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Historia política, social y económica de Etiopía desde el siglo

XIII al XVI

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Master en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos

Asignatura: Historia del poder en África Negra

Profesor: Albert Roca

Alumnos:

Hidalgo Marchione, Romina Gisele

Miñarro Díaz, Juan Diego

Opción Final de Master: prácticas en instituciones

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Índice

1.-INTRODUCCIÓN 3

2.- EL LEGADO DE AKSUM Y LA DINASTÍA ZAGÜE 4

3.- CONFLICTOS INTERNOS Y CONSOLIDACIÓN DE LA NUEVA DINASTÍA SALOMÓNICA

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4.-LUCHAS INTERNAS, INVASIÓN MUSULMANA Y DECLIVE SALOMÓNICO

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5.- CONTACTOS TEMPRANOS CON LA EUROPA CRISTIANA Y LA ALIANZA CON PORTUGAL

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6.- EPÍLOGO 29

7.-BIBLIOGRAFÍA 30

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1.- INTRODUCCIÓN

El presente trabajo de investigación pretende abordar la historia de Etiopía en el marco cronológico de la denominada “África clásica”, concretamente el período que va desde finales del siglo XIII hasta mediados del siglo XVI. Iniciamos esta investigación con el objetivo de conocer el desarrollo y la consolidación de la dinastía salomónica entre los años 1270 y 1540, sus modos de producción, su forma de gobierno y administración, su poder militar, las relaciones culturales y religiosas, la relación entre pueblo y soberanos y la influencia de la Iglesia cristiana en la sociedad, la economía y el estado.

Etiopía, por sus raíces cristianas, se ha presentado al mundo occidental como una realidad diferente dentro de África. Sin embargo, el conocimiento de Etiopía por parte de los europeos comienza relativamente tarde en su historia. No fue hasta el siglo XII que el mundo occidental puso su atención en Etiopía y fue a causa de un rumor que comenzó a circular sobre la existencia de un Emperador cristiano de inmenso poder que gobernaba más de setenta y dos reinos. Se trata de la leyenda del “Preste Juan”. Desde entonces, la información sobre la historia y la cultura de Etiopía se extendió por Europa.

Para abordar nuestra investigación comenzamos por descubrir los orígenes de Etiopía en el antiguo Imperio de Aksum, que daría las bases de la Etiopía cristiana. También realizaremos una aproximación a la expansión del Islam en la zona y la influencia que tuvo en “Abisinia”, uno de los nombres con los que se conoce a las tierras etíopes. Antes de introducirnos en el período que nos ocupa también analizaremos brevemente el período de la dinastía Zagüe y su fin con la aparición de un supuesto heredero de la antigua dinastía salomónica que gobernaba en Aksum. A partir de esta fecha, datada en el año 1270, exploraremos las características que definieron las formas de gobierno y la vida social y económica de la Etiopía de la época. Tras estudiar los distintos hechos y aspectos que marcan esta etapa, pretendemos descubrir las causas del declive de la dinastía salomónica de este período medieval, con especial atención a la invasión musulmana y al contacto del país con Europa.

Pensamos que el papel que jugó el cristianismo en los distintos acontecimientos de este período en la historia de Etiopía fue muy importante, de hecho, el poder de la Iglesia cristiana puede haber sido, en muchos casos, la causa de determinados conflictos, desplazamientos, luchas internas, erosión de la organización, guerras, intercambios comerciales e incluso de los contactos con Europa. A través de los distintos testimonios de los historiadores, exploradores y misioneros que estudiaron la sociedad y los hechos que sucedieron en Etiopía entre los siglos XIII y XVI, intentaremos comprender esa influencia del cristianismo en un territorio que posiblemente haya sido una isla cristiana en medio de tantas sociedades musulmanas.

Lejos de pretender crear una mera cronología de los hechos, queremos comprender el reino cristiano de Etiopía como un continuo histórico que ha ido atravesando diferentes etapas a lo largo del tiempo, algunas de fortaleza y otras de debilidad, cada una con sus peculiaridades pero con una esencia común.

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2.- EL LEGADO DE AKSUM Y LA DINASTÍA ZAGÜE

La historia de Etiopía hunde sus raíces en el reino de Aksum que prosperó desde el siglo I d. C. al X d. C. Por ello, aunque el apogeo de la ciudad se escape cronológicamente a los límites observados en este trabajo es recomendable remontarnos en el tiempo hasta el momento de su caída. A través de las conexiones entre Aksum y el Imperio Romano es posible, igualmente, entender la penetración del cristianismo que pervive hasta hoy como uno de los aspectos más llamativos de la cultura etíope. Del mismo modo, analizar con perspectiva el impacto de la dinastía Zagüe que se instaló en el poder en torno al año 1150 resulta igualmente una parada obligada. Entender el reino cristiano de Etiopía como un continuo histórico y observar su desarrollo en el periodo medieval, entraña la necesidad de contextualizar las distintas etapas que precedieron a la restitución de una dinastía salomónica en el siglo XIII.

Establecimiento de la Iglesia en Aksum

El reino de Aksum que llegaría a controlar el norte de la actual Etiopía, Eritrea, el norte de Sudán, Yibuti, el oeste de Somalilandia, Yemen y el sur de Arabia Saudí, se encontraba en la cima de su poder a mediados del siglo cuarto. En ese periodo las expediciones del rey Ezana en la zona del valle del Nilo habían acabado finalmente con el titubeante reino de Meroe atrayéndose el territorio a su área de influencia. Además, el control político que ejercía sobre la parte sur de la península arábiga y los tratos amistosos de Aksum con Roma, hacían del puerto de Adulis el principal enclave para el comercio internacional de toda la costa africana en la zona del Mar Rojo.

Es posible rastrear la entrada de la religión cristiana en la zona del Cuerno de África a través de un contacto comercial con Roma que implicaba lazos culturales. En este sentido, resulta convincente el hecho de que “la región etíope parece haber alcanzado el punto álgido de este impacto mediterráneo desde la llegada de la dinastía Ptolemaica en Egipto -tras la muerte de Alejandro Magno-. En muchos sentidos, la conversión al cristianismo de Ezana a mediados del siglo cuarto fue el clímax de esta influencia cultural”1; unos hechos que guardan relación con el creciente prestigio del cristianismo en el interior del Imperio Romano y que culminaría con la promulgación del Edicto de Milán en el 313 por el que Constantino legalizaba la nueva religión.

Sin embargo, el gesto de Ezana tardaría en calar en su pueblo. Así, las tradiciones de la Iglesia no mostrarían signos definitivos de progreso hasta pasado un siglo de la conversión del rey aksumita. La tradición etíope atribuye el mérito a misioneros de origen sirio conocidos como ‘Sadqan y los Nueve Santos’. Antes de su llegada, que se produjo a finales del siglo V, “la esfera efectiva de influencia de la Iglesia se limitaba a un estrecho corredor entre Adulis y Aksum a lo largo de la ruta principal de caravanas”2. La tradición atribuye a los nueve santos la extensión del cristianismo al

1 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 22

2 Ídem, pg. 23

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norte de Aksum, en el distrito de Gär’alta en el centro de Tigré. Al grupo de Sadqan se le relaciona con el distrito de Shimäzana.

En los comienzos del siglo VI la Iglesia había hecho grandes progresos, especialmente en el norte del país, al rebufo de un impulso evangelizador que fue seguido de cerca y fomentado por los sucesivos reyes de Aksum. De esta forma, el cristianismo se extendió en el interior del reino ampliándose hacia las tierras habitadas por las tribus Agäw cuyo origen Tamrat parece situar al este del río Täkäzé. Como resultado de este decidido impulso “los tres reinos paganos de Nobatia, Mukurra y Aloa fueron convertidos entre los años 543 y 580 y el templo de Isis en la isla de Philae fue finalmente convertido en una iglesia”3. Todo esto respondió, aparentemente, a una política animada desde el Imperio Bizantino en la que parece que Aksum participó de modo entusiasta, por ejemplo, mediante el envío de los primeros misioneros al reino de Aloa.

La expansión del Islam y el declive de la ciudad

El siglo VI conoció una segunda ocupación de la orilla árabe del Mar Rojo por parte aksumita. Una iniciativa que se llevó a cabo bajo el patrocinio del patriarca de Alejandría y el emperador Justiniano. La evangelización no era el único propósito de este afán expansionista; preservar el comercio oriental del monopolio del imperio persa pesaba igualmente en la lógica de la época. Sin embargo, medido al poderío persa, la voluntariosa colaboración de Aksum acabó resultando insuficiente.

Así, “entre el principio del siglo séptimo y mediados del siglo octavo los cristianos parecen haber perdido gradualmente el control sobre el comercio marítimo” con lo que “los reyes de Aksum parecen haber parado de acuñar moneda hacia mediados del siglo octavo”4. Esta misma idea es recogida por Pankhurst quien asocia a la retracción del comercio la escasez de monedas de oro y plata tras el reinado del rey Iathlia en el siglo VII o VIII: “El dinero emitido después del siglo VII parece reflejar el estancamiento comercial del reino”5.

