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¡Griten Viva la República! Mientras nosotros concentramos la tierra… Mercados de
tierra y disolución de resguardos indígenas de 1810 a 1860.1
Nathalia Martínez Vanegas
Asesora: María del Pilar López Uribe
Resumen
Este documento estudia el mercado de tierras de la primera mitad del siglo XIX, a la luz de
los casos del Altiplano Cundiboyacense y del Departamento del Cauca. El análisis se genera
a partir de la construcción de una nueva base de datos elaborada con fuentes de archivo para
el periodo 1810-1860. De esta manera, el documento muestra que la importancia relativa de
este mercado en la economía nacional durante el periodo de estudio fue baja. Sin embargo,
evidencia la existencia de una élite latifundista que también funge como élite política, militar
y eclesiástica, lo que le permite tener acceso al poder de facto en la sociedad de la época.
Además, comprueba que ante la disolución del resguardo indígena no se evidencia una
democratización de la tierra sino un aumento de su concentración.
Palabras Clave: Resguardo, Disolución, Indígenas, Historia Económica, Colombia,
República.
Códigos JEL: N96, J01, J22, J31, Q15.
1 Agradezco los valiosos comentarios recibidos por parte de Adolfo Meisel, Juan Sebastián Galán, Hermes
Tovar y Yurany Perdomo. También agradezco a la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes por
la financiación recibida en el marco del concurso de propuestas de Tesis en Historia Económica. Quisiera hacer
un especial agradecimiento a María del Pilar López por su valioso aporte en todo el proceso de esta
investigación y a mi familia por su apoyo incondicional a todos mis proyectos.
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Shout Long live the Republic! While we concentrate the land ... Land markets and
dissolution of indigenous resguardos from 1810 to 1860.2
Nathalia Martínez-Vanegas
Advisor: María del Pilar López-Uribe
Abstract
This document studies the land market of the first half of the 19th century, using the cases of
the Altiplano Cundiboyacense and the Department of Cauca. The analysis is generated from
the construction of a new database prepared with primary sources for the period 1810-1860.
The document shows that the relative importance of this market in the national economy
during the study period was low. However, it evidences the existence of a landlord elite that
is also a political, military, and ecclesiastical elite, allowing it to have de facto power access
in the society of the time. In addition, it verifies that there is no evidence of a democratization
of the land with the dissolution of the indigenous resguardos, but an increase in the
concentration of the land.
Key words: Resguardo, Dissolution, Indigenous, Economic History, Colombia, Republic.
JEL codes: N96, J01, J22, J31, Q15.
2 I gratefully acknowledge the useful comments received from Adolfo Meisel, Juan Sebastián Galán, Hermes
Tovar y Yurany Perdomo. I also thank the Faculty of Economics of the Universidad de los Andes for the funding
received from the contest of thesis proposal in Economic History. Special thanks to María del Pilar López for
her valuable contribution in the entire process of this investigation and to my family for their unconditional
support in all my projects.
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1. Introducción
La desigualdad en el acceso a la tierra en Colombia es un problema que se ha presentado a
lo largo de la historia y se mantiene vigente hasta hoy. Según la Agencia Nacional de Tierras
(2018), el Gini de tierras de 2016 se ubicaba en 0,73, lo que evidencia una alta concentración
de la propiedad y compromete el uso eficiente de la tierra (Agencia Nacional de Tierras,
2018). Este problema muestra que la tenencia de tierra no está determinada por la
productividad, sino por el grado de riqueza de quien quiere acceder a este bien, lo que afecta
la generación de ingresos en la ruralidad, su desarrollo, sus índices de pobreza, entre otros
(Gáfaro, Ibañez, & Zarruk, 2012).
Adicionalmente, esta falta de acceso a la tierra genera relaciones sociales opresivas y
antidemocráticas, que consolidan la presencia de una élite latifundista con una fuerte
incidencia política y social. Esta élite no sólo perpetúa la concentración de la tierra sino el
acceso a mano de obra “dócil y de bajo costo” que acentúa su poder (Faguet, Sánchez, &
Villaveces, 2011).
El problema de la tierra aqueja a la sociedad colombiana actual y perjudica principalmente a
la población rural. Por este motivo, es de vital importancia entender cuál fue su origen. En
aras de contribuir con este objetivo, el trabajo busca responder a la pregunta siguiente: ¿Cómo
el funcionamiento del mercado de tierras del siglo XIX reflejó la existencia de una élite
latifundista, que concentró además el poder político de la época?
Para responder a esta pregunta se evalúa el mercado de tierras de la primera mitad del XIX,
utilizando estadísticas descriptivas que evidencian su comportamiento a nivel micro y macro.
Asimismo, se utiliza un análisis de historia comparada, como herramienta para identificar si
la presencia de la política pública de disolución del resguardo indígena, que buscaba
democratizar la tierra, generó efectos diferenciales en los territorios que tuvo aplicación
efectiva y los que no. Los casos de estudio para realizar este análisis son el Cauca y el
Altiplano Cundiboyacense, debido a que el primero no disolvió sus resguardos, mientras que
el segundo si lo hizo.
Este estudio encuentra que el mercado de tierras tuvo poca relevancia en la economía
nacional. Asimismo, estuvo marcado por una baja liquidez de este activo y sus precios
promedio anuales fueron estables, pues cuando aumentaron no fue de manera generalizada
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sino por la presencia de alguna transacción de alto valor efectuada por un grupo selecto de
personas. También el documento muestra que este mercado estuvo capturado principalmente
por élites latifundistas, que al mismo tiempo eran élites políticas, militares y eclesiásticas.
De igual manera, evidencia que, ante la existencia de un choque externo al mercado de tierras,
como la política de disolución del resguardo indígena, las dinámicas de concentración de
tierra no varíaron, sino que se intensificaron.
Así, este trabajo contribuye principalmente de dos maneras a la literatura. Primero, a través
de la construcción de una nueva base de datos que recoge las transacciones de compra y venta
de tierra efectuadas entre 1810 y 1860, para los casos de estudio. Segundo, al evidenciar los
comportamientos del mercado de tierras presentes en este periodo, e identificar si éstos varían
ante la presencia de una política pública de democratización de la tierra.
Este documento se divide en seis secciones, incluida esta introducción. La segunda parte
brinda un contexto histórico, la tercera proporciona tanto un marco teórico como una revisión
de literatura, la cuarta explica la construcción de la base de datos, la quinta brinda un análisis
del mercado de tierras de la primera mitad del XIX y la última proporciona unas conclusiones
de la investigación.
2. Contexto histórico
2.1. El nuevo Estado Republicano
Desde 1810, el afán de crear un Estado Republicano terminó en fracaso, como
consecuencia del surgimiento de ideas centralistas y federalistas como base fundamental
de la organización política. Igualmente, la divergencia entre los intereses del centro y la
periferia terminaron por incitar a la acción armada para tratar de imponer uno y otro
proyecto.
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Después del grito de independencia, el nuevo estado Republicano era débil
institucionalmente, principalmente, por la falta de consenso entre las élites criollas sobre
la manera de gobernar. Así, durante el periodo comprendido entre 1810 y 1816, algunas
provincias luchaban por establecer un sistema federal, mientras que otras velaban por la
consolidación de un centralismo que tuviera como epicentro la ciudad de Santafé.
Esta separación de pensamientos políticos se mantuvo en el periodo de estudio y dio origen
a varias guerras civiles, como la Guerra entre Federalistas y Centralistas (1812-1815), La
Guerra de los Supremos (1839-1841), La Guerra de 1851 entre Liberales y Conservadores,
La Guerra de 1854 entre Golpistas y Legitimistas, La Guerra por las Soberanías entre
Centralistas y Federalistas (1860-1862), entre otros (Giraldo Ramírez & Fortou R., 2011).
Así, estas afrentas generaron inestabilidad tanto política como fiscal, pues aumentaron los
gastos estatales en el campo militar y profundizaron el déficit, que para 1826 ya era
equivalente al 95,2% del total de los ingresos percibidos por el Estado (Junguito, 2010;
Kalmanovitz, Consecuencias económicas de la Independencia en Colombia, 2010).
Tanto la inestabilidad política como el endeudamiento estatal impidieron el crecimiento
económico del periodo de la llamada primera república. La falta de crecimiento estuvo
ligada a la dificultad de movilizarse dentro del territorio, pues impedía el intercambio
comercial y la migración interregional de mano de obra. La reconquista (1816-1819)
operó como un momento de reconstrucción económica y fiscal a pesar de la represión
española y la reacción social de sectores independentistas. La administración española
logró mejorar la recolección de diezmos, quintos e impuestos, pero la coyuntura estaba
dominada por el conflicto armado, no sólo de grupos armados sino de la amenaza del
ejército libertador que operaba desde Venezuela (Melo, 1979; Ocampo, 2013).
Después de 1819 se creó la Gran Colombia y se iniciaron una serie de reformas sociales
como parte del compromiso adquirido por los libertadores con el pueblo. Así, en 1821 se
dictó la libertad de vientres, la “supresión” de los tributos, el cambio del término “ indios”
para hablar de indígenas, la disolución de los resguardos, entre otros (República de
Colombia, 1924-1953). Al mismo tiempo, se inició un proceso de recuperación de la
minería, la ganadería, nuevas políticas educativas y la apertura de otras relaciones
internacionales, que permitieran fortalecer el comercio exterior. Todos estos cambios
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implicaron la creación de una nueva burocracia que generaba una mayor carga fiscal y
ante la imposibilidad de aumentar los ingresos estatales profundizó el déficit y aumentó
la deuda externa (Kalmanovitz, Consecuencias económicas de la Independencia en
Colombia, 2010; Junguito, 2010).
Adicionalmente, el intento estatal por reducir las tensiones políticas, lo llevó a
comprometerse con un alto número de proyectos para contentar a las regiones, lo que no
sólo profundizó el déficit del Estado, sino que también dejó varios proyectos sin terminar.
Esta falta de presupuesto le impidió al nuevo estado republicano realizar inversiones en
bienes públicos, por ejemplo, en mejorar su infraestructura de transporte, por lo cual no
pudo consolidar un mercado interno sólido (Soifer, 2015).
2.2. Tierras y Resguardos
La concepción de propiedad de la tierra cambia en el período post independentista, pues
en la Colonia las tierras le pertenecían a la corona y estaban dadas en concesión a algunas
personas con privilegios. Después de la independencia, la tierra se convierte en un bien
transable e incluso se utiliza como pago de deudas estatales a la milicia independentista,
a través de vales (Kalmanovitz, Consecuencias económicas de la Independencia en
Colombia, 2010).
Es por esta nueva concepción de la tierra y por el discurso político independentista,
enmarcado en la disolución de estructuras coloniales y el establecimiento de políticas
sociales en pro del pueblo, que se generan incentivos para la democratización de la tierra,
buscada a través de mecanismos como por ejemplo la disolución de tierras comunales
indígenas (Zuleta, 1973; Bohórquez, 1997; Bonnet, 2002). Esta medida se enmarcaba
además en un discurso liberal sobre estimular el proceso de disolución de castas, pero que
de facto, estaba fundamentada en intereses políticos de los criollos independentistas, por
acceder a la tierra resguardada y a la mano de obra que se concentraba en la producción
comunal (Delgado Rozo, 2017; Flórez Bolívar, 2009; Kalmanovitz, 1982; Zuleta, 1973).
