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Al ver la película “El Club del Emperador” es imposible no rememorar nuestro paso por las aulas del colegio, recuerdos frescos aún de una etapa sumamente importante de nuestra vida, y con ello recordar ¿por qué no?, a nuestros maestros. Ellos nos ofrecieron dedicación y esfuerzo, son un ejemplo de amor y sacrificio hacia sus “hijos” alumnos. Hay algunos, los buenos maestros que, saben empinarse en su espíritu de entrega a los demás, en la exaltación del pensamiento y de la belleza, en el amor a su vocación y por ende a Dios. Al relimar el tema de “El Club del Emperador” estoy seguro que el Señor Hundert era un maestro probo, con grandes anhelos para con sus alumnos, maestro de aquellos que antes mencioné, y se presenta ante él su gran reto, el mayor reto quizá, aquel muchacho Sedgewick; que a pesar de tener dinero en abundancia y todas las comodidades que con éste se obtienen, él, carecía de afecto y amor paternal que es insustituible, en ser que se ponía el título de “líder” sin tener ideales, queriendo dominar sin inteligencia y naturalmente un muchacho carente de valores. Es sabido que los padres deben conocer a los hijos en lo común y en lo diferente, para apoyarlo con éxito en su crecimiento y desarrollo, y los maestros complementan esta formación. Pero el maestro Hundert se da cuenta que Sedgewick es un buen prospecto y se propone “moldearlo” con la esperanza que abriga todo buen profesor de educar a sus pupilos y hacer de él, un hombre inteligente y de bien. Le dedica tiempo y hace denodados esfuerzos con absoluto desinterés y entrega espontánea tratando de formar a este joven y lograr así un buen alumno, mejor hijo, un ciudadano digno y honrado que algún día, al igual que él, brindará sus conocimientos para el bien de la sociedad y de su nación pues “sólo con la educación se logra mejor calidad de vida, superación y prosperidad en todo sentido”.

Ensayo - El club del emperador

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Al ver la película “El Club del Emperador” es imposible no rememorar nuestro paso por las aulas del colegio, recuerdos frescos aún de una etapa sumamente importante de nuestra vida, y con ello recordar ¿por qué no?, a nuestros maestros. Ellos nos ofrecieron dedicación y esfuerzo, son un ejemplo de amor y sacrificio hacia sus “hijos” alumnos.

Hay algunos, los buenos maestros que, saben empinarse en su espíritu de entrega a los demás, en la exaltación del pensamiento y de la belleza, en el amor a su vocación y por ende a Dios.

Al relimar el tema de “El Club del Emperador” estoy seguro que el Señor Hundert era un maestro probo, con grandes anhelos para con sus alumnos, maestro de aquellos que antes mencioné, y se presenta ante él su gran reto, el mayor reto quizá, aquel muchacho Sedgewick; que a pesar de tener dinero en abundancia y todas las comodidades que con éste se obtienen, él, carecía de afecto y amor paternal que es insustituible, en ser que se ponía el título de “líder” sin tener ideales, queriendo dominar sin inteligencia y naturalmente un muchacho carente de valores.

Es sabido que los padres deben conocer a los hijos en lo común y en lo diferente, para apoyarlo con éxito en su crecimiento y desarrollo, y los maestros complementan esta formación. Pero el maestro Hundert se da cuenta que Sedgewick es un buen prospecto y se propone “moldearlo” con la esperanza que abriga todo buen profesor de educar a sus pupilos y hacer de él, un hombre inteligente y de bien. Le dedica tiempo y hace denodados esfuerzos con absoluto desinterés y entrega espontánea tratando de formar a este joven y lograr así un buen alumno, mejor hijo, un ciudadano digno y honrado que algún día, al igual que él, brindará sus conocimientos para el bien de la sociedad y de su nación pues “sólo con la educación se logra mejor calidad de vida, superación y prosperidad en todo sentido”.

Su gran prueba es “El concurso de los emperadores”, el alumno que ganara sería coronado con los laureles de Julio César y con ello el prestigio del colegio sería mayor y por supuesto el del maestro Hundert también, se estimularía a los demás alumnos a un esfuerzo mayor en sus estudios pues la oportunidad era para todos; sin embargo, que gran decepción la del Sr. Hundert al darse cuenta que Sedgewick hace trampa con las respuestas, porque no hizo lo que los demás, estudiar, e injustamente estaba en un lugar de honor debiendo estar el alumno Martín a quién el maestro le arrebató el derecho a concursar, fue su decisión, fue su elección y también su gran error.

El maestro falló, humanamente se equivocó; pero después de veinte años, al ser invitado al reencuentro de sus alumnos y al proponerle que realice “El concurso de los Emperadores” nuevamente, siente que tal vez en esta ocasión, el irreverente e insensato Sedgewick haya cambiado y el concurso se lleve a cabo como debiera ser. Pero no, que desagradable sorpresa para él darse cuenta que aquel muchacho falso y vano no había cambiado; para peor, no solo hizo trampa en el concurso, sino que para ello contó con la complicidad de un ex alumno y pretendía seguir los pasos de su padre e incursionar en

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la política, sus compañeros ajenos a su proceder lo vitorean, le dan ánimo y ofrecen su apoyo, más, el maestro Hundert no.

El maestro se siente defraudado por segunda vez y a pesar que le formula una pregunta fuera del concurso y lo hace equivocar, no está conforme y al encontrarse en el baño con Sedgewick lo encara y reprocha su falta de moral y le da su última lección: “Todos en algún momento nos vemos obligados a mirarnos en el espejo y ver cómo somos en realidad, y cuando llegue ese día tendrás que ver que viviste sin virtudes y sin principios… fin de la clase”. Sedgewick estalla y deja ver su verdadero ser, aquel que piensa que la persona con valores, virtudes y principios no llegan nunca a ningún sitio, no logran nada, en cambio las personas como él, que mienten, que estafan y pasan sobre los demás son los verdaderos triunfadores.

La vida a veces nos da las mejores lecciones cuando menos lo esperamos y sucedió esto en la película, lo que el maestro Hundert no consiguió con todo el esfuerzo que le dedicó, lo logró el pequeño hijo de Sedgewick que en uno de los privados del baño había escuchado aquella última lección a su padre y la respuesta de éste; bastó sólo una mirada de decepción y desprecio hacia su padre para desmoronarlo.

El desenlace de la película se da con la confesión sincera del maestro hacia su alumno Martín y la demostración de comprensión y perdón del alumno que para demostrárselo envía a su pequeño hijo a su clase para que lo forme como lo hizo con él.

Intento plasmar las emociones que el personaje del maestro Hundert me trasmite y creo que siente rabia, ira al comienzo, al darse cuenta que su alumno traicionó su confianza y buena voluntad; frustración, pues todo el esfuerzo y sacrifico que le dedicó no sirvieron de nada; desolación pues su tiempo lo puedo dedicar a otro alumno o a sus asuntos personales; impotencia, ya que Sedgewick, siendo hijo de un senador, poco o nada podía hacer para delatarlo o castigarlo; y sentimiento de culpa ante su otro alumno, a quién quitó la oportunidad de concursar, oportunidad que él había logrado por mérito propio no como Sedgewick.

Considero que a veces, como en este caso, los maestros también se equivocan, depositando sus esperanzas en alumnos que los decepcionan con su proceder a lo largo de su vida, desvirtuando todo lo que se le trató de inculcar en las aulas del colegio o universidad.