La expansión del Islam suele ser la principal causa esgrimida a la hora de explicar el aislamiento de Aksum y una introversión que le llevó a ampliar sus fronteras en dirección sur. No obstante, Conti Rossini6 ha apuntado que los movimientos migratorios de los Bega (originarios de una tierra al noroeste de Aksum) también podrían haber contribuido al declive del reino cristiano, empujándolo hacia el sur al aumentar la inseguridad de sus rutas comerciales tradicionales.

3 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 29

4 Ídem, pg. 32

5 PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 57

6 ROSSINI, Conti, “Storia d’ Etiopia”, 1928, pp. 267-80, citado por PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia, pg. 57

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Pero ¿por qué motivo, en los umbrales de su gran expansión, respetó el Islam al reino cristiano de Aksum pese a su cercanía a Arabia o la Meca? Pankhhurst esgrime el argumento de la conocida amistad de Mahoma con el reino etíope que dio cobijo a algunos de sus seguidores en los tiempos en que éstos eran perseguidos. “En reconocimiento de su asistencia el Profeta ordenó a sus seguidores que nunca atacaran Etiopía”7. Una orden que para este autor ha significado una garantía efectiva de la independencia de Etiopía. No obstante, para otros autores las batalla navales entre aksumitas y musulmanes que marcaron el siglo VII son una evidencia de que “las amigables relaciones entre el Profeta y el reino de Aksum durante el periodo de su huida, que han sido preservadas en las tradiciones musulmanas, duraron poco tiempo”8, fechando el comienzo de las hostilidades antes incluso de su muerte en el 632.

Así, si bien es cierto que la influencia del Islam dentro del territorio etíope se limitó al mínimo en este periodo histórico, no lo es menos que la reducción del comercio redujo el poder de los reyes de Aksum y el control que ejercían sobre sus provincias. De este modo, con el declive de Aksum, el centro del reino cristiano basculó hacia el corazón del país de los Agäw donde la Iglesia ya se había establecido durante el primer cuarto del siglo VI y se estableció en la región de Angot, en el sur. Así, parece claro que pese a que Aksum había conocido tiempos mejores, “el siglo noveno fue aparentemente un periodo de expansión para el reino cristiano”9. Una serie de campañas militares y evangelizadoras marcaron el devenir de este siglo, una labor en la que la tradición subraya la figura del rey Digna-Jan:

“During his reign he (who) led 150 priests from Aksum to Amhara and assined them [to teach?] there. As he came out of Tigré he camped at Wäyna-Däga (and had) with him 60 tabots… When he counted his troops there were found (among them) 180,150 dressed in coats of mail. Taking these he went to another country in Innarya, one month’s journey away…10

Por ello, cabe destacar la importancia de dos aspectos clave respecto de dicha expansión. En primer lugar, está el hecho de que “aunque fruto de la necesidad, este desarrollo fue de una inmensa importancia en el largo plazo, ya que extendió la civilización etíope profundamente en la meseta hacia el sur de Tigré, Amhara y Shäwa”11. En segundo lugar, este proceso dio comienzo a una larga lucha entre cristianos y musulmanes por el control del sur de Etiopía. Una lucha en la que “los 7 PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 11

8 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 31

9 Ídem, Página 37

10 ‘Tarikä-Nägäst’, MS. Dima, f. 43ª. D’Abbadie collected a shorter variant of this tradition in Bägémdir, Conti Rossini, ‘Il libro delle leggende e tradizioni abissine dell’Ecciaghie Filpos’ in RRAL, ser. v, vol. xxvi (1917), pp. 706-7. (Citado por TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 35)

11 PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 58

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musulmanes partían con desventaja” ya que “el prestigio del reino cristiano como el poder más fuerte de la región desde el periodo aksumita, estaba ya establecido”12.

Finalmente, hacia finales del siglo X una nueva y seria amenaza puso en jaque al Imperio Aksumita: la rebelión de la tribu Agäw. Esta etapa constituye un periodo oscuro sobre el que las distintas fuentes no parecen ponerse de acuerdo. No obstante, sí existe consenso en “que la rebelión fue empezada por una princesa Agäw, nombrada como Judit, Yodit (Judith) o Astar y, por los árabes, Eve, que fue algunas veces también apodada Isat (o fuego)”13. Su marido, habría sido el gobernador del distrito de Bugna en Lasta. El entonces rey de Aksum, Anbasa Weddem, era un niño en aquella época y su gobierno habría sido incapaz de defenderse de la insurrección.

Pankhurst encuentra en el relato del historiador árabe Ibn Hawqal (año 978) una pista para rastrear estos hechos: “Abisinia -Etiopía- por muchos años había tenido a una mujer como gobernadora. Es ella quien mató al Rey de Abisinia que era conocido bajo el título de hadani (nuestro hade, hatse o Emperador), y ella continúa en estos días dominando su propio país y las regiones vecinas de la tierra de los hadani al oeste de Abisinia.14 En contradicción con lo anterior se sitúa la crónica de la Historia de los patriarcas de Alejandría desde donde se sugiere que el reino aksumita estaba en esta época resistiendo aún a los invasores. La tradición etíope sostiene que Judit reinó cuarenta años y que tras su muerte Anbasa Weddem volvió a Aksum reinando por más de veinte años. De cualquier forma, lo que está claro es que el siguiente peldaño en la evolución del reino cristiano estuvo marcado por la instauración de una nueva dinastía: la Zagüe.

La dinastía Zagüe

12 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 52

13 PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 59-60

14 CERULLI, L’ Ethiopia medievale, pp. 272-6; TRIMINGHAM, p. 52 (citado en PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 60).

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Existen distintos principios para la ubicación cronológica de este periodo. Los años 928, 1137, 1145 y 1147 son algunas de las fechas que se barajan15. En este sentido, Conti Rossini usó un incidente recogido en la “Historia del Patriarca Yohannis” (1147-67) para fijar la fecha en la que emergió la nueva dinastía, a mediados del siglo XII16. Dicho incidente se refiere a la negativa con la que el patriarca egipcio respondió a la petición de un nuevo obispo por parte de un rey etíope al considerar a éste “un usurpador”. No obstante, Tamrat puntualiza que en el ascenso de los príncipes de Bugna al poder no hubo ningún signo de episodio traumático y que, pese al desacuerdo señalado, las relaciones con Egipto y el patriarcado se mantuvieron.

Así, a pesar de los puntos oscuros que existen en torno a las condiciones en las que se forjó y llegó al poder esta nueva dinastía, puede asegurarse que “el alzamiento de la dinastía Zagüe no representó una ruptura con la tradición aksumita”17. Pese a esto, la tradición etíope ha estigmatizado a la dinastía Zagüe como usurpadora ya que implicó la basculación del poder político de Tigré o Amhara (vinculados por la lengua y predominantes a lo largo de la historia de Etiopía) hacia la región de Lasta, habitada por los Agäw, quienes a pesar de su temprana evangelización (sobre el primer cuarto del siglo VI), habían conservado su lengua y sus costumbres. El declive de Aksum y la ampliación del reino hacia el sur aumentaron la presión cultural sobre los Agäw de Lasta y Wag. Tamrat describe como el estrechamiento de los vínculos culturales hizo que los jefes locales se integraran completamente con la corte real cristiana lo que devino de forma relativamente pacífica en el ascenso de los Zagüe.

Sobre lo que no existe contradicción alguna es sobre la revitalización cultural y religiosa que supuso el periodo Zagüe que “es famoso (…) por las maravillosas iglesias talladas en piedra de esta época”18. Más concretamente, fue durante el reinado de Yimrha (tercer rey Zagwé) cuando se inauguró la tradición de construir iglesias escavadas en piedra destacando las que aún hoy perviven en la ciudad de Lalibela. Precisamente, fue a las afueras de dicha ciudad, en un lugar llamado Adäfa19, donde los príncipes de Bugna establecieron la capital del reino. Por otro lado, Etiopía retomó con fuerzas renovadas la tradicional relación con Egipto y aumentó considerablemente el número de peregrinos etíopes a Jerusalén y los Santos Lugares.

Respecto a la manera en que concluyó el linaje de los reyes de Lasta, Taddesse Tamrat ofrece una explicación ligada al comercio y a la economía que merece la pena traer a colación en este trabajo. Según las fuentes consultadas por este autor, el incremento de

15 ROSSINI, Conti, pp. 303-22. BUDGE, Vol. I, p. 218; Guide Book to Ethiopia, p. 14; TRIMINGHAM, p. 55 (citado en PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 61)

16 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 57

17 Ídem, pg. 54

18 PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 62

19 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 59

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la actividad comercial en el sur y la creciente importancia del puerto de Zeila dieron progresivamente a la región de Amhara una preeminencia económica y política dentro del esquema de poder del reino cristiano: “Hay muchas razones que ponen de manifiesto que el triunfo de Yikunno-‘Amlak (restaurador de la dinastía salomónica) y sus partidarios se debió en gran parte a esta nueva situación”20. Así, hacia el final del reinado del rey Lalibäla (Zagüe), las gentes de Tigré y Amhara comenzaron a organizar una fuerte resistencia política. “La debilidad característica en el sistema sucesorio Zagüw (en el que los príncipes de Bugna rivalizaban por la fuerza de las armas) facilitó mucho el triunfo del movimiento anti-Lasta”21.

