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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA SEPTUAGÉSIMOQUINTA ENTREGA 75. Año III/ 27 de junio de 2012 Alfonso Botti España y la crisis modernista. Cultura, sociedad civil y religiosa entre los siglos XIX y XX Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (UCLM); Ciudad Real, 2012, 328 pags. 20 € Traducción: Elena E. Marcello Alfonso Botti está considerado como uno de los grandes hispanistas de la actualidad. Es uno de los principales investigadores del nacionalcatolicismo español Su libro Cielo y dinero: El nacionalcatolicismo en España (Alianza ed., 1992) marcó un hito en los estudios de este ámbito. En una tema tan controvertido como el de las conexiones entre Religión y Política, Iglesia y Estado, o fe e ideología, tal vez es bueno que sean ojos ajenos a nosotros mismos (en este caso un italiano) los que analicen esta intrincada maraña de relaciones, conexiones y conflictos entre ambas instancias. La tesis central de Botti es que la historia de España es muy distinta a la de otros países europeos porque aquí la Religión tuvo un papel fundamental en la construcción del Estado y dicho papel no fue cuestionado nunca posteriormente (como sí lo fue en Francia, Gran Bretaña, Alemania o Italia, si bien en cada uno de ellos de forma diferente). Otro punto de partida importante de la obra de Botti es que los laicos pueden y deben analizar la historia de la Iglesia, y no dejar este ámbito exclusivamente a los religiosos: “La mayoría de estudios sobre las relaciones entre Iglesia y Estado provienen de estamentos ligados al mundo eclesiástico, y es necesaria una aproximación laica al tema. Si los economistas no necesitan ser millonarios para hablar de dinero, ni los que hacen estudios sobre el campo, agricultores, por qué sólo tienen que ser religiosos los que hablen de ello”, dijo Botti en una conferencia. Este ensayo de Alfonso Botti, que se publicó en Italia en 1987 y que aparece ahora en castellano gracias al esfuerzo del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (de la UCLM), indaga en las conexiones entre el mundo católico y el Modernismo. Las ideas de partidarios y adversarios de la „modernidad‟ ofrecen un sorprendente cuadro de la España de finales del siglo XIX y principio del XX. Junto a conocidos exponentes de la cultura y la literatura -como Ramiro de Maeztu, Unamuno, Azorín, etc.-,

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LIBROS Y NOMBRES

DE CASTILLA-LA MANCHA

SEPTUAGÉSIMOQUINTA ENTREGA

75. Año III/ 27 de junio de 2012

Alfonso Botti

España y la crisis modernista.

Cultura, sociedad civil y religiosa

entre los siglos XIX y XX

Centro de Estudios de Castilla-La

Mancha (UCLM); Ciudad Real, 2012,

328 pags. 20 €

Traducción: Elena E. Marcello

Alfonso Botti está considerado como

uno de los grandes hispanistas de la

actualidad. Es uno de los principales

investigadores del nacionalcatolicismo

español Su libro Cielo y dinero: El

nacionalcatolicismo en España

(Alianza ed., 1992) marcó un hito en los

estudios de este ámbito.

En una tema tan controvertido como el

de las conexiones entre Religión y

Política, Iglesia y Estado, o fe e

ideología, tal vez es bueno que sean

ojos ajenos a nosotros mismos (en este

caso un italiano) los que analicen esta

intrincada maraña de relaciones,

conexiones y conflictos entre ambas

instancias.

La tesis central de Botti es que la

historia de España es muy distinta a la

de otros países europeos porque aquí la

Religión tuvo un papel fundamental en

la construcción del Estado y dicho papel

no fue cuestionado nunca

posteriormente (como sí lo fue en

Francia, Gran Bretaña, Alemania o

Italia, si bien en cada uno de ellos de

forma diferente).

Otro punto de partida importante de la

obra de Botti es que los laicos pueden y

deben analizar la historia de la Iglesia, y

no dejar este ámbito exclusivamente a

los religiosos: “La mayoría de estudios

sobre las relaciones entre Iglesia y

Estado provienen de estamentos ligados

al mundo eclesiástico, y es necesaria

una aproximación laica al tema. Si los

economistas no necesitan ser

millonarios para hablar de dinero, ni los

que hacen estudios sobre el campo,

agricultores, por qué sólo tienen que ser

religiosos los que hablen de ello”, dijo

Botti en una conferencia. Este ensayo

de Alfonso Botti, que se publicó en

Italia en 1987 y que aparece ahora en

castellano gracias al esfuerzo del Centro

de Estudios de Castilla-La Mancha (de

la UCLM), indaga en las conexiones

entre el mundo católico y el

Modernismo. Las ideas de partidarios y

adversarios de la „modernidad‟ ofrecen

un sorprendente cuadro de la España de

finales del siglo XIX y principio del

XX. Junto a conocidos exponentes de la

cultura y la literatura -como Ramiro de

Maeztu, Unamuno, Azorín, etc.-,

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aparecen estudiadas en el libro las

posturas de muchos miembros de la

Iglesia: los dominicos García y

Arintero; los agustinos Vélez y

Martínez; los franciscanos D´Esplugues

y Manresa; así como dos figuras muy

curiosas de lo que Botti denomina

„anticlericalismo clerical‟: J. Ferrándiz,

y S. Pey Ordeix, etc.- que contribuyeron

a la reflexión sobre el Modernismo y

promovieron, o intentaron llevar a cabo,

una reforma profunda en el ámbito

clerical y en el social. Especial interés

reviste el detallado estudio sobre

Unamuno, en el que desmonta

interpretaciones anteriores, sesgadas o

simplistas a su juicio. El escritor

bilbaíno-salmantino encarna plenamente

el espíritu del Modernismo ya que

“entre dudas (de fe) y bandazos,

contradicciones e incongruencias, nunca

renuncia a salvaguardar el valor de la

ciencia y de la racionalidad humana”.

Completa este trabajo, el análisis de la

recepción que tuvieron en España

algunos textos „modernistas‟ y su

proyección pública a través de las

revistas de principio de siglo, donde,

aliado de las tajantes condenas, tienen

también cabida algunas opiniones más

moderadas o conciliadoras.

El Modernismo es para Botti, más una

tendencia o una actitud “que se

caracteriza por la fe en lo moderno” y

que en el ámbito de lo religioso sienta

las bases para “la conciliación del

dogma con la ciencia”. En ese sentido

Botti analiza con especial interés el

movimiento krausista, el que daría lugar

a la Institución Libre de Enseñanza, ya

que en él -nos dice- “se sustentan tanto

el modernismo artístico como cierto

reformismo religioso”.

Otro reciente libro de Botti Clero e

guerre spagnole, 1808-1939, es una

recopilación de trabajos historiográficos

en torno al papel del clero español en

las guerras “fratricidas” de nuestro país.

