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EL TRABAJO HUMANO: EL SENTIDO DE LAS PROFESIONES DESDE UNA MIRADA CRISTIANA Consideraciones básicas relativas a la concepción “cristiana” del trabajo humano y de las profesiones. Se tienen en cuenta las raíces bíblicas y el aporte de autores espirituales, como así también del magisterio de la Iglesia. Culminamos haciendo breves referencias a los problemas actuales que afronta el mundo laboral. Trabajo humano, Doctrina Social de la Iglesia, Profesiones, Ética Profesional Consideracion es básicas Germán E. Grosso Molina Universidad Católica de Cuyo 13/06/2017

El trabajo humano 2.0

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EL TRABAJO HUMANO: EL SENTIDO DE LAS

PROFESIONES DESDE UNA MIRADA

CRISTIANA

Consideraciones básicas relativas a la concepción “cristiana” del

trabajo humano y de las profesiones. Se tienen en cuenta las raíces bíblicas

y el aporte de autores espirituales, como así también del magisterio de la

Iglesia. Culminamos haciendo breves referencias a los problemas actuales

que afronta el mundo laboral.

Trabajo humano, Doctrina Social de la Iglesia, Profesiones, Ética Profesional

Consideracion

es básicas

Germán E. Grosso Molina

Universidad Católica de

Cuyo

13/06/2017

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El trabajo humano: el sentido de las profesiones desde una mirada

cristiana

“Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios…El trabajo,

todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación” (Escrivá)

Por Germán E. Grosso Molina1

1 – El trabajo humano

Comenzaremos estas reflexiones acerca del trabajo humano y las profesiones en general,

tratando de comprenderlos en su verdadera dimensión.

Vivimos en un mundo que en la actualidad se encuentra muy influido por ideas o concepciones

materialistas de la vida y de las cosas. El utilitarismo y consumismo exacerbado impregnan fuertemente

nuestra cultura.

En este contexto el trabajo para el hombre puede adquirir diferentes sentidos. En efecto, desde

esa mirada banal y materialista del trabajo, éste puede ser apreciado sólo como un medio de obtener

riqueza. Ese es su único sentido. Desde una mirada más bien pesimista de la vida, el trabajo puede ser

visto entonces como una “carga”, como un pesado yugo que todos los hombres debemos soportar para

sobrevivir.

A simple vista ya podemos apreciar lo reducidas que resultan estas miradas. Por eso

proponemos, desde estas líneas, una reflexión un poco más profunda, tanto desde una mirada

esencialmente humana, partiendo de contemplar el ser humano como persona, dotado de dignidad,

arribando a una observación de tipo más teológica, teniendo en cuenta lo que nos propone nuestra fe

católica.

Para ello haremos un breve recorrido por distintos conceptos básicos y elementales, que iremos

transitando en este pequeño trabajo.

Terminamos este punto introductorio, con esta reflexión, la que si bien refiere más bien a los

desafíos de los futuros profesionales universitarios, sirve y nos aporta mucho a nuestro tema, teniendo

en cuenta la importancia trascendental que tienen hoy por hoy dichos trabajadores:

1 Abogado. Docente, actualmente titular de Ética profesional y legislación bioquímica de la

carrera de Lic. en bioquímica de la Fac. de Alimentos, Bioq., y Farmacéuticas, de la Univ.

Católica de Cuyo; Formación humanística” de la carrera en la Lic. en Gestión de las Instituciones

Educativas de la Facultad de Educación. Ha integrado otras cátedras e institutos referentes a la

materia en la misma casa de estudios. Coordinador del posgrado “Diplomatura en Magistratura y

Gestión Judicial” de la Facultad de Derecho. Diplomado en Antropología Cristiana por la

Universidad de FASTA (2014). Miembro de la Comisión de Justicia y Paz.

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Es necesario que la Universidad forme a los estudiantes en una mentalidad de servicio: servicio a la sociedad, promoviendo el bien común con su trabajo profesional y con su actuación cívica. Los universitarios necesitan ser responsables, tener una sana inquietud por los problemas de los demás y un espíritu generoso que les lleve a enfrentarse con estos problemas, y a procurar encontrar la mejor solución. Dar al estudiante todo eso es tarea de la Universidad... La Universidad no debe formar hombres que luego consuman egoístamente los beneficios alcanzados con sus estudios, debe prepararles para una tarea de generosa ayuda al prójimo, de fraternidad cristiana (Escrivá, Conversaciones. La Universidad al servicio de la sociedad actual 1968, Cap 6, n° 74 y 75).