Restauración de la dinastía salomónica: Yikunno-‘ Amlak

Creemos que ese nuevo equilibrio de poder que se había gestado en la región contribuyó decisivamente al ascenso de Yikunno-‘ Amlak22. A pesar de las dudas que existen al respecto de sus orígenes, este factor se deja sentir en la misma ascendencia del supuesto heredero del linaje de Aksum. Así, por parte de padre parece descender de Dilna’od, último rey aksumita depuesto por la dinastía Zagüe, mientras que por parte de madre, presenta conexiones con la región de Amhara, cuya importancia se había vuelto capital en este periodo debido al peso que adquirió para el comercio con el mundo musulmán.

El nuevo rey trasladaría la capital del reino a su ciudad natal de Tegulet en Shäwa 23, con lo que Lasta volvería a quedar marginada y se traduciría al plano político la preeminencia económica que había adquirido el sur del reino cristiano. Pankhurst

20 Ídem, pg.66

21 Ídem, pg. 60

22 Ídem, pg. 66

23 PANKHURST, Richard, An introduction to the Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Lalibea House, 1961, pg. 64)

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recoge igualmente que él hablaba amárico, la lengua de Amhara y Shäwa, la cual habría sido convertida por él en lengua oficial del reino.24

“En la víspera de la caída de la dinastía Zagwé, Yikunno-‘Amlak había establecido aparentemente un reino virtualmente independiente que comprendía Amhara y las comunidades cristianas de la meseta de Shäwa” (TAMRAT, 1972:67). Finalmente, con el apoyo militar de Shäwa y sus tropas de Amhara, Yikunno-‘Amlak atacó a Yitbaräk, el rey Zagüe, y lo asesinó autoproclamándose rey de Etiopía aunque durante bastante tiempo tuvo que combatir la tenaz resistencia ofrecida por los líderes militares Zagüe que se organizaron en Tigré hasta que logró asentarse en el poder en torno a 1275.

3.- CONFLICTOS INTERNOS Y CONSOLIDACIÓN DE LA NUEVA DINASTÍA SALOMÓNICA

A finales del siglo XIII, aproximadamente en 1270, nace la dinastía salomónica de la mano de Yikunno-‘Amlak, que es la continuación del reino cristiano de Aksum. Según la tradición etíope, Yikunno era descendiente de Menelik, hijo del Rey Salomón y la Reina de Saba.

“Muchos problemas aguardaban a la dinastía fundada por Yikunno-‘Amlak. Durante más de 10 años desde el fin de su reinado, la amenaza más seria para la estabilidad de la dinastía derivaba de las rivalidades entre sus propios hijos y nietos”.25 Las luchas internas entre los descendientes de Yikunno-‘Amlak continuaron. El trono fue ocupado por cinco reyes diferentes entre 1294 y 1299, año en que Widim-Rä’ad, hermano de Yagba-Siyon, llegó al poder y la nueva dinastía ‘salomónica’ recuperó su fuerza y estabilidad.

A raíz de las luchas internas la nueva dinastía sufrió un debilitamiento del poder dentro del propio reino cristiano, que contaba con Tigré, Lasta y Amhara como regiones más importantes. La biografía del propio Yikunno-‘Amlak fue vital a la hora de granjearse apoyos en las dos regiones esenciales, Tigré y Amhara, ligadas por cuestiones lingüísticas (Semíticas).

El comercio

El control por las rutas comerciales fue el origen de muchas de las principales disputas entre cristianos y musulmanes, por un lado, y entre príncipes locales y la corte real, por otro. “Yikunno-‘Amlak parece haber dibujado gran parte de su éxito en la lucha dinástica a través de su contacto cercano con las comunidades de mercaderes musulmanes en Amhara y Shäwa. Su nieto, Amdä-Siyon (1314-1344), transformó esta cooperación económica en una estricta dominación política y militar y pronto emergió como el único e incontestable poder en la región etíope”.26 Desde su ascenso al trono

24 Ídem, pg. 64

25 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 69

26 Ídem, pg. 85

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llevó a cabo una serie de campañas en los distintos territorios del reino que le aseguraron el control de las rutas comerciales interiores. Uno de sus intereses era controlar la actividad comercial en los asentamientos musulmanes, especializados en el comercio a larga distancia.

En cuanto al género con el que se comerciaba, el suministro de esclavos domésticos al Próximo y Medio Oriente era una de las bases del negocio de los musulmanes. También el marfil era otro artículo de comercio importante y, aparentemente, los reyes asumieron bajo su mando la caza sistemática de elefantes.27 Etiopía parece haber jugado también un papel comercial relativamente importante en el suministro de fruta y cereales a ambos lados del Mar Rojo.

La corte real era el centro neurálgico del comercio etíope y sus reyes y, por ello, eran los más beneficiados. Los cronistas de Amdä-Siyon escribieron proezas sobre las riquezas que el país atesoró durante su reinado: “el oro y la plata eran tan abundantes como las piedras y muy ricos vestidos eran tan numerosos en su corte como las hojas de los árboles y la hierba de los campos”28

Agricultura, Ganadería, Minería y Forestales

La riqueza de la agricultura en Etiopía era ya legendaria en Europa antes que los testimonios estuvieran disponibles al público lector. En el siglo XIII Marco Polo declaró que la producción del reino incluía arroz, trigo, carne, leche y sésamo y que el país

27 Ídem, pg. 85, 88

28 MARRASSINI, Paolo, Lo scettro e la croce. La campagna di Amda Seyon I contro l'Ifat (1332), Napoli, 1993, pg. 22

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abundaba en “todo lo necesario para la vida”.29 En cuanto a lo textil, el algodón era el más utilizado en los vestidos de Etiopía y era cultivado en muchas partes del país. En cuanto a la fruta, crecían en tierras etíopes limones, naranjas, uvas y melocotones.

Sobre los animales de Etiopía se supo por primera vez en Europa a través de Marco Polo en el siglo XIII. Según cuenta Pankhurst, él mencionó que había elefantes, jirafas, leones, leopardos, linces y monos de todas clases. En los Itinerarios etíopes, además de estos animales también se mencionan animales domésticos como caballos, mulas y grandes perros, y otros como ciervos, liebres, gacelas, panteras, rinocerontes, y otros historiadores, cuenta Pankhurst, mencionan, además, búfalos, bueyes, ovejas y vacas.30

Del tema forestal se sabe que no existían muchas tierras boscosas en Etiopía y que la madera era escasa en las tierras habitadas, en parte porque se cortaban muchos árboles para la construcción de casas y para el combustible y, en parte, porque no se reforestaba.31 Sin embargo, una gran variedad de árboles crecía en el país.

En cuanto a minerales, en el siglo XIII y en el XIV, tanto Marco Polo como Ibn Fadl Allah mencionan que había en Etiopía grandes cantidades de oro. Sin embargo, cronistas posteriores afirman que las minas de oro eran desconocidas. En el siglo XVII, Pedro Pais menciona que había existido una en Tambien pero que había sido cerrada en el siglo XVI por el Emperador Sartsa Dengel asustado porque podría fomentar la agresión turca.32

Gobierno y administración del reino

Las vastas conquistas realizadas durante el reinado de Amdä-Siyon (1314-1344) explican que el sistema de administración feudal que empezó a implantar (sobre todo en sus provincias del norte) no alcanzara su perfeccionamiento hasta el siglo XV.

Tradicionalmente, los emperadores de Etiopía han disfrutado de inmenso poder y prestigio. Los etíopes vivían de acuerdo a su código legal, el Fetha Nagast, o “Ley de reyes”, que proclamaba el derecho divino de los reyes sobre bases bíblicas.33 Según la “Ley de reyes”, el Rey debería recibir respeto y obediencia como se anunciaba en las escrituras, especialmente en las cartas de San Pablo a los Romanos. 34 Estas ideas se reflejaban en la realidad del gobierno y la administración etíope.

29 POLO, Marco, pg. 251-2 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg. 200)

30 PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg. 215-221

31 ALMEIDA, pg. 48, 188 (citado por PANKHURST, pg. 221)

32 PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg. 224-231

33 GUIDI, Il “Fetha Nagast”, pp. 467-5. Ver también Guidi, Annales Regum Iyasu II et Iyoas, p. 184 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg. 119)

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Ludolphus confirma que la soberanía tenía un poder muy extenso al afirmar: “el poder de los reyes de Abisinia es absoluto, tanto en asuntos eclesiásticos como civiles”35

Señala, sin embargo, que estos poderes en la práctica se quedan cortos respecto a la teoría: “Tan grandioso y absoluto Poder, y tan incontrolable el dominio sobre sus súbditos, uno pensaría que debería hacer a los Reyes de Etiopía vastamente potentes: y sin duda sería, si otras cosas fueran correspondientes.”36 Observando que solo algunos gobernadores provinciales eran capaces de mantener sus posiciones por derecho de herencia, Ludolphus afirma que los emperadores no consideraban algo decente mandar sobre Familias Ilustres ya que no creían que pudiera esperarse “servidumbre de aquellos que están acostumbrados a dirigirse a sí mismos”. Por otra parte, presumían de que la dignidad hereditaria era una obstrucción a la virtud, que “los hombres seguramente se hacen, y no nacen, grandes”; y que demostrarían “más fe” quienes hubieran “resucitado de entre el polvo”, que los que mantenían sus fortunas de sus antepasados.