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Así, al tener sus tierras de producción comunal, los indígenas no tenían incentivos a
trabajar en las haciendas que colindaban con los resguardos, lo que impedía que los
vecinos del resguardo, generalmente hacendados, pudieran acceder a mano de obra de
bajo costo y con alto conocimiento sobre producción agrícola, como lo era la mano de
obra indígena. Una prueba de esto fueron las haciendas, que necesitaban una alta cantidad
de mano de obra y durante el siglo XIX fue escasa, dispersa y con baja movilidad
interregional, debido a las condiciones geográficas del territorio nacional. Por este mismo
motivo, el mercado interior de bienes agrícolas no estaba desarrollado y los excedentes
generados por estas haciendas, estuvieron muy marcados por los ciclos del comercio
exterior y su volatilidad, pues la producción interna era básicamente destinada a la auto
subsistencia (Soifer, 2015; Kalmanovitz, 1982; Safford & Palacios, 2012)
Así, el deseo de que se ampliara la oferta de tierras y de jornaleros de bajo costo, llevó a
la clase alta (criollos y peninsulares) a generar presiones políticas ante el nuevo Estado
republicano para la disolución de los resguardos, lo que se logró, en regiones como el
Altiplano Cundiboyacense, mientras que en otras no fue posible, como en el departamento
del Cauca (Bonnet, 2002; Bohórquez, 1997).
Teniendo en cuenta el contexto histórico general de la época, se aborda este análisis con
el supuesto de que las dos principales razones por las que hubo efectos diferenciales de
las leyes de disolución de resguardos en el territorio nacional fueron los tipos de
producción y la resistencia indígena. Así, el Cauca era una región extensiva en minerales,
como por ejemplo el oro, actividad que se soportó principalmente en mano de obra esclava
y el Altiplano era intensivo en producción agrícola, actividad que se benefició de la mano
de obra indígena. Por esto las élites del Altiplano, tuvieron más incentivos a apoyar la
disolución e incluso se aliaron con “indígenas republicanos” para hacerlo (Safford &
Palacios, 2012; Del Castillo, 2019; McGreevey & de Fayard, 1968).
Adicionalmente, en lo que respecta a la disolución de las tierras comunales como tal, la
posición de los indígenas del Cauca fue de resistencia tanto legal como bélica ante este
suceso. Para ello los indígenas del Cauca generaron alianzas estratégicas, por ejemplo,
con los caudillos regionales, brindando su colaboración en la Guerra de los Supremos
(1839-1842). Contrario a esto, los indígenas del Altiplano no generaban mucha oposición
a la disolución en sí, sino a que fuera efectuada por agrimensores especializados, que
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cobrarían un mayor valor y generaría disminuciones en la tierra que les correspondería a
cada uno de ellos (Melo, 1979; Del Castillo, (2019); Kalmanovitz, 2010).
De manera complementaria, la debilidad estatal impedía un control centralizado del poder
y una homogeneidad en la aplicación de las leyes a nivel nacional, por lo que, si bien el
Estado republicano proclamó varias legislaciones entorno a la disolución de los
resguardos, su aplicación fue diferente según la región. A continuación, se hace un
recuento de estas leyes (ver Tabla 1).
Tabla 1: Leyes relevantes para las tierras comunales indígenas emitidas por el Estado
Republicano durante el periodo de 1810 a 1860
Fecha de promulgación de la ley o decreto Contenido
24 de septiembre de 1810 Sobre el reparto de propiedad de tierras
07 de abril de 1812 Derecho al sufragio de los indígenas
20 de mayo 1820 Reconoce a los indígenas como propietarios
legítimos de la tierra.
04 de octubre 1821 Sobre reparto de los resguardos
06 de marzo de 1832 Reparto de tierras y abolición de tributo
02 de junio de 1834 Se ordena la elaboración de reglamentos
21 de noviembre de 1835 Suspende el repartimiento de los resguardos
indígenas de la provincia de Cartagena
27 de noviembre de 1835 Suspende el repartimiento de los resguardos
indígenas de la provincia de Riohacha
14 de noviembre de 1836 Suspende el repartimiento de los resguardos
indígenas de la provincia de Chocó
27 de diciembre de 1837 Suspende el repartimiento de los resguardos
indígenas de la provincia de Pasto
07 de diciembre 1838 Suspende el repartimiento de los resguardos
indígenas del Cantón de Neiva
23 de junio de 1843 Sobre protección de indígenas
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Fecha de promulgación de la ley o decreto Contenido
3 de junio de 1848 Sobre facultades otorgadas a las Cámaras
Provinciales para arreglar todo lo relativo a
resguardos de indígenas, así para su medida
y repartimiento, como para su adjudicación
y enajenación
19 de octubre 1859 Sobre protección de indígenas
Fuente: Selección propia a partir de (Legarda, Legarda, & Legarda, 2005) y (República de Colombia, 1924-
1953)
Así, la ley del 24 de septiembre de 1810 decreta que a los indígenas se les devolverán las
tierras que fueran de resguardos según sus títulos y sin importar lo que digan los
poseedores de esos terrenos al momento de la promulgación de la ley. Esta ley, también
anuncia que por “la igualación y el ciudadanato concedido a los indios” las tierras se
repartirán entre los miembros de los resguardos según unidades familiares y que por un
periodo de veinte años no podrán vender o entregar por medio de ninguna figura, la
porción de tierra adjudicada, con el objetivo de prevenir que se aprovechen de “su natural
sencillez para despojarlos de su pertenencia territorial” (Legarda, Legarda, & Legarda,
2005).
De manera complementaria la ley del 20 de mayo de 1820 ratifica a los indígenas como
propietarios legítimos de la tierra y ordena que se les devuelvan todas sus posesiones, sin
importar quién las tenga en el momento (Legarda, Legarda, & Legarda, 2005; Triana
Antorveza, 1980). Esta ley es una de las muestras de la debilidad institucional de la época,
pues el presidente, Simón Bolívar, debía ratificar varias veces las leyes al no ser acatadas
por los ciudadanos.
Posteriormente, la ley del 4 de octubre de 1821, que surge del Congreso de Cúcuta,
dictamina la repartición de todos los resguardos a sus integrantes, según la extensión de
tierra disponible y el número de miembros de cada familia. Sin embargo, el cumplimiento
de esta ley no estaba propiamente reglamentado, no había claridad en cómo debía hacerse
la agrimensura, ni cuál era el personal avalado para realizarla, por este motivo, se
10
especifica la reglamentación para la repartición de tierras resguardadas con las leyes del 6
de marzo de 1832 y el 2 de junio de 1834 (Triana Antorveza, 1980).
En los años siguientes, el Estado promulga leyes sobre suspensión del repartimiento de
resguardos en las provincias de Riohacha, Cartagena, Chocó, Pasto y el Cantón de Neiva,
debido a las dificultades para confirmar los derechos de propiedad de los indígenas, a que
el pago de agrimensores se llevaba una gran parte del valor de la tierra, a la falta de
agrimensores, a la degradación de la raza, al disgusto de dueños, entre otros (Legarda,
Legarda, & Legarda, 2005).
El Estado republicano decide proteger a los indígenas con la ley del 23 de junio de 1843,
donde prohíbe enajenar las porciones repartidas con las leyes anteriores. No obstante, en
algunos territorios, si se materializan las dinámicas de repartimiento de tierras comunales
indígenas, anunciadas por la ley del 6 de marzo de 1832. Esto se debe a que el Estado
otorga en 1848, la facultad a las cámaras provinciales para dictaminar la disolución
efectiva de los resguardos, lo que brindaría a la clase dirigente la posibilidad de acceder a
tierras y mano de obra indígena, que sería liberada al momento de destruir la economía
comunal del resguardo (Zuleta, 1973).
Asimismo, en las fuentes primarias se identifican efectos diferenciales en los casos de
estudio pues, en el caso del Cauca los resguardos no se disuelven y se mantienen vigentes
incluso hasta hoy, mientras que en el del Altiplano finalmente se reparten, con la emisión
de la ordenanza 141 del 4 de octubre de 1851, sobre libre enajenación de terrenos de
resguardos, que indica:
La Cámara Provincial de Bogotá
En uso de la facultad que le confiere el artículo 4° de la lei de 22 de junio
de 1850.
ORDENA:
Art. 1° Todos los indíjenas de la provincia a quienes se hayan repartido
resguardos, podrán disponer de los que les pertenecen, del mismo modo i
por los títulos, que los demas granadinos pueden disponer de sus
propiedades. En consecuencia, pueden venderlos, cambiarlos o
enajenarlos, sin más condiciones que las establecidas por las leyes para
todos los contratos. (Cámara Provincial de Bogotá, 1851)
11
Finalmente, el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez promulga la ley del 19 de octubre
de 1859, que refuerza la protección indígena y explica que, debido a la dificultad de
conocer la legislación de los 9 estados soberanos, se hará seguimiento al cumplimiento de
esta ley en el Cauca. Por este medio, se dictamina la configuración de cabildos y se
dispone que una de sus labores sea “impedir que ningún indígena venda, arriende o
hipoteque porción alguna del resguardo” (Legarda, Legarda, & Legarda, 2005).
3. Prolongación de privilegios Coloniales y Tierras en la literatura
3.1. Prolongación de Privilegios Coloniales
Este documento se enmarca en el concepto de instituciones presentado por Acemoglu,
Johnson & Robinson (2004), que indica la existencia de instituciones persistentes en el
tiempo, que afectan la distribución de los recursos en la sociedad. Así, se identifican dos tipos
de instituciones, la primera es de “jure”, que en este caso sería el Estado Republicano y su
discurso político de bienestar social, adquirido a través de la independencia de la Corona. La
segunda, es “de facto” y se traduce en la existencia de una élite política, que tiene un alto
grado de influencia en la elaboración de la legislación y la asignación de recursos, lo que le
permite incidir en las decisiones estatales para que jueguen a su favor.
De esta manera, las instituciones de facto persistieron en la sociedad del siglo XIX, incluso
si hubo un cambio de instituciones de jure, pues se pasó del dominio realista al Estado
Republicano. En este sentido, autores como Estanislao Zuleta (1973), asumen que estos
privilegios coloniales, adquiridos por la élite, se prolongaron en los primeros años de la
República y otros como Chonchol (1994) exponen que no sólo se prolongaron durante todo
el siglo, sino que incluso el periodo comprendido entre 1850 y 1880 es la “fase inicial de la
hegemonía de la oligarquía”. Según estos autores, la persistencia de estas instituciones de
facto le permite a la clase dirigente dominar al pueblo, a través de la acumulación de los
factores de producción, en este caso la tierra, y la concentración del poder político.
12
Para Zuleta (1973), la sociedad del siglo XIX se divide en tres clases: (i) “los peninsulares y
criollos” que constituyen la clase dirigente, (ii) “los mestizos y blancos” con empleos como
mercaderes, sastres, talabarteros, entre otros, que crean la “capa intermedia” de la sociedad
y (iii) “los indios y negros” que son el pueblo de siervos y esclavos.
Así, la clase dirigente ejerce presión en el Estado Republicano para mantener sus privilegios
coloniales, lo que se traduce en un crecimiento del latifundio, una prolongación de la
esclavitud y de la servidumbre indígena.
