3 - El Mar de Fuego - Vol. 2

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No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un sistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diseo de cubierta: Singular Ttulo original: Fire Sea (Volume 3 The Death Gate Cycle) Traduccin: Hernn Sabat 1991 by Margaret Weis and Tracy Hickman Published by arrangement with Bantam Books, a divisin of Bantam Doubleday Dell Publishing Group, Inc., New York. Grupo Editorial Ceac, S.A. 1992 Para la presente versin y edicin en lengua castellana. Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A. ISBN: 84-413-0275-8 (Obra completa) 84-413-0646-X (volumen 55) Depsito legal: B. 14151-1997 Impreso en: Litografa Roses, S.A. (3-9-1997) Gav (Barcelona) Encuadernado en: Primer. Industria Grfica, S. A. Sant Vicenc deis Horts (Barcelona) Printed in Spain

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CAPTULO 23

NECRPOLIS, ABARRACH

As pues, Pons, lo has perdido dijo el dinasta y, con gesto ocioso, dio un sorbo de un licor potente y ardiente de color rojizo, conocido como stalagma, que era la bebida favorita de Su Majestad despus de las comidas. Lo siento, seor, pero no tena idea de que iba a tener que encargarme de transportar cinco prisioneros. Pensaba que iba a ser slo uno, el prncipe, y que me encargara de l personalmente. Por eso tuve que confiar en los muertos. No tena nadie ms a mano. El Gran Canciller no estaba preocupado. El dinasta era justo y no hara responsable a su ministro por las insuficiencias de los cadveres. Los sartn de Abarrach haban aprendido haca mucho tiempo a comprender las limitaciones de los muertos. Los vivos eran tolerantes con ellos, los trataban con paciencia y buen nimo, igual que los padres afectuosos toleran las insuficiencias de sus hijos. Un vaso, Pons? pregunt el dinasta, despidiendo con un gesto al criado cadver y ofrecindose a llenar una pequea copa de oro con sus propias manos. Tiene un sabor excelente. Gracias, Majestad dijo Pons; el canciller detestaba el stalagma pero ni por un instante se le habra pasado por la cabeza la idea de ofender al dinasta negndose a beber con l. Veris ahora a los prisioneros?Qu prisa hay, Pons? Casi es la hora de nuestra partida de fichas rnicas, ya lo sabes. La duquesa Jera mencion algo acerca de la profeca, seor. Kleitus estaba a punto de llevarse la copa a los labios, pero detuvo el gesto al or sus palabras. De veras? Cundo? Despus de que el extranjero hiciera..., hum..., hiciera lo que fuese al capitn de la guardia. Antes has dicho que lo mat, Pons. La profeca habla de traer la vida a los muertos, no de ponerle fin.

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El dinasta apur el resto del licor, echndolo al fondo de la garganta y tragndolo de inmediato, como haca cualquier bebedor de stalagma experimentado. La duquesa es muy hbil para transformar las palabras de manera que sirvan a sus propsitos, seor. Pensad en los rumores que podra difundir acerca de ese extranjero. Pensad en lo que podra hacer el propio extranjero para conseguir que la gente creyera en l. Es cierto, es cierto. Al principio, Kleitus frunci el entrecejo con aire preocupado. Despus, se encogi de hombros. Pero sabemos dnde est y con quin. El stalagma lo dejaba de un humor relajado. Podramos enviar tropas... apunt el canciller. Y levantar en armas a la faccin del viejo duque? Es posible que ste se aliara con esos rebeldes de Kairn Telest. No, Pons; continuaremos llevando este asunto con sutileza. Podra proporcionarnos la excusa que necesitamos para quitarnos de en medio de una vez a ese entrometido viejo y a su hija, la duquesa. Confo en que habrs tomado las precauciones de costumbre, no? S, seor. El asunto ya est bajo control. Entonces, a qu viene preocuparse por nada? Has pensado, por cierto, a quin pasan las tierras del ducado de los Cerros de la Grieta si el joven Jonathan muere antes de tiempo? No tiene hijos, de modo que heredara la esposa... El dinasta hizo un ademn cansino. Pons baj los prpados, dando muestras de haber entendido la insinuacin. En tal caso dijo, la propiedad revierte en la corona, Majestad. Kleitus asinti e indic a un criado que le llenara otra vez la copa. Cuando el cadver termin de hacerlo y se retir, el dinasta alz la copa y se prepar a disfrutar del licor, pero su mirada se cruz con la de su canciller y, con un suspiro, dej de nuevo la copa sobre la mesa. Qu sucede, Pons? Con esa expresin avinagrada conseguirs echar a perder el disfrute de este excelente stalagma. Os pido perdn, seor, pero temo que no os estis tomando este asunto con la seriedad que merece. El canciller se acerc ms al dinasta y le habl en voz baja pese a que estaban completamente solos, salvo los cadveres de los servidores. El otro hombre que he trado con el prncipe tambin es extraordinario. Tal vez lo es ms incluso que ese otro que ha escapado. Creo que deberais ver al prisionero inmediatamente. Ya has dejado caer varias vagas insinuaciones acerca de ese individuo. Sultalo todo, Pons! Qu tiene de..., de tan extraordinario? El canciller tard un momento en responder, estudiando la manera de producir ms efecto. Majestad dijo al fin, he visto antes a ese hombre. Soy consciente de la amplitud de tus relaciones sociales, Pons respondi el monarca. El stalagma sola disparar el humor sarcstico de Kleitus. Pero no lo he visto en Necrpolis, seor. Ni en ninguna otra parte. Lo he visto esta maana..., en la visin. El dinasta devolvi la copa a la bandeja prxima, sin llegar a tocar su contenido. Est bien, recibir a ese hombre... y al prncipe. 143roby2001@ hotmail.com

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Muy bien, seor. El Gran Canciller hizo una reverencia. Deseis que los traigan aqu o prefers la sala de audiencias? El dinasta ech un vistazo en torno a la estancia. Conocida como la salita de juegos, era mucho ms pequea e ntima que la imponente sala de audiencias y estaba bien iluminada por varias lmparas de gas de formas artsticas. En la estancia haba numerosas mesas de hierba de kairn y sobre cada una de ellas haba cuatro juegos de fichas de hueso blancas y rectangulares, adornadas con runas rojas y azules. Las paredes tenan unos tapices que representaban varias batallas famosas libradas en Abarrach. La atmsfera de la salita era seca y acogedora, calentada mediante el vapor que circulaba por unos conductos de hierro forjado con adornos de oro. Todo el palacio era calentado mediante el vapor. Se trataba de un aadido moderno pues, en tiempos antiguos, el edificio erigido como fortaleza y uno de los primeros que haban construido los sartn a su llegada a aquel mundo no dependa de artilugios mecnicos para mantener unas condiciones de vida confortables. Pese al tiempo transcurrido, an se podan ver rastros de las viejas runas en las partes ms antiguas del palacio, unos signos mgicos que haban proporcionado calor, luz y aire fresco a la gente que habitaba en su interior. La mayora de las runas, cuyo uso haba cado en el olvido por descuido, haban sido borradas deliberadamente. La real consorte las consideraba una repulsiva ofensa para la vista. Recibir a nuestros huspedes aqu. Kleitus, con otro vaso de stalagma en la mano, tom asiento ante una de las mesas de juego y empez a preparar ociosamente las fichas, como si se preparara para una partida. Pons hizo un gesto a un sirviente, que a su vez hizo una sea a un soldado, y ste desapareci por una puerta para volver a entrar, instantes despus, junto a un retn de guardias que conduca a los dos prisioneros a presencia del dinasta. El prncipe entr con aire orgulloso y desafiante, llameando de clera, como si bajo la frialdad superficial de la etiqueta regia se agitara la lava hirviente. Tena un lado de la cara amoratado y un labio hinchado; sus ropas estaban hechas harapos y sus cabellos, desgreados. Majestad, permitid que os presente al prncipe Edmund, de Kairn Telest anunci Pons. El prncipe hizo una leve inclinacin de cabeza. No fue una reverencia. El dinasta hizo una pausa en su tarea de colocar las fichas en el tablero, mir al joven y enarc las cejas. De rodillas ante Su Realsima Majestad! susurr el escandalizado canciller por la comisura de los labios. No es mi rey replic el prncipe Edmund, erguido y con la cabeza muy alta. Como soberano de Kairn Necros, lo saludo y le presento mis respetos... El prncipe inclin la cabeza otra vez, con gesto elegante y altivo. En los labios del dinasta apareci una sonrisa mientras colocaba una ficha en su sitio. Igual que confo en que Su Majestad me presentar tambin sus respetos continu Edmund con las mejillas encendidas y las cejas contradas, como prncipe que soy de un reino que, ciertamente, ha sido vctima de las penalidades, pero que en otro tiempo fue hermoso, rico y poderoso. S, s dijo el dinasta, sosteniendo en la mano una ficha de hueso con el signo rnico grabado. Se pas la ficha por los labios con gesto pensativo. Todo el 144roby2001@ hotmail.com

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honor al prncipe de Kairn Telest. Y ahora, canciller, cul es el nombre de este extranjero que has trado a mi real presencia? Los ojos ocultos en las sombras de la capucha negra entretejida de prpura y oro se volvieron hacia Haplo. El prncipe tom aire, enfurecido, pero contuvo la clera pensando tal vez en su gente que, segn los informes, estaba pasando hambre en una caverna. El otro prisionero, el que tena la piel tatuada de runas, permaneci en pie, callado, altivo e impertrrito, casi se dira que desinteresado por lo que suceda a su alrededor de no ser por sus ojos, que se fijaban en todo sin delatar a nadie que lo estaban naciendo. Se hace llamar Haplo, seor dijo Pons con una profunda reverencia. Y es un hombre peligroso, hubiera podido aadir el canciller. Un hombre que haba perdido el control en una ocasin, pero al que nadie podra inducir a perderlo otra vez. Un hombre que se mantena en las sombras, no furtivamente sino por instinto, como si hubiera aprendido haca mucho tiempo que atraer la atencin sobre l equivala a convertirse en blanco. El dinasta se recost hacia atrs en su asiento y mir a Haplo con unos ojos que eran apenas dos rendijas. Kleitus pareca aburrido, amodorrado, y Pons se estremeci. Cuando se pona de aquel humor, Su Majestad resultaba ms peligroso que nunca. No te inclinas ante m. Supongo que, a continuacin, me dirs que tampoco soy tu rey... coment el dinasta. Haplo sonri y se encogi de hombros. Sin nimo de ofender. Su Majestad ocult una mueca de sus labios tras una mano delicada y carraspe. No es ofensa... No me siento ofendido por ninguno de los dos. Tal vez, con el tiempo, llegaremos a un entendimiento. Tras esto, el dinasta guard silencio, meditabundo. El prncipe Edmund dio muestras de impaciencia. Su Majestad le dirigi una rpida mirada y alz la mano con gesto lnguido, sealando la mesa. Sabes jugar, Alteza? La pregunta tom a Edmund por sorpresa. S..., seor. Pero no he jugado una partida desde hace mucho tiempo. Apenas he tenido tiempo para actividades frvolas aadi con acritud. El dinasta desech sus excusas y dijo: Haba pensado renunciar a la partida de esta noche, pero no veo razn para ello. Quiz logremos llegar a un entendimiento en torno a la mesa de juego. Querrs participar t, extranjero? Ah!, por cierto..., no sers t tambin un prncipe o..., o persona de sangre real de algn tipo a quien debamos presentar respetos? No respondi Haplo, y no aadi una palabra ms. No, qu? No querrs jugar con nosotros? No eres ningn prncipe? O no, en general? inquiri el dinasta. Yo dira que eso describe bastante bien la situacin, seor. La mirada de Haplo estaba fija en las fichas, hecho que no pas inadvertido a Su Majestad. ste se permiti una sonrisa condescendiente. Ven a sentarte con nosotros. El juego es complejo en sus sutilezas, pero no es difcil de aprender. Yo te ensear. Pons, querrs ser el cuarto, por favor? 145roby2001@ hotmail.com