Ha sido presentado en febrero de este

año en la Fundación Ortega-Marañón,

aunque no está todavía traducido al

castellano. Alfonso González-Calero

Manuel Cortijo

Rodríguez Memoria de lo usado

Diputación de Albacete, 2012

Memoria de lo usado es un libro que se

mueve entre la nostalgia por el paso del

tiempo y la necesidad de recuperar “lo

que ya se fue”, en una tarea que

adquiere una dimensión salvadora.

Tarea de reconstrucción que para el

poeta es también una búsqueda de sí

mismo, realizada desde la perspectiva

crepuscular de quien, desde un “tiempo

ya de bajada”, se detiene a realizar su

personal examen de conciencia y a

hacer balance de lo vivido o, tal vez, a

hacer recuento de lo perdido. En un

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tono abiertamente confesional, la voz

del sujeto lírico aparece impregnada de

autenticidad, traspasada de “esa

emoción que salva lo mirado”. Voz

contenida, meditativa y serena, que se

tiñe a menudo de acentos elegíacos, o se

desnuda estremecidamente para mirarse

ante el espejo interior de su memoria.

Voz que se reviste de inquietud y

desconsuelo para dar cuenta de las

desposesiones y los desengaños del

presente, o bien para enfrentarse a las

sombras acechantes del.futuro. En

cualquier caso, con una actitud

finalmente esperanzada, el poeta

proclama su fe en la verdad de la

palabra poética, última forma posible de

salvación. Enmarcado entre dos poemas

que actúan como puntos de partida y de

llegada, y concebido alegóricamente

como un viaje interior, el libro presenta

una equilibrada estructura dividida en

tres partes, que ya desde los reveladores

adverbios de sus títulos (antes, ahora y

después), nos sumergen en el ámbito de

la temporalidad, un ámbito que viene a

ser el soporte de la indagación

introspectiva que lleva a cabo el poeta.

A lo largo de ese itinerario interior,

vemos al poeta, cargado con su equipaje

de incertidumbres, entonando una

canción de despedida mientras“echa

cuentas/ de cuanto pudo y no ha vivido,/

de la obra que deja sin hacer”, pero

con la última certeza de que “la vida

escrita/ es todo lo que deja”.Un tríptico

temporal en cuyas tres láminas, a través

del poder redentor de la escritura,

quisieran atraparse las sombras de la

memoria, los fantasmas de la propia

identidad, el paso del tiempo, el peso de

la vida. Pedro A. González Moreno

(De la solapa del libro)

La esfera de nácar

Carlos Ortega y Celedonio

Perellón

A pesar de ser 16 de junio, y no estar

inmersos en un idus de buenos augurios,

este sábado es el Bloomsday, un día para

contar la exposición y la presentación

erótica, artística y poética protagonizada

por Celedonio Perellón (el dibujante),

César Ortega (el poeta) y Eliseo de

Pablos (el celestino), que juntos han

logrado editar un fantástico libro dado a

conocer en la no menos alucinante

galería de arte Nave, un espacio escénico

perdido y hallado en el polígono

industrial "Nicomedes García", de

Valverde del Majano, a escasos diez

minutos de la ciudad de Segovia. Fue

una velada apasionante por muchos

motivos. Primero por ver al maestro

cargado de años como el titán que carga

con un gin tonic fresco, con los cubitos

lavados, con una ginebra premium y con

la burbuja de la tónica rebotando por el

copón en un frenesí botánico eterno.

Segundo por tener de cerca de un

Odiseo, a un hombre frontera como

Celedonio, dueño y señor del cuerpo

femenino, que ha escalado el Monte de

Venus en cientos y cientos de dibujos y

pinturas, sin que todavía haya pubis que

se resista a sus pinceles, lápiz o rotring

de tinta china, acompañado por un

Telémaco como César Ortega, enorme

periodista y poeta "al alba era malva sus

labios viajeros. Maduros de pasión,

dignos, serenos", poema con el que

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arranca esta Odisea literaria, o comic

poético y erótico.

Decía que hoy es el Bloomsday, ya

saben, ese día en el que los amantes de

Ulises, del escritor irlandés James Joyce,

celebramos la publicación del libro,

porque mientras César Ortega iba

desgranando sus poemas sentí un cierto

paralelismo entre las palabras del

periodista y las breves y posteriores del

que sin lugar a dudas es el

pintor/dibujante erótico más importante

de España. Digo que sentí una

proximidad extraordinaria entre los

personas de Ulises y los autores de "La

esfera de nácar", que así es como se

titula el libro.

Tanto es así, que en César quise ver al

joven Stephen Dedalus, enamorado de su

profesión y atormentado por las

metáforas que brotan constantemente por

sus neuronas, para posteriormente ser

ordenadas por las Musas, esas Musas que

no siempre llegan a tiempo para

construir el poema. Frente a Dedalus

(Ortega) estaba la experiencia, el

maduro, que no viejo, Leopold Bloom,

encarnado por Celedonio Perellón. Y

Molly Bloom, ¿dónde estaba la señora

Bloom? En cada uno de los monólogos

poéticos de César y en cada uno de los

dibujos de Celedonio, dueño y señor de

la línea, de esas líneas paralelas que

sabes que tarde o temprano se

encontrarán en el infinito de la belleza

pictórica. En fin, que por estar, estuvo

hasta Buck Mulligan, personaje

animador y bullicioso con el que James

Joyce arranca el Ulises desde la torre

Martello; ese no era otro que Eliseo de

Pablos, editor de esta "Esfera de nácar"

de tan aconsejable lectura como de

obligada visualización. Aun es más, yo

no dudaría en acercarme por Valverde

del Majano para ver la exposición de

Celedonio y ya de paso comprar el libro.

Carlos Iserte www.DIARIO DE CLM

16/06/2012

La papelera de Pessoa /La luz

sobre el almendro

Jesus Aparicio Gonzalez

Ed. Libros del aire, 2012

La papelera de Pessoa y La luz sobre el

almendro (Libros del aire, Madrid 2012)

Dos poemarios de Jesús Aparicio

González que se publican juntos aunque

están escritos el primero entre 2001 y 2002

y el segundo en 2009. La papelera de

Pessoa es un poemario introspectivo.

Palabras de vigilia donde el dubitativo

sujeto poético va en busca de la verdad o de

su verdad y lo hace contemplándose en el

espejo más íntimo y más sincero, el de la

soledad. La luz sobre el almendro me

recuerda un paisaje sensorial y

mediterráneo al tiempo que evocador de

una voz reflexiva cuando nos habla de la

fugacidad y lo hace con palabras luminosas,

con imaginación y sueño.

Poesía, la de Jesús Aparicio González,

donde la metafísica se entrelaza con la

contemplación y, al menos así me lo parece

a mí, con la metapoesía.