La autonomía local de las diferentes provincias parece haber sido un rasgo inherente al sistema administrativo desarrollado a lo largo de la historia del reino cristiano. 37 En el cargo de los oficiales encargados de la administración local había doble autoridad: la originaria derivaba de la corte real pero la característica hereditaria del cargo parece haber desarrollado una especie de derechos tradicionales generacionales. “Estas pequeñas jefaturas eran las unidades básicas por las que funcionaba toda la estructura política y militar del imperio medieval y servían como plataforma de lanzamiento para la emergencia del liderazgo de toda la Etiopía cristiana”.38

Esa doble procedencia de la autoridad de los reyes también la registra el egipcio Ibn Fadl Allah que escribe en el siglo XIV que los gobernadores de los sultanatos musulmanes etíopes, aunque eran hereditarios, obtenían su autoridad “sólo tras haber sido investidos por el Rey de Amhara”. Cuando uno de ellos moría, sus familiares varones se apresuraban a obtener esa soberanía y “hacían todo lo que podían para ganar su favor, como si fuera él quien elegía a quien debía conferir el poder”.39

Durante el reinado de Zara Yacob (1434-1468), la administración provincial fue confiada a las princesas reales: Tigre a Del Shamera, Angor a Bahr Rom Ganayala, Damot a Madham Zamada, Begemder a Abala Maryam, Gan y Gojam a Atnaf Sagadu,

34 Se refiere a los pasajes de la siguientes: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios (…) Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo; (…) Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo…(Romanos 13, 1-7)

35 LUDOLPHUS, p. 198 (citado por PANKHURST, pg. 125)

36 Idem, p. 202, (citado por PANKHURST, pg. 137)

37 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 95

38 Ídem

39 GAUDEFROY-DEMOMBYNES, pp. 1-26 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg 120)

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y Amhara a Amata Masih. Este arreglo parece haber sido insatisfactorio, porque el Emperador tomó él mismo más tarde el gobierno del Imperio entero y designó una clase de altos oficiales, llamados Adakshat aunque cada gobernador tenía un título especial en su provincia. Se dice que el Emperador, que también reconocía el sistema de ingreso y tenía en sus manos la administración del clero, no dejaba nada fuera de su autoridad. “Todos temblaban ante el poder del rey” dice el cronista.40

Sobre los gobernadores de provincia, Alvares, un capellán portugués que estuvo en Etiopía en 1520, cuenta que el “Preste Juan” los depone y los designa cuando le place, sin o con causa justificada, y que no hay en su decisión “ningún humor enfermo” y que si lo hubiera, es secreto. El capellán afirma que en el periodo en el que permaneció en el país y durante el cual presenció cómo se deponía al gobernador de Tigre, los había visto juntos y asegura que parecían ser buenos amigos. Y agrega: “en este país, lo que les sucede, de buena fortuna o de pérdida, dicen que Dios lo ha hecho”.41 Alvares también arroja una luz importante sobre los poderes de las siguientes décadas de soberanía, en la víspera de la Gran invasión. Nos dice, por ejemplo, que el Bahr Negash fue designado por el Emperador y que ese nombramiento no duró más que lo que el monarca quiso.42

Por otra parte, como los gobernadores son los señores y jueces y tienen en sus manos absoluto control sobre le vida y el beneficio de la población entera, los llaman los “saqueadores” en vez de gobernadores. Almeida escribió en el siglo XVI: “Es verdad que, mientras su gobierno del reino o provincia dura, es posible apelar a los tribunales de la corte y al Emperador, pero hay pocos que se atreven a apelar.”43

40 PERRUCHON, Les chroniques de Zara Yaeqob et de Baeda Maryam, pp. 4-16, 74-6, 94-101 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg 121)

41 Idem, p. 93 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg 121)

42 ALVARES, Francisco, Narrative of the Portuguese Embassy to Abyssinia during the years 1520-1527 edited by Lord Stanley of Alderley, pp. 268-9 (citado por PANKHURST, pg 121)

43 ALMEIDA, Some Records of Ethiopia p 72-3 (citado por PANKHURST, pg. 125)

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La administración de Justicia

En el sistema legal de Etiopía, según Alvares, el Emperador constituía la corte final de apelación. Cuenta, de todas formas, que un “juicio” podía durar más de un día, fuera de la casa del Bahr negash (gobernador de las tierras junto al mar), durante el cual el gobernador estaba escuchando casos, sin cesar, y administrando justicia. Y si el caso era importante, después de escucharlo, informaba a su maestro que dictaba sentencia, pero si el problema era de menor importancia, o si las partes lo deseaban, el mismo gobernador tomaba la decisión. Todos los casos, ya sea tratados por el gobernador o por jueces, eran testimoniados por un “hombre honorable”, conocido como Malkanya, o notario de la soberanía, quien informaría al Emperador en casos de apelación. Los jueces y Malkanya no se encontraban en todas las cortes de la ley.44

Zorzi cuenta que cuando el Rey concedía audiencia permanecía detrás de una cortina así nadie podía verlo. Sus súbditos le hablaban a través de un intermediario o un intérprete con los ojos bajados. Los extranjeros, sin embargo, no estaban obligados a seguir esta costumbre y conversaban con él cara a cara.45

Almeida explica la variedad de funcionarios de estado que había: bajo el Emperador estaba formalmente un dignatario que solían llamar Beteudet, que era equivalente al favorito o confidente. Había dos que tenían esta dignidad, un de la mano izquierda y

44 PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg 122

45 Ethiopian Itineraries, pp. 167-9 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg.123)

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otro de la derecha. “Casi todo el gobierno recaía en estos dos hombres para que el Rey no discutiera nada con nadie, ni diera audiencia ni permitiera a alguien que lo viera.” 46

Debajo de éste, había otro puesto al que llamaban Bellatinoche goita que significa maestro de sirvientes porque es como un Mordomo Mor (cabeza del hogar real) que tenía el gobierno y la autoridad sobre todos los virreyes, capitanes, Xumos o gobernadores y sobre todos los Azages o jueces y Ombaras o jueces de apelación. En el palacio y la corte había otro al que llaman Tecacan Bellatinoche goita que significa maestro de los sirvientes más bajos. Debajo del gran Bellatinoch goita estaban todos los otros virreyes y gobernadores de los reinos y provincias y los capitanes comunes del campo del Emperador, los de la vanguardia, la retaguardia, la mano derecha y la izquierda. Para administrar justicia también estaban los tribunales y magistrados.

La ausencia de una capital fija y la organización de la Corte

El Imperio etíope estuvo por mucho tiempo sin una capital fija aunque los soberanos iban a Aksum a ser coronados. De todas formas, cuando les era posible seleccionaban un gran llano y en el punto más alto se instalaban cinco o seis carpas .47 El campamento se trasladaba de acuerdo a un orden prescrito aunque no siempre el gobernador lo seguía ya que muchas veces prefería viajar en etapas más cortas y parar en los monasterios por el camino.

El Emperador pasaba la mayor parte de su tiempo yendo de una parte del país a otra. El capellán portugués, Alvares, cuenta que el enorme número de personas que acompañaban a la corte a lo largo de las rutas desde un campamento a otro era increíble y constituía una armada formidable. Si hacían distancias cortas, la gente pobre cargaba también con sus pobres viviendas; pero si las distancias eran más largas, llevaban algunos postes de madera. Los ricos levaban carpas muy buenas. Además, la Corte se movía con sus mulas, que eran alrededor de cincuenta mil, y unos pocos caballos; y el Emperador era precedido por leones atados con cadenas. Llevaban, también, unas trece iglesias cargadas por los sacerdotes.

Por otra parte, no se sabía la dirección que el Emperador seguía hasta que se extendía su tienda blanca sobre el terreno, aunque muchas veces ni siquiera fuera a ella a dormir sino que se dirigía a los monasterios u otros lugares fuera de la ruta.48 Las cuatro o cinco tiendas grandes del Emperador se situaban al centro del campamento y luego se dejaba un espacio amplio tanto a la izquierda como a la derecha, detrás y delante, seguido por unas tiendas para dos iglesias que el Emperador quería con él, aquellas de la Reina y de los grandes señores, que tenían sus lugares asignados, después aquellas de los capitanes y soldados de acuerdo a su instrucción.49

46 ALMEIDA, pp. 73-6 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961pg. 126)

47 Texto de Ramusio traducido por C. F. Bechingham y G. W. B. Huntingford, (citado por PANKHURST, pg. 137)

48 ALVARES, pp. 217-19 (citado por PANKHURST, pg. 138)

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Un comerciante florentino, Andrea Corsali, también reporta en 1517 al Duque Lorenzo di Medici que el Emperador de Etiopía se movía de un lugar a otro con muchísima gente, por tramos a pie y por tramos a caballo, y que la Armada era tan grande que “el Preste Juan” no podía permanecer en ningún lugar por más de cuatro meses sin regresar al mismo campamento en menos de diez años por la escasez resultante de comida.50

Alvares cree que esos cambios frecuentes de la capital se debían al bajo coste de la construcción de las casas y a la necesidad de moverse para enfrentarse primero a un enemigo y después a otro, y para encontrar leña suficiente para permitirse estancias prolongadas en cualquier lugar. La abundancia de madera era un factor esencial a la hora de elegir un sitio u otro para el campamento.

