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CURIA DIOCESANA I. INTRODUCCIÓN Al estudiar el libro segundo del Código de Derecho Canónico de 1983, nos encontramos con el apartado más eclesiológico de la ley canónica, inspirado en el Concilio Vaticano II. Éste contiene toda la mentalidad del concilio al hablar del pueblo de Dios, los fieles cristianos, los laicos y la jerarquía. Con este presupuesto se ha venido estudiando dentro del curso a lo largo de todo el año, cada uno de los elementos de este libro II. Contextualizando mejor el tema, nos encontramos en el Libro II, parte II, sección II, título III, capítulo II que nos habla de la Curia Diocesana y de sus funciones, funcionarios y colaboradores del obispo. Es así como los alumnos de II-IV de teología han querido hacer una profunda reflexión e investigación sobre todos los organismos y funcionarios de la Curia Diocesana, partiendo de la doctrina dada por el Derecho Canónico, el concilio y otras bibliografías propias de cada tema. Este es el resultado de la profundización de esta parte del libro II. II. CRÉDITOS OBISPO Luís Adán Monsalve Sierra VICARIO GENERAL Jorge Luís Álvarez Martínez VICARIOS EPISCOPALES Dno. Diego Fernando Restrepo Uribe y Pablo Alejandro Cifuentes Monroy VICARIO DE PASTORAL Julián David Sepúlveda Zapata CONSEJO PRESBITERAL John Ariel Muñoz y Luis Miguel Vásquez Palacio COLEGIO DE CONSULTORES Dno. José Leandro Pérez Arroyave Jorge Ernesto Gaviria Puerta CONSEJO EPISCOPAL John Edison Gómez Atehortúa CONSEJO DE PASTORAL Héctor Andrés Mazo Martínez y Herlín Antonio Hinestroza Hoyos CONSEJO DE ASUNTOS ECÓNOMICOS Diomer Eliver Chavarría Pérez y John Jairo Martínez Pareja MODERADOR DE LA CURIA David Oswaldo Zapata Tamayo ECÓNOMO Faber Leonardo Ortega Góez CANCILLER - VICECANCILLER y NOTARIO Dno. Francisco José Gutiérrez Ardila y Jairo Andrés Gómez PENITENCIARIO José Joaquín Trujillo García CABILDO DE CANÓNIGOS Edison Nalfred Márquez Fabra y Yonay de Jesús Tuberquia Agudelo ARCHIVO Oscar Ramos Palacios

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curia diocesana

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CURIA DIOCESANA

I. INTRODUCCIÓN Al estudiar el libro segundo del Código de Derecho Canónico de 1983, nos encontramos con el apartado más eclesiológico de la ley canónica, inspirado en el Concilio Vaticano II. Éste contiene toda la mentalidad del concilio al hablar del pueblo de Dios, los fieles cristianos, los laicos y la jerarquía. Con este presupuesto se ha venido estudiando dentro del curso a lo largo de todo el año, cada uno de los elementos de este libro II. Contextualizando mejor el tema, nos encontramos en el Libro II, parte II, sección II, título III, capítulo II que nos habla de la Curia Diocesana y de sus funciones, funcionarios y colaboradores del obispo. Es así como los alumnos de II-IV de teología han querido hacer una profunda reflexión e investigación sobre todos los organismos y funcionarios de la Curia Diocesana, partiendo de la doctrina dada por el Derecho Canónico, el concilio y otras bibliografías propias de cada tema. Este es el resultado de la profundización de esta parte del libro II.

II. CRÉDITOS OBISPO Luís Adán Monsalve Sierra VICARIO GENERAL Jorge Luís Álvarez Martínez VICARIOS EPISCOPALES Dno. Diego Fernando Restrepo Uribe y

Pablo Alejandro Cifuentes Monroy VICARIO DE PASTORAL Julián David Sepúlveda Zapata CONSEJO PRESBITERAL John Ariel Muñoz y Luis Miguel Vásquez Palacio COLEGIO DE CONSULTORES Dno. José Leandro Pérez Arroyave

Jorge Ernesto Gaviria Puerta CONSEJO EPISCOPAL John Edison Gómez Atehortúa CONSEJO DE PASTORAL Héctor Andrés Mazo Martínez y Herlín Antonio Hinestroza Hoyos CONSEJO DE ASUNTOS ECÓNOMICOS Diomer Eliver Chavarría Pérez y John Jairo Martínez Pareja MODERADOR DE LA CURIA David Oswaldo Zapata Tamayo ECÓNOMO Faber Leonardo Ortega Góez CANCILLER - VICECANCILLER y NOTARIO Dno. Francisco José Gutiérrez Ardila y Jairo Andrés Gómez PENITENCIARIO José Joaquín Trujillo García CABILDO DE CANÓNIGOS Edison Nalfred Márquez Fabra y Yonay de Jesús Tuberquia Agudelo ARCHIVO Oscar Ramos Palacios

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III. CURIA DIOCESANA DEFINICIÓN:

El término “curia” es de dudosa etimología, ha sido aplicado en el derecho con pluralidad de

significados, entre los que se incluye la actividad de administración y también el lugar de

reunión de los administradores.

El CIC de 1983 define la curia diocesana como aquellos organismos y personas (no

necesariamente todos clérigos) que colaboran con el obispo en el gobierno de la diócesis,

principalmente en la dirección de la actividad pastoral, en la administración de la diócesis, así

como en el ejercicio de la potestad judicial (c. 469).

SU COMPOSICIÓN:

El c. 469 expresa que la curia consta de “instituciones y personas”. Esta definición es

novedosa respecto al CIC de 1917, que concebía la curia como un conjunto de personas que

auxiliaban al obispo; el código actual con esta introducción refuerza el sentido institucional de

la curia al concebirla como un complejo personal y orgánico. A través de la curia se encauza

establemente la actividad de gobierno en la diócesis, superando los inconvenientes de la

sucesión de personas particulares. La relación especial de la curia con los fieles de la

diócesis explica que su justificación sea más amplia que el auxilio a la persona del obispo.

En la curia diocesana son de constitución prescriptiva: el vicario general, el canciller, el

consejo de asuntos económicos, el ecónomo, el vicario judicial (cargo que puede ser

desempeñado por el vicario general), el promotor de justicia y el defensor del vínculo. Los

demás cargos curiales quedan en el carácter facultativo del derecho particular. Esto permite

que la curia pueda adaptarse a las necesidades de la diócesis y también al estilo de gobierno

del propio Obispo, a cuyo servicio se encuentra también la curia.

El c. 470 subraya la libertad del Obispo diocesano en la selección y nombramiento de los

miembros de la curia bajo la concreción de la figura de libre colación (c.157). Son los

colaboradores próximos del Prelado, por eso es congruente que pueda formar libremente su

grupo de colaboradores a partir del nombramiento mismo. Aunque esto no implica que el

Obispo no pueda asesorarse convenientemente antes de realizar la colación del cargo.

Los nombramientos para los cargos en la curia deben hacerse por escrito, en orden a

garantizar la certeza del procedimiento, pero esta exigencia no es ley irritante.

Como consecuencia del nombramiento y de la finalidad propia de los oficios de la curia,

surge un vínculo de dependencia de los oficios curiales respecto al Obispo diocesano, que

siempre han de referirse a las intenciones del Obispo como garantía de comunión. En

correspondencia con la libertad en los nombramientos, es libre también la remoción de los

oficios.

El c. 471 establece la necesidad de una promesa y no propiamente de un juramento de

“todos los que son admitidos a desempeñar oficios en la curia”; que debe realizarse en

verdad, sensatez y justicia.

FUNCIONES:

Conviene distinguir en el dinamismo de la curia entre los actos de gobierno y los actos de

potestad (LG, 27). Los primeros hacen referencia a la exhortación y el consejo y los

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segundos al mandato canónicamente vinculante. El obispo como vicario de Cristo actúa en la

diócesis mediante estas dos clases de actos.

Según el c. 469 la finalidad primordial de la curia es colaborar con el Obispo en el gobierno

diocesano; puede distinguirse pero no separarse el servicio al Obispo y el servicio a la misma

diócesis como dos aspectos de la actividad que la curia está llamada a cumplir.

Esta colaboración de la curia en el gobierno episcopal está orientada primordialmente a la

“dirección de la actividad pastoral” (c. 469); esta especificación de la función de la curia no

se refiere a la sola actividad de los ministros consagrados, sino más bien al “ejercicio de las

obras de apostolado”.

Ante el peligro de la burocratización de la curia en el sentido de dar prioridad a las tareas

estrictamente administrativas, frente a la promoción del apostolado; el derecho procura

simplificar los organismos y recomienda para los clérigos que trabajen en ella tareas

relacionadas con su ministerio.

Aunque se le de relevancia a la actividad pastoral de la curia, hay que subrayar también su

capacidad canónica para ejercer potestad a través de algunos de sus oficios. Se excluye de

la competencia de la curia el gobierno legislativo (corresponde personalmente al obispo),

los actos administrativos encomendados expresamente al obispo y se excluye de la

competencia jurídica de la curia la actividad administrativa y judicial que trascienda el

ámbito diocesano.

SU ORGANIZACIÓN:

A tenor de c. 472, en la curia diocesana prima la autoridad del Obispo a quien se le ha

encargado el gobierno de toda la diócesis, quien goza con toda potestad legislativa, ejecutiva

y judicial. La actividad administrativa y judicial en la diócesis se ejerce a través de la

organización establecida en la curia diocesana. Se puede hablar así de dos sesiones:

La administrativa: es presidida por el vicario general y los delegados episcopales

quienes están estrictamente subordinados al Obispo diocesano; su actividad cesa en

sede vacante.

La judicial: al frente está el vicario judicial, tiene independencia, fuera de los casos

que el Obispo se haya reservado, y sólo debe obediencia a la ley y a su conciencia; no

cesa en sede vacante.

El c. 473 supone la novedad que por vez primera se expresa el deber de la actuación

administrativa diocesana sea informada por el principio de coordinación; como criterio de

buen gobierno. Como consecuencia en el c. 474 se establece el principio de doble firma; ya

que los actos de la curia que puedan producir efecto jurídico deben ser suscritos por el

Ordinario para su validez y por el canciller (aunque todavía se discute si ésta también es

necesaria para la validez).

