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La Revista de Devoto, septiembre de 2013. La Plaza Arenales. Tel 4502.8775
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Año 4 Número 12,Septiembre de 2013Anunciar en vdvip [email protected] de tapa:Estudio Publica para VdVipEste ejemplar es un obsequio.Por favor, lleve uno solo.
IMAGENES
Imágenes de la plazaque cautiva a grandesy chicos en el corazónde Villa Devoto.
LA PLAZAARENALES
EL BARRIO CAMBIO LA REVISTA
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Año 4 Num 12 SEPTIEMBRE de 2013
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Especialista en terapia Individual, de pareja y de familia.Psicodiagnósticos y pericias en el Fuero Penal, Civil y Laboral.
Psicóloga Clínica y Forense
LIC.MARCELA DIODATIPSICOLOGA
El Dr. Robredo Newman es un espe-
cialista en observación. Ostenta un
doctorado en reojo, charlatanería y
crítica de sucesos que la mayoría de
los vecinos pasamos por alto. Fiel a
su estilo y a su edad, todo le parece
mal y lo señala quejoso. Por deci-
sión de el Dr. esta columna sale en
este número y en el próximo ya no.
Hoy: La Plaza Arenales
Con inocente sofoco confieso que durante
muchos años de mi infancia creí que la Pla-
za Arenales debía su nombre a los areneros
o arenales donde se hallan las hamacas, to-
boganes y demás juegos infantiles. Con el
tiempo descubrí que otras plazas con are-
neros paradójicamente, se llamaban de otra
forma. Sentía pena por esos niños que juga-
ban en plazas que pudiendo haberse llama-
do toboganales, hamacales o subibajales,
habían sido condenadas a llamarse Irlanda,
Lavalle o Miserere. Con el correr de los años
uno se da cuenta del error, abandona aque-
Dr. Robredo NewmanLa columna del
“MI TRABAJO ES OBSERVAR, DESCRIBIR Y CRITICAR LO QUE HACEN
OTROS. MI DEDO DENUNCIA CON EL UNICO AFAN DE ENCOLERIZAR A LA
GENTE, SIN ÁNIMOS DE SABER PORQUE SUCEDEN LAS COSAS PORQUE
SENCILLAMENTE, NO CREO EN LA RAZÓN”.
Aún cuando estén a 30 metros, usted se senti-
rá intimidado por el brusco zigzaguear de un
niño que, con menos destreza que carné de
conductor, dirigirá el vehículo tanto hacia us-
ted como hacia el espacio que había elegido
segundos antes para ponerse a salvo. Haga
lo que haga, tarde o temprano, el mocoso lo
embestirá. En mis tiempos eso no sucedía:
bicicletas, triciclos, cartings y monopatines
eran tracción a niño. Los caminos desbor-
daban de piedritas molidas: una especie de
polvo de ladrillo picado grueso. Dicho sea
de paso, arrojadas en puñados estas piedri-
tas servían para mantener a raya a pibes de
otras escuelas. Había tantas que clavando la
punta de la zapatilla y arrastrando con fuerza
los pies, podían hacerse surcos. Las zapatillas
manchadas con aquel polvo naranja servían
de argumento para que algunos se jactaran
de haber participado en un torneo de tenis
en el Círculo Devoto. Otros con menos ínfu-
las aprendieron a instancias y gritos de sus
madres a lavar ellos mismos sus zapatillas.
¿Quiere que siga? Sigo.
Cuantas veces temblaba de miedo imaginan-
do que esa estrecha cueva que se sumerge
en la lomada de Bahía Blanca era en verdad
la casa de un temido guardián de plaza. Cada
vez que la pelota caía dentro uno se metía
para sacarla y otro quedaba de campana, por
si los monstruos. Recluído en túneles subte-
rráneos el guardián de plaza era la aparición
misma del hombre de la bolsa: un temido
mito hecho realidad. Es así y no hace falta
comprobar nada más, si usted y yo lo creía-
mos, entonces existió. No quisimos aprender
de chicos, ahora de grandes menos que me-
nos. Pero cambiemos de tema por uno más
actual. Llega septiembre y lentamente la pla-
za empieza a saturarse de gente que saturada
en grasas corre a su alrededor. ¿Se preguntó
alguna vez por qué corren en sentido inver-
La columna delDr. Robredo Newman
La PlazaArenales
llas creencias infundadas y vuelve a entre-
garse a otra en apariencias más convincente.
