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ISSN 0123-2894 Circulación nacional 547 MARZO 2015 ANEXO Conversatorio ‘Pacto para la paz’ La Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro, ACORE, convocó a sus Asociados al primer conversatorio de 2015, que denominó ‘Pacto para la paz’, relacionado con los diálo- gos para la terminación del conflicto armado con las Farc y la importancia de la Fuerza Pública en un eventual poscon- flicto. La reunión se llevó a cabo el 10 de febrero en la sede nacio- nal de ACORE, en Bogotá. Fueron panelistas del con- versatorio el procurador General de la Nación, Alejandro Ordoñez Maldonado; Clara López Obregón, presidenta del Polo Democrático, exalcaldesa de Bogotá y excandidata a la Presidencia de la República 2014-2018; Carlos Holmes Trujillo García, miembro del Centro Democrático, excandi- dato a la Vicepresidencia de la República, 2014-2018; Alto Consejero de Paz, 1994-1995; Luis Fernando Velasco Chávez, senador de la República; León Valencia Agudelo, miembro del Grupo de Memoria Histórica, director de la Fundación Paz y Reconciliación; y Marta Lucía Ramírez, exministra de Defensa, excandidata a la Presidencia de la República, 2014-2018. Además, de la propuesta del Pacto para la paz, la partici- pación de los panelistas discu- rrió sobre el Acuerdo General para la terminación del conflic- to armado y la construcción de una paz estable y duradera; el posconflicto, el Marco Jurídico para la Paz y la Justicia transi- cional, y concluyó con la situa- ción de la Fuerza Pública en un eventual escenario de poscon- flicto. Por considerar de interés las intervenciones de nuestros pa- nelistas, en esta separata publi- camos los principales partes de sus razonamientos. Palabras del Brigadier General Jaime Ruiz Barrera en la apertura del Conversatorio Pacto para la paz, llevado a cabo el pasado 10 de febrero en la Sede nacional de ACORE. Si no hay entrega formal de armas, no hay garantía de no repetición El propósito de este conversa- torio, Pacto para la Paz, es el de discutir en este importante auditorio, un tema que ha sido motivo de interés, no solamente desde el punto de vista institu- cional, sino también de carácter nacional. De todos es conocido que exis- ten distintas posiciones respecto a lo que se ha venido haciendo con este proceso, donde lo único que nos identifica, es que todos queremos la paz. De esto no hay la menor duda. Desde la Reserva Activa fre- cuentemente hacemos algunos cuestionamientos, los cuales deben ser entendidos como un buen aporte de carácter cons- tructivo, o un buen consejo para evitar cometer los mismos erro- res del pasado. Nosotros tene- mos la experiencia suficiente porque hemos vivido la gue- rra, hemos estado en diferentes rincones de la patria enfrentan- do distintos fenómenos de per- turbación y alteración del orden público. También hemos vivido varios procesos de paz que se han querido realizar pero que lamentablemente han termina- do en rotundos fracasos. Por todas estas vivencias y experiencias, hoy desde la Reserva Activa, queremos apor- tar al proceso que se lleva a cabo en La Habana, el mejor consejo que nos permita negociar con dignidad y respeto todo lo que significa el futuro de la patria. No somos grupo político de oposición como equivocada- mente se nos ha querido seña- lar. Nuestra participación, nues- tra posición, es eminentemente institucional. Tiene que ver con valores supremos relacionados con seguridad y defensa nacio- nal. En esto somos expertos. Quienes ahora portamos el traje de civil y quienes ahora continúan con el uniforme, conformamos una misma ins- titución. Cada día más forta- lecida, perfectamente unida e identificada en la razón de ser de lo que nos corresponde por razón de nuestra especialidad: la defensa y la seguridad nacio- nal. Esos son nuestros verdade- ros aportes. Sobre el tema a discutir nos preocupa principalmente el punto final de este acuerdo. No tenemos claridad sobre lo que significa “dejación de armas”. Para nosotros, por nuestra ex- periencia y por lo sucedido en otras latitudes, si no hay en- trega formal de armas, no hay garantía de no repetición. El General Jorge Enrique Mora Rangel, nuestro repre- sentante en este proceso, lo ha dicho claramente: “aquí vinimos a negociar la desmovilización y la entrega de las armas”. Sin embargo, la palabra “desmovi- lización” no figura en la agenda. Nos preocupa, entonces, que esa figura signifique que los distintos grupos armados ile- gales, con sus cabecillas respec- tivos, de un momento a otro, pasen con sus jefes naturales, a conformar organizaciones de carácter institucional, con fun- ciones o con cierta autoridad de Policía. Podrían ser, según men- sajes de algunos sectores afines al gobierno, guardabosques o Policía Rural en zonas de reser- va campesina. Esto significa un simple cambio de etiqueta. Los anuncios de última hora, que repetidamente formula el señor Presidente de la República en cuanto el cese al fuego bilateral en forma tan apresurada y las inexplicables exigencias de la contraparte, de no entregar las armas y no someterse a ningu- na forma de justicia, también es motivo de gran preocupación. Por esta razón, no vemos sufi- ciente claridad en este proceso. Finalmente, para la Reserva Activa el cese al fuego bilateral debe ser el resultante de un pro- ceso claro de negociación, si se desmovilizan y entregan la to- talidad de las armas. Este sería el fin del conflicto, asumiendo que ya no estarían en condicio- nes de causar ningún daño, ni de generar actividad criminal o terrorista contra la población civil, o contra la infraestructura vial y energética del país. Todos estos temas, motivo de discusión en este conversato- rio que hemos programado con tan selecto grupo de panelistas, vistos desde diferentes ángulos de la política y de importantes instituciones del Estado, nos van a alimentar y seguramente aclarar, las dudas y preocupa- ciones que tenemos respecto de este proceso. Ojalá que al final no salgamos más confundidos de lo que actualmente nos en- contramos.

SEPARATA CONVERSATORIO PACTO POR LA PAZ MARZO 2015

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"PACTO POR LA PAZ" - Si no hay entrega formal de armas, no hay garantía de no repetición, BG Jaime Ruíz Barrera - El pacto para la paz no es un pacto de impunidad, Dr. Alejandro Ordoñez, Procurador General - El pacto para la paz tiene que rebasar la interpretación jurídica, Dra. Clara López Obregon, Presidenta Polo Democrático - Se puede generar un espacio que permita identificar un mecanismo de refrendación, Dr. Carlos Holems trujido, Centro Democrático. - Si la verdad es una verdad judicial, este proceso está condenado al fracaso, Sr. Leon Valencia, Grupo Memoria histórica. - Hay que crear tribunales mixtos,temporales, para el juzgamiento de crímenes, Dra. Marta Lucía Ramírez, ex Ministra de defensa. - Vamos a tener que pedir la dejación de los twitter para ver si podemos conversar, Dr. Luis Fernando Velasco, Senador partido Liberal

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Page 1: SEPARATA CONVERSATORIO PACTO POR LA PAZ MARZO 2015

ISSN 0123-2894 Circulación nacional

547MARZO 2015

ANEXO

Conversatorio‘Pacto para la paz’

La Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro, ACORE, convocó a sus Asociados al primer conversatorio de 2015, que denominó ‘Pacto para la paz’, relacionado con los diálo-gos para la terminación del conflicto armado con las Farc y la importancia de la Fuerza Pública en un eventual poscon-flicto.

La reunión se llevó a cabo el 10 de febrero en la sede nacio-nal de ACORE, en Bogotá.

Fueron panelistas del con-versatorio el procurador

General de la Nación, Alejandro Ordoñez Maldonado; Clara López Obregón, presidenta del Polo Democrático, exalcaldesa de Bogotá y excandidata a la Presidencia de la República 2014-2018; Carlos Holmes Trujillo García, miembro del

Centro Democrático, excandi-dato a la Vicepresidencia de la República, 2014-2018; Alto Consejero de Paz, 1994-1995; Luis Fernando Velasco Chávez, senador de la República; León Valencia Agudelo, miembro del Grupo de Memoria Histórica,

director de la Fundación Paz y Reconciliación; y Marta Lucía Ramírez, exministra de Defensa, excandidata a la Presidencia de la República, 2014-2018.

