).

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Sólo una de las divisiones se refiere a la naturaleza del Signo mis- mo, y es ésta la que explicaré a continuación.

537. Para estimar la cantidad de contenido en un manuscrito o en un libro hay un método común, que consiste en contar el nú- mero de palabras.* Generalmente se encuentran una veintena de "el" o "los" [artículos] en una página y, lógicamente, se compu- tan como veinte palabras. Dentro de otro sentido de la palabra "palabra", sin embargo, sólo hay una palabra "el" o una palabra "los"48 y es imposible que esta palabra sea ostensible en une página impresa o en el discurso oral, dado que no se trata de una cosa Singular ni de un suceso Singular. No existe: sólo determina a cosas que existen. A una Forma tan definidamente significante propongo que se la llame Tipo.47 A un suceso Singular que acontece una vez y cuya identidad está limitada a ese único acaecer o a u n objeto o cosa Singular que está en algún lugar singular en cual- quier instante, suceso o cosa que sólo es significante al acontecer exactamente donde y cuando acaece, como por ejemplo tal o cual palabra en determinada línea de determinada página de determi- nado ejemplar de un libro, me arriesgaré a llamarlo Señal. Un ca- rácter significante indefinido, como por ejemplo un tono de voz, no puede llamarse ni Tipo ni Señal. Propongo llamar Tono a ta l Signo. Para que sea posible usar un Tipo, debe estar encarnado en una Señal, la cual será un signo del Tipo y, por ende, del objeto significado por el Tipo. Propongo que a tal Señal del Tipo se la denomine Instancia del Tipo. En consecuencia, puede haber veinte Instancias de los Tipos "el" o "los" en una página. El término Grafo (Existencial] será tomado en el sentido de Tipo; y el acto de encarnarlo en un Grafo-Instancia se llamará marcar el Grafo [no la Instancial, sea que la lnstancia esté escrita, dibujada, o ta- llada. Un mero espacio en blanco es un Grafo-Instancia, y el Blan- co 48 per se es un Grafo; pero pediré que supongan que tiene la peculiaridad de no poder ser abolido de ningún Area en la cual está marcado, en la medida en que esta Area exista.

538. Una tripla familiar en lógica es: Término, Proposición, Argu- mento.49 Para poder lograr que ésta sea una división de todos los signos, los dos primeros miembros deben ser muy ampliados..

El método fue originado por e l Dr. Edward Eggleston (Nota de Ch. S. Pelrce). 46 Se refiere el autor a l vocablo "the" y a su uso en la lengua inglesa. que no es exactamente el mismo que en espafiol [N. de l a T.]. 47 El recopilador manifiesta que Tipo, Señal y Tono son los legisignos, sinsignos y cualisignos que se consideraron en la división de formas (11 en la Nota al párrafo 536 (Nota de A. S.]. 48 Blanco se utiliza acá en el sentido de vacío, y no de color (Nota de la T.). 49 El recopilador comenta que los tres son definidos en función de la relación entre e l lnterpre- tante Final y e l Signo. Constituyen la división (9) en la nota de 536 [Nota de A. S.l.

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Defino al concepto de Sema 50 como algo que sirva, con cualquier propósito, como substituto de un objeto del cual es, en algún sen- tido, un representante o Signo. El Término, en lógica, que es el nombre de una clase, es un Sema. Así, el término "La mortalidad humana" es un Sema. Entiendo por Fema un Signo que es equi- valente a una oración gramatical, ya sea Interrogativa, Imperativa. o Aseverativa. En cualquier caso, tal Signo está destinado a tener alguna clase de efecto compulsorio en su intérprete. Como tercer miembro de la tripla, a veces utilizo la palabra Déloma (de Gijhopa), aunque la palabra Argumento sería suficientemente adecuada. Es un Signo que tiene la Forma de tender a actuar sobre el Intérprete a través de su propio autocontrol, representando un proceso de cambio en pensamientos o en signos, como si se tratase de inducir ese cambio en el Intérprete.

Un Grafo es un Fema y, tal como lo he usado hasta ahora, por lo menos, una Proposición. Un Argumento es representado por una serie de Grafos.

§ 4. Universos y Predicamentos

539. El Objeto lnmediato de todo conocimiento y de todo pensa- miento es, en último análisis, el Percepto. No hay conflicto alguno con el concepto sostenido por el pragmatismo, según el cual el lnterpretante lnmediato de todo pensamiento propio es la Con- ducta. Nada es más necesario a una epistemología sólida que una distinción de total claridad entre el Objeto y el lnterpretante del conocimiento, en la misma medida en que, para que exista una sólida geografía, es necesaria una discriminación totalmente clara entre latitud norte y latitud sur; y ninguna de estas discriminaciones es más rudimentaria que la otra. Creo que no cabe disensión alguna sobre la teoría de que somos conscientes de nuestros Per- ceptos; pero no es éste un hecho de Percepción Inmediata. Un hecho de Percepción Inmediata no es un Percepto, ni es tampoco parte alguna de un Percepto; un Percepto es un Sema, mientras que un hecho de Percepción Inmediata, o, más bien, el Juicio Per- ceptual cuyo lnterpretante lnmediato es tal hecho, es un Fema, que es el lnterpretante Dinámico directo del Percepto y del cual el Percepto es el Objeto Dinámico, y al cual (como lo demuestra la historia de la psicología] se lo distingue con dificultad del Ob- jeto Inmediato, a pesar de que la distinción es sumamente signifi-

50 El recopllador da como equivalente a Rema (Nota de A. S.). Véase p. 51, nota 27 [Nota de la T.).

51 El recopilador da como equivalente a Declsigno (N. de A. S.].

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c a t i ~ a . ~ ~ Pero, para no interrumpir nuestra línea de pensamiento, continuemos señalando que, por más que el Objeto lnmediato de un Percepto es excesivamente vago, sin embargo el pensamiento natural suple casi esa falla, como se explicará a continuación. Un lnterpretante Dinámico tardío de todo el complejo de Perceptos es el Sema de un Universo Perceptual, que está representado en el pensamiento instintivo determinando el Objeto lnmediato original de todo P e r ~ e p t o . ~ ~ Naturalmente, debe entenderse bien que no estoy hablando de psicología, sino de la lógica de las operaciones mentales. Interpretantes subsiguientes proveen nuevos Semas de Universos que resultan de diversas adiciones al Universo Percep- tual. Sin embargo, todos ellos son interpretantes de Perceptos.

Finalmente, y en particular, obtenemos un Sema del más alto entre todos los Universos, que se considera el Objeto de toda Proposi- ción verdadera y al cual, s i llegamos a nombrarlo, lo llamamos con el algo engañoso nombre de "La Verdad".

540. Después de lo que antecede volvamos hacia atrás y hagamos esta pregunta: ¿Cómo es que el Percepto, que es un Sema, tiene por lnterpretante Dinámico directo al Juicio Perceptual, el cual es un Fema? Porque no es eso lo que habitualmente pasa con los Semas, por cierto. Todos los ejemplos de tal desempeño de los Se- mas que en este momento me acuden a la mente son instancias de Perceptos; aunque no hay duda de que debe haber otros. Dado que no todos los Perceptos actúan con igual energía en este sen- tido, las instancias, por el hecho de ser Perceptos, pueden ser igual- mente instructivas. De todos modos, suplico al lector que refle- xione sobre este tema por sí mismo, y así podrá ver -como yo desearía poder hacerlo- s i la opinión que se forme por sí mismo está de acuerdo con la mía. M i opinión es que un ícono puramente perceptual -y señalo que muchos eminentes psicólogos evidente- mente han pensado que la Percepción es el pasaje de las imágenes ante los ojos de la mente, como s i uno fuera atravesando una galería de cuadros- no puede tener a un Fema por lnterpretante Dinámico directo. Hay más de una razón para que yo tenga interés en decirle, lector, por qué pienso así, aunque parecería estar fuera de cuestión el que usted pueda hoy apreciar mis razones. Sin embargo deseo que me entienda usted hasta un punto tal como

52 El recopilador se remite a 541 y manifiesta que el juicio perceptual es una proposición de existencia determinada por el percepto, ai cual interpreta [Nota de A. S.].

53 El recopilador considera que un complejo de perceptos da lugar a un cuadro de un universo perceptual. Sin reflexión. se considera que ese universo es la causa de dichos objetos tal como 3on representados en el percepto. Entiende el recopilador que, aunque cada percepto es vago. dado que se reconoce que su objeto es el resultado de la acción del universo sobre quien per- cibe. en esa medida resulta claro [Nota de A. S.).

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para advertir que, aun pudiendo estar yo equivocado, no estoy su- mido en oscuridades intelectuales que me permitan tratar con ligereza la cuestión de la verdad filosófica, cuando declaro que hay poderosas razones que me han movido a adoptar mi opinión; y también tengo fuertes deseos de que se entienda que esas razones nada tienen de psicológicas, sino que, por el contrario, son pura- mente lógicas. Entonces, mis razones, para exponerlas en forma breve y condensada, son que sería ilógico que un ícono puro tuviera como lnterpretante a un Fema, y declaro que es imposible que el pensamiento no sujeto a autocontrol, como manifiestamente ocu- rre en el caso del Juicio Perceptual, pueda ser ilógico. Me atrevo a decir que esta aserción puede suscitar en usted la burla o el disgusto, o ambos; y si así fuere, no por eso desvalorizo su inte- ligencia. Probablemente opine usted que, en primer lugar, no tiene sentido decir que el pensamiento que no lleva a Conclusión alguna es ilógico y que, de todos modos, no hay normas que me permitan juzgar si tal pensamiento es Iógico o no lo es; y, en segundo lugar, usted piensa probablemente que, si el autocontrol tiene alguna relación importante y esencial con la lógica, lo que supongo que usted negará o al menos someterá a fuerte duda, puede ser única- mente eso lo que hace que un pensamiento sea Iógico, o, de lo contrario, lo que establece la distinción entre lo Iógico y 10 ilógico y que, en todo caso, ello debe ser como es, y será Iógico, o ilógico, o ambas cosas, o ninguna de ellas, sea cual fuere su curso. Pero, aunque un lnterpretante no necesariamente es una Conclusión, sin embargo, una Conclusión es necesariamente un Interpretante. En tonces, si un lnterpretante no está sujeto a las reglas de las Con- clusiones, no hay nada de monstruoso en mi pensamiento de que está sujeto a alguna generalización de dichas reglas. Para cualquier evolución del pensamiento, sea que conduzca a una Conclusión o que no lo haga, hay cierto curso normal, que debe determinarse por consideraciones que nada tienen de psicológicas y que deseo exponer en mi próximo artículo; y, si bien estoy totalmente de acuerdo, en oposición a muchos lógicos distinguidos, en que la normalidad no debe ser criterio de lo que llamo razonablemente racionalista, vale decir, el único pensamiento admisible en la cien- cia, debo sin embargo reconocer que el criterio de pensamiento instintivo, o pensamiento de sentido común, dentro de su propio campo, es mucho más de fiar que el pensamiento racionalista. En m i opinión, lo que hace posible cualquier curso de pensamiento que difiera del normal es el autocontrol, del mismo modo que no hay ninguna otra cosa que posibilite el curso normal de la acción;

54 Manifiesta el recopilador que éste es el último de los articulas de la presente serie que se ha publicado. y que hay una cantidad de informes incompletos. que se encontraron y publicaron en parte. (Nota de A. S.).

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y de la misma manera que esto, precisamente, es lo que da lugar a una conducta-ajustada-a-lo-que-debe-ser, es decir, la Moralidad, igualmente da lugar a un pensamiento-ajustado-a-lo-que-debe-ser, o sea la Razón Correcta; y allí donde no haya autocontrol, no resulta posible otra cosa sino lo normal. Si sus reflexiones lo han Ile- vado a usted a conclusiones diferentes de las mías, todavía puedo esperar que, cuando lea mi próximo artículo, en el cual procuraré demostrar cuáles son las formas de pensamiento, en general y con algún detalle, usted podrá aún encontrar que no me ha escapado la verdad.

541. Pero, suponiendo que estoy en lo cierto, como seguramente pensarán algunos lectores, ¿cómo debe explicarse entonces el Juicio Perceptual? Para responder, señalo que el Percepto no puede ser descartado a voluntad, ni siquiera de la memoria. Mu- cho menos puede una persona impedirse a sí misma percibir aque- llo que, por así decir, tiene ante su propio rostro. Además, hay pruebas abrumadoras de que quien percibe tiene conciencia de esta compulsión ejercida sobre él; y si no tengo ninguna expli- cación segura de cómo llega este conocimiento al sujeto, no es porque no pueda concebir la manera en que ello ocurre, sino porque, existiendo diversas posibilidades, es difícil determinar cuál de ellas es la que efectivamente actúa. Pero esta discusión pertenece al campo de la psicología, y no entraré en él. Sea suficiente decir que quien percibe tiene conciencia de que está compelido a percibir lo que percibe. Ahora bien, existencia sig- nifica precisamente el ejercicio de la compulsión. En conse- cuencia, sea cual fuere el rasgo del percepto que se destaca me- diante alguna asociación y llega así a una posición Iógica como la de la premisa observacional de una Abducción explicativa," la atribución de Existencia a ese rasgo en el Juicio Perceptual es virtualmente, y en un sentido extenso, una Inferencia Abductiva Iógica que se aproxima a la inferencia necesaria. Pero mi próximo trabajo arrojará torrentes de luz sobre la filiación Iógica de la Proposición, y generalmente también del Fema, a la coerción.

542. La concepción de Aristóteles que para nosotros está encar- nada en el origen análogo de los términos actualidad y actividad es uno de los productos más profundamente luminosos del pen- samiento griego. La actividad implica una generalización del es- fuerzo; y el esfuerzo es una idea bifacética, dado que esfuerzo

Abducción. en el sentido que yo le doy a esta palabra, as cualquier razonamiento, perteneciente a una clase amplia. de ia cual la adopción provlsional de una hipótesis explicativa es el tipo. Pero incluye procesos de pensamiento o que s61o conducen a la sugestión de cuestiones que han de ser conslderadas, ademas de Incluir muchas otras cosas (Nota de Ch. S. Peirce).

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y resistencia son inseparables y, por lo tanto, la idea de Actua- lidad tiene también una forma diádica.