Entonces comencé a preguntarme ¿por qué
Plaza Arenales si todo el mundo le decía Plaza
Devoto? o si usted quiere, ¿por qué hay en el
centro una estatua de Antonio Devoto si se
llama Plaza Arenales?
Nota: para llegar a estos planteos hace falta una
dosis importante de tiempo al p.... (léase pedo).
Aprovechando una salida de compras y con
ánimos de esquivar la verdad, llegué al cen-
tro mismo de la plaza. En torno al mástil vi
talladas tres figuras: una de San Martín, otra
de Belgrano y otra del General Juan Antonio
Alvarez de Arenales (según Wikipedia: Ge-
neral Arenales (1770-1831) militar boliviano/
argentino que luchó junto a Manuel Belgrano
en las guerras por la independencia y que fue
nombrado gobernador de Salta en 1824). Vaya
a saber por qué este militar terminó siendo el
responsable de que aquella mistonga plaza
de paraje dejara entonces de llamarse Santa
Rosa. Digo Santa Rosa porque así se llamaba
en sus inicios nuestra plaza y digo mistonga
porque esas plazas de pueblo rodeadas de
manzanas baldías y campos vírgenes de edi-
ficaciones, solo tienen sentido en la traza de
un plano catastral.
Nota: En los pueblos incipientes la plaza ape-
nas se distingue del resto de las manzanas.
Lo cierto es que esta plaza ya no es la que
era. Y eso que cuando yo la conocí ya no era
lo que había sido y mi papá me contaba que
en su época ya había dejado de ser lo que mi
abuelo solía contar que era.
¡Hoy uno tiene que andar con cuidado es-
quivando autitos a bateria! ¡Malditos autitos!
La PlazaArenales
La columna delDr. Robredo Newman
so a las agujas del reloj? Yo también, pero
recuerde no preguntar más. Son muy po-
cos, pero existen osados transgresores que,
desafiando a la masa, corren en dirección
contraria como disfrutando de otra clase de
ejercicio, llevando al running inverso a la cate-
goría más alta de los deportes de elite. Varias
veces he tenido que soportar sus presumidos
argumentos: “Correr en sentido contrario es
para pocos” sueltan en la primera oportu-
nidad que se les presenta. Por si acaso se le
ocurriera a usted lector convertirse en uno
de ellos, le sugiero tome recaudos. Cuentan
que muchos han terminado en la ruina eco-
nómica, otros han sido abandonados por sus
parejas o han descubierto rayones en el capó
del auto. En ciertos casos ha sucedido todo
junto, dependiendo de la cantidad de horas
que se haya desafiado el sentido en que corre
la mayoría.
De aquella muchedumbre del trote tomé
ciertos perfiles demográficos que describo
en las siguientes líneas. El corredor profe-
sional de paso firme y músculos torneados
integra el grupo de los menos numerosos.
Otros más abundantes (también en volumen
corporal) reconocen no ser lo suficientemen-
te fuertes para imponerse el ejercicio diario y
no les queda otra que pagar para ser some-
tidos a duros entrenamientos. Un grupo de
bronceados carilindos aumentan sus pulsa-
ciones solo cuando suena su smartphone.