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Con gusto, seor dijo el canciller. Jugador inepto, Pons rara vez era llamado a jugar con el dinasta, quien no tena apenas paciencia con los inexpertos. Pero la autntica partida de aquella velada se jugara a un nivel muy diferente, en el cual el Gran Canciller tena una amplsima experiencia. El prncipe Edmund titube. Pons supo qu le rondaba en la cabeza al joven. Era posible que una actividad como aqulla mermara su dignidad y atenuara la gravedad de su causa? O era conveniente, polticamente, ceder a aquel capricho regio? El canciller podra haber asegurado al joven que nada de ello importaba, que su destino estaba sellado sin importar lo que decidiera hacer. El Gran Canciller, por un breve instante, sinti lstima del prncipe. Edmund era un joven con pesadas tareas a sus espaldas, que se tomaba con seriedad sus responsabilidades y que era evidentemente sincero en su deseo de ayudar a su pueblo. Era una pena que no comprendiera que era slo una pieza ms en el juego, una pieza que Su Majestad poda mover donde le conviniera... o eliminar del tablero, si as le convena. La cortesa propia de un prncipe de buena cuna se impuso. Edmund avanz hasta la mesa de juego, tom asiento frente al dinasta y empez a disponer las piezas en la formacin de salida, que requera alinearlas a imitacin de la muralla de una fortaleza. Haplo titube tambin, pero su resistencia a moverse tal vez no fue sino una muestra de su disgusto ante la idea de abandonar las sombras y aventurarse bajo la luz potente. Lo hizo por fin, avanzando lentamente hasta ocupar su sitio en la mesa. Una vez sentado, mantuvo las manos bajo la mesa y se apoy en el respaldo. Pons se situ frente a l. Se empieza dijo el canciller cuando el dinasta se lo indic con un movimiento de las cejas colocando las piezas de la siguiente manera: las marcadas con las runas azules son la base. Las rojas se ponen encima de las azules y las fichas con runas rojas y azules forman las almenas. El dinasta haba terminado de construir su muralla. El prncipe, frustrado y enfadado, levantaba la suya con indiferencia. Pons finga estar concentrado en colocar sus piezas, pero su mirada se desviaba a hurtadillas hacia el extranjero que tena ante l. Haplo sac la mano diestra de debajo de la mesa, tom una ficha de hueso y la coloc donde corresponda. Sorprendente coment el dinasta. En la mesa cesaron todos los movimientos. Todos los ojos se fijaron en la mano de Haplo. No haba duda. Las runas de las fichas eran mucho ms toscas que los tatuajes de la piel del individuo, como los garabatos de un nio en comparacin con la caligrafa fluida de un adulto, pero los signos mgicos eran los mismos. El prncipe, tras unos instantes de involuntaria fascinacin, apart la mirada y continu la construccin de su muralla. Kleitus alarg la mano a Haplo con la intencin de cogerla y estudiarla ms detenidamente. Yo no hara eso, seor murmur Haplo sin alzar la voz ni mover la mano. Sus palabras no sonaron abiertamente amenazadoras, pero algo en su tono de voz hizo que el dinasta detuviera su gesto. Tal vez tu hombre los ojos del patryn se volvieron hacia Pons te lo habr comentado. No me gusta que me toquen. Me ha dicho que, cuando atacaste al guardia, las marcas de tu piel se iluminaron. Por cierto, te presento mis disculpas por ese trgico accidente. Lo 146roby2001@ hotmail.com

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lamento profundamente. No tena intencin de hacerle dao a tu mascota. Es que los muertos tienden a..., a excederse. Pons, que lo observaba con atencin, vio que Haplo tensaba los msculos de las mandbulas y apretaba los labios. Por lo dems, mantuvo la expresin impertrrita. Su Majestad continu diciendo: Segn el canciller, atacaste a un soldado sin llevar arma alguna y dio la impresin de que confiabas en tu capacidad para enfrentarte a l, que portaba una espada. Pero estoy seguro de que no pensabas combatir con las manos desnudas, verdad? Esas marcas el dinasta las seal, sin tocarlas son signos mgicos. El arma que pensabas utilizar era la magia! Estoy seguro de que comprenders que estemos fascinados. De dnde has sacado esas runas? Cmo funcionan? Haplo levant otra ficha y la coloc junto a la anterior. Tom la siguiente y procedi del mismo modo. Te he hecho una pregunta insisti Su Majestad. Te he odo replic Haplo con una sonrisa en los labios. El dinasta enrojeci de clera ante la mueca burlona. Pons se puso en tensin. El prncipe alz la vista de su muralla. Insolente! exclam Kleitus. Te niegas a contestar? No es que me niegue, seor. He hecho un juramento, un voto. No puedo revelarte cmo acta mi magia. Los ojos de Haplo se cruzaron por un instante con los de Kleitus y volvieron con frialdad a las fichas, igual que t no me podras revelar cmo resucita la tuya a los muertos. El dinasta se ech hacia atrs en su asiento y se puso a dar vueltas a una ficha entre los dedos. Pons se relaj y, al exhalar un largo suspiro, se dio cuenta de que haba estado conteniendo la respiracin hasta aquel instante. Bien, bien dijo Kleitus finalmente. Canciller, ests retrasando el juego. Su Alteza casi ha completado ya la muralla y hasta el novato va ms deprisa que t. Lo siento, seor respondi Pons con aire humilde, conocedor de su papel en aquella escena. El palacio es antiguo, verdad? pregunt Haplo mientras estudiaba la estancia. Pons, fingiendo estar absorto en terminar su muralla, observ al extranjero tras sus prpados entrecerrados. La pregunta tena el tono de un comentario corts y ocioso para mantener la conversacin, pero aqul no era del tipo de hombres amantes de la charla intrascendente. Qu pretenda? El canciller, en su meticulosa vigilancia de Haplo, vio cmo la mirada de ste recorra varias de las marcas rnicas medio borradas de las paredes. Kleitus se encarg de responder: La parte vieja del palacio fue construida a partir de una formacin natural, una caverna dentro de otra, podra decirse. Se encuentra en uno de los puntos ms elevados de Kairn Necros. Las habitaciones de los niveles superiores proporcionaron en otro tiempo una vista esplndida del mar de Fuego; al menos, eso se deduce de los registros antiguos. Por supuesto, eso fue antes de que el mar se retirara. Hizo una pausa para tomar un trago de licor y mir a su canciller. ste prosigui la explicacin: Como habrs adivinado, esta sala se encuentra en una de las zonas ms antiguas del palacio. Aunque, por supuesto, hemos efectuado considerables 147roby2001@ hotmail.com

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mejoras para modernizarla. Los aposentos de la familia real se encuentran aqu atrs; el aire es ms puro, no te parece? Las cmaras de las recepciones oficiales y los salones de baile estn en la parte delantera, cerca del lugar por donde entramos. El lugar resulta bastante desconcertante apunt Haplo. Ms parece una colmena que un palacio. Una colmena? repiti el dinasta, levantando una ceja y reprimiendo un bostezo. Esa palabra no me suena. Me refiero a que uno podra perderse aqu dentro sin demasiados problemas. Uno aprende a conocer dnde est respondi Kleitus, divertido. De todos modos, si de veras quieres ver un lugar donde es fcil perderse, podemos ensearte las catacumbas. O, como nosotros las conocemos, las mazmorras intervino el canciller con una risilla siniestra. Ocpate de tu muralla, Pons, o estaremos aqu toda la noche. S, seor. La conversacin termin. Las murallas estaban a punto. Pons advirti que Haplo, pese a afirmar que no haba jugado nunca, haba construido la suya con perfecta precisin, pese a que muchos jugadores principiantes tenan dificultades para reconocer las marcas de las fichas. El canciller pens que era casi como si las runas le dijeran al extranjero algo que no decan a nadie ms. Perdona, mi estimado amigo le dijo en tono melindroso, inclinndose hacia adelante para no levantar la voz. Creo que has cometido un error. Esa runa de ah no corresponde a las almenas, donde la has colocado, sino que debe ir abajo. Est bien puesta. Va ah replic Haplo con calma. Tiene razn, Pons intervino Kleitus. De veras, seor? El canciller se sonroj de vergenza. Yo..., en fin, debo de haberme equivocado. Nunca he sido un buen jugador. Confieso que todas las fichas me parecen iguales. Las marcas no significan nada para m. No significan nada para ninguno de nosotros, Canciller seal el dinasta en tono severo. Al menos, as ha sido hasta ahora. Dirigi una mirada a Haplo. Tienes que aprenderlas de memoria, Pons. Ya te lo he dicho muchas veces. S, Majestad. Agradezco a Su Majestad que sea tan paciente conmigo. Es tu turno, Alteza indic Kleitus al prncipe. Edmund se movi en su asiento, nervioso. Un hexgono rojo. El dinasta movi la cabeza. Me temo, Alteza, que el hexgono rojo no es una buena salida. El prncipe se puso en pie como impulsado por un resorte. Majestad, he sido arrestado, golpeado e insultado! De haber estado solo, sin cargar con la responsabilidad de otros, me habra rebelado contra un trato semejante, que no es el debido entre sartn, y mucho menos entre reyes! Pero soy un prncipe. Tengo que pensar en las vidas de los dems. Y no puedo concentrarme en..., en un juego seal el tablero con gesto despectivo, cuando mi pueblo sufre de fro y de hambre! Tu pueblo atac un pueblo inocente... 148roby2001@ hotmail.com

