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1 DE RESISTENCIAS, SUJETOS y AGENCIA. Comunidad, etnicidad y resistencia Dra. Margarita Zárate Vidal Departamento de Antropología, UAM-Iztapalapa, Ciudad de México 3a. Versión (Febrero, 2008) RETHINKING HISTORIES OF RESISTANCE IN BRAZIL AND MEXICO PROJECT. 3a. Reunión Manchester, Inglaterra. Marzo, 2008.

Zarate (2008) Comunidad Resistencias Agencia

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Resistencia indígena

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    DE RESISTENCIAS, SUJETOS y AGENCIA. Comunidad, etnicidad y resistencia Dra. Margarita Zrate Vidal Departamento de Antropologa, UAM-Iztapalapa, Ciudad de Mxico 3a. Versin (Febrero, 2008) RETHINKING HISTORIES OF RESISTANCE IN BRAZIL AND MEXICO PROJECT. 3a. Reunin Manchester, Inglaterra. Marzo, 2008.

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    SOBRE PODER, HEGEMONIA Y RESISTENCIA One consequence of the varied reactions to structuralism over the past decade or so has been to remind us quite how limited our successes have been in just these respects; or, for that matter, in addressing the nature of intentionality, experience, and the imagination (cf. Kapferer 1988:79). Agency , as we implied earlier, is not merely structure in the active voice. Although the latter may generate the former, it does not always contain it. Social practice has effects that sometimes remake the world (Cf. Giddens 1987: 216); it cannot therefore be dissolved into society or culture. But it is also not an abstract thing. Human agency is practice invested with subjectivity, meaning, and to a greater or lesser extent power. It is, in short, motivated. (J, Comaroff ,1991:9-10)

    Ya muchos autores han discutido acerca de la elusividad de la categora de

    resistencia, sin embargo parece haber acuerdo que aludir a ella, involucra otras

    dimensiones de anlisis: poder, ideologa y hegemona, poder y cultura, agencia y

    discurso. Al ubicarse en uno de los sitios privilegiados de la antropologa, el de las

    poblaciones subordinadas o como Scott (1990) argumenta, la infrapoltica de los

    subordinados), nos situamos tambin en el campo de una contienda ideolgica para

    controlar los trminos culturales sobre los cuales el mundo es definido, ordenado y por

    tanto el poder legitimado. La palabra resistencia es moneda corriente, en los discursos

    de los ms diversos actores sean estos movimientos campesinos, estudiantiles,

    sindicales, de minoras religiosas- y por ello es particularmente central para nosotras las

    antroplogas. Roseberry (1989 ) relaciona los planteamientos centrales de la Ideologa

    Alemana de Marx, con la nocin gramsciana de hegemona y el concepto de cultura

    dominante de R.Williams. El concepto alude al conjunto complejo de ideas,

    significados y asociaciones, y a una manera de hablar acerca o expresando esos

    significados y asociaciones, los cuales presentan un orden de desigualdad y dominacin

    como si fuera un orden de igualdad y reciprocidad, lo dota de la apariencia de orden

    natural. Un poderoso elemento en esa cultura dominante ser una versin particular y

    altamente selectiva de la historia de un pueblo, lo que R.Williams llama una tradicin

    selectiva. En consecuencia, el acceso diferencial al poder es crucial en la determinacin

    del control sobre los medios de produccin cultural, los medios para la seleccin y la

    presentacin de la tradicin. Pero lo que hace a esta hegemona cultura (culture en el

    original y con cursivas) y no simplemente ideologa es lo que aparece conectar con la

    experiencia y entendimiento de aquella gente quien no lo produce, gente que carece de

    acceso o han disminuido de manera tajante su acceso a la riqueza y al poder. Roseberry

    considera que la nocin de hegemona es importante para cualquier comprensin de la

    economa poltica de la cultura, y que requiere mucho ms atencin analtica. Una de las

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    preguntas derivadas de una revisin sobre los estudios de resistencia, es precisamente

    cules son las implicaciones de dichos estudios sobre nuestras teoras acerca del poder,

    por ejemplo, Abu-Lughod, (1990), plantea que resistencia debera ser usada como un

    diagnstico del poder. En esto coincide tambin Ortner (1995). Habra sin embargo que

    retomar las crticas algunas de ellas custicas- en torno al sobre-nfasis en la

    omnipresencia del poder, y por tanto de las nociones de resistencia. Por ejemplo Sahlins

    (2002), plantea que es un cruel designio post-modernista que los etngrafos celebremos

    la diversidad contra-hegemnica de los discursos de otros pueblos (polifona o

    heteroglosia), mientras al mismo tiempo nos esforzamos en confesar que nuestra propia

    voz acadmica es la expresin estereotpica de un sistema totalizado de poder. De igual

    manera, plantea que la obsesin foucaultiana-gramsciana y nietzchiana con el poder es

    la ltima encarnacin del incurable funcionalismo de la Antropologa. Otras crticas se

    dirigen al romanticismo encarnado en algunas propuestas sobre resistencia, as

    Roseberry (1989) critica a quienes se sienten poco cmodos hablando de hegemona

    porque parece dejar de lado la resistencia o por sugerir una visin consensual de una

    sociedad basada en valores compartidos. Estos autores afirma- tienen una visin

    romntica de la clase trabajadora y de otras formas subalternas de experiencia y cultura,

    dotndoles de un herosmo que hace difcil entender dcadas sin herosmo. Una segunda

    crtica dirigida a esos marxistas es que hacen una conexin directa entre clase y cultura,

    siendo entonces que la clase trabajadora puede ser vista como teniendo su propia

    cultura, basada en su propia experiencia de trabajo y comunidad. Hay dos problemas

    ms con esta concepcin, primero, implica una conexin directa entre significado y

    experiencia, e ignora las implicaciones polticas de la inscripcin cultural, la separacin

    del significado de la experiencia en el contexto de dominacin. En segundo lugar

    ignora la naturaleza ambigua y contradictoria de la experiencia en s misma (o ms

    propiamente, las experiencias continuas y confusas), ambigedad que puede producir

    solamente una conciencia contradictoria, as cita a Gramsci, cuando habla del hombre

    en la masa tiene una actividad prctica, pero no conciencia terica clara de su

    actividad prctica, la cual sin embargo involucra la comprensin del mundo en tanto lo

    transforma. Su conciencia terica puede estar histricamente en oposicin a su

    actividad. Uno podra casi decir que l tiene dos conciencias tericas (o una conciencia

    contradictoria): una que est implcita en su actividad y la cual en realidad lo une con

    todos sus compaeros trabajadores en la transformacin prctica del mundo real; y una

    superficialmente explcita o verbal, la cual ha heredado del pasado y absorbida a-

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    crticamente. Pero esta concepcin verbal no es sin consecuencias. (Gramsci citado en

    Roseberry, 1989:46). Roseberry aade que an dentro de la cultura dominante habr

    elementos de tensin y contradiccin. Aspectos de una tradicin seleccionada pueden

    ser rechazados o valuados diferencialmente por grupos diferentes entre aquellos quienes

    controlan los medios de produccin cultural. Tampoco, sin embargo debera nuestra

    comprensin de la hegemona ser limitada a aquellos quienes producen la cultura

    dominante, ignorando a aquellos que parecen consumirla. Y aqu regresa a la

    inscripcin cultural, si la cultura es inscrita, si el significado puede ser removido de la

    experiencia directa, tal inscripcin y remocin nunca puede ser total. Si algunos

    significados producidos por la cultura dominante parecen conectar o al menos no

    contradecir la experiencia de la gente comn, otros significados pueden directamente

    entrar en conflicto con la experiencia vivida. As, en circunstancias normales eso puede

    no importar, o no importar profundamente. En circunstancias menos ordinarias, tal

    disyuncin puede ser el punto focal para la produccin de significados nuevos y

    alternativos, de nuevas formas de discurso, nuevas selecciones desde la tradicin, o

    conflictos y luchas sobre el significado de elementos particulares dentro de la tradicin.

    Concluye que los individuos reales y los grupos actan en situaciones condicionadas

    por sus relaciones con otros individuos y grupos, sus trabajos y su acceso a la riqueza y

    a la propiedad, al poder del estado y sus ideas, y las ideas de sus compaeros acerca de

    esas relaciones. Este autor reconoce el avance de la teora sobre la economa moral

    (Thompson, Hobsbawm, Scott, Rud) y su contribucin para una nueva teora de

    conciencia y para la renovacin de la nocin de tradicin, no como un peso muerto del

    pasado, pero como una fuerza moldeadora del pasado en el presente. Empero, algunas

    de esas propuestas asumieron un enfoque acrtico sobre el pasado, al considerarlo

    relativamente homogneo, indiferenciado, ordenado. Por su lado Jean and John

    Comaroff (1991) sugieren que la hegemona existe en interdependencia recproca con la

    ideologa, es aquella parte de la visin del mundo dominante que ha sido naturalizada, y

    habindose encondido en la ortodoxia, no aparece ms como ideologa. Inversamente,

    las ideologas del subordinado pueden dar expresin a las discordantes pero, hasta ese

    momento experiencias sin voz de las contradicciones que una hegemona prevaleciente

    no puede ocultar ms.la proporcin hegemnica de cualquier ideologa dominante

    puede ser mayor o menor. La manera en la cual algunos de los actos y axiomas de una

    visin del mundo sectaria de hecho pasan a ser naturalizados, o cmo las reacciones

    crticas crecen de las races invisibles que anclan la desigualdad, es siempre un asunto

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    de especificidad histrica. La hechura de la hegemona involucra afirmar el control

    sobre diversas formas de produccin simblica: sobre tales cosas como los procesos

    educacionales, rituales, los patrones de socializacin, los procesos polticos y legales,

    los cnones de estilo y de representacin del yo, la comunicacin pblica, la salud y la

    disciplina sobre el cuerpo, etc.

