Arquitectura y Memoria

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    ARQUITECTURA y MEMORIA31 de agosto de 2009 - Buenos Aires, Argentina

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    Memoria Abierta fue creada en el ao 2000 con el objetivo de trabajar por una memoria social

    que incida en la cultura poltica argentina, contribuyendo a la construccin de identidad y a laconsolidacin de la convivencia democrtica.

    Memoria Abierta rene, preserva, organiza y difunde el acervo documental de organizacionesde Derechos Humanos y de otros archivos personales e institucionales vinculados al terrorismo

    de Estado. Produce testimonios sobre la vida social y poltica de los aos 60 y 70 y trabajasobre la memoria territorial y espacial del perodo de violencia poltica en la Argentina.

    Desde una preocupacin central por la transmisin de la memoria y para facilitar el acceso aestos documentos, Memoria Abierta desarrolla herramientas educativas, compone textos ymateriales audiovisuales y crea exhibiciones que ofrecen representaciones de lo ocurrido en el

    pasado estableciendo conexiones con hechos y situaciones del presente.

    Nuestra metodologa de trabajo privilegia las alianzas con grupos y organizaciones de lasociedad civil y con el Estado para fortalecer y crear espacios de debate y reflexin.

    Participamos de la Coalicin Internacional de Sitios de Conciencia junto a otras instituciones dela regin y del mundo que trabajan para prevenir toda forma de autoritarismo.

    Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH)

    Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)Comisin de Homenaje a las Vctimas de Vesubio y ProtobancoFundacin Memoria Histrica y Social Argentina

    Madres de Plaza de Mayo - Lnea FundadoraServicio Paz y Justicia (SERPAJ)

    www.memoriaabierta.org.ar

    Av. Corrientes 2560 2E (C1046AAQ) | Buenos Aires - Argentina | Tel/Fax: (54-11) 4951-3559 / 4870

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    Jornada

    Arquitectura y MemoriaBuenos Aires, Argentina.

    ndice

    Introduccin ........................................................................................................................................5

    Memoria y Ciudad: l a transformacin de espacios urbanos

    Pablo Sztulwark...................................................................................................................................11

    Adrin Gorelik......................................................................................................................................16

    Gonzalo Cceres Quiero.....................................................................................................................24

    Preguntas del pblico..........................................................................................................................34

    Monumentos: una forma de memorializacin en la ciudad

    Gustavo Nielsen:Monumento a la memoria de las vctimas del Holocausto judo.........................................................38

    Alberto Varas:Monumento la las Vctimas del terrorismo de Estado en la Parque de la Memoria....................41

    Preguntas del pblico.........................................................................................................................46

    Experiencias de tratamiento de los espacios en sitios recuperados

    Camila Iglesias y Natalia Ferrero:Archivo Provincial de la Memoria de la Provincia de Crdoba...........................................................50

    Alejandra Buzaglo:

    rea en Derechos Humanos de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseo (UNR)...........55

    Gonzalo Conte:Programa Topografa de la Memoria de Memoria Abierta.................................................................59

    Sobre los expositores......................................................................................................................70

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    Arquitectura y Memoria

    Introduccin

    En los trabajos por la memoria, la transmisin ocupa un lugar central. Para poder transmitir, seprecisan relatos mltiples articulados de manera creativa surgidos de la bsqueda de nuevas

    fuentes y del estudio sistemtico. Por eso, en Memoria Abierta reunimos y preservamosdocumentos, producimos testimonios y apoyamos investigaciones para el conocimiento de la

    verdad. Tambin asistimos y respaldamos los procesos judiciales desde nuestro trabajointerdisciplinario. Nuestro sustento es la fuerza de todos los archivos que organizamos y que

    hemos dispuesto para la consulta pblica.

    Contrarrestar el olvido que producen el paso del tiempo y la precariedad de la memoria, tanvulnerable a las presiones de la cultura, es ya un trabajo muy arduo. Se trata sin embargo, de

    impedir tambin que avancen las versiones que intentan minimizar, negar o borrar lo ocurridoalterando su carcter o mostrando un rostro menos monstruoso de lo que fue el terrorismo de

    Estado: la aplicacin de un plan sistemtico de eliminacin de miles de ciudadanos, en

    especial de opositores polticos, jvenes en su enorme mayora.

    Memoria Abierta trabaja por una memoria social que incida en la cultura poltica argentina,

    contribuyendo a la construccin de identidad y a la consolidacin de la convivenciademocrtica. Para cumplir este objetivo tambin trabajamos con la memoria territorial y

    espacial del perodo de violencia poltica.

    Los espacios

    La calle, el principal espacio urbano donde la vida cotidiana transcurre, fue testigo y escenariode persecuciones y desapariciones durante el terrorismo de Estado. El espacio pblico, sin

    embargo, no fue el nico signado por el terror. Edificios y casas particulares, fbricas ycolegios, as como tambin instituciones militares y comisaras dieron el marco donde se

    reprodujo el sistema de represin ilegal implementado por el propio Estado. Esos espacios

    quedaron marcados en las ciudades, los suburbios y el campo y adquirieron dimensiones ysignificados particulares a travs del tiempo.

    La accin repentina, violenta y premeditada de un asesinato o secuestro a plena luz del da,transmite un mensaje que permanece en el tiempo dejando un vaco como preludio de la

    desaparicin. Este mensaje de terror sintetiza el mtodo utilizado y garantiza su eficaz

    transmisin. Hoy, muchos de esos lugares recuerdan vidas desaparecidas y desafan el miedoen cada baldosa, cada placa o cada rbol. Cuentan quines eran, qu edad tenan y qupensaban.

    Los sitios

    Un programa de arquitectura con necesidades precisas creci en el interior de los edificios

    pblicos, las escuelas o dependencias donde se desarrollaban actividades con aparentenormalidad. Reconfigur los espacios acondicionndolos como oscuras escenografas

    adaptadas a cada edificio con las mismas secuencias y los mismos nombres: la cucha, el

    tubo, la leonera, el paol, etc. Reprodujo all una maquinaria clandestina que bajo un

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    orden estricto someti a las vctimas a la prdida gradual de sus identidades hasta la muerteen la oscuridad, el encierro y la tortura. Finalmente resguard todo este procedimiento con el

    cumplimiento de estrictas medidas de seguridad.

    Hace un tiempo corto, algunos de esos sitios que haban sido Centros Clandestinos deDetencin (CCD) fueron desmantelados y hoy estn vacos. Ese vaco, que ya de por s

    transmite con enorme poder, nos interpela y nos desafa a pensar qu haremos con ellos.

    Distintos actores de nuestra sociedad se han acercado desde hace algn tiempo a estaspreocupaciones y han desarrollado acciones concretas en estos lugares. En los primeros

    momentos procuraron identificar individualmente o en grupos a las vctimas y relatar quinesfueron y por qu luchaban. Luego, en algunos de estos CCD, comenzaron a plantearse su

    funcin como sitios de memoria, que actuaran como disparadores y que permitieran vincular suhistoria con los hechos del pasado reciente: un museo o un centro de interpretacin dentro o

    fuera del espacio circundante del centro clandestino.

    Esta Jornada

    Con el apoyo de la Coalicin Internacional de Sitios de Conciencia, el 31 de agosto de 2009,Memoria Abierta organiz la Jornada Arquitectura y Memoria en Buenos Aires, Argentina.Esta jornada abierta al pblico tuvo un triple propsito:

    - Discutir los aportes y recursos de una disciplina como la arquitectura para intervenir enlos espacios transformados por el terrorismo de Estado.

    - Contribuir al trabajo de preservacin de la memoria pensado desde una perspectiva

    interdisciplinaria, tal como Memoria Abierta intenta desde hace aos a travs de lainvestigacin y el acompaamiento de las iniciativas surgidas en varios lugares del

    pas.

    - Mostrar a un pblico amplio los debates y dilemas que se plantean cuando se trata depensar los usos posibles de distintos espacios de memoria en las experiencias

    alentadoras que avanzan en el pas y que, en algunos casos, estn incentivando undilogo que se propone ser abierto ms all de los actores que se involucran de modo

    directo en estos emprendimientos.

    En la presente publicacin se transcriben las ponencias presentadas que se articularonalrededor de tres paneles que buscaron promover la reflexin sobre los usos posibles de estosespacios, tomando en cuenta la inquietante relacin que guardan los lugares con las memorias

    de quienes por all pasaron y con las de la sociedad en su conjunto: Memoria y ciudad: latransformacin de los espacios urbanos; Monumentos: una forma de memorializacin en la

    ciudad; y Experiencias de tratamiento de los espacios en sitios recuperados.

    Para Memoria Abierta la investigacin y el tratamiento sobre los lugares en los que ocurrieronsucesos dolorosos en el pasado y sobre los espacios que se proponen recordarlos en las

    ciudades, son parte de nuestra tarea. Por esta razn apoyamos desde un inicio la iniciativa dela Embajada Argentina en Sudfrica que se desarrolla en el marco de los acuerdos de la

    Comisin Binacional para la cooperacin entre ambos pases.

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    Introduccin

    La Jornada en Buenos Aires y los textos que hoy presentamos, resultan particularmenteadecuados para mostrar la reflexin que arquitectos y cientistas sociales estamos realizando

    cuando se trata de pensar los lugares de memoria y su relacin con las ciudades. Esperamosque los aprendizajes obtenidos en Sudfrica y en Argentina al pensar los modos en que

    transmitimos la memoria de nuestras historias recientes a las nuevas generaciones desde lospropios lugares en que los hechos ocurrieron, sean un terreno comn desde el que podamos

    proyectar ideas para una cooperacin fructfera.

    El pasado de ambos pases guarda notables diferencias, pero el presente tiene desafoscomunes. El seminario Architecture for memorial sites of conscience que se realizar en

    Johannesburgo en el prximo mes de octubre es una ocasin para que pensemos juntos losmejores modos de aportar a las polticas pblicas que nuestros Estados diseen para latransmisin de la memoria, la reparacin simblica y el cuidado del patrimonio histrico.

    Algunos sitios de memoria permiten trabajar en esta triple perspectiva.

    Buenos Aires, septiembre de 2009

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    Memoria y Ciudad: la transformacin de espacios urbanos

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    Arquitectura y Memoria

    Pablo Sztulwark

    Para comenzar, me gustara aclarar que mi aspiracin es solamente desplegar algunas ideas

    que sirvan como herramienta para pensar. Es decir que muy lejos est que de estos dichos sepuedan deducir conclusiones o formas definitivas que pueda adoptar el problema.