En su papelera particular, el tiempo se

sucede, a través de sus ciclos vitales,

cargado de esperanza y decepción, de

certezas y de dudas, de vida viva y de

tiempo que se marcha mientras deja sus

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huellas, no sólo por la piel, en la mirada, en

el sentir… enfrentado al espejo de sí

mismo. Y enfrentado a esa realidad de su

reflejo nos confiesa que: No sabe nada,

cree / que es un hombre olvidado de los

otros hombres / y a quien le faltan dedos de

sabia mentirosa / altanera, egoísta y

agresiva / para ser de este mundo.

La poesía de Jesús Aparicio, al menos

aquí, es intimista y serena. Una poesía

escrita desde la sencillez, desde lo cotidiano

de un mundo natural, forma su cosmovisión

espiritual y reflexiva (de ahí que me

recuerde a Unamuno y Machado) con

poemas breves, formalmente medidos,

llenos de ritmo y ausentes de rima. Una

poesía, en fin, sin pirotecnias verbales, con

honda voz de pensamiento y sentimiento

(como lo hicieron los poetas citados, repito,

y como lo hizo el Pessoa que fingía una

verdad para hacernos creer que era ficción y

no lo era porque en el sueño de soñar (y de

escribir) está la realidad de la vida:

Dormiste bajo sombras del azar / hijas

nacidas de tus vanos sueños.

Hay en la voz de Jesús Aparicio

meditación que, en este volumen doble, La

papelera de Pessoa y La luz sobre el

almendro, nos deja ver su madurez, su

pensamiento y su sentimiento en una poesía

que toca la metapoesía al tiempo que una

suerte de realidad y sueño va mostrando las

cosas que desvelan y revelan su interior, las

que nos enseñan, las que nos hacen crecer

como personas, como poetas, las cosas que

nos permiten abrir los sentidos para

contemplar y ver y sentir, a través de las

páginas, convertidas ya en poemas, que son

como destellos, relámpagos a la búsqueda

de la luz. Una voz, ésta, singular que

alumbra, que canta, que sugiere…como

sugiere una personal poética este texto de

Jesús Aparicio que he encontrado en la

red: No se dejan cazar las mariposas. Se

insinúan detrás del aligustre, revolotean

sobre los romeros, derraman sus sonrisas

en los ojos felizmente abiertos de la

caléndula, llevan agua a las piedras y color

a las cenizas de un antiguo fuego, se posan

tras la oreja de ese niño que quisiera

aprehenderlas y no puede. No puede

porque no sabe usar la red, porque le cansa

golpear el aire con tercos e insistentes

manotazos repitiendo una vida sin sentido,

porque ya se ha olvidado de creer eterno el

polvo de las mariposas. Le esquivan como

versos a un poeta que no acierta a nombrar

qué le da vida: la sal que está en sus labios

desde siempre. No se dejan cazar las

mariposas.

Jesús Aparicio González (Brihuega,

Guadalajara, Julio de 1961), es licenciado

en Psicología. Ha colaborado en distintas

revistas literarias y recibido varios premios

de poesía y relatos breves. Ha publicados

los libros de poemas: Poemas como pasos.

Finalista Premio Internacional de Poesía

Rosa de Oro Bilbao (1.981), Sendas del

Corazón. Premio VIII Certamen Nacional

de Poesía Acción Getafense, (1988), Como

trago de agua fresca (1.991). Las caras del

espejo Mención Honorífica en el I Premio

Ciudad de Miranda (1996), La casa del

siervo (1999), Con distinta agua. Premio

de Poesía Villa de Aranda, de Aranda de

Duero (Burgos, 2003), El sueño del león

(2.005), y Las cuartillas de un náufrago

(Ediciones Vitruvio, Madrid, 2008).

Del blog de Manuel López Azorín

Alfredo Villaverde y otros

Universo narrativo

Asociación de Escritores de Castilla-La

Mancha y Ediciones Dulcinea. Madrid,

2012; 192 pags.

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La Asociación de Escritores de Castilla-La

Mancha fue fundada en 1999 por un grupo

escritores de diferentes áreas, y desde

entonces viene trabajando por difundir ls

creaciones de sus propios socios y la cultura

castellano-manchega en general. A su

frente están Alfredo Villaverde, Nicolás del

Hierro y otro nutrido grupo de escritores

(poetas, narradores, ensayistas e

investigadores).

Ahora han decidido reunir en este volumen,

heterogéneo, trabajos de una treintena de

ellos bajo la rúbrica general de Universo

narrativo. En el libro se recogen poemas

(de Jesus Aparicio, Carmina Casala,

Natividad Cepeda, Fernando Delgado,

Enrique Domínguez Millán, Daniel

Escribano, Emiliano G Peces, Alfredo

Garcia Huetos, José Maria Gómez, Mª

Dolores Grao, Mariano Lizcano, Pedro J

Moreno, Concha Pelayo, Juan Ruiz de

Torres, Francisco de la Torre y los ya

mencionados Nicolás del Hierro y Alfredo

Villaverde.

La segunda parte del libro acoge dos

géneros Narrativa y Ensayo. En el primero

de ellos se recogen relatos de Luis Auñón

Muelas, Natividad Cepeda, Miguel Ángel

Fanega, Nicolás del Hierro, Concha Pelayo,

Juan Ruiz de Torres, Jesús Sevilla Lozano

y Alfredo Villaverde.

En cuanto al capítulo de ensayos, artículos e

investigaciones podemos encontrarnos con

los de: Mª Ángeles Baños (sobre Mencía de

Mendoza); Fernando Delgado Mesonero

(sobre Alonso Díaz de Montalvo); de José

Mª Gómez Gómez (sobre Fernando de

Rojas); de Antonio Herrera Casado (sobre

viajes y literatura de viajes); de José J

Labrador Herráiz (sobre la Inquisición y

algunos delitos de alcarreños perseguidos

por aquella en el s XVI); de Luis F. Leal

(sobre el champiñón y Casasimarro); de

Ricardo López Seseña (sobre La mujer de

El Toboso en la historia); de Faustino

Merchán Gabaldón (sobre Guadalajara

como cuna de la aviación española); de

Alfredo Pastor Ugena (sobre relaciones

históricas entre España e Hispanoamérica);

de Roberto Pelta (que recrea una entrevista

de Azorín a Santiago Ramón y Cajal); y de

Miguel Romero Saiz (sobre la huella árabe

en la literatura popular).