De manera complementaria, siguiendo la propuesta de Acemoglu, Bautista, Querubín, &
Robinson (2007), que indica que existe una relación positiva entre la desigualdad de la
riqueza (en este caso vista como tierra) y la desigualdad política, se busca identificar si los
actores que generan transacciones de compra y venta hacen parte de la élite política de la
primera mitad del siglo XIX. Así, se esperaría que estas personas, pudiendo acumular más
riqueza, puedan participar de manera más activa en el mercado de tierras y además tengan un
mayor poder adquisitivo de este bien.
Finalmente se busca identificar si a pesar de la incidencia de un choque externo como la
disolución de resguardos indígenas, que según las instituciones de jure buscaba democratizar
la tierra, se mantienen las dinámicas de facto, es decir que la clase dirigente sigue
concentrando tanto la tierra, como el poder político regional.
3.2. Tierra del siglo XIX en la literatura
Si bien existen análisis que tratan a fondo el tema de la tierra durante el siglo XIX, como por
ejemplo Machado (2009) y Acemoglu, Bautista, Querubín, & Robinson (2007), están
principalmente enfocados en la adjudicación de baldíos, la tenencia y concentración de tierra
reportadas a través de catastros construidos para la segunda mitad del siglo, no al mercado
de tierras que si se estudia en este documento.
De igual forma, el trabajo de LeGrand (1986); LeGrand (1988), Fazio & Sánchez (2008);
Tovar Pinzón (2015); Bonnet (2002) y Safford (1935), es muy relevante para este estudio
pues, si bien no tratan en detalle el mercado de tierras, permiten identificar, cómo las
dinámicas que se evidencian en la actualidad, se han venido configurando desde los inicios
13
de la República; cuál era el significado de la tenencia de tierra dentro de la sociedad de la
época, y cuáles fueron las políticas públicas que intentaron, de manera fallida, democratizar
la tierra, a través de reformas como la adjudicación de baldíos, la desamortización de bienes
de manos muertas, la adjudicación de tierras como pago de deuda, la disolución de resguardos
indígenas, los intentos de reformas agrarias, entre otros.
En cuanto a la disolución del resguardo indígena son relevantes los documentos que dentro
de la literatura permiten comprender cómo era la vida de los indígenas en los resguardos y la
importancia de la tierra comunal para su funcionamiento, por lo que se destacan los trabajos
de Bohórquez (1997); Delgado Rozo (2017) ; González (1992) y García Jimeno (2008).
También son relevantes los estudios que muestran cómo se llevó a cabo el proceso de
disolución de resguardos en el Altiplano Cundiboyacese. Por este motivo, se tuvieron en
cuenta principalmente los estudios de Del Castillo (2006) y del Castillo (2019), que explican
de manera detallada los procesos de agrimensura y repartición, así como las diferentes
posturas de los indígenas entorno a la disolución del resguardo, según su ubicación
geográfica. De manera complementaria y debido a la reducida información que existe en la
literatura sobre la disolución de resguardos indígenas del Altiplano, se consultó como fuente
primaria, el caso de la disolución del Resguardo de Zipaquirá, ubicado en el Fondo
Resguardo de Zipaquirá en el Archivo General de la Nación.
4. Construcción de la base de datos de transacciones de compra
venta
La base de datos se construyó directamente de fuentes primarias, ubicadas en los fondos de
Notarías 1, 2 y 3 del Archivo General de la Nación (AGN) y del fondo Notaría 1 del Archivo
Central del Cauca (ACC). A partir de esta revisión se elaboró una base de datos que consigna
las transacciones de compras y ventas de tierra que se efectuaron entre el año 1810 y 1860,
para 503 sitios diferentes de la época3, que corresponde a 153 municipios actuales. De las
3 Los sitios encontrados en las fuentes primarias corresponden diferentes autoridades gubernativas y
eclesiásticas como: resguardos, parroquias, barrios, cantones, feligresados, jurisdicciones parroquiales, distritos
parroquiales, parroquias, curatos
14
fuentes antes mencionadas se extrajeron 3.430 observaciones que se presentan en la Tabla 2,
según su origen:
Tabla 2: Casos encontrados por notarías
Fondo revisado Casos encontrados
Notaría 1° de Bogotá 454
Notaría 2° de Bogotá 1.225
Notaría 3° de Bogotá 702
Notaría 1° de Popayán 1.049
Total general 3.430
Fuente: Elaboración propia
La información recolectada permite recoger la ubicación geográfica, los nombres de los
compradores y vendedores, el valor, la extensión del terreno, el año de la venta y algunas
observaciones relevantes, como, por ejemplo, si hubo algún indígena involucrado en el
proceso de compraventa. A continuación, se detallan los ajustes realizados a cada una de
estas temáticas.
4.1. Ubicación geográfica
De las fuentes primarias se recopila la información del municipio que registra el folio
documental y del sitio o hacienda en el que se encuentra ubicada la tierra transada.
Adicionalmente, se genera una asignación de cada sitio encontrado en las fuentes primarias
a un municipio que esté reconocido actualmente por el Departamento Administrativo
Nacional de Estadística (DANE) y se le atribuye una codificación de la división político-
administrativa de Colombia4 (divipola), para usarlo como insumo de georreferenciación
espacial.
Para realizar el emparejamiento entre municipios del siglo XIX y municipios actuales se
utilizaron tanto fuentes primarias como fuentes secundarias, que permitieron identificar la
pertenencia de cada uno de los sitios a un municipio. Esto se hizo revisando qué municipios
4 Es una nomenclatura estandarizada, diseñada por el DANE para la identificación de Entidades Territoriales
(departamentos, distritos y municipios), Áreas No Municipalizadas y Centros Poblados, mediante la asignación
de un código numérico único a cada una de estas unidades territoriales.
15
de la base habían crecido y absorbido sitios como barrios, por ejemplo, Bogotá absorbió
Usaquén, la parroquia de Las Nieves, Engativá, Usme, Fontibón, entre otros.
Adicionalmente, algunos datos contenían el nombre de las haciendas o sitios donde se realizó
la venta, pero no el municipio de ubicación. Este es el caso, por ejemplo, de la plazuela de
San Diego, que según la Gaceta Oficial del 22 de julio de 1849 identifica este lugar en el
Barrio las Nieves del Municipio de Bogotá. Así, para atribuirle un municipio a cada sitio
encontrado en los fondos documentales, se revisaron tanto fuentes secundarias, que dan
cuenta de la historia urbana de los territorios, como fuentes primarias, que a través de noticias
relevantes de la época determinan su municipio de ubicación. Las fuentes primarias revisadas
en este caso fueron principalmente noticias, extraídas de importantes diarios de la época
como el Diario Oficial de los Estados Unidos de Colombia (1869), la Gaceta de la Nueva
Granada (1832-1844), la Gaceta Oficial de 1849, entre otros.
Finalmente, se investigó sobre variaciones en los nombres de los municipios y sus veredas.
Este fue el caso de las tierras transadas en el sitio de Serrezuela, nombre que se le dio hasta
finales del XIX al municipio de Madrid Cundinamarca, lo que se encuentra consignado en la
historia de este municipio presentada por su alcaldía y se ratifica con las cartas del señor don
Pedro Fernández Madrid, ubicadas en el libro “Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada
(1889-93)” de José Manuel Groot5.
La identificación de municipios reconocidos por el DANE en esta base fue el insumo que se
utilizó para ilustrar de manera georreferenciada la variación de la cantidad de transacciones
encontradas por municipio. Como se puede ver en la gráfica 1, en el Altiplano
Cundiboyacense la mayor cantidad de transacciones se ubicaron en Bogotá (45,1%) y en
municipios de Cundinamarca como Soacha (9,7%), Tenjo (4%) y Chipaque (3,76%).
5 Este libro fue consultado través de la biblioteca digital AECID del Gobierno de España, en el siguiente link : http://bibliotecadigital.aecid.es/bibliodig/es/consulta/registro.cmd?id=576
16
Gráfica 1: Transacciones en el Altiplano Cundiboyacense
Fuente: Elaboración propia
Sin embargo, con el objetivo de eliminar el efecto aglomeración se calcularon las
transacciones per cápita utilizando la población censada para 18436. Este ejercicio evidencia
que los municipios con transacciones per cápita más altas en el Altiplano, son Soacha,
Facatativá y Tenjo, lo que muestra que efectivamente hay una mayor cantidad de
transacciones en Bogotá debido a que es el territorio con más habitantes reportados en el
Altiplano para el año 1843.
De igual forma, en el ejercicio realizado para el Cauca (ver gráfica 2), se identificó que la
mayoría de las transacciones fueron realizadas en Popayán (62%) y en municipios como
Timbío (13%), El Tambo (5%) y Piendamó (5%).
6 Al realizar este ejercicio se omitieron las transacciones presentes en 7 municipios del Altiplano (Guateque,
Santa Rosa de Viterbo, Tipacoque, San y 2 del Cauca (Sotará y Puerto Tejada) debido a que no había reportes
de su población para 1843.
17
Gráfica 2: Transacciones en el departamento del Cauca
Fuente: Elaboración propia
Se realizó el mismo ejercicio de transacciones per cápita para el Cauca, pero no se evidencia
efecto aglomeración, pues los municipios de Popayán, Timbío, Piendamó y el Tambo siguen
siendo los que más transacciones per cápita presentaron para el periodo. Esto puede deberse
a que la disponibilidad de tierras en el Cauca estaba limitada por la existencia de tierras
resguardadas, lo que pudo restringir las transacciones en ciertos municipios debido a la
existencia de tierras comunales en ellos.
4.2. Valor de la transacción
Como se evidenció en el contexto histórico de este documento, el Estado post independencia
era sumamente débil, lo que le impedía imponer reglamentaciones que fueran cumplidas en
todo el territorio nacional. Por este motivo, durante la primera mitad del siglo XIX fue muy
difícil unificar las monedas, lo que se hace evidente en la emisión sucesiva de leyes que
intentaron reglamentar el flujo monetario. Se tendrán en cuenta las leyes relevantes para este
trabajo y que fueron emitidas durante el período de estudio, como se presenta en el cuadro a
continuación:
18
Tabla 3: Leyes asociadas a la moneda durante la primera mitad del XIX
Ley Resumen General
1 de octubre de 1821 Las monedas acuñadas en Colombia tendrán el mismo peso que
en España. La moneda nacional será el peso fuerte (artículo 3°).
13 de marzo de 1826 Señala que el peso de oro y plata tienen igual valor y se
denominan colombiano de oro y colombiano de plata. Indica que
cada peso vale 8 reales y ratifica la ley del 1 de octubre de 1821
30 de mayo 1853 Señala que de ahora en adelante cada peso vale 10 reales y no 8.
30 de junio de 1857 Ratifica el peso de 10 reales y se reitera que debe cumplirse esta
clasificación.
Fuente: Elaboración propia a través de la revisión de (Cortázar, 1915)
De acuerdo con esta legislación, los datos que se encuentran en los fondos documentales en
monedas denominadas pesos fuertes se toman como un colombiano de plata. De igual
manera, teniendo en cuenta que 1 peso equivale 8 reales hasta el año de 1853 y después de
este año a 10 reales, para cada observación de la base de datos se estandariza el valor a pesos.
Como la ley del 30 de mayo de 1853 pide acción inmediata, se realizan los cambios para los
años comprendidos entre 1853 y 1860. A continuación, se presenta un ejemplo de cómo se
realizó la estandarización:
Para una transacción realizada en el año 1843: Se vende una porción de tierra por 3.169 pesos
y 4 reales, como todavía está vigente el peso de 8 reales, el valor estandarizado sería 3.169,5
pesos.