    Simplemente son problematizaciones producto de la inquietud del pensar, de la experiencia del

    vivir urbano y de la incomodidad que cierto pensamiento produce. Si esto es til comoherramienta para seguir pensando habr cumplido con su objetivo.

    Tal cual lo enuncia titulo de la mesa, se trata de la relacin entre ciudad y memoria. Estarelacin no es una relacin antojadiza o arbitraria. Si la ciudad no es el mero receptculo de

    funciones orgnicas de una especie animal, sino el lugar de la constitucin subjetiva del habitarde la especie humana, la memoria o sus distintos registros estarn inevitablemente

    relacionados a la manera de entender la ciudad. La ciudad est hecha de espacio y tiempo, es

    decir de memoria, material e inmaterial, visible y latente. La ciudad est hecha de lugares y ellugar es el sitio donde algo tiene lugar, es el sitio donde el acontecimiento adviene y el lugar es

    posible. Y la memoria es justamente eso, un encuentro indeterminado y complejo entre espacioy tiempo.

    Les propongo ahora que pensemos juntos dos cuestiones que nos permitirn complejizar el

    problema que tenemos entre manos, y que en el fondo contienen dos formas de ver el temaque nos convoca.

    La primera se refiere a las distintas concepciones del saber. Hay una idea acerca del saber,bastante ms difundida de lo que uno imagina y que seguramente reconocern fcilmente, que

    dice que algo se sabe cuando no necesita ser pensado nuevamente. Otra manera de pensar lomismo podra decir lo contrario: algo se sabe cuando nos enfrentamos con algo que debe ser

    pensado nuevamente.

    Este enunciado nos propone repensar, poner en cuestin temas nunca terminados de discutir:Qu es una tradicin? Cul es nuestra responsabilidad con ella? Cundo una tradicin es

    nutriente del presente? O meramente congela el pasado? A la tradicin debemos saberusarla o nuestra responsabilidad es hacerla? Qu garantiza en nuestro pensamiento? es

    decir, reflexiones sobre el pasado que pueden ser vistas o entendidas de muy distintas formas.

    El saber nos puede tranquilizar o nos puede inquietar y conectarnos con el latir de la vida.

    La segunda cuestin es un problema extractado de un maravilloso libro de Paolo Virno El

    recuerdo del presente[1], donde Virno nos entrega, a partir de una sofisticadsimaproblematizacin del fenmeno mnsico del dj vu, una organizacin de la temporalidad y del

    tiempo histrico que nos puede servir para nuestro pensamiento. Sin entrar en explicacionesextensas, Virno nos ofrece una organizacin simblica del tiempo ms all de la divisin

    pasado, presente y futuro, y nos plantea el problema temporal en trminos de virtualidad y

    actualidad, como una coexistencia temporal que hace de lo pasado indefinido el campo de lo

    virtual. Es decir la potencia y lo actual como el acto, y todo en el mismo instante, por eso el

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    Memoria y Ciudad: la transformacin de espacios urbanos

    fenmeno del dj vu, en tanto es el instante donde se divide el tiempo y se produce elfenmeno del falso reconocimiento. De ah el recuerdo del presente. Pero para lo que estamos

    pensando bastara con pensar esa dinmica temporal de virtual-actual. O sea, un campo virtualinfinito y una actualizacin permanente. Es decir un recuerdo del presente.

    Hecha esta introduccin, entremos ahora de manera directa a los problemas que nos ataen,

    tomando como hiptesis que una mirada, un registro de la ciudad, es relativa a un tipo dememoria. La mirada sobre la ciudad es consustancial con la memoria que le atribuimos.

    Comencemos por la ciudad.

    Para cierta tradicin arquitectnica y del pensamiento urbano, la ciudad es esencialmente suorganizacin material y simblica, la organizacin de sus edificios, objetos, imgenes. Segn

    esta tradicin, la ciudad es su planificacin. Es decir, una gran composicin material estableque organiza los sitios, los espacios, los lugares. La ciudad de los espacios planificados es la

    ciudad de los recorridos preestablecidos, de las experiencias pre-pensadas.

    En este sentido, la planificacin es una manera de pensar los espacios, pero adems es unmodo de vinculacin con la vida. Bajo el paradigma de la planificacin se produce una forma

    de ver, de sentir, de actuar, una forma de estar en el mundo. He ah su condicin poltica, quepodramos llamar macropoltica.

    La operatoria planificadora hace una lectura integral, estructural, que se concentra en los

    puntos jerrquicos, en los puntos esenciales, trascendentes y monumentales y en la relacinentre ellos. Estamos frente al relato estatal por excelencia, una ficcin basada en la ilusin de

    que el Estado puede disciplinar al mercado. Ese es el plan urbano.

    Pero nos encontramos ante un problema: Cmo puede un plan contener el carctermultiforme de la vida? Cmo puede disponerse una organizacin material planificada donde

    la vida va significando y re-significando los lugares todo el tiempo?

    Si llamamos ciudad planificada a esta versin de la ciudad, llamaremos provisoriamente urbe,de acuerdo con la denominacin que le da Manuel Delgado, a otro registro de lo urbano. Lo

    urbano es las formas de vida, la proliferacin de urdimbres relacionales, deslocalizadas yprecarias. Frente a la aparente estabilidad de la ciudad, la inestabilidad es su manera de

    ser, frente a la determinacin de lo material es la indeterminacin del sentido su manera decomponerse.

    Estamos hablando de la vida desplegndose en la ciudad, incluso a pesar de la ciudad.

    Estamos pensando en otra lgica, es decir en otro registro del espacio y del tiempo. Lo urbanosera fluidez, heterogeneidad y multiplicidad.

    Si la estructura de la ciudad nos ofrece estabilidad y permanencia, la dinmica urbana nosintroduce al movimiento. No se trata de un pensamiento que impugne a otro, sino de distintos

    registros de un mismo fenmeno cultural. Por un lado la ciudad es vista como una estructura

    estable, trascendente, monumental, por el otro lo urbano como lo inestable, lo inmanente, losingular, hecho en sus situaciones irreductibles a planes pre-determinados.

    Si la ciudad planificada es lo estructurado, lo urbano es lo no estructurado, aquello que estestructurndose todo el tiempo, sujeto a formas provisorias. Su manera es la movilidad, su

    equilibrio es precario, su condicin es la agitacin. En sntesis, micropoltica.

    Como podemos intuir, la perspectiva que tengamos sobre la ciudad condiciona nuestra nocin

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    Arquitectura y Memoria

    de memoria. Qu sera la memoria? Para cierto enfoque, la memoria es hija de la repeticin.Segn ese registro, la memoria se objetiva en diversos dispositivos. El monumento es una

    forma, el museo, el archivo, el documento histrico son otras variantes de la mismaobjetivacin. As entendida, la memoria es representacin del pasado concentrada en un

    objeto.

    Pero este dispositivo organiza una delegacin. El archivo, el monumento, el documentohistrico, son responsables de la memoria y sta se vuelve patrimonio institucional perdiendo,

    de esta manera, toda espontaneidad. Los objetos representativos son responsables exclusivosdel gobierno de la memoria. Cuando vemos su contrapartida en la ciudad, la representacin

    nos ofrece una secuencia bien conocida: monumento, plaza, avenida, museo, escultura,retrato, etc, etc, etc. El monumento nos recuerda una batalla, la avenida un hecho relevante, el

    edificio representativo una conmemoracin.

    La trascendencia es la que organiza la estada en la ciudad. Si la memoria es trascendental,monumental, la memoria urbana es reducida a objetos, por lo tanto existir donde fue

    preestablecida por el funcionario, el urbanista o la institucin.

    Vista desde otro punto de vista, la memoria no es representacin del pasado, objetivacin de loacontecido, tampoco construccin acabada. La memoria es el conjunto de fuerzasheterogneas, indeterminadas, que afectan a un espacio, un objeto y lo transforman en

    LUGAR. Es por eso que si la memoria es indeterminacin viva no hay dispositivosinstitucionales que puedan naturalizarla (como dira Musil, no hay nada ms invisible que unmonumento), ni soportes materiales que puedan congelarla. Por eso la memoria construye sus

    propias formas.

    La memoria entonces, que deviene inmanente, est hecha de marcas y afectaciones varias(deliberadas o no, contradictorias o no, programadas o no), marcas y afectaciones que hacen

    ciudad. Desde esta perspectiva la memoria es la ciudad misma.

    Mirada desde este registro de ciudad, la memoria es una construccin presente, una operacinen constante actualizacin, en la medida que es constantemente habitada, afectada,

    transitada, pensada, marcada por la vida que en ella transcurre. Su actualizacin dependerms de su potencia vital que de la renovacin de sus edificios, objetos e imgenes. Es siempreuna construccin presente. Volviendo a Virno, es un recuerdo del presente. Vistas de esta

    manera, ciudad y memoria son, como nombra Michael de Certau, espacios practicados,

    territorios en construccin permanente.

    Podemos entonces mirar la ciudad no solamente en sus puntos relevantes, sino en sus infinitoslugares, es decir los espacios que son marcados por experiencias de otro orden: la esquina enla que conoc a mi mujer, la calle en la que caminaba con un amigo que ya no est, la plaza

    que recorr miles de veces camino a la escuela.

    Pero tambin en sus marcas colectivas: los escraches en la puerta de la casa de Videla, las

    siluetas pintadas en la pared, la esquina de la Avenida de Mayo donde golpearon a uncompaero, los pauelos pintados en el piso de la Plaza de Mayo.

    Ni la esquina ni la calle, ni la pintada ni el escrache se dejan tomar por la ciudad planificada ni

    por ningn dispositivo de invisibilizacin de la memoria. Tal vez ninguno de estos lugares searelevante para la ciudad monumental, pero lo importante es cmo un acontecimiento subjetivo

    modifica el sentido de un espacio y lo convierte en espacio de sentido.

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    Memoria y Ciudad: la transformacin de espacios urbanos

    Vista de esta manera la ciudad crea adems sus propios lugares de memoria. Una memoriaespontnea, marcada y actualizada constantemente. En este sentido, podemos decir que la

    ciudad es adems de su plan y de su estructura material, territorio de acontecimiento, territoriode situaciones y, tambin, una gran superficie de inscripcin.