Además, de la propuesta del Pacto para la paz, la partici-

pación de los panelistas discu-rrió sobre el Acuerdo General para la terminación del conflic-to armado y la construcción de una paz estable y duradera; el posconflicto, el Marco Jurídico para la Paz y la Justicia transi-cional, y concluyó con la situa-ción de la Fuerza Pública en un eventual escenario de poscon-flicto.

Por considerar de interés las intervenciones de nuestros pa-nelistas, en esta separata publi-camos los principales partes de sus razonamientos.

Palabras del Brigadier General Jaime Ruiz Barrera en la apertura del Conversatorio Pacto para la paz, llevado a cabo el pasado 10 de febrero en la Sede nacional de ACORE.

Si no hay entrega formal de armas, no hay garantía de no repetición

El propósito de este conversa-torio, Pacto para la Paz, es el de discutir en este importante auditorio, un tema que ha sido motivo de interés, no solamente desde el punto de vista institu-cional, sino también de carácter nacional.

De todos es conocido que exis-ten distintas posiciones respecto a lo que se ha venido haciendo con este proceso, donde lo único que nos identifica, es que todos queremos la paz. De esto no hay la menor duda.

Desde la Reserva Activa fre-cuentemente hacemos algunos cuestionamientos, los cuales deben ser entendidos como un buen aporte de carácter cons-tructivo, o un buen consejo para evitar cometer los mismos erro-res del pasado. Nosotros tene-mos la experiencia suficiente porque hemos vivido la gue-rra, hemos estado en diferentes rincones de la patria enfrentan-

do distintos fenómenos de per-turbación y alteración del orden público. También hemos vivido varios procesos de paz que se han querido realizar pero que lamentablemente han termina-do en rotundos fracasos.

Por todas estas vivencias y experiencias, hoy desde la Reserva Activa, queremos apor-tar al proceso que se lleva a cabo en La Habana, el mejor consejo que nos permita negociar con dignidad y respeto todo lo que significa el futuro de la patria.

No somos grupo político de oposición como equivocada-mente se nos ha querido seña-lar. Nuestra participación, nues-tra posición, es eminentemente institucional. Tiene que ver con valores supremos relacionados con seguridad y defensa nacio-nal. En esto somos expertos.

Quienes ahora portamos el traje de civil y quienes ahora continúan con el uniforme,

conformamos una misma ins-titución. Cada día más forta-lecida, perfectamente unida e identificada en la razón de ser de lo que nos corresponde por razón de nuestra especialidad: la defensa y la seguridad nacio-nal. Esos son nuestros verdade-ros aportes.

Sobre el tema a discutir nos preocupa principalmente el punto final de este acuerdo. No tenemos claridad sobre lo que significa “dejación de armas”. Para nosotros, por nuestra ex-periencia y por lo sucedido en otras latitudes, si no hay en-trega formal de armas, no hay garantía de no repetición.

El General Jorge Enrique Mora Rangel, nuestro repre-sentante en este proceso, lo ha dicho claramente: “aquí vinimos a negociar la desmovilización y la entrega de las armas”. Sin embargo, la palabra “desmovi-lización” no figura en la agenda.

Nos preocupa, entonces, que esa figura signifique que los distintos grupos armados ile-gales, con sus cabecillas respec-tivos, de un momento a otro, pasen con sus jefes naturales, a conformar organizaciones de carácter institucional, con fun-ciones o con cierta autoridad de Policía. Podrían ser, según men-sajes de algunos sectores afines al gobierno, guardabosques o Policía Rural en zonas de reser-va campesina. Esto significa un simple cambio de etiqueta. Los anuncios de última hora, que repetidamente formula el señor Presidente de la República en cuanto el cese al fuego bilateral en forma tan apresurada y las inexplicables exigencias de la contraparte, de no entregar las armas y no someterse a ningu-na forma de justicia, también es motivo de gran preocupación. Por esta razón, no vemos sufi-ciente claridad en este proceso.

Finalmente, para la Reserva Activa el cese al fuego bilateral debe ser el resultante de un pro-ceso claro de negociación, si se desmovilizan y entregan la to-talidad de las armas. Este sería el fin del conflicto, asumiendo que ya no estarían en condicio-nes de causar ningún daño, ni de generar actividad criminal o terrorista contra la población civil, o contra la infraestructura vial y energética del país.

Todos estos temas, motivo de discusión en este conversato-rio que hemos programado con tan selecto grupo de panelistas, vistos desde diferentes ángulos de la política y de importantes instituciones del Estado, nos van a alimentar y seguramente aclarar, las dudas y preocupa-ciones que tenemos respecto de este proceso. Ojalá que al final no salgamos más confundidos de lo que actualmente nos en-contramos.

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2 Anexo marzo 2015

>> SIGUE PROCURADOR pág. 3

El pacto para la paz es una propuesta concreta, un acuerdo de mínimos sobre lo fundamental y esencial de la democracia y del estado de derecho, que permita garantizar la seguridad jurídica y sostenibilidad política de lo que se convenga con las Farc. Pretende garantizar que lo que se firme con las Farc se pueda cumplir.

Alejandro Ordoñez, Procurador General de la Nación

El Pacto para la paz no es un pacto de impunidadCelebro la realización de este foro de ACORE sobre la pro-puesta de la Procuraduría de un pacto para la paz.

Debo decir, primero, que ACORE es una Asociación dice en voz alta lo que muchos de nuestros militares activos pien-san y que por razones constitu-cionales no deben decir; y se-gundo, que las Fuerzas Armadas no son beligerantes, pero du-rante más de medio siglo se han convertido en las principales defensoras del orden constitu-cional.

Por lo tanto, en el seno de ACORE seguramente hay pun-tos de vista diversos sobre los temas relativos a la guerra y a la paz; pero hay una coincidencia que quiero resaltar como es que todos sus integrantes conocie-ron la guerra, la vivieron y la pa-decieron, pero todos están com-prometidos con la búsqueda de la paz. Otra cosa es que tengan criterios diferentes u observa-ciones críticas al proceso de La Habana.

Acudo a esta invitación en cumplimiento de la misión cons-titucional de la Procuraduría que comprende la defensa del orden jurídico y velar por la vi-gencia plena de los derechos hu-manos, en especial los derechos de las victimas producidas en el conflicto armado interno. Quiero destacar que este tipo de escenarios deben permitir una aproximación más racional que pasional no nos estamos escuchando, no nos oímos, es hora de desescalar los espíritus,

comenzando por el Gobierno nacional y la oposición.

El pacto para la paz no co-rresponde al nuevo pacto social al que el presidente Juan Manuel Santos se refirió en su discurso de posesión. No corresponde ni en su forma, ni en su alcance, ni en su contenido, menos en la forma de alcanzarlo. El pacto para la paz no es un enunciado que se refiera a un país próspero y con equidad, el pacto para la paz tampoco es un pacto de impuni-dad, que busque una simetría de beneficios a los victimarios sean estos de las guerrillas de las autodefensas ilegales o de aquellos miembros de la Fuerza Pública que deshonraron a la institución militar, por violacio-nes a los DD.HH o al DIH.

Los militares de Colombia no piden impunidad exigen justi-cia, sus investigaciones y sus juicios no pueden desarrollarse a espaldas del derecho opera-cional o del DIH. El pacto para la paz es una propuesta concreta, un acuerdo de mínimos sobre lo fundamental y esencial de la democracia y del Estado de derecho, que permita garanti-zar la seguridad jurídica y sos-tenibilidad política de lo que se convenga con las Farc, pretende garantizar que lo que se firme con las Farc se pueda cumplir, el éxito de un proceso de paz no es la firma de un acuerdo de ter-minación de conflicto sino de lo que se acuerde se pueda hacer realidad.

Mientras el Gobierno, es en-tendible, puede estar afanado

por firmar un acuerdo con las Farc, muy seguramente ellas es-tarán afanadas para garantizar que lo que se firme, se cumpla. Nada se obtendría si el acuer-do que se logre con las Farc se convierta en una burla para ese grupo, o si los compromisos que la guerrilla adquiera terminan siendo una burla a la sociedad colombiana. Cualquiera de esos dos escenarios conduciría a un retorno de la violencia y a un debilitamiento del estado de derecho y de las instituciones democráticas. Difícil aceptar que se firme un papel para que se quebranten los compromi-sos que contenga y se termine impulsando el retorno a las ar-mas de quienes deberán desar-marse para reincorporarse a la vida civil. Del mismo modo sería inaceptable que las Farc incum-plieran los acuerdos para man-tenerse en la combinación de la acción política y la violencia en aras de imponer una revolución. El éxito del proceso de paz no es la firma del acuerdo, es que lo que se firma se pueda cumplir.

