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1 Nota del traductor: Este librito fue uno de los últimos escritos por el conocido historiador eclesiástico bautista. El contenido revela indirectamente muchas de las preocupaciones del autor por causa de los cambios drásticos que han tenido lugar en la Convención Bautista del Sur durante la última veintena. Posiblemente una de las razones principales por la hechura de este libro ¿Por qué los bautistas? es el viraje radical que se ha dado en el liderazgo de dicha convención con respecto al empleo de las confesiones de fe. Sin delatar de antemano la postura del Dr. Estep, creo que vale la pena leer el libro con una mente abierta para descubrir no tan sólo las preocupaciones del autor, sino sus respuestas para remediarlas, basándose sólidamente en la historia y tradición de los bautistas desde sus inicios. Necesito decir dos o tres cosas en cuanto a la traducción. El estilo del Dr. Estep es fácil de seguir y traducir. Algunas de las fuentes citadas por él, tomadas éstas de las confesiones de fe de los bautistas de los siglos dieciséis y diecisiete, sí cuestan ponerlas en buen castellano. No tan sólo las palabras son arcaicas, sino que también la sintaxis inglesa de esos siglos no favorece una traducción nítida. Espero que sepan perdonar cualquier falla que encuentren. Eso sí, pese a algunas fallas en la “hispanización” del libro, valdrá la pena sacarle todo el jugo que puedan. Yo soy mejor bautista por haberlo leído. Espero que la experiencia suya sea igual. Roberto Fricke S., PhD Misionero jubilado

William Estep - ¿Por qué los Bautistas? Un estudio de la fe y herencia bautistas

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Este librito fue uno de los últimos escritos por el conocido historiador eclesiástico bautista. El contenido revela indirectamente muchas de las preocupaciones del autor por causa de los cambios drásticos que han tenido lugar en la Convención Bautista del Sur durante la última veintena. Posiblemente una de las razones principales por la hechura de este libro ¿Por qué los bautistas? es el viraje radical que se ha dado en el liderazgo de dicha convención con respecto al empleo de las confesiones de fe. Sin delatar de antemano la postura del Dr. Estep, creo que vale la pena leer el libro con una mente abierta para descubrir no tan sólo las preocupaciones del autor, sino sus respuestas para remediarlas, basándose sólidamente en la historia y tradición de los bautistas desde sus inicios.Necesito decir dos o tres cosas en cuanto a la traducción. El estilo del Dr. Estep es fácil de seguir y traducir. Algunas de las fuentes citadas por él, tomadas éstas de las confesiones de fe de los bautistas de los siglos dieciséis y diecisiete, sí cuestan ponerlas en buen castellano. No tan sólo las palabras son arcaicas, sino que también la sintaxis inglesa de esos siglos no favorece una traducción nítida. Espero que sepan perdonar cualquier falla que encuentren. Eso sí, pese a algunas fallas en la “hispanización” del libro, valdrá la pena sacarle todo el jugo que puedan. Yo soy mejor bautista por haberlo leído. Espero que la experiencia suya sea igual. Roberto Fricke S., PhDMisionero jubilado

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Nota del traductor: Este librito fue uno de los últimos escritos por el conocido historiador eclesiástico bautista. El contenido revela indirectamente muchas de las preocupaciones del autor por causa de los cambios drásticos que han tenido lugar en la Convención Bautista del Sur durante la última veintena. Posiblemente una de las razones principales por la hechura de este libro ¿Por qué los bautistas? es el viraje radical que se ha dado en el liderazgo de dicha convención con respecto al empleo de las confesiones de fe. Sin delatar de antemano la postura del Dr. Estep, creo que vale la pena leer el libro con una mente abierta para descubrir no tan sólo las preocupaciones del autor, sino sus respuestas para remediarlas, basándose sólidamente en la historia y tradición de los bautistas desde sus inicios. Necesito decir dos o tres cosas en cuanto a la traducción. El estilo del Dr. Estep es fácil de seguir y traducir. Algunas de las fuentes citadas por él, tomadas éstas de las confesiones de fe de los bautistas de los siglos dieciséis y diecisiete, sí cuestan ponerlas en buen castellano. No tan sólo las palabras son arcaicas, sino que también la sintaxis inglesa de esos siglos no favorece una traducción nítida. Espero que sepan perdonar cualquier falla que encuentren. Eso sí, pese a algunas fallas en la “hispanización” del libro, valdrá la pena sacarle todo el jugo que puedan. Yo soy mejor bautista por haberlo leído. Espero que la experiencia suya sea igual. Roberto Fricke S., PhD Misionero jubilado

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¿POR QUÉ LOS BAUTISTAS?

Un estudio de la fe y herencia bautistas

Por

William R. Estep 1997

Traducción al español por

Roberto Fricke S.

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¿Por qué los bautistas? Por

William R. Estep

Con recuerdos agradecidos de

Ms. Berta Zinder,

Una tía materna y mi primer mentor teológico, cuya

Biblia Hebrea llevé conmigo al entrar al seminario.

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Prefacio del autor

Por unos cuarenta y tres años me he visto ocupado en la enseñanza de la historia eclesiástica, cuarenta de los cuales han sido en la Escuela de Teología del Southwestern Baptist Theological Seminary de Fort Worth, Texas. Como consecuencia, he aprendido mucho acerca de la fe y la herencia bautistas que jamás habría aprendido si no hubiera tenido la oportunidad de impartir la historia eclesiástica a otros. Sin embargo, esto no quiere decir que mi Bautistas Generales de la fe bautista no esté sin ciertas limitaciones, pero sí significa que yo tengo un trasfondo en la investigación en torno a la historia y teología bautistas junto con un involucramiento personal en la vida bautista que va más allá de las aulas. Una combinación de experiencias en el ministerio pastoral e involucramiento en las misiones en varios países distintos me han ayudado a entender cuán diversos los bautistas pueden ser, asiéndose, a la vez, a los principios básicos de una fe en común. Esta unidad en diversidad, tan desconcertante para los no-bautistas y tan difícil de mantener para aquellos que sí lo son, constituye un elemento esencial de un testimonio bautista eficaz. Mi propósito en escribir este tratado, primariamente para los bautistas, pide una aclaración. No está escrito para denunciar o denigrar a otros cristianos que no sean bautistas, ni tampoco se escribe para que los bautistas del siglo veintiuno intenten duplicar en todo sentido aquello que los bautistas han creído y enseñado en el pasado. Se escribe, sin embargo, para hacer conocer al lector los principios básicos y las convicciones de los bautistas, expresados éstos en sus confesiones y vividos en sus iglesias a través de los siglos. De este modo, los bautistas del siglo veintiuno podrán ver más claramente cómo formular su fe para un testimonio más eficaz dentro de sus propias culturas, sin negar aquellos principios distintivos de fe y orden que han distinguido a los bautistas de otros cristianos. Tal vez otros cristianos puedan comprender mejor a los bautistas después de leer este relato un tanto breve de su fe y herencia. Por ende, para los bautistas contemporáneos y otros que se cuentan entre el pueblo de Dios durante estos últimos años del siglo veinte, mi deseo sincero es que esta obra modesta pueda ser una inspiración y un reto. Mi oración es que todo aquel que lo lea sea retado a demostrar por un discipulado centrado en Cristo la “fe, esperanza y amor” con el fin de que todos los que no son cristianos puedan reconocer que en verdad Cristo tiene el poder para transformar aquellos que se entregan totalmente a El. William R. Estep, 22 de Julio de 1997 Fort Worth, Texas

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TABLA DE CONTENIDO

Introducción Capítulo I Adoración y Vida Una Variedad de Estilos de Adoración, la Música de las Iglesias, El Cristianismo como Discipulado, La Dimensión Personal Capítulo II Elementos Esenciales de la Fe Sobre la Doctrina de Dios, Sobre la Doctrina del Hombre, Sobre la Revelación de Dios en Cristo, Sobre la Salvación, Sobre el Papel y la Naturaleza de la Biblia, Sobre la Escatología Capítulo III La Iglesia y las Iglesias Local y Universal, La Naturaleza de una Iglesia Funcional, Su Ministerio, las Ordenanzas, La Toma de Decisiones Capítulo IV La Iglesia y el Estado La Libertad Religiosa, y la Separación Institucional de la Iglesia Y el Estado, Los Reinos de este Mundo y el Reino de Dios Capítulo V La Historia Bautista Los Comienzos en Ámsterdam, Los Primeros Bautistas Particulares, Los Bautistas en las Colonias Americanos, Los Bautistas y el Movi- Miento Misionero Moderno, Los Bautistas y la Unidad Cristiana. Conclusión Apéndices Bibliografía

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INTRODUCCIÓN

¿Por qué los bautistas? Es sin duda una pregunta que muchos han hecho desde que primero surgieron los bautistas. Sin duda, muchos cristianos y no-cristianos por igual cuestionan la proliferación de la variedad sin fin de “sectas,” como sus detractores suelen decir para referirse a ellos. Aunque la pregunta es válida, algunos de los que la hacen no tienen ni la menor idea en cuanto a su respuesta. Aun más, para otros, el hacer la pregunta es contestarla; porque para ellos no tiene sentido agregar otra secta a las centenares que ya funcionan entre los varios grupos de gentes en las naciones de la tierra. A veces, aun algunos bautistas cuestionan la sabiduría de continuar como una denominación distinta, ya que los recursos están tan limitados para proveer un testimonio cristiano viable y eficaz entre la población del mundo que va en aumento cada vez más. Para aquellos que preguntan en serio, este libro pequeño procurará proveer algunas respuestas. Aunque puede ser que las respuestas no sean convincentes para todos, o posiblemente únicamente a los ya convencidos, por lo menos el lector captará una vislumbre de lo que significa ser bautista en el siglo veintiuno de uno que ha sido un cristiano con convicciones bautistas por más de medio siglo. Empero, este ensayo no se propone encapsular una autobiografía, aunque algunas referencias tales son inevitables para uno que ha sido una parte de la vida bautista por tantos años. Más bien, es una invitación a un peregrinaje por una tierra maravillosa de adoración y vida—fe y orden—tal como se ha vivido por cuatro siglos dentro de culturas muy disparejas en los continentes y las islas habitables que constituyen la tierra firme del globo terráqueo. En el proceso, puede ser que el lector se sorprenda y tenga que abandonar algunos de los estereotipos tocantes a los bautistas. LOS BAUTISTAS, UN PUEBLO DE LA IGLESIA LIBRE El crecimiento de los bautistas, sin la fuerza de armas o sostén del estado, a pesar de la represión severa y la oposición tenaz de parte de las iglesias estatales Católicas, Ortodoxas o Protestantes durante cuatro siglos, es un fenómeno extraordinario de cualquier punto de vista—sea sociológico, económico, político o religioso. Sin embargo, ninguna de estas categorías puede explicar adecuadamente el curso del movimiento bautista en terreno tan variado cultural y religiosamente que caracteriza las áreas donde se hallan los bautistas en la aurora del siglo veintiuno. Desde un puñado de ingleses, algunos de los cuales pasaron los últimos años de sus vidas exiliados en Holanda, el movimiento para finales del siglo veinte se aproximaba a los cincuenta millones con más de cuarenta millones de ellos afiliados a convenciones o uniones partícipes de la Alianza Bautista Mundial. Desde los años más tempranos del movimiento bautista, dos hilos dorados atraviesan lo largo de la comprensión bautista de la fe cristiana: el imperativo misionero y la demanda de la libertad religiosa. Era la determinación de compartir su fe recién hallada con sus compatriotas ingleses que hizo que Thomas Helwys llevara a su diez y pico de seguidores de vuelta a Inglaterra. Y era él que pintó con pincelazos fuertes el principio básico de la libertad religiosa al escribir sobre la portada de su El misterio de la iniquidad:

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Oye, oh rey, y no desprecies el consejo de los pobres, y permite que sus quejas se te presenten. El rey es hombre mortal, no Dios; por lo tanto, no tienes ningún poder sobre las almas inmortales de tus súbditos, haciendo así leyes y ordenanzas para ellos, poniendo señores espirituales sobre ellos.1

En el libro Helwys argumentaba a favor de la libertad, no tan sólo para los bautistas sino también para “judíos, papistas (Católicos Romanos), y turcos (Islamistas),” concluyendo su argumento con estas palabras: “Sean herejes, turcos, judíos o lo que sea, no atañe al poder terrenal castigarlos en lo más mínimo.” Que Helwys, que murió en la prisión Newgate por su fe, no estaba solo en su súplica por la libertad religiosa aun para los judíos, es atestiguado por el hecho de que los bautistas se encontraban entre aquellos que solicitaban la readmisión de los judíos a Inglaterra del cual habían sido desterrados hacía cuatro siglos. Por lo tanto, no era ningún accidente que las dos primeras sinagogas en América se construyesen en las dos colonias donde los bautistas eran más numerosos, en Carolina del Sur y Rhode Island. También, mayormente como resultado de la lucha bautista por la libertad religiosa en Virginia, James Madison fue persuadido por un número de ministros bautistas, incluyendo a John Leland, George Eve, Aarón Bledsoe y Reuben Ford, a que introdujera la Primera Enmienda (aunque originalmente era la tercera, llegó a ser la primera cuando las dos primeras propuestas por el congreso no fueron ratificadas por los estados) al congreso junto con sus garantías de una plena libertad religiosa. Historiadores norteamericanos generalmente están de acuerdo respecto a que la Primera Enmienda dio a la Revolución Americana su unicidad y su significado perdurable. Había habido revoluciones antes, pero ninguna había resultado en la liberación al estado de las ataduras de una iglesia estatal. Únicamente en la colonia de Rhode Island (fundada por Roger Williams y el Dr. John Clarke) estaba garantizado el principio de la libertad religiosa para todos sus ciudadanos, incluyendo a los judíos y ateos, por la separación institucional de la iglesia y el estado. Subsecuentemente, para la experiencia americana el derecho para adorar y expresar las convicciones religiosas de uno en público llegó a ser un derecho humano básico legal, salvaguardado éste en la Constitución Federal y su Carta de Derechos.

Desde sus comienzos, los bautistas eran objetos de suspicacia, porque ellos rechazaban el papel tradicional de reyes y prelados para control la vida religiosa de sus súbditos. Consecuentemente, ellos llegaron a ser objetos de discriminación y persecución. Aun en las colonias americanas a menudo eran tratados como ciudadanos de segunda clase, sujetos a la deportación y encarcelamiento. El Dr. John Clarke, pastor bautista y médico de Newport, Rhode Island, fue aprisionado junto con Obadiah Holmes y John Crandall, siendo sentenciados a ser azotados frente a la Casa del Estado en Boston por haber oficiado en un culto de adoración en la casa de un bautista ciego, William Witter, que vivía en las afueras de Boston. A Henry Dunster, el primer rector de Harvard College (ahora la Universidad de Harvard), se le quitó su puesto al abogar por la postura bautista respecto al bautismo. En la Virginia colonial, más de noventa predicadores y laicos

1 Thomas Helwys, The Mystery of Iniquity (Oxford: Bodeian Library, rpt. London: Kingsgate Press, 1935), XXIV.

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bautistas fueron apresados, siendo a veces azotados, por predicar el evangelio. En Carolina del Norte, el gobernador William Tryon, un anglicano, intentó exterminar el movimiento bautista, acantonando así sus tropas en seis centros bautistas después de la Batalla de Alamance. A jóvenes bautistas también se les privaba de una educación universitaria en las colonias, al igual que había pasado en Inglaterra, hasta que los bautistas de la Nueva Inglaterra tuvieron éxito en establecer el Rhode Island College (ahora Brown University) en Providence. El college abrió sus puertas a todo estudiante, sin importar su preferencia religiosa o carencia de ella. El movimiento misionero moderno fue iniciado por William Carey y un grupo sincero de pastores bautistas ingleses jóvenes y laicos que se habían convencido de que Dios les guiaba para que formasen una sociedad misionera con el fin de enviar misioneros a predicar el evangelio en países extranjeros en los continentes lejanos de la tierra. Aunque había misioneros moravos en la India y otros países antes de Carey, ellos eran sostenidos en parte por la familia real de Dinamarca. El movimiento misionero bautista demostraba que era posible que un pequeño grupo de cristianos dedicados y de pensamiento común enviase misioneros sin patrocinio o sostenimiento gubernamental. Pronto otras denominaciones seguían el ejemplo de los bautistas, y dentro de una década surgieron sociedades misioneras en ambos lados del Atlántico. Aunque de vez en cuando algunos bautistas se convencían que “Dios salvará a los paganos sin la ayuda tuya o la mía,” tal y como lo dijera John Ryland, según dicen, éste nunca ha sido el sentimiento prevaleciente entre los bautistas. Al contrario, la mayor parte de los bautistas se han convencido de que el Cristianismo auténtico demanda un alcance misionero, porque los bautistas toman en serio la admonición de Pablo en Romanos 10:14-17 y “La gran comisión” de Cristo en Mateo 28:19, 20. CONFESIONES BAUTISTAS—FUENTES DE MALENTENDIDOS Las confesiones bautistas, a diferencia de los credos históricos, por ejemplo, “El Credo de Nicea” y “La Confesión de Augsburgo,” nunca condenaban a aquellos que estaban en desacuerdo con sus creencias profesadas. Aunque de una forma firme han sostenido sus convicciones tocantes a la iglesia, el bautismo, las misiones, y la libertad religiosa, los bautistas se han negado a sostener que solo los bautistas son los cristianos verdaderos, o que eran los únicos cristianos que iban al cielo. Para ellos, siempre ha sido la relación personal a Cristo que uno tenga la que determina la salvación personal y el destino eterno. Por ende, ellos nunca buscaban usar el estado para imponer su fe sobre nadie. Si estas aseveraciones son razonablemente precisas, como creo, ¿por qué los bautistas han sido objetos de la persecución de parte de algunos gobiernos dominados por la religión en el pasado tanto como en el presente? La respuesta a esta pregunta varía de país en país, de cultura en cultura. Sólo una discusión más detallada puede descubrir lo que parece ser la motivación que conduce al antagonismo y la opresión. Aunque las confesiones de fe bautistas nunca han condenado a aquellos que no comparten sus creencias, algunas otras denominaciones cristianas resienten el hecho de que los bautistas no reconocen el bautismo infantil como bautismo válido. En un sentido, ellos piensan que los bautistas, al rehusar aceptar el bautismo infantil como válido,

