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AMÉRICA LATINA: NUEVA AGENDA PARA LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA Documento preparado para LATINTEC II por: Mario ALBORNOZ María Elina ESTÉBANEZ Leticia FERNÁNDEZ BERDAGUER Ernesto FERNÁNDEZ POLCUCH Gustavo LUGONES Leonardo Silvio VACCAREZZA

Albornoz y otros latintec ii (primera parte)

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AMÉRICA LATINA:NUEVA AGENDA PARA LA

COOPERACIÓN INTERNACIONALEN CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Documento preparado para LATINTEC II por:

Mario ALBORNOZMaría Elina ESTÉBANEZLeticia FERNÁNDEZ BERDAGUERErnesto FERNÁNDEZ POLCUCHGustavo LUGONESLeonardo Silvio VACCAREZZA

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AMÉRICA LATINA: NUEVA AGENDA PARA LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA

ÍNDICE

INTRODUCCIÓNpágina 1

PRIMERA PARTE:NECESIDAD DE UNA NUEVA AGENDA PARA LA CI

página 2

SEGUNDA PARTE:DIAGNÓSTICO DE PRIORIDADES LATINOAMERICANAS

página 13

TERCERA PARTE:PERSPECTIVA DE LOS ACTORES

página 26

ANEXO I:PRÁCTICAS DE VINCULACIÓN U-E EN AMERICA LATINA

página 45

ANEXO II:RESULTADOS DEL ESTUDIO DELPHI

página 85

BIBLIOGRAFÍA

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AMÉRICA LATINA: NUEVA AGENDA PARA LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA

INTRODUCCIÓN

El propósito de este documento es ofrecer criterios que posibiliten la discusión de una nueva agenda para la cooperación internacional (CI) en ciencia y tecnología en América Latina. El texto recoge las consideraciones iniciales realizadas por el equipo del Instituto de Estudios de la Ciencia, de la Universidad Nacional del Quilmes, la opinión de una serie de expertos regionales entrevistados y el resultado de un ejercicio Delphi realizado en el taller LATINTEC que se llevó a cabo en noviembre de 1997 en la Universidad de Sao Paulo. Este trabajo de colaboración entre ambas universidades contó con el apoyo de UNCTAD y el PNUD.

El documento contiene, en su primera parte, una revisión de las estrategias más generales de la CI durante las últimas décadas. Esta revisión responde al propósito de justificar la necesidad de una nueva agenda. En la segunda parte, se consideran las estrategias de desarrollo predominantes en distintos momentos de la historia más reciente de América Latina. Contiene también una fundamentación de las prioridades estratégicas de la región en la coyuntura actual. En la tercera parte se presentan, en forma sistemática, las opiniones recogidas como resultado de un conjunto de entrevistas realizadas a protagonistas de la CI en la región y el resultado de un taller en el que se realizó un ejercicio participativo orientado a explorar consensos e ideas fuerza. Este conjunto de opiniones caracterizan los problemas cruciales que deben resolver los países de América Latina y en función de los cuales corresponde orientar la CI en ciencia y tecnología.

Surge de ese material una diversidad de enfoques y percepciones, tanto en lo referido al diagnóstico básico, como a los instrumentos más convenientes para el ejercicio de las actividades cooperativas. Como resultado de tal diversidad se configura un conjunto de estrategias alternativas acerca de las cuales, en un segundo ejercicio, se reflexionará, en procura de hallar consensos básicos y establecer posibles sinergias y líneas de acción complementarias.

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PRIMERA PARTE: NECESIDAD DE UNA NUEVA AGENDA PARA LA CI

1. Una nueva racionalidad

¿Por qué es necesario elaborar una nueva agenda para la cooperación internacional (CI) en ciencia y tecnología en América Latina? Para quienes están involucrados en ella, tanto en los países, como en el seno de las organizaciones internacionales, la pertinencia de esta pregunta es obvia. Existe entre ellos la convicción creciente de que el modelo por el cual se orientó la CI durante las últimas décadas está agotado. Crece también entre ellos el desencanto por no haberse alcanzado los resultados esperados y la convicción de que se requiere, por lo tanto, un replanteamiento tan profundo que merecería ser considerado como la búsqueda de una nueva "racionalidad". Esta consideración, específicamente vinculada a las orientaciones y los mecanismos de la CI, es inseparable del desencanto que siguió a los esfuerzos realizados en la región tras la meta del desarrollo y a las dificultades que se presentan a la hora de afrontar con éxito las nuevas condiciones de la economía internacional. También está relacionada con la conciencia de que existen persistentes y agudos problemas sociales cuya solución no está a la vista.

