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1 EL PERIODISMO INTERPRETATIVO COMO GENERADOR DE CONOCIMIENTO SOCIAL

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

EL PERIODISMO INTERPRETATIVO COMO GENERADOR DE CONOCIMIENTO

SOCIAL

UNA PROPUESTA CONCEPTUAL Y PEDAGÓGICA

INFORME DE INVESTIGACIÓN DE AÑO SABÁTICO

PRESENTADO AL COMITÉ DE ASUNTOS PROFESORALES POR EL PROFESOR

CARLOS GERARDO AGUDELO CASTRO, Ph. D.

JULIO 8, 2013


INTRODUCCIÓN

Esta es la historia del rescate del periodismo como carrera universitaria, como disciplina

académica y como metodología de investigación en las ciencias sociales. Es una apuesta,

desde la especificidad del periodismo, por su elevación a la categoría de generador de

conocimiento social relevante que reivindique el enorme potencial de la prensa para

generar procesos de cambio y transformación al interior de las sociedades. Es una

propuesta para el cambio en el ejercicio del periodismo del modelo básico originado en

Estados Unidos y adoptado por la prensa informativa latinoamericana, que en adelante se

llamará el modelo hegemónico, por un modelo interpretativo que se inscribe

decididamente en el ámbito de la cultura y que propone una visión diferente de la

actualidad. Se trata de un modelo para una formación crítica desde las aulas de clase,

basado en el protocolo de investigación de la asignación periodística que propone, desde

la pedagogía, una manera novedosa de entender la profesión, una didáctica que más que

reporteros y redactores de noticias intenta formar investigadores sociales y escritores de

narrativas complejas, incluyendo las literarias y las etnográficas.

“¿Por qué el periodismo no es fácilmente apreciado en el momento de su creación, con

todos sus problemas, contradicciones, limitaciones, y anomalías? Para quienes están

interesados en el estudio del periodismo, enfrentar repetidamente esta reticente

apreciación se parece a tener que revisar procedimientos básicos de manejo cuando todo

lo que uno quiere es sacar el carro a la autopista. Entorpece mucho la teorización sobre el

periodismo tener que responder la cuestión fundamental de por qué el periodismo


importa” (Zelizer, 2004), dice la periodista y profesora universitaria Barbie Zelizer en su

libro Tomando el Periodismo en Serio. Como lo recuerda la doctora Zelizer, el título de su

trabajo fue tomado de una frase acuñada por James W. Carey, el teórico más importante

del periodismo interpretativo norteamericano.

Esta historia empieza por hacer preguntas: ¿Si la sociología, la antropología, la lingüística,

las ciencias políticas son disciplinas académica de largo arraigo, por qué el periodismo

nunca accedió al estatus de ciencia social y/o humana, a pesar de que desde hace muchos

siglos ha estado generando la crónica histórica de cada época y de cada pueblo o nación

con su método propio de reportería a investigación de campo? ¿Acaso los productos de

incontable cantidad de escritores, viajeros, aventureros, conquistadores, curas e incluso

emperadores y estadistas como Julio César y Winston Churchill, son una forma de

conocimiento social menos valiosa que la producida por sesudos expertos y académicos

que elucubran y extrapolan en sus lenguajes arcanos, para sus reducidos públicos en sus

feudos cerrados y exclusivos?

La Teoría de la Comunicación de masas siempre estuvo centrada en la investigación de los

medios que comenzaron a surgir desde comienzos del siglo XX al lado de la prensa

impresa, específicamente la radio y la televisión, a medida que éstos establecieron

gradualmente su presencia en la economía de mercado. La prensa, que para entonces ya

llevaba varios siglos de existencia, fue incorporada dentro de este panorama, asimilándola

a los parámetros de análisis elaborados por los teóricos y expertos en mediciones

estadísticas de corte cuantitativo, donde necesariamente se desvaneció el análisis de los


contenidos periodísticos en cuanto forma de representación culturalmente significativa.

Un resultado del esquematismo cuantitativo fue la estrecha definición de lo que es

periodismo, centrado en el citado modelo hegemónico con sus valores y componentes

noticiosos. Según G. Stuart Adams citado por Zelizer, “Practicantes profesionales están

inclinados a definir el periodismo en términos de concepciones limitadas de sala de

redacción y por consiguiente excluir cualquier consideración de la poética del periodismo

o su formas más ambiciosas”.

En efecto, el predominio de los medios en la formulación del paradigma comunicacional,

hizo que todos los contenidos se asimilaran y que aquellos generados por organizaciones

informativo-noticiosas fueran cooptados rápidamente dentro del complejo mediático

como mecanismos de persuasión de lectores y audiencias para propósitos de mercadeo y

propaganda.

Esto generó una enorme confusión teórica, y en ese sentido, el periodismo tuvo pocas

posibilidades reales de desarrollarse como una disciplina académica per se, con su propio

corpus teórico y conceptual aceptado por todos y su propia metodología de investigación

social cuyos productos estaban a la vista de todo el mundo, día tras día, esto a pesar de

conservar su estatus de carrera profesional dentro de las universidades norteamericanas a

nivel de pregrado y posgrado. Los estudios de periodismo fueron en su mayoría

heterogéneos y dispersos, desde diferentes disciplinas y enfoques. La especificidad del

periodismo se quedó en lo práctico y en lo vocacional en el caso del pregrado, con

refinamientos en cuanto a investigación y complejidad en su ejercicio en posgrado. A nivel


doctoral en Estados Unidos, por ejemplo, el periodismo pocas veces se llevó más allá de la

teoría de la comunicación de masas al terreno de la producción y generación cultural, que

es el lugar que siempre debió ocupar dentro de las ciencias sociales y humanas. Pero esto

habría requerido de un punto de vista crítico que la academia norteamericana es poco

proclive a adoptar.

Y no porque no se haya intentado o porque no existieran instrumentos conceptuales para

ello. Existe un buen cuerpo en la literatura sobre los estudios de periodismo y su relación

con otras ciencias sociales como la sociología, la historia, la lingüística, las ciencias

políticas y el análisis cultural. Se trata de la mirada que estas áreas del conocimiento de

rancio arraigo académico han hecho del periodismo y que muestra su extraordinaria

fertilidad interdisciplinaria, cuando se toma en serio. La sociología del conocimiento se ha

ocupado más o menos regularmente de las noticias, especialmente en lo relacionado con

las rutinas, protocolos y formas organizacionales de las operaciones de prensa. En el caso

de la historia, un área del conocimiento simbiótica con el periodismo, es legítimo

preguntarse, por ejemplo, cuánto se beneficia la primera del segundo para la

reconstrucción del pasado y cómo para el segundo la historia forma parte esencial del

contexto informativo. En los estudios del lenguaje es central el papel del lenguaje

periodístico, de la narrativa como forma de representación y del periodismo como género

literario. Las ciencias políticas necesariamente tratan de la prensa por su papel en el

entramado constitucional de los países donde fue un terreno de contención desde su

mismo comienzo con la invención de la imprenta, por el hecho de que siempre fue un


núcleo de poder por su poder multiplicador, su capacidad de convocatoria, su potencial de

persuasión y su credibilidad.

Pero es en el terreno de los estudios culturales donde el periodismo interpretativo tiene

más posibilidades de labrarse su propio nicho teórico y disciplinar como escenario de la

actualidad noticioso-informativa como actividad formadora y divulgadora de cultura. Al fin

y al cabo las operaciones informativas y los medios que las acogen han sido el escenario

privilegiado de la vida social y cultural de los países desde que la prensa comenzó a hacer

la crónica de su propio tiempo para beneficio de sus lectores contemporáneos y de las

generaciones futuras. Y no se ha tratado de la cultura de élite como se entiende dentro de

la definición estrecha de cultura, sino en la gran mayoría de los casos de la cultura

popular, accesible a todos por igual, “una caja de herramientas de símbolos, historias,

rituales, visiones del mundo, que la gente usa en configuraciones varias para resolver

diferentes tipos de problemas”. (Zelizer, p. 175) Este material constituye la mayor reserva

de conocimiento social e histórico relevante de nuestro tiempo, “la literatura de

millones,” como diría Pulitzer. (Pulitzer, 1904)

De hecho, hay quienes definen al periodismo con una cultura en sí misma.

“Prominentemente interdisciplinaria y reflexiva, la búsqueda cultural del periodismo

emplea diversas perspectivas de investigación y herramientas de experticia que son

usadas para considerar variadamente al periodismo como una cultura. La ‘Cultura’ en sí

misma tiene muchas invocaciones, no todas las cuales son mutuamente exclusivas. Por un

lado se refiere a un fenómeno de acción concertada que uso entendimientos


convencionales para guiar a miembros de colectivos en hacer cosas de manera

consensuada. En este sentido, la cultura es uno de los recursos a los que los periodistas

acuden para coordinar sus actividades como reporteros y editores. De otro lado, las

noticias mismas con vistas como culturales, relacionadas en últimas a lo que entregan los

grupos e individuos involucrados en su producción”. (Zelizer, p. 176).

En otras palabras, se puede hablar del periodismo como cultura y de una cultura del

periodismo. En el primero de los casos el énfasis está en los contenidos, en la naturaleza

de la incesante, abundante y permanente producción de historias en las que siempre se

invierte reportería e investigación de campo, por un lado y creación narrativa por el otro.

En el segundo se considera que existe una cultura del periodismo que consiste “en los

significados, sistemas simbólicos, rituales, y convenciones por los cuales los periodistas

mantienen su autoridad cultural como portavoces para eventos en el dominio público”

(Zelizer, p. 176). Esta cultura entonces se convierte en un objeto de estudio en sí mismo,

dentro de la misma disciplina del periodismo a la manera como los posgrados elaboran

sobre su propio que hacer y lo conceptualizan teóricamente a partir del conocimiento

generado por la investigación.

Si el periodismo entronca directamente con los estudios culturales por su temática, es con

la antropología donde encuentra su mayor afinidad en lo que respecta a la investigación

de campo. En efecto, es posible considerar la reportería como una forma de investigación

etnográfica, especialmente si esta se enriquece con metodologías cualitativas que elevan

la apuesta en términos de su alcance a nivel contextual en la sociedad. En su Introducción


a los Medios Masivos de Comunicación, Wimmer y Dominick , (2000) caracterizan la

etnografía por cuatro cualidades:

1. Poner al investigador “en medio” del tema de estudio; el investigador se

enfoca en la obtención de la información.

2. Enfatiza estudiar un punto o tema desde el marco de referencia de los

participantes.

3. Implica pasar una considerable cantidad de tiempo en el lugar donde se

efectúa la investigación;

4. Utiliza una variedad de técnicas de investigación, como la observación, las

entrevistas, llevar un diario, análisis de documentos, la fotografía y la

grabación de video, entre otros recursos.

Como se puede ver, esta es también una adecuada descripción del tipo de reportería

que va más allá de la simple constatación de los hechos y asume un papel activista

frente a la consecución, el manejo y la interpretación de la información.

Con el rescate del periodismo como carrera universitaria en la Universidad de Antioquia,

un programa que sobrevive precariamente hoy en día, por primera vez se propuso en un

momento inicial y ante la ausencia de precedentes en América Latina, un marco

conceptual, una pedagogía y un plan de estudios para un nuevo programa, nacidos de la

enriquecedora experiencia de la Especialización en Periodismo Investigativo. Allí se

comenzaron a dar los pasos en la configuración de un corpus disciplinar alimentado por la


gran tradición histórica del periodismo investigativo, documental y etnográfico, de la

crónica histórica y literaria.

La iniciación de estudios universitarios de periodismo fue la cuota inicial para iniciar un

nuevo camino, como en algún momento lo recordara en informe MacBride auspiciado por

la UNESCO en la década de los años 70, de la cual hizo parte Gabriel García Márquez.

Uno de los criterios que permiten apreciar las cualidades profesionales de los

periodistas es que busquen activamente unos hechos cuyo conocimiento

ofrece un interés general y los den a conocer al público. La función del

periodista investigador consiste en poner en tela de juicio la acción de quienes

tienen el poder, quienes quiera que puedan ser, en desmontar los resortes y

en exponer los resultados cuando hay abusos de poder, incompetencia,

corrupción o cualquier tipo de desviación. Su capacidad de investigar y de

publicar información sobre asuntos relacionados con la mala gestión

burocrática o con la corrupción reviste una importancia especial, y ha

constituido uno de los medios más eficaces para impedir que la incuria y la

falta de honradez, cuando existen, se extiendan a todo el sistema y sean

fuentes de injusticia. En tales condiciones, no es sorprendente que quienes

quieren ocupar el poder y se sientan muy a menudo hostiles a los intentos que

hacen los periodistas para buscar informaciones al margen de las fuentes

oficiales o de las generalmente accesibles. Además, el empleador del


periodista investigador no suele intervenir demasiado cuando se trata de

defender o proteger a su empleado. (MacBride, 1980)

De lo que se trata entonces es de recordar el enorme potencial que tiene el

periodismo para generar procesos al interior de la sociedad al constituirse como

instrumento de producción y generación de sentido y de cultura, como de hecho ha

ocurrido siempre. Para ello se requiere de una pedagogía que comience por

reivindicar la reportería-investigación de campo como su herramienta fundamental,

que trascienda el modelo hegemónico-descriptivo-positivista-neutralista-

independiente y se transforme en un modelo analítico, interpretativo, y

fundamentalmente crítico en un país y una sociedad en la que alta falta hace.


CAPITULO UNO

UN EXPERIMENTO NOVEDOSO

Como disciplina académica el periodismo comenzó a ser rescatado en una universidad

pública a comienzos de la década de los años 90, cuando se empezó a ambientar en la

Universidad de Antioquia la idea de crear un programa de posgrado en Periodismo

Investigativo. Por primera vez en décadas se proponía revertir en Colombia y en América

Latina la anulación de los programas de periodismo impulsada por el Centro Internacional

de Estudios Superiores de Periodismo para América Latina, CIESPAL.1 como parte del

esquema desarrollista de los estudios de comunicación social en América Latina

impulsados desde la UNESCO y la OEA. Como se verá más adelante, esta concepción que

arrasó literalmente con todos los programas de periodismo en América Latina, explica en

parte por qué el periodismo nunca fue debidamente considerado como una disciplina

académica por sus propios méritos en las instituciones de educación superior de América

de habla española y portuguesa, sin mencionar su valor como generador de conocimiento

socialmente válido a partir de una metodología propia de investigación en las ciencias

sociales y humanas.

En el año de 1993 comenzó a germinar la idea era crear una especialización en Periodismo

Investigativo, al interior de un programa de Comunicación Social, que había comenzado 35

1 CIESPAL fue creada en 1959 en Quito, Ecuador, bajo los auspicios de la Organización de las Naciones

Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) y la Organización de los Estados Americanos, OEA, y comenzó a operar en 1960 con el ostensible propósito de propiciar la enseñanza del periodismo y la Comunicación, la documentación y la investigación.


años atrás, en 1960, como una escuela de Periodismo en la Universidad de Antioquia. El

pregrado en Comunicación Social-Periodismo que reemplazó a la escuela en 1963 adolecía

de la misma mezcla académica recomendada por la CIESPAL para todos los de América

Latina, basada en el paradigma positivista y funcionalista que había traído los creadores

de los estudios de comunicación de masas en Estados Unidos a finales de la década de los

años 50, con el agravante de que había una carencia total de investigación de cualquier

orden.2 (León-Duarte, 2012)

Allí empezó a surgir, por la necesidad de sustentar su existencia, tanto la inquietud sobre

el periodismo como programa universitario, sobre su pertinencia como disciplina

académica y su validez como herramienta de investigación social. Hay que decir que el

programa surgido de las largas discusiones del equipo de trabajo, no fue exactamente de

periodismo investigativo, como se entiende en el argot periodístico del modelo

hegemónico norteamericano, sino de investigación periodística de orientación etnográfica

y cultural como corresponde al modelo interpretativo de periodismo que se propone en

este trabajo.3 "La investigación es, por definición, parte del ejercicio periodístico. La

2 Desde un comienzo CIESPAL se dedicó a promover la enseñanza de la Comunicación Social, que hasta ese

entonces no existía como carrera, adoptando plenamente el paradigma norteamericano. Este trabajo se basó en una investigación que hizo un diagnóstico sobre el estado de los medios en América Latina, donde se enfatizaba la precariedad de los sistemas de información. “La Universidad debe orientar la formación de los profesionales para que puedan atender a todas esas demandas que hace la sociedad de la comunicación y que son imperativas, porque si no las satisface la universidad, no habrá la posibilidad de ejecutar programas de desarrollo integral y cambio social y se agudizarán el marginamiento y la dependencia. Hace falta, por lo tanto modificar sustancialmente la formación profesional de la comunicación para que armado de un instrumental doctrinario, habilidades y técnicas, pueda introducir los nuevos sistema de comunicación que requiere cada sociedad” ( CIESPAL, 1975). 3 Es necesario diferenciar la investigación periodística del periodismo investigativo, que en el argot

profesional es como se denomina el trabajo de campo cuyo objetivo es fiscalizar, a nombre del público

lector o las audiencias que los medios informativos dicen servir, la gestión pública y privada en una sociedad.


reportería es, de hecho, investigación de campo y su ejercicio de la reportería es una

técnica específica de la profesión periodística cuya eficacia se puede ver todos los días en

todas partes del mundo. En este sentido, se puede afirmar que los periodistas son

investigadores natos porque lo hacen en el ejercicio cotidiano de su profesión. En este

sentido, al crear la Especialización en Periodismo Investigativo, la Facultad y la Universidad

se han colocado a la vanguardia de la formación periodística en Colombia”. (Agudelo,

2000).

El proyecto de hacer investigación periodística para generar crónica urbana y periodismo

literario, empezó a tomar cuerpo bajo la dirección del escritor y docente Juan José Hoyos,

con la ayuda y apoyo de Javier Darío Restrepo, el aporte de la periodista y también

docente Maryluz Vallejo Mejía y, a partir de 1995, del autor de este texto, egresado de la

Escuela de Posgrado de la Universidad de Columbia y, antes de su vinculación a la

Universidad de Antioquia, corresponsal de El Tiempo en Nueva York.

El periodismo investigativo, entendido de esta manera, es inseparable de la lucha contra la corrupción, los

malos manejos, el abuso y la traición a los ideales de una democracia representativa. Los periodistas se

convierten en sabuesos que husmean en los juzgados, las instancias administrativas, las empresas, los

archivos públicos y en todos aquellos lugares que puedan proveer pistas e indicios de que alguien no está

haciendo bien su trabajo y que ya sea con malicia, falsedad o negligencia, está afectando en bien común. Es

esta capacidad de ejercer los llamados chequeos y balances lo que justifica en el fondo, desde el punto de

vista constitucional, la libertad de expresión y su corolario, la libertad de prensa, siempre y cuando esta

libertad sea para exponer los hechos como son, con el supuesto implícito de que la verdad tiene un valor

positivo por definición que nos hace libres. Así como le conviene a la sociedad que haya transparencia y que

se sepan de manera veraz todos los hechos pertinentes al ejercicio del poder, de la misma manera quienes

violan la ley o le hacen daño a la sociedad apelan a la mentira y al engaño para hacerlo. Una premisa básica

de la libertad de expresión y de prensa es que la información veraz y completa tiene un intrínseco poder

dinamizador de las relaciones sociales y contribuye a mantener una sociedad estable y justa para todos.


La Especialización en Periodismo Investigativo permitió dirigir una primera mirada hacia

los presupuestos pedagógicos y metodológicos de la enseñanza del periodismo en

Colombia y en América Latina4. Además de promover la investigación de campo por

inmersión en las comunidades, de profundizar en los estudios de casos y de generar

historias de vida, promovió decididamente la narrativa como forma privilegiada de

representación de la realidad. La definición de personajes, la descripción de escenarios, el

uso de los diálogos, y en general el arte de contar historias tomaron cuerpo en un lema

tan sencillo como categórico: “Periodismo para Leer”, que complementaba el nombre la

revista Folios. Así lo explicaba su primer editorial: “En épocas ya lejanas, los lectores

buscaban en los periódicos y revistas sus autores y temas favoritos, tanto para

engolosinarse con la prosa literaria como pare reflexionar sobre nuevas ideas e

información reveladora. En aquel entonces lo de “periodismo para leer” sonaría a

pleonasmo. Pero en nuestros días, cuando la imagen se devora literalmente los textos,

cuando los periódicos se dejan llevar por la tendencia del periodismo “light”, breve y

fugaz, y cuando la pérdida de lectores asciende dramáticamente, conviene volver a los

viejos hábitos, tomar un respiro y compaginar el poder de las nuevas tecnologías con el

insustituible material de la buena literatura periodística, que nunca pasa de moda”.

(Folios, 1997).

La especialización tuvo en su época lo mejor del talento periodístico en Colombia. Por allí

pasaron como docentes Alberto Donadío, Arturo Alape, Ana Cristina Navarro, Alfredo

4 La honrosa excepción en América Latina es la Universidad Católica de Chile, donde el programa de

Periodismo siempre mantuvo su vigencia.


Molano, Germán Castro Caycedo y María Teresa Uribe, entre otros catedráticos, de cuyo

conocimiento y experiencia se beneficiaron los 18 alumnos de la primera cohorte. En el

primer recuento de su historia, Folios decía: “El énfasis del programa está dado por el

periodismo investigativo, porque todo trabajo periodístico debería cifrarse en la

investigación, esa disciplina se ha perdido en el tráfago de la información, entre las rutinas

y las múltiples presiones que enfrentan los periodistas. Por todo lo anterior, la calidad y el

éxito del posgrado de Periodismo Investigativo no depende tanto del currículo ni de la

disponibilidad de recursos docentes, físicos y técnicos, sino de la pasión que tanto

profesores como estudiantes, en su función de editores y redactores, le pongamos a cada

uno de los trabajos que realicemos, y en esta publicación dejaremos la memoria del

intento”.

La revista Folios se convirtió en el escenario de publicación de las historias generadas por

la Especialización. Los resultados dieron cuenta inicialmente de las posibilidades de

enseñar periodismo, sin el contrapeso de la Comunicación Social como se entendía o

trataba de entender en la Universidad de Antioquia en ese momento. Por primera vez se

empezó a hacer un trabajo de prensa de alta calidad, que contrastaba con el limitado

panorama que ofrecían los medios de comunicación acostumbrados al lenguaje genérico

producto de una reportería superficial que muy rara vez se internaba en la vida de las

comunidades y sus protagonistas. Y con Folios, además, se le dio vida a la idea de escribir

para publicar, de trascender el simulacro y las “tareas” a las que se sometía a los

estudiantes en las limitadas materias de periodismo del programa existente.


Se trataba entonces de recabar información que permitiera desarrollar géneros con

ramificaciones profundas y una muy larga tradición que la emparenta directamente con la

investigación en las ciencias sociales y humanas como la crónica narrativa, el reportaje

extenso, el informe especial y el perfil personal, producto todos ellos de la investigación

periodística de campo. Esto lo demuestran los numerosos artículos, historias y reportajes

que alimentaron durante muchas décadas las páginas de periódicos y revistas y las

emisiones de radio, televisión y cine documental en Colombia y en el resto del mundo. Y

como lo demostraron las historias publicadas en los primeros números de Folios por los

pupilos del posgrado y otros estudiantes aventajados de los cursos de Periodismo de

Universidad de Antioquia.

La experiencia que el autor aportó a la Especialización en Periodismo Investigativo,

además de 20 años de ejercicio periodístico, primero en Colombia con la revista

Alternativa, y luego como corresponsal extranjero de varios medios, especialmente El

Tiempo, fue la de los estudios de maestría en la Escuela de Posgrado de la Universidad de

Columbia. Esta maestría intensiva de un año, estaba orientada hacia el aprendizaje

práctico del periodismo en las calles y barrios de Nueva York, que en Columbia se

consideraba como el mejor laboratorio del mundo. Al igual que en la Especialización de

Medellín, en Nueva York se trabajaba en un ambiente de sala de redacción, con

instructores y docentes de primera línea, casi todos periodistas experimentados, con el

objetivo de producir artículos de elevado estándar profesional. El esquema de trabajo en

Columbia tenía implícito la premisa básica que formaría posteriormente el eje conceptual

de la Especialización en Periodismo Investigativo y del programa de pregrado en


Periodismo de la Universidad de Antioquia: el periodismo se aprende haciéndolo, el

conocimiento se construye actuando en escenarios reales (investigación de campo) donde

se ponen en práctica las nociones conceptuales que estructuran su quehacer.

Sin embargo en ese escenario privilegiado que era Nueva York, en medio de un océano de

actualidad donde la habilidad de hacer reportería y la redacción de noticias quedaba

firmemente implantada en el estudiante, la importancia de la teoría era limitada. Había

escasas materias en el pensum que contextualizaran el ejercicio del periodismo en un

marco conceptual social más amplio o que permitieran vincularlo disciplinariamente con

un campo teórico específico, ya fueran los estudios de comunicación de masas o los

estudios culturales.

No obstante la experiencia de la Escuela de Columbia, en la que se formaron numerosas

generaciones de periodistas norteamericanos desde comienzos del siglo XX, influyó

decisivamente en la filosofía de enseñanza-aprendizaje del periodismo en la Universidad

de Antioquia porque por primera vez se empezó a plantear la necesidad de hacer

reportería primero, esto es investigación de campo, y de redactar después. En Colombia,

la mayoría de los programas de Comunicación dentro de los que se enseña periodismo,

según ha podido constatar el autor a través de numerosas visitas de acreditación como

par académico de Consejo Nacional de Acreditación, asumen que primero se enseña a

redactar (escribir), no sobre los hechos sino sobre lecciones de gramática y sintaxis que se

debieron aprender en el colegio, y después se empieza a hacer reportería (investigar), que

casi siempre consiste en salir tímidamente a la calle, por lo general sin el respaldo de un


medio reconocido que avale el contacto con las fuentes. Esta concepción metodológica

bien podría ser responsable de la limitada calidad de la formación periodística de los

graduados de los programas de Comunicación Social en Colombia, de la que hasta hace

unos pocos años se quejaban amargamente los medios informativos.

Una propuesta en este sentido planteaba una serie de cuestiones que por su naturaleza

colocaban la iniciativa generada en la Universidad de Antioquia en una posición de

vanguardia. Una de ellas era si valía la pena formar periodistas integrales, en el sentido de

cubrir un espectro lo más completo posible de la profesión y que efecto podría tener esto

en el periodismo colombiano, dada la imperiosa necesidad expresada desde los medios de

una mejor formación práctica, teórica y vocacional.5

Hasta entonces, el aprendizaje del periodismo en la Universidad de Antioquia estaba

limitado a lo que se pudiera ver dentro de un disfuncional programa de Comunicación

Social, de una orientación netamente instrumental, diseñado para servir las necesidades

de comunicadores sociales del sector público y privado. En el plan de estudios, el

periodismo era apenas un área dentro de un esquema heterogéneo que carecía casi por

completo de identidad vocacional y donde la investigación de campo era prácticamente

inexistente por el simple hecho de que no se sabía cómo hacerla.

5 Un efecto positivo se produjo con el auge del periodismo universitario en Colombia, una tendencia

propiciada por el periódico bimestral DE LA URBE, fundado en el programa de Comunicación Social y que acompañaría al programa de Periodismo desde sus primeros años. Los artículos de DE LA URBE, cuyo lema solía ser “Periodismo Universitario para la Ciudad”, son una muestra representativa de lo que un programa de periodismo con vocación investigativa puede hacer en el rescate de géneros que se perdieron en la prensa oficialista e institucional en Colombia.


Otra cuestión era meterse de lleno con el asunto de la profesionalización del periodismo,

de ofrecer un título universitario que lo sacara del limbo académico en el que lo había

metido el bien intencionado magistrado Carlo Gaviria Díaz, cuando sentenció que era un

simple oficio y no una profesión y por lo tanto no se podía regular. (cita) Que el Estado

colombiano a través del ICFES avalara la propuesta del posgrado después de un arduo

trabajo de convencimiento y sustentación, también probó que quienes lo propusieron no

estaban tan lejos de la realidad como en su momento llegaron a afirmar quienes desde la

Facultad de Comunicaciones se opusieron a su implementación.

El éxito inicial de la Especialización en Periodismo Investigativo dio pie para introducir otra

idea hasta entonces impensable en el desolador panorama de los estudios de

comunicación social de la época, pero que era el siguiente paso natural después del

esfuerzo de la Especialización: crear un programa de pregrado en Periodismo, el primero

de su tipo en el país y en América Latina, que avanzara sus objetivos iniciales y se

alimentara de esta valiosa experiencia pedagógica.

La idea inicial era aplicar el impulso generado por la Especialización a un programa donde

se deslindaran del periodismo de una manera clara aspectos de la comunicación como lo

organizacional, las relaciones públicas y la publicidad. Proponer un programa nuevo de

pregrado en Periodismo implicaba desafíos a enfrentar antes de que la idea se hiciera

realidad. El primero de ellos fue una arraigada cultura académica, producto de años de

complacencia con el programa de Comunicación Social-Periodismo, sobre el que no existía

prácticamente ninguna reflexión teórica ni ningún sustrato investigativo y que a pesar de


eso se resistía a ser tocado y modificado. Un programa como el que se estaba

proponiendo necesariamente obligaba a una evaluación productiva sobre lo que había y a

repensar el esquema de la comunicación social sin periodismo en la Facultad de

Comunicaciones. Afortunadamente una campaña de transformación curricular adelantada

desde la rectoría de Jaime Restrepo Cuartas e impulsada decididamente por el decano de

entonces Luis Iván Bedoya6 dio pie a repensar el programa existente y a abrir una ventana

de oportunidad que la universidad acogió dentro de su estrategia de aumento de cupos y

opciones para los aspirantes a un cupo en el Alma Mater.