Para una transacción realizada en el año 1854: Se vende un terreno por 180 pesos y 4 reales,
como entró en vigor desde 1853 el peso de 10 reales, el valor estandarizado sería 180,4 pesos.
4.3. Extensión del terreno vendido
Al igual que la moneda, la medición de la tierra durante el siglo XIX no estaba unificada, a
pesar de los intentos del Estado central por definir un sistema de medición nacional, debido
al desorden y la debilidad institucional que se presentaron de manera constante durante el
19
periodo de estudio, esto fue imposible. Por este motivo, los fondos documentales no
presentan unidades métricas de la tierra homogéneas. Así, en las escrituras se encuentran dos
tipos de información, una que indica la clasificación del terreno que se vende y otra que
indica la “medida” de este terreno.
Para la primera se encuentran 103 clasificaciones diferentes para el Altiplano y 15 para el
Cauca. Con el objetivo de facilitar la comprensión de la base se agruparon las medidas con
expresiones equivalentes como por ejemplo “terreno”, “tierras” y “tierra”. Dentro de estas
clasificaciones se puede identificar en la gráfica 3 que los tipos de predio que más se venden
en el Altiplano son el derecho a tierra (44,1%), el solar (17,67%) y el terreno (15,65%). Por
otro lado, en el Cauca se encontraron los predios que más se venden son el derecho a tierras
(42,42%), el solar (34,99%) y el terreno (8,48%), como se evidencia en la gráfica 4.
Gráfica 3: Clasificación de los terrenos transados en el Altiplano Cundiboyacense
durante el periodo 1810-1860
Fuente: Elaboración propia con base a las transacciones encontradas en las Notarías 1, 2 y 3 del Fondo Notarías
del Archivo General de la Nación y el Fondo Notaría Primera del Archivo Central del Cauca.
20
Gráfica 4: Clasificación de los terrenos transados en el Cauca durante el periodo 1810-
1860
Fuente: Elaboración propia
A pesar de encontrar clasificaciones específicas para cada transacción, no se puede identificar
una extensión para cada una de ellas, ni se encuentra alguna tendencia sobre un precio
estándar para estos tipos de predios. Por este motivo, el presente documento utiliza el valor
del precio promedio por transacción en la mayoría de sus análisis, siguiendo lo utilizado en
estudios como el de Palacios (2011).
Sin embargo, la identificación de estas clasificaciones permite confirmar la dificultad en las
mediciones de la época y evidencia que el Altiplano tenía una mayor diferenciación, incluso
si ésta no estaba ligada ni al precio, ni a la cantidad vendida. Según el análisis de la liquidez
de la tierra en ambos estudios de caso, esto puede deberse a que la liquidez era mayor en el
Altiplano y adicionalmente se presentaban observaciones en muchos más municipios (96)
que el Cauca (17), lo que pudo generar diferentes terminologías para referirse a la tierra,
teniendo en cuenta las dificultades de comunicación y movilización en el territorio nacional
para el periodo d estudio.
En cuanto a la segunda información, que proporciona la medida del terreno, sólo se encuentra
unidades de medida en el 12,3% de los datos de la base. De estos datos, (i) el 2% tiene la
extensión del terreno en varas cuadradas de castilla7 (v2), (ii) el 82,2% de los datos tiene
7 1 vara cuadrada de castilla equivale a 0,8359 según (Páez Courvel, 1940), por lo que se sabe que 1 vara
cuadrada de castilla equivale a 0,7 metros cuadrados.
21
información sobre los lados del terreno en varas, (iii) el 1% tiene las medidas de los 4 lados
del terreno, configurando cuadriláteros irregulares (iv) 12% tiene la medida en fanegadas, (v)
el 2,2% tiene la medida en cabuyas y (vi) el 0,6% de los valores están en cuadras. A
continuación, se presentan la estandarización a metros cuadrados (m2) para cada uno de estos
casos:
1. 𝑇𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚2 = 𝑣2 × (0,7) donde 𝑣2 son las varas cuadradas de Castilla y 𝑇𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚2
indica la cantidad de tierra en metros cuadrados.
2. Para este caso se calcula primero el área del cuadrado o rectángulo en v2 con la
fórmula á𝑟𝑒𝑎 𝑐𝑢𝑎𝑑𝑟𝑖𝑙𝑎𝑡𝑒𝑟𝑜 𝑟𝑒𝑔𝑢𝑙𝑎𝑟𝑣2 = 𝑙𝑎 × 𝑙𝑏 , siendo 𝑙𝑎 y 𝑙𝑏 los lados del
cuadrilátero. Posteriormente se convierte a m2 con la misma fórmula del literal (i).
3. En lo que respecta a los cuadriláteros irregulares, se modelaron sus áreas en
AutoCAD, con el objetivo de identificar una de las combinaciones posibles y calcular
su área, tanto en v2 como en m2. En la gráfica 5 se presenta un ejemplo de esta
modelación.
Gráfica 5: Modelación de cuadriláteros irregulares en AutoCAD.
Modelación en varas Modelación en Metros
Fuente: Elaboración propia
4. Para los valores que se encuentran en fanegadas se tomó la directriz presentada en el
artículo 2° de la ley del 2 de octubre de 1821 y ratificado por el artículo 3° de la ley
del 26 de mayo de 1836 (República de Colombia, 1924-1953). Esta legislación indica
que una fanegada corresponde a 100 v2 para los que se aplicó la siguiente regla de
conversión, donde 𝐹𝑎𝑛 corresponde al número de fanegadas señaladas en el
manuscrito:
𝑇𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚2 = 𝐹𝑎𝑛 × (100) × 0,7
22
Existen unas excepciones, en las que el notario especifica que la fanegada varía en su
número de varas, para estos casos se utiliza la fórmula siguiente donde 𝑣𝑓𝑎𝑛2 indica el
número de varas por fanegada en esta transacción:
𝑇𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚2 = 𝐹𝑎𝑛 × (𝑣𝑓𝑎𝑛2 ) × 0,7
5. Para este caso, en las transacciones de compra y venta se indica cuántas varas mide
cada cabuya utilizada para medir la tierra. Entonces la conversión se hace con la
siguiente fórmula, donde 𝑣𝑐𝑎𝑏 indica el número de varas por cada cabuya y 𝐶𝑎𝑏
indica el número de Cabuyas por cada lado del terreno 𝑙𝑎 y 𝑙𝑏 :
𝑇𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚2 = [𝐶𝑎𝑏𝑙𝑎× 𝑣𝑐𝑎𝑏𝑙a
] [𝐶𝑎𝑏𝑙𝑏× 𝑣𝑐𝑎𝑏𝑙b
] × 0,7
6. En el caso de las cuadras, se toma la legislación del 26 de mayo de 1836, que en su
artículo 4° indica que la cuadra costará de 100 varas (República de Colombia, 1924-
1953). Así, se evalúan el valor de las observaciones medidas en cuadras de la
siguiente manera, donde 𝐶𝑢𝑎𝑑𝑙𝑎 y 𝐶𝑢𝑎𝑑𝑙𝑏
indican los tamaños de lado en cuadras:
𝑇𝑖𝑒𝑟𝑟𝑎𝑚2 = [𝐶𝑢𝑎𝑑𝑙𝑎× 100][𝐶𝑎𝑏𝑙𝑏
× 100] × 0,7
4.4. Actores Relacionados
Tomando la información del manuscrito se pueden identificar los nombres de los vendedores
y los compradores en cada transacción de tierra, los cuales se introducen en la base de datos
tal cual como se encuentran en el folio. Sin embargo, con el objetivo de identificar qué tanta
tierra está comprando una misma persona, se realiza una homogenización de la ortografía de
los apellidos y los nombres. A continuación, se presentan dos ejemplos de casos en que más
se encontraron en la base y sus ajustes:
23
Tabla 4: Ejemplo de los casos más encontrados en los actores involucrados en las
transacciones y sus respectivos ajustes realizados.
Tipo de dato Casos Encontrados Homogenización
Nombre Ambrosio Ambrosio
Ambrocio
Apellido Gonzales Gonzáles
Gonzáles
Fuente: Elaboración propia
Adicionalmente, se realiza una investigación a través de fuentes primarias (periódicos,
testamentarias, cartas, documentos públicos como informes de hacienda, entre otros) y
secundarias, que permite identificar las relaciones familiares entre compradores y
vendedores, con el fin de crear una variable dummy que identifique con 1 las transacciones
que se realizan entre miembros de la misma familia y con 0 las que no.
Por último, para todas las transacciones de la base de datos existe información cualitativa
relevante, donde se especifica si hubo tierras de resguardos involucradas en el proceso de
compraventa, si alguno de los vendedores era indígena, si se señala que las tierras vendidas
fueron adjudicadas en algún momento por el Estado a la persona que las vende, entre otros.
Con esta información se crea una variable dummy que toma el valor de 1 si la venta implica
indígenas o tierras de resguardo indígena y 0 de lo contrario. Así, se identifica que el 17,8%
de las observaciones de la base de datos corresponden a ventas de tierras que involucran
indígenas y que el Altiplano tiene 84 veces más transacciones con esta característica que el
Cauca.
5. El mercado de tierras durante la primera mitad del siglo XIX:
Casos del Altiplano Cundiboyacense y el Cauca
En esta sección se presenta un análisis a nivel macro del mercado de tierras, donde se estudia
su relevancia con respecto a la economía nacional. Asimismo, se evalúa el mercado a nivel
micro, observando el detalle de los compradores y vendedores presentes en las transacciones
24
de mayor precio anual, con el objetivo de identificar si los aumentos atípicos de la serie de
precios promedio corresponden a un aumento generalizado del precio u obedecen solamente
a ventas de predios de alto valor para el año en cuestión.
Así, se efectúa un análisis sobre la fluctuación de los precios de las propiedades transadas,
en el periodo comprendido entre 1810 y 1860, que tendrá en cuenta las tendencias observadas
entre ambos territorios, así como los años que presentan aumentos de precio fuera de la
tendencia y los años donde ésta cambia.
Para realizar esta comparación se toman los precios nominales, pues después de realizar
comparaciones con índices de precios basados en el PIB per cápita de 1830 presentado por
López Rivera & Kalmanovitz Krauter (2008), se evidencia que no hay una variación
sustancial de las tendencias. Esto es consistente con la literatura, que indica que para el
periodo de estudio (1810-1860) no hubo “excesos monetarios” por lo que los precios se
mantuvieron estables en general hasta 1860 (Urrutia, 2007).
De igual manera, dada la dificultad de encontrar extensiones de tierra para cada compraventa
en las fuentes primarias y teniendo en cuenta que para el periodo de estudio el valor de la
venta es una buena aproximación de la extensión vendida (Acemoglu, Bautista, Querubín, &
Robinson, 2007), el análisis se hace evaluando los precios promedio por predio en cada año.
Tomando como ejemplo el estudio de precio promedio por predio realizado por Palacios
(2011), con información de los catastros de Cundinamarca de 1868, 1879 y 1890, en este
documento se tiene en cuenta la cantidad total transada anualmente y el número
correspondiente de transacciones, para definir un precio promedio de la tierra por año.
5.1. Análisis del mercado de tierras a nivel macro
Para observar la relevancia del mercado de tierras de la primera mitad del XIX se compara
el valor transado anual con el PIB de 1835. Esta comparación es relevante, dado que la
literatura indica niveles muy precarios de crecimiento del PIB en este periodo, que fluctúan
entre -0,2% y 0,5% (Meisel Roca, 2015).
