Eneida 10

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EL REGRESO DE ENEAS

LIBRO X

En el Olimpo, Venus y Juno defienden sus causas ante un Júpiter

imparcial.

Si los troyanos han ido tras las respuestas que

los dioses –dice Venus- y los espíritus les daban,

¿por qué ahora cualquiera puede cambiar tus

órdenes o inventar nuevos destinos?

¿Guié yo –repone Juno- con Cupido a un adúltero troyano a que

asaltara Esparta o le di yo armas o favorecí la guerra? Entonces

habrías debido temer por los tuyos; ahora es tarde para que salgas

con quejas poco justas y promuevas pleitos pesados.

Los actos dispensarán a cada

cual sus penas y glorias.

Júpiter es el mismo rey para

todos.

Rútulos y aliados siguen asaltando el campamento, mientras Eneas

vuelve con los refuerzos arcadios de Evandro y los etruscos de

Tarcón, que persiguen a Mecencio

Su nave, convertida en ninfa, le sale al paso y le avisa: Turno les

espera con la caballería. Deben proseguir su viaje por la noche y

atacar al despuntar el alba.

Al ver Turno tantísimos barcos, se inflama de ardor y arenga a los

suyos: “Corramos al agua, mientras dudan y vacilan sus primeros

pasos al desembarcar. A los audaces ayuda la fortuna.”

audentis Fortuna iuuat.'

Desembarca Eneas clavando la quilla en la arena y realiza sus

primeras gestas de armas.

“Dame lanzas –dice a Acates-, que ninguna arrojará mi diestra

en vano contra los rútulos, de aquellas mismas que un día se

hundieron en los cuerpos griegos en los campos de Ilión”

Destaca asimismo el joven Palante, cuyas hazañas guerreras son

descritas en una línea paralela con las de Lauso, hijo de Mecencio.

Ambos exhiben un coraje sin límite y parece que se van a enfrentar.

Pero interviene entonces la diosa Juturna avisando a su hermano

Turno del peligro que corren los rútulos y corre éste al encuentro

de Palante.

Se disponen a huir los arcadios, pero el joven los arenga diciendo

que o vencedor glorioso lo ha de volver a ver su padre o muerto.

Al encontrarse frente al audaz Turno, suplica a Hércules que dirija

su lanza. Se lamenta el hijo de Júpiter por no poder ayudarlo y el

rey de dioses lo consuela:

'stat sua cuique dies, breue et inreparabile tempus

omnibus est uitae; sed famam extendere factis,

hoc uirtutis opus.

“A cada uno le espera su momento, breve e inmutable es el

tiempo de vida para todos; pero extender la fama con hazañas

es muestra de virtud”

Turno, en cambio, no falla. Le quita su tahalí, grabado con la

historia de las danaides, pero deja que se lleven su cuerpo para que

reciba las honras fúnebres.

corruit in uulnus (sonitum super arma dedere)

et terram hostilem moriens petit ore cruento.

« Cae sobre la herida –resuenan sus armas encima- y besa,

al morir, la tierra hostil ».

Siega entonces Eneas con la espada cuanto cae a su alcance

y enfurecido se abre ancho sendero entre las tropas en

busca de Turno.

Mata a todos cuantos se le oponen sin piedad: Turno es quien ha

borrado la compasión del campo de batalla al matar a Palante. A

Turno busca.

Nadie puede parar al héroe, comparado a un gigante de cien manos.

Juno suplica entonces a Júpiter que le permita salvar la vida de

Turno en esta batalla. El rey de dioses consiente. .

Juno forma un fantasma de Eneas que parece

huir. Turno cae en la trampa y lo persigue

hasta una nave.

La nave zarpa y el fantasma se eleva y se confunde con una nube.

Turno, consciente del engaño y aislado del campo de batalla, quiere

morir. Juno lo impide.

Le releva Mecencio en el combate: nadie, excepto Eneas, puede

con su furia.

Herido gravemente por el troyano, Mecencio huye y, cuando Eneas

lo persigue, se interpone su hijo, el joven Lauso.

Aguanta Eneas la nube de flechas que le arrojan Lauso y los suyos,

mientras Mecencio se pone a salvo.

'quo moriture ruis maioraque uiribus audes?

fallit te incautum pietas tua.'

Inmediatamente sale al encuentro del joven al que advierte: ¿Para

qué corres a morir y exhibes más osadía que fuerza? Te engaña,

incauto, tu amor.

Le hunde su espada y, al descubrir

su rostro, se lamenta profundamente

y decide no despojar el cadáver.

Arde en furor Mecencio , que

monta un caballo y sale en busca

de Eneas: el héroe atraviesa al

animal con su lanza.

Y una vez derribado, lo atraviesa sin piedad.

El crudelísimo Mecencio sólo pide ser enterrado junto a su hijo.