En conjunto un interesante y variado

conjunto de trabajos, de creación y de

investigación, que nos ofrecen un cierto

panorama sobre el estado actual de las

letras en nuestra región en el momento

actual. AGC

Victorino Carrión: El empuje de

un manchego

Francisca Carrión Nieto

Edita Diputación de Ciudad Real; Imprenta

provincial, 152 pags. Edición no venal

Victorino Carrión aparece en este libro,

subtitulado con gran acierto “El empuje de

un manchego”, como una estampa,

afortunadamente viva, de la memoria

histórica del último siglo español. Hoy, con

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sus 92 años a las espaldas y todas las

vicisitudes y avatares que conlleva tan

dilatada existencia, tiene la suerte de ver

escritos en estas páginas que hoy

presentamos una buena parte de los

acontecimientos que configuran su

trayectoria vital, su aventura personal: sus

buenos y sus malos tiempos, los alegres y

los tristes, los gozosos y los amargos, que

para todo ha habido algún espacio en esta

obra biográfica merced a su prodigiosa

lucidez y buena memoria y, por supuesto, al

empeño y la tenacidad de su autora, la

segunda de sus cinco hijas, Francisca,

escritora ocasional y espontánea biógrafa de

su padre.

Victorino nace en la España inquieta y

convulsa del año 1920. Reinaba Alfonso

XIII, pero el modelo del bipartidismo

alternante de la Restauración, que había

dado una larga etapa de paz y estabilidad al

sistema político español durante su reinado,

estaba en sus estertores y prácticamente

agotado. Por una parte, los movimientos

regionalistas y de reivindicación obrera

eran la expresión de la crisis económica y

social que vivió nuestro país tras la

finalización de la I Guerra Mundial. Por

otra, la inestabilidad política y militar

ocasionada por el desastre de Annual

(1921) y las derrotas en Marruecos, son

augurios del grave deterioro que dará al

traste, en un par de años, con el sistema

constitucional español y, en unos cuantos

más, con la propia Monarquía Alfonsina,

desgastada por la excepcionalidad política

que representó la Dictadura del general

Miguel Primo de Rivera. Corrían malos

tiempos, por tanto, para una familia

manchega humilde, de Fernán Caballero,

como es la que lo recibe en su seno cuando

Victorino llegó a este mundo. Presidía el

gobierno por aquellos días un conservador

sin fuste, Sánchez de Toca, que había

sucedido a Antonio Maura hasta la

convocatoria de unas nuevas elecciones,

que se celebrarían en diciembre de ese

mismo año 1920, y cuyos resultados

elevaron a la presidencia a un efímero

Eduardo Dato, que sería asesinado en

marzo de 1921.

Y, por si fuera poco, la España que vio

nacer a Victorino aún lloraba la muerte de

Joselito El Gallo, quien, un mes antes, el 16

de mayo de 1920, fue corneado por el toro

Bailaor, de la Viuda de Ortega, en la plaza

de Talavera de la Reina, a no muchos

kilómetros de distancia de su pueblo natal;

y, aunque la desaparición de su rival

convierte a Juan Belmonte en el soberano

absoluto de aquella “Edad de Oro” del

toreo, lo deja huérfano y sin el estímulo y la

referencia de la rivalidad bipartidista con su

contrincante en los ruedos; orfandad que

representa algo así como un síntoma

premonitorio del cambio de tiempo

histórico que comenzará a vivirse en

España a partir de aquellos años.

Victorino, que había nacido en las

postrimerías de la vigencia de la

Constitución de 1876, vive su infancia bajo

la Dictadura del General Primo de Rivera.

Son tiempos de poca escuela para las gentes

de su rango, aunque bien aprovechada en su

caso gracias a la agudeza de su

entendimiento y a su gran inteligencia

natural; pero, sobre todo, es la época de su

temprano inicio en el trabajo del campo. No

será uno de aquellos “niños yunteros”, que

inspirarían los versos de Miguel Hernández

en su libro “Vientos del pueblo”, escrito

una década más tarde (1937); pero por

aquel entonces ya lo hubiéramos

encontrado en la era, sentado en un trillo,

dando vueltas a la parva de mies con una

yunta, quizá de burros, ayudando a su padre

en las faenas típicas del verano manchego.

El protagonista empieza a tener conciencia

real del tiempo que le ha tocado vivir

cuando, tras una muy corta infancia, inicia

su adolescencia coincidiendo con la

proclamación de la Segunda República.

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Aquel 14 de abril de 1931 está próximo a

cumplir los once años; once años de los de

entonces; once años de obligada madurez

prematura, que fue adquiriendo en aquellas

largas jornadas, impropias para su edad,

desempeñando un trabajo ineludible bajo el

sol justiciero de La Mancha, que le devolvía

a su casa, ya anochecido, cubierto por un

envoltorio de polvo impregnado en sudor.

Su clara intuición y su natural sagacidad le

hacen observar con asombro y cautela los

cambios que el nuevo escenario político

produce en el ambiente social que le rodea.

No era más que un muchacho de poco más

de quince años cuando, a punto de

comenzar la Guerra Civil, contempla, y

retiene en su mente de manera imborrable,

las transformaciones en la propiedad agraria

y en el aprovechamiento de la tierra que se

van produciendo en las fincas y latifundios

de los alrededores de su pueblo; unas

transformaciones que alteran profunda y

súbitamente las relaciones de autoridad y

los equilibrios de poder secularmente

existentes, que parecían haber sido

establecidos por normas inmutables de

derecho natural.

Según puede intuirse de su relato, asiste a

estos acontecimientos con el sentido común

de un maduro observador incrédulo y

escéptico, como si percibiera que aquella

utópica historia no podía acabar así, más

que con el comprensible entusiasmo juvenil

de un emocionado adolescente, encandilado

por unos repentinos cambios tan profundos

y revolucionarios.

Estalla la Guerra, incivil y fratricida, y

España se adentra en un largo y oscuro

túnel de violencia y penalidades. No es

Victorino de aquellos que esperan

pasivamente con la cabeza bajo el ala a que

los acontecimientos le acaben llevando por

delante. Y, a la búsqueda de nuevos

horizontes y esperanzas para su vida y su

salud, se alista como voluntario en las filas

del Ejército leal a la República. Solo tiene

17 años y su madre, que no puede hacerle

desistir de su idea, no encuentra otro

consuelo para darle protección que coserle

en el interior del pantalón más nuevo que

lleva en el petate un escapulario con la

imagen del Cristo de Urda, que nuestro

protagonista conservará hasta que, casi al

final de la contienda, el uso continuo y los

zafarranchos de limpieza lo deterioren por

completo.

