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8/4/2019 subirats_cultura moderna
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Transformaciones de la cultura moderna
Publicado el 27 agosto, 2009 por Hernn Montecinos
Por: Eduardo Subirats
Fuente: www.ensayistas.org
La idea de modernidad surge al mismo tiempo que la de progreso, y est indisolublemente unida a
ella. Ya desde un punto de vista semntico lo moderno se identifica con lo nuevo y presupone, con
ello, un principio revolucionario de ruptura, esto es, de crtica, renovacin y cambio. La modernidad
es una edad histrica de transformaciones y quebrantamientos; es consustancial con la crisis.
Modernidad, crisis y progreso son los trminos de la ecuacin que distingue a nuestro tiempo.
La idea de progreso es relativamente reciente. La concepcin mitolgica y religiosa de la historia es
cclica y determinista. Nada nuevo puede emerger bajo el cielo de los antiguos dioses. La fe en el
progreso surge cuando la sociedad, la cultura, la historia son comprendidos como obra humana. De
ah que la nocin de progreso naciera al lado de la creacin, y en sus formas artsticas en primer
lugar. Cuando, en el renacimiento, Vasari relata la historia de los pintores y escultores italianos, lo
hace as en unos trminos de desarrollo ascendente, de una progresin. Hoy nos resulta paradjicaesta primera formulacin del progreso humano, y no slo porque nuestra sensibilidad ya no
acostumbre a concebir la historia del arte occidental precisamente como un progreso; es paradjica
tambin esta idea porque en nuestro mundo cultural no es el arte, sino la economa monetaria, las
ciencias y la tecnologa las que sostienen el proceso histrico como un desarrollo ascendente de
acrecentamiento, de acumulacin, en fin, de progreso.
Aunque divergentes entre s ambas versiones del progreso, Vasari lo concibi bajo la dimensin
tica y esttica de la realizacin de la persona en la figura del artista, mientras que el progreso
capitalista se define de acuerdo con una concepcin cuantitativa de acumulacin de dinero o de
dispositivos tcnicos parecieron alcanzar una sntesis en el perodo clsico de la modernidad: la
Ilustracin. He escrito parecieron alcanzar; en realidad debiera decirse que, en sus lneasgenerales, a los ojos de los filsofos y cientficos de los siglos XVII y XVIII, se alcanza
efectivamente la unin, la identidad entre progreso tecnolgico-cientfico, y progreso, en aquel
sentido esttico y tico que, desde Petrarca hasta Vasari, constituyen el fundamento de la nueva
cultura. Esta sntesis, cumplida en la filosofa de Kant, tiene lugar bajo la hegemona de una
dignidad y autonoma humanas que la universalidad de la razn cientfica fundament sobre una
base a la vez epistemolgica y metafsica. El nuevo espritu de las ciencias posibilit los
experimentos newtonianos sobre las leyes de la gravedad, pero posibilit tambin los experimentos
americanos sobre los poderes de la independencia. La idea de libertad, como principio de autonoma
individual y como principio constitucional de los derechos republicanos, estaba indisolublemente
unida a la del progreso cientfico-tcnico.
La unidad de desarrollo social y tecnolgico-econmico, y la realizacin humana, fue la que defini
histricamente la secularizacin moderna. El orden racional del progreso, y la sntesis de
acumulacin econmica y enriquecimiento cultural que tericamente garantizaba, arrebat para s
los valores de una plenitud humana en lo trascendente, y sus presupuestos metafsicos o polticos.
Tal sntesis sigue siendo, para la cultura contempornea, un ideal positivo, cuyos efectos se hacen
notar tanto en los principios polticos como en los programas artsticos y en los anlisis filosficos
de la cultura moderna. Por poner un ejemplo: el Bauhaus, la escuela libre de arquitectura y diseo
creada durante la Repblica alemana de Weimar, no debe su celebridad ni su importancia a la
creacin de unos diseos ms o menos funcionales, nuevos y delicados. Su importancia, desde un
punto de vista cultural, reside en haber unido a travs de su labor didctica y creativa los valores
econmicos y cientficos del progreso tecnolgico, con un objetivo socializador y un idealreformulado de la emancipacin secular. El Bauhaus reesta-bleci la unidad entre lo tico y lo
esttico aquella dimensin del progreso que reclama Vasari para los artistas italianos y los
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aspectos cientficos y econmicos del progreso industrial; estableci esta sntesis con la misma
consecuencia y vehemencia que en el siglo XVIII la construy conceptualmente la filosofa de
Kant.