    Una vez asentado el tipo de empresa al que nos enfrentamos al querer definir resistencia

    y por tanto poder, retomemos como punto de partida lo que Lins Ribeiro (2004)

    propone como una definicin de trabajo de poder, y que debe al menos partir del

    reconocimiento de algunas constantes: el poder es relacional; implicado en diferentes

    circunstancias o estructuras de posiciones en un sistema social, existe porque en ltima

    instancia, de hecho o putativamente, reposa sobre la posibilidad de coaccin fsica o

    simblica. Lins Ribeiro define de manera resumida poder:

    mi concepcin se basa en una combinacin de tres fuentes diferentes. Para Richard

    Adams (1967), el poder es el control que alguien posee sobre el ambiente de otro. De las

    muchas visiones de Max Weber, retendr aquella del poder como la capacidad de forzar

    a las personas a hacer lo que ellas no quieren hacer. Una nocin de poder estructural de

    Eric Wolf (1999) enfatiza la capacidad que fuerzas y relaciones histricas

    especialmente aquellas que se definen el acceso al trabajo social- tienen 1) de crear y

    organizar escenarios que constrien las posibilidades de accin de las personas, y de

    especificar la direccin y distribucin de los flujos de energa. Poder, entonces se dice

    respecto a (i) ser sujeto de su propio ambiente, ser capaz de controlar su propio destino,

    esto es, el curso de la accin y los eventos que harn que su vida permanezca como es,

    o sea modificada, o (ii) impedir que las personas sean actores y que tengan esta

    capacidad.

    Siguiendo a Giddens (1984), todas las personas y colectividades tienen poder en

    diferentes mbitos y pueden ejercer, con mayor o menor eficacia, presiones sobre los

    otros. En su generalidad, entretanto, esta definicin no apunta hacia los diferentes

    medios o modos a travs de los cuales el poder se ejerce ni al hecho de que la

    diferenciacin del acceso al poder es un proceso histrico. Parte de las dificultades de

    resistencia y su relacin con poder es clarificada por R. Keesing (1992) al citar a Fredrik

    Barth con referencia a la naturaleza y conceptualizacin de poder: todos sabemos lo que

    es no tener poder, pero como experiencia ninguno de nosotros sabe realmente qu es ser

    poderoso (aunque tengamos nuestros momentos de control y autoridad). Barth sugiere

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    que nuestras ideas de poder tienen una naturaleza poco conceptualizada porque nuestras

    experiencias tienen esta simetra, el poder es la fuerza imaginada, vaga, difusa, cuya

    agencia y forma no es clara, y la cual es asumida complemento de nuestra falta de

    poder. Retomemos el trabajo de R. Keesing quien distingue en su etnografa diferentes

    formas de resistencia, desde la religiosa que corre a travs de todos los perodos, la

    confrontacin poltica, y recientemente la violencia y el robo en las reas urbanas. Scott

    (1990) por su lado plantea que un elemento central para distinguir resistencia en el

    sentido colectivo es la comunicacin entre subalternos con respecto a su situacin

    comn de subordinacin, desarrollando al mismo tiempo modos y estrategias de

    oposicin a dicha subordinacin. Keesing parece estar de acuerdo con lo anterior al

    implicar agencia consciente e intencionalidad. Lo que no pasa cuando se caracteriza a

    los subalternos resistiendo, pero que no se dan cuenta o aceptan pasivamente. El coloca

    en el centro la conciencia de los actores, es decir tener una motivacin poltica, lo cual

    aade otro problema a nuestra agenda. En este sentido problematiza la caracterizacin

    de resistencia si los actores estn siguiendo la palabra de dios. Distingue esto cuando

    plantea que los cultos de cargo melanesios eran milenarios en contenido y prctica,

    aunque claramente distingue en ellos un anlisis poltico de la riqueza y el poder

    europeo. A este respecto P. Pessar (2007) al titular una seccin de su trabajo Bringing

    religion in, crtica cmo el pensamiento de la ilustracin se volvi parte central de las

    ciencias sociales y uno de sus legados, es una molestia con los asuntos de creencia

    religiosa y motivacin espiritual. Su trabajo sobre movimientos milenaristas en Brasil

    demuestra que si se margina la religin, se elude el hecho que los smbolos y normas

    religiosas en el Brasil rural proveyeron guas ticas y conceptuales con las cuales los

    habitantes rurales forjaron sus vidas materiales y sociales. A este respecto P. Schell

    (2007) desde su estudio de una organizacin de mujeres catlicas en Mxico en el

    periodo postrevolucionario, ejemplifica cmo religin y gnero motivan y ofrecen

    estrategias para desafiar condiciones consideradas injustas, mientras mira las estructuras

    de poder dentro y al exterior de la organizacin. Secunda el argumento de Pesar sobre

    cmo la ilustracin y el secularismo permean la academia, adems esto se ana al

    secuestro que el fundamentalismo ha hecho de la creencia religiosa y en ese sentido la

    religin esta siendo usada para justificar y crear violencia e injusticia, de ello aade, no

    es sorpresa que las elites intelectuales sean recuentemente cnicas acerca de la

    sinceridad de la creencia religiosa. Ella se pregunta atinadamente qu pasa si tomamos

    la religin seriamente y reconocemos que es un sistema de creencias que motiva a la

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    gente a resistir de maneras cubiertas y abiertas?. Su trabajo nos muestra como ejemplos

    no slo su caso de estudio sino la manera que diversos actores religiosos han jugado

    importantes papeles en diversos escenarios, desde Irlanda del Norte, hasta America

    Latina donde con un discurso religioso se defendieron los derechos de los pobres,

    mientras en Argentina, la iglesia catlica se vuelve cmplice de las juntas militares que

    desaparecieron miles de argentinos. En este mismo orden de ideas, Ortner adelanta

    algunas ideas, cuando identifica una cierta hostilidad de origen marxista en diversos

    autores hacia la religin. En el mejor de los casos esto los lleva a marginalizar los

    factores religiosos, lo que ella llama parte del adelgazamiento de la cultura.

    Por su lado, la obra de Keesing no margina los factores religiosos,en el sentido que

    Ortner critica, su descripcin etnogrfica acerca de los Kwaio es suficientemente densa.

    Keesing sugiere en caso de ausencia de anlisis poltico por parte de los actores,

    llamarle a esto desplazamiento de resistencia, es decir, cuando no es por ejemplo una

    lucha en contra de la dominacin colonial. En este sentido sus propuestas van en torno

    a la definicin del poder, y a su clara distincin. Retoma el trabajo de Jean Comaroff,

    que sugiere que quiz no quisieramos definir resistencia solamente en trminos de

    conciencia y estrategias colectivas subalternas de confrontacin y oposicin cubierta.

    Resistencia dice la autora, puede estar oculta en formas religiosas (los cultos Zionist)

    cuya fuerza poltica est al menos en parte oculta de la conciencia de los adherentes, lo

    mismo se aplica para los mineros de Bolivia o la posesin de espritus entre

    trabajadoras, en lo que representa, entre otras cosas, un idioma de protesta en contra de

    la disciplina laboral y el control masculino en la situacin industrial moderna. En el

    caso que ella analiza, el movimiento de culto Notoi de la dcada de los treinta, la

    ideologa poltica subyacente era el derrocamiento del orden colonial. Su sugerencia

    para esos casos de extrema dominacin en los que la poblacin subyugada no puede

    resistir, es usar adaptacin, aunque parece pasiva, como un tipo de fase latente de

    resistencia. Este podra ser el caso de lo referido por Genovese con respecto a la

    esclavitud en las plantaciones en las Amricas y el paternalismo al que se acogi la

    poblacin esclava y que les permiti afirmar sus derechos. Keesing afirma que

    resistencia est basada en una imagen y es profundamente metafrica. Aade que si

    esperamos que nuestros trminos tcnicos sean precisos, resistencia no nos servir bien

    en los anlisis tericos. Si vemos nuestro discurso terico como inevitablemente

    ubicado en lenguaje cotidiano, entonces abandonaremos esperanzas falsas de precisin

    y definiciones prescriptivas. Retoma a Ong cuando plantea que las luchas humanas por

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    la moralidad, entre los subordinados histricamente deben ser interpretadas en sus

    propios trminos y en la constitucin de sus propias subjetividades.En este sentido la

    hegemona opera en parte a travs de la imposicin de marcos de referencia, de

    premisas que definen universos de discurso, de sistemas de signos. La lucha

    contrahegemnica supone tanto una contienda de significados tanto como de poder

    poltico. Apropindose las estructuras conceptuales y la semiologa de dominacin,

    aquellos quienes resisten intentan invertir y en consecuencia revelar y cuestionar esas

    premisas. Una clave sugerida por Keesing, retomando a Guha, es considerar

    transgresin como emulacin sin deferencia, sto ilumina la puesta en escena pardica

    del discurso contrahegemnico. Ortner (1995) afirma que la categora de resistencia an

    y cuando es ambigua, es razonablemente til, si slo es porque resalta la presencia del

    juego de poder en la mayora de las formas de relacin y actividad. Ella parte de la

    ambigedad de resistencia y la ambivalencia subjetiva de los actos para aquellos

    quienes se involucran en ellos. Un punto central en su discusin es lo que ella llama

    ethnographic refusal; identifica tres formas de dicha refutacin, a saber higienizando la

    poltica, adelgazando la cultura y disolviendo los actores.

    LA RESISTENCIA COMO METAFORA.

    El prototipo conceptual de resistencia es de una fuerza fsica, experimentada como tocando en contra del cuerpo, y de empujar contra o obstruir esa fuerza. La fuerza en si misma es incontrolable, el empujar contra sto es prototpicamente una contrafuerza deliberadamente aplicada, experimentada kinsicamente, un empujar de regreso contra esa fuerza. Es lo que llamaramos una reaccin. (Keeesing, 1992)

    En el lenguaje histrico poltico, con el trmino resistencia, entendido en sentido estricto, se indican todos los movimientos o las diversas formas de oposicin activa y pasiva que se dieron en Europa, durante la segunda guerra mundial, contra la ocupacin alemana e italiana, realizada en tres formas diversas: en los territorios ocupados por la Wehrmacht, en los pases administrados por Alemania y en los pases satlites Como indica , desde el punto de vista del lxico, el mismo trmino se trata ms de una reaccin que de una accin, de una defensa ms que de una ofensa, de una oposicin ms que de una revolucin. (Diccionario de Poltica, Norberto Bobbio et. al., 1997).

    Por su lado Keesing (1992), al buscar el significado de la palabra resistencia,

    argumenta que est basado en una imagen profundamente metafrica, por ejemplo, al

    buscar la palabra en la red, aparecen textos sobre resistencia de materiales, por ejemplo,

    o la nocin de resistencia en la fsica. Al respecto de lo que desde la fsica se definira

    como una reaccin, Ortner llama nuestra atencin hacia el hecho de que los que resisten

    hacen ms que simplemente oponerse a la dominacin, ms que simplemente producir

    una re-accin virtualmente mecnica. Tienen su propia poltica, no slo entre jefes y

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    comuneros o terratenientes y campesinos, pero dentro de todas las categoras locales de

    friccin y tensin, hombres y mujeres, padres e hijos, adultos y jvenes, etc.