Sin embargo, no todas las moradas reales de Etiopía han estado en constante movimiento. Zara Yaqob (1434-1468), por ejemplo, construyó un gran palacio en Debra Berhan, que tenía un techo muy alto y estaba rodeado por enormes paredes, donde pasó no menos que doce años.51 Otros cronistas también hacen referencia a grandes pueblos y ciudades reales que eran establecidas como asentamientos permanentes.52

Después del fin de las guerras de “Grañ” (significa “el zurdo”, apodo que los cristianos dieron al musulmán Ahmad Ibn Ibrahim Al Ghazi que organizó la yihad) alrededor de 1551, el Emperador Gallawdewos (1540-1559) estableció su capital fija en una de las villas en Wadj, abandonando así la costumbre de los antiguos gobernadores que viajaban de campamento en campamento hasta el final de sus días.53

La fuerza militar

Durante siglos los Emperadores de Etiopía se han desplazado con grandes armadas de soldados a caballo, comida, tiendas, arcos, flechas, lanzas y espadas.54

En la época del emperador Amdä-Siyon (1314-1344), la organización del Ejército era una réplica del que había defendido al reino de Aksum durante su máximo esplendor. De carácter tribal como el aksumita, gozaba de una “notable fuerza ligada a la corona” que componía el núcleo central del Ejército, y se basaba en el mantenimiento de un sistema local de milicias que podían integrarse al Ejército real en períodos de crisis. Una vez integrados. Una vez integrados, los distintos contingentes mantenían su carácter

49 Almeida, p. 79 ( citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg. 139)

50 Historial description, p. 25, (citado por Pankhurst, pg. 138)

51 PERRUCHON, Les Chroniques de Zara Yaeqob et de Baeda Maryam, pp. 23-6, 37-40, 78 (citado por Pankhurst, pg. 141)

52 ZORZI, Ethiopian Itineraris, pp. 111, 121, 133, 161 (citado por Pankhurst,pg. 141)

53 CONZELMAN, Chronique de Galawdewos (Claudius), roi d’Ethiopie, 1895, pp. 149-50 (citado por Pankhurst, pg. 141)

54 GAUDEFROY-DEMOMBYNES, Ibn Fadl Al Omari Masalik al Absar fi Mamalik el Amsar, 1927, pp. 26-6 (citado por Pankhurst, pg. 159)

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local ligado a la provincia cristiana de la que provenían: Tigré, Lasta (Bugna), Amhara y Shäwa. Y a su vez eran otra vez subdivididos en unidades más pequeñas comandadas por su propio jefe local, de manera que el monarca ejercía un control algo limitado sobre una parte de su ejército.55

Durante el reinado de Amdä-Siyon se abrió una nueva fase en las relaciones entre el rey y sus vasallos: la balanza se inclinó decisivamente a favor del rey, situación que se mantuvo durante otros 200 años. Este emperador formó a su alrededor un núcleo armado, una especie de contingente especial que se estructuraban en base a dos aspectos. Por un lado, existía un número reducido de regimientos independientes entre sí y comandados por oficiales de la más alta confianza del rey, muchos de ellos familiares y amigos. Se trataba de guerreros de élite reclutados de todas las partes del imperio y algunos mercenarios que se habían unido a la corte en busca de fortuna. Sus formaciones recibían nombres simbólicos como Casta-Nihb (‘la picadura de la abeja’), y se caracterizaban por una lealtad inquebrantable al monarca y representaban la vanguardia y el arma más eficaz del ejército etíope durante las campañas de conquista. Por otro lado, estaba la organización de soldados que tenía una base regional: “Hombres de la misma área lingüística y tribal eran agrupados y juntos formaban contingentes separados como los de Koräm, Barya, Gojjam, Gondär, Damot y Hadya”. También se integraban en estas filas los prisioneros de guerra más aptos para el combate, pero, en todos los casos, se trataba de oficiales que se había ganado anteriormente la confianza de Amdä-Siyon.56

En el siglo XVI, Alvares señala que el Emperador podía reunir a cien mil personas en unos cuántos días y que la cantidad de gente que acompañaba a la corte era apenas creíble. De todas formas, a pesar de su tamaño, la armada no contaba con un suministro adecuado de armas por el aislamiento y el retraso técnico del país. Además, los soldados, en general, no eran ni pagados ni se les suministraba ninguna provisión del Estado, aunque muchos señores, cortesanos y algunos funcionarios menores recibían garantías de tierra a cambio de sus servicios.57 Posteriormente, la invasión de Grañ y la posterior intervención de los portugueses llevaron a una revolución en el armamento que puso de manifiesto la desventaja de las fuerzas etíopes.

Ingresos del Estado, impuestos y tenencia de la tierra

Habitualmente los ingresos de los soberanos etíopes no eran de naturaleza monetaria sino que eran pagos en especie y en trabajo, así como en oro y “dinero primitivo”, como tela y sal. Por el carácter primariamente agrícola de la economía, la tasación estaba basada en la tierra y sus cultivos y ganado, a través del comercio y, en menor medida el tejido también estaba grabado por impuestos. La tierra estaba normalmente sujeta a dos tipos de tasa: primeramente a un pago anual fijo de artículos como miel, manteca o 55 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg. 89-90

56 Ídem, pg. 91

57 ALVARES, p. 154, (citado por PANKHURST, An Introduction to the Economic History of Ethiopia, Londres, Lalibela House, 1961, pg. 160)

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caballos y, en segundo lugar, un diezmo u otro porcentaje de riqueza o producción actual. “Teóricamente, el soberano tenía derecho a todos estos tributos, pero en la práctica renunciaba a este derecho en ciertas áreas a favor de los gobernadores locales a los que les permitía apropiarse de los ingresos, en parte o totalmente, para su propio uso y el de sus familias y seguidores; se esperaba, sin embargo, que estos personajes asistieran al Emperador de una forma u otra: tenían que enviarle oro o provisiones y seguirlo también a la guerra.”58 El jesuita Pero Pais, si bien escribe en el siglo XVII, lo cual es posterior a las fechas que estudiamos en este trabajo, relata que tanto el Reino de Narea como Gojam enviaban grandes cantidades de oro al llamado “Preste Juan” y confirma la entrega de caballos, mulas, piezas de seda y otras cosas por parte de los gobernadores y virreyes al Emperador.59

Existían unas tierras que estaban exentas de pago de tributo que eran dadas a los nobles y a otros para su propio uso a cambio de lealtad y servicio. Dichas tierras, que eran distribuidas por el Emperador, eran conocidas como gult y eran también dadas a los establecimientos eclesiásticos y religiosos. Los ingresos del soberano y de los gobernadores de provincia (concebidos en términos de servicio y bienes materiales) eran una función del sistema de tenencia de tierras. Además, el Emperador y los gobernadores, nobles y eclesiásticos que poseían tierras bajo del Emperador también recibían un tipo de renta, en producto o trabajo, de los inquilinos, o gabars. Por último, un cierto nivel de ingresos se obtenía de los dominios del estado del producto que se llevaba tanto al palacio como del que se dedicaba a fines decididos por el monarca.

Bruce describe la organización de Zara Yaqob (1434-1468) que había dividido su país en “gobiernos separados, asignando a cada uno el impuesto que debía pagar, en qué momento, de qué forma, de acuerdo a la situación y capacidad de cada provincia”.60

Alvares, da una descripción detallada del tributo anual, o geber, que se pagaba al Emperador a principios del siglo XVI: “Los señores de Gojam pagaban lo más importante en oro, seda, mulas, vacas y arado de bueyes, los de Tigre en caballos, y los de Bahrnagash en telas de algodón, seda y brocados.”61

Los mercados estaban sujetos a tasaciones especiales. Según Alvares, el centro importante de comercio de Manadeley en Tigre pagaba al Emperador una enorme cantidad de oro al año. El portugués también menciona la existencia de granjas reales que pertenecían al Emperador y que eran entregadas a personas “honorables”, a los pobres y a los monasterios e iglesias pobres sin que el “Preste Juan” sacara ningún provecho de la producción y los ingresos de la granja.62

58 PANKHURST, An Introduction to the Economic History of Ethiopia, Londres, Lalibela House, 1961, p. 179

59 PAIS, Pero, História da Etiópia”, Vol. II, Pôrto, Livraria Civilizaçâo Editora, 1945, pg. 236

60 BRUCE, Vol. II, p. 72 (citado por PANKHURST, An Introduction to the Economic History of Ethiopia, Londres, Lalibela House, 1961, pg 180)

61 ALVARES, pg. 94, (citado por PANKHURST, pg. 180)

62ALVARES, p. 272, (citado por PANKHURST, pg 183)

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Los impuestos eran normalmente pagados de manera indirecta, los jefes más pequeños daban lo que debían a sus jefes superiores que dirigían su tributo al soberano. Los “grandes señores” que eran como “reyes”, según Alvares, comían a expensas del pueblo. Sin embargo, eran tributarios del Emperador y se tomaban las molestias de pagar grandes cuotas mientras que él los quitaba y removía a su antojo.63

En el siglo XVI, Almeida relata que el Emperador confiscaba todas las tierras y se las confería a quien quería, aunque en algunos casos, sobre todo en Tigre, no les quitaba el señorío a las familias y descendientes de sus primeros titulares. Tales excepciones incluían al Bahr negash, o gobernador de la provincia junto al mar, los Shums o gobernadores de Serae, Shire y Tembien, y al Kantiba, gobernador honorable de Dambea. Estos títulos oficiales rara vez eran dados a personas que no eran descendientes de los antiguos gobernadores del área aunque eran con frecuencia transferidos de un miembro de familia a otro, el Emperador los realojaba como le apetecía, cada dos años o cada año, incluso cada seis meses.64 Para el Rey era útil que fueran tan dependientes de él porque, algunos por miedo a que las tierras les fueran quitadas, otros por la esperanza de conseguir lo que no tienen, le sirven en tiempos de paz y de guerra y le dan regalos. Aquellos que daban más, recibían más.