Pero hoy, cuando se habla de crisis, parece apuntarse a una dimensin ms profunda, o simplemente
a una dimensin distinta a aquella que pudiera significar la astronoma copernicana, la crtica del
dogmatismo metafsico de Bacon o la revolucin epistemolgica de Kant. La palabra crisis seala a
una profunda escisin, fragmentacin y disolucin interior de nuestra cultura bajo los diversosfactores sociales, tecnolgicos y econmicos que la condicionan. La crisis seala ms bien la
desintegracin profunda de aquella unidad tica, esttica y cientfica que configuraba la conciencia
moderna del pensamiento de siglo XVII hasta nuestra poca.
A finales del siglo pasado, Karl Marx puso en entredicho el ideal romntico del progreso cultural, el
cual supona una identidad de principio entre el desarrollo cientfico-tcnico y la libertad humana en
un plano espiritual y social. Su anlisis sociolgico-filosfico muestra la herida de una sociedad a
partir de entonces definida como antagnica. Es cierto que, entre tanto, la capacidad poltica y
tecnolgica de integracin de los Estados modernos desarrollados, permiten neutralizar este
antagonismo, bajo formas de control institucional en lo que respecta a los conflictos sociales entre
clases, o bajo las formas de intervencin militar en lo que respecta a los conflictos entre pasespobres y ricos. Pero la realidad de una sociedad antagnica de intereses persiste en la conciencia de
todos.
Tambin a finales del siglo pasado, el filsofo alemn Georg Simmel puso de manifiesto este nuevo
carcter conflictivo de la modernidad bajo lo que llam tragedia de la cultura. Siguiendo en el
fondo la filosofa crtica de Marx no el dogma materialista de su concepcin metafsica de la
historia y la lucha de clases, que esencialmente parta de una protesta contra las condiciones de
inhumanidad que la revolucin industrial impona sobre la sociedad, Simmel analiz los aspectos
desintegradores, centrfugos y destructivos que el desarrollo de la economa monetaria y el poder
cientfico-tcnico llevan consigo. Simmel analiz el proceso objetivo de alienacin cultural
subsiguiente al proceso de racionalizacin social, como la cara regresiva indisolublemente unida alprogreso.
A diferencia del marxismo, Simmel no llev a cabo este anlisis en un plano econmico, sino en el
de las formas culturales propiamente dichas: el arte, la literatura, la vida cotidiana y algunas zonas
fundamentales de la crisis cultural de nuestro tiempo como la cuestin del feminismo. Pero ello,
lejos de rebatirla, solamente ampli la perspectiva filosfica de la crisis de la cultura que ya haba
descrito Marx. El lema rezaba: civilizacin contra cultura, progreso de las empresas tecnolgicas e
imperialistas (Spengler), y disolucin interior de la cultura.
Esta perspectiva sobre la cultura escindida moderna no se encuentra solamente en tal o cual
corriente ideolgica de la filosofa o la sociologa contemporneas. La conciencia de la crisis de
la cultura moderna aparece en filsofos como Scheler o Cassier, o en socilogos como Weber oMannheim, por mencionar solamente algunos ejemplos (a los que se podra aadir Bergson,
Husserl, Dilthey, Ortega y muchos ms), preocupados en sus obras por rescatar para la reflexin
filosfica aquella dimensin hermenutica, sociolgica, histrica o esttica que le permita rebasar o
al menos mitigar aquel conflicto fundamental de la modernidad.
Para mayor claridad tratar de resumir los trminos de esta tragedia de la cultura. La concepcin
clsica, ilustrada, del progreso supone que el avance histrico condicionado por la acumulacin
capitalista y el desarrollo cientfico entraa un orden racional capaz de congeniar este proceso con
los valores ticos, estticos y sociales del pasado, representados, por ejemplo, en la historia del arte,
o en las costumbres y concepciones tico-religiosas. Tal era, por ejemplo, la utopa de la burguesa
liberal europea de finales de siglo: el ideal de una sntesis entre los valores clasicistas, y los valores
tecnolgicos y sociales de la revolucin industrial. La misma voluntad de unidad se afirma tambin
en movimientos artsticos modernos, como la arquitectura expresionista, desde Gaud hasta Taut y
Steiner.