Para eso se necesitan dos co-sas: primero, reconocer que la sostenibilidad del acuerdo que se alcance entre el Gobierno y las Farc tienen un elemento político y otro jurídico; si bien se trata de un conflicto de natu-raleza política, también es cier-to que, a diferencia del pasado, no se puede resolver mediante un acuerdo que dependa exclu-sivamente que uno y otros así lo convengan. La realidad ju-rídica impide que una mesa de

negociación sea soberana, sea fuente de derecho, esté por en-cima de principios inderogables que se desprende del respeto a la dignidad humana y que están consignadas en instrumentos de derecho internacional de DD.HH. La mesa de negociación no está por encima de la juris-dicción penal internacional, se puede decir lo que se antoje, lo que quieran; pero la realidad jurídica es otra. Es de ingenuos convencerse que los miles de actos atroces de las Farc puedan quedar sin castigo o que basta simplemente el trabajo social o las excusas públicas de los máxi-mos responsables, para decir que hubo justicia frente a los miles de secuestrados, los miles de homicidios, los miles de ni-ños reclutados forzosamente, los cientos de miles de des-plazados, los miles de desapare-cidos; aun pactándose un marco de impunidad con sanciones simbólicas en la mesa de con-versaciones, aun consiguiéndose que este fuera refrendado por el voto popular, aun realizando una asamblea nacional consti-tuyente, que hipotéticamente, como lo sueñan los perpetra-dores, elevar a la Constitución la impunidad, nada de eso nada sería un plan eficaz.

En un evento convoca-do en Medellín por la Corte Constitucional, Luis Moreno Ocampo, exfiscal de la CPI, re-cordó que ya ha habido en otros países referendos y reformas constitucionales para intentar proteger y blindar la impunidad

de los máximos responsables de crímenes masivos, y no fun-cionaron, y cita un ejemplo: en Uruguay los jueces procesaron a los máximos responsables a pesar de que una ley amnistía del 86 había sido votada en un referendo favorable -los refe-rendos favorables del 89 y del 2009-, aprobado mediante voto directo del pueblo uruguayo, dos veces, y se cayó. Algunos ven esto como un obstáculo para la paz, quienes así razonan desconocen que la paz es fruto de la justicia, el respeto al DIH, es el mejor candado de seguri-dad para los acuerdos, y para la paz, pretender que a ella se puede llegar sacrificando el derecho de las víctimas a la jus-ticia, seria tomar partido por una lógica auténticamente ma-quiavélica.

Estas reflexiones hacen obli-gatoria una conclusión, el pri-mer aspecto que se debe tener en cuenta para que lo que se acuerde se cumpla y se pueda cumplir, son los estándares in-ternacionales en materia de jus-ticia no impunidad y derecho a las víctimas.

Hay quienes piensan que solo a punta de sentencias decretos o leyes se blindan estos aspec-tos, equivocados están. Mañana la Corte Constitucional, la Corte Interamericana o Corte Penal Internacional, pueden tomar la decisión que implique procesar finalmente a la cúpula de las Farc. Así son las cosas, paradóji-camente una vez se firme el acuerdo de terminación del conflicto, acontecerán dos cosas: con el paso del tiempo se con-solidará lo acordado y a medida que eso suceda, los acuerdos serán vulnerables en materia de justicia, si no los blindamos jurídicamente. Los más inte-resados, los más beneficiados

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con este blindaje jurídico, con la ade-cuación o la aceptación de los estándares internacionales, son las Farc. Entre más tiempo, más posibilidades habrá de que un acuerdo con impunidad se caiga. Seamos francos, entre más tiempo pase más difícil será a las Farc tener el musculo para reclamar el cumplimiento de los acuerdos a menos que se tomen el poder.

Ahora bien ¿cómo blindar la vulnerabilidad en materia judi-cial que pueden tener los acuer-dos? Como lo indiqué: adoptan-do un modelo de justicia transi-cional que se adecue a las obli-gaciones internacionales del Estado colombiano en materia de justicia y derecho de las víc-timas. Es ajustar la legislación interna a la recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en ese sen-tido. Los mecanismos de justicia transicional deben observar los estándares señalados en la CPI y deben atenerse a los míni-mos reconocidos por la Corte Constitucional colombiana en dos sentencias: la 579 del 2013 y la 577 del 14.

Al parecer las Farc se hacen las que no entienden. Según es-tos señores es inadmisible que el Estado sea juez y parte, es decir, rechazan ser investigados, juzgados y condenados en el or-denamiento jurídico vigente. Imposible para ellos cumplir una pena, imposible aceptar el marco jurídico para la paz, y la jurisprudencia constitucional, hay que cambiarla, dicen, am-bas delegaciones de plenipo-tenciarios. A ellas mismas –las Farc- son a las que convienen penas razonablemente reduci-

das, pero efectivas de prisión, que se podrían suspender par-cialmente y sustituir por penas alternativas según los establece la sentencia C 579, pero con pe-nas privativas de la libertad.

Pero ¿cómo resolver esto? Insisto hay que buscar fórmu-las imaginativas. Una podría

¿Qué se debe discutir?Se ha dicho reiteradamente que nada está acordado hasta que todo este acordado, es la cláusula que rige la negociación, y la que igualmente posibilita que todos los estamentos de la socie-dad discutan, disientan o aprueben el contenido de los acuerdos revelados por el Gobierno.

Lo que se debe provocar es un amplio debate nacional al cual la mesa de conversaciones debería estar atenta, muchas obser-vaciones podrían contribuir a que la paz quede bien hecha, en-tre los asuntos estarían:• La hoja de ruta de la refrendación, es esencial que esto se

convenga para la legitimidad de los acuerdos. Pretender sustraer los acuerdos de una refrendación popular sería ga-rantizar su fracaso; en eso coincido con el Gobierno.

• Se necesitan fórmulas imaginativas que faciliten la disolu-ción del grupo como aparato violento, respetando con rigor el ordenamiento jurídico.

• Señalar la jurisprudencia de la Corte Constitucional, como avanzar respetando requisitos mínimos derivados de las sentencias.

• Este pacto por la paz debería contener los derechos de las víctimas, su reparación. El Estado debe concurrir a ella, pero las Farc no pueden evadir esa responsabilidad, la verdad es innegociable, el régimen de sanciones y penas alternativas a imponer a quienes de uno u otro lado cometieron graves violaciones a los DD.HH.

• Deberá pactarse el desarme total y la desmovilización ab-soluta, la reintegración de los miembros de la guerrilla, su vinculación plena a la vida social y económica del país.

• La institucionalización del Estado, no de las Farc en el te-rritorio, la paz territorial no puede convertirse en el pre-texto para institucionalizar las Farc, en las zonas donde hoy pretenden el dominio territorial.

• La entrega de las riquezas de las Farc proveniente de la ac-tividad ilícita.

• El desmonte del narcotráfico.• Las garantías para que el grupo se convierta en un partido

político y pueda competir en elecciones auténticamente democráticas y transparentes

ser que cumplan su pena en una cárcel extranjera, comple-mentado con otro elemento que busca blindar su situación ante la jurisdicción interna-cional, con el cumplimiento de las condiciones de reclusión que las verifique permanente-mente la Fiscalía de la CPI; una

cárcel localizada en un Estado que les asegure que su reclu-sión no es una maniobra dis-frazada para extraditarlos una vez estén cumpliendo la pena privativa de la libertad; otra cosa distinta son las causas ju-diciales pendientes que tengan con la justicia estadounidense, ese es otro tema que deberán resolver con ese país; un Estado que les dé certeza que una vez cumplan la pena podrán con to-das las condiciones regresar a Colombia.

Las Fuerzas ArmadasEl marco jurídico para la paz

estableció la posibilidad de di-señar mecanismos de justicia transicional para los miembros de las Fuerzas Armadas, den-tro de un trato diferenciado respecto a los grupos armados organizados al margen de la ley. Tal trato diferenciado obedece a que no se pueden poner en el mismo plano a las FF.MM. y de Policía que defienden el orden constitucional y los derechos de los colombianos con un grupo dedicado a perpetrar atroci-dades por más de medio siglo.