Yo, que, a finales de septiembre, tengo que

llevar cada año a mi madre a Urda, por la

festividad de su Cristo de la Veracruz,

siempre observo la gran lápida adosada a la

fachada principal de su Ermita, donde

figuran los nombres de varias decenas de

víctimas que, por haber pertenecido al

bando de los que cayeron “por Dios y por

España” en aquella guerra, gozan del

privilegio de ser públicamente recordados y

homenajeados en el mismo Santuario del

Cristo. Suelo entonces recordar a quienes,

como Victorino y tantos otros, aun sin ser

creyentes y militando en el otro bando,

también gozaron de la protección del Cristo

de Urda, de manera silenciosa y más

discreta, aunque en este caso mucho más

efectiva. Y es que, en estas cosas, lo

importante no son los grandes alardes

tipográficos en las plazas públicas o en los

muros de las basílicas, ni siquiera las

manifestaciones externas de las creencias

poseídas, sino la íntima necesidad de

encontrar un asidero sobrenatural cuando la

existencia misma se pone fea y la vida

pende de un hilo entre el fuego de los

morteros y la metralla de las bombas de la

aviación enemiga.

De los episodios bélicos de este tipo que

narra nuestro protagonista en este libro uno

puede sacar una segura conclusión:

Victorino pudo parecer un héroe, pero no lo

fue aunque alguna vez actuara como tal;

pudo parecer un aguerrido militante

izquierdista, pero no lo fue aunque alguna

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vez lo aparentara; Victorino fue, ante todo y

sobre todo, un apasionado de la vida, un

superviviente solidario.

Tanto que, cuando intuyó que aquello de la

guerra se ponía muy mal; cuando, allá por

las sierras de Castellón, con el Gobierno

republicano acorralado en Valencia y su

ejército en desbandada supo que ya no

había nada que hacer; cuando, a pesar de la

presión y la propaganda de los comisarios

políticos de su propio bando, tuvo claro que

todo estaba perdido, entendió antes que

nadie, con la inteligencia de los

privilegiados, que una retirada a tiempo

siempre es una victoria.

Cuando el último parte de guerra ya estaba

redactado por el General Franco para ser

emitido a través de las antenas de la Radio

Nacional de España, Victorino, que ya

había visto irremisiblemente perdida la

guerra, decidió prepararse para ganar la paz.

Supo entonces que comenzaba para él una

larga carrera, con no pocos obstáculos, para

tratar de ganarse de nuevo la vida. En un

verdadero alarde de sentido común y

espíritu conciliador, no se fijó otro objetivo

que regresar a su pueblo natal y tratar de

sobrevivir en aquella “Nueva España” que,

aun prometiendo “patria, justicia y pan”,

volvería a imponer sus hábitos ancestrales

de vieja madrastra cruel para con muchos

de sus hijos más humildes, después de

abortar, otra vez violentamente, las

esperanzas que habían depositado en

aquella segunda experiencia republicana de

la historia de España.

Solo un superviviente con la garra y el

empuje de Victorino (“El empuje de un

manchego” como se subtitula este libro) es

capaz de afrontar los duros años de la

postguerra que le tocó vivir, con la

dificultad añadida de llevar aquella etiqueta

de “desafecto” que pusieron los vencedores

a sus adversarios menos beligerantes, pero a

los que cerraba todas las puertas a un

trabajo digno, a cualquier ayuda estatal o

empleo público y a la posibilidad de

emprender una nueva vida; a esa vida a la

que se aferraría Victorino para salir

adelante, adaptándose a su regreso como

pudo al ambiente hostil de su pueblo, del

servicio militar en el ejército contra el que

había luchado en la guerra, o de un mercado

de trabajo cerrado a cal y canto para los

que, como él, quedaron señalados por el

estigma de la derrota.

Sin embargo, mediante esas relaciones

informales y de amistad tan propias de los

países latinos, nuestro protagonista logró

que se fueran suavizando para él los rigores

de aquella España severa y gris, donde la

figura enjuta y adusta de Manolete se había

convertido en el ídolo incuestionable de los

ruedos taurinos, como paradigma de la

severidad de aquellos tiempos de plomo de

la Dictadura franquista.

Pasaron muchos años hasta que Victorino

pudiera comenzar a trabajar con plenos

derechos en la construcción, se casara,

formara una familia e intentara la aventura,

quizá felizmente frustrada, de la emigración

al extranjero. Logró salir, por fin, adelante

cuando la España de los planes de

desarrollo y del Seat 600, codo con codo

con los indocumentados turistas, celebraba

en las abarrotadas plazas las

excentricidades del con que El Cordobés

había frivolizado el toreo. Siempre

interesado por la política, aunque ésta

nunca formara parte de sus prioridades

vitales, nuestro brioso manchego celebró

con alegría el retorno a España de la

democracia. Desde aquella primera cita con

las urnas de junio de 1977, cuando tenía los

mismos años que tiene ahora esta hija suya

que ha escrito el libro sobre su vida, no ha

dejado de votar ni en una sola convocatoria

electoral; y lo ha hecho siempre con ilusión

y coherencia y siempre con fidelidad a sus

principios e ideales solidarios y de justicia

social. Por todo lo dicho, por todo lo que se

puede leer en este libro y por la vida intensa

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que ha sabido vivir su protagonista en unos

tiempos tan azarosos y plomizos como los

que le tocaron en suerte, creo que en estas

páginas, en el fondo, lo que puede hallar el

lector no es sino un testimonio de la

memoria histórica de este país, de esta

España nuestra tan compleja y difícil, pero

tan querida e imprescindible a la vez.

Porque hubiera sido triste que todas esas

vicisitudes y empeños vitales que Victorino

nos ha legado en este libro, a través de su

hija, hubieran quedado en el olvido.

Muchas otras personas se han tenido que

conformar con rendir homenaje a la

memoria de sus mayores sacando sus restos

arrumbados de una fosa común perdida en

mitad de un descampado, y ofreciéndoles su

postrero testimonio de respeto y cariño

poniendo su nombre en la lápida de un

cementerio. Pero nosotros hemos tenido la

suerte de poder homenajear en vida a

Victorino, recogiendo e inmortalizando sus

memorias en las páginas de este libro, unas

memorias que él mismo ha relatado en

pleno ejercicio de su lucidez y que nos

dejan, ante todo, el testimonio vital de cerca

de un siglo apasionante de nuestra historia

española.

Voy a contar una anécdota que define

bastante bien la personalidad de Victorino,

con la que ya terminaré mi intervención:

cuando ya se instaló medianamente en la

vida se aficionó a la caza. Al cumplir algo

así como los 80 años, pensó que ya tenía

demasiada edad como para seguir con el

deporte cinegético y decidió personarse en

la Comandancia de la Guardia Civil de

Ciudad Real para dar de baja su escopeta.

Mientras el guardia responsable de hacer

los trámites estaba rellenando el

correspondiente impreso, le dijo Victorino:

“Mire usted, esta es la tercera vez en mi

vida que entrego las armas. La primera fue

en el ejército republicano cuando terminó la

Guerra Civil; la segunda cuando acabé el

servicio militar con Franco, y la tercera ésta

en que le traigo mi escopeta de caza, y que

ya será la última”.