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también están rechazando a aquellos que sí lo aceptan. Específicamente, aquellos que sostienen que el bautismo infantil quita la culpa Adámica, y por lo tanto, es necesario para la salvación, creen que los bautistas y otros que sostienen el bautismo de creyentes ponen en riesgo la salvación de sus hijos, o que al rechazar el bautismo infantil, están condenando a los niños sin bautizar a un sepulcro sin Cristo. Este realmente no es el caso, porque los bautistas creen que a los niños se les debe enseñar desde sus primeros años acerca de Dios, Su amor y la salvación que él ofrece en Jesucristo, pero también creen que ningún niño puede tomar una decisión responsable de seguir a Cristo hasta que haya llegado a una edad de responsabilidad moral. Sólo después de que uno haya entregado su vida a Cristo, tiene el bautismo el significado para la vida cristiana que se enseña y se ejemplifica en el Nuevo Testamento. El concepto bautista de la libertad religiosa también ha sido objeto de malentendidos, particularmente por aquellas denominaciones que han sostenido por mucho tiempo la postura de iglesias estatales establecidas y que aún argumentan que el estado debe darles un trato preferencial, sosteniendo así económicamente a sus escuelas y otros proyectos de la iglesia, excluyendo a toda otra iglesia. Este deseo por controlar la vida religiosa de una nación a menudo pone la motivación para el acosamiento, la discriminación y la supresión a los bautistas en la Europa Oriental, particularmente de parte de la Iglesia Ortodoxa de hoy. Esta misma actitud subyace mucho del desosiego y odio latente que a menudo pone el espectáculo de gente “religiosa” que participan en toda clase de atrocidades, incluso el asesinato de niños pequeños, en el nombre de Dios o cualquier dios en quien afirmen creer. La violación de Líbano y la guerra civil de Bosnia, sin hablar de la lucha continua en la caldera de odio que es el Oriente Cercano, son recuerdos vívidos de cuán demoníacos pueden ser los esfuerzos por usar el estado para realizar “las metas divinas” de una religión en particular. Históricamente, los bautistas han rechazado todo esfuerzo tal para pervertir el papel correcto del gobierno, para así poder lidiar las batallas a favor de cualquier partido religioso, sin excluir las de los bautistas. Que la persecución religiosa es un problema continuo en el siglo veinte puede ser documentado por los noticieros cada hora de cualquier foco “caliente” en el mundo de hoy. Por ejemplo, en la Arabia Saudita, el 26 de agosto de 1994, la “policía religiosa” interrumpió un culto de adoración en un hogar privado de parte de ocho bautistas filipinos, obreros de contrato. A dos de ellos se les sentenció a tres meses de prisión, y al líder se le puso en una celda de incomunicación. Después, todos fueron deportados. El mismo reporte llevaba noticias de tres bautistas que fueron ejecutados por su fe en Somalia. El próximo día, se circuló una lista de 120 personas más que estaban fichadas para la ejecución. Últimamente, en Egipto, un joven de veintidós años fue encarcelado por tres meses por haber abandonado la religión de Islam al convertirse al Cristianismo hacía cinco años. Incidentes similares, y peores, podrían citarse de Bulgaria, Pakistán, Irán, India, Birmania, Bangladés, y Nigeria, mencionando así sólo unos pocos países donde “el odio es fuerte, burlándose así del canto de paz sobre la tierra para hombres de buena voluntad.”

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La separación de la iglesia del estado en la cual los bautistas han insistido tradicionalmente no quiere decir que los bautistas hayan abandonado “la plaza” por el claustro ni que aboguen por la privatización de la fe y práctica religiosas. Al contrario, sí significa que los bautistas buscan avanzar la causa de Cristo únicamente por medios espirituales—la persuasión—al promover un estilo de vida de discipulado y testimonio fiel por satisfacer las necesidades humanas por el poder del Espíritu Santo. Nunca han tenido la intención de entregar la arena pública a los dioses de este mundo, pero sí, desde el principio, se han negado a permitir que los gobiernos reemplacen el señorío de Jesucristo en su iglesia. Para ellos, la última Palabra de Dios no vino de Moisés, sino por Jesús (Hebreos 1:1, 2). La naturaleza del Dios revelado en Jesucristo no es un Dios que impone su voluntad sobre nadie, sino que es un Padre Celestial que invita a todas las gentes en todas partes a la fe y la vida, tal como John Smyth declarase en una confesión, Proposiciones y Conclusiones, publicada en 1612. “Solo Cristo es el rey y el legislador de la iglesia y de la conciencia. (Santiago 4:12).”2 El acto que dio a los bautistas su nombre, el bautismo, también es una afrenta para algunos. No es por casualidad que el bautismo llegase a ser la práctica que primero destacó a los bautistas de otros movimientos dentro de la era de la Reforma. Éste simbolizaba los distintivos del movimiento como ningún otro. Subrayaba la importancia que los bautistas ponían sobre la experiencia de conversión. Dramatizaba el nuevo nacimiento, es decir, una muerte a la vida antigua y una resurrección a una vida nueva en Cristo. También era considerado como un acto de discipulado obediente. También, significaba la fe del bautizado en la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo, de modo que se le entendía como un acto de proclamación (un acto kerigmático). Los bautistas continúan sosteniendo que un bautismo coaccionado no es bautismo alguno, porque su validez depende de su naturaleza voluntaria. Los bautistas siguen insistiendo en que es un acto que se tiene después de confiar en Cristo como Señor y Salvador. Por medio de este acto, la persona llega a ser miembro de un compañerismo visible de creyentes, cosa que constituye una iglesia funcional. El bautismo sigue siendo una ofensa para algunos, porque simboliza como ningún otro acto una rotura final con el mundo, sus tradiciones, supersticiones y los dioses de este mundo. Para los bautistas, el bautismo cristiano demanda una decisión personal por aquel que haya alcanzado un grado de madurez que capacita al individuo para que haga una decisión responsable. Este modo de entender el bautismo excluye el bautismo infantil o el bautismo de niños muy pequeños, porque, según los bautistas, el bautismo no tiene validez a no ser que haya un compromiso anterior para seguir a Cristo. LAS FUENTES DE LA FE Y ORDEN BAUTISTAS

¿Dónde consiguieron los bautistas estas ideas que los distinguía de muchos otros cristianos, aun otros evangélicos? La respuesta que se da generalmente es, la Biblia. Pero todo el mundo sabe, si se sabe algo siquiera del Cristianismo, que la mayoría de las denominaciones o iglesias afirman derivar su fe y orden de la Biblia. Aunque esto más o

2 William I. Lumpkin, Baptist Confessions of Faith (Philadelphia: Judson Press, 1959), p. 140.

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menos puede ser cierto, la Biblia está sujeta a la interpretación, y en virtud de algunos factores condicionantes, algunas interpretaciones están erradas. Puede que algunas prácticas se basen en una interpretación que le debe más a la tradición, a la filosofía, u otros factores culturales, que en una comprensión basada en la revelación bíblica misma. Aunque los bautistas no afirman poseer una interpretación infalible de las Escrituras en sus históricas confesiones de fe, sí buscan en el Nuevo Testamento las directrices para la iglesia. A menudo aluden a sus iglesias como iglesias neotestamentarias. Este es un ideal basado sobre un patrón compuesto de las iglesias descritas en el Nuevo Testamento; los bautistas procuran estructurar sus propias comunidades de fe sobre este patrón. Obviamente, este ideal se limita a los principios de fe y orden, no a edificios o programas. Al aplicar estos principios, los bautistas creen que las categorías aristotélicas usadas por Tomás de Aquino o los siete sacramentos tradicionales de la iglesia medieval y/o otras posturas acerca de la iglesia y sus ordenanzas tienen que ser examinadas a la luz del Nuevo Testamento, porque solo éste da el discernimiento válido en cuanto a la intención de Cristo para su iglesia. Ninguna fuente escrita aparte del Nuevo Testamento provee al lector un registro verdadero de la revelación de Dios mediada históricamente en la persona y la obra de Cristo, que es la autoridad final para el discípulo y la iglesia (Mateo 28:18). Esta convicción se declara sucintamente en La fe y mensaje bautistas (1963),

Los bautistas son un pueblo que profesan una fe viviente. Esta fe está arraigada y fundada en Jesucristo que es “el mismo ayer, hoy, y siempre.” Por ende, la única autoridad para la fe y práctica entre los bautistas es Jesucristo cuya voluntad está revelada en las Santas Escrituras.3

La prioridad del Nuevo Testamento para el entendimiento bautista del discipulado cristiano y de la naturaleza de la iglesia puede verse en las confesiones bautistas de fe. Es a la autoridad de Cristo que apelan, y las confesiones de fe se proponen articular lo que cree el grupo particular que publica la confesión referente a la enseñanza de la Escritura. Nunca afirman una finalidad en sí mismas, porque toda confesión está sujeta a cambio. No todas las confesiones bautistas son de igual valor. Muchas a menudo son inadecuadas y demasiado breves como para ser de ayuda. La variedad de confesiones y su carácter de completo, o la falta de ello, depende del grupo que formule los artículos y el propósito por el cual fueran dados. Más que nada, las confesiones primitivas eran esfuerzos por explicar a una gobierno hostil lo que los bautistas realmente creían y cómo ellos pensaban conducirse. Generalmente, reflejaban las condiciones que las provocaban, y las cuestiones que la iglesia o la asociación que sacaba la confesión creían importantes enfatizar en el momento. Como se ve fácilmente en las confesiones primitivas de la primera década del siglo diecisiete, los bautistas eran algo nuevo bajo el sol inglés. Aunque compartían algunos conceptos teológicos en común con los congregacionalistas en Inglaterra tanto

3 The Baptist Faith and Message (Nashville, Tennessee: The Sunday School Board of the Southern Baptist Convention, 1963), p. 5. La confesión de fe es una revisión de la confesión adoptada por la Convención Bautista del Sur en Memphis, Tennessee en 1925. Esta confesión fue adoptada por la Convención Bautista del Sur en Kansas City, el 8 de mayo de 1963.

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como con los menonitas de Holanda, no eran idénticos a ninguno en cuanto a fe y orden. Al igual que los congregacionalistas, cada congregación bautista era independiente, pero se asociaba con otras iglesias de igual pensamiento; y como los menonitas, los bautistas primitivos, los bautistas primitivos sostenían la postura del bautismo de creyentes, pero dentro de algunos años empezaban a bautizar consistentemente por inmersión, mientras que los menonitas usualmente bautizaban por afusión. Aunque algunos de los bautistas primitivos eran pacifistas como los menonitas, la mayoría no los eran, pero todos, al igual que los menonitas, creían firmemente en la libertad religiosa, cosa que no creían los congregacionalistas. Sin embargo, los bautistas tenían un concepto más positivo del estado que el de los menonitas, aunque, junto con éstos, ellos negaban a los gobiernos el derecho de interferir en la vida de la iglesia. Comenzando con una iglesia que se reunía en una casa, que no tenía más de diez o doce personas cuyos dos primeros pastores murieron en la cárcel por su fe, el movimiento moderno de los bautistas ha llegado a ser uno de los miembros más dominantes e influyentes dentro del movimiento evangélico de hoy. Además de las iglesias que se afilian a las varias denominaciones bautistas, hay iglesias independientes (bíblicas) de ninguna denominación que son esencialmente bautistas en fe y orden. LOS BAUTISTAS Y OTRAS DENOMINACIONES Aunque la reacción bautista al movimiento ecuménico moderno ha sido mixta, hay poca duda que la mayoría de los bautistas poseen una ecumenicidad funcional. Aunque puede que haya excepciones, los bautistas sostienen un concepto de la iglesia universal que es el cuerpo de Cristo. Esta es la iglesia en el sentido hebraico en que incluye todo el pueblo de Dios –aquellos que tienen un compromiso con Jesucristo por medio del arrepentimiento y la fe. Se consideran como sus discípulos, y confiesan juntamente con Simón Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Para los bautistas, aquellos que comparten esta fe son considerados como hermanos y hermanas en Cristo. Esto establece la base para una unidad que está en una relación común con Cristo y no primariamente en membresía en la iglesia o en el bautismo. Aunque los bautistas han respondido de maneras diferentes a los varios concilios nacionales y al Concilio Mundial de Iglesias, hay otras maneras por las que han expresado su fe compartida con los de otras denominaciones. Ellos se asocian de varias maneras a otros “cristianos que creen en la gran comisión.” Aunque las formas de estos esfuerzos cooperativos son relativamente nuevas, el principio de ecumenicidad que incorporan no lo es. En la historia de las misiones, los misioneros bautistas raramente encuentran que sea difícil trabajar con los de otras denominaciones. Ellos han intercambiado predicaciones, han disfrutado de tiempos de compañerismo, han trabajado y muerto juntos, pero lazos ecuménicos formales siempre han sido difíciles para los bautistas. Es así por varias razones. Por ejemplo, para los bautistas ha sido casi imposible trabajar en una relación estructurada con aquellos que se niegan a respetarles como iguales y como

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hermanos y hermanas en Cristo. Ellos sospechan que aquellos que abogan por una sola organización eclesiástica mundial para una Cristiandad fragmentada también desean imponer cierto grado de uniformidad sobre sus miembros que les privaría de la libertad que tienen en Cristo. Sin embargo, el temor que tienen los bautistas de permitir que otros usurpen el señorío de Cristo en nombre de la unidad cristiana no les ha impedido participar en una ecumenicidad evangélica informal. Al contrario, ha permitido relaciones funcionales que articulan más eficazmente que las palabras puedan expresar que en Jesucristo los bautistas reconocen una unidad, dada por Dios, que en realidad hace que sean uno con todos aquellos que conocen a Cristo como Salvador y Señor. En los capítulos siguientes, hablaremos más plenamente de algunos aspectos de los varios distintivos de la fe y orden bautista que se mencionaron en los párrafos introductorios

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¿POR QUÉ LOS BAUTISTAS?

CAPÍTULO 1

LA ADORACIÓN Y LA VIDA.

Que los bautistas sean “un pueblo de iglesias libres” encuentra expresión en la amplia variedad de prácticas cúlticas en sus iglesias. Puede que esto parezca confuso o aun un desorden para aquellos que están acostumbrados a una tradición eclesiástica litúrgica. La experiencia que se da a continuación ilustra el problema. Un domingo por la noche hace varios años yo invité a unos cuantos compañeros de investigación, que asistían al Instituto Veranero de la Sociedad de Investigación Reformista en el seminario Concordia de St. Louis, Missouri, a que asistieran a una iglesia bautista a la cual yo había sido invitado para predicar en virtud de la ausencia del pastor. El edificio de la iglesia tenía la estructura típica de una iglesia bautista citadina. Era relativamente nuevo sin rasgos ni góticos ni romanescos. El santuario era de naturaleza utilitaria con bancas con capacidad de unas 700 personas. El púlpito ocupaba la postura céntrica, ubicado éste sobre una plataforma baja. El órgano estaba ubicado por un lado y el piano por el otro. El coro se sentaba directamente detrás del púlpito y delante del bautisterio. Al comenzar el culto, el canto congregacional de costumbre llenaba el aire mientras unos centenares de personas unían sus voces en alabanza. Varios anuncios fueron hechos por algunos miembros de la iglesia, incluyendo a personal del equipo pastoral y laicos. Uno de los diáconos dirigió en la oración por la ofrenda. Después de la ofrenda y la música especial, yo prediqué por unos treinta minutos. El sermón fue seguido por un himno durante el cual se invitó a que pasasen al frente a las personas que sentían la necesidad de compartir una decisión con la congregación. El culto terminó con una oración de clausura. En el camino de regreso a Concordia donde estudiábamos, era interesante escuchar la reacción de mis colegas entre los cuales había un sacerdote católico romano, un monje católico romano, un presbiteriano, y un pastor de la Iglesia Reformada de Holanda. Aparentemente, ninguno de ellos jamás había adorado antes con una congregación bautista. Uno dijo: “¡No había nada en ese templo que indicase que era una iglesia—no había ninguna cruz, ningún crucifijo ni nada!” Yo contesté: “¿Qué del bautisterio—no vio el bautisterio?” Entonces, me apresuré para explicar que el bautisterio hablaba del discipulado al cual Cristo nos invita a los que lo hemos aceptado verdaderamente como Salvador y Señor. También, le dije a mi amigo que la mayoría de los templos bautistas se construían para posibilitar la reunión de una congregación alrededor de la Palabra predicada donde los miembros pudieran participar en la adoración y ser retados a testificar y servir. El mismo estudiante expresó su desaprobación de que los laicos y el ministro de música hiciera anuncios desde el púlpito y que dirigieran en oración. Para él, el púlpito sólo era para pastores ordenados. Yo le expliqué que para los bautistas, así se hacía generalmente, porque creíamos en el sacerdocio de los creyentes, y aunque a veces las

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oraciones verbales no siempre estaban bien articuladas o apropiadas, procedían del corazón. Seguí explicando que aunque nuestros cultos de adoración no fueran litúrgicos, casi siempre contenían los elementos de una adoración genuina: oración, música, la lectura de las Escrituras, a veces antifonalmente, y siempre había la proclamación del evangelio. Otros dentro del grupo no expresaron su desagrado tan francamente como este estudiante. Sin embargo, probablemente ellos también tenían sus recelos. Pareciera que los que están acostumbrados a una tradicional adoración litúrgica se sienten incómodos con la experiencia de adoración bautista más personal y más libre. En otra ocasión, yo trabajaba como pastor interino de una pequeña iglesia bautista en Inglaterra. Durante el interinato, unos cuantos de los ingleses empezaron a asistir a los cultos que habían llegado a significar mucho para ellos. Después de asistir por algún tiempo, una joven preguntó: “Por qué otras iglesias no son como ésta?” Ella aludía a la experiencia total de la adoración, la música, la predicación, y particularmente la calidez del compañerismo con su incondicional bienvenida que aparentemente experimentaba por vez primera en su vida dentro de un templo. Esto ilustra otra característica común de la mayoría de las iglesias bautistas. Ellas son compañerismos de creyentes bautizados, centrándose la comunión en las personas. Normalmente, hay personas en las puertas de los templos con el fin de saludar a la gente al entrar. A las visitas, sin importar su estatus o su origen étnico, se les hace sentir no tan sólo bienvenidas sino realmente deseadas. Aunque lastimosamente hay excepciones donde el prejuicio y/o los patrones culturales dictan a la inversa, idealmente cada persona importa y es objeto de respecto y preocupación. Aunque esta es la meta hacia la cual las iglesias se esfuerzan por realizar, y aunque puede que haya uno que otro fracaso en su realización, no nos sorprende la frecuencia con la que se lleva a cabo. VARÍAN LOS ESTILOS DE ADORACIÓN Aunque las iglesias bautistas varían en su adoración entre la formal y los estilos más espontáneos y exuberantes, el sermón y la música son los rasgos centrales de la adoración. Algunas variaciones se deben a factores culturales y el contexto étnico predominante. Empero, los elementos básicos son muy similares en todas partes. La centralidad de la predicación y el canto congregacional constituyen el corazón de la experiencia de adoración. Casi nunca se leen las oraciones, y a menudo son dadas por los laicos tanto como por el pastor. Desganadamente, los bautistas ingleses primitivos cuidadosamente cambiaban sus cultos con nada de música (instrumental o vocal) de la tradición Reformada Zwingliana por el cantar de salmos únicamente y finalmente de himnos. Hoy, el canto congregacional a menudo es realzado por coros bien preparados, acompañados éstos por una variedad de instrumentos musicales, incluyendo órganos de tubo y, en las iglesias más grandes, orquestas. LA MÚSICA DE LAS IGLESIAS Se informa que un sacerdote dijera que Lutero había matado a más almas con sus himnos que con sus sermones. Aunque a Lutero atinadamente puede considerársele el padre de la himnodia protestante, los bautistas han llevado la música eclesiástica mucho

