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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LAS EDUCACIÓN UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Lesbia mía (1992), de Antonio Priante: una novela histórica sobre Catulo y Lesbia Alumno: Mª Loreto Ruiz Jurado Tutor: Prof. D. Raúl Manchón Gómez Dpto: Lenguas y Culturas Mediterráneas

Trabajo Fin de Grado Lesbia mía (1992), de Antonio Priante ...tauja.ujaen.es/bitstream/10953.1/1974/1/Ruiz... · que tiene como protagonistas a dos célebres personajes históricos:

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UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Lesbia mía (1992), de Antonio Priante: una

novela histórica sobre

Catulo y Lesbia

Alumno: Mª Loreto Ruiz Jurado

Tutor: Prof. D. Raúl Manchón Gómez

Dpto: Lenguas y Culturas Mediterráneas

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ÍNDICE PAGINADO

Índice paginado……………………………………………………………... p. 1

Resumen…………………………………………………………………….. p. 2

1. Introducción y objetivos………………………………………………………... p. 3

2. Panorama general de la novela histórica………………………………………... p. 4

2.1. La novela histórica como género…………………………………………... p. 4

2.2. Orígenes, evolución y tendencias de la novela histórica…………………... p. 9

2.3. Tipología…………………………………………………………………… p. 14

3. Lesbia mía (1992), de Antonio Priante:

análisis de una novela histórica sobre Catulo y Lesbia………………………… p. 16

3.1. Catulo y Clodia: dos personajes históricos………………………………… p. 16

3.1.1. Catulo……………………………………………………………….. p. 16

3.1.2. Lesbia y Catulo……………………………………………………… p. 17

3.2. Antonio Priante…………………………………………………………….. p. 21

3.3. Lesbia mía………………………………………………………………….. p. 22

3.3.1. Argumento y contraste con los poemas catulianos………………….. p. 22

3.3.2. Tipología, estructura y estilo………………………………...………. p. 28

3.3.3. Personajes……………………………………………………………. p. 30

3.3.4. Otras cuestiones de interés…………………………………………... p. 34

4. Conclusiones…………………………………………………………………….. p. 37

5. Bibliografía y páginas web………………………………………………………. p. 39

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RESUMEN

El presente trabajo consta de dos grandes apartados: uno teórico y otro práctico. En el

apartado teórico, trazaremos un panorama general sobre la novela histórica, con el fin de

acercarnos más a este género de gran interés en nuestros días. El grueso de nuestro trabajo lo

forma el apartado práctico, donde estudiaremos una novela histórica sobre Catulo y Clodia,

Lesbia mía (1992) de Antonio Priante. El apartado práctico nos servirá para ejemplificar los

datos expuestos en el apartado teórico, así como para reflexionar sobre la novela y el género.

PALABRAS CLAVE

novela histórica, poesía latina, Catulo, Clodia, Lesbia mía, Antonio Priante

ABSTRACT

This work has two parts: a theoretical part and a practical part. In the theoretical part,

we present an overview of the historical novel, in order to know more about this interesting

and actual genre. The most important part of my work is the practical study, where we

analyze Antonio Priante´s Lesbia mía (1992): an historical novel about Catulus and Clodia.

The practical part sets an example about the theoretical part, and it serves to study this novel

and this genre.

KEY WORDS

historical novel, latin poetry, Lesbia mía, Antonio Priante, Catulus, Clodia

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1. INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS

La novela histórica cuenta cada año y, de forma más o menos continua, con un gran

número de lectores. Por ello, podemos afirmar que se trata de un género que goza de gran

éxito, especialmente en los últimos tiempos.

El presente trabajo tratará de dilucidar algunos aspectos esenciales sobre este género,

así como de aportar luz sobre cuáles son las razones que hacen que sea tan interesante para el

lector. Se plantearán dudas pendientes por resolver sobre un género impreciso para muchos

críticos, hecho que ha motivado su estudio en numerosas ocasiones. También se ofrecerá un

amplio panorama sobre la novela histórica: primero, desde el punto de vista cronológico

(origen, evolución y tendencias más actuales); y, después, desde el punto de vista sincrónico

(rasgos definitorios y subcategorías). Esto nos dará una visión más amplia sobre este género.

Para ejemplificar y concretar este marco teórico, se ha elegido una novela histórica

poco conocida: Lesbia mía (1992) de un autor también poco conocido, Antonio Priante. A

partir de esta novela, se han puesto en práctica los aspectos teóricos planteados en los

apartados iniciales, a la par que se ha dado a conocer una novela, que, a pesar de no haber

gozado de gran éxito, se puede considerar de gran calidad literaria.

El grueso de este trabajo es el estudio de Lesbia mía, novela histórica de tema romano,

que tiene como protagonistas a dos célebres personajes históricos: Catulo y Clodia. La gran

repercusión histórica que tuvo, y sigue teniendo, un personaje como Catulo y la especulación

sobre la relación de ambos hacen que esta novela pueda resultar interesante.

Pero no solo nos hemos basado en esta novela; además, hemos aludido a los poemas

de Catulo, con el fin de comparar nuestra novela de ficción con textos históricos y demostrar

que realidad y ficción no están tan separadas en la novela histórica. En nuestro análisis global

de la novela, pretendemos hacer hincapié en el estudio de estos personajes y en otros aspectos

de interés, así como en hallar los rasgos definitorios de la obra, con el fin de situarla dentro

del grueso de la llamada “novela histórica”.

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2. PANORAMA GENERAL DE LA NOVELA HISTÓRICA

2.1. La novela histórica como género

“Historia y Novela son conceptos antitéticos, pues mientras que la Novela es una ficción, la

Historia es la exposición imparcial y objetiva de una verdad. O al menos eso deberían ser una

cosa y otra. Partiendo de esa realidad, ¿no estamos ante una paradoja?; ¿cómo es posible la

existencia de eso que llamamos novela histórica?” (A. Gómez Rufo, 2006: 54-55).

En este párrafo, el escritor de novela histórica Antonio Gómez Rufo1 se plantea la

paradoja que supone unir los términos “Novela” e “Historia” en uno. Como bien explica, la

Historia supone realidad, objetivación y su fin es mostrar escrupulosamente un hecho

histórico, de forma científica y veraz; mientras que la Novela en sí es un género que inventa,

que juega con los datos y los transforma, ya que su fin es, sobre todo, entretener. Así pues, a

priori, la novela histórica es un género imposible. Partiendo de este supuesto, G. Rufo

propone para referirnos a ella la etiqueta de “legendaria” en lugar de “histórica”, ya que no

usa hechos históricos, sino una manipulación de estos, transformándolos más bien en

leyendas.

Según todo esto, “Novela” e “Historia” son dos géneros prácticamente opuestos por el

hecho de que el primero se caracteriza por la ficción y el segundo por la verdad. Pero, antes

de profundizar más, ¿es que acaso siempre han estado bien distinguidas “Historia” y

“literatura”? La respuesta es no. No podemos olvidar algunas narraciones que querían pasar

como crónicas reales y no eran más que ficción, o sea, novelas: por ejemplo, las primeras

crónicas que llegaron de América a la Península, llenas de fabulación y de misticismo.

Sin embargo, la difícil distinción entre “novela histórica” y “crónica” ya está más que

superada. En la crónica, lo que importan son los hechos históricos, por lo que se hace una

descripción detallada y minuciosa de ellos, ignorando, prácticamente, lo más humano. En la

novela, por el contrario, el argumento se centra en lo humano, en lo psicológico, en lo íntimo,

es decir, en el dramatismo; los hechos históricos sirven como mero fondo para narrar la

historia de unos personajes en los que se centra la novela. A diferencia de la crónica, la novela

histórica tiene más libertad, ya que es ficción, y no historia.

Con esto no queremos decir que los novelistas que se embarcan a escribir una novela

histórica tengan total libertad para escribir lo que deseen: por el contrario, tienen especial

1 Autor de Bruto: la leyenda del falso traidor (2007), novela histórica de tema romano.

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obligación de documentarse de la historia que van a utilizar como fondo, para recrear de

forma verosímil el decorado y la trama. Dice García Gual en La Antigüedad novelada:

“En el argumento novelesco la Historia aparece como un elemento decisivo de la trama: se

busca como trasfondo un decorado histórico, pero además, el proceso novelesco resulta

imbricado en el curso de la Historia, de modo que los sucesos históricos afectan al destino de

los protagonistas (…) El decorado histórico (….) es un factor decisivo de la construcción

novelesca”. (C. García Gual, 1995: 30)

Existen, en estos ámbitos, dos conceptos fundamentales: el de “verdad” y el de

“verosimilitud”. En la Historia lo que se persigue es buscar y narrar la verdad de los hechos,

y en la novela histórica lo que se persigue es narrar una “verdad” que para el lector lo sea;

poco importa si fue real o no, lo importante es que los hechos parezcan reales. En palabras de

G. Rufo (2006: 61): “(en la novela histórica se narra) una ficción que, bien envuelta en

sucesos ciertos, produzca apariencia de verdad, esto es, verosimilitud”. Así pues, el concepto

de “verdad” está asociado a la Historia, a la crónica, mientras que el de “verosimilitud” está

asociado a la novela histórica.

Sin embargo, estas definiciones pueden resultar algo “borrosas” puesto que, ¿no es

acaso el concepto de “verosimilitud” el que define a toda novela? Ya sean estas más o menos

fantásticas, lo que se persigue es crear ese mundo imaginario en el lector, que, para él, sea

real. Con todo esto, queremos decir que hay autores que consideran que toda novela se puede

considerar “histórica” ya que se desenvuelve en un momento de la historia y pretende hacerlo

con verosimilitud. En todo caso, hay que admitir que solo se trata de conceptos, de ideas, y

que, en la literatura, tal y como ocurre en otros muchos ámbitos, hay límites difusos.

Esto ocurre con la etiqueta del género. Una vez que hemos comprobado que se trata de

novela y no de Historia por lo ficcional que la caracteriza, tenemos el problema de

considerarla “histórica” o no.

Desde hace muchos años, se ha debatido acerca del género literario al que pertenece

determinada novela, y se ha llegado a varias conclusiones: para empezar, que la novela actual

tiende a ser “intergenérica” y, para seguir, que el género de la novela será el que el autor haya

decidido, ya que cada crítico literario o cada lector puede modificar la etiqueta.

Pongamos el ejemplo de la novela que vamos a tratar en este trabajo: Lesbia mía, de

Antonio Priante (1992). Lesbia mía puede parecernos, a priori, que es una novela histórica,

porque narra las aventuras amorosas entre dos personajes históricos (Catulo y Clodia) en una

época histórica concreta en la que se mencionan los hechos históricos que ocurrieron por

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aquel entonces. Sin embargo, cuando descubrimos que cuenta las andanzas de una pareja que

pasa por todas las fases por las que transcurre el amor, nos puede parecer una novela amorosa;

o cuando comprobamos que critica la política del momento, nos puede parecer una novela

crítica; o incluso, por la gran cantidad de reflexión filosófica que contiene, nos puede parecer

una novela filosófica, etc. Así pues, la etiqueta la puede decidir el propio lector o el crítico,

aunque se supone que quien debe marcarlo es el autor.