Así, en la muestra se evidencia que el valor transado anual dentro del mercado de tierras
representa una proporción muy baja del producto, fluctuando entre 0,04% y 1,8% (ver anexo
2) para los años de estudio. Este comportamiento se intensifica en las transacciones de
25
compra venta que implican tierras indígenas, pues representan entre 0,000036% y 0,042%
del PIB de 1835 (ver anexo 4), según el año de observación. Adicionalmente, si se compara
este mercado con la producción de otro tipo de bien relevante para la época, como por
ejemplo la producción de oro8, se evidencia que éste representa el 7,53% del PIB de 1835, lo
que indica que efectivamente este bien si tuvo una relevancia económica importante en el
periodo de estudio.
En términos generales, la producción agrícola y la ganadería también tuvieron alta relevancia
en la economía de principios del siglo XIX, según los datos de Kalmanovitz y López (2012),
ascendía a 72,3% del producto. El hecho de que esta relevancia de la producción agrícola no
se refleje en el mercado de tierras puede deberse a que éste no era el único medio para acceder
a la tierra para producir. También se tenían dotaciones iniciales de origen colonial, el nuevo
Estado Republicano adjudicaba tierras usándolas como recurso fiscal, había la posibilidad de
obtener tierras mediante colonización de predios en las fronteras agrícolas, entre otros (Tovar
Pinzón, 2015).
Asimismo, en el marco de una sociedad que fomenta el mantenimiento de privilegios
coloniales de facto, la tierra puede ser concebida como un activo político y no en todos los
casos como un activo económico que genere rendimientos agrícolas. Este tema se tratará con
mayor detenimiento en la sección 5.2 de este mismo documento, que evidencia cómo la tierra
está concentrada en una élite latifundista, que al mismo tiempo pertenece a la élite política,
eclesiástica y militar de la época.
Con respecto a las tierras de resguardos indígenas, se evidencia que su poca relevancia en la
economía está ligada a que, según la historiografía, las tierras de resguardos se comenzaron
a disminuir incluso desde el siglo XVIII. Autores como Bonnet (2002) y McGreevey & de
Fayard (1968) señalan que desde 1774 se tomaron medidas para “la venta y disposición de
la totalidad o parte los 19 resguardos Boyacá”, así como la reubicación de los denominados
“pueblos de indios”. Estas medidas se originaron debido al aumento de la población general
del Altiplano y por ende la expansión de la demanda de alimentos, lo que generó una
necesidad por liberar los terrenos más fértiles de la presencia indígena. Así, debido al
decrecimiento exponencial de la población indígena, al recortar o reubicar los resguardos, se
generó una agregación de diferentes pueblos desplazados.
8 Se toma la producción de oro para 1846 expuesta en Meisel Roca (2015)
26
Según González (1992) estas agregaciones contribuyeron a aumentar la población en las
tierras resguardadas, lo que ocasionó una disminución de la propiedad por familia afectando
el modelo de economía familiar de producción y profundizando el empobrecimiento de esta
población. Así, probablemente tanto esta mezcla étnica como la reducción de la población
indígena en el altiplano, incidió en su poca capacidad de asociación, con respecto a la alta
capacidad evidenciada en el Cauca, este tema de resistencia se tratará con mayor
detenimiento en la sección 5.2.2 de este documento.
Por otro lado, autores como Bohórquez (1997) señalan que los mecanismos de control sobre
las tierras de resguardo por parte del poder de facto fueron constantes desde el siglo XVI, lo
que varió fueron los mecanismos para ejercérselo. Así, en el periodo 1530-1750, instituciones
como la encomienda le confieren a la clase dirigente el poder sobre la mano de obra y las
tierras indígenas, mientras que en el periodo 1750-1810, este poder va más ligado al
establecimiento de un modelo de producción basado en el pago de salarios a esta población
a cambio de su trabajo y la venta de resguardos para acceder a este tipo de propiedades. Sin
embargo, tanto Bohórquez (1997) como McGreevey & de Fayard (1968) evidencian la
presencia de una coerción tácita por parte de la élite, que a través de leyes que prohíben la
“vagancia” obliga a los indígenas a adherirse a sus haciendas y otorgar su fuerza productiva
a cambio de un salario muy bajo. Así, el análisis de cómo afectó la disolución de las tierras
comunales a los indígenas a título personal podría llevarse a cabo en una próxima
investigación complementaria a este estudio.
5.2. Análisis del mercado de tierras a nivel micro
Para realizar la comparación entre el Altiplano y el Cauca, durante el periodo comprendido
entre 1810 y 1860, es necesario dividirlo en dos partes, evidenciando el antes y el después de
la emisión de la ordenanza 141 del 4 de octubre de 1851, que permite la venta de las tierras
de resguardos en el Altiplano.
La primera parte va desde 1810 hasta 1850, donde, si bien en el Altiplano se han disuelto
algunos resguardos como los de Funza, Serrezuela, Tenjo, Tibacuí, Yanaconas, Tena, Chía
y Puní (Del Castillo, 2006), no se presentan en las fuentes primarias ventas masivas de tierras
27
indígenas, lo que si ocurre desde 1851, después de la emisión de la ordenanza 141. Por este
motivo se analiza de manera separada el periodo comprendido entre 1851 y 1860, donde en
las fuentes primarias se evidencia un cambio significativo de las tierras transadas en el
mercado.
5.2.1. El mercado de tierras durante el periodo 1810-1850
Para el periodo 1810 a 1850 la tendencia del mercado de tierras en los casos de estudio
muestra de manera general un precio promedio más elevado en las transacciones realizadas
en el Altiplano que en las del Cauca. En cuanto a la liquidez de la tierra esta tendencia se
mantiene, pues el Altiplano presenta 1.331 transacciones en este periodo, mientras que el
Cauca solo presenta 795.
Sin embargo, las distribuciones del Altiplano y el Cauca son muy diferentes, el primero tiene
el 55,85% de sus transacciones en este periodo, pero el valor de estas transacciones
corresponde al 83% del valor total transado en estos años (ver gráficas 6).
Gráfica 6: Precios promedio de la tierra de 1810 a 1860
Fuente: Elaboración propia
28
Por otro lado, en el Cauca se evidencia una distribución más pareja, pues el 68,13% de las
transacciones se ubican en el periodo que va de 1810 a 1850 y se en estos mismos años se
concentra el 60,65% del valor total transado.
Esto está asociado a que en 1851 se disolvieron de manera efectiva los resguardos en el
Altiplano. Así, la materialización de la presión política ejercida por las instituciones de facto
de la sociedad republicana para disolver las tierras comunales indígenas generó un aumento
de las ventas de este tipo de tierra, que se hace evidente en las fuentes primarias. Es por esto
que el periodo comprendido entre 1851 y 1860, posee el 39,35% de las transacciones, a pesar
de abarcar sólo 9 años del periodo total.
En la primera parte de la Patria Boba (1810-1813), se evidencia un aumento de 200% en los
precios promedio de la tierra en el Altiplano, pero las transacciones anuales siempre están
por debajo del promedio anual que se presenta en todo el periodo para este territorio (32). Se
evidencia un descenso pronunciado de los precios del Altiplano en 1813, lo que coincida con
la Batalla de San Victorino, entre centralistas y federalistas en la ciudad de Santafé
solamente, es decir que no afectó al Cauca.
Desde 1813 hasta 1819, se presenta un descenso generalizado de los precios promedio de la
tierra en el Altiplano, evidenciando una variación porcentual negativa anual del 32%, con
una excepción en el año 1816. Al analizar las transacciones presentes en este año, se tiene
la certeza de que no hay un aumento de precios en todas las transacciones, sino que el 99%
del valor total transado corresponde a la venta de la Hacienda la Joya en Tunja.
Esta operación se lleva a cabo entre Agustín Vanegas (vendedor) y Santos Méndez
(comprador), por un valor que representa 517,2 veces el valor del PIB per cápita para ese
año, lo que lleva a pensar que los actores involucrados en la transacción hacen parte de la
clase dirigente mencionada por Zuleta (1973), que concentra la riqueza y por ello puede
acumular tierras. Sin embargo, no se encuentra información en fuentes secundarias o
primarias sobre estas personas que puedan comprobarlo, por lo que no se ha podido
identificar su posición o relevancia exacta en la sociedad de la época.
Después de la proclamación de la República en 1819, se presenta un leve aumento de los
precios promedio hasta el fin del periodo. Sin embargo, existen valores extremos en la
muestra, que se analizan a continuación, con el fin de identificar si estos picos corresponden
29
a un aumento generalizado en los precios del año o solamente se le atribuyen a la venta de
pocas propiedades muy costosas.
De esta manera, se presenta un pico del valor promedio en el Altiplano, pasando de $709,5
en 1819 a $5.155,2 en 1820. Si bien los precios de las transacciones del año 1820 no
aumentan de manera general, se evidencia una transacción de alto valor en Chocontá, donde
José Ramón de la Torre le compra a Manuel de la Torre una propiedad por $42.910, es decir
$37.754,8 por encima del valor promedio para ese año. Esta venta es muestra de la
perpetuación del poder de facto, pues José Ramón de la Torre hace parte de la élite de
Chocontá, y en 1810 tenía el cargo de Alférez Real (Gutiérrez Ardila & Martínez Garnica,
2010). Así, sin importar el cambio de las instituciones de jure, al pasar de un gobierno realista
a uno republicano, este personaje se mantuvo en la élite de la sociedad del siglo XIX.
Igualmente, esta es una venta realizada entre familiares, pues José Ramón es el padre de
Manuel, lo que permite que la tierra siga concentrada en las mismas familias y las
instituciones de facto se mantengan en el tiempo. Esto ilustra igualmente, la hipótesis de
Zuleta (1973) y muestra que se replica en el mercado de tierras, siendo estos personajes de
la clase dirigente los que tienen mayor poder de mercado, lo que les permite adquirir una
propiedad que vale 739,8 veces el PIB per cápita del año.
En lo que respecta al año 1822, se presenta una mayor liquidez de la tierra, pero las
transacciones siguen estando por debajo del promedio del periodo. De igual forma, no se
evidencia un aumento generalizado de precios de la tierra, sino la presencia de 3
transacciones que aumentan el promedio anual y representan el 85% del valor total transado.
Tan sólo una de estas transacciones sugiere la presencia de una persona con reconocimiento
social en Santafé, Bruno Espinosa (el comprador), que era el “Impresor del Gobierno Jeneral”
y el encargado de imprimir periódicos importantes de la época como “El Baluarte”, “El
Centinela”, “Antídoto contra los males de Colombia”, entre otros (Martínez Gárnica, 2019;
República de Colombia, 1822).
Igualmente, Bruno Espinosa de los Monteros, aparece como vendedor en otras transacciones
por valor total de $12.000, lo que significa que recibió por esas ventas 207 veces el PIB per
cápita de los años correspondientes. Asimismo, teniendo en cuenta que según Urrutia (2007),
los salarios nominales se mantuvieron estables en este periodo, se puede comparar el valor
de estas transacciones con el valor del salario del presidente de la República en el año 1826,
30
que equivaldría a $30.000 anuales. Es decir que Bruno Espinosa recibió, sólo por venta de
tierras, lo que la persona que tenía el salario más alto del país recibiría en aproximadamente
en 5 meses de sueldo.