    Esta fuerza reactiva abunda Keesing- no necesita ser claramente conceptualizada, no

    necesita implicar una agencia, no necesita ser personificada como algo animado-; est

    implicada una direccin en la cual la fuerza es aplicada. Pero la fuerza puede ser (y ms

    frecuentemente es) general, abstracta. Es ms fuerte, pero tambin ms global que la

    fuerza que puede ser aplicada en contra de l. Resistencia en contra la fuerza supone una

    agencia conciente, pero puede ser (as como con la resistencia fsica o elctrica)

    simplemente una obstruccin o alentamiento, metafricamente concebido como si fuera

    una contrafuerza. En muchos de los usos metafricos de resistencia, hay una

    implicacin de agencia conciente, de una reaccin deliberada, energtica ,contra la

    fuerza. En otros contextos, resistencia ofrece imgenes de frustracin, de ser bloqueado.

    Otra imagen basada en un modelo de atraccin es cuando uno est siendo llevado

    contra su voluntad hacia alguna situacin. Modelos fsicos (magnetismo) de la biologa

    (aroma y atraccin)a, modelos de psicologa acerca de la tentacin (sea esta sexual o de

    apetito por el chocolate). Entonces cuando hablamos acerca de resistencia en un sentido

    poltico, es de una manera metafrica. Puede ser usada en el sentido del individuo

    luchando en contra de agresin, control o captura.. Keesing afirma que cuando usamos

    resistencia en un sentido poltico, es un grupo o una colectividad o categora de

    personas la cual es conceptualizada como la entidad en la cual la fuerza est incidiendo.

    Prototpicamente, la contrafuerza que ejercen (por sus acciones o por mantenerse en una

    posicin fija de cara a las presiones que los desplazara) es conciente y en contra directo

    de dicha fuerza.Cuando usamos resistencia en estos sentidos polticos, la lucha no es

    directamente fsica, aunque puede ser-pero algunos modos de contraccin metaforizado

    en trminos fsicos. Para desarrollar la imagen de resistencia en este sentido, requiere

    que los actos de los individuos en el otro lado, el lado donde reside el poder mayor,

    sean metafricamente desarrollados como manifestaciones de algunas fuerzas ms

    grande y ms generales: el estado, el colonialismo, el gobierno, el comunismo. En su ya

    clsico estudio, se argumenta que la estrategia crtica de los Kwaio de resistencia no ha

    sido de confrontacin, pero si de compartimentalizacin. La manera en que los

    ancestros resisten por las cercas invisibles construidos. Lo que es ms sorprendente en

    los textos que examin, es como los smbolos europeos desde 1930 incluyendo el asta

    bandera, el paramilitarismo y las concepciones de costumbre y ley han sido expresados

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    en trminos de categoras europeas. El le llama a esto el estructuramiento oposicional de

    los discursos Kwaio Documenta una bifurcacin en la experiencia de los Kwaio con los

    Europeos; a lo largo de la costa, en su casa, ellos podan sacrificar a sus ancestros, leer

    la profeca, hacer su magia, y usar estrategias largamente establecidas de

    emboscamiento y hechicera. Si un lder estaba preparado para diiaiia, retar a los

    extranjeros, el poda confiar que sus ancestros lo protegeran y lo empoderaran. Caso

    distinto era en los barcos y en las plantaciones allende el mar. El balance cambiaba

    enteramente, los Kwaio estaban lejos de sus altares y sus sacerdotes. Sujetos a la

    brutalidad y la explotacin de los extranjeros y dependientes de las raciones, sin medios

    de escape o regreso a su patria, y en los primeros aos virtualmente sin proteccin. En

    estos asentamientos extranjeros, los blancos tenan casi todo el poder. Los malaitanos

    casi ninguno. Ellos podan rezar a los ancestros, usar su magia, pero lejos de casa, no se

    poda contar con la eficacia de los poderes culturales. Esta bifurcacin entre el mundo

    interno, defendible a travs de las escaramuzas a lo largo de los mrgenes desde los

    cuales uno poda retraerse hacia las formidable pared montaosa y el mundo afuera,

    donde los poderes culturales se disolvan, eso permiti establecer las bases para los

    trminos de la resistencia Kwaio. Otra pared que permiti un espacio donde los valores

    tradicionales podan ser preservados, fue una barrera que aisl el dinero de las conchas

    valiosas, impidiendo que el dinero fuera usado en la economa de prestigio de

    intercambio, y militando en contra de la conversin de un medio a otro, dinero a concha.

    Fue una pared que permaneci sorprendentemente impermeable aunque no

    completamente- al comienzo de los noventa. Una segunda pared fue establecida para

    compartimentalizar los pueblos cristianos de ser establecidos en la costa. En los

    pueblos cristianos, los tabes menstruales y de nacimiento de los nios los pilares

    centrales de las reglas ancestralmente impuestas- fueron sistemticamente burlados. La

    respuesta Kwaio fue definir un pueblo-misin entero, como equivalente del rea

    menstrual de asentamientos viviendo bajo reglas ancestrales. El otro lado de este

    proceso de contencin categrico y geogrfico fue cuidar que los pueblos misin

    subieran la pared montaosa. Montaas arriba de Sinagalu, en la costa este, las formas

    ancestrales han sido fieramente defendidas por 80 aos. La separacin de los

    asentamientos cristianos de los gobernados ancestralmente y su clasificacin en reas

    menstruales, subraya la manera en que compartimentalizando peligros externos, los

    Kwaio de hecho han estado reforzando modelos culturales de separacin y contencin.

    El esquema cosmolgico kwaio depende centralmente de la separacin y

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    compartimentalizacin de poderes y peligros, en las lneas invisibles y reglas que

    separan hombre de mujer, sagrado de lo ordinario, mundano de lo profano. Los peligros

    definidos culturalmente estn controlados al ser amurallados categricamente y

    conductualmente. Keesing concluye que la resistencia Kwaio puede ser estructurada en

    trminos de las categoras y conceptos de dominacin colonial, pervasivamente

    oposicional en estructura, precisamente porque es llevada a cabo en los mrgenes. Los

    discursos Kwaio de resistencia estn articulados al defender las paredes invisibles que

    compartimentalizan, y en consecuencia preservan y defenden la forma ancestral de vida.

    Un punto importante acerca de la construccin de estos muros, simblicos, es que sto

    ha sido posible porque, a diferencia de los Maori, los hawianos, los fijianos; the Kwaio

    han vivido en un terreno montaoso aislado sin valor econmico para los blancos. Sin la

    pared montaosa no habra podido haber cercas culturales. Histricamente, dentro de la

    resistencia Kwaio hay una sorpresiva continuidad en la aparicin de personajes, tales

    como el rey, yuxtapuesto contra los ancestros como fuente de autoridad. La ley ha

    provisto un campo de lucha recurrente. Su periodizacin de la resistencia: ataques a

    barcos a fines de los veintes, a travs de la dcada de los treinta revelacin ancestral y

    culto religioso (aunque no milenario), de la mitad de los cuarentas al presente, la

    confrontacin poltica se ha vuelto un modo dominante. Sin embargo otras formas de

    resistencia han emergido, un sistema de clases indgena se ha desarrollado en las reas

    urbanas, los hombres jvenes todava trabajan en plantaciones lejos de casa, como sus

    padres y abuelos hicieron, pero ahora forman una subclase predatoria, muchos de ellos

    involucrados en robo y violencia. Poderes ancestralmente conferidos y habilidades

    culturales de robo de puercos, valores comercios, robos a casa, y asesinatos

    clandestinos. Tales actos de violencia y predacin urbana constituyen otra forma de

    resistencia Kwaio en el perodo moderno. El argumenta que en cada periodo los otros

    modos de resistencia han sido importantes temas subsidiarios. En este sentido la

    resistencia religiosa corre a travs de de todos lo periodos. Retomando a Scott, el caso

    malayo, sugiere que un elemento crucial que distingue modos de resistencia que podran

    llamarse polticos en un sentido amplio, desde actos individuales de auto-asertividad o

    rebelin es la existencia de una subcultura de subalternidad, un cdigo colectivo en el

    cual las estrategias para oponerse a la dominacin y la explotacin son comunicadas,

    compartidas, representadas a si mismas ideolgicamente.

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    Otro punto crucial, alerta Keesing, es si los individuos ven sus propias acciones en

    trminos de su propia membresa y sujetos a formas comunes de opresin, as ven los

    individuos hacia quienes ellos actan como representando tambin una categora ms

    amplia. No obstante, hay problemas tericos en ampliar demasiado la categora de

    resistencia. Hay un problema con dos lados aqu, por un lado, si definimos resistencia

    tan flexiblemente y ampliamente que los subalternos estn resistiendo cuando no se dan

    cuenta de ello o cuando aparentemente estn aceptando pasivamente los trminos de su

    dominacin, el trmino en sus usos comunes al menos- implica agencia consciente e

    intencionalidad. Otra serie de problemas apuntados por este autor hacen referencia a que

    el concepto de resistencia evoca imgenes de lucha colectiva, un estar juntos en una

    causa comn, as como de agencia intencional. Es fcil por un lado idealizar y

    romantizar actos que tienen un elemento oposicional, como ya apuntaba Roseberry

    arriba. Examinados ms cercanamente, tales actos pueden esconder otros transcriptos,

    motivos personales de engrandecimiento personal o ambicin poltica, fantasa o

    inestabilidad psicolgica, proyecciones de conflictos inconcientes y hostilidades. Lo que

    aparece como una instancia colectiva, an y cuando prototpicamente (y

    romnticamente) est en las barricadas, puede esconder una multitud de transcriptos

    privados, diversos y ms complejos. Esta brillante caracterizacin permite dar cuenta de

    las diferentes motivaciones al seno de un movimiento social, particularmente de los

    tipos de liderazgo y de la construccin socio-cultural de la agencia en diversos casos

    segn gnero, por ejemplo. Keesing adelanta una crtica al plantear que la aptitud de

    resistencia como una caracterizacin se vuelve poco confortable en casos cuando los

    actores parecen no tener conciencia de una motivacin poltica, cuando piensan que

    estn siguiendo la palabra de dios o escuchando voces. No es la accin que importa, los

    cultos de cargo melanesios eran milenarios en contenido y prctica, aunque en su

    corazn hay un anlisis poltico de la riqueza y el poder europeo. As propone que

    donde parece no haber tal anlisis poltico, se le puede llamar desplazamiento de

    resistencia. Donde aquellos cuyas vidas estamos describiendo, imaginan que se estn

    comunicando con dios y siguiendo sus mensajes, ms que luchar en contra de la

    dominacin colonial, su adecuacin ser menos confortable, la metfora de resistencia

    menos apta, ms que si fueran a la huelga o atacaran a la polica.