La legitimidad de la Fuerza Pública es incuestionable. Es inaceptable que se pretenda igualar institucionalmente a la Fuerza Pública con las Farc, ma-nipulando en discursos el DIH.

Otra cosa es que miembros de la Fuerza Pública hayan fal-tado a su deber, que no es otro que la defensa de los DDHH y el cumplimiento riguroso de la constitución: si un miembro de la Fuerza Pública cometió una grave violación a los derechos humanos o una grave infracción al DIH, entonces no actuó como militar o Policía, actúo como criminal, y en esa situación la

responsabilidad individual exi-me a la institucional. Así, este individuo deberá someterse a la justicia transicional, siempre que los delitos cometidos sean con ocasión y en desarrollo del conflicto armado. Sin embargo en materia de justicia transicio-nal si bien se debe tener un tra-to diferenciado esto no significa que los beneficios jurídicos que recaigan en miembros de la guerrilla sean menos severos que los que cobijen a soldados y policías.

Otro asunto, la ausencia con relación al servicio que excluye un caso de la Justicia Penal Militar y lo remite a la ordinaria no puede aplicarse a la justi-cia transicional. La razón, con-forme a la jurisprudencia de la Corte, los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad no tienen relación alguna con el servicio, en la medida que im-plican una grave violación a los DDHH o una infracción al DIH, sin embargo, son precisamente esos delitos los que deben ser cobijados por medidas de justi-cia transicional, que respetando los derechos de las victimas den un trato penal alternativo a los miembros de la Fuerza Pública responsables de los mismos.

A los miembros de las Fuerzas Militares y de policía se les debe dar seguridad jurídica, plena certeza del marco jurídico que se les aplicará, y de nin-guna manera dejarlos al vaivén de los acontecimientos futuros. La Fuerza Pública, su estruc-tura, funcionamiento, tamaño, capacidades, adaptación a los cambios de la amenaza, es una decisión de las instituciones democráticas, jamás puede re-sultar de una negociación con las Farc o el Eln.

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4 Anexo marzo 2015

“Este ha sido un conflicto que ha degradado todo y todos tenemos algo que mostrar en materia de verdad y en la búsqueda de una salida para que podamos mirar el futuro con optimismo y espe-ranza y ponernos en esa dura tarea de convertirnos en una sola sociedad”.

El pacto para la paz tiene que rebasar la interpretación jurídica

Clara López Obregón, presidenta del Polo Democrático

Coincido con el general Ruiz, no pongo en duda que todos quere-mos la paz, entre otras razones porque todos hemos vivido la violencia en carne propia. En Colombia se olvida que la gue-rra la han sufrido los integran-tes de nuestra Fuerza Pública con qué dolor y con qué sacri-ficio. Por estas razones, a todos ellos y sus familiares va nuestro saludo de solidaridad.

Pero la guerra también la ha sufrido la insurgencia en armas, donde también hay hijos de co-lombianas que han caído abati-dos en esta guerra.

Entonces, me quiero referir a esos actores del conflicto que no se mencionan demasiado, que también han sufrido en carne propia los rigores de la guerra, y me refiero a quienes hemos hecho política desde la oposición, de la izquierda democrática, absolutamente desarmados, y que hemos sido víctimas de la intolerancia ofi-cial, y también del desvío del ejercicio de la doctrina mili-tar por algunos sectores de la Fuerza Pública.

Lo único que puedo decir es que no hay guerra buena, y esta que ha durado tanto, ha degra-dado a casi todos sus protago-nistas, los ha degradado moral-mente, sentimental y emocio-nalmente y, a algunos, los ha de-gradado incluso políticamente. La revista Semana decía hace poco que somos un país en-fermo y tiendo a coincidir con ellos. Colombia es un país sobre el cual se ocupan muchas líneas a las bajas en las cotizaciones en la bolsa, pero que no tiene cabida, como corresponde, para aquel anciano que muere por exposición en la calle.

Por eso, el pacto para la paz tiene que rebasar el tema del aspecto de la interpretación ju-rídica, porque sé que no es una posición que compartan todos, pero que si la pueden compar-tir muchos. Esta guerra no tiene solamente causas políticas de exclusión de muchos, en el ejer-cicio del derecho a expresarse y a participar en la política, sino que tiene profundas causas so-ciales que el país no ha querido ni ha podido enfrentar debida-mente, entre otras razones, por el conflicto armado.

Quiero plantearle al Procurador que el pacto para la paz tiene que ser una pacto

de ciudadanía por reconstruir las bases fundamentales de la sociedad colombiana, para que volvamos a sentir que el po-bre que no tiene empleo, el de la clase media que pierde su trabajo también viene siendo víctima de un conflicto social profundo que es parte de este conflicto armado, al cual aspiro que podamos ponerle fin.

Vemos sentadas en la mesa de La Habana dos partes, yo no adjetivo, la realidad ha llevado a dos partes enfrentadas a sen-tarse al lado: la insurgencia ar-mada inicialmente con un pro-fundo contenido y motivación de carácter político y social, y por otro, el Estado colombiano que ha defendido la legitimidad constitucional a lo largo de esta guerra. Estas dos partes tienen algo en común y solo una cosa, que ninguna ha vencido a la otra en el campo de batalla: ni la guerrilla puede exigir y sacar de la mesa de La Habana refor-mas estructurales a la Fuerza Pública, del modelo económico, de la constitución ciudadana, porque no las ha conquistado en el campo de batalla, como sucedía en las guerras civiles del siglo XIX; pero tampoco el Estado colombiano ha vencido a la guerrilla para exigir su ren-dición como culminación del proceso de negociación.

Esas son realidades duras a las que tenemos que abocar-nos cuando tratamos temas tan complejos, como el de la justicia transicional. Plantee que hay justicia con las víctimas del con-flicto, pero qué hay de la justi-

cia que le debemos al resto de la sociedad, también víctima de este enfrentamiento fratricida. El tema con la justicia transicio-nal es demasiado preocupante porque entiendo y comparto la preocupación porque dentro de diez años se abra la caja de pan-dora. Entonces, quién tendrá ga-rantizado que la interpretación de la letra menuda, no impli-que a un comandante guerri-llero o a un general de la Fuerza Pública, o a un empresario que también participo del conflicto, o algún colega del Congreso de la República, que no haya sido procesado dentro del marco de la parapolítica.

Este ha sido un conflicto que ha degradado todo y todos tene-mos algo que mostrar en mate-ria de verdad y en la búsqueda de una salida para que podamos mirar el futuro con optimismo y esperanza y ponernos en esa dura tarea de convertirnos en una sola sociedad.

Las víctimasEl tema de las víctimas, sin duda, en esencial. Aquí hay víctimas de todas partes; hay víctimas de la insurgencia armada, hay víc-timas de quienes desviados del honor militar cometieron actos atroces excediéndose en la de-fensa de la institucionalidad.

Una de las claves sí es el marco jurídico para la paz, la justicia transicional, de la cual soy partidaria - aquí tengo que hablar a nombre de personali-dad democrática, para no com-prometer a los integrantes de mi partido, porque es un tema

que estamos discutiendo y por lo tanto no hemos adoptado una posición definida. Creo que la justicia transicional debe cobi-jar a todos los actores de esta guerra fratricida; pero, se tiene que diferenciar porque no es lo mismo un insurgente, un miem-bro de la Fuerza Pública, un par-ticular, un empresario, un juez o un fiscal, todos con acciones en los procesos judiciales del con-flicto. Tiene que haber una jus-ticia diferenciada según la cali-dad de cada cual, pero a la hora de la verdad, señor Procurador, yo rescato algo que usted dese-cha, tiene que haber simetría en las consecuencias y me re-fiero a todos los actores de este conflicto armado, así estén o no estén sentados en la mesa de La Habana, no hay otro camino.

El Presidente de la Corte Suprema de Justicia, ha dicho -no sé si lo estoy citando fuera de contexto- las interpretacio-nes del derecho o el derecho no pueden ser obstáculo para la paz, y ninguna institución ju-rídica puede ser camisa de fuer-za para impedir la construcción de paz. Debemos buscar fórmu-las jurídicas que permitan dar el paso de la guerra a la paz y, por eso, recurrir a la justicia transicional en los términos de diferenciación por sujeto activo.

