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Comentarios sobre la sociedad del espectáculo Guy Debord

Comentarios Sobre La Sociedad Del Espectáculo (1979) - Guy Debord

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Comentarios Sobre La Sociedad Del Espectáculo

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  • Comentarios sobre la sociedad del espectculo

    Guy Debord

  • Guy Debord

    Comentarios sobre la sociedad del espectculo

    seguirlo de

    Prlogo a la cuarta edicin italiana deLa sociedad del espectculo

    Tmduceiri de Luis A. Brcdlow

  • A la m em oria de Grard Lebovicu asesinado en Pars, el 5 de m arzo de 1984, en una asechanza que perm anece en el misterio.

  • JV

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    }

  • Por muy crticas que sean la situacin y las circunstancias en que os encontris, no desesperis. En las ocasiones en las que cabe temer de todo, es preciso no temer nada; cuando se est rodeado de todos los peligros, no hay que dejarse intimidar por ninguno; cuando se est sin ningn recurso, hay que contar con todos los recursos; cuando se ha sido sorprendido, hay que sorprender al enemigo.

    Sun T se, E l arte de la guerra

  • I.

    I

  • IEstos Comentarios no tardarn, sin duda, en ser conocidos por unas cincuenta o sesenta personas; lo cual ya es decir mucho en los tiempos que vivimos y tratndose de asuntos de tamaa gravedad. Pero tambin se debe a que en ciertos ambientes tengo fam t^ de entendido. Adems, hay que considerar que, de esa lite que se interesar por ellos, la mitad o poco menos se compone de gente que se dedica a defender el sistema de dominacin espectacular, y la otra mitad, de gente que se obstina en hacer todo lo- contrario. As que, debiendo tener en cuenta a unos lectores muy atentos e influyentes en distintos sentidos, obviamente no puedo hablar con entera libertad. Sobre todo debo cuidarme de no ensear demasiado sin mirar a quin.

    La desdicha de los tiempos me obligar, pues, a estrenar una vez ms una nueva forma de escribir. Ciertos elementos se omitirn deliberadamente; el plan no debe quedar demasiado claro. Se podr en-

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  • contrar algn que otro engao: es el sello de la poca. Con tal de insertar ac y acull algunas pginas ms, puede que aparezca el sentido del conjunto: as se aadan a menudo clusulas secretas a lo que ciertos tratados estipulaban abiertamente, y asimismo ocurre que ciertos agentes qumicos revelan una parte desconocida de sus propiedades slo cuando se hallan asociados a otros. Por otra parte, an quedarn en esta obrita demasiadas cosas que sern, por desgracia, fciles de comprender.

    II

    En 1967 demostr en un libro, L a sociedad del espectculo, lo que _el espectculo moderno ir'y esencialmente: el dominio autocrtico de la economa mercantil que haba alcanzado un status d soberana irresponsable y el conjunto de las nuevas tcnicas de gobierno que acompaan, ese.dominio Las, revueltas de 1968, que en varios pases se prolongaron a lo largo de los aos siguientes, en ningn lugar derribaron la organizacin existente de la sociedad, de la que el espectculo brota como espontneamente; de modo que ste ha continuado reforzndose por doquier, es decir, expandindose por los extremos hada todos lados, al mismo tiempo que aumentaba de densidad en el centro. Incluso ha aprendido algunos nuevos procedimientos defensivos, cosa que les suele suceder a los poderes atacados, Cuando inici la crtica de la socie

  • dad espectacular, se repar sobre todo, dado el momento, en el contenido revolucionario que caba des- cubrir en tal crtica y en el cual se vea, como es natural, el aspecto ms molesto de la misma. En cuanto al propio tema, se me ha acusado a veces de habrmelo inventado de cabo a rabo, y en todo caso, de haberme excedido en mi apreciacin de la profundidad y la unidad de dicho espectculo y de su accin real. Debo admitir que quienes despus han publicado libros sobre el mismo asunto han demostrado perfectamente que se poda decir menos. No les haca falta ms que reemplazar el conjunto y su movimiento por un solo detalle esttico de la superficie del fenmeno; la originalidad de cada autor se complaca en escoger otro detalle distinto y, por ende, tanto menos inquietante. Ninguno de ellos quiso viciar la modestia cientfica de su interpretacin personal mezclndola con temerarios juicios histricos.

    Pero, en fin, la sociedad del espectculo no por ello dej de proseguir su marcha. Y va deprisa, puesto que en 1967 no tena apenas ms de cuarenta aos, aunque muy bien aprovechados. Y por su propio movimiento, que nadie se tomaba ya la molestia de estudiar, demostrara luego con admirables proezas que su naturaleza efectiva era exactamente la que yo deca. Dejar eso bien sentado tiene algo ms que un valor acadmico; pues es indispensable, sin duda, haber reconocido la unidad y la articulacin de la fuerza operante que e$ el espectculo para ser capaz de indagar, a partir de ah, en qu direcciones esa fuerza, siendo lo que era, se ha podido desplazar. Son cuestiones de

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  • gran inters: se trata de las condiciones en las que necesariamente se ha de jugar de ahora en adelante el conflicto en la sociedad.. Dado que el espectculo es hoy en da indudablemente ms poderoso de o que era antes,, qu hace con ese poder suplementario? Hasta dnde ha llegado que no hubiera llegado antes?. Cules son, en suma, sus lneas de operaciones en este momento?. La vaga sensacin de que se trata de una especie de invasin rpida, que obliga a la gente a llevar una vida muy diferente, est actualmente muy difundida; pero eso se experimenta ms bien a la manera de una modificacin inexplicada del clima o .de otro equilibrio natural, modificacin ante la cual la ignorancia slo sabe que no tiene nada que decir. Y lo que es ms, muchos la aceptan como una invasin civilizadora, a ms de inevitable, e incluso sienten ansias de colaborar en ella. Prefieren no ^ber para qu sirve exactamente esa conquista ni adonde va.

    Voy a mencionar algunas consecuencias prcticas* poco conocidas an, que resultan de ese rpido des- plieg ue del espectculo durante los ltimos veinte aos. No me propongo entrar en polmicas, demasiado fciles ya a estas alturas y demasiado intiles, sobre ningn aspecto de la cuestin; ni tampoco me propongo convencer a nadie. Los presentes comentarios no tienen alan alguno de mbraBzar. No encaran lo que "es deseable o simplemente preferible. Se .limitan a, observarlo..que es.

  • III

    Ahora que nadie puede razonablemente dudar de Ja existencia del espectculo ni de su podero? s cabe dudar? por el contrario? de que sea razonable aadir algo ms a una cuestin que la experiencia ha zanjado de modo tan draconiano. El diario Le M onde del 19 de septiembre de 1987 ilustraba felizmente la frmula De lo que existe> ya no es necesario hablar, verdadera ley fundamental de estos tiempos espectaculares que? en este aspecto al menos, no han dejado atrasado a ningn pas: El que la sociedad contempornea es una sociedad de espectculo es cosa obvia* Pronto habr que sealar a quien no quiera sealarse. Son incontables ya las . obras que describen un fenmeno que ha acabado por caracterizar a las naciones industriales? sin perdonar a los pases atrasados con respecto a su tiempo. Pero lo gracioso es que tambin los libros que analizan ese fenmeno, en general para deplorarlo, deben rendir tributo al espectculo para dar- i se a conocer. Es cierto que esa crtica espectacular del espectculo? que lleg tarde y para colmo quiere darse a conocer en el mismo terreno, se limitar forzosamente a vanas generalidades o a lamentos hipcritas; ! y no menos vana parece esa sabidura desencantada'' que hace el payaso en un peridico. "

    La vacua discusin^sohre el espectculo, es deciiy sobre lo qeTHacen los propietarios del mundo, la organiza? pues, e l espectculo mismo: se insiste en los grandiosos medios del espectculo? a fin de no decir

  • nada acerca de su grandioso uso. A menudo se prefiere hablar, ms que de espectculo, de medios de comunicacin. Con eso se pretende designar un simple instrumento, una especie de servicio pblico que administra con imparcial profesionalidad la nueva riqueza de la comunicacin entre rodos debida a los mass m edia; comunicacin que ha accedido finalmente a la pureza unilateral, donde la decisin ya tomada se deja admirar tranquilamente. Lo que se comunica son rdenes; y no deja de ser muy armonioso que quienes las han impartido sean los mismos que dirn lo que opinan de ellas.

    El poder del espectculo, tan esencialmente unitario, centralizador por la fuerza misma de las cosas y perfectamente desptico en su espritu, se indigna a menudo al ver que bajo su dominio se van constituyendo una poltica-espectcu!. \ una justicia-espectculo, una medicina-espectculo y otros no menos sorprendentes excesos de los media. El espectculo, por tanto, no parece, ser. otra cosa que urxceso 3e lo$ media, cuya naturaleza indiscutiblemente .. buena, puesto que sirven para comunicar, conduce a veces a excesos. Con bastante frecuencia los amos de la sociedad declaran que sus empleados mediticos los atienden mal; ms a menudo reprochan a la plebe de los espectadores su proclividad a entregarse a los placeres mediticos sin recato alguno, casi bestialmente. Tras una multitud virtualmente infinita de supuestas divergencias mediticas se disimula as lo que es, por el contrario, el resultado de una convergencia espectacular que se viene persiguiendo deliberadamente y con

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  • notable tenacidad. As como la lgica de la mercanca prevalece sobre las diversas ambiciones rivales de todos los comerciantes, o como la logica de k jguerra domina siembre las frecuentes modificaciones del ar; m ie n t o , as a severa lgica del espectculo domina por todas partes la creciente diversidad de las extravagancias mediticas.

    . Dntro de todo lo que ha sucedido a lo largo de los ltimos veinteaos, el cambio ms im poitnteli- side en la propia continuidad del espectculo* Su importancia no es un resultado del perfeccionamiento de su instrumentacin meditica, que haba alcanzado ya antes un estadio de desarrollo muy avanzado, sino que consiste sencillamente.en que la dominacin espectacular ha logrado criar a una generacin sometida a sus leyes.. Las condiciones sobremanera novedosas en las que esa generacin, en su conjunto, ha efectivamente vivido, constituyen un resumen exacto y suficiente de todo lo que el espectculo est impidiendo a partir de ahora, y tambin de todo lo que permite.

    IV

    En el plano simplemente terico, no tengo que aadir a lo que haba formulado anteriormente ms que un detalle, pero de mucho peso. En 1967 distin- gu dosjdrjnas,sucesivas y rivales del. poder espectcu

    lo

  • lar, la concentrada y. 1^ diiiis. Una y otra planeaban por encima de la sociedad real, como su meta y su mentira. La primera, que colocaba en un primer plano la ideologa, resumidae n torno a una personalidad dictatorial, haba acompaado la contrarrevolucin totalitaria, tanto la. nazi, como la estalinista. La otra, que incitaba a los asalariados a escoger libremente entre una gran variedad de mercancas nuevas que rivalizaban unas con otras, representaba aquella americanizacin del mundo que en algunos aspectos espantaba, pero tambin seduca a los pases en donde se haban conservado durante ms tiempo las condiciones de las democracias burguesas de tipo tradicional. Desde entonces se ha venido constituyendo una.tercera forma,' por combinacin equilibrada de las dos precedentes y sobre la base general del triunfo de la que se haba mostrado m|s._fperte, la f9rma ,4SSai-5e trata de lo espectacularQntegrao}\qu.e noy tiende a imponerse en el mundo entero.