    Podremos rememorar muchas situaciones urbanas en donde la ciudad adviene como lugar de

    la memoria. Recordemos el puente Pueyrredn, y recordemos el puente cuando mataron all aKosteki y Santilln[2]. Ese puente no fue construido como monumento, sin embargo es

    depositario de memorias, es memoria de la Argentina piquetera, es memoria de losacontecimientos del 19 y 20 de diciembre. Su materialidad slida e inmutable no soporta lo

    sucedido, su sentido se altera. El puente adquiere otras memorias y otros sentidos porque elacontecimiento introdujo una nueva afectacin. Cruzar el puente implica, luego de los

    asesinatos, una interpelacin ineludible.

    Podramos decir lo mismo de algo ms reciente, como el acontecimiento de Croman[3].Jams nadie hubiera imaginado un santuario en ese lugar, sin embargo, el acontecimiento

    reatribuye de sentido el lugar. Es memoria de la Argentina precaria, de una manera deconstruir cultura, etc.

    El campo de problematizacin que se abre es infinito y seguramente cada uno de ustedesrecordar y recrear situaciones memorables en su trnsito en la ciudad.

    Pero adems la ciudad es una inmensa superficie de inscripcin. Quisiera contarles otraexperiencia, quiz ustedes la conozcan, pero es interesante traerla. Nos ubicamos en Austria,

    en 1988 en la ciudad de Graz. All Hanz Haacke reconstruye el monumento que los nazisinstalaron en 1938. La intervencin es muy interesante porque lo que hace el artista es

    mantener el monumento tal cual era. Incluso con una frase que dice y despus de todo laderrota es vuestra. Haacke solamente le agrega: 300 gitanos asesinados, 2.500 judos

    asesinados, 8.000 prisioneros polticos asesinados o muertos en cautiverio, 9.000 civilesasesinados en la guerra, 12.000 desaparecidos, 27.900 soldados asesinados. Luego de la

    restauracin el monumento es atacado por una bomba neonazi y la ciudad decide conservarloen ese estado.

    Veamos lo que hace Haacke. Para l, los monumentos pblicos no son objetos acabados sinoconfiguraciones en construccin, es decir superficies de inscripcin social. Por eso la

    intervencin de Haacke es una intervencin ms en una dinmica de la memoria. Si el

    monumento pblico es el lugar donde se tramita colectivamente el pasado, donde se lleva acabo una lucha por el sentido, el ataque al monumento restaurado parece una irnica

    confirmacin de lo pensado. Lo que pudo ser un atentado, quiz pueda ser visto como unaintervencin ms en ese terreno de inscripcin. Si la ciudad hubiera decidido volver a restaurar

    el monumento, tambin hubiera sido una intervencin ms en el campo del sentido.

    Nuevamente, luego de esta reflexin, se abre un campo enorme de pensamiento. Es la ciudadmisma el lugar donde se tramita colectivamente el pasado, el campo de batalla por el sentido.

    Es entonces la ciudad un enorme palimpsesto donde marcamos nuestra historia, nuestra vida.

    Hemos hecho un recorrido por distintos registros de la nocin de ciudad y de memoria. En eserecorrido podramos formular un concepto: la ciudad-memoria.

    Qu sera entonces la ciudad-memoria? Una tensin, una tensin y un encuentro entre dos

    maneras de percibir el espacio y el tiempo, entre una mirada trascendente de los lugares

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    hecha de momentos esenciales y una mirada inmanente hecha de momentos cualquiera. Entreuna ciudad hecha de una memoria de carcter jerrquico y otra hecha en el hacer con la vida.

    Recorrer la ciudad-memoria desde esta tensin nos involucra como habitantes, como actores

    indisolubles de la construccin misma de la ciudad; y la ciudad as puede ser otra.

    Notas

    [1] Virno, Paolo (2003), El recuerdo del presente. Ensayo sobre el tiempo histrico, Paids.

    [2] El 26 de junio de 2002, distintas organizaciones de desocupados impulsaron una jornada de protesta queconsisti en el bloqueo de los principales accesos a la ciudad de Buenos Aires. Alrededor de 2.500

    manifestantes intentaron cortar el puente Pueyrredn, que une la ciudad con la localidad de Avellaneda. Lasfuerzas de seguridad los reprimieron fuertemente, lo que provoc enfrentamientos con los manifestantes,muchos de los cuales intentaron huir hacia la estacin de ferrocarril Avellaneda, a pocas cuadras del lugar.

    En el hall de la estacin fue asesinado por efectivos de las fuerzas de seguridad Daro Santilln (21 aos)mientras asista a Maximiliano Kosteki (24 aos) que haba sido herido mortalmente a pocos metros del lugar.Las autopsias revelaron que ambas muertes fueron provocadas por disparos de escopeta de perdigones deacero, disparados a menos de diez metros de distancia, pertenecientes a la Polica de la provincia de BuenosAires.

    [3] Repblica Croman fue una discoteca ubicada en el barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires. La nochedel 30 de diciembre de 2004, durante un recital que dio la banda de rock Callejeros, se origin un incendio en ellugar que caus la muerte de 192 personas y al menos 1432 heridos. Es una de las mayores tragedias nonaturales de la Argentina.

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    Memoria y Ciudad: la transformacin de espacios urbanos

    Ciudad y terrorismo de Estado: la memoria justa*

    Adrin Gorelik

    Quiero comenzar dedicndole un minuto a algo que es ms que un agradecimiento formal: es

    realmente un honor haber sido convocado a participar de esta Jornada que forma parte dellanzamiento de un emprendimiento tan valioso como es el libro Memorias en la Ciudad.Seales del terrorismo de Estado en Buenos Aires. Hace una semana lo he recibido y desdeentonces no he podido dejar de mirarlo: cada pgina en la que uno entra al azar es un mundo

    de recuerdos, pero tambin de informacin precisa. Es un disparador de memorias y de

    historias. Cuando el libro se estaba preparando, tuvimos una conversacin acerca de qu clasede objeto iba a resultar, si un mapa, una gua o un atlas. Ahora que lo veo realizado, adviertoque se trata de otra cosa, un instrumento que permite orientarse en todos los mapas y en todas

    las guas; un artefacto que permite orientarse al mismo tiempo en la ciudad y en la historia. Ypor eso a lo que ms se parece es a una brjula. Con la seriedad y la discrecin que

    caracterizan todas sus empresas, Memoria Abierta ha logrado plasmar en esta obra colectivauna serie de cualidades difciles de reunir, que quiero mencionar aunque sea muy

    rpidamente: el libro logra objetividad sin neutralidad, apertura sin relativismo; logra mostrar enacto la pluralidad de significados que caracteriza a los lugares de memoria, y logra tramarlos

    todos en un relato que al mismo tiempo no es ni confuso ni genrico; en fin, lograpersonalizacin sin individualismo y reivindicacin sin museificacin. Creo que han producido

    un objeto que va a ser de ahora en ms insustituible para orientarse en esta ciudad. Por eso,les agradezco mucho que me hayan invitado a formar parte de este acontecimiento.

    En realidad, la memoria es un tema sobre el cual se ha hablado mucho en los ltimos aos:

    como problema filosfico, psicolgico o poltico ha sido enormemente tratado, y un pblicobastante ms amplio que el especializado se ha familiarizado con un elenco de autores que va

    desde Maurice Halbwachs a Paul Ricoeur, de Tzvetan Todorov a Andreas Huyssen, pornombrar slo a algunos de los ms frecuentemente citados. Hoy estamos convocados a tratarun tema mucho ms especfico, aunque igualmente inmenso, que es la relacin entre memoria

    y ciudad, pero al mismo tiempo no podemos desconocer aquella dimensin ms general del

    problema, sobre la que cualquier reflexin especfica necesita apoyarse. Para no extenderme

    entonces en cuestiones generales ya conocidas pero, al mismo tiempo, para no dejar depresentar aunque sea muy concisamente esa dimensin sobre la que se van a desarrollar misargumentos, voy a comprimir en una frmula todo un entramado de posiciones: la frmula es la

    de la memoria justa. Creo que es una frmula que puede ser muy productivo aplicar en laciudad, un poco a la manera en que un cientfico coloca un reactivo en un tubo de ensayo,

    esperando algn resultado que cambie la naturaleza de la materia con la que estexperimentando. Se trata de una frmula que tiene ya una larga historia y ha provocado

    grandes debates. Quiero detenerme en un libro sobre memorias y olvidos en nuestra historiareciente que la desarrolla magnficamente: me refiero al ltimo libro de Hugo Vezzetti, Sobre la

    violencia revolucionaria. Dice Vezzetti que entre la amnesia y una memoria capturada por los

    fantasmas del pasado queda situado un espacio mvil, incierto, conflictivo; un espacio en el

    que se busca un equilibrio entre el abuso de memoria y su dficit, entre pasado y presente. Y

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    Arquitectura y Memoria

    asimismo nos muestra cmo la frmula tambin apela a la relacin entre la memoria y larealizacin de la justicia, obteniendo as una edificacin moral y cultural.

    Pues bien, dejando esta idea de memoria justa como un fondo sobre el cual ir disponiendo

    los elementos que componen la problemtica urbana, me interesa tratar de entender la relacinentre memoria e historia en la ciudad, porque la ciudad es el sitio por excelencia para

    comprender que entre ambos trminos, memoria e historia, se traza una relacin mucho msconflictiva que complementaria. En este sentido, creo que van a poder entrever algunas

    cuantas diferencias que espero logremos volver productivas en el debate posterior con laidea de ciudad-memoria que acaba de desarrollar Pablo Sztulwark.

    Hay una definicin de ciudad ya clsica en la tradicin culturalista (esa tradicin que rene

    nombres como los de Lewis Mumford o Aldo Rossi): la ciudad es vista como una obra de artecolectiva, una manufactura realizada a lo largo del tiempo por una colectividad que, gracias a la

    permanencia de la ciudad, reconoce su propia continuidad, los lazos comunes que la vinculancon los antepasados; como escribi Jos Luis Romero, la ciudad objetiva el legado cultural del

    que surge la conciencia histrica. En esta definicin se supone una especie de crculo virtuosoentre ciudad y sociedad: la ciudad define una colectividad que construyendo su ciudad se

    reconoce como tal, es decir, que construyendo su ciudad construye su identidad. La ciudadpermite las representaciones que crean la imagen colectiva y, al mismo tiempo, la ciudad es el

    texto de esa historia colectiva. Por eso, para Maurice Halbwachs la ciudad es el soporte de lamemoria colectiva. Pero aqu comienzan las precisiones sobre el trmino memoria, porque la

    idea de memoria comn en Halbwachs implica siempre una tarea presente, de construccinretrospectiva de un pasado compartido. Es decir, para l la clave de la ciudad no radica en la

    memoria como permanencia, sino en la historia como devenir.