IV. VICARIO GENERAL. Suele afirmar que es vicario general es una figura muy antigua, aunque sólo en el S. XIV se configura como el que hace las veces de obispo, incluso cuando éste está presente en la diócesis. A partir de Trento ya se fija la figura y potestad del vicario general de forma más nítida.

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Del vicario general se habla expresamente en el Concilio Vaticano II (CD, 2, 25, 27), y en documentos posteriores como el Motu proprio “Ecclesiae Sanctae” y el directorio “ Ecclesiae Imago”. En cualquier caso, es el oficio más importante de la Curia Diocesana. El CIC se refiere directamente a esta figura jurídica en los cc.475-481. c. 475, 1: nombramiento obligatorio en cada diócesis, con potestad ordinaria para el gobierno de toda la Diócesis. C, 475, 2: como regla general nombrar uno solo. C, 477, 1: es el obispo diocesano quien nombra libremente al vicario general y lo remueve libremente, salvo cuando se trata de una obispo auxiliar (c. 406) c. 477, 2: cuando el vicario general este legítimamente ausente o impedido, el obispo diocesano puede nombrar otro. C, 478,1: debe ser sacerdotes, de edad no inferior a treinta años, doctores o licenciados en Derecho canónico o en Teología, o al menos, verdaderamente expertos en estas materias y dotados de sana doctrina, honradez, prudencia y experiencia en la gestión de asuntos. c.478, 2: es incompatible con el cargo de canónico penitenciario y no puede encomendarse a consanguíneos de obispo hasta el cuarto grado. c.479, 1: tiene la potestad ejecutiva- administrativa que le corresponde por derecho al obispo diocesano, exceptuados los actos que el obispo se reserve o requieran, por derecho, mandato especial del obispo. c.479, 3: le corresponde también las facultades concedidas por la Santa Sede al obispo, así como ejecución de rescriptos, a no ser que se establezca expresamente otra cosa o se hayan tenido en cuenta las cualidades personales del obispo Diocesano. c.480: debe informar al obispo diocesano sobre los asuntos más importantes por resolver o ya resueltos y nunca actuará en contra de la voluntad e intenciones de obispo diocesano. c.480:1cesa al cumplirse el tiempo de su mandato, por renuncia o así mismo, quedando a salvo lo establecido para los obispos auxiliares (cc.406 409), por remoción notificada por el obispo o cuando se produzca sede vacante de la sede episcopal. c.481, 2: suspendido de su cargo el obispo diocesano, se suspende la potestad del vicario, a no ser que sea obispo. CARACTERISTICAS SEGÚN EL CIC: El oficio de vicario general es preceptivo u obligatorio (c. 475,1) incluso se afirma que, cuando el vicario general se encuentra ausente o legítimamente impedido, el obispo diocesano puede nombrar otro que lo supla (c. 477,2). Es nombrado por el obispo diocesano directamente y con total libertad Cesa, como vicario general no solo por renuncia o remoción sino cuando queda vacante la diócesis. Lo mismo cuando es suspendido de su cargo el obispo diocesano. A hora bien, en el caso de que la diócesis este impedida, y si no existe obispo auxiliar o coadjutor, y mientras la Santa Sede no disponga otra cosa, a él le corresponde el gobierno de la diócesis (413,2) El c.481, 1 establece claramente los casos de ceses de la potestad del vicario general: a) al término de nombramiento. El Código, en este sentido, ni afirma ni niega la posibilidad de un nombramiento “ ad tempus”. Lo deja implícitamente en manos del obispo. b) la renuncia libremente presentada al obispo diocesano, o en su caso a la autoridad competente, por escrito u oralmente delante de dos testigos. Debe ser aceptada. La renuncia

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hecha por grave temor, por engaño o por error sustancial o por simonía, es “ ipso iure” invalida (cf.cc 187-189). c) la remoción promovida por el obispo diocesano (c.447, 1).se da la remoción automática, por el mismo derecho, en el caso de pérdida del estado clerical (c.194, 1,1). d) sede episcopal vacante, expresamente señalado por el c. 417; debe saberlo con certeza que la sede vacante. Vale igualmente para el vicario episcopal. Cuando el vicario general es, al mismo tiempo, obispo coadjutor: en cuanto la sede queda vacante, queda como ordinario, aunque no haya tomado posesión de la misma (c.409, 1).la potestad del vicario general se suspende cuando se suspende el oficio del obispo diocesano, a no ser que el vicario sea obispo (c.481, 2). Solo ha de nombrarse uno, salvo qué la extensión de la diócesis, número de habitantes u otras razones pastorales aconsejen otra cosa. Cuando existe más de un vicario general (c.475, 2) poseen la potestad “insolidum” sobre toda la diócesis, de lo contrario serian vicarios episcopales y no generales. No se le puede relegar al plano meramente administrativo o excluir de la potestad pastoral; iría en contra de la eclesiología de Vaticano II. En este sentido, incluso el obispo, cuando se encuentra legítimamente impedido, puede mandarle visitar la diócesis, totalmente o en parte (c.391, 1). Tiene potestad ejecutiva administrativa (no legislativa ni judicial), ordinaria o aneja al oficio, vicaria poseída y ejercible en nombre del obispo, y por lo mismo episcopal, universal o general para toda la diócesis subordinada al obispo (c.479, 1) el vicario general tiene la consideración de ordinario de lugar (c.134). Al no tener potestad legislativa no puede dar leyes ni decretos generales de carácter legislativo (c.30) pero puede hacer emanar decretos generales ejecutivos, en orden a precisar las formas de aplicación de la ley o la insistencia en observarlas (c.1420, 1). Tiene el derecho- deber de participar en el Sínodo Diocesano (c.463, 1) y puede ser delegado por el obispo para presidir las secciones particulares (c.462, 2). También tiene derecho a participar con voto consultivo en el concilio provincial (c. 443,3). Por ser un cargo tan delicado, debe emitir, delante del obispo o de un delegado y, la profesión de fe, según la fórmula aprobada por, la Santa Sede (c.883, 5). La figura del vicario general no puede anular a la de los obispos auxiliares. Cuando hay un obispo coadjutor o auxiliar, debe ser constituido vicario general y le debe de dar prioridad para todas aquellas facultades especiales.

V. VICARIO EPISCOPAL (475-481) Significa la palabra literalmente "el que hace las veces de", o el "que actúa en nombre de". Tratándose de la Iglesia Diocesana, Vicario es el que actúa en nombre del Obispo bien de forma general (Vicario General) o bien en sectores particulares (ejem. Pastoral). El nombre de vicarios se aplica también a los sacerdotes que, junto al párroco, trabajan en una parroquia. El Vicario Episcopal: una figura nueva y clave de la pastoral diocesana. "Una figura nueva para una pastoral nueva. Eso es el Vicario Episcopal". Estas palabras de J. Sánchez resumen perfectamente lo que ha supuesto esta figura jurídica. Recordando lo señalado por el Vaticano II, Ecclesiae Sanctae y Ecclesiae Imago, a la hora de hablar de "las clases" de Vicarios Episcopales, se pueden concentrar en tres categorías: Vicario Episcopal Territorial (para una determinada zona), Vicario Episcopal Sectorial (que atiende a un determinado tipo de asuntos, peculiares y concretos en el campo pastoral diocesano), y Vicario Episcopal personal (para un determinado grupo de personas, con características muy propias). Por su parte, el CIC, se refiere directamente al Vicario Episcopal en los cc. 475-481.

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a) Características generales: El Vicario Episcopal fue instituido por el Concilio Vaticano II (CD 23, 25, 27). Se afirma, con claridad, que los vicarios episcopales son una novedad del Concilio y su institución ha sido querida para que el "obispo pueda ejercer el gobierno pastoral de la diócesis del mejor modo posible". Con esta figura, principalmente en las diócesis grandes, y según algunos autores, se colmaron dos necesidades prácticas: a) puede tener más ventajas que nombrar varios vicarios generales; y b) ayuda a clarificar la posición jurídica de los obispos auxiliares, porque según CD 26 (y posteriormente c. 406, 2) el obispo auxiliar debe ser nombrado Vicario general o Vicario episcopal. En cualquier caso, conviene subrayarlo, el vicario episcopal no fue pensado en el Vaticano II como "alternativa" o sustitución al Vicario general. De tal manera que en CD 27 se reafirma la figura del Vicario general y el nuevo CIC impone la obligación como tal de su nombramiento. Otro punto discutible es la propia denominación: "vicario episcopal". En la segunda redacción de CD, en el Vaticano II, se afirmaba que los padres conciliares proponían esta denominación "claritatis gratia", como fórmula provisional, que luego quedó como ya consagrada. Porque Vicario episcopal es también el Vicario general en cuanto vicario del obispo. Se propusieron otros nombres: "Vicario episcopal general", en un caso, y "Vicario episcopal especial o particular", en otro caso. Pero esto también generaba cierta confusión. Se optó por dejar el nombre tal y como figura, conscientes de la imprecisión que conlleva. Es importante que el obispo diocesano, en el nombramiento de los vicarios episcopales, defina claramente el ámbito de sus competencias, como recomienda el Directorio de los Obispos (n. 202). Y es necesaria la buena relación con el Vicario general, por el bien de la diócesis. Por eso, el obispo, en último término, debe velar por la coordinación de la actividad pastoral de los vicarios generales y episcopales. Para ello tiene la posibilidad de constituir un consejo episcopal. b) Potestad: se equipara con el oficio de Vicario general, por las características comunes a ambos cargos: los dos son vicarios del obispo diocesano y su potestad es la misma: episcopal, ordinaria, vicaria, ejecutiva o administrativa, circunscrita al ámbito diocesano y subordinada (cc. 475, 1; 476; 479). Tanto el Vicario general como el episcopal son ordinarios del lugar (c. 134, 1 y 2) y deben actuar conforme a la voluntad del obispo (c. 480). Les afectan las mismas normas sobre condiciones personales para el cargo, de incompatibilidades (c. 478), y también las relativas al modo de nombramiento, remoción, sustitución, cese y suspensión de potestad (cc. 477; 481). Las diferencias proceden de diversos aspectos: su distinto origen histórico; su obligatoriedad (el Vicario es preceptivo); el número (el General, en principio, debe ser uno); y la temporalidad del cargo, por parte del Vicario Episcopal, que no sea obispo auxiliar (Cf. cc. 475, 476, 477). Pero la mayor diferencia es el alcance de la potestad. El Vicario episcopal está dotado de una potestad ordinaria especial, es decir, concretada a personas, materias o lugares. Cuando hablamos de potestad territorial, normalmente se refiere a lo que se define como "Zonas de pastoral". Cuando hablamos de personas o grupos, nos referimos a una gran diversidad en función de la llamada pastoral sectorial o de ambientes: emigrantes, obreros, religiosas, clero, universitarios, etc. Cuando hablamos de "materias o asuntos especiales y concretos de pastoral", puede referirse a todo el territorio (entonces aparece la figura del Vicario Episcopal de Pastoral) o a diversos campos y ámbitos de pastoral: Evangelización, Enseñanza, Liturgia, Apostolado Seglar, etc. En cualquier caso, está al servicio de la "pastoral de conjunto", es decir, una pastoral orgánica e integral que hace corresponsable a todo el Pueblo de Dios en las cuatro áreas que se vienen señalando tradicionalmente: comunión, evangelización, celebración, compromiso. En el ámbito de sus competencias, corresponden al Vicario episcopal las facultades habituales concedidas por la Sede Apostólica al obispo, así como la ejecución de rescriptos (a menos que se disponga otra cosa, c. 479, 3). Pero no puede interferir en aquellos