Y eso que dicen que la re-frendación debe ser puntual, caso por caso. Un referendo que lleve cada uno de los puntos de La Habana a una refrendación popular garantiza que en vez de construcción de paz vayamos a una gran discusión, un en-

frentamiento, porque si “nada está acordado hasta que todo este acordado” el mismo pacto o acuerdo que se firme (que es el objeto de las negociaciones que está escrito en el primer documento) es para ponerle fin al conflicto armado y ha ha-bido amplia demostración de que se avanza en esa dirección. No hay salida distinta a una re-frendación de carácter político que diga que si o que diga que no, después de una deliberación publica democrática, el que quie-ra verdaderamente la paz va a tener que tomar, ese día, esa de-cisión, me atrevo a decirles que esa refrendación política de los acuerdos de paz va a salir am-pliamente respaldada por el pueblo colombiano.

Hoy se dice no a la impuni-dad, pero pregunto ¿a la im-punidad de quién? porque en el enfrentamiento entre unos y otros vamos a pasar el resto de nuestra historia señalándonos mutuamente sobre quién tiene la culpa y creo que llegó el mo-mento de que nos miremos a la cara y nos reconozcamos como parte de una misma sociedad. Por ello, la refrendación tiene que ser solamente el principio de un gran acuerdo ciudadano por la paz, que nos embarque en la construcción de una so-ciedad equilibrada, una socie-dad donde el ejercicio de la oposición sea posible, sin estar uno mirando sobre el hombro pensando que algo le va a pasar a cada palabra o a cada instan-te… este es el momento de la verdad, de construir un pacto ciudadano en que todos tenga-mos un lugar bajo el sol.

La Fuerza PúblicaY si nos preguntamos qué va a pasar con la Fuerza Pública después del pos acuerdo; soy partidaria de una Fuerza Pública profesional dedicada a defender nuestras fronteras y a poner el hombro en la construcción de la paz y la reconciliación.

Para ponerle fin a la guerra fría, vamos a tener que ponerle fin al señalamiento del enemigo interno en todo él que piensa distinto al que exprese inconfor-midad social y política, o a con-vertirlo objetivo militar; vamos a tener que democratizarnos.

No estigmatizo a la Fuerza Pública, ha hecho un gran sa-crificio, y reconozco su com-prensión de la democracia co-lombiana. Los quiero invitar a una democracia mucho más amplia; quiero invitar a los al-zados en armas a esa demo-cracia; es, desafortunadamente, quien tiene el fusil al hombro el que siempre piensa que tiene la verdad, cuando la democracia es discusión abierta, es disen-timiento con respeto y mutuo reconocimiento, y ese gran pac-to ciudadano va a tener que sen-tar las bases para una sociedad más justa.

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¿Cómo no vamos a poder hacer un pacto para la paz sin que los hipotéticos o eventuales acuerdos a los cuales se llegue sean puestos en consideración de la gente para que esta se pronuncie a favor o en contra de lo acordado?

Carlos Holmes Trujillo García, miembro del Centro Democrático

Se puede generar un espacio que permita identificar un mecanismo de refrendación

Respaldar la acción legítima de la fuerza del Estado no es una opción política, es una obli-gación de carácter constitucio-nal y legal.

La opción política son las conversaciones, son las nego-ciaciones y, naturalmente, el éxito que ellas tengan depende de la coyuntura del clima social de los elementos que convo-quen a las colectividades para sacar adelante empeños de tanta importancia como lo es la búsqueda de la paz.

Si bien es verdad que pueden tratarse muchísimos temas, yo me voy a limitar a aquello a lo que fuimos invitados, es decir, al pacto para la paz que plantea el Procurador, en el entendido de que hay que hacer la paz bien hecha, para efecto de que esta tenga sostenibilidad política y jurídica.

Se necesita un pacto para la paz entre quienes queremos y respaldamos la Constitución y la ley, de lo contrario será im-posible avanzar con éxito en la identificación de coincidencias con las Farc, específicamente en ese caso, las posiciones que ha venido exponiendo el Centro Democrático por ejemplo ¿dan lugar o no a que haya un pacto para la paz? por supuesto que las posiciones que ha venido exponiendo generan condicio-nes para que alrededor de ella se haga un pacto que permita tener una vocería mayor, mas sólida frente a las Farc en la mesa de conversaciones en La

Habana.Se ha planteado, cese uni-

lateral del fuego y hostilidades por parte de las Farc como condición para conversar, esa posición ha buscado entorpecer el proceso, ha impedido avanzar en la búsqueda de la paz. ¿Esa posición se les ha presentado a los colombianos con el dañino propósito de obstaculizar el logro de lo que la sociedad co-lombiana anhela, sueña y tiene derecho a obtener? No, todo lo contrario, es una posición que nace del análisis de nuestra his-toria, que nos enseña que, en general, los procesos que han tenido éxito en nuestro país, se han hecho previo cese de ac-ciones violentas por parte del grupo armado ilegal correspon-diente e, igualmente, nos ense-ña que los empeños con las Farc que se han hecho en medio de las balas han concluido siempre en frustraciones.

El cese unilateral de acciones por parte de las Farc lo que bus-ca es responder a un anhelo de la sociedad que naturalmente está dispuesta a apoyar esos es-fuerzos, pero que para efectos de rodearnos de credibilidad requiere ver siempre resultados concretos.

¿Puede entonces buscarse alrededor de esta posición un pacto que nos conduzca a la paz? yo no tengo duda alguna, pero además veo surgir unas coincidencias de hecho. Las Farc han planteado cese uni-lateral indefinido de fuego y

hostilidades y plantear un me-canismo de verificación. Estoy seguro, de que si nos sentamos a conversar con buen ánimo, encontraremos la manera de identificar zonas de encuentro para la paz o zonas de concen-tración, que son fundamentales para rodear de seguridad y de credibilidad un proceso de esta naturaleza; y tengo la certeza de que si estamos todos de acuer-do en el sentido de que se re-quiere un mecanismo de veri-ficación, también sería posible llegar al acuerdo de que ese mecanismo sea capaz, sea só-lido, sea experimentado, tenga musculo político y no pueda ser señalado de ninguna manera de parcialidad. Con relación a esto, estoy seguro de que si se crean las condiciones, ahí hay un es-cenario para conversar y para identificar elementos que nos permitan avanzar en un pacto para la paz.

Y la justiciaCon relación a la justicia, no bus-co obstaculizar el proceso pero, ¿cuál es la evidencia? La evi-dencia es la de que el Estado se comprometió con unas normas que están contempladas en el Estatuto de Roma que le da vida a la Corte Penal Internacional y, en virtud de ellas, se obligó a in-vestigar y juzgar a los culpables de los delitos de lesa humani-dad, genocidio y crímenes de guerra.

Esa es la realidad, no pode-

mos cerrar los ojos ante ella. ¿Será posible, entonces, un pacto para la paz en materia de justicia? Si buscamos dentro de las obligaciones que tiene el Estado de buscar caminos que nos permitan identificar accio-nes de transición que puedan tener seguridad, es decir, sos-tenibilidad jurídica y por lo tan-to política, yo no tengo duda de que eso es posible. Lo único que no podemos hacer es desechar la existencia de esas obligacio-nes, señalar que la paz está por encima de todo y no importa el derecho internacional, ni importan las obligaciones del Estado. Por el contrario, lo que le corresponde a una sociedad que quiere de verdad la paz, es encontrar dentro de esos mar-cos los caminos apropiados; pero, además, se requieren se-guridades de índole jurídica na-cional e internacional.

Respecto de la participación política se ha venido pidiendo en el Centro Democrático, par-ticipación, sí; pero sin que ello cubra a los culpables de los más graves delitos, es decir; a los culpables de los delitos que el Estado se obligó a investi-gar y juzgar. ¿Hay posibilidad de generar un escenario de conversaciones que nos per-mitan encontrar una fórmula de participación en política sin que ello implique la partici-pación de aquellos culpables de graves delitos? Yo no tengo ninguna duda, pero se requiere crear las condiciones de un es-

cenario para efecto de que sea-mos capaces, con voluntad, de identificar esas acciones y esos mecanismos de transición en materia política.

La refrendación¿Cómo no vamos a poder hacer un pacto para la paz sin que los hipotéticos o eventuales acuer-dos a los cuales se llegue sean puestos en consideración de la gente para que esta se pro-nuncie a favor o en contra de lo acordado?