Aun teniendo en cuenta todas estas dificultades para definirla, no podemos

contentarnos con no realizar una definición como tal de este género. Una definición que

considero apropiada es la de G. Rufo (2006: 54), que define la novela histórica como “una

historia de ficción que, aprovechando un acontecimiento histórico o la vida de un personaje

del pasado crea una trama novelística con una finalidad de entretenimiento o de reflexión”.

Y esa es la clave: la creación; o, mejor dicho, la recreación. Para ello, como se ha

mencionado más arriba, se busca la verosimilitud y, para lograrla, no basta con situar a

determinados personajes en un contexto pasado; no. Para lograrla, hay que adecuarse a un

lenguaje característico, emplear unos personajes específicos bien dibujados y colocarlos en un

determinado contexto, todo esto con la investigación necesaria por parte del escritor, quien,

antes de lanzarse a la tarea de escribir, debe documentarse a fondo, teniendo en cuenta varios

aspectos.

Comenzamos con el lenguaje. En la novela histórica, no se trata de emular la forma de

hablar de la época, haciendo un “popurrí mal traído de términos o locuciones de la época”

(Lourdes Ortiz2, 2006: 22), sino de hacer guiños que al lector le “suenen” al pasado, en el

plano de homenaje, aunque no es algo imprescindible para que una novela histórica sea

literariamente buena. Obviamente, algo que no sería apropiado sería introducir términos muy

actuales, ya que romperían esa barrera de tiempo, necesaria para crear verosimilitud en el

relato.

Surge el planteamiento de por qué elegir unos personajes históricos u otros a la hora

de escribir una novela histórica. Según Lourdes Ortiz (2006: 22) “es su posición en la

pirámide social lo que les convierte en fascinantes: una posición extraordinaria, privilegiada,

que les sitúa (…) algo así como por encima del Bien y del Mal”. Si aceptamos esto,

aceptamos que el motivo de elegir personajes que pertenecieran a la clase social alta es,

fundamentalmente, porque ellos, en teoría, tuvieron más capacidad de elegir que los de clase

social baja, sublevados a las leyes y a los altos cargos. Así pues, estos personajes, al tener

2 Escritora de novela histórica. Destacamos La liberta (1999), novela de tema romano sobre la figura de

Nerón.

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mayor capacidad de elección, son sujetos en los que se coloca acciones fantásticas, increíbles,

siendo más permeables a la imaginación del novelista. Además, hay que tener en cuenta que

todos y cada uno de estos personajes públicos, por el hecho de serlo, tuvieron una imagen

pública, creada por los que vivieron en la época, o, posteriormente, por los cronistas del tema

o por los medios como el cine, la televisión, etc. En cualquier caso, estos personajes son más

susceptibles a la imaginación de quien los trate que un personaje medio.

Por todo esto, los que leemos o consumimos algún tipo de historia novelada vemos lo

que quieren que veamos de estos personajes. Así, en nuestra novela, Lesbia mía (1992) se nos

presenta a un César avaro y conquistador, a un Cicerón inteligente y manipulador, a un Catulo

sensible…

A la hora de elegir una época u otra como marco para recrear la acción en las novelas

históricas hay que pensar que esta debe ser atractiva para el lector, ya sea por la situación

dramática que se viviera, por la intensidad emotiva de los hechos, o por la importancia

histórica del momento.

Muchas son las épocas recreadas: la época medieval, el Renacimiento, la Revolución

Francesa, el siglo XIX, etc., pero mención especial requieren las recreaciones de la época

romana, griega o egipcia, debido al inmenso número de novelas basadas en estas. Tanta

importancia tienen estas últimas, que las podemos considerar un subtipo dentro de la novela

histórica, con rasgos bien definidos que hace que tengan personalidad propia.

Cuando hablamos de “rasgos bien definidos” nos referimos a que las novelas

históricas de tema grecorromano tienen siempre como personajes (en su mayoría,

protagonistas) a grandes personalidades que han pasado a la historia, como César, Nerón,

Calígula, Catulo, etc., que se inscriben en una época importante de crisis o de guerras

políticas.

Podemos afirmar que estas novelas gozan de una fuerte personalidad, por el hecho de

que son obras que parten de personajes clásicos, en los cuales se representa la distancia, pero

a la vez la cercanía, las virtudes y los vicios del hombre, el amor y el odio, etc., en definitiva,

lo que caracteriza al hombre, visto desde gran distancia, pero reflejando problemas que nos

afectan hoy día.

A pesar de estos rasgos bien definidos, hay que aclarar que son muchas las diferencias

que podemos encontrar entre las distintas novelas que se inscriben en este campo, ya sea por

la tipología en la que se enmarcan, por la época en la que se publicaron, por la finalidad de

cada una de ellas, etc.

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Por último, cabe decir que es importante, a la hora de escribir una novela histórica,

tener en cuenta que hay que provocar en el lector lo que se denomina “conciencia histórica”

para que esta novela sea buena desde el punto de vista literario.

La “conciencia histórica” (en términos de García Gual), es una postura que adopta

inconscientemente el lector cuando lee una novela histórica buena. Esta conciencia nos hace

ver el pasado como un momento ajeno, como si los hechos se desarrollaran en un país

extraño, en un contexto distinto al actual. Sin embargo, a su vez, esta distancia es totalmente

compatible con ese “acercamiento” que muestran los personajes y sus actitudes conforme a la

realidad de nuestros días, ya que, el novelista, siendo consciente de esa “conciencia histórica”

y el distanciamiento del que hablamos, intenta acercar las vivencias de los personajes para que

las sintamos íntimas, cercanas y familiares. Esto ocurre gracias a la ficción permitida en la

novela histórica, donde no importa demasiado si los hechos fueron reales o no.

Si analizamos bien esto, nos damos cuenta de que realmente se trata de un

anacronismo, ya que conviven la “realidad” narrada del pasado (que pretende parecer

fidedigna) y la descripción psicológica de los personajes que se dirigen a nosotros, que

piensan como nosotros en un presente, y, sin embargo, se logra una total verosimilitud en el

relato; esto es la “conciencia histórica”.

Este hecho está íntimamente relacionado con el componente universal que debe tener

toda novela histórica buena; un componente que traspasa fronteras de tiempo y de lugar, ya

que se tratan temas humanos, filosóficos o críticos que han sido, y siguen siendo, objeto de de

reflexión. En palabras de Lourdes Ortiz (2006: 24), el hecho de recurrir al pasado permite

“agudizar la mirada para ver el presente desde nuevas ópticas”. Es por todo esto, que toda

novela histórica no debe echar únicamente la vista atrás, sino también hacia delante, en vistas

de orientarla hacia un presente e, incluso, hacia un futuro.

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2.2. Orígenes, evolución y tendencias de la novela histórica

Podemos comenzar este apartado señalando que, aún en nuestros días, no hay

unanimidad para datar el origen de la novela histórica por parte de los críticos. A pesar de

esto, es cierto que hay cierto acuerdo en señalar el Romanticismo como época en la que esta

se asienta y aparece tal y como la conocemos hoy día.

Lukács (2006: 32) afirma que la novela histórica nace a primeros del siglo XIX, en la

época de la caída de Napoleón, y sitúa como primera novela histórica el Waverley de Walter

Scott (1814). Otro estudioso del tema, Van Tieghem (2006: 34), la sitúa también en esta

época. Ambos consideran que toda novela anterior a la de Scott que pareciera histórica

(novelas que situaban la acción en una época anterior) no lo eran en realidad, ya que trataban

la historia como algo superficial, meramente decorativo. Esto era debido a que estos escritores

no se molestaban mucho en estudiar la época en la que se iba a desarrollar su novela, dando

como resultado un ambiente poco verosímil y nada cuidadoso.

Sin embargo, para Carlos García Gual (1995: 213), hay novelas anteriores al Waverley

que apuntaban a ser novelas históricas, por lo que podrían considerarse precursoras del

género, ya que en ellas se encuentra la nostalgia y el empeño documental que caracterizan a

toda novela histórica. Para él, aunque este género se fije también en el Romanticismo, hay

novelas que fueron precursoras bastante antes del Waverley: Las aventuras de Telémaco de

Fénelon o El viaje del joven Anacarsis de Barthélemy, entre otras. Todas ellas tienen, según

G. Gual, la documentación y la nostalgia necesarias como para recibir la etiqueta de

“históricas”. Todas presentan un componente fundamental: el viaje. El viaje es esencial en

toda novela histórica. La similitud está en que, en estas, hay un viaje de los personajes, y, en

toda novela histórica, el viaje se realiza por parte del lector, que es quien viaja al pasado.

Como vemos, el origen de este género está en el que considere el estudioso del tema,

ya que dependerá de qué consideremos “novela histórica” y qué no. En mi opinión, García

Gual ha sido, modestamente, algo atrevido, al tratar “novelas de viajes” (como comúnmente

se llaman) como “novelas históricas”, por el simple hecho de recurrir a tiempos remotos, ya

que, siguiendo esta teoría, creo que podríamos enmarcar bajo esta etiqueta a otras muchas

novelas que comparten estas características. Sin embargo, el hecho de que los personajes

corresponden a personajes históricos, hace que se tomen estas novelas como tal.

Como conclusión, lo único que podemos afirmar, con más o menos acierto, es que el

origen de este género (pasando por alto si tuvo precursores o no) está en el Romanticismo, en

una época en la que la sociedad burguesa quería huir de un presente que le resultaba

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fastidioso, amparándose en la nostalgia que le daban las novelas basadas en una época o un

lugar remotos. Además, el siglo XIX “es el siglo en que se modifica la concepción de la

historia heredada de la antigüedad y aparece como nueva disciplina la llamada Filosofía de

la Historia” (Margarita Almela, 2006: 99). De esa nueva Filosofía de la Historia surge la idea

de que, aunque el tiempo y la época es diferente, los mismos errores y patrones se repiten, si

bien los acontecimientos son únicos; de ahí que la Historia sirva para explicar el presente.

Como hemos dicho anteriormente, los inicios de este género se sitúan (para la mayoría

de los estudiosos) en el Waverley de Walter Scott. Scott, sin ser consciente de ello, inauguró

un nuevo género, al proponer una conciliación entre Escocia e Inglaterra a través de un hecho

histórico en el que dos pueblos se reconciliaron en una época pasada. Empleó, así, un hecho

pasado para hacer una reflexión acerca del presente, característica que define a toda buena

novela histórica. Cinco años después de la publicación de esta novela, aparece Los mártires,

de Chateaubriand (1819), que gozó también de éxito similar.