El poder de la Iglesia y sus tierras

La Iglesia, la mayor dueña de tierras después del Emperador, también recibía ingresos de los impuestos, o diezmos, sobre las tierras que poseía. Las tierras se daban a iglesias o monasterios particulares cuyos oficiales grababan en sus archivos detalles como localización y extensión de la tierra y el diezmo que aportaban.

“Muchas de las iglesias y monasterios eran muy ricos y poseían un gran número de costosos brocados, terciopelo de la Meca, enormes cruces de plata y otras riquezas regaladas por grandes clientes así como sustanciales ingresos.”65 Algunos monasterios recibían caballos por parte de los pobladores de las villas de alrededor, ya que por orden del Emperador, la Iglesia tenía el derecho de recibirlos.

Por otra parte, algunos monjes, como los de Bizen, tenían dos fuentes de mijo, la que producían por su propio trabajo y la que les era suministrada por granjeros cultivando las tierras de la Iglesia.

Los eclesiásticos tenían muchos gastos aparte de su propio consumo personal: el mantenimiento y la reparación de los edificios de la iglesia, el cuidado del clero mayor jubilado, escribas y personas indigentes, y la distribución de la limosna a los pobres.66

La caridad era dispensada por los mahabars, o sociedades de ciudadanos, que mantenían

63 ALVARES, pp. 54, 93-94 (citado por PANKHURST pg. 183)

64 ALMEIDA, Some Records of Ethiopia, p. 72 (citado por Pankhurst, pg. 123)

65 PANKHURST, An Introduction to the Economic History of Ethiopia, Londres, Lalibela House, 1961, p. 195

66 ALVARES, pg. 35 (citado por PANKHURST, pg. 197)

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mensualmente fiestas en honor de uno u otro santo y que constituían una institución importante de bienestar social.

4.-LUCHAS INTERNAS, INVASIÓN MUSULMANA Y DECLIVE SALOMÓNICO

En el siglo XVI, Etiopía era un Estado feudal ubicado en el noroeste central de las tierras altas. Su población estaba compuesta por individuos que compartían afinidades culturales, económicas y lingüísticas. El área central estaba rodeada por provincias recientemente conquistadas, cuyos habitantes eran cristianos, al menos superficialmente, y cuya administración se parecía al gobierno de las provincias tradicionales mencionadas en anteriores apartados. En la periferia más externa había Estados tributarios, cuyos gobernadores tradicionales mandaban sobre personas cultural, religiosa y económicamente diferentes de aquellas de las tierras centrales y alrededores. Cada vez que había una crisis, inestabilidad, muerte o sucesión real, el Estado se iba debilitando. Incluso en las tierras centrales, las disputas solían erosionar las uniones frágiles de economía, religión, cultura, tradición y lengua.67

El reino de Naod (1494-1508) habría sido pacífico si el Emir de Harar no hubiese comenzado una serie de ataques hacia los etíopes, tomando ventaja de las últimas debilidades del Estado. Así y todo, el Emir de Harar fue derrotado por Naod.68 La debilidad del Estado central redujo también el flujo de ingresos. Y el declive de la monarquía salomónica llevó, en las tierras altas, a la heterodoxia cristiana, la lucha social y a la tensión entre el clero y la corona y, por ende, a la debilidad del eje central

67 MARCUS, Harold G., “A history of Ethiopia”, University of California Press, 1994, pg. 2868 DORESSE, J, “Ethiopia. Ancient cities and temples”, Elek, Londres, 1959, pg. 125

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del Estado. Este declive del Estado salomónico dio ventaja a los estados musulmanes que prohibieron el pago del tributo y un porcentaje del beneficio del comercio a los cristianos. “El reino de Adal se hizo cada vez más fuerte hasta que fue capaz de derrotar a las armadas cristianas”.69 El emperador Naod murió tratando de expulsar a los invasores musulmanes de Adal fuera de Yifat donde los enemigos habían sido bienvenidos.

A la muerte de Naod, su hijo Lebna Dengel, que era aún un niño le sucedió en el trono (1508-1540). Helena, su madre, actuó de regente. “Las proezas acertadas coronaron la carrera de Lebna Dengel con engañosa gloria. Una expedición contra Fatajar fue montada en 1516 por el Emir de Harar, con la ayuda de tropas de Arabia. Sufrió la emboscada de Lebna Dengel que lo mató e invadió Adal destruyendo el palacio del sultán”.70 “La población musulmana del reino de Adal, cuya capital había sido trasladada a Harar en 1520 por razones estratégicas, estaba dividida sobre la cuestión de atacar a sus vecinos cristianos”71 Aquellos que vivían en asentamientos y ciudades no se querían embarcar en una guerra porque sería perjudicial para el comercio. “Gracias a las luchas internas en Adal, el Estado cristiano de Dengel fue capaz de contener las incursiones incluso de avanzar hacia territorio musulmán y ganar algunas batallas. La explosión musulmana en el reino cristiano se venía fraguando: la periferia explotada, las luchas ideológicas entre cristianos y musulmanes y la mala administración del gobierno crearon el campo de batalla.”72

Siempre había habido disputas políticas en los microestados musulmanes de Etiopía entre pragmáticos y fanáticos. Los primeros optaron por trabajar con la monarquía cristiana mientras que los segundos escogieron expandir las ideas del profeta Mahoma. Así fue que en el siglo XVI, las diferencias entre estos dos grupos llevó a la derrota de la armada de Lebna Dengel y a la consecuente guerra civil en Adal. El fervor religioso del Estado musulmán erosionó y Harer se convirtió en un centro de libertinaje y anarquía. Cuando el comercio declinó las personas fueron llamadas a un nuevo liderazgo.73 Los musulmanes de Adal estaban deseando un cambio. “Lo que necesitaban era un tipo de líder diferente, uno que pudiera restaurar la disciplina en nombre de la religión, un Iman;” y fue encontrado en Ahmad Al-Ghazi.74

Tamrat lo describe así: “En la segunda década del siglo XVI, un joven soldado de la Armada Adali, Ahmad Ibn Ibrahim al Ghazi había comenzado a adquirir un fuerte seguimiento por su virtud de su éxito militar y se convirtió en líder de Adal. En verdad, adquirió el status de un líder religioso. Ahmad, que pasó a ser llamado “Grañ” (el

69 MARCUS, Harold G., “A history of Ethiopia”, University of California Press, 1994, pg. 2970 DORESSE, J, “Ethiopia. Ancient cities and temples”, Elek, Londres, 1959, pg. 12671 PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg. 75

72 MARCUS, Harold G., “A history of Ethiopia”, University of California Press, 1994, pg. 30

73 Ídem, pg. 31

74 DORESSE, J, “Ethiopia. Ancient cities and temples”, Elek, Londres, 1959, pg. 128

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zurdo) por sus enemigos cristianos, reunió a musulmanes de diversas etnias, incluyendo muchos de Afar y de Somalia, en una guerra santa que intentó romper con el poder cristiano.”75

“La lucha comenzó en 1527 cuando él rechazó pagar el tributo al Emperador de Etiopía, provocando así la guerra inevitable”.76 Doresse relata que una armada etíope liderada por el gobernador de Bali avanzó contra él en 1527 y fue prontamente derrotado pero Grañ reorganizó sus fuerzas y comenzó una guerra santa que duró hasta 1542. Marcus cuenta, además, que tras declarar la Yihad, el Grañ disciplinó a los enlistados el ejército y los entrenó en nuevas tácticas y armas de fuego que los Otomanos habían introducido recientemente en la región del Mar Rojo. “Al llegar a las tierras altas, los hombres del Imán pelearon con fuerza y sometieron a la periferia. Los antiguos etíopes abandonaron su clero a los asentamientos del norte, los soldados y los hombres de Ahmad y para sobrevivir la gente aceptó la quema de biblias y la destrucción de iglesias.”77 A pesar de que Lebna Dengel movilizó a sus tropas, el ejército de Adal, al parecer, contaba con armas superiores y una mejor estrategia de liderazgo. Derrotaron a los cristianos en la Batalla de Shimbra Kure y se desplazaron hacia el noreste arrasando iglesias y destruyendo centros culturales y asentamientos. Por otra parte, el Grañ Ahmad, según avanzaba, construía una administración civil.