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problemas que el obispo se reserva para sí o al Vicario general, o que, por derecho, exigen el mandato especial del obispo (c. 479, 2). Su nombramiento debe ser para un tiempo determinado, a no ser que sea obispo auxiliar (c. 477, 1). Las cualidades personales que debe tener, en principio, son las mismas que el Vicario general; también, como él, debe hacer profesión' de fe, antes de su cargo, y tiene el derecho y deber de participar en el Sínodo Diocesano (incluso presidir algunas sesiones particulares) y en los Concilios Provinciales. Un problema delicado es el de las relaciones jurídicas entre el Vicario general y el episcopal. Debe ser regulado por el derecho particular, según determine el obispo. La delimitación, más común, hace referencia a la dimensión de las facultades: el Vicario general tiene jurisdicción en toda la diócesis, en todos los asuntos y sobre todos los fieles de la misma. En resumen, para solucionar este asunto de la posible colisión de competencias entre Vicarios, existen al menos dos vías: especificación, por parte del Obispo, en el nombramiento mismo, y la frecuente relación y diálogo entre Vicarios y Obispo.

VI. VICARIO DE PASTORAL INTRODUCCIÓN Dicho cargo, no está específicamente referenciado en el Código de Derecho Canónico, pero se puede afirmar que está incorporado de manera implícita en los cc. 475-481 donde se habla del Vicario General y de los Vicarios Episcopales, de ahí nace la figura del Vicario de Pastoral. Se dice que el derecho no trae esta figura al menos por dos razones:

1. Es una creación de derecho diocesano o particular. 2. Encajaría más bien en la figura de vicarios episcopales, en la modalidad de “otros

asuntos pastorales”. DOCTRINA:

I. ECLESIOLOGÍA La eclesiología del Código de Derecho Canónico es la misma del Vaticano II. El bautismo nos sitúa a todos los fieles cristianos en un estado de igualdad y corresponsabilidad en la misma misión, en clave de comunión eclesial. Dentro de la Renovación de la Curia Diocesana, sobresale la nueva creación de algunas organizaciones para afrontar la corresponsabilidad y la eficaz acción pastoral. Todo para favorecer una Iglesia de Comunión para la Misión. Se destacan de este modo, las figuras de Consejo Episcopal, Vicarios Episcopales y el Consejo de Pastoral. La curia debe tener la orientación pastoral y debe ser órgano estrechamente cooperador con el obispo. Para ello se debe superar el dualismo entre lo jurídico y lo pastoral y contemplar lo curial como una unidad de ser y actuación en una Iglesia; diríamos hoy, de comunión para la misión. De este modo, la curia presta ayuda al obispo en tres dimensiones o facetas:

Dirección de la actividad pastoral.

Atención a la administración diocesana.

Ejercicio de la potestad judicial.

II. POTESTAD PASTORAL DEL OBISPO: Para entender el término pastoral, debemos remitirnos a la figura del obispo como pastor de la Iglesia. Los oficios del vicario general y vicario de pastoral se pueden definir como los auxiliares del oficio original y principal que ostenta el obispo, “Pastor”. El obispo es la cabeza y pastor tanto cuando actúa en el ámbito de la palabra, de la celebración o de la legalidad, como cuando legisla, administra o juzga. Es decir, que toda actuación del obispo diocesano es pastoral y está al servicio de su tarea de pastor. Ahora bien, sí el oficio principal del obispo diocesano es en sí misma la pastoral, los oficios auxiliares deben ser igualmente pastorales. De ahí que se diga:

El adjetivo “pastoral” se aplica tanto al vicario general, como al vicario de pastoral y a los vicarios episcopales, porque este término abarca la totalidad de las tareas.

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Si se mantiene la figura y denominación del vicario de pastoral, este hecho comporta: a. La existencia de dos vicarios generales. b. Con la creación del vicario de pastoral, se reduce al vicario general a tareas

burocráticas y administrativas. Bajo la potestad pastoral del obispo, decimos que el vicario general, que hace las veces de obispo, posee toda esa potestad en virtud del oficio; así le corresponde en propiedad el apelativo de pastoral. Y desde aquí, podemos concluir que el vicario general es vicario de pastoral. O, en su caso, el vicario de pastoral es otro vicario general. Sin embargo, se puede admitir otra praxis jurídica: la integración de vicario pastoral dentro de la figura de vicario episcopal bajo la categoría de “materias o asuntos especiales y concretos de pastoral” que se refiere a todo el territorio de la diócesis, del que nos habla el c. 476. En este caso está al servicio de la pastoral de conjunto, es decir, una pastoral orgánica e integral de toda la diócesis. Con este presupuesto se evitaría la dualidad que puede surgir desde el derecho, por no traer la figura del “Vicario de Pastoral”: de que hay dos vicarios generales, o que el vicario general es el de pastoral o viceversa. Con este planteamiento queda clara la figura del Vicario de Pastoral. III. EN RELACIÓN CON EL VICARIO EPISCOPAL:

Los vicarios episcopales, fueron instituidos por el Vaticano II, y dicha institución ha sido querida para que el obispo pueda ejercer el gobierno pastoral de toda la diócesis. Dicha figura no fue pensada como alternativa o sustitución al vicario general. El vicario episcopal es también vicario general, en cuanto, a que es vicario del obispo, y tiene la misma potestad: episcopal, ordinaria, vicaria, ejecutiva o administrativa. Ambos son ordinarios del lugar. Las diferencias están enmarcadas, en el alcance de la potestad, la una es en un territorio de la diócesis y la otra en toda la diócesis; de ahí que en el caso del vicario de pastoral se trate la misma consideración. El vicario de pastoral está dotado de una potestad ordinaria especial en toda la diócesis. IV. CUALIDADES:

Al no traer el código las características o cualidades propias del cargo, estas se equiparan a las del Vicario General y de los Vicarios Episcopales, las cuales se describen en el canon 478.

Sacerdotes de edad no inferior a treinta años.

Doctor o licenciado en derecho canónico o en teología o al menos verdaderamente expertos en estas materias.

Dotados de sana doctrina, honradez, prudencia y experiencia en la gestión de asuntos.

IMPORTANCIA DEL DERECHO PARTICULAR – SÍNODO La figura “Vicario de Pastoral” no aparece en el Código de Derecho Canónico, como ya se dijo, por eso es voluntad del obispo diocesano nombrarlo y determinar sus funciones en cada diócesis. Así las relaciones jurídicas deben ser reguladas por el derecho particular, es decir, las dimensiones de las facultades. El vicario de pastoral es la prolongación de la presencia del Obispo en todo el terreno pastoral y el conjunto directo de la realidad pastoral con el obispo, por eso en cada diócesis se deben determinar las funciones y responsabilidades que se equiparan para este cargo. FUNCIONES DIOCESANAS: Actualmente la diócesis se rige por el Sínodo promulgado el 19 de noviembre de 1986 por Monseñor Joaquín García Ordoñez, y con fuerza de ley desde la pascua de 1987. Este sínodo trae la figura del Vicario de Pastoral, y le asigna unas funciones específicas, que si bien, están un poco desactualizadas por la nueva realidad pastoral de la Diócesis con el P.D.R.E., aún siguen vigentes pues el sínodo no ha sido derogado. Estas funciones son1:

1 II Sínodo Diocesano. Diócesis de Santa Rosa de Osos. N° 76.

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a. En caso de Ausencia del Vicario General, ejerce la coordinación de la diócesis2. b. Organizar, coordinar y asesorar la acción pastoral en la Diócesis, c. Presidir y coordinar el Consejo Diocesano de Laicos, d. Presidir, coordinar y animar la comisión de Liturgia, música y arte sagrado. e. Presidir, coordinar y dinamizar el Instituto Diocesano de Pastoral y sus diversas

delegaciones. f. Orientar la aplicación del Plan de Pastoral Diocesano en las parroquias. g. Procurar dar una verdadera formación pastoral a los sacerdotes y futuros sacerdotes,

en coordinación con el Vicario Episcopal de Formación Sacerdotal. h. Visitar las parroquias regentadas por los Vicarios Foráneos, para los fines del Canon

555. i. ACTUALMENTE LE CORRESPONDE COORDINAR TODO LO

CORRESPONDIENTE AL P.D.R.E.