    1

    El lugar predominante que ocuparon Rusia y Alemania en la formacin de lo espectacular concentrado y los Estados Unidos en la de lo espectacular diuso parece haber correspondido a Frap i^a c Italiana la hora de instaurar lo espectaculai&ntegradp, debido' al juego de una serie de factores histricos comunes: el papel importante de los partidos y sindicatos estalinistas en la vida poltica e intelectual, una dbil tradicin democrtica, la prolongada monopolizacin del poder por un solo partido de gobierno, y la necesidad de acabar con una contestacin revolucionaria que haba aparecido por sorpresa.

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  • Lo espectacular integrado se manifiesta a la vez como concentrado y difuso, y a partir de tan provechosa unificacin ha sabido utilizar ambas cualidades ms a lo grande. Su modo de aplicacin anterior ha cambiado mucho. En cuanto al lado concentrado, el centro dirigente ha pasado a estar oculto: no lo ocupa ya nunca un jefe conocido ni una ideologa clara. Y en cuanto al lado difuso, la influencia espectacular jams haba marcado hasta tal extremo la casi totalidad de las conductas y de los objetos que se producen socialmente. Pues el sentido final de lo espectacular integrado es que se ha integrado en la realidad misma a medida que hablaba de ella, y que la reconstruy tal y como de ella hablaba. De manera que esa realidad ahora ya no permanece frente a lo espectacular como algo que le fuese ajeno.. Cuando lo espectacular estaba concentrado, se le escapaba la mayor parte de la sociedad ^perifrica; cuando estaba difuso, una parte,muy pequea; hoy en da, no se le escapa nada. El espectculo se &a entremezclado con toda realidad, por efecto d irradiacip/Como en teora era fcil de prever, la experiencia'prctica del cumplimiento desenfrenado de las voluntades de la razn mercantil demostrara rpidamente y sin excepcin que el hacerse mundo la falsificacin era tambin un hacerse falsificacin el mundo. Excepto un legado todava importante, pero destinado a menguar cada vez ms, de libros y edificios antiguos, por lo dems con cada vez mayor frecuencia seleccionados y puestos en perspectiva segn las conveniencias del espectculo, no existe ya nada, ni en la cultura ni en la naturaleza, que no haya sido

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  • transformado y contaminado conforme a los medios y los intereses de la industria moderna, Incluso la gentica se ha vuelto plenamente accesible a las fuerzas dominantes de la sociedad.

    f'. El gobierno del espectculo^ que ostenta actual

    mente todos Tos medios de falsificar el conjunto tanto de la produccin como de la percepcin es dueo absoluto de los recuerdos, as como es dueo incontrolado de los proyectos que forjan el porvenir ms lejano, Reina solo en todas partes; ejecuta sus ju icios sumarios.

    En tales condiciones, vemos desencadenarse repentinamente y con alegra carnavalesca una parodia del fin de la divisin dH( trabajo, que halla tanto mejor acogida en cuanto que coincide con el movimiento general de desaparicin de toda competencia verdadera. Un financiero se pone a cantar, un abogado se mete a informante de la polica, un panadero expone sus preferencias literarias, un actor se mete a gobernar, un cocinero se lanza a filosofar sobre los momentos de coccin como hitos de la historia universal, Cada cual puede salir en el espectculo para entregarse en pblico a veces por haberse dedicado a ella en secreto - a una actividad enteramente distinta de la especialidad por la cual se haba dado a conocer inicialmente. All donde la posesin de un .status meditico ha adquirido una importancia infinitamente mayor que aquello que uno haya sido capaz de hacer realmente, es normal que tal status sea fcilmente transferible y que otorgue el derecho a brillar de igual modo en

  • otro sitio cualquiera. Las ms de las veces, esas partculas mediticas aceleradas persiguen simplemente su carrera dentro de lo admirable que el reglamento garantiza. Pero tambin sucede que la transicin meditica sirve de tapadera a mltiples empresas oficialmente independientes, pero en realidad secretamente vinculadas por diferentes redes a d hoc. De manera que a veces la divisin social del trabajo, as como la solidaridad por lo general previsible de su empleo, reaparecen bajo formas enteramente novedosas: hoy en

    por ejempl, publicar unanovelapara preparar un asesinato. Esos ejemplos pintorescos significan tambin que uno no puede ya . fiarse ule nadie en r a z n d e ^

    Pero la mayor ambicin de lo espectacular inte- j grado sigue siendo que los agentes secretos se ha- ^ gan revolucionarios y que los revolucionarios se hagan \ agentes secretos. J

    V

    La sociedad modernizada hasta llegar al estadrT^ de lo espectacular integrado se caracteriza por el efec- ] 'to combinado de cinco rasgos principales: la innova- ; cin tecnolgica incesante; la fusin de la economa y el Estado; el secreto generalizado; la falsedad sin res- puesta; un presente perpetuo.

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  • El movimiento de innovacin tecnolgica viene de lejos y es constitutivo de la sociedad capitalista a veces llamada industrial o posindustrial. Pero desde que inici su aceleracin ms reciente (inmediatamente despus de la Segunda Guerra Mundial), viene reforzando la autoridad espectacular con mucho mayor eficacia, ya que de resultas de tanta innovacin cada uno descubre que se halla enteramente entregado al conjunto de los especialistas, a sus clculos y a sus juicios, satisfechos siempre, acerca de esos clculos. La fusin de la economa y el Estado es la tendencia ms manifiesta de este siglo; por lo menos se ha convertido en motor de $u desarrollo econmico ms reciente. La alianza defensiva y ofensiva entre las dos potencias, la economa y el Estado, les ha asegurado los ms pinges beneficios comunes en todos los mbitos; cabe decir que una de ellas posee a la otra; es absurdo oponerlas o distinguir sus razones y sus sinrazones. Esa unin se ha mostrado asimismo muy favorable al desarrollo de la dominacin espectacular, que desde su formacin no haba sido otra cosa que precisamente eso. Los tres ltimos rasgos son los efectos directos de esa dominacin en su estadio integrado.

    El secreto generalizado est detrs del espectculo, como complemento decisivo de lo que muestra y, si vamos al fondo de las cosas, como su operacin ms importante.

    El solo hecho de no tener respuesta ha dado a la falsedad una cualidad enteramente nueva. En el mismo acto, lo verdadero ha dejado de existir en casi to-

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  • das partes o, en el mejor de los casos, se ha visto reducido a la condicin de una hiptesis que no puede demostrarse jams. La falsedad sin respuesta ha logrado hacer desaparecer la opinin publica, que primero se vio incapaz de hacerse or y luego, muy pronto, incluso de formarse siquiera. Lo cual trae obviamente consigo importantes consecuencias para la poltica, las ciencias aplicadas, la justicia y el conocimiento del arte,

    La construccin de un presente en el cual la ^: moda misma, desde la ropa hasta los cantantes, se ha i inmovilizado, un presente que quiere olvidar el pasa

    do y que ya no da la impresin de creer en un porvenir, ^obtienem ediante el incesante trnsito circular ejeJa jnformact.ni..que vuelve a cada instante sobre una. sru^ uita de las mismas sandeces que se anuncian apasionadamente como noticias importantes; mientras que slo raras veces se transmiten, como a tirones, las noticias verdaderamente importantes, relativas a lo que cambia efectivamente. Estas se refieren] siempre a la condena que este mundo parece haber ; dictado contra su propia existencia, las etapas de su autodestruccin programada.

    i

    VI

    . \ El primer designio de la dominacin, espectacular ( era hacer desapatccecel conocimiento histrica en.ge-

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  • neral, empezando por casi toda la informacin y todos los comentarios razonables acerca del pasado ms reciente. o lace falta explicar evidencia tan flagrante. El espectculo organiza con maestra la ignorancia acerca de lo que est pasando, y acto seguido el olvido de cuanto a pesar de todo acaso se haya llegado a sa- Ser. Lo ms im portante,es lo ms oculto, ^ .lo largo de los ltimos veinte ^ ocultado bajotantas mentiras decretadas como la historia ._doL mayo d"eT968; An"as se han podido sacar lecciones tiles de algunos estudios desengaados sobre aquellas jornadas y sus orgenes; pero eso es secreto de Estado.

    En Francia, hacanos diez aos, 4111 prg$ideate de la repblica, olvidado despus pero que por entonces

    flotaba en la superficie del espectculo, expres ingenuamente la alegra que senta al saber que a partir

    : deahora viviremQs en.na mundo sin memoria, donde una imagen sigue a otra ndefin Jmente, corno en la superficie, del agua, Eso es ciertamente cmodo para quien tiene la sartn por el mango y sabe cmo no soltarla. El fin de la hstpria ofrece un plcido reposo

    J "r ' l'"^*** 11 TV*. L 1

    a jodo poder presente. Le garantiza sin falta el xito del conjunto de sus empresas, o cuando menos el ruido del xito.

    Un poder absoluto suprime la historia de modo tanto ms radical cuanto ms imperiosos sean los intereses o las obligaciones que lo impulsan a ello, y so-

    bre todo en funcin de las mayores o menores faci- ; lidades prcticas de ejecucin que encuentre. Tsin i Shi-Huang-Ti mand quemar los libros, pero no con-

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  • iigui eliminarlos todos. En nuestro siglo, Stalin llev his lejos la realizacin de semejante proyecto, pero jpese a las complicidades de toda clase que hallara allende las fronteras de su imperio, una vasta zona del

    \ mundo quedaba inaccesible a su polica, y ah la gente j se rea de sus imposturas* Lo espectacular integrado ;ha tenido mayor xito, al emplear procedimientos su- I mmente novedosos y operando esta vez a escala mundial. Ya no est permitido rerse de la necesidad que se hace respetar en todas partes; y, en todo caso, ya no hay manera de dar a conocer que uno se est riendo de ella.

    El dominio de la historia era lo memorable., la totalidad de los aconaeci^ consecuencias seharan sentir durante, largo tiempo. Era tambin, de modo indisociable, el conocimiento que haba de durar y que ayudara a comprender, al menos en parte, lo nuevo que iba a suceder: Una adquisicin para siempre, dice Tucdides. De ah que la historia fuera la m edida de la verdadera novedad; y quien vende la novedad tiene todo el inters del mundo en hacer desaparecer el medio de medirla. Cuando lo importante se hace reconocer socialmente como lo que es instantneo y lo seguir siendo al instante siguiente, que es otro y el mismo, y que reemplazar cada vez a otra importancia instantnea, entonces cabe decir tambin que el medio utilizado garantiza una especie de eternidad a esa insignificancia que grita tanto.