543. Ninguna cognición es absolutamente precisa; tampoco lo es ningún Signo; ni siquiera lo es ningún Percepto; y la indefini- ción es de dos clases: indefinición en cuanto a qué es el Objeto del Signo e indefinición con respecto a su Interpretante, o sea, indefinición en Extensión y en Profundidad. La Indefinición en Extensión puede ser Implícita o Explícita. El significado de tal aseveración puede transmitirse mejor mediante un ejemplo. La palabra donación es indefinida en lo que respecta a quién hace la dación, qué es lo que da, y a quién se le da. Pero, en sí misma, no llama la atención sobre su carácter de indefinida. La palabra da se refiere a la misma clase de hechos, pero su significado es tal que ese significado se considera incompleto a menos que los aspectos indicados precedentemente sean, por lo menos for- malmente, especificados; como, por ejemplo, en la oración "Al- guien da algo a alguna persona (real o artificial]". Una Propo- sición ordinaria logra ingeniosamente transmitir información nueva a través de Signos cuya significación depende enteramente de la familiaridad que el intérprete tenga con ellos; esto se logra me- diante el "Predicado", es decir. un término explícitamente inde- finido en extensión y que define su extensión mediante "Sujetos", o términos cuya extensión es de algún modo definida, pero cuya profundidad informativa (esto es, toda la profundidad, excepto una superficie esencial] es indefinida; mientras que, contrariamente, la profundidad de los Sujetos está, en alguna medida, definida por el Predicado. Un Predicado es o bien un no-relativo, o una mónada, es decir, es explícitamente indefinido en un aspecto extensivo, como por ejemplo "negro"; o bien un relativo diádico, O díada, tal como "mata"; o bien un relativo poliádico, como "da". Estas cosas deben ser diagramadas en nuestro sistema.

Debemos agregar algo más con el mismo título. Observará us- ted que, con la palabra "Sujeto" incluyo no sólo el sujeto nomi- nativo sino también lo que los gramáticos llaman el complemento directo y el complemento indirecto, a veces conjuntamente con nombres regidos por preposiciones. Sin embargo. hay un sen- tido en el cual podemos continuar diciendo que una Proposición tiene solamente un Sujeto; por ejemplo, en la proposición "Na- poleón cedió la Luisiana a los Estados Unidos" podemos consi- derar como sujeto la tripla ordenada "Napoleón - la Luisiana - los Estados Unidos", y podemos considerar que el Predicado "tiene como primer miembro al agente, o individuo de la primera parte, como segundo miembro al objeto, y como tercer miembro al in-

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dividuo de la segunda parte del mismo y único acto de cesión". E i considerar que hay tres sujetos es preferible, sin embargo, por muchas razones, dado que es un enfoque mucho más analítico, como hemos de ver pronto.

544. Todas las palabras generales, o definibles, sea en el sen- tido de Tipos o de Señales, son ciertamente Símbolos. Esto es. denotan a sus objetos sólo en virtud de la existencia de un hábito que asocia su significación con dichos objetos. En lo que concierne a los Nombres Propios, puede haber tal vez alguna diferencia de opinión, especialmente si se trata de Señales. Pero probablemente deberán ser considerados fndices, dado que la sola conexión real (cuando oímos hablar) de Instancias de las mismas palabras tí- picas con los mismos Objetos hace interpretarlos en el sentido de que denotan a esos Objetos. Con excepción, si fuera necesario, de las proposiciones en las cuales todos los sujetos son signos como los dichos, no existe proposición que pueda ser expresada con prescindencia del uso de índices." Si, por ejemplo, un hombre exclama: "¡Pero está lloviendo!", será solamente por circunstan- cias tales como estar mirando a través de una ventana al hablar -lo que servirá como índice (y no como Símbolo, sin embargo) de que habla de este lugar y en este momento-, por las que podemos estar seguros de que no está hablando de las condiciones del tiempo en el satélite del planeta Procyon, cincuenta siglos atrás. Tampoco basta con que estén juntos Símbolos e índices. La co- locación de las palabras en la oración, por ejemplo, debe servir como íconos, para que la oración pueda ser comprendida. Los lconos son necesarios principalmente para probar las Formas de la síntesis de los elementos del pensamiento; porque, en lenguaje estricto y preciso, los íconos no representan sino Formas y Sen- timientos. Esta es la razón por la cual los Diagramas son indis- pensables en las matemáticas, de la aritmética vulgar en más, y en lógica son casi igualmente indispensables. Porque el razona- miento, y más aún, la lógica, generalmente se desenvuelve ente- ramente con Formas. Usted, lector, no necesita que le informen que un Silogismo formulado regularmente es un Diagrama; pero si usted toma al azar media docena entre ese centenar de lógicos estrambóticos que se precian de no pertenecer a la secta de la Lógica Formal, y si toma otra media docena de esta última secta. también al azar, encontrará que, en la misma proporción en que los primeros evitan los diagramas, los segundos utilizan las Forrnas sintácticas de sus oraciones. Los lconos puros no representan

' Los Símbolos estrictamente puros s61o pueden significar cosas que sean familiares; y repre- sentan a eaas cosas s61o en la medida en que ellas son familiares (Nota de Ch. S. Peircel.

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otra cosa sino Formas; las Formas puras no son representadas por ninguna otra cosa que no sean íconos. En lo que respecta a los Indices, su utilidad se destaca especialmente allí donde otros Signos fallan. Si se necesita una precisión extrema para expresar un color rojo, aunque lo llame bermellón podré ser criticado sobre la base de que diferentes maneras de preparar el color dan dife- rentes tintes del mismo, y entonces me veré obligado a utilizar e¡ disco con el espectro de todos los colores y deberé indicar cuatro discos individualmente, o tendré que decir en qué proporcion hay que mezclar la luz de una determinada longitud de onda con luz blanca para producir exactamente el color deseado. Dado que la longitud de onda se expresa en fracciones de micrón, o sea en millonésimos de metro, es referida mediante un índice a dos marcas de una única barra del Pabellón de Breteuil, a determinada temperatura y en determinadas condiciones de presión barométrica en determinada estación y (estrictamente) en una fecha dada; mientras que la mezcla con blanco, después que el blanco ha sido fijado mediante un índice de una determinada luz individual, reque- rirá por lo menos otro nuevo Indice. Pero, lo que tiene superior importancia en lógica es el uso de índices para denotar Categorías y Universos,* los cuales son clases que, por ser enormemente ex- tendidas, muy promiscuas y sólo conocidas en una pequeña parte, no pueden ser definidas satisfactoriamente y por lo tanto sólo pue- den ser denotadas por índices. Para dar un solo ejemplo de ello. puede decirse que es el caso del conjunto de todas las cosas del Universo Físico. Si alguien -por ejemplo su hijito, que es un in- vestigador tan asiduo, siempre preguntando Qué es la Verdad (T1 Emiv &A+l~ia), pero que, tal un "Pilatos bromista", no siempre aguarda la respuesta- le preguntara qué es el Universo de las co- sas físicas, podría usted, si fuere conveniente, llevarlo al Rigi-Kulm y, a la puesta del sol, señalar todo aquello que pueda verse, Monta- ñas, Bosques, Lagos, Castillos, Ciudades; y luego, cuando las es- trellas van apareciendo, todo lo que pueda verse en los cielos, y todo lo que, aun cuando no se vea, puede razonablemente conje- turarse que está presente; y entonces decirle: "Imagínate todo lo que puede verse en el jardín de una casa de la ciudad, e imagina que eso crece hasta convertirse en todo lo que acá vemos; en- tonces, deja crecer. imaginariamente, todo lo que acá ves, en la misma proporción, y repite esta operación tantas veces como e l número de árboles que desde acá se ven, y lo que finalmente

Utilizo el termino Universo en un sentldo que excluye los así llamados "universos de discurso" de los cuales hablan muchos 16gicos. como Boole [An lnvestigation of the Lsws of Thoght, etc., pp. 42. 1671, De Morgan [Carnbridge Philosophical Transactions. VI I I , 380: Formal Logic, PP. 37-81, y otros. pero que. slendo perfectamente definible, serla denotado en el presente slsterna por un Grafo (Nota de Ch. S. Peircel.

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aobtengas será tan poca cosa en el Universo que será tan difícil en- contrarlo como sería encontrar la más fina aguja en toda la paja que se cosecha anualmente en América". Pero tales métodos son fú- tiles: los Universos no pueden ser descriptos.

545. Me parece escuchar a usted, lector, decir que un Universo y una Categoría no son la misma cosa; que un Universo es un re- ceptáculo o clase de Sujetos y una Categoría es un modo de Predicación, o clase de Predicados. Yo nunca dije que eran la mis- ma cosa; pero para saber si usted los ha descripto correctamente es necesario un cuidadoso estudio.

546. Empecemos ahora con la cuestión de los Universos. Es una cuestión que depende más bien de un punto de vista aceptable que de la verdad de una doctrina. Un Universo lógico es, sin duda, un conjunto de sujetos metafísicos o "sustancias", porque puede estar compuesto por caracteres, por hechos elementales, etc. Vea m i definición en el Diccionario Baldwin. Primeramente tratemos de descubrir si es posible no suponer que sólo hay una clase de Sujetos que son o bien existentes o bien completamente ficticios. Digamos que alguna señora se suicidará en caso de que su marido quiebre en sus negocios. Es indudable que tal proposición es completamente diferente de otra que afirmara que alguna señora se suicidará si todos los hombres casados quiebran en sus nego- cios. Sin embargo, s i sólo las cosas existentes son reales, entonces, dado que en la primera proposición no se decía nada sobre lo que la dama haría si su marido no quebrara en su negocio, y dado que, para una pareja dada, esto sólo puede ser falso si el hecho es contrario a la aseveración, resulta de lo dicho que sólo puede ser falso si el marido efectivamente quiebra en su negocio y si en- tonces la señora deja de suicidarse. Pero la proposición sólo dice que hay alguna pareja en la cual la esposa tiene tal actitud. Por consiguiente, sólo hay dos formas en que la proposición puede ser falsa, a saber: primero, s i no hay ninguna pareja; y segundo, s i todos los hombres casados quiebran en su negocio mientras que ninguna señora se suicida. En consecuencia, todo lo que se requiere para que la proposición sea verdadera es <j bien que haya algún hombre casado que no quiebre en su negocio o, s i no, que haya alguna señora que se suicide. Vale decir, la proposición sólo llega a aseverar que hay alguna señora que se suicidará si todos los hombres casados quiebran en su negocio. La equivalen- cia de estas dos proposiciones es el absurdo resultado de admitir la existencia y no la realidad. Si, no obstante, suponemos que decir que una señora se suicidará si su marido quiebra significa- que todo posible curso de los acontecimientos será: o bien uno

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en el cual el marido no quebrará, o bien otro en el cual la señora se suicidará, entonces, para hacer que esta proposición sea falsa, no será requisito indispensable que el marido efectivamente quie- bre, sino que será suficiente que haya circunstancias posibles en las cuales él quebraría, mientras que a pesar de ello su mujer no se suicidaría. Ahora observará usted que hay gran diferencia entre una y otra de las proposiciones siguientes:

Primera: Existe por lo menos una señora que. en cualquiera de las condiciones posibles, se suicidaría; de lo contrario, su marido no habría quebrado.

Segunda: En cualquiera de las circunstancias posibles, hay alguna señora u otra que se suicidaría, o, de lo contrario, su marido no habría quebrado.

La primera de estas proposiciones expresa lo que realmente se quie- re decir al afirmar que hay alguna señora que se suicidaría si su marido quebrara, mientras que la segunda proposición expresa que el hecho de negar todas las circunstancias posibles, excepto aque- llas que realmente ocurren, conduce lógicamente a interpretar (o a interpretar virtualmente) que la Proposición es aseverativa.

547. En otros lugares he dado muchas otras razones para funda- mentar mi firme convencimiento de que hay posibilidades reales. También pienso, sin embargo, que además de la realidad y la posibilidad, un tercer modo de realidad debe ser reconocido en aquello que, como lo expresan las gitanas que adivinan la suerte, "seguramente será cierto", o, como podríamos decir nosotros, está predestinado,* aunque no quiero decir que asevero que esto es la afirmación más bien que la negación de este modo de Realidad. NO veo qué confusión del pensamiento puede conducir a alguien a persuadirse a sí mismo de que no cree que el día de mañana está destinado a llegar. La cuestión es que, en el día de hoy, es totalmente cierto que el sol saldrá en el día de mañana; o, en su defecto, que los relojes, o alguna otra cosa, tendrán continui- dad. Porque si no se trata de algo real, entonces la única alterna- tiva es que sea ficticio: una Proposición o es Verdadera o es Falsa. Pero somos demasiado propensos a confundir el destino con la im-

' Es mi opinión que cualquier cosa puede coiisiderarse sujeta a predestinación si es seguro que acontecerá aunque no haya razón "necesitante" para ello. Asl. un par de dadas, echados con fre. cuencla suficlente. seguramente arrojartí alguna vez seis. aunque no hay necesidad alguna de que eso acurra. La probabilidad de que ocurra al menos alguna vez es 1: esto es todo. El destino es aquella clase especia! de predestinación por la cual ss supone que los acontecimientos acaecen en circunstancias deflnldas que no impllcan causa "necesltante" alguna para esos acaecirnientos [Nota de Ch. S. Peircel.

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posibilidad de que acaezca lo contrario. No veo que haya ninguna imposibilidad de que todo se detenga súbitamente. Para demostrar la diferencia, debo recordarle a usted que "imposibilidad" es aque- llo que, por ejemplo, describe el modo de falsedad de la idea según la cual debe haber un conjunto de objetos que sean tan numerosos que no habrá suficientes caracteres en el universo de caracteres para distinguir todas estas cosas las unas de las otras. ¿Hay algo así acerca de la detención de todo movimiento? Tal vez haya una ley de la naturaleza que se opone a ello; pero eso sería todo. Sin embargo, voy a posponer la consideración de esa cuestión. Pero, para el caso en que pueda volverse necesario. tengamos previsto en nuestro sistema de diagramación tal modo de ser; pienso que seguramente esa necesidad habrá de hacerse sentir.

548. Procederé ahora a explicar por qué, aunque no estoy prepa- rado para negar que toda proposición puede ser representada -y debo decir que en su mayor parte muy convenientemente-, según su punto de vista de que los Universos son receptáculos de los Sujetos únicamente, me es, sin embargo, imposible aceptar que tal modo de analizar proposiciones pueda considerarse satisfac- torio.