Con el nuevo programa de Periodismo se trataba de enseñar una profesión relacionada

fundamentalmente con la generación de contenidos, con la reportería como su forma

específica de investigación de campo y con la narrativa como su forma privilegiada de

representación. Así mismo, un programa de dedicado únicamente al periodismo se podía

dar el lujo de contener aspectos como la fundamentación teórica y humanística, las

habilidades específicas, las áreas de cubrimiento, la historia y la actualidad, todo ello con

la idea de promover la contextualización como un aspecto esencial complementario a la

investigación periodística y a la reportería y redacción de noticias.

Un desafío mayúsculo era convencer a la Facultad, a la Universidad y al Estado a través de

ICFES de la necesidad y conveniencia de crear un programa nuevo donde no había

precedentes pues los programas de Periodismo que existieron en América Latina habían

6 Posteriormente, la aprobación de Periodismo como un programa autónomo, daría lugar a la propuesta y

aprobación de dos programas nuevos, uno de Comunicaciones y otro de Comunicación Audiovisual y Multimedial, todos los cuales reemplazaron al de Comunicación Social-Periodismo lo que enriquecería notablemente el menú de ofertas académicas de la Facultad de Comunicaciones.


sido una colección bastante heterogénea de currículos, cada uno de los cuales trataba de

darle cuerpo a una disciplina que apenas estaba naciendo.7 Esto implicó necesariamente

diseñar un currículo donde antes no lo había, reflexionar e implementar un modelo

pedagógico acorde con la naturaleza del programa , estructurar un plan de estudios con la

su correspondiente definición de todas y cada una de las materias y poner a andar toda la

logística física y docente para un programa nuevo en la universidad, en Colombia y en

América Latina.

En Colombia, como ya se ha dicho, los estudios de periodismo estaban circunscritos a

áreas o énfasis en los programas existentes de Comunicación Social. De hecho, en el país

siempre existió la idea de que el mejor lugar para formar periodistas no eran los

programas de Comunicación Social sino las salas de redacción de los grandes medios,

especialmente los periódicos, a donde los “comunicadores” recién egresados que tuvieran

la fortuna de encontrar empleo llegaban a aprender. La gran mayoría de los periodistas

destacados del país, muchos de los cuales terminaron haciendo ficción, se formaron al

calor de las prensas y rotativas, de las mesas de armado y de composición y de las salas de

redacción. 8

La deficiencia en la formación vocacional y profesional de los periodistas dentro de los

programas de Comunicación Social se convirtió en un sólido argumento para proponer un

7 Según una investigación de CIESPAL, “los resultados revelan que no existe una relación de similitud entre

los programas curriculares de las 56 escuelas de comunicación y periodismo que forman parte del estudio. Todas cuentan con características muy particulares dentro de este campo y no permiten hacer cuantificaciones sino en determinados aspectos”. 8 Una de las experiencias más notables en ese sentido fue la de la revista Alternativa, fundada en 1974 por

Gabriel García Márquez, Enrique Santos Calderón, Orlando Fals Borda y Bernardo García, en donde se formó una de las más importantes generaciones de la prensa en Colombia, haciendo un periodismo crítico e investigativo que consiguió reescribir la historia del país hasta 1980. (Agudelo, 2007)


programa dedicado a la formación de profesionales calificados de prensa, sin el lastre de

materias y habilidades que no eran necesariamente afines con la naturaleza del oficio de

informar y crear noticias. “La formación periodística en las facultades de comunicación, en

opinión de los expertos en medios de comunicación, deja mucho que desear. ‘Los recién

egresados están llenos de teorías y no tienen ni idea de cómo hacer un párrafo. No saben

redactar, no leen, no conocen historia de Colombia...’ (Maria Elvira Samper); ‘No creo en

el que haya llegado al periodismo sin haber trabajado en un medio de comunicación. Ojalá

los muchachos lo hicieran desde la segunda semana se estudios’. (Mauricio Vargas); ‘...la

principal falla es que no tienen práctica. No se puede seguir creyendo que el periodismo

se aprende sentado en un pupitre. La mayoría de los jóvenes ni siquiera conocen el

lenguaje periodístico. No les enseñan en que lenguaje van a hablar’. (Juan Gossaín); ‘Las

facultades les dan mucha carreta a los muchachos y así salen. Con teorías en la cabeza

pero sin saber escribir. No están preparados para hacer una historia, un reportaje, y es en

los medios en donde comienzan a aprender. Eso hacemos en la revista. Se reciben

egresados y aquí los hacemos’. (Patricia Lara). ‘La formación de los periodistas es fatal; en

Caracol no nos sirven los egresados de las universidades. (Darío Arizmendi)”. (Agudelo,

2000)

Tantos años de orfandad en los estudios de periodismo también había creado un clima

incierto y ambiguo en torno a su estatus legal y profesional en el país.

El 18 de marzo de 1998, la Corte Constitucional de Colombia declaró inexequible la Ley 51

de 1975 que reglamentaba el periodismo en Colombia, imponiendo el uso de una tarjeta


profesional para ejercerlo. La sentencia del entonces magistrado de la Corte

Constitucional Carlos Gaviria Díaz, pretendía responder a la siguiente pregunta: “¿Puede

hacerse de la libertad de opinar que, cómo se ha visto, implica el ejercicio de un derecho

fundamental y universal (dentro de un sistema como el nuestro), una profesión que

puedan monopolizar quienes acrediten tener ciertos conocimientos?”

El problema que la Corte debía resolver era una contradicción: “Las normas demandadas

pertenecen a la Ley 51 de 1975 ‘por la cual se reglamenta el ejercicio del periodismo y se

dictan otras disposiciones’. Ahora bien, conforme al artículo 26 de la Constitución de

1991, ‘…las ocupaciones, artes y oficios que no exijan formación académica, son de libre

ejercicio, salvo aquellas que impliquen un riesgo social’ ”.

El legislador refuerza su argumento al decir: “No se pude comparar el periodismo con

otras profesiones a las que se les exige la tarjeta profesional, como el derecho, la medicina

o la arquitectura, pues estas aplican conocimientos específicos de la respectiva ciencia,

mientras que el periodismo se desenvuelve en el manejo técnico de la información de

otras disciplinas y no en el marco de un único conocimiento”.

El legislador no niega que los estudios en el área de las comunicaciones tengan sentido.

“La respuesta es obviamente negativa: habilitan sin duda para ejercer un oficio, en el que

pueden competir quienes tengan formación universitaria en el campo mencionado, y los

que no la tengan”. Más adelante, el ponente enfatiza, en un revelador texto entre

paréntesis, una idea que sintetiza el núcleo central de la polémica: “Otra cosa es el modo

más o menos eficaz como se informa. Este, sin duda supone el empleo de conocimientos


lógicos, gramaticales y técnicos, a cuya enseñanza (y a la de otros cursos especialmente

humanísticos) se aplican las facultades o los departamentos universitarios de Ciencias de

la Comunicación, Comunicación Social o Periodismo (denominación ésta en desuso)”.9

De estas citas surgen varias consideraciones que son útiles para entender el argumento

legal: La primera es si es posible hacer de la libertad y capacidad de opinar, y por

extensión, de informar, una profesión. La respuesta clara, desde el punto de vista legal,

era que no, puesto que estas habilidades correspondían más bien una ocupación, arte u

oficio cuyo ejercicio es libre y no tiene por qué estar regulado, como no lo están los

plomeros, los zapateros, los carniceros o los mecánicos. Una de las razones, desde luego,

es que el periodismo no tiene un “único conocimiento”, lo que se puede interpretar como

un conocimiento específico, que sea necesario para su ejercicio profesional, sino apenas lo

suficiente como para que sea un oficio, esto es conocimientos generales como lógica,

gramática y técnicas. Finalmente, sin sospecharlo, el magistrado pone el dedo en la llaga

cuando afirma que el Periodismo como denominación, presumiblemente académica, ya

no se usaba en la época de la providencia, en lo cual, desde el punto de vista del jurista

que mira su ejercicio desde afuera, tenía toda la razón.

9 La razón básica para la derogatoria de la Ley 51 está en una cita de la Corte Interamericana de Derechos

Humanos que el propio magistrado Gaviria introduce en el texto de la providencia, más que en su compleja argumentación que da una larga vuelta para justificar una legislación insostenible. “Resulta en principio contradictorio invocar una restricción a la libertad de expresión como un medio para garantizarla, porque es desconocer el carácter radical y primario de ese derecho como inherente a cada ser humano individualmente considerado, aunque atributo, igualmente, de la sociedad en su conjunto. Un sistema de control de la libertad de expresión en nombre de una supuesta garantía a la corrección y veracidad de la información que la sociedad recibe, puede ser fuente de grandes abusos y, en el fondo, viola el derecho a la información que tiene esa misma sociedad”.


En cualquier caso, aunque el magistrado Gaviria Díaz puso el énfasis de su argumento en

el motivo menos importante, que el periodismo no es una profesión sino un oficio, no

estaba equivocado al afirmar que el término estaba en desuso desde que en Colombia y

en prácticamente todas las universidades latinoamericanas dejó de enseñarse periodismo

en la década de los años sesenta.

Al respecto el documento marco afirmaba: “La controversia sobre el derogado Estatuto

del Periodista también ha puesto sobre el tapete la vigencia de programas de periodismo,

con todas las implicaciones que ello tiene para la legitimación de la profesión. El hecho de

que en aras de la libertad de expresión, de información y de opinión se haya asimilado el

periodismo, más que a una profesión, a un oficio, ha introducido un elemento nuevo al

debate sobre la formación de los profesionales de la información en nuestro país, en

particular sobre la responsabilidad compartida de la academia y de los medios en este

aspecto. La influencia de la decisión de la Corte Constitucional influyó a tal grado en la

percepción que se tiene del periodismo, que la cantidad de nuevos estudiantes inscritos

en los programas de Comunicación Social-periodismo de las universidades privadas del

país disminuyó drásticamente en ese momento”. (Agudelo, 1999)

En estas circunstancias, la creación de un precedente académico de esta naturaleza

implicaba necesariamente proponer una justificación conceptual, una estructura

curricular y un modelo pedagógico que le diera sustento y coherencia. Más importante

todavía, se trataba de sentar las bases para un tipo de periodismo que trascendiera el


modelo hegemónico venido de Estados Unidos, un modelo que de una forma muy

precaria predominaba en los escasos estudios de periodismo del país y del continente.

El Documento Marco del Plan de Estudios, Pedagogía, Didáctica, Currículo y

Administración Académica representó de hecho, en su momento, el estado del arte del

periodismo como programa académico en América Latina. Conceptualmente, el

documento ubicaba al periodismo dentro de ámbito de la actualidad, definida entonces

como “el conjunto dinámico de acontecimientos que constituyen la agenda informativa de

los medios de comunicación”. En este ámbito, la condición para la enseñanza-aprendizaje

del periodismo debía ser la “inmersión” en esta actualidad, “lo que conlleva a una

apreciación crítica de los medios de comunicación por parte del aspirante a periodista en

lo que hace al desempeño de las organizaciones informativas”. Inmersión, para un

aprendiz de reportero, implica adquirir el hábito de informarse por todos los medios

posibles de la narrativa del acontecer noticioso cotidiano, así como el editor en la sala de

redacción utiliza la actualidad como elemento didáctico y punto de referencia permanente

en su pedagogía.

Esta inmersión no es otra cosa que el involucramiento del reportero en ciernes con la

realidad que lo rodea. “Visto desde esta perspectiva, el periodismo es primordialmente un

método de investigación basado en una técnica propia y específica llamada reportería,

que como tal se constituye en el eje que guía la búsqueda de la información y la

elaboración de noticias en las materias de periodismo y, en la medida de los posible, en el

pensum en general”. (Op. Cit.)


En su propuesta inicial, el programa de Periodismo ya prefiguraba los elementos

constructivistas que caracterizarían su desarrollo posterior. Aquello de que el

conocimiento se construye a partir de la intervención sobre escenarios reales, no es más

que el ejercicio de la reportería “tomando la ciudad y la región como laboratorio.

Aprender haciendo es, en efecto, la única forma de asimilar un conocimiento que solo se

puede adquirir en la realidad”. (Op. Cit.)

Desde su comienzo el programa planteó superar el aula de clase como escenario de

enseñanza-aprendizaje en favor de la sala de redacción y de crear un ambiente de trabajo

en consonancia con el de las operaciones informativas. Decir sala de redacción implicaba

necesariamente que los profesores ejercieran su labor como editores, que los estudiantes

actuaran y fueran tratados como aprendices de reporteros, y que se creara un ambiente

participativo de discusión libre, todo esto con el fin de reforzar el elemento vocacional en

el programa. “La sala de redacción reemplaza el aula de clase en el programa de

periodismo. Es un sitio de trabajo en el que hay debate, discusión y evaluación

permanente de las actividades de los estudiantes. Es un espacio circular, equipado para

propiciar el contacto con la actualidad informativa. En la sala de redacción hay reporteros

y editores que se ocupan, en el proceso de aprendizaje, de generar artículos informativos

y material audiovisual emitible a través de los medios de práctica”. (Op. Cit.)

En la línea curricular de Reportería y Redacción de Noticias se enfatizaba la reportería

desde un comienzo, salir a la calle a buscar la noticia a medida que se impartían los

conceptos básicos del periodismo informativo con el fin de aplicarlos a situaciones reales.


Se trataba de interactuar con fuentes y escenarios existentes con el objetivo, no de hacer

tareas como en el colegio, sino de escribir artículos. El criterio de evaluación era la

publicabilidad de la historia a juicio del editor-instructor quien, entre otras cosas no

estaba ahí para enseñar sino para asistir al aspirante a reportero en el proceso de

elaboración de la noticia.

El documento marco introducía las nociones del lenguaje periodístico como elemento

específico de la reflexión sobre lo investigado y la escritura como herramienta de

conceptualización.10 Así mismo tenía en cuenta los medios informáticos no sólo como

instrumentos esenciales de trabajo para la época, sino como fuentes de información

periodística. Desde un comienzo se planteó la eliminación del papel físico en favor de la

entrega, edición-evaluación y archivo de los materiales periodísticos. “El programa de

periodismo plantea como condición la apropiación de los medios de informática y el uso

desde su comienzo como la principal herramienta de trabajo tanto para profesores como

para estudiantes. Los trabajos son entregados en formato digital para ser guardados,

editados, devueltos y archivados. El computador también es utilizado como herramienta

de investigación a través de asignaciones que requieran de la navegación en la red. De

esta forma se espera que el programa utilice la menor cantidad posible de papel”.

(Agudelo, 2000) Desde ese entonces ya se pensaba en colocar el programa de periodismo

en la red como un portal y documentar la experiencia permanentemente con la idea de

10

Entre otras cosas, el modelo interpretativo postula a la narrativa como una herramienta de investigación por cuanto es a través de la estructuración de la historia como se torna la reflexión en conceptualización. Es escribiendo como se ocurren las ideas, como se organiza y como se le da vida y permanencia al pensamiento creativo.


que estuviera disponible en línea.11 El documento macro también prefiguraba la

utilización de métodos avanzados de investigación cualitativa para darle una dimensión de

investigación social al ejercicio de reportería periodística. Uno de ellos era el enfoque

temático que implicaba “profundizar sobre casos y coyunturas específicas de actualidad

relacionadas con el tema de la clase”. Este enfoque buscaba privilegiar la discusión y

ejercer el análisis y la interpretación, esto es el nivel argumentativo, aplicado a la

actualidad del presente noticioso-informativo.

El plan de estudios planteaba cuatro ejes curriculares anclados en los dos aspectos

centrales del programa: la Reportería y Redacción de noticias y la Investigación. La

primera estaba dividida en tres partes que incluían los Talleres organizados por medios,

las Áreas de Cubrimiento y las Habilidades y Técnicas Aplicadas. La formación contextual

estaba en los ejes de Historia y Actualidad, y en el de Humanidades. El programa estaba

pensado en dos ciclos de cuatro semestres cada uno, de los cuales el primero era de

fundamentación y el segundo de especialización sobre cinco ejes: los medios, las áreas de

cubrimiento, los géneros, las funciones y la investigación y docencia.

El Documento Marco también explicaba el sistema de acompañamiento académico que

incluía una rigurosa inducción, asesorías personalizadas y tutorías, todo con la idea de

garantizar a los reporteros su éxito en el programa, cuya administración quedaría en

11 Desafortunadamente una propuesta del autor a la Facultad de Comunicaciones para hacer de este proyecto su disertación como aspirante a doctor en Periodismo y Comunicación Púbica, fue ignorado por la administración de ese entonces.


manos de un Grupo de Trabajo Académico colectivo, compuesto de hecho por todos

aquellos profesores del programa que quisieran asistir.

El programa incluía la extensión solidaria, especificada como una materia dentro del plan

de estudios, como forma de involucramiento en las comunidades y como eje articulador

de la triada docencia-investigación-extensión. “Los periodistas deben conocer las

comunidades a las que esperan servir en el futuro, conocer sus necesidades, aspiraciones,

organización. El Programa de Periodismo tiene una vocación comunitaria basada en el

presupuesto de que la información veraz, balanceada, ecuánime, completa y bien escrita

es positiva por definición para los grupos humanos a los que sirve. Se entiende que los

medios de comunicación son generadores de procesos, con credibilidad y poder de

convocatoria para convertirse en elementos de cohesión y organización de las

comunidades en las que tienen influencia”. (Agudelo, 2000)

Tal vez el elemento articulador más importante dentro del esquema curricular y la

fundamentación del programa fue el núcleo de medios propuesto desde un comienzo

para darle salida a la producción periodística de los aspirantes a reporteros, pensada

como una mecanismo de empoderamiento y reconocimiento personal a la calidad del

material producido y también como el aporte que desde la universidad pública se hacía

para exponer las problemáticas de ciudad y darle voz a sus habitantes. “La formación

periodística de los estudiantes se hace fundamentalmente en los talleres y en los medios

de práctica. Estos últimos consisten en el periódico de prácticas DE LA URBE, en

programas informativos de radio, en programas informativos y documentales de


televisión y en sitios y portales en las páginas de internet”. Se planteaba, además la

creación de un Servicio Universitario de Noticias para dar salida de la producción

periodística hacia otros medios.

El núcleo de medios tomaría cuerpo posteriormente como el Sistema Informativo DE LA

URBE, un laboratorio de periodismo sobre el que se aspiraba a articular la visión a futuro

de programa de Periodismo. Dentro de la proyección estratégica del programa planteada

desde entonces se encontraba la creación de una maestría en Periodismo y la eventual

refundación de la Escuela de Periodismo, que había desaparecido en 1963 cuando se

produjo la mutación desarrollista hacia la Comunicación Social.

El proyecto de pregrado en Periodismo fue objeto de numerosas discusiones al interior de

la Facultad de Comunicaciones y posteriormente tuvo que ser sustentado ante el Consejo

Académico de la Universidad de Antioquia, donde en dos debates se le dio vía libre para

su sometimiento ante el ICFES. Esta entidad consideró pertinente solicitar aclaraciones al

proyecto inicial las cuales fueron debidamente sometidas para su consideración.

La naturaleza de las preguntas formuladas por el ICFES y su respuesta constituyeron en su

momento la sustentación más pertinente de la urgente necesidad de un programa de este

tipo en Colombia. Entre las razones para presentar el programa se encontraba su

concordancia con el Plan de Desarrollo de la Universidad de Antioquia, que incluía entre

sus presupuestos estratégicos el fortalecimiento de los pregrados de excelencia, la

ampliación de cupos, el fortalecimiento de los programas de regionalización en el

Departamento y la especialización en la educación como respuesta a la profusión de


tecnologías informáticas que a su vez estaban generando nuevos medios con las

correspondientes necesidades de formación de profesionales.

Otro argumento aceptado por el Consejo Académico de la Universidad versaba sobre “la

necesidad de rescatar la especificidad del periodismo como profesión y carrera sobre la

base de elementos éticos, vocacionales y técnicos propios”. (Op. Cit., 2000). Al respecto, el

documento de sustentación diferencia al periodismo de otros aspectos que se enseñaban

dentro de los programas de Comunicación Social y afirma lo ya que desde entonces se

entendían como las características propias de una forma diferente de hacer periodismo

basados en el análisis e interpretación, la conceptualización y el contexto: “Como

profesión, la especificidad del periodismo está legitimada ante la sociedad por la función

que desempeñan los periodistas y los medios de comunicación en la articulación dentro

del tejido social en el que se ejerce. Así como su función es elaborar información para

transformarla en noticias, análisis a interpretación, su campo de trabajo reside en la

sociedad y sus instituciones. Para ello participa de una amplia cultura humanística, y

requiere de una conceptualización que abarca todos los elementos de juicio necesarios

para realizar la delicada labor de servir de intermediarios entre la realidad y la audiencia.

En ese sentido, el periodista posee, por lo menos en teoría, un conocimiento global de la

sociedad, en la medida en que su profesión le exige poner la información en su contexto”.

Así mismo, se reivindica el papel de los periodistas en la construcción de la historia. “No

hay que olvidar que los periodistas son los cronistas del presente, sus relatores. Esta

función dentro de la sociedad también forma parte de la especificidad única de la


profesión. Es gracias al periodismo como conocemos nuestro pasado y como le gente del

futuro nos va a conocer a nosotros, una tarea de no poca monta”. (Op. Cit.)

El documento elabora sobre el estado, en ese momento, de la enseñanza del periodismo

en Colombia, donde a pesar de su reconocimiento constitucional no era una carrera

profesional. “El periodismo se enseña en el marco de la Comunicación Social, una

amalgama de materias ensambladas a criterio de cada una de las universidades, con el fin

de preparar a sus estudiantes de una manera “polivalente” para desempeñarse en

campos tan diversos como las relaciones públicas, la comunicación empresarial, el manejo

de medios audiovisuales, la comunicación para el desarrollo, la comunicación comunitaria,

la comunicación institucional y el periodismo, entre otros. La enseñanza de este último a

menudo está subordinada a otros campos y otras materias, con el objetivo de cumplir con

el requisito que enuncia el título”. Parte de esa necesidad estribaba en la debilidad de la

investigación en Colombia, tanto en las comunicaciones como en el periodismo. “Debido a

esto, se ha creado también una necesidad apremiante del desarrollo de líneas de

investigación, una función que únicamente puede liderar la universidad pública. Aparte de

la reportería y de la investigación implícita en la elaboración de crónicas, reportajes,

informes especiales, perfiles y demás géneros periodísticos, hay una gran necesidad de

investigación en áreas como la recuperación de la memoria periodística en Colombia, el

análisis de medios de comunicación de masas, la influencia de nuevas tecnologías en el

periodismo, el papel de los medios informativos en la sociedad actual, la relación entre los

medios y la política, para mencionar solo unos cuantos. Recuperar la especificidad del


periodismo como profesión y como carrera es sin duda una manera de dar una salida

positiva a estos interrogantes”. (Op. Cit.)

Finalmente, el documento hacia una apasionada defensa del papel del periodismo

en el contexto nacional, que aunque siempre fue prominente, requería de calificación

para enfrentar las enormes responsabilidades que tenía la prensa como generadora de

opinión pública.

En este sentido, el papel de los medios de comunicación como fiscalizadores

de las instituciones públicas y privadas, y en particular de las organizaciones

informativas, requiere cada vez más de un fortalecimiento y defensa vigorosa,

que empieza, en nuestra opinión, por una sólida formación profesional con

componentes vocacionales y éticos desde la academia. Basta preguntarse

sobre el papel que le corresponde a los medios en la búsqueda de la paz, en la

erradicación de la corrupción, en el desarrollo de alternativas de vida, y en

tantos otros campos para darnos cuenta que la profesión necesita de una

sólida formación para cumplir con el papel que le corresponde en la sociedad

actual. Este papel, a nuestro entender, le corresponde a la universidad

pública.

La controversia sobre el derogado Estatuto del Periodista también ha puesto

sobre el tapete la vigencia de programas de periodismo, con todas las

implicaciones que ello tiene para la legitimación de la profesión. El hecho de

que en aras de la libertad de expresión, de información y de opinión se haya


asimilado el periodismo, más que a una profesión, a un oficio, ha introducido

un elemento nuevo al debate sobre la formación de los profesionales de la

información en nuestro país, en particular sobre la responsabilidad compartida

de la academia y de los medios en este aspecto. La influencia de la decisión de

la Corte Constitucional influyó a tal grado en la percepción que se tiene del

periodismo, que la cantidad de nuevos estudiantes inscritos en los programas

de Comunicación Social-periodismo de las universidades privadas del país

disminuyó drásticamente en ese momento. (Op. Cit.)

CAPÍTULO II

LA ORFANDAD DEL PERIODISMO COMO DISCIPLINA ACADÉMICA

La pedagogía del periodismo es un tema escasamente tratado en la literatura disciplinar

especializada, tal vez porque desde que esta profesión cogió vuelo en el mundo moderno

a partir de la creación de los medios de comunicación de masas, se ha asumido que la

mejor forma de aprenderlo es haciéndolo. Y así fue por muchas décadas durante las

cuales, especialmente en América Latina, las salas de redacción eran de facto aulas de

clase y las ciudades y sus alrededores los laboratorios de trabajo en este ejercicio, el más


antiguo que existe, de investigación social de campo; los editores, por su parte, siempre

fungieron como maestros, además de ser patronos y supervisores, y fueron ellos quienes

inculcaron las rutinas, los valores y las exigencias para la producción de los artículos

periodísticos, especialmente la buena redacción sin la cual el buen periodismo no existe.

Solamente a finales del siglo XIX comenzaron a fundarse en Estados Unidos escuelas de

periodismo, dada la complejidad creciente de las sociedades donde la prensa se

constituyó en el escenario privilegiado de la inmensa gama de expresiones que constituían

la cultura, entendida esta no sólo como el mundo de las manifestaciones artísticas, sino

como el conjunto de formas de expresión y representación a través de las cuales se

articulaba la generación de sentido. Lo que se podría llamar la presión del contexto,

condujo a concebir el ejercicio periodístico como susceptible de convertirse en una

carrera universitaria incipiente, una de cuyas características básicas era que, a diferencia

de nacientes disciplinas más encumbradas como la antropología y la sociología, el

periodismo era un negocio y como tal su ejercicio investigativo y su producción nunca fue

digno de las mismas consideraciones académicas que tuvieron otras respetables

disciplinas dentro de las llamadas ciencias sociales y humanas.

Por eso, la profesionalización del periodismo y su configuración como una disciplina

académica inicialmente siguieron caminos paralelos en su consolidación como el principal

escenario para la exposición de la esencia cultural de los pueblos. De hecho, lo que hoy se

conoce como reportería fue desde la antigüedad una metodología de investigación social

plasmada en los incontables documentos dejados por miles de escritores que, sin


pretensiones de hacer ficción, narraron o hicieron la crónica de su tiempo con la idea de

informar, en el sentido de generar conocimiento nuevo, y de dejar una huella histórica

para la posteridad. Estos incluyeron emperadores, estadistas, viajeros, conquistadores,

entre muchos otros, quienes hicieron reportería en sus respectivas épocas sobre sus

notables aventuras para el beneficio de los ciudadanos de su tiempo.

El periodismo como una forma de trabajo de campo surgió antes o a la par con disciplinas

que en sus inicios utilizaron los elementos básicos de la reportería como metodología de

investigación y la narrativa como forma privilegiada de representación. De hecho, el

periodismo siempre fue un escalón para ascender a la categoría de escritor consumado o

a la de investigador social y muchos periodistas terminaron haciendo precisamente eso,

como escritores de ficción, sociólogos y antropólogos, muchas veces sin saberlo o sin

preocuparse por ello.

Mientras que la antropología se ocupaba de mostrar a los pueblos y comunidades de la

periferia de la civilización, sus organizaciones sociales y formas de sentido y

representación, los periodistas hacían lo propio en los escenarios urbanos en donde el

floreciente modo de producción capitalista daba lugar a un complejo y sofisticado

entramado social. La Escuela de Sociología de Chicago, por ejemplo, realizó buena parte

de sus investigaciones sociales de comienzos del siglo XX usando la reportería periodística

como la entrevista participativa y la narrativa para tratar de elucidar las problemáticas

generadas por el rápido crecimiento de esa ciudad en particular: inmigración, desamparo,

alcoholismo, vagabundaje, pobreza, sicosis, prensa étnica, entre otros.


El primer y mejor argumento para la enseñanza académica del Periodismo lo hizo Joseph

Pulitzer, quien a comienzo del siglo XX hizo una defensa apasionada—prácticamente

rogando que le recibieran su dinero para fundar una escuela de periodismo—de la

necesidad de convertir este oficio en una profesión digna de ser enseñada en una

universidad. Y no en cualquier universidad sino en Columbia, parte del Ivy League y a la

sazón una de las instituciones de educación superior más prestigiosas de Estados Unidos.

El trato se hizo y la que hoy es Escuela de Posgrado en Periodismo se fundó en 1912.

Lo verdaderamente paradójico, es que el modelo de Columbia no siguió las ideas de

Pulitzer, quien planteaba que el Periodismo era necesariamente una profesión ilustrada

precisamente por la dependencia del contexto para darle sentido a la información. La

Escuela de Posgrado se dedicó a la enseñanza del Periodismo sin más, en la ciudad de

Nueva York, a la que adoptó como laboratorio, con énfasis en la reportería y redacción de

noticias en todas sus modalidades, sin preocuparse demasiado por cualquier tipo de

teoría que pudiera enmarcar esta práctica en un contexto disciplinar. No se trataba

entonces de estudiar el periodismo en sí y de disertar sobre él, sino simple y llanamente

de hacer periodismo con toda la complejidad que ello conlleva. En este sentido, Columbia

adoptó el modelo de la sala de redacción, con la peculiaridad de que lo hizo a nivel de

posgrado a manera de un entrenamiento intensivo de un año de duración.

Que Columbia hubiera decidido hacerlo de esta manera fue de todas formas atípico para

la enseñanza del periodismo, que desde sus comienzos a finales del siglo XIX en otras

universidades, especialmente del centro de Estados Unidos, se creó como un programa de


pregrado que incluía, además, todas aquellas materias que se suponía servían de contexto

teórico y humanista.