    La preciosa ventaja que el espectculo ha obteni- do d hab^r colocado ju era de la ejr a la historia, de ha

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  • ber condenado ya a coda la hisip.ria jccQnt.e.,a. .pasar a; la clandestinidad, y de haber.logrado.. telegat..aLalvj.dQs en general, el espritu histrico de la sociedad, consis- te, en primer lugar, en ocultar su propia historia: el movimentoTonSl^"desu reciente conquista del mundo. Su poder parece ya familiar, como si hubiera estado ah desde siempre. Todos los usurpadores han

    * '^Poc^ ,J^ ,', l=i"rt ^ ,J M g^

    querido hacer olvidar que acababan de llegar. .

    VII

    Con la destruccin de la historia, incluso el acontecimiento contemporneo se pierde inmediatamente en una lejana fabulosa, entre relatos imposibles de verificar, estadsticas incontrolables, explicaciones inverosmiles y argumentos insostenibles* A todas las necedades que se difunden de manera espectacular, no cabe ms respuesta que alguna que otra rectificacin o advertencia respetuosa por parte de otros colaboradores de los media; y aun sas las escatiman, pues, dejando a un lado su ignorancia supina, su solidaridad de oficio y de corazn con la autoridad general del espectculo y con la sociedad de la que es expresin los hace sentir qe es un deber, e incluso un placer, n discrepar nunca de dicha autoridad, cuya majestad no se debe ofender. No hay que olvidar que mdsqsersonajjeuieies^Tra^^ pre un dueo, y a veces varios,jm tacn razn del salario como de otras recompensas y graririca r^ionesi -y-que cada qno de ellossabe que,,es reemplazable, ,

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  • Todos los expertos pertenecen a los m edia y al Es- cadpij^gi^oj^osjeOTnoos como expertos. Todo experto sirve a un dueo, puesto que cada una de las antiguas posibilidades de independencia ha quedado reducida a casi nada por las condiciones de organizacin de la sociedad presente. El experto que mejor sir-

    " i>a ............ t i * p. i.. { i rnwn__uM ib

    ve es, desde llltm d fyparta qiif mrate. Quienes ne- c e s i ia a ^ .X ^ ^ 9 .. .^ ,_ E O X m am as . distintos,. el falsificador y el ignorante. All donde el individuo noreconoce ya nada por s mismo, el experto lo tranquilizar terminantemente. Antes era normal que hubiera expertos en arte etrusco; y eran siempre competentes, ya que el arte etrusco no est en el mercado, Pero una poca que encuentra rentable, por ejemplo, falsificar qumicamente diversos vinos clebres, no lograr venderlos sino a condicin de haber formado a unos expertos en vino que enseen a las alm as de cntaro a cobrarles aficin a los nuevos aromas, que son ms fciles de reconocer. Cervantes observa que debajo de mala capa suele haber buen bebedor. Quien entiende de vinos ignora a menudo las reglas de la industria nuclear; pero la dominacin espectacular cree que si algn experto ha conseguido tomarle el pelo a un buen catador de virios en materia de industria nuclear, otro experto conseguir fcilmente hacer lo mismo en materia de vinos. Tambin es sabido, por ejemplo, que el experto en meteorologa televisiva que anuncia las temperaturas p Las lluvias previstas para las siguientes cuarenta y ocho horas debe hablar con mucha cautela, debido a la obligacin de mantener los equilibrios econmicos, tursticos y regiona-

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  • les, con tanta gente circulando tan a menudo por tantas carreteras, entre lugares igualmente desolados; de modo quejgLKE obligado a brillar ms bien como ani- mador.

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    U a aspecto de k desaparicin, de todo .conocimiento histrico objetivo se manifiesta en el hecho de que cualquiet.reputadm persona 1 se ha maleable .y. rectificable a discrecin, por ,q uicacs. concioan toda la infor macin; la que se recibe y aquella otra, muy distinta, que se difunde; ellos tienen, pues, licencia ilimitada para falsificar. Y es que una evidencia histrica de la que en el espectculo no se quiere saber

    nada ya no es evidencia, All donde nadie posee ya ms renombre que el que se le ha otorgado como un favor por la benevolencia de una corte espectacular, cualquiera puede caer en desgracia en cualquier ns-

    / tante. La notoriedad and-espectacular se ha convert- * do en algo extremadamente raro. Yo mismo soy uno

    de los ltimos seres vivos que la poseen y que jams tuvieron otra, Pero eso se ha hecho tambin extraordinariamente sospechoso. La, sociedad se ha^procla- Oiado c)fidaliirente cspecLaadau Ser conocido al mar-

    u bjfHxsm sr.euain* u m

    gen de las relaciones espectaculares, eso equivale ya a ser conocido como enemigo de la sociedad.

    Est permitido cambiar de cabo a rabo el pasado de alguien, modificarlo, recrearlo al estilo de los procesos de Mosc, sin que ni siquiera haga falta cargar con el peso de un proceso. Se puede matar a menor coste. Lo& falsos testigos, torpes tal vez -pero qu capacidad de percibir tal torpeza podra quedarles a los

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  • respectadores que sern testigos de las proezas de esos testigos falsos?-, y los documento^ikka^mmjgndQs siempre, noJes, pueden .faltar., a :quierres gobiernan.lo espectacular liitegrado ri a sus amigo^ Por consiguiente, no s^e puede va creer nada acerca de nadie, excepto o que uno haya comprobado, directamente por s mismo. Pero en realidad muchas veces ni hace falta levantar acusaciones falsas contra alguien. Desde que ellos controlan el mecanismo que rige la nica verificacin social que goza de un reconocimiento pleno y universal, ellos dicen lo que quieren. El iiiuvi^H miento de la demostracin espectacular se confirma \ por el sencillo expediente de girar sobre s mismo: volviendo y repitindose, afirmando una y otra vez lo mismo en el nico terreno en donde reside hoy lo que puede afirmarse pblicamente y ser credo, puesto que eso es lo nico de lo cual todo el mundo ser testigo. La autoridad espectacular puede asimismo negar lo que sea, una vez, tres veces, y decir que no hablar ms de ello, y hablar de otra cosa, a sabiendas de que no ha de temer ya ninguna respuesta en su propio terreno, ni en otro tampoco. Es qe ya no existe el gora, la comunidad general, ni tan siquiera unas comunidades limitadas a organismos intermedios o instituciones autnomas, a los salones o a los cafs, a los trabajadores de una sola empresa; no queda sitio en donde el debate sobre las verdades que conciernen a quienes estn ah pueda librarse a k larga de la apabullante presencia del discurso meditico y de las distintas fuerzas organizadas para aguardar su turno en tal discurso. No existe ya el juicio, con garantas de relativa independencia, de quienes constituan el mundo

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  • erudito; por ejemplo, de quienes antao cifraban su orgullo en una capacidad de verificacin que les permita aproximarse a lo que se llamaba la historia imparcial de los hechos, o al menos creer que sta mereca ser conocida. No queda ya ni verdad bibliogrfica incontestable, y los resmenes informatizados de los ficheros de las bibliotecas nacionales borrarn sus huellas con tanto mayor facilidad. Uno andara descarriado si pensara en lo que fueron, en un pasado no muy lejano, los magistrados, los mdicos, los historiadores, y en las imperiosas obligaciones a las que a menudo se sometan, dentro de los lmites de sus incumbencias respectivas:M em poj^uea su padre.

    Aquello de lo que el espectculo puede dejar de hablar durante tres das es como si no existiera. El espectculo habla entonces de otra cosa, que a partir de ah, en resumidas cuentas, existe. Como se ve, las consecuencias prcticas son inmensas.

    Creamos saber que la historia haba hecho su aparicin en Grecia, junto a la democracia. Se puede verificar que est desapareciendo del mundo junto a ella.

    Con todo, hay que aadir a esta lista de triunfos del poder un resultado negativo para l: un Estado en cuya direccin se instala a la larga un gran dficit de conocimientos histricos ya no se deja conducir estratgicamente.

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  • VIII

    Cuando la sociedad que se proclama democrtica ha llegado al estadio de lo espectacular integrado, parece que se la acepta en todas partes como realizacin de una fr g il perfeccin , As que ya no se la debe atacar porque es frgil; por lo dems, ya no es posible atacarla, porque es tan perfecta como jams hubo otra. Es una^sQ^tdad fntgil pTorq^ iede euesta dominar su peji- grosa expansin tecnolgica, Pero es una sociedad perKcta para gobernarla; la prueba es que todos cuantos asprail a gobernar, quieren gobernar, precisamente esta sociedad, con los mismos procedimientos, y conservarla casi exactamente tal como est. Por primera vez^elYIa^Europa contempornea,., ningn partido ni fragmento de partido intenta ya ni tan siquiera fingir que pretende cambial; algo importante. Nadie puede ya criticar la mercanca: ni en cuanto sistema general, ni tan slo Como baratija determinada que a los jefes de empresa les haya convenido lanzar al mercado en ese momento.

    En todas partes donde reina el espectculo, las nicas fuerzas organizadas son las que quieren el espectculo. Ninguna de ellas puede ser ya, por tanto, enemiga de lo que existe ni transgredir la om erta que afecta a todo. Se ha acabado con aquella inquietante concepcin, que haba prevalecido durante ms de doscientos aos, segn la cual una sociedad poda ser criticable y transformable, reformada p revolucionaria. Y eso no se ha conseguido gradas a la aparicin

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  • de nuevos argumentos, sino simplemente porque los argumentos se han vuelto intiles. Por tal resultado se medir, ms que la felicidad general, la fuerza formidable de las redes de la tirana.

    Jams hubo censura ms perfecta. Jams la opinin de aquellos a quienes en algunos pases se les hace creer todava que siguen siendo ciudadanos libres ha estado menos autorizada a darse a conocer cuando se trata de decisiones que afectan a su vida real. Jams estuvo permitido mentirles con tan perfecta impunidad. Se cree que el espectador lo ignora todo y no merece nada. Quien siempre mira para s&-

    , actuar Jams: as debe sen.elespectador. Se oye mencionar frecuentemente la excepcin de los Estados Unidos, donde Nixon acab por sufrir un da las consecuencias de una serie de evasivas de una torpeza excesivamente cnica; pero esa excepcin enteramente local, que obedeca a viejas causas histricas, ha dejado muy a las claras de ser cierta, pues hace poco Reagan ha podido hacer lo mismo impunemente. Todo lo que no se sanciona jams est verdaderamente permitido. Hablar de escndalo sera, por tanto, un anacronismo. A un estadista italiano de primera fila que haba oficiado a la vez en el ministerio y en el gobierno paralelo llamado P 2, Potere Due> se le atribuye una frase que resume con la mayor profundidad posible el periodo en el cual ha entrado, poco despus de Italia y los Estados Unidos, el mundo entero: Haba escndalos, pero ya no los hay.