Para comenzar, confío en que todos han de estar de acuerdo conmigo acerca de que ningún análisis, sea en lógica, en química, o en otra ciencia cualquiera, podrá considerarse satisfactorio a menos que sea exhaustivo, es decir, a menos que separe el compuesto en componentes, cada uno de ellos enteramente homogéneo en sí mismo y, por consiguiente, libre de la menor mezcla con parte de cualquier otro componente. En consecuencia, en la Proposición "Algún judío es astuto", el Predicado es "Judío-que-es-astuto", y el Sujeto es Algo, mientras que en la Proposición "Todo cristiano es manso" el Predicado es "O no se es cristiano, o se es manso", mientras que el Sujeto es "Cualquier"; a menos que, verdadera- mente, encontremos razones para preferir expresar que esta proposición significa "Es falso decir que una persona es cristiana si es falso decir que es mansa". En este último modo de aná- lisis, cuando no está en cuestión ningún Sujeto Singular (caso que será examinado más adelante), el único Sujeto es Algo. Cualquiera de estos dos modos de análisis diferencia en forma totalmente clara al Sujeto de cualquier ingrediente Predicativo; y, a primera vista, cualquiera de ellos parece totalmente favorable al punto de vista de que solamente los Sujetos pertenecen a los Universos. De todos modos, consideremos las siguientes dos formas de Propo- siciones:

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A.55 Cualquier alquimista apto podría producir una piedra filosofal de una clase u otra,

B. Hay una clase de piedra filosofal que cualquier alquimista apto podría producir.

Podemos expresarlas dentro del principio de que los Universos son receptáculos de los Sujetos, en la siguiente forma:

Al. Una vez que el Intérprete ha selecionado cualquier individuo de su preferencia, y lo ha llamado A, puede hallarse un objeto B tal que: o A no sería un alquimista apto, o B sería una piedra filo- sofal de alguna clase, y A podría producir a B.

B1. Podría encontrarse algo, S, tal que con prescindencia de lo que pueda seleccionar el Intérprete, llamándolo A, B sería una piedra filosofal de alguna clase, mientras que o A no sería un alquimista apto o, de lo contrario, A podría producir a B.

En estas formas hay dos Universos; uno, el de los individuos se- leccionados según el arbitrio del intérprete de la proposición, y e l otro, e l de los objetos adecuados.

Expresaré ahora las mismas dos proposiciones siguiendo el princi- p io de que cada Universo consiste, no en Sujetos, sino: uno, en aserciones Verdaderas, el otro en aserciones Falsas, pero uno y otro a efectos de que haya algo de alg~ina descripción dada.

11 Esto es falso: "Que algo, P, es un alquimista apto, y que esto es falso: que, mientras algo, S, es una piedra filosofal de alguna clase, P podría producir a S."

2) Esto es verdadero: "Que algo, S, es una piedra filosofal de alguna clase; y esto es falso: que algo, P, es un alquimista apto mientras que es falso que P podría producir a S."

Acá, la proposición en su totalidad está en su mayor parte hecha a partir de la verdad o falsedad de las aserciones de que una cosa de tal o cual descripción existe, siendo "y" la única conjunción. Es evidente que este método es altamente analítico. Dado que toda nuestra intención es producir un método para el perfecto análisis de proposiciones, la superioridad de este método con res-

55 informa el recopiiador que en el manuscrito original de Peirce la numeracián ha sido cambiada para evitar ambigüedades. Originalmente, A. Al y 1 estaban todas numeradas 1; B, B' y 2 se nume- raban 2. y no se diferenciaban en el texto [Nota de A. S . ] .

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pecto al otro, en relación con nuestros propósitos, es innegable. Más aún: para demostrar que el otro puede llevar a una falsa Ió- gica, tomaré el predicado de B1, en su forma objetable, y l o uniré al sujeto de A l en la misma forma, y viceversa. Obtendré así dos proposiciones que presentadas por ese método son tan simples como son las números 1 y 2. Veremos s i es así. Son éstas:

3) Una vez que el Intérprete ha designado algún objeto para que sea llamado A, puede encontrarse un objeto B, tal que:

B es una piedra filosofal de alguna clase, mientras que o A no es un alquimista apto o, de lo contrario, A podría producir a B.

4) Puede encontrarse algo, B, tal que, con prescindencia de lo que pueda seleccionar el Intérprete, llamándolo A,

o A no sería un alquimista apto, o B sería una piedra filosofa! de alguna clase, y A podría producir a B.

La proposición 3 puede ser expresada en el lenguaje ordinario así: Hay una clase de piedra filosofal, y, s i hubiera algún alquimista apto, éste podría producir una piedra filosofal de alguna clase. Es decir, el número 3 difiere de A, A l y 1 sólo porque se agrega que hay alguna clase de piedra filosofal. Difiere de B, B1 y 2 en n o decir que cualquiera entre dos aptos alquimistas podría producir la misma clase de piedra (ni que cualquier alquimista apto podría producir cualquier clase existente); mientras que B, B1 y 2 aseveran que alguna clase es, a la vez, existente y podría ser hecha por todo alquimista apto.

La proposición 4, en el lenguaje ordinario, sería: Si hay (o hubiera) un alquimista apto, hay (o habría) una clase de piedra filosofal que cualquier alquimista apto podría producir. Esto asevera la subs- tancia de B. B1 y 2, pero sólo condicionándola a la existencia de un alquimista apto; pero asevera lo que A, A l y 1 no hacen, que todos los alquimistas aptos podrían producir alguna clase de piedra, y ésta es, precisamente, la diferencia entre 4 y A".

Para mí es muy claro que las proposiciones 3 y 4 son menos sim- ples que las proposiciones 1 y 2; cada una de aquéllas agrega algo al par dado en primer término, y además asevera a la otra

56 Tambidn aclara el recopilador que en el manuscrito original de Pelrce. 3. 5 y 7 estaban nurne- radas 3. y 4. 6 y 8 estaban numeradas 4. y que ninguna de ellas estaba distinguida en el text* [Nota de A. S.).

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condicionalmente. Sin embargo, el método de tratar a los Uni- versos como receptáculos únicamente de los Sujetos metafísicos implica como consecuencia que la representación de 3 y 4 está a la par de 1 y 2.

Queda por mostrar que el otro método no lleva en sí el mismo error. [Si] lo que está contenido en los Universos son los estados de las cosas que se afirman o que se niegan, entonces las proposiciones [3 y 43 pasan a ser como sigue:

51 Esto es verdadero: que hay una piedra filosofal de alguna clase,. S, y que es falso que hay un alquimista apto, A, y que es falso que A podría producir una piedra filosofal de alguna clase, S'. [Donde no se asevera ni se niega que S y S' sean la misma, y por lo tanto se distingue de 2.1

6) Esto es falso: Que hay un alquimista apto, A, y que esto es falso: Que hay una piedra filosofal de una clase, S, y esto es falso: Que hay un alquimista apto, A', y que esto es falso: Que A' podría producir una piedra filosofal de la clase S. (Donde de nuevo ni se asevera ni se niega que A y A' son idénticos, pero la cuestión es que esta proposición es válida aun cuando no sean idénticos,. distinguiéndola así de 1).

Estas formas presentan la mayor complejidad de las Proposiciones 3 y 4, demostrando que cada una de ellas se relaciona con tres individuos; es decir, 3 con dos posibles diferentes clases de pie- dra, así como con un alquimista apto; y 4 con dos posibles alqui- mistas aptos diferentes y con una clase de piedra. Verdadera- mente, las dos formas 3 y 4 ' son absolutamente idénticas en significado, con las formas siguientes diferentes en la misma teo- ría. Ahora bien, para decirlo de la manera más atenuada posible, es una grave falta en un método de análisis el que sea posible producir dos análisis tan diferentes de un mismo compuesto.

7) Puede encontrarse un objeto, B, tal que, cualquiera que sea el objeto que el intérprete pueda seleccionar y llamar A, puede ha- llarse luego un objeto B ' ta l que B es una clase existente de piedra filosofal, y o bien A no sería un alquimista apto o, de lo contrario, B' es una clase de piedra filosofal tal que A podría producirla.

81 Cualquiera que sea el individuo que un Intérprete pueda es- coqer y llamar A, puede encontrarse un objeto, B, tal que cual-

Originalmente ". . . formas de declarar 3 y 4 en la otra teoría de los universos . . ."; locuciones necesariamente tan largas como 3 y 5 . ó 4 y 6. no eran distinguidas, señala el recopilador [N. de A. S.).

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quiera que sea el individuo que el Intérprete elija llamar A', o bien A no es un alquimista apto o B es una clase existente de piedra filosofal; y o bien A' no es un alquimista apto o, de lo contrario, A' podría producir una piedra de la clase B.

Pero, en tanto mis formas son perfectamente analíticas, la nece- sidad de contar con diagramas para mostrar sus significados (lo que mejoraría la mera colocación de las proposiciones en líneas separadas, cuando fueran falsas) es dolorosamente obvia."

549. Ahora diré unas pocas palabras acerca de lo que ha llamado usted Categorías, para las cuales prefiero la designación de Pre- dicanlentos. y que usted ha explicado como predicados de predi- cados. Esta maravillosa operación de abstracción hipostática, por la cual parecería que creáramos entia rationis" que son, sin em- bargo, reales algunas veces, nos provee de los medios para que, de ser signos que pensamos, o a trav6s de los cuales pensamos, los predicados pasan a ser sujetos pensados. Pensamos así en el pensamiento-signo mismo, haciéndolo el objeto de otro pensamien- to-signo. En consecuencia, podemos repetir la operación de abs- tracción hipostática, y de estas segundas intenciones derivar ter- ceras intenciones. ¿Prosigue esta serie infinitamente? Pienso que no. ¿Cuáles son, entonces, los caracteres de sus diferentes miem- bros? Mis pensamientos en este tema aún no han sido cosechados. Diré solamente que el tema es atingente a la Iógica, pero que no deben confundirse las divisiones así obtenidas con los diferentes Modos de Ser: 5s Realidad, Posibilidad, Destino (o Libertad con respecto al Destino]. Por el contrario, la sucesión de Predicados de Predicados es diferente en los diferentes hilodos de Ser. En- tre tanto, será correcto que en nuestro sistema de diagramación demos lugar a la división, dondequiera que ella resultare necesaria, de cada uno de nuestros tres Universos de modos de realidad en Dominios para los diferentes Predicamentos.

550. Todos los significados de la palabra "Mente", Lógicos, Me- tafísicos y Psicológicos, son susceptibles de ser más o menos con- fundidos, en parte porque se requiere considerable agudeza lógica para poder distinguir algunos de ellos, y debido a la ausencia de

Al corregir las pruebas. tlempo despues de haber escrito lo precedente, estoy obligado a con- fesar que, en algunos lugares. el razonamiento es erróneo: y que un argumento mucho más simple habrfa fundamentado la mlsma conclusidn en forma mucho más justa, aunque. en su con- junto, mi argumento. tal como lo expresé aquí. tiene cierto peso. cosa que debe reconocerse (Nota de Ch. S. Pelrce).

57 Entes de razón. En latín en el orlglnal (N. de la T 1 58 Aclara el recopilador que los Modos de Ser son denoniinados usualinente por Peirce categorías (Nota de A . S.).

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mecanismos que puedan sostener el pensamiento al hacerlo; en parte porque hay tantos; y en parte porque (debido a estas causas] todos ellos se designan con una sola palabra, "Mente". En uno de sus significados lógicos más restringidos y más concretos, una Mente es aquel Sema de la Verdad cuyas determinaciones devie- nen lnterpretantes Inmediatos de todos los otros Signos cuyos In- terpretantes Dinámicos están conectados dinámi~amente."~ En nuestro Diagrama, la misma cosa que representa a La Verdad debe ser contemplada en otro sentido como si ella representara a la Mente y, por cierto, como la Cuasi-Mente de todos los Signos representados en el Diagrama. Porque todo conjunto de Signos que están conectados de modo tal que un compuesto de dos de ellos puede tener un Interpretante deben ser Determinaciones de un Signo que es una Cuasi-Mente.

551. El pensamiento no necesariamente debe estar conectado con un cerebro. Aparece en el trabajo de las abejas, de los cristales, y a través de todo el mundo físico; y no se puede negar que está realmente allí más de lo que se podría negar que los colores, las formas, etc., de los objetos también lo están. Por consiguiente, si se adhiere usted a tan injustificable negación, se verá obligado a llegar a alguna forma de nominalismo idealista, análogo al de Fichte. No solamente se puede decir que el pensamiento está en el mundo orgánico. sino también que se desarrolla allí. Pero, como no puede haber un General sin Instancias que lo encarnen, igualmente no puede haber pensamiento sin Signos. Acá debemos dar a "Signo" el sentido más amplio, sin lugar a dudas, pero ese sentido no debe ser tan amplio como para exceder nuestra de- finición. Admitiendo que los Signos conectados entre sí deben tener una Cuasi-Mente, puede declararse en consecuencia que no puede haber ningún signo aislado. Más aun: los Signos requie- ren por lo menos dos Cuasi-Mentes, un Cuasi-Emisor y un Cuasi- Jntérprete; y, aunque estos dos son uno (esto es, son una mente) en el signo mismo, deben, no obstante, ser distintos. En el Signo están, por así decirlo, soldados. De acuerdo con ello, no es mera- mente un hecho de Psicología humana, sino una necesidad de la lógica, que cualquier evolución Iógica del pensamiento deba ser dialógica. Podrá usted decir que todo esto es charla vacua; y ad- mito que, en su estado actual, tiene una buena dosis de arbitra- riedad. Podría ser completado con argumentos que excluyeran la mayor parte de esta falta; pero, en primer lugar, tal expansión

59 El recopilador interpreta que, según Peirce. la Mente es una función proposicional del UnlverSO más vasto posible, de tal modo que sus valores son los significados de todos los signos CUYOS efecios reales están en efectiva intercorrexión (Nota de A. S.).

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requeriría un volumen completo, por cierto nada atractivo; y, en segundo lugar, lo que he venido diciendo debe aplicarse sola- mente a una determinación ligera de nuestro sistema de diagra- mación, al que afectará sólo ligeramente; de modo tal que, aun cuando fuera incorrecto, su efecto cierto de mayor alcance sería el peligro de que nuestro sistema pudiera tal vez no representar a todas las variedades de pensamiento no-humano.

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Cartas a Lady Welby

Charles Sanders Peirce y Lady Viola Welby intercambiaron gran cantidad de cartas. Las primeras correspondieron a una crítica conjunta de la obra de Bertrand Russell Principia Mathematica. Más tarde Lady Welby propuso el nombre de "Signífica" [Significs) para el estudio de los signos, y escribió el artículo sobre dicho tema para la Enciclopedia Británica

Las exposiciones informales que Peirce hace en estas cartas acerca de su Pragmatismo, de sus categorías de Primeridad, Segundidad y Terceridad, y sus análisis de las diferentes clases de signos cons- tituyen en muchos casos explicaciones mucho menos abstrusas que las que da en sus trabajos técnicos; por esta razón fundamental hemos decidido incluirlas en este volumen, a manera de interpre- tantes de los temas expuestos en los Collected Papers.