    De hecho, la ciudad es el sitio que registra por antonomasia el conflicto entre lo existente y lonuevo, entre la preservacin y la transformacin: es el sitio donde la historia est ocurriendo,

    donde ms evidente se vuelve el paso del tiempo y donde es el presente el que determina laslecturas del pasado. Por eso Aldo Rossi, como si tambin estuviera pensando en la nocin de

    memoria justa, distingue entre permanencias patolgicas y permanencias propulsoras. Ypor eso, tambin, Sigmund Freud us el ejemplo ms paradigmtico de ciudad, la ciudadeterna, Roma, para mostrar la imposibilidad de memoria en la ciudad. Para Freud, la ciudad es

    el ejemplo que por oposicin permite entender la especificidad intransferible de la vida

    psquica: mientras que en la psiquis siempre existe la posibilidad de recuperar y revivirrecuerdos aparentemente extinguidos, en el espacio de la ciudad, en cambio, la sucesin

    histrica slo puede representarse por medio de una yuxtaposicin imposible. Porque se haconstruido otra cosa en el lugar donde estaba aquel viejo edificio, aquella vieja casa o aquel

    monumento: para vivir, la ciudad ha precisado demoler y reemplazar sus diversos pasados yslo una porcin muy pequea de ellos, casi nunca en su estado original, se preserva. La

    ciudad, as, es el ejemplo que muestra que la vida histrica avanza por demoliciones yreemplazos y que, por lo tanto, la memoria material es el sujeto de un conflicto estructural, y no

    me refiero ya al conflicto de interpretaciones que toda memoria supone, sino a un conflicto quehace a la propia esencia material de la ciudad, a la imposibilidad espacio-temporal de perdurarsin transformarse.

    Cmo tiene entonces que recordar la ciudad? Ese fue el rol tradicional de los monumentos recordar, ensear, nombrar: tales son los significados del trmino en latn. Pero justamente

    por la naturaleza histrica de la ciudad, el monumento slo puede ser pensado como un hecho

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    excepcional, como un llamado de atencin, desde un presente hacia algn pasado, que laciudad-sociedad decide darse a s misma. Y por eso el monumento ha sido, en la modernidad,

    el hecho singular a travs del cual reflexionar acerca de qu debe ser resguardado de ladestruccin es decir, de la vida histrica de la ciudad y de qu modo. Hay un terico de

    principios del siglo XX, fundamental en estos temas, que plante el conflicto inherente a la ideade monumento en la ciudad moderna. Se trata de Alos Riegl, que en El culto moderno a los

    monumentosseal las contradicciones entre tres tipos muy diversos de valores que convivenen nuestra idea de monumento. En primer lugar, el valor ms moderno (que haba sido puesto

    en boga por el romanticismo), que es el valor de antigedad, en el que lo importante es lamarca que el tiempo ha dejado en el objeto material y que, por lo tanto, vuelve impracticable la

    restauracin; es el caso de las ruinas que deben ser preservadas como ruinas porquejustamente lo que se aprecia en ellas es el modo en que el tiempo las ha trabajado. En

    segundo lugar, el valor histrico, que pondera al monumento en su carcter de documento (no

    tanto por lo que recuerda en s, como por lo que puede ensear a travs de s); en este caso,al revs que en el anterior, se valora la capacidad evocativa del monumento que, para que seacompleta, requiere que muchas veces el objeto material sea restaurado o incluso reconstruido

    por completo (nuestra ciudad tiene varios ejemplos, como el Cabildo o la rplica de la casa deSan Martn: maquetas didcticas de obras que portan un mensaje aleccionador). Finalmente, el

    valor artstico, es decir, la capacidad del monumento de convocar emociones en el pblico atravs de un reconocimiento esttico que slo puede producirse si responde al estado del

    gusto contemporneo. El problema que nos plantea Riegl es que esos tres tipos de valoresconviven en el culto moderno a los monumentos, implicando diversas maneras de entenderlos

    que deberan suponer diversas estrategias para encarar la cuestin monumental en la ciudadmoderna; algo que se entiende plenamente si, ya vinculados a nuestro tema, pensamos en las

    connotaciones tan diferentes que rodean a un monumento por preservacin, como puede serla ESMA, y a un monumento por creacin, como puede ser el Parque de la Memoria. Lo que

    est en juego en cada uno de ellos, lo que en cada uno de ellos permitira cumpliracabadamente con sus funciones monumentales, debera ser completamente diferente,

    aunque no siempre las polticas de la memoria que se siguen en ellos sean conscientes de esadiferencia y acten en consecuencia.

    Pero me gustara detenerme en un conflicto diverso implcito en la cuestin monumental en el

    pensamiento contemporneo, y que podra sintetizarse diciendo muy esquemticamente quelos monumentos por un lado y la preservacin por el otro, en un lapso relativamente corto, han

    invertido su signo ideolgico dentro de la cultura de la ciudad y la arquitectura.

    En efecto, podra decirse que en el siglo XIX los monumentos ocupaban un lugar progresistaen el imaginario social en tanto el nacionalismo liberal y democrtico, como parte de su

    objetivo de construir esa comunidad imaginada que es el Estado-Nacin, haba ampliado elpanten de hroes por fuera de la sacralidad religiosa y monrquica hacia los hombres

    ordinarios, los hombres de ciencia, los hombres de la poltica. Como mostr Maurice Agulhon,se haba creado una idea humanista de hroe que iba a producir una multiplicacin al infinito

    de los monumentos cvicos como monumentos al progreso; y, por eso, en el siglo XIX va acomenzar simultneamente una crtica mordaz de la estatuomana, pero llevada adelante por

    la derecha anti-republicana que criticaba esta voluntad democratizadora del nuevo pantencvico del nacionalismo. Podramos establecer un encadenamiento de ideas, en este sentido,

    que conecte el planteo de Rousseau, que vea al espacio pblico ya no a la manera ilustrada

    como mbito neutro de autogobierno de la sociedad civil, sino como el lugar de una activa

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    educacin de la almas, con la preocupacin nacionalizadora de Ricardo Rojas (entrenosotros) quien propuso una pedagoga de las estatuas imaginando que la ciudad deba

    funcionar como un libro de historia para inocular cotidianamente los valores de una culturanacional en las masas inmigrantes, que as encontraran una va de integracin cultural

    complementaria a la escuela. Es notable la conciencia decimonnica acerca de la capacidadde la arquitectura para crear un ambiente propicio a ciertos ideales y valores que componen

    una comunidad nacional, tal cual lo haba sealado John Ruskin fuente para muchos en eseciclo monumental en Las siete lmparas de la arquitectura: podemos vivir sin arquitectura,

    pero no podemos sin ella recordar.

    Pero esta visin progresista del monumento cambi radicalmente en el siglo XX por unacombinacin de factores: tanto porque despus de la Segunda Guerra se pas de la memoria

    del Estado-Nacin a las memorias del Estado terrorista, produciendo una inversin absolutadel sentido que hasta entonces haban tenido el Estado y la memoria nacional, como porque ya

    mucho antes se haba producido una cada de las convenciones retricas monumentales, demodo que se haba vuelto imposible cualquier acuerdo acerca de qu era posible recordar y

    acerca de cmo hacerlo. Hay un poema de Bertolt Brecht que seala este proceso de cambio ala perfeccin; se llama Libro de lectura para los habitantes de la ciudad, que es como una

    manual de instrucciones que le indica al habitante de la ciudad: Borra tus huellas (Cuida,cuando pienses morir, / que ninguna piedra delate el lugar donde yaces / con una inscripcin,

    que seale / tu nombre y el ao de tu muerte. / Una vez ms / borra tus huellas!). Vale la penasubrayar que la tumba es el monumento ms primario, el monumento por excelencia porque

    rene el acontecimiento y la huella que lo ha fijado, los restos materiales y su evocacinQu ha ocurrido para que esas huellas deban tambin ser sustradas de la ciudad? Walter

    Benjamin ha hecho una interpretacin clebre de este poema, planteando que trata de lasituacin del emigrante en una ciudad extraa, pero tambin del luchador social que se extraa

    de su sociedad, porque para Benjamin las ciudades se han convertido en campos de batalla enlos que no se puede poseer nada que deje algn resto, algn recuerdo: no slo porque

    delataran al luchador; tambin porque la nueva pobreza de experiencia que la ciudadmoderna ha impuesto debe ser respondida con un ascetismo cultural capaz de romper con

    todo resabio de tradicin. Y hay ah tambin una idea acerca de la imposicin poltica, de lacristalizacin museificadora y oficializante que supone cualquier voluntad monumental; una

    idea que conecta claramente con las propuestas anti-monumentales del arte contemporneo,como sealan los diferentes contra-monumentos de un artista como Horst Hoheisel,

    seguramente muy conocido por todos ustedes. Se trata de un conflicto inherente al arte

    contemporneo: cmo representar lo irrepresentable; pero, sobre todo, cmo renovar elsentido de lo que precisa ser recordado u homenajeado una vez agotados todos los recursosdel arte. La voluntad de borrar las huellas, de desterritorializar las marcas oficiales de la

    ciudad es uno de los caminos que sigue el arte contemporneo, aunque todava y este es unconflicto que Graciela Silvestri marc muy bien en un artculo sobre el Parque de la Memoria,

    sigamos esperando otros significados del arte, otras reconciliaciones. Es tambin el dilema delmonumento, como lo llam Beatriz Sarlo en un artculo reciente sobre las paradojas que

    produce el Monumento de los judos asesinados en Europa que construy en Berln elarquitecto Peter Eisenman, tensionado entre su propsito antisimblico que busca generar en

    el visitante una experiencia excepcional y los usos del pblico que lo consumecomo una piezams de la metrpoli contempornea.

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    Por otro lado, podemos encontrar el movimiento en espejo de los sentidos ideolgicos de lapreservacin en la cultura arquitectnica: si el monumento pas de ser progresista a

    reaccionario, la preservacin pas de conservadora a progresista. Lo que cambi en verdad enel siglo XX fue una idea fundante del modernismo acerca de la relacin entre la ciudad y el

    progreso. La reconstruccin de las ciudades europeas en la segunda posguerra produjo unestado de revisin en el interior del pensamiento urbanstico que apunt contra toda la batera

    de principios modernistas hasta entonces vigentes, ya que se adverta que la prdida deseales histricas de la ciudad no se haba traducido en un mejor funcionamiento urbano sino

    en anonimato y desarraigo. As a partir de los aos cincuenta comenz a desplegarse unanueva asuncin de la historicidad en la ciudad (como parte de una nueva sensibilidad que

    bastante tiempo despus algunos llamaron postmodernista) que llev a una reflexin sobrelas permanencias, la morfologa urbana y los monumentos histricos completamente ausente

    de la visin progresista (en sentido lato) del modernismo.