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  • En E l 18 de Brum ario de Luis Bonaparte, Marx describa el papel invasor del Estado en la Francia del segundo Imperio, que contaba por entonces con medio milln de funcionarios: As todo se convierte en objeto de la actividad gubernamental, desde el puente, la escuela y la propiedad comunal de un municipio rural cualquiera, hasta los Ferrocarriles, las propiedades nacionales y las universidades provinciales. La famosa cuestin de la financiacin de los partidos polticos se planteaba ya en aquel entonces, pues Marx observa que los partidos que luchan alternativamente por la supremaca vean en la toma de posesin de este enorme edificio el principal botn del vencedor. Lo cual, sin embargo, suena un poco buclico y, como se suele decir, desfasado, en tanto quedas espe^ culadones del Estado de hoy se ocupan ms bien de i las ciudades satlite y las autopistas, la circulacin] subterrnea y la produccin de energa electronuclear, la exploracin petrolera y los ordenadores, la administracin de los bancos y los centros socioculturales, las modificaciones del paisaje audiovisual y las exportaciones clandestinas de armas, la promocin inmobiliaria y la industria farmacutica, el sector agroalimen- tario y la administracin de los hospitales, los crditos militares y los fondos secretos del departamento siempre creciente que administra los numerosos servicios de proteccin de la sociedad. As y todo, Marx goza, por desgracia, de una demasiado prolongada actuali-

    * dad cuando alude, en el mismo libro, a aquel gober- f no que no toma por la noche las decisiones que ^ quiere ejecutar durante el da, sino que decide de da y ejecuta de noche,

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  • IX

    Esta democracia tan perfecta fabrica ella misma su inconcebible enemigo, el terrorismo. En efecto,

    | prefiere que se la juzgue p o r sus enemigos ms que p o r sus resultados. La historia del terrorismo la escribe el

    | Estado; por tanto, es.educativa. Las poblaciones es- [ pectadoras no pueden, por cierto, saberlo todo acerca

    del terrorismo, pero siempre pueden saber lo bastante como para dejarse persuadir de que, en comparacin con ese terrorismo, todo lo dems les habr de parer cer ms bien aceptable o, en todo caso, ms racional y ms democrtico.

    La modernizacin He la repr^inn ha acabado por introducir, primero en la experiencia piloto de Italia, bajo el nombre cf arrepentidos, a unos acusadores profesionales jurados; o sea lo que, con ocasin de su primera aparicin en el siglo XVII, tras las revueltas de la Fronda, se llamaba testigos patentados. Ese progreso espectacular de la Justicia ba llenado las crceles italianas de miles de condenados que expan una guerra civil que no tuvo lugar, una especie de vasta insurreccin armada que por casualidad nunca vio llegar su hora, un golplsmo tejido de la materia de los sueos.

    Cabe observar que la interpretacin de los misterios del terrorismo parece haber introducido una simetra entre opiniones contradictorias, como si se tratara de dos escuelas filosficas que profesan unas

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  • construcciones metafsicas enteramente antagnicas. Algunos no quieren ver en el terrorismo nada ms que evidentes manipulaciones de los servicios secretos; otros, por el contrario, juzgan que lo nico que se les debe reprochar a los terroristas es su falta total de sentido histrico. Con una pizca de lgica histrica no se tardara en concluir que no hay nada de contradictorio en suponer que unas personas que carecen de todo sentido histrico tambin pueden ser manipuladas; y aun con mayor facilidad que otras. Asimismo e$ ms fcil convertir en arrepentido a alguien a quien se puede demostrar que se saba de antemano todo lo que l crea estar haciendo libremente. Un efecto inevitable de las formas de organizacin clandestinas de tipo militar es que basta con infiltrar a poca gente en ciertos puntos de la red para hacer actuar -y caer a muchos. En esas cuestiones de valoracin de las luchas armadas, la crtica debe analizar de vez en cuando alguna de esas operaciones en particular, sin dejarse distraer por la semejanza general que acaso revistan todas ellas. Por lo dems, por probabilidad lgica habra que contar con que los semgLQSjjgL p r otecciri.deLEs tado-piens emen -ap roweka t-todas las

    que justamente para eso se ha venido organizando desde hace tiempo; lo asombroso, lo que suena a falso es, por el contrario, que les cueste tanto darse cuenta de eso.

    En este mbito, el inters de la justicia represiva consiste actualmente, sin duda, en generalizar lo ms deprisa que se pueda. En esa clase de mercanca lo

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  • importante es el embalaje o la etiqueta: el cdigo de barras\Todos los enemigos de la democracia espectacular son iguales, como iguales son todas las democracias espectaculares. As no puede haber ya derecho de asilo para los terroristas, e incluso cuando no se les reprocha haberlo sido, estaban seguramente a punto de convertirse en terroristas, y la extradicin se impone. En noviembre de 1978, respecto al caso de Gabor Winter, un joven obrero tipgrafo a quien el gobierno de la Repblica Federal Alemana acusaba principalmente de haber redactado algunas octavillas revolucionarias, la seorita Nicole Pradain, representante del ministerio pblico ante la sala de lo criminal del tribunal de apelaciones de Pars, demostr rpidamente que no se poda alegar motivaciones polticas, que el convenio franco-alemn del 29 de noviembre de 1951 contemplaba como nica justificacin para denegar la extradicin: Gabor Winter no es un delincuente potico sino un delincuente social. Rechaza las constricciones sociales; Un verdadero delincuente poltico no alberga sentimientos de rechazo hacia la sociedad. Ataca las estructuras polticas y no las estructuras sociales, como hace Gabor Winter. La nocin de un delito poltico respetable no fue reconocida en Europa sino a partir del momento en que la burguesa atac con xito las estructuras sociales anteriormente vigentes. La calidad de delito poltico era indisociable de las diversas intenciones de la crtica social. Eso vala para Blanqui, Varlin y DurrutL Ahora se finge una voluntad de conservar, como un lujo nada costoso, un delito puramente poltico que sin duda nadie tendr ya ocasin de cometer, puesto que

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  • el tema ya no interesa a nadie, exceptuando a los propios profesionales de la poltica* cuyos delitos no se persiguen casi nunca ni tampoco se llaman ya delitospolticos. Todos los delitos V to jQjJ^jcrimcncs- son, efectivamente, sociales. Pero de todos los crmenes sociales ningunoneni pretensin de querer todava cambiar algo en esta sociedad, que cree que hasra ^ahgta.M,4iQ-d.enia- siad5^TacetelT3^aHa3o^E^na, ero aue no auiere que se la siga criticando.

    X

    La disolucin de la lgica se ha logrado, coniforme a los intereses fundamentales del nuevo sistema de dominacin, por diferentes medios que operaban prestndose siempre apoyo mutuo. Algunos de esos medios se relacionan con la instrumentacin tcnica que el espectculo ha ensayado y popularizado; pero hay otros que estn vinculados ms bien a la psicologa de masas de la sumisin.

    En el plano de las tcnicas, cuando la imagen construida y elegida por otro se ha convertido en la principal relacin del individuo con el mundo que antes contemplaba por s mismo, desde cualquier lugar adonde pudiera ir, entonces se sabe, obviamente, que la imagen lo aguanta todo, ya que dentro de una misma imagen se puede yuxtaponer lo que sea sin

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  • contradiccin alguna. La comente de las imgenes lo arrastra todo consigo* y tambin ese resumen simplificado del mundo sensible lo gobierna otro a su antojo; otro decide adonde ir esa corriente y elige el ritmo de lo que se ha de manifestar, como una perpetua sorpresa arbitraria, sin dejar tiempo alguno para la reflexin, y con entera independencia de lo que el espectador pueda comprender o de lo que pueda pensar acerca de ello. En esa experiencia concreta de la sumisin permanente se halla la raz psicolgica de la adhesin tan general a lo que hay, hasta el punto de atribuirle ipso facto un valor suficiente. El discurso espectacular se calla obviamente, adems de lo propiamente secreto, todo lo que no le conviene. Lo que muestra lo asla siempre del entorno, del pasado, de las intenciones y de las consecuencias. Por consiguiente, es totalmente ilgico. Como nadie lo puede ya contradecir, el espectculo tiene derecho a contradecirse a s mismo, a rectificar su pasado. La altanera actitud de sus servidores a la hora de dar a conocer una nueva versin de algn hecho, tal vez ms mentirosa an que la anterior, es la de quien corrige rudamente la ignorancia y las malas interpretaciones que ellos atribuyen a su pblico, cuando ellos mismos se haban afanado el da antes, con el acostumbrado

    5 aplomo, en difundir ese mismo error. As las enseanzas del espectculo y la ignorancia de los espectadores pasan indebidamente por ser dos factores antagnicos, cuando en realidad lo uno nace de lo otro.. El len- | guaje binario del ordenador es otra incitacin a acep- \ tar sin reserva y a cada instante aquello que otro ha l programado como le daba la gana y que luego se hace

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  • ] pasar por fuente intemporal de una lgica superior, V imparcial y total- Cunto se gana en rapidez., y en vo

    cabulario, para juzgar todas las cosas! Poltico? Social? Hay que elegir- Lo que es una cosa no puede ser la otra. Mi eleccin se impone. Nos silban, y se sabe para quines son esas estructuras. No sorprende, pues, que los escolares empiecen con facilidad y entusiasmo, desde la infancia, por el Saber Absoluto de la in-

    1 formtica, mientras ignoran cada vez ms el arte de / leer, que requiere a cada lnea un verdadero juicio y 1 que es, por lo dems, lo nico que puede abrirles el

    acceso a la vasta experiencia humana anterior al espectculo. Pues la conversacin est casi muerta, y pronto estarn muertos muchos de los que saban ha- blar.

    En el plano de las capacidades intelectuales de las poblaciones contemporneas, la primera causa de la decadencia reside claramente en el hecho de que ninguno de los discursos que se exhiben en el espectculo deja lugar para la respuesta; y la lgica no se form socialmente sino en el dilogo. Pero adems, cuando se ha difundido el respeto hacia lo que se habla en el espectculo, que se tiene por importante, rico y prestigioso, y que es la autoridad misma, entonces se difunde tambin entre los espectadores la tendencia a querer ser tan ilgicos como el espectculo, para alardear de un reflejo individual de tal autoridad. En fin, la lgica no es cosa fcil, y nadie ha querido ensersela. Los drogados no estudian lgica, porque ya no les hace falta y porque ya no pueden. Esa pereza del espectador es tambin la de cualquier ejecutivo inte

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  • lectual, del especialista de formacin acelerada que en todo caso intentar ocultar los estrechos lmites de sus conocimientos mediante la repeticin dogmtica de algn argumento ilgico de autoridad.