Armando Sercovich

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Correo de Milford, Pennsylvania 12 d e octubre d e 1904

Mi estimada Lady Welby:

Desde que recibí su última carta, no ha pasado un solo día sin que haya lamentado las circunstancias que me impidieron contes- tarle ese mismo día y sin que me prometiera a mí mismo que pronto lo haría. Pero vivir en el campo a este lado del Atlántico, si no se es multimillonario, va acompañado de grandes fricciones. Aun- que en los últimos tiempos se estila más, todavía no es algo co- rriente, y en este país se espera que uno sea como cualquier otra persona. Me atrevo a decir que sería imposible para usted ima- ginar qué clase de servidora doméstica puede ser una muchacha americana. También me ha puesto furioso un contrato muy descon- siderado que suscribí para redactar ciertas definiciones para un su- plemento al Diccionario Century, ya listas desde hace un tiempo. No hay duda que hubiera podido garrapatear unas pocas líneas para explicarme; pero siempre me estaba repitiendo a mí mismo que en pocos días tendría el tiempo necesario para escribirle en la forma que deseaba, hasta que llegamos al día de hoy, en que la idea de lo que quería decirle está difusa. Sin embargo, confío en que usted habrá tenido fe suficiente para presumir que solamente una im- posibilidad podría haber impedido que yo le escribiera; porque puede esperarse algo más de esa clase de fe de alguien que vive en el campo que de un ~itadin.~O

Primeramente, quería decirle que me sorprendí al encontrar que le disgusta a usted bastante la designación de "racionalista", y que, según dice, como mujer es conservadora por naturaleza. Desde luego, la señora de la casa es normalmente el ministro de asuntos exteriores (exceptuando los de dinero y los legales1 y, como todo

60 Habitante de la cludad. En francés en el orlginal [N. de la T.).

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diplomático cabal, es cuidadosa y conservadora. Pero cuando una mujer se aboca a una idea, la experiencia me ha enseñado que lo hace con un entusiasmo tan singular que la distingue. Al- gunos de mis mejores amigos han sido mujeres de pensamiento de avanzada. No sé si no pienso que su recomendación de con- siderar seriamente el cambio de base del sistema de numeración no es un tanto radical.

Pero quería escribirle sobre los signos, que son tema tan impor- tanté, tanto para usted como para mí; tal vez en mayor medida para mí que para usted, dado que creo que el más alto grado de rea- lidad sólo se alcanza por medio de los signos; es decir, por ideas tales como Verdad, Certeza, etc. Suena a algo paradógico; pero cuando le transmita la totalidad de mi teoría sobre los signos, lo parecerá menos. Creo que hoy le explicaré el esquema general de mi clasificación de los signos.

Usted ya sabe que inventar nuevas palabras para expresar nuevas ideas merece toda mi aprobación. No sé si los estudios que llamo ldeoscopia pueden ser tomados como ideas nuevas, pero la palabra fenomenología se usa con un sentido diferente. La Ideoscopía es la descripción y clasificación de las ideas que pertenecen a la experiencia ordinaria o que surgen naturalmente en conexión con la vida cotidiana, sin tener en cuenta su grado de validez, ni sus aspectos psicológicos. A l efectuar estos estudios llegué hace mu- cho (en 18671, después de sólo tres o cuatro años de trabajo, a poder clasificar todas las ideas en las tres clases de Primeridad, Segundidad y Terceridad. Esta noción es tan desagradable para mí como para los demás, así que durante años traté de desde- ñarla y refutarla; pero, no obstante, terminó por conquistarme com- pletamente. Con todo lo desagradable que es atribuir tales signi- ficados a números, y sobre todo a una tríada, no por desagradable es menos verdadero. Las ideas de Primeridad, Segundidad y Terce- ridad son muy simples. Dándole al ser el sentido más amplio PO-

sible, de modo de incluir ideas tanto como cosas, e ideas que realmente tenemos o que sólo imaginamos tener, yo las definiría del siguiente modo:

al Primeridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, de manera positiva y sin referencia a ninguna otra cosa.

bl Segundidad es el modo de ser de aquello que es tal como es, con respecto a una segunda cosa, pero con exclusión de toda ter- cera cosa.

cl Terceridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar una segunda y una tercera cosas entre sí.

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Llamo a estas tres ideas las categorías cenopitagóricas.

Las ideas típicas de la Primeridad son cualidades del sentir, o meras apariencias. El color escarlata de las libreas de vuestra casa real, la cualidad en sí misma, independientemente del hecho de ser percibida o recordada, es un ejemplo, mediante el cual no quiero significar que usted deba imaginar que no percibe o recuerda esa cualidad, sino que debe prescindir totalmente de todo lo conexo a ella, en el percibirla o en el recordarla, que no per- tenezca a la cualidad misma. Por ejemplo: cuando usted la re- cuerda, se dice que su idea es más atenuada, mientras que cuando la tiene delante de sus ojos, se dice que es más vívida. Pero ni la atenuación ni la vivacidad pertenecen a su idea de la cualidad. Ambas, sin duda, podrían pertenecer, si se las considerara sim- plemente como un sentir; pero cuando usted piensa en la vivacidad no lo hace considerándola desde este punto de vista. Piensa en ella como un grado de perturbación de su conciencia. La cualidad de escarlata no es pensada en el sentido de que le pertenece a usted, ni como asignada a las libreas. Es, muy simplemente, una peculiar posibilidad positiva, independientemente de cualquier otra cosa. Si usted le pregunta a un mineralogista qué es la dureza, dirá que es lo que se predica de un cuerpo que no puede ser rayado con un cuchillo. Pero una persona cualquiera pensará que la du- reza es una simple posibilidad positiva, cuya efectivización es causa de que un cuerpo sea como el pedernal. Esta idea de dureza es una idea de Primeridad. La impresión total no analizada pro- ducida por cualquier cosa múltiple, que no sea pensada como un hecho real sino simplemente como cualidad, como simple posi- bilidad positiva de apariencia, es una idea de Primeridad. Advierta la ingenuidad de la idea de Primeridad. Las categorías cenopita- góricas son, sin duda, otro intento de caracterizar lo que Hegel procuró caracterizar como sus tres estadios del pensamiento. Y corresponden también a las tres categorías de cada una de las cuatro'tríadas de la tabla de Kant. Estas tentativas son indepen- dientes las unas de las otras; durante muchos años las semejanzas entre esas categorías y los estudios de Hegel me pasaron inad- vertidas, debido a mi antipatía hacia Hegel. Pero esa misma inde- pendencia sólo puede confirmar que las tres categorías realmente existen. La idea del instante presente, que, exista o no exista, se piensa naturalmente como un punto del tiempo en el que no hay lugar a pensamiento alguno ni a la separación de ningún detalle, es una idea de Primeridad.

Un tipo de idea de Segundidad es la experiencia del esfuerzo, con prescindencia de la idea de intencionalidad. Podría decirse que tal experiencia no existe, que siempre hay una intencionalidad en la

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medida en que el esfuerzo es consciente. Pero esto último tam- bién podría cuestionarse, puesto que, dentro de un esfuerzo inten- so y continuado, bien pronto perdemos de vista la intencionalidad del mismo. Sin embargo, quiero abstenerme de entrar en el te- rreno de la psicología, porque no tiene nada que ver con la ideos- copía. La existencia de la palabra esfuerzo es prueba suficiente de que la gente piensa que tiene tal idea; y basta con esto. La ex- periencia del esfuerzo no puede existir sin la experiencia de la resistencia. El esfuerzo sólo es esfuerzo en virtud de que algo se le opone, y ningún tercer elemento entra en esto. Advierta que hablo de la experiencia, y no de la sensación, del esfuerzo. Ima- gínese que usted está sola, sentada en la canastilla de un globo aerostático, a gran altura sobre la tierra, disfrutando serenamente de la absoluta calma y quietud de la noche. De pronto, irrumpe el penetrante chillido de una sirena y se mantiene durante un buen rato. La impresión de calma y serenidad era una idea de Primeridad, una cualidad sentida. El sonido penetrante de la si- rena no le permite pensar ni hacer otra cosa que soportarlo. Esto también es de absoluta simplicidad: otra Primeridad. Pero la ruptura del silencio por el sonido era una experiencia. La persona, en su inercia, se identifica con el estado de sentir pre- cedente, y el nuevo sentir que se le impone a su pesar es el no-yo. Tiene una suerte de conciencia bifásica de yo y no-yo. Esta con- ciencia de la acción de un nuevo sentir que destruye al sentir precedente es lo que yo llamo una experiencia. La experiencia es, por lo general, lo que el curso de la vida me ha compelido a pensar. La Segundidad puede ser genuina o degenerada. La calidad de genuino admite muchos grados. En términos generales, una Segundidad genuina consiste en alguna cosa que actúa sobre otra cosa, esto es, acción en estado bruto. Digo bruto porque, en la medida en que la idea de alguna ley o razón aparece, aparece al mismo tiempo la Terceridad. Cuando una piedra cae al suelo, la ley de gravitación no actúa para hacerla caer. La ley de gravi- tación es el juez en su estrado, que podrá enunciar la Ley hasta el día del juicio final, pero hasta tanto el brazo fuerte de la ley, el brutal sheriff, imponga la ley, ésta carecerá de importancia. Debo admitir que el juez está facultado para crear al sheriff, si es necesario; pero no puede prescindir de él. La caída de la piedra es asunto exclusivo de la piedra y de la tierra en el mo- mento considerado. Es éste un caso de reacción; y tal es, asimis- mo, el caso de existencia, que es el modo de ser de lo que reacciona a otras cosas. Pero hay también acción sin reacción: tal es la acción de l o previo sobre l o subsiguiente. Es cuestión muy difícil de definir si esta idea de determinación unilateral es una pura idea de Segundidad o si involucra Terceridad. En este

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momento, la primera alternativa me parece la más correcta. Pienso que cuando Kant hizo del Tiempo sólo una forma del sentido in- terno, estuvo influido por consideraciones tales como las siguien- tes. La relación entre lo previo y lo subsiguiente consiste en estar lo subsiguiente indeterminado para lo previo. Pero la indetermina- ción sólo pertenece a las ideas; lo existente es determinado en todos sus aspectos; y en esto precisamente consiste la ley de la causalidad. Similarmente, la relación temporal atañe solamente a las ideas. Podría, tal vez, argumentarse que, de acuerdo con la ley de conservación de la energía, no hay nada en el universo físico que sea correlativo de nuestra idea de que lo previo deter- mina a lo subsiguiente de una manera cualquiera en que lo subsi- guiente no determina a lo previo. Porque, de acuerdo con esa ley, todo lo que acontece en el universo físico consiste en el inter- cambio de una determinada cantidad de vis viva 1/2 m (de/dt12 por una determinada cantidad de desplazamiento. Dado que el cuadrado de una cantidad negativa es positivo, se sigue de ello que si todas las velocidades, en un instante dado, fueran inver- tidas, todo continuaría sin variación, y sólo el tiempo transcurriría retrocediendo, por así decir. Todo lo que hubiera pasado volvería a pasar, en secuencia invertida. Estas razones me parecen muy sólidas para probar que la causalidad temporal [por cierto bien diferente de la acción dinámica física] es una acción sobre ideas y no sobre existentes. Pero, dado que nuestra idea del pasado es, precisamente, la idea de aquello que está absolutamente determi- nado, fijado, fait accompli,sz y muerto, por oposición a lo futuro, que es viviente, plástico y determinable, es mi opinión que la idea de acción unilateral, en la medida en que concierne al ser de lo determinado, es una pura idea de Segundidad; y creo también que grandes errores de la metafísica han surgido de considerar al futuro como algo que alguna vez llegará a haber sido pasado. No puedo admitir que la idea de futuro sea trasladada de esa manera a la unilateralidad de las ideas de pasado. Decir que determinada Clase de suceso nunca acontecerá equivale a negar que haya al- guna fecha a partir de la cual ese suceso pertenecerá al pasado; pero no es equivalente a ninguna afirmación acerca del pasado rela- tivo a ninguna fecha especificable. Cuando pasamos de la idea de un evento a afirmar que nunca acontecerá, o que acontecerá en infinita repetición, o a introducir de cualquier manera la idea de repetición infinita, diría yo que la idea es mellonizada [rnéllon: en estado potencial de ser, o de hacer, o de sufrir). Cuando concibo un hecho como actuante pero no susceptible de ser objeto de una acción, diría yo que es parelélithoso (pasado), y el modo de ser

61 Fuerza viva. En latin en el original [N. de la T.). 62 Hecho coiisumado. En francés en e l original (N. de la T.).

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que consiste en esa acción, lo denominaría parelélithosino (- ino = einai: ser). Considero a la primera como una idea de Ter- ceridad y a la segunda como una idea de Segundidad. Considero que la idea de cualquier relación diádica que no involucre tercero alguno es una idea de Segundidad; y no llamaría completamente de- generada a ninguna de esas relaciones diádicas, salvo a la relación de identidad. Pero la similitud que es la única identidad posible de los Primeros está muy cercana a ello. He clasificado las relaciones diádicas en muchas formas distintas; pero las más importantes son, primero. con respecto a la naturaleza de lo segundo en sí mismo; y, segundo, con respecto a la naturaleza de su primero. El Segundo, o Relato, es, en sí mismo, o bien un Referato, si es intrínsecamente una posibilidad, tal como una Cualidad, o bien un Revelato, si es, por propia naturaleza, un existente. En cuanto a su primero, el Segundo es divisible con respecto sea al primero dinámico, sea al primero inmediato. Con respecto a su primero dinámico, un Segundo está determinado sea en virtud de su naturaleza intrínseca, sea en virtud de una relación real con ese segundo (una acción]. SU segundo inmediato es o una Cualidad o un Existente.