    En la Argentina, esta nueva apreciacin de la historia de la ciudad ocurri en un momento muyparticular, justamente durante la ltima dictadura. Se produjo entonces una combinacin de

    factores muy diversos pero que parecan confluir en la nueva valoracin de la preservacinpatrimonial: desde las movilizaciones antidictatoriales contra las demoliciones previstas por las

    autopistas, pasando por el Museo de la Ciudad y la preservacin oficial de San Telmo, hasta lapuesta en valor de Palermo Viejo, que reuna las cualidades simblicas del barrioy la casa

    chorizo con las posibilidades de un nuevo targetinmobiliario. Esta multiplicidad de factores que cruzaban valores polticos opuestos, aspectos institucionales y tendencias de mercado

    coincidieron, adems, con la devaluacin de un motivo tradicionalmente transformador de laarquitectura, que era la vivienda social colectiva, tambin atrapada en un efecto de pinzas

    entre las objeciones antiautoritarias de la sociologa crtica y la novedosa fuerza con que laderecha se abalanz contra el Estado de Bienestar. Comenz entonces un nuevo ciclo en el

    pensamiento arquitectnico dominado por las claves existencialistas del habitar. As se pudopasar muy inadvertidamente, en los temas de la ciudad y la historia, desde una visin de la

    historia y la memoria como la de Aldo Rossi, claramente comprometida con un proyectotransformador, a una visin como la de Pierre Nora en Los lugares de la memoria,claramente

    conservadora, en el sentido de que es una visin nostlgica de aquella capacidad perdida porla ciudad de constituir una colectividad nacional.

    Y como ms reciente variacin en este ciclo de alternancias ideolgicas, aparece una reaccin

    en el pensamiento urbano ms contemporneo contra las puestas en valor de los centroshistricos, una reaccin contra el resultado espectacularizador y por lo tanto, banal y

    fetichista que ha terminado produciendo el nfasis de las dos ltimas dcadas en las polticaspblicas y en los discursos urbansticos sobre el espacio pblico y la memoria, argumentos que

    finalmente se demostraron ms propicios para el marketing urbano que para la valorizacinpatrimonial y ciudadana de lo pblico.

    Por otra parte, hay que notar tambin que todos estos cambios de sentido se dan en

    simultneo con un cambio muy fuerte de la sociedad en relacin al pasado. Algunos autoreshablan de que el conjunto de la sociedad est en estado de memoria. Cmo recordar, yespecialmente, cmo ordenar los recuerdos si todo se vuelve recuerdo? Hay una memoria

    ms importante, ms justa que otra? Cmo decidirlo? La literatura contempornea ha

    analizado este problema como tpico de la condicin contempornea (que algunos tericos

    como Marc Aug llaman la sobremodernidad), producto de la combinacin entre la

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    aceleracin del tiempo (la historia nos pisa los talones) y una correspondiente desintegracinde la idea de progreso. Ahora bien, dado este estallido, Cmo pensar ese sector de la

    memoria tan particular que son para nosotros las seales del terrorismo de Estado? Sabemos

    que ellas nos enfrentan a una memoria especial. En palabras de Hugo Vezzetti, el terrorismode Estado cre condiciones excepcionales, que tocan un lmite de la experiencia. Elexterminio masivo, la desaparicin, el Juicio a las Juntas: se trata de puntos clave en la historia

    argentina. Pero en una sociedad en estado de memoria, Cmo se trabaja la diversa entidadde las memorias?

    Tomemos dos ejemplos para ilustrar este problema: Croman [1]y Malvinas. En Croman se

    da, a mi juicio, la imposicin beligerante de una memoria sectorial. La calle Bartolom Mitre, lacuadra en donde se encontraba el local bailable, permanece cerrada desde la noche de la

    tragedia por voluntad de los familiares de las vctimas, muchos de ellos tambin sobrevivientes.Apoyndose en una nocin de vctima cuyos contenidos entre nosotros provienen sin duda

    de la lucha contra el terrorismo de Estado, la fuerza de ese reclamo ha sido tal y ha sabidotocar de tal modo las malas conciencias de la clase poltica de la ciudad, que ha logradomantener clausurado un nudo clave en el trfico ya muy complicado de la ciudad. Uno podra

    pensar lo que sucedera si los afectados por tragedias anlogas hubieran tomado similaresmedidas: podra estar cerrada la ruta en donde murieron los chicos de la escuela Ecos que

    volvan del Chaco, ya que se trat de un accidente que combin similares elementos: desidia

    de la empresa de transporte, desidia y corrupcin pblica por la falta de controles, etc. Por nodecir que la calle de la AMIA podra estar cerrada, la de la Embajada de Israel, la Avenida del

    Libertador a la altura del boliche Keivis, aquel antecedente de Croman en los aos noventa.Lo cierto es que las vctimas de Croman impusieron su duelo y su protesta en uno de los

    lugares ms visibles de la ciudad. Por otro lado, los soldados sobrevivientes de Malvinas no

    han logrado en todo este tiempo ni el reconocimiento ni la visibilidad para aquella tragedianacional una falta de visibilidad que ha vuelto esa tragedia algo privado, slo concerniente alas vctimas. Han logrado, por cierto, algunos monumentos oficiales, pero en el ms crasosentido de la palabra oficial, vaciados de todo contenido social, porque no han logrado que la

    sociedad, que primero se entusiasm con la guerra y luego se desentendi por completo deella, no se desentendiera tambin de sus vctimas ms directas y ms desprotegidas, tambin

    vctimas de la dictadura. Es como si la sociedad le hubiera endosado esa tragedia

    exclusivamente a sus vctimas directas, lo que las victimiza doblemente (se sabe que ya sonms los suicidados de Malvinas que quienes murieron en el campo de batalla); como si el

    nico modo en que nuestra sociedad es capaz de manifestar la vergenza colectiva por esaguerra fuera la indiferencia.

    Quise poner como ejemplo dos casos cuya memoria no tiene que ver con los crmenes del

    terrorismo de Estado (aunque en el caso de Malvinas esto pueda ser discutible), para poderver con ms claridad que la presencia de la memoria es un hecho social que se construye cada

    da, y no siempre a travs de una ponderacin sobre la mayor o menor importancia social opoltica del hecho que rememora. Si en la memoria del terrorismo de Estado no ocurri lo de

    Malvinas es no slo por la enorme labor de los organismos de derechos humanos y lossectores movilizados de la sociedad sino tambin por el Juicio a las Juntas y por el modo en

    que desde 1983 se plante una accin conjunta de los sectores directamente afectados y delEstado que consigui convertirla en una cuestin pblica de primera magnitud, una cuestinsobre la cual la sociedad no pudiera volver la pgina muy rpidamente. De lo contrario, la

    memoria queda slo librada a la mayor o menor fuerza de las luchas sectoriales. Pero es

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    importante advertir que no se trata de un tema cerrado: las diversas jerarquas de la memoriasocial estn siempre rehacindose. Especialmente si advertimos que nuestra sociedad en

    estado de memoria al mismo tiempo ha tenido histricamente enormes dificultades para lamemoria.

    Cunto duran las memorias en nuestra ciudad? Veamos si no la toponimia de la ciudad de

    Buenos Aires: el equivalente a la estatuomana de las ciudades europeas ha sido, en nuestrocaso, la pugna por el nombre de las calles, donde se han dado y se siguen dando todo tipo

    de batallas simblicas. Vivimos cambiando el nombre de las calles, y se ha llegado al absurdode que se le ha puesto el nombre Jorge Luis Borges a un tramo de la calle Serrano, de modo

    que para homenajear al escritor se ha destruido el sentido del poema por el cual el escritormereca ser recordado, su Fundacin mtica de Buenos Aires que fundaba a la ciudad en la

    manzana conformada por Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga, que ahora es,entonces, Guatemala, Borges, Paraguay, Gurruchaga. Pero veamos un caso mucho ms

    complejo, sobre el que es ms difcil ironizar, que tiene que ver con una de las memorias quemodifican nuestra percepcin proliferante de la ciudad. El caso de la imposicin beligerante

    tambin, en el sentido de Croman del cambio de nombre de la Estacin Avellaneda porEstacin Daro y Maxi, para recordar el acto criminal que termin con la vida de esos dos

    militantes[2]. Pero Por qu la memoria de ese crimen tiene que disputarse simblicamente enel nombre de la estacin donde se produjo? Por qu intentar anular con la memoria de esta

    matanza reciente la memoria social lentamente construida a lo largo de dcadas de luchasobreras, que es lo que muchos de nosotros asociamos con el nombre Avellaneda: fbricas,

    trabajo, luchas? Cmo se dirime la justicia de la memoria?

    En principio, cabe decir que la certeza de que no hay una memoria esencial, sino diversos

    relatos, no puede suponer que los mismos queden librados a una proliferacin sin sentido: aveces la multiplicacin de los sentidos se revela como la simple ausencia de sentido; tenemosque celebrar esa proliferacin, o tenemos que sumarnos a la difcil y muchas veces ingrata

    tarea de ponderar y discernir? Por supuesto, esto no significa que deba buscarse la imposicinde un relato como memoria oficial; eso sera un triunfo prrico (y creo que algo de eso

    padeceremos en el campo de los derechos humanos como resultado de la cierta oficializacinque se ha producido durante este gobierno). El principal trabajo de la memoria es conseguir

    que los relatos construyan su estatuto de justicia en una bsqueda permanente de ampliacinde los consensos. Consensos que son provisorios, frgiles, transitorios, en constante

    negociacin y reconstruccin. Pero no es posible simplemente aceptar que las memoriascompiten por su lugar en un territorio equivalente, librado a la fuerza de cada uno de los

    sectores interesados, porque sera aceptar una especie de libertad de mercado de lamemoria. La excepcionalidad de la memoria del terrorismo de Estado impone otros deberes, y

    esto tiene una implicancia hacia afuera del movimiento de los derechos humanos y otra haciaadentro; porque obliga no slo a pensar cmo se fundamenta una valoracin diferencial de

    esta memoria frente a otras memorias parciales, sino que impone una voluntad de conquistade toda la sociedad, una voluntad de traduccin de la lucha por la memoria y la justicia, de

    universalizacin de valores que rompe con algunos hbitos muy arraigados en este propiosector. Y para esa tarea de universalizacin, el territorio de la ciudad es, como a su manera

    muestra este magnfico libro Memorias en la ciudad, una plataforma tan compleja comoextraordinaria.