Este contexto se hizo aparentemente más necesario desde que el periodismo demostró su

poder, no sólo en las investigaciones de la Escuela de Chicago, sino en impactantes

investigaciones periodísticas como las realizadas por los llamados “muckrackers”,

bautizados así por Theodore Roosevelt por su capacidad de escarbar las circunstancias del

nuevo capitalismo salvaje. El trabajo de periodistas como Ida Tarvell y Lincoln Steffens,

por ejemplo, sacudió a la sociedad de su tiempo y obligó a los gobiernos de turno a

adoptar medidas para controlar la excesiva explotación ejercida por los nuevos magnates,

los llamados “barones ladrones”. En esa ocasión y en numerosas otras no tan bien

documentadas pero no menos importantes a lo largo de la historia de Estados Unidos, el

llamado periodismo investigativo utilizó las herramientas constitucionales que

garantizaban la libertad de prensa y expresión, para exponer el abuso y la corrupción y

hacer una diferencia concreta y relevante en la calidad de vida de sus lectores.

Es difícil, hoy en día, separar el periodismo y la etnografía urbana en esos documentos que

mostraban, de una manera cruda y eficaz, la forma dinámica como se estaba organizando

la sociedad. Pretender, como lo hacían tácita, y en ocasiones explícitamente, los

“científicos” sociales que esto no era conocimiento social relevante, porque además los

documentos periodísticos siempre fueron una fuente privilegiada de información

contextual para sus disertaciones, no era entonces, ni lo es hoy en día, un argumento que

se pueda defender sobre el terreno. La relevancia de inagotable, permanente, variado y


cotidiano trabajo periodístico, hecho con el rigor de una empresa con estrictos protocolos

de control de calidad, en un lenguaje que por definición es claro y accesible al gran

público, se puede contrastar con los más escasos trabajos académicos, escritos en

lenguajes especializados y arcanos y publicados en revistas de circulación limitada que

pocas veces han visto la luz del sol.

¿En qué momento el periodismo como disciplina, es decir como una metodología válida

de investigación de campo para generar conocimiento socialmente relevante para el

público en general, dejó de ser tomado en serio por la academia? Después del auge que la

reportería tuvo en instancias como la Escuela de Sociología de Chicago, los esfuerzos por

teorizar sobre la naturaleza de la prensa y su ejercicio fueron absorbidos gradualmente

por la nueva ciencia de la comunicación de masas. Esta disciplina se gestó inicialmente en

las investigaciones cuantitativas realizadas en torno a los estudios sobre los efectos de la

propaganda, alimentada por la creación y crecimiento de novedosos medios de

comunicación como el cine, la radio y la televisión.

Mientras que el periodismo siempre se ejerció como una metodología de investigación de

campo cualitativa, la nueva ciencia de comunicación de masas se acogió decididamente a

la metodología de investigación cuantitativa desarrollada por investigadores de origen

europeo que trajeron con ellos sus instrumentos de medición social, herederos del

paradigma positivista. La nueva ciencia se dedicó a medir, de la mejor manera posible, los

efectos que los mensajes provistos por los medios, ejercían sobre sus lectores y

audiencias, con el fin de proveer conocimiento útil y funcional a quienes, desde los


sectores privado y oficial, controlaban el negocio de los medios, la persuasión y la

publicidad. La ciencia de la estadística se empezó a desarrollar desde entonces hasta

adquirir la extraordinaria complejidad que tiene hoy en día, con el fin de medir la mayor

cantidad de variables posibles en los fenómenos sociales y reducirlos a expresiones

genéricas desprovistas de cualquier tipo de articulación narrativa o cualificación

individual.

James Carey describe los azarosos comienzos de la investigación en comunicación de

masas: “En cambio, la historia de la investigación en comunicación de masas es un género

literario reciente, aunque uno menor: una creación auto-consciente (y ahora un

recreación sin fin) que cambia, escoge y reacomoda los desperdicios acumulados de la

literatura (especializada) en una narrativa coherente. La narrativa que emerge sirve al fin

de cuentas una variedad de propósitos: principalmente enfocar, justificar y legitimar un

invento del siglo XX, los medios masivos, y dar dirección y estatus intelectual a la

enseñanza y la investigación profesional relacionadas con esas mismas instituciones. Pero

difícilmente es una historia inocente, porque fue inventada con un propósito político: un

intento de cimentar lealtades, resolver disputas, guiar la política pública, confundir la

oposición, y legitimar instituciones; en pocas palabras, la historia que emergió fue un

pequeño episodio en las luchas sociales, políticas e ideológicas del siglo XX”. (Carey, 1997:

14) El periodismo, como objeto de reflexión teórica, ocupó su lugar dentro del poblado

universo de la comunicación de masas y fue básicamente considerado dentro del marco

funcionalista como un producto más de los medios, obviando su importancia como

metodología de investigación de campo, la enorme riqueza de sus posibilidades narrativas


y literarias y como generador de conocimiento cultural socialmente relevante. Su carácter

de investigación cualitativa etnográfica pasó a un segundo plano y la conexión con la

sociología y la antropología, a partir de su cualidad intrínseca de ser el escenario

primordial de expresión cultural de los pueblos, fue reducida a su mínima expresión.

Un ejemplo sirve para ilustrar esta situación. Cuatro Teorías de la Prensa fue durante

mucho tiempo el texto canónico para aquellos que quisieran aventurarse en el árido

terreno de la teorización y conceptualización sobre el periodismo y el papel de la prensa

en la sociedad. Sin embargo, y a pesar de su nombre, el libro presentaba una

extrapolación en torno a la forma que la prensa adoptaba según los regímenes o modos

de producción en que se ejerciera, una interpretación de la forma que adoptaba el

periodismo según se ejerciera un control mayor o menor por parte del Estado.

Por otra parte, la gran mayoría de textos sobre la teoría de la comunicación de masas, por

lo menos los publicados en inglés en Estados Unidos, presentan una inquietante tendencia

a mezclar, por no decir confundir, la producción periodística informativa y noticiosa con

todos los demás contenidos publicados, transmitidos o emitidos a través de los medios de

comunicación de masas. Más aún, como su nombre lo indica, el paradigma teórico

positivista-funcionalista se centra sobre el papel de los medios, su función dentro de la

sociedad como generadores de una actualidad completamente mediatizada por los

mensajes, un término preferido al de contenidos, más que como el escenario en el que se

juega todo el universo cultural de las representaciones.


De hecho, existe de manera implícita una teoría del periodismo, que no ha sido

sistematizada como tal, en los innumerables textos que enseñan cómo hacerlo. Pero de

ahí a que la reportería, redacción y edición de noticias sea considerada en el ámbito

académico como una metodología válida de investigación para generar conocimiento

social y relevante, a la par con lo que hacen otras disciplinas de larga tradición social u

humanística, todavía parece haber una gran distancia.

EL IDEARIO DE PULITZER

La propuesta de un programa de Pregrado en Periodismo presentada a la Universidad de

Antioquia, se fundamentada necesariamente en los elementos básicos del modelo

hegemónico norteamericano, que mal que bien estableció las bases para el ejercicio de la

profesión en el hemisferio occidental. No obstante, incluso entonces, ya estaba clara la

idea de que de los fundamentos de este modelo, debería salir una propuesta que

mejorara lo presente y relanzara el periodismo a buscar otros horizontes.

Una parte importante del argumento formulado ante los estamentos de la Universidad y

ante el Ministerio de Educación representado por el ICFES, estaba basado en el

documento escrito por Joseph Pulitzer en 1904 para tratar de convencer a la Universidad

de Columbia de que le recibieran el dinero necesario para fundar una Escuela de

Periodismo. El texto original publicado en The North American Review, fue traducido y

publicado en forma de folleto bajo el título “La idea fundacional de Joseph Pulitzer” por

Alma Mater de la Universidad de Antioquia en abril de 1999. Este texto es, muy


probablemente, la mejor exposición que se haya hecho sobre la importancia de enseñar el

periodismo en una institución universitaria. Curiosamente, el modelo propuesto de

Pulitzer, que trasciende muchas de las premisas del modelo hegemónico, especialmente

en lo que se refiere a la naturaleza crítica del periodismo, no fue adoptado por la Escuela

de Posgrado de Columbia. De hecho, se puede afirmar que ninguna Escuela de Periodismo

hizo tanto por enseñar y diseminar el modelo hegemónico que la que fundó Pulitzer, la

más emblemática de todas las escuelas de periodismo del mundo.

Pulitzer empieza por cuestionar la idea de que un periodista “nace, no se hace”.

Ellos argumentan, los críticos y elucubradores, que “el hombre de prensa”

debe depender únicamente de su aptitud natural, o, como se dice

comúnmente, debe “nacer, no hacerse”.

¿Pueden los críticos nombrar algún editor, nacido con alas, como Mercurio, el

mensajero de los dioses? Yo no conozco ninguno. Se me ocurre que la única

posición que un hombre puede ocupar en nuestra República por el simple

hecho de haber nacido es la de idiota. ¿Existe alguna otra posición para la cual

un hombre no exija y reciba formación—formación en la casa, formación en

las escuelas y colegios, formación de maestros artesanos, o formación por

medio de la amarga experiencia—a través de las quemaduras que hacen que

el niño le tenga terror al fuego, a través de los errores tan costosos para los

aspirantes?


Este último es actualmente el proceso por el cual la profesión de periodista

obtiene sus reclutas. Funciona por selección natural y la supervivencia del más

fuerte, y sus falencias han quedado regadas a la orilla del camino.

El “editor de nacimiento” que ha tenido mucho éxito sin una preparación

especial es simplemente un hombre con inusual habilidad y aptitud para su

profesión escogida, con un gran poder de concentración y un esfuerzo

sostenido. Es alguien que ama su trabajo, en el que pone todo su corazón y

toda su mente. Es, en el sentido estricto, un hombre educado, pero

únicamente ha sustituido con la auto-educación, la educación dada por otros,

compensando cualquier deficiencia en su formación con el sacrificio son

reservas que dan la fortaleza, la energía y el placer. Aun en su caso, ¿no sería

una ventaja tener un sistema de instrucción que le diera los mismos

resultados, con el ahorro de mucho tiempo y trabajo?

La educación comienza en la cuna, en la casa, con las enseñanzas de la madre,

y continúa con otras influencias a lo largo de la vida. Una Universidad es una

de esas influencias—útil pero sin poderes mágicos. Un tonto que arrastre un

alfabeto de títulos después de su nombre sigue siendo un tonto, y un genio, si

es necesario, hará su propia universidad, aunque con un doloroso desperdicio

de esfuerzo que podría reservarse mejor para el trabajo productivo”.

Pulitzer, experimentado periodista, descreía de quienes piensan que el instinto noticioso

es natural y no cultivado. “Una de las principales dificultades en periodismo es impedir


que el instinto noticioso corra sin control por sobre las limitaciones de precisión y

conciencia”. Algo similar opinaba sobre la idea de que la conciencia y el valor moral no se

pueden enseñar. En cuanto a aprender en la oficina, Pulitzer opinaba que no es el mejor

lugar del mundo para hacerlo. “¿Cuál es la misma práctica de la oficina? No es una

formación intencional, sino sólo incidental—no es razón de aprendizaje—es trabajo, en el

cual se supone que cada participante debe saber su oficio. Nadie en una oficina de

periódico tiene el tiempo o la inclinación para enseñar a un reportero crudo las cosas que

debe saber antes de que asuma incluso hasta el trabajo más humilde del periodista”.

En los razonamientos de Pulitzer siempre existió el más grande respeto y admiración por

la profesión, por la gigantesca responsabilidad que esta tenía ante la sociedad. “El

periodista tiene una posición que es toda suya. Sólo él tiene el privilegio de moldear la

opinión, tocando los corazones y apelando a la razón de cientos de miles cada día. He aquí

la más fascinante de todas las profesiones. El soldado puede esperar cuarenta años por su

oportunidad. La mayoría de los abogados, médicos, clérigos, mueren en la oscuridad, pero

cada día abre nuevas puertas para el periodista que mantiene la confianza de la

comunidad y tiene la capacidad de dirigirse a ella”.

Un poco más adelante Pulitzer plantea una idea revolucionaria para su tiempo y que sería

adoptada en el esquema pedagógico del nuevo pregrado que se estaba proponiendo en la

Universidad de Antioquia: “Los profesores de periodismo también deben ser editores

experimentados”. En efecto, la ciudad como laboratorio, la reportería como intervención

de construcción de conocimiento en escenarios reales, y el aula de clase convertida en


sala de redacción para la elaboración de historias reales sobre hechos concretos, fueron

puestas en práctica en el nuevo programa de Periodismo, hasta donde dejaron los

administradores de la Facultad de Comunicaciones, dentro de un marco general que

obedecía a los principales presupuestos de la pedagogía constructivista.

Otro aspecto premonitorio del argumento de Pulitzer, en términos del futuro programa de

Periodismo de la Universidad de Antioquia, fue la tajante separación entre el ejercicio del

periodismo y el negocio del que forma parte. Como se recordará, esto nunca fue tenido

en cuenta por los desarrollistas de la CIESPAL cuando consideraron incluir el periodismo

dentro de una carrera como la Comunicación Social en la que se mezclaban precisamente

aspectos comerciales y empresariales con una profesión que, desde el punto de vista

ético, requiere que éstas estén separadas de la generación noticiosa como ámbito propio

de la prensa. Según el editor norteamericano, “la Escuela de Periodismo debe ser, en mi

concepción, no comercial sino anti-comercial. Si así tiene que ser, debe exaltar el

principio, el conocimiento, la cultura, a expensas del negocio”. Vale la pena, en este

sentido, citar en extenso.

¿Qué es un Colegio de Periodismo? Es una institución para formar periodistas.

¿Qué es un periodista? No un administrador de negocios o director, y ni

siquiera propietario. Un periodista es el vigía del puente del barco del Estado.

Él divisa la vela que pasa, las pequeñas cosas de interés que pueblan el

horizonte en buen tiempo. Él reporta el náufrago a la deriva que el barco

puede salvar. Él se asoma a través de la niebla y de las tormentas para dar


aviso de los peligros que hay adelante. Él no piensa en su sueldo, ni en las

ganancias de los dueños. Él está ahí para vigilar la seguridad y el bienestar de

la gente que confía en él….

Mi esperanza es que este Colegio de Periodismo elevará los criterios de la

profesión editorial. Pero para hacer esto debe distinguirse entre los

periodistas reales y los hombres que hacen un tipo de trabajo de periódico

que no requiere de cultura ni de convicción, sino sólo de un entrenamiento de

negocios. Yo quiero comenzar un movimiento que eleve el periodismo al nivel

de una profesión ilustrada, creciendo en el respeto de la comunidad como se

han elevado otras profesiones mucho menos importantes para el interés

público.

Hay una diferencia entre un negocio y una profesión. Un editor, un escritor

editorial o un corresponsal no están en negocios. Ni siquiera lo está un

reportero capaz. Estos hombres ya están en una profesión, aunque puedan no

admitirlo, o aun saberlo, como desafortunadamente no lo sabe muchos. Para

bien o para mal, ellos representan la autoría, y la autoría es una profesión.

El hombre en la sala de contabilidad de un periódico está en el negocio de

periódicos. El concentra su cerebro (muy legítimamente) sobre los aspectos

comerciales de las cosas, sobre el margen de ganancias, sobre la reducción de

los gastos, sobre comprar papel en blanco y venderlo impreso—y eso es un

negocio. Pero el hombre que tiene la ventaja, el honor y el placer de dirigirse


al público todos los días es un profesional. Así lo es, desde luego, aquel que

dirige a estos escritores y reporteros, quien les dice qué decir y cómo decirlo,

quién les muestra cómo pensar—quién los inspira, aunque nunca escriba un

línea él mismo, y decide cuáles deben ser los principios del periódico”.

(Pulitzer, 1904)

La profunda fundamentación ética que estaba en la base de la profesión y que debían

defender al hombre de prensa de los peligros de la plutocracia y la demagogia, fue otra

razón de peso para crear una Escuela de Periodismo, según Pulitzer. “Nada menos que los

más altos ideales, la más escrupulosa ansiedad de hacer el bien, el conocimiento más

preciso de los problemas que se tienen que enfrentar, y un sincero sentido de

responsabilidad moral, salvará al periodismo de la servidumbre de los intereses de

negocios, que buscan fines egoístas, antagónicos con el bienestar público”.

Pulitzer hizo un recuento del asombroso crecimiento de la prensa en el siglo XIX, en el

contexto del avance del modo de producción de mercado. “Hoy, (1904) solamente los

periódicos matutinos de Nueva York imprimen más de un millón de copias de cada

número. Por lo menos 1,500,000 copias más son añadidas por los periódicos vespertinos

que no existían hace 70 años. En otras palabras, por cada periódico de Nueva York venido

en 1833, 140 son vendidos ahora a 14 veces más personas. Donde solía haber

aproximadamente tres familias por cada periódico, ahora hay más de tres periódicos por

cada familia”. Este crecimiento es parte de lo que él llamó “una revolución de


pensamiento y de vida”, que da aún más relevancia a la formación de una profesión que

está en su mismo centro. “¿Debe la profesión más excitante de todas—la que requiere del

más amplio y profundo conocimiento y las bases más firmes de carácter—ser dejada por

completo al avatar de la autoeducación? ¿Es el hombre llamado a ser el crítico y el

maestro de todo el mundo, el único que no necesita ser enseñado?”

El pensamiento visionario de Pulitzer se aventura a proponer los lineamientos curriculares

básicos para esta “profesión ilustrada”, basados en las habilidades, el conocimiento de

ciencias y humanidades y los contextos en los que se enmarca la noticia. Sobre las

habilidades empieza por el estilo, un elemento que se olvida muy a menudo y que cobra

más importancia en la época presente cuando el genio del lenguaje está perdiendo su

alma en aras de la informática y del internet. Mucho antes de que el concepto del

periodismo literario se pusiera de moda en la literatura de la prensa occidental, ya Pulitzer

lo reivindicaba como el primer elemento a considerar en lo relacionado con la enseñanza

de la profesión. En ninguna profesión es más importante el arte de escribir que en el

periodismo, que diariamente está produciendo literatura—efímera, es cierto, y en gran

parte mala, pero sin embargo, la literatura de millones”.

Parafraseando al dueño del New York World, el estilo es en efecto la redacción narrativa,

como la forma de representación específica del periodismo, en la medida en que éste

consiste en el arte de contar historias. Que la forma sigue a la función en el lenguaje

periodístico, es expuesta brillantemente por el empresario: “No obstante, un único estilo

no responderá a los numerosos requerimientos de un periódico. Debe haber un estilo


diferente para cada tipo de trabajo—polémico, descriptivo, analítico, literario, satírico,

expositivo, crítico, narrativo—y la mente del editor, como un entrenado oído musical,

debe ser capaz de detectar cada nota fuera de lugar.

Pulitzer incluye en su descripción otro elemento que es anatema para quienes abogan y

defienden el modelo hegemónico basado en el estilo genérico descriptivo: “Él (el

periodista) debe tener la facultad crítica, pues todo el trabajo del periódico incluye crítica

y análisis. El periodista critica todo lo que hay bajo el sol; su ojo está siempre en el

microscopio mental y su mano en el cuchillo de la disección”. Esta es sin duda una visión

peculiar pues contradice el principio de la objetividad, uno de los preceptos básicos del

modelo norteamericano, entendida esta no sólo como la capacidad de un reportero

independiente y neutral de captar la realidad tal como es, sino también la de que este

reportero no emita opiniones sobre lo que está describiendo, esto es que no inmiscuya su

propio punto de vista dentro de la historia. Esto confirma que el ideario de Pulitzer de

alguna forma anticipaba la necesidad de dar más flexibilidad al ejercicio periodístico del

que le otorgaba el modelo aplicado incluso en su propio periódico.

Sobre las habilidades básicas que se pueden enseñar a un buen periodista, Pulitzer

enfatiza también la verdad y la precisión. Para ello, él remite a las fuentes, donde reside

el conocimiento que el reportero trata de extraer, y específicamente la fuente primaria.

La bibliografía de libros de referencia, con instrucciones en el arte de

encontrar cifras con rapidez y precisión, sería un curso de colegio bien

definido. Siempre hay una mejor fuente para cualquier tipo de información—


alguna fuente original desde la cual los hechos se filtran a través de toda clase

de medios y finalmente llegan al público de segunda, tercera o cuarta mano.

Conocer estas fuentes de conocimiento exacto, ser capaz de poner la mano

ellas instantáneamente, y ser capaz de establecer los hechos con absoluta

confianza en su precisión—¿podrá haber un logro más útil para el periodista?

El periodismo como profesión ilustrada requiere de conocimientos en dos tópicos que le

son simbióticos: la literatura y la historia. También son esenciales, en opinión de este

mecenas del periodismo, el conocimiento de las estadísticas y las lenguas modernas. En el

primer caso, Pulitzer prefiguraba la importancia que la investigación cuantitativa abría de

adquirir en las ciencias sociales y humanas y la forma como esta ayudaría a medir los

fenómenos para beneficio del lector. Sin embargo, advertía: “Él no debe leer sus

estadísticas ciegamente sino que debe ser capaz de ponerlas a prueba con conocimiento y

sentido común. Siempre se debe estar alerta para descubrir cuánto se puede realmente

creer en ellas—y lo que realmente significan”. En cuanto a las lenguas modernas, el

periodista “debe considerar cada lengua extranjera como una herramienta—una llave con

la cual abrir la vida, la literatura, la moral y las costumbres de la gente que la usa”. Ya

desde entonces Pulitzer entendía la importancia de los medios para acercar a los pueblos

y crear una realidad global.

Tal vez el énfasis más importante en la prefiguración de Pulitzer estaba en la necesidad del

conocimiento contextual de la información. Para el viejo editor, era esencial que un

periodista supiera los rudimentos de los componentes contextuales de la noticia: la


política y sus ideas, la economía, la sociología, las leyes, la ética y el llamado “estudio de

los periódicos”, como un método de inmersión en la realidad. Todo ello debería concluir

en lo que es esencial al periodismo: la elaboración de noticias: “Denme un editor de

noticias que esté bien plantado, que tenga los fundamentos para la exactitud, amor por la

verdad y el instinto para el servicio público, y no habrá problema con la recolección de

noticias”.

Toda la argumentación de Pulitzer concluye en un razonamiento que configura el sustrato

ético de la profesión periodística y que él llama “El servicio público como bien supremo”.

Hablando de Estados Unidos, su país adoptivo, Pulitzer emitió un juicio que aún hoy tiene

un extraordinario poder de resonancia en la mente de todos aquellos que confían o

sospechan de la prensa y que ha probado ser cierto con el paso de las décadas: “Nuestra

República y su prensa se levantarán o caerán juntos. Una prensa capaz, desinteresada, con

espíritu público, con una inteligencia formada para conocer la rectitud y valor para

hacerlo, puede preservar la rectitud pública sin la cual el gobierno popular es una farsa y

una vergüenza. Una prensa cínica, mercenaria y demagógica, producirá con el tiempo un

pueblo tan bajo como ella misma. El poder de moldear la República estará en manos de

los periodistas de las generaciones futuras”.


CAPITULO III

LOS MODELOS

EL MODELO HEGEMÓNICO

Para entender la naturaleza del programa que se propuso en la Universidad de Antioquia,

hay que definir la génesis y la estructura conceptual del periodismo que se practica hoy en

las principales redacciones del continente americano y en la mayoría de las democracias

representativas de occidente donde rige la libertad de prensa y expresión. Este nació en

Estados Unidos en un proceso gradual que configuró su ejercicio como derecho

constitucional, como profesión y como disciplina académica. Esta forma de hacer y de

concebir el periodismo representa, dentro del universo de su ejercicio, el modelo

hegemónico predominante actualmente en América Latina y en menor grado en Europa.

El sustento legal del periodismo contemporáneo nació de la Primera Enmienda a la

Constitución de Estados Unidos, promulgada en 1787, que a la letra dice: “El Congreso no

hará leyes con respecto al establecimiento de religión y de prohibir el libre ejercicio de

ésta, o de limitar la libertad de expresión o de la prensa, o el derecho de la gente a

reunirse pacíficamente y a solicitar al gobierno la reparación del motivo de sus quejas”.

Esta ley absoluta, que prohíbe hacer leyes en su contra y contra ciertas libertades

fundamentales, proveyó por sí misma, en su extraordinaria simplicidad, la

fundamentación legal y ética de la libertad de expresión y de prensa, adoptada por la


mayoría de las constituciones occidentales y por la Declaración Universal de los Derechos

Humanos de la Naciones Unidas.

El modelo hegemónico se fue fraguando a medida que evolucionaba el sistema capitalista

de mercado, para responder a las necesidades de la sociedad en desarrollo por un lado, y

por otro para conformar un bien lubricado y lucrativo negocio con un enorme poder para

influir en la sociedad. El periodismo político y partidista de la época de la lucha por la

independencia en Estados Unidos, dio lugar gradualmente a un periodismo más

independiente, neutral y variado en su temática, características necesarias para aumentar

la circulación a un público lo más amplio posible y para incrementar la eficacia de la

publicidad, del otro actor que transformó en negocio de las noticias.

Junto con los avances en las técnicas de impresión, que hicieron posible producir más

páginas mucho más rápida y eficientemente, llegó otro invento que dio lugar al

nacimiento de la noticia como lo conocemos hoy. El telégrafo de impulsos eléctricos, el

primer medio de comunicación a distancia, inmediatamente acortó los tiempos y los

espacios entre lugares alejados e hizo posible que la información se diseminara con mayor

rapidez. El primer mensaje en clave morse, un lenguaje creado específicamente para el

nuevo medio, fue enviado en 1938 y en 1844 se transmitió el primer telegrama entre

Washington, D.C. y Baltimore, Maryland. La primera línea telegráfica transcontinental

entre el este y el oeste del país, que se extendió a lo largo de las líneas de ferrocarril,

empezó a funcionar en 1861. El primer cable telegráfico submarino conectó a Estados

Unidos con Europa en 1866, a Europa con India en 1870 y a Inglaterra con Australia en


1872. Con el tendido del cable a través del Pacífico en 1902, el mundo quedó

interconectado por primera vez en la historia y con ellos los habitantes de un extremo del

planeta pudieron saber qué pasaba en el otro en cuestión de horas.

Los contenidos informativos fueron variando según la exigencia de los tiempos. Poco a

poco se incorporaron problemáticas generadas por el acelerado desarrollo de una nación

y un sistema social en formación, que incluía la creación de grandes centros urbanos, de

un sistema escolar que favorecía la lectura, de medios de transporte más rápidos y

eficientes como los trenes y los tranvías a vapor, de grandes operaciones de manufactura

y de renovadas formas de representación cultural. El auge de los periódicos baratos,

usualmente una hoja de pliego con grandes bloque impresos, que costaba un centavo (the

penny press), incluía predominantemente una mezcla de cuatro elementos redactados en

un estilo sensacionalista calculado para atraer la atención de los lectores de entonces:

sexo, dinero, crimen y poder. El lenguaje, aunque bien cuidado en su ortografía y sintaxis,

adolecía del subjetivismo expresado en la exageración, la hipérbole y el dramatismo que

serían posteriormente desterrados del estilo noticioso informativo.

La llegada de la comunicación a distancia aportó una de las condiciones necesarias para la

formación de la noticia como concepto fundamental en periodismo y a partir de entonces

la información tuvo como valor esencial el descubrimiento de lo novedoso. Eso hizo que

uno de los objetivos del periodismo fuera la entrega rápida de la información, más rápido

que la competencia en todo caso, y que se hiciera lo posible por reducir la distancia entre

el momento del suceso y su divulgación al público lector.


Esto estimuló la competencia entre los medios, pero también su organización. La

necesidad de proveer información local, nacional y global, condujo a la creación de las

agencias de prensa en Europa (Agencia France Press en 1837, y Reuters en 1851) y en

Estados Unidos (Associated Press en 1846). Estas eran básicamente sindicatos de empresa

creados por periódicos para mantener una red de corresponsales que generara una

corriente continua de información local, nacional transcontinental que los miembros

afiliados pudieran usar. Fueron las agencias de prensa las que, por necesidad, crearon los

primeros manuales para la recolección, redacción y edición de información para la

generación de noticias y con ellos la primera fórmula del modelo hegemónico.

La fragilidad de la comunicación telegráfica obligó a que la información fuera transmitida

de la forma más eficiente posible lo que a su vez implicó que se creara una economía del

lenguaje para dar cuenta de la mayor cantidad de hechos con la menor cantidad de

palabras. Así mismo, la necesidad de que la información generada fuera accesible y

aceptable por el público en general obligó a definir un lenguaje periodístico y una

estructura que se puede resumir en dos esquemas básicos que se han manejado desde

entonces: la pirámide invertida y la respuesta a cinco preguntas básicas: qué, quién,

dónde, cuándo y cómo.12

La pirámide invertida fue, de hecho, la primera formulación sistematizada del concepto de

noticia. El esquema implicaba que las primeras líneas y el primer párrafo, el lead del

12

Sintomáticamente, por cuanto la investigación periodística es eminentemente cualitativa, la fórmula dejó por fuera la pregunta crucial de cuánto, que en inglés se puede decir de varias maneras: how much y how. many. De todas maneras es innegable que la dimensión del fenómeno noticioso es esencial desde el punto de vista contextual como punto de referencia factual en cuanto a cantidades, tamaños, dimensiones y otros aspectos requeridos en una información íntegra.


artículo, tenían que incluir lo que el reportero y/o el editor consideraran más importante y

novedoso con la intención de atrapar inmediatamente la atención del lector. Este

elemento noticioso debía ser netamente descriptivo, es decir, el reportero debía captura

solamente los hechos y articularlos dentro de una narrativa estrictamente causal,

respondiendo a cinco preguntas básicas que constituían las coordenadas del evento

convertido en noticia: quién (el ser humano), qué (el evento), dónde (el espacio), cuándo

(el tiempo) y cómo (el cambio). A medida que transcurría el artículo, la información se

hacía más accesoria, de tal manera que todo lo que quedara hacia el final fuera

prescindible, ya porque la transmisión se truncara, o porque el espacio en el periódico

estuviera limitado. Dentro de este esquema, la conclusión del artículo era lo menos

importante.