Adicionalmente, su hijo Bonifacio Espinosa vende dos tierras en el año 1852, por $13.000,
lo que alcanza a significarle un ingreso equivalente al 1,9% del producto bruto de las Aduanas
que recibió el Estado en el año de las ventas (Departamento Administrativo Nacional de
Estadística, 1975). Por último, en lo que respecta a la familia Espinosa de los Monteros en
general, se evidencia que son personajes de la élite política de Santafé, que se relacionan con
todos los políticos de la época al monopolizar las comunicaciones estatales, que tienen un
alto poder de mercado y que perciben altos ingresos no laborales, lo que evidencia su
pertenencia a la élite latifundista y política de la época. Asimismo, esta familia es uno de los
ejemplos de la persistencia de esta élite en el tiempo, pues incluso si las instituciones de jure
cambian no pierden su posición en la sociedad. Así, Antonio, el padre de Bruno, crea y lidera
la Imprenta Real hasta 1799, que después se convierte en la Imprenta del Estado (1812),
luego pasa a ser la Imprenta del Gobierno (1816) y posteriormente la Imprenta de la
República (1822), lo que evidencia su pertenencia a las instituciones de facto de la sociedad
republicana (Torres Nuñez, 2018).
En el año 1842 se observa que la liquidez de la tierra se acerca mucho más al promedio del
periodo (32 transacciones), pero se presenta la misma dinámica que en los otros picos de
precios promedio, pues 6 transacciones concentran el 86% del valor total vendido en el año.
La transacción que reporta el valor más alto fue efectuada por Alejo de la Torre, que también
pertenecía a la élite ilustrada de Santafé, pues en años posteriores, sería uno de los profesores
del Externado, Universidad fundada con tendencia liberal como oposición al conservatismo
presente en la Universidad Nacional (Acero Gallego, 2016). Adicionalmente, Alejo de la
Torre vende dos propiedades que le significan un ingreso de $27.271, entre los años 1842 y
1843, lo que corresponde a 378,7 veces el PIB per cápita de los años de la venta. Una de estas
transacciones se genera con su padre el señor Ramón de la Torre y Prieto (comprador)
(Guillén de Iriarte, 2008), lo que permite evidenciar uno de los mecanismos utilizados por la
élite para concentrar la tierra y es la venta entre miembros de la misma familia. Así, en este
mercado con poca liquidez, cuando una de estas personas transa, lo hace, sea con un familiar
o con una persona que pertenece a su misma élite. Este tipo de mecanismos permiten reforzar
31
la existencia de una clase dirigente, que en palabras de Acemoglu, Johnson, & Robinson
(2004) terminaría resolviendo los conflictos de elecciones sociales a su favor, como sería el
caso de la política pública de disolución de resguardos indígenas.
Como se puede observar en la gráfica 6, el promedio de precios del Cauca se encuentra por
debajo del promedio del Altiplano, prácticamente en todo el periodo comprendido entre 1810
y 1850 con 2 excepciones que se presentaron en los años 1819 y 1847. Esto puede deberse a
que, si bien todo el país afrontó un muy poco crecimiento durante el periodo, debido a la
incapacidad de vincularse de manera eficiente a mercados internacionales, en el Cauca la
presencia de una élite latifundista que se negaba a invertir en el sector agropecuario y prefería
dedicarse a la extracción de minerales profundizó este problema. Por otro lado, si bien se
presentan problemas de orden público a nivel nacional, gran parte de las guerras asociadas a
la independencia y posteriormente guerras civiles, que impidieron la estabilidad social del
territorio se desarrollaron en el Cauca, como por ejemplo la Guerra de los Supremo entre
1839 y 1842 (Valencia Llano, 2010; Safford, 1972).
A continuación, se genera un análisis de las particularidades de las transacciones que se
presentaron durante los años 1819 y 1847, buscando evidenciar el origen de la variación de
la tendencia en estos años. Así, se tendrán en cuenta tanto los compradores, como los
vendedores que transan en el mercado de tierras durante estos dos años y su posición política
en el Cauca.
En lo que respecta al año de 1819, en el Cauca se evidencia un precio promedio 8,3 veces
superior que, en el Altiplano, pero, se presenta una liquidez de la tierra menor (tan sólo 5
transacciones de compra y venta en el Cauca). Se observa que el 97,6% del valor transado
fue pagado por José María de Mosquera y Figueroa, al hermano de su esposa legítima, María
Manuela de Arboleda Arrachea9 (Testamento de la Señora Doña María Manuela de
Arboleda). En esta transacción se encuentra incluida la venta de la Hacienda Coconuco,
adquirida por el Capitán Francisco Antonio de Arboleda y Vergara en 1750 y que se mantuvo
como patrimonio familiar, con los lazos establecidos a través del matrimonio entre los
Mosquera y los Arboleda. Los Mosquera-Arboleda fueron la familia de Tomás Cipriano de
9 La información de vínculos familiares fue extraída del testamento de la Señora Doña María
Manuela de Arboleda: https://intellectum.unisabana.edu.co/handle/10818/18240, consultado
el día 20 de abril de 2020. AHCRS, Universidad de La Sabana. FMMM. CA11, CP2, FOLS.
1-11.
32
Mosquera, quien sería presidente de la República en varias oportunidades y asumiría desde
1827 el mando de la Hacienda Coconuco. Asimismo, su hermano Manuel José perteneció no
sólo al clero sino también a sus directivos, fungiendo como arzobispo de Bogotá de 1834 a
1852 (Ahumada Escobar, 2010; Pareja Ortiz, 2018). Así, se evidencia que el poder de facto
de estas élites es reforzado por su presencia en varios ámbitos de la sociedad, concentrando
en una misma familia no sólo el poder político, sino también militar y eclesiástico.
De manera complementaria, es importante señalar que, si bien se evidencia que este
mecanismo de compra y venta entre familias fue utilizado tanto en el Altiplano como en el
Cauca, en este último fue mucho más frecuente. Por ejemplo, en lo que concierne a las
familias Arboleda y Mosquera, del total de las transacciones que efectuaron miembros de
estas familias en el periodo 1810-1860, el 25,8% de ellas fueron para venderse tierras entre
sí. En lo que respecta al valor de la tierra transada, el 53,27% del valor de las ventas
correspondió a tierras en donde, tanto el comprador como el vendedor, pertenecían a una de
estas dos familias. Así, se hace evidente la presencia de una élite latifundista en el Cauca,
que logra tener incidencia no sólo en el mercado de tierras sino también como lo sugeriría
Safford (1972) a nivel nacional, en la política y la toma de decisiones.
Para el año de 1847, en el Cauca se presentan transacciones de compra y venta de tierra, con
un valor promedio de $17.692, lo que sería equivalente al 2,6% del producto bruto de
Aduanas para ese año (Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 1975).
Igualmente, este valor se ubica 4,8% por encima del valor promedio del Altiplano y este
cambio de tendencia se debe a que en este año se evidencian, igual que en el año 1819, varias
transacciones de familias que se venden tierra entre sí, más precisamente esta dinámica
corresponde al 20% de las transacciones de 1847, que concentran el 49,2% del valor transado
este año.
Se evidencia de igual forma, que las transacciones de mayor valor se efectúan por miembros
de familias prestantes de la sociedad caucana de la época, por ejemplo, Doña Juana María
Grueso quien le vende a Nicanor Grueso, su sobrino, un terreno que concentra el 23,2% del
valor de las transacciones de todo el año 1847. Esta mujer es la esposa de Matías Cajiao,
realista que se declaró republicano en 1822 y que ostentó cargos políticos y judiciales en
Popayán, así como labores administrativas vinculadas con bienes agrícolas y del clero (Prado
& Prado Valencia, 2017).
33
En las transacciones que siguen en orden de magnitud de precio promedio, se evidencia la
misma tendencia, es decir que se efectúan entre miembros de las mismas familias y que
pertenecen a la vida política de Popayán. Así, Manuel José Urrutia y su esposa Joaquina
Ordoñez, le venden Camilo Ordoñez, una tierra que concentra el 12% del total de
transacciones del año. Se asume que, al compartir el apellido, Camilo es familiar de Joaquina,
pero no se evidencia ni en las fuentes primarias ni secundarias, algún documento que
corrobore este vínculo de consanguinidad. El señor Manuel José Urrutia, fue profesor del
seminario de Popayán y un importante líder político de la ciudad, donde tuvo cargos como
Secretario de Gobierno en 1840 y Secretario de Intendencia en 1828 Gaceta Oficial, 1850;
Gaceta Oficial, 1829; Safford, 1935).
Por último, en 1847, se presenta una transacción por el 8,4% del valor total de las
compraventas del Cauca, en la que el comprador es el Señor Manuel María Alaix, que hace
parte de la élite política de Popayán. Así, Alaix pertenece al clero y al partido liberal, siendo
por ejemplo, miembro de la Cámara de Representantes por Popayán y encargado de misiones
diplomáticas, como que la que negociaría la alianza con el Estado de Bolívar en 1960
(Safford, 1935; Gaceta Oficial, 1850; Chapman Quevedo, 2015).
Esto ratifica la presencia de la clase dirigente mencionada por Zuleta (1973) y que tiene el
poder de facto del que hablan Acemoglu, Johnson, & Robinson (2004), tanto para el Cauca
como para el Altiplano, pues posee un alto poder adquisitivo, lo que le permite, como lo
enuncia Chonchol (1994), concentrar el factor productivo, en este caso la tierra. Esta élite
también tiene una fuerte incidencia en el pueblo, pues es la que imparte el conocimiento, la
que hace las leyes y la que lidera la fe católica, sumado a que es transversal a las corrientes
políticas de turno, pues se mantiene en el poder durante el dominio de la Corona y durante la
República. Asimismo, la dinámica de venta de tierras entre familiares es uno de los
mecanismos que le permite seguir concentrando la tierra y mantener su poder político de
facto.
En lo que respecta a las tierras indígenas, las transacciones que las implican son muy pocas
(28) para este periodo, pues la venta masiva de este tipo de tierras se evidencia después de
1851. Así, en el periodo 1810 a 1850 este tipo de ventas son principalmente predios que
lindan con tierras indígenas, o herederos de indígenas que venden tierras resguardadas de sus
padres.
34
Asimismo, se evidencia la presencia de algunas ventas a través de remates, organizados por
miembros de la milicia, como el General José María Mantilla. Otra dinámica que se presenta
con estas tierras es la venta de tierras donadas por parte de los indígenas a la iglesia, como
fue el caso de ventas efectuadas en Facatativá.
Otro tipo de venta que se observa en este periodo es la que se origina de la adjudicación de
tierras indígenas a los agrimensores, por la medición y división de las tierras comunales,
como es el caso de Victoria y Rudecinda Ayala que venden un predio en Cáqueza obtenido
por herencia de su padre, cuya profesión era agrimensor. Las ventas de tierra indígena en
estos años, a pesar de ser pocas, evidencian una vez más que la clase dirigente tiene una
influencia contundente en la sociedad, pues se encuentran presentes en todos los tipos de
compraventa de tierra indígena de este periodo.
5.2.2. El mercado de tierras durante el periodo 1851-1860
Con respecto al resto del periodo (1810-1850), se evidencia que el Altiplano recoge el
44,15% de las transacciones de compra y venta, pero concentra el 17% del valor transado.
Este fenómeno coincide con la expedición de la ordenanza 141 del 4 de octubre de 1851,
donde se les permite a los indígenas de resguardos repartidos, vender sus tierras, quienes
según Machado (2009) las vendieron por un valor irrisorio10.