Llego ahora a la Terceridad. Después de haber consagrado cua- renta años al estudio de este tema desde todos los puntos de vista que pude descubrir, he llegado a la convicción de la imposibili- dad de adecuar el concepto de Segundidad a todos los contenidos de nuestras mentes, a tal punto que no sabría cómo persuadir a nadie que no estuviera ya completamente persuadido de ello. Y, sin embargo, veo a muchos pensadores que tratan de construir SUS sistemas omitiendo a la terceridad. Entre ellos se cuentan algunos de mis mejores amigos, que se consideran en deuda con- migo en cuanto a algunas ideas, pero que nunca llegaron a aprender la lección principal. Muy bien. Admitamos que la segundidad deba ser investigada exhaustivamente. Será el único modo de poner en total evidencia la irreductibilidad del concepto de Terceridad, así como su cualidad de indispensable; aunque, para quien pueda aprehender el concepto, es suficiente decir que tratando de unir una Iínea con el extremo de otra no se obtendrán ramales de esa línea. Mi amigo Schroder se enamoró de mi álgebra de las rela- ciones diádicas. Las pocas páginas que les dediqué en mi Nota "Bu de los "Estudios de Lógica por los Miembros de la Universi- dad Johns Hopkins" tenían extensión proporcional a su impor- tan~ia.~-u libro es profundo,04 y precisamente por esa profun-

63 Studies in Logic by Members of the Johns Hopkins University. fue recopilado por Peirce. y pu- blicado por Litile, Brown, Boston, 1883. Le nota "13" de Pierce es el capítulo 12, vol. I I I , de sus Collected Papers (Nota de A. S.). 64 El recopilador, doctor Lleb, aclara que se trata de Vorlesungen Liber dle Algebra der LogIk, publicado por B. G. Teubner, Leipzig, 1890-1905 (Nota de A. S.).

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didad se hace aíln más claro que la Segundidad no puede abarcar a la Terceridad, ni incluirla. (Él evita cuidadosamente declarar que eso es posible, pero llega a decir que la Segundidad es lo más importante. Lo es, si se considera que la Terceridad no puede ser entendida sin recurrir a la Segundidad. Pero, en lo que concierne a su aplicación, la Segundidad es tan inferior a la Terceridad que en ese aspecto pertenece a un mundo diferente.) Aun en las for- mas más degeneradas de Terceridad -y la Terceridad tiene dos grados de degeneración- puede ser detectado algo que no es mera Segundidad. Si usted considera cualquier relación triádica ordinaria, siempre encontrará un elemento mental en eila. La scción en bruto es Segundidad, y cualquier aspecto menta1 implica f,ecesariamente Terceridad. Por ejemplo, analice la reiecióri invo- lucrada en "A da B a C". ¿Qué es dar? No es, ciertamente, que A descarta B y que, subsecuentemente, C lo toma. hlc: es nece- sario que haya transferencia material alguna. Consiste en que A convierta a C en el posesor, conforme con la Ley. Debe existir ley de a1gur.a clase antes de que cualquier dació:? sea posible -aun en el caso extremo en que esa ley sea la del más fuerte-. Supongamos ahora que el dar haya consistido efectivamente en que A abandonase B, haciendo de ese modo posible que B sea tomado por C. Ésta sería una forma degenerada de Terceridad, en la cual esta última es anexada externamente. Cuando A abandona B, no hay Terceridad. Cuando C toma B, tampoco hay Terceridad. Pero si usted dice que estos dos actos constituyen una operación única, en virtud de la identidad de B, entonces trasciende el hecho en bruto e introduce un elemento mental. En cuanto a mi álgebra de las relaciones diádicas, Rusell, en su libro que es superficial hasta darme náuseas, hace algunos comentarios tontos sobre mi "adición relativa", etc., que son simples d i ~ p a r a t e s . ~ D i c e Russell, o lo dice Whitehead, que raramente hay necesidad de ello. Esa necesidad nunca aparecerá si se plantea de alguna otra manera el mismo modo de conexión. Es parte de un sistema de pensa- miento, dentro del cual ese modo de conexión no puede plantear- se de ninguna otra manera: dentro de ese sistema, es indispen- sable. Pero dejemos que Russell y Whitehead arreglen sus proble- mas por sí mismos. La crítica que debo hacer a mi álgebra de las relaciones diádicas, de la cual no estoy ciertamente enamorado. pese a considerarla lograda, es que las relaciones triádicas que no reconoce son precisamente las que usa. En efecto, cada com-

65 El doctor Lieb ha señalado que los comentarios a que se refiere Peirce están en la página 24 de The Principies of Mathematics. donde Bertrand Russell califica a los métodos de Pelrce de engorrosos a punto tal que imposibilitan su aplicación práctica y. probablemente. Impliquen errores filosóficos en la Interpretación de formas de relación proposicionales. Según el doctor Lieb en la actualidad hay amplio consenso sobre la interpretación de Peirce de las relaciones proposicio- males y se la considera totalmente admisible (Nota de A. S.).

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binación de relativos para producir un nuevo relativo es una re- lación triádica, irreductible a relaciones diádicas. Hay otras ma- neras de señalar su inadecuación, pero, de este modo, se la pone en conflicto consigo misma si se la considera -como yo nunca la consideré- como suficiente para la expresión de todas las rela- cliones. Mi álgebra universal de las relaciones, con los índices subyacentes y con ': y II, es susceptible de ampliación para llegar a abarcarlo todo: lo mismo, y aún más, pese a que está lejos de una perfección ideal, puede decirse del sistema de los Grafos existencia le^."^ No me he aplicado aún lo suficiente al esiudio de las formas degeneradas de Terceridad. aunque creo poder decir que tiene dos grados diferentes de degeneración. En su forma genuina, la Terceridad es la relación triádica que existe entre un signo, su objeto y el pensamiento interpretador, que es en sí mismo un signo, considerada dicha relación triádica como el modo de ser de un signo. Un signo media entre el signo inter- pretantv y el objeto. Tomando al signo en su sentido más amplio, su interpretante no es necesariamente un signo. Cualquier con- cepto es un signo, por supuesto. Eso lo dijeron ya suficientemen- te Ockham, Hobbes y Leibniz. Pero podemos tomar el signo en un sentido tan amplio que su interpretante no sea un pensamien- to sino una acción o una experiencia, o podemos ampliar de ta l manera el significado de un signo que su interpretante sea una mera cualidad de sentir. Un Tercero es algo que siempre pone a un Primero en relación con un Segundo. Un signo es una clase de Tercero. ¿Cómo lo caracterizaremos? ¿Diremos que un Signo pone a un Segundo -su Objeto- en relación cognitiva con un Tercero? LO diremos que un Signo pone a un Segundo en la mis- ma relación con el Primero en que está él mismo con dicho Pri- mero? Si insistimos en emplear el concepto de conciencia, debe- mos aclarar qué entendemos por conciencia de un objeto. LSiqnifi- caremos Sensación? ¿Diremos que queremos significar asociación, o Hábito? Estas son distinciones psicológicas que tengo especial interés en evitar. ¿Cuál es la diferencia esencial entre un signo aue es comunicado a una mente y otro que no es comunicado así? Si el problema fuera definir qué queremos decir al hablar de sig- no, la cuestión quedaría resuelta con facilidad. Pero no está allí el centro de la cuestión. Estamos en situación semejante a la de un zoólogo que tratase de delimitar el significado de "pez" para poder clasificar a los peces como uno de los grandes órdenes de los vertebrados. Creo que la función esencial de un signo es trans- formar relaciones ineficientes en otras que sean eficientes; no para ponerlas en acción, sino para establecer un hábito o regla

66 E l recopilador remlte al libro II del volumen IV de Collected Papers de Poirce [Nota de A. S.).

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general según los cuales actuarán cuando sea oportuno. Dentro de las doctrinas de la física, cuando algo ocurre no se producen sino velocidades continuas rectilíneas, con las aceleraciones que acom- pañan a las posiciones relativas de las partículas; todas las demás relaciones, por cierto muy numerosas, son ineficientes. El conoci- miento, en cierta forma, las torna eficientes; y un signo es algo que nos permite conocer algo más. A excepción del conocimien- to, en un instante dado, de los contenidos de la conciencia en ese mismo instante -conocimiento cuya existencia está sujeta a duda-, todo nuestro pensamiento y todo nuestro conocimiento se da por los signos. En consecuencia, un signo es algo que está en relación con su objeto, por una parte, y con su interpretante, por otra, de modo tal que coloca al interpretante en relación con el objeto, siendo esa relación correspondiente a la que el signo tiene con el mismo objeto. Podría expresarlo diciendo que la relación es "similar a la suya misma", porque una correspondencia consiste en una similitud; pero puede ser que el concepto de correspondencia sea más circunscripto.

Puedo ahora explicar mi división de los signos, apenas haya ex- plicado que un signo tiene dos objetos, su objeto tal como es representado y su objeto en sí mismo. También debe señalarse que el signo tiene tres interpretantes: su interpretante tal como es representado o tal como se quiere que sea entendido, su inter- pretante tal como es producido y su interpretante en sí mismo. Entonces los signos pueden ser clasificados conforme a su propia naturaleza material, a sus relaciones con sus objetos y a sus rela- ciones con sus interpretan te^.^^

Considerado en sí mismo, el signo tiene o bien la naturaleza de una apariencia, y entonces lo llamo cualisigno; o bien la de un objeto individual o un evento singular, y entonces lo denomino sinsigno (la primera sílaba corresponde a la partícula sin, que se encuentra en los vocablos latinos semel, simul, y también en sin- g~!lar, etc.); o bien la naturaleza de un tipo general, y en-tonces lo denomino legísigno. Tal como usamos el término "palabra" en la mayoría de los casos, diciendo que "los" es una "palabra" y que "un" es otra "palabra", una "palabra" es un legisigno. Pero si decimos de una página de un libro que tiene 250 "palabras", de las cuales 20 son "un", allí "palabra" es un sinsigno. A un sinsigno

67 El doctor Lieb ha comentado que Peirce. al reconocer dos ciases de objetos y t:es clases de inteipretanlos, l i ice posible establecer diez tricotornías y sesenta y seis clases de signos, lo que representa un avance con respecto a la clasificación dada en el Libro 11. Volumen I I , de Collected Papers. Scíiala el mismo rccopiladcr que la carta a Lady We!by del 23 de dicieinhre de 1908 com- plementa la doctrina sobre los signos desarrollada en esta carta (Nota de A. S ) .

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que iiivolucra así a un legisigno, lo llamo "réplica" del l e g i s i g n ~ . ~ ~ La diferencia entre un legisigno y un cualisigno, ninguno de los cuales es un ente individual, es que un legisigno tiene una identi- dad definida, aunque usualmente admita gran variedad de aparien- cias. Por ejemplo, "&", "y" y el sonido que a ellos corresponde, constituyen los tres una misma palabra. En contraste con ello, el cualisigno no tiene identidad alguna. Es la mera cualidad de una apariencia, y no es exactamente el mismo de un caso a otro. En lugar de identidad, posee un alto grado de similitud, y no puede diferir mucho sin que debamos considerarlo otro cualisicino.

Desde el punto de vista de sus relaciones con sus objetos diná- micos, divido los signos en íconos, índices y Símbolos (esta divi- sión la di en el año 18671. Defino a un ícono como un signo que está determinado por su objeto dinámico en virtud de SU propia naturaleza interna. Cualquier cualisigno entra dentro de esta defi- nición, como por ejemplo una visión, o el sentimiento provocado por una pieza de música considerada como representación de lo que el compositor quiso expresar. También puede un ícono ser un sinsigno, como un diagrama; digamos, una curva de distribución de errores. Defino a un indice como un signo determinado por un objeto Dinámico en virtud de estar en una relación real con él. Un nombre propio -que a su vez es un legisigno- es un índice; también es un índice la presencia del síntoma de una enfermedad (siendo el síntoma en sí mismo un legisigno, o sea un tipo general de carácter definido; s6lo al considerárselo acaeciendo en un caso particular de una enfermedad dada es un sinsignol.

Defino a un Símbolo como un signo que es determinado por su o',jeto dinámico solamente en el sentido de que así será inter- pretado. Por lo tanto, depende de una convención, de un hábito, o de una disposición natural de su interpretante, o del campo de su interpretante (el campo del cual el interpretante es una deter- minación). Todo Símbolo es necesariamente un legisigno; sería inexacto llamar Símbolo a la réplica de un legisigno.

En lo que respecta a su objeto inmediato, un signo puede ser o bien un signo de una cualidad, o de un existente, o de una ley.

Según su relación con su interpretante significado, un signo es: o un Rema, o un Dicente, o un Argumento. Esto corresponde al viejo terno Término, Proposición y Argumento. modificado para que sea

68 El recopiiador. doctor Lieb, ha seiialado que e l término utilizado corrientemente por Peirce es "sinsigno". y que, a veces, en lugar de "réplica" uti l iza "señal" [Nota de A. S.) .

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aplicable a los signos en general. Un Término es simplemente un nombre correspondiente a una clase, o un nombre propiamente di- cho. No considero al nombre común como una parte esencialmen- te necesaria del habla. En realidad, sólo se ha desarrollado com- pletamente como parte separada en las lenguas arias y en el vasco; tal vez pueda darse el caso en alguna otra lengua marginal. En las lenguas semíticas, generalmente está relacionado con lo verbal en la forma, y también pasa lo mismo en lo que respecta a su sustancia. Hasta donde yo tengo conocimiento, podría decir que lo mismo ocurre en la mayoría de las lenguas. En mi álgebra universal de lógica no existe el nombre común. Un Rema es cual- quier signo que no sea verdadero ni falso, como casi todas las palabras consideradas por separado, con excepción de "sí" y "no", que son casi privativas de las lenguas modernas. Una proposi- cüón, en m i concepción de ese término, es un símbolo dicente; dicente no como una aseveración, sino como algo susceptible de ser aseverado. Pero una aseveración es un dicente. De acuerdo con el estado actual de mi pensamiento (que tal vez pueda per- feccionarse en el futuro), el acto de aseverar no es un puro acto de significación. Es una manifestación del hecho de que uno se sujeta a las sanciones que recaen sobre un mentiroso si la propo- sición aseverada no es verdadera. El acto de juzgar es el autorre- conocimiento de una creencia; y la creencia es la aceptación deli- berada de una proposición como base de una conducta. Esta po- sición puede estar sujeta a duda; se trataría de establecer cuál es el enfoque de la cuestión que posibilita la visión más simple de la naturaleza de la proposición. Admitiendo, entonces, que un Dicente no asevera, naturalmente admito que no es necesario que sea presentado o exigido un Argumento. Por consiguiente, defino un Argumento como un signo que está representado en su inter- pretante significado no como un Signo de ese interpretante [la conclusión) -porque ello implicaría presentarlo o imponerlo-, sino corno si fuera un Signo del Interpretante o, tal vez, como si fuera un signo del estado del universo al cual se refiere, en el cual las premisas se dan por supuestas. Defino a un dicente coino un signo representado en su interpretante significado como si estuviera en una Relación Real con su Objeto (o como que es así, si ello es aseverado). Defino a un rema como un signo que es representado en su interpretante significado como s i fuera un carácter o marca (o como que es así).