La razón de ser para la conformación del estilo genérico desprovisto de subjetividad para

contar los hechos, es que era el que mejor se ajustaba a las necesidades de circulación de

los periódicos, que ya entonces eran auténticos medios de comunicación de masas, en

cuanto a su función de poner en contacto a los lectores con sus anunciantes, es decir a los

consumidores con los productos. La vieja herencia del periodismo partidista, en donde los

medios eran vehículos y núcleos de poder al servicio de causas políticas, tuvo que ser

reacomodada para no alienar a los lectores. Se competía por circulación con rapidez y

profusión de noticias, no con ideas propias ni causas ajenas.

Entonces se produjo otro cambio que contribuyó aún más a la configuración del modelo

hegemónico: la separación entre la información y la opinión. Estos dos géneros, que en un


principio estuvieron unidos, terminaron separándose cuando los medios se convirtieron

en grandes empresas y las agencias de noticias establecieron las normas de la redacción y

la reportería de noticias. El movimiento fue más o menos gradual hasta cuando se crearon

las páginas editoriales en las cuales los dueños de los medios, haciendo uso de su

prerrogativa como empresarios, se reservaron el poder de opinar abiertamente según sus

preferencias personales y políticas, ellos o sus designados, mientras que a los periodistas

rasos se les condenó hasta el día de hoy al árido terreno de la descripción positiva y

desapasionada, no comprometida en todo caso, de los hechos.

Con ello quedó claro quién manejaba y controlaba el enorme poder que adquirieron los

periódicos de masas de llegar con el mismo mensaje a centenares de miles de personas y

con ello moldear lo que eufemísticamente se dio por llamar desde entonces la opinión

pública. Sin embargo, a los periodistas rasos, aquellos que el teórico norteamericano

Hanno Hardt llamaría “los proletarios de la prensa”, se les puso una camisa de fuerza

prácticamente inexpugnable, la misma que hasta el día de hoy mantiene su poder a pesar

de que la ciencia y la lógica lo han desvirtuado: la objetividad.

En efecto, al introducir este concepto, se dio pie para que por ahí se colara todo el

paradigma positivista del siglo XIX en el ejercicio periodístico, al asumir que la realidad se

podía observar objetivamente, sin que la presencia o el filtro del observador la modificara.

El periodista se convirtió en una especie de mensajero de los hechos, un ser neutral e

independiente encargado de describir situaciones, sin tomar partido, sin comprometerse.

Y con ello se emasculó la posibilidad de hacer análisis e interpretación, de ir más allá del


entorno inmediato y de ligar los eventos convertidos en noticias al devenir general de la

sociedad.

También, dentro del papel de los medios en la sociedad, se adoptó, como parte de su

funcionalidad, la de ser útiles en el sentido de proveer información que lubricara el

funcionamiento del sistema de mercado. La publicidad misma cumplía la función de poner

en contacto a los consumidores con los proveedores de bienes y servicios por lo que se

convertiría en una importante fuente de ingresos para los propietarios de los medios. Y la

información entregada al público también era considerada necesaria y funcional, es decir

útil, dentro de un sistema democrático en el cual era absolutamente necesaria para que

los ciudadanos bien informados tomaran las decisiones que mejor convenían a su

bienestar.

Los grandes sacrificados en todo este proceso, por lo menos en lo que se refería a la

fórmula hegemónica, fueron el análisis y la interpretación y por consiguiente cualquier

punto de vista crítico en el sentido de opinar y tomar partido en torno a las circunstancias

objeto de la reportaría. La contextualización de la información pasó a segundo plano, así

como el estilo narrativo de corte literario que fue reemplazado en la prensa cotidiana por

un lenguaje genérico y sucinto, heredero del telégrafo.

Sin embargo, ninguno de estos elementos fue desterrado del todo del escenario de los

medios. En el caso de los contextos, la evolución de la prensa a partir de las condiciones

materiales impuestas por una desaforada economía de mercado, fue generando una

conciencia ética para acompañar el inmenso poder que adquirieron los grandes periódicos


en la segunda mitad del siglo XIX, fundada en la columna vertebral del modelo

hegemónico, su valor más preciado: las libertades de prensa y de expresión consignadas

en la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos.

La protección constitucional a la prensa tenía entonces y ahora una razón de ser: la de

permitirle al periodismo libre servir de conciencia ciudadana ante los poderes públicos y

privados. En el fondo, la prensa se apropió de la representación del público ante el poder

encarnado por la política y el dinero, bajo la premisa de que ante los únicos que debía

responder eran sus lectores. Con ello, la prensa se adjudicó a sí misma la no pequeña

responsabilidad de ser guardiana de la verdad, y por extensión de la honestidad, la

rectitud y todos aquellos valores implícitos en una democracia justa y equitativa. Esto le

dio una razón de ser y una prerrogativa aún más poderosa que la de describir hechos

cotidianos que, aunque novedosos, se suponía producto de una realidad a la que se debía

considerar neutral y objetiva en sí misma. Esta prerrogativa específica fue la de hacer

periodismo investigativo para desenmascarar hechos de corrupción y abuso de poder de

funcionarios públicos o privados que traicionaran la confianza que los ciudadanos les

habían conferido al elegirlos en las urnas o al consumir sus productos y servicios. Más allá

de la prerrogativa de los dueños de los medios de opinar y de tratar de moldear la opinión

pública, fueron los periodistas investigativos quienes pasaron a representar el verdadero

poder de la prensa. Y esto lo hicieron porque trascendieron los hechos escuetos y

rescataron sus respectivos contextos, los mismos que el modelo hegemónico trataba de

obviar, mostrando las conexiones profundas que existían entre la actuación quienes

ejercían poder público y privado a nombre del capital y el bienestar o malestar de los


ciudadanos. Con ello destacaron un aspecto esencial del periodismo investigativo, su

relevancia como generador potencial de procesos de cambio y transformación al interior

de las sociedades.

En cuanto al estilo narrativo, a pesar de la camisa de fuerza del modelo hegemónico, la

prensa nunca abandonó la capacidad ni el deseo de contar historias. Lo hizo en los medios

que se preciaban de su neutralidad e independencia y en formatos como las revistas que

de desarrollaron simultáneamente con los grandes periódicos, en donde siempre tuvo

cabida un periodismo más denso y más elaborado estilísticamente, directamente

emparentado con la etnografía. Lo hizo en ensayos argumentativos, que en el caso de la

prensa siempre estuvieron alimentados por la reportería y la investigación periodística. Y

lo hizo en el mismo periodismo de opinión que con el tiempo generó las columnas y los

columnistas que hoy pueblan las páginas de los periódicos y más adelante, a comienzos

del siglo XX, dio lugar a toda una gama de crítica artística y literaria y al no despreciable

género de la caricatura política y el humor. La narrativa como sustrato estilístico en el

ejercicio periodístico daría lugar también al periodismo literario, un término que reivindica

la profesión como una actividad eminentemente creativa dentro del universo cultural.

La fórmula del modelo hegemónico se consolidó con el surgimiento de los valores

noticiosos, los criterios básicos para escoger y definir entre la infinita variedad de eventos

que ocurren a diario, aquellos cuyas características los hacen susceptibles de ser

procesados y convertidos en noticias. Más allá de la enorme utilidad que tienen dentro de

los procesos de elaboración noticiosa, estos valores representan una herramienta para


elaborar un marco conceptual del modelo, su funcionalidad por decirlo así, dentro del

contexto cultural que lo determina, empezando por la definición de la noticia misma. En

la medida en que los valores noticiosos son los que ligan la noticia con los lectores, en

términos de las expectativas que estos tienen de los medios, son importantes a la hora de

establecer una relación entre el periodismo y su época.

Aunque los valores noticiosos han evolucionado desde la consolidación del modelo

hegemónico, especialmente con la llegada de la tecnología informática y el internet,

aquellos generados inicialmente en el siglo XIX conservan toda su vigencia dentro de la

funcionalidad del modelo actual. Estos incluyen inmediatez, impacto, prominencia,

proximidad, conflicto, dramatismo, rareza, vigencia, necesidad, relevancia y utilidad.

Al mismo tiempo que se consolidaban los valores noticiosos también se afinaban los

componentes de la noticia, para seguir la tipología de la Mencher (Mencher, 2006).

Mientras que los primeros conciernen primariamente a la reportería como actividad de

investigación de campo, los segundos se pueden considerar como un protocolo para el

procesamiento y redacción de la información conducente a la noticia, y como un sustrato

ético que responde a las reglas estrictas establecidas en el acomodamiento implícito en

las salas de redacción entre dueños, editores y reporteros para la elaboración de la

fórmula estándar del modelo. Estos incluyen veracidad, precisión, exactitud, atribución,

verificación, comprensión, legibilidad, ecuanimidad, balance, objetividad, brevedad,

selectividad, claridad, interés humano, y responsabilidad.


Tanto los valores como los componentes de la noticia conforman un menú de categorías

conceptuales sobre las que se puede levantar toda una teoría del periodismo.

Prácticamente todas ellas entran en juego en diferentes proporciones, dependiendo de

cada asignación específica. Estas categorías están determinadas históricamente por

cuanto son producto de las circunstancias y condiciones sociales específicas que dan lugar

al tipo de periodismo que se genera en cada lugar y momento específico. Por ello, son

invaluables a la hora de analizar el papel de la prensa en su contexto social y de teorizar

sobre la naturaleza del periodismo como cronista de su tiempo.

EL MODELO HEGEMÓNICO EN AMÉRICA LATINA

La idea de incluir el estudio del periodismo en las ciencias de comunicación de masas,

limitando su identidad como disciplina académica susceptible de ser teorizada en sí

misma, tuvo éxito desde el punto de vista paradigmático, pues con muy contadas

excepciones los contenidos generados a partir de la reportería, la metodología de

investigación propia del periodismo, incluyendo los producidos por los periodistas

investigativos, fueron agrupados con todos los demás mensajes generados desde los

medios. Desde el punto de vista académico, el periodismo sobrevivió, más como profesión

que como campo disciplinar, en los numerosos programas que permanecieron activos en

las universidades norteamericanas. Y aun así lo hicieron envueltos en la teoría que surgió

en la primera década del siglo XX y que todavía conserva su plena vigencia, a pesar de las


evidentes limitaciones de la investigación cuantitativa frente a la gran riqueza cualitativa

de la prensa.

En América Latina, sin embargo, el triunfo de las ciencias de la comunicación de masas fue

aplastante. A finales de la década de los años 50 la UNESCO, una organización dominada

entonces por Estados Unidos, decidió propiciar una comisión para que estudiara e hiciera

un diagnóstico sobre la enseñanza de la comunicación, incluido el periodismo, en América

Latina. La comisión estuvo presidida por Wilbur Shramm, considerado como el padre de

los estudios de comunicación de masas en Estados Unidos e incluyó destacados teóricos y

expertos como Daniel Lerner, Raymond Nixon y Everett Rogers, entre otros.

Después del diagnóstico se optó, a través del Centro Internacional de Estudios Superiores

de Periodismo para América Latina CIESPAL, por proponer la creaciones de carreras de

comunicación polivalentes, es decir, incluir entre sus materias a todas aquellas

relacionadas con los medios como la comunicación organizacional, empresarial, relaciones

públicas, publicidad y el periodismo, cuya función en Estados Unidos era ayudar a que el

sistema de mercado, incluyendo la industria cultural, funcionara mejor. Las conclusiones

comenzaron a ser implementadas rápidamente, desde CIESPAL, fundado en 1959 y

basado en Quito, Ecuador. A pesar de que antes de la fundación de este ente académico el

tema de la comunicación como disciplina académica y de investigación no había sido

prevalente América Latina, en el curso de pocos años todos los programas autónomos de

periodismo que existían en la región—con la única excepción de la Universidad Católica de

Chile—desde el más antiguo de ellos en la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina,


creado en 1935, hasta el de la Universidad de Antioquia en Medellín, Colombia, fundado

en 1960, desaparecieron y fueron absorbidos e incluidos dentro de la nueva carrera

llamada Ciencias de la Comunicación Social.

El papel de CIESPAL, orientado a partir de los ejes de la formación, la investigación y la

documentación, fue esencial para la difusión del paradigma funcionalista de la

comunicación de masas. A comienzos de la década de los años sesenta y a partir de

reuniones previas con directores de escuelas de periodismo y directores de medios, que

mostraron la natural disparidad en la enseñanza de la profesión en el continente, se

decidió hacer una serie de reuniones para promover el cambio en la enseñanza de la

comunicación. De los cinco encuentros regionales realizados salieron numerosas

recomendaciones, las más importantes de las cuales, en el caso que nos ocupa,

condujeron precisamente a la desaparición de los programas de periodismo y a la creación

de “facultades de ciencias de la información colectiva”, bajo lineamientos generales

promovidos por CIESPAL. También se proponía estimular la investigación en

comunicación, prácticamente inexistente, de investigadores y de centros o institutos que

la llevaran a cabo. Estos últimos objetivos se cumplieron de una manera muy limitada por

cuanto las metodologías de investigación en comunicación, excepto por las promovidas

desde el modelo hegemónico de la comunicación de masas, de corte funcionalista-

positivista-cuantitivo norteamericano, como el difusionismo de Everett Rogers, no existían

en la región. O mejor dicho, sí había una metodología de investigación que mal que bien

cumplía con referenciar la realidad de todos los países: el periodismo. Sin embargo, y

siguiendo el esquema de la comunicación de masas norteamericana, aparentemente este


no fue considerado en esta luz y ni siquiera se mencionó en los encuentros regionales,

como tampoco se habló sobre las posibles consecuencias para su supervivencia e

importancia como profesión una vez desaparecieran los programas autónomos que

existían hasta entonces.

Como consecuencia del trabajo de punta de lanza de la CIESPAL, de los 56 programas de

Periodismo que existían en América Latina en 1960, solo quedaron 24 en 1980. En cambio,

para ese año ya existían 139 programas de Comunicación, Comunicación Social, Ciencias

de Comunicación, Ciencias de la Información, Comunicación Pública y Comunicación

Masiva, entre otros eufemismos. Para el año de 2009 ya existían 1.752 escuelas de

Comunicación en América Latina. Las escuelas y programas de periodismo, sin embargo,

se pueden contar con los dedos de una mano.

Con esto, el periodismo perdió cualquier posibilidad de ser una disciplina autónoma

dentro de las ciencias sociales y humanas, con su propio corpus teórico, y su propia

identidad investigativa y profesional. A pesar de que siguió siendo una gran fuente de

trabajo para miles de personas en el continente, y de que cada día como en cualquier otra

parte del mundo mostraba resultados en cuanto al escenario de la vida política, social,

económica y cultural, de su devenir histórico y del lugar en el mundo de los países de

América Latina, el periodismo fue reducido a un área dentro de los estudios de la

comunicación y en muchos lugares a un oficio que ni siquiera ameritaba un diploma por sí

mismo. A lo sumo, se otorgaron los títulos de Comunicador Social-Periodista.


Es de presumir que en toda América Latina, la anulación completa de los estudios

autónomos de periodismo se reflejó en su calidad. El aplastante poder del paradigma

funcionalista en la comunicación de masas, no sólo despojó al periodismo de su identidad

nacional y regional, sino que terminó imponiendo por completo el modelo hegemónico

del que se ha hablado en los programas de estudio.

En el caso de Colombia, la calidad de la enseñanza del periodismo sufrió enormemente a

causa de este movimiento. En esas condiciones no es de extrañarse que la educación de

un reportero principiante tuviera lugar más en las salas de redacción que en las aulas de

clase, donde hasta el día de hoy predomina el simulacro como metodología de enseñanza

en muchas universidades donde se aprende junto con las demás “ciencias de la

comunicación”. Aún hoy los medios informativos se quejan de la calidad de la formación

periodística en las universidades, limitada a áreas o énfasis y prisionera de una pedagogía

obsoleta basada primero en la redacción y después, cuando se hace, en la reportería o

investigación de campo.

Casi sobra decir que el auge de las carreras de comunicación social en América Latina

basado, a pesar de su obsolescencia, en la teoría de la comunicación de masas heredada

del paradigma funcionalista norteamericano, estuvo apoyado en las teorías económicas

agrupadas en torno al término genérico de “desarrollismo”, impulsadas por una

organización cuyo nombre a menudo se confunde con el de CIESPAL: la Comisión

Económica para América Latina, CEPAL, creada por la ONU. Fue desde organismos de la

ONU como UNESCO y CEPAL donde se comenzaron a promover los diagnósticos que,


entre otros, condujeron a la reevaluación de los estudios del Periodismo y la

Comunicación en el continente latinoamericano, en los que a decir verdad, según los

diagnósticos de la propia CIESPAL, no existían pautas teóricas o prácticas que dieran a

entender algún tipo de coherencia y de relación real con la problemática y oportunidades

de los nuevos medios, entre ellos la radio y la televisión, que apenas estaban penetrando

en los países de la región.

Se agruparon entonces los múltiples aspectos que tenían que ver con la comunicación,

incluyendo el periodismo, y la misma CIESPAL se encargó de proponer currículos que

abarcaran todos aquellos campos en los que habían detectado deficiencias en términos de

los que se percibía eran las necesidades reales de los países en su búsqueda del desarrollo

social.13 En realidad el ajuste se hizo para acomodar los medios a las necesidades del

naciente mercado de la industria del entretenimiento, muchos de cuyas producciones

para la televisión y el cine comenzaron a penetrar las ondas y los teatros, además de la

publicidad que promovía principalmente los productos manufacturados por compañías

multinacionales que habían adoptado a los países de América Latina sus mercados de

expansión.

13

A partir del análisis de los programas universitarios, donde se encontró que “no existe una relación de similitud entre los programas curriculares de las 56 escuelas de comunicación y periodismo que forman parte del estudio”, la organización asumió la tarea de convencer a los existentes para que adoptaran un currículo tipo que incluía 20% de materias de ciencias de la comunicación, 45% de Prácticas y Técnicas Profesionales, 20% de Formación Humanística y 20% de Plan variable. Sobre los criterios curriculares en términos de las Ciencias de la Comunicación, el criterio explícito era: “La primera de las áreas debe comprender las ciencias de la comunicación y aquellas materias que sirvan para establecer un puente entre la comunicación y el desarrollo. Su naturaleza será fundamentalmente doctrinal. Gracias a las materias incluidas en esta área se supone que los estudiantes recibirán la formación y la información suficientes para que puedan convertirse en “profesionales”, en toda la extensión y valor del término”. El periodismo fue incluido dentro del área de Técnicas y Prácticas Profesionales, junto con materias como Publicidad, Producción Radial, Producción para Televisión y Producción Cinematográfica, entre otras.


No obstante, el propio análisis de la CIESPAL adolecía de los mismos problemas de la

teoría de la comunicación de masas, a saber, la enorme confusión de los medios con los

contenidos y el agrupamiento de estos últimos sin detenerse a considerar, por ejemplo, la

especificidad del periodismo ni mucho menos la importancia de la investigación

periodística, inexistente por demás en el sentido norteamericano, dentro del desolador

panorama académico de América Latina. Solamente a mediados de la década de los años

setenta se empezaron a dar los primeros pasos para generar investigación en

comunicación autóctona y ello se dio como reacción a la crítica mundial generada en

torno a lo que se llamó en Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación.

Curiosamente para la CIESPALese enorme debate planetario, introducido en la agenda

mundial por los países del movimiento de los No Alineados y la propia UNESCO, no parece

haber revestido mayor importancia. De hecho, a raíz del nombramiento de la Comisión

Internacional para el Estudio de los Problemas de la Comunicación a instancias de la

conferencia general de la UNESCO reunida en Nairobi en 1976, presidida por el irlandés

Sean MacBride, se produjo el más importante diagnóstico sobre los problemas de la

información y comunicación: “Un solo Mundo, Muchas Voces” (MacBride, 1980). Este

libro, el resultado de tres años de arduo trabajo, llamó la atención sobre los enormes

desequilibrios de la información y comunicación en el mundo, particularmente en el eje

Norte-Sur. Entre muchos otros aspectos, el libro desentrañó la problemática de los países

en desarrollo como los de América Latina, estableció la agenda para la investigación que

seguiría y llamó a una especie de rebeldía contra el orden establecido por los monopolios

transnacionales en su afán por conquistar los mercados de los países emergentes. Con ello


quedó más que claro la necesidad de cambiar los paradigmas dominantes hasta entonces,

los mismo que habían sido promovidos por la CIESPAL. Tan duro y categórico fue el

documento salido de la Comisión, que condujo a Estados Unidos a retirarse de la UNESCO

al perder el control de la organización y del debate en torno al papel de los medios de

comunicación en un mundo en desequilibro.

A diferencia de CIESPAL, sin embargo, la Comisión MacBride sí llamó la atención sobre la

importancia de un buen periodismo en América Latina y de la problemática

contextualizada de la profesión. El informe habla del acceso a la información, la

protección a los periodistas, la reglamentación de la profesión, los derechos profesionales

y el interés general, de los códigos deontológicos, los consejos de prensa y comunicación

social, y el derecho a la respuesta y rectificación. La Comisión también habla de la

importancia de formar profesionales en la comunicación, entre los que se encuentran los

periodistas, en múltiples aspectos relacionados con los medios. No existe evidencia de que

las universidades latinoamericanas en donde existían programas de Comunicación Social

hubieran tomado en cuenta el estudio de la Comisión y mucho menos sus

recomendaciones

En cualquier caso, y a pesar del valioso aporte de la Comisión Mac Bride, en la dinámica

que se generó desde finales de la década de los años sesenta, el gran perdedor fue el

periodismo en América Latina porque desapareció como carrera en las universidades, y

con ello perdió su identidad profesional y la posibilidad de convertirse en un campo de

norteamericano, para hacer una verdadera diferencia en la realidad latinoamericana.


No sería justo terminar esta reflexión sin llamar la atención sobre el convulsionado

panorama político latinoamericano en las décadas de los años sesenta y setenta, que sin

duda generó caos en la prensa de todo el continente y cuando muchos periodistas e

investigadores sociales perdieron la vida, especialmente a manos de las dictaduras que

surgieron a la sombra del poderío norteamericano. No obstante el valor y la dedicación de

muchos periodistas, está claro que en aquellos países por regla general los grandes

medios de comunicaciones casi siempre estuvieron al lado del poder como les

correspondía a estas grandes empresas comerciales cuya supervivencia dependía del favor

de los gobiernos de turno.

Se ha dicho que la prensa es el cuarto poder porque una información completa

y exacta sobre los asuntos de interés general es el medio gracias al cual los

gobiernos, las instituciones y todos los que poseen una porción de autoridad,

en cualquier nivel, son considerados responsables por el público y ante él. No

obstante, los titulares de la autoridad tienden a menudo a encubrir lo que

pueda resultar molesto o lo que podría movilizar la opinión pública contra

ellos. Ésta es la razón de que se rechace el derecho a la información, y de la

censura abierta o disimulada y de los intentos de portavoces oficiales para

desorientar deliberadamente la opinión. Pese a los bellos principios

proclamados en las leyes y en las constituciones, en muchos países los

periodistas no tienen libertad para decir la verdad. Así por ejemplo, en varias

naciones de América Latina, cuyo régimen era antes una democracia, está hoy

en vigor la ley marcial. Unas medidas de censura limitan estrictamente la


posibilidad que tiene el periodista de desempeñar eficazmente su profesión.

Los periodistas que incurren en el desagrado de las autoridades o de los

intereses poderosos son acosados e intimidados. Un clima de miedo puede

conducir insidiosamente a la autocensura. Semejantes tendencias son

inaceptables, y hay que combatirlas. Puede haber muchas concepciones de la

verdad. Pero el derecho de indagación y de expresión, incluido el derecho a

profesar opiniones opuestas, son indispensables para el establecimiento de

una verdad más completa y más global, que necesitan tanto los países como

los individuos en un mundo complejo y pluralista. Al igual que todo sistema de

información, todo órgano de información no tiene más valor que su

credibilidad. (MacBride, 1980: 401)

Aunque los ejemplos del papel de las dictaduras en la represión a la prensa abundan, el

caso de Chile es particularmente emblemático. Allí los grandes medios de comunicación se

aliaron incondicionalmente con la dictadura de Pinochet y contribuyeron decididamente,

desde su lógica empresarial y con la ayuda de organismos transnacionales como la

Sociedad Interamericana de Prensa, a mantener el clima de terror impuesto por la

dictadura a su propio pueblo. Antes del golpe del 11 de septiembre de 1973, un vigoroso

movimiento de reflexión y teorización sobre los medios de comunicación de masas,

predominantemente marxista, había tomado vuelo en el país de la mano de teóricos

como Armand Mattelart, Camilo Tauffic y Ariel Dorfman, entre otros. Todo esto fue

acabado de un solo golpe, ante la mirada atónita del resto del mundo y con la complicidad

implícita y explícita de la gran prensa de todo el continente americano.


Pero fue precisamente después de esos dolorosos acontecimientos cuando se comenzó a

pensar seriamente en la investigación sobre comunicaciones en América Latina y se

empezaron a conformar los primeros grupos de estudiosos sobre el tema.

EL MODELO INTERPRETATIVO

En la introducción de su libro La interpretación de las Culturas el antropólogo Clifford

Geerts hace una declaración que va al corazón del ejercicio periodístico:

El concepto de cultura al que yo me suscribo, y cuya utilidad los ensayos que

siguen intentan demostrar, es esencialmente semiótico. Creyendo, con Max

Weber, que el hombre es un animal suspendido en redes de significación que

él mismo ha tejido, yo considero que la cultura es esas redes, y su análisis es

por consiguiente no una ciencia experimental en busca de leyes sino una

interpretativa en busca de significados. Es explicación lo que persigo, construir

expresiones sociales que en su superficie son enigmáticas.

Geertz procede entonces a explicar sus ideas en un texto al que fácilmente se le pude

cambiar las palabras “antropología” por “periodismo” y “etnografía” por “reportería” y

quedaría como una descripción completa del periodismo interpretativo. Hagamos el

ejercicio:

En antropología, o en cualquier caso antropología social, lo que los

practicantes hace es etnografía. Y es en entender qué es la etnografía, o más


exactamente qué es hacer etnografía, que se puede comenzar a concebir lo

que representa el análisis antropológico como forma de conocimiento. Esto,

que se debe decir inmediatamente, no es un problema de métodos. Desde un

punto de vista, el del libro de texto, hacer etnografía es establecer relaciones,

seleccionar informantes, transcribir textos, tomar genealogía, cartografiar

campos, mantener un diario, entre otros. Pero no son esas cosas, técnicas y

procedimientos recibidos, lo que definen la empresa. Lo que la define es el

tipo de esfuerzo intelectual que es: una elaborada aventura en, para prestar

una noción de Gilbert Ryle, “descripción densa”.

La última expresión epitomiza la refrescante conmoción que causó Geertz con sus

planteamientos en un campo de la antropología. Siguiendo con el intercambio de

términos, la descripción densa más o menos se ajusta a lo que dentro del modelo

interpretativo correspondería a los contextos, un elemento esencial, como se verá más

adelante, en la formulación de la asignación periodística como protocolo de investigación

de campo.

El objetivo de la etnografía, según Geertz, es “una jerarquía estratificada de estructuras de

significado”. Comparada con la descripción estándar de la etnografía según la teoría

clásica de la investigación en comunicación de masas, la propuesta de Geertz va mucho

más lejos en cuanto se mete de lleno con el asunto de los sentidos y las redes de

significación dentro de las que se encuentran prácticamente todos los eventos noticiosos

que son objeto de elaboración por parte del periodismo.


La relación de la etnografía con el periodismo no es nueva. Los razonamientos que

preceden permiten colegir que la reportería como metodología de investigación social

siempre ha sido una forma de etnografía, urbana en la mayoría de los casos, desde mucho

antes que los antropólogos volvieran sus ojos a las ciudades y sus problemáticas. Es

indiscutible que la inquietud por profundizar sobre en los alcances del periodismo en

términos de generación de conocimiento social relevante y transformador estuvo detrás

de todos los grandes movimientos de la prensa norteamericana y de aquellos en América

Latina, que como la revista Alternativa en Colombia, intentaron ir más allá de los

supuestamente permisible por la gran prensa dentro de su alegada independencia y

neutralidad. Así ocurrió con la ola de periodismo investigativo que a finales del siglo XIX y

comienzos del XX sacudió los cimientos del capitalismo salvaje y obligó a los ciudadanos y

a los gobiernos a enfrentar problemas que de no haber sido por los investigadores y la

prensa habría tardado mucho más en resolverse. En 1906, el presidente Theodore

Roosevelt acusó a los periodistas que practicaban lo que entonces se llamada literatura de

exposición de rastrillar solo el cieno de la vida y nunca mirar a las estrellas. Roosevelt se

refería a una generación de investigadores para quienes el sobrenombre de muckrackers,

rastrilladores de cieno, se convirtió en una marca de honor. Como dijo Pulitzer en 1987,

“Más crimen, inmoralidad y bribonería han sido prevenidos por el miedo a ser expuestos

en los periódicos que por todas las leyes, moral y estatutos nunca concebidos”.


Otras tendencias como el Nuevo Periodismo14 y el Periodismo Cívico15, para mencionar

sólo dos, buscaron nuevas formas de construir la narrativa de la actualidad innovando

sobre el modelo hegemónico, muchas veces por sobre la oposición de quienes, desde los

medios establecían, veían esa apertura como una amenaza a los sacrosantos principios

sobre los que todavía descansa toda la racionalidad corporativa de las grandes empresas

periodísticas.

Los periodistas usan disfraces y uno de ellos es el disfraz de la objetividad.