"Cincuenta años más tarde, sin embargo, la brecha entre el Norte y el Sur es más grande que nunca. Esto torna inevitable la revisión de la naturaleza interna de la organización social de la cooperación internacional y de su propia racionalidad" (Vessuri, 1996).

Una nueva racionalidad, sí, pero ¿en función de qué fines y de qué contexto? La CI se lleva a cabo adoptando modalidades variables y mediante la aplicación de un conjunto de instrumentos cuya eficacia depende de los fines para los que ella esté definida. Hay, por lo tanto, una racionalidad de los fines, que es anterior y fundante de una racionalidad de los medios. No tomar en cuenta esto conduciría a un enfoque tecnocrático de la CI, entendiéndola implícitamente como un conjunto de actividades cuyo valor y significado es independiente de las políticas de los estados y de los intereses de los actores involucrados. Esta última referencia tiene especial importancia porque las modalidades que ha adoptado la CI en su evolución han estado relacionadas con el reconocimiento de nuevos actores participantes y de las relaciones cada vez más complejas que se establecen entre ellos. No se trata, por lo tanto, de una racionalidad puramente instrumental, ajustada a una lógica de eficacia, sino de una racionalidad social y, en gran medida, política. Esto implica que se basa en consensos relativos a los contextos históricos en los que éstos hayan sido establecidos. Es imprescindible, por lo tanto, para la elaboración de la nueva agenda, revisar aquellos contextos y examinar su relación con las modalidades adoptadas por la CI, así como el juego de actores participantes; todo esto con el objeto de establecer estrategias adecuadas a las circunstancias actuales.

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2. El paradigma del desarrollo

Tanto los primeros esfuerzos sistemáticos que realizaron los países de América Latina para institucionalizar la política científica y tecnológica, como los primeros programas de CI implementados con éxito en la región, estuvieron condicionados por la posición reservada a América Latina en el mundo de la posguerra y de la guerra fría y reflejaron en gran medida el pensamiento sobre el desarrollo inspirado por la CEPAL. Por tal motivo, es conveniente revisar los rasgos más destacados del "paradigma del desarrollo". La ruptura de aquellas certidumbres respecto a la existencia de un camino latinoamericano hacia el desarrollo endógeno está en la base de la necesidad de la nueva agenda.

A partir de la primera guerra mundial y sobre todo luego de la crisis de la década del treinta comenzó a difundirse mundialmente una generalizada desconfianza en las creencias económicas dominantes durante el siglo XIX respecto del "beneficio mutuo" implícito en el comercio internacional. Según aquellas creencias, el mejor camino para el desarrollo consistía en que cada país procurase alcanzar una plena inserción en la economía mundial, sobre la base de la división internacional del trabajo, de acuerdo con su dotación de recursos y según sus respectivas ventajas comparativas (estáticas).

La ruptura del patrón oro, las desconfianzas entre las grandes potencias por la posibilidad de nuevos enfrentamientos bélicos y el progresivo establecimiento de acuerdos comerciales preferenciales de carácter estratégico dieron lugar a economías nacionales mucho más autocentradas y orientadas al crecimiento del mercado interno (al estilo norteamericano). Esto duraría hasta comienzos de los años cincuenta.

Después de la guerra se pusieron en marcha grandes programas de reconstrucción de los países involucrados, y a ello se aplicó la tarea de muchos de los recién creados organismos multinacionales. Los países de América Latina cayeron en la cuenta de su marginación respecto a los nuevos escenarios de la economía y la política internacionales, de modo tal que alzaron sus voces para instalar la problemática del desarrollo en la agenda de los temas prioritarios de la comunidad internacional. Una respuesta a sus demandas fue la creación de la CEPAL, como un organismo especializado en la economía latinoamericana. Por efecto de aquellas presiones, la cuestión del desarrollo fue reconocida como la prioridad estratégica fundamental para la región, adoptando un sentido que fue crecientemente influenciado por la CEPAL, y quedó indisolublemente ligada a los mecanismos de la CI, dotándolos de significación y orientando sus estrategias (Sunkel y Paz, 1970).

