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LA CAZA CIENTÍFICA DE JAPÓN «La postura antiballenera es sinónimo de anti-medio ambiente porque contradice el principio de uso sustentable de los recursos», afirma el Gobierno japonés apón no reconoce la creación del Santuario Ballenero Austral, en 1994, y entiende que el país queda legalmente exento de la prohibición de la caza en la Antártida. El país aplica desde entonces una política de “caza científica” de cetáceos en todo el mundo frente a una moratoria mundial impuesta por la CBI. “Japón piensa compartir los beneficios adquiridos de la pesca de ballenas para apoyar la investigación en el mundo”, aseguran las autoridades niponas. Críticas mundiales a la postura de Japón. J La historia y la cultura de Japón con respecto a la caza de ballenas en zonas costeras tienen más de 2.000 años. Desde que entró en vigor la moratoria internacional sobre la caza de ballenas con fines comerciales, los balleneros de pequeña escala costera del Japón han capturado las especies ballena “picuda de Baird” y ballena “piloto”, que no están bajo la protección de la Comisión Ballenera Internacional (CBI). Aunque limitada en escala, la caza costera de pequeña escala es económicamente importante para las comunidades locales. También, posee un significado social y cultural para subsistencia aborigen en otras partes del mundo. En 1991, el Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional manifestó que la población de ballena “Minke” del mar de Okhotsk y del Pacífico Occidental es una población constituida por unos 25.000 ejemplares. “Con estos antecedentes, Japón viene solicitando a la CBI que avale a sus cazadores costeros una cuota provisional anual de captura de 50 ballenas “Minke” provenientes de esta población”, afirman los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón. Pero, los cuestionamientos japoneses a la CBI se extienden a otras regiones del planeta -algunas de ellas demasiado alejadas de la isla-. Japón se opone a las decisiones concernientes a la moratoria internacional sobre caza de ballenas con fines comerciales y al Santuario Austral que impiden “el aprovechamiento de las especies de ballena abundantes”, según la visión de las autoridades de pesca. Funcionarios del Ministerio de Asuntos

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LA CAZA CIENTÍFICA DE JAPÓN

«La postura antiballenera es sinónimo de anti-medio ambiente porque contradice el principio de uso sustentable de los recursos», afirma el Gobierno japonés

apón no reconoce la creación del Santuario Ballenero Austral, en 1994, y entiende que el país queda legalmente exento de la prohibición de la caza en la Antártida. El país aplica desde entonces una política de “caza científica” de cetáceos en todo el

mundo frente a una moratoria mundial impuesta por la CBI. “Japón piensa compartir los beneficios adquiridos de la pesca de ballenas para apoyar la investigación en el mundo”, aseguran las autoridades niponas. Críticas mundiales a la postura de Japón.

JLa historia y la cultura de Japón con respecto a la caza de ballenas en zonas

costeras tienen más de 2.000 años. Desde que entró en vigor la moratoria internacional sobre la caza de ballenas con fines comerciales, los balleneros de pequeña escala costera del Japón han capturado las especies ballena “picuda de Baird” y ballena “piloto”, que no están bajo la protección de la Comisión Ballenera Internacional (CBI).

Aunque limitada en escala, la caza costera de pequeña escala es económicamente importante para las comunidades locales. También, posee un significado social y cultural para subsistencia aborigen en otras partes del mundo. En 1991, el Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional manifestó que la población de ballena “Minke” del mar de Okhotsk y del Pacífico Occidental es una población constituida por unos 25.000 ejemplares.

“Con estos antecedentes, Japón viene solicitando a la CBI que avale a sus cazadores costeros una cuota provisional anual de captura de 50 ballenas “Minke” provenientes de esta población”, afirman los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón.

Pero, los cuestionamientos japoneses a la CBI se extienden a otras regiones del planeta -algunas de ellas demasiado alejadas de la isla-. Japón se opone a las decisiones concernientes a la moratoria internacional sobre caza de ballenas con fines comerciales y al Santuario Austral que impiden “el aprovechamiento de las especies de ballena abundantes”, según la visión de las autoridades de pesca. Funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores definen la posición japonesa, “el Japón propone la utilización sustentable de la ballena “Minke”, cuya población actual se estima en más de 760.000 ejemplares en la región antártica”.

A principios de siglo, Noruega, el Reino Unido, Japón y otros países compitieron duramente por los recursos balleneros en el Océano Glacial Antártico. Como resultado de esta competencia, las diferentes especies de cetáceos sufrieron una aguda sobreexplotación y sus poblaciones empezaron a declinar drásticamente comenzando por las dos especies de mayor valor comercial: la ballena azul y la ballena de aleta. Estas especies no han logrado recuperar sus niveles poblacionales óptimos.