Ningún reportero entra en el periodismo diciendo que él o ella quiere ser

objetivo, y aun así los periodistas siguen diciendo que ellos escriben solo lo

que la gente dice y hace, que ellos, periodistas profesionales, no tienen

agenda. Esto es ficción. Todos los buenos periodistas tienen agendas. Ellos

quieren poner al policía corrupto en la cárcel. Ellos quieren revelar el fraude

de la patente médica. Ellos quieren liberar el hombre inocente de prisión. “Si

yo pudiera hacer una cosa”, dijo Mary Heaton Vorse, la periodista laboral,

14

“Siente premisas formaron este nuevo trabajo. Los nuevos escritores trataron los hechos como construcciones sociales; difuminaron géneros de escritura, combinando el periodismo literario e investigativo con la novela realista, la confesión, el reporte de viajes, y la autobiografía; usaron el método escénico para mostrar en logar de decir; escribían sobre gente real y creaban personajes compuestos; usaban múltiples puntos de vista para establecer presencia autoral; desplegaron múltiples estrategias narrativas (flashbacks, presagios, monólogos interiores, y tramas paralelas) para construir tensión dramática; y se posicionaron así mismos como testigos morales de los cambios radicales que ourrían en la sociedad americana. (Denzin, 1997) 15

Habiendo escuchado a los ciudadanos hablar sobre sus vidas y sus periódicos por más de 20 años, he llegado a tres conclusiones diferentes:

El periodismo está en el negocio de resolver problemas, no en el negocio de la verdad;

El producto periodístico es una contribución al entendimiento (pero no estado completamente terminado de entendimiento). Por consiguiente, el periodismo es tanto sobre modelos de entender el mundo como sobre información sobre el mundo.

El periodismo es filosofía—una construcción filosófica de los que vale la pena ponerle atención y la mejor forma de atender a lo que vale la pena. (Glasser, 1999).


después de que la huelga de trabajadores en Lawrence, Massachusetts, en

1912 la llevara a dejar la carrera de escritora de ficción por el periodismo,

“podría escribir, podría tratar de hacer que otras personas vieran lo que yo

había visto, sentido lo que yo sentí. Yo quería que otros tuvieran tanta rabia

como la que yo tenía. Yo quería ver los sueldos subir y las tasas de mortalidad

de los niños bajar”. Esta fuerza dinámica de la no objetividad no se menciona

en las escuelas de periodismo o en la sala de redacción, pero es cierta. (Serrin,

2002)

Para los estudiosos del periodismo, la etnografía tampoco pasó desapercibida. “El

desarrollo de la etnografía como una valiosa aproximación a la investigación en

periodismo no fue accidental. Derivada en Estados Unidos de la Escuela de

Etnografía Urbana de Chicago durante los años 30, estudiosos como Robert Park, W.

I. Thomas y Ernest Burgess implementaron diferentes tipos de estudios de

periodistas y establecieron guías básicas para etnógrafos que acentuaban la

similaridad entre etnógrafos y periodistas. Robert Park le dijo a los etnógrafos, solo

“escriban lo que ven y oyen, como un reportero de prensa” (citado por Kirk y Miller,

1986: 40)”.

No cabe duda y es innegable que el periodismo interpretativo se deriva del modelo

hegemónico y mantiene gran parte de su estructura conceptual básica como su

fundación en la libertad de prensa, la actualidad, la noticia, los géneros y su técnica


específica de la reportería, la redacción y la edición. Más allá de eso, sin embargo,

hay ciertas características que definen el nuevo modelo.

Como primera medida, el periodismo interpretativo es relevante en cuanto busca

generar procesos de cambio y transformación al interior de las comunidades. No es

un periodismo pasivo que se conforma con registrar los eventos y procesarlos en

noticias que no van a hacer ninguna diferencia ni para quienes las leen, las hacen o

las sufren.

El periodismo interpretativo es no solamente registra la actualidad como cultura,

sino que la produce, la genera y, como su nombre lo indica, la interpreta. El

periodismo es un producto cultural por definición y como tal forma parte de la red

de significaciones en las que todos estamos inmersos.

En este orden de idea, los periodistas pertenecen a una comunidad más amplia, la

de productores de sentido, que incluye a todas aquellas personas que desde sus

propias formas de representación contribuyen a interpretar la cultura.

El periodismo interpretativo entiende que detrás de los hechos hay un poder

simbólico que es tan importante como el noticioso y que crea sentido.

El periodismo interpretativo adopta la narración como su forma de representación

privilegiada, aunque no la única. El periodismo como escritura, diseño y ensamblaje

es un acto creativo, estético y lúdico, que es, además, una forma de entregarle al

lector o la audiencia un producto que no es genérico, ni convencional.


El periodismo interpretativo es, más que reportería y redacción de noticias,

investigación de campo y generación de conocimiento social relevante, vigente y

pertinente.

En el periodismo interpretativo se construye la noticia, como un producto colectivo

que desafía la predisposición normativa de gran parte de la investigación en

periodismo y las nociones profesionales de los periodistas mismos. Por definición,

una consideración cultural del periodismo niega la visión del mundo que avala gran

parte de la investigación tradicional en periodismo, la ideología profesional de los

periodistas, y el reclamo por el estatus exclusivo en el que los dos están basados.

El periodismo interpretativo es crítico por definición, busca confrontar las fuentes

con la mejor información contextual posible y trascender la puesta en escena de la

historia oficial.

En el periodismo interpretativo no se trata sólo de informarle a la gente lo que está

pasando para que ellos se formen sus propias ideas al respecto. De lo que se trata es

de ayudarles a entender y a actuar, no sobre la base de percepciones superficiales,

sino de la comprensión real de los fenómenos noticiosos en su pleno contexto.


CAPÍTULO IV

EL MARCO CONCEPTUAL DEL PERIODISMO

Proponer la creación de un programa nuevo de Periodismo en una universidad

latinoamericana, y además una institución pública de educación superior, necesariamente

implicó discernir un marco conceptual que sirviera de base a una propuesta pedagógica. El

esquema propuesto dentro del documento fundacional del programa, se ha ido refinando

a medida que la práctica docente de la reportería y redacción de noticias ha permitido

sistematizarlo en un primer esbozo de una teoría propia del periodismo, como condición

necesaria para la formulación del modelo interpretativo y analítico. Este esquema parte

del modelo hegemónico pero visto de manera crítica y novedosa, establece la fundación

para una forma analítica e interpretativa de hacer reportería e investigación de campo

sobre el mundo y de representarlo como en la red de significados que constituye su

esencia cultural.

Los medios y la prensa

Este trabajo se refiere al escenario institucional de las operaciones noticioso-informativas

donde se ejerce el periodismo como la prensa. Esta denominación tiene la ventaja de

distinguir entre el ámbito de la actividad creativa de generación de contenidos

periodísticos publicados, transmitidos o emitidos, y los medios físicos a través de los

cuales se desarrolla esta labor, como impresos, radio, televisión o internet, cada uno con


sus características propias. Esta es la primera condición para establecer un campo

conceptual propio y específico que permita desarrollar el argumento central de este

escrito, esto es la reivindicación del periodismo y la prensa como metodología válida de

investigación en las ciencias sociales para la generación de conocimiento social relevante.

La distinción es importante por cuanto a lo largo de la evolución de las ciencias de la

comunicación, o como tiende a denominarse en Estados Unidos, de las ciencias de los

medios de masas, muy a menudo se ha confundido lo uno con lo otro. La confusión se

agravó cuando Marshall McLuhan acuño la frase “el medio es el mensaje” dentro de su

doctrina del determinismo tecnológico, lo que acabó de reforzar la idea de que los dos

términos, la prensa y los medios, son intercambiables.

La actualidad

El ámbito de desempeño del periodismo, su perfil ecológico, por así decirlo, es la

actualidad, entendida esta como el universo noticioso-informativo de contenidos

periodísticos generados por la prensa a través de los medios de comunicación. El tiempo

de la actualidad está ubicado en el terreno del presente social, lo más cerca posible al

momento actual. Este hecho determina que, por definición, la actualidad sea vigente y

relevante y que, en el universo noticioso-informativo, todo el pasado sea contexto.

Incluso cuando se destacan aniversarios o conmemoraciones, estas ocurren en el

momento actual así el hecho original haya sido registrado años, décadas, o siglos en el

pasado. La actualidad es la realidad mediatizada en la que viven todos los seres humanos

en cuando a sujetos sociales, una realidad seleccionada, editada, de la que todos


participan como espectadores, y sean lectores o audiencias, o como protagonistas

directos e indirectos en la media en que son afectados, cuando no víctimas, de los

acontecimientos. La actualidad permite a los sujetos sociales conocer, más allá del espacio

inmediato y de la percepción directa, el mundo en que viven, desde lo local hasta lo

global, pasando por todos los niveles intermedios. En ella se encuentran los protagonistas,

las instituciones, los espacios, los sucesos, sus desarrollos y desenlaces.

La actualidad en el sentido periodístico es un devenir en flujo permanente, una narrativa

cronológica, una historia sin fin escrita a diario en innumerables productos noticiosos en

todos los medios disponibles para tal fin. La actualidad es el universo de relaciones en el

que todos los ciudadanos se encuentran inmersos, el contexto local y globalizado que le

da sentido a la existencia colectiva. La actualidad es la agenda cotidiana del devenir social

con su causalidad, consecuencias y perspectivas, y con un fuerte componente de

expectativas que estimula la atención y la curiosidad de las personas sobre “lo que va a

pasar después”, ya sea el día de mañana, dentro de una semana o un mes.

Para propósitos prácticos de la prensa existen dos tipos de actualidad: la programada y la

espontánea. La primera está constituida por la agenda planeada de antemano por los

actores sociales y que constituye buena parte de la materia prima de la actividad que

ejerce la prensa. Es ahí donde se el periodismo coincide con las relaciones públicas, la

publicidad, el mercadeo y todas las otras esferas de funcionamiento de la economía de

mercado donde operan los medios de comunicación de masas. En este caso la expectativa

juega un papel importante en la definición del elemento noticioso, que aunque se puede


prever, casi siempre es inesperado. La esfera espontánea es lo que comúnmente se

denomina la noticia en desarrollo y está compuesta por eventos que no se pueden prever

y que siempre constituyen una sorpresa. Estos incluyen, de manera prominente, los

desastres naturales y las catástrofes que pueden tener un impacto local o generalizado,

pero también acontecimientos en las esferas política, social, económica, jurídica y cultural.

Las noticias en desarrollo ponen a prueba la capacidad de la prensa para reaccionar ante

lo inesperado a sabiendas de que sus lectores o audiencias quieren conocer los hechos y

sus consecuencias tan brevemente como sea posible.

En el específico sentido narrativo, la actualidad noticiosa-informativa se presenta como

una puesta en escena, o si se quiere, como la forma primordial de representación del

acontecer permanente del mundo contemporáneo. En ella actúan todos los actores que

conforman el elenco social y es en ese escenario, el de los medios, donde se tejen o

presentan todos los discursos y formas de representación que conforman el entramado

cultural de los pueblos. Como corresponde a una puesta en escena, la actualidad no está

exenta de drama en la medida en que sus protagonistas son seres humanos,

comunidades, pueblos y naciones envueltos en tramas y clímax y desenlaces, con

escenarios reales, una historia en constante evolución de la que para muchos es imposible

sustraerse.

No obstante, la interpretación de los medios como escenarios de la actualidad implica

necesariamente la existencia de unos bastidores y también la de una realidad fuera del

teatro. Mirar detrás de la puesta en escena es el papel de un auténtico periodismo


interpretativo y analítico que tenga la capacidad de confrontar hechos servidos con otros

que si bien pueden estar por fuera de la actualidad, pueden ser traídos a esta para

enriquecerla y darle una dimensión más profunda al acontecer social. Oponerse a la

evidencia de la puesta en escena es de por sí una actitud crítica que apuesta por la

defensa de los mejores los intereses de los lectores y las audiencias y que no teme

confrontar las instancias de poder que tienen las herramientas para manipular la visión

que la gente tiene de sus circunstancias.

La noticia

La actualidad, en su inagotable variedad, está configurada fundamentalmente por

noticias. La noticia es la categoría central del periodismo, aquellos que constituye su

quehacer específico, su identidad y lo que lo diferencia de otras formas de representación

e investigación social. Como se vio anteriormente, la noticia como se entiende hoy en día,

es una construcción histórica dentro de la evolución del modelo hegemónico de la prensa

occidental, el resultado de la evolución de la prensa a través de las diferentes etapas de su

formación.

Aunque la actualidad está conformada por el menú noticioso-informativo, la noticia no es

algo que está listo en la realidad para que los periodistas la recojan y la divulguen. La

noticia es el resultado de un proceso colectivo que comienza con la selección de un

evento que reúne ciertas características básicas, que lo hacen susceptible de ser

elaborado a través de una técnica específica, la técnica periodística, por una organización

de periodistas profesionales para ser publicado o transmitido a través de un medio de


comunicación de masas a un público más o menos indiferenciado. Solamente una

fracción mínima de eventos es escogida por los medios de comunicación para constituir

una agenda noticiosa-informativa y sin embargo, esta agenda conforma la mayor parte del

escenario de la actualidad que perciben aquellos seres humanos que se preocupan por

conocer su entorno social y que tienen acceso a ella todos los días.

Como se dijo anteriormente, confundir la prensa y la noticia con los medios a través de los

cuales se divulga es una razón por la cual el periodismo nunca ha sido sistematizado

teóricamente como una metodología válida de investigación en las ciencias sociales y

humanas para la generación de conocimiento vigente y relevante. Desde la teoría de la

comunicación de masas se confunde y mezcla indiscriminadamente el medio con el

mensaje. Así mismo, el periodismo es agrupado junto con todos los demás mensajes

cuando se le da prelación a los medios y a los efectos que éstos, medios y mensajes,

causan el público. Es importante entonces aclarar que en el caso de la reflexión aquí

expuesta, tanto el periodismo como la actualidad que genera son considerados desde el

punto de vista del discurso como el contenido y la forma de representación predominante

en la actualidad global.

La noticia es, sin embargo, solo un punto de partida. Se puede ver como una especia de

ventana, como un punto de entrada a través de la cual se puede profundizar en sucesivos

niveles hasta llegar, teóricamente, a la esencia de las cosas. Otra forma de verla es como

un síntoma de la condición social, una pista si se quiere para entender cómo funciona la

actualidad en sus más importantes determinaciones. Es por eso que todos los géneros


periodísticos se derivan de la noticia, un término que en su raíz lleva implícita la idea del

descubrimiento, de lo nuevo y de alguna manera, de lo sorprendente. La noticia, hay que

aclararlo, no es sólo el evento en sí que ha sido procesado, sino la forma de expresarlo, las

palabras, las imágenes y la toda la combinación de elementos que conforman la gramática

del lenguaje periodístico.

Los géneros periodísticos informativos

Los géneros son la forma que adopta la noticia una vez se desarrolla más allá del ámbito

de su inmediatez física y temporal. La definición de géneros no es uniforme en todas las

regiones donde se practica el periodismo por lo cual cobra importancia entenderlos desde

el punto de vista conceptual en lo que concierne a la estructura del discurso periodístico

en el marco del presente trabajo. Los géneros son formas de diseñar el discurso, de

presentarlo de una manera tal que corresponda a la naturaleza de los eventos que lo

configuran. La tipificación de los géneros es útil en el periodismo por cuanto son parte

constitutiva de la identidad de las operaciones noticioso-informativas. Las revistas

semanales de interés general, por ejemplo, se distinguen por artículos analíticos de largo

aliento, que recogen la actualidad y la resumen para beneficio de sus lectores. Por su

densidad y temática, los géneros abarcan todo el rango de posibilidades discursivas,

narrativas y literarias del periodismo, desde las más breves como el artículo noticioso

hasta las más complejas como la biografía y la reconstrucción histórica. Los géneros no se

ajustan al esquema de la pirámide invertida por cuanto la conclusión de un artículo es

fundamental a la hora de redondear el tema, donde se concreta la inquietud que la


historia le plantea al lector o a la audiencia. De la misma manera, existen más variaciones

posibles en la estructura y tamaño del lead.

Se puede proponer que el periodismo, con sus reportajes y crónicas, fue la primera forma

de etnografía urbana que existió, pues cuando los antropólogos estaban ocupados

estudiando pueblos aislados y supuestamente primitivos, ya los periodistas generaban

conocimiento social relevante en las grandes concentraciones urbanas que sería uno de

los más importantes insumos en el trabajo a numerosos estudiosos y expertos en las

ciencias sociales y humanas. Y se puede argumentar además que el periodismo

investigativo que comenzó a de finales del siglo XIX y siguió produciéndose a lo largo del

XX hizo más que las sesudas investigaciones de los académicos por cambiar y mejorar las

condiciones de la vida de los habitantes de las áreas metropolitanas por su capacidad de

generar procesos de equilibrio y transformación social.

El artículo noticioso-informativo es el punto de partida de la narrativa periodística. Desde

el punto de vista lógico, obedece a una secuencia temporal que empieza por el momento

más cercano al presente y que está enmarcado por las coordenadas establecidas en las

seis preguntas básicas. Estas coordenadas se entienden como la información mínima

requerida para que un evento se convierta en noticia: qué pasó, el evento originario;

quién, los protagonistas; dónde, el espacio o escenario físico; cuándo, la ubicación en el

tiempo; cómo, la secuencia del cambio; y cuánto, la dimensión del fenómeno. Usualmente

el artículo noticioso está mínimamente contextualizado y poco elaborado en términos de

causas y consecuencias. La reportería básica es por lo general localizada y coyuntural, y las


fuentes son ocasionales. No obstante, por definición, la noticia es solo la manifestación

particular y temporal de una situación más compleja que siempre se puede profundizar.

El reportaje es un artículo organizado de manera temática en el que predomina la

información factual obtenida de fuentes documentales e informáticas. El formato de

reportaje predomina en las investigaciones periodísticas sobre temas o aspectos

particulares de problemáticas relevantes y vigentes en el ámbito de la actualidad. Un

reportaje extenso puede derivar en un informe especial, que es de hecho un tratamiento

relativamente exhaustivo de una problemática que ocupa la atención del público.

Usualmente la densidad y complejidad del informe especial amerita que sea encargado a

un equipo de reporteros bajo la dirección de un editor especializado. El reportaje implica

un contacto más estrecho con las fuentes, que además de protagonistas individuales, si

los hay, tienden a ser expertos en el tema y la problemática en cuestión. El reportaje

interpretativo es necesariamente rico en contexto y denso en explicaciones. El lenguaje

periodístico en el reportaje destaca de una manera sucinta y específica las causas y

consecuencias a partir del hecho noticioso que lo ancla a la actualidad, el por qué y el para

qué de los hechos noticiosos. Las áreas de cubrimiento que se prestan al reportaje

incluyen lo económico, lo científico, lo deportivo y temas relacionados con la actualidad

internacional.

La crónica es el género periodístico literario por excelencia, el que más se ajusta a la

denominación de historia, por su organización narrativa cronológica. La crónica

periodística participa de los elementos constitutivos del cuento y del relato, pues en ella


se destacan los personajes, los escenarios, la trama, los diálogos y todos aquellos

elementos que enfaticen el componente humano de la historia. Una crónica usualmente

está construida alrededor de uno o más protagonistas, que deben estar adecuadamente

caracterizados, y se alimenta de historias de vida y testimonios que destacan el drama

con el que se identifica el público lector o las audiencias. Por su temática, la crónica

soporta desarrollos estilísticos y el uso de herramientas como diálogos y la reconstrucción

de escenas. Las crónicas, por ejemplo, suelen tener un ritmo y un tono que en ocasiones

suele identificar al autor. Al igual que el reportaje, la crónica está apoyada en un trabajo

de campo que emplea técnicas de investigación cualitativa como la inmersión

participativa, los estudios de casos, los testimonios y las historias de vida. En la crónica, el

reportero accede a compartir la prerrogativa de narrador con las voces de los

protagonistas. Vale la pena recalcar que la crónica como documento histórico es un

género milenario, que solo se puede llamar periodístico en la era moderna cuando se

inventó la imprenta. De no haber sido por el afán de los grandes cronistas de comunicar a

otros sus propias experiencias, muchos de los eventos cruciales del pasado de la

humanidad habrían quedado en la oscuridad. De hecho, muchas grandes crónicas en la

historia del mundo se pueden considerar como auténticos documentos etnográficos en

los cuales la narrativa ha servido de soporte para el descubrimiento de hechos, eventos y

circunstancias desconocidas para el habitante urbano. De estos, los relatos de

innumerables viajeros y aventureros son un ejemplo clamoroso de la riqueza de la

creación periodística que ha alimentado a los medios de comunicación por varios siglos y


ha mantenido el inventario de la cultura y sus formas de representación a lo largo de los

tiempos.

El perfil es generalmente un híbrido de crónica y reportaje cuya característica principal

está en que su punto de atención es un personaje susceptible de ser desarrollado de una

manera más o menos completa a partir de un evento noticioso programado o eventual. En

este sentido, la prominencia resulta un valor noticioso indispensable para este género

periodístico. El perfil puede serlo de toda una vida, como cuando hay homenajes o se

gana un Premio Nobel o simplemente cuando una persona que se destacó por influir

positiva o negativamente en la sociedad fallece, en cuyo caso se llama un obituario. El

perfil requiere, en la mayoría de los casos, de reportería participativa y de una cuidadosa

investigación contextual sobre la vida y obra del personaje en cuestión. También se

pueden hacer perfiles de un grupo de personas, o incluso de un pueblo, un barrio o una

ciudad, o de cualquier instancia que por alguna razón se pueda considerar como un caso

representativo para ilustrar características particulares de valor informativo susceptibles

de capturar la atención del público. La extensión del perfil es la biografía, un género

periodístico memorable en el que entra en juego la reconstrucción histórica. Esta última,

a propósito, también forma parte del ejercicio periodístico en lo que respecta a la

investigación de contexto para elaborar la línea temporal de los eventos de la actualidad.

En este caso, la diferencia entre un periodista y un historiador es que el primero busca

ligar el pasado con el presente como una forma de explicar y darle sentido a la evolución

de las circunstancias actuales del acaecer informativo.


El ensayo es el género periodístico donde entran en juego los mecanismos de la retórica y

la argumentación. En él se conjugan el conocimiento de un tema o problemática y la

investigación para exponer un tópico de actualidad de manera conceptual o teórica. El

ensayo, más que los otros géneros, hace uso del análisis y la interpretación para tratar

situaciones que requieren de una elaborada exposición. El ensayo como género

periodístico ha ocupado un lugar privilegiado en la prensa, especialmente en las revistas

en donde disfruta del espacio que demanda su extensión. El ensayo disfruta también de

una mayor libertad en el lenguaje y en la mayoría de los casos, periodísticamente

hablando, trata del universo cultural de la actualidad, donde se emparenta a menudo con

los géneros de opinión y la crítica artística y literaria.

La reportería gráfica es el género periodístico en el que la información se presenta a

través de la fotografía documental. El registro de la actualidad noticioso-informativa por

parte de la cámara fotográfica ha sido parte integral de la prensa desde su invención a

mediados del siglo XIX, cuando gracias a los desarrollos en la tecnología de impresión

comenzó a reemplazar a los grabados para ilustrar las pesadas páginas de los periódicos

de centavo. La fotografía ha complementado desde entonces con imágenes el universo

noticioso informativo, especialmente en la prensa impresa, donde le ha puesto cara a la

imaginación. No hay que olvidar que la cámara fotográfica fue el primer instrumento de

registro documental, reproducible por demás, auténticamente fidedigno que existió. El

registro documental creado por la reportería gráfica en el curso de la labor periodística de

más de siglo y medio es un patrimonio incuestionable e indeleble de la humanidad.


El último género informativo en llegar a la prensa es la infografía, una modalidad que

aunque tiene sus orígenes en el dibujo y la ilustración, se ha potenciado con la llegada de

las herramientas de diseño por computador aportadas por la informática. Esta puede ser

una forma muy eficiente de entregar información noticiosa en forma gráfica de tal manera

que ésta sea más comprensible y accesible al lector. La infografía aporta, aún más que la

fotografía, a la variedad en el diseño gráfico de los medios informativos impresos y aún

más en el género documental audiovisual, cuando se trata de reconstrucciones realizadas

con las nuevas herramientas de animación por computador y sus efectos especiales. Este

último caso ha logrado gran prominencia en el periodismo de divulgación científica y

médica, por ejemplo, donde ya es posible escenificar acontecimientos hipotéticos que

ocurren desde lo infinitesimal hasta lo cósmico, pasando por instancias como el cuerpo

humano.

Los géneros periodísticos de opinión

En los comienzos del periodismo en la era moderna la información y la opinión estaban

unidas, entre otras razones porque los temas y la forma de ver el mundo así lo dictaban.

La separación se dio de manera gradual a mediados del siglo XIX, a medida que se fue

refinando la fórmula del modelo hegemónico que incluía la objetividad como componente

de la historia noticiosa. Desde entonces la prensa, el primer medio de comunicación de

masas, comenzó a separar lo que se consideraba como un registro informativo neutral e

independiente generado por los reporteros rasos de la opinión abierta y con nombre

propio que nunca dejó de ser prerrogativa de los propietarios. La racionalidad ostensible


detrás de esta separación estaba en la necesidad de apelar a la mayor cantidad posible de

lectores para garantizar el más amplio alcance posible a los anunciantes. Hay que recordar

que a la sazón los ingresos por publicidad se habían convertido en una de las dos grandes

fuentes de ganancias de las grandes empresas en las que se habían convertido los medios

impresos. No obstante, lo más posible es que la separación obedeciera a una jugada de

poder, en la que se negaba a los periodistas de a pie la posibilidad de comprometerse con

las causas de sus lectores y de ejercer un periodismo crítico que cuestionara al sistema. Al

mismo tiempo, mientras mantenían un control férreo de la redacción, los dueños de los

medios conservaban para sí su enorme influencia política y económica como parte del

entramado de poder de las clases dirigentes y sus partidos.

A medida que los medios evolucionaron, la opinión ocupó su propio espacio en los

periódicos y se convirtió en una sección con una planta editorial autónoma que profesaba

estar ajena a las presiones externas, especialmente las de tipo económico que

presumiblemente buscaban influir en la agenda informativa para favorecer intereses

particulares. Esto no impedía, desde luego, que los periódicos endorsaran a candidatos

políticos y que sus dueños se declararan proclives a uno u otro bando en las contiendas

electorales, sin la amenaza que esto afectara en lo más mínimo su credibilidad.

El primer género de opinión fue el editorial, que representaba el ideario del dueño y la

posición del medio frente a eventos, coyunturas y situaciones en la sociedad. Más que

convencer, el editorial buscaba persuadir a sus lectores con argumentos basados en la

premisa de que primaba el interés del medio en el bien común. El editorial siempre fue


una pieza cuidadosamente labrada, diseñada para incomodar lo menos posible los

intereses que sostenían el medio y el sistema que lo alojaba.

Poco a poco del editorial fueron surgiendo otras modalidades de periodismo

personalizado que le dieron cuerpo a lo que a comienzos del siglo XX se bautizaría

definitivamente como la página OP-ED. Entre ellos se encontraban las columnas,

encargadas a periodistas veteranos y a personalidades respetables que escribían con su

propia firma y bajo su propia responsabilidad. Con las columnas la prensa tuvo la

posibilidad de desarrollar otros ángulos críticos frente a la realidad, además de la

argumentación, como la sátira y la ironía, y de comenzar a generar opinión alrededor de

temas y problemáticas de actualidad. Con ellas las páginas editoriales ganaron en variedad

y alcance y de alguna manera soslayaron la necesidad de la noticia como justificación para

publicar. Casi simultáneamente con las columnas se desarrollaron la caricatura política y

la ilustración, dos modalidades gráficas que le aportaron una gran variedad y dinámica a

las páginas de los periódicos por la agudeza y acidez mordaz con que se referían a los

personajes y figuras de su época. Las páginas editoriales terminaron enriqueciéndose con

la crítica cultural en todas sus modalidades artísticas. Con ello la prensa apelaba a sus

lectores ocupándose de la agenda del entretenimiento, las artes escénicas y plásticas y la

literatura.

Aunque la información y la opinión, con sus correspondientes géneros, nacieron y

crecieron al calor de la prensa impresa, estos se fueron adaptando a medida que los

nuevos medios hacían su entrada en la escena de actualidad. La radio, por ejemplo, dio


pie a nuevas formas de diseminar las noticias gracias a sus características idiosincráticas

como la ubicuidad y la inmediatez, que se acentuó con el invento del transistor y las pilas

eléctricas que posibilitaron su la portabilidad. La televisión, por el contrario, fue casi que

de inmediato copada por intereses corporativos que dieron al traste con su potencial

como instrumento de educación y de divulgación científica y cultural que traía consigo la

imagen en movimiento. Aunque grandes operaciones informáticas y noticiosas se alojaron

en este medio y se convirtieron en parte del aparato generador de noticias, una buena

parte del tiempo, esfuerzo y capital empleado se dedicó a crear productos de dicción que

entraron a engrosar el universo cultural y a ser objeto ellos mismos del cubrimiento

periodístico.

Con la entrada de la imagen en movimiento, primero en el cine y después en la televisión,

se dieron las condiciones para el género documental audiovisual, desde el registro de

eventos noticiosos en vivo, hasta piezas de largo alcance que últimamente han

comenzado a recuperar el espacio perdido durante las épocas del reinado del cine y de la

televisión del espectáculo. Todo ello se ha dado gracias a los avances tecnológicos de la

informática, el nuevo medio que ha transformado todos los paradigmas existentes,

incluyendo los del periodismo como ejercicio y de la prensa como institución.