En definitiva: tienen ustedes un libro que

recoge el testimonio de un auténtico

superviviente; el testimonio de alguien que

tuvo que luchar en una guerra porque a su

generación le tocó transitar por una fatídica

encrucijada de la historia de España; de

alguien que perdió aquella guerra pero que

supo ganar la paz y vivir sin rencor; de

alguien que siempre supo sobreponerse a

todas las adversidades que se le fueron

presentando en la vida con espíritu firme de

convivencia y reconciliación. Ese

superviviente se llama Victorino Carrión, y

ha enriquecido nuestra memoria histórica

con la lucidez de los relatos que se

contienen en el libro que hoy hemos venido

a presentar.

Juan Gómez Castañeda En LANZA 4/6/2012

Una botella vacía de vino italiano

Javier García Herrero

Javier García presentó su primer libro

En un acogedor y original acto, al aire libre, en los

jardines de Casa Parada, en Tarancón, con una

asistencia numerosa de público, principalmente

familiares y amigos del autor, Javier Garcia Herrero

presentó su primer libro “Una botella vacía de vino

italiano”.

Page 11: 75entrega

Con una metáfora sobre la “transformación

animal”, la “metamorfosis”, los cambios

entre “una pulga que se convierte en perro”,

de una forma muy dinámica y original,

García Herrero, despertó el interés de los

asistentes, en un acto en el que se mostró

cercano, familiar, divertido y distendido,

con los nervios lógicos de dar a conocer su

primer ensayo en su ciudad natal, ante su

gente. Justificó el porqué de este libro,

además siendo un hombre de ciencias,

recordaron sus allegados e incluso ex

compañeros de Instituto que “siempre fue

por ciencias, no era de letras”, pero

sorprendió a todos con su expresividad y

cercanía en este acto de presentación, La

concejala de Atención al Ciudadano, María

Jesús Grande, destaco el desarrollo del libro

“los cuentos y relatos” los definió “como

amenos e incluso divertidos y fáciles de

asimilar por ser relatos cortos”… Agradeció

a Javier que eligiera su ciudad natal para la

presentación de un libro que según Grande

“ha agotado una primera edición en

Aranjuez, pero aquí no lo conocíamos”. Y,

recogiendo una frase del propio autor en sus

relatos “Volvemos a nuestro lugar de

origen”, pidió que “el segundo libro y los

siguientes, vean la luz precisamente aquí en

tu lugar de origen”, a lo que Garcia Herrero,

confirmó que “así será…” La concejala

además aprovechó para invitar a los

asistentes, numerosos para que “visiten este

Museo de Emiliano Lozano en esta casa del

siglo XVI”.

El editor del libro, Herminio, que se

presento como “un escritor con la ilusión de

poder editar, sobre todo autores noveles y

desconocidos como es el caso de Javier”,

aseguró que se “cumple un sueño de editar

libros” destacó que a través de la “literatura

se descubren grandes personas y cosas”.

Para el editor además lo más importante de

esta obra y autor ha sido que “no conocí a

Javier hasta después de haber sido editado

el libro, estar impreso por lo que tienes

menos compromiso y te equivocas menos”.

Señaló que “como somos una editorial

modesta, la tirada fue modesta, pero está

agotada y hemos lanzado la 2ª edición.”

Javier García Herrero (marzo de 1970) es

natural de Tarancón, aunque desde hace

unos años reside en Aranjuez. Ejerce como

fisioterapeuta, escribe en sus ratos libres y

se considera biólogo frustrado. Ha plantado

algunos árboles, tiene dos hijos, y éste es su

primer libro de cuentos. Es, en definitiva,

un ser vivo. El diadigital.es17 junio

2012 Tarancón | J. Gabaldón 12:02

Porfirio Sanz Camañes

Atlas histórico de España en la

edad Moderna

Editorial Síntesis, 286 pags 29, 50 €

La finalidad principal de este Atlas

Histórico es ayudar a explicar y

comprender el pasado a través de una

interpretación unitaria de la Historia de

la España Moderna. Entendemos estos

tres siglos como los de un período

uniforme y diverso al mismo tiempo,

concibiendo su clara especificidad en el

marco de una historia europea y

universal. Se presenta una equilibrada

integración de la tridimensionalidad

histórica en una época especialmente

compleja, sin que se desvirtúen los

auténticos matices argumentales, que

constituyen las claves identificativas y

la adecuada articulación entre la historia

europea, la historia de España y la

historia de la América hispana.

En el marco de tales coordenadas hemos

incorporado, por una parte, una serie de

temas históricos que responden a los

horizontes y objetivos del atlas y, por

otra, una batería de mapas históricos y

cronologías con un criterio pedagógico,

Page 12: 75entrega

dividiendo la Historia de España en la

Edad Moderna en tres centurias

clásicas, cada una de ellas con su bloque

temático.

Porfirio Sanz Camañes es profesor en

la Facultad de Letras de la UCLM en

Ciudad Real; Dpto. de Historia

Moderna

Pag. web de Marcial Pons

X Congreso de la Asociación de

Escritores de Castilla-La Mancha

Alcázar de san Juan, 30 Abril 2011, en

TESELA. Cuadernos mínimos, nº 45

(Alcázar de san Juan, Ayuntamiento de

Alcázar de san Juan/Patronato Municipal de

Cultura, 2011 (pero 2012), 60 pp.

No sabemos si este número de TESELA

recoge, como si de las Actas del X

Congreso de la Asociación de Escritores de

Castilla-La Mancha se tratara, todas las

comunicaciones presentadas en el mismo,

ya que en este “cuaderno mínimo” figuran

nueve, de las que hemos seleccionado dos,

firmadas por autores alcarreños, y otra más,

en la que se hace referencia a ese

polifacético y caleidoscópico personaje tan

relacionado con nuestra tierra que fue

Antonio Fernández Molina.

Son trabajos muy breves, como no podía

ser menos en una publicación de las

características y sobre todo la extensión del

cuaderno que las acoge.

La primera comunicación a que nos

referimos, está firmada por Alfredo

Villaverde, presidente de la Asociación

mencionada, que lleva por título “Turismo

y Literatura en Alcázar de san Juan”, abarca

las páginas 14 a 16.

En ella, tras analizar las constantes

transformaciones que ha venido sufriendo

el turismo en los últimos tiempos, gracias a

la evolución de las comunicaciones;

Villaverde resume brevemente los

elementos más destacados con que cuenta

Alcázar de san Juan, en lo que a oferta

turística se refiere, partiendo de su

privilegiada situación geográfica.