En 1531 Ahmad ocupó Dawaro y Shoa, y en 1533 Amhara y Lasta. Y hacia 1535, con la conquista de Tigre, ya era el jefe de un enorme Imperio islámico, que se extendía desde Zeila a Mitisiwa, en la costa, incluyendo el interior de Etiopía. “Grañ había invadido Tigre, reunido la región de Kassala con los territorios musulmanes de Mazaga, y conducido a Lebna Dengel de una provincia a otra”.78

“La punta de lanza de esta armada victoriosa era cerca de doscientos turcos armados y bastantes piezas de campo ante cuyo poder de fuego irresistible las armadas etíopes rompieron como paja contra el viento”79

Lebna Dangel, que en 1520 había rechazado la ayuda de los portugueses en la lucha contra un enemigo común, se arrepintió de su autosuficiencia y envió una solicitud de ayuda a Portugal. “En 1541, en respuesta a esta apelación, las tropas portuguesas aterrizaron en Etiopía bajo Don Christofe de Gama. Lebna Dengel nunca vio la liberación que ellos ayudaron a conseguir.”80 Murió dos meses antes de su llegada.

75 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972, pg.

76 Arab-Faqih, pp. 35-6 (citado por PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961,, pg. 76)

77 MARCUS, Harold G., “A history of Ethiopia”, University of California Press, 1994, pg. 32

78 DORESSE, J, “Ethiopia. Ancient cities and temples”, Elek, Londres, 1959, pg. 145

79 PANKHURST, Richard, An introduction to The Economic History of Ethiopia. From early times to 1800, Londres, Labilea House, 1961, pg. 76

80 DORESSE, J, “Ethiopia. Ancient cities and temples”, Elek, Londres, 1959, pg. 145

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En 1543 el Emperador Galawdewos (1540-1549), uniéndose a un pequeño número de soldados portugueses que habían sido llamados por Lebna Dengel, derrotó a las fuerzas musulmanas y mataron al Grañ. La muerte de su líder carismático acabó con la unidad de las fuerzas musulmanas. Las armadas cristianas poco a poco recuperaron el control de las tierras altas pero la recuperación de los daños materiales y de unidad de la cultura tardaría siglos en recuperarse.

5.- CONTACTOS TEMPRANOS CON LA EUROPA CRISTIANA Y LA ALIANZA CON PORTUGAL

A pesar de estar geopolíticamente aislada de la Europa cristiana, Etiopía comenzó a albergar cierto entusiasmo por estrechar el vínculo que sugerían unas raíces religiosas comunes. Las Cruzadas, el trato entre cristianos europeos y etíopes en los Santos Lugares, los relatos de viajeros, los contactos diplomáticos, las tensiones con el Islam y, finalmente, la simbólica alianza militar con Portugal en 1541, marcan la pauta por la que transcurrieron unas aspiraciones de colaboración que fueron planteadas desde ambas orillas y de las que existen pruebas documentadas, sobretodo, una vez trascurrido el siglo XIII. Las leyendas sobre la reina de Saba y el rey Salomón (Kibrä-Nägäst en su versión etíope), el Arca de la Alianza y el Preste Juan, “supuesto emperador etiópico que, se decía, guerreaba contra los musulmanes en defensa de la Cruz”81, jugaron también un papel importante en la construcción de una idea que, con intensidad variable, llegó a alimentar la imaginación de reyes y emperadores de la época.

Primeros acercamientos entre Etiopía y el resto de la cristiandad

Desde el restablecimiento de la dinastía salomónica en torno a 1270 los reyes del reino cristiano se mostraron especialmente interesados en controlar y proyectar seguridad sobre las rutas que, desde el norte del país, ligaban a Etiopía con Alejandría y los Santos Lugares82. Sin embargo, no fue hasta el reinado de Amdä-Siyon (1314-44) que esta aspiración comenzó a volverse corpórea. Así, Amdä-Siyon ejerció de pionero, asegurando la unidad del reino y ampliando el abanico de posibilidades de los reyes posteriores: “Él inauguró un nuevo periodo (…) y sus sucesores se embarcaron en una política más agresiva dentro de este frente”83.

El proyecto que embarcó a los pueblos latino-cristianos en las denominadas Cruzadas durante más de 200 años, no pudo pasar desapercibido para el reino etíope, un país que en fases tempranas de su historia, como ya se ha señalado, desempeñó con entusiasmo el rol de campeón de la cristiandad, colaborando con el Imperio Romano en el control del comercio en el Mar Rojo. Es más, existen evidencias de que las esperanzas depositadas en una alianza etíope-europea se desarrollaron de forma bidireccional.

81 JPC, Abisinia, aspectos-costumbres, producciones-historia, Dalmau Carle Pla S.A, Gerona-Madrid, 1935, pág. 39

82 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972. Pág. 250

83 Idem. Pág. 251

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Por parte europea puede citarse al dominico Guillaume Adam quien en un informe presentado al rey Felipe de Francia en 1332 albergaba la esperanza de combatir a los sarracenos con la colaboración de Etiopía84. Del lado etíope, desde mediados del siglo XIV, existen testimonios de viajeros europeos que en conversaciones con otros etíopes refugiados en Tierra Santa, apuntaban la buena disposición de estos últimos de cara a entablar relaciones con Europa. Sin embargo, la necesidad para Etiopía de mantener buenas relaciones con Egipto se reveló como un obstáculo muy difícil de salvar. Es en este sentido, que los desencuentros entre Etiopía y Egipto (que, a gran escala, protagonizaron los reyes Säyfä-Ar’ad y Dawit, en la segunda mitad del siglo XIV) pueden entenderse como un paso hacia el acercamiento entre esos dos mundos cristianos: “La disposición mostrada por Säyfä-Ar’ad y Dawit de llegar a una confrontación militar directa con Egipto incrementó la determinación de los Mamelucos de aislar a Etiopía de la Europa cristiana”85.

A pesar de las precauciones y los recelos, la relación entre Etiopía y la Europa cristiana fue haciéndose más permeable a lo largo del tiempo. “Durante el siglo XIV y en el siguiente arribaron a Abisinia algunos misioneros católicos italianos y españoles, y otros portugueses. Viajó por Etiopía el explorador portugués Pedro de Covilha, a fines del siglo XV y, por entonces, se extendió por los países del Mediterráneo la leyenda del Preste Juan”86. Precisamente dirigida al Preste Juan iba la primera carta enviada por un rey europeo a Etiopía, en 1400. Aunque se desconoce si consiguió llegar a su destino, el rey de Inglaterra, Enrique IV, trató de hacer llegar este mensaje al rey Dawit, según Tamrat, con la intención de contar con su apoyo en una nueva cruzada87.

De esta forma, el siglo XV fue testigo de una revitalización del citado interés por entablar relaciones, un ímpetu al que contribuyeron los reinados de Yishaq y Zär’a-Ya’iqob. Así, en 1427 una delegación etíope enviada por Yishaq fue recibida en Valencia: “Dice el escritor francés La Ronciére que en 1427 llegaron a Valencia dos embajadores etíopes para proponer al rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo una alianza contra Egipto y, a la vez, ofrecer el casamiento de Negus con la hermana del rey de Aragón. Según el historiador Fernando de Soldevilla, en 1428 salieron de Cataluña otros dos embajadores para llevar la respuesta al Negus de Etiopía”88.

84 Cerulli, Etiopi in Palestina, i, pp. 20-6. también Newbold, D., The Crusaders in the Red Sea and the Sudan, pp. 220-4. (Citado en TAMRAT, pág. 252)

85 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972. Pág. 256

86 JPC, Abisinia, aspectos-costumbres, producciones-historia, Dalmau Carle Pla S.A, Gerona-Madrid, 1935, pág. 39

87 El texto en latín de la carta está publicado con una breve descripción en Royal and Historical Letters during the Reign of Henry IV, King of England and of France, and Lord of Ireland, ed. Hingeston, F.C., i, (1399-1404) (Londres, 1860), pp. 419-22. Tamrat op. cit., pág. 257

88 JPC, Abisinia, aspectos-costumbres, producciones-historia, Dalmau Carle Pla S.A, Gerona-Madrid, 1935, pág. 39

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Sin embargo, Tamrat ofrece una explicación al respecto de estos hechos que parece más próxima a la realidad: “Al parecer, más que cualquier otra cosa, el propósito de las delegaciones enviadas a Europa consistía en solicitar el envío de artesanos y expertos militares”89. Respecto a la respuesta enviada por Alfonso V, el mismo Tamrat cita a Creone al referenciar una carta enviada en septiembre de 1450 en la que el rey de Aragón señalaba: “…esos trece hombres, maestros de las diferentes artes, que nos fueron requeridos hace ya muchos años por ti, gran hermano. Nosotros los enviamos y murieron en el camino al ser incapaces de pasar [a través de las tierras musulmanas]”90.

Los casos reseñados fueron algunos de los precedentes que, de cierta forma, culminaron en la alianza por la que Portugal acudió, con un aporte militar simbólico pero al tiempo significativo, en auxilio del reino cristiano etíope que venía sufriendo derrota tras derrota a manos del experto estratega conocido como el Grañ o Granh y cuyas hazañas ya han sido reseñadas más arriba.