El Instituto de Investigación de Cetáceos, con sede en Tokio, sostiene que “en contraste, las ballenas Minke en el Océano Glacial Antártico se han ido incrementando debido a un vacío en el nicho ecológico provocado por la disminución poblacional en las especies más grandes”. Para los funcionarios de Relaciones Exteriores, “una captura bien controlada de ballenas Minke impulsaría la recuperación de las poblaciones de las especies más grandes en el Antártico”.Argumentos contradictorios

Estudios recientes del Instituto de Investigación de Cetáceos de Japón (IIC) afirman que “las ballenas consumen alrededor de seis veces más pescado que el total de la producción pesquera mundial”. Un informe del organismo científico japonés explica que los mamíferos marinos incluyendo a las ballenas son depredadores primarios que, en el

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ápice de la cadena alimentaria del ecosistema marino, consumen enormes cantidades de peces como alimento”. Utilizando tres métodos diferentes, científicos del instituto científico japonés para el estudio de las ballenas calcularon las cantidades de alimentos que consumen las ballenas cada año, “dichos cálculos rindieron las cifras de 280 a 500 millones de toneladas anuales, esto es equivalente de 3 a 6 veces el monto total de las capturas marinas mundiales”.

Los científicos japoneses argumentaron que “las ballenas compiten con el hombre por los recursos pesqueros limitados dado que la cantidad de pescado que las ballenas se comen es tan grande, es importante considerar e incorporar este fenómeno dentro del manejo de nuestros recursos marinos”. Un estudio del IIC, a cargo de los científicos Tsutome Tamura y Seiji Obsumi, concluye que “el consumo total anual de alimento alcanza el orden de los 280 a 500 millones de toneladas, cantidad 6 veces superior a la captura de la pesca comercial marítima (un promedio de 84 millones de toneladas en 1994, para la FAO); es evidente, por lo menos, que los cetáceos en los océanos del mundo se alimentan de ingentes cantidades de organismos marinos en la escala de centenas de millones de toneladas”.

“En años recientes, se viene proporcionando cada vez mayor atención a las interacciones existentes entre la pesca comercial y los cetáceos”, asegura el estudio científico japonés. Exponen un ejemplo para sostener la línea argumental oficial, “la cantidad de arenque atlántico consumido por las ballenas Minke se eleva a las 633.000 toneladas al año en sólo una parte del Océano Atlántico nororiental, esta cantidad corresponde a más de la mitad de las capturas de arenque por los pesqueros noruegos”.

El trabajo científico expone que “en el Océano Pacífico la competencia directa entre la pesca y los cetáceos estaba restringida a ciertas áreas, aunque con toda posibilidad existe una competencia indirecta si el problema es contemplado a nivel de la producción primaria, las pesquerías del Pacífico no podrían seguir expandiéndose como en el pasado”.

El estudio se completa con detalladas explicaciones sobre el particular, “es razonable considerar que un cambio en el régimen alimentario de la mayor parte de los cetáceos es reflejo probable de la abundancia de las especies disponibles como presa”. Una de las definiciones apuntadas por los investigadores sostiene que “desafortunadamente los conocimientos disponibles en cuanto a la distribución estacional, regional y anual de los cetáceos, su abundancia y las especies sobre las que depredan son insuficientes para examinar a profundidad la competencia entre las pesqueras y los cetáceos”.

La investigación científica cierra con una conclusión que sostiene para los años venideros la continuación de la “caza científica” de los japoneses, “es pues muy importante el poder adquirir conocimientos que nos permitan estimar de manera mucho más precisa el consumo anual de alimento de los cetáceos en los océanos del mundo; para ello es menester realizar estudios comparativos sobre la distribución estacional, regional y anual de los cetáceos, su abundancia y las especies que les sirven de presas”.

Concluye el documento con una recomendación, “establecer a nivel mundial un sistema de manejo integral de las especies del ecosistema marino incluyendo a los mamíferos marinos tales como ballenas, delfines, marsopas y pirípedos, y dar lugar a una estrategia realista de manejo de recursos para lograr la utilización sustentable a largo plazo de los recursos marinos”.