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La escisin de este ideal relativamente unitario entre el desarrollo tecnolgico y los fines ticos y
artsticos de la cultura se pone de manifiesto el da de hoy en una magnitud exacerbada, en relacin
a lo que fue en vsperas de la segunda guerra mundial. El desarrollo cientfico-tcnico ha adquirido
dimensiones completamente fuera de toda escala humana: una science-fiction convertida en
principio de realidad.
La tecnologa hoy ms moderna, la informtica, anticipa ya esta escisin en lo que define
nuclearmente su estructura epistemolgica: la sustitucin de la experiencia humana por laacumulacin indefinida, y por definicin incontrolable, de informacin. Tal sustitucin se efecta ya
en la estructura del lenguaje, desvinculado progresivamente de sus componentes expresivos y
sometidos cada vez ms al rigor de su racionalizacin lgica, de acuerdo con el modelo de la
gramtica transformacional. Los vastos efectos que se introducen en lo ms ntimo de nuestras vidas
se pone de manifiesto en ejemplos particularmente espectaculares, como la medicina, en la cual la
introduccin de la informtica impone al paciente una relacin exterior con su propia realidad fsica
y espiritual, una dimensin completamente despersonalizada.
En cualesquiera de los aspectos institucionales bajo los que se contemple el progreso tecnolgico de
nuestro tiempo chocamos con uno y el mismo fenmeno cultural de desintegracin: crisis de la idea
de sujeto personal, liquidacin de las concepciones histricas, ya sean filosficas, ya religiosas, quesostienen nuestra idea de dignidad humana, de libertad, de integridad fsica, de moralidad o de gusto
esttico. A ello se aaden fenmenos sociales de desesperada desintegracin, como la drogadiccin
y el terrorismo, segn respondan a los conflictos urbanos o a los conflictos territoriales de nuestra
civilizacin. Ambos extremos son mucho ms ricos como smbolos de un movimiento civilizatorio
centrfugo y de fragmentacin de lo que su usual criminalizacin por parte de los Estados modernos
permite ver. Pero, sobre todo, ponen de manifiesto la contraparte de las nuevas formas de
racionalizacin tecnolgica en la sociedad moderna.
El socilogo Tnnies detect, por primera vez, en el siglo pasado, el conflicto entre progreso y
cultura: el progreso tecnolgico e industrial tiende a la liquidacin de una integracin social sobre la
base de valores ticos, religiosos o estticos; en su lugar emerge la sociedad como organizacintcnica (y con ella la sociologa, de la que Tnnies figura como uno de sus padres). Pero, entre
tanto, lo que la filosofa de la historia de un Spengler o un Ortega contemplaba como la pesadilla de
una edad deshumanizada se ha cumplido socialmente. Las grandes metrpolis modernas son un
artefacto tcnico: sus formas de comunicacin administrativa, comercial y cientfica slo discurren
a travs de medios tcnicos o performatizados. El mundo de la mquina ha hecho obsoleto al sujeto
humano, como ha formulado Anders en su definicin de la posthistoria. Pero, a su vez, estos
fenmenos de disolucin de viejos valores culturales estn acompaados por el acrecentamiento de
las desigualdades econmicas entre los grupos sociales y entre los pases, segn sea su grado de
desenvolvimiento econmico y tecnolgico; y estas tensiones, a su vez, generan formas
terriblemente cruentas de confrontacin militar, y formas temiblemente totalitarias de control civil.
El grado de racionalizacin mxima que nuestras culturas ms avanzadas han alcanzado coincideas con el mayor grado de irracionalidad, en cuanto a sus mismas consecuencias polticas y sociales,
ecolgicas y psicolgicas.
Hoy estas transformaciones estructurales de la cultura desarrollada se viven subjetivamente como
una condicin posmoderna, por emplear la expresin de J.F. Lyotard. El punto negativo de partida
de esta perspectiva es el carcter obsoleto o ya puramente retrico de la tradicional crtica
sociolgica de izquierdas. El socialismo cientfico resulta hoy, tanto sociolgica como
polticamente, una utopa tan abstracta e irrealizable como pudieron parecerlo las utopas, hoy
consideradas literarias, de los socialistas del siglo XVIII a los ojos de los intelectuales de la I
Internacional. Esta constelacin ideolgica parece significar que la crtica sociolgica y filosfica
que entraaba sea hoy inviable. En cualquier caso, nuestra condicin posmoderna se caracteriza,negativamente hablando, por el abandono ms o menos explcito de las tradiciones de la filosofa
crtica, en nombre de la superacin (o la inviabilidad sociolgica) de sus alternativas, o su
rebasamiento por los nuevos factores tecnolgicos de la civilizacin.