Sin embargo, hay que decir que la gran novela histórica por excelencia, que marcó un

hito, fue el Ivanhoe3, de Walter Scott (según Margarita Almela, 2006:102). La novela narra

las aventuras del protagonista, que se encuentra en una situación personal y política

desfavorables; solo cuando la situación política se soluciona, se soluciona la situación

personal del protagonista. Hay, además, una nota sentimental, una historia de un amor

desgraciado, tanto en el eje central, como en los ejes secundarios. Estas características

servirán de ejemplo para los escritores de novela histórica, que emplearán, además de estos

modelos, otros que se encuentran en la novela, como son: el uso de disfraces, de videntes, de

magia, el retrato de las costumbres de la época, de los rituales y juegos, etc.

La expansión del género, básicamente, se debió al rotundo éxito que suscitaron estas

obras, por lo que autores de otros países quisieron imitarlas. A España llegan traducciones de

la obra de Scott, y pronto, son abundantes las alabanzas por parte de la prensa española hacia

este autor. Más tarde será cuando lleguen las de Chateaubriand, junto con el auge del

Romanticismo francés.

En cuanto a la novela propia española, podemos hacer una clasificación, a grandes

rasgos, en tres etapas, cada una de ellas con características propias4:

La PRIMERA ETAPA comienza en 1823, año en el que se publica Ramiro, conde de

Lucena, de R. de Húmara y Salamanca. La consideración de esta como primera novela

histórica española está bastante extendida desde que Vicente Llorens publicó un artículo sobre

3 Año de publicación: 1820. 4 Fuente: <www.cervantesvirtual.com>

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ella. A pesar de ello, hay quienes dudan de ello, ya que esta novela no sigue las directrices de

Scott ni de Chateaubriand, dicho de forma explícita por el propio autor, aunque es bastante

probable que, sin tener en cuenta sus obras, el autor las haya imitado inconscientemente. Ya

sin restricciones de ningún tipo, Los bandos de Castilla, de R. López Soler (1830) se

considera una novela histórica como tal, a la manera de W. Scott. Tras esta novela, en 1831,

Cosca Vayo publica La conquista de Valencia por el Cid, subtitulada como “novela

histórica”. En 1833, y tras alguna publicación suelta como la de El conde de Candespina, de

Patricio de la Escosura, se produce una importante creación en el ámbito de la novela

histórica. Manuel Delgado, como editor, lanza un folleto titulado “Colección de novelas

históricas originales españolas”, en el que se pretendía incluir un gran número de novelas

históricas españolas, como Sancho Saldaña, de Espronceda, El doncel de don Enrique el

doliente, de Larra, Ni Rey ni Roque, de Patricio de la Escosura, etc., con el objetivo de

lanzarlas y que estas gozaran de un éxito como el que tuvieron las traducciones de Scott o de

Chateaubriand. Sin embargo, a pesar de la enorme propaganda que tuvo y de la enorme

envergadura del proyecto, no tuvo el éxito esperado, tal vez, según apuntan los críticos, por el

gusto hacia lo extranjero o por la inexperiencia de los propios escritores españoles en este

género. Fuera de esta colección, no podemos olvidar que existieron otras muchas, como, por

ejemplo, La heredera de San Gumí, de J. Cortada, Isabel de Solís, reina de Granada, de Fco.

Martínez de la Rosa, o El señor de Bembibre, de E. Gil y Carrasco, publicada en 1844, que

cierra esta primera etapa de novelas escritas a la manera de Scott o de Chateaubriand.

En SEGUNDO LUGAR, nos encontramos con las novelas publicadas a partir de

mediados del siglo XIX, que se caracterizan por ser novelas que se han desprendido, en cierta

manera, de la influencia de Scott. Estas novelas presentan temas más desarrollados con

respecto al acontecimiento que tratan y son más detallistas en la descripción y presentación

de los personajes. A partir de ahora, con el auge del Positivismo, se tendrá en cuenta la idea

de progreso, por lo que se abandonará lo estático que caracterizaba la novela del

Romanticismo. Se pueden distinguir en este periodo dos tendencias: la novela histórica

contemporánea (que abandona el establecimiento del correlato histórico entre una época

pasada y la actual, y, en su lugar, se basa en tiempos contemporáneos) y la novela

arqueológica (que sitúa su acción en épocas anteriores a la Edad Media, persiguiendo plasmar,

lo más detalladamente posible, la época en la que se inscribe). Ambas tendencias terminarán

confluyendo y darán lugar a la novela histórica del siglo XX.

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Esta nueva novela histórica nace de Salambô, de Flaubert (1862). Pronto, este tipo de

novela histórica comenzó a expandirse por Europa y llegó a España, aunque con cierto retraso

y con menor producción que la que tenían otros países europeos. La denominada “novela de

historia contemporánea” gozó de mayor éxito que la “novela arqueológica”, y se vio

representada por Galdós, especialmente. Sin embargo, con esto no queremos decir que no

hubiera ejemplos de novela arqueológica en España, sino que, en general, tuvieron menos

éxito entre los lectores. En este grupo, contamos con títulos como Sortilegio de Karnak, de J.

R. Mélida (que inauguró este nuevo género en España), Sónnica la cortesana, de Vicente

Blasco Ibáñez, pero, sobre todo, destacan las producciones de Juan Valera: Morsamor (su

única novela completa), cuentos como El bermejino prehistórico, y tres novelas que nos dejó

incompletas, con bastante interés histórico y novelístico (Lulú, princesa de Zabulistá, Zarina

y Elisa la malagueña).

Por último, nos encontramos con la TERCERA ETAPA, que corresponde a las

novelas históricas escritas a partir del comienzo del siglo XX, últimos del XIX, hasta la

actualidad. Tras el éxito encontrado en el siglo XIX en el género de la novela histórica, a

comienzos del siglo XX se produce un curioso bajón. Este bajón, según García Gual (1995:

225), pudo deberse a dos razones: al estallido de la Primera Guerra Mundial, que supuso una

crisis en el espíritu intelectual y en la actitud cultural hacia el pasado; y al cansancio por parte

de lectores y escritores hacia la novela histórica realista y arqueológica.

En este periodo, se produce una renovación en los enfoques narrativos: los novelistas

se guían menos por el realismo y no hay ya tanto debate ideológico. Con decir que no hay

debate ideológico, queremos decir que, no es que este esté ausente, sino que no está para

subrayar tanto conflictos religiosos o morales (entre otros) de nuestro tiempo basándonos en

el pasado. Lo que se busca (en general) es, según G. Gual (1995: 226), el exotismo, la

evasión, etc. A pesar de ello, hay que apuntar que también nos encontramos excepciones de

novelas que siguen teniendo ese componente didáctico y arqueológico.

Finalmente, cabe decir que, en los ÚLTIMOS AÑOS, la novela histórica es un

producto de consumo más: hoy día, es normal que haya espacios dedicados en las librerías a

novelas históricas, hay editoriales que se dedican expresamente a la venta de estas (y las que

no, tienen una sección dedicada a ellas), hay galardones que premian a las mejores (como el

Premio Nacional de Novela Histórica Alfonso X el Sabio), etc. Las novelas históricas son,

indudablemente, uno de los más llamativos fenómenos de la narrativa reciente española; y eso

nos lo prueba Santos Sanz Villanueva, quien, en Reflexiones sobre la novela histórica redacta

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un catálogo de las novelas históricas españolas más reconocidas desde 1975 hasta el año

2000, contando con casi medio millar de novelas.

En este catálogo nos encontramos novelas muy diferentes entre sí –aunque se

inscriban dentro de la “novela histórica”-, ya que nos encontramos novelas de intriga, de

persecución, de amor, de mitos que han pasado a la historia, etc. Es llamativo comprobar que,

entre ellas, hay algunas novelas que gozan de una descripción casi científica del ambiente del

momento (algo similar a lo que antes fue la novela arqueológica), mientras que en otras, nos

encontramos un gran número de invenciones, producto de la fabulación o del misticismo, que

se mezclan con hechos que fueron reales; este es el tipo de novela más común en los últimos

tiempos. Algunos escritores de renombre de este periodo son: Matilde Asensi, Juan Benet,

Miguel Delibes, Antonio Gala, Ana María Matute, A. Muñoz Molina, A. Pérez Reverte, J. L.

Sampedro, Francisco Umbral, Eduardo Mendoza y nuestro autor, Antonio Priante.

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2.3. Tipología

Ante la inmensa variedad que nos encontramos de novela histórica española en el siglo

XX, es necesario establecer un criterio determinado para realizar una clasificación. Podríamos

atender a diferentes enfoques:

- Enfoque narrativo: si es narrador en tercera persona (omnipresente o no), si es en

primera persona a modo de diario, o si hay más de un narrador, etc.

- Enfoque espacial: centrándonos en la época en la que se sitúan los hechos. Así,

tendríamos novelas de la época romana, egipcia, de la Revolución Francesa, etc.

- Enfoque estilístico: si predomina la narración, el diálogo, el intercambio epistolar, etc.

- Enfoque temático: atendiendo al núcleo temático (propuesta de G. Gual).

Entre todos estos enfoques, el que más apropiado me parece es el enfoque temático. Carlos

García Gual, en su ensayo La Antigüedad novelada (1999), establece una tipología atendiendo

al enfoque temático. Según esta tipología, las novelas históricas se podrían clasificar en cinco

grandes grupos:

- Novelas mitológicas o de tema mítico: en este apartado, se incluirían novelas que, o

bien continúen narrando un mito ya conocido, o bien lo recuenten desde una visión

diferente. En este grupo, se podrían encontrar, Las aventuras de Telémaco, de

François Fénelon o Casandra, de Cristina Wolf (tema troyano) entre muchas otras.

- Biografías novelescas: son novelas que, actualmente, están en auge. Entre ellas, se

encontraría nuestra novela propuesta para análisis, Lesbia mía, de A. Priante. Este tipo

de novelas dedica mayor atención al espacio y a los gestos biográficos. Para dotar de

mayor verosimilitud al relato, tenemos que situar a un narrador apropiado de los

hechos: o bien el propio protagonista, que escribe a modo de diario, o bien algún

personaje cercano, que escribe sobre él, o empleando otros métodos como el del

manuscrito recuperado o el de las epístolas, como es el caso de nuestra novela. Otros

títulos de biografías novelescas son, por ejemplo, Yo, Claudio, de Robert Graves,

Memorias de Agripina, de Grimal, o Los idus de marzo, de Thornton Wilder.

Destacamos esta última por la semejanza que presenta con respecto a nuestra novela;

no solo en la época que recrea (últimos años de la República), sino también en la

forma narrativa (novela epistolar).