    X I

    Se cree generalmente que quienes han mostrado la mayor incapacidad en materia de lgica son precisamente quienes se proclaman revolucionarios. Ese reproche injustificado proviene de una poca anterior en la que casi todo el mundo pensaba con un mnimo de lgica, con la ostentosa excepcin de los cretinos y los militantes; lo cual, en estos ltimos, iba mezclado a menudo con la mala fe, que era deliberada porque se la crea eficaz, Pero hoy en da ya no se puede pasar por alto el hecho de que el uso intensivo del espectculo, tal como era de esperar, ha convertido en ide- log os a la mayora de los contemporneos, aunque sea slo a sacudidas y de manera fragmentaria. La falta de lgica, es decir, la prdida de la capacidad de reconocer al instante lo que es importante o menos y lo que es del todo irrelevante; lo que es incompatible y aquello que, por el contrario, puede ser complementario sin ms; todo lo que implica tal consecuencia o tal otra y lo que sta, en el mismo acto, impide: esa enfermedad ha sido inoculada a la poblacin deliberadamente y en grandes dosis por los anestesistas-reanimadores del espectculo. Los contestatarios en modo

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  • alguno han sido ms irracionales que la gente sumisa.1 ,o que ocurre es que en ellos esa irracionalidad general se hace ms visible, porque l hacer pblico su proyecto han intentado llevar a cabo una operacin prctica, aunque no consistiera en otra cosa que en leer ciertos textos y demostrar que comprendan el sentido. Asumieron diversas obligaciones de dominar la lg ica y hasta, la estrategia, que es precisamente el entero campo del despliegue de la lgica dialctica de los conflictos, cuando ellos carecen en igual medida que los otros de la simple capacidad de guiarse por los viejos instrumentos imperfectos de la lgica formal. No hay dudas por lo que a ellos respecta, mientras que apenas se piensa en los otros.

    El individuo al que ese pensamiento espectacular empobrecido ha marcado profundamente y ms que ningn otro elemento de su form acin se coloca, pues, desde el principio al servicio del orden establecido, aun cuando su intencin subjetiva haya sido enteramente contraria a ese resultado. Seguir, en lo esencial, el lenguaje del espectculo porque es el nico que le es familiar: es el idioma en que ha aprendido a

    ( hablar. Sin duda querr mostrarse hostil a su retrica, | pero emplear su sintaxis. ste es uno de los puntos

    ms importantes del xito alcanzado por la dominacin espectacular.

    C La desaparicin tan rpida del vocabulario pree- ' xistente no es ms que un momento de esa operacin. ' Est a su servicio.

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  • XII

    La erradicacin de la personalidad acompaa fatalmente las condiciones de la existencia concretamente sometida a las normas espectaculares y, por tanto cada vez ms separada de las posibilidades de conocer unas experiencias que sean autnticas y as descubrir sus pre

    ferencias individuales. Paradjicamente, el individuo i debe renegar constantemente de s mismo si en seme-

    | jante sociedad quiere gozar de un poco de considera- | cin. Esa existencia postula, en efecto, una fidelidad

    siempre tornadiza, una sucesin de adhesiones siempre decepcionantes a unos productos engaosos. Se trata de correr deprisa tras la inflacin de los signos depreciados de la vida.JLanimga.ayuda.itXonfoxm3rse a ^ta i^or^nizacin deJas cosas; la locura ayu^ a hujxdejdla.

    En toda clase de asuntos de esta sociedad en donde la distribucin de los bienes se ha centralizado hasta el punto de aduearse, de modo a la vez pblico y secreto, de la definicin misma de lo que puede ser el bien, sucede que a ciertas personas se les atribuye unas cualidades, unos conocimientos y a veces incluso unos vicios enteramente imaginarios para explicar por tales causas el desarrollo satisfactorio de ciertas empresas, y eso con el solo fin de ocultar o, cuando menos, disimular lo mejor que se pueda la funcin de diversos acuerdos que lo deciden todo.

    Aun as, y aunque tenga a menudo la intencin y medios de peso de sacar a la luz la verdadera estatura

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  • de muchos personajes supuestamente notables, la sociedad actual muestra con ms frecuencia lo contrario (y no slo en lo que hoy en da ha venido a sustituir a las artes, o los discursos al respecto): una inepcia total se topa con otra comparable, las dos pierden la cabeza, y a ver quin echa a correr primero. Sucede que un abogado olvida que est figurando en un proceso para defender una causa y se deja influir sinceramente por un razonamiento del abogado del contrincante, a pesar de que sea un razonamiento no menos carente de rigor que el suyo. Sucede incluso que un inocente bajo sospecha confiesa en cierto momento el crimen que no cometi, por la sola razn de haberse dejado impresionar p or la lgica de la hiptesis de un delator que quiso creer que era culpable (caso del doctor Ar- chambeau de Poitiers, en 1984).

    Incluso el propio ^ McLuhan, el primer apologeta del espectculo, que pareca el imbcil ms convencido del siglo, ha cambiado de parecer al descubrir, por fm, en 1976, que la presin de los mass m edia empuja hacia lo irracional y que sera hora de moderar su empleo. El pensador de Toronto haba pasado con anterioridad varios decenios maravillndose de las mltiples libertades que aportaba esa aldea planetaria tan instantneamente accesible a todos y sin esfuerzo.

    [A diferencia de las ciudades, las aldeas siempre han /estado-dominadas por el conformismo, el aislamiento,

    Ja vigilancia mezquina, el aburrimiento y los chismes una y otra vez repetidos sobre las mismas familias. Exactamente as se presenta a estas alturas la vulgaridad del planeta espectacular, donde ya no hay manera

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  • de distinguir a la dinasta de los Grimaldi-Mnaco o de los Borbn-Franco de la que haba reemplazado a los Estuardo. Hay sin embargo, discpulos ingratos que hoy en da intentan hacer olvidar a McLuhan y remozar sus primeros descubrimientos, aspirando a su vez a hacer carrera en el elogio meditico de todas esas nuevas libertades que se pueden elegir aleatoriamente dentro de lo efmero. Probablemente tardarn menos en retractarse que su inspirador.

    XIII

    El espectculo no oculta que el maravilloso orden que ha establecido est rodeado de unos cuantos peligros. La contaminacin de los ocanos y la destruccin de las selvas tropicales ponen en peligro la renovacin del oxgeno de la Tierra; la capa de ozono soporta mal el progreso industrial; las radiaciones de origen nuclear se acumulan irreversiblemente. La nica conclusin del espectculo es que eso no tiene importancia. No quiere discutir sino las fechas y las dosificaciones. Y slo con eso consigue tranquilizar; cosa que un espritu pre-espectacular habra credo imposible.

    Los mtodos de la democracia espectacular son de una gran flexibilidad, al contrario de la simple brutalidad de la imposicin totalitaria. Se puede conservar el nombre cuando la cosa ha sido cambiada en se

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  • creto {sea cerveza, carne de vaca o un filsofo). Tambin se puede cambiar el nombre mientras la cosa contina en secreto; en Inglaterra, por ejemplo, la planta de reciclaje de desechos nucleares de Windscale hizo cambiar el nombre de la localidad por el de Sella- ield a fin de eludir sospechas tras un incendio desastroso ocurrido en 1957. pero ese reciclaje toponmico no pudo impedir el aumento de la mortalidad por cncer y leucemia en los alrededores. Treinta aos despus se llega a saber democrticamente que el gobierno ingls haba decidido mantener en secreto un informe sobre la catstrofe del que crea, y no sin razn, que podra mermar la confianza del pblico en la energa nuclear.

    Las prcticas nucleares, sean militares o civiles, necesitan una mayor dosis de secreto que ninguna otra cosa de las que se sabe que necesitan mucho. Para hacerles ms fcil la vida, es decir, el mentir, a los cientficos elegidos por los amos de este sistema, se ha descubierto lo til que es cambiar cambien las medidas, variarlas segn un mayor nmero de puntos de vista, refinarlas, a fin de poder hacer malabarismos, segn el caso, con varias de esas cifras difcilmente convertibles. As, para medir la radiactividad se dispone de las siguientes unidades: el curie, el becquerel, el rontgen, el-rad, alias centigray, el rem, sin olvidar el sencillo milirad y el sirvet, que no es otra cosa que un pedazo de cien rems. Lo cual recuerda las subdivisiones de la moneda inglesa, cuyas complejidades los forasteros tardaban mucho en dominar, de aquellos tiempos en que Sellafield an se llamaba Windscale.

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  • Cabe imaginar el rigor y la precisin que habran alcanzado en el siglo XIX la historia de las guerras y, por consiguiente, los tericos de la estrategia, si para no dar informaciones demasiado confidenciales a los comentaristas neutrales o a los historiadores enemigos se hubiese estilado dar cuenta de una campaa en los trminos siguientes: La fase preliminar comprende una serie de encuentros en los que, de nuestro lado, una slida vanguardia constituida por cuatro generales y las unidades bajo su mando se enfrenta a una tropa enemiga que cuenta con 13.000 bayonetas. En la fase ulterior se desarrolla una batalla campal prolongada, en cuyo transcurso entra en combate la totalidad de nuestro ejrcito, con 290 caones y la caballera de 18.000 sables, mientras el adversario nos opone unas tropas que agrupan no menos de 3.600 tenientes de infantera, cuarenta capitanes de hsares y veinticuatro de coraceros. Tras xitos y reveses alternos por ambas partes, la batalla puede considerarse finalmente de resultado indeciso. Las bjas de nuestro bando estn ms bien por debajo del promedio habitual en los combates de comparable duracin e intensidad, siendo considerablemente superiores a las de los griegos en Maratn, pero inferiores a las de los prusianos en Jena. Sobre la base de este ejemplo, a un especialista no le sera imposible formarse una vaga idea de las fuerzas participantes; pero la direccin de las operaciones escapara seguramente a todo juicio.

    En junio de 1987, Fierre Bacher, director adjunto de equipo de lectricit de France, expuso la ms re-

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  • l ente doctrina de seguridad de las centrales nucleares. Instalando vlvulas y filtros, resulta mucho ms fcil evitar las catstrofes mayores, como el agrietamiento o la explosin del reactor, que afectaran a una legin entera. Eso pasa cuando se quieren limitar demasiado las cosas. Ms vale descomprimir un po-

    cada vez que la mquina ponga cara de querer dispararse, y regar un entorn inmediato de unos cuantos kilmetros a la redonda; entorno ste que el capricho de los vientos ensanchar de modo aleatorio y en otra direccin distinta cada vez. Bacher revel que las pruebas que se haban realizado discretamen- le, durante los dos aos anteriores, en Cadarache, en la regin del Drme, haban demostrado concretamente que las fugas, principalmente de gases, no sobrepasan las cifras del orden del uno por mil o, en el peor de los casos, el uno por cien de la radiactividad que se registra en el interior del reactor. El peor de los casos se mantiene, pues, dentro de unos lmites muy modestos: el uno por ciento. Antes se estaba convencido de que no haba el menor riesgo, salvo en caso de accidente, que era lgicamente imposible. Los primeros aos de experiencia han modificado la argumentacin en el siguiente sentido: como un accidente es siempre posible, slo hay que evitar que alcance dimensiones catastrficas; lo cual es fcil: basta con contaminar poquito a poco y con moderacin. Quin no iba a comprender que es infinitamente ms sano tomar durante unos aos slo ciento cuarenta centilitros de vodka diarios que empezar a emborracharse de golpe como cosacos?