Repensar el trabajo

José Félix Pons de Villanueva nos propone “Repensar el trabajo” (Pons de Villanueva s.f.), y

afirma que:

La sociedad del bienestar nos sugiere constantemente que la vida 'de verdad' comienza al terminar el trabajo. El tiempo libre y el ocio han cobrado un valor por sí mismos, que oscurecen el valor del trabajo y nos hacen pensar quizá que el trabajo es un lastre que no hay más remedio que acarrear…

Existe el peligro de pensar, especialmente cuando uno hace un trabajo rutinario, o cuando trabaja por los intereses de una empresa y no por los propios intereses, que la vida comienza de verdad después del trabajo. La cantidad de trabajo profesional no es idéntica a la plenitud de sentido de una vida creadora. El neurótico, sin embargo, intenta evadirse de la vida en sí misma. Se escapa de la vida, en su plenitud, a la vida profesional.

Para no caer en esta falsa concepción del trabajo, podemos encontrar más luz sobre el sentido y

la dimensión antropológica del trabajo en los autores espirituales. Podemos acudir en este sentido a las

enseñanzas de san Josemaría Escrivá de Balaguer (Escrivá, Es Cristo que pasa. En el taller de José... 1973).

En una homilía, el llamado santo de la vida ordinaria, decía:

Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras.

El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la humanidad (...).

Otro referente puede ser también Juan Pablo II. En su encíclica Laborem Exercens, dedicada a

reflexionar sobre el trabajo humano, se extiende sobre el sentido objetivo del trabajo, la técnica y sobre

su sentido subjetivo en el hombre como sujeto del trabajo:

Aunque pueda parecer que en el proceso industrial ´trabaja´ la máquina mientras el hombre la vigila (...) los sucesivos cambios industriales y postindustriales, demuestran de manera elocuente que también en la época del ´trabajo´ cada vez más mecanizado, el sujeto propio

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del trabajo sigue siendo el hombre. Es un hecho, por otra parte, que a veces, la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del hombre (...). No hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona, un sujeto consciente y libre, es decir, un sujeto que decide de sí mismo (...). El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto (...). Es cierto que el hombre está destinado y llamado al trabajo; pero ante todo, el trabajo está ´en función del hombre´ (JUAN PABLO II 1981).

Con esta conclusión se llega justamente a reconocer la preeminencia del significado subjetivo del

trabajo sobre el significado objetivo (...). La finalidad del trabajo -aunque fuera el trabajo más corriente,

monótono- permanece siempre el hombre mismo. Vale la pena pararse a pensar quién, cómo, por qué y

para quién trabajamos a la hora de afrontar los desafíos laborales del Siglo XXI.

Definición y sentido del trabajo.

Trabajo proviene etimológicamente del latín trabs (traba, dificultad). Ensayar una definición

precisa, resulta un tanto dificultoso, pues es difícil no caer en una mirada parcial acerca del mismo

(económica, política, sociológica, antropológica, etc.).

Una mirada estrictamente economicista diría que éste (el trabajo), es uno de los factores que

interviene en el intercambio de bienes y servicios. Un eslabón más en la cadena de producción, en la que

se entrelazan los bienes, el capital, las maquinarias… y el trabajo como un elemento más.

Otra mirada diría que, ya que las necesidades humanas deben ser satisfechas (comida, vestido,

vivienda, etc.), el trabajo configura un derecho fundamental (jurídico).

Otro enfoque más reductivista, diría que trabajo es toda actividad que consista en la

modificación del espacio exterior del hombre. Aquí se recalca sólo el aspecto material; trabajar es

modificar el medio ambiente, el especio exterior; sin reflexionar con mayor profundidad sobre el

asunto2.

Un autor especialista en Ética, Ricardo Sada, luego de comentarnos estos conceptos, nos trae

una definición que pretende contemplar el trabajo en su verdadera dimensión:

Trabajo es el ejercicio de las facultades humanas aplicado sobre distintas realidades, para comunicarles unidad y valor, haciendo posible a quien trabaja tender hacia su propia perfección, obtener la satisfacción de sus necesidades vitales y contribuir a la creciente humanización del mundo y sus estructuras (Sada 2011, 177).

2 “La grandeza del trabajo humano era ignorada en el mundo antiguo. Benedicto XVI ha hecho notar

que «el mundo greco-romano no conocía ningún Dios Creador; la divinidad suprema, según su manera

de pensar, no podía, por así decir, ensuciarse las manos con la creación de la materia.