- Novelas de gran horizonte histórico: son novelas en las que es más importante el

amplio escenario en el que suceden las aventuras que el personaje en sí. Lo

fundamental, aquí, es el viaje y la recreación histórica del espacio. Hablamos de

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novelas como Creación, de Gore Vidal (que transcurre en Grecia, Persia, China e

India), o Nerópolis de Monteilhet.

- Novelas de amor y aventuras: son novelas que tienen como eje principal una historia

de amor, o bien con final feliz, o bien con un recorrido y un final desdichados,

motivados por el desastre de los sucesos históricos en los que transcurre. Hablamos,

por ejemplo, de novelas como Hijo de Judá de Dan Levin, o de Laureles de ceniza de

Rouland.

- Relatos de intriga: es el último grupo de clasificación que establece Gual. Este tipo de

novelas son novelas policíacas o detectivescas que son históricas por el hecho de que

sitúan sus hechos en una época romana en concreto. Así pues, lo antiguo es el espacio

en cuestión, ya que son novelas negras, detectivescas. Algunos títulos: El oro de

Poseidón, La plata de Britania (ambas de Marco Dido Falco), El enigma de Catilina

de Steven Saylor. Son novelas muy leídas actualmente.

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3. LESBIA MÍA (1992), DE ANTONIO PRIANTE: ANÁLISIS DE UNA NOVELA HISTÓRICA

SOBRE CATULO Y CLODIA

En el apartado anterior, hemos elaborado un panorama sobre la novela histórica, con el

fin de acercarnos al género de nuestra novela, Lesbia mía (1992), de Antonio Priante. En el

presente apartado, nos centraremos en esta novela, que narra la historia amorosa de los

personajes de Catulo y Clodia.

Debido a su importancia en la novela, he considerado necesario exponer los datos que

tenemos, en la actualidad, sobre estos personajes históricos que vivieron en la Roma del siglo

I a.C.

3.1. Catulo y Clodia: dos personajes históricos

3.1.1. Catulo5

Es difícil saber con exactitud los datos que rodean al poeta latino Catulo. Se sabe que

nació en el año 84 a.C. en Verona (Italia); sin embargo, los datos sobre su muerte son más

confusos. El hecho de que haya, aproximadamente, una quincena de poemas datados entre el

56 y el 54 a.C. muestran que, como poco, vivió hasta esta última fecha, (cabe decir que está

bastante extendida la idea de que murió en torno al año 54 a.C.).

En cuanto a su ascendencia, podemos saber que procedía de una familia rica. Esto lo

sabemos por el simple hecho de ser escritor, ya que la literatura que nos ha llegado hasta

nuestros días de los contemporáneos de Catulo (s.I a. C.) procede de la clase alta. Y no puede

ser de otra manera, ya que la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie ni sabía escribir.

Así, cuando hablamos de la cultura del siglo I a. C. nos referimos a los escritos de ciudadanos

de clase alta como lo eran César, Catulo, Cicerón, etc., escritores que dedicaban su tiempo de

ocio a escribir.

Sobre Catulo y su vida, también se tiene constancia de otros datos gracias a sus

poemas o a las aportaciones de otros autores. Se sabe que su familia no solo era rica, sino que,

además tenía relación con la política, ya que César visitaba frecuentemente su casa. Sabemos

que su labor como poeta comenzó en torno al año 61, año en que se trasladó a Roma con la

intención de hacer política, pero terminó dedicándose a la poesía. Sabemos que su hermano

murió en Asia Menor (gracias a que hay poemas que son dedicados a su muerte), lo que le

llevó a retirarse a Verona (su casa paterna); que el contacto con Lesbia, su musa, comenzó

5 Los datos biográficos de Catulo están extraídos, fundamentalmente, del prólogo de Poesías, edición

bilingüe de Fernández Corte y González Iglesias (Catulo, 2006).

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cuando ella estaba aún casada; que, posteriormente, tras la muerte de su hermano, se traslada

a Bitinia (Asia Menor), y que allí visitará la tumba de su hermano. Finalmente, lo último que

sabemos es que terminará regresando a Roma.

3.1.2. Lesbia y Catulo

Catulo dio a conocer a Lesbia. Su nombre aparece nombrado hasta quince veces, en

trece poemas. Pero no solo eso, “también pudo haberse referido a ella como puella, etc., en

otros tantos o quizás en alguno más: piénsese por ejemplo, en 85, Odi et amo, donde la

amada brilla –literalmente- por su ausencia”. (Catulo, 2006: 28) 6.

Para conocer datos biográficos sobre Lesbia y la relación que tuvo con Catulo, los

estudiosos del tema han utilizado dos fuentes fundamentalmente: los poemas de Catulo7 y el

Pro Caelio de Cicerón.

No hay que olvidar que Lesbia no es más que un personaje literario, una musa para la

poesía de Catulo, y no uno real. El personaje real que se esconde tras el literario de Lesbia

parece haber sido Clodia, de la familia de Apio Claudio Pulcer, hermana de Clodio Pulcer

(identificación que realizó Apuleyo y que está bastante aceptada). El dato de que Lesbia es

solo un personaje literario es importante, ya que no podemos definir a ciencia cierta cómo fue

verdaderamente Clodia en su tiempo exclusivamente a través de la Lesbia que describe

Catulo.

Hay que partir de que, tanto los poemas de Catulo, como el Pro Caelio de Cicerón son

textos subjetivos: cada uno muestra una descripción totalmente distinta de, supuestamente, la

misma persona. Veamos los datos que se desprenden de cada una de las fuentes:

Gracias a los POEMAS de Catulo, sabemos de Lesbia que era una mujer casada

cuando comienza a relacionarse con Catulo:

“Lesbia me maldice en presencia de su marido:

esto produce al idiota un gran placer (…)”

Poema LXXXIII, p. 125

6 Al igual que en el caso de Catulo, los datos sobre Lesbia-Clodia están extraídos, en su mayoría, del

prólogo de Poesías, edición bilingüe de Fernández Corte y González Iglesias (Catulo, 2006). 7 Para las citas de los poemas de Catulo sigo la edición Catulo, 1988.

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Ella fue casada por intereses familiares con Metelo Céler cuando solo tenía quince

años y, posteriormente, quedó viuda (lo sabemos por las promesas de matrimonio que se

reflejan en los poemas posteriores que le dedica Catulo):

“Mi amada dice que no preferiría para casarse a otro hombre

que no fuera yo, ni aunque se lo solicitara el mismo Júpiter (…)”

Poema LXX, p. 120

Sabemos que, tras quedar viuda, la relación entre ambos empeoró y que terminó antes

de la visita de Catulo a la tumba de su hermano:

“(…) muchas alegrías te están reservadas, Catulo, para el

resto de tu vida de ese amor no correspondido.

(…)

Todo ha terminado por confiar en un corazón que no ha correspondido”.

Poema LXXVI, p. 122

Sabemos, además, que, posteriormente, pudo haber habido alguna que otra

reconciliación, como se muestra en el siguiente fragmento, si bien la relación terminó,

finalmente, totalmente rota.

“(…) Por eso me es agradable y más querido que el oro,

que vuelvas, Lesbia, a mí que te deseo.

Has vuelto a mí que te deseaba y no te esperaba, y vuelves (…)”.

Poema CVII, p. 132

Los poemas de Catulo reflejan, pues, la evolución de una relación amorosa, que pasa

por cada una de las fases comunes (enamoramiento, ilusión, decepción, rabia, tristeza,

nostalgia).

En general, podemos ver, a partir de sus poemas, que Catulo describe a Lesbia como

una mujer muy bella, tal y como podemos leer en el siguiente fragmento (y en otros muchos

más); pero también se desprende, de una lectura conjunta de los poemas, que era una mujer

libre, culta e inteligente.

“(…) Lesbia sí que es hermosa, pues no

solamente es la más hermosa en todo, sino

también es la única que robó todos los

encantos de Venus”.

Poema LXXXVI, p. 126

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La visión de Clodia-Lesbia en el PRO CAELIO es bastante diferente. El Pro Caelio es

el texto que aportó Cicerón en un juicio como abogado de Celio Rufo (amante de Clodia antes

de que ambos entraran en disputa).

El contexto histórico de la época es el siguiente: entre los años 59 y 56, tiene lugar el

consulado de César. Tras un breve periodo de tiempo, este marcha a la Galia y Clodio

(hermano de Clodia) tiene bastante influencia en la política de Roma. Por obra de este,

Cicerón es desterrado y no regresa hasta el 57 a.C., y lo hace de forma triunfal, tras la

inestabilidad provocada por Clodio en Roma. Celio entra en un proceso judicial y su abogado

defensor será Cicerón. El odio que tenía Cicerón hacia la familia de Clodio por lo que este le

había hecho y el hecho de que pudiera beneficiar a la defensa de Celio motivaron que Cicerón

difamara a Clodia y la rebajara al nivel de una prostituta. ¿Por qué hizo esto? Porque una

prostituta en Roma no valía nada en un juicio, porque una prostituta está al mismo nivel que

un esclavo.

Aquí es donde apreciamos la subjetividad de cada uno de los documentos: mientras

que, el hecho de que Clodia tuviera “amistad” con muchos hombres para Catulo era símbolo

de mujer liberal (aunque, en ocasiones, se lo recrimina, dejándose llevar por el despecho),

para Cicerón fue una oportunidad de tacharla de prostituta (por su manera de mirar, de

arreglarse, de vestirse, de andar con hombres en banquetes, etc.).

Hay que tener en cuenta que la sociedad del momento era bastante machista: mientras

que el tener relaciones extramatrimoniales no era algo cuestionable desde el punto de vista

moral para los hombres, no se podía decir lo mismo en el caso de las mujeres (quienes eran

tratadas como prostitutas en ese caso).

En el juicio, Cicerón hizo creer al juez que Celio era quien verdaderamente mandaba

en la relación y que ella era una simple prostituta. Así invalidó su testimonio y el testimonio

de sus testigos. Una vez que se ha logrado esto, Celio queda absuelto de la acusación que

Clodia acometió contra él de intentar envenenarla.

En esto consistían los prejuicios de género existentes en la época, que, por cierto,

también perjudicaban a los hombres: el hombre que se dejaba “dominar” por la mujer, que se

dejaba llevar por sus encantos y era encandilado por esta, sin prestar mucha atención a sus

deberes políticos, era considerado como afeminado, o “poco hombre”. Esto era asociado a los

poetas, ya que cumplen estos requisitos de forma general: la mujer es la domina y el hombre

es el amante pasivo (lo que ocasionaba burlas en su entorno). Además, por lo general, como

decimos, el poeta tiende a no prestar mucha atención al foro y a la política.