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No atacamos nada, seor! Edmund estaba perdiendo el dominio de s. Queramos comprar comida y vino. Tenamos intencin de pagarlo todo, pero la gente del pueblo nos atac sin darnos ocasin a decir una sola palabra. Resulta extrao, ahora que lo pienso. Era como si alguien los hubiera convencido de que bamos a atacarlos! El dinasta volvi la mirada hacia Haplo para ver si tena algo que aadir. El patryn continu jugando con una ficha con aire de aburrimiento. Una preocupacin muy lgica dijo Kleitus, centrando de nuevo la atencin en el prncipe. Nuestros vigas avistaron una columna numerosa de brbaros armados que avanzaba hacia la ciudad desde las tierras exteriores. Qu habras pensado t? Brbaros! Edmund palideci de ira. Brbaros! No somos ms brbaros que ese..., ese mequetrefe de canciller! Nuestra civilizacin es ms antigua que la vuestra, y fue una de las primeras en establecerse en este mundo despus de la Separacin! Nuestra hermosa ciudad, al aire libre en la inmensa oquedad de Kairn Telest, hace que sta parezca el pestilente nido de ratas que es en realidad! Y, sin embargo, creo que venas a suplicar permiso para vivir dentro de este pestilente nido de ratas, como lo llamas... Kleitus se recost en su asiento y dirigi una lnguida mirada al prncipe con los ojos entrecerrados. Las facciones plidas del prncipe enrojecieron de sbito en un febril acceso de rabia. No he venido a suplicar! Trabajaremos! Nos ganaremos el sustento! Lo nico que pedimos es abrigo de esa lluvia mortfera y comida para alimentar a los nios. Nuestros muertos... y nuestros vivos tambin, si queris, trabajarn vuestros campos y servirn en vuestro ejrcito. Incluso te... Edmund trag saliva como si engullera con esfuerzo un sorbo de amargo stalagma, te reconoceremos como nuestro soberano... Muy amable por tu parte murmur el dinasta. Edmund capt el sarcasmo. Sus manos se cerraron en torno al respaldo de la silla y sus dedos hicieron profundos surcos en la hierba de kairn entretejida, en un desesperado intento de dominar su ira furiosa. No me propona decir lo que vas a or, pero t me has incitado a ello. Al llegar a este punto, Haplo se movi en su asiento. Por un instante, pareci que iba a intervenir, pero al parecer lo pens mejor y volvi a su postura previa de observador impasible. Nos lo debis! prosigui el prncipe. Vosotros habis destruido el hogar de mi pueblo! Nos habis drenado el agua, nos habis robado el calor para utilizarlo en vuestro provecho! Habis convertido nuestra tierra hermosa y frtil en un desierto helado y yermo! Habis causado la muerte de nuestros hijos, de nuestros ancianos y enfermos! Yo he mantenido ante mi pueblo que provocasteis este desastre por ignorancia, porque no tenais idea de nuestra existencia en Kairn Telest. No hemos venido a castigaros; no hemos venido a vengarnos, aunque habramos podido hacerlo. Slo hemos venido a pedir a nuestros hermanos que reparen el dao que cometieron sin saberlo. Y eso ser lo que siga diciendo a mi pueblo, aunque ahora s que no es cierto. Edmund se retir de la silla. Tena las yemas de los dedos ensangrentadas debido a las agudas astillas que se le haban clavado en la carne al hundir los 149roby2001@ hotmail.com

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dedos en la hierba de kairn, pero el prncipe no pareca advertirlo. Dando la vuelta en torno a la mesa de juego, hinc la rodilla y extendi las manos. Acepta a mi pueblo, Majestad, y te doy mi palabra de honor de que mantendr en secreto la verdad. Acoge a mi pueblo y yo trabajar con los dems, codo con codo. Admite a mi pueblo, seor, y me arrodillar ante ti, como pides. Aunque, en mi corazn, te desprecie. Esto ltimo no lo dijo en voz alta. No haba necesidad. Las palabras sisearon en el aire como el gas que arda en las lmparas. Lo ves, Pons? Yo tena razn dijo Kleitus. Un mendigo. El canciller no pudo reprimir un suspiro. El prncipe, joven y atractivo, agraciado por la compasin que mostraba hacia su pueblo, tena un aire majestuoso que lo elevaba en estatura y en rango por encima de la mayora de reyes, y mucho ms de los mendigos. El dinasta se inclin hacia adelante y junt las manos por las yemas de los dedos. No encontrars auxilio en Necrpolis, prncipe de los mendigos. Edmund se incorpor y la rabia contenida dej manchas de helada palidez en el carmes enfebrecido de su piel. Entonces, no hay ms que discutir. Volver con los mos. Lamento dejar la partida, pero me voy con l intervino Haplo, ponindose en pie. S, claro murmur el dinasta con una voz grave y amenazadora que slo lleg a odos de Pons. Supongo que esto significa la guerra, verdad, Alteza? El prncipe no se detuvo. Ya estaba cerca de la puerta, con Haplo a su lado, cuando replic: Ya he dicho, seor, que mi pueblo no quiere luchar. Continuaremos el viaje; quiz sigamos la costa del mar de Fuego. Si tuviramos barcos... Barcos! exclam Kleitus. Por fin aparece la verdad! Eso es lo que has venido a buscar! Barcos para encontrar la Puerta de la Muerte! Estpido! No encontrars otra cosa que la muerte! El dinasta hizo una seal a uno de los guardias armados, quien respondi con un gesto de asentimiento. El cadver alz su lanza, apunt y la arroj. Edmund presinti la amenaza, se volvi rpidamente y levant la mano para protegerse del ataque, pero su intento fue intil. Vio venir la muerte. La lanza le acert de lleno en el pecho con tal fuerza que la punta le traspas el esternn y, asomando por la espalda del prncipe, lo clav en el suelo. Edmund muri en el mismo instante de recibir el impacto, sin un grito. El afilado metal le atraves el corazn. A juzgar por la expresin de tristeza de su rostro, sus ltimos pensamientos no fueron de lstima por su propia vida, por su joven existencia trgicamente cortada en flor, sino de pena por haber fallado a su pueblo de aquella manera. Kleitus hizo una nueva seal, indicando esta vez a Haplo. Otro cadver prepar su lanza. Detenlo! dijo el patryn con voz tensa y apresurada. Hazlo, o nunca sabrs nada sobre la Puerta de la Muerte! La Puerta de la Muerte! repiti Kleitus en un susurro, con la vista fija en Haplo. Alto!

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El cadver, detenido en el momento en que lanzaba su arma, dej que sta le resbalara de sus dedos muertos. La lanza cay al suelo con un estruendo. Fue el nico sonido que rompi el tenso silencio. Dime lo urgi el dinasta por fin, qu es lo que sabes de la Puerta de la Muerte? Que nunca podrs cruzarla si me matas replic Haplo.

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CAPITULO 24

NECRPOLIS, ABARRACH

Sacar a colacin el tema de la Puerta de la Muerte haba sido una jugada arriesgada. El dinasta podra haberse limitado a parpadear, encogerse de hombros y ordenar al cadver que recogiera la lanza del suelo y volviera a arrojarla. No era la vida lo que arriesgaba Haplo. A diferencia del desgraciado prncipe que yaca en el suelo a los pies del patryn, su magia lo protega de la punta mortfera de la lanza. Lo que pretenda evitar era poner al descubierto sus poderes mgicos. Por eso haba fingido quedar sin sentido cuando el cadver lo haba atacado en el camino. Haplo haba aprendido que siempre era mejor inducir al enemigo a subestimarlo a uno, que a sobreestimarlo. As, uno tena muchas ms posibilidades de pillarlo desprevenido. Por desgracia, no haba contado con que Alfred acudiera al rescate. Maldito fuera el sartn! La nica vez que hubiera sido conveniente que se desmayara, el muy condenado urda un hechizo inexplicablemente complejo y poderoso que erizaba el vello a todos los testigos. En cualquier caso, la jugada con el dinasta haba dado resultado, aparentemente. Kleitus no se haba limitado a parpadear y encogerse de hombros. El dinasta conoca la existencia de la Puerta de la Muerte; era casi imposible que no la conociese. Hombre de evidente inteligencia y poderoso nigromante, no caba duda de que Su Majestad deba de haber buscado y encontrado los antiguos documentos dejados por los primeros sartn. Haplo se decidi por la estrategia de poner las cartas boca arriba mientras la sangre salpicada de la herida mortal del prncipe Edmund an estaba caliente sobre su piel cubierta de runas. El dinasta haba recobrado la compostura y finga indiferencia. Tu cadver me proporcionar toda la informacin que necesite. Me dir incluso todo lo que puedas saber de esa llamada Puerta de la Muerte. Tal vez s replic Haplo, o tal vez no. Mi magia est emparentada con la vuestra, ciertamente, pero es distinta. Muy distinta. Entre los mos no se ha 152roby2001@ hotmail.com

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practicado nunca la nigromancia, y ello podra deberse a alguna razn. Una vez que muere el cerebro que controla estas runas el patryn levant el brazo, muere la magia. Si separas ambas cosas, es probable que te encuentres con un cadver incapaz de recordar ni siquiera su nombre, y mucho menos cualquier otra cosa. Qu te hace pensar que me importa lo que recuerdes? Barcos para encontrar la Puerta de la Muerte. Estas son las palabras que has utilizado. Casi las ltimas que ha podido escuchar ese pobre estpido Haplo indic con un gesto el cuerpo exnime de Edmund. Vuestro mundo est agonizando, pero t sabes que no es el fin definitivo. T conoces la existencia de otros mundos. Tienes razn: esos mundos existen, yo los he visitado. Y puedo llevarte a ellos. El soldado cadver haba recogido la lanza del suelo y volva a estar en posicin de lanzarla, apuntando al corazn de Haplo. El dinasta hizo un gesto brusco y el cadver baj el arma, apoy el extremo del asta en el suelo con la punta metlica hacia el techo y se plant de nuevo en posicin de firmes. No le hagas dao. Condcelo a las mazmorras orden Kleitus. Pons, llvalos a ambos a las mazmorras. Tengo que reflexionar acerca de todo esto. Y el cuerpo del prncipe, seor? Lo mandamos al olvido? Dnde tienes la cabeza, Pons? exclam el dinasta, irritado. Claro que no! Su pueblo nos declarar la guerra y el cadver del prncipe nos dir todo lo que necesitamos saber para preparar nuestra defensa. Esos mendigos de Kairn Telest tienen que ser destruidos por completo, desde luego. Cuando hayamos terminado con ellos, podrs enviar al olvido al prncipe junto con el resto de su clan. Mantn en secreto la muerte del prncipe hasta que hayan transcurrido los das de espera necesarios para resucitarlo sin riesgos. No quiero que esa chusma nos ataque antes de que estemos preparados. Y cunto tiempo cree Su Majestad que debemos esperar? Kleitus hizo una valoracin profesional del cuerpo de Edmund. Para un hombre de su juventud y vigor, con tanta vitalidad, ser preciso un reposo de tres das para estar seguros de que su fantasma es tratable. Llevar a cabo el ritual de resurreccin yo mismo, por supuesto. Podra resultar un poco complicado. Que uno de los nigromantes de las mazmorras realice los ritos de conservacin. El dinasta abandon la habitacin con paso rpido. El borde de la tnica se agit en torno a sus tobillos con las prisas. Probablemente, pens Haplo sonriendo para s, ira derecho a la biblioteca o dondequiera que guardaran los antiguos cdices. A una orden de Pons, los cadveres se pusieron en accin. Dos guardias extrajeron la lanza del cuerpo del prncipe, alzaron a ste entre ambos y se lo llevaron. Unos criados, tambin muertos, acudieron con agua y jabn para limpiar la sangre del suelo y las paredes. Haplo permaneci en un rincn, contemplando los trabajos con aire paciente. Advirti que el canciller segua rehuyendo su mirada. Pons cruz la estancia, se lament con grandes exclamaciones ante las manchas de sangre que haban salpicado uno de los tapices de las paredes y se apresur a despachar a varios criados en busca de aserrn de hierba de kairn para aplicarlo al tapiz. Bien, supongo que esto es todo lo que se puede hacer dijo a continuacin con un suspiro. No s qu voy a decirle a la reina cuando vea esto! 153roby2001@ hotmail.com