“Construir” el mundo quedaba reservado al demiurgo, una deidad subordinada. Muy distinto es el

Dios cristiano: Él, el Uno, el verdadero y único Dios, es también el Creador. Dios trabaja;

continúa trabajando en y sobre la historia de los hombres. En Cristo entra como Persona en el

trabajo fatigoso de la historia (...). Así el trabajo de los hombres tenía que aparecer como una

expresión especial de su semejanza con Dios y el hombre, de esta manera, tiene capacidad y puede

participar en la obra de Dios en la creación del mundo…” (López Díaz 2016)

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En primer lugar observamos que el trabajo como tal es propio de las criaturas racionales, siendo

una de las cosas que distingue al ser humano de los animales. Éstos obran por instinto, de forma casi

automática ante una necesidad de su ser; el ser humano emplea la razón, a fin de procurar, mediante la

actividad que desarrolla, la satisfacción de sus necesidades y el bienestar propio.

El trabajo además debe entenderse como un medio de perfección, y no como un fin en sí mismo.

Es uno de los caminos mediante los cuales el ser humano se desarrolla, despliega sus virtudes y talentos,

perfeccionándose como tal. A través de él puede desarrollarse como ser humano, descubriendo su

especial virtud (el artesano, el científico, el político, etc.). Puede encontrar parte del sentido de la vida,

en medio del trabajo escogido.

Nunca el trabajo debe considerarse un fin; está al servicio del ser humano, y no el ser humano al

servicio de su trabajo. La sabiduría popular ha acuñado al respecto frases bastante interesantes, como

esa que dice: hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar…

Es a la vez un medio de subsistencia legítimo, naturalmente, pues mediante él, el ser humano

obtiene lo necesario para vivir, sea directamente (extrayendo el alimento, el vestido, levantando su

vivienda), o adquiriendo esos medios de cambio (vr. gr. el dinero) a través del salario, que le permite

adquirir aquellos.

Finalmente es un medio de contribución al bien común. Mediante su trabajo cada ser humano

realiza su pequeño aporte para el desarrollo y progreso de la sociedad en la que vive, y de la humanidad

en general.

El hombre trabajador.

Ya adelantamos que quien trabaja es ante todo “una persona”. Por ello distinguimos en este

punto el aspecto “objetivo” del “subjetivo” del trabajo.

El “objetivo” es la obra, el resultado del esfuerzo realizado. Lo palpable materialmente. Sin dudas

que es un aspecto importante, pues en definitiva ese producto del trabajo es lo que se ofrece a aquel

que acude al servicio de un profesional. Sin embargo no es éste el aspecto esencial. Lo fundamental es lo

“subjetivo”, y tiene que ver con el sujeto que actúa.

Éste pone en el trabajo su impronta personal. Es el medio de perfeccionamiento individual en las

potencialidades del ser humano. Cada trabajador arroja, mediante el trabajo que realiza, parte de sus

capacidades manuales e intelectuales. Éste es el aspecto más valioso y el que debe respetarse.

Sin embargo, vemos cómo el mundo moderno valoriza más el aspecto objetivo. El trabajo es

considerado en relación al “producto”, sin importar quién lo realiza. Por ello se ven situaciones de

explotación, de cuasi esclavitud, donde vemos como grandes marcas y corporaciones económicas,

explotan las capacidades de los trabajadores, sin respetarlos muchas veces en sus derechos más básicos.

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El ser humano que trabaja en definitiva es el que le da verdadero valor al trabajo, y como tal

debe ser valorado él mismo. El hombre por su trabajo expresa su dignidad, por ello la tan acuñada frase

popular: el trabajo dignifica.

No resulta tan importante el “qué” (producto), sino el “quién” (el trabajador).

Por ello es que se sugiere que en todo trabajo, aún el más manual y mecánico de todos, resulta

necesario, para respetar la dignidad del trabajador, lograr que éste le ponga su impronta creativa (Sada

2011, 179).

Trabajar bien nos mejora. La competencia profesional, que no es lo mismo que la competitividad,

conlleva al prestigio entre los colegas, que no es lo mismo que el éxito, que tantos buscan a cualquier

costo. Pero no es ésta la principal razón por la que debiéramos buscar la calidad en el trabajo. La razón

de ser del esfuerzo por lograr un trabajo de calidad también nos debe permitir contemplarlo como un

servicio a Dios y a la gente que con el trabajo se puede concretar (Clarin 1998).

De modo que podemos afirmar que el trabajo:

Expresa la dignidad del hombre, de la que está dotado por ser persona.

Aumenta su dignidad, por cuanto mediante el trabajo el hombre demuestra su dominio

sobre la creación y desarrolla sus capacidades.

Mediante el trabajo el hombre se perfecciona como tal, pues es un camino mediante el

cual puede desarrollar todas sus cualidades y virtudes.