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Esto, sin embargo, no se puede aplicar de forma estricta a Catulo, ya que, en su obra,

encontramos una dura crítica a los ciudadanos que contradecían la conducta que debía seguir

todo ciudadano romano, basada en lo que se denominaba mos maiorum. Esta conducta estaba

basada en una serie de principios: el Estado (res publica), la ley, el respeto (pietas), la lealtad

(fides), el buen nombre (fama), la patria, el hogar (domus) y las obligaciones personales

(officium).

“¿Quién puede ver esto, quién puede tolerar,

si no es un sinvergüenza, un glotón y un tramposo,

que Mamurra posea las pingües ganancias de la

Galia transalpina y de la lejana Bretaña?(…)”

Poema XXIX, p.64

“Asinio Marrucino, no empleas bien

tu mano izquierda:

entre las bromas y el vino

robas las servilletas de los más despistados.

¿Crees que tiene gracia? Te equivocas,

imbécil.(…)”

Poema XII, p.56

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3.2. Antonio Priante

Por último, y antes de adentrarnos en nuestra novela, he considerado preciso hacer un

breve acercamiento a su autor, ya que se trata de un escritor prácticamente desconocido8.

Antonio Priante nace en Barcelona el 30 de noviembre de 1939. Cursa estudios

básicos y bachillerato y estudia Derecho. En la misma Universidad de Barcelona, trabaja

como catedrático de Derecho Político. Ejerce como traductor en diferentes empresas (labor

que continúa hasta la actualidad). Entra a cursar estudios de Filología Clásica, (según sus

propias palabras “para oxigenarse la mente”). No la acaba, pero influye decisivamente en sus

novelas, ya que, gracias a esta, comenzó verdaderamente su interés hacia el mundo antiguo

latino. Cabe decir que antes de entrar en ella, Antonio Priante era escritor de novelas de tema

latino que no llegó a publicar, debido, tal vez, “al poco interés para publicarlas”.

La primera obra que llegó a publicar fue La ciudad y el reino, novela histórica sobre

los personajes latinos Paulino y Ausonio, en 1988. Desde entonces, ha intentado publicar

otras tantas novelas sin éxito, exceptuando algunas pocas de tema latino como la nuestra,

Lesbia mía (1992), o La encina de Mario (Cicerón) y otras de otros personajes literarios como

El silencio de Goethe o La última noche de Schopenhauer (sobre el filósofo homónimo), El

corzo herido de muerte (sobre Larra) o La alta fantasía (Dante Alighieri). También publica

ensayo: Del suicidio considerado como una de las bellas artes (Trece vidas ejemplares) y

Ovidio y Wilde, dos vidas paralelas.

Como se puede apreciar, Antonio Priante como escritor muestra un gran interés en las

figuras literarias de todos los tiempos. Esto le lleva a la realización de una gran labor de

investigación y de estudio históricos, para dotar a sus novelas, no solo de la trama y de la

ficción esperables para el lector, sino también de verosimilitud, obteniendo, como resultado,

novelas históricas de gran calibre.

Así, podemos decir que Antonio Priante, a pesar de haber sido un escritor poco

reconocido, presenta obras de calidad, como la nuestra, que, a pesar de su poco

reconocimiento, ha gozado de críticas positivas, como la de García Gual9.

Aunque en los últimos años no haya publicado, continúa su labor como escritor a

través de su blog, donde el propio autor reescribe fragmentos de sus propias novelas, además

de aportar anotaciones, dar opiniones o reflexiones personales, etc.

8 Sigo los datos biográficos del propio autor en su blog <http://antoniopriante.com/> 9 Para leer la crítica, véase el blog de Antonio Priante: <http://antoniopriante.com/catulo/>

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3.3. Lesbia mía

“El siglo I a.C. no ha llegado aún a la mitad. En Roma, un grupo

de poetas jóvenes, alegres, vitales, despreocupados, pero

clarividentes, imponen una estética nueva: hablan de sus amores

sin recato y en primera persona, adaptan mitos antiguos a la

sensibilidad contemporánea y se mofan de los poderosos y de sus

acólitos. Uno de ellos, Catulo, se enamora de la dama patricia

Clodia. La trayectoria de este amor correrá en cierto modo

paralela a la evolución política de Roma: lo que empieza en un

luminoso jardín primaveral acaba en los infiernos de una

taberna inmunda. Y mientras el poeta se debate bajo el poder de

la diosa, los hombres políticos (César, Catón, Cicerón, Clodio)

edifican la historia con las piedras de sus ideas o intereses.

Pero Lesbia mía no es solo una historia de amor y de política;

es, sobre todo, una meditación sobre algunos de los misterios

esenciales de la existencia humana: La Mujer (mítica, pero también real), el Arte, El Destino.”

Contraportada de Lesbia mía, Seix Barral, 1992

Con este texto, se nos adelanta lo que va a ser la trama de la novela. Con solo leerlo,

vemos que se trata de una novela que va más allá de lo histórico: se mueve en lo personal, en

los sentimientos, en el comportamiento natural humano, así como en política o en otros

aspectos que, lejos de quedarse en la época romana en la que datan los hechos, traspasan toda

frontera cronológica y se hacen universales. A continuación, analizaré la novela prestando

especial atención a la trama, los personajes, la estructura y otros aspectos de interés.

3.3.1. Argumento y contraste con los poemas catulianos

Lesbia mía cuenta la historia de amor y desamor entre Catulo y Clodia, una historia

que se enmarca en épocas de inestabilidad y de cambios en Roma, tanto en lo político, como

en lo literario (s.I a.C.). Antonio Priante, haciendo uso de sus estudios de Filología Clásica,

hace una recreación magistral de lo que podría haber sido su historia amorosa, partiendo de

los poemas de Catulo. De hecho, es notable la semejanza que encontramos entre muchas

escenas de la novela y los poemas originales de nuestro poeta. Así pues, he considerado

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oportuno establecer comparaciones entre el texto de Priante y los poemas de Catulo10

en los

que se basó para hacer su historia, a la par que expongo la trama de nuestra novela.

La novela comienza con una carta de Catulo a Manlio Torcuato (cónsul romano y

amigo de Catulo). Nos situamos en el año 61 a.C., en Verona, lugar de nacimiento y de

residencia de Catulo durante gran parte de su vida. Catulo comienza diciéndole a Manlio que

va a retrasar su partida hacia Roma, debido a que algo, o mejor dicho, alguien, le retiene. Nos

referimos a nuestra protagonista, Clodia. Catulo retransmite, en esta carta, cómo la conoció y

quedó prendado de ella. Es evidente la semejanza con un poema original catuliano:

Catulo, poema II

Poema II, p. 50 Lesbia mía, p. 9

Priante, partiendo de este poema catuliano, recrea la historia de cómo podrían haberse

conocido los dos personajes: Catulo se encuentra a una muchacha jugando con un pajarito,

entablan conversación y la llama “Lesbia”. La explicación que da Priante a que Catulo emplee

este pseudónimo para la muchacha es que esta muestra gran interés hacia la poesía

(recordemos que Safo de la isla de Lesbos fue una conocida poetisa anterior al tiempo de

Catulo). Catulo, desde el primer momento, queda prendado de su “Lesbia”, muchacha que

muestra, desde el principio, carácter y seguridad en sí misma. Posteriormente, en la misma

carta, afirma conocer la identidad que se esconde tras ese pseudónimo, gracias a algunas

averiguaciones que hizo a través de una visita de César a su casa. Esta visita, además,

introduce al lector en el contexto político en el que si sitúan los personajes: César es propetor

de la Hispania Ulterior, va ganando poder, aunque cuenta también con numerosos enemigos,

así como con habladurías del pueblo, que lo tachan de cornudo (Pompeya –mujer de César- y

Clodio son amantes; así es como Catulo oye hablar de Clodia, hermana de Clodio).

La relación de los amantes continúa, y, mientras, los conocidos de Catulo intentan que

este no se enamore de Clodia, debido a que está casada con Metelo Céler. Además, los

rumores que giran en torno a su nombre no ayudan (que tiene relaciones con su hermano). En

10 Sigo la edición de Antonio Priante (1992), Lesbia mía, Barcelona, Seix Barral. De ahora en adelante,

únicamente escribiré el título y la página en la que se encuentra el fragmento. Para las citas del texto de Catulo

sigo la edición Catulo 1988.

“Pajarillo, cosita de mi amada,

con quien juega,

al que resguarda en el seno,

al que suele dar la yema del dedo

y le incita agudos picotazos: (…)”

“El gorrioncillo se paseaba por la

mano abierta de la mujer,

picoteando en los dedos largos y

delicados (…)”

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la relación de los amantes, se empieza a mostrar diferentes puntos de vista: Clodia desea ir

despacio, mientras que Catulo se deja llevar por sus sentimientos locamente. Catulo está

ilusionado, no le importan las habladurías que pueda haber por tener una relación

extramatrimonial. Todo esto lo plasma en las cartas. Antonio Priante, una vez más, recurre a

los poemas catulianos11

para recrear cómo pudo haberse sentido el poeta:

El tiempo va pasando, y los escándalos de César están a la orden del día: sobornos,

robos, demagogia, etc12

. De esto se percata también Catulo, quien critica a su persona, así

como a otros personajes públicos:

Catulo y Clodia, por su parte, se están distanciando cada vez más. Gracias a sus

poemas, el personaje de “Lesbia” va ganando fama, para bien o para mal.

Comienzan las primeras discusiones en la pareja. Se van dando pinceladas del carácter

de Clodia: mujer libre, que no se puede comprometer en serio con nadie. Catulo no

comprende a Clodia.

Así, pasan los meses sin que la pareja tenga contacto, hasta que Clodia termina

echándose otro amante: Celio Rufo. La relación de nuestra pareja, tras grandes tambaleos, se

rompe.

11 Priante pudo haber extraído de este poema (V) el título para su novela: Lesbia mía. 12 Críticas a César en cartas I, VII, X y XVII.

“Vivamos, Lesbia mía, y amemos,

y a las maledicencias de los viejos severos

démosles menos valor que a una peseta .”

Poema V, p. 51

CAT: “Entonces, ¿a qué esperamos? ¿Por

qué aplazar lo mejor del amor; del amor,

Lesbia mía, que es lo mejor de la vida?”

Lesbia mía, p. 22

“¡Qué bien se llevan esos depravados maricas,

los mamones de Mamurra y César!

Y no es de extrañar: manchas iguales,

uno en Roma y otro en Formias (…)”

Poema LVII, p. 80

(Licinio Calvo, refiriéndose a Catulo): “No sé si te

habrá enviado alguno de sus últimos epigramas.

(…) Lanza su dardo contra quien se le antoja,

reparte palos a diestro y siniestro, sin importarle

en absoluto las consecuencias de su temeridad.

Cualquiera puede ser objeto de sus terribles

yambos. Desde el estúpido Egnacio (…) sin

olvidar a “prohombres” como César o Pompeyo, o

a ilustres subalternos como Mamurra”.