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  • Es sin duda una pena que la sociedad humana tropiece con problemas tan candentes en el momento en que se ha vuelto materialmente imposible que se haga or la menor objecin al discurso de la mercan

    c a ; en el momento en que la dominacin, justo por- j que el espectculo la pone a salvo de toda respuesta a

    j sus decisiones y a sus justificaciones fragmentarias o / delirantes, cree que ya no le hace fa lta pensar; y la ver-

    \ dad es que ya ni sabe pensar. Por muy convencido que est el demcrata, no preferira que le hubieran escogido unos amos ms inteligentes?

    En la conferencia internacional de expertos que se celebr en Ginebra en diciembre de 1986, se discuta, muy sencillamente, una prohibicin mundial de la produccin de ciorofluorocarbono, el gas que viene destruyendo desde hace poco, pero a gran velocidad, la tenue capa de ozono que protega este planeta, segn se recordar, de los efectos nocivos de la radiacin csmica. Daniel Verilhe, representante de la rama de productos qumicos de Elf-Aquitaine, que en tal condicin formaba parte de una delegacin francesa decididamente contraria a la prohibicin, pronunci un comentario cargado de sentido: Se tardara por lo menos tres aos en poner a punco los posibles sustitutos, y los costes se podran cuadruplicar. Como se sabe, esa huidiza capa de ozono, a la altura en que est, no pertenece a nadie ni tiene valor mercantil alguno. As el estratega industrial pudo darles a entender a sus contrincantes en qu inexplicable despreocupacin econmica estaban incurriendo, dirigindoles

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  • una llamada al realismo: Sera muy peligroso basar una estrategia industrial en imperativos ambientales.

    Quienes haban comenzado, hace mucho tiempo, .i criticar la economa poltica definindola como la negacin completa del hombre, no se haban equivocado. Se la reconocer por esta caracterstica.

    XIV

    Se dice que hoy en da la ciencia se halla sometida i imperativos de rentabilidad econmica; eso ha sido cierto siempre. Lo novedoso es que la economa haya llegado a entrar en guerra abierta contra los humanos, y no ya tan slo contra sus posibilidades de vida sino tambin contra las de su mera supervivencia. Desde entonces el pensamiento cientfico ha decidido ponerse al servicio de la dominacin espectacular, renegando de buena parte de su pasado antiesclavista. Antes de llegar a ese punto, la ciencia posea una relativa autonoma. Era capaz, por tanto, de pensar su parcela de la realidad, y as pudo contribuir sobremanera a incrementar los medios de la economa. Cuando la economa todopoderosa ha enloquecido, y los tiempos espectaculares no son otra cosa que eso, ha eliminado los ltimos vestigios de la autonoma cientfica, lo mismo en el plano metodolgico que en el de las condiciones prcticas en que se desarrolla la actividad de los investigadores, que son inseparables uno del otro. No

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  • se pide ya a la ciencia que comprenda el mundo ni que lo mejore en algo. Se le pide que justifique al instante todo lo que se est haciendo. Tan estpida en este terreno como en todos los dems que explota con la ms devastadora irreflexin, la dominacin espectacular ha mandado derribar el gigantesco rbol del conocimiento cientfico slo para hacerse tallar un garrote, Para obedecer a esta nueva demanda social de* una justificacin manifiestamente imposible, ms vale no saber pensar demasiado sino estar, por el contrario, bien adiestrado en las comodidades del discurso espectacular, En tal carrera, en efecto, la ciencia prostituida de estos tiempos despreciables ha encontrado prontamente y de buena gana su especialkacin ms reciente,

    La ciencia de la justificacin mentirosa haba hecho su aparicin, naturalmente, desde los primeros sntomas de decadencia de la sociedad burguesa, con la proliferacin cancerosa de las seudodencias llamadas humanas; pero la medicina moderna, por ejemplo, poda pasar una vez por til, y los que vencieron a la viruela y la lepra no fueron los mismos que capitularon vilmente ante la radiacin nuclear y la qumica agroalimentaria. Se nota enseguida que hoy en da la medicina no tiene ya, desde luego, derecho alguno a defender la salud de la poblacin contra un entorno patgeno, pues eso significara oponerse al Estado o, cuando menos, a la industria farmacutica.

    Pero la actividad cientfica actual delata en qu se ha convertido no slo por lo que est obligada a slen-

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  • ciur, sino muy a menudo tambin por las simplezas i|ue dice, En noviembre de 1985, los profesores Even y Andrieu del hospital Lannec anunciaron, tras haber experimentado con cuatro enfermos durante ocho das, que posiblemente hubieran descubierto un remedio eficaz contra el sida. Dos das despus, los enfermos haban muerto; lo cual suscit algunas reservas por parte de varios mdicos avanzados, o tal vez celo- sos, acerca de la precipitacin con que haban hecho patentar algo que no era ms que una apariencia engaosa de victoria, pocas horas antes del derrumbe. Los dos mdicos se defendieron, sin inmutarse, alegando que a fin de cuentas, ms vale una falsa esperanza que ninguna. Eran demasiado ignorantes incluso como para darse cuenta de que semejante argumento equivala por s solo a renegar de todo espritu cientfico, y que histricamente haba servido siempre para encubrir las lucrativas quimeras de charlatanes y brujos, en aquellos tiempos en que no se les confiaba la direccin de hospitales.

    Cuando la ciencia oficial llega a ser conducida de esta manera, al igual que todo el resto del espectculo social, que no ha hecho ms que renovar, con una presentacin modernizada en lo material y enriquecida, las antiqusimas tcnicas de los tablados de saltimbanquis ilusionistas, pregoneros y compadres, no sorprende ver la gran autoridad que estn recobrando paralelamente, un poco en todas partes, los magos y las sectas, el zen envasado al vaco o la teologa de los mormones. La ignorancia, que tantos servicios prest a los poderes establecidos, adems ha sido explotada

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  • siempre por astutas empresas que operaban ai margen de la ley Qu momento ms propicio podan hallar que este en que el analfabetismo ha hecho tantos progresos? Pero esta realidad se ve negada a su vez mediante otro truco de prestidigitador. La UNESCO adopt desde su fundacin una definicin cientfica muy precisa del analfabetismo que se propona combatir en los pases atrasados. Cuando se vio resurgir inopina- damente el mismo fenmeno, pero esta vez en los pases llamados avanzados, como aquel que, esperando a Grouchy, vio aparecer en su batalla a Blcher, bast con lanzar al ataque a la guardia de los expertos, que enseguida conquistaron la solucin de un solo asalto irresistible, reemplazando el trmino de analfabetismo por el de iletrismo: as una mentira patritica puede llegar en el momento oportuno para servir a una buena causa nacional. Y para remachar, entre pedagogos, la pertinencia del neologismo, se aprueba a toda prisa una nueva definicin, como s estuviera aceptada desde siempre, segn la cual, si analfabeto era, como es sabido, aquel que nunca haba aprendido a leer, el iletrado en el sentido moderno es, por el contrario, quien ha aprendido a leer (e incluso lo ha aprendido mejor que antes, como pueden atestiguar a sangre fra, una vez puestos, los ms dotados de entre los tericos e historiadores oficiales de la pedagoga) pero por casualidad lo ha olvidado inm ediatam ente, Tan sorprendente explicacin se arriesgara a ser ms inquietante que tranquilizadora si no tuviera la virtud de evitar, como si no la viera, la primera consecuencia que en otras pocas ms cientficas se le hubiera ocurrido a cualquiera: a saber, que este nuevo fenmeno mere

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  • ca a su vez ser explicado y aun combatido, ya que jams haba sido observado ni imaginado siquiera en fiarte alguna antes de los recientes progresos del pensamiento averiado, en los que la decadencia de la explicacin acompaa al mismo paso la decadencia de la prctica.

    XV

    Hace ms de cien aos, el Nouveau D ictionnaire des Synonymes jrangais de A.-L. Sardou defina los matices que hay que discernir entre fa llacieu x (falaz), trom pear (engaoso), imposteur (embustero), sducteur (seductor), insidieux (insidioso), captieux (capcioso), y que juntos constituyen hoy en da una especie de paleta de colores para un retrato de la sociedad del espectculo, No corresponda a su tiempo ni a su experiencia de especialista exponer con igual claridad los sentidos afnes, aunque muy distintos, de los peligros con los que debe contar normalmente todo grupo que se dedique a la subversin, siguiendo, por ejemplo, esta gradacin: desorientado> provocado, infiltrado, m anipulado, m ontado reciclado. En todo caso, e$o$ matices considerables jams se les han pasado por las mentes a los doctrinarios de la lucha armada.

    Fallacieux (falaz), del latn fallaciosus, que engaa con destreza o habitualmente y con astucia: la terminacin de este adjetivo equivale al superlativo de trom

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  • pear. Lo que engaa o induce a error de la manera que sea es trom pear (engaoso): lo que est hecho para engaar* embaucar o inducir a error a otro con la intencin premeditada de engaar mediante artimaas y el aparato impresionante ms idneo para embaucar, es failacieux (falaz). Trompear (engaoso) es palabra genrica y vaga; toda clase de signos y de apariencias inciertos son trompeurs (engaosos): failacieux (falaz) designa la falsedad, la trapacera, el embuste deliberado; los discursos, las protestas y los razonamientos sofsticos son fa llaew c (falaces). Esta palabra guarda relacin con imposteur (embustero), sdueteur (seductor), im idieux (insidioso) y captieux (capcioso), aunque no son equivalentes. Imposteur (embustero) designa toda clase de falsas apariencias o de tramas urdidas para embaucar o causar dao, como, por ejemplo, la hipocresa, la calumnia, etc. Sdueteur (seductor) expresa la accin apta para aduearse de la voluntad de alguien y confundirlo con artimaas e insinuaciones. Insidieux (insidioso, tramposo) indica solamente la accin de tender sagazmente trampas y lograr que otro caiga en ellas, Captieux (capcioso) se circunscribe a la accin sutil de sorprender a alguien e inducirlo a error. Failacieux (falaz) rene la mayor parte de esas caractersticas.

    XVI

    El concepto todava joven de desinform acin ha sido importado recientemente deJRnsia, junto a otros

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  • inventos tiles para la administracin de los Estados modernos. Siempre es empleado abiertamente por algn poder o, por derivacin, por genteque ostenta algn fragmento de autoridad econmica o poltica, fiara defender lo establecido, y siempre atribuyendo a tal empleo una funcin de contraofensiva. Todo lo que contradiga alguna verdad oficial debe ser por fuerza una desinformacin emanada de potencias hostiles o, cuando menos, de rivales, falsificada deliberadamente y con malevolencia. La desinformacin no es la simple negacin de un hecho que conviene a las autoridades ni la simple afirmacin de un hecho que no les conviene; eso se llama psicosis. Al contrario de la pura mentira, la desinformacin -y eso es lo interesante del concepto para los defensores de la sociedad dominante - debe contenerdad, s bien deliberadamente manipuladapor un h- bil enemigo. El poder que habla de desinformacin no se cree libre de todo defecto, pero sabe que puede atribuir a toda crtica precisa aquella insignificancia excesiva que es connatural a la desinformacin, y que as no tendr que admitir nunca ningn defecto particular.