Finalmente, es un medio de servicio al prójimo y la sociedad. Cada trabajador hace su

aporte, desde su lugar de trabajo, al bien común de la sociedad.

Concluimos este parágrafo citando a Juan Pablo II, quien enseñaba que:

No obstante, con toda esta fatiga —y quizás, en un cierto sentido, debido a ella— el trabajo es un bien del hombre. Si este bien comporta el signo de un «bonum arduum», según la terminología de Santo Tomás; esto no quita que, en cuanto tal, sea un bien del hombre. Y es no sólo un bien «útil» o «para disfrutar», sino un bien «digno», es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta.

Queriendo precisar mejor el significado ético del trabajo, se debe tener presente ante todo esta verdad. El trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido «se hace más hombre» (JUAN PABLO II 1981, n. 9).

La remuneración.

La remuneración constituye la retribución al trabajador por la tarea desarrollada. Como ya

dijimos, el trabajo es además de todo lo expuesto, un medio de vida mediante el cual el hombre que

trabaja obtiene lo necesario para sus existir, propio y de su familia. La remuneración debe entonces ser

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“justa”, es decir, respetar la dignidad del trabajador, considerar el esfuerzo desarrollado y garantizar vivir

dignamente.

Las leyes laborales se han encargado de ajustar las relaciones de trabajo a esos parámetros que

se fundan en la dignidad del trabajador. Es por ello que contemplan jornadas limitadas de trabajo,

vacaciones y descansos obligatorios y pagos, salario mínimo vital y móvil, que garantice el accesos a los

bienes indispensables de vida (comida, alimento y vivienda), la agrupación sindical libre y democrática, la

negociación colectiva, la huelga como derecho siempre que sea lícita, y los beneficios de la seguridad

social (jubilación, obra social, cobertura por accidentes de trabajo, etc.).

Ningún beneficio del empresario será justo, sino se respetan los ingresos mínimos que el

trabajador debe percibir. Así también los honorarios o el sueldo del trabajador si son excesivos violan el

principio de justicia hacia el otro.

2 - El trabajo como profesión

Precisando el concepto, diremos que objetivamente la profesión es una ocupación del hombre

en un fin concreto. Es esa realidad material o espiritual que absorbe parte de la actividad del hombre,

dando lugar a un quehacer específico. Formalmente, es el ejercicio de alguna de las facultades del

hombre sobre algo definido y concreto por fines no comunes, sino especiales. Peinador Navarro la define

como la aplicación ordenada y racional de parte de la actividad del hombre al conseguimiento de

cualquiera de los fines inmediatos y fundamentales de la vida humana (Peinador Navarro 1969, 1-2).

Debeljuh cita una definición de profesión antiguamente conocida: es una actividad personal,

estable y honrada, puesta al servicio de los demás y en beneficio de uno mismo, a impulsos de la

propia vocación y con la dignidad que corresponde a la persona humana, con el fin de contribuir al

bien común (Debeljuh 2003, 43).

Ésta es la que nos servirá para el estudio que proponemos, por lo que seguidamente

analizaremos sus notas distintivas.

Sus notas distintivas

De la definición antes dada, nos interesa analizar sus diferentes rasgos característicos:

1. Actividad propia: la profesión requiere de la propia actividad, de la "acción" del sujeto;

es decir, de un movimiento propio a partir de sus propios impulsos. Requiere

indispensablemente de un “acto”, a instancia de la propia voluntad del sujeto, y

tendiente a modificar algún aspecto de la realidad exterior.

No puede considerarse una profesión la actividad del que "vive de rentas", del

"especulador", etc., ya que no ponen en marcha una actividad personal. Estos sujetos

habrán encontrado claramente una fuente de ingresos para vivir, pero no son

precisamente “profesionales”.

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2. Servicio hacia los demás: Conforme a lo que hemos analizado anteriormente, el

trabajo del que actúa se ofrece como servicio al otro, que necesita del bien o producto

que éste ofrece, o de sus servicios. El servicio es uno de los aspectos esenciales de la

profesión3. Degenera la esencia de la profesión quién solo aprecia en ella el aspecto

lucrativo, y la ve solamente como una fuente de generación de ingresos.

3. Beneficio propio: dijimos que una de las primeras razones por las que el hombre

necesita trabajar, es justamente para lograr su subsistencia y obtener lo necesario para

su vida, tanto el alimento, como el vestido, la vivienda, y los demás bienes que hacen a

lograr una vida digna. Ese provecho es el lucro honesto, considerado éste no desde un

punto de vista egoísta y utilitarista, sino desde ese natural papel que el trabajo significa

para cada persona.