En concreto, sus ofertas más interesantes

serían las que se afectan al turismo cultural

y al medio natural en sus diferentes formas:

rural, agroturismo, ecoturismo, científico…

El cultural gracias a la existencia de un rico

patrimonio arqueológico que abarca desde

el Paleolítico hasta el arte cristiano,

pasando por la Edad del Bronce, el romano,

el visigodo y el islámico. También

contribuyen al mejor conocimiento de la

zona, la “Ruta Cervantina”, que ahora

cuenta con el Museo de la Casa del

Hidalgo, y los restos que todavía mantienen

viva la presencia de la Orden de san Juan,

como la Torre Prioral, sin olvidar con

conjunto urbano de la población donde

pueden contemplarse algunos buenos

ejemplares de arquitectura modernista.

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Y si hemos hablado de museos no conviene

dejar a un lado ni el Municipal ni el de

Alfarería.

Pero junto a estos aspectos turísticos

mencionados hay otros que también

coadyuvan a su desarrollo como son las

rutas que podríamos denominar “literarias”,

aunque enfocadas desde el punto de vista

del investigador y que hacen de Alcázar de

san Juan el “Corazón literario de La

Mancha”, a través del recuerdo a Rafael

Mazuecos, autor de Hombres, lugares y

cosas de La Mancha y a Ángel Ligero,

autor de La Mancha de don Quijote, que

siguen a Blas Nasarre en lo que concierne al

lugar de nacimiento de Cervantes (que,

según Villaverde, encontró en 1748 la

partida de bautismo de un Cervantes

alcazareño) y a Luis Miguel Román, autor

de Mi vecino Alonso, en cuanto al punto de

partida del mítico hidalgo.

La segunda comunicación a que me he

referido de debe a la pluma del cronista

oficial de la provincia de Guadalajara,

Antonio Herrera Casado, “Fortalezas

sanjuanistas en la Historia”, ocupa desde la

página 17 a la 26, y tras ofrecer algunos

datos introductorios acerca del origen y

fundación de la Orden de San Juan de

Jerusalén, así como sus divisiones en

lenguas, bailías y encomiendas, pasa a

centrarse en el establecimiento de dicha

Orden en La Mancha, gracias a recibir, en

1183, el señorío de Consuegra y su tierra.

Más tarde, ya a finales del siglo XV,

Consuegra y El Viso recibirían el título de

villazgo, lo mismo que sucedió a otros

lugares que fueron eximiéndose de esa

tierra a propuesta del prior de la Orden y

con autorización real; desmembración que

será progresiva, especialmente en el XIX -

Herrera casado, las va desgranando

cronológicamente desde 1499-1530 hasta

1841-. Un apartado dedicado a los

monumentos sanjuanistas de Consuegra -el

castillo, construido en el siglo XIII sobre

otro musulmán del que apenas quedan

restos- y Alcázar de san Juan -el Torreón

del Gran Prior, en realidad una torre

almohade perteneciente a la primitiva

alcazaba-, da paso a lo que nuestro Cronista

Provincial escribe acerca de la historia de

esta Orden en Guadalajara, hasta el

momento apenas estudiada, dado que desde

siempre se ha tratado de pequeños focos,

como los lugares de Alhóndiga y Peñalver,

en las tierras alcarreñas, y Peñalén y La

Yunta, en las molinesas, de las que ofrece

los datos más destacados.

Y algo más: El escritor y poeta Nicolás del

Hierro dedica un puñado de páginas a dos

alcazareños: “José Corredor Matheos y

Antonio Fernández Molina”.

De Fernández Molina, alcarreño de

adopción, así como por su matrimonio y

creación artística, ofrece una amplia

biografía, matizada por aquellos años

vividos en la Guadalajara de Doña Endrina,

revista en la que dejó sus huellas postistas.

Como el lector habrá entendido, no hemos

querido dejar pasar por alto las

colaboraciones comentadas por el mero

hecho de haberse publicado en una revista

más o menos local, de corta tirada y escasa

difusión, porque quienes hacemos nuestros

“pinitos” en el mundo de la investigación

histórica, artística y etnográfica sabemos

que muchas noticias, por ejemplo sobre la

obra de un escritor concreto, puede

encontrarse en las publicaciones más

dispersas e inimaginables; donde menos se

pensaba encontrar sus colaboraciones.

En fin, ni que decir tiene, que estos

“Cuadernos mínimos” de TESELA

contribuyen eficazmente a que pequeñas

obras, aunque no carentes de interés, vean

la luz y al mismo tiempo se constituyan en

focos que iluminen nuevos trabajos o los

completen.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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“La aportación de Giner de los

Ríos debería ser mucho más

recordada”

Jesús Payo de Lucas presentó en la Biblioteca

de Castilla-La Mancha su trabajo sobre el

creador de la Institución Libre de Enseñanza

Los herederos de la Institución Libre de

Enseñanza, fundamentalmente la

Residencia de Estudiantes de Madrid,

mantienen viva la aportación

fundamental de Francisco Giner de los

Ríos, uno de los pensadores españoles

más importantes de los dos últimos

siglos. Pronto se cumplirá el primer

centenario de su muerte, un

acontecimiento que probablemente

pasará inadvertido para muchas

instituciones, «a pesar de que su legado

contribuyó enormemente a la

transformación cultural de España».

Jesús Payo de Lucas acaba de publicar

La antropología de Francisco Giner de

los Ríos: En busca de la libertad

democrática (Dykinson), un ensayo

integral en donde ha repasado la labor

que realizó el pensador andaluz y la

aportación de la Institución Libre de

Enseñanza, vertebrada hasta la Guerra

Civil a través de organizaciones

educativas y culturales como el Museo

Pedagógico Nacional, la Junta para la

Ampliación de Estudios y la Residencia

de Estudiantes. «Fue una época

espléndida, durante la que visitaron

España figuras como Einstein y Marie

Curie. Pero antes, no lo olvidemos, el

krausismo trajo consigo la llegada de las

teorías de Darwin, por no hablar de un

importante caldo de cultivo sobre el que

pronto surgirá la Edad de Plata de la

cultura española».

Esta transformación, en palabras del

autor del libro, «cayó en el olvido tras la

Guerra Civil debido a la persecución

atroz contra el liberalismo. Sus

representantes fueron perseguidos,

perecieron durante la contienda o

tuvieron que emigrar. Obviamente, su

legado permanece vivo, pero posee

mucha menos influencia de la que tuvo

en su momento, algo que se debería

recuperar».

La antropología de Francisco Giner de

los Ríos ha procurado abarcar todo el

pensamiento de su autor, desde la

metafísica hasta la religión, desde el

derecho hasta la ciencia y la moral.

Jesús Payo de Lucas ha subrayado el

contacto de Giner de los Ríos con

corrientes de pensamiento como el

marxismo, el socialismo y el

anarquismo, incluidas aportaciones

procedentes de Alemania, Francia y

Reino Unido que desmontan por

completo todos los tópicos sobre el

intelectual ensimismado del siglo XIX.