Pueden estar apoyados en el auto de papá
durante dos o tres horas mirando pasar de
brazos cruzados a los que sudan la gota gor-
da... ¡lo mismo que hacen en la empresa de
papá! También se ven grupos obstruyéndolo
todo: son aglomerados de cuatro o cinco que
caminan, charlan y en media hora terminaron
el trámite. No están pendientes de las calo-
rías que quemaron pero si de las que van a
consumir y corren al almacén a comprar la
La columna delDr. Robredo Newman
La PlazaArenales
EN EL CORAZON DE DEVOTO
A S U N C I O N 4 1 6 8 T E L 4 5 0 4 . 4 2 9 1 W W W . F U N D A C I O N T E A T R A R T E . O R G
muzzrella que napolitará las milanesas de la
noche. Están también los demodé, rústicos
del running con sus zapatillas Adi-Bochas y las
medias de siempre, una remera de algodón
desteñida como el jogging gris raído de anta-
ño. Ejercitan sin conducta y arbitrariamente
meten un pique corto a insólita velocidad
que los deja tendidos en el pasto mirando las
estrellas durante media hora. Llegan a casa
extenuados, se quitan la remera y andan en
cueros como exhibiendo un nuevo físico. Do-
loridos, acalambrados y desgarrados, al otro
día no se los vuelve a ver.
Problema: la gente tomada como muestra se
repetía según el número de vueltas que corría
alrededor de la plaza distorsionando los valo-
res de la realidad. Somos conscientes de la es-
casa fidelidad de este trabajo, pero fiel a nues-
tro estilo, no nos importó.
Dicen que en 1958, el reemplazo de la anti-
gua fuente por el actual mástil central gene-
ró un efecto magnético negativo y rompió
definitivamente el equilibrio de fuerzas que
gobernaban el trazado de la plaza. Tal vez
este fenómeno sea el que afecta a las pare-
jas de enamorados que eligen la plaza para
tratar asuntos del corazón, iniciando peleas
que terminan en reconciliaciones tanto como
pactos de amor eterno que duran breves ins-
tantes. Algunos menos románticos aseguran
haber visto empresarios de la zona incorpo-
rando y desvinculando empleados, cosa que
si bien ratifica la teoría, también es cierto que
esas cosas no se hacen en las plazas.
Antes de pasar a mi próxima queja quiero
dejar asentado que de continuar colocando
excedentes de salsas en los panchos, en bre-
ve tendremos que pedir ayuda a Greenpea-
ce para que colabore con la limpieza de los
empetrolados bancos y sus alrrededores que
desde hace muchos años han venido acrece-
tando un horrible halo negro de grasas trans
La columna delDr. Robredo Newman
La PlazaArenales
y saturadas. ¿Ha visto?
Ahora si por último quiero hablar de los pi-
caditos de fútbol. Necesito volver a sentir
aquella inexplicable sensación de ser quien
impide que un automóvil reviente el esfé-
rico. ¿Reviente dijiste? ¡La boca se te haga a
un lado!. Es que hay tantas personas dando
vueltas en la plaza que las posibilidades de
detener una pelota han disminuido a una
chance en cincomil.
Nota: Cálculo realizado en hora pico promedio
en día laboral sobre calle Pareja.
Pero no le echemos la culpa solo a la gente
sino también a las crueles autoridades que
han agregado montículos de tierra y cercos
perimetrales que si bien no impiden del todo
el juego, claramente no lo propician. El caso
es que los improvisados futbolistas ya encon-
traron la manera de sortear dichas dificulta-
des haciendo que el montículo favorezca o
perjudique la mitad del tiempo a cada equi-
po. Recuerdo que en mis épocas se evitaba
patear fuerte por temor a que la pelota llega-
ra a la calle, pero ahora con los cercos patean
de puntín desde cualquier parte y el asunto
de las ondulaciones ahora sirve de rampa a
una pelota tan veloz como desorientada ca-
paz de impactar a cualquiera.
Nota: Un puntinazo de Plastibol en la cara no
solo deja como secuela quince minutos de
atontamiento sino que disminuye la audición
durante todo el día.
Me pregunto ¿para qué sirve una plaza?
Me voy conforme sin hallar respuesta. Des-
pués de todo si la hallara no tendría más
tema de conversación
La PlazaArenales
La columna delDr. Robredo Newman
El Dr Robredo Newman no forma parte del staff de VdViP, queda permitida cualquier reproducción parcial o total de este texto sin previo permiso. El Dr. recibe comentarios [email protected] pero rara vez los contesta.
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