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más allá de cualquier cosa que Lutero hubiera previsto en 1524. Además de coros para todas las edades en las iglesias más grandes, hay coros de campanas, orquestas, címbalos, panderetas y otros instrumentos de percusión que se usan a veces, particularmente en iglesias hispanas. Mientras que en algunas iglesias grandes, puede que el coro tenga cien miembros o más, en iglesias pequeñas haya una docena o menos. Aunque los coros no estén preparados para poder cantar el Mesías de Handel o el Elías de Mendelssohn sin usar solistas de afuera, la atracción para muchos en la música eclesiástica no está en los coros u órganos sino en el canto congregacional. Por la experiencia de unir sus voces la congregación expresa mejor su fe compartida, y experimenta verdaderamente la presencia de Dios. Mi propia experiencia como un adolescente, habiéndome criado en una iglesia bautista un poco formal, despertó en mí una apreciación genuina por lo que suele llamarse “la música eclesiástica clásica.” Con quince años de edad, yo llegué a formar parte del coro y empecé clases privadas de voz. Fuese que tocase un instrumento en el conjunto de metal durante los cultos vespertinos o cantase en el coro de la iglesia, la música llegó a formar una parte muy importante de mi vida. Al abandonar el hogar para entrar a la universidad, se me introdujo a una variedad de música eclesiástica, más común en las iglesias bautistas de Kentucky, que incluía himnos evangélicos y “coritos.” Llegué a apreciar estos últimos y el estilo de adoración más informal de mi iglesia universitaria. En iglesias latinoamericanas, con cierta vacilación, me encontré por primera vez en la vida aplaudiendo con las manos al ritmo rápido de los cantos evangélicos y los coritos en español. Me costó un poco de tiempo para vencer mis inhibiciones culturalmente impuestas para que me sintiera verdaderamente “en casa” en un culto hispano de adoración. Durante el proceso, aprendí una lección valerosa en cuanto a la adoración en las iglesias bautistas, a saber, ella a menudo refleja la cultura de la influencia étnica más predominante de la congregación. Desde Europa hasta Asia o desde Canadá hasta el Congo, el canto congregacional usualmente reflejará el contexto cultural. Es axiomático que la música, si ha de comunicar eficazmente el evangelio, al igual que el idioma, tenga que un medio con el cual la gente pueda resonar. En otras palabras, si la música ha de apelar al corazón, tiene que llevar el sello de la cultura. Hasta a un grado extraordinario, los bautistas de hoy cantan el evangelio en formas que todos los pueblos del mundo pueden aceptar y entender. Solo en los Estados Unidos, el evangelio es cantado y predicado por bautistas en más de cien idiomas y por medio de una gran variedad de estilos de adoración. EL CRISTIANISMO COMO DISCIPULADO Aunque para los bautistas la adoración tiene un valor intrínseco y es indispensable en la vida de cualquier comunidad de fe, nunca es un fin en sí misma. Por eso, la música de la iglesia está diseñada para más que “una experiencia grata” o un número sinfín de “coritos de alabanza,” por necesaria que sea la alabanza. Para los bautistas, el propósito de la adoración es retar e inspirar a los presentes a una vida de servicio como individuos y juntos como una parte del testimonio colectivo del cuerpo de Cristo en palabra y acción. Los bautistas verdaderos nunca pueden estar cómodos con la aparente dicotomía creciente entre la adoración y la vida. Como dijera el Dr. W. T. Conner, el profesor

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legendario de teología en el Southwestern Baptist Theological Seminary, refiriéndose a aquellos que prefieren una experiencia de adoración más exuberante: “No cuenta lo alto que puedas saltar, sino cuán derechito que caminas después de tocar tierra.” La implicación de este “Connerismo” es que la adoración siempre debe conducir a un discipulado más fiel. Para los bautistas, el discipulado involucra la obediencia personal a la voluntad de Dios como revelada en Jesucristo, participando así en el testificar por palabra y hecho dentro de una comunidad de fe. Las dimensiones personales del discipulado involucran no tan sólo la relación de uno con Dios y con sus condiscípulos, sino con aquellos con quienes el discípulo se ponga en contacto, es decir, su familia, sus colegas y todos los demás con quienes él o ella trabaja o juega. Tal como lo expresara el teólogo anabaptista, Baltasar Hubmaier, cuatro años antes de que lo quemaran vivo por su fe en Viena, Austria, la fe verdadera no puede permanecer pasiva, “sino prorrumpe (aussbrechen) en gratitud a Dios y a la humanidad por medio de toda clase de obras de amor fraternal.”4 La gratitud a Dios involucra la adoración y las virtudes cristianas de obediencia, integridad, servicio, fe, esperanza y amor (agape). Los bautistas enseñan que un verdadero discípulo buscará vivir en términos de la voluntad de Dios, negándose a ceder ante la tentación sutil de confundir los deseos propios de uno con la voluntad de Dios, o la tentación de intentar manipular a Dios para lograr sus propios intereses egoístas.

Para los bautistas ingleses primitivos, el discipulado personal llegó a ser una parte del compañerismo testificante al hacer su propia confesión de fe, seguida ésta por el bautismo. La voluntad del discípulo individual llegó a sujetarse a la disciplina de la congregación y por ende, el testimonio del nuevo convertido dejó de ser el de “un llanero solitario,” sino que estaba ligado al de los hermanos y hermanas dentro de una comunidad de fe, es decir, la congregación. De este modo el impacto del testimonio colectivo fuera mucho mayor en todas las áreas en las que las iglesias estuvieran ligadas para dar un testimonio común en el nombre de Cristo. El discipulado colectivo de los bautistas llegó a ser particularmente eficaz en las muchas dimensiones del movimiento misionero en el extranjero. Desde los tiempos de William Carey y la Misión Serampore, los bautistas han buscado y encontrado maneras innumerables para vendar las heridas de la humanidad doliente. Carey y su fuerte bando de misioneros valientes establecieron el patrón con sus escuelas, imprentas, experimentos de horticultura, atención médica y su aferrada oposición a suttee (el quemar a las viudas sobre los cadáveres de sus esposos fallecidos), al abandono de los cojos y los ancianos, y la infanticida que estaba tan de moda en India en aquel entonces. Aunque algunos bautistas vacilaban en abrazar el Evangelio Social de Walter Rauschenbusch, más y más los bautistas han llegado a darse cuenta que el satisfacer las necesidades humanas otorga credibilidad al evangelio. Por lo tanto, cada vez más los bautistas se ven ministrando a las personas sin hogar, a los enfermos, y a las multitudes hambrientas en Guatemala (terremoto), en México (terremoto), en Honduras

4 Baltasar Hubmaier, Achtzehn Schlusseden, 1524.

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(inundaciones), en Colombia (erupciones volcánicas), en el Perú (epidemia de la cólera), en Texas (tornados), en la Florida (huracanes), en California (terremotos), en Zaire (refugiados de la guerra civil), en Etiopía (refugiados de guerra), y Corea del Norte (la hambruna). Clínicas ambulantes, hospitales, escuelas y clínicas veterinarias han sido establecidos en numerosos países por misioneros bautistas. La Alianza Bautista Mundial ha provisto los medios por los cuales 180 convenciones y uniones, que representan a más de cuarenta millones de creyentes bautizados, coordinan sus esfuerzos para satisfacer una variedad de necesidades humanas. Los Bautistas del Sur con sus vastos recursos y enorme corpus de voluntarios (que en 1995 eran más de 15,000 sólo con la Junta de Misiones Extranjeras) han podido colocar a centenares de profesionales entrenados junto con los misioneros de carrera durante desastres naturales en varios países. De modo que en años recientes el concepto del discipulado colectivo ha asumido nuevas dimensiones al darse cuenta los no-cristianos, muchos por primera vez, que el modo bautista de entender la fe cristiana hace que sea imperativo que ellos ayuden a socorrer a la humanidad cuando y donde sea posible. Por ende, el discipulado personal y colectivo se viste de carne y hueso en el nombre de Cristo. LA DIMENSIÓN PERSONAL Uno de los énfasis históricos ha sido su insistencia sobre una experiencia personal de conversión de parte de todo candidato para el bautismo. En una época, esto significaba que a cada persona que deseaba el bautismo se le pedía que relatar oralmente su experiencia de conversión ante la iglesia sesionada especialmente para ese fin. En algunas iglesias, al individuo que deseaba bautizarse se le requería que se reuniera con un comité para hacer un relato de su experiencia de conversión antes de ser aceptado por la votación de la congregación. Tradicionalmente, la transferencia de membresía de una congregación a otra se lograba por medio de una carta de recomendación de la iglesia a la cual la persona pertenecía antes. Sin embargo, los requisitos contemporáneos para membresía se han puesto laxos cada vez más en algunas iglesias, especialmente en el caso de niños. Con respecto a esto, los bautistas en los Estados Unidos de Norteamérica están peligrosamente cercanos a perder su insistencia sobre una membresía regenerada. Si los bautistas han de continuar modelando sus iglesias según el patrón neotestamentario, es imperativo que se tomen medidas para detener la erosión de los distintivos bautistas que aún pretenden afirmar. El más básico de éstos es la necesidad de una entrega personal a Cristo como Salvador y Señor de parte de los niños tanto como los adultos antes del bautismo. Puesto que es la fe en Cristo y no el bautismo que salva, es mucho mejor que se postergue el bautismo que bautizar prematuramente, si es que la validez de una profesión de fe esté en duda. Todo lo que los bautistas han creído y enseñado acerca de la salvación, la iglesia y el bautismo es contingente de una experiencia personal de conversión de parte de aquellos que se presentan ante la iglesia para el bautismo. Según el modo bautista de entender a la iglesia, cada persona bautizada tiene el privilegio de participar plenamente en la vida de la congregación. También, el

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bautismo basado sobre una profesión de fe es una señal de que el recién bautizado ha entrado en una nueva vida de discipulado, cosa que demanda cierto grado de madurez sin la cual el bautismo no tiene significado.

Idealmente, los bautistas insisten en que la adoración y el discipulado sean dos aspectos inseparables de la vida cristiana. La adoración siempre debe realzar e inspirar una vida consagrada a Dios y su servicio. La una es incompleta sin la otra. Isaac Watts captó hermosamente este concepto de la adoración y el discipulado en su himno inmortal, “La cruz excelsa al contemplar”:

La cruz excelsa al contemplar do Cristo allí por mí murió, nada se puede comparar a las riquezas de su amor. Yo no me quiero, Dios, gloriar más que en la muerte del Señor. Lo que más pueda ambicionar, lo doy gozoso por su amor. Ved en su rostro, manos, pies las marcas vivas del dolor; Es imposible comprender tal sufrimiento y tanto amor. El mundo entero no será dádiva digna de ofrecer. Amor tan grande, sin igual, en cambio exige todo el ser.5

5 “La cruz excelsa al contemplar,” Himnario Bautista (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1978), p. 109. [Nota del traductor: el Dr. Estep, desde luego, citaba la versión inglesa, tomada ésta de The Baptist Hymnal (Nashville, Tennessee: Convention Press, 1991), p. 144.

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¿POR QUÉ LOS BAUTISTAS?

CAPÍTULO II

ELEMENTOS ESENCIALES DE LA FE

Pareciera presumido que un bautista intentara escribir una confesión de fe para todos los bautistas o siquiera para una convención o unión bautista. Hay demasiada diversidad dentro del movimiento bautista para que alguien intente tal proyecto, y sin embargo, hay algunos principios teológicos esenciales que hacen que los bautistas sean bautistas dondequiera que se hallen. En otras palabras, hay una unidad esencial de fe que une a los bautistas, pese a sus apariencias. Surge de inmediato la pregunta: ¿Cuáles son estas doctrinas esenciales, y cómo se determinan? Esta pregunta involucra una metodología. Se pudiera hacer una encuesta de las creencias básicas por medio de la distribución de un cuestionario a grupos selectos en un país dado. Los resultados de tal procedimiento serían determinados a cierto grado por la naturaleza del cuestionario. O, se pudiera examinar los escritos de los teólogos que han escrito tomos de teología sistemática, por ejemplo, los de John Gill, Andrew Fuller, August J. Strong, E. Y. Mullins, W. T. Conner, Carl Henry, Herschel Hobbs, Dale Moody y James Leo Garrett. Tal estudio ciertamente sería beneficioso, si se tuviera el tiempo y la capacidad para entender, analizar, y cotejar las doctrinas principales de los bautistas tal y como se hallan en estas formulaciones teológicas. En vez de optar por una de susodichas opciones, me he propuesto seguir una tercera línea de investigación—la de las confesiones bautistas de fe. De éstos, he puesto mayor énfasis en las confesiones de fe inglesas de los siglos dieciséis y diecisiete. Este procedimiento nos acerca más a los cristianos que se identificaron primero como bautistas y la visión que les motivó a formar iglesias separadas de las de sus contemporáneos. También debe ayudar a los bautistas que están entrando al siglo veintiuno a conocer algo de la herencia bautista del siglo diecisiete, sea que acepten o no las confesiones en su totalidad como relevantes para su propia generación. Estas primeras confesiones seguían un patrón fijo que yo también procuraré seguir. La secuencia de doctrinas tratadas es: Dios, Cristo, el hombre, la salvación, la Biblia, la iglesia, la libertad religiosa, y el estado. Aunque un artículo sobre la Biblia no aparece primero en ninguna confesión de fe bautista hasta La segunda confesión de Londres (1677), todas las confesiones de fe bautistas, incluyendo la de Thomas Helwys y su congregación de 1611, citan pasajes de Escritura para cada artículo de fe. Al hacer esto, seguían las confesiones más tempranas de los menonitas Waterlander (1580) y Una verdadera confesión (1596) de los Separatistas ingleses en Ámsterdam. Por tal procedimiento todos los tres grupos, los menonitas, los separatistas y los bautistas, afirmaban que la Biblia era su autoridad en vez de la tradición, la autoridad episcopal, o el estado.

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SOBRE LA DOCTRINA DE DIOS El orden y la sustancia de los artículos de sus confesiones más primitivas sugieren que los bautistas se relacionaban estrechamente con los separatistas ingleses y los menonitas holandeses. Los primeros artículos de The Waterland Confesión y los de A true confesión de la Iglesia Antigua de Francis Johnson en Ámsterdam están dedicados a la naturaleza de Dios. Es así también respecto a las confesiones de fe de los Bautistas Generales (1611, 1612) tanto como las de los Bautistas Particulares (1644, 1646). Los términos que se usan para describir a Dios, su naturaleza y atributos a menudo son idénticos. No hay duda de que estos primeros bautistas identificables hallaban en las Escrituras el concepto trinitario básico como el de los credos históricos de la Iglesia Católica no-dividida y el de los hermanos evangélicos de la era de la Reforma. Los bautistas declaraban que Dios era uno en tres manifestaciones: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es también el creador no-creado, el eterno “Yo soy,” el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y el Padre que final y completamente se reveló en el Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Es por el poder convincente y convertiente del Espíritu Santo, que procede del Padre y el Hijo, que llegamos a conocer a Dios como nuestro Padre Celestial. Aunque las confesiones bautistas no discutían la relación que había entre la naturaleza del Hijo y la del Padre, fuese ésta diferente (heteroosion) o la misma (homoousion) o similar (homoiousion), es evidente que estaban de acuerdo con las decisiones tomadas por el Concilio de Nicea (325), aunque no lo expresaran directamente. La sección relevante de “El credo de Nicea” reza:

Creemos en un Dios, el Padre todo-soberano, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles; Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, engendrado del Padre, unigénito, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de los Dioses, Luz de las Luces, el verdadero Dios del verdadero Dios, engendrado, no hecho, de una sustancia con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, cosas en el cielo y cosas en la tierra; quien para nosotros los hombres y nuestra salvación descendió, se encarnó y llegó a ser hombre, sufrió, y resucitó al tercer día, ascendió al cielo, viene para juzgar a los vivos y los muertos.6

La base autoritativa de su teología trinitaria era la Biblia. La confesión de Smyth de 1612 tanto como La primera confesión de Londres en 1644 revelan un conocimiento de la controversia filioque en seguir la postura latina al afirmar que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo en vez de proceder únicamente del Padre, como insistía la Iglesia Ortodoxa (griega) en 1054.