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    El trabajo de memoria en la ciudad es, entonces, un trabajo de Ssifo. Sabiendo que es en laciudad donde el tiempo ms rpido pasa y donde ms radicalmente se reconfigura el espacio,

    donde cada da se renueva piedra sobre piedra y significado sobre significado, se trata deintentar, de todos modos, sostener y recrear su carcter de universo simblico, de medio de

    reconocimiento pblico, no privado ni sectorial. Y esto supone recuperar una idea de espaciopblico capaz de instalar, an provisoriamente, algunos valores de la memoria comn, de la

    memoria justa. An sabiendo que la lucha contra la fragmentacin del sentido, en este casopor la multiplicacin aleatoria de sentidos, es una lucha que debe recomenzar cada da.

    Notas

    * Versin revisada por el autor de la desgrabacin de la ponencia presentada en la Jornada Arquitectura ymemoria, lunes 31 de agosto, Centro Cultural General San Martn. Se ha agregado al final una pequea nmina

    de los libros mencionados en el texto.

    [1] Repblica Croman fue una discoteca ubicada en el barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires. La nochedel 30 de diciembre de 2004, durante un recital que dio la banda de rock Callejeros, se origin un incendio en el

    lugar que caus la muerte de 192 personas y al menos 1432 heridos. Es una de las mayores tragedias nonaturales de la Argentina.

    [2] El 26 de junio de 2002, distintas organizaciones de desocupados impulsaron una jornada de protesta que

    consisti en el bloqueo de los principales accesos a la ciudad de Buenos Aires. Alrededor de 2.500manifestantes intentaron cortar el puente Pueyrredn, que une la ciudad con la localidad de Avellaneda. Las

    fuerzas de seguridad los reprimieron fuertemente, lo que provoc enfrentamientos con los manifestantes,muchos de los cuales intentaron huir hacia la estacin de ferrocarril Avellaneda, a pocas cuadras del lugar.

    En el hall de la estacin fue asesinado por efectivos de las fuerzas de seguridad Daro Santilln (21 aos)

    mientras asista a Maximiliano Kosteki (24 aos) que haba sido herido mortalmente a pocos metros del lugar.Las autopsias revelaron que ambas muertes fueron provocadas por disparos de escopeta de perdigones deacero, disparados a menos de diez metros de distancia, pertenecientes a la Polica de la provincia de BuenosAires.

    Textos mencionados:

    Maurice Agulhon, Historia vagabunda. Etnologa y poltica en la Francia contempornea(1988), Mxico, InstitutoMora, 1994; Marc Aug, Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropologa de la sobremodernidad (1992), Barcelona, Gedisa, 1993; Bertolt Brecht, Libro de lectura para habitantes de la ciudad (1928), en Walter

    Benjamin, Brecht: ensayos y conversaciones, Montevideo, Arca, 1970; Sigmund Freud, El malestar en la cultura(1930), Buenos Aires, Alianza, 1992; Maurice Halbwachs, Los marcos sociales de la memoria (1925), Barcelona,Editorial Anthropos, 2004; Pierre Nora (dir.), Les lieux de mmoire, Pars, Gallimard, tres tomos, 1984-1992;

    Alos Riegl, El culto moderno a los monumentos (1903), Madrid, Visor, 1987; Ricardo Rojas, La restauracinnacionalista(1909), Buenos Aires, Pea Lillo Editor, 1971; Jos Luis Romero, La estructura histrica del mundourbano, Siglo XIX. Revista de historia n 11, Mxico, 1992; Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad (1966),

    Barcelona, Gustavo Gili, 1981; John Ruskin, Las siete lmparas de la arquitectura(1849), Valencia, A. SempereEditores, 1909; Beatriz Sarlo, El dilema del monumento, Suplemento ADN de La Nacin, sbado 15 de agostode 2009; Graciela Silvestri, El arte en los lmites de la representacin, Punto de VistaN 68, Buenos Aires,diciembre de 2000; Hugo Vezzetti, Sobre la violencia revolucionaria, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2009.

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    La memorializacin fsica en las po lticas oficialistas:

    balance, crtica y desafos

    Gonzalo Cceres, Rodrigo Milln y Valentina Rozas

    Dos polaridades

    Transicin a la democracia o postdictadura? La dicotoma se instal a comienzos de losnoventa cuando la administracin Aylwin[1] recin arrancaba. Ciertamente, cada alternativa

    representaba mucho ms que una retrica acadmica. Los que caracterizaban al proceso

    chileno como transicin subrayaban el comando civil, la necesidad de estabilidad y el consensocomo objetivo y meta cuando de gobernar se trataba. Los que preferan aludir al perodo quese inauguraba como postdictadura enfatizaban la temprana oxidacin del reformismo

    concertacionista, incompetente a la hora de mellar el cerco institucional vigilado por los

    centinelas del proyecto autoritario.

    Al igual que Transicin o postdictadura?, Verdad o Justicia? fue otro de los binomios que

    singularizaron el Chile presidido por Aylwin o Frei Ruiz-Tagle [2]. Mientras Transicin oPostdictadura pona en el tapete el sistema electoral binominal, los senadores designados y los

    qurums calificados requeridos para cualquier reforma relevante, Verdad o Justicia invocaba

    un campo ms amplio, donde la tica tambin se haca presente, pero, a la vez, un campomucho ms preciso. Sin lugar a dudas, Verdad o Justicia no existira como dilema si en Chile

    no se hubiesen violado, sistemticamente, los derechos humanos de miles de personasdurante la dictadura militar.

    A fuerza de dicotomas como las anteriores, el balance de la experiencia chilena corre riesgode abultar su apariencia desangelada. No es nuestro inters cosmetizar una trayectoria que, en

    su primera fase, aliment un coro de insatisfacciones tanto en Chile como fuera de Chile. Ms

    bien nos interesa ensayar una primera reflexin sobre la tensin existente entre RecuperacinDemocrtica y Derechos Humanos. Despreocpense, no vamos a preferir el camino

    politolgico. No nos olvidamos que el propsito del panel es volver a revisar la inquietanterelacin entre planificacin urbana, lugares testimoniales y sitios de conciencia. Inscrita dentrode la polaridad Ciudad-Memoria, desempacaremos nuestros argumentos apelando siempre a

    una contextualizacin sumaria. Cules argumentos?, aquellos mayormente referidos a lasmemorializaciones presentes en el Santiago contemporneo.

    Una transicin de destino nico?: la impunidad

    Avancemos sin ambages. No son pocos los que piensan que en el Chile de la recuperacin

    democrtica se instal una impunidad tan generalizada como vergonzante. La ausencia de unjuicio expeditivo a los militares que disearon y dirigieron la represin operara como un

    recurso probatorio. La prueba estara completa, cuando 10 aos despus, un Pinochetdesaforado y procesado se retirara de la vida poltica sin condena. Repito, sin condena.

    Pero la impunidad en Chile habra extendido sus tentculos mucho ms all del propio

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    Pinochet. Siempre habra estado presente como idea y su viscosa naturaleza nos remitira alos diferentes intentos por legislar a favor de Verdad sin Justicia. Aunque hoy nos cueste

    encontrar a algunos de sus promotores originales, Verdad sin Justicia, como ustedes sabenperfectamente, implicaba eximir de responsabilidades jurdicas a los victimarios con tal de

    aclarar el destino de las osamentas de las personas represaliadas.

    Dicho de otro modo, los autcratas habran cooptado a los demcratas perforando sus

    flotadores ticos sin que los segundos hicieran nada por evitarlo. Afortunadamente, la relacinno es ni lineal ni tan vergonzante. Cmo entender que las condenas por violaciones a los

    derechos humanos reportaban 24 condenados tres aos antes de la detencin internacional dePinochet en 1998? Conste que en 2005 las condenas ya se elevan a 94.

    Si nos concentramos en los procesamientos, en 1997 haba 251 mientras que en 2004, 372.

    Tal como matiza Jos Samuel Valenzuela, parece ser que la detencin internacional dePinochet es una entre otras variables que nos permiten entender el incremento paulatino de

    procesamientos y sentencias. Hoy los procesados alcanzan a ms de 450.

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    El nuevo binomio: justi cia y memorializacin

    Visto en retrospectiva, y mientras el debate sobre Transicin o Postdictadura permaneceabierto para los analistas, Verdad o Justicia bifurc en una frmula insospechada: Justicia y

    Memorializacin.

    A diferencia de la demanda por Justicia, donde las organizaciones de derechos humanosconfrontaron a los diferentes gobiernos en un abanico muy diverso de coyunturas, la demanda

    por memorializacin es posible ubicarla en una zona de convergencia donde concurrieron lasagendas, tanto de las organizaciones de derechos humanos como del propio Estado.

    Concurrencia siempre tensionada por un ramillete de conflictos. Al igual y como ocurre en

    muchas experiencias, es casi imposible reportar un proceso de memorializacin, con sucorrespondiente forma construida, sin conflictos. Por lo tanto, volviendo a la experiencia

    chilena, Cunto avanz la memorializacin si el conflicto estaba exiliado de la poltica y elconsenso predominaba sin contrapeso? En los tiempos de la poltica sin conflictos la

    memorializacin se mantuvo como una promesa de las organizaciones, pero su concrecin enla ciudad fue marginal y casi siempre perifrica. Si nos concentramos en aquellos proyectos de

    una escala mayor que la microscpica, para la dcada de los noventa contabilizamos dos enSantiago: el Memorial del Cementerio General, elevado en uno de los accesos del cementerioms importante de la ciudad, pero, en ese momento, sin un plan de modernizacin conocido

    (cabe consignar que el memorial es inaugurado en lo ms profundo de las vacaciones, un 26

    de febrero de 1994); y un Parque-museo construido en la periferia pre-cordillerana einaugurado en marzo del 1997. El parque es de acceso pblico, pero su uso es reportado

    muchas veces como controversial por los residentes de asentamientos irregulares ubicados ensu proximidad.