La alianza con Portugal

Para elaborar este epígrafe hemos recurrido al relato que de los hechos referidos hizo el jesuita portugués Pedro Páez y que incluyó en los capítulos finales del primer tomo de su libro Historia da Etiopia, escrito desde el mismo país africano. Tanto Páez como su orden adquirieron tras este episodio un peso importante en la corte del rey etíope hasta que, a principios del siglo XVII, fue decretada la expulsión de los Jesuitas.

Pese a que su crónica es lógicamente parcial en el sentido que tiende a sobrevalorar el aporte real de la ayuda portuguesa constituye, no obstante, un recurso valioso por su cercanía en el tiempo con los sucesos que relata y porque dice apoyarse en testigos directos, algo que, al menos cronológica y espacialmente, puede resultar creíble: “Todo lo que se ha dicho en este capítulo así como en los demás que tocan a Cristóbal de Gama es por información de testigos visuales y fidedignos”91

El propio Páez realiza una buena introducción a su crónica:

“Dado que mi intención es dar alguna noticia de las principales cosas de esta parte de Etiopía, que señorea el Preste Juan, y dado que de las más insignes que en ella sucedieron fueron las que hizo aquel valeroso y esforzado Capitán, Don Cristóbal de Gama, bien conocido en Portugal por su gran nobleza e hidalguía, y mucho más en Etiopía por las maravillas que Dios nuestro Señor tuvo por bien de obrar en ella contra los moros en defensa de su santa fe, me parece que no cumpliría con mi obligación si no refiriese algunas de ellas”92.

89 TAMRAT, Taddesse, Church and State in Ethiopia, Oxford University Press, 1972. Pág. 258

90 Creone, F., La politica orientale di Alfonso di Aragone, en el Archivo storico per le Provincie Napolitane, vol. 27, 1902, pág. 40

91 PAIS, Pero, História da Etiópia”, Vol. I, Pôrto, Livraria Civilizaçâo Editora, 1945, pg. 278

92 Idem. Pág. 243-4

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A continuación, desmiente lo que de estos hechos ya había contado fray Luiz de Urreta en su libro primero “donde, por falta de información, se cuenta muy diferentemente de cómo en verdad sucedieron”93. Tras realizar una serie de correcciones en la deformada versión de Urreta (cómo el hecho de que la emperatriz se llamara Helena), Páez comienza a relatar los acontecimientos que condujeron a Cristóbal de Gama, por orden del Gobernador de la India, a Etiopía. Así, el oficial portugués fue asignado al mando de 400 soldados armados con espingardas para responder al mensaje de auxilio de la emperatriz de Etiopía, Zabelo Oanguel: “Con esta gente tan lustrosa y bien preparada con armas fuertes y algunas piezas de artillería, partió D. Cristóbal de la isla de Macua el 9 de julio de 1541” 94.

En la ciudad de Debaroa, y tras una penosa marcha, habrían sido recibidos con gran alegría por la Emperatriz. Conforme con el relato del jesuita:

“A finales del invierno llegaron cartas del Preste Juan en las que, con palabras corteses daba sus parabienes a D. Cristóbal y a los demás portugueses por su llegada y les hacía muchos ofrecimientos y les pedía que, con la mayor prisa que pudiesen, fueran partiendo a su encuentro que el también acudiría a unirse con ellos. (…) “Partieron de Debaroa el 5 de diciembre llevando consigo a la Emperatriz”95 y a 200 guerreros etíopes.

El siguiente capítulo es el número 32 y lleva por título: “De cómo prosiguiendo Don Cristóbal su camino, vino en su busca el Granh con un gran ejército y de lo que con ello pasó”96. Aquí, como datos más relevante, Páez incluye una estimación de las fuerzas de Ahmad ibn Ibrahim al-Ghazi. Dicho cálculo resulta, a todas luces, exagerado si se tiene en cuenta la proporción con la que, supuestamente, Cristóbal de Gama se midió a él:

“Determinó el moro tenerlos ahí cercados sin dejar entrar abastecimientos para que así les entrara el hambre, lo que podía hacer fácilmente porque tenía 15.000 hombres a pie (…), 1.500 a caballo y 200 arcabuceros turcos”97.

Pese a ello, Granh cayó herido de gravedad. Doce días más tarde, una segunda batalla volvió a enfrentar a unos portugueses mermados frente a 500 hombres montados y 3.000 a pie. Según Páez, ambos enfrentamientos acabaron con la victoria de las tropas conjuntas portuguesas y de la Emperatriz y con la retirada de los moros.

Tras recibir refuerzos procedentes de Turquía (“[el Gran Turco] le mandó 700, o como otros afirmaron, 900 de espingarda”98, además de otros 30 caballeros y diez piezas de

93 Idem. Pág. 244

94 Idem. Pág. 246

95 Idem. Pág. 249

96 Idem. Pág. 254

97 Idem. Pág. 257

98 Idem. Pág. 264

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artillería), el Granh atacó la posición que defendía Cristóbal y tras un duro combate consiguió hacerlo prisionero. Finalmente, tras someterlo a múltiples vejaciones y torturas, el capitán portugués fue asesinado: “Indignose tanto el moro con esta respuesta que adelantándose hasta donde él estaba (…) le cortó la cabeza”99.

Por último, el seis de febrero de 1543, tras haberse reunido con los portugueses que sobrevivieron las fuerzas del Emperador etíope, partieron al encuentro de el Granh contando con: “120 o 130 portugueses, 500 hombres a caballo y 8.000 a pie”100. Todos ellos se midieron al ejército de el Granh que volvía a ser más numeroso, no obstante, en esta ocasión los cristianos alcanzaron definitivamente la victoria.

6.- EPÍLOGO

El reino cristiano de Etiopía como entidad política encuentra su primer antecedente en el siglo IV con la conversión del rey Ezana y la institucionalización del cristianismo como religión oficial de la corte. No obstante, la imagen lanzada al mundo de una Etiopía cristiana calaría más lentamente entre la enorme variedad de gentes sobre la que los emperadores etíopes intentaron hacer valer su autoridad a lo largo de los siglos. A pesar de ello, el rumbo marcado con la decisión de Ezana y las conquistas realizadas por parte de la Iglesia marcarían de forma definitiva el destino de muchos de esos pueblos. El Imperio Romano de Oriente y sus relaciones con Aksum podrían señalarse como catalizadores de ese punto de inflexión. No obstante, es necesario señalar que no conviene pensar en el reino cristiano de Etiopía como una región enfrascada en una cruzada perpetua, más bien al contrario, sus relaciones con el Islam (incluido Mahoma) fueron generalmente pacíficas.

A mediados del siglo VIII, la expansión de un mundo musulmán en plena ebullición, la penetración de los Bega hasta la zona de Eritrea y la pérdida de un acceso seguro al mar, fueron factores que, unidos, significaron el hundimiento de la ciudad. Sin embargo, el declive de Aksum adquirió igualmente una importancia excepcional en la medida en que propició una expansión hacia el sur que permitiría la penetración de esa incipiente civilización cristiana en los territorios etíopes.

99 Idem. Pág. 269

100 Idem. Pág. 275

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La heterogeneidad de las gentes, costumbres, lenguas, e incluso religiones que llegó a abarcar el imperio fue una cualidad ardua de dirimir y que no llegó a solventarse. Pese a los esfuerzos realizados por la Iglesia y el respaldo que ésta recibió por parte del poder real, la asimilación de estos rasgos culturales seguía un proceso más lento que el que animaba la construcción de las iglesias. De esta forma, los equilibrios y las luchas de poder entre regiones y provincias marcaron el devenir del reino jugando un papel decisivo en muchos momentos históricos. Buena muestra de ello fue el ascenso de Yikunno-‘Amlak y la restauración de la dinastía salomónica en 1270.

El reinado de Amdä-Siyon (1314-44) significó una aceleración de dicho proceso en la medida que garantizó la unidad del imperio cuando este corría el riesgo de resquebrajarse por el norte. Además, reforzó dicha unidad al protagonizar un esfuerzo centralizador que hizo que la monarquía acaparara un poder importante que comenzó a llevar a la práctica el absolutismo que desde fuera se le atribuía a los emperadores etíopes. Amdä-Siyon extendería las fronteras del reino y pondría la primera piedra de un régimen feudal que alcanzaría su perfección en el siglo XV.

Sin embargo, los sistemas de doble autoridad pervivirían y las rencillas internas volverían a hacer acto de presencia, aproximadamente, desde 1477. La debilidad interna ayudó a catapultar la figura del legendario Ahmad ibn Ibrahim (Grañ o ‘el zurdo’) como líder militar y religioso de una yihad que pondría en jaque al imperio y que pone el punto y final al periodo histórico estudiado.

7.-BIBLIOGRAFÍA

ALVARES, Francisco, “Historia de las cosas de Etiopía en la cual se cuenta muy copiosamente el estado y potencia del Emperador della que es el (que muchos an peniado fer el Preste Ivan) con otras infinitas particularidades, afsi de la región de aquella gente como de fus ceremonias: Según que te todo ello fue teftigo de vifta Francifco Aluares, Capellan del Rey Don Manuel de Portugal”, 1557.

Creone, F., La politica orientale di Alfonso di Aragone, en el Archivo storico per le Provincie Napolitane, vol. 27, 1902,

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