    Gran parte de esta discusin implica al lenguaje como un campo politizado en el cual el

    pensamiento oposicional es actuado. Al hablar el propio lenguaje, uno preserva un

    territorio y paisaje cultural. El lenguaje en este sentido es un dominio de contienda. Un

  • 13

    elemento importante en ello es que el enemigo debe ser enfrentado en su propio terreno,

    tal sera el ejemplo de las banderas y los ancestros en la monedas en vez de los reyes, o

    el uso y reinterpretacin del lenguaje legal (agrario) en los casos de Oaxaca y

    Michoacn. O la experiencia reseada por Ilka Boaventura (2007) del quilombo como

    sentido de lucha , de oposicin y reivindicacin y que deja de ser una protesta cuando

    entra en el orden jurdico, pasando a ser un derecho. Las culturas y polticas de

    subalternidad son inherentemente oposicionales, series de negaciones, y pueden ser

    estructuradas por afirmaciones tambin, es el clsico proceso hegemnico, en el cual los

    subalternos estn implicados profundamente en su propia subyugacin. Susan Gal

    argumenta que existe un elemento comn en las teoras de Gramsci, Bordieu Williams

    y Foucault: hegemona cultura, dominacin simblica, culturas de oposicin,

    emergentes, residuales; conocimiento subyugado. Tal elemento comn es el control del

    discurso o de representaciones de la realidad que ocurre en interaccin social, localizado

    en instituciones, como una fuente de poder social, y puede ser en consecuencia, la

    ocasin para coercin, conflicto o complicidad.

    ETNICIDAD, prcticas y discurso de la resistencia.

    La etnicidad ha sido campo frtil para este tipo de estudios, por ejemplo el

    trabajo de Coronado (2004) quien explora la dimensin poltica de la etnicidad para

    comprender cmo se despliegan algunos de los procesos de resistencia de los zapotecos

    del Istmo de Tehuantepec frente a la dominacin. Su marco terico incluye a E.P.

    Thompson, Barrington Moore, James Scott y Alberto Melucci. Su perspectiva prioriza

    la capacidad de los sujetos para incidir en procesos de construccin social de la realidad

    en formas de reflexin y accin sobre lo que debera ser la moral, la justicia y el

    derecho. Su punto de partida es que el desentraamiento de las formas de resistencia

    cotidiana y de los guiones ocultos de los subordinados son esenciales para tener una

    visin dinmica de las relaciones de poder. Retoma particularmente la idea de Scott de

    que son aquellas formas de resistencia que tienen lugar en la vida cotidiana a travs de

    actos individuales y annimos de insubordinacin y evasin para la obtencin de algo

    material o de una satisfaccin moral. Simulacin de obediencia, falsa docilidad, robo de

    comida u otras cosas materiales, ignorancia fingida, falsa docilidad, falsa simpata

  • 14

    sabotajes, incendios premeditados. Son actos que conforman una clase de movimiento

    social que asemeja un arrecife, que son reforzados por una cultura de resistencia que

    generalmente se extiende ampliamente. Sin organizacin formal, sin lderes formales,

    sin manifestaciones abiertas, sin planeacin previa, sin nombre, sin bandera, sin

    coordinacin, clandestinas. Aparecen siempre sin un desafo abierto hacia el poder; pero

    implican una crtica enmascarada en la que se van constituyendo lo que Scott denomina

    los guiones ocultos de los dominados que seran otro umbral de formas de resistencia.

    Estos ltimos son lo que se dice y hace detrs de los poderosos, en mbitos informales e

    ntimos de los dominados, fuera de escena pblica a resguardo de la vigilancia de

    quienes ejercen el poder, constituidos por distintos gneros verbales, gestuales y

    prcticas que se construyen da a da y que confirman, contradicen y tergiversan lo que

    aparece en la escena pblica impuesta por la dominacin. Coronado utiliza en su trabajo

    la nocin guiones ocultos (hidden transcripts) que James Scott acu en su obra

    Domination and the Arts of Resistance.Hidden Transcripts (1990) cuya traduccin

    literal al espaol sera transcripciones ocultas. En el que transcript tiene un sentido

    jurdico y se refiere a la transcripcin completa de las declaraciones realizadas durante

    un juicio legal. En este sentido podra traducirse tambin como declaracin, segn

    nota del editor de la obra traducida al castellano (Scott, 2000: 24-25 infra), quien afirma

    que a lo largo de ese trabajo en algunos momentos dicho concepto podra traducirse

    tambin como guin preestablecidos y en otros como lenguaje oculto, aunque

    ambos trminos le parecieron ambiguos y estrechos. Fue por ello que el editor adopt

    como discurso el trmino transcript, en el sentido de lectura discursiva de las

    expresiones sociales que trabaja Scott. As que en la edicin en espaol el concepto

    hidden transcripts qued traducido como discurso oculto. Coronado propone utilizar

    el trmino como guiones ocultos (la traduccin del trmino hidden transcripts como

    guiones ocultos abunda la autora- fue propuesta por Adriana Lpez Monjardn en 1994

    antes de la traduccin en espaol de la obra de Scott)1 dndole un sentido teatral al

    concepto en lugar de jurdico, y comprenderlos como parlamentos pre-establecidos,

    pero abiertos a la vez. Es decir, tal como los dilogos sobre los cuales los actores

    desarrollan una obra teatral, en la que los guiones previamente escritos no se encuentran

    cerrados, acotados slo en la versin del autor, sino abiertos. De manera, que a partir del

    guin preestablecido existe espacio para que los actores con la comprensin del sentido

    1 E.P: Thompson us de manera creativa la analoga del teatro.

  • 15

    de la obra y en interaccin, desarrollen improvisaciones en actos y en discursos,

    logrando extenderla creativamente.De esta forma los actores se convierten en coautores,

    experimentan y desarrollan posibilidades no previstas en el guin preestablecido. De

    hecho esta propuesta- afirma la autora- se coloca dentro de la perspectiva analtica que

    desarrolla Scott, pero entendida tal como plantea el uso de este concepto, le posibilita

    ampliar la comprensin de la construccin de los sentidos y su multidimensionalidad en

    los procesos de resistencia cotidiana. Ella justifica su propuesta, en el hecho de que si se

    comprenden as, se puede considerar a los guiones ocultos no como discursos con un

    argumento lineal, cerrado, esttico y constreido al parlamento pre-establecido en una

    declaracin jurdica. Tampoco dejarlos en la ambigedad demasiado abierta de

    lecturas discursivas, sino analizarlos de forma anloga a una obra de teatro. Esta sera

    la urdimbre socio-cultural de resistencia en movimiento. Seran entonces como los

    parlamentos de una obra teatral preescritos por mltiples autores, pero abiertos a la vez,

    cuya derivacin se desarrolla en procesos reflexivos y auto-reflexivos de los sujetos-

    actores que participan en la construccin de la obra, quienes deducen y seleccionan los

    sentidos posibles y los interpretan en interacciones dinmicas y polifnicas cara a cara

    en la vida cotidiana. De modo que la actuacin provee posibilidades de re-

    semantizacin y creacin de nuevos significados que logran extender la obra. Estos

    parlamentos seran los guiones ocultos, construidos y desarrollados en procesos

    dialgicos y en interaccin entre los participantes subordinados que construyen desde el

    lugar social del nosotros dichos cdigos. Y a la vez en procesos trialgicos, pues en las

    interacciones dialgicas entre los subordinados estn presentes la referencia y las

    interacciones con el otro dominante. Procesos que son a la vez intermitentes y

    constantes y que se constituyen en productos culturales colectivos desde el teatro de la

    resistencia a resguardo del poder. Este es el sentido que la autora utiliza el concepto

    guiones ocultos Para esta autora los procesos de resistencia cotidiana y los guiones

    ocultos tienen la caracterstica de ser ubicuos. Su ejercicio se instala en las

    oportunidades contingentes que brinda la sombra de la escena pblica institucionalizada

    y ritualizada por las relaciones de poder. As que estn resguardados en el anonimato y

    en la complicidad de los subordinados, pero han sido elaborados en procesos de

    reflexin colectiva de crtica y desafo de dominacin. Los guiones ocultos de los

    dominados abunda-, aparecen siempre en situaciones de poder en los cuales este se

    ejerce, adquiriendo una dimensin estratgica, ya que de cara al poder, o ms bien

    frente a quienes lo ejercen (el otro dominante), se acta de determinada forma, pues

  • 16

    existe un reconocimiento de la capacidad que tienen de hacer dao, de perjudicar, o bien

    de ayudar u obtener ventaja en algn modo. Mientras que a espaldas del poder o de

    quienes lo ejercen, se les critica, se les burla, se les evade, se les boicotea, se les desafa

    subrepticiamente. Por otro lado, tiene lugar un continuo sondeo tanto por parte de los

    dominantes como de los subordinados para averiguar qu es lo que pueden hacer

    impunemente y salirse con la suya y as descubrir los lmites de la obediencia y la

    desobediencia. En este sentido los trminos del contrato social estn siendo

    continuamente renegociados. Basndose en Barrington Moore, plantea que nadie sabe

    dnde empiezan y terminan esos lmites ni cules son exactamente, hasta que se les

    descubre por la experiencia, si bien es de hacer notar que ambas partes pueden

    anticiparlos, casi adivinarlos, con bastante exactitud. Esta anticipacin tiene una base

    histrico- sociocultural, que est constituida por el repertorio poltico de las

    experiencias significativas que los grupos tnicos han experimentado en las relaciones

    intertnicas con el otro dominante. Por ello son una fuente extraordinariamente rica de

    indicadores que participan en el sealamiento de los diagnsticos actuales, para

    experimentar en cada presente histrico los lmites de la obediencia y la desobediencia.