6 Henry Bettenson, Documents of the Christian Church (Oxford: Oxford University Press, 1963), p. 25.

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SOBRE LA DOCTRINA DEL HOMBRE Respecto a la naturaleza del hombre y el pecado que caracteriza a toda la humanidad, las confesiones bautistas revelan unas similitudes pero también algunas diferencias. Todas las confesiones concuerdan en que el hombre (en su sentido genérico) fue creados según la imagen de Dios, que él optó por desobedecer a Dios, y, por lo tanto, cayó del estado de impecabilidad. Aunque todas las confesiones aluden a la caída de Adán y Eva, no concuerdan en cuanto al alcance de su efecto sobre la posteridad de Adán. Empero, todos concuerdan que cada persona es pecadora por naturaleza y experiencia, necesitando así el perdón y la reconciliación con Dios. Esta caída no es tan completa como para nulificar la capacidad del individuo para escoger a Cristo y así vivir, o rechazarlo y estar así eternamente perdido. Aun las confesiones de los Bautistas Particulares se negaban a decir que Dios había escogido a algunos para la condenación, sino que únicamente aquellos que escogían el camino del pecado y la destrucción en vez de a Cristo se condenaban a sí mismos. Subsecuentemente, toda la humanidad comparte la caída y sus consecuencias, que son la muerte. La mayoría de las confesiones declaran de un modo u otro que toda persona, aunque hereda una naturaleza pecaminosa, no llega a ser culpable ante Dios excepto por su propio pecado. Puesto que los niños no heredan la culpa adámica, aquellos que se mueren antes de llegar a la edad de la responsabilidad moral no son perdidos. SOBRE LA REVELACIÓN DE DIOS EN CRISTO Las confesiones bautistas, al igual que las de los menonitas holandeses y los separatistas ingleses, ponen un gran énfasis en Cristo. La confesión de la iglesia de Smyth tanto como la de los Bautistas Particulares dedican por lo menos diez artículos largos y enrevesados a la cristología. Aun la relativamente corta confesión de la congregación de Helwys dedica dos artículos bastante sustanciales a la naturaleza de Cristo y sus funciones como profeta, sacerdote y rey. Aunque el número y la extensión de los artículos sobre Cristo son significativos, más es la sustancia de los artículos. Estas primeras confesiones bautistas declaran que Cristo es el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, plenamente Dios y plenamente hombre, y por ende, la deidad encarnada. El vino para reconciliarnos a Dios, no a Dios a nosotros, tal como dijera tan hermosamente Smyth, “Dios nunca nos odiaba ni era nuestro enemigo, sino que nos reconcilió con Dios (artículo 32).” Por su vida y muerte sacrificial, Cristo reveló al Dios de amor y gracia infinita. Las confesiones son unánimes en declarar que en la persona de Jesucristo, en su vida, enseñanzas, muerte y resurrección, fue mediada históricamente la más plena y completa revelación de Dios. Por lo tanto, él es el Mediador del Nuevo Pacto y el cumplimiento de la Ley y los Profetas. Es Cristo, no Moisés, que es la Palabra final de Dios al hombre, porque a él toda autoridad le es dada en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18).

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SOBRE LA SALVACIÓN La salvación en todas las confesiones bautistas, que yo sepa, tanto como los libros y panfletos por autores bautistas del siglo diecisiete, siempre depende de la fe en Cristo. Aun en las confesiones de los Bautistas Particulares de 1677, 1688, y 1689, con su fortísimo énfasis sobre la predestinación (pedido prestado a la Confesión de Westminster), no hay esperanza de salvación sino por la fe en Cristo.7 Las confesiones de los Bautistas Generales también declaran que no es por las obras, sino por la fe en Cristo que se salva uno. Esta fe claramente es mucho más una aceptación intelectual (assensus) de la proposición que Jesús es el Hijo de Dios. Aunque Cristo siempre es el objeto de la fe salvadora, se entiende mejor esa fe como confianza personal (fides) en Cristo como Salvador y una entrega a él como Señor. Mientras que la salvación que resulta de una entrega por medio de la fe es individual y personal, también tiene dimensiones comunales y sociales. En realidad, los primeros bautistas identificables descubrieron en el Nuevo Testamento que la salvación, como el diamante, tiene muchas facetas. La salvación, que es posible solo en Cristo, trae el perdón de pecados, y hace que el creyente sea una nueva creación en Cristo Jesús. El creyente de verdad nace de nuevo por el poder transformador del Espíritu Santo como respuesta a la fe del individuo en Cristo. La experiencia del nuevo nacimiento cambia toda la vida. Por lo consiguiente, el nuevo cristiano, justificado y santificado ante Dios, llega a ser un discípulo de Cristo, y de allí en adelante, al igual que su Señor, busca hacer la voluntad de Dios en todas sus relaciones humanas. En ninguna otra parte se hace más evidente esto que en el compañerismo de una iglesia local que provea respaldo mutuo dentro de la comunidad de fe. Cuando este compañerismo es lo que debe ser, constituye un testimonio eficaz dentro de la sociedad secular. La calidad de vida, impartida por Cristo, es evidente al penetrar ésta la sociedad con la luz del evangelio dondequiera que el creyente individual viva su fe con integridad y servicio. Al crecer en la gracia y el conocimiento del Señor Jesucristo el recién nacido hijo de Dios, cada vez más la vida será caracterizada por una paz interna, la fe, la esperanza y el amor por medio de un discipulado fiel. EL PAPEL Y LA NATURALEZA DE LA BIBLIA La autoridad a la que apelaban los bautistas ingleses era la Biblia. La confesión de 1644 de los Bautistas Particulares es representativa de otras confesiones bautistas del período. Los Artículos VII y VIII de la Primera Confesión de Londres tienen que ver con el entendimiento bautista respecto a la autoridad de las Escrituras.

7 La confesión era una versión bautista de la confesión presbiteriana, conocida como la Confesión de Westminster, que se basaba en la segunda Confesión Helvética (Reformada) de 1566. Los congregacionalistas publicaron primero su versión de la Confesión de Westminster, después por los bautistas.

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VII La Regla de este Conocimiento, Fe y Obediencia, tocantes a la adoración y el servicio a Dios, y todos los demás deberes cristianos, no es invención, opinión, dispositivo, ley, constitución o tradición no-escrita de ninguna clase, sino solo la palabra de Dios contenida en las Escrituras canónicas.

VIII

En esta palabra escrita Dios ha revelado claramente lo que El haya pensado que era necesario que nosotros supiéramos, creyésemos y reconociéramos tocante a la Naturaleza y el Oficio de Cristo, en quien todas las promesas son Sí y Amén para la alabanza a Dios.8

La dependencia de los bautistas ingleses de A True Confession por los separatistas es muy evidente en los dos artículos sobre la Biblia. Ambos reconocen la autoridad de las Escrituras canónicas, y ambos recalcan el papel de Cristo en la finalización de la revelación de Dios contenida en el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Es evidente que se da prioridad al Nuevo Testamento sobre el Antiguo. Esto es aun más evidente en los artículos IX al XX que están dedicados a una delineación de los atributos de Cristo, su naturaleza humana-divina, y la final y completa revelación incorporada en su vida y obra redentora. El Artículo XV no deja duda respecto a la hermenéutica cristológica implicada en esta confesión:

Tocante a la Profecía de Cristo, es aquello por el cual él ha revelado perfectamente la plena voluntad de Dios desde el seno del Padre que es necesario que sepan, crean y obedezcan sus siervos. Por lo tanto, se le llama no tan sólo un Profeta, un Doctor y el Apóstol de nuestra profesión, y el Ángel del Pacto, sino también la misma sabiduría de Dios y los tesoros de la sabiduría y la comprensión.9

Es claro que los Bautistas Particulares tanto como los Bautistas Generales leían el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo y toda la Biblia por medio de la revelación de Dios en Cristo. Las referencias escriturarias citadas indican esto tanto como el contenido de los artículos dedicados a Cristo y la Biblia. De las más de trescientas referencias Escriturarias citadas, sólo cuarenta son tomadas del Antiguo Testamento. A los pasajes antiguotestamentarios nunca se les permite respaldar asolas ningún artículo de fe, sino que siempre se hallan acompañados de un gran número de pasajes del Nuevo Testamento.

En vísperas de la ascensión de Caros II al trono inglés en 1660, los Bautistas Generales compusieron una nueva confesión que llegó a ser tan influyente entre ellos como la Primera Confesión de Londres había sido para los Bautistas Particulares. El Artículo XI de La Confesión Estándar, como llegó a llamarse, hacía explícita la

8 William L. Lumpkin, editor, Baptist Confessions of Faith (Philadelphia: The Judson Press, 1959), p. 159. 9 Lumpkin, Baptist Confessions of Faith, p. 160.

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hermenéutica bíblica 10 que era implícita en la Primera Confesión de Londres. Era al Nuevo Testamento que apelaban en defensa del bautismo por inmersión de los creyentes. No hay duda de que para los Bautistas Generales, el Nuevo Testamento tenía precedencia sobre el Antiguo. Claramente, para todos los bautistas ingleses del siglo diecisiete el Nuevo Testamento proveía el prototipo para la iglesia. Era dentro del Nuevo Testamento que estos primeros bautistas encontraban sus directrices para la vida y adoración cristianas. Por lo tanto, a apelación a la autoridad bíblica era primordialmente una apelación al Nuevo Testamento. Al Antiguo Testamento, siempre se le interpretaba a la luz del Nuevo. SOBRE LA ESCATOLOGÍA

A la luz del Quinto Movimiento Monárquico11 en el cual algunos bautistas llegaron a involucrarse, no sorprende que “La Confesión Estándar” tuviera poco que decir con respecto a “Los Últimos Tiempos.” Pero la misma moderación marca la Primera Confesión de Londres al estar el Quinto Movimiento Monárquico en sus primeras etapas:

Este Reino será plenamente cumplido cuando él venga por segunda vez en gloria para reinar entre sus Santos, y ser así admirado entre todos aquellos que creen, cuando él habrá de poner toda regencia y autoridad debajo de sus pies, para que la gloria del Padre sea manifestada plena y perfectamente en su Hijo, y la gloria del Padre y del Hijo en todos sus miembros.12

No se discute ninguna cronología, ni las señales de los tiempos, ni los eventos de los últimos tiempos. Al igual que el artículo sobre la Segunda Venida en la Confesión Estándar, está totalmente libre de especulación o el ferviente milenarismo tan de boga en Inglaterra en ese entonces. Evidentemente, los bautistas no concordaban respecto a los detalles relacionados con los últimos tiempos, o ya estaban “quemados” al respecto por los efectos desastrosos del Quinto Movimiento Monárquico, que había procurado establecer un calendario para el comienzo del milenio. Lo único que estaban dispuestos a publicar en cuanto a tales asuntos de controversia era la sencilla expectación de la Segunda Venida de Cristo. La mayor parte de las confesiones bautistas desde el siglo diecisiete han seguido esta práctica, aunque algunas han detallado más los eventos en torno al segundo advenimiento de Cristo, cosas que creían ser enseñadas por la Biblia.

10 El término “hermenéutica” alude a un método de interpretación. Desde sus comienzos en el siglo diecisiete, los bautistas han interpretado toda la Biblia a la luz del Nuevo Testamento. 11 “El Quinto Movimiento Monárquico” fue un movimiento en Inglaterra que surgió contra Oliver Cromwell, quiado por el General Thomas Harrison y Thomas Venner. Basándose sus esperanzas en el segundo capítulo de Daniel, ellos buscaban provocar el reino milenario de Cristo por medio de las armas. Los Bautistas Generales se oponían al movimiento desde el comienzo. Algunos Bautistas Particulares se involucraban en ello para el detrimento del testimonio bautistas, ya que como resultado, a los bautistas se les asociaba con la violencia y la anarquía. 12 Artículo XX, La Primera Confesión de Londres en Lumpkin, Baptist Confessions of Faith, p. 162.

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Las confesiones ingleses primitivas sorprendentemente tienen poco que decir acerca del cielo y el infierno. La seguridad de la salvación eterna se declara directamente y por el uso de metáforas en las confesiones de los Bautistas Generales tanto como en las de los Bautistas Particulares Se implica más que se declara la condenación de aquellos que rechazan a Cristo y su ofrecimiento de la salvación. Es evidente que estos bautistas se interesaban más en presentar un mensaje positivo de esperanza que en la especulación vana acerca de los aspectos más oscuros de la escatología bíblica. También querían explicar su comprensión de la iglesia y su relación con su sociedad más que en los pormenores de la escatología.

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¿POR QUÉ LOS BAUTISTAS?

CAPÍTULO III

LA IGLESIA Y LAS IGLESIAS

Aunque los bautistas desde el comienzo del movimiento sostenían muchos conceptos y principios que eran comunes entre todos los cristianos, particularmente los Protestantes, es el concepto de la iglesia y sus implicaciones que despliega sus distintivos principales. Estos de inmediato les distinguían de la mayoría de los demás cristianos. UNIVERSAL Y LOCAL Junto con los menonitas (de las confesiones de Waterland y Dordrecht) y los separatistas ingleses (A True Confession), los primeros bautistas ingleses, los generales y los particulares, sostenían que la iglesia era universal y local. Aunque unos pocos grupos de bautistas han sostenido que el único significado del término “ekklesía” (la palabra para iglesia en el Nuevo Testamento griego) siempre alude a una congregación local funcional, la mayoría de los bautistas piensan que el término, tal y como se usa en el Nuevo Testamento, se refiere a la iglesia universal (invisible) tanto como a un específico compañerismo de creyentes bautizados (en su sentido visible). Desde los primeros decenios del siglo diecisiete hasta el presente, los bautistas han buscado encontrar las directrices para la iglesia en el Nuevo Testamento. Ellos creen que la iglesia universal es invisible y conocida sólo por Dios. Se refiere a ella como el cuerpo de Cristo e incluye todos los regenerados en el compañerismo de los redimidos. Por otro lado, las iglesias locales son compañerismos funcionales de aquellos que han entregado sus vidas a Cristo como Salvador y Señor, habiéndose iniciado en ella por medio del bautismo de creyentes. Un principio básico de la eclesiología bautista es la relación de la iglesia con Cristo. Para los bautistas, Cristo es el fundamento de la iglesia y su Señor. La transición de la cristología a la eclesiología sucede en el punto del “oficio” de Cristo como “Mediador” del Nuevo Pacto y el “Profeta, Sacerdote y Rey de la Iglesia de Dios para siempre.”13 La iglesia pertenece a Cristo. Esto significa que él es el único Señor de la iglesia. Tal como lo expresara John Smyth, “...porque solo Cristo es el rey y legislador de la iglesia y de la conciencia.” (Artículo 84, Proposiciones y Conclusiones, 1612). La relación de la iglesia con Cristo determina su naturaleza, porque no es invención del hombre, sino la creación de Cristo. LA NATURALEZA Y PROPÓSITO DE LA IGLESIA FUNCIONAL

En un sentido, la iglesia constituye el Nuevo Israel que, como lo expresara Roger Williams, está compuesta de aquellos que son nacidos de nuevo en Dios. Por consiguiente, no conoce limitaciones nacionales, raciales o geográficas, ni puede

13 Artículo X, The First London Confession en Lumplin, Baptist Confessions of Faith, p. 159.

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identificarse con ningún estado particular. Aquellos que participan en el Nuevo Pacto los hacen voluntariamente al responder a Cristo por la fe por medio del poder convincente y convertiente del Espíritu Santo. Este Nuevo Israel es una realidad espiritual que halla su expresión en compañerismos locales de discípulos comprometidos. La señal indispensable de ese compromiso es una confesión personal de fe en Cristo como Salvador y Señor, seguida ésta por el bautismo. Al igual que la sinagoga llegó a ser un medio por el cual los israelitas buscaban mantener la integridad de su fe cuando el exilio y durante la diáspora, las iglesias locales funcionan de forma similar. Ellas proveen el respaldo mutuo de un compañerismo de parte de personas iguales en una sociedad extranjera. Además del compañerismo, las iglesias tienen un ministerio didáctico al proveer oportunidades regularmente para la enseñanza de la Biblia. El ministerio didáctico de la iglesia es alentado y ampliado por la predicación de la Palabra. Por la fiel proclamación del evangelio (Kerigma), los creyentes son fortalecidos y retados. La iglesia local también es un compañerismo adorante. Aunque la adoración, sea la forma que sea, litúrgica o expresiones menos formales y más espontáneas de alabanza y compromiso, nunca es un fin en sí misma en la vida de los bautistas, sino un medio para fortalecer al individuo en su andar cristiano. El propósito definitivo de la iglesia es testificar del poder salvador de Jesucristo. En un sentido, cada iglesia bautista es una sociedad misionera con el fin de avanzar la causa de Cristo por medio de llevar a otros a una relación personal con Cristo por cualquier manera a su disposición. Por esto, las iglesias bautistas, aunque son congregaciones independientes y autónomas, cooperan juntas en asociaciones, uniones y/o convenciones para una acción social más eficaz y un testimonio misionero. LAS ORDENANZAS (SACRAMENTOS) Las iglesias bautistas, dondequiera que se encuentren, están de acuerdo (tal como virtualmente todas las confesiones indican) en que Cristo mandó que solo dos ordenanzas, el bautismo y la Santa Cena, fuesen observadas perpetuamente por sus discípulos. Aunque algunas iglesias practican el ceremonial lavamiento de los pies, esto no es común entre las iglesias bautistas de hoy. Otra vez, aunque la mayoría de los bautistas usan el término “ordenanza,” significando así—ordenada o mandada por Cristo, algunos emplean el término “sacramento,” pero no dan a la Santa Cena ni al bautismo una función salvífica. En realidad, era el acto del bautismo que ocasionó que los bautistas en Inglaterra fuesen llamados Anabaptistas (re-bautizadores), un nombre que ellos vigorosamente objetaban. A veces, se referían a sí mismos como “las pobres y despreciadas iglesias de Dios.” Para fines del siglo diecisiete, se había perdido lo de “ana,” y simplemente eran llamados bautistas. Pero la teología y la práctica del bautismo aún los distinguen de los católicos romanos, los anglicanos, los presbiterianos y los congregacionales, todos los cuales practicaban el bautismo infantil. Desde luego, los cuáqueros no observaban ninguno de los sacramentos.

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Para los bautistas, el bautismo es únicamente para creyentes. También es un acto voluntario por el cual el nuevo convertido confiesa su fe en obediencia al mandato de Cristo. Este concepto elimina el bautismo infantil, tal como varias confesiones declaran plenamente. El Artículo 74 de la confesión de la congregación de Smyth en 1612 fue la primera confesión bautista que puso claramente el aspecto kerigmático del bautismo y la Cena del Señor:

Que los sacramentos tienen el mismo uso que la palabra; que son una palabra visible, y que ellos enseñan al ojo de los que entienden al igual que la palabra enseña a los oídos de los que tienen oídos para oír (Proverbios 10:12), y por lo tanto, ya que la palabra no atañe a los infantes, tampoco los sacramentos.14

El rico simbolismo del bautismo de creyentes por inmersión encontró su expresión por primera vez en una confesión de fe de los bautistas ingleses en 1644 cuando los hacedores de La primera confesión de Londres escribieron:

XXXIX

Que el bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento, dada por Cristo, para ser administrada únicamente para las personas que profesan la fe, o que son discípulos, o enseñadas, que sobre su confesión de fe, deben ser bautizadas.