Las problemáticas

Mientras que las categorías contextuales enmarcan y le dan sentido a la noticia, estas se

localizan en problemáticas específicas en cada ámbito informativo local, nacional o

regional. Identificar las problemáticas es esencial para darle contexto y coherencia a la


reportería y a la investigación de campo en periodismo. Éstas corresponden a aspectos

que representan un conjunto de situaciones presentes en la sociedad que dan cuenta de

problemas a resolver, a menudo como asuntos específicos de política pública. Las

problemáticas, más que los contextos, configuran la agenda pública de la prensa, su

temática permanente, no sólo porque son objeto de cubrimiento en sus diferentes

aspectos, sino porque en ellas está cifrada la expectativa de los ciudadanos en la media

en que son afectados, negativa o positivamente, por ellas. Por lo general, las

problemáticas van y vienen en la agenda informativa pero, en la medida en que son

situaciones que responden a condiciones estructurales, conservan su vigencia en el

tiempo y resurgen ocasionalmente dependiendo de coyunturas específicas. De su

identificación depende que la prensa pueda enfocar casos representativos en donde la

citada problemática esté expresada con coordenadas espacio-temporales específicas y

reales que permitan una reportería y una investigación de campo en profundidad con

seguimiento y continuidad. El cubrimiento de las problemáticas se debe abordar como

una contribución de la prensa a la solución de fondo de los aspectos de éstas que afectan

a la sociedad en su conjunto. Aquí se revela la prensa como creadora de consensos y aquí

se puede poner a prueba, como lo demostró el Periodismo Cívico, o Público, el poder de

convocatoria y al la credibilidad de las operaciones noticioso informativas. Problemáticas

que resurgen periódicamente son, por ejemplo, el trabajo infantil, la seguridad urbana, la

movilidad, la calidad del medio ambiente, las deficiencias en el sistema de salud, las

minorías étnicas, los asuntos de género, el aborto, el tabaquismo, la corrupción pública y

privada. A escala mundial, el tema del calentamiento global cada vez cubre más


importancia especialmente cuando ocurren eventos catastróficos que son indicativos de

disrupciones significativas en el equilibrio ambiental del planeta. Algo parecido ocurre con

el terrorismo, el desplazamiento, las crisis económicas y otros aspectos que cada vez

afectan más a los ciudadanos del planeta.

Las áreas de cubrimiento

En el medio periodístico, las áreas de cubrimiento son ámbitos de especialización que

permiten una división del trabajo eficiente en las salas de redacción. Éstas corresponden

en términos generales a la forma como está organizada la función administrativa del

Estado y también, desde el punto de vista del cubrimiento periodístico y con algunas

variaciones, a los contextos en los que está inmersa la actualidad noticioso-informativa:

político, económico, social, jurídico y cultural. A esto se agregan generalmente una

sección internacional y secciones populares en las operaciones noticioso-informativas

cotidianas, como deportes, tendencias, salud, educación, ciencia y tecnología, entre otras.

Las áreas de cubrimiento proveen una racionalidad para el diseño editorial del producto

informativo una vez que se constituyen como secciones con una secuencia y volumen que

dan cuenta de las prioridades y, hasta cierto punto, de la identidad del medio. Las áreas y

las secciones suelen combinarse espacialmente, partiendo de lo local-metropolitano, lo

regional, nacional e internacional. Como ámbitos de especialización, las áreas son en

efecto núcleos de cubrimiento periodístico donde entra en juego la experiencia y el

conocimiento de los reporteros y un trabajo continuado de acceso y reconocimiento de

las fuentes.


Las áreas de cubrimiento forman parte del diseño curricular del programa de Periodismo

de la Universidad de Antioquia. Estas son parte de los ejes de especialización del pensum,

diseñado para dar a los aspirantes a periodistas opciones combinatorias junto con la

formación en medios, géneros e investigación, en su formación profesional.

La técnica periodística

El proceso cotidiano de transformación de eventos en noticias es el resultado de la

técnica propia característica del periodismo informativo. La técnica que manifiesta en la

organización de la sala de redacción, en una rutina y unos protocolos cuyo propósito es

entregar al público lector, a las audiencias, a los espectadores y a los internautas, la

información más veraz, relevante y contextualizada posible.

La técnica periodística está compuesta de tres elementos fundamentales: la reportería, la

redacción y la edición. El orden en que se ejecutan estos tres elementos es, desde el

punto de vista productivo, el que corresponde a los objetivos que se quieren conseguir en

un medio típicamente organizado con el objetivo de generar contenidos de calidad para

los consumidores de noticias. Primero se investiga, después se escribe o ensambla la

historia y posteriormente se edita para su publicación, emisión o colocación en la red.

Metodológicamente, este orden es vital dentro de la pedagogía del periodismo pues es un

hecho que entre más información se tiene, mejor se escribe. Para el aspirante a reportero,

es fundamental enfrentarse primero a los hechos desde su escenario propio, desde sus

coordenadas específicas, su problemática y contextos, e ir armando la historia a medida

que se investiga. Una vez se entra en la etapa de la redacción la reportería misma se ha


encargado de destacar los elementos más relevantes y significativos para ensamblar la

narrativa correspondiente.

La reportería

La reportería es el registro de los eventos seleccionados por la organización informativa

como objeto de investigación para propósitos de convertirla en un producto noticioso-

informativo. Hacer reportería periodística implica, por definición, hacer investigación de

campo en escenarios reales para descubrir o constatar un hecho nuevo que no se conocía

anteriormente. En este sentido, el periodismo forma parte del universo de metodologías

de investigación empleadas por las ciencias sociales y humanas. Se puede afirmar,

además, que siendo una actividad mucho más antigua que éstas en cuanto constituye el

registro de los eventos fundamentales de cada época, la reportería documental ha sido

responsable por buena parte de los textos que a lo largo de los siglos ha constituido la

crónica histórica de los pueblos.

La reportería parte de la asignación periodística, que en su forma más común en las salas

de redacción es básicamente el resultado de un diálogo entre el editor y sus reporteros a

partir de la agenda proyectada para un día rutinario de trabajo en la sala de redacción. La

reportería siempre se hace en escenarios reales, sobre hechos puntuales y sobre fuentes

primarias. Vista desde un punto de vista más académico, la asignación periodística como

búsqueda de la información sobre hechos específicos es un proyecto de investigación de

campo para constatar causas y consecuencias relevantes para los consumidores de los

contenidos así generados. En términos específicos, la reportería busca identificar el


elemento noticioso, lo novedoso que es en sí mismo el resultado del proceso de

investigación y articular la historia alrededor de su relevancia y vigencia.

La reportería tiene como sustrato los valores noticiosos, que son las características que

permiten seleccionar aquellos eventos que son susceptibles de ser transformados en

noticias por los medios informativos. Los valores noticiosos son construcciones históricas,

el resultado de muchas décadas de evolución a medida que se fueron formando los

medios de comunicación de masas y responden tanto a las características de los medios

como a las necesidades de los consumidores de noticias. Estos valores forman parte del

entramado significativo de la actualidad, de lo que constituye la expectativa generalizada

del público sobre los contenidos que alimentan la llamada opinión pública.

En la prensa cotidiana de referencia, la que es reconocida por su profesionalismo y sus

elevados estándares de calidad, se asume que la noticia es siempre vigente, relevante y

pertinenet. La vigencia de la noticia está dada por su permanencia en la actualidad

informativa, por su continuidad en el tiempo. La relevancia es la importancia relativa de la

información en relación con sus contextos y especialmente con problemáticas específicas

relacionadas con la calidad de vida de grupos poblacionales locales, regionales, nacionales

o globales. La pertinencia es la necesidad y la actualidad de la noticias para cado uno de

los escenarios en los que se produce.

Los valores noticiosos presentes en los eventos sujetos a elaboración por los medios

informativos más identificables son, en orden aleatorio, novedad, inmediatez, impacto,

prominencia, proximidad, conflicto, drama, rareza, necesidad, utilidad, expectativa. Estos


valores se encuentran presentes en la noticias y en los géneros a los que ésta da lugar, en

diferentes proporciones. De hecho son los valores los que le otorgan el carácter a la

información. Así mismo, todos los eventos son actuales por definición, por lo cual la

actualidad de un evento, es decir su pertenencia a la realidad noticiosa-informativa

mediatizada, es un valor noticioso requerido como criterio necesario para guiar la

reportería de campo. Desde el punto de vista del análisis del discurso periodístico, cada

uno de estos valores se puede asumir como un concepto sobre el que se podría elaborar

en extenso, especialmente en lo que hace al espacio que ocupa la agenda informativa en

las diferentes sociedades y en particular como herramienta para el análisis textual del

discurso noticioso-informativo. Resulta curioso constatar como la investigación sobre la

formación de los valores noticiosos es relativamente escasa, a diferencia de los estudios

de recepción y percepción de audiencias. Y sin embargo, esta serían una tarea muy

productiva para ser abordada desde los estudios culturales, la antropología de los medios

y la misma sociología de la comunicación. En cuanto a las ciencias de la comunicación de

masas es muy poco lo que ha tenido que aportar en este sentido desde la perspectiva

cuantitativa-funcionalista donde poco importan el discurso y los contenidos en lo que

respecta a su valor simbólico y significativo.

Una breve descripción de los valores noticiosos no sólo demuestra su importancia para

determinar la susceptibilidad de los eventos al tratamiento informativo y su inclusión en la

agenda de actualidad, sino también como elemento pedagógico en la formación de

criterio en torno a la calidad y capacidad de los estándares en el ejercicio profesional.


La novedad es lo que la noticia tiene de descubrimiento, lo que no se sabía antes y el

elemento articulador de la narrativa informativa. Esta es el resultado y la puesta a prueba

del proceso de reportería e investigación de campo y del contacto con las fuentes

primarias documentales, humanas e informáticas. El descubrimiento es constituyente

esencial de la noticia, casi que su razón de ser, y lo que de alguna forma justifica el

esfuerzo personal y colectivo de los periodistas y sus empresas.

La inmediatez se refiere específicamente a la rapidez con que se elabora la noticia y se

pone a disposición del público. Por razones históricas que valdría la pena explorar,

relacionadas entre otras cosas con la competencia entre los medios, un hecho es más

noticioso entre más pronto sea puesto a disposición del público. La inmediatez devino

valor noticioso desde el momento en que se inventó la comunicación a distancia, que trajo

consigo la creación de la noticia como se conoce hoy en día. La inmediatez dio lugar a lo

que en el argot periodístico se conoce como la primicia informativa, un logro y una

especie de distinción de honor entre los medios que denota la recursividad de los

reporteros e investigadores para acceder a las fuentes y la eficiencia de los medios para

elaborar la noticia. La primicia siempre estuvo sujeta al ciclo informativo de los medios,

que en el caso de los grandes diarios metropolitanos solía ser de un día, en el de los

noticieros de televisión de seis horas durante el día y en la radio más o menos inmediato

dada la ubicuidad de este medio. No obstante, con la llegada del internet, la inmediatez

ha cambiado de carácter y aunque sigue siendo muy importante en los medios de

comunicación de masas, ahora el ciclo informativo está sujeto a permanentes

actualizaciones que han hecho mucho más inmediata y rápida la comunicación de noticias


al público, especialmente a través de la red, todo ello gracias a los extraordinarios avances

tecnológicos en el campo de los medios de comunicación.

El impacto está relacionado con la situación espacial de la noticia. Se asume que la

atracción de una noticia es directamente proporcional al efecto que pueda tener en los

lectores o las audiencias. Hay noticias de impacto local, regional, nacional o global. Hay

noticias que producen un efecto particular o generalizado y también las hay positivas o

negativas. El porcentaje de aumento del salario mínimo cada año tiene un impacto

generalizado en la población del país, pero un temblor de tierra u otras catástrofes

naturales tienden a tener impactos locales, excepto en el caso de inviernos prolongados o

sequías que terminan afectando a toda la población de una manera u otra. Los impactos

no necesariamente son físicos, también puede ser emocionales y afectar a toda una

población por prolongados periodos de tiempo y convertirse en puntos de quiebre

cronológicos dentro de la narrativa histórica.

La prominencia está relacionada con las personas que por cualquier razón tienen

notoriedad pública, por la cual despiertan el interés de la gente. Los políticos, por

ejemplo, dependen de su prominencia para tener exposición ante sus posibles electores.

Los artistas y personas de la farándula, que dependen del favor del público aunque

contribuyan o no al enriquecimiento del patrimonio cultural de la humanidad, son sin

embargo objeto de atención generalizada, lo que es aprovechado por la prensa frívola del

entretenimiento para llenar espacios impresos y electrónicos a granel. Hasta cierto punto,

el cubrimiento de personas prominentes las convierte en sujetos mediáticos, en temas de


conversación, en imágenes noveladas y en historias continuas alrededor de las cuales se

tejen expectativas, especulaciones y extrapolaciones que alimentan el apetito de cierto

público por el morbo del espectáculo.

La proximidad está relacionada específicamente con lo local, con la cercanía. Entre más

cerca ocurra un evento noticioso, especialmente si está relacionado con espacios o

personas familiares, más atención despierta la información en las personas. La proximidad

no se da solamente en términos de espacios físicos, también lo puede ser en términos de

intereses. De hecho la proximidad se expresa en el periodismo comunitario, en cuanto

este satisface las necesidades de información inmediatas de grupos humanos que

comparten espacios e intereses como barrios, comunas, pueblos, regiones y aún grupos

representativos como organizaciones que abogan por sus miembros.

El conflicto es un valor noticioso implícito en muchos de los eventos que tienen lugar

diariamente. En Colombia, por ejemplo, el conflicto es un protagonista permanente de la

agenda noticiosa informativa de actualidad entre otras cosas por la existencia de un

conflicto armado que ha existido durante toda la existencia de la mayoría de las personas

adultas en este país. El conflicto no solo se manifiesta en eventos de orden público, donde

se enfrentan los criminales y las autoridades, por ejemplo, sino en otros escenarios como

la arena política, los estrados judiciales, la esfera económica y la vida cultural. En este

último caso, a manera de ejemplo, el conflicto se manifiesta en los espectáculos

deportivos como competencia donde se juega a ganar, por parte de individuos o equipos

que a menudo atraen una buena cantidad de seguidores de uno y otro lado que se


involucran emocionalmente y generan olas en las comunidades. El conflicto y la su

consecuencia, la violencia, es también una realidad mundial que forma parte permanente

de la actualidad noticioso-informativa en un planeta plagado de contradicciones y

confrontaciones a escala global. En estos casos los conflictos generalizados suelen

llamarse guerras.

El drama está presente en las noticias en la media en que éstas están protagonizadas por

seres humanos. Este es un elemento que de manera natural e instintiva atrae la atención

de las gentes en cuanto éstas tienden a identificarse con las circunstancias de otras

personas en situaciones excepcionales como traumas, tragedias e incluso historias de

heroísmo. El drama se relaciona con algo que podría pasarle a cualquiera de los lectores,

espectadores y audiencias de las noticias. Es el interés humano que se centra en los

protagonistas de la información, en sus historias de vida y testimonios, en sus diálogos y

vivencias. El drama es, por definición, un elemento literario en la noticia, por cuanto

convierte a los actores en protagonistas de historias que tienden a estructurarse en una

línea narrativa. El drama en periodismo se expresa a través de diálogos que trascienden la

simple descripción e involucran a las personas directamente a través de sus propias

palabras. Los diálogos aportan un elemento extraordinariamente rico en posibilidades en

cuanto enriquecen los escenarios, los personajes, las tramas y los desenlaces de historias

que no por ser reales dejan de ser menos impactantes en la atención de la gente. El drama

se identifica con el sensacionalismo, una modalidad del periodismo de larga tradición que

se encuentra en el origen mismo del modelo hegemónico que en sus inicios enfatizaba

problemáticas como el sexo, el dinero, el poder y el crimen en su mezcla informativa.


La rareza es un valor noticioso rico en sinónimos. Todo lo que se salga de lo común y que

represente una interrupción de lo normal, aquello que es excéntrico, extraño,

sorprendente, exótico, inexplicable tiende a atraer la atención de la gente hacia las

noticias. La rareza siempre tiende a incluir el elemento sorpresa como sustrato del

componente noticioso. Es raro que a alguien lo mate un rayo, o que un hombre muerda a

un perro o que a alguien se lo trague la tierra o que de repente caiga un meteorito del

cielo y esto quede capturado en video. De este valor noticioso ha salido una de las ramas

más excéntricas del periodismo urbano, aquel que trata con lo inexplicable, lo bizarro y lo

excéntrico en medio de la futilidad, la frivolidad y el tedio.

La necesidad en la noticia periodística responde a la responsabilidad de los medios de

mantener a los ciudadanos informados suficientemente sobre los hechos relevantes para

que tomen las mejores decisiones posibles, desde circunstancias meramente coyunturales

hasta situaciones estratégicas que comprendan toda la nación. Una información

necesaria, en este sentido, es la información específicamente relacionada con las políticas

públicas. Otro tipo de información necesaria, aunque no suela tener un elemento

noticioso fuerte, es la divulgación sobre temas de asuntos públicos como la salud, la

educación, el trabajo, el medio ambiente y la recreación.

La utilidad en el periodismo es una función de los medios como facilitadores de la vida

pública. La utilidad y el elemento noticioso no necesariamente coinciden puesto que ésta

se sustenta, al igual que la necesidad, en la divulgación. La utilidad también estuvo en el

origen de los primeros medios escritos que eran utilizados para informar a los ciudadanos


sobre cuestiones relacionadas con mercancías y con el intercambio de bienes y servicios.

Es por la utilidad que se justifica la publicidad, la promoción, las relaciones públicas, las

campañas y en general todos los mensajes que entran en la esfera de la llamada

comunicación social. No obstante, las noticias como tales, independientemente de su

objetivo, tienen implícito un elemento de utilidad porque facilitan al consumidor de

noticias su ubicación y desempeño en la realidad particular que le corresponda. Útiles

son aquellas informaciones de divulgación como las carteleras de cine, el calendario de

espectáculos y eventos de entretenimiento, actos culturales, turismo, y todo aquello que

tenga un valor práctico y útil para el público en términos de su orientación en la sociedad

y del empleo de su tiempo libre.

La expectativa es generada por la narrativa continua de la realidad y corresponde a la

vigencia de la noticia en el tiempo. El público espera desenlaces a partir de eventos

noticiosos que generan una atención continua a la manera de una historia en desarrollo. A

menudo la prensa se presta a este tipo de historias cuando son puestas en escena pero

también suelen desencadenarse por eventos espontáneos que no están bajo control de

nadie. La expectativa es generada cuando hay eventos programados cuyas consecuencias

potenciales que producen curiosidad.

Aunque pueden surgir otros valores menos generales, lo que caracteriza a los

mencionados es que en la mayoría de los casos todos ellos están presentes en los eventos

noticiosos en diferentes proporciones. En el orden público pueden predominar el conflicto

y el drama, por ejemplo. En las noticias culturales la prominencia y la proximidad. En


cualquier caso, los valores representan, como ya se dijo, una guía para determinar la

susceptibilidad de los eventos para ser tratados como noticia, pero también una

importante herramienta conceptual de análisis e interpretación.

Las fuentes informativas

En el modelo hegemónico se asume que el reportero debe acudir a las fuentes primarias

para recabar la información necesaria para hacer su trabajo. Esto dentro del criterio de

objetividad que asume que el investigador no se debe involucrar con lo investigado en el

sentido de interpretarlos o analizarlos por cuanto al hacerlo se acerca peligrosamente al

terreno de la opinión y corre el grave riesgo de distorsionar los hechos. En realidad, y tal

como se ha entendido después de décadas de trabajo de campo por parte de

antropólogos haciendo etnografía o de sociólogos investigando comunidades, el

observador no se puede sustraer de influir en los hechos investigados, empezando porque

la observación y el registro son por definición actividades subjetivas. Por esto, dentro del

modelo interpretativo, el reportero investigador es en realidad la fuente primaria, más allá

de que ocasionalmente se encuentre en medio de los eventos objeto de la reportería

como víctima, testigo o protagonista.

Con esta aclaración, es claro que al igual que ocurre en la investigación en las ciencias

sociales y humanas, el reportero como investigador de campo acude necesariamente a

fuentes de primera mano para recabar la información necesaria en el proceso de

elaboración noticiosa. Esta relación con las fuentes es estrecha y directa y sin ella no

existe la reportería original. De hecho, un periodista de escritorio se puede sentar frente a


una pantalla de computador y ensamblar una historia a partir de información generada

por otras personas. Incluso los hay que transcriben o leen comunicados de prensa y se

prestan para ser simples portavoces o mensajeros de fuentes interesadas en propagar su

propia versión de los hechos. Esto no es difícil de hacer y ocurre con frecuencia en más de

un prestigioso medio de comunicación. Sin embargo, para que existan los elementos para

hacer análisis e interpretación y para adoptar un punto de vista crítico, es necesario

involucrar a las fuentes en la generación de datos originales para ensamblar la historia.

Las fuentes informativas desde el punto de vista periodístico tienen una tipología basada

en tres clases: las fuentes documentales, las fuentes informáticas y las fuentes humanas.

Cada uno de estos tipos de fuentes es un universo de posibilidades y sobre cada una de

ellas se podrían elaborar diferentes clasificaciones. Sin embargo, al final son las fuentes

humanas las que hacen la diferencia por cuanto la relación que establece el reportero con

ellas conduce a la auténtica reportería original.

Una característica del modelo hegemónico es la dependencia que tienen las operaciones

noticioso-informativas de las fuentes oficiales, que son aquellas que representan a la

autoridad del gobierno en cualquier capacidad y que por ese motivo están autorizadas

para hacer declaraciones que se consideran ciertas por definición. Esta dependencia de las

fuentes oficiales, que es natural y normal hasta cierto punto, es llevada al extremo cuando

no existe la voluntad, la capacidad, el conocimiento y la experiencia para confrontarlas.

Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en la mayoría de las operaciones noticioso-

informativas de masas en Colombia, que nunca se han distinguido por su espíritu crítico y


cuyos editores creen a pie juntillas que todo lo que dice un funcionario público es cierto

porque sí. En muchos casos, de hecho no hay entrevista sino la simple recepción de

declaraciones que luego son transcritas más o menos textualmente, sin contextualización

o confrontación, por lo que las operaciones noticiosas termina siendo el escenario de la

versión oficial del acaecer social. Las operaciones noticioso-informativas, la prensa, se

pueden considerar, en este sentido, como agencias oficiosas y oficialistas, como la voz

institucional del gobierno de turno y de todos aquellos que se encuentran en posiciones

de poder. Estas fuentes son a menudo obsequiosas en su afán por proveer acceso a los

periodistas y en la utilización de filtraciones y rumores anónimos como formas de

direccionar la información en el sentido que mejor les convenga.

Además de las fuentes oficiales, están las fuentes institucionales que sin ser parte de

cualquiera de las ramas del Estado, son entidades privadas representativas que juegan un

papel importante en el entramado social. Estas incluyen funcionarios de instituciones

como la iglesia, los gremios, los sindicatos, las asociaciones, las cooperativas, las

fundaciones, las organizaciones no gubernamentales, las empresas privadas, entre

muchas otras. Ellos, al igual que los funcionarios oficiales, están en posición de saber y en

tal sentido son voces autorizadas que conocen sus respectivos ámbitos de desempeño.

Los expertos son personas como académicos, investigadores, eruditos y estudiosos,

profesionales de todas las clases que pueden aportar un punto de vista y una opinión

razonable sobre cualquier tópico. Los expertos son vitales a la hora de contextualizar la

información. Ellos son los generadores de buena parte del conocimiento social y científico


sobre diferentes problemáticas en la sociedad, por lo que son considerados neutrales y

por consiguiente desinteresados, lo que no tiene a ocurrir con los políticos, por ejemplo,

donde siempre hay un interés de por medio, o con muchas instituciones que

permanentemente están tratando de vender algo.

Las fuentes ocasionales e incidentales son aquellas personas que por alguna razón están

relacionadas con el tema en cuestión, ya sea porque son allegados, testigos o sujetos de

interés en la historia.

Finalmente están los protagonistas de la historia en toda su complejidad, aquellas

personas cuyas historias de vida y testimonios permiten tejer la narrativa a partir de su

propia voz. Ellos son los protagonistas que anclan los hechos a la realidad, que hablan

desde su propia experiencia vivencial y cuyas palabras expresan lo que constituye la

esencia del drama humano que existe detrás de cada acto que los afectan y

comprometen. Dentro del modelo interpretativo, el contacto con las fuentes se cualifica a

través de la investigación cualitativa con métodos como los casos representativos, la

reportería participativa y los diálogos extendidos, entre otros. El resultado de este tipo de

trabajo con las fuentes es un material informativo enriquecido que permite el desarrollo

estilístico y literario del texto periodístico en forma de crónicas narrativas.

La redacción

El segundo elemento en la triada de la técnica periodística es la redacción, lo que Pulitzer

llamó en su época “el estilo”. Aquí es necesario hacer una aclaración. En lenguaje escrito y

hablado, la palabra, es la forma predominante de representación periodística en cualquier


medio. Podrán algún día desaparecer los periódicos impresos, pero el lenguaje

prevalecerá. Que este sea enriquecido y complementado por imágenes fijas y en

movimiento, por infografías y por los desarrollos informáticos de significación y diseño, no

implica en absoluto que pierda su importancia y su vigencia como la forma predominante

de representación de contenidos en la prensa actual. Ciertamente la informática, y

especialmente la red, han dado lugar a una multitud de elementos significativos

lingüísticos y gráficos que constituyen en sí otras gramáticas en tanto representan un

mundo de posibilidades combinatorias para la elaboración de contenidos, pero siempre

en el fondo de todo ello está las palabras, el lenguaje como sustrato esencial e inevitable.

El lenguaje periodístico

Así como la reportería es una forma de investigación de campo, lo que coloca al reportero

en la misma clase con los investigadores sociales, la redacción es la forma periodística

específica de la escritura. El redactor es pues un reportero que hace su trabajo adoptando

una forma particular de uso del lenguaje, su principal herramienta de trabajo, que para

propósitos prácticos se denomina el lenguaje periodístico. Como herramienta, no sólo

corresponde al periodista utilizar bien el lenguaje, sino estudiarlo, defenderlo y cultivarlo,

aprender a amarlo, si se quiere, para poder utilizarlo en todas sus extraordinarias

posibilidades. El respeto al lenguaje y el rigor en su uso es una condición sine qua non,

como lo es la investigación de campo, para el desempeño profesional de un periodista en

todas las circunstancias y en todos los medios.


Desde luego, no se trata de que el lenguaje del periodista sea distinto del de otros

escritores. La diferencia realmente está en la forma como es utilizado, en la manera sutil

con que la gramática y el genio del idioma se adaptan a la muy entretenida tarea de

construir historias sobre la realidad.

Dice el veterano editor y estudioso del lenguaje periodístico español Alex Grijelmo: “El

lenguaje es el instrumento de la inteligencia. Nadie podría interpretar bien el Concierto de

Aranjuez con una guitarra desafinada, nadie podría jugar con auténtica destreza al billar si

manejase un taco defectuoso. Quien domine el lenguaje podrá acercarse mejor a sus

semejantes, tendrá la oportunidad de enredarles en sus mensajes, creará una realidad

más apasionada incluso que la realidad misma. Pero son muy pocos ahora los periodistas

que se lo proponen”. (Grijelmo, 1997: 21)

En el libro citado, Grijelmo hace una exposición exhaustiva del lenguaje periodístico en sus

principales aspectos. Parte de la definición de los géneros a la manera española (que no

necesariamente coincide con la que se expone aquí), sigue con la gramática y la sintaxis

aplicada a la redacción de textos noticiosos-informativos, hace un repaso conciso de lo

que constituye tanto el buen, como el mal estilo periodístico, expone casos específicos y

representativos del vocabulario bien y mal utilizado, y hasta se mete con la ética de las

palaras, un terreno resbaloso en el que han caído muchos redactores que no acostumbran

a cuidar y medir las suyas, lo que es en el fondo una falta de respeto para con el lector. “La

ética condiciona también el estilo del periodista. Cuando se dominan el lenguaje y las

estructuras periodísticas, y se conocen los efectos demoledores que alcanzan, ha de


entrar en juego la ética como contrapeso. El informador, en efecto, puede construir una

noticia de cuatro folios sin faltar a la verdad en una sola línea, y sin embargo haber

construido toda una mentira”. (Op. Cit.: 531)

Es posible afirmar que ningún otro texto como el de Grijelmo reivindica la existencia de un

lenguaje periodístico vigente en el ejercicio profesional.16 Esto lo convierte en un

componente conceptual esencial para establecer la especificidad de su práctica en lo que

concierne al registro de la actualidad informativa y a una forma propia de exposición que

contrasta con lenguajes vernáculos y especializados que compartimentan y restringen el

conocimiento social a unos cuantos iniciados. Si algo reivindica Grijelmo, es la claridad en

la exposición de las noticias, cualquiera que sea su extensión y complejidad, para la mejor

comprensión del público lector en todo el mundo de habla española.

Es curioso que Pulitzer, el viejo lobo de la prensa norteamericana considerara la redacción

periodística como el estilo, un término que denota una actividad creativa, que es

exactamente lo que ha sido siempre. Sin embargo, dentro del modelo hegemónico en su

forma más característica el lenguaje periodístico se fue depurando en las salas de

redacción en aras de la fórmula elaborada paralelamente con los valores noticiosos para

establecer los protocolos de la elaboración informativa. El resultado ha sido un lenguaje

genérico desprovisto de elementos emocionales y subjetivos, con una adjetivación

rigurosamente vigilada para que no se salga del cauce establecido por los cánones. En el

16

Alex Grijelmo, editor de vieja data de El País de España, ha escrito otros textos relacionados todos con el lenguaje y el lenguaje periodístico. Entre ellos se encuentran La Gramática Descomplicada, un delicioso texto que le quita el acartonamiento a la mecánica del lenguaje, y el Manual de Estilo de El País, un texto periodístico en sí mismo y el mejor compañero a la hora de redactar un artículo.


lenguaje periodístico hegemónico, por así decirlo, desaparece el narrador por completo,

se hace completamente invisible, como si su presencia estorbara.

No obstante, a pesar lenguaje periodístico fue impuesto en las salas de redacción de los

medios ortodoxos, la literatura, consorte del periodismo en sus orígenes y amante

subrepticia desde entonces, nunca lo abandonó. De ahí el término “periodismo literario”,

que parafraseando una denominación musical, constituye una especie de crossover que

ha terminado por ganar legitimidad durante décadas de producir extraordinarios

documentos muy diferentes a los generados cuando se aplican los más estrictos preceptos

del lenguaje telegráfico auspiciado por las agencias internacionales de noticias y las

grandes operaciones de prensa albergadas en medios de comunicación de masas.