    Su trabajo explora profundamente el contexto histrico de dichas relaciones intertnicas

    en el Istmo de Tehuantepec y realiza una rica etnografa a partir de las polticas en

    torno a la tenencia de la tierra y como el otro dominante se ha constituido y configurado

    frente a las comunidades zapotecas. Parte de la construccin socio-cultural de las

    nociones de la dignidad y el nosotros en la seleccin social de las contiendas. Estas

    contiendas son alimentadas por la manipulacin, la reconstruccin, la seleccin y

    recreacin de la memoria y la costumbre. Su anlisis se vuelve complejo en cuanto

    integra lo que ella llama los otros/nosotros al referir los conflictos en torno a la tierra de

    las comunidades zapotecas. As en dichos conflictos, una constante es la interaccin

    simultnea entre los tres actores: la comunidad protagonista (el nosotros), la comunidad

    vecina con la que se establece la pugna (los otros/nosotros) y los agentes agrarios

    gubernamentales (el otro dominante). (Coronado, 2004: 373) A este respecto la autora

    nos ejemplifica con el caso del estereotipo atribuido al modo de ser de los juchiteco, le

    fueron atribuidos cualidades asociada son la valenta, y una constante que identifica que

    el resto de los zapotecos istmeos se incluyeron en este caso, un documento, como si

    todos fueran juchitecos. El tema de los estereotipos le sirve a esta autora para acceder a

    parte de los procesos de construccin de las fronteras simblicas que delimitan los

    procesos identitarios de las comunidades zapotecas. El contenido de esos estereotipos

  • 17

    alude a eventos histricos con una antigedad por lo menos de un siglo y medio. Ella le

    llama historias contrarias a la reinterpretacin que las comunidades zapotecas hacen de

    estos eventos. Analiza los apodos con los que se denominan a los oriundos de las

    diferentes comunidades zapotecas. Coronado aborda 5 apodos gentilicios, que refieren a

    los oriundos de Juchitn. Tehuantepec, Espinal, Ixtaltepec e Ixtepec. A quienes se le

    denomina respectivamente teco gubaanabuey (juchiteco roba ganado), tehuano-

    traidor, leo come-tripa (espinaleo que come tripa), guiaticuba (ixtaltepecano agua

    de masa) y meorote (jeromeo tonto). Esta clasificacin le sirve a la autora para

    demostrar que la dimensin poltica de los procesos de etnicidad puede ser comprendida

    con mayor profundidad desde una visin tridica, al considerar las relaciones intra-e

    intertnica en los procesos de dominacin y resistencia. Esto le permite concluir entre

    otras cosas que las cualidades asociadas a los estereotipos contienen elementos de

    dominacin que colocan al nosotros en una situacin de predominio. Pues son

    atravesados por las relaciones de dominacin, en las que dichos elementos son usados

    para referir una situacin de supremaca de clase, estatus o prestigio social del nosotros

    respecto a otros/nosotros y sobre todo respecto a otros grupos tnicos (ibid: 506)

    Veamos un ejemplo referido a un hecho concreto.

    Ilustra el funcionamiento de la provocacin con el uso del apodo gentilicio por parte de otro externo en interaccin con una mujer ixtepecana. Esto aconteci en 1996 poco despus que unas 30 mujeres cocestas dedicadas a la venta de refrescos, indignadas por lo que consideraban un fraude electoral y la imposicin del pri en la presidencia municipal de Ciudad Ixtepec, Oax, decidieron castigar a la empresa local de la Pepsi-Cola, que haba apoyado con mltiples recursos a ese partido. Por lo que, aprovecharon la guerra comercial de las Colas, y boicotearon a la Pepsi, ya que establecieron contratos de exclusividad con la empresa Coca-cola, ubicada en Juchitn. Con lo que la empresa local tuvo un descalabro en sustenta. Una de ellas era la Sra. Sonia, quien cuando recibi su nueva caseta Coca-cola decidio desechar la de la pepsi y la arroj en medio de la calle, con lo que obstaculiz el trfico. El gerente de ventas de la Pepsi, no originario de la regin acudi a levantarla e indignado le reclam. La discusin lleg a tal punto que l pretendi humillarla,Meorote tenan que ser, dijo el gerente de la pepsi, refirindose a los cocestas ixtepecanos que haban realizado el boicot.A lo que ms indignada an la sra. Sonia le revir: Si, somos meorote porque recibimos a pendejos como t. A muertos de hambre que vienen a comer de nosotros. Pero a ver quin les da de comer ahora. Con lo que concluy la discusin ms no la disputa poltica. Meorote es un vocablo zapoteca para denominar a los oriundos de Ciudad Ixtepec, antes llamada San Jernimo Ixtepec. Dicho apodo refiere al jeromeo (meo) como rote, que quiere decir tonto, dejado, porque permite que los dems abusen de l.El apodo alude al estereotipo de una historia contraria, construida por el resto de las comunidades zapotecas respecto a los zapotecos jeromeos, cuya versin es que

  • 18

    permitieron que a principios del siglo XX, migrantes extranjeros controlaran el comercio local. Lo cual fue percibido como un desprestigio tnico regional en el resto de las comunidades zapoteca. Al usar el apodo gentilicio para agredirla, el gerente aluda al estereotipo del meo. Es decir el del tonto que permite que todos abusen de ellos. El reto que esta provocacin implic, fue inmediatamente reconocido en su significado por la seora Sonia. Quien lo acept y procedi a sumir como propia la referencia de meorote, con lo que retom para s el significado peyorativo del apodo dado a los ixtepecanos. Esta autoadscripcin fue la primera parte de su estrategia comunicativa en la confrontacin Una vez asumido como propio el significado del meorote, la sra. Sonia redirige el estigma del estereotipo a su contricante, al referir el correlato que completa la historia contraria de dicho apodo, desde el punto de vista de los ixtepecanos. Es decir, refiere, la experiencia verdica de la comunidad ixtepecana acerca de los otros que se aprovecharon de los meos, y que si no fuera por stos todava estaran muertos de hambre. Y en esta historia ubic al gerente como parte de esos otros abusivos, que vienen a comer de nosotros. La tercera parte de su estrategia fue indicarle la situacin actual qu pasa cuando nosotros los meos decimos no, a ver quien les da de comer ahora. Con esta estrategia ella gan la confrontacin verbal.

    Los apodos gentilicios aluden a relaciones intra-tnicas, constituyen una interpretacin

    de las respectivas historias contrarias de las comunidades zapotecas que las diferencia,

    separa, confronta y contrasta con las dems. De tal modo que en la interaccin el

    estereotipo que estructura a capa apodo gua la interaccin de nosotros comunitarios, a

    travs de la representacin esquematizada anticipada del otro/nosotros. El teco alude a

    cualificaciones negativas que se amplan con adjetivos tales como grilleros,rebeldes,

    revoltos, las que con las cualificaciones positivas sealadas valientes, directos, acentan

    la valenta y la rebelda contrarrestando el peso del estigma del apodo gentilicio (roba-

    ganado). Relacionaron a su estereotipo los adjetivos positivos tradicionalistas

    sealando la lealtad a sus tradiciones y amigables implicando una actitud abierta,

    amistosa.Tehuano, apodo ms estigmatizante, ya que su sola enunciacin es en s misma

    un insulto (traidor), no fue asumido y ni siquiera fue escrito. El matiz de que conservan

    costumbres, nulifica la descalificacin del estigma al sealar la lealtad a sus tradiciones

    zapotecas. En el estereotipo del teco subyace su historia de rebelin e insolencia ante el

    otro dominante, en tanto que en el espectro del meo alude a una actuacin frente a

    extranjeros abusivos, as como en el del tehuano alude a una actuacin frente al otro

    dominante. Coronado alude tambin a la importancia de no perder de vista que en

    cuanto a otros grupos tnicos, existen actitudes de desprecio por parte de los zapotecos,

    ya que stos los consideran inferiores y tontos, como indios en el sentido colonial del

    trmino. Las formas como aluden a los huaves, como sinnimo de tonto, y a los mixes

    (quixhi pendeje) son un ejemplo.

  • 19

    LOS COMUNEROS DE LA UNION DE COMUNEROS EMILIANO ZAPATA

    (UCEZ ) EN LOS NOVENTAS, Michoacn, Mex

    Comunidad, Etnicidad y Resistencia.

    En una relectura de mi propio trabajo publicado en 1998, En busca de la

    comunidad, identidades recreadas y organizacin campesina en Michoacn, identifiqu

    la centralidad del concepto de resistencia. Atendiendo a las crticas hechas por Ortner

    (1995), afirmaba que los campesinos los subalternos- no son socialmente homogneos,

    la adopcin de identidades tnicas o de gnero era fluida y constitua un dominio

    negociado de hechos y significados. A saber, los grupos subalternos estn

    internamente divididos por edad, gnero, estatus y otras formas de diferencia. Por tanto,

    los ocupantes de posiciones de sujeto que difieren, tendrn perspectivas diferentes, an

    opuestas, pero legtimas sobre la situacin. La Unin de Comuneros Emiliano Zapata

    mereci la reputacin de ser un importante ejemplo de movimiento rural independiente

    en el Mxico moderno, particularmente a fines de la dcada de los setenta, dcada en

    que los movimientos campesinos tuvieron un protagonismo central en Mxico.

    Argumentaba sin embargo, que su independencia y radicalismo deban ser matizados y,

    con ese objeto discuta la naturaleza de su impacto en tres localidades (o

    comunidades) especficas, a las cuales organiz polticamente en torno a la demanda

    de tierra. La lucha por la tierra y el hacer comunidad, eran las tareas hegemnicas de la

    organizacin campesina. En ese sentido discut sus relaciones ambiguas y

    contradictorias con los representantes oficiales y estatales; su apelacin a/y

    reinterpretacin de la legislacin nacional, su consecuente exageracin y readaptacin

    de las demandas agrarias clsicas, y su relacin con los militantes y asesores de

    diversas corrientes polticas.

    El anlisis de los procesos locales en las tres comunidades de estudio ilumin la

    compleja naturaleza de la intervencin de la UCEZ y sus resultados concretos, y

    demuestra tambin cmo la organizacin fue determinada a su vez por esos procesos.

    Mi trabajo pretendi mostrar la complejidad de redes que se cruzan para la constitucin

    de un movimiento autodefinido como indgena-campesino. As, lo tnico se encarn

    en los discursos y prcticas encontradas de los actores de esta organizacin, y lo

  • 20

    campesino fue vivido tambin de manera no libre de contradicciones, la aspiracin de la

    tierra, pero tambin de un empleo o de una propiedad privada en abierta confrontacin

    con un proyecto comunal, an siendo ste igualmente controvertido en los diversos

    discursos y prcticas.

    GENERO Y PROYECTO COMUNAL

    Lo tnico, lo comunal confluyeron tambin con las diversas formas de vivir las

    relaciones de gnero y sus implicaciones para la organizacin y para los actores

    mismos. Particularmente las mujeres activistas en este movimiento mostraron

    caractersticas similares a las de otras mujeres participantes en otros movimientos

    sociales (de manera relevante los movimientos urbanos) en cuanto a roles de dirigencia

    y a las dificultades y ganancias obtenidas por dicha participacin. De igual manera su

    papel de mujer, compaera y esposa fue recreado, redefinido en y a travs de la lucha.