XL

El modo y manera de administrar esta ordenanza, según las Escrituras, es por sumergir o zambullir todo el cuerpo bajo el agua; siendo esto un signo, debe corresponder a lo significado, que vienen siendo lo siguiente: primero, el lavamiento del alma completa en la sangre de Cristo; segundo, la participación de todos los santos en la muerte, sepultura y resurrección; tercero, junto con la confirmación de nuestra fe, que ciertamente al igual que el cuerpo es sepultado bajo el agua y se levanta de nuevo, así los cuerpos de los santos serán levantados por el poder de Cristo el día de la resurrección para reinar con él.15

Por más de doscientos años algunas iglesias bautistas han practicado la dedicación de niños, pero se han refrenado de la tentación de bautizarlos. Aunque es un hecho conocido que algunos niños muy tiernos han sido bautizados sobre su profesión de fe, esta es una práctica muy cuestionable. Aunque no se ha fijado una edad cuando el niño alcanza “la edad de responsabilidad,” un acuerdo común es que el niño debe haber

14 Propositions and Conclusions Concerning True Christian Religion, 1612-1614 en Lumpkin, Baptist Confessions of Faith, p. 123. 15 Lumpkin, Baptist Confessions of Faith, p. 167. (Los artículos son citados sin las referencias escriturarias y las marcas divisorias.)

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alcanzado una edad para poder hacer su propia decisión de compromiso por la fe a Cristo como Salvador y Señor personal. Aunque los primeros bautismos de los Bautistas Generales eran por afusión como los de los menonitas, para 1614 Leonard Busher escribió en Religions’ Peace que la forma neotestamentaria del bautismo era por inmersión, que posiblemente éste practicara estando en Holanda. Para 1641, es seguro que los Bautistas Particulares de Londres empezaron a bautizar por inmersión, y aparentemente los Bautistas Generales lo hicieron en Colchester también. Se insertó una glosa en el Artículo XL para reforzar aun más la postura bautista:

La palabra baptizo significa el zambullir bajo el agua, cosa que debe hacerse con vestimenta apropiada para el administrador tanto como para el sujeto, con toda modestia.16

Todas las confesiones de fe bautistas desde 1644 indican que el bautismo, para poder seguir el modelo del Nuevo Testamento, debía ser por inmersión por las siguientes razones: Primero, únicamente la inmersión simboliza la muerte, sepultura y resurrección que experimenta el creyente en la experiencia de la conversión. Segundo, únicamente la inmersión proclama fielmente el evangelio (kerigma), es decir, sólo así se expresa la fe del bautizado en su propia resurrección futura “por el poder de Cristo.” Los bautistas enseñan que la autoridad para bautizar y disciplinar fue dada por Cristo a su iglesia. Por lo tanto, la iglesia puede autorizar (ordenar) cualquier (discípulo) a bautizar. Los Bautistas Generales tanto como los particulares negaban que el derecho de bautizar a otros fuese dado a un individuo en particular, sino que, al igual que con la disciplina, la autoridad estaba puesta en la iglesia. El bautismo admite a uno a la asamblea visible de discípulos y por lo mismo el recién bautizado se somete a la disciplina de la iglesia. Aun los pastores y los diáconos no quedan exentos de la responsabilidad disciplinaria de la iglesia. Los primeros bautistas insistían en que ninguna persona, tal como el pastor, podía excluir a ningún miembro de la iglesia a título personal. Buscaban evitar el papel dictatorial que Francis Johnson había asumido en la “Iglesia antigua” de los separatistas ingleses en Ámsterdam. Esta es aún la postura de la mayoría de los bautistas, aunque hay sus excepciones. Cuando se le acepta a una persona como candidato para el bautismo sobre su profesión de fe en Cristo, es la iglesia que toma la decisión por medio de la votación de la congregación. Cuando se le invita a un pastor para que sirva a una iglesia, es por la votación de la congregación, normalmente conforme a la recomendación de un comité pro-pastor. Las decisiones en una iglesia bautista son tomadas por todos los miembros en reuniones que son citadas para tratar los asuntos administrativos de la iglesia, a no ser que los miembros ya hayan entregado ciertas responsabilidades decisivas a algunas comisiones para que actúen a favor de la iglesia. El bautismo es el acto iniciador de membresía en una iglesia para los bautistas. Éste permite que el bautizado participe de la Cena del Señor, la señal más visible del 16 The First London Confession, Lumpkin, Baptist Confession of Faith, p. 167.

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compañerismo. Es posible que haya más confusión entre los evangélicos sobre la naturaleza de la Cena del Señor que sobre la naturaleza y el propósito del bautismo. Puede ser que esto sea cierto respecto a los miembros comunes de una iglesia bautista, pero no es el caso de las históricas confesiones bautistas. En muchas iglesias bautistas, la mesa conmemorativa, que generalmente se coloca directamente enfrente del púlpito, tiene las palabras inscritas “En memoria de Mí.” Esta es una clave para el significado primario de la Cena del Señor para los bautistas. Es una conmemoración de la muerte de Cristo por el pecador. Implícito en sus orígenes es el reconocimiento que Cristo era el Cordero de Dios, el sacrificio que acabó con todo sacrificio judío. Así que, la Cena del Señor reemplazó a la Pascua como señal del Nuevo Pacto. En la Cena del Señor el participante da gracias a Dios por la dádiva insuperable de Su Hijo. De modo que, es una eucaristía o un memorial de acción de gracias por la muerte de Cristo, nuestro Señor. También, en la observancia de esta ordenanza, se celebra la resurrección, y al participante se le recuerda de la promesa del Señor de volver. Por lo tanto, la Cena del Señor, al igual que el bautismo, es un acto que proclama el evangelio (kerigmático). Se refiere también a la Cena del Señor como una comunión (koinonía). Esta comunión celebra el amor de Dios y el compañerismo de los hermanos. Al participar de la Cena del Señor, el discípulo expresa de nuevo su compromiso con Cristo y con los reunidos hermanos en Cristo. Por consiguiente, en un sentido profundo la Cena del Señor es una ordenanza eclesiástica, y no debe observarse en privado o llevada al lecho de los enfermos, como si tuviera algún poder mágico o administrara la gracia de Dios al recipiente. El hacerlo pervierte el significado y el propósito de la ordenanza como una comunión.

Aunque la teología que respalda la Cena del Señor es esencialmente la misma para todos los bautistas, hay algunas variaciones en su observancia de iglesia en iglesia. La mayoría de las iglesias celebran la ordenanza trimestralmente, mientras que otros la observan mensualmente y unos pocos, semanalmente. Mientras que algunas iglesias toman la Cena del Señor como parte de una comida fraternal, la mayoría de ellas la celebran, participando así únicamente el pan (con levadura o sin ella) y del vino o jugo de uva. Aunque la Cena del Señor es una comunión de aquellos que comparten un Señor, una fe y un bautismo, las iglesias bautistas a menudo invitan a otros “de igual fe y orden” a participar con la iglesia anfitriona. Pese a las variaciones en la celebración de la Cena del Señor, cuandoquiera y dondequiera que se observe siempre pide una reflexión sobre el significado de la muerte sacrificial de Cristo y una renovación del compromiso del participante a una vida de discipulado en su nombre.17

17 Mucha de la confusión entre algunos bautistas tocante a la Cena del Señor probablemente se deriva de la influencia católica romana. Dentro de la enseñanza católica se refiere a la Cena del Señor como “misa” en cuya observancia tiene lugar el milagro de la transubstanciación. Esto quiere decir que el pan, al ser alzado y dichas las palabras “Hoc est corpus meum” por el sacerdote, es transformado en la carne de Cristo. De igual forma, al ser alzado el cáliz con vino con las palabras “Hoc est sanguis meus,” el vino es cambiado en la sangre de Cristo. También, se le ve como un nuevo sacrificio cada vez que se oficia la misa. La iglesia católica enseña también que la gracia sacramental, necesaria para la salvación, es recibida por medio de la misa y los seis otros sacramentos.

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EL MINISTERIO Como concepto, el ministerio es la responsabilidad de toda la congregación, con todo y los laicos. Aunque puede que no se realice el ideal en toda iglesia, es extraordinaria en su alcance. Desde los comienzos, los bautistas rechazaban la idea de una clase sacerdotal a la que se le confiriera la vida espiritual y ceremonial de la iglesia. Puesto que cada miembro es sacerdote y siervo de Dios con privilegios y responsabilidades iguales dentro de la vida de la iglesia, sólo las funciones de los miembros individuales son distintos—no su estatus. Muy pronto después de formar iglesias, según creían enseñar el Nuevo Testamento, surgieron dentro de las iglesias bautistas dos clases de miembros ordenados para funciones especiales: pastores y diáconos. A la ordenación no se le concebía como otorgando poderes o prestigios especiales, sino que ésta simplemente simbolizaba la confianza que la congregación tenía en aquellos que habían sido llamados a predicar el evangelio o a servir las necesidades materiales de la congregación. Cuando Thomas Helwys se separó de John Smyth y su congregación, él insistía en que la autoridad para bautizar no estaba en cierta clase de individuos seleccionados para este propósito, sino en la congregación local. La primera confesión de Londres básicamente estaba de acuerdo con esta postura, aunque la confesión de 1644 hablaba de un ministerio cuadrúpedo de pastores, maestros, ancianos y diáconos, un patrón congregacional calvinista. La edición revisada de la confesión de 1644, publicada dos años después, reducía a aquellos que habían de fungir dentro del liderazgo de las iglesias a dos, pastores y diáconos, o sea, el patrón de los menonitas y los Bautistas Generales. Mientras que la mayoría de las iglesias bautistas aún ordenan a pastores y diáconos para servir en las iglesias dentro de las capacidades indicadas, algunas creían que la ordenación no era necesaria. Charles Haddon Spurgeon, uno de los más conocidos y más capaces pastores en la historia del movimiento bautista, nunca fue ordenado. Billy Graham siempre ha insistido en ser presentado en todas partes del mundo simplemente como “El señor Graham.” Los bautistas generalmente rechazan el término “Reverendo,” que comúnmente se les aplica al clero ordenado. La ordenación aún significa para los bautistas la aprobación de la iglesia para servir en cierta capacidad, pero no otorga ningún estatus especial, porque a todos los miembros se les considera sacerdotes que tienen igual acceso a Dios por medio de Cristo, y su obligación de testificar y servir con los dones o vocación que tengan. En la vida real de la iglesia, muchos miembros de las iglesias sirven en varias capacidades como ministros, tales como maestros, obreros sociales, consejeros, evangelistas, y misioneros sin una ordenación formal. Cuando así sea el caso en una iglesia dada, su vida es más vibrante y su testimonio más efectiva, porque mientras más personas compartan los ministerios variados de una iglesia, más fuerte es ésta.18

Algunos evangélicos, incluso algunos bautistas, han retenido actitudes y prácticas derivadas de la comprensión católica tradicional en lugar de derivarse del Nuevo Testamento. 18 En años recientes ha habido un nuevo interés en “ancianos gobernantes,” que comprenden el cuerpo administrativo de una iglesia local. Esta es una aberración de lo que los bautistas concebían ser el patrón

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Aunque ciertas expresiones organizacionales de la vida bautista, tales como la educativa, la médica, y la misionera por la misma naturaleza de la obra exige un presidente y supervisores, los bautistas tenazmente han procurado evitar el desarrollo de jerarquías. Las jerarquías, con su tendencia a crear burocracias inflexibles, también tienden a pagar demasiado a administradores que a menudo son tentados a violar las conciencias de aquellos que están en puestos de menor rango en la estructura institucional. Por ende, los bautistas rechazan a prelados y sínodos que se interpongan entre el creyente y Cristo quien es, como las confesiones bautistas afirman reiteradamente, “el único Mediador entre Dios y el hombre.” LA TOMA DE DECISIONES Si cada iglesia bautista es autónoma, ¿cómo llega a una decisión que sea aceptable para la mayoría de sus miembros? Una respuesta corta sería “por un proceso democrático.” La respuesta larga es un poco más complicada. Lo ideal es buscar lograr en una sesión administrativa un consenso que los miembros de la iglesia crean ser de Dios. Al no ser posible esto, una mayoría simple determina el curso de acción, a no ser que la constitución y artículos de la iglesia claramente indiquen que cierto porcentaje sea necesario para tomar una acción particular contemplada por la iglesia. Surge naturalmente la pregunta, ¿Cuál es el papel del pastor en el proceso de la toma de decisiones? En la mayoría de las iglesias bautistas, el pastor funge como el presidente de las sesiones administrativas, aunque en algunas iglesias este papel es dado a un laico. Por su capacidad como el líder espiritual de la iglesia, el pastor probablemente sea el primero en contemplar una necesidad que reclame una decisión de parte de todo el compañerismo. Se entiende generalmente que en ningún caso permite su puesto que él tome decisiones unilateralmente, a no ser que el cuerpo reunido se lo pida. Es posible, si el pastor ha puesto un ejemplo ante la congregación de una servidumbre altruista, que la iglesia prefiera confiar en su juicio que en la sabiduría colectiva de la congregación. Pero por lo mismo, concebiblemente tal pastor tendría la sabiduría de no aceptar tal responsabilidad. Como Rick Warren, pastor de la Iglesia Saddleback lo expresa, “No es mi trabajo controlar a la iglesia. Es mi trabajo guiarla.”19 Los diáconos a menudo fungen en una capacidad de asesoría, especialmente si no hay un concilio de la iglesia. Sin embargo, en muchas iglesias bautistas que tienen equipos pastorales de tiempo completo, la mayoría de las cosas que piden la decisión congregacional es presentada a los varios comités para sus respectivos estudios y recomendaciones en consulta con el miembro indicado del equipo pastoral. En algunas

neotestamentario. Su origen puede verse en el desarrollo del movimiento congregacional separatista. En algunos casos, los “ancianos” han asumido la función de la toma de decisiones, usurpando así la prerrogativa de la congregación bajo el liderazgo del Espíritu Santo. Es así también si los diáconos o los miembros del concilio de la iglesia malentienden sus papeles en la vida de una iglesia dada. 19 Rick Warren, The Purpose Driven Church (Grand Rapids, Michigan: Zonderman Publishing House, 1995), p. 328.

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“Iglesias bautistas independientes,” los pastores tienden a asumir que todas las decisiones principales son su responsabilidad, y así proceden. Difícilmente esto sea el patrón histórico asignado a pastores en iglesias bautistas, ni es el mejor proceder para el bienestar de la iglesia y el pastor. Tómense las decisiones como se tomen, los bautistas son unánimes en reconocer que la iglesia le pertenece a Cristo. Solo él es su Señor. Las características más básicas y distintivas de los bautistas se hallan en su doctrina de la iglesia local funcional, su naturaleza, sus ordenanzas, su ministerio y misión. Sus implicaciones son de gran alcance. Esto es particularmente verdad con respecto a la relación entre la iglesia y el estado.

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¿POR QUÉ LOS BAUTISTAS?

CAPÍTULO IV

LA IGLESIA Y EL ESTADO

Desde los comienzos del movimiento bautista moderno, el concepto del evangelio y el de la iglesia, tal y como se encuentra en las confesiones primitivas, demandaban la libertad religiosa. En el siglo diecisiete los bautistas ingleses y americanos estaban convencidos de que la proclamación del evangelio estaba supeditada de una respuesta no-coaccionada. Era su firme convicción que el Dios revelado en Jesucristo es un Dios de la invitación, que invita a los cargados a que vengan a El, pero que no obliga a nadie a aceptar la invitación. Roger Williams recordaba a los puritanos en Inglaterra y la Nueva Inglaterra que la coacción en asuntos de fe resultaba en hipócritas pero no en cristianos. Sólo una respuesta voluntaria de fe en Cristo, bajo el poder convincente y convertiente del Espíritu Santo, resultaba en conversiones genuinas. Thomas Helwys argumentaba que la religión es un asunto personal entre Dios y el individuo, por lo tanto, “el rey no puede intervenir en ella, ni puede el rey ser juez entre Dios y el hombre. Sean herejes, islamistas, judíos o lo que sea, no compete al poder terrenal castigarlos en lo más mínimo.”20 Tal concepto del evangelio exige la libertad de los poderes coercitivos del estado tanto como de la iglesia.

La naturaleza también prohíbe la intrusión del gobierno en la vida de la iglesia. Aunque los bautistas nunca negaban que Dios creara el estado para el bienestar de la sociedad, ellos argumentaban que esto limitaba el papel del estado a asuntos civiles, tales como el mantenimiento del orden civil, la justicia, la paz, y la protección de “los derechos inalienables” de sus ciudadanos. También, ellos reconocían lo obvio, que gobiernos van y gobiernos vienen. Ellos pertenecen al orden temporal, pero que la iglesia pertenece a la eterna esfera espiritual. Como tal, la iglesia no está sujeta a la regencia de las autoridades seculares en los asuntos espirituales, porque solo Cristo es el Señor de la iglesia. Como dijera John Smyth en 1612:

El magistrado en virtud de su cargo no ha de intrometerse en la religión o las cuestiones de conciencia, no ha de forzar u obligar a los hombres a que acepten tal o cual forma de religión o doctrina, sino ha de dejar a la religión cristiana libre, según la conciencia de cada hombre, y ocuparse así únicamente de las transgresiones civiles (Romanos 13), los daños e injusticias del hombre contra el hombre, como el asesinato, el adulterio, el robo, etc., porque solo Cristo es el rey y legislador de la iglesia y de la conciencia (Santiago 4:12).21