El futuro

El Ministerio de Asuntos Exteriores afirma que “Japón piensa compartir los beneficios adquiridos de la pesca de ballenas para apoyar la investigación en el mundo que contribuya al avance de nuestros conocimientos sobre las ballenas y el ecosistema marino.” Cuando la Comisión Ballenera Internacional adopta en 1994 el Procedimiento de Manejo Revisado a ser incluido con un esquema de inspección y otras medidas dentro del Esquema de Manejo Revisado (RMS) y se crea el Santuario Antártico, Japón formula su objeción contra estas medidas ya que involucra a las abundantes poblaciones antárticas de ballena “Minke”, además de establecer unilateralmente la violación a la moratoria internacional sobre caza comercial de ballenas frente a la oposición de las naciones signatarias del Convenio Internacional para la Reglamentación de la Caza de Ballenas y de la Convención de Naciones Unidas sobre la Ley del Mar, y de los grupos medioambientalistas de todo el mundo.

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El Gobierno japonés entiende que “Japón queda legalmente exento de la aplicabilidad del Santuario Austral” y automáticamente se inician las prácticas de la caza científica de cetáceos por parte de Japón. En 1995, las autoridades japonesas proporcionan argumentos legales que definen como ilegal el Santuario Antártico por parte de la CBI. Pero, el punto de vista japonés inmediatamente no recibe la aceptación de la propia Comisión Ballenera Internacional ni de las naciones como Australia, Nueva Zelandia, Sudáfrica y Argentina, comprometidas con una moratoria mundial de la caza de ballenas y favorables a la creación del santuario ballenero en el Océano Glacial Antártico.

Más de una década después que la pesca comercial de ballenas fuera suspendida por la Comisión Ballenera Internacional, los científicos japoneses aseguran que “toda evidencia indica que las poblaciones de ballenas están robusteciéndose y aumentando”. Como elemento de justificación de la posición nipona en favor de la caza de ballenas, el Instituto de Investigación de Cetáceos de Tokio aporta datos de la FAO, “ésta reporta que el 35 por ciento de los principales recursos pesqueros del mundo ha sido sobreexplotado y que otro 25 por ciento de los recursos está siendo explotado a su máxima capacidad, estos hechos claman por sí mismos la urgente necesidad de mejorar la forma en que venimos manejando nuestros recursos marinos”.

De esta forma, el Gobierno japonés exhibe el pensamiento proballenero con argumentos que centran a los cetáceos en calidad de responsables de la pérdida de importantes recursos pesqueros en los mares de todo el mundo, en lugar de citar la prolífica actividad “comercial” de las ultramodernas flotas de barcos-factoría en las aguas de todo el planeta.

En forma reiterada, la FAO ha clamado por la reducción del número de barcos pesqueros o del esfuerzo pesquero como parte integral de las mejoras en la gestión pesquera; además, existe a la vez una creciente concientización sobre la necesidad de manejar los recursos de una manera integral. En oposición a la postura proballenera de Japón, la FAO cree que “es imprescindible que consideremos el uso de los recursos vivos marinos en una forma más o menos balanceada”.

Para las autoridades japonesas, “ello es necesario alcanzar tanto la gestión como la utilización racional de los recursos marinos vivos incluyendo a las ballenas, nuestros regímenes de gestión deben estar basados en hallazgos científicos”. El Gobierno japonés razona que “la protección total e incondicional de las ballenas únicamente por razones emotivas o emocionales debería ser discontinuada”.

Un informe del Instituto de Investigación de Cetáceos de Japón critica abiertamente a los países que se oponen a la caza de ballenas y a los grupos ecologistas, “la postura antiballenera es sinónimo de antimedio ambiente porque contradice el principio de uso sustentable de los recursos”.

Desde el lado opositor, Greenpeace afirma que “la caza que los japoneses llaman científica es una farsa, que se utiliza para mantener la viabilidad de la industria ballenera -la carne de las ballenas muertas es comercializada- y no aporta ninguna información que la CBI necesita para manejar las poblaciones”. Los ecologistas sostienen que “al llegar al consumidor, la carne de ballena obtenida por los japoneses genera unas ganancias anuales de 100 millones de dólares para los cazadores, los intermediarios y los vendedores al público”.

“Hablar de caza científica es una ofensa y un desprestigio para la ciencia y la comunidad científica”, apunta un documento de Greenpeace contrario a la caza científica practicada por Japón en aguas de mares y océanos de todo el mundo, a pesar de la oposición de la comunidad de naciones y de las convenciones internacionales que protegen a las ballenas y regulan los derechos del mar.

Producción Periodística: Ezequiel Cabrera, Oscar Escudero, Claudio Morales, Diego Sívori y Rodolfo Viale.

Fuentes: Comisión Ballenera Internacional, Greenpeace, FAO, Instituto de Investigación de Cetáceos de Japón, Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón-Embajada de Japón en Argentina y Real Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega-Embajada de Noruega en Argentina.

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