    El rol de madre fue vivido de manera compleja, por un lado los estereotipos reforzados

    por algunos de los integrantes masculinos de la organizacin: Por el trabajo poca

    seora que le entre al campo como uno, si el esposo no tiene decisin, pues cmo las

    mujeres con hijos. Por un lado tenemos las dificultades prcticas de hacer poltica y

    cuidar de los hijos al mismo tiempo y, por otra parte, la politizacin de ser madre; el

    primer punto fue ilustrado por las dificultades que tuvieron que enfrentar las mujeres

    cuando tomaron la tierra en la colonia, especialmente si tenan nios pequeos o bebes.

    Una de ella quien acaba de dar luz a una nia, no particip en la toma de tierras. Otras,

    cuyos nios se enfermaron cuando trataron de permanecer en el terreno durante las

    primeras semanas posteriores a la toma, se fueron a causa de ello. Algunas incluso

    dejaron la colonia definitivamente. Era un mes fro, marzo y estaban viviendo en chozas

    improvisadas, cubrindose nicamente con costales y mantas. Una vez viviendo all, las

    constantes demandas para participar en comisiones, salidas, mtines, manifestaciones,

    etc., resultaron bastante difciles para las mujeres jvenes que tenan nios pequeos.

    Las propias mujeres admitieron que haban tenido grandes dificultades para adaptarse a

    las demandas de su nueva situacin. El rol domstico ciertamente constrea y defina

    las actividades de estas mujeres, pero el hecho tener hijos no es en s mismo un

    problema y puede ser considerado, en realidad como un recurso en otro sentido.

    Adems tener hijos y necesitar un hogar para ellos, fue el principal motivo para luchar

    por la tierra, como Reyna de la colonia comunal o Concepcin y Catalina en Ixtaro: es

  • 21

    muy bueno luchar, porque una no saba luchar, luchar por los hijos, para que tengan

    algo. Salud de Zirahun enfatizaba la herencia de la tierra para sus hijas, y a lo largo de

    todos los testimonios, hubo una insistencia recurrente en que las mujeres defienden la

    familia.

    Religin y roles de gnero tambin van de la mano, la capilla de la colonia comunal era

    un centro organizativo para las mujeres, alrededor del cual se integraban otras

    actividades: fiestas, vigilancia. Adems, tener una capilla dentro de la colonia

    legitimaba sus demandas por la tierra, su colonia. De hecho existan tensiones a causa

    del secularismo de uno de los lderes en ese tiempo, quien abogaba por el secularismo.

    Por ejemplo el da en que la colonia celebr su tercer aniversario simultneamente a la

    fiesta de Santa Rosario de Tlapa, cuya imagen haba sido donada por un rico (el

    dueo de un aserradero). La colonia fue decorada para la celebracin y el punto central

    fue la capilla. Se realiz una misa y, posteriormente se organiz un baile de acuerdo con

    la tradicin. El regalo de la virgen constituy un hecho significativo, ya que resalt

    importantes tensiones y contradicciones, centradas en la religin y el poder, que

    pernearon no slo a la Colonia, sino tambin a Ixtaro y Zirahun. Exista una relacin

    ambigua entre los comuneros y los viejos y nuevos patrones que reflejaba la forma a

    travs de la cual los poderosos llegaron a ocupar un papel central en la relacin de la

    comunidad con lo sagrado. La contradiccin entre el nimo secularista de la UCEZ y

    sus lderes y la fe popular fuertemente arraigada entre sus seguidores, qued tambin en

    evidencia cuando pregunte a Capiz el dirigente general de la UCEZ, se mostr molesto

    con el asunto de la capilla, y por el hecho de que la construccin de la casa comunal se

    hubiese pospuesto nuevamente, esta vez porque la gente prefiri construir primero las

    aulas de la primaria y el kinder, y la primera vez porque decidieron tener su capilla. Esto

    demostr cierta continuidad con otros procesos tal como lo resea Marjorie Becker al

    analizar el cardenismo original en Michoacn. en 1934 los Cardenistas organizaron

    el Congreso Femenil Socialista en Ptzcuaro. Las mujeres tarascas, vestidas con sus

    tradicionales rebozos azules, escucharon discursos que exaltaban las escuelas en lugar

    de las iglesias; los talleres en lugar de los seminarios; las cooperativas en vez de las

    cajas de limosna. Cuando a las mujeres se les permiti presentar sus demandas, quiz

    no sea de sorprender que hicieron eco del programa cardenista para la reconstruccin

    rural. Como lo describi un maestro rural, las mujeres pidieron, iglesias, cooperativas,

    talleres, escuelas para sus hijos y armas para defender al gobierno (1987:453-465).

  • 22

    Durante los aos veinte y treinta, Ixtaro tambin vivi los forcejeos producidos por la

    pugna entre el agrarismo y la fe religiosa en el tiempo de la rebelin cristera.. El

    testimonio de Jess revela de manera muy clara, los agitados tiempos que

    experimentaron los habitantes de Ixtaro, el papel de la profunda fe religiosa popular y el

    activo rol que jugaron la iglesia y sus representantes, los curas, junto con el papel anti-

    agrarista de los medieros asociados con la hacienda: Recuerdo cuando vinieron los

    cristeros, organizaron una asamblea en la plaza. Al mismo tiempo, se realiz otra

    asamblea para repartir las tierras de la hacienda. Haba muchos medieros, algunos de

    ellos haban cultivado con cuatro o cinco arados y le dijeron a la gente: no participen en

    le reparto porque el padre no nos va a dar la confesin. Ellos no queran el reparto

    De ello, el poder social y econmico de la antigua clase terrateniente y sus

    descendientes y aliados, se haba preservado no solamente por haber conservado la

    posesin de la tierra y la riqueza, sino por su constante habilidad para asociarse con lo

    sagrado y los smbolos de la fe catlica, dentro de un sistema social que continuaba

    basado en premisas jerrquicas.

    Los roles de gnero y de identidad tnica se combinaron a travs del uso de prcticas y

    discursos acerca del honor, la pureza de sangre y de las normas y sanciones relativas al

    ser mujer y ser hombre. Todo ello matiz los logros y desaciertos de la organizacin.

    Precisamente en el campo de la definicin de la participacin de las mujeres, es clara la

    manera en que sus motivos y prcticas transgreden, cumplen o se burlan de la norma

    hegemnica. En el uso del silencio, como sugiere Gal (2002) reside una clave

    importante del proceso de resistencia. En el captulo sobre las comuneras de la UCEZ,

    sus testimonios privilegiaban la percepcin positiva de las mujeres que saben hablar, y

    no slo para enfrentarse al enemigo exterior, lase quien o quienes les queran arrebatar

    las tierras, los propios lderes cuestionados, sus parejas, etc. Una de ellas cuestionaba

    el papel del lder en su comunidad en particular : l quera pura gente sorda y muda.

    Pero a su vez, otra deca Yo no deca nada cuando se hacan asambleas. Nos

    preguntaban nuestras opiniones, nuestros pensamientos. Entonces, yo pensaba qu si

    yo digo esto, qu si est mal?. El ejemplo del silencio, segn Gal, sugiere una relacin

    cercana entre gnero, el uso del habla o del silencio y el ejercicio del poder, pero al

    mismo tiempo que la relacin no es directa. Al contrario, argumenta, parece que el

    silencio como cualquier forma lingstica, gana diferentes significados y tiene diferentes

    efectos materiales dentro de contextos culturales e institucionales especficos. El

    silencio y la inarticulacin no son en s mismos necesariamente signos de falta de poder,

  • 23

    aunque algunos testimonios evidenciaban dicha falta de poder y por ende prudencia y

    precaucin. En este sentido el silencio puede ser tomado como una accin estratgica.

    Asimismo las relaciones de gnero y de dominacin son perpetuadas y algunas veces

    subvertidas en instituciones sociales tales como escuelas, cortes, asambleas polticas.

    Hablar es frecuentemente usado para juzgar, definir y legitimar a los que hablan.

    Entonces, la interaccin verbal, cualesquiera el fin que tenga, es frecuentemente el sitio

    de lucha acerca de definiciones de poder y gnero y se refiere a quien puede hablar,

    dnde y acerca de qu. En el mismo sentido algunas estrategias lingisticas y gneros

    son valuados y portan mayor autoridad que otros. Es en efecto, a travs de las prcticas

    lingsticas, que los que hablan dentro de las instituciones imponen sobre otros la

    definicin de su grupo de eventos, gente y acciones. Esta capacidad de hacer que otros

    acepten y acten la representacin de uno del mundo, es otro aspecto de la dominacin

    simblica. Pero esto no ocurre sin resistencia, que ocurre cuando estrategias y gneros

    lingsticas devaluadas son practicadas y celebradas a pesar de la denigracin extendida.

    COMUNIDAD Y COMUNALISMO, prcticas y discursos de resistencia. Mientras la comunidad puede no tener la estructura de direccin que asociamos con los movimientos sociales, puede sin embargo servir a una necesidad similar. Es una amplia construccin mental, cuyas manifestaciones objetivas en la localidad o la etnicidad, le dan credibilidad. Est altamente simbolizada, con la consecuencia de que sus miembros pueden investirlas con sus propios selves. Su carcter es suficientemente maleable como para acomodarse al carcter de sus miembros, sin que ellos sientan que su individualidad est demasiado comprometida. En realidad, el barniz de comunalidad con el que pinta sus diversos componentes, le da a cada uno de ellos un referente adicional para sus identidades (A, Cohen: 1985 : 108- 109)

    Uno de los captulos del trabajo discuti la importancia de la comunidad en la

    experiencia de la gente a travs de sus distintos discursos y evalo la trascendencia del

    proyecto de la UCEZ como un intento de reconstruir la comunidad y su proyecto

    comunal frente a un cambio social devastador, el abandono del campo mexicano. Aqu

    podramos identificar un elemento central discursivo y de prcticas sociales organizadas

    de resistencia, en torno a la bsqueda de la comunidad. El movimiento de la UCEZ se

    encontr enraizado en lo que Knight llam la continuidad de la protesta. En este orden

    de ideas, Castro Gutirrez ofrece un recuento histrico de los movimientos populares en

    Michoacn entre 1766 y 1767. Argumenta que el creciente despojo de tierras fue la

    principal fuente del ultraje hacia los campesinos y describe la participacin de las

    clases peligrosas, como los mulatos de Tierra Caliente y los indios de Ptzcuaro. La