Por otro lado, en lo que respecta al Cauca, los 10 años comprendidos entre 1851 y 1860
recogen el 31,87% de las transacciones y el 39,35% del valor transado. Esto puede deberse a
que, en el Cauca, según lo evidencian las fuentes primarias, no se presentaron ventas masivas
de tierras de indígenas, como la que fue suscitada por la ordenanza 141 del 4 de octubre de
1851 en el Altiplano.
A partir del año 1854, la tendencia comienza a ser contraria y los precios promedio del
Altiplano se ubican por debajo de los del Cauca, con una excepción en el año 1855. Así en
1854 se evidencian menos transacciones entre miembros de las mismas familias en el Cauca,
tan sólo el 8,33% del total del año. Sin embargo, en términos de precios, estas transacciones
10 Las ventas de tierras indígenas se estudiarán de manera detallada en la sección 5 de este mismo capítulo.
35
representan el 28% del valor total transado. Así, se identifica una vez más una transacción de
muy alto valor para este año, que se llevó a cabo entre Julián Cajiao, hijo de Juana María
Grueso y Matías Cajiao, y su tío Nicanor Grueso, lo que continúa evidenciando la dinámica
observada en los años anteriores, sobre transacciones de compra y venta que permiten que la
tierra se mantenga concentrada en las familias pertenecientes a la élite caucana.
De igual manera, se evidencia que muchas de las transacciones presentadas en este año son
realizadas por personas importantes de la vida política y militar del Cauca, más precisamente
el 41,7%, lo que en términos de precios representa el 79,4% del valor transado en 1854. Por
ejemplo, entre los actores se observa la presencia de personajes como María Josefa Pombo
de Mosquera, esposa de Manuel María de Mosquera, hermano de Tomás Cipriano de
Mosquera; José Hilario López, secretario de Hacienda en 1832 y presidente liberal durante
el periodo 1849-1853; Leandro Sánchez capitán de la Guardia Nacional de Timbío en 1854,
entre otros (Jurado Jurado, 2015; de Mosquera, 1855; Revolledo Rueda, 2018; Gaceta
Oficial, 1852). Estas personas pertenecen a la élite política y militar de la época, lo que es
consistente con la perpetuación de una clase dirigente, que viene desde la colonia y que no
sólo concentra la tierra, sino que logra incidir en las decisiones de política de las instituciones
de jure.
Con respecto al año 1855, el precio promedio del Cauca y el Altiplano se comienza a
asemejar, si bien el Altiplano tiene un precio mayor, es solo por $98 (1,3 veces el PIB per
cápita), que se deben a una transacción por $5.400 (75 veces el PIB per cápita para ese año),
en Facatativá, a nombre del señor Joaquín Sarmiento, médico prestante y acaudalado de la
época. Es tal la importancia de Sarmiento, que en 1870 sería uno de los fundadores del Banco
de Bogotá y posteriormente de la junta de esta entidad. Adicionalmente, fue el dueño del
Molino los Alisos y el gerente de varias panaderías importantes de la Bogotá del XIX. Así,
Joaquín Sarmiento era tan relevante en la sociedad de Santafé que durante el Motín del Pan
(1975) recibió protección directa del Ministerio del Interior para salvaguardar su integridad
de los amotinados (Polo Buitrago, 2008; Cordovez Moure, 2006). Este es un claro ejemplo
de cómo la línea divisoria entre el poder de jure y de facto se disuelve para favorecer a los
miembros de la clase dirigente.
A partir del año 1856, el precio promedio por predio de la tierra en el Altiplano cae y se ubica
por debajo del que corresponde al Cauca. Adicionalmente, se presenta una liquidez de la
36
tierra general 68% menor en el Cauca que en el Altiplano, lo que según las fuentes de
información primaria se debe a la venta masiva de tierras de resguardos indígenas presentada
en este periodo. De las transacciones que se evidencian en el Altiplano el 53,6% implican
indígenas, mientras que el en Cauca éstas solo representan el 0,9%.
Sin embargo, este 0,9% nunca se refiere a venta como tal de tierras indígenas, sino a predios
que “lindan” con ellas. Esta aclaración para el Cauca se debe a la importancia de proteger las
tierras indígenas en este territorio, gracias a la resistencia que efectuaron los indígenas
caucanos, tanto por la vía armada, con su participación en la Guerra de los Supremos, como
por la vía legal a lo largo del tiempo.
Para ejemplificar este último caso de resistencia, se presenta a continuación una queja
interpuesta por los indígenas del Pueblo de Totoró en 1826, en cabeza de José Tombé,
gobernador de la comunidad, señalando que Andrés Quijano está intentando “despojarlos”
de las tierras que han sido suyas desde la conquista. Así, se evidencia que los indígenas han
ejercido resistencia por la vía legal desde que se dictó una de las primeras leyes de disolución
en 1821, por lo que en el Cauca no existe ninguna transacción en la que se venda una tierra
de resguardo indígena, durante el periodo de estudio.
Ilustración 1: Indígenas de Totoró reclaman la protección de sus tierras comunales
Fuente: Folio extraído del Caso “Los Indígenas de Totoró contra Andrés Quijano para que no les estorbe en sus
tierras” ubicado en Archivo Central del Cauca signatura 5659, Independencia, J I-14cv.
37
Contrario a este tipo de dinámicas de resistencia, en el Altiplano se generaron 564 ventas que
involucraron indígenas durante el periodo 1851-1860, lo corresponde al 95,9% de las
transacciones de este tipo de tierras que se presentaron desde 1810 hasta 1860. En todas estas
transacciones se evidencia la venta de tierras resguardadas y en varias de ellas, se señala que
la venta se realiza en “en virtud de la ordenanza de la cámara provincial número 141 en su
artículo 1”.
Si bien la medida de disolución de resguardos se enmarcó en un discurso de democratización
de la tierra, pregonado por las instituciones republicanas de jure, según las transacciones
encontradas en las Notarías 1, 2 y 3 de Santafé de Bogotá pasó exactamente lo contrario. Al
otorgársele a los indígenas la facultad de vender sus tierras, se estimula el proceso de
concentración, porque algunas personas, principalmente miembros de la élite, compran
varias porciones de tierra. A continuación, se presenta un análisis de este tipo de
transacciones.
En primer lugar, al evaluar las tierras vendidas por indígenas en el periodo, se tendrán cuenta
los compradores que efectuaron diez o más transacciones con indígenas. Así, en la gráfica 7,
se evidencia que el 31,94% de las transacciones de tierras resguardadas fueron compradas
por Manuel Umaña, seguido de Juan Rojas e Ignacio Tarquino que concentraron el 10,19%
y 9,26% de las operaciones, respectivamente.
38
Gráfica 7: Compradores de tierras de resguardos que efectuaron 10 o más
transacciones
Fuente: Elaboración propia
Así, en el año 1960, Manuel Umaña les compra a 69 indígenas de Soacha la parte que les
correspondió de la repartición de este resguardo. Teniendo en cuenta que las reglas medición
y repartición del resguardo eran equitativas y se acogían a reglas específicas, como lo afirma
Del Castillo (2006) y lo evidencia el estudio del caso de la Repartición del Resguardo de
Zipaquirá11, a cada habitante del resguardo le correspondía una cantidad de igual extensión,
por lo que se puede afirmar que las extensiones de todos los tamaños vendidos a Manuel
Umaña Manzaneque fueron iguales.
Del total de las tierras del resguardo de Soacha, vendidas entre 1851 y 1860, Umaña compró
el 36% de los predios. De igual manera su hermano Enrique Benito Umaña Manzaneque
también compró tierras del resguardo de Soacha y si bien solo concentró el 3,6% de las
transacciones, la familia Umaña como agregado, concentró casi el 40% de toda la tierra
vendida por los indígenas resguardados de Soacha.
11 Archivo General de la Nación. (1821). Fondo Resguardo de Zipaquirá. Sección República.
Bogotá.
39
Igualmente, se evidencia en las fuentes primarias que el precio promedio de las transacciones
donde el vendedor es indígena del resguardo de Soacha entre 1851 y 1860, es 95% menor
que el precio promedio de transacciones con vendedores no indígenas en el territorio y
periodo. Esto evidencia que la política de disolución de resguardos contribuyó con las
dinámicas de mantenimiento de privilegios coloniales, permitiendo que algunos miembros
selectos de la sociedad concentraran la tierra que antes estaba en manos de varios indígenas,
lo que pudo ser contrario a lo establecido por las instituciones de jure en su discurso de
democratización de tierra a través de esta política.
Adicionalmente, Manuel Umaña Manzaneque, hace parte de la élite latifundista del
Altiplano, no sólo por la evidencia presentada en las transacciones de tierra, sino también
porque se le atribuye la posesión de predios de gran extensión como por ejemplo la Hacienda
de Tequendama y la Casa de Aduana. Así, según fuentes primarias y secundarias llegó a ser
uno de los hombres más acaudalados del país y este poder trascendió a su hijo Manuel
Vicente Umaña Santamaría, que ostentó cargos políticos como Secretario de Gobierno y
Secretario de Hacienda de Bogotá (1885), Ministro del Tesoro del gobierno de José Manuel
Marroquín (1902), Presidente del Consejo Nacional Electoral (1903), entre otros (Mayorga
García F. H., 2013; Umaña Blanche & Osorio Umaña, 2014; Farwell Holton, 1857).
Por otro lado, Juan Rojas también les compró tierras a los indígenas del resguardo de Soacha
en 1860, concentrando el 12% de las ventas asociadas a este territorio comunal. De esta
manera, a través del caso de Soacha, se puede evidenciar que la medida de disolución de
resguardo no logró democratizar la tierra sino todo lo contrario, durante el periodo
comprendido entre 1951 y 1960, la tierra pasó de estar en manos de 191 indígenas a
concentrarse en 41 personas no indígenas, de las cuales sólo 2 compraron el 48% del total de
la tierra transada en el periodo.
Finalmente, este mismo caso se evidencia en el resguardo de Bosa, donde Ignacio Tarquino
compra el 19,3% de las tierras resguardadas que se venden durante el periodo. En lo que
respecta a la posición de Tarquino en la sociedad del Altiplano, se evidencia que pertenece a
la élite política de Santafé, teniendo el cargo de alcalde suplente del Cantón de Bogotá (1853)
para el distrito de Bosa precisamente (Mayorga García, Pecha Quimbay, Florián Navas,
Galarza Pinzón, & Carranza Barés, 2011).
40
En conclusión, se evidencia que las dinámicas del mercado señaladas durante el periodo
1810-1850 se mantienen para los años comprendidos entre 1851-1860. A pesar del choque
(disolución del resguardo indígena), lo único que cambia es que se presenta un aumento en
la liquidez de la tierra, debido a ventas masivas de predios indígenas. En este periodo también
se evidencia una concentración de la tierra por parte de las élites del Altiplano, con el
agravante de que la tierra indígena es comprada a un precio mucho menor que la que no lo
es. De esta forma, la decisión de política pública presentada por la ordenanza 141 del 4 de
octubre de 1851, no contribuye a la democratización de la tierra, sino que actúa como un
vehículo para estimular la concentración.
6. Conclusiones
En términos generales, se evidencia que el mercado de tierras de la primera mitad del siglo
XIX no tuvo mucha relevancia en la economía nacional de la época, pues para cada año de
estudio, el valor transado representó muy poco porcentaje del producto, lo que se debe a que
había otro tipo de mecanismos para acceder a la tierra.