V. CONSEJO PRESBITERAL 1. FUNDAMENTO DOCTRINAL Y FORMACIÓN HISTÓRICA

a) Fundamento doctrinal del Consejo presbiteral en el Concilio Vaticano II Como es sabido, el aspecto central del tema doctrinal que nos ocupa queda reflejado en el Vaticano II a través del diálogo que entre sí mantuvieron las sucesivas redacciones del n. 28 de la const. dog. Lumen gentium, y del n. 7 del dect. Presbyterorum Ordinis. A los Obispos pide que sepan velar y escuchar a sus sacerdotes; a estos últimos, que aprendan a venerar a Cristo en su Obispo, con una obediencia llena de colaboración. Entre las muchas intervenciones de los Padres conciliares que entonces contribuyeron al concilio se mencionarán solamente dos. La primera corresponde al arzobispo Francisco Ayoub de los Maronitas de Siria, quien en el debate de octubre de 1964 subrayó vigorosamente la unión orgánica que une a los sacerdotes con su proprio obispo en la estructura jerárquica del presbiterio. La segunda mención se refiere a las intervenciones de mons. Víctor Garaygordobil. Apuntó la oportunidad de constituir en las diócesis un coetus seu consilium presbyterorum que colabore en forma consultiva con su Obispo. Baste decir que, en la reflexión del Concilio se llega a poner en evidencia que la relación sacramental en el seno del presbiterio constituye un vínculo que, además de la dependencia jerárquica de los presbíteros-colaboradores con su Obispo, incluye la colaboración de aquéllos en la específica función de pastoral que corresponde al Obispo, también en sus manifestaciones de gobierno. A partir de la reflexión sacramental en torno a un colegio de carácter moral, el presbiterio diocesano, el Concilio propugna la creación de una institución diocesana nueva, delineada según unas formas que habrán de establecerse en un momento sucesivo. De todos modos, quedan claros algunos extremos: a) el carácter representativo del organismo y, por tanto, la alteridad respecto del presbiterio en sentido sacramental teológico; b) la dimensión consultiva en la que, en términos generales, ha de colocarse el nuevo instituto respecto de la función que se ha encomendado al Obispo. b) El primer desarrollo normativo del Consejo presbiteral La primera determinación legislativa relativa al nuevo instituto, a partir de la cual el Consejo presbiteral recibe carta de naturaleza como institución consultiva en el ámbito diocesano, tuvo lugar con la promulgación en 1966 del motu proprio Ecclesiae Sanctae. Se limitó a reproducir cuanto el Concilio había establecido ya, sin añadir particulares novedades:

2 Ibid. N° 75.

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a) señala la obligatoriedad de instituir en cada diócesis, con el nombre del Consejo presbiteral, un grupo o senado de sacerdotes representantes del presbiterio para ayudar en el gobierno de la diócesis; b) indica el carácter consultivo de la nueva institución colegial; c) establece que, además de los sacerdotes diocesanos, participen también en el organismo sacerdotes religiosos que en la diócesis tomen parte en la cura de almas o en el apostolado; d) como regla general, salvo intervención contraria de la Santa Sede, prescribe el cese ipso iure del Consejo presbiteral durante el periodo de sede vacante. El motu proprio Ecclesiae Sanctae no estableció una normativa completa acerca del Consejo presbiteral que, como digo, estaba reservada a la futura legislación codicial; se limitó únicamente a señalar los rasgos constitutivos esenciales de los Consejos presbiterales, reproduciendo cuanto había ya establecido el Concilio. De todos modos, otros, preceptos del motu propio indicaban significativamente algunas concretas competencias del nuevo organismo, que habrían de mantenerse en la sucesiva legislación codicial. Cabe mencionar principalmente dos: a) el deber del Obispo de escuchar el Consejo presbiteral para proveer a la equitativa distribución de los bienes y de las rentas procedentes de los beneficios b) la necesidad de escucharlo antes de erigir, suprimir o renovar parroquias. Fruto de ese estudio fue la carta circular Presbyteri Sacra, enviada por la Congregación en abril de 1970 a los presidentes de las Conferencias episcopales. Aparte de ocuparse nuevamente de los fundamentos teológicos de la figura en los términos que ya hemos visto (nn. 1-4), y de reiterar la obligación de constituirla en las diócesis (n. 5), la experiencia recogida hasta el momento llevó a la Congregación del Clero a precisar, con carácter normativo, diversos aspectos de la institución que podríamos resumir así:

a) subraya el carácter representativo del Consejo, y, por consiguiente, la necesidad de que sea reflejo de la diversidad de ministerios, situaciones y oficios de los componentes del presbiterio diocesano (n. 6);

b) encomienda al obispo la tarea de aprobar los estatutos del respectivo Consejo presbiteral y señalar los criterios de designación de sus miembros, pero precisa también que la mayoría de ellos debe elegirse por libre sufragio entre los sacerdotes (n. 7);

c) indica que, en el respeto de las leyes de la Iglesia, el Consejo puede tratar de cuantas cuestiones afecten a la vida diocesana, pero al mismo tiempo excluye de su conocimiento aquéllos temas que, en general, exigen particular discreción en el modo de proceder, y cita en concreto los nombramientos en la diócesis (n. 8);

d) subraya, en fin, el carácter consultivo que, en términos generales han de tener siempre las deliberaciones del Consejo, aunque admite la posibilidad de que el derecho universal establezca cosa diversa, ve! Episcopus in singulis casibus vocem deliberativam Consilio tribuere opportunum censuerit (n. 9).

Para la Congregación del Clero, el Consejo presbiteral debía ser el único organismo que asumiera la condición de senado del obispo para el gobierno de la diócesis, aunque sin embargo siguió el criterio del Ecclesiae Sanctae de mantener en sus funciones de gobierno al Cabildo catedral o al grupo de consultores diocesano, mientras no se hubiera procedido a la reforma de estas dos instituciones (n. 10). Además, la carta circular atribuyó por primera vez a las Conferencias episcopales un cometido de homologación de los Consejos presbiterales del país: de la normativa por la que se rijan y de los temas que deban tratar.

2. EL REGIMEN JURÍDICO DEL CONSEJO PRESBITERAL Estructura orgánica y funcionamiento del Consejo presbiteral Can 495. &1: Establece que en cada diócesis debe constituirse el Consejo presbiteral, es decir un grupo de sacerdotes que sea como el senado del Obispo, en representación del

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presbiterio cuya misión es ayudar al Obispo en el gobierno de la diócesis conforme a la norma del derecho. Can 495 & 2: En los vicariatos apostólicos y prefecturas apostólicas debe constituirse un Consejo presbiteral al menos de tres presbíteros misioneros. Can 496: Cada Consejo presbiteral debe tener sus propios estatutos, aprobados por el Obispos, en los que se indican los oficios, su composición, las formas de convocatoria y de actuación. Can 500: Al Obispo diocesano corresponde convocar al Consejo presbiteral, presidirlo y determinar las cuestiones que deban ser tratadas Can 501: Al quedar vacante la sede, cesa el Consejo presbiteral y cumple sus funciones el Colegio de consultores. El nuevo Obispo constituirá el nuevo Consejo en el plazo de un año. También EL Obispo puede disolver el Consejo presbiteral cuando deje de cumplir su función encomendada en favor de la diócesis o abusase gravemente de ella. Pero ha de constituirse de nuevo en el plazo de un año. La representatividad del Consejo Presbiteral La coherencia teológica determina que el Consejo presbiteral está reservado a los ministros presbíteros. Por eso no tiene vos activa o pasiva en la constitución de los Consejos presbiterales: ni los diáconos, ni los fieles no ordenados, ni los presbíteros que hayan perdido el estado clerical o que hayan abandonado el ejercicio. Can 497: El consejo presbiteral estará integrado según lo señale cada estatuto, por una triple componente: lo miembros natos (en virtud del cargo diocesano que ocupan: vicarios generales, episcopales, rectores de seminarios mayores, rectores de cabildos catedrales), los electivos y los de libre designación. Según el derecho, el Obispo diocesano tiene el deber de consultar al Consejo presbiteral en las siguientes ocasiones:

a. Para convocar el Sínodo diocesano. Can 461 b. Para la erección, supresión o cambio notable de las parroquias. Can 512 &2 c. Para determinar el destino de las ofrendas parroquiales y la remuneración de los

clérigos con funciones parroquiales. Can 531 d. Para la constitución de los Consejos pastorales parroquiales. Can 536 &1 e. Para dar permiso de construcción de nuevas iglesias. Can 1215 &2 f. Para la reducción a uso profano de una iglesia. Can 1222 &2 g. Antes de imponer un tributo a las personas jurídicas públicas sujetas al Obispo

diocesano. Can 1263 h. Para constituir el grupo estable de párrocos que deban intervenir en la remoción de

párrocos. Can 1742 &1

VI. COLEGIO DE CONSULTORES Definición El Colegio de Consultores es el organismo consultivo diocesano más importante. Está constituido, para un quinquenio, por sacerdotes pertenecientes al Consejo Presbiteral de la Diócesis, nombrados libremente por el Obispo para su asesoramiento en los asuntos determinados por derecho o por el propio Obispo, en orden al mejor gobierno de la Diócesis (c. 502 § 1). El número de miembros que lo componen ha de ser no inferior a seis ni superior a doce (c. 502 § 1). Presidencia del Colegio Preside el Colegio en sede plena el Obispo diocesano. En caso de sede impedida o sede vacante, lo preside aquél que provisionalmente hace las veces de Obispo, a tenor de lo previsto en los c.c. 413 §§ 1 y 2, 418, 419 y 421. En situación de sede impedida o vacante, si

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aún no hubiera sido constituido quien provisionalmente haga las veces del Obispo, corresponde la presidencia del Colegio al sacerdote miembro del mismo más antiguo por su Ordenación (c. 502 § 2). Duración de Colegio y sus miembros Los miembros del Colegio son nombrados por un quinquenio, aunque antes de su término haya sido renovado el Consejo Presbiteral y hayan dejado de ser miembros del mismo. Y si cumplido el quinquenio no se hubiera constituido otro Colegio, seguirá el anterior ejerciendo sus funciones hasta tanto no se constituye el nuevo Colegio. El mandato quinquenal de los miembros del Colegio es absoluto y no está condicionado a la permanencia de estos al Consejo presbiteral durante ese periodo. Si algún consultor deja de pertenecer al Colegio antes de cumplir el quinquenio, el Obispo no está obligado a sustituirle, antes de la constitución del nuevo Colegio, con tal de que el número no sea inferior a seis (quórum legal para la existencia del colegio). Y para el caso de designación de un nuevo consultor, éste lo será únicamente por el tiempo que falte para la renovación del Colegio.