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La condicin posmoderna surge, as, de la encrucijada entre una crtica y una expectativa social de
izquierdas que se sienten obsoletas, tanto terica como polticamente, frente a las nuevas
tecnologas, sus efectos sociales y las formas de dominacin social que presiden. En esta
encrucijada lo primero que se encuentra es el vaco. Muy tempranamente, Octavio Paz detect el
agotamiento, el vaciamiento de valores al que haba llegado la modernidad literaria y artstica del
siglo XX. Es algo que puede referirse lo mismo a los planteamientos programticos del Bauhaus
como a la teora de la revolucin social de G. Lukcs. Este vaco es el que, en muchos paseseuropeos y americanos, ha mediado entre los aos en torno al 68 (con el trasfondo de movimientos
revolucionarios triunfantes en el Tercer Mundo, la revolucin cultural y la renovacin que supuso
frente al dogmatismo estalinista, y el movimiento estudiantil) y la dcada de los ochenta (con la
dilatacin de las guerras del Tercer Mundo, la escalada de misiles con cabezas nucleares de alta
potencia y el hundimiento econmico de los pases en desarrollo). Para toda una generacin el
mundo, de pronto, se ha venido abajo.
El segundo personaje que aparece en este encuentro de caminos es la recuperacin nostlgica de
smbolos tradicionalistas. A este respecto, la arquitectura contempornea, que ha difundido el
ambiguo ideario de la posmodernidad con tanto entusiasmo como, despus de la primera guerra
mundial, lo hizo con el de la modernidad, ofrece un ejemplo privilegiado. La arquitectura europeasiente nostalgia por la torre medieval o el palacio renacentista; la arquitectura norteamericana
recuerda con anhelo la monumentalidad clasicista. Todo ello funciona con una ambivalente
voluntad de recomponer viejos mitos: el herosmo de la columna, el rigor racionalista de las
simetras, la autoridad moral de las arcadas y las cpulas: pero tambin posee el carcter de una
ornamentacin de estuco tcnicamente perfeccionado, y definida con arreglo a los cnones del ms
estricto marketing, y de una simbolizacin arcaica del poder social y poltico.
Nostlgico es tambin el carcter que define la teora programtica de una cultura postindustrial de
Daniel Bell. De acuerdo con un modelo idealista (que recuerda las utopas sociales espiritualistas de
Kandinsky, Taut y Steiner), su filosofa social concibe la sntesis de una cultura tecnolgica fundada
en la razn cientfico-tcnica junto a una cultura social fundada en una concepcin religiosa
trascendente. Se trata de aquella misma sntesis de progreso tecnolgico y realizacin moral de lapersona que haban formulado las filosofas de la Ilustracin. Pero ahora, y en ello reside el giro
posmoderno del asunto, esta sntesis no se realiza como unidad interior a la estructura del progreso
histrico. Los valores morales, o incluso la religin como su vehculo funcional e histrico, son
injertados en la sociedad performatizada como un sistema de reintegracin complementaria, una
especie de tecnologa teraputico-social.
Esta recuperacin nostlgica presupone una actitud encubridora, retrica, algo que a veces se ha
llamado un nuevo manierismo. Se oculta la realidad de la civilizacin y su progreso (en lo social, en
lo arquitectnico o en lo poltico) bajo la fachada de cualesquiera valores histricos, ticos o
estticos, segn lo considere ms propicio el mercado del momento. La fachada, ahora en el
sentido enftico de la palabra, se convierte en el nico principio socialmente vlido de identidad (eneste sentido lo ha definido la psicologa social de Goifman), o, lo que quiere decir lo mismo, la
sociedad quiere identificarse con sus imgenes o sus mscaras (ticas, regionalistas, historicistas).