Lo mismo ocurrió específicamente con las tierras de resguardos indígenas, que equivalían
incluso a un valor inferior del PIB de 1835. Esto se debe a que, según la historiografía, las
tierras de resguardos ya habían sido reducidas desde el siglo XVIII, por lo que la política
pública de disolución fue la continuación de un proceso que tuvo su origen en el XVIII y que
en el XIX tuvo una única diferencia y es que entregaba la tierra al indígena y no era vendida
o rematada directamente por la institución de jure.
Por otro lado, se observa que el mercado de tierras se caracterizó por tener poca liquidez y
un precio promedio de los predios relativamente estable, que sólo aumentó en los años en
que algún miembro de la élite latifundista participó en el mercado. Adicionalmente, se
evidenció que esta élite no sólo era latifundista, sino también política, militar y eclesiástica,
lo que le aseguró el poder político de facto y la presencia constante en las instituciones de
jure de la primera mitad del siglo XIX.
Así, durante el periodo 1810-1850, tanto en el Cauca como en el Altiplano, las personas que
realizan compra-ventas de mayor valor pertenecieron a la élite política, académica, militar o
eclesiástica de la sociedad republicana. Esto ratifica la persistencia de instituciones y
41
beneficios coloniales en el periodo de estudio, lo que le permitió a la clase dirigente incidir
en decisiones sociales relevantes para la época en favor de sus miembros, como por ejemplo
la disolución de los resguardos indígenas, enmarcada en un discurso de disolución de
instituciones coloniales.
Sin embargo, se demuestra la presencia de algunos efectos diferenciales en los casos de
estudio, como que en el Cauca el precio promedio por predio, generalmente, es inferior al del
Altiplano. Asimismo, se evidencia que muchas de las transacciones del mercado de tierras
caucano, se efectúan entre miembros de la misma familia, mientras que en el Altiplano,
aunque se presenta esta dinámica, es mucho menos frecuente.
Con respecto al periodo comprendido entre 1851 y 1860, se observa que el precio promedio
por predio del Cauca pasa a ser superior al del Altiplano. También se identifica la presencia
de un choque externo en el mercado de tierras del Altiplano, que no se da en el Cauca y es la
disolución efectiva de los resguardos indígenas. Esta disolución dinamiza el mercado en
términos de liquidez de la tierra, pues las transacciones aumentan en un 191%, sin embargo,
esto se debe a la presencia de una venta masiva de tierras resguardadas.
Asimismo, durante este periodo se evidencia que el precio promedio por predio de tierra
resguardada es inferior al de otro tipo de tierra vendida. Igualmente, la mayoría de las
compras de estas tierras son realizadas por una élite latifundista que logra capturar esta
expansión de la oferta. Por este motivo, si bien el Altiplano afrontó la disolución del
resguardo indígena y el Cauca no lo hizo, esta medida no logró democratizar la tierra, como
lo expuso el poder de jure, sino que fungió, de facto, como un mecanismo de concentración
de este bien, que como muestran Acemoglu, Bautista, Querubín, & Robinson, (2007) deja
ver de manera clara la relación entre la desigualdad política y de la riqueza, que mantiene
una parte de la población excluida del mercado en cuestión.
Finalmente, sería relevante ampliar la investigación analizando cómo la acción colectiva
indígena pudo verse mitigada por la heterogeneidad étnica del Altiplano, y reforzada por su
homogeneidad en el Cauca. Pues este último logró establecer una resistencia temprana, lo
que le permitió crear instituciones tipo “bottom up” en el siglo XX, que continúan vigentes
hasta ahora, como por ejemplo el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC).
42
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Anexos
Gráfica 8: Transacciones de compra y venta de tierra de 1810 a 1860
Fuente: Elaboración propia
Gráfica 9: Precio promedio de transacciones de compra y venta de tierra que implican
indígenas de 1810 a 1860
Fuente: Elaboración propia.
48
Gráfica 10: Número de transacciones de compra y venta de tierra que implican
indígenas de 1810 a 1860
Fuente: Elaboración propia
Gráfica 11: Precio promedio de compra y venta de tierra Altiplano de 1810 a 1860
Fuente: Elaboración propia.
49
Anexo 1: Resumen de transacciones anuales en el Altiplano Cundiboyacense para el
periodo 1810-1860
Año Transacciones Valor total
1810 37 $ 59.859
1811 26 $ 50.481
1812 13 $ 54.240
1813 15 $ 72.438
1814 15 $ 72.096
1815 17 $ 57.547
1816 3 $ 30.300
1817 6 $ 13.151
1818 13 $ 13.456
1819 8 $ 5.676
1820 15 $ 77.328
1821 12 $ 17.555
1822 19 $ 133.760
1823 32 $ 86.870
1824 50 $ 139.082
1825 63 $ 74.125
1826 76 $ 386.852
1827 50 $ 99.793
1828 49 $ 148.877
1829 8 $ 22.911
1830 27 $ 67.364
1831 34 $ 164.978
1832 55 $ 158.152
1833 30 $ 83.464
1834 25 $ 56.317
1835 63 $ 205.488
1836 46 $ 141.558
1837 30 $ 102.163
1838 24 $ 53.390
1839 33 $ 183.001
1840 32 $ 106.001
1841 36 $ 139.496
1842 31 $ 595.251
1843 21 $ 79.169
1844 25 $ 80.370
1845 42 $ 79.132
50
Año Transacciones Valor total
1846 48 $ 83.652
1847 79 $ 44.437
1848 37 $ 102.717
1849 70 $ 130.672
1850 16 $ 64.859
1851 57 $ 119.436
1852 169 $ 244.202
1853 143 $ 351.698
1854 29 $ 5.676
1855 48 $ 23.119
1856 87 $ 12.095
1857 92 $ 32.223
1858 105 $ 26.593
1859 78 $ 35.051
1860 244 $ 43.480
Total general 2.383 $ 5.231.602
Fuente: Elaboración propia
Anexo 2: Resumen de transacciones anuales en el Cauca para el periodo 1810-1860
Año Transacciones Valor total
1810 17 $ 3.748
1811 4 $ 700
1812 3 $ 295
1813 3 $ 2.464
1814 1 $ 60
1815 5 $ 5.796
1818 1 $ 400
1819 5 $ 29.520
1821 1 $ 100
1822 2 $ 150
1823 7 $ 1.835
1824 5 $ 1.210
1825 12 $ 3.866
1826 26 $ 9.160
1827 13 $ 16.199
1828 10 $ 5.248
1829 9 $ 1.670
1830 22 $ 22.670
1831 18 $ 15.408
51
Año Transacciones Valor total
1832 13 $ 6.502
1833 28 $ 19.973
1834 15 $ 13.099
1835 27 $ 16.534
1836 40 $ 31.800
1837 36 $ 16.159
1838 34 $ 8.369
1839 43 $ 17.545
1840 18 $ 11.795
1841 14 $ 2.782
1842 36 $ 13.042
1843 36 $ 15.812
1844 35 $ 22.251
1845 23 $ 5.012
1846 28 $ 17.841
1847 30 $ 17.692
1848 29 $ 6.759
1849 34 $ 14.533
1850 33 $ 20.400
1851 27 $ 24.337
1852 28 $ 16.211
1853 24 $ 17.245
1854 24 $ 7.811
1855 41 $ 15.873
1856 52 $ 64.869
1857 44 $ 45.484
1858 46 $ 36.632
1859 37 $ 23.127
1860 12 $ 6.796
Total general 1.051 $ 656.784
Fuente: Elaboración propia
Anexo 3: Valor de las transacciones de compra y venta de tierra como proporción del
PIB de 1835 para el periodo 1810-1860
Año Valor total de transacciones Porcentaje del PIB 1835
1810 $ 63.607 0,1885%
1811 $ 51.181 0,1516%
1812 $ 54.535 0,1616%
1813 $ 74.902 0,2219%
52
Año Valor total de transacciones Porcentaje del PIB 1835
1814 $ 72.156 0,2138%
1815 $ 63.343 0,1877%
1816 $ 30.300 0,0898%
1817 $ 13.151 0,0390%
1818 $ 13.856 0,0411%
1819 $ 35.196 0,1043%
1820 $ 77.328 0,2291%
1821 $ 17.655 0,0523%
1822 $ 133.910 0,3968%
1823 $ 88.705 0,2628%
1824 $ 140.292 0,4157%
1825 $ 77.991 0,2311%
1826 $ 396.012 1,1733%
1827 $ 115.992 0,3437%
1828 $ 154.125 0,4567%
1829 $ 24.581 0,0728%
1830 $ 90.034 0,2668%
1831 $ 180.386 0,5345%
1832 $ 164.654 0,4878%
1833 $ 103.437 0,3065%
1834 $ 69.416 0,2057%
1835 $ 222.022 0,6578%
1836 $ 173.358 0,5136%
1837 $ 118.322 0,3506%
1838 $ 61.759 0,1830%
1839 $ 200.546 0,5942%
1840 $ 117.796 0,3490%
1841 $ 142.278 0,4216%
1842 $ 608.293 1,8023%
1843 $ 94.981 0,2814%
1844 $ 102.621 0,3041%
1845 $ 84.144 0,2493%
1846 $ 101.493 0,3007%
1847 $ 62.129 0,1841%
1848 $ 109.476 0,3244%
1849 $ 145.205 0,4302%
1850 $ 85.259 0,2526%
1851 $ 143.773 0,4260%
1852 $ 260.413 0,7716%
1853 $ 368.943 1,0931%
53
Año Valor total de transacciones Porcentaje del PIB 1835
1854 $ 13.487 0,0400%
1855 $ 38.992 0,1155%
1856 $ 76.964 0,2280%
1857 $ 77.707 0,2302%
1858 $ 63.225 0,1873%
1859 $ 58.178 0,1724%
1860 $ 50.276 0,1490%
Fuente: Elaboración propia
Anexo 4: Valor de las transacciones de compra y venta de tierra indígena como
proporción del PIB de 1835 para el periodo 1810-1860
Año Valor total de transacciones que
implican tierra indígena Porcentaje del PIB 1835
1810 $ 200 0,000593%
1815 $ 4.000 0,011851%
1824 $ 12.460 0,036917%
1825 $ 904 0,002678%
1826 $ 8.825 0,026147%
1827 $ 1.500 0,004444%
1828 $ 12 0,000036%
1830 $ 650 0,001926%
1832 $ 400 0,001185%
1834 $ 1.760 0,005215%
1835 $ 380 0,001126%
1836 $ 902 0,002673%
1837 $ 4.960 0,014696%
1838 $ 3.200 0,009481%
1842 $ 314 0,000930%
1843 $ 40 0,000119%
1847 $ 129 0,000382%
1848 $ 1.750 0,005185%
1849 $ 200 0,000593%
1851 $ 3.250 0,009629%
1852 $ 9.964 0,029523%
1853 $ 1.634 0,004841%
1854 $ 680 0,002015%
1855 $ 590 0,001748%
1856 $ 9.023 0,026734%
54
Año Valor total de transacciones que
implican tierra indígena Porcentaje del PIB 1835
1857 $ 14.192 0,042049%
1858 $ 5.060 0,014992%
1859 $ 13.502 0,040005%
1860 $ 13.340 0,039525%
Fuente: Elaboración propia