4. La vocación: es fundamental considerar que esa actividad se desarrolla a instancia de la

propia vocación, entendida como el llamado natural y espontáneo que cada uno

experimenta en su interior hacia una actividad determinada.

Alude a la inclinación o atracción que cada uno experimenta respecto a una actividad, o

campo de conocimiento.

También se relaciona con la idoneidad de quien actúa, es decir, la capacidad para la

realización de diferentes actividades.

Finalmente se debe considerar la recta intención del individuo, lo que se vincula con la

honestidad.

5. Estabilidad: lo que distingue también a la profesión es la habitualidad, es decir, la

dedicación constante y permanente del sujeto que la realiza. Muchas veces son

justamente estas características las que se resalta a la hora de ofrecer un servicio, y así

vemos anuncios de un negocio que se presenta con rasgos como "trayectoria",

"experiencia", "30 años dedicados a...". En definitiva, esa cualidad es la que garantiza

muchas veces la idoneidad del sujeto que ofrece su servicio. La experiencia nos muestra

que es común que escojamos los servicios de un profesional, según la trayectoria y el

tiempo dedicado a ese rubro que éste posea, y suele ser factor determinante a la hora

de la elección.

6. Honradez: El profesional debe ejercer su función desde la más estricta honradez y

fidelidad a los principios morales. Junto a los conocimientos y habilidades técnicas para

el buen desempeño, los profesionales deben caracterizarse por sus principios éticos y

morales, por su honestidad a toda prueba, por su incorruptibilidad, por su disciplina, su

espíritu colectivo, por su austeridad, modestia y estilo de vida sencillo.

3 Muchos Códigos de Ética de Ética profesional aluden a que la satisfacción moral del servicio

prestado debe primar sobre el beneficio personal.

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El ejercicio profesional demanda un amplio campo de autonomía, tanto personal como

del colectivo en su conjunto, cuyo correlato es la asunción de las responsabilidades

inherentes al desarrollo de la actividad.

7. Respeto a la "dignidad humana": Lo esencial cuando nos referimos a la “profesión” es

que ésta es ejercida por una “persona” y se dirige hacia “personas”. Remitimos a los

fundamentos “antropológicos” de la ética, y hacemos hincapié en la necesidad de

generar relaciones más “humanas”, más personales. Quien ejerce la profesión, al ser

persona, está dotado de una dignidad que es inviolable, pero además, dirige su tarea

hacia otras personas que, como tales, merecen todo el respeto que su condición

requiere. Atentan contra ésta nota característica aquellas profesiones que degeneran o

menoscaban la integridad moral de la persona que actúa (prostitución, actividades

ilícitas, mafiosas, etc.), como así también aquellos que en el ejercicio de su profesión

desconocen la calidad de personas de aquellos que a ellos acuden, no respetándolos

como tales, considerándolos como meros “clientes”, como un “número” más del

sistema, y no como un ser humano dotado de personalidad.

Toda profesión se sustenta en un “bien”

Debemos destacar en este punto que, tal como lo mencionamos en nuestra introducción, toda

profesión responde a una “necesidad” de la vida social, que el sujeto que actúa intenta satisfacer. Eso

nos hace notar que la razón de ser de toda profesión, es el bien de la vida que la sociedad necesita lograr

alcanzar (la vida, la salud, la justicia, la seguridad, el bienestar, la alimentación, etc.).

Cada profesión entonces se encuentra al servicio de un bien determinado, que es su razón de

ser, su fin último, y al cual la profesión se debe íntegramente. El profesional que desvíe la atención hacia

otros fines diferentes (intereses individuales egoístas –ganar dinero en grandes cantidades-, intereses

políticos o corporativos, etc.), desnaturaliza su profesión, y por lo tanto no la estará ejerciendo bien

éticamente.

Vemos entones cómo es que el médico, farmacéutico, bioquímico, etc., se debe a la “vida y la

salud” de las personas; el abogado, a lograr la “justicia”; los ingenieros y arquitectos, a lograr la

“seguridad” y “utilidad” necesarias en las construcciones; los políticos a lograr el “bien común” político,

etc., y en el momento en que desvíen su accionar hacia otros fines, no estarán actuando rectamente.

3 – Raíces bíblicas del trabajo

Tendremos en cuenta, en este punto, qué nos dicen las sagradas escrituras acerca del trabajo

humano.

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Designios divinos

A diferencia de lo que mucha gente piensa, en virtud de una errónea interpretación que ha

cobrado bastante difusión entre nosotros, aún entre muchos católicos comprometidos y convencidos de

su fe, el trabajo para el hombre no forma parte del castigo recibido luego del pecado original. Veamos.