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La recuperación del comercio internacional a partir de la posguerra, mostró a una América Latina con dificultades crecientes para beneficiarse de los flujos de intercambio, con lo que las desconfianzas de décadas anteriores, paulatinamente abandonadas por el primer mundo, se reforzaron en los actores más destacados de la región y hallaron eco en las orientaciones estratégicas de los organismos internacionales responsables de la asistencia técnica y financiera. Los economistas del desarrollo (Hirschman, Rostow, Rosenstein-Rodan, Nurkse y otros), en su mayoría vinculados de una u otra manera a esos organismos internacionales, y sobre todo a la CEPAL con su enfoque estructuralista, sostuvieron visiones estratégicas que, con diferencias de grado, implicaban una cierta coincidencia en la inconveniencia -para el desarrollo económico y social de los países de la región- de una inserción pasiva en el comercio internacional. Argumentaban que las diferencias en la elasticidad-ingreso de las importaciones de la región con respecto a las de los países desarrollados, así como el deterioro de los términos de intercambio, producían la paradoja de que los períodos de expansión de la actividad económica fueran cíclicamente seguidos de agudas crisis del sector externo.

La solución propuesta fue la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) a partir de una activa intervención del estado para modificar las señales de precios y regular el funcionamiento de los mercados. Al cabo de algunas décadas, este modelo se reveló incapaz de resolver el problema y, en algunos aspectos, hasta podría sostenerse que lo agravó, pese a que -justo es reconocerlo- propulsó el crecimiento de la producción de manufacturas a lo largo de la región.

En el plano de la ciencia y la tecnología, durante las décadas de los años cincuenta y los sesenta los países de la región comenzaron a abrir el campo de la política científica y tecnológica y crearon las instituciones adecuadas para ello, siguiendo las pautas de un proceso de formalización de tales políticas que, también en los países industrializados, surgía como un fenómeno de posguerra.

El "sistema científico y tecnológico" en la mayor parte de los países de la región (sin excepciones en los de mayor tamaño) fue diseñado siguiendo las pautas organizativas y la concepción general acerca de los procesos de producción y aplicación de conocimientos que difundía activamente la UNESCO. Aquellos esquemas estaban basados en lo que hoy se denomina "modelo lineal", que concebía el proceso innovador como un continuum entre la investigación básica y el desarrollo tecnológico. Como un derivado de tal visión, las políticas para la ciencia, desde el punto de vista de su transmisión social, eran ofertistas; es decir, se basaban en la estrategia de reunir grupos capaces de producir conocimiento relevante (el concepto aplicado era el de masa crítica) y procurar luego su transferencia social.

Desde el punto de vista de las estrategias de industrialización, la tecnología se transfería en forma incorporada a las grandes inversiones de capital, sin que se prestara suficiente atención

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a las fases de adaptación a las condiciones de mercado, aprendizaje y todas aquellas que hoy se engloban en el concepto de trayectoria tecnológica de las firmas (Bell, 1995). El resultado fue un nivel relativamente bajo en la capacidad tecnológica del sector productivo de los países latinoamericanos, y sistemas científicos escasamente vinculados con los procesos económicos y sociales; por lo tanto -en una compleja relación de causas y efectos- escasamente dotados de recursos, para los que la CI aparecía como una fuente de auxilio para la supervivencia de los grupos mejor preparados para la estrategia de obtención de ayudas, o mejor posicionados en el plano de la política científica local.

3. La crisis de la "racionalidad" del modelo de CI de la posguerra

Algunas de las notas principales del modelo de CI en ciencia y tecnología prevaleciente en América Latina hasta los años ochenta han sido:

a) orientación hacia el desarrollo,b) apoyo a la I+D,c) estructura asimétrica (Norte-Sur),d) multilateralidad,e) modalidad predominantemente asistencial yf) apoyo a políticas públicas y a sectores académicos.

a) orientación hacia el desarrolloLa CI en ciencia y tecnología, tal como se la ha conocido en América Latina a partir de los años de la posguerra, ha estado asociada contextualmente a los esfuerzos llevados a cabo en la región para alcanzar el desarrollo y fue concebida como un instrumento apto para tal propósito.