    Actuaciones que se convier ten en una pol tica

    Las relaciones entre poltica y derechos humanos, lo mismo que las relaciones entre ciudad y

    memoria, se ven alteradas con la administracin de Ricardo Lagos [3]. Justicia en la medida delo posible fue reemplazada como dictum por Las instituciones funcionan. No parece una

    novedad substancial, tanto ms si se trata de una frase que proviene de una sociedadhabituada al lenguaje poltico indirecto, pero, traducindolo, Lagos estaba legitimando el

    accionar de jueces que reinterpretaron la amnista de 1978. Las consecuencias fueron muy

    relevantes y explican que la plana mayor de los organismos represivos est, hoy por hoy, casi

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    en su totalidad privada de libertad.

    En segundo trmino, la expresin reconciliacin perdi centralidad retrica. Los conflictosverificados en 1998-1999 con ocasin de la detencin internacional de Pinochet, verdadera

    regresin psicolgica al Chile de la Unidad Popular, adquirieron una expresin tan odiosa queminaron la credibilidad de su sola mencin. Por lo dems, en la propia Iglesia Catlica no se

    entenda la reconciliacin sin una dosis muy importante y previa de justicia.

    En tercer lugar, a Lagos le correspondi el papel de formular una poltica oficial de DerechosHumanos en la mediana de su gobierno (No hay maana sin ayer). Aunque omiti la

    memorializacin fsica como elemento reparatorio, s pens en los Derechos Humanos comoparte fundamental del desarrollo de la educacin[4].

    En cuarto lugar, a su administracin le corresponde el mrito de haber escuchado, reconocido

    y recompensado a aquellas personas que, siendo agredidas fsica o psicolgicamente poragentes del Estado, sufrieron sin consecuencia de muerte. Recordemos que el Informe de la

    Comisin Nacional sobre Prisin Poltica y Tortura estim en ms de 25.000 las vctimascalificadas. Siguiendo a Steve Stern, se trata de un guarismo que subestima una realidad

    mucho ms abultada. Por ejemplo, la nmina de altos funcionarios estatales que nopertenecen al listado es significativa tanto cuantitativa como cualitativamente hablando.

    En quinto lugar, aunque la mayora de los proyectos de memorializacin fsica se iniciaron, no

    concluyeron bajo su administracin. Nos parece esencial mencionarlo. Ms importanteinclusive, es relacionar las obras de memorializacin con la modernizacin urbana que

    Santiago despleg en la mitad de su Presidencia. En nuestro criterio, su administracinentendi dichas obras como parte de un emprendimiento de arte urbano. Arte urbano que dej

    atrs la ltima periferia o los lugares predecibles y avanz hacia el centro de la urbe, aunquesu desembarco nunca dej de ser conflictivo. Cabe recordar que el inters por el centro viene a

    continuar las polticas digitadas por Aylwin y Frei y que redundaron, durante toda la dcada delos noventa y hasta hoy inclusive, en un amplio plan de infraestructura (una red de metro

    atraviesa el centro apenas a 500 metros de otra lnea paralela), equipamiento (se completa lareforma de la Plaza de Armas) y subvenciones para estimular la verticalizacin residencial de

    un rea entendida como deprimida.

    Ms en especfico, los proyectos materializados de memorializacin fsica inauguraron una

    nueva presencia en la ciudad. Pequeos, y hasta minsculos, su expresiva materialidad ya no

    quedara ms confinada a recintos de acceso restringido (cementerios o parques vallados) sino

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    que poda, por ejemplo, dislocarse hasta revestir un puente en franco estado de deterioro, opretender instalarse, utilizando la transparencia del vidrio, en una zona de contigidad a

    recintos militares en activo.

    Las nuevas materialidades, evidentemente, nos hablan de nuevas autoras, nuevos enfoques yuna mayor movilizacin de recursos. La memorializacin, entendida como arte pblico, hace

    parte de la cara pro-urbana del urbanismo de Lagos sin que eso nos lleve a olvidar suconocida preferencia por las infraestructuras para la automovilizacin particular.

    Que el rostro pro-urbano de Lagos empate con una fase de optimismo citadino, pero de

    pesimismo de los intelectuales criollos convocados a hablar de la ciudad de Santiago, es una

    paradoja que amerita nuevos asedios.

    Finalmente, con Lagos se desarrolla una segunda lnea de memorializacin. Aunque su

    gobierno no podra ser acusado de allendizar [5]las polticas de reparacin simblica, la figura

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    del presidente socialista est presente con la inauguracin de una escultura en su homenaje ycon la reapertura de la Puerta de Morand 80.

    Dosificado en gestos plausibles, su administracin se ver multiplicada cuando Bachelet [6]

    museifique el Saln Blanco de La Moneda, subsidie actos artsticos recordatorios de supersonalidad y colabore activamente en la instalacin de la Fundacin Salvador Allende en un

    edificio fiscal entregado en comodato. Si sumamos todo lo anterior, sin aludir siquiera a lo queocurre en provincias, no es extrao que la segunda mencin honrosa en el Concurso Museo

    Nacional de la Memoria adopte la imagen de Allende como hito para su proyecto.

    Lo notable del caso, prueba de una allendizacin capilar que se extiende por amplios

    sectores de la sociedad chilena, es que nadie objet lo que podramos entender como unacolonizacin allendista de la imagen de un Museo Nacional.

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    Incluir a Allende como emblema del Museo obliga, como mnimo, a expandir sus lmites msatrs del 11 de septiembre de 1973. Dicha ampliacin, que significara abrir una caja depandora de consecuencias incontrolables para los promotores del Museo de la Memoria, no

    parece existir siquiera como alternativa. La suya es una operacin recortada en un grupo, lasvctimas, y tambin en el tiempo de una manera tan precisa como controversial.

    El gobierno de Bachelet, la memoria y las memorializaciones: explo rando ms all de las

    descripciones autojustificatorias

    Qu podemos decir sobre el componente de memorializacin fsica en la poltica de DerechosHumanos vehiculizada durante el gobierno de Bachelet? El reporte es predecible: a) Los

    proyectos se han multiplicado por la ciudad y su despliegue se justifica en una razn

    reparatoria, b) Su envergadura fsica les ha confirmado su visibilidad y centralidad al punto deser considerados como parte activa de algunos recorridos patrimoniales, c) La mayora de lasiniciativas se concursan multiplicndose las autoras, en especial de artistas y arquitectos, d)

    Los concursos son financiados por la oficina de Derechos Humanos que depende delMinisterio del Interior y su materializacin se establece de consuno con las organizaciones que

    los solicitan (a veces bajo la modalidad de adjudicacin directa), e) Todos los proyectosinvolucran una dimensin artstica, de alcance variable, pero en cuya metodologa de creacin

    colaborativa se suele incluir a los familiares de las vctimas y f) Al menos uno de losConcursos, que corresponde a un Monumento Histrico emplazado en un sector desfavorecido

    del Cementerio General de Santiago, fue convocado por el Consejo de MonumentosNacionales y no por el Ministerio de Obras Pblicas. La ampliacin en el registro estatal de

    incumbencias es una materia importante aunque no hemos podido identificar todava la

    presencia substancial de Municipios en proyectos de memorializacin.

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    Hasta ah nos mantenemos en el tono funcional que nos conduce, en exclusiva, a ladescripcin autojustificatoria. Desafilindonos de ese enfoque, podemos reiterar que los

    proyectos nos hablan de una concomitancia fundamental. Estado y sociedad civil se articulanen iniciativas conjuntas que no obstante fricciones puntuales y retrasos de toda ndole,

    terminan inaugurndose. O sea, Estado y organizaciones de derechos humanos, en especial la

    correspondiente a Detenidos Desaparecidos y la de Ejecutados Polticos. A diferencia deArgentina, en Chile las organizaciones han mantenido su unicidad.

    Una segunda tendencia observable es el inters de Bachelet por proseguir lo diseado porLagos aunque debe lidiar con la crisis de las identidades equivocadas del Patio 29 [7]y con el

    escndalo de los beneficiarios injustificados. Pese a todo, Bachelet persevera. No por nadavivi en carne propia la represin y busca, individualmente, procesar su propio trauma. Ms

    recordaciones fsicas se edifican con fondos pblicos (de diverso origen), bifurcndose en

    lugares testimoniales, donde la cultura militante es fuerte, como en sitios de conciencia.Ambos, se inscriben en una lgica patrimonial ms amplia que inclusive los catapulta a lacondicin de hitos visitados durante el da del patrimonio. Como por ejemplo, el ex cuartel

    Yucatn, actual Londres 38.

    Una tercera tendencia, se refiere al inters por avanzar en la socializacin cotidiana de los

    valores que el respeto a los derechos humanos debiera concitar. Ya no slo se trata derecordar simblicamente frente a una forma construida de carcter singular. La figura delMuseo entra en escena. Precisamente, estamos a meses de la inauguracin del Museo de la

    Memoria tambin llamado Museo de la Memoria de los Derechos Humanos. Mientras suedificacin y el diseo de la muestra avanzan como se imaginarn, se trabaja

    aceleradamente para que el Museo sea inaugurado antes que acabe el gobierno y, por lotanto, antes de un eventual trmino del ciclo concertacionista en paralelo se construye,

    tambin en Santiago, una biblioteca-centro cultural dedicada a casi los mismos fines que elMuseo de la Memoria, pero con menos prestancia museogrfica. La casa de Jos Domingo

    Caas, se nos informa, corresponder a una biblioteca.

    Finalmente, y fundamental para lo que nos interesa hoy es reflexionar sobre el proyecto urbanoque acoge una obra puntual. A nuestro juicio, uno de los principales atributos del Museo de la

    Memoria es su insercin en tanto pieza de un corredor mayor. El Museo, cuya arquitectura

    neo-moderna carece de aspavientos manieristas, prolonga un eje de bienes pblicos y

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    arquitectura de vanguardia que alterna hospitales, la Universidad de Santiago (ex UTE),bibliotecas, liceos, museos, centros culturales y zonas parquizadas.

    Remate lateral del Microcentro, el eje cultural Matucana puede cambiar la geografa de lasoportunidades para todo el costado oeste de Santiago. Sector que, desde antes de la

    dictadura, conoci la lucha de los sectores populares urbanos de un modo superlativo. No pornada la herencia inclusiva de Vctor Jara[8]se nos viene a la memoria cuando hablamos de la

    zona oeste de Santiago. En 1972, su lbum La Poblacinprestaba atencin a un nio de esa

    periferia pobre, pero con esperanza:

    frgil como un volantn

    en los techos Barrancas

    jugaba en el nio Luchn con sus manitos moradascon el gato y con el perro

    el caballo lo miraba

    Esperanza que es igual a la que muchos tenemos respecto al corredor Matucana, esperanzaque no es muy distinta a la de Jara en 1972 cuando cantaba, ms adelante:

    Si hay nios como Luchnque comen tierra y gusanos

    abramos todas las jaulas

    pa' que vuelen como pjaros.