«Hay quien ha considerado a la

Institución una fundación elitista, lo

mismo que la Residencia de

Estudiantes, cuando el pensamiento de

Giner de los Ríos fue claramente todo lo

contrario». Fue uno de los españoles

interesados en realidades sociales como

el feminismo y los derechos del niño,

siempre desde la base de «un

regeneracionismo que pretendía sacar a

España del atraso educativo y cultural

en el que se encontraba».

Jesús Payo de Lucas, que ayer por la

tarde presentó el libro en la sala de

conferencias de la Biblioteca de

Page 15: 75entrega

Castilla-La Mancha -donde estuvo

acompañado por el jefe de estudios del

IES Alfonso X el sabio, Antonio

Curado, y el catedrático de Filosofía

Ángel Valero Lumbreras-, destacó a

propósito la relación entre Giner y

Ortega: «La base de ambos fue el

pensamiento alemán. La filosofía

institucionista fue alemana y abrió

camino a muchísimos pensadores que,

hoy en día, deberíamos recordar más».

El autor destacó la edición realizada por

Dykinson, «una editorial que realiza una

buena labor por la filosofía y por las

aportaciones españolas, que nunca

deberíamos olvidar».

Adolfo de Mingo; La Tribuna de Toledo, 23

de junio de 2012

Hilario Barrero

Libro de Familia (2011-2011)

Institución cultural El Brocense

Cáceres, 2012; 96 pags

El pasado 27 de junio se presentó este

libro del poeta y profesor toledano

Hilario Barrero en la Biblioteca de

CLM

Por su temática y estructura Libro de

familia recuerda una obra que cambió el

rumbo de la poesía estadounidense: Life

Studies de Robert Lowell. Los poemas

de Hilario Barrero tienen mucho de

“estudios” en el sentido musical de la

palabra: ejercicios, intentos. Pues son

esfuerzos no definitivos por captar algo

tan huidizo y difícil de representar como

el sentido de la vida:

“Aunque se queda inmóvil, / la imagen

sale turbia”.

“Elijo el lápiz 7B para aclarar mi

imagen / y en una hoja de papel

prestada / enciendo las tinieblas”.

Escribir es exponerse al riesgo de

descubrir que la vida sólo tiene un

sentido relativo. Un sentido que no se

puede identificar ni localizar, pues está

hecho de alteraciones, incoherencias y

desencuentros:

“Éramos otros al volver a casa”.

Escribir lleva a reconocer que la verdad

de la vida es peligrosa. En ella la

sombra o las tinieblas no son el reverso

de una claridad inexistente, sino el

dominio de la confusión predominante.

El sentido ilumina la vida sólo

negativamente: la explora como una luz

turbia o una maraña de líneas quebradas

en la que es imposible reconocerse:

“Lo más difícil en el trazo de mi vida

siempre ha sido / que la sombra

parezca verdadera / no una mancha

adherida / al boceto de lo que fue

mi infancia”.

En última instancia la vida está hecha

de contradicciones en virtud de su

dispersión en el tiempo: “Desnudos nos

hacía decir una oración que hablaba de

pureza. / Ni la entendía entonces ni la

quise entender años más tarde”.

De ahí que su complejidad no se preste

a una explicación exhaustiva. El poeta

se inclina más bien a abordarla en las

huellas que va dejando. Como su título

indica, el texto adquiere el carácter de

uno de esos viejos libros de familia en

cuyas páginas discontinuas se

registraban, entre el nacimiento y la

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muerte, los hechos más salientes de

unas vidas estrechamente relacionadas.

Pues el ámbito de la experiencia viene

dado para Hilario Barrero por las

personas que a lo largo de los años lo

han afectado.

Sus retratos, de una concisión muy

anglosajona (a menudo recuerdan los

epitafios de la Spoon River Anthology o

los mismos perfiles de los antepasados

de Robert Lowell), son fisiognómicos.

Es decir, no nos presentan a las

personas desde dentro, en tanto que

supuestamente conocidas por el poeta:

apropiadas. En estos retratos, por el

contrario, la mirada comprensiva y

amorosa del escritor observa a las

personas en lo que tienen de extrañas e

inapropiables: desconcertantes,

excesivas, de absurdas trayectorias

erráticas.

Como dice Auden, “para tener un

rostro uno no sólo debe gozar y sufrir,

sino también desear preservar la

memoria de hasta las experiencias más

humillantes y desagradables del

pasado”.

En este libro de familia las personas son

en gran medida producto del azar, de las

circunstancias: un conjunto de

posibilidades irrealizadas y de

realidades que parecen imposibles:

“Si el marido la viera y la reconociera

/seguro que se arrepentiría de haberla

abandonado / y de haberse llevado su

memoria”.

La ambigüedad de la vida se manifiesta

además en los objetos que acompañan a

las figuras humanas, en los que se

advierte una polaridad entre las

reliquias y, por otra parte, las

fotografías. En Libro de familia, como

en el Barroco, el deterioro físico de la

reliquia patentiza la caducidad

y avisa de la muerte: la reliquia es

aquello “que ahora contemplo como

quien mira a un muerto”.

Quizá sea la hipérbole la figura retórica

que mejor caracterice Libro de familia

en su conjunto: hay una verdadera

obsesión con la decadencia y la

decrepitud, con el final de todo y su

residuo en los objetos viejos (libros

ruinosos, “cartas olvidadas”, “frutas

podridas”): “Nada perdurará y tú lo

sabes. / Ni siquiera este amor”.

La hipérbole recurre a la exageración

para expresar una verdad que, a la vez,

en su parcialidad necesita ser rectificada

en contra del poeta mismo: el

pesimismo dominante de Libro de

familia es temperado por los poemas-

fotografía. Pues, si en las reliquias

queda inscrita la caducidad, la

consumación en el tiempo, la fotografía

las redime:

Que entre la destrucción al menos

queden tus ojos, la fecha y el nombre

que te di, que quede nuestro amor.

Las fotografías captan el instante en el

que surge el milagro de lo nuevo: la

promesa de la vida en toda su belleza

impura y dolorosa. Así en medio de la

muerte acumulada en un museo

sorprenden

“una barra de pan recién cocida”,

“tierna de claridad”; la mirada de un

joven guardián, “un sebastián vestido”;

o la intensidad del gesto de un

desconocido.

Por su carácter instantáneo, gran parte

de los poemas de Libro de familia son

implícitamente fotográficos. Con ello la

elegía desesperada del polvo, índice de

la aniquilación absoluta, deja paso al

cantar agridulce de “la espina de la

vida”, de esa dificultad de vivir

precariamente que inspiró a Rosalía de

Castro y a Antonio Machado:

En un vaso de plástico inseguro,

sostenido entre cables,

al lado de la máquina que cuenta sus

latidos, está la rosa.

José Muñoz Millanes. Del Prólogo del

libro