FUNCIONES Funciones activas El Colegio de consultores cumple ante todo funciones activas de gobierno en la diócesis que carezca de Obispo auxiliar, si la Sede Apostólica no determina otra cosa, al producirse la situación de sede vacante hasta el momento de la elección (c. 421 § 1) o designación (c. 421 § 2) del Administrador diocesano. En este caso, la función pastoral de gobierno de la diócesis recae en el Colegio de consultores (con la potestad de gobierno que el derecho atribuye al Vicario general) hasta que se proceda a la designación del Administrador, como señala el c. 426. Funciones electivas Consiste en proveer a la designación del oficio transitorio de Administrador diocesano, cuando la Santa Sede no haya tomado la iniciativa de designar un Administrador apostólico (c. 421 § 1). Pero en el plazo fatal de ocho días, el derecho de elección que en estas condiciones posee el Colegio de consultores decae y pasa al Metropolitano, aunque no por ello deje el Colegio de cumplir las funciones activas de gobierno, que sólo cesan cuando el Administrador diocesano entra en funciones, realizando ante el mismo colegio la requerida profesión de fe (c. 833 § 4). También en los casos de sede impedida, el c. 413 § 2 reconoce en última instancia al Colegio de consultores la función de elegir un sacerdote que rija la diócesis. Funciones de representación institucional Son las que realiza el Colegio de consultores cuando debe comunicar a la Santa Sede el fallecimiento del Obispo, o la elección del Administrador diocesano (c. 422); cuando recibe formalmente las letras apostólicas del nuevo Obispo diocesano en su toma de Posesión (c. 382 § 3), y también en el caso de Obispo coadjutor (c. 404 § 2) y del auxiliar en las circunstancias del c. 404 § 3. Estas tres funciones jurídicas las asume el Colegio de consultores con el cometido de garantizar la estabilidad y la continuidad del gobierno pastoral de la diócesis en momentos de transición. Por la misma razón, su función consultiva asumirá en esos precisos momentos una particular función de control respecto de los actos del Administrador diocesano. Función Consultiva Es ejercida mediante la función de tutela de la identidad del presbiterio, durante el periodo de sede vacante; la función general de tutela del patrimonio diocesano; y finalmente las que serían cuestiones generales de gobierno de la diócesis. Durante el periodo de sede vacante cabe, en efecto, individuar una específica función de garantía de la estabilidad del gobierno y la identidad del presbiterio de la diócesis, que incluye un particular control sobre el Administrador diocesano en estas materias. En tal

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sentido, el Colegio debe manifestar el propio consentimiento para que el Administrador apostólico pueda conceder cartas dimisorias (c. 1018 § 1, 2º.) o, tras un año de vacancia de la sede, para que pueda conceder excardinaciones o incardinaciones en la diócesis, o autorizar el traslado de un clérigo a otra iglesia particular (c. 272). Y por lo que se refiere al gobierno de la Curia, el Administrador diocesano necesita del permiso del Colegio de consultores para remover de su oficio al Canciller o a los notarios (c. 485). Además, durante el periodo de sede diocesana vacante, que conlleva el cese del Consejo presbiteral, las funciones que ejerce este Consejo pasan al Colegio de consultores en tanto no se constituya el nuevo Consejo presbiteral. Dentro y fuera del periodo de sede vacante, el Colegio de consultores asume además una particular función de salvaguardia y control del patrimonio diocesano. Por lo tanto, en estos tres casos el Código ha exigido la intervención vinculante del Colegio en temas patrimoniales: 1. Para la realización por parte del Obispo de actos de administración extraordinaria, según

el c. 1277. 2. Para la venta de bienes eclesiásticos de valor superior a la que ha fijado la Conferencia

episcopal, según el c. 1292. 3. Para el arrendamiento de bienes eclesiásticos conforme al c. 1297, en iguales límites de

valor que en el caso de la venta. Además, el Código señala la necesidad de escuchar, en forma facultativa, al Colegio de consultores en los demás actos de administración del patrimonio diocesano que tengan cierto relieve (c. 1277); en cambio, es preceptivo escuchar su parecer antes de nombrar un ecónomo en la diócesis (c. 494).

VII. EL CONSEJO EPISCOPAL 1. Constitución Podrá ser establecido por el obispo si lo considera conveniente. Es un ente previsto exclusivamente por el Derecho común de la Iglesia latina. Aunque el Derecho común mencione el Consejo Episcopal como ente que podrá ser regulado por el Derecho particular, es difícil en la práctica que existan diócesis de gran o incluso mediana dimensión que no cuenten con un Consejo Episcopal establecido. El C.E ha surgido para coordinar adecuadamente la actividad pastoral diocesana, pero muy especialmente la actividad jurídica y pastoral de los vicarios generales y episcopales diocesanos. 2. Composición y presidencia Al respecto, se plantea el problema de si debe ser llamado a formar parte del C.E el vicario judicial de la diócesis. La razón es la necesidad de distinguir los poderes administrativos y judiciales que se ejercen en la diócesis y asegurar la independencia entre tales funciones, la cual debe mantenerse también en el aspecto orgánico. La presidencia del Consejo Episcopal corresponde naturalmente al obispo diocesano. 3. Procedimiento de actuación El Consejo Episcopal es órgano consultivo, pero eso no impide que pueda y deba tomar decisiones. Puede tomar decisiones de gobierno, aunque ordinariamente esa decisión no tendrá eficacia jurídica externa mientras no se formalice como acto de potestad del obispo o de alguno de los ordinarios del lugar que son miembros del Consejo. Conclusión: el C.E es el instrumento colegial más importante con que cuenta el obispo para impulsar el gobierno ordinario de la diócesis.

VIII. EL CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL a) Antecedentes conciliares

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El Consejo Diocesano de pastoral es uno de los organismos potenciados por el Concilio Vaticano II como órgano de participación de toda la comunidad diocesana – sacerdotes, religiosos y laicos debidamente elegidos – en el gobierno pastoral del pueblo de Dios encomendado a los obispos, tal y como lo presentan los decretos Christus Dominus y Ad Gentes. El elemento más importante de la doctrina conciliar al respecto es el que se refiere a la necesaria participación de los fieles, cada uno según su propia condición, en la actuación de la misión de la Iglesia, que encuentra en el Consejo diocesano de pastoral un lugar privilegiado. El C.D.P. es de carácter optativo, es el reflejo de la común vocación bautismal de la que participan tanto clérigos, como religiosos y laicos y ejerce una función consultiva. b) El desarrollo postconciliar En el motu proprio Ecclesiae sanctae de Pablo VI del 06 de octubre de 1966 se dan algunas disposiciones respecto a los consejos diocesanos de pastoral: a) Tienen un carácter meramente consultivo: su función es la de investigar, ponderar y proponer conclusiones prácticas de cara a las obras pastorales. b) Por su propia naturaleza es una institución permanente, aunque el obispo puede convocarlo por tiempo determinado y siempre que lo crea oportuno. c) Los miembros serán especialmente escogidos por libre decisión del obispo. d) Conviene que, con el fin de que su labor sea realmente eficaz, se estudien previamente los temas con la ayuda de aquellas instituciones que trabajen para ese fin. e) Si existen varios ritos, conviene que el consejo sea iter-ritual, que conste de miembros de todos los ritos. f) Otras disposiciones particulares se dejan en manos del obispo, aunque recomienda que se establezcan normas parecidas en el mismo territorio, vía Conferencia Episcopal. También le corresponde al Consejo cooperar en el Sínodo diocesano y procurar la aplicación de los estatutos. El Sínodo de los obispos de 1971 hizo también referencia al Consejo diocesano de pastoral con dos afirmaciones esenciales: que se potenciara en las diócesis como complemento a la acción de los consejos presbiterales y que su misión era ciertamente consultiva: facilitar con sus reflexiones el establecimiento de cauces concretos para la acción pastoral. En 1973 una carta circular de S. C. para el Clero, fruto de una gran consulta a nivel eclesial sobre las experiencias ya existentes de los C.D.P., recuerda los principios doctrinales propuestos por el Concilio y por el Sínodo y da normas prácticas, algunas de las cuales están recogidas por código vigente: a) El C.D.P. debe ser verdaderamente representativo, un eco institucionalizado de la realidad diocesana. Se trata de una representación entendida como reflejo de la realidad diocesana. b) Que la mayoría de los miembros sean laicos; deben estar en comunión plena con la Iglesia y ser aptos para recibir este cometido y ejercerlo. Esta alusión a la idoneidad conlleva no sólo no ser hereje, ateo o cismático, sino perseverar en la Iglesia de corazón, no ser un elemento muerto o un lastre. c) Que los obispos, salvando siempre su libertad, tengan muy en cuenta su parecer aunque se trate de un órgano meramente consultivo. d) El C.D.P. no dirima asuntos que no son de su competencia porque sobrepasan lo pastoral: cuestiones generales sobre la fe, la ortodoxia, las costumbres, o las leyes universales. Como es un órgano creado por y para el obispo, en caso de sede vacante, cesa; y cómo es de carácter diocesano, no se estima oportuno crear organismos similares a nivel intradiocesano. c) El comentario a los cánones El canon 511 establece, a modo de recomendación, que en cada diócesis, si lo sugieren las circunstancias pastorales, se constituya el consejo de pastoral. Su carácter es facultativo pues depende de la valoración que haga el obispo. Su naturaleza es colegial-consultiva, su ámbito diocesano o infradiocesano, pero nunca supradiocesano, y su finalidad es estudiar, valorar y proponer conclusiones operativas en lo que hace referencia a la actividad pastoral de la diócesis.

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Estas funciones del consejo las puede desarrollar por iniciativa de los miembros que plantean cuestiones o dando su opinión sobre aquellas cuestiones que el obispo quiere someter a su consideración. En cuanto a los requisitos exigidos a los miembros encontramos los siguientes: Que estén en plena comunión con la Iglesia católica; pueden ser clérigos o miembros de Institutos de vida consagrada, pero serán preferentemente laicos; que representen la variedad misma de la Iglesia particular; que posean una fe segura, buenas costumbres y prudencia. Otros aspectos como la designación de estos miembros se deja al derecho particular: libre colación, en razón del cargo que desempeñan en la diócesis, por presentación, etc. En cuanto a su duración. El c. 513 afirma que el C.D.P. se constituye por tiempo determinado según los estatutos dados por el obispo, entendiendo este tiempo referido al mandato de los miembros (que es de carácter temporal) y a sus actividades (ocasionales) más que al consejo que, como tal, sería permanente y que cesaría por tres causas: en sede vacante, terminado el plazo de tiempo para el que fue convocado o por decreto del obispo. El c. 514 recuerda la función del obispo: lo convoca y preside según las necesidades, y en cualquier caso, al menos una vez al año; el voto de los miembros es meramente consultivo siendo competencia del obispo hacer público lo tratado en él si lo estima conveniente.