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Podras sugerirle a su esposo que hay formas menos violentas de matar a un hombre apunt Haplo. El canciller dio un respingo genuino y se volvi con temor hacia el patryn. Ah, eres t! Casi pareca aliviado. No me haba dado cuenta... Disculpa, pero hay tan pocos prisioneros vivos que me haba olvidado por completo de que no eres un cadver. Vamos, te llevar abajo yo mismo. Guardias! Pons hizo una seal. Dos cadveres se apresuraron a colocarse al lado de Haplo y los cuatro, el canciller y Haplo y los dos guardias detrs, salieron de la sala de juegos. Pareces un hombre de accin coment el canciller, dirigiendo una breve mirada a Haplo. No vacilaste en atacar al soldado que mat a tu perro. Te ha molestado la muerte del prncipe? Molestarle? Que un sartn matara a otro a sangre fra? Sorprenderlo, tal vez, pero molestarle... Haplo se dijo a s mismo que as era como deba sentirse, pero contempl con desagrado la sangre que le salpicaba la ropa y se la restreg con el revs de la mano. El prncipe slo haca lo que consideraba correcto. No se mereca que lo asesinaran. No ha sido un asesinato replic Pons, tajante. La vida del prncipe Edmund perteneca al dinasta, como la de cualquier otro sbdito de Su Majestad. Y el dinasta ha decidido que el joven le sera ms valioso muerto que vivo. Debera haber permitido al joven expresar su opinin al respecto apunt Haplo en tono seco. El patryn intentaba prestar cuidadosa atencin al lugar donde se encontraba, pero muy pronto se sinti perdido en el laberinto de tneles interconectados idnticos. Slo apreci que descenda por la pendiente del suelo liso de la caverna. Pronto quedaron atrs las lmparas de gas, reemplazadas por toscas antorchas que ardan en candelabros colgados de paredes hmedas. A la luz de sus llamas, Haplo advirti leves trazas de runas que recorran las paredes a la altura del suelo. Delante de l, escuch el eco de unos pies que avanzaban pesadamente, arrastrndose por los tneles como si transportaran una gran carga. El cuerpo del prncipe, se dijo, camino de su lugar de descanso no tan eterno. El Gran Canciller lo mir y frunci el entrecejo. Me cuesta mucho entenderte, extranjero. Tus palabras llegan a m desde una nube de oscuridad erizada de relmpagos. Veo en ti violencia, una violencia que me causa escalofros, que me hiela la sangre. Veo una ambicin orgullosa, un deseo de obtener poder por cualquier medio. La muerte no te es extraa. Y, a pesar de todo ello, noto que ests profundamente perturbado por lo que, en realidad, no ha sido sino la ejecucin de un rebelde y traidor. Nosotros no matamos a los nuestros respondi Haplo en un susurro. Qu? Pons se acerc ms a l. Cmo has dicho? Digo que nosotros no matamos a los nuestros repiti Haplo. De inmediato, cerr la boca. Estaba molesto; e irritado de estarlo. No le gustaba la manera en que cualquiera en aquel lugar pareca capaz de ver hasta el fondo del corazn y del alma de los dems. Se iba a sentir a gusto en la prisin, se dijo. Sera un placer la oscuridad, confortadora y relajante; sera un placer el silencio. Necesitaba la oscuridad, la quietud. Necesitaba tiempo para reflexionar y decidir qu hacer, para revisar y dominar aquellos pensamientos confusos y perturbadores. 154roby2001@ hotmail.com

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Lo cual le record una cosa. Necesitaba una respuesta. Qu es eso que o de una profeca? Profeca? Pons mir por el rabillo del ojo a Haplo, pero apart la vista rpidamente. Cundo has odo hablar de una profeca? Justo despus de que tu guardia intentara matarme. Ah!, pero si entonces apenas acababas de recobrar el conocimiento. Sufriste una buena conmocin... Pero no me afect en absoluto al odo. La duquesa dijo algo de una profeca. A qu se refera? Una profeca... Veamos si me acuerdo. El canciller se llev un dedo al mentn y se dio unos golpecitos, pensativo. Ahora que lo pienso, debo reconocer que me dej algo perplejo que la duquesa dijera algo as. No acierto a imaginar a qu se refera. Ha habido tantsimas profecas entre nuestro pueblo durante los siglos pasados... Las usamos para distraer a los nios. Haplo haba visto la expresin del canciller cuando Jera haba hecho mencin a la profeca. Pons no haba puesto cara de distrado. Antes de que el patryn pudiera continuar con el tema, el canciller empez a hablar con aparente inocencia sobre las runas de las fichas, en un claro intento de sonsacarle informacin. Esta vez le toc a Haplo eludir las preguntas de Pons. Por fin, el canciller abandon el tema y los dos continuaron caminando por los pasadizos en silencio. El aire de las catacumbas era rancio, cargado y helado. El olor a putrefaccin impregnaba la atmsfera hasta tal punto que Haplo habra jurado que la notaba como una capa aceitosa en el fondo de la boca. El nico sonido que lo acompaaba eran las pisadas de los muertos que los escoltaban. Qu es eso? pregunt de pronto una voz extraa. El canciller solt un jadeo y, en un gesto involuntario, alarg la mano y asi por el brazo a Haplo. El vivo se agarr al vivo. Haplo, por su parte, se sinti desconcertado al notar el vuelco que le daba el corazn y no amenaz a Pons por tocarlo, aunque casi al instante se sacudi con irritacin la mano que lo asa. Una forma fantasmal emergi de las sombras a la luz de las teas. Por las llamas y las cenizas, conservador, me has asustado! exclam Pons, al tiempo que se secaba el sudor de la frente con la manga de la tnica negra orlada de verde, que era el distintivo de su rango en la corte. No vuelvas a hacerlo! Disculpadme, seor, pero aqu abajo no acostumbramos a recibir visitas de los vivos. La figura hizo una reverencia. Haplo para su alivio, aunque no le gustara reconocerlo advirti que el hombre era un vivo. Pues ser mejor que te acostumbres replic Pons con acritud, en un evidente intento de compensar la debilidad que haba mostrado momentos antes. Aqu tienes un prisionero vivo y ha de ser bien tratado, por orden de Su Majestad. Los prisioneros vivos murmur el conservador con una fra mirada a Haplo son una molestia. Lo s, lo s, pero no nos queda otro remedio. Ese de ah... Pons se llev a un rincn al nigromante conservador de cadveres y le cuchiche unas frases enfticas al odo. Los dos sartn dirigieron la vista a las runas tatuadas en la piel de las manos y de los brazos de Haplo. Las miradas le despertaron un hormigueo, pero el patryn 155roby2001@ hotmail.com

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se oblig a permanecer inalterable durante la inspeccin. No pensaba darles la satisfaccin de comprobar que conseguan ponerlo nervioso. El conservador no pareci demasiado impresionado. Bicho raro o no, lo cierto es que ser preciso darle de comer y de beber, y tenerlo vigilado, no es eso? Y yo soy el nico hombre aqu abajo durante el turno del medio ciclo de descanso; no tengo a nadie que me eche una mano, aunque la he pedido muchas veces. Su Majestad lo sabe..., lo lamenta mucho..., no es posible, de momento... Haplo oy murmurar a Pons. El conservador de cadveres solt un bufido, seal al patryn con un gesto y dio una orden a uno de los muertos. Pon al vivo en la celda contigua a la del muerto que han trado hace un rato. As podr trabajar con uno y vigilar al otro. Estoy seguro de que Su Majestad querr hablar contigo maana dijo el canciller a Haplo, a modo de despedida. Seguro que s, respondi Haplo, pero sin abrir la boca. Dile a esa cosa que me quite inmediatamente las manos de encima! exigi, rehuyendo el contacto con el cadver. Qu os dije, seor? coment el conservador a Pons. Ven conmigo, pues. Haplo y su escolta avanzaron ante celdas ocupadas por cadveres, unos tendidos sobre fros lechos de piedra, otros en pie y deambulando sin objeto. En la oscuridad del lugar, poda verse a los fantasmas cerca de sus cuerpos; su suave resplandor plido iluminaba dbilmente las sombras de las celdas. Barrotes de hierro y puertas cerradas impedan la huida de las pequeas celdas, parecidas a nichos. Encerris a los muertos? pregunt Haplo, casi rindose. El conservador se detuvo e introdujo una llave en la puerta de una celda vaca. Haplo vio en la celda contigua el cadver del prncipe, con un gran orificio en el pecho, colocado sobre un fretro de piedra y velado por dos cadveres. Claro que los tenemos encerrados! No querrs que los tenga vagando por ah! Ya tengo bastante trabajo tal como estn las cosas. Deprisa, no tengo toda la noche! Ese recin llegado no est para retrasos. Supongo que querrs algo de comer y de beber, no? El conservador cerr la puerta, pas la llave y mir con ira al prisionero a travs de los barrotes. Slo agua. Haplo no tena mucho apetito. El conservador trajo una taza, la introdujo entre los barrotes y le sirvi un cucharn de agua de un cubo. Haplo tom un sorbo y lo escupi. El agua saba a podrido, con aquel olor que lo impregnaba todo. Con el resto del lquido, se lav la sangre del prncipe de las manos, los brazos y las piernas. El nigromante de las mazmorras frunci el entrecejo como si considerara aquello una prdida de valiosa agua, pero no hizo comentarios. Era evidente su impaciencia por iniciar el trabajo con el prncipe. Haplo se dej caer sobre la dura piedra, con unos puados de hierba de kairn por colchn. Un cntico sartn se alz, agudo y quejumbroso, esparciendo un dbil eco por las celdas. Ante aquel sonido, pareci surgir otro cntico casi inaudible, un gemido doliente y sobrecogedor, cargado de un indecible pesar. Los fantasmas, se dijo Haplo. Pero el sonido le record al patryn el ltimo aullido, lleno de dolor, de su perro. Vio los ojos del animal mirndolo, confiados en que su amo acudira a ayudarlo como siempre haca. Fiel, entregado a l hasta el final. 156roby2001@ hotmail.com

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Haplo apret los dientes y apart la imagen de su mente. Rebusc en el bolsillo y sac una de las fichas de juego, que haba conseguido escamotear de la mesa. En la oscuridad de la celda no poda verla, pero le dio vueltas en la mano y traz con los dedos el signo mgico grabado en su superficie.