20 The Ministry of Iniquity, p. 69. 21 Artículo 84, Propositions and Conclusions, Lumpkin, 140.

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El principio enunciado por Smyth no tan sólo significa que los gobiernos no tienen el derecho de dictar a quien sus ciudadanos han de adorar, sino que también los gobiernos no tienen ningún derecho dado por Dios a restringir la actividad religiosa que no viole la ley civil. Admitidamente, en una era cada vez más complicada en la que gobiernos totalitarios afirman el derecho de controlar todo aspecto de la existencia humana bajo su jurisdicción, puede ser que no siempre sea posible para los bautistas apegarse a este principio. Sin embargo, esto no invalida el principio. Tampoco quiere decir que los cristianos no deben, donde sea posible, participar en el proceso político. Los bautistas sostienen que los cristianos no han de ser privados del voto o excluidos de puestos políticos simplemente por ser cristianos, aunque este es el caso en muchos países. Tal como Roger Williams señalara hace casi cuatrocientos años, no tan sólo se les ha privado a los cristianos de la libertad de interferencia gubernamental en las cuestiones de fe, sino también de sus responsabilidades como ciudadanos. Los bautistas insisten en que el concepto de la separación entre la iglesia y el estado no quiere decir la separación de la religión de la sociedad. Al contrario, este principio libra a la iglesia de llegar a ser agente del estado o que el estado sea controlado por la iglesia, cualquiera de las dos cosas siempre se ha comprobado ser un arreglo desastroso para los gobiernos tanto como para el Cristianismo. Sin la libertad que provee la separación, la iglesia no puede funcionar como la conciencia de una sociedad dada. La libertad religiosa, que provee la separación, también hace posible una ciudadanía con integridad. Por ende, los ciudadanos, que son libres para actuar dentro de sus derechos inherentes como ciudadanos libres para adorar y llevar a cabo su fe en público, son personas impulsadas por una dinámica interna para compartir su fe en palabra y acción en todo aspecto de sus vidas. Las garantías que otorgan la Primera Enmienda a la Constitución Federal hacen que esto sea posible en los Estados Unidos de Norteamérica. La Primera Enmienda no es en ningún sentido responsable por el decaimiento moral tan evidente en toda esfera de la sociedad americana de hoy. Sin embargo, ella sí ha provisto una era de libertad sin precedentes en la historia. Por lo tanto, el fracaso en no aprovecharse de las libertades constitucionales tiene que achacársele a las iglesias y denominaciones norteamericanas, caracterizadas a menudo por la apatía espiritual y la pérdida de visión. LA LIBERTAD RELIGIOSA El compromiso con la libertad religiosa, como ya vimos, es imprescindible para la identidad bautista. Ha sido un principio amado del movimiento bautista desde sus comienzos, a pesar del surgimiento del movimiento pseudo-bautista a principios de la década de los 70. En realidad, es imposible definir a los bautistas aparte de su devoción al principio de una libertad religiosa plena. Su concepto de la libertad religiosa tanto como la de bautismo de creyentes distinguía a los seguidores bautistas de John Smyth y Thomas Helwys de los seguidores congregacionalistas de John Robinson. Primero los separatistas (congregacionalistas) y luego los presbiterianos deseaban reemplazar a la iglesia anglicana como la iglesia estatal establecida de Inglaterra. Esto significa que para ninguno de los dos grupos había tolerancia alguna para los bautistas, los cuáqueros, los católicos u otros que difieran de ellos en cuestiones de religión. La postura bautista, como

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enunciada por Smyth, Helwys, Mark Leonard Busher, y John Murton (los cuatro primeros pastores bautistas ingleses de algún renombre), contrastaba mucho con la de la mayoría de los demás disidentes. Consecuentemente, era la devoción bautista al principio de la libertad religiosa que se arraigó en la Rhode Island colonial, influenciando así posteriormente a un grado considerable el desarrollo de la libertad religiosa en la nación nueva. Repetidamente, la Alianza Bautista Mundial se ha pronunciado en defensa de la libertad religiosa. Nunca se hizo sentir más fuertemente que en 1939, cuando la amenaza de los Nazis, dirigidos por el dictador sediento de poder, Adolfo Hitler, justo comenzaba a amenazar la paz de Europa. En el proceso, éste había reorganizado la Iglesia Luterana de Alemania, y había nombrado a Hans Müller como el obispo del Reich. Se proponía usar a esta iglesia luterana rehecha para manipular a los cristianos alemanes con el fin de que éstos respaldaran sus políticas racistas contra los judíos y otros supuestos enemigos del Tercer Reich. Cinco años antes, el Congreso de la Alianza Bautista Mundial se había reunido en Berlín, Alemania. En ese entonces, la libertad rápidamente empezaba a escasearse. La prensa había caído bajo el control férreo de Hitler. El presidente von Hindenburg estaba agonizando. Las señales eran ominosas para los delegados que asistían al Congreso Mundial de la Alianza para observar el centenario del bautismo de Gerhard Oncken, y conmemoraban su valiente lucha para predicar el evangelio en Hamburgo pese a la tenaz oposición del alcalde de la ciudad (Bürgermeister) y su esfuerzo por reprimir a Oncken y silenciar así a sus hermanos bautistas. Fue también en esta reunión del congreso de la Alianza que George W. Truett, el internacionalmente conocido pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, Texas fue elegido presidente de la Alianza. En Atlanta, Georgia en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, George W. Truett dio el discurso presidencial del sexto Congreso de la Alianza (julio de 1939) sobre el tema de “El mensaje y misión bautistas para el mundo de hoy.” Pocos jamás han explicado más elocuente o claramente el principio de la libertad religiosa y la separación entre la iglesia y el estado que Truett en esa ocasión. Ya que su discurso es tan pertinente al diálogo contemporáneo sobre la libertad religiosa y la separación entre la iglesia y el estado, los párrafos más significativos del discurso se dan aquí. Después de relatar la historia de la lucha por la libertad religiosa en la América colonial y el papel bautista en esa lucha, Truett declaró su tesis:

La libertad religiosa es la madre criadora de toda libertad. Sin ella toda otra forma de libertad pronto se reseca y muere. Los bautistas captaban esta concepción de la libertad con toda su gloria plena desde el comienzo. Su postura es ahora, y siempre ha de ser, que es el derecho, dado por Dios e incapaz de invalidarse, de todo ser humano para adorar a Dios o no, según le dicte su conciencia; y, mientras no infrinja los derechos de otros, será responsable únicamente ante Dios en cuanto a todas sus creencias y prácticas religiosas. Y los bautistas sostienen esta postura no solamente

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para ellos mismos, sino también para todos los demás, sean protestantes de toda denominación, romanistas, judíos, cuáqueros, islamistas, paganos y para todos los hombres en todas partes. Su postura no es que haya una mera tolerancia, sino una libertad absoluta. La tolerancia implica que alguien afirma falsamente el derecho de tolerar. La tolerancia es una concesión, mientras que la libertad es un derecho. La tolerancia es una mera cuestión de conveniencia; mientras que la libertad es una cuestión de principio. La tolerancia es una dádiva del hombre, mientras que la libertad es una dádiva de Dios. Por consiguiente, es la postura consistente, insistente y persistente de nuestro pueblo bautista, siempre y en todas partes, que la religión siempre ha de ser voluntaria y no coaccionada, y que no es la prerrogativa de ningún poder, sea credo o forma de adoración, sea el pagar impuestos para el sostén de una organización religiosa a la que no pertenezcan o en cuyo credo no crean. Dios desea adoradores libres y nadie más.

En vista de sus principios esenciales, es fácil entender porqué los bautistas creen que cada iglesia estatal es una tiranía espiritual. Por la misma naturaleza del caso, no puede haber una unión correcta entre la iglesia y el estado, porque su naturaleza y funciones son totalmente diferentes. Jesús declaró el principio en dos de sus dichos: “Mi reino no es de este mundo,” y “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” Por ende, cuando el estado quiera ser el mentor de la iglesia, o la iglesia al estado, se abrirá una caja de Pandora de males sobre la gente.

“Qué lo debido sea pagado al César y su trono; Pero las conciencias y las almas fueron hechas Para ser únicamente del Señor.”

Por su apego a la unión de la iglesia y el estado, Lutero, Calvino y Zwinglio y otros grandes reformadores permitieron que la Reforma se eclipsara de una medida angustiosamente grande. Ese solo dicho de Jesús, “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” señalaba el divorcio entre la iglesia y el estado una vez por todas. Señaló una nueva era para los credos y las acciones de los hombres. Era el cañón matinal de un nuevo día, el eco del cual seguirá perpetuamente hasta que la doctrina de “Una iglesia libre en un estado libre” tenga supremacía absoluta en toda nación, sea pequeña o grande, en todo el globo terráqueo.

En cuanto a la iglesia, los bautistas sostienen que es una institución divina, no evolucionada de las condiciones cambiantes de la sociedad, sino que expresa la mente de Cristo; que es una institución perdurable que se adapta a todo tiempo y todo lugar; que es el custodio de la verdad para sostener y enseñarla hasta el fin del tiempo y a todo pueblo. Sostienen que una iglesia de Jesucristo es una institución espiritual, que es una democracia pura sin la remoción de sufragio a miembro alguno por causa de nacionalidad, raza, clase o sexo.22

22 George W. Truett, “The Baptist Message and Mission for the Life of the World” (Atlanta, Georgia: Official Report of the Sixth Baptist World Congress, 1939), pp. 27-78.

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A la luz del discurso de Truett, no nos sorprende que los que asistieron al Congrego adoptaron unánimemente aquello que llegó a conocerse como “La declaración sobre la libertad religiosa de Atlanta,” (27 de julio de 1939) una parte de la cual reza:

“Ningún hombre, gobierno ni institución, sea religiosa o civil, social o económica, tiene el derecho a dictar cómo una persona tiene que adorar, o si tiene que adorar siquiera.” “Por consiguiente, ninguna autoridad civil podrá hacer una ley, un decreto o regla respecto al establecimiento de la religión o que afecte su libre ejercicio.” “Las iglesias estatales y estados eclesiásticos son iguales en que están en conflicto directo con el principio de la libertad. Una iglesia libre en un estado libre, cada uno contribuyendo libre y provechosamente a las esferas y funciones del otro, es lo ideal, pero sin que haya dependencia administrativa o económica el uno del otro. Ningún estado puede preferir o favorecer legítimamente una forma de religión sobre otra. “Para continuar en nuestra consistente práctica bautista, nos vemos obligados imperativamente a insistir de nuevo en el pleno mantenimiento de la absoluta libertad religiosa para todo hombre de toda fe y de ninguna fe.”23

EL REINO DE DIOS Para los bautistas, el Reino de Dios es una realidad presente, pero que aún no se consuma. Éste ha de distinguirse tajantemente de reino, nación o raza alguno sobre la tierra. Tal como indican las muchas referencias de Cristo al Reino de Dios, es una realidad espiritual presente donde se le permita a Cristo reinar por la presencia del Espíritu Santo. Pero también, es un reino venidero que ha de ser consumado cuando el retorno del Señor, cuando él de verdad reinará como “el Rey de reyes y Señor de señores, y los reinos de este mundo llegarán a ser el Reino de nuestro Dios, y El reinará para siempre.” Aunque algunos bautistas han intentado determinar cuándo Cristo volverá para consumar su reino, la mayoría se ha abstenido a hacerlo. Que yo sepa, todas las confesiones sí expresan la creencia de que Cristo volverá a la tierra de una forma visible para provocar la última serie de eventos relacionada con su segunda venida, pero no ponen fechas cuándo este último capítulo de la historia mundial haya de ser escrito. El Artículo IX de La fe y mensaje bautistas es representativo de la mayoría de las confesiones bautistas:24

23 Citado completamente en el Apéndice II en Henry Cook, Lo que los bautistas defendemos (Londres: The Kingsgate Press, 1974), p. 182. 24 The Baptist Faith and Message (Nashville, Tennessee: The Sunday School Board of the Southern Baptist Convention, 1963), p. 14.

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El Reino de Dios abarca Su soberanía general sobre el universo tanto como Su regencia sobre los hombres que voluntariamente lo reconozcan como Rey. Particularmente, el Reino es la esfera de la salvación a la cual entran los hombres por su confiado compromiso como niño a Jesucristo. Los cristianos deben orar y obrar con el fin de que el Reino venga y que sea hecha la voluntad de Dios sobre la tierra. La plena consumación del Reino aguarda el retorno de Jesucristo y el fin de esta era.

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¿POR QUÉ LOS BAUTISTAS?

CAPÍTULO V

LA HISTORIA BAUTISTA

¿Dónde se originaron los bautistas? Esta es una pregunta perenne que raramente se contesta satisfactoriamente. A menudo, las respuestas han sido dictadas por algo que no sea la evidencia histórica. Algunos bautistas han sostenido que los bautistas comenzaron cuando Juan el Bautista y el bautismo de Jesús por Juan en el Jordán. Aunque los bautistas tienen una postura elevada respecto a las Escrituras y así procuran basar todas sus doctrinas y prácticas sobre el Nuevo Testamento, no es posible trazar a los bautistas como un identificable movimiento cristiano por los siglos. Esto no niega que hubiera algunos individuos o grupos dentro de la historia cristiana que sostenían algunas creencias similares a los bautistas contemporáneos, pero no es posible identificar un movimiento bautista distintivo con una historia continua antes del siglo diecisiete, aunque sus raíces alcanzan al siglo dieciséis. LOS COMIENZOS Después de muchos años dedicados al estudio de la historia bautista, he llegado a la conclusión de que los primeros bautistas identificables aparecieron en la historia al llegar algunos separatistas ingleses bajo la influencia de los menonitas holandeses, estando ellos en Holanda. Este proceso puede verse mejor en la vida y ministerio de John Smyth, que llevó su congregación separatista desde Gainesborough, Inglaterra, cruzando así el Canal Inglés hasta Ámsterdam. Después de un año y pico en Holanda, Smyth guió a la iglesia a que se disgregara, ya que ésta había sido organizada en Inglaterra con base en un pacto al cual los miembros suscribieron “siguiendo el ejemplo de los santos antiguotestamentarios.” Luego, reorganizó a la iglesia con base en sus confesiones de fe y el bautismo de creyentes en 1608-9, según el patrón visto en el Nuevo Testamento. Smyth también rechazó la característica calvinista de los puritanos y los separatistas, reemplazándola por una postura de la crucifixión que enfatizaba que Cristo murió por todos con el fin de que todos los que creyeran en él fuesen salvos. Smyth también adoptó otras enseñanzas menonitas, a saber, el bautismo de creyentes, la iglesia, el discipulado, la libertad religiosa, y la separación de la iglesia del estado. Cuando Smyth decidió más tarde que él y su congregación deberían unificarse con la Iglesia Menonita Waterlander en Ámsterdam, discrepó Thomas Helwys , un acaudalado miembro de la iglesia recién formada y el partidario más fuerte de Smyth. Sin duda, Helwys creía que el unificarse a los menonitas provocaría a los ingleses a quedarse en Holanda y así quitarse de encima su responsabilidad de compartir sus convicciones recién encontradas con sus compatriotas ingleses. Había otras cuestiones que separaban a Helwys y sus seguidores de Smyth y su iglesia también. Después de la muerte de Smyth en agosto de 1612, Helwys guió un grupo de diez o más ex-miembros de la iglesia a Inglaterra en 1611-12 y formó una iglesia en Spitafields en las afueras de los muros de la

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ciudad de Londres.25 Esta iglesia discrepaba con la de Smyth en un aspecto importante, a saber, la de Helwys sostenía que un magistrado (oficial gubernamental) podría ser miembro de la iglesia, mientras que Smyth, al igual que los menonitas, negaba que esto fuera posible. Aunque sostenía que tal magistrado podría ser miembro de la iglesia, siempre y cuando de verdad tuviera un compromiso con Cristo y siguiera al Señor en el bautismo, Helwys no quería abogar porque tal oficial pudiera ejercer su autoridad magisterial en la iglesia o que él gozara de un estatus por encima de cualquier otro miembro. Esta diferencia tocante a la posibilidad de que un oficial gubernamental llegase a ser cristiano y miembro bautizado de la iglesia tendría grandes efectos sobre el desarrollo subsecuente de los bautistas en Inglaterra y en otros países también. Les daría a los bautistas un futuro viable en Inglaterra, aunque eso pareciera imposible en aquel entonces. Aunque Helwys y su pequeña iglesia estaban anuentes a tomar un voto de lealtad al rey y expresaban una disposición de servir en la defensa del país como todo buen ciudadano, ellos seguían insistiendo en que la jurisdicción del estado se limitaba a cuestiones civiles. Esta postura fue detallada por Helwys en su librito, The Mistery of Iniquity (El misterio de la iniquidad), cosa que le costó la vida. Un poquito más de un año después de volver a Inglaterra, le apresaron a Helwys después de enviar un ejemplar de El misterio de la iniquidad al Rey Jaime I. Menos de tres años después, él murió en la prisión de Newgate. Su sucesor, John Murton, que había regresado a Inglaterra con él desde Holanda, murió en la misma prisión, pero no antes de cultivar eficazmente la semilla sembrada por Helwys. Dos de sus libros sobre la libertad religiosa fueron publicados en por lo menos tres ediciones distintas, y es posible que escribiera otros. Después de diez años de prisión, Murton ya estaba muerto para 1630, pero dejó tras sí no tan sólo su legado literario sino también ocho iglesias bautistas en los contornos de Londres. LOS PRIMEROS BAUTISTAS PARTICULARES

Los primeros bautistas ingleses llegaron a conocerse como Bautistas Generales, porque sostenían que Cristo murió por todos y no sólo por los elegidos. Un segundo grupo de bautistas surgió en Londres para 1638 y adoptó el bautismo de creyentes por inmersión en 1641-42. Este nuevo compañerismo de creyentes bautizados llegó a conocerse como Bautistas Particulares, porque ellos creían en una expiación particular, es decir, únicamente para los electos. La influencia calvinista era más evidente entre estos bautistas que en el desarrollo de los Bautistas Generales, encontrando una expresión modificada en La primera confesión de Londres de 1644 y 1646. Sin embargo, estos Bautistas Particulares también reflejaban la influencia menonita. De hecho, ellos enviaron un miembro, un tal Richard Blunt, “que entendía el holandés,” a los menonitas en Holanda para ser bautizado, presumiblemente para evitar la crítica sarcástica que John Robinson había hecho contra John Smyth por su auto-bautismo.