El Génesis relata que, luego del pecado original, dijo Dios:

«Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. Él te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!»4.

Distintos autores espirituales han entendido que el trabajo en sí, para el hombre, no es parte de

la condena recibida. El castigo cosiste más bien en el “dolor”, o la “fatiga”, traducidos en las frases Con

fatiga sacarás de él tu alimento… Ganarás el pan con el sudor de tu frente…

Pero trabajar en sí no es parte del castigo. De hecho, el hombre fue creado para trabajar. En el

paraíso, el hombre ya trabajaba. Eso se desprende del texto bíblico, cuando éste nos dice que luego de

la creación del mundo y del hombre, El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para

que lo cultivara y lo cuidara. Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín,

exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el

día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte5.

De modo que estaba en el plan de Dios que el hombre “trabajase”, traducido en la frase: lo puso

en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara… Esta parte del relato, aclaramos bien, es

anterior a la caída en el pecado y la posterior condena.

Desde el comienzo de la Sagrada Escritura, en el libro del Génesis, se nos revela el sentido del trabajo. Dios, que hizo buenas todas las cosas, «quiso libremente crear un mundo “en estado de vía” hacia su perfección última», y creó al hombre ut operaretur, para que con su trabajo «prolongase en cierto modo la obra creadora y alcanzase su propia perfección». El trabajo es vocación del hombre. «Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación» (López Díaz 2016)

Como ya dijimos, es la fatiga y el cansancio consecuencia del pecado original. Pero aún en el

paraíso, el hombre fue creado para trabajar.

Por eso después, en el Antiguo Testamento, encontramos textos como estos:

4 Gn, 3, 17-19

5 Gn 2, 15-17

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¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y

todo te irá bien6.

No rehúyas de los trabajos duros, ni la labor del campo que el altísimo creó7.

Ya en el nuevo testamento, encontramos la figura de José, el padre adoptivo de Jesús. La

Sagrada Escritura dice que era artesano. La tradición y varios Padres añaden que fue carpintero. San

Justino, hablando de la vida de trabajo de Jesús, afirma que hacía arados y yugos; quizá, basándose en

esas palabras, San Isidoro de Sevilla concluye que José era herrero. En todo caso, un obrero que

trabajaba en servicio de sus conciudadanos, que tenía una habilidad manual, fruto de años de esfuerzo y

de sudor (Escrivá, Es Cristo que pasa. En el taller de José... 1973, Cap. 5, num. 40). La tradición también

enseña que Jesús, fue un trabajador como su padre, José. Que los Evangelios no relaten mucho de la vida

oculta de Cristo, no es una omisión errada de la palabra divina, sino más bien, una omisión voluntaria. La

palabra nos quiere hacer ver, en definitiva, que Jesús llevó una vida “ordinaria” semejante a la de

cualquier buen creyente de ese entonces, viviendo junto a su madre y su padre en Nazaret. Por eso la

tradición asegura que acompañó a su padre en su taller, siendo un trabajador más de aquella aldea.

Jesús se reconoce como un “trabajador”, llevando adelante la misión del Padre celestial8, y se

refiere a sus discípulos, como los “obreros” de su viña9.

Luego analizaremos la parábola de los talentos, para comprender la dimensión social y espiritual

del trabajo.

San Pablo, refiriéndose al trabajo, en una de sus epístolas, expresa: En aquella ocasión les

impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de

que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les

mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan10.

Clara sintonía con las palabras del Antiguo Testamento.

El trabajo en su dimensión social

Mediante esta parábola11, Jesús alude a los “talentos” con los que cada ser humano ha sido

dotado. Cada persona, descubriendo su vocación, encuentra en sí misma esas virtudes que lo

caracterizarán frente a los demás. Enseña qua nuestros talentos deben estar al servicio de los demás, y

6 Sal 128, 1-3

7 Si 7, 15

8 Cfr. Jn 5, 17

9 Cfr. Mt 9, 37-38

10 2 Ts, 3, 10-12

11 Léase Mt 25, 14-30

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que de ellos, debemos producir frutos. En el mensaje se ve como el patrón condena la actitud del siervo

perezoso que prefiere guardar o esconder sus talentos, en lugar de hacerlos fructificar.

Llevada esa escena a nuestras vidas, nos hace meditar sobre la necesidad de descubrir cuáles son

nuestros talentos, y luego, el deber que tenemos de ponerlos al servicio de los demás. Aquí es donde

encontramos el aspecto social del trabajo. Nuestra actividad está puesta al servicio del otro.

Aplicaciones a nuestra vida

El principal mandamiento del cristiano, es el Amor. La caridad es el culmen de la vida cristiana.