Este carcter de fachada constituye, precisamente por ello, un rasgo predominante de la cultura
moderna, al lado precisamente de su fundamental vaco: se trata, en definitiva, de una concepcin
escenogrfica de la cultura como espectculo mediticamente generalizado, como representacin
total (cuya primera formulacin fue la teora de la obra de arte total; su segunda, la concepcin
nacional-socialista de la poltica como obra de arte; y su tercera, la cultura de los valores tico-
estticos mediticamente escenificados).
Pero, frente a este aspecto blando de la condicin posmoderna, se encuentran sus elementos
duros: la asuncin sin restricciones del progreso tecnolgico junto con los fenmenosconcomitantes que genera. Un ejemplo de todos los das lo proporciona la moda punk en el vestir.
Ella exhibe, como signos de identidad, los aspectos ms regresivos de nuestro mundo: un ascetismo
militante, smbolos agresivos que fluctan ambivalentemente entre la representacin del poder y la
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expresin de la opresin (las cadenas son instrumentos agresivos, pero tambin el signo de la
servidumbre, y as los brazaletes, muequeras y tatuajes), y todo ello coronado por el color negro de
la muerte. El emblema ideal sera, a este propsito, un muchacho vestido con todos estos atavos y
jugando o trabajando (o precisamente ambas cosas a la vez) en una computadora. Una imagen de
hecho difundida en pelculas contemporneas de ciencia-iccin.
El aspecto terico de esta nueva condicin social lo formul por primera vez, a mi modo de ver, el
filsofo Feyerabend. De pronto, en el medio intelectual de la revuelta estudiantil, aparecieron unaserie de ensayos en los que este autor defina el anarquismo no en trminos de lucha o de
organizacin tico-social, sino como juego epistemolgico. La traduccin informtica de este
principio es la concepcin de una plasticidad poco menos que total de este medio; es, en suma, la
capacidad de diversificacin, de polimorfa, de conflictos y disensos descentralizados que la
revolucin informtica permitir de acuerdo con su propia estructura segn se formula, por
ejemplo, en el Informe Nora Mine sobre la informatizacin de la sociedad. La tesis que se
desprende de la perspectiva epistemolgica de Feyerabend o del pronstico tecno-social de este
ltimo informe es hasta cierto punto sencilla: la informatizacin, entendida como forma superior de
la racionalizacin social, entraa una serie de fenmenos regresivos: pobreza, marginacin,
degradacin social, controles totalitarios, nuevos tipos de censura, y, sin duda alguna, una nuevafigura de alienacin humana. Pero, a su vez, los mismos medios que imponen este sacrificio social
posibilitan nuevas formas de libertad, de comunicacin, de creacin y de riqueza. El mismo modelo
argumentativo que en este sentido hoy esgrime el Informe Nora Mine, o la teora de la
posmodernidad de Lyotard, es el que, en la segunda mitad del siglo XVIII, expuso Condorcet en su
optimista celebracin del papel emancipador de la imprenta. Ello no relativiza ni un pice el
contenido de su ambivalente enunciado sociolgico y cultural.
Trazar un balance tan sucinto de la crisis de la modernidad que hoy vivimos es una tarea venturosa,
pero aventurada. El anlisis sociolgico avanza en este terreno por conjeturas. En cualquier caso,
entre el vaco de valores sociales tico-estticos, agravado por las confrontaciones militares y la
crisis econmica mundial, entre la cultura espectacular que despliega a lo ancho y a lo largo de sus
estrategias mediales la representacin del poder, y entre el desarrollo a la vez esperanzador yamenazante de las tecnologas informticas, la lnea de equilibrio que puede trazarse no es, ni
mucho menos, estable. Dicha inestabilidad constituye, precisamente, una de las caractersticas
culturales y psicolgicas de nuestro tiempo, de la neurosis de nuestro tiempo, por recordar los
trminos del anlisis de la cultura realizado por Freud.