La utilización del lenguaje periodístico, su sintaxis, tiene que ver con asuntos como la

adjetivación, el uso de los tiempos y las conjugaciones, la construcción gramatical, la

eficiencia en el uso de las palabras y los elementos que otorgan lecturabilidad a los textos

escritos. Nada impide, sin embargo, que este lenguaje se enriquezca en el tono, el ritmo,

la utilización de figuras literarias como la metáfora y la metonimia y con una certera y

bien entendida argumentación, como lo hacen los mejores y más reconocidos columnistas

de prensa.17

17

La sintaxis narrativa se complejiza en los medios electrónicos como la radio y la televisión e informáticos como el internet. El sonido, las imágenes en movimiento y la convergencia multimedial sin duda enriquecen la historia periodística. En este último caso, por ejemplo, la posibilidad de combinar todos los medios gracias a la digitalización de la información, le agrega integridad a la información noticiosas que puede ser entregada simultáneamente en palabras, imágenes fijas y en movimiento, infografías, además de la inagotable posibilidad de contextualización que ofrece el medio a través de los enlaces inmediatos con fuentes documentales y de referencia. El otro componente decisivo en este caso es la interactividad que ha dado lugar a un diálogo entre los reporteros y sus lectores o audiencias que antes no existía y a permitir el


No se debe olvidar, como tienden a hacerlo quienes practican el periodismo genérico, que

escribir siempre es una actividad creativa en la que la reflexión da paso a la

conceptualización entendida como la concreción de las ideas en palabras y que de no ser

por ellas se desvanecen irremediablemente en el mismo momento en que son concebidas.

La narrativa

El periodista utiliza el lenguaje periodístico para darle forma a la información y

transformarla en noticia. Aunque la noticia escrita comúnmente recibe nombre de

artículo, nota o pieza escrita, la denominación más común es la de historia. Este nombre,

impuesto por el uso en las salas de redacción, denota una característica particular del

periodismo: su naturaleza narrativa, el arte de contar historias organizadas, en el caso de

la crónica, de manera cronológica. A diferencia de la forma predominante en literatura de

ficción clásica, donde la tendencia es a empezar por un pasado más o menos lejano para

llegar y concluir en el presente, el punto de partida de la noticia en periodismo es el

momento actual cuya conjugación más representativa es el presente continuo utilizado en

la titulación de la prensa escrita y electrónica. En la crónica, por ejemplo, el periodismo

narrativo hace uso de elementos literarios como la construcción de personajes,

escenarios, tramas, desenlaces, y ocasionalmente diálogos, para destacar la dimensión

humana de los hechos y construir alrededor de los protagonistas el desarrollo noticioso.

Aunque la secuencia cronológica parte de las coordenadas básicas establecidas por las

cinco preguntas a responder: qué, quién, dónde, cuándo y cómo, a la que habría que

aporte de éstos a la conformación de la información dentro de los llamados Contenidos Generados por el Usuario, un valioso complemento que le añade toda una nueva dimensión y posibilidades multifacéticas a la noticia.


agregar el cuánto por aquellos de darle dimensión al fenómeno, siempre sigue una línea

temporal en la que usualmente existen puntos de quiebre y referencia que son vitales a la

hora de darle sentido a la cronología y los antecedentes del evento noticioso actual.

Tal vez el aspecto crucial de la narrativa es que esta debe ser entendida como una

metodología de investigación. Es a través del proceso de contar una historia cuento como

se ocurren las mejores ideas y donde todo el arduo trabajo de la reportería cobra vida. Por

eso, escribir en periodismo forma parte de la investigación, no sólo porque allí se concreta

lo descubierto, sino porque esta es la llave mágica que abre las puertas al reino de las

ideas.

Los componentes de la historia

El lenguaje periodístico y el estilo narrativo, cuando es empleado para construir historias

noticiosas, sirven de marco para poner en práctica los criterios que conforman el aparato

conceptual de la redacción. Estos son los protocolos para la elaboración discursiva de la

noticia. Al igual que los valores noticiosos guían la reportería, lo que se denomina los

componentes de la historia según la tipología de Mencher, (Mencher, 2006) son preceptos

y reglas prácticas y, en el fondo, éticas, para la redacción. Ellos proveen una plantilla para

la organización de la información de tal manera que se ajuste a los estándares

establecidos dentro del modelo hegemónico para las salas de redacción. Los componentes

son una especie de garantía contra la capacidad que tiene el periodismo de hacer daño a

personas e instituciones cuando es negligente, incompetente, faso y malicioso.


Los protocolos de la elaboración periodística dentro del modelo hegemónico son

atribución precisión-exactitud, veracidad, verificación, integridad, ecuanimidad, balance,

brevedad, selectividad, claridad, interés humano, responsabilidad, pertinencia,

credibilidad, densidad, relevancia y objetividad. Al igual que los valores noticiosos, los

componentes de la historia se consolidaron paulatinamente como respuesta a la

evolución de las operaciones noticiosas informativas en los medios de comunicación de

masas. En ese sentido, estos se formaron como conceptos, sobre y para cada uno de los

cuales es posible efectuar elaboraciones mucho más amplias y precisas con el fin de

determinar la articularon de los principios de desempeño y conducta periodística en la

construcción de las sociedades en donde surgieron.

Una breve descripción de cada uno de estos componentes pone de relieve su lógica

dentro de la fórmula paradigmática del modelo hegemónico.

La atribución se puede considerar como el componente más importante de la historia en

la medida en que es el resultado del contacto del reportero con sus fuentes, el reporte en

sí. De hecho, se puede decir que sin atribución no hay historia. Se asume, por principio,

que toda información incluida por el reportero en el desarrollo del evento noticioso-

informativo y que no haya sido presenciada personalmente, debe ser atribuida a una

fuente documental, informática o humana. En todas las formas de atribución está

implícito el asunto de la credibilidad de la fuente, una cualidad que el reportero debe

estar en capacidad de evaluar. Al atribuir información a documentos, no se he de la misma

forma con e textos académicos puesto que en las historias periodísticas la mención a la


fuente siempre se pone dentro de la narrativa del texto principal, pero debe ser suficiente

para que el lector pueda verificar la veracidad de la cita. La credibilidad de la información

conseguida de fuentes en la red también debe ser evaluada cuidadosamente dada su

naturaleza abierta y espontánea. La atribución de fuentes humanas tiene reglas

específicas que la determinan, empezando por la textualidad precisa de las citas en el caso

de las declaraciones. La convención establecida en el lenguaje periodístico es la inclusión

de la cita textual entre comillas, precedida o seguida del nombre de la fuente. Se admite

parafrasear una cita, cuando no se altera el significado, así como editar ciertas citas, así

vayan entre comillas, para hacerlas más comprensibles. Hay que anotar que se espera de

toda información noticiosa que haya atribución de fuentes humanas por cuanto esta es la

que da cuenta de la reportería original. En la atribución se aplican los acuerdos de

confidencialidad del reportero con la fuente, un pilar del ejercicio periodístico tanto en el

modelo hegemónico como en el interpretativo. También hay varios niveles de atribución,

todos ellos producto de la negociación del reportero con la fuente donde priman aspectos

como el derecho del público a ser informado, la seguridad de la fuentes y la importancia

que la información tenga para propósitos de verificación y triangulación de la información.

La atribución, en su forma más compleja, adopta formas como las conversaciones, los

diálogos y los testimonios basados en historias de vida. La atribución no exime al

periodista ni al medio de su responsabilidad de citar declaraciones de las fuentes que

resulten no ser ciertas.

La precisión y su sinónimo, la exactitud tienen que ver con la forma como se usa el

lenguaje periodístico en descripción de los eventos noticiosos, la calidad de las palabras


utilizadas para mostrarlos de la forma más clara posible dentro de las coordenadas en las

que tienen lugar. El lenguaje hace por definición una abstracción de la realidad, reduce

cosas similares a palabras simples y puede hacer que se pierdan en generalidades. Un

lenguaje preciso ahonda en los detalles y los pinta, por así decirlo, para la atención del

lector porque tiende a lo específico. Una cosa es un árbol y otra un viejo olmo de 15

metros de alto. La exactitud se manifiesta en los hechos factuales, todos aquellos que

ubican y cuantifican los fenómenos, que representan coordenadas en cantidades y

nombres propios. Es tarea del reportero recoger estas coordenadas exactamente y

ponerlas de esa manera en la historia para beneficio de una comprensión completa del

lector. La precisión tiene que ver también por el amor que todo buen escritor, y más un

periodista, debe tener por los detalles. Describir las cosas sitúa la imaginación de lector, le

dibuja los espacios, los personajes, las circunstancias en su mente y lo compromete con el

seguimiento de la historia.

La veracidad, con ser un principio básico y aparentemente e incuestionable en el

periodismo, es sin embargo frágil cuando los hechos son sujeto de interpretación. Hay

cosas que no admiten discusión, como las coordenadas de las que se habla en el párrafo

anterior. Sin embargo, tarde o temprano se tiene que formular una pregunta con una

enorme carga filosófica frente a ciertos hechos: ¿Qué es la verdad? Entonces se descubre

que la verdad es relativa. Una respuesta típica es que la verdad depende. ¿Depende de

qué? Del punto de vista del observador, por ejemplo, de sus intereses, de lo que considera

que vale la pena destacar, lo que es más o menos importante. Quiéranlo o no los gurús del

modelo hegemónico, el periodista tiene un punto de vista que se refleja en el tratamiento


que le da a la información, desde su organización y diseño hasta el tono, el ritmo y el brillo

con que describe los acontecimientos. ¿Y qué hay de las verdades a medias? Más allá de

que sea utópico pensar que pueda existir una verdad completa y absoluta, muchas

operaciones noticiosas-informativas en los medios de masas tienden a presentar verdades

a medias o medias verdades, ya sea porque la reportería es defectuosa, porque las

fuentes no dicen todo lo que sabe, o simplemente porque no les interesa. La verdad como

entelequia sufre otro golpe devastador cuando se pregunta, una vez que se constata que

un hecho es cierto, qué significa. Las verdades no solo son relativas; a menudo también

son insuficientes.

La veracidad va de la mano de la verificación, un componente básico en cualquier rutina

periodística respetable. Esta es la garantía contra la imprecisión, la inexactitud y la

falsedad en el periodismo. La verificación consiste en volver sobre los hechos y comprobar

hasta qué punto son ciertos, entre otras cosas porque las fuentes no siempre dicen la

verdad. A este respecto se entiende que la responsabilidad de publicar una declaración

falsa dicha por una fuente no recae en la fuente sino en la publicación. Para hacer

verificación es importante la triangulación que consiste en confrontar dos fuentes con

una tercera, especialmente cuando existen dudas y cuando la información puede ser

parcializada o incompleta. La verificación requiere diligencia por parte del reportero e

incluso hay organizaciones periodísticas en las que esta labor es desempeñada por

personal especializado en lo que en inglés se llama fact checking.


La integridad de la historia quiere decir que esta debe ser completa en el sentido de

cumplir con los requerimientos mínimos para su comprensión por parte del lector. Estos

requerimientos están determinados por la naturaleza de la historia. La integridad está

relacionada con la respuesta a las cinco preguntas básicas, esto es, con la ubicación de la

noticia en sus respectivas coordenadas existenciales y espacio-temporales. No obstante,

esto no garantiza que la historia sea completa. Como se recordará, en el esquema de la

pirámide invertida del modelo hegemónico, la información se jerarquiza de tal manera

que lo que se considera menos importante es prescindible. Esto conduce muy

frecuentemente al sacrificio de los contextos que ubican la historia en su época y le dan

sentido a la noticia en sí. En el modelo interpretativo, sin embargo, la conclusión de una

historia periodística es a menudo tan importante como su comienzo. Esto porque al nivel

más elemental, además de las cinco preguntas relacionadas con qué, quién, dónde,

cuándo y cómo, hay por lo menos otras tres que deben ser respondidas: cuánto, la

dimensión del fenómeno en cifras, cantidades y tamaños, información factual que suele

ser el punto de entrada para la comprensión del lector; por qué, esto es la cadena causal;

y para qué, la perspectiva y consecuencias de la noticia y su proyección a futuro. La

integridad tiene otro significado en español; además de ser completa una historia debe

ser honesta en el mejor sentido de la palabra por cuanto no sólo es competente y bien

hecha sino que se presume en su elaboración la buena fe y su carácter eminentemente

positivo. Una historia no es íntegra, por ejemplo, cuando es deliberadamente ambigua,

cuando se enfatiza lo que no se debe o se trivializa lo que es verdaderamente importante

y cuando se usa la ironía, la sátira o el sarcasmo en una historia noticiosa-informativa. Y


una historia deja de ser íntegra y honesta cuando se convierte en infotainment un

neologismo y anglicismo al mismo tiempo, donde se mezclan la publicidad y las relaciones

públicas con la información con el objetivo subrepticio de vender algo a la audiencia. Hoy

en día, a mediados del año 2013, el formato más exitoso en la radio colombiana es el de

una emisora que se identifica con una letra y donde esta modalidad se ha llevado a su más

extrema sofisticación por parte de un grupo de profesionales que como periodistas han

resultado ser excelentes vendedores.

La ecuanimidad en el modelo hegemónico a menudo se confunde con la falta de

compromiso por parte del reportero o por lo menos su falta de identificación con un lado

de la historia. Ser ecuánime significa dar a todas las fuentes y versiones de un evento

noticioso el beneficio de la duda. La ecuanimidad lleva implícita la imparcialidad que

implica no tomar partido más allá de lo que señalan los hechos. En ambos casos, se trata

de no juzgar a las personas, de no dejarse llevar por ideas preconcebidas, de no

parcializarse en favor de una u otra opción con el ánimo de influir en la opinión pública y,

sobre todo, de no prejuzgar a las personas o a los hechos. En resumen, de evitar la

subjetividad en la representación de los hechos a través del lenguaje periodístico. Sin

embargo, se ha probado una y otra vez que cuando se hace investigación de campo puede

resultar inevitable el involucramiento de los reporteros con los actores de sus historias,

especialmente cuando se trata de personas o grupos vulnerables, cuando hay abusos o se

causa daño de una manera deliberada bajo el amparo de la autoridad y la ley. Lo contrario

también es frecuente: la parcialidad en favor de quienes están en posiciones de poder y


de aquellos a quienes los periodistas o sus organizaciones informativas profesan lealtad

por razones políticas o económicas.

El balance consiste en incluir en una historia versiones e interpretaciones diferentes de los

hechos cuando estos son motivo de confrontación. Cuando esto no es posible se dice

explícitamente que el intento se hizo pero no hubo respuesta. El balance es una forma de

confrontar las fuentes en periodismo, una rutina necesaria pero que se practica poco.

Hasta cierto punto, es también un reconocimiento de la relatividad de los hechos y de que

estos son sujetos a interpretaciones, así estas no provengan de los mismos reporteros. El

balance se puede llevar a niveles exagerados, como ha ocurrido por ejemplo con el debate

entre evolucionismo y creacionismo, donde ciertos medios le asignan igual credibilidad e

importancia a ambas interpretaciones de la historia a pesar de que una de ellas es

claramente falsa y desfasada ¿Cuál puede ser?

La selectividad es una cualidad de criterio en todo periodista y editor. Ella consiste en

saber seleccionar la información que va dentro de la historia y la que no. Seleccionar

implica escoger los eventos noticiosos que soportan el peso de la historia, los elementos

contextuales, las citas, la información factual y colocarlos en su lugar adecuado dentro de

la estructura del artículo noticioso. Esta selección depende de un riguroso y productivo

trabajo de reportería que produzca suficiente material para escoger. La selección de la

información debe ser pertinente para el enfoque de la asignación periodística y no desviar

la atención del lector hacia asuntos que no le conciernen. Colocar material irrelevante en


una historia desvía la atención del núcleo principal, le resta peso y termina confundiendo

al lector.

La brevedad en periodismo está relacionada con la eficiencia y la economía del lenguaje.

Dentro del modelo hegemónico la brevedad consiste en decir la mayor cantidad de cosas

con la menor cantidad de palabras. Esto es cierto en el periodismo estrictamente

noticioso, donde el texto se tiene que ajustar a los hechos y donde frecuentemente se

sacrifica el contexto en aras de una brevedad esquemática, de acuerdo a la vieja fórmula

de la pirámide invertida. De hecho, los protocolos de las agencias de noticias especifican la

cantidad de palabras que debe tener una frase para ser más o menos comprensible. Otra

víctima inevitable de esta fórmula es el estilo propio e individual del reportero y la

utilización de elementos literarios que desdibujan la narrativa y la transforman en un

lenguaje genérico que es la forma que adopta la neutralidad en la redacción periodística.

Este componente se ha llevado hasta sus últimas consecuencias en la utilización del

lenguaje en el periodismo de red, donde hay quienes asumen np El Tiempo que el

lenguaje se tiene que ajustar a la naturaleza del medio y que este ajuste debe ser hacia el

mínimo común denominador en el lenguaje escrito. El modelo interpretativo, aunque

también aboga por la calidad del lenguaje y su eficiencia, no necesariamente pone el

énfasis en la cantidad de palabras que deba tener un artículo sino en su integridad y en la

calidad y densidad del contenido. Tal vez es por eso que las grandes operaciones

informativas como los periódicos de referencia no abrevian o condensan sus artículos para

las versiones en la red de sus publicaciones.


La claridad es otra cualidad relacionada con el lenguaje periodístico, específicamente con

la gramática de la información que privilegia el modo indicativo de conjugación y la voz

activa en la construcción de la oración, con el uso adecuado de los tiempos y con la

utilización de un vocabulario adecuado para lo que se quiere decir. La máxima de que en

periodismo la forma sigue a la función, es decir que el lenguaje se debe ajustar al tema,

tiene implícitas tanto la claridad como la brevedad. Un lenguaje claro no es ambiguo ni

deja cabos sueltos en la historia o preguntas sin responder. Es por demás obvio que en

todos los casos que cuando una historia es incomprensible o confusa es porque no está

bien escrita.

El interés humano como componente de la historia es la contraparte de drama como

valor noticioso. Aunque en el modelo hegemónico el “quién” es esencial en la historia

porque difícilmente podría haber una información noticiosa sin seres humanos que la

protagonicen, a menudo, sin embargo, el “qué” predomina y el hecho noticioso toma

precedencia sobre los actores. No obstante, más allá del papel que una o varias personas

pueden haber jugado en los acontecimientos objeto de la elaboración noticiosa, éstas son

seres humanos de carne y hueso con características, cualidades, detalles que los

caracterizan, para no hablar de personalidad e identidades. Construir historias alrededor

de sus protagonistas es la técnica narrativa por excelencia. No obstante esto requiere

también de una forma de reportería que vaya más allá de la entrevista ocasional y única y

se adentre en los terrenos de los diálogos, las conversaciones, los testimonios, los

escenarios y los entornos. Permitir hablar a los protagonistas es altamente sospechoso en


la prensa tradicional porque implica que el reportero ceda la voz, y por consiguiente el

control, al involucrar a sus fuentes en la historia.

En una historia periodística profesional el reportero asume la responsabilidad por sus

palabras. El nombre (byline) al comienzo de la historia es una marca que identifica la

calidad de la reportería y de la redacción, respaldada por la idoneidad y credibilidad del

medio. La responsabilidad implica reconocer que las noticias tienen causas y

consecuencias y que si bien la información veraz tiene un valor positivo por definición en

el entramado de una sociedad democrática también una noticia falsa, maliciosa o

negligente puede causar mucho daño, como frecuentemente ocurre. El derecho a la

rectificación tiende a subsanar las deficiencias en la información pero no siempre es

suficiente para reparar las consecuencias de una noticia mal elaborada. En este sentido, el

reportero-redactor es responsable no solo ante sus lectores, sino ante el medio y ante las

fuentes. Con estas últimas existe un pacto implícito, una especie de contrato de caballeros

según el cual la veracidad de la fuente tiene su contraparte en la publicación textual de

sus declaraciones.

La densidad en la información periodística es uno de los componentes más importantes y

menos comprendidos en el periodismo noticioso. La densidad de una historia se mide por

la cantidad de información relevante que contenga. Una historia poco densa suele

abundar en lugares comunes e información conocida, en excesos retóricos que suelen

proliferar cuando el reportero no ha recabado suficiente información en el proceso de

reportería y existe la necesidad de llenar espacio. Esto es algo similar a lo que acurre con


esas personas que tienen la habilidad de hablar mucho y no decir nada, una característica

que se encuentra frecuentemente entre periodistas y profesores universitarios. De

particular importancia es la información factual que establece coordenadas precisas, con

cantidades, nombres propios, lugares, fechas, dimensiones, así como los requerimientos

mínimos que hacen que una historia sea íntegra y completa.

La densidad tiene un correlato, la relevancia. Aunque pueda parecer una exageración a

algunos y dentro del periodismo hegemónico no se entiende como un objetivo, lo cierto

es que la información noticiosa genera procesos. El simple hecho de que alguien se

identifique con una publicación es un punto de partida para una serie de consecuencias

que se pueden derivar de la exposición de los hechos correspondientes. Estos procesos

van más allá de los efectos estudiados con tanto ahínco por los investigadores de los

medios de comunicación de masas. A menudo estos procesos son muy localizados,

afectan a unos pocos individuos. Pero con mucha frecuencia, y la historia del periodismo

está llena de ejemplos en este sentido, investigaciones periodísticas tiene efectos que

resuenan en toda la sociedad y producen cambios significativos y duraderos. De hecho, el

periodismo investigativo tiene como objetivo generar procesos de ajuste y cambio en la

sociedad al exponer situaciones inequitativas, hechos de corrupción y abuso de poder por

parte de las autoridades. La relevancia marca una gran diferencia entre la investigación

periodística de campo como generadora de conocimiento social y la investigación

académica cerrada y exclusiva de las ciencias sociales y humanas que poco cambian a la

sociedad. La irrelevancia tiende a ser un componente en ciertos tipos de periodismo

contemporáneo como el de farándula o de divulgación facilista, un tipo de ocupación cuya


función principal parece ser la de ayudarle a quienes nada o poco tienen que hacer a

perder mejor el tiempo. Que la frivolidad sea un negocio es normal en la sociedad de

consumo y en la industria cultural, pero que esta se presente como periodismo es un

truco barato cada vez más utilizado por operaciones supuestamente informativas como

los noticieros de televisión colombianos cuyas secciones del entretenimiento son poco

menos que un insulto a la inteligencia de sus audiencias. Y todavía existen, créase o no,

periodista de prestigio que se le juegan toda cuando afirman que los rumores y el chisme

son noticias legítimas, y hasta viven de eso.

Por último, la objetividad, tal y como se entiende dentro del modelo hegemónico, es el

componente más problemático dentro del periodismo moderno y su verdadero talón de

Aquiles. Desde hace ya muchas décadas, la objetividad ha sido desvirtuada en diferentes

campos. En las ciencias sociales, por ejemplo, donde imperó durante los comienzos de la

antropología y la sociología, la idea de que el investigador podía aprehender la realidad tal

como era y representarla sin modificarla a partir de sus propias observaciones perdió

vigencia desde que se argumentó que por el simple hecho de escoger el escenario de sus

investigaciones, de describirlas él mismo desde sus vivencias subjetivas y de filtrarlas a

través de numerosos condicionamientos disciplinarios y académicos, la realidad así

presentada perdía cualquier vestigio de objetividad. Entonces la realidad objetiva dio paso

a la realidad interpretada a través de discursos en los que se trataba de discernir las redes

simbólicas y significativas que le daban sentido. Se entendió que la realidad estaba sujeta

no a una sino a múltiples interpretaciones y que muy frecuentemente estas obedecían no

solo a teorías, conceptos e ideologías diferentes, sino a intereses concretos de tipo


económico, social, cultural o político, lo que le otorgaba a esas interpretaciones, por más

pretensiones científicas que tuvieran, un componente en el que necesariamente resultaba

envuelto el tema del poder como una variable a considerar. La objetividad como categoría

científica también se desmoronó a partir de los avances científicos como la teoría de la

relatividad, o el principio de incertidumbre que prueba que por el sólo hecho de observar

un fenómeno ya se está modificando.

La objetividad fue un concepto heredado del positivismo que pretendía equiparar el

conocimiento social al conocimiento científico y descubrir leyes rigurosas para discernir la

lógica del funcionamiento de las sociedades. De alguna manera, el positivismo se coló a

través de su disfraz funcionalista dentro del modelo hegemónico del periodismo y poco a

poco la fórmula se fue depurando de tal manera que no pasó mucho tiempo en el siglo XIX

y en el siglo XX cuando los dueños de los negocios de las noticias alojados en los medios

de comunicación de masas proclamaron la neutralidad de la información noticiosa,

reservándose para ellos mismos, como propietarios, la libertad y el privilegio de opinar. De

esta manera conjugaron la libertad de prensa y expresión con la libertad de empresa, se

lavaron las manos frente a los consumidores con su pretendida independencia,

mantuvieron a raya a los reporteros y editores a quienes despojaron de su capacidad para

hacer análisis crítico e interpretación, con lo que resolvieron el asunto del poder en las

salas de redacción. Hoy en día ningún periodista serio acepta el argumento de que las

noticias pueden ser objetivas y sin embargo este componente del modelo hegemónico

sigue más vivo que nunca en las principales salas de redacción de las operaciones

informativas más importantes, no tanto como una explicación sino como una justificación


del papel que juega la prensa en el entramado de poder económico y político. Si algo sirve

de consuelo, se puede decir que la objetividad simplemente significa la distancia que debe

mantener el reportero con sus temas, el no involucrarse, no opinar ni tomar partido por

cualquier causa que surja de sus actividades de investigación de campo.

La edición

El tercer componente de la técnica periodística es la edición como el aspecto articulador

de todo el proceso de elaboración noticioso-informativo. Se puede considerar la edición,

de una manera un tanto cruda, como el diseño o empaquetamiento de la noticia para su

entrega al consumidor final. Desde un punto de vista profesional, la edición es en efecto

un gigantesco sistema de control de calidad cuyo objetivo es hacer que el producto

periodístico se ajuste a los estándares de la organización informativa. Desde un punto de

vista académico, se puede entender la logística editorial, con sus diferentes niveles,

protocolos y editores especializados, como un sistema de evaluación por pares que ajusta

y supervisa todos los aspectos de la elaboración noticiosa de tal manera que resulte en un

producto relevante desde el punto de vista del conocimiento social.

Los editores son periodistas especializados que han pasado por las etapas de formación en

la sala de redacción. Al igual que los reporteros rasos, los editores responden a un perfil

profesional en el que el elemento esencial es el buen criterio para tomar decisiones

permanentemente, desde las mismas asignaciones hasta la colocación, diseño, estructura

y contenidos del material que será publicado o emitido. Un buen editor debe ser un

maestro del detalle, tener una cultura general amplia, conocer al dedillo al personal con


el que trabaja, el ámbito social de su medio, su comunidad y sobre todo, la actualidad

informativa y noticiosa que debe alimentar cada día. El editor debe ser una persona muy

bien informada y conectada, con los instintos y el olfato necesarios para estar siempre

“encima de la jugada”.

Se puede entender bien el papel del editor una vez se analicen cuáles son sus funciones

dentro del funcionamiento de la organización periodística. Estas son, sin un orden

particular:

El editor representa al medio en cuanto este posee una identidad que lo caracteriza y

diferencia de todos los demás de su tipo que constituyen en términos generales la

competencia. Es función del editor mantener esta identidad, que está constituida por una

serie de factores como los contenidos, el diseño editorial, el formato, el tiraje, la

frecuencia y el estilo entre otros. La identidad de un medio es a menudo un factor en su

influencia y la forma como su público lo identifica por los principios que dice defender y la

forma como expresa y a menudo encarna los intereses de sus lectores y audiencias. En

términos de mercado, la identidad de un medio se manifiesta en su posicionamiento en

un área de desempeño, ya sea local, regional, nacional e incluso global. El editor debe

entender claramente que es lo que hace que el medio para el que trabaja sea único,

relevante, reconocido y ojalá necesario e indispensable para sus anunciantes y

consumidores. Otro aspecto que debe tener en cuenta el editor es la naturaleza del medio

y la forma como éste entrega los contenidos. Una cosa es un medio impreso, otra la radio,

otra la televisión y otra la red de internet y cualquier forma de hibridación que se pueda


producir entre estos. Los editores gráficos y los editores de arte y diseño tienen bien claro

cuál es la identidad del medio en términos de la imagen que proyecta.

El editor representa a la empresa para la que trabaja en cuanto esta es un negocio cuyo

objetivo es producir ganancias para sus dueños. De alguna manera esta función responde

a una racionalidad de pérdidas y ganancias, de costos e ingresos, de dinero contante y

sonante. Esta racionalidad también está basada en el hecho de que un medio informativo-

noticioso utiliza sus contenidos para poner en contacto a los consumidores potenciales

con los anunciantes. En este sentido, una función del editor es aplicar un precepto

sagrado dentro del modelo hegemónico: la separación entre la publicidad y el contenido

editorial, evitar que el primero influya de alguna manera en el segundo para promover

productos y servicios o comprar influencia. Frente a la empresa hay editores como los

jefes de redacción que también fungen como administradores, con la potestad de

contratar o despedir personal, asignar presupuestos y gastos de funcionamiento de la sala

de redacción.

El editor es responsable por mantener los estándares de calidad del medio. Su función en

ese sentido es hacer que todo salga bien y que se cometan la menor cantidad posible de

errores. Los diferentes editores en una organización informativa son responsables por la

ejecución de las rutinas que deben resultar, al final de la jornada, en un producto bien

empacado para entregar al público. El editor, por ejemplo, es un defensor a ultranza del

idioma como herramienta de trabajo, como deber serlo todo buen periodista. El editor

debe velar, así mismo, por la densidad, pertinencia y vigencia de los contenidos


publicados por el medio. En el modelo hegemónico el editor es también el encargado de

vigilar que no se cruce la frontera entre la información noticiosa y la opinión. Existen

editores encargados de las páginas editoriales de un periódico, que a menudo son

independientes en sus funciones.