De acuerdo con mi pensamiento en el momento actual, un signo puede apelar a su interpretante dinámico de tres maneras:

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l a ) un argumento sólo puede ser propuesto a su interpretante, como algo cuya "razonabilidad" puede ser reconocida;

2 9 ) un argumento o un dicente puede ser impuesto al interpretan- te por un acto de insistencia;

3" un argumento o un dicente pueden ser, y un rema debe ser, presentados a su interpretante para contemplación.

Finalmente, en relación con su interpretante inmediato, divido los signos en las tres clases siguientes:

l b ] aquellos que son interpretables en pensamientos u otros sig- nos de la misma clase en series infinitas;

20) aquellos que son interpretables en experiencias reales; 30) aquellos que son interpretables en cualidades de sensaciones

o apariencias.

Si considera usted, como yo, que en conjunto hay mucho de ver- dad valiosa en todo esto, le agradecería que lo incluyera en la pró- xima edición de su libro, después de seleccionar lo conveniente y, por supuesto, eliminar alusiones a personalidades que puedan re- sultar desagradables, y en especial s i van acompañadas de críti- cas severas, porque me temo que pueda haber algún error en es- tas últimas . . .

23 de diciembre d e 1908

Estimada Lady Welby, todo mi tiempo y toda mi energía, durante la semana pasada, han sido absorbidos por lo que nosotros, los yanquis (esto es, la estirpe de los que llegaron a Massachusetts antes de 1645 -olvidé la fecha exacta-), llamamos "quehaceres domésticos". Pienso que en el inglés corriente este concepto está perdido. Cotnprende las duras tareas diarias en una casa, espe- cialmente cuando ésta es primitiva: hachar madera, sacar agua del pozo, y cosas parecidas.

Vuelvo ahora a expresar mi abominación por la doctrina según la cual una proposición cualquiera es infaliblemente verdadera. A menos que la verdad sea reconocida como pública -como aquella de la que cualquier persona podría convencerse si llevara su inda- gación, su sincera búsqueda de creencias inamovibles lo suficien- temente lejos-, no habrá nada capaz de evitar que cada uno de nosotros adopte creencias completamente fútiles de su propia cosecha que no serán creídas por los demás. Cada uno de noso-

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tros podrá instaurarse en carácter de pequeño profeta, esto es, como un pequeño "chiflado", una víctima semilúcida de su propia estrechez mental.

Pero, s i la Verdad fuera algo público, querría decir que cualquier persona, indistintamente, a condición de seguir indagando lo su- ficiente, y por más prejuiciosa que pueda ser su actitud en un principio, llegará, en última instancia, a aceptarla como base de su conducta; y esto es válido para cualquier ser racional. En efecto: la Verdad tiene esa naturaleza compulsiva que tan bien expresó Pope:

La eternidad de Dios le pertenece.Bg

Podría usted decir, sin embargo. que estoy planteando esta mismí- sima proposición como verdad infalible. No hay tal: es una mera definición. No estoy diciendo que es infaliblemente cierto que haya creencia alguna a la que cualquier persona pueda llegar me- diante indagaciones suficientemente avanzadas. Sólo estoy di- ciendo que lo que llamo Verdad debe definirse únicamente como l o hice. Es imposible que yo pueda saber infaliblemente que alguna Verdad existe efectivamente.

Dice usted que existe una cierta "Fe", cuyo objeto es absoluta- mente "cierto". ¿Tendría usted la bondad de decirme qué entien- de por "cierto"? ¿Significa acaso algo más que su determinación personal de adherir obstinadamente a esa proposición, ruat cae- lum? 70 Me recuerda una anécdota que me contó un negro sureño en 1859:

"Usted vio, amito, que el general Washington y el general Jackson eran amigos, eran" [cuando en realidad eran irreconciliables opo- nentes, y Jackson no pudo llegar a ser una figura de la política nacional hasta que Washington se hubo retirado). Bueno, un día el general Washington le dice al general Jackson: "General, ¿qué altura piensa usted que tiene aquel caballo que yo montaba?" "No sé, general", dice el general Jackson. "¿Qué altura tiene, general Washington?" "Bueno", dice el general Washington, "tiene unos diez y seis pies". "¿Pies, general Washington? ¡Usted quiere de- c i r manos, general!" "¿Dije pies, general Jackson?", dice el gene- ral Washington. "¿Quiere usted decir que yo dije que mi caballo tenía diez y seis pies de altura?" "Claro que lo dijo, general Wash- ington". "Muy bien, general Jackson, si yo dije pies, s i yo dije pies,

69 El verso orlglnal de Pope es: "The eterna1 years of God are hers" (Nota de la 1.1. 70 Aunque el clelo se desplomara. En latín en el orlglnal [N. de la T.].

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entonces mantengo que es verdad." 71 ¿Es su "fe sublime" más "sublime" que aquélla? ¿En qué medida?

Ahora le diré cuál es el significado que yo asigno a la palabra fe. por mi parte. La palabra que está en el Antiguo Testamento es pistis, que significa. en su sentido más propio, confianza: es decir, creer en algo sin tener conocimiento alguno, o proximidad al co- nocimiento, sobre el tema a creer, pero teniendo, como dicen los católicos, "creencia implícita", vale decir, creencia en ello, de- rivada de la propia creencia de que quien así testifica no lo haría de no ser ello cierto. Por lo tanto, los últimos autores que escribie- ron en griego clásico, como Platón e Isócrates, y los tempranos escritores en griego común, tales como Aristóteles, utilizan e[ concepto para expresar cualquier creencia mediata, cualquier creen- cia basada en otra creencia. Esto es, dichos escritores aplican pistis a una creencia segura. También lo aplican a la seguridad de cualquier creencia. Pero la palabra inglesa "faith"72 no se podría usar de idéntico modo, sin hacer gran violencia a las normas de uso habitual, para lo cual no hay, por cierto, necesidad alguna. Pienso que lo que se necesita que la palabra exprese, y lo que podría limitarse a expresar sin hacer demasiada violencia a las normas de uso es: aquella creencia que no es reconocida por quien cree; o, mejor, sin que el creyente reconozca qué es aquello a lo cual conforma su conducta (dado que no podemos llamar con propiedad "creencia" aquello a lo cual está dispuesto a ajustar su conducta]. Por ejemplo, s i yo desconozco el significado que Liddell 8, Scott asignan a pistis, pero estoy convencido de que todo lo que digan realmente es así, tengo fe en que es así.

Si una persona dice: "Oh, no podría creer que esta vida es nues- tra única vida, porque si lo creyera sería tan desdichado que me suicidaría al instante". puedo decir que esa persona tiene Fe erv que las cosas no son intolerablemente malas para cualquier indi- viduo, o, al menos, en que no lo son para él. Todo hombre de cien- cia qL;e lo sea realmei-ite, es decir. que pertenezca al grupo social cuyos miembros sacrifican todos los motivos ordinarios de la vida a su deseo de hacer concordar todas sus creencias relativas a determinado tema con juicios de percepción verificados y con un razonamiento válido; vale decir, todo hombre que realmente cree que el Universo está gobernado por la razón y, por ende, que está gobernado por Dios -pero que no reconoce explícitamente que cree en Dios-, tiene, en realidad, Fe en Dios, de acuerdo

71 La anécdota está relatada utilizando giros y expresiones del Sur de los Estados Unido3 que es Imposible traducir (N. de l a T.). 72 Faith: fe (N. de la T.).

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con el sentido que asigno yo a la palabra Fe. Por ejemplo, he conocido a un hombre de ciencia que consagró sus últimos años a lecturas teológicas, con la esperanza de poder llegar a creer en Dios, pero que nunca pudo alcanzar el mínimo grado de con- ciencia de tener una creencia de esa naturaleza. Prosiguió, sin em- bargo, la búsqueda con toda pasión a través de los mismos me- dios erróneos o insuficientes para alcanzar ese su deseo supremo. A mi modo de ver fue un resplandeciente ejemplo de Fe en Dios. Así lo pienso, porque creer en el razonar sobre los fenómenos equivale a creer que éstos están gobernados por la razón, esto es, por Dios. A mi entender, se trata de una creencia muy ele- vada y saludable. A menudo nos vemos en situaciones en las cuales estamos obligados a dar por sentada una proposición, o a obrar según ella, a pesar de que la reconocemos como extrema- damente dudosa. Pero, si queremos conducirnos con vigorosa co- herencia, debemos eliminar las dudas sobre la materia. Hay am- plia diferencia entre esto último y cualquier pretensión de que la proposición sea verdadera. Pretenderlo es henchirse con la vanidad del conocimiento perfecto: no da lugar alguno a la Fe. No hay absolutamente ninguna sec~uridad de que dos por dos son cuatro. Es cierto que, desde el punto de vista humano, ninguna concepción de Dios puede estar absolutamente libre de error. Una vez hice un cuidadoso estudio de los tres sólidos volúmenes del doctor Schaff sobre Los Credos de la Humanidad. No encontré en ninguno de ellos una sola palabra sobre el principio del amor, pese a que parece ser éste el elemento principal de la fe cristiana. Para averiguar, en la medida de mis posibilidades, la razón de tan extraña omisión, hice un estudio de las circunstancias que deter- minaban la formulación de cada Símbolo, y llegué a establecer -con la posible excepción de lo que equivocadamente llamamos "El Credo de los Apóstoles", sobre cuyo origen no tenemos infor- mación definida, pero que no constituye excepción con respecto a la información que yo buscaba. y que, ciertamente, no respira el mismo espíritu que otros documentos tan tempranos, como el Didaché- que cada símbolo brotaba del odium tlieologicum 73 y del deseo de lograr la excomunión de determinada persona y, ade- más, que ella fuese condenada. La Teología nace del descon- tento con la Fe religiosa, lo que implica una falta de dicha Fe. y del deseo de reemplazarla por la anatomía y fisiología científi- cas de Dios, lo cual, s i se considera debidamente, es blasfemo y antirreligioso. Y, además. está en el más franco desacuerdo con e l espíritu del Hijo de María.

73 Odio teológico. En la t ín en e l original [N. de la T.).

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Su pedido para que yo no use una frase como "fantasía atractiva" (y pienso que puede sentir lo mismo sobre la frase "un Dios es- trictamente hipotético"] parecería demostrar que he fracasado completamente en mi intento de transmitir m i propio sentido deF valor del Argumento Descartado, acerca de que no conduce a nin- guna teología, en absoluto, pero si, y solamente, a lo que yo de- nomino una Fe puramente religiosa, la que habrá echado raíces bien hondas en el sujeto que la posee antes de que éste intente pensar en ello como en una creencia. Escribir esto es algo as6 como tener que explicar un chiste.

En lo que concierne a la palabra "juego", el primer libro de filo- sofía que leí [con excepción de la Lógica de Whately, que devoré. a los doce o trece años), fueron las Aesthetische Briefe 74 de Schi- Iler, donde éste tiene tanto que decir sobre el Spiel-Trieb; y me causó tal impresión, que, hasta el día de hoy, impregna toda mi noción de "juego". . .

Sea dicho al pasar, cuando hablé de credos, debí haber men- cionado . . . que yo digo el credo en la Iglesia junto con los demás. A l hacerlo sólo quiero significar, como supongo lo hace la ma- yoría -y así lo espero-, mi deseo y mi voluntad de dejar de lado. de todo corazón, aquello que pueda separarme de mis hermanos cristianos. Pues la base misma de mi crítica a los credos es que cada uno de ellos ha sido creado para producir tal separación, contraria a las ideas de Aquel que dijo: "Quien no está contra m í está conmigo". Recuerdo ahora, al pasar, que he estado leyendo con mucha atención el libro de W. B. Smith, Der Vorchristliche Jesu~ ,7~ que, no me cabe duda, es, a grandes rasgos, correcto; y pienso que la cristiandad probablemente fue un desarrollo más elevado del budismo, modificado por la creencia judía en un dios viviente.

Puesto que soy un pragmatista convencido en materia de semió- tica, es natural que nada me parezca tan tonto como el raciona- lismo; y que crea que el desatino en política no puede darse con mayor plenitud que en el liberalismo inglés. El pueblo debería ser esclavizado; sólo los esclavizadores deberían practicar las vir- tudes que son indispensables para mantener su régimen. Ingla- terra descubrirá demasiado tarde que ha socavado las bases de la cultura. La lengua más perfecta que se ha hablado es el griego clásico; y es obvio que la gente no hubiera podido hablarlo a

74 Cartas sobre estética. En alemán en el original [Nota de la T.). 75 Impulso de Juego. En alemán en el orlglnal (N. de la T.]. 76 El Jesús cristiano. En alernan en el orlglnal [N. de la T.).

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menos de contar con gran cantidad de esclavos inteligentes. E n lo que concierne a nosotros, los americanos, que en un principio tuvimos tanto sentido político, siempre hemos demostrado predis- posición a mantener la aristocracia que hemos tenido; y hemos experimentado constantemente, y sufrido con extrema agudeza, los efectos ruinosos del sufragio universal y del gobierno ejerci- do con debilidad. Aquí están hoy las organizaciones laborales, en cuyas manos estamos dejando el gobierno, que reclaman el "de- recho" de procesar y de matar a quien les plazca. Las estamos convirtiendo en la clase dominante; e Inglaterra va en camino de hacer la misma cosa. Será una revolución saludable; porque cuan- do la clase baja insista en esclavizar a la clase alta, tal como lo está haciendo ahora [y ésa es, sin duda su intención) y la clase alta tenga tan poca virilidad como para permitirlo, esa será, sin duda, una revolución por la gracia de Dios; y espero que cuando obtengan el poder no tengan la debilidad de dejarlo escurrir de entre sus manos. Desde luego, esto será semejante a un retorne a la Noche de la Historia, que desembocará en la creación de una nueva civilización, y esta vez es de esperar que la clase dominante use el sentido común para mantener su gobierno. Cuando los racionalistas formularon sus conceptos, creyeron satisfacer de- terminados sentimientos: estaban bajo el influjo de la ilusión he- donista; ya se darán cuenta de que conjuraron una revolilción del tipo más degradante posible.

Los editores de la Enciclopedia Británica han manifestado su fir- me determinación de mantener el nivel de eminencia de la obra, al elegir recopiladores que le han pedido a usted un compendio de la ciencia exacta de la "Signífica".