b) apoyo a la I+DLa política de CI de las agencias y de los principales países en relación a América Latina estuvo guiada por un propósito básico: creación y fortalecimiento de capacidades de I+D en instituciones científicas y universitarias. En algunos casos las acciones de CI se orientaron a la formación de recursos humanos y, en otros, a la inversión en infraestructura (equipamiento, laboratorios, etc.). Esta estrategia estaba mediatizada por el llamado "modelo lineal", el cual normativizaba la necesidad de la inversión en I+D como condición sine qua non para el desarrollo tecnológico.

c) estructura asimétrica (Norte-Sur)Aquel modelo de CI, no obstante, estaba impregnado de una idea de "progreso" que era funcional a los intereses y perspectivas propios de los países industrializados, en su condición de "donantes". La estructura de la CI era fundamentalmente asimétrica, estaba influida por las tendencias de hegemonías de bloque y respondía a la idea dominante del "diálogo Norte-Sur".

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d) multilateralidadEl escenario de las relaciones internacionales de la posguerra y la guerra fría jerarquizaba el papel de los grandes organismos internacionales, los que a su vez actuaban como principales impulsores de la CI, en un modelo de "oferta" de recursos y asistencia técnica. En tal contexto, los mecanismos de CI fueron fundamentalmente multilaterales, en función de la lógica que los organismos internacionales le imprimieron y de la escasa capacidad de los países para desempeñarse como actores protagónicos. Aquel rasgo explica la importante influencia que, sobre la conformación de los sistemas institucionales de ciencia y tecnología en América Latina, tuvieron organizaciones como OEA, UNESCO, CEPAL y PNUD, entre otras.

e) modalidad predominantemente asistencialComo consecuencia de los rasgos anteriores, en el contexto de la reconstrucción del mundo de posguerra, cuyos ejes centrales transcurrían en escenarios distintos a América Latina, la CI adquirió en esta región una modalidad predominantemente asistencial; el secreto del éxito del buen gestor de CI era la capacidad de acceso a las fuentes de recursos de "ayuda" a América Latina. f) apoyo a políticas públicas y a sectores académicosEl actor protagónico en los modelos de desarrollo puestos en práctica en la mayor parte de los países latinoamericanos era el estado. Tal protagonismo, en ciertos casos, alcanzaba un carácter casi monopólico, en razón del involucramiento público en los sectores industriales estratégicos. La CI, en este contexto, adquirió fundamentalmente, el sentido de apoyo a políticas públicas (y, por consiguiente, implicaba la asociación de las fuentes externas con actores públicos locales). La CI en ciencia y tecnología se dirigió también hacia los sectores académicos, particularmente a través de programas de becas y también a través de la donación de equipamiento o la financiación de proyectos de I+D. En este último caso, sin embargo, predominó la modalidad asistencial por sobre la cooperación entre pares y, en el caso de ciertos programas de apoyo a las ciencias sociales, el tinte ideológico resultó ser un factor de perturbación para la CI.

4. Un nuevo paradigma reemplaza al tradicional

En los últimos veinte años, las transformaciones de la economía internacional adquirieron un rumbo que implicaba un sentido de cambio tan profundo que los marcos referenciales para las acciones de CI entraron en crisis. Sin lugar a dudas, ello fue consecuencia, por una parte, de la historia propia de América Latina en los años anteriores y, por otra parte, de procesos en gran escala, como los de la "globalización" o "mundialización" de la economía y la tecnología. Este contexto macro permite interpretar ciertas mudanzas en los conceptos y orientaciones básicas de la cooperación sustentadas por los países industrializados.

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En cuanto a la perspectiva propia de los países latinoamericanos, la crisis del paradigma desarrollista asociado a la estrategia de industrialización sustitutiva repercutió claramente sobre el plano de la CI. La crisis de la deuda, a comienzos de los ochenta, marcó la quiebra del modelo de estado vigente en los países de la región y decretó el fin de las estrategias sustitutivas. Después de una década de desconcierto, el paradigma dominante en las políticas económicas que se implementan ha vuelto a ser la inserción en la economía mundial, lo que implica, para la industria desarrollada en la región, superar el desafío de abrirse a la competencia internacional sin la tutoría y soporte del estado. Las expectativas actuales de las políticas de ajuste y modernización implementadas por la mayoría de los países están puestas en que esa competencia abierta y el contacto pleno con el exterior deriven en mejoras técnicas y organizativas para las firmas latinoamericanas.