IX. EL CONSEJO DIOCESANO DE ASUNTOS ECONÓMICOS El canon 1280, novedad en el actual Código de Derecho Canónico, determina que “toda persona jurídica ha de tener su consejo de asuntos económicos, o al menos dos consejeros, que, conforme a los estatutos, ayuden al administrador en el cumplimiento de su función”. Norma que el mismo Código concreta en algunos casos al establecer la constitución obligatoria de estos consejos como en el caso de la diócesis (c.492), de la parroquia (c.537), los institutos de vida consagrada (c.638§3), etc. Lo anterior está indicando que también en la materia de la administración de los bienes temporales de la Iglesia se está extendiendo la convicción de que tal administración se debe hacer de manera más colegial y participativa de todos los fieles, y menos individualista y clerical que en épocas pasadas. ANTECEDENTES DEL CANON 492 El Código de Derecho Canónico de 1917 decía que el Obispo no podía decidir él sólo la enajenación de los bienes de la Iglesia sin haber consultado previamente a sus pares en el episcopado o a su presbiterio. También establecía que cada Ordinanario debía instituir un Consejo, con la finalidad de ayudarle en su tarea de vigilar la administración de los bienes que estaban en su territorio y no estaban legítimamente exentos de su jurisdicción, presidido por él mismo y que constaba de dos o más varones peritos en derecho, elegidos por él habiendo oído previamente al Capítulo Catedral (c.1510§1). En el Código de 1917 se hablaba de Consejo calificado como de administración (c.1520§3) o como Consejo Diocesano de Administración (c. 1521§1). PROCESO DE REDACCIÓN DE LOS CÁNONES 492-494 Los actuales cánones 492-494, referentes al Consejo Diocesano de Asuntos Económicos, fueron estudiados para la respectiva reelaboración del anterior Código de 1917. La posterior revisión del canon consistió, básicamente, en dejar absoluta libertad al Obispo diocesano para el nombramiento de los miembros del CDAE, supuesta su constitución obligatoria en cada diócesis; se eliminó el requisito de que, al menos, uno de los miembros perteneciera al Consejo Presbiteral, así como que las Conferencias Episcopales pudieran dar normas, por el mismo derecho, sobre la configuración del CDAE. CONSTITUCÍON Y NATURALEZA

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Ya hemos indicado anteriormente que el c.1280 determina que “toda persona jurídica debe tener su consejo de asuntos económicos… que ayude al administrador en el cumplimiento de su función”. El Obispo diocesano, al que compete en su diócesis toda la potestad ordinaria, propia e inmediata que se requiere para el ejercicio de su función pastoral (c.381§1), representa a la diócesis en todos los negocios jurídicos de la misma (c.393), siendo por tanto el responsable de la administración de los bienes de la diócesis, si bien debe nombrar un ecónomo que, bajo su autoridad, administre los bienes de la misma (c.394§3). La concreción del c.1280 en la diócesis, como persona jurídica (c.373), es el CDAE. Su constitución en cada diócesis es obligatoria (c. 492§1) ya que, aunque no se dice explícitamente, se deduce de los mismos términos empleados. Es decir: su existencia no se deja a la voluntad de cada Obispo sino que es obligatoria. Varias razones avalan la constitución de los consejos de asuntos económicos para cada persona jurídica en general (c.1280) y para la diócesis en particular (492): la complejidad del sistema económico moderno que hace que el administrador, él sólo, no pueda ejercer adecuadamente su función, con los consiguientes perjuicios económicos para la persona jurídica administrada incluso sin culpabilidad directa del administrador; el c. 1279 establece que el administrador de los bienes de una persona jurídica canónica es quien la gobierna de manera inmediata: pero esta persona no es, en la mayoría de los casos, competente en gestión económica y financiera, por lo que debe contar con un órgano cualificado que ponga su experiencia a su disposición. El CDAE como los demás consejos tiene de por sí naturaleza consultiva. Ello es subrayado expresamente en la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes de 1997, donde dice: “el consejo pastoral, diocesano o parroquial, y el consejo parroquial para los asuntos económicos, de los cuales forman parte los fieles no ordenados, gozan únicamente de voto consultivo y no pueden, de ningún modo, convertirse en organismos deliberativos”. El CDAE, por tanto, es un órgano de consulta no de gobierno, consultivo no deliberativo, no decide sino que da su punto de vista al superior. Es en definitiva, un órgano fundamentalmente consultivo, asesor, de tipo técnico o especializado en materia de bienes temporales. COMPOSICIÓN La composición de CDAE viene señalada muy genéricamente en el c 492§1: debe constar, al menos, de tres fieles designados por el Obispo, que sean verdaderamente expertos en materia económica y en derecho civil, y de probada integridad. Únicamente se excluyen del mismo los parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o de afinidad (c.492§3). Y se indica que el nombramiento de los miembros del CDAE debe ser para cinco años, si bien puede renovarse su nombramiento para otros quinquenios sucesivos (c.492§2). No hay prevista para su designación ninguna necesidad de consulta previa, a diferencia de lo que sucedía de el Código de 1917, donde se establecía que el Obispo debía consultar al Cabildo Catedral para la elección de los miembros del Consejo de Administración (c. 1520§1). FUNCIONES Y COMPETENCIAS El ordenamiento canónico atribuye al CDAE una serie de competencias y funciones determinadas, que básicamente son de tipo consultivo y técnico: De tipo consultivo son aquellas que la legislación canónica impone al Obispo, bajo pena de invalidez del acto, de recurrir al CDAE para obtener su consejo. Ejemplo: el nombramiento del ecónomo diocesano (c.494§1) y su remoción durante el mandato (c.494§2). Las funciones o competencias de orden más técnico son las siguientes: preparar cada año, de acuerdo con las indicaciones recibidas del Obispo, el presupuesto de ingresos y gastos de la diócesis, así como aprobar el balance anual de ingresos y de gastos de la diócesis (cc. 493; 494§4); determinar el modo según el cual el ecónomo diocesano debe administrar los bienes de la diócesis bajo la autoridad del Obispo (c.494§4); revisar, por encargo del Ordinario del lugar, las cuentas que deben rendir anualmente los administradores de bienes eclesiásticos (c.1287§1).

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Finalmente, el CDAE debe elegir provisionalmente a una persona para el cargo de ecónomo diocesano si el que lo desempeñaba ha sido designado Administrador Diocesano (c. 423§2).

X. EL MODERADOR DE LA CURIA DIOCESANA. CAPUT CURIAE.

El decreto Christus Dominus del Concilio Vaticano II, recordó que la Curia Diocesana ha de organizarse de tal manera que el obispo tenga un instrumento adecuado, no sólo para administrar la diócesis, sino también para realizar obras de apostolado. La preocupación por una Curia Diocesana renovada, según criterios de coordinación, eficacia y verdadero servicio pastoral, aparece también en los grupos de estudio de la Pontificia Comisión para la reforma del Código de Derecho canónico. El 15 de noviembre de 1977 se remiten a los órganos de consulta los esquemas de los cánones a tratar sobre la Curia Diocesana. En primer lugar se encuentran las normas generales acerca de la Curia Diocesana que coinciden, en general, con las que están en el Código de derecho canónico. Sin embargo, ha de notarse que se introduce una nueva figura y un nuevo oficio, es decir el oficio de moderador de la Curia, a quien compete bajo la autoridad del obispo diocesano coordinar los trabajos que se refieren a la administración de toda la diócesis. EL ÁMBITO DE COMPETENCIA El oficio de moderador de la Curia se configura como oficio perteneciente a la curia administrativa. El objetivo queda claramente enunciado: el moderador, tiene como función la unidad de la disciplina administrativa en toda la diócesis. Para ello se confía a un vicario general, que se le llama caput curiae. En el canon 473 del vigente Código de Derecho canónico, queda limitada la competencia del moderador de la Curia, únicamente a la coordinación de los trabajos que se refieren a la tramitación de los asuntos administrativos. Así pues, atendida la distinción que introduce el canon 469, diciendo que la Curia Diocesana consta de aquellos organismos y personas que colaboran con el obispo en el gobierno de toda la diócesis, principalmente en la dirección de la actividad pastoral, en la administración de la diócesis, así como en el ejercicio de la potestad judicial, queda claro que el moderador de la Curia no tiene competencias ni en la dirección de la actividad pastoral, ni en el ejercicio de la potestad judicial, sino únicamente en el ámbito de la administración de la diócesis. FUNCIONES DE COORDINACIÓN Y VIGILANCIA Las competencias que se le atribuyen en el canon 473.2 del Código son excesivamente indefinidas, ya que solamente dice que coordina y cuida los trabajos que se refieran a la tramitación de los asuntos administrativos y que también cuida de que el personal de la Curia cumpla debidamente su oficio. Las funciones propias del moderador de la Curia se describen en las actas de la Comisión para la reforma del Código con diversas expresiones: distribuir los asuntos según las diversas competencias, conocer todos los actos administrativos, dirigir los trabajos de la Curia, tener potestad para lograr la unidad de toda la actividad administrativa. En conclusión, es un oficio canónico administrativo, vicario del obispo diocesano, con competencias administrativas de coordinación y vigilancia sobre toda la actividad administrativa de la Curia. Además, el oficio de moderador ha de ser considerado como oficio de máximo rango administrativo después del obispo diocesano, ya que no se excluyen de su competencia la coordinación de los actos administrativos de los vicarios generales y episcopales, si los hubiere. Por todo lo anterior y previendo que puede carecer de claridad la funcionalidad del cargo, corresponderá a la normativa diocesana establecer más en concreto las competencias que han de ser atribuidas al moderador de la Curia para que quede claramente establecida su

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condición de titular en la función administrativa, en orden a cumplir eficazmente el encargo recibido.