  • 24

    importancia de Emiliano Zapata era clara en los testimonios de la gente, a pesar de

    algunos identificaban que el nombre de su colonia (en el caso de una de las

    comunidades organizadas por la UCEZ, nombrada Colonia Comunal Emiliano Zapata)

    les fue dado por la UCEZ adems fue fundada exactamente durante el inicio de la

    primera guerra del Golfo, y por ello se le dio el nombre de Kuwait, decan ellos por eso

    de los paracaidistas, que as tambin se les nombra a los que toman tierras-. Otros

    identificaban claramente la figura de Zapata l fue quien luch por la tierra y defendi

    los derechos del pueblo y por eso le pusieron ese nombre. O bien Emiliano Zapata fue

    el que luch por tierra y libertad, antes perteneca a los puros patrones. Pese que

    algunos se enfocaban a la intervencin personal del dirigente de la UCEZ Efrn Capiz

    (fallecido en mayo de 2005), nuestra colonia se llama Emiliano Zapata porque Capiz

    dijo que ese era el nombre que le tenamos que poner o Capiz dijo que Emiliano Zapata

    era un buen nombre porque l lucho mucho por las tierra, otros presentaron

    explcitamente a Capiz como heredero de Zapata: antes de ese hombre (refirindose al

    Lic. Capiz) E. Zapata luch siempre por las tierras, por el bienestar de la gente pobre,

    por la revolucin. La UCEZ trataba de recuperar las formas colectivas de tomas de

    decisiones y trabajo de las comunidades indgenas, resaltaba la importancia de la

    asamblea como rgano de toma de decisiones. Esta orientacin no derivaba

    simplemente del peso que tenan las comunidades indgenas dentro de la organizacin,

    sino que refleja adems la concepcin particular de su dirigencia, que basaba la lucha en

    su interpretacin de las formas comunales. Este proyecto conceba la recuperacin y

    actualizacin de las prcticas comunales, como formas de resistencia y reproduccin

    contra el poder transformador del capitalismo. El nfasis en la importancia de las

    prcticas comunales fue inculcado a travs del trabajo de educacin poltica, aunque en

    la prctica dicho trabajo se llev a cabo de manera informal, no sistemtica y por

    dems controvertida en la prctica.

    El discurso oficial de la UCEZ sobre la cultura comunal, destacaba la importancia de

    una cultura comunal como forma de resistencia ante la explotacin y el despojo de

    tierras. El discurso de la dirigencia sobre el comunalismo tiene un amplio espectro de

    significados. Su contenido fundamental se refiere al nfasis en la defensa legal de las

    tierras comunales en contra de la propiedad privada. Sin embargo, las prcticas de la

    UCEZ fueron ms all de la legislacin constitucional. Al cuestionar el sistema

    jurdico, la UCEZ reinterpret la ley valindose de la diversidad de culturas polticas en

    el campo mexicano. Una de las caractersticas distintivas de la UCEZ residi en el

  • 25

    impacto de la idea de comunidad que sostena Capiz, que fusionaba nociones de utopa,

    indigenismo y socialismo en una sntesis que tenda a atraer la mayor base social

    posible hacia el movimiento, pero que en s misma, no poda dar soporte a su unidad.

    La nocin de comunidad refiere a tradicin pasada., Cohen (1985) argumenta que sera

    un error caracterizar tales respuestas como meramente tradicionalistas, implicando que

    la comunidad en cuestin est ensimismada en su propio pasado y es incapaz de encarar

    los imperativos del presente. Mejor, el pasado es usado aqu como un recurso, en una

    diversidad de maneras. Es una construccin selectiva del pasado que resuena con

    influencias contemporneas.

    Para la mayora de la gente , en gran parte de los momentos histricos, el pasado es

    transmitido selectivamente de acuerdo a propsitos contemporneos, y recordado

    selectivamente, sin rigor historiogrfico. Se muestra en categoras que no discriminan

    tales como los das viejos, cuando era joven, en el tiempo de nuestros antepasados, en

    tiempos inmemoriales; ste ltimo es el caso del argumento esgrimido para recuperar

    tierras, son nuestras desde tiempos inmemoriales. En palabras de Cohen, la historia

    es maravillosamente maleable, sea en las manos de los acadmicos historiadores o del

    comn de la gente. An sin la intencin de distorsionar, su recoleccin siempre

    descansa sobre reconstrucciones interpretativas. La mera imprecisin de estos referentes

    al pasado, atemporales, disfrazados como historia es lo que los hace un aparato tan apto

    para simbolismo y en particular para expresar simblicamente la continuidad de pasado

    y presente y para re-afirmar la integridad cultural de la comunidad a la cara de su

    aparente subversin por las fuerzas del cambio.

    La recuperacin de la idea de la comunidad y la inspiracin en la figura icnica de

    Emiliano Zapata, hacen eco adems de la nocin de atemporalidad y del uso de la

    historia apuntado lneas arriba por Cohen de la importancia del concepto cultural de

    tradicin, a lo que Williams (1981 ) denominaba tambin reproduccin en accin, ya

    que la tradicin, Nuestra herencia cultural es por definicin un proceso de

    continuidad deliberada,y sin embargo se puede demostrar mediante el anlisis que

    cualquier tradicin constituye una seleccin y reseleccin de aquellos elementos

    significativos del pasado, recibidos y recuperados, que representan no una continuidad

    necesaria, sino deseada. El deseo no es abstracto, sino est en el contexto de las

    relaciones sociales generales existentes.

    La selectividad es central een la manera en que de una rea possible de pasado y

    presente, ciertos significados y practices son escogidos para enfatizar, y otros son

  • 26

    excludos. An ms crucialmente, algunos de esos significados y prcticas son

    reinterpretados, diluidos, o puesto de tal forma que apoyen o al menos no contradicen

    otros elementos dentro de la cultura dominante.

    Sobre la importancia de la continuidad, de la seleccin y de la costumbre, y a propsito

    del tiempo inmemorial, E.P. Thompson en Costums in common afirma: en la interfase

    existente entre la ley y la prctica agraria, encontramos a la costumbre. La costumbre en

    s misma es la interfase, ya que debe ser considerada como prctica y como ley. El

    origen de la costumbre recae en la prctica; en un tratado sobre cesiones a fines del siglo

    XVII, aprendimos que las costumbres deben ser construidas de acuerdo con la

    aprehensin vulgar, porque las costumbres crecen generalmente, y se inculcan y

    multiplican entre los legos, por lo tanto, son llamadas Vulgares Consuetudines. Para Sir

    Edward Coke (1641), haba dos pilares para las costumbres el uso comn y el tiempo

    inmemorial Asimismo: si los recuerdos de lo antiguo y el exhorto lego se aproximan

    hacia el centro de la interfase de la costumbre entre la ley y la praxis, la costumbre pasa

    al otro extremo, hacia regiones indistintas creencias no escritas, normas sociolgicas y

    usos afirmados en la prctica pero nunca incorporados en ninguna ley. Esta zona es la

    ms difcil de recuperar, precisamente porque pertenece slo a la prctica y a la

    tradicin oral. Debe ser el rea ms significativa par ala subsistencia de la gente pobre y

    marginada de la comunidad (1991:101-104)

    Otro rasgo de la lucha de la UCEZ fue su postura anticapitalista, como lo plante

    Foweraker, los movimientos populares estn definidos en cierta medida por las

    demandas que hacen y, por lo tanto, por sus prcticas hacia el Estado. Sin embargo,

    tambin estn frecuentemente definidos por sus prcticas hacia los partidos polticos.

    La insurreccin zapatista en Chiapas en 1994 le dio un aire renovado a la demanda de

    tierras. La UCEZ particip en algunos de los mtines organizados en apoyo al

    movimiento zapatista. Capiz asisti a la Primera Reunin Nacional de Indgenas y

    Campesinos (13 y 14 de marzo de 1994) en Chiapas en donde pronunci un discurso

    que haca nfasis en la lucha por la tierra en los trminos de la mitologa de los hroes

    agrarios nacionales. Miguel Hidalgo, Jos Maria Morelos, Pancho Villa y Emiliano

    Zapata; tambin fueron mencionados los mrtires de la guerrilla de los sesenta y setenta

    en el estado de Guerrero, Genaro Vzquez y Lucio Cabaas. Reivindic el derecho de

    los pueblos indgenas a tener su propio gobierno, hacer sus propias leyes y defender su

    cultura y tradicin. Tanto el Ejrcito Zapatista (EZ) como la UCEZ compartieron en su

    momento un fuerte rechazo hacia las reformas hechas al artculo 27 Constitucional, la

  • 27

    demanda hecha entonces por el EZ para que fueran redistribuidos los latifundios y la

    derogacin de los cambios constitucionales, a saber el fin de la reforma agraria en

    Chiapas y otros estados, cancel tambin la esperanza de miles de campesinos de tener

    un pedazo de tierra. A este respecto, debemos distinguir entre los efectos que son

    medibles directamente en trminos de compra de tierra, etc y aqullos que operan ms

    en el nivel de las expectativas, esperanzas y temores. Parece claro que el fin de la

    reforma agraria constituy un rompimiento simblico con el pasado, pero un

    rompimiento que no ofreci ni ofrecer garantas de mejoramiento para el futuro.

    Desde el punto de vista de Gledhill (1988 ), el programa de la UCEZ era nuevo en el

    sentido de que desarroll una reaccin especfica ante los problemas sociales del

    capitalismo tardo y ante el fracaso de la reforma agraria. Su orientacin indigenista no

    era del todo excluyente, ni lo haca un movimiento romntico que slo mira hacia el

    pasado, sino un proyecto de reconstruccin de las relaciones sociales y la cultura.