El editor es el guardián de los valores éticos del medio. En este caso, debe velar porque

tanto los valores noticiosos como los componentes de la historia, en cuanto que son

protocolos de desempeño, se apliquen rigurosamente. El editor debe ser consciente que

aunque un objetivo y prerrogativa del medio es actuar positivamente en favor del bien

común, también está en su poder hacer daño si no se mantienen bajo control las fuerzas

externas que lo quisieran utilizar a fines ajenos a la misión que la organización se ha

impuesto. El editor ejerce una función de protección preventiva en aspectos que puedan

comprometer legalmente al medio, especialmente en lo relacionado con la difamación, la

invasión a la privacidad, la revelación de información clasificada y en general todas

aquellas actuaciones del personal bajo su supervisión que puedan representar la violación

de los estándares en los aspectos de falsedad, negligencia o malicia.

El editor es el supervisor, asesor y en cierto sentido también, el representante de los

reporteros ante el medio y la empresa y su elemento articulador dentro de la sala de

redacción. Él es quien formula las asignaciones y se mantiene al tanto de lo que se espera

de cada uno de los periodistas, por consiguientes es una pieza clave en la generación de

contenidos. El editor ejerce el don del diálogo pero también la responsabilidad por las

decisiones editoriales, ojalá consultadas con el cuerpo de redacción. En sus manos está


darle densidad y profundidad a la información que muchas veces depende de la calidad y

complejidad de la formulación asignación periodística en tanto proyecto de investigación.

El editor deben mantener una planta de personal eficiente y bien aceitada, que cumpla

con las rutinas previstas y sea confiable bajo presión, que aporte ideas y contribuya a

mantener los objetivos y responsabilidades que él mismo debe asumir. A través de su

relación con los reporteros, el editor es también responsable por el tratamiento, manejo,

mantenimiento y aprovechamiento de las fuentes de información. Más importante aún,

debe saber dónde se encuentran las fuentes, cuáles son apropiadas en cada caso

específico y ayudar y apoyar a los reportaros a ganar acceso a ellas.

Finalmente, el editor es el representante de los lectores o de la audiencia en la empresa,

el medio y la sala de redacción. Él debe conocer quiénes son, cuáles sus necesidades

informativas, dónde se encuentran, cuál es el perfil de la persona que cada vez que se

publica o emite el producto informativo-noticioso lo adquiere para su propia ilustración. El

editor deben pensar en su público cada vez que formula una asignación y debe estar

atento a la retroalimentación que provean quienes consumen el producto bajo su

supervisión. El buen editor entiende que finalmente el compromiso fundamental de la

operación noticiosa informativa está con el lector y la audiencia y que por respeto al

derecho de la gente a la información él defiende en cada uno de sus actos la libertad de

prensa que sustenta toda la racionalidad del periodismo en una sociedad deliberativa y

participativa.


En todas estas capacidades, el editor representa el mecanismo articulador en toda la

operación informativa noticiosa, el alma del trabajo en equipo. Más que nadie, el editor es

quien ejemplifica el hecho de que el periodismo como labor de elaboración de noticias, es

una operación colectiva cuya misión es producir contenidos que dibujan la actualidad

política, social y cultural de una comunidad, ya sea local, regional o nacional.


CAPÍTULO V

La asignación periodística, una propuesta metodológica para una pedagogía

interpretativa.

La metodología de investigación de campo propia del periodismo es la reportería. Esta

consiste en localizar, registrar y procesar la información factual y contextual en las

fuentes que la poseen, que pueden ser básicamente de tres tipos: documentales,

informáticas y humanas.

La reportería periodística empieza por la investigación de campo y que esta es necesaria

para el proceso de redacción e información noticiosa. Primero se investiga y después se

escribe. La consecuencia de este procedimiento es que por lo general entre más

información tenga el reportero, más completa y mejor redactada queda la historia

periodística. De hecho, el reportero arma la historia gradualmente a medida que investiga,

de tal manera que cuando se sienta a escribir solamente tiene que armar las piezas del

rompecabezas. Una buena investigación, con profusa información original y un elemento

noticioso identificado y estructurado conduce casi automáticamente a un buen lead, y una

vez ese primer segmento del artículo queda redactado a satisfacción, el resto de la historia

fluye libremente. Hay que recordar, además que un reportero no se puede dar el lujo de

sentarse a esperar que le llegue la inspiración para comenzar a escribir. “Como dice Alex

Grijelmo, “el buen periodista es el que escribe bien y con rapidez. No tiene mérito escribir

bien pero despacio, ni mal pero con velocidad”. Un buen editor sabe que editar un artículo

mal escrito y estructurado pero con suficiente información es posible pero editar un texto


impecablemente redactado pero sin ningún descubrimiento que lo reivindique es poco

menos que imposible.

El proceso de reportería parte de la formulación de la asignación periodística. Esta

asignación consiste usualmente en un diálogo entre el reportero y su editor, usualmente

un editor de asignaciones, donde se establecen el objetivo de la investigación de campo.

Es aquí donde usualmente entran en juego los valores noticiosos en términos de la

vigencia, relevancia y pertinencia del evento en cuestión que gracias a la información

recabada será objeto del proceso de elaboración noticiosa. Usualmente el editor

establece unos parámetros básicos aproximados en términos de tamaño de la asignación

en palabras, que es proporcional a su importancia dentro del plan general del periódico, la

emisión o transmisión, y la hora de entrega, que depende del ciclo noticioso. Estas

expectativas pueden o no ser complementadas con indicaciones sobre requerimientos

contextuales y sobre las fuentes a consultar. Todo depende de la complejidad de la

historia, de la experiencia del reportero y de la habilidad y disponibilidad de tiempo del

editor.

La asignación periodística es pues el acuerdo de investigación entre el reportero y el

editor y cuyo resultado debe ser una historia sobre la cual ellos trabajarán juntos, cuando

sea posible y necesario. El resultado de ese trabajo es la noticia que será puesta a

consideración del público después de ser empacada, por así decirlo, dentro del espacio y

tiempo disponible en el menú informativo. Se da por sentado que entre más completa


sea la asignación periodística, esto es, entre más profundo sea el diálogo entre el editor y

el reportero, más compleja será la historia producida.

Dentro de las rutinas de trabajo del modelo hegemónico, la asignación periodística,

aunque necesaria, es más o menos protocolaria. Ocasionalmente el trabajo se reparte en

una reunión de planificación entre el editor y su equipo de reporteros. Lo que este trabajo

propone, es elevar la asignación periodística a un nivel que la convierta en el momento

central del proceso de generación de noticias, de tal manera que de ahí resulten historias

no solamente noticioso-informativas, sino también analíticas e interpretativas expuestas a

través de una narrativa creativa que resalte el valor humano de la experiencia colocando a

los protagonista en el centro mismo de la trama.

En este sentido, la asignación es una propuesta pedagógica para ser aplicada en los

programas y materias de periodismo que se apunten a dar el salto hacia un modelo que

vaya más allá del periodismo como registro y se comprometa con la investigación de

campo como sustrato para una auténtica generación de conocimiento social. Tal y como

será expuesta en las siguientes páginas, la asignación se convierte en una herramienta

dentro de un programa de periodismo cuyo objetivo sea, que no sólo forme reporteros y

redactores de noticias, sino auténticos investigadores sociales.

La asignación periodística como instrumento pedagógico de corte constructivista, se

puede ver desde tres ángulos diferentes pero complementarios: como un proyecto de

investigación, como un problema a resolver y como una instancia de conceptualización. Lo

de constructivista se entiende por la máxima de aprender haciendo, es decir, que el


conocimiento se construye a partir de la intervención del sujeto investigador en

escenarios reales, con la ayuda de “andamios” o instrumentos conceptuales

proporcionados en el curso de la enseñanza-aprendizaje.

Como proyecto de investigación, la asignación provee de un protocolo a seguir paso por

paso, que de ser aplicado correctamente, debe conducir al final del proceso a un

descubrimiento noticioso dentro de una historia adecuadamente contextualizada.

El problema a resolver planteado por la asignación periodística es reflexionar y

conceptualizar sobre el descubrimiento después de seguir las pistas que conduzcan a

conseguir la información, procesarla y convertirla en noticia. Este problema está

especificado en la formulación inicial de la asignación y está implícito dentro de cada uno

de los pasos planteados en el protocolo. Resolver el problema planteado pone a prueba

al reportero, lo fuerza, por así decirlo, a ponerse a la altura de las circunstancias y le

otorga el control de su propio proceso de construcción de conocimiento. Resolver el

problema es en el fondo una forma de empoderamiento.

Como instancia de conceptualización, la asignación responde a una problemática dentro

de la cual se ubica la investigación. La asignación consiste en definir esta problemática a

través de los conceptos que la anclan a la actualidad, agrupados en un glosario de

términos definidos.

La formulación de la asignación periodística toma la forma de un diálogo detallado entre

el editor y el reportero. En el aula de clase-sala de redacción, el profesor asume de hecho

el papel de editor-asesor-acompañante del reportero que se enfrenta al presente actual


en cuanto realidad mediatizada. La asignación así planteada, es una larga conversación

que debe asegurar al investigador en cuanto a la mejor forma de descubrir lo novedoso,

de contextualizarlo y de irle dando forma a medida que progresa la averiguación con las

fuentes.

Los pasos que aquí se proponen corresponden a un instrumento afinado a través de

muchos años de docencia de Reportería Y Redacción de Noticias, que es el curso

introductorio al programa de Periodismo de la Universidad de Antioquia. En ese sentido,

ha sido probado repetidamente con resultados más que satisfactorios la mayoría de las

veces. Al final de cada semestre, los aspirantes a periodistas cumplen con los objetivos

centrales del curso: estar en capacidad de manejar una asignación periodística con el fin

de generar un producto, artículo o historia publicable, que se ajuste a los estándares de

reportería y redacción comparables a los medios periodísticos de referencia. Esto se hace

al aplicar en escenarios reales los conceptos expuesto en la sala de redacción,

particularmente el marco conceptual del periodismo expuesto anteriormente.

La asignación aquí planteada es un protocolo diseñado para una investigación que dura un

semestre. A lo largo del proceso de convertir un evento en bruto en una historia noticiosa

vigente, relevante y pertinente, hay encuentros permanentes por parte del editor-asesor

con los reporteros donde se revisa el trabajo de campo. Al final, la historia producida es

editada conjuntamente, en una instancia donde se terminan de afinar los conceptos

periodísticos, se constata y revisa la experiencia y se determina la publicabilidad de la

historia como criterio cualitativo final de evaluación.


El protocolo

1. En el comienzo es la idea de la asignación, que puede estar sustentada en uno o

varios hechos o eventos. Esta debe ser formulada atendiendo a unos criterios que

la hagan viable, pertinente, vigente y relevante. En el caso del programa de

Periodismo de la Universidad de Antioquia, donde se hace “Periodismo

universitario para la ciudad” para los medios de práctica, la idea debe estar

anclada en la actualidad, debe estar focalizada en un espacio específico, debe

responder a una problemática urbana, debe tener una ventana de tiempo definida,

debe ser ejecutable con acceso a las fuentes, debe ser segura y debe esclarecer lo

que se intenta descubrir y averiguar, lo que nadie conoce que se constituirá en el

elemento noticioso. Esto es lo que el documento marco del programa de

periodismo definió en un principio como el enfoque temático. Estos criterios

deben estar formulados en forma de hipótesis o de preguntas a responder,

siguiendo el método inductivo y estableciendo, sobre todo, una relación de

causalidad. Esta idea se escoge de varias sometidas por el reportero, y se formula

en una párrafo que da cuenta, de una manera sucinta, cuál es el objeto de

investigación.

2. La investigación documental, lo que en el medio académico se llama el resumen

de la literatura, es el punto de entrada a los contextos. Una vez definida la idea, la

primera responsabilidad del reportero es revisar el récord documental relacionado

con el objeto de la asignación. El editor aquí puede jugar un papel importante al


guiar al reportero a fuentes productivas, eficientes y creíbles. El récord puede ser

físico o informático. El lugar natural donde el reportero debe empezar a buscar es

la prensa misma, lo cual implica una exploración hemerográfica. Según la

problemática a explorar, un evento o un hecho específico puede tener una huella

documental más o menos larga. Para ellos es importante conocer las leyes de

acceso a la información como el Derecho de Petición, y usarlas de ser necesario. El

objetivo, como en todo trabajo con las fuentes, es encontrar la fuente primaria

documental que de luz sobre los hechos y guie el resto de proceso de reportería.

Todo buen periodista sabe que las fuentes informáticas son cada vez más

importantes que las documentales, especialmente a partir del momento histórico

en el que la información empezó a ser digitada y adquirió una presencia virtual.

Por eso es fundamental que el reportero conozca de métodos y procedimientos de

investigación en internet, sobre lo que ya existen valiosos y muy completos

manuales.18

3. La cuantificación del fenómeno responde a la pregunta que fue dejada de lado

cuando se formularon los cinco interrogantes básicos dentro de la fórmula del

modelo hegemónico. El “cuánto” responde a una inquietud casi instintiva en

quienes buscan información: saber de qué tamaño es la cosa. La cuantificación

implica acceder a cifras, tamaños, cantidades, estadísticas, frecuencias y toda la

información factual verificable que ubique al lector en relación y proporción con lo

18

El mejor de todos es el de Sandra Cruccianeli, Herramientas Digitales para Periodistas, publicado por el Knight Center para el periodismo en las Américas y disponible en forma gratuita en su sitio web.


que lo rodea. La información cuantitativa es un punto de referencia fundamental y

un punto de entrada a la comprensión de cualquier historia noticiosa que incluya

dentro de sus requerimientos el esclarecimiento de dimensiones físicas. Esta

información se puede localizar de las fuentes documentales e informáticas.

4. La contextualización de la información es un elemento que diferencia

decididamente el modelo hegemónico del interpretativo. Todo evento noticioso

informativo está inmerso en un universo contextual que le dé sentido. Sin este no

es posible el análisis y la interpretación de la información noticiosa, ni puede haber

investigación periodística que supere el nivel de la descripción. En el modelo

hegemónico, especialmente en la fórmula de la pirámide invertida y de la

respuesta a las cinco preguntas que conforman las coordenadas de la noticia, a

menudo se soslayan los contextos. Cada categoría contextual configura en sí

misma un universo conceptual a partir del cual eventos y noticias adquieren su

vigencia y relevancia en cuanto a conocimiento socialmente válido. En la sociedad

en su conjunto, los contextos son identificables como esferas organizativas y de

representación. Es por eso que las categorías contextuales corresponden a grandes

rasgos a las áreas de cubrimiento en periodismo, y constituyen principios

organizativos que determinan hasta cierto punto las rutinas, los protocolos y en

general la organización del trabajo en las salas de redacción. En algunos casos

estos contextos se definen de manera espacial: lo local (metropolitano, la región),

lo nacional (país), lo global (noticias internacionales); en otros casos la


organización informativa se distribuye por los contextos que se señalan a

continuación.

Político: Todas las personas son ciudadanos que viven en sociedades

presumiblemente democráticas regidas por un contrato social expresado

en una constitución y una organización política. De hecho, gran parte de la

actualidad noticiosa-informativa concierne al ámbito de lo público,

relacionado específicamente con la manera como las sociedades son

gobernadas. La organización democrática del Estado liberal, con sus cuatro

poderes, a nivel local, regional y nacional, más los organismos

supranacionales, están por definición involucrada en todos los asuntos que

conciernen a los ciudadanos. Los funcionarios públicos y sus actuaciones

son fuentes privilegiadas y predominantes en el cubrimiento del acontecer

cotidiano hasta el punto de monopolizar la agenda informativa. Ello son los

responsables de alimentar a los medios con la versión oficial de los hechos

dentro de la puesta en escena de la actualidad política. Se supone que el

papel de la prensa es mantener a los ciudadanos informados de las

actuaciones de sus gobernantes para que puedan tomar las decisiones que

mejor representan sus intereses y expectativas, entre ellas elegir y ser

elegidos. Los medios y las redes sociales han asumido de hecho el papel

que antaño tuvo la plaza pública en el contacto entre los ciudadanos y sus

gobernantes. El contexto político se puede entender como la forma que


toma la posesión y la administración del poder para promover intereses

particulares o generales.

Económico: La economía representa, en un sentido amplio, el aspecto

cuantitativo de la sociedad. Así mismo, define la lógica del funcionamiento

del sistema como modo de producción dominante y la economía de

mercado. La economía afecta a todos los ciudadanos de una forma u otra,

dependiendo de sus estatus, ingresos, actividad productiva e innumerables

aspectos a escala micro y macrosocial. Cualquier evento convertido en

noticia tiene implícito un aspecto económico cuantificado y cuantificable.

La importancia de la economía está demostrada por la proliferación de

medios dedicados a este aspecto de la sociedad, que incluye los negocios,

las finanzas, la tecnología, y por el tamaño y variedad de estas secciones en

la prensa de interés general. La economía es, además, un aspecto

globalizante dentro de la agenda informativa, que trasciende fronteras y

genera expectativas permanentes dentro de la narrativa de la actualidad.

Social: La sociedad es un entramado organizativo conformado por

instituciones y comunidades que se articulan entre sí a través de sus

actividades e intereses comunes. Empezando por la familia, la institución

primaria, los ciudadanos de una u otra manera se hacen partícipes de la

vida comunitaria al pertenecer a las redes que se tejen en torno a las


actividades productivas, culturales, religiosas, educativas, deportivas y de

otros tipos, todas las cuales tienen implícitos códigos de expresión,

pertenencia y desempeño. El contexto social es también el sustrato

institucional, más allá del ámbito oficial, desde donde el conjunto de la

sociedad establece la estructura que le permite funcionar más o menos

armónicamente en la satisfacción de las necesidades de sus miembros. La

sociedad se organiza comunitariamente alrededor de actividades básicas

como el trabajo, la salud, la vivienda, la propiedad de la tierra, la recreación

y la cultura, el cuidado de los niños y los ancianos, los cultos religiosos, que

son indefectiblemente escenarios contextuales de las problemáticas, los

temas y los eventos noticiosos.

Jurídico: El contrato social está expresado en una constitución política que

establece los deberes y derechos de los ciudadanos expresados en las leyes

que los rigen. A partir de ese contrato se levanta un complejo aparato legal

de instituciones, leyes y regulaciones que abarcan prácticamente todos los

aspectos de la actividad humana. El derecho, en todas sus ramas, legitima o

deslegitima, regula y reglamenta, controla y permite las actividades de las

personas. Todo evento convertido en noticia está enmarcado, por

definición, en un contexto legal normativo que es necesario conocer y

entender para colocarlo en su lugar justo dentro del universo de la

actualidad mediatizada. Basta pensar, por ejemplo, en el concepto de


orden público, que implica toda la actividad de la aplicación de la ley por

parte de las autoridades, y que constituye una porción importante de la

actualidad informativa.

Cultural: La cultura, entendida en su sentido amplio, está constituida por

las formas simbólicas de representación a través de las cuales los seres

humanos le dan sentido a su existencia. Estas incluyen el conocimiento

científico y social, las creencias, el arte, la moral, las costumbres, los

valores, los rituales y los mitos, los deportes, entre otros. La cultura el

universo del discurso, empezando por el idioma pero no limitándose a este

por cuanto todo objeto creado por el hombre lleva en sí una carga

significativa. La cultura es entonces un proceso permanente de

conceptualización y racionalización de la realidad constitutiva de la

identidad particular de los grupos humanos, especialmente de las

comunidades y los pueblos. Un aspecto de la cultura, por ejemplo, es el

deporte competitivo a través del cual se escenifican innumerables

instancias de significación social y colectiva de individuos, comunidades y

naciones en todo el mundo. Por definición, todo hecho informativo

representa y significa algo, está escrito en una red de sentidos que hay que

hacer presente para darle un sentido completo.


Científico: Está constituido por el conocimiento acumulado por la

humanidad que le permite explicar de una manera racional el

funcionamiento del universo, desde lo más pequeño hasta lo más grande.

En principio todo evento tiene una explicación causal y contextual, una

razón de ser. El conocimiento científico incluye aspectos como la medicina,

las ciencias exactas y naturales, las ciencias sociales y humanas, las ciencias

ambientales y de la tierra, entre otras. Por definición, el conocimiento

científico es el ámbito de la educación, en la medida en que ésta se ocupa

de la generación, transmisión y aplicación de este conocimiento dentro de

las sociedades. También es parte esencial de la salud en lo relativo al

tratamiento de enfermedades y su explicación y a la generación,

transmisión y aplicación permanente del conocimiento al bienestar físico

de los seres humanos, y del trabajo por la relación de la ciencia con la

tecnología y la innovación.

Espacial: Todo evento susceptible de ser convertido en noticia ocurre, por

definición, en un lugar específico. No obstante, dependiendo de su

naturaleza, este evento puede tener un impacto local, regional, nacional o

global. Lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, por

ejemplo, tuvo un impacto planetario cuyas consecuencias siguen vivas hoy

en día. La noticia local es esencial para el buen funcionamiento de ciertas

comunidades, más importante aún por cuanto los grandes medios tienden


a soslayarla. Lo local, por ejemplo, constituye la esencia del periodismo

comunitario. Otra forma de pensar lo local es concebirlo como nicho, es

decir un espacio específico de información que responde a necesidades

concretas de una actividad productiva, lo que da lugar al descubrimiento de

oportunidades en la creación de medios informativos de periodismo de

negocios. El contexto espacial incluye el mundo, la actualidad global donde

lo que ocurre en alguna parte tiene más posibilidades de influir en el resto

del planeta.

Informático: Más allá del espacio físico está en ciberespacio, la red de

nodos, comunidades virtuales e hipertextuales, con todos sus avatares,

cuya existencia desafía las nociones establecidas del tiempo y el espacio. El

contexto informático se creó a partir de la digitalización de la información

en el lenguaje binario, el más sencillo posible, que hizo que todos los datos

fueran formateables, intercambiables, archivables, accesibles. Para el

periodismo esta es la era de las migraciones de los contenidos, los

anunciantes y las audiencias hacia un lugar que sólo existe en las máquinas

que lo hacen posible. Es un contexto de flujos, un aspecto de la actualidad

cada vez más relevante en la medida en que la actualidad se encuentra

escenificada ahí, en el territorio de los multimedios y las convergencias. El

contexto informático está ahí, no se puede ignorar, y cabe dentro de lo

posible que en no mucho tiempo lo abarque todo.


Cronológico: Todo evento, noticioso-informativo tiene por definición unos

antecedentes históricos que son esenciales para su comprensión. No en

balde la historia es un área de conocimiento simbiótica con el periodismo,

al igual que la literatura. Lo cronológico se manifiesta en una línea temporal

que teóricamente se puede remontar hasta donde haga falta en el pasado.

La historia es aún más importante aún por cuanto buena parte de ella ha

sido escrita por cronistas y periodistas a lo largo de los siglos. Cabe recalcar

que la actualidad, el ámbito propio del periodismo, es el presente histórico,

lo más cercano al momento en que nos encontramos. En ese sentido,

desde el punto de vista lógico y metodológico, la noticia se ancla en el

presente y se proyecta hacia el pasado cuando se trata de establecer sus

antecedentes, o hacia el futuro cuando se trata de sobre proyecciones y

perspectivas.

5. Toda asignación tiene un marco conceptual que la define y que forma parte de

una lexicología comúnmente aceptada. Este marco conceptual está determinado

por la problemática dentro de la cual se inscriben los hechos o eventos que son

objeto de la elaboración noticioso-informativa. El marco conceptual se expresa en

un glosario de términos de referencia que constituyen la estructura

epistemológica, por así decirlo, de la asignación. El reportero necesita tener claro


cuál es la definición aceptada de los términos de referencia para darle una

dimensión colectiva comprensiblemente aceptable a los hechos que van a ser

incluidos dentro de la narrativa noticioso-informativa. Estos términos y sus

definiciones son accesibles en bibliotecas, centros de documentación, archivos

especializados y a través del internet, en libros, estudios, ensayos y otros

documentos elaborados por los generadores del conocimiento científico y social.

6. El mapa de fuentes humanas es elaborado a través de la investigación documental

inicial y consiste en una lista inicial de todas aquellas personas que pueden

contribuir con información original a la investigación periodística en curso. El

reportero parte de una premisa periodística básica: sobre cualquier tema siempre

habrá alguien que sabe más que todos los demás. El objetivo del reportero es

encontrar a ese alguien, apoyándose para ello en la tipología señalada

anteriormente. Lo encuentre o no, el mapa de fuentes le permite al reportero

hacer una especie de ruta de investigación, una cartografía social que guía el

trabajo de campo. Las fuentes, más que los documentos análogos y el internet,

proveen información original con el valor agregado de que casi sus declaraciones

no tienen el problema de la separación entre la información y la opinión. De

hecho, el trabajo con las fuentes es por donde se cuela la opinión, el análisis e

interpretación que sin provenir del reportero, le dan densidad significativa y

relevancia a la noticia.


7. Los casos representativos son instancias temáticas de investigación periodística

en profundidad. Un caso representativo puede ser una persona, un grupo, una

cuadra, un barrio, una factoría, un asilo, un equipo, todo aquello que epitomice el

tema sobre el que se está trabajando. Nótese que desde el punto de vista de la

profundización de la noticia, esta parte de una idea, continúa con el tema, sigue

con la problemática y termina en los contextos. Los casos representativos, uno o

varios, permiten concentrar el esfuerzo investigativo y profundizar sobre las

circunstancias específicas que rodean los eventos objeto de investigación. Estos

casos, en algunas instancias, permiten desarrollar anécdotas o historias paralelas

de vida que van a complementar la historia o la narrativa principal.

8. Las historias de vida van más allá de la simple entrevista, que es el pan de cada día

del periodismo informativo actual en el contacto de los reporteros e investigadores

con las fuentes humanas de información. Según sea el hecho a cubrir, la entrevista

puede ser desde un contacto breve y único hasta una larga conversación e incluso

una convivencia, cuando se trata de periodismo participativo. En todos los casos, la

entrevista es vital para la consecución de información original. Hay que distinguir,

en ese sentido, la entrevista de la simple recepción de declaraciones, que es donde

muchas veces empieza y termina la labor de recolección de la información para la

elaboración de historias. La entrevista en el buen periodismo siempre se debe

concebir como un evento dialógico, en que se pueda contrapreguntar y confrontar

a las fuentes y donde el reportero mantenga el control de la información a través


de preguntas explícitas y bien formuladas. La entrevista puede ser un evento

preparado y acordado de antemano, bien planificado en el sentido de que se

conozcan bien las preguntas, que estas sean pertinentes, breves y concisas. No

siempre ocurre de esta manera, sin embargo, aunque el reportero debe estar

preparado para cualquier eventualidad. Lo ideal es que la entrevista se convierta

en testimonio, donde la fuente tome la palabra y el periodista preste el escenario.

El material de las historias de vida permite trascender el estilo genérico y hacer un

periodismo narrativo en profundidad, que a diferencia del reportaje, se centre en

el ser humano y gire alrededor del drama inherente en la vida de las personas.

9. El registro es el material gráfico que acompaña la historia. Este pude consistir de

imágenes fijas o en movimiento, infografías, caricaturas o ilustraciones. Cada una

de estas modalidades tiene implícita una especificidad y una complejidad que las

determina. Su posición dentro de la historia es, sin embargo, la de

complementarla. El registro debe agregar información que permita visualizar y

ubicar los hechos, darle cara a las personas y dimensiones proporcionadas al

entorno. Se debe recordar que la reportería gráfica es considerada dentro del

periodismo como un género por sí mismo, y que los fotógrafos a menudo tienen

autonomía para escoger las imágenes que mejor se ajustan al tema que se está

cubriendo. Últimamente, la informática ha hecho posible el rápido desarrollo de la

infografía como complemento periodístico a la noticia e incluso como género con


validez en sí mismo en la media en que a través de la esquematización de la

información se cuentan historias.

10. El género periodístico es la forma que toma la historia una vez todo el material

recabado en los pasos anteriores esté disponible. El género a menudo corresponde

a la identidad del medio y a lo que se espera del reportero-investigador. Se dice

que en periodismo la forma sigue a la función. Un artículo donde la información

factual este organizada por aspectos no cronológicos, de un asunto carente de

presencias individuales representadas por historias de vida, se puede organizar

como un reportaje temático, con un lenguaje eficiente que vaya al grano y no se

adorne con artilugios estilísticos innecesarios. Una crónica basada en historias de

vida y testimonios elaborados, por otro lado, permite desarrollos estilísticos que le

den un tono particular a la historia, que destaque los personajes, que se desarrolle

narrativamente porque está contando una historia que busca atrapar la

sensibilidad del lector. Los géneros varían en tamaño, temática y estilo. Pueden ir

desde la reseña hasta la crítica cultural y desde el elemental artículo noticioso

hasta un informe especial por entregas. Lo ideal es que para cuando se siente a

escribir el reportero sepa cuál va a ser el tono, el ritmo, la densidad y el estilo del

artículo.

11. Los parámetros básicos de la historia decididos con el editor: formato, tamaño,

fecha de entrega, fecha de publicación.


12. El diario de campo, que es lo que en el fondo hace la diferencia entre la reportería

estándar y la investigación social. En el diario debe estar anotada toda la ruta que

siguió la investigación desde que se formuló la asignación periodística, con ésta

como su primer elemento. En este sentido, el diario es un instrumento etnográfico

de verificación de la investigación, además de un registro completo para

propósitos de organización de la información recabada. Un diario de campo sirve

como ayuda nemotécnica a la hora de escribir pues en él deben estar consignados

los momentos, las instancias y los personajes que van a poblar el universo de la

historia periodística. El diario le debe servir al editor para confirmar la calidad y la

veracidad de la investigación y para cotejar sus resultados en caso de que se

produzcan confrontaciones con las fuentes. El diario de campo en periodismo es

nada más ni nada menos que la documentación de una experiencia periodística

completa, con análisis e interpretación y con una perspectiva crítica que le aporte

a la reportería y redacción de noticias una dimensión de investigación social con

capacidad para generar procesos al interior de las instancias reportadas.


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