Lesbia mía, p. 36

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Sin embargo, no se rompen las noticias que llegan de Clodia: su marido ha muerto de

forma inesperada y, desde esta muerte, se rumorea que muchos hombres visitan su casa. A

pesar de esto, las esperanzas de Catulo en reanudar su relación con Clodia aumentan, debido a

la muerte de su esposo, hasta el punto de considerar posible un matrimonio con ella. Pero ella

no piensa lo mismo, ya que ahora es cuando verdaderamente se siente libre, cosa por la que

será juzgada duramente (machismo de la época). Tras esta decepción para Catulo, llega otra

mayor, la muerte de su hermano:

“Tú, tú con tu muerte has roto mi felicidad, hermano,

contigo ha quedado también sepultada nuestra casa,

contigo ha desaparecido también toda mi alegría (…)”

Poema LXVIII, p. 115

Este poema fue redactado por Catulo a petición de Manlio, quien buscaba

entretenimiento en sus noches solitarias, como se puede leer en el poema completo y también

en nuestra novela.13

Mientras que Catulo vive en su desgracia, la situación en Roma sigue evolucionando

vertiginosamente. Clodio asciende en política, entra en la Asamblea y propone leyes abusivas

para el pueblo. Cicerón intenta oponerse a Clodio para que este no practique sus leyes, pero es

engañado, y Clodio, bajo el amparo de César, elabora una ley “para la ejecución de

ciudadanos romanos”. Con esta, Clodio, no contento con engañar a Cicerón para que este no

le impida elaborar las leyes que quiera, pretende expulsar a Cicerón del país (y lo terminará

consiguiendo). Son años negros para la historia romana, en los que la República parece entrar

en la anarquía, donde cada político hace lo que quiere sin control. El pueblo vive con miedo, y

se producen más injusticias que nunca. Sin embargo, en palabras de nuestro personaje, Licinio

Calvo, “el mismo César no ve con buenos ojos los excesos de Clodio. Todo parece indicar

que la anarquía tiene los meses contados” (Lesbia mía, p. 84).

Catulo y Lesbia siguen viéndose, ya sin tener relación de amantes, aunque no lo hacen

a menudo, y, cada vez que lo hacen, la relación va a peor. Catulo confiesa que la sigue

queriendo, pero ya la da por perdida. Siente un dolor inmenso:

13 Carta X

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Debido al patente dolor que siente por Lesbia, a su interés en visitar la tumba de su

hermano (que se halla en Troya) y a intereses económicos, Catulo viaja con Cinna a Bitinia,

para servir a Cayo Memmio, propetor. Sin embargo, Catulo no consigue su pretensión de

ganar dinero, ya que, tanto él como Cinna son engañados por el propetor, quien, junto con el

cuestor, se queda con todo el dinero. De hecho, lo único que consigue de estas pretensiones es

visitar la tumba de su hermano, ya que de Clodia nunca llegó a olvidarse. De esta época debió

de ser su célebre poema Odi et amo, que aparece redactado literalmente en nuestra novela:

Odio y amo.

Quizás preguntes por qué lo hago.

No sé.

Pero lo siento así y sufro tormento.

Lesbia mía, p. 105

En la carta en la que aparece este poema redactado14

, el emisor –y supuesto amigo de

Catulo- Manlio Torcuato le escribe a Licinio Calvo. En ella, expone sus ideas sobre la poesía

de Catulo. Considera que es totalmente novedosa, diferente, pero, también peligrosa, en el

sentido de que va en contra de toda razón y de que manifiesta una forma de pensar que “está

por encima de las normas morales” (Lesbia mía, p. 106). Manlio Torcuato considera, por

ello, que sus versos son peligrosos y que deberían ser prohibidos. Esta carta es muy

importante, ya que, a través de ella, Priante pretende mostrarnos lo novedosa que debió

resultar la poesía catuliana, hasta el punto de “asustar” a otros poetas, pensadores o filósofos

que se enfrentaban a ella.

En cuanto a la situación política, como adelantábamos más arriba, “la anarquía tiene

los meses contados”; por lo menos, en lo que respecta a Clodio (y, por extensión, a su

14 Carta número XVIII.

“¡Ay, Catulo, deja de hacer simplezas,

y ten lo que está muerto por perdido!

Radiantes soles te brillaban cuando,

en esos días, ibas

allí donde quería la joven,

amada por nosotros como nadie

será amada jamás”

PoemaVIII, p. 53

CAT: “Mira, Lucrecio, hace un tiempo que todos los

días ruego a los dioses inmortales para que

arranquen de mí este dolor, esta peste que ha

envenenado mi cuerpo y mi mente y ha ahuyentado de

mi corazón toda la alegría. Porque ya solo deseo

curarme, librarme de este pernicioso mal.”

Lesbia mía, p. 102

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familia). Clodio cada vez tiene un menor respaldo popular, va ganando enemigos, en

contraposición a Cicerón, que cada vez goza de mayor prestigio entre el pueblo. Así pues,

Cicerón consigue regresar a Roma victorioso y emprende, a partir de entonces, un ajuste de

cuentas contra Clodio y su familia.

Aquí es donde entra en el argumento de nuestra novela lo que se relata en el Pro

Caelio, principal fuente (junto con los poemas catulianos) que han utilizado los estudiosos

para “dibujar” la figura de Lesbia o Clodia (como se ha descrito en el punto del presente

trabajo sobre Lesbia –3.1.2. Lesbia y Catulo-). El Pro Caelio, como sabemos, es el texto que

Cicerón escribe para la defensa de Celio Rufo, en contra de Clodia.

Y es que, según se nos cuenta en nuestra novela, Cicerón, una vez que ha llegado a

Roma, ejerce como abogado de Celio Rufo, aunque “más que la defensa de Celio, Cicerón ha

ejercido la acusación de Clodia” (Lesbia mía p. 109). Dos son las razones que se nos deja

caer en nuestro relato para que Cicerón se ensañe duramente contra Clodia: que es la hermana

de Clodio, su enemigo (y esta es otra forma de vengarse de él) y que pudo haber habido entre

ambos algo más que una relación de amistad (por lo que, por despecho, desea su mal).

Así pues, Cicerón, ayudado por la calidad de su dialéctica, tacha a Clodia de impúdica,

viciosa y amoral, y, además, deja entrever los rumores que tanto se han oído entre el pueblo

(que comete incesto con su hermano y que tuvo algo que ver con la muerte inesperada de su

marido). Tras esta crítica severa hacia ella, la situación y la dignidad de Clodia quedó,

definitivamente, “por los suelos”.

Poco más se sabe de Clodia. La última escena en la que esta aparece es en una taberna,

una taberna de mala muerte, donde se encuentran Catulo y Cinna. Clodia, por su parte, se

encuentra medio ebria en compañía de Furio, Gelio y Egnacio. Catulo y Clodia consiguen

entablar conversación y ya nada es como antes. En un ambiente marginal y desolado se hallan

los que fueron dos amantes, que ya no son nada de lo que fueron: Clodia se encuentra triste,

infeliz, amargada por la vuelta que han dado los hechos, asqueada por las habladurías de los

demás; Catulo no cree nada de lo que le dice, termina juzgándola como el resto.

(A Lesbia): “(…) Que viva y lo pase bien con sus

amantes,

esos trescientos que estrecha a la vez en sus brazos,

sin amar de verdad a ninguno, pero rompiendo por igual

los ijares de todos,

y que no busque, como antes, mi amor (…)”

Poema XI, p. 56

CAT: “¿Quién te da amor? ¿Gelio?, pero

si no eres ni su madre, ni su hermana, ni su

tío ¿qué aliciente puedes tener para él?

¿Egnacio? ¿con sus blancos dientes

rezumando orina hispana? ¿O Furio? (…)

Y no hay que olvidar a Celio, claro.”

Lesbia mía, p. 117

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La novela está llegando a su fin. Catulo se siente mayor: es el año 55 a.C. (los estudios

consideran que debió morir en torno al 54 a.C.). De hecho, dice “escupir sangre”, por lo que

parece que le queda poco tiempo de vida. Afirma, en esta última carta, que no ha olvidado a

Lesbia; sus sentimientos siguen siendo contradictorios y complejos. Continúa esa relación

amor-odio, con la que tendrá que lidiar hasta el final de sus días:

CAT: “Sí hay alguien tan importante. Sí hay alguien que merece mi odio. Alguien a quien he

odiado y odio con una fuerza indescriptible: la misma persona que he amado y amo con una

intensidad sin medida. Quizá sea esta pasión lo que aún me mantiene con vida.”

Lesbia mía, p. 120

3.3.2. Tipología, estructura y estilo

En el apartado 2.3. Tipología, hemos expuesto la clasificación que hace Carlos García

Gual de las novelas históricas contemporáneas en su ensayo La Antigüedad novelada (1999).

Siguiendo esta clasificación, podemos afirmar que nuestra novela, Lesbia mía, estaría a medio

camino entre la novela histórica basada en una biografía –la de Catulo- y la novela histórica

de amor y aventuras –porque narra la historia de amor y desamor de Catulo y Lesbia-.

Una vez más, podemos corroborar que determinar el género de cada novela es algo

complejo y que la etiqueta la puede decidir el propio lector o el crítico, aunque se supone que

quien debe marcarlo es el autor, quien parece inclinarse más etiquetarla más bien como novela

biográfica, según su propio blog.

En cuanto a la estructura, hay que decir que es bastante llamativa. El libro está

concebido como un intercambio epistolar en el que intervienen Catulo, Manlio Torcuato,

Helvio Cinna y Licinio Calvo, personajes que tienen entre sí una relación de amistad. En estas

cartas, los personajes entablan conversaciones coloquiales que podrían tener cualquier grupo

de amigos: hablan sobre sus situaciones personales, muestran sus opiniones acerca de política,

hablan de poesía, etc.

Este tipo de estructura, aunque no es nada común, no es novedosa (como anunciamos

anteriormente). No olvidemos que Thorton Wilder, autor de Los idus de marzo (1948) ya

concibió los capítulos de su novela como epístolas que se intercambiaban entre sus personajes

principales. Es de suponer, por tanto, que nuestro autor pudo haber partido de esta novela para

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escribir Lesbia mía, ya que ambas novelas comparten, tanto la estructura epistolar, como la

época en la que se ambientan.

La elección del autor de esta forma narrativa tiene numerosas ventajas para el lector.

La primera es que la lectura de la novela se hace bastante amena y ágil: una novela como esta,

que pretende mostrar los sentimientos y las sensaciones de los personajes (con mucho

monólogo interior) podría resultar de lectura difícil o lenta si se tratara de una novela

meramente narrativa, en la que el narrador interviniera para expresar cada uno de estos

sentimientos. De esta manera, se nos presenta, de primera mano, qué es lo que piensa cada

uno de los personajes sin necesidad de que el narrador aparezca. Otra ventaja que presenta es

que facilita la transición de escenas y de personajes: se va hacia la escena que interesa, de

forma directa. Por último, esta estructura favorece la participación activa del lector, ya que

este debe leer cada una de las cartas (y, con ellas, las diferentes opiniones de cada personaje)

y hacer un compendio entre todas ellas, posicionándose de un lado u otro y buscando la

opinión más afín a él.