    Se supone, en resumidas cuentas, que la desinfor- macin es el maJuso d eja verdad. Quien la difunde es culpable y quien la cree, imbcil. Pero quin ser entonces el hbil enemigo? Esta vez no puede ser el terrorismo, que no amenaza con desinformar a nadie, puesto que est encargado de representar onto- lgcamente e l error ms burdo y menos aceptable. Gracias a su etimologa y al recuerdo de los das de

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  • aquellos enfrentamientos limitados que hacia mediados del siglo opusieron por breve tiempo el Este al Oeste* lo espectacular concentrado a lo espectacular difuso, el capitalismo de lo espectacular integrado finge creer todava hoy que su enemigo esencial sigue siendo el capitalismo de burocracia totalitaria a veces presentado incluso como la retaguardia o inspiracin de los terroristas-, as como ste dir lo mismo de aqul, pese a las incontables pruebas de su alianza y solidaridad profundas. De hecho, y a pesar de algunas rivalidades locales reales, todos los poderes establecidos piensan constantemente, aunque no lo digan nunca, Jo que supo recordar un da, desde el bando de la subversin y sin mucho xito en su momento, uno de los pocos intemacionalistas alemanes que quedaban tras el estallido de h guerra de _19 . 1 4 nfffilgof

    desinformacin es, finalmente, equivalente de lo que en el discurso de la guerra social del siglo XIX representaban las malas pasiones; eso es, todo lo oscuro que amenaza con oponerse a la extraordinaria felicidad de la que esta sociedad hace beneficiarios, como se sabe, a quienes confan en ella; felicidad que jams se pagar demasiado caro con unos cuantos riesgos o sinsabores insignificantes. Y todos aquellos que ven tal felicidad en el espectculo aceptan que ella vale cualquier precio, mientras que los dems desinforman.

    Denunciar con semejantes explicaciones alguna desnformacin particular tiene la ventaja adicional de que el discurso global del espectculo se libra en consecuencia de toda sospecha de contener desinfor-

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  • inacin, ya que puede indicar con la ms cientfica certeza el terreno en donde se reconoce la nica desinformacin que hay: esto es, en todo lo que se pueda decir y que no sea de su agrado.

    Debe de ser sin duda un error a menos que sea engao deliberado- que se haya ventilado recientemente en Francia el proyecto de asignar oficialmente una especie de certificado de calidad a aquellas informaciones de los m edia que ofrezcan la garanta de no contener desinformacin: csa que ofendi a algunos profesionales de los m edia que todava se empean en creer o con ms modestia, en hacerlo creer a los dems que efectivamente hasta ahora no se los est censurando. Pero sobre todo es evidente que el concepto de desinformacin no se debe emplear de modo defensivo, y menos an en una defensa esttica, como guarnicin de una gran muralla china o una lnea Maginot que encerrase rigurosamente un espacio supuestamente vedado a la des informacin. La desinformacin es necesaria, y tiene que permanecer fluida y poder circular por todos lados. All donde nadie ataca el discurso espectacular sera estpido defenderlo; y el concepto se desgastara muy pronto en caso de defenderlo, contra toda evidencia, en unos puntos sobre los cuales, por el contrario, se debe evitar que se llame la atencin. Adems, las autoridades no tienen ningn inters real en garantizar que una informacin concreta no contiene desinformacin. Tampoco tienen los medios para conseguirlo: no se las respeta tanto, y slo lograran despertar sospechas acerca de la informacin en cuestin. El concepto de desinformacin

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  • no sirve ms que para el contraataque. Es preciso mantenerlo en segunda lnea y luego lanzarlo rpidamente al araque para rechazar toda verdad que acaso surgiera.

    Si alguna vez amenaza con aparecer una especie de desinformacin desordenada, al servicio de intereses particulares en conflicto pasajero, y se le da crdito, de modo que se torna incontrolable hasta oponerse al trabajo mancomunado de una desinformacin menos irresponsable, no hay que temer que ah estn obrando otros manipuladores ms expertos o ms sutiles: se trata simplemente de que la desinformacin se despliega ahora en un mundo en donde no queda sitio p ara verificacin alguna.

    El concepto confusionista de desinformacin se saca a relucir para rebatir al instante, por el mero sonido de su nombre, toda crtica que las diversas agencias de la organizacin del silencio no hayan conseguido eliminar. Acaso se llegue a decir un da, por ejemplo, si a alguien se le antoja conveniente, que este escrito es una empresa de desinformacin sobre el espectculo o lo que viene a ser lo mismo- de desinformacin en detrimento de la democracia.

    Al contrario de lo que afirma su concepto espectacular invertido, la prctica de la desinformacin no puede servir aqu y ahora ms que al Estado, sea bajo su direccin inmediata o por iniciativa de quienes defienden los mismos valores. En realidad, la desinfor- macin reside en toda la informacin existente; es su

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  • caracterstica principal. Se la nombra slo all donde se trata de mantener la pasividad mediante la intimidacin. All donde se nombra la de.sinforngacin, noexiste;

    Cuando an haba ideologas enfrentadas que se manifestaban a favor o en contra de tal o cual aspecto conocido de la realidad, haba fanticos y mentirosos, pero no haba desinformadores.

    Cuando el respeto del consenso espectacular o, por lo menos, una voluntad de vanagloria espectacular no permite ya decir verdaderamente a qu se opone uno ni tampoco qu aprueba con todas las consecuencias, de modo que uno se ve a menudo obligado a disimular algn aspecto de lo que supuestamente acepta porque por alguna razn lo considera peligroso, entonces se practica la desinformacin como por despiste o por olvido o por un supuesto error de razonamiento. En el terreno de la contestacin despus de 1968, por ejemplo, los recuperadores ineptos a quienes se llam pro-situs fueron los prim eros desinfor- madores, porque ellos disimulaban lo ms que pudieron las manifestaciones prcticas a travs de las cuales se haba afirmado la crtica que ellos se jactaban de hacer suya; y como no les importaba en absoluto debilitar la expresin de esa crtica, jams citaban nada ni a nadie, para darse el aire de haber descubierto algo ellos mismos.

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  • XVII

    Invirtiendo una clebre formulacin de Hegel, advert va en 1967 eme en el mundo realm ente inver-

    Los- 1 M V + M M U > , IT * W U J * * i t f Iii i f . k M . j p B a j . , , . '

    aos que han transcurrido desde entonces han demostrado los progresos de ese principio en cada mbito particular, sin excepcin,

    As, en una poca en la que no puede existir ya ningn arte contemporneo, resulta difcil juzgar las artes clsicas. Aqu como en otras partes, la ignorancia se produce para explotarla. Al mismo tiempo que se van perdiendo a la vez el sentido de la historia y el gusto, se van organizando redes de falsificadores. Para que todo cuele, basta con tener controlados a los expertos y a los tasadores de subastas, lo cual es bastante fcil, pues en los negocios de esta clase al igual que en los dems, finalmente- es la venta la que autentifica todo valor. Luego vienen los coleccionistas y los museos repletos de falsificaciones, sobre todo los americanos, que estn interesados en conservar la buena reputacin, lo mismo que el Fondo Monetario Internacional mantiene la ficcin del valor positivo de las inmensas deudas de un centenar de naciones.

    Lo falso forma el gusto y sostiene lo falso, eliminando a sabiendas la posibilidad de referencia-a lo autntico. Se rehace incluso lo verdadero, ya que se puede, para que se parezca a lo falso. Los americanos, al ser los ms ricos y los ms modernos, han sido las

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  • principales vctimas de ese comercio de falsificaciones de arte. Son justamente los mismos que financian las obras de restauracin de Versalles y de la Capilla Six- tina. Por eso los frescos de Miguel ngel deben ad- quirir los intensos colores de las tiras cmicas, y el dorado de los muebles autnticos de Versalles ese brillo intenso por el cual acabarn parecindose bastante a los falsos muebles de poca Lus XIV que a tan elevado precio importa el estado de Texas.

    El juicio de Feuerbach acerca del hecho de que su t iempo prefera k imagen a la cosa,Ja copia al original, la representacin a la realidad se ha visto plenamente confirmado por el siglo del espectculo, y eso en varios mbitos en los que el siglo XIX haba querido mantenerse apartado de lo que era ya su naturaleza profunda: la produccin industrial capitalista. La burguesa difundi el espritu riguroso del museo, del objeto original, de la crtica histrica exacta, del documento autntico. Hoy en da, en cambio, lo ficticio tiende en todas partes a reemplazar lo verdadero. Estando as las cosas, no deja de ser muy oportuno que la contaminacin originada por la circulacin automovilstica obligue a reemplazar los caballos de Marly o las estatuas romnicas del portal de Sant-Trophime por rplicas de plstico. En fin de cuentas, todo quedar ms bonito que antes, para que los turistas lo puedan fotografiar.

    El punto culminante se alcanza sin duda con la ridicula falsificacin burocrtica china de las grandes estatuas del enorme ejrcito industrial del primer em

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  • perador, que tantos hombres de Estado en sus viajes han sido convidados a admirar in situ. Lo cual demuestra, ya que ha sido posible burlarse de ellos tan cruelmente, que ninguno de ellos contaba entre la multitud de sus asesores con un solo individuo que entendiera de historia del arte de China ni de hiera de China. Es sabido que su formacin es de otra ndole muy distinta: El ordenador de Su Excelencia no ha sido programado para responder sobre este particular. La constatacin de que por primera vez se puede gobernar sin poseer el menor conocimiento de arte ni sentido alguno de lo autntico y de lo imposible bastara por s sola para conjeturar que todos esos papanatas ingenuos de la economa y de la administracin acabarn probablemente por conducir el mundo a alguna gran catstrofe, en el caso de que su prctica efectiva no lo hubiese ya demostrado.

    XVIII

    Nuestra sociedad est fundada sobre el secreto, desde las empresas tapadera que impiden que salgan a la luz del da los concentrados bienes de los pudientes, hasta el secreto militar que cubre hoy en da un vasto mbito de irrestricta libertad extrajudicial del Estado; desde los secretos a menudo escalofriantes de la produccin barata que se esconden tras la publicidad, hasta las proyecciones de variantes del futuro extrapolado de las que slo la dominacin sabe inferir el

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  • desarrollo ms probable de aquello que, segn afirma, no existe en absoluto, mientras calcula las respuestas que de alguna manera misteriosa piensa aportar. A este propsito cabe hacer algunas observaciones.