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CAPTULO 25

ANTIGUAS PROVINCIAS, ABARRACH

Y entonces, padre, el fantasma empez a cobrar forma y a... ... a hacerse slido, hija? No. Jera titube, pensativa, intentando expresar sus recuerdos en palabras. Continu etreo, traslcido. Si intentaba tocarlo, mi mano no notaba nada. Sin embargo, poda ver... rasgos, detalles. Las insignias que llevaba en el pecho, la forma de la nariz, las cicatrices de combate de sus brazos. Pude ver los ojos de ese hombre, padre! S, sus ojos! l me mir; nos mir a todos. Y fue como si hubiera obtenido una gran victoria. Despus..., desapareci! Jera abri los brazos. Sus palabras eran tan sugestivas y su gesto tan elocuente que Alfred casi pudo ver de nuevo la figura difana desvanecindose como la bruma matutina bajo un sol radiante. Deberas haber visto la expresin del viejo canciller! aadi Jonathan con su risa clida y juvenil. Hum...! S, claro murmur el viejo conde. Jera se sonroj delicadamente. Querido esposo, este asunto es muy serio. Lo s, querida, lo s Jonathan luch por recobrar la compostura, pero tienes que reconocer que fue divertido... En los labios de Jera asom una sonrisa. Ms vino, padre? musit, y se apresur a llenar la copa del anciano. Cuando crey que ste no la miraba, Jera sonri de nuevo y movi la cabeza en un gesto burln de fingido reproche a su esposo, quien le devolvi la sonrisa con un guio. El conde la vio y no le pareci divertido. Alfred tuvo la incmoda impresin de que al viejo no se le escapaba apenas nada de cuanto suceda a su alrededor. Hombre enjuto y marchito, los ojos negros y brillantes del conde recorran constantemente la habitacin, como dardos; de pronto, los dardos se clavaron en Alfred. 158roby2001@ hotmail.com

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Me gustara verte hacer ese hechizo. El hombre habl como si Alfred hubiera realizado un truco de cartas ingenioso. Se inclin hacia adelante en su asiento y se apoy sobre sus huesudos codos. Hazlo otra vez. Llamar a uno de los cadveres. De cul nos podramos desprender, hija...? Yo... No podra... balbuci Alfred, sonrojndose ms y ms mientras trataba de salir del estado de confusin que amenazaba con engullirlo. Fue un impulso. Una reaccin... instintiva, entendis? Levant la vista y... y vi bajar la espada. Las runas... surgieron en mi cabeza, se iluminaron... por decirlo de algn modo. Y luego volvieron a apagarse, no? El conde hundi un dedo huesudo en las costillas de Alfred. Todo el cuerpo del viejo pareca tallado en granito. ... Por decirlo de algn modo asinti Alfred. El conde se ri por lo bajo y le hundi de nuevo el dedo. Alfred casi pudo ver cmo le era aspirada la verdad como si de sangre se tratara, cada vez que aquel dedo como una navaja o aquellos ojos como cuchillas se clavaban en l. Pero era realmente la verdad? De veras no saba lo que haba hecho? O era slo que una parte de l se lo ocultaba a la otra, cosa que tan bien haba aprendido a hacer tras tantos aos de verse obligado a ocultar su identidad? Por ltimo, se pas la mano por los cabellos. Djalo, padre Jera se coloc junto a Alfred y apoy las manos en sus hombros. Ms vino? No, gracias, seora. El vaso de Alfred continuaba intacto. Si me excusis, estoy muy cansado. Querra acostarme... Desde luego, Alfred intervino Jonathan. Hemos sido muy desconsiderados al tenerte en vela hasta tan entrada la hora del sueo del dinasta, despus de lo que debe de haber sido un ciclo terrible para ti... Ms de lo que imaginas, se dijo Alfred con tristeza. Ms de lo que imaginas. Con un escalofro, se puso en pie a duras penas. Te acompaar a tu habitacin se ofreci Jera. El leve sonido de una campanilla son dbilmente en la penumbra a la luz de las lmparas de gas. Los cuatro ocupantes de la estancia callaron y tres de ellos intercambiaron miradas de inteligencia. Sern noticias de palacio dijo el conde, empezando a incorporarse sobre sus piernas crepitantes. Ir yo dijo Jera. No me atrevo a confiar en los muertos. La duquesa abandon la estancia. Estoy seguro de que querrs escuchar esto, amigo coment el conde con un pronunciado brillo en sus ojos negros, e hizo un gesto invitando, u ordenando, a Alfred que se sentara. Alfred no tuvo ms remedio que volver a su asiento, aunque se senta penosamente consciente de que no deseaba escuchar ninguna noticia que llegara apresuradamente y en secreto, a una hora que era el equivalente a la madrugada en aquel mundo en sombras. Los tres sartn esperaron en silencio. Jonathan, plido y con la expresin preocupada; el viejo conde, con aire astuto y animado. Y Alfred con la mirada extraviada en la pared desnuda de la estancia.

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El conde viva en las Antiguas Provincias, en lo que tiempo atrs haba sido una propiedad grande y rica. En eras pasadas, la tierra haba estado viva y un nmero inmenso de cadveres las atenda. La mansin se levantaba entonces entre campos ondulantes de hierba de kairn y grandes rboles lants de flores azules. Ahora, la propia casa era un cadver. Las tierras que la rodeaban eran mares de barro ceniciento, desolados y yermos, creados por la lluvia incesante. La vivienda del conde no era una edificacin excavada en la caverna, como tantas en Necrpolis, sino que haba sido construida con bloques de piedra en un estilo que record poderosamente a Alfred los castillos creados por los sartn en el momento cumbre de su poder en el Reino Superior de Ariano. El castillo era imponente, pero la mayora de las estancias de la parte de atrs haban sido cerradas y abandonadas, pues resultaban difciles de mantener debido a que el nico ser vivo que habitaba all era el conde, junto a los cadveres de sus viejos sirvientes. En cambio, la parte delantera estaba extraordinariamente bien conservada, en comparacin con las dems mansiones en ruinas que haban visto durante el recorrido en carruaje por aquellas Antiguas Provincias. Es cosa de las antiguas runas, sabes? dijo el conde a Alfred con una mirada penetrante. La mayora de la gente las quit. No saban leerlas y consideraban que daban un aspecto anticuado a las casas. Yo, no; yo las dej y me ocup de ellas. Y ellas se han ocupado de m. Han mantenido la mansin en pie cuando tantas otras se han hundido en el polvo. Alfred ley las runas y casi percibi la fuerza de la magia, que sostena las paredes en el transcurso de los siglos. Pero no coment nada, temeroso de decir demasiado. La parte habitada del castillo consista en las dependencias de los servicios del piso inferior: la cocina, habitaciones para criados, despensa, entradas delantera y trasera y un laboratorio donde el conde realizaba sus experimentos en un intento de devolver la vida al suelo de las Antiguas Provincias. Los dos pisos superiores se dividan en los confortables aposentos de la familia, las alcobas, las habitaciones de invitados, la sala de dibujo y el comedor. La figurilla de un reloj de dinasta10 se encamin a su alcoba, indicando la hora. Alfred aoraba la cama, el sueo, la bendicin del olvido, aunque slo fuera durante unas pocas horas, antes de volver a aquella pesadilla en vela. Debi de quedarse amodorrado pues, cuando se abri una puerta, experiment la desagradable sensacin de despertar, con un hormigueo, de una siesta que no haba tenido intencin de hacer. Con un parpadeo, concentr sus ojos turbios en Jera y en un hombre envuelto en una capa negra, que aparecieron por una puerta en el extremo opuesto de la estancia. He pensado que debais escuchar esta noticia de boca del propio Toms, por si tenis alguna pregunta que hacer dijo Jera. Alfred supo en aquel mismo instante que la noticia era mala y hundi la cabeza entre las manos. Cuntos golpes ms sera capaz de soportar? El prncipe y el forastero de la piel cubierta de runas han muerto anunci Toms en voz baja. Avanz hasta la luz y se quit la capucha que le ocultaba la10. Una representacin en miniatura del dinasta, en barro, situada dentro de una representacin en miniatura del palacio. Segn el diseo original, el muequito estaba sincronizado con el dinasta por medio de la magia e indicaba la hora del ciclo mediante su posicin en el palacio en miniatura. As, cuando el mueco se acostaba, era la hora de dormir del dinasta. Cuando se sentaba a la mesa, era la hora de comer del dinasta. Con el tiempo, conforme la magia comenz a debilitarse en Abarrach, los muecos empezaron a marcar el tiempo con menos precisin.

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cabeza. Era un hombre joven, de la edad de Jonathan. Traa la ropa sucia, salpicada de barro, como si hubiera cabalgado largo y tendido. El dinasta los ha ejecutado a ambos esta misma noche, en la sala de juegos de palacio. Estabas presente cuando lo ha hecho? Lo has visto con tus propios ojos? inquiri el conde, volviendo hacia el recin llegado su rostro tallado a cincel. Su mirada pareci cortar el aire, impaciente y ansiosa. No, pero he hablado con un guardia muerto que se ha encargado de transportar los cuerpos a las catacumbas. El cadver me ha dicho que el conservador ya ha empezado a trabajar en el mantenimiento de ambos. Te lo ha dicho un muerto! exclam el anciano conde con una mueca de desprecio. No se puede confiar en los muertos! Lo s muy bien, seor. Por eso fing ignorar que el dinasta haba cancelado su partida de fichas rnicas e irrump en la sala de juegos. All haba varios cadveres limpiando un charco de sangre. De sangre fresca. Cerca de ellos, en el suelo, haba una lanza cubierta de sangre con la punta mellada. Para m, quedan pocas dudas. Los dos prisioneros estn muertos. Jera movi la cabeza y suspir. Pobre prncipe. Pobre joven, tan atractivo y honorable. Pero la desgracia de uno puede ser la fortuna de otro, como dice el refrn. Exacto! asinti el anciano con gesto enrgico y fiero. Nuestra fortuna! Lo nico que necesitamos hacer es rescatar los cadveres del prncipe y de tu amigo Jera se volvi hacia Alfred con avidez. Ser peligroso, por supuesto, pero... Mi querido amigo aadi con sbita consternacin, te encuentras bien? Jonathan, trele un vaso de stalagma. Alfred permaneci sentado mirndola, incapaz de pensar racionalmente. Despus, se puso en pie con torpeza, tropezando, y brotaron de sus labios unas palabras entrecortadas: Haplo y el prncipe... muertos. Asesinados. Por mi propia raza. Los sartn, matando a capricho. Y vosotros..., vosotros, insensibles... Como si la muerte no fuera otra cosa que un ligero inconveniente, una molestia apenas mayor que un resfriado! Vamos, vamos... Bebe esto. Jonathan le ofreci un vaso de un licor de aroma pestilente. Deberas haber comido ms en la cena... La cena! exclam Alfred con voz gutural. Apart el vaso de un manotazo y retrocedi hasta chocar con la pared. Dos hombres acaban de perder la vida violentamente y no se te ocurre otra cosa que hablar de la cena! Y de..., de recuperar sus..., sus cuerpos! Te aseguro, seor, que los cadveres sern bien tratados intervino Toms, el recin llegado. Conozco personalmente al nigromante conservador y es muy experto en su arte. Notars pocos cambios en tu amigo... Pocos cambios! Alfred se pas una mano temblorosa por la calva. Es la muerte lo que da sentido a la vida! La muerte, que a todos iguala. Hombre, mujer, campesino, rey, rico o pobre: todos somos viajeros en camino hacia idntico destino. La vida es sagrada, preciosa, es algo a valorar, a apreciar, y no a ser tomado a la ligera, caprichosamente. Habis perdido todo respeto a la muerte y, en consecuencia, tambin a la vida. Para vosotros, robarle la vida a un hombre no es un crimen mayor que..., que robarle el dinero.