Un balance apenas puede trazarse; y con menor motivo an se puede anticipar una alternativa. Por
consiguiente, no a ttulo de alternativa pero s de exigencia terica y social, deseo acabar este
ensayo con una solucin provisional pero programtica. Ella se remonta a aquel conflicto entre
cultura tico-esttica y progreso tecnolgico que anteriormente he sealado; y se remonta tambin a
la teora crtica de la sociedad que a lo largo de la historia de la crisis de la civilizacin moderna se
ha ido dibujando. Esta tradicin crtica, ligada a la hermenutica y la filosofa social, heredera delhumanismo, es declarada hoy como obsoleta (la sociologa y la filosofa norteamericanas la han
despachado hace mucho a los infiernos, a ttulo de metafsica o de romntica). Ciertamente muchos
de sus aspectos relativos a la concepcin filosfica del mundo o a sus formulaciones utpicas
resultan anticuados. Ello debe subrayarse especialmente por lo que toca a la filosofa de la historia y
a la teora poltica del marxismo. Pero la superacin de estas concepciones no invalida su objetivo
crtico. El anlisis de la alienacin humana, concomitante al progreso civilizatorio, en sus aspectos
econmicos, sociales, psicolgicos o epistemolgicos, sigue siendo un necesario, aunque a veces
indeseado, acompaante de este proceso civilizatorio mismo.
Las nuevas formas de alienacin y degradacin culturales fuerzan y forzarn en el futuro formas
asimismo nuevas de resistencia y disidencia. Los grupos ecologistas, el feminismo, el pacifismo, lasresistencias sociales al paro generado por el proceso de racionalizacin industrial constituyen otras
tantas manifestaciones ntimamente relacionadas con el avance tecnolgico de nuestros das. El
carcter revolucionario de estos movimientos y reacciones es un hecho tan inapelable como
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moralmente legtimo (ticamente fundado en una era en la que los sistemas tecnolgicos de
dominacin esgrimen la guerra total, y los condicionamientos sociales que su amenaza impone,
como ltimo argumento de su conservacin). Pero este carcter socialmente subversivo es hoy
socialmente inviable en virtud del frgil equilibrio poltico y tecnolgico que preside nuestras
sociedades, y del peligro de una destruccin en gran medida indiferenciada como la que hoy tiene
lugar en Amrica central y andina y de devastadores efectos (un signo ms de la restriccin de la
libertad concomitante del desarrollo de una tecnologa bsicamente agresiva).Pero semejante constelacin vuelve hoy precisamente ms importantes, y no ms obsoletas, las
tareas de la crtica de la sociedad en sus formas tericas y a travs de la imaginacin crtica en el
terreno del arte, de la educacin y de los fenmenos sociales de disidencia. Una cultura moderna y
democrtica no puede prescindir de estas fuerzas intelectuales y sociales para limitar y corregir los
efectos devastadores del progreso en el sentido de sus valores capaces de salvaguardar la
autonoma, la realizacin humana y la sobrevivencia en nuestras sociedades avanzadas. Grandes
decisiones en el terreno del urbanismo, de la arquitectura, de la educacin, de la comunicacin
meditica, de la organizacin del trabajo y la informacin, de la conservacin histrica o de la
naturaleza deben asumirse hoy, con la ms clara conciencia, a partir de una reflexin crtica sobre el
progreso tecnolgico y sus efectos, positivos y negativos, sobre nuestras condiciones psicolgicas,urbanas o ambientales.
La cultura moderna, definida por el predominio de la tecnologa, y de los intereses econmicos y
militares a ella ligados, no puede sobrevivir sin una siempre despierta imaginacin crtica y utpica.
Si ella pudiera ser desterrada de una vez por todas, entonces podra darse definitivamente la razn a
aquellos pensadores que han declarado, con fundados motivos, el fin de la historia y de la
humanidad misma. Semejante defensa de una imaginacin crtica encuentra hoy a su paso grandes
obstculos y requiere un enorme esfuerzo. Significa la creacin de nuevos modelos reflexivos a la
altura de los conflictos de nuestro tiempo y, con ellos, nuevas formas de comunicacin y solidaridad
sociales.
No se trata de una alternativa posible, sino, probablemente, de la nica salida a la angustia y elescepticismo de nuestro tiempo.
[Fuente: Eduardo Subirats. Transformaciones de la cultura moderna. En: Metamorfosis de la
cultura moderna. Barcelona: Anthropos, 1991. pp. 127-139. Versin digital autorizada para Proyecto
Ensayo Hispnico y preparada por Silvia Ins Carcamo]
Jos Luis Gmez-Martnez
Nota: Esta versin electrnica se provee nicamente con fines educativos. Cualquier reproduccin
destinada a otros fines, deber obtener los permisos que en cada caso correspondan