XI. EL ECÓNOMO DIOCESANO HISTORIA Se puede encontrar, sin embargo, antecedentes de esta nueva figura canónica en la larga historia de la Iglesia. En el actual ordenamiento canónico, es un verdadero y propio oficio eclesiástico a tenor del c. 494 que lo configura canónicamente. Y, como tal oficio estable, es una figura de nueva constitución en el actual código de derecho canónico, dentro de la curia diocesana, no encontrado referencias al mismo como tal figura personal en el código de 1917. Las competencias que se le atribuyen eran desarrolladas precedentemente, al menos en algunas diócesis, por el Capitulo Catedral y por los consultores diocesanos. DOCTRINA Lo que dice el código de derecho canónico sobre el ecónomo. 492 § 1. En cada diócesis ha de constituirse un consejo de asuntos económicos, presidido por el Obispo diocesano o su delegado, que consta al menos de tres fieles designados por el Obispo, que sean verdaderamente expertos en materia económica y en derecho civil, y de probada integridad. § 2. Los miembros del consejo de asuntos económicos se nombran para un período de cinco años, pero, transcurrido ese tiempo, puede renovarse el nombramiento para otros quinquenios. § 3. Quedan excluidos del consejo de asuntos económicos los parientes del Obispo hasta el cuarto grado de consanguinidad o de afinidad. 493 Además de las funciones que se le encomiendan en el Libro V De los bienes temporales de la Iglesia, compete al consejo de asuntos económicos, de acuerdo con las indicaciones recibidas del Obispo, hacer cada año el presupuesto de ingresos y gastos para todo el régimen de la diócesis en el año entrante, así como aprobar las cuentas de ingresos y gastos a fin de año. 494 § 1. En cada diócesis, el Obispo, oído el colegio de consultores y el consejo de asuntos económicos, debe nombrar un ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia económica y de reconocida honradez. § 2. Se ha de nombrar al ecónomo para cinco años, pero el nombramiento puede renovarse por otros quinquenios, incluso más de una vez, al vencer el plazo; durante el tiempo de su cargo, no debe ser removido si no es por causa grave, que el Obispo ha de ponderar habiendo oído al colegio de consultores y al consejo de asuntos económicos. § 3. Corresponde al ecónomo, de acuerdo con el modo determinado por el consejo de asuntos económicos, administrar los bienes de la diócesis bajo la autoridad del Obispo y, con los ingresos propios de la diócesis, hacer los gastos que ordenen legítimamente el Obispo o quienes hayan sido encargados por él. § 4. Al final de año, el ecónomo debe rendir cuentas de ingresos y gastos al consejo de asuntos económicos. PARTICULARIDADES Todo Obispo diocesano debe nombrar obligatoriamente un ecónomo en su diócesis, después de oír al consejo de asuntos económicos y al colegio de consultores. El ecónomo debe ser verdaderamente experto en materia económica, y de reconocida honradez. Es nombrado por un quinquenio, puede ser renovado por iguales períodos sin limitación alguna. Tratándose de un oficio eclesiástico de la curia diocesana, el nombramiento deberá hacerse por escrito, a través de un decreto que firma el Obispo y el canciller. El ecónomo deberá prometer el fiel cumplimiento de sus funciones y guardar el secreto según lo establezca el derecho o el Obispo.

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FUNCIONES + Administrar los bienes de la diócesis bajo la autoridad del Obispo diocesano, según el modo determinado por el consejo de asuntos económicos. + Es una función netamente ejecutiva. + Consiste en llevar a cabo las decisiones administrativas del Obispo y hacer los gastos que éste, o quienes hayan sido encargados por él, ordenen legítimamente, con los ingresos propios de la diócesis y de acuerdo con el plan determinado por el consejo de asuntos económicos. + A fin de año debe rendir cuentas de los ingresos y los gastos de la diócesis al consejo de asuntos económicos.

XII. CANCILLER – VICECANCILLER Y NOTARIO Algunos autores afirman que en la Época romana existía la figura de canciller. Los reyes bárbaros, al asumir el modelo de organización administrativa del pueblo romano, mantienen la figura del canciller, encomendándole la custodia del sello real. La cancillería en las universidades: Tenemos datos de que el siglo XIII, algunas universidades concedía la graduación de canciller. Este grado académico, poco a poco, fue adquiriendo gran prestigio cultural, y social en medio de los ambientes civiles y eclesiásticos. Oficio Eclesiástico: Parece que los cancilleres reales fueron cedidos por los emperadores para ser los encargados de levantar las actas de las sesiones de los concilios ecuménicos del siglo IV. -Congregación del Concilio 1625-1825 Describirá al canciller como el notario público, de los documentos de la diócesis. -Sínodo provincial de los Rutenos, de 1720, Reconoció en el canciller los oficios de: Notario, Guarda y Custodia de Actos y Prebendas, Encargo de la lista de Ordenaciones, Registro de Visitas, Concesión de Rescriptos y Dispensas, Asistencia a las elecciones de las Casas Religiosas y Notario Sinodal. En muchas diócesis se asoció a su función, la economía diocesana. El código de 1917. En el caso del canciller, el desempeño del oficio, queda restringido, a aquellos, que en la iglesia están revestidos con el orden sagrado. No es el caso de los notarios, que si “escasean los clérigos” podrán ser laicos” con la excepción de la actuación notarial, en las causas criminales de los clérigos.Para ser nombrados en cualesquiera de estos oficios era requisito indispensable la fama intachable, de los candidatos y el que los elegidos estuvieran libres, de toda sospecha. El canciller o los notarios, podían sr removidos, o suspendidos de su cargo por aquel de quien hubieran recibido el nombramiento o su sucesor o su superior, aunque nunca podían haber sido destituidos de forma arbitraria por el Vicario Capitular. El canciller: Es un colaborador curial del obispo, Oficio unido al presbiterado, cuya principal ocupación será la de guardar, en el archivo las actas de la curia, por lo que motu proprio será notario. Así mismo le concede la posibilidad de levantar acta de la toma de posesión canónica del obispo residencial, del coadjutor, y de los auxiliares. Los cancilleres de las diócesis se convirtieron en los auxiliares más cercanos del obispo, con mandatos especiales, que en algunos casos llegaron a abarcar el poder de jurisdicción. En España tal práctica provocó que muchos párrocos en dificultades, acudieron a los cancilleres, de sus obispados, en vez de entrevistarse con el vicario general de la diócesis. Concilio Vaticano II Pedro Cantero Cuadrado envió una propuesta para el n° 27 del documento Cristus Dominus. Nombra al canciller como colaborador del obispo en poder de gobernar, Esta propuesta no quedó señalada en la redacción final del decreto. Pudo ser considerado un puesto burocrático. El profesor Echeverría ignora la cancillería al presentar un proyecto de curia episcopal.

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Cardenal Rouco en un análisis teológico- pastoral- canónico en 1979: La cancillería debe llevar el registro general de la curia, del Archivo, de la Notaría, de la Agencia de preces y de la comunicación ordinaria de la Curia Episcopal, en el Cabildo Catedral. El 15 de abril de 1980 se trató nuevamente la cancillería Episcopal, y en esta sesión se volvió a debatir acerca de la condición sacerdotal o laical del canciller. En América el canciller es moderador de la curia y tiene por tanto una responsabilidad que supera, el aspecto burocrático y administrativo. El código de 1983 El código de derecho canónico, para la iglesia latina dedica a la Cancillería diez cánones 482 -49 tres cánones menos que el código del 17. El canon 482 elimina la prescripción del Código anterior, por la que el canciller debía ser sacerdote. puede concedérsele por legislación propia, otras funciones. El canciller levanta el Acta de posesión del nuevo obispo y de la presentación de las letras Apostólicas, del Coadjutor y del Auxiliar. A diferencia del código anterior, que declaraba que este encargo, podía ser realizado indistintamente, por el canciller o el secretario del cabildo EL VICECANCILLER El código Pío- benedictino da a esta figura un carácter subsidiario. Reza el canon que se nombrara: “si la necesidad lo exige”, siendo su misión la de ayudar al canciller. Delimitando más claramente su función, diciendo de él que será: “denominado vicecanciller o vicearchivero”. No solamente el cargo tiene un carácter discrecional sino que además su función es definido en términos estrictamente burocráticos, desligada de cualquier posible dimensión pastoral o asesorativa en el gobierno de la Diócesis: “Es el vicearchivero”. No se puede afirmar categóricamente que la mente del legislador contemplase la obligatoriedad de que el vicecanciller debiera estar revestido del orden sagrado. Solamente es un ayudante que tampoco tiene la misión de hacer las veces del canciller en la ausencia de este. Aunque el excesivo carácter clerical de estos oficios de la Cancillería, en este código, pueden sobreentender este carácter. Recordemos lo que dice el canon 373, 3: “si escasean los clérigos, los notarios, pueden escogerse de entre los seglares. Esta figura está muy limitada por el volumen de la Cancillería y su existencia sometida a las dimensiones de la diócesis. EL NOTARIO Su denominación viene de las notas o signos que las personas empleaban para escribir con rapidez, en el desempeño de su oficio. El Canon 484 describe sus funciones: 1. Redactar las actas y documentos referentes a decretos, disposiciones, obligaciones y otros asuntos para los que se refiera su intervención; 2. Recoger fielmente por escrito todo lo realizado y firmarlo, indicando el lugar, día, mes y año; 3. Mostrar a quien legítimamente los pida aquellas actas o documentos contenidos en el registro, y autenticar sus copias, declarándolas conformes con el original. Por la firma del notario, las actas obtiene fe pública (cc. 483,1 – 1437,2) y son así documentos no impugnables. El canciller es por oficio notario de la curia (c. 482,2). Sin la firma del notario las actas procesales son nulas (c. 1437, 1) Los notarios deben ser personas de buena fama y por encima de toda sospecha; en las causas en las que pueda ponerse en juicio la fama de un sacerdote, el notario debe ser sacerdote (c.483,2).

XIII. EL PENITENCIARIO

Uno de los oficios expresamente prescritos por la norma es el “canónigo penitenciario”. Su función es muy relevante como ministro peculiar del sacramento de la penitencia, con facultades especiales para tal ministerio.