    Tanto en las grandes ciudades como en ciertos espacios reservados del campo hay un nmero cada vez mayor de lugares inaccesibles, es decir, vigilados y al abrigo de miradas ajenas, situados fuera del alcance de la curiosidad inocente y fuertemente protegidos contra el espionaje. Aunque no todos sean de carcter propiamente militar, siguen ese modelo en tanto que se hallan a salvo de todo riesgo de control por parte de transentes o vecinos, e incluso de la polica, cuyas funciones se han visto reducidas desde hace tiempo a la mera vigilancia y represin de la delincuencia ms comn. As se entiende que en Italia, cuando Aldo. Moro era prisionero del Potere Due, no se lo retena1 en un edificio ms o menos imposible de encontrar,,: sino sencillamente en un edificio impenetrable.

    Hay un nmero cada vez mayor de hombres formados para actuar en secreto, instruidos y adiestrados para este solo fin. Se trata de unidades especiales de hombres provistos de archivos reservados, es decir, de observaciones y anlisis secretos. Otros disponen de diversas tcnicas de explotacin y manipulacin de esos asuntos secretos. Cuando se trata, en fin, de sus grupos de accin, stos pueden estar dotados tambin de otros medios para simplificar los problemas estudiados.

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  • En tanto que van en aumento los recursos que se asignan a esos hombres especializados en la vigilancia y en las influencias, ellos encuentran tambin unas circunstancias generales que les son cada ao ms favorables. Cuando, por ejemplo, las nuevas condiciones de la sociedad de lo espectacular integrado forzaron a su crtica a permanecer realmente en la clandestinidad, y no porque ella se esconda sino porque la .esconde la pesada escenificacin del pensamiento recreativo, aquellos que, con todo y con eso, estn encargados de vigilar esa crtica y desmentirla si hace falta, pueden emplear finalmente contra ella los recursos tradicionales del ambiente de la clandestinidad: la provocacin, las infiltraciones y diversas formas de eliminacin de la crtica autntica en beneficio de otra falsa, ral vez creada a cal efecto. La incertidumbre crece en todos los aspectos cuando el embuste general del espectculo se enriquece con la posibilidad de recurrir a mil embustes particulares. Un crimen sin explicacin puede llamarse tambin suicidio, tanto en la crcel como en otras partes; y la disolucin de la lgica permite unas indagaciones y unos procesos que despegan vert cal mente hacia la sinrazn, siendo a menudo falseados desde el inicio por extravagantes autopsias practicadas por singulares expertos.

    Hace mucho que viene siendo habitual en todas partes que se ejecute sumariamente a toda clase de gente. A los terroristas conocidos, o a quienes se tiene por tales, se los combate de una manera abiertamente terrorista. El Mosad mata desde lejos a Abu Yihad, los SAS ingl eses a irlandeses, la polica paralela de los

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  • ( AL a vascos. A quienes se manda matar por presuntos terroristas no se los elige sin razn; pero por lo general resulta imposible saber a ciencia cierta cules son esas razones. Se puede saber que la estacin de Bolonia salt por los aires para que Italia siguiera bien gobernada; se puede saber lo que son los escuadrones de la muerte del Brasil, y que la mafia puede incendiar un hotel de los Estados Unidos para prestar refuerzo a sus extorsiones. Pero quin sabe a qu pudieron servir, en el fondo, los asesinos locos de Brabante? Resulta difcil aplicar el principio de Cui p ro - dest? en un mundo en el que obran tantos intereses lan bien ocultos. De manera que bajo lo espectacular integrado se vive y se muere en el punro de confluencia de un nmero muy elevado de misterios.

    Los rumores meditco-policiales adquieren enseguida, o en el peor de los casos tras haber sido repetidos tres o cuatro veces, el peso indiscut do de pruebas histricas seculares. Segn la legendaria autoridad del espectculo del da, extraos personajes que fueron eliminados en silencio reaparecen como supervivientes ficticios, cuyo retorno se puede siempre invocar o conjeturar, y aun demostrarlo mediante el ms simple rumor de tos especialistas. En alguna parte entre el Aqueronte y el Leteo estn todos esos muertos a los que el espectculo ha negado un entierro regular, se supone que durmiendo, en espera de que alguien los venga a despertar: el terrorista que volvi a bajar del monte, y el pirata que regres de mar, y el ladrn al que ya no le hace falta robar.

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  • As se organiza la incertidumbre por todos lados. La proteccin de la dominacin procede a menudo mediante ataques fingidos, cuyo tratamiento por los m edia consigue que se pierda de vista la operacin verdadera; as el grotesco golpe de fuerza de Tejero y sus guardias civiles en las Cortes de 1981, cuyo fracaso deba encubrir otro pronunciamiento ms moderno, es decir, disimulado, y que triunf. No menos vistoso fue el fracaso de un acto de sabotaje perpetrado por los servicios especiales franceses en 1985 en Nueva Zelanda, en el cual algunos han visto una estratagema destinada tal vez a desviar la atendn de las numerosas tareas nuevas de esos servicios, fomentando la creencia en su caricaturesca torpeza en la eleccin de los objetivos y en las modalidades de la ejecucin. Con mayor certeza, casi todo el mundo estuvo de acuerdo en que la exploracin geolgica de un yacimiento petrolfero en el subsuelo de la ciudad de Pars, que tanto revuelo levant en otoo de 1986, no obedeca a otra intencin seria que la de medir el grado que era capaz de alcanzar la estupidez y la sumisin de los vecinos, mostrndoles una supuesta exploracin enteramente de- mencial desde el punto de vista econmico.

    El poder se ha vuelto tan misterioso que, tras el escndalo de la venta ilegal de armas a Irn por la presidencia de los Estados Unidos, uno se podra preguntar quin manda de verdad en los Estados Unidos, la mayor potencia del mundo llamado democrtico. Y, por consiguiente, quin diablos manda en el mundo democrtico?

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  • A mayor profundidad, en este mundo tan respetuoso oficialmente para con todas las necesidades econmicas, nadie sabe jams lo que cuesta de verdad cualquiera de las cosas que se producen; en efecto, la parte ms importante del coste real jam s se calcula, y d resto se m antiene en secreto.

    X IX

    El general Noriega alcanz por un instante notoriedad mundial a principios del ao 1988. Era dictador sin ttulo de Panam, pas sin ejrcito, donde estaba al mando de la Guardia Nacional. Panam no es un verdadero Estado soberano: es un pas que ha sido abierto por su canal, y no al revs, Su moneda es el dlar, del mismo modo que el verdadero ejrcito que ocupa sus cuarteles es un ejrcito extranjero. Noriega haba hecho * por tanto, toda su carrera como general- polica al servicio del ocupante, en esto tal carrera resulta perfectamente idntica a la de Jaruzelski en Polonia. Como Panam no da para mucho, introduca drogas a los Estados Unidos y exportaba sus capitales panameos a Suiza. Haba colaborado con la CIA contra Cuba, y, para dotarse de una cobertura adecuada para sus actividades econmicas, haba delatado a unos cuantos de sus competidores a las autoridades norteamericanas, siempre tan obsesionadas con el problema. Su principal consejero en materia de seguridad, que daba envidia a Washington, era el mejor

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  • que haba en el mercado, Michael Harari, antiguo oficial del servicio secreto de Israel, e Mosad. Cuando los americanos quisieron deshacerse del personaje porque algunos de sus tribunales haban cometido la imprudencia de condenarlo, Noriega se declar dispuesto a defenderse durante mil aos, por patriotismo panameo, contra su pueblo en revuelta y contra el extranjero a la vez; recibi al punto la aprobacin pblica de los dictadores burocrticos ms austeros de Cuba y Nicaragua, en nombre del antiimperialismo.

    Lejos de ser una curiosidad estrictamente panamea, ese general Noriega, que vende iodo y todo lo simula en un mundo que hace lo mismo en todas partes, era de pies a cabeza, como especie de hombre de una especie de Estado, como especie de general y como capitalista, un representante perfecto de lo espectacular integrado y de los xitos que permite en las ms distintas direcciones de su poltica interior e in ternacional. Noriega es un modelo del principe de nuestro tiempo, y entre quienes se dedican a llegar al poder y a conservarlo en donde sea, los ms hbiles se le parecen bastante. No es Panam lo que produce tales prodigios, es la poca.

    X X

    Para todo servicio de inteligencia el saber debe convertirse en poder; de acuerdo en este punto con la

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  • .lomada teora clausewitziana de la guerra. De ah el prestigio del que gozan hoy en da esos servicios, su especie de peculiar poesa. Casi parece que la inteligencia tan rigurosamente desterrada del espectculo, que ni permite actuar ni dice gran cosa de cierro sobre la accin de los dems, haya buscado refugio entre quienes analizan realidades y obran sobre ellas en secreto. Unas revelaciones recientes que Margaret That- otier hizo lo posible por silenciar, aunque en vano, confirmndolas de rebote, demostraron que en Inglaterra esq$ servicios fueron capaces de provocar la cada de un ministerio cuya poltica juzgaban peligrosa. El desprecio general que suscita el espectculo devuelve as, por nuevas razones, cierto atractivo a lo que en i i empos de Kipling se llamaba el gran juego.

    En el siglo XIX, cuando tantos y tan pujantes movimientos sociales agitaban a las masas, la concepcin policaca de la historia era una explicacin reaccionaria y ridicula. Los pseudocontestatarios de i liora lo saben muy bien, de odas o de un par de libros, y creen que esa conclusin vale para toda la eternidad. No quieren ver la prctica real de su tiempo, porque es demasiado triste para sus fras esperanzas.I d Estado no lo ignora, y lo aprovecha.

    En el momento en que casi todos los aspectos de la vida poltica internacional y un numero creciente de ios que cuentan en poltica interior se dirigen y se muestran al estilo de los servicios secretos, con amaos, desinformacin, doble explicacin -la que puede ocultar otra o slo aparentarlo, el espectculo se li-

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  • tn normalmente infectadas de mentira, incontrolables y manipuladas. Agradan, sin embargo, a quienes acceden a ellas, pues se sienten superiores a todos aquellos que no saben nada. Por lo dems, no sirven sino para que la dominacin $e acepte ms fcilmente, jams para comprenderla de manera efectiva. Esas migajas constituyen el privilegio de los espectadores de prim era clase: los que son lo bastante necios como para creer que pueden comprender algo, no sirvindose de lo que se les oculta, sino creyendo lo que se les revela.

    La dominacin es lcida por lo menos en tanto que espera de su propia gestin libre y sin trabas un nmero bastante elevado de catstrofes de primera magnitud para el prximo futuro, tanto en los terrenos ecolgicos, como el qumico, por ejemplo, como en los econmicos, como, por ejemplo, el bancario. Hace ya algn tiempo que est en condiciones de tratar esas desgracias excepcionales con otros medios distintos del habitual manejo de la suave desinformacin.

    XXII

    En cuanto al nmero creciente, desde hace ms de dos decenios, de asesinatos que han quedado sin