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Un crimen! replic Jera. Y t hablas de crimen? Eres t quien lo ha cometido! Destruiste ese cuerpo y enviaste su fantasma al olvido, donde ser desgraciado toda la eternidad, privado de forma y de sustancia. Pero tena forma, tena sustancia! exclam Alfred. T misma lo viste! El soldado qued libre por fin! Hizo una pausa, perplejo ante lo que acababa de decir. Jera lo mir con parecido desconcierto. Libre? Libre para hacer qu, para ir adonde? Alfred se sonroj y las mejillas le ardieron mientras el resto de su cuerpo se estremeca de fro. Los sartn, semidioses capaces de forjar nuevos mundos a partir de uno condenado, capaces de crear. Pero la actividad creadora haba sido provocada por la destruccin. Y la magia sartn haba conducido a la nigromancia, en un paso al parecer inevitable. De controlar la vida a controlar la muerte. Pero por qu le pareca aquello tan terrible? Por qu se revolva contra aquella prctica hasta la ltima fibra de su ser? Una vez ms, su mente evoc la imagen del mausoleo de Ariano, con los cuerpos de sus amigos en las tumbas. La ltima vez que lo haba visitado antes de abandonar Ariano, haba sentido una tristeza abrumadora que, entonces, haba comprendido que no era tanto por ellos como por l mismo, por su completa soledad. Record tambin la muerte de sus padres en el Laberinto... No, se dijo Alfred. Aqullos eran los padres de Haplo. Pero, cuando el sartn los haba visto durante su confusa experiencia, haba sentido el dolor desgarrador, la rabia desbocada, el miedo terrible... Y, de nuevo, los haba sentido por s mismo. Es decir, por Haplo. Por su completa soledad. Los cuerpos despedazados que haban luchado y resistido, haban encontrado al fin la paz. La muerte haba enseado a Haplo a odiar, lo haba imbuido de odio al enemigo que haba encerrado a sus padres en la prisin que los haba matado. Pero, aunque Haplo no se diera cuenta, la muerte tambin le haba enseado otras lecciones. Y, de pronto, Haplo estaba muerto. Justo cuando Alfred casi haba empezado a pensar que caba la posibilidad de que... Un gaido interrumpi los pensamientos de Alfred. El contacto de una lengua fra y hmeda sobre la piel le hizo dar un respingo. Un perro negro, de raza indefinida, lo miraba con aire preocupado, con la cabeza ladeada. El animal alz una pata y la pos sobre la rodilla de Alfred. Unos ojos pardos y acuosos le ofrecieron consuelo para una inquietud que perciba, aun sin entenderla. Alfred contempl al perro y, recuperndose de la sorpresa inicial, le ech los brazos en torno al cuello. Estuvo a punto de ponerse a llorar. El perro estaba dispuesto a mostrarse comprensivo pero, al parecer, tan brusca familiaridad le result intolerable. As pues, se desembaraz del abrazo de Alfred y lo mir con perplejidad. A qu vena aquello?, pareca decir. El no haca otra cosa que cumplir rdenes. Viglalo, era la ltima que le haba dado Haplo. Buen..., buen chico dijo Alfred, alargando la mano con cautela para darle unas palmaditas en la negra testuz. El perro no rechaz la caricia pero indic, con aire digno, que las palmaditas en la cabeza eran aceptables y que la relacin poda progresar hasta el rascado de 162roby2001@ hotmail.com

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orejas, pero que era preciso trazar una lnea en alguna parte y que esperaba que Alfred lo comprendiera. Y Alfred lo comprendi. Haplo no ha muerto! Est vivo! exclam. Mir a su alrededor y vio que todos lo observaban. Cmo has hecho eso? Jera estaba muy plida, con los labios descoloridos. El cuerpo de ese animal qued destruido! Jonathan y yo lo vimos! Dime, hija, de qu ests hablando? inquiri su padre, irritado. El..., ese perro, padre! Es el mismo que el soldado arroj al charco de barro ardiente! Ests segura? Quiz slo se parezca... Claro que estoy segura, padre! Mira a Alfred. Lo ha reconocido! Y el perro a l! Otro truco. Cmo has podido hacerlo? quiso saber el conde. Qu clase de magia maravillosa es sta? Si puedes restaurar cadveres que han sido destruidos... Ya te lo deca, padre! exclam Jera con un jadeo; una sensacin de temor reverencial casi le impidi seguir hablando. La profeca! Silencio. Jonathan contempl a Alfred con la admiracin fascinada e indisimulada de un nio. El conde, su hija y el recin llegado de palacio observaron al forastero con ojos penetrantes y pensativos, calculando tal vez el mejor modo de utilizarlo para sus fines. No es ningn truco! Y no he sido yo! Yo no he hecho nada protest Alfred. No ha sido mi magia la que ha devuelto al perro. Ha sido Haplo... Tu amigo? Pero Toms asegura que est muerto! replic Jonathan con una mirada a su esposa en la que se lea claramente: el pobre hombre ha enloquecido. No, no est muerto. Es tu amigo quien se equivoca! Has dicho que no has llegado a ver el cuerpo, verdad? pregunt a Toms. No. Pero la sangre, la lanza... Os aseguro insisti Alfred que el perro no estara aqu si Haplo hubiera muerto. No puedo explicaros cmo lo s, pues ni siquiera estoy seguro de que mi teora acerca del animal sea la acertada, pero estoy convencido de lo que os digo. Sera preciso mucho ms que una lanza para matar a mi... hum... amigo. Su magia es poderosa, muy poderosa. Est bien, est bien. De nada sirve discutir de eso ahora. Puede que siga vivo, puede que no. Razn de ms para arrancarlo, a l o a lo que quede de l, de las garras del dinasta declar el conde, y se volvi hacia Toms. Y ahora, dinos cundo se llevar a cabo la resurreccin del prncipe. Dentro de tres ciclos, seor, segn mi informador. Eso nos da tiempo asinti Jera, entrelazando los dedos en gesto meditabundo. Tiempo para trazar planes y para enviar un mensaje a su pueblo. Cuando comprueben que el prncipe no regresa, deducirn lo sucedido. Es preciso advertirles que no hagan nada hasta que estemos preparados. Preparados? Para qu? pregunt Alfred, desconcertado. Para la guerra respondi Jera. La guerra. Sartn combatiendo contra sartn. En todos los siglos de historia de los sartn, jams haba sucedido una tragedia semejante. Su raza, se dijo 163roby2001@ hotmail.com

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Alfred, haba separado un universo para salvarlo de su conquista por el enemigo y lo haba conseguido. Haba conseguido una gran victoria. Y haba perdido.

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CAPITULO 26

NECRPOLIS, ABARRACH

El ciclo siguiente a la muerte del prncipe, el dinasta cancel su hora de audiencias, hecho del que no se conoca ningn precedente. El Gran Canciller anunci pblicamente que Su Majestad estaba fatigado por las presiones del cargo. En privado, Pons revel a un grupito de privilegiados, en estricta confianza, que Su Majestad haba recibido informes preocupantes acerca de un ejrcito enemigo acampado al otro lado del mar de Fuego. Como haba previsto Kleitus, la alarmante noticia alcanz a todos los habitantes de Necrpolis igual que la incesante lluvia, creando una atmsfera de tensin y de pnico muy apropiada y adecuada para los planes del dinasta. ste permaneci todo el ciclo encerrado en la biblioteca de palacio, absolutamente a solas salvo unos contados muertos de su guardia personal, y stos no contaban. Elihn, Dios en Uno, contempl el Caos con desagrado. Extendi su mano y este movimiento cre la Onda Primordial.11 Qued establecido el Orden, que tom la forma de un mundo bendecido con la presencia de vida inteligente. Elihn qued satisfecho con su creacin y le proporcion todas las cosas necesarias para desarrollar la vida en adelante. Una vez puesta en movimiento la Onda, Elihn abandon el mundo en la seguridad de que la Onda mantendra el mundo y que ya no necesitaba un Cuidador. Y las tres razas creadas por la Onda, los elfos, los humanos y los enanos, vivieron en armona. Mensch mascull Kleitus con desdn, y repas rpidamente los prrafos siguientes del texto, que trataba de la creacin de las primeras razas, conocidas ahora como las razas inferiores. Tampoco encontr en aquella parte de la 165

11. Referencia a Magia en los Reinos Separados, extracto de las Reflexiones de un Sartn. vol. I.

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disertacin el fragmento concreto de informacin que buscaba, aunque el dinasta recordaba haberlo visto cerca del principio de la exposicin. Haca mucho tiempo que no tena ante los ojos aquel manuscrito; slo lo haba ledo en una ocasin anterior y, al hacerlo, no haba prestado demasiada atencin al texto, pues lo que buscaba entonces era un medio de abandonar aquel mundo, y no una historia sobre otro mundo muerto y desaparecido muchsimo tiempo atrs. Pero, durante las ltimas horas de una mitad de ciclo dedicada al descanso en la que no consigui pegar ojo, le haba venido a la mente al dinasta una frase que recordaba haber ledo en las pginas de un texto. Una frase que lo hizo saltar de la cama como impulsado por un resorte. Su descubrimiento era de tal importancia que lo haba llevado a suspender las audiencias de aquel ciclo. Un recorrido por su memoria le haba trado al recuerdo el libro en cuestin y ahora, a solas en la biblioteca, slo tuvo que repasarlo hasta localizar la referencia que buscaba. En su esfuerzo por mantener el equilibrio e impedir que la degeneracin traiga de nuevo el Caos, la Onda Primordial se corrige constantemente a s misma. As, la Onda se eleva y se hunde. As, existe luz y existe oscuridad. As, hay bien y hay mal. As, llega la paz y estalla la guerra. Al principio del mundo, durante lo que se conoce errneamente como la Edad Oscura, las gentes crean en la existencia de leyes mgicas y leyes espirituales, equilibradas por leyes fsicas. Sin embargo, con el paso del tiempo, una nueva religin se difundi por la tierra. Fue conocida como ciencia. Propagadora de la supremaca de las leyes fsicas, la ciencia ridiculiz las leyes espirituales y las mgicas, tachndolas de ilusorias. La raza humana, debido a lo corto de sus vidas, qued especialmente prendada de esta nueva religin, que ofreca una falsa promesa de inmortalidad. Los humanos dieron a este perodo el nombre de Renacimiento. La raza de los elfos mantuvo su creencia en la magia y, debido a ello, fue perseguida y expulsada del mundo. La raza de los enanos, muy hbil en cuestiones de mecnica, se ofreci a colaborar con los humanos, pero stos deseaban esclavos, no socios, de modo que los enanos abandonaron el mundo por propia iniciativa y buscaron refugio en el subsuelo. Con el tiempo, los humanos olvidaron a esas otras razas y abandonaron la creencia en la magia. La Onda perdi su forma, se volvi irregular y uno de sus extremos rebos de fuerza y poder mientras el otro quedaba dbil y sin energa. Vero la Onda siempre terminaba por corregir sus desequilibrios y as sucedi, a un coste terrible. A fines del siglo XX los humanos libraron una guerra terrible entre ellos. Sus armas eran maravillas de la ciencia y la tecnologa, y produjeron la muerte y la destruccin de incontables millones de miembros de su raza. En ese da, la ciencia se destruy a s misma. El dinasta frunci el entrecejo, disgustado. Ciertas partes de aquella obra le parecan meras conjeturas e hiptesis sin fundamento. Kleitus no haba conocido a ningn mensch, pues todos los existentes en Kairn Necros haban muerto antes 166roby2001@ hotmail.com