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Debe designarlo el obispo (cc. 147, 157, 966 y 968, 1) entre los miembros del cabildo tanto catedralicio como colegial. Debe ser un sacerdote idóneo y preparado para dicho oficio, además de su ejemplo, experiencia, prudencia y buena formación teológica y canónica. Donde no existe un cabildo, el Obispo diocesano debe nombrar a otro sacerdote como penitenciario Por su oficio tiene facultad ordinaria no delegable y está determinada con precisión tanto en lo territorial como en lo personal. Esta facultad no se equipara a la potestad de jurisdicción. Esta facultad se aplica exclusivamente dentro del fuero sacramental; su objeto o materia, además del perdón de los pecados, es la absolución de la censuras latae sententiae. Estas censuras son: excomunión, suspensión y entredicho, siempre y cuando no hayan sido declaradas mediante sentencia o decreto, ni estén reservadas a la Santa Sede. Para evitar la peligrosa confusión y mezcla entre el fuero externo y el fuero interno sacramental, el c. 478, 2 establece que el oficio de penitenciario es incompatible con los del Vicario General y Vicario Episcopal. Por esta misma razón, aunque explícitamente no lo menciona la norma, es también incompatible con el cargo de Vicario Judicial (cc 391, 2 y 1420, 1y2). Este principio de incompatibilidad entre los oficios viene sancionado en el c. 152 La importancia del penitenciario es reducida frente a las facultades que tiene el resto de los sacerdotes confesores, pero el oficio puede ser un punto de partida para la renovación de la pastoral penitencial. En nuestra Diócesis, mediante comunicación a todos los sacerdotes del 4 de agosto de 2010, el Rvdo. P. Francisco Mejía Vargas, también Vicario Judicial, ha dado a conocer que ha sido designado por Mons. Jairo Jaramillo, Obispo diocesano, para desempeñar este oficio. En esta misma misiva explica que él actúa en el fuero interno sacramental y que no puede delegar ni ejercer su oficio en el fuero externo, además, para dar una autorización para absolver fuera del caso urgente del canon 1357, se debe pedir al Señor Obispo o al Vicario General; según explica el sacerdote en su carta.

XIV. CABILDO DE CANÓNIGOS Es un colegio de clérigos que viven en comunidad, celebran el culto divino en una iglesia capitular y reciben de una masa patrimonial, que puede estar divida en prebendas, lo necesario para su sustento. Por regla general, el cabildo se denomina cabildo de colegiatas o, en las iglesias catedrales, cabildo catedralicio. La organización y las tareas de los cabildos se regulan por el Derecho Canónico universal, (cc: 503-510), así como por el decreto de fundaciones y el estatutario (autonomía). Los canónigos honorarios no tienen asiento ni voto en el cabildo. Las tareas de los cabildos catedralicios se sitúan tradicionalmente en el plano diocesano. Los cabildos de las colegiatas son, en parte, importantes instituciones pastorales. Cabildo Catedralicio Es un colegio de clérigos de la catedral para la celebración de la liturgia y otras tareas. Historia Los cabildos catedralicios tienen como forma precursora las comunidades de clérigos de las iglesias catedrales. La institución de la vida canónica; cabildo, se había formado tanto en la Iglesia franca occidental como en la visigoda en los siglos VI y VII. Esta regla ordenaba de forma unitaria asuntos organizativos y litúrgicos a la vez que permitía la posesión de propiedad privada. Los cabildos catedralicios tuvieron mayor importancia en los siglos IX y X, lo cual se manifestó, entre otras cosas, en la erección de personas jurídicas con autonomía estatutaria y en las propiedades. Para promover los cabildos espirituales, numerosos cabildos catedralicios se organizaron durante la Edad Media según un derecho regular pero, posteriormente, se restituyó de forma general su estado clerical secular.

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Las reformas tridentinas y la nivelación de los estamentos sociales solo llegaron a imponerse con la reorganización de los cabildos catedralicios después de la secularización en el siglo XIX. Se establecieron así estatutos y derechos de los cabildos catedralicios. El CIC/1917 describía en los cc. 391-422 el derecho de canónigos. En las Iglesias orientales no católicas no se formaron cabildos catedralicios en el sentido técnico de la palabra. A partir de le Edad Media, el cabildo catedralicio se constituyó en un elemento de continuidad en la dirección de la diócesis y en órgano consultivo del Obispo, ampliado aún más por el Concilio de Trento. Después del Concilio de Trento se incrementó el número de canónigos sacerdotes con formación teológica, hecho que convirtió a los cabildos catedralicios en algunos lugares en sostén de la Iglesia católica. Después del Concilio Vaticano II, los cabildos sufrieron una pérdida de derechos, que fueron transferidos especialmente al consejo presbiteral. Constitución Actual La erección, innovación y supresión de los cabildos catedralicios están reservadas a la Sede Apostólica. Derechos y Deberes El cabildo catedralicio como persona jurídica es sujeto de derechos y obligaciones y tiene capacidad procesal, de parte y delictiva. El cabildo regula sus propias atribuciones, tiene derecho a participar en el concilio provincial con dos representantes y en el sínodo diocesano, tiene funciones de colegio consultivo. Cabildos de las Colegiatas Es una comunidad de canónigos de constitución colegial erigida en una iglesia para celebrar el culto divino y para otras tareas. Según el CIC, los cabildos de las colegiatas deben llevar a cabo la liturgia solemne en la colegiata. El Obispo diocesano tiene atribuciones para la erección, para otorgar canonjías y para confirmar los estatutos. No se permite la unión de parroquia y cabildo de colegiata. (c. 510). Cabildo Honorario Es una forma de cabildo de la colegiata sugerida en la Edad Moderna. Los canónigos honorarios no tienen prebendas, viven de los ingresos que reciben en virtud de otros oficios eclesiásticos, solo tienen algunas obligaciones de coro, por cuyo cumplimiento el cabildo honorario puede recibir una cantidad de dinero. Los cabildos honorarios se erigen sobre todo para realzar determinadas iglesias y para promover la liturgia y la pastoral.

XV. EL ARCHIVO Introducción: El nuevo código lleva a cabo una reforma importante, destaca que los Archivos Diocesanos se conserven bien, y que la llave del Archivo secreto debe quedar a buen recaudo al vacar la sede, asunto que deja bajo la responsabilidad del obispo. El nuevo código no concede permiso general para el acceso a los documentos, limitando el derecho general de acceso al Archivo Diocesano a los interesados acerca de casos relativos a su persona. El Archivo Diocesano no puede ser consultado por cualesquier persona, sino por aquellos y para aquellos datos que hagan referencia a la persona que hace la consulta. Añadiendo que el documento a consultar no debe tener la clasificación de “PRIVADO”. ¿Qué es el Archivo?: Es la memoria de la Iglesia, testificadora de las vicisitudes pequeñas y grandes de las que está entretejida su historia. El Archivo ha de establecerse en un “lugar seguro”.

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Documentos que debe contener el Archivo: Los que se refieren a la diócesis o a las parroquias: libros sacramentales (Bautismo, confirmación, matrimonio, ordenación sacerdotal y exequias), escrituras de propiedad, registro de asociaciones, fundaciones, inventarios, rescriptos, dispensas, actas de la dedicación o bendición de lugares sagrados. Para garantizar la inviolabilidad de los Archivos, el mismo código (c. 487) prescribe que las llaves las tendrá el Obispo y el canciller; y que el Obispo sólo, o el moderador de la curia junto con el canciller, darán la autorización de consulta a los interesados, solo para aquellos documentos que siendo públicos por su naturaleza se refieran a su estado personal. Se puede sacar documentos del Archivo con permiso del Obispo o del moderador de la curia junto con el canciller, si es por poco tiempo, pero no del Archivo secreto. El Archivo Secreto: Debe ser o bien una dependencia distinta del archivo Diocesano, o bien un mueble distinto en la misma dependencia, o una parte dentro del mismo mueble. Documentos que debe contener el Archivo Secreto:

Los relativos a los matrimonios celebrados en secretos. Cfr. C.1133.

Los relativos a las “monitiones” y “correptiones”. Cfr. C. 1339.

Los que se refieren a los procesos penales. Cfr. C. 1719.

La relación de las personas que asumirían el gobierno de la Diócesis en caso de que quedara impedida la Sede. Cfr. C. 413, par. 1: aunque ese canon no habla expresamente del archivo secreto de la curia, usa la expresión, del todo equivalente, “a cancellario sub secreto”.

Lo mismo cabe decir de otros casos, como los previstos por los c c. 269,2 y 377 par. 2 Para salvaguardar la fama de los interesados, sin detrimento del conocimiento histórico: “debiendo conservarse un breve resumen del hecho junto con el texto de la sentencia definitiva”, todos los años deben destruirse los documentos de aquellas causas criminales cuyos reos hayan fallecido ya, o que hayan sido resueltas con sentencia condenatoria diez años antes, cfr. C. 489, pár. 2.

La llave del Archivo secreto y la consulta de documentos corresponden solamente al Obispo.

De ello se deduce que otros sujetos, incluidos el canciller y el moderador de la curia, pueden consultar esos documentos sólo con permiso del Obispo Diocesano.

En situación de Sede vacante, el sujeto legitimado a los efectos mencionados es el administrador diocesano, pero sólo en caso de “verdadera necesidad”, que ha de ser valorada según el prudente juicio del propio administrador diocesano.

Para el caso de Sede impedida no se dispone nada, pero ha de considerarse aplicable, en virtud del c. 414, la misma norma prevista para el caso de Sede vacante respecto a quien rige la Diócesis, c. 413.

En todo caso, no puede sacar documentos del Archivo Secreto ni siquiera el Obispo diocesano.

El Archivo Histórico: Se define a partir del contenido de ese Archivo, es decir, de los documentos de valor histórico, pero no se define ahí que ha de entenderse por “valor histórico”: por tanto se deja al Derecho particular, así como a la sensibilidad del Obispo Diocesano. Conviene prever, al menos en las Diócesis más grandes, las figuras del archivero, que posea especiales dotes de carácter científico. Al Obispo Diocesano corresponde reglamentar su utilización. Este archivo histórico se rige por las normas que dé el Obispo Diocesano. Además pueden existir otros Archivos, como son el catedralicio, el de los monasterios y el de las parroquias, todos supervisados por el archivo Diocesano. Cfr. C. 491, pár.1.

Funciones del archivador Diocesano:

Responsable de la custodia y organización de los documentos que reposan en el archivo.

Tener un inventario actualizado de los documentos del Archivo.

Velar por el depósito seguro de los elementos del Archivo.

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Restauración de los documentos, que se hayan dañado, conservando su originalidad.

Filmación de seguridad del archivo.

Cuidar el orden, el registro e investigación de los fondos existentes en el archivo.

Le corresponde la selección y la recepción de los escritos dignos de conservarse en el Archivo procedentes de la administración.

La adquisición de fondos para el Archivo de proveniencia externa (ejm: legados póstumos), en la medida en que tal material complemente razonablemente los fondos y colecciones del propio Archivo.

Emplear ordenadamente los fondos necesarios, para la protección de datos.

El director del archivo tiene la obligación especial de supervisar los Archivos de todas las instituciones eclesiásticas de la Diócesis, en especial los archivos parroquiales.

Promover el cuidado de los archivos parroquiales y la suministración de datos al archivo Diocesano a fin de darles de ese modo una seguridad permanente.