Se puede generar un espacio que nos permita identificar un nuevo mecanismo de refrenda-ción en virtud de que los exis-tentes, o no son procedentes o tienen inmensas dificultades prácticas. Tengo la seguridad de que eso es posible, porque eventualmente debería hacerse un pacto político y de Estado para hacerse un nuevo mecanis-mo de refrendación de la con-sulta popular, porque tal como la tenemos concebida no nos sirve. La consulta popular sirve para poner en consideración de la gente políticas de interés para los ciudadanos y, además, tiene la limitación de que a través de ese mecanismo no se puede reformar la Constitución. El plebiscito es para poner a con-sideración de la gente, políticas que no deben ser aprobadas por el Congreso en materias de iniciativas del Ejecutivo. Por su parte, el referendo obliga a po-ner en consideración de la gente normas jurídicas, de naturaleza constitucional o legal, para efec-to de que sea la gente la que diga si incorpora o deroga normas existentes, lo cual le daría a un acuerdo de semejante magnitud inmensas dificultades prácticas para su aplicación.

¿Qué surge entonces? dentro de la idea de que debe plan-tearse una refrendación popu-lar para que sean los ciudada-nos los que se pronuncien, pue-de generarse un gran acuerdo político y de Estado. ¿Por qué político? Porque debe compro-meter a todas las fuerzas políti-cas, y ¿Por qué de Estado? Para que tenga sostenibilidad ju-rídica y también sostenibilidad política. Todo esto es posible.

¿Qué falta? No nos estamos escuchando. En lugar de generar mecanismos de aproximación y de identificación de acciones comunes, se está dividiendo a la sociedad colombiana, se la está dividiendo con el falso estigma de enemigos de la paz o de ami-gos de la guerra para confron-tarlos con los amigos de la paz.

Me parece que tenemos que actuar de consuno para que en lugar de generar las condicio-nes de identificación de puntos comunes, se siga dividiendo a la sociedad.

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6 Anexo marzo 2015

Estoy convencido que sin las Fuerzas Militares no hay paz, no se puede hacer la paz, ni contra las Fuerzas Militares ni sin ellas. Creo que no puede haber reconciliación sin el concurso del expresidente Álvaro Uribe, creo que representa una fuerza muy importante del país y se necesita para la reconciliación.

Si la verdad es una verdad judicial, este proceso está condenado al fracaso

León Valencia, miembro del Grupo de Memoria Histórica, director de la Fundación Paz y Reconciliación.

Estuve en el conflicto y después de estar en él he trabajado en un proyecto con el gobierno noruego, durante 14 años; con las Fuerzas Militares realiza-mos unos conversatorios con los oficiales del curso de Altos Estudios y con los mandos, por esos eventos pasaron cerca de 1.100 altos oficiales, durante 14 años, por lo tanto, conozco ese mundo y me impresionó, después de estar en la orilla del conflicto armado al lado de las fuerzas insurgentes, compartir diálogos, a veces apasionados y candentes, con miembros de las Fuerzas Militares.

Siento que estamos en un momento en que el país puede cambiar y estoy feliz de vivir en este momento. Esperé mucho tiempo que la insurgencia pu-diera declinar las armas. Pero hoy, 23 años después de haber salido del Eln, incluidos tres en una negociación, no tengo nin-guna solidaridad con las accio-nes de las guerrillas. Me retire precisamente con una crítica profunda a la violencia, no solo no creía que ese era el camino para llegar al poder, sino aún tenía la critica que si alguna vez hubiésemos llegado al poder, ese poder no nos iba a traer una gran ventura pues todos los po-deres que nacen de las armas tienen un filo antidemocrático enorme.

He sido más optimista sobre

el proceso de paz que el mis-mo gobierno de Juan Manuel Santos, porque conozco la gue-rrilla por dentro. Estamos en un momento crucial y por eso creo que es muy oportuno dis-cutir sobre un Pacto para la paz. Hay que discutir con realismo y tiene que ver con los dos lados: si el Presidente Santos y su go-bierno de Unidad Nacional no se preocupa por tender puentes para unos acuerdos mínimos sobre este proceso de paz, creo que es un error muy grave, así tengan la legitimidad para acor-dar porque ganaron las elec-ciones. El Presidente Santos defendió un proyecto de paz, de negociaciones y lo sometió a voluntad popular y ganó, como se gana en las democracias.

La oposición perdió esas elecciones, entonces no puede reclamar, y este es el realismo. No pueden decir hagan la paz como nosotros queremos que la hagan, cómo lo van a hacer si perdieron esa apuesta en la ciu-dadanía.

Por su parte, los miembros de las Farc van a hacer la paz pero porque perdieron la ilu-sión del triunfo y porque ya no tienen la gran plataforma que tenían en el Caguán, donde ellos proponían un gobierno compartido. Las Farc saben que no van a triunfar por la vía militar y que la única forma de llegar a la civilidad es una

negociación en la mesa, rea-lista, alrededor de unos pun-tos que ellos reivindican para adherirse a la vida civil; ya no tienen esa gran plataforma de diez puntos del Caguán. Ahora se vinieron por una reforma de puntos que ya están en la ley, como las zonas de reserva campesina que hace 20 años están en la ley; el tema de abrir el espacio político para su participación política, eso está inventado en Colombia para todos los lados, hoy hay en el Congreso personas que estuvieron en la insurgencia, y hasta están en las bancadas. En el Centro Democrático hay un guerrillero, ahora senador, Everth Bustamante, que no era cualquier guerrillero, dentro del M19 organizó una disiden-cia, era el jefe de la coordi-nadora de base, y les decía a Jaime Bateman y a sus amigos, que ellos eran unos blanden-gues y él era el duro del M19, porque los otros eran unos re-formistas, unos negociadores.

Se dice que las Farc hacen cosas horribles, ¡claro que sí! y ¿Quién defiende a las Farc? Nadie. Pero así hablábamos del M19 cuando se empezó a ne-gociar con el Estado, estando muy cerca el asalto al Palacio de Justicia, una herida que está aún viva en la sociedad colom-biana, pero el país tuvo la ge-nerosidad, no solo de acoger a

estos señores, que acabaron con la Corte Suprema de Justicia, si no que los apoyó por la des-movilización. Firmaron un acuerdo y luego obtuvieron una votación impresionante en la Constituyente. Antonio Navarro llegó a tener la mayoría en las encuestas en la campaña presi-dencial de 1990. La gente es generosa en estos procesos.

Un pacto realistaTenemos que hacer un pacto realista. Si yo fuera a negociar la paz, sería muy distinta a la que está haciendo Santos; haría una paz con grandes reformas para el país, con una profunda re-forma agraria, una paz con una transformación de la educación, una paz con un proyecto de equidad enorme para intervenir la banca, ¡esa es mi paz! pero no me la va a copiar nadie porque yo no he ganado ningunas elec-ciones.

Lo contrario, como dicen al-gunos representantes de la iz-quierda, que esa es una paz de pacotilla, que las Farc se están entregando. A los del Eln, que reclaman que ellos sí van a ha-cer la negociación más profun-da, les digo que esperen cuando lleguen a la mesa. Yo tuve que pactar una paz en un momento en que había amnistía, había indulto: nosotros no tuvimos que ir primero a la justicia. Hoy eso ya no es posible, hay

que ir a la justicia. Antes de ir al Congreso hay que hacer un tránsito por la justicia para todos y en eso, creo, que tene-mos que pensar, en una ge-nerosidad para todos.

Tenemos que doblar la pá-gina con un proyecto de recon-ciliación; eso no quiere decir que tenemos que ir a juicio, a condenas, tenemos que buscar penas alternativas. La verdad principal, el espacio de la ver-dad, es un espacio político no judicial. Si la verdad es una verdad judicial, este proceso está condenado al fracaso y tendremos que vivir otros cin-cuenta años de confrontaciones y de muertes. Este conflicto ha tenido más de 220 mil muertos, más de seis millones de vícti-mas, es más grande que cual-quier guerra en América Latina. Las dictaduras del Cono Sur tu-vieron 50 mil muertos, somos comparables solamente a la guerra de secesión de Estados Unidos en muertos, eso es un holocausto, es una vergüenza para el país. Tenemos que pa-rarlo entre todos, yo tengo una responsabilidad moral, más que política y ética, y responsabili-dad personal, porque estuve en este conflicto, pero no descan-saré hasta que conquistemos un pacto de mínimos, como lo propone el Procurador, sobre la base de realismos para sacar a este país adelante.