25 A. C. Underwood, A History of English Baptists. (London: The Carey Kingsgate Press Limited, 1958), p. 46.

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El Profesor Glen Stassen sugiere que Richard Blunt probablemente fuese el lazo humano entre el Foundation Book y el nuevo movimiento bautista. Por su propia investigación meticulosa, él ha llegado a la conclusión que La primera confesión de Londres se derivó de tres fuentes: La verdadera confesión de los separatistas ingleses, los escritos del Dr. William Ames (un erudito puritano), y El libro de los fundamentos de Menno Simon. De las tres, es la última que fue la influencia más significativa para la formulación de los distintivos que distinguía a los Bautistas Particulares de los puritanos y sus compañeros separatistas. Por un análisis cuidadoso de las referencias escriturarias empleadas y ciertas declaraciones extraídas de El fundamento de la doctrina cristiana de Menno Simons, Stassen ha demostrado convincentemente que ya no es viable negar una influencia anabaptista sobre el surgimiento de los Bautistas Particulares. Más bien, él sugiere que los bautistas ingleses eran el resultado de fusión de las dos tradiciones, la calvinista y la menonita.26 El declara que en ninguna otra parte es esto más evidente que en los artículos sobre la autoridad del estado en cuestiones religiosas. El Artículo 39 de A True Confession refleja el calvinismo de sus autores que eran los separatistas (llamado los Brownists) de la “Iglesia Antigua” de Francis Johnson. En ese entonces Johnson estaba preso en Londres (1596), y la mayor parte de la membresía ya estaba en Ámsterdam guiada por Henry Aimsworth, que probablemente fuese el autor principal de la confesión. Seis pasajes del Nuevo Testamento y por lo menos veinticinco pasajes del Antiguo Testamento eran citados para respaldar sus contenidos. Esta confesión obviamente no es una confesión de fe bautista. Estos separatistas, aunque eran objetos de la persecución en Inglaterra, no creían en la libertad religiosa. Más bien, creían que el estado debía sostener su forma de Cristianismo y suprimir otras expresiones religiosas. El Artículo 39 reza:

Que es el Oficio y el deber de los Príncipes y Magistrados, que por el mandato de Dios son los Gobernantes supremos bajo El sobre toda persona y causa dentro de sus Esferas y Dominios, suprimir y destruir por su autoridad todo ministerio falso, religión falsa, y adoración falsa a Dios, abolir y destruir los templos idolátricos, las imágenes, altares, vestimentas, y todo otro monumento de idolatría y superstición, tomando y convirtiendo así para sus propios usos civiles no tan sólo el beneficio de todos tales edificios y monumentos, sino también las entradas económicas, la señoría, las posesiones, y el mantenimiento de cualquier ministerio falso y cualquier función eclesiástica ilícita dentro de sus dominios. Y por otro lado, que establezcan y mantengan por sus leyes toda parte de la palabra de Dios, su religión pura y verdadero ministerio, y que respeten y protejan todo aquel que se preocupa por adorar a Dios según su palabra...27

La primera confesión de Londres, publicada por siete iglesias Bautistas Particulares en Londres, demuestra una perspectiva radicalmente diferente tocante al papel del estado en cuestiones de la religión. En contraste con Una verdadera Confesión,

26 Glen Stassen, “Finding the Evidence for Christ-Centered Discipleship in Baptist Origins By Opening Menno Simons’ Foundation Book” (Louisville, Kentucky, investigación inédita), pp. 18-19. 27 Lumpkin, Baptist Confessions of Faith, p. 94.

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de los veintiocho pasajes de Escritura citados para respaldar los artículos sobre la libertad religiosa y las limitaciones del estado, sólo tres eran del Antiguo Testamento. También, los bautistas optaron por declarar su postura sobre la libertad religiosa por medio de cinco artículos breves en vez de los artículos largos y complicados que se encontraban en la confesión separatista sobre el tema. Los Artículos XLIX y LI citados a continuación contienen el corazón de la postura bautista:

Creemos que la majestad suprema de este reino es el rey y el parlamento, escogido libremente por el reino, y que todas aquellas leyes civiles que han sido aprobadas ahora o las que sean aprobadas en el futuro, hemos de rendir sujeción y obediencia a ellas como si fuera al Señor, concibiéndonos como obligados a defender a las personas así elegidas, y todas las leyes civiles hechas por ellas con nuestras propio ser, libertades, tierras, con todo lo nuestro, aunque sufriéramos mucho de parte de ellos por no someternos activamente a algunas de las leyes eclesiásticas, que ellos consideran ser su deber establecer, aunque no las podemos ver así, ni pueden permitir nuestras conciencias; no obstante esto, somos obligados a someternos a su autoridad.28 Pero si Dios así permitiera a los magistrados obrar, a pesar de esto debemos proceder juntos en nuestra comunión cristiana, no atreviéndonos a suspender nuestra práctica, sino a andar en obediencia a Cristo en la profesión y proclamación de susodicha fe, aun dentro de todas las pruebas y aflicciones, sin valorar nuestros bienes, tierras, esposas, niños, padres, madres, hermanos, hermanas, ni siquiera nuestras propias vidas para que terminemos nuestra carrera con gozo, recordando siempre que debemos obedecer a Dios más bien que a los hombres. Nos basamos en el mandato, la comisión y la promesa de nuestro Señor y Maestro Jesucristo, ya que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, siendo que él nos prometió que si obedecemos sus mandamientos estaría con nosotros hasta el fin del mundo. También prometió que cuando hayamos terminado nuestra carrera y guardado la fe, nos dará la corona de la justicia, que está guardada para todos los que aman su venida, y a quien hemos de dar cuenta de todas nuestras acciones, sin que ningún hombre pueda librarnos de ello.29 [Nota del traductor: Estas citas tomadas de los artículos por el autor están en el inglés del siglo dieciséis. Su gramática, ortografía, sintaxis, etc. son muy difíciles, y pido perdón por cualquier error que haya en la traducción.]

En la edición de 1646 de La primera confesión de Londres, los bautistas agregaron al artículo XLVIII una “nota” extensa que fortalecía la postura de los Bautistas Particulares respecto a la libertad religiosa sin medir sus palabras: “Y en cuanto a la adoración a Dios, hay un solo legislador, que es capaz de salvar y destruir (Santiago 4:12), que es Jesucristo, que nos ha dado leyes y reglas suficientes en Su palabra para

28 Ibíd, p. 169. 29 Ibíd. P. 170.

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que lo adoremos...”30 Para aquellos que argumentan que los bautistas sólo tomaron esta postura sobre la iglesia y el estado encontrada en estos artículos porque eran una minoría perseguida, no hace falta que hagan otra cosa sino ver Una verdadera confesión por los separatistas. Éstos también eran una minoría perseguida que vivía en el exilio en Holanda, pero ellos aun así abogaban por una iglesia estatal, que no tolerase ningunas opiniones religiosas “heréticas.” Claramente, los Bautistas Particulares rompían con su herencia calvinista no tan sólo al rechazar el concepto de la iglesia estatal de los separatistas, sino también al basar sus argumentos en pro de la libertad religiosa sobre sus convicciones derivadas del Nuevo Testamento, no el Antiguo.31 Aunque conceptos calvinistas y menonitas son discernibles en La primera confesión de Londres, éstos se usaban selectivamente, es decir, los bautistas rechazaban la reprobación y permitían el juramento, pero únicamente para confirmar la verdad. Otra vez, mientras que Menno parece no haber bautizado a nadie por inmersión, los bautistas entresacaban declaraciones sobre el bautismo de creyentes de su Foundation Book y usaban la misma secuencia de referencias escriturarias que Menno sobre el bautismo para respaldar la práctica. Aunque Leonard Busher, un bautista general que vivía en Delft en ese entonces, había escrito hacía unos treinta años en su Religions’ Peace que el bautismo del Nuevo Testamento era por inmersión, aparentemente los Bautistas Particulares eran los primeros en adoptar este modo de bautismo en Inglaterra, o por lo menos, eran los primeros en ordenar en una publicada confesión de fe que la inmersión era la única forma escrituraria del bautismo Antes de terminar el siglo diecisiete, varios desarrollos habían tenido lugar entre los bautistas. Los bautistas, comúnmente conocidos como Anabaptistas (re-bautizadores), llegaron a ser conocidos simplemente como “bautistas.” Los bautistas “del Séptimo Día” y los bautistas “de los seis principios” también habían llegado a existir para finales del siglo. Ninguno de estos dos grupos llegó a ser grande, pero los bautistas “del Séptimo Día” puede que hayan contribuido al surgimiento de los Adventistas del Séptimo Día en los Estados Unidos de Norteamérica. Mientras que el nexo entre las dos denominaciones del séptimo día puede haber sido ideológico únicamente, no hay duda que los miembros de la primera congregación de los cuáqueros salieron de una iglesia bautista “despedazada” en Nottinghamshire, Inglaterra. Mucho más tarde, los avivados Bautistas Generales (de la Nueva Conexión) se unieron a los Bautistas Particulares para formar la Unión Bautista de la Gran Bretaña e Irlanda. LOS BAUTISTAS EN LAS COLONIAS AMERICANAS Para 1638-39, una iglesia bautista había sido formada en la colonia americana de Rhode Island bajo el liderazgo de Roger Williams, el fundador de la ciudad de Providence y el paladín de la libertad religosa. Williams, que había llegado a tener convicciones separatistas en Inglaterra, pronto se encontraba en conflicto con el Dr. John Cotton, el pastor puritano de la Primera Iglesia (Congregacional) de Boston. Cotton creía que la Massachussetts Bay Colony era el Nuevo Israel, y que los indígenas americanos 30 The First London Confession, 1646, p. 17. 31 Véase el Apéndice A.

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eran los amalecitas. Por ende, él justificaba la matanza de los indígenas y la toma de sus tierras. Roger Williams se oponía a la postura de Cotton sobre bases teológicas. El señalaba que el Nuevo Israel iba a ser constituido de todos aquellos que habían nacido de nuevo, y por lo tanto, no había de identificarse con ninguna raza o nación. Por consiguiente, él argumentaba que los indígenas eran objetos de la misericordia de Dios con quienes los ingleses deberían compartir el evangelio. Williams también irritaba a los puritanos de la Massachussetts Bay Colony al cuestionar su entendimiento de la Biblia y su postura sobre la libertad religiosa. Por causa de sus posturas, Williams fue desterrado de la colonia. El encontró refugio entre los indígenas a quienes él compró tierra para Providence. En 1636 él estableció el primer gobierno en el mundo que separase la iglesia del estado y que garantizase una plena libertad religiosa.

Mientras que la Colonia de Rhode Island pronto se hizo una albergue para disidentes, incluyendo a judíos, cuáqueros y bautistas, la Massachussetts Bay Colony aún azotaba a predicadores bautistas y ahorcaba a “brujas”y cuáqueros. A Henry Dunster, el primer rector de Harvard College (Universidad), le relevaron de su puesto cuando adoptó la postura de los bautistas en cuanto al bautismo. Los bautistas seguían siendo multados y apresados en Massachussets por su fe hasta que finalmente la Iglesia Congregacional fue quitada como la iglesia estatal de Connecticut y Massachussetts en 1833. Para entonces, la mayoría de los congregacionalistas estaban dispuestos a decir juntamente con Lymon Beecher, que se había opuesto vigorosamente al desestablecimiento “Aquello que yo creía ser la cosa peor que pudiera suceder ha resultado ser la cosa mejor que jamás pudiera haber sucedido en el estado de Connecticut.”32 Obviamente, los puritanos no establecieron colonias en Norteamérica que fuesen organizadas sobre la base de la libertad religiosa para todos, ni tampoco los anglicanos. En Virginia, la joya de las colonias de la corona, la Iglesia de Inglaterra era la iglesia estatal. Antes de la Guerra de Independencia, los disidentes religiosos, incluyendo a los presbiterianos, los bautistas, los cuáqueros y menonitas, llegaban a ser objetos de la discriminación, la violencia turbal y la supresión legal. Al crecer los bautistas, así también aumentaban los azotes y encarcelamientos de los predicadores y laicos serios entre ellos. Su evangelismo agresivo hacía que ellos fuesen el blanco más probable de la persecución contra disidentes. Los bautistas regulares y los bautistas separatistas organizaban sus iglesias en asociaciones que enviaban representantes para formar un Comité General que pidiese a la Casa de Burgueses (la legislatura) una revisión de sus quejas. Año tras año, sus peticiones eran ignoradas hasta que los bautistas pidieron permiso a la Asamblea General (la cual reemplazó a la Casa de Burgueses) con el fin de que se nombrasen capellanes bautistas para las tropas de Virginia que servían en el ejército revolucionario. Únicamente así empezaron a recibir algún respaldo de algunos capaces estadistas jóvenes de Virginia, a saber, Thomas Jefferson y James Madison. Como resultado, para 1786, con la ayuda del presbiterio de Hanover, los bautistas se regocijaron en saber que el proyecto de Jefferson sobre la libertad religiosa había sido aprobado por la Asamblea General (1786). Por consiguiente, a la Iglesia de Inglaterra se le desconoció como la iglesia estatal en Virginia.

32 Citado por Joseph Martín Dawson, Baptists and the American Republic (Nashville, Tennessee: Broadman Press, 1956), p. 129.

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Con la aprobación del proyecto de Jefferson en pro de “El establecimiento de la libertad religiosa,” la fase de la lucha por la libertad religiosa en Virginia empezaba a llegar a su fin, pero los bautistas que quedaban satisfechos. Ellos enfocaban sobre la nueva Constitución Federal el cual muchos creían no satisfacer suficientemente una garantía de la libertad religiosa como un derecho inalienable, a pesar del Artículo seis. Como resultado de sus esfuerzos, ellos persuadieron a Madison, el aquitecto principal de la Constitución Federal, a que hiciera una enmienda para la constitución, cosa que llegó a ser la Primera Enmienda y la piedra angular del Proyecto de Derechos, después de la ratificación por los estados. En su forma final, aprobada por ambas cámaras del congreso en 1789, rezaba así:

El congreso no hará ninguna ley tocante al reconocimiento de la religión, o la prohibición del libre ejercicio de ella, o la limitación de la libertad del habla o de la prensa, o del derecho del pueblo de asamblea pacífica o pedir al gobierno una revisión de sus quejas.

Aunque había otros, tales como Jefferson y Patrick Henry que buscaban que hubiese un Proyecto de Derechos en la Constitución Federal, los historiadores norteamericanos generalmente reconocen a Madison como el arquitecto principal y el responsable por introducir a la Cámara de Representantes la Primera Enmienda.33 EL MOVIMIENTO MISIONERO MODERNO Mientras que los bautistas en la nueva nación apoyaban la libertad religiosa por convicciones fundadas en la encarnación y la naturaleza del evangelio, William Carey y Andrew Fuller, junto con una docena o más de predicadores bautistas jóvenes y laicos que habían captado una visión de un mundo sin Cristo—un mundo de hombres y mujeres esclavizados en el pecado—que clamaban por el perdón y la liberación que sólo en Cristo se hallaba. Por meses ellos habían sostenido una serie de reuniones especiales de oración, llamadas por ellos “Un concierto de Oración,” en las que buscaban descubrir un curso de acción que satisficiera las necesidades abrumadoras. Con la ayuda de Andrew Fuller, ellos pudieron vencer la camisa de fuerza del hiper-calvinismo de John Gill, que no tan sólo apagaba el impulso misionero, sino que también amenazaba la existencia del movimiento bautista inglés.

Carey había sido retado a intentar la formación de una sociedad misionera por leer de los viajes del capitán Cook y los relatos misioneros de un bando pequeño de misioneros moravos (Hermanos Unidos) que habían sido enviados primero por la iglesia estatal de Dinamarca (la luterana). Las hazañas del capitán Cook habían convencido a Carey que ya era posible que los misioneros llevasen el evangelio a cualquier país del mundo. Además, los informes de los moravos habían demostrado el poder cambiador vital del evangelio en tierras lejos de Inglaterra en las que el evangelio de Cristo jamás se había proclamado antes. La pregunta era: ¿Podrían los bautistas, sin la ayuda económica que Dinamarca proveía para los moravos, lanzar una sociedad misionera que dependiera

33 Véase William R. Estep, Revolution within the Revolution (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Publishing Co., 1990), pp. 156-179.

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sólo de Dios e individuos interesados, principalmente pastores y laicos bautistas con recursos limitados? La pregunta empezó a contestarse cuando John Thomas, un médico, y Carey se ofrecían para ser los primeros misioneros de la sociedad. La carrera admirable de William Carey y el patrón de obra misionera que él, Andrew Fuller, y sus consiervos desarrollaron, inspiró a que otras denominaciones protestantes numerosas formasen sus propias sociedades misioneras. A. C. Underwood escribió: “En ese tiempo los bautistas guiaban a toda la Iglesia de Cristo.”34 Kenneth Scott Latourette, profesor distinguido de la historia de misiones en la Universidad de Yale, opinaba que Carey había comenzado “una nueva era en la expansión geográfica de la fe fuera del occidente, una era en la que los evangélicos de las Islas Británicas y América habían de llevar la batuta...”35 En los albores del siglo veintiuno, los bautistas aún constituyen una formidable fuerza misionera alrededor del mundo. Solo los Bautistas del Sur sostienen a más de cuatro mil misioneros en el extranjero, que trabajan en aproximadamente 140 países. Otros misioneros trabajan bajo los auspicios de la Junta de Misiones de Norteamérica y los programas misioneros de los distintos estados. Esto no incluye a los diez a quince mil misioneros voluntarios que anualmente trabajan de varias formas en el ultramar. Las misiones son una parte tan grande de la autodefinición de los bautistas que es imposible explicar quiénes somos sin aludir a la motivación misionera que ha subyacido el testimonio bautista a lo largo de los siglos. Gerhard Oncken, un pastor bautista alemán pionero, declaraba el ideal, que para él y para la mayoría de los bautistas alemanes tempranos, ya realizado al decir: “Cada bautista es un misionero.” LOS BAUTISTAS Y LA UNIDAD CRISTIANA Algunos de los lectores de estas páginas llegarán a la conclusión de que el énfasis sobre la herencia bautista impide cualquier relación ecuménica de parte de los bautistas. Este no es necesariamente el caso. Desde el comienzo, los bautistas reconocían que otros que profesaban una fe en Cristo eran compañeros creyentes, y los aceptaban como hermanos y hermanas en Cristo. El Artículo 69 de la confesión de fe de la congregación de Smyth afirmaba esto claramente en sus Proposiciones y Conclusiones (1612):

Que todos los cristianos penitentes y fieles son hermanos en la comunión de la iglesia externa, dondequiera que vivan, llámense como se llamen, que en verdad y celos siguen el arrepentimiento y la fe, aunque estén rodeados de muchas ignorancias y enfermedades. Nosotros los saludamos con un beso santo, estando nosotros afligidos que los que seguimos una fe, un espíritu, un Señor, y un Dios, un cuerpo y un bautismo, estemos

34 A. C. Underwood, A History of the English Baptists (London: The Carey Kingsgate Press Limited, 1947), p. 165. 35 Kenneth Scott Latourette, Christianity in a Revolutionary Age, Vol. II. The Nineteenth Century in Europe (New York: Harper & Brothers, 1959), p. 328.

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separados en tantas sectas y cismas, y éstos por causa de cosas de menor importancia.36

Para los bautistas, la unidad es dada por Dios y no puede imponerse sobre los cristianos por ninguna autoridad externa. Una iglesia unida nunca puede ser auténtica si ella viola las conciencias y las convicciones de los que son invitados a unirse a expensas de las creencias distintivas de las denominaciones que constituyen sus membresía. Por ende, la respuesta bautista al Concilio Mundial de Iglesias y a los varios concilios nacionales ha sido mixta. Pero aun esas convenciones y uniones que han rehusado llegar a ser parte de estructuras ecuménicas aún practican lo que puede llamarse “una ecumenicidad funcional.” Ellos reconocen la necesidad de trabajar en unión con otros cristianos para alcanzar las metas que serían imposibles de otra manera.