El intercambio epistolar se mezcla con algunas escenas teatrales, en las que,

fundamentalmente, mantienen un diálogo los dos protagonistas. Estas escenas son la única

fuente que tenemos para conocer, de primera mano, la visión de Clodia de la relación, ya que

esta no participa en ningún momento en el intercambio epistolar, por lo que no podemos saber

qué es lo que piensa. La excepción, como decimos, está en los diálogos que mantiene con

Catulo, a quien le expresa sus sentimientos.

Los diálogos teatrales son una buena forma (igual que ocurre con los intercambios

epistolares) de mostrar los sentimientos y las sensaciones de cada uno sin recurrir al narrador.

Se resalta la relación de Clodia y Catulo sobre todos los demás temas que se tratan y, además,

se le da más movimiento a la novela: el cambio en la estructura, lejos de aburrir al lector, lo

mantiene atento.

Estamos, por tanto, ante una estructura diferente a la que estamos acostumbrados,

basada en la intervención del narrador y en el diálogo. Aquí, por el contrario, el escritor ha

evitado (en la medida de lo posible) la intervención del narrador, jugando con dos estilos

diferentes: la epístola y el teatro.

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3.3.3. Personajes

En el apartado anterior, hemos comprobado que Antonio Priante, dentro de la

“ficcionalidad” que caracteriza a toda novela, pretende mostrar en su novela bastante apego al

realismo, a los datos que se tienen de la época, pero también de los personajes.

Empezamos con los protagonistas de nuestra novela: Catulo y Clodia. Debido a que,

en el apartado 3.1. Catulo y Clodia: dos personajes históricos, ya hemos tratado estos

personajes, no se va a profundizar mucho más en este apartado sobre ellos.

Sobre CATULO podemos decir que, más que su labor como poeta, lo que destaca de

él en esta novela es su papel como enamorado. En la relación de Catulo y Clodia podemos ver

las fases por las que puede pasar toda relación amoroso-pasional. Así, al principio, tenemos

un Catulo ilusionado, con ganas de vivir y algo alocado (t. 1); luego tenemos un Catulo

cegado por el amor (t. 2); posteriormente un Catulo dependiente (t.3); después a un Catulo

triste (t.4); y, finalmente, un Catulo nostálgico del ayer, cansado de vivir y apocado (t. 5).

Vemos, así, una enorme evolución en su forma de ser, de pensar. Otros poemas que

Catulo escribió (fuera del denominado “ciclo de Lesbia”) forman parte del argumento, ya que

han servido para crear una atmósfera, un contexto; si bien lo que se resalta, como decíamos,

es la relación amorosa. Por último, teniendo en cuenta estos postulados, también podemos

Texto 1

CAT: “Si me quieres, si me

entiendes, comprenderás que

mi Lesbia-Clodia es lo único

que me importa. Amanece.

Hoy sí que amanece, Manlio,

hoy sí que amanece.”

Lesbia mía, p. 17

Texto 2

MANLIO: “Se habla mucho de

ella últimamente (Clodia), sobre

todo desde la muerte de su

marido. Y me asombra que

Catulo no se dé por enterado.

(…) No lo entiendo. Te juro que

no lo entiendo”

Lesbia mía, p. 63

Texto 3

CAT (a Clodia): “Antes

disfrutaba de las cosas sin

más. Ahora todo tiene o no

tiene sentido en relación a

ti.”

Lesbia mía, p. 23

Texto 4

CAT (a Clodia): “Estoy tranquilo. Tranquilo,

pero triste.”

Lesbia mía, p. 42

Texto 5

CAT: “Dentro de poco cumplo treinta años, y

me siento tan viejo como si hubiese vivido

sesenta. Peor en realidad, porque hay

sexagenarios que da gusto verlos.”

Lesbia mía, p. 120

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decir que en esta novela hay un pequeño hueco para el Catulo poeta, que defiende su forma de

escribir, tan criticada en la Roma de aquella época:

“CAT: -La poesía de las grandes palabras, de las emociones pequeñas, debe acabarse. Solo el

pueblo, el grosero y obsceno pueblo de Roma puede ofrecer el sabor y la sal de la nueva

poesía. Y el poeta auténtico, con un pie en el lenguaje del pueblo y el otro en el arte de los

poetas griegos, asentará de una vez por todas el esplendor de la nueva belleza”.

Lesbia mía, p. 16

Sobre la persona que se esconde tras LESBIA se ha querido resaltar el aspecto

humano, luchador, feminista. Para Catulo hay una diferencia clara entre Lesbia y Clodia:

CAT: “Lesbia quizá sea una diosa. Clodia no lo es. Lesbia apareció en mi jardín como Venus

surgió de las aguas. Clodia es una mujer a la que voy conociendo día tras día. Y cada día que

pasa se refuerza en mí la certeza del primer instante. La amo.”

Lesbia mía, p. 27

Lesbia es la musa de su poesía, la poetisa que encandiló a nuestro poeta, “la diosa”;

una joven casada con un hombre al que no ama, una joven que reserva su amor únicamente

para Catulo. Sin embargo, esta es la visión cegada del enamorado, diferente a la realidad. Y la

realidad es que Clodia es una mujer liberal, que, lejos de no amar a Catulo (como este cree en

ocasiones), lo ama, pero a su manera, de una forma libre, que no le impide tener otros

amantes. Esta situación no es soportada ni entendida por Catulo.

CLO: “No estés triste. Yo te quiero. Te quiero de verdad. (…) No puedes exigirme que me

encierre. No va con mi carácter. Nadie lo ha conseguido nunca. Ni mi padre, ni mi marido.”

Lesbia mía, p. 42

Hay que recordar que Clodia reclama algo que era totalmente normal en la sociedad

romana, aunque solo entre los hombres. Mientras que los hombres casados tenían total

libertad para tener muchas amantes (y esto era bien visto), la mujer que hacía eso quedaba

relegada a ser una mera prostituta. Una vez que Clodia queda viuda, se siente más libre aún, y

es cuando tiene relaciones con hombres (no sabemos si de amantes o de mera amistad). Este

hecho es algo también criticado, ya que la sociedad parecía no entender que una mujer

pudiera tener amigos varones con los que citarse. Sin embargo, Clodia prefería la amistad de

los hombres, con los cuales podía hablar de política, de la sociedad, del foro (conversaciones

típicamente masculinas) y, en muchas ocasiones, era tratada como un igual.

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Estamos, por tanto, ante una mujer culta e inteligente, que sabe lo que busca, que no se

va a dejar llevar por lo que está establecido que debe hacer una mujer, y esto lo seguirá

sosteniendo hasta el final.

Un personaje medianamente importante en nuestra novela es su hermano, CLODIO.

Una vez más, tenemos distintos puntos de vista sobre este personaje, aunque, esta vez, parece

que quien está cegada es Clodia. El Clodio que se nos dibuja en nuestra novela es un Clodio

déspota, interesado, un mal político que solo busca sus intereses. Clodia, debido a la relación

que la une con él, parece negar todo lo que se dice sobre él y lo defiende hasta la extenuación,

al punto de cortar la relación con Catulo en una ocasión debido a una discusión sobre su

hermano, a quien tachó de “ambicioso y loco”.

CAT: “Le dije también que, en mi opinión, lo único que movía a Clodio era la ambición, si no

la locura; que se hermano, en fin, era un ser despreciable. ¡Por Hércules, cómo se puso! (…)

Dijo que Clodio era el hombre más bueno, más noble y más desinteresado del mundo (…)”

Lesbia mía, p. 49

Un personaje de imprescindible presencia en nuestra novela, por la cronología en la

que se sitúa, es CÉSAR. En esta época, Julio César comenzaba su vertiginoso ascenso en el

tema político, ascenso lo podemos ir presenciando a lo largo de la novela. Por la época en la

que esta empieza, César era propetor de Hispania (año 61 a.C.). Antes de llegar a este cargo,

César llegó a pontífice máximo y, un año después, a pretor, con solo 38 años. Ya, desde el

principio, Catulo nos “pinta” un personaje ambicioso, pretencioso y, además, con un toque de

humor, algo vicioso (se rumoreaba por todo el pueblo sus gustos por las mujeres y, sobre

todo, por los hombres). César se muestra como un personaje público, objeto constante de

habladurías:

“¡Qué intimidades ni intimidades! –cortó César-. Todo en el mundo es público, todo es

política. ¿Tengo yo acaso intimidad? Soy el blanco de todas las murmuraciones.”

Lesbia mía, p. 13

Sin embargo, este ascenso vertiginoso se produjo, según se nos dice en la novela, de

forma bastante irregular. César, ante todo, es un personaje inteligente, demagogo, que sabe

ganarse al pueblo poco formado, gracias a su capacidad de convicción. Además, a esto se le

suma su genialidad militar. Todo esto le permite ganar más dinero, ascender en política y

ganarse al pueblo, hasta ser nombrado cónsul. Una vez César ha logrado este puesto, consigue

hacer lo que quiera en el Senado, aprobar toda ley que desee sin tener oposición alguna.

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César está por encima de todos: Clodio da la cara a los asuntos más turbios, Gabino y

Pisón, como cónsules, ofrecen la coartada legal a esos asuntos y Pompeyo dirige todo desde el

centro de la ciudad, pero César es quien controla a todos ellos. Sin embargo, no consigue

engañar a nuestro poeta, Catulo, quien no cesa de insultarlo en sus poemas. A pesar de esto,

Catulo, al final de la novela, termina admitiendo el poder de convicción, o mejor dicho, de

seducción de César, quien consigue dejar a nuestro poeta (siempre inquebrantable)

encandilado, desarmado, lo que nos da muestra del gran poder demagogo de nuestro político:

“CAT: Me sentía desarmado. No solo era el contenido de las confidencias. Era también su

voz, varonil y melosa al mismo tiempo; el tono que le daba, de absoluta sinceridad y

despreocupación (…) César, el gran seductor.”

Lesbia mía, p. 126

CICERÓN es el otro personaje de rango elevado de nuestra novela. Aquí lo que se

quiere destacar de él es su faceta como gran orador y abogado. Cicerón encandila a Clodia y

Clodia encandila a Cicerón, ambos con gran capacidad de dialéctica. Sin embargo, los hechos

cambian cuando Clodio engaña a Cicerón. A partir de aquí tenemos a un Cicerón vengativo,

que emplea su arma de dialéctica, esta vez, en contra de Clodia, y en defensa de Celio. Actúe

con bondad o con maldad, lo que sí podemos afirmar con seguridad es que presenta es una

gran capacidad, como decimos, de controlar cómo utiliza las palabras, lo que le convierte en

gran orador.