En materia de políticas específicas para la ciencia y la tecnología, el enfoque ofertista, que no había sido patrimonio exclusivo de los países latinoamericanos (ya que en los años sesenta había sido adoptado en general, en la mayor parte de los países; en especial, los europeos), fue paulatinamente desplazado por el de demanda. Este proceso acompaña el establecimiento de políticas neo-schumpeterianas de estímulo a la innovación, y al auge de la competitividad como motor de la construcción de los mercados mundiales.

El proceso de transformación puesto en marcha siguen un ritmo incierto, en razón de la magnitud de los cambios en el interior de la región, en un contexto internacional que plantea condiciones muy desafiantes y cuya propia movilización aún no ha concluido. En el campo de la tecnología, los países de América Latina deben hacer frente al hecho de que el cambio tecnológico ha alcanzado en el mundo industrializado un gran dinamismo, apoyado en el impulso que le brindan las nuevas tecnologías; en particular, aquellas de procesamiento de la información, la automatización y las comunicaciones. La producción a gran escala, propia del modelo de industrialización fordista, da lugar a la fabricación en pequeña escala, a los mecanismos de planificación y financiamiento basados en el riesgo, y al auge de un nuevo tipo de empresas "de base tecnológica".

El impacto de tales transformaciones, en las que el valor agregado del conocimiento científico y tecnológico adquiere un lugar central, trasciende el plano estrictamente productivo para inducir transformaciones sociales. Este proceso ha recibido el nombre de "sociedad postindustrial" o "sociedad del conocimiento". Para América Latina, estos rasgos han sido tenidos en cuenta por quienes han caracterizado su coyuntura actual como el "desafío del conocimiento" (Fajnzilber, 1989).

"Viviremos en un mundo donde continuamente se introducirán nuevos diseños, innovaciones tecnológicas y productos que ofrezcan nuevas y singulares combinaciones de funciones, sólo para ser desplazados por nuevas ofertas, de modo que el valor-conocimiento, al igual que antes el petróleo, se transformará en un bien desechable que

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se consumirá y desechará con gran celeridad. La diversificación de productos y la tecnología de la información de los años ochenta se puede considerar precursora de un abandono de la producción masiva estandarizada a cambio de un sector manufacturero cada vez más heterogéneo donde las operaciones serán de escala cada vez más pequeña. Existen pruebas de ello en la proliferación de pequeñas firmas (conocidas en Japón como "empresas de riesgo") que recientemente han gozado de gran éxito y rápido crecimiento al desarrollar productos con valor conocimiento" (Sakaiya, 1994).

La respuesta a las nuevas condiciones requiere que los países de la región sean capaces de formular políticas inéditas ya que, ni mantiene su vigencia el modelo lineal sobre el cual se articularon las estrategias de décadas pasadas, ni pueden ser trasplantadas acríticamente las políticas de estímulo a la innovación que se aplican en los países industrializados, dado que la realidad productiva regional es diametralmente diferente.

En materia de CI, en cambio, las estrategias pueden estar más claras, ya que la estructura social emergente del contexto de la globalización de la economía y la tecnología, ha dado lugar -como uno de los fenómenos actuales más llamativos- a la conformación de redes de diversos actores, productores y consumidores entre otros, por las que fluye el conocimiento y la innovación. También la producción del conocimiento científico se ajusta a este tipo, en una transformación del modelo clásico, cuyas claves estaban exclusivamente en manos de la llamada "comunidad científica".

"Recientemente los trabajos económicos han intentado modelizar las etapas del proceso de innovación (modelos de etapas múltiples), tomar en cuenta el espacio geográfico y el tiempo (modelos dinámicos), evaluar los cambios de actitud de los agentes económicos o también tomar en cuenta la adopción múltiple de las innovaciones (Mahajan y Peterson, 1985). Además, los trabajos de economía de la I+D han superado una primera fase caracterizada por la integración del progreso técnico en las funciones de producción clásicas. El análisis en términos de redes trata precisamente de descifrar la complejidad de los fenómenos ligados a la innovación, a la heterogeneidad de las situaciones y a la irreductibilidad de los actores sociales" (Arvanitis, 1996).