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>> SIGUE MARTHA RAMIREZ pág. 8

“La figura de los tribunales mixtos brindarían garantías a las partes del ejercicio de sus derechos a la defensa, a solicitar y obtener pruebas, y le daría a la sociedad, la seguridad de que los crímenes cometidos no van a quedar en la impunidad”.

Hay que crear tribunales mixtos, temporales, para el juzgamiento de crímenes

Marta Lucía Ramírez, exministra de Defensa y excandidata a la Presidencia de la República

A propósito de que se inicia la discusión del punto de justicia transicional, propongo que los negociadores del Gobierno y de las Farc, convengan la inte-gración de tribunales mixtos, figura que ha demostrado sus bondades en experiencias inter-nacionales como Sierra Leona, Kosovo, Camboya y en otros procesos.

Los tribunales mixtos co-rresponden a la conformación de organismos jurisdicciona-les temporales, cuya misión se limita única y exclusivamente al juzgamiento de los crímenes, y posibles violaciones de los derechos humanos, cometidos durante el conflicto, dichos tri-bunales estarían integrados por magistrados colombianos y ex-tranjeros, y juzgarán ellos, los delitos y crímenes de guerra o de lesa humanidad que se hayan cometido durante el conflicto, y atenderán, entonces, no sola-mente a la legislación nacional, sino también a la legislación in-ternacional.

La figura de los tribunales mixtos brindarían garantías a las partes del ejercicio de sus derechos a la defensa, a solicitar y obtener pruebas, y le daría a la sociedad, la seguridad de que los crímenes cometidos no van a quedar en la impunidad pues creemos que la impunidad es, en sí misma, una violación de derechos humanos cuando por ineficacia del sistema judicial, la corrupción, o la discrimi-nación, no haya acceso a la jus-ticia. En este mismo sentido, el informe de derechos humanos del Departamento de Estado, de 2014, señala que la impunidad y la ineficiencia del sistema ju-

dicial se mantienen hoy como las principales infracciones a los derechos humanos en Colombia.

Los tribunales mixtos garan-tizarían el acompañamiento de la comunidad internacional y garantizarían también que se apliquen estas normas in-ternacionales y no haya dudas sobre la posible intervención de la CPI, pues, por fortuna, el Tratado de Roma es una norma supranacional por encima de la legislación interna, y hace parte del bloque de constitu-cionalidad. Mi propuesta de crear los tribunales mixtos, va en paralelo y se complementa con la defensa del Fuero Militar y de la Justicia Penal Militar. Es importante que el Congreso se concentre en el trámite de la reforma del Fuero Penal Militar y de la Justicia Penal Militar, ojalá en esta legislatura. Tanto el Fuero como la Justicia Penal es sustancial, no solamente para mantener la moral de las tropas sino también para darles certi-dumbre sobre cuál es el marco en el cual ellos deben desempe-ñar su labor.

He señalado que la nego-ciación con las Farc comenzó prematuramente, había que continuar el camino que traza-mos en 2002 para mantener la estrategia militar, adelantar ac-ciones judiciales contra miem-bros de los grupos terroristas, profundizar en la desmovili-zación, lograr el punto de quie-bre en las finanzas de los grupos terroristas; pero no podemos cambiar el pasado y asumo que los diálogos en La Habana debe-mos tomarlos con realismo y con disposición para servir a la

paz de Colombia.

Premisa equivocadaTengo reservas frente a varios de los puntos planteados de entrada, pero tengo también reservas frente a los silencios inaceptables que hay desde el comienzo. Considero un error plantear el diálogo sobre una premisa equivocada, como es considerar al Estado y a las Farc como partes iguales en la nego-ciación. Cómo va a ser equiva-lente un Estado legítimo, repre-sentativo de la Unidad Nacional, cómo va a ser equivalente a una organización ilegal vinculada al narcotráfico, calificada como terrorista en la comunidad in-ternacional. Las Farc no tienen hoy el apoyo del pueblo, no han tenido jamás la legitimidad de representar esta nación y nin-guna ventaja militar frente a nuestras Fuerzas Militares.

Han transcurrido dos años de negociación pero el pueblo con-tinúa sintiendo las amenazas de las Farc, sin percibir ningún be-neficio del proceso. Las Farc no han asumido el compromiso de terminar estos crímenes graves, entre otras razones, porque el Gobierno nacional nunca ha sido exigente suficientemente en esta materia, los mismos delegados de la guerrilla lo han afirmado en los medios. Pastor Alápe, lo dijo hace poco, estos temas de suspender los crímenes que van contra el DIH, no han sido abordados aún en La Habana. Preocupante contradicción. La repercusión de la errónea premisa también se refleja en los capítulos ya negociados en los que - a pesar de los avances, que muchos mencionan como

extraordinarios - hay cantidad de salvedades de las Farc, que no solamente no han asumido mayores obligaciones en los textos ya concluidos, puesto que casi todos los compromisos es-tán a cargo del Estado, sino que las Farc insisten, entre otras, en la realización de una asamblea nacional constituyente.

Trece inquietudesPrimera. La transparencia de los criterios de priorización en la justicia transicional debe ser dada por una ley estatutaria. La participación de las víctimas en la justicia transicional debe ser primordial, hasta el punto que pueda tener una segunda ins-tancia cuando consideren que en los procesos penales no ha habido criterios suficientes de verdad, justicia y reparación.Segunda. Para que se ponga en marcha el Marco Jurídico para la Paz es indispensable la de-jación y entrega de las armas al Estado o a una comisión inter-nacional y que su destrucción sea perfectamente verificable por las víctimas, el Estado y la comunidad internacional.Tercera. Aparte de los crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra, también deben investigarse y sancio-narse las demás violaciones graves a los derechos humanos y al DIH, debe haber siempre una proporción entre la pena y la gravedad de los delitos co-metidos.Cuarta. Los delitos transnacio-nales, el narcotráfico, la trata de personas y similares, no pueden ser crímenes sujetos a la justi-cia transicional, además, la de-saparición forzada y la tortura, tampoco pueden hacer parte de este grupo.Quinta. Los bienes adquiridos de manera ilícita sin desplaza-miento, por parte de las Farc, también deben ser declarados por estos, porque las Farc de-ben contribuir en la reparación de las víctimas, sobre eso hay si-lencio absoluto en los tres capí-tulos ya negociados.Sexta. La justicia transicional exige liberación de secuestra-dos y de menores en sus filas.Séptima. La participación en política dependerá estricta-mente del cumplimiento de la condena impuesta en el marco de la justicia transicional.Octava. La sola manifestación

de tratar de colaborar para es-clarecer el fenómeno de narco-tráfico, no es verdad suficiente para confiar en que entregarán los bienes producto de dicha actividad ilícita, como tampoco que entregaran información sobre cultivos, rutas y socios in-ternacionales.Novena. El hecho que las Farc manifiesten su intención de erradicar cualquier relación con el narcotráfico, no clari-fica tampoco que ellos dejaran sus actividades terroristas, ni tampoco es claro cuál es su condición con relación a la can-tidad de hectáreas que ellos es-tán pidiendo que hagan parte de las zonas de reserva campesina.Decima. No es claro cuándo y cómo las Farc entregarán las armas, por lo tanto, genera gran preocupación la influencia que sus armas podrían ejercer en las comunidades en la elección de quienes ocuparan las cu-rules de las circunscripciones especiales de paz y las posibles circunscripciones especiales de víctimas.Once. La eliminación del aval como requisito para la inscrip-ción de candidatos y la obten-ción de recursos económicos y publicitarios por parte del Estado, sería un gran retroceso para la democracia, incentivaría la proliferación de partidos de garaje.Doce. El estatuto de la oposición no debe depender de un acuerdo con las Farc, por el contrario, debe ser un pacto de cumplimiento de la Constitución por parte del pre-sidente Juan Manuel Santos, al igual que todos los gobiernos después de la expedición de la constitución del 91.Trece. La propuesta de las Farc de entregar las armas una vez comprueben la ejecución de los compromisos del gobierno, es inaceptable. Una veeduría arma-da por parte de las Farc sería una preocupación inaceptable para los colombianos. Sin entrar en alarmismo, llamo la atención en el interés de la guerrilla de pro-logar las diálogos de manera in-definida, ello nos lleva a pregun-tarnos sino ¿será que las Farc po-drían llegar a buscar un eventual ruptura de las conversaciones para buscar el reconocimiento

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del estatus de beligerancia, con el concurso, por ejemplo del go-bierno venezolano?