En un informe del 14 de mayo de 1867 (Actas de la Academia Ame- ricana de Artes y Ciencias, Boston, VII, p. 295), he definido la Ló- gica como la doctrina de las condiciones formales de verdad de los símbolos; es decir, de la referencia de los símbolos a sus ob- jetos. Más tarde, cuando llegué a reconocer que la ciencia consis- te en indagar, no en producir "doctrina" [dado que la clave del signi- ficado de las palabras es su historia antes que su etimología, en especial tratándose de una palabra saturada con la idea de pro- greso, como lo es la palabra ciencia), y cuando, en consecuencia, reconocí que, para que las Iíneas de delimitación entre las que llamamos "ciencias" fueran reales, en vista del rápido crecimien- to de las ciencias y de la imposibilidad de dar lugar a descubri- mientos futuros, tales Iíneas de delimitación sólo pueden repre- sentar las separaciones entre los diferentes grupos de hombres que consagran sus vidas al avance de diferentes clases de estu-

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dios, entonces vi que, durante largo tiempo, aquellos que se dedi- quen al descubrimiento de la verdad sobre las referencias de los símbolos a sus objetos estarán obligados a investigar también la referencia a sus interpretantes, además de otros aspectos de los símbolos; y no solamente de los símbolos, sino de toda clase de signos. Entonces, por el momento, quien haga investigaciones sobre la referencia de los símbolos a sus objetos se verá forzado a realizar estudios originales en todas las ramas de la teoría ge- neral de los signos. Por ello, el título del libro de lógica que estoy escribiendo debería ser, con toda propiedad, "La Lógica, conside- rada como Semiótica"; pero estoy impedido de hacerlo porque puedo predecir que todo el mundo creerá que eso es una traduc- ción de Logik, als Semeiotik d a r g e ~ t e l l t , ~ ~ lo que chocaría con mi desacuerdo (muy cercano al desprecio) con respecto a la lógica alemana.

La "Signífica" sería, según su nombre parece expresarlo, la parte de la Semiótica que indaga la relación de los signos con sus Inter- pretantes (para lo cual, en la medida en que se limitaba a los sím- bolos, propuse en 1867 el nombre de Retórica Universal), dado que, estoy seguro, usted reconoce que ningún uso de la lengua está mejor establecido entre los estudiantes de semiótica que la distinción a la que se refirió John of Salisbury, el elegante escritor y preciso pensador del siglo XII, en estos términos "Quod fere in omnium ore celebre est, aliud scilicet esse quod appellatiua sig- nificant, e t aliud esse quod nominant. Nominatur singularia, sed universalia s i g n i f i c a n t ~ r " ~ ~ (Metalogicus, libro II, capítulo XX, edi- ción de 1620, p. 111). Pero, suponiendo que sea ese el significado que usted le da, me parece muy difícil, en el estado actual del tema, avanzar mucho en una investigación verdaderamente cientí- fica de signíficas en general, a menos de dedicar una parte muy grande del trabajo a otras cuestiones de la semiótica.

Se advierte con claridad que es indispensable comenzar con un amplio y exacto análisis de la naturaleza del Signo. Defino al Signo como algo que es determinado en su calidad de tal por otra cosa, llamada su Objeto, y de modo tal que determina un efecto sobre una persona, efecto que llamo su Interpretante; vale decir que este último es determinado por el Signo, en forma mediata. Mi inser- ción del giro "sobre una persona" es una suerte de dádiva para el Cancerbero, porque he perdido las esperanzas de que se en-

77 "La Lógica, como marco de la Semiótica". En alemán en el original (N. de la T.). 78 En latín en el original: "Lo que por lo común es dicho por todos, o bien es una cosa mani- fiesta significada por los nombres comunes. o bien es otra a la cual nombran. Las cosas singu- lares son nombradas, pero las universales son significadas" (N. de la T.].

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tienda mi concepción más amplia de la cuestión. Reconozco tres Universos, que se distinguen por tres Modalidades del Ser.

Uno de estos Universos abarca cualquier cosa que tenga su Ser sólo en sí misma, con la salvedad de que cualquier cosa pertene- ciente a este Universo debe estar presente en alguna conciencia, o debe tener la capacidad de estarlo en la totalidad de su Ser. En consecuencia, un miembro de este Universo no necesita estar sujeto a ley alguna, ni siquiera al principio de contradicción. Llamo a los objetos de este Universo Ideas o Posibles, aunque la última denominación no implica capacidad de convertirse en reales. Por el contrario, como regla general, si no como regla universal, una Idea no tiene capacidad de perfecta concreción, en razón de su vaguedad esencial, s i no existieran otras razones; puesto que aque!lo que no está sujeto al principio de contradicción es esencial- mente vago. Por ejemplo, las figuras geométricas pertenecen a este Universo; pero, dado que cada una de tales figuras implica líneas que sólo se supone que existen como límites en el lugar en que tres cuerpos se encuentran, o que son el lugar común a los tres cuerpos, y dado que los límites de un sólido o de un líquido son meramente los lugares en donde sus respectivas fuerzas de cohe- sión no son ni demasiado pequeñas ni demasiado grandes, lo cual es esencialmente vago, resulta entonces evidente que la idea de figura geométrica es esencialmente vaga o indefinida. Más aun: supongamos que los tres cuerpos que se encuentran en una línea son: madera, agua y aire; entonces, el espacio completo que incluya a esta Iínea es, en cada punto, o madera, o agua, o aire; pero ni madera y agua, ni madera y aire. ni agua y aire pueden ocupar el mismo espacio conjuntamente. En consecuencia, el principio de contradicción, s i fuera posible, estaría violado en la idea de un lugar en que pudieran existir simultánea y conjuntamente madera, agua y aire. Hay antinomias similares que afectan a todas las Ideas. Sólo podemos razonar sobre las ideas en aspectos que no sean afectados por las antinomias; y a menudo debemos adoptar su- puestos arbitrarios que, después de un cuidadoso examen, resultan ser absurdos. Estas verdades están en la doctrina de Hegel, aun- que éste frecuentemente caiga en error al aplicar el principio.

Otro de los Universos es el de, primero, los Objetos cuyo Ser consiste en sus reacciones en Bruto y, segundo. el de los Hechos (reacciones, eventos, cualidades, etc.1 atingentes a dichos Objetos; todos esos Hechos, en último análisis, consisten en las reacciones de los Objetos. Llamo Cosas a los Objetos o. con menos ambi- güedad, Existentes, y a los hechos relacionados con ellos, Hechos. Cada miembro de este Universo es, o bien un Objeto Singular,

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sujeto tanto al Principio de Contradicción como al de Tercero Ex- cluido, o bien lo que pueda expresarse mediante una proposición que tenga tal sujeto singular.

El tercero de los Universos está compuesto por la co-existencia de cualquier cosa que sea por su naturaleza necesitante, esto es, un Hábito, una ley, o algo susceptible de ser expresado en una proposición universal. Especialmente, los continuaT9 son de esta naturaleza. Llamar6 U los objetos de este Universo Necesitantes; queda incluido todo aquello que podemos conocer mediante el razonamiento Iógicamente válido. Advierto que la pregunta que usted formula en la primera página de su carta, con respecto a si determinada proposición es "exhaustivamente sometida a prue- ba" y pasa ese examen o ensayo, o si, en cambio, es "verificada Iógicamente", parece indicar que corre usted algún peligro de en- grosar las filas de aquellos desequilibrados que insisten en llamar "lógico" al razonamiento que puede conducir de premisas verda- deras a conclusiones falsas, y así se colocan ellos mismos fuera de los límites de la cordura; gentes que, por ejemplo, sostienen que el razonamiento de "Aquiles" [y la tortuga] es "lógico", a pesar de que no pueden formularlo mediante ningún silogismo válido ni mediante ninguna otra de las formas reconocidas por pensadores cuerdos. Conozco a un caballero que tenía seso sufi- ciente para ser un jugador de ajedrez de primer orden, pero que insistía en que era "lógico" el siguiente razonamiento:

O está Iloviendo, o no está Iloviendo; Ahora está Iloviendo; En consecuencia, ahora no está Iloviendo.

Este razonamiento es del mismo nivel que decir que la despre- ciable caza de Aquiles es "Lógica". La verdad es que una infe- rencia es "lógica" si, y sólo si, está gobernada por un hábito que, a la larga, ha de conducir a la verdad. Confío en que usted estará de acuerdo con esto. Entonces, también confío en que no es su intención aprobar nociones de la lógica que pudieran estar en con- flicto con las que he expresado. Forma parte de nuestros deberes el duro rechazo de principios inmorales; y la lógica es sólo una aplicación de la moral. ¿No es verdad?

'Un Signo puede, en s i mismo, tener un Modo de Ser "posible". ,por ejemplo, un hexágono inscripto en una cónica, o circunscripto

79 Plural de "contlnuum", palabra latina de uso corriente en Inglés. que en la actualidad se utlliza para denotar una totalidad sin soluelón de continuidad (N. de la T.).

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a ella. El hexágono inscripto es un Signo en virtud de que la coli- nearidad de las intersecciones de lados opuestos demuestra que la curva es una cónica; pero si el hexágono es circunscripto, en- tonces es un Signo en virtud de la co-puntualidad de sus tres diámetros (los que unen vértices opuestos). El Modo de Ser del Signo puede ser Realidad, como sería el caso con cualquier baró- metro; o puede ser Necesitante, como por ejemplo el articulo "el" o cualquier otra palabra del diccionario. Para un Signo "posi- ble" no he encontrado denominación mejor que Tono, pero estoy considerando cambiarla por "Marca". ¿Podría usted sugerir alguna otra denominacidn que fuera realmente buena? A un signo Real lo denomino Señal; a un Signo Necesitante, Tipo.

Es habitual y correcto distinguir entre dos Objetos de un Signo: el Mediato, exterior al Signo, y el Inmediato, interior a dicho Signo. El lnterpretante de un Signo es todo lo que el Signo transmite: para poder ponerse al corriente de su objeto, es necesaria la experiencia colateral. El Objeto Mediato es el Objeto exterior al Signo; lo llamo el Objeto Dinamoide. El Signo debe indicarlo me- diante algún indicio; y este indicio, o su substancia, es el Objeto Inmediato. Cada uno de estos dos Objetos puede ser capaz de cualquiera de las tres Modalidades, aunque en el caso del Objeto inmediato esto no es literalmente verdadero. De acuerdo con ello, el Objeto Dinamoide puede ser un Posible, cuando denomino al Signo un Abstractivo, como por ejemplo en la palabra Belleza; y será igualmente un Abstractivo si hablo de "lo Bello", dado que es la referencia última, y no la forma gramatical, lo que hace que un signo sea un Akstractivo. Cuando el Objeto Dinamoide es un Acaecimiento (cosa Existente, o hecho Real, pasado o futuro], llamo al Signo un Concretivo; cualquier barómetro es un ejemplo; y también lo es una narración escrita de cualquier serie de acon- tecimientos. Para un Signo cuyo Objeto Dinamoide es un Nece- sitante, no he encontrado hasta hoy mejor designación que un Colectivo, que no es tan mala como suena hasta que uno estudia la cosa: pero para alguien que, como yo, piensa en un sistema de símbolos diferente de las palabras, jes tan embarazosa y a me- nudo produce tantas perplejidades la traducción del pensamiento en palabras! Si el Objeto lnmediato es un "Posible", es decir, si se indica el Objeto Dinamoide (siempre más o menos vagamente1 por medio de sus Cualidades, etcétera, entonces llamo al Signo un Descriptivo; si el lnmediato es un Acaecimiento, entonces deno- mino al Signo un Designativo; y si el Objeto lnmediato es un Nece- sitante, llamo al Signo un Copulante; dado que, en tal caso, el Objeto debe ser identificado por el Intérprete de modo tal que el

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Signo pueda representar una necesidad. La denominación que pro- pongo es, por cierto, provisoria.

Es evidente que un Posible no puede determinar sino a otro Posi- ble; igualmente evidente es que un Necesitante no pude ser deter- minado sino por otro Necesitante. Se desprende por tanto de la Definición de Signo que, dado que el Objeto Dinamoide determina al Objeto Inmediato,

el cual determina al Signo mismo, el cual determina al lnterpretante Destinatario, el cual determina al lnterpretante Efectivo, e l cual determina al lnterpretante Explícito,

las seis tricotomías, en lugar de determinar 729 clases de signos, como sería el caso si fueran independientes, solamente producen 28 clases; y si, como es mi firme opinión (que casi estoy en con- diciones de probar), hay otras cuatro tricotomías de signos del mismo orden de importancia, en lugar de tener 59.049 clases, sólo tendremos 66. Las cuatro tricotomías adicionales son, sin lugar a dudas, primero,

fconos (o Simulacros, o sea los homoiómata de Aris- tóteles) tomados de Platón, quien, a su vez, me parece que los ha tomado de la escuela matemática de la lógica, dado que su más temprana aparición se da en el Fedro, que coincide con el comienzo de la decisiva influencia que esa escuela tuvo sobre Platón. Lutoslowski afirma correctamente que el Fedro es posterior a la República, pero la fecha que da, 379 a.c., es unos ocho años demasiado temprana.

Símbolos lndices

y, luego. 3 que se refieren a los Interpretantes. Una de ellas, estoy seguro que es ésta: Sugestivos, Imperativos, Indicativos, en la cual los Imperativos incluyen a los Interrogativos. De las dos restantes, creo que una debe ser de Signos que aseguren sus interpretan- tes a través de

Instinto Experiencia Forma.

La restante entiendo que es la que, en mi exposición Monista de los Grafos Existenciales, he llamado

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Se ma S Femas Délomas.

No dudo que usted, con su estudio de toda la vida sobre la "Sig- nífica", debe tener muchas cosas muy importantes que enseñarme sobre los tres Interpretantes, cuyo estudio específico he diluido a través de toda la materia de la Semiótica; lo que he logrado ganar con seguridad en el estudio de la "Signífica" está p rede minantemente relacionado con la Crítica de los Argumentos, tema en el cual puedo pensar que no residen sus principales conoci- mientos, a juzgar por la pregunta que me formula en la primera página de su carta. Pero he debido sonreírme cuando dice usted que yo estoy "amablemente interesado" en su trabajo, como si se tratara de una divergencia -o de una desviacibn- de mi línea de trabajo habitual. Debe usted saber que, desde el día en que, a los doce o trece años, encontré en la habitación de mi hermano mayor un ejemplar de la Lógica de Whately y le pregunté qué era la lógica, y, al obtener una respuesta simple, me eché al suelo y me hundí en el texto, nunca más pude, a partir de ese día, abor- dar el estudio de nada -fuera matemáticas, ética, metafísica, gra- vitación, termodinámica, óptica, química, anatomía comparada, as- tronomía, psicología, fonética, economía, historia de la ciencia, juegos de naipes, hombres y mujeres, vino, metrología-, salvo como un estudio de semiótica; y con qué escasa frecuencia he podido interesarme con verdadera simpatía en los estudios de otros hombres de ciencia (y cómo han sido mucho más escasos aun 10s hallazgos de alguien que comprendiera mis propios estudios), no creo necesario detallarlo; pero soy, por fortuna, hombre de natu- raleza ardientemente cordial, esto es, por suerte para mi desarrollo científico, en circunstancias desalentadoras.