Existe preocupación, sin embargo, por las tendencias excluyentes que acompañan la conformación de las redes globales y regionales de producción y comercio que lideran las compañías internacionales, las que actúan de manera altamente selectiva en relación con las posibilidades de incorporación a ellas. En otras palabras, gran parte del espectro industrial de la región (esto es, numerosas firmas y amplias áreas geográficas) puede quedar afuera de las corrientes más dinámicas de generación de conocimiento y riqueza, ensanchando la brecha que separa a las economías latinoamericanas de las más desarrolladas y agravando los principales problemas sociales y económicos de la región. La CI en relación a las redes debe

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facilitar la inclusión de los actores regionales. Si esto se lograra se abrirían nuevos escenarios para las políticas de ciencia, tecnología e innovación.

5. La crisis de los modelos de cooperación

En los últimos años, los marcos referenciales para las acciones de CI entraron en crisis, a la par de las transformaciones sociales. La agudización de los conflictos sociales y la penuria económica en otras regiones del mundo (particularmente, África) cambió las prioridades de la mayor parte de las agencias internacionales, reservándose la modalidad "asistencial" para las regiones más pobres. Sin embargo, la madurez relativa que, a partir de entonces se reconoce a América Latina, es más el resultado de decisiones burocráticas o políticas, que el logro real de una "mayoría de edad" en todos los países de la región. Muchos programas de CI, como consecuencia de ello, se encontraron con sus recursos mermados y sin una estrategia sustitutiva de la anterior. El resultado es un cuadro general de la CI que exhibe, entre otros rasgos, una gran dispersión de estrategias y cierta oscuridad en cuanto a los objetivos. Se necesita, por lo tanto, un nuevo paradigma y, como consecuencia de ello, una nueva "agenda". Los ejes para su elaboración deben surgir de una lectura atenta de los datos y de la compulsa a la visión de los actores.

La lectura de los datos muestra que, como en todas las crisis, hay un modelo en ciernes, que paulatinamente tiende a prevalecer. En la etapa actual, sin embargo, debe ser desentrañado y reconocido, por cuanto coexiste con la inercia de la etapa anterior. Los rasgos más destacados del nuevo modelo serían:

a) apoyo a la innovación y el desarrollo tecnológico,b) modalidad predominantemente asociativa,c) nueva multilateralidad y énfasis en la bilateralidad,d) revalorización de la cooperación horizontal (Sur-Sur), e) apoyo a iniciativas privadas (y, por consiguiente, asociación con actores privados),f) estímulo a la vinculación entre actores diversos.

El enfoque del modelo lineal basado en la I+D fue dando lugar a un nuevo enfoque centrado en la innovación, cuyo eje orientador está ahora constituido por el estímulo a la demanda de conocimientos por parte de las empresas y la construcción de vínculos entre las instituciones académicas y las del sector productivo. Por otra parte, la modalidad asociativa reemplaza al tradicional enfoque asistencial. La CI toma la forma de una asociación en la que ambos términos se benefician. En el modelo que surge, se postula que todos deberían ganar. El interés recíproco se hace ahora explícito, y no implícito como antaño.

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La pérdida relativa de protagonismo de los organismos internacionales y el desarrollo de capacidades de interlocución en los países de la región ha determinado el ocaso de la anterior multilateralidad de la oferta y el surgimiento progresivo de una nueva multilateralidad en la que todos aspiran a ser considerados como pares. El énfasis en la bilateralidad tiene, en parte, el mismo origen, pero expresa también los fenómenos propios del fin de la guerra fría; entre ellos, el ocaso relativo de los foros internacionales (como el sistema de las Naciones Unidas) en base a los cuales se articuló el mundo de la posguerra. La cooperación Sur-Sur, en cambio, surge como expresión neta del nuevo modelo asociativo. Expresa, además, una tendencia que acompaña a la mundialización, y es la consolidación (en paralelo) de los espacios regionales.

Por otra parte, el modelo competitivo, heterogéneo y centrado en la innovación ya no es monopolizado por el estado. La CI reconoce, crecientemente, a los actores privados: empresas y organizaciones no gubernamentales (ONG). Entre ellos, cumplen en la nueva etapa un papel crecientemente protagónicos los bancos, a través de mecanismos y ámbitos no tradicionales. A partir de 1961, por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) venía realizando acciones de financiamiento para ciencia y tecnología, aunque sin contar con una política explícita en relación a ello. Sin embargo, desde 1968 en adelante tales aciones continuaron y se profundizaron en el contexto de una política hecha explícita por el Directorio. Desde entonces, y hasta 1996, el BID ha facilitado tres mil ochocientos millones de dólares para el financiamiento de ciencia y tecnología en la región (Mayorga, 1997).