Futuro de las FF.MMSomos 46 millones de colom-bianos que necesitamos tener confianza que la protección de nuestra vida y nuestras li-bertades son una prioridad para el Estado y las instituciones; de allí la necesidad indispensable de contar con la Fuerza Pública

que tiene la facultad del uso de la fuerza y de las armas para cumplir su misión de proteger la democracia y la vida de los colombianos.

Dada la especialidad de cada fuerza en el posconflicto, Colombia debe mantener una Fuerza Pública, robusta, profe-sional, eficiente, legítima y confia-ble que asegure el cumplimiento de los acuerdos y garantice que ningún lugar del territorio vol-verá a ser tierra apta para el flo-recimiento de ilegalidad, ni para grupos armados que pretendan

algún grado de control territorial. Dada la extensión del territorio y la complejidad geográfica, no es realista pretender que en el posconflicto se reduzca el tama-ño, sustancialmente, de la Fuerza Pública, aún desaparecidas las Farc y eventualmente el Eln, cualquier reducto del paramili-tarismo (bacrim), el narcotráfico, la minería ilegal, los grupos de delincuencia organizada, podrían aprovechar la reducción de la Fuerza Pública para convertirse en una mayor y nueva amenaza para los ciudadanos.

En la transición de Colombia al posconflicto, seguramente veremos ajustes en la orga-nización, funcionamiento y en la academia de las fuerzas, para evolucionar hacia una sociedad que enfrentará las amenazas de cualquier sociedad, el terro-rismo nacional o internacional, el ciber terrorismo, el crimen organizado, el narcotráfico, los desastres naturales, las amena-zas externas.

El planteamiento hecho por las Farc para la desmili-tarización y reforma de las

Fuerzas Militares, como de la Policía, y los servicios de inteli-gencia, reduciendo el tamaño de la Fuerza Pública, disminu-yendo el gasto en defensa al 1% del PIB, rediseñando las insti-tuciones educativas militares, y haciendo una apertura pública de los archivos militares y de la Policía, debe estar fuera de toda consideración, y mucho me-nos la pretensión que nuestras Fuerzas Militares desmonten sus actividades de contrain-surgencia y se limiten a cuidar fronteras.

He tenido la oportunidad de hablar con oficiales de las Fuerzas Militares que me han manifestado lo difícil que es mantener el orden público en muchas regiones del país, donde la única presencia del Estado son precisamente los soldados con sus armas. Eso es muy complejo.

Vamos a tener que pedir la dejación de los twitter para ver si podemos conversar

Luis Fernando Velasco, senador por el Partido Liberal

Para muchos, la paz es la ausen-cia de conflicto, para mí, es todo lo contrario: la paz es la posi-bilidad que puede tener nuestra sociedad para superar todos los conflictos, pero sin matarnos; que podamos tener espacios para vencer esos conflictos a través de la fuerza de la palabra y no de la fuerza de las armas.

Hay que reconocer que una sociedad sin conflictos no solo sería terriblemente aburrida, sino sería una sociedad en la que no se avanzaría. Esa uni-dad de contrarios, esa tensión, es la que hace que la sociedad avance, pero esa tensión tiene que resolverse sin la lógica del crimen, sin la lógica de la sola fuerza sino con la lógica de la propuesta. El día que los co-lombianos no tengamos con-flicto armado, no va a haber esa cortina de humo que evita que evadamos los verdaderos pro-blemas del país.

He tenido la oportunidad de hablar con oficiales de las Fuerzas Militares que me han manifestado lo difícil que es mantener el orden público en muchas regiones del país, donde la única presencia del Estado son precisamente los solda-dos con sus armas. Eso es muy complejo. Muchas veces -me decía un suboficial- nos senti-mos casi que ilegítimos en esos sitios, porque hay campesinos quebrados por la pobreza que terminan en la triste realidad de los cultivos ilícitos. Entonces – decía el suboficial- llegamos no-sotros a afectarles su realidad económica.

La Fuerza Pública de nuestro país ha estado en las zonas donde están las condiciones que han llevado a mucha violencia. Allí llegan las Fuerzas Militares,

con muy pocos recursos, a recu-perar la confianza pública a re-cuperar la presencia del Estado, pero no solo con armas, sino con ingenieros militares, con agrónomos militares. Ese papel a mí me parece que es clave, porque el Estado tiene que re-cuperar Colombia y para ello es importante que exploremos e intentemos actuar sensata-mente y en un Pacto para la paz.

Ahí es donde debemos entrar a debatir la justicia que quere-mos. Si queremos continuar con la justicia de los falsos testigos que por salvarse, que por tener menos cárcel o por plata, ter-minan enlodando al último de los ciudadanos. Tenemos que hacerle un debate a la justicia, a esa justicia clasista. Tiene fuerza una condena con un solo testimonio cuando la vida de un hombre, civil o militar, demues-tra todo lo contrario.

Hagamos también el debate sobre la educación que quere-mos, y muchos otros debates que el conflicto no nos han de-jado dar. Por eso creo que es tan importante que hagamos un Pacto para la paz, para que, si logramos sacar el conflicto de nuestra vida cotidiana, nos sentemos a construir un país en donde no solo todos quepamos sino que sea mejor.

Hay algo que he querido compartir con ustedes y es pedirles que no le hagamos el juego a esa teoría de Roxin. Ese tema de que la cúpula tiene que responder por todo lo que han hecho sus subordinados, es muy peligrosa, además, porque si se las aplicamos a las Farc, luego la Corte se la termina aplican-do a toda la sociedad. Hay que comenzar a repensar muchas cosas. Comencemos a hablar y

hagamos el pacto sobre unos mínimos específicos. Los míni-mos para construir el escenario lógico para firmar los acuerdos. Los plenipotenciarios pueden construir el acuerdo que sea, pero si no tiene un respaldo de los ciudadanos, no solo de un sector si no del país en general, va a ser muy difícil sostenerlo en el futuro.

Debemos ser capaces de construir unos mecanismos ju-rídicos para superar esos con-flictos y para superar la verdad, justicia y reparación, pues creo que de esa manera ese proceso va a ser sostenible en el tiempo.

El Procurador decía que no nos estamos escuchando, para ello creo que debemos deses-calar los espíritus, inclusive, en algún momento, vamos a tener que pedir la dejación de los twitter para ver si podemos conversar. En 140 caracteres es muy difícil sostener un diálogo. Generalmente los 140 carac-teres hacen que impacte la ex-clamación agresiva y no la idea

que nos acerca. Hay que sentarnos a dialogar

y aquí no podemos tener vetos con nadie. No podemos seguir calificándonos entre enemigos de la paz y amigos de la paz. Vamos a tener que calificarnos como unos colombianos que podemos pensar distinto pero que en el fondo no creo que exista nadie que no quiera que llegue al fin de ese conflicto, que es la paz.

Eso también tenemos que decirlo con claridad, ustedes sa-ben que los espacios territoria-les que deja una organización ilegal, sino construimos una es-tructura social, económica mili-tar que los ocupe, alguien más los ocupará. Es aquí donde co-mienza el papel de las Fuerzas Armadas en el posconflicto.

Salida jurídicaSi vamos a buscar la salida ju-rídica eso va a ser muy comple-jo. Creo que para esa salida ju-rídica tenemos que pensar más, no con la toga del juez; sino con

la cabeza del dirigente político que quiere solucionar un pro-blema. Si la miramos por la toga del juez ¡apague y vámonos! Va a ser muy difícil encontrarle esas salidas, y por ello es impor-tante que se convoque un Pacto para la paz, porque un pacto, por esencia, es un acuerdo político.

Yo sí quiero que ellos –las Farc- vengan al escenario políti-co y respondan no solo por el futuro, si no por el pasado, porque la construcción política de un discurso tiene que ser co-herente, no solo por lo que uno piensa hacer sino por lo que uno ha hecho. Entonces, ahí ve-remos qué responde el pueblo colombiano y veremos si quie-ren que esos señores sean los que nos gobiernen o si quieren que sean otros. Reconociendo que en el establecimiento se han cometido muchísimos erro-res y que también dentro del establecimiento público y tam-bién privado, hay grandes res-ponsables de la violencia que hoy vive nuestro país.

<< VIENE MARTHA RAMÍREZ pág. 7