Desearía que estudiara usted mis Grafos Existenciales, porque entiendo que dan una maravillosa apertura a la verdadera natura- leza y método del análisis lógico, es decir, de la definición; aun- que no resulta nada fácil decir cómo ocurre eso, hasta tanto haya yo escrito m i exposición sobre ese arte.

En estos momentos estoy tratando desesperadamente de que quede escrito, antes de mi muerte, un libro sobre Lógica que pueda atraer algunas mentes capaces a través de las cuales pueda yo hacer algún bien, para que, después de todo, pueda alguna vez oír esas maravillosas palabras, que serán muchísimo mejores que cualquier Cielo que pueda imaginarse. A menos que haya buen trabajo para hacer -trabajo útil-, no puedo concebir que sea deseable otra vida.

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iLe deseo de todo corazón un año muy próspero! No olvide su promesa implícita acerca de las pruebas del artículo de la Enci- clopedia Británica. M i querida esposa está perdiendo terreno lenta pero constantemente; y es muy dolorosa para mí su disposición a seguir brindándose, pese a todo.

Muy cordialmente, Ch. S. Peirce.

14 de marzo de 1909

¡Pensar que, a mediados de marzo, aún no he terminado una carta comenzada en enero, una carta a mi querida Lady Welby! Peor aún, he dejado que todo este tiempo su admirable carta no tuviera una sola palabra de respuesta o un acuse de recibo. La causa es que estuve ocupado constantemente con una cosa tras otra, siempre prometiéndome a mí mismo que, a lo sumo en un par de días, continuaría escribiendo. Pero ¿qué ha pensado usted de mí? ¿PO- drá realmente perdonarme? ¡Si supiera todo lo que me he visto forzado a descuidar, cómo he estado sobrecargado de trabajo, ca- yéndome de sueño por las noches mientras mi pluma arañaba el papel, saltando cada mañana al sonido del despertador!

Escribí algo más sobre su artículo en la Enciclopedia Británica; pero como, en ratos perdidos, he reflexionado mucho más acerca de él desde mis últimas palabras al respecto, prefiero recomenzar con ese tema. Le propongo que lo tratemos con la más fría actitud crítica, porque la merece. Debo confesar que no me di cuenta, hasta no haber leído su trabajo, en qué medida es fundamental su tricotomía de Sentido, Significado y Significación. No es de esperar que conceptos de tanta importancia queden definidos perfectamente antes de un largo tiempo.

Al pasar, encuentro en mi portafolio parte de una carta, o tal vez la carta completa, fechada el 28 de diciembre. Creo habérsela enviado. Así lo espero, porque parecería, según advertí al echarle un vistazo, que se refería a mis indagaciones sobre las tres clases de Interpretantes. Encuentro ahora que m i división casi coincide con la suya; y, en verdad, debería coincidir exactamente, si una y otra fueran correctas. No tengo la menor conciencia de-haber sido influido por su libro cuando establecí mi tricotomía en forma casi igual a la actual; en verdad, no creo que haya habido tal in- fluencia, aunque, por supuesto, podrla haberla habido sin que yo

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lo hubiera advertido: al leer su libro, mi mente puede haber absor- bido sus ideas. f.. .)

(. . .) Veamos en qué medida estamos de acuerdo. La mayor dis- crepancia parece residir en mi lnterpretante Dinámico, en compa- ración con su "Significado". Si he entendido bien a este último, consistiría en el efecto en la mente del Intérprete que el emisor del signo se propone producir (en forma verbal o por escrito). M i In- terpretante Dinámico consiste en el efecto directo realmente produ- cido por un Signo en su Intérprete. En mi opinión, coinciden en el hecho de ser los efectos del Signo sobre la mente de un individuo, o sobre las mentes de varios individuos reales, por acción inde- pendiente sobre cada uno de ellos. Mi lnterpretante Final sería, en mi opinión, exactamente lo mismo que su "Significación": "" vale decir, el efecto que el Signo produciría sobre cualquier mente sobre la cual las circunstancias permitirían que pudiera ejercer su efecto pleno. M i lnterpretante Inmediato es, en mi opinión. un concepto que está cercano, o que coincide, con el suyo de "Senti- do", porque pienso que el primero es el efecto total, sin analizar, que se calcula que el Signo ha de producir, o que se espera natu- ralmente que produzca; y me he acostumbrado a identificar esto último con el efecto que el signo produce en primera instancia o puede producir en una mente, sin detenerme a reflexionar en esta identificación. No tengo conocimiento de que haya tratado usted de definir alguna vez su concepto de "Sentido"; pero colijo que sería el primer efecto que un signo tendría sobre una mente apta para aprehenderlo. En mérito a que dice usted que se trata de un elemento Sensorial, y no Volitivo, he de suponer que se trata de una "impresión". Entonces, a mi entender, sería lo mismo que mi lnterpretante Inmediato. Usted ha seleccionado palabras del habla vernácula para expresar los diferentes conceptos, mientras que yo he tratado de evitarlo expresamente y de elaborar términos ad hoc, que sean adecuados a los propósitos de la Ciencia. Podría describir mi Interpretación Inmediata como la parte del efecto del Signo que basta para que una persona pueda decir si el Signo es o no es aplicable a algo que esa persona conozca suficientemente.

M i Interpretante, con sus tres clases, es, según creo, algo esencial- mente atingente a cualquier cosa que actúe como un Signo. Es bien cierto que los Signos naturales, así como los síntomas, care- cen de emisor y, por lo tanto, no tienen Significado, s i ha de en- tenderse al Significado como la intención del emisor. No me per-

80 Los términos originales de Lady Weiby a los que alude Peirce son: "Meaning", "Significance" y "Sense". los que se han traducido, respectivamente. y en el mismo orden, por: "Significado". "Significación" y "Sentido" [N. de la T.).

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mito hablar aquí de las "intenciones de Dios Todopoderoso", dado que cualquiera de sus intenciones se efectiviza. La Intención, a mi entender, si bien puedo estar equivocado, es un intervalo de tiempo que transcurre entre el deseo y el proceso de arbitrar los medios para que ese deseo se cumpla. Pero, a mi juicio, el Deseo sólo puede pertenecer a una criatura finita.

Sus ideas sobre Sentido, Significado y Significación, en mi opinión. provienen de la prodigiosa sensibilidad de su percepción, que yo jamás podría igualar; en cambio, mis tres grados de lnterpretantes fueron obtenidos razonando, a partir de la definición de Signo, qué tipo de cosa debería ser relevante y, luego, buscándola. M i Inter- pretante lnmediato está implícito en el hecho de que cada Signo debe tener su lnterpretabilidad peculiar antes de obtener un Intér- prete. Mi lnterpretante Dinámico es aquel que es experimentado en cada acto de interpretación, y en cada uno de éstos es diferente de cualquier otro; y el lnterpretante Final es el único resultado lnterpretativo al que cada Intérprete está destinado a llegar si el Signo es suficientemente considerado. El lnterpretante lnmediato es una abstracción: consiste en una Posibilidad. El lnterpretante Dinámico es un evento singular y real. El lnterpretante Final es aquel hacia el cual tiende lo real.

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Glosario

Español

Abducción Abstractivo Argumento

Categorías Cenopitagóricas Concretivo Copulante Cualidad Representativa Cualisigno

Deducción Délomas Designativo Descriptivo Diagrama Dicente Dicisigno. Signo Dicente

Existencia Existente. lo Existente

Femas Fundamento

Grafo Existencial, Grafo Gramática Especulativa

Hipoícono Hiposema

fcono Ideoscopía Imperativos Indicativos fndice indicio Inducción Instancia lnterpretante lnterpretante Destinatario

Inglés [Ch. S. Peircel

Abduction Abstractive Argument

Cenopythagorean Categories Concretive Copulant Representative Ouality Qualisign

Deduction Delomes Designative Descriptive Diagram Dicent Dicisign. Dicent Sign

Existence Existent

Phemes Ground

Existential Graph. Graph Speculative Grammar

Hypoicon Hyposeme

lcon ldeoscopy Imperatives lndicatives lndex Hint lnduction lnstance lnterpretant Destinate lnterpretant

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lnterpretante Dinámico lnterpretante Efectivo lnterpretante Explícito lnterwetante lnmediato lnterpretante Final Intérprete

Legisigno Legisigno Dicente lndicial Legisigno Remático lndicial

Ley

Marca Mellonizado Metáfora

Objeto Objeto Dinamoide Objeto lnmediato Cbjeto Real

Paralelitoso Paralelitosino Posibilidad Premisa Primer Correlato Primeridad Primero Dinámico. Primero lnmediato

Realidad Referato Relaciones triádicas Relato Rema Réplica Representamen Revelato

Segundidad Segundo Correlato Sema Sentido SeAal Signíf ica Significación Significado Signo Signo Necesitante Signo Real Símbolo Símbolo Dicente Símbolo Remático, Rema Simbólico Símbolo Singular Sinsigno

Dynamical lnterpretant Effectíve Interpretant Explicit lnterpretant lmmediate Interpretant Final lnterpretant lnterpreter

Legisign Dicent lndexical Legisign Rhematic lndexical Legisign Law

Mark Mellonimed Metaphor

Object Dynamoid Object lmmediate Object Actual Object, Real Object

Paralelithose Paralelithosine Possibility Premiss First Correlate Firstness Dynamic First, lmmediate First

Actuality Referate Triadic Relations Relate Rheme Replica Representamen Revelate

Secondness Second Correlate Seme Sense Token Signif ics Significance Meaning Sign Necessitant Sign Actual Sign Symbol Dicent Symbol Rhematic Symbol, Symbolic Rheme Individual [Singular] Symbol Sinsign

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Sinsigno Dicente Sinsigno Icónico Sinsigno Remático lndicial Sublndice Sugestivos

Tercer Correlato Terceridad Therna Tipo Tono

Dicent Sinsing lconic Sinslgn Rhematical lndexical Sinsign Subindex Suggestives

Third Correlate Thirdness Theme T Y P ~ Tone

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Noticia biográfica

Charles Sanders Peirce fue uno de los más notables filósofos del "grupo de Harvard" que en la década de 1870 se inclinó hacia la consideración de lo "cien- tífico" en EE.UU., contando entre sus miembros a William James. Chauncey Wright, O. W. Holmes, St. John Green, F. E. Abbot y John Fiske. Era el momento del desarrollo del positivismo y de la expansión general de las ciencias, marcado por la teoría de la selección natural de Darwin.

Lo distinguió de James su esfuerzo por diferenciar las propiedades objetivas concernientes a los "hechos oue estamos obliaados a reconocer lóaicamente como independientes de nuestro pensamiento", del significado subjetko de las creencias. Fue autor de importantes contribuciones en el campo de la física, la psicología y la astronomía de su tiempo, y es considerado hoy, junto a Boole, Frege y Schroder, como un precursor del cálculo de proposiciones, clases y relaciones. Demostró de qué manera la lógica simbólica podía ser utilizada para investigar los fundamentos de las matemáticas, en un casi permanente anta- gonismo con Bertrand Russell.

Peirce se graduó en Harvard en 1859. obteniendo el Master's Degree en química, luego de lo cual trabajó como físico durante algunos años. Alcanzó reconoci- miento internacional en el campo de la astronomia por sus experiencias con el péndulo para medir la aceleración de la gravedad, que resumió en las Investiga- ciones fotométricas, su único tratado sobre física. Fue maestro de Iógica en la Universidad Johns Hopkins entre 1879 y 1884, primera escuela para graduados en EE.UU., en la que John Dewey obtuvo el Ph. D. en filosofía. Al cabo de cinco años de cátedra, carecía de todo reconocimiento como profesor, habiendo llegado a reunir sólo doce alumnos por clase. Se supone que influyó en esto su vida personal: sus hábitos "irregulares", su divorcio y nuevo casamiento con una mujer francesa, Juliette Tourtalai, y la forma irascible de manifestar su indigna- cidn moral, que estuvo a punto de valerle el calificativo de persona non gráta en los círculos académicos.

Aunque fue designado miembro de la Academia Nacional de Ciencias, Peirce vivió en la más extrema pobreza desde 1900 hasta su muerte. acaecida en 1914. luego de sufrir dos años de cáncer. No hubo siquiera dinero para el entierro, y la viuda vendió todos sus manuscritos a la Universidad de Harvard por quinientos dóhres. Sólo en 1931 se editaron los primeros volúmenes de sus Collected Papers. En 1958 aparecieron los volúmenes VI1 y VIII, editados por Arthur W. Burks, y quedan aún escritos suficientes como para llenar varios volúmenes más.

Entre los pensadores que recibieron la influencia de Peirce se cuentan William

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Jaines, Josiah Roice, John Dewey, George H. Mead. Morris R. Koen, Ernest Nagel, Norbert Wiener, F. P. Ramsey, Hans Reichenbach y Ernest Schroder.

Sólo después de su muerte, a los setenta y cinco atios, comenzaron a recono- cerse los méritos de este verdadero Leibniz estadounidense. Su idealismo, aunque cercano a la Idea Absoluta de Hegel, difiere de éste fundamentalmente porque:

a] Renuncia al conocimiento fundamental del propósito final de la civilización. b] Niega veracidad absoluta a cualquier metafísica de la historia. c) Prefiere el método tentativo y autocorrectivo de las ciencias "a las preten-

siones absolutas de las dialécticas". d) Valora lo individual por sobre la situación. e] Hace que el pensamiento consista en un "metabolismo inferencial" vivo de

símbolos, cuyo propósito es la resolución general y condicional de actos.

Lógico riguroso. filósofo antinominalista y hombre de genio intemperante e ideas políticas anacrónicas, Peirce ha sido correctamente caracterizado por Roman Jakobson como "el más inventivo y universal de los pensadores norteamerica- nos, tan importante que nlnguna universidad encontró lugar para él".

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lndice

Advertencia

Presentación. lnterpretantes para Charles Sanders Peirce: Semiótica e ideología

La ética de la terminología

División de signos

icono, fndice y Símbolo

Grafos existenciales

Cartas a Lady Welby

Glosario

Noticia biográfica