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de que l naciera, pero le resultaba extremadamente difcil de creer que ninguna raza provocar de forma deliberada su autodestruccin. Es cierto que he encontrado textos que corroboran lo que ste apunta murmur, pues tena la costumbre de hablar consigo mismo cuando estaba en la biblioteca, para romper el permanente silencio que le pona los nervios a flor de piel. Pero los autores proceden del mismo perodo histrico y, probablemente, comparten la misma informacin falsa o inexacta que este documento. As pues, todos deben ser tomados con reparos. He de tenerlo en cuenta. Los supervivientes se vieron sumergidos a lo que se conoci como la Edad del Polvo, durante la cual tuvieron que emplear todas sus fuerzas y recursos en la mera supervivencia. Fue durante esta poca de penalidades cuando surgi una estirpe mutante de humanos que, una vez acallado el incesante estruendo de la ciencia, escucharon el flujo de la Onda a su alrededor y dentro de ellos. Luego, reconocieron y utilizaron el potencial de la Onda para la energa mgica. Y desarrollaron las runas para dirigir y canalizar esa magia. Los hechiceros, hombres y mujeres, recorran la tierra en grupos para llevar la esperanza a unos seres perdidos en la oscuridad. Se llamaron a s mismos sartn, que significa, en el lenguaje rnico, los que traen de vuelta la luz. S, s. El dinasta exhal un suspiro. Hasta entonces, casi nunca haba tenido ocasin de recurrir a la historia, de hurgar en un pasado muerto y acabado, en una especie de cadver descompuesto ms all del lmite de la resurreccin. O tal vez no tanto... La tarea result ingente. Nosotros, los sartn, ramos pocos. Para facilitar el renacimiento del mundo, recurrimos a ensear a las razas inferiores el uso de nuestra magia ms rudimentaria, reservndonos el conocimiento de la verdadera naturaleza y poder de la Onda con el fin de mantener el control y evitar que ocurriera de nuevo la catstrofe que se haba producido una vez. En nuestra ingenuidad, cremos que nosotros ramos la Onda. Cuando ya era demasiado tarde, nos dimos cuenta de que no ramos sino una parte de ella, que nos habamos convertido en una irregularidad de la Onda y que sta tomara una accin correctora. Demasiado tarde, descubrimos que algunos de entre nosotros haban olvidado los objetivos altruistas de nuestra labor. Esos hechiceros buscaban hacerse con el poder por medio de la magia. Buscaban el dominio del mundo. Patryn, se hacan llamar: Los que vuelven a la Oscuridad. Ah! Kleitus respir profundamente y se dispuso a leer con ms atencin y detenimiento. Los patryn se pusieron ese nombre como burla hacia nosotros, sus hermanos, porque al principio se vieron obligados a actuar en lugares oscuros y secretos para mantenerse ocultos de nosotros. Forman un 167roby2001@ hotmail.com

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pueblo muy unido y son ferozmente leales entre ellos y a su objetivo permanente, que es el dominio completo y absoluto del mundo. El dominio completo y absoluto repiti el dinasta, frotndose la frente con la mano. Nos result imposible infiltrarnos en una sociedad tan cerrada para aprender sus secretos. Los sartn lo intentamos, pero aquellos de nosotros a quienes enviamos entre los patryn desaparecieron y slo cabe pensar que fueron descubiertos y destruidos. Por eso sabemos tan poco de los patryn y de su magia. Kleitus hizo una mueca de decepcin pero continu leyendo. Corre la teora de que el uso de la magia rnica por parte de los patryn se basa en la porcin fsica de la Onda, mientras que nuestra magia se apoya ms en la porcin espiritual. Nosotros cantamos y bailamos las runas y las dibujamos en el aire, y recurrimos a transcribirlas fsicamente cuando lo dicta la necesidad. Los patryn, por el contrario, se apoyan sobre todo en la representacin fsica de las runas, llegando al extremo de pintarlas en sus propios cuerpos para potenciar su magia. Dibujar aqu... El dinasta interrumpi la lectura, volvi atrs y repiti la ltima frase. Pintarlas en sus propios cuerpos para potenciar su magia. Continu leyendo, en voz alta: Dibujar aqu, como curiosidad, algunas de las estructuras rnicas que se sabe que utilizan. Ntese la semejanza con las nuestras, pero advirtase tambin que es el estilo brbaro en que estn construidas las runas lo que modifica radicalmente la magia, creando todo un nuevo lenguaje de poderes mgicos toscos pero llenos de fuerza. Kleitus cogi varias fichas rnicas del juego que llevaba en un bolsillo y las coloc sobre el escrito, junto a los dibujos realizados por el antiguo autor sartn. El parecido era casi perfecto. Es tan condenadamente obvio. Cmo no me haba dado cuenta antes? murmur. Sacudi la cabeza, irritado consigo mismo, y reanud la lectura. La Onda, por el momento, parece estable. Sin embargo, entre nosotros hay quien teme que los patryn estn hacindose ms fuertes y que empiecen a constituir una irregularidad. Hay quienes afirman que debemos ir a la guerra y detener a los patryn ahora. Otros, entre los que me cuento, propugnamos que no se haga nada para perturbar el equilibrio pues, de lo contrario, la Onda se descompensar en el sentido opuesto. El tratado continuaba sus explicaciones, pero el dinasta cerr el libro. El texto no contena ninguna referencia ms a los patryn y se dedicaba a conjeturar sobre lo que podra suceder si la Onda se desequilibraba. El dinasta ya conoca la respuesta. El desequilibrio se haba producido y, a resultas de l, haba llegado la 168roby2001@ hotmail.com

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Separacin y, luego, la vida en la especie de tumba que era aquel mundo. Kleitus estaba al corriente de aquella parte de la historia de los sartn. Pero se haba olvidado de los patryn, los enemigos ancestrales, portadores de las sombras y poseedores de unos poderes mgicos toscos pero llenos de fuerza. Un dominio absoluto y completo... repiti en voz baja para s. Qu estpidos hemos sido! Qu redomados estpidos! Pero an no es demasiado tarde. Ellos se creen muy listos, creen que pueden pillarnos por sorpresa. Pero no les resultar. Tras unos instantes ms de reflexin, llam a uno de los cadveres. Busca al Gran Canciller y dile que venga. El criado muerto sali de la biblioteca y regres casi al instante con Pons, cuya mayor virtud era estar siempre donde fuera fcil encontrarlo si se lo requera, y permanecer convenientemente ausente cuando no se lo necesitaba. Majestad... dijo Pons con una profunda reverencia. Ha regresado Toms? Hace un instante, creo. Trelo a mi presencia. Aqu, Majestad? Kleitus tard en responder, mir a su alrededor y asinti. S, aqu. Como se trataba de un asunto importante, Pons se encarg de la tarea en persona. Podra haber despachado a uno de los cadveres para que trajera al joven, pero con los sirvientes muertos siempre caba la posibilidad de que volvieran con un cesto de flores de rez, habiendo olvidado por completo sus instrucciones originales. As pues, el Canciller regres a uno de los salones pblicos, donde solan reunirse gran nmero de correos y peticionarios. La aparicin del dinasta en la estancia habra producido el mismo efecto que un rayo descargado del coloso, lanzando a sus ocupantes a un frenes de lisonjas, reverencias y alharacas. Tratndose del Gran Canciller, su presencia despert mucha menos conmocin entre los reunidos. Algunos miembros de la nobleza de bajo rango hicieron humildes reverencias y los de rango superior hicieron un alto en sus partidas de runas y en sus conversaciones para volver la cabeza. Quienes trataban a menudo con Pons lo saludaron, para envidia de quienes no tenan acceso a l. Qu sucede, Pons? pregunt uno lnguidamente. El Gran Canciller, con una sonrisa, respondi: Su Majestad necesita... Numerosos correos se pusieron de pie al instante. ... un mensajero vivo acab la frase Pons, recorriendo la sala con una mirada de aparente aburrimiento e indiferencia. Un chico de los recados, no? dijo un barn, con un bostezo. Los de rango superior, conscientes de que era un trabajo de sirvientes y que, probablemente, ni siquiera implicaba ver en persona al dinasta, volvieron a sus partidas y a su charla. Eh, t! Pons seal a un joven situado al fondo del saln. Cmo te llamas? Toms, Seora. Toms. Creo que servirs. Ven conmigo. 169roby2001@ hotmail.com

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El joven hizo una reverencia de mudo asentimiento y sigui al Gran Canciller fuera del saln, hacia una parte del palacio privada y protegida por la guardia. Ninguno de los dos dijo nada, aparte de un breve intercambio de miradas de complicidad al dejar la antecmara. El Gran Canciller abri la marcha seguido a varios pasos, como era debido, por su joven acompaante. ste llevaba las manos resguardadas en las mangas y la capucha negra, sin orlas que indicaran nobleza, ocultndole la cabeza. Pons se detuvo antes de entrar en la biblioteca y, con un gesto, indic a Toms que esperara. El joven hizo lo que le decan y permaneci en silencio entre las sombras. Uno de los soldados muertos abri la puerta de piedra y Pons asom la cabeza. Kleitus haba vuelto a la lectura. Al or abrirse la puerta, levant la cabeza y asinti a su ministro. Pons indic al joven que se acercara. Toms apareci de la oscuridad y cruz el umbral. El Gran Canciller entr con l y cerr la puerta con suavidad. Los cadveres que protegan a Su Majestad se colocaron en posicin de alerta. El dinasta retom la lectura del texto que haba extendido en la mesa ante s. El joven y Pons aguardaron en pie, callados e inmviles. Has estado en la mansin del conde, Toms? pregunt Kleitus sin alzar la vista. Acabo de regresar de all, seor contest el joven con una reverencia. Y los has encontrado all... a los duques y al extranjero? S, Majestad. Has hecho lo que te orden? S, por supuesto, seor. Con qu resultado? Un..., un resultado bastante peculiar, seor. Si me permits explicar... Toms avanz un paso. Kleitus, con los ojos fijos en el texto, agit una mano con gesto despreocupado. El joven arrug la frente y mir a Pons, preguntndole sin palabras si el dinasta le prestaba atencin. El Gran Canciller respondi arqueando las cejas en ademn perentorio, como si dijera: Su Majestad te est prestando ms atencin de la que desearas. Toms, con cierta incomodidad, continu su informe. Como sabe Su Majestad, los duques creen que soy uno de los suyos, del bando comprometido en esta descarriada rebelin... El joven call e hizo una profunda reverencia para demostrar sus verdaderos sentimientos. El dinasta pas una pgina. Toms, al no recibir orden de lo contrario, prosigui con creciente desconfianza: Les he hablado del asesinato del prncipe... Asesinato? Kleitus se movi en su asiento y la mano con la que volva la pgina se detuvo a medio gesto. Toms dirigi una mirada de splica a Pons. Perdonadlo, Majestad intervino el Gran Canciller con voz apacible, pero as es como denominaran los rebeldes a la merecida ejecucin del prncipe. Toms debe fingir que comparte tal opinin para convencerlos de que es uno de ellos, y as seguir siendo til a Su Majestad. El dinasta termin de pasar la hoja y la alis con la mano. Toms, con un ligero suspiro de alivio, continu: 170roby2001@ hotmail.com