LIC. CALVO (sobre Cicerón): “Nadie se sorprende ya de la calidad de su estilo ni de la

riqueza de sus recursos: esa mezcla tan bien dosificada de pasión y distanciamiento, de

vehemencia e ironía (…)”.

Lesbia mía, p. 109

OTROS PERSONAJES son Manlio Torcuato, Helvio Cinna y Licinio Calvo, emisores

o receptores de las cartas que se intercambian en esta novela (junto con Catulo). Estos tres

personajes son del entorno de Catulo y se comunican con él (y también entre ellos) en

condición de amistad. Esto lo sabemos porque en las cartas se cuentan intimidades personales

entremezcladas con temas políticos o sociales, siempre en tono coloquial.

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3.3.4. Otras cuestiones de interés

Antes de finalizar el estudio sobre esta novela, he considerado oportuno tratar algunos

aspectos a los que se les da importancia en esta novela y que no han sido mencionados

anteriormente.

Al principio de este apartado, se decía que Lesbia mía no es solo una historia de amor

y de política, sino que, además, se tratan otros temas existenciales de la vida humana. Estos

temas son trascendentales, universales, reflexivos, etc., pero también aparecen temas de la

época romana, que nos hacen situarnos adecuadamente en el contexto y conocer mejor la

sociedad y la vida romanas.

Se nos representa cómo eran las relaciones sociales humanas: había una serie de

normas, reglas, que todo ciudadano de bien debía cumplir. Estos compromisos eran asumidos

por los ciudadanos en función de su estatus social y género. Además, las diferencias de

género eran abismales: el hombre cumplía un papel, el de ciudadano político, comprometido y

patriarcal y la mujer cumplía otro, el de ciudadana apolítica, familiar, al cuidado de su marido

y de sus hijos. Esto es lo que reclama constantemente Clodia, como hemos visto a lo largo de

la novela: la igualdad, no el hembrismo ni el machismo, sino la igualdad:

“CLO: Los hombres suelen colocar a las mujeres en el Olimpo de las diosas o en el burdel de

las rameras, cuando no en lo más recóndito del hogar dedicadas a los hijos y a las tareas

domésticas. Cicerón me trataba como a un igual”.

Lesbia mía, p. 91

Otro aspecto en el que se diferenciaban muchísimo los hombres y las mujeres era en

las relaciones amorosas. En la época en la que nos situamos, no era para nada criticable

mantener relaciones extramatrimoniales, la homosexualidad, las orgías, etc. La sociedad, por

tanto, era bastante abierta en cuanto a los temas de la sexualidad. Sin embargo, como se

mencionó anteriormente, esto se restringía a los hombres, mientras que las mujeres solo

podían estar con su marido, a quien le debían lealtad absoluta.

A pesar de todo el machismo de la época, se admite, a lo largo de la novela, la

importancia que tenía la mujer en la sociedad. Aunque estuviera alejada del mundo político y

social, la influencia de esta en las decisiones de los hombres es bastante notable, y se

reconoce conforme va avanzando la novela, hasta el punto de reconocerlo el propio César:

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“CÉSAR: (…) los dos sabemos que en la mujer se contiene un gran secreto, un enorme poder,

como si ella fuese al mismo tiempo la tierra nutricia y el destino inexorable, el origen y la

muerte.”

Lesbia mía, p. 128

Así pues, es determinante la importancia que tiene la mujer: en Catulo (hasta el punto

de depender de ella para su felicidad), en Manlio Torcuato, que reconoce que hacer el amor

con cualquier mujer no es nada comparado con su mujer, en el propio Cicerón, que fue

convencido por su mujer para declarar contra Clodio, etc. Tenemos, pues, un papel pasivo,

pero a la vez, activo de la mujer romana. Un poder real de la mujer, encubierto en un poder

aparentemente nulo. Esta novela es, en cierto modo, una defensa de la mujer, de la

importancia que puede llegar a tener en la sociedad.

El segundo tema más importante tratado aquí es el de la política. Hay, en la novela,

una crítica constante a la política y a la corrupción del momento. Pero esta crítica va más allá

y se hace universal a todos los tiempos:

“MANLIO TORCUATO: ¿Es realmente Cicerón una buena persona como hasta ahora he

venido pensando, o es simplemente un político inhábil, un mal político? Quizá las dos cosas.

Quizá ocurra que ser buena persona resulte incompatible con ser buen político.”

Lesbia mía, p. 77

Continuando con la política, es también palpable la crítica a los absolutismos,

encubiertos en una aparente república que no hace más que encaminarse hacia la monarquía

(la cual también es criticada):

“LICINIO CALVO: ¿Somos romanos, o nos hemos convertido en otra cosa? ¿Somos

romanos, o tribus bárbaras en busca de caudillo? ¿Somos romanos, o blandos orientales

adoradores de reyes? (…) Nada hay más odioso, más denigrante, más abyecto, que tener un

rey”.

Lesbia mía, p. 114

Pero también hay crítica a la desigualdad social y a las diferencias existentes entre las

clases sociales, la pobreza y la exclusión:

“CAT: ¿Cuál ha sido su delito, por el que sufren ese castigo, ese destierro interior que les

condena, siendo romanos, a vivir peor que los extranjeros, peor que los esclavos de muchos

romanos? La pobreza. Simplemente son pobres.”

Lesbia mía, p. 54

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No faltan las reflexiones sobre temas existenciales y universales, como la muerte y el

paso del tiempo, concebidos estos desde el pensamiento y las creencias romanas. Cuando

muere el hermano de Catulo, este reflexiona seriamente sobre el paso del tiempo y sobre la

muerte. Pero no solo Catulo reflexiona sobre estos, también lo hace, por ejemplo, Licinio

Calvo, en una carta hacia Helvio Cinna:

“¿Por qué una existencia sana y alegre se ve truncada en plena juventud? La razón humana

no tiene respuestas a esa pregunta. (…) Los dioses son caprichosos. Y sobre todos ellos las

Parcas, que en sus fantasmales ruecas van hilando la existencia humana”.

Lesbia mía, p. 64

En el párrafo anterior, vemos referencias a las creencias romanas (las Parcas). Esto no

es una excepción; por el contrario, a lo largo de toda la novela no faltan las referencias a la

sociedad romana o griega.

Encontramos referencias y descripciones de las fiestas romanas: de las Fiestas

Saturnales y sus ritos, de las bodas romanas (a través del casamiento de Manlio Torcuato y su

mujer) etc. Así como referencias a la antigua Grecia: a sus mitos, sus ciudades (a la Guerra de

Troya, a mitos como el de Orfeo y Eurídice, etc.).

Es notable la intertextualidad de la obra, en la que aparecen mencionados títulos como

Sobre la naturaleza (Tito Lucrecio Caro), donde expone sus ideas sobre la teoría de los

átomos de Demócrito, o la Esmirna (Helvio Cinna), entre otros; además de aparecer

referencias a títulos del propio Catulo, como la que se hace al poema mitológico Las bodas de

Tetis y Peleo.

Son curiosas las reflexiones metaliterarias acerca de épica, género que se equipara a la

novela histórica en el sentido que se explica en el siguiente fragmento de nuestra novela:

“CAT: No en otra cosa consiste el truco de nuestra épica: tomar unos personajes, unos

acontecimientos históricos o míticos, y reelaborarlos de manera que se muestren plenos en el

sentido para el hombre de nuestros días”.

Lesbia mía, p. 99

Otras reflexiones metaliterarias son acerca de la universalidad de los personajes

ilustres de todas las épocas, en concreto, sobre el propio Catulo:

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“CAT: Pienso que, tal vez, para que los siglos conozcan el auténtico dolor de Catulo será

necesario que un poeta del futuro, cuya lengua y nombre ni siquiera puedo imaginar, escriba,

quiero decir, reinvente mi propia experiencia atormentada”.

Lesbia mía, p. 99

Esto es lo que hace, justamente, Antonio Priante con su novela: reinventar al Catulo

romano, al real. Se produce aquí, una vuelta de tuerca, un juego, en el que la ficción y la

realidad se entremezclan. Antonio Priante se permite, aquí, darse un pequeño homenaje como

escritor que “ha reinventado la historia de Catulo”, dedicándose un párrafo para él, colocado

en boca del propio Catulo que él mismo ha creado.

4. CONCLUSIONES

Con este estudio se han alcanzado, en su mayoría, los objetivos señalados en la

introducción.

Tomando como punto de partida los testimonios de especialistas, hemos expuesto

diferentes visiones sobre la concepción de “novela histórica”. Con ellas, se nos ha mostrado

cuál es el estado de la cuestión actualmente. Como se ha podido comprobar, no hay

unanimidad entre los críticos, por lo que no podemos afirmar, aún hoy, con exactitud, qué se

puede considerar “novela histórica” y qué no. También, dentro de este apartado teórico, se ha

ofrecido un panorama diacrónico general de la novela histórica (como señalamos en la

introducción) y, efectivamente, se ha podido comprobar que este género ha presentado

grandes variaciones.

Con el apartado dedicado a la novela Lesbia mía, se han puesto en práctica los

aspectos teóricos planteados en los apartados anteriores. Los resultados obtenidos muestran

que Lesbia mía cumple con las condiciones para que sea etiquetada como “novela histórica”.

Sin embargo, también se pueden ver reflejadas en ella las dudas que se nos planteaban acerca

de la etiqueta de subgénero: ¿es una novela histórica amorosa, crítica, social, biográfica…?

Obviando estos matices, se ha comprobado que existen, en Lesbia mía, cada uno de

los requisitos que hacen que una novela histórica sea buena, según la opinión de los críticos:

hay universalidad en los personajes y en los hechos, es notable la labor de documentación por

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parte del escritor y no falta la intriga novelesca, entre otros aspectos que hacen que sea

atractiva, como son la breve extensión de la novela o el estilo epistolar.

Por último, y no menos importante, se han puesto de manifiesto las semejanzas

existentes entre la ficción (lo relativo a la novela) y la realidad (los poemas de Catulo), lo que

reafirma la idea de que toda novela histórica debe presentar barreras confusas entre realidad y

ficción, si la comparamos con otro tipo de novelas, donde las barreras son mucho menos

difusas.

En general, con el presente trabajo, se ha pretendido dar otras perspectivas acerca de la

novela histórica, con el fin de invitar al lector a la reflexión y al análisis, tomando como

ejemplo una novela poco conocida, como Lesbia mía. A su vez, se ha puesto de relieve la

importancia de este género en la actualidad, lo que constituye, en definitiva, una clara muestra

de la vigencia de la Antigüedad en la literatura más actual.

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