    La UCEZ fue fundada sobre un contexto ms amplio de condiciones estructurales que

    determinaron su desarrollo. El movimiento campesino en ese momento era producto de

    un largo proceso histrico de despojo y explotacin, exacerbado durante el ltimo

    cuarto de siglo del milenio pasado por la manera en que las nuevas formas de

    acumulacin capitalista en el campo han intensificado la presin sobre la tierra, los

    recursos naturales y el proceso migratorio hacia Estados Unidos. La extraccin del

    petrleo, la ganadera, la extraccin de minerales, la explotacin intensiva de los

    recursos maderables, la apropiacin de las tierras de riego, el acelerado crecimiento

    urbano y la intensificacin del proceso migratorio han llevado a cabo sobre la base del

    despojo y la subordinacin. Paradjicamente, la UCEZ enfatiz la legalidad, sin

    embargo, su comportamiento sigui un patrn consistente en sus relaciones ambiguas y

    contradictorias con el poder, que se ejemplifican en su relacin con el cardenismo (tanto

    el de los aos treinta como el vigente en los ochenta y noventa), la legalidad y los

    partidos y organizaciones polticas. En las historias recogidas, rastreamos las races

    histricas del conflicto agrario con referencia, a las injusticias de pasado, algunos se

    centraban en el papel de la iglesia y sus alianzas con los ricos, los cargos religiosos y la

    prdida de la tierra. Otros testimonios se centraron en las experiencias vividas en las

    haciendas, muchos, hicieron alusin al uso de la violencia, algunos, los ms grandes

    recordaron cmo el capataz no les permita pizcar el maz y cmo eran golpeados con

    un cinto de piel de vbora cuando intentaban hacerlo. Otra recordaba cmo los patrones

    enviaban caballos a perseguirlos cuando cortaban el maz. Justamente el nfasis de la

  • 28

    UCEZ sobre la recuperacin de la tierra brind un sentido de seguridad y legitimidad a

    la gente que se uni a la organizacin. La insistencia en la recuperacin como

    concepto opuesto a la invasin, es un ejemplo de la importancia que tienen los recursos

    discursivos para asegurar a la gente que se une a la causa. La invasin es rechazada por

    su connotacin de ilegalidad y ello demuestra la voluntad de la UCEZ de aprovechar los

    huecos en la legislacin nacional. Sin embargo, el faccionalismo, las controversias

    entre los estilos de liderazgo, las pugnas por los recursos, el caciquismo y las nuevas

    presiones externas, fueron definitivamente las caractersticas centrales de la situacin

    a mediados de los noventa, cuando finalic mi trabajo de campo. Haciendo un resumen

    de los casos analizados Zirahun, la Colonia Comunal Emiliano Zapata e Ixtaro, mostr

    como los acontecimientos organizados por la UCEZ siguieron trayectorias distintas, en

    funcin de las diferencias existentes entre la naturaleza y contexto de cada situacin

    local. El caso de Zirahun mostr que las races histricas indgenas y la defensa de la

    comunidad delinearon todo el proceso. Tambin revel la constante actualizacin y

    renacimiento de un profundo faccionalismo enraizado histricamente en la

    comunidad. De igual manera mostr cmo los antiguos problemas resurgieron ,

    adoptando formas modernas, en el terreno del liderazgo y el caciquismo.La legalidad

    era un tema importante, especialmente en relacin al asunto de la legitimidad. Los

    discursos faccionales se centraban en demandas y contra demandas para conformar la

    verdadera comunidad. El nfasis en detentar ttulos primordiales y credenciales,

    ilustr dos elementos esenciales involucrados en la legitimacin: a) el papel del

    reconocimiento oficial a la propiedad comunal (ya fuera ste colonial o prista), b) la

    preocupacin por la estigmatizacin y autenticidad por parte de los actores que haban

    sido sujetos de discriminacin y marginacin social. Un elemento sobresaliente de este

    caso fue el empeo que la gente puso en la defensa de sus tierras, bosques y en especial

    del lago, que vino a representar la comunidad imaginaria, libre de interferencias

    externas y de querellas internas. La posicin conservadora y de resistencia de los

    comuneros frente a la modernizacin y el desarrollo era tambin un reflejo de su

    deseo de recuperar la comunidad. De esta forma, aunque la lucha que se llev a cabo

    en Zirahun era en cierto nivel, representativa de las pugnas tradicionales por

    recuperar la tierra, tambin constitua una respuesta creativa a las condiciones sociales

    de la modernizacin capitalista. Los tres casos presentaron, sin embargo, una

    coincidencia central en el hecho de que la tenencia comunal de la tierra se viva en la

    prctica como propiedad privada o el pedacito. En cada comunidad la gente

  • 29

    defenda abiertamente su derecho a tener un pequeo solar para cultivar maz, as como

    la opcin adicional de trabajar en cualquier parte como asalariados, ms que a

    comprometerse incondicionalmente con las demandas y la organizacin en colectivo.

    Quienes haban abandonado por completo la vida campesina eran slo unos cuantos,

    pero estaban atrapados en un dilema, entre su intencin de reconstruir la comunidad y

    las dificultades reales que enfrentaban como individuos.En 2005, a poco tiempo de la

    muerte de Capiz, el lder, se realiz en Zirahun, la sexta reunin del Congreso

    Nacional Indgena en la Regin Centro Pacfico. En los documentos que aludan al

    encuentro se nombra a Zirahun, el Caracol Zapatista Erupcin de Rebelda. En la

    Declaracin de Zirahun, recuerdan a Capiz como ejemplo de lucha y dignidad, y

    reconocen la lucha de la comunidad de Zirahun en la defensa de sus tierras, montes y

    aguas, con el espritu legado por el General Emiliano Zapata y saludando su voluntad de

    confirmar su vocacin de autonoma al constituir el Caracol Zapatista Erupcin de

    Rebelda en el lago Azul de Zirahun, para ejercer plenamente los derechos que le

    corresponden y resistir las agresiones del estado mexicano y los grandes capitales que

    ambicionan sus tierras, a travs del desarrollo de proyectos tursticos y urbanos y la

    destruccin de sus territorio, incluida la biodiversidad existente en su lago Lo mismo

    podra decirse del caso de la Colonia Comunal, que surgi a partir de los cambios a

    nivel regional: el crecimiento de los centros urbanos y la falta de servicios y de

    oportunidades de empleo. Pero este caso nos muestra, de manera particularmente clara,

    que es difcil recuperar las antiguas prcticas sociales en un mundo cambiante. De tal

    forma, las transformaciones a nivel del sustento familiar tradicional, por ejemplo, se

    pusieron en evidencia en este caso. En este sentido la colonia presentaba un modelo de

    proletarizacin parcial y el caso sealaba la importancia del cultivo del maz como

    complemento del trabajo asalariado, an en los contextos urbanos. Con todo, mis

    datos, indicaron que las familias tienden a abandonar esta prctica, a pesar de sus

    ventajas aparentes, porque no podra satisfacer sus necesidades de subsistencia y

    adems no pudieron mantener las relaciones sociales que hicieran posible continuar

    sembrando maz, pese a la falta de recursos. No obstante, formar parte de la UCEZ

    proporcionaba un sentido de pertenencia e identidad que cumpla un papel importante

    dentro de la resistencia social contra la explotacin, la dominacin y la opresin que

    sufran.

  • 30

    ETNICIDAD Y UCEZ The suggestion is, then, that people assert community, whether in the form of ethnicity or of locality, when they recognize in it the most adequate medium for the expression of their whole selves.Such recognition does not imply necessarily that people perceive an exact identity of interest between themselves and their community. It could simply be that the community provides them with a model for the political formulation of their interests and aspirations a model which may have been provided unwittingly by authority at a higher echelon. A. Cohen, 1985: 107 It is this concern with the structures of popular thought which distinguishes Gramscis treatment of ideology, Thus, he insists that everyone is a philosopher or an intellectual in so far as he/she thinks, since all though, action and language is reflexive, contains a conscious line of moral conduct and thus sustains a particular conception of the World (though not everyone has the specialized function of the intellectual) Stuart Hall, 1996: 431-32

    Recurrir a la identidad indgena y comunera les daba algunas posibilidades de superar

    el estigma social de ser gente muy pobre, y las etiquetas posteriores de mugrosos e

    invasores que resultaron de las acciones radicales orientadas a resarcir sus desventajas

    sociales. Mi investigacin tambin mostr que l@s comuner@s de la UCEZ,

    paradjicamente posean una afinidad esencial que contribuy a incrementar su

    experiencia social: su fe religiosa, que se encontraba definitivamente fuera del

    paquete ms bien secularista de la UCEZ. Construir una capilla en lugar de una casa

    comunal dentro de la colonia, constituy un golpe a las aspiraciones secularistas de la

    UCEZ, pero al mismo tiempo demostr las profundas races de las identidades

    antagnicas en Michoacn y cmo estas rebasan a los programas ideolgicos de los

    movimientos organizados. Esta colonia fue crucial en la realizacin de una de las

    principales aspiraciones de la UCEZ, la unin de las perspectivas indgenas y populares.

    El tercer caso Ixtaro, requiri el incluir algunos factores histricos: el legado

    contradictorio del agrarismo al pueblo de Ixtaro, la religin y la experiencia de la

    hacienda. Estos factores, acompaados de sus inquietudes sobre la seguridad y la

    tenencia de la tierra, orill a esta gente a invadir tierras, pero en el contexto de una

    coyuntura especfica. Este caso aade por lo tanto, nuevas dimensiones a nuestra

    comprensin de la complejidad y variabilidad de los procesos que pueden impulsar la

    movilizacin, y muestra que no son necesariamente los ms pobres quienes pueden

    resultar los actores centrales de dicha movilizacin. Una dimensin importante fue

    tambin la presencia recurrente del caciquismo en la cultura poltica del campo

    michoacano. Una parte substancial de mi trabajo se centra en la relacin existente entre

    la pertenencia a la UCEZ y la identidad tnica.

  • 31

    Con respecto a la discusin sobre etnicidad, privilegi investigar la importancia de la

    etnicidad en la vida de la gente (Eriksen, 1993,2000). Mi punto de partida fue

    considerar la etnicidad como una relacin entre dos o varios grupos, no como una

    propiedad de un grupo, es decir, existe entre y no dentro de los grupos. Es la

    comunicacin sistemtica y duradera de las diferencias culturales entre grupos que se

    consideran a s mismos como distintos.

    Aparece cuando las diferencias culturales son hechas relevantes en la interaccin social

    y debera entonces ser estudiada al nivel de la vida social, no al nivel de la cultura

    simblica. La Etnicidad es en consecuencia relacional, y tambin situacional: el carcter

    tnico de un encuentro social es contingente dependiendo de la situacin. No es, en

    otras palabras, absoluto.

    Una discusin central que emerge de mi trabajo, es la manera en que las diferencias

    culturales reales o imaginadas asumen importancia social. Ha sido enfatizado

    repetidamente que las identidades tnicas, grupos y creencias de cultura e historia

    compartida son creaciones ya sea que son creadas por las circunstancias histricas, por

    acciones estratgicas o como consecuencias inesperadas de proyectos polticos. En

    este sentido hay que tomar en consideracin las observaciones crticas de Peel en torno

    al presentismo en la antropologa social, y tomar los recuentos histricos ms

    seriamente, tanto como fuentes que documentan los hechos ms o menos correctamente,

    y como intentos serios por los nativos para entender su pasado. O como argumenta

    Eriksen many anthropologists would be inclined to argue against claims to the effect

    that identities are continuous through time. Perh