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    Notas

    [1] Patricio Aylwin Azcar fue Presidente de Chile durante el perodo comprendido entre 1990 y 1994.

    [2] Eduardo Frey Ruiz-Tagle fue Presidente de Chile durante el perodo comprendido entre 1994 y 2000.

    [3] Ricardo Froiln Lagos Escobar fue Presidente de Chile durante el perodo comprendido entre 2000 y 2006.

    [4] http://www.lanacion.cl/p4_lanacion/antialone.html?page=http://www.lanacion.cl/p4_lanacion/site/artic/20030812/pags/20030812212921.html?0.5?0.5

    [5] Salvador Allende. Poltico chileno. Uno de los fundadores del Partido Socialista de su pas, en el que ocup elcargo de secretario general desde 1943 hasta 1970, cuando fue electo presidente en su carcter de candidatode una alianza integrada por socialistas y comunistas. Su gobierno constituy el primer caso de la va pacfica alsocialismo en Amrica Latina, impuls polticas de nacionalizacin de empresas y de la produccin y estimul el

    consumo a travs del aumento salarial y el congelamiento de precios. El 11 de septiembre de 1973 fue

    derrocado y muri resistiendo el golpe militar del general Augusto Pinochet, que cont con el apoyo de losEstados Unidos.

    [6] Michelle Bachelet es la actual Presidenta chilena. Su mandato comenz el 11 de marzo de 2006.

    [7] En septiembre de 1991 comenz la excavacin de tumbas NN en el Patio 29 del Cementerio General quefuera utilizado como lugar de sepultura ilegal de ejecutados polticos durante la dictadura militar.

    Los cuerpos encontrados fueron remitidos al Servicio Mdico Legal, que luego de dos aos pudo iniciar laentrega de los restos a los familiares.

    Tras varias denuncias y sospechas por errores graves en la tarea de identificacin, en 2006 el Servicio MdicoLegal admiti, luego de la intervencin de la Justicia, que al menos 48 de las 96 vctimas fueron mal identificadasy que en otras 37 no existe seguridad de su identidad.

    [8] Vctor Jara fue un msico, cantautor y director de teatro chileno. Procedente de una familia campesina deuble, se convirti en un referente internacional de la cancin reivindicativa y de cantautor. Fue torturado yasesinado en el antiguo Estadio Chile (actualmente Estadio Vctor Jara) por las fuerzas represivas de ladictadura de Augusto Pinochet, que derroc al gobierno de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.

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    Preguntas del Pblico

    Para Adrin Gorelik: Usted dijo que haba una diferencia entre la ciudad-memoria queplanteaba Pablo Sztulwark y la ciudad que plante usted, que es la ciudad como conflictos dememoria. Cul es esa diferencia?

    Para Pablo Sztulwark: En relacin a la diferencia entre los conceptos de ciudades queplantearon Pablo Sztulwark y Adrin Gorelik. Los conflictos inherentes a la memoria en lasciudades contemporneas deben ser dirimidos?

    Para Gonzalo Cceres: En relacin al Eje Matucana al que hacas referencia hacia el final detu presentacin. Este Eje que agrupa a la biblioteca, que ya est en pleno funcionamiento, al

    Museo que se est construyendo, al hospital, a la Universidad y a una poblacin marginal detalleres y mercados y vivienda popular tuvo alguna planificacin?

    Respuestas

    Adrin Gorelik: En primer lugar, Pablo Sztulwark plante que la ciudad es el espacio de lamemoria. Yo intento mostrar que existe una relacin muy conflictiva entre memoria e historia yque la ciudad es el lugar de la historia. Aunque tambin, la idea de memoria social de

    Halbwachs, es la de una memoria que, como bien describi Pablo Sztulwark, se estconstruyendo en tiempo presente. Sin embargo, la definicin de memoria que da Pablo impide

    fijar sentidos y yo creo que la memoria tambin es una lucha por la fijacin de sentidos.

    En segundo trmino, la definicin de ciudad que da Pablo (con la que realmente yo coincido),

    si se lleva al extremo, si tiramos los hilos de la lgica implcita en esta idea de ciudad, nosencontraremos en una situacin en donde se eludira la discusin de los valores. No estoydiciendo que el conflicto deba dirimirse porque esto implicara una autoridad que no es posible

    que exista. No existe autoridad de las memorias. Pero me parece que con la idea de que todaslas memorias pululen, se construyan y destruyan permanentemente, finalmente se elude la

    discusin de valores. Y creo que es muy importante esta discusin, creo necesario dar estalucha por los valores: sin tener una idea autoritaria de valor, teniendo la idea de valores

    provisorios, valores en permanente construccin, valores que van cambiando con la sociedad y

    con cada uno de sus individuos. Porque insisto, la memoria tambin necesita momentos defijacin colectiva de sentido. Sin esto, es simplemente el paso del tiempo, parecida a esa

    definicin nihilista de la historia: Una maldita cosa detrs de otra. Me parece que la historiatambin necesita que, como colectividad, fijemos sentidos.

    Esta es la diferencia que veo entre nuestras presentaciones. Pero es una diferencia que surgeextremando las posiciones.

    Pablo Sztulwark: El problema que yo veo es que me parece que Adrin Gorelik est hablandoa partir de ciertas cosas implcitas del discurso, y entiendo desde dnde las est planteando.

    Pero no estoy de acuerdo con los implcitos que l lee en mi discurso. Creo que la idea de

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    construccin de la memoria como construccin permanente no deja de fijar sentidosprovisorios. Pero a su vez, me parece que la fijacin de memoria, desde el punto de vista

    histrico, siempre est ligada a instituciones u organizaciones que lo puedan hacer. Pero comoyo lo veo, en esta lucha por el sentido en la sociedad contempornea, las instituciones posibles

    con las que se podra pensar esto estn completamente arrasadas por los sentidos de flujo alos que estamos sometidos todo el tiempo. Cuando visit Auschwitz y vi el parque temtico que

    all se arm, tuve clara conciencia de que no hay forma de luchar contra los mecanismos deespectacularizacin que no implique una problematizacin constante de las memorias.

    Mecanismos que no existen solamente en los temas de la memoria sino que estn presentesen la vida actual y rigen cuestiones culturales, econmicas, sociales que vivimos todos los

    das. Desde siempre se ha espectacularizado. No veo porqu tener una posicin crtica sobrelas maneras de construir memoria se contrapone a lo que expuso Adrin Gorelik. Lo que s veo

    es que Adrin parte de un relato que ilusiona con poder construir formas de control y de

    construccin permanente en una sociedad en donde todo el tiempo se estn cambiando losentidos. El compromiso me parece que tiene que ser con la lucha ms que con laconsolidacin.

    Gonzalo Cceres: Detrs del horizonte proyectual referido a la idea de memoria justa, unopodra ir acercndose a la idea de ciudad justa. De esta manera se pueden rescatar variascuestiones que, en el debate de los ltimos tiempos sobre planificacin urbana, pasaron

    inadvertidas. En primer lugar, se puede rescatar la idea de orientacin proyectual, una cuestinbsica que se elude permanentemente por el presentismo de la intervencin urbana ms

    neoliberal. Entonces cuando se habla de memoria justa se trae a la discusin sobre las

    memorias la cuestin que tiene que ver con la educacin, con el futuro. La ciudad como unaula cvica donde concurren y divergen mltiples actores y que tiene una de suscondensaciones en el museo, que tambin puede ser entendido como una figura mvil, que ha

    significado cosas muy distintas a lo largo del tiempo.

    Con respecto al Eje Matucana, que no es llamado as por parte de los funcionarios pblicos enChile, se trata de una especie de acumulacin de obras dispersas que no tiene planificacinurbana. Ha sido el resultado de actuaciones que convergieron sin ninguna planificacin. Yo

    mostr una imagen un tanto idlica. Si escrutramos atentamente sus sentidos, advertiramos

    que hay partes importantes de este corredor que no pueden ser objeto de una miradaoptimista. Si nosotros posramos la vista en el Eje Matucana advertiramos algunas cuestiones

    referidas a la idea de ciudad justa.La primera, es que el Eje Matucana busca transformar la geografa de las oportunidades, parapoder ir mitigando la idea de ciudad segregada. La construccin de un eje cultural, y no slo

    cultural sino tambin simblico expresivo, en esta porcin del centro de Santiago de Chileintenta paliar este dficit. Probablemente lo haga siempre de una forma provisoria.

    En segundo lugar, que en este Eje Matucana est instalado el Museo de la Memoria incorpora

    otros desafos a una ciudad justa, que debiera portar esta memoria justa significada en elMuseo. No veo claramente que sto se encuentre en la agenda de los que ahora estndesarrollando el Museo. No se estn cumpliendo algunas de las prerrogativas bsicas. En ese

    sentido, creo que la funcin social del intelectual se trata no slo de fungir como un aguafiestas

    en torno a las memorias militantes sino tambin de incorporar permanentemente una mirada

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    revisionista con respecto a estas memorias. Creo que el Museo de la Memoria est tomandoslo una memoria militante. Me parece bien que esto ocurra siempre y cuando exista un marco

    para la discusin. Pero el Museo est tomando esta memoria militante a partir de una figurairrebatible: la figura de Allende. Detrs de su monumentalidad, del cono de sombra de su

    monumentalidad, todo el mundo tiende a callar ms que a discutir.

    Me parece que si el Museo comienza haciendo reverencia de ese pasado monumental, lonico que ocurrir es que la memoria del Museo, que se presenta como nacional, slo abarque

    los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973 hasta el 10 de marzo de 1990. stos sernlos nicos acontecimientos, el territorio monoplico del Museo. Todo lo que quede por fuera de

    este perodo quedar vaporizado. Esto, me parece que en este momento en Chile, es unaoperacin de olvido. Porque, por ejemplo, hoy en Chile el problema ms acuciante con

    respecto a los derechos humanos tiene que ver con los derechos de la comunidad mapuche.Por lo tanto, si el Museo opera nicamente como reservorio de una memoria militante, que

    tiene que ver con el perodo de la dictadura en Chile, borrara todo lo dems, hacia atrs yhacia delante. Esto me parece un exabrupto y un error a fut