Éste se vive en todas las esferas de la vida: la propia, la vida familiar, la de amistad, la política, y

naturalmente, la laboral. En el medio de su trabajo, el hombre puede santificarse a sí mismo, santificar a

los demás y el mundo entero.

En efecto, viviendo la caridad se viven todas las virtudes humanas y sobrenaturales del cristiano,

que forman una unidad y que no se pueden reducir a enumeraciones exhaustivas. La caridad exige que

se viva la justicia, la solidaridad, la responsabilidad familiar y social, la pobreza, la alegría, la castidad, la

amistad... Se ve en seguida que la práctica de estas virtudes lleva al apostolado, porque al procurar vivir

así en medio del trabajo diario, la conducta cristiana se hace buen ejemplo, testimonio, ayuda concreta y

eficaz; se aprende a seguir las huellas de Cristo… (Escrivá, Conversaciones. La Universidad al servicio de la

sociedad actual 1968, Cap. 5, num. 62.).

La vocación divina nos da una misión, nos invita a participar en la tarea única de la Iglesia, para

ser así testimonio de Cristo ante nuestros iguales los hombres y llevar todas las cosas hacia Dios. La fe y

la vocación de cristianos afectan a toda nuestra existencia, y no sólo a una parte. Las relaciones con Dios

son necesariamente relaciones de entrega, y asumen un sentido de totalidad. La actitud del hombre de

fe es mirar la vida, con todas sus dimensiones, desde una perspectiva nueva: la que nos da Dios.

Nuestra vocación humana es parte de vuestra vocación divina. Esta es la razón por la cual

tenemos que santificarnos, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás,

precisamente santificando nuestro trabajo y ambiente: esa profesión u oficio que llena nuestros días,

que da fisonomía peculiar a nuestra personalidad humana, que es nuestra manera de estar en el mundo.

Sin olvidar, claro está, que también lo son el hogar, la familia, como la nación en la que nacimos y

amamos.

El trabajo acompaña inevitablemente la vida del hombre sobre la tierra. Con él aparecen el

esfuerzo, la fatiga, el cansancio: manifestaciones del dolor y de la lucha que forman parte de nuestra

existencia humana actual, y que son signos de la realidad del pecado y de la necesidad de la redención.

Pero el trabajo en sí mismo no es una pena, ni una maldición o un castigo: quienes hablan así no han

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leído bien la Escritura Santa. Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de

Dios (Escrivá, Es Cristo que pasa. En el taller de José... 1973, Cap. 5)12.

¿Qué significa santificar el trabajo entonces?

Significa trabajar según el espíritu de Jesucristo: trabajar bien, con calidad, de acuerdo con la justicia y respetando las leyes, con el fin de amar a Dios y servir a los demás. De ese modo se contribuye a santificar el mundo desde dentro y a hacer presente el Evangelio en todas las actividades, tanto las que parecen brillantes como las más humildes y escondidas, porque delante de Dios lo importante no es el éxito humano, sino el amor que se pone en el trabajo (Opus Dei s.f.).

3 – Algunos temas actuales

En este punto, y sólo a modo de disparador, proponemos que cada uno de nuestros lectores,

repasando los conceptos que hemos desarrollado, se avoque a la reflexión sobre temas tan importantes

y a veces dolorosos, que surgen en nuestros días, aunque conociendo raíces remotas en las historia de la

humanidad, y que ésta aún no ha desterrado. Éstos afloran hoy, aún con el auge de los derechos

humanos y sus proclamaciones por medio de pactos, tratados, protocolos, etc. Pasos se han dado, pero

aún queda mucho por lograr.

Nos referimos a problemas tales como la escases de fuentes de trabajo. El desempleo no es un

simple problema económico y social. Es mucho más que eso. Un hombre sin trabajo, es un ser humano

mutilado. Hay un aspecto de su humanidad que permanece inactivo, desorbitado. Ese sujeto se queda

trunco en cuanto al desarrollo de sus capacidades manuales o intelectuales. Además, obviamente, de

perder el sustento del hogar.

Pensemos también en el trabajo en negro, en donde cientos de miles de trabajadores, sin bien

contando con una fuente de sustento, permanecen en la informalidad, lo que se traduce en inseguridad,

pues nadie la garantiza estabilidad, cobertura social ante contingencias (enfermedad, accidentes, etc.),

no podrá gozar de un descanso adecuado; mientras que lo que obtenga, muchas veces le servirá sólo

para sobrevivir en ese momento, sin poder planificar y proyectar su vida y la de sus hijos hacia el futuro.