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Les he dicho que el hombre de la piel tatuada de runas tambin estaba muerto... el joven vacil, sin saber cmo continuar. Y cmo han respondido? El amigo de ese hombre, el que mat al muerto, ha dicho que no era cierto. Eso ha dicho? el dinasta alz los ojos del pergamino. S, Majestad. Afirm que saba que su amigo, al que llaman Haplo, estaba vivo. Que lo saba? Kleitus cruz una mirada con el Gran Canciller. S, seor. Pareca firmemente convencido de ello. Tena algo que ver con un perro... El dinasta se dispona a decir algo, pero el canciller alz un dedo en un gesto, imperioso aunque siempre respetuoso, para que guardara silencio. Un perro? inquiri Pons. Qu es eso de un perro? Mientras estaba con ellos, entr en la estancia un perro. Fue directamente hacia el extranjero, que se llama Alfred. Ese tal Alfred pareci muy contento de ver al perro y dijo que ahora saba que Haplo no estaba muerto. Qu aspecto tena ese perro? Toms reflexion antes de responder. Es un animal bastante grande, de pelaje negro con las cejas blancas. Es muy inteligente, o as lo parece. Y... presta atencin. A las conversaciones, me refiero. Casi como si las entendiera... Es el mismo animal, seor. Pons se volvi hacia Kleitus-. El que mi guardia arroj al charco de barro hirviente. Yo mismo lo vi morir! Su cuerpo desapareci bajo el cieno! S, eso es! Exacto! Toms pareci asombrado. Es lo mismo que deca la duquesa, Majestad! Ella y el duque no podan creer lo que vean sus ojos. La duquesa Jera coment algo sobre la profeca, pero el forastero, Alfred, rechaz con toda rotundidad tener nada que ver. Qu ha dicho del perro, de cmo puede estar vivo otra vez? Ha asegurado que no saba explicarlo pero que, si el perro estaba vivo, Haplo tambin tena que estarlo. Esto es sumamente extrao! murmur Kleitus. Y has descubierto, Toms, cmo llegaron a Kairn Necros esos dos forasteros? En una nave, seor. Segn me ha contado el duque cuando ya me marchaba, llegaron en una nave que dejaron amarrada en Puerto Seguro. La embarcacin est hecha de una sustancia extraa y, segn el duque, est cubierta de runas como el cuerpo de ese tal Haplo. Y qu se proponen hacer ahora los duques y el viejo conde? En este ciclo, mandarn un emisario a la gente del prncipe para comunicarles la muerte prematura de su lder. Dentro de tres ciclos, cuando la resurreccin se haya completado, los duques proyectan rescatar el cadver del prncipe, devolverlo a su pueblo e instar a ste a declarar la guerra a Su Majestad. La faccin del conde se unir al pueblo de Kairn Telest. De modo que, dentro de tres ciclos, proyectan irrumpir en las mazmorras de palacio y rescatar al prncipe. Exacto, seor. Y t te ofreciste a ayudarlos, Toms? 171roby2001@ hotmail.com

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Tal como me ordenasteis, seor. Tengo que reunirme con ellos esta noche para repasar los ltimos detalles. Mantennos al tanto. Corres un riesgo, lo sabes? Si descubren que eres un espa, te matarn y te enviarn al olvido. Acepto el riesgo, seor. Toms se llev la mano al corazn e hizo una profunda inclinacin de cabeza. Soy un completo devoto de Su Majestad. Contina tu buena labor y tu devocin ser recompensada. Tras esto, Kleitus baj los prpados y reanud la lectura. Toms mir a Pons, quien indic que la entrevista haba terminado. Con una nueva reverencia, el joven abandon la biblioteca y cruz las cmaras privadas del dinasta escoltado por uno de los sirvientes cadveres. Cuando Toms se hubo marchado, cerrando la puerta tras l, Kleitus levant los ojos del manuscrito. Por su expresin inquisitiva y meditabunda, era evidente que no haba ledo una sola palabra del texto que tena ante l. Tena la mirada perdida en un punto muy lejano, mucho ms all de las paredes de la caverna en que se hallaba. El Gran Canciller vio, con un nudo de aprensin en la boca del estmago, que la mirada del dinasta se haca sombra y su frente se llenaba de profundas arrugas. Pons se acerc a l con cautela, sin atreverse a perturbarlo. Saba que el dinasta lo quera cerca pues, de lo contrario, ya le habra mandado marcharse. As pues, se acerc a la mesa, tom asiento y esper en silencio. Transcurri un rato largo hasta que Kleitus sali de su ensimismamiento con un suspiro. Pons, conocedor de su papel, le pregunt con tacto: Su Majestad comprende todo esto: la llegada de los dos extranjeros, el individuo de las runas en la piel, el perro que muri y ahora est vivo? S, Pons, creo que lo entiendo. El Gran Canciller esper de nuevo, en silencio. La Separacin... dijo el dinasta. La guerra catastrfica que haba de traer, de una vez por todas, la paz a nuestro universo. Y si te dijera que no ganamos esa guerra, como hemos credo tan alegremente durante todos estos siglos? Y si te dijera, Pons, que perdimos? Seor! S, fuimos derrotados. Por eso no lleg nunca la ayuda que se nos haba prometido. Los patryn deben de haber conquistado los dems mundos y ahora esperan, tranquilamente, el momento de apoderarse de ste. Somos lo nico que queda. La esperanza del universo. La profeca! musit Pons, y su voz reflej un verdadero temor reverencial. Por fin, empezaba a aceptar tal posibilidad. Kleitus se dio cuenta de la conversin de su ministro, advirti que le llegaba la fe. Un poco tarde, pens, pero se limit a ensayar una sombra sonrisa y no dijo nada. No tena importancia. Ahora, Pons, djame solo aadi por ltimo, saliendo de nuevo de su ensimismamiento. Anula todos mis compromisos para los dos prximos ciclos. Anuncia que hemos recibido noticias inquietantes sobre la presencia de una fuerza enemiga hostil al otro lado del mar de Fuego y que estoy efectuando los preparativos para proteger nuestra ciudad. No recibir a nadie. La orden incluye a Su Majestad, la reina, seor? 172roby2001@ hotmail.com

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El matrimonio haba sido un enlace de conveniencia sin otro propsito que mantener la lnea dinstica. Kleitus XIV haba engendrado a Kleitus XV, junto a varios hijos e hijas ms. La dinasta estaba asegurada. La nica excepcin eres t, mi canciller. Pero slo quiero que te presentes si se trata de una emergencia. Muy bien, seor. Y dnde podr encontrar a Su Majestad si necesito consultarle algo? Estar aqu, Pons respondi el dinasta mientras su mirada recorra la biblioteca. Estudiando. Queda mucho por hacer y slo tengo dos ciclos para prepararlo todo.

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CAPITULO 27

ANTIGUAS PROVINCIAS, ABARRACH

Lleg el perodo del ciclo llamado la hora de trabajo del dinasta y, aunque el dinasta en persona se encontraba lejos de all, en la ciudad de Necrpolis, la mansin de las Antiguas Provincias empezaba a desperezarse y a iniciar la actividad. A aquella hora, era preciso despertar a los cadveres del estado de letargo en que permanecan durante el perodo de descanso; haba que renovar la magia que los mantena activos y era necesario instarlos a atender a sus tareas cotidianas. Jera, como nigromante de la casa de su padre, deambul entre los muertos entonando las runas que devolvan aquel remedo de vida a sirvientes y operarios. Los muertos no dorman como lo hacen los vivos. Al llegar la hora del descanso, se les ordenaba sentarse y no moverse, para impedir que perturbaran el sueo de los ocupantes vivos de la mansin. Los cadveres, obedientes, se dirigan al primer rincn apartado del paso que encontraban y all esperaban, inmviles y silenciosos, a que llegara la siguiente jornada. Seguro que no dorman pero tendran sueos?, se pregunt Alfred mientras observaba a los muertos con profunda conmiseracin. Tal vez fueran imaginaciones suyas, pero le dio la impresin de que, durante el perodo en que perdan el contacto con los vivos, arrinconados hasta la jornada siguiente, los cadveres adoptaban una expresin de tristeza. Las siluetas fantasmal es que rondaban en torno a sus cuerpos resucitados lanzaban mudos gritos de desesperacin. Alfred pas el perodo de descanso dando vueltas en su cama, con el sueo perturbado por los suspiros agitados, llenos de ansiedad. Vaya imaginacin! coment Jera al respecto, durante el desayuno. Los duques y Alfred lo tomaron juntos. El conde ya haba desayunado, explic su hija como pidiendo disculpas, y haba bajado a su laboratorio a trabajar. 174roby2001@ hotmail.com

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Alfred slo logr hacerse una vaga idea de en qu andaba metido el anciano, algo acerca de experimentar con variedades de hierba de kairn para intentar desarrollar una cepa resistente que se pudiera plantar en la tierra desolada y fra de las Antiguas Provincias. Esos suspiros eran, sin duda, efecto del viento continu Jera, mientras serva un t de hierba de kairn, acompaado de lonchas de torb.12 (Alfred, que haba tenido miedo de preguntar, sinti un inmenso alivio al advertir que la cocinera era una mujer viva.) No, a menos que el viento tenga voz y pronuncie palabras replic Alfred, pero se lo dijo en voz baja a su plato y nadie ms lo oy. Sabis? Cuando era nio sola sucederme eso mismo intervino Jonathan. Es curioso, me haba olvidado por completo de ello hasta que has trado el tema a colacin, Alfred. Tena una niera que acostumbraba quedarse a mi lado durante el perodo de descanso y, cuando muri y el cadver fue resucitado, regres, como es lgico, al cuarto de los nios para seguir haciendo lo que haba hecho en vida. Pero, despus de muerta, no pude volver a dormir cuando ella estaba presente. Me pareca que lloraba. Mi madre intent explicarme que eran imaginaciones mas y supongo que tena razn pero, en aquella poca, la experiencia me pareci muy real. Qu fue de la niera? pregunt Alfred. Mi madre termin deshacindose de ella respondi Jonathan con aire algo avergonzado. Ya sabes que cuando a los nios se les mete algo en la cabeza... No se pueden emplear argumentos lgicos con un nio. Todo el mundo intentaba razonar conmigo, pero la nica solucin fue librarse de la niera. Chiquillo malcriado! murmur Jera, sonriendo a su esposo tras la taza de t. S, creo que lo era dijo Jonathan, sonrojndose. Era el pequeo de la familia, sabis? Por cierto, cario, ahora que hablo de nuestra casa... Jera dej la taza de t sobre la mesa y movi la cabeza. Ni mencionarlo. Ya s que te preocupa la cosecha, pero los Cerros de la Grieta ser el primer lugar adonde vayan a buscarnos los hombres del dinasta. Pero acaso no ser ste el segundo? replic Jonathan, haciendo una pausa en el desayuno con el tenedor a medio camino de la boca. Jera sigui dando cuenta de su plato con gesto complacido. Esta maana he recibido un mensaje de Toms. Los hombres del dinasta han salido hacia los Cerros. Tardarn medio ciclo, al menos, en llegar a nuestro castillo. All, perdern algn tiempo investigando y emplearn otro medio ciclo en el trayecto de vuelta para informar. Slo entonces, si Kleitus sigue preocupado por nosotros todava, con la perspectiva de una guerra ante l, el dinasta dar orden de que vengan aqu. Es imposible que lleguen a las Antiguas Provincias antes de maana. Y nosotros nos vamos hoy, tan pronto como vuelva Toms. No es maravillosa, Alfred? dijo Jonathan, contemplando con admiracin a su esposa. Yo habra sido incapaz de trazar un plan como ste. Yo habra corrido a nuestra mansin sin reflexionar, y habra ido a parar a las manos de los hombres del dinasta. 175

12. Muy probablemente, un descendiente del cerdo, que fue introducido en aquel mundo por los sartn despus de la Separacin. Gran parte de la dieta de los sartn en Abarrach consiste en carne, ya que las verduras son sumamente escasas, y el torb es la fuente principal. El torb se alimenta de hierba de kairn, se cra en las Nuevas Provinc