6. Elementos de una nueva racionalidad

Tal como se ha señalado en los puntos anteriores, la modificación de las condiciones básicas y de los supuestos conceptuales que orientaron la búsqueda del desarrollo latinoamericano ha dado lugar a una crisis de modelos referenciales para la CI en ciencia y tecnología. Se ha dicho que es necesario poner en práctica una nueva racionalidad. Ella debe asentar sus cimientos sobre un adecuado análisis del escenario actual para la región. Los elementos de esta nueva racionalidad de la CI en ciencia y tecnología deben tomar en cuenta, por consiguiente, la lógica de los diversos actores. Tal racionalidad debe ser inteligible, entre otros, para:

(i) los gobiernos (de uno y otro lado del "mostrador"; es decir, como demandantes y como prestatarios de CI),

(ii) las agencias,(iii) las instituciones académicas, científicas y tecnológicas,(iv) las empresas.

Reconocer la multiplicidad de actores no debe ser equivalente a sostener un concepto atomizado de la CI. Muy por el contrario, el reconocimiento de la lógica actoral deriva en el establecimiento de una "lógica de la vinculación", como orientación estratégica para la CI. Esta nueva lógica debe partir de reconocer la existencia del mercado y las consecuencias que

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de tal reconocimiento se siguen, tales como su dinámica y su influencia sobre la conducta de los actores. Tal recordatorio tiene su importancia en el debate latinoamericano ya que, en épocas anteriores, no siempre el mercado fue legitimado discursivamente, ni suficientemente incorporado a los modelos teóricos orientadores del desarrollo y la CI. Sin embargo, aceptar las consecuencias del mercado no implica absolutizarlo. Si en el debate de antaño había "poco mercado", en el contemporáneo hay posiciones -por momentos, hegemónicas- que exageran su función e importancia. No hay que olvidar que los mercados pueden ser organizados y que para ello se necesita que los estados latinoamericanos sean capaces de formular y aplicar políticas públicas orientadas a objetivos estratégicos.

El hecho de asumir la lógica de los actores conduce también a explorar otros modelos organizativos e instrumentales para la CI en ciencia y tecnología. Es el caso de las redes que, si bien existen de hecho, en la misma medida en que se vuelve más compleja la comunidad científica, han pasado a ser objeto de sistematización teórica y de explícito apoyo promocional por parte de las agencias de CI. El concepto de "redes" brinda el sustento más rico para el modelo y las estrategias de CI que están emergiendo.

"Muchas veces los paradigmas internacionales de investigación desembocan en la formación de redes. Es, incluso, la naturaleza de la colaboración internacional lo que parece justificarlo en particular en el caso de algunas disciplinas cuyo campo de observación es, por naturaleza, internacional como la oceanografía o la climatología. Es lógico pensar que en muchos casos la permanencia de una fuente de financiamiento permite la emergencia, la extensión y la consolidación de las redes de investigación, como lo demuestra la fuerte presencia de los organismos internacionales (PNUD, UNESCO; UNU, FIS, pero también agencias nacionales de financiamiento de la investigación a nivel internacional como JICA, el otrora US-AID, el IDRC, etc.). En muchos casos, la formación de la red es anterior a los financiamientos concomitantes con ellos" (Arvanitis, 1996).

Los temas de la nueva agenda de la CI en ciencia y tecnología en América Latina están sobre la mesa, pero en desorden. La confusión actual es propia de las transiciones entre el territorio conocido de los modelos que han perdido capacidad explicativa, hasta nuevos territorios, relativamente inexplorados, en los que coexisten nuevas evidencias e incertidumbres. La construcción de la agenda será el resultado de una estrategia de lecturas realistas de los contextos actuales y del acuerdo acerca de los fines deseados. En la medida en que ambas tareas implican un compromiso entre problemas, recursos y decisiones políticas, la elaboración de la agenda no es algo que se pueda realizar de una sola vez, sino un camino que debe ser andado y reandado permanentemente.