El trabajo infantil es un problema grave y serio, pues a lo ya dicho, se suma el hecho de aniquilar

en esos niños poder vivir y gozar plenamente de una etapa tan esencial como la niñez, la que debería

estar sólo destinada al goce de la vida, al aprendizaje, la nutrición, etc.

El trabajo esclavo es otro escándalo de nuestros días, en el que son muchas veces los

inmigrantes lo que mayormente padecen estas formas de explotación del hombre por el hombre.

Ni hablar de la explotación sexual, de la que son víctimas mujeres y niños.

12 Extractos de san Josemaría Escrivá en Es Cristo que pasa, “En el taller de José”, de

recomendable lectura (Escrivá, Es Cristo que pasa. En el taller de José... 1973, cap. 5)

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A estos problemas graves y escandalosos, le podemos sumar otros no menos importantes. Y nos

referimos a la situación de aquellos jóvenes frustrados que, después de haber transitado una carrera

universitaria, no pueden insertarse dignamente en el mercado laboral.

También podemos pensar en aquellos que aun teniendo la bendición de contar con un buen

empleo, son víctima de la competencia extrema que se viven en distintos ambientes laborales, o a

exigencias altísimas por parte de los directores, gerentes o jefes; o cayendo en un consumismo extremo,

pretenden obtener a toda costa altos niveles de ingresos… Así surgen problemas como la competencia

desleal entre compañeros y colegas, el estrés y las enfermedades laborales, la falta de tiempo dedicado a

la familia, los hijos y el matrimonio, las faltas de ética en el ejercicio profesional, la corrupción que aflora

no sólo en el ámbito político, como siempre se piensa, sino también en el empresarial, etc.

La sociedad actual, y principalmente los cristianos, debe tomar plena conciencia de estos

problemas, pero afrontarlos no, insistimos, desde una mirada estrictamente económica del asunto. Hay

seres humanos que están perdiendo el sentido de la vida, no sólo terrena, sino trascendente. Y en ellos

debemos pensar.

La Doctrina Social de la Iglesia ofrece, en este sentido, muchas luces respecto a la visión que se

debe tener del problema, y hacia dónde deberían dirigirse las soluciones (Pontificio Consejo de Justicia y

Paz 2004, Cap. VI). Sería bueno conocerla y transmitirla a fin de realizar un aporte rico para el mundo en

el que vivimos.

Los creyentes, recordando que hemos sido llamados para ser sal de la tierra y luz del mundo,

debemos asumir estos desafíos. Que la imaginación nos ayude para encontrar los caminos.

4 – Palabras finales

Como palabras finales de nuestro desarrollo, creemos oportuno citar las siguientes enseñanzas

de la doctrina social de la Iglesia, que resumen a nuestro entender, parte de lo que hemos querido

transmitir con este trabajo:

Con el trabajo y la laboriosidad, el hombre, partícipe del arte y de la sabiduría divina, embellece la creación, el cosmos ya ordenado por el Padre; suscita las energías sociales y comunitarias que alimentan el bien común, en beneficio sobre todo de los más necesitados. El trabajo humano, orientado hacia la caridad, se convierte en medio de contemplación, se transforma en oración devota, en vigilante ascesis y en anhelante esperanza del día que no tiene ocaso.

«En esta visión superior, el trabajo, castigo y al mismo tiempo premio de la actividad humana, comporta otra relación, esencialmente religiosa, que ha expresado felizmente la fórmula benedictina: ¡Ora et labora! El hecho religioso confiere al trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora. Este parentesco entre trabajo y religión refleja la alianza misteriosa, pero real, que media entre el actuar humano y el providencial de Dios» (Pontificio Consejo de Justicia y Paz 2004, n. 266).

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Contenido

El trabajo humano: el sentido de las profesiones desde una mirada cristiana ................................ 1

1 – El trabajo humano ................................................................................................................... 1

Repensar el trabajo ................................................................................................................... 2

Definición y sentido del trabajo. ............................................................................................... 3

El hombre trabajador. ............................................................................................................... 4

La remuneración. ....................................................................................................................... 5

2 - El trabajo como profesión ........................................................................................................ 6

Sus notas distintivas .................................................................................................................. 6

Toda profesión se sustenta en un “bien” .................................................................................. 8

3 – Raíces bíblicas del trabajo ....................................................................................................... 8

Designios divinos ....................................................................................................................... 9

El trabajo en su dimensión social ............................................................................................10

Aplicaciones a nuestra vida .....................................................................................................11

3 – Algunos temas actuales .........................................................................................................12

4 – Palabras finales ......................................................................................................................13

Bibliografía .......................................................................................................................................16

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