También, es una convicción bautista que la unidad por la que oró Cristo no se logra por el esfuerzo humano, sin importar cuán sinceros y bien-intencionados sean esos esfuerzos, más bien, es una dádiva de Dios por el Espíritu Santo. Profesar esta unidad en realidad significa ser engendrado de Dios; llegar a ser un receptor de su gracia salvadora por la fe en Jesucristo; esconderse de tal manera en Cristo que la voluntad de Dios en su propósito redentor se logre por medio de los redimidos, tal como lo fue en Cristo. Esta es la unidad que el Espíritu Santo usa para convencer al mundo que “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo.” A no ser que esta unión vital con Dios por Cristo sea una experiencia personal, es vana toda palabra en cuanto a manifestar nuestra unión en Cristo.

36 William L. Lumpkin, Baptist Confessions of Faith, p. 137.

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¿POR QUÉ LOS BAUTISTAS?

LA CONCLUSIÓN

Cada vez más parece que las iglesias bautistas no desean identificarse como tales por ningún rótulo fuera del edificio en donde se reúnan o en ningún folleto en el que la iglesia declare su razón de ser y describa sus ministerios para los miembros en perspectiva. Admitidamente, en algunas comunidades el término “bautista” encierra un estigma que constituye un obstáculo casi infranqueable para alcanzar a aquellos que han sido repelidos por los que han oído decir acerca de los bautistas o por alguna cosa experimentada en alguna iglesia. Aunque algunos bautistas han provocado un reproche sobre el nombre y han traicionado su herencia, sea sin darse cuenta de ello por ignorancia o deliberadamente por pecado, el nombre debe ser honrado por lo que significa y ha significado por siglos. Por consiguiente, sea el que fuere el nombre escogido por la congregación para identificarse en una comunidad dada, la afiliación de la iglesia debe aparecer en alguna parte de la literatura de la iglesia y posiblemente en algún lugar del rótulo para distinguirla de otras iglesias anodinas. Lo que es más importante que el nombre es la fe y orden de la iglesia. ¿Es una iglesia verdaderamente bautista si no lleva las marcas distintivas de una iglesia bautista? Sobre todo, si una iglesia no irradia el amor de Cristo a la comunidad circuncidante, ¿cumple su misión? ¿Puede tal iglesia afirmar ser una iglesia que misione para Cristo? El amor es clave para un testimonio eficaz de cualquier iglesia que busque ministrar a las necesidades de una humanidad sufriente. Un recién convertido escribió: “Yo sentía un espíritu de amor inmediato para conmigo que me atraía.”37 Al final de su discurso magnífico sobre la libertad religiosa al Congreso de la Alianza Bautista Mundial, Truett cerró su mensaje, subrayando así el amor. El dijo que el amor, no la libertad, era la palabra final en el vocabulario bautistas. Esta palabra necesita ser oída y atendida por aquellos que afirman ser un pueblo guiado por la Biblia, porque nadie menos que Cristo dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).

En los albores del siglo veintiuno, la pregunta es ésta: “¿Aún necesita el mundo un testimonio bautista auténtico? Si el pueblo aún necesita la libertad, si aún necesita la esperanza, si hace falta la paz que “sobrepasa todo entendimiento,” si necesita el perdón de pecado y alivio de su conciencia plagada de culpa, si necesita la vida abundante y eterna, si necesita una causa que demanda que uno viva o muera por ella, si necesita ser recordado de lo que Cristo quería que su iglesia fuera en el primer siglo—y en el vigésimo uno—sí hace falta un testimonio bautista auténtico, bañado en oración y caracterizado por un amor incondicional que invite a todas las personas en todas partes a un discipulado que busque seguir al Cristo resucitado en todas las cosas que él enseñaba a sus primeros discípulos a ser y hacer.

37 Warren, The Purpose Driven Church, p. 208.

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APÉNDICE A

Los Artículos 84 y 85 tocantes a la libertad religiosa que se reproducen aquí son tomados de una confesión de fe publicada en 1612 por la iglesia dirigida por John Smyth bajo el título, Proposiciones y conclusiones tocantes a la verdadera religión cristiana que contienen una Confesión de Fe de ciertas personas inglesas, radicadas éstas en Ámsterdam:

84. Que el magistrado en virtud de su puesto no ha de inmiscuirse en asuntos religiosos o cuestiones de conciencia, ni forzar u obligar a los hombres a que sigan esta o aquella religión o doctrina, sino que ha de dejar que la religión cristiana sea libre, según la conciencia de cada hombre, y que se ocupe únicamente de transgresiones civiles (Romanos 13), daños y crímenes del hombre contra el hombre, a saber, el asesinato, el adulterio, el hurto, etc., porque solo Cristo es el rey y el legislador de la iglesia y la conciencia (Santiago 4:12).

85. Que si el magistrado sigue a Cristo y es Su discípulo, él debe negarse a sí

mismo, tomar su cruz y seguir a Cristo; él ha de amar a sus enemigos y no matarlos, ha de orar por ellos y no castigarlos, él debe alimentarles y darles de beber, no encarcelarlos, desterrar o desmembrarlos o pillar sus bienes; él ha de sufrir la persecución y aflicción juntamente con Cristo, siendo así calumniado, despreciado, blasfemado, azotado, golpeado, escupido, apresado y muerto con Cristo; por la autoridad de magistrado, estas son las cosas que no puede hacer y retener la venganza de la espada.38

La confesión de los Bautistas Particulares, a la que comúnmente se refiere como

La Primera Confesión de Londres, fue publicada en una edición revisada en 1646. Los artículos sobre la libertad religiosa y la relación entre la iglesia y el estado se ampliaron mucho y fueron declarados más cuidadosa y fuertemente que en la primera edición (1644). A continuación se reproducen los artículos 48 (nota), 49 y 50:

48 El magisterio CIVIL es una ordenanza de Dios, establecido por El para castigar a los malhechores, y para alabar a los que hacen bien; y que en todas las cosas lícitas, ordenadas por ellos, nosotros debemos sujetarnos a ellos en el Señor, no únicamente por causa de la ira sino por causa de la conciencia; y que hemos de hacer suplicaciones y oraciones por los reyes, y por todos aquellos que están con autoridad para que bajo ellos podamos vivir quieta y pacíficamente con toda piedad y honestidad. Romanos 13:1, 2, etc.; 1 Pedro 2:13, 14; 1 Timoteo 2:1, 2, 3.

Nota: El magisterio supremo* de este reino reconocemos que lo es el rey y el parlamento (ya establecido), escogido libremente por el reino, y que

38 William L. Lumpkin, Propositions and Conclusions in Baptist Confessions of Faith (Philadelphia: Judson Press, 1959), p. 140.

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hemos de mantener y defender todas las leyes civiles y a los oficiales civiles hechos por ellos, que son para el bien de la Comunidad de Estados Independientes. Y reconocemos con gratitud que Dios ha hecho que sean honorables el rey y parlamento actuales por haber depuesto la jerarquía de prelados por causa de su tiranía y opresión sobre nosotros, bajo la cual este reino sufría por mucho tiempo, por lo cual siempre estamos prestos a bendecir a Dios y honrarlos por lo mismo [a los magistrados]. Y en cuanto a la adoración a Dios, hay sólo un legislador, que puede salvar y destruir, Santiago 4:12, quien es Jesucristo, que ha puesto en Su palabra suficientes leyes y reglas para la adoración a El, y si alguien hiciese más, sería acusar a Cristo de carencia de sabiduría o fidelidad o ambas al no hacer él leyes suficientes o buenas como para Su casa. Seguramente, es nuestra sabiduría, deber y privilegio observar únicamente las leyes de Cristo, Salmos 2:6,9,10,12. De modo que es el deber de los magistrados asegurar la libertad de las conciencias de los hombres, Eclesiastés 8:8, (la cosa más preciosa para todo hombre concienzudo, la más cara, sin la cual todas las demás libertades no valdrían la pena, mucho menos posibles de disfrutar) y proteger todos aquellos que les son sujetos, contra el mal, la opresión y la molestia, así que es nuestro deber no estar carentes de nada que sea para su honor y confort ni tampoco faltos de nada que sea para el bienestar de la Comunidad de Estados Independientes en la cual vivimos; es nuestro deber cumplir, y creemos que es nuestro deber preciso, especialmente en cuestiones de religión, de estar plenamente convencidos en nuestra mente de la legitimidad de lo que hacemos, ya que sabemos que todo lo que no sea de la fe es pecado. Y ya que no podemos hacer nada en contra de nuestro entendimiento y conciencia, así tampoco podemos desistir de hacer aquello que nuestros entendimientos y conciencias nos diga que hagamos. Y si el magistrado nos obligara a hacer otra cosa, nos hemos de someternos pasivamente a su poder, tal como los santos de antaño hicieron Santiago 5:4. Tres veces feliz será aquel que pierda su vida por testificar (aunque sea por lo más mínimo) de la verdad del Señor Jesucristo, 1 Pedro 5; Gálatas 5. *[Para ser aplicado respecto a la autoridad gubernamental de cualquier tierra o nación].

49. Pero en el caso de que el magistrado [o autoridad gubernamental] no nos

favoreciese, no por eso nos atrevemos a suspender nuestra práctica, porque creemos que debemos ser obedientes a Cristo en la profesión de nuestra fe que se entregó una vez por todas a los santos, cuya fe está declarada en las santas Escrituras, y ésta, nuestra confesión de fe, se deriva de ellas, y que hemos de testificar a la veracidad del Antiguo y Nuevo Testamentos hasta la muerte, si fuese necesario, dentro de todas las pruebas y aflicciones, tal como las sufrieron Sus santos de antaño, sin contar como caros nuestros bienes, esposas, hijos, padres, madres, hermanos, hermanas, ni la propia vida con tal de que terminemos el curso con gozo. Hemos de recordar siempre que debemos obedecer a Dios más que a los hombres, quien,

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cuando hayamos terminado el curso y guardado la fe, nos dará la corona de justicia; a El tenemos que dar cuenta de todas nuestras acciones sin que ningún hombre pueda evitarnos tal requerimiento. Hechos 2:40, 41; 4:19; 5:28, 29; 20:23; 1 Tesalonicenses 3:3; Filipenses 1:28, 29; Daniel 3:16, 17; 6:7, 10, 22, 23; 1 Timoteo 6:13, 14; Romanos 12:1, 8; 1 Corintios 14:37; Apocalipsis 2:20; 2 Timoteo 4:6, 7, 8; Romanos 14:10, 12; 2 Corintios 5:10; Salmos 49:7; 50:22.

50. Es legítimo que un cristiano sea magistrado u oficial civil; también es legítimo que tome un voto con el fin de que sea veraz, juicioso y justo, para la confirmación de la verdad y la terminación de toda lucha; porque por causa de la ira y los votos falsos al Señor se le provoca y esta tierra endecha. Hechos 8:38; 10:1, 2, 35; Romanos 16:23; Deuteronomio 1:9; 2 Corintios 10:11; Jeremías 4:2; Hebreos 6:16.39

LA FE Y MENSAJE BAUTISTAS, 1963

Los Bautistas del Sur, al igual que muchas otras asociaciones bautistas, uniones y convenciones, no creían necesario adoptar una confesión de fe hasta 1925. (La Convención Bautista Americana jamás lo ha hecho.) Desde 1833, La confesión de fe de Nueva Hampshire cada vez más se hacía más popular entre los bautistas de los Estados Unidos de Norteamérica, desplazando así a La confesión de fe de Philadelphia (que era una versión revisada de la confesión de los Bautistas Particulares de 1689) en muchas iglesias y asociaciones. Cuando la Convención Bautista del Sur optó por hacer una nueva confesión de fe que fuese representativa de las iglesias, adoptó una nueva confesión redactada por un comité nombrado para tal propósito, cosa que constituía una versión revisada y ampliada de La confesión de Nueva Hampshire.40 El Artículo 16 “Sobre el gobierno civil” en la Confesión de Nueva Hampshire llegó a ser el artículo 18 “La libertad religiosa” y fue expandida grandemente para incluir una explicación más amplia de la postura de los Bautistas del Sur tocante a la relación entre la iglesia y el estado.41 En la revisión de la Confesión de 1925 en 1963 en Kansas City, Kansas, el artículo sobre “La libertad religiosa” llegó a ser en número 17, pero el texto quedó igual. Sin embargo, se agregaron algunas referencias escriturarias.42 Siendo publicado subsecuentemente por la Junta de Escuelas Dominicales de la Convención Bautista del Sur con el título “La fe y mensaje bautistas,” ella refleja mucho de la herencia confesional de los bautistas ingleses del siglo diecisiete, particularmente respecto a la libertad religiosa y la separación entre la iglesia y el estado.

39 A Confession of Faith of Seven Congregations or Churches of Christ in London, Which Are Commonly (But Unjustly) called Anabaptists, 1646. Edición reimpresa, Rochester, New York: Bacus Book Publishers, 1981), pp. 17, 18. 40 Lumpkin, Baptist Confessions of Faith, p. 336. 41 Annual of the Southern Baptist Convention (Nashville, Tennessee: Printed for the Secretaries, 1925), pp. 73, 74. 42 The Baptist Faith and Message (Nashville, Tennessee: The Sunday School Board of the Southern Baptist Convention, 1963), p. 19.

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17. LA LIBERTAD RELIGIOSA

Solo Dios es el Señor de la conciencia, y El la liberó de las doctrinas y mandatos de los hombres que son contrarios a Su Palabra, no encontrándose éstos en ella. La Iglesia y el Estado deben estar separados. El estado le debe a cada iglesia protección y plena libertad en la búsqueda de sus fines espirituales. Al proveer tal libertad, ningún grupo eclesiástico o denominación debe ser favorecido más que otros por el estado. Al gobierno civil, por haber sido ordenado por Dios, los cristianos tienen el deber de darle obediencia leal en todas las cosas no contrarias a la voluntad revelada de Dios. La iglesia no debe recurrir al gobierno para llevar a cabo su trabajo. El evangelio de Cristo contempla únicamente medios espirituales para lograr sus fines. El estado no tiene ningún derecho de imponer penas por opiniones religiosas de ninguna clase. El estado no tiene derecho alguno a cobrar impuestos para el sostén de forma alguna de la religión. El ideal cristiano es una iglesia libre en un estado libre, y esto implica el derecho de un acceso libre y sin estorbos a Dios de parte de todos los hombres, y el derecho a formar y propagar opiniones en la esfera de la religión sin interferencia de parte del poder civil. Génesis 1:27; 2:7; Mateo 6:6-7; 4:16-26; 22:21; Juan 8:36; Hechos 4:19-20; Romanos 6:1-2; Santiago 4:12; 1 Pedro 2:12-17; 3:11-17; 4:12-19.

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APÉNDICE B

Teorías sobre los orígenes de los bautistas

Hay varias teorías tocantes a los orígenes de los bautistas que se han dado de tiempo en tiempo. Algunas virtualmente son carentes de evidencia que las respalde. De las varias teorías, la que parece más aceptable es la teoría del “Desarrollo Dual.” Expresada simplemente, esta teoría sostiene que los bautistas ingleses primero surgieron del separatismo puritano inglés bajo la influencia de los menonitas holandeses. Mientras que los escritos de John Smyth, Thomas Helwys, Leonard Busher y John Murton reflejan la influencia de la fe y orden menonitas, los bautistas, que tuvieron un comienzo separado en Inglaterra, también reflejaban la influencia de Menno Simons, a pesar de su soteriología más calvinista. Por lo tanto, el historiador moderno debe tener cuidado en no ignorar ni la influencia separatista puritana inglesa ni la de los menonitas sobre los primeros desarrollos de los bautistas ingleses. Como lo argumentara un historiador eclesiástico bautista inglés, Ernest Payne, el hacerlo privaría al estudiante de una de las pistas para entender a los bautistas de hoy.

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APÉNDICE C

Los credos y las confesiones

En la reunión de la Convención Bautista del Sur de 1925 en Memphis, Tennessee, muchos eran renuentes a adoptar una confesión de fe, temiendo así que ésta llegara a ser un credo. Para poder quitar esta objeción y aclarar las diferencias entre una confesión y un credo, el comité responsable por presentar una confesión de fe lo hizo exponiendo cinco aseveraciones tocantes a “la concepción histórica bautista de la naturaleza y la función de confesiones de fe” que fueron incluidos en el informe rendido ante la convención en 1963 tal como siguen:

“(1) Que ellas constituyen un consenso de opinión de algún cuerpo bautista, sea pequeño o grande, para la instrucción general y la dirección de nuestro propio pueblo y otros tocante a aquellos artículos de la fe cristiana que se aceptan plenamente entre nosotros. Ellas no se dan con la intención de agregar nada a las condiciones sencillas de salvación reveladas en el Nuevo Testamento, a saber, el arrepentimiento para con Dios y la fe en Jesucristo como Salvador y Señor. (2) Que no las consideramos como declaraciones completas de nuestra fe, como si tuviesen una cualidad de finalidad o infalibilidad. Al igual que en el pasado, en el futuro los bautistas deben sentirse libres para cambiar sus declaraciones de fe como les parezca conveniente en cualquier momento dado. (3) Que cualquier grupo de bautistas, sea pequeño o grande, tiene el derecho inherente a redactar para sí mismo y publicar para el mundo una confesión de su fe cuando así crean pertinente. (4) Que la única autoridad para la fe y práctica entre los bautistas es las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos. Las confesiones sólo son guías para la interpretación, sin ninguna autoridad sobre la conciencia. (5) Que ellas son declaraciones de convicciones religiosas, sacadas de las Escrituras, y no han de usarse para coartar la libertad de pensamiento o la investigación en otras esferas de la vida.”

El comité de 1963 también agregó cuatro párrafos adicionales, siendo la más importante la siguiente: “Los bautistas son un pueblo que profesan una fe viviente. Esta fe está enraizada y fundada en Jesucristo que es ‘el mismo ayer, hoy y siempre.’ Por consiguiente, la única autoridad para la fe y práctica entre los bautistas es Jesucristo cuya voluntad está revelada en las Santas Escrituras.”43

43 The Baptist Faith and Message, Kansas City, Kansas, 9 de mayo de 1963.

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Confesiones históricas bautistas

A través de cuatro siglos los bautistas han sacado muchas confesiones, siendo las principales las que se dan a continuación con su fecha de publicación:

1. Las confesiones de los Bautistas Generales, 1611, 1612, 1660 2. Las confesiones de los Bautistas Particulares, 1644, 1646, 1677, 1689

3. La confesión de la confesión de la iglesia bautista en Charleston (cerca de

Boston), 1665.

4. La confesión de la asociación de Philadelphia, 1742.

5. La confesión de Nueva Hampshire, 1833, 1853

6. La Convención Bautista del Sur, 1925, 1963.

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